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FILOSOFÍA JURÍDICA LATINO AMERICANA EN EL SIGLO XXI.

LA (RE)INSURGENCIA HISTÓRICA DEL DERECHO DE LOS


POBRES Y LA NATURALEZA: EL IUSMATERIALISMO
Antonio Salamanca1

Resumen:
Este artículo pretende contribuir en la respuesta a la pregunta: ¿cómo salirdel estado actual de enajenación e
indigencia ideológico-jurídica en América Latina en el siglo XXI? En una primera parte se mapea la difusión
actual de las dos grandes tradiciones jurídicas coloniales históricamente hegemónicas en el Continente: el ius-
naturalismo y el iuspositivismo. En un segundo momento se identifica la pluralidad de pensamientos (filoso-
fías-teorías) jurídicos críticos contrahegemónicos hoy en Latinoamérica. La última parte del artículo irrumpe
apelando a la urgencia de empoderamiento, a la (re)insurgencia, del paradigma jurídico liberador propio de
los pobres y de la naturaleza: el iusmaterialismo. Se indaga sobre sus principales postulados y posibilidades,
develando en diálogo las limitaciones y complicidades ideológicas de las tradiciones iusnaturalistas e iusposi-
tivistas, así como algunas carencias del postpositivismoen el pensamiento jurídico crítico. Metodológicamen-
te, la investigación acoge el modo (perspectiva) ideológico-jurídico. La técnica fundamental es la bibliográfi-
ca. En particular, para el mapeo sesigue las obrasFilosofía del Derecho en Latinoamérica(2012), de Rodolfo
Vázquez y Teoría Crítica del Derecho desde América Latina(2017), de A. C. Wolkmer.Para el aporte iusma-
terialista se recurre fundamentalmente a nuestras obrasFilosofía de la Revolución (2008) yTeoría Socialista
del Derecho (2011).

Palabras claves: Filosofía jurídica latinoamericana. Iusnaturalismo. Iuspositivismo. Pluralismo jurídi-


co.Iusmaterialismo.Derechos de los pobres.Insurgencia jurídica.

LATIN AMERICAN LEGAL PHILOSOPHY IN THE 21ST CENTURY.


THE HISTORICAL (RE) INSURGENCY OF THE RIGHT OF THE
POOR AND NATURE: IUSMATERIALISM

Abstract:

Thisarticleaimstocontributetotheanswertothequestion: howtogetoutofthecurrentstateofalienation and ideologi-


cal-legal indigence in LatinAmerica in the 21st century? In thefirstpart, itismappedthecurrentdiffusionofthet-
wohistoricallydominant colonial hegemonic legal traditions in theContinent: the natural law and theiuspositi-
vism. In a secondmoment, itisidentifiedtodaythepluralityofcounterhegemoniccritical legal thoughts (philosop-
hies-theories) in Latin-America. Thelastpartofthearticle appeals totheurgencyofempowerment, tothe (re) in-
surgency, oftheliberating legal paradigmprop-ertothepoor and tonature: theiusmaterialism. Itinquirie-
saboutitsmainpostulates and possibilities, revealing in dialogue thelimitations and ideologicalcomplicitiesoft-
heiusnaturalist and iuspositivisttraditions, as well as somelacksofthepostpositivism in critical legal thinking.
Methodologically, theresearchwelcomestheideological-legal mode (perspective). The fundamental techni-
queisthebibliography. In particular, forthemap-ping, wefollowtheworks Filosofía del Derecho en Latinoamé-
rica (2012), by Rodolfo Váz-quez, and Teoría Crítica del Derecho desde América Latina (2017), by A. C.
Wolkmer. Fortheiusmaterialistcontributionisusedmainlyourworks Filosofía de la Revolución (2008) and Te-
oría Socialista del Derecho (2011).

1. Profesor titular de Derecho, Instituto Altos Estudios Nacionales, Universidad Posgrado del Estado, Quito
(Ecuador). E-mail: [email protected].
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Antonio Salamanca

Keywords: Latin-American legal philosophy.Iusnaturalism.Iuspositivism.Legal plura-


lism.Iusmaterialism.Rightsofthepor.Legal insurgency.

Introducción

La praxis (la acción) de la vida de los seres humanos tiene una capacidad
cognitiva. Ella posibilita la ideología. La capacidad cognitiva tiene un momento refle-
xivo-racional, que da lugar a lo que entendemos por filosofía-teoría científica. Las
ideologías, como modos de aprehender cognitivamente el mundo, por la unidad con la
capacidad ejecutiva y afectivade la praxis, son modos de conducirnos la existencia. Por
ello, las ideologías que realmente se tienen —no las que se dice que se tienen— son las
que movilizan nuestras acciones, aunque con el discurso de la boca prediquemos otras
cosas. Salvo que se viva en la disociación cognitiva y se termine en la esquizofrenia, si
uno no vive como piensa, acaba pensando como vive. Dicho esto, un trabajo sobre las
ideologías jurídicas, como el presente, no es un ejercicio sobre discursos sin saliva, so-
bre opiniones sin implicaciones. Por el contrario, es una indagaciónen los giroscopios,
en las constelaciones de ideas sobre las relaciones sociales de poder, sobre las brújulas 28
cognitivas que mueven a las personas y los pueblos. La actividad cognitiva reflexivo-
racional explicativa nos permite el camino de la filosofía y de la teoría científica para
juzgar los avances y errores de las diversas ideologías, filosofías y teorías científicas
respecto a la verdad de la vida de los pueblos y la naturaleza. En definitiva, aquí trata-
mos sobre los circuitos ideológico-jurídicos integrados (chips) que mueven nuestros
programas de vida personal y colectiva.
Los tiempos que vivimos en el siglo XXI, y los que vienen, están reclaman-
do la (re)insurgencia histórica del derecho de los oprimidos, de los pobres y de la natu-
raleza. Los pueblos necesitan deshacerse ya del aparejo del derecho burgués que le han
cinchado por doscientos años. Los pueblos están urgidos de volverse a sus más genui-
nas tradiciones jurídicas iusmaterialistas; caminar hacia el futuro mirando histórica-
mente al pasado. Los pueblos latinoamericanos (y del mundo) necesitan empoderarse
tomando el derecho en sus manos.
Para quienes asumen la fe en el mito de progreso de la ciencia capitalista,
como señala Rodolfo Vázquez: “[r]esulta ya un lugar común afirmar que América La-

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tina ha sido una rezagada con relación a las tres revoluciones científico-tecnológicas
modernas: se educa en el dogmatismo de la contrarreforma sin haber conocido la re-
forma; importa una concepción liberal e ilustrada del Estado sin una burguesía que la
haya instrumentado; e incorpora el discurso de la globalización ignorando las profun-
das desigualdades ancestrales de nuestros pueblos” (Vázquez, 2012, p. 834). Sin embar-
go, viendo la historia desde el lugar de las víctimas, a América Latina más bien llegó
muy pronto el sometimiento al dogmatismo de la contrarreforma, al liberalismo de la
globalización colonial capitalista yal fetichismo de su derecho burgués. I. Wallerstein y
E. Dussel nos recuerdan que el sistema mundo ideológico, económico, político y jurí-
dico comienza con la Conquista en 1492.
En el ámbito concreto de la filosofía jurídica en el nuevo mundo, antes de la
llegada de los ibéricos a las nuevas tierras con la cruz, la toga y la espada,algunos de
estos pueblos eran hijos de la civilización de Caral (Perú), la primera ciudad-estado del
Continente, con aproximadamente unos 5.000 años de antigüedad(Shady y Leyva,
2003). Por cierto, ¿cuántos textos de historia del derecho en Latinoamérica comienzan
29
con Caral?, —utilizando la categoría de Pablo González Casanova, aún hoy el colonia-
lismo interno es feroz—. Desde hace 12 mil años o más, desde la llegada de los prime-
ros emigrantes, los pueblos de lo que llamaránAbya Yala tenían sus filosofías jurídica.
Filosofías morales, políticas y jurídicas sin mediación escrita, consuetudinarias, plura-
les,y en gran medida descentralizadas.
Desde el siglo XV, con el llamado por E. Dussel “encubrimiento del otro”,
primero de los españoles y portugueses, se pone en marcha el sistema mundo jurídico
en las tierras de América. En las carabelas de los cerebros ibéricos y sus relaciones so-
ciales de poder se importa una filosofía jurídica que era hegemónica en el discurso le-
gitimador europeo: el derecho natural (iusnaturalismo).Tres siglos más tarde, mancha-
da con la sangre del holocausto de millones de indígenas del nuevo mundo y población
esclava africana, en el siglo XVIII, una nueva clase social se hace hegemónica en las
metrópolis imperiales y luego en las coloniales: la burguesía. Conquista el poder ideo-
lógico, político-institucional y jurídico en Europa y sus colonias. A pesar de que des-
trona a monarquías, aristocracias y clero apelando al iusnaturalismo, ya en la silla del

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poder engendra un nuevo paradigma de derecho, que desplegará desde el siglo XIX a
lo largo y ancho del planeta. Esa constelación jurídica será bautizada como positivismo
jurídico. En esencia no es sino el voluntarismo despótico medieval, y antiguo, pero más
sofisticado. No se legitima ya en derechos naturales, que limita a los burgueses el ejer-
cicio del poder —aunque, como hemos indicado, apelando a ellos se asentaron en el
trono del despotismo—. Su legitimación abiertamente reside ahora en la voluntad de
quien manda, de quien tiene el monopolio de la violencia coactiva en la sociedad: la
nueva clase burguesa. Desde el siglo XIX, el positivismo jurídico va colonizando todos
los espacios (legislación, universidades, facultades de derecho, operadores jurídicos,
jueces, fiscales, abogados, policías, imaginario simbólico de los pueblos, etc.). En las
dos últimas centurias, iusnaturalismo e iuspositivismo se han disputado los ámbitos de
poder ideológico y social. Uno, el primero, en repliegue; otro, el positivismo jurídico,
es ascenso y dominación imperial imparable.
Las facultades de derecho que pronto se crearán en las universidades, en
términos generales desde entonces fueronun espacio fundamental de la dominación ju-
30
rídica. Las han transustanciado en templos esotéricos de un sacerdocio que pretende
administrar el derecho —como si el derecho no se produjera en los campos y las calles
y no fuese administrado (empoderado) por las comunidades con su institucionalidad.
Las materias de las carreras de derecho (mallas, programas) se dedican en gran parte a
la glosa, a la exégesis de los oráculos del interés del capital convertido en ley. Discipli-
nas como la filosofía del derecho se han eliminado o reducido a filosofía positivis-
ta.Ello se ha debido, entre otras razones, a que se identificaba la filosofía jurídica con
la disciplina del derecho natural; o a que la filosofía quedaba disuelta y superada por el
estadio de desarrollo superior propio de la ciencia, de la teoría del derecho: la dogmáti-
ca jurídica. A modo de ejemplos, como recoge R. Vázquez:“[e]n un tono categórico y
crítico, no carente de realismo, M. Salas sostiene que «en Costa Rica —y me temo que en
buena medida en Centroamérica— no existe realmente filosofía del derecho. [...] A tal ex-
tremo se ha llegado que, en muchas universidades, la asignatura ya se suprimió; es decir,
forma parte de anaqueles históricos y de proyectos curriculares fallidos, o no existe del to-
do»” (Vázquez, 2012, p. 842). Por su parte, Manuel Atienza en su Manifiesto (2014) cons-

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tata que en aquellos países donde la filosofía del derecho mantiene o ha alcanzado “un lu-
gar académicamente destacado” y “un buen número de cultivadores de la disciplina
con un alto nivel de competencia “técnica”, “¿[c]ómo explicar, entonces, que la pro-
ducción iusfilosófica se limite en buena medida a comentar o discutir ideas y teorías
surgidas en otros ámbitos culturales y destinada también muchas veces a tratar con
problemas característicos de esos otros ámbitos”(Atienza, 2017, p. 49).En Uruguay, por
ejemplo, como en otros muchos países,la filosofía del derecho “se repliega a una labor
orientada a servir de apoyo a la formación profesional de abogados y escribanos, adop-
tando posiciones eclécticas, de compromiso, sincretismo” (Vázquez, 2012, pp. 850-851).
Con la opresión creciente del “contraderecho” burgués, el fetichismo normativo
del sistema jurídico del capital pretende hacer creer que en el planeta se avanza en la garan-
tía de los derechos de los pueblos y la naturaleza. Se encubre la situación real de indigencia
jurídica de las grandes mayorías al tiempo que, en términos globales, las relaciones “jurídi-
cas” (contraderechos) que más se extienden son las propias de un estado absoluto, despóti-
co y fascista. R. Vázquez se hace eco del sentir de E. Zaffaroni: “’[t]odo indica...que lejos
31
de enfilarnos desde un Estado legal de derecho a uno constitucional, involucionamos,
de nueva cuenta, hacia un Estado «decretal» de derecho” (Vázquez, 2012, p. 835). Para
la vida de los pueblos y la naturaleza, lo que la realidad evidencia es que el sistema ju-
rídico burgués, con su paradigma ideológico, con sus teorías y filosofías del derecho,
ha fracasado en América Latina. R. Vázquez (2010, p. 837)acoge el diagnóstico de R.
Gargarella:

Después de más de doscientos años de vida del constitucionalismo moderno,


entendido éste a partir de sus rasgos básicos —la adopción de una declaración
de derechos y de un sistema de «frenos y contrapesos»— no puede decirse
del mismo que su funcionamiento haya sido exitoso, particularmente en una
mayoría de países de América. Tal mayoría de países sigue viéndose afectada
por sistemas políticamente inestables y económicamente muy desiguales; en
donde las violaciones de derechos humanos son un hecho habitual; las ramas
políticas del gobierno tienden a funcionar con independencia de cualquier re-
clamo ciudadano, mientras se encargan de moldear normas a medida de in-
tereses privados; los tribunales aparecen como órganos de difícil acceso pú-
blico, que tienden a decidir en favor de los poderosos, criminalizando a quie-
nes protestan; y en donde el debate público (tanto en las campañas electorales
como, especialmente, en los periodos que transcurren entre una elección y
otra) destaca por la pobreza de su contenido. [...] Según entiendo, la gravedad

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de las deficiencias institucionales en juego nos obligan a dejar de lado la idea


según la cual lo que se requiere es «perfeccionar» o «pulir» algunos aspectos
de dicho esquema. [...] existe urgencia por repensar las causas de lo que es, en
definitiva, un fracaso institucional con consecuencias ya trágicas (Gargarella,
2010, pp. 7-8).

En definitiva, durante los últimos quinientos años, el silencio, la margina-


ción y desvalorización recayó sobre las otras filosofías jurídicas originarias de América
Latina; sobre sus horizontes jurídicos fundamentalmente praxeológicos, consuetudina-
rios, iusmaterialistas. Las dos grandes ideologías o tradiciones jurídicas importadas:
iusnaturalismo, primero, y, positivismo, después,colonizaron las relaciones sociales de
poder de los pueblos de nuestra América hasta el día de hoy.
A inicios del siglo XXI, la cosmovisión del derecho burgués lleva tiempo
mostrando sus límites y haciendo aguas. No sale del laberinto de su escepticismo cog-
nitivo, de su pretendida asepsia política, del voluntarismo.Ha perdido el giroscopio de
la moral, de la ética. Reducido al mundo analítico fenoménico, subjetivo o intersubjeti-
vo, de las mediaciones discursivas lingüísticas, no cuenta con una teoría de la acción
integrada; una teoría que dé cuenta, que explique sin contradicciones, intercultural e in-
32
terdisciplinarmente, la realidad jurídica, el hecho del derecho.
Conscientes algunos de estos problemas, en 2016 tuvo lugar el Primer Con-
greso de Filosofía del Derecho para el Mundo Latino, celebrado en Alicante (España).
Dando continuidad a esa preocupación, creemos que puede resultar de utilidad presen-
tar un mapeo actual de las tradiciones filosóficas y jurídicas hegemónicas en América
Latina y sus resistencias contrahegemónicas. En esa tensión dialéctica ubicaremos la
(re)insurgencia del paradigma histórico jurídico de los pueblos pobres y oprimidos: el
iusmaterialismo. Tradición invisibilizada, ninguneada, mancillada y sometida.

1. Las filosofías-teorías jurídicas hegemónicas en América Latina en el siglo XXI

Caben diversas clasificaciones de las principales teorías y filosofías jurídi-


cas hegemónicas en América Latina. En el mapeo propuesto seguiremos los trabajos de
A. E. Pérez Luño (2007) —que desarrollamos en La investigación jurídica intercultu-
ral e interdisciplinar (2015)—, Rodolfo Vázquez (2012) yA. C. Wolkmer (2017). To-
das ellas coinciden en asumir implícitamente que la filosofía jurídica en nuestra Amé-

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rica comienza con los primeros “textos escritos” de juristas “profesionales” correspon-
diente a los últimos 500 años. Ello implica borrar de un plumazo la etapa prehispánica
de pluralismo jurídico consuetudinario, al menos 12.000 años de filosofía jurídica no
escrita y “no profesional”.
A. C. Wolmer (2017) hace una clasificación según tres momentos de la histo-
ricidad jurídica en América Latina: 1) la cultura jurídica durante la conquista y la coloni-
zación;2) en la época de la post-independencia; 3) en la contemporaneidad tardía: escena-
rios incompletos (p. 230). En la primera etapa (ss. XV-XVIII) seevidencia un pluralismo
legislativo de la metrópoli y entre esta y las colonias. A su juicio, se caracterizó por “un de-
recho eurocéntrico difuso, influenciado por los sistemas románicos, canónicos y germáni-
cos que se secularizó y unificó durante el reinado de los Reyes Católicos y se manifestó ba-
jo la forma de un pluralismo legislativo instituido (…)” (p. 230). Expresión de ello es la in-
fluencia jurídica de las Siete Partidas (1256-1265), el Ordenamiento de Alcalá de Henares
(1648), los Fueros Municipales, Fueros Reales, Leyes de Toro, Leyes de Indias; así como
las Ordenanzas Reales (Alfonsinas y, Manuelinas y Filipinas) en la colonización lusitana.
33
Como contribuciones al pluralismo crítico desde el humanismo cristiano recoge los aportes
en el Nuevo Mundo de Alonso de la Vera Cruz, Vasco de Quiroga, Antonio de Montesinos,
Bartolomé de las Casas; y, en la península: Francisco Vitoria, Francisco Suárez, Domingo
de Soto (pp. 230-231).

La segunda etapa,la post-independencia (s. XIX), según el autor, se caracteriza


por las influencias jurídicasdel liberalismo, el positivismo, formalismo, el naturalismo, que
se resiste a ser marginado, y el eclecticismo. Ejemplo de ello son los trabajos de Augusto
Teixeira de Freitas (Brasil), Andrés Bello (Chile), Dalmacio Vélez Sarsfield y J. B. Alberdi
(Argentina) (p. 236).
La tercera etapa son los escenarios inacabados de la contemporaneidad tardía (s.
XX-hasta hoy). A su juicio, desde el siglo XX en América Latina los paradigmas jurídicos
reproducen los de la modernidad eurocéntrica, “una tradición teórico-metafísica dividida
entre idealistas y formalistas”. El autor distingue tres familias jurídicas: a) naturalista, don-
de incluye neotomismo, racionalismo e historicismo. A modo de ejemplo, en Uruguay: J.

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Llambías de Azevedo; Argentina: Tomás Casares; México: Mauricio Beuchot; Brasil: Al-
ceu de A. Lima; André Franco Montoro; b) positivismo, en el que ubica normativistas kel-
senianos, analíticos y formalistas lógicos. De esta tradición son muestra, en México: Javier
Esquivel Pérez, R. Tamayo Salmorán y Eduardo García Máynez; Chile: Agustín Squella;
Colombia: Luis Villar Borda; Perú: Francisco Miró Quesada; Argentina: Ambrosio Gioja;
Genaro R. Carrió, E. Garzón Valdés, Roberto J. Vernego, Carlos Nino, Carlos E. Al-
chourrón; Brasil: Pontes de Miranda); y c) eclecticismo, que acoge expresiones jurídicas
existencialistas, fenomenológicas, vitalistas egológicas ytridimensionalistas). De esta terce-
ra tradición tenemos ejemplos en Chile: J. Hübner Gallo; Argentina: Carlos Cossio y Wer-
ner Goldschmidt; Brasil: A. L Machado Neto y Miguel Reale(Wolkmer, 2017, pp. 239-
240).
Un segundo grupo de sistematizaciones más ideológico-jurídicas son las pre-
sentadas por E. Pérez Luño (2007) y Rodolfo Vázquez (2011). En ellas se sigue olvidando
que la ideología hegemónica más extendida en el territorio y el tiempo ha sido la praxis ju-
rídica pluralista. Con esta advertencia y completando los aportes de ambos autores, se pue-
34
de mapear las siguientes ideologías jurídicas que han hegemonizado América Latina desde
la Conquista: el iusnaturalismo y el iuspositivismo.
(1º) El iusnaturalismo. Como hemos indicado, la filosofía y teoría jurídica ius-
naturalista llegó al Continente americano con la Conquista ibérica en 1492. Llegó de la
mano de los conquistadores, de los frailes y sacerdotes, de los jurisconsultos. Se institucio-
nalizó pronto con la fundación de las primeras universidades, con sus facultades de derecho
y la enseñanza del derecho canónico. En términos generales, este modo de ver el mundo ju-
rídico se asienta en una concepción teológica o no científica de la naturaleza humana (de lo
que denominainstintos, pasiones, alma, espíritu, etc.). Fundamento que, se afirma, es sus-
ceptible de ser descubierto por el conocimiento humano, frecuentemente por deducción ra-
cional. Sostiene que existen unos derechos, llamados naturales, que son innatos a la natura-
leza del homo sapiens sapiens. Los derechos son facultades, expectativas innatas. Vienen
con el nacimiento de cada persona. Estos derechos (v. gr. derecho a la vida, a la sociabili-
dad, a la seguridad, etc.) son el contenido de la dignidad del ser humano (a imagen y seme-
janza de Dios, en la expresión teocrática del iusnaturalismo), y/o descubiertos por la razón.

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En el Occidente europeo, este paradigma jurídico se fue haciendo hegemónico desde la An-
tigüedad en el discurso de legitimación del poder político y modo de ver el mundo, mante-
niendo su dominio hasta el siglo XIX. La Iglesia católica en sus dos mil años de existencia
acogió esta filosofía jurídica como propia y la convirtió en un medio fundamental para su
expansión. Desde el siglo XIX ha ido perdiendo influencia ante el emergente iuspositivis-
mo.La pérdida de influencia en esta época no significa que haya desaparecido. A modo de
ejemplo, en un rápido recorrido,en el siglo XX y lo que llevamos del siglo XXI encontra-
mos una pluralidad de propuestas iusnaturalistas. Siguiendo lo expuesto en La investiga-
ción Jurídica Intercultural e Interdisciplinar(Salamanca 2015), en Europa han sido y son
ilustrativas las teorías del Derecho natural de contenido variable, de R. Stammler; el Dere-
cho Natural de contenido progresivo, de G. Renard; la teoría del iusnaturalismo historicis-
ta, de G. Fassò y la ontofenomenología del Derecho, de Sergio Cotta, continuada en Italia,
en su perspectiva existencialista, por sus discípulos: Bruno Romano, Francesco D’Agostino
y Bruno Montanari (pp.83).
A la hora de una sistematización de las diversas teorías jurídicas recientes naci-
35
das en el seno de la tradición iusnaturalista resulta útil el criterio de clasificación del profe-
sorA. E. Pérez Luño. El autor divide el iusnaturalismo en dos grandes familias o tradicio-
nes: 1º) A la primera le llamaontológica, dogmática o radical. En este grupo engloba la
producción de autores comoAmbrosetti, Charmont, Corts Grau, Cotta, Elías de Tejada,
Fernández Galiano, Finnis, Galán, Lachance, Luño Peña, Maritain, Messner, Puy, el último
Radbruch, Villey.2º) La segunda tradición es la deontológica, crítica o moderada. Agrupa
en este camino la obra de Bloch, Del Vecchio, Dworkin, Fuller, Fassò, LegazLacambra,
RecasénsSiches, Stammler, Truyoly Serra, Welzel y Wolf (pp.83).
La ideologíaiusnaturalista europeaextendió su influencia y colonizóAmérica
Latina.Como hemos indicado, este fue el paradigma filosófico jurídico hegemónico en
el discurso legitimador de los conquistadores desde el siglo XV hasta el siglo XIX —
aunque en algunos países su hegemonía resistió hasta inicios del siglo XX—. Decimos
en el discurso, porque en la práctica, el voluntarismo jurídico ha sido siempre el deno-
minador común, sea del estado esclavista antiguo, del estado feudal europeo, de la mo-
narquía despótica, del estado de encomienda, mita, obrajes y reducciones, de los lla-

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mados estados de derecho liberales burgueses centrales y su colonias periféricas, o de


los estados constitucionales de derecho en nuestros días.
En América Latina, A. E. Pérez Luño diferencia dos orientaciones iusnaturalis-
tas principales: 1ª) Iusnaturalismo racionalista (v.gr. el uruguayo Juan LLambías de Aze-
vedo, los mexicanos Rafael Preciado Hernández y Guillermo Héctor Rodríguez); 2ª) Iusna-
turalismo neotomista(los argentinos Avelino Manuel Quintas y Tomás Casares, los mexi-
canos Mauricio Beuchot y Jesús Antonio de la Torre Rangel, el brasileño AmiltonBueno de
Carvalho, el peruano Carlos Alberto Torres Caro). Por su parte, Rodolfo Vázquez
(2012)distingue el iusnaturalismo racionalista o teológico (escolático tomista, católi-
co), analógico e histórico analógico. En Colombia, por ejemplo, la influencia iusnatu-
ralista se puede identificar en sus textos constitucionales, llegando hasta la constitución
liberal laica colombiana de 1991(Vázquez, 2012, p. 839). En Chile, influencias del ius-
naturalismo tomista lo encontramos en la obra de C. Orrego, o con influencia de la re-
lectura de la razón práctica de J. Finnis, en J. García Huidobro; (Vázquez, 2012, p.
844). En México, han cultivado este paradigma, entre otros muchos, autores relevantes
36
como Preciado Hernández, M. Villoro, A. Gómez Robledo, H. González Uribe y E.
González Morfín, J. Ruiz de Santiago. Como expresión del iusnaturalismo hermenéuti-
co analógico puede encontrarse la obra de J. Saldaña, o la obra de M. Beuchot, Diver-
sidad y diálogo intercultural (2018); y del iusnaturalismo histórico analógico (libera-
dor) la obra de J. de La Torre Rangel, Hermenéutica analógica: derecho y derechos
humanos (2004), El derecho que nace del pueblo (1986). En Perú, con sus variantes, el
iusmaterialismo seráel paradigma hegemónico hasta mediados del siglo XX (Vázquez,
2012, pp. 846; 848).
(2º) Eliuspositivismo. El positivismo jurídico es un paradigma, una constela-
ción de filosofías-teorías jurídicas, que entre sus principales postulados comparten, en
mayor o menor grado, el escepticismo cognitivo respecto de la realidad, en general, y
respecto de la realidad moral, en particular. Heredero de D. Hume, la “realidad” es
creación del sujeto o de la intersubjetividad. Cree en el dogma de la falacia naturalista:
del ser no se puede obtener el deber ser. El deber ser es fruto de la voluntad del sujeto
o de la intersubjetividad. Para sus adeptos, el derecho tiene como fuente última de legi-

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timidad a la voluntad de quien detenta la hegemonía del poder (voluntarismo jurídico).


El derecho es la voluntad “puesta” por quien detenta el monopolio de la violencia del
poder. Voluntad sacralizada en textos normativos que generan obediencia por la ame-
naza del uso de la violencia en la sanción. El derecho es un sistema de intereses, deseos
o demandas sociales acordados o coordinados mediante el diálogo de algunos, consenso,
pactos o contratos, impuestos por la voluntad de quien detenta el poder.
El positivismo jurídico acelera en el siglo XIX el proceso de convertirse en
la ideología hegemónica en los aparatos de poder (instituciones políticas, facultades de
derecho, etc.). Lo consiguió en el siglo XX, y hoy sigue profundizando su dominio en
todo el planeta (Salamanca, 2017). Este horizonte o modo de ver las relaciones jurídi-
cas ha dado lugar a una pluralidad de filosofías-teorías. Caben diversas clasificaciones
según el énfasis que se ponga en algunos u otros criterios. A. E. Pérez Luño (2007) dis-
tingue dos grandes familias de filosofías-teorías positivistas: 1º) Positivismo normativista:
radical (Kelsen); moderado (Hart); 2º) Postpositivismo: positivismo jurídico institucional
(Neil MacCormik, Ota Weinberg); positivismo crítico (Ferrajoli, Scarpelli); postpositivismo
37
jurídico estructural (Friedrich Müller); positivistas jurídicos ‘positivos y negativos’ (Cole-
man), e ‘incluyentes y excluyentes’ (Waluchow) (Salamanca, 2015: 85).
En América Latina, en una aproximación general se encuentran dos grandes co-
rrientes dentro del positivismo jurídico: 1ª) El positivismo normativista kelseniano (los me-
xicanos Javier Esquivel, Ulises Shmill, Rolando Tamayo Salmorán; el colombiano Luis Vi-
llar Borda; los chilenos Agustín Squella y Nelson Reyes; los peruanos Domingo García Be-
launde y José Palomino Manchego; 2ª) El positivismo analítico (los argentinos Ambrosio
Gioja, Genaro Carrió, Ernesto Garzón Valdés, Alchourrón, Bulygin, Farrel, Guibourg, Mar-
tino, Rabossi, Vernengo, Warat) (Salamanca, 2015: 85).
La clasificación de Rodolfo Vázquez (2012)diferencia los siguientes desa-
rrollos: el positivismo jurídico analítico, normativista, neokantiano, discursi-
vo,hermenéutico interpretativo, argumentativo, sociológico y filosófico-moral positi-
vista.
El positivismo jurídico analíticoha tenido una amplia difusión por todo el
continente latinoamericano. A modo de ejemplo, ha sido cultivado, entre otros lugares

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y autores, porG.GonzálezSolano, en Costa Rica (E. P. Haba, de origen uruguayo, es


una de las figuras relevantes con postulados comunes a muchos positivistas: el escepti-
cismo epistemológico, la orientación analítica y el individualismo empírico). En Méxi-
co: J. Esquivel,L.Villoro, F. Salmerón y A. Rossi, J.Ortiz, M.ª I. Pazos, J.Vega,
J.Cerdio, A.Rodríguez Tirado, J.GarcíaRebolledoyA.Oñate. En Argentina:
R.Vernengo, E.BuLygin, C.Alchourrón, E.Garzón Valdés y C. Santiago Nino. El posi-
tivismo analítico (y lógico jurídico)se ha trabajado enMéxico. Ejemplo de ello son las
obras: Lógica del raciocinio jurídico (1964), La definición del derecho. Ensayo de
perspectivismo jurídico (1960),Lógica del concepto jurídico (1959), Lógica del juicio
jurídico (1955),de E. García Maynez; en Perú, la obra Principios fundamentales de ló-
gica jurídica(1956) y demás trabajos de F. Miró Quesada muestran la dimensión des-
criptivo-prescriptiva de la norma. En Uruguay, E. J. Coutureindaga sobre el lenguaje
jurídico ylógica jurídica.
La variante normativista, de inspiración kelseniana, ha tenido acogidaen
Colombia, entre otros,con el trabajo deL. E. NietoArtet. En Chile, A. Bascuñán y A.
38
Squella. La obra de este es un claro ejemploNorberto Bobbio: Un hombre fiero y justo
(2005). En Uruguay,la influencia kelseniana se encuentra en J. L. Moreno.
La variante positivista neokantiana ha encontrado eco en Méxicoen la obra
de Héctor Rodríguez,L. Azuara, F. Vallado Berrón, U. Schmill, A. Pérez Carrillo y R.
Tamayo y Salmorán.
El desarrolloprocedimimental-discursivo,en Colombia evidencia la influen-
cia de la teoría discursiva de J. Habermas. G. Hoyos Vázquez, publicó, con A. Uribe,
Convergencia entre ética y política; O. Mejía Quintana Derecho, legitimidad y democracia
deliberativa y Teoría política, democracia radical y filosofía del derecho. En Perú, cabe
mencionarla obra de D. Sobrevilla, abordada desde un positivismo incluyente.
El positivismo hermenéutico asume los aportes de las obras de R. Dworkin
Toulmin, Perelman, MacCormick, Aarnio, Peczenik y Atienza en la interpretación del
derecho. En Colombia, ejemplo de estason los trabajos de R. Arango, ¿Hay respuestas
correctas en el derecho?(1999) y Derechos humanos como límites a la democracia
(2008). En Uruguay,el trabajo hermenéutico de H. Malherbe se inspira en la dialéctica

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y la semiótica; Ó. Sarlo desarrolla su positivismo jurídico crítico apoyado en la herme-


néutica gadameriana y el análisis del lenguaje, entre otras perspectivas. En cuanto a la
interpretación judicial, a modo de ejemplo, es de resaltar en Colombia la publicación
de la obra Interpretación judicial (2003) de R. Uprimny Yepes y A. Abel Rodríguez.
En Perú, esta orientación aparece en la obra Ratio interpretandi. Ensayo de Hermenéu-
tica Jurídica(2000), de F. Miró Quesada.
La variante del positivismo jurídico argumentativo, en Colombia, refleja la
influencia de la orientación positivista jurídica trabajada, entre otros, por R. Alexis.Es
el caso de la obra de R. Arango, El concepto de derechos sociales fundamentales.
También en las contribuciones deC. Bernal Pulido y G. Lopera. En México, en un ho-
rizonte raciovoluntarista y culturalista se ubica los aportes de RecasénsSiches, Expe-
riencia jurídica, naturaleza de la cosa y lógica “razonable”. Asimismo, en perspectiva
análítico argumentativa se integran trabajos deR. Vázquez, A. Rentería, J. Cárdenas, J.
A. Cruz Parcero, M. CarBonell y P. SaLazar Ugarte. En Venezuela, influidos por la
teoría de la argumentación, tenemos los aportes de R. Pérez Perdomo. Asimismo, el
39
discurso jurídico se ha abordado desde la semiosis de los signos y discursivos en el
ámbito legislativo y judicial en la obra de R. Carrión.
La variante positivista del análisis económico del derechoha sido explorada,
entre otros, en la obra de A. Roemer, en México; yen el trabajo de A. Bullard, Perú.
El positivismo jurídico axiológico,con influencia de J. Rawl, entre otros, ha
sido recibido en Colombia en la obra John B. Rawls: El hombre y su legado intelectual,
de L. García Jaramillo. En Chile, enRawls: el problema de la realidad y la justificación
de la filosofía política, de C. Peña o en La prioridad del derecho sobreel bien en la
Teoríade la justicia de John Rawls, de P. Ruiz Tagle. Asimismo es importante indicar
la recepción del formalismo axiológico y voluntarista en Chile, en la obra Filosofía del
derecho de J. Millas.
Compartimos la clasificación que hacen A. E. Pérez Luño y R. Vázquez de las
ideologías jurídicas en América Latina en dos grandes tradiciones con sus variantes inter-
nas: iusnaturalismo e iuspositivismo. Sin embargo,como propusimos en La investigación
jurídica intercultural e interdisciplinar (2015), creemos que puede resultar de utilidad

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completar la clasificación de las familias del positivismo jurídico, a su vez, en dos grandes
grupos: el iusvoluntarisma y eliusocio-constructivista. Asimismo, dentro de la familia
iusvoluntaristapuede ayudar diferencia la variante deliusmarxismo supraestructural.Con re-
lación a la primera sugerencia, en el referido artículo se ubicaban los siguientes grupos de
trabajos bajo el paraguas del iusocio-constructivismo (funcional o crítico), que tendrán su
influencia en Latinoamérica:

En la orientación iusocio-constructivista, arrancando solo desde el siglo XX, po-


demos identificar una diversidad de teorías dentro del horizonte de este paradig-
ma: las teorías institucionalistas del Derecho, de M. Hauriou y Santi Romano; el
realismo estadounidense, de O. W. Holmes, J. Frank, K. Llewellyn; el realismo
escandinavo, de A. Hägerström, K. Olivecrona, A. Ross; la teoría general de las
funciones, de G. Gavazzi; el funcionalismo sociológico de N. Bobbio; el contrac-
tualismo formalista, de J. Rawls; las teorías de la argumentaciónjurídica, de T.
Viehweg, Ch. Perelman, R. Alexy, N. MacCormick, A. A. Arnio, A. Peczenik y
J. Wróblewski; la teoría de la interpretación jurídica, de R. Dworkin; el sociolo-
gismo jurídico, de E. Ehrlich, R. Pound, P. Selznick, H.D. Lasswell, M.S.
McDougal y R. Unger; la autopoisis jurídica, de N. Luhmann y G. Toubner; la
praxis de libertad comunicativa, de J. Habermas; la teoría hermenéutica jurídica,
de G. Zaccaria, y F. Viola; la teoría analítica lógicoformaldel derecho como sis-

40
tema normativo, de C. Alchourron y E. Bulygin; la teoría del derecho analítica
del lenguaje ordinario, de los argentinos Ambrosio Gioja, Genaro Carrió, Ernesto
Garzón Valdés, Alchourrón, Bulygin, Farrel, Guibourg, Martino, Rabossi, Ver-
nengo, Warat, C. S. Nino; las teorías críticas del Derecho, del movimiento esta-
dounidense Critical Legal Studies (Salamanca, 2015, p. 84).

En América Latina, dentro del paradigma socio-contractualista crítico cabe dife-


renciar varias tendencias: 1ª) Derecho Alternativo y Pluralismo Jurídico (Luiz
Fernando Coelho y Antonio Carlos Wolkmer); 2ª) Sociología jurídica crítica
(Bergalli, Correas, Pérez Perdomo, Malem); 3ª) El institucionalismo jurídico (el
chileno Jorge Hübner Gallo, el argentino Carlos Cossio) (Salamanca, 2015, p.
84).

Por último, el positivismo jurídico (burgués) no es ciertamente la única expre-


sión del iusvoluntarismo. También pertenece a esa familia el iusmarxismosupraestructrual,
que tendrá su influencia en el pensamiento jurídico crítico de América Latina “[e]l iusmar-
xismo supraestructural y/o crítico es una teoría dentro del horizonte voluntarista, que aún
tiene su vigencia. Las primeras teorías marxistas del derecho tomaron tres direcciones: 1ª
La afirmación del condicionamiento económico del derecho (Kautsky y K. Renner). 2ª La
reducción del Derecho al voluntarismo político de la clase dominante (Vichinsky). 3ª La
reducción socioeconómica del derecho (Stucka y Pashukanis)(Salamanca, 2015, p. 85).

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Ahora bien, como hemos señalado arriba, la crisis y agotamiento del positi-
vismo jurídico como paradigma hegemónico, con todos sus aportes y sus limitaciones
se expresa en las críticas que surgen desde diversas disciplinas y ámbitos del derecho:
la sociología jurídica, el neoconstitucionalismo, el análisis feminista del derecho, el
análisis literario del derecho, el pluralismojurídico, la teoría crítica del derecho, etc.
M. Atienza (2017) están proponiendo la necesidad de un nuevo paradigma jurí-
dico que denomina como “postpositivismo”. A su juicio, pertenecerían a esta familia
Dworkin, Alexy, Nino o MacCormick. Para el caso particular del constitucionalismo lati-
noamericano, él propone un constitucionalismo postpositivista. (Atienza, 2017, p. 11). El
autor sitúa los orígenes recientes de esta propuesta postpositivista en la obra de Rudolf von
Ihering.En su contenido:

[e]l postpositivimo no significa por ello la vuelta al Derecho natural, no niega el


carácter “artificial”, social e histórico del Derecho (esa vendría a ser, de acuerdo
con González Vicén, la tesis central de todas las teorías iuspositivista: concebir el
Derecho como una realidad social e histórica), pero sí la tesis de la separación

41
metodológica o conceptual entre el Derecho y la moral; mejor aún, no niega que
desde ciertas perspectivas sea posible (necesario) distinguir entre el Derecho y la
moral, pero insiste en que esa separación no puede verse en términos dicotómi-
cos, o sea, entre el Derecho y la moral hay tanto separación como continuidad:
son “conceptos conjugados”(Atienza, 2017, p. 10).

2. La filosofía jurídica crítica en América Latina en el siglo XXI

La filosofía jurídica crítica práctica en América Latina ha sido una constante de


los pueblos originarios desde su llegada anuestra América. La filosofía jurídica crítica en
estas tierras fue fundamentalmente consuetudinaria, sin mediación escrita — y aún lo sigue
siendo hoy—. El carácter revolucionario de esa filosofía jurídica quedó evidenciado con el
combate y resistencia de muchos de los pueblos frente a los imperios regionales (v.gr. azte-
ca, inca, etc.) y ante la llega del sistema mundo de dominación, con la Conquista. Esta filo-
sofía jurídica crítica es la “tradición madre” de las filosofías jurídicas críticaslatinoamerica-
nas. Sus principales cultivadores han sido (también en número) los pueblos, en el anonima-
to de muchos de sus integrantes. Se ha hecho y hace en los campos, en las encomiendas, en
las mitas, en los huasipungos, en los obrajes, en las reducciones, en las minas, en los ba-
rrios, en las calles, en las comunidades, y, relativamente poco, en los templos universita-

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rios. Es una filosofía de la praxis jurídica histórica, desfetichizadora de la mediación del


texto sagrado de la ley. La praxis histórica de liberación es la fuente primera, el lugar epis-
temológico que “hace” y “da” verdad jurídica. Es el fontanal, el pozo de sabiduría jurídica
con frecuencia invisibilizado, no estudiado, despreciado, ninguneado y criminalizado. Si
queremos adentrarnos en las filosofías y teorías jurídicas críticas de este Continente es cla-
ve no olvidar este hecho de hechos (hecho mayor).
Para la presentación del mapeo de algunas de las filosofías-teorías jurídicas crí-
ticas en América Latina, seguimos la reciente obra de A. C. Wolkmer, Teoría Crítica del
Derecho desde América Latina (2017). Si el panorama que nos ofrece el autor lo vemos con
la clave expuesta en el párrafo anterior, encontraremos que: a) el pensamiento jurídico críti-
co en América Latina recogido en la obra tiene una fuerte circunscripción a la producción
en los templos universitarios. A pesar de ello, están presentes propuestas que desafían estas
limitaciones y apuntan a nuevos horizontes, como el “derecho que nace del pueblo” en la
vida y obras de Jesús Antonio de La Torre Rangel (México), o“el derecho que nace de las
calles y barrios”, en la obra de Boaventura de Sousa Santos (Portugal, Brasil, Bolivia,
42
Ecuador); b) el panorama del pensamiento jurídico crítico pareciera que comienza a finales
del siglo XX con la influencia crítica europea. La desconexión histórica con la línea madre
del pensamiento jurídico crítico de la colonia y prehispánico es llamativa (es una tarea pen-
diente para la filosofía jurídica crítica). A pesar de ello, se recogen propuestas que buscan
la conexión con La tradición hispanoamericana de derechos humanos como es el caso de
la obra con ese título de Alejandro Rosillo (México, 2012)). Con todo, el texto es un exce-
lente trabajo para dibujar el atlas de lo que se produce hoy en América Latina en filosofía y
teoría jurídica crítica, como decimos, fundamentalmente en los templos universitarios. Si
estos tienen un papel ideológico fundamental para la dominación, también pueden serlo pa-
ra la filosofía jurídica crítica emancipadora.

Sin embargo, es importante estar claros que esta filosofía contrahegemónica,


dentro de los templos académicos, es hoy marginal, periférica y limitada en la articulación
regional. El pensamiento jurídico crítico hoy no es hegemónico ni en América Latina ni en
el resto del mundo. Es periférico, silenciado y de resistencia muchas veces. Esto hay que

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tenerlo en cuenta cuando nos acercamos a la obra de A. C. Wolkmer. El panorama que nos
presenta es muy rico, no homogéneo, lleno de matices, esperanzador sin duda. Sin embar-
go, la exhaustividad de su trabajo no debe llevar a la idea de que es la conciencia jurídica
mayoritaria en los pueblos ni la filosofía y teoría jurídica que se enseñamayormente en las
facultades de derecho de la Universidades. Lo que domina y sigue creciendo es el dominio-
del positivismo jurídico como, paradigma con las múltiples variantes de sus familias. El es-
tado general de los pueblos es de indigencia jurídica y de enajenación de la conciencia del
sus derechos. Una ideología jurídica, la de la clase burguesa, ha colonizado las vidas de los
pueblos.
Según A. C. Wolkmer, en América Latina el pensamiento jurídico crítico del
siglo XXI se está ocupando de problemáticas como las prácticas alternativas del derecho,
derechos humanos, asesoría jurídica popular, pluralismo legal indígena, justicia comunita-
ria, Estado plurinacional y constitucionalismo andino, etc. (Wolkmer, 2017, p. 93). A su
juicio, el acercamiento crítico a las referidas problemáticas le ha sido posible por la in-
fluencia de dos tradiciones jurídicas críticas: el Critical Legal Studies (estadounidense), el
43
Uso Alternativo del Derecho y la Asociación Crítica del Derecho (europea).
Una primera tradición —en orden expositivo— es la crítica jurídica estadouni-
dense. Las tendencias críticas del derecho en Estados Unidos tienen una articulación rele-
vante con la fundación en 1977, en la Universidad de Wisconsin, del movimiento Critical
Legal Studies. En su origen está un grupo interdisciplinar de profesores, vinculado algunos
de ellos a la Law and SocietyAssociation . La ideología del movimiento es de izquierdas. La
crítica al derecho es fundamentalmente histórico-ideológica. El movimiento jurídico crítico
tiene sus inspiraciones en: la fenomenología, el historicismo (E. P. Thompson), el estructu-
ralismo francés (M. Foucault), neomarxismo (A. Gramsci, H. Habermas, Offe). Se concibe
al derecho como una supraestructura relativamente autónoma que cumple funciones ideoló-
gicas (C. Summer), de legitimación (H. Hayde), y para la construcción de una fuerza hege-
mónica (F. Genovese). Como autores fundamentales de este movimiento A. C. Wolkmer
identifica a: Morton Horwitz, Duncan Kennedy, Mark Tushner, Karl Klare, Robert Gordon,
Peter Gabel, Mark Kelman, Richard Abel, Thomas Heller, David Trubek, William Simon,
Roberto Mangabeira Unger. Desde los años 1980, como otra expresión de la crítica y resis-

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tencia al paradigma jurídico hegemónico, la crítica al positivismo jurídico y al liberalismo


utilitalista se va a concretar en propuestas demodelos normativos, de luchas por el acceso a
la justicia distributiva, el reconocimiento de las diferencias, del feminismo y la raza, de la
identidad y la igualdad, de la democracia deliberativa, de la subjetividad y colonialidad.
Testimonio de ello son los trabajos de Iris Marion Young, Nancy Fraser, SeylaBenhabid,
Judith Butler, Jean Cohen y Andrew Arato (pp. 58-62).
La segunda tradición identificada por A. C. Wolkmer es el pensamiento crítico
europeo. El autorencuentra influencias de la filosofía-teoría crítica social europea, particu-
larmente de la Escuela de Fráncfort. Las filosofías críticas de autores como Max Horkhei-
mer, Theodor Adorno, Walter Benjamin, Herbert Marcuse y Jürgen Habermas trasmiten los
aportes de los maestros de la sospecha, K. Marx, F. Nietzsche y S. Freud. A esta constela-
ción de pensamientos críticos les une la emancipación humana como horizonte; emancipa-
ciónde todo estado de reducción de la humanidad a cosa (reificación), aunque no necesa-
riamente debe ser elproyecto social y político del socialismo(Wolkmer, 2017, pp. 24-28).

En suma, es claro que en la teoría crítica occidental de tradición ilustrada hay un 44


lenguaje de carácter progresista que legitima una aspiración utópica y revolucio-
naria, conforme con lo más profundo de la dignidad humana. Sin caer en un
pseudo-idealismo y/o cientificismo, el objetivo y significado positivo de la teoría
crítica es, en tanto proyecto ideológico de desmitificación y emancipación, salvar
y rescatar todo un contenido utópico-liberador del pensamiento occiden-
tal(Wolkmer, 2017, p. 31).

Para A.C. Wolkmer, en la década de los 1960 en Europa se pone en marcha una
crítica a los límites delparadigma hegemónico dominante, positivismo jurídico, por su for-
malismo y normativismo. Sin embargo, el autor es consciente de que no es la primara resis-
tencia en la historia. Ya a inicios del siglo XX, el realismo y el pragmatismo jurídico, tanto
en Estados Unidos como en Escandinavia, habían reaccionado frente a ello. En el resurgi-
miento crítico a finales del siglo XX identifica varios factores: a) los aportes del derecho
soviético, con sus críticas al derecho burgués (Stučkay Pasukanis); b) la influencia de Louis
Althusser,en su relectura de la obra de A. Gramsci y Marx para explicar la estructura social;
c) la críticas de la Escuela de Fráncfort, desde Alemania y Estados Unidos; d) el pensa-
miento de Michel Foucault con sus tesis arqueológicas y microfísica del poder (Wolkmer,
2017, p. 40).

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A. C. Wolkmer hace un rastreo para identificar espacios de pensamiento jurídi-


co crítico en algunos países de la Europa occidental. En Francia, expresiones de crítica jurí-
dica al paradigma dominante las reconoce en autores como A.J.Arnaud. En particular en la
crítica semiológica-retórica, la crítica sociológica del “desvío” y del “discurso de la razón
jurídica”. Se convierte en objeto de preocupación el acercamiento al derecho desde el plura-
lismo jurídico, la interdisciplinariedad, la globalización y la posmodernidad(Wolkmer,
2017, pp. 67-68). A finales de los años setenta se va a articular un fuerte movimiento de crí-
tica jurídica al paradigma del derecho burgués formalista y normativista(Wolkmer, 2017, p.
67).En 1978, en el ámbito universitario se publica el manifiesto de un grupo de profesores
universitarios la Association “Critique du Droit”. Una de las pretensiones principales de
ese movimiento es contribuir en la transformación epistemológica de la enseñanza y la in-
vestigación jurídica que se realiza en las universidades,para la “transición al socialismo”. El
paradigma epistemológico desde el que se hace la crítica y que se propone es el materialis-
mo histórico-dialéctico. A. C. Wolkmer señala que este horizonte “desfetichizador” influyó
en la filosofía político-jurídica (Michael Miaille, Maurice Bourjol, Jacques Michel, Philip-
45
pe Dujardin); el derecho civil (G. de la Bradelle); el derecho del trabajo (A. Jeammaud, A.
Roudill, G. Lyon-Caen); el derecho mercantil (Michel Jeantin); el derecho administrativo
(J. J. Gleizal) (p.65). El movimiento, con los años, fue centrando su crítica en las relaciones
del sujeto con las normas y las instituciones. Metodológicamente fue distanciándose del
materialismo histórico-dialectico y caminando hacia una epistemología con cierta indefini-
ción y eclecticismo(Wolkmer, 2017, pp. 63-65).
La crítica al sistema jurídico hegemónico se extendió a otros países europeos
comoAlemania,Bélgica, España, Inglaterra, Italia y Portugal. En Italia, a finales de la déca-
da de los años sesenta del siglo XX, un grupo de jueces darán nacimiento al “uso alternati-
vodel derecho”. Este consiste en “la utilización del ordenamiento jurídico vigente y de sus
instituciones en dirección de una práctica jurídica emancipadora, centrada en los sectores
sociales o las clases menos favorecidas”(Wolkmer, 2017, p. 68). A. C. Wolkmer destaca
como miembros de esta corriente a: Pietro Barcellona, Giuseppe Cortturri, Luigi Ferrajoli,
Salvatore Senese, Venzo Accattatis, Alexandro Baratta, Eligio Resta. Dos son los postula-
dos críticoscomunes en el movimiento: 1) el derecho (burgués) cumple una función política

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de dominación y producción capitalista; 2) el poder judicial es un aparato ideológico, de


control y represión funcional al sistema para mantener el statu quo del capitalis-
mo(Wolkmer, 2017, p. 70-72).
En España, la influencia del movimiento uso alternativo del derecho italiano
tuvo eco en juristas como Nicolás López Calera, Modesto Saavedra López y Perfecto An-
drés Ibáñez. También desde el iusnaturalismo (cristiano y neoescolástico), el positivismo
jurídico (en sus variantes historicistas, sociologistas, funcionalistas, etc.) y planteamientos
críticos con el derecho burgués se ha cuestionado, con mayor o menor alcance, al paradig-
ma jurídico hegemónico. Con esta orientación crítica, A. C. Wolkmer identifica aautores
como:Elías Díaz, Juan-Ramón Capella, Joaquín Herrera Flores, Francisco Javier de Lucas,
María José Fariñas, David Sánchez Rubio, Antonio-Enrique Pérez Luño, Juan Antonio Se-
nent de Frutos, entre otros(Wolkmer, 2017, pp. 76-79). En la obra de Joaquín Herrera Flo-
res, Javier de Lucas y María José Fariñas, en particular, se pretende recuperar las categorías
de “necesidades”, “necesidades radicales”, “necesidades históricas como categoría fundan-
tes para una teoría de los derechos humanos(Wolkmer, 2017, pp. 80-81).
46
En Alemania, el autor entiende que más allá del acercamiento al derecho desde
el formalismo sociológico sistémico, como es el caso de Niklas Luhmann, el momento crí-
tico del derecho resurgió en autores como Ulrich Mückenberger y Dieter Hart, gracias a la
influencia del uso alternativo del derecho. Asimismo, el pensamiento crítico de la herme-
néutica (H.G.Gadamer), de la acción comunicativa (J. Habermas), la ética transcendental
del discurso (K. O. Apel) y la justicia política (OtfriedHöffe) han mostrado sus influencias
en reivindicaciones del derecho como “reflexión trascendental (Dietrich Böhler), como crí-
tica del derecho (Wolf Paul)(Wolkmer, 2017, pp. 70; 73-75).
En Bélgica, la crítica se centró en asuntos como: a) sustituir la ciencia dogmáti-
ca del derecho, como “la” ciencia del derecho, por la ciencia crítica del derecho; b) la nece-
sidad de abordar el derecho desde su historicidad; c) la pluralidad histórica cultural e inter-
disciplinaria de expresarse el derecho en el espacio y el tiempo. A.C. Wolkmer ubica en es-
ta órbitaa juristas como François Ost, Jacques Lenoble, Michael van de Kerchove, François
Rigaux(Wolkmer, 2017, pp. 83-84).

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En Portugal, el autor destaca particularmente la obra de Boaventura de Sousa


Santos, entre otras Sociología jurídica crítica (2009), Las bifurcaciones del orden (2018).
Es especialmente significativa por sus aportes críticos al derecho denunciando: a) la hege-
monía de un derecho burgués moderno, retórico, burocrático (profesionalizado) y violento;
b) el colonialismo jurídico del derecho burgués); d) la reivindicacióndel pluralismo de otros
derechos históricos y actuales desde una ecología de los saberes contrahegemónica y deco-
lonial; e) con una hermenéutica diatópica para entender los derechos humanos(Wolkmer,
2017, p. 90-91).
En la década de los años 1980, el movimiento de crítica jurídica comienza a ex-
tenderse en América Latina enriqueciéndolo con aportes propios. El denominador común es
el distanciamiento del positivismo jurídico, del iusnaturalismo y del realismo sociológico.
La crítica se hacía desde diversos horizontes epistemológicos. Algunos de los autores con
ese compromiso identificados por A. C. Wolkmer son:en Argentina,Carlos Cárcova, Ricar-
do Entelman, Alicia Ruiz, Enrique Marí; México, Oscar Correas; Chile, representantes co-
mo Eduardo Novoa Monreal; Colombia, el grupo de juristas que integrarán el Instituto La-
47
tinoamericano de Servicios Legales Alternativos (Ilsa); en Brasil, profesores de filosofía y
sociología jurídica como Roberto Lyra Filho, Roberto A. R. Aguiar, Luiz Fernando Coelho
y Luis Alberto Warat(Wolkmer, 2017, pp. 39-40).
A. C. Wolkmer diferencia dos posiciones predominantesen la crítica jurídica la-
tinoamericana en la primera mitad de la década de los años 1980: a) la superación del dere-
cho hegemónico burgués con una teoría crítica del derecho alternativa. En ese grupo ubica
la obra de Michael Mialle y Ricardo Entelman; b) la superación del derecho hegemónico
desde diversas epistemologías y movimientos fragmentados (L. A.Warat, L.S. Rocha). En
la primera familia, la propuesta de M. Miallese hace en la tradición de la teoría marxista re-
novada del derecho, asumiendo el materialismo histórico. El derecho es más que un mero
reflejo de la infra-estructura o ideología(Wolkmer, 2017, pp. 45-46). También en esta tradi-
ción se encuentran los aportes de Entelman. Su horizonte epistemológico se encuentra enri-
quecido fundamentalmente por el materialismo jurídico, la ideología althusseriana, la lógica
lingüística, el pensamiento de Foucault y el psicoanálisis. El derecho se convierte en “una
práctica social específica, en la cual se expresan los conflictos de los grupos sociales ac-

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tuantes en una formación social determinada, tanto en la producción, circulación y consumo


del derecho, como en la producción teórica con relación a las instancia jurídica, y que ad-
quiere cierta autonomía relativa en relación a la totalidad de la producción so-
cial”(Entelman, citado en Wolkmer, 2017, p. 46). En la segunda familia, L. A .Warat y L.S.
Rocha comparten su advertencia de que la llamada “teoría crítica del derecho” termine ca-
yendo en la falacia del dogmatismo de una nueva verdad positivista. Su propuesta es per-
manecer en la fragmentación de epistemologías jurídicas; en el relativismo y cierto nihilis-
mo de las pretensiones de la teoría crítica del derecho. Desde la semiología del poder y la
filosofía del lenguaje jurídico, Warat propone un conjunto de contralenguajes jurídicos sin
pretensiones de constituir un cuerpo teórico sistemático(Wolkmer, 2017, pp. 48-53; 51).
En México, en el mapeo de A. C. Wolkmer, la crítica al derechose orienta en
varias dimensiones: a) la denuncia al derecho burgués desde la tradición marxista. Esta ten-
dencia se ubica en torno a la obra de Oscar Correa, en la Universidad de Puebla y en Insti-
tuto de Investigaciones Jurídica de la UNAM. La revista Crítica Jurídica ha articulado el
espacio de muchas de estas luchas ideológica (v.gr. Alma Guadalupe Melgarito Rocha, Da-
48
niel Sandoval Cervantes); b) la reivindicación del derecho que nace del pueblo (democrati-
zación de las fuentes del derecho) desde un iusnaturalismo histórico analógico. Jesús Anto-
nio de La Torre Rangel, en la Universidad de Aguascalientes es el autor de referencia; c) la
reivindicación de la tradición propia emancipadora de los derechos humanos, en torno al
trabajo de Alejandro Rosillo en la Universidad Autónoma San Luis Potosí, y la Revista de
Derechos Humanos y Estudios Sociales (Redhes). Asimismo en interrelación con estas tres
familias A. C. Wolkmerse hace eco de los trabajos de autores como Graciela Bensusan, An-
tonio Azuela, Daniel Sandoval, Napoleón Conde,los integrantes vinculados en algún mo-
mento con el colectivo RADAR, Mylai Burgos Matamoros, Yacotzin Bravo, Liliana López,
Jorge Peláez y Aleida Hernández; y los profesores articulados en torno al Instituto Nacional
de Ciencias Penales (Inacipe), como Fernando Tenorio Tagle, Alicia González Vidaurri,
Augusto Sánchez Sandoval y Luis González Plascencia (Wolkmer, 2017, p. 94-98).
En Centroamérica y el Caribe A. C. Wolkmerencuentra influencias delpensa-
miento jurídico crítico en los siguientes campos: a) la educación jurídica; b) la epistemolo-
gía y la historia del derecho; c) la teoría crítica de los derechos humanos; y d) el marxismo

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jurídico. En Costa Rica destacan la obra de Norman J. Solórzano, Helio Gallardo y Wlarter
Antillón. En Cuba, la obra de Julio FernandezBulté, Julio Fernández Estrada, Delio J. Ca-
rreras Cuevas y Hugo M. Azcuy. En Puerto Rico, hacen una rica contribución el grupo de
investigadores vinculados a la entonces Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos,
Carlos Rivera Lugo, Daniel Nina(Wolkmer, 2017, pp. 99-100).
En América del Sur, a juicio del A. C. Wolkmer,(2017, pp. 101-121)la crítica
jurídica se ha centrado entre otras en los siguientes campos: a) la crítica al derecho en su
tradición positivista, desde sus propias limitaciones. Con esa preocupación ubica a autores
como Patricia Scarponetti, Ricardo Rabinovich-Berkman, Christian Courtis, Mauro Benen-
te, Beatriz Rajhlan (Argentina); Luis Alberto Warat, Agostinho Ramalho Marques Neto,
Luiz Fernando Coelho, Celso Ludwig, Alyssson Leandro Mascaro (Brasil); b) la crítica de
la ideología burguesa del derecho como elemento de dominación y resistencia al cambio.
Ejemplo de ello para Wolkmerson las obras:Carácter ideológico de la filosofía del Derecho
(1988), de Gilberto Tobón Sanín (Colombia); Luchas obreras y política laboral en Colom-
bia(1978), (con Víctor Manuel Moncayo), y Derechos Humanos y crítica social en Améri-
49
ca Latina (1984), Criminalidad y Constituyente (1977), de Fernando Rojas (Colombia); El
Derecho como obstáculo al cambio social (1980), del autor Eduardo Novoa Monreal (Chi-
le); c) la praxis emancipadora alternativa del derecho orientada a la vida (“satisfacción de
las necesidades fundamentales”). Ejemplo de ello es la obra Una concepción metodológica
del uso alternativo del Derecho (1988), de Manuel Jacques (Chile) y la actividad del Insti-
tuto Latinoamericano de Servicios Legales Alternativos (Ilsa), con su revista El otro Dere-
cho(Wolkmer, 2017, pp. 101-106); d) el derecho que surge de abajo, el derecho hallado en
la calle. Es el caso del trabajo por la justicia comunal y la legalidad campesina de Antonio
Alfonso Peña Jumpa, Raquel Z. Yrigoyen Fajardo y Pavel H. Valer-Bellota (Perú); Roberto
Lyra Filho, Jose Geraldo de Souza Jr. (Brasil); e) el pluralismo jurídico crítico, de A. C.
Wolkmer (Brasil); f) el constitucionalismo andino, entre ellos se encuentran los trabajos de
Ramiro Ávila, Luis Ávila, Raúl LLásag, Juan Montaña, Gina Chávez (Ecuador);Farit L.
Rojas Trudela, Ramiro Molina Rivero, Marcelo Fernández Osco, Diego Tejada,Carlos Der-
pic, Juan Ramos Mamani(Bolivia); y el constitucionalismo horizontal, de Alejandro Médici
(Argentina); g) la criminología crítica. Esta orientación se encuentra en la obra de autores

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como Rosa del Olmo, Elsie Rosales, Lola Aniyar de Castro, Manuel Eugenio Gándara (Ve-
nezuela); h) el acceso a la justicia de los más pobres, por ejemplo, en la obra,de 2009, Una
interpretación histórica-institucional del Acceso a la Justicia en Venezuela (1936-2006),de
Sonia BoueiriBassil (Venezuela); i) el eclecticismo metodológico y la interdisciplinariedad.
Es el caso de la obra de Ricardo Entelman, en acercamientos a la epistemología foucaultia-
na y el psicoanálisis,Carlos M. Cárcova y Enrique Zuleta Puceiro (Argentina); j) la función
psicológica opresora del texto de la ley. En este sentido encontramos la obra de Enrique E.
Marí (Argentina); k) la producción del conocimiento jurídico. El grupo ALMED es un
ejemplo de ello desde 1974. Se crea por juristas argentinos y brasileños en la Universidad
de Morón, fundamentalmente a través de la revista Contradogmática. Su pretensión es
desmitificar la cultura jurídica del derecho hegemónico con el objetivo de crear conciencia
crítica entre los juristas. Siguiendo a Warat los objetivos principales de esta crítica son:

a) la vía de cuestionamiento de las escuelas de Derecho; b) la tendencia de refor-


mulación crítica de las bases epistemológicas de la producción del conocimiento
científico, tomando la teoría jurídica como forma social a ser explicada y no co-
mo explicación de lo real; c) la vía semiológica obtenida a partir del desplaza- 50
miento y de la deconstrucción del paradigma semiológico dominante, que, basado
en presupuestos positivistas y empiristas, se presentaba como extremadamente in-
suficiente para mostrar el poder de las significaciones como elemento de organi-
zación, legitimidad y reproducción de las relaciones sociales(Warat, 1984, p. 22).

Estas corrientes de pensamiento crítico no son las únicas en América Latina.


También existen las que se insertan en las tradiciones nihilistas y deconstructivistas. Sin
embargo, a juicio de A.C. Wolkmer, en su postulados críticos no han tenido presente los
lugares epistémicos propios periféricos (coloniales) que hacen ver la realidad y su libera-
ción (revolución) con mayor complejidad y particularidad: “En verdad, las teorías críticas
(como los modismos nihilistas y deconstructivistas) construidas por las élites pensantes del
Norte no han tenido en cuenta los problemas del colonialismo, del feminismo, de la raza,
las minorías multiétnicas ni de los refugiados”(Wolkmer, 2017, p. 34).
Es por esta razón, entre otras, que autores como Boaventura de Sousa Santos
reclaman y apuestan por una teoría crítica “situada” donde está, en la periferia colonial; y
no enajenadamente elaborada desde los centros metropolitanos —en el mejor ejemplo de
colonialismo interno—, aunque se viva en el llamado Tercer Mundo: “Por el contrario, para

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la teoría crítica post-moderna, todo el conocimiento crítico tiene que comenzar por la crítica
del propio conocimiento. En la fase actual de transición paradigmática, la teoría crítica
post-moderna se construye a partir de una tradición epistemológica marginada y desacredi-
tada de la modernidad: el conocimiento-emancipación” (Santos, 2003, p. 31). A ello añade
A. C. Wolkmer “y movida por el principio de solidaridad” (Wolkmer, 2017, p. 35).
Para Wolkmer, la teoría crítica en el ámbito jurídico debe construirse desde una
crítica decolonial, pluralista, intercultural e interdisciplinar. Él propone un enriquecimiento
del derecho con los aportes de: a) teología y filosofía de la liberación (Gustavo Gutiérrez,
Ignacio Ellacuría, Leonardo Boff, Enrique Dussel); b) la educación conscientizadora popu-
lar (Paulo Freire); c) la investigación de la praxis sociológica (Orando Fals Borda); d) la an-
tropología del hombre latinoamericano (Darcy Ribeiro, Rodolfo Kusch); e) la economía de
la dependencia (Theotônio Santos, A. Gunder Frank, Ruy Mauro Marini); f) la descoloni-
zación de los espacios geográficos (Milton Santos); g) el indigenismo; h) el feminismo; i)
el “nuevo” constitucionalismo latinoamericano (Wolkmer, 2017, p. 36).
Una vez concluido este mapeo del pensamiento jurídico crítico en nuestra Amé-
51
rica, A. C. Wolkmer se hace eco —que compartimos— de las limitaciones de la crítica
emancipatoria sin proyecto revolucionario. Cita para ello a Ph. Slater, en Origen y signifi-
cado de la Escuela de Frankfurt (1978),donde advierte: “…..[m]ostrar tan sólo la necesidad
de las contradicciones y tener consciencia de ellas no es suficiente; una real teoría revolu-
cionaria incluye una teoría de la organizacióny acción política. Es precisamente una teoría
crítico-práctica. Y es exactamente de eso que carece la concepción de la Escuela de Frank-
furt” (Ph.Slater en Wolkmer, 2017, p. 34). Es por ello que para A. C. Wolkmer, el desafío
de una filosofía y teoría jurídica crítica es “recuperar y reconstruir la noción de utopía en la
perspectiva de la comunidad, de lo común, potencializando nuevos modos de resisten-
cia”(Wolkmer, 2017, p. 37). “En síntesis, pensar y operar una teoría crítica alternati-
va/descolonial implica ir más allá de los marcos emancipatorios de la tradición moderna,
esencialista, racionalista y eurocéntrica; es dirigirse a una construcción realista, contextua-
lizada y transformadora de los espacios societarios, políticos y culturales subalter-
nos”(Wolkmer, 2017, p. 37). Para Wolkmer la teoría jurídica crítica es: “la formulación
teórico-práctica capaz de cuestionar y de romper con lo normativo que está disciplinaria-

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mente ordenado y oficialmente consagrado (en el conocimiento, en el discurso y en proce-


dimiento práctico) en dada formación social, y como la posibilidad de concebir y operar
otras formas diferenciadas, no represivas y emancipadoras, de práctica jurídi-
ca”(Wolkmer, 2017, p. 41).
Este sentir parece ser compartido por autores que vienen de otras tradicio-
nes, como M. Atienza. En 2014 publicó el artículo “Una Filosofía del Derecho para el
mundo Latino. Otra vuelta de tuerca”. En el documento, M. Atienza presenta un Mani-
fiesto, en forma de decálogo, sobre lo que podrían ser postulados de un nuevo para-
digma jurídico (Atienza, 2017, pp. 48-51). En el segundo postulado reclama la necesi-
dad de desarrollar teorías jurídicas regionales en el horizonte de un multilateralismo ju-
rídico frente a la globalización de los localismos.

La elaboración de una teoría del Derecho completamente general, válida para


cualquier sistema jurídico, es una empresa de valor limitado. Pero, además,
no es nada obvio que la teoría jurídica al uso, el paradigma angloamericano
dominante (positivista o no), sea verdaderamente general. Por eso, ante el

52
riesgo cierto de que la globalización en la teoría del Derecho r esponda más
bien a lo que se ha llamado la “globalización de un localismo”, podría ser de
interés desarrollar teorías del derecho –digamos- “regionales”, de acuerdo con
los diversos círculos de cultura hoy existentes. El multilateralismo parece una
estrategia deseable, y no solo en el ámbito de la política internacional(Atienza,
2017, p. 49).

Para M. Atienza, un modelo de teoría del derecho (crítica, transformadora)


podría hacerse combinando el positivismo jurídico, el iusnaturalismo y la teoría crítica
del derecho. “Un modelo de teoría del Derecho pragmáticamente útil y culturalmente
viable en nuestros países bien podría consistir en combinar estos tres ingredientes: mé-
todo analítico, objetivismo moral y transformación social. Cada uno de ellos está espe-
cialmente vinculado a una de las grandes concepciones del derecho bajo las cuales se
suele clasificar, entre nosotros, a los filósofos del Derecho: el positivismo jurídico, el
iusnaturalismo y la teoría crítica del Derecho.”(Atienza, 2017, p. 50). En 2017 publica
su obra Filosofía del Derecho y transformación social.En ella defiende que el derecho
debe servir para la transformación social. Y encuentra esta dimensión en las teorías críticas
del derecho.

Los aspectos más valiosos de las teorías críticas del Derecho giran en torno a la
necesidad de insertar el derecho (y la teoría del Derecho) en el medio social y

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plantearse su potencial de transformación social. Esa concepción (o una cierta


manera de entenderla) muestra así la necesidad de que la teoría del Derecho in-
corpore ciertas categorías que generalmente quedan fuera del análisis (conflicto,
trabajo, poder, necesidad social), asuma el carácter histórico del Derecho y de las
categorías jurídica, y preste atención a los elementos desigualitarios e ideológicos
del Derecho (también de los Derechos del Estado constitucional)(Atienza, 2017,
pp. 50-51).

Pues bien, llegados a este punto de coincidencia en el reclamo, lo que entende-


mos se está necesitando es un paradigma jurídico (nuevo). Nos encontramos en los esterto-
res del geocentrismo jurídico. No creo que el iusnaturalismo, ni el iuspositivismo, ni un
cóctel con la teoría crítica del derecho puedan dar cuenta, explicación coherente, de la vida
jurídica de los pueblos y la naturaleza. Eso que M. Atienza llama:postpositivismo, y A. C.
Wolkmer: pluralismo jurídico crítico o teoría crítica del derecho son los gritos de alumbra-
miento de una nueva criatura que siempre estuvo con nosotros.

3. La (re)insurgencia del iusmaterialismo en el siglo XXI

La insurgencia del iusmaterialismo en el siglo XXI se debe a dos grandes cau-


sas fundamentalmente: a) el grado creciente global deopresión de las grandes mayorías; de
53
los pueblos y la naturaleza, a través de un sistema normativo que se presente como preten-
didamente “jurídico”. Existe una progresiva desafección por pérdida de legitimación del
positivismo jurídico como paradigma dominante, aunque no de poder violento (ni de su re-
forzamiento ideológico con el sacerdocio de operadores jurídicos). Respecto a la domina-
ción, más bien de lo que somos testigos es de su creciente despotismo; b) el agotamiento
explicativo, primero del iusnaturalismo y ahora del iuspositivismo como teorías jurídicas.
El dominio de sus postulados teóricos está agotado. Ha quedado evidenciado como un hori-
zonte: (i) ecléctico, (ii) sin una teoría integrada de la acción; (iii) perdido en la especializa-
ción y fragmentación de múltiples teorías; (iv) incapaz de explicar, como el iusnaturalismo,
de modo coherente las nuevas investigaciones y desafíos provenientes del mundo vivo de
los derechos, del derecho (Salamanca, 2015, p. 86). También en América Latina, el iusnatu-
ralismo y positivismo jurídico, como paradigmas del derecho hegemónicos desde la Con-
quista, el primero hasta el siglo XIX y el segundo desde entonces hasta hoy, han mostrado
sus limitaciones e insuficiencias explicativas sobre lo que sea la realidad de los derechos de

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los pueblos y la naturaleza, así como de la disciplina del derecho. Su funcionalidad con el
poder de dominación ha tenido como contraparte obligada, en palabras de M.
Atienza,“….la falta de atención a los problemas y a los destinatarios”. Esta es una de las
principalesexplicaciones “de la insatisfactoria situación de la Filosofía del Derecho en los
países latinos” (Atienza, 2017, p. 50).
Como hemos apuntado, yendo muy al fundamento, gran parte de las limitacio-
nes explicativas del iusnaturalismo le vienen porque asume “dogmáticamente” que existen
derechos naturales, que los seres humanos nacen con derechos innatos. Confunde el sistema
de necesidades/capacidades, constante de la especie homo sapiens sapiens, con una crea-
ción histórica de la comunidad que es el sistema de derecho (naturales-humanos). Por su
parte, el iuspositivismo asume también “dogmáticamente” que el derecho, los derechos de
los pueblos (y los derechos humanos) tienen su legitimación última en la voluntad, sea in-
dividual o intersubjetiva. Es el único asidero que les queda después de haber dinamitado,
también dogmáticamente, la dimensión debitoria, moral (ética) de la praxis así como la po-
sibilidad de conocerla. El pedigrí epistemológico último del positivismo es su escepticismo
54
cognitivo y moral: a) la realidad no se puede conocer sino que solo podemos hablar del
mundo fenoménicamente construido por la intersubjetividad;y b) del ser no se puede obte-
ner el deber ser. Estos dogmas les impiden a ambos paradigmas dar una explicación más
completa, y susceptible de probación sin contradicciones, del hecho jurídico, del hecho del
Derecho. Ahora bien, esto no quiere decir que ambos paradigmas hayan dejado de ser utili-
zados por el poder violento socialo vayan a dejar de hacerlo. Eso solo ocurrirá si encuentran
otro que le sirva mejor para pretender la legitimación de la violencia institucional. Hoy,
como aún no hay otro, lo que se evidencia es una propagación global del positivismo jurídi-
co en todas sus variantes (v.gr. China, Rusia, etc.) (Salamanca, 2017).
Sin embargo, desde la noche de los tiempos, me atrevería a decir que desde que
hay sociedad, comunidad humana, desde la aparición de la especie del homo sapiens sa-
piens hace 200.000 o algo más (y tal vez también en la familia de los homo sapiens nean-
dertales), ha estado alumbrándose por doquier nuevas constelaciones jurídicas(Ribas Alba,
2015, pp. 44-52). Se han diseminado a lo largo y ancho del planeta. La mayoría de ellas ile-
tradas y“analfabetas”—solo una pocas pasaron por las escuelas y universidades—. Sus to-

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gas fueron sus harapos hechos girones por las luchas; sus cortes y palacios de justicia: los
campos y patios traseros de los pueblos y suburbios. Sus discursos, argumentaciones, reso-
luciones y sentencias: frases incompletas de silogismos motivados sin falacias. Este ha sido
el mundo jurídico de los pobres y oprimido; el derecho consuetudinario de los pobres en la
historia de la humanidad. Este derecho, siempre insurgente, hoy está de regreso, vuelve;
¡vuelve la insurgencia del derecho de los oprimidos, de los pobres de la tierra! Su paradig-
ma innominado por miles de años queremos reconocer; puede ser nombrado: puede llamar-
se iusmaterialismo.
El iusmaterialismo no nació históricamente con la pretensión fundamentalmen-
te de hacer interlocución con teóricos del derecho. Fue un paradigma jurídico nacido de,
con y para los pueblos y la naturaleza; fue y es el derecho de las grandes mayorías despo-
seídas. Con palabras de M. Atienza, “[l]a filosofía del derecho no es un género retórico, pe-
ro una forma equivocada de practicar la teoría jurídica consiste en desentenderse de quiénes
son los destinatarios de los escritos iusfilosóficos y de quiénes pueden hacer uso de las
ideas que se encuentran en ellos. Quizás no tenga sentido producir obras destinadas única-
55
mente a otros filósofos del Derecho, y menos aún cuando sus destinatarios directos parece-
rían ser intelectuales a los que todo lo que se genera fuera de su ámbito cultural les es
ajeno”(Atienza, 2017, p. 49).
Los padrinos de bautismo son una joven pareja y un amigo de toda la vida de
lucha: K. Marx, Jenny vonWestphalen y F. Engels(Gabriel, 2013). En el siglo XIX, en
Alemania, el joven K. Marx de 24 años, el irreductible profeta de los debates en la Gaceta
Renana,cuando querían criminalizar como robo el uso de la leña de los bosques por los po-
bres para calentar el hogar en los fríos inviernos, reconoce y levanta su voz profética por el
derecho de los pobres(Marx, 2007). Reconoce un derecho que viene de lejos en la historia,
y del mismo se hace portavoz: el derecho consuetudinario de los pobres. Toda su vida la
dedicó alverdadero empoderamiento jurídico de los pobres, oprimidos y explotados, denun-
ciando al tiempo el engaño, el fetichismo, de un pseudoderecho: el derecho burgués. Con-
traderecho que no es sino el interés del capital sacralizado en ley. Sin embargo, su com-
promiso extenuante al empoderamiento de los oprimidos con una filosofía-teoría económi-
ca revolucionaria no le dejó tiempo para explorar la teorización del derecho insurgente de

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los pobres. Pero la crítica al derecho burgués de K. Marx, y buena parte del marxismo, es
eso, una crítica derivada de la filosofía-teoría económica marxista al capital y al derecho
del capital. La crítica a una teoría no es necesariamente la propuesta de otra teoría. K. Marx
no elaboró una teoría marxista, comunista, del derecho histórico de los pobres. Esta es la te-
sis común y compartida por muchos autores, entre ellos Roberto Lyra Filho. En sus obras
Karl, meu Amigo: Diálogo com Marx sobre o Direito (1983a)y Humanismo dialéctico
(1983b) reconoce que la tradición marxista tampoco ha ofrecido una teoría marxista (co-
munista) del derecho por seis dificultades fundamentales: 1°) el mal uso e interpretación de
las fuentes en la obra de K. Marx; 2°) la falta de sistematicidad en la presentación de la
epistemología (del método) marxista y de la “ontología” del derecho; 3°) el desliz en el so-
fisma de incluir en el concepto de derecho cosas diversas y aisladas del fenómeno jurídico
(en especial colocar al derecho en la esfera de la supraestructura, de la ideología); 4°) acer-
carse al derecho desde una historia dicotómica: “viejo/nuevo”, “falso/verdadero”, “impro-
ductivo/fecundo”; 5°) el prejuicio ideológico de identificar el derecho, la justicia y la edu-
cación jurídica con lo más reaccionario e ilegítimo de la sociedad; 6°) el dogmatismo me-
56
todológico de los investigadores marxista que recaen en el objetivismo, en el irracionalismo
o en también en el subjetivismo(Wolkmer, 2017, pp. 128-131).

se vuelve patente que Marx no repensó el Derecho globalmente, ni poseyó una


única teoría o doctrina jurídica, habilitada a pensarlo de forma que fundamente
(dialécticamente) el Derecho de resistencia y rebelión contra explotadores y opre-
sores y valorar las normas de clases y grupos en conflicto. Se le escapa, inclusive,
el Derecho de rebelión, este aspecto de la doctrina político-jurídica liberal, que
tanto estorba a los positivistas-legalistas”(Lyra en Wolkmer 2017, pp. 131-132).

Ahora bien, coincidiendo con A. C. Wolkmer y E. Díaz, el marxismo no es un


páramo o una fuente seca para el derecho. En palabras de E. Díaz, cabe:“… encontrar en la
obra de Marx elementos suficientes —aunque, como ya se afirmó, no exento de ambigüe-
dades— para construir dicha teoría, y, a partir de esta, como resultado no dogmático, una
posterior teoría marxista del Derecho y del Estado”(Díaz, 1984, pp. 166; 170-172; Wolk-
mer, 2017, p. 132). Con toda humildad y asumiendo todos las limitaciones de quien se
adentra en un mundo desconocido, es lo que hemos intentado en Teoría Socialista del De-
recho (2011). La opción no es quedarse en una crítica posmoderna, relativista y nihilista del
derecho burgués, lingüística, discursivamente sofisticada sino caminar hacia una derecho

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entendido como “praxis social que realice las necesidades de vida de los excluidos…de
aplicabilidad de un Derecho verdaderamente justo”(Wolkmer, 2017, p. 55).A. C. Wolkmer
recoge algunas de las exigencias del nuevo paradigma jurídico, expuestas por L. A.
Warat,que pueda elaborarse en la tradición marxista. El nuevo paradigma jurídico crítico
debe:

1)mostrar los mecanismos discursivos a partir de los cuales la cultura jurídica se


convierte en un conjunto fetichizado de discursos; 2) denunciar cómo las funcio-
nes políticas e ideológicas de las concepciones normativistas del Derechos y del
Estado se encuentran apoyadas en la ilusoria separación del Derecho y de la Polí-
tica y en la utópica idea de la primacía de la ley como garantía de los individuos;
3) revisar las bases epistemológicas que guían la producción tradicional de la
ciencia del Derecho, demostrando cómo las creencias teóricas de los juristas en
torno de la problemática de la verdad y de la objetivad cumplen una función de
legitimación epistémica, mediante la cual se pretende desvirtuar los conflictos so-
ciales, presentándolos como relaciones individuales armonizables por el Derecho;
4) superar los bizantinos debates que nos muestran el Derecho desde una perspec-
tiva abstracta, forzándonos a verlo como un saber eminentemente técnico, desti-
nado a la conciliación de intereses individuales, a la preservación y a la adminis-
tración de intereses generales […]De esta forma, la teoría crítica intenta reubicar
el Derecho en el conjunto de las prácticas sociales que lo determinan […]; 5)
crear una consciencia participativa que permita a los diferentes juristas involu-
crarse con efectividad en los múltiples procesos de decisión como factores de in- 57
termediación de las demandas de la sociedad y no como agentes del Estado […];
6) modificar las prácticas tradicionales de la investigación jurídica a partir de una
crítica epistemológica de las teorías dominantes, de sus contradicciones internas y
de sus efectos ideológicos con relación a los fenómenos que pretende organizar y
explicar; 7) proporcionar, en las escuelas de Derecho, un instrumental pedagógico
adecuado para que los estudiantes puedan adquirir un modo diferente de actuar,
pensar y sentir a partir de una problemática discursiva que busque mostrar no só-
lo la vinculación del Derecho con las relaciones de poder, sino también el papel
de las escuelas de Derecho como productoras de ideas y representaciones que
luego se entrelazaron en la actividad social como un valor a priori, pleno de cer-
tezas y dogmatismo”(Warat en Wolkmer, 2017, pp. 42-43).

El iusmaterialismo, con la humildad y marginación de los pobres, irrumpe lla-


mando otra vez en la historia a la puerta del saber jurídico. Es la apertura del viejo para-
digma silenciado, abre un campo de saber jurídico, otea una pléyade de posibles teorías ju-
rídicas en su constelación. Una de esas teorías, con sus limitaciones y aciertos, es la pro-
puesta Teoría Socialista del Derecho (2011). Como hemos expresado arriba, una entre otras
muchas posibles.El iusmaterialismo es un viejo modo de vivir (de sentir, de pensar y de
realizar) el mundo jurídico de los pueblos y la naturaleza. Desde este momento histórico
apenas se puede conocer en profundidad a este anciano amigo. Apenas si le estamos reco-
nociendo.

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En un germinal diálogo de descubrimiento le hacemos tres preguntas con la in-


tención de encontrar algunos rasgos (algunos postulados) que revelen su desconocido modo
de existencia.Son apenas tres cuestiones para abrir el diálogo: 1) ¿qué nos dice, amigo, de
lo que es el derecho, los derechos de los pueblos y la naturaleza; porque estamos hastiados
y no satisfacelo que han predicado los sacerdotes del iusnaturalismo e iuspositivismo?: 2)
¿y por qué el derecho es eso que dice el iusmaterialismo?; 3) ¿y por qué el iusmaterialismo
puede decir eso del derecho? Lo que sigue ha sido desarrollado en Filosofía de la Revolu-
ción (2008), Política de la Revolución (2008),Teoría Socialista del Derecho (2011) e Inves-
tigación Jurídica Interdisciplinar e Intercultural (2015: 86-89).

I. ¿Qué es el derecho y los derechos de los pueblos y la naturaleza para el iusmateria-


lismo?

La buena noticia jurídica que nos susurra este sabio anciano milenario, pobre e
iletrado, es que los derechos de los pueblos y la naturaleza (el derecho) es un sistema inte-
grado de acciones (praxis) con poder real de satisfacer sus respectivos sistemas integrados
de necesidades/capacidades, positivadas como bienes jurídicos para la producción, repro- 58
ducción y florecimiento de sus vidas, de modo autónomo por la comunidad, con la ayuda
tutelar de la fuerza coactiva comunitaria.A esta respuesta, que se nos deja como el canto de
los pájaros de Anthony de Mello en la India, le preguntamos de nuevo:

II. ¿Y por qué el derecho, los derechos, son eso que dice el iusmaterialismo?

La respuesta:“Siete son los senderos del caminoiusmaterialista”:


1º. La vida y la reproducción de la vida de los pueblos con la Naturaleza es la
última instancia de fundamentación y legitimación jurídica. El derecho tiene una finalidad:
su telos (fin) es la vida. El derecho no es una estructura sin finalidad, no es un armazón
funcional, un aparejo para cualquier cosa, una autopoiesis desnortada. Esta finalidad es
“cosustantiva” a la praxis jurídica. El derecho sin su finalidad no es tal derecho, será otra
cosa, pero no derecho. Sin embargo, la finalidad última del derecho no es cualquiera. No es
el poder, ni la coordinación de acciones sociales, ni la legitimación del monopolio de la
“violencia legítima” de la sociedad, ni la reproducción del sistema social, ni la legitimación
o el instrumento de dominación de una clase social sobre otra, etc. La finalidad del derecho

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es la producción, reproducción y florecimiento de la vida de los pueblos y la naturaleza. Es-


ta finalidad no es una autorreplicación cerrada, sino abierta; un dinamismo “necesario”,
constante, para la producción de la vida, pero abierto permanentemente al “azar” de la in-
novación, del florecimiento de las capacidades. El iusmaterialismo es un paradigma bioju-
rídicoen el seno de la acción cómica. El iusmaterialismo se integra en las teorías biocéntri-
cas de la Tierra (Gaia) (Lovelock, 2007); en la tradiciones biocéntricas de los pueblos ori-
ginarios que sienten viva la Tierra como Madre, como Pachamama (v.gr. pueblos andinos
Bolivia, Ecuador, Perú, etc.), en las tradiciones de los pueblos budistas, de los pueblos ani-
mistas africanos, etc.
2º.La praxis (acción) como la mediación última ineludible de toda actividad
cognitiva, afectiva y transformadora. La praxis, la acción, es la expresión última, la media-
ción ineludible e inescapable, históricamente encarnada, radical, en que acontece la vida de
los pueblos y la naturaleza. El derecho es por tanto “praxis de vida”. La mediación última
no son los actos, ni las actuaciones, ni las actividades con sentido. Actos y actividades son
partes o modos de las acciones (de la praxis). Ahora bien, la praxis no es ‘solo’ la ‘prácti-
59
ca’, las ‘actuaciones’; el momento de ejecutivo de las acciones. No es el activismo.
La praxis tiene una estructura permanente. Esta consta de tres dimensiones. Una
primera es la volición ejecutiva.Tal vez la más cercana por cómo se nos aparece en el discu-
rrir de cada día, es en uno de sus momentos como(i) “la volición en ejecución”, que habi-
tualmente entendemos reductivamente como “práctica”, como la “actuación.Sin embargo,
la ejecución es el último momento (de tres) de la “volición en ejecución”. La ejecución de
las acciones es posibilitada por una dimensión previa de (ii)“autodeterminación” de la vo-
luntad (segundo momento). Estase asienta, a su vez, en una dimensión material previa de la
praxis que es la (iii) “liberación” del enclaustramiento del mundo de las cosas.
Ahora bien, la praxis, como parte de la acción cómica, tiene dos dimensiones
además de la volición en ejecución. En segundo lugar, no por orden de importancia, sino
expositivo, la praxis es comunicación sentiente con el mundo de la vida de los pueblos y la
naturaleza;es afección tónica (emocional, afectiva, empática, sensitiva) con la realidad. Esta
segunda dimensión de la praxis tiene también su estructura interna articulada en tres mo-

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mentos. Es (iv) comunicación eco-estética, que posibilita una (v) comunicaciónero-


económica, que a su vez, permite (vi) la comunicación político-institucional.
En tercer lugar, la praxis es ademásaprehensióncognitiva del mundo de la vida
de los pueblos y la naturaleza. La actividad cognitiva de los seres humanos no es solo, ni
principalmente, ni siempre (vii) aprehensión racional. Este tercer momento cognitivo repo-
sa sobre (viii) una aprehensión sentiente cognitiva analítico-dialéctica (sistémica), que a su
vez es posibilitada por (ix) la aprehensión sentiente “informativa” de los hechos del mundo
de la vida de los pueblos y la naturaleza.
La praxis, como mediación radical estructurante e históricamente encarnada, de
la vida de los pueblos y la naturaleza, es la fuente primaria inescapable del derecho. Por
ello el derecho insurgente iusmaterialista reivindica la praxis de la costumbre como la fuen-
te primera y principal de los derechos a largo de los tiempos. La ley es más que el fetiche
de la mediación escrita; la ley, si viene a la vida es como praxis, como un modo de costum-
bre jurídica. Es una práctica mediada por el texto escrito. Esta subversión jurídica permite
entender y fundamentar la diversidad de fuentes del derecho en el pluralismo jurídico. El
60
derecho nace de los pueblos, desde abajo, en cada rincón que hay comunidad humana. Pero
de los pueblos, no hay que olvidar, quetambién nace, por cierto, algo que unos pocos quie-
ren enquistar como derecho: el contraderecho, muchas veces cooptando las instituciones
populares de autogobierno para fabricar el fetiche jurídico.
Por ello el iusmaterialismo afirma que la realidad de las fuentes del derecho
(frente a la enajenación jurídica) es la democratización popular de los sujetos productores
de derechos. Los derechos no se producen en las facultades de derecho de las universida-
des, ni exclusivamente en las asambleas legislativas de los órganos centrales de los países.
Allá se genera y se glosa el texto normativo. Este puede o no referirse al verdadero derecho
vivo que trascurre todos los días en los intersticios del mundo de la vida de las relaciones
sociales y medioambientales.Este modo de entender la praxis popular, plural e intercultural,
permite responder, por ejemplo, a las exigencias “postpositivistas” del Manifiesto de M.
Atienza:

Si el Derecho—como alguna vez se ha escrito— es “una gran acción colectiva


que transcurre en el tiempo”, una práctica social, entonces la teoría del Derecho
tiene, de alguna manera, que formar parte de esa práctica. Una consecuencia de

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ello es que el teórico del Derecho no puede ser ajeno a los valores de esa práctica,
ni puede tampoco concebir su participación en la misma en términos puramente
individuales. Lo que debería guiar nuestro trabajo, en definitiva, no es el afán de
originalidad, sino de participar cooperativamente con otros en la mejora de esa
práctica”(Atienza, 2017, pp. 48-49).

3º.La praxis de vida esel dinamismo histórico material del sistema de necesida-
des/capacidades de los pueblos y la naturaleza por su producción, reproducción y floreci-
miento. El derecho, los derechos de los pueblos y la naturaleza tienen un motor que anima
la materialidad de la vida de la praxis. Sí, la praxis vital tiene un motor que no se mueve so-
lo por ideas fantasmagóricas o espectrales. Como no somos ángeles, las ideas en los seres
humanos forman parte de un motor histórico que mueve las sociedades, las personas y la
vida en la naturaleza. Este motor es completamente material o energético, sin dualismo hi-
lemórficos (materia vs forma; cuerpo vs alma; pasiones de la carne vs. virtudes del espíri-
tu). La superación del dualismo de la metafísica occidental, bien asentado por la influencia
aristotélica y acogido por la Iglesia Católica casi por dos mil años, es una de los grandes
aportes del iusmaterialismo. Los aportes de las indagaciones de K. Marx y F. Engels, así
como de X. Zubiri han sido claves. Pues bien, este motortal vez sea la palanca de Arquíme- 61
des. El motor de la vida en el planeta es el dinamismo histórico de satisfacción del sistema
de necesidades/capacidades (snc) para la producción, reproducción y florecimiento de la
vida. La vida no es un todo indiferenciado, no es una quimera, no es una interpretación sub-
jetiva o intersubjetiva, no es una realidad angelical. Por el contrario, la vida es el floreci-
miento histórico de cómo los pueblos y la naturaleza buscan, satisfacen y florecen en un
grado u otro el sistema de necesidades/capacidades compartido.
Las necesidades/capacidades del sistema no son infinitas. Son finitas. Forman
parte de un sistema estructural compartido por todas las especies vivas. Un sistema que
modula su expresión según cada especie, pero que es constante con la especie. Se expresa
históricamente pero no cambia salvo que cambie la especie. Las necesidades/capacidades
son objetivas no subjetivas; son finitas, no infinitas; son el origen de los deseos, no los de-
seos el origen de las necesidades/capacidades;son el origen y fuente de las verdaderas
reivindicaciones y demandas. Para satisfacerse necesitan de satisfactores. Estos son crea-
ciones históricas, coyunturales, potencialmente infinitos dependiendo de la riqueza social.
El snces susceptible de investigación y verificación científica (biológica, antropológica,

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psicológica, histórica, sociológica, etc.). Los aportes de M. Neef(Max-Neef, Elizalde, yHo-


penhayn, 1992), Martha Nussbaum (Nussbaum, 2016; Nussbaum, Vilá Vernis, y Santos
Mosquera, 2012) y Julio Boltvinik(Boltvinik, 2005)nos han ayudado ganar claridad en es-
tos postulados.
Aquí radica una de las grandes diferencias con todas las propuestas idealistas,
muchas de ellas nacidas en la tradición iuspositivista. La inquietud que mueve el mundo es
una inquietud de energía material. Esta materialidad está transida y se expresa como áto-
mos, como células, tejidos, órganos, cuerpos inquietos por dar de sí, por florecer satisfa-
ciendo su necesidad de comunicación energética con el cosmos. Las ideas creadas por los
seres humanos son creaciones de energía corporal (material). Ahora bien, también aquí hay
otro gran aporte del iusmaterialismo para evitar el desliz historicista de alguna tradición
marxista y no marxista. El snces una constante histórica. Es ciertamente histórico, pero
permanece constante en la especie mientras no haya un cambio de la misma. El iusmateria-
lismo elude el error de afirmar con ambigüedad y sin precisión que las necesidades como
son históricas cambian de una época a otra, de un sujeto a otro. Se llega con ello al absurdo
62
de afirmar que hoy los seres humanos tenemos la necesidad de transportarnos (comunica-
ción) para vivir pero que ayer tal vez no. ¿Acaso ha ocurrido esto en los doscientos mil
años de existencia de nuestra especie? El grado (el umbral), la urgencia, el modo histórico
de satisfacción es una evidencia que cambia históricamente. Sin embargo, es un error con-
fundir historicidad cultural de los “satisfactores” con la constante histórica del snc. La ri-
queza de la humanidad ha creado el carro, el barco, el tren,el auto, los aviones, etc., como
satisfactores de la necesidad de comunicación (transporte). Satisfactores diversos y plurales
pero una común necesidad/capacidad. Aquí está el fundamento material histórico de la
complementariedad dialéctica entre la unidad y la diversidad. Y aquí está también la dife-
rencia total con el dualismo metafísico presente en iusnaturalismo e iuspositivismo que les
hace coincidir en la creencia de que hay necesidades básicas y no básicas. Lo que nos acla-
ra el iusmaterialismo es que existe un solo sistema integrado de necesidades/capacidades.
La urgencia histórica concreta de satisfacción de una sobre otra para asegurar la vida es lo
que temporalmente dota a una de jerarquía sobre las otras en la satisfacción.

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Como la praxis no es una estructura sin carne, aquellase expresa en la estructura


del snc. A modo de postulado explicativo (sometido a verificación), el iusmaterialismo en-
cuentra que la vida es un sistema de tres necesidades/capacidades estructurantes: 1) necesi-
dad/capacidad de volición ejecutiva; 2) necesidad/capacidad de comunicación sentiente; 3)
necesidad/capacidad de aprehensión cognitiva. Cada una de ellas se desagrega a su vez en
tres, que se corresponden con las que hemos indicado en la estructura de la praxis. El ius-
materialismo postula que nueve son las necesidades/capacidades estructurantes de la praxis
vital en el homo sapiens sapiens. De estas nueve se desagregan otras más que pueden ser
precisadas también en número finito. En Teoría socialista del derecho (2011) hemos pro-
puesto una desagregación.
Como hemos indicado arriba, es esta complementariedad dialéctica entre la
unidad del snc y la diversidad de sus satisfactores históricos la que posibilita al iusmateria-
lismo:ser un paradigma jurídico esencialmente intercultural (transcultural); el diálogo críti-
co decolonial; la superación del etnocentrismo, del patriarcalismo, etc. Es esta materialidad
(contenido) del sncla que ofrece una estructura integrada al sistema de derechos humanos
63
de los pueblos y derechos de la naturaleza. Es el motor, la inquietud histórica que ha puesto
en marcha las luchas sociales por los derechos humanos. Es la materialidad que permite la
universalización de los derechos humanos desde abajo en diálogo intercultural.
4º.La moralidad estructural radical ineludible de la praxis es unacondición co-
sustantiva de toda acción concretapor su afectación a la vida o la muerte de los pueblos y
la Naturaleza. La materialidad de la praxis vital del snc es constitutivamente moral. Moral
por el carácter bivalente que tiene toda acción del homo sapiens sapiens respecto a la vida o
muerte propia, de los pueblos y la naturaleza. La moralidad material del dinamismo históri-
co de la praxis es la fuente de la legitimidad moral de las religiones y filosofías así como de
las posibilidades de una comunicación en diálogo ecuménico e interreligioso. La moralidad
material de la praxis abarca la razón, la consciencia y la dimensión biológica de la existen-
cia. La materialidad de la moral es más amplia que la reducción al ámbito de la madurez ra-
cional responsable (de la razón); más amplia que la consciencia (sea esta racional o no). La
materialidad de la moralidad la hace tener también una dimensión física, química, biológica
e inconsciente. El iusmaterialismo asume el carácter inescapable binario de la opción por la

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vida o la muerte en cada opción y acción. La opción por la vida, por la producción, repro-
ducción y florecimiento de la vida de los pueblos y la naturaleza en cada acción es una de
las posibilidades. La acción que apuesta por la vida, tan moral como la que apuesta por la
muerte. Ambas son igualmente morales. Una es la moral por la vida, que permite la conti-
nuidad y el florecimiento. La otra, es la moral de la muerte, que lleva a la aniquilación de la
vida.
Este carácter material e ineludible de la moralidad de la praxis es el que eviden-
cia algunas carencias radicales y la imposibilidad explicativa del positivismo jurídico (más
extremo). El derecho es ineludiblemente, radicalmente, un modo de praxis moral. Es impo-
sible elaborar una teoría del derecho sin asentarse en la axiología del sistema del snc. La
expresión moral (ética) del snc es el sistema integrado de valores morales para la vida de
los pueblos y la naturaleza, en pugna con el sistema de disvalores de muerte. Las prácticas
y teorías que mejor entiende la ética o moral iusmaterialista de la vida son las propuestas
éticas humanistas (E. Fromm), éticas del diálogo intercultural (R. Fornet-Betancourt), del
cuidado (C. Gilligan), de la responsabilidad (H. Jonas), de la liberación (E. Dus-
64
sel),ecocomunitarias (S. López), de la ecología social (L. Boff, J. Lovelock), de la revolu-
ción. La axiología iusmaterialista es biológica (más que ontológica). Es otra cosa que el ob-
jetivismo moral de las buenas razones para la acción postulado en algunas propuestas que
se consideran postpositivistas. Para M. Atienza, “…la objetividad moral es, por así decirlo,
una objetividad de razones (una objetividad no ontológica), pero esas razones objetivas son
tanto procedimentales como sustantivas. Y, por otro lado, la vía de la fundamentación pro-
cedimental de la ética y la vía sustantiva se complementan: esas necesidades o capacidades
podrían verse como el resultado de un procedimiento de discusión racional; pero el diálogo
racional presupone también que quienes participan en el mismo son individuos a los que no
se niega sus capacidades básicas”(Atienza, 2017, p. 216).
Otras de las grandes diferencias que tiene el iusmaterialismo con el positivismo
jurídico es que legitima la praxis jurídica en la praxis moral por la vida. Entiende los valo-
res morales no como principios abstractos o palabras de alguna divinidad, sino como la
carga para la vida o la muerte que tienen las acciones en su poder real de satisfacción o in-
satisfacción del snc.Además, también otro aporte fundamental es que el sistema de valores

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es un sistema axiológico integrado. El sistema axiológico no es un sistema inconexo de va-


lores morales, dualista ohilemórfica.Es un todo integrado, donde no cabe hablar de valores
primarios vs superiores; materiales vs espirituales. El dualismo axiológico —que se funda
en el dualismo metafísico que diferencia entre necesidades básicas (del cuerpo)vs no bási-
cas (el espíritu)— se puede evidenciar incluso entre aquellos quienes apuestan por un obje-
tivismo moral mínimo como M. Atienza: “[p]ero ser objetivista no significa —o no signifi-
ca necesariamente— ser realista moral. Se puede muy bien pensar que los valores son pro-
piedades que atribuimos a ciertas acciones y estados de cosas, pero no de manera arbitraria,
sino porque satisfacen necesidades básicas de los individuos o les proveen de capacidades
indispensables para desarrollar una vida buena”(Atienza, 2017, p. 138).
5º. La dimensión ineludible político-institucional de la praxis.El derecho de los
oprimidos y de la naturaleza es una praxis constitutivamente política. La materialidad histó-
rica de la praxis vital además de moral es esencialmente político-institucional. La praxis po-
lítica es una modalidad de la praxis moral. La praxis no es primariamente de un individuo
aislado, sumado a otro individuo aislado. La praxis vital es históricamente una praxis filo-
65
genética comunitaria. La praxis es “co-praxis” propiamente. La vida del homo sapiens sa-
piens siempre es “covida”. Es posible el “yo” por el “nosotros” de la especie.Es por esa ra-
zón que el dinamismo histórico de la praxis es estructuralmente “político”. Y la praxis polí-
tica es asimismo esencialmente institucional. La institucionalidad ha acompañado a la espe-
cie humana desde sus orígenes. Con un menor o mayor grado de complejidad, siempre han
necesitado “estructura organizativa” para sus vidas. Tenemos un abanico amplio de institu-
ciones que van desde los ritos de caza y pesca de los forrajeros nómadas, hasta las edifica-
ciones hidráulicas de culturas agrícolas. Los pueblos, desde la noche de los tiempos, por
muy sencilla que haya sido su institucionalidad, han necesitado y no pueden escapar desus
organizaciones, de sus ritos, de sus convenciones, para vivir.
Podemos coincidir en que el Estado es la institucionalidad de la vida comunita-
ria de un pueblo con la naturaleza, en un territorio con límites estables o cambiantes. Si
compartimos esto, el iusmaterialismo, y aquí una diferencia con el anarquismo y cierto
marxismo, no es anarquista, sino que se compromete con la lucha por la creación de institu-
ciones públicas al servicio de la satisfacción del snc. Apuesta por un sistema político-

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institucional (estado) que garantice la vida de los pueblos y la naturaleza, su producción,


reproducción y florecimiento; al tiempo que combate la institucionalidad de “pseudoesta-
dos” criminales o mafiosos (el estado criminal capitalista es un ejemplo). Más allá de eti-
quetas, pero pensando en el contenido, el iusmaterialismoencuentra este proyecto político
no capitalista, en el verdadero socialismo (comunismo). El contenido del proyecto político-
institucional iusmaterialista es el sistema de derechos humanos de los pueblos y la naturale-
za. Este proyecto no es el discurso generacional burgués de derechos humanos, sino el pro-
yecto jurídico político del sistema de derechos humanos de los pueblos y la naturaleza, co-
mo lo entiende el iusmaterialismo.
6º. La expresión histórica de la praxis político moral como praxis jurídica. El
iusmaterialismo postula que los derechos deos pueblos y la naturaleza, que el derecho, es
una praxis con poder real, es una relación social de poder. Pero no de la bivalencia del po-
der como violencia (para la muerte), sino de la bivalencia del poder como fuerza (para la
vida). Aquí reside una de las diferencias fundamentales con el iusnaturalismo. Este poder
potencial que tiene la persona individualmente considerada y como pueblo no es un poder
66
“potencial”, sino un poder “real”. Para que este poder sea real se necesita medios materiales
(institucionales, comunitarios, políticas públicas etc.), para que las personas, los pueblos y
la naturaleza puedan decidir, o exigir cuando consideren, la satisfacción del bien jurídico
que la comunidad ha positivado de forma autónoma como derecho. El iusnaturalismo ha
afirmado que existen derechos naturales, que los seres humanos nacemos con derechos in-
natos. Y no es así. Nacemos con nuestro snc, para poder tener derecho(s) necesitamos el
poder real, y esto no es innato ni nos viene por naturaleza, es un “empoderamiento con la
fuerza comunitaria”.El carácter o modalidad jurídica de la praxis se lo otorga una triple
condición: a) el direccionamiento del poder de la materialidad de la praxis para generar, re-
producir y florecer la vida de los pueblos y la naturaleza. Esto es, para la satisfacción de
necesidades/capacidades (contenido material de la justicia); b) que han sido identificadas y
acotadas por la comunidad, de forma autónoma, como especialmente relevantes para la vi-
da, y por tanto, merecedoras de una empoderamiento especial comunitario; c) la especiali-
dad de esa protección es contar con el apoyo tutelar del poder de la fuerza (no la violencia)
coactiva de la comunidad. Aquí está también otro de los aportes del iusmaterialismo a cier-

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ta tradición marxista que identifica el derecho con una supraestructura de dominio burguesa
que tendrá que desaparecer. Eso es cierto del derecho burgués, pero el derecho consuetudi-
nario de los pobres y oprimidos no es un derecho burgués, sino un bien imprescindible e in-
eludible para toda sociedad. Haciendo esta distinción entre derecho y contraderecho, el
iusmaterialismo es más radical respecto al primero de lo que considera M. Atienza, cuando
afirma que: “[e]l Derecho, en definitiva (o, matizándolo más: ciertos aspectos del ciertos ti-
pos de Derecho), no tiene(n) solo un valor instrumental, sino final; y, por eso, no es un mal
necesario, sino también (si se quiere: en parte, limitadamente) un bien”(Atienza, 2017, p.
309).
7º. La existencia histórica delderecho, de los derechos de los pueblos y la natu-
raleza, es como derecho a la revolución. El modo de expresarse el derecho a la vida (madre
de todos los derechos) históricamente situado es como praxis político-jurídica revoluciona-
ria. El modo de existir el derecho en la historia tieneuna doble ocupación: a) encauzando la
praxis social y particular con la brújula de la vida (de la justicia); b) subvirtiendo las situa-
ciones de injusticia y reencauzándolas hacia la vida(Davidson, Fontana y Madariaga, 2013).
67
Esta doble ocupación es el contenido histórico del derecho a la revolución(Salamanca,
2006). Un derecho nodriza que no es un acto (esto puede ser un momento del proceso revo-
lucionario). El derecho a la revolución es el proceso históricode poner el mundo del dere-
cho cuando está del revés(Pontón, 2016). Es crear vida cuando hay muerte. Esta dimensión
es otra de las diferencias fundamentales con el paradigma iusnaturalista y con el iuspositi-
vismo. Ambos se han construido de espaldas a los saberes jurídicos de los pueblos. Por eso
es que M. Atienza constata: “[e]n todo caso…., es cierto que la teoría del Derecho contem-
poráneo….se ha construido demasiado a espaldas de los saberes sociales sobre el Derecho,
y que eso ha llevado también a que se desentendiera de la transformación social.”(Atienza,
2017, p. 280). Las estrategias de lucha del derecho a la revolución son varias, aunque la
más radical y fecunda es el derecho a la revolución: a) positivismo jurídico de combate; b)
hermenéutica judicial alternativa; c) derecho insurgente. Para Wolkmer, “el Derecho insur-
gente” es la modalidad más auténtica y genuina de juridicidad alternativa…” (Wolkmer,
2017, p. 190).

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Es el Derecho paralelo, vivo y comunitario que emerge permanentemente de los


intereses y necesidades de la sociedad. Es la creación y el reconocimiento de de-
rechos fundamentales (derecho a la vida, a la libertad, a los sobrevivencia, etc.)
engendrados en los conflictos y en las luchas de grupos sociales, pudiendo co-
existir u oponerse a las leyes elaboradas por la actividad estatal. Se trata de otra
legalidad que no se ajusta necesariamente al derecho convencional vigente, pu-
diendo ser visto como un “nuevo” derecho surgido en el espacio de manifestacio-
nes sociales plurales o de comunidades autonómicas (Wolkmer, 2017, p. 189-
190).

III.¿Y por qué el iusmaterialismo puede decir eso del derecho?

Hay unos senderos (agujeros) epistemológicos y ontológicos que permiten


adentrarse en este emocionante mundo(s) y ver y decir el derecho así,como Alicia en el país
de las maravillas. Estas ventanas (agujeros) son:
1ª) La aprehensión cognitiva (y también racional) de la realidaddel mundo
(cosmos) es posible para el homo sapiens sapiens (si no es que también sea posible para
todo ser vivo). Hay una salida del laberinto del escepticismo cognitivo, respecto a las posi-
bilidades del conocimiento (también el jurídico), que tiene perdidos a muchos. La brújula
humilde del método científico orienta con seguridad hacia la verdad (también jurídica).La 68
realidad no es el resultado de una conexión mental en la mente del sujeto de un infinito
número de impresiones aisladas, sino una aprehensión de realidad sucesiva en la que va la
causalidad que permite descubrir la causación. El materialismo histórico marxista y el rea-
lismo sentiente de la obra de X. Zubiri (su trilogía) son indagaciones fundamentales para
que los pueblos no se pierdan en el laberinto del escepticismo cognitivo, que tiene coloni-
zada la mayor parte de las ciencias sociales y humanas. En el campo jurídico también el es-
cepticismo cognitivo se ha propagado, incluso en el pensamiento jurídico crítico. Por ejem-
plo, para Boaventura, su concepción delderecho no sale del laberinto de la tradición escép-
tica cognitiva: “[s]iguiendo la literatura antropológica jurídica y la filosofía del derecho an-
tipositivista de comienzos del siglo XX, concibo el derecho como un cuerpo de procedi-
mientos regularizados y estándares normativos que se considera exigible —es decir, sus-
ceptible de serimpuesto por una autoridad judicial— en un grupo determinado y que contri-
buye a la creación, prevención y resolución de disputas a través de discursos argumentati-
vos unidos a la amenaza de la fuerza”(citado en Atienza, 2017, p. 311). En esta concepción
delderecho se evidencia las limitaciones del escepticismo cognitivo. Como muestra M.

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Atienza, la obra de Santos muestra “…cierta tendencia…al antirracionalismo y a sostener


versiones fuertes de escepticismo epistemológico y de relativismo cultural”(Atienza, 2017,
p. 319). Queda limitado por una concepción de la ciencia propia del “convencionalismo o
constructivismo epistemológico que “fabrica los hechos”(Atienza, 2017, p. 320).
2ª) Existe un sendero que evita el desvío de los callejones del realismo ingenuo
y del idealismo. Ese sendero es la gnoseología y ontología materialista. El ‘ser’ es un mo-
do de realidad material. La realidad no es un modo de ser. El ‘ser’ no tiene sustantividad
material, sino la realidad. El ‘ser’ depende de la realidad. Las cosas materiales son sustanti-
vidades materiales, no sustancias compuestas de materia y forma (hilemórficas). El mundo
no es la síntesis racional de lo categorial y lo fenoménico, sino la aprehensión de realidad
en cuanto una unidad en la praxis misma. El Espíritu Absoluto no es el contenido ontológi-
co de la realidad, ni ‘la razón lógica es lo sustancial a lo real’. Por el contrario, es la reali-
dad material, como hecho, y no la dialéctica del espíritu absoluto, como idea, lo que da o
quita razón a la praxis de vida de los pueblos y la naturaleza.
En el campo jurídico, desde la misma tradición que identificamos positivista, y
69
que M. Atienza denomina postpositivista, se asume ya las limitaciones del reduccionismo
normativista, también incluso en el modo en que disciplinas como la sociología entiende al
derecho. Coincidiendo con M. Atienza, el derecho, antes que norma es praxis social, una
diferencia que él consideraontológica. Diferencia mucho más profunda que un simple cam-
bio de perspectiva. Para él, la concepción del derecho como praxis social y vinculada con la
moral la encuentra en la obra de R. Ihering, y se hace eco de su definición exhaustiva del-
derecho: “El Derecho es el conjunto de las condiciones de vida de la sociedad en el sentido
más ampliode la palabra, asegurado mediante la coacción externa por el poder público”
(Atienza, 2017, p. 34). En la línea de Ihering, M. Atienza ofrece su concepto dederecho
sustantivo: “…el derecho (o mejor, la idea regulativa del Derecho) podría definirse, reme-
dando a Ihering, como el conjunto de las condiciones de vida dela sociedad que satisfacen
los derechos fundamentales basados en la dignidad humana, aseguradas esas condiciones
mediante la coacción externa por un poder público ejercido de acuerdo con los requeri-
mientos del Estado de Derecho.”(Atienza, 2017, pp. 45-46).

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Y, para despejar equívocos desde el comienzo, conviene dejar claro que la consi-
deración del derecho como una actividad o práctica social no supone desconocer
que el Derecho es también un sistema de normas; mejor, que las normas forman
parte de esa práctica. En lo que se pretende poner el acento es en la insuficiencia
de una concepción meramente normativista del Derecho; lo que se niega es que a
partir del entendimiento del Derecho como un sistema de normas pueda darse
cuenta adecuadamente de toda la realidad jurídica, puede comprenderse cabal-
mente en qué consiste el Derecho(Atienza, 2017, p. 17).

3ª) El movimiento histórico lo es siempre de la sustantividad de una acción


(praxis) material. El movimiento histórico de los pueblos no reposa sobre sí mismo. No hay
movimiento histórico sin sustantividad estructural moviente. La praxis material es la sus-
tantividad del movimiento histórico. El historicismo es un error porque entiende posible el
movimiento sin sustantividad o diluye la sustantividad en movimiento. “Caminante, no hay
camino, se hace camino al andar”, se dice. Sin embargo, el camino, en el sentido de decurso
humano implícito en el verso de Antonio Machado, requiere un cuerpo, piernas y tierra para
andar. Este sendero es una de las principales diferencias con corrientes de pensamiento ju-
rídico crítico que siguen asumiendo el desliz historicista. Por ejemplo, A. C. Wolkmer man-
tiene las limitaciones historicistas y dualistas respecto al sistema de necesidades: “cabe 70
considerar también los procesos de lucha por la constitución de las necesidades humanas y
su justa satisfacción como criterio para pensar nuevas formas de legitimación en el ámbito
de la normatividad y regulación social…Por ser inagotables e ilimitadas en el tiempo y en
el espacio, las necesidades humanas están en permanente desarrollo y creación. El conjunto
de necesidades humanas varía de una sociedad o cultura a otra, incluyendo un amplio y
complejo proceso de socialización”(Wolkmer, 2017, p. 226).
4ª) La satisfacción del sistema integrado de necesidades/capacidades para la
producción, reproducción y florecimiento de la vida de los pueblos y la naturaleza es el
motor de la historia. Esta insatisfacción y la búsqueda de satisfacción es la fuente última de
la “inquietud” que mueve al mundo de la vida. El motor último que mueve a los pueblos no
es la tensión bipolar placer/dolor, sino que el placer/dolor, como síntoma, está siempre refe-
rido a la vida/muerte de los pueblos y la naturaleza. No es el discurso subjetivo o intersub-
jetivo, este reposa en la sustantividad de quienes ponen la carne y la sangre a las palabras.
Tampoco es la voluntad de vida el motor de la realidad ni el punto de arranque epistemoló-
gico del conocimiento, sino que la voluntad de vida lo es siempre de algo que le sustenta a

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la voluntad, que tiene sustantividad: la praxis material de la vida de los pueblos y la natura-
leza. Además de voluntad, es afección sentiente y aprehensión intelectiva. Los tres son los
momentos estructurantes y fundantes de la praxis material de la vida de los pueblos. La lu-
cha de clases, como motor de la historia en el marxismo tiene aquí un fundamento último.
Existe lucha de clases en la historia porque hay grupos sociales que impiden a otros la satis-
facción de sus necesidades y el florecimiento de sus capacidades.Es la búsqueda de satis-
facción del sistema integrado de necesidades/capacidades el motor del movimiento históri-
co de la praxis de los pueblos.
Es este hecho el que permite entender a los derechos humanos como las luchas
históricas de los movimientos sociales. Los derechos humanos, su fundamentación en el pa-
radigma burgués donde ha nacido su formulación, arrastran fuertes limitaciones y no expli-
can con coherencia qué son. Entre algunas de esas limitaciones: individualismo, abstrac-
ción, formalismo, estatismo y eurocentrismo (Wolkmer, 2017, p. 118). Como alternativa,
hoy algunos autores, como Dalmo de Abreu Dallari que entienden los derechos humanos en
relación a “las necesidades esenciales de la persona humana” que “deben ser atendidas
71
igualmente para que todas puedan vivir con dignidad” (Wolkmer, 2017, p. 118). Es este
motor de la historia el que puede permitir el reclamo de A. C. Wolkmerpor un “universa-
lismo de llegada” o, en expresión de J. Herrera Flores, “una racionalidad que no niega que
es posible llegar a una síntesis universal de las diferentes opciones relativas a los derechos”
(Wolkmer, 2017, p. 118). Desde la interculturalidad, se entiende a los derechos humanos
“resultantes de los procesos de luchas sociales colectivas, que buscan construir espacios pa-
ra la realización de las necesidades básicas y para una vida humana con más dignidad”
(Wolkmer, 2017, p. 118).
5ª) La realidad es aprehendida como inescapablemente debitoria para el homo
sapiens sapiens. Es posible salir del laberinto de la falacia naturalista, hegemónica hoy, que
ha perdido la moral en el positivismo (también jurídico).La sustantividad es debitoria. La
dimensión axiológica de la realidad es ineludible. Esa dimensión de la praxis es constituti-
va. El deber ser está en la realidad y se puede conocer. El escepticismo axiológico es una
deriva del escepticismo cognitivo. La superación de esta limitación incluso hoy está siendo
demanda, aunque con problema en encontrar el sendero, por autores como M. Atienza des-

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de la tradición analítico-argumentativa: “[L]a ideología de la separación (entre el Derecho y


la moral, pero también entre el ser y el deber ser, entre los hechos y los valores) es, me pa-
rece, el elemento más característico del positivismo jurídico (como lo señalaba Comanduc-
ci) y también su talón de Aquiles: lo que lo vuelve una concepción del Derecho incapaz de
dar cuenta de toda la riqueza que envuelve esa práctica”(Atienza, 2017, p. 217) ¿quiere ello
decir que también habría que considerar como convencionales las necesidades huma-
nas?(Atienza, 2017, p. 305). Ahora bien, el carácter debitorio de la realidad y la posibilidad
de la aprehensión axiológica de la misma abre un horizonte mucho más amplio que el aún
“escéptico” objetivismo moral en las propuestas de objetivismo moral de algunos que como
M. Atienza se consideran postpositivistas.
En la propuesta de M. Atienza, “[e]lpostpositivismo no significa por ello la
vuelta al Derecho natural, no niega el carácter “artificial”, social e histórico del Derecho
(esa vendría a ser, de acuerdo con González Vicén, la tesis central de todas las teorías ius-
positivistas: concebir el Derecho como una realidad social e histórica), pero sí la tesis de la
separación metodológica o conceptual entre el Derecho y la moral; mejor aún, no niega que
72
desde ciertas perspectivas sea posible (necesario) distinguir entre el Derecho y la moral, pe-
ro insiste en que esa separación no puede verse en términos dicotómicos, o sea, entre el De-
recho y la moral hay tanto separación como continuidad: son “conceptos conjuga-
dos””(Atienza, 2017, p. 10).La apuesta de M. Atienza es el objetivismo moral. Sus postula-
dos o tesis son: 1) el objetivismo moral no significa necesariamente realismo moral, sino
que es más bien una objetividad de las razones; 2) la objetividad se predica tanto de las
normas como de los valores; 3) el valor de la tolerancia no está legado con el relativismo
moral, sino con el objetivismo; 4) las razones del objetivismo moral son tanto procedimien-
tales como sustantivas; 5) una teoría delderecho que pretenda dar cuenta cabalmente de las
prácticas jurídicas necesita asumir el objetivismo moral (Atienza, 2017, p. 12).
6ª) La praxis es filética en una comunidad histórica. El nosotros permitealum-
brar la identidad personal. El sujeto pensante racional individual esuna posibilitación de la
praxis de la vida humana de los pueblos y la naturaleza.El yo solo es posible en el nosotros.
El individualismo ideológico no se sostiene antropológicamente. La tradición iusmaterialis-
ta es colectiva, los derechos no son de individuos aislados que deciden ponerse de acuerdo,

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sino de comunidades que permiten el florecimiento personal de sus miembros y de la natu-


raleza. Los derechos colectivos permiten los llamados derechos personales.
7ª)La cultura y el lenguaje lo son de la sustantividad material de la praxis. La
cultura de los pueblos, entendida como creaciones artísticas, ideológicas,filosóficas y jurí-
dicas, reside y es expresión de una sustantividadque ella no tiene per se: la crianza, el culti-
vode la vida de los pueblos y la naturaleza. ¿Qué esla cultura de los pueblos como creacio-
nes ideales, sin los cerebros, corazones y cuerpos, sin las manos y la tierra que la crean? La
filosofía jurídica intercultural y decolonial podrá serlo si es iusmaterialista, de otro modo
quedará perdida en el laberinto del voluntarismo idealista intersubjetivo, creador de espec-
tros. El lenguaje ciertamente es una significación, pero lo es como reducción de una dimen-
sión signante más amplia; y ambas son posibles porque se asientan en un estrato mayor: la
dimensión expresiva de la materialidad de la vida. Hay un interlocutor por mucho tiempo
desconocido, silenciado y relegado en las comunidades de discursos: el “de suyo” de la
realidad. ¡Ecuchémosle! ¡Cuidémosle! ¡Liberémonos en él! (X. Zubiri).

73
Conclusión

Los dos grandes paradigmas o tradiciones jurídicas que han colonizado Améri-
ca Latina desde la Conquista europea han sido el iusnaturalismo, hasta el siglo XIX, y des-
de entonces el iuspositivismo. Ambos han funcionado en términos generales como ideolo-
gías jurídicas coloniales de enajenación, indigencia y dominación para los pobres y oprimi-
dos, así como para nuestro planeta. Además de una funciónencubridora y legitimadora del
colonialismo mercantilista, primero, y capitalista, después, como filosofías y teorías jurídi-
cas han evidenciado limitaciones dogmáticas en la capacidad explicativa—sin contradic-
ciones—, de lo que sea el derecho de los pueblos y la naturaleza. El positivismo jurídico,
hoy la ideología dominante de la burguesía, ha fetichizado el derecho en norma, con poder
violento para disciplinar a los humildes y a la Madre Tierra. Sin embargo,aparece impoten-
te para servir a los bienes jurídicos de la vida. La situación real de indigencia jurídica en
que viven las grandes mayorías y Gaiaestá estimulando múltiples y pluralesresistencias e

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investigaciones jurídicas críticas con un horizonte: biocéntrico, decolonial, feminis-


ta,intercultural, postcapitalista ypostpositivista. Pero las teorías críticas del derecho en
nuestra América tienen todavíaun impacto limitado. Y en esta primera década del siglo no
van ganando terreno. Por el contrario, lo que se refuerza desde los centros de producción
ideológica (v. gr. facultades de derecho, etc.) es la alienación (expropiación) jurídica. Es
por esta razón que urge continuar y radicalizar la lucha jurídica contrahegemónica para em-
poderarnos jurídicamente; recuperar algo que fue y es de los pueblos: la conciencia y el po-
der real de los derechos en nuestras manos.En ello, la lucha filosófica-teórica (ideológica)
es fundamental. El pensamiento jurídico crítico del siglo XXI en América Latina, si quiere
serbiocéntrico, decolonial, feminista, intercultural, postcapitalista y postpositivista no podrá
hacerlo en el laberinto del postmodernismo deconstructivo nihilista, timorato y alérgico a
los metarrelatos transformadores. Necesita ser mucho más radical (materialmente transmo-
derno). En su éxodo, además de audacia y valentía,necesita cruzar el desierto sin perderse
con los espejismos propios del idealismo, del dualismo metafísico,del escepticismo y rela-
tivismo cognitivo y moral, de las derivas historicistas que terminan de nuevo en idealismo
74
hegeliano y del dogmatismo.La esperanza cimarrona que nos anima es que la tierra prome-
tida la hemos conocido en el pasado, nos sacaron de ella.Yno estamos solos:contamos con
los pobres y explotados como compañeros de viaje; con sus derechos consuetudinarios; con
los sistemas jurídicos milenarios de sus pueblos; con sus sabiduríasinvisibilizadas, ningu-
neadasy despreciadas por los poderosos. En susurro revolucionariopronuncian su nombre:
iusmaterialismo.

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