Elogio de Lo Insignificante
Elogio de Lo Insignificante
Elogio de Lo Insignificante
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noviembre 2014 • díatreinta
Elogio de lo insignificante
En su última novela, La fiesta de la insignificancia, el escritor te cada momento. En un inmortal, los instantes son fútiles y bana-
checo Milan Kundera -a través de Ramón, uno de sus personajes- les porque se volverán a repetir sin descanso. Simone de Beauvoir
menciona, a modo de sentencia, una lacerante frase: “La insigni- condena a su personaje a la eternidad; lo castiga con la repetición
ficancia es la esencia de la existencia”. Esta suerte de adagio cobra de instantes que deberían no serlos. La inmortalidad de Raymundo
trascendencia en esta historia pues marca, como un estigma, la vida Fosca es su condena, pues esta no le permite sentir la importancia
de cuatro amigos que, luego de haber transitado por el sinuoso ca- de la insignificancia.
mino de la vida, ven que las cosas pequeñas, rutinarias y diarias son En el cine también se han resaltado aquellos momentos insig-
aquellas manifestaciones que llenan nuestra existencia. Al final de nificantes que llenan la vida del hombre. Directores como Fellini,
esta seria y cómica novela, Alain, Ramón, Charles y “Calibán” se Visconti, Scolla, De Sicca o Tornatore usan magistralmente a la
darán cuenta de que la insignificancia está en todos los instantes nostalgia y la melancolía como ejes temáticos que convergen en
vividos; por eso, debemos aprender a amarla y apreciar su belleza. el día a día. En Todos están bien, Giuseppe Tornatore muestra a
La definición de “insignificancia”, dada subrepticiamente por un padre ya mayor que busca a sus hijos por toda Italia. En ese
Kundera, no está relacionada con pequeñez, inutilidad o insuficien- peregrinaje, descubrirá que no todo era como él pensaba o le ha-
cia, como suele definirse convencionalmente. Lo insignificante es bían hecho pensar. Al final, el anciano personaje -interpretado por
todo aquello que acompaña y rodea al hombre; las circunstancias el genial actor Marcello Mastroianni- se dará cuenta de que debió
que se presentan diáfanamente en nuestra relación con los demás. haber vivido intensamente con sus hijos aquellos momentos llenos
En este sentido, es necesario entender que el ser humano, por su na- de insignificancia.
turaleza ontológica, suele buscar momentos relevantes que lo hagan Para terminar esta reflexión acerca de lo insignificante, debo
transcender y, en ese afán, olvida vivir plenamente y con intensidad citar lo dicho por el escritor portugués José Saramago en Las pe-
esos otros momentos, quizá rutinarios y monótonos; pero que, des- queñas memorias: “El niño que fui no vio el paisaje tal como el adulto
pués de todo, son los que se dan en gran parte en nuestro efímero en que se convirtió estaría tentado de imaginarlo desde la altura de
paso por el mundo. hombre. El niño, durante el tiempo que lo fue, estaba simplemente en
Un querido amigo mío me comentaba que nunca se iba a el paisaje, no lo interrogaba, no decía ni pensaba, ni se decía a sí mis-
cansar de dar besos a su dilecto hijo. Esta manifestación de cariño mo: Qué bello paisaje”. Saramago hace este éxodo por los caminos
se repite todos los días y no tiene nada diferente o transcendente a recorridos y llega a una gran certeza: vivimos los momentos diarios
otros momentos vividos por similares protagonistas; sin embargo sin darnos cuenta de lo importante que son. Solo con el tiempo lle-
-comentó mi longevo compañero- el hecho de saber que algún día gamos a entenderlos, quererlos y a aferrarnos a ellos. En esta misma
ya no lo podrá hacer, hace que disfrute, todos los días, de ese sagra- lógica, vale rescatar la experiencia del entrañable amigo Antonin
do saludo. Sobre esto, recuerdo la novela de Simone de Beauvoir Roquetin, el trágico héroe de la novela La náusea de Jean Paul Sar-
Todos los hombres son mortales. En esta historia, su autora noveliza tre. Este personaje, luego de pasar mucho tiempo de su existencia
una de las aspiraciones más anheladas por la humanidad: la inmor- indagando sobre la vida del Marqués de Rollebon, se lamenta de
talidad. Raymundo Fosca, el protagonista, es el hombre que nace haber perdido aquello momentos efímeros e insignificantes que lo
en el siglo XIII y que está “condenado” a vivir por siempre. Este hubieran hecho más humano y feliz. Luego de esta divagación, Ro-
héroe existencial necesita morir, pues es consciente de que solo la quetin, melancólicamente, afirma que el Marqués de Robellon ha
mortalidad le va a permitir apreciar, valorar y recordar intensamen- vivido por él.
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