Participacion y Respeto
Participacion y Respeto
Participacion y Respeto
La participación alude al sentido humanista de la educación, es por ello que el papel del adulto, del
que educa no puede reducirse a la aplicación de buenas técnicas o procedimientos participativos,
y exige decisiones que son incompatibles con otras. Si se asume que la participación es una
práctica de significado valioso para la formación de jóvenes y adolescentes, los aprendizajes que
dichas propuestas habilitan suponen el cuestionamiento de mensajes y prácticas sociales ligadas a
la indiferencia que caracterizan a los jóvenes. Promover la participación significa asumir que ellos
pueden pensar y actuar en términos de procesos, alternativas, conflictos, elaboración de planes y
por lo tanto intervenir en la elaboración de proyectos que los identifican como destinatarios. Por
esta razón es necesario que estos espacios lo sean por convicción, ya que a noción de participación
que interesa desarrollar remite a la injerencia efectiva de los jóvenes en la toma de decisiones.
Dejar a los adolescentes y jóvenes hacerse cargo de lo que les incumbe, un camino que pone en
juego y desarrolla su capacidad de identificar situaciones (problemas) que los afectan, los
inquietan, los convocan; de analizar posibilidades contextos y causas, de formular propuestas y o
soluciones viables, es decir de usar colectivamente y en forma responsable dichos espacios e
instancias, apropiándose de ellos, transformándolos, ampliándolos.
Pero el rol del docente no se pierde, los conceptos de asimetría autoridad y responsabilidad
vuelven a entrar en escena, afirmar que el adulto es el referente responsable debe suponer la
posibilidad de una gestión compartida y la responsabilidad creciente de los integrantes del grupo.
Philipe Merieu (2004) señala la centralidad que adquieren las” tres P”: protección, prevención y
participación, señalando que la participación no es en estricto sentido un derecho, sino un
exigencia, una posición pedagógica, una manera de concebir a la educación con responsabilidad y
ciudadanía. La pedagogía genera las condiciones para el aprendizaje y el ejercicio de esa práctica
que se enuncia como derecho.
Opinan. Votan, colaboran…¿participan?
Partimos de la idea de que participar en el desarrollo de un proyecto no implica simplemente
asistir a las actividades , opinar sobre alguna cuestión, votar de vez en cuando colaborar en ciertas
tareas, prácticas que a menudo constituyen objetivos en sí mismos y parámetros para evaluar su
participación en proyectos que pretenden tenerlos como protagonistas.
¿Cómo distinguir cuando una propuesta es participativa? ¿Cómo distinguir lo participativo de lo
que no lo es?
Facilitar el camino hacia la participación requiere generar instancias que permitan a los
adolescentes y jóvenes descubrir situaciones, problemas, oportunidades que les resulten
interesantes y convocantes. Se aprende a participar participando, es decir opinando, discutiendo,
decidiendo, eligiendo, representando. También se aprende a participar teniendo la posibilidad de
observar y analizar como abordan las situaciones y como deciden sobre ellas.
En el marco de procesos formativos existen momentos en que la participación es más una meta
que una práctica posible, conveniente, actual y permanente; en tales casos la toma de ciertas
decisiones o la resolución de determinadas situaciones recae en quienes tienen a su cargo facilitar
la participación y no en quienes se pretende se apropien de ella. Puede ocurrir que quienes tienen
que decidir en un grupo se niegan a opinar o a resolver la situación, en ocasiones es conveniente
tensar la cuerda, insistir en que son ellos quienes deben hacerse cargo, esto evidencia la necesidad
de otro, un adulto, una autoridad responsable.
Para determinar en que, cuando y cuanto pueden participar los sujetos a lo largo de un proceso, es
necesario analizar las posibilidades a medida que se desarrolla el proyecto y que varían las
condiciones en virtud de la experiencia de todos, incluida la del coordinador.
En proyectos donde la participación es meta en sí misma, constituye un contenido, un aspecto a
considerar con y por los propios adolescentes, junto a quien orienta y coordina la tarea. La
participación será objeto de reflexión, será eje de evaluaciones y de nuevos proyectos colectivos.
Lo importante es que ellos/as sean conscientes del proceso, de los espacios que van pudiendo
utilizar, de las dificultades, los avatares que suelen rodear la toma de decisiones y el hacerse cargo
de situaciones.
Es importante que los destinatarios se conviertan en protagonistas
Respetar los intereses un camino de cornisa
Es responsabilidad del educador cuestionar, problematizar e incluso desalentar ciertas demandas,
es una responsabilidad no una prerrogativa. Esto no disminuye las posibilidades de participación,
no lesionan el respeto lo jerarquizan. Pero es importante poner en juego criterios y formas de
actuar que revelen estas intervenciones como educativamente valiosas y no como decisiones
arbitrarias, difíciles de justificar y de sostener. Discutir algunas cosas y ofrecerles otras para que se
sientan respetados, valorados.
Respetar los intereses de los jóvenes se torna un camino de cornisa que nos coloca frente a una
disyuntiva: respetarlos es arriesgarse a salirse del camino correcto o no respetarlos y mantenerse
en lo que creemos es el camino correcto. Arriesgar no siempre es sinónimo de irresponsabilidad,
también lo es de confianza, a menudo adolescentes y jóvenes pueden mostrarnos caminos
alternativos, incluso mejores.
La razón correctiva
La razón correctiva cuestiona e impugna cualquier interés que posean los jóvenes, toma lo que
ellos traen para cuestionar casi todo, recurre a los intereses para luego cambiarlos, se mueve por
principios morales, es redentora. Suele plasmarse en propuestas opuestas parciales o totalmente,
a lo que los jóvenes elegirían si les dejaran.
La razón instrumental:
Sabe que no puede obviarlos y se propone utilizarlos, los intereses no son un problema sino una
herramienta disponible, se abstiene de juicios valorativos, lo que importa es aprovechar los
intereses para interesar a los jóvenes. Aprender a despertar interés sobre cosas variadas
recurriendo a lo que se supone les interesa cuando no median propósitos pedagógicos (música,
jornadas paneles) por ejemplo recurrir a letras de canciones para abordar temáticas o legitimar
posiciones o ideas.
La tensión entre adolescentes y adultos no ocupa un lugar central en los intercambios a no ser que
se resistan a dar su consentimiento a la re significación como herramienta pedagógica. Toma
prestado los intereses de los adolescentes para realizar operaciones convenientemente
planificadas. Bien instrumentada logra buenas actividades y climas.
La razón celebratoria
Los intereses constituyen un mandato, respetarlos a rajatabla ya que expresan lo que es propio de
los adolescentes. Ve un problema cuando se les resetea espacios.
Se licua el lugar y la responsabilidad adulta, colonizados por los intereses de los jóvenes, los
adultos no hacen diferencia, se mimetizan con el mundo adolescente, se limitan a gestionar
tiempos y administrar normas para que todo siga en pie. En la medida de que son los intereses y
demandas de los jóvenes los que dominan el intercambio la tensión desaparece.
No hay ruptura solo continuidad, solo esa forma de respeto, el adulto elude la interpelación,
porque entiende que discutir o provocar rupturas son expresiones del no respeto.
La razón celebratoria protege los intereses, no pretende reconvertilos, pedagogizarlos, deja que se
reproduzcan.
Subestima la capacidad y el interés del adolescente para cuestionar lo propio y lo ajeno.
La razón compensatoria
Tiene carácter de misión “hacer justicia con los pobres”. Congela toda discusión acerca de
oportunidades y opciones culturales. Se sustenta en el “respeto a la diversidad” aplicado a jóvenes
marginados y no a otros sectores.
La razón civilizatoria