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Universidad Andina Nestor Cáceres Velazques Escuela de Pregrado

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“AÑO 

DEL BICENTENARIO DEL PERÚ: 200 AÑOS


DE INDEPENDENCIA”
UNIVERSIDAD ANDINA NESTOR CÁCERES
VELAZQUES
ESCUELA DE PREGRADO

TEMA
EL RECURSO DE CASACIÓN CIVIL

CURSO:
DERECHO PROCESAL CIVIL I
DOCTENTE:
DOCTOR: JUAN FORTUNATO ECHENIQUE CACERES
INTEGRANTES:

Darío Walter Cutisaca Turpo


Juan Moisés Córdova Apaza
Rodiel Yordano Quispe Mayta
Antony Quispe Mamani
Joel Eduardo Luque Román
José Beltrán Yana Quispe
SEMESTRE: V
AZÁNGARO-PUNO-PERÚ
2021
RESUMEN:

El presente trabajo busca analizar la estructura actual del Recurso


de Casación Civil regulado en nuestro ordenamiento jurídico y
estudiar a partir de sus últimas reformas si es que el modelo actual
coadyuva a cumplir los fines de uniformizar la jurisprudencia para
el que ha sido creado, o si, por el contrario, las últimas reformas y
las sentencias casatorias han desnaturalizado sus fines principales.
Para ello, se hará un análisis en el derecho comparado de esta
institución procesal y cómo ha sido ello recepcionado en nuestro
país. De esta forma, se verá el modelo casatorio francés y español
fundamentalmente, comparando dicha institución del sistema
romano-germánico con instituciones semejantes del derecho
anglosajón que tienen como fin la adecuada interpretación del
derecho. Así, veremos características inconvenientes de nuestro
modelo casatorio actual generadas, muchas veces, a través de
reformas superficiales que no han contribuido a brindar una
eficacia práctica a este medio impugnatorio que, en el transcurso
de los años, más bien se ha convertido en una vía de creación
legislativa - propia más bien de un sistema anglosajón-, que en
una guía para los jueces sobre la resolución de los casos y la
predictibilidad judicial.
INTRODUCCIÓN:
Nuestro Recurso de Casación Civil, como institución jurídica de lo que hoy
es, tuvo su primera positivización en la Constitución Política de 1979
donde, en términos generales, nada más designó la función de
conocimiento de la Corte Suprema de este medio impugnatorio,
diferenciándose de una instancia más. Ahora bien, desde su primera
regulación legal (rectius, el Código Procesal Civil de 1993), nuestro
Recurso de Casación ha seguido algunas líneas históricas del modelo
francés y otras tantas del español, producto de la indudable influencia que
han ejercido dichas legislaciones en nuestro derecho. Sin embargo, con la
evolución de los tiempos y los cambios sociales, dichas regulaciones
extranjeras se han adaptado a los cambios para mejorar ciertos aspectos del
Recurso de Casación Civil que hoy se hacen evidentes en nuestro
ordenamiento, tal como la elevada carga procesal o reformas tendientes a
mejorar la calidad de las resoluciones casatorias. Muy por el contrario,
como veremos en la estructura de nuestro modelo casatorio y las últimas
modificaciones importantes que se han dado a este medio impugnatorio, la
intención de nuestros legisladores pareciera no responder a solucionar los
problemas medulares que se han evidenciado en el uso de este mecanismo,
ya sea bien por la elevada tasa de improcedencias producto de un mal uso
de este recurso, la posibilidad de hacer del Recurso de Casación un medio
de dilación procesal y -consiguientemente- la elevación de la carga
procesal impidiendo una deseada tutela judicial efectiva. Así, es pertinente
que -teniendo ya en cuenta las situaciones del párrafo precedente- se
estudien las causales de admisibilidad y procedencia del mencionado
Recurso de Casación y las funciones o competencias que tiene la Corte
Suprema al conocer de este medio impugnatorio para ver si la estructura
actual es conveniente de ser aplicada en nuestra realidad o, a partir de la
experiencia nacional y extranjera, se determine que es 3 conveniente
formular ciertas propuestas para hacer más eficiente el mencionado
recurso. Sobre la base de lo anteriormente expuesto, se formularán algunas
propuestas para dotar a este medio impugnatorio (el Recurso de Casación),
de características que lo hagan un medio eficiente que sirva para orientar la
resolución de los futuros procesos judiciales, interpretando la ley de
acuerdo a su naturaleza y garantizando, así, la tutela jurisdiccional efectiva.

ANTECEDENTES DE NUESTRO MODELO CASATORIO:


El actual mecanismo procesal extraordinario que tiene nuestro ordenamiento jurídico para
analizar las alegadas infracciones normativas o apartamientos inmotivados de los precedentes
judiciales, no siempre tuvo el nombre de Recurso de Casación como mecanismo diferenciador
de una instancia judicial. Es fundamental, a fin de notar las características positivas y negativas
de nuestro modelo casatorio, tener en cuenta la historia y los antecedentes en nuestro país de
este medio de impugnación. Así, los artículos de nuestras leyes que regulan el Recurso de
Casación Civil, no vendrían a ser –de acuerdo a Laclau (1994)- disposiciones arbitrarias, sino
que, citando dicho autor a Ihering, señala que la “solución ha de buscarse en una cuidadosa
institución de la realidad histórica, donde se nos exhibe la vida de los diversos pueblos como
una comunidad entre ellos, como un intercambio que abraza todos los aspectos de la existencia
humana". Así, aunque con diferencias a nuestro actual modelo casatorio, podremos referir que
ya el Código de Enjuiciamientos Civiles de 1852 regulaba el denominado “Recurso de Nulidad”
que establecía un mecanismo excepcional para acceder a la Corte Suprema si se alegaba
infracciones que viciaran de nulidad la resolución impugnada. Las causales de este medio
impugnatorio se describían en el artículo 1733 del citado Código de 1852 y, muy aparte de lo
que hoy vendrían a ser infracciones de carácter procesal para la procedencia de este Recurso,
también se establecía como una de sus causales la contravención a una ley expresa. Sobre las
resoluciones recurribles, el modelo extraordinario de procedencia del año 1852, se mantiene en
sus aspectos importantes, como la necesidad que la sentencia o auto impugnado haya sido
emitido por un tribunal superior. Ahora bien, este Recurso de Nulidad, se encontraba vigente en
forma paralela a la denominada “súplica” que, como refiere la jurista Eugenia Ariano (2015),
nuestro país adoptaba el modelo canónico de la “doble conforme”, el cual permitía culminar el
estudio de un caso sobre los hechos y el derecho, cuando el auto o sentencia de vista de segundo
grado, fuera confirmatorio del de primer grado. No obstante ello, esta denominada “súplica”,
permitía un tercer reexamen (a modo de instancia y no como recurso extraordinario), cuando el
pronunciamiento en segunda instancia fuera distinto al del juez inferior. No obstante ello, este
modelo conocido como la súplica fue eliminado el 31 de marzo de 1855, por Decreto
Dictatorial, bajo la errónea premisa que esta labor de “súplica” podría bien ser ejercida por la
Corte Suprema bajo el Recurso de Nulidad (Ariano, 2015). Y es ahí un primer punto donde
empiezan los antecedentes –entre problemas- de nuestro 4 modelo casatorio antes de su
nacimiento, toda vez que no siempre se ha entendido la función de este mecanismo excepcional
únicamente para analizar errores de derecho y no como un acceso hacia una tercera instancia
revisora de hechos. Si bien es cierto este denominado Recurso de Nulidad siguió vigente en
nuestras leyes procesales, la derogación de la “súplica” bajo el entendido que el recurso de
nulidad podía atender sus demandas- indudablemente abrió una puerta hacia el uso de este
recurso –en principio- excepcional y extraordinario, como un medio para realizar un
cuestionamiento sobre aspectos fácticos o valorativos de un proceso judicial, función que más
bien debía estar a cargo de la Corte Superior en la apelación y/o súplica.
El tiempo dio la razón. Bajo el Código de Procedimientos Civiles de 1912, se reguló el
conocido Recurso de Nulidad desde el artículo 1122 hasta el 1144 del citado Código, siendo
este mecanismo una vía para que la Corte Suprema conozca, a petición de parte, infracciones de
carácter procesal o nulidades insubsanables que no podían hacer que una resolución adquiera,
por ello, ejecutoria. A pesar de ello, la primera vez que en nuestra legislación se reconoció al
Recurso de Casación nada más como institución jurídica, fue en la Constitución de 1979, donde
la establecían como un mecanismo ciertamente distinto a una instancia. Tal es así en el texto
que el artículo 241 de dicha Constitución, se refiere a que “corresponde a la Corte Suprema
fallar en última instancia o en casación los asuntos que la ley señala”. Sin embargo, en cuanto a
la ley, la regulación no vino sino hasta nuestro actual Código Procesal Civil de 1993 que
remplazó el Recurso de Nulidad como tal y reguló las causales de admisibilidad, procedencia y
funciones de la Casación Civil en nuestro ordenamiento jurídico, instituyéndolo como vía para
conocer puramente infracciones de carácter normativo, que en nada tengan que ver con
cuestiones de hecho y/o valoraciones de la prueba, tal como dice Hurtado (2012). Es importante
mencionar que, con la aparición de la Casación en nuestro Código Procesal Civil, el Recurso de
Nulidad dejó de existir como el medio extraordinario que antiguamente era. Si bien es cierto
actualmente existe la nulidad de los actos procesales como medio impugnatorio, este sería
considerado lo que hoy es un medio impugnatorio ordinario (a excepción de la nulidad de cosa
juzgada fraudulenta), bajo conocimiento del mismo juez que emitió el acto procesal cuestionado
e, implícitamente, con una cláusula abierta de causales de procedencia (rectius, artículo 171 del
Código Procesal Civil). Esta transformación del Recurso de Nulidad –señala Manresa Navarro
& Reus (1858)- en nuestro medio (es decir, de medio extraordinario a ordinario), sufrió idéntica
mutación en España donde, consideran como antecedente a su Casación Civil, el Recurso de
Nulidad establecido en la Constitución de Cádiz de 1812, el cual era una nulidad muy distinta a
la que se mencionan en las Partidas y en el derecho común de la edad moderna y medieval
española. Mientras nuestro Recurso de Nulidad como tal desapareció para darle paso al Recurso
de Casación como mecanismo de control de infracciones procesales, en España (país que
influenció nuestra legislación y concretamente este medio impugnatorio a través de su
Constitución de Cádiz de 1812), la aparición del Recurso de Casación Civil no hizo per se
extinguir a su Recurso de Nulidad, sino que dotaron de mayor organización a su 5 sistema
judicial, a fin de no tener los problemas –o al menos no en el mismo grado- que hoy nuestro
modelo casatorio tiene, dotándolo de funciones separadas, bajo conocimiento de distintos
tribunales. De acuerdo con Iglesias (2015), en España se dictó la LEC de 2000 (Ley de
Enjuiciamiento Civil), por medio de la cual se regula el acceso a los medios impugnatorios
extraordinarios. Haciendo un análisis de dicha norma, Salvador Iglesias, señala que la referida
ley “contempla la existencia de dos recursos extraordinarios: casación, del que conoce el
Tribunal Supremo; e infracción procesal, cuyo conocimiento viene atribuido a los Tribunales
Superiores de Justicia”.
Con esta ley, se pone fin en España a la unificación que existía desde 1984 (es decir, el mismo
tiempo que tiene el Código Civil peruano) de regular las causales del Recurso de Casación
unitariamente como infracciones normativas, estableciendo el conocimiento del mismo tribunal
de los errores de derecho de normas sustantivas y aquellas otras de normas procesales. Fue
entonces como en dicho año refiere López (2009) se dictó la Ley 34/84 (conocida como “Ley de
reforma urgente de la Ley de Enjuiciamiento Civil de 1881”) que distinguió la competencia de
los jueces que conocerían infracciones de orden procesal, de aquellas otras infracciones sobre
normas sustantivas en el sistema judicial español. De este recuento de los antecedentes a nuestro
modelo casatorio civil, podemos ver a su antecedente nacional, el excepcional Recurso de
Nulidad, como una institución jurídica que se influenció a su vez de la doctrina y legislación
española a partir de la Constitución de Cádiz de 1812 pero que, evolucionado el tratamiento
tanto en España y Francia de este medio impugnatorio, nuestro Recurso de Casación se ha
mantenido poco menos que estático sin realizar modificaciones sustanciales ante una realidad
dinámica (ej. La elevación de la carga procesal, la excepcionalidad del recurso, el fin
nomofiláctico).
EL RECURSO DE CASACIÓN CIVIL EN EL DERECHO COMPARADO:
Si bien como antecedentes extranjeros de nuestro modelo casatorio únicamente nos basamos en
el Recurso de Nulidad español (por su influencia directa de sus normas), vamos a continuación
a exponer la estructura del modelo casatorio francés (Estado que lo crea por primera vez en el
mundo), de España y de los mecanismos procesales de los países que se rigen del derecho
anglosajón para analizar las distintas experiencias.
1. EL MODELO CASATORIO FRANCÉS:
Aunque ya es conocido que el Recurso de Casación nace en Francia, es importante ver la
estructura de su modelo casatorio a fin de ver si las diferencias que realiza nuestro Código
Procesal Civil del Recurso de Casación (mecanismo procesal por excelencia del sistema
romano-germánico), toda vez que responden a una realidad distinta de nuestra sociedad o más
bien constituye una regulación impropia de este medio impugnatorio. Como origen de su
regulación, se encuentra la revolución francesa de 1789 donde los revolucionarios franceses,
bajo las máximas del liberalismo y las ideas republicanas, las cuales reflejan en la estructura del
parlamento francés, el ejercicio del poder en representación de la sociedad, contrario al régimen
monárquico del Antiguo Régimen. 6 Esto significa, según González (2007), que las leyes que
regían en Francia sólo y únicamente podían ser expedidas por el parlamento, en virtud que el
poder que dotaban a dichas normas tenían la legitimación de la sociedad a la que representaban
en este nuevo régimen democrático. Esta legitimación del poder, recordemos, estuvo implícita
en los movimientos revolucionarios de aquella época que, desde el liberalismo y las ideas
democráticas, buscaban el establecimiento de la igualdad y la aplicación predictible de las leyes.
Brevemente para ejemplificar ello, la revolución americana se dio por la imposición tributaria
establecido por los ingleses bajo la premisa del “no taxation, without representation”, al igual
que el caso francés, cuestionaban la legitimación de la autoridad que carecía de representación
popular. Siguiendo con los antecedentes del modelo casatorio de dicho país, tenemos que,
producida la revolución francesa, la doctrina nos dice que –a contrario de lo que podría
suponerse-, los únicos funcionarios del Antiguo Régimen que continuaron ejerciendo funciones
públicas eran (justamente para desconfianza de los demócratas y los liberales), los mismos
jueces que habían sido elegidos por la monarquía con anterioridad a la revolución. Tal es así
que, ante esta situación, el 25 de mayo de 1790, Maximilien Robespierre pronuncia, a fin de
garantizar la supremacía del órgano legislativo sobre el judicial, un discurso proponiendo el
control de la labor de los jueces por un tribunal que se ubique dentro del Poder Legislativo y
que, si bien no pueda interpretar la ley, sí pueda anular sentencias previa orden de la expedición
de una nueva resolución por el juez o tribunal de la causa (Morón, 1997). Ante esa realidad, los
franceses crearon un mecanismo procesal que, siendo un órgano primigeniamente político (es
decir, no jurisdiccional), sólo tenía por función ejercer un control negativo en la interpretación
de las leyes y la labor de los jueces, emitiendo una declaración de nulidad de aquellas
actuaciones procesales contrarias a lo expresado en la ley (Hitters, 2009). Y es por esta razón
histórica que en un inicio el Recurso de Casación sólo tenía el fin nulificante y no como ya lo es
ahora que puede pronunciarse perfectamente sobre el fondo de la controversia sin reexaminar o
valorar los hechos. Vistas estas razones del surgimiento de la Casación en Francia, es
conveniente ahora ver la estructura de su modelo casatorio. Al respecto, su norma reguladora es
el Código de la Organización Judicial Francesa (una norma similar a lo que en nuestro país sería
la Ley Orgánica del Poder Judicial), el cual conoce las sentencias o resoluciones que ponen fin a
la instancia y no se admita, sobre ella, una apelación, lo cual significa que las resoluciones de
primera instancia sean de conocimiento de la Corte de Casación francesa (Armengot, 2014).
Sobre esta posibilidad de impugnar resoluciones finales inapelables de los jueces de menor
jerarquía, si bien se puede juzgar que elevaría indudablemente la carga procesal, bien puede
argumentarse que este modelo casatorio brinda la posibilidad de uniformizar la totalidad del
derecho objetivo. Consideramos que al respecto, las razones antes esgrimidas post revolución
francesa, son las que enmarcan los caracteres generales de este medio impugnatorio en dicho
país: es 7 decir, un recurso extraordinario que tenga por objeto estudiar posibles
extralimitaciones del juez o tribunal que conoce sobre los hechos del caso, a fin de ejercer un
control que no realice una interpretación más allá de donde la ley no ha indicado pero, sin que
ello implique que la Corte de Casación se invista de la autoridad de un juzgado o tribunal de
segunda instancia donde revoque los errores de derecho y, menos aún, pueda valorar o estudiar
los medios de prueba. Sin embargo, tal como lo expone Rengel-Römberg (2002), hay ciertas
consideraciones especiales en este modelo casatorio muy importante: aun cuando ya se haya
reseñado que en este modelo casatorio la Corte no se pronuncia sobre el fondo, sino que manda
el reenvío a un juez, es importante tener en cuenta que –actualmente y con la evolución de su
derecho nacional-, si los jueces de primer y segunda instancia coinciden en la narración de los
hechos de modo uniforme, la Corte de Casación puede excepcionalmente poner fin al litigio
decidiendo sobre el derecho de las partes de acuerdo con el artículo 627 del Código de
Procedimiento Civil. La segunda consideración especial, es que una vez que la Corte de
Casación conoce del recurso y estima que la sentencia recurrida debe ser anulada, entonces
efectuará el reenvío disponiendo que un juez o tribunal de idéntica jerarquía (pero distintos a los
magistrados que conocieron del caso) puedan resolver nuevamente el asunto sobre el fondo
siempre que se respete las consideraciones emitidas por la Corte de Casación. Una regulación,
sin duda, muy distinta a la peruana (Rengel-Römberg, 2002).
2. EL MODELO CASATORIO ESPAÑOL:
Es innegable la influencia francesa en los países que, como España y el Perú, se rigen
históricamente bajo el sistema jurídico romano-germánico. Si bien la Casación nace en Francia,
su recorrido por los demás ordenamientos jurídicos en países de la Europa occidental como
España, llegó regulado con ciertos matices distintos que sirvieron posteriormente para
influenciar al Perú. Si bien como ya comentamos preliminarmente en los antecedentes de
nuestro modelo casatorio, el sistema español sobre este instituto ha experimentado una
regulación ciertamente propia y que se ha alejado de las raíces históricas que seguía del modelo
francés, en dicho país se dio paso a un sistema donde la Corte de Casación únicamente
conocería sobre interpretaciones erróneas o inaplicaciones de normas sustantivas, y no sobre
infracciones o indebidas interpretaciones de normas de carácter procesal. Como ya lo habíamos
mencionado, desde 1984 España regulaba como causal de Recurso de Casación aquellas
posibles infracciones que pudieran surgir a las normas de orden material y procesal, las cuales
estarían todas ellas a conocimiento de su Tribunal Supremo (lo que en Perú equivaldría a la
Corte Suprema de Justicia). Sin embargo, una vez expedida la Ley de Enjuiciamiento Civil en el
año 2000 (conocida mejor como “LEC 2000”), el sistema judicial español distingue ahora entre
el Recurso de Casación y el Recurso de Infracción Procesal, los cuales tendrán regulación
distinta y hasta distintos jueces competentes. Veamos lo que dice la mentada Ley de
Enjuiciamiento Civil del año 2000 a continuación. De acuerdo con el inciso 1 del artículo 477
de la LEC 2000, la única causal que determina 8 la procedencia del recurso de casación español,
es que se haya acusado la existencia de una infracción de las normas que tengan por objeto
resolver la controversia del caso. Es decir, no cabría (como la experiencia peruana), que se
interponga un Recurso de Casación por una supuesta o posible interpretación inadecuada del
derecho al debido proceso en el trámite de una controversia que tenga por objeto pronunciarse
sobre la calidad o no de propietario de un determinado bien. No obstante ello, en cuanto al
extraordinario Recurso de Infracción Procesal español, las causales –como es de suponer- son
un tanto distintas y se describen en el artículo 469 de la citada norma, las cuales señala que este
medio impugnatorio solo puede cuestionar infracciones a las normas de jurisdicción y
competencia objetiva o funcional, aquellas normas procesales que regulan una sentencia (como
la debida motivación de las resoluciones) o cuando se hayan vulnerado derechos procesales de
la jerarquía de derechos fundamentales únicamente en el proceso civil (no así, que esta supuesta
vulneración venga como consecuencia sobre los derechos materiales que decida el fallo).
Además, el mismo artículo de la LEC 2000 precisa que la infracción de estas normas procesales
no debe haber sido cualquiera, sino una tal que determine su nulidad y/o hubiese podido
producir indefensión a la parte perjudicada. Es decir, para determinar cuándo podemos
ubicarnos en esta situación, podemos señalar que la resolución impugnada no se hubiese
emitido de dicha forma si la infracción procesal no se hubiese llevado a cabo. Una diferencia de
orden práctico entre ambos recursos (en donde tengamos en cuenta que nuestro Recurso de
Casación regula ambas causales de modo conjunto) es que mientras el Recurso de Casación se
encuentra bajo conocimiento de la Sala Primera del Tribunal Supremo (véase al respecto el
artículo 478 de la LEC 2000), el Recurso de Infracción Procesal estará bajo estudio de las Salas
en lo Civil de los Tribunales Superiores de Justicia, de acuerdo con el artículo 468 de la LEC
2000). Del estudio de esta nueva regulación española, podremos apreciar que un medio
impugnatorio como el Recurso de Casación, cuyas interposiciones provienen desde cualquier
ciudad en donde se articule un proceso, indudablemente va generar una carga procesal muy alta
para un solo tribunal que, por muy Supremo que fuera, va tener que lidiar con sentencias o
resoluciones que han sido emitidas por todos los jueces de segunda instancia del país. Es de
suponer entonces que esta regulación donde se delegan las acusaciones de infracciones
procesales a los distintos tribunales superiores, contribuiría a una disminución de la carga
procesal que permita a su Tribunal Supremo, en sustancia, conocer de posibles errores de
derecho e interpretar adecuadamente la ley material al caso en concreto. No obstante, ello, a
diferencia de lo que ocurre con el modelo de Casación francés e italiano, la interposición del
Recurso de Casación en España, producirá efectos devolutivos y suspensivos, siendo que la sola
presentación de dicho medio impugnatorio impediría que la sentencia recurrida se pueda
ejecutar por el tribunal superior o el juez de primera instancia, algo que en España (al igual que
sucede en el Perú), puede ser visto como una oportunidad para dilatar el proceso.
ESTRUCTURA ACTUAL DE NUESTRO MODELO CASATORIO:
Aunque como vimos su primera regulación del Recurso de Casación como tal, se produjo con la
Constitución Política de 1979, fue el Código Procesal Civil de 1993 la norma especial que –para
los procesos civiles- desarrolló extensamente este medio impugnatorio. Así también, a lo largo
de estos años, no ha sido ajeno a ciertas modificaciones que han buscado, nada más con buenas
intenciones, dotar de mayor eficiencia a este mecanismo procesal como a continuación veremos.
Nuestro actual Código Procesal Civil señala, en su reformado artículo 384, que el Recurso de
Casación “tiene por fines la adecuada aplicación del derecho objetivo al caso concreto y la
uniformidad de la jurisprudencia nacional por la Corte Suprema de Justicia”. Una regulación,
sin duda, que se aleja de las clásicas y actuales regulaciones en el resto del mundo de este
recurso que siempre buscó la correcta aplicación del derecho. Tengamos en cuenta que estos
nuevos fines no fueron los que instituyeron este medio impugnatorio originariamente cuando
entró en vigencia nuestra actual ley procesal civil, toda vez que antes de esta reforma del
artículo 384 (que se hizo en virtud de la Ley N° 29364 del 28 de mayo de 2009), se señalaba en
ese mismo dispositivo que los fines esenciales de la Casación eran la correcta aplicación e
interpretación del derecho y la unificación de la jurisprudencia nacional. Ahora bien, dicho
artículo del Código Procesal Civil que regula los fines de la Casación, debe ser estudiado en
concordancia con las causales por las que procede, ya que de ese modo se va poder comprender
que busca finalmente este recurso tal como está regulado en nuestro país. En cuanto a las
causales que procede este medio impugnatorio, únicamente son dos de carácter general
enunciadas en el artículo 386 del Código Procesal Civil: infracción normativa que incida
directamente sobre la resolución impugnada o en el apartamiento inmotivado del precedente
judicial. Obviemos por un momento la causal del apartamiento inmotivado del precedente
judicial (sobre el que se volverá más adelante), para abocarnos un poco más acerca de esta
causal general de la “infracción normativa” a fin de buscarle el efecto (causa-efecto) de la
“adecuada aplicación del derecho objetivo al caso concreto” que tiene como fin nuestra
Casación de acuerdo a la ley procesal civil. Si vemos esta causal, la “infracción normativa”
puede dar lugar a múltiples interpretaciones que, o bien pueda versar únicamente sobre errores
en la aplicación e interpretación de normas de derecho material, o bien puede tratar de constituir
una vía que, usada perversamente, puede desnaturalizar el Recurso de Casación, tal como puede
ser –por poner solo un ejemplo-, la alegación de la infracción normativa del artículo 197 del
Código Procesal Civil (que trata sobre la valoración conjunta de los medios probatorios),
buscando pretender el acceso por la puerta falsa de dichos medios de prueba en vía casatoria.
Esta causal simple regulada de modo general, se aleja del Código Procesal Civil Modelo para
Iberoamérica dado en Montevideo de 1988, donde se establecía –como directriz o guía digna de
tomar en cuenta-, que las causales del Recurso de Casación se fundaban en 10 la infracción o
errónea aplicación de una norma de derecho, sea éste en el fondo o en la forma (léase el artículo
240 del Código Modelo para Iberoamérica). Además de ello, siendo nuestro país un sistema
judicial basado en el sistema romanogermánico, las normas como las contenidas en el Código
Procesal Civil deben procurar, en principio, poder generar predictibilidad sobre determinadas
actuaciones procesales que se desean emplear, sin que ello implique buscar o pretender regular
cada situación que se pueda presentar en la realidad (lo cual sería por demás imposible), pero sí
al menos regular determinadas situaciones de modo expreso para no entrar en el caos. Al
comentar sobre las propiedades de un sistema basado en la ley y no en el precedente judicial, la
particularidad de estas normas es permanecer en el tiempo para garantizar la previsibilidad y
certeza (Glave, 2012). Sin embargo, no cualquier regulación legal (como establecer
semánticamente “infracción normativa” sin más), garantizaría la pretendida certeza, sino todo lo
contrario. Bien pudo acogerse determinadas causales como las establecidas en el Código
Procesal Civil Modelo para Iberoamérica de 1988 a fin de no pretender emplear cualquier
situación jurídica para adecuarla a dicha causa general. Otra de las normas medulares que
configuran los aspectos eficientes o ineficientes del mencionado medio impugnatorio, lo
constituye la necesidad que la resolución que se impugna, sea una que, emitida por una Sala
Superior, haya debido poner fin a la instancia en segundo grado, no pudiéndose interponer
contra ella ya un recurso de apelación. Es decir, la Corte Suprema no va conocer de todos los
casos que ante ella lleguen, sino únicamente de aquellos iniciados en juzgados especializados y
que hayan sido elevados en apelación ante una Sala Superior. Como debemos suponer, nuestro
modelo casatorio excluye del conocimiento de la Corte Suprema (vía este recurso) de los
procesos iniciados ante jueces de paz y/o jueces de paz letrado. Así, la regulación de nuestro
Código Procesal Civil no determina el conocimiento de las materias controvertidas por los
jueces supremos en base a que, si se tratara de derechos indisponibles o fundamentales, sino
únicamente de si el conocimiento de la causa en segunda instancia, estuvo a cargo de una Sala
Superior. En ese sentido, todos aquellos casos que versen sobre derecho de familia o hasta
incluso en temas relacionados al interés superior del niño, no tendrían control casacional si no
se iniciaron ante un juzgado especializado. Visto esto, nuestro modelo casatorio debe sopesar
entre la posibilidad de poder brindar un control casatorio a todas las resoluciones de segundo
grado siempre que verse sobre derechos indisponibles (sin importar si este segundo grado no lo
constituye una Sala Superior) o prescindir de procesos que terminan ante un juzgado
especializado como segunda instancia con el fin de disminuir la excesiva carga procesal que
manejan como Corte de Casación. Esta creemos que es, en parte, la razón por la que sólo
pueden ser sometidas a control casatorio las resoluciones de las Salas Superiores que, como
órganos de segunda instancia, pongan fin al proceso, ya que la revisión o control normativo de
todas las sentencias emitidas por cualesquiera órganos judiciales como jueces de segunda
instancia- únicamente elevaría aún más la carga procesal y perjudicaría la calidad de las
resoluciones judiciales. 11 Siguiendo con la estructura de nuestro modelo casatorio nacional, y
de aquellas normas que inciden en su determinado grado de eficiencia (o de ineficiencia, según
se vea), podemos advertir que nuestro Código Procesal Civil decidió tomar camino por la
suspensión de los efectos jurídicos de la resolución sometida a Casación, la cual no podrá
ejecutarse sino hasta que la Corte Suprema de Justicia decida sobre el Recurso de Casación, una
vía sin duda distinta al modelo francés e italiano. Al respecto, teniendo la interposición del
Recurso de Casación efectos suspensivos para la ejecución de la sentencia de segunda instancia,
se puede dar a este mecanismo un uso dilatorio a fin de retrasar el procedimiento. Otros países
como España a través de su LEC 2000, han desarrollado cada vez más ampliamente el instituto
de la ejecución provisional de las sentencias sometidas a recurso (como el propio Recurso de
Casación). Así, como indica Damián Moreno (2009), la ejecución provisional de las sentencias
se sustentaba en que en un sistema casatorio de efectos suspensivos como el nuestro, el recurso
era empleado para prorrogar los efectos de lo resuelto haciéndolo posiblemente inviable para ser
ejecutado hasta que la resolución adquiera firmeza. Sobre este punto de nuestro modelo
casatorio, es pertinente hacer una salvedad: si bien es cierto nuestro Código Procesal Civil ha
regulado con acierto en el artículo 615 de la citada ley procesal la procedencia de la medida
cautelar de quien ha obtenido una sentencia favorable (en un proceso donde aún no existe cosa
juzgada), no debemos confundir ello con una consideración hacia la ejecución provisional de la
sentencia de segundo grado que ha sido sometida a Recurso de Casación. Ello es así porque en
el primer supuesto estaríamos ante una tutela cautelar, mientras en el segundo caso ante una
tutela ejecutiva. La diferencia, más que doctrinaria, implica que la tutela cautelar nada más
asegurará la ejecución de la sentencia cuando esta adquiera firmeza, mientras que la tutela
ejecutiva implicará que la resuelto en segunda instancia se empiece a ejecutar de modo
inmediato, así sea interpuesto contra ella un Recurso de Casación (Martín Delgado, 2006). No
obstante que más adelante planteemos la posibilidad de que la interposición del Recurso de
Casación no tenga efectos suspensivos, sí es necesario tener en cuenta que en la estructura de
nuestro modelo casatorio, una disposición como está tiene efectos sobre la carga procesal que
actualmente maneja la Corte Suprema de Justicia. Al igual que dicha regulación, otro aspecto
central de nuestro modelo tiene que ver con que la Corte Suprema puede conocer bien de casos
que tengan que ver con posibles interpretaciones erróneas o inaplicaciones de las leyes
materiales y, de igual forma, con alegadas infracciones a las normas procesales que hayan
tenido incidencia en el resultado final del proceso. Así, una lectura de artículo 396 del Código
Procesal Civil, nos dice que toda alegación hacia una infracción en la mala aplicación de
normas materiales (es decir, las contenidas en el Código Civil fundamentalmente), dará lugar a
que la Corte Suprema revoque y reformule la sentencia poniendo fin al proceso. Distinto a ello,
es del caso que se declare una infracción hacia normas de carácter procesal, las cuales tienen
que ver con violaciones hacia la tutela jurisdiccional efectiva 12 o el derecho al debido proceso
de una de las partes procesales, siempre que dicha afectación haya tenido una repercusión en el
resultado final del proceso. Así entonces, no cualquier afectación o incumplimiento de las
formas procesales, implicaría una causa para acceder al control casatorio, sino que es necesario
que el incumplimiento de una correcta aplicación de dichas normas procesales haya sido la
causa para los resultados de la resolución de segundo grado. Es más, ni si quiera una errónea
motivación es causal de control casatorio, de acuerdo expresamente con el artículo 397 in fine,
“si su parte resolutiva se ajusta a derecho”. Finalmente, una norma por demás controversial (de
la que posteriormente ahondaremos) es la contenida actualmente en el artículo 392-A del
Código Procesal Civil, que establece únicamente en el Perú la procedencia excepcional del
Recurso de Casación si no ha cumplido los requisitos de procedencia, pero, que la Corte
Suprema de Justicia considera que puede contribuir a la adecuada aplicación del derecho
objetivo al caso concreto y/o la uniformidad de la jurisprudencia nacional.
ANÁLISIS DE LAS ÚLTIMAS REFORMAS Y SU IMPACTO EN LA ACTIVIDAD
JURISDICCIONAL.
Es innegable que desde que se estableció la primera regulación de nuestro Recurso de Casación
con el Código Procesal Civil de 1993, éste instituto ha sufrido en el tiempo ciertas variaciones
(algunas positivas y otras negativas) que con sus sumas y restas no han contribuido a disminuir
la carga procesal ni hacer efectivo este recurso para brindar una tutela jurisdiccional efectiva
como más adelante veremos. Todas estas modificaciones vinieron de la mano con la Ley N°
29364, publicado en el Diario Oficial El Peruano el 28 de mayo de 2009, en una ley sin una
exposición de motivos que diera luces sobre la voluntad del legislador de modificar diversos
artículos del Código Procesal Civil, entre los que se encontraba la modificación a diversas
normas del Recurso de Casación. A continuación, daremos a conocer los cambios más
resaltantes a partir de esta norma del 2009:
 Sobre los nuevos fines del Recurso de Casación:
Con la modificación citada, los nuevos fines del Recurso de Casación son ahora –de
conformidad con el texto del artículo 384 del Código Procesal Civil- “la adecuada aplicación
del derecho objetivo al caso concreto y la uniformidad de la jurisprudencia nacional”. Es decir,
a excepción del considerando de la uniformidad de la jurisprudencia nacional (el cual se
mantiene), nuestro Recurso de Casación pasó de tener a la correcta aplicación e interpretación
del derecho objetivo, nada más que a la adecuada aplicación del mismo en el caso concreto.
Aun cuando esta ley de reforma no haya tenido una Exposición de Motivos que pueda hacer
más clara la interpretación de esta modificación, no creemos que ésta sea únicamente un cambio
semántico del texto, sino que ella encierra atrás una concepción sobre la misma política de la
administración de justicia. 13 Una regulación como la anterior (“correcta aplicación e
interpretación del derecho objetivo”) sin hacer referencia alguna al <> sobre el que se hacía el
control casatorio, hace suponer que las resoluciones casatorias que se emitían previa
interpretación de un derecho o donde se aplicaba una norma objetiva, era –sino- el modo
correcto cómo se debiera hacer, siendo que una interpretación distinta del mismo derecho u otra
aplicación de la norma no era más que una contravención a dichos fines. En ese sentido, la
actual regulación modificada tendría mayores conveniencias, toda vez que daría mayor
independencia judicial a los jueces de inferior jerarquía para interpretar las leyes y aplicar las
normas según cada caso en concreto, previo estudio de los hechos particulares de cada caso
judicial. Ahora bien, a fin de ejemplificar la mayor conveniencia de la modificación de
“correcta aplicación e interpretación del derecho objetivo” hacia –como está actualmente-
“adecuada aplicación del derecho objetivo al caso concreto”, vamos a ponernos en el siguiente
supuesto: Con la anterior regulación, -y teniendo en cuenta que la Corte Suprema no analiza
hechosun control casatorio estricto determinaría que una interpretación de un derecho o una
norma sólo será correcta en el modo como lo había hecho o se hiciese en una sentencia
casatoria, y será incorrecta si ello no hubiese sido así. Poco importarían los hechos, toda vez que
la Corte Suprema no se pronuncia ni hace un estudio sobre ello. Así entonces, la consecuencia
era que los jueces de inferior jerarquía sufrían un menoscabo en su independencia judicial,
puesto que no se les era permitido poder interpretar de un modo distinto un derecho ante un caso
distinto que meritó lo interpretado por la Corte Suprema de Justicia en su Recurso de Casación.
Una regulación más propicia del modelo casatorio bajo un sistema romano-germánico debe ser
–como correctamente lo señala nuestro Código Procesal Civil-, la “adecuada aplicación del
derecho objetivo al caso concreto”, toda vez que nuestro ordenamiento jurídico –basado en la
ley y no en el precedente-, no puede establecer como una “correcta aplicación” o “correcta
interpretación” la efectuada por un tribunal por la mayor jerarquía que éste pueda tener, toda
vez que, cuando los hechos son distintos, estos merecen ser tratados de modo distinto.
 Respecto a la genérica causal de “infracción normativa”:
Antes de la reforma del año 2009, nuestro sistema casatorio tenía -en atención a lo
extraordinario del recurso- tres causales específicas de procedencia cuyo objeto era señalar
predictibilidad sobre las causas por las que se podía interponer el mencionado Recurso. Estas
eran las siguientes: i) aplicación indebida e interpretación errónea de una norma de derecho
material, así como de la doctrina jurisprudencial; ii) inaplicación de una norma de derecho
material o de la doctrina jurisprudencial, y iii) la contravención referida a las normas que
garantizan el derecho al debido proceso. Notamos entonces como la anterior regulación no hacía
referencia alguna (como ahora sí) al “caso concreto” en que se enmarcaba el Recurso de
Casación pero, sin embargo, establecía tres causas específicas que, interpretada de modo
conjunto a la nueva regulación sobre los fines de la casación (es decir, la “adecuada aplicación
del derecho 14 objetivo al caso concreto”), podía conservar la independencia de los jueces de
inferior jerarquía de tener en consideración la interpretación contenida en las sentencias
casatorias en los casos semejantes y poder aplicar e interpretar distintamente la misma norma en
aquellos procesos donde los hechos sean diferentes, de modo tal que se asegure su
independencia judicial. No obstante ello, determinar o conceptualizar en qué casos nos
encontraríamos ante una “infracción normativa”, únicamente abre una posibilidad para el
litigante que –interesado nada más que en retrasar el proceso- use este medio impugnatorio para
alegar supuestas infracciones del derecho al debido proceso en relación a las normas que
regulan los medios probatorios o la motivación de las resoluciones judiciales, donde se busque
que la Corte Suprema de Justicia se pronuncia incluso sobre aspectos fácticos. Esto es así –y se
da- toda vez que la nueva regulación sobre las causales del Recurso de Casación no contiene
motivos expresos o que generen predictibilidad sobre su admisión o rechazo (como antes lo
era), sino que ahora por “infracción normativa”, se puede alegar cualquier cuestionamiento
sobre aspectos valorativos de la prueba o de los hechos del caso, en donde se señale en
concordancia que ello no es acorde con las normas que regulan dichas situaciones.
 Sobre la procedencia excepcional del Recurso de Casación:
Aunado a la inconveniente reforma de la causal genérica de “infracción normativa” que se acaba
de comentar, la Ley N° 29364 de 2009 incorporó el artículo 392-A, el cual estableció la
procedencia excepcional del Recurso de Casación cuando no se hubieran cumplido aún a pesar
que no hubiese cumplido los requisitos de procedencia, una norma que sin duda no contribuye
en nada a disminuir la carga procesal. Todo lo contrario. Esta procedencia excepcional (atípica
para un recurso extraordinario como la Casación), señala la facultad de la Corte Suprema de
conceder excepcionalmente dicho recurso (a pesar de no cumplir con los requisitos de
procedencia), siempre que la sentencia casatoria ayude a cumplir los fines de dicho Recurso (es
decir, aplicar el derecho objetivo al caso en concreto y la uniformidad de la jurisprudencia
nacional. Aun cuando la norma señala como una facultad y no una obligación de la Corte
Suprema de Justicia la de conceder el recurso interpuesto, la atípica regulación deja una puerta
abierta para que pueda hacerlo sobre –prácticamente- cualquier recurso que sea interpuesto, ya
que –muy aparte de tener una causal genérica de procedencia-, todas las sentencias casatorias –
para bien o para mal- ayudan en teoría a dar directrices sobre la adecuada aplicación del derecho
al caso en concreto. Ello es así porque toda resolución casatoria (así sea la que rechace el
recurso por no adjuntar el arancel correspondiente), va contribuir con los fines de la Casación:
aplicación adecuada del derecho al caso concreto y/o uniformidad de la jurisprudencia nacional.
Es decir, esta causal de procedencia excepcional, no depende en realidad de qué controversia se
discuta, sino de la unilateral voluntad de la Corte Suprema de Justicia de declarar procedente un
recurso. Si bien es cierto esta procedencia excepcional debe estar motivada (véase el art. 392-A
del Código Procesal Civil), ciertamente no existe un órgano o tribunal que pueda efectuar 15 un
control contra dicha resolución.

 La nueva regulación del Precedente Vinculante:


Con la reforma por la misma norma del artículo 400 del Código Procesal Civil, se ha traído a
nuestro país ahora el denominado “precedente vinculante”, un instituto propio del sistema
anglosajón, el cual ya establece que lo decidido en estos precedentes vinculantes, vinculan a los
jueces hasta su posterior modificación por otro precedente judicial. Es decir, de acuerdo al
propio texto expreso del nuevo artículo 400 del Código Procesal Civil, ni si quiera la ley puede
modificar el precedente judicial, sino únicamente éste puede ser variado nada más que por otro
precedente. Una regulación más propia de países del Reino Unido o de los Estados Unidos. Así,
entre los dos sistemas jurídicos principales en el mundo (el anglosajón y el sistema romano-
germánico), la solución de controversias se dará en este último en base al derecho legislado,
siendo que la jurisprudencia existente tendrá nada más un efecto relativo. Distinto a ello, es el
sistema anglosajón, donde la Cámara de los Lores y la Suprema Corte, emiten fallos vinculantes
(stare decisis). Un sistema que establece sus reglas principales en base al derecho de los jueces
(Pfeffer Urquiaga, 2006). Sin embargo, la reforma del año 2009 ha establecido la posibilidad
que las sentencias casatorias puedan establecer precedentes vinculantes hacia los demás jueces
para la resolución futura, y cuya modificación de tales criterios no puede provenir incluso de
una ley interpretativa, sino única y exclusivamente, de otro precedente judicial. Ponemos como
ejemplo las leyes interpretativas para hacer referencia nada más a una de las máximas
expresiones del sistema romano-germánico, aunque algunos autores puedan tener reparos con
dicho tipo de interpretación (Zúñiga Urbina, 2009). No obstante, ello, su poder para interpretar
leyes, ha significado siempre la preminencia del derecho legislado sobre el derecho de los
jueces (es decir, el sistema basado en el precedente). Tal es el caso chileno en donde la
revolución de 1891 importó este concepto de interpretación a fin de dotar de mayor preminencia
a la ley que a la jurisprudencia (Salazar Sánchez, 1993). Ahora bien, lo que sí es destacable de
la modificación de este artículo, es sobre los jueces competentes para emitir este tipo de
sentencias (ahora “precedentes”): Con la anterior regulación, todos los Vocales Supremos –sin
importar de qué especialidad fuesen-, podían pronunciarse sobre materias de derecho civil,
vinculación realizada sobre todos los jueces civiles cualquiera que fuera su jerarquía (inclusive
los mismos de la Corte Suprema) de cómo debían resolver los casos. Es decir, con la anterior
regulación, los Vocales Supremos en materia penal o constitucional, podían interpretar las
normas de derecho civil y crear jurisprudencia en dicha materia, aun cuando evidentemente no
era su especialidad. Dicha regulación se dio por única vez, en una sentencia por demás
controversial: el Primer Pleno Casatorio Civil (Casación N° 1465-2007-Cajamarca).
 ANALISIS DEL ROL DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA EN SUS
SENTENCIAS CASATORIAS:
A fin de poder expresar propuestas de modificación para dotar al Recurso de Casación de mayor
eficiencia, es importante ver ahora el rol que ha tenido la Corte Suprema de Justicia resolviendo
los Recursos de Casación dentro de los márgenes que actualmente le da la ley, y cómo es que
una regulación como la actual, le ha permitido hacer interpretaciones mucho más allá del texto
de la ley, cual si estuviéramos en el sistema anglosajón. En ese sentido, los ejemplos que vamos
a ver a continuación no tienen por fin analizar la conformidad o no con el desarrollo de
instituciones jurídicas del derecho civil, sino ver si la Corte Suprema de Justicia, al investirse
como Corte de Casación, lo ha venido haciendo de acuerdo a los límites normativos que le
asigna la Constitución y el Código Procesal Civil, a fin de –en caso sea afirmativa la respuesta-
poder tener en cuenta ello al momento de proponer algunas propuestas para la mejor
estructuración de este medio impugnatorio. Un caso paradigmático, como lo veremos a
continuación, lo constituye la Casación N° 5745-2011-Lima, resolución emitida por la Sala
Civil Permanente de la Corte Suprema en fecha 11 de octubre de 2011. En este caso, como
veremos a continuación, la Corte Suprema interpreta el artículo 2014 del Código Civil (con la
antigua redacción antes de la reforma por la Ley N° 30313 del año 2015) de un modo contrario
al texto expreso de la propia ley y de la misma Constitución Política en lo referente a los bienes
de dominio público. Para empezar, la redacción vigente para ese entonces del artículo 2014 del
Código Civil señalaba -en resumidas cuentas- que el tercero de buena fe que adquiría un bien, lo
conservaba siempre que el otorgante de los registros, apareciera con facultades para otorgarlo.
Una excepción para que no opere dicha buena fe –aparte de las normas que regulan la teoría del
acto jurídico en el libro II del Código Civil-, es que no se pruebe que conocía la inexactitud del
registro. Sin embargo, la Casación anteriormente citada señaló en el considerando segundo de la
sentencia casatoria que por “inexactitudes registrales” debía comprenderse únicamente a los
“asientos registrales”, mas no a los “títulos archivados”. Es decir, para la Corte Suprema –
aunque suene una contradicción-, la información que obra en los títulos archivados de los
registros públicos, no forma parte del contenido de información en los registros públicos. Y si se
desea dejar más claro el ejemplo, el TUO del Reglamento General de Registros Públicos
(aprobado por Resolución N° 126-2016-SUNARP-SN) establece entre sus artículos 75 a 90, la
rectificación por datos inexactos en los registros públicos (entre los que obviamente incluye los
títulos archivados), a fin que no exista discrepancia entre la realidad y la información registral.
Otra extralimitación que comete en esta misma sentencia nuestra Corte Suprema, es que
transgrede la disposición contenida en el artículo 73 de la Constitución Política, toda vez que al
ser un bien de dominio público el objeto de la controversia, éste no podía ser transferido a
ningún particular en ningún supuesto.
Sin embargo, con una interpretación como la de nuestra Corte Suprema, se estaría concluyendo
que una inscripción en los registros de bienes de dominio público, pueden facultar su
transferencia beneficiándose al tercero “de buena fe” que aparentemente no sabía que dicho bien
era de dominio público. Es decir, si esto fuera precedente vinculante, se podría poner en el
mercado las playas, vías públicas, entre otros, con títulos falsificados que ingresen al registro.
Casos controversiales como este, no es el único. Como lo habíamos señalado antes, en la
sentencia del Primer Pleno Casatorio Civil (Casación N° 1465-2007-Cajamarca), se estableció
bajo el colofón de “interpretación sistemática” una creación legislativa en materia de
excepciones y transacciones extrajudiciales donde ni el Código Civil, ni Código Procesal Civil
lo hacía. Al respecto, la Corte Suprema estableció en la primera parte decisoria de dicha
sentencia que la transacción extrajudicial que no había sido previamente homologada
judicialmente, podía ser opuesta como excepción y dar así por terminado el proceso sin entrar al
fondo de la controversia. Sin embargo, el Código Procesal Civil ha señalado en su artículo 446,
trece únicas causas sobre las que se puede oponer una excepción, no encontrándose en ninguna
de ellas la transacción extrajudicial. Lo más cercano a las normas que regulan la excepción por
transacción, es la contenida en el inciso 10 que establece la conclusión del proceso por
transacción, estableciendo como uno de sus requisitos la identidad del proceso. Asimismo,
como se puede desprender de una lectura del propio texto legal, una transacción extrajudicial es
distinta a una transacción judicial, toda vez que en el primer caso no ha habido intervención del
juez y no podremos encontrarnos entonces ante una transacción homologada judicialmente que
haya puesto fin a un proceso. A pesar de esto, la Corte Suprema creó una nueva causal de
oposición de excepción no establecida en el artículo 446 del Código Procesal Civil, la cual es
una norma que establece cláusulas cerradas y en ninguno de sus incisos ni de otra norma, deja
una posibilidad abierta de discreción judicial para incorporar otras causales de excepción. Otro
caso que merece la atención estudiar es el referido a la Casación N° 4664-2010- Puno, sentencia
la cual se dio en el marco del denominado Tercer Pleno Casatorio Civil. Este caso, el cual
trataba sobre temas relacionados al derecho de familia, pretendió hacer unas interpretaciones a
las normas del Código Civil y Código Procesal Civil, la cual justificaba sus premisas bajo la
cláusula constitucional del Estado Social y Democrático de Derecho sin advertir, que más allá
de una interpretación, la Corte Suprema había creado y derogado normas expresas para este tipo
de procesos judiciales. Como ya veremos, este Tercer Pleno Casatorio se convoca en virtud de
una interpretación contradictoria entre los juzgados y salas superiores de familia para
determinar quién era el cónyuge perjudicado en un divorcio por separación de hecho que debía
hacerse merecedor de una indemnización. Sin embargo, la sentencia casatoria va más allá y
establece directrices sobre las reglas del proceso, fijación del petitorio y oportunidad de
ofrecimiento de los medios probatorios. Así, la Corte Suprema de Justicia concluyó en la parte
decisoria de su fallo que los jueces 18 y salas superiores están facultados para “flexibilizar”
principios y normas procesales sobre la iniciativa de parte, congruencia, acumulación de
pretensiones, etc. De la misma forma, la Corte Suprema de Justicia le otorgó facultades a los
demás jueces para que puedan señalar una indemnización por daños y perjuicios a favor del
cónyuge perjudicado, así sea el caso que la parte demandante no lo hubiese solicitado pero,
siempre que hubiera señalado como un hecho del caso el detrimento económico que hubiera
sufrido como consecuencia de la separación. Incluso, la sentencia casatoria faculta a que el
mismo juez, después de producidos los actos postulatorios, pueda formular pretensión de
indemnización contra la parte demandada, lo que no es sino un quebrantamiento a la regla de la
imparcialidad judicial. No únicamente ello, sino que también –contra dicha pretensión-, la parte
demandada sólo puede ofrecer medios de actuación inmediata si es que ya se ha llevado a cabo
la audiencia de pruebas. Si se ve el Código Procesal Civil y las demás normas que rigen
nuestros procesos judiciales, no se desprende que por la interpretación de las leyes, se pueda
llegar a tal conclusión. Otro ejemplo con las sentencias casatorias plenarias, se puede ver en la
extralimitación de la Corte Suprema de Justicia en la Casación N° 2195-2011-Ucayali (Cuarto
Pleno Casatorio) al interpretar el artículo 911 del Código Civil, referente a la posesión precaria
y la consideración de un sujeto de derecho como “precario”. Así, de acuerdo al texto expreso
del artículo 911 del Código Civil, dos son los motivos por las que un poseedor es considerado
un precario: aquél que posee un bien sin título o porque el que tenía, ya feneció. Ahora bien,
poniendo a contraste la ley, la Corte Suprema (como precedente vinculante) ha señalado en el
resultado de su sentencia casatoria que el poseedor, a fin de ser considerado precario, debe
cumplir los siguientes requisitos para que se dé la posesión sin título: ocupación de bien ajeno,
falta de pago de renta y falta de título para ello. Del estudio de las normas del Código Civil, no
podemos extraer alguna pauta que haya servido a la Corte Suprema considerar la falta de pago
de la renta como un requisito que se desprenda del artículo 911 del Código Civil pero, más allá
de ver si este nuevo requisito creado jurisprudencialmente es o no adecuado para la teoría de los
derechos reales, el presente análisis se enfoca entre la estructura legislada de nuestro modelo
casatorio y la actuación de la Corte Suprema de Justicia frente a dicha regulación,
principalmente después de la reforma del año 2009 con la Ley N° 29364. Como se puede
apreciar, este requisito de la falta de pago de la renta, no es sino una creación jurisprudencial
que va más allá del texto de la ley, volviéndose la Corte Suprema en este caso, un legislador que
va agregar presupuestos que le norma no señala y eliminar otros en distintas sentencias que
emita. Este problema, visto en sentencias casatorias no vinculantes, así como en los propios
precedentes judiciales que continúan en vigor, hacen pensar de la eficiencia de la regulación de
nuestro modelo casatorio, toda vez que a pesar de la estructura actualnuestra Corte Suprema de
Justicia tiene una carga laboral creciente con el paso de los años y viene emitiendo resoluciones
contrarias al texto expreso de la ley.
 PROPUESTAS DE MODIFICACIÓN DEL RECURSO DE CASACIÓN CIVIL.
Cuando hablamos de la estructura actual de nuestro modelo casatorio y la importancia que para
ello resulta ver dicho medio impugnatorio en el derecho comparado, se hizo especial mención a
la incidencia de las normas sobre la predictibilidad que puede generar la procedencia o no de un
Recurso de Casación y la elevación de la carga procesal. La propuesta de dotar a este
mecanismo de mayor eficiencia, debe incidir necesariamente en asegurar que las sentencias
casatorias se encuentren dentro del cuerpo de la regulación normativa; es decir, que la Corte
Suprema de Justicia no se exceda de sus funciones y cree derecho en vía jurisprudencial.
Asimismo, es necesario garantizar la calidad de las resoluciones judiciales, con el objeto que
ello contribuya a brindar una tutela jurisdiccional efectiva. Es bueno en ese sentido tener en
cuenta las estadísticas. De acuerdo con el informe “La justicia en el Perú”, en el año 2014
ingresó a conocimiento de la Sala Civil Permanente un total de 2,091 expedientes, mientras que
en el mismo año, fueron 2,208 expedientes los que se presentaron ante la Sala Civil Transitoria
(Gutiérrez, 2015). Es decir, cada una de esas Salas Supremas en materia civil, compuestas
ambas por 5 miembros, tiene pendiente de dar trámite y resolver causas de un aproximado de
190 procesos cada mes (estimación realizada sin contabilizar el mes vacacional de febrero), lo
cual puede poner en entredicho la celeridad con la que se dan trámite y resuelven los recursos,
así como la calidad de los mismos. No obstante ello, creemos que es necesario establecer
algunas propuestas que puedan servir de guía a fin de descongestionar un poco la carga procesal
y establecer ciertos parámetros en la regulación de nuestro modelo casatorio que no permita la
extralimitación en la creación del derecho por vía jurisprudencial contraria a reglas expresas de
nuestras leyes civiles.
1. Causales expresas de procedencia del Recurso de Casación:
Ya vimos como a partir de la reforma del año 2009, el sistema de causales de procedencia
del recurso de casación pasó de ser un sistema cerrado y predictible por sus cláusulas
expresas, a un modelo abierto y genérico que, ante la certeza que puede generar su
concesión, llama el interés de más litigantes en interponer este medio impugnatorio. Así, si
volviéramos a un sistema de cláusulas expresas, los jueces y litigantes sabrían con
anterioridad –y con mayor certeza- si el recurso que piensan interponer podría ser o no
declarado procedente. No obstante ello, si bien es cierto esto no detendría a los litigantes
que busquen dilatar el proceso al interponer el Recurso de Casación, sí podríamos advertir
una mala fe y/o temeridad que busque sancionar al litigante. En un sistema con una cláusula
genérica de procedencia, ello no podría ser así.
2. Los efectos de interposición del Recurso de Casación:
El Recurso de Casación es un medio extraordinario por excelencia. Sea esto bien por sus 20
especiales requisitos que se le exigen o por las facultades diferenciadas que tiene los
magistrados que resuelven sobre la causa. A diferencia de otros medios extraordinarios y/o
pretensiones impugnatorias (léase, el recurso de agravio constitucional y la nulidad de cosa
juzgada fraudulenta, por ejemplo), el Recurso de Casación no genera la suspensión de los
efectos jurídicos de la resolución impugnada. Esta situación, que no es exclusiva del sistema
de justicia peruano, ha sido tratado en la realidad francesa, donde el retardo en los procesos
judiciales muchas veces se puede dar por la interposición de medios extraordinarios al que
la ley les da efecto suspensivo y cuya práctica maliciosa no genera en la realidad la
imposición de una sanción (Mantilla, 2003). En ese sentido, podría resultar conveniente
plantear que la ejecución de la sentencia de segunda instancia impugnada, pueda ser
ejecutada provisionalmente, interpuesto que sea o no el Recurso de Casación, siempre que
dicha ejecución provisional no tenga efectos irreversibles sobre su revocación o anulación
(en caso finalmente se ampare el Recurso de Casación). Esto sin duda va detener a los
litigantes que, sabiendo de antemano que el Recurso de Casación no prosperaría, se desistan
de interponer dicho medio impugnatorio, toda vez que, interpuesto o no el mencionado
recurso, la ejecución provisional de la sentencia se llevaría a cabo de todos modos (siempre
que no sea irreversible sus efectos en caso de una anulación o revocación).
3. Eliminación de la procedencia excepcional del Recurso de Casación.
Una regulación que admita la procedencia excepcional del Recurso de Casación únicamente
eleva la carga procesal de la Corte Suprema, puesto que le faculta a admitir una mayor
cantidad de expedientes bajo su conocimiento, a pesar que de acuerdo a los requisitos de
procedencia, éste no debería proceder. Ahora bien, como no puede interponerse medio
impugnatorio alguno contra la resolución que declara procedente el Recurso de Casación
bajo la causal de “excepcional”, prácticamente la Corte Suprema tiene absoluta discreción
en ello, lo cual llama la atención si nos fijamos en qué motivos basta para que la ley faculte
a los jueces supremos de declarar la procedencia de dicho Recurso de Casación. Al
respecto, el artículo 392-A del Código Procesal Civil señala que si es que el recurso
interpuesto coadyuva a la adecuada aplicación del derecho objetivo al caso concreto y/o la
uniformidad de la jurisprudencia nacional, éste puede ser declarado procedente, así no se
haya cumplido justamente sus requisitos de procedencia. Esta regulación, tal como está
redactada, no sería conveniente, toda vez que toda sentencia casatoria tiene como fin
justamente aplicar el derecho objetivo al caso concreto (así sea una sentencia que declare
improcedente o infundado el recurso), o de dar directrices o guías que uniformicen así la
jurisprudencia nacional. De este modo, todo Recurso de Casación podría ser admitido a sola
decisión de la Corte Suprema.
4. La prohibición de realizar activismo judicial.
Hemos visto como en sentencias casatorias (incluyendo sentencias plenarias, donde debería
haber en principio mayor diligencia), la Corte Suprema de Justicia ha fallado contra el texto
expreso de la ley o, en otros casos, ha agregado o eliminado presupuestos que las leyes
exigían para una determinada situación jurídica. Al margen que lo dicho por la Corte
Suprema de Justicia sea o no oportuno en la respectiva rama del derecho sustantivo, nuestro
modelo casatorio debe reivindicar la separación de poderes entre quienes deciden las
controversias y quienes crean el derecho, bajo el entendido del diseño de nuestro modelo de
sistema jurídico. Esto implica que la Corte Suprema, como órgano que debe interpretar las
leyes en los casos concretos, se encuentre impedida de realizar activismo judicial, sistema
propio de los países regidos por el derecho anglosajón donde los jueces pueden establecer
regulaciones más allá del texto expreso de la norma. Esto no significa que las Salas
Supremas no puedan velar por la protección de los derechos fundamentales, sino que su
tarea de interpretar las leyes, no deba significar la creación o derogación de normas.
Situación que claramente compatibiliza con nuestro ordenamiento jurídico. Al respecto,
nuestro propio artículo X del Título Preliminar del Código Civil, señala el deber de la Corte
Suprema de informar al Congreso de la República (como reconocimiento de ser el órgano
de creación legislativa) los defectos o vacíos de la legislación. A contrario de ello, no existe
norma alguna que pueda afirmar que tales vacíos o defectos de las leyes, se solucionan por
sentencias casatorias.

CONCLUSIONES
El Recurso de Casación debe ser un medio impugnatorio que sirva a los justiciables para
buscar una adecuada aplicación del derecho al caso en concreto y la uniformidad de la
jurisprudencia nacional, a fin de que las sentencias que emitan los tribunales inferiores
puedan gozar de predictibilidad si se toma en cuenta los lineamientos que la Corte Suprema
de Justicia ha establecido. En ese sentido, para analizar los puntos eficientes e ineficientes
de nuestro modelo casatorio, es pertinente tener en consideración la regulación de
legislaciones que nos han servido como influencia en nuestra ley procesal, siendo
paradigmático el caso francés y el español. Si bien nuestro sistema casatorio no está
supeditado a la regulación que otros países realicen en el derecho comparado, es preciso
tener en cuenta como referencia la solución que dichas legislaciones le han dado a los
problemas más comunes que tiene nuestro sistema de justicia, como los demás países de
América Latina: la posibilidad de brindar una tutela jurisdiccional efectiva, teniendo en
cuenta la solución a la carga procesal y la necesidad de establecer mecanismos adecuados
para asegurar la calidad de las resoluciones judiciales. Para conocer mejor nuestro modelo
casatorio, es necesario analizar los antecedentes de su regulación y las últimas reformas que
sobre la misma se ha efectuado en el Código Procesal Civil. Así, estas vinieron a través de
la Ley N° 29364 en el año 2009, la cual – recordemos-, no contó con una Exposición de
Motivos que pudiera brindar dar mayores luces sobre la voluntad del legislador al establecer
algunas modificaciones. No obstante ello, a fin de determinar la conveniencia o no de las
modificaciones normativas, es pertinente analizar el impacto de sus normas sobre la
actividad jurisdiccional: Es decir, el estudio de las sentencias casatorias que ha emitido
nuestra Corte Suprema de Justicia. Al respecto, como hemos podido apreciar, la Corte
Suprema ha tomado distancia a través de sus sentencias, de las motivaciones históricas por
las que surge el Recurso de Casación. Prueba de ello es que en más de una ocasión (incluso
en sus sentencias plenarias), la Corte Suprema de Justicia se ha extralimitado de sus
competencias, creando derecho donde lo ha debido nada más que interpretar. Ante ello,
resulta imperativo establecer un modelo casatorio que pueda evitar este tipo de situaciones,
estableciendo cláusulas de modo expreso por las que se pueda declarar la procedencia del
Recurso de Casación y la función de la Corte Suprema de Justicia al establecer la
anteriormente denominada “doctrina jurisprudencial” (hoy “precedente vinculante”). Este
sistema casatorio, con sus cláusulas expresas, va permitir también generar mayor
predictibilidad en el conocimiento de las resoluciones que puedan tener las causas
planteadas ante la Corte Suprema de Justicia, y que éste órgano judicial no pueda interpretar
de un modo distinto a lo expresado en la norma, tal como podría darse el caso con cláusulas
genéricas. Finalmente, un modelo casatorio eficiente debe velar por la disminución de la
carga procesal con el objeto de garantizar celeridad en la resolución de los casos planteados
y una mayor calidad de las sentencias casatorias. Asimismo, este problema viene
acompañado de otros planteamientos como la ejecución provisional de las sentencias de
segunda instancia siempre que no sea irreversible la revocación de dichas medidas si la
sentencia casatoria es finalmente estimada.

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