Ficha Religion
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01-06-2020
MOTIVACIÓN
Recuerdas muchas veces cuando al hablar con tus padres o abuelos suelen narrarnos historias como
ésta:
Sucedió una vez, en el anexo de Los Chilchos. Fue atacado
por una epidemia, llamada pichanilla (consistía en unas altas fiebres
que los llevaba a la muerte), y a consecuencia de ella ya se estaba
terminando la población. Unos de los sobrevivientes fue la familia
Puyumales, quienes al ver cómo se moría la gente, decidieron salir
de ese lugar que estaba contaminado. Emprenden viaje cuesta
arriba en busca de nuevas tierras. Junto con ellos, los santos
patrones que los acompañaban en su lugar: San Ildefonso, Santo
Tomás y San Agustín, de hecho sin faltar la presencia de la Madre la
Virgen de la Candelaria. Nos dicen además que los Chilchos era un
lugar muy rico y que la comunidad contaba con mucha riqueza.
Pensando en las peripecias llevaron también algunos tablones de oro que en el momento oportuno los
sacó de los compromisos. Después de ciertos días de caminata, agobiados por el cansancio, hambre y
otras peripecias, llegaron a la parte más alta del camino, la cordillera; desde allí divisaron una columna
de humo que se alzaba y de pronto ubicaron a un pequeño pueblo: era San Pedro de Útac. Se levantaron
los ánimos y continuaron su camino para ese lugar. Estando ya allá pidieron posada, los pobladores se
la dieron, pero sólo por algunos días. Cumplido el plazo, tuvieron que abandonar el lugar, pero antes
solicitaron que les vendieran unas hectáreas de terreno para que pudieran quedarse a habitar, los
sanpedranos se negaron, ante tal actuación deciden ir a los terrenos de Tintín (distrito de Santo Tomás),
que queda al otro lado del río. Su estadía en este lugar les hizo difícil porque uno de los santos, San
Ildefonso, por las noches regresaba a una planicie de los terrenos de San Pedro. Por muchas ocasiones
lo regresaban, pero el santo insistió. Comentaron los sanpedranos, que el santo quería quedarse en ese
lugar y los pobladores acceden a la petición a cambio de mucho dinero. La familia Puyumales se quedan
en este lugar y de esa manera crearon el pueblo de San Ildefonso, que en nuestros días lo conocemos
como Montevideo, que traducido quiere decir: vista de montaña hermosa.
Así como con estas historias, sucedió con el pueblo de Dios. Durante mucho tiempo los padres
transmitían de palabra las historias a los hijos hasta que existió la escritura. A esta forma se le llamó tradición
oral.
ILUMINACIÓN DE LA PALABRA
PROFUNDIZACIÓN
LA SAGRADA TRADICIÓN.
Lo que Cristo confió a los apóstoles éstos lo transmitieron por su predicación por escrito. Lo escrito está
en los libros del Nuevo Testamento. Llamamos tradición a lo que los apóstoles aprendieron de Jesús y
transmitieron con su predicación y ejemplo, bajo la guían del Espíritu Santo, que posteriormente, ha
continuado transmitiéndose a los fieles bajo la guía del mismo espíritu Santo, del magisterio de la Iglesia.
No todo lo que dijo o e hizo Jesús fue escrito como lo atestigua el evangelista Juan:
“Muchas otras señales milagrosas hizo Jesús en presencia de sus discípulos que no están escritas en este
libro.
IMPORTANCIA DE LA SAGRADA TRADICIÓN.
Como bien sabemos que la Tradición es la doctrina revelada por Dios que no está contenida en la Biblia,
su importancia radica en que es el complemento de la Sagrada Escritura, y además tiene el mismo valor
porque es expresión de Dios por medio de hombres elegidos. En consecuencia la Tradición y la Sagrada
Escritura van de la mano, están íntimamente unidas y compenetradas, porque surgiendo ambas de la misma
fuente, se funden en cierto modo en un mismo fin. Una y otra hacen presente y fecundo en la Iglesia el
Misterio de Cristo que ha prometido estar con los suyos “para siempre hasta el fin del mundo”. Mateo 28,20
Por lo tanto, la revelación cristiana tiene carácter de acontecimiento de diálogo, en el que Dios mismo
tiene la iniciativa. Dice el Concilio Vaticano II en su constitución dogmática sobre la Divina Revelación, Dei
Verbum N° 2 “ Dios dispuso en su sabiduría, revelarse a sí mismo y dar a conocer el misterio de su Voluntad,
mediante el cual los hombres por medio de Cristo, Verbo encarnado, tiene acceso al Padre en el Espíritu Santo
y se hacen consortes de la naturaleza divina”. Esta revelación que se puede llamar revelación histórica y
personal por la Palabra, se realiza según un plan histórico que se compone de hechos y palabras
intrínsecamente unidos entre sí.
Ahora bien, todo lo revelado por la salvación de los hombres permanece integro para siempre y es
transmitido a todas la generaciones. Por ello Cristo, en quien se consuma la revelación y que es fuente de toda
verdad salvadora es transmitido siempre mediante la Sagrada Escritura, escrita por los Apóstoles, por
inspiración del Espíritu Santo; por la Sagrada Tradición, es decir la predicación oral, los ejemplos e
instituciones de los Doce, y por el Magisterio eclesiástico, es decir los obispos, a los que los Apóstoles dejaron
como sucesores suyos, entregándoles su propio cargo del magisterio. Gracias a estas tres realidades la Iglesia
en la continuación de los siglos tiende constantemente a la plenitud de la comprensión y la vivencia de la
Palabra hasta que en ella se cumplan las promesas últimas.
Su papel ha de limitarse a impulsar a la Iglesia a actuar de manera más adaptada a las nuevas situaciones
en conformidad con el único e inmutable Evangelio (Juan 1,3; Romanos 1,19-20; Hebreos 1,1-2).
EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA.
El Magisterio de la Iglesia, es el oficio de interpretar
auténticamente la palabra de Dios, ya sea en forma oral o
escrita. Este servicio lo realizan los obispos, en comunión
con el sucesor de Pedro, el Obispo de Roma (Papa), en quien
lo realiza en el nombre de Jesucristo. El Magisterio no está
por encima de la Palabra de Dios, sino a su servicio, para
enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino y
con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente,
lo explica fielmente y de este único depósito de la fe saca
todo lo que se propone como revelado por Dios para ser
creído.
PRÁCTICO
COMPROMISO
NUESTRA ORACIÓN:
Habla, Señor, que tu siervo escucha,
Habla, Señor, qué quieres de mí,
Habla, Señor, dame tu mensaje Habla,
Señor, danos tu bondad.
Danos, Señor, sabiduría para entenderte
Danos, Señor, fuerza para conocerte,
Danos, Señor, alegría para recibirte y
Tenerte por siempre en nuestro corazón.
Amén.
ACTIVIDAD DE EXTENSIÓN