+++ El Método Natural en La Salud
+++ El Método Natural en La Salud
+++ El Método Natural en La Salud
"Aquel que alcanza la alegría del entendimiento ha ganado un amigo infalible para la vida. El
pensar es al hombre lo que volar a los pájaros. No sigan el ejemplo de las gallinas cuando
podrían ser una alondra". Nota de Albert Einstein escrita 24 de junio de 1951.
La palabra natural forma parte de términos como naturismo, medicina naturista y naturopatía.
En el lenguaje coloquial entendemos estas prácticas como la utilización de técnicas naturales
para generar salud, así como prevenir y tratar la enfermedad. Sin embargo, desde el punto
de vista médico hay que señalar que no se trata tanto de técnicas como de un método o
criterio. El método o criterio natural en la salud es, ante todo, una manera de entender la
salud y la enfermedad que tiene en cuenta la naturaleza al menos en dos aspectos
fundamentales: utiliza en la medida de lo posible métodos naturales eficaces y,
especialmente, contempla el cultivo y restablecimiento de la salud como la colaboración con
el proceso espontáneo generador de salud que opera en el organismo humano y en todos
los organismos vivos.
El concepto de criterio naturista es, pues, más amplio que el de técnica naturista pues el
primero va más allá de la simple utilización de procedimientos naturales incluyendo también
una manera de ver y de proceder a favor del proceso natural mediante el cual la naturaleza
se cura a sí misma. De hecho, es posible utilizar elementos semi-naturales como una dosis
de penicilina (substancia extraída y purificada a partir de un hongo natural) o totalmente
artificiales como la luz láser, la música de un piano o la hoja de un bisturí para ayudar a la
naturaleza del cuerpo a realizar su curación. Estos elementos pueden formar parte del
criterio naturista siempre y cuando se utilicen para apoyar y no entorpecer el proceso
natural de curación. Lo que define al arte y técnica de la salud como naturista no es la
técnica en sí misma sino la manera de utilizarla, el por qué y para qué se utiliza.
Es evidente que aquello que se le administra a un enfermo para ayudarle a sanar es sólo el
medio y no el fin. Es posible utilizar un elemento artificial como puede ser un antibiótico o
una intervención quirúrgica dentro de un plan de restablecimiento integrado de la salud,
como es posible utilizar una técnica natural dentro de un plan de tratamiento sintomático
sin atender a las causas que lo originan. La técnica no es lo determinante para definir una
intervención en salud; lo determinante es el criterio, la visión general, el para qué se usa esa
técnica específica.
Los principios o fundamentos del criterio naturista incluyen, al menos, los siguientes:
desequilibrio que pueda poner en peligro su supervivencia. Cuando se produce una herida
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en la mano, por ejemplo, aunque no hagamos nada especial, nuestro organismo genera una
serie de acontecimientos cuyo objetivo es detener la hemorragia, iniciar el proceso de
cicatrización y reparación de los tejidos destruidos, mientras hace frente a los gérmenes que
aprovechan la puerta de entrada para invadirlo. No se precisa nuestra intervención
consciente para la puesta en marcha de estos mecanismos. Nuestros 50 billones de células
están programados para desencadenar esta respuesta a favor de la vida y en dirección
contraria a la muerte. Esta respuesta programada que se ejecuta mediante la acción de los
genes ha sido denominada desde hace siglos vis medicatrix naturae o fuerza curativa de la
naturaleza. Esta fuerza o poder curativo de la naturaleza es la responsable, tanto de la
generación o nacimiento de nuevas células necesarias para la vida como de la necesaria
muerte de aquellas que pueden constituir un peligro para el sistema.
Tan imprescindible resulta la división de una célula madre inmunitaria en sus células hijas
guerreras defensivas como la muerte o apoptosis programada de determinadas células
durante el desarrollo del embrión en el útero materno para darle la forma exacta al individuo
de una especie determinada. Por ejemplo, hay un momento en el desarrollo del embrión
humano en el que las manos tienen un aspecto semejante a las aletas de los palmípedos
presentando unas membranas entre los futuros dedos, vestigios del desarrollo evolutivo de
las especies y que habla de una procedencia común en el medio acuático. Pues bien, esas
membranas tienen que desaparecer para que los dedos individuales de las manos tomen
forma. Esa misma vis medicatrix naturae se acompaña de un programa que indica el
momento justo para la apoptosis o suicidio de las células implicadas. Sólo ellas morirán y no
otras. En este caso, la muerte de algunos microindividuos resulta necesaria para darle la
forma adecuada al macroindividuo organismo.
Todos los organismos vivos existen gracias a una tendencia organizadora que forma parte
del binomio de fuerzas orden-desorden que rigen a todos los elementos del universo.
Gracias a la física sabemos que los procesos espontáneos en el universo físico tienden a la
llamada entropía o tendencia a la desorganización de los sistemas. Un cristal de cuarzo, por
ejemplo, puede ser considerado como una expresión organizada de vida en un nivel básico
(el mineral). Esta disposición ordenada de los átomos del cristal tiene fecha de caducidad,
como todos los elementos materiales. A lo largo de los millones de años se irá deteriorando,
como se deteriora el cuerpo de un mamífero como el humano, que está sometido a procesos
de oxidación desde el mismo momento de su nacimiento hasta su seguro envejecimiento y
muerte. Este proceso de oxidación se puede frenar pero resulta inevitable en un mundo en
el que todos sus elementos individuales tienden espontáneamente a desorganizarse.
puro azar que se pueden comprender gracias a la mecánica cuántica. Mientras que los
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Aunque los términos caos y desorden se utilizan en el lenguaje coloquial como sinónimos, a
nivel físico tienen diferencias substanciales. Vamos a poner una metáfora que nos ayudará
a comprenderlo. Si observamos, desde una cierta altura, una aglomeración espontánea de
miles de personas en una plaza pública, podemos pensar que el movimiento de cada
individuo se produce de manera aleatoria. Sin embargo cada uno de ellos no se mueve por
azar sino con un propósito específico. Esta situación cambiará completamente si sucede una
potente explosión en la plaza pues las personas se moverán de manera desordenada,
huyendo en todas direcciones y tropezando unos con otros. Esto se parecería más a un
patrón aleatorio.
Otra metáfora que puede ayudar a comprender la diferencia entre los sistemas ordenados
y desordenados es el diferente estado de las moléculas de agua. El orden total se asemeja
al estado de hielo. Las moléculas están muy aquietadas, cada una en su lugar formando
cristales hexagonales. El desorden total es comparable al estado de vapor de las moléculas
de agua que al absorber energía en forma de calor aumentan su energía cinética y se
mueven aleatoriamente dispersándose en el aire que le rodea. El estado líquido del agua es
comparable a un sistema caótico en el que hay una cierta combinación de orden y desorden
que le convierte en el medio adecuado para que nazca la vida.
DESORDEN o
CAOS ORDEN
ALEATORIEDAD
Previsibilidad Determinismo
Incertidumbre
Los organismos vivos realizan un trabajo constante para oponerse a las fuerzas del azar y
para ello necesitan emplear una energía que obtienen a través de los procesos de nutrición.
Las plantas se nutren de la energía solar y los elementos presentes en la tierra, el agua y el
aire (minerales, H2O y CO2) para crecer y reproducirse. Los animales necesitan la energía y
elementos que se obtienen de las plantas o de otros animales, pero todos los seres vivos
necesitan alguna fuente de energía que les permita oponerse a la “natural” desorganización
de los sistemas que actúa de una forma tan inexorable como actúa la ley de la gravedad
sobre todos los seres vivos. De este modo, esa tendencia a la organización de los elementos
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constituyentes del universo físico también constituye una ley inexorable que es la que
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Los 50 billones de células que conforman nuestro cuerpo responden a un programa que
podríamos denominar “ser humano”. Este programa o vis medicatrix naturae puede ser
favorecido o dificultado por los organismos vivos que por él están regidos. Por ejemplo, es
posible alimentarse correctamente, de acuerdo con el funcionamiento óptimo del programa
o hacerlo de una manera errónea dificultando el equilibrio u homeostasis del sistema.
Cuando sufrimos una herida en la mano es posible ayudar al proceso antihemorrágico
mediante la aplicación de frío local, presionando con una gasa y levantando la mano más
alta que el corazón o es posible dificultarlo aplicando calor a la herida y frotándola con
fuerza. Podemos facilitar el proceso defensivo mediante el lavado de la herida y la aplicación
de agua oxigenada o entorpecerlo dejando restos de suciedad que lo contaminan.
Del mismo modo en que la fuerza curativa se manifiesta ante una infección aumentando la
temperatura corporal dentro de una compleja respuesta de curación llamada fiebre, esta
misma fuerza sanadora o equilibradora que observamos como reacción a una infección o
una herida corporal, también se manifiesta en el nivel de la psique. Cuando sucede algún
acontecimiento que nos impacta a nivel psíquico, se pone en marcha un mecanismo
sanador, una especie de crisis febril curativa mediante la cual se intenta llevar a cabo una
reparación del impacto, un reordenamiento tras el caos que se ha generado en el sistema.
Si, por ejemplo, el impacto es generado por la muerte de un ser querido, aparecerán
imágenes, recuerdos, pensamientos y sentimientos de todo tipo, unos positivos y amorosos
y otros negativos en los que predominará la culpabilidad y alguna forma de miedo al futuro.
Del mismo modo en que el cuerpo reacciona con un fenómeno inflamatorio febril para
asegurar un óptimo funcionamiento de la vida física, la psique reacciona para asegurar el
mejor funcionamiento posible de la vida psíquica, la mejor digestión del acontecimiento
traumático. Pero así como una fiebre defensiva puede llegar a matar al cuerpo cuando la
reacción se hace desmesurada, también la crisis “febril” psico-emocional puede acabar
afectando negativamente a la psique, llegando a destruir la vida del individuo por suicidio o
por depresión, con un progresivo deterioro que acabe en alguna forma de enfermedad y
muerte.
También en el nivel de la psique existen las dos tendencias o programas hacia el orden y el
desorden, tal como coexisten en el cuerpo. Podemos ver el esfuerzo creativo y organizador
de la psique cuando aparece la solución a un problema, por ejemplo, en el transcurso de un
sueño. Algunos descubrimientos científicos se han producido de este modo y todos
sabemos lo importante que es “consultar con la almohada” ciertos problemas o decisiones
para permitir que surjan desde la compleja actividad de la mente inconsciente las mejores
soluciones. Otro de los mecanismos en los que se puede ver esa tendencia curativa es
mediante el bloqueo del sistema psíquico ante un acontecimiento que genera un enorme
impacto emocional en fases tempranas de la vida. En esas etapas la mente del niño no está
capacitada para resolver el conflicto, de manera que la información impactante queda
bloqueada parcial o totalmente. Sabemos que determinados traumas pueden generar en
niños o adultos un colapso del sistema como un método provisional de urgencia para aislar
de la consciencia determinadas experiencias. Con el tiempo, el programa de curación tratará
de hacer retornar esa información a la consciencia para que pueda ser abordada y digerida
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convenientemente.
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Esa especie de enquistamiento psíquico generará un cierto “ruido” de fondo o interferencias
en el conjunto de la psique, por lo que el programa de orden frente al desorden permitirá
que vaya aflorando esa información a la consciencia, por ejemplo, a través de los sueños, de
visiones (flash-backs) o de los denominados actos fallidos. De una u otra forma la psique
tenderá a hacer consciente lo inconsciente que generaba sufrimiento. Podemos ayudar a
esa vis medicatrix naturae dejando que aflore la información traumática y aprendiendo a
verla de otra manera o podemos negar su existencia dejando que el enquistamiento siga
generando interferencias en la vida cotidiana. A nivel psíquico los sistemas de
procesamiento de la información basados en el desorden y el orden, pueden denominados
el ego y el Ser, respectivamente. No importa cómo se llamen, la presencia de esas dos
maneras de procesar la información llevan al sufrimiento o la felicidad, a la confusión o la
armonía, a la vida o a la muerte.
“El arte de curar es el de seguir el camino por el cual cura espontáneamente la naturaleza”
(Aforismos)
(Escuela Hipocrática)
“Tened en las enfermedades dos cosas presentes: ser útil o al menos no perjudicar”
(Epidemias I)
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Este concepto se ha convertido hoy en el “a-e-i-o-u” de los profesionales de la salud, algo que
se aprende sobre todo en la medicina de urgencia, en la que a menudo es más importante
saber lo que no hay que hacer que lo que se puede hacer para ayudar a un enfermo o
accidentado. Un ejemplo de esto es evitar quitar el casco tras el accidente de tráfico de un
motorista lesionado por el riesgo de lesión medular en el raquis o algo tan simple como
evitar lavar con agua dulce una lesión generada por el contacto con una medusa.
Para poder cumplir con este principio hay que conocer los mecanismos específicos de la vis
natura medicatrix, es decir, los mecanismos biológicos, bioquímicos y biofísicos que generan
salud y enfermedad. Al menos, el terapeuta debería tener conocimientos empíricos acerca
de lo que conviene y lo que no conviene para el enfermo y para la enfermedad. Por ejemplo,
durante muchos años se sabía que la aspirina (ácido acetil-salicílico) era muy útil para tratar
el dolor y la inflamación. También se sabía que podía generar una gastritis o una úlcera de
estómago en ciertos casos. Aunque al principio no se conocían sus mecanismos de acción,
sí eran conocidos empíricamente sus efectos, lo que permitía su manejo terapéutico.
Si bien la recogida de datos a nivel biológico y energético es importante para generar salud,
todavía resulta más importante la recogida de datos en todo lo referente al nivel psíquico:
los pensamientos y sentimientos que son las raíces de las respuestas emocionales y las
conductas de cada persona, así como sus recuerdos, fantasías, sueños, etc. Todo el complejo
universo psíquico que afecta a un ser humano adquiere vital importancia a la hora de
comprender el proceso de enfermar y su correspondiente sanación.
De este modo se refería Platón acerca de la importancia del alma (psyché) en la génesis y
tratamiento de cualquier proceso patológico:
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“Los buenos médicos atienden al cuerpo con un régimen, y es atendiendo al todo como se
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aplican a curar la parte enferma del cuerpo. Ahora bien, hay que ir más lejos. Los médicos
griegos tienen razón al querer curar la parte enferma curando el cuerpo entero. Pero se
equivocan deteniéndose ahí: el cuerpo no puede ser curado sino con el alma. Si los médicos
griegos fracasan en tantas enfermedades es porque ignoran el conjunto al cual hay que
atender… pues es del alma de donde parten males y bienes para el cuerpo y para el hombre
entero”. (Cármides pág. 30)
A partir de este principio integrador del ser humano en todas sus vertientes o niveles de
existencia, se incluye un punto clave: la especificidad de cada proceso de enfermar. Se trata
de contemplar la curación del enfermo en lugar de la enfermedad. Aunque el estudio y
clasificación de las enfermedades resulta sumamente útil para comprender lo que, en líneas
generales, está sucediendo en cualquier enfermedad, hay que tener en cuenta que las
enfermedades como tales son “constructos” mentales pues siempre afectan a seres
humanos enfermos. Por eso se dice que no existen enfermedades sino enfermos. Por
ejemplo, aunque es útil saber lo que sucede en todos los hígados enfermos de hepatitis,
habrá que considerar los hábitos de vida de cada enfermo para proponerle un tratamiento
específico que afecte a los factores causales específicos de su enfermedad. No hay dos
hepatitis totalmente iguales porque no hay dos personas totalmente iguales. Incluso en
momentos o etapas de la vida diferentes de una persona habrá que cambiar el enfoque de
tratamiento.
Cada vez hay más pruebas en esta dirección pues la mayoría de las enfermedades más
frecuentes de nuestro tiempo se producen como resultado de un desequilibrio previo
(malnutrición, estrés, sedentarismo, hábitos tóxicos…) que son los máximos responsables
del desencadenamiento de una enfermedad. Aunque los gérmenes son necesarios para que
se produzca una infección, si el sistema inmunitario se encuentra en buen estado, la
probabilidad de que se produzca la infección es mucho menor. Es por eso, que a la hora de
detectar las causas de una enfermedad no basta con fijarnos en el desencadenante directo
(el agente infeccioso, por ejemplo) sino también en los factores que pueden haber sido
necesarios para posibilitar la enfermedad.
Identificar la causa es uno de los principios cuya lógica se impone sin necesidad de
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convencer a nadie. Si padezco una tuberculosis y el médico me receta un jarabe para la tos
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podré estarle agradecido por su buena voluntad para hacerme más llevadera mi
enfermedad pero al no actuar sobre la etiología (las causas) sino sobre los síntomas (los
efectos) el tratamiento que me ha dado no me ayudará a erradicar mi patología. Incluso hay
enfermedades en las que hacer desaparecer los síntomas puede traer graves problemas,
como es el caso de una apendicitis aguda. Si tomo analgésicos potentes para el dolor, será
más difícil darme cuenta del progreso de la enfermedad y cuando lo haga puede ser
demasiado tarde al haberse complicado con una peritonitis. A esto se le llama en medicina:
enmascarar el síntoma, algo que puede ser muy peligroso pues en ciertos casos al actuar
sobre los efectos dejamos de tener información sobre las causas subyacentes.
En cualquier caso hay ocasiones en las que tratar el síntoma puede ser de ayuda. Es el caso
de una tos seca irritativa generada por haber inhalado demasiado humo de cigarrillos o de
una hoguera. En este caso el tratamiento que atenúa el reflejo de la tos puede ser de ayuda
junto a otras medidas causales. Al disminuir el esfuerzo de la tos en una patología en la que
la tos no es productiva de mucosidad, también disminuirá la inflamación de las vías
respiratorias, lo cual ayudará a tratar el proceso. A veces también puede ser oportuno
modular los síntomas por el sufrimiento que ocasionan pues ese mismo sufrimiento genera
una reacción biológica de estrés que se traduce en cambios negativos a nivel bioquímico y
celular. Pero en la terapéutica siempre es conveniente intentar un abordaje etiológico y
patogénico, es decir, ir a la causa o a los mecanismos causales que generan la enfermedad.
Dentro de los factores causales hay que tener en cuenta que la enfermedad no es algo
generado por el agente etiológico, sino más bien se trata de una reacción del organismo
ante ese agente. Por ejemplo, una neumonía neumocóccica no es el simple resultado de un
ataque por neumococos; consiste en la reacción inflamatoria interna ante ese tipo específico
de agresión externa.
Veamos las palabras de Sydenham, un gran médico que vivió en el siglo XVII y fue llamado
el “Hipócrates inglés”:
“Una enfermedad, por muy contraria al cuerpo humano que pueda ser su causa, no es nada
más que un esfuerzo de la naturaleza, que se empeña, con todo su poder, en restaurar la salud
del paciente por la eliminación del elemento patógeno”
Por eso es tan importante comprender la etiopatogenia de las enfermedades que, al igual
que sucede con el tratamiento, tendrá elementos individualizados para cada persona en
cada momento de su vida. No abordaremos del mismo modo una neumonía generada por
una hipotermia aguda que una misma neumonía que aparece tras unos meses de duelo por
la muerte de un ser querido. En la primera el sistema inmunitario puede estar fuerte a pesar
del enfriamiento mientras que en la segunda el sistema inmunitario está deprimido debido
a causas psico-emocionales que se han ido cronificando y que también hay que tratar.
Resumiendo, aunque a menudo puede ser adecuado el alivio o desaparición del síntoma,
hay que intentar siempre, en la medida de lo posible, incidir sobre las causas de la
enfermedad. Erradicar el síntoma sin acudir a la causa es semejante a un mecánico que
desconecta el indicador de avería de un coche que ha dejado de funcionar. El síntoma es un
testigo de que algo está pasando y sólo debería modularse cuando ya se ha identificado la
causa que lo ha generado comprendiendo que no entraña peligro su modificación.
PREVENTARE: Prevención
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En la medida que vamos conociendo las causas de las enfermedades podemos ir generando
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Los programas de salud preventiva son esenciales para generar bienestar en la población
pero hay que tener cuidado cuando estos programas incluyen métodos diagnósticos que
pueden ser potencialmente dañinos. Hay que encontrar un equilibrio. Algunos de estos
programas de cribado (diagnóstico precoz o screening) han sido abandonados pues se ha
visto que no sólo no reducían la mortalidad sino que en algunos casos la aumentaban y en
otros generaban efectos secundarios perjudiciales. Esto está sucediendo con el caso de la
detección precoz del cáncer de próstata mediante la prueba del PSA prostático, las
mamografías preventivas para cáncer de mama o ciertas vacunas. Afortunadamente se
realizan estudios que sirven para valorar la relación beneficio/riesgo. Hay que recordar el
Primum non nocere como criterio esencial. La prevención también debería ser un proceso
sumamente individualizado que tuviera en cuenta la predisposición genética, los factores de
riesgo en los hábitos de vida (epigenética) y, sobre todo, la actitud psico-emocional.
Recordemos aquí la forma de realizar el pago por los servicios médicos en la historia de la
Medicina Tradicional China (MTC): el médico cobra mientras los ciudadanos están sanos y
cuando enferman, aquel deja de cobrar mientras corre con los gastos. Es una manera
interesante de abordar la enfermedad aunque parece depositar en el médico toda la
responsabilidad. No hay que olvidar que es el paciente quien toma las decisiones finalmente,
siguiendo o no los consejos facultativos. Cada individuo debe asumir la responsabilidad
sobre su salude informarse de la mejor manera posible para tomar sus decisiones. En
cualquier caso queda clara la importancia de la prevención en la MTC. La correcta prevención
puede ahorrar mucho sufrimiento y gastos de energía y dinero tanto para el paciente como
para el sistema social de salud. Podemos alegrarnos de que en estos albores del siglo XXI
comenzamos a desvelar muchas de estas formas sencillas y baratas de prevenir la mayor
parte de las enfermedades que constituyen las plagas modernas de nuestra civilización. Al
final incluimos un anexo donde se resumen algunos consejos de prevención.
cultural.
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Dentro de la enseñanza hay diferentes niveles de profundidad. Por ejemplo, tal vez el médico
conoce la importancia de la mente en todos los procesos de enfermar. En el caso de que su
paciente esté en un momento receptivo para comprender el papel que juega la psique en
su patología y sea capaz de asumir responsabilidad sin aumentar la culpabilidad, hará bien
en transmitirle esa información. Pero en el caso de que la persona no entienda o
malinterprete los datos que le ofrece el médico, generando confusión o culpabilidad, el
proceso patológico puede empeorar. Por ejemplo, es posible que el síndrome depresivo que
una persona arrastra desde la muerte de su pareja pueda haber influido en deprimir lo
bastante su sistema inmunitario como para haber dado lugar a un cáncer (hace décadas que
se conoce esta correlación). Sin embargo, según cómo el médico plantee el tema puede
generar un efecto placebo que potencie su proceso de sanación o un efecto nocebo que lo
entorpezca. Una misma verdad puede ser planteada desde diferentes puntos de vista. Unos
pueden propiciar y otros obstaculizar la curación.
En cualquier caso a nivel filosófico y psicológico hay que tener en cuenta que todos los
acontecimientos de la vida y, entre ellos la enfermedad, pueden ser contemplados desde un
punto de vista finalista o teleológico. Es posible plantearse la enfermedad no sólo como el
resultado de una causa, generada por un por qué sino también y, sobre todo, preguntarse el
sentido que puede tener en mi vida este proceso, el para qué, pues esta pregunta puede
llevar al enfermo a utilizar los efectos de la causa al servicio del deshacimiento de la misma
causa que lo originó. Por ejemplo, si enfermo de gripe tras un período de excesos en mi
trabajo, en el que he pasado por encima de mis límites psico-físicos, la enfermedad misma
se convierte en medicina porque me conduce a la cama, a no hacer nada y, si así lo decido,
a reflexionar sobre la actitud que me ha traído hasta aquí. Como escribía Viktor von
Weizsäcker, un brillante pensador y médico alemán de la primera mitad del siglo XX:
“La enfermedad del hombre no es, como pareció, el defecto de una máquina; la enfermedad de
un hombre no es otra cosa que él mismo, o mejor: su ocasión de llegar a ser él mismo”
La enfermedad forma parte de la vida, es parte del proceso de evolución o mejora del
humano. Todos los acontecimientos traumáticos de carácter físico o psíquico que son
capaces de provocar sufrimiento son susceptibles de ser utilizados para la evolución de
quien los experimenta. Es consustancial del ser humano el deseo de aliviar o hacer
desaparecer, en lo posible, su malestar mientras toma decisiones y cultiva actitudes que
generan un mayor bienestar. Resulta paradójico que para deshacer el malestar primero
haya que aceptar su presencia y comprender su origen. Sólo cuando se asume la verdad del
problema en el que uno se encuentra sumido, es posible ponerle remedio. Cualquier
enfermedad forma parte del currículum de experiencias que cada humano atesora a lo largo
de su vida. Es frecuenta encontrar testimonios de personas que hoy pueden dar las gracias
a su enfermedad por todo lo que les llevó a aprender y los cambios positivos que su
presencia les llevó a experimentar. En este mundo no hay nada malo en sí mismo. Todo
puede ser utilizado para la evolución de la consciencia. Y una de las características básicas
de esa evolución consiste en la capacidad para hacer disminuir o desaparecer el sufrimiento
psico-corporal.
La actitud docente del terapeuta tiene como objetivo dotar de la mayor autonomía posible
a cada persona acerca de la gestión de su propia salud y su propio proceso de evolución. El
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terapeuta sabe algo que su paciente no sabe. El propósito de la relación terapéutica consiste
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en ir reduciendo las diferencias de conocimiento entre ambos, hasta lograr que ésta relación
deje de ser imprescindible, en la medida de lo posible. El terapeuta no debería buscar la
dependencia sino la mayor autonomía posible de su paciente o alumno para que éste acuda
a pedirle ayuda sólo en las situaciones que rebasan sus conocimientos y su capacidad de
prevención.
Todo usuario del cuerpo-mente necesita un manual de instrucciones que le indique cómo
proceder para el estado óptimo de su vehículo psico-corporal. Los profesionales de la salud
deberíamos tener como objetivo dotar a los ciudadanos, ya desde la infancia, de
conocimientos y técnicas inocuas, sencillas, eficaces y fácilmente aplicables acerca de lo que
se puede hacer y no hacer para ayudar a alguien cuando tiene problemas psíquicos o
corporales. Aunque resulta lógico que haya personas con una mayor predisposición y
capacidad para la enseñanza, también es lógico pensar en unos niveles básicos que todo
terapeuta debería cultivar. La salud es, ante todo, un arte susceptible de ser enseñado y
quien comprende sus mecanismos, de una u otra manera, siempre los puede comunicar.
Otra cuestión significativa a la hora de llevar a la práctica el criterio naturista y que está
relacionada con la labor docente del terapeuta, con la consideración del enfermo como un
todo (en todos sus niveles de experiencia vital) y la intención de comprender los factores
causales de la enfermedad, es que las sesiones de consulta deberían conceder el tiempo
suficiente para que la relación entre el profesional de la salud y el interesado sea lo más
substanciosa posible. Para comprender la vida de una persona con sus hábitos de conducta,
sus reacciones emocionales, sus sentimientos y pensamientos conscientes e inconscientes,
capaces de generar salud o enfermedad, es necesario tomarse el tiempo suficiente. Como
en esta sociedad el tiempo equivale a dinero (el tiempo es oro) hay que encontrar un punto
de equilibrio en la cantidad de pacientes que un terapeuta puede atender a lo largo de una
jornada de trabajo. Si trabaja para una empresa privada o para la sanidad pública tendrá
que adaptarse al estándar del momento, conquistando, en lo posible, el mayor tiempo
posible de atención al paciente. Si trabaja para sí mismo la cuestión es más sencilla pues
sólo requiere encontrar un punto de equilibrio entre el precio de las sesiones y el tiempo
para que su consulta pueda sobrevivir.
Para resolver el problema de la falta de tiempo hay que tener en cuenta, sobre todo, el tema
de la vocación. Cuando la motivación que lleva a elegir una profesión está basada
fundamentalmente en intereses económicos, es frecuente caer en un cierto desinterés en
su ejercicio. Tal vez en una sociedad ideal, el cribado para obtener titulaciones profesionales
debería estar basado más en la vocación que en cualquier otro factor. El deseo de conocer
el oficio y el deseo de ofrecer esa ayuda específica a otros humanos son la piedra de toque
del edificio de un terapeuta. Sin eso no hay nada pues el propósito de todo acto terapéutico
es el deseo natural de una mente en comprender los entresijos del enfermar al servicio de
aliviar o eliminar el sufrimiento de alguien. El dinero forma parte de las necesidades
humanas y constituye un medio y no debería convertirse en un fin. Esto se puede aplicar a
todas las profesiones pero, especialmente en una en la que está en juego la vida y la muerte,
el malestar y el bienestar.
Estos sencillos experimentos se han ido refinando con el paso del tiempo y, hoy día,
cualquier procedimiento diagnóstico, pronóstico o de tratamiento utilizado en medicina
tiene que pasar el filtro de eficacia comprobada, precisando su nivel de evidencia científica.
No basta con demostrar que la ingesta de un fármaco o planta haya curado a determinadas
personas; hay que tener en cuenta hasta qué punto han influido las expectativas de los
pacientes (efecto placebo) y las de los médicos (efecto experimentador o Rosenthal) que las
administran. Para eso es necesario realizar estudios a “doble ciego” en los que se evalúan
los efectos en dos grupos de pacientes elegidos al azar. Uno de ellos toma el principio activo
mientras que el otro toma un placebo. De este modo se pueden diferenciar los poderosos
efectos del poder de la creencia de aquellos generados por la sustancia cuya eficacia se
quiere comprobar.
Desde la década de 1990 comenzó a utilizarse un nuevo concepto que ha sido llamado
Evidence-based medicine (EBM). Aunque normalmente se traduce como Medicina Basada en la
Evidencia, hay que tener en cuenta que la palabra evidencia en castellano tiene dos
acepciones. Una de ellas tiene el significado de “prueba o demostración” pero la otra es
“certeza clara y manifiesta de la que no se puede dudar” refiriéndose a algo que no necesita
demostración. Sin embargo, la palabra inglesa evidence significa “pruebas, datos o indicios a
favor de algo”. Por eso, piensan los expertos que sería mejor traducirlo por Medicina Basada
en Pruebas para no olvidar la necesidad de procedimientos capaces de probar su eficacia.
tomar decisiones sobre los siguientes puntos: 1) Qué tratamiento es más efectivo 2) Qué
métodos de tratamiento presentan la mayor variabilidad entre diferentes terapeutas (hasta
qué punto depende de la persona que lo utiliza 3) Qué tratamiento es más rentable para
optimizar la efectividad de los recursos.
Gracias a este tipo de estudios se ha podido comprobar, por ejemplo, (Irving Kirsch, The
Emperor’s New Drugs: Exploding the Antidepressant Myth. London 2009) que la psicoterapia
funciona en el tratamiento de la depresión tanto como la medicación antidepresiva, sin
importar el grado de depresión del paciente y que la efectividad de la psicoterapia parece
ser mejor cuando se evalúa a largo plazo siendo más probable una recaída tras la finalización
del tratamiento farmacológico que tras el fin de la psicoterapia. Por otro lado, hay que tener
en cuenta que los ensayos a doble ciego son difíciles de aplicar a técnicas como la
acupuntura, para las que se necesita otro tipo de metodología pues no es fácil realizar una
acupuntura placebo. En las Medicinas Tradicionales y Complementarias (MTC) se requiere a
veces introducir cambios en el diseño de los estudios.
Una de las formas para elegir el procedimiento terapéutico más adecuado es la Strength of
Recommendation Taxonomy (SORT, «Clasificación de la Fiabilidad de la Recomendación») en la
que no sólo se evalúa la eficacia de un tratamiento sino también una evaluación del daño
potencial de dicho tratamiento. Este método es más fiable al aportar información específica
sobre los efectos secundarios de una determinada técnica o substancia. Pues a veces un
fármaco o un extracto de planta pueden ser muy eficaces pero asocian un nivel tan elevado
de toxicidad que puede ser más conveniente el uso de una sustancia menos eficaz pero que
se acompaña de menores efectos nocivos.
En cualquier caso, hay que tener en cuenta que esta clasificación no supone una regla de
valor definitivo pues el terapeuta basa sus decisiones en elementos que están más allá de la
evidencia y el daño, que proceden de datos obtenidos gracias a la relación paciente-
terapeuta. Por lo tanto, aunque no constituye una herramienta definitiva, sí resulta útil para
hacernos una idea de lo que podemos esperar de dicho tratamiento. Esta clasificación divide
el grado de evidencia o prueba orientada al paciente en tres niveles que, siguiendo al Dr. David
Rakel (Medicina Integrativa. Elsevier 2012) se puede ejemplificar del siguiente modo:
la práctica, aunque en este caso no hay consenso todavía para unificar criterios:
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- Grado 1: DAÑO MÍNIMO. Significa que el tratamiento en cuestión genera poco daño
en el peor de los casos. Por ejemplo, en la mayoría de las personas aumentar la
ingesta de vegetales o aumentar el tiempo de ejercicio semanal.
Para una mayor facilidad en la práctica se han establecido iconos que, de manera rápida,
proporcionan información acerca de las posibles combinaciones entre eficacia y daño. Se
trata de un círculo en el que encontramos una flecha que puede estar en cinco posiciones
distintas. Si se encuentra vertical mirando hacia arriba () se trata de un nivel óptimo de
eficacia y mínimo daño (A1). Por el contrario, cuando se sitúa mirando hacia abajo () indica
un mínimo nivel de eficacia y máximo daño (C3). Entre ambas existen tres estados
intermedios:
A1 Ácidos grasos omega 3 (EPA y DHA) en artritis
reumatoide
Ejercicio para control de la diabetes
Psicoterapia en la depresión
Hipnosis en colon irritable (B1)
Cúrcuma o jengibre en artritis reumatoide (B1)
A2 B1 Acupuntura en artritis reumatoide (B1)
Mesalazina y sulfasalazina en colitis ulcerosa (A2)
Tal y como hemos visto antes al hablar de los sistemas ordenados y desordenados, podemos
situar el binomio salud-enfermedad como un espectro continuo en el que podemos
situarnos más hacia un lado o hacia el otro, en los diferentes momentos de nuestra vida.
Hay que tener en cuenta que cada ser humano se sitúa en un lado u otro de este espectro
de salud, entre lo que podemos representar matemáticamente como el cero (muerte) y el
infinito (estado ideal de evolución humana). Cualquier enfermedad física o psíquica (todas
son psico-físicas en última instancia) nos da una oportunidad, no sólo para recuperar un
estado de equilibrio relativo en el que antes de enfermar nos encontrábamos sino para
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mejorar nuestra estado previo, sobre todo a nivel psíquico. Mientras que el deterioro físico
es más o menos inevitable y cada enfermedad supone un escalón más en el que se
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No vayamos a pensar que los humanos del siglo XXI estamos liberados de este tipo de
pensamiento. El enfermo que acude a su médico, curandero o a cualquier profesional de la
salud “alternativo” a la ortodoxia médica del momento, se sentirá más o menos atraído por
la imagen que percibe de su sanador, quien posee unos conocimientos especiales. También
quedará más o menos impresionado por unos rituales quirúrgicos o con aparatos especiales
o cualquier procedimiento que resulte desconocido para el enfermo. Y, por supuesto,
seguirá siendo importante el lugar donde se produce la consulta que tendrá mayor efecto
placebo en la medida que concuerde con las expectativas del enfermo. La visión mágica de
la salud sigue vigente, mezclada con nuevas formas características de nuestro tiempo y se
basa, como hace milenios, en el poder de las creencias, el impresionante poder del
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pensamiento que hemos abordado en otras secciones y que es capaz de generar curaciones
“milagrosas”, fenómenos naturales de los que aún no comprendemos totalmente sus
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mecanismos.
Pues bien, en la Grecia de hace 2.500 años se produjo un primer movimiento hacia la lógica
científica que hoy utilizamos como instrumento de acceso a la realidad y que tantos
beneficios nos ha traído (no vamos a entrar aquí en los perjuicios generados por su errónea
utilización). Sin embargo, ese gran logro del que hablaba Einstein, ese auténtico paso de
gigante sólo se pudo dar gracias a un terreno abonado por los llamados filósofos
presocráticos que sentaron las bases sobre la que Hipócrates de Cos y sus colaboradores
pudieron construir un nuevo edificio para la curación de las enfermedades. Estas bases
incluyen por un lado la potencia curativa de la naturaleza que hemos visto en la sección
anterior junto a la actitud de quien atiende al enfermo, que es la de hacer “terapia” o
therapeia que significa cuidar, atender o servir al enfermo y a la fuerza curativa del enfermo,
pues es la vis medicatrix naturae la que dirige el proceso. El profesional de la salud tan sólo
asiste, cuida, modula ese proceso. Si aparece la fiebre, el sanador no la suprime sino que la
observa y la regula (algo muy necesario de recordar hoy día por el uso inadecuado de los
antipiréticos). Si aparece un síntoma se modula si es necesario y se intenta comprender su
causa, su lógica, pero no se combate como si él mismo fuera la enfermedad sino que se
contempla como parte del esfuerzo de la naturaleza del organismo para restablecer la salud.
Hipócrates y su escuela aportaron una nueva visión, muy necesaria para salir de las
supersticiones del pasado.
El término physis fue utilizado por estos filósofos para designar el fundamento de todo lo
que existe, de todo lo real. Esta palabra deriva de phyeo que significa “nacer, brotar o crecer”.
Es un equivalente a la palabra latina natura que procede de nascor con el mismo significado.
De esta manera, existe una naturaleza o physis individual de cada criatura y una physis o
naturaleza universal, una naturaleza que es principio y unidad de todo lo que existe. A partir
de aquí surge la idea griega de tékhnê que se corresponde con el término latino ars. En la
medida en que la physis puede ser conocida y comprendida será posible interactuar con
ella, colaborar con ella, a través de una serie de procedimientos que se constituyen en
técnica y arte al mismo tiempo. De este modo nace la tékhnê iatrikê (de iatrós, médico) o
ars medica. A partir de ese momento se comienza a dejar atrás la importancia del “quién”,
“cómo” y “dónde” de la visión mágica de la sanación para convertirse progresivamente en la
realidad susceptible de ser comprobada, el “qué” son las cosas y el “por qué” de cada una
de las acciones o intervenciones del médico o terapeuta.
funcionamiento del ser humano como psique y soma que se manifiesta en el espacio-
tiempo. Para llevar a cabo esta tarea no sólo se requiere una serie de conocimientos y
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habilidades del sanador sino una información específica para el enfermo o para las familias,
de manera que puedan prevenir y tratar las enfermedades. Esta faceta de informar a todos
los humanos acerca de cómo funciona su mente y cuerpo requiere de un proceso educativo,
una transmisión de información en un lenguaje que sea entendible y operativo.
Así, tenemos representados los dos aspectos necesarios y complementarios de la salud. Por
un lado se incluye la necesaria intervención cuando se ha generado la enfermedad o el
traumatismo, lo que hace imprescindible algún tipo de acción por parte del sanador, bien
sea mediante el uso del bisturí, la sustancia o el método que considere más adecuado, sin
olvidar la poderosa herramienta de la palabra (el terpnos logos). Por otro lado nos
encontramos con la labor preventiva que se asienta sobre la educación de las familias y que
ha sido transmitida a lo largo de la historia, especialmente por las mujeres que suelen ser
las mejores expertas en el cuidado corporal y emocional de los niños, ancianos y adultos de
la comunidad. Esta labor educativa es un arte que utiliza diferentes herramientas para que
los miembros de una comunidad puedan adquirir ciertos conocimientos básicos que se
pueden transmitir mediante cuentos, mitos, cantos, teatro, etc.
curación sin necesidad de asumir la responsabilidad sobre nuestro proceso curativo, sin
tener que erradicar los hábitos negativos que nos han llevado a cierta patología (mala
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Para la escuela Hipocrática el concepto de dieta (del griego dyaita, régimen de vida) es algo
más que la alimentación, incluía el ejercicio, el contacto con el agua, el aire, los sueños y los
hábitos de vida en general que permiten conocer la génesis de muchas enfermedades.
Según sus propias palabras:
“Hay un punto que me parece indispensable que el hombre conozca en lo que se refiere a
naturaleza… a saber qué cosa es el hombre en relación a las comidas y bebidas y en general a
su régimen de vida, y cuál será, de cada sustancia nutritiva, el efecto producido sobre cada
individuo” (Antigua Medicina)
Y éste otro:
“Afirmo que quien pretende componer acertadamente un escrito sobre dieta humana debe,
antes que nada, reconocer y discernir la naturaleza del hombre en general.” (Sobre Dieta)
Higea, Asclepio y Panacea pueden ser utilizados hoy día como símbolos capaces de
ayudarnos a comprender las actitudes más convenientes para que la curación se haga cada
vez más efectiva. Ha llegado el momento de sacar de nuevo a la luz la figura de Higea pues
está quedando cada vez más claro que los avances tecnológicos (diagnósticos y terapéuticos)
en el ámbito de la salud no bastan para cumplir los objetivos de mejora en el bienestar y
desarrollo de los seres humanos. Enseñar a los niños en la escuela medidas sencillas y
eficaces de salud y bienestar puede llevarnos a ahorrar miles de millones de euros al año,
cuando esos niños sean adultos, además del ahorro en sufrimiento y muertes que es lo que
más interesa a los ciudadanos.
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ENFERMEDADES AGUDAS Y CRÓNICAS
Enfermedades agudas son aquellas que tienen un inicio y un fin claramente definidos y que
suelen ser de corta duración, aunque no hay un consenso en cuanto al período de tiempo
que define a una enfermedad como aguda. El término agudo no se refiere a la gravedad de
la enfermedad ya que muchas enfermedades agudas son leves como es el caso de un
catarro de vías altas o una gastroenteritis aguda. También existen enfermedades agudas
graves como un infarto agudo de miocardio, un edema agudo de pulmón o una sepsis aguda
que pueden llevar a la muerte rápidamente. Aunque algunas pueden dejar secuelas, la
mayoría de las enfermedades agudas son transitorias y completamente reversibles. En
ocasiones la enfermedad aguda puede convertirse en crónica cuando fallan los mecanismos
de curación y/o cuando se mantiene la presencia de los factores causales.
En cualquier caso hay que tener en cuenta que hablar de cronicidad supone hablar del
pronóstico de una enfermedad. Es importante que del mismo modo en que hoy podemos
curar enfermedades que hace años eran calificadas como incurables, mañana podremos
curar aquellas que hoy nos lo parecen. Por ese motivo resulta de vital importancia para la
relación médico-enfermo que el terapeuta tenga una visión amplia y humilde de su
capacidad de curar una enfermedad. A veces el médico queriendo ser honesto con su
paciente puede decirle: “Lo siento pero a usted le quedan unos tres meses de vida”. Esta no
es la actitud adecuada, al menos por dos razones. Por un lado el pronóstico de una
enfermedad viene dado por una serie de datos estadísticos. Se utiliza una media que indica
lo esperable en esa etapa de la enfermedad. Pero nadie conoce el futuro concreto de una
persona y, por lo tanto, nadie debería dar plazos exactos. Sí podría decirle algo así: “Las
estadísticas dicen que la enfermedad que usted padece y en la fase que se encuentra tiene
las siguientes expectativas… Pero también tengo que comunicarle que existen casos de
remisiones espontáneas en casi todas las enfermedades consideradas incurables. Existe una
pequeña probabilidad pero existe y no hay manera de saber, en el día de hoy, si será usted
una de esas personas”.
en marcha mecanismos de curación del cuerpo es asombrosa. Se han dado casos que dejan
al médico sumido en una completa perplejidad. A medida que se vayan aclarando los
mecanismos de sanación mente-cuerpo (la epigenética nos ofrece una de esas claves)
estaremos en condiciones de mantener una actitud mental abierta ante cualquier
enfermedad dejando que lo poco probable se vaya convirtiendo cada vez más en algo
relativamente probable en la práctica clínica diaria.
Por otro lado, hay que recordar que el médico es un ser humano con conocimientos
limitados, los cuales están basados en unos determinados enfoques y líneas de investigación
muy específicos que no son la totalidad de los existentes. Siempre es posible encontrar algún
procedimiento o remedio que ayude a curar alguna enfermedad incurable. No sabemos
todavía hasta qué punto es el remedio la causa de la sanación o es la creencia en el remedio
(efecto placebo). Dentro de dos siglos es muy posible que los médicos contemplen los
procedimientos curativos que hoy en día utilizamos como protocolos habituales y los
califiquen de rudimentarios y con demasiados efectos secundarios. Eso no significa que haya
que descalificar los métodos que usamos ahora pues en principio deberían ser aquellos cuya
eficacia está más demostrada pero es posible que algunos remedios cuya eficacia no está
hoy aún demostrada puedan ser más efectivos. Esto ha sucedido a lo largo de la historia con
algunos procedimientos y remedios que eran despreciados en su momento pero que
llegaron a ser tenidos en cuenta más adelante. La conclusión es actuar con prudencia y
pensar con mentalidad abierta sin descartar nada a priori sólo porque no sea admitido por
el paradigma científico predominante en el presente.
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CRISIS CURATIVA
Se trata de un concepto que refleja el esfuerzo que realiza el organismo en el seno de una
enfermedad aguda o como una agudización de un proceso crónico, para hacer frente al
desorden del sistema. Ya en el siglo IV a. C. Parménides afirmaba: “Dadme el poder de
producir fiebre y sanaré cualquier enfermedad”. Aunque tal vez exageraba, a la vista de los
conocimientos actuales, podemos observar la buena dosis de verdad que hay en estas
palabras. La fiebre es tal vez uno de los mecanismos inespecíficos más representativos del
esfuerzo agudo que realiza un organismo para hacer frente a una enfermedad. Es un
elemento importante dentro de la respuesta inflamatoria innata que se genera
automáticamente ante cierto tipo de agresiones como es el caso de infecciones causadas
por bacterias, virus, hongos y protozoos. El aumento de la temperatura corporal forma parte
de una compleja respuesta defensiva del sistema inmunitario, capaz incluso de matar células
cancerosas (es uno de los tratamientos que se han ensayado con éxito en oncología).
A nivel psíquico sucede lo mismo con las crisis curativas en las que ante ciertos hechos
objetivos (un trauma psíquico) o subjetivos (unos pensamientos negativos repetitivos o un
sueño terrorífico) se produce un cierto desequilibrio en la mente inconsciente. Ese
movimiento psíquico caótico contiene las claves del orden de una manera semejante al
proceso de limpieza de una balsa o estanque que ha ido acumulando lodos, suciedades y
objetos diversos con el paso del tiempo. Para limpiar el estanque hay que remover las aguas
que ahora están más sucias que antes pero esta removida es necesaria para limpiar los
elementos indeseables. La crisis curativa es el proceso de efervescencia o agudización que
forma parte del esfuerzo curativo de la naturaleza para restablecer el equilibrio perdido.
Respetar ese proceso con intervenciones inteligentes es la mejor manera de apoyarle sin
entorpecer su propósito.
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FORMAS TERAPÉUTICAS
Existen distintas modalidades terapéuticas que se pueden clasificar según el nivel del
proceso de enfermar sobre el que actúan y según la procedencia y características de cada
herramienta.
ENFOQUES TERAPÉUTICOS
Nos encontramos con diferentes enfoques de tratamiento de la enfermedad en función del
nivel causal sobre el que actúan:
TERAPÉUTICA ETIOLÓGICA
La etiología (de aitía, “causa” y lógos, “tratado, estudio”) consiste en el estudio de las causas
de las enfermedades. Se trata del enfoque ideal pues va a tratar directamente las causas
primarias y secundarias que generan la enfermedad; el qué las produce. Por ejemplo, en
caso de una neumonía por neumococo, el tratamiento etiológico irá a la causa aparente o
secundaria del proceso que consiste en tratar la infección causada por la bacteria específica
que es la que genera el proceso inflamatorio como respuesta al ataque bacteriano. El
tratamiento etiológico nos puede llevar a administrar remedios artificiales como un
antibiótico de síntesis que no está presente en la naturaleza o remedios naturales como es
el caso de la penicilina extraída del hongo Penicillium notatum o de aceites esenciales de
Thymus Vulgaris, Helichrysum italicum y Cinamomum Zeylanicum, entre otros.
Si atendemos a las causas primarias nos podemos encontrar con un estado corporal
inmunodeprimido asociado, por ejemplo, a un significativo acúmulo de toxinas por la
excesiva ingesta de ciertos alimentos como los azúcares y tóxicos como el alcohol y el tabaco
en cantidades excesivas. Pero la causa primaria de todas las enfermedades está situada en
el nivel de la mente pues es la mente del individuo enfermo la que ha tomado las decisiones
erróneas que le han llevado a ingerir estos tóxicos y a dejar de ingerir los alimentos y
suplementos adecuados. La misma mente puede haber entrado en una dinámica de
ansiedad con deseos compulsivos como el trabajar en exceso para conseguir la admiración
y reconocimiento de otras personas. O tal vez la mente ha estado generando pensamientos
depresivos entre los que se encuentran la desvalorización y menosprecio hacia uno mismo.
El tratamiento causal irá dirigido, por lo tanto, no sólo a la causa secundaria (neumococo)
sino al estado de inmunodepresión y toxemia que es el terreno que permite que el germen
se multiplique con facilidad. Y, sobre todo, el tratamiento tiene que tocar la causa primera:
la actitud mental que alimenta pensamientos erróneos que han generado el proceso
morboso; de lo contrario persistirá el terreno abonado para esa u otra forma de enfermar.
TERAPÉUTICA FISIOPATOLÓGICA
fisiopatológicos que intervienen en el proceso de enfermar (el cómo). Por ejemplo, en el caso
de la neumonía el tratamiento fisiopatológico se dirige a moderar la respuesta inflamatoria
que aunque se trata de una respuesta encaminada a combatir la infección, puede generar
una importante obstrucción bronquial por edema de la mucosa junto a un llenado de
mucosidad de los alveolos pulmonares, un proceso inflamatorio que puede llegar
comprometer el paso del oxígeno a la sangre y llevar a la muerte. Tal vez sea necesario
también reducir el broncoespasmo reactivo mediado por el sistema nervioso vegetativo
para mejorar la oxigenación de los pulmones y del organismo en su totalidad. Y puede ser
muy conveniente fluidificar el moco con vapor de agua y algunas substancias junto a un
tratamiento de drenaje postural y masaje clapping a cargo del fisioterapeuta.
Este enfoque no actúa tanto sobre las causas sino sobre los efectos de esas causas que se
han convertido, a su vez, en causas de los síntomas que padece el enfermo. La única manera
de apoyar la curación con un tratamiento fisiopatológico es conociendo los mecanismos de
enfermar. Podemos actuar en una neumonía de la manera que hemos descrito porque
previamente conocemos esos mecanismos. Esto sólo ha sido posible gracias a los avances
científicos para comprender los mecanismos biológicos, bioquímicos y biofísicos que
generan cada enfermedad. Mientras que en la terapéutica etiológica buscamos la causa, el
qué la produce, en la fisiopatológica buscamos el cómo. Ambas se complementan y todo
terapeuta debe tenerlas en mente para ofrecer un tratamiento holístico.
TERAPÉUTICA SINTOMÁTICA
Por último nos encontramos con el enfoque que actúa sobre los efectos finales del proceso,
aquellos que son evidentes para el enfermo y el terapeuta, y no sobre las causas. Es el caso
de un tratamiento para la neumonía que incluye tratar el dolor y el malestar, la tos, el exceso
de fiebre, etc. No hay problema en actuar sobre los efectos mientras no se pierdan de vista
las causas y los mecanismos de enfermar. Hay que tener mucho cuidado para no entorpecer
los mecanismos de sanación cada vez que deseamos actuar sobre los síntomas. Por ejemplo,
suprimir la fiebre o la tos puede ayudar a deshacer la enfermedad o puede llegar a ser un
desastre que la agrava o cronifica. La tos es un mecanismo de defensa del organismo dirigida
a expulsar gérmenes y toxinas. Si se erradica en un momento en que resulta necesaria
podemos generar problemas. Lo mismo puede suceder si se administran opiáceos para el
dolor que son capaces de bajar todavía más la respuesta inmunitaria.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que a veces el alivio de los síntomas genera en el
enfermo una actitud positiva de esperanza que ayuda a romper el círculo vicioso psico-físico
de miedo-enfermedad. Por ese motivo el terapeuta debe evaluar la relación beneficio/riesgo
según cada enfermedad, y sobre todo, según la idiosincrasia de cada enfermo. Se pueden
dar consejos generales a modo de orientación pero cada persona es un mundo y cada
momento de esa persona diferente a otros. La terapia para aliviar o deshacer el síntoma
siempre debería acompañarse de la terapia que acude a las causas y a los mecanismos de
enfermar. De este modo actuamos con más seguridad de no estar dificultando los procesos
fisiológicos.
Lo mismo sucede, por ejemplo, en el caso de una diarrea por gastroenteritis aguda. La
diarrea es un mecanismo de defensa con el que el intestino intenta deshacerse de la mayor
cantidad posible de toxinas o de gérmenes invasivos. Cortar la diarrea puede ser
extremadamente peligroso porque supone, como en el caso de la tos y la mucosidad de la
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permite recuperar las pérdidas de elementos importantes para la vida. Sin embargo, cuando
la diarrea se torna excesiva hay que regularla para que la pérdida de agua y minerales no
ponga en peligro a la totalidad del cuerpo.
Decisiones erróneas
Alimentación inadecuada
ingesta de tóxicos
estrés, etc.
CAUSAS PRIMARIA
Neumococo
CAUSAS SECUNDARIA
Fiebre
Tos
Secreción mucopurulenta
Dolor
SÍNTOMAS O EFECTOS
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TÉCNICAS TERAPÉUTICAS
Las diferentes técnicas terapéuticas actúan sobre los tres niveles fundamentales del ser
humano: materia, energía y mente. Hay que tener en cuenta que como el humano es el
resultado de la interacción entre estos tres niveles, la interrelación que hay entre ellos hace
que cada técnica actúe sobre los tres aunque su acción fundamental se dirija especialmente
a uno de ellos. Por ejemplo, cualquier enfoque de psicoterapia incide sobre todo en el nivel
de la mente pero al actuar sobre los pensamientos también incide sobre el estado
energético del cuerpo a través del sistema nervioso y sobre el estado biológico y bioquímico
de cada célula del organismo. Del mismo modo, un campo electromagnético aplicado sobre
el cuerpo genera una serie de cambios bioquímicos (nivel materia). También la
administración de una substancia, por ejemplo es capaz de excitar o inhibir determinados
circuitos neurológicos generando cambios electromagnéticos en el cuerpo (nivel energía). La
aplicación de un masaje no sólo genera cambios circulatorios y musculares que mejoran la
fisiología de los tejidos sino que, además, la energía cinética que aplican las manos del
masajista es conducida y transformada en el cuerpo receptor en otras formas de energía
(como la elástica, térmica, electromagnética, etc.) gracias a los circuitos de materiales
semiconductores corporales descubiertos en los últimos años.
Veamos una aproximación a las diferentes técnicas que actúan sobre los diferentes niveles:
NIVEL MATERIA
Los procedimientos terapéuticos que actúan sobre la materia corporal, incluyendo los
aspectos biológicos (células) y bioquímicos (moléculas) se pueden estudiar desde dos puntos
de vista: según se trate de técnicas que actúan sobre lo que entra en el interior del cuerpo
desde el mundo externo o las que actúan sobre los elementos que el cuerpo genera para
sostener la vida en su relación con el mundo exterior:
por los humanos desde hace milenios como la hidroterapia, Geoterapia (arcillas y lodos),
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NIVEL ENERGÍA
Existen muy diversos instrumentos que transmiten distintas formas de energía: cinética,
elástica, térmica, electromagnética, gravitatoria, etc. que generan cambios en la biología y
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bioquímica de las células y tejidos. La biofísica estudia la naturaleza de esas energías y los
cambios generados sobre el cuerpo.
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TÉCNICAS BASADAS EN LOS CAMPOS ELECTROMAGNÉTICOS PRESENTES EN EL
CUERPO HUMANO, especialmente aquellos generados por el corazón, el cerebro y
las manos. Aquí se incluyen técnicas como el toque terapéutico, reiki, qi-gong (chi-
kung), terapia de la polaridad, terapia biomagnética y, en general, las terapias
basadas en el biomagnetismo (el estudio de los campos magnéticos generados por
el cuerpo) y la magnetobiología (los efectos de los campos magnéticos sobre el
cuerpo).
NIVEL MENTE
En esta sección se incluyen las diferentes formas de psicoterapia o terapias psicológicas, entendidas
como las formas que puede adoptar un proceso terapéutico cuyo objetivo es la sanación de la mente
enferma o la mejora de la psique que genera una mayor calidad de vida de la persona. En la actualidad
nos encontramos con diferentes enfoques de trabajo de los que surgen una gran variedad de escuelas:
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