What Is Agency ES
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¿Qué es la Agencia?
Autor(es): Mustafa Emirbayer y Ann Mische Source: American Journal of Sociology , Vol.
103, Nº 4 (enero de 1998), págs. 962-1023 Publicado por: The University of Chicago Press.
1
Este artículo tiene por objeto desglosar analíticamente el concepto de organismo en
los diversos elementos que lo componen (aunque éstos están interrelacionados
empíricamente), 2) demostrar las formas en que estas dimensiones de organismo se
interpenetran con las formas de estructura, y 3) señalar las consecuencias de esa
concepción del organismo para la investigación empírica. Los autores
conceptualizan la agencia como un proceso de compromiso social incrustado
temporalmente, informado por el pasado (en su aspecto "iterativo" o habitual) pero
también orientado hacia el futuro (como una capacidad "proyectiva" de imaginar
posibilidades alternativas) y hacia el presente (como una capacidad "práctica-
evaluativa" de contextualizar hábitos pasados y proyectos futuros con en las
contingencias del momento).
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Este es un artículo completamente escrito por un coautor. Los borradores anteriores se presentaron en el Centro Paul
F. Lazarsfeld de Ciencias Sociales de la Universidad de Columbia, el Taller sobre Política, Poder y Protesta de la
Universidad de Nueva York, el Coloquio sobre Cultura y Política de la Nueva Escuela de Investigación Social, la reunión de
la Asociación Americana de Sociología en Los Ángeles y varios seminarios en la Nueva Escuela de Investigación Social y la
Universidad de Princeton. Quisiéramos agradecer a los participantes en esos foros sus numerosos y útiles comentarios.
También quisiéramos agradecer a Jeffrey Alexander, Bernard Barber, Richard Bernstein, Donald Black, Mary Blair-Loy,
David Gibson, Chad Goldberg, Jeff Goodwin, Michael Hanagan, Hans Joas, Michele Lamont, Edward Lehman, Calvin
Morrill, Michael Muhlhaus, Shepley Orr, Margarita Palacios, Mimi Sheller, Charles Tilly, Diane Vaughan, Loïc Wacquant, y
Harrison White por sus numerosas e iluminadoras percepciones, críticas y sugerencias. Correspondencia directa con
Mustafa Emirbayer, Departamento de Sociología, New School for Social Research, 65Fifth Avenue, Nueva York, Nueva
York 10003.
Sostenemos que cada uno de los intentos recientes más significativos de teorizar la agencia
ha descuidado aspectos cruciales del problema. Indistinguimos (y mostramos la
interacción) entre las diferentes dimensiones de la agencia, buscamos ir más allá de estos
varios puntos de vista unilaterales. Los "teóricos de la práctica" como Pierre Bourdieu y
Anthony Giddens, por ejemplo, han prestado atención selectiva al papel del hábito y las
prácticas rutinarias; su perspectiva (tal vez la dominante en la sociología americana
contemporánea) considera que la agencia humana es habitual, repetitiva y se toma por
sentada, opinión que comparten los etnometodistas, los nuevos institucionalistas de la teoría
de la organización y muchos otros. Los enfoques alternativos se han basado igualmente en
concepciones unilaterales de la agencia; por ejemplo, tradiciones tan diferentes entre sí
como la teoría de la elección racional y la fenomenología han hecho hincapié en la
búsqueda de objetivos y la intencionalidad, mientras que las teorías de la publicidad y la
comunicación, así como ciertas teorías feministas, han hecho demasiado hincapié en la
deliberación y el juicio. Si bien la rutina, el propósito y el juicio constituyen dimensiones
importantes de la agencia, ninguna de ellas capta por sí misma toda su complejidad.
Además, cuando una u otra se mezclan con la agencia misma, perdemos el sentido de la
interacción dinámica entre estas dimensiones y de cómo esta interacción varía dentro de los
diferentes contextos estructurales de la acción.
Así pues, nuestros objetivos inmediatos en este artículo son tres: desglosar analíticamente
el organismo en los diversos elementos que lo componen (aunque éstos estén claramente
interrelacionados empíricamente), 2) demostrar las diferentes maneras en que las
dimensiones del organismo se interpenetran con las diversas formas de estructura, y 3)
señalar las implicaciones de esa concepción diferenciada del organismo para la
investigación empírica.
Teóricamente, nuestra contribución central es comenzar a reconceptualizar la agencia
humana como un proceso de compromiso social temporalmente incrustado, informado por
el pasado (en su aspecto habitual), pero también orientado hacia el futuro (como capacidad
de imaginar posibilidades alternativas) y hacia el presente (como capacidad de
contextualizar hábitos pasados y proyectos futuros dentro de las contingencias del
momento). La dimensión agencial de la acción social sólo puede ser capturada en toda su
complejidad, argumentamos, si se sitúa analíticamente dentro del flujo del tiempo. Más
radicalmente, también argumentamos que los contextos estructurales de la acción son en sí
mismos campos temporales y relacionales: múltiples formas superpuestas de ordenar el
tiempo hacia las que los actores sociales pueden asumir diferentes orientaciones agénticas
simultáneas. Dado que los actores sociales están incrustados en muchas de esas
temporalidades a la vez, se puede decir que están orientados hacia el pasado, el futuro y el
presente en un momento dado, aunque pueden estar orientados principalmente hacia una u
otra de ellas dentro de cualquier situación emergente. A medida que los actores se mueven
dentro y entre estos diferentes contextos de desarrollo, cambian entre (o "recomponen") sus
orientaciones temporales -como se construyen en y por medio de esos contextos- y, por lo
tanto, son capaces de cambiar su relación con la estructura. Sostenemos que, al examinar
los cambios en la orientación de la agencia, podemos obtener una influencia analítica
crucial para trazar los diversos grados de maniobrabilidad, inventiva y elección reflexiva
que muestran los agentes sociales en relación con los contextos limitantes y propicios de la
acción.
En general, nuestra preocupación principal en este artículo es de naturaleza moral y
práctica. Sostenemos que la reconceptualización de la agencia como una dinámica temporal
internamente compleja hace posible una nueva perspectiva sobre el viejo problema del libre
albedrío y el determinismo. ¿Cómo son los actores sociales, nos preguntamos, capaces (al
menos en principio) de evaluar críticamente y reconstruir las condiciones de sus propias
vidas? Si los contextos estructurales se pueden separar analíticamente de las capacidades de
acción humana (y se oponen a ellas), ¿cómo es posible que los agentes sociales puedan
mediar o transformar sus propias relaciones con esos contextos? Sin desagregar el concepto
de agencia en sus dimensiones analíticas más importantes, no podemos esperar encontrar
nunca respuestas satisfactorias a estas preguntas. La clave para captar las posibilidades
dinámicas de la agencia humana es verla como compuesta de orientaciones variables y
cambiantes dentro del flujo del tiempo. Sólo entonces quedará claro cómo los entornos
estructurales de la acción son sostenidos dinámicamente por la agencia humana y también
alterados por ella, por actores capaces de formular proyectos para el futuro y realizarlos,
aunque sea en pequeña parte, y con salidas imprevistas, en el presente.
AGENCIA TEORIZADORA
Muchas de las tensiones en las concepciones actuales de la agencia humana se remontan al
debate de la Ilustración sobre si la racionalidad instrumental o la acción moral y basada en
normas es la expresión más verdadera de la libertad humana. Las concepciones teleológicas
e instrumentales de la acción alimentaron el individualismo filosófico de la Ilustración
temprana, que, aunque todavía se basaba en la moral religiosa de la época, permitió la
posterior invención del individuo como "agente libre" capaz de tomar decisiones racionales
para sí mismo y para la sociedad (Lukes 1973). Con el rechazo de John Locke (1978) al
poder vinculante de la tradición, su ubicación de las creencias en la experiencia individual y
su fundamento de la sociedad en el contrato social entre los individuos, surgió una nueva
concepción de la agencia que afirmaba la capacidad de los seres humanos para dar forma a
las circunstancias en las que viven. Esta fe sustentó posteriormente una larga línea de
pensadores sociales, entre ellos Adam Smith, Jeremy Bentham y John Stuart Mill, y encajó
la agencia en una concepción individualista y calculadora de la acción que todavía subyace
en muchos relatos occidentales sobre la libertad y el progreso.
En respuesta a esta asociación de la libertad con el interés propio racional, otros pensadores
de la Ilustración, en particular Jean-Jacques Rousseau, se anticiparon a los últimos
románticos explorando en su lugar concepciones alternativas de la libertad como el ascenso
de la conciencia y la voluntad moral, de una moralidad auto-legisladora. Su perspectiva
subrayó la importancia de la imaginación trascendental así como la de la razón
instrumental. Estos dos puntos de vista se abrieron camino en la filosofía crítica de
Immanuel Kant (1965, 1956, 1951), que consideraba la libertad como una voluntad
individual basada en la norma, regida por el imperativo categórico y no por la necesidad (o
el interés) material. Kant bifurcó toda la realidad en dos órdenes opuestos: el condicional y
el normativo, la necesidad y la libertad, concebida esta última como la actividad pura y no
condicionada de los seres morales autónomos. Su interpretación de la antigua cuestión del
libre albedrío frente a la necesidad se convirtió en la teoría sociológica clásica en el punto
de partida de una preocupación por la acción no racional orientada a las normas, en
contradicción con la acción racional instrumental en la que insistían los analistas
economistas de la sociedad (Habermas 1984-89; Münch 1981, 1994). En palabras de Hans
Joas (1993, pág. 247): "Como una protección segura contra los peligros utilitarios de la
teoría de la acción racional, los teóricos fundadores de la sociología [recurrieron] a Kant y a
su noción de acción moral libre". En esta línea, la temprana teoría de la acción de Talcott
Parsons puede leerse como un intento inspirado por Kant de sintetizar las dimensiones
racional-utilitaria y no racional-normativa de la acción. En The Structure of Social Action,
por ejemplo, Par- sons (1968, pág. 732) sostuvo que "las condiciones pueden concebirse en
un polo, los fines y las reglas normativas en otro, los medios y el esfuerzo como el vínculo
de conexión entre ellos". Agency, para Parsons, se plasmó en la noción de esfuerzo, como
la fuerza que logra, en la terminología kantiana, la interpenetración de la racionalidad de
medios-fines y la obligación categórica.
La temprana atención de Parsons a la dimensión temporal de la acción (posteriormente
descartada en su posterior trabajo estructural-funcionalista) también quedó atrapada dentro
de los dualismos kantianos. Señaló que toda acción social, ya sea instrumental o normativa,
tiene una estructura teleológica: "Un acto es siempre un proceso en el tiempo. . . . El fin del
concepto siempre implica una referencia futura, a un estado que. . . no existe todavía, y que
no existiría si el actor no hiciera algo al respecto" (Parsons 1968, p. 45). Por otra parte, en
ninguno de sus escritos Parsons elaboró una teoría totalmente temporal de la agencia (o, de
hecho, de la estructura): la agencia permanecía "fuera" del tiempo (como en la propia
concepción de Kant de lo "incondicionado"), mientras que la estructura seguía siendo una
categoría espacial más que (también) una construcción temporal. Además, en ninguno de
sus escritos Parsons prestó mucha atención sistemática a la desagregación del concepto
crucial de esfuerzo en sí mismo, para abrir la "caja negra" de la agencia humana.
Agencia en Teoría Social
En un diálogo explícito con las teorías parsonianas (y kantianas) de la agencia, tanto James
Coleman como Jeffrey Alexander han presentado recientemente intentos de unir los
enfoques instrumentales y normativos, aunque con resultados sorprendentemente
diferentes. En respuesta a la desaparición de la agencia en versiones posteriores del
estructural-funcionalismo, los defensores de la elección racional han seguido el
llamamiento de George Homans (1964) para "hacer volver a los hombres" y volver a una
teoría de la acción firmemente basada en las orientaciones propositivas, instrumentales y
calculadoras de los individuos. En su importante trabajo sintético, Foundations of Social
Theory, Coleman (1990) trata de superar la división kantiana entre intereses y normas
argumentando que los supuestos de elección racional pueden proporcionar los fundamentos
de una teoría normativa basada en la influencia social ponderada por el poder. Coleman
contrarresta el individualismo descontextualizado de muchas perspectivas de los actores
racionales vinculando la actividad intencional a nivel micro con las interdependencias
sistémicas a nivel macro, demostrando allí que la acción es siempre un fenómeno social
complejo e interactivo. Sin embargo, no aborda el problema en el centro de las
explicaciones de la elección racional: la decisión (claramente reconocida) de poner entre
paréntesis las decisiones que pueden interpretarse retrospectivamente como racionales. Al
suponer que "las acciones son 'causadas' por sus consecuencias (anticipadas)" Coleman
(1986, pág. 1312) atribuye el impulso a la acción a una racionalidad de medios-fines
abstraída de la experiencia humana del tiempo. Si bien este paréntesis de temporalidad
subjetiva conduce de hecho a la predicción de una impresionante gama de fenómenos
sociales resultantes de las elecciones individuales, no nos permite comprender los procesos
interpretativos en los que las elecciones son imaginadas, evaluadas y reconstruidas de
manera contingente por los actores en un diálogo continuo con las situaciones en desarrollo.
La atribución causal post hoc implícita en las concepciones de elección racional de la
agencia deja intacta la caja negra de Parsons.
Una iniciativa más prometedora en la exploración analítica de la agencia puede verse en la
reciente obra de Jeffrey Alexander (1988, esp. pp. 301-33; 1992). Aunque es un neo
parsoniano en muchos aspectos, y por lo tanto influido en la estructura profunda de su
pensamiento por las categorías kantianas (sigue tomando como marco de referencia la
dicotomía entre lo condicional y lo normativo), Alexander avanza considerablemente más
allá tanto de Kant como de Parsons en la tematización de las formas en que la agencia
humana se relaciona con sus contextos estructurales. Es el primer gran teórico que
desagrega sistemáticamente el concepto de agencia propiamente dicho, sondeando en él la
estructura pecaminosa y delineando categorías de procesos agénticos. En Action and Its
Environments, Alexander (1988) propone que la acción se conciba en función de dos
dimensiones básicas, que él denomina interpretación (subdividida a su vez en tipificación e
invención) y estrategización. Con estas categorías analíticas pretende sintetizar, como lo
hizo Parsons antes que él, las perspectivas normativas y utilitarias presentándolas como
dimensiones complementarias pero analíticamente distinguibles de la acción humana. Pero
la teoría multidimensional de Alexander también va mucho más allá de la teoría parsoniana
al proporcionar una visión precisamente de ese elemento entre corchetes de Coleman, es
decir, los procesos interpretativos de los actores contextualmente encajados. En lo que
sigue, nos basamos en la muy útil categorización de Alexander, que abre un espacio teórico
para analizar los aspectos inventivos y críticos de la agencia. Sostenemos, sin embargo, que
como su análisis sigue estando subsumido en una categoría más amplia de normatividad,
tiene poco que decir sobre las características constitutivas de la invención y, concretamente,
sobre sus dimensiones pragmáticas y experimentales. Más importante aún, Alexander no
sitúa su análisis de la agencia en un marco específicamente temporal. Nosotros sostenemos,
por el contrario, que los procesos de agencia sólo pueden entenderse si están vinculados
intrínsecamente a las orientaciones temporales cambiantes de los actores situados.
Para situar la agencia dentro de ese marco temporal, y para superar eficazmente la división
entre la acción instrumental y la acción normativa, debemos recurrir a la escuela filosófica
que desafía de manera más sistemática esos dualismos, en particular el pragmatismo
americano (con sus estrechos vínculos con la fenomenología continental). En respuesta al
modelo utilitario de acción racional, pensadores pragmáticos como John Dewey y George
Herbert Mead, así como fenomenólogos sociales como Alfred Schutz, insisten en que la
acción no se perciba como la búsqueda de fines preestablecidos, abstracción de situaciones
concretas, sino que los fines y los medios se desarrollen de manera concomitante en
contextos que, en sí mismos, son siempre cambiantes y, por lo tanto, siempre sujetos a la
reevaluación y reconstrucción por parte de la inteligencia reflexiva. Además, los
pragmáticos rechazan la respuesta kantiana al utilitarismo condenando la falsa distinción
entre intereses materiales y valores trascendentales, ya que todos los objetos y propósitos
humanos se construyen necesariamente a partir de significados y valores sociales. Estas
premisas básicas permiten a los pensadores pragmáticos eludir muchos de los enigmas que
dominan el pensamiento sociológico y sentar las bases de una teoría de la acción que
analiza las "condiciones de posibilidad" (Joas 1993, pág. 250) para las dimensiones
evaluativas, experimentales y constructivas de la percepción y la acción, en los contextos
de la experiencia social.
Si bien recurrimos a una variedad de pensadores pragmáticos y fenomenológicos en las
secciones siguientes, es la obra de George Herbert Mead la que nos ofrece las herramientas
más convincentes para superar las concepciones adecuadas de agencia tanto en la elección
racional como en los enfoques orientados a las normas. Aunque Mead es más conocido por
sus contribuciones a la psicología social y el interaccionismo simbólico, nos centramos aquí
en su teorización fundamental (aunque poco discutida) de la temporalidad en The
Philosophyofthe Present (1932)3. Dos ideas de esta obra son fundamentales para nuestros
esfuerzos: el concepto de tiempo constituido por los acontecimientos emergentes, que
requiere un continuo reenfoque del pasado y el futuro, y el concepto de conciencia humana
constituida por la socialidad, la capacidad de estar a la vez en el tiempo y en las relaciones
en una variedad de sistemas a la vez. Basándose en la labor de Henri Bergson (1989), Mead
rechaza la concepción newtoniana del tiempo como una sucesión de instantes aislados,
caracterizando en cambio el tiempo como un flujo multinivel de acontecimientos anidados,
radicalmente basado en la experiencia presente (pero no limitado por ella). "La realidad
existe en un presente" (Mead1932, p.1), aunque la inmediatez de las situaciones presentes
se extiende por nuestra capacidad de construir imaginativamente un sentido del pasado y
del futuro. Pero Mead también va más allá de los supuestos individualistas y subjetivistas
de la teoría de Bergson, que conceptualiza el tiempo como una durada introspectiva, un
fenómeno meramente psicológico y no intrínsecamente social. Por el contrario, Mead
insiste en que la experiencia humana de la temporalidad se basa en el carácter social de la
emergencia, es decir, en el paso de lo viejo a lo nuevo, y en los cambios interrelacionados
que se producen a lo largo de los diversos contextos situacionales en los que se insertan los
seres humanos. A medida que los actores responden a los entornos cambiantes, deben
reconstruir continuamente su visión del pasado en un intento de comprender el
condicionamiento causal del presente emergente, al tiempo que utilizan esta comprensión
para controlar y conformar sus respuestas en el futuro emergente. Este proceso constituye el
núcleo de lo que Mead (1932, pág. 76) denomina "la actitud deliberativa", la capacidad de
"apoderarse de las condiciones de la conducta futura tal como se encuentran en las
respuestas organizadas que hemos formado, y así construir nuestro pasado en previsión de
ese futuro".
Mead apunta esta visión en la dirección de la teoría de la acción al describir cómo lo que él
llama la sociedad, es decir, la situación de los actores en múltiples contextos relacionales
que evolucionan temporalmente, contribuye al desarrollo de la conciencia reflexiva. Mead
esboza tres niveles de conciencia, que se distinguen por la creciente capacidad de los
actores para constituir activamente sus entornos mediante el control selectivo de sus propias
respuestas: 1) el nivel de "experiencia de contacto", caracterizado por la inmediatez de la
respuesta a los sentidos y el sentimiento, 2) el de "experiencia a distancia", caracterizado
por la capacidad de utilizar la ideación y la imaginería en el recuerdo y la anticipación y,
por último, 3) la culminación de la interacción social incomunicativa, en la que los
significados y valores sociales se desarrollan a partir de la capacidad de asumir las
perspectivas de los demás (concretas y generalizadas). Lo que impulsa el desarrollo de la
conciencia de un nivel a otro es el "despertar de respuestas retardadas y conflictivas" (Mead
1932, p.71) a situaciones problemáticas en los diversos entornos, aumentando el campo de
elección y ampliando al mismo tiempo la perspectiva temporal de la acción. En cada paso,
los actores se conciben no como individuos atomizados, sino más bien como encuestados
activos dentro de sistemas anidados y superpuestos (que preferimos llamar contextos
temporales-relacionales); la construcción de perspectivas temporales es fundamentalmente
un proceso intersubjetivo, constituido por la capacidad de mantener simultáneamente el
punto de vista propio y el ajeno. Los actores desarrollan sus capacidades de deliberación al
enfrentarse a situaciones emergentes que se impactan entre sí y que plantean problemas
cada vez más complejos, que deben ser asumidos como desafíos por la inteligencia
receptiva (y comunicativa).
A diferencia de Mead, no estamos interesados principalmente en la evolución de la
conciencia reflexiva, sino más bien en la perspicacia que el análisis de Mead ofrece sobre la
estructuración interna de las capacidades agénticas y sus diferentes relaciones constitutivas
con la acción. Estamos de acuerdo con Hans Joas en su reciente libro, The Creativity of
Action (1996; véase también Joas, s.d.), en que los pensadores pragmáticos proporcionan
los primeros pasos para desarrollar una concepción adecuada de la creatividad constitutiva
de la acción, concebida como "la reorganización y reconstitución permanente de hábitos e
instituciones" (Joas, s.d., p. 24). Tal concepción, argumenta Joas, desafía
fundamentalmente el modelo de envío del medio teleológico presente tanto en la elección
racional como en los planteamientos neo parsonianos, sustituyéndolo por un relato de la
incrustación situacional y corpórea de la acción. La principal contribución de Joas consiste
en arrancar la teoría de la acción tanto de sus presupuestos racionalistas como de los
centrados en las normas, insistiendo en que una concepción de la creatividad de la acción
incrustada situacionalmente es esencial no sólo para los estudios de la microinteracción,
sino también para el análisis macro-sociológico (y en particular para la comprensión de las
posibilidades de lo que Dewey llama la democracia creativa). Sin embargo, pone entre
paréntesis la cuestión principal que examinamos aquí, la de las "grandes diferencias en los
diversos actos y actores en lo que respecta a la creatividad" (Joas 1996, pág. 197).
Sostenemos que no se trata de una cuestión meramente empírica, sino también analítica: al
diferenciar entre las distintas dimensiones de la agencia, podemos ayudar a dar cuenta de la
variabilidad y el cambio en las capacidades de los actores para la intervención imaginativa
y crítica en los diversos contextos en los que actúan.
El juicio de la Agencia Chordal
¿Qué es, entonces, la agencia humana? Lo definimos como el compromiso construido
temporalmente por actores de diferentes entornos estructurales -los contextos relacionales
temporales de la acción- que, mediante la interacción del hábito, la imaginación y el juicio,
reproduce y transforma esas estructuras en respuesta interactiva a los problemas planteados
por las situaciones históricas cambiantes. Esta definición abarca lo que analíticamente
distinguiremos a continuación como los diferentes elementos constitutivos de la agencia
humana: iteración, proyectividad y evaluación práctica. A grandes rasgos, éstos
corresponden a las diferentes orientaciones temporales de la agencia, lo que nos permite
examinar formas de acción más orientadas (respectivamente) hacia el pasado, el futuro y el
presente. Tal categorización da expresión analítica a la concepción de Mead sobre el
posicionamiento de los actores humanos dentro del pasaje temporal, lo que implica la
continua reconstrucción de sus orientaciones hacia el pasado y el futuro en respuesta a los
eventos emergentes. Además, incorpora la idea de Mead de que es la capacidad de
distanciamiento imaginativo, así como de evaluación comunicativa, en relación con las
pautas habituales de compromiso social lo que impulsa el desarrollo de la inteligencia
reflexiva, es decir, la capacidad de los actores de configurar críticamente su propia
capacidad de respuesta a situaciones problemáticas.
El elemento iterativo. - La primera de estas dimensiones, que denominamos elemento
iterativo, ha recibido quizás la atención más sistemática de la filosofía y la teoría
sociológica, más recientemente de esa tradición de pensamiento que Ortner (1984) describe
como teorías de la práctica (véase también Turner 1994). Se refiere a la reactivación
selectiva por parte de los agentes de las pautas de pensamiento y acción del pasado, tal
como se incorporan habitualmente en la actividad práctica, dando así estabilidad y orden
a los universos sociales y ayudando a sostener las identidades, interacciones e
instituciones a lo largo del tiempo.
El elemento proyectivo. - Esta dimensión de la agencia, el elemento proyectivo, ha sido en
gran medida descuidado en la teoría sociológica reciente, aunque recibe atención en los
escritos de Alfred Schutz y sus seguidores, e, indirectamente, de los teóricos de la elección
racional. Fuera de la sociología, la preocupación por la proyectividad puede encontrarse en
la filosofía fenomenológica y existencial, el psicoanálisis, la psicología narrativa y la
antropología dramatúrgica. La proyectividad abarca la generación imaginativa por parte
de los actores de posibles trayectorias futuras de acción, en las que las estructuras de
pensamiento y acción recibidas pueden reconfigurarse creativamente en relación con las
esperanzas, los temores y los deseos de los actores para el futuro.
El elemento práctico-evaluativo. - Por último, el elemento práctico-evaluativo de la agencia
ha quedado sorprendentemente subestimado por los pensadores sociológicos, aunque se
pueden encontrar indicios de ello en una larga tradición de filosofía moral que va desde la
ética aristotélica hasta las teorías más recientes de la deliberación crítica, así como ciertos
análisis feministas. Supone la capacidad de los actores de emitir juicios prácticos y
normativos entre las posibles trayectorias de acción alternativas, en respuesta a las
demandas, dilemas y ambigüedades emergentes de las situaciones que se están
desarrollando en la actualidad.
Debemos subrayar desde el principio que se trata de distinciones analíticas; las tres
dimensiones constitutivas de la agencia humana se encuentran, en diversos grados, dentro
de cualquier instancia empírica concreta de acción. En este sentido, se puede hablar de una
tríada armónica de agencia con la que las tres dimensiones resuenan como tonos separados
pero no siempre armoniosos. Por otra parte, también afirmamos que, en cualquier caso
dado, uno u otro de estos tres aspectos bien podría predominar. Se puede hablar de una
acción más (o menos) comprometida con el pasado, más (o menos) dirigida hacia el futuro,
y más (o menos) sensible al presente. En cada una de las tres grandes secciones que siguen,
aislamos estas diversas dimensiones analíticas y examinamos la estructura interna de cada
una. Aunque nunca será posible llevar a cabo nuestras disecciones analíticas con precisión
quirúrgica, nos proponemos mostrar qué procesos agénticos implicaría que uno u otro de
estos tonos de la tríada cordal sonara con más fuerza.
Además, también argumentamos que se puede decir que cada una de las tres dimensiones
analíticas posee su propia estructura cordal interna. Las tres dimensiones de agencia que
describimos no se corresponden de manera simple y exclusiva con el pasado, el presente y
el futuro como etapas sucesivas de acción. Más bien, la acción social empírica se construye
a través del paso temporal en marcha y, por lo tanto, a través de lo que Mead llama eventos
emergentes, más que a través de una secuencialidad de actos discretos o etapas de un acto.
Cada una de nuestras dimensiones de agencia tiene en sí misma una orientación interna
simultánea hacia el pasado, el futuro y el presente, ya que todas las formas de agencia están
incrustadas temporalmente en el flujo del tiempo. Sin embargo, afirmamos que para cada
aspecto analítico de la agencia una orientación temporal es el tono dominante, dando forma
a la forma en que los actores se relacionan con las otras dos dimensiones del tiempo.
Desagregando las dimensiones del agenciamiento (y explorando qué orientaciones son
dominantes dentro de una situación dada) nos permite sugerir que cada orientación primaria
en la tríada armónica abarca como subtonos también las otras dos, a la vez que muestra
cómo esta "composición armónica" puede cambiar a medida que los actores responden a
los diversos y cambiantes entornos que los rodean.
Aquí hay que aclarar varios puntos más. En primer lugar, debemos reafirmar que la
agencia, tal como la hemos esbozado anteriormente, es un fenómeno históricamente
variable, incrustado en las cambiantes concepciones teóricas y prácticas del tiempo y la
acción. La nuestra no es una perspectiva universalista que asuma que todos los tiempos,
lugares y personas son igualmente iterativos, proyectivos o prácticos-evaluativos. Más bien,
es precisamente la variabilidad histórica, cultural y personal de las orientaciones agénicas
lo que hace que este marco sea tan convincente. Las formas en que las personas entienden
su propia relación con el pasado, el futuro y el presente marcan la diferencia en sus
acciones; las concepciones cambiantes de la posibilidad agéntica en relación con los
contextos estructurales influyen profundamente en la forma en que los actores de los
períodos y lugares indiferentes ven sus mundos como más o menos sensibles a la
imaginación, el propósito y el esfuerzo humanos.
En segundo lugar, seguimos a Mead en el argumento de que los cambios en la orientación
temporal también pueden implicar diversos grados de inventiva y reflectividad en relación
con la acción y sus contextos temporales-relacionales, aunque no necesariamente, como
demostraremos más adelante, de manera simple o directa. (Tal concepción señala nuestro
compromiso deliberado con una perspectiva humanista, normativa y crítica de la vida
social). Si bien afirmamos que incluso la acción habitual es agencial, ya que implica
atención y esfuerzo, dicha actividad es en gran medida irreflexiva y se da por sentada; a
medida que los actores se encuentran con situaciones problemáticas que requieren el
ejercicio de la imaginación y el juicio, adquieren una distancia reflexiva de las pautas
recibidas que puede (en algunos con- textos) permitir una mayor imaginación, elección y
propósito consciente. Así pues, una concepción desagregada de la agencia nos permite
localizar con mayor precisión la interacción entre las dimensiones reproductivas y
transformadoras de la acción social (Hays 1994) y explicar cómo la reflexividad puede
cambiar en cualquier dirección, a través de la creciente rutinización o problematización de
la experiencia.
En tercer lugar, deseamos subrayar que nuestra concepción de la agencia es intrínsecamente
social y relacional (Emirbayer 1997), ya que se centra en el compromiso (y la
desvinculación) de los actores de los diferentes entornos contextuales que constituyen sus
propios universos sociales estructurados pero flexibles. Por esta razón, y también por
nuestra profunda resonancia con el pragmatismo clásico y contemporáneo, uno podría
caracterizar nuestro enfoque como pragmático relacional. Visto internamente, la agencia
implica diferentes formas de experimentar el mundo, aunque incluso aquí, al igual que la
conciencia es siempre conciencia de algo (James 1976; Husserl 1960), también lo es la
agencia siempre hacia algo, por medio de la cual los actores entran en relación con las
personas, los lugares, los significados y los acontecimientos del entorno. Visto desde el
exterior, la agencia implica interacciones reales con sus contextos, en algo así como una
conversación continua; en este sentido, está "llena de matices dialógicos", como una
especie de "eslabón en la cadena de la comunicación oral" (Bakhtin 1986, págs. 92, 91).
Siguiendo a Mead y Joas, destacamos la importancia de la intersubjetividad, la interacción
social y la comunicación como componentes críticos de los procesos de agenciamiento: el
agenciamiento es siempre un proceso dialógico por y a través del cual los actores inmersos
en el paso temporal se comprometen con otros dentro de contextos de acción organizados
colectivamente.
Por último, fundamentamos esta capacidad de agencia humana en las estructuras y procesos
del ser humano, concebidos como una conversación interna que posee autonomía analítica
frente a las interacciones transpersonales. Conceptualizamos el yo no como una sustancia o
entidad metafísica, como el "alma" o la "voluntad" (véase White 1995), sino más bien
como una estructura dialógica, en sí misma completamente relacional. Nuestra perspectiva,
en otras palabras, es relacional en todo momento.9 No podemos comenzar a explorar aquí
la ontología del yo o las plenas implicaciones para la agencia de categorías tales como el
"deseo" (aunque véase Lacan 1977). Tampoco podemos presentar aquí un análisis
sistemático de los componentes o estructuras de este yo, ni elaborar una nueva psicología
filosófica, aunque podemos sugerir, siguiendo a Norbert Wiley (1994, p. 210) en The
Semiotic Self, que "el proceso interpretativo [que tiene lugar dentro de él] es, dentro de los
límites, abierto y libre", y que esto "a su vez permite a los seres humanos crear como
compañeros de viaje"."10 Sostenemos que mientras que los contextos transpersonales
limitan y permiten el proceso dialógico, dichos contextos no pueden servir por sí mismos
como punto de origen de las posibilidades agénticas, que deben residir un nivel más abajo
(por así decirlo), en el nivel de la autodinámica.
En la siguiente discusión, entonces, tomamos a su vez tres elementos constitutivos de la
agencia humana: los tonos iterativos, proyectivos y prácticos-evaluativos de la tríada
cordal. Dentro de cada una de las secciones que vienen, primero revisamos brevemente la
historia relevante de los conceptos, luego analizamos desde dentro la dimensión de la
agencia en cuestión, y finalmente exploramos las implicaciones de cada aspecto para la
investigación empírica concreta. En la última gran sección del artículo, damos un paso atrás
para discutir las diferentes formas en que estas tres dimensiones de la agencia humana se
interpenetran con diferentes contextos de estructuración de la acción.
LA DIMENSIÓN ITERATIVA DE LA AGENCIA
Si pensamos en el agenciamiento como una tríada armónica compuesta de tres elementos
analíticamente distintos (orientados de manera variada hacia el pasado, el futuro y el
presente), entonces lo que llamamos dimensión iterativa aparece como esa variación
armónica en la que el pasado es el tono más resonante. Aunque, como nos recuerda Mead
(1932 p. 17), toda experiencia tiene lugar en el presente, este presente está impregnado por
la cualidad condicionante del pasado: "Su presencia se exhibe en la memoria, y en el
aparato histórico que extiende la memoria." Las experiencias pasadas condicionan las
acciones del presente "cuando han asumido la estructura organizada de las tendencias"
(Mead 1932, p. 18). En esta sección examinamos cómo el pasado, a través del hábito y la
repetición, se convierte en una influencia estabilizadora que conforma el flujo del esfuerzo
y nos permite sostener identidades, significados e interacciones a lo largo del tiempo. El
principal lugar de actuación para la dimensión iterativa, argumentamos, reside en la
esquematización de la experiencia social. Se manifiesta en la capacidad de los actores para
recordar, seleccionar y aplicar adecuadamente los esquemas de acción más o menos tácitos
y dados por sentados que han desarrollado a través de interacciones pasadas. Los esquemas
son patrones corporales y afectivos, así como cognitivos; consisten en la interpenetración
de categorías mentales, prácticas corporales y organización social. Además, constituyen
patrones tanto temporales como relacionales, que se aplican de manera recursiva en la vida
social (Giddens 1984). La dimensión agencial radica en la forma en que los agentes
reconocen selectivamente localizar y aplicar esos esquemas en sus transacciones en curso y
situadas. Si bien esto puede tener lugar a un bajo nivel de reflexión consciente, sigue
requiriendo la atención y el compromiso de los actores a fin de reducir las posibilidades de
acción dentro de contextos temporales-relacionales particulares.
El concepto de iteración es crucial para nuestra concepción de la agencia, ya que
mantenemos que tanto la dimensión proyectiva como la práctico-evaluativa están
profundamente arraigadas en patrones de acción habituales, no reflejados y en su mayoría
no problemáticos, mediante los cuales orientamos nuestros esfuerzos en la mayor parte de
nuestra vida cotidiana. Hemos optado por el término poco familiar de iteración para
describir tal actividad precisamente porque la dimensión de agencia a la que se refiere es la
más difícil de concebir en términos propiamente agenciales. El subconjunto de palabras con
las que se asocia coloquialmente -rutinas, disposiciones, preconceptos, competencias,
esquemas, patrones, tipificaciones y tradiciones- parecen implicar más estructura que lo que
comúnmente pensamos como agencia. Este problema también se refleja en la mayoría de
los intentos de teorizar la dimensión habitual de la acción, ya que se centran en las pautas
de acción recurrentes en sí mismas y, por tanto, en las estructuras, más que en las formas
precisas en que los agentes sociales se relacionan con esas pautas o esquemas preexistentes.
Iteración: La historia de un concepto
En gran parte de la teoría social y psicológica, el hábito se ha visto, lamentablemente, como
poco más que una cuestión de estímulo y respuesta, una orientación que desplaza la
atención de la agencia humana hacia los contextos estructurales que configuran la acción.
De hecho, como señala Charles Camic (1986, pág. 1046), una tendencia predominante en
gran parte de las ciencias sociales desde principios del siglo XX ha sido considerar el
hábito como "un comportamiento que consiste en una reacción fija y mecánica a
determinados estímulos y [que], como tal, está desprovisto de significado desde el punto de
vista del actor". El resultado ha sido efectivamente eliminar el hábito del dominio de la
acción social. En lo que sigue, por el contrario, nuestra principal preocupación es ubicar la
dimensión agentiva incluso en las formas más rutinarias y preestructuradas de la acción
social. Incluso la acción relativamente poco reflexiva tiene su propio momento de esfuerzo;
la tipificación y la rutinización de la experiencia son procesos activos que implican la
reactivación selectiva de las estructuras recibidas dentro de las situaciones esperadas,
transacciones dinámicas entre el actor y la situación. Seguimos una corriente de
pensamiento (también documentada por Camic) que nunca sucumbió a la mencionada
tendencia a concebir el hábito como una "reacción mecánica y fija a los estímulos" (Camic
1986, pág. 1046). Según esta perspectiva, el hábito implica mucho más que procesos
biofisiológicos (o institucionales); incluye también el elemento de la agencia, así como los
modos de acción más reflexivos y deliberativos.
Filosofía clásica y medieval. - Algunas de las primeras reflexiones sistemáticas sobre el
aspecto iterativo de la agencia humana pueden encontrarse en Aristóteles (1985, p.44), que
utiliza el término hexis para referirse a cualquier disposición o estado establecido que lleve
a la acción. Aristóteles distingue el hexis -a veces también traducido como hábito- del
comportamiento mecánico como tal, ya que también refleja los deseos y decisiones de una
persona. En la Ética de Nicomaquea, Aristóteles (1985) describe además los hábitos como
la base de las "virtudes" o "excelencias" del carácter, que implican una disposición
establecida hacia la acción apropiada de acuerdo con la sabiduría. Los hábitos no podrían
formar la base de la virtud si fueran una actividad meramente automática. Santo Tomás de
Aquino también define la actividad iterativa (en su terminología, el habitus) como una
manifestación de la agencia humana. En "El Tratado de los Hábitos", Aquino (1948, págs.
822, 824) sigue a Aristóteles al asociar el habitus con la virtud moral: "La virtud es un
hábito que siempre es para el bien... ...es un hábito por el cual una persona actúa bien".
El pensamiento social de los siglos XIX y XX. -Dewey (1922) contribuye a esta
perspectiva del hábito en la Naturaleza y Conducta Humana, donde describe los hábitos
como "medios activos, medios que se proyectan a sí mismos, formas energéticas y
dominantes de actuar.... El hábito significa sensibilidad especial o accesibilidad a ciertas
clases de estímulos, predilecciones permanentes y aversiones, más que la mera repetición
de actos específicos". Significa voluntad" (Dewey 1922, págs. 26,40-41). El hábito surge
como algo inherentemente plástico y educable, en lugar de una mera cuestión de estímulo y
respuesta. Esta crítica del reduccionismo conductual permite a Dewey elaborar los
fundamentos sociales y psicológicos de una política democrática, cuyo objetivo debería ser
sustituir los hábitos irreflexivos por otros "inteligentes" "que la experiencia ha demostrado
que nos hacen sensibles, generosos, imaginativos, [y] imparciales" (Dewey1922,p.194).
A mediados del siglo XX, fenomenólogos como Maurice Merleau-Ponty y Alfred Schutz
desarrollan aún más esas opiniones, reconceptualizando el hábito como una forma de
"intencionalidad prerreflejante" (Kestenbaum1977). Para Merleau-Ponty, la intencionalidad
se sitúa antes del lenguaje en la sedimentación del significado en el cuerpo; el cuerpo se
concibe como un "arco intencional" dirigido hacia el mundo, el vehículo mediante el cual
se lleva a cabo la comunicación con el mundo (Merleau-Ponty1964, pág. 67; véase también
Wacquant 1992a). Schutz, por otra parte, hace hincapié en la dimensión social (más que en
la encarnada) del mundo de la vida prerreflexiva, encontrando en los ideales weberianos un
modelo para los esquemas y tipificaciones que guían a los actores sociales durante su vida
cotidiana rutinaria. Estas tipificaciones permiten la continuidad del conocimiento social a lo
largo del tiempo; aunque dicho conocimiento se da por sentado, tiene sin embargo una
"estructura altamente socializada" (Schutz1962, pág. 75). Este enfoque sobre el carácter
rutinario prerreflejante del mundo social también constituye la base de la etnometodología
de Harold Garfinkel (1984), así como del constructivismo social de Peter Berger y Thomas
Luckmann (1966).
Teorías de la práctica. -En la actualidad, los llamados teóricos de la práctica (Ortner 1984),
como Bourdieu (1977, 1984, 1990; Bourdieu y Wacquant 1992) y Giddens (1979, 1984) se
basan en las ideas del pragmatismo y la fenomenología, así como en tradiciones anteriores
del pensamiento. Bourdieu utiliza la idea aristotélica/tomista del habitus para iluminar las
influencias formativas del pasado sobre las estructuras cognitivas, corporales e
intencionales de la acción empírica. Mediante la incorporación de las experiencias pasadas
entre los cuerpos, sostiene que los actores sociales desarrollan un conjunto de expectativas
preconscientes sobre el futuro que son típicamente inarticuladas, naturalizadas y dadas por
sentadas, pero nunca menos movilizadas estratégicamente de acuerdo con las contingencias
de situaciones empíricas particulares. Bourdieu reconoce la compatibilidad de tales
nociones con las ideas tanto de Dewey como de los fenomenólogos: "La teoría del sentido
práctico presenta muchas similitudes con teorías, como la de Dewey, que otorgan un papel
central a la noción de hábito, entendido como una relación activa y creativa con el mundo"
(Bourdieu y Wacquant 1992, pág. 122).
De manera similar, Giddens conceptualiza la dimensión agencial del comportamiento
rutinario en términos de lo que él llama el modelo de estratificación de la acción (Giddens
1979, p. 56). Al distinguir entre tres niveles de conciencia -el inconsciente, la conciencia
práctica y la conciencia discursiva- construye un continuo entre las dimensiones
irreflexivas y reflexivas de la acción. Pero a pesar de este guiño a la discursividad, Giddens
da a la conciencia práctica rutinaria un lugar privilegiado en la explicación de la
reproducción social, llamando a la rutinización la llave maestra de su teoría de la
estructuración. Dicha conciencia emerge de un trasfondo de "conocimiento mutuo
tácitamente empleado" (Giddens1979, p. 58), por medio del cual las interacciones sociales
son monitoreadas reflexivamente. Al subrayar el momento álgido de la reproducción de las
estructuras, desarrolla también la importante idea de la recursividad: las estructuras (que
Giddens define como "reglas y recursos") son en realidad sólo "estructuras virtuales"
(patrones paradigmáticos) que deben ser activadas recursivamente dentro de las prácticas
sociales. La dimensión agencial de la acción rutinaria radica precisamente en la aplicación
recursiva de las estructuras por parte de los actores humanos.
La estructura interna de la iteración
Podemos ver que según muchos teóricos importantes, las actividades habituales y rutinarias
no están desprovistas de agencia. Aquí elaboramos las ideas de estos teóricos examinando
con más detalle cómo funciona la agencia para reproducir los patrones de acción del
pasado. En aras de una mayor especificidad, subdividimos el momento iterativo en una
serie de componentes interrelacionados (teniendo en cuenta que éstos se mezclan entre sí en
la práctica); cada uno de ellos implica el compromiso de un tipo específico de proceso de
esquematización. Recordando las imágenes de la estructura cordal interna, mostramos
cómo esta orientación primaria hacia el pasado implica diferentes procesos de recuerdo
selectivo de la experiencia pasada, que distinguimos aquí como atención selectiva,
reconocimiento de tipos y ubicación categórica. Además, mostramos cómo estos elementos
se matizan en dimensiones evaluativas proyectivas y prácticas de la agencia. El futuro y el
presente emergen ahora como tonos secundarios en la composición de los acordes: el futuro
a través de la expectativa, la anticipación sostenida por la memoria de que las pautas de la
experiencia pasada se repetirán en interacciones sucesivas, permitiendo que las relaciones
se sostengan y reproduzcan a lo largo del tiempo, y el presente a través de la maniobra, la
orientación improvisada hacia las prácticas habituales, en gran parte tácitas e irreflexivas,
que tiene lugar en un diálogo continuo con las contingencias situacionales.
Atención selectiva. -En cualquier punto dado del flujo de transacciones, los actores sociales
son capaces de enfocar la atención sólo como un área de la realidad. Como nos dice Schutz
(1964, p. 283), "Hay un pequeño núcleo de conocimiento que es claro, distinto y
consistente en sí mismo. Este núcleo está rodeado por zonas de varios grados de vaguedad,
oscuridad y ambigüedad". La calidad de la atención dirigida a cualquier elemento o "zona"
de conocimiento está condicionada por lo que Schutz llama "sistemas de relevancia",
desarrollados a lo largo de historias biográficas y experiencias colectivas pasadas, que
alertan a los actores sobre elementos de situaciones emergentes que requieren atención y
respuesta. La misma idea se expresa en la noción psicológica de gestalt, que muestra cómo
la actividad de dirigir la atención también está vinculada a procesos inconscientes. Muchos
elementos de la actividad práctica cotidiana pueden requerir sólo una claridad marginal de
la conciencia; sin embargo, incluso la zona semiocura de la actividad habitual que se da por
sentada requiere una focalización selectiva de la atención a fin de señalar los elementos de
respuesta necesarios para sostener una forma particular de interacción.
Reconocimiento de tipos. - Una vez dirigida la atención, los actores deben identificar las
pautas típicas de la experiencia y predecir su recurrencia en el futuro; para ello, construyen
rutinariamente modelos simplificadores mediante los cuales caracterizan los aspectos
recurrentes de las personas, las relaciones, los contextos o los acontecimientos. Como dice
Schutz (1967), este proceso de "tipificación" tiene lugar mediante una "síntesis de
reconocimiento" por la que los actores reconocen la "similitud" o "analogía" de una
experiencia emergente con las del pasado, ya sea en la memoria directa del actor o en una
memoria social objetivada en diversos medios de comunicación (véase también Alexander
1988, págs. 301 a 33). Si bien las situaciones emergentes nunca coinciden completamente
con estas idealizaciones simplificadoras, los actores tienden a asimilar retrospectivamente
las nuevas experiencias a las antiguas mediante un procedimiento "envolvente" por el que
se suavizan las diferencias o los "ajustes" defectuosos mediante el uso de lo que Garfinkel
(1984) llama la cláusula "et cetera". Mediante este proceso activo de reconocimiento y
asimilación, los actores contribuyen a crear un sentido de continuidad y orden dentro de las
experiencias en evolución temporal.
Ubicación categórica. -Los agentes sociales no sólo identifican las similitudes entre los
tipos de experiencias pasadas y presentes; también localizan estas tipificaciones en relación
con otras personas, contextos o acontecimientos dentro de matrices compuestas por
categorías de identidad y valor socialmente reconocidas. Estas matrices pueden construirse
a partir de conjuntos de oposiciones binarias (Levi-Strauss 1966; Douglas 1985; Bourdieu
1977; Alexander 1988b), que delinean categorías físicas, sociales y normativas; como
sostiene Bourdieu, esos sistemas homólogos de oposiciones constituyen esquemas
transponibles mediante los cuales se puede cartografiar objetivamente el campo de las
relaciones sociales. Por otra parte, esos esquemas clasificatorios también pueden ser no
binarios y estar compuestos por redes multivalentes de relaciones más complejas, que
contienen líneas matizadas de inclusión y exclusión, aceptabilidad y no aceptabilidad,
dentro de contextos de acción transversales. Aunque en su mayor parte estas matrices son
irreflexivas y se dan por sentadas, los agentes deben seguir esforzándose por localizar
correctamente el lugar que ocupan las experiencias dadas dentro de ellas y mantener así las
relaciones sociales funcionando por sí solas las líneas establecidas.
Maniobra entre los repertorios. -Como hemos visto, el empleo de rutinas no está
determinado mecánica o situacionalmente, sino que requiere un proceso de selección a
partir de repertorios prácticos de actividad habitual. Si bien los repertorios están limitados
por las historias individuales y colectivas y pueden ser más o menos extensos y flexibles,
requieren cierto grado de maniobrabilidad para asegurar la adecuación de la respuesta a la
situación en cuestión. (Aquí la dimensión iterativa se asemeja más a lo que más adelante
describiremos como evaluación práctica). En situaciones no problemáticas, esta maniobra
es semiconsciente o se da por sentada, resultado de la incorporación de esquemas de acción
en la propia actividad práctica encarnada. Por otra parte, la aplicación de esos repertorios
sigue siendo intencional en la medida en que permite hacer las cosas mediante
interacciones o negociaciones habituales (lo que permite a Bourdieu hablar de la paradoja
de "intención menos intenciones"). Como señala Bourdieu, puede haber mucha
ingeniosidad y plenitud de recursos en la selección de respuestas de los repertorios
prácticos, incluso cuando ello contribuye a la reproducción de una estructura determinada
de relaciones sociales.
Mantenimiento de las expectativas. -Uno de los resultados de las diversas formas de
esquematización descritas anteriormente es que proporcionan a los actores un conocimiento
más o menos fiable de las relaciones sociales, lo que les permite predecir lo que sucederá
en el futuro. Estas pautas de expectativas dan estabilidad y continuidad a la acción, el
sentido de que "puedo hacerlo de nuevo", así como la "confianza" de que los demás
también actuarán de forma previsible (Schutz1967; Garfinkel 1963, 1984). (Aquí
encontramos el subtono en la estructura cordal de la iteración que más se aproxima a la
dimensión proyectiva de la agencia). El mantenimiento de las expectativas sobre cómo
actuarán uno mismo y los demás no es un proceso automático: las expectativas de uno
sobre el futuro pueden romperse (requiriendo lo que Garfinkel llama reparación) debido a
interrupciones, malentendidos y cambios en los sistemas de relevancia. El trabajo de
mantenimiento que se realiza para sostener las expectativas tiene una importancia tanto
práctica como ontológica, permitiendo no sólo un sentido de identidad consistente en medio
del cambio (Pizzorno1986; Melucci 1994), sino también la coordinación social dentro de
ambientes contingentes e interdependientes.