Villoro, El Olvido
Villoro, El Olvido
Villoro, El Olvido
Su novela El testi-
go (Anagrama, Barcelona, 2004) obtuvo el Premio Herralde. Su ltimo libro es Llamadas de mster-
dam (Interzona, Buenos Aires, 2007).
Palabras claves: ciudad, caos, pasado, recuerdos, Mxico DF.
El Olvido
Un itinerario urbano
en Mxico DF
JUAN VILLORO
Ciudad fragmentada, rota, discontinua,
Mxico DF resulta ya imposible de
representar por entero. Sin embargo,
las sntesis caprichosas pueden transmitir
algo de su esencia: las instalaciones
involuntarias que ornamentan las calles,
desde un par de zapatos colgados de
un cable de luz hasta el tronco de un
rbol tapizado de chicles, o los recuerdos
fragmentados de una ciudad en
permanente deconstruccin, en la que
el pasado puede funcionar como un
mapa tan bueno como cualquier otro.
S
on muchas las estrategias para entender una ciudad. En el primer trecho
del siglo XX, Walter Benjamin aconsejaba perderse en ella de manera propo-
sitiva, como si se paseara por un bosque. Esto requera de talento, pero
tambin de aprendizaje; el paisaje urbano an tena signos de referencia que
impedan el extravo absoluto.
Las megalpolis llegaron para alterar la nocin de espacio y descentrar a sus
habitantes. Hoy en da, moverse por Tokio, Calcuta, San Pablo o la ciudad de
Mxico es un ejercicio que se asocia ms con el tiempo que con el espacio. No
hay un mapa definido para esos traslados sin fin, donde el medio de trans-
porte resulta ms significativo que el entorno.
En su novela Mao II, Don DeLillo comenta que Nueva York se caracteriza por
que nadie quiere estar ms de diez minutos en el mismo sitio. Esta ansiedad
de movimiento define el tono crispado de la ciudad.
Este artculo es copia fiel del publicado en la revista NUEVA SOCIEDAD N
o
212,
noviembre-diciembre de 2007, ISSN: 0251-3552, <www.nuso.org>.
NUEVA SOCIEDAD 212
El Olvido. Un itinerario urbano en Mxico DF
163
La mayora de las grandes urbes dependen del deseo de pasar de un lugar a
otro; sin embargo, trasladarse es un desafo tan severo que las obras pblicas
se conciben con frecuencia como una metfora de la vialidad y no como forma
real de desplazamiento.
En la ciudad de Mxico las travesas se articulan ms como una ruta de eva-
cuacin que como un paseo. La idea benjaminiana de conocer las calles a tra-
vs de un recorrido sin destino preciso no puede ser una meta deseable, por-
que es el inevitable punto de partida de cualquiera que se ponga en marcha.
Hace poco, una amiga pas por mi hija de siete aos para llevarla a una fies-
ta infantil. Me sorprendi que en el asiento trasero llevara una almohada. Es
para que duerma un rato: vamos muy lejos. La nica manera de volver tole-
rable un recorrido agotador consiste en suponer que el auto no es un medio
de transporte sino una vivienda.
Surcar el DF es, en el mejor de los casos, una actividad para nias dormidas.
Por desgracia, la mayora de los viajeros dormitan en la forzada convivencia
del microbs o el vagn del metro, y el resto lucha por un trozo de ciudad a
bordo de un coche. Dos tribus inmensas se desplazan a diario, los sonmbu-
los y los insomnes: cinco millones de pasajeros van aletargados en el metro y
cinco millones sufren ataques de nervios en los automviles.
En estas circunstancias, resulta casi imposible tener una representacin de
conjunto de la ciudad. La idea de orden o de traza urbana unitaria es ajena a
un sitio que opera como una asamblea de ciudades. El barrio de Santa Fe,
donde se concentra el gran capital, podra ser un suburbio de Houston, en la
misma medida en que la zona de Chalco podra integrar una degradada pe-
riferia de Pakistn.
Una prueba decisiva de la percepcin de una ciudad es la manera en que
es captada por la mirada infantil. Mi padre naci en Barcelona y vivi ah
hasta los nueve aos. Ochenta aos despus, mi hija pas tres aos en la
ciudad condal; lleg de uno y parti de cuatro. A pesar del vasto arco de
tiempo y las transformaciones tradas por la Guerra Civil y la reordenacin
urbana ejecutada a partir de las Olimpiadas de 1992, la impronta barcelo-
nesa de un nio de los aos 20 del siglo pasado no es muy distinta a la de
la primera generacin del siglo XXI. Comprob esto cuando mi hija me mos-
tr un dibujo.
NUEVA SOCIEDAD 212
Juan Villoro
164
Estbamos en la playa, compartiendo uno de esos atardeceres en que los
adultos demoramos la tertulia, y mi hija se aburra. Le suger que hiciera un
dibujo y me pidi un tema. Propuse que pintara algo llamado Max en la
ciudad (Max es su peluche favorito). Al cabo de un rato lleg con el resul-
tado: vi el barrio gtico, el parque de la Ciudadela, el puerto, el acuario, el
Paseo San Juan, la tienda de la seora Milagros donde comprbamos ju-
guetes, el chiquipark. Salvo un par de detalles, la ciudad era idntica a la
que mi padre evocaba desde el exilio. Haba una notable persistencia de la
memoria en los sitios emblemticos de Barcelona. La repblica, la dictadu-
ra y el nacionalismo cataln no han alterado en lo esencial el relato con que
la ciudad se narra a s misma.
Me pregunt si mi hija hubiera podido trazar un mapa, no digamos amplio,
sino siquiera aproximado de la ciudad de Mxico, donde ha vivido en los l-
timos tres aos. En modo alguno. Su vida se estructura en torno a espacios
cerrados y medios de transporte.
Esta visin fragmentada, rota, discontinua, es comn a los millones de capi-
talinos que se desconciertan al abandonar su ruta acostumbrada. Hace mu-
cho que la figura del flneur que pasea con intenciones de perderse en pos de
una sorpresa fue sustituida por la del deportado que ansa volver a casa. En
Chilangpolis, la Odisea es la aventura de lo diario; ningn desafo supera al
de volver a salvo al punto de partida.
La mayora de las ciudades crece
en torno a una naturaleza defini-
da: un monte, un lago, un ro, una
ladera entre el mar y la montaa.
Cmo orientarse en un sitio sin
seas de referencia? El aire capita-
lino es recorrido por helicpteros
que informan de la situacin vial y
los muchos lugares por los que resulta imposible avanzar. Para quienes se
desplazan en coche la cartografa es un paisaje conjetural que llega a travs
de la radio. Si en Tokio Roland Barthes percibi una ciudad desestructu-
rada, carente de centro, hecha de orillas sucesivas, el testigo de la ciudad
de Mxico percibe una marea detenida e intransitable, donde un helicp-
tero hace las veces de faro extraviado en las alturas y aconseja usar vas
alternas, nombre que otorgamos a la realidad paralela a la que no podre-
mos acceder.
La mayora de las ciudades crece
en torno a una naturaleza
definida: un monte, un lago, un
ro, una ladera entre el mar y la
montaa. Cmo orientarse en un
sitio sin seas de referencia?