Arte e Ideologia
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Arte e Ideologia
Resumen
El artículo reflexiona acerca del vínculo entre arte e ideología a partir de un análisis de la construcción del cronotopos en las
producciones cinematográficas contemporáneas. Para introducirnos en la temática propuesta retomamos las políticas de la
interpretación, considerando que -desde esta perspectiva- es posible pensar las obras de arte en un terreno de lucha por los
sentido(s). Las modalidades de construcción del cronotopos cinematográfico nos remiten a la dimensión ética de la obra de arte (el
film), desde el momento en que su construcción formal (espacio-temporal) opera performatizando al espectador e interviene en la
constitución de su subjetividad. Analizar los cambios en el cronotopos cinematográfico -en el contexto de las transformaciones
socio-históricas y culturales del siglo XX- constituye un aporte para la comprensión de las especificidades del campo cultural
actual y de la lógica de producción de las identidades en el escenario de la posmodernidad.
Introducción
Existe cierto consenso a la hora de caracterizar los tiempos que corren bajo el rótulo de la postmodernidad. Más allá de las
diversas posiciones teóricas al respecto, coincidimos con Jameson acerca de la pertinencia de dicho término para sintetizar las
características culturales que expresan la lógica propia del capitalismo tardío. En este marco la discusión sobre las políticas de la
interpretación resultan productivas para reflexionar acerca del vínculo entre arte e ideología, dado que las mismas se encuentran
en la médula de las discusiones sobre estética contemporánea (1).
El trabajo se inicia con una revisión del pensamiento de los llamados “maestros de la sospecha” (Marx, Freud y Nietzsche),
quienes al inaugurar una nueva concepción acerca de los modos de interpretación, nos sugieren claves de indagación de los
discursos cinematográficos. Es decir, desde sus teorías resulta posible abordar las obras de arte (en nuestro caso, los films)
entendiéndolas como interpretaciones y, en tanto tales, como intervenciones políticas sobre la construcción de sentido(s) que
conforman la “realidad”. A continuación, retomamos una serie de conceptos de la teoría de Mijail Bajtin útiles para explicar el
carácter inherentemente ideológico del lenguaje y, por ende, de las producciones cinematográficas, la dimensión ideológica
constitutiva de todo discurso también se halla presente en la construcción formal del discurso fílmico. Es por ello que un análisis
del modo en que se construye el cronotopos cinematográfico (organización espacio-temporal de los films) nos remite
inexorablemente a su dimensión ética. Desde sus específicas construcciones formales, los films actúan performatizando al
espectador e intervienen en los procesos de constitución de la subjetividad en cada una de las épocas.
1. La política interpretativa
La lectura de cualquier obra artística nos remite inmediatamente al mundo de las interpretaciones y con éste a la lucha por el
sentido que resurge en el conflicto interpretativo. Toda obra es una interpretación (la perspectiva del autor) que, a su vez, habilita
múltiples interpretaciones y, en tanto obra interpretada contiene un carácter inherentemente político; siempre y cuando
entendamos a las interpretaciones que la atraviesan como “espectros” productores de sentido incorporados en ella. Es decir, no es
posible leer ninguna obra de arte sin tomar en consideración al conjunto de miradas que la constituye.
Con la modernidad y la consiguiente autonomización de la esfera estética, la creación artística se piensa como expresión de una
intencionalidad subjetiva -genio creador (2)- como forma de tomar distancia frente a la inminente mercantilización del arte, dejando
atrás las concepciones que consideraban la obra como representación mimética de una realidad exterior a ella. Sin embargo, en
ambos casos subyace la idea de mimesis o representación; es decir, se intenta develar -a través del ejercicio interpretativo- el
“contenido” (intención del artista o realidad externa) de la obra de arte. En otras palabras, esta preeminencia del “contenido”
supone una idea de interpretación que pretende descubrir el “núcleo duro”, mostrando una verdad que agotaría en última instancia
el sentido de la obra (3).
Las teorías de Marx, Freud y Nietzsche nos invitan a reflexionar sobre el acontecimiento de un nuevo Logos que viene a romper
con los modos de interpretación establecidos y que, por lo tanto, nos sitúan como sujetos en un nuevo universo de sentido. Esta
modalidad de interpretación privilegia la “forma”, en la medida en que no busca por fuera del discurso la justificación /
corroboración del mismo, sino que intenta actuar sobre la realidad por medio de la estrategia interpretativa. Así, la interpretación
de la interpretación que resume el método de estos pensadores -para analizar los procesos sociales de la historia- dio lugar a
lecturas productoras de sentido que, “…han redefinido el espacio mismo de la producción de una nueva manera de leer la
escritura del mundo...” (4).
La operatoria que realiza Marx a partir del análisis del fetichismo de la mercancía es iluminadora para comprender el ejercicio
interpretativo que llevan a cabo estos autores; "... el carácter misterioso de la forma mercancía estriba, por tanto, pura y
simplemente, en que proyecta ante los hombres el carácter social del trabajo de éstos como si fuese un carácter material de los
propios productos de su trabajo, un don natural social de estos objetos y como si, por tanto, la relación social que media entre los
productores y el trabajo colectivo de la sociedad fuese una relación social establecida entre los mismos objetos, al margen de sus
productores. Este quid pro quo es lo que convierte a los productos de trabajo en mercancías, en objetos físicamente metafísicos o
en objetos sociales" (5).
Para Marx, la mercancía es la materialización de las formas que adoptan las relaciones sociales entre los hombres en una época
histórica determinada; por fuera de estas relaciones la misma se vive como fetiche. Las mercancías -al proyectar ante los hombres
el carácter social del trabajo como si fuese un carácter material (un don material de las cosas)- producen el efecto de
subjetivación de los objetos y paralelamente de cosificación de las relaciones sociales. Marx violenta la ley de los modos de
interpretación establecidos al mostrar que el discurso de la economía política de su época no sería otra cosa que una suerte de
autojustificación del carácter que asumen las relaciones sociales en el sistema capitalista. Así, al interpretar este discurso no
buscó develar una esencia, sino desnaturalizar-mostrando la intencionalidad generada por la "ficción" impuesta desde un discurso
ideológico que no es pura cáscara, ilusión, falsa conciencia sino que tapa pero a su vez muestra la “realidad". Las producciones
ficcionales de las sociedades construyen una verdadera realidad operativa, no son mentiras; la interpretación -sabiendo atender los
silencios y las sombras- habilita el ejercicio de la crítica de aquello que se nos aparece como verdadero.
Por su parte, Freud plantea que el ejercicio de desnaturalización del discurso consiste en violentar el discurso mismo, atendiendo
al relato del sueño que el paciente elabora y no al sueño en sí, cuyo sentido es siempre ya una interpretación. Finalmente,
Nietzsche formula una genealogía de la moral como mecanismo de intervención sobre una construcción simbólica, la que
Occidente ha realizado sobre la moral. Así, su filosofía se centra no en la interpretación de la moral que pregona Occidente sino
en la forma discursiva en la que los contenidos morales han sido construidos e instituidos.
En resumidas cuentas, el tipo de análisis interpretativo que plantean los tres autores trastoca profundamente los modos de
comprender el mundo social. En primer lugar, se puede constatar que no existe una verdad por fuera de los discursos, de manera
que el ejercicio interpretativo no debe bucear en los textos buscando una esencia, sino ver en la misma forma los sentidos
ideológicos que en ella se expresan. En segundo lugar y por esa misma razón, todo ejercicio interpretativo es siempre una
intervención política en la medida en que pretende perturbar los discursos que se encuentran naturalizados en el sentido común,
fundando “nuevas ficciones” que al conformar y condicionar nuestras prácticas sociales permitan dar lugar a nuevas formas de
configuración subjetiva.
6. Palabras Finales
Hemos intentado dar cuenta de la relación entre arte e ideología, entre el valor estético del texto fílmico y su dimensión
pragmática. Es decir, buscamos comprender el cambio del cronotopos cinematográfico (la organización espacio-temporal del film)
teniendo en cuenta las transformaciones socio-históricas y culturales acontecidas en el siglo XX. Cada época configura una
situación discursiva particular, definida por la modalidad de la relación que se entabla entre los participantes de la comunicación. A
su vez, esta situación discursiva genera efectos específicos que impactan en la subjetividad. Siguiendo a Bajtin, es imposible
pronunciar la neutralidad de la obra-enunciado debido a que los diálogos que establecen los integrantes de la comunicación
(autor-texto-lector; en nuestro caso, director-film-espectador) expresan las relaciones de poder que atraviesan todo campo de
saber (42).
Como hemos visto, el cine contemporáneo se vale de una multiplicidad de recursos que apuntan a la diseminación del sentido: la
utilización de nuevas herramientas formales, la mixtura de géneros, la diversidad de temáticas, la visibilidad de sujetos y
problemáticas hasta el momento silenciadas, la amplitud de los márgenes de interpretabilidad de los textos que interpelan al
espectador, otorgándole una posición activa y central en el proceso de construcción de significados. Esta amplitud de criterios
formales, estéticos e ideológicos -que pretende no sólo ampliar el campo de lo visible sino también habilitar distintas lecturas- nos
remite a la polifonía presente en toda obra-enunciado. Pero en este caso, este fenómeno polifónico tiene la particularidad de estar
inscripto bajo el signo del discurso multicultural.
El democratismo que se expresa en el discurso del multiculturalismo se corresponde con las relaciones sociales propias del
capitalismo tardío, es decir, se trata de un discurso que se articula desde una actitud de tolerancia y respeto por las diferencias,
pero que oculta las lógicas de producción que subyacen a éstas. Su tendencia homogeneizante se muestra -paradójicamente-
como la más absoluta diversificación. En este contexto, la emergencia de “nuevos sujetos” -cuyas identidades se definen a partir
de anclajes heterogéneos, ligados a la etnia, la religión, la sexualidad, el género, etc.- conllevan a una acentuación de los
particularismos que reponen las voces negadas por el discurso de la modernidad. Pero no debemos olvidar que en la medida en
que el par antagónico capital-trabajo es constitutivo del modo de producción capitalista, toda reivindicación identitaria debe
comprenderse a la luz de este conflicto. He aquí el meollo de la cuestión; es éste el conflicto que el discurso multicultural procura
negar, como dice Zizek: “esa mancha de raíces particulares es la pantalla fantasmática que oculta el hecho de que el sujeto
carece completamente de raíces, que su posición verdadera es el vacío de universalidad” (43). Sólo comprendiendo la operatoria
ideológica que realiza el discurso multicultural logramos alejarnos de las justificaciones esencialistas como las de creer que las
raíces, o el origen cultural particular que sustenta la posición multiculturalista universal, constituyen su “verdad”.
Así, las identidades se definen en pugna con los sentidos establecidos en el discurso social, pero -en la medida en que se
constituyen en un campo de poder- estos sentidos nunca están absolutamente sellados, concluidos. Tampoco en el campo
cinematográfico podemos hablar de sentidos establecidos de una vez y para siempre, porque él mismo se ha diversificado
notablemente dando lugar a nuevos productos más flexibles y heterogéneos. Y si bien muchas de las producciones fílmicas
emergentes -como las que hemos retomado para dar cuenta del cambio en el cronotopos- han sido asimiladas por la cultura
dominante tampoco es posible negar el carácter disruptivo que en buena medida expresan (44). El conflicto por las
interpretaciones atraviesa todo las esferas de la vida poniendo en escena su lógica de producción de las subjetividades.
Consideramos que la batalla ideológica trasladada al campo de la cultura -en la medida en que aún mantiene una relativa
autonomía- facilita el reconocimiento de la capacidad creadora y del potencial para la transformación que se articula en la tensión
irreconciliable entre sujeto y objeto (45).
Notas
(1) Zavala, Lauro, Elementos del discurso cinematográfico. Este libro está disponible en la red electrónica (en la sección de Educación Continua de la UAM
Xochimilco, http://www.uam.mx).
(2) Tal como afirma Bourdieu resulta significativo que al momento de la irrupción de técnicas y estrategias destinadas a comercializar la obra de arte, es
decir, a su mercantilización, se glorifique al artista exaltando su creatividad y genialidad independientemente del conjunto de las relaciones sociales de las
que forma parte. Ver Bourdieu, Pierre, Campo de poder, campo intelectual, Buenos Aires, Quadrata, 2003.
(3) Sontag, Susan, Contra la interpretación, Buenos Aires, Alfaguara, 2005.
(4) Grüner, Eduardo, Foucault: una política de la interpretación en M. Foucault, Nietzsche, Freud, Marx, Buenos Aires, Ediciones El Cielo por Asalto, 1995.
(5) Marx, Karl, El fetichismo de la mercancía, en K. Marx, El Capital. Crítica de la Economía Política. Tomo I, cap. I, apart. 4, Buenos Aires, Fondo de
Cultura Económica, 1966.
(6) Varias lecturas sobre el Manifiesto Comunista han enfatizado el carácter preformativo del texto en tanto nomina al “proletariado” constituyéndolo en
sujeto revolucionario. El Manifiesto -entendido en términos de interpretación del sistema capitalista- es un relato cuya verosimilitud (proletariado sujeto
revolucionario) refiere a un momento de verdad (trabajadores en fábricas).
(7) Grüner, Eduardo, Foucault: una política de la interpretación, Op. Cit.
(8) Dentro de la ideología dominante el signo aparece como reaccionario puesto que tiende a estabilizarse, ocultando la heteroglosia de toda comunidad
lingüística y negando el inherente proceso generativo social que está presente en la constitución del mismo. Ver Bajtin, Mijail, El marxismo y la filosofía del
lenguaje, Madrid, Alianza, 1992.
(9) Bajtin, Mijail, Op. Cit.
(10) Sorlín, Pierre, Sociología del Cine. La apertura para la historia de mañana, México, Fondo de Cultura Económica, 1985, pág. 252.
(11) Al respecto véase Bourdieu, Pierre, Cosas Dichas, Barcelona, Gedisa, 1997; Schutz, Alfred y Luckmann, Thomas, Las estructuras del mundo de la
vida, Buenos Aires, Ed. Amorrortu, 2003.
(12) Barthes, Roland, Polémica sobre el realismo, Buenos Aires, Tiempo Contemporáneo, 1972.
(13) Mazziotti, Nora, “Ador(n)adas de la cabeza a los pies. Las estrellas de cine de los 30-50”, Revista De Signis. Asociación Latinoamericana de
Semiótica, 2001.
(14) Toda hegemonía es parcial y habilita en su seno “contrahegemonías”, una hegemonía alternativa o contracultura. Véase, Williams, Raymond,
Marxismo y literatura, Barcelona, Península, 1997.
(15) Laclau, Ernesto, Emancipación y diferencia, Buenos Aires, Editora Espasa Calpe, 1996.
(16) Aumont, Jacques, Estética del cine. Espacio fílmico, montaje, narración, lenguaje, Barcelona, Paidós, 1989.
(17) El cine, para Deleuze, no es la continuación de la técnica fotográfica porque introduce un cambio en la forma de dar cuenta del movimiento. La
imagen-movimiento consiste en un corte móvil de la duración (distinto a un corte inmóvil del movimiento que sería lo propio de las instantáneas
fotográficas) y es posible gracias a la introducción de la cámara móvil y el montaje. Este último es el verdadero protagonista de la técnica cinematográfica,
a través del montaje emerge la dimensión temporal del cine, donde el tiempo se construye a partir del encadenamiento de sucesivas imágenes movimiento
(planos). Así, tiempo y montaje resultan inescindibles. Luego, Deleuze va a introducir el concepto de imagen-tiempo para dar cuenta de una ruptura en la
construcción del tiempo que, de alguna manera, se desvincula de la primacía del montaje. El autor sitúa este cambio en el cine de postguerra con el
neorrealismo. Una lectura sobre la teoría de Deleuze puede encontrarse en: Marrati, Paola, Gilles Deleuze. Cine y Filosofía, Buenos Aires, Ediciones
Nueva Visión, 2003.
(18) El concepto bajtiniano de cronotopos designa la indisolubilidad del tiempo y el espacio, se trata de un principio rector de toda composición narrativa.
Ambas categorías remiten a las relaciones espacio temporales socialmente construidas que son asimiladas por el arte. Su utilidad radica en poner en
relación los ordenamientos espacio temporales propios de la obra con los externos a ella, es decir, con el contexto social. Ver Bajtin, Mijail, Teoría y
estética de la novela, Madrid, Taurus, 1991.
(19) Bourdieu, Pierre, Campo de poder, campo intelectual. Op. Cit.
(20) Jameson, Fredric, El Giro Cultural. Escritos Seleccionados sobre el Postmodernismo 1983-1998, Buenos Aires, Editorial Manantial, 2002, pág. 74.
(21) Con la salvedad, bien señalada por Jameson, de la necesidad de referir la estética postmoderna a la lógica propia que asume el capitalismo tardío.
(22) Eagleton, citado en Harvey, David, La condición de la posmodernidad: Investigación sobre los orígenes del cambio cultural, Buenos Aires, Amorrortu,
1998, pág. 23.
(23) La categoría de cine clásico se refiere al período que va de los años 30 al 50. Se trata de la edad de oro del cine de Hollywood cuyas características
principales son el Studio Sytem, el Star System y el cine de género.
(24) Marrati, Paola, Gilles Deleuze, Op. Cit.
(25) Aumont, Jacques, Estética del cine. Espacio fílmico, montaje, narración, lenguaje, Op. Cit.
(26) La heterogeneidad de las propuestas estéticas del cine contemporáneo es indudable, como así también el modo en que se recuperan gestos propios
del cine moderno, sin embargo, creemos pertinente emplear la categoría de cine postmoderno en tanto forma de dar cuenta de su inscripción a la lógica
actual del capitalismo tardío. El cine contemporáneo, al igual que el conjunto de las manifestaciones culturales, se basa en un nuevo tipo de relación con la
historia y la tradición que lo separa del cine moderno, este último buscaba superar o negar la tradición mientras que el cine actual dialoga con ésta de una
manera singular: la moda de la nostalgia, el pastiche como revisitación autoriónica constituyen algunas de esas formas. Para un tratamiento más amplio del
tema ver: Costa, Antonio, Saber ver cine, Barcelona, Paidós, 1997.
(27) Marrati, Paola, Gilles Deleuze, Op. Cit.
(28) Grüner, Eduardo, El sitio de la mirada, secretos de la imagen y silencios de arte, Buenos Aires, Norma, 2001, pág. 99.
(29) Grüner, E., El sitio de la mirada, secretos de la imagen y silencios del arte, Op. Cit., pág. 100.
(30) Zavala, Lauro, Elementos del discurso cinematográfico, Op. Cit.
(31) Las producciones cinematográficas argentinas que cobran visibilidad hacia fines de la década del noventa y que fueron nombradas y conocidas como
el “Nuevo Cine Argentino” no podrían ser caracterizadas estrictamente como cine postmoderno dadas las características del propio campo cinematográfico
local. El proceso de autonomización del campo, en los términos en los que lo entiende Bourdieu, se ha visto interrumpido en forma abrupta por la última
dictadura militar. Así el proyecto del “nuevo cine argentino” de los años sesenta en sus distintas variantes (cine experimental o cine político) queda trunco y
es retomado (aunque no de manera explícita) por los cineastas jóvenes que irrumpen dentro del campo hacia fines de los años noventa. Algunas de las
estéticas de estas producciones recuperan aspectos propios del cine moderno, por ejemplo, en el caso del cine de Trapero quien se identifica con el
movimiento del neorrealismo italiano, o Lucrecia Martel quien reconoce sus filiaciones con el cine de Torre Nilsson, quizás el caso de Caetano sea el más
cercano a las características propias del cine postmoderno en el modo en que revisita el cine de género (Un oso rojo, 2002) o juega y pone en relación
elementos propios de la cultura de masas en su cine (piénsese en el empleo que hace de la cumbia villera en sus films, por ejemplo).
(32) Arfuch, Leonor, Identidades, Sujetos y Subjetividades, Buenos Aires, Prometeo, 2002.
(33) Arfuch, L. Op. Cit. pág.20
(34) Tanto las palabras como las oraciones -en tanto unidades de la lengua entendida como sistema- carecen de expresividad, son neutrales. La
expresividad nace del contacto entre la realidad y la lengua que se produce en la comunicación discursiva. Ver Bajtin, Mijail, Estética de la creación verbal,
México, Siglo XXI, 2005.
(35) Mientras Saussure había elaborado su sistema de la lengua, dejando al habla como un espacio caótico e inabarcable, Bajtin retoma este terreno
puesto que es ahí donde se juega y se vislumbra el problema del lenguaje como siendo parte del mundo social.
(36) Bajtin, Mijail, Estética de la creación verbal, Op. Cit., pág. 251
(37) El dialogismo refiere a la presencia protagónica del otro en mi enunciado en la medida en que el lenguaje es siempre ajeno y expresa la historia y las
tradiciones. El término polifonía lo emplea Bajtin para caracterizar las novelas de Dostoievski y remite a la existencia de una pluralidad de puntos de vista y
visiones del mundo presentes en el texto, que son expresadas por los propios personajes y no ya por la voz privilegiada del narrador.
(38) Bajtin, Mijail, Estética de la creación verbal, Op. Cit., pág. 254.
(39) Zavala, Lauro, Op. Cit.
(40) Zavala, L., Op. Cit.
(41) Zizek, Slavoj, Multiculturalismo, o la lógica cultural del capitalismo multinacional, en F. Jameson & S. Zizek, Estudios Culturales: Reflexiones sobre el
Multiculturalismo, Buenos Aires, Paidós, 1998, pág. 172.
(42) Foucault, Michel, Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 1989.
(43) Zizek, S., Op. Cit., pág. 173
(44) Williams, R., Op. Cit.
(45) Adorno, Theodor, Teoría estética, Madrid, Ed. Orbis, 1983.
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