1 TejidoCosmos Greene
1 TejidoCosmos Greene
1 TejidoCosmos Greene
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Brian Greene
ePub r1.1
Piolin 05.01.2021
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Título original: The Fabric of the Cosmos. Space, Time and the Texture of Reality
Brian Greene, 2000
Traducción: Javier García Sanz
Retoque de cubierta: et.al
Editor digital: Piolin
ePub base r2.1
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Índice de contenido
Cubierta
El tejido del cosmos
Agradecimientos
Prefacio
PRIMERA PARTE. La realidad de la arena
1. Caminos a la realidad. El espacio, el tiempo y por qué las cosas son
como son
La realidad clásica
La realidad relativista
La realidad cuántica
La realidad cosmológica
La realidad unificada
Realidad pasada y realidad futura
La mayoría de edad del espacio y el tiempo
2. El universo y el cubo. ¿Es el espacio una abstracción humana o una
entidad física?
Relatividad antes de Einstein
El cubo
Space Jam
Mach y el significado del espacio
Mach, el movimiento y las estrellas
Mach frente a Newton
3. La relatividad y lo absoluto. ¿Es el espaciotiempo una abstracción
einsteiniana o una entidad física?
¿Está vacío el espacio vacío?
Espacio relativo, tiempo relativo
Sutil pero no malicioso
Pero ¿qué pasa con el cubo?
Cortando espacio y tiempo
Inclinando las rebanadas
El cubo, según la relatividad especial
La Gravedad y la Antigua Pregunta
La equivalencia entre gravedad y aceleración
Deformaciones, curvas y gravedad
La relatividad general y el cubo
El espaciotiempo y el tercer milenio
4. Entrelazando el espacio. ¿Qué significa estar separado en un universo
cuántico?
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El mundo según el cuanto
El rojo y el azul
Lanzando una onda
La probabilidad y las leyes de la física
Einstein y la mecánica cuántica
Heisenberg y la incertidumbre
Einstein, la incertidumbre y la cuestión de la realidad
La respuesta cuántica
Bell y el espín
Poniendo a prueba la realidad
Contando ángeles con ángulos
No humo, sino fuego
Entrelazamiento y relatividad especial: la visión estándar
SEGUNDA PARTE. Tiempo y experiencia
5. El río congelado ¿Fluye el tiempo?
Tiempo y experiencia
¿Fluye el tiempo?
La persistente ilusión de pasado, presente y futuro
La experiencia y el flujo del tiempo
6. El azar y la flecha ¿Tiene el tiempo una dirección?
El rompecabezas
Pasado, futuro y las leyes fundamentales de la física
Simetría de inversión temporal
Pelotas de tenis y huevos aplastados
Teoría y práctica
Entropía
Siguiendo las matemáticas
Un barrizal
Dar un paso atrás
El huevo, la gallina y el big bang
Entropía y gravedad
El ingrediente crítico
El enigma restante
7. El tiempo y lo cuántico. Ideas sobre la naturaleza del tiempo
procedentes del dominio cuántico
El pasado según lo cuántico
Hacia Oz
Pro elección
Podando la historia
La contingencia de la historia
Borrando el pasado
Dando forma al pasado[*17]
Página 6
Mecánica cuántica y experiencia
El rompecabezas de la medida cuántica
La realidad y el problema de la medida cuántica
La decoherencia y la realidad cuántica
La mecánica cuántica y la flecha del tiempo
TERCERA PARTE. Espacio tiempo y cosmología
8. De copos de nieve y el espaciotiempo. La simetría y la evolución del
cosmos
La simetría y las leyes de la física
La simetría y el tiempo
Estirando el tejido
El tiempo en un universo en expansión
Características sutiles de un universo en expansión
Cosmología, simetría y la forma del espacio
La cosmología y el espaciotiempo
Formas alternativas
Cosmología y simetría
9. Evaporando el vacío. El calor, la nada y la unificación
Calor y simetría
Fuerza, materia y campos de Higgs
Campos en un universo que se enfría
El océano de Higgs y el origen de la masa
Unificación en un universo que se enfría
Gran unificación
El retomo del éter
Entropía y tiempo
10. Deconstruyendo el bang. Qué hizo bang
Einstein y la gravedad repulsiva
De ranas que saltan y superenfriamiento
Inflación
El marco inflacionario
La inflación y el problema del horizonte
La inflación y el problema de la planitud
Ahora, el rompecabezas.
Progreso y predicción
Una predicción de oscuridad
El universo desbocado
El 70 por 100 ausente
Interrogantes y progresos
CUARTA PARTE Orígenes y unificación
11. Los cuantos en el cielo con diamantes. Inflación, agitaciones cuánticas
y la flecha del tiempo
Página 7
Escritura celeste cuántica
La edad de oro de la cosmología
Creando un universo
Inflación, suavidad y la flecha del tiempo
Entropía e inflación
Boltzmann Redux
La inflación y el huevo
¿La mosca en la miel?
12. El mundo en una cuerda. El espacio, el tiempo y por qué las cosas son
como son
Agitación cuántica y espacio vacío
Agitaciones y su descontento[12.6]
¿Importa?
El improbable camino a una solución[*33]
La primera revolución
Teoría de cuerdas y unificación
¿Por qué funciona la teoría de cuerdas?
El tejido cósmico en el reino de lo pequeño
Los puntos más finos
Propiedades de partículas en la teoría de cuerdas
Demasiadas vibraciones
Las dimensiones ocultas
La teoría de cuerdas y las dimensiones ocultas
La forma de las dimensiones ocultas
Física de cuerdas y dimensiones extras
El tejido del cosmos según la teoría de cuerdas
QUINTA PARTE. Realidad e imaginación
13. El universo en una brana. Especulaciones sobre el espacio y el tiempo
en la teoría M
La segunda revolución de las supercuerdas
El poder de la traducción
Once dimensiones
Branas
Mundobrana
Branas adhesivas y cuerdas vibrantes
Nuestro universo como una brana
La gravedad y las dimensiones extras, grandes
Dimensiones extras, grandes y cuerdas grandes
¿Resiste frente al experimento la teoría de cuerdas?
Cosmología de mundobranas
Cosmología cíclica
Una breve valoración
Página 8
Nuevas visiones del espaciotiempo
14. Arriba en el cielo y abajo en la Tierra. Experimentando con el espacio
y el tiempo
Einstein disfrazado[*41]
Pillando la onda
La caza de las dimensiones extras
La Higgs, la supersimetría y la teoría de cuerdas
Orígenes cósmicos
Materia oscura, energía oscura y el futuro del universo
Espacio, tiempo y especulación
15. Máquinas teleportadoras y máquinas del tiempo. Viajando a través del
espacio
Teleportación en un mundo cuántico
Entrelazamiento cuántico y teleportación cuántica
Teleportación realista
Los enigmas del viaje en el tiempo
Replanteando los rompecabezas
Libre albedrío, muchos mundos y viaje en el tiempo
¿Es posible el viaje en el tiempo al pasado?
Plano para una máquina del tiempo agujero de gusano
Construyendo una máquina del tiempo agujero de gusano
Turismo cósmico
16. El porvenir de una alusión. Perspectivas sobre el espacio y el tiempo
¿Son espacio y tiempo conceptos fundamentales?
Promedio cuántico
Geometría en traducción
¿De dónde viene la entropía de los agujeros negros?
¿Es el universo un holograma?
Los constituyentes del espaciotiempo
Espacio interior y espacio exterior
Autor
Notas
Notas complementarias
Página 9
•
Agradecimientos
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texto, por razones pedagógicas, me atengo a mi propio punto de vista (a
menudo, pero no siempre, significativamente influido por las críticas de mis
colegas). En las notas, por razones de exactitud histórica, expongo algunos de
los desacuerdos.
Linda Obst hizo trizas buena parte de la primera versión del libro. Se lo
agradezco. K. C. Cole hizo trizas la segunda versión y luego, pacientemente,
me dio consejos importantes, borrador tras borrador, hasta que la presentación
quedó depurada. Estoy en deuda especial con K. C. También agradezco a
Debra Makay su meticulosa revisión del manuscrito final: ella es aún más
perfeccionista que yo.
El libro mejoró significativamente gracias a las críticas de varios lectores
que no son físicos: Ludmila (Lily) Birladeanu, Doris Drücker, Linda
Feferman, Rebecca Lewthwaite, Peter Lyman, Deanna Metzger, Phil
Richman, Barrie Thorne, Alison Thorne y Carolee Winstein. Se lo agradezco,
y agradezco a Helen Knudsen la localización de varias referencias y hechos,
algunos increíblemente oscuros.
Tuve la suerte de tropezar con los deliciosos dibujos de Matthew Zimet en
el libro The Cosmic Code, de Heinz Pagels, y convencerle de que ilustrase
también mi libro. Sus ilustraciones constituyen una importante aportación.
Finalmente, deseo agradecer al Programa de Libros de la Commonwealth
Fund y especialmente a Alexander G. Bearn y Antonina W. Bouis —y
también a Ed Barber de la W. W. Norton and Company— su apoyo, su
paciencia y su confianza en mí como escritor durante los años que fueron
necesarios para llevar a término este libro.
Página 11
Para Tracy
Página 12
•
Prefacio
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teorías más simples pero más amplias capaces de explicar y predecir el
resultado de los experimentos actuales y futuros. Esto restringe severamente
las teorías que perseguimos. (En este libro, por ejemplo, no vamos a
encontrar ningún indicio de que yo esté flotando en un tanque, conectado a
miles de cables de estimulación cerebral que me hacen pensar que ahora
escribo este texto.) Pero durante los últimos cien años, descubrimientos en
física han sugerido revisiones en nuestro sentido cotidiano de la realidad que
son tan espectaculares como asombrosas, y tan destructoras de paradigmas
como la ciencia ficción más imaginativa. Estos cambios revolucionarios
enmarcarán nuestro paso por las páginas que siguen.
Muchas de las cuestiones que exploramos son las mismas que, con
disfraces diversos, preocuparon a Aristóteles, Galileo, Newton, Einstein y
muchos otros a lo largo de las épocas. Y puesto que este libro trata de
transmitir la ciencia que se está haciendo, seguimos estas cuestiones tal como
han sido respondidas por una generación, cambiadas por sus sucesores, y
refinadas y reinterpretadas por los científicos en los siglos que siguieron.
Por ejemplo, sobre la enigmática cuestión de si el espacio completamente
vacío es, como un lienzo en blanco, una entidad real o meramente una idea
abstracta, seguimos el péndulo de la opinión científica a medida que oscila
entre la declaración de Isaac Newton en el siglo XVII de que el espacio es
real, la conclusión de Ernst Mach en el siglo XIX de que no lo es, y la
espectacular reformulación de Einstein en el siglo XX de la propia cuestión,
en la que él fusionó espacio y tiempo y básicamente refutó a Mach. Luego
encontramos descubrimientos posteriores que transformaron la cuestión una
vez más redefiniendo el significado de «vacío», imaginando que el espacio
está inevitablemente lleno de lo que se denominan campos cuánticos y
posiblemente una difusa energía uniforme llamada constante cosmológica —
ecos modernos de la vieja y desacreditada idea de un éter que llena el
espacio—. Y lo que es más, luego describimos cómo algunos experimentos
espaciales venideros pueden confirmar aspectos particulares de las
conclusiones de Mach que resultan estar de acuerdo con la relatividad
general de Einstein, lo que ilustra muy bien la madeja fascinante y
enmarañada del desarrollo científico.
En nuestra propia era encontramos intuiciones gratificantes de la
cosmología inflacionaria en la flecha del tiempo, el rico surtido de
dimensiones espaciales extras de la teoría de cuerdas, la radical sugerencia
de la teoría M según la cual el espacio en el que habitamos puede ser sólo
una tabla flotando en un cosmos más grande, y la actual especulación
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desbocada de que el universo que vemos puede ser no otra cosa que un
holograma cósmico. Aún no sabemos si las más recientes de estas propuestas
teóricas son correctas. Pero por escandalosas que suenen, las investigamos
meticulosamente porque a ellas nos conduce nuestra búsqueda de las leyes
más profundas del universo. Una realidad extraña y poco familiar puede
aparecer no sólo de la fértil imaginación de la ciencia ficción, sino que
también puede emerger del filo de la navaja de la física moderna.
El tejido del cosmos está dirigido principalmente al lector general que
tiene poca o ninguna formación en ciencias pero cuyo deseo de comprender
el funcionamiento del universo es un incentivo para luchar con varios
conceptos complejos y desafiantes. Como hice en mi primer libro, El universo
elegante, he permanecido cerca de las ideas científicas, aunque
prescindiendo de los detalles matemáticos en favor de metáforas, analogías,
historias e ilustraciones. Cuando llegamos a las secciones más difíciles del
libro, advierto al lector y doy breves resúmenes para quienes decidan
saltarse o pasar deprisa por estas discusiones más complicadas. De este
modo, el lector debería ser capaz de seguir el camino del descubrimiento y
obtener no sólo un conocimiento de la visión del mundo de la física actual,
sino una comprensión de cómo y por qué esta visión del mundo ha ganado
aceptación.
Los estudiantes, los lectores ávidos de ciencia a un nivel general, los
profesores y los profesionales también deberían encontrar muchas cosas
interesantes en el libro. Aunque los capítulos iniciales cubren el material
básico necesario pero estándar en relatividad y en mecánica cuántica, su
énfasis en la corporeidad del espacio y el tiempo es un enfoque poco
convencional. Los capítulos posteriores cubren un amplio abanico de temas
—el teorema de Bell, los experimentos de elección diferida, la medida
cuántica, la expansión acelerada, la posibilidad de producir agujeros negros
en la próxima generación de aceleradores de partículas, las fantásticas
máquinas de tiempo en agujeros de gusano, por citar unos pocos— y de este
modo pondrán al día a dichos lectores sobre varios de los avances más
sorprendentes y debatidos.
Parte del material que cubro es controvertido. Cuando se trata de
cuestiones que están en el aire, he discutido los puntos de vista dominantes en
el texto principal. En el caso de los puntos de discusión en los que creo que se
ha llegado a un consenso, he relegado a las notas los puntos de vista
diferentes. Algunos científicos, especialmente quienes sostienen puntos de
vista minoritarios, quizá se opongan a algunos de mis juicios, pero a través
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del texto principal y las notas he intentado un tratamiento equilibrado. En las
notas, el lector particularmente diligente encontrará también explicaciones
más completas, clarificaciones y reservas que son relevantes para puntos que
he simplificado, así como (para quienes tengan esta inclinación) breves
contrapartidas matemáticas para el enfoque libre de ecuaciones adoptado en
el texto principal. Un breve glosario proporciona una referencia rápida para
algunos de los términos científicos más especializados.
Ni siquiera un libro de esta longitud puede agotar el vasto tema del
espacio y el tiempo. Yo me he centrado en aquellos aspectos que encuentro a
la vez excitantes y esenciales para formar una imagen completa de la
realidad que pinta la ciencia moderna. Sin duda, muchas de estas elecciones
reflejan un gusto personal, y por ello pido perdón a quienes sienten que su
propio trabajo o su área de estudio favorita no recibe la atención adecuada.
Mientras escribía El tejido del cosmos he tenido la fortuna de recibir una
valiosa realimentación de varios lectores devotos. Raphael Kasper, Lubos
Motl, David Steinhart y Ken Vineberg leyeron diversas versiones del
manuscrito entero, a veces deforma repetida, y ofrecieron sugerencias
numerosas, detalladas y perspicaces que ampliaron sustancialmente la
claridad y la exactitud de la presentación. Se lo agradezco calurosamente.
David Albert, Ted Baltz, Nicholas Boles, Tracy Day, Peter Demchuk, Richard
Easther, Anna Hall, Keith Goldsmith, Shelley Goldstein, Michael Gordin,
Joshua Greene, Arthur Greenspoon,, Gavin Guerra, Sandra Kauffman,
Edward Kastenmeier, Robert Krulwich, Andrei Linde, Shani Offen,, Maulik
Parikh, Michael Popowits, Marlin Scully, John Stachel y Lars Straeter
leyeron todo o parte del manuscrito, y sus comentarios fueron
extraordinariamente útiles. Me beneficié de conversaciones con Andreas
Albrecht, Michael Basset, Sean Carrol, Andrea Cross, Rita Greene, Wendy
Green, Susan Greene, Alan Guth,, Mark Jackson, Daniel Kabat, Will Kinney,
Justin Khoury, Hiranya Peiris, Saúl Perlmutter, Koenraad Schalm, Paul
Steinhardt, Leonard Susskind, Neil Turok, Henry Tye, William War-mus y
Erick Weinberg. Debo una gratitud especial a Raphael Gunner, cuyo agudo
sentido del argumento genuino y su disposición a criticar varios de mis
intentos fueron de valor incalculable. Eric Martínez ofreció una asistencia
crítica e incansable en la fase de producción del libro, y Jason Severs hizo un
trabajo estelar en la creación de las ilustraciones. Doy las gracias a mis
agentes, Katinka Matson y John Brockman. Y tengo una gran deuda de
gratitud con mi editor, Marty Asher, por ofrecerme un manantial de ánimo,
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consejo e intuición que mejoraron sustancialmente la calidad de la
presentación.
En el curso de mi carrera, mi investigación científica ha sido financiada
por el Departamento de Energía, la National Science Foundation y la Alfred
P Sloan Foundation. Reconozco y agradezco su apoyo.
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PRIMERA PARTE
La realidad de la arena
Página 18
1
Caminos a la realidad
El espacio, el tiempo y por qué las cosas son como son
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Mi encuentro casual con el libro de Camus debe haber ocurrido durante
una etapa particularmente impresionable porque sus palabras me han
acompañado más que cualquier otra cosa que yo haya leído. Muchas veces he
imaginado cómo responderían a la más importante de todas las cuestiones
algunas personas a las que había conocido, o había oído hablar, o había visto
en televisión. Visto en retrospectiva, sin embargo, fue su segunda afirmación
—relativa al papel del progreso científico— la que para mí se mostró
particularmente desafiante. Camus reconocía el valor de comprender la
estructura del universo, pero por lo que yo podía entender, rechazaba la
posibilidad de que dicha comprensión pudiese suponer la más mínima
diferencia para nuestro juicio sobre el valor de la vida. Por supuesto, mi
lectura adolescente de la filosofía existencial era tan sofisticada como la
lectura que podría hacer Bart Simpson de la poesía romántica, pero incluso
así, la conclusión de Camus me dejó bastante desconcertado. Para este
aspirante a físico, una valoración informada de la vida requeriría
necesariamente una completa comprensión del escenario de la vida: el
universo. Me recuerdo pensando en que si nuestra especie morara en refugios
cavernosos enterrados en el subsuelo profundo y aún tuviera que descubrir la
superficie de la Tierra, la brillante luz del Sol, una brisa oceánica y las
estrellas que hay más allá, o si la evolución hubiese seguido un camino
diferente y aún tuviéramos que adquirir todos los sentidos salvo el del tacto,
de modo que todo lo que conociéramos viniera sólo de nuestras impresiones
táctiles de nuestro entorno inmediato, o si las facultades mentales humanas
dejaran de desarrollarse durante la primera infancia de modo que nuestras
capacidades emocionales y analíticas nunca pasaran de las de un niño de
cinco años —si nuestras experiencias sólo formaran un pálido retrato de la
realidad— nuestra valoración de la vida estaría gravemente comprometida.
Cuando finalmente encontrásemos nuestro camino a la superficie de la Tierra,
o cuando finalmente alcanzásemos la capacidad de ver, oír, oler, y saborear, o
cuando nuestras mentes quedaran finalmente libres para desarrollarse como lo
hacen normalmente, nuestra visión colectiva de la vida y el cosmos cambiaría
radicalmente. Nuestra comprensión de la realidad, antes muy restringida,
arrojaría una luz muy diferente sobre la más fundamental de todas las
cuestiones filosóficas.
Pero, podría usted preguntar, ¿qué pasa con ello? Por supuesto, cualquier
juicio serio concluiría que aunque no podamos comprender todo sobre el
universo —cada aspecto del comportamiento de la materia o de la función de
la vida— somos conscientes de las grandes pinceladas que adornan el lienzo
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de la Naturaleza. Por supuesto, como sugería Camus, los progresos en física,
tales como comprender el número de dimensiones espaciales; o los progresos
en neuropsicología, tales como comprender todas las estructuras organizativas
del cerebro; o, para lo que nos importa, los progresos en cualquier otra
empresa científica, pueden rellenar detalles importantes, pero su impacto
sobre nuestra valoración de la vida y la realidad sería mínimo. Por supuesto,
la realidad es lo que pensamos que es; la realidad se nos revela por nuestras
experiencias.
En una u otra medida, esta visión de la realidad es la que muchos de
nosotros mantenemos, aunque sólo sea de forma implícita. Ciertamente me
encuentro a mí mismo pensando de esta manera en la vida cotidiana; es fácil
quedar seducido por el rostro que la Naturaleza revela directamente a nuestros
sentidos. Pese a todo, en las décadas transcurridas desde que tropecé por
primera vez con el texto de Camus he aprendido que la ciencia moderna nos
cuenta una historia muy diferente. La lección más importante que hemos
sacado de la investigación científica durante el último siglo es que la
experiencia humana es a menudo una guía equívoca a la verdadera naturaleza
de la realidad. Apenas por encima de la superficie de lo cotidiano hay un
mundo que apenas habíamos reconocido. Los seguidores de lo oculto, los
devotos de la astrología y los que mantienen principios religiosos que hablan
a una realidad más allá de la experiencia, han llegado hace tiempo, desde
perspectivas muy variables, a una conclusión similar. Pero no es eso lo que yo
tengo en mente. Yo me estoy refiriendo al trabajo de innovadores ingeniosos
e investigadores incansables —los hombres y mujeres de ciencia— que han
quitado capa tras capa de la cebolla cósmica, enigma a enigma, y han
revelado un universo que es a un tiempo sorprendente, poco familiar,
excitante, elegante y completamente diferente de lo que cualquiera esperara.
Estos desarrollos no son otra cosa que detalles. Los avances
fundamentales en física han obligado, y siguen obligando, a revisiones
drásticas de nuestra idea del cosmos. Sigo ahora tan convencido como lo
estaba hace décadas de que Camus escogió correctamente el valor de la vida
como la cuestión definitiva, pero las ideas de la física moderna me han
persuadido de que valorar la vida a través de las lentes de la experiencia
cotidiana es como mirar un Van Gogh a través de una botella de Coca-Cola
vacía. La ciencia moderna ha sido punta de lanza en un asalto tras otro a la
evidencia recogida por nuestras percepciones rudimentarias, mostrando que a
menudo éstas dan una idea nebulosa del mundo en que vivimos. Y así,
mientras Camus separaba las cuestiones físicas y las calificaba de
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secundarias, yo he llegado a convencerme de que son primarias. Para mí, la
realidad física fija el escenario y al mismo tiempo proporciona la iluminación
para tratar la cuestión de Camus. Valorar la existencia sin tener en cuenta las
ideas de la física moderna sería como luchar en la oscuridad con un
adversario desconocido. Al profundizar en nuestra comprensión de la
verdadera naturaleza de la realidad física, reconfiguramos profundamente
nuestro sentido de nosotros mismos y nuestra experiencia del universo.
El objetivo central de este libro es explicar algunas de las más destacadas
revisiones en nuestra imagen de la realidad, centrando el foco en aquellas que
afectan al proyecto a largo plazo de nuestra especie para entender el espacio y
el tiempo. Desde Aristóteles a Einstein, desde el astrolabio al Telescopio
Espacial Hubble, desde las pirámides a los observatorios en las cimas de las
montañas, espacio y tiempo han enmarcado el pensamiento desde que el
pensamiento empezó. Con la llegada de la era científica moderna, su
importancia ha crecido. Durante los tres últimos siglos los desarrollos en
física han mostrado al espacio y al tiempo como los conceptos más
desconcertantes y atractivos, y como los instrumentos más fundamentales en
nuestro análisis científico del universo. Estos desarrollos han mostrado
también que espacio y tiempo encabezan la lista de las construcciones
científicas de épocas pasadas que están siendo fantásticamente revisadas por
la investigación de vanguardia.
Para Isaac Newton, espacio y tiempo simplemente eran: constituían un
escenario cósmico universal e inerte en el que se representaban los sucesos
del universo. Para su contemporáneo y frecuente rival Gottfried Wilhelm
Leibniz, «espacio» y «tiempo» eran meramente el vocabulario de las
relaciones entre dónde estaban los objetos y cuándo tenían lugar los sucesos.
Nada más. Pero para Albert Einstein, espacio y tiempo eran la materia prima
subyacente a la realidad. Con sus teorías de la relatividad, Einstein cambió
nuestro pensamiento sobre espacio y tiempo y mostró el papel principal que
tenían en la evolución del universo. Desde entonces, espacio y tiempo han
sido las joyas resplandecientes de la física. Son a un tiempo familiares y
desconcertantes; entender completamente el espacio y el tiempo se ha
convertido en el desafío más importante y el premio más buscado de la física.
Los desarrollos que cubriré en este libro entretejen de maneras diversas el
tejido del espacio y el tiempo. Algunas ideas desafiarán aspectos del espacio y
el tiempo tan básicos que durante siglos, si no milenios, han parecido
incuestionables. Otras buscarán el vínculo entre nuestra comprensión teórica
del espacio y el tiempo y las características que normalmente
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experimentamos. Y otros plantearán cuestiones incomprensibles dentro de los
confines limitados de las percepciones ordinarias.
Hablaremos sólo mínimamente de filosofía (y nada en absoluto del
suicidio y el significado de la vida). Pero no nos limitaremos en nuestra
búsqueda científica por resolver los misterios del espacio y el tiempo. Desde
la más pequeña mota de polvo y los primeros momentos del universo hasta
sus más lejanos confines y más distante futuro, examinaremos el espacio y el
tiempo en entornos familiares y lejanos, con una mirada permanente en busca
de su verdadera naturaleza. Puesto que la historia del espacio y el tiempo está
aún por escribirse completamente, no llegaremos a ninguna valoración final.
Pero encontraremos una serie de desarrollos —algunos muy extraños, otros
profundamente satisfactorios, algunos verificados experimentalmente, otros
totalmente especulativos— que mostrarán cuán cerca hemos llegado a
envolver con nuestras mentes la estructura del cosmos y tocar la verdadera
textura de la realidad.
La realidad clásica
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la rima y la razón tras el ritmo y la regularidad. Muchos héroes cantados y no
cantados contribuyeron al rápido e impresionante progreso, pero fue Newton
quien se hizo con el espectáculo. Con un puñado de ecuaciones matemáticas
sintetizó todo lo conocido sobre el movimiento en la Tierra y en los cielos, y
al hacerlo compuso la partitura para lo que ha llegado a conocerse como física
clásica.
En las décadas que siguieron a la obra de Newton, sus ecuaciones fueron
desarrolladas en una elaborada estructura matemática que ampliaba de forma
significativa su alcance y su utilidad práctica. La física clásica se convirtió
poco a poco en una disciplina científica madura y sofisticada. Pero brillando
claramente entre todos estos avances estaba el faro de las ideas originales de
Newton. Incluso hoy, más de trescientos años después, uno puede ver las
ecuaciones de Newton escritas en las pizarras de las clases de introducción a
la física en todo el mundo, impresas en las trayectorias de las naves espaciales
calculadas en los planes de vuelo de la NASA, e inmersas dentro de los
cálculos complejos de la investigación de vanguardia. Newton incluyó una
gran riqueza de fenómenos físicos dentro de una única herramienta teórica.
Pero mientras formulaba sus leyes de movimiento, Newton encontró un
obstáculo crítico, un obstáculo que es de particular importancia para nuestra
historia (capítulo 2). Todo el mundo sabía que las cosas podían moverse, pero
¿qué pasaba con el escenario en el que tenía lugar el movimiento? Bien, eso
es el espacio, hubiéramos respondido todos. Pero, replicaba Newton, ¿qué es
el espacio? ¿Es el espacio una entidad física real o es una idea abstracta
nacida de la lucha humana por abarcar el cosmos? Newton comprendió que
había que responder a esta pregunta clave, porque sin adoptar una postura
sobre el significado de espacio y tiempo sus ecuaciones que describen el
movimiento no tendrían sentido. La comprensión requiere contexto; la
intuición debe estar anclada.
Y así, con unas pocas frases breves en sus Principia Mathematica,
Newton articuló una idea del espacio y el tiempo, declarándolos entidades
absolutas e inmutables que proporcionaban al universo un escenario rígido e
invariable. Según Newton, espacio y tiempo proporcionaban un andamiaje
invisible que daba forma y estructura al universo.
No todos estaban de acuerdo. Algunos argumentaban convincentemente
que tenía poco sentido asignar existencia a algo que uno no puede sentir,
captar o ser afectado por ello. Pero el poder explicatorio y predictivo de las
ecuaciones newtonianas acallaba a los críticos. Durante los doscientos años
siguientes, su concepto absoluto del espacio y el tiempo fue un dogma.
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La realidad relativista
La visión del mundo newtoniana clásica era gratificante. No sólo describía los
fenómenos naturales con sorprendente exactitud, sino que los detalles de la
descripción —las matemáticas— estaban en buen acuerdo con la experiencia.
Si usted empuja algo, lo acelera. Cuanto más fuerte golpea un balón, mayor es
el impacto cuando éste choca con una pared. Si usted presiona algo, siente
que eso le devuelve la presión. Cuanto más masivo es algo, más fuerte es su
atracción gravitatoria. Éstas están entre las propiedades más básicas del
mundo natural, y cuando uno aprende la herramienta de Newton, las ve
representadas en sus ecuaciones, claras como la luz del día. A diferencia de
los galimatías inescrutables de una bola de cristal, el funcionamiento de las
leyes de Newton estaba a la vista para todos los que tuviesen una mínima
formación matemática. La física clásica proporcionaba una base rigurosa para
la intuición humana.
Newton había incluido la fuerza de gravedad en sus ecuaciones, pero hubo
que esperar a la década de 1860 para que el científico escocés James Clerk
Maxwell ampliara la herramienta de la física clásica para tener en cuenta
fuerzas eléctricas y magnéticas. Para hacerlo, Maxwell necesitó ecuaciones
adicionales y unas matemáticas cuya comprensión plena requería un mayor
nivel de formación. Pero sus nuevas ecuaciones fueron tan satisfactorias para
explicar los fenómenos eléctricos y magnéticos como lo fueron las de Newton
para la descripción del movimiento. A finales del siglo XIX era evidente que
los secretos del universo no podían competir con el poder del intelecto
humano.
De hecho, con la incorporación satisfactoria de la electricidad y el
magnetismo hubo una sensación creciente de que la física teórica pronto
estaría completa. La física, sugerían algunos, iba a convertirse rápidamente en
una disciplina acabada y sus leyes pronto estarían grabadas en piedra. En
1894, el reputado físico experimental Albert Michelson comentaba que «la
mayoría de los grandes principios subyacentes han sido firmemente
establecidos» y citaba a un «eminente científico» —muchos creen que era el
físico británico lord Kelvin— que afirmaba que todo lo que quedaba por
hacer era completar detalles en la determinación de algunos números con un
mayor número de cifras decimales. [1.1] En 1900, el propio Kelvin señaló que
«dos nubes» se cernían sobre el horizonte: una tenía que ver con las
propiedades del movimiento de la luz y la otra con aspectos de la radiación
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que emiten los objetos cuando se calientan. [1.2] Pero la sensación general era
que se trataba de meros detalles que, sin duda, pronto serían abordados.
En menos de una década, todo cambió. Como se había previsto, los dos
problemas que Kelvin había planteado fueron rápidamente abordados, pero no
eran en absoluto menores. Cada uno de ellos inició una revolución, y cada
uno de ellos exigió una reescritura fundamental de las leyes de la Naturaleza.
Los conceptos clásicos de espacio, tiempo y realidad —los que durante
cientos de años no sólo habían funcionado, sino que también habían
expresado de forma concisa nuestra sensación intuitiva del mundo— fueron
derrocados.
La revolución de la relatividad, que abordaba la primera de las «nubes» de
Kelvin, data de 1905 y 1915, cuando Albert Einstein completó sus teorías de
la relatividad especial y general (capítulo 3). Mientras luchaba con enigmas
que implicaban a la electricidad, el magnetismo y el movimiento de la luz,
Einstein se dio cuenta de que la idea de Newton de espacio y tiempo, la piedra
angular de la física clásica, era errónea. En el curso de unas intensas semanas
en la primavera de 1905 él determinó que el espacio y el tiempo no son
independientes y absolutos, como Newton había pensado, sino que están
mezclados de una forma que contradice la experiencia común. Unos diez años
más tarde, Einstein clavó un último clavo en el ataúd newtoniano al reescribir
las leyes de la física gravitatoria. Esta vez, Einstein no sólo demostró que
espacio y tiempo son parte de un todo unificado, sino que también demostró
que deformándose y curvándose participan en la evolución cósmica. Lejos de
ser las estructuras rígidas e inmutables imaginadas por Newton, espacio y
tiempo son, en la reformulación de Einstein, flexibles y dinámicos.
Las dos teorías de la relatividad están entre los logros más preciosos de la
Humanidad, y con ellos Einstein derribó la idea de Newton de la realidad.
Aunque la física newtoniana parecía captar matemáticamente mucho de lo
que experimentamos físicamente, la realidad que describe no es la realidad de
nuestro mundo. La nuestra es una realidad relativista. Pero, debido a que la
desviación entre la realidad clásica y la relativista sólo se manifiesta en
condiciones extremas (como extremos de velocidad y gravedad), la física
newtoniana sigue proporcionando una aproximación que se muestra
extraordinariamente precisa y útil en muchas circunstancias. Pero utilidad y
realidad son valores muy diferentes. Como veremos, aspectos del espacio y
tiempo que para muchos de nosotros son una segunda naturaleza han
resultado ser productos de una perspectiva newtoniana falsa.
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La realidad cuántica
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y asentarse en un resultado específico. Sin embargo, el resultado que se hace
real no puede predecirse: sólo podemos predecir las probabilidades de que las
cosas resulten de una manera o de otra.
Esto, hablando francamente, es muy extraño. No estamos acostumbrados
a una realidad que permanece ambigua hasta que es percibida. Pero la
singularidad de la mecánica cuántica no se detiene aquí. Tan sorprendente al
menos como ésta es una característica que se remonta a un artículo escrito por
Einstein en 1935 con dos colegas más jóvenes, Nathan Rosen y Boris
Podolsky, que pretendía ser un ataque a la teoría cuántica. [1.3] Con los giros
posteriores del progreso científico, el artículo de Einstein puede considerarse
ahora como uno de los primeros en señalar que la mecánica cuántica —si se
toma al pie de la letra— implica que algo que uno observa aquí puede estar
instantáneamente ligado a algo que está sucediendo allí, independientemente
de la distancia. Einstein consideraba absurdas tales conexiones instantáneas e
interpretaba su emergencia de las matemáticas de la teoría cuántica como una
prueba de que la teoría necesitaba mucho desarrollo antes de que alcanzase
una forma aceptable. Pero en la década de 1980, cuando tanto los desarrollos
teóricos como los tecnológicos permitieron someter a escrutinio experimental
a estos supuestos absurdos cuánticos, los investigadores confirmaron que
puede haber un vínculo instantáneo entre lo que sucede en lugares
ampliamente separados. En condiciones de laboratorio prístinas, lo que
Einstein consideraba absurdo sucede realmente (capítulo 4).
Las implicaciones de estas características de la mecánica cuántica para
nuestra imagen de la realidad son tema de investigación en curso. Muchos
científicos, yo mismo incluido, las ven como parte de una radical puesta al día
cuántica del significado y las propiedades del espacio. Normalmente, la
separación espacial implica independencia física. Si usted quiere controlar lo
que está sucediendo en el otro lado de un campo de fútbol, tiene que ir allí, o,
como mínimo, tiene que enviar a alguien o algo (el ayudante del entrenador,
moléculas de aire que transmiten el habla, un destello de luz para llamar la
atención de alguien, etc.) que cruce el campo para transmitir su influencia. Si
no lo hace —si se queda espacialmente aislado—usted no tendrá ningún
impacto, puesto que el espacio interpuesto asegura la ausencia de una
conexión física. La mecánica cuántica desafía esta visión revelando, al menos
en ciertas circunstancias, una capacidad para trascender el espacio; las
conexiones cuánticas de largo alcance pueden puentear la separación espacial.
Dos objetos pueden estar muy alejados en el espacio, pero por lo que
concierne a la mecánica cuántica es como si fueran una única entidad.
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Además, debido al rígido vínculo entre espacio y tiempo encontrado por
Einstein, las conexiones cuánticas también tienen tentáculos temporales.
Pronto veremos algunos experimentos ingeniosos y realmente maravillosos
que han explorado recientemente varias de las sorprendentes interconexiones
espacio-temporales implicadas por la mecánica cuántica y que, como
veremos, desafían fuertemente la visión del mundo clásica e intuitiva que
muchos de nosotros mantenemos.
A pesar de estas ideas impresionantes, sigue habiendo una característica
muy básica del tiempo —que parece tener una dirección que apunta del
pasado al futuro— para la que ni la relatividad ni la mecánica cuántica han
ofrecido una explicación. En su lugar, el único progreso convincente ha
venido de la investigación en un área de la física llamada cosmología.
La realidad cosmológica
Abrir nuestros ojos a la verdadera naturaleza del universo ha sido siempre uno
de los objetivos fundamentales de la física. Es difícil imaginar una
experiencia más reveladora que aprender, como hemos hecho durante el
último siglo, que la realidad que experimentamos es tan sólo un pálido reflejo
de la realidad que es. Pero la física tiene también el encargo igualmente
importante de explicar los elementos de realidad que de verdad
experimentamos. De nuestro rápido paseo a través de la historia de la física
podría parecer que esto ya se ha conseguido, que la experiencia ordinaria es
explicada por los avances científicos previos al siglo XX. En cierta medida,
esto es cierto. Pero incluso cuando se trata de lo cotidiano, estamos lejos de
una comprensión completa. Y entre las características de la experiencia
común que se han resistido a una explicación completa hay una que incide en
uno de los más profundos misterios no resueltos de la física moderna: el
misterio que el gran físico británico sir Arthur Eddington llamó la flecha del
tiempo. [1.4]
Damos por supuesto que hay una dirección en la forma en que las cosas se
despliegan en el tiempo. Los huevos se rompen, pero no se desrompen; las
velas se consumen, pero no se recomponen; los recuerdos son del pasado,
pero nunca del futuro; las personas envejecen, pero no rejuvenecen. Estas
asimetrías gobiernan nuestras vidas; la distinción entre hacia delante y hacia
atrás en el tiempo es un elemento dominante de la realidad de la experiencia.
Si hacia delante y hacia atrás en el tiempo mostrasen la misma simetría que
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vemos entre izquierda y derecha, o delante y detrás, el mundo sería
irreconocible. Los huevos se desromperían con tanta frecuencia como se
rompían; las velas se reharían con tanta frecuencia como se consumían;
recordaríamos tanto del futuro como del pasado; las personas rejuvenecerían
con tanta frecuencia como envejecían. Ciertamente, semejante realidad con
simetría temporal no es nuestra realidad. Pero ¿de dónde procede esta
asimetría temporal? ¿Qué es responsable de la más básica de las propiedades
del tiempo?
El caso es que las leyes de la física aceptadas y conocidas no muestran tal
asimetría (capítulo 6); cada dirección del tiempo, hacia delante y hacia atrás
es tratada por las leyes sin distinción. Y ése es el origen de un enorme
interrogante. Nada en las ecuaciones de la física fundamental muestra ningún
indicio de tratar una dirección del tiempo de forma diferente de la otra, y eso
está en total contradicción con todo lo que experimentamos. [1.5]
Sorprendentemente, incluso si nos estamos centrando en una característica
familiar de la vida cotidiana, la resolución más convincente de este desajuste
entre la física fundamental y la experiencia básica requiere que contemplemos
el menos familiar de los sucesos: el comienzo del universo. Esta comprensión
tiene sus raíces en la obra del gran físico del siglo XIX Ludwig Boltzmann, y
en los años transcurridos desde entonces ha sido desarrollada por muchos
investigadores, muy especialmente el matemático británico Roger Penrose.
Como veremos, condiciones físicas especiales en el nacimiento del universo
(un entorno altamente ordenado en o inmediatamente después del big bang)
pueden haber impreso una dirección en el tiempo, algo parecido a dar cuerda
a un reloj retorciendo su muelle hasta un estado inicial altamente ordenado, lo
que le permite ponerse en marcha. Así, en un sentido que haremos preciso, la
ruptura —en oposición a la recomposición— de un huevo guarda testimonio
de las condiciones en el nacimiento del universo hace unos 14.000 millones
de años.
Este vínculo inesperado entre la experiencia cotidiana y el universo
primitivo proporciona una idea de por qué los sucesos se desarrollan en una
dirección del tiempo y nunca en la inversa, pero no resuelve por completo el
misterio de la flecha del tiempo. En su lugar, desplaza el enigma al ámbito de
la cosmología —el estudio del origen y evolución del cosmos entero— y nos
obliga a descubrir si el universo tuvo realmente el comienzo altamente
ordenado que requiere esta explicación de la flecha del tiempo.
La cosmología es una de las disciplinas más antiguas en cautivar a nuestra
especie. Y eso no es extraño. Somos contadores de historias, y ¿qué historia
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puede ser más grande que la historia de la creación? Durante los últimos
milenios, las tradiciones filosóficas y religiosas en todo el mundo han
ofrecido muchas versiones de cómo empezaron todas las cosas, es decir,
cómo empezó el universo. También la ciencia, durante su larga historia, ha
hecho pruebas en cosmología. Pero fue el descubrimiento de Einstein de la
relatividad general el que marcó el nacimiento de la cosmología científica
moderna.
Muy poco después de que Einstein publicara su teoría de la relatividad
general, él y otros la aplicaron al universo como un todo. En pocas décadas,
su investigación llevó a la herramienta tentativa para lo que ahora se
denomina la teoría del big bang, una aproximación que explicaba
satisfactoriamente muchas características de las observaciones astronómicas
(capítulo 8). A mediados de la década de 1960 se acumuló evidencia en apoyo
de la cosmología del big bang, a medida que las observaciones revelaban un
brillo casi uniforme de radiación de microondas que llena el espacio —
invisible a simple vista pero fácilmente medido por detectores de microondas
— que estaba predicho por la teoría. Y ciertamente en la década de 1970, tras
una década de examen más detallado y progreso sustancial en la
determinación de cómo responden los ingredientes básicos del cosmos a
cambios extremos en calor y temperatura, la teoría del big bang se aseguró su
lugar como teoría cosmológica dominante (capítulo 9).
A pesar de sus éxitos, no obstante, la teoría tuvo reveses importantes.
Tenía problemas para explicar por qué el espacio tiene la forma global
revelada por observaciones astronómicas detalladas, y no ofrecía ninguna
explicación de por qué la temperatura de la radiación de microondas,
intensamente estudiada desde su descubrimiento, aparece completamente
uniforme en el cielo. Además, lo que es de interés fundamental para la
historia que estamos contando, la teoría del big bang no ofrecía ninguna razón
convincente de por qué el universo podría haber estado altamente ordenado
casi en el mismo principio, como requería la explicación para la flecha del
tiempo.
Estas y otras cuestiones abiertas inspiraron un avance fundamental a
finales de la década de 1970 y principios de la de 1980, conocido como
cosmología inflacionaria (capítulo 10). La cosmología inflacionaria modifica
la teoría del big bang insertando un estallido extraordinariamente breve de
expansión sorprendentemente rápida durante los primeros momentos del
universo (en este enfoque, el tamaño del universo aumentó en un factor mayor
de un billón de trillones en menos de una billonésima de trillonésima de
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segundo). Como quedará claro, este tremendo crecimiento del universo joven
hace mucho para llenar los huecos que deja el modelo del big bang —explicar
la forma del espacio y la uniformidad de la radiación de microondas, y
también sugerir por qué el universo primitivo podría haber estado altamente
ordenado— proporcionando así un avance importante hacia la explicación de
las observaciones astronómicas y la flecha del tiempo que todos
experimentamos (capítulo 11).
Pero a pesar de estos éxitos crecientes, durante dos décadas la cosmología
inflacionaria ha estado ocultando su propio secreto embarazoso. Como la
teoría del big bang estándar a la que modificó, la cosmología inflacionaria
descansa en las ecuaciones que Einstein descubrió con su teoría de la
relatividad general. Aunque volúmenes de artículos de investigación
atestiguan la potencia de las ecuaciones de Einstein para describir con
precisión objetos grandes y masivos, los físicos sabían que un análisis teórico
preciso de objetos pequeños —tales como el universo observable cuando sólo
tenía una edad de una fracción de segundo— requiere el uso de la mecánica
cuántica. El problema, no obstante, es que cuando las ecuaciones de la
relatividad general se combinan con las de la mecánica cuántica, el resultado
es desastroso. Las ecuaciones fracasan por completo, y esto nos impide
determinar cómo nació el universo y si en su nacimiento satisfacía las
condiciones necesarias para explicar la flecha del tiempo.
No es exagerado describir esta situación como una pesadilla para el
teórico: la ausencia de herramientas matemáticas con las que analizar un
dominio vital que yace más allá de la accesibilidad experimental. Y puesto
que espacio y tiempo están tan completamente entretejidos en este dominio
inaccesible particular —el origen del universo— entender completamente el
espacio y el tiempo requiere que encontremos ecuaciones que puedan tratar
las condiciones extremas de enormes densidad, energía y temperatura
características de los primeros momentos del universo. Éste es un objetivo
absolutamente esencial, y un objetivo que, en opinión de muchos físicos,
requiere desarrollar lo que se denomina una teoría unificada.
La realidad unificada
Durante los últimos siglos, los físicos han tratado de consolidar nuestra
comprensión del mundo natural demostrando que fenómenos diversos y
aparentemente distintos están gobernados en realidad por un único conjunto
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de leyes físicas. Para Einstein, este objetivo de unificación —de explicar el
conjunto más amplio de fenómenos con los mínimos principios físicos— se
convirtió en la pasión de su vida. Con sus dos teorías de la relatividad,
Einstein unificó espacio, tiempo y gravedad. Pero este éxito sólo le animó a
pensar en algo más grande. Soñó con encontrar una herramienta única y
general capaz de abarcar todas las leyes de la Naturaleza. Llamó a esa
herramienta una teoría unificada. Aunque de vez en cuando corrieron rumores
de que Einstein había encontrado una teoría unificada, todas esas
afirmaciones resultaron carecer de base; el sueño de Einstein quedó
insatisfecho.
La fijación de Einstein en una teoría unificada durante sus últimos treinta
años de vida le distanció de la corriente principal de la física. Muchos
científicos más jóvenes pensaban que su búsqueda tenaz de la más grande de
todas las teorías eran desvaríos de un gran hombre que, en sus últimos años,
había tomado un camino equivocado. Pero en las décadas transcurridas desde
la muerte de Einstein, un número creciente de físicos han asumido su
búsqueda inacabada. Hoy, desarrollar una teoría unificada figura entre los
problemas más importantes de la física teórica.
Durante muchos años, los físicos encontraron que el mayor obstáculo para
hacer realidad una teoría unificada era el conflicto fundamental entre los dos
mayores avances de la física del siglo xx: la relatividad general y la mecánica
cuántica. Aunque estas dos herramientas se aplican normalmente en dominios
muy diferentes —la relatividad general a las cosas grandes como estrellas y
planetas, y la mecánica cuántica a cosas pequeñas como moléculas y átomos
— cada teoría pretende ser universal y trabajar en todos los dominios. Sin
embargo, como se mencionó antes, cuando quiera que la teorías se utilizan
conjuntamente, sus ecuaciones combinadas generan respuestas absurdas. Por
ejemplo, cuando se utiliza la mecánica cuántica con la relatividad general
para calcular la probabilidad de que tenga lugar un proceso u otro en el que
intervendrá la gravedad, la respuesta que se suele encontrar no es algo como
una probabilidad del 24 por 100 o el 63 por 100 o el 91 por 100; en su lugar,
de las matemáticas combinadas surge una probabilidad infinita. Esto no
significa una probabilidad tan alta que usted debería apostar todo su dinero a
ella porque es un chollo. Las probabilidades mayores que el 100 por 100 no
tienen significado. Los cálculos que dan una probabilidad infinita muestran
simplemente que las ecuaciones combinadas de la relatividad general y la
mecánica cuántica han perdido el sentido.
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Los científicos han sido conscientes de la tensión entre relatividad general
y mecánica cuántica durante más de medio siglo, pero durante mucho tiempo
sólo unos pocos relativamente se sintieron obligados a buscar una solución.
La mayoría de los investigadores utilizaban la relatividad general solamente
para analizar objetos grandes y masivos, mientras reservaban la mecánica
cuántica solamente para analizar objetos pequeños y ligeros, manteniendo
ambas teorías a una distancia segura una de otra de modo que su hostilidad
mutua no se manifestara. Durante años, esta aproximación ha permitido
avances espectaculares en nuestra comprensión de cada dominio, pero no dio
una paz duradera.
Unos pocos dominios —situaciones físicas extremas que son a la vez
masivas y minúsculas— caen directamente en la zona desmilitarizada,
requiriendo que se utilicen simultáneamente la relatividad general y la
mecánica cuántica. El centro de un agujero negro, en el que una estrella entera
ha sido comprimida por su propio peso en un punto minúsculo, y el big bang,
en el que se supone que todo el universo observable ha sido comprimido en
una pepita mucho más pequeña que un simple átomo, ofrecen los dos
ejemplos más familiares. Sin una unión satisfactoria entre relatividad general
y mecánica cuántica, el final de las estrellas que colapsan y el origen del
universo seguirían siendo misteriosos para siempre. Muchos científicos
estaban dispuestos a dejar de lado estos dominios, o al menos a no reflexionar
sobre ellos hasta que se hubieran superado otros problemas más tratables.
Pero algunos investigadores no podían esperar. Un conflicto en las leyes
de la física conocidas significa un fallo para entender una verdad profunda y
eso era suficiente para impedir el descanso de estos científicos. Quienes se
sumieron en ello, sin embargo, encontraron las aguas profundas y las
comentes rápidas. Durante largos períodos de tiempo, la investigación hizo
pequeños progresos; las cosas parecían poco prometedoras. Incluso así, la
tenacidad de aquellos que tuvieron la determinación de permanecer en la
carrera y mantener vivo el sueño de unir la relatividad general y la mecánica
cuántica está siendo recompensada. Los científicos están ahora recorriendo
caminos desbrozados por aquellos exploradores y acercándose a una fusión
armoniosa de las leyes de lo grande y lo pequeño. Muchos coinciden en que la
mejor candidata para ello es una aproximación conocida como la teoría de
supercuerdas (capítulo 12).
Como veremos, la teoría de supercuerdas empieza proponiendo una
respuesta nueva a una pregunta antigua: ¿cuáles son los constituyentes más
pequeños e indivisibles de la materia? Durante muchas décadas, la respuesta
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convencional ha sido que la materia está compuesta de partículas —electrones
y quarks— que pueden ser modeladas como puntos que son indivisibles y que
no tienen tamaño ni estructura interna. La teoría convencional afirma, y los
experimentos confirman, que estas partículas se combinan de diversas
maneras para dar protones, neutrones, y la amplia variedad de átomos y
moléculas que forman todo lo que siempre hemos encontrado. La teoría de
supercuerdas cuenta una historia diferente. No niega el papel clave
desempeñado por electrones, quarks y las otras especies de partículas
reveladas por el experimento, pero afirma que estas partículas no son puntos.
En lugar de ello, según la teoría de supercuerdas, cada partícula está
compuesta de un minúsculo filamento de energía, unos cien trillones de veces
más pequeños que un simple núcleo atómico (un tamaño mucho más pequeño
que lo que actualmente podemos sondear), que tiene la forma de una pequeña
cuerda. E igual que una cuerda de violín puede vibrar con pautas diferentes,
cada una de las cuales produce un tono musical diferente, los filamentos de la
teoría de supercuerdas también pueden vibrar con pautas diferentes. Estas
vibraciones, sin embargo, no producen notas musicales diferentes; lo que la
teoría afirma, y esto es extraordinario, es que producen diferentes propiedades
de partículas. Una cuerda minúscula que vibra con una pauta tendría la masa
y la carga eléctrica de un electrón; según la teoría, semejante cuerda vibrante
podría ser lo que tradicionalmente hemos llamado un electrón. Una cuerda
minúscula que vibra con una pauta diferente tendría las propiedades exigidas
para identificarla como un quark, un neutrón o cualquier otro tipo de
partícula. Todas las especies de partículas están unificadas en la teoría de
supercuerdas puesto que cada una aparece de una pauta vibratoria diferente
ejecutada por la misma entidad subyacente.
Podría parecer que ir de puntos a cuerdas-tan-pequeñas-que-parecen-
puntos no es un cambio de perspectiva terriblemente importante. Pero lo es. A
partir de estos comienzos humildes, la teoría de supercuerdas combina la
relatividad general y la mecánica cuántica en una teoría única y consistente,
eliminando las probabilidades perniciosamente infinitas que afligen a las
uniones intentadas previamente. Y por si eso no fuera suficiente, la teoría de
supercuerdas ha revelado la anchura necesaria para hilvanar todas las fuerzas
de la Naturaleza y toda la materia en el mismo tapiz teórico. En resumen, la
teoría de supercuerdas es un candidato fundamental para la teoría unificada de
Einstein.
Éstas son grandes afirmaciones y, si son correctas, representan un paso
adelante trascendental. Pero la característica más sorprendente de la teoría de
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supercuerdas, una que no dudo que haría latir con fuerza el corazón de
Einstein, es su profundo impacto en nuestra comprensión del tejido del
cosmos. Como veremos, la fusión que propone la teoría de supercuerdas entre
la relatividad general y la mecánica cuántica sólo es razonable
matemáticamente si sometemos nuestra idea de espaciotiempo a otro cambio.
En lugar de las tres dimensiones espaciales y una dimensión temporal de la
experiencia común, la teoría de supercuerdas requiere nueve dimensiones
espaciales y una dimensión temporal. Y, en una encarnación más robusta de
la teoría de supercuerdas conocida como teoría M, la unificación requiere diez
dimensiones espaciales y una dimensión temporal —un substrato cósmico
compuesto de un total de once dimensiones espaciotemporales—. Puesto que
no vemos estas dimensiones extras, la teoría de supercuerdas nos está
diciendo que hasta ahora sólo hemos atisbado una magra rebanada de
realidad.
Por supuesto, la falta de evidencia observacional de dimensiones extras
también podría significar que no existen y que la teoría de supercuerdas es
errónea. Sin embargo, sacar esta conclusión sería extraordinariamente
apresurado. Incluso décadas antes del descubrimiento de la teoría de
supercuerdas, científicos visionarios, incluyendo a Einstein, sopesaron la idea
de dimensiones espaciales más allá de las que vemos, y sugirieron dónde
podrían estar ocultas. Los teóricos de cuerdas han refinado sustancialmente
estas ideas y han encontrado que las dimensiones extras podrían estar tan
apretadamente estrujadas que son demasiado pequeñas para que las veamos
nosotros o cualquiera de nuestros aparatos actuales (capítulo 12), o podrían
ser grandes pero invisibles para la forma en que sondeamos el universo
(capítulo 13). Cualquiera de estos escenarios tiene profundas implicaciones.
Mediante su impacto en las vibraciones de las cuerdas, las formas
geométricas de dimensiones minúsculas apretadas podrían tener respuestas
para algunas de las preguntas más básicas, tales como por qué nuestro
universo tiene estrellas y planetas. Y el lugar que ofrecen grandes
dimensiones espaciales extras podría permitir algo aún más extraordinario:
otros mundos vecinos, no vecinos en el espacio ordinario sino vecinos en las
dimensiones extra, de los que hasta ahora hemos sido completamente
inconscientes.
Aunque es una idea atrevida, la existencia de dimensiones extras no es
simplemente un castillo en el aire. Puede ser verificable dentro de poco. Si
existen, las dimensiones extras pueden llevar a resultados experimentales en
la siguiente generación de colisionadores de átomos, como serían la primera
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síntesis humana de un agujero negro microscópico o la producción de una
enorme variedad de nuevas especies de partículas nunca antes descubiertas
(capítulo 13). Estos y otros resultados exóticos pueden ofrecer la primera
evidencia de dimensiones más allá de las directamente visibles, que nos
llevan un paso más cerca de establecer la teoría de supercuerdas como la
teoría unificada largo tiempo buscada.
Si la teoría de supercuerdas se prueba correcta estaremos obligados a
aceptar que la realidad que hemos conocido es tan sólo una gasa delicada que
cubre el tejido cósmico grueso y de rica textura. A pesar de la declaración de
Camus, determinar el número de dimensiones espaciales —y, en particular,
descubrir que no hay sólo tres— proporcionaría mucho más que un
interesante detalle científico pero en definitiva intrascendente. El
descubrimiento de dimensiones extras mostraría que la totalidad de la
experiencia humana nos había dejado completamente ignorantes de un
aspecto básico y esencial del universo. Afirmaría que incluso estas
características del cosmos que hemos pensado que son fácilmente accesibles a
los sentidos humanos no tienen por qué serlo.
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refinada que la ciencia de vanguardia trata de desvelar. Como tal, la cuestión
de la flecha del tiempo ofrece un hilo común que corre a lo largo de muchos
de los desarrollos que discutiremos, y este hilo aflorará repetidamente en los
capítulos que siguen. Esto es adecuado. De los muchos factores que
configuran nuestras vidas, el tiempo está entre los más dominantes. A medida
que sigamos ganando facilidad con la teoría de supercuerdas y su extensión,
la teoría M, nuestras ideas cosmológicas se harán más profundas, y arrojarán
una luz más precisa sobre el origen del tiempo y su flecha. Si dejamos volar a
nuestra imaginación, podemos incluso concebir que la profundidad de nuestra
comprensión nos permitirá un día navegar en el espaciotiempo y con ello
explorar dominios que, hasta este momento de nuestra experiencia,
permanecen mucho más allá de lo que podemos acceder (capítulo 15).
Por supuesto, es extraordinariamente poco probable que alguna vez
consigamos ese poder. Pero incluso si nunca alcanzamos esa capacidad de
controlar el espacio y el tiempo, una comprensión profunda confiere su propia
autoridad. Nuestra comprensión de la verdadera naturaleza del espacio y el
tiempo sería un testimonio de la capacidad del intelecto humano. Finalmente
llegaríamos a conocer el espacio y el tiempo —los silenciosos y siempre
presentes marcadores que delimitan las más remotas fronteras de la
experiencia humana.
Cuando hace muchos años pasé la última página de El mito de Sísifo estaba
sorprendido por la sensación general de optimismo que se desprendía del
texto. Después de todo, un hombre condenado a empujar una roca hasta la
cima de una colina con el pleno conocimiento que volverá a rodar hasta abajo,
obligándole a empujar de nuevo, no es el tipo de historia que uno espera que
tenga un final feliz. Pero Camus encontraba mucha esperanza en la capacidad
de Sísifo para ejercer su libre albedrío, para enfrentarse a innumerables
obstáculos, y para afirmar su decisión de sobrevivir incluso estando
condenado a una tarea absurda dentro de un universo indiferente.
Renunciando a todo lo que hay más allá de la experiencia inmediata, y
dejando de buscar cualquier tipo de comprensión más profunda o de sentido
más profundo, argumentaba Camus, Sísifo triunfa.
Me conmovió la capacidad de Camus para discernir esperanza donde la
mayoría de los demás sólo vería desesperación. Pero cuando era adolescente,
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y aún más en las décadas posteriores, yo encontré que no podía aceptar la
afirmación de Camus de que una comprensión más profunda del universo no
haría la vida más rica o más valiosa. Mientras Sísifo era el héroe de Camus,
los más grandes de los científicos —Newton, Einstein, Niels Bohr y Richard
Feynman— se convirtieron en los míos. Y cuando leí la descripción que hacía
Feynman de una rosa —donde explicaba que él podía sentir la fragancia y la
belleza de la flor tan bien como cualquiera, pero que su conocimiento de la
física enriquecía enormemente la experiencia porque también podía incluir la
maravilla y magnificencia de los procesos subatómicos, atómicos y
moleculares subyacentes— quedé enganchado para siempre. Quería lo que
Feynman describía: valorar la vida y experimentar el universo en todos los
niveles posibles, no sólo en aquellos que han resultado ser accesibles a
nuestros frágiles sentidos humanos. La búsqueda de la comprensión más
profunda del cosmos se convirtió en la pasión de mi vida.
Como físico profesional, hace tiempo que he comprendido que había
mucha ingenuidad en mi encaprichamiento con la física en el instituto. Los
físicos no pasan sus días de trabajo en general contemplando flores en un
estado de sobrecogimiento cósmico. En lugar de ello, dedicamos mucho de
nuestro tiempo a bregar con ecuaciones matemáticas complicadas
garabateadas en pizarras repletas. El avance puede ser lento. Ideas
prometedoras llevan, en la mayoría de los casos, a ninguna parte. Así es la
naturaleza del progreso científico. Pese a todo, incluso durante períodos de
progresos mínimos, he descubierto que el esfuerzo dedicado a devanarme los
sesos y calcular sólo me hace sentirme en más íntima conexión con el
cosmos. He descubierto que uno puede conocer el universo no sólo
resolviendo sus misterios sino también sumergiéndose en ellos. Las
respuestas son grandes. Las respuestas confirmadas por los experimentos son
aún más grandes. Pero incluso las respuestas que en última instancia se
muestran erróneas representan el resultado de un compromiso profundo con el
cosmos —un compromiso que arroja una luz intensa sobre las preguntas, y
con ello sobre el propio universo—. Incluso cuando la roca asociada con una
exploración científica concreta rueda hasta abajo, aprendemos algo y nuestra
experiencia del cosmos se enriquece.
Por supuesto, la historia de la ciencia revela que la roca de nuestra
indagación científica colectiva —con contribuciones de innumerables
científicos de todos los continentes y en todos los siglos— no rueda montaña
abajo. A diferencia de Sísifo, no empezamos desde cero. Cada generación
recoge de las anteriores, presta homenaje a la creatividad, intuición y trabajo
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duro de sus predecesoras y los lleva un poco más lejos. Nuevas teorías y
medidas más refinadas son la marca del progreso científico, y dicho progreso
construye sobre lo que vino antes, sin borrar la pizarra casi nunca. Puesto que
es así, nuestra tarea no es absurda ni estéril. Empujando la roca montaña
arriba emprendemos la más exquisita y noble de las tareas: desvelar este lugar
que llamamos hogar, revelar las maravillas que descubrimos y pasar nuestro
conocimiento a los que nos siguen.
Para una especie que, para escalas de tiempo cósmicas, apenas ha
aprendido a caminar derecho, los desafíos son tremendos. Pese a todo,
durante los trescientos últimos años, a medida que hemos avanzado desde la
realidad clásica a la relativista y luego a la realidad cuántica, y hemos pasado
ahora a exploraciones de la realidad unificada, nuestras mentes e instrumentos
han barrido la gran extensión de espacio y tiempo, llevándonos más cerca que
nunca de un mundo que se ha mostrado como un hábil maestro del disfraz. Y
a medida que hemos continuado desenmascarando lentamente el cosmos,
hemos ganado la intimidad que sólo viene cuando nos acercamos a la claridad
de la verdad. Las exploraciones tienen mucho por recorrer, pero para muchos
parece que nuestra especie está llegando finalmente al fin de la infancia.
Por supuesto, hace tiempo que se está gestando nuestra mayoría de edad
aquí, en las afueras de la Vía Láctea. [1.6] De una forma u otra, hemos estado
explorando nuestro mundo y contemplando el cosmos durante miles de años.
Pero durante la mayor parte de ese tiempo sólo hemos hecho breves
incursiones en lo desconocido, volviendo a casa cada vez algo más sabios
pero básicamente sin cambios. Se requiere el desparpajo de un Newton para
plantar la bandera de la indagación científica moderna y no volver atrás.
Desde entonces hemos llegado cada vez más alto. Y todos nuestros viajes
empezaron con una simple pregunta.
¿Qué es el espacio?
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2
El universo y el cubo
¿Es el espacio una abstracción humana o una entidad física?
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FIGURA 2.1. La superficie del agua empieza plana y continúa así cuando el cubo comienza a
girar. Posteriormente, cuando el agua también empieza a girar, su superficie se hace cóncava,
y sigue cóncava mientras el agua gira, incluso cuando el cubo se frena y se detiene.
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el medio de transporte de su época, los barcos. Dejemos caer una moneda en
un barco que se mueve uniformemente, decía Galileo, y caerá en nuestros pies
como lo haría en tierra firme. Desde su perspectiva, usted está justificado para
declarar que está en reposo y es el agua la que pasa rozando el casco del
barco. Y puesto que desde este punto de vista usted no se está moviendo, el
movimiento de la moneda con respecto a su pie será exactamente el que
habría sido antes de que usted se embarcara.
Por supuesto, hay circunstancias en las que su movimiento parece
intrínseco, cuando usted puede sentirlo y parece capaz de afirmar, sin recurrir
a comparaciones externas, que usted se está moviendo decididamente. Esto es
lo que sucede con el movimiento acelerado, movimiento en el que cambia su
velocidad y/o su dirección. Si el barco en el que se encuentra se inclina
repentinamente a un lado u otro, o se frena o acelera, o cambia de dirección
dando un giro, o queda atrapado en un remolino y da vueltas y vueltas, usted
sabe que se está moviendo, y se da cuenta de esto sin mirar afuera y comparar
su movimiento con algún punto de referencia escogido. Incluso si sus ojos
están cerrados, usted sabe que se está moviendo porque lo siente. Así pues,
mientras que usted no puede sentir el movimiento con celeridad constante que
se dirige en una trayectoria invariable en línea recta —movimiento con
velocidad constante, se denomina— usted sí puede sentir cambios en su
velocidad.
Pero si piensa en ello un momento, hay algo extraño en esto. ¿Qué hay en
los cambios en velocidad que les permite por sí solos tener un significado
intrínseco? Si la velocidad es algo que tiene sentido sólo por comparación —
diciendo que esto se está moviendo con respecto a aquello— ¿cómo es que
los cambios en velocidad son de algún modo diferentes y no requieren
también comparaciones para darles significado? De hecho, ¿es cierto
realmente que no requieran hacer una comparación? ¿No cabe la posibilidad
de que haya una comparación implícita u oculta que realmente actúa cada vez
que experimentamos o nos referimos a un movimiento acelerado? Ésta es una
pregunta fundamental hacia la que nos encaminamos porque, quizá
sorprendentemente, afecta a las cuestiones más profundas que rodean el
significado de espacio y tiempo.
Las ideas de Galileo sobre el movimiento, y muy especialmente su
afirmación de que la Tierra misma se mueve, la costaron la ira de la
Inquisición. Un Descartes más cauto, en sus Principia Philosophiae, trató de
evitar un destino similar y expresó su idea del movimiento en un marco
equivocado que no pudo resistir el riguroso examen a que la sometió Newton
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unos treinta años más tarde. Descartes hablaba de objetos que manifestaban
una resistencia a los cambios en su estado de movimiento: algo que está en
reposo permanecerá en reposo a menos que alguien o algo le obligue a
moverse; algo que se está moviendo en línea recta a velocidad constante
mantendrá ese movimiento hasta que alguien o algo le obligue a cambiar.
Pero ¿qué, preguntaba Newton, significan realmente estas nociones de
«reposo» o «línea recta a velocidad constante»? ¿Reposo o velocidad
constante con respecto a qué? ¿Reposo o velocidad constante desde qué punto
de vista? Si la velocidad no es constante, ¿con respecto a qué o desde qué
punto de vista no es constante? Descartes discutió correctamente aspectos del
significado de movimiento, pero Newton comprendió que dejaba sin
responder preguntas clave.
Newton —un hombre tan impulsado por la búsqueda de la verdad que en
cierta ocasión introdujo una aguja roma entre su ojo y la cuenca ósea para
estudiar la anatomía ocular y, más tarde como maestro de la Moneda, impuso
el más duro de los castigos a los monederos falsos, enviando a más de un
centenar a la horca— no toleraba el razonamiento falso o incompleto. De
modo que decidió dejar las cosas claras. Esto le llevó a introducir el cubo. [2.1]
El cubo
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movimiento relativo entre el cubo y el agua, porque el agua no se mueve
inmediatamente. Incluso así, la superficie del agua permanece plana. Luego,
un poco más tarde, cuando el agua está girando y no hay movimiento relativo
entre el cubo y el agua, la superficie del agua es cóncava. Entonces, tomando
el cubo como nuestro objeto de referencia obtenemos exactamente lo
contrario de lo que esperamos: cuando hay movimiento relativo, la superficie
del agua es plana; y cuando no hay movimiento relativo, la superficie es
cóncava.
De hecho, podemos llevar el experimento del cubo de Newton un pequeño
paso más allá. Conforme el cubo siga girando, la cuerda se retorcerá de nuevo
(en dirección contraria) haciendo que el cubo se frene y llegue por un instante
al reposo, mientras el agua en su interior sigue girando. En este instante, el
movimiento relativo entre el agua y el cubo es el mismo que era casi al
principio del experimento (excepto por la diferencia intrascendente de
movimiento en dirección de las agujas del reloj frente a movimiento contrario
a las agujas), pero la forma de la superficie del agua es diferente (antes era
plana, ahora es cóncava); esto muestra de forma concluyente que el
movimiento relativo no puede explicar la forma de la superficie.
Habiendo descartado el cubo como referencia relevante para el
movimiento del agua, Newton dio valientemente el paso siguiente.
Imaginemos, sugirió, otra versión del experimento del cubo giratorio llevado
a cabo en el espacio profundo, frío y completamente vacío. No podemos
hacer exactamente el mismo experimento, puesto que la forma de la
superficie del agua dependía en parte de la atracción de la gravedad terrestre,
y en esta versión la Tierra está ausente. Entonces, para crear un ejemplo más
factible, imaginemos que tenemos un cubo enorme —un cubo tan grande
como un tiovivo de un parque de atracciones— que está flotando en la
oscuridad del espacio vacío, e imaginemos que un valiente astronauta, Homer,
está atado a la pared interior del cubo. (Newton no utilizó realmente este
ejemplo; él sugirió utilizar dos piedras unidas por una cuerda, pero el punto
en cuestión es el mismo.) El signo revelador de que el cubo está girando, el
análogo a que el agua es empujada hacia afuera para dar una superficie
cóncava, es que Homer se sentirá presionado contra el interior del cubo, la
piel de su cara se estirará, su estómago se comprimirá ligeramente, y su pelo
(los dos pelos) apuntará hacia la pared del cubo. Ésta es la pregunta: en el
espacio totalmente vacío —no hay Sol, no hay Tierra, no hay aire, no hay
donuts, no hay nada— ¿qué podría servir como el «algo» con respecto al cual
está girando el cubo? A primera vista, puesto que estamos imaginando que el
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espacio está completamente vacío salvo por el cubo y su contenido, parece
como si sencillamente no hubiese nada más para servir como el algo. Newton
discrepaba.
Él respondió fijando el contenedor último como el sistema de referencia
relevante: el propio espacio. Propuso que el escenario transparente y vacío en
la que todos estamos inmersos, y dentro del cual tiene lugar todo movimiento,
existe como una entidad física real a la que llamó espacio absoluto. [2.2] No
podemos captar el espacio absoluto, no podemos saborear ni oler ni oír el
espacio absoluto, pero de todas formas Newton afirmaba que el espacio
absoluto es algo. Es el algo, propuso, que ofrece la referencia más verdadera
para la descripción del movimiento. Un objeto se está moviendo
verdaderamente cuando se está moviendo con respecto al espacio absoluto. Y,
más importante, concluía Newton, un objeto está acelerando verdaderamente
cuando está acelerando con respecto al espacio absoluto.
Newton utilizó esta propuesta para explicar el experimento del cubo en la
Tierra de la siguiente manera. Al principio del experimento, el cubo está
girando con respecto al espacio absoluto, pero el agua está en reposo con
respecto al espacio absoluto. Por eso es por lo que la superficie del agua es
plana. Cuando el agua gira con el cubo, está ahora girando con respecto al
espacio absoluto, y por eso es por lo que la superficie se vuelve cóncava.
Cuando el cubo se frena debido a la rigidez de la cuerda, el agua sigue
girando —girando con respecto al espacio absoluto— y por eso es por lo que
su superficie sigue siendo cóncava. Y así, mientras que el movimiento
relativo entre el agua y el cubo no puede dar cuenta de las observaciones, el
movimiento relativo entre el agua y el espacio absoluto sí puede hacerlo. El
propio espacio proporciona el sistema de referencia verdadero para definir el
movimiento.
El cubo es tan sólo un ejemplo; el razonamiento es por supuesto mucho
más general. Según la perspectiva de Newton, cuando usted toma una curva
en un automóvil siente el cambio en su velocidad porque está acelerando con
respecto al espacio absoluto. Cuando el avión en el que usted se encuentra se
está preparando para despegar, usted se ve presionado contra el respaldo de su
asiento porque está acelerando con respecto al espacio absoluto. Cuando usted
da vueltas sobre patines de hielo, siente que sus brazos se despegan hacia
fuera porque está acelerando con respecto al espacio absoluto. Por el
contrario, si alguien fuera capaz de girar toda la pista de patinaje mientras
usted está quieto (suponiendo una situación idealizada de patines sin fricción)
—que da lugar al mismo movimiento relativo entre usted y el hielo— no
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sentirá que sus brazos se despegan hacia fuera, porque no se está acelerando
con respecto al espacio absoluto. Y sólo para asegurar que usted no se ha
distraído por los detalles irrelevantes de ejemplos que utilizan el cuerpo
humano, cuando las dos piedras de Newton unidas por una cuerda giran en el
espacio vacío, la cuerda se pone tensa porque las piedras se están acelerando
con respecto al espacio absoluto. El espacio absoluto tiene la última palabra
en lo que significa moverse.
Pero ¿qué es realmente el espacio absoluto? Al tratar esta cuestión
Newton respondió con un juego de piernas imaginativo y la fuerza del
decreto. En el comienzo de los Principia escribió: «Yo no defino tiempo,
espacio, lugar y movimiento pues son bien conocidos para todos»,[2.3]
eludiendo cualquier intento de describir estos conceptos con rigor o precisión.
Sus próximas palabras se han hecho famosas: «El espacio absoluto, por su
propia naturaleza, sin referencia a nada externo, permanece siempre
homogéneo e inmóvil». Es decir, el espacio absoluto simplemente es, y es
para siempre. Punto. Pero hay indicios de que Newton no se sentía cómodo
declarando simplemente la existencia e importancia de algo que no se puede
ver, medir ni afectar directamente. Escribió:
De modo que Newton nos deja en una posición algo difícil. Pone el espacio
absoluto en el centro de la descripción del elemento más básico y esencial de
la física —el movimiento— pero deja su definición vaga y reconoce su propia
incomodidad por jugarse todo a una carta tan escurridiza. Muchos otros han
compartido esta incomodidad.
Space Jam
Einstein dijo una vez que si alguien utiliza palabras como «rojo», «duro» o
«decepcionado», todos sabemos básicamente lo que significan. Pero cuando
se trata de la palabra «espacio», «cuya relación con la experiencia psicológica
es menos directa, existe una gran incertidumbre en la interpretación». [2.5]
Esta incertidumbre se remonta a muy atrás: la lucha por entender el
significado del espacio es antigua. Demócrito, Epicuro, Lucrecio, Pitágoras,
Platón, Aristóteles y muchos de sus seguidores a lo largo de los tiempos
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lucharon de una manera u otra con el significado de «espacio». ¿Hay una
diferencia entre espacio y materia? ¿Tiene el espacio una existencia
independiente de la presencia de objetos materiales? ¿Hay algo como un
espacio vacío? ¿Son espacio y materia mutuamente excluyentes? ¿Es el
espacio finito o infinito?
Durante milenios, las discusiones filosóficas del espacio surgieron a
menudo asociadas a disquisiciones teológicas. Dios, según algunos, es
omnipresente, una idea que da al espacio un carácter divino. Esta línea de
razonamiento fue adelantada por Henry More, un filósofo/teólogo del
siglo XVII quien, piensan algunos, pudo haber sido uno de los mentores de
Newton. [2.6] More creía que si el espacio estuviera vacío no existiría, pero
también argumentó que ésta es una observación irrelevante porque, incluso
cuando está privado de objetos materiales, el espacio está lleno de espíritu, de
modo que nunca está verdaderamente vacío. El propio Newton adoptó una
versión de esta idea, permitiendo que el espacio esté lleno de «sustancia
espiritual» tanto como de sustancia material, pero tuvo cuidado en añadir que
semejante materia espiritual «no puede ser un obstáculo para el movimiento
de la materia; no más que si no hubiera nada en su camino». [2.7] El espacio
absoluto, declaró Newton, es el sensorio de Dios.
Estas especulaciones filosóficas y religiosas sobre el espacio pueden ser
atractivas y provocativas, pero, como en el aleccionador comentario de
Einstein, carecen de una precisión descriptiva crítica. Pero de dicho discurso
emerge una pregunta fundamental y formulada de forma precisa: ¿deberíamos
atribuir una realidad independiente al espacio, como hacemos para otros
objetos materiales más corrientes como el libro que usted está sosteniendo
ahora, o deberíamos considerar el espacio meramente como un lenguaje para
describir relaciones entre objetos materiales ordinarios?
El gran filósofo alemán Gottfried Wilhelm Leibniz, que era
contemporáneo de Newton, creía firmemente que el espacio no existe en
ningún sentido convencional. Hablar de espacio, afirmaba, no es nada más
que una forma fácil y conveniente de codificar dónde unas cosas se relacionan
con otras. Sin los objetos en el espacio, decía Leibniz, el propio espacio no
tiene significado o existencia independiente. Pensemos en el alfabeto.
Proporciona un orden para veintiocho letras —proporciona relaciones tales
como b viene a continuación de a, d está seis letras antes de j, x está tres letras
después de u, y similares. Pero sin las letras el alfabeto no tiene significado,
no tiene una existencia independiente «supraletra». Más bien, el alfabeto nace
con las letras cuyas relaciones lexicográficas suministra. Leibniz afirmaba
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que lo mismo es cierto para el espacio: el espacio no tiene significado aparte
de proporcionar el lenguaje natural para discutir la relación entre la
localización de un objeto y la de otro. Según Leibniz, un espacio del que se
eliminaran todos los objetos —un espacio completamente vacío— tendría tan
poco sentido como un alfabeto al que le faltan sus letras.
Leibniz presentó varios argumentos en apoyo de esta posición
denominada relacionista. Por ejemplo, argumentó que si el espacio existe
realmente como una entidad, como una sustancia de fondo, Dios habría tenido
que escoger en qué parte de esta sustancia colocar el universo. Pero ¿cómo
podía Dios, cuyas decisiones tienen una justificación profunda y nunca son
aleatorias o casuales, haber distinguido una localización de otra dentro del
vacío uniforme del espacio, pues todas eran iguales? Para el oído
científicamente receptivo, este argumento es muy débil. Sin embargo, si
eliminamos el elemento teológico, como hizo el propio Leibniz en otros
argumentos que presentó, nos quedamos con cuestiones espinosas: ¿cuál es la
localización del universo dentro del espacio? Si el universo se moviera como
un todo —dejando intactas todas las posiciones relativas de los objetos
materiales— diez metros a la izquierda o a la derecha, ¿cómo lo sabríamos?
¿Cuál es la velocidad del universo entero a través de la sustancia del espacio?
Si somos fundamentalmente incapaces de detectar el espacio o cambios
dentro del espacio, ¿cómo podemos afirmar que existe realmente?
Es aquí donde Newton intervino con su cubo y cambió drásticamente la
naturaleza del debate. Aunque Newton estaba de acuerdo en que ciertas
características del espacio absoluto parecen difíciles o quizá imposibles de
detectar directamente, él argumentó que la existencia del espacio absoluto
tiene consecuencias que son observables: las aceleraciones, como las que
están en juego en el cubo giratorio, son aceleraciones con respecto al espacio
absoluto. Así, la forma cóncava del agua, según Newton, es una consecuencia
de la existencia del espacio absoluto. Y Newton argumentaba que una vez que
se tiene una evidencia sólida a favor de la existencia de algo, por indirecta que
sea, eso pone fin a la discusión. En un golpe astuto, Newton desplazó el
debate sobre el espacio desde las elucubraciones filosóficas a los datos
científicamente verificables. El efecto fue palpable. Con el tiempo Leibniz se
vio obligado a admitir, «concedo que hay una diferencia entre el movimiento
verdadero absoluto de un cuerpo y un mero cambio relativo de su situación
con respecto a otro cuerpo». [2.8] Esto no era una capitulación ante el espacio
absoluto de Newton, pero suponía un serio revés para la firme posición
relacionista.
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Durante los doscientos años siguientes, los argumentos de Leibniz y otros
en contra de atribuir al espacio una realidad independiente apenas generaron
un eco en la comunidad científica. [2.9] El péndulo se había inclinado
claramente hacia la visión del espacio de Newton; sus leyes del movimiento,
basadas en su concepto de espacio absoluto, ocuparon el centro del escenario.
Ciertamente, el éxito de estas leyes para describir las observaciones era la
razón esencial para su aceptación. Sin embargo, es sorprendente señalar que
el propio Newton consideraba todos sus logros en física como la mera
formación de una base sólida para soportar lo que él consideraba su
descubrimiento realmente importante: el espacio absoluto. Para Newton todo
se refería al espacio. [2.10]
Cuando era pequeño, solía jugar con mi padre mientras paseábamos por las
calles de Manhattan. Uno de nosotros miraba alrededor, fijándose en secreto
en algo que estaba sucediendo —un autobús que pasaba, una paloma que se
posaba en una ventana, un hombre al que accidentalmente se le caía una
moneda— y trataba de describir cómo se vería desde una perspectiva inusual
tal como la rueda del autobús, la paloma en vuelo o la moneda cayendo hacia
la tierra. El reto consistía en adoptar una descripción poco familiar como
«estoy andando sobre una superficie cilíndrica oscura rodeada de paredes
bajas y suaves, y del cielo desciende un racimo desordenado de gruesos
tentáculos blancos», e imaginar que eso era la visión de una hormiga andando
sobre un perrito caliente al que un vendedor callejero le estaba poniendo la
salsa. Aunque dejamos de jugar años antes de que yo siguiera mi primer curso
de física, el juego tiene en parte la culpa de que yo sintiese cierta desazón
cuando me encontré con las leyes de Newton.
El juego animaba a ver el mundo desde diferentes puntos de vista y
resaltaba que cada uno de ellos era tan válido como cualquier otro. Pero según
Newton, aunque uno es ciertamente libre para contemplar el mundo desde
cualquier perspectiva que escoja, los diferentes puntos de vista no están en
absoluto en pie de igualdad. Desde el punto de vista de una hormiga en la
bota de un patinador sobre hielo son el hielo y la pista de patinaje los que
están girando; desde el punto de vista de un espectador en la grada, es el
patinador el que está girando. Los dos puntos de vista parecen ser igualmente
válidos, parecen estar en pie de igualdad, parecen guardar la relación
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simétrica de cada sistema giratorio con respecto al otro. Pero según Newton
una de estas perspectivas es más correcta que la otra puesto que es realmente
el patinador el que está girando, y sus brazos se despegan de su cuerpo,
mientras que si es realmente la pista la que está girando, sus brazos no se
despegarán. Aceptar el espacio absoluto de Newton significaba aceptar un
concepto absoluto de aceleración y, en particular, aceptar una respuesta
absoluta respecto a quién o qué está girando realmente. Yo me esforzaba por
entender cómo podía ser esto cierto. Cada fuente que consultaba —libros de
texto y profesores por igual— coincidía en que sólo el movimiento relativo
tenía relevancia cuando se considera el movimiento con velocidad constante,
de modo que ¿por qué demonios, me preguntaba sin cesar, iba a ser diferente
el movimiento acelerado? ¿Por qué no podía ser la aceleración relativa, como
la velocidad relativa, la única cosa relevante cuando se considera el
movimiento con velocidad que no es constante? La existencia del espacio
absoluto decretaba lo contrario, pero para mí esto parecía muy peculiar.
Mucho después aprendí que durante los últimos siglos muchos físicos y
filósofos —a veces en voz alta, a veces calladamente— habían luchado con la
misma cuestión. Aunque el cubo de Newton parecía mostrar definitivamente
que el espacio absoluto es lo que selecciona una perspectiva antes que la otra
(si alguien o algo está girando con respecto al espacio absoluto, entonces
están girando realmente; de lo contrario no lo están), esta solución dejaba
insatisfechas a muchas personas que reflexionaban sobre estas cuestiones.
Más allá de la sensación intuitiva de que ninguna perspectiva debería ser
«más correcta» que las demás, y más allá de la propuesta eminentemente
razonable de Leibniz de que sólo el movimiento relativo entre objetos
materiales tiene significado, el concepto de espacio absoluto dejaba muchas
preguntas acerca de por qué el espacio absoluto puede permitirnos identificar
el verdadero movimiento acelerado, como sucede con el cubo, mientras que
no puede proporcionar una manera de identificar el verdadero movimiento
con velocidad constante. Después de todo, si el espacio absoluto existe
realmente, debería proporcionar una referencia para todo movimiento, no sólo
el movimiento acelerado. Si el espacio absoluto existe realmente, ¿por qué no
proporciona una manera de identificar dónde estamos situados en un sentido
absoluto, una manera que no necesite utilizar nuestra posición con respecto a
otros objetos materiales como punto de referencia? Y, si el espacio absoluto
existe realmente, ¿cómo puede afectarnos (haciendo que nuestros brazos se
despeguen del cuerpo si giramos, por ejemplo) mientras que aparentemente
no tenemos ninguna manera de afectarlo?
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En los siglos transcurridos desde la obra de Newton estas cuestiones
fueron ocasionalmente debatidas, pero sólo a mediados del siglo XIX, cuando
el físico y filósofo austríaco Ernst Mach entró en escena, se sugirió un nuevo
punto de vista atrevido, profético y extraordinariamente influyente sobre el
espacio —una visión que, entre otras cosas, tendría con el tiempo un profundo
impacto en Albert Einstein.
Para entender la idea de Mach —o más exactamente, una lectura moderna
de ideas que se suelen atribuir a Mach[*2]— volvamos al cubo por un
momento. Hay algo extraño en el argumento de Newton. El experimento del
cubo nos reta a explicar por qué la superficie del agua es plana en una
situación y cóncava en otra. En busca de explicaciones, examinábamos las
dos situaciones y nos dábamos cuenta de que la diferencia clave entre ellas
era si el agua estaba girando o no. De forma nada sorprendente, tratábamos de
explicar la forma de la superficie del agua apelando a su estado de
movimiento. Pero aquí está la cuestión: antes de introducir el espacio
absoluto, Newton se centró únicamente en el cubo como referencia posible
para determinar el movimiento del agua y, como vimos, este enfoque falla.
Sin embargo, hay otras referencias que podríamos utilizar de forma natural
para calibrar el movimiento del agua, tal como el laboratorio en el que el
experimento tiene lugar —su suelo, su techo y sus paredes—. O si estábamos
realizando el experimento en un día soleado a cielo abierto, los edificios o
árboles del entorno, o el suelo bajo nuestros pies, proporcionarían la
referencia «en reposo» para determinar si el agua estaba girando. Y si
resultara que estábamos realizando este experimento flotando en el espacio
exterior, acudiríamos a las estrellas distantes para que sirvieran de referencia
en reposo.
Esto lleva a la siguiente pregunta. ¿Es posible que Newton dejara de lado
el cubo con demasiada facilidad y no reparara en el movimiento relativo que
somos capaces de invocar en la vida real, como el movimiento del agua
respecto al laboratorio, del agua respecto a la Tierra, o del agua respecto a las
estrellas fijas en el cielo? ¿Es posible que tal movimiento relativo pueda
explicar la forma de la superficie del agua, eliminando la necesidad de
introducir el concepto de espacio absoluto? Ésta era la línea de indagación
que planteó Mach en la década de 1870.
Para entender mejor el punto de vista de Mach, imagine que está usted
flotando en el espacio exterior, con una sensación de tranquilidad,
inmovilidad e ingravidez. Usted mira y puede ver las estrellas lejanas, y
también ellas parecen estar perfectamente en reposo. (Es un auténtico
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momento zen.) Entonces, alguien que se acerca flotando le agarra y le hace
girar. Usted notará dos cosas. En primer lugar, sentirá que sus extremidades
tienden a despegarse de su cuerpo y usted dejará que se abran. En segundo
lugar, cuando usted mire hacia las estrellas, éstas ya no parecerán
estacionarias. En su lugar, parecerá que están girando describiendo grandes
arcos de círculo a través del cielo distante. Su experiencia revela así una
íntima asociación entre sentir una fuerza sobre su cuerpo y presenciar un
movimiento con respecto a las estrellas lejanas. Tenga esto en mente cuando
tratemos el experimento de nuevo pero en un ambiente diferente.
Imagine ahora que usted está inmerso en la oscuridad del espacio
completamente vacío: no hay estrellas, no hay galaxias, no hay planetas, no
hay aire, no hay nada salvo una oscuridad total. (Un auténtico instante
existencial.) Esta vez, si usted empieza a girar, ¿qué sentirá? ¿Habrá un tirón
de sus brazos y piernas hacia afuera? Nuestras experiencias en la vida diaria
nos llevan a responder que sí: cada vez que pasamos de no girar (un estado en
el que no sentimos nada) a girar, sentimos la diferencia en que nuestras
extremidades sufren un tirón hacia afuera. Pero el ejemplo presente es
diferente a cualquier cosa que cualquiera de nosotros haya experimentado
alguna vez. En el universo tal como lo conocemos hay siempre otros objetos
materiales, ya sean vecinos o, cuando menos, muy lejanos (tales como
estrellas distantes), que pueden servir como referencia para nuestros diversos
estados de movimiento. En este ejemplo, sin embargo, usted no tiene
absolutamente ninguna manera de distinguir «no girar» de «girar» mediante
comparaciones con otros objetos materiales; no hay ningún otro objeto
material. Mach tomó en serio esta observación y dio un paso gigante más allá.
Sugirió que en este caso tampoco podría haber ninguna forma de sentir una
diferencia entre diversos estados de rotación. Más exactamente, Mach
argumentó que en un universo vacío no hay distinción entre girar y no girar
—no hay concepto de movimiento o aceleración si no hay puntos de
referencia para comparar— y por lo tanto girar y no girar es lo mismo. Si las
dos piedras de Newton unidas por una cuerda se pusieran a girar en un
universo por lo demás vacío, Mach decía que la cuerda permanecería flácida.
Si usted girase en un universo por lo demás vacío, sus brazos y piernas no se
despegarían de su cuerpo, y el fluido de sus oídos no sería afectado; usted no
sentiría nada.
Esta es una sugerencia profunda y sutil. Para asimilarla realmente, usted
necesita meterse seriamente en el ejemplo e imaginar la quietud uniforme y
negra del espacio totalmente vacío. No es como una habitación oscura en la
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que usted siente el suelo bajo sus pies o en la que sus ojos se adaptan
lentamente a la minúscula cantidad de luz que se filtra desde fuera por la
puerta o la ventana; ahora estamos imaginando que no hay cosas, de modo
que no hay suelo y no hay ninguna luz a la que adaptarse.
Independientemente de dónde usted vaya o mire, no sentirá ni verá nada
absolutamente. Usted está encerrado en un capullo de oscuridad inmutable,
sin ninguna referencia material para comparar. Y sin esa referencia,
argumentaba Mach, los propios conceptos de movimiento y aceleración dejan
de tener significado. No se trata sólo de que usted no sentiría nada si gira; es
mucho más básico. En un universo por lo demás vacío, permanecer
perfectamente inmóvil y girar uniformemente son indistinguibles. [*3]
Newton, por supuesto, hubiera discrepado. Él afirmaba que incluso el
espacio completamente vacío tiene espacio. Y, aunque el espacio no es
tangible o directamente asible, Newton argumentaba que aún proporciona un
algo con respecto al cual puede decirse que se mueven los objetos materiales.
Pero recordemos cómo llegó Newton a esta conclusión: él consideró el
movimiento de rotación y supuso que los resultados familiares en el
laboratorio (la superficie del agua se hace cóncava; Homer se siente
presionado contra la pared del cubo; sus brazos se extienden hacia afuera
cuando usted gira; la cuerda entre dos piedras en rotación se pone tensa)
seguiría siendo verdadero si los experimentos se realizaran en el espacio
vacío. Esta hipótesis le llevó a buscar algo en el espacio vacío con respecto a
lo cual pudiera definirse el movimiento, y el algo a lo que llegó era el propio
espacio. Mach cuestionó con fuerza la hipótesis clave: argumentó que lo que
sucede en el laboratorio no es lo que sucedería en el espacio completamente
vacío.
El de Mach fue el primer desafío importante a la obra de Newton en más
de dos siglos, y durante años envió ondas de choque a través de la comunidad
de la física (y más allá: en 1909, mientras vivía en Londres, Vladimir Lenin
escribió un panfleto filosófico que, entre otras cosas, discutía aspectos de la
obra de Mach[2.11]). Pero si Mach tenía razón y no había noción de rotación
en un espacio por lo demás vacío —un estado de cosas que eliminaría la
justificación de Newton para un espacio absoluto— eso aún deja el problema
de explicar el experimento del cubo en la Tierra, en el que el agua ciertamente
adopta una forma cóncava. Sin apelar al espacio absoluto —si el espacio
absoluto no es un algo— ¿cómo explicaría Mach la forma del agua? La
respuesta sale de una reflexión sobre una simple objeción al razonamiento de
Mach.
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Mach, el movimiento y las estrellas
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empieza a subir, las ideas de Mach implican que la fuerza que usted siente
representa la influencia combinada del resto de la materia que constituye el
universo. Si hubiera más materia, usted sentiría una fuerza mayor. Si hubiera
menos materia, sentiría una fuerza menor. Y si no hubiera materia, no sentiría
nada en absoluto. Por ello, en la forma de pensar de Mach, sólo cuentan el
movimiento relativo y la aceleración relativa. Usted siente aceleración sólo
cuando acelera con respecto a la distribución media del resto del material
que hay en el cosmos. Sin otro material, sin ningún punto de referencia para
comparar, Mach afirmaba que no habría manera de experimentar la
aceleración.
Para muchos físicos, ésta es una de las propuestas más seductoras sobre el
cosmos propuestas durante el último siglo y medio. Generaciones de físicos
han encontrado profundamente perturbador imaginar que el intocable, inasible
e impalpable tejido del espacio es realmente un algo, un algo suficientemente
sustancial para proporcionar la referencia última y absoluta para el
movimiento. Para muchos ha parecido absurdo, o al menos científicamente
irresponsable, basar una comprensión del movimiento en algo tan
imperceptible, tan completamente más allá de nuestros sentidos, que bordea
lo místico. Pero estos mismos físicos seguían preguntándose de qué otra
manera se podría explicar el cubo de Newton. Las ideas de Mach produjeron
excitación porque planteaban la posibilidad de una nueva respuesta, una en la
que el espacio no es un algo, una respuesta que apunta de nuevo hacia la
concepción relacionista del espacio defendida por Leibniz. El espacio, en la
visión de Mach, es muy parecido a lo que Leibniz imaginaba: es el lenguaje
para expresar la relación entre la posición de un objeto y la de otro. Pero,
como un alfabeto sin letras, el espacio no goza de una existencia
independiente.
Yo supe de las ideas de Mach cuando era estudiante de licenciatura, y eso fue
un regalo del cielo. Aquí, finalmente, había una teoría del espacio y el
movimiento que volvía a poner todas las perspectivas en pie de igualdad,
puesto que sólo el movimiento relativo y la aceleración relativa tenían
significado. A diferencia de la referencia newtoniana para el movimiento —
una cosa invisible llamada espacio absoluto— la referencia propuesta por
Mach estaba abierta a que todos lo vieran: la materia que está distribuida por
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todo el cosmos. Yo estaba seguro de que la de Mach tenía que ser la
respuesta. También aprendí que yo no era el único que reaccionaba así; estaba
siguiendo una larga línea de físicos, Albert Einstein incluido, quien ya había
desaparecido cuando ellos encontraron por primera vez las ideas de Mach.
¿Tiene razón Mach? ¿Estaba Newton tan atrapado en el giro de su cubo
que llegó a una conclusión descuidada al considerar el espacio? ¿Existe el
espacio absoluto de Newton, o se había vuelto a inclinar el péndulo
decididamente hacia la perspectiva relacionista? Durante las primeras décadas
posteriores a que Mach introdujera sus ideas, estas cuestiones no pudieron ser
respondidas. En gran parte, ello era debido a que la sugerencia de Mach no
era una teoría o una descripción completa, puesto que él no especificó nunca
la forma en que el contenido de materia del universo podría ejercer la
influencia propuesta. Si sus ideas eran correctas, ¿cómo contribuyen las
estrellas lejanas y la casa de al lado a su sensación de que usted está girando
cuando da vueltas? Sin especificar un mecanismo físico para realizar su
propuesta, era difícil investigar con cualquier precisión las ideas de Mach.
Desde nuestro punto de vista moderno, una conjetura razonable es que la
gravedad podría tener algo que ver con las influencias implicadas en la
sugerencia de Mach. En las décadas siguientes, esta posibilidad captó la
atención de Einstein, y él sacó mucha inspiración de la propuesta de Mach
mientras desarrollaba su propia teoría de la gravedad, la teoría de la
relatividad general. Cuando el polvo que levantó la relatividad se hubo
asentado finalmente, la cuestión de si el espacio es un algo —de si es correcto
el punto de vista absolutista o el relacionista— se había transformado de una
forma que hacía añicos todas las formas anteriores de considerar el universo.
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3
La relatividad y lo absoluto
¿Es el espaciotiempo una abstracción einsteiniana o una entidad
física
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La luz fue el primer actor en el drama de la relatividad escrito por Einstein en
los primeros años del siglo XX. Y fue la obra de James Clerk Maxwell la que
puso el escenario para las ideas de Einstein. A mediados del siglo XIX,
Maxwell descubrió cuatro poderosas ecuaciones que, por primera vez,
establecían un marco teórico riguroso para entender la electricidad, el
magnetismo y su íntima relación. [3.1] Maxwell desarrolló estas ecuaciones
estudiando cuidadosamente la obra del físico inglés Michael Faraday, quien a
comienzos del siglo XIX había realizado decenas de miles de experimentos
que mostraban características hasta entonces desconocidas de la electricidad y
el magnetismo. La idea clave de Faraday fue el concepto de campo. Ampliado
más tarde por Maxwell y muchos otros, este concepto ha tenido una enorme
influencia sobre el desarrollo de la física durante los dos últimos siglos, y
subyace a muchos de los pequeños misterios que encontramos en la vida
cotidiana. Cuando usted atraviesa los arcos de seguridad del aeropuerto,
¿cómo es posible que una máquina que no le toca pueda determinar si usted
lleva objetos metálicos? Cuando usted se somete a una resonancia magnética,
¿cómo es posible que un aparato que permanece fuera de su cuerpo pueda
tomar una imagen detallada de su interior? Cuando usted mira una brújula,
¿cómo es posible que la brújula oscile y apunte hacia el norte incluso si nada
parece moverla? La respuesta familiar a la última pregunta apela al campo
magnético de la Tierra, y el concepto de campo magnético sirve para explicar
también los dos ejemplos anteriores.
Nunca he visto una manera mejor de hacerse una idea intuitiva de un
campo magnético que la demostración de la escuela elemental en la que se
esparcen limaduras de hierro en la vecindad de un imán. Después de agitarlas
un poco, las limaduras de hierro se alinean en una disposición ordenada de
arcos que parten del polo norte del imán y se curvan para terminar en el polo
sur del imán, como en la figura 3.1. La figura formada por las limaduras de
hierro es una prueba directa de que el imán crea un algo invisible que permea
el espacio a su alrededor —un algo que puede ejercer, por ejemplo, una fuerza
sobre trozos de metal—. El algo invisible es el campo magnético y, para
nuestra intuición, se parece a una neblina o esencia que puede llenar una
región del espacio y ejercer con ello una fuerza más allá de la extensión física
del propio imán. Un campo magnético proporciona a un imán lo que un
ejército proporciona a un dictador y lo que los auditores proporcionan a
Hacienda: influencia más allá de sus fronteras físicas, lo que permite que la
fuerza se ejerza en el «campo». Por eso es por lo que un campo magnético se
denomina también un campo de fuerza.
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FIGURA 3.1. Limaduras de hierro esparcidas cerca de un imán siguen su campo magnético.
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acciones que luego pueden afectar a su vez al mercado de valores, y así
sucesivamente, estos científicos encontraron que cambios en un campo
eléctrico pueden producir cambios en un campo magnético vecino, que
entonces puede causar cambios en el campo eléctrico, y así sucesivamente.
Maxwell encontró la base matemática para estas interrelaciones, y puesto que
sus ecuaciones demostraron que los campos eléctrico y magnético están tan
entretejidos como las hebras en los rizos de un rastafari, fueron finalmente
bautizados como campos electromagnéticos, y la influencia que ejercen como
fuerza electromagnética.
Hoy estamos inmersos constantemente en un mar de campos
electromagnéticos. Su teléfono móvil y la radio de su automóvil funcionan a
enormes distancias porque los campos electromagnéticos emitidos por las
compañías telefónicas y las estaciones de radio bañan regiones del espacio
enormemente amplias. Lo mismo sucede con las conexiones inalámbricas de
Internet; los computadores pueden pasearse por toda la World Wide Web
gracias a los campos electromagnéticos que están vibrando alrededor de
nosotros —y, de hecho, a través de nosotros—. Por supuesto, en la época de
Maxwell, la tecnología electromagnética estaba menos desarrollada, pero
entre los científicos su hazaña no fue menos reconocida: mediante el lenguaje
de los campos, Maxwell había demostrado que electricidad y magnetismo,
aunque inicialmente considerados distintos, son en realidad tan sólo aspectos
diferentes de una única entidad física.
Más tarde encontraremos otros tipos de campos —campos gravita-torios,
campos nucleares, campos de Higgs, y demás— y se hará cada vez más claro
que el concepto de campo es fundamental para nuestra formulación moderna
de la ley física. Pero por ahora el siguiente paso crítico en nuestra historia se
debe también a Maxwell. Al analizar con más detalle ecuaciones encontró que
los cambios o perturbaciones en los campos electromagnéticos viajan de una
manera ondulatoria a una velocidad particular: 1.080 millones de kilómetros
por hora. Como éste es precisamente el valor que otros experimentos habían
encontrado para la velocidad de la luz, Maxwell se dio cuenta de que la luz no
debe ser otra cosa que una onda electromagnética, una onda que tiene las
propiedades correctas para interaccionar con las sustancias químicas en
nuestra retina y damos la sensación de visión. Este logro hizo que los ya
trascendentales descubrimientos de Maxwell se hiciesen aún más
extraordinarios: él había unido la fuerza producida por imanes, la influencia
ejercida por cargas eléctricas y la luz que utilizamos para ver el universo —
pero también planteó una cuestión profunda.
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Cuando decimos que la velocidad de la luz es de 1.080 millones de
kilómetros por hora, la experiencia, y nuestra discusión hasta ahora, nos
enseña que éste es un enunciado carente de significado si no especificamos
con respecto a qué se está midiendo esta velocidad. Lo divertido era que las
ecuaciones de Maxwell daban precisamente este número, 1.080 millones de
kilómetros por hora, sin especificar o basarse aparentemente en ninguna
referencia semejante. Era como si alguien diese el lugar de una fiesta a 30
kilómetros al norte sin especificar la referencia, sin especificar al norte de
qué. La mayoría de los físicos, Maxwell incluido, intentaron explicar la
velocidad que daban sus ecuaciones de la siguiente manera: las ondas
familiares, tales como las ondas del océano o las ondas sonoras, son
transmitidas por una sustancia, un medio. Las ondas del océano son
transmitidas por el agua. Las ondas sonoras son transmitidas por el aire. Y las
velocidades de estas ondas están especificadas con respecto al medio. Cuando
hablamos de la velocidad del sonido a temperatura ambiente de 1.230
kilómetros por hora (también conocida como Mach 1, por el mismo Ernst
Mach que encontramos antes) queremos decir que las ondas sonoras viajan a
esta velocidad a través del aire que, salvo por esto, está en reposo. Era natural,
entonces, que los físicos supusieran que las ondas luminosas —ondas
electromagnéticas— también debían viajar a través de un medio particular, un
medio que nunca había sido visto o detectado pero que debía existir. Para dar
su debido respeto a este algo invisible que transportaba la luz, se le dio un
nombre: el éter luminífero, o el éter para abreviar, siendo este último un
término antiguo que utilizó Aristóteles para describir la sustancia mágica
comodín de la que se suponía que estaban hechos los cuerpos celestes. Y, para
cuadrar esta propuesta con los resultados de Maxwell se sugirió que sus
ecuaciones adoptaban implícitamente la perspectiva de alguien en reposo con
respecto al éter. Los 1.080 millones de kilómetros por hora a los que llegaban
sus ecuaciones eran entonces la velocidad de la luz con respecto al éter en
reposo.
Como usted puede ver, hay una similitud sorprendente entre el éter
luminífero y el espacio absoluto de Newton. Ambos tenían su origen en
intentos de proporcionar una referencia para definir el movimiento; el
movimiento acelerado llevó al espacio absoluto, el movimiento de la luz llevó
al éter luminífero. De hecho, muchos físicos vieron el éter como una
representación terrenal del espíritu divino que Henry More, Newton y otros
habían concebido permeando el espacio absoluto. (Newton y otros en su
época habían utilizado incluso el término «éter» en sus descripciones del
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espacio absoluto.) Pero ¿qué es realmente el éter? ¿De qué está hecho? ¿De
dónde procede? ¿Existe en todo lugar?
Estas preguntas sobre el éter son las mismas que durante siglos habían
sido planteadas acerca del espacio absoluto. Pero mientras que el test
machiano para el espacio absoluto implicaba girar en un universo
completamente vacío, los físicos fueron capaces de proponer experimentos
factibles para determinar si el éter existía realmente. Por ejemplo, si usted
nada en el agua hacia una ola que se acerca, la onda se aproxima a usted más
rápidamente; si nada alejándose de la ola, ésta se aproxima más lentamente.
Análogamente, si usted se mueve a través del supuesto éter hacia o alejándose
de una onda luminosa, la aproximación de la onda debería ser, por el mismo
razonamiento más rápida o más lenta que 1.080 millones de kilómetros por
hora. Sin embargo, en 1887, cuando Albert Michelson y Edward Morley
midieron la velocidad de la luz, una y otra vez encontraron exactamente la
misma velocidad de 1.080 millones de kilómetros por hora
independientemente de su movimiento o del movimiento de la fuente
luminosa. Se idearon todo tipo de argumentos ingeniosos para explicar estos
resultados. Quizá, sugirieron algunos, los experimentadores estaban
arrastrando con ellos inadvertidamente al éter cuando se movían. Quizá,
aventuraron unos pocos, el aparato se estaba deformando cuando se movía a
través del éter, corrompiendo la medida. Pero no hubo una explicación clara
hasta que Einstein tuvo su idea revolucionaria.
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estuviera moviendo. Sería posible alcanzarla y atrapar un puñado de luz sin
movimiento igual que se puede recoger un puñado de nieve recién caída.
Pero aquí está el problema. Resulta que las ecuaciones de Maxwell no
permiten que la luz parezca estacionaria, es decir, verla como si estuviera en
reposo. Y ciertamente no hay ningún informe fiable de nadie que realmente
haya cogido un trozo estacionario de luz. Entonces, se preguntaba el
adolescente Einstein, ¿qué vamos a hacer con esta aparente paradoja?
Diez años más tarde, Einstein dio al mundo su respuesta con su teoría de
la relatividad especial. Ha habido mucho debate sobre las raíces intelectuales
del descubrimiento de Einstein, pero no hay duda de que su inquebrantable
creencia en la simplicidad jugó un papel crítico. Einstein era consciente al
menos de algunos experimentos que habían fracasado en detectar la existencia
del éter. [3.2] Así que, ¿por qué dar vueltas tratando de encontrar fallos en los
experimentos? En lugar de ello, declaró Einstein, adoptemos el enfoque más
simple: los experimentos estaban fracasando en encontrar el éter porque no
hay éter. Y puesto que las ecuaciones de Maxwell que describen el
movimiento de la luz —el movimiento de las ondas electromagnéticas— no
invocan ningún medio semejante, experimento y teoría convergían en la
misma conclusión: la luz, a diferencia de cualquier otro tipo de onda
encontrada, no necesita un medio que la transmita. La luz es un viajero
solitario. La luz puede viajar a través del espacio vacío.
Pero ¿qué vamos a hacer entonces con las ecuaciones de Maxwell que dan
a la luz una velocidad de 1.080 millones de kilómetros por hora? Si no hay
éter que proporcione el patrón de reposo, ¿qué es el eso con respecto al cual
hay que interpretar esta velocidad? Una vez más, Einstein desafió la
convención y respondió con una radical simplicidad. Si la teoría de Maxwell
no apela a ningún patrón de reposo particular, la interpretación más directa es
que no necesitamos uno. La velocidad de la luz, declaró Einstein, es de 1.080
millones de kilómetros por hora con respecto a nada y a todo.
Bien, éste es ciertamente un enunciado simple; encaja con una máxima a
menudo atribuida a Einstein: «Hacer todo tan simple como sea posible, pero
no más». El problema es que también parece descabellada. Si usted corre
detrás de un rayo de luz, el sentido común dicta que, desde su perspectiva, la
velocidad de la luz tiene que ser menor que 1.080 millones de kilómetros por
hora. Si usted corre hacia un rayo de luz que se aproxima, el sentido común
dicta que, desde su perspectiva, la velocidad de la luz que se aproxima será
mayor que 1.080 millones de kilómetros por hora. Durante toda su vida,
Einstein desafió el sentido común, y esta vez no fue una excepción.
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Argumentó vigorosamente que, independientemente de lo rápido que se
mueva hacia o alejándose de un rayo de luz, usted siempre medirá que su
velocidad es de 1.080 millones de kilómetros por hora —no un poco más
rápida, no un poco más lenta, no importa qué—. Esto resolvería ciertamente
la paradoja que le desconcertaba cuando era adolescente: la teoría de Maxwell
no permite luz en reposo porque la luz nunca está en reposo;
independientemente de cuál sea su estado de movimiento, ya persiga usted a
un rayo de luz, o se aleje de él, o simplemente se quede quieto, la luz
conserva una velocidad fija y siempre constante de 1.080 millones de
kilómetros por hora. Pero es natural preguntar: ¿cómo puede la luz
comportarse de una manera tan extraña?
Pensemos en la velocidad por un momento. La velocidad se mide por
cuánto ha recorrido algo dividido por el tiempo que ha tardado en llegar allí.
Es una medida de espacio (la distancia recorrida) dividida por una medida de
tiempo (la duración del viaje). Desde Newton, el espacio se había considerado
absoluto, como algo que está ahí fuera, como algo que existe «sin referencia a
nada externo». Por consiguiente, las medidas de espacio y las separaciones
espaciales deben ser también absolutas: independientemente de quién mida la
distancia entre dos cosas en el espacio, si las medidas se hacen con el cuidado
debido, las respuestas siempre coincidirán. Y aunque todavía no lo hemos
discutido directamente, Newton afirmó que lo mismo es cierto del tiempo. Su
descripción del tiempo en los Principia refleja el lenguaje que utilizó para el
espacio: «El tiempo existe en sí mismo y por su propia naturaleza, y fluye
uniformemente, sin referencia a nada externo». En otras palabras, según
Newton, hay un concepto absoluto y universal de tiempo que se aplica en
todo lugar y en cualquier instante. En un universo newtoniano,
independientemente de quién mida cuánto tiempo tarda algo en suceder, si las
medidas se hacen con precisión, las respuestas coincidirán siempre.
Estas hipótesis sobre el espado y el tiempo están de acuerdo con nuestras
experiencias cotidianas y por esa razón son la base para nuestra conclusión de
sentido común de que la luz debería parecer viajar más lentamente si
corremos tras ella. Para verlo, imaginemos que Bart, quien acaba de recibir un
nuevo monopatín impulsado por energía nuclear, decide aceptar el reto
definitivo y echar una carrera con un rayo de luz. Aunque él está algo
decepcionado al ver que la velocidad máxima de la tabla es sólo de 800
millones de kilómetros por hora, él está decidido a intentarlo. Su hermana
Lisa permanece quieta con un láser; cuenta hacia atrás desde 11 (el número
favorito de su héroe Schopenhauer) y cuando llega a cero Bart y la luz del
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láser salen disparados. ¿Qué ve Lisa? Bien, por cada hora que pasa, Lisa ve
que la luz recorre 1.080 millones de kilómetros mientras que Bart recorre sólo
800 millones de kilómetros, de modo que Lisa deduce correctamente que la
luz se está adelantando a Bart a 280 millones de kilómetros por hora.
Traigamos ahora a Newton a esta historia. Sus ideas dictaminan que las
observaciones de Lisa sobre el espacio y el tiempo son absolutas y universales
en el sentido de que cualquier otro que realizara estas medidas obtendría las
mismas respuestas. Para Newton, tales hechos sobre el movimiento a través
de espacio y tiempo eran tan objetivos como 2 + 2 son igual a 4. Por eso,
según Newton, Bart estaría de acuerdo con Lisa e informaría que el rayo de
luz iba por delante de él a 280 millones de kilómetros por hora.
Pero cuando Bart regresa, no está de acuerdo en absoluto. Por el contrario,
afirma con desaliento que hiciera lo que hiciese —por mucho que forzase el
monopatín— veía que la luz se le escapaba a 1.080 millones de kilómetros
por hora, ni un kilómetro menos. [3.3] Y si, por alguna razón, usted no confía
en Bart, tenga en cuenta que miles de experimentos meticulosos realizados
durante los últimos cien años, que han medido la velocidad de la luz
utilizando fuentes y receptores en movimiento, apoyan con precisión sus
observaciones.
¿Cómo puede ser esto?
Einstein lo investigó, y la respuesta que encontró es una extensión lógica
pero profunda de la discusión que hemos llevado hasta ahora. Debe ocurrir
que las medidas de distancias y duraciones que hace Bart, los datos de entrada
que utiliza para calcular con qué rapidez se aleja la luz de él, son diferentes de
las medidas de Lisa. Pensemos en ello. Puesto que la velocidad no es otra
cosa que distancia dividida por tiempo, no hay otro modo de que Bart haya
encontrado una respuesta diferente de la de Lisa para la rapidez con la que la
luz le está dejando atrás. Por lo tanto, concluía Einstein, las ideas de Newton
de espacio absoluto y tiempo absoluto eran erróneas. Einstein se dio cuenta de
que los experimentadores que se están moviendo uno con respecto a otro,
como Bart y Lisa, no encontrarán valores idénticos para medidas de distancias
y duraciones. Los enigmáticos datos experimentales sobre la velocidad de la
luz sólo pueden explicarse si sus percepciones de espacio y tiempo son
diferentes.
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La relatividad del espacio y el tiempo es una conclusión sorprendente. Yo la
he conocido hace más de veinticinco años, pero incluso así, cada vez que me
siento tranquilamente y pienso en ello, me quedo asombrado. A partir del
enunciado de que la velocidad de la luz es constante, deducimos que espacio
y tiempo están en el ojo del que contempla. Cada uno de nosotros lleva su
propio reloj, su propio monitor del paso del tiempo. Cada reloj es igualmente
preciso, pero cuando nos movemos uno con respecto a otro, estos relojes no
coinciden. Pierden su sincronización; miden cantidades diferentes de tiempo
transcurrido entre dos sucesos escogidos. Lo mismo es cierto de la distancia.
Cada uno de nosotros lleva su propia regla, su propio monitor de distancia en
el espacio. Cada regla es igualmente precisa, pero cuando nos movemos uno
con respecto a otro, estas reglas no coinciden; miden distancias diferentes
entre las localizaciones de dos sucesos especificados. Si el espacio y el tiempo
no se comportaran de esta manera, la velocidad de la luz no sería constante y
dependería del estado de movimiento del observador. Pero es constante;
espacio y tiempo sí se comportan de esta manera. Espacio y tiempo se ajustan
de una manera que se compensa exactamente, de modo que las observaciones
de la velocidad de la luz den el mismo resultado, independientemente de la
velocidad del observador.
Obtener los detalles cualitativos de cómo difieren exactamente las
medidas de espacio y tiempo es más complicado, pero solamente requiere el
álgebra de la escuela secundaria. No es la profundidad de las matemáticas la
que hace desafiante la relatividad especial de Einstein sino el grado en que las
ideas son extrañas y aparentemente incompatibles con nuestras experiencias
cotidianas. Pero una vez que Einstein tuvo la intuición clave —la idea de que
necesitaba romper con la perspectiva newtoniana de más de doscientos años
sobre el espacio y el tiempo— no fue difícil completar los detalles. Él fue
capaz de demostrar exactamente cómo deben diferir las medidas de distancias
y duraciones que hace una persona de las que hace otra para garantizar que
cada una de ellas mide un valor idéntico para la velocidad de la luz. [3.4]
Para hacerse una idea más completa de lo que encontró Einstein, imagine
que Bart, a regañadientes, ha puesto el limitador obligado de su monopatín,
que ahora tiene una velocidad máxima de 100 kilómetros por hora. Si él se
dirige hacia el norte a la máxima velocidad —leyendo, silbando, bostezando y
ocasionalmente mirando la carretera— y luego sale a una autopista que
apunta en dirección hacia el nordeste, su velocidad en la dirección norte será
menor que 100 kilómetros por hora. La razón es clara. Inicialmente, toda su
velocidad iba destinada al movimiento hacia el norte, pero cuando cambió de
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dirección parte de esa velocidad se desvió al movimiento hacia el este,
dejando un poco menos en dirección norte. Esta idea extraordinariamente
simple nos permite captar la idea clave de la relatividad especial. He aquí
cómo:
Estamos acostumbrados al hecho de que los objetos pueden moverse a
través del espacio, pero hay otro tipo de movimiento que es igualmente
importante: los objetos también se mueven a través del tiempo. Precisamente
ahora, el reloj de su muñeca y el reloj de la pared están en marcha,
demostrando que usted y todo lo que le rodea están moviéndose
implacablemente a través del tiempo, moviéndose implacablemente de un
segundo al siguiente y al siguiente. Newton pensaba que el movimiento a
través del tiempo era completamente independiente del movimiento a través
del espacio; pensaba que estos dos tipos de movimiento no tenían nada que
ver uno con otro. Pero Einstein encontró que están íntimamente ligados. De
hecho, el descubrimiento revolucionario de la relatividad especial es éste:
cuando usted mira algo como un automóvil aparcado, que desde su punto de
vista está en reposo —es decir, no está en movimiento a través del espacio—
todo su movimiento es a través del tiempo. El automóvil, su conductor, la
calle, usted, su ropa, todo se está moviendo a través del tiempo en perfecta
sincronía: segundo tras segundo, marchando uniformemente. Pero si el
automóvil se pone en marcha, parte de su movimiento a través del tiempo se
desvía a movimiento a través del espacio. E igual que la velocidad de Bart
hacia el norte se reducía cuando él desviaba algo de su movimiento hacia el
norte a movimiento hacia el este, la velocidad del automóvil a través del
tiempo se reduce cuando desvía algo de su movimiento a través del tiempo a
movimiento a través del espacio. Esto significa que el avance del automóvil a
través del tiempo se frena y por lo tanto el tiempo discurre más lentamente
para el automóvil en movimiento y su conductor de lo que discurre para usted
y todo lo demás que permanece en reposo.
Eso, en pocas palabras, es la relatividad especial. De hecho, podemos ser
un poco más precisos y llevar la descripción un paso más lejos. Debido al
limitador Bart no tiene otra elección que limitar su velocidad a 100 kilómetros
por hora. Esto es importante para la historia, puesto que si él hubiera
acelerado lo suficiente cuando dobla hacia el nordeste, podría haber
compensado la desviación de velocidad y con ello mantenido la misma
velocidad neta hacia el norte. Pero con el limitador, por mucho que él
revolucione el motor de su monopatín, su velocidad total —la combinación de
su velocidad hacia el norte y su velocidad hacia el este— permanecía fija en
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el máximo de 100 kilómetros por hora. Y por eso, cuando él cambió su
dirección un poco hacia el este, necesariamente provocó una disminución de
la velocidad hacia el norte.
La relatividad especial dicta una ley similar para todo movimiento: la
velocidad combinada del movimiento de cualquier objeto a través del espacio
y su movimiento a través del tiempo es siempre exactamente igual a la
velocidad de la luz. Al principio es fácil que usted retroceda ante este
enunciado puesto que todos estamos acostumbrados a que nada salvo la luz
puede viajar a la velocidad de la luz. Pero esa idea familiar se refiere
únicamente al movimiento a través del espacio. Ahora estamos hablando de
algo relacionado, pero más rico: el movimiento combinado de un objeto a
través del espacio y el tiempo. El hecho clave, descubrió Einstein, es que
estos dos tipos de movimiento son siempre complementarios. Cuando el
automóvil aparcado que usted está observando se pone en marcha, lo que
realmente sucede es que algo de su movimiento a velocidad de la luz se
desvía de movimiento a través del tiempo a movimiento a través del espacio,
manteniendo invariable su total combinado. Tal desviación significa
incuestionablemente que el movimiento del automóvil a través del tiempo se
frena.
Como ejemplo, si Lisa hubiera sido capaz de ver el reloj de Bart cuando él
iba a 800 millones de kilómetros por hora, habría visto que dicho reloj
marchaba a dos tercios de la velocidad del suyo. Por cada tres horas que
pasaran en el reloj de Lisa, ella vería que sólo pasaban dos en el de Bart. Su
movimiento rápido a través del espacio habría mostrado una pérdida
importante de su velocidad a través del tiempo.
Además, la velocidad máxima a través del espacio se alcanza cuando todo
el movimiento a velocidad de la luz a través del tiempo se desvía
completamente a movimiento a velocidad de la luz a través del espacio —una
manera de entender por qué es imposible ir a través del espacio a velocidad
mayor que la luz—. La luz, que siempre viaja a la velocidad de la luz a través
del espacio, es especial en cuanto que siempre alcanza tal desviación total. E
igual que conducir hacia el este no deja movimiento para viajar al norte,
moverse a velocidad de la luz a través del espacio no deja movimiento para
moverse a través del tiempo. El tiempo se para cuando se viaja a velocidad de
la luz a través del espacio. Un reloj llevado por una partícula de luz no
marcharía en absoluto. La luz realiza los sueños de Ponce de León y la
industria cosmética: no envejece. [3.5]
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Como queda claro en esta descripción, los efectos de la relatividad
especial son más pronunciados cuando las velocidades (a través del espacio)
son una fracción significativa de la velocidad de la luz. Pero la naturaleza
complementaria, y poco familiar, del movimiento a través del espacio y el
tiempo siempre es válida. Cuanto menor es la velocidad, más pequeña es la
desviación de la física prerelativista —es decir, del sentido común— pero la
desviación sigue existiendo, por supuesto.
Realmente. Esto no es un juego de manos o una ilusión psicológica. Así es
como trabaja el universo.
En 1971, Joseph Hafele y Richard Keating colocaron relojes atómicos de
haces de cesio a bordo de un avión comercial de Pan Am que dio la vuelta al
mundo. Cuando compararon los relojes del avión con relojes idénticos que
habían quedado en reposo en el suelo, encontraron que había transcurrido
menos tiempo en los relojes en movimiento. La diferencia era minúscula —
unas pocas cienmilésimas de millonésima de segundo— pero estaba
exactamente en acuerdo con los descubrimientos de Einstein. Es difícil tener
algo más claro que esto.
En 1921, se empezó a difundir el rumor de que experimentos más
recientes y más refinados estaban encontrando evidencia a favor del éter. [3.6]
Si hubiera sido así, habría significado que había un patrón absoluto de reposo
y que la relatividad especial de Einstein era errónea. Al oír este rumor,
Einstein respondió: «El Señor es sutil, pero no malicioso». Escudriñar
meticulosamente el funcionamiento de la Naturaleza para extraer intuiciones
sobre el espacio y el tiempo era un profundo desafío, un desafío que había
exigido lo mejor de cualquiera hasta Einstein. Pero permitir que exista esa
teoría sorprendente y bella, y pese a todo hacerla irrelevante para el
funcionamiento del universo, eso sería malicioso. Einstein no lo creía;
descartó los nuevos experimentos. Su confianza estaba justificada. Finalmente
se demostró que los experimentos estaban equivocados y el éter luminífero se
evaporó del discurso científico.
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vista están en pie de igualdad con todos los demás. No hay ningún patrón de
reposo absoluto o preferido. Perfecto. Pero ¿qué pasa con el cubo?
Recordemos que aunque muchos veían el éter luminífero como la
sustancia física que daba credibilidad al espacio absoluto de Newton, no era
ésa la razón por la que Newton introdujo el espacio absoluto. La verdadera
razón era que, después de bregar con el movimiento acelerado tal como el del
cubo en rotación, Newton no vio otra opción que apelar a algún ente de fondo
invisible con respecto al cual podría definirse el movimiento sin ambigüedad.
Prescindir del éter no significaba prescindir del cubo, de modo que ¿cómo
trataron la cuestión Einstein y su teoría de la relatividad especial?
Bien, a decir verdad, en la relatividad especial el interés principal de
Einstein estaba en un tipo de movimiento especial: el movimiento a velocidad
constante. Sólo en 1915, unos diez años más tarde, afrontó plenamente el
movimiento acelerado más general en su teoría de la relatividad general.
Incluso así, Einstein y otros consideraron repetidamente la cuestión del
movimiento de rotación utilizando las ideas de la relatividad especial; y
concluyeron, como Newton y a diferencia de Mach, que incluso en un
universo por lo demás completamente vacío usted sentiría el tirón hacia fuera
de la rotación —Homer se sentiría presionado contra la pared interior de un
cubo en rotación; la cuerda entre las dos piedras giratorias se tensaría—. [3.7]
Tras haber desmantelado el espacio absoluto y el tiempo absoluto de Einstein,
¿cómo explica esto Einstein?
La respuesta es sorprendente. A pesar de su nombre, la teoría de Einstein
no afirma que todo es relativo. La relatividad especial afirma que algunas
cosas son relativas: las velocidades son relativas; las distancias a través del
espacio son relativas; las duraciones de tiempo transcurrido son relativas.
Pero la teoría introduce en realidad un nuevo y gran concepto absoluto: el
espaciotiempo absoluto. El espacio-tiempo absoluto es tan absoluto para la
relatividad especial como el espacio absoluto y el tiempo absoluto lo eran
para Newton, y en parte por esta razón Einstein no sugirió ni le gustaba
particularmente el nombre «teoría de la relatividad». En su lugar, él y otros
físicos sugirieron teoría de invariancia, resaltando que la teoría, en esencia,
implica algo en lo que todo el mundo está de acuerdo, algo que no es relativo.
[3.8]
El espaciotiempo absoluto es el siguiente capítulo vital en la historia del
cubo, porque, incluso si está privado de todos los puntos de referencia
materiales para definir el movimiento, el espaciotiempo absoluto de la
relatividad especial proporciona un algo con respecto al cual puede decirse
que se aceleran los objetos.
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Cortando espacio y tiempo
Para ver esto, imaginemos que Marge y Lisa, buscando alguna cualidad del
tiempo, se apuntan a un curso de extensión sobre renovación urbana en el
Instituto Bums. Como primera tarea, se les pide que vuelvan a diseñar el
trazado de calles y avenidas de Springfield, sometido a dos requisitos:
primero, la malla de calles/avenidas debe estar configurada de modo que el
monumento al Hongo Nuclear esté localizado exactamente en el centro de la
malla, en el cruce de la calle Cinco y la Quinta Avenida, y segundo, el diseño
debe utilizar calles de cien metros de largo, y avenidas, perpendiculares a las
calles, que también sean de cien metros de largo. Inmediatamente antes de la
clase, Marge y Lisa comparan sus planos y se dan cuenta de que algo está
terriblemente equivocado. Tras configurar adecuadamente su malla de modo
que el monumento esté en el centro, Margie encuentra que Kwik-E-Mart está
en el cruce de la calle Ocho y la Quinta Avenida, y la central de energía
nuclear está en el cruce de la calle Tres y la Quinta Avenida, como se muestra
en la figura 3.2a. Pero en el plano de Lisa, las direcciones son completamente
diferentes: el Kwik-E-Mart está cerca de la esquina de la calle Siete y la
Tercera Avenida, mientras que la central está en la calle Cuatro y la Séptima
Avenida, como en la figura 3.2b. Evidentemente, alguien ha cometido un
error.
Sin embargo, tras un momento de reflexión, Lisa se da cuenta de lo que
pasa. No hay errores. Tanto ella como Marge tienen razón. Simplemente
escogieron orientaciones diferentes para sus mallas de calles y avenidas. Las
calles y avenidas de Marge corren a un ángulo con respecto a las de Lisa; sus
mallas están rotadas una respecto a otra; han seccionado Springfield en calles
y avenidas de dos maneras diferentes (ver Fig. 3.2c). La lección aquí es
simple pero importante. Hay libertad en la forma de organizar Springfield —
una región del espacio— en calles y avenidas. No hay calles «absolutas» ni
avenidas «absolutas». La elección de Marge es tan válida como la de Lisa —
o, para el caso, como cualquier otra orientación posible.
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FIGURA 3.2. (a) Diseño de calles de Marge, (b) Diseño de calles de Lisa.
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FIGURA 3.2. (c) Visión de conjunto de los diseños de calles/avenidas de Marge y de Lisa. Sus
mallas difieren por una rotación.
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FIGURA 3.3. (a) Libro de imágenes fijas del duelo, (b) Libro de imágenes fijas con el lomo
ampliado.
Figura 3.3. (c) Bloque de espaciotiempo que contiene el duelo. Las páginas, o «rebanadas de
tiempo», organizan los sucesos en el bloque. Los espacios entre rebanadas se muestran sólo
por claridad visual; no pretenden sugerir que el tiempo sea discreto, una cuestión que
discutimos más tarde.
Éste es el punto clave: de la misma forma que Lisa se dio cuenta de que
hay diferentes maneras igualmente válidas de seccionar una región del
espacio en calles y avenidas, Einstein se dio cuenta de que hay diferentes
maneras igualmente válidas de seccionar una región del espaciotiempo —un
bloque como el de la figura 3.3c— en regiones de espacio en instantes de
tiempo. Las páginas en las figuras 3.3a, b y c —donde, de nuevo, cada página
denota un instante de tiempo— proporcionan sólo uno de los muchos cortes
posibles. Esto puede sonar como una ampliación menor de lo que sabemos
intuitivamente sobre el espacio, pero es la base para superar alguna de las
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intuiciones más básicas que hemos mantenido durante miles de años. Hasta
1905 se pensaba que todo el mundo experimenta el paso del tiempo de forma
idéntica, que todo el mundo coincide en qué sucesos ocurren en un instante de
tiempo dado, y por ello, que todo el mundo coincidiría en lo que pertenece a
una página dada en el libro del espaciotiempo. Pero cuando Einstein
comprendió que dos observadores en movimiento relativo tienen relojes que
marchan de forma diferente, todo esto cambió. Relojes que se están moviendo
unos con respecto a otros pierden la sincronización y por lo tanto dan
nociones diferentes de simultaneidad. Cada página en la figura 3.3b no es sino
la visión de un observador de los sucesos en el espacio que tienen lugar en un
instante dado de su tiempo. Otro observador, en movimiento con respecto al
primero, declarará que no todos los sucesos en una sola de estas páginas
suceden al mismo tiempo.
Esto se conoce como la relatividad de la simultaneidad, y podemos verlo
directamente. Imaginemos que Itchy y Scratchy, pistolas en mano, se
enfrentan ahora uno a otro desde extremos opuestos de un largo vagón en
movimiento, con un juez en el tren y otro que oficia desde el andén. Para
hacer el duelo lo más justo posible, todas las partes han acordado olvidar la
regla de los tres pasos y, en su lugar, los duelistas dispararán cuando explote
un pequeño montón de pólvora colocado a mitad de camino entre ellos. El
primer árbitro, Apu, enciende la mecha, toma un sorbo de su refrescante
Chutney Squishee, y retrocede. La pólvora se inflama, y ambos, Itchy y
Scratchy, apuntan y disparan. Puesto que Itchy y Scratchy están a la misma
distancia de la pólvora, Apu está seguro de que la luz de la llamarada les llega
simultáneamente, de modo que él levanta la bandera verde y declara un duelo
limpio. Pero el segundo árbitro, Martin, que estaba observando desde el
andén, gritará juego sucio, afirmando que Itchy vio la señal luminosa de la
explosión antes que Scratchy. Él explica que puesto que el tren se estaba
moviendo hacia delante, Itchy se estaba dirigiendo hacia la luz mientras que
Scratchy se alejaba de ella. Esto significa que la luz no tenía que viajar tanto
para llegar a Itchy, puesto que éste se movía acercándose a ella; más aún, la
luz tenía que viajar más lejos para llegar a Scratchy, puesto que éste se alejaba
de ella. Puesto que la velocidad de la luz, moviéndose a izquierda o derecha
desde cualquier perspectiva, es constante, Martin afirma que la luz necesitó
más tiempo para llegar a Scratchy puesto que tuvo que viajar más, lo que hace
el duelo injusto.
¿Quién tiene razón, Apu o Martin? La respuesta inesperada de Einstein es
que ambos la tienen. Aunque las conclusiones de nuestros dos árbitros
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difieren, las observaciones y el razonamiento de cada uno de ellos no tienen
fallo. Como el bate y la bola de béisbol, ellos simplemente tienen perspectivas
diferentes de la misma secuencia de sucesos. Lo que Einstein puso de
manifiesto es que sus diferentes perspectivas generan afirmaciones diferentes
pero igualmente válidas de qué sucesos suceden al mismo tiempo. Por
supuesto, a las velocidades cotidianas como la del tren, la disparidad es
pequeña —Martin afirma que Scratchy vio la luz menos de una billonésima
de segundo después de Itchy— pero si el tren se estuviera moviendo más
rápido, casi a la velocidad de la luz, la diferencia temporal sería sustancial.
Pensemos en lo que esto significa para las páginas del libro que seccionan
una región del espaciotiempo. Puesto que los observadores que se mueven
uno con respecto a otro no están de acuerdo en qué cosas suceden
simultáneamente, la forma en que cada uno de ellos seccionará un bloque de
espaciotiempo en páginas —cada una de las cuales contiene todos los sucesos
que suceden en un instante dado, desde la perspectiva de cada espectador—
tampoco estará de acuerdo. En su lugar, los observadores que se mueven uno
con respecto a otro, seccionarán un bloque del espaciotiempo en páginas, en
rebanadas de tiempo, de maneras diferentes pero igualmente válidas. Einstein
encontró para el espacio tiempo lo que Lisa y Mage encontraron para el
espacio.
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FIGURA 3.4. Rebanadas de tiempo según (a) Apu y (b) Martin, que están en movimiento
relativo. Sus rebanadas difieren por una rotación en el espacio y el tiempo. Según Apu, que
está en el tren, el duelo es justo; según Martin, que está en el andén, no lo es. Ambos puntos
de vista son igualmente válidos. En (b) se resalta el ángulo diferente en que están sus
rebanadas del espacio-tiempo.
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los observadores en movimiento relativo no están de acuerdo en la
simultaneidad, no están de acuerdo en qué cosas suceden al mismo tiempo.
Esto significa que una página del libro tal como se ve desde la perspectiva
de los que están en el tren, una página que contiene sucesos que consideran
simultáneos —tales como la puesta en hora de los relojes de Itchy y Scratchy
— contiene sucesos que están en páginas diferentes desde la perspectiva de
los que observan desde el andén (según los observadores del andén, Itchy
puso en hora su reloj antes que Scratchy, de modo que estos dos sucesos están
en diferentes páginas desde la perspectiva del observador del andén). Y ahí lo
tenemos. Una misma página desde la perspectiva de quienes están en el tren
contiene sucesos que están en páginas anteriores y páginas posteriores de un
observador en el andén. Por esto es por lo que las rebanadas de Martin y Apu
en la figura 3.4 están rotadas unas respecto a otras: lo que es una única
rebanada de tiempo desde una perspectiva corta muchas rebanadas de tiempo
desde la otra perspectiva.
Si la idea de Newton de espacio absoluto y tiempo absoluto fuera correcta,
todos estarían de acuerdo en un único rebanamiento del espaciotiempo. Cada
rebanada representaría el espacio absoluto visto en un instante dado de tiempo
absoluto. Sin embargo, no es así como funciona el mundo, y el cambio desde
el tiempo newtoniano rígido a la flexibilidad einsteiniana recién descubierta
inspira un cambio en nuestra metáfora. Más que ver el espaciotiempo como
un libro rígido, a veces será útil considerarlo como una barra de pan enorme y
recién hecha. En lugar de las páginas fijas que constituyen un libro —las
rebanadas de tiempo newtoniano fijas— consideraremos la variedad de
ángulos en los que uno puede cortar una barra en rebanadas de pan paralelas,
como en la figura 3.5a. Cada rebanada de pan representa el espacio en un
instante de tiempo desde la perspectiva de un observador. Pero como se
ilustra en la figura 3.5b, otro observador, en movimiento con respecto al
primero, cortará la barra de espaciotiempo a un ángulo diferente. Cuanto
mayor es la velocidad relativa de los dos observadores mayor es el ángulo
entre sus respectivos cortes paralelos (como se explica en las notas finales, la
velocidad límite impuesta por la luz se traduce en un ángulo máximo de
rotación de 45° para estos cortes)[3.9] y mayor es la discrepancia entre lo que
los observadores informarán que ha sucedido en el mismo instante.
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La relatividad de tiempo y espacio requiere un tiempo drástico en nuestro
pensamiento. Pese a todo, hay un punto importante, antes mencionado y ahora
ilustrado por la barra de pan, que a menudo se pasa por alto: no todo en
relatividad es relativo. Incluso si usted y yo imagináramos que se rebana una
barra de pan de dos maneras diferentes, hay algo en lo que estaríamos
plenamente de acuerdo: la totalidad de la propia barra. Aunque nuestras
rebanadas difiriesen, si yo imaginara que junto todas mis rebanadas y usted
imaginara que hace lo mismo con todas sus rebanadas, los dos
reconstruiríamos la misma barra de pan. ¿Cómo podría ser de otra manera? Se
supone que ambos cortamos la misma barra.
Análogamente, la totalidad de todas las rebanadas de espacio en instantes
sucesivos de tiempo, desde la perspectiva de cualquier único observador (ver
figura 3.4), da colectivamente la misma región de espaciotiempo. Diferentes
observadores rebanan una región de espacio-tiempo de diferentes maneras,
pero la región misma, como la barra de pan, tiene una existencia
independiente. Así, aunque Newton estaba decididamente equivocado, su
intuición de que había algo absoluto, algo en lo que todos estarían de acuerdo,
no fue completamente descartada por la relatividad especial. El espacio
absoluto no existe. El tiempo absoluto no existe. Pero según la relatividad
especial, el espaciotiempo absoluto sí existe. Con esta observación,
revisitemos una vez más el cubo.
FIGURA 3.5. De la misma forma que una barra de pan puede ser rebanada a ángulos
diferentes, un bloque de espaciotiempo es «rebanado temporalmente» a ángulos diferentes
por observadores en movimiento relativo. Cuanto mayor es la velocidad relativa, mayor es el
ángulo (con un ángulo máximo de 45° correspondiente a la velocidad máxima fijada por la
luz).
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En un universo por lo demás vacío, ¿con respecto a qué está girando el
cubo? Según Newton, la respuesta es el espacio absoluto. Según Mach, no
hay ningún sentido siquiera en el que se pueda decir que el cubo gira. Según
la relatividad especial de Einstein, la respuesta es el espaciotiempo absoluto.
Para entender esto, consideremos de nuevo los trazados de calles y
avenidas propuestos para Springfield. Recordemos que Marge y Lisa
discrepaban sobre la dirección de la calle y avenidad del Kwik-E-Mart y de la
central nuclear porque sus mallas estaban rotadas una respecto a otra. Incluso
así, independientemente de cómo escoja la malla cada una de ellas, hay
algunas cosas en las que decididamente seguirán de acuerdo. Por ejemplo, si
con el fin de incrementar el rendimiento de los trabajadores durante la hora de
comer, se pinta una raya en el suelo que va directamente desde la central
nuclear hasta el Kwik-E-Mart, Marge y Lisa no estarán de acuerdo en las
calles y avenidas por las que pasa la raya, como usted puede ver en la figura
3.6, pero sí seguirán de acuerdo en la forma de la raya: estarán de acuerdo en
que es una línea recta. La forma geométrica de la raya pintada es
independiente de la malla calles/avenidas concreta que cada una esté
utilizando.
FIGURA 3.6. Independientemente de qué malla de calles se utilice, todos están de acuerdo en
la forma de un sendero, en este caso una línea recta.
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espacio, sino que su movimiento también debe ser uniforme a través del
tiempo; es decir, tanto su velocidad como su dirección deben ser invariables,
y por ello debe moverse con velocidad constante. Ahora bien, incluso si
diferentes observadores rebanan la barra del espaciotiempo a ángulos
diferentes y por ello no coincidirán en cuánto tiempo ha transcurrido o cuánta
distancia se ha cubierto entre varios puntos de una trayectoria, dichos
observadores seguirán de acuerdo, como Marge y Lisa, en si una trayectoria a
través del espaciotiempo es una línea recta. Del mismo modo que la forma
geométrica de la raya pintada hasta el Kwik-E-Mart es independiente del
corte calles/avenidas que uno utilice, también las formas geométricas de las
trayectorias en el espaciotiempo son independientes del corte temporal que
uno utilice. [3.10]
Ésta es una idea simple pero crucial, porque con ella la relatividad
especial proporcionó un criterio absoluto —uno en el que todos los
observadores coincidirían, independientemente de sus velocidades relativas
constantes— para decidir si algo se está acelerando o no. Si la trayectoria que
sigue un objeto a través del espaciotiempo es una línea recta, como la del
astronauta en reposo (a) en la figura 3.7, no se está acelerando. Si la
trayectoria que sigue un objeto tiene cualquier otra forma diferente de una
línea recta a través del espacio, se está acelerando. Por ejemplo, ¿si el
astronauta encendiera su equipo de propulsión y se pusiera a dar vueltas,
como el astronauta (b) en la figura 3.7, o si saliera disparado hacia el espacio
profundo a velocidad cada vez mayor, como el astronauta (c), ¿su trayectoria
a través del espacio-tiempo sería curva (el signo revelador de la aceleración)?
Y así, con estos desarrollos aprendemos que las formas geométricas de las
trayectorias en el espaciotiempo proporcionan el patrón absoluto que
determina si algo se está acelerando. El espaciotiempo, no el espacio solo,
proporciona la referencia.
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FIGURA 3.7. Caminos a través del espaciotiempo seguidos por tres astronautas. El astronauta
(a) no está acelerado y por ello sigue una línea recta a través del espaciotiempo. El astronauta
(b) describe círculos repetidamente, y por eso sigue una espiral en el espaciotiempo. El
astronauta (c) acelera en el espacio profundo, y por eso sigue otra trayectoria curva en el
espacio.
En este momento usted podría pensar que hemos llegado al final de la historia
del cubo, con las ideas de Mach desacreditadas y con la victoria de la radical
actualización por parte de Einstein de los conceptos absolutos de espacio y
tiempo de Newton. La verdad, sin embargo, es más sutil y más interesante.
Pero si para usted son nuevas las ideas que hemos cubierto hasta ahora, quizá
necesite una pausa antes de seguir hacia las últimas secciones de este capítulo.
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En la tabla 3.1 encontrará un resumen para refrescar su memoria cuando esté
listo para reemprender la marcha.
Muy bien. Si usted está leyendo estas palabras, deduzco que está listo para
el siguiente paso importante en la historia del espaciotiempo, un paso
catalizado en gran medida por no otro que Ernst Mach. Aunque la relatividad
especial, a diferencia de la teoría de Mach, concluye que incluso en un
universo por lo demás vacío usted se sentiría presionado contra la pared
interior de un cubo en rotación y que la cuerda atada entre las dos piedras que
giran se tensaría, Einstein seguía profundamente fascinado por las ideas de
Mach. No obstante, comprendió que una seria consideración de estas ideas
requería ampliarlas de forma significativa. Mach nunca especificó realmente
un mecanismo mediante el que las estrellas lejanas y el resto de la materia en
el universo pudiera desempeñar un papel en la fuerza que hace que se abran
sus brazos cuando usted gira o con la que se siente presionado contra la pared
interior de un cubo en rotación. Einstein empezó a sospechar que si hubiera
un mecanismo semejante podría tener algo que ver con la gravedad.
TABLA 3.1. Sumario de varias posiciones naturales en el espacio y espacio- tiempo
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mostraría que la materia, tanto próxima como lejana, determina la fuerza que
sentimos cuando aceleramos.
Einstein también tenía una segunda razón, algo más apremiante, para
volver su atención hacia la gravedad. Comprendió que la relatividad especial,
con su lema central de que la velocidad de la luz es la velocidad más rápida
con la que cualquier objeto o cualquier perturbación puede viajar, estaba en
conflicto directo con la ley de la gravitación universal de Newton, ese logro
incomparable que durante más de doscientos años había predicho con
fantástica precisión el movimiento de la Luna, los planetas, los cometas y
todas las cosas lanzadas hacia el cielo. Independientemente del éxito
experimental de la ley de Newton, Einstein se dio cuenta de que, según
Newton, la gravedad ejerce su influencia de un lugar a otro, del Sol a la
Tierra, de la Tierra a la Luna, de aquí a allí, instantáneamente, sin que
transcurra ningún tiempo, mucho más rápida que la luz, y eso contradecía
directamente la relatividad especial.
Para ilustrar esta contradicción, imagine que usted ha tenido una tarde
realmente decepcionante (ha perdido el club de baloncesto de su ciudad, nadie
recordó su cumpleaños, alguien se comió el último trozo de Velveeta) y
necesita estar solo algún tiempo, así que se lleva el velero de la familia para
pasar una noche relajada a bordo. La Luna está sobre su cabeza y hay marea
alta (es la atracción gravitatoria de la Luna sobre las masas de agua la que
crea las mareas), y en la superficie ondulada del agua danzan bellos reflejos
de luz. Pero entonces, como si su noche no hubiera sido ya lo bastante
irritante, unos alienígenas hostiles acaban con la Luna y la envían al otro lado
de la galaxia. Por supuesto, la repentina desaparición de la Luna sería extraña,
pero si la ley de la gravedad de Newton fuera correcta el episodio mostraría
algo aún más extraño. La ley de Newton predice que la marea alta empezaría
a retirarse debido a la pérdida del tirón gravitatorio de la Luna,
aproximadamente un segundo y medio antes de que usted viera que la Luna
desaparecía del cielo. Como un corredor de velocidad que sale antes del
pistoletazo, el agua parecería retirarse un segundo y medio demasiado
pronto.
La razón es que, según Newton, en el mismo momento en que la Luna
desaparece su tirón gravitatorio desaparecería también instantáneamente, y
sin la gravedad de la Luna las mareas empezarían a disminuir
inmediatamente. Pero, puesto que la luz necesita un segundo y medio para
recorrer los casi 400.000 kilómetros entre la Luna y la Tierra, usted no vería
inmediatamente que la Luna había desaparecido; durante un segundo y medio
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parecería que las mareas estaban retrocediendo de una Luna que seguía
brillando en lo alto como de la forma habitual. Así pues, según el enfoque de
Newton, la gravedad puede afectarnos antes que la luz —la gravedad puede
superar a la luz— y esto, Einstein estaba seguro, era erróneo. [3.12]
Y así, en 1907 Einstein llegó a obsesionarse con la idea de formular una
nueva teoría de la gravedad, una que fuera al menos tan precisa como la de
Newton pero que no estuviera en conflicto con la teoría de la relatividad
especial. Ésta resultó ser un desafío mayor que todos los demás. El
formidable intelecto de Einstein había encontrado finalmente la horma de su
zapato. Su cuaderno de este período está lleno de ideas a medio formular,
propuestas en las que pequeños errores daban como resultado largas
divagaciones por caminos espúreos, y exclamaciones de que había resuelto el
problema sólo para darse cuenta inmediatamente después de que había
cometido otro error. Finalmente, en 1915, Einstein salió a la luz. Aunque
Einstein tuvo ayuda en momentos críticos, muy en particular del matemático
Marcel Grossman, el descubrimiento de la relatividad general fue la rara
lucha heroica de una única mente por dominar el universo. El resultado es la
joya de la corona de la física precuántica.
El viaje de Einstein hacia la relatividad general empezó con una pregunta
clave que Newton, con cierta vergüenza, había dejado de lado dos siglos
antes. ¿Cómo ejerce la gravedad su influencia a través de enormes
extensiones de espacio? ¿Cómo afecta el Sol, que está a tan enorme distancia,
al movimiento de la Tierra? El Sol no toca a la Tierra, de modo que ¿cómo lo
hace? En resumen, ¿cómo hace la gravedad su trabajo? Aunque Newton
descubrió una ecuación que describía el efecto de la gravedad con gran
precisión, él reconocía abiertamente que había dejado sin responder la
pregunta importante de cómo actúa realmente la gravedad. En sus Principia
Newton escribió: «Dejo este problema a la consideración del lector». [3.13]
Como usted puede ver, hay una similitud entre este problema y el que
Faraday y Maxwell resolvieron en el siglo XIX, utilizando la idea de un campo
magnético, concerniente a la forma en que un imán ejerce su influencia sobre
objetos con los que no está literalmente en contacto. Así que se podría sugerir
una respuesta similar: la gravedad ejerce su influencia mediante otro campo,
el campo gravitatorio. Y, hablando en términos generales, ésta es la
sugerencia correcta. Pero formular esta respuesta de una manera que no entre
en conflicto con la relatividad especial es algo más fácil de decir que de hacer.
Mucho más fácil. Fue a esta tarea a la que el propio Einstein se dedicó con
arrojo, y con el marco deslumbrante que forjó tras cerca de una década de
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búsqueda en la oscuridad, Einstein destronó a la reverenciada teoría de la
gravedad de Newton. Y lo que es igualmente deslumbrante, la historia cierra
el círculo porque la idea clave de Einstein estaba firmemente ligada a la
cuestión que Newton ilustró con el cubo: ¿cuál es la verdadera naturaleza del
movimiento acelerado?
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cambiando adecuadamente su movimiento usted también puede evitar las
sensaciones normales asociadas con la atracción de la gravedad. La idea es
maravillosamente simple. Para entenderla, imagine que Barney está tratando
desesperadamente de ganar la Copa Springfield, una competición de un mes
de duración entre todos los hombres de cintura generosa para ver quién puede
adelgazar el mayor número de centímetros. Pero al cabo de dos semanas de
dieta líquida (Cerveza Duff), cuando su tripa todavía no le deja ver la balanza
del cuarto de baño, pierde toda esperanza. Y así, en un ataque de frustración,
salta desde la ventana del cuarto de baño con la balanza pegada a sus pies. En
su caída, inmediatamente antes de sumergirse en la piscina de su vecino,
Barney mira la escala de la balanza ¿y qué ve? Bien, Einstein fue la primera
persona en comprender, y comprender plenamente, que Barney verá que la
escala de la balanza marca cero. La balanza cae exactamente a la misma
velocidad que Barney, de modo que sus pies no presionan contra ella. En
caída libre, Barney experimenta la misma ingravidez que los astronautas
experimentan en el espacio exterior.
De hecho, si imaginamos que Barney salta de su ventana a un gran pozo
del que se ha evacuado todo el aire, entonces en su caída no sólo estaría
eliminada la resistencia del aire, sino que, debido a que cada átomo de su
cuerpo estaría cayendo a exactamente la misma velocidad, todas las tensiones
habituales del cuerpo —sus pies presionando contra sus zapatillas, sus piernas
presionando en sus pantalones, sus brazos colgando de sus hombros—
estarían también eliminadas. [3.14] Al cerrar los ojos durante el descenso,
Barney sentiría exactamente lo que sentiría si estuviera flotando en la
oscuridad del espacio profundo. (Y por si usted es más feliz con ejemplos no
humanos: si deja caer dos piedras unidas por una cuerda en el pozo vaciado,
la cuerda permanecerá flácida, como lo haría si las piedras estuvieran flotando
en el espacio exterior.) Así pues, cambiando su estado de movimiento
—«abandonándose plenamente a la gravedad»— Barney es capaz de simular
un ambiente libre de gravedad. (De hecho, para habituar a los astronautas al
ambiente libre de gravedad del espacio exterior, la NASA les lleva en un
avión 707 modificado, apodado el Cometa Vómito, que periódicamente entra
en un estado de caída libre hacia la Tierra.)
De forma análoga, mediante un cambio adecuado en el movimiento usted
puede crear una fuerza que es esencialmente idéntica a la gravedad. Por
ejemplo, imagine que Barney se une a los astronautas que flotan ingrávidos en
su cápsula espacial, con la balanza de baño aún pegada a sus pies y aún
marcando cero. Si la cápsula encendiera sus cohetes y acelerase, las cosas
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cambiarían significativamente. Barney se sentiría presionado contra el suelo
de la cápsula, igual que usted se siente presionado contra el suelo de un
ascensor que se acelera hacia arriba. Y puesto que los pies de Barney están
ahora presionando contra la balanza, la escala ya no marca cero. Si el capitán
enciende los cohetes en el instante correcto, la escala de la balanza marcará
exactamente lo que Barney veía en el cuarto de baño. Gracias a una
aceleración adecuada, Barney está ahora experimentando una fuerza que es
indistinguible de la gravedad.
Lo mismo es cierto para otros tipos de movimiento acelerado. Si Barney
se uniera a Homer en el cubo en el espacio exterior, y, cuando el cubo gira,
estuviese perpendicular a Homer, pies y balanza contra la pared interior del
cubo, la balanza registraría una lectura distinta de cero puesto que sus pies
presionarían contra ella. Si el cubo gira a la velocidad correcta, la balanza
dará la misma lectura que Barney encontró antes en el cuarto de baño: la
aceleración del cubo giratorio también puede simular la gravedad de la Tierra.
Todo esto llevó a Einstein a concluir que la fuerza que uno siente de la
gravedad y la fuerza que uno siente de la aceleración son la misma. Son
equivalentes. Einstein llamó a esto el principio de equivalencia.
Echemos una mirada a lo que significa. Precisamente ahora usted siente la
influencia de la gravedad. Si está de pie, sus pies sienten el suelo que soporta
su peso. Si está sentado, siente el apoyo en alguna otra parte, y a menos que
esté leyendo en un avión o en un automóvil también es probable que piense
que está en reposo —que no está acelerando o ni siquiera moviéndose—. Pero
según Einstein usted está realmente acelerando. Puesto que usted sigue
estando sentado, esto suena algo estúpido, pero no olvide hacer la pregunta
habitual: ¿acelerando con respecto a qué?, ¿acelerando desde qué punto de
vista?
Con la relatividad especial Einstein afirmó que el espaciotiempo absoluto
proporciona la referencia. Pero la relatividad especial no tiene en cuenta la
gravedad. Luego, mediante el principio de equivalencia, Einstein proporcionó
una referencia más robusta que incluye los efectos de la gravedad. Y esto
entrañaba un radical cambio de perspectiva. Puesto que la gravedad y la
aceleración son equivalentes, si usted siente la influencia de la gravedad
debe estar acelerando. Einstein argumentó que sólo aquellos observadores
que no sienten ninguna fuerza en absoluto —incluyendo la fuerza de la
gravedad— están justificados cuando declaran que no están acelerando.
Dichos observadores libres de fuerzas proporcionan los verdaderos puntos de
referencia para discutir el movimiento, y es este reconocimiento el que
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requiere un cambio importante en nuestra forma de considerar estas cosas.
Cuando Barney salta de su ventana hacia el espacio evacuado, le
describiríamos normalmente diciendo que está acelerando hacia la superficie
de la Tierra. Pero Einstein no estaría de acuerdo con esta descripción. Según
Einstein Barney no está acelerando. Él no siente ninguna fuerza. Él está
ingrávido. Él se siente como si estuviera flotando en la profunda oscuridad del
espacio vacío. Él proporciona el patrón frente al que debe compararse todo
movimiento. Y en esta comparación, cuando usted está leyendo
tranquilamente en casa, está acelerando. Desde la perspectiva de Barney en su
caída libre desde la ventana —la perspectiva, según Einstein, de una
verdadera referencia para el movimiento— usted y la Tierra y todos los
demás objetos que normalmente consideramos en reposo están acelerando
hacia arriba. Einstein diría que era la cabeza de Newton la que se elevó para
tropezar con la manzana, y no al revés.
Evidentemente, ésta es una manera radicalmente diferente de pensar en el
movimiento. Pero está anclada en el simple reconocimiento de que usted
siente solo la influencia de la gravedad cuando se resiste a ella. Por el
contrario, cuando usted se abandona completamente a la gravedad no la
siente. Suponiendo que no esté sometido a ninguna otra influencia (tal como
la resistencia del aire), cuando se abandona a la gravedad y se deja caer
libremente usted siente lo que sentiría si estuviera flotando libremente en el
espacio vacío —una perspectiva que, sin ninguna duda, consideramos que no
está acelerada.
En resumen, sólo cuando esos individuos que están flotando libremente,
independientemente de si están en las profundidades del espacio exterior o en
curso de chocar con la superficie de la Tierra, están justificados para afirmar
que no están experimentando aceleración. Si usted pasa frente a un
observador semejante y hay aceleración relativa entre ustedes dos, entonces,
según Einstein, usted está acelerando.
De hecho, notemos que ni Itchy, ni Scratchy, ni Apu, ni Martin, estaban
verdaderamente justificados para decir que él estaba en reposo durante el
duelo, puesto que todos ellos sentían la atracción hacia abajo de la gravedad.
Esto no afecta a nuestra discusión anterior, porque entonces estábamos
interesados sólo en el movimiento horizontal, movimiento que no estaba
afectado por la gravedad vertical experimentada por todos los participantes.
Pero una cuestión de principio importante es que el vínculo que Einstein
encontró entre gravedad y aceleración significa, una vez más, que sólo
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estamos justificados para considerar en reposo a aquellos observadores que no
sienten ninguna fuerza.
Habiendo establecido el vínculo entre gravedad y aceleración, Einstein
estaba ahora listo para aceptar el desafío de Newton y buscar una explicación
de cómo la gravedad ejerce su influencia.
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FIGURA 3.8. Según la relatividad general, no sólo la barra espaciotemporal será rebanada en
el espacio en instantes de tiempo a diferentes ángulos (por observadores en movimiento
relativo), sino que las propias rebanadas estarán deformadas o curvadas por la presencia de
materia y energía.
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vecindad del Sol— viajará a lo largo de una trayectoria curva, como se ilustra
en la figura 3.11a y la figura 3.11b.
FIGURA 3.9. (a) Espacio plano (versión 2-d). (b) Espacio plano (versión 3-d).
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FIGURA 3.10. (a) El Sol deformando el espacio (versión 2-d). (b) El Sol deformando el
espacio (versión 3-d).
FIGURA 3.11. La Tierra permanece en órbita alrededor del Sol porque sigue curvas en el
tejido del espaciotiempo causadas por la presencial del Sol. (a) Versión 2-d. (b) Versión 3-d.
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Enmarcando geométricamente el problema, Einstein fue capaz de encontrar
ecuaciones que hacen para la gravedad lo que las ecuaciones de Maxwell
hacían para el electromagnetismo. [3.16] Y utilizando estas ecuaciones,
Einstein y muchos otros hicieron predicciones de la trayectoria que seguiría
este o aquel planeta, o incluso la luz emitida por una estrella lejana cuando
atraviesa el espaciotiempo curvo. Estas predicciones no sólo han sido
confirmadas con un gran nivel de exactitud sino que, puesta en competición
frontal con las predicciones de la teoría de Newton, la teoría de Einstein se
ajusta a la realidad con mayor fidelidad.
La misma importancia tiene el hecho de que, puesto que la relatividad
general especifica el mecanismo detallado mediante el que actúa la gravedad,
la teoría proporciona una herramienta matemática para determinar con qué
rapidez transmite su influencia. La velocidad de transmisión se reduce a la
cuestión de con qué rapidez puede cambiar en el tiempo la forma del espacio.
Es decir, con qué rapidez pueden ir de un lugar a otro las deformaciones y
rizos del espacio —rizos como los que causa en la superficie de un estanque
una piedra que cae—. Einstein fue capaz de calcularla y la respuesta a la que
llegó era enormemente satisfactoria. Encontró que deformaciones y rizos —es
decir, la gravedad— no viajan instantáneamente de un lugar a otro, como lo
hacen en los cálculos newtonianos de la gravedad. En su lugar, viajan
exactamente a la velocidad de la luz. Ni un poco más rápidos ni un poco más
lentos, plenamente de acuerdo con la velocidad límite establecida por la
relatividad especial. Si los alienígenas sacaran a la Luna de su órbita, las
mareas retrocederían un segundo y medio después, exactamente en el mismo
momento en que hubiéramos visto que la Luna había desaparecido. Donde
fallaba la teoría de Newton, prevalecía la teoría de Einstein.
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acontecimientos en el universo. El espaciotiempo —la barra, como lo hemos
estado llamando— se toma como dado, de una vez por todas. En la relatividad
general, todo esto cambia. Espacio y tiempo se hacen actores en el cosmos en
evolución. Cobran vida. La materia aquí hace que el espacio se deforme allí,
lo que hace que la materia de ahí se mueva, lo que hace el espacio allí se
deforme aún más, y así sucesivamente. La relatividad general proporciona la
coreografía para una danza cósmica del espacio, el tiempo, la materia y la
energía.
Éste es un desarrollo asombroso. Pero volvamos ahora a nuestro tema
central: ¿qué pasa con el cubo? ¿Proporciona la relatividad general la base
física para las ideas relacionistas de Mach, tal como esperaba Einstein?
Durante años, esta pregunta ha generado mucha controversia.
Inicialmente, Einstein pensó que la relatividad general incorporaba
plenamente la perspectiva de Mach, un punto de vista que consideraba tan
importante que lo bautizó como principio de Mach. De hecho, en 1930
mientras Einstein estaba trabajando arduamente para poner en su lugar las
últimas piezas de la relatividad general, escribió a Mach una carta entusiasta
en la que describía cómo la relatividad general podría confirmar el análisis de
Mach del experimento del cubo de Newton. [3.17] Y en 1918, cuando Einstein
escribió un artículo enumerando las tres ideas esenciales tras la relatividad
general, el tercer punto en su lista era el principio de Mach. Pero la relatividad
general es sutil y tenía aspectos que necesitaron muchos años para que los
físicos, incluyendo al propio Einstein, los apreciaran por completo. Cuando
estos aspectos fueron mejor entendidos, Einstein encontró cada vez más
difícil incorporar plenamente el principio de Mach en la relatividad general.
Poco a poco, se desilusionó con las ideas de Mach, y en los últimos años de
su vida llegó a rechazarlas. [3.18]
Con medio siglo más de investigación e intuición, podemos considerar de
nuevo en qué medida la relatividad general se conforma al razonamiento de
Mach. Aunque sigue habiendo alguna controversia, creo que el enunciado
más preciso es que en algunos aspectos la relatividad general tiene un sabor
característicamente machiano, pero no se adapta a la plena perspectiva
relacionista que defendía Mach.
Esto es lo que quiero decir. Mach argumentaba[3.19] que cuando la
superficie del agua en rotación se hace cóncava, o cuando usted siente que sus
brazos se extienden hacia afuera, o cuando la cuerda atada a las dos piedras se
pone tensa, esto no tiene nada que ver con una hipotética —y, en su visión,
completamente equivocada— noción de espacio absoluto (o espaciotiempo
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absoluto, en nuestro conocimiento más moderno). Más bien, él argumentó que
ello es prueba de movimiento acelerado con respecto a toda la materia que
hay dispersa en el cosmos. Si no hubiera materia, no habría noción de
aceleración y no sucedería ninguno de los efectos físicos enumerados (agua
cóncava, brazos extendidos, cuerda tensa).
¿Qué dice la relatividad general?
Según la relatividad general, las referencias para todo movimiento, y para
el movimiento acelerado en particular, son los observadores en caída libre —
observadores que se han abandonado completamente a la gravedad y sobre los
que no actúa ninguna otra fuerza—. Ahora, un punto clave es que la fuerza
gravitatoria a la que se somete un observador en caída libre surge de toda la
materia (y energía) dispersa a lo largo del cosmos. La Tierra, la Luna, los
planetas lejanos, estrellas, nubes de gas, cuásares y galaxias, todos
contribuyen al campo gravitatorio (en lenguaje geométrico, a la curvatura del
espaciotiempo) precisamente donde usted está sentado ahora. Las cosas que
son más masivas y están menos lejanas ejercen una mayor influencia
gravitatoria, pero el campo gravitatorio que usted siente representa la
influencia combinada de toda la materia que hay ahí fuera. [3.20] El camino
que usted hubiera tomado para abandonarse plenamente a la gravedad y
adoptar un movimiento de caída libre —la referencia en que usted se hubiera
convertido para juzgar si algún otro objeto se está acelerando— estaría
influida por toda la materia en el cosmos, por las estrellas en el cielo y por la
casa de al lado. Así pues, en relatividad general, cuando se dice que un objeto
está acelerando, se quiere decir que el objeto está acelerando con respecto a
una referencia determinada por la materia dispersa por todo el universo. Ésa
es una conclusión que tiene el sentido de lo que Mach defendía. Por ello, en
este sentido, la relatividad general incorpora algo del pensamiento de Mach.
De todas formas, la relatividad general no confirma todo el razonamiento
de Mach, como podemos ver directamente considerando, una vez más, el
cubo en rotación en un universo por lo demás vacío. En un universo
invariable vacío —sin estrellas, sin planetas, sin nada en absoluto— no hay
gravedad. [3.21] Y sin gravedad, el espaciotiempo no está deformado —adopta
la forma simple y no curvada mostrada en la figura 3.9b— y eso significa que
estamos de nuevo en el escenario más simple de la relatividad especial.
(Recordemos que Einstein ignoró la gravedad mientras desarrollaba la
relatividad especial. La relatividad general corregía esta deficiencia
incorporando la gravedad, pero cuando el universo es vacío e invariable no
hay gravedad, y así la relatividad general se reduce a la relatividad especial.)
Página 97
Si ahora introducimos el cubo en este universo vacío, su masa es tan
minúscula que su presencia apenas afecta a la forma del espacio y por ello la
discusión que hicimos antes para el cubo en relatividad especial se aplica
igualmente a la relatividad general. Contrariamente a lo que Mach hubiera
predicho, la relatividad general llega a la misma respuesta que la relatividad
especial, y afirma que incluso en un universo por lo demás vacío usted se
sentiría presionado contra la pared interna del cubo en rotación; en un
universo por lo demás vacío, sus brazos se sentirían impulsados hacia afuera
si usted girara; en un universo por lo demás vacío, la cuerda entre dos piedras
que giran se pondría tensa. La conclusión que extraemos es que, incluso en
relatividad general, el espaciotiempo vacío proporciona una referencia para el
movimiento acelerado.
Por ello, aunque la relatividad general incorpora algunos elementos del
pensamiento de Mach, no suscribe la idea completamente relativa del
movimiento que defendía Mach. [3.22] El principio de Mach es un ejemplo de
una idea provocativa que inspiró un descubrimiento revolucionario, incluso si
finalmente ese descubrimiento no incorporaba plenamente la idea que lo
inspiró.
El cubo giratorio ha hecho un largo viaje. Hemos pasado del espacio absoluto
y el tiempo absoluto de Newton a las concepciones relaciónales de Leibniz y
después de Mach; más tarde a la idea de Einstein en la relatividad especial de
que el espacio y el tiempo son relativos y pese a todo en su unión llenan el
espaciotiempo absoluto; y finalmente a su posterior descubrimiento en la
relatividad general de que el espaciotiempo es un actor dinámico en el cosmos
en desarrollo; y el cubo siempre ha estado allí. Siempre presente en la mente,
ha ofrecido un test sencillo y silencioso de si el material invisible, abstracto e
impalpable del espacio y, con más generalidad, el espaciotiempo es lo
bastante sustancial como para proporcionar la referencia última para el
movimiento. ¿El veredicto? Aunque la cuestión sigue siendo debatida, como
acabamos de ver, la lectura más directa de Einstein y su relatividad general es
que el espaciotiempo puede ofrecer esa referencia: el espaciotiempo es un
algo. [3.23]
Note, sin embargo, que esta conclusión es también motivo de celebración
entre los defensores de una perspectiva relacionista definida de una manera
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más general. En la visión de Newton, y posteriormente la de la relatividad
especial, el espacio y luego el espaciotiempo se invocaban como entidades
que proporcionan la referencia para definir el movimiento acelerado, y puesto
que, según estas perspectivas, el espacio y el espaciotiempo son
absolutamente inmutables, esta noción de aceleración es absoluta. En la
relatividad general, sin embargo, el carácter del espaciotiempo es
completamente diferente. El espacio-tiempo y, en particular, la manera en que
se deforma y curva, es una encarnación del campo gravitatorio. Así pues, en
relatividad general la aceleración con respecto al espaciotiempo es un lejano
eco de la idea absoluta invocada por teorías anteriores. En su lugar, como
Einstein expuso elocuentemente pocos años antes de morir,[3.24] la aceleración
con respecto al espaciotiempo de la relatividad general es relacional. No es
una aceleración con respecto a objetos materiales como piedras o estrellas,
sino que es aceleración con respecto a algo real, tangible y mutable: un
campo, el campo gravitatorio. [*6]
En este sentido, el espaciotiempo —siendo la encarnación de la gravedad
— es tan real en relatividad general que la referencia que ofrece es una que
muchos relacionistas pueden aceptar cómodamente.
El debate sobre las cuestiones discutidas en este capítulo continuará sin
duda mientras sigamos tratando de entender lo que realmente son el espacio,
el tiempo y el espaciotiempo. Con el desarrollo de la mecánica cuántica, el
argumento sólo se complica. Los conceptos de espacio vacío y de nada
asumen un significado totalmente nuevo cuando la indeterminación cuántica
entra en escena. De hecho, desde 1905, cuando Einstein prescindió del éter
luminífero, la idea de que el espacio está lleno con sustancias invisibles ha
hecho una firme reaparición. Como veremos en capítulos posteriores,
desarrollos clave en la física moderna han restituido diversas formas de una
entidad de tipo éter, ninguna de las cuales establece un patrón absoluto para el
movimiento, como hacía el éter luminífero original, pero todas ellas desafían
la concepción ingenua de lo que se entiende por el hecho de que el
espaciotiempo sea vacío. Además, como ahora veremos, el papel más básico
que el espacio desempeña en un universo clásico —como el medio que separa
un objeto de otro, como el material interpuesto que nos permite declarar
decididamente que un objeto es distinto e independiente de otro— es
fuertemente cuestionado por las sorprendentes conexiones cuánticas.
Página 99
4
Entrelazando el espacio
¿Qué significa estar separado en un universo cuántico?
Página 100
par de artículos sobre las propiedades de la radiación, uno de Max Planck y
otro de Einstein. Éstos llevaron, tras tres décadas de intensa investigación, a la
formulación de la mecánica cuántica. Como sucede con la relatividad, cuyos
efectos se hacen importantes en condiciones extremas de velocidad o
gravedad, la nueva física de la mecánica cuántica sólo se muestra
generosamente en otra situación extrema: el reino de lo extraordinariamente
minúsculo. Pero hay una clara diferencia entre los cambios radicales que
introducen la relatividad y la mecánica cuántica. La extrañeza de la
relatividad aparece porque nuestra experiencia personal del espacio y el
tiempo difiere de la experiencia de los demás. Es una extrañeza que nace de la
comparación. Estamos obligados a admitir que nuestra visión de la realidad es
sólo una entre muchas —infinitas, de hecho— que encajan dentro del todo sin
fisuras del espaciotiempo.
La mecánica cuántica es diferente. Su extrañeza se hace evidente sin
comparación. Es más difícil entrenar su mente para tener intuición
mecanocuántica, porque la mecánica cuántica hace añicos nuestra propia
concepción personal e individual de la realidad.
Cada época elabora sus historias o metáforas de cómo fue concebido y está
estructurado el universo. Según un antiguo mito indio de la Creación, el
universo fue creado cuando los dioses desmembraron al gigante primordial
Purusa, cuya cabeza se convirtió en el cielo, cuyos pies se convirtieron en la
Tierra y cuyo aliento se convirtió en el viento. Para Aristóteles el universo era
una colección de cincuenta y cinco esferas cristalinas concéntricas; la más
exterior era el cielo, que rodeaba a las de los planetas, la Tierra y sus
elementos, y finalmente los siete círculos del infierno. [4.1] Con Newton y su
formulación matemática determinista y precisa del movimiento, la
descripción cambió de nuevo. El universo fue asemejado a un enorme y gran
reloj mecánico: después de darle cuerda y ponerlo en su estado inicial, el
universo mecánico sigue en marcha desde un instante al siguiente con
completa regularidad y predecibilidad.
La relatividad especial y general señaló sutilezas importantes de la
metáfora del reloj: no hay un único reloj universal y preferido; no hay
consenso en lo que constituye un instante, lo que constituye un ahora. Incluso
así, usted puede seguir contando una historia mecánica sobre el universo en
Página 101
evolución. El reloj es su reloj. La historia es su historia. Pero el universo se
desarrolla con la misma regularidad y predecibilidad que en el marco
newtoniano. Si por algún medio usted conoce el estado del universo
precisamente ahora —si usted sabe dónde está cada partícula y con qué
rapidez y en qué dirección se está moviendo— entonces, coinciden Newton y
Einstein, usted puede, en principio, utilizar las leyes de la física para predecir
todo sobre el universo en un futuro arbitrariamente lejano o calcular cómo era
en el pasado arbitrariamente lejano. [4.2]
La mecánica cuántica rompe con esta tradición. Ni siquiera podemos
saber la posición exacta y la velocidad exacta de una única partícula. No
podemos predecir con total certeza ni siquiera el resultado del experimento
más simple, y mucho menos la evolución del cosmos entero. La mecánica
cuántica muestra que lo mejor que podemos hacer es predecir la probabilidad
de que un experimento salga de esta manera o de aquélla. Y puesto que la
mecánica cuántica ha sido verificada a lo largo de décadas de experimentos
fantásticamente precisos, el reloj cósmico newtoniano, incluso con su
actualización einsteiniana, es una metáfora insostenible; decididamente no es
cómo funciona el mundo.
Pero la ruptura con el pasado es aún más completa. Incluso si las teorías
de Newton y Einstein difieren claramente en lo que respecta a la naturaleza
del espacio y el tiempo, coinciden en ciertos hechos básicos, ciertas verdades
que parecen ser evidentes. Si hay espacio entre dos objetos —si hay dos
pájaros en el cielo y uno sale volando hacia la derecha y el otro sale volando
hacia la izquierda— podemos considerar, y lo hacemos, que los objetos son
independientes. Los consideramos como entidades separadas y distintas. El
espacio, cualquier cosa que sea fundamentalmente, proporciona el medio que
separa y distingue un objeto de otro. Eso es lo que hace el espacio. Cosas que
ocupan lugares diferentes en el espacio son cosas diferentes. Además, para
que un objeto influya en otro, debe franquear de alguna manera el espacio que
los separa. Un pájaro puede volar hacia el otro, atravesando el espacio entre
ambos, y entonces picotear o empujar a su compañero. Una persona puede
influir en otra disparando un tirachinas, haciendo que una piedra atraviese el
espacio entre ellas; o puede influir gritando, causando un efecto dominó de
moléculas de aire que chocan unas con otras, poniendo en movimiento a las
vecinas hasta producir un bang en el tímpano del receptor. Siendo aún más
sofisticados, uno puede ejercer influencia sobre otro encendiendo un láser,
que genera una onda electromagnética —un rayo de luz— que atraviesa el
espacio interpuesto; o, siendo más ambicioso (como los extraterrestres del
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último capítulo) uno puede agitar o desplazar un cuerpo masivo (como la
Luna) enviando una perturbación gravitatoria desde un lugar a otro. Por
supuesto, si estamos aquí podemos influir en alguien allí, pero, no importa
cómo lo hagamos, el procedimiento siempre implica a alguien o algo que
viaja de aquí a allí, y sólo cuando alguien o algo llega allí puede ejercerse la
influencia.
Los físicos llaman a esta característica del universo localidad, lo que
resalta el hecho de que usted puede influir directamente sólo en las cosas que
están próximas, que son locales. El vudú contraviene la localidad, puesto que
implica hacer algo aquí e influir en algo allí sin necesidad de que nada viaje
de aquí a allí, pero la experiencia común nos lleva a pensar que experimentos
repetibles y verifícales confirmarían la localidad. [4.3] Y la mayoría lo hacen.
Pero una clase de experimentos realizados durante las dos últimas décadas
han mostrado que algo que hacemos aquí (tal como medir ciertas propiedades
de una partícula) puede estar sutilmente entretejido con algo que sucede allí
(tal como el resultado de medir ciertas propiedades de otra partícula distante)
sin que se envíe nada de aquí a allí. Aunque intuitivamente desconcertante,
este fenómeno se ajusta por completo a las leyes de la mecánica cuántica, y
fue predicho utilizando la mecánica cuántica mucho antes de que existiera la
tecnología para hacer el experimento y observar, lo que resulta extraordinario,
que la predicción es correcta. Esto suena como el vudú; Einstein, que estaba
entre los primeros físicos en reconocer —y criticar seriamente— esta posible
característica de la mecánica cuántica, la llamó «fantasmal». Pero como
veremos, los vínculos a larga distancia que estos experimentos confirman son
extraordinariamente delicados y, en un sentido preciso, están
fundamentalmente más allá de nuestra capacidad de control
De todas formas, estos resultados, que proceden de consideraciones tanto
teóricas como experimentales, apoyan con fuerza la conclusión de que el
universo admite interconexiones que son no locales. [4.4] Algo que sucede
aquí puede estar entrelazado con algo que sucede allí incluso si nada viaja de
aquí a allí —e incluso si no hay tiempo suficiente para que algo, ni siquiera la
luz, viaje entre los sucesos—. Esto significa que el espacio no puede
considerarse como lo fue una vez: el espacio interpuesto, por mucho que
haya, no asegura que dos objetos estén separados, puesto que la mecánica
cuántica permite un entrelazamiento, un tipo de conexión, que existe entre
ellos. Una partícula, como una de las innumerables partículas que le
constituyen a usted o a mí, puede pasar pero no puede ocultarse. Según la
teoría cuántica y los muchos experimentos que apoyan sus predicciones, la
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conexión cuántica entre dos partículas puede persistir incluso si están en lados
opuestos del universo. Desde el punto de vista de su entrelazamiento,
independientemente de los muchos billones de kilómetros de espacio entre
ellas, es como si estuviesen una encima de otra.
Numerosos asaltos a nuestra idea de la realidad están emergiendo de la
física moderna; encontraremos muchos en los capítulos siguientes. Pero de
entre los que han sido verificados experimentalmente, no encuentro ninguno
más extraordinario que la reciente comprensión de que nuestro universo es no
local.
El rojo y el azul
Para hacemos una idea del tipo de no localidad que emerge de la mecánica
cuántica imaginemos que la agente Scully, que hacía tiempo que se merecía
unas vacaciones, se ha retirado a la hacienda de su familia en Provence. Antes
de que tenga tiempo de deshacer sus maletas suena el teléfono. Es el agente
Mulder que llama desde América.
«¿Recibiste la caja, la envuelta en papel rojo y azul?»
Scully, que al entrar ha puesto todo su correo en un montón, mira y ve el
paquete. «Mulder, por favor, no hice todo el camino hasta Aix-en-Provence
para trabajar con otro montón de ficheros.»
«No, no, el paquete no es mío. Yo también recibí uno, y dentro hay esas
pequeñas cajas herméticas de titanio, numeradas de 1 a 1.000, y una carta que
dice que tú también recibirías un paquete idéntico.»
«Sí, ¿y qué?», responde Scully lentamente, empezando a temer que las
cajas de titanio puedan poner fin a sus vacaciones.
«Bien», continúa Mulder, «la carta dice que cada caja de titanio contiene
una esfera alienígena que emitirá un destello rojo o azul en el momento en
que se abra la pequeña puerta lateral que tiene.»
«Mulder, ¿se supone que tengo que estar impresionada?»
«Todavía no, pero escucha. La carta dice que antes de que se abra
cualquier caja dada, la esfera tiene la capacidad de emitir un destello o rojo o
azul, y decide aleatoriamente entre un color u otro en el momento en que se
abre la puerta. Pero aquí viene la parte extraña. La carta dice que aunque tus
cajas funcionan exactamente igual que las mías —incluso si las esferas dentro
de cada una de nuestras cajas eligen aleatoriamente entre emitir un destello
rojo o uno azul— nuestras cajas de algún modo funcionan conjuntamente. La
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carta afirma que existe una conexión misteriosa, de modo que si yo veo un
destello azul cuando abra mi caja 1, tú también verás un destello azul cuando
abras tu caja 1; si yo veo un destello rojo cuando abra mi caja 2, tú también
verás un destello rojo al abrir tu caja 2, y así sucesivamente.»
«Mulder, estoy realmente agotada. Deja estar los trucos de salón y espera
hasta que esté de vuelta.»
«Por favor, Scully. Ya sé que estás de vacaciones, pero no podemos
dejarlo. Sólo necesitamos unos minutos para ver si es cierto.»
A regañadientes, Scully se da cuenta de que es inútil resistirse, de modo
que va y abre sus pequeñas cajas. Y al comparar los colores de los destellos
de cada caja, Scully y Mulder encuentran realmente el acuerdo que predecía
la carta. A veces la esfera de una caja emite un destello rojo, y a veces azul,
pero al abrir cajas con el mismo número, Scully y Mulder ven siempre un
destello del mismo color. Él está cada vez más excitado y agitado por las
esferas alienígenas pero ella sigue totalmente impertérrita.
«Mulder», dice seriamente Scully por el teléfono, «realmente necesitas
unas vacaciones. Esto es una tontería. Obviamente, la esfera que hay dentro
de cada una de nuestras cajas ha sido programada para emitir un destello rojo
o ha sido programada para emitir un destello azul cuando se abre la puerta de
su caja. Y quienquiera que nos envió esta cosa absurda programó nuestras
cajas de forma idéntica de modo que tú y yo vemos un destello del mismo
color en cajas con el mismo número.»
«Pero, Scully, la carta dice que cada esfera alienígena escoge
aleatoriamente entre emitir un destello azul y un destello rojo cuando se abre
la puerta, no que la esfera haya sido preprogramada para escoger un color o el
otro.»
«¡Mulder!», grita Scully. «Mi explicación tiene perfecto sentido y encaja
todos los datos. ¿Qué más quieres? Y mira aquí, al final de la carta. Aquí está
lo más gracioso de todo. La pequeña imprenta “alienígena” nos informa de
que no sólo la apertura de la puerta de una caja hará que la esfera en su
interior emita un destello, sino que cualquier otra manipulación con la caja
para descubrir cómo funciona —por ejemplo, si tratamos de examinar la
composición química o el color de la esfera antes de que la caja se abra—
también hará que emita un destello. En otras palabras, no podemos analizar la
supuesta selección aleatoria de rojo o azul porque cualquier intento
contaminará el propio experimento que estamos tratando de realizar. Es como
si yo te dijera que realmente soy rubia, pero me convierto en pelirroja cuando
tú o cualquier otro mira mi pelo o lo analiza de cualquier manera. ¿Cómo
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podrías demostrar alguna vez que estoy equivocada? Tus hombrecillos verdes
son muy astutos —ellos han hecho las cosas de modo que no puedan ser
desenmascarados—. Ahora, ve y juega con tus pequeñas cajas mientras yo
disfruto de un poco de paz y tranquilidad.»
Parecería que Scully se ha puesto del lado de la ciencia. Pese a todo, aquí
está el problema. Los mecánicos cuánticos —los científicos, no los
alienígenas— han estado haciendo durante casi ochenta años afirmaciones
sobre el funcionamiento del universo que se parecen mucho a las descritas en
la carta. Y el caso es que ahora hay fuerte evidencia científica en apoyo de un
punto de vista parecido al de Mulder y al de Scully. Por ejemplo, según la
mecánica cuántica una partícula puede estar en una especie de limbo a medias
entre tener una u otra propiedad particular —como una esfera «alienígena»
indecisa entre emitir destellos rojos y emitir destellos azules antes de que se
abra la puerta de su caja— y sólo cuando la partícula es examinada (medida)
se compromete aleatoriamente con una propiedad definida u otra. Por si esto
no fuera suficientemente extraño, la mecánica cuántica predice también que
puede haber conexiones entre partículas, similares a las que se dice que
existen entre las esferas alienígenas. Dos partículas pueden estar tan
entrelazadas por los efectos cuánticos que su selección aleatoria de una
propiedad u otra está correlacionada: de la misma forma que cada una de las
esferas alienígenas escoge aleatoriamente entre rojo y azul y, pese a todo, los
colores escogidos por las esferas en las cajas con el mismo número están
correlacionados (ambas emiten destellos rojos o ambas emiten destellos
azules), también las propiedades escogidas aleatoriamente por las dos
partículas, incluso si están muy separadas en el espacio, pueden estar en
perfecta correspondencia. Hablando en términos generales, incluso si las dos
partículas están ampliamente separadas la mecánica cuántica muestra que
haga lo que haga una partícula, también la hará la otra.
Como un ejemplo concreto, si usted lleva un par de gafas de sol, la
mecánica cuántica muestra que existe una probabilidad 50-50 de que un fotón
particular —como uno que es reflejado hacia usted desde la superficie de un
lago o desde una carretera asfaltada— atravesará sus lentes polarizadas para
reducir el brillo: cuando el fotón incide en las gafas, «escoge» aleatoriamente
entre reflejarse y atravesarlas. Lo sorprendente es que dicho fotón puede tener
un fotón compañero que ha ido a kilómetros de distancia en dirección opuesta
y, pese a todo, cuando se enfrenta a la misma probabilidad 50-50 de atravesar
otra lente de gafas polarizada hará lo que hace el fotón inicial. Incluso si cada
resultado se decide aleatoriamente e incluso si los fotones están muy
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separados en el espacio, si un fotón pasa, también lo hará el otro. Éste es el
tipo de no localidad predicha por la mecánica cuántica.
Einstein, que nunca fue un gran fan de la mecánica cuántica, era reacio a
aceptar que el universo actuara según reglas tan extrañas. Defendió
explicaciones más convencionales que prescindían de la idea de que las
partículas seleccionan aleatoriamente atributos y resultados cuando son
medidas. En su lugar, Einstein argumentó que si se observa que dos partículas
ampliamente separadas comparten ciertos atributos, esto no es evidencia de
ninguna misteriosa conexión cuántica que correlaciona instantáneamente sus
propiedades. De la misma forma que Scully argumentaba que las esferas no
escogen aleatoriamente entre rojo y azul, sino que están programadas para
emitir destellos de un color concreto cuando son observadas, Einstein
afirmaba que las partículas no escogen aleatoriamente entre tener una
propiedad u otra, sino que están similarmente «programadas» para tener una
propiedad definida y particular cuando son medidas adecuadamente. La
correlación entre el comportamiento de fotones ampliamente separados es una
prueba, afirmaba Einstein, de que los fotones estaban dotados de propiedades
idénticas cuando fueron emitidos, y no de que estén sometidos a algún
extraño entrelazamiento cuántico a larga distancia.
Durante cerca de cinco décadas, la cuestión de quién tenía razón —
Einstein o los defensores de la mecánica cuántica— quedó sin respuesta
porque, como veremos, el debate se hizo muy parecido al que mantenían
Scully y Mulder: cualquier intento de refutar las extrañas conexiones
mecanocuánticas propuestas y dejar intacta la idea más convencional de
Einstein tropezaba con la afirmación de que los propios experimentos
contaminarían necesariamente las propiedades mismas que trataban de
estudiar. Todo esto cambió en la década de 1960. Con una intuición
sorprendente, el físico irlandés John Bell demostró que la cuestión podía
dirimirse experimentalmente, y en la década de 1980 lo fue. La lectura más
directa de los datos es que Einstein estaba equivocado y existen conexiones
extrañas y «fantasmales» entre cosas aquí y cosas allí. [4.5]
El razonamiento que hay tras esta conclusión es tan sutil que los físicos
necesitaron más de tres décadas para apreciarlo plenamente. Pero después de
cubrir los aspectos esenciales de la mecánica cuántica veremos que el núcleo
del argumento se reduce a algo que no es más complicado que un
rompecabezas Click y Clack.
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Lanzando una onda
FIGURA 4.1. Un haz láser que atraviesa dos rendijas grabadas en un trozo de película negra da
una figura de interferencia en una pantalla detectora, lo que demuestra que la luz es una onda.
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un vientre de la otra, la depresión en el agua es aún más profunda, al ser la
suma de dos depresiones. Y ahora viene la combinación más importante:
cuando una cresta de una onda se cruza con un vientre de la otra, se cancelan
mutuamente, pues la cresta trata de hacer que el agua suba mientras que el
vientre trata de arrastrarla hacia abajo. Si la altura de la cresta de una onda
iguala a la profundidad del vientre de la otra, habrá cancelación perfecta
cuando se crucen, de modo que el agua en esa posición no se moverá en
absoluto.
El mismo principio explica la figura que forma la luz cuando atraviesa las
dos rendijas en la figura 4.1. La luz es una onda electromagnética; cuando
atraviesa las dos rendijas, se divide en dos ondas que se dirigen hacia la
pantalla. Como las dos ondas de agua que acabamos de comentar, las dos
ondas de luz interfieren mutuamente. Cuando inciden en diferentes puntos de
la pantalla, hay veces en que ambas ondas están en su cresta, haciendo que la
pantalla brille; otras veces ambas ondas están en sus vientres, haciéndola
brillar también; pero a veces una onda está en su cresta y la otra está en su
vientre y se cancelan, haciendo que quede oscuro el punto de la pantalla.
Ilustramos esto en la figura 4.2b.
FIGURA 4.2. (a) El solapamiento de ondas de agua produce una figura de interferencia. (b) El
solapamiento de ondas luminosas produce una figura de interferencia.
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una señal reveladora de que la luz es una onda, una cuestión que había sido
ardientemente debatida desde que Newton afirmó que la luz no es una onda,
sino que está constituida de un chorro de partículas (más sobre esto dentro de
un momento). Además, este análisis se aplica igualmente a cualquier tipo de
onda (onda luminosa, onda de agua, onda sonora, ponga usted las que quiera)
y así, las figuras de interferencia proporcionan la señal de humo metafísica:
usted sabe que está tratando con una onda si, cuando se le obliga a atravesar
dos rendijas del tamaño correcto (determinado por la distancia entre las
crestas y los vientres de la onda) la figura de intensidad resultante se parece a
la de la figura 4.1 (con regiones brillantes que representan intensidad alta y
regiones oscuras que son de baja intensidad).
FIGURA 4.3. (a) La física clásica predice que los electrones lanzados contra una barrera con
dos rendijas producirán dos franjas brillantes en un detector, (b) La física cuántica predice, y
los experimentos confirman, que los electrones lanzados contra una barrera con dos rendijas
producirán una figura de interferencia, lo que muestra que incorporan características tipo
onda.
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Davisson y Germer habían encontrado la señal. Habían demostrado que el haz
de electrones debe ser, inesperadamente, un cierto tipo de onda.
Quizá usted no considere esto particularmente sorprendente. El agua está
hecha de moléculas de H2O, y una onda de agua aparece cuando muchas
moléculas se mueven en una pauta coordinada. Un grupo de moléculas de
H2O sube en un lugar, mientras que otro desciende en un lugar vecino. Quizá
los datos ilustrados en la figura 4.3 muestran que los electrones, como las
moléculas de H2O, se mueven a veces al unísono, creando una pauta
ondulatoria en su movimiento macroscópico y global. Aunque a primera vista
esto podría parecer una sugerencia razonable, la historia real es mucho más
inesperada.
Inicialmente imaginábamos que un diluvio de electrones era disparado
continuamente desde el cañón de electrones en la figura 4.3. Pero podemos
ajustar el cañón de modo que dispare cada vez menos electrones por segundo.
De hecho, podemos ajustarlo hasta que dispare, digamos, sólo un electrón
cada diez segundos. Con suficiente paciencia podemos realizar este
experimento durante un largo período de tiempo y registrar la posición de los
impactos de cada electrón individual que atraviesa las rendijas. Las figuras
4.4a-4.4c muestran los datos acumulados al cabo de una hora, de medio día y
de un día entero. En la década de 1920, imágenes como ésta sacudieron los
fundamentos de la física. Vemos que incluso electrones individuales, que se
mueven hacia la pantalla de uno en uno, individualmente, forman la figura de
interferencia característica de las ondas.
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FIGURA 4.4. Electrones lanzados uno a uno hacia las rendijas forman una figura de
interferencia punto a punto. En (a)-(c) ilustramos la figura a medida que se va formando a lo
largo del tiempo.
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dispersándose. Y si la onda electrónica puntiaguda se dispersara esperaríamos
encontrar parte de la carga electrónica de un único electrón aquí o parte de su
masa allí. Pero nunca lo hacemos. Cuando localizamos un electrón, siempre
encontramos toda su masa y toda su carga concentrada en una región
minúscula puntual. En 1927, Max Bom propuso una sugerencia diferente, que
resultó ser el paso decisivo que obligó a los físicos a entrar en un reino
radicalmente nuevo. La onda, afirmaba, no es un electrón disperso, ni es nada
encontrado antes en la ciencia. La onda, proponía Bom, es una onda de
probabilidad.
Para entender lo que esto significa, imagine una fotografía de una onda de
agua que muestra regiones de alta intensidad (cerca de las crestas y los
vientres) y regiones de baja intensidad (cerca de las regiones más planas de
transición entre crestas y vientres). Cuanto mayor es la intensidad, mayor es
la capacidad que tiene la onda de agua para ejercer fuerza sobre barcos
próximos o sobre estructuras costeras. Las ondas de probabilidad imaginadas
por Bom también tienen regiones de alta y baja intensidad, pero el significado
que él atribuía a estas formas de onda era inesperado: el tamaño de una onda
en un punto dado en el espacio es proporcional a la probabilidad de que el
electrón esté localizado en dicho punto en el espacio. Lugares donde la onda
de probabilidad es grande son lugares donde es más probable encontrar al
electrón. Lugares donde la onda de probabilidad es pequeña son lugares
donde es poco probable encontrar al electrón. Y lugares donde la onda de
probabilidad es cero son lugares donde no se encontrará al electrón.
La figura 4.5 da una «instantánea» de una onda de probabilidad con las
etiquetas que resaltan la interpretación probabilista de Bom. No obstante, a
diferencia de una fotografía de ondas de agua, esta imagen no podría haberse
tomado con una cámara. Nadie ha visto nunca directamente una onda de
probabilidad, y el razonamiento mecano-cuántico convencional dice que
nadie la verá. En su lugar, utilizamos ecuaciones matemáticas (desarrolladas
por Schródinger, Niels Bohr, Wemer Heisenberg, Paul Dirac y otros) para
calcular cómo debería ser la onda de probabilidad en una situación dada.
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FIGURA 4.5. La onda de probabilidad de una partícula, tal como un electrón, nos dice la
probabilidad de encontrar la partícula en un lugar u otro.
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fuera de la figura 4.5 (la parte que se extiende por el resto del universo) se
parece mucho a la parte próxima a los límites de la figura: completamente
plana y cerca de un valor cero. De todas formas, puesto que la onda de
probabilidad en algún lugar de la galaxia Andrómeda tiene un valor no nulo,
por pequeño que sea, hay una probabilidad minúscula pero genuina —no nula
— de que el electrón pudiera ser encontrado allí.
Así pues, el éxito de la mecánica cuántica nos obliga a aceptar que el
electrón, un constituyente de la materia que normalmente imaginamos que
ocupa una minúscula región puntual del espacio, también tiene una
descripción que incluye una onda que, por el contrario, está extendida por
todo el universo. Además, según la mecánica cuántica esta fusión partícula-
onda vale para todos los constituyentes de la Naturaleza, no sólo para los
electrones: los protones son a la vez de tipo partícula y tipo onda, los
neutrones son a la vez de tipo partícula y tipo onda. Y experimentos a
principios del siglo xx establecieron que la luz —que demostrablemente se
comporta como una onda, como se ve en la figura 4.1— puede describirse
también en términos de ingredientes de tipo partícula, los pequeños «paquetes
de luz» llamados fotones que se han mencionado antes. [4.7] Por ejemplo, las
familiares ondas electromagnéticas emitidas por una bombilla de 100 vatios
pueden describirse igualmente bien en términos de la emisión por la bombilla
de aproximadamente un centenar de trillones de fotones cada segundo. En el
mundo cuántico hemos aprendido que todo tiene a la vez atributos tipo
partícula y tipo onda.
Durante las últimas ocho décadas, la ubicuidad y utilidad de las ondas de
probabilidad mecanocuánticas para predecir y explicar resultados
experimentales han quedado establecidas más allá de cualquier duda. Pese a
todo, todavía no hay un consenso universal sobre la forma de concebir qué
son realmente las ondas de probabilidad mecanocuánticas. Aún se debate si
deberíamos decir que la onda de probabilidad de un electrón es el electrón, o
que está asociada con el electrón, o que es un artificio matemático para
describir el movimiento del electrón, o que es la encarnación de lo que
podemos saber sobre el electrón. Lo que es evidente, no obstante, es que a
través de dichas ondas la mecánica cuántica inyecta probabilidad en las leyes
de la física de una manera que nadie había previsto. Los meteorólogos utilizan
la probabilidad para predecir la posibilidad de lluvia. Los casinos utilizan la
probabilidad para predecir la posibilidad de que usted saque dos ases. Pero la
probabilidad desempeña un papel en estos ejemplos porque no tenemos toda
la información necesaria para hacer predicciones definitivas. Según Newton,
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si conociéramos con todo detalle el estado del entorno (las posiciones y
velocidades de cada uno de sus ingredientes), podríamos predecir (dada la
suficiente destreza de cálculo) con certeza si lloverá mañana a las 16.07; si
conociéramos todos los detalles físicos de relevancia en un juego de dados (la
forma y composición precisas de los dados, su velocidad y orientación cuando
salen de la mano, la composición de la mesa y su superficie, y todo lo demás)
podríamos predecir con certeza cómo acabaría el dado. Puesto que, en la
práctica, no podemos reunir toda esta información (e, incluso si pudiéramos,
aún no disponemos de ordenadores suficientemente potentes para realizar los
cálculos necesarios para hacer tales predicciones), nos fijamos una meta más
modesta y predecimos sólo la probabilidad de un resultado dado para el
tiempo atmosférico o en el casino, haciendo conjeturas razonables sobre los
datos que no tenemos.
La probabilidad introducida por la mecánica cuántica es de un carácter
diferente y más fundamental. Independientemente de mejoras en la
recolección de datos o en la potencia de los ordenadores, lo más que podemos
hacer, según la mecánica cuántica, es predecir la probabilidad de que un
electrón, o un protón, o un neutrón, o cualquier otro de los constituyentes de
la Naturaleza sea encontrado aquí o allí. La probabilidad reina suprema en el
microcosmos.
Como ejemplo, la explicación que da la mecánica cuántica en el caso de
los electrones que, individualmente, de uno en uno, forman con el tiempo la
figura de bandas brillantes y oscuras en la figura 4.4, es ahora clara. Cada
electrón individual está descrito por su onda de probabilidad. Cuando se
dispara un electrón, su onda de probabilidad fluye a través de ambas rendijas.
E igual que las ondas de luz y las ondas de agua, las ondas de probabilidad
que emanan de las dos rendijas interfieren mutuamente. En algunos puntos de
la pantalla detectora las dos ondas de probabilidad se refuerzan y la intensidad
resultante es grande. En otros puntos las ondas se cancelan parcialmente y la
intensidad es pequeña. Y en otros puntos, las crestas y vientres de las ondas
de probabilidad se cancelan por completo y la intensidad de la onda resultante
es exactamente cero. Es decir, hay puntos en la pantalla donde es muy
probable que llegue un electrón, puntos donde es mucho menos probable que
llegue y lugares donde no hay ninguna posibilidad de que llegue un electrón.
Con el tiempo, las posiciones de llegada de los electrones se distribuyen
según este perfil de probabilidad, y con ello obtenemos algunas regiones
brillantes, algunas más oscuras y algunas regiones completamente negras en
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la pantalla. El análisis detallado muestra que estas regiones brillantes y
oscuras se verán exactamente como en la figura 4.4.
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casarse con su estrella de cine favorita, sino ganar también todas las loterías
todas las semanas durante un período de tiempo que haría que la edad actual
del universo parezca un simple parpadeo cósmico.
Esto da un sentido a por qué no encontramos directamente los aspectos
probabilistas de la mecánica cuántica en la vida cotidiana. De todas formas,
puesto que los experimentos confirman que la mecánica cuántica describe la
física fundamental, ella presenta un asalto frontal a nuestras creencias básicas
acerca de lo que constituye la realidad. Einstein, en particular, estaba
profundamente molesto por el carácter probabilista de la teoría cuántica. La
física, decía una y otra vez, se dedica a determinar con certeza qué ha
sucedido, qué está sucediendo y qué sucederá en el mundo a nuestro
alrededor. Los físicos no son contables, y la física no es el negocio de calcular
probabilidades. Pero Einstein no podía negar que la mecánica cuántica era
enormemente acertada para explicar y predecir, aunque en un marco
estadístico, las observaciones experimentales del micromundo. Y por eso,
más que intentar demostrar que la mecánica cuántica estaba equivocada, una
tarea que aún parece el sueño de un loco a la luz de sus éxitos sin paralelo,
Einstein dedicó mucho esfuerzo a tratar de mostrar que la mecánica cuántica
no era la última palabra sobre cómo funciona el universo. Incluso si no podía
saber cuál era, Einstein trataba de convencer a todos de que había una
descripción más profunda y menos extraña del universo aún por encontrar.
A lo largo de muchos años, Einstein acumuló una serie de desafíos cada
vez más sofisticados con el objetivo de mostrar lagunas de la estructura de la
mecánica cuántica. Uno de estos desafíos, planteado en 1927 en la Quinta
Conferencia de Física del Instituto Solvay,[4.8] concierne al hecho de que
incluso si la onda de probabilidad de un electrón podría parecerse a la de la
figura 4.5, cuando quiera que medimos el paradero del electrón siempre lo
encontramos en una posición definida u otra. Así, preguntaba Einstein, ¿no
significa eso que la onda de probabilidad es meramente un sucedáneo
temporal para una descripción más precisa —aún por descubrir— que prediría
con certeza la posición del electrón? Después de todo, si se encuentra el
electrón en X, ¿no significa eso, en realidad, que estaba en o muy cerca de X
un instante antes de que se hiciera la medida? Y si es así, seguía Einstein, el
hecho de que la mecánica cuántica dependa de la onda de probabilidad —una
onda que, en este ejemplo, dice que el electrón tenía una probabilidad de
haber estado lejos de X— ¿no es reflejo de la inadecuación de la teoría para
describir la verdadera realidad subyacente?
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El punto de vista de Einstein es simple y atractivo. ¿Qué podría ser más
natural que esperar que una partícula esté localizada en o, al menos, muy
cerca de donde es encontrada un instante después? Si éste es el caso, una
comprensión más profunda de la física debería proporcionar esa información
y prescindir de la herramienta más grosera de las probabilidades. Pero el
físico danés Niels Bohr y su séquito de defensores de la mecánica cuántica
discrepaban. Tal razonamiento, argumentaban, está enraizado en el
pensamiento convencional según el cual cada electrón sigue un camino único
y definido cuando va de un lado a otro. Y este pensamiento es fuertemente
cuestionado por la figura 4.4, puesto que si cada electrón siguiera un camino
definido —como la imagen clásica de una bala disparada desde una pistola—
sería extraordinariamente difícil explicar la figura de interferencia observada:
¿qué estaría interfiriendo con qué? Las balas ordinarias disparadas de una en
una desde una única pistola no pueden interferir, de modo que si los
electrones viajaran como balas, ¿cómo explicaríamos la figura de la figura
4.4?
Pero según Bohr y la interpretación de Copenhague de la mecánica
cuántica que él defendió enérgicamente, antes de que uno mida la posición del
electrón ni siquiera tiene sentido preguntar dónde está. No tiene una posición
definida. La onda de probabilidad codifica la probabilidad de que el electrón,
cuando se examina adecuadamente, sea encontrado aquí o allí, y eso es todo
lo que puede decirse sobre su posición. Punto. El electrón tiene una posición
definida, en el sentido intuitivo habitual, sólo en el momento en que lo
«miramos» —en el momento en que medimos su posición— e identificamos
su localización con certeza. Pero antes (y después) de que lo hagamos, todo lo
que tiene son posiciones potenciales descritas por una onda de probabilidad
que, como cualquier onda, está sujeta a efectos de interferencia. No es que el
electrón tenga una posición y que nosotros no la conozcamos antes de hacer
nuestra medida. Más bien, contrariamente a lo que usted hubiera esperado, el
electrón sencillamente no tiene una posición definida antes de que se haga la
medida.
Ésta es una realidad radicalmente extraña. En este punto de vista, cuando
medimos la posición del electrón no estamos midiendo una característica
objetiva y preexistente de la realidad. Más bien, el acto de medida está
profundamente implicado en crear la propia realidad que está midiendo.
Llevando esto desde los electrones a la vida cotidiana, Einstein bromeaba:
«¿Realmente cree usted que la Luna no está allí cuando nadie la mira?». Los
defensores de la mecánica cuántica respondían con una versión de la vieja
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historia de un árbol que cae en un bosque: si nadie está mirando la Luna —si
nadie «está midiendo su localización por el hecho de verla»— no hay ninguna
forma de que sepamos si está allí, de modo que no tiene sentido plantear la
pregunta. Einstein encontraba esto profundamente insatisfactorio. Estaba
totalmente reñido con su concepción de la realidad; él creía firmemente que la
Luna está allí, ya esté alguien mirándola o no. Pero los incondicionales
cuánticos no estaban convencidos.
El segundo desafío de Einstein, planteado en la Conferencia Sol-vay de
1930, seguía de cerca al primero. Él describió un aparato hipotético que
(mediante una inteligente combinación de una báscula, un reloj y un
obturador) parecía establecer que una partícula tal como un electrón debía
tener propiedades definidas —antes de ser medida
o examinada— que según la mecánica cuántica no podía tener. Los
detalles no son esenciales pero la resolución es particularmente irónica.
Cuando Bohr supo del desafío de Einstein, casi se cayó de espaldas —al
principio, no podía ver ningún fallo en el argumento de Einstein—. Pero en
unos días se recuperó y refutó por completo la afirmación de Einstein. Y lo
sorprendente es que la clave de la respuesta de Bohr estaba en la relatividad
general. Bohr se dio cuenta de que Einstein no había considerado su propio
descubrimiento de que la gravedad deforma el tiempo —que un reloj marcha
a un ritmo que depende del campo gravitatorio que experimenta—. Cuando se
incluyó esta complicación en el argumento, Einstein se vio obligado a admitir
que sus conclusiones encajaban perfectamente con la teoría cuántica
ortodoxa.
Incuso si sus objeciones fueron desbaratadas, Einstein siguió sintiéndose
profundamente incómodo con la mecánica cuántica. En los años siguientes
mantuvo en guardia a Bohr y sus colegas, planteando un nuevo desafío tras
otro. Su ataque más potente y de mayor alcance se centró en algo conocido
como el principio de incertidumbre, una consecuencia directa de la mecánica
cuántica enunciada en 1927 por Wemer Heisenberg.
Heisenberg y la incertidumbre
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usted pide el primer plato en la columna A no se le permite pedir el primer
plato en la columna B; si usted pide el segundo plato en la columna A, no se
le permite pedir el segundo plato en la columna B, y así sucesivamente. De
esta manera, el restaurante ha establecido un dualismo dietario, una
complementariedad culinaria (una, en particular, que está diseñada para
impedir escoger los platos más caros). En el menú de precio fijo usted puede
tener pato pequinés o langosta cantonesa, pero no ambos.
El principio de incertidumbre de Heisenberg es similar. Dice, hablando en
términos generales que las características físicas del dominio microscópico
(posiciones de partículas, velocidades, energías, momentos angulares y
demás) pueden dividirse en dos listas, A y B. Y como Heisenberg descubrió,
el conocimiento de la primera característica de la lista A compromete
fundamentalmente su capacidad para tener conocimiento de la primera
característica de la lista B; el conocimiento de la segunda característica de la
lista A compromete fundamentalmente su capacidad para tener conocimiento
de la segunda característica de la lista B; y así sucesivamente. Además, como
si estuviese permitido que un plato contenga algo de pato pequinés y algo de
langosta cantonesa, pero sólo en proporciones que sumen el mismo precio
total, cuanto más preciso es su conocimiento de una característica de una lista,
menos preciso puede ser su conocimiento de la correspondiente característica
de la segunda lista. La incapacidad fundamental para determinar
simultáneamente todas las características de ambas listas —determinar con
certeza todas estas características del dominio microscópico— es la
incertidumbre revelada por el principio de Heisenberg.
Como ejemplo, cuanto más precisamente conoce usted dónde está una
partícula, menos precisamente puede conocer su velocidad. Análogamente,
cuanto más precisamente conoce con qué rapidez se está moviendo una
partícula, menos puede saber acerca de dónde está. La teoría cuántica
establece con ello su propia dualidad: usted puede determinar con precisión
ciertas características físicas del dominio microscópico, pero al hacerlo
elimina la posibilidad de determinar con precisión algunas otras
características complementarias.
Para entender por qué, sigamos una descripción aproximada elaborada por
el propio Heisenberg que, aunque incompleta en aspectos particulares que
discutiremos, da una útil imagen intuitiva. Cuando medimos la posición de
cualquier objeto, generalmente interaccionamos con él de alguna manera. Si
buscamos el interruptor de luz en una habitación oscura, sabemos que lo
hemos localizado cuando lo tocamos. Pero si un murciélago está buscando un
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ratón de campo, lanza señales de sonar para que reboten en su blanco e
interpreta la onda reflejada. El ejemplo más común de todo esto es localizar
algo viéndolo, recibiendo luz que se ha reflejado en el objeto y entra en
nuestros ojos. El punto clave es que estas interacciones no sólo nos afectan a
nosotros, sino que afectan también al objeto cuya posición se está
determinando. Incluso la luz que rebota en un objeto le da un minúsculo
empujón. Ahora bien, para los objetos cotidianos tales como el libro que usted
tiene en las manos o un reloj de pared, el pequeñísimo empujón de la luz que
rebota no tiene efecto apreciable. Pero cuando golpea a una partícula
minúscula como un electrón sí tiene un gran efecto: cuando la luz rebota en el
electrón, cambia la velocidad del electrón, de forma muy parecida a como la
velocidad con que usted se mueve queda afectada por un fuerte viento que
bate una esquina de una calle. De hecho, cuanto más exactamente quiera
usted identificar la posición del electrón, más estrechamente definida y más
energética tiene que ser la luz, dando un efecto aún mayor al momento del
electrón.
Esto significa que si usted mide la posición de un electrón con alta
precisión, necesariamente contamina su propio experimento: el acto de
medida de la posición perturba la velocidad del electrón. Por consiguiente,
usted puede saber dónde está el electrón exactamente, pero no puede saber
también exactamente con qué rapidez se estaba moviendo en ese instante.
Recíprocamente, usted puede medir exactamente con qué rapidez se está
moviendo un electrón, pero al hacerlo contaminará su capacidad para
determinar con precisión su posición. La Naturaleza tiene un límite intrínseco
sobre la precisión con la que pueden determinarse tales características
complementarias. Y aunque nos estamos centrando en los electrones, el
principio de incertidumbre es completamente general: se aplica a todo.
En la vida cotidiana hablamos rutinariamente de cosas tales como un
automóvil que pasa una señal de Stop particular (posición) mientras viaja a
150 kilómetros por hora (velocidad), especificando como si tal cosa estas dos
características físicas. En realidad, la mecánica cuántica dice que este
enunciado no tiene un significado preciso puesto que usted no puede nunca
medir simultáneamente una posición definida y una velocidad definida. La
razón de que sigamos con tales descripciones incorrectas del mundo físico es
que en las escalas cotidianas la cantidad de incertidumbre implicada es
minúscula, y en general pasa desapercibida. Ya ve usted que el principio de
Heisenberg no sólo declara incertidumbre, sino que también especifica —con
completa certeza— la mínima cantidad de incertidumbre en cada situación. Si
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aplicamos esta fórmula a la velocidad de su automóvil cuando pasa por una
señal de Stop cuya posición es conocida con un margen de un centímetro,
entonces la incertidumbre en la velocidad resulta ser sólo de una trillonésima
de trillonésima de kilómetro por hora. Un policía estaría perfectamente acorde
con las leyes de la física cuántica si afirmara que su velocidad estaba entre
149,999999999999999999999999999999999999 y
90,000000000000000000000000000000000001 kilómetros por hora cuando
usted se pasó la señal de Stop; demasiado para una posible defensa del
principio de incertidumbre. Pero si nosotros reemplazáramos su automóvil
masivo por un electrón delicado cuya posición conociéramos con un margen
menor de una milmillonésima de metro, entonces la incertidumbre en su
velocidad sería de 150.000 kilómetros por hora. La incertidumbre está
siempre presente, pero se hace importante sólo a escalas microscópicas.
La explicación de la incertidumbre como algo que surge a través de la
inevitable perturbación causada por el proceso de medida ha ofrecido a los
físicos una guía intuitiva útil, así como una herramienta explicatoria poderosa
en ciertas situaciones específicas. Sin embargo, también puede ser equívoca.
Puede dar la impresión de que la incertidumbre aparece sólo cuando los
experimentadores se enfrentan con los objetos. Esto no es cierto. La
incertidumbre está incorporada en la estructura de ondas de la mecánica
cuántica y existe realicemos o no alguna medida. Como ejemplo, echemos
una mirada a una onda de probabilidad particularmente simple de una
partícula, el análogo de una onda en el océano, mostrada en la figura 4.6.
Puesto que todas las crestas se están moviendo uniformemente hacia la
derecha, usted podría conjeturar que esta onda describe una partícula que se
mueve con la velocidad de las crestas de la onda; los experimentos confirman
esta suposición. Pero ¿dónde está la partícula? Puesto que la onda está
uniformemente extendida por el espacio, no tenemos ninguna manera de decir
que el electrón está aquí o allí. Cuando se mida, podría ser encontrado
literalmente en cualquier parte. Así, aunque sabemos exactamente con qué
rapidez se está moviendo la partícula, hay una enorme incertidumbre sobre su
posición. Y como usted ve, esta conclusión no
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FIGURA 4.6. Una onda de probabilidad con una sucesión uniforme de crestas y valles
representa una partícula con una velocidad definida. Pero puesto que las crestas y valles están
uniformemente distribuidos, la posición de la partícula está completamente indeterminada.
Tiene la misma probabilidad de estar en cualquier parte.
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que estas características de la realidad están para siempre más allá de nuestra
capacidad de conocerlas simultáneamente, incluso en principio? ¿O la
incertidumbre cuántica rompe por completo el molde clásico, y nos dice que
la lista de atributos que nuestra intuición clásica asigna a la realidad, una lista
encabezada por las posiciones y las velocidades de los ingredientes que
constituyen el mundo, está equivocada? ¿Nos dice la incertidumbre cuántica
que la partícula sencillamente no posee una posición definida y una velocidad
definida en un instante dado?
Para Bohr, esta pregunta recordaba un koan zen. La física trata sólo de
cosas que podemos medir. Desde el punto de vista de la física, eso es la
realidad. Tratar de utilizar la física para examinar una realidad «más
profunda», una realidad más allá de lo que podemos conocer a través de
medidas, es como pedir a la física que analice el sonido de una sola mano
aplaudiendo. Pero en 1935, Einstein, junto con dos colegas, Boris Podolsky y
Nathan Rosen, planteó esta cuestión de una forma tan firme e inteligente que
lo que había empezado como el aplauso de una mano reverberó durante
cincuenta años hasta convertirse en un aplauso atronador que anunciaba un
asalto a nuestra comprensión de la realidad mucho mayor que lo que Einstein
había imaginado nunca.
El artículo Einstein-Podolsky-Rosen pretendía demostrar que la mecánica
cuántica, aunque sin duda acertada al hacer predicciones y explicar datos, no
podía ser la última palabra con respecto a la física del microcosmos. Su
estrategia era sencilla, y estaba basada en las cuestiones recién planteadas:
ellos querían demostrar que toda partícula posee una posición definida y una
velocidad definida en cualquier instante de tiempo dado, y con ello querían
concluir que el principio de incertidumbre revela una limitación fundamental
del enfoque mecanocuántico. Si toda partícula tiene una posición y una
velocidad, pero la mecánica cuántica no puede tratar con estas características
de la realidad, entonces la mecánica cuántica sólo proporciona una
descripción parcial del universo. La mecánica cuántica, pretendían demostrar,
era por lo tanto una teoría incompleta de la realidad física, y, quizá,
meramente un jalón hacia una herramienta más profunda que esperaba a ser
descubierta. En realidad, como veremos, pusieron el pavimento para
demostrar algo incluso más espectacular: la no localidad del mundo cuántico.
Einstein, Podolsky y Rosen (EPR) fueron inspirados en parte por la
explicación aproximada que daba Heisenberg del principio de incertidumbre:
cuando se mide dónde está algo, necesariamente se perturba, contaminando
así cualquier intento de determinar simultáneamente su velocidad. Aunque,
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como hemos visto, la incertidumbre cuántica es más general que lo que indica
esta explicación basada en la «perturbación», Einstein, Podolsky y Rosen
idearon lo que parecía ser un rodeo convincente e inteligente que evitaba
cualquier fuente de incertidumbre. ¿Qué pasa si usted pudiera realizar una
medida indirecta de la posición y la velocidad de una partícula de un modo
que nunca le ponga en contacto con la propia partícula? Por ejemplo,
utilizando una analogía clásica, imagine que Rod y Todd Flanders deciden
hacer una caminata en solitario por el recién creado Desierto Nuclear en
Springfield. Ellos empiezan espalda contra espalda en el centro del desierto y
acuerdan caminar en línea recta, en direcciones opuestas, a la misma
velocidad preacordada. Imagine además que, nueve horas después, su padre,
Ned, al volver de su paseo por el monte Springfield, ve a Rod, corre tras él y
le pregunta desesperadamente por el paradero de Todd. Bien, en ese instante,
Todd está muy lejos, pero aun así, preguntando y observando a Rod, Ned
puede aprender mucho sobre Todd. Si Rod está exactamente a 50 kilómetros
al este de la posición de partida, Todd debe estar exactamente a 50 kilómetros
al oeste de la posición de partida. Si Rod está andando a exactamente 5
kilómetros por hora hacia el este, Todd debe estar andando a exactamente 5
kilómetros por hora hacia el oeste. De este modo, incluso si Todd está a 100
kilómetros, Ned puede determinar su posición y velocidad, aunque sea
indirectamente.
Einstein y sus colegas aplicaron una estrategia similar al dominio
cuántico. Hay procesos físicos bien conocidos en los que dos partículas
emergen de una misma localización con propiedades que están relacionadas
de una forma muy parecida al movimiento de Rod y Todd. Por ejemplo, si
una única partícula inicial se desintegrara en dos partículas de la misma masa
que salen despedidas «espalda contra espalda» (como dos fragmentos que
salen despedidos de una explosión en direcciones opuestas), algo que es
habitual en el dominio de la física de partículas subatómicas, las velocidades
de los dos constituyentes serán iguales y opuestas. Además, las posiciones de
las dos partículas constituyentes estarán también estrechamente relacionadas,
y por simplicidad se puede pensar que las partículas están siempre
equidistantes de su origen común.
Una diferencia importante entre el ejemplo clásico que implica a Rod y
Todd y la descripción cuántica de las dos partículas es que, aunque podemos
decir con certeza que hay una relación definida entre las velocidades de las
dos partículas —si se midiera una y se encontrara que se está moviendo hacia
la derecha a una velocidad dada, entonces la otra se estaría moviendo
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necesariamente hacia la izquierda a la misma velocidad— no podemos
predecir el valor numérico real de la velocidad con la que se mueven las
partículas. En su lugar, lo más que podemos hacer es utilizar las leyes de la
física cuántica para predecir la probabilidad de que se alcance cualquier
velocidad concreta. Análogamente, aunque podemos decir con certeza que
hay una relación definida entre las posiciones de las partículas —si se mide
una en un instante dado y se encuentra que está en cierta localización, la otn>
está necesariamente localizada a la misma distancia del punto de partida pero
en dirección contraria— no podemos predecir con certeza la localización real
de ninguna de las partículas. En su lugar, lo más que podemos hacer es
predecir la probabilidad de que una de las partículas esté en una localización
dada. Así pues, aunque la mecánica cuántica no da respuestas definidas con
respecto a las velocidades o las posiciones de la partícula, en ciertas
situaciones sí da enunciados definitivos respecto a las relaciones entre las
velocidades y posiciones de las partículas.
Einstein, Podolsky y Rosen trataron de explotar estas relaciones para
demostrar que cada una de las partículas tiene realmente una posición
definida y una velocidad definida en todo instante de tiempo. He aquí cómo:
imagínese que mide la posición de la partícula que se mueve hacia la derecha
y de esta manera aprende, indirectamente, la posición de la partícula que se
mueve hacia la izquierda. EPR argumentaban que puesto que usted no le ha
hecho nada, absolutamente nada, a la partícula que se mueve hacia la
izquierda, ésta debe haber tenido esta posición, y todo lo que usted ha hecho
es determinarla, aunque indirectamente. Luego ellos señalaban
inteligentemente que en su lugar usted podía haber decidido medir la
velocidad de la partícula que se mueve hacia la derecha. En este caso usted
habría determinado, indirectamente, la velocidad de la partícula que se mueve
hacia la izquierda sin perturbarla en absoluto. Una vez más, EPR
argumentaban que puesto que usted no habría hecho nada, absolutamente
nada, a la partícula que se mueve hacia la izquierda, ésta debe haber tenido
esta velocidad, y todo lo que usted habría hecho es determinarla. Juntando
ambas cosas —la medida que usted hizo y la medida que podía haber hecho—
EPR concluían que la partícula que se mueve hacia la izquierda tiene una
posición definida y una velocidad definida en cualquier instante dado.
Como esto es sutil y crucial, déjeme decirlo de nuevo. EPR razonaban que
nada en su acto de medir la partícula que se mueve hacia la derecha podía
tener ningún efecto sobre la partícula que se mueve hacia la izquierda, porque
son entidades separadas y lejanas. La partícula que se está moviendo hacia la
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izquierda es totalmente ajena a lo que usted ha hecho o podría haber hecho a
la partícula que se mueve hacia la derecha. Las partículas podrían estar a
metros, kilómetros o años luz de distancia cuando usted hace sus medidas en
la partícula que se mueve hacia la derecha, de modo que, en resumen, la
partícula que se mueve hacia la izquierda no podría preocuparse de lo que
usted hace. Así pues, cualquier propiedad de la partícula que se mueve hacia
la izquierda que usted aprende realmente, o podría aprender en principio, a
partir del estudio de su contrapartida que se mueve hacia la derecha, debe ser
una propiedad existente y definida de la partícula que se mueve hacia la
izquierda, totalmente independiente de su medida. Y puesto que si usted
hubiera medido la posición de la partícula derecha habría aprendido la
posición de la partícula izquierda, y si usted hubiera medido la velocidad de la
partícula derecha habría aprendido la velocidad de la partícula izquierda, debe
ser que la partícula que se mueve hacia la izquierda tiene realmente una
posición y una velocidad definida a la vez. Por supuesto, toda esta discusión
podría hacerse intercambiando los papeles de las partículas que se mueven
hacia la izquierda y hacia la derecha (y, de hecho, antes de hacer cualquier
medida ni siquiera podemos decir qué partícula se está moviendo hacia la
izquierda y cuál se está moviendo hacia la derecha); esto lleva a la conclusión
de que ambas partículas tienen posiciones y velocidades diferentes.
Así pues, EPR concluían que la mecánica cuántica es una descripción
incompleta de la realidad. Las partículas tienen posiciones y velocidades
definidas, pero el principio de incertidumbre de la mecánica cuántica muestra
que estas características de la realidad están más allá de los límites de lo que
la teoría puede manejar. Si, de acuerdo con estos y muchos otros físicos, usted
cree que una teoría completa de la Naturaleza debería describir cada atributo
de la realidad, el fracaso de la mecánica cuántica para describir a la vez las
posiciones y las velocidades de las partículas significa que pasa por alto
algunos atributos, y por consiguiente no es una teoría completa; no es la
última palabra. Eso es lo que Einstein, Podolsky y Rosen argumentaban
vigorosamente.
La respuesta cuántica
Aunque EPR concluían que toda partícula tiene una posición y una velocidad
definidas en cualquier instante dado, note que si usted sigue su procedimiento
quedará muy lejos de determinar realmente estos atributos. Dije antes que
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usted podría haber decidido medir la velocidad de la partícula que se mueve
hacia la derecha. Si lo hubiera hecho, habría perturbado su posición; por el
contrario, si hubiera decidido medir su posición habría perturbado su
velocidad. Si usted no tiene a mano ambos atributos de la partícula que se
mueve hacia la derecha, tampoco los tiene de la partícula que se mueve hacia
la izquierda. Así pues, no hay conflicto con el principio de incertidumbre'.
Einstein y sus colaboradores reconocían abiertamente que no podían
identificar a la vez la posición y la velocidad de cualquier partícula dada.
Pero, y ésta es la clave, incluso sin determinar a la vez la posición y la
velocidad de una u otra de las partículas, el razonamiento de EPR muestra que
cada una tiene una posición y una velocidad definidas. Para ellos se trataba de
una cuestión de realidad. Para ellos, una teoría no podía afirmar que es
completa si hubiera elementos de realidad que no podía describir.
Tras alguna agitación intelectual en respuesta a esta observación
inesperada, los defensores de la mecánica cuántica se refugiaron en su
aproximación pragmática habitual, bien resumida por el eminente físico
Wolfgang Pauli: «El problema de si existe algo de lo que no se puede saber
nada es parecido a la vieja pregunta de cuántos ángeles caben en la punta de
un alfiler. Uno no debería atormentarse el cerebro con el primero más de lo
que lo hace con la segunda». [4.9] La física en general, y la mecánica cuántica
en particular, sólo pueden tratar de las propiedades medibles del universo.
Cualquier otra cosa no está simplemente en el dominio de la física. Si no se
puede medir a la vez la posición y la velocidad de una partícula, entonces no
tiene sentido hablar de si tiene a la vez una posición y una velocidad.
EPR discrepaban. La realidad, mantenían, era más que la lectura de
detectores; era más que la suma total de todas las observaciones en un instante
dado. Cuando nadie, absolutamente nadie, ningún aparato, ningún equipo,
nada en absoluto está «mirando» la Luna, la Luna seguía estando allí. Ellos
creían que seguía siendo parte de la realidad.
En cierto sentido, esta posición es reflejo del debate entre Newton y
Leibniz sobre la realidad del espacio. ¿Puede algo ser considerado real ni no
puede tocarse ni verse o medirse de alguna forma? En el capítulo 2 describí
cómo el cubo de Newton cambió el carácter del debate del espacio, al sugerir
de repente que una influencia del espacio podría ser observada directamente
en la superficie curva del agua en rotación. En 1964, en un golpe sorprendente
que un comentarista ha calificado como «el descubrimiento más profundo de
la ciencia»,[4.10] el físico irlandés John Bell hizo lo mismo para el debate de la
realidad cuántica.
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En las cuatro secciones siguientes describiremos el descubrimiento de
Bell, tratando de aclarar todo con un mínimo de tecnicismos. Sin embargo,
incluso si la discusión utiliza un razonamiento menos sofisticado que calcular
las probabilidades en un juego de dados, incluye un par de pasos que debemos
describir y luego juntar. Dependiendo de cuál sea su gusto por el detalle,
quizá llegue un punto en el que usted sólo quiera el remate final. Si es así,
siéntase libre para saltar a la página 152, donde encontrará un resumen y una
discusión de las conclusiones que se derivan del descubrimiento de Bell.
Bell y el espín
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hacia el nordeste, su giro es compartido entre un eje que apunta hacia el norte
y un eje que apunta hacia el este —y mediante una medida adecuada, usted
podría determinar la fracción de giro en tomo a cada eje—. Pero si usted mide
el espín de un electrón alrededor de cualquier eje escogido aleatoriamente,
nunca encontrará una cantidad de espín fraccionaria. Es como si la propia
medida obligara al electrón a reunir todo su movimiento giratorio y dirigirlo
en el sentido de las agujas o en sentido contrario alrededor del eje en el que
usted se ha centrado casualmente. Además, debido a la influencia de su
medida sobre el espín del electrón, usted pierde la capacidad de determinar
cómo estaba girando alrededor de un eje horizontal, alrededor de un eje de
delante a atrás, o alrededor de cualquier otro eje, anterior a su medida. Estas
características del espín mecano-cuántico son difíciles de representar, y la
dificultad ilustra los límites de las imágenes clásicas para revelar la verdadera
naturaleza del mundo cuántico. De todas formas, las matemáticas de la teoría
cuántica y décadas de experimentos nos aseguran que estas características del
espín cuántico están más allá de cualquier duda.
La razón para introducir aquí el espín no es sumergirnos en las
complejidades de la física de partículas. Más bien, el ejemplo del espín de una
partícula proporcionará, dentro de un momento, un simple laboratorio para
extraer maravillosas e inesperadas respuestas a la cuestión de la realidad. Es
decir, ¿tiene simultáneamente una partícula una cantidad de espín definida
alrededor de todos y cada uno de los ejes, aunque nunca podamos conocerla
para más de un eje en un instante dado debido a la incertidumbre cuántica?
¿O el principio de incertidumbre nos dice algo diferente? ¿Nos dice,
contrariamente a cualquier noción clásica de realidad, que una partícula
simplemente no posee y no puede poseer tales propiedades simultáneamente?
¿Nos dice que una partícula reside en un estado de limbo cuántico, sin tener
espín definido sobre ningún eje dado, hasta que alguien o algo lo mide,
haciéndole volver a la realidad y alcanzar —con una probabilidad
determinada por la teoría cuántica— un valor de espín concreto u otro (en
dirección de las agujas del reloj o en dirección contraria) alrededor del eje
seleccionado? Estudiando esta cuestión, esencialmente la misma que
planteamos en el caso de posiciones y velocidades de partículas, podemos
utilizar el espín para sondear la naturaleza de la realidad cuántica (y extraer
respuestas que trascienden enormemente el ejemplo específico del espín).
Veamos esto.
Como demostró explícitamente el físico David Bohm,[4.11] el
razonamiento de Einstein, Podolsky y Rosen, puede extenderse fácilmente a
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la cuestión de si las partículas tienen espines definidos alrededor de todos y
cualquiera de los ejes escogidos. He aquí cómo. Coloquemos dos detectores
capaces de medir el espín de un electrón incidente, uno en el lado derecho del
laboratorio y otro en el lado izquierdo. Dispongamos que dos electrones
salgan espalda con espalda desde una fuente a mitad de camino entre los dos
detectores, de tal modo que sus espines —en lugar de sus posiciones y
velocidades como en nuestro ejemplo anterior— estén correlacionados. Los
detalles de cómo se hace esto no son importantes; lo que es importante es que
puede hacerse y, de hecho, puede hacerse fácilmente. La correlación puede
ser dispuesta de modo que si los detectores izquierdo y derecho están
montados para medir los espines a lo largo de ejes que apuntan en la misma
dirección, ellos darán el mismo resultado: si los detectores están montados
para medir el espín de sus respectivos electrones incidentes alrededor de un
eje vertical y el detector izquierdo encuentra que el espín está en el sentido de
las agujas, también lo hará el detector derecho; si los detectores están
montados para medir el espín a lo largo de un eje a 60° de la vertical y el
detector izquierdo mide un espín en sentido contrario a las agujas, también lo
hará el detector derecho, y así sucesivamente. Una vez más, en mecánica
cuántica lo más que podemos hacer es predecir la probabilidad de que los
detectores encuentren espín en el sentido de las agujas o en sentido contrario,
pero podemos predecir con un 100 por 100 de certeza que encuentre lo que
encuentre un detector, también lo encontrará el otro.
[*7]
El refinamiento de Bohm del argumento EPR es ahora, a todos los
efectos, el mismo que era en la versión original que se centraba en posición y
velocidad. La correlación entre los espines de las partículas nos permite medir
indirectamente el espín alrededor de un eje de la partícula que se mueve hacia
la izquierda midiendo el espín alrededor
Entrelazando el espacio 145 de dicho eje de su compañera que se mueve
hacia la derecha. Puesto que esta medida se hace en el extremo derecho del
laboratorio, no puede influir de ningún modo a la partícula que se mueve
hacia la izquierda. Por ello, la última debe haber tenido todo el tiempo el
valor de espín que se acaba de determinar; todo lo que hicimos fue medirlo,
aunque indirectamente. Además, puesto que podríamos haber escogido
realizar esta medida en tomo a cualquier eje, la misma conclusión debe ser
válida para cualquier eje: el electrón que se mueve hacia la izquierda debe
tener un espín definido en tomo a todos y cada uno de los ejes, incluso si sólo
podemos determinarlo explícitamente alrededor de un eje en un instante dado.
Por supuesto, los papeles de izquierda y derecha pueden invertirse, lo que
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lleva a la conclusión de que cada partícula tiene un espín definido alrededor
de cualquier eje. [4.12]
En esta fase, al no ver ninguna diferencia obvia con el ejemplo
posición/velocidad, usted podría seguir el camino de Pauli y sentirse tentado a
responder que no tiene sentido pensar en tales cuestiones. Si usted no puede
medir realmente el espín en tomo a ejes diferentes, ¿qué sentido tiene
preguntar si la partícula tiene en cualquier caso un espín definido —en el
sentido de las agujas versus sentido contrario a las agujas— en tomo a cada
uno? La mecánica cuántica, y con más generalidad la física, sólo está
obligada a explicar características del mundo que puedan medirse. Y ni
Bohm, ni Einstein, ni Podolsky ni Rosen habían argumentado que las medidas
pueden hacerse. Lo que argumentaban es que las partículas poseen
propiedades prohibidas por el principio de incertidumbre incluso si nunca
podemos conocer explícitamente sus valores concretos. Tales propiedades han
llegado a conocerse como propiedades ocultas, o más comúnmente, variables
ocultas.
Aquí es donde John Bell lo cambió todo. Él descubrió que si una partícula
tiene un espín definido en tomo a todos los ejes, incluso si realmente no se
puede determinar el espín en tomo a más de uno, entonces hay consecuencias
observables y comprobables de dicho espín.
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les dice que hay de nuevo una conexión misteriosa, un entrelazamiento
extraño entre los dos conjuntos de cajas de titanio. Incluso si todas las esferas
escogen aleatoriamente en qué color emitir destellos cuando se abre una de
las tres puertas de sus cajas, si tanto Mulder como Scully abren casualmente
la misma puerta de una caja con el mismo número, la carta predice que ambos
verán el mismo color. Si Mulder abre la puerta de arriba de su caja 1 y ve
azul, entonces la carta predice que Scully también verá azul si ella abre la
puerta de arriba de su caja 1; si Mulder abre la puerta lateral de su caja 2 y ve
rojo, entonces la carta predice que Scully también verá rojo si abre la puerta
lateral de su caja 2, y así sucesivamente. De hecho, cuando Scully y Mulder
abren las doce primeras cajas —acordando por teléfono qué puerta van a abrir
en cada una— verifican las predicciones de la carta.
Aunque a Mulder y Scully se les está presentando una situación algo más
complicada que antes, a primera vista parece que el mismo razonamiento que
utilizó antes Scully se aplica ahora igualmente.
«Mulder», dice Scully, «éste es tan estúpido como el paquete de ayer.
Tampoco ahora hay ningún misterio. Sencillamente la esfera dentro de cada
caja debe estar programada. ¿No lo ves?»
«Pero ahora hay tres puertas», advierte Mulder «de modo que la esfera no
puede “saber” qué puerta escogeríamos para abrir, ¿no es verdad?»
«No es necesario», explica Scully. «Eso es parte de la programación.
Mira, éste es un ejemplo. Coge la siguiente caja no abierta, la caja 37, y yo
haré lo mismo. Imagina ahora por razón del argumento, que la esfera en mi
caja 37 está programada, digamos, para emitir un destello rojo si se abre la
puerta de arriba, emitir un destello azul si se abre la puerta lateral, y emitir un
destello rojo si se abre la puerta frontal. Llamaré a este programa rojo, azul,
rojo. Es evidente entonces que si quienquiera que nos está enviando este
material ha introducido este mismo programa en tu caja 37, y si los dos
abrimos la misma puerta, veremos un destello del mismo color. Esto explica
“la conexión misteriosa”: si las cajas con el mismo número en nuestras
colecciones respectivas han sido programadas con las mismas instrucciones,
entonces veremos el mismo color si abrimos la misma puerta. ¡No hay ningún
misterio!»
Pero Mulder no cree que las esferas estén programadas. Cree lo que dice
la carta. Cree que las esferas están escogiendo aleatoriamente entre rojo y azul
cuando se abre una de las puertas de su caja y con ello cree, fervientemente,
que sus cajas y las de Scully tienen una misteriosa conexión de largo alcance.
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¿Quién tiene razón? Puesto que no hay manera de examinar las esferas
antes o durante la supuesta selección aleatoria de color (recordemos que
cualquier manipulación hará que la esfera elija instantánea y aleatoriamente
entre rojo y azul, confundiendo cualquier intento de investigar cómo funciona
realmente), parece imposible demostrar definitivamente si es Scully o Mulder
quien tiene razón.
Pero, notablemente, tras pensar un poco, Mulder se da cuenta de que hay
un experimento que zanjará la cuestión por completo. El razonamiento de
Mulder es simple, pero requiere un toque matemático más explícito que la
mayoría de las cosas que hemos visto. Decididamente vale la pena tratar de
seguir los detalles —que no son tantos— pero no se preocupe si algo de ello
se le escapa; dentro de poco resumiremos la conclusión clave.
Mulder se da cuenta de que él y Scully sólo han considerado hasta ahora
lo que sucede si cada uno de ellos abre la misma puerta en una caja con un
número dado. Y, como dice con excitación a Scully después de llamarla de
nuevo, hay mucho que aprender si no siempre escogen la misma puerta y, en
su lugar, escogen aleatoria e independientemente qué puerta abrir en cada una
de sus cajas.
«Mulder, por favor, déjame disfrutar de mis vacaciones. ¿Qué podemos
aprender haciendo eso?»
«Bien, Scully, podemos determinar si tu explicación es correcta o
errónea.»
«OK, tengo que oír eso.»
«Es simple», continúa Mulder. «Si tú tienes razón, entonces esto es lo que
yo entiendo: si tú y yo escogemos independiente y aleatoriamente qué puerta
abrir en una caja dada y registramos el color del destello que vemos, entonces,
después de hacer esto con muchas cajas debemos encontrar que vimos el
mismo color de destello más del 50 por 100 de las veces. Pero si no es así, si
encontramos que no estamos de acuerdo en el color en más del 50 por 100 de
las cajas, entonces tú no puedes tener razón.»
«¿Sí?, ¿cómo es eso?» Scully se está interesando un poco más.
«Bien» continúa Mulder. «He aquí un ejemplo. Supongamos que tienes
razón, y que cada esfera actúa de acuerdo con un programa. Sólo por
concretar, imaginemos que el programa para la esfera en una caja particular
resulta ser azul, azul, rojo. Ahora, puesto que nosotros dos escogemos entre
tres puertas, hay un total de nueve combinaciones de puertas posibles que
podríamos seleccionar para abrir en esta caja. Por ejemplo, yo podría escoger
la puerta de arriba de mi caja mientras tú podrías escoger la puerta lateral de
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tu caja; o yo podría escoger la puerta frontal y tú podrías escoger la puerta de
arriba; y así sucesivamente.»
«Sí, por supuesto» salta Scully. «Si llamamos 1 a la puerta de arriba, 2 a
la puerta lateral y 3 a la puerta frontal, entonces las nueve combinaciones de
puertas posibles son simplemente (1,1), (1,2), (1,3), (2.1), (2,2), (2,3), (3,1),
(3,2), (3,3).»
«Sí, así es», continúa Mulder. «Ahora éste es el punto: nota que de estas
nueve posibilidades cinco combinaciones de puertas —(1,1), (2.2), (3,3),
(1,2), (2,1)— darán como resultado que veamos que las esferas de nuestras
cajas emiten destellos del mismo color. Las primeras tres combinaciones de
puertas son aquellas en las que casualmente escogemos la misma puerta, y
como sabemos, eso siempre da como resultado que veamos el mismo color.
Las otras dos combinaciones —(1,2) y (2,1)—, dan como resultado el mismo
color porque el programa dicta que las esferas emitirán destellos del mismo
color —azul— si se abre o bien la puerta 1 o bien la puerta 2. Ahora bien,
puesto que 5 es más que la mitad de 9, esto significa que para más de la mitad
—más del 50 por 100— de las combinaciones de puertas posibles que
podríamos seleccionar para abrir, las esferas emitirán destellos del mismo
color.»
«Pero espera», protesta Scully. «Eso es sólo un ejemplo de un programa
concreto: azul, azul, rojo. En mi explicación propuse que cajas con diferentes
números pueden tener, y generalmente tienen, programas diferentes.»
«En realidad eso no importa. La conclusión vale para todos los programas
posibles. Mi razonamiento con el programa azul, azul, rojo sólo se basaba en
el hecho de que dos de los colores en el programa eran el mismo, y por eso se
sigue una conclusión idéntica para cualquier programa: rojo, rojo, azul, o rojo,
azul, rojo, y todos los demás. Cualquier programa tiene que tener al menos
dos colores iguales; los únicos programas que son realmente diferentes son
aquellos en los que los tres colores son iguales: rojo, rojo, rojo y azul, azul,
azul. Pero para las cajas con uno cualquiera de estos programas, obtendremos
el mismo color del destello independientemente de qué puertas abramos, y
por lo tanto la fracción global en la que estaríamos de acuerdo no hará más
que aumentar. Así, si tu explicación es correcta y las cajas actúan según
programas —incluso con programas que varían de una caja numerada a otra
— debemos coincidir en el color que vemos más del 50 por 100 de las veces.»
Ese es el argumento. La parte difícil ha pasado. La conclusión es que hay
un test para determinar si Scully tiene razón y cada esfera opera de acuerdo
con un programa que determina definitivamente el color del destello
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dependiendo de qué puerta se abra. Si ella y Mulder deciden independiente y
aleatoriamente cuál de las tres puertas en cada una de sus cajas abrir, y luego
comparan los colores que ven —caja por caja numerada— deben encontrar
acuerdo en más del 50 por 100 de las cajas. Puesto en el lenguaje de la física,
como se hará en la próxima sección, la idea de Mulder no es otra que la
intuición extraordinaria de John Bell.
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los que entran programas idénticos. Así pues, si se escogen los mismos ejes
para los detectores derecho e izquierdo, los detectores de espín encontrarán
idénticos resultados.
Nótese que estos detectores de espín reproducen exactamente todo lo que
encontraron Scully y Mulder, aunque con sustituciones sencillas: en lugar de
escoger una puerta en una caja de titanio, estamos escogiendo un eje; en lugar
de ver un destello rojo o azul, registramos un espín en el sentido de las agujas
o en sentido contrario. Así, de la misma forma que abrir las mismas puertas
en un par de cajas de titanio idénticamente numeradas da como resultado el
mismo color de destello, escoger los mismos ejes en dos detectores da como
resultado que se mida la misma dirección de espín. Asimismo, de la misma
forma que abrir una puerta particular en una caja de titanio nos impide
conocer con qué color hubiese emitido un destello si hubiéramos escogido
otra puerta, medir el espín del electrón en torno a un eje particular nos impide,
vía incertidumbre cuántica, conocer qué dirección de espín habríamos
encontrado si hubiéramos escogido un eje diferente.
Todo lo anterior significa que el análisis de Mulder de cómo saber quién
tiene razón se aplica a esta situación exactamente de la misma manera que se
aplicaba al caso de las esferas alienígenas. Si EPR tienen razón y cada
electrón tiene realmente un valor definido del espín en tomo a los tres ejes —
si cada electrón proporciona un «programa» que determina definitivamente el
resultado de cualquiera de las tres medidas de espín posible— entonces
podemos hacer la siguiente predicción. El examen de los datos recogidos de
muchas realizaciones del experimento —realizaciones en las que el eje para
cada detector es seleccionado aleatoria e independientemente—mostrará que
más de la mitad de las veces los espines de los electrones coinciden, estando
ambos en el sentido de las agujas o ambos en sentido contrario. Si los espines
de los electrones no coinciden más de la mitad de las veces, entonces
Einstein, Podolsky y Rosen están equivocados.
Este es el descubrimiento de Bell. Muestra que incluso si no se puede
medir realmente el espín de un electrón en tomo a más de un eje —incluso si
no se puede «leer» explícitamente el programa que se supone que suministra
al detector en el que entra— esto no significa que tratar de saber si de todas
formas tiene una cantidad de espín definida en tomo a más de un eje es
equivalente a contar ángeles en la punta de un alfiler. Ni mucho menos. Bell
encontró que hay una consecuencia verificable asociada con que una partícula
tenga valores de espín definidos. Utilizando ejes a tres ángulos, Bell
proporcionó una manera de contar los ángeles de Pauli.
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No humo, sino fuego
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detectores ampliamente separados que miden propiedades de partículas (espín
alrededor de diversos ejes arbitrariamente escogidos, en la aproximación que
hemos adoptado) tendrían que coincidir más del 50 por 100 de las veces.
Bell tuvo esta idea en 1964, pero en esa época no existía la tecnología
para acometer los experimentos requeridos. A comienzos de la década de
1970 ya existía. Empezando con Stuart Freedman y John Clauser en Berkley,
siguiendo con Edward Fry y Randall Thompson en Texas A&M, y
culminando a principios de la década de 1980 con la obra de Aspect y
colaboradores que trabajaban en Francia, se realizaron versiones cada vez más
refinadas de estos experimentos. En el experimento de Aspect, por ejemplo,
los dos detectores estaban colocados a 13 metros de distancia, y un
contenedor de átomos de calcio excitados estaba situado a medio camino
entre ellos. La física que entendemos bien muestra que cada átomo de calcio,
cuando vuelve a su estado normal de menor energía, emitirá dos fotones, que
viajan espalda contra espalda, cuyos espines están perfectamente
correlacionados, como sucede en el ejemplo de los espines electrónicos
correlacionados que hemos estado discutiendo. De hecho, en el experimento
de Aspect, cuando los dos detectores están preparados para medir el espín en
tomo al mismo eje, los espines medidos para los dos fotones están
perfectamente alineados. Si se conectaran luces a los detectores de Aspect que
emitiesen un destello rojo en respuesta a un espín en sentido de las agujas del
reloj y un destello azul en respuesta a un espín en sentido contrario, los
fotones incidentes provocarían que los detectores emitieran destellos del
mismo color.
Pero, y éste es el punto crucial, cuando Aspect examinó los datos de un
gran número de realizaciones del experimento —datos en los que las medidas
que hacían los detectores izquierdo y derecho no eran siempre las mismas,
sino que se cambiaban aleatoria e independientemente de una realización a
otra— él encontró que los detectores no coinciden más del 50 por 100 de las
veces.
Este resultado es demoledor. Es el tipo de resultado que le debería dejar
sin aliento. Pero por si no lo ha hecho, déjeme explicarlo de nuevo. Los
resultados de Aspect muestran que el experimento —no la teoría, no la
reflexión, sino la Naturaleza— probaba que Einstein, Podolsky y Rosen
estaban equivocados. Y eso significa que tiene que haber algo erróneo en el
razonamiento que utilizaron EPR para concluir que las partículas poseen
valores definidos para propiedades —como valores de espín alrededor de
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distintos ejes-— para las que los valores definidos están prohibidos por el
principio de incertidumbre.
Pero ¿dónde podían haberse equivocado? Bien, recordemos que Einstein,
Podolsky y Rosen se basan en una hipótesis central: si en un instante dado
usted puede determinar una propiedad de un objeto mediante un experimento
hecho sobre otro objeto espacialmente lejano, entonces el primer objeto debe
haber tenido siempre dicha propiedad. La lógica para esta hipótesis era simple
y completamente razonable. Su medida se hacía aquí mientras que el primer
objeto estaba allí. Los dos objetos estaban separados espacialmente, y por ello
su medida no podía haber tenido ningún efecto sobre el primer objeto. Más
exactamente, puesto que nada va más rápido que la velocidad de la luz, si su
medida en un objeto llegara a causar de alguna manera un cambio en el otro
—por ejemplo, hacer que el otro adoptara un movimiento de rotación idéntico
en tomo a un eje escogido— tendría que pasar un tiempo antes de que esto
pudiera suceder, un tiempo al menos tan grande como el tiempo que
necesitaría la luz para atravesar la distancia ente los dos objetos. Pero tanto en
nuestro razonamiento abstracto como en los experimentos reales las dos
partículas son examinadas por los detectores al mismo tiempo. Por
consiguiente, sea lo que sea lo que aprendemos de la primera partícula al
medir la segunda, debe ser una propiedad que la primera partícula poseía con
total independencia de que hiciéramos la medida. En resumen, el núcleo del
argumentó de Einstein, Podolsky y Rosen es que un objeto allí no tiene que
preocuparse por lo que usted hace con otro objeto aquí.
Pero como acabamos de ver, este razonamiento lleva a la predicción de
que los detectores deberían encontrar el mismo resultado más de la mitad de
las veces, una predicción que queda refutada por los resultados
experimentales. Nos vemos obligados a concluir que la hipótesis hecha por
Einstein, Podolsky y Rosen, por muy razonable que parezca, no puede
responder a la forma en que se comporta nuestro universo cuántico. Así pues,
mediante este razonamiento indirecto pero cuidadosamente elaborado, los
experimentos nos llevan a concluir que un objeto allí se preocupa por lo que
usted hace con otro objeto aquí.
Incluso si la mecánica cuántica muestra que las partículas adquieren
aleatoriamente esta o aquella propiedad cuando son medidas, aprendemos que
la aleatoriedad puede tener vínculos a través del espacio. Pares de partículas
adecuadamente preparadas —se denominan partículas entrelazadas— no
adquieren sus propiedades medidas de forma independiente. Son como un par
de dados mágicos, uno lanzado en Atlantic City y el otro en Las Vegas, cada
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uno de los cuales da aleatoriamente un número u otro, pero tales que los dos
se las arreglan de algún modo para coincidir siempre. Las partículas
entrelazadas actúan de forma similar, excepto que no requieren magia. Las
partículas entrelazadas, incluso si están espacialmente separadas, no actúan de
forma autónoma.
Einstein, Podolsky y Rosen se proponían demostrar que la mecánica
cuántica proporciona una descripción incompleta del universo. Medio siglo
más tarde, ideas teóricas y resultados experimentales inspirados por su trabajo
nos obligan a volver su análisis del revés y concluir que la parte más básica,
intuitivamente razonable y clásicamente sensible de su razonamiento es
errónea: el universo es no local. El resultado de lo que usted hace en un lugar
puede estar ligado a lo que sucede en otro lugar, incluso si nada viaja entre los
dos lugares —incluso si no hay tiempo suficiente para que nada pueda
completar el viaje entre los dos lugares—. La sugerencia intuitivamente
satisfactoria de Einstein, de Podolsky y de Rosen de que tales correlaciones
de largo alcance aparecen meramente porque las partículas tienen propiedades
definidas, preexistentes y correlacionadas queda descartada por los datos. Eso
es lo que hace esto tan extraordinario. [4.14]
En 1997, Nicolás Gisin y su equipo en la Universidad de Ginebra llevaron
a cabo una versión del experimento de Aspect en la que los dos detectores
estaban situados a 11 kilómetros de distancia. Los resultados no cambiaban.
En la escala microscópica de las longitudes de onda del fotón, 11 kilómetros
es una distancia gigantesca. Para el caso, daría igual 11 millones de
kilómetros u 11.000 millones de años luz. Hay todas las razones para creer
que la correlación entre los fotones persistiría por muy separados que se
coloquen los detectores.
Esto suena muy extraño. Pero hay ahora evidencia abrumadora a favor de
este denominado entrelazamiento cuántico. Si dos fotones están entrelazados,
la medida satisfactoria del espín de cualquiera de los fotones en tomo a un eje
«fuerza» al otro fotón distante a tener el mismo espín en tomo al mismo eje;
el acto de medir un fotón «obliga» al otro fotón, que puede estar a gran
distancia, a salir de la niebla de probabilidad y adoptar un valor de espín
definitivo —un valor que coincide precisamente con el espín de su compañero
distante—. Y eso es algo ante lo que la mente se queda atónita. [*8]
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He puesto las palabras «fuerza» y «obliga» entre comillas porque aunque
transmiten la sensación que anhela nuestra intuición clásica, su significado
preciso en este contexto es crítico para saber si estamos o no asistiendo a más
de una convulsión. Con sus definiciones cotidia-ñas, estas palabras evocan
una imagen de causalidad volitiva: escogemos hacer algo aquí para provocar
o forzar que un algo particular suceda allí. Si ésta fuera la descripción
correcta de cómo están correlacionados los dos fotones, la relatividad especial
estaría contra las cuerdas. Los experimentos muestran que desde el punto de
vista de un experimentador en el laboratorio, en el preciso instante en que se
mide un fotón el otro fotón adopta inmediatamente la misma propiedad de
espín. Si algo estuviera viajando desde el fotón izquierdo al fotón derecho,
para avisar al fotón derecho de que se había determinado el espín del fotón
izquierdo mediante una medida, tendría que viajar entre ambos fotones
instantáneamente, en conflicto con la velocidad límite establecida por la
relatividad especial.
El consenso entre los físicos es que este conflicto aparente con la
relatividad especial es ilusorio. La razón intuitiva es que incluso si los dos
fotones están espacialmente separados, su origen común establece un vínculo
fundamental entre ellos. Aunque se alejan uno de otro y se hacen
espacialmente separados, su historia los entreteje; incluso cuando están
distantes, siguen formando parte de un sistema físico. De modo que no se
trata realmente de que una medida sobre un fotón obligue a otro fotón distante
a adoptar propiedades idénticas. Más bien, los dos fotones están tan
íntimamente ligados que está justificado considerarlos —incluso si están
espacialmente separados— como partes de una entidad física. Entonces
podemos decir que una medida sobre esta única entidad —una entidad que
contiene dos fotones— afecta a la entidad entera; es decir, afecta a ambos
fotones a la vez.
Aunque esta imaginería puede hacer más fácil de tragar la conexión entre
los fotones, tal como está es vaga: ¿qué significa realmente decir que dos
cosas especialmente separadas son una? Un argumento más preciso es el
siguiente. Cuando la relatividad especial dice que nada puede viajar más
rápido que la velocidad de la luz, el «nada» se refiere a la materia o la energía
familiares. Pero lo que tenemos ahora es más sutil, porque no parece que
ninguna materia ni energía esté viajando entre los dos fotones, y por ello no
hay nada cuya velocidad tengamos que medir. No obstante, hay un modo de
saber si hemos chocado frontalmente con la relatividad especial. Una
característica común a la materia y la energía es que cuando viajan de un
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lugar a otro pueden transmitir información. Los fotones que viajan desde una
emisora de radio a su receptor llevan información. Los electrones que viajan
por los cables de Internet hasta su ordenador llevan información. Así, en
cualquier situación donde se supone que algo —incluso algo no identificado
— ha viajado más rápido que la velocidad de la luz, un test sencillo es
preguntar si ha transmitido, o al menos podía haberlo hecho, información. Si
la respuesta es no, sigue el razonamiento estándar, entonces nada ha superado
la velocidad de la luz, y la relatividad especial no se cuestiona. En la práctica
éste es el test que suelen utilizar los físicos para determinar si algún proceso
sutil ha violado las leyes de la relatividad especial. (Nadie ha sobrevivido a
este test.) Apliquémoslo aquí.
¿Hay alguna forma en la que, midiendo el espín en tomo a un eje dado de
los fotones que se mueven a la izquierda y hacia la derecha, podamos enviar
información de uno a otro? La respuesta es no. ¿Por qué? Bien, el resultado
encontrado en el detector izquierdo o en el derecho no es otra cosa que una
secuencia aleatoria de resultados espín-en-sentido-de-las-agujas o espín-en-
sentido-contrario, puesto que en cualquier realización dada hay la misma
probabilidad de que la partícula se encuentre girando en un sentido o en otro.
De ninguna manera podemos controlar o predecir el resultado de cualquier
medida concreta. Así pues, no hay mensaje, no hay código oculto, no hay
ninguna información en ninguna de estas dos listas aleatorias. La única cosa
interesante sobre las dos listas es que son idénticas —pero eso no puede
saberse hasta que las dos listas sean reunidas y comparadas por algún medio
convencional más lento que la luz (fax, e-mail, llamada telefónica, etc.)—. El
argumento estándar concluye así que aunque medir el espín de un fotón
parece afectar instantáneamente al otro, ninguna información se transmite de
uno a otro y la velocidad límite de la relatividad especial sigue en vigor. Los
físicos dicen que los resultados del espín están correlacionados —pero no
están en una relación causa-a-efecto tradicional porque no hay nada que viaje
entre los dos lugares distantes.
Entrelazamiento y relatividad especial: la visión contraria
¿Es así? ¿Está totalmente resuelto el conflicto potencial entre la no
localidad de la mecánica cuántica y la relatividad especial? Es probable.
Sobre la base de las consideraciones anteriores, la mayoría de los físicos lo
resumen diciendo que hay una coexistencia armoniosa entre la relatividad
especial y los resultados de Aspect sobre partículas entrelazadas. En pocas
palabras, la relatividad especial sobrevive por un pelo. La mayoría de los
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físicos encuentran esto convincente, pero otros tienen una sensación
persistente de que hay más en la historia.
A un nivel visceral yo siempre he compartido la visión de la coexistencia,
pero no hay que negar que la cuestión es delicada. Al final,
independientemente de qué palabras holísticas se utilicen o que falta de
información se subraye, dos partículas ampliamente separadas, cada una de
las cuales está gobernada por la aleatoriedad de la mecánica cuántica,
permanecen de alguna manera suficientemente «en contacto» para que haga
lo que haga una, la otra también lo haga instantáneamente. Y eso parece
sugerir que un algo más-rápido-que-la-luz está actuando entre ellas.
¿Dónde estamos? No hay ninguna respuesta universalmente aceptada.
Algunos físicos y filósofos han sugerido que para avanzar debemos reconocer
que la discusión se ha centrado hasta ahora en un punto que no es el
adecuado: el núcleo real de la relatividad especial, señalan correctamente, no
es tanto que la luz fija una velocidad límite, sino que la velocidad de la luz es
algo en lo que coinciden todos los observadores, independientemente de su
propio movimiento. [4.16] Con más generalidad, el principio central de la
relatividad especial es que ningún punto de vista observacional es preferido a
cualquier otro. Así, estos investigadores proponen (y muchos otros están de
acuerdo) que si el tratamiento igualitario de todos los observadores con
velocidad constante pudiera hacerse compatible con los resultados
experimentales con partículas entrelazadas, entonces desaparecería la tensión
con la relatividad especial. [4.17] Pero conseguir este objetivo no es una tarea
trivial. Para ver esto en concreto, pensemos en cómo explican el experimento
de Aspect los buenos libros de texto de mecánica cuántica a la antigua usanza.
Según la mecánica cuántica estándar, cuando realizamos una medida y
encontramos que una partícula está aquí provocamos que su onda de
probabilidad cambie: el abanico previo de resultados potenciales se reduce al
resultado real que encontramos en nuestra medida, como se ilustra en la figura
4.7. Los físicos dicen que la medida hace que la onda de probabilidad colapse
e imaginan que cuanto mayor es la onda de probabilidad inicial en un lugar,
mayor es la probabilidad de que la onda colapse a ese punto —es decir, mayor
es la probabilidad de que la partícula sea encontrada en ese punto—. En la
versión estándar el colapso sucede instantáneamente en todo el universo: una
vez que uno encuentra la partícula aquí, dice el argumento, la probabilidad de
que sea encontrada en cualquier otro lugar cae inmediatamente a cero, y esto
se refleja en un colapso inmediato de la onda de probabilidad.
Página 145
En el experimento de Aspect, cuando se mide el espín del fotón que se
está moviendo hacia la izquierda y se encuentra, digamos, que es en sentido
de las agujas del reloj en tomo a un eje, esto colapsa su onda de probabilidad
en todo el espacio, haciendo instantáneamente que la parte en sentido
contrario a las agujas sea cero. Puesto que este colapso ocurre en todas partes,
ocurre también en la posición del fotón que se mueve hacia la derecha. Y
resulta que esto afecta a la parte en sentido contrario a las agujas de la onda
de probabilidad del fotón que se mueve hacia la derecha, haciendo que
también colapse a cero. Así, por muy lejos que esté el fotón que se mueve
hacia la derecha del fotón que se mueve hacia la izquierda, su onda de
probabilidad es afectada instantáneamente por la onda de probabilidad del
fotón que se mueve hacia la izquierda, lo que asegura que tiene el mismo
espín que el fotón que se mueve hacia la izquierda a lo largo del eje elegido.
Así, en la mecánica cuántica estándar es este cambio instantáneo en las ondas
de probabilidad el responsable de la influencia más rápida que la luz.
Las matemáticas de la mecánica cuántica hacen precisa esta discusión
cualitativa. Y, de hecho, las influencias de largo alcance que aparecen de las
ondas de probabilidad que colapsan cambian la predicción de con qué
frecuencia los detectores izquierdo y derecho de Aspect (cuando sus ejes son
escogidos aleatoria e independientemente) deberían encontrar el mismo
resultado.
Página 146
FIGURA 4.7. Cuando una partícula es observada en un lugar, la probabilidad de encontrarla en
otro lugar cae a cero, mientras que su probabilidad asciende repentinamente al 100 por cien
en el lugar donde es observada.
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100 de las veces (en lugar de predecir acuerdo en más del 50 por 100 de las
veces —resultado, como hemos visto, que se encuentra utilizando la hipótesis
de EPR de un universo local—). Con impresionante exactitud, esto es
precisamente lo que Aspect encontró en sus experimentos, un 50 por 100 de
acuerdo. La mecánica cuántica estándar encaja los datos de forma
impresionante.
Éste es un éxito espectacular. De todas formas, hay un pero. Después de
más de siete décadas, nadie entiende cómo sucede, o siquiera si sucede
realmente, el colapso de una onda de probabilidad. Durante años, la hipótesis
de que las ondas de probabilidad colapsan ha dado un vínculo poderoso entre
las probabilidades que predice la teoría cuántica y los resultados definidos que
revelan los experimentos. Pero es una hipótesis llena de enigmas. Para
empezar, el colapso no sale de las matemáticas de la teoría cuántica; hay que
meterlo a mano, y no hay ninguna forma consensuada ni experimentalmente
justificada para hacerlo. En segundo lugar, ¿cómo es posible que por
encontrar un electrón en su detector en Nueva York, usted provoque que la
onda de probabilidad del electrón en la galaxia Andrómeda caiga a cero
instantáneamente?[4.19] Por supuesto, una vez que usted encuentra la partícula
en Nueva York es seguro que no será encontrada en Andrómeda pero ¿qué
mecanismo desconocido asegura esto con una eficacia tan espectacular? En
un lenguaje más vago, ¿cómo «sabe» la onda de probabilidad en Andrómeda,
y en cualquier otro lugar, que tiene que caer a cero simultáneamente?
Abordaremos este problema de la medida en mecánica cuántica en el
capítulo 7 (y como veremos, hay otras propuestas que evitan totalmente la
idea de ondas de probabilidad que colapsan), pero baste apuntar aquí, como
discutimos en el capítulo 3, que algo que es simultáneo desde una perspectiva
no es simultáneo desde otra perspectiva en movimiento. (Recuerde a Itchy y
Scratchy poniendo en hora sus relojes en un tren en movimiento.) De modo
que si una onda de probabilidad llegara a sufrir un colapso simultáneo en el
espacio según un observador, no sufriría tal colapso simultáneo según otro
observador que esté en movimiento. En la práctica, dependiendo de su
movimiento, unos observadores informarán de que el fotón izquierdo fue
medido primero, mientras que otros observadores, igualmente dignos de
confianza, informarán que el fotón derecho fue medido primero. Así, incluso
si la idea de ondas de probabilidad que colapsan fuera correcta, dejaría de ser
una verdad objetiva en lo que concierne a qué medida —sobre el fotón
izquierdo o sobre el derecho— afecta a la otra. Así, el colapso de ondas de
probabilidad parecería discriminar un punto de vista especial —aquél según el
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cual el colapso es simultáneo en el espacio, aquél según el cual las medidas
izquierda y derecha ocurren en el mismo instante—. Pero discriminar una
perspectiva especial crea una tensión importante con el núcleo igualitario de
la relatividad especial. Se han hecho propuestas para evitar este problema,
pero continúa el debate respecto a cuáles, si hay alguna, son acertadas. [4.20]
Así pues, aunque la opinión de la mayoría sostiene que hay una
coexistencia armoniosa, algunos físicos y filósofos consideran que la relación
exacta entre mecánica cuántica, partículas entrelazadas y relatividad especial
es una cuestión abierta. Es ciertamente posible, y en mi opinión probable, que
la opinión de la mayoría prevalezca en última instancia en alguna forma más
definitiva. Pero la historia muestra que los problemas fundacionales sutiles
siembran a veces las semillas de revoluciones futuras. Sobre ésta, sólo el
tiempo dirá.
¿Qué vamos a hacer de todo esto?
El razonamiento de Bell y los experimentos de Aspect muestran que el
tipo de universo que imaginaba Einstein puede existir en la mente, pero no en
la realidad. El de Einstein era un universo en el que lo que usted hace aquí
tiene relevancia inmediata sólo para las cosas que están también aquí. La
física, en esta visión, era puramente local. Pero ahora vemos que los datos
descartan esta forma de pensar; los datos descartan este tipo de universo.
El de Einstein era también un universo en el que los objetos poseen
valores definidos de todos los atributos físicos posibles. Los atributos no
cuelgan en el limbo, esperando que la medida de un experimentador los llame
a la existencia. La mayoría de los físicos diría que Einstein también estaba
equivocado en este punto. Las propiedades de las partículas en esta visión
mayoritaria nacen cuando las medidas les obligan a ello —una idea que
examinaremos más detalladamente en el capítulo 7—. Cuando las partículas
no están siendo observadas o interaccionando con el entorno, sus propiedades
tienen una existencia borrosa y nebulosa caracterizada únicamente por una
probabilidad de que una u otra potencialidad pudiera realizarse. Los más
radicales entre quienes sostienen esta opinión llegarían a declarar que, de
hecho, cuando nadie y nada está «mirando» o interaccionando con la Luna de
ninguna manera, la Luna no está allí.
Sobre esta cuestión, todavía no hay veredicto. Einstein, Podolsky y Rosen
afirmaban que la única explicación razonable al hecho de que las medidas
pudieran revelar que partículas ampliamente separadas tenían propiedades
idénticas era que las partículas poseyeran estas propiedades definidas durante
todo el tiempo (y, en virtud de su pasado común, sus propiedades estuvieran
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correlacionadas). Décadas más tarde, el análisis de Bell y los datos de Aspect
demostraron que esta sugerencia intuitivamente atractiva, basada en la
premisa de que las partículas tienen siempre propiedades definidas, falla
como explicación de las correlaciones no locales observadas
experimentalmente. Pero el fallo en explicar los misterios de la no localidad
no significa que la noción de partículas que siempre poseen propiedades
definidas esté descartada. Los datos descartan un universo local, pero no
descartan que las partículas tengan tales propiedades ocultas.
De hecho, en la década de 1950 Bohm construyó su propia versión de la
mecánica cuántica que incorpora a la vez no localidad y variables ocultas. En
esta aproximación las partículas tienen siempre una posición definida y una
velocidad definida, incluso si nunca podemos medir ambas simultáneamente.
La aproximación Bohm hacía predicciones que coincidían totalmente con las
de la mecánica cuántica convencional, pero su formulación introducía un
elemento de no localidad aún más acentuado en el que las fuerzas que actúan
sobre una partícula en un lugar dependen instantáneamente de las condiciones
en lugares distantes. En cierto sentido, la versión de Bohm sugería cómo se
podría ir hacia el objetivo de Einstein de restaurar algunas de las
características intuitivamente razonables de la física clásica —que las
partículas tienen propiedades definidas— que habían sido abandonadas por la
revolución cuántica, pero también demostraba que eso se hacía al precio de
aceptar una no localidad todavía más flagrante. Con este enorme coste,
Einstein habría encontrado poco solaz en este enfoque.
La necesidad de abandonar la localidad es la lección más sorprendente
que surge de la obra de Einstein, Podolsky, Rosen, Bohm, Bell y Aspect, así
como los muchos otros que desempeñaron papeles importantes en esta línea
de investigación. En virtud de su pasado, objetos que en el presente están en
regiones enormemente diferentes del universo pueden formar parte de un todo
entrelazado mecanocuánticamente. Incluso si están ampliamente separados,
tales objetos están comprometidos para comportarse de una manera aleatoria
pero coordinada.
Estamos acostumbrados a pensar que una propiedad básica del espacio es
que separa y distingue un objeto de otro. Pero ahora vemos que la mecánica
cuántica desafía radicalmente esta idea. Dos cosas pueden estar separadas por
una enorme cantidad de espacio y pese a todo no tener una existencia
completamente independiente. Una conexión cuántica puede unirlas, haciendo
que las propiedades de cada una dependan de las propiedades de la otra. El
espacio no distingue tales objetos entrelazados. El espacio no puede superar
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su interconexión. El espacio, incluso una enorme cantidad de espacio, no
debilita su interdependencia mecanocuántica.
Algunas personas han interpretado esto como si nos dijera que «todo está
conectado con todo lo demás» o que «la mecánica cuántica nos entrelaza a
todos en un todo universal». Al fin y al cabo, sigue el razonamiento, en el big
bang todo emergió de un lugar puesto que, así lo creemos, todos los lugares
que ahora consideramos diferentes eran el mismo lugar en el principio. Y
puesto que, como los dos fotones que emergen del mismo átomo de calcio,
todo emergió del mismo algo en el principio, todo debería estar entrelazado
mecanocuántica-mente con todo lo demás.
Aunque me gusta la sensación, todas estas divagaciones son vagas y
exageradas. Las conexiones cuánticas entre los dos fotones que salen del
átomo de calcio existen, ciertamente, pero son extraordinariamente delicadas.
Cuando Aspect y otros llevan a cabo sus experimentos, es crucial que se
permita que los fotones viajen sin ningún impedimento desde su fuente a los
detectores. Si fuesen golpeados por partículas perdidas o tropezasen con
piezas del aparato antes de alcanzar uno de los detectores, la conexión
cuántica entre los fotones se haría enormemente más difícil de identificar. En
lugar de buscar correlaciones en las propiedades de dos fotones, ahora sería
necesario buscar una pauta completa de correlaciones que impliquen a los
fotones y a todo lo demás con lo que pudieran haber chocado. Y a medida que
todas estas partículas siguieran su camino, chocando con otras partículas, el
entrelazamiento cuántico se extendería de tal modo a través de estas
interacciones con el entorno que se haría virtualmente imposible de detectar.
Para todos los efectos, el entrelazamiento original entre los fotones habría
quedado borrado.
De todas formas, es verdaderamente sorprendente que estas conexiones
existan, y que en condiciones de laboratorio cuidadosamente preparadas
puedan ser observadas directamente sobre distancias importantes. Ellas nos
muestran, fundamentalmente, que el espacio no es lo que en otro tiempo
pensábamos que era.
¿Qué pasa con el tiempo?
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SEGUNDA PARTE
Tiempo y experiencia
Página 152
5
5. El río congelado
¿Fluye el tiempo?
Tiempo y experiencia
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Las relatividades especial y general hicieron añicos la universalidad, la
unicidad del tiempo. Estas teorías demostraron que podemos tomar un trozo
del viejo tiempo universal de Newton y llevarlo con nosotros. Se convierte en
nuestro propio reloj personal, nuestra propia vía personal que nos arrastra
implacablemente de un instante al siguiente. Nos sorprende la teoría de la
relatividad porque aunque nuestro propio reloj personal parece marchar
uniformemente, acorde con nuestra sensación intuitiva del tiempo, la
comparación con otros relojes revela diferencias. El tiempo para usted no
tiene por qué ser el mismo que el tiempo para mí.
Aceptemos esta lección como algo dado. Pero ¿cuál es la verdadera
naturaleza del tiempo para mí? ¿Cuál es el carácter pleno del tiempo tal como
es experimentado y concebido por el individuo, sin un interés primario en
hacer comparaciones con las experiencias de otros? ¿Reflejan exactamente
estas experiencias la verdadera naturaleza del tiempo? ¿Y qué nos dicen sobre
la naturaleza de la realidad?
Nuestras experiencias nos enseñan, sin género de dudas, que el pasado es
diferente del futuro. El futuro parece presentar una riqueza de posibilidades,
mientras que el pasado está ligado a una sola cosa, a lo que sucedió
realmente. Nos sentimos capaces de influir, de moldear y de afectar al futuro
en un grado u otro, mientras que el pasado parece inmutable. Y entre pasado
y futuro está el escurridizo concepto del ahora, un punto de soporte temporal
que se reinventa a cada momento, como los fotogramas de un filme cuando
pasan por la luz intensa del proyector y se convierten en el presente
momentáneo. El tiempo parece marchar a un ritmo imparable y perfectamente
uniforme, que marca el destino fugaz del ahora con cada golpe de la baqueta
en el tambor.
Nuestras experiencias nos enseñan también que hay un sesgo evidente en
la forma en que se desarrollan las cosas en el tiempo. De nada vale lamentarse
por la leche derramada, porque una vez derramada no puede desderramarse y
nunca veremos que las salpicaduras de la leche se vuelvan a juntar, suban
desde el suelo y se concentren dentro de un vaso en una encimera de la
cocina. Nuestro mundo parece atenerse perfectamente a una flecha temporal
unidireccional, que nunca se desvía de una regla por la cual las cosas pueden
empezar de esta manera y terminar de aquélla, pero nunca pueden empezar de
aquélla y terminar de ésta.
Nuestras experiencias, por consiguiente, nos enseñan dos cosas
primordiales. Primero, el tiempo parece fluir. Es como si estuviéramos en la
ribera del río del tiempo mientras avanza la poderosa corriente, trayendo el
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futuro hacia nosotros, convirtiéndose en el ahora en el instante en que nos
alcanza y siguiendo su rápido curso cuando se aleja corriente abajo hacia el
pasado. O, si eso es demasiado pasivo para su gusto, invirtamos la metáfora:
nosotros viajamos en el río del tiempo que avanza implacablemente,
arrastrándonos desde un ahora al siguiente, mientras el pasado se aleja con el
paisaje que pasa y el futuro nos espera corriente abajo. (Nuestras experiencias
también nos han enseñado que el tiempo puede inspirar algunas de las
metáforas más sensibleras.) Segundo, el tiempo parece tener una flecha. El
flujo del tiempo parece ir en una dirección y sólo en una, en el sentido de que
las cosas suceden en una y sólo en una secuencia temporal. Si alguien le pasa
una caja que contiene una corta película de un vaso de leche que se derrama,
pero la película está fragmentada en fotogramas individuales, usted no
necesita ninguna ayuda o instrucción del cineasta para recomponer los
fotogramas en el orden correcto: le basta con examinar el montón de
imágenes. El tiempo parece tener una dirección intrínseca, que apunta desde
lo que llamamos pasado hacia lo que llamamos futuro, y las cosas parecen
cambiar —la leche se derrama, los huevos se rompen, las velas se consumen,
las personas envejecen— en acuerdo universal con esta dirección.
Estos rasgos del tiempo, fáciles de sentir, generan algunos de sus enigmas
más intrigantes. ¿Fluye realmente el tiempo? Si lo hace, ¿qué está fluyendo en
realidad? ¿Y con qué rapidez fluye esta cosa temporal? ¿Realmente tiene el
tiempo una flecha? El espacio, por ejemplo, no parece tener una flecha
intrínseca —para un astronauta en lo más recóndito del espacio, izquierda y
derecha, delante y detrás, y arriba y abajo, estarían en pie de igualdad— de
modo que ¿de dónde vendría una flecha del tiempo? Si existe una flecha del
tiempo, ¿es absoluta? ¿O hay cosas que pueden evolucionar en una dirección
opuesta a la dirección en que parece apuntar la flecha del tiempo?
Vamos a exponer nuestro conocimiento actual reflexionando en primer
lugar sobre estas cuestiones en el contexto de la física clásica. Así que en lo
que queda de este capítulo y en el próximo (en los que discutiremos el flujo
del tiempo y la flecha del tiempo, respectivamente) ignoraremos la
probabilidad cuántica y la indeterminación cuántica. No obstante, mucho de
lo que vamos a aprender se traduce directamente al dominio cuántico, y en el
capítulo 7 adoptaremos la perspectiva cuántica.
¿Fluye el tiempo?
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Desde la perspectiva de los seres sintientes, la respuesta parece obvia.
Mientras escribo estas palabras yo siento claramente cómo fluye el tiempo.
Con cada golpe de tecla, cada ahora da paso al siguiente. Cuando usted lee
estas palabras, sin duda siente también el flujo del tiempo a medida que sus
ojos exploran una palabra tras otra a lo largo de la página. Pese a todo, por
mucho que los físicos lo hayan intentado, nadie ha encontrado dentro de las
leyes de la física ninguna prueba convincente que apoye esta sensación
intuitiva de que el tiempo fluye. De hecho, una reformulación de algunas de
las ideas de Eins- tein en la relatividad especial proporciona evidencia de que
el tiempo no fluye.
Para entender esto, volvamos a la representación del espaciotiem- po
como una barra-de-pan que introdujimos en el capítulo 3. Recordemos que las
rebanadas que constituyen la barra son los ahoras de un observador dado;
cada rebanada representa el espacio en un instante de tiempo desde su
perspectiva. La unión obtenida colocando una rebanada junto a la siguiente,
en el orden en que el observador las experimenta, llena una región de
espaciotiempo. Si llevamos esta perspectiva a un extremo lógico e
imaginamos que cada rebanada muestra todo el espacio en un instante de
tiempo dado según el punto de vista de un observador, y si incluimos todas las
rebanadas posibles, desde el pasado antiguo al futuro distante, la barra
englobará todo el universo a lo largo de todo el tiempo: la totalidad del
espaciotiempo. Cada ocurrencia, independientemente de cuándo o dónde, está
representada por un punto en la barra.
Esto se ilustra esquemáticamente en la figura 5.1, pero la perspectiva
debería plantearle algunas dudas. La perspectiva «exterior» de la figura, en la
que estamos examinando el universo entero, es decir, todo el espacio en todo
instante de tiempo, es un punto de vista ficticio que ninguno de nosotros
tendrá nunca. Todos estamos dentro del espacio- tiempo. Todo lo que
experimentamos usted o yo alguna vez ha ocurrido en una localización del
espacio en un instante de tiempo. Y puesto que la figura 5.1 pretende mostrar
todo el espaciotiempo, abarca la totalidad de tales experiencias —las suyas,
las mías, y las de todos y todo—. Si usted pudiera acercarse y examinar de
cerca todas las idas y venidas en el planeta Tierra, podría ver a Alejandro
Magno recibiendo una lección de Aristóteles, a Leonardo da Vinci dando la
pincelada final a la Mona Lisa, y a George Washington cruzando el Dela-
ware; cuando siguiera examinando la imagen de izquierda a derecha, podría
ver a su abuela jugando de pequeña, a su padre celebrando su décimo
cumpleaños, y su propio primer día en la escuela; mirando aún más a la
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derecha de la imagen, podría verse a usted mismo leyendo este libro, el
nacimiento de su tataranieta y, un poco más allá, su investidura como
presidente. Dada la poca resolución de la figura 5.1, no puede ver realmente
estos instantes, pero puede ver la historia (esquemática) del Sol y el planeta
Tierra, desde su nacimiento a partir de una nube de gas coalescente hasta la
muerte de la Tierra, cuando el Sol se convierta en una gigante roja y la
engulla. Todo está allí.
FIGURA 5.1. Una representación esquemática de todo el espacio a lo largo de todo el tiempo
(que, por supuesto, sólo representa parte del espacio a lo largo de parte del tiempo) que
muestra la formación de algunas galaxias tempranas, la formación del Sol y la Tierra, y la
muerte de la Tierra cuando el Sol se hincha como una gigante roja en lo que ahora
consideramos nuestro futuro lejano.
Sin duda, la figura 5.1 es una perspectiva imaginaria. Está fuera del
espacio y el tiempo. Es la visión desde ningún lugar y ningún tiempo. Incluso
así —incluso si no podemos ir realmente más allá de los confines del
espaciotiempo y abarcar la plena extensión del universo— la representación
esquemática de la figura 5.1 proporciona un medio poderoso de analizar y
clarificar las propiedades básicas del espacio y el tiempo. Como primer
ejemplo, el sentido intuitivo del flujo del tiempo puede ser retratado
vívidamente en este marco por una variante de la metáfora del proyector de
cine. Podemos imaginar una luz que ilumina una rebanada de tiempo tras otra,
haciendo momentáneamente que la rebanada viva en el presente —haciéndola
el ahora momentáneo— sólo para volver a sumirse instantáneamente en la
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oscuridad cuando la luz pasa a la siguiente rebanada. Precisamente ahora, en
esta manera intuitiva de considerar el tiempo, la luz está iluminando la
rebanada en la que usted, sentado en el planeta Tierra, está leyendo esta
palabra, y ahora está iluminando la rebanada en la que usted está leyendo esta
palabra. Pero, de nuevo, mientras esta imagen parece encajar con la
experiencia, los científicos han sido incapaces de encontrar algo en las leyes
de la física que encarne esta luz en movimiento. No han encontrado ningún
mecanismo físico que distinga a un instante después de otro como
momentáneamente real —el ahora momentáneo— a medida que el
mecanismo avanza siempre hacia el futuro.
Todo lo contrario. Aunque la perspectiva de la figura 5.1 es ciertamente
imaginaria, hay evidencia convincente de que la barra de espaciotiempo —la
totalidad del espaciotiempo, no de rebanada en rebanada— es real. Una
consecuencia de la obra de Einstein no muy ampliamente reconocida es que la
realidad relativista especial trata todos los instantes por igual. Aunque la
noción de ahora desempeña un papel central en nuestra visión del mundo, la
relatividad subvierte una vez más nuestra intuición y hace del nuestro un
universo igualitario en el que cualquier instante es tan real como cualquier
otro. Tropezamos con esta idea en el capítulo 3 cuando reflexionábamos sobre
el experimento del cubo rotatorio en el contexto de la relatividad especial.
Allí, mediante un razonamiento indirecto análogo al de Newton, concluíamos
que el espaciotiempo es un algo suficiente para ofrecer la referencia para el
movimiento acelerado. Aquí asumimos la cuestión desde otro punto de vista y
vamos más lejos. Argumentamos que cada parte de la barra del espaciotiempo
en la figura 5.1 existe en pie de igualdad con todas las demás, lo que sugiere,
como creía Einstein, que la realidad engloba pasado, presente y futuro por
igual y que el flujo que imaginamos que lleva una sección a la luz mientras
otra pasa a la oscuridad es ilusorio.
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existe precisamente ahora, mi sensación de la realidad, equivale a una lista de
todas esas cosas —el tic de medianoche en el reloj de mi cocina; mi gato
estirado en pleno salto del suelo a la ventana; el primer rayo del sol de la
mañana iluminando Dublín; el vocerío del parqué en la bolsa de Tokio; la
fusión de dos átomos de hidrógeno concretos en el Sol, la emisión de un fotón
desde la nebulosa de Orion; el último momento de una estrella moribunda
antes de colapsar en un agujero negro— que están, en este instante, en mi
imagen mental congelada. Estas son las cosas que suceden precisamente
ahora, de modo que son las cosas que yo afirmo que existen precisamente
ahora. ¿Existe precisamente ahora Carlomagno? No. ¿Existe precisamente
ahora Nerón? No. ¿Existe precisamente ahora Lincoln? No. ¿Existe
precisamente ahora Elvis? No. Ninguno de ellos están en mi lista-ahora
actual. ¿Existe ahora alguien nacido en el año 2300 o en el 3500 o en el
57000? No. Una vez más, ninguno de ellos está en mi imagen congelada
mental, ninguno de ellos está en mi rebanada de tiempo actual, y por eso,
ninguno de ellos está en mi lista-ahora actual. Por consiguiente, digo sin duda
que no existen actualmente. Así es como yo defino la realidad en cualquier
instante dado; es un enfoque intuitivo que utilizamos la mayoría de nosotros,
a veces de forma implícita, cuando pensamos en la existencia.
Utilizaré esta idea más adelante, pero seamos conscientes de un punto
delicado. Una lista de ahora —la realidad en esta manera de pensar— es una
cosa curiosa. Nada de lo que usted ve precisamente ahora pertenece a su lista-
ahora, porque la luz necesita un tiempo para llegar hasta sus ojos. Cualquier
cosa que usted ve precisamente ahora ya ha sucedido. Usted no está viendo
las palabras de esta página como son ahora-, más bien, si está manteniendo el
libro a 30 centímetros de su rostro, las está viendo tal como eran hace una
milmillonésima de segundo. Si mira al otro lado de una habitación de tamaño
medio, está viendo las cosas tal como eran hace entre 10 milmillonésimas y
20 milmillonésimas de segundo; si mira el Gran Cañón está viendo el otro
lado tal como era hace una diezmilésima de segundo; si mira la Luna, la está
viendo tal como era hace un segundo y medio; si mira el Sol, lo ve como era
hace 8 minutos; en el caso de las estrellas visibles a simple vista, las ve como
eran entre aproximadamente hace unos años y hace 10.000 años.
Curiosamente, entonces, aunque una imagen mental congelada recoge nuestra
sensación de realidad, nuestra sensación intuitiva de lo que existe «ahí fuera»,
dicha imagen consta de sucesos que no podemos experimentar, ni a los que
podemos afectar, y ni siquiera registrar precisamente ahora. En su lugar, una
lista-ahora actual sólo puede ser recopilada a posteriori. Si conoce a qué
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distancia está algo, usted puede determinar cuándo emitió la luz que ve ahora
y por eso puede determinar a qué rebanada de tiempo pertenece —en qué lista
— ahora ya pasada debería estar registrada. De todas formas, y éste es el
punto principal, cuando utilizamos esta información para recopilar la lista-
ahora para cualquier instante dado, actualizándola continuamente a medida
que recibimos luz de objetos cada vez más lejanos, las cosas que se incluyen
en la lista son las cosas que intuitivamente creemos que existían en ese
instante.
Es notable que esta forma aparentemente directa de pensar nos lleva a una
concepción inesperadamente ampliada de la realidad. Ya ha visto que según
el espacio absoluto y el tiempo absoluto de Newton, la imagen congelada que
tenemos todos del universo en un instante dado contiene exactamente los
mismos sucesos; el ahora de cada uno de nosotros es el mismo ahora, y por
ello la lista-ahora de cada uno para un instante dado es idéntica. Si alguien o
algo está en su lista- ahora para un instante dado, entonces también está
necesariamente en mi lista-ahora para ese instante. La intuición de la mayoría
de las personas está aún ligada a esta manera de pensar, pero la relatividad
especial nos cuenta una historia muy diferente. Miremos de nuevo la figura
3.4. Dos observadores en movimiento relativo tienen ahoras —instantes
únicos de tiempo, desde la perspectiva de cada uno— que son diferentes: sus
ahoras rebanan el espaciotiempo a ángulos diferentes. Y diferentes ahoras
significan diferentes listas ahora. Los observadores que se mueven uno con
respecto a otro tienen diferentes concepciones de lo que existe en un instante
dado, y por ello tienen diferentes concepciones de la realidad.
A las velocidades cotidianas los ángulos entre las rebanadas-ahora de dos
observadores es minúsculo: por eso es por lo que en la vida cotidiana no
advertimos ninguna discrepancia entre nuestra definición de ahora y la de
cualquier otro. Por esta razón, la mayoría de las discusiones sobre la
relatividad general se centran en lo que sucedería si viajáramos a velocidades
enormes —velocidades próximas a la de la luz— puesto que este movimiento
amplificaría enormemente los efectos. Pero hay otra forma de amplificar la
distinción de las concepciones del ahora de dos observadores, y creo que
ofrece una aproximación particularmente ilustrativa a la cuestión de la
realidad. Se basa en el siguiente hecho simple: si usted y yo rebanamos una
barra a ángulos ligeramente diferentes, apenas tendrá un efecto en las
rebanadas de pan resultantes. Pero si la barra es enorme, la conclusión es
diferente. De la misma forma que una abertura minúscula entre las hojas de
unas tijeras enormemente largas se traduce en una gran separación entre las
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puntas de las hojas, cortar una enorme barra de pan a ángulos ligeramente
diferentes da rebanadas que se desvían una gran cantidad a distancias alejadas
de donde se cruzan las rebanadas. Puede ver esto en la figura 5.2.
Lo mismo es cierto para el espaciotiempo. A las velocidades cotidianas,
las rebanadas que representan el ahora para dos observadores en movimiento
relativo estarán orientadas en ángulos que sólo difieren ligeramente. Si los
dos observadores están próximos, esto apenas tendrá efecto. Pero, igual que
en la barra de pan, ángulos minúsculos generan grandes separaciones entre las
rebanadas cuando su impacto se examina sobre grandes distancias. Y en el
caso de las rebanadas de espaciotiempo, una gran desviación entre rebanadas
significa un desacuerdo importante sobre qué sucesos considera cada
observador que están sucediendo ahora. Esto se ilustra en las Figuras 5.3 y
5.4, e implica que individuos que se mueven uno con respecto a otro, incluso
a las velocidades cotidianas ordinarias, tendrán concepciones cada vez más
diferentes del ahora si están cada vez más lejos en el espacio.
FIGURA 5.2. (a) En una barra ordinaria, las rebanadas cortadas a ángulos ligeramente
diferentes no se separan de forma significativa, (b) Pero cuanto mayor es la barra, para el
mismo ángulo, mayor es la separación.
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coincidirían exactamente. Al cabo de un rato, Chewie se levanta y va a dar un
paseo —con un paso suave y relajado— en una dirección que resulta alejarse
directamente de usted. Este cambio en el estado de movimiento de Chewie
significa que su concepción del ahora, su reba- namiento del espaciotiempo,
rotará ligeramente (ver figura 5.3). Este minúsculo cambio angular no tiene
ningún efecto apreciable en la vecindad de Chewie: la diferencia entre su
nuevo ahora y el de cualquier otro aún sentado en su sala de estar es
minúscula. Pero sobre la enorme distancia de 10.000 millones de años luz,
este minúsculo cambio en la noción del ahora de Chewie se amplifica (como
en el paso de la figura 5.3a a 5.3b, pero ahora los protagonistas están
separados una enorme distancia, lo que acentúa significativamente el cambio
de sus ahoras). El ahora de él y el de usted, que eran uno y el mismo mientras
él seguía sentado, se separan debido a su modesto movimiento.
Las figuras 5.3 y 5.4 ilustran esquemáticamente la idea clave, pero
utilizando las ecuaciones de la relatividad especial podemos calcular cuán
diferentes se hacen sus ahoras. [5.1] Si Chewie se aleja de usted a unos 15
kilómetros por hora (Chewie tiene una buena zancada) los sucesos en la
Tierra que pertenecen a su nueva lista-ahora son sucesos que según usted
ocurrieron ¡hace aproximadamente 150 años! Según la concepción de Chewie
del ahora —una concepción que es tan válida como la de usted y que hasta
hace un momento coincidía plenamente con ella— usted todavía no ha
nacido. Si él se moviese hacia usted a la misma velocidad, el cambio angular
sería opuesto, como se ilustra esquemáticamente en la figura 5.4, de modo
que el ahora de él coincidiría con lo que para usted estaría ¡a 150 años en el
futuro! Ahora, según el ahora de él, usted quizá ya no sería parte de este
mundo. Y si, en lugar de sólo caminar, Chewie se montase en el Halcón
Milenario y viajara a 1.500 kilómetros por hora (una velocidad menor que la
de un Concorde), su ahora incluiría sucesos en la Tierra que desde la
perspectiva de usted ocurrieron hace 15.000 años o están a 15.000 años en el
futuro, dependiendo de si él volara alejándose o acercándose a usted. Con las
elecciones adecuadas de dirección y velocidad de movimiento, Elvis o Nerón
o Carlomagno o Lincoln o alguien nacido en la Tierra en lo que usted llama el
futuro pertenecerá a la nueva lista-ahora de él.
Página 162
(a)
(b)
FIGURA 5.3. (a) Dos individuos en reposo relativo uno con respecto al otro tienen
concepciones idénticas del ahora y por lo tanto rebanadas de tiempo idénticas. Si un
observador se aleja del otro, las rebanadas de tiempo de cada uno de ellos —lo que cada
observador considera ahora— rotan con respecto a las del otro; como se ilustra, la rebanada
ahora oscurecida para el observador en movimiento rota hacia el pasado del observador en
reposo, (b) Una mayor separación entre los observadores da una mayor desviación entre
rebanadas, una mayor desviación en sus concepciones del ahora.
Página 163
Aunque sorprendente, nada de esto genera ninguna contradicción o
paradoja porque, como explicamos antes, cuanto más lejos está algo, más
tiempo se tarda en recibir la luz que emite y determinar así que pertenece a
una lista-ahora concreta. Por ejemplo, incluso si la aproximación de John
Wilkes Booth al palco presidencial en el TeatroFord pertenecerá a la nueva
lista-ahora de Chewie si él se levanta y camina alejándose de la Tierra a
aproximadamente 15 kilómetros por hora,[5.2] él no puede hacer nada para
salvar al presidente Lincoln. A una distancia tan enorme, se requiere una
enorme cantidad de tiempo para recibir e intercambiar mensajes, de modo que
sólo los descendientes de Chewie, miles de millones de años después,
recibirán realmente la luz procedente de esa noche fatídica en Washington. El
punto, no obstante, es que cuando sus descendientes usan esa información
para actualizar la inmensa colección de listas-ahora pasadas, encontrarán que
el asesinato de Lincoln pertenece a la misma lista-ahora que contiene a
Chewie levantándose y empezando a caminar alejándose de la Tierra. Y pese
a todo, encontrarán también que un momento antes de que Chewie se
levantara, su lista-ahora contenía, entre muchas otras cosas, a usted, en la
Tierra en el siglo xxi, todavía sentado, leyendo estas palabras[5.3]
(a)
Página 164
(b)
FIGURA 5.4. (a) Lo mismo que la figura 5.3a, excepto que cuando un observador se mueve
hacia el otro, su rebanada ahora rota hacia el futuro, no hacia el pasado, del otro observador,
(b) Lo mismo que la figura 5.3b —una mayor separación da una mayor desviación en las
concepciones del ahora, para la misma velocidad relativa— con rotación hacia el futuro en
lugar del pasado.
Del mismo modo, hay cosas sobre nuestro futuro, tales como quién ganará
la elección presidencial en Estados Unidos en el año 2100, que parecen
completamente abiertas: es más que probable que los candidatos a dicha
elección todavía no hayan nacido, y mucho menos que hayan decidido
presentarse al cargo. Pero si Chewie se levanta de su silla y camina hacia la
Tierra a aproximadamente 10 kilómetros por hora, su rebanada-ahora —su
concepción de lo que existe, su concepción de lo que ha sucedido— incluirá
la elección del primer presidente del siglo xxn. Algo que parece
completamente indecidido para nosotros es algo que ya ha sucedido para él.
De nuevo, Chewie no sabrá el resultado de la elección hasta dentro de miles
de millones de años, puesto que ése es el tiempo que tardarán en llegarle
nuestras señales de televisión. Pero cuando los resultados de la elección
lleguen a los descendientes de Chewie y los utilicen para poner al día el libro
de imágenes congeladas de historia de Chewie, su colección de listas- ahora
pasadas, encontrarán que los resultados de la elección pertenecen a la misma
Página 165
lista-ahora en la que Chewie se levantó y empezó a caminar hacia la Tierra —
una lista-ahora, advierten los descendientes de Chewie, que ocurre tan sólo un
instante después de uno que lo contiene a usted, en los primeros años del siglo
xxi de la Tierra, lo que cierra este párrafo.
Este ejemplo ilustra dos puntos importantes. Primero, aunque estamos
acostumbrados a la idea de que los efectos relativistas se hacen evidentes a
velocidades próximas a la de la luz, los efectos relativistas pueden ser
enormemente amplificados incluso a bajas velocidades cuando se consideran
sobre grandes distancias en el espacio. Segundo, el ejemplo aporta una idea
sobre la cuestión de si el espaciotiempo (la barra) es realmente una entidad o
sólo un concepto abstracto, una unión abstracta del espacio precisamente
ahora con su historia y su pretendido futuro.
Ya ve usted que la concepción de la realidad de Chewie, su imagen
mental congelada, su concepción de lo que existe ahora, es tan real para él
como nuestra concepción de la realidad es para nosotros. Así pues, al
establecer lo que constituye la realidad, pecaríamos de estrechez de miras si
no incluyésemos también su perspectiva. Para Newton, tal enfoque igualitario
no supondría la más mínima diferencia, porque, en un universo con espacio
absoluto y tiempo absoluto, las re- banadas-ahora de todo el mundo
coinciden. Pero en un universo relativista, nuestro universo, supone una gran
diferencia. Mientras que
nuestra concepción familiar de lo que existe precisamente ahora equivale
a una única rebanada —ahora— nosotros vemos normalmente el pasado
como ido y el futuro como todavía por venir —debemos aumentar esta
imagen con la rebanada-ahora de Chewie, una rebanada— ahora que, como
reveló la discusión, puede diferir sustancialmente de la nuestra. Además,
puesto que la posición inicial y la velocidad con la que se mueve Chewie son
arbitrarias, deberíamos incluir las reba- nadas-ahora asociadas con todas las
posibilidades. Estas rebanadas- ahora, como en nuestra discusión anterior,
estarían centradas en la posición inicial de Chewie —o algún otro observador
real o hipotético— en el espacio y estaría rotada un ángulo que depende de la
velocidad escogida. (La única restricción procede del límite de velocidad
establecido por la luz y, como se explica en las notas, en la representación
gráfica que estamos utilizando esto se traduce en un límite sobre el ángulo de
rotación de 45°, bien en el sentido de las agujas o bien en el sentido
contrario.) Como usted puede ver, en la figura 5.5, el conjunto de todas estas
rebanadas-ahora llena una región sustancial de la barra espaciotemporal. De
hecho, si el espacio es infinito —si las rebanadas-ahora se extienden
Página 166
infinitamente lejos— entonces las rebanadas-ahora rotadas pueden estar
centradas arbitrariamente lejos, y por ello su unión barre todo punto en la
barra espaciotemporal.[*10]
Así pues: si usted acepta la noción de que la realidad consiste en las
cosas que hay en su imagen mental congelada precisamente ahora, y si usted
está de acuerdo en que su ahora no es más válido que el ahora de alguien
situado muy lejos en el espacio y que puede moverse libremente, entonces la
realidad engloba todos los sucesos en el espaciotiempo. La barra total existe.
De la misma manera que imaginamos que todo el espacio está realmente ahí
fuera, que existe realmente, también deberíamos imaginar que todo el tiempo
está realmente ahí fuera, que también existe realmente. Pasado, presente y
futuro parecen ser ciertamente entidades distintas. Pero, como Einstein dijo en
cierta ocasión: «Para nosotros físicos convencidos, la distinción entre pasado,
presente y futuro es sólo una ilusión, por persistente que sea». [5.5] Lo único
que es real es la totalidad del espaciotiempo.
FIGURA 5.5 Una muestra de rebanadas-ahora para una variedad de observadores (reales o
hipotéticos) situados a una variedad de distancias de la Tierra, que se mueven con una
variedad de velocidades.
Página 167
usted lo hubiera pasado bien en la Nochevie- ja de 1999, usted lo sigue
pasando bien, puesto que ésa es sólo una localización inmutable en el
espaciotiempo. Es duro aceptar esta descripción, pues nuestra visión del
mundo distingue claramente entre pasado, presente y futuro. Pero si
observamos atentamente este familiar esquema temporal y lo confrontamos
con los hechos fríos y duros de la física moderna, su único lugar de cobijo
parece estar dentro de la mente humana.
Es innegable que nuestra experiencia consciente parece barrer las
rebanadas. Es como si nuestra mente proporcionara el proyector mencionado
antes, de modo que los instantes de tiempo nacen cuando son iluminados por
el poder de la conciencia. La sensación fluyente de un
momento al siguiente surge de nuestro reconocimiento consciente del
cambio en nuestros pensamientos, sentimientos y percepciones. Y la
secuencia de cambio parece tener un movimiento continuo; parece
desplegarse en una historia coherente. Pero —sin ninguna pretensión de
precisión psicológica o neurobiológica— podemos imaginar cómo podríamos
experimentar un flujo de tiempo incluso si en realidad no hay tal cosa. Para
ver lo que quiero decir, imaginemos que estamos viendo Lo que el viento se
llevó en un DVD defectuoso que salta aleatoriamente hacia delante o hacia
atrás: un fotograma aparece momentáneamente en la pantalla y es seguido
inmediatamente por otro de una parte completamente diferente de la película.
Cuando usted observe esta versión desordenada le será difícil dar sentido a lo
que está pasando. Pero Scarlett y Rhett no tienen ningún problema. En cada
fotograma hacen lo que siempre han hecho en dicho fotograma. Si usted
pudiera detener el DVD en un fotograma concreto y preguntarles sobre sus
pensamientos y recuerdos, ellos responderían con las mismas respuestas que
hubieran dado si usted viera el DVD en un reproductor que funcionase
correctamente. Si usted les preguntara si no estaban confusos al atravesar la
guerra civil sin orden, ellos le mirarían con sorpresa y se imaginarían que
usted se había tomado demasiadas copas. En cualquier fotograma dado ellos
tendrían los pensamientos y los recuerdos que siempre habían tenido en ese
fotograma —y, en particular, esos pensamientos y recuerdos les darían la
sensación de que el tiempo está fluyendo de manera suave y coherente hacia
delante, como es habitual.
Análogamente, cada momento en el espaciotiempo —cada rebanada de
tiempo— es como uno de los fotogramas de una película. Existe ya esté o no
iluminado por una luz. Como sucede con Scarlett y Rhett, para el usted que
está en cualquier momento semejante, éste es el ahora, es el instante que
Página 168
usted experimenta en dicho instante. Y siempre lo será. Además, dentro de
cada rebanada individual, sus pensamientos y recuerdos son suficientemente
ricos para dar una sensación de que el tiempo ha fluido continuamente hasta
ese instante. Este sentimiento, esta sensación de que el tiempo está fluyendo,
no requiere instantes previos —fotogramas previos— que sean «iluminados
secuencialmente». [5.6]
Y si usted piensa en ello durante un instante más, se dará cuenta de que
eso es algo muy bueno, porque la noción de un proyector de luz que crea
secuencialmente instantes es altamente problemática por otra razón aún más
básica. Si el proyector hiciese adecuadamente su trabajo e iluminase un
instante dado —digamos, las campanadas de la No- chevieja de 1999— ¿qué
significaría que dicho instante pasa a la oscuridad? Si el instante fuera
iluminado, entonces estar iluminado sería una característica del instante, una
característica tan duradera e invariable como todo lo demás que sucede en
dicho instante. Experimentar iluminación —estar «vivo», ser el presente, ser
el ahora— y luego experimentar oscuridad —estar «durmiente», ser el
pasado, ser lo que fue— es experimentar cambio. Pero el concepto de cambio
no tiene significado con respecto a un único instante en el tiempo. El cambio
tendría que ocurrir a través del tiempo, el cambio marcaría el paso del tiempo,
pero ¿qué noción de tiempo podría ser ésa? Por definición, los instantes no
incluyen el paso del tiempo —al menos, no el tiempo del que somos
conscientes— porque los instantes simplemente son, ellos son la materia
prima del tiempo, ellos no cambian. Un instante particular no puede cambiar
en el tiempo más que un lugar particular puede moverse en el espacio: si el
lugar se moviera, sería un lugar diferente en el espacio; si un instante en el
tiempo cambiara, sería un instante diferente en el tiempo. La imagen intuitiva
de un proyector que hace nacer cada nuevo ahora no resiste un examen
cuidadoso. En su lugar, cada instante es iluminado, y cada instante permanece
iluminado. Cada instante es. Bajo un escrutinio más detallado, el río fluyente
del tiempo se parece a un enorme bloque de hielo con cada instante congelado
para siempre en su lugar. [5.7]
Esta concepción del tiempo es significativamente diferente de la que la
mayoría de nosotros hemos interiorizado. Incluso si salió de sus propias ideas,
Einstein no estaba preparado para la dificultad de absorber plenamente un
cambio tan profundo en perspectiva. Rudolf Carnap[5.8] cuenta una
maravillosa conversación que mantuvo con Einstein sobre este tema:
«Einstein dijo que el problema del ahora le preocupaba seriamente. Explicó
que la experiencia del ahora significa algo especial para el hombre, algo
Página 169
esencialmente diferente del pasado y el futuro, pero que esta diferencia
importante no se da y no puede darse dentro de la física. Que esta experiencia
no pudiera ser captada por la ciencia le parecía una cuestión a la que había
que renunciar lamentable pero inevitablemente».
Esta renuncia deja abierta una cuestión central: ¿es la ciencia incapaz de
captar una cualidad fundamental del tiempo que la mente humana capta tan
fácilmente como los pulmones toman aire, o es la mente humana la que
impone en el tiempo una cualidad de su propia factura, una cualidad que es
artificial y que por ello no se manifiesta en las leyes de la física? Si usted me
hiciera esta pregunta durante las horas de trabajo, yo me pondría del lado de
la última perspectiva, pero por la noche, cuando el pensamiento crítico se
diluye en las rutinas ordinarias de la vida, es difícil plantear mucha resistencia
al primer punto de vista. El tiempo es un tema sutil y estamos lejos de
entenderlo plenamente. Es posible que alguna persona perspicaz conciba
algún día una nueva manera de considerar el tiempo y revelar un fundamento
físico válido para un tiempo que fluye. Entonces una vez más, la discusión
anterior, basada en la lógica y la relatividad, quizá resulte ser toda la historia.
Ciertamente, sin embargo, la sensación de que el tiempo fluye está
perfectamente enraizada en nuestra experiencia e impregna completamente
nuestro pensamiento y nuestro lenguaje. Tanto es así que hemos caído, y
seguiremos cayendo, en las descripciones habituales y coloquiales que
remiten a un tiempo que fluye. Pero no confundamos lenguaje con realidad.
El lenguaje humano es mucho mejor para captar la experiencia humana que
para expresar leyes físicas profundas.
Página 170
6
6. El azar y la flecha
¿Tiene el tiempo una dirección?
El rompecabezas
Mil veces al día nuestras experiencias revelan una distinción entre las cosas
que se despliegan en una dirección del tiempo y en la inversa. Una pizza bien
caliente se enfría mientras está en camino desde la pizzería, pero nunca
encontramos una pizza que llegue más caliente que cuando fue sacada del
homo. La leche removida en el café da un líquido de un marrón uniforme,
pero nunca vemos que una taza de café con leche se separe en leche blanca y
café negro. Los huevos caen, se rompen y salpican, pero nunca vemos que las
salpicaduras de huevo se junten para dar huevos intactos. El dióxido de
carbono comprimido en una botella de Coca-Cola sale cuando desenroscamos
el tapón, pero nunca encontraremos que el dióxido de carbono que ha
escapado se reúna y vuelva a entrar en la botella. Los cubos de hielo puestos
Página 171
en un vaso de agua a temperatura ambiente se funden, pero nunca vemos que
partes del agua contenida en un vaso a temperatura ambiente se unan dando
cubos de hielo. Estas secuencias de sucesos comunes, así como otras muchas,
sólo se dan en un orden temporal. Nunca suceden al revés, y por ello
proporcionan una noción de antes y después —nos dan una noción consistente
y aparentemente universal de pasado y futuro—. Estas observaciones nos
convencen de que si examináramos todo el espaciotiempo desde fuera (como
en la figura 5.1), veríamos una asimetría importante a lo largo del eje
temporal. Los huevos salpicados estarían a un lado —el lado que
convencionalmente llamamos el futuro— de sus contrapartidas intactas.
Quizá el ejemplo más señalado de todos es que nuestras mentes parecen
tener acceso a un conjunto de sucesos que llamamos el pasado —nuestros
recuerdos— pero ninguno de nosotros parece capaz de recordar el conjunto de
sucesos que llamamos el futuro. Así que parece obvio que hay una gran
diferencia entre el pasado y el futuro. Parece haber una orientación evidente
en cómo evoluciona en el tiempo una enorme diversidad de cosas. Parece
haber una distinción evidente entre las cosas que podemos recordar (el
pasado) y las que no podemos (el futuro). Esto es lo que entendemos al decir
que el tiempo tiene una orientación, una dirección o una flecha.[6.1]
La física, y con más generalidad la ciencia, se basa en regularidades. Los
científicos estudian la Naturaleza, encuentran patrones y codifican estos
patrones en leyes naturales. Por lo tanto, usted pensaría que la enorme riqueza
de regularidad que nos lleva a percibir una evidente flecha del tiempo sería
prueba de una ley fundamental de la Naturaleza. Una manera tonta de
formular una ley semejante sería introducir la Ley de la Leche Derramada,
que establece que los vasos de leche se derraman pero no se desderraman, o la
Ley de los Huevos Salpicados, que establece que los huevos se rompen y
salpican pero nunca se desrompen. Pero una ley de ese tipo no nos aporta
nada: es meramente descriptiva y no ofrece ninguna explicación aparte de
referir una simple observación de lo que sucede. Pese a todo esperamos que
en alguna parte en las profundidades de la física debe haber una ley menos
tonta que describe el movimiento y las propiedades de las partículas que
componen la pizza, la leche, los huevos, el café, las personas y las estrellas —
los ingredientes fundamentales de todas las cosas— que muestre por qué las
cosas evolucionan a través de una secuencia de pasos pero nunca a la inversa.
Una ley semejante daría una explicación fundamental para la flecha del
tiempo observada.
Página 172
Lo desconcertante es que nadie ha descubierto ninguna ley semejante. Y
lo que es más, las leyes de la física que han sido formuladas desde Newton,
pasando por Maxwell y Einstein, hasta hoy muestran una completa simetría
entre pasado y futuro. [*11]
En ninguna de estas leyes encontramos una estipulación que afirme que se
aplican en una dirección en el tiempo pero no en la otra. En ninguna parte hay
ninguna diferencia entre cómo se ven o se comportan las leyes cuando se
aplican en una u otra dirección en el tiempo. Las leyes tratan lo que llamamos
pasado y futuro en pie de igualdad. Incluso si la experiencia muestra una y
otra vez que existe una flecha en la manera en que evolucionan los sucesos en
el tiempo, esta flecha no parece encontrarse en las leyes fundamentales de la
física.
¿Cómo puede ser esto? ¿No proporcionan las leyes de la física ningún apoyo
que distinga pasado de futuro? ¿Cómo es posible que ninguna ley de la física
explique que los sucesos se desarrollan en este orden pero nunca al revés?
La situación es aún más enigmática. Las leyes de la física conocidas
afirman realmente —contrariamente a las experiencias de nuestra vida— que
el café con leche puede separarse en café negro y leche blanca; una yema
salpicada y unos trozos de cáscara pueden reunirse y formar un huevo intacto;
el hielo fundido en un vaso de agua a temperatura ambiente puede
solidificarse de nuevo en cubos; el gas liberado cuando usted abre su botella
de soda puede precipitarse de nuevo dentro de la botella. Todas las leyes
físicas que tenemos apoyan plenamente lo que se conoce como simetría de
inversión temporal. Ésta afirma que si una secuencia de sucesos puede
desplegarse en un orden temporal (la leche y el café se mezclan, los huevos se
rompen, el gas se escapa) entonces dichos sucesos también pueden
desplegarse al revés (la leche y el café se separan, los huevos se recomponen,
el gas penetra). Desarrollaré más esto en un momento, pero el resumen en
pocas palabras es que no sólo las leyes conocidas no nos dicen por qué vemos
que los sucesos se despliegan sólo en un orden, sino que también nos dicen
que, en teoría, los sucesos pueden desplegarse en el orden inverso. [*12]
La cuestión candente es ¿por qué no vemos nunca estas cosas? Creo que
se puede apostar con seguridad a que nadie ha sido nunca testigo de que un
huevo salpicado se recomponga. Pero si las leyes de la física lo permiten, y si,
Página 173
además, dichas leyes tratan la rotura y la recomposición del huevo por igual,
¿por qué uno no sucede nunca mientras que el otro sí lo hace?
Página 174
orden temporal invertido respecto al que realmente se filmó— ¿está permitido
por las leyes clásicas de la física? ¿Es un movimiento que podría ocurrir en el
mundo real? Al principio, la respuesta parece que es obviamente sí: las
pelotas de tenis pueden moverse tanto en arcos descendentes hacia la derecha
como en arcos ascendentes hacia la izquierda, o, para el caso, en otras
innumerables trayectorias. Así que ¿cuál es la dificultad? Bien, aunque la
respuesta es realmente sí, este razonamiento es demasiado débil y yerra en el
propósito real de la pregunta.
Página 175
FIGURA 6.1. (a) Una pelota de tenis volando de Venus a Júpiter junto con (b) un primer plano,
(c) El movimiento de la pelota de tenis si su velocidad se invierte inmediatamente antes de
que choque contra Júpiter.
Página 176
La respuesta a esta pregunta más refinada es sí. Para evitar cualquier
conclusión, expliquémoslo con detalle. En la figura 6.1a, antes de que la
gravedad de Júpiter tuviera cualquier efecto significativo, la pelota se dirigía
puramente hacia la derecha. Luego, en la figura 6.1b, la poderosa fuerza
gravitatoria de Júpiter atrapó la bola y la atrajo hacia el centro del planeta —
una atracción que es básicamente hacia abajo pero, como usted puede ver en
la figura, es también parcialmente hacia la derecha—. Esto significa que
cuando la pelota se acercaba a la superficie de Júpiter, su velocidad hacia la
derecha había aumentado algo pero su velocidad hacia abajo había aumentado
espectacularmente. Por consiguiente, en la película pasada al revés el
lanzamiento de la pelota desde la superficie de Júpiter podría estar dirigido un
poco hacia la izquierda pero predominantemente hacia arriba, como en la
figura 6.1c. Con esta velocidad de partida, la gravedad de Júpiter habría
tenido su máximo impacto sobre la velocidad hacia arriba de la pelota,
haciéndola ir cada vez más lenta, al tiempo que también disminuye la
velocidad hacia la izquierda de la pelota aunque menos espectacularmente. Y
con la velocidad ascendente de la pelota en rápida disminución, su
movimiento pasaría a estar dominado por su velocidad en dirección hacia la
izquierda, haciéndola seguir una trayectoria en arco ascendente hacia la
izquierda. Casi al final de este arco la gravedad habría debilitado todo el
movimiento hacia arriba tanto como la velocidad adicional hacia la derecha
que la gravedad de Júpiter impartió a la pelota en su caída, dejando a la bola
moviéndose puramente hacia la izquierda con exactamente la misma
velocidad que tenía en su aproximación inicial.
Todo esto puede hacerse cuantitativo, pero el punto que cabe señalar es
que esta trayectoria es exactamente la inversa del movimiento original de la
pelota. Con sólo invertir la velocidad de la pelota, como en la figura 6.1c —
lanzándola con la misma velocidad pero en dirección contraria— se puede
rehacer completamente su trayectoria original, pero al revés. Trayendo de
nuevo la película a la discusión, vemos que la trayectoria en arco ascendente
hacia la izquierda —la trayectoria que acabamos de calcular con un
razonamiento basado en las leyes de movimiento de Newton— es
exactamente la que veríamos al pasar la película al revés. De modo que el
movimiento de la bola con el tiempo invertido, como se muestra en la película
pasada al revés, se adecúa a las leyes de la física con la misma seguridad que
el movimiento hacia delante en el tiempo. El movimiento que habríamos visto
al pasar la película al revés es movimiento que podría suceder realmente en el
mundo real.
Página 177
Aunque hay algunas sutilezas que he relegado a las notas finales, esta
conclusión es general.[6.2] Todas las leyes conocidas y aceptadas
concernientes al movimiento —desde la mecánica de Newton recién discutida
a la teoría electromagnética de Maxwell, las teorías de la relatividad especial
y general de Einstein (recuerde, estamos dejando fuera la mecánica cuántica
hasta el próximo capítulo)— incorporan la simetría bajo inversión temporal:
el movimiento que puede ocurrir en la dirección habitual hacia delante en el
tiempo puede ocurrir igualmente a la inversa. Puesto que la terminología
puede ser algo confusa, déjeme volver a hacer énfasis en que no estamos
invirtiendo el tiempo. El tiempo está haciendo lo que hace siempre. En su
lugar, nuestra conclusión es que podemos hacer que un objeto describa su
trayectoria al revés por el simple procedimiento de invertir su velocidad en
cualquier punto de su camino. De forma equivalente, el mismo procedimiento
—invertir la velocidad del objeto en un punto de su camino— haría que el
objeto ejecute el movimiento que hubiéramos visto en una película pasada al
revés.
Observar una pelota de tenis lanzada entre Venus y Júpiter—en una u otra
dirección—no es particularmente interesante. Pero puesto que la conclusión
que hemos alcanzado es aplicable en general, vayamos ahora a algún lugar
más excitante: su cocina. Coloque un huevo en la encimera de su cocina,
hágalo rodar hacia el borde y déjelo caer al suelo y aplastarse. Por supuesto,
hay mucho movimiento en esta secuencia de sucesos. El huevo cae. El huevo
se rompe. La clara se dispersa por aquí y por allá. Las baldosas vibran. Se
forman remolinos en el aire circundante. La fricción genera calor, haciendo
que los átomos y moléculas del huevo, el suelo y el aire vibren un poco más
rápido. Pero de la misma forma que las leyes de la física nos muestran cómo
podemos hacer que la pelota de tenis describa su camino exacto al revés, las
mismas leyes muestran cómo podemos hacer que cada trozo de la cáscara de
huevo, cada gota de yema, cada sección del suelo y cada bolsa de aire
describa exactamente su movimiento al revés. «Todo» lo que tenemos que
hacer es invertir la velocidad de todos y cada uno de los constituyentes del
revoltijo. Más exactamente, el razonamiento utilizado con la pelota de tenis
implica que si, hipotéticamente, fuéramos capaces de invertir
simultáneamente la velocidad de cada átomo y cada molécula involucrados
Página 178
directa o indirectamente en el huevo espachurrado, todo el movimiento de la
salpicadura procedería al revés.
Una vez más, igual que con la pelota de tenis, si tuviéramos éxito al
invertir todas estas velocidades habríamos visto lo que parecería una película
pasada al revés. Pero, a diferencia de la pelota de tenis, la inversión del
movimiento del huevo salpicado sería extraordinariamente impresionante.
Una onda de moléculas de aire agitadas y minúsculas vibraciones del suelo
convergería en el lugar de la colisión desde todas las partes de la cocina,
haciendo que cada trozo de cáscara y gota de yema se dirigiese de nuevo
hacia el lugar del impacto. Cada ingrediente se movería exactamente con la
misma velocidad que tenía en el proceso de salpicadura original, pero cada
uno se movería ahora en dirección contraria. Las gotas de yema volarían de
nuevo hasta formar un glóbulo al tiempo que se juntaban los pequeños
fragmentos de cáscara, perfectamente alineados para unirse formando un
contenedor ovoide liso. Las vibraciones del aire y el suelo conspirarían de
forma precisa con el movimiento de la miríada de gotas de yema y trozos de
cáscara para dar al huevo recién reconstruido el golpe exacto para saltar desde
el suelo, subir hasta la encimera de la cocina y aterrizar suavemente en el
borde con el movimiento rotacional exacto para rodar unos pocos centímetros
y detenerse suavemente. Esto es lo que sucedería si pudiéramos realizar la
tarea de la inversión total y exacta de velocidad de todo lo involucrado.[6.3]
Así pues, ya sea un suceso simple, como una pelota de tenis volando, o
algo más complejo, como la salpicadura de un huevo, las leyes de la física
muestran que lo que sucede en una dirección temporal también puede
suceder, al menos en principio, al revés.
Teoría y práctica
Las historias de la pelota de tenis y el huevo hacen más que ilustrar la simetría
bajo inversión temporal de las leyes de la Naturaleza. También sugieren por
qué, en el mundo real de la experiencia, vemos muchas cosas que suceden de
una manera pero nunca a la inversa. Hacer que la pelota de tenis desandará su
camino no era tan difícil. La cogíamos y la lanzábamos con la misma
velocidad en la dirección opuesta. Eso es. Pero hacer que todos los detritus
caóticos del huevo desanden su camino sería enormemente más difícil.
Tendríamos que coger cada fragmento de la salpicadura, y lanzar cada uno de
ellos simultáneamente a la misma velocidad pero en dirección contraria.
Página 179
Evidentemente, eso está más allá de lo que nosotros (o incluso todos los
caballos del rey y todos los hombres del rey) podemos hacer realmente.
¿Hemos encontrado la respuesta que hemos estado buscando? La razón de
que los huevos se aplasten pero no se desaplasten, incluso si ambas acciones
están permitidas por las leyes de la física, ¿es una simple cuestión de lo que se
puede y lo que no se puede en la práctica? ¿Se trata simplemente de que es
fácil hacer que un huevo se aplaste —basta dejarlo rodar por la encimera—
pero extraordinariamente difícil hacer que se desaplaste?
Bien, créame que si ésta fuera la respuesta, yo no me hubiese ocupado
tanto de ella. La cuestión de facilidad frente a dificultad es una parte esencial
de la respuesta, pero la historia completa en la que esto encaja es mucho más
sutil y sorprendente. Llegaremos allí a su debido tiempo, pero primero
tenemos que precisar un poco más la discusión de esta sección. Y eso nos
lleva al concepto de entropía.
Entropía
Página 180
las hojas desparramadas.>[6.5] Cuando examine la pila resultante, será
muchísimo más probable que las páginas estén desordenadas y no que estén
ordenadas. La razón es obvia. Hay muchas maneras en que puede barajarse el
orden de las páginas, pero sólo una forma de que el orden sea el correcto. Para
estar en orden, por supuesto, las páginas deben estar dispuestas exactamente
como 1, 2; 3, 4; 5, 6; y así sucesivamente hasta 1.385, 1.386. Cualquier otra
disposición está desordenada. Una observación simple pero esencial es que, si
todo lo demás sigue igual, cuantas más sean las formas en que algo puede
suceder, más probable es que suceda. Y si algo puede suceder de muchísimas
más maneras, como que las páginas aterricen en el orden numérico erróneo,
es muchísimo más probable que suceda. Todos sabemos esto intuitivamente.
Si usted compra un billete de lotería, hay sólo una forma de que pueda ganar.
Si usted compra un millón de billetes, cada uno con números diferentes, hay
un millón de formas de que pueda ganar, de modo que sus probabilidades de
hacerse rico son un millón de veces más altas.
La entropía es un concepto que precisa esta idea contando el número de
formas, compatibles con las leyes de la física, en que puede realizarse
cualquier situación física dada. Alta entropía significa que hay muchas
maneras; baja entropía significa que hay pocas maneras. Si las páginas de
Guerra y paz están apiladas en el orden numérico adecuado, ésa es una
configuración de baja entropía, porque hay uno y sólo un ordenamiento que
satisface el criterio. Si las páginas no están en orden numérico, ésa es una
situación de alta entropía, porque un poco de cálculo muestra que hay 124552
198453778343366002935370498829163361101246389045136887691264
686895591852984504377394069294743950794189338751876527656714
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999999999999999999999999999999999999999999999999999999999999
999999999999 —aproximadamente 101878— disposiciones diferentes de
páginas desordenadas.[6.6] Si usted arroja al aire las páginas y luego las reúne
en un montón, es casi seguro que caerán fuera del orden numérico, porque
tales configuraciones tienen una entropía muchísimo más alta —hay muchas
más formas de llegar a un resultado desordenado— que la única disposición
en la que están en el orden numérico correcto.
En principio, podríamos utilizar las leyes de la física clásica para
averiguar dónde aterrizará exactamente cada página después de que la pila
total haya sido lanzada al aire. De modo que, una vez más en principio,
podríamos predecir exactamente la disposición resultante de las páginas y con
ello (a diferencia de lo que sucede en mecánica cuántica, que ignoraremos
hasta el próximo capítulo)[6.7] parecería que no hay necesidad de basarse en
nociones probabilistas tales como qué resultado es más o menos probable que
otro. Pero el razonamiento estadístico es a la vez potente y útil. Si Guerra y
paz fuera un panfleto de sólo un par de páginas podríamos ser capaces de
completar satisfactoriamente los cálculos necesarios, pero sería imposible
hacer esto con el Guerra y Paz real.[6.8] Seguir el movimiento preciso de 693
hojas blandas de papel mientras son arrastradas por suaves corrientes de aire y
se frotan, deslizan y golpean una contra otra sería una tarea monumental,
mucho más allá de la capacidad incluso del supercomputador más potente.
Además —y esto es crítico— tener la respuesta exacta ni siquiera sería
útil. Cuando usted examina el montón de páginas resultante, está mucho
Página 182
menos interesado en los detalles exactos de dónde resulta estar cada página
que en la cuestión general de si las páginas están en el orden correcto. Si lo
están, perfecto. Usted podría sentarse y seguir leyendo sobre Ana Pavlovna y
Nicolai Ilych Rostov, como es habitual. Pero si usted encontrara que las
páginas no estaban en su orden correcto, los detalles precisos de la
disposición de las páginas son algo que probablemente no le preocuparía
mucho. Si usted ha visto una disposición de páginas desordenada, ha visto
prácticamente todas. A menos que por alguna extraña razón reparara en las
minucias de qué páginas resultan estar en una u otra posición en el montón,
usted apenas notaría si alguien barajase todavía más una disposición de
páginas desordenada que usted le hubiese dado inicialmente. El montón
inicial parecería desordenado y la pila barajada todavía más también parecería
desordenada. De modo que el razonamiento estadístico no sólo es
enormemente más fácil de realizar, sino que la respuesta que da —ordenado
frente a desordenado— es más relevante para nuestro interés real, para el tipo
de cosas de las que normalmente tomaríamos nota.
Este tipo de pensamiento a grandes rasgos es fundamental para la base
estadística del razonamiento entrópico. De la misma forma que cualquier
billete de lotería tiene la misma probabilidad de salir ganador que cualquier
otro, al cabo de muchos lanzamientos de Guerra y paz cualquier ordenación
particular de las páginas tiene tanta probabilidad de ocurrir como cualquier
otra. Lo que hace que funcione razonablemente el razonamiento estadístico es
nuestra declaración de que hay dos clases interesantes de configuraciones de
páginas: ordenada y desordenada. La primera clase tiene un miembro (el
ordenamiento de páginas correcto 1, 2; 3, 4; y así sucesivamente) mientras
que la segunda clase tiene un número enorme de miembros (cualquier otro
ordenamiento posible). Es razonable utilizar estos dos tipos de clases puesto
que, como antes, recogen la valoración general que usted hubiera hecho al ir
pasando las hojas en cualquier disposición.
Incluso así, quizá usted sugiera que podrían hacerse distinciones más finas
entre estas dos clases, tales como disposiciones con sólo un puñado de
páginas desordenadas, disposiciones con sólo las páginas del primer capítulo
desordenadas, y cosas así. De hecho, a veces puede ser útil considerar estas
clases intermedias. Sin embargo, el número de disposiciones de páginas
posibles en cada una de estas nuevas subclases sigue siendo
extraordinariamente pequeño comparado con el número en la clase totalmente
desordenada. Por ejemplo, el número total de disposiciones desordenadas que
implican sólo las páginas en la Parte Uno de Guerra y paz es 1O“178 del 1 por
Página 183
100 del número total de disposiciones desordenadas que incluyen todas las
páginas. Así, aunque en los lanzamientos iniciales del libro desencuadernado
la disposición de páginas resultante pertenecería probablemente a una de las
intermedias, y no totalmente desordenadas, es casi seguro que si usted repite
la acción de lanzarlas muchas veces, el orden de páginas no mostrará
finalmente ninguna pauta obvia. La disposición de páginas evoluciona hacia
la clase completamente desordenada, puesto que hay muchas disposiciones de
páginas que cuadran esta cuenta.
El ejemplo de Guerra y paz destaca dos características esenciales de la
entropía. En primer lugar, la entropía es una medida de la cantidad de
desorden en un sistema físico. Alta entropía significa que muchas
reordenaciones de los ingredientes que constituyen el sistema pasarían
inadvertidas, y esto significa a su vez que el sistema está altamente
desordenado (cuando todas las páginas de Guerra y paz están desordenadas,
cualquier barajado posterior apenas será advertido puesto que simplemente
deja las páginas en un estado desordenado). Baja entropía significa que muy
pocos reordenamientos pasarían inadvertidos, y esto significa a su vez que el
sistema está altamente ordenado (cuando las páginas de Guerra y paz
empiezan en su orden adecuado, usted puede detectar fácilmente casi
cualquier reordenamiento). En segundo lugar, en sistemas físicos con muchos
constituyentes (por ejemplo, libros con muchas páginas arrojadas al aire) hay
una evolución natural hacia un mayor desorden, puesto que el desorden puede
conseguirse de muchas más maneras que el orden. En el lenguaje de la
entropía, éste es el enunciado de que los sistemas físicos tienden a
evolucionar hacia un estado de entropía más alta.
Por supuesto, para hacer el concepto de entropía preciso y universal la
definición física no implica contar el número de disposiciones de páginas de
un libro u otro que le dejen con la misma apariencia, ya sea ordenada o
desordenada. En su lugar, la definición física cuenta el número de
reordenamientos de los constituyentes fundamentales —átomos, partículas
subatómicas y demás— que dejan inalteradas las propiedades globales, «de
trazo grueso», de un sistema físico. Como en el ejemplo de Guerra y paz, baja
entropía significa que muy pocos reordenamientos pasarían inadvertidos, de
modo que el sistema está altamente ordenado, mientras que alta entropía
significa que muchos reordenamientos pasarían inadvertidos, y eso significa
que el sistema está muy desordenado. [*13]
Para un buen ejemplo físico, uno que pronto nos resultará útil, pensemos
en la botella de Coca-Cola antes mencionada. Cuando un gas, como el
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dióxido de carbono que estaba inicialmente confinado en la botella, se
dispersa uniformemente por una habitación, hay muchos reordenamientos de
las moléculas individuales que no tendrán ningún efecto apreciable. Por
ejemplo, si usted agita los brazos, las moléculas de dióxido de carbono se
moverán de un lado a otro, cambiando rápidamente sus posiciones y
velocidades. Pero en conjunto no habrá ningún efecto cualitativo sobre su
disposición. Las moléculas estaban uniformemente dispersas antes de que
usted agitara los brazos, y estarán uniformemente dispersas después de que
usted lo haya hecho. La configuración del gas uniformemente disperso es
insensible a un número enorme de reordenamientos de sus constituyentes
moleculares, y por lo tanto está en un estado de alta entropía. Por el contrario,
si el gas estuviese disperso en un espacio más pequeño, como cuando estaba
en la botella, o confinado por una barrera en un rincón de la habitación, tiene
una entropía significativamente menor. La razón es simple. Igual que los
libros más delgados tienen menos reordenamientos de páginas, los espacios
más pequeños ofrecen menos lugares donde pueden estar localizadas las
moléculas, y por lo tanto permiten menos reordenamientos.
Pero cuando usted desenrosca el tapón de la botella o elimina la barrera,
abre todo un nuevo universo a las moléculas de gas, y mediante sus choques y
vibraciones éstas se dispersan rápidamente para explorarlo. ¿Por qué? Es el
mismo razonamiento estadístico que en el caso de las páginas de Guerra y
paz. Sin duda, algunas de las vibraciones moverán unas pocas moléculas de
gas dentro de la nube inicial de gas o harán que unas pocas que han dejado la
masa vuelvan a la nube densa de gas inicial. Pero puesto que el volumen de la
habitación supera al de la nube de gas inicial, hay muchos más
reordenamientos disponibles para las moléculas si se dispersan fuera de la
nube que los que hay si permanecen dentro de ella. En promedio, las
moléculas de gas se difundirán desde la nube inicial y se aproximarán
lentamente a un estado de dispersión uniforme por toda la habitación. Así
pues, la configuración inicial de entropía más baja, con todo el gas agrupado
en una región pequeña, evoluciona naturalmente hacia la configuración de
entropía más alta, con el gas uniformemente disperso en el espacio más
grande. Y una vez que ha alcanzado tal uniformidad, el gas tenderá a
mantener este estado de alta entropía: los golpes y los empujones siguen
haciendo que las moléculas se muevan de aquí para allá, dando lugar a un
reordenamiento tras otro, pero la aplastante mayoría de estos reordenamientos
no afectan a la apariencia global del gas. Eso es lo que significa tener alta
entropía.[6.9]
Página 185
En principio, como sucedía con las páginas de Guerra y paz, podríamos
utilizar las leyes de la física clásica para determinar exactamente dónde estará
cada molécula de dióxido de carbono en un instante dado. Pero debido al
enorme número de moléculas de CO2 —aproximadamente 1024 en una botella
de Coca-Cola— llevar a cabo tales cálculos es prácticamente imposible. E
incluso si fuéramos capaces de hacerlo de alguna manera, tener una lista de
un cuatrillón de posiciones y velocidades de partículas difícilmente nos daría
una idea de cómo estaban distribuidas las moléculas. Centramos en
características estadísticas de trazo grueso —¿está el gas disperso o agrupado,
es decir, tiene alta o baja entropía?— es mucho más ilustrativo.
Entropía, la segunda ley y la flecha del tiempo
La tendencia de los sistemas físicos a evolucionar hacia estados de
entropía más alta se conoce como la segunda ley de la termodinámica. (La
primera ley es la familiar conservación de la energía.) Como antes, la base de
la ley es simple razonamiento estadístico: hay muchas más maneras de que un
sistema tenga entropía más alta, y «más maneras» significa que es más
probable que un sistema evolucione hacia una de estas configuraciones de alta
entropía. Nótese, sin embargo, que ésta no es una ley en el sentido
convencional puesto que, aunque tales sucesos son raros y poco probables,
algo puede pasar de un estado de alta entropía a otro de entropía menor.
Cuando usted arroja un montón de páginas al aire y luego las reúne en una
pila, puede suceder que queden en un orden numérico perfecto. Usted no
apostaría mucho a que esto suceda, pero es posible. También es posible que
los choques y los empujones hagan que todas las moléculas de óxido de
carbono dispersas se muevan al unísono y vuelvan al interior de su botella
abierta de Coca-Cola. No contenga la respiración esperando este resultado,
pero puede suceder.[6.10]
El gran número de páginas en Guerra y paz y el gran número de
moléculas en la habitación es lo que hace tan enorme la diferencia de entropía
entre las disposiciones desordenadas y ordenadas, y lo que hace que los
resultados de baja entropía sean tan terriblemente improbables. Si usted
arrojara sólo dos páginas al aire una y otra vez, usted encontraría que
aterrizan en el orden correcto aproximadamente un 12,5 por 100 de las veces.
Con tres páginas esto descendería hasta aproximadamente un 2 por 100 de los
lanzamientos, con cuatro páginas es aproximadamente 0,3 por 100, con cinco
páginas es aproximadamente un 0,03 por 100, con seis páginas es
aproximadamente un 0,002 por 100, con diez páginas es 0,000000027 por 100
y con 693 páginas el porcentaje de lanzamientos que daría el orden correcto
Página 186
es tan pequeño —incluye tantos ceros después de la coma decimal— que el
editor me ha convencido de que no utilice otra página para escribirlo
explícitamente. Análogamente, si usted dejara caer sólo dos moléculas de gas
lado a lado en una botella de Coca-Cola vacía, encontraría que a temperatura
ambiente su movimiento aleatorio las volvería a juntar (a menos de un
milímetro una de otra), en promedio, aproximadamente en unos pocos
segundos. Pero en el caso de un grupo de tres moléculas, tendría que esperar
días, para cuatro moléculas tendría que esperar años, y para una gota densa
inicial de un cuatrillón de molé-
El azar y la flecha 207
culas se necesitaría un tiempo mucho mayor que la edad actual del
universo para que su movimiento aleatorio y dispersivo las vuelva a juntar en
un grupo pequeño y ordenado. Que los sistemas con muchos constituyentes
evolucionan hacia el desorden es algo que podemos dar por cierto con más
seguridad aún que la muerte y los impuestos.
Aunque quizá no sea inmediatamente evidente, ahora hemos llegado a un
punto intrigante. La segunda ley de la termodinámica parece habernos dado
una flecha del tiempo, una flecha que se manifiesta cuando los sistemas
físicos tienen un gran número de constituyentes. Si usted observara una
película de un par de moléculas de dióxido de carbono que han sido colocadas
juntas en una pequeña caja (con un trazador que muestra los movimientos de
cada una), tendría muchas dificultades para decir si la película se estaba
pasando hacia delante o al revés. Las dos moléculas irían de un lado a otro,
juntándose a veces, separándose otras, pero sin mostrar nunca ningún
comportamiento global que distinga una dirección en el tiempo de la
contraria. Sin embargo, si usted observara una película de 1024 moléculas de
dióxido de carbono que hubieran sido colocadas en la caja (digamos que
como una nube pequeña y densa de moléculas), podría determinar fácilmente
si la película se estaba pasando hacia delante o a la inversa: es
abrumadoramente probable que la dirección hacia delante en el tiempo sea
una en la que las moléculas de gas se dispersan uniformemente, alcanzando
una entropía cada vez mayor. Si, en su lugar, la película mostrase moléculas
de gas uniformemente dispersas que se juntan en un grupo compacto, usted
reconocería inmediatamente que la estaba viendo a la inversa.
El mismo razonamiento vale esencialmente para todas las cosas que
encontramos en la vida diaria —es decir, cosas que tienen un gran número de
constituyentes: la flecha hacia delante en el tiempo apunta en la dirección de
la entropía creciente—. Si usted observa una película de un vaso con hielo
Página 187
colocado en una barra, puede determinar cuál es la dirección hacia delante en
el tiempo comprobando que el hielo se funde: sus moléculas de H2O se
dispersan por el vaso, alcanzando con ello una entropía más alta. Si observa
una película de un huevo aplastado, puede determinar cuál es la dirección
hacia delante en el tiempo comprobando que los constituyentes del huevo se
hacen
FIGURA 6.2. (a) Tal como se describe habitualmente, la segunda ley de la termodinámica
implica que la entropía aumenta hacia el futuro de cualquier instante dado, (b) Puesto que las
leyes de la Naturaleza conocida tratan las direcciones hacia atrás y hacia delante en e] tiempo
de forma idéntica, la segunda ley implica en realidad que la entropía aumenta tanto hacia el
futuro como hacia el pasado de cualquier instante dado.
Página 188
Nótese, también, que esta flecha entrópica no es completamente rígida; no
se pretende que esta definición de la dirección del tiempo sea 100 por 100
infalible. En su lugar, esta aproximación tiene una enorme flexibilidad para
permitir que estos y otros sucesos ocurran también a la inversa. Puesto que la
segunda ley afirma que el aumento de entropía es sólo una posibilidad
estadística, y no un hecho inviolable de la Naturaleza, permite la rara
posibilidad de que las páginas puedan caer en el orden numérico correcto, que
las moléculas de gas puedan reunirse y reentrar en una botella, y que los
huevos puedan desaplastarse. Usando las matemáticas de la entropía, la
segunda ley expresa precisamente cuán poco probable son estadísticamente
estos sucesos (recuerde, el enorme número en las páginas 200-201 refleja
cuánto más probable es que las páginas aterricen desordenadas), pero
reconoce que puede suceder.
Esto parece una historia convincente. El razonamiento estadístico y
probabilista nos ha dado la segunda ley de la termodinámica. A su vez, la
segunda ley nos ha proporcionado una distinción intuitiva entre lo que
llamamos pasado y lo que llamamos futuro. Nos ha dado una explicación
práctica de por qué las cosas en la vida diaria, cosas que están compuestas
normalmente de números enormes de constituyentes, empiezan de esta forma
y terminan de aquélla, mientras que nunca vemos que empiecen de aquélla y
terminen de ésta. Pero en el curso de muchos años —y gracias a
contribuciones importantes de físicos como lord Kelvin, Joseph Loschmidt,
Henri Poincaré, S. H. Burbury, Emst Zermelo y Willard Gibb— Ludwig
Boltzmann llegó a apreciar que la historia completa de la flecha del tiempo es
más sorprendente. Boltzmann se dio cuenta que aunque la entropía había
iluminado aspectos importantes del rompecabezas, no había respondido a la
pregunta de por qué el pasado y el futuro parecen tan diferentes. Más bien, la
entropía había redefinido la cuestión de una manera importante, una manera
que lleva a una conclusión inesperada.
Entropía: pasado y futuro
Antes introdujimos el dilema de pasado versus futuro comparando
nuestras observaciones cotidianas con las propiedades de las leyes de Newton
de la física clásica. Hicimos hincapié en que continuamente experimentamos
una direccionalidad obvia en el modo que en las cosas se despliegan en el
tiempo pero que las propias leyes tratan lo que nosotros llamamos hacia
delante y hacia atrás en el tiempo en pie de igualdad. Puesto que no hay
ninguna flecha dentro de las leyes de la física que asigne una dirección al
tiempo, ningún puntero que señale «utilice estas leyes en esta orientación
Página 189
temporal pero no a la inversa», nos vemos llevados a preguntar: si las leyes
que subyacen a la experiencia tratan simétricamente ambas orientaciones
temporales, ¿por qué las propias experiencias tienen este sesgo temporal tan
obvio, pues suceden siempre en una dirección pero no en la otra. ¿De dónde
procede la direccionalidad del tiempo observada y experimentada?
Parecía que en la última sección habíamos hecho progresos, gracias a la
segunda ley de la termodinámica que aparentemente distingue el futuro como
la dirección en la que aumenta la entropía. Pero pensando un poco más, eso
no es tan simple. Nótese que en nuestra discusión de la entropía y la segunda
ley no modificamos de ninguna manera las leyes de la física clásica. Todo lo
que hicimos fue utilizar las leyes en un marco estadístico «de trazo grueso»:
ignoramos los detalles finos (el orden exacto de las páginas desencuadernadas
de Guerra y paz, las localizaciones y velocidades exactas de los
constituyentes de un huevo, las localizaciones y velocidades exactas de las
moléculas de CO2 en una botella de Coca-Cola) y en su lugar centramos
nuestra atención en características globales (páginas ordenadas versus
desordenadas, huevo aplastado versus no-aplastado, moléculas de gas
dispersas versus no-dispersas). Encontramos que cuando los sistemas físicos
son suficientemente complicados (libros con muchas páginas, objetos frágiles
que pueden romperse en muchos fragmentos, gases con muchas moléculas),
hay una enorme diferencia de entropía entre sus configuraciones ordenada y
desordenada. Y esto significa que hay una enorme probabilidad de que los
sistemas evolucionen de menor a mayor entropía, que es un enunciado tosco
de la segunda ley de la termodinámica. Pero el hecho clave que cabe advertir
es que la segunda ley es una ley derivada: es meramente una consecuencia
del razonamiento probabilista aplicado a las leyes de movimiento de Newton.
Esto nos lleva a un punto simple pero sorprendente: puesto que las leyes
de la física de Newton no tienen incorporada una orientación temporal, todo
el razonamiento que hemos utilizado para argumentar que los sistemas
evolucionarán de menor a mayor entropía hacia el futuro funciona
igualmente cuando se aplica hacia el pasado. Una vez más, puesto que las
leyes de la física subyacentes son simétricas bajo inversión temporal, no hay
forma de que distingan siquiera entre lo que llamamos el pasado y lo que
llamamos el futuro. De la misma forma que no hay postes de señalización en
la profunda oscuridad del espacio vacío que afirmen que esta dirección es
hacia arriba y esa dirección es hacia abajo, no hay nada en las leyes de la
física clásica que diga que esta dirección es el tiempo futuro y esa dirección
es el tiempo pasado. Las leyes no ofrecen una orientación temporal; ésta es
Página 190
una distinción a la que son completamente insensibles. Y puesto que las leyes
del movimiento son responsables de cómo cambian las cosas —tanto hacia lo
que llamamos el futuro como hacia lo que llamamos el pasado— el
razonamiento estadístico/probabilista que hay tras la segunda ley de la
termodinámica se aplica por igual en ambas direcciones temporales. Por lo
tanto, no sólo hay una aplastante probabilidad de que la entropía de un
sistema físico sea más alta en lo que llamamos el futuro, sino que hay la
misma aplastante probabilidad de que fuera mayor en lo que llamamos el
pasado. Ilustramos esto en la figura 6.2.
Éste es el punto clave para todo lo que sigue, pero es también
engañosamente sutil. Un error común es que si, según la segunda ley de la
termodinámica, la entropía aumenta hacia el futuro, entonces la entropía
necesariamente disminuye hacia el pasado. Pero es aquí donde interviene la
sutileza. La segunda ley dice realmente que si en cualquier instante de interés
un sistema físico no posee la máxima entropía posible, es extraordinariamente
probable que el sistema físico tenga posterior y anteriormente más entropía.
Éste es el contenido de la figura 6.2b. Con leyes que son ciegas a la distinción
pasado-versus-fu- turo tal simetría temporal es inevitable.
Ésa es la lección esencial. Nos dice que la flecha entrópica del tiempo
tiene dos puntas. A partir de cualquier instante especificado, la flecha del
aumento de entropía apunta hacia el futuro y hacia el pasado. Y eso es lo que
hace decididamente complicado proponer la entropía como la explicación de
la flecha de-dirección-única del tiempo de la experiencia.
Pensemos en lo que la flecha entrópica de dos puntas implica en términos
concretos. Si es un día caluroso y usted ve cubos de hielo parcialmente
fundidos en un vaso de agua, tiene la plena confianza de que media hora más
tarde los cubos estarán más fundidos, puesto que cuanto más fundidos están,
más entropía tienen.[6.11] Pero usted debería tener exactamente la misma
confianza en que media hora antes estaban también más fundidos, puesto que
exactamente el mismo razonamiento estadístico implica que la entropía
debería aumentar hacia el pasado. Y la misma conclusión se aplica a los
muchos otros ejemplos que encontramos todos los días. Su seguridad de que
la entropía aumenta hacia el futuro —desde moléculas de gas parcialmente
dispersas hasta una dispersión mayor, o de páginas parcialmente ordenadas
que se barajan más— debería ser exactamente la misma que la de que la
entropía era también mayor en el pasado.
Lo molesto es que la mitad de estas conclusiones parecen completamente
equivocadas. El razonamiento entrópico lleva a conclusiones precisas y
Página 191
razonables cuando se aplica en una dirección temporal, hacia lo que llamamos
el futuro, pero da conclusiones aparentemente imprecisas y ridiculas cuando
se aplica hacia lo que llamamos el pasado. Los vasos de agua con cubos de
hielo medio fundidos no empiezan normalmente como vasos de agua sin
ningún cubo de hielo en los que las moléculas de agua se juntan y se enfrían
para dar trozos de hielo, sólo para empezar a fundirse de nuevo. Las páginas
desencuadernadas de Guerra y paz no empiezan normalmente con un
desorden numérico completo y se hacen menos desordenadas tras
lanzamientos posteriores, sólo para empezar a desordenarse de nuevo. Y
volviendo a la cocina, los huevos no empiezan en general aplastados, y luego
se recomponen en un huevo entero prístino, sólo para aplastarse algún tiempo
después.
¿O sí lo hacen?
Página 192
Para este fin, imaginemos que son las 22.30 y que durante la última media
hora usted ha estado mirando un vaso de agua con hielo (es una larga noche
en el bar), observando cómo los cubos se funden lentamente dando formas
más pequeñas e irregulares. Usted no tiene absolutamente ninguna duda de
que media hora antes el camarero puso cubos de hielo completamente
formados en el vaso; usted no tiene duda porque confía en su memoria. Y si,
por algún azar, su confianza con respecto a lo que sucedió durante la última
media hora no fuera muy firme, siempre puede preguntar al tipo de al lado,
que también estuvo observando cómo se fundían los cubos de hielo (es una
noche realmente lenta en el bar), o quizá comprobar el vídeo grabado por la
cámara de vigilancia del bar, y ambos confirmarían que su memoria es exacta.
Si usted se preguntara entonces qué espera que suceda con los cubos de hielo
durante la próxima media hora, probablemente concluiría que continuarían
fundiéndose. Y si usted estuviera suficientemente familiarizado con el
concepto de entropía, explicaría su predicción apelando a la aplastante
probabilidad de que la entropía aumente en el futuro respecto a lo que usted
ve, exactamente ahora a las 22.30. Todo eso tiene buen sentido y encaja con
nuestra intuición y experiencia.
Pero como hemos visto, tal razonamiento entrópico —razonamiento que
simplemente dice que es más probable que las cosas estén desordenadas
puesto que hay más maneras de estar desordenado, razonamiento que es
demostrablemente poderoso para explicar cómo evolucionan las cosas hacia
el futuro— afirma que es igualmente probable que la entropía haya sido más
alta en el pasado. Esto significaría que los cubos medio fundidos que usted ve
a las 22.30 habrían estado realmente más fundidos en instantes anteriores;
significaría que a las 22.00 no habían empezado como cubos de hielo sólido
sino que, por el contrario, se formaron lentamente a partir de agua a
temperatura ambiente mientras se acercaban a las 22.30, con la misma
seguridad con que se fundirán lentamente en agua a temperatura ambiente
mientras se acerquen a las 23.00.
Sin duda eso suena extraño —o, quizá diría usted, absurdo—. A decir
verdad, no sólo las moléculas de H2O en un vaso de agua a temperatura
ambiente tendrían que agruparse espontáneamente en cubos de hielo
formados sino que los bits digitales en la cámara de vigilancia, así como las
neuronas de su cerebro y las del cerebro del tipo que está al lado, tendrían que
ordenarse espontáneamente a las 22.30 para atestiguar que había un conjunto
de cubos de hielo completamente formados que se fundieron, incluso si nunca
estuvieron. Pero a esta extraña conclusión es adonde lleva una aplicación fiel
Página 193
del razonamiento entrópico —el mismo razonamiento que usted acepta sin
duda para explicar por qué el hielo medio fundido que ve a las 22.30 sigue
fundiéndose hacia las 23.00— cuando se aplica de la forma con simetría
temporal dictada por las leyes de la física. Éste es el problema de tener leyes
fundamentales de movimiento sin ninguna distinción incorporada entre
pasado y futuro, leyes cuyas matemáticas tratan el futuro y el pasado de
cualquier instante dado exactamente de la misma manera[6.12]
Descanse con la seguridad de que pronto encontraremos una salida del
extraño lugar al que nos ha llevado un uso igualitario del razonamiento
entrópico; no voy a tratar de convencerle de que sus recuerdos y registros son
de un pasado que nunca ocurrió (disculpas para los fans de Matrix). Pero
encontraremos muy útil señalar precisamente la separación entre intuición y
leyes matemáticas. De modo que dejémoslo seguir.
Un barrizal
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la secuencia más probable de sucesos sería que se fundieran para dar los
cubos más pequeños que usted ve a las 22.30: el incremento de la entropía
resultante está de acuerdo con la segunda ley de la termodinámica y con la
experiencia. Pero donde las matemáticas y la intuición se separan es en que
nuestra intuición, a diferencia de las matemáticas, no logra tener en cuenta la
probabilidad, o carencia de ella, de tener realmente cubos de hielo
completamente formados a las 22.00, dada la observación que estamos
tomando como incuestionable, como plenamente digna de confianza, de que
precisamente ahora, a las 22.30, usted ve cubos medio fundidos.
Éste es el punto central, de modo que déjeme explicarlo. La lección
principal de la segunda ley de la termodinámica es que los sistemas físicos
tienen una abrumadora tendencia a estar en configuraciones de alta entropía
porque hay muchas maneras de realizar tales estados. Y una vez en tales
estados de alta entropía, los sistemas físicos tienen una abrumadora tendencia
a permanecer en ellos. La entropía alta es el estado de ser natural. Usted
nunca debería sorprenderse o sentir la necesidad de explicar por qué cualquier
sistema físico está en un estado de alta entropía. Tales estados son la norma.
Por el contrario, lo que necesita explicación es por qué cualquier sistema
físico dado está en un estado de orden, un estado de baja entropía.
Ciertamente pueden darse. Pero desde el punto de vista de la entropía, tales
estados ordenados son raras aberraciones que reclaman una explicación. Así
que un hecho dentro del episodio que estamos tomando como
incuestionablemente cierto —su observación a las 22.30 de cubos de hielo
parcialmente formados de baja entropía— es un hecho que necesita una
explicación.
Y desde el punto de vista de la probabilidad, es absurdo explicar este
estado de baja entropía apelando a un estado de entropía aún menor, un estado
aún menos probable, en el que, a las 22.00, había cubos de hielo aún más
ordenados, de mayor tamaño, que eran observados en un ambiente más
ordenado, más prístino. Por el contrario, es enormemente más probable que
las cosas empezaran en un estado de alta entropía totalmente normal y nada
sorprendente: un vaso de agua líquida uniforme sin nada de hielo. Luego, a
través de una improbable pero ocasionalmente esperable fluctuación
estadística, el vaso de agua fue contra el núcleo de la segunda ley y
evolucionó hacia un estado de menor entropía en el que aparecieron cubos de
hielo a medio formar. Esta evolución, aunque requiere procesos raros y poco
familiares, evita por completo el estado aún más raro, aún menos probable,
aún de menor entropía, en el que hay cubos de hielo completamente
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formados. En todo instante entre las 22.00 y las 22.30 esta evolución extraña
tiene entropía más alta que el escenario de fusión de hielo normal, como
usted puede ver en la figura 6.3, y así encaja con la observación aceptada a las
22.30 de una manera que es más probable —enormemente más probable—
que el escenario en el que se fundían cubos de hielo plenamente formados.
[6.13] Éste es el quid de la cuestión. [*14]
FIGURA 6.3. Una comparación entre dos propuestas de cómo llegaron los cubos de hielo a su
estado medio fundido, precisamente ahora, a las 22.30. La propuesta 1 se ajusta a sus
recuerdos del hielo fundiéndose, pero requiere un punto de partida de entropía relativamente
baja a las 22.00. La propuesta 2 cuestiona sus recuerdos pues en ésta el hielo medio fundido
que usted ve a las 22.30 se ha formado a partir de vaso de agua que empieza en una
configuración de desorden altamente probable y de alta entropía a las 22.00. En cada paso del
camino hacia las 22.30, la propuesta 2 implica estados que son más probables que los de la
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propuesta 1 —porque, como usted puede ver en la gráfica, tienen mayor entropía— y la
propuesta 2 es estadísticamente favorecida.
hasta su forma actual. Más bien, puesto que el cosmos tiene tantos
constituyentes, las escalas de lo ordenado versus lo desordenado están
enormemente ampliadas. Y por ello lo que es cierto en el bar es muchísimo
más cierto para el universo entero: es mucho más probable —
inimaginablemente más probable— que el universo entero que ahora vemos
surgiera como una fluctuación estadísticamente rara a partir de una
configuración normal, poco sorprendente y completamente desordenada, de
alta entropía.
Considérelo de esta manera: si usted arroja un puñado de monedas una y
otra vez, más pronto o más tarde todas caerán de cara. Si usted tiene la
paciencia casi infinita necesaria para arrojar al aire una y otra vez las páginas
de Guerra y paz, más pronto o más tarde caerán en el orden numérico
correcto. Si usted espera con su botella abierta de Coca-Cola, más pronto o
más tarde la vibración aleatoria de las moléculas de dióxido de carbono hará
que vuelvan a entrar en la botella. Y, en el ordago Boltzmann, si el universo
espera lo suficiente —durante casi una eternidad, quizá— su estado normal,
de alta entropía, altamente probable y totalmente desordenado se agrupará,
más pronto o más tarde, a través de sus propios golpes, empujones y
corrientes aleatorias de partículas y radiación, en la configuración que todos
vemos precisamente ahora. Nuestros cuerpos y cerebros emergerían
completamente formados a partir del caos —provistos de recuerdos,
conocimientos y habilidades— incluso si en el pasado que parecen reflejar
nunca hubiese ocurrido realmente. Todo lo que conocemos, todo lo que
valoramos, no sería nada más que una rara pero ocasionalmente esperable
fluctuación estadística que interrumpe momentáneamente una casi eternidad
de desorden. Esto se ilustra esquemáticamente en la figura 6.4.
Tiempo
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FIGURA 6.4. Una gráfica esquemática de la entropía total del universo a lo largo del tiempo.
La gráfica muestra que el universo pasa la mayor parte de su tiempo en un estado de desorden
total —un estado de alta entropía— y de cuando en cuando experimenta fluctuaciones a
estados de grados de orden variable, estados variables de menor entropía. Cuanto mayor es el
descenso de entropía, menos probable es la fluctuación. Descensos significativos en la
entropía, como los del tipo de orden en el universo actual, son extraordinariamente poco
probables y sucederían muy raramente.
Cuando tropecé con esta idea por primera vez hace muchos años, fue para mí
una conmoción. Hasta ese momento, yo había pensado que entendía el
concepto de entropía bastante bien, pero el hecho era que, siguiendo el
enfoque de los libros de texto que había estudiado, yo sólo había considerado
las implicaciones de la entropía para el futuro. Y, como acabamos de ver,
aunque la entropía aplicada hacia el futuro confirma nuestra intuición y
nuestra experiencia, la entropía aplicada hacia el pasado las contradice
totalmente. No era tan malo como descubrir repentinamente que uno ha sido
traicionado por un amigo de la infancia, pero para mí fue algo muy parecido.
De todas formas, a veces es bueno no cambiar de juicio demasiado
rápidamente, y el fracaso aparente de la entropía para satisfacer las
expectativas ofrece un ejemplo. Como probablemente está usted pensando, la
idea de que todo lo que nos es familiar acaba de nacer es tan atractiva como
difícil de tragar. No se trata «meramente» de que esta explicación del
universo cuestione la veracidad de todo lo que mantenemos que es real e
importante. También deja cuestiones críticas sin responder. Por ejemplo,
cuanto más ordenado es hoy el universo —más profundo es el mínimo en la
figura 6.4— más sorprendente e improbable es la aberración estadística
necesaria para que nazca. De modo que si el universo pudiera haberse
ahorrado cualquier rincón, haciendo que las cosas parezcan más o menos
como las vemos ahora aunque reduciendo la cantidad real de orden, el
razonamiento probabilista nos lleva a creer que lo habría hecho. Pero cuando
examinamos el universo, parece que se han perdido muchas oportunidades
para ello, puesto que hay muchas cosas que están más ordenadas que lo que
tienen que estar. Si Michael Jackson nunca hubiera grabado Thriller y los
millones de copias de este álbum ahora distribuidas por todo el mundo fueran
parte de una fluctuación aberrante hacia una menor entropía, la aberración
habría sido mucho menos extrema si sólo se hubieran formado un millón o
medio millón o sólo unos pocos álbumes. Si la evolución nunca hubiese
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sucedido y nosotros los seres humanos hubiéramos llegado aquí por un salto
aberrante hacia una entropía más baja, la aberración habría sido mucho menos
extrema si no hubiera un registro fósil evolutivo tan consistente y ordenado.
Si el big bang nunca hubiera sucedido y los más de 100.000 millones de
galaxias que vemos ahora surgieron como un salto aberrante hacia una
entropía más baja, la aberración habría sido menos extrema si hubiera 50.000
millones, o 5.000, o sólo un puñado, o tan sólo una galaxia. Y así, si la idea de
que nuestro universo es una fluctuación estadística —un feliz golpe de suerte
— tiene alguna validez, habría que abordar cómo y por qué el universo se
pasó en tanto y consiguió un estado de tan baja entropía.
Aún más urgente, si usted no puede confiar realmente en sus recuerdos y
registros, entonces tampoco puede confiar en las leyes de la física. Su validez
descansa en numerosos experimentos cuyos resultados positivos están
atestiguados solamente por esos mismos recuerdos y registros. Así que todo el
razonamiento basado en la simetría bajo inversión temporal de las leyes
aceptadas de la física quedaría totalmente destruido, minando con ello nuestra
comprensión de la entropía y la base entera de la discusión actual. Al aceptar
la conclusión de que el universo que conocemos es una rara pero no imposible
fluctuación estadística a partir de una configuración de desorden total, nos
vemos llevados rápidamente a un atolladero en el que perdemos cualquier
comprensión, incluyendo la cadena misma de razonamiento que nos llevó a
considerar una explicación tan singular en primer lugar.
Así pues, al suspender la incredulidad y seguir diligentemente las leyes de
la física y las matemáticas de la entropía —conceptos que en combinación
nos dicen que es abrumadoramente probable que el desorden aumente tanto
hacia el futuro como hacia el pasado de cualquier instante dado— nos hemos
metido hasta el cuello en un terreno fangoso. Y aunque eso pudiera no sonar
agradable, es muy bueno por dos razones. En primer lugar, muestra con
precisión por qué la desconfianza en los recuerdos y registros —algo que
desechamos intuitivamente— no tiene sentido. En segundo lugar, al llegar a
un punto donde todo nuestro andamiaje analítico está a punto de colapsar, nos
damos cuenta, obligadamente, de que debemos haber dejado algo crucial
fuera de nuestro razonamiento.
Por consiguiente, para evitar el abismo explicatorio, nos preguntamos:
¿qué nueva idea o concepto, más allá de la entropía y de la simetría temporal
de las leyes de la Naturaleza, necesitamos para volver a confiar en nuestros
recuerdos y nuestros registros —nuestra experiencia de cubos de hielo a
temperatura ambiente que se funden y no se desfunden, de leche y café que se
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mezclan pero no se desmezclan, de huevos que se aplastan pero no se
desaplastan—? En resumen, ¿dónde nos vemos llevados si tratamos de
explicar un despliegue asimétrico de sucesos en el espaciotiempo, con
entropía más alta en nuestro futuro pero entropía más baja en nuestro pasado?
¿Es posible?
Lo es. Pero sólo si las cosas fueron muy especiales al principio.[6.14]
Página 200
actividades importantes que sostienen la vida. De modo que la gallina y, de
hecho, toda forma viva es un conducto para tomar energía de baja entropía y
devolver energía de alta entropía.
Esta idea hace retroceder otro paso la cuestión de dónde se origina la baja
entropía de un huevo. ¿Cómo es que la energía de la gallina, el alimento, tiene
una entropía tan baja? ¿Cómo explicamos esta aberrante fuente de orden? Si
el alimento es de origen animal, nos vemos llevados de nuevo a la cuestión
inicial de cómo tienen los animales una entropía tan baja. Pero si seguimos la
cadena alimenticia, llegamos finalmente a animales (como es mi caso) que
sólo comen plantas. ¿Cómo mantienen las plantas y sus productos frutales y
verduras comestibles su baja entropía? Mediante la fotosíntesis, las plantas
utilizan la luz del Sol para descomponer el dióxido de carbono ambiente en
oxígeno, que es devuelto al entorno, y carbono, que utilizan las plantas para
crecer y florecer. De modo que podemos rastrear las fuentes no animales de
energía de baja entropía hasta llegar al Sol.
Esto retrotrae un paso más la cuestión de explicar la baja entropía: ¿de
dónde procedía nuestro Sol altamente ordenado? El Sol se formó hace
aproximadamente 5.000 millones de años a partir de una nube de gas
inicialmente difusa que empezó a arremolinarse y a agruparse bajo la
atracción gravitatoria mutua de todos sus constituyentes. A medida que la
nube de gas se hacía más densa, la atracción gravitatoria de unas partes sobre
otras se hacía más fuerte, haciendo que la nube colapsara más sobre sí misma.
Y a medida que la gravedad comprimía más la nube, ésta se hacía más
caliente. Finalmente, se hizo suficientemente caliente para desencadenar
procesos nucleares que generaban suficiente radiación que fluía hacia fuera
para contener la contracción gravitatoria del gas. Había nacido una estrella
caliente, estable y brillante.
De modo que ¿de dónde provenía la nube de gas difusa? Probablemente
se formó a partir de los residuos de estrellas más viejas que llegaron al final
de su vida, se hicieron supernovas y eyectaron sus contenidos al espacio. ¿De
dónde procedía el gas difuso responsable de estas primeras estrellas?
Pensamos que el gas se formó en el período que siguió al big bang. Nuestras
teorías más refinadas del origen del universo —nuestras teorías cosmológicas
más refinadas— nos dicen que cuando el universo tenía un par de minutos,
estaba lleno de un gas caliente casi uniforme compuesto de aproximadamente
un 75 por 100 de hidrógeno, un 23 por 100 de helio y pequeñas cantidades de
deute- rio y litio. El punto esencial es que este gas que llenaba el universo
tenía una entropía extraordinariamente baja. El big bang puso en marcha el
Página 201
universo en un estado de baja entropía, y ese estado parece ser la fuente del
orden que vemos actualmente. En otras palabras, el orden actual es una
reliquia cosmológica. Discutamos con más detalle esta importante idea.
Entropía y gravedad
Puesto que teoría y observación muestran que pocos minutos después del big
bang el gas primordial estaba uniformemente disperso por el universo joven,
usted podría pensar, dada nuestra discusión anterior de la Coca-Cola y las
moléculas de dióxido de carbono, que el gas primordial estaba en un estado
desordenado de alta entropía. Pero esto no resulta ser cierto. Nuestra primera
discusión de la entropía ignoraba por completo la gravedad, algo razonable
porque la gravedad apenas desempeña un papel en el comportamiento de la
mínima cantidad de gas que sale de una botella de Coca-Cola. Y con esta
hipótesis encontramos que el gas disperso de manera uniforme tiene alta
entropía. Pero cuando la gravedad es importante, la historia es muy diferente.
La gravedad es una fuerza universalmente atractiva; por ello, si usted tiene
una masa de gas suficientemente grande, cada región del gas atraerá a todas
las demás y esto hará que el gas se rompa en grumos, de forma parecida a
como la tensión superficial hace que el agua derramada sobre una hoja de
papel impermeable se rompa en gotas. Cuando la gravedad interviene, como
lo hacía en el universo primitivo de alta densidad, la aglomeración —no la
uniformidad— es la norma. Es el estado al que tiende a evolucionar un gas,
como se ilustra en la figura 6.5.
Incluso si los grumos parecen estar más ordenados que el gas inicialmente
difuso —de la misma forma que una habitación de juegos con juguetes que
están guardados en cajones está más ordenada que una en la que los juguetes
están uniformemente desperdigados por el suelo— al calcular la entropía
usted tiene que contar las contribuciones de todas las fuentes. En el caso de la
habitación, la entropía disminuye al pasar de los juguetes desperdigados a su
«agrupación» en cajones que está más que compensada por el aumento de
entropía de la grasa quemada y el calor generado por los padres que pasan
horas limpiando y ordenando todo. Análogamente, en el caso de la nube de
gas inicialmente difusa usted encuentra que la disminución de entropía por la
formación de grumos ordenados está más que compensada por el calor
generado cuando se comprime el gas y, en definitiva, por la enorme cantidad
de calor y luz liberados cuando empiezan a producirse los procesos nucleares.
Página 202
Éste es un punto importante que es pasado por alto a veces. La tendencia
aplastante hacia el desorden no significa que no puedan formarse estructuras
ordenadas como estrellas y planetas, o formas de vida ordenadas como
plantas y animales. Pueden hacerlo. Y obviamente lo hacen. Lo que implica la
segunda ley de la termodinámica es que en la formación de orden hay
generalmente una generación de desorden que-compensa-con-creces. La hoja
de balance de la entropía sigue estando en números negros incluso si ciertos
constituyentes se han hecho más ordenados. Y de las fuerzas fundamentales
de la Naturaleza, la gravedad es la que explica esta característica de la
entropía. Puesto que la gravedad opera a lo largo de enormes distancias y es
universalmente atractiva, ella instiga la formación de los grumos ordenados
—estrellas— que devuelven la luz que vemos en un cielo nocturno despejado,
manteniendo el balance neto del aumento de entropía.
Página 203
FIGURA 6.5. En volúmenes enormes de gas, cuando la gravedad cuenta, átomos y moléculas
evolucionan desde una configuración suave y uniformemente dispersa hasta otra que implica
grumos mayores y más densos.
Página 204
naciente estaba lleno de una mezcla caliente y uniforme de hidrógeno y helio.
Aunque esta configuración tiene alta
entropía cuando las densidades son tan bajas que podemos ignorar la
gravedad, la situación es otra cuando la gravedad no puede ser ignorada;
entonces, dicho gas uniforme tiene entropía extraordinariamente baja. En
comparación con los agujeros negros, el gas difuso y casi uniforme estaba en
un estado de entropía extraordinariamente baja. Desde entonces, de acuerdo
con la segunda ley de la termodinámica, la entropía global del universo ha
estado haciéndose cada vez mayor; la cantidad total de desorden ha estado
aumentando poco a poco. Al cabo de aproximadamente 1.000 millones de
años la gravedad hizo que el gas primordial se aglutinase, y los grumos
formaron finalmente estrellas, galaxias y algunos grumos más ligeros que se
convirtieron en los planetas. Al menos uno de estos planetas tenía una estrella
próxima que proporcionaba una fuente de entropía relativamente baja que
permitió que se desarrollaran formas de vida de baja entropía, y entre tales
formas de vida había casualmente una gallina que puso un huevo que llegó
hasta la encimera de su cocina y, para su pesar, ese huevo siguió la trayectoria
implacable hacia un estado de entropía más alta rodando por la encimera y
aplastándose contra el suelo. El huevo, más que desaplastarse, se aplasta
porque está siguiendo la tendencia hacia una entropía más alta que se inició
en el estado de entropía extraordinariamente baja con el que empezó el
universo. Un orden increíble al principio es lo que puso todo en marcha, y
desde entonces hemos estado viviendo gracias al despliegue gradual hacia un
desorden más alto.
Ésta es la sorprendente conexión a la que nos ha conducido todo el
capítulo. Un huevo aplastado nos dice algo profundo sobre el big bang. Nos
dice que el big bang dio lugar a un cosmos naciente extraordinariamente
ordenado.
La misma idea se aplica a todos los demás ejemplos. La razón por la que
arrojar al aire las páginas recién desencuadernadas de Guerra y paz da como
resultado un estado de mayor entropía es que ellas empezaron en una forma
altamente ordenada de baja entropía. Su forma ordenada inicial las hacía
propicias para un aumento de entropía. Por el contrario, si las páginas
estuvieran inicialmente sin ningún orden numérico, arrojarlas al aire apenas
supondría una diferencia por lo que se refiere a la entropía. De modo que, una
vez más, la pregunta es: ¿cómo llegaron a estar tan ordenadas? Bien, Tolstoi
las escribió para ser presentadas en ese orden y el impresor y el
encuadernador siguieron sus instrucciones. Y los cuerpos y mentes altamente
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ordenados de Tolstoi y los editores del libro, que les permitieron, a su vez,
crear un volumen de tan alto orden, pueden explicarse siguiendo la misma
cadena de razonamiento que acabamos de seguir para un huevo, que una vez
más nos devuelve al big bang. ¿Qué pasa con los cubos de hielo parcialmente
fundidos que usted vio a las 22.30? Ahora que tenemos recuerdos y registros
fiables, usted recuerda que justo antes de las 22.00 el camarero puso en su
vaso cubos de hielo totalmente formados. Él sacó los cubos de hielo de un
congelador, que fue diseñado por un ingeniero inteligente y fabricado por
hábiles operarios, todos los cuales fueron capaces de crear algo de un orden
tan alto porque ellos mismos son formas de vida altamente ordenadas. Y de
nuevo, podemos rastrear secuencialmente su orden hasta el origen altamente
ordenado del universo.
El ingrediente crítico
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El enigma restante
Página 207
7
7. El tiempo y lo cuántico
Ideas sobre la naturaleza del tiempo procedentes del dominio
cuántico
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posible, ¿qué haríamos con la montaña de datos resultante? Determinar a
partir de una lista de 1024 posiciones y velocidades si había cubos de hielo en
el vaso sería una tarea hercúlea. Por eso nos volvemos al razonamiento
probabilista, que es tratable computacionalmente y, además, trabaja con
propiedades macroscópicas —orden versus desorden; por ejemplo, hielo
versus agua— en las que generalmente estamos interesados. Pero tengamos
presente que la probabilidad no está en modo alguno cosida de una manera
fundamental en el tejido de la física clásica. Ésta nos dice que si
conociéramos exactamente cómo eran las cosas ahora —si conociéramos las
posiciones y velocidades de cada una de las partículas que constituyen el
universo— podríamos, en principio, utilizar dicha información para predecir
cómo serán las cosas en cualquier instante dado en el futuro o cómo fueron en
cualquier instante dado en el pasado. Ya siga o no realmente su desarrollo
momento a momento según la física clásica, usted puede hablar sobre el
pasado y sobre el futuro, en principio, con una confianza que depende del
detalle y la precisión de sus observaciones del presente.[7.1]
La probabilidad desempeñará un papel central también en este capítulo.
Pero puesto que la probabilidad es un elemento inevitable de la mecánica
cuántica, altera fundamentalmente nuestra conceptualización del pasado y el
futuro. Ya hemos visto que la incertidumbre cuántica impide el conocimiento
simultáneo de posiciones exactas y velocidades exactas. En consecuencia,
también hemos visto que la física cuántica sólo predice la probabilidad de que
se realice uno u otro futuro. Tenemos confianza en estas probabilidades, por
supuesto, pero puesto que son probabilidades aprendemos que hay un
inevitable elemento de azar cuando se trata de predecir el futuro.
Existe también una diferencia crítica entre la física clásica y la cuántica
cuando se trata de describir el pasado. En física clásica, de acuerdo con su
tratamiento igualitario de todos los instantes de tiempo, los sucesos que
conducen a algo que observamos se describen utilizando exactamente el
mismo lenguaje y empleando exactamente los mismos atributos que
utilizamos para describir la propia observación. Si vemos un meteoro brillante
en el cielo nocturno, hablamos de su posición y velocidad; si reconstruimos
cómo llegó allí, hablamos de una única sucesión de posiciones y velocidades
mientras el meteoro cruzaba el espacio en dirección a la Tierra. En física
cuántica, sin embargo, una vez que hemos observado algo entramos en el
reino enrarecido en el que conocemos algo con 100 por 100 de certeza
(ignorando cuestiones asociadas con la precisión de nuestros aparatos y cosas
de este tipo). Pero el pasado —por lo que entendemos específicamente el
Página 209
pasado «inobservado», el tiempo anterior a que nosotros, o cualquiera, o algo,
haya realizado una observación dada— permanece en el reino habitual de la
incertidumbre cuántica, de las probabilidades. Incluso si medimos la posición
de un electrón y encontramos que está aquí precisamente ahora, todo lo que
tenía hace un momento eran probabilidades de estar aquí, o allí, o más allá.
Y como hemos visto, no es que el electrón (o cualquier partícula, para el
caso) estuviera realmente localizado en una sola de estas posiciones posibles,
y que simplemente no sabíamos en cuál.[7.2] Más bien, en cierto sentido el
electrón estaba en todos los lugares, porque cada una de las posibilidades —
cada una de las historias posibles— contribuye a lo que observamos ahora.
Recordemos que vimos pruebas de esto en el experimento, descrito en el
capítulo 4, en el que los electrones eran obligados a atravesar dos rendijas. La
física clásica, que descansa en la creencia comúnmente aceptada de que los
sucesos tienen historias únicas y convencionales, diría que cualquier electrón
que llega a la pantalla detectora atravesó o bien la rendija izquierda o bien la
rendija derecha. Pero esta visión del pasado nos llevaría por un camino
equivocado: prediría los resultados ilustrados en la figura 4.3a, que no
coinciden con lo que realmente sucede, como se ilustra en la figura 4.3b. La
figura de interferencia observada puede explicarse solamente apelando a un
solapamiento entre algo que pasa a través de ambas rendijas.
La física cuántica proporciona precisamente tal explicación, pero al
hacerlo cambia drásticamente nuestras historias del pasado —nuestras
descripciones de cómo llegaron a ser las cosas concretas que observamos—.
Según la mecánica cuántica, la onda de probabilidad de cada electrón
atraviesa ambas rendijas, y cuando se juntan las partes de la onda que
emergen de cada rendija el perfil de probabilidad resultante manifiesta una
figura de interferencia, y con ello también lo hacen las posiciones de llegada
del electrón.
Comparada con la experiencia cotidiana, esta descripción del pasado del
electrón en términos de ondas de probabilidad que se entrecruzan es muy
poco familiar. Pero, olvidando cualquier precaución, usted podría sugerir que
llevemos esta descripción mecanocuántica un paso más allá, lo que conduce a
una posibilidad que suena aún más extraña. Quizá cada electrón individual
atraviesa realmente ambas rendijas en su camino hacia la pantalla, y los datos
son resultados de una interferencia entre estas dos clases de historias. Es
decir, es tentador pensar que las ondas que emergen de las dos rendijas
representan dos historias posibles para un electrón individual —atravesando
la rendija izquierda o atravesando la rendija derecha— y puesto que ambas
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ondas contribuyen a lo que observamos en la pantalla, quizá la mecánica
cuántica nos está diciendo que ambas historias potenciales del electrón
también contribuyen.
Sorprendentemente, esta idea extraña y maravillosa —hija del premio
Nobel Richard Feynman, uno de los físicos más creativos del siglo xx—
ofrece una manera perfectamente viable de pensar en mecánica cuántica.
Según Feynman, si hay formas alternativas de alcanzar un resultado dado —
por ejemplo, un electrón incide en un punto de la pantalla detectora
atravesando la rendija izquierda, o incide en el mismo punto de la pantalla
pero atravesando la rendija derecha— entonces hay un sentido en el que todas
las historias alternativas suceden, y suceden simultáneamente. Feynman
demostró que cada una de estas historias contribuiría a la probabilidad de que
se realizase su resultado común, y si estas contribuciones fueran sumadas
correctamente, el resultado coincidiría con la probabilidad total predicha por
la mecánica cuántica.
Feynman llamó a esto la aproximación de suma sobre historias a la
mecánica cuántica; muestra que una onda de probabilidad incorpora todos los
pasados posibles que podrían haber precedido a una observación dada, e
ilustra bien que para tener éxito donde la física clásica fallaba, la mecánica
cuántica tenía que ampliar sustancialmente el marco de la historia.[7.3]
Hacia Oz
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Maxwell, esperamos —y, de hecho encontramos— una figura de interferencia
en la pantalla. La longitud del trayecto hasta un punto cualquiera de la
pantalla, salvo el punto central, es ligeramente diferente para las rutas
izquierda y derecha y, por ello, cuando la onda del haz izquierdo esté
alcanzando una cresta en un punto dado de la pantalla detectora, la onda del
haz derecho puede estar alcanzando una cresta, un vientre, o algo intermedio.
El detector registra la altura combinada de las dos ondas y por ello obtiene la
figura de interferencia característica.
(a)
(b)
FIGURA 7.1. (a) En un experimento con divisor de haz, la luz del láser se desdobla en dos
haces que recorren dos caminos independientes hasta la pantalla detectora. (b) La intensidad
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del láser puede reducirse de modo que lance fotones individuales; con el tiempo, las
posiciones de impacto de los fotones formarán una figura de interferencia.
Pro elección
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historias posibles obtenemos una explicación para lo que observamos. Si la
barrera tuviera tres rendijas, habríamos tenido que tomar en cuenta los tres
tipos de historias; con trescientas rendijas, tendríamos que incluir las
contribuciones de la totalidad de historias posibles. Llevando esto al límite, si
imaginamos un número enorme de rendijas —tantas, de hecho, que la barrera
desaparece prácticamente— la física cuántica dice que cada electrón
atravesaría cada camino posible en su ruta hacia un punto concreto de la
pantalla, y sólo al combinar las probabilidades asociadas con cada una de
estas historias podríamos explicar los datos resultantes. Eso puede sonar
extraño. (Es extraño.) Pero este tratamiento extraño de los tiempos pasados
explica los datos de la figura 4.4, la figura 7.1b y cualquier otro experimento
que trata con el micromundo.
Quizá usted se pregunta con qué literalidad debería tomar la descripción
de suma sobre historias. ¿Realmente un electrón que incide en la pantalla
detectora llega allí viajando a lo largo de todos los caminos posibles, o es la
receta de Feynman un mero artificio matemático astuto que da la respuesta
correcta? Esta es una de las preguntas clave para valorar la verdadera
naturaleza del reino cuántico, así que me gustaría poder darle una respuesta
definitiva. Pero no puedo hacerlo. A menudo los físicos encuentran
extraordinariamente útil imaginar un enorme conjunto de historias que se
combinan; yo mismo utilizo esta imagen en mi investigación con tanta
frecuencia que ciertamente parece real. Pero eso no es lo mismo que decir que
es real. El punto importante es que los cálculos cuánticos nos dan
inequívocamente la probabilidad de que un electrón llegue a un punto u otro
de la pantalla, y estas predicciones coinciden con los datos. Por lo que
respecta a la verificación de la teoría y la utilidad predictiva, la historia que
contemos de cómo llegó el electrón a ese punto de la pantalla tiene poca
relevancia.
Pero, seguirá usted diciendo, seguro que podemos dirimir la cuestión de lo
que sucede realmente si cambiamos el montaje experimental de modo que
también podamos observar la pretendida mezcla borrosa de caminos posibles
que se fusionan en el presente observado. Es una buena sugerencia, pero ya
sabemos que tiene que haber un pero. En el capítulo 4 aprendimos que las
ondas de probabilidad no son directamente observables; puesto que las
historias coalescentes de Feynman no son otra cosa que una forma concreta
de pensar en ondas de probabilidad, también ellas deben evitar la observación
directa. Y lo hacen. Las observaciones no pueden separar historias
individuales; más bien, las observaciones reflejan promedios de todas las
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historias posibles. Así, si usted cambia el montaje y coloca un detector para
observar los electrones en vuelo, verá que cada electrón pasa por su detector
adicional en una posición u otra; nunca verá historias múltiples borrosas.
Cuando utilice la mecánica cuántica para explicar por qué vio el electrón en
un lugar u otro, la respuesta implicará promediar sobre todas las historias
posibles que podrían haber llevado a esa observación intermedia. Pero la
observación sólo tiene acceso a historias que ya se han fusionado. Al mirar el
electrón en vuelo, usted simplemente ha hecho retroceder la idea de lo que
entiende por una historia. La mecánica cuántica es lacónicamente eficiente:
explica lo que usted ve pero le impide ver la explicación.
Usted podría seguir preguntando: ¿por qué, entonces, la física clásica —la
física del sentido común— que describe el movimiento en términos de
historias únicas es absolutamente relevante para el universo? ¿Por qué
funciona también para explicar y predecir el movimiento de cualquier cosa,
desde pelotas de béisbol a planetas o cometas? ¿Cómo no hay evidencia en la
vida cotidiana de la extraña manera en que el pasado se despliega
aparentemente en el presente? La razón, discutida brevemente en el capítulo 4
y que pronto será desarrollada con más precisión, es que pelotas de béisbol,
planetas y cometas son relativamente grandes, al menos cuando se comparan
con partículas como los electrones. Y en mecánica cuántica, cuanto más
grande es algo, más puntiagudo se hace el promedio: todas las trayectorias
posibles contribuyen al movimiento de una bola de béisbol en vuelo, pero la
contribución del camino normal —el único camino predicho por las leyes de
Newton— es mucho mayor que la de todos los demás caminos combinados.
En el caso de objetos grandes sucede que los caminos clásicos son, con
mucho, la contribución dominante al hacer el promedio y por ello son los que
nos resultan familiares. Pero cuando los objetos son pequeños, como los
electrones, quarks y fotones, muchas historias diferentes contribuyen
aproximadamente al mismo nivel y por ello todas tienen papeles importantes
al hacer la media.
Usted podría preguntar finalmente ¿qué hay tan especial en el acto de
observar o medir que puede obligar a que todas las historias posibles se
fusionen y den un único resultado? ¿Cómo le dice nuestro acto de observar a
una partícula que es el momento de reunir las historias, promediarlas y llegar
a un resultado definido? ¿Por qué nosotros los seres humanos, y los aparatos
que construimos, tenemos este poder especial? ¿Realmente es especial? ¿O
quizá el acto humano de observación es parte de un marco más amplio de
influencia ambiental que muestra, mecanocuánticamente hablando, que no
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somos tan especiales después de todo? Abordaremos estas preguntas
desconcertantes y controvertidas en la segunda mitad de este capítulo, pues no
sólo son centrales para la naturaleza de la realidad cuántica sino que ofrecen
un marco importante para pensar la mecánica cuántica y la flecha del tiempo.
Calcular promedios mecanocuánticos requiere un importante
entrenamiento técnico. Y entender plenamente cómo, cuándo y dónde realizar
los promedios requiere conceptos que los físicos aún se esfuerzan en
formular. Pero una lección clave puede enunciarse de forma simple: la
mecánica cuántica es el escenario proelección final: cada posible «elección»
que algo pudiera hacer al ir de aquí a allí está incluida en la probabilidad
mecanocuántica asociada con un resultado posible u otro.
lizo esta imagen en mi investigación con tanta frecuencia que ciertamente
parece real. Pero eso no es lo mismo que decir que es real. El punto
importante es que los cálculos cuánticos nos dan inequívocamente la
probabilidad de que un electrón llegue a un punto u otro de la pantalla, y estas
predicciones coinciden con los datos. Por lo que respecta a la verificación de
la teoría y la utilidad predictiva, la historia que contemos de cómo llegó el
electrón a ese punto de la pantalla tiene poca relevancia.
Pero, seguirá usted diciendo, seguro que podemos dirimir la cuestión de lo
que sucede realmente si cambiamos el montaje experimental de modo que
también podamos observar la pretendida mezcla borrosa de caminos posibles
que se fusionan en el presente observado. Es una buena sugerencia, pero ya
sabemos que tiene que haber un pero. En el capítulo 4 aprendimos que las
ondas de probabilidad no son directamente observables; puesto que las
historias coalescentes de Feynman no son otra cosa que una forma concreta
de pensar en ondas de probabilidad, también ellas deben evitar la observación
directa. Y lo hacen. Las observaciones no pueden separar historias
individuales; más bien, las observaciones reflejan promedios de todas las
historias posibles. Así, si usted cambia el montaje y coloca un detector para
observar los electrones en vuelo, verá que cada electrón pasa por su detector
adicional en una posición u otra; nunca verá historias múltiples borrosas.
Cuando utilice la mecánica cuántica para explicar por qué vio el electrón en
un lugar u otro, la respuesta implicará promediar sobre todas las historias
posibles que podrían haber llevado a esa observación intermedia. Pero la
observación sólo tiene acceso a historias que ya se han fusionado. Al mirar el
electrón en vuelo, usted simplemente ha hecho retroceder la idea de lo que
entiende por una historia. La mecánica cuántica es lacónicamente eficiente:
explica lo que usted ve pero le impide ver la explicación.
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Usted podría seguir preguntando: ¿por qué, entonces, la física clásica —la
física del sentido común— que describe el movimiento en términos de
historias únicas es absolutamente relevante para el universo? ¿Por qué
funciona también para explicar y predecir el movimiento de cualquier cosa,
desde pelotas de béisbol a planetas o cometas? ¿Cómo no hay evidencia en la
vida cotidiana de la extraña manera en que el pasado se despliega
aparentemente en el presente? La razón, discutida brevemente en el capítulo 4
y que pronto será desarrollada con más precisión, es que pelotas de béisbol,
planetas y cometas son relativamente grandes, al menos cuando se comparan
con partículas como los electrones. Y en mecánica cuántica, cuanto más
grande es algo, más puntiagudo se hace el promedio: todas las trayectorias
posibles contribuyen al movimiento de una bola de béisbol en vuelo, pero la
contribución del camino normal —el único camino predicho por las leyes de
Newton— es mucho mayor que la de todos los demás caminos combinados.
En el caso de objetos grandes sucede que los caminos clásicos son, con
mucho, la contribución dominante al hacer el promedio y por ello son los que
nos resultan familiares. Pero cuando los objetos son pequeños, como los
electrones, quarks y fotones, muchas historias diferentes contribuyen
aproximadamente al mismo nivel y por ello todas tienen papeles importantes
al hacer la media.
Usted podría preguntar finalmente ¿qué hay tan especial en el acto de
observar o medir que puede obligar a que todas las historias posibles se
fusionen y den un único resultado? ¿Cómo le dice nuestro acto de observar a
una partícula que es el momento de reunir las historias, promediarlas y llegar
a un resultado definido? ¿Por qué nosotros los seres humanos, y los aparatos
que construimos, tenemos este poder especial? ¿Realmente es especial? ¿O
quizá el acto humano de observación es parte de un marco más amplio de
influencia ambiental que muestra, mecanocuánticamente hablando, que no
somos tan especiales después de todo? Abordaremos estas preguntas
desconcertantes y controvertidas en la segunda mitad de este capítulo, pues no
sólo son centrales para la naturaleza de la realidad cuántica sino que ofrecen
un marco importante para pensar la mecánica cuántica y la flecha del tiempo.
Calcular promedios mecanocuánticos requiere un importante
entrenamiento técnico. Y entender plenamente cómo, cuándo y dónde realizar
los promedios requiere conceptos que los físicos aún se esfuerzan en
formular. Pero una lección clave puede enunciarse de forma simple: la
mecánica cuántica es el escenario proelección final: cada posible «elección»
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que algo pudiera hacer al ir de aquí a allí está incluida en la probabilidad
mecanocuántica asociada con un resultado posible u otro.
La física clásica y la física cuántica tratan el pasado de formas muy
diferentes.
Podando la historia
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observación. Y puesto que esta observación determinaba qué trayectoria tomó
el fotón, sólo consideramos aquellas historias que recorren este camino,
eliminando así la posibilidad de interferencia.
A Niels Bohr le gustaba resumir estas cosas utilizando su principio de
complementariedad. Cada electrón, cada fotón, cada cosa, de hecho, tiene al
mismo tiempo aspectos tipo onda y tipo partícula. Son características
complementarias. Pensar puramente en el marco de partícula convencional —
en el que las partículas se mueven a lo largo de trayectorias únicas— es
incompleto, porque pasa por alto los aspectos tipo onda puestos de manifiesto
por las figuras de interferencia.[*16] Pensar puramente en el marco tipo onda es
incompleto, porque pasa por alto los aspectos tipo partícula puestos de
manifiesto por medidas que encuentran partículas localizadas que pueden ser
registradas, por ejemplo, por un único punto en una pantalla. (Ver figura 4.4.)
Una imagen completa requiere que ambos aspectos complementarios sean
tenidos en cuenta. En cualquier situación dada usted puede obligar a que una
característica sea más prominente en virtud de cómo decida usted
interaccionar. Si permite que los electrones viajen de la fuente a la pantalla
sin ser observados, pueden emerger sus cualidades tipo onda, dando
interferencia. Pero si observa al electrón en ruta, usted sabe qué camino tomó,
de modo que no podría explicar la interferencia. La realidad viene al rescate.
Su acto de observación poda las ramas de la historia cuántica. Obliga al
electrón a comportarse como una partícula; puesto que las partículas siguen
un camino o el otro, no se forma ninguna figura de interferencia, de modo que
no hay nada que explicar.
La Naturaleza hace cosas extrañas. Vive en el límite. Pero es cuidadosa y
se detiene ante el golpe fatal de la paradoja lógica.
La contingencia de la historia
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variantes simples de estos experimentos plantean este desafío a nuestra
noción intuitiva de cómo se despliegan las cosas en el tiempo en un nivel aún
mayor y aún más sorprendente.
La primera variante se denomina el experimento de la elección diferida y
fue sugerido en 1980 por el eminente físico John Wheeler. El experimento se
enfrenta a una pregunta extraña: ¿depende el pasado del futuro? Note que esto
no es lo mismo que preguntar si podemos volver y cambiar el pasado (un
tema que abordaremos en el capítulo 15). En lugar de ello, el experimento de
Wheeler, que ha sido realizado y analizado con considerable detalle, expone
una provocativa interrelación entre sucesos que imaginamos que tienen lugar
en el pasado, incluso el pasado distante, y los que vemos que tienen lugar
precisamente ahora.
Para hacerse una idea de la física, imagine que usted es un coleccionista
de arte y el Sr. Smithers, presidente de la nueva Sociedad de Arte y
Embellecimiento de Springfield, va a examinar varias obras que usted ha
puesto en venta. Usted sabe, sin embargo, que lo que realmente le interesa al
Sr. Smithers es The Full Monty, un cuadro que a usted nunca le gustó mucho
pero que heredó de su muy amado tío abuelo Monty Bums, de modo que
decidir si lo vende o no supone para usted una lucha emocional. Cuando llega
el Sr. Smithers, usted habla de su colección, de las subastas recientes, del
espectáculo actual en el Metropolitan; para su sorpresa, se entera de que, años
atrás, Smithers fue un gran ayudante de su tío abuelo. Al final de la
conversación usted decide que está dispuesto a deshacerse de The Full Monty.
son muchas las obras que a usted le gustan y debe moderarse o su colección
no tendrá un centro definido. En el mundo del coleccionismo de arte, se ha
dicho usted siempre a sí mismo, a veces más es menos.
Cuando usted reconsidera esta decisión parece, visto en retrospectiva, que
usted ya había decidido vender antes de que llegara el Sr. Smithers. Aunque
siempre ha tenido cierta estima por The Full Monty, siempre se ha cuidado de
acumular una extensa colección y el realismo erótico-nuclear de finales del
siglo xx es un área que intimida a cualquier coleccionista salvo los más
avezados. Incluso si usted recuerda que antes de la llegada de su visitante
había estado pensando en que no sabía qué hacer, desde su punto de vista
actual parece como si realmente lo supiera. No es exactamente que los
sucesos futuros hayan afectado al pasado, pero su agradable encuentro con el
Sr. Smithers y su declaración posterior de su disposición a vender han
iluminado el pasado de una forma que hace definidas cosas concretas que
entonces parecían no decididas. Es como si el encuentro y su declaración le
Página 220
ayudaran a aceptar una decisión que ya estaba tomada, una decisión que
estaba esperando a ser sacada a la luz. El futuro le ha ayudado a contar una
historia más completa de lo que estaba sucediendo en el pasado.
Por supuesto, en este ejemplo los sucesos futuros están afectando sólo a su
percepción o interpretación del pasado, de modo que los sucesos no son ni
enigmáticos ni sorprendentes. Pero el experimento de elección diferida de
Wheeler traslada esta interrelación psicológica entre el futuro y el pasado al
reino cuántico, donde se hace a la vez precisa y sorprendente. Empezamos
con el experimento de la figura 7.1a, modificado de modo que el láser emite
fotones de uno en uno, como en la figura 7. Ib, y añadiendo también un nuevo
detector de fotones próximo al divisor de haz. Si el nuevo detector está
desconectado (ver figura 7.2b), entonces volvemos al montaje experimental
original y los fotones generan una figura de interferencia en la pantalla
fotográfica. Pero si se conecta el nuevo detector (figura 7.2a), éste nos dice
qué camino siguió cada fotón: si detecta un fotón, entonces el fotón tomó ese
camino; si no detecta un fotón, entonces el fotón tomó el otro camino. Esta
información «qué-camino», como se la llama, obliga al fotón a actuar como
una partícula, de modo que ya no se genera la figura de interferencia tipo
onda.
Página 221
pantalla. Si se conecta, proporciona información qué-camino y con ello
impide la existencia de una figura de interferencia.
La nueva rareza procede del hecho de que la medida qué-camino tiene
lugar mucho después de que el fotón tuviera que «decidir» en el divisor de
haz si actuar como una onda y recorrer ambos caminos o actuar como una
partícula y recorrer sólo uno. Cuando el fotón está atravesando el divisor de
haz, no puede «saber» si el nuevo detector está conectado o desconectado —
en la práctica, el experimento puede montarse de modo que el interruptor que
conecta el detector se acciona después de que el fotón ha pasado por el divisor
—. Para estar preparada para la posibilidad de que el detector esté apagado, la
onda cuántica del fotón tendría que haberse desdoblado y recorrer ambos
caminos, de modo que una amalgama de los dos pueda producir la figura de
interferencia observada. Pero si el nuevo detector estuviera
conectado —o si fue conectado después de que el fotón atravesara el
divisor— parecería presentar al fotón una crisis de identidad: al atravesar el
divisor ya se habría comprometido con su carácter tipo onda recorriendo
ambos caminos, pero ahora, algún tiempo después de tomar esta decisión, «se
da cuenta» de que necesita volver a ser una partícula que recorre uno y sólo
un camino.
De algún modo, sin embargo, los fotones siempre hacen lo correcto.
Cuando quiera que el detector está conectado —una vez más, incluso si la
decisión de conectarlo se retrasa hasta mucho tiempo después de que un fotón
dado haya atravesado el divisor de haz— el fotón actúa completamente como
una partícula. Se encuentra que está en una y sólo una ruta hacia la pantalla
(si colocáramos detectores de fotones aguas abajo a lo largo de ambas rutas,
cada fotón emitido por el láser sería detectado por uno u otro detector, nunca
por los dos); los datos resultantes no muestran ninguna figura de interferencia.
Cuando quiera que el nuevo detector está desconectado —de nuevo, incluso si
esta decisión se hace después de que cada fotón ha pasado por el divisor— los
fotones actúan completamente como una onda, dando la famosa figura de
interferencia que muestra que han recorrido ambos caminos. Es como si los
fotones ajustaran su comportamiento en el pasado de acuerdo con la elección
futura de si el nuevo detector está conectado o no; es como si los fotones
tuvieran una «premonición» de la situación experimental que encontrarán
aguas abajo, y actuaran en consecuencia. Es como si una historia consistente
y definida se hiciera manifiesta sólo después de que el futuro al que conduce
ha sido plenamente establecido.[7.4]
Página 222
Hay una analogía con su experiencia de decidir vender The Full Monty.
Antes del encuentro con el Sr. Smithers, usted estaba en un estado ambiguo,
indeciso, borroso y mezclado entre estar a la vez dispuesto y no dispuesto a
vender el cuadro. Pero al hablar los dos del mundo del arte y saber el afecto
de Smithers por su tío abuelo usted se sintió cada vez más cómodo con la idea
de vender. La conversación le llevó a una decisión firme, que a su vez
permitió que una historia de la decisión cristalizara a partir de la
incertidumbre previa. Visto en retrospectiva, se siente como si la decisión
hubiese estado realmente tomada desde el principio. Pero si usted no hubiese
hecho tan buenas
migas con el Sr. Smithers, si él no le hubiera confiado que The Full Monty
estaría en manos dignas de confianza, usted muy bien podría haber decido no
vender. Y la historia del pasado que pudiera contar en esta situación podría
incluir fácilmente un reconocimiento de que usted había decidido no vender
hacía mucho tiempo —que no importa cuán razonable pudiera ser vender el
cuadro, usted siempre ha sabido en lo más íntimo que la conexión sentimental
era demasiado fuerte para dejarlo escapar—. El pasado real, por supuesto, no
cambió un ápice. Pero una experiencia diferente le llevaría ahora a describir
una historia diferente.
En el escenario psicológico reescribir o reinterpretar el pasado es un lugar
común; nuestra historia del pasado suele estar informada por nuestras
experiencias en el presente. Pero en el escenario de la física —un escenario
que normalmente consideramos objetivo y grabado en piedra— una
contingencia futura de la historia hace que uno vuelva la cabeza. Para hacer el
giro aún más serio, Wheeler imagina una versión cósmica del experimento de
la elección diferida en la que la fuente luminosa no es un láser de laboratorio
sino, en su lugar, un potente cuá- sar en el espacio profundo. El divisor de haz
tampoco es un aparato de laboratorio, sino una galaxia interpuesta cuya
atracción gravitatoria puede actuar como una lente que concentra los fotones
que pasan y los dirige hacia la Tierra, como en la figura 7.3. Aunque nadie ha
realizado todavía el experimento, si se recogieran suficientes fotones
procedentes del cuásar deberían formar, en teoría, una figura de interferencia
en una placa fotográfica sometida a una exposición prolongada, igual que en
el experimento del divisor de haz. Pero si colocáramos otro detector de
fotones precisamente cerca del final de una ruta o la otra, proporcionaría
información qué-camino sobre los fotones, destruyendo con ello la figura de
interferencia.
Página 223
FIGURA 7.3. La luz procedente de un cuásar distante, desdoblada y concentrada por una
galaxia interpuesta, dará, en principio, una figura de interferencia. Si se conectara un detector
adicional que permite la determinación del camino seguido por cada fotón, los fotones
siguientes ya no formarían una figura de interferencia.
Página 224
Ciertamente no. La mecánica cuántica no niega que el pasado haya sucedido,
y sucedido plenamente. La tensión surge simplemente porque el concepto de
pasado según lo cuántico es diferente del concepto de pasado según la
intuición clásica. Nuestra educación clásica nos hace decir que un fotón dado
hizo esto o hizo aquello. Pero en un mundo cuántico, nuestro mundo, este
razonamiento impone al fotón una realidad que es demasiado restrictiva.
Como hemos visto, en mecánica cuántica la norma es una realidad híbrida,
indeterminada y borrosa que consta de muchas hebras, que sólo cristalizan en
una realidad más familiar y definida cuando se realiza una observación
adecuada. No es que el fotón decidiera hace miles de millones de años seguir
un camino u otro, o ambos, en tomo a la galaxia. Más bien, durante miles de
millones de años ha estado en la norma cuántica: un híbrido de posibilidades.
El acto de observación vincula esta realidad cuántica poco familiar con la
experiencia clásica cotidiana. Las observaciones que hacemos hoy hacen que
una de las hebras de la historia cuántica adquiera prominencia en nuestro
recuento del pasado. En este sentido, aunque la evolución cuántica del pasado
hasta ahora no es afectada por nada de lo que hacemos ahora, la historia que
contamos del pasado puede llevar la huella de las acciones de hoy. Si
insertamos detectores de fotones a lo largo de los dos caminos que toma la luz
hacia una pantalla, entonces nuestra historia del pasado incluirá una
descripción de qué camino tomó cada fotón; al insertar los detectores de
fotones, aseguramos que la información qué-camino es un detalle esencial y
definitivo de nuestra historia. Pero si no insertamos los detectores de fotones,
nuestra historia del pasado será necesariamente diferente. Sin los detectores
de fotones no podemos recontar nada sobre qué camino tomaron los fotones;
sin los detectores de fotones, los detalles qué-camino son fundamentalmente
inaccesibles. Ambas teorías son válidas. Ambas historias son interesantes.
Simplemente describen situaciones diferentes.
Por consiguiente, una observación de hoy puede ayudar a completar la
historia que contamos de un proceso que empezó ayer, o anteayer, o quizá mil
millones de años antes. Una observación de hoy puede delinear los tipos de
detalles que podemos y debemos incluir en el recuento de hoy del pasado.
Borrando el pasado
Página 225
del experimento conseguirá este objetivo resbaladizo. Esto plantea la
pregunta: si usted no puede cambiar algo que ya ha sucedido, ¿puede hacer lo
más parecido y borrar su impacto sobre el pre-
sente? En un grado u otro, a veces esta fantasía puede realizarse. Un
jugador de béisbol que, con dos eliminados en la parte final de la novena
entrada, deja caer una bola fácil permitiendo que el equipo contrario esté a
punto de cerrar una carrera, puede deshacer el impacto de su error mediante
una espectacular captura de la bola golpeada por el siguiente bateador. Y, por
supuesto, dicho ejemplo no es nada misterioso. Sólo pensaríamos que había
algo raro cuando un suceso en el pasado parece impedir definitivamente que
suceda otro suceso en el futuro (como la bola caída impide definitivamente un
juego perfecto) y sin embargo nos contaran posteriormente que el suceso
impedido había sucedido realmente. El borrador cuántico, sugerido por
primera vez en 1982 por Marlan Scully y Kai Drühl, se basa en este tipo de
rarezas del mundo cuántico.
Una versión simple del experimento del borrador cuántico hace uso del
montaje de la doble rendija, modificado de la siguiente manera. Un
dispositivo de etiquetado se coloca delante de cada rendija; marca cualquier
fotón que pasa, de modo que cuando el fotón es examinado más tarde usted
puede decir por qué rendija pasó. La cuestión de cómo puede usted hacer una
marca en un fotón —cómo puede hacer el equivalente a colocar una «I» en un
fotón que pasa por la rendija izquierda y una «D» en un fotón que pasa por la
rendija derecha— es una buena pregunta, pero los detalles no son
particularmente importantes. De manera aproximada, el proceso se basa en
utilizar un dispositivo que permite que un fotón pase libremente por una
rendija pero obliga a que el eje de su espín apunte en una dirección concreta.
Si los dispositivos que hay delante de las rendijas izquierda y derecha
manipulan los espines de los fotones de formas específicas pero distintas,
entonces una pantalla detectora más refinada, que no sólo registra el lugar de
impacto del fotón sino que también mantiene un registro de la orientación del
espín del fotón, revelará a través de qué rendija pasó un fotón dado en su
camino hacia el detector.
Cuando se hace este nuevo experimento de doble-rendija-con-etiquetas,
los fotones no forman una figura de interferencia, como en la figura 7.4a. Por
ahora la explicación debería ser familiar; los nuevos aparatos de etiquetado
permiten obtener la información qué-camino, y la información qué-camino
distingue una historia u otra; los datos muestran que cualquier fotón dado
pasó o bien por la rendija izquierda o bien por la rendija derecha. Y sin la
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combinación de trayectorias de rendija-izquierda y rendija-derecha, no hay
ondas de probabilidad que se solapen, de modo que no se genera una figura de
interferencia.
FIGURA 7.4. En el experimento del borrador cuántico, un aparato colocado ante las dos
rendijas marca los fotones de modo que un examen posterior pueda revelar por qué rendija
pasó cada fotón. En (a) vemos que esta información qué-camino destruye la figura de
interferencia. En (b) se inserta un dispositivo que borra las marcas de los fotones justo delante
de la pantalla detectora. Puesto que la información qué-camino es eliminada, la figura de
interferencia desaparece.
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el borrador funciona asegurando que, independientemente de que entre un
fotón procedente de la rendija izquierda o de la rendija derecha, su espín es
manipulado para que apunte en una misma dirección fija. El examen posterior
de su espín no da así ninguna información sobre la rendija que atravesó, y con
ello la marca qué-camino ha sido borrada. Notablemente, los fotones
detectados por la pantalla tras este borrado producen una figura de
interferencia. Cuando se inserta el borrador precisamente delante de la
pantalla detectora, deshace —borra— el efecto de haber etiquetado los
fotones cuando estaban cerca de las rendijas. Como en el experimento de
elección diferida, este tipo de borrado podría ocurrir en principio miles de
millones de años antes de la influencia que está frustrando, deshaciendo en
efecto el pasado, incluso deshaciendo el pasado antiguo.
¿Cómo vamos a dar sentido a esto? Bien, tengamos en cuenta que los
datos se ajustan perfectamente a la predicción teórica de la mecánica cuántica.
Scully y Drühl propusieron este experimento porque sus cálculos
mecanocuánticos les convencieron de que funcionaría. Y lo hace. Así que,
como es habitual con la mecánica cuántica, el enigma no enfrenta la teoría
con el experimento. Enfrenta la teoría, confirmada por el experimento, con
nuestra sensación intuitiva del tiempo y la realidad. Para relajar la tensión,
note que si usted colocara un detector de fotones delante de cada rendija, la
lectura del detector establecería con certeza si el fotón pasó por la rendija
izquierda o por la rendija derecha, y no habría ninguna forma de borrar esa
información definitiva —no habría ninguna forma de recuperar una figura de
interferencia—. Pero los dispositivos de etiquetado son diferentes porque sólo
proporcionan el potencial para determinar la información qué-camino y las
potencialidades son precisamente el tipo de cosas que pueden borrarse. Un
dispositivo de etiquetado modifica un fotón que pasa de tal manera que, en
términos aproximados, el fotón sigue atravesando ambos caminos, pero la
parte izquierda de su onda de probabilidad está borrosa con respecto a la
derecha, o la parte derecha de su onda de probabilidad está borrosa con
respecto a la izquierda. A su vez, la secuencia ordenada de crestas y vientres
que normalmente saldría de cada rendija —como en la figura 4.b— está
también borrosa, de modo que ninguna figura de interferencia se forma en la
pantalla detectora. La idea crucial, sin embargo, es que tanto la onda izquierda
como la derecha siguen estando presentes. El borrador funciona porque
reconcentra las ondas. Como harían unas gafas, compensa la borrosidad,
vuelve a enfocar las dos ondas y les permite combinarse de nuevo en una
figura de interferencia. Es como si, una vez que los dispositivos de etiquetado
Página 228
cumplen su tarea, la figura de interferencia desapareciera de la visión pero
quedara pacientemente en espera para que alguien o algo la resucite.
Esta explicación puede hacer al borrador cuántico un poco menos
misterioso, pero aquí está el final: una variante sorprendente del experimento
del borrador cuántico que desafía aún más las nociones convencionales de
espacio y tiempo
Página 229
del de la figura 7.5a en la forma en que detectamos los fotones ociosos
después de que hayan sido emitidos. En la figura 7.3a los detectábamos
directamente, y por eso podíamos determinar inmediatamente de qué
conversor a la baja procedía cada uno —es decir, qué camino siguió un fotón
señal dado—. En el nuevo experimento, cada fotón ocioso es enviado a través
de un laberinto, lo que compromete nuestra capacidad para hacer esa
determinación. Por ejemplo, imagine que un fotón ocioso es emitido desde el
conversor a la baja etiquetado «I». En lugar de entrar inmediatamente en un
detector (como en la figura 7.5a) este fotón es enviado a un divisor de haz
(etiquetado «a») y por ello tiene un 50 por 100 de probabilidades de dirigirse
a lo largo del camino etiquetado «A» y un 50 por 100 de probabilidades de
dirigirse a lo largo del camino etiquetado «B». Si se dirigiera a lo largo del
camino A entraría en un detector de fotones (etiquetado «1») y su llegada
sería oportunamente registrada. Pero si el fotón ocioso siguiera el camino B
estaría sometido todavía a más penalidades. Sería dirigido a otro divisor de
haz (etiquetado «c») y por ello tendría un 50 por 100 de probabilidades de
dirigirse a lo largo del camino E al detector etiquetado «2», y un 50 por 100
de probabilidades de dirigirse a lo largo del camino F al detector etiquetado
«3». Ahora —quédese conmigo, pues hay un punto importante en todo esto—
exactamente el mismo razonamiento, cuando se aplica a un fotón ocioso
emitido desde el otro conversor a la baja, etiquetado «D», nos dice que si el
fotón ocioso se dirige a lo largo del camino G será registrado por el detector
4, pero si se dirige a lo largo del camino C será detectado o por el detector 3 o
por el detector 2, dependiendo del camino que siga después de pasar por el
divisor de haz c.
Página 230
FIGURA 7.5. (a) Un experimento con divisor de haz, ampliado con conver- sores a la baja, no
da una figura de interferencia, puesto que los fotones ociosos dan información qué-camino.
(b) Si los fotones ociosos no se detectan directamente, sino que en su lugar se envían a través
del laberinto mostrado, entonces a partir de los datos puede extraerse una figura de
interferencia. Los fotones ociosos que son detectados por los detectores 2 o 3 no dan
información qué-camino y por ello sus fotones señal llenarán una figura de interferencia.
Vayamos ahora a por qué hemos añadido toda esta complicación. Note
que si un fotón ocioso es detectado por el detector 1, aprendemos que el
correspondiente fotón señal siguió el camino izquierdo, puesto que no hay
modo de que un fotón ocioso que fue emitido desde el conversor a la baja D
encuentre su camino a este detector. Análogamente, si un fotón ocioso es
detectado por el detector 4, aprendemos que su fotón señal asociado siguió el
camino derecho. Pero si un fotón ocioso acaba en el detector 2, no tenemos
ninguna idea de qué camino siguió su fotón señal asociado puesto que hay la
misma probabilidad de que fuera emitido por el conversor a la baja I y
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siguiera el camino BE, o que fuera emitido por el conversor a la baja D y
siguiera el camino C-E. Análogamente, si un fotón ocioso es detectado por el
detector 3, podría haber sido emitido por el conversor a la baja I y haber
recorrido el camino B-F, o por el conversor a la baja D y seguido el camino
C-F. Así pues, para fotones señal cuyos compañeros ociosos son detectados
por el detector 1 o el 4, tenemos información qué-camino, pero para aquellos
cuyos compañeros ociosos son detectados por el detector 2 o el 3, la
información qué-camino está borrada.
¿Significa este borrado de parte de la información qué-camino —incluso
si no hemos hecho nada directamente a los fotones señal— que pueden
recuperarse los efectos de interferencia? De hecho lo hace —pero sólo para
aquellos fotones señal cuyos asociados acabaron en el detector 2 o el detector
3. A saber, la totalidad de las posiciones de impacto de los fotones señal en la
pantalla se verá como los datos de la figura 7.5a, sin mostrar el más mínimo
indicio de una figura de interferencia, como es característico de los fotones
que han seguido un camino u otro. Pero si nos centramos en un subconjunto
de los puntos —por ejemplo, en aquellos fotones señal cuyos ociosos entran
en el detector 2— entonces ese conjunto de puntos llenará una figura de
interferencia. Estos fotones señal —cuyos ociosos, por azar, no proporcionan
ninguna información qué-camino— ¡actúan como si hubieran seguido ambos
caminos! Si conectamos el aparato de modo que la pantalla muestre un punto
rojo para la posición de cada fotón señal cuyo compañero ocioso fuera
detectado por el detector 2, y un punto verde para todos los demás, alguien
que fuese ciego a los colores no vería ninguna figura de interferencia, pero
cualquier otro vería que los puntos rojos estaban dispuestos en bandas
brillantes y oscuras —una figura de interferencia—. Lo mismo es cierto con
el detector 3 en lugar del detector 2. Pero no habría tal figura de interferencia
si distinguimos los fotones señal cuyos ociosos acaban en el detector 1 o en el
detector 4, puesto que son los ociosos los que dan información qué-camino
sobre sus asociados.
Estos resultados —que han sido confirmados por los experimentos—[7.5]
son espectaculares: al incluir conversores a la baja que tienen el potencial de
ofrecer información qué-camino, perdemos la figura de interferencia, como en
la figura 7.a. Y sin interferencia, deberíamos concluir de forma natural que
cada fotón siguió el camino izquierdo o el camino derecho. Pero ahora vemos
que esta sería una conclusión precipitada. Eliminando cuidadosamente la
información potencial qué-camino que llevan algunos de los ociosos,
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podemos tratar los datos para que den una figura de interferencia, lo que
indica que algunos de los fotones siguieron realmente ambos caminos.
Note también el resultado quizá más espectacular de todos: los tres
divisores de haz adicionales y los cuatro detectores de fotones ociosos pueden
estar en el otro extremo del laboratorio o incluso en el otro extremo del
universo, puesto que nada en nuestra discusión dependía en absoluto de si
recibían un fotón ocioso dado antes o después de que su fotón señal asociado
haya incidido en la pantalla. Imaginemos, entonces, que todos estos aparatos
están muy alejados, digamos a diez años luz de distancia, para ser precisos, y
pensemos en lo que ello implica. Usted realiza el experimento de la figura
7.5b hoy, registrando, uno tras otro, los lugares de impacto de un número
enorme de fotones señal, y observa que no muestran ningún signo de
interferencia. Si alguien le pide que explique los datos, usted podría verse
tentado a decir que, debido a los fotones ociosos, hay información qué-
camino disponible y por ello cada fotón señal siguió decididamente el camino
izquierdo o el camino derecho, eliminando cualquier posibilidad de
interferencia. Pero, como antes, ésta sería una conclusión precipitada sobre lo
que sucedió; sería una discusión muy prematura del pasado.
En efecto, diez años más tarde el cuarto detector recibirá —uno
tras otro— los fotones ociosos. Si usted es informado posteriormente de
qué ociosos llegaron, digamos, al detector 2 (e. g., llegan el primero, séptimo,
octavo, duodécimo… de los ociosos), y si usted vuelve entonces a los datos
que recogió años antes y marca la correspondiente señal de los lugares de los
fotones en la pantalla (e. g., el primero, séptimo, duodécimo… de los fotones
señal que llegaron), encontrará que los puntos marcados formarán una figura
de interferencia, lo que revela que aquellos fotones señal deberían describirse
como si hubieran recorrido ambos caminos. Alternativamente, si 9 años y 364
días después de que usted recogiera los datos de los fotones señal, un
bromista saboteara el experimento eliminando los divisores de haz a y b —
asegurando que cuando lleguen los fotones ociosos al día siguiente todos van
o bien al detector 1 o bien al detector 4, conservando así toda la información
qué-camino— entonces, cuando usted reciba esta información concluirá que
cada fotón señal fue o bien por el camino izquierdo o bien por el camino
derecho, y no habrá ninguna figura de interferencia que extraer de los datos
de los fotones señal. Así pues, como esta discusión destaca con fuerza, la
historia que usted habría contado para explicar los datos de los fotones señal
depende significativamente de medidas realizadas diez años después de que
se recogieran dichos datos.
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Déjeme resaltar una vez más que las medidas futuras no cambian nada en
absoluto de las cosas que tuvieron lugar en su experimento de hoy; las
medidas futuras no cambian de ningún modo los datos que usted recogió hoy.
Pero las medidas futuras sí influyen en los detalles a los que usted puede
acudir cuando describa posteriormente lo que sucedió hoy. Antes de que usted
tenga los resultados de las medidas de los fotones ociosos no puede decir nada
en absoluto sobre la historia qué-camino de cualquier fotón señal dado. Sin
embargo, una vez que tiene los resultados, usted concluye que los fotones
señal cuyos asociados ociosos fueron utilizados satisfactoriamente para
obtener información qué-camino pueden describirse como si hubieran viajado
—años antes— a través del camino izquierdo o del camino derecho. Usted
concluye también que los fotones señal cuyos asociados ociosos tenían
borrada su información qué-camino no pueden describirse como si —años
antes— hubieran seguido decididamente un camino o el otro (una conclusión
que puede confirmar convincentemente utilizando los datos de fotones
ociosos recién adquiridos para poner de manifiesto la figura de interferencia
antes oculta en esta última clase de fotones señal). Vemos así que el futuro
ayuda a conformar la historia que cuenta usted del pasado.
Estos experimentos son una tremenda afrenta para nuestras nociones
convencionales de espacio y tiempo. Algo que tiene lugar mucho más tarde y
muy lejos de alguna otra cosa es de todas formas vital para nuestra
descripción de esa otra cosa. Para cualquier razonamiento clásico —de
sentido común— eso es una locura. Por supuesto, ésa es la clave: el
razonamiento clásico es el tipo que razonamiento que no se puede utilizar en
un universo cuántico. De la discusión de Einstein- Podolsky-Rosen hemos
aprendido que la física cuántica no es local en el espacio. Si usted ha
asimilado perfectamente esta lección —dura de aceptar por sí misma— estos
experimentos, que implican un tipo de entrelazamiento a lo largo del espacio
y a través del tiempo, quizá no parezcan totalmente extravagantes. Pero
ciertamente lo son para los cánones de la experiencia diaria.
Recuerdo que cuando supe por primera vez de estos experimentos tardé unos
días en recuperarme. Tenía la sensación de que había alcanzado a ver el lado
velado de la realidad. La experiencia común —las actividades mundanas y
ordinarias del día a día— parecía repentinamente formar parte de una charada
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clásica que oculta la verdadera naturaleza de nuestro mundo cuántico. El
mundo de lo cotidiano parecía repentinamente no otra cosa que un juego de
magia invertido, un acto que lleva a su audiencia a creer en las ideas usuales y
familiares de espacio y tiempo mientras la sorprendente verdad de la realidad
cuántica yace cuidadosamente oculta por los juegos de manos de la
Naturaleza.
En años recientes, los físicos han dedicado mucho esfuerzo a tratar de
explicar la Naturaleza —a descubrir de qué forma precisa las leyes
fundamentales de la física cuántica se transforman en las leyes clásicas que
son tan acertadas para explicar la experiencia común— en esencia, descubrir
cómo lo atómico y lo subatómico pierden su ex- trañeza mágica cuando se
combinan para formar objetos macroscópicos. La investigación continúa, pero
ya se ha aprendido mucho. Veamos algunos aspectos de particular relevancia
para la cuestión de la flecha del tiempo, pero ahora desde el punto de vista de
la mecánica cuántica.
La mecánica clásica se basa en las ecuaciones que descubrió Newton a
finales del siglo xvii. El electromagnetismo se basa en ecuaciones que
descubrió Maxwell a finales del siglo xix. La relatividad especial se basa en
ecuaciones que descubrió Einstein en 1905, y la relatividad general se basa en
ecuaciones que él descubrió en 1915. Lo que todas estas ecuaciones tienen en
común, y lo que es fundamental para el dilema de la flecha del tiempo —
como se explicó en el último capítulo— es su tratamiento completamente
simétrico de pasado y futuro. En ningún lugar en ninguna de estas ecuaciones
hay algo que distinga «hacia delante en el tiempo» de «hacia atrás en el
tiempo». Pasado y futuro están en pie de igualdad.
La mecánica cuántica se basa en una ecuación que descubrió Erwin
Schródinger en 1926.[7.6] Usted no necesita saber nada sobre esta ecuación
aparte del hecho de que toma como ingrediente la forma de una onda de
probabilidad mecanocuántica en un instante de tiempo, tal como en la figura
4.5, y permite determinar cómo será la onda de probabilidad en cualquier otro
instante, antes o después. Si la onda de probabilidad está asociada con una
partícula, tal como un electrón, usted puede utilizarla para predecir la
probabilidad de que, en cualquier instante específico, un experimento
encuentre al electrón en cualquier lugar específico. Como las leyes clásicas de
Newton, Maxwell y Einstein, la ley cuántica de Schródinger incluye un
tratamiento igualitario del tiempo futuro y el tiempo pasado. Una «película»
que muestre una onda de probabilidad que empieza de esta forma y termina
de aquélla podría pasarse a la inversa —mostrando una onda de probabilidad
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que empieza de aquella forma y termina de ésta— y no habría ninguna
manera de decir que una evolución era correcta y la otra era falsa. Ambas
serían soluciones igualmente válidas de la ecuación de Schródinger. Ambas
representarían maneras igualmente razonables en que podrían evolucionar las
cosas[7.7]
Por supuesto, la «película» ahora mencionada es completamente diferente
de las utilizadas al analizar el movimiento de una pelota de tenis o un huevo
aplastado en el último capítulo. Las ondas de probabilidad no son cosas que
podamos ver directamente; no hay cámaras que puedan captar las ondas de
probabilidad en una película. En su lugar, podemos describir ondas de
probabilidad utilizando ecuaciones matemáticas y, mentalmente, podemos
imaginar las más simples de ellas con formas como las de las figuras 4.5 y
4.6. Pero el único acceso que tenemos a las propias ondas de probabilidad es
indirecto, mediante el proceso de medida.
Es decir, como se subrayó en el capítulo 4 y se ve repetidamente en los
experimentos anteriores, la formulación estándar de la mecánica cuántica
describe el desarrollo de los fenómenos utilizando dos fases completamente
diferentes. En la primera, la onda de probabilidad —o, en el lenguaje más
preciso del campo, la función de onda— de un objeto tal como un electrón
evoluciona según la ecuación descubierta por Schródinger. Esta ecuación
asegura que la forma de la función de onda cambia suave y gradualmente, de
forma muy parecida a como una ola cambia de forma cuando viaja de un lado
a otro en un lago. [*18] En la descripción estándar de la segunda fase tomamos
contacto con la realidad observable midiendo la posición del electrón, y
cuando lo hacemos la forma de la función de onda cambia abruptamente. La
función de onda del electrón es diferente de los ejemplos más familiares de
las ondas de agua y las ondas sonoras: cuando medimos la posición del
electrón, su función de onda se hace puntiaguda o, como se ilustra en la figura
4.7, colapsa, cayendo al valor cero en todo lugar en donde no se ha
encontrado la partícula y elevándose al 100 por 100 de probabilidad en el
único lugar en donde la partícula es encontrada por la medida.
La fase uno —la evolución de la función de onda según la ecuación de
SchrSdi nger— es matemáticamente rigurosa, totalmente inequívoca y
plenamente aceptada por la comunidad física. Por el contrario, la fase dos —
el colapso de una función de onda bajo medida— es algo que durante las ocho
últimas décadas ha mantenido a los físicos, en el mejor de los casos,
ligeramente confusos, y en el peor de los casos ha planteado problemas,
enigmas y paradojas potenciales que han arruinado carreras. La dificultad,
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como se mencionó al final del capítulo 4, es que según la ecuación de
Schródinger las funciones de onda no colapsan. El colapso de la función de
onda es un añadido. Fue introducido después de que Schródinger descubriera
su ecuación, en un intento por explicar lo que realmente ven los
experimentadores. Mientras que una función de onda en bruto y no colapsada
encarna la extraña idea de que una partícula está a la vez aquí y allí, los
experimentadores nunca ven esto. Ellos siempre encuentran una partícula
decididamente en un lugar u otro; nunca la ven parcialmente aquí y
parcialmente allí; la aguja de sus aparatos de medida nunca se mantiene en
una mezcla fantasmagórica de apuntar a este valor y también a ese valor.
Lo mismo sucede, por supuesto, con nuestras observaciones casuales del
mundo que nos rodea. Nunca observamos que una silla esté a la vez aquí y
allí; nunca observamos que la Luna esté en una parte del cielo nocturno tanto
como en otra; nunca vemos un gato que esté a la vez muerto y vivo. La
noción de colapso de la función de onda se pone de acuerdo con nuestra
experiencia al postular que el acto de medida hace que la función abandone el
limbo cuántico y acomoda a una de las muchas potencialidades (partícula
aquí, o partícula allí) en la realidad.
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pasado entendíamos antes de que hubiera tenido lugar una observación o
medida concreta. Así que ¿establecen las medidas, con el colapso de la
función de onda incorporado en la fase dos, una asimetría entre pasado y
futuro, entre antes y después de que se haga una medida?
Estas preguntas se han resistido tozudamente a una solución completa y
siguen siendo controvertidas. Pese a todo, a lo largo de décadas, el poder
predictivo de la teoría cuántica apenas se ha visto comprometido. La
formulación fase uno/fase dos de la teoría cuántica, incluso si la fase dos ha
seguido siendo misteriosa, predice probabilidades de medir un resultado u
otro y estas predicciones han sido confirmadas repitiendo un experimento
dado una y otra vez y examinando la frecuencia con que se encuentra uno u
otro resultado. El fantástico éxito experimental de esta aproximación ha
contrapesado con creces la incomodidad de no tener una articulación precisa
de lo que realmente sucede en la fase dos.
Pero la incomodidad ha existido siempre. Y no se trata simplemente de
que todavía no se hayan desarrollado completamente algunos detalles del
colapso de la función de onda. El problema de la medida cuántica, como se
denomina, es una cuestión que afecta a los límites y la universalidad de la
mecánica cuántica. Es sencillo de ver. La aproximación fase uno/fase dos
introduce una separación entre lo que está siendo observado (un electrón, o un
protón, o un átomo, por ejemplo) y el experimentador que hace la
observación. Antes de que
el experimentador entre en escena, las funciones de onda evolucionan
feliz y suavemente según la ecuación de Schródinger. Pero luego, cuando el
experimentador se mezcla con las cosas para realizar una medida, las reglas
del juego cambian repentinamente. La ecuación de Schródinger es dejada de
lado y domina el colapso de la fase dos. Pese a todo, puesto que no hay
ninguna diferencia entre los átomos, protones y electrones que constituyen el
experimentador y el aparato que utiliza, y los átomos, protones y electrones
que estudia, ¿por qué dian- tres hay una división en cómo los trata la
mecánica cuántica? Si la mecánica cuántica es una teoría universal que se
aplica a todo sin limitaciones, lo observado y el observador deberían ser
tratados exactamente de la misma manera.
Niels Bohr discrepaba. Él afirmaba que los experimentadores y sus
equipos son diferentes de las partículas elementales. Incluso si están hechos
de las mismas partículas, ellos son conjuntos «grandes» de partículas
elementales y por ello están gobernados por las leyes de la física clásica. En
alguna parte entre el mundo minúsculo de los átomos y partículas
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subatómicas individuales y el mundo familiar de las personas y sus aparatos,
las reglas cambian porque los tamaños cambian. La motivación para afirmar
esta división está clara: una partícula minúscula, según la mecánica cuántica,
puede estar localizada en una mezcla borrosa de aquí y allí, pero nosotros no
vemos este comportamiento en el mundo grande y cotidiano. Pero ¿dónde
está exactamente la frontera? Y, de vital importancia, ¿cómo se conectan los
dos conjuntos de reglas cuando el gran mundo de lo cotidiano se confronta
con el mundo minúsculo de lo atómico, como en el caso de una medida? Bohr
afirmaba decididamente que estas preguntas no se plantean, por lo que él
entendía, a decir verdad, que estaban más allá de los límites de lo que él o
cualquier otro podía responder. Y puesto que incluso sin abordarlas la teoría
hace predicciones sorprendentemente precisas, durante mucho tiempo tales
preguntas quedaban muy abajo en la lista de preguntas críticas que los físicos
se veían impulsados a zanjar.
Pero para comprender por completo la mecánica cuántica, para determinar
plenamente lo que dice sobre la realidad y para establecer qué papel podría
desempeñar en establecer una dirección para la flecha del tiempo, debemos
entender el problema de la medida cuántica.
En las dos secciones siguientes describiremos algunos de los más
destacados y prometedores intentos de hacerlo. La conclusión, por si usted
quisiera en cualquier momento pasar a la última sección que se centra en la
mecánica cuántica y la flecha del tiempo, es que mucho trabajo ingenioso
sobre el problema de la medida cuántica ha proporcionado un progreso
significativo, pero una solución generalmente aceptada aún parece más allá de
nuestro alcance. Muchos ven esto como la laguna más importante en nuestra
formulación de la ley cuántica.
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Cuando se trata de entretenimiento, usted generalmente no quiere saber
qué está sucediendo entre bastidores; está muy contento centrándose
solamente en el resultado. Pero cuando se trata de entender el universo, hay
una sed insaciable de correr todas las cortinas, abrir todas las puertas y
mostrar por completo los mecanismos internos de la realidad. Bohr
consideraba que este impulso no tenía fundamento y estaba equivocado. Para
él la realidad era la representación. Como sucede en un monólogo de Spalding
Gray, las medidas desnudas de un experimentador son el espectáculo
completo. No hay nada más. Según Bohr, no hay bastidores. Tratar de
analizar cómo, cuándo y por qué una función de onda cuántica renuncia a
todas las posibilidades salvo una y da un único número definido en un aparato
de medida es errar la cuestión. El número medido es todo lo que es digno de
atención.
Durante décadas, esta perspectiva dominó. Sin embargo, y a pesar de su
efecto tranquilizador en la lucha de la mente con la teoría cuántica, uno no
puede dejar de tener la sensación de que el fantástico poder predictivo de la
mecánica cuántica significa que está dando con una realidad oculta que
subyace a los mecanismos del universo. Uno no puede dejar de querer ir más
allá y entender cómo se conecta la mecánica cuántica con la experiencia
común —cómo salva el hueco entre función de onda y observación, y qué
realidad oculta subyace a las observaciones—. Durante años, varios
investigadores han asumido este desafío; aquí hay algunas propuestas que han
desarrollado.
Una aproximación, con raíces históricas que se remontan a Hei- senberg,
consiste en abandonar la idea de que las funciones de onda son características
objetivas de la realidad cuántica y, en su lugar, verlas simplemente como una
encarnación de lo que sabemos de la realidad. Según esta idea, antes de que
realicemos un experimento no sabemos dónde está el electrón, y nuestra
ignorancia de su posición se refleja en que la función de onda del electrón lo
describe como si estuviera en varias posiciones diferentes. En el momento
que medimos su posición, sin embargo, nuestro conocimiento de su paradero
cambia repentinamente: ahora conocemos su posición, en principio, con total
precisión. (Por el principio de incertidumbre, si conocemos su posición,
necesariamente seremos completamente ignorantes acerca de su velocidad,
pero ésa no es una cuestión para la discusión actual.) El cambio repentino en
nuestro conocimiento, según esta perspectiva, se refleja en un cambio
repentino en la función de onda del electrón: repentinamente colapsa y toma
la forma puntiaguda de la figura 4.7, que indica nuestro conocimiento
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decidido de la posición del electrón. En esta aproximación, el colapso abrupto
de una función de onda no es nada sorprendente: no es otra cosa que el
cambio abrupto en el conocimiento que todos experimentamos cuando
aprendemos algo nuevo.
Una segunda aproximación, iniciada en 1957 por un estudiante de
Wheeler, Hugh Everett, niega que las funciones de onda colapsen nunca. En
su lugar, todos y cada uno de los resultados potenciales encarnados en una
función de onda ven la luz del día; la luz que ve cada uno, sin embargo,
penetra a través de su propio universo independiente. En esta aproximación,
la interpretación de los Muchos Mundos, el concepto de «el universo» se
amplía para incluir innumerables «universos paralelos» —innumerables
versiones de nuestro universo— de modo que cualquier cosa que la mecánica
cuántica predice que podría suceder, incluso si sólo fuera con probabilidad
minúscula, sí sucede al menos en una de las copias. Si una función de onda
dice que un electrón puede estar aquí, ahí y más allá, entonces en un universo
una versión de usted lo encontrará aquí; en otro universo, otra copia de usted
lo encontrará ahí; y en un tercer universo, todavía otro usted encontrará al
electrón más allá. La secuencia de observaciones que cada uno de nosotros
hacemos de un segundo al siguiente refleja así la realidad que tiene lugar en
sólo una parte de esta red infinita y gigantesca de universos, cada uno de ellos
poblado por copias de usted y yo y cualquier otro que siga estando vivo en un
universo en el que ciertas observaciones han dado ciertos resultados. En uno
de esos universos usted está ahora leyendo estas palabras, en otro se ha
tomado un descanso para navegar por la web, en otro está esperando
ansiosamente que se levante el telón para su debut en Broadway. Es como si
no hubiera un único bloque espaciotemporal como se mostraba en la figura
5.1, sino un número infinito, en cada uno de los cuales se realiza un curso de
sucesos posible. En la aproximación de los Muchos Mundos ningún resultado
potencial queda simplemente como potencial. Las funciones de onda no
colapsan. Cada resultado potencial se da en uno de los universos paralelos.
Una tercera propuesta, desarrollada en la década de 1950 por David Bohm
—el mismo físico que encontramos en el capítulo 4 cuando discutimos la
paradoja de Einstein-Podolsky-Rosen— adopta una aproximación
completamente diferente.[7.8] Bohm argumentaba que partículas tales como
los electrones poseen posiciones definidas y velocidades definidas, como en
la física clásica y como Einstein había esperado. Pero, en consonancia con el
principio de incertidumbre, estas características están ocultas a la vista; son
ejemplos de las variables ocultas mencionadas en el capítulo 4. Usted no
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puede determinar ambas simultáneamente. Para Bohm tal incertidumbre
representaba un límite a lo que podemos conocer, pero no implicaba nada
sobre los atributos reales de las propias partículas. Su aproximación no entra
en conflicto con los resultados de Bell porque, como discutimos hacia el final
del capítulo 4, poseer propiedades definidas prohibidas por la incertidumbre
cuántica no está descartado; sólo la localidad está descartada, y la
aproximación de Bohm es no local.[7.9] En su lugar, Bohm imaginaba que la
función de onda de una partícula es otro elemento independiente de la
realidad, un elemento que existe además de la propia partícula. No se trata
de partículas u ondas, como en la filosofía de la complementariedad de Bohr;
según Bohm, se trata de partículas y ondas. Además, Bohm postulaba que la
función de onda de una partícula interacciona con la propia partícula
—«guía» o «empuja» a la partícula— de una manera que determina su
movimiento posterior. Aunque esta aproximación está en completo acuerdo
con las predicciones acertadas de la mecánica cuántica estándar, Bohm
encontró que cambios en la función de onda en un lugar son capaces de
empujar inmediatamente a una partícula en un lugar distante, un hallazgo que
pone de manifiesto explícitamente la no localidad de su aproximación. En el
experimento de la doble rendija, por ejemplo, cada partícula pasa por una
rendija o por la otra, mientras que su función de onda atraviesa ambas y sufre
interferencia. Puesto que la función de onda guía el movimiento de la
partícula, no debería sorprender demasiado que las ecuaciones muestren que
es probable que la partícula aterrice donde el valor de la función de onda es
grande y es poco probable que aterrice donde es pequeño, lo que explica los
datos de la figura 4.4. En la aproximación de Bohm, no hay una fase separada
de colapso de la función de onda puesto que, si se mide la posición de una
partícula y se la encuentra aquí, es aquí donde verdaderamente estaba un
momento antes de que tuviera lugar la medida.
Una cuarta aproximación, desarrollada por los físicos italianos Giancarlo
Ghirardi, Alberto Rimini y Tullio Weber, hace la atrevida jugada de modificar
la ecuación de Schródinger de una forma ingeniosa que apenas tiene ningún
efecto sobre la evolución de las partículas individuales, pero tiene un impacto
espectacular sobre la evolución cuántica cuando se aplica a «grandes» objetos
cotidianos. La modificación propuesta imagina que las funciones de onda son
intrínsecamente inestables; incluso sin ninguna mezcla, sugieren estos
investigadores, tarde o temprano cada función de onda colapsa por sí misma a
una forma puntiaguda. Para una partícula individual, Ghirardi, Rimini y
Weber postulan que el colapso de la función de onda sucede espontánea y
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aleatoriamente, en promedio, sólo una vez cada mil millones de años
aproximadamente.[7.10] Esto es tan infrecuente que sólo implica un mínimo
cambio para la descripción mecanocuántica usual de las partículas
individuales, y eso es bueno, puesto que la mecánica cuántica describe el
micromundo con una exactitud sin precedentes. Pero para objetos grandes
tales como los experimentadores y sus aparatos, que tienen trillones y
trillones de partículas, hay altas probabilidades de que en una minúscula
fracción de cualquier segundo dado el colapso espontáneo postulado actuará
en al menos una partícula constituyente, haciendo que su función de onda
colapse. Y, como argumentaban Ghirardi, Rimini, Weber y otros, la
naturaleza entrelazada de todas las funciones de onda individuales en un
objeto grande asegura que este colapso desencadena una especie de efecto
dominó cuántico en el que las funciones de onda de todas las partículas
constituyentes colapsan también. Puesto que esto sucede en una breve
fracción de segundo, la modificación propuesta asegura que los objetos
grandes están siempre esencialmente en una configuración definida: los
punteros en el aparato de medida apuntan siempre a un valor definido; la
Luna está siempre en un lugar definido en el cielo; los cerebros dentro de los
experimentadores tienen siempre una experiencia definida; los gatos están
siempre o muertos o vivos.
Cada una de estas aproximaciones, así como otras varias que no voy a
discutir, tiene sus defensores y sus detractores. La aproximación «función de
onda como conocimiento» resuelve la cuestión del colapso de la función de
onda negando cualquier realidad a las funciones de onda, convirtiéndolas en
su lugar en meros descriptores de lo que conocemos. Pero ¿por qué, pregunta
un detractor, debería estar la física fundamental tan íntimamente unida a la
conciencia humana? Si no estuviésemos aquí para observar el mundo,
¿colapsarían alguna vez las funciones de onda o, quizá, no existiría el
concepto mismo de una función de onda? ¿Era el universo un lugar
completamente diferente antes de que evolucionase la conciencia humana en
el planeta Tierra? ¿Qué pasaría si, en lugar de experimentadores humanos, los
únicos observadores fueran ratones u hormigas o amebas o computadores?
¿Es adecuado el cambio en su «conocimiento» para estar asociado con el
colapso de una función de onda?[7.11]
Por el contrario, la interpretación de los Muchos Mundos evita la cuestión
del colapso de la función de onda, puesto que en esta aproximación las
funciones de onda no colapsan. Pero el precio a pagar es una enorme
proliferación de universos, un precio que más de un detractor ha encontrado
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intolerablemente exorbitante.[7.12] La aproximación de Bohm también evita el
colapso de la función de onda; pero, afirman sus detractores, al conceder
realidad independiente a partículas y a ondas, la teoría carece de economía.
Además, argumentan correctamente los detractores, en la formulación de
Bohm la función de onda puede ejercer influencias más rápidas que la luz
sobre las partículas que empuja. Los defensores señalan que la primera queja
es como mucho subjetiva, y la última se ajusta a la no localidad que Bell
demostró que era inevitable, de modo que ninguna de las dos críticas es
convincente. De todas formas, quizá injustificablemente, la aproximación de
Bohm no ha calado nunca.[7.13] La aproximación de Ghirardi, Rimini y Weber
trata directamente el colapso de la función de onda, cambiando las ecuaciones
para incorporar un nuevo mecanismo de colapso espontáneo. Pero, señalan
los detractores, todavía no hay un ápice de evidencia experimental que apoye
la modificación propuesta de la ecuación de Schródinger.
La investigación en busca de una conexión sólida y completamente
transparente entre el formalismo de la mecánica cuántica y la experiencia de
la vida cotidiana seguirá sin duda durante algún tiempo en el futuro, y es
difícil decir cuál de las aproximaciones conocidas, si lo hace alguna de ellas,
conseguirá finalmente un consenso mayoritario. Si se hiciese hoy una
encuesta entre los físicos, no creo que hubiera una favorita aplastante. Por
desgracia, el aporte experimental es de ayuda limitada. Aunque la propuesta
de Ghirardi, Rimini y Weber hace predicciones que, en ciertas situaciones,
difieren de la mecánica cuántica fase uno/fase dos estándar, las desviaciones
son demasiado pequeñas para ser puestas a prueba con la tecnología de hoy.
La situación con las otras dos propuestas es peor porque impiden un veredicto
experimental de manera aún más definitiva. Coinciden plenamente con la
aproximación estándar, y por ello, cada una de ellas da las mismas
predicciones para cosas que puedan ser observadas y medidas. Difieren sólo
en lo que sucede entre bastidores, por así decir. Es decir, sólo difieren con
respecto a lo que la mecánica cuántica implica para la naturaleza subyacente
de la realidad.
Incluso si el problema de la medida cuántica sigue sin estar resuelto,
durante las últimas décadas se ha estado desarrollando un marco que, aunque
aún incompleto, tiene un amplio soporte como ingrediente probable de
cualquier solución viable. Se denomina decoherencia.
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Cuando uno se encuentra por primera vez con el aspecto probabilista de la
mecánica cuántica, una reacción natural es pensar que no es más exótico que
las probabilidades que aparecen en lanzamientos de dados o en la ruleta. Pero
cuando estudia la interferencia cuántica se da cuenta de que la probabilidad
interviene en la mecánica cuántica de una forma mucho más fundamental. En
los ejemplos cotidianos se asignan probabilidades a varios resultados —caras
versus cruces, rojo versus negro, un número de lotería versus otro— en el
bien entendido de que uno u otro resultado sucederá definitivamente y que
cada resultado es el producto final de una historia definida e independiente.
Cuando se lanza una moneda, a veces su movimiento giratorio es el preciso
para que salga cara y a veces es el preciso para que salga cruz. La
probabilidad 5050 que asignamos a cada resultado se refiere no sólo al
resultado final —caras o cruces— sino también a las historias que llevan a
cada resultado. La mitad de las maneras posibles de lanzar una moneda dan
un resultado de cara, y la mitad dan un resultado de cruz. Las propias
historias, sin embargo, son alternativas totalmente independientes. No tiene
sentido decir que diferentes movimientos de la moneda se refuerzan o se
cancelan mutuamente. Todos son independientes.
Pero en mecánica cuántica las cosas son diferentes. Los caminos
alternativos que puede seguir un electrón desde las dos rendijas al detector no
son historias independientes. Las historias posibles se combinan para producir
el resultado observado. Algunas trayectorias se refuerzan unas a otras,
mientras que otras se cancelan. Tal interferencia cuántica entre las varias
historias posibles es responsable de la pauta de bandas brillantes y oscuras en
la pantalla detectora. Así, la diferencia reveladora entre las nociones cuántica
y clásica de probabilidad es que la primera está sujeta a interferencia y la
segunda no.
La decoherencia es un fenómeno ampliamente extendido que forma un
puente entre la física clásica de lo pequeño y la física clásica de lo no tan
pequeño al suprimir la interferencia cuántica —es decir, al disminuir
abruptamente la diferencia esencial entre las probabilidades cuántica y clásica
—. La importancia de la coherencia fue comprendida ya en los primeros días
de la teoría cuántica, pero su encarnación moderna data de un artículo inicial
del físico alemán Dieter Zeh en 1970,[7.14] y desde entonces ha sido
desarrollada por muchos investigadores, incluyendo a Erich Joos, también en
Alemania, y Wojciech Zu- rek del Laboratorio Nacional de Los Álamos en
Nuevo México.
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Ésta es la idea. Cuando se aplica la ecuación de Schródinger en una
situación sencilla, como el caso de fotones aislados que atraviesan una
pantalla con dos rendijas, el resultado es la famosa figura de interferencia.
Pero hay dos características muy especiales de este ejemplo de laboratorio
que no son características de los sucesos del mundo real. En primer lugar, las
cosas que encontramos en la vida del día a día son mayores y más
complicadas que un simple fotón. En segundo lugar, las cosas que
encontramos en las cosas del día a día, no están aisladas: interaccionan con
nosotros y con el entorno. El libro que tiene ahora en las manos está sometido
a contacto humano y, con más generalidad, está siendo golpeado
continuamente por fotones y moléculas de aire. Además, puesto que el propio
libro está hecho de muchas moléculas y átomos, estos constituyentes agitados
están rebotando continuamente unos en otros. Lo mismo es cierto para los
punteros de los aparatos de medida, para los gatos, para los cerebros humanos
y para casi cualquier cosa que usted encuentra en la vida diaria. A escalas
astrofísicas, la Tierra, la Luna, los asteroides y los otros planetas están siendo
bombardeados continuamente por fotones procedentes del Sol. Incluso un
grano de polvo que flota en la oscuridad del espacio exterior está sujeto a
golpes continuados de los fotones de microondas de baja energía que han
estado recorriendo el espacio desde poco tiempo después del big bang. Y así,
para entender lo que dice la mecánica cuántica sobre los sucesos del mundo
real —frente a los experimentos prístinos de laboratorio— deberíamos aplicar
las ecuación de Schródinger a estas situaciones más complejas y mezcladas.
En esencia, esto es lo que Zeh resaltó, y su trabajo, junto con el de
muchos otros que lo han seguido, ha revelado algo totalmente maravilloso.
Aunque fotones y moléculas de aire son demasiado pequeños para tener
cualquier efecto significativo sobre el movimiento de un objeto grande como
este libro o un gato, son capaces de hacer otra cosa. Continuamente «dan
codazos» a la función de onda de los objetos grandes o, en la jerga física,
perturban su coherencia: desordenan su secuencia ordenada de crestas
seguidas de vientres seguidos de crestas. Esto es crucial, porque el
ordenamiento de una función de onda es fundamental para generar efectos de
interferencia (ver figura 4.2). Y así, de la misma forma que añadir aparatos de
etiquetado al experimento de la doble rendija emborrona la función de onda
resultante y con ello borra efectos de interferencia, el bombardeo constante de
objetos por los constituyentes de su entorno también borra la posibilidad de
fenómenos de interferencia. A su vez, una vez que la interferencia cuántica ya
no es posible, las probabilidades intrínsecas en la mecánica cuántica son, para
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cualquier fin práctico, las probabilidades intrínsecas en lanzamientos de
monedas y giros de ruleta. Una vez que la decoherencia ambiental emborrona
una función de onda, la naturaleza exótica de las probabilidades cuánticas se
funde en las probabilidades más familiares de la vida cotidiana.[7.15] Esto
sugiere una resolución del enigma de la medida cuántica, una solución que, si
se diera, sería casi lo mejor que podríamos esperar. La describiré primero a la
luz más optimista, y luego resaltaré lo que aún queda por hacer.
Si una función de onda de un electrón aislado muestra que tiene, digamos,
un 50 por 100 de probabilidades de estar aquí y un 50 por 100 de
probabilidades de estar allí, debemos interpretar estas probabilidades
utilizando la consabida extrañeza de la mecánica cuántica. Puesto que ambas
alternativas pueden revelarse al combinarse y generar una figura de
interferencia, debemos considerarlas igualmente reales. En un lenguaje vago,
hay un sentido en el que el electrón está en ambos lugares. ¿Qué sucede ahora
si medimos la posición de un electrón con un instrumento de laboratorio no
aislado y de tamaño cotidiano? Bien, en correspondencia con el ambiguo
paradero del electrón, el puntero del instrumento tiene un 50 por 100 de
probabilidades de apuntar a este valor y un 50 por 100 de probabilidades de
apuntar a ese otro. Pero debido a la decoherencia, el puntero no estará en una
mezcla fantasmagórica de apuntar a ambos valores; debido a la decoherencia,
podemos interpretar estas probabilidades en el sentido usual, clásico y
cotidiano. De la misma forma que una moneda lanzada tiene un 50 por 100 de
probabilidades de salir cara y un 50 por 100 de probabilidades de salir cruz,
pero sale o bien cara o bien cruz, también el puntero tiene un 50 por 100 de
probabilidades de apuntar a este valor y un 50 por 100 de probabilidades de
apuntar a ese otro valor, pero decididamente apunta a uno o al otro.
Un razonamiento similar se aplica a todos los demás objetos complejos y
no aislados. Si un cálculo cuántico revela que un gato, situado en una caja
cerrada, tiene un 50 por 100 de probabilidades de estar muerto y un 50 por
100 de probabilidades de estar vivo, porque hay un 50 por 100 de
probabilidades de que un electrón incida en un mecanismo que somete al gato
a gas venenoso y un 50 por 100 de probabilidades de que el electrón no incida
en la trampa explosiva —la decoherencia sugiere que el gato no estará en un
absurdo estado mezcla de estar a la vez vivo y muerto—. Aunque se han
dedicado décadas de debate acalorado a preguntas como ¿qué significa que un
gato esté a la vez vivo y muerto?, ¿cómo obliga el acto de abrir la caja y
observar el gato a que éste escoja un estatus definido, muerto o vivo?, la
decoherencia sugiere que mucho antes de que usted abra la caja el entorno ya
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ha completado miles de millones de observaciones que, casi
instantáneamente, convirtieron todas las misteriosas probabilidades cuánticas
en sus menos misteriosas contrapartidas clásicas. Mucho antes de que usted lo
mire, el entorno ha obligado al gato a adoptar una condición única y definida.
La decoherencia obliga a que buena parte de la ex- trañeza de la física
cuántica se «escape» de un objeto grande puesto que, poco a poco, las
innumerables partículas incidentes del entorno se llevan la extrañeza cuántica.
Es difícil imaginar una solución más satisfactoria al problema de la
medida cuántica. Siendo más realista y abandonando la hipótesis
simplificadora que ignora el entorno —una simplificación que era crucial para
hacer progresos durante el desarrollo temprano del campo— encontraríamos
que la mecánica cuántica tiene una solución incorporada. La conciencia
humana, los experimentadores humanos y las observaciones humanas ya no
desempeñarían un papel especial puesto que ellos (¡nosotros!) serían
simplemente elementos del entorno, como las moléculas de aire o los fotones,
que pueden interaccionar con un sistema físico dado. Ya no habría una
división fase uno/fase dos entre la evolución de los objetos y el
experimentador que los mide. Todo —observado y observador— estaría en
pie de igualdad. Todo —observado y observador— estaría sujeto exactamente
a la misma ley mecanocuántica como se establece en la ecuación de
Schródinger. El acto de medida ya no sería especial; sería simplemente un
ejemplo concreto de contacto con el entorno.
¿Es así? ¿Resuelve la coherencia el problema de la medida cuántica? ¿Es
la decoherencia responsable de que las funciones de onda cierren la puerta a
todos salvo uno de los resultados potenciales a los que pueden conducir?
Algunos así lo piensan. Investigadores como Robert Griffiths, de Camegie
Mellon; Roland Omnés, de Orsay; el premio Nobel Murray Gell-Mann, del
Instituto de Santa Fe, y Jim Hartle, de la Universidad de California en Santa
Barbara han hecho grandes progresos y afirman que han desarrollado la
decoherencia hasta dar un marco completo (llamado historias decoherentes)
que resuelve el problema de la medida. Otros, como yo mismo, están
intrigados pero aún no completamente convencidos. La virtud de la
decoherencia es que elimina satisfactoriamente la barrera artificial que
levantó Bohr entre los sistemas físicos grandes y pequeños, haciendo que todo
esté sometido a las mismas fórmulas mecanocuánticas. Esto es un avance
importante y pienso que Bohr lo hubiera encontrado satisfactorio. Aunque el
no resuelto problema de la medida cuántica nunca disminuyó la capacidad de
los físicos para reconciliar cálculos teóricos con datos experimentales,
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condujo a Bohr y sus colegas a articular un marco mecanocuántico con
algunas características incómodas. A muchos les ponía nerviosos la necesidad
de utilizar palabras borrosas sobre el colapso de la función de onda o la
noción imprecisa de sistemas «grandes» perteneciente al dominio de la física
clásica. Al tener en cuenta la decoherencia los investigadores han hecho en
gran medida innecesarias estas ideas vagas.
Sin embargo, una cuestión clave que pasé por alto en la descripción
anterior es que, incluso si la decoherencia suprime la interferencia cuántica, y
con ello hace que las extrañas probabilidades cuánticas sean como sus
familiares contrapartidas clásicas, cada uno de los resultados potenciales
encarnados en una función de onda sigue siendo susceptible de realización. Y
por eso nos seguimos preguntando cómo «vence» un resultado y dónde «van»
las muchas otras posibilidades cuando aquél sucede realmente. Cuando se
arroja una moneda, la física clásica da una respuesta para la pregunta análoga.
Dice que si examina cómo empieza a girar la moneda con la precisión
adecuada, usted puede predecir, en principio, si caerá cara o caerá cruz. En un
examen más detallado, un resultado está exactamente determinado por los
detalles que usted pasó por alto inicialmente. No puede decirse lo mismo en
física cuántica. La decoherencia permite que las probabilidades cuánticas sean
interpretadas como las clásicas, pero no proporciona ningún detalle más fino
que seleccione uno de los muchos resultados posibles para que suceda
realmente.
Con un espíritu muy parecido al de Bohr, algunos físicos creen que buscar
una explicación semejante de cómo surge un resultado único y definido es
equivocada. Estos físicos argumentan que la mecánica cuántica, con su puesta
al día para incluir decoherencia, es una teoría bien formulada cuyas
predicciones explican el comportamiento de los aparatos de medida del
laboratorio. Y, según esta idea, ése es el objetivo de la ciencia. Buscar una
explicación de lo que está pasando realmente, esforzarse en comprender
cómo puede salir un resultado concreto, perseguir un nivel de realidad más
allá de las lecturas del detector y las impresiones del computador revela una
irrazonable avaricia intelectual.
Muchos otros, entre los que me incluyo, tienen una perspectiva diferente.
La ciencia trata de explicar los datos. Pero muchos físicos creen que la ciencia
trata también de abarcar las teorías que los datos confirman e ir más allá para
obtener la máxima intuición sobre la naturaleza de la realidad. Tengo la fuerte
sospecha de que se pueden ganar muchas ideas avanzando hacia una solución
completa del problema de la medida.
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Así pues, aunque hay un amplio acuerdo en que la decoherencia inducida
por el entorno es una parte crucial de la estructura que llena la divisoria
cuántico/clásico, y aunque muchos esperan que estas consideraciones
convergerán un día en una conexión completa entre las dos, casi nadie está
convencido de que el puente haya sido completamente construido.
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seguir tratando igualmente cada dirección del tiempo. Consideremos las
implicaciones de cada posibilidad.
Si la simetría temporal persiste (como sospecho que lo hará), todos los
razonamientos y todas las conclusiones del último capítulo pueden trasladarse
con pocos cambios al dominio cuántico. El núcleo de la física que entraba en
nuestra discusión de la flecha del tiempo era la simetría bajo inversión
temporal de la física clásica. Aunque el lenguaje y el marco básico de la física
cuántica difieren de los de la física clásica —funciones de onda en lugar de
posiciones y velocidades; ecuación de Schródinger en lugar de leyes de
Newton— la simetría bajo inversión temporal de todas las ecuaciones
cuánticas aseguraría que el tratamiento de la flecha del tiempo no sufriría
cambios. La entropía en el mundo cuántico puede definirse igual que en física
clásica en tanto que describamos las partículas en términos de sus funciones
de onda. Y la conclusión de que la entropía debería ir siempre en aumento —
aumentando tanto hacia lo que llamamos el futuro como hacia lo que
llamamos el pasado— seguiría siendo válida.
Llegaríamos así al mismo enigma que encontramos en el capítulo 6. Si
tomamos como dadas nuestras observaciones del mundo ahora, como
innegablemente reales, y si la entropía debería aumentar tanto hacia el futuro
como hacia el pasado, ¿cómo explicamos cómo llegó a ser el mundo tal como
es y cómo evolucionará posteriormente? Y se presentarían las mismas dos
posibilidades: o bien todo lo que vemos nació repentinamente por un golpe de
suerte estadístico que cabe esperar que suceda alguna vez en un universo
eterno que pasa la inmensa mayoría del tiempo totalmente desordenado, o
bien, por alguna razón, la entropía era asombrosamente baja justo después del
big bang y durante los últimos catorce mil millones de años ha estado
desenvolviéndose lentamente y seguirá haciéndolo hacia el futuro. Como en
el capítulo 6, para evitar el atolladero de memorias, registros no fiables, y las
leyes de la física nos centramos en la segunda opción —un bang de baja
entropía— y buscamos una explicación a cómo y por qué las cosas
empezaron en un estado tan especial.
Si, por el contrario, se pierde la simetría temporal —si la solución del
problema de la medida que se acepte un día revela un tratamiento asimétrico
fundamental de futuro versus pasado dentro de la mecánica cuántica— eso
muy bien podría proporcionar la explicación más directa de la flecha del
tiempo. Podría mostrar, por ejemplo, que los huevos se aplastan pero no se
desaplastan porque, a diferencia de lo que encontramos utilizando las leyes de
la física clásica, el aplastamiento resuelve las ecuaciones cuánticas pero el
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desaplastamiento no lo hace. Una película pasada al revés de un huevo
aplastado mostraría entonces un movimiento que no podría suceder en el
mundo real, lo que explicaría por qué nunca lo hemos visto. Y así sería.
Es posible. Pero si incluso esto parecería ofrecer una explicación muy
diferente de la flecha del tiempo, quizá no sea en realidad tan diferente como
parece. Como resaltamos en el capítulo 6, para que las páginas de Guerra y
paz se hagan cada vez más desordenadas deben empezar ordenadas; para que
un huevo se haga desordenado al aplastarse, debe empezar como un huevo
prístino y ordenado; para que la entropía aumente hacia el futuro, la entropía
debe ser baja en el pasado de modo que las cosas tengan la capacidad de
hacerse desordenadas. Sin embargo, el simple hecho de que una ley trate el
pasado y el futuro de forma diferente no asegura que la ley dicte un pasado
con entropía más baja. La ley podría seguir implicando entropía más alta
hacia el pasado (quizá la entropía aumentaría de forma asimétrica hacia el
pasado y hacia el futuro), y es incluso posible que una ley con asimetría
temporal fuera incapaz de decir algo sobre el pasado. Lo último es cierto en la
propuesta de Ghirardi-Rimini-Weber, una de las únicas propuestas con
asimetría temporal sustantiva en el mercado. Una vez que su mecanismo de
colapso hace el truco, no hay forma de deshacerlo —no hay manera de partir
de la función colapsada y evolucionar de vuelta a su forma previa extendida
—. La forma detallada de la función de onda se pierde en el colapso —se
hace puntiaguda— y por ello es imposible «retrodecir» cómo eran las cosas
en cualquier instante anterior a que ocurriera el colapso.
Así pues, incluso si una ley con asimetría temporal ofreciera una
explicación parcial a por qué las cosas se despliegan en un orden temporal
pero nunca en el orden inverso, podría muy bien apelar al mismo
complemento clave requerido por las leyes con simetría temporal: una
explicación de por qué la entropía era baja en el pasado lejano. Esto es cierto
en las modificaciones con asimetría temporal para la mecánica cuántica que
se han propuesto hasta ahora. Y por ello, a menos que algún descubrimiento
futuro revele dos características, ambas de las cuales considero poco probable
—una solución con asimetría temporal al problema de la medida cuántica
que, adicionalmente, asegure que la entropía decrece hacia el pasado—
nuestro esfuerzo para explicar la flecha del tiempo nos devuelve, una vez
más, al origen del universo, el tema de la siguiente parte del libro.
Como esos capítulos dejarán claro, las consideraciones cosmológicas
siguen su camino a través de muchos misterios en el corazón del espacio, el
tiempo y la materia. De modo que en el viaje hacia las ideas de la cosmología
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moderna sobre la flecha del tiempo, vale la pena que no nos precipitemos a
través del paisaje, sino que más bien, demos un paseo tranquilo a través de la
historia cósmica.
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TERCERA PARTE
Espacio tiempo y cosmología
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8
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la simetría yace en el núcleo de un cosmos en evolución. El propio tiempo
está íntimamente entrelazado con la simetría. Como se hará claro, la
connotación práctica del tiempo como una medida de cambio, así como la
existencia misma de un tipo de tiempo cósmico que nos permite hablar
razonablemente de cosas como «la edad y evolución del universo en su
conjunto», se basa sensiblemente en aspectos de la simetría. Y conforme los
científicos han examinado dicha evolución, mirando atrás hacia el principio
en busca de la verdadera naturaleza del espacio y el tiempo, la simetría se ha
establecido como la más segura de las guías, una guía que ofrece ideas y
respuestas que de otra forma hubiesen estado totalmente fuera de nuestro
alcance.
Página 256
Todos éstos son ejemplos de simetrías de objetos en el espacio. Las
simetrías subyacentes a las leyes de la física conocidas están estrechamente
relacionadas con éstas, pero apuntan a una cuestión más abstracta: ¿qué
manipulaciones —una vez más, reales o imaginadas— pueden realizarse
sobre usted o sobre el entorno que no tengan absolutamente ningún efecto
sobre las leyes que explican los fenómenos físicos que usted observa? Note
que para ser una simetría no se requiere que una manipulación de este tipo
deje sus observaciones invariables. Ahora estamos interesados en si las leyes
que gobiernan dichas observaciones —las leyes que explican lo que usted ve
antes, y luego lo que ve después de alguna manipulación— son invariables.
Como ésta es una idea fundamental, veámosla en acción en algunos ejemplos.
FIGURA 8.1. Si un cubo, como en (a) se rota 90°, o múltiplos de eso, alrededor de ejes que
atraviesan cualquiera de sus caras, parece inalterado, como en (b). Pero cualquier otra
rotación puede ser detectada, como en (c).
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da crédito a su estrategia. Las leyes de Newton no son específicas de un lugar
u otro. No funcionan de una manera en Connecticut y de otra en Nueva York.
Más bien creemos que dichas leyes funcionan exactamente de la misma
manera independientemente de dónde esté usted. Incluso si ha cambiado de
lugar, las leyes que gobiernan el movimiento de su cuerpo siguen tan
inalteradas como la apariencia de una bola que ha sido rotada.
Esta simetría se conoce como simetría de traslación o invariancia
traslacional. Se aplica no sólo a las leyes de Newton, sino también a las leyes
del electromagnetismo de Maxwell, a las relatividades especial y general de
Einstein, a la mecánica cuántica y a cualquier propuesta en la física moderna
que alguien haya tomado en serio.
Nótese, no obstante, una cosa importante. Los detalles de sus
observaciones y experiencias pueden variar y a veces lo hacen de un lugar a
otro. Si usted realizase sus ejercicios gimnásticos en la Luna, descubriría que
la trayectoria que seguía su cuerpo en respuesta a la misma fuerza impulsora
de sus piernas era muy diferente. Pero entendemos plenamente esta diferencia
particular y está ya integrada en las propias leyes. La Luna es menos masiva
que la Tierra, de modo que ejerce menos atracción gravitatoria; como
resultado, su cuerpo viaja a lo largo de trayectorias diferentes. Y este hecho
—que la atracción gravitatoria de un cuerpo depende de su masa— es una
parte integral de la ley de la gravedad de Newton (así como de la más refinada
relatividad general de Einstein). La diferencia entre sus experiencias terrestre
y lunar no implica que la ley de la gravedad haya cambiado de un lugar a otro.
Más bien, refleja simplemente una diferencia ambiental que la ley de la
gravedad ya acomoda. De modo que cuando decíamos que las leyes de la
física se aplican igualmente en Connecticut o en Nueva York —o, añadimos
ahora, en la Luna— eso era cierto, pero tenga en cuenta que usted puede
necesitar especificar diferencias ambientales de las que dependen las leyes.
De todas formas, y ésta es la conclusión clave, el marco explicatorio que
proporcionan las leyes no es alterado en absoluto por un cambio en la
localización. Un cambio en la localización no requiere que los físicos vuelvan
a la mesa de dibujo y lleguen a nuevas leyes.
Las leyes de la física no tenían por qué actuar de esta manera. Podemos
imaginar un universo en que las leyes físicas sean tan mutables como las de
los gobiernos nacionales y locales; podemos imaginar un universo en el que
las leyes de la física con las que estamos familiarizados no nos digan nada
sobre las leyes de la física en la Luna, en la galaxia Andrómeda, en la
nebulosa del Cangrejo o en el otro extremo del universo. De hecho, no
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sabemos con absoluta certeza si las leyes que funcionan aquí son las mismas
que funcionan en los confines remotos del cosmos. Pero sabemos que si las
leyes cambiaran de algún modo ahí fuera, debe ser muy ahí fuera, porque
observaciones astronómicas cada vez más precisas han proporcionado una
prueba cada vez más convincente de que las leyes son uniformes en todo el
espacio, al menos el espacio que podemos ver. Esto subraya el sorprendente
poder de la simetría. Estamos ligados al planeta Tierra y su vecindad. Y, pese
a todo, debido a la simetría de traslación podemos aprender sobre leyes
fundamentales en acción en el universo entero sin salir de casa, puesto que las
leyes que descubrimos aquí son esas leyes.
La simetría de rotación o invariancia rotacional es prima hermana de la
invariancia traslacional. Se basa en la idea de que cada dirección espacial está
en pie de igualdad con cualquier otra. La visión desde la Tierra no le lleva
ciertamente a esta conclusión.
Cuando usted mira arriba, ve cosas muy diferentes que cuando usted mira
abajo. Pero, una vez más, esto refleja detalles del entorno; no es una
característica de las propias leyes subyacentes. Si usted deja la Tierra y flota
en el espacio profundo, lejos de cualquier estrella, galaxia u otro cuerpo
celeste, la simetría se hace evidente: en el vacío oscuro no hay nada que
distinga una dirección particular de otra. Todas están a la par. Usted no
tendría que dedicar un momento de reflexión a si un laboratorio en el espacio
profundo en el que usted se dispone a investigar las propiedades de la materia
o de las fuerzas debería estar orientado en este sentido o en aquél, puesto que
las leyes subyacentes son insensibles a esta elección. Si una noche algún
travieso cambiara las posiciones de los giróscopos del laboratorio, haciéndole
rotar varios grados alrededor de un eje particular, usted esperaría que esto no
tenga ninguna consecuencia para las leyes de la física sondeadas por sus
experimentos. Cada medida realizada confirma plenamente esta expectativa.
Así pues, creemos que las leyes que gobiernan los experimentos que usted
realiza y explican los resultados que encuentra son insensibles a su
localización —simetría de traslación— y a su orientación en el espacio —
simetría de rotación.[8.1]
Como discutimos en el capítulo 3, Galileo y otros eran perfectamente
conscientes de otra simetría que deberían respetar las leyes de la física. Si su
laboratorio en el espacio profundo se está moviendo a velocidad constante —
independientemente de si usted se está moviendo a 5 kilómetros por hora en
esta dirección o a 100.000 kilómetros por hora en aquélla— el movimiento no
debería tener absolutamente ningún efecto sobre las leyes que explican sus
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observaciones, porque usted tiene tanta razón como el vecino para afirmar
que está en reposo y es todo lo demás lo que se está moviendo. Como hemos
visto, Einstein amplió esta simetría de una forma completamente inesperada
al incluir la velocidad de la luz entre las observaciones que no serían
afectadas por su movimiento o el movimiento de la fuente luminosa. Ésta fue
una jugada contundente porque normalmente arrojamos las particularidades
de la velocidad de un objeto a la papelera de los detalles ambientales,
reconociendo que la velocidad observada depende generalmente del
movimiento del observador. Pero Einstein, viendo la simetría de la luz a
través de las grietas en la fachada new- toniana de la Naturaleza, elevó la
velocidad de la luz a la categoría de ley inviolable de la Naturaleza,
declarándola inalterada por el movimiento como la bola de billar es inalterada
por las rotaciones.
La relatividad general, el siguiente descubrimiento importante de Einstein,
encaja perfectamente con esta marcha hacia teorías con simetría cada vez
mayor. De la misma forma que usted puede pensar que la relatividad especial
establece simetría entre todos los observadores que se mueven unos con
respecto a otros a velocidad constante, puede considerar la relatividad general
como algo que va un paso más allá y establece simetría también entre todos
los puntos de vista acelerados. Esto es extraordinario porque, como hemos
resaltado, aunque no se puede sentir el movimiento a velocidad constante, sí
se puede sentir el movimiento acelerado. De modo que podría parecer que las
leyes de la física que describen sus observaciones deben ser diferentes cuando
usted está acelerado, para explicar la fuerza adicional que usted siente. Tal es
el caso con la aproximación de Newton; sus leyes, las que aparecen en todos
los libros de texto de física de primer curso, deben ser modificadas si son
utilizadas por un observador acelerado. Pero mediante el principio de
equivalencia, discutido en el capítulo 3, Einstein se dio cuenta de que la
fuerza que usted siente debido a la aceleración es indistinguible de la fuerza
que siente en un campo gravitatorio de intensidad adecuada (cuanto mayor es
la aceleración, mayor es el campo gravitatorio). Así pues, según la
perspectiva más refinada de Einstein, las leyes de la física no cambian cuando
usted acelera, siempre que incluya un campo gravitatorio en su descripción
del entorno. La relatividad general trata por igual a todos los observadores —
son completamente simétricos— incluso a los que se mueven a velocidades
arbitrarias no constantes, puesto que cada uno puede afirmar que está en
reposo atribuyendo las diferentes fuerzas sentidas al efecto de diferentes
campos gravitatorios. Por lo tanto, la diferencia entre las observaciones de un
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observador acelerado y de otro no son más sorprendentes y no ofrecen mayor
evidencia de un cambio en las leyes de la naturaleza que las diferencias que
usted encuentra cuando realiza sus ejercicios gimnásticos en la Tierra o en la
Luna.[8.2]
Estos ejemplos dan cierto sentido a por qué muchos consideran, y
sospecho que Feynman hubiera estado de acuerdo, que las copiosas si-
metrías que subyacen a la ley natural presentan un segundo candidato
frente a la hipótesis atómica como resumen de nuestras más profundas
intuiciones científicas. Pero hay más en la historia. Durante las últimas
décadas, los físicos han elevado los principios de simetría al más alto peldaño
de la escala explicatoria. Cuando usted encuentra una ley propuesta de la
naturaleza, una pregunta natural es: ¿por qué esta ley?, ¿por qué la relatividad
especial?, ¿por qué la relatividad general?, ¿por qué la teoría del
electromagnetismo de Maxwell?, ¿por qué las teorías de Yang-Mills de las
fuerzas nucleares fuerte y débil (que pronto veremos)? Una respuesta
importante es que estas teorías hacen predicciones que han sido repetidamente
confirmadas con experimentos precisos. Esto, por supuesto, es esencial para
la confianza que tienen los físicos en las teorías, pero deja fuera algo
importante.
Los físicos creen también que estas teorías están en la vía correcta porque,
de algún modo difícil de describir, tienen el presentimiento de que son
correctas, y las ideas de simetría son esenciales para esta sensación. Se
presiente que es correcto que ningún lugar del universo es especial comparado
con cualquier otro, de modo que los físicos tienen confianza en que la
simetría de traslación debería estar entre las simetrías de las leyes de la
naturaleza. Se presiente que es correcto que ningún movimiento particular a
velocidad constante es especial comparado con cualquier otro, de modo que
los físicos tienen confianza en que la relatividad especial, al abrazar
plenamente la simetría entre todos los observadores con velocidad constante,
es una parte esencial de las leyes de la naturaleza. Se presiente que es
correcto, además, que cualquier punto de vista observacional —
independientemente del movimiento posiblemente acelerado implicado—
debería ser tan válido como cualquier otro, y por eso los físicos creen que la
relatividad general, la teoría más simple que incorpora esta simetría, está entre
las verdades profundas que gobiernan los fenómenos naturales. Y, como
pronto veremos, las teorías de las tres fuerzas distintas de la gravedad —el
electromagnetismo y las fuerzas nucleares fuerte y débil— están basadas en
otros principios de la naturaleza igualmente abstractos pero igualmente
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convincentes. Así que las simetrías de la naturaleza no son meramente
consecuencias de las leyes de la naturaleza. Desde nuestra perspectiva
moderna, las simetrías son la base de la que manan las leyes.
La simetría y el tiempo
Más allá de su papel en dar forma a las leyes que gobiernan las fuerzas de la
Naturaleza, las ideas de simetría son vitales para el propio concepto de
tiempo. Nadie ha encontrado todavía la definición fundamental y definitiva
del tiempo pero, indudablemente, parte del papel del tiempo en la constitución
del cosmos consiste en llevar la contabilidad del tiempo. Reconocemos que el
tiempo ha transcurrido al advertir que las cosas ahora son diferentes de lo que
eran entonces. La manecilla de la hora en su reloj apunta a un número
diferente, el Sol está en una posición diferente en el cielo, las páginas de su
copia desencuadernada de Guerra y paz están más desordenadas, el dióxido
de carbono gaseoso que se escapa de su botella de Coca-Cola está más
disperso —todo esto deja claro que las cosas han cambiado, y el tiempo es lo
que ofrece el potencial para que se de tal cambio—. Parafraseando a John
Wheeler, el tiempo es la manera que tiene la Naturaleza de impedir que todo
—es decir, todo cambio— suceda a la vez.
La existencia del tiempo descansa así en la ausencia de una simetría
particular: las cosas en el universo deben cambiar de un instante a otro para
que siquiera definamos una noción de momento a momento que guarde
cualquier parecido con nuestra idea intuitiva. Si hubiera simetría perfecta
entre cómo son las cosas ahora y cómo eran antes, si el cambio de momento a
momento no tuviese más consecuencia que el cambio por girar una bola de
billar, el tiempo tal como lo concebimos normalmente no existiría.[8.3] Esto no
quiere decir que no existiría el intervalo espaciotiemporal, ilustrado
esquemáticamente en la figura 5.1; podría hacerlo. Pero puesto que todo sería
completamente uniforme a lo largo del eje temporal, no habría ningún sentido
en el que el universo evolucione o cambie. El tiempo sería una característica
abstracta de este escenario de la realidad —la cuarta dimensión del continuo
espaciotemporal— pero de lo contrario, sería irreconocible.
De todas formas, incluso si la existencia del tiempo coincide con la falta
de una simetría particular, su aplicación a escala cósmica requiere que el
universo sea altamente respetuoso con una simetría diferente. La idea es
simple y responde a una pregunta que quizá se le
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haya ocurrido mientras leía el capítulo 3. Si la relatividad nos enseña que
el paso del tiempo depende de con qué rapidez se mueve usted y del campo
gravitatorio en el que resulta estar inmerso, ¿qué quiere decir cuando los
astrónomos y los físicos hablan de que el universo entero esté en una edad
definida particular —una edad que actualmente se considera que es de
aproximadamente 14.000 millones de años—? ¿14.000 millones de años
según quién? ¿14.000 millones de años de qué reloj? Si hubiera seres vivos en
la lejana galaxia del Renacuajo ¿concluirían también que el universo tiene
14.000 millones de años, y si es así, qué hubiera asegurado que sus relojes
han estado siempre en sincronía con los nuestros? La respuesta descansa en la
simetría: la simetría en el espacio.
Si sus ojos pudieran ver la luz cuya longitud de onda es mucho mayor que
la del naranja o el rojo, usted no sólo sería capaz de ver el interior de su homo
microondas en actividad cuando presiona el botón de inicio; también vería un
resplandor tenue y casi uniforme disperso a lo largo de lo que el resto de
nosotros percibimos como un cielo nocturno oscuro. Hace más de cuatro
décadas los científicos descubrieron que el universo está lleno de radiación de
microondas —luz de larga longitud de onda— que es una reliquia fría de las
condiciones inmediatamente posteriores al big bang.[8.4] Esta radiación
cósmica de microondas es perfectamente inocua. Al principio era
extraordinariamente caliente, pero a medida que el universo evolucionó y se
expandió, la radiación se diluyó y enfrió continuamente. Hoy es de tan sólo
unos 2,7 grados por encima del cero absoluto, y el mayor daño que produce es
su contribución de una pequeña fracción de la nieve que usted ve en su
televisor cuando desconecta la antena y sintoniza una estación que no está
emitiendo.
Pero este ruido débil ofrece a los astrónomos lo que los huesos de
tiranosauro ofrecen a los paleontólogos: una ventana abierta a épocas
anteriores que es crucial para reconstruir lo que sucedió en el pasado lejano.
Una propiedad esencial de la radiación, revelada por medidas de precisión
realizadas desde satélites durante la última década, es que es
extraordinariamente uniforme. La temperatura de la radiación en una parte del
cielo difiere de la temperatura en otra parte en menos de una milésima de
grado. En la Tierra, una simetría semejante haría que la información del
tiempo meteorológico no tuviera mucho interés. Si en Yakarta estuvieran a 30
grados, usted sabría inmediatamente que en Adelaida, Shanghai, Cheveland,
Anchorage, y cualquier otro lugar para el caso, estarían a una temperatura
entre 29,999 y 30,001 grados. A escala cósmica, por el contrario, la
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uniformidad de la temperatura de la radiación es fantásticamente interesante,
pues suministra dos ideas críticas.
En primer lugar, proporciona evidencia observacional de que en sus fases
más tempranas el universo no estaba poblado por aglomeraciones de materia
grandes y de alta entropía, tales como agujeros negros, puesto que tal entorno
heterogéneo habría dejado una huella heterogénea en la radiación. Por el
contrario, la uniformidad de la temperatura de la radiación pone de manifiesto
que el universo joven era homogéneo; y, como vimos en el capítulo 6, cuando
la gravedad cuenta —como lo hacía en el universo denso primitivo— la
homogeneidad implica baja entropía. Eso es bueno, porque nuestra discusión
de la flecha del tiempo se basaba firmemente en un comienzo del universo
con baja entropía. Uno de nuestros objetivos en esta parte del libro es llegar
tan lejos como podamos en la explicación de esta observación: queremos
comprender cómo llegó a ser el entorno homogéneo, de baja entropía y
altamente improbable del universo primitivo. Esto nos llevaría mucho más
cerca de entender el origen de la flecha del tiempo.
En segundo lugar, aunque el universo ha estado evolucionando desde el
big bang, la evolución debe haber sido en promedio casi idéntica en todo el
cosmos. Para que la temperatura aquí y en la galaxia del Torbellino, y en el
cúmulo Coma, y en cualquier otro lugar coincida hasta cuatro cifras
decimales, las condiciones físicas en cada región del espacio deben haber
evolucionado esencialmente de la misma manera desde el big bang. Ésta es
una deducción importante, pero hay que interpretarla adecuadamente. Una
mirada al cielo nocturno revela ciertamente un cosmos variado: planetas y
estrellas de varios tipos están salpicados aquí y allá a lo largo del espacio. El
punto importante, sin embargo, es que cuando analizamos la evolución del
universo entero adoptamos una perspectiva macro que promedia estas
variaciones a pequeña escala, y los promedios a gran escala parecen casi
comple- lamente uniformes. Pensemos en un vaso de agua. A la escala de las
moléculas, el agua es extraordinariamente heterogénea: hay una molécula de
H2O aquí, un intervalo de espacio vacío, otra molécula de H2O allí, y así
sucesivamente. Pero si promediamos sobre la agrupación molecular a
pequeña escala y examinamos el agua en las escalas «grandes» cotidianas
podemos ver a simple vista que el agua del vaso parece perfectamente
uniforme. La no uniformidad que vemos cuando miramos al cielo es como la
visión microscópica desde una única molécula de H2O. Pero como sucede con
el vaso de agua, cuando el universo se examina a escalas suficientemente
grandes —escalas del orden de cientos de millones de años luz— aparece
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extraordinariamente homogéneo. La uniformidad de la radiación es así un
testimonio fosilizado de la uniformidad de las leyes de la física y de los
detalles del entorno a lo largo del cosmos.
Esta conclusión es de gran trascendencia porque la uniformidad del
universo es lo que nos permite definir un concepto de tiempo aplicable al
universo en conjunto. Si consideramos que la medida de cambio es una
definición activa del tiempo transcurrido, la uniformidad de las condiciones a
lo largo del espacio es una prueba de la uniformidad del cambio a lo largo del
cosmos, y con ello implica también la uniformidad del tiempo transcurrido.
De la misma manera que la uniformidad de la estructura geológica de la
Tierra permite a un geólogo en América, y a otro en África, y a otro en Asia
estar de acuerdo en la historia y edad de la Tierra, la uniformidad de la
evolución cósmica a lo largo del todo el espacio permite que un físico en la
galaxia Andrómeda, otro en la Vía Láctea y otro en la galaxia del Renacuajo
estén de acuerdo en la historia y edad del universo. En concreto, la evolución
homogénea del universo significa que un reloj aquí, un reloj en la galaxia
Andrómeda y un reloj en la galaxia del Renacuajo habrán estado sometidos,
en promedio, a condiciones físicas casi idénticas y con ello habrán marcado el
tiempo aproximadamente de la misma manera. La homogeneidad del espacio
proporciona así una sincronía universal.
Aunque hasta ahora he excluido detalles importantes (tales como la
expansión del espacio, que se cubrirá en la próxima sección) la discusión
subraya el núcleo de esta cuestión: el tiempo está en las encru-
cijadas de la simetría. Si el universo tuviera simetría temporal perfecta —
si fuera completamente invariable— sería difícil siquiera definir lo que el
tiempo significa. Por otra parte, si el universo no tuviera ninguna simetría en
el espacio —si, por ejemplo, la radiación de fondo fuera completamente
aleatoria, con temperaturas tremendamente diferentes en regiones diferentes
— el tiempo en un sentido cosmológico tendría poco significado. Relojes en
lugares diferentes marcarían el tiempo a ritmos diferentes, y por eso si usted
preguntara cómo eran las cosas cuando el universo tenía 3.000 millones de
años, la respuesta dependería de qué reloj estuviera mirando para ver que esos
3.000 millones de años habían transcurrido. Eso sería complicado. Por
fortuna, nuestro universo no tiene tanta simetría como para dejar al tiempo sin
significado, pero tiene suficiente simetría para que podamos evitar tales
complejidades, lo que nos permite hablar de su edad global y su evolución
global a través del tiempo.
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Así que, dirijamos nuestra atención a dicha evolución y consideramos la
historia del universo.
Estirando el tejido
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mismo razonamiento, puesto que la vista desde la Tierra —como atestiguan
las observaciones de Hubble y posteriores— muestra que las galaxias se están
alejando, usted podría pensar que nuestra posición en el espacio era el lugar
de una antigua explosión que escupió uniformemente el material en bruto de
estrellas y galaxias. El problema con esta teoría, sin embargo, es que
discrimina una región del espacio —la nuestra— como región singular al
hacerla el lugar de nacimiento del universo. Y si fuera así, implicaría una
asimetría profundamente asentada: las condiciones físicas en regiones
alejadas de la explosión primordial —lejos de nosotros— serían muy
diferentes de las de aquí. Puesto que no hay evidencia de dicha asimetría en
los datos astronómicos, y además, puesto que recelamos mucho de las
explicaciones antropocéntricas unidas al pensamiento precopemicano,
buscamos una interpretación más sofisticada del descubrimiento de Hubble,
una en la que nuestra posición en el espacio no ocupe un lugar especial en el
orden cósmico.
La relatividad general ofrece esa explicación. Con la relatividad general,
Einstein encontró que el espacio y el tiempo son flexibles, y
no fijos, elásticos, y no rígidos; y él ofreció explicaciones que nos dicen
precisamente cómo responden el espacio y el tiempo a la presencia de materia
y energía. En la década de 1920 el matemático y meteorólogo ruso Alexander
Friedmann e, independientemente, el sacerdote y astrónomo belga Georges
Lemaítre, analizaron las ecuaciones de Einstein cuando se aplican al universo
entero, y los dos encontraron algo sorprendente. De la misma manera que la
atracción gravitatoria de la Tierra implica que una pelota de béisbol que sale
por encima del catcher debe estar dirigida o bien hacia arriba o bien hacia
abajo pero evidentemente no puede estar estática (excepto en el único
momento en que alcanza su punto más alto), Friedmann y Lemaítre se dieron
cuenta de que la atracción gravitatoria de la materia y la radiación dispersas
por el cosmos entero implica que el tejido del espacio debe estar estirándose o
contrayéndose pero que no podría mantener un tamaño fijo. De hecho, éste es
uno de los raros ejemplos en los que la metáfora no sólo capta la esencia de la
física sino también su contenido matemático, puesto que las ecuaciones que
gobiernan la altura de la pelota de béisbol sobre el suelo son casi idénticas a
las ecuaciones de Einstein que gobiernan el tamaño del universo.[8.6]
La flexibilidad del espacio en la relatividad general ofrece una manera
profunda de interpretar el descubrimiento de Hubble. Más que explicar el
movimiento hacia afuera de las galaxias por una versión cósmica de la
explosión de la fábrica, la relatividad general dice que durante miles de
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millones de años el espacio se ha estado estirando. Y a medida que se
hinchaba, el espacio ha arrastrado a las galaxias alejándolas unas de otras
como se alejan las pasas en un pudin cuando la masa crece al hornear. Así
pues, el origen del movimiento hacia afuera surge de este implacable
hinchamiento del propio espacio.
Para captar mejor esta idea, consideremos también el extraordinariamente
útil modelo del globo para la expansión del universo al que a menudo acuden
los físicos (una analogía que puede rastrearse al menos hasta el chiste gráfico,
que puede ver usted en las notas finales, que apareció en un periódico
holandés en 1930 tras una entrevista con Willem de Sitter, un científico que
hizo contribuciones fundamentales a la cosmología).[8.7] Esta analogía
asemeja nuestro espacio tridimensional a la superficie bidimensional más fácil
de visualizar de un globo esférico, como en la figura 8.2a, que está
hinchándose y alcanzando un tamaño cada vez mayor. Las galaxias están
representadas por numerosas monedas de un centavo, con la efigie de
Lincoln, uniformemente espaciadas pegadas a la superficie del globo. Note
que conforme se expande el globo, las monedas se alejan unas de otras, lo que
ofrece una sencilla analogía de cómo el espacio en expansión hace que las
galaxias se separen.
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(a)
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(b)
FIGURA 8.2. (a) Si se pegan monedas de centavo igualmente espaciadas a la superficie de una
esfera, la vista que ve cada Lincoln es la misma que la que ve cualquier otro. Esto concuerda
con la creencia de que la vista que se ve desde cualquier galaxia en el universo es, en
promedio, la misma que la que se ve desde cualquier otra, (b) Si la esfera se expande, las
distancias entre todas las monedas aumentan. Además, cuanto más separadas están dos
monedas en 8.2a, mayor es la separación que experimentan por la expansión en 8.2b. Esto
concuerda con nuestras medidas que muestran que cuanto más alejada está una galaxia de un
punto de vista dado, más rápidamente se aleja de dicho punto. Nótese que ninguna moneda se
distingue como especial, también en consonancia con nuestra creencia de que ninguna galaxia
en el universo es especial o el centro de expansión del espacio.
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globo no tiene significado)- ¿Qué observará usted? Bien, usted verá monedas
que se alejan en todas direcciones a medida que el globo se expande. Y si está
en una moneda diferente ¿qué observará? La simetría asegura que usted verá
lo mismo: monedas que se alejan en todas direcciones. Esta imagen tangible
capta bien nuestra creencia —apoyada por exámenes astronómicos cada vez
más precisos— que un observador en cualquiera de los más de cien mil
millones de galaxias del universo, contemplando su cielo nocturno con un
potente telescopio, vería en promedio una imagen similar a la que vemos
nosotros: galaxias que nos rodean alejándose en todas direcciones.
Y así, a diferencia de la explosión en una fábrica dentro de un espacio fijo
y preexistente, si el movimiento hacia fuera es debido a que el espacio se está
estirando no hay necesidad de ningún punto especial —ninguna moneda
especial, ninguna galaxia especial— que sea el centro del movimiento hacia
afuera. Cada punto —cada moneda, cada galaxia— es exactamente igual que
cualquier otro. La vista desde cualquier lugar parece igual que la vista desde
el centro de una explosión: cada Lincoln ve a todos los demás Lincoln
alejándose; un observador, como nosotros, en cualquier galaxia ve a todas las
demás galaxias alejándose. Pero puesto que esto es cierto para todos los
lugares, no hay ningún lugar único o especial que sea el centro del que emana
el movimiento hacia afuera.
Además, esta explicación no sólo da cuenta cualitativamente del
movimiento hacia fuera de las galaxias de una manera que es espacialmente
homogénea, sino que también explica los detalles cuantitativos encontrados
por Hubble y confirmados con mayor precisión por observaciones posteriores.
Como se ilustra en la figura 8.2b, si el globo se hincha durante algún intervalo
de tiempo, duplicando su tamaño por ejemplo, todas las separaciones
espaciales duplicarán también su tamaño: monedas que estaban a 1 centímetro
estarán ahora a 2 centímetros, monedas que estaban a 2 centímetros estarán
ahora a 4 centímetros, monedas que estaban a 3 centímetros estarán ahora a 6
centímetros, y así sucesivamente. Así pues, en cualquier intervalo de tiempo
dado el incremento de la separación entre dos monedas es proporcional a la
distancia inicial entre ellas. Y puesto que un mayor incremento en la
separación durante un intervalo de tiempo dado significa una velocidad
mayor, monedas que están más lejanas una de otra se separan más
rápidamente. En esencia, cuanto más alejadas estén dos monedas, más
superficie de globo hay entre ellas, y por eso más rápidamente son empujadas
cuando se hincha. Aplicando exactamente el mismo razonamiento al espacio
en expansión y a las galaxias que contiene, obtenemos una explicación de las
Página 271
observaciones de Hubble. Cuanto más apartadas están dos galaxias, más
espacio hay entre ellas, de modo que más rápidamente son alejadas una de
otía cuando el espacio se hincha.
Atribuyendo el movimiento observado de las galaxias al hincha- miento
del espacio, la relatividad general proporciona una explicación que no sólo
trata simétricamente a todos los lugares del espacio sino que también da
cuenta de todos los datos de Hubble de un plumazo. Una explicación de este
tipo, una explicación que sale elegantemente de su caja (que realmente utiliza
la «caja» —esto es, el espacio—) para explicar las observaciones con
precisión cuantitativa y simetría artística, es para los físicos algo demasiado
bello para ser falso. Hay esencialmente un acuerdo universal en que el tejido
del espacio se está estirando.
Utilizando una ligera variante del modelo del globo, podemos entender ahora
más exactamente cómo la simetría en el espacio, incluso si el espacio se está
expandiendo, da una noción de tiempo que se aplica uniformemente en todo
el cosmos. Imagine que se reemplaza cada moneda por un reloj idéntico,
como en la figura 8.3. Sabemos por la relatividad que los relojes idénticos
marcarán el tiempo a ritmos diferentes si están sujetos a influencia físicas
diferentes —movimientos diferentes o campos gravitatorios diferentes—.
Pero la observación simple, y pese a ello clave, es que la simetría completa
entre todos los Lincolns en el globo que se infla se traduce en una simetría
completa entre todos los relojes. Todos los relojes experimentan condiciones
físicas idénticas, de modo que todos marchan exactamente al mismo ritmo y
registran cantidades idénticas de tiempo transcurrido. Análogamente, en un
universo en expansión en el que hay un alto grado de simetría entre todas las
galaxias, los relojes que se mueven junto con una u otra galaxia también
marcan el mismo ritmo y por ello registran una cantidad idéntica de tiempo
transcurrido. ¿Cómo podría ser de otra manera? Cada reloj está a la par con
cualquier otro, habiendo experimentado, en promedio, condiciones físicas casi
idénticas. Esto muestra de nuevo el contundente poder de la simetría. Sin
ningún cálculo o análisis detallado, nos damos cuenta de que la uniformidad
del entorno físico, tal como pone de manifiesto la uniformidad de radiación de
fondo de microondas y la distribución uniforme de las galaxias en el espacio,
[8.8] nos permite inferir la uniformidad del tiempo.
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Aunque el razonamiento aquí es directo, la conclusión puede ser confusa.
Puesto que todas las galaxias se están alejando a medida que el espacio se
expande, los relojes que se mueven junto con una u otra galaxia también se
están alejando. Y lo que es más, se están moviendo unos con respecto a otros
con una gran variedad de velocidades determinadas por la enorme variedad de
las distancias entre ellos. ¿No hace este movimiento que los relojes pierdan
sincronización como nos enseñó Einstein con la relatividad especial? Por
varias razones, la respuesta es no; hay una manera particularmente útil de
considerarlo.
Recordemos del capítulo 3 que Einstein descubrió que los relojes que se
mueven a través del espacio de maneras diferentes marcan el tiempo a ritmos
diferentes (porque desvían diferentes cantidades de su movimiento a través
del tiempo a movimiento a través del espacio; recordemos la analogía con
Bart y su monopatín, dirigiéndose primero al norte y desviando luego algo de
su movimiento hacia el este). Pero los relojes que estamos discutiendo ahora
no se están moviendo a través del espacio. Del mismo modo que cada moneda
está pegada a un punto en el globo y sólo se mueve con respecto a las otras
monedas debido al hinchamiento de la superficie del globo, cada galaxia
ocupa una región del espacio y sólo se mueve con relación a otras galaxias
debido básicamente a la expansión del espacio. Y esto significa que, con
respecto al propio espacio, todos los relojes están realmente en reposo, de
modo que marcan el tiempo de forma idéntica. Son precisamente estos relojes
—relojes cuyo único movimiento procede de la expansión del espacio— los
que proporcionan los relojes cósmicos sincronizados utilizados para medir la
edad del universo.
Página 273
FIGURA 8.3. Los relojes que se mueven junto con las galaxias —cuyo movimiento, en
promedio, se debe sólo a la expansión del espacio— proporcionan cronómetros cósmicos
universales. Permanecen sincronizados incluso si se separan uno de otro, puesto que se
mueven con el espacio pero no a través del espacio.
Note, por supuesto, que usted es libre para tomar su reloj, subir a bordo de
un cohete y lanzarse en esta dirección o ésa a través del espacio a enormes
velocidades, experimentando un movimiento que supera de forma
significativa el flujo cósmico de la expansión espacial. Si lo hace, su reloj
marchará a un ritmo diferente y usted encontrará una longitud diferente de
tiempo transcurrido desde el bang. Este es un punto de vista perfectamente
válido, pero es completamente individualista: el tiempo transcurrido medido
está unido a la historia de sus paraderos y estados de movimiento particulares.
Sin embargo, cuando los astrónomos hablan de la edad del universo están
buscando algo universal —están buscando una medida que tenga el mismo
significado en todas partes. La uniformidad del cambio a través del espacio
proporciona una manera de hacerlo.[8.9]
De hecho, la uniformidad de la radiación de fondo de microondas
proporciona un test a medida para saber si usted se está moviendo realmente
con el flujo cósmico del espacio. Aunque la radiación de microondas es
homogénea en el espacio, si usted emprende un movimiento adicional al del
flujo cósmico de la expansión espacial ya no observará que la radiación sea
homogénea. De la misma forma que la bocina de un automóvil veloz tiene un
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tono más alto cuando se acerca que cuando se aleja, si usted va lanzado en
una nave espacial, las crestas y vientres de las microondas que llegan de
frente a su nave incidirán con una frecuencia más alta que las microondas que
le llegan desde atrás. Microondas de frecuencia más alta se traducen en
temperatura más alta, de modo que usted encontraría que la radiación en la
dirección a la que usted se dirige es un poco más caliente que la radiación que
le llega por detrás. Y el caso es que aquí, en la «nave espacial Tierra», los
astrónomos encuentran que el fondo de microondas es un poco más caliente
en una dirección del espacio y un poco más frío en la dirección opuesta. La
razón es que la Tierra no sólo se mueve alrededor del Sol, y el Sol se mueve
alrededor del centro galáctico, sino que la Vía Láctea entera tiene una
pequeña velocidad, además de la debida a la expansión cósmica, dirigida
hacia la constelación de la Hidra. Una vez que los astrónomos corrigen el
efecto que estos movimientos adicionales relativamente pequeños tienen
sobre las microondas que recibimos, la radiación muestra la exquisita
uniformidad de temperatura entre una parte del cielo y otra. Es esta
uniformidad, esta simetría general entre una localización y otra, la que nos
permite hablar razonablemente del tiempo cuando describimos el universo
entero.
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superficie del globo son simplemente subproductos irrelevantes de la analogía
y no corresponden a ningún lugar en el universo.[*19]
En segundo lugar, si la velocidad de recesión es cada vez mayor para las
galaxias que están cada vez más lejos, ¿no significa eso que las galaxias que
están suficientemente distantes se alejan de nosotros a una velocidad mayor
que la velocidad de la luz? La respuesta es un sí rotundo y definitivo, pero
esto no está en conflicto con la relatividad especial. ¿Por qué? Bien, está
íntimamente relacionado con la razón por la que los relojes que se separan
debido al flujo cósmico del espacio siguen estando sincronizados. Como
resaltamos en el capítulo 3, Einstein demostró que nada puede moverse a
través del espacio más rápido que la luz. Pero las galaxias, en promedio,
apenas se mueven a través del espacio. Su movimiento es debido casi por
completo al estiramiento del propio espacio. Y la teoría de Einstein no
prohíbe que el espacio se expanda de una manera que arrastre a dos puntos —
dos galaxias— alejándolos uno de otro a velocidad mayor que la de la luz.
Sus resultados sólo limitan las velocidades de las que se ha sustraído el
movimiento de la expansión espacial. Las observaciones confirman que para
galaxias típicas que se mueven con el flujo cósmico, tal movimiento en
exceso es mínimo, en completa consonancia con la relatividad especial,
incluso si su movimiento con respecto a cada una de las demás, debido al
hinchamiento del propio espacio, puede superar la velocidad de la luz. [*20]
En tercer lugar, si el espacio se está expandiendo, ¿no significaría eso que
además de que las galaxias se separan unas de otras, el hinchamiento del
espacio dentro de cada galaxia haría que todas sus estrellas se separen, y el
hinchamiento del espacio dentro de cada estrella, y dentro de cada planeta, y
dentro de usted y de mí y dentro de cualquier otra cosa, haría que se alejaran
todos los átomos constituyentes, y el hinchamiento del espacio dentro de cada
átomo haría que se alejaran todos los constituyentes subatómicos? En
resumen, ¿no haría el hinchamiento del espacio que todo crezca en tamaño,
incluyendo nuestras varas de medir, y de esa manera haría imposible discernir
que hubiera ocurrido realmente una expansión? Respuesta: no. Piense de
nuevo en el modelo del globo y las monedas. A medida que se hincha la
superficie del globo, todas las monedas se separan, pero las monedas mismas
no se expanden. Si hubiéramos representado las galaxias por círculos
pequeños dibujados en el globo con un rotulador negro, entonces a medida
que el globo creciera en tamaño también crecerían los círculos pequeños. Pero
son las monedas, no los círculos negros, las que captan lo que realmente
sucede. Cada moneda mantiene su tamaño fijo porque las fuerzas que
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mantienen juntos sus átomos de cobre y cinc son mucho más intensas que el
tirón hacia afuera del globo en expansión en la que están pegadas.
Análogamente, la fuerza nuclear que mantiene unidos los átomos
individuales, y la fuerza electromagnética que mantiene unidos sus huesos y
su piel, y la fuerza gravitatoria que mantiene unidos a los planetas y las
estrellas en las galaxias, son más intensas que la expansión hacia afuera del
espacio, y por ello ninguno de estos objetos se expande. Sólo en las escalas
mayores, en escalas mucho mayores que las galaxias individuales, el
hinchamiento del espacio encuentra poca o ninguna resistencia (la atracción
gravitatoria entre galaxias ampliamente separadas es relativamente pequeña,
debido a las grandes separaciones implicadas) y por eso sólo en tales escalas
supergalácticas el hinchamiento del espacio aparta los objetos.
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formas, y limitándose sólo a aquellas en que toda región y dirección es como
cualquier otra, usted es capaz de reducir fantásticamente las posibilidades.
Ya hemos tropezado con una forma que satisface el requisito. La forma
esférica del globo era el ingrediente clave al establecer la simetría entre todos
los Lincolns en su superficie hinchada, y por eso la versión tridimensional de
esta forma, la denominada tres-esfera, es un candidato para la forma del
espacio. Pero ésta no es la única forma que da simetría completa. Siguiendo el
razonamiento con los modelos bi- dimensionales más fácilmente visualizados,
imagine una lámina elástica infinitamente ancha e infinitamente larga —una
lámina que está completamente recta— con monedas uniformemente
espaciadas pegadas a su superficie. Conforme se expande la lámina entera,
hay una vez más simetría espacial completa y compatibilidad completa con el
descubrimiento de Hubble: cualquier Lincoln ve a cualquier otro Lincoln
alejarse con una velocidad proporcional a su distancia, como en la figura 8.4.
Así, una versión tridimensional de esta forma como un cubo infinito en
expansión de goma transparente con galaxias uniformemente salpicadas por
su interior es otra forma posible para el espacio. (Si usted prefiere metáforas
culinarias, piense en una versión infinitamente grande del pudin de pasas
mencionado antes, una que tiene la forma de un cubo pero que se prolonga
indefinidamente, con pasas que desempeñan el papel de galaxias. Cuando el
pudin se hornea, la masa se expande, haciendo que cada pasa se aleje de las
demás.) Esta
forma se denomina espacio plano porque, a diferencia del ejemplo
esférico, no tiene curvatura (un significado de «plano» que utilizan los
matemáticos y los físicos pero que difiere del significado coloquial de «en
forma de pastel»).[8.11]
Una cosa bonita sobre las formas esférica y plana infinita es que usted
puede caminar interminablemente y no llegar nunca a un borde o una frontera.
Esto es atractivo porque nos permite evitar cuestiones espinosas: ¿qué hay
más allá del borde del espacio?, ¿qué sucede si usted camina hasta una
frontera del espacio? Si el espacio no tiene bordes ni fronteras, la pregunta no
tiene significado. Pero notemos que las dos formas realizan esta característica
atractiva de diferentes maneras. Si usted camina en línea recta en un espacio
de forma esférica, encontrará, como la expedición de Magallanes, que más
pronto o más tarde volverá a su punto de partida, sin haber encontrado nunca
un borde. Por el contrario, si usted camina en línea recta en un espacio plano
infinito, encontrará que como el conejito de Energizer, puede seguir y seguir,
sin encontrar nunca un borde, pero también sin volver nunca al lugar donde
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empezó su viaje. Aunque esto podría parecer una diferencia fundamental
entre la geometría de una forma curva y una plana, hay una simple variante
del espacio plano que sorprendentemente se parece a la esfera a este respecto.
(a)
Página 279
(b)
FIGURA 8.4. (a) La vista desde cualquier moneda en un plano infinito es la misma que la vista
desde cualquier otra, (b) Cuanto más alejadas están dos monedas en la figura 8.4a, mayor es
el aumento en su separación cuando el plano se expande.
Página 280
FIGURA 8.5. (a) Una pantalla de videojuego es plana (en el sentido de «no curvada») y tiene
un tamaño finito, pero no contiene bordes ni fronteras puesto que se «enrolla».
Matemáticamente, una forma semejante se denomina un toro tridimensional. (b) Una versión
tridimensional de la misma forma, llamada un toro tridimensional, es también plana (en el
sentido de no curvada) y tiene un volumen finito, y tampoco tiene bordes ni fronteras, porque
se enrolla. Si usted atraviesa una cara, entra por la cara opuesta.
Página 281
en la figura 8.5a.[8.12] La versión tridimensional de esta forma —un toro
tridimensional— ofrece otra forma posible para el tejido del espacio. Puede
pensar en esta forma como un cubo enorme que se enrolla a lo largo de los
tres ejes: cuando usted atraviesa la parte superior reaparece en la inferior,
cuando usted atraviesa la parte trasera, reaparece delante, cuando atraviesa el
lado izquierdo reaparece en el derecho, como en la figura 8.5b. Dicha forma
es plana —de nuevo, en el sentido de no estar curvada, no en el sentido de ser
como un pastel— tridimensional, finita en todas las direcciones y pese a todo
no tiene bordes ni fronteras.
Además de estas posibilidades hay aún otra forma compatible con la
explicación del espacio en expansión simétrica para el descubrimiento de
Hubble. Aunque es difícil de representar en tres dimensiones, como sucede
con el ejemplo esférico, hay un buen sustituto bidimensional: una versión
infinita de una patata frita Pringle. Esta forma, a menudo conocida como silla
de montar, es una especie de inversa de la esfera. Mientras que una esfera es
simétricamente hinchada hacia afuera, la silla de montar está simétricamente
contraída hacia adentro, como se ilustra en la figura 8.6. Usando un poco de
terminología matemática, decimos que la esfera está positivamente curvada
(hinchada hacia afuera), la silla de montar está negativamente curvada (se
contrae hacia adentro), y el espacio plano —ya sea infinito o finito— no tiene
curvatura (ni hinchazón ni contracción).[*22]
Los investigadores han demostrado que esta lista —uniformemente
positiva, negativa o cero— agota las curvaturas posibles para el espacio que
son compatibles con el requisito de simetría entre todas las posiciones y en
todas las direcciones. Y eso es verdaderamente asombroso. Estamos hablando
de la forma del universo entero, algo para lo que hay infinitas posibilidades.
Pese a todo, invocando el inmenso poder de la simetría, los investigadores
han podido estrechar firmemente las posibilidades. Y por ello, si usted
permite que la simetría guíe su respuesta, y su interrogador de la noche
pasada le deja que haga un simple puñado de conjeturas, usted será capaz de
afrontar su desafío.[8.13]
(a)
(b)
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Página 283
FIGURA 8.6. Utilizando la analogía bidimensional para el espacio, hay tres tipos de curvatura
que son completamente simétricos —es decir, curvaturas en que la vista desde cualquier lugar
es la misma que desde cualquier otro—. Éstas son (a) curvatura positiva, que se abomba
uniformemente hacia afuera, como en una esfera; (b) curvatura cero, que no se abomba en
absoluto, como en un plano infinito o una pantalla de videojuego; (c) curvatura negativa, que
se contrae uniformemente hacia adentro, como en una silla de montar.
De todas formas, usted podría preguntar por qué hemos llegado a una
variedad de formas posibles para el tejido del espacio. Habitamos en un único
universo, de modo que ¿por qué no podemos especificar una única forma?
Bien, las formas que hemos enumerado son las únicas compatibles con
nuestra creencia en que cualquier observador, independientemente de dónde
esté situado en el universo, debería ver un cosmos idéntico en la escala
máxima. Pero tales consideraciones de simetría, aunque altamente selectivas,
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no son capaces de llegar hasta el final y seleccionar una respuesta única. Para
eso necesitamos las ecuaciones de Einstein de la relatividad general.
Como entrada, las ecuaciones de Einstein toman la cantidad de materia y
energía en el universo (que, de nuevo por consideraciones de simetría, se
suponen uniformemente distribuidas) y como salida dan la curvatura del
espacio. La dificultad está en que durante muchas décadas los astrónomos han
sido incapaces de ponerse de acuerdo en cuánta materia y energía hay
realmente. Si toda la materia y la energía en el universo estuviesen repartidas
uniformemente a lo largo del espacio, y si, después de hacer esto, resultara ser
más que la denominada densidad crítica de aproximadamente
0,00000000000000000000001 (10-23) gramos en cada metro cúbico[*23]
—aproximadamente 5 átomos de hidrógeno por metro cúbico— las
ecuaciones de Einstein darían una curvatura positiva para el espacio; si fuera
menos que la densidad crítica, las ecuaciones implicarían curvatura negativa;
si fuera exactamente la densidad crítica, las ecuaciones nos dirían que el
espacio no tiene curvatura global. Aunque esta cuestión observacional está
todavía por zanjar definitivamente, los datos más refinados están inclinando la
aguja del lado de la no curvatura: la forma plana. Pero la cuestión de si el
conejito de Energizer podría moverse para siempre en una dirección y
desaparecer en la oscuridad, o si un día completaría el círculo y aparecería por
detrás —si el espacio continúa para siempre o se enrolla como una pantalla de
vídeo— sigue estando completamente abierta.[8.14]
Incluso así, incluso sin una respuesta final para la forma del tejido
cósmico, lo que es bastante claro es que la simetría es el factor esencial que
nos permite abarcar espacio y tiempo cuando se aplican al universo en
conjunto. Sin invocar el poder de la simetría, hubiéramos quedado atascados
en la primera esquina.
La cosmología y el espaciotiempo
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ejemplos encontrados previamente, no tuvimos en cuenta la expansión del
espacio y, en su lugar, imaginamos que el tejido del cosmos era fijo e
invariable en el tiempo.
FIGURA 8.7, (a) Una imagen esquemática que muestra todo el espacio precisamente ahora,
suponiendo que el espacio es plano y finito en extensión, i. e., con la forma de una pantalla de
videojuego. Nótese que la galaxia de arriba a la derecha aparece de nuevo por la izquierda,
(b) Una imagen esquemática que muestra todo el espacio cuando evoluciona a lo largo del
tiempo, donde se han resaltado por claridad unas pocas rebanadas temporales. Nótese que el
tamaño global del espacio y la separación entre galaxias disminuye a medida que miramos
más atrás en el tiempo.
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imagen esquemática que usted debería considerar que representa todo el
espacio precisamente ahora. Por simplicidad, imagine que nuestra galaxia, la
Vía Láctea, está en el centro de la figura, pero tenga en cuenta que ningún
lugar es en absoluto especial comparado con cualquier otro. Incluso los
bordes son ilusorios. El borde superior no es un lugar donde el espacio
termina, puesto que usted puede cruzarlo y reaparecer por el borde inferior;
análogamente, el borde izquierdo no es un lugar donde el espacio termina,
puesto que puede cruzarlo y reaparecer por el borde derecho. Para acomodar
las observaciones astronómicas, cada lado debería extenderse al menos hasta
14.000 millones de años luz (unos 130.000 trillones de kilómetros) desde su
punto central, pero cada uno podría ser mucho mayor.
Note que precisamente ahora no podemos ver literalmente las estrellas y
galaxias tal como están dibujadas en esta rebanada ahora puesto que, como
discutimos en el capítulo 5, la luz emitida precisamente ahora por cualquier
objeto necesita tiempo para llegar hasta nosotros. La luz que vemos cuando
miramos al cielo en una noche clara fue emitida hace tiempo —hace millones
e incluso miles de millones de años— y sólo ahora ha completado el largo
viaje hacia la Tierra, ha entrado en nuestros telescopios y nos ha permitido
extasiamos ante las maravillas del espacio profundo. Puesto que el espacio se
está expandiendo, cuando esta luz fue emitida, hace eones de tiempo, el
universo era mucho más pequeño. Ilustramos esto en la figura 8.7b en la que
hemos colocado nuestra rebanada ahora actual en el lado derecho de la barra e
incluido una secuencia de rebanadas a la izquierda que muestran nuestro
universo en momentos cada vez más tempranos de tiempo. Como usted puede
ver, el tamaño global del espacio y las separaciones entre galaxias
individuales decrecen a medida que miramos el universo en instantes cada vez
más tempranos.
En la figura 8.8 puede ver también la historia de la luz, emitida por una
lejana galaxia quizá hace mil millones de años, mientras viajaba hacia
nosotros aquí en la Vía Láctea. En la rebanada inicial de la figura 8.8a, la luz
es emitida primero, y en rebanadas posteriores puede ver que la luz se acerca
cada vez más incluso a medida que el universo se hace cada vez mayor, y
finalmente puede ver que nos alcanza en la rebanada más extrema a la
derecha. En la figura 8.8b, que conecta los lugares de cada rebanada que
atravesó el frente de la luz durante su viaje, mostramos la trayectoria de la luz
a través del espaciotiempo. Puesto que recibimos luz de muchas direcciones,
la figura 8.8c representa una muestra de trayectorias a través del espacio y el
tiempo que siguen diversos rayos de luz para llegar hasta nosotros.
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FIGURA 8.8. (a) La luz emitida hace mucho tiempo desde una galaxia lejana está cada vez
más cerca de la Vía Láctea en rebanadas de tiempo posteriores. (b) Cuando finalmente vemos
la galaxia lejana, estamos mirando a través del espacio y el tiempo, puesto que la luz fue
emitida hace mucho tiempo. Se resalta la trayectoria que sigue la luz a través del
espaciotiempo. (c) Las trayectorias a través del espaciotiempo que sigue la luz emitida desde
varios cuerpos astronómicos que vemos hoy.
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ello estamos viendo el cúmulo Coma tal como era en una época aún muy
anterior. Si precisamente ahora todas las estrellas en todas las galaxias de este
cúmulo se convirtieran en supernovas, aún seguiríamos viendo la misma
imagen no perturbada del cúmulo Coma y lo haríamos así durante otros 300
millones de años; sólo entonces la luz de las estrellas que explosionan habrían
tenido el tiempo suficiente para llegar hasta nosotros. Análogamente, si un
astrónomo en el cúmulo Coma que está en nuestra rebanada de tiempo ahora
orienta un potente supertelescopio hacia la Tierra, verá una abundancia de
heléchos, artrópodos y reptiles primitivos; no verá la Gran Muralla china o la
Torre Eiffel durante casi otros 300 millones de años. Por supuesto, este
astrónomo, bien instruido en cosmología básica, se da cuenta que está viendo
la luz emitida en el pasado lejano de la Tierra, y al dibujar su propia barra
espaciotemporal cósmica asignará las bacterias primitivas de la Tierra a su
época adecuada, a su conjunto adecuado de rebanadas de tiempo.
Todo esto supone que tanto nosotros como el astrónomo del cúmulo
Coma nos estamos moviendo sólo con el flujo cósmico de la expansión
espacial, puesto que esto asegura que su rebanamiento de la barra del
espaciotiempo coincide con el nuestro —asegura que sus listas ahora
coinciden con las nuestras—. Sin embargo, si él rompiera filas y se moviera a
través del espacio superando sustancialmente el flujo cósmico, sus rebanadas
estarían inclinadas respecto a las nuestras, como en la figura 8.9. En este caso,
como encontramos con Chewie en la capítulo 5, el ahora de este astrónomo
coincidirá con lo que nosotros consideramos nuestro futuro o nuestro pasado
(dependiendo de si el movimiento adicional es hacia o alejándose de
nosotros). Note, sin embargo, que sus rebanadas ya no serán espacialmente
homogéneas. Cada rebanada inclinada en la figura 8.9 corta al universo en un
abanico de épocas diferentes y por ello las rebanadas ya no son uniformes.
Esto complica significativamente la descripción de la historia cósmica, y ésa
es la razón por la que los físicos y los astrónomos no contemplan en general
tales perspectivas. En su lugar, normalmente sólo consideran la perspectiva de
observadores que se mueven únicamente con el flujo cósmico, puesto que
esto da rebanadas que son homogéneas —pero, hablando en términos
fundamentales, cada punto de vista es tan válido como cualquier otro.
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FIGURA 8.9. La rebanada de tiempo de un observador que se mueve significativamente en
exceso con respecto al flujo cósmico de la expansión espacial.
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en el siglo XX dejan de valer en condiciones tan intensas, dejándonos sin
timón en nuestra búsqueda por comprender el inicio del tiempo. Pronto
veremos que desarrollos recientes están proporcionando un faro esperanzador,
pero por ahora admitimos nuestra incompleta comprensión de lo que sucedió
en el comienzo colocando una región borrosa en el extremo izquierdo de la
barra del espaciotiempo cósmico —nuestra versión de la térra incógnita en
los mapas antiguos—. Con este toque final, presentamos la figura 8.10 como
una ilustración a grandes rasgos de la historia cósmica.
FIGURA 8.10. Historia cósmica —la «barra» espaciotemporal— para un universo que es plano
y de extensión espacial finita. La borrosidad en la parte superior denota nuestra carencia de
conocimiento cerca del comienzo del universo.
Formas alternativas
Hasta ahora hemos supuesto que el espacio tiene la forma de una pantalla de
videojuego, pero muchas de las características de esta historia son válidas
para las otras posibilidades. Por ejemplo, si los datos
muestran en última instancia que la forma del espacio es esférica,
entonces, a medida que retrocedemos en el tiempo, el tamaño de la esfera se
hace cada vez menor, el universo se hace cada vez más denso y más caliente,
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y en el instante cero encontramos algún tipo de comienzo big bang. Es retador
dibujar una ilustración análoga a la de la figura 8.10 puesto que las esferas no
se apilan limpiamente una junto a otra (por ejemplo, usted puede imaginar
una «barra esférica» en la que cada rebanada es una esfera que rodea a la
anterior), pero aparte de las complicaciones gráficas, la física es básicamente
la misma.
Los casos de espacio plano infinito y espacio infinito en forma de silla de
montar comparten también muchas características con las dos formas ya
discutidas, pero difieren en un aspecto esencial. Echemos una mirada a la
figura 8.11, en la que las rebanadas representan espacio plano que se prolonga
indefinidamente (del que sólo podemos mostrar una parte, por supuesto). A
medida que usted mira instantes más tempranos, el espacio se contrae; las
galaxias se acercan cada vez más cuanto más atrás mira usted en la figura
8.11b. Sin embargo, el tamaño global del espacio sigue siendo el mismo. ¿Por
qué? Bien, el infinito es una cosa divertida. Si el espacio es infinito y usted
contrae todas las distancias en un factor dos, el tamaño del espacio se hace la
mitad de infinito, y eso sigue siendo infinito. De modo que aunque todo se
hace más próximo y las densidades se hacen cada vez mayores a medida que
usted retrocede más en el tiempo, el tamaño total del universo sigue siendo
infinito; las cosas se hacen más densas en todas partes en un espacio de
extensión infinita. Esto da una imagen bastante diferente del big bang.
Normalmente imaginamos que el universo empezó como un punto,
aproximadamente como en la figura 8.10, en el que no hay tiempo ni espacio
exterior. Luego, por algún tipo de erupción, el espacio y el tiempo se
desplegaron desde su forma comprimida y tomó vuelo la expansión del
universo. Pero si el universo es espacialmente infinito, ya había una extensión
espacial infinita en el instante del «big bang». En este instante inicial, la
densidad de energía se disparó y se alcanzó una temperatura
incomparablemente alta, pero estas condiciones extremas existían en todas
partes, no sólo en un único punto. En este escenario, el big bang no tuvo lugar
en un punto; más bien, la erupción del big bang tuvo lugar en todas partes de
la extensión infinita. Comparando esto con el comienzo convencional en un
único punto, es como si hubiera muchos big bangs, uno en cada punto de la
extensión espacial infinita. Después del bang el espacio se hinchó, pero su
tamaño total no aumentó porque algo que ya es infinito no puede hacerse más
grande. Lo que aumentó fueron las separaciones entre objetos como galaxias
(una vez que se hubieron formado), como puede ver mirando de izquierda a
derecha en la figura 8.11b. Un observador como usted o como yo, mirando
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desde una u otra galaxia, vería alejarse todas las galaxias circundantes,
precisamente lo que descubrió Hubble.
(a)
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FIGURA 8.11. (a) Representación esquemática del espacio infinito, poblado por galaxias, (b)
El espacio se contrae en tiempos cada vez anteriores —de modo que las galaxias están más
próximas y más densamente empaquetadas en tiempos anteriores— pero el tamaño global del
espacio infinito sigue siendo infinito. Nuestra ignorancia de lo que sucede en los instantes
más tempranos se denota de nuevo por una región borrosa, pero aquí la región se extiende a
través de la extensión espacial infinita.
Tenga en cuenta que este ejemplo del espacio plano infinito es mucho más
que académico. Veremos que hay evidencia creciente de que la forma global
del espacio no es curva, y puesto que por ahora no hay evidencia de que el
espacio tenga la forma de un videojuego, la forma
espacial plana e infinitamente grande es el primer candidato para la
estructura a gran escala del espaciotiempo.
Cosmología y simetría
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9
Caminos a la realidad
El calor, la nada y la unificación
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cosmológico más moderno, la cosmología inflacionaria, una aproximación
que anuncia respuestas a algunas de las preguntas más apremiantes y los
enigmas más espinosos sobre los que calla el modelo estándar del big bang.
Calor y simetría
Cuando las cosas se hacen muy calientes o muy frías, a veces cambian. Y a
veces el cambio es tan pronunciado que uno ni siquiera puede reconocer las
cosas con las que empezó. Debido a las tórridas condiciones inmediatamente
después del bang, y la posterior caída rápida de la temperatura conforme el
espacio se expandía y enfriaba, comprender los efectos de un cambio de
temperatura es crucial para tratar de resolver la historia temprana del
universo. Pero empecemos con lo más sencillo. Empecemos con hielo.
Si usted calienta un pedazo de hielo muy frío, al principio no suceden
muchas cosas. Aunque su temperatura aumenta, su apariencia casi no cambia.
Pero si usted eleva su temperatura hasta los 0 grados Celsius y sigue
calentando, algo espectacular sucede de repente. El hielo sólido empieza a
fundirse y se convierte en agua líquida. No deje que la familiaridad de esta
transformación devalúe el espectáculo. Sin experiencias previas que incluyan
hielo y agua, sería un reto darse cuenta de la íntima conexión entre ellos. Uno
es sólido como una roca mientras que la otra es un líquido viscoso. Una
simple observación no revela ninguna evidencia directa de que su
constitución molecular, H2O, es idéntica. Si usted no hubiera visto antes hielo
o agua y se le presentaran en sendos recipientes, es probable que al principio
pensara que no estaban relacionados. Y pese a todo, cuando cualquiera de
ellos cruzara los 0 grados Celsius, usted sería testigo de una maravillosa
alquimia cuando uno se transforma en otro.
Si usted sigue calentando agua líquida, encontrará otra vez que durante un
tiempo no sucede casi nada aparte de un aumento continuo de la temperatura.
Pero luego, cuando llega a los 100 grados Celsius, hay otro cambio brusco: el
agua líquida empieza a hervir y transformarse en vapor, un gas caliente que
una vez más no está obviamente relacionado con el agua líquida o el hielo
sólido. Pero de hecho, los tres comparten la misma composición molecular.
Los cambios de sólido a líquido y de líquido a gas se conocen como
transiciones de fase. La mayoría de las sustancias pasan por una serie similar
de cambios si sus temperaturas varían en un rango suficientemente amplio.
[9.1]
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La simetría desempeña un papel central en las transiciones de fase. En
casi todos los casos, si comparamos una medida adecuada de la simetría de
algo antes o después de que sufra una transición de fase, encontramos un
cambio importante. En una escala molecular, por ejemplo, el hielo tiene una
forma cristalina con las moléculas de H2O dispuestas en una red hexagonal
ordenada. Como las simetrías de la caja en la figura 8.1, la pauta general de
las moléculas de hielo queda invariable sólo frente a ciertas manipulaciones
especiales, tales como rotaciones en unidades de 60 grados alrededor de ejes
particulares de la disposición hexagonal. Por el contrario, cuando calentamos
hielo, la formación cristalina se funde en un agregado uniforme y agitado de
moléculas —agua líquida— que permanece invariable bajo rotaciones de
cualquier ángulo alrededor de cualquier eje. Así que, calentando el hielo y
haciéndole sufrir una transición de fase sólido-a-líquido, lo hemos hecho más
simétrico. (Recuerde, aunque usted podría pensar intuitivamente que algo más
ordenado, como el hielo, es más simétrico, lo cierto es todo lo contrario: algo
es más simétrico si puede someterse a más transformaciones, tales como
rotaciones, sin que cambie su apariencia.)
Análogamente, si calentamos agua líquida y se convierte en vapor
gaseoso, la transición de fase también da como resultado un aumento de
simetría. En el agua, las moléculas de H2O individuales están, en promedio,
empaquetadas con el hidrógeno de una molécula contiguo al oxígeno de su
vecina. Si usted rotara una u otra molécula perturbaría apreciablemente el
patrón molecular. Pero cuando el agua hierve y se convierte en vapor, las
moléculas van de un lado a otro libremente; ya no hay ninguna pauta para las
orientaciones de las moléculas de H2O, y por ello, si usted rotara una
molécula o un grupo de moléculas, el gas parecería igual. Así pues, de la
misma forma que la transición hielo-a-agua da como resultado un aumento de
la simetría, la transición agua-a-vapor también lo hace. La mayoría de las
sustancias (pero no todas) se comportan de forma similar, experimentando un
aumento de simetría cuando sufren transiciones de fase sólido-a-líquido y
líquido-a-gas.[9.2]
La historia es muy parecida cuando usted enfría agua o casi cualquier otra
sustancia; simplemente tiene lugar al revés. Por ejemplo, cuando usted enfría
vapor gaseoso, al principio no sucede mucho, pero cuando su temperatura cae
hasta 100 grados Celsius, repentinamente empieza a condensarse en agua
líquida; cuando usted enfría agua líquida, no mucho sucede hasta que llega a
0 grados Celsius, momento en que repentinamente empieza a congelarse en
hielo sólido. Y siguiendo el mismo razonamiento con respecto a las simetrías
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—pero a la inversa— concluimos que ambas transiciones de fase están
acompañadas por una reducción de simetría. [*24]
Esto es lo que se refiere al hielo, agua, vapor y sus simetrías. ¿Qué tiene
que ver todo esto con la cosmología? Bien, en la década de 1970 los físicos se
dieron cuenta de que no sólo los objetos en el universo pueden sufrir
transiciones de fase sino que también puede sufrirlas el cosmos en conjunto.
Durante los últimos 14.000 millones de años el universo se ha expandido y
descomprimido continuamente. Y de la misma forma que una rueda de
bicicleta que pierde presión se enfría, la temperatura del universo en
expansión ha descendido continuamente. Durante buena parte de esta
disminución de la temperatura no sucedió mucho. Pero hay razones para creer
que cuando el universo atravesó unas temperaturas críticas concretas —las
análogas de los 100 grados Celsius para el vapor y 100 grados Celsius para el
agua— sufrió un cambio radical y experimentó una reducción drástica de la
simetría. Muchos físicos creen que ahora estamos viviendo en una fase
«condensada» o «congelada» del universo, una fase que es muy diferente de
épocas anteriores. Las transiciones de fase cosmológicas no implican
literalmente un gas que se condensa para dar un líquido, o un líquido que se
congela para dar un sólido, aunque hay muchas similitudes cualitativas con
estos ejemplos más familiares. Más bien, la «sustancia» que se condensó o
congeló cuando el universo se enfrió hasta temperaturas concretas es un
campo: más exactamente un campo de Higgs. Veamos lo que esto significa.
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El campo gravitatorio es también familiar puesto que nos ancla constante
y consistentemente, y a todo lo que nos rodea, a la superficie de la Tierra.
Como sucede con los campos electromagnéticos, todos estamos inmersos en
un mar de campos gravitatorios; el de la Tierra es dominante, pero también
sentimos los campos gravitatorios del Sol, la Luna y los demás planetas. De la
misma forma que los fotones son partículas que constituyen un campo
electromagnético, los físicos creen que los gravitones son partículas que
constituyen un campo gravitatorio. Los gravitones todavía no han sido
descubiertos experimentalmente, pero eso no es sorprendente. La gravedad es
con mucho la más débil de todas las fuerzas (por ejemplo, un imán normal de
frigorífico puede sostener un clip, superando así la atracción del campo
gravitatorio de la Tierra entera) y por ello es comprensible que los
experimentadores no hayan detectado todavía los constituyentes más mínimos
de la fuerza más débil. Incluso sin confirmación experimental, no obstante, la
mayoría de los físicos creen que igual que los fotones trasmiten la fuerza
electromagnética (son las partículas mensajeras de la fuerza electromagnética)
los gravitones trasmiten la fuerza gravitatoria (son las partículas mensajeras
de la fuerza gravitatoria). Cuando usted deja caer un vaso, puede considerar el
suceso en términos del campo gravitatorio de la Tierra tirando del vaso, o,
utilizando la descripción geométrica más refinada de Einstein, puede
considerarlo en términos del deslizamiento del vaso a lo largo de una muesca
en el tejido del espaciotiempo provocado por la presencia de la Tierra, o —si
los gravitones existenten realmente— también puede considerarlo en términos
de gravitones que van de un lado a otro entre la Tierra y el vaso, comunicando
un «mensaje» gravitatorio que «dice» al vaso que caiga hacia la Tierra.
Además de estos campos de fuerzas bien conocidos, hay otras dos fuerzas
de la Naturaleza, la fuerza nuclear fuerte y la fuerza nuclear débil, que
también ejercen su influencia vía campos. Las fuerzas nucleares son menos
familiares que el electromagnetismo y la gravedad porque actúan sólo a
escalas atómica y subatómica. Incluso así, su impacto en la vida diaria, a
través de la fusión nuclear que hace que el Sol brille, la fisión nuclear en
acción en los reactores atómicos, y la desintegración radiactiva de elementos
como el uranio y el plutonio, no es menos importante. Los campos de fuerzas
nucleares fuerte y débil se denominan campos de Yang-Mills, pues C. N.
Yang y Robert Mills desarrollaron sus bases teóricas en la década de 1950. Y
de la misma forma que los campos electromagnéticos están compuestos de
fotones, y los campos gravitatorios están, según se cree, compuestos de
gravitones, los campos fuerte y débil también tienen partículas constituyentes.
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Las partículas de la fuerza fuerte se denominan gluo- nes y los de la fuerza
débil se denominan partículas W y Z. La existencia de estas partículas fue
confirmada por experimentos en aceleradores llevados a cabo en Alemania y
en Suiza a finales de la década de 1970 y principios de la de 1980.
El marco del campo se aplica también a la materia. Hablando en términos
generales, las ondas de probabilidad de la mecánica cuántica pueden
considerarse como campos que llenan el espacio y proporcionan la
probabilidad de que una u otra partícula de materia esté en uno u otro lugar.
Un electrón, por ejemplo, puede considerarse como una partícula —una que
deja un punto en una pantalla de fósforo, como en la figura 4.4— pero
también puede (y debe) considerarse en términos de un campo ondulante, un
campo que puede contribuir a una figura de interferencia en una pantalla de
fósforo como en la figura 4.3b.[9.3] De hecho, aunque no voy a entrar aquí en
mayor detalle,[9.4] la onda de probabilidad de un electrón está estrechamente
asociada con algo denominado un campo electrónico —un campo que en
muchos aspectos es similar a un campo electromagnético pero en el que el
electrón desempeña un papel análogo al del fotón, siendo el constituyente más
pequeño del campo electrónico—. El mismo tipo de descripción mediante un
campo es válido también para todas las demás especies de partículas
materiales.
Habiendo discutido campos de materia y campos de fuerza, usted podría
pensar que hemos cubierto todo. Pero hay un consenso general en que la
historia contada hasta ahora no es completa. Muchos físicos creen firmemente
que hay todavía un tercer tipo de campo, un tipo que nunca ha sido detectado
experimentalmente pero que durante las dos últimas décadas ha desempeñado
un papel central tanto en el pensamiento cosmológico moderno como en la
física de las partículas elementales. Se denomina un campo de Higgs, por el
físico escocés Peter Higgs.[9.5] Y si las ideas de la próxima sección son
correctas, el universo entero está permeado por un océano de campo de Higgs
—una reliquia fría del big bang— que es responsable de muchas de las
propiedades de las partículas de las que estamos hechos usted, yo y cualquier
otra cosa que hayamos encontrado.
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—como la superficie de un puchero de agua hirviendo—el valor de un campo.
A la temperatura característica del espacio profundo hoy (2,7 grados sobre el
cero absoluto, o 2,7 Kelvin, como se denota habitualmente), o incluso a las
temperaturas más calientes aquí en la Tierra, las ondulaciones del campo son
minúsculas. Pero la temperatura inmediatamente después del big bang era tan
enorme —se cree que a los 10^3 segundos después del bang la temperatura ha
sido de unos 1032 Kelvin— que todos los campos variaban violentamente.
A medida que el universo se expandía y enfriaba, la inicialmente enorme
densidad de materia y radiación cayó continuamente, la vasta extensión del
universo se hizo cada vez más vacía y las ondulaciones del campo se hicieron
cada vez más suaves. Para la mayoría de los campos esto significó que sus
valores, en promedio, se acercaron a cero. En algún momento, el valor de un
campo concreto podría fluctuar ligeramente por encima de cero (una cresta) y
un instante después podría caer ligeramente por debajo de cero (un vientre),
pero en promedio el valor de la mayoría de los campos era próximo a cero: el
valor que asociamos intuitivamente con ausencia o vaciedad.
Aquí es donde entra el campo de Higgs. Los investigadores han llegado a
la idea de que se trata de una variedad de campo que tenía propiedades
similares a las de otros campos a las temperaturas inconcebiblemente altas
inmediatamente después del big bang: también fluctuaba salvajemente arriba
y abajo. Pero los investigadores creen que, de la misma forma que cuando la
temperatura del vapor desciende lo suficiente se condensa en agua líquida,
cuando la temperatura del universo descendió lo suficiente el campo de Higgs
se condensó en un valor concreto no nulo en todo el espacio. Los físicos
llaman a esto la formación de un valor esperado no nulo del campo de Higgs
del vacío —pero para simplificar la jerga técnica, yo lo llamaré formación de
un océano de Higgs.
Es similar a lo que sucedería si usted dejara caer una rana dentro de un
cuenco metálico caliente, como en la figura 9.1a, con un montón de gusanos
en el centro. Al principio la rana saltaría de un lado a otro —arriba, abajo, a la
izquierda, a la derecha— en un intento desesperado de no quemarse las patas,
y en promedio estaría tan lejos de los gusanos que ni siquiera sabría que
estaban allí. Pero a medida que el cuenco se enfriara, la rana se tranquilizaría,
apenas saltaría y, en lugar de ello, se dejaría deslizar suavemente hacia abajo
hasta el lugar más relajado en el fondo del cuenco. Allí, estando cerca del
centro del cuenco, empezaría finalmente su cita con la comida, como en la
figura 9.1b.
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Pero si el cuenco tuviera una forma diferente, como en la figura 9.1c, las
cosas resultarían distintas. Imagine de nuevo que el cuenco empieza muy
caliente y que la pila de gusanos sigue estando en el centro del cuenco, ahora
en lo alto de una protuberancia central. Si usted dejara caer la rana, de nuevo
saltaría incontroladamente a un lado y a otro, inconsciente del premio
colocado en la meseta central. Luego, cuando el cuenco se enfriara, la rana se
calmaría de nuevo, reduciría sus saltos y se deslizaría por los lados suaves del
cuenco. Pero debido a la nueva forma, la rana nunca llegaría hasta el centro
del cuenco. En lugar de ello, se deslizaría hasta el valle del cuenco y se
quedaría a una cierta distancia de la pila de gusanos, como en la figura 9.Id.
(a)(b)
FIGURA 9.1. (a) Una rana que se deja caer en un cuenco de metal caliente salta sin cesar, (b)
Cuando el cuenco se enfría, la rana se calma, salta mucho menos y desliza hasta el centro del
cuenco.
(c)
FIGURA 9.1. (c) Como en (a), pero con un cuenco caliente de una forma diferente. (d) Como
en (b), pero ahora cuando el cuenco se enfría la rana desliza hasta el valle que está a cierta
distancia del centro del cuenco (donde están situados los gusanos).
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Si imaginamos que la distancia entre la rana y los gusanos representa el
valor de un campo —cuanto más lejos está la rana de los gusanos, mayor es el
valor del campo— y la altura de la rana representa la energía contenida en ese
valor del campo —cuanto más alta está la rana, más energía contiene el
campo— entonces estos ejemplos trasmiten el comportamiento de los campos
cuando el universo se enfría. Cuando el universo está caliente, los campos
saltan incontroladamente de un valor a otro, igual que la rana salta de un lugar
a otro en el cuenco. Cuando el universo se enfría, los campos «se
tranquilizan», saltan con menos frecuencia y menos frenesí, y sus valores se
deslizan hacia la energía más baja.
Pero aquí está la clave. Como sucede con el ejemplo de la rana, existe la
posibilidad de dos resultados cualitativamente diferentes. Si la forma del
cuenco de energía del campo —su denominada energía potencial— es similar
a la de la figura 9.1a, el valor del campo en todo el espacio se deslizará hasta
cero, el centro del cuenco, igual que la rana se desliza hasta la pila de
gusanos. Sin embargo, si la energía potencial del campo es como la de la
figura 9.1c, el valor del campo no llegará hasta cero, hasta el centro del
cuenco de energía. En lugar de ello, de la misma forma que la rana se
deslizará hasta el valle, que está a una distancia no nula del montón de
gusanos, el valor del campo también se deslizará hasta el valle —a una
distancia no nula del centro del cuenco— y eso significa que el campo tendrá
un valor no nulo?[9.6] El último comportamiento es característico de los
campos de Higgs. Cuando el universo se enfría, el valor del campo de Higgs
queda atrapado en el valle y nunca llega a cero. Y puesto que lo que estamos
describiendo sucedería uniformemente en todo el espacio, el universo estaría
permeado por un campo de Higgs uniforme y no nulo: un océano de Higgs.
La razón por la que esto sucede arroja luz sobre la peculiaridad
fundamental de los campos de Higgs. A medida que una región del espacio se
hace cada vez más fría y más vacía —a medida que materia y radiación se
hacen cada vez más dispersas —la energía en la región se hace cada vez
menor. Llevando esto al límite, usted sabe que ha alcanzado la región del
espacio más vacía que puede haber cuando ha reducido su energía todo lo
posible. Para campos ordinarios que llenan una región del espacio, su
contribución a la energía es mínima cuando su valor ha llegado hasta el centro
del cuenco como en la figura 9. Ib; tienen energía cero cuando su valor es
cero. Eso tiene buen sentido intuitivo puesto que asociamos vaciar una región
del espacio con poner todo, incluso los valores del campo, a cero.
Página 304
Pero en el caso de un campo de Higgs las cosas funcionan de forma
diferente. Un rana sólo puede alcanzar la meseta central en la figura 9.1c, y
estar a distancia cero de la pila de gusanos, si tiene energía suficiente para
saltar a la meseta desde el valle que la rodea. Del mismo modo, un campo de
Higgs sólo puede alcanzar el centro del cuenco, y tener valor cero, si
incorpora energía suficiente para superar la protuberancia central del cuenco.
Si, por el contrario, la rana tiene poca o ninguna energía, se deslizará hasta el
valle en la figura 9.Id —una distancia no nula de la pila de gusanos—.
Análogamente, un campo de Higgs con poca o ninguna energía también se
deslizará hasta el valle del cuenco, a una distancia no nula del centro del
cuenco— y así tendrá un valor no nulo.
Para obligar a un campo de Higgs a tener un valor nulo —el valor que
parecería ser lo más cerca que se puede llegar a eliminar por completo el
campo de la región, el valor que parecería ser lo más cerca que puede llegar a
un estado de nada— usted tendría que elevar su energía y, hablando en
términos energéticos, la región del espacio no sería tan vacía como podría ser.
Incluso si suena contradictorio, eliminar el campo de Higgs —es decir,
reducir su valor a cero— es equivalente a añadir energía a la región. A modo
de tosca analogía, piense en uno de esos fantásticos cascos para reducir el
ruido que producen ondas sonoras que cancelan las que proceden del
ambiente y que, de lo contrario, incidirían en sus tímpanos. Si los cascos
trabajan perfectamente, usted oye silencio cuando ellos producen sus sonidos,
pero usted oye el ruido ambiente si los desconecta. Los investigadores han
llegado a creer que, de la misma forma que usted oye menos cuando los
cascos están llenos de los sonidos para los que están programados, también el
espacio frío y vacío alberga la mínima energía que puede albergar —está lo
más vacío que puede estar— cuando está lleno de un océano de campo de
Higgs. Los investigadores se refieren a lo más vacío que puede estar el
espacio como el vacío, y así aprendemos que el vacío debe estar permeado
realmente por un campo de Higgs permanente.
El proceso por el que se supone que aparece un valor no nulo de un campo
de Higgs en todo el espacio —se forma un océano de Higgs— se denomina
ruptura espontánea de simetría[*25] y es una de las ideas más importantes que
han aparecido en las últimas décadas de la física teórica del siglo xx. Veamos
por qué.
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Si un campo de Higgs tiene un valor no nulo —si todos estamos inmersos en
un océano de campo de Higgs— ¿no deberíamos sentirlo o verlo o ser
conscientes del mismo de alguna manera? Absolutamente. Y la teoría
moderna afirma que lo hacemos. Mueva su brazo de un lado a otro. Usted
puede sentir sus músculos en acción impulsando la masa de su brazo a
izquierda y derecha y vuelta atrás. Si sostiene una bola de bolos, sus músculos
tendrán que trabajar más, puesto que cuanto más grande es la masa que ha de
moverse, mayor es la fuerza que debe ejercer. En este sentido, la masa de un
objeto representa la resistencia que ofrece a ser movido; más exactamente, la
masa representa la resistencia que ofrece un objeto a los cambios de
movimiento —a las aceleraciones— tales como ir primero hacia la izquierda
y luego hacia la derecha y luego de nuevo hacia la izquierda. Pero ¿de dónde
procede esta resistencia a ser acelerado? O, en el lenguaje de la física, ¿qué da
a un objeto su inercia?
En los capítulos 2 y 3 encontramos varias propuestas que adelantaron
Newton, Mach y Einstein como respuestas parciales a esta pregunta. Estos
científicos trataban de especificar un patrón de reposo con respecto al cual
podrían definirse las aceleraciones, tales como las que aparecen en el
experimento del cubo giratorio. Para Newton, el patrón era el espacio
absoluto; para Mach, eran las estrellas lejanas, y para Einstein, era
inicialmente el espaciotiempo absoluto (en la relatividad especial) y luego el
campo gravitatorio (en la relatividad general). Pero una vez que habían
definido un patrón de reposo y, en particular, habían especificado una
referencia para definir las aceleraciones, ninguno de estos científicos dio el
paso siguiente para explicar por qué los objetos se resisten a las aceleraciones.
Es decir, ninguno de ellos especificó un mecanismo por el que un objeto
adquiere su masa —su inercia— que es el atributo que se opone a las
aceleraciones. Con el campo de Higgs los físicos han sugerido ahora una
respuesta.
Los átomos que constituyen su brazo, y la bola que usted haya cogido,
están hechos de protones, neutrones y electrones. A finales de la década de
1960 los experimentadores demostraron que protones y neutrones están
compuestos de tres partículas más pequeñas conocidas como quarks. Así,
cuando usted balancea el brazo de un lado a otro, está balanceando realmente
todos los quarks y todos los electrones que lo constituyen, lo que nos lleva al
punto que nos interesa. El océano de Higgs en el que, según la teoría
moderna, todos estamos inmersos interacciona con quarks y electrones:
opone resistencia a sus aceleraciones de forma muy parecida a como un
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tanque de melaza opone resistencia al movimiento de una pelota de ping-pong
que se ha sumergido en el mismo. Y esta resistencia, esta fricción sobre las
partículas constituyentes, contribuye a lo que usted percibe como la masa de
su brazo y la bola que está balanceando, o como la masa de un objeto que está
arrojando, o como la masa de todo su cuerpo cuando acelera hacia la línea de
meta en una carrera de cien metros. Y así sentimos el océano de Higgs. Las
fuerzas que todos ejercemos miles de veces al día para cambiar la velocidad
de un objeto u otro —para impartir una aceleración— son fuerzas que luchan
contra la fricción del océano de Higgs.[9.8]
La metáfora de la melaza capta bien algunos aspectos del océano de
Higgs. Para acelerar una pelota de ping-pong sumergida en melaza usted
tendría que empujarla mucho más que cuando juega con ella en su mesa del
sótano —se resiste a sus intentos de cambiar su velocidad con más fuerza que
lo hace cuando no está en la melaza—, y así se comporta como si el estar
sumergida en barro haya aumentado su masa. Análogamente, como resultado
de sus interacciones con el ubicuo océano de Higgs, las partículas elementales
se resisten a los intentos de cambiar sus velocidades: adquieren masa. Sin
embargo, la metáfora del barro tiene tres características confusas de las que
usted debería ser consciente.
En primer lugar, usted siempre puede meter la mano en la melaza, sacar la
pelota de ping-pong y ver cómo disminuye su resistencia a la aceleración.
Esto no es cierto en el caso de las partículas. Creemos que, hoy, el océano de
Higgs llena todo el espacio, de modo que no hay manera de aislar a las
partículas de su influencia; todas las partículas tienen las masas que tienen
independientemente de dónde están. En segundo lugar, la melaza se opone a
todo movimiento, mientras que el campo de Higgs sólo se opone al
movimiento acelerado. A diferencia de una pelota de ping-pong moviéndose
en la melaza, una partícula que se mueve en el espacio exterior a velocidad
constante no sería frenada por la «fricción» con el océano de Higgs. Por el
contrario, su movimiento continuaría invariable. Sólo cuando tratamos de
acelerar o de frenar la partícula es cuando el océano de Higgs deja conocer su
presencia por la fuerza que tenemos que ejercer. En tercer lugar, cuando se
trata de la materia familiar compuesta de conglomerados de partículas
fundamentales, hay otra fuente de masa importante. Los quarks que
constituyen los protones y los neutrones están unidos por la fuerza nuclear
fuerte: los gluones (las partículas mensajeras de la fuerza fuerte) fluyen entre
los quarks, «pegándolos». Los experimentos han mostrado que estos gluones
tienen alta energía, y puesto que la E = me2 de Einstein nos dice que la
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energía (E) puede manifestarse como masa (ni), aprendemos que los gluones
dentro de los protones y los neutrones aportan una fracción importante de la
masa total de dichas partículas. Así pues, una imagen más precisa es
considerar la fuerza de fricción del océano de Higgs como algo que da masa a
las partículas fundamentales tales como electrones y quarks; pero cuando
estas partículas se combinan en partículas compuestas como protones,
neutrones y átomos, otras fuentes de masa (bien entendidas) entran en juego.
Los físicos suponen que la resistencia que presenta el océano de Higgs a
la aceleración de una partícula varía con el tipo concreto de partícula. Esto es
esencial, porque todos los tipos conocidos de partículas fundamentales tienen
masas diferentes. Por ejemplo, mientras que protones y neutrones están
compuestos de dos tipos de quarks (llamados quarks-up y quarks-dowrv. un
protón está hecho de dos up y un down; un neutrón, de dos down y un up), los
experimentadores que utilizan colisionadores de átomos han descubierto otros
cuatro tipos de quarks, cuyas masas cubren un amplio intervalo, desde 0,0047
a 189 veces la masa de un protón. Los físicos creen que la explicación para la
diversidad de masas es que los diferentes tipos de partículas interaccionan con
mayor o menor intensidad con el océano de Higgs. Si una partícula se mueve
suavemente a través del océano de Higgs con poca o ninguna interacción,
habrá poca o ninguna fricción y la partícula tendrá poca o ninguna masa. El
fotón es un buen ejemplo. El fotón pasa completamente desapercibido a
través del océano de Higgs y por eso no tiene masa en absoluto. Si, por el
contrario, una partícula interacciona de forma significativa con el océano de
Higgs, tendrá una masa más alta. El quark más pesado (se denomina quark
top), con una masa que es unas 350.000 veces la de un electrón, interacciona
con el océano de Higgs 350.000 veces más intensamente que un electrón;
tiene mayor dificultad para acelerarse a través del océano de Higgs y ésa es la
razón por la que tiene una masa mayor. Si asemejamos la masa de una
partícula a la fama de una persona, entonces el océano de Higgs es como los
paparazzi: quienes son desconocidos pasan con facilidad a través del
enjambre de fotógrafos, pero los políticos y las estrellas de cine famosas
tienen que esforzarse mucho más para llegar a su destino.[9.9]
Esto da un bonito marco para pensar por qué una partícula tiene una masa
diferente de otra, pero, hoy por hoy, no hay ninguna explicación fundamental
para la manera exacta en que cada una de las partículas conocidas
interacciona con el océano de Higgs. Como resultado, no hay ninguna
explicación fundamental de por qué las partículas conocidas tienen las masas
concretas que se han mostrado experimentalmente. Sin embargo, la mayoría
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de los físicos creen que si no fuera por el océano de Higgs, todas las
partículas fundamentales serían como el fotón y no tendrían masa. De hecho,
como veremos ahora, quizá eran así las cosas en los primeros momentos del
universo.
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masas de las partículas se hicieron diferentes de cero —y desiguales— y por
eso la simetría entre las masas se perdió.
De hecho, la reducción de la simetría que surge de la formación del
océano de Higgs es todavía mayor. Por encima de 1015 grados, cuando el
campo de Higgs aún no se había condensado, no sólo todos los tipos de
partículas fundamentales de materia carecían de masa; sin la fuerza de
resistencia de un océano de Higgs, también carecían de masa todos los tipos
de partículas de fuerza . (Hoy, las partículas mensajeras W y Z de la fuerza
nuclear débil tienen masas que están entre 86 y 97 veces la masa del protón.)
Y, como originalmente descubrieron en la década de 1960 Sheldon Glashow,
Steven Weinberg y Abdus Salam, la carencia de masa de todas las partículas
de fuerzas estuvo acompañada de otra simetría fantásticamente bella.
A finales del siglo xix, Maxwell se dio cuenta de que electricidad y
magnetismo, aunque en un tiempo consideradas fuerzas independientes, son
en realidad diferentes facetas de la misma fuerza: la fuerza electromagnética
(ver capítulo 3). Su trabajo demostró que electricidad y magnetismo se
complementan mutuamente; son el yin y el yang de un todo más unificado y
simétrico. Glashow, Salam y Wein- berg descubrieron el siguiente capítulo en
esta historia de unificación. Comprendieron que antes de que se formara el
océano de Higgs, no sólo todas las partículas de fuerza tenían masas idénticas
—cero— sino que los fotones y las partículas W y Z también eran
esencialmente idénticos en todo lo demás.[9.10] De la misma forma que un
copo de nieve no es afectado por las rotaciones especiales que intercambian
las posiciones de sus puntas, los procesos físicos en ausencia del océano de
Higgs habrían sido inalterados por intercambios concretos de partículas de
fuerzas electromagnética y nuclear débil —por intercambios concretos de
fotones y partículas W y Z—. Y de la misma forma que la insensibilidad de
un copo de nieve al ser rotado refleja una simetría (simetría de rotación), la
insensibilidad al intercambio de estas partículas de fuerzas también refleja
una simetría, una que por razones técnicas se denomina una simetría gauge.
Tiene una consecuencia profunda. Puesto que dichas partículas transmiten sus
respectivas fuerzas —son las partículas mensajeras de sus fuerzas— la
simetría entre ellas significa que había simetría entre las fuerzas. Por
consiguiente, a temperaturas suficientemente altas, temperaturas a las que se
evaporaría el vacío actual lleno de Higgs, no hay diferencia entre la fuerza
nuclear débil y la fuerza electromagnética. Es decir, a temperaturas
suficientemente altas el océano de Higgs se evapora; cuando lo hace, también
se evapora la diferencia entre las fuerzas débil y electromagnética.
Página 310
Glashow, Weinberg y Salam habían ampliado el descubrimiento de
Maxwell de un siglo antes demostrando que las fuerzas electromagnética y
nuclear débil son en realidad parte de una misma y única fuerza. Habían
unificado la descripción de estas dos fuerzas en lo que ahora se denomina
fuerza electrodébil.
La simetría entre las fuerzas electromagnética y débil no es hoy evidente
porque cuando se enfrió el universo, se formó el océano de Higgs, y —esto es
vital— los fotones y las partículas W y Z interaccionan de forma diferente
con el campo de Higgs condensado. Los fotones cruzan el océano de Higgs
con tanta facilidad como una vieja gloria de serie B pasa en medio de los
paparazzi, y por consiguiente sigue sin tener masa. Sin embargo, las
partículas W y Z, como Bill Clinton y Madonna, tienen que luchar para
abrirse camino, adquiriendo masas que son 86 y 97 veces la de un protón,
respectivamente. (Nota: esta metáfora no está a escala.) Por eso es por lo que
las fuerzas electromagnética y nuclear débil parecen tan diferentes en el
mundo que nos rodea. La simetría subyacente entre ellas está «rota», u
oscurecida, por el océano de Higgs.
Éste es un resultado verdaderamente impresionante. Dos fuerzas que
parecen muy diferentes a las temperaturas actuales —la fuerza
electromagnética responsable de la luz, la electricidad y la atracción
magnética, y la fuerza nuclear débil responsable de la desintegración
radiactiva— son en esencia partes de la misma fuerza, y sólo parecen ser
diferentes porque el campo de Higgs no nulo oscurece la simetría entre ellas.
Así pues, lo que normalmente consideramos espacio vacío —el vacío, la nada
— desempeña un papel central en hacer que las cosas del mundo tengan la
apariencia que tienen. Sólo evaporando el vacío, elevando la temperatura lo
suficiente de modo que el campo de Higgs se evapore —es decir, adquiera un
valor medio nulo en todo el espacio— se haría evidente la completa simetría
de las leyes de la Naturaleza.
Cuando Glashow, Weinberg y Salam estaban desarrollando estas ideas,
las partículas W y Z todavía no se habían descubierto experimentalmente. Era
la gran fe que tenían estos físicos en la potencia de la teoría y la belleza de la
simetría la que les dio confianza para seguir adelante. Sus ideas se probaron
bien fundadas. A su debido tiempo, las partículas W y Z fueron descubiertas y
la teoría electrodébil fue confirmada experimentalmente. Glashow, Weinberg
y Salam habían mirado más allá de las apariencias superficiales —habían
penetrado en la nube que oscurecía la nada— para revelar una simetría
profunda y sutil que entreteje dos de las cuatro fuerzas de la Naturaleza.
Página 311
Fueron galardonados con el premio Nobel de 1979 por la unificación
satisfactoria de la fuerza nuclear débil y el electromagnetismo.
Gran unificación
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completa entre las partículas de las tres fuerzas no gravitatorias, y con ello
simetría completa entre las tres fuerzas no gravitatorias.[9.11]
La teoría de gran unificación de Glashow y Georgi seguía diciendo que no
vemos esta simetría en el mundo que nos rodea —la fuerza nuclear fuerte que
mantiene pegados protones y neutrones en los átomos parece completamente
independiente de las fuerzas débil y electromagnética— porque cuando la
temperatura cayó por debajo de 1028 grados otro tipo de campo de Higgs
entró en la historia. Este campo de Higgs se denomina el Higgs de gran
unificación. (Cuando quiera que pudieran confundirse, el campo de Higgs
implicado en la unificación electrodébil se denomina Higgs electrodébil.)
Similar a su primo electrodébil, el Higgs de gran unificación fluctuaba
incontroladamente por encima de 1028 grados, pero los cálculos sugerían que
se condensó en un valor no nulo cuando el universo cayó por debajo de esta
temperatura. Y, como sucede con el campo electrodébil, cuando se formó este
océano de Higgs de gran unificación, el universo sufrió una transición de fase
con una consiguiente reducción de simetría. En este caso, debido a que el
océano de Higgs de gran unificación tiene un efecto diferente sobre los
gluones que el que tiene sobre las otras partículas de fuerzas, la fuerza fuerte
se desgajó de la fuerza electromagnética, dando dos fuerzas no gravitatorias
distintas donde previamente había sólo una. Una fracción de segundo y un
descenso de trillones de grados más tarde, el Higgs electrodébil se condensó,
haciendo que también se separarán las fuerzas débil y electromagnética.
Aunque es una idea bella, la gran unificación (a diferencia de la
unificación electrodébil) no ha sido confirmada experimentalmente. Por el
contrario, la propuesta original de Georgi y Glashow predecía una huella, una
consecuencia residual de la primitiva simetría del universo que hoy debería
ser manifiesta, algo que permitiría que los protones se transmutaran de vez en
cuando en otras especies de partículas (tales como antielectrones y partículas
conocidas como piones). Pero tras años de laboriosa búsqueda de dicha
desintegración del protón en sofisticados experimentos subterráneos —el
experimento que Georgi me había descrito excitadamente en su despacho
hacía años— no se encontró; esto descartaba la propuesta de Georgi y
Glashow. No obstante, desde entonces los físicos han elaborado variantes del
modelo original que no están descartadas por tales experimentos; pero hasta el
momento no se ha confirmado ninguna de estas teorías alternativas.
El consenso entre los físicos es que la gran unificación es una de las
grandes ideas, todavía no realizadas, de la física de partículas. Puesto que la
unificación y las transiciones de fase cosmológicas se han mostrado tan
Página 313
potentes para el electromagnetismo y la fuerza nuclear débil, muchos sienten
que es sólo cuestión de tiempo el que otras fuerzas se unan también dentro de
un marco unificado. Como veremos en el capítulo 12, se han dado grandes
pasos en esta dirección utilizando una aproximación diferente —la teoría de
supercuerdas— que, por primera vez, ha unido todas las fuerzas, incluyendo
la gravedad, en una teoría unificada, aunque una teoría que en el momento de
escribir esto todavía está en firme desarrollo. Pero lo que ya está claro,
incluso considerando solamente la teoría electrodébil, es que el universo que
vemos actualmente sólo muestra un remanente de la resplandeciente simetría
del universo primitivo.
Página 314
observaciones no prueban que existan los campos de Higgs; lo que muestran
es que, pese a ciertas similitudes con el éter, los campos de Higgs no están en
conflicto con ninguna teoría o experimento.
No obstante, si hay un océano de campos de Higgs debería tener otras
consecuencias que fueran experimentalmente comprobables en los próximos
años. Como ejemplo primordial, de la misma forma que los campos
electromagnéticos están compuesto de fotones, los campos de Higgs están
compuesto de partículas que, de forma nada sorprendente, se denominan
partículas de Higgs. Cálculos teóricos han mostrado que si existe un océano
de Higgs que permea el espacio, debería haber partículas de Higgs entre los
restos de las colisiones de alta energía que tendrán lugar en el Gran
Colisionador de Hadrones, un acelerador de átomos gigante que ahora está en
construcción en el Centro Europeo de Investigación Nuclear (CERN) en
Ginebra, Suiza, y que estará operativo en 2007. Hablando en términos
generales, colisiones frontales entre protones con enormes energías deberían
poder sacar una partícula de Higgs del océano de Higgs de una forma similar
a como colisiones energéticas submarinas pueden sacar moléculas de H2O del
Atlántico. Con el tiempo, estos experimentos nos permitirán determinar si
esta forma moderna de éter existe o si seguirá el mismo camino que su
antecesora. Dirimir esta cuestión es crucial porque, como hemos visto, los
campos de Higgs condensados desempeñan un papel profundo y central en
nuestra formulación actual de la física fundamental.
Página 315
FIGURA 9.2. Una línea cronológica que ilustra esquemáticamente el modelo del big bang
estándar de la cosmología.
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más bajas posibles— ha sido ingenua durante mucho tiempo. El estado vacío
más vacío no tiene por qué implicar un estado de nada absoluta. Por
consiguiente, sin apelar a lo espiritual podemos mejorar el pensamiento de
Henry More (capítulo 2) en nuestra búsqueda científica por entender el
espacio y el tiempo. Para More, el concepto habitual de espacio vacío era
absurdo puesto que el espacio está siempre lleno del espíritu divino. Para
nosotros, el concepto habitual de espacio vacío puede ser similarmente
escurridizo, puesto que el espacio vacío del que somos conscientes siempre
está lleno de un océano de campo de Higgs.
Entropía y tiempo
La línea del tiempo en la figura 9.2 sitúa las transiciones de fase que hemos
discutido en su contexto histórico y con ello nos da una idea más firme de la
secuencia de sucesos por la que ha pasado el universo desde el big bang hasta
el huevo en la encimera de su cocina. Pero todavía hay información crucial
oculta dentro de la región borrosa. Recuerde que conocer cómo empiezan las
cosas —el orden de la pila de páginas de Guerra y paz, las moléculas de
dióxido de carbono presu- rizado en su botella de Coca-Cola, el estado del
universo en el big bang— es esencial para entender cómo evolucionan. La
entropía puede aumentar sólo si se le da más espacio para aumentar. La
entropía puede aumentar sólo si empieza baja. Si las páginas de Guerra y paz
empiezan completamente desordenadas, lanzamientos posteriores las dejarán
simplemente desordenadas; si el universo empezó en un estado
completamente desordenado de alta entropía, la evolución cósmica posterior
simplemente mantendría el desorden.
La historia ilustrada en la figura 9.2 no es manifiestamente una crónica de
un desorden invariable y eterno. Incluso si se han perdido simetrías
particulares a través de transiciones de fase cósmicas, la entropía global del
universo ha aumentado continuamente. Por consiguiente, en el principio el
universo debe haber estado altamente ordenado. Este hecho nos permite
asociar «hacia delante» en el tiempo con la dirección de entropía creciente,
pero todavía tenemos que encontrar una explicación para la entropía
increíblemente baja —el estado de uniformidad increíblemente alta— del
universo recién nacido. Esto requiere que retrocedamos aún más de lo que
hemos hecho hasta ahora y tratemos de entender más de lo que sucedió en el
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principio, durante la región borrosa en la figura 9.2; una tarea a la que nos
dirigimos ahora.
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10
Deconstruyendo el bang
Qué hizo ¡bang!
U na falsa idea muy extendida es que el big bang ofrece una teoría de los
orígenes cósmicos. No lo hace. El big bang es una teoría, descrita en
parte en los dos últimos capítulos, que delinea la evolución cósmica a partir
de una fracción de segundo después de lo que fuera que dio nacimiento al
universo, pero no dice nada en absoluto sobre el propio instante cero. Y
puesto que, según la teoría del big bang, el bang es lo que se supone que ha
sucedido en el comienzo, el big bang deja fuera al bang. No nos dice nada
sobre lo que hizo bang, por qué hizo bang, cómo hizo bang, o, simplemente,
si siquiera hizo bang.[10.1] De hecho, si usted lo piensa por un momento se
dará cuenta de que el big bang nos presenta un gran rompecabezas. A las
enormes densidades de materia y energía características de los primeros
momentos del universo, la gravedad era con mucho la fuerza dominante. Pero
la gravedad es una fuerza atractiva. Impulsa a las cosas a juntarse. De modo
que ¿cuál sería el posible responsable de la fuerza hacia afuera que impulsa al
espacio a expandirse? Parece que algún tipo de poderosa fuerza repulsiva
tendría que haber desempeñado un papel crítico en el momento del big bang,
pero ¿cuál de las fuerzas de la Naturaleza pudo hacerlo?
Durante muchas décadas esta pregunta, la más básica entre todas las
preguntas cosmológicas, quedó sin responder. Luego, en la década de 1980,
se resucitó una vieja observación de Einstein en una nueva forma, dando lugar
a lo que se ha llegado a conocer como cosmología
inflacionaria. Y con este descubrimiento pudo atribuirse finalmente el
crédito del bang a la fuerza que lo merecía: la gravedad. Es sorprendente,
pero los físicos se dieron cuenta de que en el entorno correcto la gravedad
puede ser repulsiva, y, según la teoría, las condiciones necesarias imperaban
durante los primeros momentos de la historia cósmica. Durante un intervalo
de tiempo que haría que un nanosegundo parezca una eternidad, el universo
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primitivo proporcionó un escenario en el que la gravedad ejercía su lado
repulsivo con creces, alejando cada región del espacio de todas las demás con
una ferocidad implacable. Tan potente era el empuje repulsivo de la gravedad
que no sólo se identificó el bang, sino que se reveló más fuerte —mucho más
fuerte— que lo que cualquiera hubiera imaginado anteriormente. En el marco
inflacionario, el universo primitivo se expandió en un factor absolutamente
enorme comparado con lo que predice la teoría del big bang estándar, lo que
ampliaba nuestra visión cosmológica en una medida que eclipsaba la idea
adquirida durante el último siglo de que la nuestra no es sino una galaxia
entre centenares de miles de millones.[10.2]
En este capítulo y el siguiente discutiremos la cosmología inflacionaria.
Veremos que ofrece un «frente» para el modelo del big bang estándar que
presenta modificaciones críticas a las afirmaciones de la teoría estándar sobre
lo que sucedió durante los primeros momentos del universo. Al hacerlo, la
cosmología inflacionaria resuelve cuestiones clave que están más allá del
alcance del big bang estándar, hace varias predicciones que han sido y
seguirán siendo sometidas a comprobación experimental en el próximo futuro
y, quizá lo más sorprendente, muestra cómo los procesos cuánticos pueden
alisar, gracias a la expansión cosmológica, minúsculas arrugas en el tejido del
espacio que dejan una huella visible en el cielo nocturno. Y más allá de estos
logros, la cosmología inflacionaria da una idea importante de cómo el
universo primitivo puede haber adquirido su entropía extraordinariamente
baja, lo que nos lleva más cerca que nunca de una explicación de la flecha del
tiempo.
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[10.3] Einstein también aplicó la relatividad general a la cuestión de cómo se
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salta hacia arriba hace que el bailarín se frene, alcance una altura máxima y
luego caiga de nuevo. Si un coreógrafo buscara una figura estática en la que el
bailarín flote en el aire, tendría que haber una fuerza repulsiva entre el
bailarín y la Tierra que equilibrara exactamente su atracción gravitatoria: una
figura estática sólo puede aparecer cuando hay una cancelación perfecta entre
atracción y repulsión. Einstein comprendió que exactamente el mismo
razonamiento es válido para el universo entero. De la misma manera que la
atracción de la gravedad actúa para frenar el ascenso del bailarín, también
actúa para frenar la expansión del espacio. Y de la misma forma que el
bailarín no puede conseguir el éxtasis —no puede mantenerse a una altura fija
— sin una fuerza repulsiva que contrarreste la atracción normal de la
gravedad, el espacio no puede ser estático —el espacio no puede mantenerse
en un tamaño global fijo— sin que haya también algún tipo de fuerza
repulsiva compensadora. Einstein introdujo la constante cosmológica porque
descubrió incluyendo este nuevo término en las ecuaciones que la gravedad
podía ofrecer precisamente dicha fuerza repulsiva.
Pero ¿qué física hay detrás de este término matemático? ¿Qué es la
constante cosmológica, de qué está hecha, y cómo se las arregla para ir en
contra de la gravedad atractiva normal y ejercer un empuje repulsivo hacia
afuera? Bien, la lectura moderna del trabajo de Einstein —una lectura que se
remonta a Lemaitre— interpreta la constante cosmológica como una forma
exótica de energía que llena de manera uniforme y homogénea todo el
espacio. Digo «exótica» porque el análisis de Einstein no especificaba de
dónde podría venir esta energía y, como pronto veremos, la descripción
matemática a la que él apelaba aseguraba que no podía estar compuesta de
nada familiar como protones, neutrones, electrones o fotones. Los físicos
actuales apelan a expresiones como «la energía del propio espacio» o
«energía oscura» cuando discuten el significado de la constante cosmológica
de Einstein, porque si hubiera una constante cosmológica el espacio estaría
lleno de una presencia amorfa y transparente que usted no sería capaz de ver
directamente; el espacio lleno con una constante cosmológica seguiría
pareciendo oscuro. (Esto se parece a la vieja noción de un éter y a la noción
más nueva de un campo de Higgs que ha adquirido un valor no nulo en todo
el espacio. La última similitud es más que mera coincidencia puesto que hay
una conexión importante entre una constante cosmológica y un campo de
Higgs, como veremos dentro de poco.) Pero incluso sin especificar el origen o
la identidad de la constante cosmológica, Einstein fue capaz de calcular sus
implicaciones gravitatorias, y la respuesta que encontró era extraordinaria.
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Para entenderla, usted tiene que ser consciente de una característica de la
relatividad general que todavía tenemos que discutir. En la aproximación de
Newton a la gravead, la intensidad de la atracción entre dos objetos depende
solamente de dos cosas: sus masas y la distancia entre ellos. Cuanto más
masivos son los objetos y más próximos están, mayor es la atracción
gravitatoria que se ejercen mutuamente. La situación en la relatividad general
es muy parecida, excepto que las ecuaciones de Einstein muestran que
Newton se limitaba demasiado al centrar la atención en la masa. Según la
relatividad general, no es sólo la masa (y la separación) de los objetos la que
contribuye a la intensidad del campo gravitatorio. Energía y presión
contribuyen también. Esto es importante, de modo que dediquemos un
momento a ver lo que significa.
Imagine que estamos en el siglo xxv y usted está en la Sala de los
Ingenios, el más reciente experimento del Departamento Correccional que
sigue un enfoque meritocrático para disciplinar a los delincuentes de cuello
blanco. A cada uno de los convictos se le da un rompecabezas, y ellos sólo
pueden recuperar su libertad resolviéndolo. El tipo que está en la celda
contigua a la suya tiene que descubrir por qué las reposiciones de Isla de
Gilligan[*26] tuvieron un gran éxito en el siglo xxii y ha sido el programa más
popular desde entonces, de modo que es probable que él tenga que
comparecer ante la Sala durante mucho tiempo. El rompecabezas que tiene
que resolver usted es más sencillo. Se le dan dos cubos idénticos de oro —son
del mismo tamaño y cada uno está hecho exactamente de la misma cantidad
de oro—. Su desafío consiste en encontrar una manera de hacer que los cubos
den pesos diferentes cuando están en reposo en una balanza fija y
exquisitamente precisa, con una condición: a usted no se le permite cambiar la
cantidad de materia en ninguno de los dos cubos, de forma que no hay lascas,
raspaduras, limaduras, soldaduras, etc. Si usted planteara este rompecabezas a
Newton, él hubiera declarado inmediatamente que no tiene solución. Según
las leyes de Newton, cantidades idénticas de oro se traducen en masas
idénticas, y puesto que cada cubo descansará en la misma balanza fija, la
atracción gravitatoria de la Tierra sobre ellos será idéntica. Newton habría
concluido que los dos cubos deberían dar un peso idéntico, en cualquier
situación.
Con los conocimientos de relatividad general que ha adquirido en un
instituto del siglo xxv, usted ve una salida. La relatividad general muestra que
la intensidad de la atracción gravitatoria entre dos objetos no sólo depende de
sus masas[10.5] (y su separación) sino también de todas y cada una de las
Página 323
contribuciones adicionales a la energía total de cada objeto. Y hasta ahora no
hemos dicho nada de las temperaturas de cada uno de los cubos de oro. La
temperatura es una medida de la rapidez con la que se están moviendo de un
lado a otro, en promedio, los átomos de oro que constituyen cada cubo —es
una medida de lo energéticos que son los átomos (refleja su energía cinética)
—. Así, usted se da cuenta de que si calienta un cubo, sus átomos serán más
energéticos, de modo que pesará un poco más que el cubo más frío. Éste es un
hecho que Newton no conocía (un aumento de 10 grados Celsius aumentaría
el peso de un cubo de un kilo en aproximadamente una milbillonésima de
kilogramo, de modo que el efecto es minúsculo), y con esta solución usted
sería puesto en libertad por la Sala.
Bueno, casi. Puesto que su crimen era particularmente tortuoso, en el
último minuto la junta de libertad condicional decide que usted debe resolver
un segundo rompecabezas. Se le dan dos juguetes idénticos, de esos en los
que un payaso sale despedido de una caja, impulsado por un muelle, al
levantar la tapa de la caja. Su nuevo reto consiste en encontrar una forma de
que cada uno de ellos tenga un peso diferente. Pero esta vez no sólo se le
prohíbe cambiar la cantidad de masa en cualquiera de los objetos sino que
también se le exige que mantenga ambos a exactamente la misma
temperatura. Una vez más, si le planteara a Newton este rompecabezas, él se
resignaría inmediatamente a pasar su vida la Sala. Puesto que los juguetes
tienen masas idénticas, él concluiría que sus pesos son idénticos, y por ello el
rompecabezas es irresoluble. Pero, una vez más, el conocimiento que tiene
usted de la relatividad general viene en su ayuda. En uno de los juguetes usted
comprime el muelle, estrujando fuertemente el payaso bajo la tapa cerrada,
mientras que en el otro deja al payaso en su posición levantada. ¿Por qué?
Bien, un muelle comprimido tiene más energía que uno no comprimido; usted
tuvo que ejercer una fuerza para comprimir el muelle y puede ver la prueba de
su trabajo porque el muelle comprimido ejerce presión haciendo que la tapa
del juguete se combe ligeramente hacia afuera. Y, una vez más, según
Einstein, cualquier energía adicional afecta a la gravedad, lo que da como
resultado un peso adicional. Así, el juguete cerrado, con su muelle
comprimido que ejerce presión hacia afuera, pesa un poco más que el juguete
abierto, cuyo muelle no está comprimido. Esto es algo que se le habría
escapado a Newton, y con ello usted se gana finalmente la libertad.
La solución al segundo rompecabezas depende de la característica sutil
pero crucial de la relatividad general tras la que vamos. En el artículo en el
que presentaba la relatividad general Einstein demostraba matemáticamente
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que la fuerza gravitatoria no sólo depende de la masa, y no sólo de la energía
(tal como el calor), sino también de cualquier presión que pueda ejercerse. Y
ésta es la física esencial que necesitamos si queremos entender la constante
cosmológica. He aquí la razón. La presión dirigida hacia afuera, como la
ejercida por un muelle comprimido, se denomina presión positiva. De forma
bastante natural, la presión positiva da una contribución positiva a la
gravedad. Pero, y éste es el punto crítico, hay situaciones en las que la presión
en una región, a diferencia de la masa y la energía total, puede ser negativa, lo
que significa que la presión aspira hacia adentro en lugar de empujar hacia
afuera. Y aunque eso quizá no suene particularmente exótico, la presión
negativa puede dar como resultado algo extraordinario desde el punto de vista
de la relatividad general: mientras que la presión positiva contribuye a una
gravedad atractiva ordinaria, la presión negativa contribuye a una gravedad
«negativa», es decir, ¡a gravedad repulsiva![10.6]
Con esta contundente idea, la relatividad general de Einstein mostraba una
salida a la creencia de más de doscientos años de que la gravedad es siempre
una fuerza atractiva. Planetas, estrellas y galaxias, como mostró
correctamente Newton, ejercen un tirón gravitatorio atractivo. Pero cuando la
presión se hace importante (para la materia ordinaria en condiciones
cotidianas, la contribución gravitatoria de la presión es despreciable) y, en
particular, cuando la presión es negativa (para la materia ordinaria, como los
protones y los electrones, la presión es positiva, y ésa es la razón por la que la
constante cosmológica no puede estar compuesta de nada familiar) hay una
contribución a la gravedad que hubiera conmocionado a Newton. Es
repulsiva.
Este resultado es fundamental para mucho de lo que sigue y fácilmente es
malinterpretado, de modo que permítame resaltar un punto esencial. La
gravedad y la presión son dos personajes relacionados pero independientes en
esta historia. Las presiones, o más exactamente las diferencias de presión,
pueden ejercer sus propias fuerzas no gravitatorias. Cuando usted bucea bajo
el agua, sus tímpanos pueden sentir la diferencia de presión ente el agua que
les empuja desde fuera y el aire que les empuja desde el interior. Todo eso es
cierto. Pero lo que ahora estamos señalando sobre presión y gravedad es
completamente diferente. Según la relatividad general, la presión puede
ejercer indirectamente otra fuerza —puede ejercer una fuerza gravitatoria—
porque la presión contribuye al campo gravitatorio. La presión, como la masa
y la energía, es una fuente de gravedad. Y notablemente, si la presión en una
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región es negativa, aporta un empuje gravitatorio al campo gravitatorio que
impregna la región, y no un tirón gravitatorio.
Esto significa que cuando la presión es negativa hay competición entre la
gravedad atractiva ordinaria, que aparece de la masa y la energía ordinaria, y
la gravedad repulsiva exótica, que aparece de la presión negativa. Si la
presión negativa en una región es suficientemente negativa, la gravedad
repulsiva dominará; la gravedad separará las cosas en lugar de juntarlas. Aquí
es donde la constante cosmológica entra en la historia. El término
cosmológico que Einstein añadió a las ecuaciones de la relatividad general
significaría que el espacio está uniformemente lleno de energía, pero, de
forma crucial, las ecuaciones muestran que esta energía tiene una presión
negativa uniforme. Y lo que es más, la repulsión gravitatoria de la presión
negativa de la constante cosmológica domina a la atracción gravitatoria que
procede de su energía positiva, y así la gravedad repulsiva gana la
competición: una constante cosmológica ejerce una fuerza gravitatoria
repulsiva global.[10.7]
Para Einstein, esto era precisamente lo que recetaba el doctor. La materia
y la radiación ordinaria, dispersas por el universo, ejercen una fuerza
gravitatoria atractiva, lo que hace que cada región del espacio atraiga a
cualquier otra. El nuevo término cosmológico, que él imaginaba como algo
disperso uniformemente por el universo, ejerce una fuerza gravitatoria
repulsiva, lo que hace que cada región del espacio empuje a cualquier otra.
Escogiendo cuidadosamente el tamaño del nuevo término, Einstein encontró
que podía equilibrar exactamente la fuerza gravitatoria atractiva habitual con
la recién descubierta fuerza gravitatoria repulsiva, y producir un universo
estático.
Además, puesto que la nueva fuerza gravitatoria repulsiva aparece a partir
de la energía y la presión en el propio espacio, Einstein encontró que su
intensidad es acumulativa; la fuerza se hace más fuerte sobre mayores
separaciones espaciales, puesto que más espacio Ínter- puesto significa más
empuje hacia afuera. Einstein demostró que en las escalas de distancia de la
Tierra o el sistema solar entero la nueva fuerza gravitatoria repulsiva es
inconmensurablemente minúscula. Sólo se hace importante sobre extensiones
cosmológicas enormemente mayores, preservando de este modo todos los
éxitos tanto de la teoría de Newton como de su propia relatividad general
cuando se aplican más cerca de casa. En resumen, Einstein encontró que
podía nadar y guardar la ropa: podía mantener todas las características
atractivas y experimentalmente confirmadas de la relatividad general mientras
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conservaba la eterna serenidad de un cosmos invariable, un cosmos que no se
estaba expandiendo ni contrayendo.
Con este resultado, Einstein dio sin duda un respiro de alivio. Qué
descorazonador hubiera sido si la década de investigación que había dedicado
a formular la relatividad géneral diera como resultado una teoría que fuera
incompatible con el universo estático aparente para cualquiera que mire el
cielo nocturno. Pero como hemos visto, una docena de años más tarde la
historia dio un giro brusco. En 1929, Hubble demostró que las miradas
superficiales pueden ser engañosas. Sus observaciones sistemáticas revelaron
que el universo no es estático. Se está expandiendo. Si Einstein hubiera
confiado en las ecuaciones originales de la relatividad general, habría
predicho la expansión del universo más de una década antes de que se
descubriera observa- cionalmente. Esto le hubiera colocado ciertamente entre
los mayores descubrimientos —podría haber sido el mayor descubrimiento—
de todos los tiempos. Después de conocer los resultados de Hubble, Einstein
lamentó el día en que había pensado en la constante cosmológica, y
cuidadosamente la borró de las ecuaciones de la relatividad general. Quería
que todo el mundo olvidase este episodio lamentable, y durante muchas
décadas todos lo hicieron.
Sin embargo, en la década de 1980 la constante cosmológica salió de
nuevo a la superficie de una forma nueva y sorprendente y provocó uno de los
cambios más dramáticos en el pensamiento cosmológico desde que nuestra
especie se introdujo por primera vez en el pensamiento cosmológico.
Si usted mira una pelota de béisbol que vuela hacia arriba, podría utilizar la
ley de la gravedad de Newton (o las ecuaciones más refinadas de Einstein)
para calcular su trayectoria posterior. Y si usted realizase los cálculos
necesarios, tendría una sólida comprensión del movimiento de la pelota. Pero
todavía quedaría una cuestión sin responder: ¿quién o qué lanzó la pelota
hacia arriba en primer lugar?, ¿cómo adquirió la pelota el movimiento inicial
hacia arriba cuya evolución posterior usted ha calculado matemáticamente?
En este ejemplo, todo lo que se necesita generalmente para encontrar la
respuesta es algo más de investigación (a menos, por supuesto, que el
aspirante a las grandes ligas se dé cuenta de que la pelota dio en el parabrisas
de un Mercedes aparcado). Pero una versión más difícil de una pregunta
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similar se sigue de la explicación que da la relatividad general a la expansión
del universo.
Las ecuaciones de la relatividad general, como mostraron originalmente
Einstein, el físico holandés Willem de Sitter y, posteriormente, Friedmann y
Lemaítre, permiten un universo en expansión. Pero de la misma forma que las
ecuaciones de Newton no nos dicen nada sobre cómo se inició el viaje
ascendente de una pelota, las ecuaciones de Einstein no nos dicen nada sobre
cómo se inició la expansión del universo. Durante muchos años, los
cosmólogos tomaban la expansión inicial del espacio como un dato
inexplicado, y simplemente desarrollaban las ecuaciones a partir de ese dato.
Esto es lo que yo quería decir antes cuando dije que el big bang es silencioso
acerca del bang.
Este era el caso hasta una noche histórica en diciembre de 1979, cuando
Alan Guth, un estudiante posdoctoral que trabajaba en el Centro del
Acelerador Lineal de Stanford (ahora es profesor en el MIT), demostró que
podemos hacerlo mejor. Mucho mejor. Aunque existen detalles que hoy, más
de dos décadas después, todavía no están completamente resueltos, Guth hizo
un descubrimiento que finalmente llenaba el silencio cosmológico
proporcionando un bang para el big bang, y un bang que era más grande que
lo que cualquiera hubiera esperado.
Guth no tenía formación como cosmólogo. Su especialidad era la física de
partículas, y a finales de la década de 1970, junto con Henry Tye de la
Universidad de Cornell, estaba estudiando varios aspectos de los campos de
Higgs en las teorías de gran unificación. Recuerde de la discusión en el último
capítulo de la ruptura espontánea de simetría que un campo de Higgs aporta la
mínima energía posible a una región del espacio cuando su valor se asienta en
un número no nulo particular (un número que depende de la forma detallada
de su cuenco de energía potencial). Discutimos cómo en el universo
primitivo, cuando la temperatura era extraordinariamente alta, el valor de un
campo de Higgs fluctuaría incontroladamente de un número a otro, como la
rana en el cuenco de metal caliente que se quemaba las patas, pero cuando el
universo se enfriaba, el Higgs rodaría pendiente abajo por el cuenco hasta un
valor que minimizaría su energía.
Guth y Tye estudiaban las razones por las que el campo de Higgs podría
retrasarse en alcanzar la configuración menos energética (el valle del cuenco
en la figura 9.1c). Si aplicamos la analogía de la rana, la pregunta que Guth y
Tye planteaban, era ésta: ¿qué pasa si la rana, en uno de sus primeros saltos
cuando el cuenco estaba empezando a enfriarse, aterrizaba por azar en la
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meseta central? ¿Y qué pasa si, mientras el cuenco sigue enfriándose, la rana
se mantiene en la meseta central (comiendo gusanos tranquilamente), en lugar
de deslizarse hacia el valle del cuenco? O, en términos físicos, ¿qué pasa si el
valor de un campo de Higgs fluctuante cayera en la meseta central del cuenco
de energía y se quedara allí mientras el universo seguía enfriándose? Si esto
sucede, los físicos dicen que el campo de Higgs se ha sobreenfriado, lo que
indica que incluso si la temperatura del universo ha caído hasta el punto en
donde usted hubiera esperado que el valor de Higgs se aproxime al valle de
mínima energía, el campo continúa atrapado en una configuración de energía
más alta. (Esto es análogo al agua altamente purificada que puede ser
sobreenfriada por debajo de 0 grados Kelvin, la temperatura a la que usted
hubiera esperado que se convierta en hielo, y permanece líquida porque la
formación de hielo requiere pequeñas impurezas en tomo a las cuales pueda
crecer el cristal.)
Guth y Tye estaban interesados en esta posibilidad porque sus cálculos
sugerían que podría ser relevante para un problema (el problema del
monopolo magnético)[10.8] con el que los investigadores se habían tropezado
en varios intentos de gran unificación. Pero Guth y Tye advirtieron que podría
haber otra implicación, y visto en retrospectiva ésa es la razón de que su
trabajo se mostrase fundamental. Ellos sospechaban que la energía asociada
con un campo de Higgs sobreenfriado —recuerde que la altura del campo
representa su energía, de modo que el campo tiene energía cero sólo si su
valor está en el valle del cuenco— podría tener un efecto sobre la expansión
del universo. A primeros de diciembre de 1979, Guth siguió esta corazonada
y esto es lo que encontró.
Un campo de Higgs que ha quedado atrapado en una meseta no sólo llena
el espacio de energía, sino que, como Guth advirtió, también aporta una
presión negativa uniforme. De hecho, encontró que por lo que respecta a la
energía y la presión, un campo de Higgs que está atrapado en una meseta
tiene las mismas propiedades que una constante cosmológica: llena el espacio
de energía y presión negativas, y exactamente en las mismas proporciones
que una constante cosmológica. Así que Guth descubrió que un campo de
Higgs sobreenfriado tiene un efecto importante en la expansión del espacio:
igual que una constante cosmológica, ejerce una fuerza gravitatoria repulsiva
que impulsa al espacio a expandirse.[10.9]
En este momento, puesto que usted ya está familiarizado con la presión
negativa y la gravedad repulsiva, quizá esté pensando: muy bien, es muy
bonito que Guth encontrase un mecanismo físico específico para realizar la
Página 329
idea de Einstein de una constante cosmológica, pero, ¿y qué?, ¿qué tiene eso
de importante? El concepto de una constante cosmológica había sido
abandonado hacía tiempo. Su introducción en la física no significaba otra
cosa que un engorro para Einstein. ¿Por qué excitarse al redescubrir algo que
había quedado desacreditado hacía más de seis décadas?
Inflación
FIGURA 10.1. (a) Un campo de Higgs sobreenfriado es uno cuyo valor está atrapado en la
meseta de alta energía del cuenco de energía, como la rana en una protuberancia, (b)
Normalmente, un campo de Higgs sobreenfriado encontrará rápidamente su salida de la
meseta y caerá a un valor con energía más baja, como el salto de la rana fuera de la
protuberancia.
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puede comportarse de forma similar. Su valor en todo el espacio puede
quedarse atascado en la protuberancia central de su cuenco de energía
mientras la temperatura se hace demasiado baja para impulsar una agitación
térmica importante. Pero los procesos cuánticos inyectarán saltos aleatorios
en el valor del campo de Higgs, y un salto suficientemente grande le sacará de
la meseta, permitiendo que su energía y su presión se relajen a cero.[10.10] Los
cálculos de Guth demostraban que, dependiendo de la forma precisa de la
protuberancia del cuenco, este salto podría haber ocurrido rápidamente, quizá
en un tiempo tan corto como 0,00000000000000000000000000000000001
(103) segundos. Posteriormente, Andrei Linde, que entonces trabajaba en el
Instituto Físico Lebedev en Moscú, y Paul Steindhart, que entonces trabajaba
con su estudiante Andreas Albrecht en la Universidad de Pensilvania,
descubrieron una manera de que la relajación del campo de Higgs a energía y
presión nulas en todo el espacio sucediera de forma aún más eficiente y
significativamente más uniforme (resolviendo con ello ciertos problemas
técnicos intrínsecos en la propuesta original de Guth).[10.11] Ellos demostraron
que si el cuenco de energía potencial se hubiese hecho poco a poco más suave
y más inclinado, como en la figura 10.2, no habría sido necesario ningún salto
cuántico: el valor del campo de Higgs hubiera rodado rápidamente hasta el
valle, de forma muy parecida a como una bola rueda cuesta abajo por una
colina. El resultado es que si un campo de Higgs actuaba como una constante
cosmológica, lo hacía solamente durante un breve instante.
La segunda diferencia es que mientras Einstein escogió cuidadosa y
arbitrariamente el valor de la constante cosmológica —la cantidad de energía
y presión negativa que aportaba a cada volumen de espacio— de modo que su
fuerza repulsiva hacia afuera equilibrara exactamente la fuerza atractiva hacia
adentro que surge de la materia y radiación ordinaria en el cosmos, Guth pudo
estimar la energía y la presión negativa aportada por los campos de Higgs que
él y Tye habían estado estudiando. Y la respuesta que encontró era más de
Página 331
FIGURA 10.2. Una protuberancia más suave permitirá que el valor del campo de Higgs ruede
hasta el valle de energía cero más fácilmente y más uniformemente en todo el espacio.
100000000000000000000000000000000000000000000000000000000
00000000000000000000000000000000000000000000 (1O100) veces mayor
que el valor que Einstein había escogido. Este número es enorme,
obviamente, y por ello el empuje hacia afuera suministrado por la gravedad
repulsiva del campo de Higgs es monumental comparado con lo que Einstein
imaginó originalmente con la constante cosmológica.
Ahora bien, si combinamos estas dos observaciones —que el campo de
Higgs permanece en la meseta, en el estado de presión negativa y alta energía,
sólo durante el más breve de los instantes, y que mientras está en la meseta, el
empuje repulsivo hacia afuera que genera es enorme— ¿qué tenemos? Bien,
como Guth comprendió, tenemos una ráfaga expansiva de corta vida. En otras
palabras, tenemos exactamente lo que le faltaba a la teoría del big bang: un
bang, y uno grande. Por eso es por lo que el descubrimiento de Guth es algo
que provoca excitación.[10.12]
La imagen cosmológica que emerge de la idea revolucionaria de Guth es
entonces la siguiente. Hace mucho tiempo, cuando el universo era
enormemente denso, su energía estaba transportada por un campo de Higgs
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asentado en un valor lejos del punto más bajo de su cuenco de energía
potencial. Para distinguir este campo de Higgs particular de otros (tales como
el campo de Higgs electrodébil responsable de dar masa a los tipos de
partículas familiares, o el campo de Higgs que aparece en teorías de gran
unificación)[10.13] se le denomina normalmente el campo inflatón. Debido a su
presión negativa, el campo inflatón generó una repulsión gravitatoria
gigantesca que impulsó a cada región del espacio a alejarse de todas las
demás; en el lenguaje de Guth, el inflatón impulsó al universo a inflarse. La
repulsión duró sólo unos 10 ’5 segundos, pero fue tan poderosa que incluso en
ese breve momento el universo se hinchó en un factor enorme. Dependiendo
de detalles tales como la forma precisa de la energía potencial del campo
inflatón, el universo pudo haberse expandido fácilmente en un factor de 1030,
1050, o 10100 o más.
Estos números son espectaculares. Un factor de expansión de 1030 —una
estimación conservadora— sería como ampliar la escala de una molécula de
ADN hasta aproximadamente el tamaño de la Vía Láctea, y en un intervalo de
tiempo que es mucho más corto que una milmillonésima de una trillonésima
de un parpadeo. En comparación, incluso este factor de expansión
conservador es trillones de veces la expansión que hubiera ocurrido según la
teoría del big bang estándar durante el mismo intervalo de tiempo, y supera al
factor de expansión total que ha ocurrido de forma acumulativa sobre los
14.000 millones de años siguientes. En los muchos modelos de inflación en
los que el factor de expansión calculado es mucho mayor que 1030, la
extensión espacial resultante es tan enorme que la región que podemos ver,
incluso con el telescopio más potente, no es sino una minúscula fracción del
universo total. Según estos modelos, ninguna de la luz emitida desde la
inmensa mayor parte del universo podría habernos llegado todavía, y gran
parte de ella no llegará hasta mucho después de que el Sol y la Tierra hayan
muerto. Si el cosmos entero se redujera en escala hasta el tamaño de la Tierra,
la parte accesible a nosotros sería mucho más pequeña que un grano de arena.
Aproximadamente 10-35 segundos después de que empezara la ráfaga, el
campo inflatón encontró su salida de la meseta de alta energía y su valor en
todo el espacio se deslizó hasta el fondo del cuenco, desactivando el empuje
repulsivo. Y cuando el campo inflatón rodó hacia abajo, cedió su energía
sobrante para la producción de partículas de materia ordinaria y radiación —
como una niebla que se concentra en la hierba en el rocío de la mañana— que
llenaron uniformemente el espacio en expansión.[10.14] A partir de entonces, la
historia es esencialmente la de la teoría del big bang estándar: el espacio
Página 333
siguió expandiéndose y enfriándose tras la ráfaga expansiva, permitiendo que
las partículas de materia se agruparan en estructuras como galaxias, estrellas y
planetas que lentamente se disponían en el universo que vemos actualmente,
como se ilustra en la figura 10.3.
El descubrimiento de Guth —bautizado como cosmología inflacionaria—
junto con las importantes mejoras aportadas por Linde, y por Albrecht y
Steinhardt, proporcionó una explicación para lo que desencadena la expansión
del espacio. Un campo de Higgs asentado en su valor de energía cero puede
proporcionar una explosión que impulsa al espacio a hincharse. Guth
proporcionó un bang al big bang.
El marco inflacionario
Página 334
precisos de la ráfaga expansiva —cuándo sucedió, cuánto duró, la intensidad
del empuje, el factor en que se expandió el universo durante la ráfaga, la
cantidad de energía que depositó la inflación en la materia ordinaria cuando la
ráfaga finalizó, y así sucesivamente— depende de detalles, muy en especial
de la forma y tamaño de la energía potencial del campo inflatón, que están
actualmente más allá de nuestra capacidad de deducir a partir de
consideraciones teóricas solamente. De modo que durante muchos años los
físicos han estudiado todo tipo de posibilidades —varias formas para la
energía potencial, varios números de los campos inflatón que funcionan en
conjunto, y así sucesivamente— y han determinado qué elecciones dan lugar
a teorías compatibles con las observaciones astronómicas. Lo importante es
que hay aspectos de las teorías cosmológicas inflacionarias que trascienden
los detalles y son comunes a prácticamente cualquier realización. La propia
ráfaga expansiva, por definición, es una de estas características y por ello
cualquier modelo inflacionario tiene un bang. Pero hay otras características
inherentes a todos los modelos inflacionarios que son vitales porque resuelven
problemas importantes que han desconcertado a la cosmología del big bang
estándar.
FIGURA 10.3. (a) La cosmología inflacionaria introduce una ráfaga rápida e intensa de
expansión espacial en un momento temprano en la historia del universo, (b) Tras la ráfaga, la
Página 335
evolución del universo se empalma con la evolución estándar que predice la teoría en el
modelo del big bang.
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transcurrido desde el big bang. Si su separación es menor que la distancia que
pudo recorrer la luz en el tiempo transcurrido desde el big bang, entonces las
regiones podrían haberse influido mutuamente; en caso contrario, no podrían
hacerlo. Ahora, usted podría pensar que todas las regiones del universo
observable podrían haber interaccionado con todas las demás si nos
remontamos hasta casi el principio, porque cuanto más hacia atrás
rebobinamos la película, más se acercan las regiones y con ello es más fácil
que interaccionen. Pero este razonamiento es demasiado precipitado; no tiene
en cuenta el hecho de que las regiones del espacio no sólo estaban más
próximas sino que también había menos tiempo para que se comunicaran.
Para hacer un análisis adecuado, imagine que pasa la película cósmica al
revés, aunque centrándose en dos regiones del espacio que actualmente están
en lados opuestos del universo observable —regiones que están tan distantes
que actualmente cada una de ellas está más allá de la esfera de influencia de la
otra—. Si para reducir a la mitad su separación tenemos que rebobinar la
película cósmica más de la mitad de su metraje, entonces, incluso si las
regiones del espacio estaban más próximas, la comunicación entre ellas
todavía era imposible: estaban a la mitad de distancia, pero el tiempo
transcurrido desde el big bang era menos de la mitad de lo que es hoy, y por
ello la luz sólo había podido recorrer menos de la mitad. Del mismo modo, si
desde ese momento de la película tenemos que retroceder más de la mitad
hasta el principio para reducir de nuevo a la mitad la separación entre las
regiones, la comunicación se hace aún más difícil. Con este tipo de evolución
cósmica, incluso si las regiones estaban más próximas en el pasado, se hace
más enigmático —no menos— que se las arreglaran de alguna manera para
igualar sus temperaturas. Comparado con la distancia que la luz puede
recorrer, las regiones se separan cada vez más a medida que las examinamos
cada vez más atrás en el tiempo.
Esto es exactamente lo que sucede en la teoría del big bang estándar. En
el big bang estándar, la gravedad actúa solamente como una fuerza atractiva,
y así, desde el principio ha estado actuando para frenar la expansión del
espacio. Ahora bien, si algo se está frenando, necesitará más tiempo para
cubrir una distancia dada. Por ejemplo, imagine que Secretariat[*27] ha salido
con un ritmo trepidante y ha cubierto la primera mitad de una carrera en dos
minutos, pero puesto que no está en su mejor día, se frena bastante durante la
segunda mitad y tarda tres minutos más en llegar a la meta. Cuando viéramos
una película de la carrera al revés, tendríamos que rebobinar la película más
de la mitad para ver a Secretariat en la marca de mitad de la carrera
Página 337
(habríamos tenido que rebobinar los cinco minutos de película de la carrera
hasta la marca de los dos minutos). Análogamente, puesto que en la teoría del
big bang estándar la gravedad frena la expansión del espacio, desde cualquier
punto en la película cósmica tenemos que rebobinar más de la mitad en el
tiempo para reducir a la mitad la separación entre las dos regiones. Y, como
antes, esto significa que, incluso si las regiones del espacio estaban más
próximas en tiempos anteriores, era más difícil —no menos— que se
influyeran mutuamente y por ello más enigmático —no menos— que de
alguna manera llegaran a la misma temperatura.
Los físicos definen el horizonte cósmico de una región (u horizonte para
abreviar) como las regiones más distantes del espacio circundante que están
suficientemente próximas a la región dada para que las dos hayan
intercambiado señales luminosas en el tiempo transcurrido desde el big bang.
Es algo análogo a los objetos más distantes que podemos ver en la superficie
de la Tierra desde cualquier punto de vista particular.[10.15] El problema del
horizonte es, entonces, el enigma, inherente en las observaciones, que plantea
el hecho de que regiones cuyos horizontes han estado siempre separados —
regiones que nunca podrían haber interaccionado, comunicado o ejercido
ningún tipo de influencia unas sobre otras— tienen pese a todo temperaturas
casi idénticas.
El problema del horizonte no implica que el modelo del big bang estándar
sea erróneo, pero reclama una explicación. La cosmología inflacionaria ofrece
una.
En la cosmología inflacionaria había un breve instante durante el cual la
gravedad era repulsiva y esto impulsó al espacio a expandirse cada vez más
rápido. Durante esta parte de la película cósmica, usted tendría que rebobinar
la película menos de la mitad para reducir a la mitad la distancia entre las dos
regiones. Piense en una carrera en la que Secretaria! cubre la primera mitad
de la carrera en dos minutos y, puesto que está haciendo la carrera de su vida,
acelera y cubre la segunda mitad en un minuto. Usted sólo habría tenido que
rebobinar la película de tres minutos de la carrera hasta la marca del minuto
dos —menos de la mitad hacia atrás— para verlo en el punto medio de la
carrera. Análogamente, la separación cada vez más rápida de dos regiones
cualesquiera del espacio durante la expansión inflacionaria implica que
reducir a la mitad su separación requiere rebobinar la película cósmica menos
—mucho menos— que la mitad de su metraje. Por lo tanto, a medida que
vamos más hacia atrás en el tiempo se hace más fácil que dos regiones
cualesquiera del espacio se influyan mutuamente, porque, hablando en
Página 338
términos proporcionales, tienen más tiempo para comunicarse. Los cálculos
muestran que si la fase de expansión inflacionaria impulsó al espacio para
expandirse en al menos un factor 1O30, una cantidad que se consigue
fácilmente en simulaciones específicas de la expansión inflacionaria, todas las
regiones del espacio que vemos actualmente —todas las regiones del espacio
cuya temperatura hemos medido— pudieron comunicarse tan fácilmente
como la cocina y la sala de estar contigua, y con ello llegar eficientemente a
una temperatura común en los instantes más tempranos del universo.[10.16] En
pocas palabras, el espacio se expande con suficiente lentitud al principio para
que se haya establecido en general una temperatura uniforme, y luego,
mediante una intensa ráfaga expansiva cada vez más rápida, el universo
compensa la salida más lenta y separa ampliamente las regiones vecinas.
Así es como la cosmología inflacionaria explica la de otro modo
misteriosa uniformidad de la radiación de fondo de microondas que llena el
espacio.
Página 339
Ahora, el rompecabezas.
Las ecuaciones de la relatividad general, que subyacen al modelo del big bang
estándar, muestran que si la densidad de materia/energía en el principio era
exactamente igual a la densidad crítica, entonces permanecería igual a la
densidad crítica a medida que el espacio se expandía.[10.17] Pero si la densidad
de materia/energía fuera siquiera ligeramente más o ligeramente menos que la
densidad crítica, la expansión posterior la alejaría enormemente de la
densidad crítica. Sólo para hacerse una idea de los números, si un segundo
después del big bang el universo estaba casi en la criticalidad, teniendo un
99,99 por 100 de la densidad crítica, los cálculos muestran que hoy su
densidad se habría rebajado hasta 0,00000000001 de la densidad crítica. Esto
se parece a la situación a la que se enfrenta un escalador que está caminando
por una cresta estrecha con una pierna a cada lado. Si su paso es correcto,
seguirá sobre ella. Pero incluso un minúsculo paso en falso hacia la izquierda
o hacia la derecha será amplificado para dar un resultado muy diferente. (Y, a
riesgo de tener demasiadas analogías, esta característica del modelo estándar
me recuerda también la ducha que había en el dormitorio de mi facultad hace
años: si uno conseguía mantener el grifo perfectamente, podía obtener una
temperatura del agua agradable. Pero si se equivocaba en lo más mínimo, en
un sentido o en otro, se exponía a quedar escaldado o congelado. Algunos
estudiantes dejaron de ducharse.)
Durante décadas, los físicos han estado intentando medir la densidad de
materia/energía en el universo. En la década de 1980, aunque las medidas
estaban lejos de ser completas, una cosa era segura: la densidad de
materia/energía del universo no es miles y miles de veces más pequeña o más
grande que la densidad crítica; dicho de forma equivalente, el espacio no está
curvado de forma sustancial, ni positiva ni negativamente. Esto arrojaba una
luz incómoda sobre el modelo del big bang estándar. Implicaba que para que
el big bang estándar fuera compatible con las observaciones, algún
mecanismo —uno que nadie podía explicar o identificar— debía haber
ajustado la densidad materia/energía del universo primitivo en un valor
extraordinariamente próximo a la densidad crítica. Por ejemplo, los cálculos
mostraban que un segundo después del big bang, la densidad de
materia/energía del universo tendría que haber estado a menos de una
millonésima de millonésima de un uno por 100 de la densidad crítica; si la
densidad de materia/energía se desviara del valor crítico en algo más que esta
minúscula cantidad, el modelo de big bang estándar predice para hoy una
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densidad de materia/energía que es enormemente diferente de la que
observamos. Según el modelo del big bang estándar, el universo primitivo,
igual que el escalador, se mantenía sobre un filo extraordinariamente
estrecho. Una minúscula desviación en las condiciones hace miles de millones
de años habría llevado a un universo actual muy diferente del que revelan las
medidas de los astrónomos. Esto se conoce como el problema de la planitud.
Aunque hemos cubierto la idea esencial, es importante entender en qué
sentido el problema de la planitud es un problema. El problema de la planitud
no prueba en modo alguno que el modelo del big bang estándar sea erróneo.
Un creyente convencido reacciona al problema de la planitud con un
encogimiento de hombros y la réplica «así es simplemente como era
entonces», tomando la densidad de materia/energía finamente ajustada del
universo primitivo —que el big bang estándar requiere para hacer
predicciones que encajen con las observaciones— como un dato inexplicado.
Pero esta respuesta hace retroceder a la mayoría de los físicos. Los físicos
sienten que una teoría es muy poco natural si su éxito se basa en ajustes
extraordinariamente precisos de las características para los que carecemos de
una explicación fundamental. Sin suministrar una razón de por qué la
densidad de materia/energía del universo primitivo habría estado tan
finamente ajustada a un valor aceptable, muchos físicos encuentran el modelo
del big bang estándar muy retorcido. Así pues, el problema de la pla- nitud
ilustra la extrema sensibilidad del modelo del big bang estándar a condiciones
en el pasado remoto de las que sabemos muy poco; muestra cómo debe
suponer la teoría que era exactamente el universo para que pueda funcionar.
Por el contrario, los físicos desean teorías cuyas predicciones sean
insensibles a cantidades desconocidas tales como el estado de las cosas hace
mucho tiempo. Dichas teorías parecen robustas y naturales porque sus
predicciones no dependen de detalles que son difíciles, o quizá incluso
imposibles, de determinar directamente. Este es el tipo de teoría que
proporciona la cosmología inflacionaria, y su solución al problema de la
planitud ilustra por qué.
La observación esencial es que mientras que la gravedad atractiva
amplifica cualquier desviación respecto a la densidad de materia/energía
crítica, la gravedad repulsiva de la teoría inflacionaria hace lo contrario:
reduce cualquier desviación respecto a la densidad crítica. Para hacerse una
idea de por qué es así, es más fácil utilizar la estrecha conexión entre la
densidad de materia/energía del universo y su curvatura para razonar
geométricamente. En particular, nótese que incluso si la forma del universo
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fuera significativamente curva al principio, tras la expansión inflacionaria una
porción del espacio suficientemente grande para abarcar el universo
observable actual parecería aproximadamente plana. Esta es una característica
de la geometría que todos conocemos: la superficie de un balón de baloncesto
es obviamente curva, pero se necesitó tiempo y tanteos antes de que todo el
mundo se convenciera de que la superficie de la Tierra era también curva. La
razón es que, si todo lo demás se mantiene igual, cuanto más grande es algo,
menor es su curvatura y más plana parece una región de su superficie de un
tamaño dado. Si usted dibuja el estado de Nebraska sobre una esfera de sólo
algunos cientos de kilómetros de diámetro, como en la figura 10.4a, parecería
curvado, pero en la superficie de la Tierra parece plano, precisamente como
entienden todos los nebraskianos. Si usted extendiera Nebraska sobre una
esfera mil millones de veces mayor que la Tierra, parecería más plano aún. En
la cosmología inflacionaria el espacio estaba estirado en un factor tan colosal
que el universo observable, la parte que podemos ver, no es sino un pequeño
parche en un cosmos gigantesco. Y así, igual que sucede con Nebraska
extendida en una esfera gigante como en la figura 10.4b, el universo
observable sería muy aproximadamente plano incluso si el universo entero
estuviera curvado.[10.18]
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Página 343
(a)(b)(c)(d)
FIGURA 10.4. Una forma de tamaño fijo, tal como la del estado de Nebras- ka, parece cada
vez más plana cuando se extiende sobre esferas cada vez mayores. En esta analogía, la esfera
representa al universo entero, mientras que Nebraska representa el universo observable —la
parte dentro de nuestro horizonte cósmico.
Es como si en las botas del escalador y el filo estrecho por el que camina
hubiera imanes potentes y orientados en sentido opuesto. Incluso si da un
paso en falso, la fuerte atracción entre los imanes asegura que sus pies
seguirán correctamente en el filo. Análogamente, incluso si el universo
primitivo se desviara un poco de la densidad de materia/energía crítica y con
ello estuviera lejos de ser plano, la expansión inflacionaria aseguraría que la
parte del espacio a la que tenemos acceso fue impulsada hacia una forma
plana y que la densidad de materia/energía a la que tenemos acceso fue
impulsada al valor crítico.
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Progreso y predicción
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inflacionaria, ha habido evidencia creciente de que el universo tiene un fuerte
lado oscuro.
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Sin embargo, sus análisis detallados demostraban también que las estrellas
permanecerían unidas gravitatoriamente si las galaxias en las que habitaban
estuvieran inmersas en una bola gigante de materia no luminosa (como en la
figura 10.5), cuya masa total superara con mucho la masa del material
luminoso de la galaxia. Y así, de la misma forma que los espectadores en un
teatro infieren la presencia de un mimo vestido de negro incluso si solamente
ven sus manos con guantes blancos revoloteando en un escenario oscuro, los
astrónomos concluyeron que el universo debe estar lleno de materia oscura
—materia que no se condensa en estrellas y por ello no emite luz, y que así
ejerce una atracción gravitatoria sin revelarse visiblemente—. Los
constituyentes luminosos del universo —estrellas— se revelaron como boyas
flotando en un océano gigante de materia oscura.
FIGURA 10.5. Una galaxia inmersa en una bola de materia oscura (con la materia oscura
artificialmente resaltada para hacerla visible en la figura).
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Pero si la materia oscura debe existir para producir los movimientos
observados de estrellas y galaxias, ¿de qué está hecha? Hasta ahora, nadie lo
sabe. La identidad de la materia oscura sigue siendo un misterio amenazador,
aunque astrónomos y físicos han sugerido numerosos constituyentes posibles
que van desde varios tipos de partículas exóticas hasta un baño cósmico de
agujeros negros en miniatura. Pero incluso sin determinar su composición,
analizando cuidadosamente sus efectos gravitatorios los astrónomos han
podido determinar con gran precisión cuánta materia oscura hay dispersa por
el universo. Y la respuesta que han encontrado equivale a aproximadamente
un 25 por 100 de la densidad crítica.[10.21] Así, junto con el 5 por 100
encontrado en la materia visible, la materia oscura eleva nuestra cuenta hasta
el 30 por 100 de la cantidad predicha por la cosmología inflacionaria.
Bien, esto es ciertamente un progreso, pero durante mucho tiempo los
científicos se rascaron la cabeza preguntándose cómo dar cuenta del 70 por
100 restante del universo, que, si la cosmología inflacionaria era correcta, se
había ausentado sin permiso. Pero luego, en 1998, dos grupos de astrónomos
llegaron a la misma conclusión sorprendente, que hace que nuestra historia
cierre el círculo y revela una vez más la perspicacia de Albert Einstein.
El universo desbocado
De la misma forma que usted puede buscar una segunda opinión para
confirmar un diagnóstico médico, también los físicos buscan segundas
opiniones cuando tienen datos o teorías que apuntan a resultados enigmáticos.
De estas segundas opiniones, las más convincentes son las que llegan a la
misma conclusión desde un punto de vista que difiere drásticamente del
análisis original. Cuando las flechas explicato- rias convergen en un punto
desde ángulos diferentes hay una buena probabilidad de que estén apuntando
en la buena dirección. Era natural entonces, teniendo en cuenta que la
cosmología inflacionaria suge-
ría algo muy extraño —que el 70 por 100 de la masa/energía del universo
tiene aún que ser medida o identificada— que los físicos desearan una
confirmación independiente. Se sabía desde hacía tiempo que las medidas del
parámetro de deceleración servirían para este propósito.
Desde inmediatamente después de la ráfaga inflacionaria inicial, la
gravedad atractiva ordinaria ha estado frenando la expansión del espacio. El
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ritmo al que ocurre este frenado se denomina parámetro de deceleración. Una
medida precisa del parámetro proporcionaría una idea independiente sobre la
cantidad total de materia en el universo: más materia, ya emita luz o no,
implica una mayor atracción gravitatoria y con ello un frenado más
pronunciado de la expansión espacial.
Durante muchas décadas, los astrónomos han estado tratando de medir la
deceleración del universo, pero aunque hacerlo es simple en teoría, es un reto
en la práctica. Cuando observamos cuerpos celestes lejanos tales como
galaxias o cuásares los estamos viendo tal como eran hace mucho tiempo:
cuanto más lejos están, más atrás en el tiempo estamos mirando. Por eso, si
pudiéramos medir con qué rapidez se están alejando de nosotros, tendríamos
una medida de con qué rapidez se estaba expandiendo el universo en el
pasado lejano. Además, si pudiéramos llevar a cabo tales medidas para
objetos astronómicos situados a distancias muy diferentes, habríamos medido
el ritmo de expansión del universo en momentos muy diferentes en el pasado.
Comparando estos ritmos de expansión, podríamos determinar cómo se está
frenando en el tiempo la expansión del espacio y determinar así el parámetro
de deceleración.
Así pues, llevar a cabo esta estrategia para medir el parámetro de
deceleración requiere dos cosas: un medio de determinar la distancia a un
objeto astronómico dado (de modo que sepamos cuánto atrás en el tiempo
estamos mirando) y un medio de determinar la velocidad con la que el objeto
se está alejando de nosotros (de modo que sepamos el ritmo de la expansión
espacial en ese instante en el pasado). El último ingrediente es más fácil de
obtener. De la misma forma que el tono de la sirena de un coche de la policía
desciende a tonos más bajos cuando se aleja rápidamente de nosotros, la
frecuencia de vibración de la luz emitida por una fuente astronómica también
desciende cuando el objeto se aleja. Y puesto que la luz emitida por átomos
como los de hidrógeno, helio y oxígeno —átomos que están entre los
constituyentes de estrellas, cuásares y galaxias— ha sido cuidadosamente
estudiada en condiciones de laboratorio, puede hacerse una determinación
precisa de la velocidad del objeto examinando cómo difiere la luz que
recibimos de éste de la luz que vemos en el laboratorio.
Pero el primer ingrediente, un método para determinar exactamente la
distancia a la que está un objeto ha sido un dolor de cabeza para el astrónomo.
Cuanto más lejos está algo, más tenue esperamos que se vea, pero convertir
esta simple observación en una medida cuantitativa es difícil. Para estimar la
distancia a un objeto por su brillo aparente usted necesita saber su brillo
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intrínseco —cómo brillaría si estuviese cerca de usted—. Y es difícil
determinar el brillo intrínseco de un objeto a miles de millones de años luz.
La estrategia general consiste en buscar un tipo de cuerpos celestes que, por
razones astrofísicas fundamentales, siempre se consumen con un brillo
estándar. Si el espacio estuviera salpicado de bombillas brillantes de 100
vatios, eso serviría, puesto que podríamos determinar fácilmente la distancia a
una bombilla dada basándonos en lo tenue que se ve (aunque sería un reto ver
bombillas de 100 vatios muy alejadas). Pero puesto que el espacio no está
dotado de ellas, ¿qué puede desempeñar el papel de bombillas con brillo
estándar o, en la jerga astronómica, qué puede desempeñar el papel de
candelas estándar! Durante años los astrónomos han estudiado varias
posibilidades, pero la can- didata más satisfactoria hasta la fecha es una clase
particular de explosiones de supernova.
Cuando las estrellas agotan su combustible nuclear, la presión hacia
afuera originada por la fusión nuclear en el corazón de la estrella disminuye y
la estrella empieza a implosionar bajo su propio peso. Cuando el corazón de
la estrella se aplasta sobre sí mismo, su temperatura aumenta rápidamente, lo
que a veces produce una enorme explosión que desprende las capas externas
de la estrella en una brillante exhibición de fuegos artificiales celestes. Dicha
explosión se conoce como una supernova; durante algunas semanas, una
simple estrella que explota puede verse tan brillante como mil millones de
soles. Esto es verdaderamente desconcertante: ¡una única estrella tan brillante
como casi toda una galaxia! Diferentes tipos de estrellas —de diferentes
tamaños, con diferentes abundancias atómicas y demás— dan lugar a
diferentes tipos de explosiones de supernova, pero durante muchos años los
astrónomos se han dado cuenta de que ciertas explosiones de supernova
siempre parecen tener el mismo brillo intrínseco. Éstas son las explosiones de
supernova tipo la.
En una supernova tipo la, una estrella enana blanca —una estrella que ha
agotado su suministro de combustible nuclear pero tiene una masa
insuficiente para producir por sí misma una explosión de supernova—
absorbe el material de la superficie de una estrella acompañante próxima.
Cuando la masa de la estrella enana alcanza un valor crítico particular,
aproximadamente 1,4 veces la masa del Sol, sufre una reacción nuclear
desbocada que hace que la estrella pase a supernova. Puesto que tales
explosiones de supernova ocurren cuando la estrella enana alcanza la misma
masa crítica, las características de la explosión, incluyendo su brillo intrínseco
global, son básicamente las mismas de un episodio a otro. Además, puesto
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que las supernovas, a diferencia de las bombillas de 100 vatios, son tan
fantásticamente potentes, no sólo tienen un brillo estándar sino que también
pueden verse de forma clara a través del universo. Son así candidatas
principales para candelas estándar.[10.22]
En la década de 1990, dos grupos de astrónomos, uno dirigido por Saúl
Perlmutter en el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley, y el otro dirigido
por Brian Schmidt en la Universidad Nacional Australiana, se propusieron
determinar la deceleración —y con ello la masa/energía total— del universo
midiendo las velocidades de recesión de supernovas tipo la. Identificar una
supernova de tipo la es bastante simple porque la luz que genera su explosión
sigue una pauta característica de ascenso rápido para disminuir luego poco a
poco en intensidad. Pero captar una supernova tipo la en el momento exacto
de producirse no es pequeña hazaña, puesto que sólo ocurren
aproximadamente una vez cada algunos cientos de años en una galaxia típica.
No obstante, gracias a la técnica innovadora de observar simultáneamente
miles de galaxias con telescopios de amplio campo de visión, los equipos
pudieron encontrar casi cuatro docenas de supernovas de tipo la a varias
distancias de la Tierra. Después de determinar laborío- sámente las distancias
y velocidades de recesión de cada una, ambos grupos llegaron a un conclusión
completamente inesperada: desde que el universo tenía unos 7.000 millones
de años, su ritmo de expansión no ha estado decelerándose. Por el contrario,
el ritmo de expansión ha estado acelerándose.
Los grupos concluyeron que la expansión del universo se frenó durante
los primeros 7.000 millones de años tras la ráfaga inicial, de forma muy
parecida a como un automóvil se frena cuando se acerca al peaje de una
autopista. Esto era lo esperado. Pero los datos revelaban que, como un
conductor que aprieta el pedal del acelerador después de pasar por la cabina
de pago, la expansión del universo ha estado acelerándose desde entonces. El
ritmo de expansión del espacio 7.000 millones de años después del bang era
menor que el ritmo de expansión 8.000 millones de años después del bang,
que era menor que el ritmo de expansión 9.000 millones de años después del
bang, y así sucesivamente, todos lo cuales son menores que el ritmo de
expansión hoy. La deceleración esperada de la expansión espacial ha
resultado ser una aceleración inesperada.
Pero ¿cómo podía ser esto? Bien, la respuesta ofrece la segunda opinión
corroboradora con respecto al 70 por 100 ausente de la masa/energía que los
físicos habían estado buscando.
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El 70 por 100 ausente
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la expansión acelerada que habían observado requería un empuje hacia afuera
de una constante cosmológica cuya energía oscura aporta aproximadamente el
70 por 100 de la densidad crítica.
Éste es un número extraordinario. Si es correcto, no sólo la materia
ordinaria —protones, neutrones, electrones— constituye apenas un raquítico
5 por 100 de la masa/energía del universo, y no sólo la forma actualmente no
identificada de materia oscura constituye al menos cinco veces esa cantidad,
sino que también la mayoría de la masa/energía en el universo es aportada por
una forma completamente diferente y más bien misteriosa de energía oscura
que está distribuida por el espacio. Si estas ideas son correctas, amplían de
forma espectacular la revolución copemicana: no sólo no somos el centro del
universo, sino que la materia de la que estamos hechos es una especie de
restos flotantes en el océano cósmico. Si protones, neutrones y electrones
hubieran quedado fuera del gran diseño, la masa/energía total del universo
apenas hubiera disminuido.
Pero hay una segunda razón igualmente importante por la que el 70 por
100 es un número extraordinario. Una constante cosmológica que aporta el 70
por 100 de la densidad crítica, junto con el 30 por 100 procedente de la
materia ordinaria y la materia oscura, elevaría la masa/energía total del
universo hasta el 100 por 100 predicho por la cosmología inflacionaria. Así
pues, el empuje hacia afuera puesto de manifiesto por los datos de supernovas
puede explicarse precisamente por la cantidad correcta de energía oscura
necesaria para dar cuenta del 70 por 100 invisible del universo que los
cosmólogos inflacionarios habían estado buscando. Las medidas de
supernovas y la cosmología inflacionaria son maravillosamente
complementarias. Cada una de ellas confirma la otra. Cada una proporciona
una segunda opinión corroboradora para la otra.[10.24]
Combinando los resultados observacionales de las supernovas con las
ideas teóricas de la inflación llegamos al siguiente esbozo de la evolución
cósmica, resumido en la figura 10.6. Inicialmente la energía del universo era
transportada por el campo inflatón, que estaba fuera de su estado de mínima
energía. Debido a su presión negativa, el campo inflatón desencadenó una
intensa ráfaga de expansión inflacionaria. Luego, unos 10 35 segundos más
tarde, cuando el campo inflatón se deslizó hacia abajo por su cuenco de
energía potencial, la ráfaga de expansión llegó a su fin y el inflatón liberó su
energía sobrante para la producción de materia y radiación ordinarias.
Durante muchos miles de millones de años, estos constituyentes familiares del
universo ejercieron una atracción gravitatoria ordinaria que frenó la expansión
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espacial. Pero a medida que el universo crecía y se enrarecía, la atracción
gravitatoria disminuyó. Hace aproximadamente 7.000 millones de años la
atracción gravitatoria ordinaria se hizo suficientemente débil para que la
repulsión gravitatoria de la constante cosmológica del universo se hiciera
dominante, y desde entonces el ritmo de expansión espacial ha estado
creciendo continuamente.
FIGURA 10.6. Una línea cronológica de evolución cósmica, (a) Ráfaga inflacionaria. (b)
Evolución big bang estándar, (c) Era de expansión acelerada.
Aproximadamente 100.000 millones de años a partir de ahora, todas las
galaxias salvo las más próximas serán arrastradas por el hinchamiento del
espacio a velocidad más rápida que la luz y así sería imposible que las
viéramos, independientemente de la potencia de los telescopios utilizados. Si
estas ideas son correctas, en el futuro lejano el universo será un lugar enorme,
vacío y solitario.
Interrogantes y progresos
Con estos descubrimientos parecía evidente que las piezas del rompecabezas
cosmológico estaban encajando. Las preguntas que dejaba sin respuesta la
teoría del big bang estándar —¿qué desencadenó el hin- chamiento del
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espacio?, ¿por qué es tan uniforme la temperatura de la radiación de fondo de
microondas? , ¿por qué el espacio parece tener una forma plana?— eran
abordadas por la teoría inflacionaria. Incluso así, se han seguido acumulando
las cuestiones espinosas respecto a los orígenes fundamentales: ¿hubo una era
antes de la ráfaga inflacionaria, y si la hubo, cómo fue?, ¿qué introdujo un
campo inflatón desplazado de su configuración de mínima energía para iniciar
la expansión inflacionaria? Y, la pregunta más reciente de todas, ¿por qué está
el universo aparentemente compuesto de tal mezcla de ingredientes —5 por
100 de materia familiar, 25 por 100 de materia oscura, 70 de energía oscura?
—. A pesar del hecho enormemente gratificante de que esta receta cósmica
coincide con la predicción de la inflación de que el universo debería tener un
100 por 100 de la densidad crítica, y aunque simultáneamente explica la
expansión acelerada encontrada en los estudios de supernova, muchos físicos
consideran esta mezcolanza muy poco atractiva. ¿Por qué, se han preguntado
muchos, la composición del universo ha resultado ser tan complicada? ¿Por
qué hay un puñado de ingredientes dispares con abundancias tan
aparentemente aleatorias? ¿Hay algún plan subyacente razonable que los
estudios teóricos aún no han revelado?
Nadie ha adelantado ninguna respuesta convincente a estas preguntas;
están entre los problemas de investigación apremiantes que impulsan la
investigación cosmológica actual y sirven para recordarnos muchos de los
nudos entrelazados que aún debemos desenredar antes de que podamos
afirmar que hemos entendido por completo el nacimiento del universo. Pero a
pesar de los desafíos importantes que quedan, la inflación sigue en la
vanguardia de la teoría cosmológica. Por supuesto, la creencia de los físicos
en la inflación está basada en los logros que hemos discutido hasta ahora.
Pero la confianza en la cosmología inflacionaria tiene raíces aún más
profundas. Como veremos en el próximo capítulo, otras consideraciones —
procedentes de descubrimientos tanto teóricos como observacionales— han
convencido a muchos físicos que trabajan en el campo de que el marco
inflacionario es la contribución más importante y más duradera de nuestra
generación a la ciencia cosmológica.
Página 355
CUARTA PARTE
Orígenes y unificación
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11
Página 357
que se centrara en escalas astronómicamente grandes —escalas en las que el
universo parece homogéneo, escalas tan grandes que galaxias enteras pueden
considerarse como simples moléculas de H2O mientras que el propio universo
es el vaso de agua entero—. Pero antes o después la cosmología tiene que
enfrentarse al hecho de que cuando se examina el cosmos en escalas «más
finas» se descubren estructuras compactas como galaxias. Y aquí, una vez
más, nos enfrentamos a un rompecabezas.
Si el universo es realmente suave, uniforme y homogéneo a grandes
escalas —características que están apoyadas por la observación y que están en
el corazón de todos los análisis cosmológicos— ¿de dónde pudo proceder la
existencia de grumos en escalas más pequeñas? El creyente acérrimo en la
cosmología del big bang estándar puede, una vez más, no darle importancia a
esta cuestión apelando a condiciones altamente favorables y misteriosamente
ajustadas en el universo primitivo. «Casi en el mismo principio», podría decir
ese creyente, «las cosas eran, más o menos, suaves y uniformes, pero no
perfectamente uniformes. No puedo decir cómo se dieron esas condiciones.
Sencillamente eran así. Con el tiempo, esta minúscula gra- nulosidad creció,
puesto que un grumo tiene mayor atracción gravitatoria, al ser más denso que
su entorno, y por eso captura más material vecino y se hace aún mayor.
Finalmente, los grumos se hacen suficientemente grandes para formar
estrellas y galaxias.» Ésta sería una historia convincente si no fuera por dos
deficiencias: la total carencia de una explicación para la homogeneidad global
inicial y para estas importantes y minúsculas no uniformidades. Aquí es
donde la cosmología inflacionaria proporciona un avance satisfactorio. Ya
hemos visto que la inflación ofrece una explicación para la uniformidad a
gran escala, y como aprenderemos ahora, el poder ex- plicatorio de la teoría
va aún más lejos. Según la cosmología inflacionaria, la no uniformidad inicial
que dio como resultado final la formación de estrellas y galaxias tuvo su
origen en la mecánica cuántica.
Esta magnífica idea sale de un contacto entre dos áreas de la física
aparentemente dispares: la expansión inflacionaria del espacio y el principio
de incertidumbre cuántico. El principio de incertidumbre nos dice que
siempre hay compromisos en la precisión con que pueden determinarse varias
características físicas complementarias en el cosmos. El ejemplo más familiar
(ver el capítulo 4) implica a la materia: cuanto más precisamente se determina
la posición de una partícula, con menos precisión puede determinarse su
velocidad. Pero el principio de incertidumbre también se aplica a los campos.
Por un razonamiento esencialmente idéntico al que utilizamos en su
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aplicación a las partículas, el principio de incertidumbre implica que cuanto
más precisamente se determina el valor de un campo en una localización en el
espacio, con menos precisión puede determinarse su ritmo de cambio en ese
lugar. (La posición de una partícula y la velocidad de cambio de su posición
—su velocidad— desempeñan en mecánica cuántica papeles idénticos al
valor de un campo y la velocidad de cambio del valor del campo en una
localización dada en el espacio.)
Me gusta resumir el principio de incertidumbre diciendo, en términos
generales, que la mecánica cuántica hace las cosas agitadas y turbulentas. Si
la velocidad de una partícula no puede determinarse con total precisión,
tampoco podemos determinar dónde estará localizada la partícula siquiera una
fracción de segundo más tarde, puesto que la velocidad ahora determina la
posición luego. En cierto sentido, la partícula es libre para adoptar esta o esa
velocidad o, más exactamente, asumir una mezcla de muchas velocidades
diferentes, y con ello agitarse frenéticamente, yendo al azar de un lado a otro.
En el caso de los campos, la situación es similar. Si la velocidad de cambio de
un campo no puede determinarse con total precisión, entonces no podemos
determinar cuál será el valor del campo, en ningún lugar, ni siquiera un
momento después. En cierto sentido, el campo ondulará arriba y abajo a una u
otra velocidad, o, más exactamente, asumirá una extraña mezcla de muchas
velocidades de cambio diferentes, y con ello su valor experimentará una
agitación frenética, borrosa y aleatoria.
En la vida cotidiana no somos conscientes directamente de esta agitación,
ya sea en partículas o en campos, porque tiene lugar a escalas subatómicas.
Pero aquí es donde la inflación tiene un gran impacto. La repentina ráfaga de
expansión inflacionaria estiró el espacio en un factor tan enorme que lo que
inicialmente habitaba lo microscópico fue llevado a lo macroscópico. Como
ejemplo clave, los pioneros[11.1] de la cosmología inflacionaria se dieron
cuenta de que diferencias aleatorias entre las agitaciones cuánticas en una
localización espacial y otra habrían generado ligeras inhomogeneidades en el
dominio microscópico; debido a la agitación cuántica indiscriminada, la
cantidad de energía en una localización habría sido algo diferente de lo que
era en otra. Luego, gracias al posterior hinchamiento inflacionario del
espacio, estas minúsculas variaciones habrían sido estiradas hasta escalas
mucho mayores que el dominio cuántico, dando una pequeña cantidad de
granulosidad, de forma muy parecida a como se estiran minúsculas líneas
onduladas dibujadas en un globo con un rotulador a lo largo de su superficie
cuando usted lo hincha. Éste es, en opinión de los físicos, el origen de la
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granulosidad que el creyente acérrimo en el modelo del big bang estándar
despacha simplemente diciendo que «era así», sin dar ninguna justificación.
Gracias al enorme estiramiento de las inevitables fluctuaciones cuánticas, la
cosmología inflacionaria ofrece una explicación: la expansión inflacionaria
estira las minúsculas e inhomogéneas agitaciones cuánticas y las extiende por
el cielo.
Durante los miles de millones de años siguientes, estos grumos
minúsculos siguieron creciendo gracias al agolpamiento gravitatorio. Igual
que en la imagen del big bang estándar, los grumos tienen una atracción
gravitatoria ligeramente mayor que sus entornos, de modo que atraen material
vecino y se hacen aún más grandes. Con el tiempo, los grumos se hacen lo
bastante grandes como para dar la materia que constituye las galaxias y las
estrellas que las pueblan. Ciertamente, hay muchos pasos detallados cuando
se pasa de un grumo a una galaxia, y muchos de ellos todavía están por
explicar. Pero el marco global es claro: en un mundo cuántico, nada es nunca
perfectamente uniforme debido a la agitación inherente al principio de
incertidumbre. Y en un mundo cuántico que experimente expansión
inflaciona- ría, tal uniformidad puede estirarse desde el micromundo hasta
escalas mucho mayores, proporcionando las semillas para la formación de
grandes cuerpos astrofísicos como galaxias.
Ésa es la idea básica, de modo que siéntase libre para saltar al próximo
párrafo. Pero para quienes estén interesados, me gustaría hacer la discusión un
poco más precisa. Recordemos que la expansión inflacionaria terminaba
cuando el valor del campo inflatón se deslizaba hacia abajo por el cuenco de
energía potencial y el campo cedía toda su energía retenida y su presión
negativa. Describíamos esto como algo que sucedía uniformemente en todo el
espacio —el valor inflatón aquí, allí y en todo lugar experimentó la misma
evolución— pues eso es lo que sale de forma natural de las ecuaciones que lo
gobiernan. Sin embargo, esto es estrictamente cierto sólo si ignoramos los
efectos de la mecánica cuántica. En promedio, el valor del campo inflatón se
deslizó realmente hacia abajo por el cuenco, como esperamos al pensar en un
sencillo objeto clásico como una canica que rueda por un plano inclinado.
Pero de la misma forma que es probable que la rana que se desliza por el
cuenco salte y se agite, la mecánica cuántica nos dice que el campo inflatón
experimentó temblores y agitaciones. En su deslizamiento hacia abajo, el
valor del campo puede haber saltado o haber sufrido una pequeña agitación en
uno u otro lugar. Y debido a esta agitación, el inflatón alcanzó el valor de
mínima energía en diferentes lugares en instantes ligeramente diferentes. A su
Página 360
vez, la expansión inflacionaria cesó en instantes ligeramente diferentes en
diferentes localizaciones en el espacio, de modo que la cantidad de expansión
espacial varió ligeramente de un lugar a otro, dando lugar a
inhomogeneidades —arrugas— similares a las que se ven cuando el que
prepara la pizza estira la masa un poco más en un lugar que en otro y crea un
pequeño bulto. Ahora, la intuición normal dice que las agitaciones que surgen
de la mecánica cuántica serían demasiado pequeñas para ser relevantes a
escalas astrofísicas. Pero con inflación, el espacio se expandió a una
velocidad tan colosal, duplicándose en tamaño cada 10"'7 segundos, que
incluso una duración de la inflación ligeramente diferente en lugares vecinos
dio como resultado una arruga importante. De hecho, los cálculos llevados a
cabo para realizaciones específicas de la inflación han mostrado que las
realizaciones generadas de esta manera tienen tendencia a ser demasiado
grandes; los investigadores suelen tener que ajustar los detalles en un modelo
inflacionario dado (la forma precisa del cuenco de energía potencial del
campo inflatón) para asegurar que la agitación cuántica no predice un
universo que sea demasiado grumoso. Y de ese modo, la cosmología
inflacionaria proporciona un mecanismo a medida para entender cómo
emergió la uniformidad a pequeña escala responsable de estructuras grumosas
como estrellas y galaxias en un universo que en la mayor de las escalas
aparece completamente homogéneo.
Según la inflación, los más de 100.000 millones de galaxias, salpicadas
por el espacio como diamantes celestes, no son otra cosa que mecánica
cuántica escrita en letras grandes en el cielo. Para mí, esta idea es una de las
mayores maravillas de la era científica moderna.
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podría ser de 2,7249 Kelvin en un punto del espacio, podría ser de 2.7250
Kelvin en otro, y 2.7251 en otro.
Lo maravilloso es que estas variaciones de temperatura
extraordinariamente pequeñas siguen una pauta en el cielo que puede ser
explicada atribuyéndolas al mismo mecanismo que se ha sugerido para
sembrar la formación de galaxias: fluctuaciones cuánticas estiradas por la
inflación. La idea es que cuando las minúsculas agitaciones cuánticas se
extienden por el espacio, se hacen ligeramente más calientes en una región y
ligeramente más frías en otra: los fotones recibidos desde una región
ligeramente más densa gastan más energía para superar el campo gravitatorio
ligeramente más intenso, y con ello su energía y temperatura son ligeramente
más bajas que las de los fotones recibidos de una región menos densa. Los
físicos han hecho cálculos precisos basados en esta propuesta, y han generado
predicciones de cómo debería variar la temperatura de la radiación de
microondas de un lugar a otro en el cielo, como se ilustra en la figura 11.1a.
(Los detalles no son esenciales, pero el eje horizontal está relacionado con la
separación angular de dos puntos en el cielo y el eje vertical está relacionado
con su diferencia de temperaturas.) En la figura 11.1b estas predicciones se
comparan con observaciones desde satélites, representadas por diamantes
pequeños, y como usted puede ver hay un acuerdo extraordinario.
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estado viajando hacia nosotros, libremente, durante casi 14.000 millones de
años. Han encontrado que fotones que llegan desde diferentes direcciones del
espacio tienen temperaturas casi idénticas, que no difieren en más de unas
diezmilésimas de grado. Además, las observaciones han mostrado que estas
minúsculas diferencias de temperatura forman una figura concreta en el cielo,
mostrada por la ordenada progresión de diamantes en la figura 11.1b. Y
maravilla de maravillas, los cálculos hechos hoy utilizando el marco
inflacionario son capaces de explicar la pauta de estas minúsculas variaciones
de temperatura —variaciones asentadas hace casi 14.000 millones de años—
y, por si fuera poco, la clave para esta explicación implica agitaciones que
aparecen de la incertidumbre cuántica. ¡No está mal!
Este éxito ha convencido a muchos físicos de la validez de la teoría
inflacionaria. Y lo que es de la misma importancia, estas y otras medidas de
precisión, que sólo recientemente se han hecho posibles, han permitido que la
cosmología madure y pase de ser un campo basado en la especulación y la
conjetura a uno más fundado en la observación —una era que ha inspirado a
muchos que trabajan en el campo a calificarla como la edad de oro de la
cosmología.
Creando un universo
Con semejante avance, los físicos se han sentido motivados para ver hasta
dónde puede ir la cosmología inflacionaria. ¿Puede, por ejemplo, resolver el
último misterio, recogido en la pregunta de Leibniz de por qué existe siquiera
un universo? Bien, al menos con nuestro nivel de comprensión actual, eso es
preguntar demasiado. Incluso si una teoría cosmológica fuera a abordar
directamente esta cuestión, podríamos preguntar por qué esa teoría concreta
—sus hipótesis, ingredientes y ecuaciones— era relevante, llevando así
simplemente la cuestión del origen un paso más allá. Si la lógica sola
requiriese de algún modo que el universo exista y esté gobernado por un
único conjunto de leyes con ingredientes únicos, entonces quizá hubiéramos
tenido una historia convincente. Pero, hasta la fecha, esto no es nada más que
un sueño.
Una pregunta relacionada pero algo menos ambiciosa, que también ha
sido formulada de varias maneras a lo largo de los tiempos es: ¿de dónde
procedía toda la masa/energía que constituye el universo? Aquí, aunque la
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cosmología inflacionaria no ofrece una respuesta completa, sí ha arrojado una
nueva e intrigante luz sobre la cuestión.
Para entender cómo, piense en una caja enorme pero flexible llena de
muchos miles de niños bulliciosos, que corren y saltan sin cesar. Imagine que
la caja es totalmente impermeable, de modo que no puede escapar el calor ni
la energía, pero, puesto que es flexible, sus paredes pueden moverse hacia
afuera. Cuando los niños se lanzan implacablemente sobre cada una de las
paredes de la caja —centenares a la vez, seguidos inmediatamente de otros
centenares— la caja se expande continuamente. Usted podría esperar que,
puesto que las paredes son impermeables, la energía encarnada por los
bulliciosos niños se quedara por completo dentro de la caja en expansión.
Después de todo, ¿dónde más podría ir su energía? Bien, aunque es una
proposición razonable, no es completamente correcta. Tiene un lugar para ir.
Los niños gastan energía cada vez que se lanzan contra una pared, y gran
parte de esta energía se transfiere al movimiento de la pared. La propia
expansión de la caja absorbe, y con ello reduce, la energía de los niños.
Incluso si el espacio no tiene paredes, un tipo similar de transferencia de
energía tiene lugar cuando el universo se expande. De la misma forma que los
niños que se mueven rápidamente trabajan en contra de la fuerza hacia
adentro que ejercen las paredes de la caja que se expande, las partículas que
se mueven rápidamente en nuestro universo trabajan contra una fuerza hacia
adentro cuando el espacio se expande: trabajan en contra de la fuerza hacia
adentro de la gravedad. Y de la misma forma que la energía total que
encarnan los niños se reduce porque es transferida continuamente a la energía
de las paredes de la caja que se expande, la energía total transportada por las
partículas ordinarias de materia y la radiación se reduce porque es
continuamente transferida a la gravedad conforme el universo se expande. En
resumen, haciendo una analogía entre la fuerza hacia adentro que ejercen las
paredes de la caja y la fuerza hacia adentro que ejerce la gravedad (una
analogía que se puede formular matemáticamente), concluimos que la
gravedad reduce la energía de las partículas de materia que se mueven
rápidamente y de la radiación cuando el espacio se hincha. La pérdida de
energía de las partículas de movimiento rápido debida a la expansión cósmica
ha sido confirmada por observación de la radiación de fondo de microondas.
[*28]
Modifiquemos ahora un poco nuestra analogía para hacemos una idea del
impacto de un campo inflatón en nuestra descripción del intercambio de
energía a medida que el espacio se expande. Imagine que algunos de los niños
más traviesos enganchan varias bandas elásticas entre las paredes opuestas
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que se mueven hacia afuera. Las bandas elásticas ejercen una presión negativa
hacia adentro sobre las paredes de la caja que tiene un efecto exactamente
opuesto a la presión positiva hacia afuera de los niños; en lugar de transferir
energía a la expansión de la caja, la presión negativa de las bandas elásticas
«chupa» la energía de la expansión. Cuando la caja se expande, las bandas
elásticas se tensan cada vez más, lo que significa que incorporan cantidades
crecientes de energía.
Este escenario modificado es relevante para la cosmología porque, como
hemos aprendido, al igual que las bandas elásticas de los niños traviesos, un
campo inflatón uniforme ejerce una presión negativa dentro de un universo en
expansión. Y así, de la misma forma que la energía total encarnada por las
bandas elásticas aumenta cuando la caja se expande porque extraen energía de
las paredes de la caja, la energía total encarnada por el campo inflatón
aumenta conforme el universo se expande porque extrae energía de la
gravedad.[*29]
Para resumir: a medida que el universo se expande, la materia y la
radiación ceden energía a la gravedad mientras que un campo inflatón gana
energía de la gravedad.
La naturaleza fundamental de estas observaciones se hace evidente
cuando tratamos de explicar el origen de la materia y la radiación que
constituyen las galaxias, estrellas y todo lo demás que puebla el cosmos. En la
teoría del big bang estándar, la masa/energía transportada por la materia y la
radiación ha decrecido continuamente a medida que el universo se ha
expandido, y por ello la masa/energía en el universo primitivo superaba con
mucho a la que vemos hoy. Así pues, en lugar de ofrecer una explicación de
dónde se originó toda la masa/energía que actualmente puebla el universo, el
big bang estándar libra una batalla incesante cuesta arriba: cuanto más atrás
mira la teoría, más masa/energía debe explicar de alguna forma.
En la cosmología inflacionaria, sin embargo, lo cierto es lo contrario.
Recordemos que la teoría inflacionaria defiende que materia y radiación
fueron producidas al final de la fase inflacionaria cuando el campo inflatón
liberó su energía retenida rodando desde la cima al valle en su cuenco de
energía potencial. Por consiguiente, la pregunta relevante es si la teoría puede
dar cuenta de un campo inflatón que, precisamente cuando la fase
inflacionaria llegaba a un final, tenía la fabulosa cantidad de masa/energía
necesaria para dar la materia y la radiación en el universo actual.
La respuesta a esta pregunta es que la inflación puede hacerlo, sin ningún
esfuerzo. Tal como se acaba de explicar, el campo inflatón es un parásito
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gravitatorio —se alimenta de la gravedad— y por eso la energía total que
llevaba el campo inflatón aumentó a medida que el espacio se expandía. Más
exactamente, el análisis matemático muestra que la densidad de energía en el
campo inflatón permaneció constante durante la fase inflacionaria de
expansión rápida, lo que implica que la energía total que incorporaba creció
en proporción directa al volumen del espacio que llenaba. En el capítulo
anterior vimos que el tamaño del universo aumentó en al menos un factor1030
durante la inflación, lo que significa que el volumen del universo aumentó en
un factor de al menos (1030)3 = 1090. Por consiguiente, la energía incorporada
en el campo inflatón se incrementó en este mismo factor enorme: cuando la
fase inflacionaria llegó a su fin, unos 10~35 segundos después de que
empezara, la energía en el campo inflatón creció en un factor del orden de
1090, si no más. Esto significa que en el inicio de la inflación el campo
inflatón no necesitaba tener mucha energía, puesto que la enorme expansión
que iba a generar amplificaría enormemente la energía que portaba. Un
sencillo cálculo muestra que una minúscula pepita, del orden de 10-26
centímetros de diámetro, llena con un campo inflatón uniforme —y que
apenas pesara 10 kilos— adquiriría, gracias a la expansión inflacionaria
correspondiente, suficiente energía para dar cuenta de todo lo que vemos en el
universo actual.[11.2]
Así pues, en abierto contraste con la teoría del big bang estándar en la que
la masa/energía total del universo primitivo estaba mucho más allá de las
palabras, la cosmología inflacionaria, «extrayendo» la gravedad, puede
producir toda la materia ordinaria y la radiación en el universo a partir de una
minúscula mota de 10 kilogramos de espacio lleno de inflatón. Esto no
responde en absoluto a la pregunta de Leib- niz de por qué hay algo en lugar
de nada, puesto que aún tenemos que explicar por qué hay un inflatón o
incluso el espacio que ocupa. Pero lo que necesita explicación pesa mucho
menos que mi perro Rocky, y eso es ciertamente un punto de partida muy
diferente del imaginado en el big bang estándar.[*30]
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ideas básicas de la relatividad general y comprendí que desde nuestro
minúsculo rincón del espaciotiempo podemos aplicar la teoría de Einstein
para aprender acerca de la evolución del cosmos entero. Ahora, algunas
décadas más tarde, el progreso tecnológico está sometiendo estas propuestas
en otro tiempo abstractas acerca del comportamiento del universo en sus
primeros momentos a pruebas observacionales, y las teorías realmente
funcionan.
Recordemos, no obstante, que además de la relevancia general de la
cosmología para la historia del espacio y el tiempo, los capítulos 6 y 7 nos
lanzaron a un estudio de la historia primitiva del universo con un objetivo
específico: encontrar el origen de la flecha del tiempo. Recuerde de aquellos
capítulos que el único marco convincente que encontramos para explicar la
flecha del tiempo era que el universo primitivo tenía un orden
extraordinariamente alto, es decir, una entropía extraordinariamente baja, que
fijó el escenario para un futuro en el que la entropía se hiciera cada vez
mayor. De la misma forma que las páginas de Guerra y paz no hubieran
tenido la capacidad de desordenarse cada vez más si no hubieran estado
ordenadas en algún momento, tampoco el universo hubiera tenido la
capacidad de hacerse cada vez más desordenado —leche que se derrama,
huevos que se rompen, personas que envejecen— a menos que hubiera estado
en una configuración altamente ordenada al principio. El rompecabezas con el
que tropezamos consiste en explicar cómo llegó a darse este punto de partida
de alto orden y baja entropía.
La cosmología inflacionaria ofrece un avance sustancial, pero déjeme
recordarle primero más exactamente el rompecabezas, en caso de que se le
hayan pasado algunos de los detalles relevantes.
Hay una fuerte evidencia y pocas dudas de que, pronto en la historia del
universo, la materia estaba uniformemente dispersa por el espació.
Normalmente, esto sería caracterizado como una configuración de alta
entropía —igual que las moléculas de dióxido de carbono de una botella de
Coca-Cola se dispersan uniformemente por una habitación— y sería tan
tópico que apenas requeriría una explicación. Pero cuando la gravedad cuenta,
como lo hace cuando consideramos el universo entero, una distribución de
materia es una rara configuración altamente ordenada y de baja entropía,
porque la gravedad impulsa a la materia a formar grumos. Análogamente, una
curvatura espacial suave y uniforme también tiene muy baja entropía; es
altamente ordenada comparada con una curvatura espacial no uniforme y
fuertemente bacheada. (De la misma manera que hay muchas formas de que
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las páginas de Guerra y paz estén desordenadas pero sólo una forma de que
estén ordenadas, también hay muchas maneras de que el espacio tenga una
forma desordenada y no uniforme, pero muy pocas maneras en las que puede
estar completamente ordenado, suave y uniforme.) De modo que nos queda el
interrogante: ¿por qué el universo primitivo tenía una distribución de materia
uniforme (altamente ordenada) de baja entropía en lugar de una distribución
de materia granulada (altamente desordenada) y de alta entropía como puede
ser una población de agujeros negros? ¿Y por qué la curvatura del espacio era
suave, ordenada y uniforme con extraordinaria aproximación en lugar de estar
equipada con una variedad de arrugas enormes y curvas severas, como las
generadas por agujeros negros?
Como discutieron en detalle por primera vez Paul Davies y Don Page,[11.3]
la cosmología inflacionaria sugiere intuiciones importantes sobre estas
cuestiones. Para ver cómo, tenga en mente que una hipótesis esencial del
rompecabezas es que una vez que se forma un grumo aquí o allá, su mayor
tirón gravitatorio atrae todavía más materia, haciendo que crezca más; en
correspondencia, una vez que se forma aquí o allá una arruga en el espacio, su
mayor tirón gravitatorio tiende a hacer la arruga aún más pronunciada, lo que
lleva a una curvatura espacial bacheada y altamente no uniforme. Cuando la
gravedad cuenta, las configuraciones ordinarias, poco notables y de alta
entropía son grumosas y bacheadas.
Pero advierta lo siguiente: este razonamiento se basa completamente en la
naturaleza atractiva de la gravedad ordinaria. Grumos y baches crecen porque
tiran con fuerza del material vecino, convenciendo a dicho material para
unirse al grumo. Durante la breve fase inflacionaria, sin embargo, la gravedad
era repulsiva y eso lo cambió todo. Considere la forma del espacio. El enorme
empuje hacia afuera de la gravedad repulsiva hizo que el espacio se hinchara
tan rápidamente que los baches y alabeos iniciales fueron estirados, de forma
muy parecida a como hinchar totalmente un globo arrugado estira su
superficie.[*31] Más aún, puesto que el volumen del espacio aumentó en un
factor colosal durante el breve período inflacionario, la densidad de cualquier
agrupación de materia quedó completamente diluida, de la misma forma que
la densidad de peces en su acuario quedaría diluida si el volumen del tanque
aumentase repentinamente hasta el de una piscina olímpica. Así, aunque la
gravedad atractiva hace que crezcan agregados de materia y arrugas del
espacio, la gravedad repulsiva hace lo contrario: hace que disminuyan, lo que
lleva a un resultado cada vez más suave y más uniforme.
Página 368
Así pues, al final de la ráfaga inflacionaria el tamaño del universo había
crecido fantásticamente, cualquier no uniformidad en la curvatura del espacio
se había estirado y cualquier agrupamiento inicial se había diluido hasta
hacerse irrelevante. Además, cuando el campo inflatón se deslizó hasta el
fondo de su cuenco de energía potencial, poniendo fin a la ráfaga de
expansión inflacionaria, su energía retenida se convirtió en un baño casi
uniforme de partículas de materia ordinaria en todo el espacio (uniforme hasta
llegar a las minúsculas pero críticas inhomogeneidades procedentes de la
agitación cuántica). En total, todo esto parece un gran avance. El resultado al
que hemos llegado vía inflación —una expansión del espacio suave y
uniforme poblada por una distribución de materia casi uniforme— era
exactamente el que estábamos tratando de explicar. Es exactamente la
configuración de baja entropía que necesitamos para explicar la flecha del
tiempo.
Entropía e inflación
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producción de todas estas partículas compensó de sobra dicha reducción. La
entropía total aumentó, precisamente como esperamos de la segunda ley.
Pero, y éste es el punto importante, la ráfaga inflacionaria, al suavizar el
espacio y asegurar un campo gravitatorio homogéneo, uniforme y de alta
entropía, creó un hueco enorme entre lo que era la contribución de la
gravedad a la entropía y lo que podría haber sido. La entropía total aumentó
durante la inflación, pero lo hizo en una cantidad ridicula comparada con lo
que podía haber aumentado. En este sentido es en el que la inflación generó
un universo de baja entropía: al final de la inflación, la entropía había
aumentado, aunque en un factor que quedaba muy lejos del factor en el que
había aumentado la extensión espacial. Si la entropía se asemejara a los
impuestos de sociedades, sería como si la ciudad de Nueva York adquiriera el
desierto del Sahara. Los impuestos totales recaudados aumentarían, pero en
una cantidad minúscula comparada con el aumento total de terreno.
Desde el final de la inflación, la gravedad ha estado tratando de maquillar
la diferencia de entropía. Cada agrupamiento —sea una galaxia, o una estrella
en una galaxia, o un planeta, o un agujero negro— que la gravedad ha sacado
posteriormente de la uniformidad (sembrado por la minúscula no uniformidad
de las agitaciones cuánticas) ha aumentado la entropía y ha llevado a la
gravedad un paso más cerca de hacer real su entropía potencial. En este
sentido, entonces, la inflación es un mecanismo que produjo un gran universo
con entropía gravitatoria relativamente baja, y de este modo fijó el escenario
para los siguientes miles de millones de años de agrupamiento gravitatorio de
cuyos efectos somos ahora testigos. Y por eso, la cosmología inflacionaria da
una dirección a la flecha del tiempo al generar un pasado con entropía
gravitatoria extraordinariamente baja; el futuro es la dirección en la que crece
esta entropía.[11.4]
La segunda cuestión se hace evidente cuando seguimos descendiendo por
el camino en el que la flecha del tiempo nos llevaba en el capítulo 6. Desde un
huevo a la gallina que lo puso, al alimento de la gallina, al reino vegetal, al
calor y la luz del Sol, al gas primordial uniformemente distribuido del big
bang, seguíamos la evolución del universo hacia un pasado que tenía cada vez
un orden mayor, haciendo retroceder en cada etapa el rompecabezas de la
larga entropía un paso más en el tiempo. Ahora acabamos de comprender que
una etapa incluso anterior de expansión inflacionaria puede explicar de forma
natural las secuelas suaves y uniformes del bang. Pero ¿qué pasa con la
propia inflación? ¿Podemos explicar el eslabón inicial en esta cadena que
Página 370
hemos seguido? ¿Podemos explicar por qué las condiciones eran las correctas
para que sucediera siquiera una ráfaga inflacionaria?
Ésta es una cuestión de importancia trascendental. Por muchos
rompecabezas que la cosmología inflacionaria resuelva en teoría, si nunca
tuvo lugar una era de expansión inflacionaria la aproximación sería
irrelevante. Además, puesto que no podemos volver al universo primitivo y
determinar directamente si la inflación ocurrió o no, valorar si hemos hecho
progresos reales en fijar una dirección para la flecha del tiempo requiere que
determinemos la probabilidad de que se consiguiera la condición necesaria
para una ráfaga inflacionaria. Los físicos se erizan ante la dependencia del big
bang estándar de condiciones iniciales homogéneas muy bien ajustadas que,
aunque motivadas observacio- nalmente, están inexplicadas teóricamente. Es
profundamente insatisfactorio que el estado de baja entropía del universo
primitivo sea simplemente supuesto; parece vano que la flecha del tiempo sea
impuesta al universo sin explicación. A primera vista, la inflación ofrece
progresos al demostrar que lo que se da por supuesto en el big bang estándar
surge a partir de la evolución inflacionaria. Pero si el inicio de la inflación
requiere aún otras condiciones altamente especiales con entropía
extraordinariamente baja, nos encontramos de nuevo en el punto de salida.
Simplemente hemos cambiado las condiciones especiales del big bang por
aquellas necesarias para desencadenar la inflación, y el rompecabezas de la
flecha del tiempo permanecerá igual de enigmático.
¿Cuáles son las condiciones necesarias para la inflación? Hemos visto que
la inflación es el resultado inevitable de que el valor del campo inflatón quede
atascado, durante sólo un momento y sólo dentro de una minúscula región, en
la meseta de alta energía en su cuenco de energía potencial. Por consiguiente,
lo que tenemos que hacer es determinar cuán probable es realmente esta
configuración de partida para la inflación. Si iniciar la inflación se prueba
fácil, estaremos en buen camino. Pero si la probabilidad de alcanzar las
condiciones necesarias es extraordinariamente pequeña, simplemente
habremos desplazado la cuestión de la flecha del tiempo un paso más atrás:
encontrar la explicación para la configuración del campo inflatón de baja
entropía que echó la bola a rodar.
Describiré en primer lugar el pensamiento actual sobre esta cuestión a la
luz más optimista, y luego volveré a los elementos esenciales de la historia
que permanecen nublados.
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Boltzmann Redux
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familiar. Puesto que sólo vemos nuestro único y gran universo, sólo
necesitamos que la máquina tragaperras cósmica dé el premio una vez.[11.5]
Puesto que estamos rastreando el universo hasta una fluctuación
estadística a partir del caos primordial, esta explicación para la flecha del
tiempo comparte ciertas características con la propuesta original de
Boltzmann. Recordemos del capítulo 6 que Boltzmann sugirió que todo lo
que vemos ahora surgió como una rara pero alguna vez espera- ble
fluctuación a partir del desorden total. El problema con la formulación
original de Boltzmann, sin embargo, era que no podía explicar por qué la
fluctuación aleatoria había ido tan lejos y producido un universo
enormemente más ordenado que lo que se necesitaría para soportar la vida tal
como la conocemos. ¿Por qué es el universo tan enorme, con miles de
millones de galaxias, cada una con miles de millones de estrellas, cuando
podría haber hecho drásticos recortes quedándose, digamos, con tan sólo unas
pocas galaxias, o incluso sólo una?
Desde el punto de vista estadístico, una fluctuación más modesta que
produjera algún orden pero no tanto como el que vemos actualmente sería
mucho más probable. Además, puesto que la entropía media está aumentando,
el razonamiento de Boltzmann sugiere que sería mucho más probable que
todo lo que vemos hoy hubiese aparecido precisamente ahora como un raro
salto estadístico a entropía más baja. Recordemos la razón: cuanto más atrás
sucediera la inflación, más baja tendría que haber sido la entropía (la entropía
empieza a aumentar después de cualquier descenso a baja entropía, como en
la figura 6.4, de modo que si la fluctuación sucedió ayer, debió haber
descendido hasta la entropía más baja de ayer, y si sucedió hace 1.000
millones de años, debió haber descendido hasta la entropía aún más baja de
dicha era). Por lo tanto, cuanto más retrocedemos en el tiempo, más drástica e
improbable es la fluctuación requerida. Así pues, es mucho más probable que
el salto acabe de suceder. Pero si aceptamos esta conclusión, no podemos
confiar en los recuerdos, los registros o incluso las leyes de la física que
subyacen a la propia discusión —una posición completamente insostenible.
La tremenda ventaja de la encarnación inflacionaria de la idea de
Boltzmann es que una pequeña fluctuación al principio —un salto modesto a
las condiciones favorables, dentro de una minúscula pepita de espacio— da
inevitablemente el universo enorme y ordenado que conocemos. Una vez que
se puso en marcha la expansión inflacionaria, la pequeña pepita fue estirada
inexorablemente hasta escalas al menos tan grandes como el universo que
vemos actualmente, y por ello no hay ningún misterio en por qué el universo
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no redujo esquinas; no hay ningún misterio en por qué el universo es inmenso
y está poblado por un enorme número de galaxias. Desde la salida, la
inflación dio al universo un trato sorprendente. Un salto a entropía más baja
dentro de una minúscula pepita de espacio fue compensado por expansión
inflacionaria en los inmensos confines del cosmos. Y, de máxima
importancia, el estiramiento inflacionario no dio simplemente un universo
grande y viejo. Dio nuestro gran universo —la inflación explica la forma del
espacio, explica la uniformidad a gran escala y explica incluso las
inhomogeneidades a escala «más pequeña» tales como galaxias y variaciones
de temperatura en la radiación de fondo—. La inflación reúne una riqueza de
poder explicatorio y predictivo en una única fluctuación a baja entropía.
Y así es muy posible que Boltzmann haya estado en lo cierto. Todo lo que
vemos puede haber sido resultado de una fluctuación aleatoria a partir de un
estado altamente desordenado de caos primordial. En esta realización de sus
ideas, no obstante, podemos confiar en nuestros registros y podemos confiar
en nuestros recuerdos: la fluctuación no sucedió precisamente ahora. El
pasado sucedió realmente. Nuestros registros son registros de cosas que
tuvieron lugar. La expansión inflacionaria amplifica una mota de orden
minúscula en el universo primitivo —«desenrolla» el universo en una
extensión enorme con mínima entropía gravitatoria— de modo que los 14.000
millones de años de evolución posterior, de posterior agrupación en galaxias,
estrellas y planetas no presenta ningún enigma.
De hecho, esta aproximación nos dice incluso un poco más. De la misma
forma que es posible dar con el premio gordo en varias máquinas tragaperras
en un casino, en el estado primordial de alta entropía y caos general no había
ninguna razón para que las condiciones necesarias para la expansión
inflacionaria aparecieran solamente en una única pepita espacial. En su lugar,
como ha propuesto Andrei Linde, podría haber habido muchas pepitas
diseminadas aquí y allí que sufrieron expansión inflacionaria que suavizara el
espacio. Si así fuera, nuestro universo sería simplemente uno entre muchos
que brotaron —y quizá siguen brotando— cuando fluctuaciones aleatorias
dieron las condiciones correctas para una ráfaga inflacionaria, como se ilustra
en la figura 11.2. Puesto que estos otros universos estarían probablemente
separados para siempre del nuestro, es difícil imaginar cómo podríamos
establecer alguna vez si esta imagen «multiverso» es verdadera. Sin embargo,
como marco conceptual, es a la vez rica y tentadora. Entre otras cosas, sugiere
un cambio posible en nuestro pensamiento cosmológico: en el capítulo 10
describí la inflación como un «frente» en la teoría del big bang estándar, en la
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que el bang se identifica con una ráfaga fugaz de rápida expansión. Pero si
consideramos el brote inflacionario de cada nuevo universo en la figura 11.2
como su propio bang, se ve mejor la propia inflación como el marco
cosmológico primordial dentro del que suceden evoluciones tipo big bang,
burbuja a burbuja. Así pues, en lugar de estar incorporada la inflación en la
teoría del big bang estándar, en esta aproximación es el big bang estándar el
que está incorporado en la inflación.
La inflación y el huevo
Así que ¿por qué vemos un huevo que se aplasta pero no se desaplasta? ¿De
dónde procede la flecha del tiempo que todos experimentamos? Hasta aquí es
adonde nos ha llevado esta aproximación. Gracias a una fluctuación rara pero
no imposible a partir de un estado primordial poco notable y con alta entropía,
una minúscula pepita de espacio de 10 kilogramos logró las condiciones que
llevaron a una breve ráfaga de expansión inflacionaria. El tremendo hincha-
miento produjo un espacio estirado enormemente grande y
extraordinariamente suave, y, cuando la ráfaga terminó, el campo inflatón
liberó su energía enormemente amplificada llenando el espacio casi
uniformemente de materia y radiación. Cuando se redujo la gravedad
repulsiva del inflatón, la gravedad atractiva ordinaria se hizo dominante. Y,
como hemos visto, la gravedad atractiva explota minúsculas
inhomogeneidades provocadas por agitaciones cuánticas para hacer que la
materia se aglutine, formando galaxias y estrellas y llevando en última
instancia a la formación del Sol, la Tierra, el resto del sistema solar, y las
otras características de nuestro universo observado. (Como se discutió, unos
7.000 millones de años después del bang la gravedad repulsiva se hizo una
vez más dominante, pero esto es sólo relevante en la mayor de las escalas
cósmicas y no tiene impacto directo sobre entidades más pequeñas como las
galaxias individuales o nuestro sistema solar, donde sigue reinando la
gravedad atractiva ordinaria.) La energía de relativa baja entropía del Sol fue
utilizada por las formas de vida animal y vegetal de baja entropía en la Tierra
para producir aún más formas de vida de baja entropía, elevando lentamente
la entropía total mediante calor y residuos. Finalmente, esta cadena produjo
una gallina que produjo un huevo —y usted ya conoce el resto de la historia:
el huevo rodó por la encimera de su cocina y se aplastó contra el suelo como
parte del impulso incesante del universo hacia mayor entropía—. Es la
Página 375
naturaleza uniformemente suave, altamente ordenada y de baja entropía del
tejido del espacio producido por el estiramiento inflacionario que es el
análogo a tener las páginas de Guerra y paz en su disposición numérica
adecuada; es este estado de orden primitivo —la ausencia de baches o alabeos
severos o agujeros negros gigantescos— el que preparó al universo para la
evolución posterior hacia entropía más alta y con ello proporcionó la flecha
del tiempo que todos experimentamos. Con nuestro nivel de comprensión
actual, ésta es la explicación más completa que se ha dado para la flecha del
tiempo.
FIGURA 11.2. La inflación puede ocurrir repetidamente, brotando nuevos universos de los
más viejos.
Pero al contar esta historia hemos hecho una hipótesis central que todavía
no está justificada. Para evaluar la probabilidad de que se inicie la inflación,
Página 376
hemos tenido que especificar las características del reino preinflacionario a
partir del cual se supone que ha emergido la expansión inflacionaria. El reino
particular que hemos imaginado —salvaje, caótico, energético— suena
razonable, pero delinear esta descripción intuitiva con precisión matemática
se muestra desafiante. Además, es sólo una conjetura. La conclusión es que
no sabemos cómo eran las condiciones en el reino preinflacionario supuesto,
la región borrosa de la figura 10.3, y sin esa información somos incapaces de
hacer una evaluación convincente de la probabilidad de iniciar la inflación;
cualquier cálculo de la probabilidad depende sensiblemente de las hipótesis
que hagamos.[11.6]
Con esta laguna en nuestro conocimiento, el resumen más razonable es
que la inflación ofrece un marco explicatorio poderoso que agrupa problemas
aparentemente dispares —el problema del horizonte, el problema de la
planitud, el problema del origen de estructura, el problema de la baja entropía
del universo primitivo— y ofrece una única solución que aborda todos ellos.
Esto está muy bien. Pero para dar el paso siguiente necesitamos una teoría
que pueda tratar las condiciones extremas características de la región borrosa
—calor extremo y densidad colosal— de modo que tengamos una
probabilidad de sacar una idea precisa e inequívoca de los primeros
momentos del cosmos.
Como aprenderemos en el próximo capítulo, esto requiere una teoría que
pueda superar quizá el máximo obstáculo al que se ha enfrentado la física
teórica durante los últimos ochenta años: un abismo fundamental entre la
relatividad general y la mecánica cuántica. Muchos investigadores creen que
una aproximación relativamente nueva llamada teoría de supercuerdas puede
haberlo conseguido, pero si la teoría de supercuerdas es correcta, el tejido del
cosmos es mucho más extraño que lo que cualquiera imaginó.
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12
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destronan a sus predecesoras. Una descripción más correcta es que cada
nueva teoría refina a su predecesora proporcionando un marco más exacto y
de más amplio alcance. La teoría de la gravedad de Newton ha sido
reemplazada por la relatividad general de Einstein, pero sería ingenuo decir
que la teoría de Newton era falsa. En el dominio de los objetos que no se
mueven en ningún lugar a una velocidad próxima a la de la luz y no producen
campos gravi- tatorios tan intensos como los de agujeros negros, la teoría de
Newton es fantásticamente precisa. Pero esto no quiere decir que la teoría de
Einstein sea una variante menor de la de Newton; al mejorar la aproximación
a la gravedad de Newton, Einstein introdujo todo un nuevo esquema
conceptual, un esquema que alteraba radicalmente nuestra comprensión del
espacio y el tiempo. Pero la potencia del descubrimiento de Newton dentro
del dominio que él pretendía (movimiento planetario, movimiento terrestre
común y demás) es incuestionable.
Imaginamos que cada nueva teoría nos lleva más cerca del escurridizo
objetivo de la verdad, pero la pregunta de si hay o no una teoría final —una
teoría que no pueda ser refinada más, porque ha revelado finalmente el
funcionamiento del universo en el nivel más profundo posible— es una
pregunta que nadie puede responder. Incluso así, la pauta seguida durante los
trescientos últimos años de descubrimientos nos ofrece unos indicios
tentadores de que puede desarrollarse una teoría semejante. Hablando en
general, cada nuevo avance importante ha reunido un abanico más amplio de
fenómenos físicos bajo menos paraguas teóricos. Los descubrimientos de
Newton mostraron que las fuerzas que gobiernan el movimiento planetario
son las mismas que las que gobiernan la caída de objetos aquí en la Tierra.
Los descubrimientos de Maxwell demostraron que electricidad y magnetismo
son dos caras de la misma moneda. Los descubrimientos de Einstein
demostraron que espacio y tiempo son tan inseparables como el toque de
Midas y el oro. Los descubrimientos de una generación de físicos a principios
del siglo XX establecieron que miríadas de misterios de la microfísica podían
explicarse con precisión utilizando la mecánica cuántica. Más recientemente,
los descubrimiento de Glashow, Salam y Weinberg demostraron que el
electromagnetismo y la fuerza nuclear débil son dos manifestaciones de una
única fuerza —la fuerza electro- débil— y existe incluso evidencia
circunstancial y provisional de que la fuerza nuclear fuerte puede unirse a la
fuerza electrodébil en una síntesis aún mayor.[12.1] Juntando todo esto, vemos
una pauta que va de la complejidad a la simplicidad, una pauta que va de la
diversidad a la unidad. Las flechas explicatorias parecen estar convergiendo
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en un marco poderoso todavía por descubrir que unificaría todas las fuerzas
de la Naturaleza y toda la materia dentro de una única teoría capaz de
describir todos los fenómenos físicos.
El crédito por iniciar la búsqueda moderna de una teoría unificada se
atribuye correctamente a Albert Einstein, quien durante más de tres décadas
trató de combinar electromagnetismo y relatividad general en una única
teoría. Durante largos períodos en esas décadas, él fue el único buscador de
esa teoría unificada, y su búsqueda apasionada pero solitaria le alienó de la
corriente principal de la comunidad de la física. Durante los últimos 20 años,
sin embargo, ha habido un resurgimiento en la búsqueda de una teoría
unificada; el sueño solitario de Einstein se ha convertido en la fuerza
impulsora para toda una generación de físicos. Pero con los descubrimientos
realizados desde la época de Einstein se ha producido un desplazamiento en el
centro de atención. Incluso si aún no tenemos una teoría satisfactoria que
combine la fuerza nuclear fuerte y la fuerza electrodébil, estas tres fuerzas
(electromagnética, débil, fuerte) han sido descritas por un único lenguaje
uniforme basado en la mecánica cuántica. Pero la relatividad general, nuestra
teoría más refinada de la cuarta fuerza, queda fuera del marco. La relatividad
general es una teoría clásica: no incorpora ninguno de los conceptos
probabilistas de la teoría cuántica. Un objetivo primordial del programa de
unificación moderno es, por consiguiente, combinar relatividad general y
mecánica cuántica, y describir las cuatro fuerzas dentro del mismo marco
mecanocuántico. Esto ha resultado ser uno de los problemas más difíciles a
los que se ha enfrentado nunca la física teórica.
Veamos por qué.
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esta visión se amplió para incluir el valor de cada campo —es decir, la
intensidad de cada campo— y la velocidad de cambio del valor de campo, en
cada lugar en el espacio. Pero en la década de 1930, el principio de
incertidumbre desmanteló esta idea de la realidad al demostrar que no se
puede conocer a la vez la posición y la velocidad de una partícula; no se
puede conocer a la vez el valor de un campo en un lugar en el espacio y con
qué rapidez está cambiando el valor del campo. La incertidumbre cuántica lo
prohíbe.
Como discutimos en el último capítulo, esta incertidumbre cuántica
asegura que el micromundo es un reino agitado y turbulento. Antes, nos
centramos en las agitaciones cuánticas inducidas por la incertidumbre para el
campo inflatón, pero la incertidumbre cuántica se aplica a todos los campos.
El campo electromagnético, los campos de las fuerzas nucleares fuerte y
débil, el campo gravitatorio, todos están sometidos a frenéticas agitaciones
cuánticas en escalas microscópicas. De hecho, estas agitaciones del campo
existen incluso en el espacio que usted hubiera considerado vacío
normalmente, espacio que no parecería contener materia ni campos. Ésta es
una idea de importancia crítica, pero si usted no la ha encontrado con
anterioridad es natural que esté intrigado. Si una región del espacio no
contiene nada —si es un vacío— ¿no significa eso que no hay nada que se
pueda agitar? Bien, ya aprendimos que el concepto de nada es sutil. Piense
simplemente en el océano de Higgs que según la teoría moderna permea el
espacio vacío. Las agitaciones cuánticas a las que me refiero ahora sirven
solamente para hacer la noción de «nada» todavía más sutil. He aquí lo que
quiero decir.
En la física precuántica (y preHiggs), hubiéramos declarado que una
región del espacio está completamente vacía si no contenía partículas y el
valor de cualquier campo era uniformemente cero.[*32] Consideremos ahora
esta noción clásica de vacío a la luz del principio de incertidumbre cuántico.
Si un campo llegara a tener y mantener un valor nulo, conoceríamos su valor
—cero— y también la velocidad de cambio de su valor —también cero—.
Pero según el principio de incertidumbre, es imposible que ambas
propiedades estén definidas a la vez. En su lugar, si un campo tiene un valor
definido en un instante, cero en nuestro caso, el principio de incertidumbre
nos dice que su velocidad de cambio es completamente aleatoria. Y una
velocidad de cambio aleatoria significa que en instantes posteriores el valor
del campo fluctuará aleatoriamente arriba y abajo, incluso en lo que
normalmente consideramos como espacio completamente vacío. De modo
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que la noción intuitiva de vacío, una noción en la que todos los campos tienen
y mantienen el valor cero, es incompatible con la mecánica cuántica. El valor
de un campo puede fluctuar alrededor del valor cero pero no puede ser
uniformemente cero en una región durante más de un breve instante.[12.3] En
lenguaje técnico los físicos dicen que los campos sufren fluctuaciones del
vacío.
La naturaleza aleatoria de las fluctuaciones de campo del vacío asegura
que en todas las regiones salvo las más microscópicas hay tantas variaciones
«arriba» como «abajo» y por ello su promedio es cero, de la misma forma que
la superficie de una canica parece perfectamente lisa a simple vista incluso si
un microscópico electrónico revela que está rayada a escalas minúsculas. No
obstante, incluso si no podemos verlas directamente, hace más de medio siglo
que la realidad de las agitaciones del campo cuántico, incluso en el espacio
vacío, fue establecida de forma concluyente gracias a un descubrimiento
sencillo pero profundo.
En 1948, el físico holandés Hendrik Casimir calculó cómo podrían
detectarse experimentalmente las fluctuaciones de vacío del campo
electromagnético. La teoría cuántica dice que las agitaciones del campo
electromagnético en el espacio vacío adoptarán diversas formas, como se
ilustra en la figura 12. la. La idea de Casimir consistió en advertir que
colocando dos placas metálicas ordinarias en una región por lo demás vacía,
como en la figura 12.1b, se podría inducir una sutil modificación en estas
agitaciones de campo de vacío. Es decir, las ecuaciones cuánticas muestran
que en la región comprendida entre las placas habrá menos fluctuaciones
(sólo están permitidas aquellas fluctuaciones del campo electromagnético
cuyos valores se anulan en la posición de cada placa). Casimir analizó las
consecuencias de esta reducción en las agitaciones del campo y encontró algo
extraordinario. De la misma forma que una reducción en la cantidad de aire
en una región crea un desequilibrio de presión (por ejemplo, a gran altitud
usted puede sentir que el aire más enrarecido ejerce menos presión sobre el
exterior de sus tímpanos), la reducción en las agitaciones del cam-
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FIGURA 12.1. (a) Fluctuaciones de vacío del campo electromagnético, (b) Fluctuaciones de
vacío entre dos placas metálicas y las exteriores a las placas.
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Los científicos necesitaron la mayor parte del siglo xx para desarrollar por
completo las matemáticas necesarias para describir dicha actividad cuántica
de la fuerza electromagnética y las fuerzas nucleares fuerte y débil. Los
esfuerzos valieron la pena: los cálculos realizados con esta herramienta
matemática coinciden con los hallazgos experimentales con una precisión sin
paralelo (e. g., los cálculos del efecto de las fluctuaciones del vacío sobre las
propiedades magnéticas de los electrones coinciden con los resultados
experimentales hasta una parte en mil millones).[12.5]
Pero a pesar de todos estos éxitos, durante muchas décadas los físicos han
sido conscientes de que las agitadiones cuánticas han estado fomentando el
descontento dentro de las leyes de la física.
Agitaciones y su descontento[12.6]
Hasta ahora sólo hemos discutido agitaciones cuánticas para campos que
existen dentro del espacio. ¿Qué pasa con las agitaciones cuánticas del propio
espacio? Aunque esto pueda sonar misterioso, realmente es sólo otro ejemplo
de agitación de campo cuántica —un ejemplo, sin embargo, que se muestra
particularmente problemático—. En la teoría de la relatividad general Einstein
estableció que la fuerza gravitatoria puede describirse por deformaciones y
curvas en el tejido del espacio; demostró que los campos gravitatorios se
manifiestan a través de la forma o la geometría del espacio (y del
espaciotiem- po, con más generalidad). Ahora bien, igual que cualquier otro
campo, el campo gravitatorio está sometido a agitaciones cuánticas. El
principio de incertidumbre asegura que sobre escalas de distancias
minúsculas, el campo gravitatorio fluctúa arriba y abajo. Y puesto que el
campo gravitatorio es sinónimo de la forma del espacio, tales agitaciones
cuánticas significan que la forma del espacio fluctúa aleatoriamente. Una vez
más, como sucede con los ejemplos de incertidumbre cuántica, en escalas de
distancias cotidianas las agitaciones son demasiado pequeñas para sentirse
directamente, y el entorno circundante parece liso, plácido y predecible. Pero
cuanto más pequeña es la escala de la observación, más grande es la
incertidumbre, y más tumultuosas se hacen las fluctuaciones cuánticas.
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FIGURA 12.2. Amplificaciones sucesivas del espacio revelan que por debajo de la longitud de
Planck el espacio se hace irreconociblemente tumultuoso debido a las agitaciones cuánticas.
(Éstas son lentes de aumento imaginarias, cada una de las cuales amplifica entre 10 millones
y 100 millones de veces.)
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parece tranquilo y plano, pero cuando seguimos ampliando secuencialmente
la región, vemos que las ondulaciones del espacio se hacen cada vez más
frenéticas—. En el nivel superior de la figura, que muestra el tejido del
espacio a escalas más pequeñas que la longitud de Planck —una
milbillonésima de trilloné- sima (10-33) de centímetro— el espacio se hace un
caldero hirviente de fluctuaciones frenéticas. Como deja claro la ilustración,
las nociones habituales de izquierda/derecha, atrás/adelante y arriba/abajo
quedan tan revueltas en el tumulto ultramicroscópico que pierden todo
significado. Incluso la noción habitual de antes/después, que hemos estado
ilustrando por rebanadas secuenciales en la barra del espaciotiempo, pierde
significado por las fluctuaciones cuánticas en escalas de tiempo más cortas
que el tiempo de Planck, aproximadamente una diezmi- llonésima de
trillonésima de trillonésima (10-43) de segundo (que es aproximadamente el
tiempo que tarda la luz en recorrer una longitud de Planck). Como una
fotografía borrosa, las ondulaciones salvajes en la figura 12.2 hacen imposible
distinguir inequívocamente una rebanada temporal de otra cuando el intervalo
temporal entre ellas se hace más corto que el tiempo de Planck. El resultado
es que en escalas más cortas que las distancias y duraciones de Planck, la
incertidumbre cuántica hace el tejido del cosmos tan retorcido y distorsionado
que los conceptos habituales de espacio y tiempo ya no son aplicables.
Aunque exótica en detalle, la lección de trazo grueso ilustrada por la
figura 12.2 es una con la que ya estamos familiarizados: conceptos y
conclusiones relevantes en una escala pueden no ser aplicables en todas las
escalas. Éste es un principio clave en física, y un principio que encontramos
repetidamente incluso en contextos mucho más prosaicos. Tomemos un vaso
de agua. Describir el agua como un líquido suave y uniforme es a la vez útil y
relevante en escalas cotidianas, pero es una aproximación que se viene abajo
si analizamos el agua con precisión submicrocópica. A escalas minúsculas, la
imagen suave da paso a un marco completamente diferente de moléculas y
átomos ampliamente separados. Análogamente, la figura 12.2 muestra que la
idea de Einstein de un espacio geométrico y un tiempo uniformes y
suavemente curvados, aunque poderosa y precisa para describir el universo a
grandes escalas, se viene abajo si analizamos el universo a escalas de tiempo
y distancia extraordinariamente cortas. Los físicos creen que, como sucede
con el agua, la imagen suave del espacio y el tiempo es una aproximación que
cede paso a otro marco más fundamental cuando se considera a escalas
ultramicroscópicas. Cuál es ese marco —qué constituye las «moléculas» y
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«átomos» de espacio y tiempo— es una cuestión que actualmente se persigue
con gran vigor. Todavía está por resolver.
Incluso así, lo que queda absolutamente claro de la figura 12.2 es que en
escalas minúsculas el carácter suave del espacio y el tiempo imaginado por la
relatividad general se da de bruces con el carácter frenético y agitado de la
mecánica cuántica. El principio central de la relatividad general de Einstein,
que espacio y tiempo tienen una forma geométrica que se curva suavemente,
se da de bruces con el principio central de la mecánica cuántica, el principio
de incertidumbre que implica un ambiente salvaje, tumultuoso y turbulento en
las escalas más minúsculas. El choque violento entre las ideas centrales de la
relatividad general y la mecánica cuántica ha hecho de la fusión de las dos
teorías uno de los desafíos más difíciles con que los físicos han tropezado
durante los últimos ochenta años.
¿Importa?
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con más exactitud en la historia de la ciencia. La tensión silencios entre
relatividad especial y mecánica cuántica apunta a un área que necesita más
desarrollo teórico, pero apenas tiene ningún impacto en su poder pre- dictivo
combinado. No sucede lo mismo con la unión explosiva entre relatividad
general y la mecánica cuántica, en la que se pierde todo poder predictivo.
No obstante, usted puede seguir preguntando si la incompatibilidad entre
relatividad general y mecánica cuántica importa realmente. Ciertamente, las
ecuaciones combinadas pueden dar lugar a absurdos, pero ¿cuándo necesita
realmente utilizarlas juntas? Años de observaciones astronómicas han
mostrado que la relatividad general describe el ma- cromundo de estrellas,
galaxias, e incluso la extensión entera del cosmos con impresionante
precisión; décadas de experimentos han confirmado que la mecánica cuántica
hace lo mismo para el micromundo de moléculas, átomos y partículas
subatómicas. Puesto que cada teoría funciona maravillosamente en su propio
dominio, ¿por qué preocuparse en combinarlas? ¿Por qué no mantenerlas
separadas? ¿Por qué no utilizar la relatividad general para objetos que son
grandes y masivos, la mecánica cuántica para objetos que son minúsculos y
ligeros, y celebrar la impresionante hazaña de la Humanidad que supone el
comprender satisfactoriamente un abanico tan amplio de fenómenos físicos?
En la práctica, esto es lo que la mayoría de los físicos han hecho desde las
primeras décadas del siglo xx, y no hay que negar que ha sido un enfoque
bastante fructífero. El progreso que ha hecho la ciencia trabajando en este
marco disjunto es impresionante. Sin embargo, hay varias razones por las que
el antagonismo entre la relatividad general y la mecánica cuántica debe
reconciliarse. He aquí dos de ellas.
En primer lugar, a un nivel visceral es difícil aceptar que la comprensión
más profunda del universo consiste en una unión incómoda entre dos
poderosos marcos teóricos que son mutuamente incompatibles. El universo no
viene equipado con una línea en la arena que separa los objetos que son
adecuadamente descritos por la mecánica cuántica de los objetos
adecuadamente descritos por la relatividad general. Dividir el universo en dos
dominios separados parece artificial y caprichoso. Para muchos, esto es
prueba de que debe haber una verdad más profunda y unificada que supera el
abismo entre relatividad general y mecánica cuántica y que puede aplicarse a
cualquier cosa. Tenemos un universo y, por lo tanto, muchos creen
firmemente que deberíamos tener una teoría.
En segundo lugar, aunque la mayoría de los objetos son o grandes y
pesados o pequeños y ligeros, y por consiguiente, en la práctica, pueden
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describirse utilizando la relatividad general o la mecánica cuántica, esto no es
cierto para todos los objetos. Los agujeros negros proporcionan un buen
ejemplo. Según la relatividad general, toda la materia que constituye un
agujero negro está comprimida en un único punto minúsculo en el centro del
agujero negro.[12.7] Esto hace el centro de un agujero negro enormemente
masivo e increíblemente minúsculo, y con ello cae a ambos lados de la
divisoria propuesta: necesitamos utilizar la relatividad general porque la masa
grande crea un campo gravitatorio importante, y también tenemos que utilizar
la mecánica cuántica porque toda la masa está comprimida en un tamaño
minúsculo. Pero en combinación, las ecuaciones dejan de ser válidas, de
modo que nadie ha sido capaz de determinar lo que sucede precisamente en el
centro de un agujero negro.
Éste es un buen ejemplo, pero si usted es un escéptico real, aún podría
preguntar si esto es algo que no dejará dormir por la noche. Puesto que no
podemos ver dentro de un agujero negro a menos que saltemos a su interior y,
además, si saltáramos al interior no seríamos capaces de comunicar nuestras
observaciones al mundo exterior, nuestra comprensión incompleta del interior
de un agujero negro quizá no le parezca particularmente preocupante. Para los
físicos, sin embargo, la existencia de un dominio en el que dejan de ser
válidas las leyes conocidas de la física —por muy esotérico que el dominio
pudiera parecer— levanta las banderas de alarma. Si las leyes conocidas de la
física dejan de ser válidas bajo cualesquiera circunstancias, es una clara señal
de que no hemos alcanzado el conocimiento más profundo posible. Después
de todo, el universo funciona; hasta donde podemos decir, el universo no se
viene abajo. La teoría correcta del universo debería satisfacer, como mínimo,
el mismo estándar.
Bien, eso ciertamente parece razonable. Pero para mí, la plena urgencia
del conflicto entre relatividad general y mecánica cuántica se revela
solamente a través de otro ejemplo. Mire de nuevo la figura 10.6. Como
puede ver, hemos dado grandes zancadas al componer una historia consistente
y predictiva de la evolución cósmica, pero la imagen sigue siendo incompleta
debido a la región borrosa cerca del nacimiento del universo. Y dentro de la
neblina de estos primerísimos instantes hay una intuición sobre el más
tentador de los misterios: el origen y naturaleza fundamental del espacio y el
tiempo. ¿Qué nos ha impedido penetrar en la niebla? La culpa recae
directamente en el conflicto entre la relatividad general y la mecánica
cuántica. El antagonismo entre las leyes de lo grande y las de lo pequeño es la
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razón de que la región borrosa permanezca oscura y todavía no tengamos una
idea de lo que sucedió en el comienzo mismo del universo.
Para entender por qué, imagine, como en el capítulo 10, que pasa una
película del cosmos en expansión al revés, hacia el big bang. Al revés, todo lo
que ahora se está apartando se acerca, y por eso, cuando más atrás vamos en
la película, más pequeño, más caliente y más denso se hace el universo.
Cuando nos acercamos al instante cero, el universo observable entero está
comprimido en un tamaño similar al del Sol, luego más comprimido en el
tamaño de la Tierra, luego estrujado hasta el tamaño de una bola de bolos, un
guisante, un grano de arena —el universo se contrae cada vez a medida que la
película se rebobina hacia sus fotogramas iniciales—. Llega un momento en
esta película pasada al revés en el que todo el universo conocido tiene un
tamaño cercano a la longitud de Planck —la milbillonésima de trillonésima de
centímetro en la que la relatividad general y la mecánica cuántica se
encuentran enfrentadas—. En este momento toda la masa y toda la energía
responsables de generar el universo observable están contenidas en una mota
que es menor que una centésima de trillonésima del tamaño de un simple
átomo.[12.8]
Así pues, como sucede en el caso del centro de un agujero negro, el
universo primitivo cae a ambos lados de la divisoria. La enorme densidad del
universo primitivo requiere el uso de la relatividad general. El minúsculo
tamaño del universo primitivo requiere el uso de la mecánica cuántica. Pero
una vez más, en combinación las leyes se vienen abajo. El proyector se
atranca, la película cósmica se quema, y somos incapaces de acceder a los
primerísimos instantes del universo. Debido al conflicto entre la relatividad
general y la mecánica cuántica, seguimos ignorantes de lo que sucedió en el
principio y nos vemos reducidos a dibujar una región borrosa en la figura
10.6.
Si queremos entender alguna vez el origen del universo —una de las
preguntas más profundas de toda la ciencia— debemos resolver el conflicto
entre la relatividad general y la mecánica cuántica. Debemos zanjar las
diferencias entre las leyes de lo grande y las leyes de lo pequeño y fundirlas
en una única teoría armoniosa.
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Como ejemplifica la obra de Newton y Einstein, las grandes ideas científicas
nacen a veces del genio de un único científico, puro y simple. Pero eso es
raro. Con mucha más frecuencia las grandes ideas representan el esfuerzo
colectivo de muchos científicos, cada uno de los cuales construye sobre las
ideas de los otros para conseguir lo que ningún individuo podría haber
conseguido aisladamente. Un científico podría aportar una idea que pone en
marcha el pensamiento de un colega, que lleva a una observación que revela
una relación inesperada que inspira un avance importante, lo que inicia de
nuevo el ciclo de descubrimiento. Conocimiento amplio, facilidad técnica,
flexibilidad de pensamiento, apertura a conexiones inesperadas, inmersión en
el flujo libre de ideas, trabajo duro y suerte son las partes críticas del
descubrimiento científico. En tiempos recientes quizá no ha habido un avance
más importante que ejemplifique esto mejor que el desarrollo de la teoría de
supercuerdas.
La teoría de supercuerdas es una aproximación que muchos científicos
creen que fusiona satisfactoriamente la relatividad general y la mecánica
cuántica. Y como veremos, hay razones para esperar aún más. Aunque hay
todavía mucho trabajo en marcha, la teoría de supercuerdas puede ser una
teoría completamente unificada de todas las fuerzas y toda la materia, una
teoría que alcance el sueño de Einstein y más allá —una teoría, creemos yo y
muchos otros, que está señalando los inicios de un camino que nos llevará un
día a las más profundas leyes del universo—. A decir verdad, sin embargo, la
teoría de supercuerdas no estaba concebida como un medio ingenioso para
alcanzar estos viejos y nobles objetivos. En su lugar, la historia de la teoría de
supercuerdas está llena de descubrimientos accidentales, salidas en falso,
oportunidades erradas y casi carreras hundidas. Es también, en un sentido
preciso, la historia del descubrimiento de la solución correcta al problema
erróneo.
En 1968, Gabriele Veneziano, un joven investigador posdoctoral que
trabajaba en el CERN, era uno de los muchos físicos que trataban de entender
la fuerza nuclear fuerte estudiando los resultados de colisiones de partículas
de alta energía producidas en aceleradores de átomos en todo el mundo. Tras
meses de analizar pautas y regularidades en los datos, Veneziano reconoció
una conexión sorprendente e inesperada con un área esotérica de las
matemáticas. Se dio cuenta de que una fórmula con doscientos años de
antigüedad descubierta por el famoso matemático suizo Leonhard Euler (la
función beta de Euler) parecía encajar con precisión los datos de la fuerza
nuclear fuerte. Aunque esto pudiera no sonar particularmente anormal —los
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físicos teóricos trabajan continuamente con fórmulas arcanas— era un caso
sorprendente de un carro que rueda kilómetros por delante del caballo. En la
mayor parte de los casos los físicos elaboran primero una intuición, una
imagen mental, una amplia idea de los principios físicos subyacentes a lo que
quiera que estén estudiando, y sólo entonces buscan las ecuaciones necesarias
para basar su intuición en matemáticas rigurosas. Veneziano, por el contrario,
saltó directo a la ecuación; su brillantez consistió en reconocer pautas
inusuales en los datos y establecer el vínculo imprevisto con una fórmula
concebida siglos antes por intereses puramente matemáticos. Pero aunque
Veneziano tenía la fórmula a mano, no tenía ninguna explicación de por qué
funcionaba. Carecía de una imagen física de por qué la función beta de Euler
debería ser relevante para las partículas que se influyen mutuamente a través
de la fuerza nuclear fuerte. En menos de dos años la situación cambió por
completo. En 1970, artículos de Leonard Susskind de Standford, Holger
Nielsen del Instituto Niels Bohr y Yohichiro Nam- bu de la Universidad de
Chicago revelaron los soportes físicos del descubrimiento de Veneziano.
Estos físicos demostraron que si la fuerza fuerte entre dos partículas fuera
debida a una hebra minúscula, extraordinariamente delgada, casi como una
goma elástica que conectara las partículas, entonces los procesos cuánticos
que Veneziano y otros habían estado examinando se describirían
matemáticamente utilizando la fórmula de Euler. Las pequeñas hebras
elásticas fueron bautizadas como cuerdas y ahora, colocado el caballo
adecuadamente delante del carro, la teoría de cuerdas había nacido
oficialmente.
Pero no saque aún el champán. Para los implicados en esta investigación,
era gratificante entender el origen físico de la intuición de Veneziano, puesto
que sugería que los físicos estaban en el camino para desenmascarar la fuerza
nuclear fuerte. Pese a todo, el descubrimiento no fue acogido con entusiasmo
universal. Lejos de ello. Muy lejos. De hecho, el artículo de Susskind fue
devuelto por la revista a la que lo envió con el comentario de que el trabajo
era de mínimo interés, una valoración que Susskind recuerda muy bien:
«Estaba desconcertado, me caía de la silla, estaba deprimido, así que me fui a
casa y me puse a beber».[12.9] Finalmente, su artículo y los otros que
anunciaban el concepto de cuerda fueron publicados, pero eso fue no mucho
antes de que la teoría sufriera otros dos reveses devastadores. Una examen
detallado de datos más refinados sobre la fuerza nuclear fuerte, recogidos
durante los primeros años de la década de 1970, mostraron que la
aproximación de la cuerda no podía describir adecuadamente los resultados
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más recientes. Además, una nueva propuesta llamada cromodiná- mica
cuántica, que estaba firmemente enraizada en los ingredientes tradicionales
de partículas y campos —nada de cuerdas en absoluto— fue capaz de
describir convincentemente todos los datos. Y así, en 1974 la teoría de
cuerdas había recibido un doble K. O. O así parecía.
John Schwarz era uno de los primeros entusiastas de las cuerdas. En una
ocasión me dijo que desde el primer momento él había tenido una sensación
visceral de que la teoría era profunda e importante. Schwarz pasó varios años
analizando sus diversos aspectos matemáticos; entre otras cosas, esto llevó al
descubrimiento de la teoría de supercuerdas —como veremos, un
refinamiento importante de la propuesta de cuerdas original—. Pero con el
ascenso de la cromodinámi- ca cuántica y el fracaso del marco de las cuerdas
para describir la fuerza fuerte, la justificación para seguir trabajando en teoría
de cuerdas empezaba a agotarse. No obstante, había un desajuste concreto
ente la teoría de cuerdas y la fuerza nuclear fuerte que seguía molestando a
Schwarz, y él encontró que no podía dejarla. Las ecuaciones mecano-
cuánticas de la teoría de cuerdas predecían que una partícula concreta bastante
inusual debería ser producida copiosamente en las colisiones a alta energía
que tienen lugar en los aceleradores de átomos. La partícula tendría masa
nula, como un fotón, pero la teoría de cuerdas predecía que tendría espín dbs,
lo que significa, hablando en términos generales, que giraría el doble de
rápido que un fotón. Ninguno de los experimentos había encontrado nunca
una partícula semejante, de modo que ésta parecía estar entre las predicciones
erróneas de la teoría de cuerdas.
Schwarz y su colaborador Joél Scherk se devanaron los sesos con este
caso de una partícula ausente, hasta que en un magnífico salto establecieron
una conexión con un problema completamente diferente. Aunque nadie había
sido capaz de combinar la relatividad general y la mecánica cuántica, los
físicos habían determinado ciertas características que surgirían de una unión
acertada. Y, como se indicó en el capítulo 9, una característica que
encontraron era que de la misma forma que una fuerza electromagnética es
transmitida microscópicamente por fotones, la fuerza gravitatoria debería ser
transmitida microscópicamente por otra clase de partículas, los gravitones (los
paquetes cuánticos más elementales de la gravedad). Aunque los gravitones
todavía no han sido detectados experimentalmente, todos los análisis teóricos
coinciden en que los gravitones deben tener dos propiedades: deben carecer
de masa y deben tener espín dos. Para Schwarz y Scherk esto hizo sonar una
campana —éstas eran precisamente las propiedades de la partícula predicha
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por la teoría de cuerdas— y les inspiró a hacer una jugada atrevida, una que
iba a transformar un fallo de la teoría de cuerdas en un éxito sorprendente.
Ellos propusieron que la teoría de cuerdas no debería considerarse como
una teoría mecanocuántica de la fuerza nuclear fuerte. Argumentaron que
incluso si la teoría había sido descubierta en un intento de comprender la
fuerza fuerte, era en realidad la solución a un problema diferente. Era en
realidad la primera teoría mecanocuántica de la fuerza gravitatoria.
Afirmaron que la partícula sin masa de espín dos predicha por la teoría de
cuerdas era el gravitón, y que las ecuaciones de la teoría de cuerdas
incorporaban necesariamente una descripción mecanocuántica de la gravedad.
Schwarz y Scherk publicaron su propuesta en 1974 y esperaban una
reacción importante por parte de la comunidad física. Pero su trabajo fue
ignorado. Visto en retrospectiva, no es difícil entender por qué. Para algunos
parecía que el concepto de cuerda se había convertido en una teoría en busca
de una aplicación. Parecía que, una vez que el intento de utilizar la teoría de
cuerdas para explicar la fuerza nuclear fuerte había fracasado, sus
proponentes no aceptaban la derrota y, en su lugar, estaban decididos a
encontrar relevancia para la teoría en otro lugar. Se añadió gasolina al fuego
de esta visión cuando se hizo evidente que Schwarz y Scherk necesitaban
cambiar el tamaño de las cuerdas en su teoría de forma radical para que la
fuerza transmitida por los candidatos a gravitón tuviera la intensidad conocida
y familiar de la gravedad. Puesto que la gravedad es una fuerza
extraordinariamente débil y puesto que, como es el caso, cuanto más larga es
la cuerda, más fuerte es la fuerza transmitida, Schwarz y Scherk encontraron
que las cuerdas tenían que ser extraordinariamente minúsculas para transmitir
una fuerza con la débil intensidad de la gravedad; tenían que tener un tamaño
de aproximadamente la longitud de Planck, cien trillones de veces menor que
el imaginado previamente. Tan pequeño, señalaban sardónicamente los
escépticos, que no había ningún aparato que fuera capaz de verlas, lo que
significaba que la teoría no podía ser puesta a prueba
experimentalmente./1[12.10]
Por el contrario, la década de 1970 fue testigo de un éxito tras otro para
las teorías más convencionales y no basadas en cuerdas, formuladas con
partículas puntuales y campos. Teóricos y experimentadores por igual tenían
la cabeza y las manos llenas de ideas concretas para investigar y predicciones
para comprobar. ¿Por qué dirigirse a la teoría de cuerdas especulativa cuando
había tanto trabajo excitante que hacer dentro de un marco de ensayo y error?
En el mismo sentido, aunque los físicos eran conscientes de que el problema
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de fundir gravedad y mecánica cuántica permanecía irresuelto utilizando
métodos convencionales, no era un problema que llamara la atención. Casi
todos reconocían que era una cuestión importante que habría que abordar
algún día, pero con la riqueza de trabajo aún por hacer sobre las fuerzas no
gravitatorias, el problema de cuantizar la gravedad fue relegado a un rincón y,
finalmente, a mitad de la década de 1970 la teoría de cuerdas estaba lejos de
haber sido completamente desarrollada. Tener un candidato para el gravitón
era un éxito, pero todavía había que abordar muchas cuestiones conceptuales
y técnicas. Parecía bastante plausible que la teoría fuera incapaz de superar
una o más de estas cuestiones, de modo que trabajar en la teoría de cuerdas
significaba correr un riesgo considerable. En pocos años la teoría podría estar
muerta.
Schwarz no se arredró. Creía que el descubrimiento de la teoría de
cuerdas, la primera aproximación plausible para describir la gravedad en el
lenguaje de la mecánica cuántica, era una idea importante. Si nadie quería oír,
allá ellos. Él seguiría y desarrollaría la teoría, de modo que cuando la gente
estuviera dispuesta a prestar atención, la teoría de cuerdas estaría mucho más
avanzada. Su determinación se mostró profética.
A finales de los setenta y principios de los ochenta, Schwarz formó equipo
con Michael Green, entonces en el Queen Mary College de Londres, y ambos
se propusieron trabajar en uno de los obstáculos técnicos a los que se
enfrentaba la teoría de cuerdas. Principal entre éstos era el problema de las
anomalías. Los detalles no importan, pero, hablando en términos generales,
una anomalía es un efecto cuántico pernicioso que condena a una teoría pues
da a entender que viola ciertos principios sagrados, tales como la
conservación de la energía. Para ser viable, una teoría debe estar libre de
anomalías. Las investigaciones iniciales habían revelado que la teoría de
cuerdas estaba plagada de anomalías, lo que era una de las principales razones
técnicas por las que no había generado mucho entusiasmo. Las anomalías
significaban que aunque la teoría de cuerdas parecía proporcionar una teoría
cuántica de la gravedad, puesto que contenía gravitones, en una inspección
más detallada la teoría adolecía de sus propias y sutiles inconsistencias
matemáticas.
Sin embargo, Schwarz se dio cuenta de que la situación no era clara.
Había una posibilidad —nada segura— de que un cálculo completo revelara
que las diversas contribuciones cuánticas a las anomalías que afectaban a la
teoría de cuerdas se cancelaran mutuamente cuando se combinaran de la
forma correcta. Junto con Green, Schwarz emprendió la ardua tarea de
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calcular estas anomalías, y en el verano de 1984 los dos tuvieron su
recompensa. Una noche tormentosa, trabajando hasta altas horas en el Centro
Aspen de Física en Colorado, completaron uno de los más importantes
cálculos del campo —un cálculo que demostraba que todas las anomalías
potenciales se cancelaban mutuamente de una forma que parecía casi
milagrosa. La teoría de cuerdas, revelaron, estaba libre de anomalías y por
ello no adolecía de ninguna inconsistencia matemática. La teoría de cuerdas,
demostraron convincentemente, era mecanocuánticamente viable.
Esta vez los físicos escucharon. Era a mediados de la década de 1980 y el
clima en física había cambiado considerablemente. Muchas de las
características esenciales de las tres fuerzas no gravitatorias habían sido
calculadas teóricamente y confirmadas experimentalmente. Aunque quedaban
por resolver detalles importantes —y algunos aún no lo están— la comunidad
estaba dispuesta a abordar el siguiente problema importante: la fusión de la
relatividad general y la mecánica cuántica. Entonces, desde un poco conocido
rincón de la física, Green y Schwarz entraron en escena con una propuesta
definida, matemáticamente consistente y estéticamente agradable sobre cómo
proceder. Casi de la noche a la mañana, el número de investigadores que
trabajaban en teoría de cuerdas saltó de dos a más de un millar. La primera
revolución de las cuerdas estaba en marcha.
La primera revolución
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afirmaciones esenciales de la teoría. Y las afirmaciones eran realmente
impresionantes. En pocas palabras, esto es lo que decía la teoría:
Tome cualquier trozo de materia —un bloque de hielo, un pedazo de roca,
una tableta de hierro— e imagine que lo corta por la mitad, y luego corta de
nuevo una de las piezas por la mitad y así sucesivamente; imagine que corta
continuamente el material en piezas cada vez más pequeñas. Hace unos 2.500
años, los antiguos griegos habían planteado el problema de determinar los
ingredientes más finos e indivisibles que serían el producto final de semejante
procedimiento. En nuestra época hemos aprendido que más pronto o más
tarde se llega a los átomos, pero los átomos no son la respuesta a la pregunta
de los griegos, porque pueden fragmentarse en constituyentes más finos. Los
átomos pueden dividirse. Hemos aprendido que constan de electrones que
pululan en tomo a un núcleo central que está compuesto de otras partículas
aún más finas: protones y neutrones. Y a finales de la década de 1960,
experimentos en el Acelerador Lineal de Stanford revelaron que incluso los
propios neutrones y protones están hechos de constituyentes más
fundamentales: cada protón y cada neutrón consiste en tres partículas
conocidas como quarks, como se mencionó en el capítulo 9 y se ilustra en la
figura 12.3a.
La teoría convencional, apoyada por los experimentos actuales, concibe
los electrones y los quarks como puntos sin ninguna extensión espacial; de
esta forma, por consiguiente, marcan el final de la línea —la última de las
muñecas rusas de la Naturaleza a encontrar en la constitución microscópica de
la materia—. Aquí es donde hace su aparición la teoría de cuerdas. La teoría
de cuerdas desafía la imagen convencional al proponer que electrones y
quarks no son partículas de tamaño cero. Según la teoría de cuerdas el modelo
convencional de partícula-puntual es una aproximación a una descripción más
refinada en la que cada partícula es en realidad un filamento de energía
minúsculo y vibrante, llamado una cuerda, como se puede ver en la figura
12.3b. Se supone que estas hebras de energía vibrante no tienen grosor, sólo
longitud, y por eso las cuerdas son entidades unidimensionales. Pero, puesto
que las cuerdas son tan pequeñas, unos cien trillones de veces más pequeñas
que un simple núcleo atómico (10-33 centímetros), parecen ser puntos incluso
cuando las examinamos con nuestros aceleradores más avanzados.
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FIGURA 12.3. (a) La teoría convencional se basa en electrones y quarks como los
constituyentes básicos de la materia, (b) La teoría de cuerdas sugiere que cada partícula es en
realidad una cuerda vibrante.
Puesto que nuestra comprensión de la teoría de cuerdas está lejos de ser
completa, nadie sabe con seguridad si la historia termina aquí —si,
suponiendo que la teoría es correcta, las cuerdas son realmente la última
muñeca rusa, o si las propias cuerdas podrían estar compuestas de
ingredientes aún más finos—. Volveremos a esta cuestión, pero de momento
sigamos el desarrollo histórico del tema e imaginemos que las cuerdas son
realmente donde todo termina; imaginemos que las cuerdas son los
ingredientes más elementales del universo.
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(muones y taus). Es probable que estas partículas abundaran inmediatamente
después del big bang, pero hoy sólo son producidas como los detritus
efímeros de colisiones de alta energía entre los tipos de partículas más
familiares. Finalmente, los experimentadores han descubierto también tres
tipos de partículas fantasmales llamadas neutrinos (neutrinos electrónicos,
neutrinos muónicos y neutrinos tau) que pueden atravesar billones de
kilómetros de plomo con tanta facilidad como nosotros atravesamos el aire.
Estas partículas —el electrón y sus dos primos más pesados, los seis tipos de
quarks y los tres tipos de neutrinos— constituyen la respuesta de un físico de
partículas actual a la pregunta de los antiguos griegos sobre la constitución de
la materia.[12.11]
La lista de los tipos de partículas puede organizarse en tres «familias» o
«generaciones» de partículas, como en la tabla 12.1. Cada familia tiene dos de
los quarks, uno de los neutrinos y una de las partículas del tipo del electrón; la
única diferencia entre partículas correspondientes en cada familia es que sus
masas aumentan en cada familia sucesiva. La división en familias sugiere
ciertamente una pauta subyacente, pero el aluvión de partículas puede
provocarle mareos (o, peor, hacer que sus ojos se pongan vidriosos). Espere,
no obstante, porque una de las características más bellas de la teoría de
cuerdas es que proporciona un medio para domar esta aparente complejidad.
TABLA 12.1. Las tres familias de partículas fundamentales y sus masas (en múltiplos de la
masa del protón). Se sabe que los valores de las masas de los neutrinos son distintos de cero,
pero sus valores exactos han eludido hasta ahora la determinación experimental
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oímos cada pauta como una nota musical diferente. De esta forma, una cuerda
de violonchelo puede producir un abanico de sonidos diferentes. Las cuerdas
en la teoría de cuerdas se comportan de forma similar: también pueden vibrar
en pautas diferentes. Pero en lugar de dar diferentes tonos musicales, las
diferentes pautas vibracionales en la teoría de cuerdas corresponden a
diferentes tipos de partículas. La idea clave es que la pauta de vibración
detallada ejecutada por una cuerda produce una masa específica, una carga
eléctrica específica, un espín específico y así sucesivamente —es decir, la
lista específica de propiedades que distingue un tipo de partícula de otro—.
Una cuerda que vibra con una pauta particular podría tener las propiedades de
un electrón, mientras que una cuerda que vibra con una pauta diferente podría
tener las propiedades de un quark up, un quark down, o cualquiera de los
otros tipos de partículas de la tabla 12.1. No es que una «cuerda electrónica»
constituya un electrón, o una «cuerda quark up» constituya un quark up, o una
«cuerda quark down» constituya un quark down. Se trata, más bien, de que un
tipo únicos de cuerdas pueden explicar una gran variedad de partículas porque
la cuerda puede ejecutar una gran variedad de pautas vibracionales.
Como puede ver, esto representa un paso potencialmente gigante hacia la
unificación. Si la teoría de cuerdas es correcta, la lista de partículas mareante
de la tabla 12.1 muestra el repertorio vibracional de un único ingrediente
básico. Hablando metafóricamente, las diferentes notas que pueden ser
tocadas por un único tipo de cuerda explicarían todas las diferentes partículas
que han sido detectadas. En el nivel ultramicroscópico, el universo sería
parecido a una sinfonía de cuerdas que da existencia a la materia.
Éste es un marco deliciosamente elegante para explicar las partículas en la
tabla 12.1, pero la unificación propuesta por la teoría de cuerdas va aún más
lejos. En el capítulo 9 y en nuestra discusión anterior observamos cómo las
fuerzas de la Naturaleza son transmitidas en el nivel cuántico por otras
partículas, las partículas mensajeras que están resumidas en la tabla 12.2. La
teoría de cuerdas explica las partículas mensajeras exactamente igual que
explica las partículas de materia. A saber, cada partícula mensajera es una
cuerda que está ejecutando una pauta vibracional particular. Un fotón es una
cuerda que vibra con una pauta particular, una partícula W es una cuerda que
vibra con una pauta diferente, un gluón es una cuerda que vibra con otra
pauta. Y, de importancia primordial, lo que Schwarz y Scherk demostraron en
1971 es que hay una pauta vibracional particular que tiene todas las
propiedades de un gravitón, de modo que la fuerza gravitatoria está incluida
en el marco mecanocuántico de la teoría de cuerdas. Así, no sólo las
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partículas de materia surgen de cuerdas vibrantes, sino que también lo hacen
las partículas mensajeras —incluso la partícula mensajera de la gravedad.
TABLA 12.2. Las cuatro fuerzas de la Naturaleza, junto con sus partículas de fuerza asociadas
y sus masas en términos de la masa del protón. (En realidad hay dos partículas W —una con
carga +1 y otra con carga -1— que tienen la misma masa; por simplicidad ignoramos este
detalle y llamamos a ambas partícula W).
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uniforme del espaciotiempo subyacente a la relatividad general se viene abajo
— de modo que la pregunta es ¿cómo resuelve el problema la teoría de
cuerdas? ¿Cómo la teoría de cuerdas calma las tumultuosas fluctuaciones del
espaciotiempo a distancias ultramicroscópicas?
La principal característica novedosa de la teoría de cuerdas es que su
ingrediente básico no es una partícula puntual —un punto sin tamaño— sino
que es un objeto que tiene extensión espacial. Esta diferencia es la clave del
éxito de la teoría de cuerdas para fusionar la gravedad y la mecánica cuántica.
El frenesí salvaje representado en la figura 12.2 surge de aplicar el
principio de incertidumbre al campo gravitatorio; en escalas cada vez más
pequeñas, el principio de incertidumbre implica que las fluctuaciones en el
campo gravitatorio se hacen cada vez más grandes. No obstante, a escalas de
distancia tan extraordinariamente minúsculas deberíamos describir el campo
gravitatorio en términos de sus constituyentes fundamentales, los gravitones,
de la misma manera que a escalas moleculares deberíamos describir el agua
en términos de moléculas de H2O. En este lenguaje, las frenéticas
ondulaciones del campo gravitatorio deberían considerarse como grandes
números de gravitones saltando incontroladamente en una dirección u otra,
como motas de polvo y suciedad atrapadas en un feroz tomado. Ahora bien, si
los gravitones fueran partículas puntuales (como se imaginaban en todos los
anteriores y fallidos intentos de fusionar la relatividad general y la mecánica
cuántica), la figura 12.2 reflejaría con precisión su comportamiento colectivo:
escalas de distancia cada vez más cortas, agitación cada vez mayor. Pero la
teoría de cuerdas cambia esta conclusión.
En la teoría de cuerdas cada gravitón es una cuerda vibrante —algo que
no es un punto, sino que tiene un tamaño aproximado de una longitud de
Planck (103’ centímetros).[12.12] Y puesto que los gravitones son los
constituyentes más finos y más elementales de un campo gravitatorio, no
tiene sentido hablar del comportamiento de campos gravitatorios en escalas
de longitud subPlanck. De la misma forma que la resolución de la pantalla de
su televisor está limitada por el tamaño de los píxeles individuales, la
resolución del campo gravitatorio en la teoría de cuerdas está limitada por el
tamaño de los gravitones. Así, el tamaño no nulo de los gravitones (y de
cualquier otra cosa) en la teoría de cuerdas establece un límite,
aproximadamente en la escala de Planck, al detalle con que puede resolverse
un campo gravitatorio.
Esta es la idea crucial. Las fluctuaciones cuánticas incontrolables
ilustradas en la figura 12.2 aparecen solamente cuando consideramos
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incertidumbre cuántica en escalas de distancia arbitrariamente cortas —
escalas más cortas que la longitud de Planck—. En una teoría basada en
partículas puntuales de tamaño nulo, una aplicación semejante del principio
de incertidumbre está prohibida y, como vemos en la figura, esto nos lleva a
un terreno salvaje fuera del alcance de la relatividad general de Einstein. Sin
embargo, una teoría basada en cuerdas incluye un seguro. En la teoría de
cuerdas las cuerdas son los ingredientes más pequeños, de modo que nuestro
viaje a lo ultramicroscó- pico acaba cuando alcanzamos la longitud de Planck
—el tamaño de las propias cuerdas—. En la figura 12.2, la escala de Planck
está representada por el segundo nivel más alto; como se puede ver, en tales
escalas sigue habiendo ondulaciones en el tejido espacial porque el campo
gravitatorio sigue estando sujeto a agitaciones cuánticas. Pero las agitaciones
son suficientemente suaves para evitar un conflicto irreparable con la
relatividad general. Las matemáticas precisas que subyacen a la relatividad
general deben ser modificadas para incorporar estas ondulaciones cuánticas,
pero esto puede hacerse y las matemáticas siguen siendo razonables.
Así, limitando cuán pequeño uno puede hacerse, la teoría de cuerdas
limita la violencia que pueden alcanzar las agitaciones del campo gravitatorio
—y el límite es suficientemente grande para evitar el choque catastrófico
entre mecánica cuántica y relatividad general. De esta manera, la teoría de
cuerdas reduce el antagonismo entre los dos marcos y es capaz, por primera
vez, de unirlos.
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no introduce ninguna restricción, pero puesto que las cuerdas tienen
tamaño, sí la hay. Si la teoría de cuerdas es correcta, los conceptos usuales de
espacio y tiempo, el marco en el que tienen lugar todas nuestras experiencias
cotidianas, simplemente no se aplica a escalas más finas que la escala de
Planck —la escala de las propias cuerdas.
Respecto a qué conceptos los sustituyen, no hay todavía consenso. Una
posibilidad que encaja con la explicación anterior de cómo la teoría de
cuerdas funde mecánica cuántica y relatividad general es que el tejido del
espacio en la escala de Planck se parezca a un retículo o una malla, en la que
el «espacio» entre las líneas de la malla está fuera de los límites de la realidad
física. De la misma forma que una hormiga microscópica que caminara en
una pieza ordinaria de tejido tendría que saltar de una hebra a otra, quizá el
movimiento a través el espacio a escalas ultramicroscópicas requiera
análogamente saltos discretos de una «hebra» de espacio a otra. También el
tiempo podría tener una estructura granular, con instantes individuales
fuertemente empaquetados pero no fundidos en un continuo sin fisuras. En
esta forma de pensar, los conceptos de intervalos de espacio y tiempo cada
vez más pequeños llegarían abruptamente a un final en la escala de Planck.
De la misma forma que no hay nada como una moneda americana de valor
menor que un céntimo, si el espaciotiempo ultramicroscópico tuviera una
estructura de malla no habría una distancia más corta que la longitud de
Planck o una duración más corta que el tiempo de Planck.
Otra posibilidad es que espacio y tiempo no dejen abruptamente de tener
sentido en escalas extraordinariamente pequeñas, sino que se transformen
poco a poco en conceptos más fundamentales. Una contracción más pequeña
que la escala de Planck estaría fuera de los límites no porque se tropiece con
una malla fundamental, sino porque los conceptos de espacio y tiempo se
funden sin solución de continuidad en nociones para las que «contracción más
pequeña» es tan carente de significado como preguntar si el número 9 es feliz.
Es decir, podemos imaginar que a medida que el espacio y el tiempo
macroscópicos familiares se transforman poco a poco en sus contrapartidas
ultramicroscópicas poco familiares, muchas de sus propiedades habituales —
tales como longitud y duración— se hacen irrelevantes o carentes de
significado. Por ejemplo, usted puede estudiar razonablemente la temperatura
y la viscosidad del agua líquida —conceptos que se aplican a las propiedades
macroscópicas de un fluido— pero cuando desciende a la escala de las
moléculas de H2O estos conceptos dejan de ser significativos. Quizá, de modo
análogo, aunque usted pueda dividir una y otra vez por la mitad regiones del
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espacio y duraciones del tiempo en las escalas cotidianas, cuando pasa a la
escala de Planck ellos sufren una transformación que deja sin significado a
esa división.
Muchos teóricos de cuerdas, entre los que me incluyo, sospechan que algo
de este tipo sucede, pero para ir más lejos necesitamos descubrir los
conceptos más fundamentales en los que se transforman el espacio y el
tiempo.* Hasta la fecha ésta es una pregunta no respondida, pero la
investigación de vanguardia (descrita en el último capítulo) ha sugerido
algunas posibilidades con consecuencias de gran alcance.
Con la descripción que he dado hasta ahora podría parecer desconcertante que
cualquier físico se resistiese al atractivo de la teoría de cuerdas. Aquí,
finalmente, hay una teoría que promete realizar el sueño de Einstein y más;
una teoría que podría sofocar la hostilidad entre la mecánica cuántica y la
relatividad general; una teoría con la capacidad de unificar toda la materia y
todas las fuerzas describiendo todo en términos de cuerdas vibrantes; una
teoría que sugiere un reino ultramicroscópico en los que el espacio y el
tiempo familiares podrían ser tan pintorescos como un teléfono con marcador
de disco; una teoría, en resumen, que promete llevar nuestra comprensión del
universo a todo un nuevo nivel. Pero tenga en cuenta que nadie ha visto nunca
una cuerda y, salvo por algunas ideas heterodoxas discutidas en el último
capítulo, es probable que, incluso si la teoría de cuerdas es correcta, nadie las
vea. Las cuerdas son tan pequeñas que una observación directa sería
equivalente a leer el texto de esta página a 100 años luz de distancia;
requeriría un poder de resolución casi un trillón de veces más fino que lo que
permite nuestra tecnología actual. Algunos científicos argumentan
locuazmente que una teoría tan alejada de la comprobación empírica directa
yace en el dominio de la filosofía o la teología, pero no en el de la física.
* Podría señalar que los defensores de otra aproximación para fusionar la
relatividad general y la mecánica cuántica, la gravedad cuántica de lazo, que
se discutirá brevemente en el capítulo 16, adoptan un punto de vista que está
más próximo a la primera conjetura —que el espaciotiempo tiene una
estructura discreta en la menor de las escalas.
Yo encuentro esta visión miope o, como mínimo, prematura. Aunque
quizá nunca tengamos una tecnología capaz de ver las cuerdas directamente,
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la historia de la ciencia está repleta de teorías que fueron puestas a prueba
experimentalmente con medios indirectos.[12.13] La teoría de cuerdas no es
modesta. Sus objetivos y promesas son grandes. Y esto es excitante y útil,
porque si una teoría va a ser la teoría de nuestro universo, debe ajustarse al
mundo real no sólo en el esbozo a grandes rasgos discutido hasta ahora sino
también en los más mínimos detalles. Como discutiremos ahora, en ellos se
basan los test potenciales.
Durante las décadas de 1960 y 1970 los físicos de partículas dieron
grandes pasos para entender la estructura cuántica de la materia y de las
fuerzas no gravitatorias que rigen su comportamiento. El marco al que fueron
llevados finalmente por los resultados experimentales y las ideas teóricas se
denomina el modelo estándar de la física de partículas y se basa en la
mecánica cuántica, las partículas de materia de la tabla 12.1 y las partículas de
fuerza de la tabla 12.2 (ignorando el gravitón, puesto que el modelo estándar
no incorpora la gravedad, e incluyendo la partícula de Higgs, que no figura en
las tablas), todas ellas vistas como partículas puntuales. El modelo estándar es
capaz de explicar esencialmente todos los datos producidos por los
aceleradores de átomos en el mundo, y durante años sus inventores han sido
laureados merecidamente con los más altos honores. Incluso así, el modelo
estándar tiene limitaciones importantes. Ya hemos discutido cómo este
modelo, y cualquier otra aproximación anterior a la teoría de cuerdas,
fracasaba en el intento de fusionar la gravedad y la mecánica cuántica. Pero
también tiene otros defectos.
El modelo estándar dejaba sin explicar por qué las fuerzas son
transmitidas por la lista precisa de partículas de la tabla 12.2 y por qué la
materia está compuesta de la lista precisa de partículas de la tabla 12.1. ¿Por
qué hay tres familias de partículas de materia y por qué cada familia tiene las
partículas que tiene? ¿Por qué no dos familias o simplemente una? ¿Por qué el
electrón tiene tres veces la carga eléctrica del quark-down? ¿Por qué el muón
pesa 23,4 veces más que el quark-up, y por qué el quark-up pesa una 350.000
veces más que un electrón? ¿Por qué está construido el universo con este
abanico de números aparentemente aleatorios? El modelo estándar toma las
partículas en las tablas 12.1 y 12.2 (de nuevo, ignorando el gravitón) como
input, y luego hace predicciones impresionantemente exactas de cómo
interaccionarán y se influirán mutuamente las partículas. Pero el modelo
estándar no puede explicar el input —las partículas y sus propiedades— igual
que su calculadora no puede explicar los números que usted introdujo la
última vez que la utilizó.
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Preguntarse sobre las propiedades de estas partículas no es una pregunta
académica de por qué este o ese detalle esotérico resulta ser de una forma u
otra. Durante el último siglo los científicos se han dado cuenta de que el
universo tiene las características familiares por la experiencia común
solamente porque las partículas de las tablas 12.1 y 12.2 tienen precisamente
las propiedades que tienen. Incluso cambios menores en las masas o las
cargas eléctricas de algunas de las partículas las harían, por ejemplo,
incapaces de participar en los procesos nucleares que alimentan las estrellas.
Y sin estrellas, el universo sería un lugar completamente diferente. Así, las
característcas detalladas de las partículas elementales están entretejidas con lo
que muchos ven como la cuestión más profunda en toda la ciencia: ¿por qué
las partículas elementales tienen las propiedades correctas para permitir que
ocurran procesos nucleares, que se enciendan las estrellas, que se formen
planetas alrededor de las estrellas, y que al menos en uno de estos planetas
exista vida ?
El modelo estándar no puede ofrecer ninguna intuición sobre esta cuestión
porque las propiedades de las partículas son parte de su input necesario. La
teoría no empieza a producir resultados hasta que no se especifiquen las
propiedades de las partículas. Pero la teoría de cuerdas es diferente. En la
teoría de cuerdas las propiedades de las partículas están determinadas por las
pautas vibracionales de las cuerdas y por eso la teoría mantiene la promesa de
proporcionar una explicación.
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proporcionar a la Humanidad un suministro de energía esencialmente
ilimitado.
En estos ejemplos, la energía es producida a partir de la masa. Pero la
ecuación de Einstein funciona perfectamente a la inversa —en la dirección en
la que la masa se produce a partir de la energía— y ésa es la dirección en la
que la teoría de cuerdas utiliza la ecuación de Einstein. La masa de una
partícula en la teoría de cuerdas no es otra cosa que la energía de su cuerda
vibrante. Por ejemplo, la explicación que ofrece la teoría de cuerdas de por
qué una partícula es más pesada que otra es que la cuerda que constituye la
partícula más pesada está vibrando más rápida y más furiosamente que la
cuerda que constituye la partícula más ligera. Una vibración más rápida y más
furiosa significa energía más alta, y energía más alta se traduce, vía la
ecuación de Einstein, en masa mayor. Recíprocamente, cuanto más ligera es
una partícula, más lenta y menos frenética es la correspondiente vibración de
la cuerda; una partícula sin masa como un fotón o un gravitón corresponde a
una cuerda que ejecuta la pauta vibracional más plácida y suave que puede
ejecutar. [*34] ’[12.14]
Otras propiedades de una partícula, tales como su carga eléctrica y su
espín, están codificadas mediante características más sutiles de las
vibraciones de la cuerda. Comparadas con la masa, estas características son
más difíciles de describir de forma no matemática, pero siguen la misma idea
básica: la pauta vibracional es la huella dactilar de la partícula; todas las
propiedades que utilizamos para distinguir una partícula de otra están
determinadas por la pauta vibracional de la cuerda de la partícula.
A principios de la década de 1970, cuando los físicos analizaron las pautas
vibracionales que aparecen en la primera encarnación de la teoría de cuerdas
—la teoría de cuerdas bosónica— para determinar los tipos de propiedades de
las partículas que predecía la teoría, encontraron una pega. Cada pauta
vibracional en la teoría de cuerdas bosónica tenía una cantidad de espín
entera: espín 0, espín 1, espín 2 y así sucesivamente. Esto era un problema,
porque aunque las partículas mensajeras tienen valores de espín de este tipo,
las partículas de materia (como electrones y quarks) no lo tienen. Estas
últimas tienen una cantidad de espín fraccionaria, espín ½. En 1971, Pierre
Ramond de la Universidad de Florida se propuso remediar esta deficiencia;
pronto encontró una manera de modificar las ecuaciones de la teoría de
cuerdas bosónica para permitir también pautas vibracionales semienteras.
De hecho, en un examen más detallado, la investigación de Ramond, junto
con resultados encontrados por Schwarz y su colaborador André Neveu e
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ideas posteriores de Ferdinando Gliozzi, Joél Scherk y David Olice, reveló un
perfecto equilibrio —una nueva simetría— entre las pautas vibracionales con
diferentes espines en la teoría de cuerdas modificada. Estos investigadores
encontraron que las nuevas pautas vibracionales aparecían en pares cuyos
valores de espín diferían en media unidad. Por cada pauta vibracional con
espín ½ había una pauta vibracional asociada con espín 0. Por cada pauta
vibracional de espín 1, había una pauta vibracional asociada de espín ½, y así
sucesivamente. La relación entre valores de espín entero y semientero fue
llamada supersimetría, y con estos resultados nació la teoría de cuerdas
supersimétrica, o teoría de supercuerdas. Casi una década más tarde, cuando
Schwarz y Green demostraron que todas las anomalías potenciales que
amenazaban la teoría de cuerdas se cancelaban mutuamente, ellos estaban
trabajando realmente en el marco de la teoría de supercuerdas, y así la
revolución que inició su artículo de 1984 es llamada como más propiedad la
primera revolución de las supercuerdas. (En lo que sigue, me referiré a
menudo a cuerdas y a teoría de cuerdas, pero eso es tan sólo una abreviatura;
siempre entendemos supercuerdas y teoría de supercuerdas.)
Con esta base podemos afirmar ahora qué significa que la teoría de
cuerdas vaya más allá de las características a grandes rasgos y explique el
universo en detalle. Se reduce a esto: entre las pautas vibracionales que
pueden ejecutar las cuerdas, debe haber pautas cuyas propiedades coinciden
con las de los tipos de partículas conocidas. La teoría tiene pautas
vibracionales con espín */2, pero debe tener pautas vibracionales de espín */2
que se ajusten precisamente a las partículas de materia conocidas, resumidas
en la tabla 12.1. La teoría tiene pautas vibracionales de espín 1, pero debe
tener pautas vibracionales de espín 1 que se ajusten precisamente a las
partículas mensajeras conocidas, resumidas en la tabla 12.2. Finalmente, si los
experimentos descubren partículas de espín 0, tales como se predicen para los
campos de Higgs, la teoría de cuerdas debe dar pautas vibracionales que se
ajusten precisamente a las propiedades de estas partículas. En resumen, para
que la teoría de cuerdas sea viable, sus pautas vibracionales deben dar y
explicar las partículas del modelo estándar.
Ésta es, entonces, la gran oportunidad de la teoría de cuerdas. Si la teoría
de cuerdas es correcta, hay una explicación para las propiedades de las
partículas que han medido los experimentadores, y se encuentra en las pautas
vibracionales resonantes que pueden ejecutar las cuerdas. Si las propiedades
de estas pautas vibracionales se ajustan a las propiedades de la partículas de
las tablas 12. y 12.2, creo que eso convencería incluso a los escépticos más
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recalcitrantes de la veracidad de la teoría de cuerdas, ya se haya visto o no
directamente la estructura ampliada de una cuerda. Y además de establecerse
como la largo tiempo buscada teoría unificada, con dicho encaje entre teoría y
datos experimentales, la teoría de cuerdas ofrecería la primera explicación
fundamental de por qué el universo es como es.
De modo que ¿cómo afronta la teoría de cuerdas este test crítico?
Demasiadas vibraciones
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energéticas, y con ello corresponden, vía E = me2, a partículas con masas
enormes.
Y por enorme quiero decir realmente enorme. Los cálculos muestran que
las masas de las vibraciones de cuerdas siguen una serie análoga a la de los
armónicos musicales: todas son múltiplos de una masa fundamental, la masa
de Planck, igual que los sobretonos son todos múltiplos de una frecuencia o
tono fundamental. Para los patrones de la física de partículas, la masa de
Planck es colosal —es unos diez trillones (1019) de veces la masa de un
protón, aproximadamente la masa de una mota de polvo o de una bacteria—.
Así, las masas posibles de las vibraciones de cuerdas son 0 veces la masa de
Planck, 1 vez la masa de Planck, 2 veces la masa de Planck, 3 veces la masa
de Planck, y así sucesivamente, lo que muestra que las masas de todas las
vibraciones de cuerdas salvo la masa 0 son gigantescas.[12.15]
Como puede ver, algunas de las partículas en las tablas 12.1 y 12.2
carecen realmente de masa, pero la mayoría la tienen. Y las masas no nulas en
las tablas están más lejos de la masa de Planck de lo que está el sultán de
Brunei de necesitar un préstamo. Así pues, vemos claramente que las masas
de las partículas conocidas no encajan en la pauta adelantada por la teoría de
cuerdas. ¿Significa esto que la teoría de cuerdas está descartada? Usted podría
pensarlo, pero no es así. Tener una lista inacabable de pautas vibracionales
cuyas masas se alejan cada vez más de las de las partículas conocidas es un
reto que la teoría debe superar. Años de investigación han revelado estrategias
prometedoras para hacerlo.
De entrada, note que experimentos con los tipos de partículas conocidas
nos han enseñado que las partículas pesadas tienden a ser inestables;
típicamente, las partículas pesadas se desintegran rápidamente en un
chaparrón de partículas de masas menores generando en última instancia los
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tipos más ligeros y más familiares de las tablas 12.1 y 12.2. (Por ejemplo, el
quark top se desintegra en aproximadamente 10“24 segundos.) Esperamos que
esta lección siga siendo válida para las pautas vibracionales de las cuerdas
«superpesadas», y eso explicaría por qué, incluso si fueron producidas
copiosamente en el universo primitivo y caliente, pocas de ellas, si es que lo
ha hecho alguna, han sobrevivido hasta hoy. Incluso si la teoría de cuerdas es
correcta, nuestra única oportunidad de ver las pautas vibracionales
superpesadas sería producirlas mediante colisiones de alta energía en los
aceleradores de partículas. Sin embargo, puesto que los aceleradores actuales
sólo pueden alcanzar energías equivalentes a aproximadamente 1.000 veces la
masa de un protón, son demasiado débiles para excitar otras que no sean las
pautas vibracionales más plácidas de la teoría de cuerdas. Así, la predicción
de la teoría de cuerdas de una torre de partículas con masas que empiezan por
ser mil billones de veces mayores que las alcanzables con la tecnología actual
no está en conflicto con la observación.
Esta explicación también aclara que el contacto entre la teoría de cuerdas
y la física de partículas implicará solamente las vibraciones de cuerdas de
energía más baja —las carentes de masa— puesto que las otras están más allá
de lo que podemos alcanzar con la tecnología actual. Pero ¿qué hay del hecho
de que la mayoría de las partículas de las tablas 12.1 y 12.2 sí tienen masa?
Es una cuestión importante, pero menos perturbadora de lo que podría
parecer al principio. Puesto que la masa de Planck es enorme, e incluso la
partícula más masiva conocida, el quark top, pesa sólo
0,0000000000000000116 (aproximadamente 10“17) veces la masa de Planck.
En cuanto al electrón, pesa 0,000000000000000000000034
(aproximadamente 10"23) veces la masa de Planck. De modo que, en primera
aproximación —válida hasta una parte en 1017— todas las partículas en las
tablas 12.1 y 12.2 tienen masas iguales a cero veces la masa de Planck (de la
misma manera que la mayoría de las fortunas de la Tierra son, en primera
aproximación, 0 veces la del sultán de Brunei), precisamente como
«predecía» la teoría de cuerdas. Nuestro objetivo es mejorar esta
aproximación y demostrar que la teoría de cuerdas explica las minúsculas
desviaciones de 0 veces la masa de Planck características de las partículas en
las tablas 12.1 y 12.2. Pero las pautas vibracionales sin masa no están tan en
contra de los datos como usted podría haber pensado inicialmente.
Esto es alentador, pero un examen detallado revela aún más desafíos.
Utilizando las ecuaciones de la teoría de supercuerdas los físicos han hecho
una lista de todas las pautas vibracionales de cuerdas sin masa. Una entrada es
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el gravitón de espín 2, y ése es el gran éxito que lanzó la teoría; garantiza que
la gravedad es parte de la teoría de cuerdas cuántica. Pero los cálculos
muestran también que hay muchas más pautas vibracionales de espín 1 sin
masa que partículas en la tabla 12.2, y hay muchas más pautas vibracionales
de espín */2 sin masa que partículas en la tabla 12.1. Además, la lista de
pautas vibracionales de espín '/2 no muestra ninguna traza de agolpamientos
repetitivos como la estructura en familias de la tabla 12.1. De modo que con
un examen menos superficial parece cada vez más difícil ver cómo las
vibraciones de cuerdas se adaptarían a los tipos de partículas conocidas.
Así, a mediados de la década de 1980, aunque había razones para
excitarse por la teoría de supercuerdas, también había razones para ser
escéptico. Es innegable que la teoría de supercuerdas presentaba un paso
capital hacia la unificación-. Al proporcionar la primera aproximación
consistente para fusionar gravedad y mecánica cuántica, hacía para la física lo
que Roger Bannister hizo para la milla en cuatro minutos: demostró que lo
aparentemente imposible es posible. La teoría de supercuerdas estableció
definitivamente que podíamos atravesar la barrera aparentemente
impenetrable que separa los dos pilares de la física del siglo xx.
Pese a todo, al tratar de ir más lejos y demostrar que la teoría de
supercuerdas podía explicar las características detalladas de la materia y las
fuerzas de la Naturaleza, los físicos encontraron dificultades. Esto llevó a los
escépticos a proclamar que la teoría de supercuerdas, a pesar de todo su
potencial para la unificación, era meramente una estructura matemática sin
relevancia directa para el universo físico.
Con ser importantes estos problemas recién discutidos, en el primer lugar
de la lista de defectos de la teoría de supercuerdas para los escépticos había
una característica que aún tengo que introducir. La teoría de supercuerdas
proporciona realmente una fusión acertada de la gravedad y la mecánica
cuántica, una fusión que está libre de las inconsistencias matemáticas que
plagaban todos los intentos anteriores. Sin embargo, por extraño que pueda
sonar, a los pocos años de su descubrimiento los físicos encontraron que las
ecuaciones de la teoría de supercuerdas no tienen estas propiedades deseables
si el universo tiene tres dimensiones espaciales. En lugar de ello, las
ecuaciones de la teoría de supercuerdas son matemáticamente consistentes
sólo si el universo tiene nueve dimensiones espaciales o, incluyendo la
dimensión temporal, ¡funcionan sólo en un universo con diez dimensiones
espaciotemporales!
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En comparación con esta extrañísima afirmación, la dificultad de
establecer una correspondencia detallada entre pautas vibracionales de
cuerdas y tipos de partículas conocidas parece una cuestión secundaria. La
teoría de supercuerdas requiere la existencia de seis dimensiones del espacio
que nadie ha visto todavía. Eso no es un punto menor —eso es un problema.
¿O no lo es?
Descubrimientos teóricos hechos durante las primeras décadas del siglo
xx, mucho antes de que la teoría de cuerdas entrara en escena, sugerían que
las dimensiones extras no tenían por qué ser un problema. Y con la
actualización de finales del siglo xx, los físicos demostraron que estas
dimensiones extras tienen la capacidad de salvar el hueco entre las pautas
vibracionales de la teoría de cuerdas y las partículas elementales que los
experimentadores han descubierto.
Éste es uno de los desarrollos más gratificantes de la teoría; veamos cómo
funciona.
Unificación en dimensiones más altas
En 1919 Einstein recibió un artículo que fácilmente podía haber sido
despachado como desvarios de un loco. Estaba escrito por un matemático
alemán poco conocido llamado Theodor Kaluza, y en unas pocas páginas
exponía una aproximación para unificar las dos fuerzas conocidas en la época,
la gravedad y el electromagnetismo. Para conseguir este objetivo, Kaluza
proponía una separación radical de algo tan básico, tan completamente
tomado como dado, que parecía fuera de dudas. Proponía que el universo no
tiene tres dimensiones espaciales. En su lugar, Kaluza pedía a Einstein y al
resto de la comunidad de la física que contemplara la posibilidad de que el
universo tenga cuatro dimensiones espaciales, de modo que, junto con el
tiempo, tiene un total de cinco dimensiones espaciotemporales.
Para empezar, ¿qué demonios significa eso? Bien, cuando decimos que
hay tres dimensiones espaciales queremos decir que hay tres direcciones o
ejes independientes a lo largo de los cuales podemos movemos. Desde su
posición actual usted puede definirlas como izquierda/derecha, delante/detrás
y arriba/abajo; en un universo con tres dimensiones espaciales, cualquier
movimiento que emprenda es una combinación de movimientos a lo largo de
estas tres direcciones. Una forma equivalente de expresarlo es que en un
universo con tres dimensiones espaciales usted necesita exactamente tres
elementos de información para especificar una posición. En una ciudad, por
ejemplo, usted necesita dar la calle de un edificio, una calle transversal que
fija la manzana y un número de planta para especificar dónde va a dar una
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fiesta. Y si usted quiere que la gente se presente con la comida aún caliente,
también necesita especificar un cuarto dato: un tiempo. Eso es lo que
entendemos cuando decimos que el espaciotiempo es tetradimensional.
Kaluza propuso que además de izquierda/derecha, delante/detrás y
arriba/abajo, el universo tiene en realidad una dimensión espacial más que,
por alguna razón, nadie ha visto aún. Si es correcto, esto significaría que hay
otra dirección independiente en la que pueden moverse los objetos y, por lo
tanto, que necesitamos dar cuatro elementos de información para especificar
un lugar exacto en el espacio, y un total de cinco elementos de información si
especificamos también un tiempo.
Muy bien; eso es lo que proponía el artículo que Einstein recibió en abril
de 1919. La pregunta es: ¿por qué Einstein no lo tiró? Nosotros no vemos otra
dimensión espacial —nunca nos encontramos caminando sin rumbo porque
una calle, otra calle transversal y un número de planta sean insuficientes para
especificar una dirección— de modo que ¿por qué contemplar una idea tan
extraña? Bien, he aquí por qué. Kaluza comprendió que las ecuaciones de la
teoría de la relatividad general de Einstein podían extenderse fácilmente de
forma matemática a un universo que tuviera una dimensión espacial más.
Kaluza realizó esta extensión y encontró, de forma bastante natural, que la
versión de la relatividad general en dimensiones más altas no sólo incluía las
ecuaciones de la gravedad originales de Einstein sino que, debido a la
dimensión espacial extra, también tenía ecuaciones extras. Cuando Kaluza
estudió estas ecuaciones extras, descubrió algo extraordinario: las ecuaciones
extras no eran otras que las ecuaciones que Maxwell había descubierto en el
siglo xix para describir el campo electromagnético. Al imaginar un universo
con una nueva dimensión espacial, Kaluza había propuesto una solución a lo
que Einstein veía como uno de los problemas más importantes de toda la
física. Kaluza había encontrado un marco que combinaba las ecuaciones
originales de Einstein de la relatividad general con las ecuaciones de
Maxwell del electromagnetismo. Por eso es por lo que Einstein no tiró el
artículo de Kaluza.
Intuitivamente, usted puede considerar así la propuesta de Kaluza. En
relatividad general, Einstein despertaba al espacio y el tiempo. Cuando éstos
se flexionaban y estiraban, Einstein se dio cuenta de que había encontrado la
encarnación geométrica de la fuerza gravitatoria. El artículo de Kaluza
sugería que el alcance geométrico del espacio y el tiempo era aún mayor.
Mientras que Einstein se dio cuenta de que los campos gravitatorios pueden
describirse como deformaciones y rizos en las tres dimensiones espaciales y
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una dimensión temporal habituales, Kaluza comprendió que en un universo
con una dimensión espacial adicional habría deformaciones y rizos
adicionales. Y estas deformaciones y rizos, demostraba su análisis, serían las
precisas para describir los campos electromagnéticos. En manos de Kaluza, la
aproximación geométrica del propio Einstein al universo se mostró
suficientemente poderosa para unir gravedad y electromagnetismo.
Por supuesto, seguía habiendo un problema. Aunque las matemáticas
funcionaban, no había evidencia —y sigue sin haberla— de ninguna
dimensión espacial además de las tres que todos conocemos. Así que el
descubrimiento de Kaluza ¿era una mera curiosidad, o era algo relevante para
nuestro universo? Kaluza tenía gran confianza en la teoría —por ejemplo, él
aprendió a nadar estudiando un tratado de natación y arrojándose luego al mar
— pero la idea de una dimensión espacial invisible, por muy atractiva que
fuera la teoría, aún sonaba escandalosa. Entonces, en 1926, el físico sueco
Oscar Klein dio un nuevo giro a la idea de Kaluza, uno que sugería dónde
podría estar oculta la dimensión extra.
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superficie de la cuerda es bidimensional,[*36] de modo que puede ponerse a
salvo del pisotón de Philippe o bien deslizándose por delante de él, como
imaginábamos inicialmente, o arrestándose alrededor de la minúscula
dimensión circular y dejando que Philippe pase por encima.
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cuerda, pero sería otra completamente diferente revelar la dimensión circular
de algo tan fino como un hilo dental o una estrecha fibra nerviosa.
La contribución de Klein consistió en sugerir que lo que es cierto para un
objeto dentro del universo podría ser cierto para el tejido del propio universo.
A saber, de la misma forma que la superficie de una cuerda tiene dimensiones
grandes y pequeñas, también las tiene el tejido del espacio. Quizá las tres
dimensiones que todos conocemos —izquierda/derecha, delante/detrás y
arriba/abajo— son, como la extensión horizontal de la cuerda, dimensiones de
la variedad grande y fácil de ver. Pero de la misma forma que la superficie de
la cuerda tiene una dimensión adicional, pequeña, enrollada y circular, quizá
el tejido del espacio tiene también una dimensión pequeña, enrollada y
circular, una dimensión tan pequeña que nadie tiene un aparato amplificador
suficientemente potente para revelar su existencia. Debido a su minúsculo
tamaño, argumentaba Klein, la dimensión estaría oculta.
¿Cuán pequeña es pequeña? Bien, incorporando ciertas características de
la mecánica cuántica en la propuesta original de Kaluza, el análisis
matemático de Klein revelaba que el radio de una dimensión espacial circular
extra sería aproximadamente la longitud de Planck,[12.16] ciertamente
demasiado pequeña para ser accesible experimentalmente (los aparatos
actuales no pueden resolver nada más pequeño que aproximadamente una
milésima del tamaño de un núcleo atómico, lo que queda muy lejos de la
longitud de Planck en un factor de mil billones). Pese a todo, para un
imaginario gusano del tamaño de Planck, esta dimensión minúscula, enrollada
y circular ofrecería una nueva dirección en la que podría deambular tan
libremente como un gusano ordinario recorre la dimensión circular de la
cuerda en la figura 12.5. Por supuesto, de la misma forma que un gusano
ordinario encuentra que no hay mucho lugar para explorar en la dirección de
las agujas del reloj antes de que se encuentre de nuevo en su punto de partida,
un gusano de tamaño de Planck que se arrastra a lo largo de una dimensión
del espacio enrollada también volvería repetidamente a su punto de partida.
Pero aparte de la longitud del viaje que permitiera, una dimensión enrollada
proporcionaría una dirección en la que el gusano minúsculo podría moverse
con tanta facilidad como lo hace en las tres dimensiones desplegadas
familiares.
Para hacerse una idea intuitiva de cómo es esto, note que lo que hemos
estado citando como la dimensión enrollada de una cuerda —la dirección a
favor/en contra de las agujas del reloj— existe en cada punto a lo largo de su
dimensión extendida. El gusano puede arrastrarse alrededor de la cuerda en
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cualquier punto a lo largo de su longitud estirada, y por eso la superficie de la
cuerda puede describirse como algo que tiene una dimensión larga con una
dirección minúscula y circular cosida en cada punto, como la figura 12.6. Ésta
es una imagen útil para tener en mente porque también se aplica a la
propuesta de Klein para ocultar la dimensión del espacio extra de Kaluza.
Para verlo, examinemos de nuevo el tejido del espacio mostrando
secuencialmente su estructura en escalas de distancia cada vez más pequeñas,
como en la figura 12.7. En los primeros niveles de aumento, nada nuevo se
revela: el tejido del espacio sigue pareciendo tridimensional (lo que, como es
habitual, representamos esquemáticamente en la página impresa por una
malla bidimensional). Sin embargo, cuando descendemos a la escala de
Planck, el máximo nivel de ampliación en la figura, Klein sugería que una
nueva dimensión enrollada se hacía visible. De la misma forma que la
dimensión circular de la cuerda existe en cada punto a lo largo de su
dimensión grande y extendida, la dimensión circular en esta propuesta existe
en cada punto de las tres dimensiones familiares extendidas de la vida diaria.
En la figura 12.7 ilustramos esto dibujando la dimensión circular adicional en
varios puntos a lo largo de las dimensiones extendidas (puesto que dibujar el
círculo en cada punto oscurecería la imagen) y usted puede ver
inmediatamente la similitud con la cuerda de la figura 12.6. Por lo tanto, en la
propuesta de Klein el espacio debería concebirse como algo que tiene tres
dimensiones desplegadas (de las que sólo mostramos dos en la figura) con
una dimensión circular adicional cosida en cada punto. Note que la dimensión
extra no es un bache o un lazo dentro de las tres dimensiones espaciales
habituales, como podrían llevarle a pensar las limitaciones gráficas de la
figura. En su lugar, la dimensión extra es una nueva dirección, completamente
distinta de las tres que conocemos, que existe en cada punto en nuestro
espacio tridimensional ordinario, pero es tan pequeña que escapa a la
detección incluso con nuestros instrumentos más sofisticados.
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FIGURA 12.6. La superficie de una cuerda tiene una dimensión larga con una dimensión
circular cosida en cada punto.
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FIGURA 12.7. La propuesta de Kaluza-Klein consiste en que en escalas muy pequeñas el
espacio tiene una dimensión circular extra cosida en cada punto familiar.
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Más de tres décadas después, la situación cambió radicalmente. La teoría
de cuerdas es la primera aproximación para fusionar la relatividad general y la
mecánica cuántica; además, tiene el potencial para unificar nuestra
comprensión de todas las fuerzas y toda la materia. Pero las ecuaciones
mecanocuánticas de la teoría de cuerdas no funcionan en cuatro dimensiones
espaciotemporales, ni en cinco, seis, siete o siete mil. En su lugar, por razones
discutidas en la próxima sección, las ecuaciones de la teoría de cuerdas
funcionan solamente en diez dimensiones espaciotemporales —nueve de
espacio más una de tiempo—. La teoría de cuerdas exige más dimensiones.
Éste es un resultado de un tipo fundamentalmente diferente, uno nunca
antes encontrado en la historia de la física. Antes de las cuerdas, ninguna
teoría decía nada sobre el número de dimensiones espaciales en el universo.
Cada teoría desde Newton hasta Einstein, pasando por Maxwell, suponía que
el universo tenía tres dimensiones espaciales, igual que todos nosotros
suponemos que el Sol saldrá mañana. Kaluza y Klein presentaron un desafío
sugiriendo que había cuatro dimensiones espaciales, pero esto equivalía a otra
hipótesis —una hipótesis diferente, pero una hipótesis en cualquier caso—.
Ahora, por primera vez, la teoría de cuerdas proporcionaba ecuaciones que
predecían el número de dimensiones espaciales. Un cálculo —no una
hipótesis, no una conjetura inspirada— determina el número de dimensiones
espaciales según la teoría de cuerdas, y lo sorprendente es que el número
calculado no es tres, sino nueve. La teoría de cuerdas nos lleva,
inevitablemente, a un universo con seis dimensiones espaciales extra y con
ello proporciona un contexto convincente y listo para apelar a las ideas de
Kaluza y Klein.
La propuesta original de Kaluza y Klein suponía sólo una dimensión
oculta, pero es fácilmente generalizable a dos, tres, o incluso las seis
dimensiones extras requeridas por la teoría de cuerdas. Por ejemplo, en la
figura 12.8a reemplazamos la dimensión circular adicional de la figura 12.7,
una forma unidimensional, por la superficie de una esfera, una forma
bidimensional (recuerde de la discusión del capítulo 8 que la superficie de una
esfera es bidimensional porque usted necesita dos elementos de información
—como la latitud y la longitud en la superficie de la Tierra— para especificar
una posición). Como sucede con el círculo, usted debería imaginar la esfera
cosida en cada punto de las dimensiones habituales, incluso si en la figura
12.8a, para mantener la imagen nítida, dibujamos sólo aquellas que yacen en
las intersecciones de las líneas de la malla. En un universo de este tipo, usted
necesitaría un total de cinco elementos de información para ubicar una
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posición en el espacio: tres elementos para ubicar su posición en las
dimensiones grandes (calle, calle transversal, número de planta) y dos
elementos para ubicar su posición en la esfera (latitud, longitud) cosida en ese
punto. Ciertamente, si el radio de la esfera fuera minúsculo —miles de
millones de veces menor que un átomo— los dos últimos elementos de
información no importarían mucho para seres relativamente grandes como
nosotros. No obstante, la dimensión extra sería una parte integrante de la
constitución ultramicroscópica del tejido espacial. Un gusano
ultramicroscópico necesitaría los cinco elementos de información y, si
incluimos el tiempo, necesitaría seis elementos de información para llegar a la
fiesta correcta en el momento correcto.
FIGURA 12.8. Un primer plano de un universo con las tres dimensiones normales,
representadas por la malla, y (a) dos dimensiones enrolladas en forma de esferas huecas, y (b)
tres dimensiones enrolladas en forma de bolas sólidas.
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tiene no una dimensión extra como en la figura 12.7, no dos dimensiones
extras como en la figura 12.8a, no tres dimensiones extras como en la figura
12.8b, sino seis dimensiones espaciales extras. Por supuesto, yo no puedo
visualizarlo y nunca he conocido a nadie que pueda hacerlo. Pero su
significado es claro. Especificar la localización espacial de un gusano de
tamaño de Planck en dicho universo requiere nueve elementos de
información: tres para ubicar su posición en las dimensiones extendidas
habituales y seis más para ubicar su posición en las dimensiones enrolladas
cosidas en ese punto. Cuando se tiene en cuenta también al tiempo, éste es un
universo de diez dimensiones espaciotemporales, como el que requieren las
ecuaciones de la teoría de cuerdas. Si las seis dimensiones extras están
suficientemente enrolladas, escaparían fácilmente a la detección.
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promedio haría que pasase desapercibido que usted estaba atravesando las
seis dimensiones extras.
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FIGURA 12.9. (a) Un ejemplo de una forma de Calabi-Yau. (b) Una porción muy amplificada
del espacio con dimensiones adicionales en forma de una minúscula forma de Calabi-Yau.
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pautas vibracionales, pero sólo aquellas que impliquen movimiento en las
dirección izquierda/derecha y delante/detrás de la superficie de la mesa. Si
entonces se libera la cuerda para que vibre en la tercera dimensión, con
movimiento en la dimensión arriba/abajo que se sale de la superficie de la
mesa, se harán accesibles pautas vibracionales adicionales. Ahora, aunque es
difícil representarla en más de tres dimensiones, esta conclusión —que más
dimensiones significa más pautas vibracionales— es general. Si una cuerda
puede vibrar en una cuarta dimensión espacial, puede ejecutar más pautas
vibracionales que las que podría ejecutar en sólo tres; si una cuerda puede
vibrar en una quinta dimensión espacial, puede ejecutar más pautas
vibracionales de lo que podría hacer en sólo cuatro, y así sucesivamente. Ésta
es una idea importante, porque hay una ecuación en la teoría de cuerdas que
exige que el número de pautas vibracionales independientes satisfaga una
ligadura precisa. Si se viola la ligadura, las matemáticas de la teoría de
cuerdas fallan y sus ecuaciones se quedan sin significado. En un universo con
tres dimensiones espaciales el número de pautas vibracionales es demasiado
pequeño y la ligadura no se satisface; con cuatro dimensiones espaciales, el
número de pautas vibracionales sigue siendo demasiado pequeño; con cinco,
seis, siete u ocho dimensiones sigue siendo demasiado pequeño; pero con
nueve dimensiones espaciales, la ligadura sobre el número de pautas
vibracionales queda perfectamente satisfecha. Y así es cómo la teoría de
cuerdas determina el número de dimensiones espaciales.[*37], [12.19]
Aunque esto ilustra bien el juego entre geometría y física, su asociación
dentro de la teoría de cuerdas va más lejos, y de hecho, ofrece una manera de
abordar un problema crítico que encontramos antes. Recordemos que al tratar
de establecer un contacto detallado entre las pautas vibracionales de cuerdas y
los tipos de partículas conocidas, los físicos tropezaron con problemas.
Encontraron que había demasiadas pautas vibracionales de cuerdas sin masa
y, además, las propiedades detalladas de las pautas vibracionales no
encajaban con las de la materia y las fuerzas conocidas. Pero lo que yo no
mencioné antes, porque todavía no habíamos discutido la idea de dimensiones
extras, es que aunque estos cálculos daban cuenta del número de dimensiones
extras (lo que explica en parte, por qué se encontraban tantas pautas
vibracionales extras), no tenían en cuenta el pequeño tamaño y la forma
compleja de las dimensiones extras —suponían que todas las dimensiones
eran planas y totalmente desplegadas— y eso supone una diferencia
sustancial.
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Las cuerdas son tan pequeñas que incluso cuando las dimensiones extras
están estrujadas en una forma de Calabi-Yau, las cuerdas siguen vibrando en
dichas direcciones. Esto es extraordinariamente importante por dos razones.
En primer lugar, asegura que las cuerdas vibran siempre en las nueve
dimensiones espaciales, y con ello la ligadura sobre el número de pautas
vibracionales sigue satisfaciéndose, incluso cuando las dimensiones extras
están apretadamente estrujadas. En segundo lugar, de la misma forma que las
pautas vibracionales de las corrientes de aire sopladas a través de una tuba
están afectadas por las curvas y vueltas del instrumento, las pautas
vibracionales de las cuerdas están influidas por las curvas y vueltas en la
geometría de las seis dimensiones extras. Si usted cambiara la forma de una
tuba haciendo un pasaje más estrecho o haciendo un pabellón más largo, las
pautas vibracionales del aire, y con ello el sonido del instrumento,
cambiarían. Análogamente, si la forma y el tamaño de las dimensiones extras
fueran modificados, las propiedades precisas de cada pauta vibracional
posible de una cuerda también serían significativamente afectadas. Y puesto
que la pauta vibracional de una cuerda determina su masa y su carga, esto
significa que las dimensiones extras desempeñan un papel central en la
determinación de las propiedades de las partículas.
Ésta es una idea clave. El tamaño y forma precisos de las dimensiones
extras tienen un profundo impacto en las pautas vibracionales de cuerdas, y
con ello en las propiedades de las partículas. Puesto que la estructura básica
del universo —desde la formación de galaxias y estrellas a la existencia de
vida tal como la conocemos— depende sensiblemente de las propiedades de
las partículas, el código del cosmos puede muy bien estar escrito en la
geometría de una forma de Calabi-Yau.
Vimos un ejemplo de una forma de Calabi-Yau en la figura 12.9, pero hay
al menos centenares de miles de otras posibilidades. La pregunta, entonces, es
qué forma de Calabi-Yau, si existe, constituye la parte extradimensional del
tejido del espaciotiempo. Ésta es una de las preguntas más importantes a las
que se enfrenta la teoría de cuerdas, puesto que sólo con una elección definida
de la forma de Calabi-Yau se determinan las características detalladas de las
pautas vibracionales de cuerdas. Hasta la fecha la pregunta sigue sin
respuesta. La razón es que la comprensión actual de las ecuaciones de la
teoría de cuerdas no ofrece ninguna idea de cómo escoger una forma entre las
muchas posibles; desde el punto de vista de las ecuaciones conocidas, cada
forma de Calabi-Yau es tan válida como cualquier otra. Las ecuaciones ni
siquiera determinan el tamaño de las dimensiones extras. Puesto que no
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vemos las dimensiones extras, éstas deben de ser pequeñas, pero cuán
pequeñas exactamente sigue siendo una cuestión abierta.
¿Es esto un defecto fatal de la teoría de cuerdas? Es posible. Pero yo no lo
creo. Como discutiremos más en detalle en el próximo capítulo, las
ecuaciones exactas de la teoría de cuerdas han esquivado a los teóricos
durante muchos años, y por eso buena parte del trabajo ha utilizado
ecuaciones aproximadas. Éstas han suministrado ideas sobre muchas
características de la teoría de cuerdas, pero para ciertas cuestiones —
incluyendo la forma y el tamaño exactos de las dimensiones extras— las
ecuaciones aproximadas se quedan cortas. A medida que seguimos afinando
nuestro análisis matemático y mejoramos estas ecuaciones aproximadas,
determinar la forma de las dimensiones extras es un objetivo primario —y en
mi opinión alcanzable—. Hasta ahora, este objetivo sigue estando más allá de
nuestro alcance.
No obstante, aún podemos preguntar si cualquier elección de una forma
de Calabi-Yau da pautas vibracionales de cuerdas que se aproximen
estrechamente a las partículas conocidas. Y aquí la respuesta es bastante
satisfactoria.
Aunque estamos lejos de haber investigado todas las posibilidades, se han
encontrado ejemplos de formas de Calabi-Yau que dan lugar a pautas
vibracionales de cuerdas en acuerdo aproximado con las tablas 12.1 y 12.2.
Por ejemplo, a mediados de la década de 1980 Philip Candelas, Gary
Horowitz, Andrew Strominger y Edward Witten (el equipo de físicos que
advirtió la relevancia de las formas de Calabi-Yau para la teoría de cuerdas)
descubrieron que cada agujero —el término se utiliza en un sentido
matemático definido de forma precisa— contenido dentro de una forma de
Calabi-Yau da lugar a una familia de pautas vibracionales de cuerdas de
energía mínima. Una forma de Calabi-Yau con tres agujeros proporcionaría
así una explicación para la estructura repetitiva de tres familias de partículas
elementales en la tabla 12.1. De hecho, se han encontrado varias formas de
Calabi-Yau con tres agujeros. Además, entre estas formas de Calabi- Yau
preferidas hay unas que también dan el número correcto de partículas
mensajeras así como las cargas eléctricas y las propiedades de las fuerzas
nucleares correctas para encajar las partículas de las tablas 12.1 y 12.2.
Éste es un resultado extraordinariamente alentador; en modo alguno
estaba asegurado. Al fusionar la relatividad general y la mecánica cuántica, la
teoría de cuerdas podría haber alcanzado un objetivo sólo para encontrar que
era imposible acercarse al otro objetivo igualmente importante de explicar las
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propiedades de las partículas de materia y de fuerza conocidas. Los
investigadores se alegran de que la teoría haya evitado esta desagradable
posibilidad. Ir más lejos y calcular las masas exactas de las partículas es
mucho más desafiante. Como discutimos, las partículas en las tablas 12.1 y
12.2 tienen masas que se desvían de las vibraciones de cuerdas de energía
mínima —cero veces la masa de Planck— en menos de una parte en mil
billones. Calcular tales desviaciones infinitesimales requiere un nivel de
precisión más allá de lo que podemos conseguir con nuestra comprensión
actual de las ecuaciones de la teoría de cuerdas.
En la práctica, sospecho, como hacen muchos otros teóricos de cuerdas,
que las masas minúsculas en las tablas 12.1 y 12.2 aparecen en teoría de
cuerdas de forma similar a como lo hacen en el modelo estándar. Recordemos
del capítulo 9 que en el modelo estándar un campo de Higgs toma un valor no
nulo en todo el espacio, y la masa de una partícula depende de cuánta fuerza
de fricción experimente cuando se mueve a través del océano de Higgs. Un
escenario similar aparece probablemente en la teoría de cuerdas. Si todo un
enorme conjunto de cuerdas vibra de la manera coordinada correcta en todo el
espacio, puede ofrecer un fondo uniforme que para cualquier propósito sería
indistinguible de un océano de Higgs. Las vibraciones de cuerdas que
inicialmente daban masa cero adquirirían entonces minúsculas masas no nulas
gracias a la fuerza de fricción que experimentan cuando se mueven y vibran a
través de la versión del océano de Higgs en teoría de cuerdas.
Nótese, no obstante, que en el modelo estándar la fuerza de fricción
experimentada por una partícula dada —y con ello la masa que adquiere—
está determinada por medida experimental y especificada como un dato de
entrada para la teoría. En la versión de teoría de cuerdas, la fuerza de fricción
—y con ello las masas de las pautas vibracionales— se remontaría a las
interacciones entre cuerdas (puesto que el océano de Higgs estaría hecho de
cuerdas) y debería ser calculable. La teoría de cuerdas, al menos en principio,
permite que todas las propiedades de las partículas sean determinadas por la
propia teoría.
Nadie lo ha conseguido, pero, como se ha subrayado, la teoría de cuerdas
sigue siendo un trabajo en curso. Con tiempo, los investigadores confían en
entender por completo el enorme potencial de esta aproximación a la
unificación. La motivación es fuerte porque la recompensa potencial es
grande. Con trabajo duro y bastante suerte la teoría de cuerdas puede explicar
algún día las propiedades de las partículas fundamentales y, a su vez, explicar
por qué el universo es como es.
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El tejido del cosmos según la teoría de cuerdas
Incluso si buena parte de la teoría de cuerdas está aún más allá de los límites
de nuestra comprensión, ya ha mostrado nuevas vistas espectaculares. Y lo
más sorprendente, al salvar el abismo entre relatividad general y mecánica
cuántica, la teoría de cuerdas ha revelado que el tejido del cosmos puede tener
muchas más dimensiones que las que percibimos directamente —dimensiones
que pueden ser la clave para resolver algunos de los más profundos misterios
del universo—. Además, la teoría sugiere que las nociones familiares de
espacio y tiempo no se extienden al reino subplanckiano, lo que sugiere que el
espacio y el tiempo tal como los entendemos actualmente pueden ser meras
aproximaciones a conceptos más fundamentales que aún esperan a que los
descubramos.
En los instantes iniciales del universo, estas características del tejido del
espaciotiempo que, hoy, sólo pueden ser accesibles matemáticamente, habrían
sido manifiestas. Al principio, cuando las tres dimensiones espaciales
familiares eran también pequeñas, hubiera habido poca o ninguna diferencia
entre las que ahora llamamos dimensiones grandes y dimensiones enrolladas
de la teoría de cuerdas. Su disparidad de tamaño actual sería debida a la
evolución cosmológica que, de una forma que todavía no entendemos, habría
escogido tres de las dimensiones espaciales como especiales, y sometido sólo
a ellas a los 14.000 millones de años de expansión discutidos en capítulos
anteriores. Mirando aún más atrás en el tiempo, todo el universo observable
estaría contraído en el dominio subplanckiano, de modo que lo que hemos
estado llamando la región borrosa (en la figura 10.6) puede ahora identificarse
como el reino donde el espacio y el tiempo familiares tienen aún que emerger
a partir de las entidades más fundamentales —cualesquiera que puedan ser—
que la investigación actual se esfuerza por entender.
Un progreso adicional en la comprensión del universo primordial, y con
ello en la valoración del origen del espacio, el tiempo y la flecha del tiempo,
requiere una buena puesta a punto de las herramientas teóricas que utilizamos
para entender la teoría de cuerdas —un objetivo que, no hace demasiado
tiempo, parecía noble pero distante. Como veremos ahora, con el desarrollo
de la teoría M, el progreso ha superado muchas de las predicciones optimistas
de incluso los más optimistas.
Página 431
QUINTA PARTE
Realidad e imaginación
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13
Página 433
Los teóricos de cuerdas pueden asemejarse a una tribu primitiva
excavando una nave espacial enterrada con la que se han encontrado.
Tanteando y jugueteando, la tribu descubriría lentamente aspectos del
funcionamiento de la nave espacial, y esto alimentaría una sensación de que
todos los botones trabajan conjuntamente de una manera coordinada y
unificada. Una sensación similar domina entre los teóricos de cuerdas.
Resultados encontrados a lo largo de muchos años de investigación están
encajando y convergiendo. Esto ha infundido una confianza creciente entre
los investigadores en que la teoría de cuerdas se está acercando a un marco
coherente y poderoso —que aún tiene que ser completamente desenterrado,
pero que en definitiva expondrá el funcionamiento interno de la Naturaleza
con una claridad y generalidad sin precedentes.
En tiempos recientes, nada ilustra esto mejor que la idea que prendió la
mecha de la segunda revolución de las supercuerdas —una revolución que,
entre otras cosas, mostró otra dimensión oculta entrelazada en el tejido
espacial, abrió nuevas posibilidades para test experimentales de la teoría de
cuerdas, sugirió que nuestro universo puede ser uno entre otros, reveló que los
agujeros negros pueden ser creados en la próxima generación de aceleradores
de alta energía y llevó a nueva teoría cosmológica en la que el tiempo y su
flecha, como el esbelto arco de los anillos de Saturno, puede dar vueltas una y
otra vez.
Hay un detalle incómodo en relación con la teoría de cuerdas que aún tengo
que exponer, pero que los lectores de mi libro anterior, El universo elegante,
quizá recuerden. Durante las tres últimas décadas se han desarrollado no una,
sino cinco versiones distintas de la teoría de cuerdas. Aunque sus nombres no
son de interés ahora, se denominan Tipo 1, Tipo HA, Tipo IIB, Heterótica-0 y
Heterótica-E. Todas comparten las características esenciales introducidas en
el último capítulo —los ingredientes básicos son hebras de energía vibrante—
y, como revelaron cálculos en las décadas de 1970 y 1980, cada teoría
requiere seis dimensiones espaciales extras; pero cuando se analizan en
detalle, aparecen diferencias importantes. Por ejemplo, la teoría Tipo I incluye
los lazos de cuerda vibrantes discutidos en el último capítulo, denominados
cuerdas cerradas, pero a diferencia de las otras teorías de cuerdas, también
contiene cuerdas abiertas, trozos de cuerdas vibrantes que tienen dos cabos
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sueltos. Además, los cálculos muestran que la lista de pautas vibracionales de
cuerdas y la forma en que cada pauta interacciona con las demás difiere de
una formulación a otra.
Los más optimistas de entre los teóricos de cuerdas imaginaban que estas
diferencias servirían para eliminar cuatro de las cinco versiones cuando algún
día pudiera llevarse a cabo una comparación detallada con los datos
experimentales. Pero, francamente, la mera existencia de cinco formulaciones
diferentes de la teoría de cuerdas era una fuente de insatisfacción callada. El
sueño de la unificación es un sueño en el que los científicos son llevados a
una única teoría del universo. Si la investigación estableciera que sólo un
marco teórico podía englobar a la vez a la mecánica cuántica y la relatividad
general, los teóricos alcanzarían el nirvana de la unificación. Tendrían un
fuerte argumento a favor de la validez del marco incluso en ausencia de
verificación experimental directa. Después de todo, ya existe una riqueza de
soporte experimental para la mecánica cuántica y la relatividad general, y
parece claro como el día que las leyes que gobiernan el universo deberían ser
mutuamente compatibles. Si una teoría particular fuera el único arco
matemáticamente consistente entre los dos pilares experimentalmente
confirmados de la física del siglo xx, eso proporcionaría una prueba poderosa,
aunque indirecta, de la inevitabilidad de la teoría.
Pero el hecho de que haya cinco versiones de la teoría de cuerdas,
similares en la superficie pero distintas en detalle, parecería querer decir que
la teoría de cuerdas no pasa el test de unicidad. Incluso si los optimistas
quedan reivindicados algún día y sólo una de las cinco teorías de cuerdas es
confirmada experimentalmente, seguiríamos intrigados por la cuestión de por
qué hay otras cuatro formulaciones consistentes. ¿Serían las otras cuatro
simples curiosidades matemáticas? ¿Tendrían alguna importancia para el
mundo físico? ¿Podría ser su existencia la punta de un iceberg teórico en el
que científicos más ingeniosos mostraran posteriormente que hay realmente
otras cinco versiones, o seis, o siete, o quizá incluso un número inagotable de
variaciones matemáticas diferentes sobre un tema de cuerdas?
Durante finales de la década de 1980 y principios de la de 1990, cuando
muchos físicos perseguían tenazmente una comprensión de una u otra de las
teorías de cuerdas, el enigma de las cinco versiones no era un problema que
los investigadores tratasen normalmente en el día a día. Más bien, era una de
esas preguntas calladas que todos suponían que sería abordada en un futuro
lejano, cuando la comprensión de cada teoría de cuerdas individual se hubiese
hecho significativamente más refinada.
Página 435
Pero en la primavera de 1995, con poca advertencia, estas modestas
esperanzas fueron superadas con creces. Basándose en el trabajo de varios
teóricos de cuerdas (entre los que se incluyen Chris Hull, Paul Townsend,
Ashoke Send, Michael Duff, John Schwarz, y muchos otros), Edward Witten
—quien durante dos décadas ha sido el más renombrado teórico de cuerdas
del mundo— descubrió una unidad oculta que unía las cinco teorías de
cuerdas. Witten demostró que más que ser distintas, las cinco teorías son en
realidad tan sólo cinco maneras diferentes de analizar matemáticamente una
sola teoría. De la misma forma que las traducciones de un libro en cinco
lenguas diferentes podrían parecer, para un lector monolingüe, ser cinco
textos distintos, las cinco formulaciones de cuerdas parecían distintas sólo
porque Witten tenía que escribir aún el diccionario para traducir entre ellas.
Pero una vez revelado, el diccionario ofrecía una demostración convincente
de que —como un único texto maestro a partir del que se han hecho las cinco
traducciones— una única teoría maestra enlaza las cinco formulaciones de
cuerdas. La teoría maestra unificadora ha sido denominada provisionalmente
teoría M, siendo M una percha tentadora cuyo significado —¿Maestra?
¿Majestuosa? ¿Madre? ¿Mágica? ¿Misterio? ¿Matriz?— espera el resultado
de una vigorosa investigación en todo el mundo que ahora trata de completar
la nueva visión iluminada por la poderosa idea de Witten.
Este descubrimiento revolucionario fue un salto adelante satisfactorio.
Witten demostró en uno de los artículos más preciados del campo (y en un
importante trabajo posterior con Petr Horava) que la teoría de cuerdas es una
única teoría. Los teóricos de cuerdas ya no tenían que matizar a su candidato
para la teoría unificada que buscaba Einstein añadiendo, con cierto embarazo,
que el marco unificado propuesto carecía de unidad porque venía en cinco
versiones diferentes. Por el contrario, la forma de ajustar la propuesta de
mayor alcance para una teoría unificada iba a ser el sujeto de una
metaunificación. Gracias al trabajo de Witten, la unidad encarnada por cada
teoría de cuerdas individual se extendía al marco de cuerdas entero.
La figura 13.1 esboza el estatus de las cinco teorías de cuerdas antes y
después del descubrimiento de Witten, y es una buena imagen resumen para
tener en mente. Ilustra que la teoría M no es una nueva aproximación per se,
sino que al limpiar las nubes promete una formulación más refinada y
completa de la ley física que la que proporciona cualquiera de las teorías de
cuerdas individuales. La teoría M une y abraza por igual las cinco teorías de
cuerdas mostrando que cada una es parte de una síntesis teórica mayor.
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El poder de la traducción
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(a)
(b)
FIGURA 13.1. (a) Imagen esquemática de las cinco teorías de cuerdas antes de 1955. (b)
Imagen esquemática de la metaunificación revelada por la teoría M.
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difieren señalan posibles inexactitudes o interpretaciones muy diferentes. Esta
es la aproximación que Witten hizo disponible con su descubrimiento de que
las cinco teorías de cuerdas son traducciones de la misma teoría subyacente.
De hecho, su descubrimiento proporcionó una versión extraordinariamente
potente de esta línea de ataque que se entiende mejor gracias a una ligera
ampliación de la analogía de la traducción.
Imagine un manuscrito maestro lleno de un abanico tan enorme de chistes,
rimas y sobreentendidos, bromas sensibles a la cultura, que el texto completo
no puede expresarse con gracia en ninguno de los cinco idiomas en los que
está siendo traducido. Algunos pasajes podrían traducirse al swahili con
facilidad, mientras que otras partes podrían mostrarse completamente
impenetrables en esta lengua. Muchas intuiciones acerca de estos últimos
pasajes podrían emerger de la traducción al inuit; pero en otras secciones esa
traducción podría ser completamente opaca. El sánscrito podría captar la
esencia de alguno de estos pasajes difíciles, pero para otras secciones
particularmente problemáticas las cinco traducciones podrían dejarle parado y
sólo el texto maestro sería inteligible. Esto está mucho más cerca de la
situación con las cinco teorías de cuerdas. Los teóricos han encontrado que
para ciertas cuestiones una de las cinco puede dar una descripción
transparente de las implicaciones físicas, mientras que la descripciones dadas
por las otras cuatro son demasiado complejas matemáticamente para ser
útiles. Y en ello reside el poder del descubrimiento de Witten. Antes de su
idea los investigadores en teoría de cuerdas que encontraran situaciones
intratablemente difíciles estarían atascados. Pero el trabajo de Witten
demostró que cada una de estas cuestiones admite cuatro traducciones
matemáticas —cuatro reformulaciones matemáticas— y a veces una de las
cuestiones reformuladas se muestra mucho más sencilla de responder. Así, el
diccionario para traducir entre las cinco teorías puede ofrecer a veces un
medio de traducir cuestiones imposiblemente difíciles en otras relativamente
simples.
No es infalible. De la misma forma que las cinco traducciones de ciertos
pasajes del texto maestro podrían ser igualmente incomprensibles, a veces las
descripciones matemáticas que dan las cinco teorías de cuerdas son
igualmente difíciles de entender. En tales casos, de la misma forma que
necesitaríamos consultar el propio texto original, también necesitaríamos una
comprensión plena de la esquiva teoría M para avanzar. Incluso así, en
muchas circunstancias el diccionario de Witten ha proporcionado una
herramienta nueva y poderosa para analizar la teoría de cuerdas.
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Con ello, de la misma forma que cada traducción de un texto completo
sirve a un propósito importante, cada formulación de las cuerdas también lo
hace. Combinando intuiciones obtenidas desde la perspectiva de cada una de
ellas somos capaces de responder preguntas y revelar características que están
completamente fuera del alcance de cualquier formulación única de las
cuerdas. El descubrimiento de Witten dio así a los teóricos una potencia de
fuego cinco veces mayor para avanzar la línea del frente de la teoría de
cuerdas. Y eso, en buena parte, es lo que inició una revolución.
Once dimensiones
Así que, con nuestro poder recién adquirido para analizar la teoría de cuerdas,
¿qué ideas han surgido? Han sido muchas. Me centraré en aquellas que han
tenido el mayor impacto sobre la historia del espacio y el tiempo.
Una de importancia fundamental, que reveló el trabajo de Witten, es que
las ecuaciones aproximadas de la teoría de cuerdas utilizadas en las décadas
de 1970 y 1980 para deducir que el universo debe tener nueve dimensiones
espaciales habían errado en uno el número verdadero. Su análisis demostraba
que la respuesta correcta es que el universo según la teoría M tiene diez
dimensiones espaciales, es decir, once dimensiones espaciotemporales. De
forma parecida a como Kaluza encontró que un universo con cinco
dimensiones espaciotemporales proporcionaba un marco para unificar el
electromagnetismo y la gravedad, y de forma parecida a como los teóricos de
cuerdas encontraron que un universo con diez dimensiones espaciotemporales
proporcionaba un marco para unificar la mecánica cuántica y la relatividad
general, Witten encontró que un universo con once dimensiones
espaciotemporales proporcionaba un marco para unificar todas las teorías de
cuerdas. Como cinco pueblos que, vistos desde el suelo, aparecen
completamente separados, pero cuando se ven desde la cima de una montaña
—haciendo uso de una dimensión vertical adicional— se ven conectados por
una red de senderos y carreteras, la dimensión espacial adicional que emerge
del análisis de Witten era crucial para su hallazgo de conexiones entre las
cinco teorías de cuerdas.
Aunque el descubrimiento de Witten se ajusta en la pauta histórica de
conseguir unidad gracias a más dimensiones, cuando él anunció el resultado
en la Conferencia Internacional Anual de Teoría de Cuerdas en 1995, sacudió
los fundamentos del campo. Los investigadores, entre los que me incluyo,
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habían reflexionado largo y tendido sobre las ecuaciones aproximadas que
había que usar, y todos tenían confianza en que los análisis habían dicho la
última palabra sobre el número de dimensiones. Pero Witten reveló algo
sorprendente.
Él demostró que todos los análisis anteriores habían hecho una
simplificación matemática que equivalía a suponer que una hasta entonces no
reconocida dimensión espacial sería extraordinariamente pequeña, mucho
más pequeña que todas las demás. Tan pequeña, de hecho, que las ecuaciones
de la teoría de cuerdas aproximadas que todos los investigadores estaban
utilizando carecían del poder de resolución para revelar siquiera un indicio
matemático de la existencia de la dimensión. Y eso condujo a todo el mundo a
concluir que la teoría de cuerdas sólo tenía nueve dimensiones espaciales.
Pero con las nuevas ideas del marco unificado de la teoría M, Witten pudo ir
más allá de las ecuaciones aproximadas, sondear de forma más precisa y
demostrar que una dimensión espacial había sido pasada por alto. De este
modo, Witten demostró que los cinco marcos decadimensionales que los
teóricos de cuerdas habían desarrollado durante más de una década eran en
realidad cinco descripciones aproximadas de una única teoría subyacente de
once dimensiones.
Usted podría preguntarse si esta comprensión inesperada invalidaba el
trabajo anterior en teoría de cuerdas. En general, no lo hacía. La décima
dimensión espacial recién encontrada añadía una característica imprevista a la
teoría, pero si la teoría M/de cuerdas es correcta, y si la décima dimensión
espacial resultase ser mucho más pequeña que todas las demás —como
durante mucho tiempo se había supuesto inadvertidamente— el trabajo
anterior seguiría siendo válido. Sin embargo, puesto que las ecuaciones
conocidas siguen siendo incapaces de fijar los tamaños o las formas de las
dimensiones extras, los teóricos de cuerdas han dedicado mucho esfuerzo
durante los últimos años a investigar la nueva posibilidad de una décima
dimensión espacial no tan pequeña. Entre otras cosas, los resultados de
amplio alcance de estos estudios han colocado la ilustración esquemática del
poder unifi- cador de la teoría M, figura 13.1, sobre una firme base
matemática.
Sospecho que la actualización de diez a once dimensiones —
independientemente de su gran importancia para la estructura matemática de
la teoría M/de cuerdas— no altera sustancialmente la imagen mental que se
ha hecho usted de la teoría. Para todos salvo los iniciados, tratar de imaginar
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siete dimensiones retorcidas es un ejercicio prácticamente idéntico a tratar de
imaginar seis.
Pero una segunda, e íntimamente relacionada, idea resultante de la
segunda revolución de las supercuerdas sí altera la imagen intuitiva básica de
la teoría de cuerdas. Las ideas colectivas de varios investigadores —Witten,
Duff, Hull, Townsend y muchos otros— establecieron que la teoría de
cuerdas no es tan sólo una teoría de cuerdas.
Branas
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podían ser satisfechas por ingredientes unidimensionales, cuerdas (lo que
necesariamente incluía la gravedad). Pero parecía imposible pasar a
ingredientes fundamentales con dos o más dimensiones espaciales. La razón,
dicho en pocas palabras, es que el número de simetrías respetado por las
ecuaciones tiene un máximo pronunciado para objetos unidimensionales
(cuerdas) y cae de forma brusca para otras dimensiones. Las simetrías en
cuestión son más abstractas que las discutidas en el capítulo 8 (tienen que ver
con cómo cambian las ecuaciones si, mientras se estudia el movimiento de
una cuerda o un ingrediente de dimensión más alta, hacemos un zoom que
cambia súbita y arbitrariamente la resolución de nuestras observaciones).
Estas transformaciones se muestran críticas para formular un conjunto
físicamente razonable de ecuaciones, y parecía que más allá de las cuerdas la
fecundidad de simetrías requerida estaba ausente.[13.1]
Por todo lo anterior, la mayoría de los teóricos de cuerdas sufrieron otra
conmoción cuando el artículo de Witten y una avalancha de resultados
posteriores[13.2] llevaron a la comprensión de que la teoría de cuerdas, y el
marco M-teórico a la que ahora pertenece, sí contiene otros ingredientes
además de las cuerdas. Los análisis demostraron que hay objetos
bidimensionales llamados, de forma bastante natural, membranas (otro
posible significado para la «M» en la teoría M) o —como deferencia para
nombrar sistemáticamente a sus primas de dimensiones más altas— dos-
branas. Hay objetos con tres dimensiones espaciales llamados tres-branas y,
aunque cada vez más difíciles de visualizar, los análisis demostraron que hay
también objetos con p dimensiones espaciales, donde p puede ser cualquier
número entero menor que diez, conocidas —sin que haya nada despectivo en
ello— como p-branas. Así, las cuerdas son sólo un ingrediente en la teoría de
cuerdas, no el ingrediente.
Estos otros ingredientes habían escapado antes a la investigación teórica
por la misma razón que lo hizo la décima dimensión espacial: las ecuaciones
de cuerdas aproximadas se mostraron demasiado toscas para revelarlos. En
los contextos teóricos que los investigadores de cuerdas habían investigado
matemáticamente, resulta que todas las p- branas son significativamente más
pesadas que las cuerdas. Y cuanto más masivo es algo, más energía se
requiere para producirlo. Pero una limitación de las ecuaciones de cuerdas
aproximadas —una limitación inherente en las ecuaciones y bien conocida
para todos los teóricos de cuerdas— es que se hacen cada vez menos exactas
cuando las entidades y procesos que describen implican más y más energía. A
las energías extremas relevantes para las /?-branas, las ecuaciones
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aproximadas carecían de precisión para mostrar las branas que moran en las
sombras, y por eso es por lo que pasaron décadas sin que su presencia fuera
advertida en las matemáticas. Pero con los diversos replanteamientos y
nuevas aproximaciones proporcionadas por el marco unificado M-teórico, los
investigadores fueron capaces de saltar algunos de los obstáculos técnicos
anteriores, y allí, en una visión matemática completa, encontraron toda una
panoplia de ingredientes de dimensiones más altas.[13.3]
La revelación de que hay otros ingredientes además de cuerdas en la
teoría de cuerdas no invalida ni hace obsoleto el trabajo anterior más que lo
hacía el descubrimiento de la décima dimensión espacial. La investigación
muestra que si las branas de dimensiones más altas son mucho más masivas
que las cuerdas —como había sido supuesto inconscientemente en los
estudios previos— ellas tienen un mínimo impacto sobre un amplio abanico
de cálculos teóricos. Pero de la misma forma que la décima dimensión
espacial no necesita ser mucho más pequeña que las demás, tampoco las
branas de dimensiones más altas tienen que ser mucho más pesadas. Hay una
variedad de circunstancias, siempre hipotéticas, en las que la masa de una
brana de dimensiones más altas puede ser comparable con las pautas
vibracionales de cuerdas de mínima energía, y en tales casos la brana sí tiene
un impacto importante en la física resultante. Por ejemplo, mi propio trabajo
con Andrew Strominger y David Morrison demostró que una bra- na puede
enrollarse alrededor de una porción esférica de una forma de Calabi-Yau, de
forma muy parecida a como el plástico se enrolla alrededor de una fruta
envasada al vacío; si la porción de espacio se contrajera, la breña enrollada
también se contraería, haciendo que disminuyera su masa. Esta disminución
en la masa, pudimos demostrar, permite que la porción de espacio colapse por
completo y se rasgue —el propio espacio puede rasgarse— mientras que la
brana enrollada asegura que no hay consecuencias físicas catastróficas.
Discutí en detalle este punto en El universo elegante y volveré brevemente a
ello cuando discutamos el viaje en el tiempo en el capítulo 15, de modo que
no voy a desarrollarlo más aquí. Pero este apunte aclara que las branas de
dimensiones más altas pueden tener un efecto importante en la física de la
teoría de cuerdas.
Para lo que ahora nos interesa, sin embargo, hay otra manera en que las
branas tienen un impacto profundo en la visión del universo según la teoría
M/de cuerdas. La gran extensión del cosmos —la totalidad del espaciotiempo
del que somos conscientes— quizá no sea otra cosa que una enorme brana.
Nuestro mundo puede ser un mundobrana.
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Mundobrana
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pero una pantalla de cine al aire libre ridiculamente enorme, extremadamente
fina pero tan alta y ancha como la vista puede alcanzar, ofrece una imagen
visual que puede servir. Sin embargo, cuando se llega a una tres-brana grande
nos encontramos en una situación cualitativamente nueva. Una tres-brana
tiene tres dimensiones, de modo que si fuera grande —quizá infinitamente
grande— llenaría las tres dimensiones espaciales grandes. Mientras que una
uno-brana y una dos-brana, como la línea eléctrica y la pantalla del cine, son
objetos que existen dentro de nuestras tres dimensiones espaciales grandes,
una tres-brana grande ocuparía todo el espacio del que somos conscientes.
Esto plantea una posibilidad intrigante. ¿Es posible que nosotros,
precisamente ahora, estemos viviendo dentro de una tres-brana? Como
Blancanieves, cuyo mundo existe dentro de una pantalla de cine
bidimensional —una dos-brana— que a su vez reside dentro de un universo
de dimensión más alta (las tres dimensiones espaciales de la sala de cine),
quizá todo lo que conocemos existe dentro de una pantalla tridimensional —
una tres-brana— que a su vez reside dentro del universo de dimensiones más
altas de la teoría M/de cuerdas. ¿No podría ser que lo que Newton, Leibniz,
Mach y Einstein llamaban espacio tridimensional sea en realidad una entidad
tridimensional particular en la teoría de cuerdas/M? O, en lenguaje más
relativista, ¿no podría ser que el espaciotiempo tetradimensional desarrollado
por Minkowski y Einstein sea en realidad la estela que deja una tres-brana
cuando evoluciona en el tiempo? En resumen, ¿no podría ser el universo que
conocemos una brana?[13.4]
La posibilidad de que estemos viviendo dentro de una tres-brana —el
denominado escenario mundobrana— es el último giro en la historia de la
teoría M/de cuerdas. Como veremos, ofrece una forma cualitativamente nueva
de considerar la teoría M/de cuerdas, con ramificaciones numerosas y de gran
alcance. La física esencial es que las branas son más bien como un velero
cósmico; de una forma particular que ahora discutiremos, son muy adhesivas.
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concepto histórico. Pero incluso si la teoría M muestra una democracia en la
que están representados objetos extensos de dimensiones diversas, las cuerdas
siguen desempeñando un papel central en nuestra formulación actual. En un
sentido esto es inmediatamente claro. Cuando todas las p-branas de
dimensiones más altas son mucho más pesadas que las cuerdas, pueden ser
ignoradas, como habían hecho inconscientemente los investigadores desde la
década de 1970. Pero hay otra forma más general en la que las cuerdas son
primeras entre iguales.
En 1955, muy poco después de que Witten anunciara su idea
revolucionaria, Joe Polchinski de la Universidad de California en Santa
Bárbara empezó a reflexionar. Años antes, en un artículo que había escrito
con Robert Leigh y Jin Dai, Polchinski había descubierto una característica
interesante aunque bastante oscura de la teoría de cuerdas. La motivación y el
razonamiento de Polchinski eran algo técnicos y los detalles no son esenciales
para nuestra discusión, pero sus resultados sí lo son. El encontró que en
ciertas situaciones los puntos extremos de cuerdas abiertas —recuerde, hay
segmentos de cuerda con dos cabos sueltos— no serían capaces de moverse
con completa libertad. En su lugar, de la misma forma que una cuenta en un
alambre es libre de moverse, pero debe seguir el contorno del alambre, y de la
misma forma que una bola de billar eléctrico es libre de moverse, pero debe
seguir los contornos de la superficie de la mesa del billar eléctrico, los puntos
extremos de una cuerda abierta serían libres para moverse pero estarían
restringidos a formas o contornos particulares en el espacio. Aunque la cuerda
seguiría siendo libre para vibrar, Polchinski y sus colaboradores demostraron
que sus puntos extremos estarían «adheridos» o «atrapados» dentro de ciertas
regiones.
En algunas situaciones, la región podría ser unidimensional, en cuyo caso
los puntos extremos de la cuerda serían como dos cuentas que se deslizan por
un alambre, siendo la cuerda propiamente dicha similar a un cordel que las
une. En otras situaciones, la región podría ser bidimensional, en cuyo caso los
puntos extremos de la cuerda serían muy similares a dos bolas de billar
eléctrico conectadas por un cordel, rodando por una mesa de billar eléctrico.
Y en otras situaciones, la región podría tener tres, cuatro o cualquier otro
número de dimensiones espaciales menor que diez. Estos resultados, como
demostraron Polchinski y también Petr Horava y Michael Green, ayudaban a
resolver un viejo interrogante en la comparación de cuerdas abiertas y
cerradas, pero durante años el trabajo atrajo una atención limitada.[13.5] En
Página 447
octubre de 1995, cuando Polchinski terminó de reformular estas ideas
anteriores a la luz de los nuevos descubrimientos de Witten, eso cambió.
Una pregunta que el artículo previo de Polchinski dejaba sin una respuesta
completa es una que quizá se le haya ocurrido mientras leía el último párrafo:
si los puntos extremos de cuerdas abiertas están adheridos dentro de una
región concreta del espacio, ¿a qué es a lo que están adheridos! Los cables y
las máquinas de billar eléctrico tienen una existencia tangible independiente
de las cuentas o las bolas que están restringidas a moverse a lo largo de ellos.
¿Qué pasa con las regiones del espacio a las que están restringidos los puntos
extremos de cuerdas abiertas? ¿Están llenas de algún ingrediente fundamental
e independiente de la teoría de cuerdas, un ingrediente que celosamente
retiene los puntos extremos de la cuerda abierta? Antes de 1995, cuando se
pensaba que la teoría de cuerdas era una teoría de cuerdas solamente, no
parecía haber ningún candidato para la tarea. Pero después de la idea de
Witten y el torrente de resultados que inspiró, la respuesta se hizo obvia para
Polchinski: si los puntos extremos de las cuerdas abiertas están restringidos a
moverse dentro de una región /^dimensional del espacio, entonces esa región
del espacio debe estar ocupada por una p-brana. [*38] Sus cálculos demostraron
que las p-branas recién descubiertas tienen exactamente las propiedades
correctas para ser los objetos que ejercen un agarre irrompible sobre los
puntos extremos de las cuerdas abiertas, lo que las obliga a moverse dentro de
la región p- dimensional del espacio que llenan.
Para hacerse una idea mejor de lo que esto significa, mire la figura 13.2.
En (a) vemos un par de dos-branas con un manojo de cuerdas abiertas
moviéndose y vibrando, todas ellas con sus puntos extremos restringidos a un
movimiento a lo largo de sus respectivas branas. Aunque es cada vez más
difícil de dibujar, la situación con branas de dimensiones más altas es
idéntica. Los puntos extremos de cuerdas abiertas pueden moverse libremente
sobre y dentro de la p-brana, pero no pueden dejar la propia brana. Cuando se
trata de la posibilidad de movimiento fuera de una brana las branas son las
cosas más adhesivas imaginables. Es también posible que un extremo de una
cuerda abierta está adherido a una /?-brana y su otro extremo esté adherido a
una p- brana diferente, una que puede tener las mismas dimensiones que la
primera (figura 13.2b) o puede tener otras (figura 13.2c).
Tras el descubrimiento de Witten de la conexión entre las diversas teorías
de cuerdas, el nuevo artículo de Polchinski ofreció un manifiesto para la
segunda revolución de supercuerdas. Aunque algunas de las grandes mentes
de la física teórica del siglo xx se habían esforzado y habían fracasado en
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formular una teoría que contenga ingredientes fundamentales con más
dimensiones que puntos (cero dimensiones) o cuerdas (una dimensión), los
resultados de Witten y Polchinski, junto con ideas importantes de muchos de
los investigadores destacados de hoy, mostraron el camino para avanzar.
Estos físicos no sólo establecieron que la teoría M/de cuerdas contiene
ingredientes de dimensiones más altas, sino que las ideas de Polchinski en
particular proporcionaron un medio para analizar teóricamente sus
propiedades físicas detalladas (si se demostrase que existen). Las propiedades
de una brana, decía Polchinski, están recogidas en gran medida en las
propiedades de las cuerdas vibrantes abiertas cuyos puntos extremos
FIGURA 13.2. (a) Cuerdas abiertas con puntos extremos unidos a branas dos- dimensionales, o
dos-branas. (b) Cuerdas que se extienden desde una dos-brana a otra, (c ) Cuerdas que se
extienden desde una dos-brana a una uno-brana.
contiene. De la misma forma que usted puede aprender mucho sobre una
alfombra pasando la mano por su pelo —los trozos de lana cuyos puntos
extremos están unidos al reverso de la alfombra— muchas cualidades de una
brana pueden determinarse estudiando las cuerdas cuyos puntos extremos
sujeta.
Éste era un resultado trascendental. Demostraba que décadas de
investigación que produjeron finos métodos matemáticos para estudiar
objetos unidimensionales —cuerdas— podían utilizarse para estudiar objetos
de dimensiones más altas, p-branas. Luego, de forma maravillosa, Polchinski
reveló que el análisis de objetos de dimensiones más altas se reducía, en gran
medida, al análisis completamente familiar, aunque aún hipotético, de las
cuerdas. En este sentido es en el que las cuerdas son especiales entre los
iguales. Si usted entiende el comportamiento de las cuerdas, ya tiene hecho un
largo camino hacia la comprensión del comportamiento de las p- branas.
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Con estas ideas, volvamos al escenario mundobrana —la posibilidad de
que estemos viviendo dentro de una tres-brana
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Consideremos, como un ejemplo importante, el movimiento de la luz —el
movimiento de los fotones—. En la teoría de cuerdas, un fotón, como usted
sabe ahora, es una pauta vibracional de cuerda particular. Más
específicamente, los estudios matemáticos han demostrado que en el
escenario mundobrana sólo las vibraciones de cuerdas abiertas, no las
cerradas, producen fotones, y esto supone una gran diferencia. Los puntos
extremos de cuerdas abiertas están restringidos a moverse dentro de la tres-
brana, pero por lo demás son completamente libres. Esto implica que los
fotones (cuerdas abiertas que ejecutan el modo de vibración fotónico)
viajarían sin ninguna ligadura u obstrucción a través de nuestra tres-brana. Y
eso haría que la brana parezca completamente transparente —completamente
invisible— impidiéndonos así ver que estamos inmersos dentro de ella.
De la misma importancia, puesto que los puntos extremos de las cuerdas
abiertas no pueden dejar una brana, son incapaces de entrar en las
dimensiones extras. De la misma forma que el alambre restringe a sus cuentas
y el billar eléctrico restringe a sus bolas, nuestra tres-brana adhesiva
permitiría que los fotones se muevan sólo dentro de nuestras tres dimensiones
espaciales. Puesto que los fotones son las partículas mensajeras del
electromagnetismo, esto implica que la fuerza electromagnética, la luz, estaría
atrapada dentro de nuestras tres dimensiones, cómo se ilustra (en dos
dimensiones para poder dibujarlo) en la figura 13.3.
Esta es una gran idea con consecuencias importantes. Antes requeríamos
que las dimensiones extras de la teoría de cuerdas M estén fuertemente
enrolladas. La razón, por supuesto, es que no vemos las dimensiones extras y
por eso deben estar ocultas. Y una manera de ocultarlas es hacerlas más
pequeñas de lo que nosotros o nuestros aparatos podemos detectar. Pero
reexaminemos ahora esta cuestión en el escenario mundobrana. ¿Cómo
detectamos las cosas? Bien, cuando utilizamos nuestros ojos, utilizamos la
fuerza electromagnética; cuando utilizamos instrumentos potentes como
microscopios electrónicos, también utilizamos la fuerza electromagnética;
cuando utilizamos co- lisionadores de átomos, una de las fuerzas que
utilizamos para sondear lo ultrapequeño es, una vez más, la fuerza
electromagnética. Pero
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FIGURA 13.3. (a) En el escenario mundobrana, los fotones son cuerdas abiertas con puntos
extremos atrapados dentro de la brana, de modo que ellos —la luz— no pueden dejar la
propia brana. (b) Nuestro mundobrana podría estar flotando en una gran extensión de
dimensiones adicionales que permanece invisible para nosotros, porque la luz que vemos no
puede dejar nuestra brana. También podría haber otros mundobranas flotando próximos.
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Para las fuerzas nucleares fuerte y débil la respuesta es de nuevo no. En el
escenario mundobrana, los cálculos muestran que las partículas mensajeras de
dichas fuerzas —los gluo- nes y las partículas W y Z— surgen también de
pautas vibracionales de cuerdas abiertas, de modo que están tan atrapadas
como los fotones, y los procesos que implican a las fuerzas nucleares fuerte y
débil son igualmente ciegos a las dimensiones extras. Lo mismo es válido
para las partículas de materia. Electrones, quarks y todas las demás especies
de partículas aparecen también a partir de las vibraciones de cuerdas abiertas
con puntos extremos atrapados. Así pues, en el escenario mundobrana, usted
y yo y todo lo que hemos visto estamos permanentemente prisioneros dentro
de nuestra tres-brana. Teniendo en cuenta el tiempo, todo está atrapado
dentro de nuestra rebanada tetradimensional de espaciotiempo.
Bueno, casi todo. Para la fuerza de la gravedad, la situación es diferente.
Análisis matemáticos del escenario mundobrana han mostrado que los
gravitones surgen de la pauta vibracional de cuerdas cerradas, como lo hacen
en los escenarios sin branas discutidos previamente. Y las cuerdas cerradas —
cuerdas sin puntos extremos— no están atrapadas por branas. Son tan libres
de dejar una brana como lo son de entrar en ella o atravesarla. Así, si
estuviéramos viviendo en una brana, no estaríamos completamente aislados
de las dimensiones extras. A través de la fuerza gravitatoria podríamos influir
y ser influidos por las dimensiones extras. La gravedad, en un escenario
semejante, proporcionaría nuestro único medio para interaccionar más allá de
nuestras tres dimensiones espaciales.
¿Qué tamaño podrían tener las dimensiones extras antes de que
llegáramos a ser conscientes de ellas a través de la fuerza gravitatoria? Ésta es
una pregunta interesante y crítica, así que echemos un vistazo.
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triplica la distancia, se reducirá en un factor de 9 (32); si cuadruplica la
distancia, se reducirá en un factor de 16 (42), y con más generalidad, la fuerza
gravitatoria disminuye en proporción al cuadrado de la separación. Como se
ha hecho evidente durante los últimos centenares de años, esta fórmula
funciona.
Pero ¿por qué la fuerza depende del cuadrado de la distancia? ¿Por qué la
fuerza no disminuye como el cubo de la separación (de manera que si usted
duplica la distancia, la fuerza se reduce en un factor 8) o de la cuarta potencia
(de manera que si usted duplica la distancia, la fuerza se reduce en un factor
16), o quizá, incluso más simplemente, por qué la fuerza gravitatoria entre dos
objetos no disminuye en proporción directa a la separación (de modo que si
usted duplica la distancia, la fuerza se reduce en un factor 2)? La respuesta
está ligada directamente al número de dimensiones del espacio.
Una manera de verlo es pensar en cómo depende el número de gravitones
emitidos y absorbidos por los dos objetos de la separación entre éstos, o
pensar en cómo disminuye la curvatura del espaciotiempo que cada objeto
experimenta a medida que aumenta la distancia entre ellos. Pero sigamos una
aproximación más simple, y más a la antigua usanza, que nos lleva rápida e
intuitivamente a la respuesta correcta. Dibujemos una figura (figura 13.4a)
que ilustra esquemáticamente el campo gravitatorio producido por un objeto
masivo —digamos el Sol— de forma parecida a como la figura 3.1 ilustra
esquemáticamente el campo magnético producido por una barra magnética.
Aunque las líneas de campo magnético van del polo norte del imán a su polo
sur, note que las líneas de campo gravitatorio emanan radialmente hacia
afuera en todas las direcciones y siguen este curso. La intensidad del tirón
gravitatorio que sentiría otro objeto —imagine que es un satélite en órbita— a
una distancia dada es proporcional a la densidad de líneas de campo en ese
lugar. Cuanto más líneas de campo atraviesan el satélite, como en la figura
13.4b, mayor es el tirón gravitatorio al que está sometido.
Ahora podemos explicar el origen de la ley de la inversa del cuadrado de
Newton. Una esfera imaginaria centrada en el Sol y que pasa por la posición
del satélite, como en la figura 13.4c, tiene un área que —como la superficie
de cualquier esfera en el espacio tridimensional— es proporcional al
cuadrado de su radio, que en este caso es el cuadrado de la distancia entre el
Sol y el satélite. Esto significa que la densidad de las líneas de campo que
atraviesan la esfera —el número total de líneas de campo dividido por el área
de la esfera— disminuye como el cuadrado de la separación Sol-satélite. Si
usted duplica la distancia, el mismo número de líneas de campo están ahora
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uniformemente repartidas sobre una esfera con un área cuatro veces mayor, y
por eso el tirón gravitatorio a esa distancia se reducirá en un factor de
(a)(b)(c)
FIGURA 13.4. (a) La fuerza gravitatoria ejercida por Sol sobre un objeto, tal como un satélite,
es inversamente proporcional al cuadrado de la distancia entre ellos. La razón es que las
líneas del campo gravitatorio del Sol se esparcen uniformemente como (b) y por ello tienen
una densidad a una distancia d que es inversamente proporcional al área de una esfera
imaginaria de radio d —esquemáticamente dibujada en (c)— un área que la geometría
elemental muestra que es proporcional a d2.
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FIGURA 13.5. (a) En un universo con sólo dos dimensiones espaciales, la fuerza de gravedad
decrece en proporción a la separación, porque las líneas del campo gravitatorio se esparcen
uniformemente sobre un círculo cuya circunferencia es proporcional a su radio, (b) En un
universo con una dimensión espacial, las líneas del campo gravitatorio no tienen lugar para
esparcirse, de modo que la fuerza gravitatoria es constante, independientemente de la
separación.
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Pero esa conclusión sería precipitada. Sabemos que la ley de la inversa del
cuadrado funciona a distancias astronómicas,[13.6] y sabemos que funciona en
escalas terrestres, y que encaja con el hecho de que en tales escalas vemos tres
dimensiones espaciales. Pero ¿sabemos que trabaja a escalas más pequeñas?
¿Hasta qué nivel en el microcosmos se ha comprobado la ley de la inversa del
cuadrado para la gravedad? Los experimentadores la han confirmado hasta
sólo una décima de milímetro; si dos objetos se acercan hasta una separación
menor de una décima de milímetro, los datos verifican que la intensidad de su
atracción gravitatoria sigue las predicciones de la ley de la inversa del
cuadrado. Pero hasta ahora ha sido un importante desafío técnico poner a
prueba la ley de la inversa del cuadrado en escalas más cortas (los efectos
cuánticos y la debilidad de la gravedad complican el experimento). Ésta es
una cuestión crítica, porque las desviaciones de la ley de la inversa del
cuadrado serían una señal convincente de dimensiones extras.
Para ver esto explícitamente, trabajemos con un ejemplo de juguete con
dimensión más baja que podemos dibujar y analizar fácilmente. Imagine que
vivimos en un universo con una dimensión espacial —o que así lo pensamos,
porque sólo una dimensión espacial era visible y, además, siglos de
experimentos han mostrado que la fuerza de la gravedad no varía con la
separación entre los objetos—. Pero imagine también que en todos esos años
los experimentadores habían sido capaces de poner a prueba la ley de la
gravedad sólo hasta distancias de aproximadamente una décima de milímetro.
Para distancias más cortas que ésa, no había ningún dato. Ahora, imagine
además que, desconocida para todos salvo para un puñado de físicos teóricos,
el universo tenía realmente una segunda dimensión espacial enrollada que
hace su forma como la superficie de la cuerda de Philippe Petit, como en la
figura 12.5. ¿Cómo afectaría esto a test futuros y más refinados de la
gravitación? Podemos deducir la respuesta mirando la figura 13.6. Cuando
dos objetos minúsculos se aproximan lo suficiente —mucho más próximos
que la circunferencia de la dimensión enrollada— el carácter bidimensional
del espacio se haría evidente inmediatamente, porque en estas escalas las
líneas de campo gravitatorio tendrían lugar para esparcirse (figura 13.6a).
Más que ser independiente de la distancia, la fuerza de la gravedad variaría
inversamente con la separación cuando los objetos estuvieran suficientemente
próximos.
Así pues, si usted fuera un experimentador en este universo, y desarrollara
métodos exquisitamente precisos para medir la atracción gravitatoria, esto es
lo que usted encontraría. Cuando dos objetos estuvieran extraordinariamente
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próximos, mucho más próximos que el tamaño de la dimensión enrollada, su
atracción gravitatoria disminuiría en proporción a su separación, igual que
esperaría en un universo con dos dimensiones espaciales. Pero luego, cuando
los objetos estuvieran tan alejados como la circunferencia de la dimensión
enrollada, las cosas cambiarían. Más allá de esta distancia, las líneas de
campo gravitatorio no podrían esparcirse más. Se habrían esparcido todo lo
que podían en la segunda dimensión enrollada —habrían saturado esa
dimensión— y así a partir de esta distancia en adelante la fuerza gravitatoria
ya no disminuiría más, como se ilustra en la figura 13.6b. Usted puede
comparar esta saturación como la fontanería en una casa vieja. Si alguien abre
el grifo de la cocina cuando usted está a punto de
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(a)(b)
FIGURA 13.6. (a) Cuando los objetos están próximos, la atracción gravitatoria varía como lo
hace en dos dimensiones espaciales, (b) Cuando los objetos están más alejados, la atracción
gravitatoria se comporta como lo hace en una dimensión espacial: es constante.
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violaciones de la ley de la inversa del cuadrado; hasta ahora no se ha
encontrado ninguna, hasta una décima de milímetro. Así pues, incluso con los
experimentos sobre gravedad hoy disponibles, si estamos viviendo dentro de
una tres-brana, las dimensiones extras podrían ser tan grandes como una
décima de milímetro, y todavía no lo sabríamos.
Ésta es una de las ideas más sorprendentes de la última década. Utilizando
las tres fuerzas no gravitatorias podemos sondear hasta aproximadamente una
trillonésima (10“'8) de metro, y nadie ha encontrado ninguna evidencia de
dimensiones extras. Pero en el escenario mundobrana, las fuerzas no
gravitatorias son impotentes en la búsqueda de dimensiones extras puesto que
están atrapadas en la propia brana. Sólo la gravedad puede dar idea de la
naturaleza de las dimensiones extras y, hoy por hoy, las dimensiones extras
podrían ser tan gruesas como un cabello humano y pese a todo habrían sido
completamente invisibles para nuestros instrumentos más sofisticados.
Precisamente ahora, precisamente cerca de usted, precisamente cerca de mí, y
precisamente cerca de cualquier otro podría haber otra dimensión espacial —
una dimensión más allá de izquierda/derecha, delante/detrás y arriba/abajo,
una dimensión que está enrollada pero todavía es suficientemente grande para
tragar algo tan grueso como esta página— que permanece más allá de nuestro
alcance. [*39]
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de Planck (1033 centímetros). Pero esta conclusión depende fuertemente del
tamaño de las dimensiones extras. La razón es que en la teoría M/de cuerdas,
la intensidad de la fuerza gravitatoria que observamos en nuestras tres
dimensiones extendidas representa un equilibrio entre dos factores. Un factor
es la intensidad fundamental intrínseca de la fuerza gravitatoria. El segundo
factor es el tamaño de las dimensiones extras. Cuanto más grandes son las
dimensiones extras, más se puede repartir la gravedad en ellas y más débil
parecerá su fuerza en las dimensiones familiares. De la misma forma que
tuberías más grandes dan una presión de agua más débil porque permiten que
el agua tenga más espacio para esparcirse, las dimensiones extras más grandes
dan una gravedad más débil, porque dan a la gravedad más lugar para
esparcirse.
Los cálculos originales que determinaban la longitud de las cuerdas
suponían que las dimensiones extras eran tan minúsculas, del orden de la
longitud de Planck, que la gravedad no podía entrar en ellas. Bajo esta
hipótesis, la gravedad aparece débil porque es débil. Pero ahora, si trabajamos
en el escenario mundobrana y permitimos que las dimensiones extras sean
mucho más grandes que lo que se había considerado previamente, la debilidad
observada de la gravedad ya no significa que sea intrínsecamente débil. En su
lugar, la gravedad podría ser una fuerza relativamente poderosa que parece
débil sólo porque las dimensiones extras relativamente grandes, como las
tuberías grandes, diluyen su intensidad intrínseca. Siguiendo esta línea de
razonamiento, si la gravedad es mucho más fuerte que lo que en un tiempo se
pensó, las cuerdas también pueden ser mucho más largas que lo que un
tiempo se pensó.
Hoy por hoy, la pregunta de exactamente cómo de largas no tiene una
respuesta única y definida. Con la libertad recién encontrada para variar el
tamaño de las cuerdas y el tamaño de las dimensiones extras en un rango
mucho más amplio que el que se imaginaba previamente, hay varias
posibilidades. Dimopoulos y sus colaboradores han argumentado que los
resultados experimentales existentes, procedentes tanto de la física de
partículas como de la astrofísica, muestran que las cuerdas desexcitadas no
pueden ser mayores que aproximadamente una trillonésima (10“18) de metro.
Aunque pequeño para los patrones cotidianos, esto es casi cien mil billones
(1017) de veces mayor que la longitud de Planck —casi cien mil billones de
veces mayor que lo que previamente se pensaba—. Como veremos ahora, eso
sería suficientemente grande para que señales de cuerdas pudieran ser
detectadas por la próxima generación de aceleradores de partículas.
Página 461
¿Resiste frente al experimento la teoría de cuerdas?
La posibilidad de que estemos viviendo dentro de una gran tres-brana es, por
supuesto, sólo una posibilidad. Y, dentro del escenario mundobrana, la
posibilidad de que las dimensiones extras pudieran ser mucho mayores que lo
que un tiempo se pensó —y la posibilidad relacionada de que también las
cuerdas pudieran ser mucho mayores de lo que en un tiempo se pensó— son
también sólo eso: posibilidades. Pero son posibilidades tremendamente
excitantes. Cierto es que, incluso si el escenario mundobrana es correcto, las
dimensiones extras y el tamaño de las cuerdas podrían ser todavía
planckianos. Pero la posibilidad dentro de la teoría M/de cuerdas de que las
cuerdas y las dimensiones extras sean mucho más grandes —de estar apenas
más allá del alcance de la tecnología actual— es fantástica. Significa que hay
al menos una oportunidad de que en los años venideros la teoría M/de cuerdas
entre en contacto con la física observable y se convierta en una ciencia
experimental.
¿Con qué probabilidad? Yo no lo sé, ni ningún otro lo sabe. Mi intuición
me dice que es poco probable, pero mi intuición está conformada por una
década y media de trabajo dentro del marco convencional de cuerdas de
tamaño de Planck y dimensiones extras de tamaño de Planck. Quizá mi
instinto está pasado de moda. Afortunadamente, la cuestión será establecida
sin que sea afectada en lo más mínimo por la intuición de alguien. Si las
cuerdas son grandes, o si alguna de las dimensiones extras es grande, las
implicaciones para los experimentos venideros son espectaculares.
En el próximo capítulo consideraremos varios experimentos que pondrán
a prueba, entre otras cosas, las posibilidades de cuerdas relativamente grandes
y dimensiones extras, grandes, así que aquí sólo voy a abrirle el apetito. Si las
cuerdas son tan grandes como una trillonésima (1()“18) de metro, las
partículas correspondientes a las vibraciones de armónicos superiores en la
figura 12.4, no tendrán masas enormes, muy por encima de la masa de Planck,
como en el escenario estándar. En su lugar, sus masas serán sólo de un millar
o algunos miles de veces la de un protón, y eso es suficientemente bajo para
estar dentro del alcance del Gran Colisionador de Hadrones (LHC) que ahora
se está construyendo en el CERN. Si estas vibraciones de cuerdas fueran
excitadas mediante colisiones de alta energía, los detectores de los
aceleradores lucirían como la bola de cristal de Times Squa- re en Año
Nuevo. Se produciría todo un montón de partículas nunca antes vistas, y sus
masas estarían relacionadas mutuamente de forma parecida a como están los
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diversos armónicos en un violonchelo. La firma de la teoría de cuerdas estaría
grabada en los datos con un detalle que hubiera impresionado a John
Hancock. [*40] Los investigadores no podrían pasarla por alto, ni siquiera sin
sus gafas.
Además, en el escenario mundobrana, las colisiones de alta energía
podrían producir incluso agujeros negros en miniatura. Aunque normalmente
pensamos en los agujeros negros como estructuras gigantescas en el espacio
profundo, desde los primeros días de la relatividad general se ha sabido que si
usted acumula suficiente materia en la palma de la mano, crearía un
minúsculo agujero negro. Esto no sucede porque nadie —ni ningún
dispositivo mecánico— tiene un agarre siquiera remotamente fuerte para
ejercer una fuerza de compresión suficiente. En su lugar, el único mecanismo
aceptado para la producción de agujeros negros implica la atracción
gravitatoria de una estrella enormemente masiva que supera a la presión hacia
afuera normalmente ejercida por los procesos de fusión nuclear dentro de la
estrella, lo que hace que la estrella colapse sobre sí misma. Pero si la
intensidad intrínseca de la gravedad en escalas pequeñas es mucho mayor que
lo que antes se pensaba, se podrían producir minúsculos agujeros negros con
una fuerza de compresión significativamente menor que lo que antes se creía.
Los cálculos muestran que el Gran Colisionador de Hadrones puede tener la
potencia de compresión suficiente para crear una cornucopia de agujeros
negros microscópicos mediante colisiones de alta energía entre protones.[13.7]
Piense en lo sorprendente que sería. El Gran Colisionador de Hadrones podría
resultar una factoría para producir agujeros negros microscópicos. Estos
agujeros negros serían tan pequeños y durarían un tiempo tan corto que no
nos plantearían la más mínima amenaza (hace años Stephen Hawking
demostró que todos los agujeros negros se desintegran vía procesos cuánticos
—los grandes muy lentamente, los minúsculos muy rápidamente—), pero su
producción ofrecería una confirmación de una de las ideas más exóticas nunca
contempladas.
Cosmología de mundobranas
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resolver cuestiones grandes que se atragantan, y tampoco se trata simplemente
de llegar a entender qué aspectos de la experiencia familiar —tales como la
flecha del tiempo— están ligados a condiciones en el nacimiento del
universo; la cosmología también ofrece a un teórico lo que Nueva York
proporcionó a Sinatra: un terreno de prueba por excelencia. Si una teoría
puede funcionar en las condiciones extremas características de los primeros
momentos del universo, puede hacerlo en cualquier parte.
Hoy por hoy, la cosmología según la teoría M/de cuerdas es un trabajo en
curso, con investigadores que siguen dos senderos principales. La primera
aproximación, y la más convencional, imagina que de la misma forma que la
inflación proporcionó un frente mínimo pero profundo a la teoría del big bang
estándar, la teoría M/de cuerdas proporciona un frente aún anterior y quizá
aún más profundo para la inflación. La idea es que la teoría M/de cuerdas
aclarará la región borrosa que hemos utilizado para denotar nuestra ignorancia
de los primeros momentos del universo, y después de eso, el drama
cosmológico se desenvolverá de acuerdo con el guión extraordinariamente
exitoso de la teoría inflacionaria, contado en capítulos anteriores.
Aunque ha habido avances sobre detalles específicos requeridos por esta
visión (tales como tratar de entender por qué sólo tres de las dimensiones
espaciales del universo sufrieron expansión, así como desarrollar métodos
matemáticos que puedan probarse relevantes para analizar el reino
aespacial/atemporal que puede preceder a la inflación), todavía no se han
dado los momentos eureka. La idea es que mientras la cosmología
inflacionaria imagina que el universo observable se hace cada vez más
pequeño en instantes cada vez anteriores —y así es cada vez más caliente,
más denso y más energéticos— la teoría M/de cuerdas domestica este
comportamiento desordenado (en la jerga física, «singular») introduciendo un
tamaño mínimo (como en nuestra discusión de las páginas 445-447) por
debajo del cual se hacen relevantes magnitudes físicas nuevas y menos
singulares. Este razonamiento yace en el corazón de la fusión satisfactoria que
hace la teoría M/de cuerdas de la relatividad general y la mecánica cuántica, y
muchos investigadores esperan que pronto determinaremos cómo se puede
aplicar el mismo razonamiento en el contexto de la cosmología. Pero por
ahora la región borrosa sigue pareciendo borrosa, y nadie sabe cuándo se
alcanzará la claridad.
La segunda aproximación utiliza el escenario mundobrana, y en su
encarnación más radical postula un marco cosmológico completamente
nuevo. No está ni mucho menos claro si esta aproximación sobrevivirá a un
Página 464
examen matemático detallado, pero proporciona un buen ejemplo de cómo los
avances trascendentales en la teoría fundamental pueden sugerir nuevos
caminos a través de territorios bien trillados. La propuesta se denomina el
modelo cíclico.
Cosmología cíclica
Desde el punto de vista del tiempo, la experiencia ordinaria nos enfrenta a dos
tipos de fenómenos: los que tienen un comienzo claramente delimitado (este
libro, un partido de béisbol, una vida humana) y los que son cíclicos, que
suceden una y otra vez (el cambio de las estaciones, la salida y puesta del Sol,
las bodas de Larry King). Por supuesto, en un examen más cercano
aprendemos que los fenómenos cíclicos también tienen un inicio y un final,
puesto que los ciclos no continúan en general para siempre. El Sol ha estado
saliendo y poniéndose —es decir, la Tierra ha estado girando sobre su eje
mientras da vueltas alrededor del Sol— todos los días durante unos 5.000
millones de años. Pero antes de eso, el Sol y el sistema solar todavía tenían
que formarse. Y un día, unos 5.000 millones de años a partir de ahora, el Sol
se convertirá en una estrella gigante roja, engullendo a los planetas interiores,
engullendo a la Tierra, y ya no habrá siquiera una noción de salida y puesta
del Sol, al menos no aquí.
Pero éstos son reconocimientos científicos modernos. Para los antiguos,
los fenómenos cíclicos parecían eternamente cíclicos. Y para muchos los
fenómenos cíclicos, que siguen su curso y continuamente vuelven a empezar
de nuevo, eran los fenómenos primordiales. Los ciclos de los días y las
estaciones fijan el ritmo del trabajo y la vida, de modo que a nadie maravilla
que algunas de las más antiguas cosmologías conocidas concibieran el
despliegue del mundo como un proceso cíclico. Más que postular un
comienzo, un centro y un final, una cosmología cíclica imagina que el mundo
cambia a través del tiempo de la misma forma que la Luna cambia a través de
fases. Una vez que haya recorrido una secuencia completa, las condiciones
están listas para que todo empiece de nuevo e inicie otro ciclo.
Desde el descubrimiento de la relatividad general, se han propuesto varios
modelos cosmológicos cíclicos; el más conocido fue desarrollado en la
década de 1930 por Richard Tolman del Instituto de Tecnología de California.
Tolman sugirió que la expansión observada del universo podría frenarse y
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detenerse algún día, y ser seguida de un período de contracción en el que el
universo se hiciera cada vez más
pequeño. Pero en lugar de alcanzar un violento final en el que implo-
siona sobre sí mismo y llega a su fin, el universo podría sufrir, proponía
Tolman, un rebote-, el espacio podría contraerse hasta un tamaño pequeño y
luego rebotar, iniciando un nuevo ciclo de expansión seguido una vez más de
contracción. Un universo que repita eternamente este ciclo —expansión,
contracción, rebote, expansión de nuevo— evitaría elegantemente las
espinosas cuestiones del origen: en un escenario semejante, el concepto
mismo de origen sería inaplicable, puesto que el universo siempre fue y
siempre sería.
Pero Tolman se dio cuenta de que mirando hacia atrás en el tiempo desde
hoy, los ciclos podrían haberse repetido durante un tiempo, pero no
indefinidamente. La razón es que durante cada ciclo la segunda ley de la
termodinámica dicta que la entropía crecería en promedio.[13.8] Y según la
relatividad general, la cantidad de entropía en el comienzo de cada nuevo
ciclo determina cuánto durará ese ciclo. Más entropía significa un período
más largo de expansión antes de que el movimiento hacia afuera llegue a
pararse y el movimiento hacia adentro tome el mando. Cada ciclo sucesivo
duraría así mucho más que su predecesor; de forma equivalente, los ciclos
anteriores serían cada vez más cortos. Cuando se analiza matemáticamente, el
acortamiento constante de los ciclos implica que no pueden extenderse
infinitamente lejos erí el pasado. Incluso en el marco cíclico de Tolman, el
universo tendría un comienzo.
La propuesta de Tolman suponía un universo esférico que, como hemos
visto, ha sido descartado por las observaciones. Pero recientemente se ha
desarrollado una versión radicalmente nueva de la cosmología cíclica, que
incluye un universo plano, dentro de la teoría M/de cuerdas. La idea procede
de Paul Steinhardt y su colaborador Neil Turok de la Universidad de
Cambridge (que hace uso de resultados descubiertos en sus colaboraciones
con Burt Ovrut, Nathan Sei- berg y Justin Khoury) y propone un nuevo
mecanismo para impulsar la evolución cósmica.[13.9] Dicho brevemente, ellos
sugieren que estamos viviendo dentro de una tres-brana que colisiona
violentamente cada pocos billones de años con otra tres-brana vecina y
paralela. Y el bang de la colisión inicia un nuevo ciclo cosmológico.
El montaje básico de la propuesta se ilustra en la figura 13.7 y fue
sugerido hace algunos años por Horava y Witten en un contexto no
cosmológico. Horava y Witten estaban tratando de completar la unidad
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propuesta por Witten entre las cinco teorías de cuerdas y encontraron que si
una de las siete dimensiones extras en la teoría M tuviera una forma muy
simple —no un círculo, como en la figura 12.7, sino un pequeño segmento de
una línea recta, como en la figura 13.7— y estuviera acotada por las
denominadas branas del fin-del-mundo unidas como las tapas de un libro,
entonces podría establecerse una conexión directa entre la teoría de cuerdas
Heterótica-E y todas las demás. Los detalles de cómo llegaron a esta conexión
no son ni obvios ni esenciales para nosotros ahora (si usted está interesado,
vea, por ejemplo, El universo elegante, capítulo 12); lo que importa aquí es
que es un punto de partida que surge de forma natural de la propia teoría.
Steinhardt y Turok lo tomaron para su propuesta cosmológica.
En concreto, Steinhardt y Turok imaginan que cada brana de la figura
13.7 tiene tres dimensiones espaciales, y que el segmento de línea entre ellas
proporciona la cuarta dimensión espacial. Las seis dimensiones espaciales
restantes están enrolladas en un espacio de Calabi-Yau (no mostrado en la
figura) que tiene la forma correcta para que las pautas vibracionales de
cuerdas den cuenta del tipo de partículas conocidas.[13.10] El universo del que
somos directamente conscientes corresponde a una de estas tres-branas; si
quiere, puede considerar la segunda tres-brana como otro universo cuyos
habitantes, si los hay, también serían conscientes de sólo tres dimensiones
espaciales, suponiendo que su tecnología y habilidad experimental no
superasen enormemente a las nuestras. En este montaje, entonces, otra tres-
brana —otro universo— está justo en la puerta de al lado. Está a no más de
una fracción de un milímetro (estando la separación en la cuarta dimensión
espacial, como en la figura 13.7), pero puesto que nuestra tres-brana es tan
adhesiva y la gravedad que experimentamos tan débil, no tenemos ninguna
evidencia directa de su existencia y sus hipotéticos habitantes no tienen
ninguna evidencia de la nuestra.
Pero, según el modelo cosmológico cíclico de Steinhardt y Turok, la
figura 13.7 no es como ha sido siempre o como siempre será. Por el contrario,
en su aproximación, las dos branas se atraen mutuamente —casi como si
estuvieran conectadas por minúsculas bandas elásti-
Página 467
FIGURA 13.7. Dos tres-branas, separadas por un corto intervalo.
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En la Fase 1, las dos tres-branas acaban de chocar, y ahora están
rebotando. La tremenda energía de la colisión deposita una cantidad
importante de radiación de alta temperatura y de materia en cada una de las
tres-branas que rebotan, y —ésta es la clave— Steinhardt y Tu- rok
argumentan que las propiedades detalladas de esta materia y radiación
tienen un perfil casi idéntico al que se produce en el modelo inflacionario.
Aunque hay todavía alguna controversia sobre este punto, Steinhardt y Turok
afirman que la colisión entre las dos tres- branas da como resultado unas
condiciones físicas extraordinariamente próximas a lo que habrían sido un
momento antes de la ráfaga de expansión inflacionaria en la aproximación
más convencional discutida en el capítulo 10. No es sorprendente entonces
que para un observador hipotético dentro de nuestra tres-brana, las siguientes
etapas en el modelo cosmológico cíclico sean esencialmente las mismas que
las de la aproximación estándar, como se ilustra en la figura 9.2 (donde
Página 469
ahora se interpreta que dicha figura representa la evolución en una de las
tres-branas). A saber, cuando nuestra tres-brana rebota de la colisión, se
expande y enfría, y poco a poco se forman estructuras cósmicas tales como
estrellas y galaxias a partir del plasma primordial, como usted puede ver en la
Fase 2. Entonces, inspirados por las recientes observaciones de supernovas
discutidas en el capítulo 10, Steinhardt y Turok configuran su modelo de
modo que aproximadamente 7.000 millones de años dentro del ciclo —Fase 3
— la energía en la materia y la radiación ordinaria queda suficientemente
diluida por la expansión de la brana para que una componente de energía
oscura gane la mano y, debido a su presión negativa, impulse una era de
expansión acelerada. (Esto requiere un ajuste arbitrario de detalles, pero
permite que el modelo encaje con la observación, y así, argumentan los
proponentes del modelo cíclico, está bien motivado.) Unos 7.000 millones de
años más tarde, nosotros los seres humanos nos encontramos aquí en la
Tierra, al menos en el ciclo actual, experimentando las primeras fases de la
etapa acelerada. Luego, durante aproximadamente el siguiente billón de años,
no mucho nuevo sucede aparte de la expansión acelerada y continua de
nuestra tres-brana. Eso es tiempo suficiente para que nuestro espacio
tridimensional se haya estirado en un factor tan colosal que materia y
radiación están casi completamente diluidas, dejando que el mundobrana
parezca casi completamente vacío y completamente uniforme: Fase 4.
En este momento, nuestra tres-brana ha completado su rebote desde la
colisión inicial y ha empezado a acercarse de nuevo a la segunda tres-brana.
A medida que nos aproximamos cada vez más a otra colisión, las agitaciones
cuánticas de las cuerdas ligadas a nuestra brana pueblan su vacío uniforme
con minúsculos rizos, Fase 5. A medida que seguimos ganando velocidad, los
rizos siguen creciendo; luego, en una colisión cataclísmica chocamos con la
segunda tres-brana, rebotamos y el ciclo empieza de nuevo. Los rizos
cuánticos imprimen minúsculas inhomogeneidades en la radiación y la
materia producidas durante la colisión e, igual que en el escenario
inflacionario, estas desviaciones de la uniformidad perfecta crecen para dar
grumos que finalmente generan las estrellas y las galaxias.
Éstas son las fases principales en el modelo cíclico (también conocido
como el big splatf Su premisa —mundobranas en colisión— es muy diferente
de la teoría inflacionaria, pero hay, no obstante, significativos puntos de
contacto entre las dos aproximaciones. Una similitud esencial es que ambos
se basan en la agitación cuántica para generar no uniformidades iniciales. De
Página 470
hecho, Steinhardt y Turok argumentan que las ecuaciones que gobiernan los
rizos cuánticos en el modelo cíclico son casi idénticas a las de la imagen
inflacionaria, de modo que las no uniformidades resultantes predichas por las
dos teorías son también casi idénticas.[13.11] Además, aunque no hay una
ráfaga inflacionaria en el modelo cíclico, hay un período de un billón de años
(que empieza en la Fase 3) de expansión acelerada más suave. Pero se trata
simplemente de una cuestión de prisa versus paciencia; lo que consigue el
modelo inflacionario en un flash, el modelo cíclico lo consigue en una
eternidad relativa. Puesto que la colisión en el modelo cíclico no es el
comienzo del universo, se permite el lujo de resolver lentamente cuestiones
cosmológicas (como los problemas de la planitud y del horizonte) durante el
billón de años final de cada ciclo previo. Eones de expansión acelerada suave
pero continua al final de cada ciclo estiran nuestra tres-brana hasta hacerla
plana y, excepto por minúsculas pero importantes fluctuaciones cuánticas, la
hacen casi completamente uniforme. Y así, la larga etapa final de cada ciclo,
seguida por el choque en el comienzo del ciclo siguiente, da un ambiente muy
parecido al producido por el corto brote de expansión en la aproximación
inflacionaria.
Página 471
necesitamos una explicación de cómo llegó a empezar el primer ciclo. Si lo
hizo, entonces la teoría, también como la inflación, resuelve los problemas
cosmológicos suaves y pone la flecha del tiempo apuntando desde cada
choque de baja entropía en adelante a través de las fases siguientes de la
figura 13.8. Pero, tal como se concibe actualmente, el modelo cíclico no
ofrece ninguna explicación de cómo o por qué el universo se encuentra en la
configuración necesaria de la figura 13.8. ¿Por qué, por ejemplo se enrollan
seis dimensiones espaciales en una forma de Calabi-Yau particular, mientras
que una de las dimensiones extras toma la forma de un segmento espacial que
separa dos tres-branas. ¿Cómo es que las dos tres-branas del fin-del- mundo
se alinean tan perfectamente y se atraen mutuamente con la fuerza exacta de
modo que la fases de la figura 13.8 se sucedan como hemos descrito? Y, de
importancia crítica, ¿qué sucede realmente cuando las dos tres- branas
colisionan en la versión de un bang en el modelo cíclico?
Sobre esta última pregunta existe la esperanza de que el choque en el
modelo cíclico sea menos problemático que la singularidad encontrada en el
tiempo cero en la cosmología inflacionaria. En lugar de estar todo el espacio
infinitamente comprimido, en la aproximación cíclica sólo la única dimensión
entre las branas queda comprimida; las propias branas experimentan una
expansión global, no contracción, durante cada ciclo. Y esto, han
argumentado Steinhardt y Turok y sus colaboradores, implica temperatura
finita y densidades finitas en las propias branas. Pero ésta es una conclusión
muy provisional porque, hasta ahora, nadie ha sido capaz de obtener lo
máximo de las ecuaciones y calcular lo que sucedería si las branas se
juntaran. De hecho, los análisis realizados hasta ahora apuntan a que el
choque esté sujeto al mismo problema que aflige a la teoría inflacionaria en el
tiempo cero. Las matemáticas se vienen abajo. Así pues, las cosmología sigue
necesitando una solución rigurosa a su inicio singular —sea el verdadero
inicio del universo o inicio de nuestro ciclo actual.
La característica más atractiva del modelo cíclico es la forma en que
incorpora la energía oscura y la expansión acelerada observada. En 1998, el
descubrimiento de que el universo está sufriendo una expansión acelerada
supuso una completa sorpresa para físicos y astrónomos. Aunque podía ser
incorporada en la imagen cosmológica inflacionaria suponiendo que el
universo contiene la cantidad exacta de energía oscura, la expansión acelerada
parece un añadido caprichoso. En el modelo cíclico, por el contrario, el papel
de la energía oscura es natural y central. El período de un billón de años de
expansión acelerada lenta pero continua es crucial para borrar la pizarra, para
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diluir el universo observable hasta casi la nada, y para reiniciar las
condiciones para preparar el próximo ciclo. Desde este punto de vista, tanto el
modelo inflacionario como el modelo cíclico se basan en la expansión
acelerada —el modelo inflacionario cerca de su inicio y el modelo cíclico al
final de cada uno de sus ciclos— pero sólo el último tiene apoyo
observacional directo. (Recuerde, la aproximación cíclica está diseñada de
modo que acabamos de entrar en la fase de un billón de años de expansión
acelerada, y tal expansión ha sido observada realmente.) Eso es un punto a
favor del modelo cíclico, pero también significa que si la expansión acelerada
dejara de ser confirmada por observaciones futuras, el modelo inflacionario
podría sobrevivir (aunque el enigma del 70 por 100 que falta en el
presupuesto de energía del universo se plantearía de nuevo) y el modelo
cíclico no podría hacerlo.
Página 473
14
Einstein disfrazado[*41]
Durante sus diez años de lucha por formular la teoría de la relatividad general,
Einstein buscó inspiración en varias fuentes. Las más influyentes fueron las
ideas sobre las matemáticas de las superficies curvas desarrolladas en el siglo
xix por luminarias matemáticas entre las que se incluían Cari Friedrich Gauss,
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János Bolyai, Nikolai Lobachevsky y Georg Bemhard Riemann. Como
discutimos en el capítulo 3, Einstein se inspiró también en las ideas de Ernst
Mach. Recuerde que Mach defendía una concepción relacionista del espacio;
para él, el espacio proporcionaba el lenguaje para especificar la localización
de un objeto con respecto a otro pero no era en sí mismo una entidad
independiente. Inicialmente, Einstein fue un defensor entusiasta de la
perspectiva de Mach, porque era lo más parecido a lo que podía ser una teoría
que aceptase la relatividad. Pero cuando Einstein llegó a una comprensión
más profunda de la relatividad general, se dio cuenta de que no incorporaba
plenamente las ideas de Mach. Según la relatividad general, el agua en el
cubo de Newton, girando en un universo por lo demás vacío, adoptaría una
forma cóncava, y esto estaba en conflicto con la perspectiva puramente
relacional de Mach, puesto que implica una noción absoluta de aceleración.
Incluso así, la relatividad general incorpora algunos aspectos del punto de
vista de Mach, y en los próximos años un experimento que se ha estado
preparando durante cerca de cuarenta años y en el que se han invertido más de
quinientos millones de dólares pondrá a prueba una de las características
machianas más destacadas.
La física que se va a estudiar se conoce desde 1918, cuando los
investigadores austríacos Joseph Lense y Hans Thirring utilizaron la
relatividad general para mostrar que de la misma manera que un objeto
masivo deforma el espacio y el tiempo —como una bola de bolos colocada
sobre una cama elástica— también un objeto que rota arrastra al espacio (y el
tiempo) que le rodea, como una piedra que gira sumergida en un cubo de
jarabe. Esto se conoce como arrastre de sistema e implica, por ejemplo, que
un asteroide en caída libre hacia una estrella de neutrones o un agujero negro
que giran rápidamente quedará atrapado en un remolino de espacio en
rotación y empezará a dar vueltas a medida que desciende. El efecto se
denomina arrastre de sistema porque desde el punto de vista del asteroide —
desde su sistema de referencia— no está siendo desviado en absoluto. En su
lugar, está cayendo directamente a lo largo de la malla espacial, pero puesto
que el espacio está arremolinado (como en la figura 14.1) la malla se retuerce,
de modo que el significado de «directamente» difiere del que usted hubiera
esperado desde una perspectiva lejana no arremolinada.
Para ver la conexión con Mach, piense en una versión del arrastre del
sistema en la que el objeto masivo en rotación es una esfera enorme y hueca.
Los cálculos iniciados en 1912 por Einstein (incluso antes de que completase
la relatividad general), que fueron significativamente ampliados en 1965 por
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Dieter Brill, y finalmente completados en 1985 por los físicos alemanes
Herbert Pfister y K. Braun, demostraban que el espacio dentro de la esfera
hueca sería arrastrado por el movimiento rotacional y puesto a girar como una
especie de remolino.[14.1] Si dentro de dicha esfera en rotación se colocara un
cubo en repo-
FIGURA 14.1. Un objeto masivo en rotación arrastra el espacio —los sistemas en caída libre—
a su alrededor.
so lleno de agua —en reposo visto desde un punto de vista lejano— los
cálculos muestran que el espacio en rotación ejercería una fuerza sobre el
agua en reposo, haciéndola subir por las paredes del cubo y tomar una forma
cóncava.
Este resultado le hubiera gustado mucho a Mach. Aunque quizá no le
hubiera gustado la descripción en términos de «espacio en rotación» —puesto
que esta expresión retrata al espaciotiempo como un algo— habría encontrado
extraordinariamente gratificante que el movimiento de rotación relativo entre
la esfera y el cubo haga que la forma del agua cambie. De hecho, para una
corteza que contenga suficiente masa, una cantidad comparable a la contenida
en el universo entero, los cálculos muestran que apenas importa si usted
piensa que la esfera está girando alrededor del cubo o es el cubo el que está
girando dentro de la esfera hueca. Como defendía Mach, lo único que importa
es el movimiento de rotación relativo entre los dos. Y puesto que los cálculos
que he mencionado sólo hacen uso de la relatividad general, éste es un
ejemplo explícito de una característica claramente machiana de la teoría de
Página 476
Einstein. (No obstante, mientras que el razonamiento machiano estándar
afirmaría que el agua permanecería plana si el cubo girara en un universo
infinito y vacío, la relatividad general discrepa. Lo que muestran los
resultados de Pfister y Braun es que una esfera en rotación suficientemente
masiva es capaz de bloquear completamente la influencia usual del espacio
que yace más allá de la propia esfera.)
En 1960, Leonard Schiff, de la Universidad de Stanford e,
independientemente, George Pugh, del Departamento de Defensa de Estados
Unidos, sugirieron que la predicción de arrastre de sistema de la relatividad
general podría ser puesta a prueba experimentalmente utilizando el
movimiento rotacional de la Tierra. Schiff y Pugh se dieron cuenta de que
según la física newtoniana, un giróscopo en rotación —un volante giratorio
que está unido a un eje— flotando en órbita por encima de la superficie de la
Tierra apuntaría en una dirección fija e invariable. Pero según la relatividad
general su eje rotaría ligeramente debido al efecto de arrastre de espacio de la
Tierra. Puesto que la masa de la Tierra es despreciable comparada con la
hipotética esfera hueca utilizada en el cálculo de Pfister y Braun, el grado de
arrastre de sistema causado por la rotación de la Tierra es minúsculo. Los
cálculos detallados mostraban que si el eje de rotación del giróscopo estuviera
inicialmente dirigido hacia una estrella de referencia escogida, al cabo de un
año el espacio lentamente arremolinado habría desplazado la dirección de su
eje en aproximadamente una cienmilésima de grado. Éste es el ángulo que
barre el segundero de un reloj en aproximadamente dos millonésimas de
segundo, de modo que su detección presenta un importante desafío científico,
tecnológico y de ingeniería.
Cuatro décadas de desarrollo y casi un centenar de tesis doctorales más
tarde, un equipo de Stanford dirigido por Francis Everitt y financiado por la
NASA está listo para hacer el experimento. Durante los próximos años su
satélite Gravity Probe B, flotando a más de 600 kilómetros en el espacio y
provisto de cuatro de los giróscopos más estables nunca construidos, intentará
medir el arrastre de sistema provocado por la rotación de la Tierra. Si el
experimento tiene éxito, será una de las confirmaciones más precisas de la
relatividad general nunca conseguida, y proporcionará la primera evidencia
directa de un efecto ma- chiano.[14.2] Igualmente excitante es la posibilidad de
que los experimentos detecten una desviación de lo que predice la relatividad
general. Una grieta minúscula de este tipo en los fundamentos de la
relatividad general podría ser precisamente lo que necesitamos para echar una
ojeada a las hasta ahora propiedades ocultas del espaciotiempo.
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Pillando la onda
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FIGURA 14.2. Las ondas gravitatorias son rizos en el tejido del espaciotiempo. hesión
excesiva a la filosofía machiana. Si la relatividad general incorporase plenamente las ideas de
Mach, entonces la «geometría del espacio» sería meramente un lenguaje conveniente para
expresar la localización y movimiento de un objeto masivo con respecto a otro. El espacio
vacío sería, en esta forma de pensar, un concepto vacío, de modo que ¿cómo podría ser
razonable hablar de un espacio vacío ondulante? Muchos físicos trataron de demostrar que las
supuestas ondas en el espacio equivalían a una interpretación errónea de las matemáticas de
la relatividad general. Pero con el tiempo los análisis teóricos convergieron en la conclusión
correcta: las ondas gravitato- rias son reales, y el .espacio puede rizarse.
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FIGURA 14.3. El paso de una onda gravitatoria estira un objeto en una dirección y luego en la
otra. (En esta imagen, la escala de distorsión para una onda gravitatoria típica está
enormemente exagerada.)
Página 480
requerirá un aparato capaz de responder a cambios de longitud
fantásticamente pequeños.
Los científicos que diseñaron y construyeron el Láser Interfero- meter
Gravitational Wave Observatory (LIGO) (gestionado conjuntamente por el
Instituto de Tecnología de California y el Instituto de Tecnología de
Massachusetts y financiado por la Fundación Nacional de la Ciencia) han
aceptado el desafío. LIGO es impresionante y la sensibilidad esperada es
asombrosa. Consiste en dos tubos huecos, cada uno de cuatro kilómetros de
longitud y un poco más de un metro de diámetro, que están dispuestos
formando una L gigante. Haces de luz láser enviados simultáneamente a lo
largo de túneles de vacío dentro de cada tubo, y reflejados por espejos
altamente pulidos, se utilizan para medir la longitud relativa de cada uno con
fantástica precisión. La idea es que si pasara una onda gravitatoria, estiraría
un tubo con respecto al otro, y si el estiramiento es suficientemente grande,
los científicos serían capaces de detectarlo.
Los tubos son largos porque el estiramiento y la compresión que produce
la onda gravitatoria son acumulativos. Si una onda gravitatoria estirara algo
de cuatro metros de longitud en, digamos, 1O”20 metros, estiraría algo de
cuatro kilómetros de longitud mil veces más, 10-17 metros. Así, cuanto más
larga es la extensión monitorizada, más fácil es detectar un cambio en su
longitud. Para sacar el mejor partido de esto, los experimentadores de LIGO
dirigen en realidad los láseres para que reboten más de cien veces entre
espejos colocados en los extremos de cada tubo, aumentando la distancia
monitorizada hasta unos 800 kilómetros por haz. Con estos trucos inteligentes
y estas hazañas de ingeniería LIGO debería ser capaz de detectar cualquier
cambio en las longitudes de los tubos que supere una billonésima del grosor
de un cabello humano —una cienmillonésima del tamaño de un átomo.
¡Ah!, y hay en realidad dos de estos aparatos con forma de L. Uno está en
Livingstone, Luisiana, y el otro a unos 3.200 kilómetros en Hanford,
Washington. Si una onda de gravedad procedente de alguna catástrofe
astrofísica lejana pasara por la Tierra, debería afectar de forma idéntica a cada
detector, de modo que cualquier onda captada por un experimento tendría que
manifestarse también en el otro. Éste es un test de consistencia importante,
puesto que pese a todas las precauciones que se han tomado para apantallar
los detectores, las perturbaciones de la vida cotidiana (el temblor de un
camión que pasa, el impacto de un árbol que cae, y todo lo demás) podrían
pasar como ondas gravitatorias. Requerir coincidencia entre detectores
distantes sirve para descartar estos falsos positivos.
Página 481
Los investigadores también han calculado cuidadosamente las frecuencias
de las ondas gravitatorias —el número de crestas y vientres que debería
atravesar su detector cada segundo— que esperan que sean producidas por un
abanico de fenómenos astrofísicos incluyendo explosiones de supernova, el
movimiento rotatorio de estrellas de neutrones no esféricas y las colisiones
entre agujeros negros. Sin esta información, los experimentadores estarían
buscando una aguja en un pajar; con ellas pueden concentrar los detectores en
una estrecha banda de frecuencias de interés físico. Curiosamente, los
cálculos revelan que algunas frecuencias de las ondas gravitatorias deberían
estar en el rango de unos miles de ciclos por segundo; si fueran ondas
sonoras, estarían precisamente en el intervalo de audibilidad humana. Las
estrellas de neutrones coalescentes sonarían como un chirrido con un tono
rápidamente creciente, mientras que un par de agujeros negros en colisión
imitarían el gorjeo de un gorrión que haya recibido un golpe. Hay una enorme
cacofonía de ondas gravitatorias que oscilan a través del tejido del
espaciotiempo, y si todo va según los planes, LIGO será el primer
instrumento en sintonizarla.[14.5]
Lo que hace todo esto tan excitante es que las ondas gravitatorias
maximizan la utilidad de dos características principales de la gravedad: su
debilidad y su ubicuidad. Esto implica que las ondas gravitatorias pueden
atravesar materiales que son opacos a la luz, dando acceso a dominios
astrofísicos previamente ocultos. Y lo que es más, puesto que todo está
sometido a la gravedad (mientras que la fuerza electromagnética, por ejemplo,
sólo afecta a objetos que tienen una carga eléctrica), todo tiene la capacidad
de generar ondas gravitatorias y producir con ello una firma observable.
LIGO marca así un punto de retomo importante en la forma en que
examinamos el cosmos.
Hubo un tiempo en el que todo lo que podíamos hacer era levantar los
ojos y mirar al cielo. En el siglo xvn Hans Lippershey y Galileo Galilei
cambiaron eso. Con la ayuda del telescopio, la gran vista del cosmos estuvo al
alcance de la Humanidad. Pero con el tiempo comprendimos que la luz visible
representaba una banda estrecha de ondas electromagnéticas. En el siglo xx,
con la ayuda de telescopios de infrarrojos, ondas de radio, rayos X y rayos
gamma el cosmos se abrió de nuevo a nosotros, revelando maravillas
invisibles en las longitudes de onda de la luz a las que nuestros ojos se habían
acostumbrado por la evolución. Ahora, en el siglo xxi, estamos abriendo los
cielos una vez más. Con LIGO y sus mejoras posteriores[*42] veremos el
cosmos de una forma completamente nueva. Más que utilizar ondas
Página 482
electromagnéticas utilizaremos ondas gravitatorias; más que utilizar la fuerza
electromagnética, utilizaremos la fuerza gravitatoria.
Para apreciar lo revolucionaria que puede ser esta nueva tecnología
imagine un mundo en el que científicos alienígenas estuvieran a punto de
descubrir la forma de detectar ondas electromagnéticas —luz— y piense en el
profundo cambio que sufriría su visión del universo. Estamos en la víspera de
nuestra primera detección de ondas gravitatorias y por ello quizá en una
posición similar. Durante milenios hemos mirado al cosmos; ahora es como
si, por primera vez en la historia humana, lo fuéramos a oír.
Página 483
previamente. La debilidad observada de la gravedad sería atribuida a su fuga
en las dimensiones extras, no a que sean fundamentalmente débiles; a escalas
de distancia cortas, antes de que ocurra dicha fuga, la gravedad sería fuerte.
Entre otras implicaciones, esto significa que la creación de agujeros negros
minúsculos requeriría una masa y una energía mucho menores que en un
universo en el que la gravedad es intrínsecamente mucho más débil. En el
capítulo 13 discutimos la posibilidad de que tales agujeros negros
microscópicos pudieran ser generados por colisiones protón-protón de alta
energía en el Gran Colisionador de Hadrones, el acelerador de partículas
ahora en construcción en Ginebra, Suiza, y cuya terminación está prevista en
2007. Ésta es una perspectiva excitante. Pero hay otra posibilidad tentadora
que fue planteada por Alfred Shapere, de la Universidad de Kentucky, y
Jonathan Feng, de la Universidad de California en Irving. Estos
investigadores señalaron que los rayos cósmicos —partículas elementales que
fluyen a través del espacio y bombardean continuamente nuestra atmósfera—
también podrían desencadenar la producción de agujeros negros
microscópicos.
Las partículas de los rayos cósmicos fueron descubiertas en 1912 por el
científico austríaco Victor Hess; más de nueve décadas después siguen
presentando muchos misterios. Cada segundo, rayos cósmicos penetran en la
atmósfera e inician una cascada de miles de millones de partículas que
llueven hacia la superficie de la Tierra y atraviesan su cuerpo y el mío.
Algunas de ellas son detectadas por una variedad de instrumentos destinados
a ello en todo el mundo. Pero nadie está completamente seguro de qué tipo de
partículas constituyen los rayos cósmicos incidentes (aunque hay un consenso
creciente en que son protones), y pese a que se cree que algunas de estas
partículas de alta energía proceden de explosiones de supernova, nadie tiene
ninguna idea de dónde se originan los rayos cósmicos de energía más alta. Por
ejemplo, el 15 de octubre de 1991, el detector de rayos cósmicos Ojo de
Mosca, en el desierto de Utah, midió una partícula que cruzó el cielo con una
energía equivalente a 30.000 millones de veces la masa de un protón. Ésta es
una energía casi tan alta como la de una bola rápida lanzada por Mariano
Rivera pero contenida en una única partícula subatómica, y es unos 100
millones de veces mayor que las energías de las partículas que serán
producidas por el Gran Colisionador de Hadrones.[14.6] Lo enigmático es que
ningún proceso astrofísico conocido podría producir partículas con una
energía tan alta; los experimentadores están recogiendo más datos con
detectores más sensibles con la esperanza de resolver el misterio.
Página 484
Para Shapere y Feng, el origen de las partículas de rayos cósmicos
superenergéticas era de importancia secundaria. Ellos comprendieron que
independientemente de cuál sea el origen de tales partículas, si la gravedad a
escalas microscópicas es mucho más intensa de lo que antes se pensaba, las
partículas de rayos cósmicos de la máxima energía podrían tener la fuerza
suficiente para crear minúsculos agujeros negros cuando chocan
violentamente con las capas altas de la atmósfera.
Como sucede con su producción en los colisionadores de átomos, tales
agujeros negros minúsculos no supondrían el más mínimo peligro para los
experimentadores o el mundo en general. Tras su creación, se desintegrarían
rápidamente, emitiendo una cascada característica de otras partículas más
normales. De hecho, los agujeros negros microscópicos tendrían una vida tan
corta que los experimentadores no los buscarían directamente; en su lugar,
buscarían evidencia de agujeros negros a través de estudios detallados de los
chaparrones de partículas resultantes que caerían en sus detectores.
Actualmente se está construyendo en una vasta extensión de tierra en el oeste
de Argentina el más sensible de los detectores de rayos cósmicos en todo el
mundo, el Observatorio Pierre Auger —con un área de observación del
tamaño de Road Island—. Shapere y Feng estiman que si todas las
dimensiones extras son tan grandes como 10-14 metros, entonces al cabo del
equivalente a un año de recogida de datos, el detector Auger verá los residuos
de partículas característicos de aproximadamente una docena de agujeros
negros minúsculos producidos en la parte superior de la atmósfera. Si no se
encuentran estas firmas de agujeros negros, el experimento concluirá que las
dimensiones extras son más pequeñas. Encontrar los restos de agujeros negros
producidos en colisiones de rayos cósmicos es ciertamente difícil, pero el
éxito abriría la primera ventana experimental a las dimensiones extras,
agujeros negros, teoría de cuerdas y gravedad cuántica.
Además de la producción de agujeros negros, hay otra manera en la que
los investigadores buscarán dimensiones extras durante la próxima década
con la ayuda de los aceleradores. Esta idea es una variante sofisticada de la
explicación «espacio-entre-los-cojines» para las monedas perdidas que le
faltan en su bolsillo.
Un principio central de la física es el principio de conservación de la
energía. La energía puede manifestarse de muchas formas —la energía
cinética del movimiento de una bola cuando sale disparada de un bate de
béisbol, energía potencial cuando la bola vuela hacia arriba, energía sonora y
calorífica cuando la bola golpea en el suelo y excita todo tipo de movimientos
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vibratorios, la energía de la masa que está encerrada en la propia bola, y
demás— pero cuando se han tenido en cuenta todos los portadores de energía,
la cantidad con la que usted termina es siempre igual a la cantidad con la que
empezó.[14.7] Hasta la fecha, ningún experimento contradice esta ley de
balance energético perfecto.
Pero dependiendo del tamaño preciso de las dimensiones extras supuestas,
experimentos de alta energía que van a realizarse en la instalación recién
actualizada en Fermilab y en el Gran Colisionador de Hadrones pueden
revelar procesos que parecen violar la conservación de la energía: la energía
al final de una colisión puede ser menor que la energía al principio. La razón
es que, de forma muy parecida a sus monedas desaparecidas, la energía
(transportada por los gravitones) puede esconderse en las grietas —el
minúsculo espacio adicional— que proporcionan las dimensiones extras y ser
así pasada por alto en los cálculos del balance energético. La posibilidad de
una «señal de energía faltante» semejante proporciona aún otro medio para
establecer que el tejido del cosmos tiene una complejidad mucho más allá de
la que podemos ver directamente.
Sin duda, cuando se trata de dimensiones extras, yo no soy imparcial. He
trabajado en aspectos de las dimensiones extras durante más de quince años,
de modo que ellas tienen un lugar especial en mi corazón. Pero, hecha esta
confesión, me resulta difícil imaginar un descubrimiento que fuera más
excitante que encontrar evidencia a favor de dimensiones además de las tres
que a todos nos son familiares. En mi opinión, no hay actualmente ninguna
otra propuesta seria cuya confirmación sacudiera tanto la base de la física y,
con ello, estableciera que debemos estar dispuestos a cuestionar los elementos
básicos, aparentemente evidentes, de la realidad.
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Estudios teóricos y experimentales actuales sugieren que la Higgs debería
tener una masa comprendida entre un centenar y un millar de veces la masa
del protón, Si el extremo más bajo de este intervalo resulta ser correcto,
Fermilab tiene una oportunidad razonable de descubrir una partícula de Higgs
en el futuro próximo. Y ciertamente, si Fermilab no lo descubre y el intervalo
de masa estimado es en cualquier caso correcto, el Gran Colisionador de
Hadrones debería producir partículas de Higgs en cantidad para finales de la
década. La detección de partículas de Higgs sería un jalón fundamental, pues
confirmaría la existencia de campos que los físicos teóricos de partículas y los
cosmólogos han invocado durante décadas, sin ninguna evidencia
experimental que lo apoye.
Otro objetivo importante de Fermilab y del Gran Colisionador de
Hadrones es detectar evidencia de supersimetría. Recordemos del capítulo 12
que pares de partículas supersimétricas cuyos espines difieren en media
unidad es una idea que surgió originalmente de estudios de la teoría de
cuerdas a principios de la década de 1970. Si la supersimetría es relevante
para el mundo real, entonces por cada tipo de partícula conocido con espín ‘/2
debería haber una partícula asociada con espín 0; por cada tipo de partícula
conocida de espín 1, debería haber una partícula asociada de espín '/2. Por
ejemplo, para el electrón de espín ‘/2 debería haber una partícula
supersimétrica de espín 0 llamada electrón supersimétrico, o selectrón, para
abreviar; para los quarks de espín ’/2 debería haber quarks supersimétricas, o
squarks', para neutrinos de espín '/2 debería haber neutrinos de espín 0; para
gluones, fotones y partículas W y Z de espín 1 debería haber gluinos, fotinos y
winos y zinos de espín 0. (Sí, los físicos no pueden evitarlo.)
Nadie ha detectado todavía ninguna de estas pretendidas contrafiguras.
Los físicos cruzan los dedos confiando en que eso se explica porque las
partículas supersimétricas son sustancialmente más pesadas que sus
contrapartidas conocidas. Consideraciones teóricas sugieren que las partículas
supersimétricas podrían ser mil veces más masivas que un protón, y en ese
caso no tendría ningún misterio que no aparezcan en los datos experimentales:
los colisionadores de átomos no tienen la energía adecuada para producirlos.
En la próxima década todo esto cambiará. Ya, el recién mejorado acelerador
en Fermilab intenta descubrir partículas supersimétricas. Y, como sucede con
la Higgs, si el Fermilab no llegara a encontrar evidencia de supersimetría, y si
el rango de masas esperado para las partículas supersimétricas es aproximado,
el Gran Colisionador de Hadrones podría producirlas con facilidad.
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La confirmación de la supersimetría sería el desarrollo más importante en
la física de partículas elementales en más de dos décadas. Establecería el
próximo paso en nuestra comprensión más allá del exitoso modelo estándar
de la física de partículas y proporcionaría evidencia circunstancial de que la
teoría de cuerdas está en el camino correcto. Pero note que eso no demostraría
la teoría de cuerdas propiamente dicha. Incluso si la supersimetría se
descubrió mientras se desarrolla la teoría de cuerdas, los físicos han sabido
desde hace tiempo que la supersimetría es un principio más general que puede
incorporarse con facilidad en la aproximación tradicional de partículas
puntuales. La confirmación de la supersimetría establecería un elemento vital
del marco de las cuerdas y guiaría mucha investigación posterior, pero no
sería una prueba definitiva de la verdad de la teoría de cuerdas.
Por el contrario, si el escenario mundobrana es correcto, los próximos
experimentos en los aceleradores tienen la capacidad para confirmar la teoría
de cuerdas. Como se mencionó brevemente en el capítulo 13, si las
dimensiones extras en el escenario mundobrana fueran tan grandes como
10“16 centímetros, no sólo la gravedad sería intrínsecamente más intensa de lo
que antes se pensaba sino que las cuerdas serían también significativamente
más largas. Puesto que las cuerdas más largas son menos rígidas, necesitarían
menos energía para vibrar. Mientras que en el marco de cuerdas convencional
las pautas vibra- cionales de las cuerdas tenían energías que están mil billones
de veces más allá de nuestro alcance experimental, en el escenario
mundobrana las energías de las pautas vibracionales de cuerdas podrían
reducirse hasta mil veces la masa del protón. Si así fuera, las colisiones de alta
energía en el Gran Colisionador de Hadrones serían similares a una pelota de
golf bien golpeada rebotando en el interior de un piano; la colisión tendría
energía suficiente para excitar muchas «octavas» de pautas vibracionales de
cuerdas. Los experimentos detectarían una panoplia de nuevas partículas
nunca vistas —es decir, nuevas pautas vibracionales de cuerdas nunca vistas
— cuyas energías corresponderían a las resonancias armónicas de la teoría de
cuerdas.
Las propiedades de estas partículas y las relaciones entre ellas mostrarían
inequívocamente que todas forman parte de la misma partitura cósmica, que
todas son diferentes pero están relacionadas, que todas son pautas
vibracionales diferentes de un mismo tipo de objeto: una cuerda. En un futuro
previsible, éste es el escenario más probable para una confirmación directa de
la teoría de cuerdas.
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Orígenes cósmicos
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(a)(b)
FIGURA 14.4. (a) Datos de la radiación de fondo cósmico de microondas recogida por el
satélite COBE. La radiación ha estado viajando sin obstáculos a través del espacio desde hace
unos 300.000 años después del big bang, de modo que esta imagen muestra las minúsculas
variaciones de temperatura presentes en el universo hace casi 14.000 millones de años, (b)
Datos mejorados recogidos por el satélite WMAP.
Página 490
extendida, inflación caótica, inflación doble, inflación de escala débil,
inflación hipematural, por nombrar sólo algunas), cada una de las cuales
incluye la marca de la breve ráfaga de expansión rápida, pero todas difieren
en los detalles del número de campos y sus formas de energía potencial, en
qué campos están asentados en mesetas, y demás. Estas diferencias dan lugar
a predicciones ligeramente diferentes para las propiedades de la radiación de
fondo de microondas (campos diferentes con energías diferentes tienen
fluctuaciones cuánticas ligeramente diferentes). La comparación con los datos
de WMAP y Planck sería capaz de descartar muchas propuestas y refinar
sustancialmente nuestra comprensión.
De hecho, los datos pueden estrechar el campo todavía más. Aunque las
fluctuaciones cuánticas estiradas por la expansión inflacionaria ofrecen una
explicación convincente para las variaciones de temperatura observadas, este
modelo tiene un competidor. El modelo cosmológico cíclico de Steinhardt y
Turok, descrito en el capítulo 12, ofrece una propuesta alternativa. Cuando las
dos tres-branas del modelo cíclico se dirigen lentamente una hacia otra, las
fluctuaciones cuánticas hacen que partes diferentes se acerquen a velocidades
ligeramente diferentes. Cuando finalmente se juntan, aproximadamente un
billón de años más tarde, localizaciones diferentes en las branas tomarán
contacto en instantes ligeramente diferentes, como si se juntaran dos hojas de
papel de lija grueso. Las minúsculas desviaciones respecto a un impacto
perfectamente uniforme dan minúsculas desviaciones respecto a una
evolución perfectamente uniforme en cada brana. Puesto que se supone que
una de las branas es nuestro espacio tridimensional, las desviaciones de la
uniformidad son desviaciones que deberíamos poder detectar. Steinhardt,
Turok y sus colaboradores han argumentado que las inhomogeneidades
generan desviaciones de temperatura similares a las que salen del marco
inflacionario, y así, con los datos de hoy, el modelo cíclico ofrece una
explicación igualmente viable para las observaciones.
Sin embargo, los datos más refinados que se recojan durante la próxima
década pueden ser capaces de distinguir entre las dos aproximaciones. En el
marco inflacionario, no sólo las fluctuaciones cuánticas del campo inflatón
son estiradas por la ráfaga de expansión exponencial, sino que el intenso
estiramiento genera minúsculos rizos cuánticos en el tejido del espacio.
Puesto que los rizos en el espacio no son otra cosa que ondas gravitatorias
(como vimos en nuestra discusión anterior de LIGO), el marco inflacionario
predice que ondas gravitatorias fueron producidas en los primeros momentos
del universo.[14.8] Se las suele llamar ondas gravitatorias primordiales, para
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distinguirlas de las generadas más recientemente por violentos sucesos
astrofísicos. En el modelo cíclico, por el contrario, la desviación de la
uniformidad perfecta se forma suavemente, durante el curso de una longitud
de tiempo casi inimaginable, ya que las branas tardan un billón de años en
acercarse lentamente hacia su próximo choque. La ausencia de un cambio
enérgico en la geometría de las branas, y en la geometría del espacio, significa
que no se generan rizos espaciales, de modo que el modelo cíclico predice
una ausencia de ondas gravitatorias primordiales. Así pues, si se detectaran
ondas gravitatorias cosmológicas primordiales, ello sería otro triunfo para el
marco inflacionario y descartaría definitivamente la aproximación cíclica.
Es poco probable que LIGO tenga la suficiente sensibilidad para detectar
las ondas gravitatorias predichas de la inflación, pero es posible que sean
observadas indirectamente o bien por Planck o bien por otro experimento
desde un satélite llamado experimento Cosmic Mi- crowave Background
Polarization (CMBPol) que ahora está en fase de diseño. Planck, y CMBPol
en particular, no se centrarán únicamente en las variaciones de temperatura de
la radiación de fondo de microondas, sino que también medirán la
polarización, las direcciones de espín promedio de los fotones de microondas
detectados. Mediante una cadena de razonamientos demasiado complicada
para describir aquí, resulta que las ondas gravitatorias procedentes del bang
dejarían una huella característica en la polarización de la radiación de fondo
de microondas, una huella quizá suficientemente grande para ser medida.
Así, en menos de una década podemos tener una buena idea de si el bang
fue realmente un colisión, y si el universo que conocemos es realmente una
tres-brana. En la edad dorada de la cosmología, algunas de las ideas más
fantásticas pueden ser realmente puestas a prueba.
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neutrones, que de algún modo evitaron agruparse para formar estrellas que
emiten luz. Pero otras consideraciones teóricas hacen muy improbable esta
posibilidad.
Mediante observaciones detalladas, los astrónomos tienen un
conocimiento claro de las abundancias medias relativas de los elementos
ligeros —hidrógeno, helio, deuterio y litio— que están dispersos por el
cosmos. Hasta un alto grado de precisión, las abundancias están de acuerdo
con los cálculos teóricos de los procesos que se cree que han sintetizado estos
núcleos durante los primeros minutos del universo. Este acuerdo es uno de los
grandes éxitos de la teoría cosmológica moderna. Sin embargo, estos cálculos
suponen que el grueso de la materia oscura no está compuesto de protones y
neutrones; si, en escalas cosmológicas, los protones y los neutrones fueran un
constituyente dominante, la receta cósmica no vale y los cálculos dan
resultados que están descartados por las observaciones.
Entonces, si no son protones y neutrones, ¿qué constituye la materia
oscura? Hoy por hoy, nadie lo sabe, pero no hay escasez de propuestas. Los
nombres de los candidatos van desde axiones a zinos, y quienquiera que
encuentre la respuesta tendrá asegurada una visita a Estocolmo. Que nadie
haya detectado todavía una partícula de materia oscura impone ligaduras
importantes a cualquier propuesta. La razón es que la materia oscura no sólo
está situada en el espacio exterior; está distribuida a lo largo del universo y
por eso también está cerca de nosotros aquí en la Tierra. Según muchas de las
propuestas, precisamente ahora miles de millones de partículas de materia
oscura están atravesando su cuerpo cada segundo, de modo que los candidatos
viables son sólo aquellas partículas que pueden atravesar gran cantidad de
materia sin dejar una huella importante.
Los neutrinos son una posibilidad. Los cálculos estiman que sus reliquias
abundan desde que fueron producidos en el big bang, aproximadamente 55
millones por metro cúbico de espacio, de modo que si cualquiera de las tres
especies de neutrinos pesara aproximadamente una cienmillonésima (10 8)
parte de la masa de un protón, ellos suministrarían la materia oscura. Aunque
experimentos recientes han proporcionado fuerte evidencia de que los
neutrinos tienen masa, según los datos actuales son demasiado ligeros para
suministrar la materia oscura; se quedan cortos en un factor de más de 100.
Otra propuesta prometedora implica partículas supersimétricas,
especialmente el fotino, el zino y el higgino (los socios del fotón, la Z y la
Higgs). Estas son las más extrañas de las partículas supersimétricas —podrían
atravesar sin problemas toda la Tierra sin el más mínimo efecto en su
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movimiento— y por eso podrían haber escapado fácilmente a la detección.
[14.9] A partir de cálculos de cuántas de estas partículas habrían sido
producidas en el big bang y sobrevivido hasta hoy, los físicos estiman que
tendrían que tener una masa del orden de 100 a 1.000 veces la del protón para
suministrar la materia oscura. Éste es un número intrigante, porque varios
estudios de modelos de partículas supersimétricas así como de la teoría de
supercuerdas han llegado al mismo rango de masas para estas partículas, sin
ninguna preocupación por la materia oscura o la cosmología. Esto sería una
confluencia enigmática y completamente inesperada, a menos, por supuesto,
que la materia oscura esté compuesta de partículas supersimétricas. Así pues,
la búsqueda de partículas supersimétricas en los acelerados actuales y futuros
del mundo puede verse también como búsqueda de los candidatos favoritos a
materia oscura.
También se están realizando investigaciones más directas de las partículas
de materia oscura que atraviesan la Tierra, aunque son experimentos
extraordinariamente difíciles. Del millón aproximadamente de partículas de
materia oscura que estarían atravesando cada segundo un área del tamaño de
un palmo, al menos una por día dejaría algún rastro en los aparatos que varios
experimentadores han construido específicamente diseñados para detectarlos.
Hasta la fecha no se ha conseguido ninguna detección confirmada de
partículas de materia oscura.[14.10] Con el premio aún en el aire, los
investigadores están avanzando con mucha rapidez. Es muy posible que
dentro de los próximos años quede establecida la identidad de la materia
oscura.
La confirmación definitiva de que la materia oscura existe, y la
determinación directa de su composición, sería un avance fundamental. Por
primera vez en la historia aprenderíamos algo que es a la vez totalmente
básico y sorprendentemente escurridizo: la constitución de la inmensa
mayoría del contenido material del universo.
De todas formas, como vimos en el capítulo 10, datos recientes sugieren
firmemente que incluso con la identificación de la materia oscura habría
todavía un giro argumental importante cuyos orígenes necesitarían
comprobación experimental: las observaciones de super- nova que dan
evidencia de una constante cosmológica que presiona hacia afuera y da cuenta
del 70 por 100 de la energía total en el universo. Siendo el descubrimiento
más excitante e inesperado de la última década, las pruebas a favor de una
constante cosmológica —una energía que llena el espacio— necesitan una
Página 494
firme confirmación. Varias aproximaciones están en proyecto o ya en
desarrollo.
Los experimentos concernientes al fondo de microondas desempeñan
también aquí un papel importante. El tamaño de las manchas en la figura 14.4
—donde, una vez más, cada mancha es una región de temperatura uniforme—
refleja la forma global del tejido del espacio. Si el espacio tuviera la forma de
una esfera, como en la figura 8.6a, la hinchazón hacia afuera haría que las
manchas fueran un poco más grandes que las de la figura 14.4b; si el espacio
tuviera la forma de una silla de montar, como en la figura 8.6c, la contracción
haría que las manchas fueran un poco más pequeñas; y si el espacio fuera
plano, como en la figura 8.6b, el tamaño de las manchas sería intermedio. Las
medidas precisas iniciadas por COBE, y desde entonces mejoradas por
WMAP, apoyan con fuerza la propuesta de que el espacio es plano. Esto no
sólo encaja con las expectativas teóricas procedentes de los modelos
inflacionarios, sino que también encaja perfectamente con los resultados de
supernovas. Como hemos visto, un universo es-
Arriba en el cielo y abajo en la Tierra 549 pacialmente plano requiere que
la densidad total de masa/energía sea igual a la densidad crítica. Con una
contribución aproximada de un 30 por 100 de materia ordinaria y oscura, y
una contribución aproximada de un 70 por 100 de energía oscura, todo encaja
de forma impresionante.
Una confirmación más directa de los resultados de supernovas es el
objetivo de la SuperNova/Acceleration Probe (SNAP). Propuesta por
científicos del Lawrence Berkeley Laboratory, SNAP sería un telescopio a
bordo de un satélite en órbita con capacidad de observar y medir un número
de supernovas veinte veces mayor que el estudiado hasta ahora. No sólo
podría confirmar el resultado anterior de que el 70 por 100 del universo es
energía oscura, sino que también debería poder determinar más exactamente
la naturaleza de la energía oscura.
Ya ve que aunque he descrito la energía oscura como si fuera una versión
de la constante cosmológica de Einstein —una energía constante e invariable
que empuja al espacio a expandirse— hay una posibilidad íntimamente
relacionada pero alternativa. Recordemos de nuestra discusión de la
cosmología inflacionaria (y de la rana que salta) que un campo cuyo valor
está asentado por encima de su configuración de mínima energía puede actuar
como una constante cosmológica, impulsando una expansión acelerada del
espacio, pero normalmente sólo lo hará durante un corto tiempo. Antes o
después el campo encontrará su camino hasta el fondo de su cuenco de
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energía potencial, y el empuje hacia afuera desaparecerá. En la cosmología
inflacionaria esto sucede en una minúscula fracción de segundo. Pero
introduciendo un nuevo campo y escogiendo cuidadosamente su forma de
energía potencial, los físicos han encontrado maneras de que la expansión
acelerada sea mucho más suave en su empuje hacia afuera pero dure un
tiempo mucho mayor —para que el campo impulse una fase de expansión
espacial relativamente lenta y continuamente acelerada que dure no una
fracción de segundo, sino miles de millones de años, a medida que el campo
rueda lentamente hasta el valor de mínima energía—. Esto plantea la
posibilidad de que, precisamente ahora, estemos experimentando una versión
extraordinariamente suave de la ráfaga inflacionaria que se cree que ha
sucedido durante los primeros momentos del universo.
La diferencia entre una verdadera constante cosmológica y la última
posibilidad, conocida como quintaesencia, es hoy de mínima importancia,
pero tiene un profundo efecto en el futuro a largo plazo del universo. Una
constante cosmológica es constante —proporciona una expansión acelerada
sin fin, de modo que el universo se expandirá cada vez más rápidamente y se
hará cada vez más disperso, diluido y vacío—. Pero la quintaesencia
proporciona una expansión acelerada que termina en algún momento, lo que
sugiere un futuro mucho menos vacío y desolado que el que se sigue de una
expansión acelerada que es eterna. Midiendo cambios en la aceleración del
espacio durante largos períodos de tiempo (mediante observaciones de
supernovas a varias distancias y, por lo tanto, en varios instantes en el
pasado), SNAP puede ser capaz de distinguir entre las dos posibilidades.
Determinando si la energía oscura es verdaderamente una constante
cosmológica, SNAP daría una idea sobre el destino del universo a largo plazo.
Página 496
en un esfuerzo por arrojar luz sobre los que podrían ser los próximos pasos
del viaje. Pero primero, en el capítulo 15, especularemos en una dirección
diferente.
Aunque no hay ninguna pauta fijada para el descubrimiento científico, la
historia muestra que una profunda comprensión es a menudo el primer paso
hacia un control tecnológico. La comprensión de la fuerza electromagnética
en el siglo xix llevó finalmente al telégrafo, la radio y la televisión. Con ese
conocimiento, junto con la comprensión posterior de la mecánica cuántica,
fuimos capaces de desarrollar computadores, láseres y artilugios electrónicos
demasiado numerosos para mencionar. La comprensión de las fuerzas
nucleares llevó al peligroso dominio de las armas más poderosas que el
mundo ha conocido, y al desarrollo de tecnologías que podrían satisfacer un
día todas las necesidades de energía del mundo con sólo unos vasos de agua
salada. ¿Podría ser nuestra comprensión cada vez más profunda del espacio y
el tiempo el primer paso en una pauta similar de descubrimiento y desarrollo
tecnológico? ¿Seremos algún día señores del espacio y el tiempo y haremos
cosas que por ahora son solamente parte de la ciencia ficción?
Nadie lo sabe. Pero veamos hasta dónde hemos llegado y qué éxito
podríamos tener.
Página 497
15
Página 498
Habiendo sido advertido de mi fracaso infantil en anticipar la revolución
informática, usted podría cuestionar mi capacidad para adivinar los futuros
avances tecnológicos. Así que en lugar de especular sobre la probabilidad de
lo que puede ser, en este capítulo describiré hasta dónde hemos llegado
realmente, tanto en la teoría como en la práctica, en la realización de
máquinas teleportadoras y máquinas del tiempo, y lo que se tardaría en ir más
allá y alcanzar el control sobre el espacio y el tiempo.
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salga de la niebla cuántica y tome un valor definido. Cuando observamos una
partícula, por ejemplo, los rasgos definidos que vemos no reflejan en general
la mezcla cuántica borrosa de atributos que tenía un momento antes de que
mirásemos.[15.1] Así, si queremos replicar un objeto, nos enfrentamos a una
Trampa-22 cuántica. Para replicar debemos observar, de modo que sepamos
lo que hay que replicar. Pero el acto de observación produce un cambio, de
modo que si replicamos lo que vemos, no replicaremos lo que había antes de
que mirásemos. Esto sugiere que la teleportación en un universo cuántico es
inalcanzable, no meramente debido a limitaciones prácticas que surgen de la
complejidad, sino debido a limitaciones fundamentales inherentes a la física
cuántica. No obstante, como veremos en la próxima sección, a principios de la
década de 1990 un equipo internacional de físicos encontró una forma
ingeniosa de evitar esta conclusión.
En cuanto a la primera cuestión, con respecto a la relación entre la réplica
y el original, la física cuántica da una respuesta que es a la vez precisa y
alentadora. Según la mecánica cuántica cada electrón en el universo es
idéntico a todos los demás, en cuanto que tienen exactamente la misma masa,
exactamente la misma carga eléctrica, exactamente las mismas propiedades
en relación con las fuerzas fuerte y débil, y exactamente el mismo espín total.
Además, nuestras descripciones mecanocuánticas bien comprobadas dicen
que éstos agotan los atributos que puede tener un electrón; todos los
electrones son idénticos con respecto a estas propiedades, y no hay otras
propiedades que considerar. En el mismo sentido, todo quark-up es idéntico a
todos los demás, todo quark-down es idéntico a todos los demás; todo fotón
es idéntico a todos los demás, y así para todos los demás tipos de partículas.
Como reconocieron quienes trabajaban en mecánica cuántica hace muchos
años, las partículas pueden considerarse como los paquetes mínimos de un
campo (e. g. los fotones son los paquetes mínimos del campo
electromagnético), y la física cuántica muestra que los paquetes
constituyentes mínimos del mismo campo son siempre idénticos. (O, en el
marco de la teoría de cuerdas, las partículas del mismo tipo tienen
propiedades idénticas, pues son vibraciones idénticas de un único tipo de
cuerdas.)
Lo que puede diferir entre las partículas del mismo tipo son las
probabilidades de que estén localizadas en diversas posiciones, las
probabilidades de que sus espines estén apuntando en distintas direcciones, y
las probabilidades de que tengan energías y velocidades concretas. O, como
los físicos dicen más sucintamente, las dos partículas pueden estar en
Página 500
diferentes estados cuánticos. Pero si dos partículas del mismo tipo están en el
mismo estado cuántico —excepto, posiblemente, que una partícula tenga una
alta probabilidad de estar aquí mientras que la otra tiene una alta probabilidad
de estar allí— las leyes de la mecánica cuántica aseguran que son
indistinguibles, no sólo en la práctica sino también en teoría. Son gemelas
perfectas. Si alguien intercambiara las posiciones de las partículas (más
exactamente, si intercambiara las probabilidades de las dos partículas de estar
localizadas en una posición dada) no habría absolutamente ninguna forma de
descubrirlo.
Así, si imaginamos que empezamos con una partícula localizada aquí,[*43]
y de alguna manera colocamos otra partícula del mismo tipo exactamente en
el mismo estado cuántico (mismas probabilidades para la orientación del
espín, energía y demás) en una posición distante, la partícula resultante sería
indistinguible de la original y el proceso sería denominado correctamente
teleportación cuántica. Por supuesto, si la partícula original sobrevive intacta
al proceso, usted podría estar tentado de llamar a este proceso clonación
cuántica o, quizá, fax cuántico. Pero como veremos, la realización cuántica de
estas ideas no conserva la partícula original —es inevitablemente modificada
por el proceso de teleportación— de modo que no nos enfrentamos a este
dilema taxonómico.
Una preocupación mayor, y una que los filósofos han considerado en
detalle en formas diversas, es si lo que es cierto para una partícula individual
lo es también para un conglomerado. Si usted fuera capaz de teleportar de un
lugar a otro cada una de las partículas que constituyen su DeLorean,[*44]
asegurando que el estado cuántico de cada una de ellas, incluyendo su
relación con todas las demás, fuera reproducido con un 100 por 100 de
fidelidad, ¿habría conseguido teleportar el vehículo? Aunque no tenemos
evidencia empírica que nos guíe, el argumento teórico en apoyo de haber
teleportado el automóvil es fuerte. Las configuraciones atómicas y
moleculares determinan cómo se ve y siente un objeto, cómo suena y huele, e
incluso cómo sabe, de modo que el vehículo resultante debería ser idéntico al
DeLorean original —golpes, muescas, chirrido de la puerta izquierda, olor del
perro de la familia, todo ello— y el automóvil debería tomar una curva
cerrada y responder cuando se pisa a fondo el acelerador exactamente igual
que lo hacía el original. La cuestión de si el vehículo es realmente el original
o, más bien, es un duplicado exacto, no tiene importancia. Si usted pidiera a
las Líneas Marítimas Cuánticas Unidas que llevaran su automóvil en barco
desde Nueva York a Londres pero, sin que usted lo supiera, ellos lo
Página 501
teleportaran de la forma descrita, nunca podría advertir la diferencia, ni
siquiera en teoría.
Pero ¿qué pasa si la compañía de transportes hiciera lo mismo con su
gato, o si, harto de la comida de los aviones, usted decidiera hacer su viaje
transatlántico por teleportación? ¿Sería el gato o la persona que sale de la
cámara receptora el mismo que entró en la máquina teleportadora.
Personalmente así lo creo. Una vez más, puesto que no tenemos datos
relevantes, lo mejor que yo o cualquiera podemos hacer es especular. Pero, en
mi opinión, un ser vivo cuyos átomos o moléculas constituyentes están en el
mismo estado cuántico que yo es yo. Incluso si el yo «original» siguiera
existiendo después de haber hecho la «copia», yo (nosotros) diríamos sin
duda que cada uno de nosotros era yo. Seríamos de la misma opinión —
literalmente— al afirmar que ninguno de los dos tenía prioridad sobre el otro.
Ideas, recuerdos, emociones y juicios tienen una base física en las
propiedades atómicas y moleculares del cuerpo humano; un estado cuántico
idéntico de estos constituyentes elementales debería implicar un ser
consciente idéntico. Con el paso del tiempo, nuestras experiencias harían que
nos fuésemos diferenciando, pero creo verdaderamente que en adelante habría
dos yo, no un original que de alguna forma era «realmente» yo y una copia
que de alguna forma no lo era.
De hecho, estoy dispuesto a ser un poco más vago. Nuestra composición
física sufre numerosas transformaciones continuamente —algunas menores,
otras drásticas— pero seguimos siendo la misma persona. Desde el Háagen-
Dazs que inunda nuestro flujo sanguíneo de grasa y azúcar a la imagen por
resonancia magnética que invierte la dirección de espín de varios núcleos
atómicos en el cerebro, pasando por los transplantes de corazón y la
liposucción, los billones de átomos en un cuerpo humano medio que son
reemplazados cada millonésima de segundo, sufrimos cambios constantes,
pero nuestra identidad personal permanece inalterada. Así, incluso si un ser
teleportado se ajusta a mi estado físico con total exactitud, podría ser muy
bien perfectamente indistinguible de mí. En mi libro, podría muy bien ser yo.
Ciertamente, si usted cree que hay más en la vida, y en la vida consciente
en particular, que su constitución física, sus requisitos para una teleportación
satisfactoria son más estrictos que los míos. Esta cuestión delicada —en qué
medida está ligada nuestra identidad personal a nuestro ser físico— ha sido
debatida durante años en una variedad de formas sin ser respondida a
satisfacción de todos. Aunque yo creo que toda la identidad reside en lo
físico, otros discrepan, y nadie puede afirmar que tiene la respuesta definitiva.
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Pero sea cual sea su punto de vista sobre la hipotética cuestión de
teleportar un ser vivo, los científicos han establecido ahora que, mediante las
maravillas de la mecánica cuántica, las partículas individuales pueden ser —y
lo han sido— teleportadas.
Veamos cómo.
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detectarse ninguna huella del entrelazamiento, no podría enviarse ninguna
señal más rápida que la luz.
Sin embargo, incluso si el entrelazamiento no puede utilizarse para
comunicación superlumínica, uno no puede dejar de tener la sensación de que
la correlación entre partículas a gran distancia es tan extraña que tendría que
ser útil para algo extraordinario. En 1993, Ben- nett y sus colaboradores
descubrieron una de estas posibilidades. Demostraron que el entrelazamiento
cuántico podía utilizarse para la teleportación cuántica. Quizá usted no fuera
capaz de enviar un mensaje a una velocidad mayor que la de la luz, pero si se
propusiera la teleportación más lenta que la luz de una partícula de un lugar a
otro, el entrelazamiento es el candidato.
El razonamiento que hay tras esta conclusión, aunque matemáticamente
simple, es agudo e ingenioso. He aquí una idea de cómo procede.
Imagine que yo quiero teleportar un fotón particular, un fotón que llamaré
Fotón A, desde mi casa en Nueva York a mi amigo Nicholas en Londres. Por
simplicidad, veamos cómo yo hubiera teleportado el estado cuántico exacto
del espín del fotón —es decir, cómo hubiera asegurado que Nicholas tendría
un fotón cuyas probabilidades de girar en un sentido u otro fueran idénticas a
las del Fotón A.
Yo no puedo medir simplemente el espín del Fotón A, llamar a Nicholas y
decirle que manipule un fotón en su extremo de modo que su espín encaje con
mi observación; el resultado que yo encuentro estaría afectado por la
observación que hago, y por ello no reflejaría el verdadero estado del Fotón A
antes de que yo lo mirara. De modo que ¿qué puedo hacer? Bien, según
Bennett y sus colegas, el primer paso es asegurar que Nicholas y yo tenemos
cada uno un miembro de un par de fotones adicionales, llamémosles Fotón B
y Fotón C, que están entrelazados. Cómo obtenemos estos fotones no es
particularmente importante. Supongamos simplemente que Nicholas y yo
estamos seguros de que incluso si estamos en orillas opuestas del Atlántico, si
yo midiera el espín del Fotón B en tomo a cualquier eje dado, y él hiciera lo
mismo con el Fotón C, ambos encontraríamos exactamente el mismo
resultado.
El siguiente paso, según Bennett y colaboradores, no es directamente
medir el Fotón A —el fotón que espero teleportar— puesto que eso sería una
intervención demasiado drástica. En lugar de ello, yo mediría una propiedad
conjunta del Fotón A y el Fotón B del par entrelazado. Por ejemplo, la teoría
cuántica me permite medir si el Fotón A y el Fotón B tienen el mismo espín
en tomo a un eje vertical, sin medir sus espines individualmente.
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Análogamente, la teoría cuántica me permite medir si los Fotones A y B
tienen el mismo espín en tomo a un eje horizontal, sin medir sus espines
individualmente. Con esa medida conjunta, no conozco el espín del Fotón A,
pero conozco cómo está relacionado el espín del Fotón A con el del Fotón B.
Y eso es información importante.
El Fotón C distante está entrelazado con el Fotón B, de modo que si yo sé
cómo están relacionados el Fotón A y el Fotón B, puedo deducir cómo está
relacionado el Fotón A con el Fotón C. Si ahora comunico por teléfono esta
información a Nicholas, diciéndole cómo está girando el Fotón A con
respecto a su fotón C, él puede determinar cómo tiene que manipular el Fotón
C para que su estado cuántico coincida con el del Fotón A. Una vez que él
lleva a cabo la manipulación necesaria, el estado cuántico del fotón en
posesión de él será idéntico al del Fotón A, y eso es todo lo que necesitamos
para declarar que el Fotón A ha sido teleportado con éxito. En el caso más
simple, por ejemplo, si mi medida revelara que el espín del Fotón B es
idéntico al del Fotón A concluiríamos que el espín del Fotón C es también
idéntico al del Fotón A, y sin más que decir, la teleportación sería completa.
El Fotón C estaría en el mismo estado cuántico que el Fotón A, como se
deseaba.
Bueno, casi. Ésa es la idea aproximada, pero para explicar la teleportación
cuántica en pasos tratables he dejado fuera hasta ahora un elemento de la
historia absolutamente crucial, que ahora voy a introducir. Cuando llevo a
cabo la medida conjunta sobre los Fotones A y B, aprendo de hecho cómo
está relacionado el espín del Fotón A con el del Fotón B. Pero, como sucede
con todas las observaciones, la propia medida afecta a los fotones. Por lo
tanto, yo no aprendo cómo estaba relacionado el espín del Fotón A con el del
Fotón B antes de la medida. En su lugar, aprendo cómo están relacionados
después de que ambos hayan sido perturbados por el acto de la medida. Por
ello, a primera vista, parece que nos encontramos con el mismo obstáculo
para replicar el Fotón A que describí al principio: la inevitable perturbación
provocada por el proceso de medida. Hay es donde viene al rescate el Fotón
C. Puesto que los Fotones B y C están entrelazados, la perturbación que yo
provoqué en el Fotón B en Nueva York se reflejará también en el estado del
Fotón C en Londres. Esa es la maravillosa naturaleza del entrelazamiento
cuántico, como se desarrolló en el capítulo 4. De hecho, Bennett y sus
colaboradores demostraron matemáticamente que gracias a su
entrelazamiento con el Fotón B la perturbación provocada por mi medida
queda impresa en el Fotón C distante.
Página 505
Y eso es fantásticamente interesante. Gracias a mi medida somos capaces
de aprender cómo está relacionado el espín del Fotón A con el del Fotón B,
pero con el problema añadido de que ambos fotones son perturbados por mi
mediación. Gracias al entrelazamiento, sin embargo, el Fotón C está ligado a
mi medida —incluso si está a miles de kilómetros de distancia— y esto nos
permite aislar el efecto de la perturbación y con ello tener acceso a
información normalmente perdida en el proceso de medida. Si ahora yo llamo
por teléfono a Nicho- las y le digo el resultado de mi medida, él aprenderá
cómo están relacionados los espines de los Fotones A y B después de la
perturbación, y, vía el Fotón C, tendrá acceso al impacto de la propia
perturbación. Esto permite a Nicholas utilizar el Fotón C para, hablando en
términos generales, restar la perturbación causada por mi medida y salvar así
el obstáculo para duplicar el Fotón A. De hecho, como Bennett y sus
colaboradores demuestran en detalle, con una simple manipulación del espín
del Fotón C (basada en mi llamada telefónica informándole de cómo está
girando el Fotón A con relación al Fotón B), Nicholas asegurará que el Fotón
C, en lo que concierne a su espín, replica exactamente el estado cuántico del
Fotón A antes de mi medida. Además, aunque el espín es sólo una
característica de un fotón, otras características del estado cuántico del Fotón
A, tal como la probabilidad de que tenga una energía u otra) pueden ser
replicadas de forma análoga.
Así, utilizando este procedimiento, podríamos teleportar el Fotón A de
Nueva York a Londres.[15.3]
Como puede ver, la teleportación cuántica implica dos etapas, cada una de
las cuales transmite información crítica y complementaria. Primero, hacemos
una medida conjunta sobre el fotón que queremos teleportar y un miembro de
un par de fotones entrelazados. La perturbación asociada con la medida queda
impresa en el compañero distante del par entrelazado gracias a la extrañeza de
la no localidad cuántica. Ésa es la Etapa 1, la parte específicamente cuántica
del proceso de teleportación. En la Etapa 2, el resultado de la propia medida
es comunicado al lugar de recepción distante mediante un medio más estándar
(teléfono, fax, e-mail…) en la que podría ser llamada la parte clásica del
proceso de teleportación. En combinación, la Etapa 1 y la Etapa 2 permiten
que el estado cuántico exacto del fotón que queremos teleportar sea
reproducido por una operación simple (tal como una rotación de cierta
cantidad en tomo a ejes concretos) en el miembro distante del par entrelazado.
Nótese, también, un par de características clave de la teleportación
cuántica. Puesto que el estado cuántico original del Fotón A fue perturbado
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por mi medida, el Fotón C en Londres es ahora el único en dicho estado
original. No hay dos copias del Fotón A original, y por eso, más que llamar a
esto fax cuántico, es más exacto llamarlo teleportación cuántica.[15.4] Además,
incluso si teleportamos el Fotón A de Nueva York a Londres —incluso si el
fotón en Londres se hace indistinguible del fotón original que teníamos en
Nueva York— no aprendemos el estado cuántico del Fotón A. El fotón en
Londres tiene exactamente la misma probabilidad de girar en un sentido u
otro que la que tenía el Fotón A antes de mi mediación, pero no sabemos cuál
es esa probabilidad. De hecho, ése es el truco que subyace a la teleportación
cuántica. La perturbación causada por la medida no impide determinar el
estado cuántico del Fotón A, pero en la aproximación descrita, no
necesitamos saber el estado cuántico del fotón para teleportarlo.
Necesitamos saber solamente un aspecto de su estado cuántico —que
aprendemos de la medida conjunta con el Fotón B—. El entrelazamiento
cuántico con el Fotón C distante hace el resto.
Implementar esta estrategia para la teleportación cuántica no fue pequeña
hazaña. A comienzos de la década de 1990, crear un par entrelazado de
fotones era un procedimiento estándar, pero realizar una medida conjunta de
dos fotones (la medida conjunta sobre los Fotones A y B descrita arriba,
llamada técnicamente una medida de estado-de- Bell) nunca se había
conseguido. La hazaña de los grupos de Zeilinger y de De Martini fue
inventar técnicas experimentales ingeniosas para la medida conjunta y
realizarlas en el laboratorio.[15.5] En 1997 habían conseguido este objetivo,
convirtiéndose en los primeros grupos en conseguir la teleportación de una
única partícula.
Teleportación realista
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he aquí cómo sueña imaginativamente Zeilinger que podríamos hacerlo algún
día.
Imagine que quiero teleportar mi DeLorean de Nueva York a Londres. En
lugar de hacemos cada uno, Nicholas y yo, con un miembro de un par
entrelazado de fotones (lo que necesitábamos para teleportar un único fotón),
cada uno de nosotros debe tener una cámara de partículas que contiene
suficientes protones, neutrones, electrones y demás para construir un
DeLorean, estando todas las partículas de mi cámara cuánticamente
entrelazadas con todas las de la cámara de Nicholas (ver figura 15.1). Yo
necesito también un aparato que mida propiedades conjuntas de todas las
partículas que constituyan mi DeLorean con todas las partículas que se
mueven de un lado a otro dentro de mi cámara (el análogo a medir
características conjuntas de los Fotones A y B). Gracias al entrelazamiento de
las partículas en las dos cámaras, el impacto de las medidas conjuntas que yo
haga en Nueva
FIGURA 15.1. Una aproximación fantasiosa a la teleportación imagina que se tienen dos
cámaras de partículas cuánticamente entrelazadas en lugares distantes, y un medio de realizar
medidas conjuntas apropiadas de las partículas que constituyen el objeto a ser teleportado con
las partículas en una de las cámaras. El resultado de estas medidas proporcionaría entonces la
información necesaria para manipular las partículas de la segunda cámara para replicar el
objeto, y completar la teleportación.
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datos le informarán de cómo tiene que manipular las partículas en su cámara
(igual que en mi llamada telefónica anterior le informaba de cómo tenía que
manipular el Fotón C). Cuando él acabe, cada partícula de su cámara estará
exactamente en el mismo estado cuántico que cada partícula en el DeLorean
(antes de que fuera sometida a cualquier medida) y así, como en nuestra
discusión anterior, Nicholas tendrá ahora el DeLorean. [*45] Su teleportación
de Nueva York a Londres será completa.
Note, no obstante, que hoy por hoy cualquier paso en esta versión
macroscópica de la teleportación cuántica es pura fantasía. Un objeto tal
como un DeLorean tiene mucho más de 1.000 cuatrillones de partículas.
Aunque los experimentadores están ganando facilidad para entrelazar más de
un único par de partículas, están extraordinariamente lejos de llegar a los
números relevantes para entidades macroscópicas.[15.6] Conseguir las dos
cámaras de partículas entrelazadas está así absolutamente fuera del alcance
actual. Además, la medida conjunta de dos fotones era, en sí misma, una
hazaña difícil e impresionante. Extender esto a una medida conjunta de
trillones de partículas es hoy por hoy inimaginable. Desde nuestro punto de
vista actual, una valoración desapasionada concluiría que teleportar un objeto
macroscópico, al menos de la manera hasta ahora utilizada para una única
partícula, está a eones de tiempo, si no a una eternidad.
Pero, puesto que una constante en la ciencia y la tecnología es la
superación de profecías, yo señalaré simplemente lo obvio: la teleportación de
cuerpos macroscópicos parece poco probable. Pero ¿quién sabe? Hace
cuarenta años el computador del Enterprise también parecía totalmente
improbable.[15.7]
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dedicación suficiente podemos, al menos en principio, ir de aquí a allí.
Aunque hay limitaciones tecnológicas en nuestros viajes a través del espacio,
dentro de dichas limitaciones nuestros viajes están guiados por la elección y
el capricho. Pero ¿ir de ahora a entonces? Nuestras experiencias atestiguan
abrumadoramente que sólo hay una ruta: debemos esperar —un segundo debe
seguir a otro hasta que el ahora cede metódicamente el lugar al entonces—. Y
esto supone que «entonces» es posterior a «ahora». Si entonces precede a
ahora, la experiencia dicta que no hay ninguna ruta; viajar al pasado no parece
una opción. A diferencia de los viajes a través del espacio, los viajes a través
del tiempo parecen todo lo contrario de una cuestión de elección y capricho.
Cuando se trata del tiempo, nos vemos arrastrados en una dirección, ya lo
queramos o no.
Si fuéramos capaces de navegar en el tiempo tan fácilmente como
navegamos en el espacio, nuestra visión del mundo no sólo cambiaría, sino
que sufriría el cambio más dramático en la historia de nuestra especie. A la
luz de un impacto tan innegable, no deja de sorprenderme que pocas personas
se dan cuenta de que los soportes teóricos para un tipo de viaje en el tiempo
—viaje en el tiempo al futuro— han existido desde principios del siglo
pasado.
Cuando Einstein descubrió la naturaleza del espaciotiempo de la
relatividad especial, trazó un plano para ir hacia el futuro. Si usted quiere ver
lo que está sucediendo en el planeta Tierra 1.000 o 10.000 o 10 millones de
años en el futuro, las leyes de la física einsteiniana nos dicen cómo hacerlo.
Usted construye un vehículo cuya velocidad puede alcanzar, digamos, un
99,9999999996 por 100 de la velocidad de la luz. A todo tren usted se
encamina hacia el espacio profundo durante un día, o diez días, o un poco
más de 27 años según el reloj de su nave, luego vira de golpe y se dirige de
vuelta a la Tierra, de nuevo a todo tren. A su regreso, habrán transcurrido
1.000 o 10.000 0 10 millones de años de tiempo terrestre. Ésta es una
predicción indiscutida y experimentalmente verificada de la relatividad
especial; es un ejemplo del frenado del tiempo con el aumento de la velocidad
descrito en el capítulo 3.[15.8] Por supuesto, puesto que vehículos de semejante
velocidad están más allá de lo que podemos construir, nadie ha comprobado
estas predicciones literalmente. Pero como discutimos antes, los
investigadores han confirmado el frenado predicho del tiempo en el caso de
un avión comercial, que viaja a una pequeña fracción de la velocidad de la
luz, así como el de las partículas elementales como los muones que viajan en
los aceleradores a una velocidad muy próxima a la de la luz (los muones en
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reposo se desintegran en otras partículas en aproximadamente dos
millonésimas de segundo, pero cuanto más veloces viajan más lento es el
tictac de su reloj interno, y por eso más tiempo parecen vivir los muones).
Hay todas las razones para creer, y ninguna razón para no creer, que la
relatividad especial es correcta, y su estrategia para alcanzar el futuro
funcionaría como se predice. La tecnología, y no la física, nos mantiene a
todos nosotros atados a esta época. [*46]
Surgen cuestiones espinosas, no obstante, cuando pensamos en el otro tipo
de viaje en el tiempo, el viaje al pasado. Sin duda usted está familiarizado con
algunas de ellas. Por ejemplo, existe el escenario estándar en el que usted
viaja al pasado e impide su propio nacimiento. En muchas descripciones de
ficción esto se logra con violencia; sin embargo, cualquier intervención
menos drástica pero igualmente efectiva —tal como impedir que sus padres se
conozcan— también serviría. La paradoja es clara: si usted no hubiera nacido,
¿cómo llegó a ser y, en particular, cómo viajó al pasado e impidió que sus
padres se conocieran? Para viajar al pasado y separar a sus padres, usted
tendría que haber nacido; pero si hubiera nacido, viajado al pasado y
mantenido a sus padres separados, usted no habría nacido. Tropezamos
directamente con un impasse lógico.
Una paradoja similar, sugerida por el filósofo de Oxford Michael
Dummett y subrayada por su colega David Deutsch, retuerce el cerebro de
una forma ligeramente diferente, quizá aún más desconcertante. He aquí una
versión. Imagine que yo construyo una máquina del tiempo y viajo diez años
al futuro. Tras un rápido almuerzo en Tofu- 4-U (la cadena que reemplazó a
MacDonald’s después de que la gran pandemia de las vacas locas hiciese caer
el entusiasmo por las hamburguesas), entro en el cibercafé más cercano y me
conecto on line para ver qué progresos se han hecho en teoría de cuerdas. Y
me encuentro con una magnífica sorpresa. Leo que todas las cuestiones
abiertas en teoría de cuerdas han sido resueltas. La teoría ha sido
completamente desarrollada y utilizada con éxito para explicar todas las
propiedades de las partículas conocidas. Se ha encontrado evidencia
incontrovertible de las dimensiones extras, y se han confirmado las
predicciones de la teoría de partículas supersimétricas asociadas — sus masas,
cargas eléctricas y demás— en el Gran Colisionador de Hadrones. Ya no hay
ninguna duda: la teoría de cuerdas es la teoría unificada del universo.
Cuando profundizo un poco más para ver quién es el responsable de estos
grandes avances, tengo una sorpresa aún mayor. El artículo fundamental fue
escrito un año antes por no otra persona que Rita Green. Mi madre. Quedo
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conmocionado. No pretendo ser irrespetuoso: mi madre es una persona
maravillosa, pero no es una científica, no puede entender por qué alguien
sería un científico y, por ejemplo, sólo leyó unas pocas páginas de El universo
elegante antes de dejarlo, diciendo que le daba dolor de cabeza. De modo que
¿cómo diantres podía haber escrito el artículo clave en teoría de cuerdas?
Bien, leo su artículo on line, me desconcierta el razonamiento sencillo pero
profundamente intuitivo, y veo que al final ella me agradece los años de
intensa formación en matemáticas y física después de que un seminario de
Tony Robbins le persuadiera para superar sus temores y seguir a su física
interior. Vaya, pienso yo. Ella se acababa de matricular en ese seminario
cuando yo me embarqué en mi viaje al futuro. Mejor será que me vuelva a mi
propio tiempo para empezar la formación.
Bien, vuelvo en el tiempo y empiezo a instruir a mi madre en teoría de
cuerdas. Pero eso no va bien. Pasa un año. Luego dos. Y aunque ella lo está
intentando arduamente, no lo consigue. Empiezo a preocuparme. Seguimos
con ello durante otro par de años, pero el progreso es mínimo. Ahora estoy
realmente preocupado. No queda mucho tiempo para la supuesta fecha de
aparición de su artículo. ¿Cómo va a escribirlo? Finalmente tomo una gran
decisión. Cuando leo su artículo en el futuro, deja tal impresión en mí que lo
recuerdo claro como el día. Y así, en lugar de que ella lo descubra por sí
misma —algo que está pareciendo cada vez menos probable— le digo lo que
tiene que escribir, asegurando que ella incluye todo exactamente como yo
recuerdo haberlo leído. Ella envía el artículo, e inmediatamente pone en
ascuas al mundo de la física. Todo lo que yo leo durante mi estancia en el
futuro llega a suceder.
Ahora, he aquí la cuestión enigmática. ¿Quién debería recibir el crédito
por el artículo fundamental de mi madre? Yo no debería. Yo conocí los
resultados leyéndolos en su artículo. Pero ¿cómo puede recibir mi madre el
crédito, cuando ella escribió sólo lo que yo le conté? Por supuesto, aquí no se
trata en realidad de crédito —se trata de la procedencia del nuevo
conocimiento, las nuevas intuiciones y la nueva comprensión que presenta el
artículo de mi madre—. Adonde puedo apuntar y decir: «Esta persona o este
computador dieron con los nuevos resultados». Yo no tuve las ideas, ni las
tuvo mi madre, no había nadie más involucrado, y no utilizamos un
computador. Sin embargo, estos brillantes resultados están de algún modo en
su artículo. Aparentemente, en un mundo que permite el viaje en el tiempo
tanto hacia el futuro como hacia el pasado el conocimiento puede
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materializarse a partir del aire. Aunque no es tan paradójico como impedir el
propio nacimiento, es decididamente extraño.
¿Qué deberíamos hacer con tal paradoja y extrañeza? ¿Deberíamos
concluir que aunque el viaje en el tiempo al futuro está permitido por las leyes
de la física, cualquier intento de regresar al pasado debe fracasar? Algunos
ciertamente lo han pensado. Pero, como veremos ahora, hay maneras de evitar
las cuestiones difíciles a las que llegamos. Esto no significa que el viaje al
pasado sea posible —eso es una cuestión separada que consideraremos pronto
— pero sí demostrará que el viaje hacia atrás en el tiempo no puede ser
descartado apelando simplemente a los rompecabezas que acabamos de
discutir.
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sucesos que constituyen la historia del universo; todos están allí estáticos e
inmutables. Observadores diferentes no coinciden en cuáles de los sucesos
ocurren en el mismo instante —ellos rebanan la barra del espaciotiempo a
ángulos diferentes— pero la barra total y sus sucesos constituyentes son
literalmente universales.
La mecánica cuántica ofrece ciertas modificaciones a esta perspectiva
clásica sobre el tiempo. Por ejemplo, vimos en el capítulo 12 que en escalas
extraordinariamente cortas, el espacio y el espacio- tiempo se hacen
inevitablemente ondulados y bacheados. Pero (capítulo 7), una valoración
completa de la mecánica cuántica y del tiempo requiere una resolución del
problema de la medida cuántica. Una de las propuestas para hacerlo, la
interpretación de los Muchos Mundos, es particularmente relevante para tratar
las paradojas que surgen del viaje en el tiempo, y las abordaremos en la
próxima sección. Pero en esta sección, sigamos clásicos y traigamos la
representación bloque de hielo/barra de pan del espaciotiempo para tratar
estos rompecabezas.
Tomemos el ejemplo paradójico de que usted ha vuelto atrás en el tiempo
y ha impedido que sus padres se conozcan. Intuitivamente, todos sabemos lo
que se supone que esto significa. Antes de que usted viajara al pasado, sus
padres se habían conocido —digamos en las campanadas de medianoche del
31 de diciembre de 1965,[*47] en una fiesta de Año Nuevo— y, en su
momento, su madre le da a luz. Luego, muchos años más tarde, usted decide
viajar al pasado —de vuelta al 31 de diciembre de 1965— y una vez allí usted
cambia las cosas; en particular, usted mantiene a sus padres alejados,
impidiendo su propia concepción y nacimiento. Pero ahora enfrentamos esta
descripción intuitiva con la representación del tiempo como barra
espaciotemporal argumentada con más detalle.
En esencia, la descripción intuitiva no tiene sentido porque supone que los
instantes pueden cambiar. La imagen intuitiva imagina que el inicio de las
campanadas de la medianoche del 31 de diciembre de 1965 (utilizando el
rebanamiento temporal estándar en la Tierra) es «inicialmente» el instante en
que se encuentran sus padres, pero imagina además que su interferencia
cambia «posteriormente» las cosas de modo que en las campanadas de
medianoche del 31 de diciembre de 1965 sus padres están a kilómetros de
distancia, si no en continentes separados. El problema con esta nueva
narración de los sucesos, no obstante, es que los instantes no cambian; como
hemos visto, simplemente son. La barra espaciotemporal existe, fija e
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invariable. No tiene sentido que un instante sea «incialmente» de una manera
y «posteriormente» sea de otra manera.
Si usted viajó en el tiempo de vuelta al 31 de diciembre de 1965, entonces
usted estaba allí, estuvo allí siempre, estará allí siempre, nunca dejó de estar
allí. El 31 de diciembre de 1965 no sucedió dos veces, sin que usted estuviese
en el debut pero asistiese al bis. Desde la perspectiva intemporal de la figura
5.1, usted existe —estático e invariable— en varias localizaciones en la barra
espaciotemporal. Si hoy usted coloca los botones de su máquina del tiempo
para que le envíen a las 23.50, del 31 de diciembre de 1965, entonces este
último instante estará entre las localizaciones en la barra espaciotemporal en
las que usted puede ser encontrado. Pero su presencia en la Nochevie- ja de
1965 será una característica eterna e inmutable del espacio- tiempo.
Esta idea nos sigue llevando a algunas conclusiones extrañas, pero evita
las paradojas. Por ejemplo, usted aparecería en la barra espacio- temporal a
las 23.50, del 31 de diciembre de 1965, pero antes de ese momento no habría
ningún registro de su existencia. Esto es extraño, pero no paradójico. Si
alguien le viera aparecer de repente a las 23.50, y le preguntara, con pánico en
los ojos, de dónde venía, usted podría responder tranquilamente: «Del
futuro». En este escenario, al menos hasta ahora, no hemos caído en un
impasse lógico. Donde las cosas se hacen más interesantes, por supuesto, es
cuando usted trata de llevar a cabo su misión e impedir que sus padres se
conozcan. ¿Qué sucede? Bien, manteniendo cuidadosamente la perspectiva de
«bloque espaciotemporal», concluimos inevitablemente que usted no puede
tener éxito. No importa lo que haga en esa fatídica Nochevieja, usted
fracasará. Mantener a sus padres separados —aunque parece estar dentro del
ámbito de las cosas que usted puede hacer— equivale en realidad a un
rompecabezas lógico. Sus padres se encontraron en las campanadas de
medianoche. Usted estuvo allí. Y usted estará «siempre» allí. Cada instante
simplemente es; no cambia. Aplicar el concepto de cambio a un instante tiene
tanto sentido como someter a una piedra a un psicoanálisis. Sus padres se
conocieron en las campanadas de medianoche del 31 de diciembre de 1965, y
nada puede cambiar eso porque su encuentro es un suceso inmutable,
invariable, que ocupa eternamente su lugar en el espaciotiempo.
De hecho, ahora que usted piensa en ello recuerda que en algún momento
de su adolescencia, cuando usted preguntó a su padre cómo se declaró a su
madre, él le dijo que no había planeado declararse en absoluto. Apenas había
conocido a su madre antes de plantearle la gran pregunta. Pero
aproximadamente diez minutos antes de Noche- vieja en una fiesta de Año
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Nuevo, se asustó tanto al ver aparecer de repente a un hombre de ninguna
parte —un hombre que decía ser del futuro— que cuando conoció a su madre
decidió declararse directamente.
La cuestión es que el conjunto completo e invariable de sucesos en el
espaciotiempo necesariamente encaja en un todo coherente y auto-
consistente. El universo tiene sentido. Si usted viaja en el tiempo de vuelta al
31 de diciembre de 1965, está realmente cumpliendo su propio destino. En la
barra espaciotemporal hay alguien presente a las 23.50, del 31 de diciembre
de 1965, que no está allí en ningún instante anterior. Desde la perspectiva
exterior imaginaria de la figura 5.1, podríamos ver esto directamente: también
veríamos, innegablemente, que la persona es usted en su edad actual. Para que
estos sucesos, situados hace décadas, tengan sentido, usted debe viajar en el
tiempo de vuelta a 1965. Y lo que es más, desde nuestra perspectiva exterior
podemos ver a su padre haciéndole una pregunta inmediatamente después de
las 23.50, del 31 de diciembre de 1965, quedando aterrorizado, echando a
correr y encontrando a su madre a medianoche; un poco más a lo largo de la
barra, podemos ver la boda de sus padres, su nacimiento, su infancia posterior
y, más tarde, su entrada en la máquina del tiempo. Si el viaje en el tiempo
hacia el pasado fuera posible, ya no podríamos explicar los sucesos en un
instante solamente en términos de sucesos en instantes anteriores (desde
ninguna perspectiva dada) pero la totalidad de los sucesos constituirían
necesariamente una historia razonable, coherente y no contradictoria.
Como se ha subrayado en la última sección, esto no significa, por mucho
que forcemos la imaginación, que el viaje en el tiempo al pasado sea posible.
Pero sí sugiere con fuerza que las pretendidas paradojas, tales como impedir
su propio nacimiento, nacen de fallos lógicos. Si usted viaja en el tiempo al
pasado, no puede cambiarlo como no puede cambiar el valor de pi. Si usted
viaja al pasado, está, estará, y siempre formará parte del pasado, el mismísimo
pasado que lleva a que usted viaje a él.
Desde la perspectiva exterior de la figura 5.1, esta explicación es firme y
coherente. Examinando la totalidad de sucesos en la barra del espaciotiempo
vemos que están entrelazados con la rígida economía de un crucigrama
cósmico. Declaré antes que incluso si usted puede estar decidido a impedir
que sus padres se conozcan, no puede tener éxito en la aproximación clásica a
este problema. Usted puede observar que se encuentran. Incluso puede
facilitar su encuentro, quizá sin quererlo como en la historia que acabo de
contar. Usted puede viajar hacia atrás en el tiempo repetidamente, de modo
que hay muchos usted presentes en cada intento de impedir el encuentro de
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sus padres. Pero tener éxito en impedir que sus padres se encuentren sería
cambiar algo con respecto a lo cual el concepto de cambio carece de sentido.
Pero, incluso con la idea de estas observaciones abstractas, no podemos
dejar de preguntar: ¿qué le impide tener éxito? Si usted está en la fiesta a las
23.50 y ve a su madre de joven, ¿qué le impide llevarse a su madre? O si ve a
su padre de joven, ¿qué le impide —¡oh, qué caray!, digámoslo claramente—
pegarle un tiro? ¿No tiene usted libre albedrío? Aquí es donde, algunos
sospechan, puede intervenir la mecánica cuántica.
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totalidad, sería en todo tan determinista como la física clásica. Como sucede
con el determinismo clásico, algunos dirían que esto significa que el libre
albedrío es una ilusión, y otros no. Pero si actualmente estamos pasando por
alto parte de la teoría cuántica —si el paso de probabilidades a resultados
definidos requiere algo más allá del marco cuántico estándar— es cuando
menos posible que el libre albedrío pudiera hallar una realización concreta
dentro de la ley física. Quizá encontremos algún día, como han conjeturado
algunos físicos, que el acto de observación consciente es un elemento
integrante de la mecánica cuántica, siendo el catalizador que hace que se
realice un resultado a partir de la niebla cuántica.[15.9] Personalmente
encuentro esto demasiado improbable, pero no conozco ninguna manera de
descartarlo.
El resultado es que el estatus del libre albedrío y su papel dentro de la ley
física fundamental sigue sin estar resuelto. De modo que consideremos las
dos posibilidades: que el libre albedrío sea ilusorio y que el libre albedrío sea
real.
Si el libre albedrío es una ilusión, y el viaje en el tiempo al pasado es
posible, entonces su incapacidad para impedir que sus padres se conozcan no
plantea ningún enigma. Aunque usted sienta que tiene control sobre sus actos,
las leyes de la física son las que realmente pulsan las cuerdas. Cuando usted
va a llevarse a su madre o a matar a su padre, las leyes de la física se ponen en
medio. Le máquina del tiempo le deja en el lado equivocado de la ciudad y
usted llega después de que sus padres se hayan conocido; o usted aprieta el
gatillo y la pistola se encasquilla; o aprieta el gatillo pero yerra el blanco y en
su lugar le da al único competidor de su padre por la mano de su madre,
allanando el camino para su unión; o, quizá, cuando usted sale de la máquina
del tiempo ya no tiene ganas de impedir que sus padres se conozcan.
Independientemente de sus intenciones cuando entra en la máquina del
tiempo, sus actos cuando sale son parte de la historia consistente del
espaciotiempo. Las leyes de la física triunfan sobre todos los intentos de
frustrar la lógica.Todo lo que usted hace encaja perfectamente. Siempre lo ha
hecho y siempre lo hará. Usted no puede alterar lo inalterable.
Si el libre albedrío no es una ilusión, y el viaje al pasado es posible, la
física cuántica da sugerencias alternativas para lo que puede suceder, y es
característicamente diferente de la formulación basada en la física clásica.
Una propuesta particularmente atractiva, defendida por Deutsch, hace uso de
la interpretación de los Muchos Mundos de la mecánica cuántica. Recuerde
del capítulo 7 que en el marco de los Muchos Mundos cada resultado
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potencial encarnado en una función de onda cuántica —el giro de una
partícula en uno u otro sentido, el que otra partícula esté aquí o allí— se
realiza en su propio universo paralelo e independiente. El universo del que
somos conscientes en un instante dado es tan sólo uno de un número infinito
en el que cada posible evolución permitida por la física cuántica se realiza por
separado. En este marco es tentador sugerir que la libertad que sentimos al
tomar una u otra decisión refleja la posibilidad que tenemos de entrar en uno
u otro universo paralelo en un instante posterior. Por supuesto, puesto que hay
infinitas copias de usted y yo salpicadas en los universos paralelos, los
conceptos de identidad personal y de libre albedrío tienen que ser
interpretados en este contexto más amplio.
Por lo que concierte al viaje en el tiempo y las paradojas potenciales, la
interpretación de los Muchos Mundos sugiere una nueva solución. Cuando
usted viaja a las 23.50 del 31 de diciembre de 1965, saca su arma, apunta a su
padre y aprieta el gatillo, la pistola funciona y usted le da al blanco
pretendido. Pero puesto que esto no es lo que sucedió en el universo en el que
usted se embarcó en su odisea de viaje en
el tiempo, su viaje debe haber sido no sólo a través del tiempo, debe haber
sido también de un universo paralelo a otro. El universo paralelo en el que
usted se encuentra ahora es uno en el que sus padres nunca se conocieron —
un universo que la interpretación de los Muchos Mundos nos asegura que está
ahí (puesto que cada posible universo compatible con las leyes de la mecánica
cuántica está ahí)—. Y así, en esta aproximación, no nos enfrentamos a
ninguna paradoja lógica porque hay varias versiones de un instante dado, cada
una de ellas situada en un universo paralelo diferente; en la interpretación de
los Muchos Universos, es como si hubiera infinitas barras espaciotempo-
rales, no sólo una. En el universo de origen sus padres se encontraron el 31 de
diciembre de 1965, usted nació, creció, le guardó rencor a su padre, se fascinó
con el viaje en el tiempo y se embarcó en un viaje al 31 de diciembre de 1965.
En el universo en el que usted llega, su padre es asesinado el 31 de diciembre
de 1965, antes de conocer a su madre, por un pistolero que afirma ser su hijo
procedente del futuro. En ese universo nunca ha nacido una versión de usted,
pero es perfecto, puesto que el usted que apretó el gatillo no tiene padres.
Resulta simplemente que ellos viven en un universo paralelo diferente. Si
alguien en este universo cree su historia o, por el contrario, le ve como un
loco delirante, eso no puedo decirlo. Pero lo que está claro es que en cada
universo —el que usted dejó y el universo en el que entró— evitamos
situaciones contradictorias.
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Y lo que es más, incluso en este contexto ampliado, su expedición de viaje
en el tiempo no cambia el pasado. En el universo que usted dejó, eso es
evidente, puesto que nunca visita su pasado. En el universo en el que entra, su
presencia a las 23.50 del 31 de diciembre de 1965 no cambia ese instante: en
ese universo usted estaba, y siempre estará, presente en dicho instante. Una
vez más, en la interpretación de los Muchos Mundos, cada secuencia
físicamente consistente de sucesos ocurre en uno de los universos paralelos.
El universo en el que usted entra es uno en el que las acciones criminales que
usted decide emprender se realizan. Su presencia el 31 de diciembre de 1965,
y todo el desbarajuste que crea, son parte del tejido invariable de la realidad
del universo.
La interpretación de los Muchos Mundos ofrece una solución similar para
la cuestión del conocimiento que aparentemente se materializa de la nada,
como en el escenario de mi madre escribiendo un artículo decisivo sobre
teoría de cuerdas. Según la interpretación de los Muchos Mundos, en uno de
la miríada de universos paralelos mi madre se convierte rápidamente en una
experta en teoría de cuerdas, y descubre por sí misma todo lo que yo leo en su
artículo. Cuando yo emprendo mi excursión al futuro, mi máquina del tiempo
me lleva a ese universo. Los resultados que leo en el artículo de mi madre
mientras estoy allí fueron realmente descubiertos por la versión de mi madre
en ese universo. Luego, cuando viajo de vuelta en el tiempo, entro en otro de
los universos paralelos, uno en el que mi madre tiene dificultades para
entender la física. Tras años de tratar de enseñarle, me rindo y finalmente le
digo lo que tiene que escribir en el artículo. Pero en este escenario no hay
ningún enigma respecto a quién es responsable de la idea fundamental. La
descubridora es la versión de mi madre en el universo en el que ella es un
genio de la física. Todo lo que sucedió como resultado de mis diversos viajes
en el tiempo es que sus descubrimientos son comunicados a una versión de sí
misma en otro universo paralelo. Suponiendo que usted encuentra los
universos paralelos más fáciles de tragar que los descubrimientos sin autor —
una proposición discutible— esto proporciona una explicación menos
desconcertante del intercambio de conocimiento y el viaje en el tiempo.
Ninguna de las propuestas que hemos discutido en esta sección o en la
anterior es necesariamente la solución a los enigmas y paradojas del viaje en
el tiempo. Más bien, estas propuestas pretenden demostrar que enigmas y
paradojas no descartan el viaje en el tiempo hacia el pasado puesto que, con
nuestro estado actual de conocimiento, la física ofrece posibles caminos para
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rodear los problemas. Pero no descartar algo no es ni mucho menos declararlo
posible. Así que ahora nos vemos llevados a la pregunta importante:
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Entre los primeros artículos sobre la relatividad general con relevancia
para las máquinas del tiempo estaban los escritos en 1937 por el físico
escocés W. J. van Stockum[15.11] y en 1949 por un colega de Einstein en el
Instituto de Estudio Avanzado, Kurt Godel. Van Stoc- kum estudió un
hipotético problema en relatividad general en el que un cilindro muy denso e
infinitamente largo se pone en movimiento giratorio en tomo a su eje
(infinitamente) largo. Aunque un cilindro infinito no es físicamente realista, el
análisis de Van Stockum llevaba a una revelación interesante. Como vimos en
el capítulo 14, los objetos masivos en rotación arrastran al espacio en un
remolino. En este caso, el remolino es tan importante que, como muestra el
análisis matemático, no sólo el espacio sino también el tiempo quedaría
atrapado en el remolino. Hablando en términos generales, la rotación retuerce
la dirección del tiempo, de modo que el movimiento circular alrededor del
cilindro le lleva al pasado. Si su nave espacial rodea al cilindro, usted puede
volver al punto de partida en el espacio antes de que usted emprenda su viaje.
Ciertamente, nadie puede construir un cilindro giratorio infinitamente largo,
pero este trabajo era un primer indicio de que quizá la relatividad general no
prohíba el viaje en el tiempo al pasado.
El artículo de Godel también investigaba una situación que incluía un
movimiento rotacional. Pero en lugar de centrarse en un objeto rotatorio en el
espacio, Godel estudió lo que sucede si todo el espacio sufre un movimiento
de rotación. Mach hubiera considerado esto absurdo. Si el universo entero
está rotando, entonces no hay nada con respecto a lo cual se está dando la
pretendida rotación. Mach concluiría que un universo en rotación y un
universo en reposo son uno y el mismo. Pero éste es otro ejemplo en el que la
relatividad general no se ajusta totalmente a la concepción relacional del
espacio. Según la relatividad general, tiene sentido hablar de la rotación del
universo entero, y con esta posibilidad llegan simples consecuencias
observacionales. Por ejemplo, si usted dispara un láser en un universo en
rotación, la relatividad general muestra que parecerá viajar a lo largo de una
trayectoria espiral antes que en línea recta (algo parecido a la trayectoria que
usted vería que sigue una bala si disparara una pistola de juguete hacia arriba
mientras viajara en un tiovivo). La característica sorprendente del análisis de
Godel era su comprensión de que si su nave espacial siguiera trayectorias
adecuadas en un universo giratorio, usted también podría volver a su lugar de
origen en el espacio antes del instante de su partida. Un universo en rotación
sería en sí mismo una máquina del tiempo.
Página 522
Einstein felicitó a Gódel por su descubrimiento, pero sugirió que una
investigación posterior podría demostrar que las soluciones a las ecuaciones
de la relatividad general que permiten el viaje al pasado no satisfacen otros
requisitos físicos esenciales, haciéndolas no más que curiosidades
matemáticas. Por lo que respecta a la solución de Gódel, las observaciones de
gran precisión han minimizado la relevancia directa de su trabajo al establecer
que nuestro universo no está girando. Pero Van Stockum y Gódel habían
sacado al genio de la botella; en menos de dos décadas, se encontraron aún
más soluciones de las ecuaciones de Einstein que permiten el viaje en el
tiempo al pasado.
En décadas recientes se ha reavivado el interés por los diseños de
hipotéticas máquinas del tiempo. En la década de 1970 Frank Tipler reanalizó
y refinó la solución de Van Stockun, y en 1991 Richard Gott de la
Universidad de Princeton descubrió otro método para construir una máquina
del tiempo haciendo uso de las denominadas cuerdas cósmicas (remanentes
filamentosos, hipotéticos, infinitamente largos de transiciones de fase en el
universo primitivo). Todas éstas son contribuciones importantes, pero la
propuesta más simple de describir, utilizando conceptos que hemos
desarrollado en capítulos anteriores, fue descubierta por Kip Thome y sus
estudiantes en el Instituto de Tecnología de California. Hace uso de agujeros
de gusano.
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un tubo de espacio nuevo y no existente previamente. Si usted eliminara el
túnel que atraviesa la montaña, el espacio que ocupaba seguiría existiendo. Si
eliminara un agujero de gusano, el espacio que ocupaba desaparecería.
La figura 15.2a ilustra un agujero de gusano que conecta el Kwik- E-Mart
y la Central Nuclear de Sprinfield, pero el dibujo es confuso porque el agujero
de gusano parece extenderse por el espacio aéreo de Springfield. Para ser más
exactos, el agujero de gusano debería considerarse como una nueva región de
espacio que se conecta con el espacio familiar ordinario sólo en sus extremos:
sus bocas. Si mientras camina por las calles de Springfield, usted examinara
la línea del cielo en busca del agujero de gusano, no vería nada. La única
manera de verlo sería saltar al Kwik-E-Mart, donde usted encontraría una
abertura en el espacio ordinario: una boca del agujero de gusano. Mirando a
través de la abertura usted vería el interior de la central, la localización de la
segunda boca, como en la figura 15.2.b. Otra característica confusa de la
figura 15.2a es que el agujero de gusano no parece ser un atajo. Podemos
corregir esto modificando la ilustración como en la figura 15.3. Como puede
ver, la ruta usual desde la central al Kwik-E-
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investigadores que investigaron los agujeros de gusano y descubrieron
muchas de sus propiedades matemáticas fundamentales. Más recientemente,
no obstante, Thorne y sus colaboradores revelaron toda la riqueza de los
agujeros de gusano al darse cuenta de que no sólo pueden proporcionar atajos
a través del espacio, sino que también pueden proporcionar atajos a través del
tiempo.
Ésta es la idea. Imagine que Bart y Lisa están en extremos opuestos del
agujero de gusano de Springfield —Bart en la central y Lisa en el Kwik-E-
Mart— hablando tranquilamente uno con otro de qué regalar a Homer para su
cumpleaños, cuando Bart se decide a tomar un corto crucero transgaláctico
(para traerle a Homer unos de sus palitos de pescado andromedeanos
favoritos). A Lisa no le apetece el viaje pero como siempre quiso ver
Andrómeda convence a Bart de que cargue su boca de agujero de gusano en
su nave y se lo lleve de modo que
FIGURA 15.3. Geometría que muestra con más claridad que el agujero de gusano es un atajo.
(Las bocas del agujero de gusano están realmente dentro del Kwik-E-Mart y de la central
nuclear, aunque esto es difícil de mostrar en esta representación.)
ella pueda echar una mirada. Usted quizá espera que esto significa que
Bart tendrá que seguir estirando el agujero de gusano a medida que avanza en
su viaje, pero eso supone que el agujero de gusano conecta el Kwik-E-Mart y
la nave de Bart a través del espacio ordinario. No es así. Y, como se ilustra en
la figura 15.4, gracias a las maravillas de la geometría de la relatividad
general, la longitud del agujero de gusano puede permanecer fija a lo largo de
todo el viaje. Este es un punto clave. Incluso si Bart sale disparado hacia
Andrómeda, su distancia a Lisa a través del agujero de gusano no cambia.
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Esto hace manifiesto el papel del agujero de gusano como atajo a través del
espacio.
Para ser precisos, digamos que Bart sale a una velocidad del
99,999999999999999999 por 100 de la velocidad de la luz y viaja cuatro
horas hasta Andrómeda, mientras continúa hablando con Lisa a través del
agujero de gusano, igual que estaban haciendo antes del vuelo. Cuando la
nave llega a Andrómeda, Lisa le dice a Bart que se aparte de modo que ella
pueda tener una visión sin ningún impedí-
FIGURA 15.4. (a) Un agujero de gusano que conecta el Kwik-E-Mart y la central nuclear, (b)
La abertura inferior del agujero de gusano transportada (desde la central nuclear) al espacio
exterior (en la nave espacial, no mostrada). La longitud del agujero de gusano permanece fija,
(c ) La abertura del agujero de gusano llega a la galaxia Andrómeda; la otra abertura sigue
estando en el Kwik-E- Mart. La longitud del agujero de gusano no varía a lo largo del viaje.
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cuanto más rápido viaja uno más lentos marchan sus relojes. Si usted viaja en
el espacio a gran velocidad y luego regresa, podrían haber transcurrido sólo
unas horas a bordo de su nave, aunque habrán transcurrido miles o millones
de años, si no más, según alguien en reposo. Con un cálculo rápido, Bart
confirma que a la velocidad a la que estaba viajando ocho horas transcurridas
en la nave significarían 6.000 millones de años transcurridos en la Tierra. La
fecha en el marcador es correcta; Bart se da cuenta de que ha viajado lejos al
futuro de la Tierra.
«…¡Bart! Hola, ¡Bart!» grita Lisa a través del agujero de gusano. «¿Me
has estado escuchando? Vamos. Quiero estar en casa a tiempo para cenar.»
Bart mira dentro de la boca de su agujero de gusano y dice a Lisa que él ya ha
aterrizado en el césped de Springfield High. Mirando con más atención a
través del agujero de gusano Lisa ve que Bart está diciendo la verdad, pero
mirando fuera del Kwik-E-Mart hacia Springfield High ella no ve la nave en
el césped. «Yo no lo entiendo», dice.
«En realidad, tiene perfecto sentido», responde Bart orgullosa- mente.
«Yo he aterrizado en Springfield High, pero a seis millones de años en el
futuro. Tú no puedes verme mirando por la ventana del Kwik-E-Mart porque
estás mirando en el lugar correcto pero no estás mirando en el tiempo
correcto. Estás mirando seis millones de años demasiado pronto.»
«Oh, bien, es esa dilatación de tiempo de la relatividad especial», acepta
Lisa. «Tranquilo. En cualquier caso, yo quiero ir a casa a tiempo para cenar,
de modo que ven por el agujero de gusano, porque tenemos que damos prisa.»
«Muy bien», dice Bart, arrastrándose por el agujero de gusano. Compra una
Butterfinger de Apu y él y Lisa se dirigen a casa.
Note que aunque Bart sólo tardó un momento en atravesar el agujero de
gusano, le transportó seis millones de años atrás en el tiempo. Él y su nave y
la boca del agujero de gusano habían aterrizado en el futuro lejano de la
Tierra. Si hubiera salido, hablado con la gente y visto el periódico, todo
habría confirmado esto. Pero, cuando él atravesó el agujero de gusano y se
reunió con Lisa, él se encontró de vuelta en el presente. Lo mismo es cierto
para cualquier otro que pudiera seguir a Bart a través de la boca del agujero
de gusano: también viajaría seis millones atrás en el tiempo. Análogamente,
cualquiera que se introduzca en la boca del agujero de gusano en el Kwik-E-
Mart y salga por la boca que Bart dejó en su nave viajaría seis millones de
años al futuro. El punto importante es que Bart no se llevó simplemente una
de las bocas del agujero de gusano en un viaje a través del espacio. Su viaje
también transportó la boca del agujero de gusano a través del tiempo. El viaje
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de Bart le llevó a él y ala boca del agujero de gusano al futuro de la Tierra.
En resumen, Bart transformó un túnel a través del espacio en un túnel a
través del tiempo; convirtió un agujero de gusano en una máquina del
tiempo.
Una forma tosca de visualizar lo que está sucediendo se representa en la
figura 15.5. En la figura 15.5a vemos un agujero de gusano que conecta una
localización espacial con otra, con la configuración del agujero de gusano
dibujada de modo que resalte que yace fuera del espacio ordinario. En la
figura 15.5b mostramos la evolución temporal de este agu ;ro de gusano,
suponiendo que sus dos bocas se mantienen en reposo. (Las rebanadas de
tiempo son las de un observador en reposo.) En la figura 15.5c mostramos lo
que sucede cuando una boca del agujero de gusano se carga en una nave
espacial y se lleva en un viaje de ida-y-vuelta. El tiempo para la boca en
movimiento, igual que el tiempo en un reloj en movimiento, se frena, de
modo que la boca en movimiento se transporta al futuro. (Si transcurre una
hora en un reloj en movimiento pero transcurren mil años en relojes en
reposo, el reloj en movimiento habrá saltado al futuro de los relojes en
reposo.) Así pues, en lugar de conectar la boca del agujero de gusano en
reposo, vía el túnel del agujero de gusano, a una boca en la misma
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(c)
FIGURA 15.5. (a) Un agujero de gusano, creado en cierto instante en el tiempo, conecta un
lugar en el espacio con otro, (b) Si las bocas del agujero de gusano no se mueven una con
respecto a otra, ellas «pasan» a través del tiempo al mismo ritmo, de modo que el túnel
conecta las dos regiones en el mismo instante, (c) Si una boca del agujero de gusano se lleva
en un viaje de ida y vuelta (no mostrado), menos tiempo transcurrirá para dicha boca, y por
ello el túnel conectará las dos regiones del espacio en instantes diferentes de tiempo. El
agujero de gusano se ha transformado en una máquina del tiempo.
Ahora está claro cómo hacer un plano para construir una máquina del tiempo.
Paso 1: encontrar o crear un agu,ero de gusano suficientemente ancho para
que usted o lo que quiera enviar a través del tiempo, pueda pasar por él. Paso
2: establecer una diferencia de tiempo entre las bocas del agujero de gusano
—por ejemplo, moviendo una con respecto a la otra—. Eso es. En teoría.
¿Qué pasa en la práctica? Bien, como mencioné de entrada, nadie sabe
siquiera si los agujeros de gusano existen. Algunos físicos han sugerido que
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minúsculos agujeros de gusano podrían ser abundantes en la constitución
microscópica del tejido del espacio, siendo producidos continuamente por
fluctuaciones cuánticas del campo gravitatorio. Si es así, el reto consistiría en
agrandar uno hasta un tamaño macroscópico. Se han hecho propuestas de
cómo podría hacerse, pero apenas están más allá de vuelos teóricos de la
fantasía. Otros físicos han concebido la creación de grandes agujeros de
gusano como un proyecto de ingeniería en relatividad general aplicada.
Sabemos que el espacio responde a la distribución de materia y energía, de
modo que con suficiente control sobre materia y energía podríamos hacer que
una región del espacio genere un agujero de gusano. Esta aproximación
presenta una complicación adicional, porque de la misma forma que debemos
horadar la falda de una montaña para poner la boca de un túnel, debemos
horadar el tejido del espacio para poner la boca de un agujero de gusano.[15.12]
Nadie sabe si estos desgarrones en el espacio están permitidos por las leyes de
la física.
El trabajo en el que yo he estado involucrado en teoría de cuerdas (ver
páginas 490-492) ha demostrado que ciertos tipos de desgarrones espaciales
son posibles, pero por ahora no tenemos ninguna idea de si estos desgarrones
podrían ser relevantes para la creación de agujeros de gusano. La conclusión
es que la adquisición intencionada de un agujero de gusano macroscópico es
una fantasía que, en el mejor de los casos, está muy lejos de ser realizada.
Además, incluso si de algún modo nos las arregláramos para conseguir un
agujero de gusano macroscópico, no habríamos terminado; aún tendríamos
que enfrentamos a un par de obstáculos importantes. Primero, la década de
1960 Wheeler y Robert Fuller demostraron, utilizando las ecuaciones de la
relatividad general, que los agujeros de gusano son inestables. Sus paredes
tienden a colapsar hacia adentro en una fracción de segundo, lo que elimina
su utilidad para cualquier tipo de viaje. Más recientemente, no obstante, los
físicos (entre los que se incluyen Thome y Morris, y también Matt Visser) han
encontrado una forma potencial de rodear el problema del colapso. Si el
agujero de gusano no está vacío, sino que en su lugar contiene un material —
denominado materia exótica— que puede ejercer un empuje hacia afuera en
sus paredes, entonces sería posible mantener el agujero de gusano abierto y
estable. Aunque similar en sus efectos a una constante cosmológica, la
materia exótica generaría gravedad repulsiva que presiona hacia afuera en
virtud de tener energía negativa (no sólo la presión negativa característica de
una constante cosmológica).[15.13] En situaciones altamente especializadas, la
mecánica cuántica permite energía negativa,[15.14] pero sería un desafío
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tremendo generar suficiente materia exótica para mantener abierto un agujero
de gusano. (Por ejemplo, Visser ha calculado que la cantidad de energía
negativa necesaria para mantener abierto un agujero de gusano de un metro de
ancho es aproximadamente igual en magnitud a la energía total producida por
el Sol en más de 10.000 millones de años.)[15.15]
Segundo, incluso si de algún modo se encontrara o creara un agujero de
gusano macroscópico, e incluso si de algún modo fuéramos capaces de
apuntalar sus paredes contra el colapso inmediato, e incluso si fuéramos
capaces de inducir una diferencia de tiempo entre las bocas del agujero de
gusano (por ejemplo, lanzando una boca a alta velocidad), quedaría otro
obstáculo para adquirir una máquina del tiempo. Varios físicos, incluyendo a
Stephen Hawking, han planteado la posibilidad de que fluctuaciones de vacío
—las agitaciones que surgen de la incertidumbre cuántica experimentada por
todos los campos, incluso en el espacio vacío, discutidas en el capítulo 12—
podrían destrozar un agujero de gusano precisamente cuando se encontraba en
situación de ser una máquina del tiempo. La razón es que, justo en el
momento en que se hace posible el viaje en el tiempo a través del agujero de
gusano, un mecanismo de realimentación devastador, algo parecido al
chirrido generado cuando los niveles del micrófono y el altavoz en un sistema
de sonido no están ajustados adecuadamente, puede entrar en juego. Las
fluctuaciones de vacío del futuro pueden viajar a través del agujero de gusano
al pasado, y entonces pueden viajar a través del espacio y el tiempo ordinarios
al futuro, entrar en el agujero de gusano y viajar de nuevo al pasado, creando
un ciclo sin fin a través del agujero de gusano y llenándolo con energía cada
vez mayor. Presumiblemente, una acumulación de energía tan intensa
destruiría el agujero de gusano. La investigación teórica sugiere que esto es
una posibilidad real, pero los cálculos necesarios fuerzan nuestra comprensión
actual de la relatividad general y la mecánica cuántica en un espaciotiempo
curvo, de modo que no hay prueba concluyente.
Los desafíos para construir una máquina del tiempo agujero de gusano son
evidentemente inmensos. Pero la palabra final no se dará hasta que nuestra
comprensión de la mecánica cuántica y la gravedad se refine más, quizá
mediante avances en la teoría de supercuerdas. Aunque a un nivel intuitivo los
físicos están de acuerdo en general en que el viaje en el tiempo al pasado es
imposible, hoy por hoy la cuestión todavía no está completamente cerrada.
Turismo cósmico
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Pensando en el viaje en el tiempo, Hawking ha planteado un punto
interesante. Se pregunta por qué si el viaje en el tiempo es posible no hemos
tenido una avalancha de visitantes del futuro. Bien, podría decir usted, quizá
la hemos tenido. Y podría ir más lejos y decir que hemos puesto a tantos
viajeros del tiempo en celdas que la mayoría de los demás no se atreven a
identificarse. Por supuesto, Hawking lo dice medio en broma, como lo hago
yo, pero plantea una cuestión seria. Si usted cree, como creo yo, que no
hemos sido visitados desde el futuro, ¿es eso equivalente a creer que el viaje
en el tiempo es imposible? Por supuesto, si la gente tuviera éxito en construir
máquinas del tiempo en el futuro, algún historiador acabará obteniendo una
beca para estudiar, de cerca y personalmente, la construcción de la primera
bomba atómica, o el primer viaje a la Luna, o la primera incursión en la te-
lerrealidad. Así, si creemos que nadie nos ha visitado desde el futuro, quizá
estamos diciendo implícitamente que no creemos que esa máquina del tiempo
se construya nunca.
En realidad, no obstante, ésta no es una conclusión necesaria. Las
máquinas del tiempo que se han propuesto hasta ahora no permiten viajar a
un tiempo anterior a la construcción de la primera máquina del tiempo. En el
caso de la máquina del tiempo agujero de gusano esto es fácil de ver
examinando la figura 15.5. Aunque hay úna diferencia de tiempo entre las
bocas de los agujeros de gusano, y aunque esa diferencia permite viajar hacia
delante y hacia atrás en el tiempo, usted no puede alcanzar un tiempo anterior
a que se estableciera la diferencia de tiempo. El propio agujero de gusano no
existe en el extremo izquierdo de la barra del espaciotiempo. De modo que no
hay ninguna manera de que usted pueda utilizarlo para ir allí. Así, si la
primera máquina del tiempo se construye, digamos, dentro de 10.000 años,
ese momento atraerá sin duda a muchos turistas viajeros del tiempo, pero
todos los tiempos anteriores, como el nuestro, seguirán siendo inaccesibles.
Encuentro curioso y atractivo que nuestra comprensión actual de las leyes
de la Naturaleza no sólo sugiere cómo evitar las aparentes paradojas del viaje
en el tiempo sino que también presenta propuestas de cómo podría
conseguirse realmente el viaje en el tiempo. No me malinterprete; yo mismo
me cuento entre los físicos serios que sienten intuitivamente que un día
descartaremos el viaje en el tiempo al pasado. Pero hasta que no haya una
demostración definitiva, creo que está justificado y es apropiado mantener
una mente abierta. Como mínimo, los investigadores que se centran en estas
cuestiones están profundizando sustancialmente nuestra comprensión del
espacio y el tiempo en circunstancias extremas. En el mejor de los casos,
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pueden estar dando los primeros pasos críticos para integramos en la
superautopis- ta del espaciotiempo. Después de todo, cada momento que pasa
sin que tengamos éxito en construir una máquina del tiempo es un momento
que estará para siempre más allá de nuestro alcance y el alcance de todos los
que nos siguen.
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16
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capítulo final de esta exposición vamos a considerar algunas de estas claves y
alcanzaremos a ver dónde puede llevamos nuestra búsqueda continua por
captar el tejido del cosmos.
Página 535
porque cada uno de ellos está compuesto de entidades más básicas. Por el
contrario, pienso que la mayoría de nosotros estaríamos de acuerdo en que
estas agrupaciones de materia existen, y además, que hay mucho que aprender
estudiando cómo emergen sus características familiares de sus constituyentes
atómicos. Pero puesto que son compuestos, lo que no trataríamos de hacer es
construir una teoría del universo basada en balas de cañón, rosas y guepardos.
Del mismo modo, si espacio y tiempo resultan ser entidades compuestas, eso
no significaría que sus manifestaciones familiares, desde el cubo de Newton a
la gravedad de Einstein sean ilusorias; hay poca duda de que espacio y tiempo
retendrán sus posiciones globales en la realidad de la experiencia,
independientemente de los desarrollos futuros en nuestra comprensión. Más
bien, el espaciotiempo compuesto significaría que todavía está por descubrir
una descripción aún más elemental del universo, una que sea aespacial y
atemporal. La ilusión, entonces, sería de nuestra propia cosecha: la errónea
creencia de que la comprensión más profunda del cosmos pondría al espacio y
el tiempo ante el foco más nítido posible. De la misma manera que la dureza
de una bala de cañón, y el olor de la rosa, y la velocidad del guepardo
desaparecen cuando usted examina la materia en el nivel atómico y
subatómico, también el espacio y el tiempo pueden disolverse cuando se
examinan con la formulación más fundamental de las leyes de la Naturaleza.
Que el espaciotiempo no esté entre los ingredientes cósmicos
fundamentales puede parecerle algo extravagante. Y muy bien podría tener
razón. Pero los rumores de la salida inmediata del espa- ciotiempo de la ley
física profunda no nacen de la pura teorización. Por el contrario, esta idea está
sugerida con fuerza por varias consideraciones bien argumentadas. Echemos
una mirada a algunas de las más destacadas.
Promedio cuántico
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De todas formas, las fluctuaciones reducidas del espaciotiempo siguen
existiendo (como se ilustra en el penúltimo nivel de ampliación de la figura
12.2), y dentro de ellas podemos encontrar claves importantes para el destino
del espaciotiempo.
En primer lugar, aprendemos que el espacio y el tiempo familiares que
llenan nuestros pensamientos y soportan nuestras ecuaciones emergen de una
especie de proceso de promediado. Piense en la imagen pixelada que usted ve
cuando se acerca a pocos centímetros de una pantalla de televisor. Esta
imagen es muy diferente de la que ve cuando está a una distancia más
cómoda, porque una vez que usted ya no puede resolver píxeles individuales,
sus ojos los combinan en un promedio que parece suave. Pero note que es
sólo gracias al proceso de promediado por lo que los píxeles producen una
imagen familiar continua. De modo análogo, la estructura microscópica del
espacio- tiempo está rizada con ondulaciones cuánticas, pero no somos
directamente conscientes de ellas porque carecemos de la capacidad para
resolver el espaciotiempo en escalas tan minúsculas. En su lugar, nuestros
ojos, e incluso nuestros aparatos más potentes, combinan las ondulaciones en
un promedio, de forma muy parecida a lo que sucede con los píxeles. Puesto
que las ondulaciones son aleatorias, en una región pequeña hay normalmente
tantas ondulaciones «arriba» como «abajo», de modo que cuando se
promedian tienden a cancelarse, dando un espaciotiempo plácido. Pero, como
en la analogía del televisor, la forma suave y tranquila del espaciotiempo
emerge solamente debido al proceso de promediado.
El promediado cuántico ofrece una interpretación más práctica de la
afirmación de que el espaciotiempo familiar puede ser ilusorio. Los
promedios son útiles para muchos fines, pero, por diseño, no proporcionan
una imagen clara de los procesos subyacentes. Aunque la familia media en
Estados Unidos tiene 2,2 hijos, yo le pondría en un compromiso si le pidiera
que me presentara a una familia así. Y aunque el precio medio de un galón de
leche es 2,783 dólares, es poco probable que usted encuentre una tienda que
lo venda exactamente a ese precio. Así también, quizá el espaciotiempo
familiar, resultado él mismo de un proceso de promediado, no describa los
detalles de algo a lo que nos hubiera gustado llamar fundamental. Quizá el
espacio y el tiempo sean sólo concepciones aproximadas y colectivas,
extraordinariamente útiles al analizar el universo a todas las escalas salvo las
ultramicroscópicas, pero tan ilusorio como una familia de 2,2 hijos.
Una segunda idea, relacionada con la anterior, es que las agitaciones
cuánticas cada vez más intensas que aparecen en escalas cada vez menores
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sugieren que la idea de poder dividir distancias o duraciones en unidades cada
vez más pequeñas llega probablemente a un final a aproximadamente la
longitud de Planck (10“33 centímetros) y el tiempo de Planck (10“43
segundos). Encontramos esta idea en el capítulo 12, donde subrayamos que,
aunque la noción está en conflicto total con nuestras habituales experiencias
del espacio y el tiempo, no es particularmente sorprendente que una
propiedad relevante para lo cotidiano no sobreviva cuando se lleva al
microrreino. Y puesto que la divisibilidad arbitraria del espacio y el tiempo es
una de sus propiedades cotidianas más familiares, la inaplicabilidad de este
concepto a escalas ultrapequeñas da otro indicio de que hay algo más
escondido en las microprofundidades —algo que podría llamarse el substrato
básico del espaciotiempo— la entidad a la que alude la noción familiar de
espaciotiempo. Esperamos que este ur-ingrediente, la materia espa-
ciotemporal más elemental, no admita disección en piezas cada vez más
pequeñas debido a las violentas fluctuaciones que aparecerían en última
instancia, y así es completamente diferente al espaciotiempo a gran escala que
experimentamos directamente. Parece probable, por consiguiente, que la
apariencia de los constituyentes fundamentales del espaciotiempo —
cualesquiera que puedan ser— es alterada significativamente por el proceso
de promediado por el que dan el espacio- tiempo de la experiencia común.
Así, buscar el espaciotiempo familiar en las leyes más profundas de la
Naturaleza quizá sea como tratar de tocar la Novena Sinfonía de Beethoven
solamente nota a nota o pintar uno de los cuadros de heno de Monet
solamente pincelada a pincelada. Al igual que estas obras maestras de la
expresión humana, el espaciotiempo entero de la Naturaleza puede ser tan
diferente de sus partes que nada que se le parezca existe en el nivel más
fundamental.
Geometría en traducción
Otra consideración, una que los físicos llaman dualidad geométrica, también
sugiere que quizá el espaciotiempo no sea fundamental, pero lo sugiere a
partir de un punto de vista muy diferente. Su descripción es un poco más
técnica que el promediado cuántico, de modo que siéntase libre para saltársela
si esta sección se hace en algún momento demasiado pesada. Pero puesto que
muchos investigadores consideran que este material está entre las
Página 538
características más emblemáticas de la teoría de cuerdas, vale la pena tratar de
entender la esencia de las ideas.
En el capítulo 13 vimos cómo las cinco teorías de cuerdas supuestamente
distintas son en realidad diferentes traducciones de una y la misma teoría.
Entre otras cosas, hicimos hincapié en que ésta es una poderosa idea porque,
cuando se traduce, cuestiones extraordinariamente difíciles se hacen a veces
mucho más fáciles de responder. Pero hay una característica del diccionario
de la traducción que unifica las cinco teorías que no he mencionado hasta
ahora. De la misma forma que el grado de dificultad de una pregunta puede
cambiar radicalmente por la traducción de una formulación de cuerdas a otra,
así también puede hacerlo la descripción de la forma geométrica del
espaciotiempo. Esto es lo que quiero decir.
Puesto que la teoría de cuerdas requiere más de las tres dimensiones
espaciales y una dimensión temporal de la experiencia común, nos vimos
motivados en los capítulos 12 y 13 a asumir la cuestión de dónde podrían
estar ocultas las dimensiones extras. La respuesta que encontramos es que
pueden estar enrolladas en un tamaño que, hasta ahora, ha eludido la
detección porque es más pequeño que lo que podemos sondear
experimentalmente. También encontramos que la física en nuestras
dimensiones grandes familiares es dependiente del tamaño y la forma precisos
de las dimensiones extras porque sus propiedades geométricas afectan a las
pautas geométricas que pueden ejecutar las cuerdas. Bueno. Ahora la parte
que dejé fuera.
El diccionario que traduce las preguntas planteadas en una teoría de
cuerdas en preguntas diferentes planteadas en otra teoría de cuerdas también
traduce la geometría de las dimensiones extras en la primera teoría en una
geometría extradimensional diferente en la segunda teoría. Si, por ejemplo,
usted está estudiando las consecuencias físicas de, digamos, la teoría de
cuerdas Tipo IIA con dimensiones extra enrolladas en una forma y tamaño
particular, entonces cada conclusión a la que usted pueda llegar puede
deducirse, al menos en teoría, considerando preguntas traducidas
adecuadamente a, digamos, la teoría de cuerdas Tipo IIB. Pero el diccionario
para llevar a cabo la traducción exige que las dimensiones extras en la teoría
de cuerdas Tipo IIB estén enrolladas en una forma geométrica precisa que
depende de —aunque generalmente difiere de— la forma dada por la teoría
Tipo IIA. En resumen, una teoría de cuerdas dada con dimensiones enrolladas
en una forma geométrica es equivalente a —es una traducción de— otra
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teoría de cuerdas con dimensiones enrolladas en una forma geométrica
diferente.
Y las diferencias en la geometría espaciotemporal no tienen por qué ser
menores. Por ejemplo, si una de las dimensiones extras de, digamos, la teoría
de cuerdas Tipo IIA debería estar enrollada en un círculo, como en la figura
12.7, el diccionario de traducción muestra que esto es absolutamente
equivalente a la teoría de cuerdas Tipo IIB con una de sus dimensiones extras
también enrollada en un círculo, pero una cuyo radio es inversamente
proporcional al original. Si un círculo es minúsculo, el otro es grande, y
viceversa —y pese a todo no hay ninguna manera de distinguir entre las dos
geometrías—. (Expresando las longitudes como múltiplos de la longitud de
Planck, si un círculo tiene radio R, el diccionario matemático muestra que el
otro círculo tiene radio 1/7?.) Usted pensaría que podría distinguir fácil e
inmediatamente entre una dimensión grande y una pequeña, pero en la teoría
de cuerdas no siempre es así. Todas las observaciones derivan de las
interacciones entre cuerdas, y estas dos teorías, la Tipo IIA con una gran
dimensión circular y la Tipo IIB con una dimensión circular pequeña, son
meramente traducciones diferentes —formas diferentes de expresión— de la
misma física. Cada observación que usted describe dentro de una teoría de
cuerdas tiene una descripción alternativa e igualmente viable dentro de la otra
teoría de cuerdas, incluso si el lenguaje de cada teoría y la interpretación que
da pueden diferir. (Esto es posible porque hay dos configuraciones
cualitativamente diferentes para el movimiento de cuerdas en una dimensión
circular: aquellas en las que la cuerda está enrollada alrededor del círculo
como una goma elástica alrededor de una lata, y aquellas en las que la cuerda
reside en una porción del círculo pero no se enrolla a su alrededor. Las
primeras tienen energías que son proporcionales al radio del círculo (cuanto
mayor es el radio, más estiradas están las cuerdas enrolladas, de modo que
más energía incorporan), mientras que la última tiene energías que son
inversamente proporcionales al radio (cuanto menor es el radio, más dobladas
están las cuerdas, de modo que más energéticamente se mueven debido a la
incertidumbre cuántica). Nótese que si reemplazáramos el círculo original por
uno de radio inverso, aunque intercambiando también cuerdas «enrolladas» y
«no enrolladas» las energías físicas —y, tal como resulta, la física con más
generalidad— quedarían inalteradas. Esto es exactamente lo que requiere el
diccionario que traduce desde la teoría Tipo IIA a la teoría Tipo IIB, y es la
razón por la que dos geometrías aparentemente diferentes —una dimensión
circular grande y una pequeña— pueden ser equivalentes.
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Una idea similar es válida también cuando las dimensiones circulares son
reemplazadas por las formas de Calabi-Yau más complicadas introducidas en
el capítulo 12. Una teoría de cuerdas dada con dimensiones extras enrolladas
en una forma de Calabi-Yau particular es traducida por el diccionario en una
teoría de cuerdas diferente con dimensiones extras enrolladas en una forma de
Calabi-Yau diferente (una forma que se denomina espejo o dual de la
original). En estos casos, no sólo pueden diferir los tamaños de las Calabi-
Yaus, sino que también pueden hacerlo sus formas, incluyendo el número y
variedad de sus agujeros. Pero el diccionario de traducción asegura que
difieren precisamente de la forma correcta, de modo que incluso si las
dimensiones extras tienen formas y tamaños diferentes, la física que se sigue
de cada teoría es absolutamente idéntica. (Hay dos tipos de agujeros en una
forma de Calabi-Yau dada, pero sucede que las pautas vibra- cionales de
cuerdas —y con ello las consecuencias físicas— son sensibles sólo a la
diferencia entre el número de agujeros de cada tipo. De modo que si una
Calabi-Yau tiene, digamos, dos agujeros del primer tipo y cinco del segundo,
mientras que otra Calabi-Yau tiene cinco agujeros del primer tipo y dos del
segundo, entonces incluso si difieren como formas geométricas pueden dar
lugar a físicas idénticas. [*48])
Desde otra perspectiva, esto despierta también la sospecha de que el
espacio no es un concepto fundacional. Alguien que describa el universo
utilizando una de las cinco teorías de cuerdas afirmaría que el espacio,
incluyendo las dimensiones extras, tiene un tamaño y una forma concretos,
mientras que algún otro que utilice una de las otras teorías de cuerdas
afirmaría que el espacio, incluyendo las dimensiones extras, tiene una forma y
un tamaño diferentes. Puesto que ambos observadores estarían utilizando
simplemente descripciones matemáticas alternativas del mismo universo
físico, no se trata de que uno estuviera en lo cierto y el otro estuviera
equivocado. Ambos podrían tener razón, incluso si sus conclusiones sobre el
espacio —su tamaño y forma— difiriesen. Note también que no se trata de
que estuvieran rebanando el espaciotiempo de maneras diferentes e
igualmente válidas, como en la relatividad especial. Estos dos observadores
no estarían de acuerdo en la estructura global del propio espaciotiempo. Y
éste es el punto importante. La mayoría de los físicos espera que si el espacio-
tiempo fuera realmente fundamental, todos, independientemente de la
perspectiva —independientemente del lenguaje o teoría utilizados— estarían
de acuerdo en sus propiedades geométricas. Pero el hecho de que, al menos
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dentro de la teoría de cuerdas, no tiene por qué ser necesariamente así, sugiere
que el espaciotiempo puede ser un fenómeno secundario.
Así que nos vemos llevados a preguntar: si las ideas descritas en las dos
últimas secciones nos llevan en la dirección correcta, y el espaciotiempo
familiar no es sino una manifestación a gran escala de una entidad más
fundamental, ¿cuál es esa entidad y cuáles son propiedades esenciales? Hoy
por hoy nadie lo sabe. Pero en busca de respuestas, los investigadores han
encontrado todavía más claves, y las más importantes han venido de la
reflexión sobre los agujeros negros.
Los agujeros negros tienen la cara de póquer más inescrutable del universo.
Desde el exterior parecen lo más simple que usted pueda ver. Las tres
características que distinguen a un agujero negro son su masa (que determina
lo grande que es: la distancia desde su centro a su horizonte de sucesos, la
envolvente superficie de no retomo), su carga eléctrica y la rapidez con que
está girando. Ya está. No hay más detalles que aprender al examinar el rostro
que un agujero negro presenta al cosmos. Los físicos resumen esto con el
dicho «los agujeros negros no tienen pelo», lo que quiere decir que carecen
del tipo de características detalladas que permiten una individualidad. Cuando
usted ha visto un agujero negro con una masa, carga y rotación dadas (aunque
haya deducido estas propiedades indirectamente, a través de su efecto sobre el
gas y las estrellas circundantes, puesto que los agujeros negros son negros),
decididamente los ha visto todos.
Sin embargo, tras su semblante pétreo los agujeros negros albergan las
mayores reservas de desorden que el universo haya conocido. Entre todos los
sistemas físicos de un tamaño dado con cualquier composición posible, los
agujeros negros contienen la máxima entropía posible. Recordemos del
capítulo 6 que una manera aproximada de pensar en esto procede
directamente de la definición de entropía como una medida del número de
reordenamientos de los constituyentes internos de un sistema que no tienen
ningún efecto sobre su apariencia. Cuando se trata de agujeros negros, incluso
si no podemos decir cuáles son realmente sus constituyentes —puesto que no
sabemos qué sucede cuando la materia se aplasta en el centro del agujero
negro— podemos decir con seguridad que reordenar estos constituyentes
afecta tanto a la masa, carga o rotación de un agujero negro como reordenar
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las páginas de Guerra y paz afecta al peso del libro. Y puesto que masa, carga
y rotación determinan por completo la cara que muestra un agujero negro al
mundo externo, todas esas manifestaciones pasan inadvertidas y podemos
decir que un agujero negro tiene máxima entropía.
Incluso así, usted podría sugerir un aumento de la entropía de un agujero
negro de la siguiente forma simple. Usted construye una esfera hueca del
mismo tamaño que un agujero negro dado, la llena de gas (hidrógeno, helio,
dióxido de carbono, lo que sea) y deja que éste se difunda en su interior.
Cuanto más gas bombea usted dentro, mayor es la entropía, puesto que más
constituyentes significan más reordenamientos posibles. Usted podría
conjeturar, entonces, que si sigue bombeando y bombeando, la entropía del
gas aumentará continuamente y, con el tiempo, superará a la del agujero
negro dado. Es una estrategia astuta, pero la relatividad general muestra que
falla. Cuando más gas se bombea dentro, más masivos se hacen los
contenidos de la esfera. Y antes de que usted llegue a la entropía de un
agujero negro del mismo tamaño, la masa cada vez mayor dentro de la esfera
alcanzará un valor crítico que hace que la esfera y sus contenidos se
conviertan en un agujero negro. No hay modo de evitarlo. Los agujeros
negros tienen un monopolio sobre el desorden máximo.
¿Qué pasa si usted trata de aumentar aún más la entropía en el espacio
interior del propio agujero negro bombeando todavía más gas? La entropía
seguirá aumentando, pero usted habrá cambiado las reglas del juego.
Conforme la materia se sumerge en el voraz horizonte de sucesos de un
agujero negro, no sólo aumenta la entropía del agujero negro sino que
también lo hace su tamaño. El tamaño de un agujero negro es proporcional a
su masa, de modo que a medida que vierte más materia en el agujero, éste se
hace más grande y más pesado. Así, una vez que usted maximiza la entropía
en una región del espacio al crear un agujero negro, cualquier intento de
aumentar más la entropía en dicha región fracasará. Sencillamente la región
no puede soportar más desorden. Está saturada de entropía. Cualquier cosa
que haga usted, ya sea bombear gas o arrojar un todoterreno, necesariamente
haría que el agujero negro crezca y con ello ocupe una región espacial más
grande. Así, la cantidad de entropía contenida dentro de un agujero negro no
sólo nos dice una característica fundamental del agujero negro, sino que
también nos dice algo fundamental acerca del propio espacio: la entropía
máxima que puede ser embutida dentro de una región del espacio —cualquier
región del espacio, en cualquier lugar, en cualquier tiempo— es igual a la
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entropía contenida dentro de un agujero negro cuyo tamaño iguala al de la
región en cuestión.
Así pues, ¿cuánta entropía contiene un agujero negro de un tamaño dado?
Aquí es donde las cosas se hacen interesantes. Razonando intuitivamente,
empecemos con algo más fácilmente visualizable como el aire en un
recipiente Tupperware. Si usted uniera dos recipientes semejantes, duplicando
el volumen total y el número de moléculas de aire, podría conjeturar que
había duplicado la entropía. Los cálculos detallados[16.1] confirman esta
conclusión y muestran que, si todo lo demás (temperatura, densidad y demás
variables) es igual, las entropías de los sistemas físicos familiares son
proporcionales a sus volúmenes. Una siguiente conjetura natural es que la
misma conclusión se aplicaría a cosas menos familiares, como agujeros
negros, lo que nos lleva a esperar que la entropía de un agujero negro sea
también proporcional a su volumen.
Pero en la década de 1970 Jakob Bekenstein y Stephen Hawking
descubrieron que esto no es correcto. Sus análisis matemáticos demostraron
que la entropía de un agujero negro no es proporcional a su volumen, sino
que, en su lugar, es proporcional al área de su horizonte de sucesos —
aproximadamente hablando, al área de su superficie—. Ésta es una respuesta
muy diferente. Si usted duplica el radio de un agujero negro su volumen
aumentará en un factor 8 (23), aunque el área de su superficie sólo aumentará
en un factor 4 (22); si usted aumentara su radio en un factor 100, su volumen
aumentaría en un factor de 1 millón (1003), aunque el área de su superficie
aumentaría sólo en un factor de 10.000 (1002). Los agujeros negros tienen
mucho más volumen que área de superficie.[16.2] Así, incluso si los agujeros
negros contienen la máxima entropía entre todos los objetos de un tamaño
dado, Bekenstein y Hawking demostraron que la cantidad de entropía que
contienen es menor que lo que hubiéramos conjeturado ingenuamente.
Que la entropía sea proporcional al área de la superficie no es
simplemente una diferencia curiosa entre los agujeros negros y el
Tupperware, de la que podemos tomar nota y seguir adelante. Hemos visto
que los agujeros negros fijan un límite a la cantidad de entropía que, incluso
en principio, puede ser embutida en una región del espacio: tome un agujero
negro cuyo tamaño sea exactamente igual que el de la región en cuestión,
calcule cuánta entropía tiene el agujero negro y ése es el límite absoluto a la
cantidad de entropía que la región del espacio puede contener. Puesto que esta
entropía, como demostraron los trabajos de Bekenstein y Hawking es
proporcional al área de la superficie del agujero negro —que es igual al área
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de la superficie de la región, puesto que los escogimos del mismo tamaño—
concluimos que la máxima entropía que puede contener cualquier región del
espacio dada es proporcional al área de la superficie de dicha región.[16.3]
La discrepancia entre esta conclusión y la encontrada al considerar el aire
atrapado en un Tupperware (donde encontramos que la cantidad de entropía
era proporcional al volumen del Tupperware, y no a su superficie) es fácil de
señalar. Puesto que suponíamos que el aire estaba uniformemente disperso, el
razonamiento del Tupperware ignoraba la gravedad: recuerde, cuando la
gravedad cuenta, las cosas se aglomeran. Ignorar la gravedad está bien cuando
las densidades son bajas, pero cuando usted está considerando una gran
entropía, las densidades son altas, la gravedad cuenta y el razonamiento del
Tupperware ya no es válido. En su lugar, tales condiciones extremas
requieren los cálculos basados en la gravedad de Bekenstein y Hawking, con
la conclusión de que la máxima entropía potencial para una región del espacio
es proporcional al área de su superficie, y no a su volumen.
Todo muy bien, pero ¿por qué deberíamos preocupamos? Hay dos
razones.
Primero, la entropía acotada da aún otra clave de que el espacio
ultramicroscópico tiene una estructura atomizada. En detalle, Bekens- tein y
Hawking encontraron que si usted imagina que dibuja un patrón de tablero de
ajedrez en el horizonte de sucesos de un agujero negro, siendo cada casilla de
una longitud de Planck por una longitud de Planck (de modo que cada uno de
estos «cuadrados de Planck» tiene un área de aproximadamente 1066
centímetros cuadrados), entonces la entropía del agujero negro iguala al
número de tales casillas que caben en su superficie.[16.4] Es difícil pasar por
alto la conclusión a la que apunta con fuerza este resultado: cada cuadrado de
Planck es una unidad fundamental y mínima de espacio, y cada una lleva una
única unidad mínima de entropía. Esto sugiere que no hay nada, ni siquiera en
principio, que pueda tener lugar dentro de un cuadrado de Planck, porque una
actividad semejante podría aportar desorden y con ello el cuadrado de Planck
podría contener más que la unidad de entropía encontrada por Bekenstein y
Hawking. Una vez más, desde una perspectiva completamente diferente nos
vemos llevados a la noción de una entidad espacial elemental.[16.5]
En segundo lugar, para un físico, el límite superior para la entropía que
puede existir en una región de espacio es una cantidad crítica, casi sagrada.
Para entender por qué, imagine que está trabajando para un psiquiatra
conductista y su tarea consiste en mantener un registro detallado, momento a
momento, de las interacciones entre grupos de niños intensamente
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hiperactivos. Cada mañana usted reza para que el grupo de ese día se porte
bien, porque cuanto más desorden crean los niños, más difícil es su tarea. La
razón es intuitivamente obvia, pero vale la pena decirla explícitamente:
cuanto más desordenados son los niños, de más cosas tiene usted que seguir la
pista. El universo presenta a un físico un desafío muy parecido. Una teoría
física fundamental pretende describir todo lo que pasa —o podría pasar,
siquiera en teoría— en una región de espacio dada. Y, como sucede con los
niños, cuanto más desorden contiene la región —siquiera en teoría— más
cosas debe ser capaz de seguir la teoría. Así pues, la máxima entropía que
puede contener una región ofrece una test simple pero incisivo: los físicos
esperan que una teoría verdaderamente fundamental sea una que encaje
perfectamente con la entropía máxima en una región espacial dada. La teoría
debería estar tan estrechamente sintonizada con la Naturaleza que su
capacidad máxima para seguir la pista del desorden iguale exactamente al
desorden máximo que una región puede contener, ni más ni menos.
El punto importante es que, si la conclusión del Tupperware hubiera
tenido una validez ilimitada, una teoría fundamental habría necesitado la
capacidad de dar cuenta del valor del volumen de desorden en una región
dada. Pero puesto que el razonamiento falla cuando se incluye la gravedad —
y puesto que una teoría fundamental debe incluir la gravedad— aprendemos
que una teoría fundamental sólo necesita ser capaz de explicar el valor de
desorden del área de la superficie en cualquier región. Y como mostramos con
un par de ejemplos numéricos hace unos pocos párrafos, para regiones
grandes el último es mucho más pequeño que el primero.
Así pues, el resultado de Bekenstein y Hawking nos dice que una teoría
que incluya la gravedad es, en cierto sentido, más sencilla que una teoría que
no lo hace. Hay menos «grados de libertad» —menos cosas que pueden
cambiar y así contribuir al desorden— que la teoría debe describir. Esta es
una idea interesante por sí misma, pero si seguimos esta línea de
razonamiento un paso más, parece decimos algo muy extraño. Si la entropía
máxima en cualquier región de espacio dada es proporcional al área de la
superficie de dicha región, y no a su volumen, entonces quizá los verdaderos
y fundamentales grados de libertad —los atributos que tienen el potencial de
dar lugar a ese desorden— residen en realidad en la superficie de la región y
no dentro de su volumen. Es decir, quizá los procesos físicos reales del
universo tienen lugar en una delgada superficie lejana que nos rodea, y todo
lo que vemos y experimentamos es meramente una proyección de dicho
proceso. Es decir, quizá el universo es algo parecido a un holograma.
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Esta es una idea extraña, pero como discutiremos ahora, ha recibido
recientemente un apoyo sustancial.
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superficie delgada y distante— y generando las ilusiones holográficas de la
vida diaria.
Todavía no hemos explicado cómo podría realizarse este principio
holográfico en el mundo real. Un problema es que, en la descripción
convencional del universo, se imagina que éste se prolonga indefinidamente,
o si no, se enrolla sobre sí mismo como una esfera o una pantalla de
videojuego (como en el capítulo 8), y así no tendría bordes ni fronteras.
Entonces, ¿dónde estaría localizada la supuesta «superficie holográfica
frontera»? Además, los procesos físicos parecen estar ciertamente bajo
nuestro control, precisamente aquí, en el interior profundo del universo. No
parece que algo en una frontera difícil de localizar sea de algún modo lo que
manda en lo que sucede aquí en el volumen. ¿Implica el principio holográfico
que esta sensación de control y autonomía es ilusoria? ¿O es mejor pensar que
la holografía expresa una especie de dualidad en la que, sobre la base del
gusto —no de la física— uno puede escoger entre una descripción familiar en
la que las leyes fundamentales actúan aquí en el volumen (lo que se ajusta a la
intuición y la percepción) y una descripción poco familiar en la que la física
fundamental tiene lugar en alguna especie de frontera del universo, siendo
igualmente válido cada punto de vista? Éstas son preguntas esenciales que
siguen siendo controvertidas.
Pero en 1997, basado en ideas anteriores de varios teóricos de cuerdas, el
físico argentino Juan Maldacena tuvo una idea que hizo avanzar de manera
espectacular el pensamiento sobre estas cuestiones. Su descubrimiento no
tiene relevancia directa para la cuestión del papel de la holografía en nuestro
universo real, pero en la física tradicional él encontró un contexto hipotético
—un universo hipotético— en el que las reflexiones abstractas sobre la
holografía podían hacerse precisas y concretas utilizando las matemáticas. Por
razones técnicas, Maldacena estudió un universo hipotético con cuatro
dimensiones espaciales grandes y una dimensión temporal que tiene una
curvatura negativa uniforme —una versión en dimensiones más altas de las
patatas fritas Pringle, figura 8.6c—. El análisis matemático estándar revela
que este espaciotiempo pentadimensional tiene una frontera[16.7] que, como
todas las fronteras, tiene una dimensión menos que la forma que limita: tres
dimensiones espaciales y una dimensión temporal. (Como siempre, los
espacios de dimensiones más altas son difíciles de imaginar, de modo que si
usted quiere una imagen mental, piense en una lata de sopa de tomate —la
sopa líquida tridimensional es análoga al espaciotiempo pentadimensional,
mientras que la superficie bidimensional de la lata es análoga a la frontera
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espaciotemporal tetradimensional—.) Después de incluir dimensiones
enrolladas adicionales como requiere la teoría de cuerdas, Maldacena
argumentó convincentemente que la física de la que sería testigo un
observador que viviera dentro de este universo (un observador en la «sopa»)
podría describirse completamente en términos de física que tiene lugar en la
frontera del universo (física en la superficie de la lata).
Aunque no es realista, este trabajo proporcionó el primer ejemplo
concreto y matemáticamente tratable en el que el principio holográfico era
explícitamente realizado.[16.8] Al hacerlo, arrojó mucha luz sobre la noción de
holografía aplicada a un universo entero. Por ejemplo, en el trabajo de
Maldacena la descripción de volumen y la descripción de la frontera están en
absoluto pie de igualdad. No es una principal y la otra secundaria. En el
mismo espíritu que la relación entre las cinco teorías de cuerdas, las teorías de
volumen y de frontera son traducción una de otra. Sin embargo, la
característica inusual de esta traducción particular es que la teoría de volumen
tiene más dimensiones que la teoría equivalente formulada en la frontera.
Además, mientras que la teoría de volumen incluye la gravedad (puesto que
Maldacena la formuló utilizando la teoría de cuerdas), los cálculos muestran
que la teoría de la frontera no lo hace. No obstante, cualquier pregunta
formulada o cualquier cálculo realizado en una de las teorías puede ser
traducido a una pregunta o cálculo equivalente en la otra, Aunque alguien
poco familiarizado con el diccionario pensaría que las preguntas y cálculos
correspondientes no tienen absolutamente nada que ver entre sí (por ejemplo,
puesto que la teoría de la frontera no incluye la gravedad, las preguntas que
implican a la gravedad en la teoría de volumen se traducen en preguntas sin
gravedad aparentemente muy diferentes en la teoría de la frontera), alguien
versado en ambos lenguajes —un experto en ambas teorías— reconocería su
relación y se daría cuenta de que las respuestas a preguntas correspondientes
y los resultados de los cálculos correspondientes deben coincidir. De hecho,
todos los cálculos hechos hasta la fecha, y se han hecho muchos, apoyan esta
afirmación.
Los detalles de todo esto son difíciles de captar plenamente, pero no
dejemos que oscurezcan el punto esencial. El resultado de Maldacena es
sorprendente. El encontró una realización concreta, aunque hipotética, de la
holografía dentro de la teoría de cuerdas. Demostró que una teoría cuántica
particular sin gravedad es una traducción de —es indistinguible de— otra
teoría cuántica que incluye a la gravedad pero está formulada con una
dimensión espacial más. Hay ahora en marcha intensos programas de
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investigación para determinar cómo podrían aplicarse estas ideas a un
universo más realista, nuestro universo, pero el progreso es lento pues el
análisis está lleno de obstáculos técnicos. (Maldacena escogió el ejemplo
hipotético particular porque se mostraba relativamente fácil de analizar
matemáticamente; los ejemplos más realistas son mucho más difíciles de
tratar.) No obstante, ahora sabemos que la teoría de cuerdas, al menos en
ciertos contextos, tiene la capacidad de apoyar el concepto de holografía. Y,
como sucede con el caso de las traducciones geométricas antes descritas, esto
proporciona otro indicio más de que el espaciotiempo no es fundamental. No
sólo puede cambiar el tamaño y la forma del espaciotiempo en la traducción
de una formulación de la teoría a otra forma equivalente, sino que también
puede cambiar las dimensiones espaciales.
Además, estas claves apuntan a la conclusión de que la forma del
espaciotiempo es un detalle ornamental que varía de una formulación de una
teoría física a la siguiente, en lugar de ser un elemento fundamental de la
realidad. Igual que el número de letras, sílabas y vocales en la palabra gato
difiere de las de cat, su traducción inglesa, la forma del espaciotiempo —su
forma, su tamaño e incluso el número de sus dimensiones— también cambia
en la traducción. Para un observador dado que esté utilizando una teoría para
pensar el universo, el espaciotiempo puede parecer real e indispensable. Pero
si ese observador cambiara la formulación de la teoría que utiliza por una
versión traducida equivalente, lo que una vez pareció real e indispensable
también cambia necesariamente. Así pues, si estas ideas son correctas —y
debería subrayar que aún tienen que ser rigurosamente demostradas incluso si
los teóricos han reunido gran cantidad de evidencia en su apoyo— desafían
con fuerza la primacía del espacio y el tiempo.
De todas las claves aquí discutidas, para mí es el principio holográfico el
que tiene la mayor probabilidad de desempeñar un papel dominante en la
investigación futura. Emerge de una característica básica de los agujeros
negros —su entropía— cuya comprensión, en eso coinciden muchos físicos,
descansa sobre bases teóricas firmes. Incluso si los detalles de nuestras teorías
cambiaran, confiamos en que cualquier descripción razonable de la gravedad
permitiría que los agujeros negros, y con ello las cotas de entropía que dan pie
a esta discusión, persistan y la holografía se aplique. El hecho de que la teoría
de cuerdas incorpora de forma natural el principio holográfico —al menos en
ejemplos susceptibles de análisis matemático— es otra prueba importante que
sugiere la validez del principio. Yo espero que independientemente de dónde
pueda llevamos la búsqueda de los fundamentos del espacio y el tiempo,
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independientemente de las modificaciones de la teoría M/de cuerdas que
puedan estar esperándonos a la vuelta de la esquina, la holografía seguirá
siendo un concepto guía.
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la experiencia común— testimonia un progreso incalculable respecto a hace
un siglo. La búsqueda de los ingredientes más fundamentales de la
Naturaleza, ya sea de la materia o del espaciotiempo, es un formidable desafío
que probablemente nos ocupará durante bastante tiempo futuro.
En el caso del espaciotiempo, hay actualmente dos direcciones
prometedoras en la búsqueda de constituyentes elementales. Una propuesta
procede de la teoría de cuerdas y la otra procede de una teoría conocida como
gravedad cuántica de lazo.
La propuesta de la teoría de cuerdas, dependiendo de cuánto reflexiones
sobre ella, es o bien intuitivamente agradable o completamente
desconcertante. Puesto que hablamos del «tejido» del espaciotiempo, dice la
sugerencia, quizá el espaciotiempo está tejido con cuerdas de la misma forma
que una camisa está tejida con hilo. Es decir, de la misma forma que unir
numerosos hilos en una pauta adecuada produce el tejido de una camisa, quizá
unir numerosas cuerdas en una pauta apropiada produzca lo que normalmente
llamamos el tejido del espaciotiempo. La materia, como usted y yo,
equivaldría entonces a aglomeraciones adicionales de cuerdas vibrantes —
como música sonora tocada en un estruendoso silencio o una figura
complicada bordada en un trozo liso de material— que se mueven dentro del
contexto cosido por las cuerdas del espaciotiempo.
Para mí ésta es una propuesta atractiva y convincente, pero nadie ha
transformado todavía estas palabras en un enunciado matemático preciso. Por
lo que puedo decir, los obstáculos para hacerlo no son desdeñables. Por
ejemplo, si su camisa se deshilacliara por completo usted se quedaría con un
montón de hilo —un resultado que, dependiendo de las circunstancias, podría
encontrar embarazoso o irritante, aunque probablemente no muy misterioso.
Pero pone a la mente (al menos a mi mente) en un aprieto al pensar en la
situación análoga con las cuerdas—, las hebras del espaciotiempo en esta
propuesta. ¿Qué haríamos con un «montón» de cuerdas que se hubieran
desenredado del tejido del espaciotiempo o, quizá más oportuno, no hubieran
llegado a unirse para producir el tejido del espaciotiempo? Podríamos tener la
tentación de considerarlas como hacemos con el hilo de la camisa —como
materia prima que necesita ser unida— pero eso pasa por alto una sutileza
absolutamente esencial. Representamos las cuerdas vibrando en el espacio y a
través del tiempo, pero sin el tejido del espaciotiempo que se supone que
generan las propias cuerdas gracias a su unión ordenada, no hay espacio ni
tiempo. En esta propuesta, los conceptos de espacio y tiempo dejan de tener
significado hasta que se entretejen innumerables cuerdas para producirlos.
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Así pues, para que esta propuesta tenga sentido necesitaríamos un marco
para describir las cuerdas que no suponga de entrada que están vibrando en un
espacio preexistente. Necesitaríamos una formulación totalmente aespacial y
atemporal de la teoría de cuerdas, en la que el espaciotiempo emerge del
comportamiento colectivo de las cuerdas.
Aunque ha habido progresos hacia este objetivo, nadie ha dado todavía
con semejante formulación aespacial y atemporal de la teoría de cuerdas —
algo que los físicos llaman una formulación independiente del fondo (el
término procede de la vaga noción de espaciotiempo como telón de fondo
ante el que tienen lugar los fenómenos físicos)—. En su lugar, prácticamente
todas las aproximaciones conciben las cuerdas moviéndose y vibrando en un
espaciotiempo que es introducido «a mano» en la teoría; el espaciotiempo no
emerge de la teoría, como los físicos imaginan que lo haría en un marco
independiente del fondo, sino que es suministrado a la teoría por el teórico.
Muchos investigadores consideran que el desarrollo de una formulación
independiente del fondo es el mayor problema no resuelto al que se enfrenta
la teoría de cuerdas. No sólo daría una idea sobre el origen del espaciotiempo,
sino que un marco independiente del fondo sería probablemente instrumental
para resolver el mayor cabo suelto encontrado al final del capítulo 12 —la
incapacidad actual de la teoría para seleccionar la forma geométrica de las
dimensiones extras—. Una vez que su formalismo matemático básico esté
desenredado de cualquier espaciotiempo concreto, dice el razonamiento, la
teoría de cuerdas debería tener la capacidad de examinar todas las
posibilidades y quizá hacer una adjudicación entre ellas.
Otra dificultad a la que se enfrenta la propuesta cuerdas-como-hi- los-del-
espaciotiempo es que, como aprendimos en el capítulo 13, la teoría de cuerdas
tiene otros ingredientes además de las cuerdas. ¿Qué papel desempeñan estos
otros componentes en la constitución fundamental del espaciotiempo? Esta
pregunta adquiere un relieve especialmente claro en el escenario mundobrana.
Si el espacio tridimensional en el que vivimos es una tres-brana, ¿es la propia
brana imposible de descomponer o está formada a partir de la combinación de
los otros ingredientes de la teoría? ¿Están hechas las branas, por ejemplo, de
cuerdas, o son las branas tan elementales como las cuerdas? ¿O deberíamos
considerar aún otra posibilidad, la de que branas y cuerdas pudieran estar
hechas de algunos ingredientes aún más finos? Estas cuestiones están en la
vanguardia de la investigación actual, pero puesto que este capítulo final trata
de indicios y claves, déjeme señalar una idea relevante que ha recibido mucha
atención.
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Antes hablamos de las diversas branas que uno encuentra en la teoría
M/de cuerdas: uno- branas, dos-branas, tres-branas, cuatro-branas y así
sucesivamente. Aunque no lo resalté antes, la teoría también contiene cero-
branas —ingredientes que no tienen extensión espacial, parecidos a partículas
puntuales—. Esto podría parecer contradictorio con el espíritu global de la
teoría M que se alejaba del marco de la partícula puntual en un esfuerzo por
domesticar las ondulaciones salvajes de la gravedad cuántica. Sin embargo,
las cero-branas, igual que sus primas de dimensiones más altas en la figura
13.2, vienen con cuerdas unidas, literalmente, y así sus interacciones están
gobernadas por cuerdas. No es sorprendente entonces que las cero-branas se
comporten de modo muy diferente de las partículas puntuales convencionales
y, lo que es más importante, participen plenamente en la dispersión y la
reducción de las agitaciones espaciotemporales ultramicroscópicas; las cero-
branas no introducen los defectos fatales que afligen a los esquemas de
partícula puntual que intentan fusionar la mecánica cuántica y la relatividad
general.
De hecho, Tom Banks de la Rutgers University y Willy Fischler de la
Universidad de Texas en Austin, junto con Leonard Susskind y Stephen
Shenker, ahora ambos en Standford, han formulado una versión de la teoría
M/de cuerdas en la que cero-branas son los ingredientes fundamentales que
pueden combinarse para generar cuerdas y otras branas de dimensión más
alta. Esta propuesta, conocida como teoría Matrix —otro posible significado
para la «M» en «teoría M»— ha generado una avalancha de investigación
posterior, pero las difíciles matemáticas implicadas han impedido hasta ahora
a los científicos llevar la aproximación hasta el final. No obstante, los
cálculos que los físicos han logrado realizar en este marco parecen apoyar la
propuesta. Si la teoría Matrix es verdadera, podría significar que todo —
cuerdas, branas y quizá los propios espacio y tiempo— está compuesto de
agregados adecuados de cero-branas. Es una perspectiva excitante, y los
investigadores son cautamente optimistas en que el progreso durante los
próximos años arrojará mucha luz sobre su validez.
Hasta ahora hemos examinado el camino que ha seguido la teoría de
cuerdas en búsqueda de ingredientes espaciotemporales, pero como
mencioné, hay un segundo camino procedente de la principal competidora de
la teoría de cuerdas, la gravedad cuántica de lazo. La gravedad cuántica de
lazo data de mediados de la década de 1980 y es otra propuesta prometedora
para fusionar la relatividad general y la mecánica cuántica. No intentaré una
descripción detallada (si usted está interesado, eche una mirada al excelente
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libro de Lee Smolin Three Roads to Quantum Gravity), sino que en su lugar
mencionaré algunos puntos clave que son particularmente ilustrativos para
nuestra discusión actual.
Tanto la teoría de cuerdas como la gravedad cuántica de lazo afirman
haber conseguido el objetivo largo tiempo buscado de proporcionar una teoría
cuántica de la gravedad, pero lo hacen de maneras diferentes. La teoría de
cuerdas brotó de la tradición de la física de partículas exitosa que durante
décadas ha buscado los ingredientes elementales de la materia; para la
mayoría de los primeros investigadores en cuerdas, la gravedad tenía un
interés secundario y lejano, en el mejor de los casos. Por el contrario, la
gravedad cuántica de lazo brotó de una tradición firmemente basada en la
teoría de la relatividad general; para la mayoría de quienes trabajan en esta
aproximación, la gravedad ha sido siempre el interés principal. Un resumen
comparativo diría que los teóricos de cuerdas empiezan con lo pequeño
(teoría cuántica) y pasan a englobar lo grande (gravedad), mientras que
quienes se adhieren a la gravedad cuántica de lazo empiezan con lo grande
(gravedad) y pasan a englobar lo pequeño (teoría cuántica).[16.9] De hecho,
como vimos en el capítulo 12, la teoría de cuerdas fue inicialmente
desarrollada como una teoría cuántica de la fuerza nuclear fuerte que actúa
dentro de los núcleos atómicos; sólo más tarde se reconoció, por azar, que la
teoría de cuerdas incluía realmente a la gravedad. La gravedad cuántica de
lazo, por el contrario, toma la relatividad general de Einstein como punto de
partida y trata de incorporar la mecánica cuántica.
Estos puntos de partida en extremos opuestos del espectro se reflejan en la
forma en que las dos teorías se han desarrollado hasta ahora. En cierta
medida, los principales logros de cada una resultan ser los fallos de la otra.
Por ejemplo, la teoría de cuerdas une todas las fuerzas y toda la materia,
incluyendo la gravedad (una unificación completa que evita la aproximación
del lazo), al describir todo en el lenguaje de cuerdas vibrantes. La partícula de
la gravedad, el gravitón, no es sino una pauta vibracional de cuerdas
particular, y por eso la teoría describe de forma natural cómo estos paquetes
elementales de gravedad se mueven e interaccionan mecanocuánticamente.
Sin embargo, como se acaba de señalar, el principal defecto de las
formulaciones actuales de la teoría de cuerdas es que presuponen un
espaciotiempo de fondo dentro del que se mueven y vibran las cuerdas. Por el
contrario, el logro principal de la gravedad cuántica de lazo —un logro
impresionante— es que no supone un espaciotiempo de fondo. La gravedad
cuántica de lazo es un marco independiente del fondo. Sin embargo, extraer el
Página 555
espacio y el tiempo ordinarios, así como las características familiares y
satisfactorias de la relatividad general cuando se aplica sobre grandes escalas
de distancia (algo fácil de hacer con las formulaciones actuales de la teoría de
cuerdas), a partir de este punto de partida aespacial/atemporal
extraordinariamente poco familiar, es un problema nada trivial, que los
investigadores aún tratan de resolver. Además, en comparación con la teoría
de cuerdas, la gravedad cuántica de lazo ha hecho muchos menos progresos
en la comprensión de la dinámica de los gravitones.
Una posibilidad armoniosa es que los entusiastas de las cuerdas y los
aficionados a la gravedad cuántica de lazo estén construyendo en realidad la
misma teoría, pero desde puntos de partida enormemente diferentes. Que cada
teoría incluya lazos —en la teoría de cuerdas éstos son lazos de cuerda; en la
gravedad cuántica de lazo son más difíciles de describir sin matemáticas,
pero, hablando aproximadamente, son lazos elementales de espacio— sugiere
que podría haber tal conexión. Esta posibilidad está apoyada además por el
hecho de que en los pocos problemas accesibles a ambas, tales como la
entropía de un agujero negro, las dos teorías están plenamente de acuerdo.
[16.10] Y sobre la cuestión de los constituyentes del espaciotiempo ambas
teorías sugieren que hay algún tipo de estructura atomizada. Ya hemos visto
las claves que apuntan a esta conclusión que surgen de la teoría de cuerdas;
las que proceden de la gravedad cuántica de lazo son atractivas e incluso más
explícitas. Los investigadores de lazos han demostrado que muchos lazos en
la gravedad cuántica de lazo pueden estar entremezclados, de modo parecido
a minúsculos lazos de lana pegados en un jersey, y producir estructuras que, a
escalas grandes, parecen aproximarse a regiones de espaciotiempo. Lo más
convincente de todo, los investigadores de lazos han calculado las áreas
permitidas de tales superficies del espacio. Y de la misma forma que usted
puede tener un electrón o dos electrones o 202 electrones, pero no puede tener
1,6 electrones o cualquier otra fracción, los cálculos muestran que las
superficies pueden tener áreas que son una longitud de Planck cuadrada, o dos
longitudes de Planck cuadradas, o 202 longitudes de Planck cuadradas, pero
no son posibles las fracciones. Una vez más, ésta es una fuerte clave teórica
de que el espacio, como los electrones, viene en pedazos discretos e
indivisibles.[16.11]
Si tuviera aventurar una conjetura sobre los desarrollos futuros imaginaría
que las técnicas independientes del fondo desarrolladas por la comunidad de
la gravedad cuántica de lazo se adaptarán a la teoría de cuerdas, allanando el
camino para una formulación de cuerdas que sea independiente del fondo. Y
Página 556
sospecho que ésa es la chispa que iniciará una tercera revolución de
supercuerdas en la que, soy optimista, se resolverán muchos de los profundos
misterios restantes. Tales desarrollos también harían probablemente que se
cierre el círculo de la larga historia del espaciotiempo. En capítulos anteriores
seguíamos el péndulo de la opinión mientras oscilaba entre las posiciones
relacionista y absolutista sobre el espacio, el tiempo y el espaciotiempo.
Preguntábamos: ¿es el espacio un algo o no lo es? ¿Es el espaciotiempo un
algo o no lo es? Y, a lo largo de algunos siglos de reflexión encontramos
opiniones diferentes. Yo creo que una unión independiente del fondo,
confirmada experimentalmente, entre la relatividad general y la mecánica
cuántica daría una solución satisfactoria a esta cuestión. En virtud de la
independencia del fondo, los ingredientes de la teoría podrían guardar alguna
relación entre sí, pero con la ausencia de un espaciotiempo que esté
introducido de entrada en la teoría no habría ningún escenario de fondo en el
que estuvieran inmersos. Sólo importarían las relaciones mutuas, una solución
en el espíritu de los relacionistas como Leibniz y Mach. Luego, a medida que
los ingredientes de la teoría —sean cuerdas, branas, lazos o alguna otra cosa
descubierta en el curso de la investigación futura— se fusionen para producir
un espaciotiempo familiar a gran escala (ya sea nuestro espaciotiempo real o
ejemplos hipotéticos útiles para experimentos mentales), su ser «algo» se
recuperaría, igual que en nuestra anterior discusión de la relatividad general:
en un espaciotiempo infinito, plano, por lo demás vacío (uno de los ejemplos
hipotéticos útiles), el agua en el cubo giratorio de Newton adoptaría una
forma cóncava. El punto esencial sería que la distinción entre espaciotiempo y
entidades materiales más tangibles se evaporaría a medida que ambos
emergieran de agregados adecuados de ingredientes más básicos en una teoría
que es fundamentalmente relacional, sin espacio y sin tiempo. Si es así como
sucede, Leibniz, Newton, Mach y Einstein podrían reclamar una parte de la
victoria.
Página 557
el futuro de las cosas mismas que dominan nuestro sentido de la realidad. De
nuevo no se cuestiona que, independientemente de los descubrimientos
futuros, el espacio y el tiempo seguirán enmarcando nuestra experiencia
individual; espacio y tiempo, por lo que respecta a la vida cotidiana, están
aquí para quedarse. Lo que seguirá cambiando, y probablemente cambiando
drásticamente, es nuestra comprensión del marco que ofrecen —es decir, el
escenario de la realidad de la experiencia—. Tras siglos de pensamiento, sólo
podemos retratar al espacio y el tiempo como los más familiares entre los
extraños. Siguen su camino imperturbables a través de nuestra vida, pero
ocultan hábilmente su constitución fundamental a las propias percepciones en
las que tan decisivamente influyen.
Durante el último siglo hemos llegado a estar íntimamente familiarizados
con algunas características previamente ocultas del espacio y el tiempo
gracias a las dos teorías de la relatividad de Einstein y a la mecánica cuántica.
El frenado del tiempo, la relatividad de la simultaneidad, los rebanamientos
alternativos del espaciotiempo, la gravedad como deformación y curvatura del
espacio y el tiempo, la naturaleza probabilista de la realidad, y el
entrelazamiento cuántico a larga distancia no estaban en la lista de cosas que
incluso el mejor de los físicos del mundo del siglo xix hubiera esperado
encontrar a la vuelta de la esquina. Y pese a todo, ahí estaban, como dan
testimonio tanto los resultados experimentales como las explicaciones
teóricas.
En nuestra época hemos dado con nuestra propia panoplia de ideas
inesperadas: materia oscura y energía oscura que parecen ser, con mucho, los
constituyentes dominantes del universo. Ondas gravitatorias —rizos en el
tejido del espaciotiempo— que fueron predichas por la relatividad general de
Einstein y quizá un día nos permitan mirar más atrás en el tiempo que nunca.
Un océano de Higgs, que permea todo el espacio y que si se confirmara nos
ayudará a entender cómo las partículas adquieren masa. Expansión
inflacionaria, que puede explicar la forma del cosmos, resolver el enigma de
por qué es tan uniforme a grandes escalas y fijar la dirección de la flecha del
tiempo. La teoría de cuerdas, que postula lazos y trozos de energía en lugar de
partículas puntuales y promete una versión atrevida del sueño de Einstein en
el que todas las partículas y todas las fuerzas se combinan en una única teoría.
Dimensiones espaciales extras, que emergen de las matemáticas de la teoría
de cuerdas, y que quizá puedan detectarse en experimentos en aceleradores
durante la próxima década. Un mundobrana, en el que nuestras tres
dimensiones espaciales quizá sean un universo entre muchos, flotando en un
Página 558
espaciotiempo de más dimensiones. Y quizá un espaciotiempo emergente, en
el que el propio tejido del espacio y el tiempo está compuesto de entidades
más fundamentales aespaciales y atemporales.
Durante la próxima década, aceleradores cada vez más potentes harán una
aportación experimental muy necesaria, y muchos físicos confían en que los
datos recogidos de las colisiones a alta energía para los que se han diseñado
confirmarán varias de estas construcciones teóricas. Yo comparto este
entusiasmo y espero ávidamente los resultados. Hasta que no entren en
contacto con fenómenos observables y verificables, nuestras teorías
permanecen en el limbo —siguen siendo prometedores conjuntos de ideas que
pueden o no tener relevancia para el mundo real—. Los nuevos aceleradores
adelantarán el solapa- miento entre teoría y experimento de forma sustancial
y, esperamos, acomodarán muchas de estas ideas en el dominio de la ciencia
establecida.
Pero hay otra aproximación que, aunque a más largo plazo, me llena de un
asombro incomparable. En el capítulo 11 discutimos cómo pueden verse los
efectos de minúsculas agitaciones cuánticas en un claro cielo nocturno puesto
que están enormemente estirados por la expansión cósmica, dando como
resultado grumos que constituyen las semilla para la formación de estrellas y
galaxias. (Recordemos la analogía de pequeños garabatos, dibujados en un
globo, que se estiran a lo largo de su superficie cuando el globo se hincha.)
Esta idea da acceso a la física cuántica por medio de observaciones
astronómicas. Quizá pueda ser llevada aún más lejos. Quizá la expansión
cósmica pueda estirar las huellas de procesos o características de escala aún
menor —la física de cuerdas, o la gravedad cuántica con más generalidad, o la
estructura atomizada del propio espaciotiempo ultramicros- cópico— y
ampliar su influencia, de alguna manera sutil pero observable, a lo largo de
los cielos. Es decir, quizá el universo ha extraído ya fibras microscópicas del
tejido del cosmos y las ha desplegado a lo largo del cielo, y todo lo que
necesitamos es aprender a reconocer la pauta.
Evaluar las propuestas de vanguardia para leyes físicas profundas muy
bien puede requerir la potencia feroz de aceleradores de partículas capaces de
recrear violentas condiciones no vistas desde instantes después del big bang.
Pero para mí no habría nada más poético, ningún resultado más agradable,
ninguna unificación más completa, que llegar a confirmar nuestras teorías de
lo ultrapequeño —nuestras teorías sobre la constitución ultramicroscópica del
espacio, el tiempo y la materia— orientando nuestros más potentes
telescopios al cielo y mirando silenciosamente a las estrellas.
Página 559
BRIAN GREENE, doctor por la Universidad de Oxford, es en la actualidad
profesor de física y de matemáticas en la Universidad de Columbia.
Ampliamente reconocido por su serie de descubrimientos sobre la teoría de
supercuerdas, ha colaborado como investigador en más de una veintena de
países y ha editado, junto con S. T. Yau, Mirror Symmetry II (1996) y, con
Costas Efthimiou, Fields, Strings and Duality (1997). En Crítica ha publicado
El universo elegante. Supercuerdas, dimensiones ocultas y la búsqueda de
una teoría definitiva (2001) y El tejido del Cosmos. Espacio, tiempo y la
textura de la realidad (2006).
Página 560
Notas
Capítulo 1
Página 561
[1.1] Lord Kelvin fue citado por el físico Albert Michelson en su alocución en
Página 562
[1.2] Lord Kelvin, «Nineteenth Century Clouds over the Dynamical Theory of
Página 563
[1.3] A. Einstein, N. Rosen y B. Podolsky, Phys. Rev. 47, 777 (1935). <<
Página 564
[1.4]
Sir Arthur Eddington, The Nature ofthe Physical World (Cambridge,
Cambridge University Press, 1928). [Hay trad. cast.: La Naturaleza del
Mundo Físico, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1945 (agotado).] <<
Página 565
[1.5] Como se describe con más detalle en la nota 2 del capítulo 6, esto es una
Página 566
[1.6] T. Ferris, Corning ofAge in the Milky Way (Nueva York, Anchor, 1989).
<<
Capítulo 2
Página 567
[2.1]
Isaac Newton, Sir Isaac Newton’s Mathematical Principle of Natural
Philosophy and His System of the World, trans. A. Motte and Florian Cajori
(Berkeley, University of California Press, 1934), vol I, p. 10. [Hay edición en
castellano de los Principia: Principios Matemáticos de la Filosofía Natural,
edición de Eloy Rada, Alianza, Madrid, 1988.] <<
Página 568
[2.2]
Isaac Newton, Sir Isaac Newton’s Mathematical Principle of Natural
Philosophy and His System of the World, trans. A. Motte and Florian Cajori
(Berkeley, University of California Press, 1934), vol I, p. 6. <<
Página 569
[2.3]
Isaac Newton, Sir Isaac Newton’s Mathematical Principle of Natural
Philosophy and His System of the World, trans. A. Motte and Florian Cajori
(Berkeley, University of California Press, 1934), vol I, p. 10. [Hay edición en
castellano de los Principia: Principios Matemáticos de la Filosofía Natural,
edición de Eloy Rada, Alianza, Madrid, 1988.] <<
Página 570
[2.4]
Isaac Newton, Sir Isaac Newton’s Mathematical Principle of Natural
Philosophy and His System of the World, trans. A. Motte and Florian Cajori
(Berkeley, University of California Press, 1934), vol I, p. 12. <<
Página 571
[2.5]
Albert Einstein, en Prólogo a Max Jammer, Concepts of Space: The
Histories ofTheories of Space in Physics (Nueva York, Dover, 1993). <<
Página 572
[2.6]
A. Rupert Hall, Isaac Newton, Adventurer in Thought (Cambridge,
Cambridge University Press, 1992), p. 1.927. <<
Página 573
[2.7]
A. Rupert Hall, Isaac Newton, Adventurer in Thought (Cambridge,
Cambridge University Press, 1992), p. 1.927.. <<
Página 574
[2.8] H. G. Alexander, ed., The Leibniz-Clarke Correspondence (Manchester,
Página 575
[2.9] Me centro en Leibniz como representante de quienes se oponían a atribuir
Página 576
[2.10] Ver, por ejemplo, Max Jammer, p. 116. <<
Página 577
[2.11] V. I. Lenin, Materialism and Empirocriticism: Critical Comments on a
Página 578
[3.1] Para el lector con formación matemática estas cuatro ecuaciones son
Página 579
Página 580
Página 581
Página 582
donde
Página 583
Página 584
denotan el campo eléctrico, el campo magnético, la densidad de carga
eléctrica, la densidad de corriente eléctrica, la permitividad del espacio libre y
la permeabilidad del espacio libre, respectivamente. Como puede verse, las
ecuaciones de Maxwell relacionan la velocidad de cambio de los campos
electromagnéticos con la presencia de cargas y corrientes eléctricas. No es
difícil demostrar que estas ecuaciones implican una velocidad para las ondas
electromagnéticas dada por 1/(εoμo)1/2, cuyo valor da de hecho la velocidad
de la luz. <<
Página 585
[3.2] Hay cierta controversia en cuanto al papel que tales experimentos
desempeñaron en el desarrollo de la relatividad especial por parte de Einstein.
En su biografía de Einstein Subtle is the Lord: The Science and the Life of
Albert Einstein (Oxford, Oxford University Press, 1982), Abraham Pais
sostiene, utilizando las propias declaraciones de Einstein en sus últimos años,
que éste conocía el resultado de Michelson-Morley. Albrecht Folsing en
Albert Einstein: A Biography (Nueva York, Viking, 1997), pp. 217-220,
argumenta también que Einstein conocía el resultado de Michelson-Morley,
así como anteriores resultados nulos experimentales en busca de evidencia del
éter, tales como el trabajo de Armand Fizeau. Pero Fólsing y muchos otros
historiadores de la ciencia han argumentado también que tales experimentos
desempeñaron, como mucho, un papel secundario en el pensamiento de
Einstein. Einstein estaba principalmente guiado por consideraciones de
simetría matemática, simplicidad y una extraordinaria intuición física. <<
Página 586
[3.3] Para que nosotros veamos algo, la luz tiene que viajar hasta nuestros ojos;
análogamente, para que veamos luz, la propia luz tendría que hacer el mismo
viaje. Así, cuando yo digo que Bart ve la luz que se está alejando, es una
forma de abreviar. Estoy imaginando que Bart tiene un pequeño ejército de
ayudantes, todos ellos moviéndose a la velocidad de Bart pero situados a
diversas distancias a lo largo del camino que siguen él y el rayo de luz. Estos
ayudantes ponen al día a Bart acerca de la velocidad que llevaba la luz y el
momento en que la luz alcanzó tales lugares distantes. Entonces, sobre la base
de esa información, Bart puede calcular con qué rapidez se está alejando la
luz de él. <<
Página 587
[3.4] Hay muchas deducciones matemáticas elementales de las ideas de
Einstein acerca del espacio y el tiempo que surgen de la relatividad especial.
Si está interesado puede echar, por ejemplo, una mirada al capítulo 2 de El
universo elegante (y a los detalles matemáticos que se dan en las notas finales
a ese capítulo). Una exposición más técnica pero extraordinariamente lúcida
es Edwin Taylor y John Archibald Wheeler, Spacetime Phy-sics: Introduction
to Special Relativity (Nueva York, W. H. Freeman & Co., 1992). <<
Página 588
[3.5] La detención del tiempo a la velocidad de la luz es una noción
interesante, pero es importante no ver demasiado en ello. La relatividad
especial demuestra que ningún objeto material puede alcanzar nunca la
velocidad de la luz: cuanto más rápido viaja un objeto material, más difícil
será empujarlo para que aumente su velocidad. Si fuera casi a la velocidad de
la luz, tendríamos que dar al objeto un empujón esencialmente infinito para
que fuera más rápido, y eso es algo que nunca podemos hacer. Así, la
perspectiva «atemporal» del fotón está limitada a objetos sin masa (de los que
el fotón es un ejemplo), y así la «atemporalidad» está permanentemente más
allá de lo que ninguna partícula, salvo unos pocos tipos, puede alcanzar.
Aunque es un ejercicio interesante y frudtífero imaginar cómo sería el
universo cuando nos movemos a la velocidad de la luz, finalmente
necesitamos centramos en perspectivas que los objetos materiales, tales como
nosotros mismos, pueden alcanzar, si queremos extraer inferencias de cómo
afecta la relatividad especial a nuestra experiencia del tiempo. <<
Página 589
[3.6] Ver Abraham Pais, Subtle is the Lord, pp. 113-114. <<
Página 590
[3.7] Para ser más exactos, definimos que el agua está girando si adopta una
Página 591
[3.8] Albrecht Fólsing, Albert Einstein (Nueva York, Viking Press, 1967), pp.
208-210. <<
Página 592
[3.9] El lector con inclinación matemática advertirá que si escogemos las
unidades de modo que la velocidad de la luz toma la forma de una unidad de
espacio por una unidad de tiempo (como un año-luz por año o un segundo-luz
por segundo, donde un año-luz es aproximadamente 9 billones y medio de
kilómetros y un segundo-luz es aproximadamente 300.000 kilómetros),
entonces la luz se mueve a través del espaciotiempo en rayos inclinados a 45
grados (porque tales líneas diagonales son las que cubren una unidad de
espacio en una unidad de tiempo, dos unidades de espacio en dos unidades de
tiempo, etc.). Puesto que nada puede superar la velocidad de la luz, cualquier
objeto material debe cubrir menos distancia en el espacio en un intervalo de
tiempo dado que la que cubriría un rayo de luz, y por eso la trayectoria que
sigue a través del espaciotiempo debe formar un ángulo con la línea central
del diagrama (la línea que recorre el centro de la barra de corteza a corteza)
menor de 45 grados.
Página 593
Página 594
ellas es menor que 45 grados. <<
Página 595
[3.10] Para el lector con inclinación matemática, lo que se está afirmando es
Página 596
[3.11] Hay algo más de importancia en lo que todos los observadores,
independientemente de su movimiento, también estarán de acuerdo. Está
implícito en lo que hemos descrito, pero vale la pena afirmarlo directamente.
Si un suceso es causa de otro (yo tiro una piedra que hace que se rompa una
ventana), todos los observadores están de acuerdo en que la causa precedió al
efecto (todos los observadores estarán de acuerdo en que yo tiré la piedra
antes de que se rompiese la ventana). Para el lector con inclinación
matemática, no es realmente difícil ver esto utilizando nuestra representación
esquemática del espaciotiempo. Si el suceso A es la causa del suceso B,
entonces una recta trazada de A a B corta a cada una de las rebanadas de
tiempo (rebanadas de tiempo de un observador en reposo con respecto a A) a
un ángulo mayor de 45 grados (el ángulo entre los ejes espaciales —ejes que
están en cualquier rebanada de tiempo dada— y la recta entre A y B es mayor
que 45 grados). Por ejemplo, si A y B tienen lugar en la misma localización
en el espacio (la goma elástica enrollada en mi dedo [A] hace que mi dedo se
ponga blanco [B]) entonces la línea que conecta A y B forma un ángulo de 90
grados con respecto a las rebanadas de tiempo. Si A y B tienen lugar en
diferentes lugares en el espacio, cualquier cosa que viajó de A a B para
ejercer la influencia (mi piedra que viaja desde el tirachinas a la ventana) lo
hizo a velocidad menor que la de la luz, lo que significa que el ángulo difiere
de 90 grados (el ángulo cuando no hay ninguna velocidad implicada) en
menos de 45 grados —por ejemplo, el ángulo con respecto a las rebanadas de
tiempo (los ejes espaciales) es mayor que 45 grados—. (Recuerde de la nota
final 9 de este capítulo que la velocidad de la luz fija el límite y dicho
movimiento traza líneas de 45 grados.) Ahora, como en la nota final 9, las
diferentes rebanadas de tiempo asociadas con un observador en movimiento
están inclinadas con respecto a las de un observador en reposo, pero el ángulo
es siempre menor que 45 grados (puesto que el movimiento relativo entre dos
observadores materiales es siempre menor que la velocidad de la luz). Y
puesto que el ángulo asociado con sucesos causalmente relacionados es
siempre mayor que 45 grados, las rebanadas de tiempo del observador, que
necesariamente viaja a velocidad menor que la de la luz, no pueden encontrar
Página 597
el efecto primero y encontrar la causa más tarde. Para todos los observadores
la causa precederá al efecto. <<
Página 598
[3.12]
La noción de que las causas preceden a sus efectos (ver la nota
precedente) sería cuestionada, entre otras cosas, si las influencias pudieran
viajar más rápido que la velocidad de la luz. <<
Página 599
[3.13] Isaac Newton, Sir Isaac Newton ’s Mathematical Principies of Natural
Philosophy and His System ofthe World, trans. A. Motte and Florian Ca-jori
(Berkeley, University of California Press, 1934), vol I, p. 634. <<
Página 600
[3.14] Puesto que la atracción gravitatoria de la Tierra difiere de un lugar a
otro, un observador en caída libre, con extensión espacial, aún puede detectar
una influencia gravitatoria residual. A saber: si el observador, mientras cae,
suelta dos pelotas de béisbol —una desde su brazo derecho extendido y la otra
desde su brazo izquierdo— cada una de ellas caerá a lo largo de una
trayectoria dirigida hacia el centro de la Tierra. Así, desde la perspectiva del
observador, él estará cayendo directamente hacia el centro de la Tierra,
mientras que la pelota liberada de su mano izquierda viajará hacia abajo y
ligeramente hacia la izquierda y la pelota liberada de su mano izquierda
viajará hacia abajo y ligeramente hacia la derecha. Así, mediante medidas
cuidadosas, el observador verá que la distancia entre las dos pelotas
disminuye lentamente; se mueven una hacia otra. No obstante, para este
efecto es crucial que las bolas se liberen en lugares ligeramente diferentes en
el espacio, de modo que sus trayectorias en caída libre hacia el centro de la
Tierra sean también ligeramente diferentes. Así, un enunciado más preciso de
la idea de Einstein es que cuanto menor es la extensión espacial de un objeto,
más completamente puede eliminar la gravedad desplomándose en caída
libre. Aunque es un punto importante, esta complicación puede ser ignorada
sin problemas en la discusión. <<
Página 601
[3.15] Para una explicación más detallada, aunque a un nivel general, de la
Página 602
[3.16] Para el lector con formación matemática las ecuaciones de Einstein son
Página 603
[3.17] Charles Misner, Kip Thome y John Archibald Wheeler, Gravitation,
(San Francisco, W.H. Freeman and Co., 1973), pp. 544-545. <<
Página 604
[3.18] En 1954 Einstein escribió a un colega: «De hecho, uno ya no debería
Página 605
[3.19] Como se mencionó antes, sucesivas generaciones han atribuido las ideas
Página 606
[3.20] Un matiz aquí es que objetos que están tan lejanos que no ha habido
Página 607
[3.21]
El lector experto reconocerá que este enunciado es, técnicamente
hablando, demasiado fuerte, pues no hay soluciones no triviales en el espacio
vacío (es decir, el espacio no-Minkowski) para la relatividad general. Aquí
estoy utilizando simplemente el hecho de que la relatividad especial puede
considerarse un caso especial de la relatividad general en el que se ignora la
gravedad. <<
Página 608
[3.22] Para ser ecuánime, déjeme señalar que hay físicos y filósofos que no
Página 609
[3.23] El lector con inclinación matemática podría encontrar ilustrativo saber
Página 610
[3.24] Max Jammer, Concepts of Space, p. xvn. <<
Capítulo 4
Página 611
[4.1] Con más exactitud, ésta parece ser una concepción medieval con raíces
Página 612
[4.2] Como discutiremos más adelante en este libro, hay dominios (tales como
el big bang y los agujeros negros) que aún presentan muchos misterios,
debido en parte a las condiciones extremas de tamaño pequeño y densidades
enormes que hacen que incluso la teoría más refinada de Einstein deje de ser
válida. Así, la afirmación se aplica a todos los contextos salvo los más
extremos en los que las propias leyes conocidas se hacen sospechosas. <<
Página 613
[4.3] Un primer lector de este texto que, sorprendentemente, tiene un especial
Página 614
[4.4] Para evitar cualquier confusión, permítame volver a resaltar de entrada
que cuando digo, «El universo es no local», o «Algo que hacemos aquí puede
estar entrelazado con algo allí», no me estoy refiriendo a la capacidad de
ejercer un control intencionado instantáneo sobre algo lejano. En lugar de
ello, como quedará claro, el efecto al que me estoy refiriendo se manifiesta
como correlaciones entre sucesos que tienen lugar —habitualmente en forma
de correlaciones entre resultados de medidas— en localizaciones distantes
(localizaciones para las que no habría tiempo suficiente para que ni siquiera la
luz viajara de una a la otra). Me estoy refiriendo, pues, a lo que los físicos
llaman correlaciones no locales. A primera vista, tales correlaciones quizá no
le parezcan particularmente sorprendentes. Si alguien le envía una caja que
contiene un miembro de un par de guantes, y envía el otro miembro del par a
un amigo suyo que está a miles de kilómetros, habrá una correlación entre la
mano del guante que ve cada uno de ustedes al abrir sus cajas respectivas: si
usted ve el guante izquierdo, su amigo verá el derecho; si usted ve el derecho,
su amigo verá el izquierdo. Y, evidentemente, nada en estas correlaciones es
misterioso. Pero, como iremos describiendo, las correlaciones que se dan en
el mundo cuántico parecen ser de una naturaleza muy diferente. Es como si
usted tuviera un par de «guantes cuánticos» en el que cada miembro puede ser
o bien de mano izquierda o bien de mano derecha, y adquiere una mano
definida sólo cuando es adecuadamente observado o se interacciona con él.
La extrañeza aparece porque, aunque cada guante parece escoger su mano al
azar cuando es observado, los guantes trabajan en conjunto, incluso si están
ampliamente separados: si uno escoge izquierda, el otro escoge derecha, y
viceversa. <<
Página 615
[4.5] La mecánica cuántica hace predicciones sobre el micromundo que están
Página 616
[4.6] Para el lector con inclinación matemática, déjeme señalar un aspecto
Página 617
[4.7] Los experimentos a los que me refiero son aquellos sobre el efecto
fotoeléctrico, en los que la luz que incide sobre varios metales hace que sean
expulsados electrones de la superficie del metal. Los experimentadores
encontraron que cuanto mayor es la intensidad de la luz, mayor es el número
de electrones emitidos. Además, los experimentos revelaron que la energía de
cada electrón expulsado estaba determinada por el color —la frecuencia— de
la luz. Esto, como argumentó Einstein, es fácil de entender si la luz está
compuesta de partículas, puesto que mayor intensidad luminosa se traduce en
más partículas de luz (más fotones) en el haz —y cuantos más fotones hay, a
más electrones golpearán y expulsarán de la superficie metálica—. Además,
la frecuencia de la luz determinaría la energía de cada fotón, y con ello la
energía de cada electrón expulsado, en acuerdo preciso con los datos. Las
propiedades tipo partícula de los fotones fueron finalmente confirmadas por
Arthur Compton en 1923 mediante experimentos que implican la dispersión
elástica de fotones y electrones. <<
Página 618
[4.8] Institut International de Physique Solvay, Rapport et discussions du 5éme
Página 619
[4.9]
Irene Bom, trans., The Bom-Einstein Letters (Nueva York, Walker,
1971), p. 223. [Hay trad. cast.: Correspondencia (1916-1955), Siglo XXI,
México, 1971.] <<
Página 620
[4.10] Henry Stapp, Nuovo Cimento 40B (1977), pp. 191-204. <<
Página 621
[4.11] David Bohm fue una de las mentes creativas que trabajaron en mecánica
Página 622
[4.12] Por supuesto, si usted espera lo suficiente, lo que usted le hace a una
partícula puede, en principio, afectar a la otra: una partícula podría enviar una
señal que alerte a la otra de que ha sido sometida a una medida, y esta señal
podría afectar a la partícula receptora. Sin embargo, puesto que ninguna señal
puede viajar a mayor velocidad que la de la luz, este tipo de influencia no es
instantánea. El punto clave en la discusión actual es que en el mismo
momento en que medimos el espín de una partícula en tomo a un eje escogido
conocemos el espín de la otra partícula sobre dicho eje. Y así, cualquier tipo
de comunicación «estándar» entre las partículas —comunicación lumínica o
sublumínica— no es relevante. <<
Página 623
[4.13] En esta sección y en la próxima, la depuración del descubrimiento de
Página 624
[4.14] Aunque la hipótesis de localidad es fundamental para el argumento de
Página 625
[4.15] Ver, por ejemplo, Murray Gellmann, The Quark and the Jaguar (Nueva
York, Freeman, 1994), y Huw Price, Time’s Arrow and Archimedes’ Point
(Oxford, Oxford University Press, 1996) <<
Página 626
[4.16] La relatividad especial prohíbe que algo que ha viajado alguna vez más
lento que la luz cruce la barrera de la velocidad de la luz. Pero que algo haya
estado viajando siempre más rápido que la velocidad de la luz no está
estrictamente descartado por la relatividad especial. Partículas hipotéticas de
este tipo se denominan taquiones. La mayoría de los físicos creen que los ta-
quiones no existen, pero otros disfrutan jugando con la posibilidad de que lo
hagan. Hasta ahora, sin embargo, fundamentalmente debido a las
características extrañas que tendrían esas partículas más rápidas que la luz
según las ecuaciones de la relatividad general, nadie ha encontrado ningún
uso particular para ellas —ni siquiera hablando hipotéticamente—. En
estudios modernos, se considera generalmente que una teoría que dé lugar a
taquiones adolece de inestabilidad. <<
Página 627
[4.17] El lector con inclinación matemática debería advertir que, en su núcleo,
la relatividad especial afirma que las leyes de la física deben ser invariantes
Lorentz, es decir, invariantes bajo transformaciones de coordenadas en el
espaciotiempo de Minkowski. La conclusión, entonces, es que la mecánica
cuántica encajaría con la relatividad especial si pudiera ser formulada de una
manera totalmente invariante Lorentz. Ahora bien, la mecánica cuántica
relativista y la teoría cuántica de campos relativista han recorrido un largo
camino hacia ese objetivo, pero aún no hay un pleno acuerdo respecto a si han
abordado el problema de la medida cuántica en un marco invariante Lorentz.
En la teoría cuántica relativista, por ejemplo, es sencillo calcular, de una
manera completamente invariante Lorentz, las amplitudes de probabilidad y
las probabilidades para los resultados de varios experimentos. Pero el
tratamiento estándar queda lejos de describir también la forma en que emerge
un resultado particular u otro del abanico de posibilidades cuánticas —es
decir, qué sucede en el proceso de medida—. Esta es una cuestión
particularmente importante para el entrelazamiento, pues el fenómeno
depende en efecto de lo que hace un experimentador —el acto de medir una
de las propiedades de la partícula entrelazada—. Para una discusión más
detallada, ver Tim Maudlin, Quantum Non-locality and Relativity (Oxford,
Blackwell, 2002). <<
Página 628
[4.18] Para el lector con inclinación matemática he aquí el cálculo meca-
nocuántico que hace predicciones en acuerdo con estos experimentos.
Suponga que los ejes a lo largo de los cuales los detectores miden el espín son
un eje vertical y otros dos a 120 grados en el sentido de las agujas y en
sentido contrario respecto a la vertical (como las doce en punto, las cuatro en
punto y las ocho en punto en dos relojes, uno por cada detector, que están uno
enfrente de otro) y considere, por razón del argumento, dos electrones que
salen espalda contra espalda y se dirigen hacia estos detectores en el
denominado estado singlete. Éste es el estado cuyo espín total es cero, lo que
asegura que si se encuentra que un electrón está en el estado espín-arriba, el
otro estará en el estado espín-abajo, en tomo a un eje dado, y viceversa.
(Recordemos que, para simplificar, en el texto he descrito las correlaciones
entre los electrones como si asegurasen que si uno está en espín-arriba
también lo está el otro, y si uno está espín-abajo, también lo está el otro; en
realidad, la correlación es tal que los espines apuntan en direcciones opuestas.
Para enlazar con el texto principal, usted siempre puede imaginar que los dos
detectores están calibrados de forma opuesta, de modo que lo que uno llama
espín-arriba el otro llama espín-abajo.) Un resultado estándar de la mecánica
cuántica elemental demuestra que si el ángulo entre los ejes a lo largo de los
cuales nuestros dos detectores miden los espines de los electrones es q,
entonces la probabilidad de que midan valores de espín opuestos es
eos2 (q/2). Así, si los ejes de los detectores están alineados (q = 0),
decididamente miden valores de espín opuestos. (El análogo a que los
detectores en el test principal midan siempre el mismo valor cuando se fijan
en la misma dirección), y si se fijan a o bien +120° o bien -120°, la
probabilidad de que midan espines opuestos es eos2(+120° o -120°) = 1/4.
Ahora, si los ejes de los detectores se fijan aleatoriamente, 1/3 de las veces
apuntarán en la misma dirección, y 2/3 de las veces no lo harán. Así, en todas
las realizaciones, esperamos encontrar espines opuestos (l/3)(l)+(2/3)(l/4) =
1/2 de las veces, como se encuentra en los datos. Quizá usted encuentre
extraño que la hipótesis de localidad dé una correlación de espín más alta
(mayor que el cincuenta por 100) que la que encontramos con la mecánica
cuántica estándar (exactamente el cincuenta por 100); usted pensaría que el
Página 629
entrelazamiento a larga distancia de la mecánica cuántica debería dar una
correlación mayor.
De hecho, lo hace. Una manera de verlo es ésta: con sólo una correlación del
cincuenta por 100 sobre todas las medidas, las mecánica cuántica da una
correlación del cien por 100 para medidas en las que los ejes de los detectores
izquierdo y derecho se escogen apuntando en la misma dirección. En el
universo local de Einstein, Podolski y Rosen, se requiere una correlación
mayor del 55 por 100 sobre todas las medidas para asegurar un cien por 100
de acuerdo cuando se escogen los mismos ejes. Entonces, de forma
aproximada, en un universo local una correlación de un cincuenta por 100
sobre todas las medidas implicaría una correlación de menos del cien por 100
cuando se escogen los mismos ejes —por ejemplo, una correlación menor que
la que encontramos en nuestro universo cuántico no-local. <<
Página 630
[4.19] Usted podría pensar que un colapso instantáneo superaría la velocidad
límite fijada por la luz y por ello aseguraría un conflicto con la relatividad
especial. Y si las ondas de probabilidad fuesen realmente como las ondas de
agua, usted habría tenido una prueba irrefutable. Que el valor de una onda de
probabilidad cayese repentinamente a cero en una enorme extensión sería
mucho más sorprendente que si toda el agua del Océano Pacífico se hiciera
instantáneamente plana y dejara de moverse. Pero, dicen los que utilizan la
mecánica cuántica, las ondas de probabilidad no son como las ondas de agua.
Una onda de probabilidad, aunque describe la materia, no es en sí misma algo
material y, siguen diciendo los practicantes, la barrera de la velocidad de la
luz se aplica sólo a objetos materiales, cosas cuyo movimiento puede verse,
sentirse y detectarse directamente. Si una onda de probabilidad de un electrón
ha caído a cero en la Galaxia Andrómeda, un físico de Andrómeda
sencillamente fracasaría, con un cien por 100 de certeza, en detectar el
electrón. Nada en las observaciones del físico de Andrómeda revela el cambio
repentino en la onda de probabilidad asociado con la detección acertada,
digamos, del electrón en Nueva York. En tanto que el propio electrón no viaja
de un lugar a otro a velocidad mayor que la luz, no hay conflicto con la
relatividad especial. Y, como usted puede ver, todo lo que ha sucedido es que
el electrón fue encontrado en Nueva York y no en ningún otro lugar. Su
velocidad nunca entró en la discusión. Así, aunque el colapso instantáneo de
la probabilidad es un marco que trae enigmas y problemas (discutidos con
más detalle en el capítulo 7), no implica necesariamente un conflicto con la
relatividad especial. <<
Página 631
[4.20] Para una discusión de algunas de estas propuestas, ver Tim Maudlin,
Página 632
[5.1]
Página 633
Página 634
<<
Página 635
[5.2] Este número —y un número similar dado algunos párrafos después para
Página 636
[5.3] El lector con inclinación matemática debería advertir que la metáfora de
Página 637
[5.4] El lector experto reconocerá que estoy suponiendo que el espacio-tiempo
Página 638
[5.5]
Albert Einstein and Michele Besso: Correspondence 1903-1955, P.
Speziali, ed. (París, Hermán, 1972) [Hay trad. cast.: Correspondencia con
Michele Besso, Tusquets, Barcelona, 1994.] <<
Página 639
[5.6] La discusión aquí pretende dar una idea cualitativa de cómo una
experiencia precisamente ahora, junto los recuerdos que usted tiene
precisamente ahora, forman la base de su sensación de haber experimentado
una vida en la que ha vivido dichos recuerdos. Pero si, por ejemplo, su
cerebro y su cuerpo fueran colocados exactamente en el mismo estado en que
están precisamente ahora, usted tendría la misma sensación de haber vivido la
vida que sus recuerdos testimonian (suponiendo, como yo lo hago, que la base
de toda experiencia puede encontrarse en el estado físico del cerebro y el
cuerpo), incluso si dichas experiencias nunca sucedieron realmente sino que
fueron impresas artificialmente en su estado cerebral. Una simplificación en
la discusión es la hipótesis de que podemos sentir o experimentar cosas que
suceden en un único instante cuando, en realidad, se necesita un tiempo de
procesamiento para que el cerebro reconozca e interprete cualquier estímulo
que reciba. Aunque cierto, esto no es de especial relevancia para lo que estoy
señalando; es una complicación interesante pero básicamente irrelevante que
surge de analizar el tiempo de una manera directamente ligada a la
experiencia humana. Como discutimos antes, los ejemplos humanos ayudan a
hacer nuestra discusión más visceral, pero requieren que prescindamos de
aquellos aspectos de la discusión que son más interesantes desde una
perspectiva biológica frente a una perspectiva física. <<
Página 640
[5.7] Usted podría preguntarse qué relación tiene la discusión en este capítulo
Página 641
[5.8] Rudolf Carnap, «Autobiography», en The Philosophy of Rudolf Carnap,
Página 642
[6.1] Note que la asimetría a la que nos referimos —la flecha del tiempo—
surge del orden en el que los sucesos tienen lugar en el tiempo. Usted también
podría preguntarse sobre simetrías en el propio tiempo —-por ejemplo, como
veremos en capítulos posteriores, según algunas teorías cosmológicas el
tiempo puede haber tenido un comienzo pero puede no tener un fin—. Son
nociones distintas de asimetría temporal, y nuestra discusión aquí se centra en
la primera. Incluso así, al final de este capítulo llegaremos a la conclusión de
que la asimetría temporal de las cosas en el tiempo se basa en condiciones
especiales en el principio de la historia del universo, y así vinculan la flecha
del tiempo con aspectos de la cosmología. <<
Página 643
[6.2] Para el lector con inclinación matemática, déjeme señalar más
exactamente lo que se entiende por simetría de inversión temporal y apuntar
una excepción intrigante cuya importancia para las cuestiones que estamos
discutiendo en este capítulo todavía no ha sido completamente establecida. La
noción más simple de simetría de inversión temporal es la afirmación de que
un conjunto de leyes de la física es simétrico frente a inversión temporal si
Página 644
Página 645
dada una solución cualquiera de las ecuaciones, digamos S(t), entonces S(-t)
es también una solución de las ecuaciones. Por ejemplo, en mecánica
newtoniana, con fuerzas que dependen de las posiciones de las partículas, si
x(t) = (xdt), x2(t),..., x3n(t)) son las posiciones de n partículas en tres
dimensiones espaciales, entonces el hecho de que x(t) es solución de
d2x(t)/dt2 = F(x(t)) implica que x(-t) es también una solución de las
ecuaciones de Newton, i.e., d2x(-t)/dt2 = F(x(-t)). Nótese que x(-t) representa
el movimiento de una partícula que pasa por las misma posiciones que x(t),
pero en orden invertido, con velocidades invertidas. <<
Página 646
[6.3] A veces encuentro que hay resistencia a aceptar la afirmación teórica de
que los trozos de la cáscara de huevo se unirían de nuevo realmente para dar
una cáscara intacta y prístina. Pero la simetría de inversión temporal de las
leyes de la Naturaleza, tal como se ha desarrollado con mayor precisión en la
nota anterior, asegura que esto es lo que sucedería. Microscópicamente, la
rotura de un huevo es un proceso físico que implica a las diversas moléculas
que constituyen la cáscara. Si aparecen grietas y se rompe la cáscara es
porque el impacto que sufre el huevo obliga a grupos de moléculas a
separarse. Si estos movimientos moleculares tuvieran lugar al revés, las
moléculas se juntarían de nuevo, recomponiendo la cáscara en su forma
anterior. <<
Página 647
[6.4] Para seguir centrados en las formas modernas de considerar estas ideas,
Página 648
[6.5]
Estoy imaginando que utilizamos la edición de Guerra y Paz de la
Modem Library Classics con 1.386 páginas de texto. <<
Página 649
[6.6] El lector con inclinación matemática debería advertir que puesto que los
Página 650
[6.7] Aunque, en principio, podemos predecir dónde caerá cada página, quizá a
Página 651
[6.8] La idea de calcular el movimiento de siquiera unas pocas páginas con la
Página 652
[6.9] Podría preocuparle el hecho de que existe una diferencia fundamental
Página 653
con inclinación matemática, señalaré que normalmente escogemos la medida
que es uniforme sobre todos los microestados compatibles con un
macroestado dado —es decir, cada configuración microscópica asociada con
un conjunto dado de propiedades macroscópicas se supone igualmente
probable—.) <<
Página 654
[6.10] Específicamente, sabemos una forma en la que esto podía suceder: si
Página 655
[6.11] Usted podría preguntarse por qué el agua nunca se convierte en hielo,
puesto que eso da como resultado que las moléculas de H2O se hagan más
ordenadas, es decir, alcancen una entropía menor, y no mayor. Bien, la
respuesta aproximada es que cuando el agua líquida se convierte en hielo
sólido, cede energía al ambiente (lo contrario de lo que sucede cuando el hielo
se funde, en que toma energía del ambiente), y eso eleva la entropía del
ambiente. A temperaturas ambiente suficientemente bajas, es decir, por
debajo de cero grados Celsius, el aumento de la entropía del ambiente supera
la disminución en la entropía del agua, de modo que la congelación se hace
entrópicamente favorecida. Por esto es por lo que se forma hielo en el frío del
invierno. Análogamente, cuando se forman cubos de hielo en su refrigerador,
su entropía baja pero el propio refrigerador bombea calor al ambiente, y si
éste se tiene en cuenta, hay un incremento neto de entropía total. La respuesta
más precisa, para el lector con inclinación matemática, es que los fenómenos
espontáneos del tipo que estamos discutiendo están gobernados por lo que se
conoce como energía libre. Intuitivamente, la energía libre es esa parte de la
energía de un sistema que puede ser aprovechada para hacer algún trabajo.
Matemáticamente, la energía libre, F, se define por F = U - TS, donde U
representa la energía total, T representa la temperatura y S representa la
entropía. Un sistema sufrirá un cambio espontáneo si eso da como resultado
una disminución de su energía libre. A bajas temperaturas, la caída en U
asociada con que el agua líquida se transforme en hielo sólido supera a la dis-
minuicón en S (supera al aumento en -TS), y por ello ocurrirá. A altas
temperaturas (por encima de cero grados Celsius), no obstante, el cambio de
hielo a agua líquida o vapor gaseoso está entrópicamente favorecido (el
aumento en S supera los cambios en U) y así ocurrirá. <<
Página 656
[6.12] Para una discusión inicial de cómo una simple aplicación del
razonamiento entrópico nos llevaría a concluir que los recuerdos y los
registros históricos no son exposiciones del pasado dignas de confianza, ver
C. F. von Weizsácker en The Unit ofNature (Nueva York, Farrar, Straus and
Giroux, 1980), pp. 138-146 (originalmente publicado en Annalen del Physik
36, 1939). Para una excelente discusión reciente, ver David Albrecht Time
and Chance (Cambridge, Mass., Harvard University Press, 2000). <<
Página 657
[6.13] De hecho, puesto que las leyes de la física no distinguen entre hacia
Página 658
[6.14] El lector especialmente cuidadoso podría pensar que he prejuzgado la
discusión con la expresión «al principio» puesto que introduce una asimetría
temporal. Lo que quiero decir, en lenguaje más preciso, es que no
necesitaremos condiciones especiales que prevalezcan en (al menos) un
extremo de la dimensión temporal. Como se hará claro, las condiciones
especiales equivalen a una condición de contorno de baja entropía y llamaré
el «pasado» a una dirección en la que se satisface esta condición. <<
Página 659
[6.15] La idea de que la flecha del tiempo requiere un pasado de baja entropía
tiene una larga histroia que se remonta a Boltzmann y otros; fue discutida en
detalle en Hans Reichenbach, The Direction of Time (Mineóla, Nueva York,
Dover Publications, 1984) y fue defendida de una manera cuantitativa
particularmente interesante en Roger Penrose, The Emperor’s New Mind
(Nueva York, Oxford University Press, 1989), pp. 317 ss. <<
Página 660
[6.16] Recordemos que nuestra discusión en este capítulo no tiene en cuenta la
Página 661
[6.17] Una pregunta natural es cómo sabemos que no hay alguna ligadura
futura que tenga también un impacto en la entropía. La conclusión es que no
lo sabemos, y algunos físicos han sugerido incluso experimentos para detectar
la posible influencia que tal ligadura futura pudiera tener sobre las cosas que
podemos observar hoy. Para un artículo interesante que discute la posibilidad
de ligaduras pasadas y futuras sobre la entropía ver Murray Gell-Mann y
James Hartle, «Time Symmetry and Asymmetry in Quantum Me-chanics and
Quantum Cosmology», en Physical Origins ofTime Asymmetry, J.J.
Halliwell, J. Pérez-Mercader, W.H. Zurek, eds. (Cambridge, Cambridge
University Press, 1996), así como otros artículos en las partes 4 y 5 de esta
recopilación. <<
Página 662
[6.18] En este capítulo hemos hablado de la flecha del tiempo haciendo
referencia al hecho aparente de que hay una asimetría a lo largo del eje
temporal (eje temporal de cualquier observador) del espaciotiempo: una
enorme variedad de secuencia de sucesos está dispuesta en un orden a lo largo
del eje temporal, pero el ordenamiento inverso de tales sucesos apenas ocurre,
si es que lo hace alguna vez. Durante años, físicos y filósofos han dividido
estas secuencias de sucesos en subcategorías cuyas asimetría temporales
podrían estar sujetas, en teoría, a explicaciones lógicamente independientes.
Por ejemplo, el calor fluye de objetos calientes a otros más fríos, pero no de
objetos fríos a los calientes; las ondas electromagnéticas emanan de fuentes
como estrellas y bombillas, pero nunca parecen converger en tales fuentes; el
universo parece estar expandiéndose uniformemente, y no contrayéndose; y
nosotros recordamos el pasado y no el futuro (éstas son las denominadas
flecha del tiempo termondinámica, electromagnética, cosmológica y
psicológica, respectivamente). Todos estos son fenómenos asimétricos en el
tiempo, pero en principio podrían adquirir su asimetría temporal a partir de
principios físicos completamente diferentes. Mi opinión, una que muchos
comparten (pero otros no), es que, excepto posiblemente la flecha
cosmológica, estos fenómenos temporalmente asimétricos no son
fundamentalmente diferentes y, en última instancia, están sujetos a la misma
explicación —la que hemos descrito en este capítulo—. Por ejemplo, ¿por qué
la radiación electromagnética viaja en ondas que se expanden hacia afuera
pero no en ondas que se contraen hacia adentro, incluso si ambas son
soluciones perfectamente buenas de las ecuaciones del electromagnetismo de
Maxwell? Bien, porque nuestro universo tiene fuentes ordenadas, coherentes,
de baja entropía para tales ondas hacia afuera —estrellas y bombillas por citar
dos— y la existencia de estas fuentes ordenadas deriva del entorno aún más
ordenado en el nacimiento del universo, como se discute en el texto principal.
La flecha del tiempo psicológica es más difícil de abordar puesto que hay
mucho sobre la base microfísica del pensamiento humano que aún tenemos
que entender. Pero se han hecho muchos progresos en entender la flecha del
tiempo cuando se trata de computadores —emprender, completar y luego
producir un registro de una computación es una secuencia computacional
Página 663
básica cuyas propiedades entrópicas son bien entendidas (como desarrollaron
Charles Benett, Rolf Landauer y otros), y ajustan perfectamente dentro de la
segunda ley de la termodinámica—. Así, si el pensamiento humano puede
asemejarse a procesos computacionales, puede aplicarse una explicación
termodinámica similar. Nótese también que la asimetría asociada con el hecho
de que el universo se está expandiendo y no contrayendo está relacionada,
aunque es lógicamente distinta, con la flecha del tiempo que hemos estado
explorando. Si la expansión del universo se frenara, detuviera y luego se
convirtiera en una contracción, la flecha del tiempo seguiría apuntando en la
misma dirección. Los procesos físicos (huevos que se rompen, personas que
envejecen y demás) seguirían sucediendo en la dirección habitual, incluso si
la expansión del universo se hubiera invertido. <<
Página 664
[6.19] Para el lector con inclinación matemática, note que cuando hacemos este
Página 665
[6.20] Quizá usted esté tentado a argumentar que el universo conocido tenía
Página 666
[7.1]
Es bien sabido que las ecuaciones de la física clásica no pueden
resolverse exactamente si se está estudiando el movimiento de tres o más
cuerpos en interacción mutua. Así, incluso en física clásica, cualquier
predicción real sobre el movimiento de un gran conjunto de partículas será
necesariamente aproximada. El punto importante, no obstante, es que no hay
ningún límite fundamental a lo buena que pueda ser esta aproximación. Si el
mundo estuviera gobernado por la física clásica, entonces con computadores
cada vez más potentes y datos iniciales cada vez más precisos de las
posiciones y velocidades, podríamos acercamos cada vez más a la respuesta
exacta. <<
Página 667
[7.2] Al final del capítulo 4 señalé que los resultados de Bell, Aspect y otros no
Página 668
[7.3] Para una explicación matemática pero muy pedagógica ver R. P.
Feynman y A.R. Hibbs, Quantum Mechanics and Path Integráis (Burr Ride-
ge, III, McGraw-Hill Higher Education, 1965). <<
Página 669
[7.4]
Quizá esté tentado a apelar a la discusión del capítulo 3, en la que
aprendimos que a la velocidad de la luz el tiempo se frena hasta pararse, para
argumentar que desde la perspectiva del fotón todos los instantes son el
mismo instante, de modo que el fotón «sabe» cómo está el interruptor del
detector cuando pasa por el divisor de haz. Sin embargo, estos experimentos
pueden realizarse con otros tipos de partículas, tales como electrones, que
viajan más lentas que la luz, y los resultados no cambian. Así pues, esta
perspectiva no ilumina la física esencial. <<
Página 670
[7.5] El montaje experimental discutido, así como resultados experimentales
Página 671
[7.6]
La mecánica cuántica puede fundamentarse también en una ecuación
equivalente presentada en una forma diferente (conocida como mecánica de
matrices) por Wemer Heisenberg en 1925. Para el lector con inclinación
matemática, la ecuación de Schródinger: HY (x,t) = ih(dY(x,t)/dt), donde H
representa el hamiltoniano, Y (x,t) representa la función de onda y h es la
constante de Planck. <<
Página 672
[7.7] El lector experto advertirá que aquí estoy suprimiendo un punto sutil. A
Página 673
[7.8]
En realidad Bohm redescubrió y desarrolló una aproximación que se
remonta al príncipe Louis de Broglie, de modo que esta aproximación se
denomina a veces la aproximación de Broglie-Bohm. <<
Página 674
[7.9] Para el lector con inclinación matemática, la aproximación de Bohm es
Página 675
[7.10]
Para un tratamiento excepcionalmente claro de la aproximación de
Ghirardi-Rimini-Weber y su relevancia para entender el entrelazamiento
cuántico, ver John Bell, Speakable and Unspeakable in Quantum Mechanics
(Cambridge, Cambridge University Press, 1993). <<
Página 676
[7.11] Algunos físicos consideran que las preguntas en esta lista son
subproductos irrelevantes de confusiones anteriores con respecto a la
mecánica cuántica. La función de onda, afirma esta visión, es meramente una
herramienta teórica para hacer predicciones (probabilistas) y no se le debería
atribuir ninguna realidad matemática (una visión a veces llamada la
aproximación «calla y calcula», puesto que anima a utilizar la mecánica
cuántica y las funciones de onda para hacer pedicciones, sin pararse a pensar
sobre lo que las funciones de onda significan y hacen realmente). Una
variante de este tema argumenta que las funciones de onda nunca colapsan
realmente, sino que las interacciones con el entorno hacen que así lo parezca.
(Pronto discutiremos una versión de esta aproximación.) Soy favorable a esta
ideas y, de hecho, creo firmemente que en última instancia prescindiremos de
la idea de colapso de la función de onda. Pero no encuentro satisfactoria la
primera aproximación, pues no estoy dispuesto a renunciar a entender lo que
sucede en el mundo cuando no estamos mirando, y la segunda —aunque, en
mi opinión, en la dirección correcta— necesita más desarrollo matemático. La
conclusión es que la medida hace algo que es o se parece o está enmascarado
como un colapso de función de onda. Bien a través de una mejor comprensión
de la influencia ambiental o bien a través de alguna otra aproximación aún por
sugerir, este efecto aparente tiene que ser abordado, y no simplemente
descartado. <<
Página 677
[7.12] Hay otras cuestiones controvertidas asociadas con la interpretación de
los muchos mundos que van más allá de su extravagancia obvia. Por ejemplo,
hay problemas técnicos para definir una noción de probabilidad en un
contexto que incluye un número infinito de copias de cada uno de los
observadores cuyas medidas se suponen sometidas a dichas probabilidades. Si
un observador dado es realmente una de entre muchas copias, ¿en qué sentido
podemos decir que él tiene una probabilidad particular de medir este o aquel
resultado? ¿Quién es «él»? Cada copia del observador medirá —con
probabilidad 1— cualquier resultado que se dé en esa copia particular del
universo en el que reside, de modo que el marco probabilista entero requiere
(y se le ha dado, y sigue dándosele) un examen cuidadoso en el marco de los
Muchos Mundos. Además, en una nota más técnica, el lector con inclinación
matemática se dará cuenta de que, dependiendo de cómo se definan
exactamente los Muchos Mundos, quizá haya que seleccionar una base propia
privilegiada. Pero ¿cómo debería escogerse dicha base propia? Ha habido
muchas discusiones y se ha escrito mucho sobre todas estas cuestiones, pero
hasta la fecha no hay ninguna solución umversalmente aceptada. La
aproximación basada en la decoherencia, discutida brevemente, ha arrojado
mucha luz sobre estas cuestiones y ha ofrecido una intuición concreta sobre la
cuestión de la selección de la base propia. <<
Página 678
[7.13] La aproximación de Bohm o de De Broglie-Bohm nunca ha recibido
amplia atención. Quizá una razón para esto, como señalaba John Bell en su
artículo «The Impossible Pilot Wave», recogido en Speakable and Unspe-
akable in Quantum Mechanics, es que ni De Broglie ni Bohm estaban
particularmente orgullosos de lo que habían desarrollado. Pero, de nuevo
como señala Bell, la aproximación de De Broglie-Bohm prescinde de buena
parte de la vaguedad y subjetividad de la aproximación más estándar. Aunque
no hubiera otra razón, incluso si la aproximación es errónea, vale la pena
saber que las partículas pueden tener posiciones definidas y velocidades
definidas en todos los instantes (que están más allá de nuestra capacidad de
medir, incluso en principio), y seguir ajustándose perfectamente a las
predicciones de la mecánica cuántica estándar —incertidumbre y demás—.
Otro argumento en contra de la aproximación de Bohm es que la no-localidad
en este marco es más «severa» que la de la mecánica cuántica estándar. Por
esto se entiende que la aproximación de Bohm tiene interacciones no-locales
(entre la función de onda y las partículas) como un elemento central de la
teoría desde el principio, mientras que en mecánica cuántica la no-localidad
está enterrada más profundamente y aparece sólo a través de correlaciones no-
locales entre medidas ampliamente separadas. Pero, como han argumentado
los defensores de esta aproximación, el que algo esté oculto no lo hace menos
presente y, además, como la aproximación estándar es vaga con respecto al
problema de la mecánica cuántica —el mismo lugar donde se hace evidente la
no-localidad— una vez que la cuestión esté completamente resuelta quizá la
no-localidad no esté tan oculta después de todo. Otros han argumentado que
hay obstáculos para hacer una versión relativista de la aproximación de
Bohm, aunque también se han hecho progresos en este frente (ver, por
ejemplo, John Bell, Beables for Quantum Field Theory, en el volumen
recopilado indicado arriba). Y así, decididamente vale la pena tener en mente
esta aproximación alternativa, incluso si sólo es una protección contra
conclusiones precipitadas acerca de lo que la mecánica cuántica implica
inevitablemente. Para el lector con inclinación matemática, un tratamiento
muy bonito de la teoría de Bohm y las cuestiones del entrelazamiento
Página 679
cuántico puede encontrarse en Tim Maudlin, Quantum Non-locality and
Relativity (Malden, Mass., Blackwell, 2002). <<
Página 680
[7.14] Para una discusión en profundidad de la flecha del tiempo en general, y
Página 681
[7.15] Sólo para darle una idea de la velocidad con que tiene lugar la
decoherencia —con qué rapidez la influencia ambiental suprime la
interferencia cuántica y con ello convierte las probabilidades cuánticas en las
familiares probabilidades clásicas— he aquí algunos ejemplos. Los números
son aproximados, pero el punto que transmiten es claro. La función de onda
de un grano de polvo que flota en su sala de estar, bombardeado por
moléculas de aire agitadas, sufrirá decoherencia en aproximadamente una
trillonésima de trillonésima (10-36) de segundo. Si el grano de polvo se
mantiene en una perfecta cámara de vacío y sometido sólo a interacciones con
la luz del Sol, su función de onda sufrirá decoherencia un poco más
lentamente, necesitante una milésima de trillonésima (10“21) de segundo. Y
si el grano de polvo está flotando en las profundidades más oscuras del
espacio vacío y sometido solamente a interacciones con los fotones de
microondas reliquias del big bang, su función de onda sufrirá decoherencia en
aproximadamente una millonésima de segundo. Estos números son
extraordinariamente pequeños, lo que demuestra que la decoherencia para
algo incluso tan minúsculo como un grano de polvo ocurre muy rápidamente.
Para objetos más grandes, la decoherencia ocurre aún más rápida. No es
asombroso entonces que, incluso si el nuestro es un universo cuántico, el
mundo que nos rodea parezca lo que parece. (Ver, por ejemplo, E. Joos,
«Elements of Environmental Decoherence», en Decoherence: Theoretical,
Experimental and Conceptual Problems, Ph. Blanchard, D. Giulini, E. Joos,
C. Kiefer, I.-O. Stamatescu, eds. [Berlín, Springer, 2000]). <<
Capítulo 8
Página 682
[8.1] Para ser más exactos, la simetría entre las leyes en Connecticut y las leyes
Página 683
[8.2] Normalmente se describen las leyes de movimiento de Newton como
leyes relevantes para «observadores inerciales», pero cuando uno mira cómo
se especifican tales observadores, todo suena circular: los observadores
inerciales son aquellos observadores para los que son válidas las leyes de
Newton. Una buena manera de considerar lo que está sucediendo en realidad
es que las leyes de Newton dirigen nuestra atención a una clase grande y
particularmente útil de observadores: aquellos cuya descripción del
movimiento encaja completa y cualitativamente dentro del marco de Newton.
Por definición, éstos son observadores inerciales. De forma operacional, los
observadores inerciales son aquellos sobre los que no están actuando fuerzas
de ningún tipo —es decir, observadores que no experimentan aceleraciones
—. La relatividad general de Einstein, por el contrario, se aplica a todos los
observadores, independientemente de su estado de movimiento. <<
Página 684
[8.3] Si viviéramos en una era durante la cual se hubiera detenido todo cambio,
no experimentaríamos ningún paso del tiempo (todas las funciones del cuerpo
y del cerebro también estarían congeladas). Pero que esto significara que el
bloque espaciotemporal en la figura 5.1 llegaba a un final o, por el contrario,
seguía sin ningún cambio a lo largo del eje del tiempo —es decir, si el tiempo
llegaría a un final o seguiría existiendo en algún tipo de sentido formal y
primario— es una pregunta hipotética que es a la vez difícil de resolver y
básicamente irrelevante para algo que pudiéramos medir o experimentar.
Adviértase que esta situación hipotética es diferente de un estado de desorden
máximo en el que la entropía no puede aumentar más, pero siguen teniendo
lugar cambios microscópicos, como que las moléculas de gas sigan un camino
u otro. <<
Página 685
[8.4] La radiación cósmica de microondas fue descubierta en 1964 por los
Página 686
[8.5] El fenómeno físico implicado aquí, como se discute en el capítulo 11, se
conoce como desplazamiento hacia el rojo. Los átomos comunes tales como
el hidrógeno y el oxígeno emiten luz a longitudes de onda que han sido bien
documentadas en experimentos de laboratorio. Cuando tales sustancias son
constituyentes de galaxias que se alejan, la luz que emiten se alarga, de la
misma forma que la sirena de un coche de policía que se aleja también se
alarga haciendo que disminuya el tono. Puesto que el rojo es la máxima
longitud de onda de la luz que puede verse a simple vista, este estiramiento de
la luz se denomina efecto de desplazamiento hacia el rojo. La cantidad de
desplazamiento hacia el rojo crece cuando aumenta la velocidad de recesión,
y por ello midiendo las longitudes de onda de la luz recibida y comparándola
con resultados de laboratorio puede determinarse la velocidad de objetos
lejanos. (Éste es en realidad solo un tipo de desplazamiento hacia el rojo,
similar al efecto Doppler. Los desplazamientos hacia el rojo también pueden
ser causados por la gravedad: los fotones se alargan cuando remontan un
campo gravitatorio.) <<
Página 687
[8.6] Más exactamente, el lector con inclinación matemática advertirá que una
Página 688
[8.7] Ver P. J. Peebles, Principies of Physical Cosmology (Princeton, Princeton
Página 689
Página 690
El pie de figura dice: «¿Pero quién está inflando realmente este globo? ¿Qué
hace que el universo se expanda o infle? ¡Un Lambda hace el trabajo!» No
vale otra respuesta. Lambda se refiere a algo conocido como la constante
cosmológica, una idea que encontraremos en el capítulo 10. <<
Página 691
[8.8] Para evitar confusión, déjeme señalar que un inconveniente del modelo
Página 692
[8.9] Usted también podría viajar hasta el borde exterior de un agujero negro y
permanecer allí con los motores encendidos para evitar caer dentro. El fuerte
campo gravitatorio del agujero negro se manifiesta en una severa deformación
del espaciotiempo, y eso da como resultado que su reloj marche mucho más
lento de lo que lo haría en lugar más normal en la galaxia (como en una
extensión espacial relativamente vacía). De nuevo, la duración del tiempo
medida por su reloj es perfectamente válida pero, puesto que va a alta
velocidad, es una perspectiva totalmente individualista. Cuando se analizan
las características del universo en conjunto, es más útil tener una noción de
tiempo transcurrido ampliamente aplicable y consensuada, y ésa es la que
proporcionan los relojes que se mueven con el flujo cósmico de la expansión
espacial y que están sometidos a un campo gravitatorio mucho más suave. <<
Página 693
[8.10] El lector con inclinación matemática notará que la luz viaja a lo largo de
Página 694
[8.11] Cuando analizan formas geométricas, los matemáticos y los físicos
utilizan una aproximación cuantitativa a la curvatura, desarrollada en el siglo
xix, que hoy es parte de un corpus de conocimiento matemático conocido
como geometría diferencial. Una forma no técnica de considerar esta medida
de curvatura es estudiar triángulos dibujados en o dentro de la forma de
interés. Si los ángulos del triángulo suman 180 grados, como lo hacen cuando
se dibuja en un tablero plano, decimos que la forma es plana. Pero si los
ángulos suman más o menos que 180 grados, como hacen cuando el triángulo
está dibujado en la superficie de una esfera (la hinchazón hacia afuera de la
esfera hace que la suma de los ángulos supere los 180 grados) o en la
superficie de una silla de montar (la contracción hacia adentro de la forma de
una silla hace que la suma de los ángulos sea menor que los 180 grados),
decimos que la forma es curvada. Esto se ilustra en la figura 8.6. <<
Página 695
[8.12] Si usted pegara los bordes verticales opuestos de un toro (lo que es
Página 696
[8.13] Nótese que hemos sido vagos al distinguir los conceptos de forma y
Página 697
[8.14] Hasta ahora nos hemos centrado exclusivamente en la curvatura del
Página 698
[9.1] Si usted elevara mucho más la temperatura, encontraría un cuarto estado
Página 699
[9.2] Hay sustancias curiosas, tales como las sales Rochelle, que se hacen más
Página 700
[9.3] Una diferencia entre campos de fuerza y de materia está expresada por el
Página 701
[9.4] En el marco de la teoría cuántica de campos, cada partícula conocida se
ve como una excitación de un campo subyacente asociado con el tipo del que
la partícula es un miembro. Los fotones son excitaciones del campo fo-tónico
—es decir, el campo electromagnético; un quark-up es una excitación del
campo de quarks-up; un electrón es una excitación del campo electrónico, y
así sucesivamente—. De este modo, toda la materia y todas las fuerzas se
describen en un lenguaje mecanocuántico uniforme. Un problema clave es
que se ha mostrado muy difícil describir en este lenguaje todas las
características cuánticas de la gravedad, una cuestión que discutiremos en el
capítulo 12. <<
Página 702
[9.5] Aunque el campo de Higgs lleva el nombre de Peter Higgs, otros físicos
Página 703
[9.6] Tenga en cuenta que el valor del campo está dado por su distancia al
centro del cuenco, de modo que incluso si el campo tiene energía cero cuando
su valor está en el valle del cuenco (puesto que la altura sobre el valle denota
la energía del campo), su valor es distinto de cero. <<
Página 704
[9.7] En la descripción del texto, el valor del campo de Higgs está dado por su
distancia al centro del cuenco, y por eso quizá usted se esté preguntando
cómo puntos en el valle circular del cuenco —puntos que están todos a la
misma distancia del centro del cuenco— dan lugar a valores distintos de
Higgs. La respuesta, para el lector con inclinación matemática, es que puntos
diferentes en el valle representan valores del campo de Higgs con la misma
magnitud pero fases diferentes (el valor del campo de Higgs es un número
complejo). <<
Página 705
[9.8] En teoría, dos conceptos de masa entran en la física. Uno es el concepto
Página 706
[9.9] Agradezco a Rafael Kaspher el haberme señalado que esta descripción es
Página 707
[9.10] El lector con inclinación matemática debería advertir que en la teoría
Página 708
[9.11] El lector con inclinación matemática debería advertir que la teoría de
Página 709
[10.1] Como hemos visto, el bang del big bang no es una explosión que tuvo
Página 710
[10.2] A veces se utiliza el término big bang para denotar el suceso que ocurrió
Página 711
[10.3] Abraham Pais, Subtle is the Lord. (Oxford, Oxford University Press,
Página 712
[10.4]
Para el lector con inclinación matemática: Einstein reemplazó la
ecuación original Gmn = 8p Tmn por Gmn + L Tmn = 8p Tmn, donde L es un
número que denota el tamaño de la constante cosmológica. <<
Página 713
[10.5] Cuando me refiero a la masa de un objeto en este contexto, me estoy
Página 714
[10.6] Esta discusión sugiere la física subyacente pero no la capta por
completo. La presión ejercida por el muelle comprimido no influye de hecho
en la intensidad con la que la caja es atraída hacia la Tierra. Pero esto se debe
a que el muelle comprimido afecta a la energía total de la caja y, como se
discute en el párrafo anterior, según la relatividad general es la energía total lo
que es relevante. Sin embargo, el punto que estoy explicando aquí es que la
propia presión —no sólo a través de la contribución que hace a la energía
total— genera gravedad de forma parecida a como lo hacen la masa y la
energía. Según la relatividad general, la presión gravita. Nótese también que
la gravedad repulsiva a la que nos estamos refiriendo es el campo gravitatorio
interno experimentado dentro de una región de espacio llena de algo que tiene
presión negativa en lugar de positiva. En tal situación, la presión negativa
contribuirá con un campo gravitatorio repulsivo que actúa dentro de la región.
<<
Página 715
[10.7] Matemáticamente, la constante cosmológica está representada por un
número, normalmente denotado por L (ver nota 4). Einstein encontró que su
ecuación tenía perfecto sentido independientemente de que L se escogiera
positivo o negativo. La discusión en el texto se centra en el caso de interés
particular para la cosmología moderna (y las observaciones modernas, como
se discutirá) en el que L es positivo, puesto que esto da lugar a presión
negativa y gravedad repulsiva. Un valor negativo para L da gravedad atractiva
ordinaria. Nótese, también, que puesto que la presión ejercida por la constante
cosmológica es uniforme, esta presión no ejerce directamente ninguna fuerza:
sólo las diferencias de presión, como la que sienten sus oídos cuando usted
está bajo el agua, dan como resultado una fuerza de presión. Por el contrario,
la fuerza ejercida por la constante cosmológica es una fuerza puramente
gravitatoria. <<
Página 716
[10.8] Los imanes familiares siempre tienen un polo norte y un polo sur. Por el
contrario, las teorías de gran unificación sugieren que puede haber partículas
que son como un polo magnético puramente norte o puramente sur. Tales
partículas se denominan monopolos y podrían tener un impacto importante en
la cosmología del big bang estándar. Nunca han sido observados. <<
Página 717
[10.9] Guth y Tye reconocieron que un campo de Higgs sobreenfriado actuaría
como una constante cosmológica, una idea que había tenido antes Martinus
Veltman y otros. De hecho, Tye me ha contado que si no fuera por una
limitación de páginas en Physical Review Letters, la revista a la que él y Guth
enviaron su artículo, ellos no habrían llegado a una frase final en la que
señalaban que su modelo implicaría un período de expansión exponencial.
Pero Tye señala también que fue mérito de Guth el advertir la importancia de
las implicaciones cosmológicas de un período de expansión exponencial (que
se discute más tarde en éste y en el próximo capítulo), y con ello puso la
inflación en el centro de los mapas de los cosmólogos. En la historia a veces
retorcida del descubrimiento, el físico ruso Alexei Starobinsky había
encontrado, algunos años antes, un medio de generar lo que ahora llamamos
expansión inflacionaria, un trabajo descrito en un artículo que no fue
ampliamente conocido entre los científicos occidentales. Sin embargo,
Starobinsky no hacía énfasis en que un período de tal expansión rápida
resolvería problemas cosmológicos clave (tales como los problemas del
horizonte y de la planitud, que serán discutidos pronto), lo que explica, en
parte, por qué su trabajo no generó la respuesta entusiasta que recibió el de
Guth. En 1981, el físico japonés Katsuhiko Sato desarrolló también una
versión de la cosmología inflacionaria, e incluso antes (en 1978), los físicos
rusos Gennady Chibisov y Andrei Linde dieron con la idea de inflación, pero
advirtieron que, cuando se estudiaba en detalle, adolecía de un problema clave
(discutido en la nota 11) y por ello no publicaron su trabajo.
El lector con inclinación matemática debería advertir que no es difícil ver
como aparece la expansión acelerada. Una de las ecuaciones de Einstein es
(l/a)(d2a/dt2) = -4p/3( r + 3p) donde a, r y p son el factor de escala del
universo (su «tamaño»), la densidad de energía y la densidad de presión,
respectivamente. Nótese que si el segundo miembro de esta ecuación es
positivo, el factor de escala crecerá a un ritmo creciente: el ritmo de
crecimiento del universo se acelera con el tiempo. Para un campo de Higgs
situado sobre una meseta, su densidad de presión resulta ser igual al negativo
Página 718
de su densidad de energía (esto mismo también es cierto para una constante
cosmológica y, así, de hecho, el segundo miembro es positivo). <<
Página 719
[10.10] La física subyacente a estos saltos cuánticos es el principio de
incertidumbre expuesto en el capítulo 4. Discutiré explícitamente la
aplicación de la incertidumbre cuántica a campos en los capítulos 11 y 12,
pero para anticipar ese material nótese brevemente lo siguiente. El valor de un
campo en un punto dado del espacio, y la velocidad de cambio del valor del
campo en dicho punto, desempeñan el mismo papel para los campos que la
posición y velocidad (momento) desempeñan para una partícula. Así pues, de
la misma forma que nunca podemos conocer a la vez una posición definida y
una velocidad definida para una partícula, un campo no puede tener un valor
definido y una velocidad de cambio de dicho valor definida en ningún punto
dado del espacio. Cuanto más definido está el valor del campo en un instante,
más incierta es la velocidad de cambio de dicho valor —es decir, más
probable es que el valor del campo cambie un instante después. Y dicho
cambio, inducido por la incertidumbre cuántica, es lo que entiendo cuando me
refiero a saltos cuánticos en el valor del campo. <<
Página 720
[10.11] La física subyacente a estos saltos cuánticos es el principio de
incertidumbre expuesto en el capítulo 4. Discutiré explícitamente la
aplicación de la incertidumbre cuántica a campos en los capítulos 11 y 12,
pero para anticipar ese material nótese brevemente lo siguiente. El valor de un
campo en un punto dado del espacio, y la velocidad de cambio del valor del
campo en dicho punto, desempeñan el mismo papel para los campos que la
posición y velocidad (momento) desempeñan para una partícula. Así pues, de
la misma forma que nunca podemos conocer a la vez una posición definida y
una velocidad definida para una partícula, un campo no puede tener un valor
definido y una velocidad de cambio de dicho valor definida en ningún punto
dado del espacio. Cuanto más definido está el valor del campo en un instante,
más incierta es la velocidad de cambio de dicho valor —es decir, más
probable es que el valor del campo cambie un instante después. Y dicho
cambio, inducido por la incertidumbre cuántica, es lo que entiendo cuando me
refiero a saltos cuánticos en el valor del campo. <<
Página 721
[10.12]
Quienes estén familiarizados con la historia de este tema se darán
cuenta de que la excitación que provocó descubrimiento de Guth fue generada
por las soluciones que daba a problemas cosmológicos clave, tales como los
problemas del horizonte y de la planitud, que describiremos en breve. <<
Las ideas de Linde y de Albrecht y Steinhardt —ahora llamadas inflación
nueva— corregían estos problemas. Cambiando la forma del cuenco de
energía potencial por la de la figura 10.2, estos investigadores comprendieron
que el inflatón podía relajarse a su valor de energía cero «rodando» cuesta
abajo por la colina de energía hasta el valle, un proceso gradual que no tenía
necesidad del salto cuántico de la propuesta original. Y, como demostraron
sus cálculos, este rodamiento algo más gradual cuesta abajo prolongaba
suficientemente la ráfaga inflacionaria de modo que una única burbuja se
hacía suficientemente grande para abarcar el universo observable entero. Así,
en esta aproximación, no hay necesidad de preocuparse por burbujas que se
fusionan. Y lo que es de la misma importancia, antes que convertir la energía
del campo inflatón en la de partículas y radiación ordinarias mediante
colisiones de burbujas, en la nueva aproximación el inflatón conseguía
gradualmente esta conversión de energía de forma uniforme a lo largo del
espacio por un proceso afín a la fricción: a medida que el campo rodaba
cuesta abajo —uniformemente en todo el espacio— cedía su energía
«frotando contra» (interaccionando con) campos más familiares para
partículas y radiación. La inflación nueva retenía así todos los éxitos de la
aproximación de Guth, pero resolvía los problemas importantes con los que
ésta se había encontrado.
Aproximadamente un año después del importante avance que proporcionó la
inflación nueva, Andrei Linde tuvo otra idea revolucionaria. Para que la
inflación nueva ocurra satisfactoriamente, todo un número de elementos clave
debe caer en su sitio: el cuenco de energía potencial debe tener la forma
correcta, el valor del campo inflatón debe empezar alto en el cuenco (y, de
forma algo más técnica, el valor del campo inflatón debe ser uniforme sobre
una extensión espacial suficientemente grande). Aunque es posible que el
universo alcance tales condiciones, Linde encontró una manera de generar
Página 722
una ráfaga inflacionaria en un escenario más simple y menos retorcido. Linde
advirtió que incluso con un cuenco de energía potencial simple, como el de la
figura 9.1a, e incluso sin preparar con detalle el valor inicial del campo
inflatón, la inflación podía seguir teniendo lugar de forma natural. La idea es
ésta. Imagine que en el mismo universo primitivo las cosas eran «caóticas» —
por ejemplo, imagine que había un campo inflatón cuyo valor bailaba
aleatoriamente entre un número y otro—. En un lugar en el espacio su valor
podría haber sido pequeño, en otro lugar su valor podría haber sido
intermedio, y en otro lugar del espacio su valor podría haber sido alto. Ahora,
nada particularmente digno de atención habría sucedido en regiones donde el
valor del campo era pequeño o intermedio. Pero Linde comprendió que algo
fantásticamente interesante habría tenido lugar en regiones donde el campo
inflatón hubiera alcanzado un valor alto (incluso si la región fuera minúscula,
apenas 10-33 centímetros de diámetro). Cuando el valor del campo inflatón es
alto —cuando está alto en el cuenco de energía de la figura 9. la— empieza
un tipo de fricción cósmica: el valor del campo trata de rodar cuesta abajo
hasta una energía potencial menor, pero su alto valor contribuye a una fuerza
de fricción resistiva, y por ello rueda muy lentamente. Así, el valor del campo
inflatón habría sido casi constante y (de forma muy similar a un inflatón en la
parte superior de la colina de energía potencial en la inflación nueva) habría
aportado una energía y una presión negativa aproximadamente constantes.
Como ahora sabemos, éstas son las condiciones requeridas para impulsar una
ráfaga de expansión inflacionaria. Así, sin apelar a un cuenco de energía
potencial muy especial, y sin colocar el campo inflatón en una configuración
especial, el entorno caótico del universo primitivo podría haber dado lugar de
forma natural a una expansión inflacionaria. No es nada sorprendente que
Linde llamara a esta aproximación inflación caótica. Muchos físicos
consideran que es la realización más convincente del paradigma inflacionario.
<<
Página 723
[10.13] Usted podría preguntarse si el campo de Higgs electrodébil, o el campo
Página 724
[10.14] Ver nota 11 de este capítulo. <<
Página 725
[10.15] Por ejemplo, usted podría considerar nuestro horizonte como una esfera
Página 726
[10.16] Aunque así es en esencia cómo la cosmología inflacionaria resuelve el
Página 727
[10.17] Note que el valor numérico de la densidad crítica disminuye a medida
Página 728
[10.18] El lector con inclinación matemática debería advertir que durante la
Página 729
[10.19]
R. Preston, First Light (Nueva York, Random House Trade Paper-
marks, 1996), p. 118. <<
Página 730
[10.20] Para una excelente exposición de la materia oscura a un nivel general
Página 731
[10.21]
El lector experto reconocerá que no estoy distinguiendo entre los
diversos problemas de materia oscura que emergen en diferentes escalas de
observación (galáctica, cósmica) pues la contribución de materia oscura a la
densidad de masa cósmica es lo único que me interesa aquí. <<
Página 732
[10.22] Hay en realidad alguna controversia en cuanto a si éste es el mecanismo
Página 733
[10.23] Para una excelente exposición de la materia oscura a un nivel general
Página 734
[10.24]
El lector experto reconocerá que no estoy distinguiendo entre los
diversos problemas de materia oscura que emergen en diferentes escalas de
observación (galáctica, cósmica) pues la contribución de materia oscura a la
densidad de masa cósmica es lo único que me interesa aquí. <<
Capítulo 11
Página 735
[11.1] Entre los líderes de principios de la década de 1980 en la determinación
Página 736
[11.2] Quizá siga usted intrigado, a pesar de la discusión que se hace en el texto
Página 737
[11.3] Ver Paul Davies, «Inflation and Time Asymmetry in the Universe», en
Nature, vol. 301, p. 398; Don Page, «Inflation Does Not Explain Time
Asymmetry», en Nature, vol. 304, p. 39, y Paul Davies, «Inflation in the
Universe and Time Asymmetry», en Nature, vol. 312, p. 324. <<
Página 738
[11.4] Para explicar el punto esencial es conveniente separar la entropía en una
Página 739
acumulación de materia suficiente para crear agujeros negros, entonces
dispondríamos de una asignación de entropía incuestionable : el área del
horizonte de sucesos del agujero negro (como se explica en el capítulo 16) es
una medida de la entropía del agujero negro, y esta entropía puede ser
llamada inequívocamente entropía gravitatoria. <<
Página 740
[11.5] De la misma forma que es posible que un huevo se rompa y que las
Página 741
[11.6] Hay físicos que afirmarían que la situación es mejor que la descrita. Por
ejemplo, Andrei Linde argumenta que en la inflación caótica (ver nota 11,
capítulo 10), el universo observable salió de una pepita de tamaño de Planck
que contenía un campo inflatón con densidad de energía a escala de Planck.
Bajo ciertas hipótesis, Linde argumenta además que la entropía de un campo
inflatón uniforme en dicha pepita minúscula es aproximadamente igual a la
entropía de cualquier otra configuración de campo inflatón, y por eso las
condiciones necesarias para conseguir la inflación no eran especiales. La
entropía de la pepita de tamaño de Planck era pequeña pero del mismo orden
de la entropía podría haber tenido la pepita del tamaño de Planck. La
consiguiente ráfaga inflacionaria creó entonces, en un destello, un universo
enorme con una entropía enormemente más alta —pero un universo que,
debido a su distribución suave y uniforme de materia, estaba también
enormemente lejos de la entropía que podría tener—. La flecha del tiempo
apunta en la dirección en la que está disminuyendo este agujero de entropía.
Aunque yo soy favorable a esta visión optimista, hasta que tengamos una idea
mejor de la física de la que se supone que ha surgido la inflación, se
recomienda cautela. Por ejemplo, el lector experto advertirá que esta
aproximación hace hipótesis favorables pero injustificadas sobre los modos
del campo (transplanckiano) de alta energía —modos que pueden afectar al
inicio de la inflación y desempeñar un papel clave en la formación de
estructuras. <<
Capítulo 12
Página 742
[12.1] La prueba circunstancial que tengo en mente aquí descansa en el hecho
Página 743
[12.2] Una vez que sabemos que un campo, como cualquiera de los campos de
Página 744
[12.3] En realidad, el lector con inclinación matemática debería advertir que el
Página 745
[12.4] En este experimento, Lamoreaux comprbó la fuerza de Casimir en un
montaje modificado que implica la atracción entre una lente esférica y una
placa de cuarzo. Más recientemente, Gianni Carugno, Roberto Onofrio y sus
colaboradores en la Universidad de Padua han emprendido el experimento
más difícil que implica el marco de Casimir original de dos placas paralelas.
(Mantener las placas perfectamente paralelas es un gran desafío
experimental.) Hasta ahora, ellos han confirmado las predicciones de Casimir
con un margen de error del quince por 100. <<
Página 746
[12.5]
Visto en retrospectiva, estas intuiciones demuestran también que si
Einstein no hubiera introducido la constante cosmológica en 1917, los físicos
cuánticos habrían introducido su propia versión unas décadas más tarde.
Como usted recordará, la constante cosmológica era una energía que Einstein
imaginaba llenando todo el espacio, pero cuyos orígenes, él y los proponentes
actuales de una constante cosmológica, dejaron sin especificar. Ahora
entendemos que la física cuántica llena el espacio vacío con campos agitados,
y como vemos directamente a través del experimento de Casimir, el campo
microscópico resultante llena frenéticamente el espacio con energía. De
hecho, un desafío importante al que se enfrenta la física teórica es demostrar
que la contribución combinada de todas las agitaciones de los campos da una
energía total en el espacio vacío —una constante cosmológica total— que está
dentro del límite observacional actualmente determinado por las
observaciones de superno vas discutidas en el capítulo 10. Hasta ahora, nadie
ha sido capaz de hacerlo; llevar a cabo el análisis exactamente se ha mostrado
más allá de la capacidad de los métodos teóricos actuales, y cálculos
aproximados han dado respuestas muchísimo mayores que lo que permiten las
observaciones, lo que sugiere con fuerza que las aproximaciones son
incorrectas. Muchos consideran que explicar el valor de la constante
cosmológica (ya sea cero, como se pensó durante mucho tiempo, o pequeña y
no-nula como sugiere la inflación y los datos de supemovas) es uno de los
problemas abiertos más importantes en física teórica. <<
Página 747
[12.6] En esta sección describo una manera de ver el conflicto entre la
relatividad general y la mecánica cuántica. Pero debería advertir, en
consonancia con nuestra idea de buscar la verdadera naturaleza del espacio y
el tiempo, que otros enigmas menos tangibles pero potencialmente
importantes surgen al tratar de fusionar relatividad general y mecánica
cuántica. Uno que es particularmente tentador surge cuando la aplicación
directa del procedimiento para transformar teorías no-gravitatorias clásicas
(como la electrodinámica de Maxwell) en una teoría cuántica se extiende a la
relatividad general clásica (como demostró Bryce DeWitt en lo que ahora se
conoce como la ecuación Wheeler-DeWitt). En la ecuación central que
emerge, resulta que no aparece la variable tiempo. Así, en lugar de tener una
encarnación del tiempo matemática y explícita —como es el caso con
cualquier otra teoría fundamental— en esta aproximación a la gravedad
cuántica la evolución temporal se sigue a través de una característica física
del universo (tal como su densidad) que esperamos que cambie de una manera
regular. De momento, nadie sabe si este procedimiento para cuantizar la
gravedad es apropiado (aunque recientemente se han conseguido muchos
avances en un descendiente de este formalismo, llamado gravedad cuántica de
lazo; ver capítulo 16) de modo que no está claro si la ausencia de una variable
temporal explícita está ocultando algo profundo (¿tiempo como un concepto
emergente?) o no. En este capítulo nos centramos en una aproximación
diferente para fusionar relatividad y mecánica cuántica, la teoría de
supercuerdas. <<
Página 748
[12.7] Es algo confuso hablar del «centro» de un agujero negro como si fuera
Página 749
[12.8] Como en capítulos anteriores, por «universo observable» entiendo esa
parte del universo con la que podríamos haber tenido comunicación, al menos
en teoría, durante el tiempo transcurrido desde el big bang. En un universo
que tenga extensión espacial infinita, como se discutió en el capítulo 8, la
totalidad del espacio no se contrae a un punto en el momento del bang.
Ciertamente, todo lo que hay en la parte observable del universo se
comprimiría en un espacio cada vez menor cuando retrocedemos hacia el
principio, pero, aunque difícil de representar, hay cosas —infinitamente lejos
— que permanecerán para siempre separadas de nosotros, incluso a medida
que la densidad de materia y energía se hagan cada vez más altas. <<
Página 750
[12.9] Leonard Susskind, en «The Elegant Universe», NOVA, serie de tres
Página 751
[12.10] De hecho, la dificultad de diseñar tests experimentales para la teoría de
Página 752
[12.11] Aunque no lo he cubierto explícitamente en el texto, nótese que cada
partícula conocida tiene una anti-partícula —una partícula con la misma masa
pero cargas de fuerza opuestas (como un signo opuesto de la carga eléctrica)
—. La anti-partícula del electrón es el positrón, la anti-partícula del quark-up
es, lo que no sorprende, el anti-quark-up; y así sucesivamente. <<
Página 753
[12.12]
Como veremos en el capítulo 13, trabajos recientes en teorías de
cuerdas han sugerido que las cuerdas pueden ser mucho más largas que la
longitud de Planck, y esto tiene varias implicaciones críticas importantes,
incluyendo la posibilidad de hacer la teoría experimentalmente comprobable.
<<
Página 754
[12.13] La existencia de los átomos fue argumentada inicialmente por medios
Página 755
[12.14] Puesto que incluso una cuerda que vibra plácidamente tiene cierta
cantidad de energía, usted quizá se pregunte cómo es posible que una pauta
vibracional de cuerda dé una partícula sin masa. La respuesta, una vez más,
tiene que ver con la incertidumbre cuántica. Por muy plácida que sea una
cuerda, la incertidumbre cuántica implica que tiene una cantidad mínima de
agitación. Y, debido al carácter extraño de la mecánica cuántica, estas
agitaciones inducidas por la incertidumbre tienen energía negativa. Cuando
ésta se combina con la energía positiva de las vibraciones de cuerdas
ordinarias más suaves, la masa/energía total es cero. <<
Página 756
[12.15] Para el lector con inclinación matemática, la afirmación más precisa es
que los cuadrados de las masas de los modos vibracionales de las cuerdas
vienen dados por múltiplos enteros del cuadrado de la masa de Planck. De
forma aún más precisa (y de relevancia para desarrollos recientes cubiertos en
el capítulo 13), los cuadrados de dichas masas son múltiplos enteros de la
escala de cuerdas (que es proporcional a la inversa del cuadrado de la longitud
de la cuerda). En las formulaciones convencionales de la teoría de cuerdas, la
escala de cuerdas y la masa de Planck están próximas, y ésa es la razón por la
que he simplificado el texto principal y sólo he introducido la masa de Planck.
Sin embargo, en el capítulo 13 consideraremos situaciones en las que la escala
de cuerdas puede ser diferente de la masa de Planck. <<
Página 757
[12.16] No es demasiado difícil entender, en términos aproximados, cómo entra
Página 758
[12.17]
Incorporar una partícula con la carga del electrón, y con su masa
relativamente minúscula, resulta un reto formidable. <<
Página 759
[12.18]
Nótese que el requisito de simetría uniforme que utilizamos en el
capítulo 8 para limitar la forma del universo estaba motivado por
observaciones astronómicas (tales como las de la radiación de fondo de
microondas) dentro de las tres dimensiones grandes. Estas ligaduras de
simetría no tienen ninguna relación con la forma de las seis posibles
dimensiones espaciales minúsculas extra. La figura 12.9a se basa en una
imagen creada por Andrew Hanson. <<
Página 760
[12.19] Quizá usted se pregunte si no podría haber sólo dimensiones espaciales
Página 761
[12.20] Los expertos en teoría de cuerdas (y los que hayan leído El universo
elegante, capítulo 12) reconocerán que una afirmación más precisa es que
ciertas formulaciones de la teoría de cuerdas (discutidas en el capítulo 13 de
este libro) admiten límites que implican once dimensiones espaciotemporales.
Sigue habiendo debate sobre si la teoría de cuerdas se puede considerar mejor
como una teoría de once dimensiones espaciales o si la formulación de once
dimensiones debería verse como un límite particular (por ejemplo, cuando la
constante de acoplamiento de cuerdas se toma grande en la formulación Tipo
Ha), junto con otros límites. Puesto que esta distinción no tiene mucho
impacto en nuestra discusión a nivel general, he escogido el primer punto de
vista, básicamente por la facilidad lingüística de tener un número total fijo y
uniforme de dimensiones. <<
Capítulo 13
Página 762
[13.1] Para el lector con inclinación matemática: aquí me estoy refiriendo a la
Página 763
[13.2] Muchos físicos han hecho contribuciones importantes a estos
desarrollos, tanto preparando el terreno, como con descubrimientos
posteriores: Michael Duff, Paul Howe, Takeo Inami, Kelley Stelle, Eric
Bergshoeff, Er-gin Szegin, Paul Townsend, Chris Hull, Chris Pope, John
Schwarz, Ashoke Sen, Andrew Strominger, Curtís Callan, Joe Polchinski,
Petr Horava, J. Di, Robert Leigh, Hermann Nicolai y Bemard DeWitt, entre
muchos otros. <<
Página 764
[13.3] De hecho, como se explica en el capítulo 12 de El universo elegante, hay
una conexión más estrecha entre la décima dimensión espacial pasada por alto
y las p-branas. Cuando usted aumenta el tamaño de la décima dimensión
espacial en, digamos, la formulación Tipo lia, las cuerdas unidimensionales se
estiran en membranas bidimensionales a modo de un tubo interno. Si usted
supone que la décima dimensión es muy pequeña, como siempre se había
hecho implícitamente antes de estos descubrimientos, los tubos internos se
ven y se comportan como cuerdas. Como sucede con las cuerdas, la pregunta
de si estas branas recién encontradas son indivisibles o, en su lugar, están
hechas de constituyentes aún más finos, sigue sin respuesta. Los
investigadores están abiertos a la posibilidad de que los ingredientes hasta
ahora identificados en la teoría M/de cuerdas no pongan fin a la búsqueda de
los constituyentes elementales del universo. Sin embargo, es también posible
que lo hagan. Puesto que mucho de lo que sigue es insensible a esta cuestión,
adoptaremos la perspectiva más simple e imaginaremos que todos los
ingredientes —cuerdas y branas de varias dimensiones— son fundamentales.
Y ¿qué pasa con el razonamiento anterior que sugería que objetos
fundamentales de dimensiones más altas no podían ser incorporados en un
marco físicamente razonable? Bien, ese razonamiento estaba basado en otro
esquema de aproximación mecanocuántica —un esquema que es estándar y
bien comprobado pero que, como cualquier aproximación, tiene limitaciones
—. Aunque los investigadores tienen todavía que explicar todas las sutilezas
asociadas a la incorporación de objetos de dimensiones más altas en una
teoría cuántica, estos ingredientes encajan de forma tan perfecta y consistente
dentro de las cinco formulaciones de cuerdas que casi todos creen que no
existirán las temidas violaciones de principios físicos básicos y sagrados. <<
Página 765
[13.4] De hecho, podríamos estar viviendo en una brana de dimensiones aún
Página 766
[13.5] El lector con inclinación matemática debería advertir que durante
muchos años los teóricos de cuerdas han sabido que las cuerdas cerradas
respetan algo llamado T-dualidad (como se explica con más detalle en el
capítulo 16, y en el capítulo 10 de El universo elegante). Básicamente, la T-
dualidad afirma que si hubiera una dimensión extra en forma de círculo, la
teoría de cuerdas es totalmente insensible a si el radio del círculo es R o 1/R.
La razón es que las cuerdas pueden moverse alrededor del círculo («modos de
momento») y/o enrollarse alrededor del círculo («modos envueltos») y, bajo
el reemplazamiento de R por 1/R, los físicos se han dado cuenta de que los
papeles de estos dos modos simplemente se intercambian, manteniendo
inalteradas las propiedades físicas globales de la teoría. Esencial para este
razonamiento es que las cuerdas sean lazos cerrados, puesto que si son
abiertos no hay ninguna noción topológicamente estable de su enrollamiento
en una dimensión circular. Así, a primera vista, parece que las cuerdas
abiertas y las cerradas se comportan de forma totalmente diferente para la T-
dualidad. Con un examen más rigoroso, y haciendo uso de las condiciones de
contorno de Dirichlet para cuerdas abiertas (la «D» en D-branas), Polchinski,
Dai, Leigh, así como Horava, Green y otros investigadores resolvieron este
enigma. <<
Página 767
[13.6] Propuestas que han tratado de sortear la introducción de materia oscura o
Página 768
[13.7] Los físicos que introdujeron esta idea son S. Giddings y S. Thomas, y S.
Página 769
[13.8] Nótese que la fase de contracción de semejante universo con rebotes no
Página 770
[13.9] El lector experto advertirá que el modelo cíclico puede expresarse en el
Página 771
[13.10] No hay que confundirse en el recuento de dimensiones. Las dos tres-
branas, junto con el intervalo espacial entre ellas, hacen cuatro dimensiones.
Con el tiempo suman cinco. Esto deja seis más para el espacio de Calabi-Yau.
<<
Página 772
[13.11]
Una excepción importante, mencionada al final de este capítulo y
discutida con más detalle en el capítulo 14, tiene que ver con
inhomogeneidades en el campo gravitatorio, denominadas ondas gravitatorias
primordiales. La cosmología inflacionaria y el modelo cíclico difieren a este
respecto, y así hay una probabilidad de que puedan ser distinguidas
experimentalmente. <<
Página 773
[13.12] La mecánica cuántica asegura que hay siempre una probabilidad no-
Página 774
[14.1] A. Einstein, «Vierteljahrschrift für gerichtliche Medizin und óffentli-
ches Sanitatwessen» 44 37 (1912). D. Brill and J. Cohén, Phys. Rev. vol. 143,
n.° 4, p. 1.011 (1966); H. Pfister y K. Braun, Class. Quantum Grav. n.° 2, p.
909 (1985). <<
Página 775
[14.2] En las cuatro décadas transcurridas desde la propuesta inicial de Schiff y
Pugh se han emprendido otros tests del arrastre del sistema. Estos
experimentos (realizados por, entre otros, Bruno Bertotti, Ignazio Ciufolini y
Peter Bender; y 1.1. Shapiro, R. D. Reasenberg, J. F. Chandler y R. W. Bab-
cock) han estudiado el movimiento de la Luna así como de satélites en órbita
alrededor de la Tierra, y han encontrado alguna evidencia de efectos de
arrastre de sistemas. Una ventaja importante de Gravity Probe B es que se
trata del primer experimento completamente contenido, uno que está bajo
completo control de los experimentadores, y por eso debería dar la evidencia
más exacta y más directa de arrastre de sistema. <<
Página 776
[14.3] Aunque son eficaces para dar una idea del descubrimiento de Einstein,
Página 777
[14.4] En 1974, Russell Hulse y Joseph Taylor descubrieron un sistema púl-sar
Página 778
[14.5] Sin embargo, ver nota 4, más arriba. <<
Página 779
[14.6] Desde el punto de vista de la energética, por consiguiente, los rayos
Página 780
[14.7] El lector experto se dará cuenta de que la conservación de la energía en
Página 781
[14.8] Esto es cierto en los modelos inflacionarios más sencillos. Los
investigadores han encontrado que realizaciones más complicadas de la
inflación pueden suprimir la producción de ondas gravitatorias. <<
Página 782
[14.9] Un candidato viable a materia oscura debe ser una partícula estable o
Página 783
[14.10] No hace demasiado tiempo, un grupo de investigación italo-chino
conocido como el Experimento de Materia Oscura (Dark Matter Experi-ment,
DAMA), que trabajaba en el Laboratorio del Gran Sasso en Italia, hizo el
anuncio excitante de que habían conseguido la primera detección directa de
materia oscura. Hasta ahora, sin embargo, ningún otro grupo ha sido capaz de
verificarlo. De hecho, otro experimento, Búsqueda Criogénica de Materia
Oscura (Cryogenic Dark Matter Search), con base en Stand-ford y que
incluye a investigadores de Estados Unidos y Rusia, ha acumulado datos que
muchos creen que descartan los resultados de DAMA con un alto grado de
confianza. Además de estas búsquedas de materia oscura, hay muchas otras
en camino. Para leer sobre algunas de éstas, eche una mirada a
http://hepwww.rl.ac.uk/¬ukdmc/dark_matter/other_searches.html. <<
Capítulo 15
Página 784
[15.1] Esta afirmación ignora las aproximaciones con variables ocultas, tales
Página 785
[15.2] El grupo de investigación de Zeilinger incluía también a Dick Bouw-
Página 786
[15.3] Para el lector que esté familiarizado con el formalismo de la mecánica
Página 787
[15.4] De hecho, el lector con inclinación matemática advertirá que no es difícil
Página 788
[15.5] Muchos investigadores han estado involucrados en el desarrollo de la
Página 789
[15.6] Para progresos extraordinariamente interesantes sobre el entrelazamiento
Página 790
[15.7] Una de las áreas de investigación más excitantes y activas que hace uso
Página 791
[15.8] Un aspecto del frenado del tiempo a velocidad creciente, que no
discutimos en el capítulo 3 pero que tendrá un papel importante en este
capítulo, es la denominada paradoja de los gemelos. La cuestión es simple de
enunciar: si usted y yo nos estamos moviendo uno con respecto al otro a
velocidad constante, yo pensaré que su reloj se está frenando con respecto al
mío. Pero puesto que usted tiene tantas razones como yo para afirmar que está
en reposo, usted pensará que el reloj en movimiento es el mío y, por lo tanto,
es el que se frena. Que cada uno de nosotros piense que el reloj del otro se
está frenando puede parecer paradójico, pero no lo es. A velocidad constante,
nuestros relojes seguirán alejándose y por eso no permiten una comparación
directa cara a cara para determinar cuál se está frenando «realmente». Y todas
las demás comparaciones indirectas (por ejemplo, si comparamos las horas
que marcan nuestros relojes mediante una llamada telefónica) implican un
tiempo transcurrido para cubrir la separación espacial, lo que necesariamente
introduce las complicaciones de las nociones de ahora de los diferentes
observadores, como en los capítulos 3 y 5. No voy a entrar en ello aquí, pero
cuando estas complicaciones de la relatividad especial entran en el análisis,
no hay contradicción en que cada uno de nosotros declare que el reloj del otro
se está frenando (ver, por ejemplo, E. Taylor y J. A. Wheeler, Spacetime
Physics, para una discusión completa y técnica pero elemental). Cuando las
cosas parecen hacerse más enigmáticas es si, por ejemplo, usted se frena,
para, da la vuelta y se dirige de nuevo hacia mí de modo que podamos
comparar nuestros relojes cara a cara, eliminando las complicaciones de las
diferentes nociones de ahora. Cuando nos encontramos, ¿qué reloj irá por
delante? Ésta es la denominada paradoja de los gemelos: si usted y yo somos
gemelos, cuando nos volvamos a encontrar ¿tendremos la misma edad, o uno
de nosotros parecerá más viejo? La respuesta es que mi reloj irá adelantado
con respecto al suyo —si somos gemelos, yo pareceré mayor—. Hay muchas
maneras de explicar por qué, pero la más sencilla consiste en señalar que
cuando usted cambia su velocidad y experimenta una aceleración se pierde la
simetría entre nuestras perspectivas —usted puede afirmar definitivamente
que se está moviendo puesto que, por ejemplo, lo siente— o, utilizando la
discusión del capítulo 3, su viaje a través del espaciotiempo, a diferencia del
Página 792
mío, no ha seguido una línea recta y, por ello, su reloj se frena con respecto al
mío. Ha transcurrido menos tiempo para usted que para mí. <<
Página 793
[15.9] John Wheeler, entre otros, ha sugerido un posible papel central para
Página 794
[15.10] Ver, por ejemplo, «Reply to Criticisms» en Albert Einstein, vol. 7 de
The Library of Living Philosophers, P.A. Schilpp, ed. (Nueva York, MJF
Books, 2001). <<
Página 795
[15.11] W. J. van Stockum, Proc. R. Soc. Edin. A 57 (1937), 135. <<
Página 796
[15.12] 12. El lector experto reconocerá que estoy simplificando las cosas. En
1966, Robert Geroch, que era un estudiante de John Wheeler demostró que es
cuando menos posible, en principio, construir un agujero de gusano sin des-
garrar el espacio. Pero a diferencia de la aproximación más intuitiva y ras-
gando el espacio para construir agujeros de gusano en la que la mera
existen¬cia del agujero de gusano no implica viaje en el tiempo, en la
aproximación de Geroch la propia fase de construcción requeriría
necesariamente que el tiempo se distorsione tanto que uno podría viajar
libremente hacia atrás y ha¬cia adelante en el tiempo (pero no antes del
propio inicio de la construcción). <<
Página 797
[15.13] Hablando en términos aproximados, si usted atravesará una región que
Página 798
[15.14] La realización más simple de materia exótica procede de las
fluctuaciones de vacío del campo electromagnético entre las placas paralelas
en el experimento de Casimir discutido en el capítulo 12. Los cálculos
muestran que el decrecimiento de las fluctuaciones cuánticas entre las placas,
con respecto al espacio vacío, implica densidad de energía promediada
negativa (tanto como presión negativa). <<
Página 799
[15.15]
Para una exposición pedagógica, pero técnica, de los agujeros de
gusano, ver Matt Visser, Lorentzian Wormholes: From Einstein to Hawking
(Nueva York, American Institute of Physics Press, 1996). <<
Capítulo 16
Página 800
[16.1] Para el lector con inclinación matemática, recordemos de la nota 6 del
Página 801
[16.2]
Usted advertirá que realmente no tiene mucho sentido comparar un
volumen con un área, pues se miden en unidades diferentes. Lo que en
realidad quiero decir aquí, como indica el texto, es que la tasa a la que crece
el volumen con el radio es mucho más rápida que la tasa a la que crece el área
de la superficie. Así pues, puesto que la entropía es proporcional al área de la
superficie y no al volumen, crece más lentamente con el tamaño de una región
que si fuera proporcional al volumen. <<
Página 802
[16.3] Aunque esto capta el espíritu de la cota de entropía, el lector experto
Página 803
[16.4]
Más exactamente, la entropía de un agujero negro es el área de su
horizonte de sucesos, expresada en unidades de Planck, dividida por cuatro, y
multiplicada por la constante de Boltzmann. <<
Página 804
[16.5] El lector con inclinación matemática quizá recuerde de las notas finales
al capítulo 8 que hay otra noción de horizonte —un horizonte cósmico— que
es la superficie divisoria entre aquellas cosas con las que un observador puede
y no puede estar en contacto causal. Se cree que tales horizontes también
soportan entropía, una vez más proporcional al área de su superficie. <<
Página 805
[16.6] En 1971, el físico de origen húngaro Dennis Gabor fue galardonado con
Página 806
de la luz reflejada como las relaciones de fase entre los dos rayos de luz. Las
ramificaciones de la idea de Gabor para la ciencia han sido sustanciales,
permitiendo enormes mejoras en un amplio abanico de técnicas de medida.
Pero para el público en general, el impacto más destacado ha sido el
desarrollo artístico y comercial de hologramas.
Las fotografías ordinarias se ven planas porque registran sólo la intensidad de
la luz. Para obtener profundidad, usted necesita información de fase. La razón
es que una onda luminosa que viaja va pasando de cresta a vientre y de nuevo
a cresta, y así la información de fase —o, más exactamente, las diferencias de
fase entre rayos de luz que se reflejan en partes vecinas de un objeto—
codifica diferencias en la distancia que han viajado los rayos luminosos. Por
ejemplo, si usted mira un gato de frente, los ojos del gato están un poco más
lejos que su nariz y esta diferencia de profundidad está codificada en la
diferencia de fase entre los rayos de luz que refleja cada elemento de la cara.
Al hacer pasar un láser a través de un holograma, somos capaces de explotar
la información de fase que registra el holograma, y así se añade profundidad a
la imagen. Todos hemos visto los resultados: sorprendentes proyecciones
tridimensionales generadas por trozos bidimensionales de plástico. Note, no
obstante, que sus ojos no utilizan información de fase para ver profundidad.
En su lugar, sus ojos utilizan paralaje: la ligera diferencia entre los ángulos a
los que viaja la luz procedente de un punto dado para alcanzar su ojo
izquierdo y su ojo derecho suministra información que su cerebro descodifica
para obtener la distancia al punto. Por eso es por lo que, por ejemplo, si usted
pierde la visión en un ojo (o simplemente lo mantiene cerrado durante un
momento), su percepción de profundidad se ve comprometida. <<
Página 807
[16.7] Para el lector con inclinación matemática lo que se afirma aquí es que un
rayo de luz, o de partículas sin masa con más generalidad, puede viajar de un
punto en el interior de un espacio antideSitter al infinito espacial y volver en
tiempo finito. <<
Página 808
[16.8] Para el lector con inclinación matemática, Maldacena trabajaba en el
Página 809
[16.9] Ésta es una afirmación más sociológica que física. La teoría de cuerdas
Página 810
[16.10] Más exactamente, como se discute en el capítulo 13 de El universo
elegante, hemos sabido cuanta entropía contienen los agujeros negros desde el
trabajo de Bekenstein y Hawking en la década de 1970. Sin embargo, la
aproximación que utilizaron estos investigadores era más bien indirecta, y
nunca identificaron los reordenamientos microscópicos —como en el capítulo
6— que explicaran la entropía que encontraban. A mediados de la década de
1990, esta laguna fue llenada por dos teóricos de cuerdas, Andrew Strominger
y Cumrun Vafa, que hábilmente encontraron una relación entre los agujeros
negros y ciertas configuraciones de branas en la teoría M/de cuerdas. Dicho
de forma aproximada, fueron capaces de establecer que ciertos agujeros
negros especiales admitirían exactamente el mismo número de
reordenamientos de sus ingredientes básicos (cualesquiera que pudieran ser
dichos elementos) como lo hacen en particular contribuciones especiales de
las branas. Cuando contaron el número de dichos reordenamientos de branas
(y tomaron el logaritmo) la respuesta que encontraron era el área del agujero
negro correspondiente, en unidades de Planck, dividida por 4 —exactamente
la respuesta para la entropía del agujero negro que se había encontrado años
antes—. En la gravedad cuántica de lazo los investigadores también han
podido demostrar que la entropía de un agujero negro es proporcional al área
de su superficie, pero obtener la respuesta exacta (área de la superficie en
unidades de Planck dividida por cuatro) se ha mostrado más difícil. Si se
escoge de la forma apropiada un parámetro particular, conocido como el
parámetro de Immirzi, entonces la entropía exacta del agujero negro emerge
de las matemáticas de lá gravedad cuántica de lazo, pero hasta ahora no hay
ninguna explicación fundamental universalmente aceptada, dentro de la
propia teoría, de qué es lo que fija el valor correcto de este parámetro. <<
Página 811
[16.11] En este capítulo, estoy suprimiendo parámetros numéricos
cuantitativamente importantes pero conceptualmente irrelevantes. <<
Página 812
•
Notas complementarias
Capítulo 2
Página 813
[*1] Es habitual utilizar los términos centrífugo y centrípeto cuando se describe
Página 814
[*2] Hay debate sobre cuáles eran las ideas exactas de Mach respecto a las
materias que siguen. Algunos de sus escritos son algo ambiguos y algunas de
las ideas que se le atribuyen surgen de interpretaciones posteriores de su obra.
Puesto que él parece haber sido consciente de estas interpretaciones y nunca
las corrigió, algunos han sugerido que él estaba de acuerdo con sus
conclusiones. Pero haríamos un mejor servicio a la exactitud histórica si cada
vez que yo escribo «Mach argumentaba» o «ideas de Mach», usted lo lee
como «la interpretación dominante de una aproximación iniciada por Mach».
<<
Página 815
[*3] Aunque me gustan los ejemplos con seres humanos porque establecen una
Página 816
[*4] Como las páginas de cualquiera de los libros de este tipo, las páginas de la
Página 817
[*5] Es más fácil representar el espacio deformado, pero debido a su íntima
Página 818
[*6] En la relatividad especial —el caso particular de la relatividad general en
Página 819
[*7] Para evitar complicaciones lingüísticas, estoy describiendo los espines
Página 820
[*8] Muchos investigadores, incluyéndome a mí, creen que el argumento de
Página 821
[*9] Potter Stewart fue miembro del Tribunal Supremo de Estados Unidos
Página 822
[*10] Escoja cualquier punto en la barra. Dibuje una rebanada que incluya al
punto y que corte a nuestra rebanada-ahora actual a un ángulo que sea menor
que 45°. Esta rebanada representará la rebanada-ahora —realidad— de un
observador distante que estaba inicialmente en reposo con respecto a
nosotros, como Chewie, pero que ahora se está moviendo con respecto a
nosotros a velocidad menor que la de la luz. Por diseño, esta rebanada incluye
el punto (arbitrario) en la rebanada que usted escogió casualmente.[5.4] <<
Página 823
[*11] Hay una excepción a esta afirmación que tiene que ver con cierto tipo de
Página 824
[*12] Note que la simetría de inversión temporal no dice que el propio tiempo
esté invertido o «corriendo». Más bien, como hemos descrito, de lo que trata
la simetría de inversión temporal es de si los sucesos que ocurren en el
tiempo, en un orden temporal concreto, pueden ocurrir también en el orden
inverso. Una frase más apropiada sería inversión de sucesos o inversión de
procesos o inversión del orden de los sucesos, pero me atendré al término
convencional. <<
Página 825
[*13] La entropía es otro ejemplo de cómo la terminología complica las ideas.
Página 826
[*14] Recuerde que en las páginas 199-204 mostramos la enorme diferencia
Página 827
[*15] Es decir, un agujero negro de un tamaño dado contiene más entropía que
Página 828
[*16] Incluso si pudiera parecer que la aproximación de suma sobre historias de
Página 829
[*17] Si encuentra esta sección difícil de seguir, puede pasar a la siguiente sin
Página 830
[*18] La mecánica cuántica, justificadamente, tiene reputación de ser cualquier
otra cosa que suave y gradual; más bien, como veremos explícitamente en
capítulos posteriores, revela un microcosmos agitado y turbulento. El origen
de esta agitación está en la naturaleza probabilista de la función de onda —
incluso si las cosas pueden ser de una manera en un momento, existe una
probabilidad de que sean significativamente diferentes un instante después—
y no en una cualidad agitada siempre presente de la propia función de onda.
<<
Página 831
[*19] Ir más allá de la metáfora bidimensional de la superficie de un globo y
Página 832
[*20] Dependiendo de si la velocidad de expansión del universo se está
acelerando o frenando con el tiempo, la luz emitida desde tales galaxias puede
luchar una batalla que enorgullecería a Zenón: la luz puede fluir hacia
nosotros a la velocidad de la luz mientras que la expansión del espacio hace
que la distancia que todavía le queda por cubrir sea cada vez mayor, lo que
impide que nos llegue la luz. Vea las notas de la sección para más detalles.
[8.10] <<
Página 833
[*21] Sustancia gelatinosa fácilmente moldeable. (N. del t.) <<
Página 834
[*22] De la misma forma que la pantalla del videojuego da una versión de
tamaño finito del espacio plano que no tiene bordes ni fronteras, hay
versiones en dimensión finita de una forma de silla de montar que tampoco
tiene bordes ni fronteras. No voy a discutir esto más, salvo para señalar que
implica que las tres curvaturas posibles (positiva, cero, negativa) pueden
realizarse en formas de tamaño finito sin bordes ni fronteras. (En principio,
entonces, un Magallanes espacial podría llevar a cabo una versión cósmica de
su expedición en un universo cuya curvatura esté dada por cualquiera de las
tres posibilidades.) <<
Página 835
[*23] En el universo actual la materia es más abundante que la radiación, de
Página 836
[*24] Incluso si una reducción de simetría significa que menos manipulaciones
Página 837
[*25] La terminología no es especialmente importante, pero brevemente, éste es
Página 838
[*26] Se trata de una famosa serie de televisión de la década de 1960. (N. del t.)
<<
Página 839
[*27]
Secretariat es un famoso caballo de carreras, ganador de los más
importantes premios en Estados Unidos. (N. del t.) <<
Página 840
[*28] A medida que el universo se expande, la pérdida de energía de los fotones
Página 841
[*29] Aunque útil, la analogía de las bandas elásticas no es perfecta. La presión
negativa hacia adentro ejercida por las bandas elásticas impide la expansión
de la caja, mientras que la presión negativa del inflatón impulsa la expansión
del espacio. Esta diferencia importante ilustra la clarificación resaltada en la
página 357: en cosmología, no es que esa presión negativa uniforme impulse
la expansión (sólo las diferencias de presión dan fuerzas como resultado, de
modo que la presión uniforme, ya sea positiva o negativa, no ejerce fuerza).
Más bien, la presión, como la masa, da lugar a una fuerza gravitatoria. Y la
presión negativa da lugar a una fuerza gravitatoria repulsiva que impulsa la
expansión. Esto no afecta a nuestras conclusiones. <<
Página 842
[*30] Algunos investigadores, entre los que se incluyen Alan Guth y Eddie
Página 843
[*31] No se confunda con esto: el estiramiento inflacionario de las agitaciones
Página 844
[*32] Por facilidad de escritura, consideraremos sólo campos que alcanzan su
mínima energía cuando sus valores son nulos. La discusión en el caso de otros
campos —campos de Higgs— es idéntica, excepto que la agitación fluctúa en
tomo al valor no nulo, de mínima energía, del campo. Si usted se siente
tentado a decir que una región del espacio está vacía sólo si no hay materia
presente y todos los campos están ausentes, y no sólo que tienen el valor cero,
vea las notas de la sección.[12.2] <<
Página 845
[*33] El resto de este capítulo vuelve a contar el descubrimiento de la teoría de
Página 846
[*34] La relación con la masa que surge de un océano de Higgs se discutirá más
Página 847
[*35] Funámbulo de origen francés que saltó a la fama al recorrer un cable
tendido entre las Torres Gemelas de Nueva York. (N. del t.) <<
Página 848
[*36]
Si usted contara izquierda, derecha, sentido de las agujas, sentido
contrario a las agujas por separado, concluiría que el gusano puede moverse
en cuatro direcciones. Pero cuando hablamos de direcciones
«independientes», siempre agrupamos las que yacen a lo largo del mismo eje
geométrico —como izquierda y derecha, y también sentido de las agujas y
sentido contrario a las agujas. <<
Página 849
[*37] Déjeme prepararle para un desarrollo relevante que encontraremos en el
próximo capítulo. Los teóricos de cuerdas han sabido durante décadas que las
ecuaciones que utilizan generalmente para analizar matemáticamente la teoría
de cuerdas son aproximadas (las ecuaciones exactas se han mostrado difíciles
de identificar y entender). Sin embargo, la mayoría piensa que las ecuaciones
aproximadas son suficientemente precisas para determinar el número
requerido de dimensiones extras. Más recientemente (y para conmoción de la
mayoría de los físicos que trabajan en este campo), algunos teóricos de
cuerdas demostraron que en las ecuaciones aproximadas faltaba una
dimensión; ahora se acepta que la teoría necesita siete dimensiones extras.
Como veremos, esto no compromete el material discutido en este capítulo,
pero muestra que encaja dentro de un marco mayor y, de hecho, más
unificado.[12.20] <<
Página 850
[*38] El nombre más preciso para estas entidades adhesivas es p-branas de
Dirich- let, o D- p-branas para abreviar. Aquí nos atendremos al más corto p-
brana. <<
Página 851
[*39]
Hay incluso una propuesta, de Lisa Randall, de Harvard, y Raman
Sundrum, de Johns Hopkins, en la que la gravedad también puede estar
atrapada, no por una brana adhesiva, sino por dimensiones extras que se
curvan de la forma correcta, lo que relaja aún más las ligaduras sobre su
tamaño. <<
Página 852
[*40]
John Hancock fue uno de los firmantes de la Declaración de
Independencia de EE.UU. Su firma se hizo famosa por ser la más legible e
inmediatamente reconocible de todos los firmantes. (N. del t.) <<
Página 853
[*41] Einstein in Drag-, juego de palabras con el frame dragging de que trata
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[*42] Una de éstas es el proyectado Láser Interferometer Space Antenna
(LISA), una versión de LIGO en el espacio que comprende varias naves
espaciales, separadas a millones de kilómetros, que desempeñan el papel de
los tubos de cuatro kilómetros de LIGO. Hay también otros detectores que
están desempeñando un papel crítico en la búsqueda de ondas gravitatorias,
entre los que se incluyen el detector alemán GEO600, el detector franco-
italiano VIRGO, y el detector japonés TAMA300. <<
Capítulo 15
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[*43] Puesto que la teleportación empieza con algo aquí y trata de hacer que
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[*44] Recordemos que DeLorean era la marca del automóvil que se utilizaba
como máquina del tiempo en la película Regreso al Futuro. (N. del t.) <<
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[*45]
Para colecciones de partículas —frente a partículas individuales— el
estado cuántico codifica también la relación de cada partícula de la colección
con todas las demás. Así, reproduciendo exactamente el estado cuántico de las
partículas que constituyen el DeLorean, aseguramos que todas están en ]a
misma relación con las demás; el único cambio que experimentan es que su
localización global se habrá desplazado de Nueva York a Londres. <<
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[*46] La fragilidad del cuerpo humano es otra limitación práctica: la
aceleración requerida para alcanzar esas altas velocidades en una longitud de
tiempo razonable está mucho más allá de lo que el cuerpo puede soportar.
Nótese, también, que el frenado del tiempo da una estrategia, en principio,
para alcanzar lugares distantes en el espacio. Si un cohete dejara la Tierra y se
dirigiera a la galaxia Andrómeda, viajando a un 99,999999999999999999 por
100 de la velocidad de la luz, tendríamos que esperar casi 6 millones de años
para que volviera. Pero a esa velocidad, el tiempo en el cohete se frena con
respecto al tiempo en la Tierra de forma tan espectacular que a su regreso el
astronauta habría envejecido sólo 8 horas (dejando aparte el hecho de que no
podría haber sobrevivido a la aceleración necesaria para alcanzar esa
velocidad, dar la vuelta y finalmente detenerse). <<
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[*47] Por supuesto, realmente debería decir 1 de enero de 1966, pero no nos
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[*48] Para detalles sobre la dualidad geométrica que implica tanto círculos
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[*49] Si usted es reacio a enmendar a Platón, el escenario mundobrana da una
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