Psicoterapia Infantil. Elementos Basicos
Psicoterapia Infantil. Elementos Basicos
Psicoterapia Infantil. Elementos Basicos
CONTENIDO. PÁGINA
Introducción. 3
APÉNDICES 70
1. Niños “problema”,... ¿Culpabilidad de los Padres? (Primera 70
Parte)
2. Niños “problema”,... ¿Culpabilidad de los Padres? 76
(Segunda Parte)
3. “¡Ese Niño es Imposible!” 82
4. “¡Ayúdenme,... mi hijo está insoportable!” 84
BIBLIOGRAFÍA 87
2
INTRODUCCIÓN.
Es, así, enorme la cantidad de textos que sobre el tema se producen –tanto desde una
rigurosa óptica académica y profesional, como desde una visión popular con un dudoso
rigor científico- con las mas diversas perspectivas derivadas de los paradigmas
psicológicos existentes y sus variaciones.
Con este modesto propósito en mente, se construyó el presente material que consta de
tres capítulos básicos y un apéndice que caracteriza al mal llamado “niño problema”
que puede ser concebido como arquetipo de muchos de los niños que, a diario, son
llevado al servicio asistencial de cualquier psicoterapeuta u orientador infantil.
3
El primer capítulo se ocupa de una aproximación inicial a la Psicoterapia Infantil,
resaltando aspectos como el carácter “triangulado” (el niño que es el “usuario”
principal, los padres que traen la “demanda” y el psicoterapeuta que “oferta” el
servicio) de la relación psicoterapéutica y las especificidades tanto del niño como del
psicoterapeuta en este contexto, así como el necesario uso de recursos instrumentales
(juego, dibujo, títeres, música, etc.) para optimizar la efectividad del proceso.
Sólo me queda desear al lector que disfrute de esta propuesta y saque de ella todas las
ventajas, tanto profesionales como personales que de su lectura pueda obtener.
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Una aproximación inicial a la Psicoterapia Infantil.
Tal vez la madurez de una ciencia, o de una rama del conocimiento científico, estriba en
poder definir con precisión su objeto de estudio, no obstante resulta obvio el hecho de
que esta definición tendría siempre un alcance limitado, pues el propio desarrollo de una
profesión o disciplina científica la lleva con regularidad a superar los límites que le
impone su definición y expandir su radio de acción en nuevas direcciones, sobre todo
cuando se trata de una rama relativamente nueva en el desarrollo de las ciencias,... y la
Psicoterapia Infantil lo es.
Resulta obvio, por ende, que la Psicoterapia Infantil no está ajena a los problemas de
definición referidos ni a las interrogantes a que está convocada a dar respuesta toda rama
del conocimiento que aspire a ser respetada en el ámbito científico. En el caso de la
Psicoterapia Infantil se está obligado, como punto de partida, a dar respuesta a complejas
interrogantes, cuyas dimensiones fundamentales son:: (1) ¿qué es Psicoterapia? y (2)
¿qué implica el sufijo "infantil",... cuál es su especificidad en esta dirección?.
Esta toma de partido trascendería incluso el límite "difícilmente superable" (Vega Vega)
de la conceptualización propuesta por Leo Kanner, al establecer que "todos los
esfuerzos que se realicen por lograr el equilibrio psicológico de un paciente es
Psicoterapia"...
Tal vez ello explique el por qué pocas profesiones u oficios tengan tantos "aficionados"
como la Psicología. ¿Cuántas veces un profesional o estudiante de Psicología no ha
escuchado expresiones como las siguientes?: "...La Psicología ¡es tan linda!, yo hubiera
querido estudiarla...","...en mi trabajo hace mucha falta la Psicología, por eso ¡yo le sé
7
cantidad!...", "...yo no pierdo la oportunidad de leer cualquier cosa de Psicología que cae
en mis manos...", "...mire amigo, yo no habré puesto un pié en la Universidad, pero a la
Psicología de la calle, la de la vida, ¡esa no hay quien pueda enseñármela..."
Entre ellos se encuentran términos tales como estrés, neurosis, personalidad, etc.- y, por
supuesto, también la psicoterapia:
En este sentido, es frecuente en la vida cotidiana, que cuando una persona está
ansiosa, triste, irritada o “insoportable”, aquellos que le rodean y se sienten afectado
por su comportamiento le digan: “¡estás para Psicoterapia!”.
Sin embargo, esta "psicoterapia" puede ser ofrecida por cualquiera que "dé consejos", le
apoye a uno, "sea buena gente", diga "lo que hay que hacer en el momento preciso", etc.;
pero ésta que puede ser una muy loable, e incluso eficaz acción humana no se puede
equiparar a la compleja y sobre todo comprometida y calificada intervención que significa
la psicoterapia.
Si hasta aquí nos hemos estado refiriendo a dos aspectos esenciales en el proceso
psicoterapéutico -alguien psíquicamente alterado y alguien profesionalmente calificado-
en la psicoterapia infantil ambos elementos adquieren dimensiones cualitativas diferen-
tes al ser un niño el principal protagonista del proceso, veámoslo en detalles:
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La práctica profesional de la Psicoterapia Infantil confirma la anterior aseveración
de Kanner a la cual dedicaremos un espacio mas adelante. No obstante, es
interesante anticipar que desde un punto de vista empírico, cuando en el proceso
psicoterapéutico comienza a indagarse con los padres acerca del Motivo de
Consulta por el cual se trae al niño o adolescente, es frecuente que comiencen
haciendo una vaga y a veces poco precisa descripción de la sintomatología del
niño (“está muy majadero”, “me da mucho trabajo”, “no se porta bien”...) para
subrepticiamente deslizarse a hablar de sus propios problemas, tanto históricos
como actuales.
Así, son frecuentes expresiones tales como “¡Claro, lo que pasa es que el niño
está constantemente presenciando nuestras discusiones!” o “¡yo recuerdo que
cuando niña a mi me pasaba lo mismo, fíjese si es así que...!” y muchas otras
expresiones que distraen la marcha del proceso psicoterapéutico de su principal
protagonista: el niño supuestamente “alterado”. Y lo interesante es que por lo
general no se trata de disgresiones transitorias para después retomar el curso de
la entrevista terapéutica centrada en el problema del niño, sino que el diálogo se
continúa durante la mayor parte del tiempo en la digresión propuesta por el padre o
la madre. De esta manera, es frecuente que si el psicoterapeuta no está alerta, la
mayor parte del tiempo se dedica a que los padres expresen sus propias quejas y
demandas, y hagan recuentos de sus propias vidas individuales mas que ocuparse
de la razón formal –el niño- por la que solicitaron atención psicológica
especializada.
Sin embargo, su percepción del problema puede no coincidir necesariamente con las
razones por las que es traído a consulta por sus padres, y al sentirse "incomprendido"
puede elevar extraordinariamente sus defensas y comenzar a responder a las preguntas
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del terapeuta con monosílabos o respuestas muy escuetas que pueden satisfacer a un
terapeuta poco habilidoso que aborda el problema directamente desde lo referido por los
padres, pero que le impiden tener acceso a lo que realmente está ocurriendo en la psiquis
infantil y por lo tanto continuará abordando la problemática desde la dimensión del adulto
y no desde las expectativas y necesidades del niño. Es posiblemente éste uno de los mas
importantes requerimientos de la psicoterapia infantil, a saber: que el terapeuta sea capaz
de relacionarse con el niño desde la lógica de éste y no desde conceptos preestablecidos
o prejuiciados por las quejas referidas por los padres.
Resulta necesario aquí hacer una reflexión para referirnos a la importancia que tiene en
psicoterapia infantil la comprensión del "mundo interno" del niño: Posiblemente uno de los
mas serios errores que tiene la educación en general sea la "cosificación" del niño, el
hacerlo tributario de consejos, buenas intenciones, atenciones especiales, de información
transmisora de lo que "debería" hacer y de lo que es correcto que se haga porque es lo
que le conviene, etc. pero sin considerar que es él el protagonista principal del proceso
educativo e ignorando o menospreciando sus percepciones, sentimientos e intenciones
acerca de lo que está ocurriendo a su alrededor. Así, la psicoterapia infantil no puede ser
ajena a lo que ocurre en el mundo interno del niño; la psicoterapia infantil, supuestamente
va a corregir errores en la educación y formación del niño y es ella misma en muchos
aspectos, también un proceso educativo y formativo, de aquí que no debe seguir las
mismas vías que tradicionalmente se han intentado para lograr algo del niño y sus
resultados no han sido los deseados.
Por otra parte, el niño puede tener conciencia de problemática pero no querer cambiar la
realidad actual ya sea porque hacerlo sería adaptarse a un contexto que él percibe como
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hostil o poco gratificante y contra el cual se rebela, o porque sabe que su comportamiento
-desviado, difícil, etc.- es el que sostiene una relación familiar que fácilmente se
desmoronaría si no fuera por su mal comportamiento y aunque ésta -su familia- no sea
ideal, es la suya y no quiere perderla ni serle desleal: comportamientos tan
aparentemente contradictorios como una timidez extrema y la cotidiana transgresión
social de dos adolescentes pueden servir al mismo propósito de mantener unidos a
ambos padres en el empeño común de proteger al "hijo en desgracia", logrando así
distraer o enmascarar el hecho real de ser un matrimonio emocionalmente disuelto. Así, el
pequeño paciente puede ser conciente de esta realidad y no querer modificar su
comportamiento, conocedor de que hacerlo redundaría en un "mal peor" que sería la
disolución familiar de cuya unidad él se siente, erróneamente, responsable.
No se trata mas que de, en última instancia, asumir una posición fenomenológica y
aceptar el hecho de que el niño se construye su propia realidad y a partir de aquí
interpreta todo lo que ocurre a su alrededor y actúa en consecuencia. Esto se relaciona
con lo referido por Rogers (1961) acerca de la realidad-tal-cual-es-percibida que
prácticamente todos los terapeutas asumen con independencia de su posición teórica,
cuando se trata de trabajar con adultos, pero que pocas veces lo hacen cuando se trabaja
en el área infantil.
3.- El niño psíquicamente alterado, aún teniendo una determinada elaboración de lo que
está ocurriendo, y vivenciar la necesidad de ser ayudado, presenta un gran "conflicto de
lealtad" hacia sus padres que puede coartar su participación en el proceso terapéutico
cuando concientemente oculta o distorsiona información que podría lacerar la imagen de
sus padres. Cuando así ocurre, aunque conozca la responsabilidad parental o familiar en
lo que está ocurriendo en su vida cotidiana y que está afectando su calidad de vida y
bienestar, se sentirá compulsado y obligado a "protegerlos", ofreciendo así una imagen
favorable de ellos, a tono con lo que la cultura preconiza que "debería ser". El niño puede
experimentar una gran culpabilidad si devela los secretos e intimidades de lo que sucede
en el hogar ante el terapeuta -que es en última instancia un extraño- y multiplicar mas aún
sus resistencias. El hecho de que el niño se mueva en el centro de esta contradicción,
lleva a que el proceso deba ser manejado con extrema cautela, pues la alta sensibilidad
del niño en torno a esta temática conduce con frecuencia a detenciones y retrocesos en la
marcha den el proceso terapéutico:
4.- Por último, puede apreciarse fácilmente que la psicoterapia infantil no puede explicarse
sólo como la psicoterapia de un niño "psicológicamente alterado", sino que con mas
frecuencia de lo que pudiera suponerse, el niño es la expresión -tal vez mas evidente- de
un contexto familiar, escolar, comunitario, etc. también alterado y que los cambios en el
niño pueden ser difíciles de concebir si no van acompañados de un cambio o intervención
en el contexto; en estos casos el contexto, mas que el propio niño, sería el foco principal
de atención. No obstante, resulta oportuno señalar, que no es pertinente asumir una
posición fatalista y pensar que no es posible hacer nada si no se hace simultáneamente
un trabajo interventivo sobre el contexto en que el niño desarrolla su vida cotidianamente,
pues con cierta frecuencia, los cambios que experimenta el niño durante el proceso
psicoterapéutico repercuten en una mejoría del funcionamiento del sistema familiar. A ello
nos referiremos al hablar del papel de los padres en la Psicoterapia Infantil.
Hasta aquí todo podría hacer pensar que la mayor complejidad del proceso
psicoterapéutico infantil radica en lo esencial en la complejidad del mundo de los niños y
los retos que significa acceder al mismo. Sin embargo, la propia dinámica, sui generis, del
proceso psicoterapéutico infantil presupone complejidades adicionales. Una de ellas es el
carácter triangulado de la relación, que analizaremos a continuación:
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Una acción terapéutica que aparentemente favorezca al niño y devalúe lo referido por los
padres puede generar la hostilidad de éstos, su poca colaboración y distorsión de la
información, e inclusive la retirada del niño del proceso terapéutico. Por otra parte, una
acción en que el niño sospeche que el terapeuta es una prolongación de la autoridad de
los padres para ejercer su influencia sobre él puede distanciarlo del proceso terapéutico y
bloquear el cumplimiento de los propósitos que se había propuesto el especialista.
...El terapeuta de niños siempre mantiene en la mano dos hilos, es decir uno
hacia la madre y otro hacia el niño (y, en caso necesario un tercer hilo dirigido
hacia el maestro). Esta tarea puede acarrear problemas temporalmente
durante la terapia: alguna madre siente celosamente como una ofensa, el
saber que el terapeuta conoce un secreto del cual ella misma se siente
excluida. En tal momento la madre debe ser incluida activamente en el plan
terapéutico si no lo había sido antes; dado que la actitud errónea de la madre
representa una fracción importante de la neurosis madre-niño". Biermann,
(Pag. 661)
Así, el terapeuta está "presionado" por los requerimientos, por una parte del niño que es
su principal usuario aunque no haya sido quien demandara sus servicios, y por otra por
los padres, quienes tienen expectativas acerca de determinado resultado que no
necesariamente es congruente con las reales necesidades emocionales del niño y el
desarrollo de su potencial humano.
No obstante, analizar así el proceso terapéutico puede significar una visión unilateral del
asunto y concebir a los padres y al niño como entes antagónicos disputándose los favores
del psicoterapeuta. Sin embargo, por muy intensos que sean los conflictos entre niños y
padres, ¿son inexistentes los vínculos humanos entre ellos?, todo lo contrario, por lo
regular, a pesar de estar plagados de contradicciones y frecuentes fricciones, estos
vínculos son profundamente intensos y afectivos, llegando a intensas lealtades:
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Esto nos conduce a afirmar que la relación en Psicoterapia Infantil implica una con-
notación triangulada, en tanto conlleva un reto y un esfuerzo para el terapeuta, quien
tiene que estar muy atento a (1) su relación con el niño, (2) su relación con los padres y
(3) su relación con los requerimientos del sistema familiar en su conjunto, tributando a un
equilibrio que no siempre resulta fácil y que en mas de una ocasión lo coloca en
posiciones conflictivas.
¿Cuáles son estos presupuestos y cómo adquieren una significación tan especial en la
población infantil?:
a.) La relación del terapeuta hacia el niño debe tener una connotación
aceptante, es decir, aceptar al niño tal-y-cual-es y no como nos gustaría o
fuera deseable que fuera: un niño que no ha sido deseado, al que
constantemente se le censura por su mal comportamiento (¡qué niño mas
majadero!), que es rechazado por la mas mínima trasgresión de las normas
establecidas, del cual constantemente se está esperando ¡qué cambie!, o que
se le convoca a ¡qué acabe de portarse bien!, si quiere ser recompensado, no
se sentirá aceptado en ningún contexto en que tan sólo sospeche o imagine
que se le está criticando. Un niño con estas características presupone del
terapeuta una postura de aceptación incondicional que rompa los marcos en
los cuales está habitualmente el niño acostumbrado a interactuar, a la par que
esta aceptación no genere su recelo y desconfianza al ser tratado en una
forma a la cual no está habituado.
b.) El terapeuta debe establecer una relación empática con el niño, en que sea
capaz de comprenderlo, desde su propio punto de vista; Resulta fácil
comprender las razones de una madre divorciada que se lamenta de cuánto su
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hijo pequeño, sumamente celoso, la limita para establecer nuevas relaciones
de pareja y reconstruir así su vida, mientras que tan necesario resultaría
comprender también en su objetividad y subjetividad las razones del niño para
este tipo de comportamiento, antes de establecer conclusiones apriorísticas.
Esto resulta un importante elemento a tener en cuenta, pues aún aceptando al
niño, muchas veces los padres resultan poco sensibles a la comprensión de
sus necesidades emocionales; de aquí que el terapeuta devenga un ser
comprensivo de las razones que llevan a un niño a sentirse, y comportarse, de
determinada manera..
d.) Por otra parte, un terapeuta no es nunca -aunque así se declarase- un ente
absolutamente pasivo; sin ser alguien que paute lo que se "debe" hacer, el
terapeuta les ayuda a buscar vías alternativas de solución a los problemas,
sobre todo cuando el problema se agudiza pues la solución en que se han
empeñado tozudamente hace mucho rato ya demostró su inefectividad. De
esta manera, un adolescente que de manera reiterada tiene fricciones con sus
padres por su forma de responder a las restricciones de aquellos, puede
aprender a manejar de manera mas eficiente su situación cuando se le
proporcionan vías alternativas de afrontamiento a la problemática que no
conduzcan a conflictos tan severos.
"En cualquier marco teórico, el niño debe recibir ayuda a partir de una
comprensión suficiente y un tipo de relación aceptante, a la vez que se le
proporciona un asesoramiento educativo y una oportunidad de expresar
libremente sus emociones" (KAPLAN, 2450).
Esto último ha llevado a la reflexión acerca de si lo que existe son diferentes formas de
Psicoterapia o de si lo realmente existente es una Psicoterapia con diferentes enfoques. A
nuestro juicio, mas allá de aparatos conceptuales que no es propósito del presente
material someter a debate, hay acciones y actitudes profesionales que de una u otra
forma, con una u otra nominalización, se realizan desde cualquier modelo interventivo:
• Ser capaz de comprender las razones y los dinamismos que han llevado a
un individuo a ser quién es en la actualidad;
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Todas estas actitudes y acciones, de una u otra manera -con sus diversos matices y
énfasis específico, acorde a la tendencia general de determinada escuela o corriente del
pensamiento psicológico comparten casi todas las escuelas del quehacer
psicoterapéutico. De aquí que aún tenga vigencia la afirmación ya casi centenaria de
Witmer de que en la práctica real, las divergencias de los diversos marcos teóricos de
referencia pierdan gran parte de su significado.
Por ejemplo, el intercambio verbal que tan rico deviene en la comunicación con el adulto
es mucho mas difícil con el niño -e incluso con el adolescente- requiriendo regularmente
de medios auxiliares a través de los cuales se viabilice la expresión de los mas
importantes contenidos del psiquismo infantil, difícilmente accesibles a la comunicación
verbal formal. El juego, el dibujo, los títeres, las pruebas psicológicas, etc., son medios
todos con los que el terapeuta debe contar para optimizar su comunicación con el niño y
que potencian su eficacia cuando el psicoterapeuta es capaz de manejar productivamente
la fantasía infantil.
Son múltiples los recursos que puede utilizar un psicoterapeuta infantil y que pueden
servir a los mas disímiles propósitos:
• El Juego.
Ante un niño con una marcada preferencia por la actividad física, pasarlo al
Salón de Juego y no sólo "ponerlo a jugar", sino "jugar con él", permite al
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terapeuta un grado de confianza y cercanía, sumamente beneficioso para el
proceso terapéutico;
Pero en el niño, el juego resulta decisivo, por ser tanto su forma fundamental de aprender
como de relacionarse con el mundo, muy en particular con el mundo de los coetáneos; no
es por gusto que las mas modernas técnicas de enseñanza dan un valor fundamental a lo
que ha dado en llamarse “aprender jugando”.
El Psicoterapeuta Infantil debe entonces hacer un uso efectivo del juego, tanto para
“ganarse” al niño al ofrecerle una actividad que resulta natural y atractiva para él y en la
cual está gustosamente dispuesto a participar, como para interpretar2 y comprender lo
que su actividad lúdica nos está diciendo, abierta o simbólicamente que se trata de una
información a la cual no se hubiera podido llegar de otra manera, e inclusive para
enseñarle formas mas productivas de comportarse en la vida cotidiana.
Es sumamente interesante la reflexión que sobre el valor del juego en la Psicoterapia con
niños nos propone Virginia Axline:
“Por ello, el terapeuta nunca dirige el juego. Deja al niño lo que es del niño: en este
caso el material de juego y la utilización libre del mismo. Cuando el niño juega
libremente y sin influencias externas expresa su propio modo de ser. Vivencia y
experimenta, durante un cierto período de tiempo, su propia reflexión, planeamiento
y actuación. Da curso libre a los sentimientos y tendencias que existían estancados
en él” Biermann, 209).
• El Dibujo
Ante un niño que se sienta ante el terapeuta y su atención es
distráctil, mirando todo lo existente a su alrededor, poner a su
alcance una caja de lápices de colores para que él dibuje lo
que se le ocurra, viabiliza la comunicación verbal, en tanto el
niño pregunta ("¿qué pinto?", "¿me quedó bonito?"), hace
comentarios ("¡qué buenos están estos colores!", "¡ahora voy
a pintar una guerra!") y todo ello en su conjunto le acerca al
terapeuta;
1
Los interesados en el tema pueden consultar el agradable e instructivo texto de Eric Berne, desde la
óptica del Análisis Transaccional, “Juegos en que participamos”.
2
No es este el lugar en que corresponde hablar de las ventajas y desventajas, del alcance y limitaciones
de la interpretación, pero si es válido legitimar su uso responsable, siempre que se haga desde una
perspectiva ética y profesional, en la Psicoterapia Infantil.
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El Dibujo es probablemente el recurso que con más frecuencia utiliza el
psicoterapeuta -no sólo el infantil- dadas las enormes posibilidades que brinda,
no sólo desde el punto de vista diagnóstico, sino incluso terapéutico: Poner al
alcance de un niño una caja de colores, lápices y papel, y pedirle que realice
libremente un dibujo (García, A. 1995) ofrece desde un inicio una valiosa
información acerca de quién es este niño, que contenidos prefiere y por qué,
que colores utiliza predominantemente, cuáles son las características de sus
trazos, etc.; permite "romper el hielo" facilitando el rapport y viabilizando la
comunicación verbal con el niño pues durante la el proceso comunicación éste
habla, comenta y hace preguntas que le acercan al terapeuta; a través del
mismo el niño ventila emociones al propiciarse la catarsis cuando los
contenidos expresados, manifiestos, se relacionan con o son asociados a sus
principales conflictos básicos; a la par que al conciencializar los mismos, hacer
insight, puede aprender vías alternativas de afrontamiento. Una forma muy
interesante del dibujo es la llamada “pintura dactilar” muy utilizada en niños con
hábitos muy rígidos o características obsesivo compulsivas. Es posible utilizar
este recurso en un contexto grupal tanto para el control colectivo de las
emociones como para facilitar la construcción de situaciones que al terapeuta
le interese debatir o esclarecer. Es evidente entonces, sin mayores
comentarios que el dibujo deviene un importante auxiliar terapéutico.
• Los Títeres.
Dentro de tantos recursos terapéuticos accesibles, posiblemente uno de los mas valiosos
en la Psicoterapia Infantil lo constituye el títere, el que reúne muchas de las ventajas
anteriormente enumeradas mas otras adicionales:
Es un recurso que permite duplicar la realidad sin que la misma sea experienciada
como tal, el terapeuta puede interactuar con el niño desde la dimensión del títere y
no desde la del adulto, que es en realidad la forma de optimizar y viabilizar la
20
comunicación: Los problemas reales son depositados en el títere, pero aún así el
niño puede comprenderlos e incorporarlos a su mundo real.
Finalmente el títere puede ser utilizado incluso con la familia de los niños y de aquí
como recurso no sólo para que ambos -padres e hijos- tengan una determinada
percepción de determinada problemática y conozcan sus relaciones mutuas, sino
incluso para ser utilizado con posterioridad para el desarrollo de grupos terapéuticos
con padres -escuela de padres- o para la realización de terapia familiar.
A las Pruebas Psicológicas nos permitiremos darle un espacio un poco mas extenso
por cuanto son de muy frecuente uso en la práctica clínico psicológica en sentido
general. A pesar de haber sido consideradas básicamente desde su función
evaluadora y de diagnóstico, su uso puede tener una importante función
psicoterapéutica que facilita la comunicación con el niño permitiendo aspectos tan
importantes para este como la ventilación de emociones, el fortalecimiento de la
autoestima, el esclarecimiento de situaciones conflictivas y el aprendizaje de vías
alternativas de solución de determinadas problemáticas.
Aunque lo anterior resulta evidente desde la propia función de las llamadas Pruebas
Proyectivas como el CAT, no lo es menos importante en Pruebas Objetivas como el
WISC (Wechsler Intelligence Scale for Children). Si bien, desde lo declarado, este
Test tiene normas ortodoxas de aplicación, un psicólogo clínico infantil
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experimentado y flexible puede tanto obtener valiosa información sobre el
funcionamiento cognitivo actual y potencial (¿Zona de Desarrollo Próximo?) de un
niño o adolescente, como aprovechar el momento de aplicación para fomentar su
comunicación con él o ella e incluso fortalecer su autoestima. Así, por ejemplo,
cuando el niño logra completar un difícil rompecabezas, le es muy grato oír de labios
del terapeuta expresiones de elogio y reconocimiento como “¡Qué bien lo hiciste!”,
“¡Qué inteligente eres!” , estimulándolo tanto a él como persona como a los
resultados de la tarea ejecutada; También cuando el terapeuta ve al niño inseguro y
dubitativo ante un complejo diseño de bloques resulta importante incentivarlo,
motivarlo diciéndole “¡esfuérzate un poquito mas que yo estoy seguro que tú puedes
hacerlo!”; pero inclusive hasta un comentario del niño, durante la ejecución del sub
test de Aritmética, de que “mi papá es profesor de Matemáticas”, puede servir de
punto de referencia para una exploración de las relaciones del niño con su figura
paterna.
Pongamos, no obstante, por la claridad con que lo hace, en palabras de Gerhild Von
Staab3:
“El modo de acción del Sceno Test como medio auxiliar en Psicoterapia
Infantil consiste en que, a través de la construcción y activación dentro de este
mundo en miniatura, se estimula al niño a representar, en forma visible y
reconocible, sus relaciones emocionales para con las personas y cosas de su
ambiente, es decir para con la familia y el mundo. Si se deja al niño actuar
según sus ocurrencias libres y sin importarle ningún objetivo, con el material
del Sceno-Test, produce escenas que reflejan como el niño experimenta su
ambiente de un modo conciente, pero a menudo también la forma en que
inconscientemente lo, lo vive o adopta una actitud frente a él...
Y mas adelante:
3
Von Staab, G. Papel del Sceno Test en Psicoterapia Infantil, en Biermann, G. (1973) Tratado de
Psicoterapia Infantil, Editorial ESPAXS, Barcelona, España, página 490.
22
...tanto mas cuanto que, en él, las múltiples posibilidades de expresión que
permite este material de juego facilitan el sacar a la luz, con variaciones y
matices constantemente renovados, las relaciones del paciente con el mundo.
En la medida en que el terapeuta capta, en este juego, el modo de sentirse
del niño, se profundiza el contacto entre ambos.
• La Música.
De igual manera, la “producción” simple de música (cantar, imitar sonidos, “inventar” son
instrumentos musicales aparentemente sencillos como maracas, claves, tumbadoras, etc.
En niños sin formación musical puede producir estados emocionales placenteros a la par
que fortalecer su autoestima si logra producir “melodías” con aceptable ritmo musical y
ello es reforzado por el psicoterapeuta.
Pero tal vez uno de los potenciales mas valiosos de la música sea su utilización en
contextos grupales5 en que la “producción” conjunta de música crea fuertes
sentimientos de cohesión grupal y de pertenencia, así como habilidades de comunicación
social, que facilitan la disciplina y el autocontrol en aras de viabilizar una tarea que es
interés común de todos: la música
• La Plastilina.
Ante un niño que demuestra inquietud, se come las uñas, no cesa de tocar los
objetos a su alrededor, resulta sumamente útil poner a su alcance porciones de
plastilina para que modele algo (por propia iniciativa o sugerida por el
terapeuta) y ello reduce la ansiedad, a la par que hace mas fluido el proceso
comunicativo;
4
En el entorno cubano ha devenido un poderoso instrumento psicoterapéutico, no sólo infantil, el
procedimiento que ha dado en llamarse “Psico Ballet” propuesto por la colega M. Sc. Georgina Fariñas y
al que ha dedicado casi toda su vida profesional
5
La experiencia musical con el Grupo “Ismaelillo”, hace ya unos años da fe de ello.
23
En cualquier caso, la utilización de recursos auxiliares que son variados y van mas allá de
los aquí descritos6, puede servir a los mas diversos propósitos en Psicoterapia Infantil,
como pueden ser facilitar la comunicación, tener una mas clara comprensión de la
problemática del niño, reducir sus reticencias y ansiedades o motivarlo ("engancharlo")
para que se implique en la actividad psicoterapéutica.
Lo expuesto hasta aquí no nos debe llevar a concluir que la comunicación verbal con el
niño sólo es factible a través de medios no verbales y de recursos auxiliares. No resulta
pertinente subvalorar las posibilidades de comunicación oral con el niño, pues sería
incurrir en el mismo error al que ya nos hemos referido de "cosificar" al niño e ignorar todo
lo que es capaz de expresar a través del lenguaje. Hay niños que desde edades muy
tempranas tienen un uso impresionante del lenguaje verbal.
"Pero si bien los terapeutas infantiles deben saber que la expresión verbal no
es esencial para la terapia, esto no equivale a decir que la expresión verbal
sea insignificante. Algunos autores afirman que uno debe recordar
concientemente su propia infancia a fin de ser capaz de charlar de forma
cómoda con los niños. Esta capacidad de charlar con tranquilidad, se refiere al
flujo de comunicación y a las diversas connotaciones ligadas a las mismas
palabras y frases por la gente de diferentes edades, que pueden ser
reaprendidas y que aumentan con la práctica" (KAPLAN, 2454)
6
En los últimos tiempos ha cobrado cierta popularidad la zoo terapia, es decir la psicoterapia utilizando
animales.
24
precedentes; la práctica supervisada por profesionales de reconocida experiencia, y se
espera de él también el haber sido objeto de análisis y autoanálisis que le permita
resolver, o al menos ser capaz, de enfrentar muchas propias ansiedades e insuficiencias,
sobre todo en el momento de la Psicoterapia.
Parecería que son demasiadas y muy complejas las exigencias, y tal vez así sea, a las
que convoca el ejercicio serio y responsable de la práctica psicoterapéutica. No obstante,
estas exigencias parecen multiplicarse cuando hablamos de Psicoterapia Infantil, es decir
la Psicoterapia que se ofrece a niños, adolescentes y sus familiares; y podríamos decir
que cada uno de los componentes -ya sea la niñez, la adolescencia o la vida familiar-
conlleva una complejidad especial, veamos algunos de estos aspectos:
En primer lugar el terapeuta tiene que sentirse atraído por el mundo infantil -sus
vivencias, sus comportamientos y contradicciones-, aceptar sus peculiaridades
específicas, comprendiendo y asumiendo que las regularidades de la "lógica" infantil
difieren sustantivamente del mundo adulto y asumiendo que para poder penetrar el
complejo mundo infantil es imprescindible hacerlo a través de su "lógica", tener el deseo
de ayudar al niño por el propio niño y no por complacer a los deseos y expectativas de los
padres o por resolver necesidades propias no resueltas.
Por muy calificado que esté un especialista técnicamente, es virtualmente imposible ser
un buen psicoterapeuta infantil si el terapeuta no posee la capacidad empática hacia la
población infantil y adolescente, si no está identificado con sus típicos modos de
reaccionar y si no tiene el suficiente grado de tolerancia y comprensión para el proceso
comunicativo con el niño.
Es evidente que estos requerimientos parecen ser mucho mas rigurosos y exigentes que
los de la Psicoterapia de Adultos. Es significativo al respecto que muchos egresados de
las aulas universitarias y muchos de los que aún están por egresar y piensan dedicarse a
la práctica clínico-psicológica, expresan abiertamente su predilección por la Psicoterapia
en Adultos y su rechazo o indiferencia hacia la Psicoterapia con niños.
Es interesante, sin embargo, que tanto egresados como por egresar, que refieren no
gustarle la Psicoterapia con niños y prefieren la Psicoterapia con el adulto, refieren que
aceptarían gustosamente el trabajo con el adolescente. Al respecto y sólo con el ánimo de
incitar a la polémica, quisiera dejar abierta la siguiente interrogante" ¿Y acaso el
adolescente no está mas cercano al niño que el adulto, en tanto ya pasó -al menos
cronológicamente- toda su infancia en tanto su adultez le queda -también toda- por
transcurrir?.
Inclusive, muchos de los que se dedican a la atención clínico psicológica infantil hacen
recaer el peso de sus acciones sobre los padres o sobre la dinámica familiar, insistiendo
poco o restándole importancia al trabajo directo, cara-a-cara, face-to-face, con el propio
niño quien en última instancia es el motivo por el cual se reclama atención psicológica. A
medida que transcurre el proceso terapéutico en estos casos, el niño va siendo relegado
25
a un segundo plano, va perdiendo su papel protagónico y van aflorando los problemas de
la convivencia familiar, las complejidades de las interacciones entre sus miembros e -
interesantemente- los traumas y conflictos de cada uno de ellos que, casi siempre se
remontan a la niñez, aspecto que comentábamos con anterioridad.
Al llegar a este punto, y en aparente rol de "abogado del diablo", me parece pertinente
permitirme una pequeña disgresión que a mi juicio resulta sumamente significativa en el
trabajo con niños, tanto desde el punto de vista tanto psicoterapéutico como educativo:
A nivel popular la población considera que los psicólogos, al darle un peso mayor al
mundo interno del niño, al reconocer su existencia en tanto persona y no objeto, al
resaltar su identidad e individualidad, están convocando a un "laissez-faire", a un "dejarle
hacer" para que no de "frustre" o "traumatice", lo que se traduce en su total
autodeterminación y en el tener participación (con voz y voto) en todos los asuntos del
mundo adulto.
26
También a nivel profesional he sido testigo en mas de una ocasión de agudas polémicas
en torno a esta temática que se puede mover desde la defensa a ultranza de la
autorrealización humanista ortodoxa hasta el también ortodoxo control Psicología
Comportamental. ¿Es necesario acudir a estos extremos?: A mi juicio no: reconocer el
mundo interno del niño, su existencia en tanto personita, no debe excluir que se trata de
un ser en formación que necesita guía y dirección, y esta guía presupone relaciones
jerárquicas de autoridad capaces de establecer normas y límites que necesariamente
deben existir en cualquier grupo humano. Tanto los padres como el terapeuta son figuras
de autoridad y la autoridad -para que sea concebida y respetada en tanto tal- debe ser
ejercida, debe ser usada, pero no abusada.
He aquí el difícil límite -no descrito en ningún manual o tratado- entre el respeto por el
mundo interno del niño y permitirle un "libre albedrío", que violenta los derechos de los
demás y que en nada violenta los derechos de los demás, que en nada beneficia el
desarrollo psíquico infantil, así como el también difícil límite entre la necesaria autoridad y
el "autoritarismo" que violenta la individualidad de la "víctima",... en este caso el niño.
Por otra parte, el terapeuta infantil es un profesional que no sólo debe gustar, comprender
y disfrutar del mundo infantil y adolescente, sino que debe tener también habilidades
para comunicarse con ellos, conocer los modismos y preferencias que caracterizan a
ese grupo etáreo en un determinado momento, e inclusive tener cierto grado de
preparación y disposición física para jugar con un niño y "seguirle el paso" a su incansable
energía y demanda de atención a la par que un importante grado de paciencia y
tolerancia a la frustración cuando no logra penetrar la lógica infantil todo lo pronto que
hubiera deseado o encuentra resistencia en el niño o adolescente a sus buenas
intenciones profesionales.
27
Este papel activo del terapeuta no sólo presupone el incentivar la colaboración del
pequeño, sino también establecer límites precisos a la actividad infantil, sobre todo a las
conductas agresivas destructoras cuya lesividad puede alcanzar no sólo al terapeuta y su
entorno, sino también al propio niño, al tiempo que no constituyen una ventaja de ningún
tipo -y si una desventaja- en el proceso psicoterapéutico.
El hecho de que el terapeuta infantil asuma una activa postura durante el proceso
psicoterapéutico es coherente y complementario con el hecho de que el niño se
caracteriza, dado su estadio cronológico, por una natural tendencia al desarrollo y
crecimiento, a la cual nos referiremos con posterioridad, la cual, de ser incentivada por la
postura del terapeuta, constituye una valiosa ayuda para el decursar del proceso
terapéutico.
"El terapeuta de niños no es en modo alguno, para sus pacientes, una sombra,
sino que con su INTERVENCION ACTIVA, representa una ayuda importante
en la Psicoterapia Infantil".(BIERMANN, Pag. 658)
Visto hasta aquí, todo pudiera hacer pensar al lector que las actitudes básicas de un
psicoterapeuta de niños están orientadas "hacia afuera", hacia el niño, es decir a disfrutar
de este grupo etáreo, comprender y respetar sus peculiaridades, tener habilidades para
relacionarse con ellos, a la par que asumir una postura activa, de "enganche" del niño en
el proceso psicoterapéutico. Las exigencias para el terapeuta de niños son, sin embargo,
mucho mas complejas y tienen que ver extraordinariamente con el propio mundo interno
del terapeuta de niños:
Uno de los requisitos básicos del terapeuta -no sólo de niños- es que sea un conocedor
de si mismo, que sea conciente de cuáles son sus puntos mas vulnerables y de qué
recursos dispone para afrontar los retos y desafíos de la vida cotidiana en general y del
ejercicio de la psicoterapia en particular. Con ello se facilita que su implicación en el
proceso terapéutico no sea ni impersonal ni irracional, en tanto no se distancia
emocionalmente del ser humano al cual tributa sus servicios, pero tampoco se implica
emocionalmente con el mismo de manera irracional, a partir de su propio mundo vivencial.
Esto guarda relación con la necesaria congruencia que debe existir, en el psicoterapeuta,
entre su vida personal y su vida profesional.
En cualquiera de los dos casos, el no tener claridad y conciencia de lo que está ocurrien-
do dentro de si, puede introducir "ruidos" o sesgos en la Psicoterapia que afectan el
resultado esperado: Así, el terapeuta mas joven, que aún tiene frescos en la memoria los
28
conflictos con sus propios padres, en ocasiones aún actuantes, puede "aliarse" con el
niño o adolescente, tomando partido por éste y dando respuesta con ello a sus propias
necesidades personales. El terapeuta de mas edad, a su vez, puede reeditar los propios
conflictos actuales con sus hijos y asumir una actitud de censura o reprobación hacia el
niño, "aliándose" con los padres en contra del niño o adolescente y gratificando con ello
sus necesidades presentes.
No se pretende con la anterior afirmación, identificar uno u otro tipo de sesgo con la
experiencia o el momento cronológico del terapeuta, pero si resaltar el hecho de que el
psicoterapeuta debe insistir en un constante "mirarse hacia adentro" para lograr
compatibilizar las interrelaciones del profesional y la persona -que son él mismo- en su
quehacer cotidiano.
Por otra parte, es importante que el terapeuta tenga claro como sus propias experiencias
con su niñez matizan en uno u otro sentido sus acciones profesionales actuales, a la par
que sus acciones profesionales sean lo suficientemente maduras y responsables,
poniendo en primer lugar su interés y responsabilidad para con el niño, mas allá del
contenido que haya tenido su propia infancia. Así, entre las múltiples actitudes del
terapeuta en su intensa implicación en el proceso, debe tener una importante capacidad
de recuerdo retrospectivo, sin por ello renunciar a su rol de terapeuta adulto actual
(Biermann).
El Psicoterapeuta de niños debe ser una persona flexible, de fácil poder de acomodación
a la especificidad de cada niño y a las peculiaridades de la personalidad y contexto de
pertenencia del mismo, de aquí que el terapeuta deba ser una persona con un variado y
flexible arsenal terapéutico, adaptable a dichas especificidades, sobre todo al hecho de
que cada niño es distinto: unos prefieren jugar e implicar al terapeuta en su juego, otros
dibujan, otros trabajan con títeres y otros modelan.
Por último, el terapeuta debe tener una especial habilidad de manejar lo que con
anterioridad definíamos como una relación triangulada, particularmente en lo referente a
los padres. El proceso terapéutico implica, para que sea mas eficaz, una relación de
29
confianza y fluidez en la comunicación entre el terapeuta y los padres, en tanto la
incomprensión e intolerancia de los padres hacia el niño y/o las acciones del
psicoterapeuta, conduce con frecuencia al cese del tratamiento, con consecuencias
negativas para el niño en tanto no sólo se le limita el acceso a una ayuda que necesita,
sino que se compromete de manera prejuiciada la posibilidad de que en el futuro otra
persona pueda brindarle una ayuda similar. Los estudios de Anna Freud son
esclarecedores al respecto:
“Así, el analista de niños recurre efectivamente los padres del niño para
completar la historia, no quedándole mas remedio que el tomar en cuenta todas
las posibles inexactitudes y deformaciones surgidas por motivos personales”
(Freud, A. , 40)
El terapeuta infantil no puede estar al margen del hecho de que en uno u otro sentido su
labor asume un contenido pedagógico, de modificación de actitudes erróneas, tarea que
debe llevar a cabo no sólo con suma cautela, sino sobre todo con mucha ética y respeto
por los patrones funcionales de cada familia, evitando que sus intervenciones puedan ser
interpretadas como una invasión indeseable en la intimidad familiar. El terapeuta, así,
debe conocer con claridad no sólo cuánto espera y cuánto puede lograrse del niño, sino
cuáles son las expectativas y los límites expuestos por los padres, de aquí que para el
psicoterapeuta infantil resulte fundamental, la comprensión y manejo del papel de los
padres en la Psicoterapia Infantil.
30
El papel de los padres en la Psicoterapia Infantil.
El sentido común pocas veces asume como realidad el hecho de que el niño es una
personita que siente, que tiene un rico mundo interno y que se conforma una opinión
(distorsionada u objetiva) de lo que ocurre a su alrededor, no importa que la misma sea
distorsionada u objetiva, pero es la suya y a partir de la misma construye su realidad
existencial apelando a una de las posesiones mas sustanciales del mundo de la
infancia, y que tan esencial resulta fomentar y no destruir: la fantasía. Es
impresionante lo que puede elaborar un niño tratando de comprender y de encontrar
explicaciones “lógicas” y coherentes a lo que acontece a su alrededor:
7
Sarró, R.;Introducción al texto "El Sentido de la Vida" de Alfred Adler, Biblioteca de Antropología.
Luis Miracle Editor, Barcelona, España, 1948.
31
A pesar de ello, al niño rara vez se le considera como responsable de sus acciones -
sobre todo mientras mas pequeño sea- y se le asigna la responsabilidad por dichas
acciones a sus padres; mas aún, no sólo se trata de que se le atribuya a los padres la
responsabilidad por el comportamiento de sus hijos, sino que se les culpabiliza, es
decir se les censura negativamente por no haber hecho lo que “deberían” hacer o por
haber hecho algo incorrectamente en el proceso de formación de sus hijos,... y todos
sabemos lo relevante que es la comprensión de las culpas, no sólo en la práctica
profesional sino en la propia vida cotidiana.. Así, es frecuente oír expresiones diferentes
según el comportamiento de un niño, por ejemplo:
ante un niño inhibido se escuchan expresiones tales como: ¡Ay, que niño mas
tímido!,... sus padres tienen que sacarlo a pasear más y a jugar con otros
niños";
32
insuficiencias, fracasos o frustraciones, siendo habituales expresiones como “¡por tu
culpa llegué tarde a la escuela!” o “¡por tu culpa mi papá me regañó!”.
"...tú nunca me brindaste afecto, y por eso hoy yo tengo un carácter tan
amargo";
"...tú no quisiste que yo me casara con aquel muchacho y por eso toda mi
vida ha sido un desastre";
Y como puede apreciar el lector familiarizado con las corrientes en Terapia Cognitiva
Conductual (TCC), en estas expresiones predominan los elementos
sobregeneralizadores (nunca, siempre, todo, jamás, etc.) y magnificados
(enormemente, desastre, totalmente frustrada, etc.) En todos los casos, se ha
desplazado la responsabilidad hacia el estilo de crianza y formación recibida,
externalizando las causas sin reconocer otras múltiples contingencias -¡como la
responsabilidad con su propia existencia a partir de determinado momento en la vida!-
que inevitablemente están presentes en el destino de todo ser humano.
2.-Aún y cuando resultara lícito juzgar a los padres por los resultados
conductuales actuales de su hijo, la medida de esta culpabilidad es siempre
relativa y rara vez -si alguna- puede ser evaluada con objetividad en tanto
sobre la existencia de un niño o adolescente no existe sólo un determinante
parental, sino que el comportamiento actual se ha ido configurando por la
confluencia de múltiples contingencias. Entre ellas podemos citar, en grado
decreciente de generalidad, los determinantes socioeconómicos y las
influencias culturales (la acción de los medios de comunicación) y
comunitarias (la escuela, el barrio), la influencia de otras personas
significativas (familiares, coetáneos, etc.) y el propio nivel de autoconciencia
y autorregulación comportamental que se va conformando el niño a lo largo
de su existencia individual.
34
de ser controladas por los padres en su totalidad) que en su conjunto pueden
resultar mas poderosas que la influencia de los padres.
35
emocional del niño y por supuesto, mayor debe ser esta implicación, mientras mas
pequeño sea el niño en tratamiento.
Las dos objeciones fundamentales a este proceder podrían ser: ¿cómo es posible lograr
modificaciones en el niño sin hacer algo similar con sus padres, que son,
supuestamente, los responsables del problema?, ¿cómo es posible -aún logrando lo
anterior- estabilizar la mejoría alcanzada en el niño si éste tiene que retornar, mas tarde
o mas temprano, al hogar que es la fuente de sus problemas?.
El mero hecho de que los hijos sean separados del medio familiar, la vivencia de la
ausencia de los mismos y el no sentirse partícipes de su cuidado y atención -añadido a
las culpas que pueden elicitarse- puede llevar a los padres a reconceptualizar lo que ha
estado ocurriendo no sólo con el niño sino con sus propias vidas, así como sus actitudes
y la medida en que se han ocupado -o no- de la satisfacción de las necesidades
emocionales de sus hijos. El retorno al hogar de éstos, con una serie de actitudes y
comportamientos distintos a los previamente manifestados, sobre todo aquellos que
provocaban confusión y malestar en la vida familiar, pueden, además, por si solos tener
36
un beneficioso efecto sobre el sistema familiar y contribuir a mantener la estabilidad de
los cambios alcanzados durante el período de institucionalización.
No obstante, tal tipo de intervención constituye mas la excepción que la regla y aún
cuando lo aconsejable fuera centrar el peso de la atención psicoterapeútica en el niño o
adolescente, la mayoría de los terapeutas prefieren una cierta alianza informativa con
los padres para tener una mayor claridad de la situación en el hogar y constatar los
progresos de la psicoterapia en el contexto familiar.
Aunque también podría ser polémico resulta indiscutible que de igual manera que el
comportamiento "desajustado" de un niño, "desajusta" mas aún la dinámica familiar -que
posiblemente tenga una gran responsabilidad en este "desajuste" del niño-, el
comportamiento "adecuado" o “ajustado” del niño puede contribuir a eliminar tensiones
en la familia y contribuir así a su mejor funcionamiento y como consecuencia a estabilizar
y viabilizar los logros terapéuticos sobre el comportamiento del niño logrados a través de
acciones psicoterapéuticas individualizadas. Un niño que cesa o disminuye en sus
conductas de ser destructor, agresivo verbal y físicamente, con frecuentes perretas, crea
un clima mas favorable en el hogar y mas dispuesto a la atención "ajustada" al niño.
Aquí se trata también de asumir una posición en que se focaliza la atención en uno de
los polos, en este caso los padres con el presupuesto de que son ellos no sólo quienes
desean cambiar, sino quienes deberían hacerlo para lograr el bienestar del niño. Esta
forma de intervención es característica de las relaciones de orientación psicológica tipo
counseling, en que los padres buscan asesoría sobre como tratar a su hijo con
problemas o cuando el niño es en esencia "normal" y la problemática son las relaciones
familiares a su alrededor. Sin embargo, aún en estos casos, alguna atención debe
tributarse al niño -por pequeño que sea- tanto para confrontar lo referido por los padres
como para respetar su valor en tanto persona y no conceptualizarlo sólo como el 'objeto'
de la preocupación de los padres.
37
No obstante, en este tipo de intervención se persigue fundamentalmente un
asesoramiento familiar en cuanto a qué hacer ante determinadas situaciones que
confunden a los padres como pueden ser formar determinados hábitos, estructurar la
dinámica familiar en aras de optimizar su funcionamiento, satisfacer las necesidades
emocionales del niño sin comprometer su desarrollo personológico, etc. Todo esto es
susceptible de realizarse cuando la problemática parece estar referida a cualquiera de
las anteriores cuestiones, pero la madre -o la familia- es una persona esencialmente
sana desde el punto de vista emocional, sin mayores dificultades que le impidan asumir
responsablemente la educación de sus hijos, sin tener que necesariamente otra persona
influir sobre ella.
38
• Atención simultánea al niño y sus padres.
Es posible que ésta haya sido durante mucho tiempo la estrategia de intervención
preferida por los psicoterapeutas infantiles: mientras que por una parte es atendido el
niño por sus "alteraciones emocionales" ya sea de una forma individualizada o grupal -
dadas las características de su problemática-, por otra parte también son tributarios de
atención psicológica simultánea los padres. Esta participación de los padres puede
asumir los mas diversos matices:
• Los padres son atendidos no sólo como padres del "niño con problemas",
sino ellos mismos en tanto "personas con problemas", con alteraciones
psicológicas o de relaciones interpersonales insatisfactorias que conspiran
contra su bienestar emocional y así tienen una incidencia negativa en la
atención al hijo. Se parte del supuesto de que antes de, o simultáneamente a,
ayudar al niño a resolver sus dificultades emocionales, tienen estos padres
que empezar por resolver sus propias dificultades emocionales. Los
terapeutas infantiles conocen por experiencia que en muchos casos, al
entrevistar a los padres una buena parte del tiempo éstos la dedican a hablar
de sus propios problemas, no tan sólo actuales sino aquellos referentes a su
propia infancia e historia personal.
Cualquiera de estas formas de participación puede asumir las mas diversas formas de
intervención psicoterapéutica: un mismo terapeuta puede atender al niño y a los padres
simultáneamente o utilizarse diferentes terapeutas que trabajen en “equipo”, en estrecha
interrelación. En cualquier caso, cuando se interviene simultáneamente sobre el niño y los
padres, el o los terapeutas deben recordar lo referente a que se trata de una relación
triangulada, en que tiene que tener en cuenta simultáneamente los intereses tanto del
39
niño, de los padres, como del sistema familiar en su conjunto.
Los últimos años han sido testigos de una tendencia creciente en esta dirección. El
impetuoso auge de la Psicoterapia Familiar en las últimas tres décadas ha insistido en la
atención a la familia en tanto unidad, como sistema, mas que en la atención a lo que
ellos mismos llaman como el Paciente Identificado. Así, desde este punto de vista, el
terapeuta atiende conjuntamente al niño y sus padres, constata los estilos comunicativos
entre sus miembros, los mecanismos familiares característicos, las relaciones de poder,
los límites establecidos, las alianzas existentes, etc. y va "desmontando"
progresivamente aquellos mecanismos contribuyentes a la disfunción familiar y de aquí
contribuyentes a la alteración emocional del paciente identificado. En cualquier caso, no
es excluyente -y en ocasiones resulta necesaria- la posibilidad de brindar atención in-
dividualizada paralela a cualquiera de los miembros de la familia que así lo requiera,
siempre que ello no contribuya a agudizar el funcionamiento del sistema familiar.
La atención conjunta a padres y niños puede ser utilizada también como recurso
ocasional en una estrategia mas general de intervención simultánea. De esta manera,
un terapeuta que utiliza, como recurso de intervención psicológica en niños, la
representación con títeres, puede programar contenidos específicos e invitar a los padres
no sólo a observar sino a participar en la dramatización; y viceversa, un psicoterapeuta
que utiliza como recurso de intervención en adultos, el psicodrama, puede auxiliarse de
los hijos de los miembros del grupo para dar mayor relevancia a determinados
contenidos dramatizados; una sesión de cine-debate terapéutico conjunta de padres e
hijos adolescentes puede resultar sumamente valiosa.
La terapia familiar ha tenido un notable impacto en las mas diversas corrientes del
pensamiento psicológico durante las últimas décadas -particularmente las décadas
comprendidas entre 1960 y 1980 fueron testigos de una gran proliferación de escuelas y
procedimientos de intervención familiar. Baste señalar solamente los procedimientos
interventivos derivados del enfoque psicoanalítico y de relaciones objetales que tiene
entre sus mas importantes figuras a A.C. Robin Skynner; los enfoques intergene-
racionales que tienen entre sus mas importantes figuras a James L. Framo e Ivan
Borszomengi-Nagy; los enfoques comportamentales con mención especial a la obra de
Patterson y su influencia en el Entrenamiento Conductual a Padres (Behavior Parent
Training, BPT) y la obra de Lo-Piccolo & Lo-Piccolo aplicados al tratamiento de las
disfunciones sexuales.
El lector podrá entonces apreciar, dada la proliferación de literatura y enfoques8, que ser
un experto conocedor del movimiento de terapia familiar es casi dominar una segunda
carrera, de aquí que no pretendamos en el presente capítulo, agotar toda la información
al respecto, sino sólamente exponer los puntos de vista del autor.
8
Para obtener una visión sistémica general de estos enfoques, recomendamos al lector la lectura del
"Handbook of Family Therapy", editado por Alas S. Gurman y David P. Knirsken, Edit. Brunner Mazel,
1981, que en gran medida contribuyó a la elaboración de este epígrafe.
41
¿Cómo incluir a la familia en la atención psicoterapéutica a niños
emocionalmente alterados?.
"...Por esta razón, uno de los resultados del análisis temprano, debe ser
capacitar al niño para adaptarse el mismo a la realidad" (KLEIN)
Expresaría mis reservas, sí, con mantener a los padres apartados de la Psicoterapia,
pues es la familia el grupo básico, el contexto humano en que un individuo desarrolla su
existencia durante la mayor parte de su ciclo vital, siendo sumamente dependiente de
ella, sobre todo en los estadíos finales e iniciales de dicho ciclo vital. Esto no significa
que en los estadíos intermedios el individuo se independice de la familia, pues aunque
sólo dependa muy limitada y parcialmente de ésta para su autonomía, sigue ocupándose
y preocupándose de otros miembros que dependen de él, con lo cual esta dependencia
es recíproca, a la par que una buena cantidad de necesidades emocionales se satisfacen
en el contexto familiar.
9
Mas aún, siempre recomiendo a los estudiantes que al estudiar a algún autor, no importa cuál sea
su posición teórica y cuánto discrepen de la misma, antes de regodearse desde la posición del
"francotirador" en un análisis crítico, busquen algún elemento de valor y utilidad en su obra,... seguramente
lo encontrarán.
42
afectiva estará matizada por su pertenencia a determinada familia, la que deviene la
transmisora de valores, normas, vivencias y estilos habituales de comportamiento que se
incorporan con fuerza en la estructura de la personalidad: aquí el individuo tiene un nítido
rol de hijo de sus padres. A lo largo del decursar de la existencia individual en que el
individuo deviene crecientemente autónomo, se debilitan los vínculos inmediatos (no
tanto los mas mediatos como los afectivos y vivenciales que por lo regular acompañan a
los individuos a lo largo de su toda su vida, de su ciclo vital, a modo de silencioso e
invisible, pero no por ello menos operante "cordón umbilical") y el individuo deviene
crecientemente autónomo, lo cual puede lograr su máxima expresión en la segunda
mitad de la tercera década de su vida en que aún no tiene familia propia constituida, ha
logrado su solvencia económica y sus padres están aún fuertes y capaces de valerse por
si mismos. Sin pretender establecer límites temporales precisos, posiblemente éste sea
uno de los períodos de mayor autonomía e independencia del individuo, cuando no
existen elementos distorsionadores de este curso "normal" de la existencia.
Sin embargo, al crear familia y tener descendencia propia, esta autonomía se modifica,
todo plan o proyecto aparece mediado por la esperada responsabilidad parental,
decisiones importantes son desechadas, pospuestas o sólo parcialmente asumidas,
debido a que el individuo ha pasado a asumir el rol de padre de sus hijos haciendo
depender una buena parte de su quehacer del bienestar de sus hijos, con la consecuente
pérdida de independencia, a lo cual se añade que con frecuencia es aún dependiente
emocionalmente de su hogar paterno a pesar de haber constituido familia propia.
Las próximas dos décadas serán testigos de su creciente aumento de status ante la
vida,... pero no necesariamente de un aumento de su independencia. A pesar de que sus
hijos crecen y se van independizando, aún él se siente responsable, se preocupa y
ocupa por ellos, preocupación y responsabilidades que externamente podrían durar
hasta el momento en que sus hijos comienzan a construir sus propias existencias y
abandonan el hogar con la aparición del llamado "síndrome del nido vacío" en que
formalmente -aunque no íntima ni vivencialmente, tal y como le ocurrió a él mismo-
concluiría su rol de "padres de sus hijos",... aunque básicamente desde lo formal, mas
aún en la idiosincrasia del cubano común, sumamente gregario en lo referido a la vida
familiar.
La situación, no obstante, no es tan simple: mucho antes que los hijos se independicen
"del todo" -y el nido quede vacío-, los padres del individuo, al iniciar su camino hacia la
senectud, comienzan un proceso de declinación, ya no están fuertes, comienzan los
achaques y dependen crecientemente de los demás y entonces resulta necesario que el
individuo de haga cargo de ellos y asuma el rol de padre de sus padres, el que -para
agudizar mas aún su situación- se superpone, en ocasiones durante largos períodos de
tiempo con el de "padre de sus hijos". Este momento se corresponde con frecuencia con
la denominada "crisis de los 40s." en que el individuo se siente agobiado y evalúa que
todos le exigen y demandan algo, en tanto nadie se detiene a comprenderlo o ayudarlo,
apreciándose aquí lo que muchos han definido como posición “sándwich” en que el
43
individuo se siente atrapado entre las demandas que están “por encima de él o ella” (sus
propios padres) y las que están “por debajo de él o ella” (sus hijos).
Esta especulación puede complicarse mas aún, pues muchos de estos roles son
fácilmente superpuestos. Así hay adultos sumamente inseguros, que con mas de medio
siglo de existencia se siguen sintiendo "hijos de sus padres", o viceversa, ancianos
sumamente dominantes que asumen inflexiblemente su rol de “padres de sus hijos” aún y
cuando ya éstos hace mucho tiempo son personas que “peinan canas” y son capaces de
valerse por si solos y de ser personas de logros y reconocimiento social, o mujeres
sumamente dependientes y demandantes de apoyo emocional que devienen en "hijos de
sus hijos" desde que éstos aún son muy pequeños y los hacen responsables de su
felicidad desde estadíos muy tempranos,... en todos los casos con el consecuente
impacto o efecto sobre el otro.
¿Hacia dónde queremos llegar con esta reflexión especulativa?: al hecho esencial de
que toda la vida de un individuo transcurre en un contexto familiar, a que la familia es el
grupo humano en que se satisface la mayor parte de las necesidades de un individuo
(atención material, afecto, seguridad, etc.) a que la familia es el contexto en que por
excelencia se conforma la personalidad de un individuo tanto con una connotación
positiva como negativa y que tanto la génesis de muchos de sus problemas como las
potencialidades de lograr mayores niveles de salud y bienestar radican precisamente en
la institución familiar. De aquí que sin intervenir sobre las pautas de comunicación y los
estilos educativos de determinada familia, sea sumamente difícil -aunque no imposible tal
y como hacíamos referencia con anterioridad- lograr cambios y sobre todo mantenerlos
en un niño que sea atendido psicoterapeúticamente y que depende extraordinariamente
de su familia, sobre todo en los estadíos iniciales de su desarrollo.
Por otra parte resulta pertinente el reflexionar acerca del hecho de que en algún
momento se ha considerado a la terapia familiar, al ser concebida ésta como el mas
importante grupo humano, como una forma peculiar de Psicoterapia de Grupo. Sin
embargo, la familia no es un grupo mas, es acorde a lo expuesto el mas importante
grupo humano, y su existencia no está limitada a un espacio temporo espacial
determinado -como cualquier psicoterapia de grupo- y los vínculos entre sus miembros
no son ocasionales, sino que se trata de un grupo con una extraordinaria continuidad
temporal, tanto en lo referido a la historia precedente que (incluye múltiples
generaciones10) como en la dimensión temporal futura en que esta familia se seguirá
10
Al respecto es importante reflexionar que en el contexto cubano en particular el concepto de "familia
nuclear" regularmente está sesgado por la convivencia de varias generaciones (inclusive no es infrecuente
que convivan hasta 4 generaciones bajo un mismo techo y jugando múltiples y complejos roles.
44
desarrollando. De aquí que cualquier intervención sobre la familia deba tener en cuenta
esta realidad y no actuar sobre ella como si fuera un grupo mas, sino tomar en cuenta
que se trata de un grupo sui generis, con una continuidad temporal que puede ser
dañada por la torpeza o incapacidad de un terapeuta que obvie su responsabilidad ética
ante el hecho de que estas personas continuarán interactuando mucho tiempo después
que el proceso de la psicoterapia haya concluido.
Lo expuesto hasta aquí resalta elementos que avalan la importancia de la familia como
factor psicoterapéutico en la atención al niño psicológicamente alterado, ya sea a través
de cualquiera de las vertientes en psicoterapia familiar o a través de tratamientos
simultáneos a los padres, ya sea mediante procedimientos grupales como las escuelas
de padres o a través de la atención psicológica individualizada referente tanto a los
problemas del niño como a los problemas propios de los padres. Esto posiblemente
justifique el hecho de que al hablar de atención psicoterapéutica infantil abunde la
literatura referida a psicoterapia familiar y sea mucho mas limitada la referida a la
atención psicoterapéutica al niño propiamente dicho, y esto elicita una necesaria
reflexión:
45
Al respecto, son múltiples las anécdotas recurrentes que los psicoterapeutas
infantiles pueden referir:
"Yo sé que tengo que ser mas cariñosa con el niño, pero es que yo soy una
persona muy poco expresiva y me cuesta mucho trabajo decirle cuánto lo
quiero,... yo recuerdo que mi mamá también era así y ella me contaba que la
culpa de todo la tenía mi abuela. Mi abuelo la abandonó cuando ella estaba
embarazada de mi mamá y entonces fue mi mamá quien pago los "platos
rotos" y las consecuencias toda su vida,... la pobre, ¡sufrió tanto!. (testimonio
de una madre).
47
Por último, un enfoque sistémico de la Psicoterapia familiar no debe obviar el hecho de
que la familia no sólo interactúa con el individuo, sino tomar en cuenta que esta familia se
desarrolla en determinada cultura, bajo determinadas condiciones socioeconómicas y
sociopolíticas y en determinado momento socio-histórico, en determinada comunidad, lo
que en su conjunto de una u otra forma matiza el estilo de vida y relaciones actuales de
cada familia en particular,
Ello significa, en síntesis, que de la misma manera que un terapeuta acepta el papel
modulador de la familia sobre el psiquismo individual, asume también una posición
sociohistórica y concibe tanto la disfunción como los desajustes emocionales
individuales en una compleja interrelación con la cultura, la historia y el momento
cronológico peculiar en que brinda sus servicios.
No queremos concluir el presente capítulo sin recalcar -aunque sea reiterativo- el papel
medular de la familia para la existencia individual. La brillante afirmación de Engels de
que la familia es "la célula básica de la sociedad no es una simple consigna o
slogan: la familia es a la sociedad lo que la célula al tejido, de igual manera que no
es posible la existencia de tejidos sanos si las células están enfermas, tampoco
puede haber sociedad sana si la familia está enferma. No obstante, la comprensión y
conocimiento de la familia no agota la necesidad de comprender las necesidades y los
dinamismos individuales de sus miembros, en particular los niños, portadores de un
elevado potencial de desarrollo. A ello nos referiremos a continuación.
¡¿Ir al psicólogo,
para qué si yo no
estoy loco?!
48
¿Cuántas veces no ha escuchado usted esta expresión?,... si hiciéramos una encuesta
sobre cuál es la percepción que tiene la población sobre lo qué hace un psicólogo, tal vez
nos encontremos con mucha frecuencia con la opinión plasmada en la afirmación
anterior, tal vez uno de los mas rígidos y estigmatizantes estereotipos que se tiene
sobre la profesión: Hay personas que no van al psicólogo o psiquiatra, aún sabiendo que
necesitan ayuda especializada para afrontar uno u otro tipo de problemática que
comprometa su bienestar, sólo por no ser tildado de “loco” o “estar mal de la cabeza” ,...
y aún decidiendo acudir a buscar dicha ayuda, lo hacen evitando por todos los medios
que los demás se enteren.
Pero es indiscutible que durante mucho tiempo las acciones de intervención psicológica
se han visto permeadas por el Modelo Medico: las personas acuden al especialista para
que les "curen" un síntoma o le "diagnostiquen" una enfermedad, el propio
psicoterapeuta se siente atrapado por el inmediato e insistente requerimiento que
demanda el paciente de él que le "quite" o solucione su problema. Los estudiantes de
Psicoterapia son los primeros que ante sus primeros casos, con un pensamiento de
“recetario”, formulan la interrogante de "¿qué tipo de psicoterapia tengo que hacer para
resolverle el problema a esta persona?". Ello denota la prevalencia de un estilo de
pensamiento mucho mas centrado en el síntoma, en el problema, que en la persona que
es portadora del mismo:
El modelo médico, sin embargo -a pesar de los indiscutibles elementos de valor que
posee, como es su connotación taxonómica que toma en cuenta parámetros orien-
tadores tales como la etiología, organización sindrómica, valoración del curso y
pronóstico y tratamiento recomendables, etc.-] no cubre todos los requerimientos y
especificidades de la intervención psicológica, en que es necesario tomar en cuenta no
sólo el cuadro clínico específico, sino dar respuesta a interrogantes tales como: ¿Quien
es el individuo concreto tributario de atención psicológica?, ¿en qué momento concreto
de su Ciclo Vital se encuentra?, ¿en qué contexto familiar y sociocultural desarrolla su
vida cotidiana?, ¿qué función desempeña su problemática en su vida cotidiana?, etc. De
aquí que la respuesta a interrogantes tales como ¿Cuándo una persona está alterada
psicológicamente y cuando no?, ¿qué tipo de tratamiento resulta mas efectivo para
determinado tipo de alteración?, no tengan respuestas universalmente aceptadas, sino
que dependen en lo esencial de la valoración clínica de la persona concreta y su
situación concreta, todo ello coherente con una concepción ideográfica.
-un niño con una alteración muy severa puede requerir largos períodos de
tratamiento para obtener cierta mejoría, otro con una problemática similar
puede llegar a una evolución espontánea sin mayores complicaciones en su
50
vida adulta, de acuerdo a las situaciones concretas, únicas, a que sea
expuesto que incluyen las posibles contingencias del desarrollo pero que no
ignora su estructura psicológica individual.
¿Hacia donde queremos llegar en nuestro análisis?, al hecho de que aunque las
demandas de atención clínico psicológica infantil son sumamente frecuentes, e incluso
necesarias, ello no siempre -ni siquiera mayoritariamente- resulta indicador de que el
niño es portador de una "enfermedad" o de cierto grado de alteración psicológica severa.
Y mas adelante:
Muchas de las preocupaciones referidas por los padres acerca de sus hijos pueden
resultar perfectamente "normales" desde este modelo, partiendo del hecho de que:
En cualquier caso, el límite entre un problema común y natural del desarrollo del niño y
una clara alteración psicopatológica, no constituye una clara línea de demarcación entre
lo sano y lo enfermo, sino que constituye una amplia franja donde no sólo coexisten
aspectos indicadores de alteración psicológica con aspectos indicadores de normalidad,
sino donde, al mismo tiempo radican las fuerzas potenciales que pueden determinar que
un niño tienda a la normalidad o tienda a la agudización o patologización de su
problemática.
52
psicoterapia a menudo no es clara, en muchos casos ellos son una y la misma cosa"
(GURMAN, p. 526).
Al respecto, aún tienen vigencia las afirmaciones de Leo Kanner, acerca de que el
síntoma, es decir aquello por lo que se solicita la ayuda de un especialista sirve para
diferentes funciones, las cuales comentaremos brevemente, sin concluir que sean las
únicas posibles, pero si tratando de instruir al especialista en la multiplicidad de
implicaciones funcionales que puede tener una determinada sintomatología en un
determinado sistema:
2.- El Síntoma puede ser una señal real de que algo no marcha, o marcha
mal en el niño. Ello significa que no se debe menospreciar la aparente
insignificancia de la sintomatología referida, sino que resulta necesario
indagar mas en la problemática real del niño: la madre que utiliza la
"majadería" del niño para tener acceso al especialista por su propia
preocupación o sufrimiento personal, posiblemente desconozca el sufrimiento
real del niño y cuánto puede estar comprometido el desarrollo personal de
éste. También aquí el especialista debe ir mas allá de lo que la madre refiere y
penetrar en el mundo interno del niño para indagar si su desajuste es sólo una
manifestación externa o comportamental que preocupa o molesta a las
personas a su alrededor o si realmente algo no marcha en él y está lacerando
su bienestar personal y la sensibilidad de su mundo interno.
3.- El Síntoma puede actuar como válvula de seguridad para dar salida a las
tensiones acumuladas ante una situación intolerable. Así, cuando el niño se
comporta "majadero", la madre se irrita, grita,... el niño se ofende porque se
siente maltratado y se rebela gritando desafiantemente, en tanto el padre
interviene brusca y autoritariamente. Todo ello en su conjunto puede ser una
salida de las tensiones acumuladas y que el síntoma permite ventilar, aunque
por vías alternas no necesariamente eficaces, pero si paliativas para
conservar así el precario equilibrio del sistema.
Posiblemente uno de los aspectos a los cuales mas atención debe prestar un
terapeuta es precisamente la comprensión de la función del síntoma, el
identificar cómo el mismo se manifiesta en su contexto concreto, saber quién y
por qué está preocupado por el niño, saber si está preocupado ahora o desde
hacia tiempo, e identificar quién (o quiénes) y cuánto gana o pierde con el
síntoma referido.
• Boleto de Entrada
• Señal real de que algo no
marcha, o marcha mal en
el niño
• Válvula de seguridad
• Medio para solucionar los
problemas existentes,...
FUNCIONES DEL • Molestia o fastidio para
SÍNTOMA: alguien
55
Como podrá apreciar el lector, el síntoma no tiene funciones aisladas, sino que las
mismas se pueden interferir o condicionar entre sí, aportando cada una, en el marco del
conjunto, una mayor comprensión para el terapeuta acerca del problema que tiene que
ser estudiado, y para el cual se demanda de él una solución.
No obstante lo expuesto hasta aquí, es importante que el terapeuta infantil asuma que él
no atiende síntomas ni problemas, sino a niños portadores de los mismos, lo que
presupone entender al niño que es su principal usuario y la razón de ser de su
quehacer profesional.
Permite tener expectativas realistas sobre cada niño o adolescente en particular: tan
ingenuo y contraproducente puede resultar exigir un alto nivel de independencia y
autonomía a un niño de tres años, como exigir docilidad absoluta a un adolescente de
quince. Y todo ello, además y no por eso menos importante, en un contexto socio-
histórico-cultural-económico concreto para cada generación. Desconocer lo anterior
puede conducir a una práctica profesional aislada de la realidad de los niños y
adolescentes a quienes atiende
Al adulto que fue joven en los años 60s., que asumió los valores del movimiento
“hippie”, le puede parecer muy natural el pelo largo, los pantalones estrechos o
corte “tubo”, o no bañarse en semanas (¡aunque tal vez ahora, casi cuatro
décadas después reniegue de y repruebe aquellos comportamientos!), pero no
comulga con la idea de pintarse los pelos de verde, abrirse un agujero en la oreja
o ¡tatuarse!. Y es que cada generación tiene su sello distintivo,... aunque las aguas
mas temprano o mas tarde tomen su nivel: tener claridad de ello no va a limitar las
inevitables fricciones cosmovisivas generacionales, pero va a facilitar la aceptación
y el diálogo tan necesarios para promover una óptima integración social de las
nuevas generaciones en el futuro.
Como consecuencia, el terapeuta sabe –y puede enseñar a los padres- cómo responder
a la conducta actual de un niño o adolescente, al ahorrarse conflictos innecesarios
derivados de puntos de vista necesariamente diferentes. En sentido general, todo ello
capacita al psicoterapeuta infantil para discriminar aquello que es normal y esperado para
determinado momento del desarrollo, de aquello que no lo es y evacuar así dudas e
inquietudes en los padres por desconocimiento de estos de las regularidades del
desarrollo de sus hijos.
Resulta legítimo entonces reiterar que en las diferentes etapas de cada período del
desarrollo, el comportamiento del niño es distinto, de aquí que resulte importante conocer
cuáles conductas y regularidades son las esperadas para cada edad. Al mismo tiempo,
todos los niños son diferentes, cada uno tiene determinado rango de variación en su
comportamiento que debe ser tomado en cuenta para comprender mejor su problemática
específica. No se trata de entender sólo cuando ocurren las cosas durante el desarrollo,
sino de comprender cómo ocurren y qué procesos están implicados.
Utilizar el principio del desarrollo no sólo tiene valor para el campo de la Psicoterapia
Infantil, sino para todo el campo del quehacer terapéutico; implica concebir al individuo
como una totalidad en desarrollo, en la cual no sólo es importante la identificación de los
57
factores que generaron la problemática actual, sino que es también importante identificar
aquellos factores que contribuyen a su mantenimiento o agudización actual y que no
tienen por qué coincidir, incluso pueden ser diametralmente opuestos.
Situación
Actual.
Historia
Personal
Resulta pertinente llamar la atención acerca del hecho de que esta comprensión
del desarrollo infantil no necesariamente se produce siempre en un sentido
positivo, sino que el curso del mismo puede traer aparejados resultados negativos:
Cualquiera de los ejemplos citados puede invertirse en cuanto a su formulación y
así un niño sumamente talentoso en apariencia puede tener un rendimiento muy
bajo cuando aumentan las exigencias académicas de los grados superiores y le
exigen una mayor dedicación y esfuerzo personal para los cuales no está
preparado; un niño sumamente independiente puede devenir en alguien
sumamente inseguro y demandante de apoyo social cuando las contingencias de
su vida personal le resultaron muy adversas o sumamente amenazantes; un niño
con una conducta muy "aplicadita" y formal puede devenir un adulto fraudulento y
timador en su vida adulta si sus influencias educativas tuvieron una connotación de
"doble moral" y la parte visible de su comportamiento respondía a lo socialmente
esperado y valorado positivamente, sin un verdadero compromiso con una postura
59
ética y moral.
60
Y mas adelante:
De esta manera, queremos hacer énfasis en que el ciclo vital del ser humano es un
continuo proceso de desarrollo y continuidad en que las contingencias a que éste
es expuesto pueden devenir en facilitadores o entorpecedores de dicho desarrollo, a la
par que el desarrollo de los procesos autorreguladores que el individuo alcanza
progresivamente se convierten en moduladores de estas contingencias y van matizando
la existencia individual, lo que a mi juicio explica las variaciones encontradas en los
ejemplos anteriores.
¿Hacia dónde queremos llegar con esta reflexión?, al hecho de que si bien el terapeuta
infantil puede -y de hecho debe- hacer una valoración pronóstica de las potencialidades
del niño con el que trabaja para saber cómo y hacia donde orientar sus acciones de
intervención psicológica, esta predicción no debe tener un carácter estático, etiquetador o
estigmatizador del niño, sino que por el contrario debe incrementar sus acciones
profesionales en aras de optimizar el potencial humano de cada niño con quien
trabaja.
En la comprensión del desarrollo infantil las etiquetas -que en última instancia son la
legalización o legitimación de que lo que en un momento se pronóstico debe ocurrir
invariablemente- resultan sumamente nocivas y limitadoras del desarrollo infantil, pues se
convierten en auto profecias que matizan fatalistamente todo el curso de la existencia
individual del "etiquetado", sobre todo por el efecto que tienen sobre la auto percepción y
sobre la autoestima, así como sobre el comportamiento del niño que en su conjunto se
encargan de validar la profecía. Ejemplos de etiquetas resultan ser tanto las
clasificaciones psicopatológicas ("retardado", "agresivo", "tímido", etc.) como los
calificativos, tanto positivos como negativos, que habitualmente se aplica para describir el
comportamiento o rendimiento de un niño ("torpe" vs. "listo", "cariñoso" vs. "arisco", etc.)
Para entenderlo mejor, suponga el lector ejemplos hipotéticos de dos niños con iguales
potencialidades (con "línea-base" similar, para parafrasear la terminología habitualmente
utilizada por la literatura de orientación comportamental):
12
Bunge, Mario; "La Investigación Científica", Pags. 675-677, Editorial de Ciencias Sociales, I.C.L., La
Habana, 1972
61
El primero de los niños es incentivado al aprendizaje, se le reconocen sus logros -aún y
cuando no se esfuerce mucho- constantemente y se le refuerza verbalmente con
expresiones tales como "¡qué niño mas inteligente!"; esto conduce a un fortalecimiento
de los sentimientos de valía personal y a una búsqueda activa del reconocimiento, lo que
a su vez contribuye a un mayor reforzar de su supuesta inteligencia. Al ingresar en la
escuela tratará de validar su "talento", participando en clases y respondiendo con rapidez
a los requerimientos del maestro, el que a su vez se sentirá satisfecho con un alumno que
participa tanto y contribuye a la fluidez de la clase, continuamente lo estimulará y resaltará
su valor en el contexto de los coetáneos, con lo que se alimenta mas aún su ya elevada
autoestima. Si este proceso continúa a lo largo del Ciclo Vital -¡y otras contingencias
desfavorables no se interponen!- entonces al llegar a la vida adulta, la profecía no sólo se
habrá cumplido sino, sobre todo, auto cumplido, pues de alguna manera el propio
individuo y sus creencias y expectativas reforzadas por los demás han contribuido a que
así fuera.
Suponga ahora el caso inverso con el otro niño, todas las realizaciones del niño son
pobremente evaluadas, constantemente se le dice "¡qué torpe eres,...!", o la mas cruel
aún ¡qué chiquito mas bruto!”, lo cual va conformando en él una creciente sensación de
minusvalía personal que lo llevan a ejecuciones inseguras que por lo general, y en lógica
consecuencia, concluyen con un pobre resultado y un juicio externo -e interno- de "¡qué
trabajo te cuesta hacer las cosas bien!". El ciclo sigue al llegar a la escuela, su poca
autoestima e inseguridad lo hacen rechazar la misma, pues ella es fuente adicional de
valoraciones negativas y frustraciones que le confirman la creencia inicialmente
distorsionada de "¡qué torpe soy!". Al igual que en el ejemplo precedente, si este
proceso continúa a lo largo del ciclo vital -y otras contingencias, en este caso favorables
no se interponen- también la profecía se cumplirá y auto cumplirá, pero en este caso con
efectos muy negativos sobre el bienestar y la integración social del individuo.
La idea que hemos querido transmitir a través del presente epígrafe es aquella que da
título al mismo: el niño es un ser en desarrollo, el guión de su existencia está aún por
escribir y aunque su caracterización actual permite predecir lo que pueden ser sus
potencialidades, el terapeuta no debe asumir una conceptualización estática y fatalista del
mismo, orientando sus acciones de intervención psicológicas en la dirección de fomentar
y optimizar todo el potencial del niño.
62
¿Cuándo evaluar la presencia de una alteración psicopatológica?
• Las normas que evalúan uno u otro tipo de comportamiento en el ambiente socio
cultural inmediato concreto del niño: Un niño que arremete violentamente a otro
puede ser muy censurado si proviene de una familia o comunidad con una ética -
como por ejemplo algunas religiones- muy ajena a cualquier tipo de uso de la
violencia, sin embargo ser muy bien valorado si su procedencia es de algún tipo de
grupo -como por ejemplo algunos niveles de marginalidad- en que la violencia es
vista desde una óptica distinta que puede ser hasta incentivada;
63
• El alcance de la alteración, en tanto se manifieste como un síntoma aislado o un
grupo de manifestaciones sintomáticas y la medida en que estén comprometidas
varias áreas del desarrollo psicológico: una enuresis aislada, en el contexto de un
niño con buenos resultados escolares, satisfecho de si mismo y con buena
integración social resulta menos preocupante que un niño con una sintomatología
similar pero que además tiene una pobre autoestima, dificultades en su integración
social y pobres rendimientos escolares;
64
• La especificidad de la situación en tanto un problema que se manifiesta en un
solo contexto específico resulta menos alarmante que una problemática que se
manifiesta en múltiples contextos: un niño que es agresivo e irritable en su hogar,
pero con un buen comportamiento en la escuela, con buenas relaciones
interpersonales con los coetáneos y un buen comportamiento cuando visita a otros
familiares, nos puede estar indicando que la aparente alteración del niño es
referida sobre todo a la especificidad de la situación familiar,... si por el contrario, la
alteración se manifestara no en uno sino en múltiples contextos, ello podría ser un
indicador de que la problemática, mas que referida al contexto, debe buscarse en
la propia psicodinamia individual del niño;
• Las circunstancias vitales que está atravesando el niño y que pueden determinar
el contenido de su alteración: en el desarrollo de su ciclo vital las personas (no
menos los niños) atraviesan períodos en que son mas vulnerables y períodos en
que son mas resistentes,... sin embargo hay circunstancias concretas que influyen
en uno u otro sentido sobre el ajuste comportamental del niño tales como: los
divorcios de los padres, la muerte de alguien significativo, el traslado del lugar de
residencia y otros de los que en alguna literatura se definen como eventos vitales.
• Todo ello podemos “complicarlo” mas aún al afirmar que hay períodos en que,
contra toda “lógica” y sin nada que lo justifique, los niños pueden desplegar una
serie de “síntomas” aparentemente indicadores de alteración psicológica, pero que
pueden desaparecer tan abruptamente como se instalaron, sin mayores
consecuencias,... ¡así es la vida!.
Aunque todos estos indicadores resultan importantes desde el punto de vista operativo
para el especialista en Psicoterapia Infantil, los mismos tienen una connotación "desde
afuera", desde lo que opinan o valoran los demás, y no desde una dimensión referida a
las vivencias y la propia subjetividad del niño, que es el segundo criterio al que hacíamos
referencia al inicio del presente epígrafe:
Tomar en cuenta el segundo criterio significa asumir una posición muy relacionada con el
factor humano en particular, es decir, con una connotación fenomenológica de cuánto
impacta o afecta el síntoma a este individuo en particular, cuánto limita su expresión
social y cuánto afecta a aquellos que le rodean. De igual manera que los criterios
normativos no deben comprenderse aisladamente, sino en su integridad, los criterios aquí
utilizados deben comprenderse en una forma holística en lo referente a sus mutuos
condicionamientos, tanto entre ellos como en lo referente a los normativos, anteriormente
descritos:
65
• Sufrimiento o estados displacenteros: con independencia de que muchos
criterios normativos apunten al hecho de que un determinado comportamiento
puede ser indicador de alteraciones psicológicas, el especialista no puede
ignorar el hecho de ¿cómo percibe el individuo concreto su problemática
particular?, ¿en qué medida el individuo sufre o tiene algún malestar con ello,
no importa que al resto de la Humanidad le pueda parecer una simplicidad y
una tontera preocuparse por ello?, ¿en qué medida considera él que puede o
no ser ayudado?,... y sobre todo, ¿le interesa ser ayudado?. Este indicador
tiene un indiscutible componente fenomenológico de entender la realidad tal-y-
como-es-percibida por el individuo, el cual no debe ser ignorado en el ejercicio
profesional de la psicoterapia infantil;
En este sentido, tan nocivo para el niño puede ser retrasarse en su desarrollo
como anticiparse a este “quemando etapas”: Un niño al que no se le permite
salir a la calle a jugar con los coetáneos, que por ello tiene limitaciones en el
despliegue y expresión de su energía vital y no desarrolla determinadas
habilidades motoras puede tener muchas dificultades para desenvolverse con
facilidad en determinados contextos con posterioridad:
66
En una ocasión atendí a un niño con características similares a las
referidas anteriormente debido a que la maestra le reprendía
sistemáticamente por su indisciplina. Al entrevistar a la madre, esta se
lamentaba y me decía: El hace las mismas maldades que los demás
pero, como es tan torpe, ¡es a él a quien siempre agarran!.
De igual manera, un niño que ha tenido que asumir, por una u otra razón, muy
serias responsabilidades en el hogar y “madurar” antes de tiempo, puede tener
dificultades posteriores en su integración social, pues no soporta las “boberías”
de sus coetáneos supuestamente inmaduros.
Efectos sobre los demás, prácticamente todas las alteraciones psicológicas tienen
que ser consideradas en un contexto interpersonal. Ningún ser humano está aislado,
absolutamente dentro de si mismo, sino que la totalidad de su vida la desarrolla en
un contexto de relaciones interpersonales,
En el caso del niño, posiblemente éste sea uno de los mas importantes indicadores de
alteración emocional, psicológica o comportamental a los que hace frente el terapeuta,
pues regularmente es a sus padres o a otros a quienes molesta o irrita la sintomatología
del niño: La enuresis rara vez molesta a los propios niños, quienes por lo regular
permanecen plácidamente dormidos sobre la "cama mojada" o se trasladan
inmediatamente a la cama de sus padres,... son éstos los que se irritan y molestan con el
síntoma del niño.
67
Esta reflexión resulta válida también para el mundo adulto: el alcohólico que no quiere
aceptar que lo es, daña extraordinariamente a quienes le rodean, fundamentalmente
familiares, amigos y compañeros de trabajo, sin embargo él no reconoce que necesita
ayuda especializada. En consecuencia con esto, una educación ética y en el
entrenamiento para la convivencia, debe presuponer transmitir al niño la enseñanza de
que los derechos propios (tan magnificados en algunas corrientes existenciales) tienen su
limitación cuando comienzan a violentar los derechos de los demás.
• Frecuencia de Aparición e
Intensidad de las Manifes-
taciones.
• Cambios en el Comportamiento
Habitual.
• Especificidad de la Situación.
• Circunstancias Vitales.
68
Insistimos en el carácter operativo de estos criterios, los cuales el especialista debe mirra
con una óptica práctica que implica ser capaz de ajustar y adecuar al caso concreto que
tiene ante si, tanto para su comprensión diagnóstica como para definir la forma en que
intervendrá sobre la problemática.
♦ ♦ ♦
69
APÉNDICE 1
♦ ♦ ♦
Hay niños que exhiben comportamientos poco adaptativos a los que ha dado en
denominarse como niño “problema”, “difíciles”, “imposibles” o con trastornos de conducta.
En cualquier caso, niños está presente la idea de que se trata de un niño desordenado,
irreverente, desafiante, destructivo, indisciplinado y quien sabe cuantos epítetos mas.
¿Es así realmente?,... a pocas cosas en la vida se puede responder tajantemente con
un si o con un no, por la multiplicidad de aristas que todo tiene en la existencia
humana. No ocurre nada distinto entonces en el asunto que nos ocupa, pero me
corresponde tomar partido y evitar respuestas ambiguas, por lo que me atrevería
entonces a afirmar que muchas veces los padres son víctimas mas que culpables del
comportamiento no deseado de sus hijos. Lo que sucede es que la familia es un
complejo sistema y como todo sistema vivo evoluciona en el tiempo por lo que todos
los factores presentes se potencian entre si a lo largo de la dimensión temporal, siendo
muy difícil identificar –cuando no imposible- dónde está la causa y dónde el efecto. Por
ello, culpabilizar lapidariamente a los padres sería no sólo injusto, sino que
70
obstaculizaría el encontrar soluciones -¡qué es en última instancia lo mas importante!- a
los problemas de conducta del niño “imposible”.
que implica que los padres que, desafortunada o lamentablemente, tienen un hijo con
trastornos de conducta se encuentran bajo un constante hostigamiento derivado del
mal comportamiento de sus hijos, no sólo por el malestar y desorden que estos
provocan y que llega a hacerse incontrolable, sino por el efecto de “ondulación”
(“ripple effect”) que se produce y en el que, como veremos mas adelante, se afectan las
relaciones de los padres tanto dentro como fuera del sistema familiar y –a modo de
círculo vicioso- como consecuencia negativa, empeora el comportamiento inadaptado
del niño.
Niño “Problema”
Pareja Matrimonial
Hermanos
Otros Familiares
Comunidad en su conjunto
71
Comencemos por tratar de comprender cómo son percibidos estos niños por sus
padres y cuáles son los comportamientos que mas resaltan al esbozar sus
características: La primera de ellas es que el niño es visto como un “déspota” o “tirano”
que busca imponer sus deseos o puntos de vista, ignorando o devaluando los de los
demás y apelando para ello a una de sus mas desagradables peculiaridades: la
agresividad.
Esta agresividad se expresa tanto contra los padres como contra los hermanos, los
coetáneos, los animales o los objetos, siendo particularmente destructiva con estos
últimos. Particularmente complicado puede ser la agresividad hacia otros niños pues no
sólo estos tenderán a rechazar al niño “problema”, sino que los propios padres de
aquellos le prohibirán jugar o relacionarse con él. Esto no sólo es lesivo para la
socialización y vivencia de ser aceptado del niño “imposible”, sino que lastimará la
sensibilidad y propiciará el enojo de sus propios padres, al percibir estos que su hijo es
discriminado y/o rechazado no sólo pos sus coetáneos, sino por los padres de aquellos.
Es lógico suponer que la convivencia con un niño como el descrito, de cuyo bienestar y
adaptación social se es responsable, tiene un impacto devastador en todo el sistema
familiar, empezando, -¡muy en particular!- por las propias relaciones maritales de los
padres, dado que en el esfuerzo por controlar al niño los padres disponen de muy poco
tiempo para dedicarse a cultivar su intimidad, espacio al que debe brindársele especial
atención en cualquier sistema familiar:
Hacer familia es mucho mas que tener hijos,... es algo que empezó por un proyecto de
72
vida entre dos que se amaban, y que no deberían dejar de hacerlo, aunque sea en
formas distintas.
Aquí es preciso señalar que es la madre quien permanece la mayor parte del tiempo
con el niño y es por lo tanto la mas “asediada” y que mas desgaste de recursos tiene,
siendo mas tensa su relación con el niño, estando entonces mas comprometido su
bienestar emocional. El padre, por el contrario, permanece menos tiempo con el niño,
con el cual por lo regular tiene una relación mas fácil; el niño “problema” por lo general
es mucho menos despótico y tiránico con la figura paterna, a quien tiende a respetar
mucho mas que a la figura materna.
En este contexto las madres refieren una sensación de incompetencia (de ¡ser un
fiasco!) no sólo por sentirse culpables de haber fracasado en la educación de los hijos
–fortalecido por el constante criticismo del esposo y otras personas significativas- sino
por la sensación de que su matrimonio y toda su vida son un desastre . La resultante
es una paralizante depresión y/o una hostil actitud hacia todo, lo que en su conjunto no
es mas que una sensación de desesperanza y desamparo que ningún favor le hacen a
la educación -¿o reeducación?- del niño.
73
Estos últimos, a su vez, pueden tener elevadas expectativas compensatorias para con
los hermanos, con exigencias de que sean un dechado de virtudes, una especie de
“niño modelo” que reivindique el “fracaso” educativo con el niño “problema”. Se trata
por lo regular de expectativas tan elevadas que, lejos de favorecer, lo que hacen es
enturbiar las relaciones con los padres y complicar mas aún la ya compleja situación
familiar,... lo que nuevamente en nada favorece un mejor comportamiento del niño.
Pero el impacto de las conductas inadaptadas del niño problema no se limita a la vida
familiar, con frecuencia se generaliza a otros miembros de la familia extendida
(abuelos, tíos, primos, etc.) quienes por lo general se distancian o asumen posiciones
críticas y de rechazo al mal comportamiento del niño “problema” insistiendo en
aconsejar a los padres de este sobre como “deberían” tratar al niño. Esto último en
ocasiones -¡ironías y paradojas de la vida!- está reforzado por el hecho de que, según
Webster-Stratton y Séller:
“...algunas veces los niños no se comportan tan mal con los abuelos como sí lo
hacen en el hogar...”
74
sentirá mas desamparada aún, abandonada afectivamente y por tanto mas auto
devaluada.
Entonces, amigo lector, ¿son en realidad tan culpables los padres por tener un niño
“problema”?, ¿no son también, en realidad, un poco víctimas?, ¿no sería preferible en
muchos casos -¡no todos!- tratar de comprenderlos y ayudarlos antes de censurarlos?
Unas palabras finales -¡por ahora!-, concluir aquí puede dejar a los padres que me lean
y estén atravesando situaciones similares una sensación demoledora de ¡que no hay
nada que hacer!,... nada mas lejos de la realidad, es mucho lo que se puede hacer en
aras de, al menos, mejorar y afrontar con una óptica mas optimista situaciones como la
descrita, pero este espacio es reducido, ¡dejémoslo como pronta continuación de este
trabajo!.
Lecturas Recomendadas:
Webster Stratton C. & Heller M. (1994) Troubled Families-Problem Children, John Wiley
& Sons
75
APÉNDICE 2
Para cualquier familia la educación de sus hijos es una preocupación fundamental. Para
muchos es una tarea que, con independencia de una u otra inevitable escaramuza,
transcurre si grandes complejidades. Para otros es tarea mucho mas difícil, sobre todo
cuando tienen hijos que exhiben en mayor o menor grado, comportamientos
problemáticos que entorpecen su formación. Comprender lo que ocurre es muy
importante,... pero mas importante es saber qué hacer.
♦ ♦ ♦
“Con el niño lo he tratado todo,... ¡pero ya nada funciona!. Con esta declaración
empiezan a contar sus cuitas los padres de casi todos los “niños-problema”, de aquí
que su demanda implícita, no declarada, sea “¡ofrézcame algo distinto!”.
¿Qué hacer entonces?. Sin ánimos de recetar ni de ofrecer inexistentes panaceas para
un asunto de difícil pronóstico –no por el asunto en si mismo, sino por la multiplicidad
de contingencias en torno al mismo y que muchas veces escapan al control-, y
tomando en cuanta la enorme variabilidad de diferencial individuales y contextuales
presentes para cada niño, me atrevería a hacer algunas reflexiones:
Primero que todo, resulta pertinente ofrecer una sencilla respuesta a la interrogante
que da título a este trabajo, ¿Culpabilidad de los padres?, NO, ¿Responsabilidad en
mayor o menor medida?, SI. Puede parecer una simpleza, pero es casi una declaración
de principios para que los padres puedan asumir una postura efectiva al afrontar las
dificultades de sus hijos, ¡aún sin tratarse de niños-problema!.
76
Pido excusas al lector para una momentánea
digresión que quiero hacer –polémica con toda
intención- y que me va a servir para comentar alguna
ideas que quiero expresar a continuación. A mi padre
le gustaba decir que cuando uno tiene un caballo y
vive en la montaña, está obligado a llevarlo todos los
días al río a tomar agua.
En la anterior situación, puede usted apreciar que en la vida algunos asuntos están en
manos de uno, pero otros muchos se escapan de control, aún con nuestras mejores
intenciones, de ahí el riesgo de sentirse culpable por todo lo que ocurre alrededor,...
incluida la crianza de los hijos. Porque cuando una persona se siente culpable de algo
se siente malo, inefectivo, incapaz; trata de resolver las cosas por sus propios medios
para “pagar lo mal hecho” lo que no sólo le quita a los demás participación en la
solución de los problemas, sino que los convierte en cómodos censores de todo lo que
sale mal. Como es lógico suponer, esto conduce a la persona a sentirse muy sola,
desesperanzada y desamparada para enfrentar los aún mas simples problemas de la
vida cotidiana, ¡mas aún la educación de los hijos!. Paradojalmente, muchas veces,
cuando la persona es verdaderamente culpable de algo apenas experimenta nada de lo
referido.
Por esta razón, y tomando en cuenta el hecho real de que es imposible que alguien sea
culpable –lo que no excluye la responsabilidad que si tiene las personas ante
determinados acontecimientos de la vida- por todo lo que acontece en su cotidianidad,
en las Ciencias Sociales, y particularmente en la Psicoterapia, se ha incluido el confuso
término “empoderamiento” –proveniente de la expresión en lengua inglesa, de difícil
traducción, “empowerment”- que, mas allá de complejas consideraciones semánticas,
nos está hablando de la intencionalidad de hacer que los padres vivencien la sensación
de poder (Webster-Stratton y Herbert).
Y lograr esto –por una vía u otra- presupone que los padres incrementen su
autoestima, que sientan que no son simples marionetas en manos de sus hijos, que
sientan que pueden haber hecho muchas cosas mal pero que también han hecho otras
77
cosas mejor, que se entrenen en formas comunicativas mas efectivas que les permitan
hacer valer sus derechos, que sean capaces de comprometer a los demás -¡que
también tienen responsabilidades!- en hacer de sus hijos buenos ciudadanos.
Alcanzarlo no es tarea fácil, pero cuando se logra, se incrementa la sensación de
autoridad que es percibido por sus hijos como una señal de que la impunidad, en que
hasta ahora iban las cosas, muy pronto puede empezar a extinguirse: Cuando un hijo
ve a sus padres débiles e impotentes siente que puede hacer lo que se le venga en
ganas porque “no pasa nada”,... pero cuando los ve “poderosos”, se auitocontrola un
poco mas.
De todos modos, comencé diciendo que iba a ser polémico con intención, y dejar las
cosas aquí sería, paradojalmente, confirmar que los padres SI eran culpables de los
problemas de sus hijos y que con sólo atenderlos y orientarlos a ellos todo estaría
resuelto.
Porque desde la mas tierna infancia, los niños son expuestos, y aprenden bien de ellos,
a determinados modelos,... que no necesariamente son los mejores portadores de las
normas y valores a los que convoca la sociedad. Es lamentable, pero cuando un niño
ha estado expuesto desde su mas tierna infancia como parte de su cotidianidad –sobre
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todo en el contexto familiar, pero también en la barriada, en la escuela o en la sociedad
en su conjunto- a la violencia, a comportamientos destructivos, a la irresponsabilidad y
la violación de las mas elementales normas de convivencia, incluidos los derechos de
los demás, y reproduce estas conductas en otros contextos, se está comportando de
manera “adaptativa”, haciéndolo acorde a lo que aprendió,... aunque ello no tenga nada
que ver o incluso contradiga lo que la cultura y la sociedad pretenden.
Pero aún en estos casos, aunque conservador, prefiero no ser fatalista y ser
consecuente con lo que hasta ahora he defendido acerca de la multicausalidad. Porque
muchos niños-problema, a pesar de una alta y real responsabilidad de los padres en su
comportamiento, llegan a ser buenos ciudadanos gracias a la efectividad educativa de
otras influencias (otros familiares, los vecinos, la escuela, las instituciones sociales,
etc.) e inclusive gracias a su propio auto desarrollo y crecimiento personal.
En el párrafo anterior están implícitas, entonces, otras dos ideas fundamentales para
brindar atención al niño-problema y lograr su óptima inserción social: el papel de otras
personas e instituciones mas allá de la familia y el propio potencial humano del niño en
cuestión.
Otras personas y/o instituciones pueden de esta manera, resultar decisivas para lograr
revertir, para bien, la condición de niños-problema. Pueden hacerse muchas cosas por
parte de otros familiares, vecinos y sobre todo la escuela, pero lo esencial radica en no
estigmatizar, ni discriminar, ni “etiquetar” al niño problema y su familia; ello sólo
agudizaría la problemática, como señalábamos en la primera parte de este trabajo.
Asumir una postura de inclusión y aceptación es siempre mucho mas beneficioso que
la nociva exclusión que hace sentir a la persona –en el caso que nos ocupa, el niño y
su familia- como discriminada y marginada, lo que genera irritación y resentimiento, que
lejos de favorecer, lo que hacen es agravar la situación problemática. Cualquier
problema humano es resuelto de manera mas efectiva cuando se tiene acceso a
sólidas y efectivas redes de apoyo social (Roca, Pérez) que cuando se está privado
de sus muy beneficiosos efectos potenciales.
Porque no basta con modificar, aunque sea para bien, todo aquello que conspira contra
la óptima inserción social de un niño-problema; es imprescindible trabajar con el propio
niño, sobre todo porque regularmente ha sido un niño muy maltratado en su amor
propio y valía personal, que tiene pocas habilidades para comunicarse productivamente
con los demás y que, por esa razón, ha sido tantas veces rechazado, que su
comportamiento y actitudes hacia los demás son regularmente hostiles...
A estos niños hay que dedicarles tiempo y tener mucha paciencia con ellos. Es muy
importante centrarse en lo bueno que hacen mas que en reprocharle mo que
suponemos que hacen mal y deberían hacer mejor:
Se le hace mas bien a un niño que se esforzó mucho para un examen y obtuvo
calificaciones de 89 puntos cuando le ponemos una mano en el hombro y le
decimos con satisfacción que “¡casi sacas Excelente,... para la próxima lo
logras!” que cuando a otro niño que obtuvo 99 puntos lo miramos con cara de
decepción y le preguntamos “¿dónde fue que perdiste el punto?”. Por lo general
al niño problema se le trata de esta última manera: magnificando sus
insuficiencias y minimizando o ignorando sus logros...
En cualquier caso, con estos niños –mas allá de diferencias individuales que siempre
dan una dirección específica al trabajo profesional-, no se debe perder cualquier
oportunidad de elogio, de reconocer aquello que han hecho bien y de fortalecer su
amor propio, a la par de no desaprovechar ocasión alguna para fomentar en ellos
cualquier habilidad que los ayude a desempeñarse eficazmente en el complejo
entramado de sus relaciones interpersonales cotidianas.
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Como ve, amigo lector, en torno a un “niño-problema” giran muchos vectores de fuerza
que deben ser tomados en cuenta, tanto cuando se busca comprender como cuando se
busca lograr vías para implementar su óptima inserción social, que trascienden muchas
veces la no poca importante responsabilidad de los padres.
Entonces, amigo lector, volviendo a la historieta inicial ¿a qué se deberá que un caballo
no quiera tomar agua y otro si, o que uno tome mas agua que el otro?.
LECTURAS RECOMENDADAS.
Lane, Davis A. (1992) The Impossible Child, 2nd. Edition. Trentham Books Limited, UK
Reinecke, M., Dattilio, F:, & Freeman, A. (1996) Cognitive Therapy with Children and
Adolescents. The Guilford Press, N.Y.
Roca, NM. Y Pérez, M. (1999) Apoyo Social. Su significación para la Salud Humana.
Editorial Félix Varela, La Habana, Cuba.
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APENDICE 3
¡Qué niño mas majadero!", "¡El chiquillo ese es una pesadilla!", "¡qué criatura más
imposible!", "¡qué fiñe más pesa'o!" A pesar de que mayoritariamente los niños reciben
estas valoraciones de manera ocasional, que después no se repite, hay niños que son
objeto frecuente de ellas pues su comportamiento es habitualmente censurado por los
que lo rodean, debido al malestar que provocan.
Es este el momento de abordar el asunto con una visión circular en el sentido de ver
cómo el tener en el hogar un niño con severas dificultades de conducta afecta muy
seriamente la dinámica familiar. No por gusto en ocasiones se ha afirmado que los
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padres de estos niños son padres "bajo asedio", cuyas vidas giran, casi en su totalidad,
en torno al problema de conducta del niño. Viven siempre aprehensivos, pendientes de
que el niño no rompa algo, de que no hurte algún objeto, de que cumpla sus deberes,
de que no se faje con otros niños, de que sea respetuoso... y ante el más mínimo
fracaso en estos propósitos, lo sienten como una falla personal, como una sensación
de ineficacia que se convierte en una extraña mezcla de hostilidad y compasión hacia
el niño..., lo que agudiza su comportamiento indeseado. Vivencian muy intensamente el
rechazo y la desaprobación de los demás, incluidos los familiares cercanos, llegando a
sentirse estigmatizados. Sólo a modo de ejemplo, los padres de niños "normales" les
prohíben la compañía con el niño "imposible". Cuando así ocurre, los padres no sólo se
retraen de la vida social, sino que desarrollan un reactivo sentimiento de protección
excesiva hacia el niño, y crean condiciones que incrementan el comportamiento
indeseado, confirman las opiniones de los demás en torno a su responsabilidad, y
agudizan aún más la situación de estigmatización.
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APÉNDICE 4
No hace mucho, en esta misma Sección Y sobre este mismo tema, escribía un artículo
titulado “Ese niño es imposible” (30 de Julio 2001); tuve por ello cierta objeción a volver
a escribir “mas de lo mismo” a pesar de ser un asunto apasionante para los
profesionales de la Psicología,... pero es que aunque no me gusta reiterarme, hay
temas como el que nos ocupa que son inagotables y siempre actuales por mucho que
se insista en ellos. Añádase a ello que, sin llegar a la indeseable saturación de
información que lo que hace es lograr el efecto contrario, la dosificada información
reiterada de un mensaje contribuye a su mejor asimilación; creo que ello tiene especial
validez para el asunto de hoy.
Porque si algo me incentivó a escribir sobre el tema es la “llamada de auxilio” que por
diferentes vías, no escasas por cierto, he recibido de “madres desesperadas” (es la
expresión que se reitera) por no saber que hacer con sus hijos (regularmente varones)
de entre 2 y 15 años que están ¡imposibles! y con los cuales “ya lo han intentado todo
y nada ha dado resultado” . Y es real que estas manifestaciones están declaradas en la
literatura especializada para referirse a niños cuyo comportamiento es desordenado,
fuera de control, destructivo y frecuentemente agresivo, prácticamente en cualquier
contexto (familiar, escolar,...) y con cualquier persona, a pesar de múltiples intentos y
de diverso tipo para que el niño “cambie”,... de todos modos persiste en su indeseado
comportamiento.
Pero pensar así puede ser muy fatalista y estigmatiza al niño como un inevitable
inadaptado, profetizando un futuro comportamiento disocial, tratándolo como un “pichón
de delincuente” y por tanto haciendo realidad mas tarde la profecía. Me resisto, por ello,
a este modo de pensar y no voy a dejar de confiar nunca en que es posible optimizar el
potencial humano de un niño,... si se ponen a su alcance las mínimas condiciones.
Por la diversidad de aristas con que nos tropezamos al analizar individualmente a cada
niño “imposible”, no me atrevo a afirmar nada absoluto o concluyente (¡casi nada lo es
en la vida real!), pero si echamos un rápido vistazo a lo que nos cuentan algunas de las
personas que demandan ayuda para criar a estos niños, nos encontramos algunas
regularidades que son para pensar,... o al menos para polemizar:
La angustia por no saber que hacer proviene casi siempre de la figura materna, de
madres que se califican a si mismas como “madres solas” donde -¡se explica por si
mismo!- la figura paterna está ausente o -¡peor aún!- es nociva para el niño. No
pretendo aquí hacer una apología -¡aunque lo merece!- del significado de la presencia
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física y espiritual del padre en la educación de los hijos, tanto de las hembras como de
los varones,... pero con una connotación sui generis en el caso de estos últimos, tanto
por lo que representan como modelo a imitar como por su función de “contención” de
un ser repleto de energía vital que es el niño, pero que reconoce y respeta a su papá
como figura de autoridad: Muchas veces, cuando el padre está ausente, la madre se
propone asumir ella sola ambos roles –“¡yo soy su mamá y su papá al mismo tiempo!”-
lo cual es una buena intención, pero no deja de ser una quimera, aún cuando se logre
que los hijos sean buenos seres humanos.
En otro sentido, cuando de un niño con estas características se trata, por lo general las
personas a su alrededor se centran en lo negativo de su comportamiento, en aquello
que molesta, y rara vez le estimulan y reconocen sus facetas positivas. El no sentirse
aceptado agudiza sus manifestaciones de inadaptación lo que, a modo de círculo
vicioso, incrementa las lacerantes expresiones de rechazo de quienes le rodean.
Como se pueden haber dado cuenta, no hay respuestas acabadas, son muchas las
contingencias que giran en torno a un “niño imposible” -que es inevitablemente único e
irrepetible- y hacen que lo ideal sea acudir al especialista capacitado que pueda tasar
el peso de todas y cada una de las alternativas, buscando como encontrar la óptima
salida a cada una de ellas.
Sólo una sugerencia: ¡evite el castigo físico y las injurias verbales que denigran al niño!,
cualquier tipo de violencia engendra violencia y su efecto conductual puede ser sólo
aparente aunque efímero, pero sus consecuencias a largo plazo pueden ser
destructoras para la formación de la personalidad del niño concreto y la adaptación
social futura del adulto que habrá de ser.
Si con estas opiniones conseguimos que nuestros lectores, sobre todo las
desesperadas madres que nos convocan a ello y que muy angustiadas nos piden
“¡Quisiera que me ayudara para que mi niño sea normal igual que todos los demás!” –
expresión literal de una mamá-, piensen diferente sobre la conducta problemática de un
niño, tomando en consideración los asuntos de que hemos hablado, entonces
estaremos aportando entre todos una preciada dosis de buena voluntad para lograr una
infancia mas plena y dichosa.
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BIBLIOGRAFÍA
Avendaño, Rita y Minujin, Alicia: “Una Escuela Diferente” Editorial Pueblo y Educación.
Habana. 1980.
Bernal del Riesgo, Alfonso: “Errores en la crianza de los niños” Instituto Cubano del
libro. 1970.
Bunge, M.; "La investigación Científica" Instituto Cubano del Libro, 1972.
Duque de Estrada, A: “El juego como vía de integración de niños con problemas de
conducta” Editorial Pueblo y Educación. Cuba 1988.
Freedman, Alfred M: “Tratado de Psiquiatría” Tomo IV. Capítulo 40: Psiquiatría Infantil:
tratamiento. Editorial Científico – Técnica. Cuba. 1984.
Freud, A.; "Psicoanálisis del Niño", Ediciones lmán. Buenos Aires, 1951.
Kanner, Leo “Psiquiatría Infantil” Empresa Editora Zig-Zag. Chile 1951 Consultar
capítulo XVI: Los métodos proyectivos en Psicoterapia Infantil.
Rutterd, Michael; "Helping Troubled Children". Great Britain, Con & Wyman Ltd., 1987.
Santrock, John W.; "Adolescence. An Introduction" Fifth Edition Brown & Benchmark
Publishers 1990.
Satir, V,; "Psicoterapia familiar Conjunta, Ed. La Prensa Médica Mexicana, 1980.
Vega Vega, René: Psicoterapia Infantil” Impresora Andre Vaisan. Cuba 1989 “Escuela
de Padres” Editorial Científico – Técnico.
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