Ejemplo de Análisis de Un Poema
Ejemplo de Análisis de Un Poema
Ejemplo de Análisis de Un Poema
Referencias:
Sinéresis, hiato, sinalefa.
Por su forma externa podemos definir al poema como un soneto, ya que está
conformado por catorce versos endecasílabos dispuestos en dos cuartetos y dos tercetos.
Dicho modelo de composición ganó popularidad en el Siglo de Oro español, momento en
el cual los literatos de la península ibérica miraban hacia Italia y la corriente petrarquista.
Desde el aspecto de la rima, hallamos que ésta es consonante; en las dos primeras
estrofas se presenta abrazada o chiusa (ABBA, ABBA) y en las dos últimas alterna (CDE,
CDE). Ya desde este primer nivel de análisis podemos identificar, en la rima consonante y
su disposición, un elemento sumamente valorado en el movimiento renacentista: la idea de
un orden que domine la obra y establezca un principio de armonía. Por otra parte, desde el
ángulo de la rítmica, es posible apreciar el uso de tres tipos acentuales: heroico, melódico y
sáfico.
En este soneto de Fernando de Herrera no encontramos los tópicos característicos
del barroco cargados de angustia metafísica, abocados al carácter efímero de la vida y la
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belleza. Por el contrario, esta lírica de tono amatorio más bien nos trae a la mente el asunto
que responde a la denominación de “descriptio puellae”, y que consiste en un modo de
presentación que concierne a la idea de la mujer idealizada en la exaltación de su belleza.
Ésta es descripta mediante elementos de la naturaleza, no ya con un mero cariz decorativo,
sino con valor de emoción sentimental.
Por otra parte es posible encontrar, al llegar al segundo terceto, lo que se podría
definir como un cambio brusco del ritmo. De este modo, en las tres primeras estrofas
vemos cómo se reitera una estructura que constaría de: vocativo (“rojo sol”, “aura suave”,
“luna”, “ilustre coro…”), luego descripción de algún atributo del invocado (“honor de la
noche…”), que en las dos primeras estrofas manifiesta por medio de una proposición
incluida ( “que con hacha luminosa coloras…”, “que nos halagas…”); y finalmente la
interrogación que se emplea como recurso en las preguntas retóricas. Así se logra un
movimiento casi ondulatorio, suave pero que asciende levemente en los vocativos y en la
interpelación, al generarse un cierto grado de tensión al invocar al receptor. Sin embargo, al
llegar a la última estrofa nos encontramos con la recolección de los cuatro elementos antes
mencionados (“Sol puro, aura, luna, llamas de oro”), siendo de esta manera como se
“acelera” la lectura del poema, en la enumeración y la continuidad entre una pregunta y
otra. Si antes se había recalcado el componente renacentista, ahora esta yuxtaposición nos
remite a la cargazón y retorcimiento barrocos.
Es en la última estrofa, también, donde notamos un abrupto giro en la carga
semántica. Mediante el empleo del adjetivo “ingrata” para referirse a aquella Luz, que hasta
el momento habíase mostrado impoluta, y añadiendo a esto la presencia de sustantivos de
indudable matiz negativo como “penas” y “querellas”, nos encontramos frente una fase de
desengaño en el amor del poeta, la toma de conciencia del carácter quimérico de su amor.
Si nos centramos en la figura del poeta, encontramos un sujeto lírico amoroso, que
canta a su amada imposible, en estrecha relación al concepto neoplatónico del amor que
circulaba por aquel entonces. Desde la perspectiva del interlocutor, dentro del texto es
reconocible por el uso de los vocativos y el uso de la segunda persona en los verbos
(singular y plural: “hallaste”, “oístes”) y también directamente por el uso del pronombre
“vos”.
Asimismo es posible construir un probable modelo de lector, o destinatario
extratextual, a raíz del vocabulario esgrimido por Herrera y algunos datos inferidos de su
contexto. Sabemos que si bien dicho autor no constituye un exponente de la más intrincada
retórica barroca como sería Góngora, tampoco exhibe una lírica despojada y clara como la
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Poniéndome la corbata
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el verso final se aclara cuál es la astucia de la agonía mediante la metáfora “olfatean el límite
y retroceden a tiempo”. “Olfatear” remite a una acción que se lleva a cabo en la proximidad
de algo; el límite, a partir de la referencia a los moribundos, se insinúa como el fin de la
vida. La astucia entonces consiste en retroceder al percibir la cercanía de la muerte.
A lo largo del poema, transitamos el pasaje de un “yo” a un “él” y de un “él” a un
colectivo indeterminado de personas. Pudimos percibir que no por coloquial el lenguaje del
texto carece de connotación y recursos: mediante sinécdoques y metonimias se efectúa el
desplazamiento de la reflexión desde una cara y unos ojos que se miran al espejo hacia la
problematización de la identidad del individuo; mediante metáforas y comparaciones una
situación doméstica establece relación con una reflexión inabarcable: algo cotidiano, de
“cada mañana”, se convierte en una pregunta por el sentido de la vida. De esta manera,
podríamos pensar que “Poniéndome los zapatos” trabaja el extrañamiento a partir de la
desautomatización de una acción cotidiana –ponerse una corbata-, a través de la utilización
de procedimientos retóricos o artificios del lenguaje que liberan una situación de su
contexto para producir nuevos sentidos.