Mi señor Yvain encuentra a un león siendo atacado por una serpiente y lo rescata matando a la serpiente. El león muestra gratitud y lealtad hacia Yvain, caminando a su lado. Cuando el león huele otra presa, la captura y se la trae a Yvain, ganándose su afecto. Pasan la noche juntos, con el león velando por la seguridad de Yvain.
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Mi señor Yvain encuentra a un león siendo atacado por una serpiente y lo rescata matando a la serpiente. El león muestra gratitud y lealtad hacia Yvain, caminando a su lado. Cuando el león huele otra presa, la captura y se la trae a Yvain, ganándose su afecto. Pasan la noche juntos, con el león velando por la seguridad de Yvain.
Mi señor Yvain encuentra a un león siendo atacado por una serpiente y lo rescata matando a la serpiente. El león muestra gratitud y lealtad hacia Yvain, caminando a su lado. Cuando el león huele otra presa, la captura y se la trae a Yvain, ganándose su afecto. Pasan la noche juntos, con el león velando por la seguridad de Yvain.
Mi señor Yvain encuentra a un león siendo atacado por una serpiente y lo rescata matando a la serpiente. El león muestra gratitud y lealtad hacia Yvain, caminando a su lado. Cuando el león huele otra presa, la captura y se la trae a Yvain, ganándose su afecto. Pasan la noche juntos, con el león velando por la seguridad de Yvain.
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El Caballero del León
Chrétien de Troyes
Mi señor Yvain caminaba pensativo por un espeso bosque; de repente oyó
entre la maleza un grito muy doloroso y agudo. Se dirigió hacia donde había oído que provenía el grito y cuando llegó vio en un claro a un león al que una serpiente agarraba por la cola mientras le quemaba los lomos con una llama ardiente. Mi señor Yvain no se detuvo mucho rato contemplando esta maravilla y deliberó consigo mismo a quién de los dos ayudaría. Entonces dijo que socorrería al león porque a los seres venenosos y a los traidores solo se les debe hacer mal, y la serpiente es venenosa y echa fuego por la boca, tan llena de felonía está. Mi señor Yvain decidió que primero la mataría a ella; desenvainó la espada, avanzó y se puso el escudo ante el rostro para que la llama que arrojaba de la garganta más ancha que una olla no le abrasara. Si luego el león le ataca, no le faltará combate. Pero, pase lo que pase después, ahora quiere ayudarle, pues Piedad le ruega y aconseja que socorra y ayude a la bestia gentil y franca. Ataca a la traidora serpiente con su espada que corta sutilmente y la parte hasta el suelo y la corta en dos mitades, la golpea y vuelve a golpear hasta que la desmenuza y la hace pedazos. Pero le ha sido preciso cortar el extremo de la cola del león porque estaba agarrada a la cabeza de la traidora serpiente: solo cortó lo necesario, menos no pudo. Cuando hubo liberado al león pensó que ahora tendría que luchar con él, pues se le echaría encima: no podía pensar otra cosa. Oíd lo que hizo entonces el león, cómo actuó noblemente y con generosidad, cómo se puso a demostrar que se le sometía: le tendió sus dos patas juntas e inclinó la cabeza hasta el suelo; se levantó sobre sus patas traseras; se arrodilló y humildemente bañó de lágrimas su cara. Bien supo entonces mi señor Yvain que el león le daba gracias y que se humillaba ante él porque le había librado de la muerte matando la serpiente y esta aventura le llenó de alegría. Limpió la espada del veneno y de la suciedad de la serpiente, la metió en la vaina y reemprendió el camino. Y el león caminaba a su lado: ya nunca lo abandonará, siempre irá con él porque le quiere servir y proteger. El león caminaba delante de él y olió en el viento a algún animal salvaje que estaba paciendo, el hambre y su naturaleza le indujeron a buscar la presa y cazarla para procurarse su comida: esto es lo que ordena la naturaleza que haga. Siguió un instante el rastro y mostró a su señor que había olido en el viento el olor de una bestia salvaje. Se paró, le miró, pues le quería servir a su gusto; no quería ir a ninguna parte en contra de su deseo. Y él comprendió en su mirada que el león le dice que le espera; no duda de que si se detiene el león se detendrá también y si le sigue apresará la caza que ha olfateado. Entonces le incita y le grita como si fuera un perro de caza y el león al momento alza la nariz al viento que había olfateado y que no le había engañado, pues apenas ha caminado un tiro de arco, ve en un valle a un corzo solitario paciendo. Deseando atraparlo lo consiguió al primer asalto y luego se bebió la sangre aún caliente. Una vez lo hubo muerto se lo echó a la espalda y lo llevó ante su señor, que desde entonces le tuvo gran cariño y lo llevó en su compañía todos los días de su vida por el amor tan grande que le había demostrado. Casi era ya de noche cuando decidió acampar en aquel lugar y desollar el corzo para comer cuanto quisiera. Emprendió la tarea de desollarlo rajando la piel de encima del costado y le cortó un pedazo de la carne del lomo; hizo fuego con una piedra oscura y lo prendió en un leño seco y puso a asar el filete en el espetón para que se asara a fuego rápido; lo asó hasta que estuvo bien cocido pero no disfrutó con la comida porque no tenía ni pan, ni vino, ni sal, ni mantel, ni cuchillo, ni otra cosa. Mientras comía, el león estaba echado ante él sin moverse para nada y sin dejar de mirarle hasta que ya no pudo comer más. Entonces el león devoró lo que quedaba del corzo, incluso los huesos. El caballero apoyó la cabeza en el escudo durante toda la noche para reposar, mientras el león era tan inteligente que le veló, cuidándose de guardar el caballo que pacía de una hierba que poco le engordaba.