José Hernández, Vida Del Chacho y Otras, Malvinas
José Hernández, Vida Del Chacho y Otras, Malvinas
José Hernández, Vida Del Chacho y Otras, Malvinas
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HOMENAJE A JOSE HERNANDEZ
Impreso en Argentina
por UPCN
Viamonte 869 - Ciudad Autónoma de Buenos Aires
República Argentina
I.S.B.N. N° 978-987-22456-6-5
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HOMENAJE A JOSE HERNANDEZ
Homenaje a
José Hernández
UPCN
los Nacionales
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HOMENAJE A JOSE HERNANDEZ
Secretaría de
Cultura, Publicaciones y Capacitación
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HOMENAJE A JOSE HERNANDEZ
PROLOGO
Ese texto -aparecido hace casi 140 años- complementado por un relato de
viaje por las islas del comandante Augusto Lasserre (que en esta publica-
ción no figura) hace hincapié en el territorio usurpado y la necesidad de
recuperarlo, por razones económicas, políticas y culturales.
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HOMENAJE A JOSE HERNANDEZ
Otro texto imposible de eludir en esta recopilación es "La Vida del Chacho",
editado por Hernández como folleto en Paraná, por ese entonces capital de
la Confederación, en 1863, posteriormente impreso en Buenos Aires en
1875 con modificaciones.
Allí quedó claro su sentido federal, al contar la vida del General Ángel
Peñaloza y su alevoso asesinato en Olta (La Rioja); invectiva directa contra
Domingo Sarmiento, instigador del crimen.
Una verdadera profecía que nos enorgullece cumplir como gremio mayorita-
rio de las trabajadoras y los trabajadores estatales, porque otro aspecto a
destacar es su labor en la administración de la Confederación y sus suce-
sivos cargos públicos, que desempeñó con patriotismo y honestidad ejem-
plares.
Durante el año 2007 este libro inauguró nuestra biblioteca virtual. Se puede
acceder a la misma en www.upcndigital.org
En este 60º Aniversario de la fundación de la Unión del Personal Civil de la
Nación (1948-2008) queremos presentarlo en soporte de papel y también
seguir bregando por la concreción del tan merecido monumento a José
Hernández.
Leticia Manauta
Secretaría de Cultura, Publicaciones y Capacitación
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HOMENAJE A JOSE HERNANDEZ
“Ayer murió el Senador Martín Fierro”. Con esta frase, un diario de Buenos
Aires tituló, el 22 de octubre de 1886, la noticia de la muerte de José Hernández.
Y estaba en lo cierto.
Sin compartir la tesis de Pedro De Paoli desarrollada en su “Los motivos del
Martín Fierro”, donde sostiene que el magno libro “es la biografía de su autor
escrita en estilo y personaje gauchos”, es necesario señalar, no obstante,
que también José Hernández es Martín Fierro.
Innumerables son los trabajos de exégesis sobre este gaucho poema, e in-
numerables también las interpretaciones sobre su contenido. Nadie, sin em-
bargo, ha podido penetrar en la hondura de esos versos como Leopoldo
Marechal. En la conferencia radial que el poeta pronuncia en 1948 (editada
luego con el título de “Los simbolismos del Martín Fierro”) el autor de “Adán
Buenosayres”, descorriendo el velo de una crítica literaria interesada más en
la puntuación que en la comprensión, nos muestra el sentido metafísico de
los versos de Hernández: Martín Fierro es “la épica del ser nacional”, asevera
Marechal. Y la clave del poema se encuentra en la despedida: la mudanza de
nombres, los cuatro puntos cardinales a los que se dirigen cada uno de los
protagonistas (Martín Fierro, sus hijos y el de Cruz, aparecido sugestivamen-
te en el relato), la promesa secreta...
La recuperación de la conciencia nacional (que no otra es la promesa) es el
sentido profundo que el arte de José Hernández materializa en el poema;
aquello que le otorga el carácter épico que, aún sin comprenderlo cabalmen-
te, hace reconocer en el “Martín Fierro” nuestro canto nacional.
De acuerdo a esto, Martín Fierro, como personaje, no es una “invención”
meramente literaria: Martín Fierro existe en la realidad. O, dicho más propia-
mente, Martín Fierro existen: porque el personaje es el símbolo que engloba,
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Prólogo
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Revelación de un crimen
Los asesinos del general Peñaloza se han espantado de la deformidad de su
propio crimen. Quedan dos únicos caminos que pueden salvarlos, y los salva-
jes unitarios infames como siempre, como siempre traidores, los siguen sin
vacilar.
El primero es adormecer al general Urquiza, adularlo, cortejarlo, complacerlo
en cuanto desee, mostrarse con él solícitos, afables y cariñosos, a fin de que
la bárbara degollación del general Peñaloza no lo haga abandonar un solo
instante esa política de contemplaciones y de dulzuras que hace dos años
tiene para con los salvajes unitarios.
Así lo hicieron cuando asesinaron a Benavides.
Así lo hicieron cuando asesinaron a los Virasoro.
Así lo harán ahora que han asesinado a Peñaloza.
Pero el general Urquiza no puede dejarse engañar por esas zalamerías de
tigres.
Benavides dio por resultado "Cepeda".
Virasoro, dio por resultado "Pavón".
El segundo camino de salvación para ellos, es engañar al país; y esa es la
inicua tarea que han emprendido. Peñaloza no ha sido perseguido. Ni hecho
prisionero. Ni fusilado. Ni su muerte ha acaecido el 12 de noviembre. Lo va-
mos a probar evidentemente, y con los documentos de ellos mismos. Todo
eso es un tejido de infamias y mentiras, que cae por tierra al más ligerísimo
examen de los documentos oficiales que han publicado sus asesinos.
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Noviembre 13 de 1863.
"Al señor jefe de Estado Mayor, coronel D. Cesáreo Domínguez.
"Anoche (es decir el 12), arribé a este punto de la provincia de La Rioja, por no
haber objeto en aquélla para permanecer por más días, y por otra parte estar
ocupada por las fuerzas nacionales del coronel Arredondo y de las que se
han establecido de la misma provincia.
"Pues yo creo, señor coronel, que muy pronto quedará restablecido el orden,
por que el primer caudillo, que era Peñaloza, concluyó su carrera en Olta,
que fue muerto por una comisión del coronel Arredondo al mando del coman-
dante D. Ricardo Vera.
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"El bandido Puebla ha tomado hacia el sud a ver si puede pasar al desierto;
pero ya están avisadas por mí las autoridades de San Luis. En la entrada que
he hecho a la provincia de La Rioja han quedado satisfechos mis deseos;
porque se me han presentado varios individuos, aun de aquellos que forma-
ban parte de las montoneras, entregando las armas. Con lo que se deja ver
que ya están desengañados y que nada podrán contra el imperio de la ley.
Dios guarde a U.S. - (Fdo.): Pedro Echegaray".
"Nota: - Al cerrar la presente, recibo la que le adjunto original del mayor
Yrrazábal. Por ella se impondrá mejor de los sucesos ya comunicados. -
(Fdo.): Echegaray".
En esta nota, fechada un día después de aquel en que se da como acaecida
la muerte de Peñaloza, y a una inmensa distancia del lugar del suceso,
Echegaray habla del hecho como de un suceso viejo, habla de los resultados
producidos, de la marcha de Puebla, de los avisos mandados por él a las
autoridades de San Luis, de la ocupación de La Rioja por Arredondo, de los
individuos que se han presentado, y por fin de que se ha retirado de aquella
provincia por creer ya innecesaria su presencia allí.
No hay magia para hacer tantas cosas en unas cuantas horas, sino la de los
salvajes unitarios. Pero Echegaray no mentía, sino que Peñaloza ha sido
asesinado mucho antes de lo que dicen esas notas falsificadas. Echegaray
le dice a Domínguez que le adjunta la nota que ha recibido de Yrrazábal. Esa
nota es la siguiente:
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II
Peñaloza no fue jamás un hombre oscuro. Pertenece a una de las más anti-
guas, como de las más notables familias de La Rioja, y la que ha contado y
cuenta entre los suyos personas muy respetables.
Muy niño aún, fue tomado a su cargo por un anciano sacerdote de la provincia
de La Rioja, a quien acompaño hasta su muerte. Este respetable anciano,
cuyo nombre hemos sabido y no recordamos en este momento, balbuciente
ya por su avanzada edad, no podía pronunciar claro la palabra muchacho con
que acostumbraba a llamarlo, y sólo le daba el nombre de Chacho, que ha
venido a hacerse célebre en los fastos de nuestra historia política, y que será
la eterna pesadilla de los que se han echado sobre sí la odiosa responsabili-
dad de su alevosa muerte.
Popularizado este nombre entre los jóvenes de su época, y muerto ya el
anciano sacerdote que lo tuvo a su cargo, el general Quiroga lo llevó a su
lado, haciendo con él las veces de padre, y dándole como expresión de su
afecto el nombre de "Chachito".
Una vez al lado de Quiroga, era natural que él aceptara la misma carrera del
hombre que lo protegía, y muy joven entró al servicio de las armas, en clase
de cadete en el regimiento escolta de dicho general.
Aunque nuestro ánimo no es escribir la historia de nuestras luchas políticas,
sino en la parte que tengan relación con la vida del general Peñaloza, no
podemos hacer esto, sin dar una idea, aunque ligera, de aquellos sucesos.
Durante el gobierno del señor Rivadavia, Lamadrid fue despachado al interior,
con el objeto de organizar un regimiento en la provincia de Catamarca, y este
general, apenas se vió con algunas fuerzas a sus órdenes, pasó a Tucumán,
e hizo una revolución al gobernador López, a quien reemplazó en el mando.
En esta revolución contrarió, sin duda, las instrucciones y propósitos de
Rivadavia, quien dejaba triunfante la revolución, porque Lamadrid le había
oficiado sometiéndose a su autoridad. Disgustado el general Quiroga de esta
contraorden que venía a consagrar impunidad al crimen de sedición contra
un gobierno legal, se propuso castigarla por su sola cuenta, cuyo propósito
realizó con un buen éxito: 1° en Palmas Redondas y después en la batalla del
Tala, donde derrotó completamente las huestes revolucionarias, a las que se
hallaba reunido el regimiento de los Colombianos, que se había sublevado en
Bolivia, y pasado a la República Argentina, a las órdenes del coronel Matute.
En esta batalla recibió Peñaloza, en un costado, una grave herida de lanza,
que puso en mucho cuidado su vida, y sobre el campo de batalla fue hecho
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capitán. Debemos hacer notar que ésta es la única herida que el general
Peñaloza ha recibido en su vida de combates; la segunda es la que le han
abierto sus bárbaros asesinos.
Algún tiempo después, sabedor Quiroga de que Lamadrid organizaba sus
fuerzas en Tucumán, marchó a buscarlo, y lo derrotó por segunda vez en los
Rincones del Manantial.
En esta jornada, como en la anterior, el capitán Peñaloza se hizo notable por
su intrepidez y recibió señaladas muestras de distinción.
Quiroga regresó a La Rioja y licenció sus fuerzas. Aquí termina este primer
episodio de nuestras luchas civiles, en que le tocó figurar al general Peñaloza.
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Así término Quiroga su cruzada tan peligrosa, como rápida y feliz, y dueño ya
otra vez de la provincia de Cuyo, empezó la reorganización de un nuevo ejér-
cito.
El ejército del general Paz, entretanto, se debilitaba sensiblemente, y falto
hasta de lo más necesario, careciendo de cuanto podían necesitar los solda-
dos, hostilizado de cerca por el general López, que eludía siempre el comba-
te, pero que está siempre sobre él, caminaba a su completa destrucción.
En una de las frecuentes marchas para obtener que el general López diera
una batalla, Paz se separó apenas una pequeña distancia de su columna, y
fue cortado y hecho prisionero por una guerrilla enemiga.
Entonces, tomó momentáneamente el mando de la fuerza el general
Pedernera, como jefe superior, el cual, entregó poco después al gobernador
delegado, general La Madrid, a quien correspondía por su antigüedad, y éste
emprendió con ella la marcha en retirada hacia la provincia de Tucumán.
El capitán Peñaloza marchó entonces con el general Quiroga, que con su
nuevo ejército, se movió otra vez de Mendoza en persecución de lo que ya
eran restos del ejército de Paz.
El primer encuentro tuvo lugar en "Miraflores", donde el coronel Bargas, jefe
de vanguardia de Quiroga, fue derrotado por Acha, jefe de vanguardia de
Lamadrid.
La batalla que siguió a este encuentro fue la de la "Ciudadela", arrabales de
Tucumán, que tuvo lugar el 4 de noviembre de 1831, y en que la victoria fue
completa de Quiroga.
En esta jornada notable, el triunfo fue debido en gran parte al valor del capitán
Peñaloza.
En una de las repetidas cargas de la caballería de Quiroga sobre los cuadros
de la infantería de Lamadrid, cuando ya habían muertos varios coroneles,
entre los que sólo recordamos los nombres de Bargas y Frontanelli, los jefe
1° y 2° del regimiento Escolta y gran número de otros jefes y oficiales; el
capitán Peñaloza, lejos de desalentarse por tantas pérdidas, inicia una nueva
carga y envainando su espada, prepara su lazo y arremetiendo hasta el cen-
tro de los cuadros de infantería, sacó de allí a la cincha de su caballo un
cañón de a 4 y su caja de municiones, que Lamadrid tenía en su costado
izquierdo. El cañón fue utilizado inmediatamente por el general Quiroga, ha-
ciendo con él muchos disparos sobre las filas enemigas.
Este hecho, apreciado dignamente por el general Quiroga, le valió al capitán
Peñaloza ser nombrado teniente coronel sobre el mismo campo de batalla, y
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de que le fuera confiado el mando del regimiento en que había servido antes
como subalterno.
Lamadrid pasó a Bolivia con los pequeños restos de su ejército. La guerra
quedaba terminada. Lavalle había capitulado y se hallaba en Buenos Aires.
Paz se encontraba prisionero en la Villa de Luján.
Quiroga regresó a La Rioja y licenció nuevamente su ejercito, confiriendo al
teniente coronel Peñaloza el nombramiento de comandante del Departamen-
to de la Costa del Medio de los Llanos. Peñaloza gozaba entonces de la nom-
bradía que le había conquistado su valor y la fama bien adquirida de sus he-
chos.
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VI
En 1840 Lavalle emprendió su cruzada contra Rozas con el ejército que for-
mó en Corrientes, y derrotado en Sauce Grande por el general Echagüe el 16
de julio del mismo año, efectuó su paso del Paraná por el Diamante, en los
buques de la escuadra francesa, dirigiéndose inmediatamente a la provincia
de Buenos Aires y llegando hasta el puente de Márquez.
La noticia de la aproximación de Lavalle con un ejército a Buenos Aires, que
hacía imposible para Rozas el envió de fuerzas al interior, alentó a las provin-
cias descontentas y simultáneamente se pronunciaron varias.
La Rioja se pronunció en masa y su gobernador el general Brizuela, investido
por las demás provincias con el título de jefe supremo y director de la guerra,
tomó el mando del ejército.
En esta lucha no podía dejar de contar con el concurso del teniente coronel
Peñaloza, a quien la muerte de su jefe, protector y amigo lo coloca, natural-
mente, en las filas de la revolución. Así lo comprendió Brizuela y le confió el
mando de una fuerza, confiriéndole, además, el grado de coronel.
La excitación general de las provincias había inducido a Rozas a enviar al
seno de ellas al general Lamadrid, que había vuelto a Buenos Aires de su
emigración y revistaba en el ejército de Rozas. Necesario nos es dar aquí
una idea, aunque sea rápida, de los sucesos que entonces tuvieron lugar,
para poder apreciar debidamente el papel que cupo a Peñaloza como resul-
tado de esos mismos acontecimientos y la parte muy distinguida que le co-
rrespondió en su desenlace.
El general Lavalle, que había asumido la responsabilidad de una empresa
muy superior a sus fuerzas y a su genio, abandonó su campo cerca de la
ciudad de Buenos Aires y emprendió su retirada desprestigiando, así, una
cruzada que pudo dar en tierra con el poder de Rozas.
Dirigió sus fuerzas a la provincia de Santa Fe, de cuya capital se posesionó y
batido allí por el coronel Jacinto Andrada con sus bravos dragones, empren-
dió su retirada a las provincias.
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cias que a las órdenes del famoso padre Aldao operaban sobre aquélla.
En uno de los repetidos encuentros, que tuvo lugar en la cuesta de Sañogasta,
el general Brizuela fue herido y hecho prisionero por Germán Villafañe, asis-
tente entonces del general Benavides.
Brizuela murió de esa herida pocos momentos después de haberla recibido,
y el coronel Peñaloza, como el jefe más caracterizado y prestigioso de la
provincia, quedó a la cabeza de la resistencia.
Aquí entra para el coronel Peñaloza un período laborioso y de inmensas fati-
gas en el que ha conquistado muchos títulos a la gloria.
El solo, entonces, sin más elementos que su prestigio, sin más tácticas que
la que le aconsejaba su genio, luchó diariamente, durante tres meses conse-
cutivos, contra numerosas fuerzas que se le oponían de los ejércitos del
general Oribe, el padre Aldao y el general Benavides.
La premura del tiempo con que escribimos estos rasgos biográficos de la
vida del general Peñaloza no nos permite recoger los datos que nos serían
indispensables para hacer la historia de esos gloriosos 90 días.
El país entero conserva el recuerdo de esa resistencia, que es uno de los
episodios más distinguidos de nuestra guerra civil, y en que el coronel Peñaloza
hizo prodigios de actividad y de arrojo, conquistando entonces toda la fama y
el prestigio que más tarde le ha valido el ser cosido a puñaladas en el mismo
teatro de sus hazañas, y por el mismo partido que entonces defendía con
tanta bravura.
Los ejércitos que lo combatían, cansados ya de esa lucha inacabable que
mantenían contra un caudillo que aparecía y desaparecía de su presencia
haciéndoles la campaña fatigosa y desesperada, abandonaron su empresa,
dejando al coronel Peñaloza dueño de casi toda la provincia de La Rioja.
Esto dio lugar a que el coronel Peñaloza pudiera ponerse de acuerdo con el
general Lamadrid (que se hallaba en Catamarca), y que juntos emprendieron
su marcha a la provincia de Mendoza, donde se hallaba el general Pacheco
con una fuerte división de las tres armas del ejército de Oribe. La victoria
parece que quiso protegerlos un momento. El coronel Acha, jefe de vanguar-
dia de Lamadrid, derrotó primero a Benavides en la Punta del Monte y ense-
guida al mismo Aldao en la famosa batalla de Angaco, donde Acha, con su
pequeña fuerza, hizo prodigios de valor. Pero Acha fue sorprendido, batido y
hecho prisionero en San Juan, antes que Lamadrid tuviera tiempo de prote-
gerlo, y éste, después de montar allí su ejército lo mejor que pudo, pasó a la
provincia de Mendoza.
Allí fue del todo deshecho por el general Pacheco.
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Marchó desde San Juan con las fuerzas de que podía disponer, con las que le
ofrecieron los gobiernos de San Luis y Mendoza con algunas que a su paso
pudo reunir en Catamarca y con la concurrencia, con todas sus fuerzas, del
gobierno de Santiago.
Con esta poderosa masa marchó Benavides a batir al que habiendo llegado
casi solo a La Rioja no hacía mucho, había obtenido una serie de triunfos,
derrotando completamente dos ejércitos fuertes y posesionándose de tres
provincias.
Benavides comprendía que una batalla era el único medio de acabar con
Peñaloza, y éste por su parte comprendía también que una batalla era el
único medio de librar a los pueblos de los desastres consiguientes a una
guerra, que prolongándose habría dado por resultado hacer más grave el
estado de ruina y desolación en que se hallaban.
Ambos ejércitos se encontraron en los "Manantiales", provincia de Tucumán,
y se libró entre ellos un reñidísimo combate, en que por fin la victoria se pro-
nunció por el general Benavides. En esta batalla el coronel Peñaloza estuvo
en inminente peligro de ser muerto por sus enemigos. Debió su vida al arrojo
e intrepidez de su mujer, quien, viendo el peligro en que se hallaba, reúne
unos cuantos soldados y poniéndose a su frente se precipita sobre los que
atacaban a Peñaloza, con una decisión que habría honrado a cualquier gue-
rrero.
Ella lo salvó en efecto; pero un furioso soldado enemigo, al ver que se les
escapaba su codiciada presa, descargó sobre su cabeza un terrible sablazo
que la derribó del caballo.
A la que semejante hazaña acababa de ejecutar, no podía faltarle un defensor
valiente en aquel momento de cruel conflicto.
Un capitán de Peñaloza, don Ramón Ibáñez, atacó y dio muerte al que aca-
baba de herirla, y la sacó de aquel campo de lucha y exterminio con esfuer-
zos increíbles.
El coronel Peñaloza, con los pequeños restos de su Ejército, emprendió su
retirada para Catamarca. Referiremos ligeramente a nuestros lectores, un
episodio que tuvo lugar en esa retirada; y cuyo conocimiento servirá para que
puedan apreciar mejor el temple generoso de ese esforzado caudillo. En el
tránsito por Catamarca, marchaba como vanguardia de la pequeña fuerza, el
coronel Yanzón, acompañado sólo de cuatro o cinco soldados, y el cual se
vió atacado de improviso, en el Departamento de Santa María, por una partida
de gauchos.
Yanzón mató de un pistoletazo a Gutiérrez, que capitaneaba la partida, pero
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fue vencido por la superioridad del número, y muerto después de una heroica
defensa.
Uno de los soldados regresa a dar parte al coronel Peñaloza de lo que ocu-
rría, y éste corre aceleradamente al lugar de la catástrofe, donde aun estaban
reunidos los malhechores y a los cuales hizo prisioneros, sin que escapara
uno solo.
El coronel Yanzón era, no sólo un jefe valiente y prestigioso, sino un amigo
querido de Peñaloza, que acababa de acompañarlo en su arriesgada empre-
sa, y compartir con él los azares y fatigas de esa penosa campaña. Peñaloza
lamentaba su muerte como la de un hermano querido. ¿Queréis saber cuál
fue el castigo que impuso a sus matadores, la única venganza que tomó de
ellos?
Véanlo, los que lo han retratado animado de sentimientos sanguinarios. Su
único castigo fue hacerlos marchar a pie, conduciendo en hombros el cadá-
ver de su desgraciado compañero, hasta llegar a la Capilla de Gualfín, en el
Departamento de Belén, 12 leguas distante del teatro del suceso, y donde les
hizo abrir la sepultura en que dejó enterrado a su antiguo amigo.
Cumpliendo este penoso deber, hizo arrodillar alrededor de la tumba de
Yanzón, a sus mismos matadores, y después de una ligera oración les resti-
tuyó completamente la libertad.
Esa fue su venganza, dígasenos si esta noble conducta no contrasta de una
manera digna con su bravura en los combates.
¿Puede referir un hecho semejante alguno de sus furiosos enemigos?
La muerte de Peñaloza nos dice que no.
¿Habrá orado sobre su tumba alguno de sus asesinos?
Si hubieran tenido en su alma siquiera un sentimiento de religión, habrían
respetado la vida de ese anciano.
Con el dolor que le causaba la pérdida que acababa de sufrir, continuó su
marcha en retirada dirigiéndose a "Fiambalao" de allí a La Rioja por el Depar-
tamento de "Famatina", pasando inmediatamente a Los Llanos donde de nue-
vo tentó la organización de su ejército.
Pero Benavides no le dejó el tiempo que su empresa requería.
Marchó aceleradamente en su persecución, y con poca gente. Queremos, al
terminar nuestro trabajo, darle cima narrando un hecho histórico, de esa fe-
cha, que al par que caracteriza bien al héroe que el partido unitario acaba de
sacrificar a sus iras, daguerreotipa mejor la fisonomía que el coronel Peñaloza
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HOMENAJE A JOSE HERNANDEZ
había alcanzado a reunir. Se dió la última batalla en "Ilisca", costa alta de Los
Llanos y en la que fue deshecho completamente.
Por segunda vez tomó el camino de la emigración, volviendo a Chile por el
mismo paso de Vinchina, por que había pasado poco antes a acometer una
empresa sembrada de dificultades y de peligros.
Está fue la última emigración del coronel Peñaloza.
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HOMENAJE A JOSE HERNANDEZ
Pero el coronel Peñaloza fue para el general Benavides el amigo leal que
Benavides había sido para Peñaloza.
El triunfo de "Caseros" lo trajo nuevamente a la escena.
El general Benavides se puso decididamente al servicio de la organización
nacional, y Peñaloza, identificando su causa con la de su protector y amigo,
se unió a él con todo el poder que le daba su prestigio en La Rioja.
En esta identificación misteriosa parece que se descubre algo de providen-
cial.
Dos hombres que tanto habían luchado entre sí, se unen, se profesan mutua-
mente una amistad franca y leal, se consagran al servicio de una misma idea
y ambos vienen al fin, a tener una muerte idéntica y recibirla de la misma
mano.
El general Urquiza en su período presidencial, envió a Peñaloza sus despa-
chos de coronel de la Nación; más tarde el Congreso lo elevó al rango de
general, y en la organización del ejército Argentino le fue señalado el puesto
de segundo jefe del Ejército de Cuyo.
Durante el primer período constitucional, y hasta la destrucción del segundo,
el general Peñaloza fue uno de sus sostenedores más decididos y leales,
concurriendo siempre con la subordinación del soldado, allí donde el Gobier-
no Nacional se lo ordenó.
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(Reproducción del folleto existente en la Biblioteca Nacional, N° 31.068.)
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“Las siguientes líneas quizás ofrezcan algún interés por la doble razón de ser
ellas [las islas] propiedad de los argentinos, y permanecer, sin embargo, poco
o nada conocidas por la mayoría de sus legítimos dueños.
No es mi intención, ni creo oportuno este caso, para entrar en consideracio-
nes políticas sobre la no devolución de ese inmenso territorio que hemos
prestado a los ingleses, un poco contra nuestra voluntad, pero no quiero dejar
pasar esta oportunidad sin deplorar la negligencia de nuestros gobiernos,
que han ido dejando pasar el tiempo sin acordarse de tal reclamación pen-
diente.
Es de suponer que la ilustración del actual Gobierno Nacional comprenda la
importancia de esa devolución, que él se halla en el deber de exigir del de S.
M.B., pues que esas islas, por su posición geográfica son la llave del Pacífico
y están llamadas indudablemente a un gran porvenir con el probable aumento
de población en nuestros fertilísimos territorios.”
La importancia de las Islas Malvinas es incuestionable. Su proximidad a la
costa Sud de nuestro territorio, sus inmejorables puertos para el comercio y
navegación de aquellas costas, el valioso ramo de la pesca, la cría de gana-
dos vacuno y lanar, para la cual se prestan maravillosamente sus fertilísimos
campos, con ricas aguadas permanentes, todas éstas son ventajas recono-
cidas por los que han visitado dichas Islas.
Refiriéndose el Standard(5) a la relación del señor Lasserre, y apreciándola en
términos honoríficos, anuncia que va a traducirla (6) para ofrecerla a sus lecto-
res. Con este motivo, dice el colega inglés, “que se han realizado grandes
compras de ovejas para las Islas Malvinas, las que han sido contratadas a 30
pesos, moneda corriente, elegidas y puestas a bordo.” (7)
Pero no nos hemos propuesto esencialmente dar idea de las ventajas econó-
micas que ofrece la posesión de aquellas Islas. Si no hemos debido prescin-
dir de esos detalles, es porque ellos pueden estimular el celo de nuestro
gobierno e influir en sus disposiciones en relación a la reclamación diplomá-
tica que debe entablar desde ya ante el gobierno británico.
Con esta cuestión se presenta enlazada otra que no es menos grave por ser
individual, y que viene a explicar históricamente el origen de la usurpación del
dominio de las Islas Malvinas.
La República Argentina mantuvo siempre sobre las Islas su indisputable de-
recho de soberanía.
Penetrados nuestros primeros gobiernos de la necesidad de afirmar la pose-
sión de ese derecho por la explotación industrial de aquellas Islas, hicieron
con ese fin algunos esfuerzos meritorios.
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(1)
Títulos que encabezaban esta noticia en el N° 86 de El Río de la Plata,
publicada en la sección editorial correspondiente al día 19 de noviembre de
1869. El día 20, con objeto de dejar aclarados algunos errores que se habían
deslizado en el texto de la susodicha noticia, ésta volvía a publicarse en la
misma sección del diario donde apareció el día anterior y con el texto que
transcribimos. José Hernández era propietario, fundador y redactor de El Río
de la Plata con imprenta y redacción en la calle Victoria 202 de Buenos Aires.
Desde el primer número, que vió la luz el 6 de agosto de 1869, hasta el último
aparecido el 22 de abril de 1870, Hernández nutrió, con su pluma, las colum-
nas de los 207 números del diario con más de quinientos editoriales y artícu-
los. Todos ellos sobre temas políticos, de actualidad y bibliográficos. Sola-
mente en casos excepcionales aparecieron firmados.
(2)
Augusto Lasserre nació en Buenos Aires el año 1826. Fue promovido a
capitán de marina el 11 de junio de 1852, en cuya calidad prestó servicio en la
escuadra de la Confederación Argentina. Durante un tiempo fue baja en el
servicio, trasladándose al extranjero. Pero en 1859 regresó a Paraná donde,
el 11 de junio de aquel mismo año, fue dado de alta como capitán de marina
y en julio, promovido a sargento. En Paraná cultivó estrecha amistad con
Lucio V. Mansilla; y la que tenía con Hernández, según se desprende de los
preliminares de la carta que da origen a esta nota, nació, sin duda, en la
capital provincial de la Confederación. Lasserre era segundo comandante del
“Menay” cuando este buque forzó el paso en Martín García el 14 de octubre
de 1859. Allí fue herido, aunque no de gravedad, siendo ascendido a coronel
por aquel hecho de armas.
En septiembre de 1861, asciende a teniente coronel por las importantes
misiones que, desde el año 1859, realizó al mando del buque “Nueve de
Julio”. Poco tiempo después de Pavón (septiembre de 1861), fue dado de
baja en el servicio naval.
De este interregno de quince años de su vida civil sólo sabemos que en 1869
visitó las Malvinas como comisionado especial de una Asociación de Segu-
ros Marítimos, viaje que relata en la carta que se transcribe en este opúsculo.
Después de la revolución de septiembre de 1874, ingresa de nuevo en la
armada argentina con la misma jerarquía que ostentaba cuando tuvo que
dejarla. Al mes siguiente, el día 25, toma el mando del buque “General Brown”.
Lasserre se halló entre los que bloquearon a Buenos Aires cuando el levanta-
miento de 1880. Durante los años 1881 y 1882, comandando la cañonera
45
HOMENAJE A JOSE HERNANDEZ
(3)
Tales son los títulos que encabezan el artículo aquí reproducido de El Río
de la Plata, publicado en el N° 92 correspondiente al día 26 de noviembre de
1869. Ocupaba dos columnas de la sección editorial del diario: la séptima de
la primera página y la columna primera de la página siguiente. Este artículo,
como todos los de la sección editorial del diario, aun cuando no va firmado,
pertenece a la pluma de Hernández.
(4)
Los diarios de la Capital que constituían la prensa que se refiere
Hernández, eran, entonces, los siguientes: El Nacional, La Tribuna, La Na-
ción Argentina, La República, Intereses Argentinos, La Verdad y La Prensa.
En idiomas extranjeros se publican The Standard, inglés, y Le Courier de la
Plata, francés. De todos ellos, sólo el diario inglés, The Stándard, mencionó y
tradujo, en parte, la carta del señor Lasserre (Véanse las notas 5 y 6). La
Verdad, en una nota titulada “fraude marítimo” publicada en noticias genera-
les el día 24, se concretaba a señalar la misión y el resultado de los trabaja-
dos encomendados al señor Lasserre, glosando, para ello, la nota editorial
publicada por El Río de la Plata, el día 19. Este silencio de la prensa argentina
respecto al contenido de la larga carta del señor Augusto Lasserre tratando
de las tierras australes argentinas, movió, seguramente, a Hernández a pu-
blicar su artículo del día 26 de noviembre, el que, como la carta antedicha, no
levantó tampoco eco alguno entre los diarios de la capital, quienes siguieron
silenciosos acerca de ambos escritos.
(5)
El día 20 de noviembre, en su número 2324, The Standard publicó en la
sección Editor’s Table, entre otras noticias, la siguiente y la transcrita en la
nota 7.
“Our colleague, the Río de la Plata, Published yesterday a rather interesting
letter from the Falkland Islands which we purpose translating. The writer, it
seems, was sent from here to inquire into the particulars of the wreck of an
English ship that was heavily insured. He states that there was wilful fraud in
the wreck”.- “Nuestro colega, El Río de la Plata publicó ayer una carta muy
interesante de las islas Falkland, la cual nos proponemos traducir. El firmante,
parece que fue enviado desde aquí para investigar los detalles del naufragio
46
HOMENAJE A JOSE HERNANDEZ
de un barco inglés (sic) que estaba asegurado en una fuerte suma. El firmante
expresa que hubo fraude premeditado en el naufragio.”
(6)
El diario inglés, The Standard, de Buenos Aires, publica en inglés ciertas
partes descriptivas de la carta del señor Lasserre. Lo hace los días 25 y 30 de
noviembre de 1869. El título bajo el cual se hicieron esas dos publicaciones
(N° 2328, segunda página, columna tercera y N° 2332, tercera página,
columnas primera a tercera), fue el siguiente: The Falkland Islands (extracts
from the Letter of a Traveller). El nombre del señor Augusto Lasserre se omitió
en este título y también en el texto traducido. Precisamente el mismo día en
que empezó a publicarse la traducción de la mencionada carta (día 25 de
noviembre), The Standard en su sección Editor’s Table, se hacía eco de la
noticia que, con el título “un fraude marítimo”, publicó, el día anterior, La Verdad
de Buenos Aires. En la nota 4, puede verse en que consistía dicha noticia.
(7)
“We hear of large purchases of sheep for the Falkland, 30 m/c is the price
paid for picked ewes placed on board”.- La traducción es la misma que
Hernández da en el párrafo anotado. Véase, también, la nota 5.
(8)
Este texto se lee en la página 76 de las Tesis || presentada para obtener
el grado || de || Doctor en Jurisprudencia || por || Isaac P. Areco || Buenos Aires
|| 241 Imprenta 1 de Mayo, calle Moreno 243 || 1866 ||. La tesis del señor
Areco lleva como proposición principal, las siguientes frases: “Las Islas
Malvinas pertenecen exclusivamente a la República Argentina entre tanto no
renuncie a sus derechos a la soberanía de ellas.” El texto que constituye la
tesis, llena ciento dos páginas del total de ciento sesenta de que consta el
volumen. El resto está destinado a las “piezas justificativas del proceso” como
dice su autor, estando entre ellas documentos publicados en Londres, el año
1841, por D. Manuel Moreno, y reales órdenes tomadas del panfleto del doctor
Vélez Sarsfield titulado Discurso de los títulos del Gobierno de Chile a las
tierras del Estrecho de Magallanes. Buenos Aires, Imprenta Argentina, 1853.
(9)
Fragmento de la nota, de don Manuel Moreno al Duque de Wellington,
fechada en 29 de diciembre de 1834; véase en la página 65 de opúsculo,
impreso en Londres por Arturo Carlos Luthman, en 1841, titulado: Reclamación
|| del || Gobierno de las Provincia Unidas || del Río de la Plata || contra || El de
Su Majestad Británica || sobre || la soberanía y posesión || de las Islas Malvinas
(Falkland). || Discusión Oficial ||. Este opúsculo de 69 páginas en castellano,
47
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inglés y francés, es un trabajo del doctor Moreno que hace honor a la República
Argentina – dice el doctor Isaac P. Areco, cuyos derechos defendió con toda
la elevación de un hombre de ciencia y la probidad de una conciencia austera”
El opúsculo en cuestión, contiene un mapa de las Malvinas y una cantidad de
documentos incluidos en las diversas secciones en que aquél se divide y que
son: a) Protesta del Ministerio plenipotenciario de las Provincias Unidas del
Río de la Plata, Manuel Moreno, fechada en 17 de junio de 1833, cuyo texto y
los apéndices A, B, y C, están en castellano e inglés. b) El mismo texto y
apéndices de la protesta susodicha, pero en francés. c) Repuesta de Lord
Palmerston, en castellano e inglés, fechada el 8 de enero de 1834. d) Nota
del señor Moreno, al duque de Wellington, referente a la respuesta del vizconde
Palmerton. Lleva la fecha 29 de diciembre 1834; su texto está en castellano
y en inglés. e) Nota del señor Moreno al conde de Aberdeen, del 18 de diciembre
de 1841. Se lee en castellano e inglés. f) La respuesta del conde de Aberdeen
al señor Moreno, en castellano y en inglés; tiene fecha del 29 de diciembre de
1841. Este documento cierra el opúsculo cuyo título y divisiones acabamos
de transcribir.
(10)
Por causa del ataque de los paraguayos a los argentinos, realizado sin
previa declaración de guerra el 13 de abril de 1865, estalló la guerra llamada
de la Triple Alianza. De un lado se hallaban Argentina, Brasil y Uruguay. En el
otro, el Paraguay. La contienda cesó en 1870.
48
HOMENAJE A JOSE HERNANDEZ
1
La elaboración inicial de esta reseña estuvo a cargo de la Dra. Silvia Velito y del Lic. Daniel
Mastrángelo, a quienes expresamos nuestro reconocimiento por todos sus aportes.
49
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del coronel Pedro Rosas y Belgrano -el hijo del creador de la bandera criado
como propio por el Restaurador- se batieron en las batallas de Rincón de San
Gregorio (1853) y El Tala (1854). Rotulado como adversario de la política
porteña, se vio obligado a alejarse de Buenos Aires y dirigirse a la ciudad de
Paraná, sede del gobierno de la Confederación, donde ocupó cargos de distinta
relevancia y fue designado taquígrafo del Senado de la Confederación. Allí
comienza su labor de periodista (los artículos sobre el "Chacho" Peñaloza se
cuentan entre sus primeros escritos) marcada por su tenaz oposición a la
política mitrista y de fuertes invectivas al partido unitario. El general Pedernera,
vicepresidente de la República, lo designó en su secretaría privada, cargo
que ocupó hasta la disolución del gobierno nacional acaecida tras la batalla
de Pavón. En las batallas de Cepeda (1859), Pavón (1861) y Cañada de Gómez
(1861) obtuvo los entorchados de Sargento Mayor, a los que renunció cuando
se sintió desligado de la obligación de revistar en las filas militares.
Tras la derrota de las huestes confederadas al mando de Urquiza, no quiso
regresar a Buenos Aires, y se estableció en Corrientes por una invitación de
su Gobernador, donde fue agente fiscal y Ministro de Hacienda. De activa
participación en el levantamiento de López Jordán, al ser derrotado éste en
Ñaembé (1871), José Hernández debió escapar para salvar su vida,
estableciéndose primero en Brasil y poco después en Montevideo, donde
sobrevivió gracias al ejercicio de su profesión de periodista hasta 1872, en
que regresó a Buenos Aires.
En 1873 apareció El Gaucho Martín Fierro que daría lustre a las letras
argentinas, y a su autor una sólida y respetable reputación.
Continuó Hernández tomando parte activa en la política, muchas veces con
las armas del periodismo. Levantó la bandera autonomista de Alsina, como
también más tarde la de la federalización de Buenos Aires. Fue Diputado de
la provincia de Buenos Aires (1879) y dos veces Senador provincial (1881;
1885).
El 21 de octubre de 1886, pasado el mediodía, muere en su casa de Belgrano
afectado de miocarditis.
Al día siguiente, en sus exequias, una multitud lo despide, acompañando las
palabras de sus amigos Héctor Varela, Salvador Cominges, José Tomás
Guido, Lucio V. Mansilla y de su hermano Rafael Hernández.
El reconocimiento postergado
El 30 de septiembre de 1934, a poco de celebrarse el centenario del natalicio
de José Hernández, fue sancionada la Ley N° 12.108, que autorizaba el
50
HOMENAJE A JOSE HERNANDEZ
2
Cámara de Senadores de la Nación, Diario de Sesiones, 57ª Reunión (Continuación de la
28° Sesión Ordinaria de la Cámara de Senadores), Septiembre 30 de 1934, p. 919
51
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Aires con un monumento que les recuerde, pese a que otros escritores como
Echeverría y Sarmiento -que precedieron temporalmente a Hernández en el
desarrollo de la literatura nacional- poseen su merecido reconocimiento
artístico a través de varios monumentos emplazados en esta ciudad.
(Pese a la ausencia del justiciero y ausente monumento, cabe hacer notar,
sin embargo, que la ciudad de Buenos Aires no ha olvidado a José Hernández
en su nomenclatura: una Ordenanza del 11 de abril de 1917 menta con su
nombre una calle del barrio de Belgrano, y otra del 21 de septiembre de 1972
nomina como tal a una plaza de Barracas)
Nuestras acciones
El reconocimiento a la figura y la obra de José Hernández a través de un
monumento que lo recuerde en la ciudad de Buenos Aires es, también, un
viejo anhelo de la Unión Personal Civil de la Nación.
En el marco de la 30ª Feria del Libro - Del Autor al Lector, llevada a cabo en el
Predio de Palermo durante abril del año 2004 con el lema "30 Ferias a Libro
Abierto", la Secretaría de Cultura de la Seccional Capital de UPCN impulsó la
recolección de firmas en apoyo a la idea: justicia era que el insigne poeta, hito
de la cultura nacional, tuviese una reivindicación palpable, que guardase una
justa relación con la importancia y trascendencia de su obra. Por otra parte,
es el Martín Fierro, aún hoy, de los libros más requeridos por el público que
concurre a la Feria.
Las firmas conseguidas en el Stand que UPCN mantiene permanentemente
en la Feria del Libro encontraron eco en la diputada porteña Alicia Bello, quien
presentó formalmente a la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires un Proyecto de Ley estableciendo en su articulado la erección de un
Monumento a José Hernández en una plazoleta ubicada entra las calles Vidal
y José Hernández y la Avda. Elcano de la Capital, predio designado por la ley
original.
El lugar fue elegido porque allí mismo, de motu proprio, los vecinos de la
zona, habían emplazado una placa de bronce en reconocimiento a la obra del
escritor. Dicha placa, pasado el tiempo y quizás por el efecto de las cíclicas
crisis económicas que encarecieron el material, desapareció del lugar. Para
evitar nuevamente esa circunstancia, el articulado de la Ley presentada estipuló
que la placa que la reemplazara debía ser de mármol, y su colocación debía
contar con los recaudos para amurarla a un basamento sólido que evitase su
destrucción.
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"El gran mérito del autor del Martín Fierro fue el de llevar al plano literario la
vida del gaucho, contándola en primera persona, con sus propias palabras e
imbuida de su espíritu. Hernández descubrió en el gaucho la encarnación del
coraje y la integridad, entre otros valores distintivos de una raza con códigos
propios. La figura del gaucho era, según Hernández, la verdadera
representación de la identidad argentina, afirmación que lo llevaría a colocarse
en directa oposición a los acontecimientos que se sucedían en esos años y a
enfrentarse a poderosos intereses políticos. En 1881, escribió Instrucción del
estanciero al tiempo que era elegido como senador provincial, siendo reelecto
en 1885.
"Su lucha por la autonomía de los gauchos fue pertinaz y constante. Sin
embargo, según los testimonios de la época, y como dato curioso, parecería
que los logros que se le negaron en su actividad política los obtuvo por medio
de su obra literaria. Su poema épico, El gaucho Martín Fierro y La vuelta de
Martín Fierro, habría de convertirse en la obra capital de la literatura argentina.
"Es por ello que su figura merece un homenaje y creo que es un acto de
justicia la colocación de una placa que lo recuerde, en la plazoleta Santa
María de los Buenos Aires, que además limita con la calle que lleva su nombre,
en cumplimiento de la Ordenanza N° 74 del 11 de abril de 1917.
"En tal sentido, debo destacar el compromiso evidenciado con la elaboración
de esta iniciativa por parte del gremio Unión del Personal Civil de la Nación,
que en el stand que esa organización erigió en la 30ª Feria del Libro del Autor
al Lector, realizó una gran campaña de firmas entre el público para que se
concrete el merecido reconocimiento a este gran escritor, político e intelectual
que fue don José Hernández.
"En una nota que me hiciera llegar el Secretario General de esa organización,
Sr. Andrés E. Rodríguez, afirma lo siguiente: Nuestra vinculación con
organizaciones públicas y privadas relacionadas con la cultura, el
tradicionalismo y la historia nos confirma la justeza de dicha empresa".
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como así también asociaciones tradicionalistas con sus trajes típicos, una
escuadra del Regimiento de Patricios de la Ciudad, y un trompa que ejecutó
una emotiva Retreta del Desierto. En la concreción de este paso hacia el
monumento tuvo protagonismo el compañero Lic. Daniel Mastrángelo de la
Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
La finalización del período parlamentario de la Diputada Bello en diciembre de
ese año 2005, impidió la concreción de la instalación del ansiado monumento
a José Hernández. No obstante, el entonces recientemente incorporado
Diputado Sebastián Gramajo hizo suya la iniciativa, continuando así el periplo
legislativo del monumento al poeta.
El Proyecto de Resolución presentado por el Diputado Gramajo (Expte. 826 -
D - 2006) instituye el "Premio Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires" como galardón de un concurso de ideas para el diseño del monumento
conmemorativo a José Hernández, estipulando asimismo un Reglamento de
participación.
La iniciativa señalada, con dictamen favorable en las Comisiones de Cultura
y de Presupuesto de Hacienda, fue observada por un dictamen del Diputado
Santiago de Estrada, volviendo nuevamente a su tratamiento en comisiones.
Dicho tratamiento está a la espera de la apertura del período de sesiones
ordinarias de la Legislatura.
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INDICE
Prólogo........................................................................................................5
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