Regulación Nerviosa de La Corriente Sanguínea

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TECNOLOGICO NACIONAL DE MEXICO

INSTITUTO TECNOLOGICO DE CHINA

CALLE ENTRE 11 ENTRE 22 Y 28 S/N CHINA CAMPECHE MEX.


C.P. 24520.

TEL: (981) - 8172082

www.itchina.edu.mx

CARRERA: INGENIERIA EN AGRONOMIA

“FISIOLOGIA ANIMAL ”

(INVESTIGACION)

ALUMNO:

ALEXIS ALBERTO CHE TUN

MAESTRO: MARCO ANTONIO RAMIREZ BAUTISTA

GRADO: 4 GRUPO: DA
Regulación nerviosa de la corriente sanguínea

La circulación está sometida a un estricto control al objeto de cumplir tres tareas


prioritarias y cumplirlas por este orden: (1) suministro de un volumen de sangre
suficiente al encéfalo y al corazón, (2) suministro de suficiente sangre al resto de
órganos y tejidos corporales, y (3) control de la presión hidrostática capilar, de
manera que se mantenga dentro de un rango razonable de valores el volumen de
los tejidos y la composición del fluido intersticial.

El sistema nervioso recibe señales de diferente naturaleza acerca del estado en


que se encuentra el sistema circulatorio, por lo que hay diferentes tipos de
receptores sensoriales implicados en esa tarea. Están por un lado
los barorreceptores, que informan de la presión de la sangre en determinados
enclaves. Otros son quimiorreceptores; codifican y envían información acerca de
la concentración del CO2, el O2 y el pH sanguíneos. Las contracciones
musculares, así como los cambios en la composición del fluido extracelular de los
músculos también dan lugar a señales específicas. Por último, también es
relevante la información recogida por varios termorreceptores.

En los mamíferos toda esta información es procesada por un conjunto de


neuronas que forman lo que se denomina el centro cardiovascular medular, que se
encuentra en la médula oblonga (bulbo raquídeo) y el puente de Varolio, y que
también recibe inputs de otras regiones encefálicas, como el centro respiratorio
(del que hablamos aquí), el hipotálamo, la amígdala (al que nos referimos aquí) y
la corteza cerebral.
El centro cardiovascular medular, por su parte, elabora señales que se dirigen a
través de moto neuronas pertenecientes a las divisiones simpática y parasimpática
del sistema nervioso autónomo (parte del sistema periférico), que inervan el
corazón y la musculatura lisa de arteriolas y venas. La estimulación de los nervios
simpáticos provoca una elevación del ritmo cardiaco y de la fuerza de impulsión, y
también causa vasoconstricción. En consecuencia, se eleva el gasto cardiaco (Q)
y la presión sanguínea. La estimulación parasimpática produce los efectos
opuestos: reduce el latido, el gasto cardiaco y la presión arterial.

El centro cardiovascular medular puede dividirse en dos áreas funcionales, cuyos


efectos sobre la presión sanguínea son opuestos: los centros presor (o
vasoconstrictor) y depresor (vasodilatador). El primero estimula el sistema
simpático y provoca una elevación en la presión sanguínea y el segundo estimula
el parasimpático y provoca una bajada en la presión.

Hay barorreceptores arteriales por todo el sistema arterial. Unos, desprovistos de


vaina mielítica, se han encontrado en anfibios, reptiles y mamíferos, y responden a
la subida de la presión arterial elevando la frecuencia a la que envían señales al
centro cardiovascular medular. Protegen al organismo de los riesgos inherentes a
la hipertensión arterial al desencadenar reflejos cuyas consecuencias consisten,
precisamente, en una reducción de la tensión. Esa reducción se produce porque el
centro cardiovascular medular reduce la actividad de las motoneuronas
simpáticas, provocando un descenso en la frecuencia de latido, la fuerza de
impulsión del corazón y la resistencia vascular periférica. Al reducirse la presión
arterial, los barorreceptores reducen su actividad, lo que conduce a una corrección
de las actuaciones anteriores. Además, cuando se reduce la tensión arterial,
también aumenta la concentración circulante de la hormona antidiurética
(o vasopresina), lo que ayuda a retener líquidos y llevar la presión a los valores de
referencia. Otros barorreceptores (dotados de vaina de mielina), solo hallados en
mamíferos, responden a la presión baja y provocan una respuesta contraria a la
de los anteriores.

Como vimos aquí, los quimiorreceptores de los cuerpos


aórticos y carótidas cumplen un importante papel en el control de la actividad
respiratoria, pero también participan en la regulación de la función cardiaca.
Cuando esos quimiorreceptores detectan un aumento de la concentración de
CO2 o una reducción del pH o de la concentración de O 2, responden elevando la
frecuencia de emisión de potenciales de acción (señales nerviosas), lo que
provoca vasoconstricción periférica y una reducción de la frecuencia cardiaca si el
organismo ha dejado de respirar (en una inmersión, por ejemplo); de esa forma se
limita la circulación por los tejidos periféricos (músculos, principalmente) y se dirige
a los órganos internos y, sobre todo, al encéfalo.

Varias regiones cardiacas cuentan con mecano receptores y quimiorreceptores. La


información acerca del estado del corazón que recogen estos receptores es
enviada a través de la médula espinal al centro cardiaco medular y a otras
regiones del encéfalo. Además, la estimulación de ciertos receptores cardiacos
provoca la liberación de hormonas, tanto desde el propio corazón, como desde
otros órganos endocrinos. La frecuencia cardiaca, el grado de llenado y volumen
de las aurículas, y el volumen de sangre que llega desde el sistema venoso son
monitorizados de manera permanente por esos mecano receptores. Los
resultados de esa monitorización se traducen en variaciones en la frecuencia de
latido y en la concentración de vasopresina en la sangre, por lo que no solo afecta
a la actividad cardiaca, sino también a la renal, ayudando de esa forma a ajustar el
volumen de sangre en el organismo en su conjunto.

La pared de la aurícula cuenta con células secretoras que son sensibles al


estiramiento. Son células endocrinas que producen el péptido natriurético
auricular, y que lo liberan cuando se encuentran estiradas. Su efecto consiste en
estimular la excreción de sodio y la producción de orina, de manera que contribuye
a reducir tanto el volumen de plasma sanguíneo como el de la presión arterial.
Además, reduce la actividad del sistema renina-angiotensina-aldosterona, sistema
endocrino que induce una mayor reabsorción renal de Na+ y menor filtración
glomerular (menor producción de orina primaria). Inhibe también la liberación de
hormona antidiurética.

Además de los receptores auriculares, el corazón también cuenta con receptores


ventriculares con funciones mecano receptoras y quimiorreceptoras. Las primeras
son estimuladas por la interrupción del flujo sanguíneo coronario. Las
quimiorreceptoras son sensibles a sustancias químicas que median las respuestas
inflamatorias.

Los músculos esqueléticos cuentan con numerosas fibras sensoriales, más incluso
que motoras. Algunas registran la tensión muscular y modulan de forma refleja la
contracción de los músculos; esas fibras no intervienen en la regulación del
sistema cardiovascular. Otras, sin embargo sí lo hacen, y las hay
quimiorreceptoras (registran cambios en la composición química del líquido
extracelular) y mecano receptoras (registran estiramiento y contracción). La
estimulación de estas fibras produce cambios en la frecuencia cardiaca y de la
presión arterial, en un sentido que depende de las fibras concretas implicadas.

En resumen, la circulación se encuentra sometida a un complejo sistema de


control. El centro cardiovascular medular recibe e integra información recogida por
los mecano receptores, quimiorreceptores y termorreceptores distribuidos en
diferentes puntos del sistema vascular, y elabora respuestas que tienden a
garantizar el cumplimiento de las funciones del sistema y, ante todo, el suministro
de sangre al encéfalo y el corazón.

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