Guerras Médicas

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Guerras médicas

Las guerras médicas fueron una serie de conflictos entre


el Imperio aqueménida de Persia y las polis del mundo
helénico que comenzaron en el 490 a.C. y se extendieron
Guerras médicas
hasta el año 449 a.C. La colisión entre el fragmentado griego
mundo político de la antigua Grecia y el enorme imperio
persa comenzó cuando Ciro II el Grande conquistó Jonia
en el 547 a.C. y tuvo dos momentos críticos en las dos
expediciones fallidas de los persas contra Grecia, en el
490 a.C. y desde el 481 a.C. hasta el 479 a.C., conocidas
respectivamente como primera y segunda guerra médica.
El enfrentamiento entre griegos y persas, del que las
guerras médicas fueron solo una fase, duró en total más
de dos siglos y culminó con la conquista y disolución del
Imperio aqueménida por Alejandro Magno en el siguiente
siglo.

Los propios griegos se refirieron a estas guerras como el


«asunto medo» (Μηδικά, Mĕdiká), pues aunque eran
perfectamente conscientes de que el Imperio aqueménida,
su enemigo, estaba gobernado por una dinastía persa,
conservaron para éste el nombre con que fue conocido Un hoplita griego y un soldado persa combatiendo,
antes, Media, una región contigua a Persia sometida a su en una escena de un kílix del siglo V a. C.
imperio.
Fecha 492 a. C.-449 a. C.
Lugar Grecia, Tracia, Islas del Egeo,
Índice Asia Menor, Chipre y Egipto

Antecedentes: la sublevación de Jonia Casus belli Revuelta jónica


Resultado Victoria griega.
La primera guerra médica
Maratón (septiembre, 490 a. C.) Cambios Las polis griegas mantienen su
Temístocles retoma el mando en Atenas territoriales independencia y detienen el
avance del Imperio persa.
La segunda guerra médica Macedonia, Tracia y Jonia se
«Tendréis toda la tierra y el agua que independizan del Imperio persa.
queráis»
Beligerantes
Las Termópilas
Salamina Polis griegas (ciudades- Imperio aqueménida
Fin de la segunda guerra médica estado)

Pentecontecia Comandantes
La tercera guerra médica Milcíades Jerjes I
Temístocles Artafernes
Véase también
Leónidas I † Datis
Referencias Pausanias Artafernes hijo
Enlaces externos Cimón de Atenas † Mardonio †
Pericles Hidarnes
Artabazo I
Antecedentes: la sublevación de Megabizo II
Jonia Fuerzas en combate
30 000-110 000 (según 2 600 000 (según
(Libros V y VI de la Historia de Heródoto)
Heródoto): Heródoto):
En el siglo VII a.C. las ciudades jónicas se encontraban
30 000 1 600 000
bajo la soberanía del reino de Lidia, si bien gozaban de
espartanos infantería
cierta autonomía a cambio de pagarle tributo. En el año
30 000 200 000
546 a.C. el rey Creso de Lidia (el último monarca lidio en
atenienses caballería
gobernar Jonia) fue derrotado por el rey persa Ciro,
pasando desde entonces su reino y las ciudades griegas a 20 000-50 000 1000-1200
formar parte del Imperio persa. otros barcos
500 000 hombres
10 000-40 000 100 000
(estimaciones mercenarios
modernas) (árabes, hindúes,
africanos, etc.)
200 000 aliados
griegos

100 000-300 000


(estimaciones
Expansión del Imperio aqueménida hacia el año modernas)
490 a. C.
Darío I, sucesor de Ciro, gobernó las ciudades griegas
con tacto y procurando ser tolerante. Pero, como habían
hecho sus antecesores, siguió la estrategia de dividir y vencer: apoyó el desarrollo comercial de los fenicios,
que formaban parte de su imperio desde antes, y que eran rivales tradicionales de los griegos. Además, los
jonios sufrieron duros golpes, como la conquista de su floreciente suburbio de Naucratis, en Egipto, la
conquista de Bizancio, llave del mar Negro, y la caída de Síbaris, uno de sus mayores mercados de tejidos y
un punto de apoyo vital para el comercio.

De estas acciones se derivó un resentimiento contra el opresor persa. El ambicioso tirano de Mileto,
Aristágoras, aprovechó este sentimiento para movilizar a las ciudades jónicas contra el Imperio persa,1 en el
año 499 a.C. Aristágoras pidió ayuda a las metrópolis de la Hélade, pero solo Atenas, que envió 20 barcos
(probablemente la mitad de su flota) y Eretria (en la isla de Eubea), acudieron en su ayuda; no recibió ayuda de
Esparta. El ejército griego se dirigió a Sardes, capital de la satrapía persa de Lidia, y la redujo a cenizas,2
mientras que la flota recuperaba Bizancio. Darío I, por su parte, envió un ejército que destruyó al ejército
griego en Éfeso3 y hundió la flota helena en la batalla naval de Lade.

Tras sofocar la rebelión, los persas reconquistaron una tras otra las ciudades jonias y, después de un largo
asedio, arrasaron Mileto. Murió en combate la mayor parte de la población, y los supervivientes fueron
esclavizados4 y deportados a Mesopotamia.

La primera guerra médica


(Libro VI de la Historia de Heródoto)
Tras el duro golpe dado a las polis jonias, Darío I se decidió a castigar a
aquellos que habían auxiliado a los rebeldes. Según la leyenda, preguntó:
«¿Quién es esa gente que se llama ateniense?», y al conocer la respuesta,
exclamó: «¡Oh Ormuz, dame ocasión de vengarme de los atenienses!».
Después, cada vez que se sentaba a la mesa, uno de sus servidores debía
decirle tres veces al oído «¡Señor, acordaos de los atenienses!».5 Por eso
encargó la dirección de la represalia a su sobrino Artafernes y a un noble
llamado Datis.

Mientras tanto, en Atenas algunos hombres ya veían los signos del inminente
peligro. El primero de ellos fue Temístocles, elegido arconte en el 493 a.C.
Temístocles creía que la Hélade no tendría salvación en caso de un ataque
persa, si Atenas no desarrollaba antes una poderosa marina.

De esta forma, fortificó el puerto de El Pireo, convirtiéndolo en una poderosa


base naval, más pronto surgiría un rival político que impediría el resto de sus
Darío I, rey de los persas
reformas. Se trataba de Milcíades, miembro de una gran familia ateniense
entre 522 y 486 a. C.
huida de las costas del Asia Menor. Se oponía a Temístocles porque
consideraba que los griegos debían defenderse primero por tierra, esperanzado
en la supremacía de las largas lanzas griegas contra los arqueros persas. Los
atenienses decidieron poner en sus manos la situación, enfrentando así la invasión persa.

La flota persa se hizo a la mar en el verano de 490 a.C., dirigidos por Artafernes, y conquistó las islas Cícladas
y posteriormente Eubea, con su principal ciudad, Eretria,6 como represalia a su intervención en la revuelta
jonia. Posteriormente, el ejército persa, comandado por Datis, desembarcó en la costa oriental del Ática, en la
llanura de Maratón, lugar recomendado por Hipias (anterior tirano de Atenas, a favor de los persas desde su
exilio) para ofrecer batalla, por considerarla el mejor lugar para que actuara la caballería persa.

Maratón (septiembre, 490 a. C.)

Milcíades, avisado del desembarco persa, exhortó a los atenienses a hacerles frente. En lugar de tomar una
estrategia defensiva, Milcíades decidió cargar contra el ejército persa logrando crear sorpresa y pánico en las
tropas, muchas de las cuales se dieron a la fuga y fueron perseguidas y diezmadas por los griegos. El ejército
griego logró apoderarse de ocho naves enemigas, pero no pudo cortar la retirada del grueso del ejército persa,
el cual, protegido por la reagrupación y sacrificio de algunos cientos de hombres, pudo reembarcarse
precipitadamente. De inmediato dio Artafernes la orden de dirigirse hacia Atenas, esperando llegar a una
ciudad desguarnecida.

Las bajas persas ascendieron a más de 6.000 hombres, mientras los griegos solo perdieron 192,7 incluido el
polemarca Calímaco. Milcíades ordenó dirigirse de inmediato a Atenas y envió por delante a su mejor
corredor-mensajero, Filípides, para levantar la moral combativa de la ciudad. Filípides dio la sensacional
noticia de la victoria y cayó muerto por el esfuerzo, según la tradición, aunque algunos autores apuntan que
fue por consecuencia de las heridas recibidas en el combate. Las tropas llegaron horas después, a marchas
forzadas, y se fortificaron en el Pireo y la propia Atenas. Ante el evidente despliegue defensivo de los griegos
y la desmoralización de las multitudinarias tropas persas, Artafernes no se decidió a desembarcar y dirigió las
naves hacia el Asia Menor.8

Tres días después de la batalla, los espartanos mandaron 300 hombres al mando de uno de sus generales, pero
en la llanura de Maratón solo yacían los restos de los caídos de ambos bandos, pues los atenienses, en la
precipitación de su retorno a su ciudad, no habían tenido tiempo de sepultar a sus hombres.
La derrota de los persas se debió a dos factores fundamentales. En
primer lugar, a las tácticas griegas de aprovechar al máximo las
particularidades del terreno para favorecer un estilo de combate a
corta distancia unido a la audacia militar y el aprovechamiento del
factor sorpresa. En segundo lugar, a la organización estratégica persa,
que hacía combatir a sus hombres agrupados por nacionalidades, no
por armas, lo que debilitaba militarmente a sus fuerzas pero era
necesario para mantener la disciplina en un ejército que combatía en
su mayor parte (con la excepción de medos y persas propiamente
dichos) para un monarca invasor de su propio país, invadiendo otro
país extraño. En la batalla de Maratón, las alas de
los griegos (en azul) envuelven los
También se ha destacado un factor psicológico sobre la elevada moral flancos persas (en rojo) mientras que
de combate de los Atenienses y Platenses, quienes estaban animados su centro realiza un ataque en
por un inusual sentido de compromiso muy poco conocido en aquella retroceso que llena el vacío dejado
época: su fuerte sentido de identidad cultural y libertad nacional que por lo griegos.
podríamos denominar «patriotismo». También destaca su autoestima
como «hombres libres», particularmente en Atenas gracias a los
logros políticos de la democracia ateniense donde desde las reformas de Clístenes se había logrado que
muchos de sus habitantes fueran ciudadanos libres y con derechos políticos, pero también en Esparta y otras
ciudades-estado gracias a su noción de pertenencia a una polis independiente y regida por sus propios
ciudadanos.

Temístocles retoma el mando en Atenas

El victorioso Milcíades quiso aprovechar el momento de gloria


para expandir el poder de Atenas en el mar Egeo, por lo que
poco después de Maratón envió una parte de la flota contra las
islas Cícladas, sometidas todavía a los persas. Atacó la isla de
Paros, exigiendo a sus habitantes un tributo de 100 talentos, y al
negarse la ciudad le puso sitio, pero la defensa fue tan ardua que
los griegos tuvieron que contentarse con unos pocos saqueos.
Este pobre resultado empezó a desilusionar a los atenienses con
respecto a Milcíades, llegando a verle incluso como un tirano que Acrópolis de Atenas
despreciaba las leyes.

Los enemigos de Milcíades le acusaron de haber engañado al


pueblo y le sometieron a proceso, en el que no se pudo defender por haber sido herido en un accidente y estar
postrado en una camilla. Se le declaró culpable, salvando la pena capital común en estos casos por los
servicios prestados antes a la patria, condenándole a pagar la elevada suma de 50 talentos. Poco después
moriría a causa de sus heridas. Será ahora Temístocles quien tome las riendas de Atenas.

En el año 481 a.C. los representantes de diferentes póleis, encabezadas por Atenas y Esparta, firmaron un
pacto militar (symmaquia) para protegerse de un posible ataque del Imperio aqueménida. Según este pacto, en
caso de invasión correspondería a Esparta la tarea de dirigir el ejército helénico. Su resultado fue una tregua
general, que incluso propició el regreso de algunos desterrados.

La segunda guerra médica


(Libros VII, VIII y IX de las Historia de Heródoto)
«Tendréis toda la tierra y el agua que queráis»

Tras la muerte de Darío, su hijo Jerjes subió al poder. Durante los


primeros años de su reinado se ocupó de reprimir revueltas en Egipto
y Babilonia, y se preparó a continuación para atacar a los griegos.
Antes había enviado a Grecia embajadores a todas las ciudades para
pedirles tierra y agua, símbolos de sumisión. Muchas islas y ciudades
aceptaron, pero no Atenas y Esparta. Se cuenta que los espartanos, al
igual que sucedió en Atenas, ignorando la inmunidad diplomática,
respondieron a los embajadores: «Tendréis toda la tierra y el agua que
queráis», y los tomaron y arrojaron a un pozo. Era una declaración Soldados de la guardia del rey persa.
definitiva de intenciones hostiles. Relieve de Persépolis.

Sin embargo, en Esparta se empezaron a dar augurios nefastos,


causados por la ira de los dioses debido a este acto de insolencia. Se llamó a los ciudadanos espartanos para
solicitar si alguno de ellos era capaz de sacrificarse para satisfacer a los dioses y aplacar su ira. Dos ricos
espartanos ofrecieron entregarse al rey persa, y se encaminaron hacia Susa, donde los recibió Jerjes, quien
quiso obligarles a postrarse ante él. Sin embargo, los emisarios espartanos se resistieron, y le respondieron:
«Rey de los medos, los lacedemonios nos han enviado para que puedas vengar en nosotros la muerte que han
dado a tus embajadores en Esparta». Jerjes, les respondió que no iba a hacerse reo del mismo crimen, y que
tampoco creía que con su muerte los liberaría de la deshonra.

Las Termópilas

El poderoso ejército de Jerjes, que se estima en alrededor


de 500 000 hombres (sin embargo, se considera hoy en
día que la logística de la época solo podría haber
alcanzado para unos 250 000), mejor equipados que
aquellos bajo el mando de Darío, partió el 480 a. C.

Llevaban en la cabeza una especie de sombrero


llamado tiara, de fieltro de lana; alrededor del
cuerpo, túnicas de mangas guarnecidas a manera
de escamas; cubrían sus piernas con una especie
de pantalón largo; en vez de escudos de metal
portaban escudos de mimbre; tienen lanzas
cortas, arcos grandes, flechas de caña de aljabas
Leónidas en las Termópilas, por Jacques-Louis
y puñales pendiendo de la cintura.
David (1814).
(Plutarco)

El Estado Mayor de Jerjes estaba compuesto por seis miembros, muchos de ellos parientes cercanos del rey:
Mardonio, Tritantacmes, Esmerdomenes, Masistes, Gergis y Megabizo.

Para cruzar el Helesponto, en un pasaje de Heródoto se nos cuenta cómo se construyó un imponente puente de
barcas por el cual el ejército de Jerjes debía atravesar el mar, pero una tormenta lo destruyó, y Jerjes culpó al
mar ordenando a sus torturadores que dieran mil latigazos como castigo a las aguas.

Finalmente cruzó el mar y siguiendo la ruta de la costa se adentró en la península. Paralelamente, la flota
avanzaba bordeando la costa, para lo cual se construyó también un canal para evitar el tempestuoso cabo del
monte Athos. Las tropas helenas, que conocían estos movimientos, decidieron detenerlos el máximo tiempo
posible en el desfiladero de las Termópilas (que significa «Puertas Calientes»). Al menos el tiempo suficiente
para asegurar la defensa de Grecia en el istmo de Corinto.
En este lugar, el rey espartano Leónidas I situó a unos 300 soldados espartanos y 1000 más de otras regiones.
Jerjes le envió un mensaje exhortándoles a entregar las armas, a lo que respondieron: «Ven a tomarlas». Tras
cinco días de espera, y viendo que su superioridad numérica no hacía huir al enemigo, los persas atacaron.

El ejército griego se basaba en el núcleo de la infantería pesada de los hoplitas, soldados de infantería con un
gran escudo (hoplon, de ahí su nombre), una lanza, coraza y cnémidas de protección. Formaban en falange,
presentando un muro de bronce y hierro con el objetivo de detener a los enemigos en la lucha cuerpo a cuerpo.

Las técnicas persas se basaban en una infantería ligera, sin corazas y con armas arrojadizas principalmente,
además de la famosa caballería de arqueros y carros. El único cuerpo de élite persa eran los llamados
«Inmortales», soldados de infantería pesada que constituían la guardia personal del rey persa.

Sin embargo, en aquel desfiladero tan estrecho los persas no podían usar su famosa caballería, y su
superioridad numérica quedaba bloqueada, pues sus lanzas eran más cortas que las griegas. La estrechez del
paso les hacía combatir con similar número de efectivos en cada oleada persa, por lo que no les quedó más
opción que replegarse después de dos días de batalla.

Pero ocurrió que un traidor llamado Efialtes condujo a Jerjes a través de los bosques para llegar por la
retaguardia a la salida de las Termópilas.

La protección del camino había sido encomendada a 1000 focidios, que tenían excelentes posiciones
defensivas, pero éstos se acobardaron ante el avance persa y huyeron. Al conocer la noticia, algunos griegos
señalaron lo inútil de su situación para evitar una matanza, y entonces Leónidas decidió dejar partir a los que
quisieran marcharse, quedándose él, su ejército de 300 espartanos y 700 hoplitas de Tespias, firmes en sus
puestos.

Atacados por el frente y la espalda, los espartanos y los tespios sucumbieron después de haber aniquilado a 10
000 persas. Posteriormente se levantaría en ese lugar una inscripción (Heródoto VII 228):

ὦ ξεῖν’, ἀγγέλλειν Λακεδαιμονίοις ὅτι τῇδε


κείμεθα, τοῖς κείνων ῥήμασι πειθόμενοι

« Extranjero, informa a los espartanos de que aquí yacemos, obedeciendo a sus preceptos ».

Una nota sobre la traducción: ya sea de forma poética o interpretada el texto no debería leerse en tono
imperativo sino como una petición de ayuda parte de un saludo para un visitante. Lo que se busca en la
petición es que el visitante, una vez deje el lugar, vaya y les anuncie a los espartanos que los muertos siguen
aún en las Termópilas, manteniéndose fieles hasta el fin, de acuerdo a las órdenes de su rey y su gente. No les
importaba a los guerreros espartanos morir, o que sus conciudadanos supieran que habían muerto. Al contrario,
el tono usado es que hasta su muerte se mantuvieron fieles. Se puede traducir de muchas formas, usando
«Lacedemonia» en vez de «Esparta», sacrificando comprensión por literalidad.

Salamina

Con el paso de las Termópilas franco, toda la Grecia central estaba a los pies del rey persa. Tras la derrota de
Leónidas, la flota griega abandonó sus posiciones en Eubea y evacuó Atenas, buscando refugio para las
mujeres y los niños en las cercanías de la isla de Salamina. Desde ese lugar presenciaron el saqueo e incendio
de la Acrópolis por las tropas dirigidas por Mardonio.

A pesar de ello, Temístocles aún tenía un plan: atraer a la flota persa y entablar batalla en Salamina, con una
estrategia que lograría vencerles. Se cuenta que Temístocles envió a su esclavo Sicino ante el rey de Persia (o
el eunuco Arnaces, según la fuente), haciéndose pasar por traidor, para contarle que parte de la armada griega
escaparía de noche, incitando de este modo a Jerjes para que dividiera su flota
enviando parte de ella a cerrar el canal por el otro lado, pero no está
comprobado.

Lo cierto es que Jerjes decidió entablar combate naval, utilizando un gran


número de barcos, muchos de ellos de sus súbditos fenicios. Sin embargo, la
flota persa no tenía coordinación al atacar, mientras que los griegos tenían
perfilada su estrategia: sus alas envolverían a los navíos persas y los
empujarían unos contra otros para privarlos de movimiento. Su plan resultó, y
el caos cundió entre la flota persa, con nefasto resultado: sus barcos se
obstaculizaron y chocaron entre sí, yéndose a pique muchos de ellos, y
contando además con que los persas no eran buenos nadadores, mientras que
los griegos al caer al mar podían nadar hasta la playa. La noche puso fin al
combate, tras el cual se retiró destruida la otrora poderosa armada persa. Jerjes
presenció impotente la batalla, desde lo alto de una colina.

Los helenos sabían que cuando llega la hora del combate, ni el número
Temístocles
ni la majestad de los barcos ni los gritos de guerra de los bárbaros
pueden atemorizar a los hombres que saben defenderse cuerpo a cuerpo,
y tienen el valor de atacar al enemigo.
(Plutarco)

Fin de la segunda guerra médica

Temístocles quiso llevar la guerra a Asia Menor, enviar allí la flota y sublevar las colonias jónicas contra el rey
de Persia, pero Esparta se opuso, por el temor de dejar desprotegido el Peloponeso.

La guerra continuó al volver el ejército persa para invadir el Ática en el 479 a.C. comandado por Mardonio
bajo las órdenes de Jerjes I. Mardonio ofreció la libertad a los griegos si firmaban la paz, pero el único
miembro del consejo de Atenas que votó a favor fue condenado a muerte por sus compañeros. De esta forma,
los atenienses hubieron de buscar refugio nuevamente en Salamina, y su ciudad fue incendiada por segunda
vez.

Al enterarse de que el ejército espartano (increpado con amenazas por los atenienses para que les prestaran
ayuda) se dirigía contra ellos, los persas se retiraron hacia el Oeste, hasta Platea. Dirigidos por su regente
Pausanias, conocido por su sangre fría, los espartanos, junto a los atenienses y los demás aliados griegos,
lograron otra importante victoria sobre los persas, (batalla de Platea, 27 de agosto 479 a.C.), capturando de
paso un gran botín que les estaba esperando en el campamento persa. Además de la victoria en Platea, ocurrió
poco tiempo después el hundimiento de la flota persa en Mícala, que fue además la señal para el levantamiento
de los jonios contra sus opresores. Los persas se retiraron de Grecia, poniendo así fin a los sueños de Jerjes I
de conquistar el mundo helénico.

Pentecontecia

Aparece la llamada Pentecontecia, término usado para referirnos al período de la historia de Grecia desde la
derrota de los persas en la segunda guerra médica en Platea, al inicio de la guerra del Peloponeso,
concretamente la guerra arquidámica, en 432 a.C.

Fue un conflicto que enfrentó a las ciudades de la Liga del Peloponeso, encabezadas por Esparta, a las de la
Liga de Delos, encabezadas por Atenas, y el comienzo de la tercera guerra médica en el 471 a.C.
La tercera guerra médica
Durante esta época los atenienses y los espartanos fundan
la Liga Ático-Délica en memoria de la simaquia, que
tendría como principal objetivo proteger a Atenas y las
colonias jonias del Asia Menor. Esta liga estaría
totalmente comandada por Atenas, que llevaría así las
directrices en todos los aspectos posibles, por lo que de
esta manera se convierte en el mayor pueblo de Grecia
política, económica, social, cultural y militarmente,
sobrepasando a la propia Esparta.

En este momento Temístocles es mal visto por el pueblo


ateniense y es exiliado, de modo que huye a las fronteras
del Imperio aqueménida, y allí se pone bajo el mando del
nuevo soberano persa, Artajerjes I, que junto a sus El «imperio de Atenas» en el 431 a. C., heredero
influencias y el acérrimo odio que ambos sentían por la directo de la Liga de Delos que se había creado
cultura griega, se decide avanzar hacia las costas griegas tras el final de la segunda guerra médica.
para someterlas definitivamente bajo el dominio persa.

Cimón, hijo de Milcíades, enterado de las intenciones de Artajerjes I, avanza hasta la actual Turquía y derrota
al ejército persa en la batalla del río Eurimedonte en el 467 a.C.

Tras esta gran victoria, Cimón decide que se debe de nuevo promulgar la amistad y paz con el pueblo
espartano, pero los atenienses no consideran esa opción de igual manera y los destierran por orden de Efialtes,
cuyo mandato no duró mucho y fue sucedido por Pericles, que dominó Atenas hasta su muerte en el 429 a.C.
Pericles continúa la guerra contra Persia, en la que destacan dos decisiones que tomó, la primera la de solicitar
a Cimón su vuelta del destierro y la segunda, la firma de un tratado de paz con Artajerjes I, el cual lo acepta,
llamado Paz de Calias en el 448 a.C. que estipula ciertas condiciones para ambos pueblos y que es presidido
por este, razón por la que fue mandado de vuelta del exilio, aunque realmente está demostrado que fue
presidido por Calias, ya que en el año del tratado, Cimón ya había muerto, por lo que se piensa fue realizado
en su honor y recuerdo.

Las guerras médicas llegan a su fin mediante las condiciones impuestas por los griegos a los persas, a saber:

Obligación a los persas de desistir definitivamente en su conquista y expansión a Grecia.


No volver a navegar por el mar Egeo
Se les permite comerciar con las colonias griegas de Asia Menor.

Véase también
Guerra del Peloponeso
Guerra de Corinto
Guerra panhelénica
Guerra de los diádocos

Referencias
1. Holland, pp. 155-157.
2. Heródoto V, 100-101. (http://www.perseus.tufts.edu/hopper/text?doc=Hdt.+5.100)
3. Heródoto V, 102 (http://www.perseus.tufts.edu/hopper/text?doc=Hdt.+5.102)
4. Heródoto VI, 19. (http://www.perseus.tufts.edu/hopper/text?doc=Hdt.+6.19)
5. Heródoto 5.105.
6. Heródoto VI, 100. (http://www.perseus.tufts.edu/hopper/text?doc=Hdt.+6.100)
7. Heródoto VI, 117. (http://www.perseus.tufts.edu/hopper/text?doc=Hdt.+6.117)
8. Heródoto VI, 116. (http://www.perseus.tufts.edu/hopper/text?doc=Hdt.+6.116)

Enlaces externos
Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre las guerras médicas.

HERÓDOTO: Historias.
Texto en español en Wikisource; trad. de Bartolomé Pou.

Lugares involucrados en las guerras médicas (http://bbs.keyhole.com/ubb/showthreaded.php/


Cat/0/Number/434140/) (archivo.kmz de Google Earth).
MARTIN, Thomas R.: An Overview of Classical Greek History from Mycenae to Alexander
(Panorama de la historia de la Grecia Antigua desde la época micénica hasta la de Alejandro);
texto inglés, con índice electrónico, en el Proyecto Perseus.
Véanse este apartado y los siguientes: Mutual Ignorance (http://www.perseus.tufts.edu/hop
per/text?doc=Perseus%3Atext%3A1999.04.0009%3Achapter%3D8%3Asection%3D1%3A
subsection%3D1) (La ignorancia mutua).

WEST, William Custis: Greek Public Monuments of the Persian Wars (Monumentos públicos
griegos de las guerras médicas), 1965.
Portada con directorio electrónico en el lado izquierdo (https://chs.harvard.edu/CHS/article/
display/5569), en el sitio (https://chs.harvard.edu) del Centro de Estudios Helénicos (CHS o
Center for Hellenic Studies), institución de Washington afiliada a la Universidad de Harvard
y dirigida por Gregory Nagy.
Para las citas: http://nrs.harvard.edu/urn-
3:hul.ebook:CHS_WestWC.Greek_Public_Monuments_of_the_Persian_Wars.1965

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Esta página se editó por última vez el 6 abr 2021 a las 18:17.

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