Alabanza A La Santísima Trinidad
Alabanza A La Santísima Trinidad
Alabanza A La Santísima Trinidad
a la
COMPUESTO POR HNO . ELÍAS
Santísima Trinidad
IOS PADRE
“Alabado seas, Padre Eterno, Dios Santo, fuerte y vivo. No hay nadie como Tú y nada
se compara a las obras que Tú has creado. Todos los pueblos vienen a adorarte y rinden
gloria a Tu nombre, porque Tú eres el Dios Santo, vivo, veraz y bondadoso.
Creaste a los ángeles y hombres según tu imagen. Al hombre le diste el Paraíso para
que viviera ante tu presencia en santidad y justicia. Mas el hombre no permaneció en
su esplendor. Tentado por el Maligno, desobedeció a tu mandato y fue desterrado del
Paraíso. Pero en tu constante bondad siempre has buscado al hombre. En el Paraíso
exclamaste: ‘Adán, ¿dónde estás?’; salvaste a Noé del diluvio y a Lot, de la destrucción
de la ciudad depravada. En Abrahán bendijiste todos los pueblos.
Después Te creaste el pueblo Israel, que lleva Tu nombre inscrito y al que llamaste tu
primogénito. En Egipto lo hiciste crecer, transformándolo en un gran pueblo, hasta
que gritó a Ti en su opresión por el Faraón. Entonces lo sacaste con mano fuerte y lo
llevaste al desierto con signos y milagros portentosos. En el monte revelaste a Tu siervo
Moisés los mandamientos que habían estado oscurecidos en los corazones de los
pueblos.
Pero una y otra vez Tu pueblo se rebeló contra Ti. En consecuencia, tuvo que atravesar
durante cuarenta años el desierto - hasta que lo llevaste a la Tierra Prometida, por
manos de Tu siervo Josué. Allí quisiste guiarlos por medio de Jueces, pero ellos
quisieron tener reyes, como los otros pueblos. Entonces Tú les diste reyes, pero
frecuentemente hacían lo que Te disgustaba.
IOS HIJO
Del mismo modo como al Padre, Te alabamos y Te adoramos a Ti, oh Hijo: Sol de
salvación, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado,
no creado, de la misma naturaleza que el Padre. Por nosotros, los hombres y por
nuestra salvación bajaste del cielo, y por obra del Espíritu Santo, te encarnaste de
María la Virgen y te hiciste verdadero hombre; en todo igual a nosotros, menos en el
pecado.
Durante treinta años viviste en lo secreto, santificando la Tierra, y te sometiste a tus
padres humanos. Cuando llegó el tiempo en que debías manifestarte al mundo,
bajaste al río Jordán y te hiciste bautizar por Juan el Bautista, para cumplir toda
justicia. Después el Espíritu Te guió al desierto, donde oraste y ayunaste durante
cuarenta días y rechazaste por nosotros los presuntuosos ataques del Diablo.
Luego llamaste a Tus discípulos para que estuvieran contigo, compartieran todas
Tus fatigas y continuaran un día Tu obra.
Comenzaste entonces a revelarte al mundo como el Mesías: de pueblo en pueblo y de
ciudad en ciudad peregrinaste anunciando el Reino de Dios. Sanaste a los enfermos,
hiciste ver a los ciegos; los sordos podían escuchar, los cojos andar, los mudos hablar;
limpiaste a los leprosos, liberaste a los poseídos y resucitaste a los muertos.
Cada vez acudían más personas a Ti para estar en Tu presencia, escuchar Tu palabra y
recibir Tu bondad. Eso despertó la envidia de aquellos que habían cerrado su corazón
ante Ti y algunos decidieron quitarte la vida. Mas Tú te alejaste de ellos y continuaste
Tu obra, como Tu Padre Te la había encomendado.
Cuando debías consumar esta obra con sufrimiento, muerte y resurrección, subiste a
Jerusalén.
Del mismo modo como al Padre y al Hijo, Te alabamos y Te adoramos a Ti, Espíritu
Santo; Amor del Padre y del Hijo.
Cuando nuestro Señor ascendió a los cielos, fuiste enviado por el Padre y el Hijo sobre
los discípulos y apóstoles, iluminándolos y fortaleciéndolos. En Tu luz pudieron
reconocer las obras salvíficas de Dios e interpretar las Escrituras. Con Tu fuerza dieron
testimonio de la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, pues Tú mismo eres el
Testigo.
Convences al mundo del pecado y revelas la justicia y el juicio. Derramado en nuestros
corazones clamas: “Abbá, amado Padre” y pides por nosotros con inefables gemidos,
porque Tú eres el Santo en nosotros pecadores, la Luz en nuestra oscuridad, la Verdad
en nuestros corazones.
Ocultamente te mostraste en los mensajes de los videntes; claramente resplandeciste en
el testimonio de los profetas; mas ahora, al final de los tiempos, has sido derramado
sobre todos los hombres para que reconozcan y sirvan a Cristo, el Señor. Así llevas a
cabo la obra del Padre y del Hijo y nos transformas según la imagen de Cristo.
-¿Cómo podremos jamás agradecerte, oh amado Espíritu Santo, por Tu amor y Tu infinita
misericordia? Por eso Te adoramos con todos los ángeles y santos y glorificamos Tu excelso
nombre con todos los que Te buscan, Te honran y Te escuchan.