Cuento PILEO Secundaria 1
Cuento PILEO Secundaria 1
Cuento PILEO Secundaria 1
gozando a la vez del saber que ahora estaba despierto, que la vigilia lo
protegía, que pronto iba a amanecer, con el buen sueño profundo que se Proyecto de Lectura, Escritura y Oralidad
tiene a esa hora, sin imágenes, sin nada... Le costaba mantener los ojos
abiertos, la modorra era más fuerte que él. Hizo un último esfuerzo, con la
mano sana esbozó un gesto hacia la botellade agua; no llegó a tomarla, LA NOCHE BOCA
sus dedos se cerraron en un vacío otra vez negro, y el pasadizo seguía
interminable, roca tras roca, con súbitas fulguraciones rojizas, y él boca ARRIBA
arriba gimió apagadamente porque el techo iba a acabarse, subía,
abriéndose como una boca de sombra y los acólitos se enderezaban y de JULIO CORTÁZAR
la altura una luna menguante le cayó en la cara donde los ojos no
querían verla, desesperadamente se cerraban y se abrían buscando pasar Y salían en ciertas épocas a cazar enemigos;
al otro lado, descubrir de nuevo el cielo raso protector de la sala. Ycada le llamaban la guerra florida.
vez que se abrían era la noche y la luna mientras lo subían por la
escalinata, ahora con la cabezacolgando hacia abajo, y en lo alto estaban A mitad del largo zaguán del hotel pensó que debía ser tarde, y se apuró
las hogueras, las rojas columnas de humo perfumado, y de golpe vio la a salir a la calle y sacar la motocicleta del rincón donde el portero de al
piedra roja, brillante de sangre que chorreaba, y el vaivén de los pies del lado le permitía guardarla.
sacrificado que arrastraban para tirarlo rodando por las escalinatas del
En la joyería de la esquina vio que eran las nueve menos diez; llegaría
norte. Con una última esperanza apretó los párpados, gimiendo por
con tiempo sobrado a donde iba.El sol se filtraba entre los altos edificios
despertar. Durante un segundo creyó que lo lograría, porque otra vez
estaba inmóvil en la cama, asalvo del balanceo cabeza abajo. Pero olía del centro, y —porque para sí mismo, para ir pensando, no tenía
la muerte, y cuando abrió los ojos vio la figura ensangrentada del nombre— montó en la máquina saboreando el paseo. La moto
ronroneaba entre sus piernas, y un viento fresco le chicoteaba los
sacrificador que venía hacia él con el cuchillo de piedra en la mano.
pantalones.
Alcanzó a cerrar otra vez lospárpados, aunque ahora sabía que no iba a
despertarse, que estaba despierto, que el sueño maravilloso había sido el Dejó pasar los ministerios (el rosa, el blanco) y la serie de comercios
otro, absurdo como todos los sueños; un sueño en el que había andado por con brillantes vitrinas de la callecentral. Ahora entraba en la parte más
extrañas avenidas de una ciudad asombrosa, con luces verdes y rojas que agradable del trayecto, el verdadero paseo: una calle larga, bordeada de
ardían sin llama ni humo, con un enorme insecto de metal que zumbaba árboles, con poco tráfico y amplias villas que dejaban venir los jardines
bajo sus piernas. En la mentira de ese sueño también lo habían alzado hasta las aceras, apenas demarcadas por setos bajos. Quizá algo
del suelo, también alguien se le había acercado con un cuchillo en la distraído, pero corriendo sobre la derecha como correspondía, se dejó
mano, a él tendido boca arriba, a él boca arriba con los ojos cerrados entre llevar por la tersura, por la leve crispación de ese día apenas empezado.
las hogueras. Tal vez su involuntario relajamiento le impidió prevenir el accidente.
Cuando vio que la mujer parada en la esquina selanzaba a la calzada a pesar
FIN
de las luces verdes, ya era tarde para las soluciones fáciles. Frenó con el
pie yla mano, desviándose a la izquierda; oyó el grito de la mujer, y junto
con el choque perdió la visión. Fue como dormirse de golpe.
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Volvió bruscamente del desmayo. Cuatro o cinco hombres jóvenes lo Oyó gritar, un grito ronco que rebotaba en las paredes. Otro grito,
estaban sacando de debajo de lamoto. Sentía gusto a sal y sangre, le dolía acabando en un quejido. Era él quegritaba en las tinieblas, gritaba porque
una rodilla, y cuando lo alzaron gritó, porque no podía soportar la presión estaba vivo, todo su cuerpo se defendía con el grito de lo que iba avenir,
en el brazo derecho. Voces que no parecían pertenecer a las caras del final inevitable. Pensó en sus compañeros que llenarían otras
suspendidas sobre él, lo alentaban con bromas y seguridades. Su único mazmorras, y en los que ascendíanya los peldaños del sacrificio. Gritó
alivio fue oír la confirmación de que había estado en su derecho al de nuevo sofocadamente, casi no podía abrir la boca, tenía las
cruzar la esquina. Preguntó por la mujer, tratando de dominar la náusea mandíbulas agarrotadas y a la vez como si fueran de goma y se abrieran
que le ganaba la garganta. Mientras lo llevaban boca arriba a una farmacia lentamente, con un esfuerzo interminable. El chirriar de los cerrojos lo
próxima, supo que la causante del accidente no tenía más que rasguños en sacudió como un látigo. Convulso, retorciéndose, luchó por zafarse de
las piernas. «Usté la agarró apenas, pero el golpe le hizo saltar la máquina las cuerdas que se le hundían en la carne. Su brazo derecho, el más fuerte,
decostado.» Opiniones, recuerdos, despacio, éntrenlo de espaldas, así va tiraba hasta que eldolor se hizo intolerable y tuvo que ceder. Vio abrirse
bien, y alguien con guardapolvo dándole a beber un trago que lo alivió la doble puerta, y el olor de las antorchas le llegó antes que la luz. Apenas
en la penumbra de una pequeña farmacia de barrio. ceñidos con el taparrabos de la ceremonia, los acólitos de los sacerdotes
se le acercaron mirándolo con desprecio. Las luces se reflejaban en los
La ambulancia policial llegó a los cinco minutos, y lo subieron a una torsos sudados, en el pelo negro lleno deplumas. Cedieron las sogas y en su
camilla blanda donde pudo tenderse a gusto. Con toda lucidez, pero lugar lo aferraron manos calientes, duras como bronce; se sintió alzado,
sabiendo que estaba bajo los efectos de un shock terrible, dio sus señas al siempre boca arriba, tironeado por los cuatro acólitos que lo llevaban por
policía que lo acompañaba. El brazo casi no le dolía; de una cortadura en el pasadizo. Los portadores de antorchas iban adelante, alumbrando
la ceja goteaba sangre por toda la cara. Una o dos veces se lamió los vagamente el corredor de paredes mojadas y techo tan bajo que los
labios para beberla. Se sentía bien, era un accidente, mala suerte;unas acólitos debían agachar la cabeza. Ahora lo llevaban, lo llevaban, era el
semanas quieto y nada más. El vigilante le dijo que la motocicleta no final. Boca arriba, a un metro deltecho de roca viva que por momentos se
parecía muy estropeada. iluminaba con un reflejo de antorcha. Cuando en vez de techo nacieran
«Natural —dijo él—. Como que me la ligué encima...» Los dos se rieron, las estrellas y se alzara frente a él la escalinata incendiada de gritos y
y el vigilante le dio la mano alllegar al hospital y le deseó buena suerte. danzas, sería el fin. Elpasadizo no acababa nunca, pero ya iba a acabar,
Ya la náusea volvía poco a poco; mientras lo llevaban en una camilla de de repente olería el aire lleno de estrellas, pero todavía no, andaban
ruedas hasta un pabellón del fondo, pasando bajo árboles llenos de llevándolo sin fin en la penumbra roja, tironeándolo brutalmente, y él no
pájaros, cerró los ojos y deseó estar dormido o cloroformado. Pero lo quería, pero cómoimpedirlo si le habían arrancado el amuleto que era su
tuvieron largo rato en una pieza con olor a hospital, llenando una ficha, verdadero corazón, el centro de la vida.
quitándole la ropa y vistiéndolo con una camisa grisácea y dura. Le Salió de un brinco a la noche del hospital, al alto cielo raso dulce, a la sombra
movían cuidadosamente el brazo, sin que le doliera. Las enfermeras blanda que lo rodeaba. Pensó que debía haber gritado, pero sus vecinos
bromeaban todo el tiempo, y si no hubiera sido por las contracciones dormían callados. En la mesa de noche, la botella de agua tenía algo de
del estómago se habría sentido muy bien, casi contento. burbuja, de imagen traslúcida contra la sombra azulada de los ventanales.
Lo llevaron a la sala de radio, y veinte minutos después, con la placa Jadeó, buscando elalivio de los pulmones, el olvido de esas imágenes que
todavía húmeda puesta sobre elpecho como una lápida negra, pasó a la seguían pegadas a sus párpados. Cada vez que cerraba los ojos las veía
sala de operaciones. Alguien de blanco, alto y delgado, se le acercó y se formarse instantáneamente, y se enderezaba aterrado pero
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cómodamente se lo sostenían en el aire. Le habían puesto una botella de agua puso a mirar la radiografía. Manos de mujer le acomodaban la cabeza, sintió
mineral en la mesa de noche.Bebió del gollete, golosamente. Distinguía que lo pasaban de una camilla a otra. El hombre de blanco se le acercó
ahora las formas de la sala, las treinta camas, los armarios convitrinas. Ya otra vez, sonriendo, con algo que le brillaba en lamano derecha. Le
no debía tener tanta fiebre, sentía fresca la cara. La ceja le dolía apenas, como palmeó una mejilla e hizo una seña a alguien parado atrás.
un recuerdo. Se vio otra vez saliendo del hotel, sacando la moto.
Como sueño era curioso porque estaba lleno de olores y él nunca
¿Quién hubiera pensado que la cosa iba a acabar así? Trataba de fijar
soñaba olores. Primero un olor a pantano, ya que a la izquierda de la
el momento del accidente, y le dio rabia advertir que había ahí como un
calzada empezaban las marismas, los tembladerales de donde no volvía
hueco, un vacío que no alcanzaba a rellenar. Entre el choque y elmomento
nadie. Pero el olor cesó, y en cambio vino una fragancia compuesta y
en que lo habían levantado del suelo, un desmayo o lo que fuera no le
oscura como la noche en que semovía huyendo de los aztecas. Y todo era
dejaba ver nada. Y almismo tiempo tenía la sensación que ese hueco,
tan natural, tenía que huir de los aztecas que andaban a caza de hombre, y
esa nada, había durado una eternidad. No, ni siquieratiempo, más bien
su única probabilidad era la de esconderse en lo más denso de la selva,
como si en ese hueco él hubiera pasado a través de algo o recorrido
cuidando de no apartarse de la estrecha calzada que sólo ellos, los
distancias inmensas. El choque, el golpe brutal contra el pavimento. De
motecas, conocían.
todas maneras al salir del pozo negro había sentido casi un alivio mientras
los hombres lo alzaban del suelo. Con el dolor del brazo roto, la sangre Lo que más lo torturaba era el olor, como si aun en la absoluta
de la ceja partida, la contusión en la rodilla; con todo eso, un alivio al volver aceptación del sueño algo se revelaracontra eso que no era habitual, que
al día y sentirse sostenido y auxiliado. Yera raro. Le preguntaría alguna hasta entonces no había participado del juego.
vez al médico de la oficina. Ahora volvía a ganarlo el sueño, a tirarlo
despacio hacia abajo. La almohada era tan blanda, y en su garganta «Huele a guerra», pensó, tocando instintivamente el puñal de piedra
afiebrada la frescura del agua mineral.Quizá pudiera descansar de veras, atravesado en su ceñidor de lana tejida. Un sonido inesperado lo hizo
sin las malditas pesadillas. La luz violeta de la lámpara en lo alto se iba agacharse y quedar inmóvil, temblando. Tener miedo no era extraño, en
apagando poco a poco. sus sueños abundaba el miedo. Esperó, tapado por las ramas de un arbusto
y la noche sin estrellas. Muy lejos, probablemente del otro lado del gran
Como dormía de espaldas, no lo sorprendió la posición en que volvía a lago, debían estar ardiendo fuegos de vivac; un resplandorrojizo teñía
reconocerse, pero en cambio elolor a humedad, a piedra rezumante de esa parte del cielo. El sonido no se repitió. Había sido como una rama
filtraciones, le cerró la garganta y lo obligó a comprender. Inútilabrir los quebrada. Tal vez un animal que escapaba como él del olor de la guerra.
ojos y mirar en todas direcciones; lo envolvía una oscuridad absoluta. Se enderezó despacio, venteando. No se oía nada, pero el miedo seguía
Quiso enderezarse y sintió las sogas en las muñecas y los tobillos. Estaba allí como el olor, ese incienso dulzón de la guerra florida. Había que seguir,
estaqueado en el suelo, en un piso de lajas helado y húmedo. El frío le llegar alcorazón de la selva evitando las ciénagas. A tientas, agachándose
ganaba la espalda desnuda, las piernas. Con el mentón buscó a cada instante para tocar el suelo más duro de la calzada, dio algunos
torpemente el contacto con su amuleto, y supo que se lo habían pasos. Hubiera querido echar a correr, pero los tembladerales palpitaban a
arrancado. Ahora estaba perdido, ninguna plegaria podía salvarlo del su lado. En el sendero en tinieblas, buscó el rumbo. Entonces sintió una
final. Lejanamente, como filtrándose entre las piedras del calabozo, oyó los bocanada horrible del olor que más temía, y saltó desesperado hacia
atabales de la fiesta. Lo habían traído al teocalli, estaba en las mazmorras adelante.
del templo a la espera de su turno. —Se va a caer de la cama —dijo el enfermo de al lado—. No brinque tanto,
amigazo.
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las piernas. Jadeante, sabiéndose acorralado a pesar de la oscuridad y el
Abrió los ojos y era de tarde, con el sol ya bajo en los ventanales de la silencio, seagachó para escuchar. Tal vez la calzada estaba cerca, con la
larga sala. Mientras trataba de sonreír a su vecino, se despegó casi primera luz del día iba a verla otra vez. Nada podía ayudarlo ahora a
físicamente de la última visión de la pesadilla. El brazo, enyesado, encontrarla. La mano que sin saberlo él aferraba el mango del puñal, subió
colgaba de un aparato con pesas y poleas. Sintió sed, como si hubiera como elescorpión de los pantanos hasta su cuello, donde colgaba el amuleto
estado corriendo kilómetros, perono querían darle mucha agua, apenas protector. Moviendo apenas los labios musitó la plegaria del maíz que trae
para mojarse los labios y hacer un buche. La fiebre lo iba ganando las lunas felices, y la súplica a la Muy Alta, a la dispensadora de losbienes
despacio y hubiera podido dormirse otra vez pero saboreaba el placer de motecas. Pero sentía al mismo tiempo que los tobillos se le estaban
quedarse despierto, entornadoslos ojos, escuchando el diálogo de los hundiendo despacio en el barro, la espera en la oscuridad del chaparral
otros enfermos, respondiendo de cuando en cuando a alguna pregunta. desconocido se le hacía insoportable. La guerra florida había empezado
Vio llegar un carrito blanco que pusieron al lado de su cama, una con la luna y llevaba ya tres días y tres noches. Si conseguía refugiarse
enfermera rubia le frotó con alcohol la cara anterior del muslo y le clavó en lo profundo de laselva, abandonando la calzada más allá de la región de
una gruesa aguja con un tubo que subía hasta un frasco de líquido las ciénagas, quizás los guerreros no le siguieran elrastro. Pensó en los
opalino. Un médico joven vino con un aparato de metal y cuero que le muchos prisioneros que ya habían hecho, pero la cantidad no contaba, sino
ajustó al brazo sano paraverificar alguna cosa. Caía la noche, y la fiebre lo el tiempo sagrado. La caza continuaría hasta que los sacerdotes dieran la
iba arrastrando blandamente a un estado donde las cosas tenían un relieve señal del regreso. Todo tenía su número ysu fin, y él estaba dentro del
como de gemelos de teatro, eran reales y dulces y a la vez ligeramente tiempo sagrado, del otro lado de los cazadores.
repugnantes; como estar viendo una película aburrida y pensar que sin
embargo en la calle es peor; y quedarse. Olió los gritos y se enderezó de un salto, puñal en mano. Como si el
cielo se incendiara en el horizonte,vio antorchas moviéndose entre las
Vino una taza de maravilloso caldo de oro oliendo a puerro, a apio, a ramas, muy cerca.
perejil. Un trocito de pan, másprecioso que todo un banquete, se fue
desmigajando poco a poco. El brazo no le dolía nada y solamenteen la El olor a guerra era insoportable, y cuando el primer enemigo le saltó
ceja, donde lo habían suturado, chirriaba a veces una punzada caliente al cuello casi sintió placer enhundirle la hoja de piedra en pleno pecho.
y rápida. Cuando los ventanales de enfrente viraron a manchas de un azul Ya lo rodeaban las luces, los gritos alegres. Alcanzó a cortar elaire una o
oscuro, pensó que no le iba a ser difícil dormirse. Unpoco incómodo, de dos veces, y entonces una soga lo atrapó desde atrás.
espaldas, pero al pasarse la lengua por los labios resecos y calientes sintió
—Es la fiebre —dijo el de la cama de al lado—. A mí me pasaba igual
el sabor delcaldo, y suspiró de felicidad, abandonándose.
cuando me operé del duodeno.
Primero fue una confusión, un atraer hacia sí todas las sensaciones por Tome agua y va a ver que duerme bien.
un instante embotadas o confundidas. Comprendía que estaba corriendo
en plena oscuridad, aunque arriba el cielo cruzado de copas de árboles
Al lado de la noche de donde volvía, la penumbra tibia de la sala le pareció
era menos negro que el resto. «La calzada —pensó—. Me salí de la
deliciosa. Una lámparavioleta velaba en lo alto de la pared del fondo como
calzada.» Sus piesse hundían en un colchón de hojas y barro, y ya no podía
un ojo protector. Se oía toser, respirar fuerte, a vecesun diálogo en voz baja.
dar un paso sin que las ramas de los arbustos leazotaran el torso y
Todo era grato y seguro, sin ese acoso, sin...
Pero no quería seguir pensando en la pesadilla. Había tantas cosas en qué
entretenerse. Se puso a mirar el yeso del brazo, las poleas que tan
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