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Resumen:
Este artículo pretende contribuir en la respuesta a la pregunta: ¿cómo salirdel estado actual de enajenación e
indigencia ideológico-jurídica en América Latina en el siglo XXI? En una primera parte se mapea la difusión
actual de las dos grandes tradiciones jurídicas coloniales históricamente hegemónicas en el Continente: el ius-
naturalismo y el iuspositivismo. En un segundo momento se identifica la pluralidad de pensamientos (filoso-
fías-teorías) jurídicos críticos contrahegemónicos hoy en Latinoamérica. La última parte del artículo irrumpe
apelando a la urgencia de empoderamiento, a la (re)insurgencia, del paradigma jurídico liberador propio de
los pobres y de la naturaleza: el iusmaterialismo. Se indaga sobre sus principales postulados y posibilidades,
develando en diálogo las limitaciones y complicidades ideológicas de las tradiciones iusnaturalistas e iusposi-
tivistas, así como algunas carencias del postpositivismoen el pensamiento jurídico crítico. Metodológicamen-
te, la investigación acoge el modo (perspectiva) ideológico-jurídico. La técnica fundamental es la bibliográfi-
ca. En particular, para el mapeo sesigue las obrasFilosofía del Derecho en Latinoamérica(2012), de Rodolfo
Vázquez y Teoría Crítica del Derecho desde América Latina(2017), de A. C. Wolkmer.Para el aporte iusma-
terialista se recurre fundamentalmente a nuestras obrasFilosofía de la Revolución (2008) yTeoría Socialista
del Derecho (2011).
Abstract:
1. Profesor titular de Derecho, Instituto Altos Estudios Nacionales, Universidad Posgrado del Estado, Quito
(Ecuador). E-mail: [email protected].
FILOSOFÍA JURÍDICA LATINO AMERICANA EN EL SIGLO XXI…
Antonio Salamanca
Introducción
La praxis (la acción) de la vida de los seres humanos tiene una capacidad
cognitiva. Ella posibilita la ideología. La capacidad cognitiva tiene un momento refle-
xivo-racional, que da lugar a lo que entendemos por filosofía-teoría científica. Las
ideologías, como modos de aprehender cognitivamente el mundo, por la unidad con la
capacidad ejecutiva y afectivade la praxis, son modos de conducirnos la existencia. Por
ello, las ideologías que realmente se tienen —no las que se dice que se tienen— son las
que movilizan nuestras acciones, aunque con el discurso de la boca prediquemos otras
cosas. Salvo que se viva en la disociación cognitiva y se termine en la esquizofrenia, si
uno no vive como piensa, acaba pensando como vive. Dicho esto, un trabajo sobre las
ideologías jurídicas, como el presente, no es un ejercicio sobre discursos sin saliva, so-
bre opiniones sin implicaciones. Por el contrario, es una indagaciónen los giroscopios,
en las constelaciones de ideas sobre las relaciones sociales de poder, sobre las brújulas 28
cognitivas que mueven a las personas y los pueblos. La actividad cognitiva reflexivo-
racional explicativa nos permite el camino de la filosofía y de la teoría científica para
juzgar los avances y errores de las diversas ideologías, filosofías y teorías científicas
respecto a la verdad de la vida de los pueblos y la naturaleza. En definitiva, aquí trata-
mos sobre los circuitos ideológico-jurídicos integrados (chips) que mueven nuestros
programas de vida personal y colectiva.
Los tiempos que vivimos en el siglo XXI, y los que vienen, están reclaman-
do la (re)insurgencia histórica del derecho de los oprimidos, de los pobres y de la natu-
raleza. Los pueblos necesitan deshacerse ya del aparejo del derecho burgués que le han
cinchado por doscientos años. Los pueblos están urgidos de volverse a sus más genui-
nas tradiciones jurídicas iusmaterialistas; caminar hacia el futuro mirando histórica-
mente al pasado. Los pueblos latinoamericanos (y del mundo) necesitan empoderarse
tomando el derecho en sus manos.
Para quienes asumen la fe en el mito de progreso de la ciencia capitalista,
como señala Rodolfo Vázquez: “[r]esulta ya un lugar común afirmar que América La-
tina ha sido una rezagada con relación a las tres revoluciones científico-tecnológicas
modernas: se educa en el dogmatismo de la contrarreforma sin haber conocido la re-
forma; importa una concepción liberal e ilustrada del Estado sin una burguesía que la
haya instrumentado; e incorpora el discurso de la globalización ignorando las profun-
das desigualdades ancestrales de nuestros pueblos” (Vázquez, 2012, p. 834). Sin embar-
go, viendo la historia desde el lugar de las víctimas, a América Latina más bien llegó
muy pronto el sometimiento al dogmatismo de la contrarreforma, al liberalismo de la
globalización colonial capitalista yal fetichismo de su derecho burgués. I. Wallerstein y
E. Dussel nos recuerdan que el sistema mundo ideológico, económico, político y jurí-
dico comienza con la Conquista en 1492.
En el ámbito concreto de la filosofía jurídica en el nuevo mundo, antes de la
llegada de los ibéricos a las nuevas tierras con la cruz, la toga y la espada,algunos de
estos pueblos eran hijos de la civilización de Caral (Perú), la primera ciudad-estado del
Continente, con aproximadamente unos 5.000 años de antigüedad(Shady y Leyva,
2003). Por cierto, ¿cuántos textos de historia del derecho en Latinoamérica comienzan
29
con Caral?, —utilizando la categoría de Pablo González Casanova, aún hoy el colonia-
lismo interno es feroz—. Desde hace 12 mil años o más, desde la llegada de los prime-
ros emigrantes, los pueblos de lo que llamaránAbya Yala tenían sus filosofías jurídica.
Filosofías morales, políticas y jurídicas sin mediación escrita, consuetudinarias, plura-
les,y en gran medida descentralizadas.
Desde el siglo XV, con el llamado por E. Dussel “encubrimiento del otro”,
primero de los españoles y portugueses, se pone en marcha el sistema mundo jurídico
en las tierras de América. En las carabelas de los cerebros ibéricos y sus relaciones so-
ciales de poder se importa una filosofía jurídica que era hegemónica en el discurso le-
gitimador europeo: el derecho natural (iusnaturalismo).Tres siglos más tarde, mancha-
da con la sangre del holocausto de millones de indígenas del nuevo mundo y población
esclava africana, en el siglo XVIII, una nueva clase social se hace hegemónica en las
metrópolis imperiales y luego en las coloniales: la burguesía. Conquista el poder ideo-
lógico, político-institucional y jurídico en Europa y sus colonias. A pesar de que des-
trona a monarquías, aristocracias y clero apelando al iusnaturalismo, ya en la silla del
poder engendra un nuevo paradigma de derecho, que desplegará desde el siglo XIX a
lo largo y ancho del planeta. Esa constelación jurídica será bautizada como positivismo
jurídico. En esencia no es sino el voluntarismo despótico medieval, y antiguo, pero más
sofisticado. No se legitima ya en derechos naturales, que limita a los burgueses el ejer-
cicio del poder —aunque, como hemos indicado, apelando a ellos se asentaron en el
trono del despotismo—. Su legitimación abiertamente reside ahora en la voluntad de
quien manda, de quien tiene el monopolio de la violencia coactiva en la sociedad: la
nueva clase burguesa. Desde el siglo XIX, el positivismo jurídico va colonizando todos
los espacios (legislación, universidades, facultades de derecho, operadores jurídicos,
jueces, fiscales, abogados, policías, imaginario simbólico de los pueblos, etc.). En las
dos últimas centurias, iusnaturalismo e iuspositivismo se han disputado los ámbitos de
poder ideológico y social. Uno, el primero, en repliegue; otro, el positivismo jurídico,
es ascenso y dominación imperial imparable.
Las facultades de derecho que pronto se crearán en las universidades, en
términos generales desde entonces fueronun espacio fundamental de la dominación ju-
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rídica. Las han transustanciado en templos esotéricos de un sacerdocio que pretende
administrar el derecho —como si el derecho no se produjera en los campos y las calles
y no fuese administrado (empoderado) por las comunidades con su institucionalidad.
Las materias de las carreras de derecho (mallas, programas) se dedican en gran parte a
la glosa, a la exégesis de los oráculos del interés del capital convertido en ley. Discipli-
nas como la filosofía del derecho se han eliminado o reducido a filosofía positivis-
ta.Ello se ha debido, entre otras razones, a que se identificaba la filosofía jurídica con
la disciplina del derecho natural; o a que la filosofía quedaba disuelta y superada por el
estadio de desarrollo superior propio de la ciencia, de la teoría del derecho: la dogmáti-
ca jurídica. A modo de ejemplos, como recoge R. Vázquez:“[e]n un tono categórico y
crítico, no carente de realismo, M. Salas sostiene que «en Costa Rica —y me temo que en
buena medida en Centroamérica— no existe realmente filosofía del derecho. [...] A tal ex-
tremo se ha llegado que, en muchas universidades, la asignatura ya se suprimió; es decir,
forma parte de anaqueles históricos y de proyectos curriculares fallidos, o no existe del to-
do»” (Vázquez, 2012, p. 842). Por su parte, Manuel Atienza en su Manifiesto (2014) cons-
tata que en aquellos países donde la filosofía del derecho mantiene o ha alcanzado “un lu-
gar académicamente destacado” y “un buen número de cultivadores de la disciplina
con un alto nivel de competencia “técnica”, “¿[c]ómo explicar, entonces, que la pro-
ducción iusfilosófica se limite en buena medida a comentar o discutir ideas y teorías
surgidas en otros ámbitos culturales y destinada también muchas veces a tratar con
problemas característicos de esos otros ámbitos”(Atienza, 2017, p. 49).En Uruguay, por
ejemplo, como en otros muchos países,la filosofía del derecho “se repliega a una labor
orientada a servir de apoyo a la formación profesional de abogados y escribanos, adop-
tando posiciones eclécticas, de compromiso, sincretismo” (Vázquez, 2012, pp. 850-851).
Con la opresión creciente del “contraderecho” burgués, el fetichismo normativo
del sistema jurídico del capital pretende hacer creer que en el planeta se avanza en la garan-
tía de los derechos de los pueblos y la naturaleza. Se encubre la situación real de indigencia
jurídica de las grandes mayorías al tiempo que, en términos globales, las relaciones “jurídi-
cas” (contraderechos) que más se extienden son las propias de un estado absoluto, despóti-
co y fascista. R. Vázquez se hace eco del sentir de E. Zaffaroni: “’[t]odo indica...que lejos
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de enfilarnos desde un Estado legal de derecho a uno constitucional, involucionamos,
de nueva cuenta, hacia un Estado «decretal» de derecho” (Vázquez, 2012, p. 835). Para
la vida de los pueblos y la naturaleza, lo que la realidad evidencia es que el sistema ju-
rídico burgués, con su paradigma ideológico, con sus teorías y filosofías del derecho,
ha fracasado en América Latina. R. Vázquez (2010, p. 837)acoge el diagnóstico de R.
Gargarella:
rica comienza con los primeros “textos escritos” de juristas “profesionales” correspon-
diente a los últimos 500 años. Ello implica borrar de un plumazo la etapa prehispánica
de pluralismo jurídico consuetudinario, al menos 12.000 años de filosofía jurídica no
escrita y “no profesional”.
A. C. Wolmer (2017) hace una clasificación según tres momentos de la histo-
ricidad jurídica en América Latina: 1) la cultura jurídica durante la conquista y la coloni-
zación;2) en la época de la post-independencia; 3) en la contemporaneidad tardía: escena-
rios incompletos (p. 230). En la primera etapa (ss. XV-XVIII) seevidencia un pluralismo
legislativo de la metrópoli y entre esta y las colonias. A su juicio, se caracterizó por “un de-
recho eurocéntrico difuso, influenciado por los sistemas románicos, canónicos y germáni-
cos que se secularizó y unificó durante el reinado de los Reyes Católicos y se manifestó ba-
jo la forma de un pluralismo legislativo instituido (…)” (p. 230). Expresión de ello es la in-
fluencia jurídica de las Siete Partidas (1256-1265), el Ordenamiento de Alcalá de Henares
(1648), los Fueros Municipales, Fueros Reales, Leyes de Toro, Leyes de Indias; así como
las Ordenanzas Reales (Alfonsinas y, Manuelinas y Filipinas) en la colonización lusitana.
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Como contribuciones al pluralismo crítico desde el humanismo cristiano recoge los aportes
en el Nuevo Mundo de Alonso de la Vera Cruz, Vasco de Quiroga, Antonio de Montesinos,
Bartolomé de las Casas; y, en la península: Francisco Vitoria, Francisco Suárez, Domingo
de Soto (pp. 230-231).
Llambías de Azevedo; Argentina: Tomás Casares; México: Mauricio Beuchot; Brasil: Al-
ceu de A. Lima; André Franco Montoro; b) positivismo, en el que ubica normativistas kel-
senianos, analíticos y formalistas lógicos. De esta tradición son muestra, en México: Javier
Esquivel Pérez, R. Tamayo Salmorán y Eduardo García Máynez; Chile: Agustín Squella;
Colombia: Luis Villar Borda; Perú: Francisco Miró Quesada; Argentina: Ambrosio Gioja;
Genaro R. Carrió, E. Garzón Valdés, Roberto J. Vernego, Carlos Nino, Carlos E. Al-
chourrón; Brasil: Pontes de Miranda); y c) eclecticismo, que acoge expresiones jurídicas
existencialistas, fenomenológicas, vitalistas egológicas ytridimensionalistas). De esta terce-
ra tradición tenemos ejemplos en Chile: J. Hübner Gallo; Argentina: Carlos Cossio y Wer-
ner Goldschmidt; Brasil: A. L Machado Neto y Miguel Reale(Wolkmer, 2017, pp. 239-
240).
Un segundo grupo de sistematizaciones más ideológico-jurídicas son las pre-
sentadas por E. Pérez Luño (2007) y Rodolfo Vázquez (2011). En ellas se sigue olvidando
que la ideología hegemónica más extendida en el territorio y el tiempo ha sido la praxis ju-
rídica pluralista. Con esta advertencia y completando los aportes de ambos autores, se pue-
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de mapear las siguientes ideologías jurídicas que han hegemonizado América Latina desde
la Conquista: el iusnaturalismo y el iuspositivismo.
(1º) El iusnaturalismo. Como hemos indicado, la filosofía y teoría jurídica ius-
naturalista llegó al Continente americano con la Conquista ibérica en 1492. Llegó de la
mano de los conquistadores, de los frailes y sacerdotes, de los jurisconsultos. Se institucio-
nalizó pronto con la fundación de las primeras universidades, con sus facultades de derecho
y la enseñanza del derecho canónico. En términos generales, este modo de ver el mundo ju-
rídico se asienta en una concepción teológica o no científica de la naturaleza humana (de lo
que denominainstintos, pasiones, alma, espíritu, etc.). Fundamento que, se afirma, es sus-
ceptible de ser descubierto por el conocimiento humano, frecuentemente por deducción ra-
cional. Sostiene que existen unos derechos, llamados naturales, que son innatos a la natura-
leza del homo sapiens sapiens. Los derechos son facultades, expectativas innatas. Vienen
con el nacimiento de cada persona. Estos derechos (v. gr. derecho a la vida, a la sociabili-
dad, a la seguridad, etc.) son el contenido de la dignidad del ser humano (a imagen y seme-
janza de Dios, en la expresión teocrática del iusnaturalismo), y/o descubiertos por la razón.
En el Occidente europeo, este paradigma jurídico se fue haciendo hegemónico desde la An-
tigüedad en el discurso de legitimación del poder político y modo de ver el mundo, mante-
niendo su dominio hasta el siglo XIX. La Iglesia católica en sus dos mil años de existencia
acogió esta filosofía jurídica como propia y la convirtió en un medio fundamental para su
expansión. Desde el siglo XIX ha ido perdiendo influencia ante el emergente iuspositivis-
mo.La pérdida de influencia en esta época no significa que haya desaparecido. A modo de
ejemplo, en un rápido recorrido,en el siglo XX y lo que llevamos del siglo XXI encontra-
mos una pluralidad de propuestas iusnaturalistas. Siguiendo lo expuesto en La investiga-
ción Jurídica Intercultural e Interdisciplinar(Salamanca 2015), en Europa han sido y son
ilustrativas las teorías del Derecho natural de contenido variable, de R. Stammler; el Dere-
cho Natural de contenido progresivo, de G. Renard; la teoría del iusnaturalismo historicis-
ta, de G. Fassò y la ontofenomenología del Derecho, de Sergio Cotta, continuada en Italia,
en su perspectiva existencialista, por sus discípulos: Bruno Romano, Francesco D’Agostino
y Bruno Montanari (pp.83).
A la hora de una sistematización de las diversas teorías jurídicas recientes naci-
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das en el seno de la tradición iusnaturalista resulta útil el criterio de clasificación del profe-
sorA. E. Pérez Luño. El autor divide el iusnaturalismo en dos grandes familias o tradicio-
nes: 1º) A la primera le llamaontológica, dogmática o radical. En este grupo engloba la
producción de autores comoAmbrosetti, Charmont, Corts Grau, Cotta, Elías de Tejada,
Fernández Galiano, Finnis, Galán, Lachance, Luño Peña, Maritain, Messner, Puy, el último
Radbruch, Villey.2º) La segunda tradición es la deontológica, crítica o moderada. Agrupa
en este camino la obra de Bloch, Del Vecchio, Dworkin, Fuller, Fassò, LegazLacambra,
RecasénsSiches, Stammler, Truyoly Serra, Welzel y Wolf (pp.83).
La ideologíaiusnaturalista europeaextendió su influencia y colonizóAmérica
Latina.Como hemos indicado, este fue el paradigma filosófico jurídico hegemónico en
el discurso legitimador de los conquistadores desde el siglo XV hasta el siglo XIX —
aunque en algunos países su hegemonía resistió hasta inicios del siglo XX—. Decimos
en el discurso, porque en la práctica, el voluntarismo jurídico ha sido siempre el deno-
minador común, sea del estado esclavista antiguo, del estado feudal europeo, de la mo-
narquía despótica, del estado de encomienda, mita, obrajes y reducciones, de los lla-
completar la clasificación de las familias del positivismo jurídico, a su vez, en dos grandes
grupos: el iusvoluntarisma y eliusocio-constructivista. Asimismo, dentro de la familia
iusvoluntaristapuede ayudar diferencia la variante deliusmarxismo supraestructural.Con re-
lación a la primera sugerencia, en el referido artículo se ubicaban los siguientes grupos de
trabajos bajo el paraguas del iusocio-constructivismo (funcional o crítico), que tendrán su
influencia en Latinoamérica:
40
tema normativo, de C. Alchourron y E. Bulygin; la teoría del derecho analítica
del lenguaje ordinario, de los argentinos Ambrosio Gioja, Genaro Carrió, Ernesto
Garzón Valdés, Alchourrón, Bulygin, Farrel, Guibourg, Martino, Rabossi, Ver-
nengo, Warat, C. S. Nino; las teorías críticas del Derecho, del movimiento esta-
dounidense Critical Legal Studies (Salamanca, 2015, p. 84).
Ahora bien, como hemos señalado arriba, la crisis y agotamiento del positi-
vismo jurídico como paradigma hegemónico, con todos sus aportes y sus limitaciones
se expresa en las críticas que surgen desde diversas disciplinas y ámbitos del derecho:
la sociología jurídica, el neoconstitucionalismo, el análisis feminista del derecho, el
análisis literario del derecho, el pluralismojurídico, la teoría crítica del derecho, etc.
M. Atienza (2017) están proponiendo la necesidad de un nuevo paradigma jurí-
dico que denomina como “postpositivismo”. A su juicio, pertenecerían a esta familia
Dworkin, Alexy, Nino o MacCormick. Para el caso particular del constitucionalismo lati-
noamericano, él propone un constitucionalismo postpositivista. (Atienza, 2017, p. 11). El
autor sitúa los orígenes recientes de esta propuesta postpositivista en la obra de Rudolf von
Ihering.En su contenido:
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metodológica o conceptual entre el Derecho y la moral; mejor aún, no niega que
desde ciertas perspectivas sea posible (necesario) distinguir entre el Derecho y la
moral, pero insiste en que esa separación no puede verse en términos dicotómi-
cos, o sea, entre el Derecho y la moral hay tanto separación como continuidad:
son “conceptos conjugados”(Atienza, 2017, p. 10).
tenerlo en cuenta cuando nos acercamos a la obra de A. C. Wolkmer. El panorama que nos
presenta es muy rico, no homogéneo, lleno de matices, esperanzador sin duda. Sin embar-
go, la exhaustividad de su trabajo no debe llevar a la idea de que es la conciencia jurídica
mayoritaria en los pueblos ni la filosofía y teoría jurídica que se enseñamayormente en las
facultades de derecho de la Universidades. Lo que domina y sigue creciendo es el dominio-
del positivismo jurídico como, paradigma con las múltiples variantes de sus familias. El es-
tado general de los pueblos es de indigencia jurídica y de enajenación de la conciencia del
sus derechos. Una ideología jurídica, la de la clase burguesa, ha colonizado las vidas de los
pueblos.
Según A. C. Wolkmer, en América Latina el pensamiento jurídico crítico del
siglo XXI se está ocupando de problemáticas como las prácticas alternativas del derecho,
derechos humanos, asesoría jurídica popular, pluralismo legal indígena, justicia comunita-
ria, Estado plurinacional y constitucionalismo andino, etc. (Wolkmer, 2017, p. 93). A su
juicio, el acercamiento crítico a las referidas problemáticas le ha sido posible por la in-
fluencia de dos tradiciones jurídicas críticas: el Critical Legal Studies (estadounidense), el
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Uso Alternativo del Derecho y la Asociación Crítica del Derecho (europea).
Una primera tradición —en orden expositivo— es la crítica jurídica estadouni-
dense. Las tendencias críticas del derecho en Estados Unidos tienen una articulación rele-
vante con la fundación en 1977, en la Universidad de Wisconsin, del movimiento Critical
Legal Studies. En su origen está un grupo interdisciplinar de profesores, vinculado algunos
de ellos a la Law and SocietyAssociation . La ideología del movimiento es de izquierdas. La
crítica al derecho es fundamentalmente histórico-ideológica. El movimiento jurídico crítico
tiene sus inspiraciones en: la fenomenología, el historicismo (E. P. Thompson), el estructu-
ralismo francés (M. Foucault), neomarxismo (A. Gramsci, H. Habermas, Offe). Se concibe
al derecho como una supraestructura relativamente autónoma que cumple funciones ideoló-
gicas (C. Summer), de legitimación (H. Hayde), y para la construcción de una fuerza hege-
mónica (F. Genovese). Como autores fundamentales de este movimiento A. C. Wolkmer
identifica a: Morton Horwitz, Duncan Kennedy, Mark Tushner, Karl Klare, Robert Gordon,
Peter Gabel, Mark Kelman, Richard Abel, Thomas Heller, David Trubek, William Simon,
Roberto Mangabeira Unger. Desde los años 1980, como otra expresión de la crítica y resis-
Para A.C. Wolkmer, en la década de los 1960 en Europa se pone en marcha una
crítica a los límites delparadigma hegemónico dominante, positivismo jurídico, por su for-
malismo y normativismo. Sin embargo, el autor es consciente de que no es la primara resis-
tencia en la historia. Ya a inicios del siglo XX, el realismo y el pragmatismo jurídico, tanto
en Estados Unidos como en Escandinavia, habían reaccionado frente a ello. En el resurgi-
miento crítico a finales del siglo XX identifica varios factores: a) los aportes del derecho
soviético, con sus críticas al derecho burgués (Stučkay Pasukanis); b) la influencia de Louis
Althusser,en su relectura de la obra de A. Gramsci y Marx para explicar la estructura social;
c) la críticas de la Escuela de Fráncfort, desde Alemania y Estados Unidos; d) el pensa-
miento de Michel Foucault con sus tesis arqueológicas y microfísica del poder (Wolkmer,
2017, p. 40).
jurídico. En Costa Rica destacan la obra de Norman J. Solórzano, Helio Gallardo y Wlarter
Antillón. En Cuba, la obra de Julio FernandezBulté, Julio Fernández Estrada, Delio J. Ca-
rreras Cuevas y Hugo M. Azcuy. En Puerto Rico, hacen una rica contribución el grupo de
investigadores vinculados a la entonces Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos,
Carlos Rivera Lugo, Daniel Nina(Wolkmer, 2017, pp. 99-100).
En América del Sur, a juicio del A. C. Wolkmer,(2017, pp. 101-121)la crítica
jurídica se ha centrado entre otras en los siguientes campos: a) la crítica al derecho en su
tradición positivista, desde sus propias limitaciones. Con esa preocupación ubica a autores
como Patricia Scarponetti, Ricardo Rabinovich-Berkman, Christian Courtis, Mauro Benen-
te, Beatriz Rajhlan (Argentina); Luis Alberto Warat, Agostinho Ramalho Marques Neto,
Luiz Fernando Coelho, Celso Ludwig, Alyssson Leandro Mascaro (Brasil); b) la crítica de
la ideología burguesa del derecho como elemento de dominación y resistencia al cambio.
Ejemplo de ello para Wolkmerson las obras:Carácter ideológico de la filosofía del Derecho
(1988), de Gilberto Tobón Sanín (Colombia); Luchas obreras y política laboral en Colom-
bia(1978), (con Víctor Manuel Moncayo), y Derechos Humanos y crítica social en Améri-
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ca Latina (1984), Criminalidad y Constituyente (1977), de Fernando Rojas (Colombia); El
Derecho como obstáculo al cambio social (1980), del autor Eduardo Novoa Monreal (Chi-
le); c) la praxis emancipadora alternativa del derecho orientada a la vida (“satisfacción de
las necesidades fundamentales”). Ejemplo de ello es la obra Una concepción metodológica
del uso alternativo del Derecho (1988), de Manuel Jacques (Chile) y la actividad del Insti-
tuto Latinoamericano de Servicios Legales Alternativos (Ilsa), con su revista El otro Dere-
cho(Wolkmer, 2017, pp. 101-106); d) el derecho que surge de abajo, el derecho hallado en
la calle. Es el caso del trabajo por la justicia comunal y la legalidad campesina de Antonio
Alfonso Peña Jumpa, Raquel Z. Yrigoyen Fajardo y Pavel H. Valer-Bellota (Perú); Roberto
Lyra Filho, Jose Geraldo de Souza Jr. (Brasil); e) el pluralismo jurídico crítico, de A. C.
Wolkmer (Brasil); f) el constitucionalismo andino, entre ellos se encuentran los trabajos de
Ramiro Ávila, Luis Ávila, Raúl LLásag, Juan Montaña, Gina Chávez (Ecuador);Farit L.
Rojas Trudela, Ramiro Molina Rivero, Marcelo Fernández Osco, Diego Tejada,Carlos Der-
pic, Juan Ramos Mamani(Bolivia); y el constitucionalismo horizontal, de Alejandro Médici
(Argentina); g) la criminología crítica. Esta orientación se encuentra en la obra de autores
como Rosa del Olmo, Elsie Rosales, Lola Aniyar de Castro, Manuel Eugenio Gándara (Ve-
nezuela); h) el acceso a la justicia de los más pobres, por ejemplo, en la obra,de 2009, Una
interpretación histórica-institucional del Acceso a la Justicia en Venezuela (1936-2006),de
Sonia BoueiriBassil (Venezuela); i) el eclecticismo metodológico y la interdisciplinariedad.
Es el caso de la obra de Ricardo Entelman, en acercamientos a la epistemología foucaultia-
na y el psicoanálisis,Carlos M. Cárcova y Enrique Zuleta Puceiro (Argentina); j) la función
psicológica opresora del texto de la ley. En este sentido encontramos la obra de Enrique E.
Marí (Argentina); k) la producción del conocimiento jurídico. El grupo ALMED es un
ejemplo de ello desde 1974. Se crea por juristas argentinos y brasileños en la Universidad
de Morón, fundamentalmente a través de la revista Contradogmática. Su pretensión es
desmitificar la cultura jurídica del derecho hegemónico con el objetivo de crear conciencia
crítica entre los juristas. Siguiendo a Warat los objetivos principales de esta crítica son:
la teoría crítica post-moderna, todo el conocimiento crítico tiene que comenzar por la crítica
del propio conocimiento. En la fase actual de transición paradigmática, la teoría crítica
post-moderna se construye a partir de una tradición epistemológica marginada y desacredi-
tada de la modernidad: el conocimiento-emancipación” (Santos, 2003, p. 31). A ello añade
A. C. Wolkmer “y movida por el principio de solidaridad” (Wolkmer, 2017, p. 35).
Para Wolkmer, la teoría crítica en el ámbito jurídico debe construirse desde una
crítica decolonial, pluralista, intercultural e interdisciplinar. Él propone un enriquecimiento
del derecho con los aportes de: a) teología y filosofía de la liberación (Gustavo Gutiérrez,
Ignacio Ellacuría, Leonardo Boff, Enrique Dussel); b) la educación conscientizadora popu-
lar (Paulo Freire); c) la investigación de la praxis sociológica (Orando Fals Borda); d) la an-
tropología del hombre latinoamericano (Darcy Ribeiro, Rodolfo Kusch); e) la economía de
la dependencia (Theotônio Santos, A. Gunder Frank, Ruy Mauro Marini); f) la descoloni-
zación de los espacios geográficos (Milton Santos); g) el indigenismo; h) el feminismo; i)
el “nuevo” constitucionalismo latinoamericano (Wolkmer, 2017, p. 36).
Una vez concluido este mapeo del pensamiento jurídico crítico en nuestra Amé-
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rica, A. C. Wolkmer se hace eco —que compartimos— de las limitaciones de la crítica
emancipatoria sin proyecto revolucionario. Cita para ello a Ph. Slater, en Origen y signifi-
cado de la Escuela de Frankfurt (1978),donde advierte: “…..[m]ostrar tan sólo la necesidad
de las contradicciones y tener consciencia de ellas no es suficiente; una real teoría revolu-
cionaria incluye una teoría de la organizacióny acción política. Es precisamente una teoría
crítico-práctica. Y es exactamente de eso que carece la concepción de la Escuela de Frank-
furt” (Ph.Slater en Wolkmer, 2017, p. 34). Es por ello que para A. C. Wolkmer, el desafío
de una filosofía y teoría jurídica crítica es “recuperar y reconstruir la noción de utopía en la
perspectiva de la comunidad, de lo común, potencializando nuevos modos de resisten-
cia”(Wolkmer, 2017, p. 37). “En síntesis, pensar y operar una teoría crítica alternati-
va/descolonial implica ir más allá de los marcos emancipatorios de la tradición moderna,
esencialista, racionalista y eurocéntrica; es dirigirse a una construcción realista, contextua-
lizada y transformadora de los espacios societarios, políticos y culturales subalter-
nos”(Wolkmer, 2017, p. 37). Para Wolkmer la teoría jurídica crítica es: “la formulación
teórico-práctica capaz de cuestionar y de romper con lo normativo que está disciplinaria-
52
riesgo cierto de que la globalización en la teoría del Derecho r esponda más
bien a lo que se ha llamado la “globalización de un localismo”, podría ser de
interés desarrollar teorías del derecho –digamos- “regionales”, de acuerdo con
los diversos círculos de cultura hoy existentes. El multilateralismo parece una
estrategia deseable, y no solo en el ámbito de la política internacional(Atienza,
2017, p. 49).
Los aspectos más valiosos de las teorías críticas del Derecho giran en torno a la
necesidad de insertar el derecho (y la teoría del Derecho) en el medio social y
los pueblos y la naturaleza, así como de la disciplina del derecho. Su funcionalidad con el
poder de dominación ha tenido como contraparte obligada, en palabras de M.
Atienza,“….la falta de atención a los problemas y a los destinatarios”. Esta es una de las
principalesexplicaciones “de la insatisfactoria situación de la Filosofía del Derecho en los
países latinos” (Atienza, 2017, p. 50).
Como hemos apuntado, yendo muy al fundamento, gran parte de las limitacio-
nes explicativas del iusnaturalismo le vienen porque asume “dogmáticamente” que existen
derechos naturales, que los seres humanos nacen con derechos innatos. Confunde el sistema
de necesidades/capacidades, constante de la especie homo sapiens sapiens, con una crea-
ción histórica de la comunidad que es el sistema de derecho (naturales-humanos). Por su
parte, el iuspositivismo asume también “dogmáticamente” que el derecho, los derechos de
los pueblos (y los derechos humanos) tienen su legitimación última en la voluntad, sea in-
dividual o intersubjetiva. Es el único asidero que les queda después de haber dinamitado,
también dogmáticamente, la dimensión debitoria, moral (ética) de la praxis así como la po-
sibilidad de conocerla. El pedigrí epistemológico último del positivismo es su escepticismo
54
cognitivo y moral: a) la realidad no se puede conocer sino que solo podemos hablar del
mundo fenoménicamente construido por la intersubjetividad;y b) del ser no se puede obte-
ner el deber ser. Estos dogmas les impiden a ambos paradigmas dar una explicación más
completa, y susceptible de probación sin contradicciones, del hecho jurídico, del hecho del
Derecho. Ahora bien, esto no quiere decir que ambos paradigmas hayan dejado de ser utili-
zados por el poder violento socialo vayan a dejar de hacerlo. Eso solo ocurrirá si encuentran
otro que le sirva mejor para pretender la legitimación de la violencia institucional. Hoy,
como aún no hay otro, lo que se evidencia es una propagación global del positivismo jurídi-
co en todas sus variantes (v.gr. China, Rusia, etc.) (Salamanca, 2017).
Sin embargo, desde la noche de los tiempos, me atrevería a decir que desde que
hay sociedad, comunidad humana, desde la aparición de la especie del homo sapiens sa-
piens hace 200.000 o algo más (y tal vez también en la familia de los homo sapiens nean-
dertales), ha estado alumbrándose por doquier nuevas constelaciones jurídicas(Ribas Alba,
2015, pp. 44-52). Se han diseminado a lo largo y ancho del planeta. La mayoría de ellas ile-
tradas y“analfabetas”—solo una pocas pasaron por las escuelas y universidades—. Sus to-
gas fueron sus harapos hechos girones por las luchas; sus cortes y palacios de justicia: los
campos y patios traseros de los pueblos y suburbios. Sus discursos, argumentaciones, reso-
luciones y sentencias: frases incompletas de silogismos motivados sin falacias. Este ha sido
el mundo jurídico de los pobres y oprimido; el derecho consuetudinario de los pobres en la
historia de la humanidad. Este derecho, siempre insurgente, hoy está de regreso, vuelve;
¡vuelve la insurgencia del derecho de los oprimidos, de los pobres de la tierra! Su paradig-
ma innominado por miles de años queremos reconocer; puede ser nombrado: puede llamar-
se iusmaterialismo.
El iusmaterialismo no nació históricamente con la pretensión fundamentalmen-
te de hacer interlocución con teóricos del derecho. Fue un paradigma jurídico nacido de,
con y para los pueblos y la naturaleza; fue y es el derecho de las grandes mayorías despo-
seídas. Con palabras de M. Atienza, “[l]a filosofía del derecho no es un género retórico, pe-
ro una forma equivocada de practicar la teoría jurídica consiste en desentenderse de quiénes
son los destinatarios de los escritos iusfilosóficos y de quiénes pueden hacer uso de las
ideas que se encuentran en ellos. Quizás no tenga sentido producir obras destinadas única-
55
mente a otros filósofos del Derecho, y menos aún cuando sus destinatarios directos parece-
rían ser intelectuales a los que todo lo que se genera fuera de su ámbito cultural les es
ajeno”(Atienza, 2017, p. 49).
Los padrinos de bautismo son una joven pareja y un amigo de toda la vida de
lucha: K. Marx, Jenny vonWestphalen y F. Engels(Gabriel, 2013). En el siglo XIX, en
Alemania, el joven K. Marx de 24 años, el irreductible profeta de los debates en la Gaceta
Renana,cuando querían criminalizar como robo el uso de la leña de los bosques por los po-
bres para calentar el hogar en los fríos inviernos, reconoce y levanta su voz profética por el
derecho de los pobres(Marx, 2007). Reconoce un derecho que viene de lejos en la historia,
y del mismo se hace portavoz: el derecho consuetudinario de los pobres. Toda su vida la
dedicó alverdadero empoderamiento jurídico de los pobres, oprimidos y explotados, denun-
ciando al tiempo el engaño, el fetichismo, de un pseudoderecho: el derecho burgués. Con-
traderecho que no es sino el interés del capital sacralizado en ley. Sin embargo, su com-
promiso extenuante al empoderamiento de los oprimidos con una filosofía-teoría económi-
ca revolucionaria no le dejó tiempo para explorar la teorización del derecho insurgente de
los pobres. Pero la crítica al derecho burgués de K. Marx, y buena parte del marxismo, es
eso, una crítica derivada de la filosofía-teoría económica marxista al capital y al derecho
del capital. La crítica a una teoría no es necesariamente la propuesta de otra teoría. K. Marx
no elaboró una teoría marxista, comunista, del derecho histórico de los pobres. Esta es la te-
sis común y compartida por muchos autores, entre ellos Roberto Lyra Filho. En sus obras
Karl, meu Amigo: Diálogo com Marx sobre o Direito (1983a)y Humanismo dialéctico
(1983b) reconoce que la tradición marxista tampoco ha ofrecido una teoría marxista (co-
munista) del derecho por seis dificultades fundamentales: 1°) el mal uso e interpretación de
las fuentes en la obra de K. Marx; 2°) la falta de sistematicidad en la presentación de la
epistemología (del método) marxista y de la “ontología” del derecho; 3°) el desliz en el so-
fisma de incluir en el concepto de derecho cosas diversas y aisladas del fenómeno jurídico
(en especial colocar al derecho en la esfera de la supraestructura, de la ideología); 4°) acer-
carse al derecho desde una historia dicotómica: “viejo/nuevo”, “falso/verdadero”, “impro-
ductivo/fecundo”; 5°) el prejuicio ideológico de identificar el derecho, la justicia y la edu-
cación jurídica con lo más reaccionario e ilegítimo de la sociedad; 6°) el dogmatismo me-
56
todológico de los investigadores marxista que recaen en el objetivismo, en el irracionalismo
o en también en el subjetivismo(Wolkmer, 2017, pp. 128-131).
entendido como “praxis social que realice las necesidades de vida de los excluidos…de
aplicabilidad de un Derecho verdaderamente justo”(Wolkmer, 2017, p. 55).A. C. Wolkmer
recoge algunas de las exigencias del nuevo paradigma jurídico, expuestas por L. A.
Warat,que pueda elaborarse en la tradición marxista. El nuevo paradigma jurídico crítico
debe:
La buena noticia jurídica que nos susurra este sabio anciano milenario, pobre e
iletrado, es que los derechos de los pueblos y la naturaleza (el derecho) es un sistema inte-
grado de acciones (praxis) con poder real de satisfacer sus respectivos sistemas integrados
de necesidades/capacidades, positivadas como bienes jurídicos para la producción, repro- 58
ducción y florecimiento de sus vidas, de modo autónomo por la comunidad, con la ayuda
tutelar de la fuerza coactiva comunitaria.A esta respuesta, que se nos deja como el canto de
los pájaros de Anthony de Mello en la India, le preguntamos de nuevo:
II. ¿Y por qué el derecho, los derechos, son eso que dice el iusmaterialismo?
ello es que el teórico del Derecho no puede ser ajeno a los valores de esa práctica,
ni puede tampoco concebir su participación en la misma en términos puramente
individuales. Lo que debería guiar nuestro trabajo, en definitiva, no es el afán de
originalidad, sino de participar cooperativamente con otros en la mejora de esa
práctica”(Atienza, 2017, pp. 48-49).
3º.La praxis de vida esel dinamismo histórico material del sistema de necesida-
des/capacidades de los pueblos y la naturaleza por su producción, reproducción y floreci-
miento. El derecho, los derechos de los pueblos y la naturaleza tienen un motor que anima
la materialidad de la vida de la praxis. Sí, la praxis vital tiene un motor que no se mueve so-
lo por ideas fantasmagóricas o espectrales. Como no somos ángeles, las ideas en los seres
humanos forman parte de un motor histórico que mueve las sociedades, las personas y la
vida en la naturaleza. Este motor es completamente material o energético, sin dualismo hi-
lemórficos (materia vs forma; cuerpo vs alma; pasiones de la carne vs. virtudes del espíri-
tu). La superación del dualismo de la metafísica occidental, bien asentado por la influencia
aristotélica y acogido por la Iglesia Católica casi por dos mil años, es una de los grandes
aportes del iusmaterialismo. Los aportes de las indagaciones de K. Marx y F. Engels, así
como de X. Zubiri han sido claves. Pues bien, este motortal vez sea la palanca de Arquíme- 61
des. El motor de la vida en el planeta es el dinamismo histórico de satisfacción del sistema
de necesidades/capacidades (snc) para la producción, reproducción y florecimiento de la
vida. La vida no es un todo indiferenciado, no es una quimera, no es una interpretación sub-
jetiva o intersubjetiva, no es una realidad angelical. Por el contrario, la vida es el floreci-
miento histórico de cómo los pueblos y la naturaleza buscan, satisfacen y florecen en un
grado u otro el sistema de necesidades/capacidades compartido.
Las necesidades/capacidades del sistema no son infinitas. Son finitas. Forman
parte de un sistema estructural compartido por todas las especies vivas. Un sistema que
modula su expresión según cada especie, pero que es constante con la especie. Se expresa
históricamente pero no cambia salvo que cambie la especie. Las necesidades/capacidades
son objetivas no subjetivas; son finitas, no infinitas; son el origen de los deseos, no los de-
seos el origen de las necesidades/capacidades;son el origen y fuente de las verdaderas
reivindicaciones y demandas. Para satisfacerse necesitan de satisfactores. Estos son crea-
ciones históricas, coyunturales, potencialmente infinitos dependiendo de la riqueza social.
El snces susceptible de investigación y verificación científica (biológica, antropológica,
vida o la muerte en cada opción y acción. La opción por la vida, por la producción, repro-
ducción y florecimiento de la vida de los pueblos y la naturaleza en cada acción es una de
las posibilidades. La acción que apuesta por la vida, tan moral como la que apuesta por la
muerte. Ambas son igualmente morales. Una es la moral por la vida, que permite la conti-
nuidad y el florecimiento. La otra, es la moral de la muerte, que lleva a la aniquilación de la
vida.
Este carácter material e ineludible de la moralidad de la praxis es el que eviden-
cia algunas carencias radicales y la imposibilidad explicativa del positivismo jurídico (más
extremo). El derecho es ineludiblemente, radicalmente, un modo de praxis moral. Es impo-
sible elaborar una teoría del derecho sin asentarse en la axiología del sistema del snc. La
expresión moral (ética) del snc es el sistema integrado de valores morales para la vida de
los pueblos y la naturaleza, en pugna con el sistema de disvalores de muerte. Las prácticas
y teorías que mejor entiende la ética o moral iusmaterialista de la vida son las propuestas
éticas humanistas (E. Fromm), éticas del diálogo intercultural (R. Fornet-Betancourt), del
cuidado (C. Gilligan), de la responsabilidad (H. Jonas), de la liberación (E. Dus-
64
sel),ecocomunitarias (S. López), de la ecología social (L. Boff, J. Lovelock), de la revolu-
ción. La axiología iusmaterialista es biológica (más que ontológica). Es otra cosa que el ob-
jetivismo moral de las buenas razones para la acción postulado en algunas propuestas que
se consideran postpositivistas. Para M. Atienza, “…la objetividad moral es, por así decirlo,
una objetividad de razones (una objetividad no ontológica), pero esas razones objetivas son
tanto procedimentales como sustantivas. Y, por otro lado, la vía de la fundamentación pro-
cedimental de la ética y la vía sustantiva se complementan: esas necesidades o capacidades
podrían verse como el resultado de un procedimiento de discusión racional; pero el diálogo
racional presupone también que quienes participan en el mismo son individuos a los que no
se niega sus capacidades básicas”(Atienza, 2017, p. 216).
Otras de las grandes diferencias que tiene el iusmaterialismo con el positivismo
jurídico es que legitima la praxis jurídica en la praxis moral por la vida. Entiende los valo-
res morales no como principios abstractos o palabras de alguna divinidad, sino como la
carga para la vida o la muerte que tienen las acciones en su poder real de satisfacción o in-
satisfacción del snc.Además, también otro aporte fundamental es que el sistema de valores
ta tradición marxista que identifica el derecho con una supraestructura de dominio burguesa
que tendrá que desaparecer. Eso es cierto del derecho burgués, pero el derecho consuetudi-
nario de los pobres y oprimidos no es un derecho burgués, sino un bien imprescindible e in-
eludible para toda sociedad. Haciendo esta distinción entre derecho y contraderecho, el
iusmaterialismo es más radical respecto al primero de lo que considera M. Atienza, cuando
afirma que: “[e]l Derecho, en definitiva (o, matizándolo más: ciertos aspectos del ciertos ti-
pos de Derecho), no tiene(n) solo un valor instrumental, sino final; y, por eso, no es un mal
necesario, sino también (si se quiere: en parte, limitadamente) un bien”(Atienza, 2017, p.
309).
7º. La existencia histórica delderecho, de los derechos de los pueblos y la natu-
raleza, es como derecho a la revolución. El modo de expresarse el derecho a la vida (madre
de todos los derechos) históricamente situado es como praxis político-jurídica revoluciona-
ria. El modo de existir el derecho en la historia tieneuna doble ocupación: a) encauzando la
praxis social y particular con la brújula de la vida (de la justicia); b) subvirtiendo las situa-
ciones de injusticia y reencauzándolas hacia la vida(Davidson, Fontana y Madariaga, 2013).
67
Esta doble ocupación es el contenido histórico del derecho a la revolución(Salamanca,
2006). Un derecho nodriza que no es un acto (esto puede ser un momento del proceso revo-
lucionario). El derecho a la revolución es el proceso históricode poner el mundo del dere-
cho cuando está del revés(Pontón, 2016). Es crear vida cuando hay muerte. Esta dimensión
es otra de las diferencias fundamentales con el paradigma iusnaturalista y con el iuspositi-
vismo. Ambos se han construido de espaldas a los saberes jurídicos de los pueblos. Por eso
es que M. Atienza constata: “[e]n todo caso…., es cierto que la teoría del Derecho contem-
poráneo….se ha construido demasiado a espaldas de los saberes sociales sobre el Derecho,
y que eso ha llevado también a que se desentendiera de la transformación social.”(Atienza,
2017, p. 280). Las estrategias de lucha del derecho a la revolución son varias, aunque la
más radical y fecunda es el derecho a la revolución: a) positivismo jurídico de combate; b)
hermenéutica judicial alternativa; c) derecho insurgente. Para Wolkmer, “el Derecho insur-
gente” es la modalidad más auténtica y genuina de juridicidad alternativa…” (Wolkmer,
2017, p. 190).
Y, para despejar equívocos desde el comienzo, conviene dejar claro que la consi-
deración del derecho como una actividad o práctica social no supone desconocer
que el Derecho es también un sistema de normas; mejor, que las normas forman
parte de esa práctica. En lo que se pretende poner el acento es en la insuficiencia
de una concepción meramente normativista del Derecho; lo que se niega es que a
partir del entendimiento del Derecho como un sistema de normas pueda darse
cuenta adecuadamente de toda la realidad jurídica, puede comprenderse cabal-
mente en qué consiste el Derecho(Atienza, 2017, p. 17).
la voluntad, que tiene sustantividad: la praxis material de la vida de los pueblos y la natura-
leza. Además de voluntad, es afección sentiente y aprehensión intelectiva. Los tres son los
momentos estructurantes y fundantes de la praxis material de la vida de los pueblos. La lu-
cha de clases, como motor de la historia en el marxismo tiene aquí un fundamento último.
Existe lucha de clases en la historia porque hay grupos sociales que impiden a otros la satis-
facción de sus necesidades y el florecimiento de sus capacidades.Es la búsqueda de satis-
facción del sistema integrado de necesidades/capacidades el motor del movimiento históri-
co de la praxis de los pueblos.
Es este hecho el que permite entender a los derechos humanos como las luchas
históricas de los movimientos sociales. Los derechos humanos, su fundamentación en el pa-
radigma burgués donde ha nacido su formulación, arrastran fuertes limitaciones y no expli-
can con coherencia qué son. Entre algunas de esas limitaciones: individualismo, abstrac-
ción, formalismo, estatismo y eurocentrismo (Wolkmer, 2017, p. 118). Como alternativa,
hoy algunos autores, como Dalmo de Abreu Dallari que entienden los derechos humanos en
relación a “las necesidades esenciales de la persona humana” que “deben ser atendidas
71
igualmente para que todas puedan vivir con dignidad” (Wolkmer, 2017, p. 118). Es este
motor de la historia el que puede permitir el reclamo de A. C. Wolkmerpor un “universa-
lismo de llegada” o, en expresión de J. Herrera Flores, “una racionalidad que no niega que
es posible llegar a una síntesis universal de las diferentes opciones relativas a los derechos”
(Wolkmer, 2017, p. 118). Desde la interculturalidad, se entiende a los derechos humanos
“resultantes de los procesos de luchas sociales colectivas, que buscan construir espacios pa-
ra la realización de las necesidades básicas y para una vida humana con más dignidad”
(Wolkmer, 2017, p. 118).
5ª) La realidad es aprehendida como inescapablemente debitoria para el homo
sapiens sapiens. Es posible salir del laberinto de la falacia naturalista, hegemónica hoy, que
ha perdido la moral en el positivismo (también jurídico).La sustantividad es debitoria. La
dimensión axiológica de la realidad es ineludible. Esa dimensión de la praxis es constituti-
va. El deber ser está en la realidad y se puede conocer. El escepticismo axiológico es una
deriva del escepticismo cognitivo. La superación de esta limitación incluso hoy está siendo
demanda, aunque con problema en encontrar el sendero, por autores como M. Atienza des-
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Conclusión
Los dos grandes paradigmas o tradiciones jurídicas que han colonizado Améri-
ca Latina desde la Conquista europea han sido el iusnaturalismo, hasta el siglo XIX, y des-
de entonces el iuspositivismo. Ambos han funcionado en términos generales como ideolo-
gías jurídicas coloniales de enajenación, indigencia y dominación para los pobres y oprimi-
dos, así como para nuestro planeta. Además de una funciónencubridora y legitimadora del
colonialismo mercantilista, primero, y capitalista, después, como filosofías y teorías jurídi-
cas han evidenciado limitaciones dogmáticas en la capacidad explicativa—sin contradic-
ciones—, de lo que sea el derecho de los pueblos y la naturaleza. El positivismo jurídico,
hoy la ideología dominante de la burguesía, ha fetichizado el derecho en norma, con poder
violento para disciplinar a los humildes y a la Madre Tierra. Sin embargo,aparece impoten-
te para servir a los bienes jurídicos de la vida. La situación real de indigencia jurídica en
que viven las grandes mayorías y Gaiaestá estimulando múltiples y pluralesresistencias e
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