La Filosofía Como Pasaje Del Mito Al Logos

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La filosofía como pasaje del mito al logos por DARÍO

Se dice que la filosofía nació en Grecia cuando una serie de pensadores se preguntaron
por primera vez por el origen de todas las cosas. Esos pensadores vivían en Mileto,
costa asiática del Mediterráneo, alrededor del siglo VI a. C. Se discute mucho la
cuestión del comienzo, esa manía nuestra de querer priorizar momentos fijos con
héroes que transformaron de raíz la escena vigente. A veces se suele presentar a Tales
como una especie de héroe, que en medio de una cultura mitológica, se iluminó e
inventó la filosofía. Es cierto que según los registros históricos y sobre todo de acuerdo
al relato que hace Aristóteles de los primeros filósofos previos a él, Tales fue quien
pronunció por vez primera una respuesta racional, natural y conceptual sobre la
cuestión del origen. ¿Cuál fue el principio de todas las cosas? ¿Cuál fue el arché?
Arché en griego significa «principio rector» y está asociado tanto a un elemento
material a partir del cual todo proviene, como a la idea de rey o señorío. Lo que rige
todo, pero no es regido; lo que no necesita de nada para subsistir. Tales no trajo a
colación ninguna deidad ni efecto sobrenatural, sino que justamente se lo reivindica
como primer filósofo debido a su respuesta: el origen de todas las cosas es el agua. De
algún modo es claramente justificable la dependencia última de cualquier entidad con
respecto al agua. Y en última instancia, convenza más o menos, el intento por
responder desde un dispositivo de saber encuadrado en la tensión entre filosofía y
ciencia, lo coloca en otro lugar al usual de sus tiempos. Sin embargo, lo interesante es
vislumbrar el modo en que se fue instalando un tipo de abstracción, obsesionada por
encontrar la unidad en la diversidad, lo común a la multiplicidad de entes que pululan
por doquier. Lo interesante es entender que hubo un acontecimiento o
acontecimientos que fueron llevando a la necesidad de sintetizar, de reducir, de
simplificar, de economizar, de administrar las diferencias a partir de estructuras
comunes que en su simplicidad nos proveyeran de explicaciones satisfactorias y
tranquilizantes. Nos anestesiaran un poco.
Quiero decir; ¿por qué tanta obsesión por encontrar un principio que unifique, que
mancomune, que desdiferencie, que agrupe? ¿Por qué el camino no fue otro? ¿Por qué
en realidad el camino no fue múltiples caminos? ¿Qué se gana y qué se pierde al
economizar lo múltiple y reducir lo real a principios firmes y definitivos?
Algo anda mal en el tren. Frena demasiado. Se mueve raro. Me da arcadas. Estaría
bueno saber qué es lo que está pasando, pero nunca se sabe nada. Uno se acostumbra
a dejarse llevar por la inercia misma de una cotidianidad sin respuestas. Si no se
pueden conocer los motivos por los cuales el tren funciona mal, ¿por qué suponer que
podríamos conocer los motivos del universo? A veces me parece más fácil hacer
filosofía y arriesgar alguna respuesta sobre los grandes temas existencial es que
averiguar por qué el tren está andando mal o a qué hora llegará a destino. La pregunta
por el po rQué parece que solo puede contestarse con respuestas últimas y únicas. No
es casualidad que el Dios
que ha triunfado haya venido de la mano y con la mano del monoteísmo: un único Dios,
una única verdad. ¿Pero por qué? ¿Por qué la pregunta por el por qué solo parece
poder responderse con respuestas últimas y únicas? ¿Qué tipo de orden se esconde
detrás de la unidad de lo diverso? O más bien, ¿por qué la unidad tiene mejor prensa
que la diversidad? O mejor, ¿por qué cuánto más hallamos lo común entre los entes
nos sentimos más cerca de la verdad y cuánto más nos perdemos en las diferencias,
nos sentimos a la deriva? Hay como una economía del pensamiento que en la
racionalización, medición y cuantificación de ideas, se ordena mejor. ¿Pero qué es el
orden? ¿Qué se gana y qué se pierde con el orden? ¿Y con cuál orden? ¿Hay un orden
natural de las cosas?
Ya el mundo de la mitología griega tenía sus complejidades. Pero una de las formas
oficiales de narrar el origen de la filosofía es con el relato del pasaje del mito al logos.
La idea de pasaje supone dos estados diferenciados y un momento de transición
concreto que suele cristalizar ambos estados como si no hubiera procesos, sino
cambios radicales y terminantes. Ahora el tren frenó y no arranca. La señora mayor
empezó a hablar. No entiendo lo que dice, pero se la ve enojada. Habla al aire, molesta
con el mundo, o por lo menos con este viaje interrumpido. Insulta a todo el mundo,
pero sobre todo a los políticos. Exige que los servicios funcionen y desafía con no pagar
más los impuestos. Nada en la historia cambia de manera tan terminante de un día
para el otro. No es cierto que hasta Tales toda la cultura griega estaba escuadriñada por
la mitología y en el medio de tanta «oscuridad», Tales se dio cuenta y empezó a pensar.
¿No se pensaba antes? ¿Los mitos no tienen nada de pensamiento? Y al revés, ¿no hay
algo de mito en la razón?
Los mitos son cuentos, relatos, pero que no aspiran a una explicación racional de lo
real, o incluso podríamos decir que no aspiran a una explicación sino a una praxis, a la
conformación de una costumbre.
Los mitos nos brindan el horizonte dentro del cual ciertas costumbres se ven
legitimadas, cobran sentido. Pero no intentan construir una justificación racional donde
todo lo afirmado se encuentre debidamente justificado y demostrado con argumentos
lógicos o empíricos, sino que al contrario apelan más a la emoción, a la sensibilidad, a la
memoria, a las fantasías, a todos aquellos aspectos más bien irracionales de lo humano
y que en cuanto tales impulsan a la acción. Tampoco la historia de la mitología griega es
lineal. Los mitos mutan todo el tiempo de acuerdo a la zona, a la época, a los
protagonistas. Y su narración por parte de los poetas también va transformándose,
adquiriendo con el paso de los siglos cada vez mayor racionalidad.
Mito y logos son dos términos que se nos presentan confrontados y sin embargo se ven
unidos por más de una variable. En principio se puede reconocer en Tales tanto a un
mitólogo como a un filósofo. De acuerdo a las fuentes textuales, lo que a lo sumo se
puede saber que escribió auténticamente Tales fue algo así como que «la Tierra flota
sobre el agua como un leño»[26]. De allí que ligar más esta idea con la noción científica
de agua que con los mitos adjudicados al dios Poseidón, tiene más que ver con la
necesidad de Aristóteles de fundar su propia historia como sucesor de una cadena de
filósofos que con alguna prueba concreta. Todos los pensadores presocráticos se
encuentran siempre en el límite entre el mito y el logos, y también al revés, se puede
encontrar en los relatos mitológicos de Hesíodo y el nacimiento de todas las deidades
narrado en la Teogonía[27], una disposición racional de vínculos entre los dioses y los
objetos del mundo que lo hace tener más que ver con la lógica del logos que con el
mito. Es cierto que algo fue surgiendo en la Grecia arcaica que se fue convirtiendo en lo
que llamamos filosofía, cada vez más alineada con los discursos racionales, y menos
conectada con los discursos míticos. Ya en la Grecia clásica ateniense, la divisoria es
clara, aunque a los ojos del racionalismo moderno, la filosofía de Platón se encuentre
en el límite. Son estas dicotomías las que de alguna forma se van instalando como
ordenatorias de todo saber y que terminan agudizando los extremos: mito «o» logos, y
no mito «y» logos. De hecho en la etimología de la palabra logos está la idea de
cuento[28], el contar, el enumerar, donde el cuento sigue siendo la narración del mito,
pero ahora siguiendo pasos, adaptándose a cierto orden, a cierta ley. El mito y el logos
pueden tratarse de lo mismo: formas de conectarnos con lo real a través de un sentido,
a través de un relato. Cuentos…Cuentos. ¿Cómo se creó todo? ¿Cómo se creó aquello
que creó todo? ¿Cómo se creó lo que creo que se creó todo? Cuentos para niños:
apasionados, terapéuticos, tranquilizantes. Todo en definitiva es discurso y además,
todo es cuento. ¡Tiene que haber sentido! Todos los eventos se cuelgan de un
cuento que hace de hechos aislados una historia. No importa si es lógica o no, la lógica
viene después. Primero el cuento: algunos son lógicos y otros no, pero todos funcionan.
El conocimiento científico moderno, con sus criterios de prueba y sus criterios de
verdad, también es un cuento que, cuando se instala, se vuelve evidencia. Se vuelve
normalidad de una época. Se vuelve garantía de funcionamiento. ¿Por qué el señor que
duerme no puede estar muerto? ¿Por qué la señora que sigue gritando a nadie porque
el tren está detenido inculpando a todo el mundo, no puede ser un robot?
Filosóficamente hablando, puede ser cualquier cosa. Poseemos la disposición a
cuestionarlo todo y en ese sentido, las pruebas cumplen un papel posterior. Lo
importante es el cuento. Y en todo caso la prueba empírica ya supone un cuento previo
que hace de nuestro acceso a los hechos, una acción transparente. Y si a la mujer la
cortamos por la mitad con una motosierra y vemos sus entrañas similar a la de
cualquier ser vivo, todavía podemos dudar de si lo que estamos observando no es un
sueño o una alucinación, o si detrás del último órgano que estamos destruyendo no se
esconde el
microchip original. La fuerza de los cuentos…
Hesíodo cuenta en la Teogonía que en el principio era Caos y de Caos fueron naciendo
varios dioses, los principales Gea y Eros, la tierra y el amor. De Gea se engendró Urano,
el cielo, y entre Gea y Urano y gracias a Eros, se fue poblando el mundo con cientos de
dioses que corresponden a la mayoría de las entidades existentes. Hay una lógica en el
planteo, hay logos aunque esté escondido en un relato mítico. Los límites entre el mito
y el logos son difusos. La coherencia lógica y la causalidad en el ordenamiento de los
dioses explican con una gran cuota de racionalidad el origen de todas lascosas. Por eso
hablar del origen de la filosofía es como hablar de cualquier origen: es hablar de
aquello que desde el presente, desde cada presente, se configura como
encadenamiento de sentido. Podría nacer la filosofía con Hesíodo, pero Aristóteles
puso el acento en Tales y el tipo de filosofía que luego se fue instalando con su propia
naturaleza filosófica fue
haciendo de Tales el iniciador de esta forma de pensar. En realidad, si tomásemos
muchas de las más importantes filosofías de los últimos siglos, casi ninguna
engancharía con lo que hace de Tales el primer filósofo. ¿Pero hay algo en común entre
todos aquellos que sostienen estar haciendo filosofía?

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