Los Mitos Incas
Los Mitos Incas
Los Mitos Incas
BREVISIMO PROLOGO
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“Se dice que los mitos forman parte del sistema religioso de una cultura, que los considera como historias
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verdaderas. Tienen la función de otorgar un respaldo narrativo a las creencias centrales de una comunidad”.
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Es por ello, que el relato aquí explayado, no tiene seguridad de historia, ni siquiera de aproximación, sino
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que es una simple leyenda de las muchas y variadas que existen. La literatura que se pone al pié, es de donde se ha
sacado partes resumidas de algunas interesantes para quien es su autor, pero no es por ende motivo de discusión.
No se debe pensar esto como un estudio antropológico, sino como simple justificación de lo que no se conoce o
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no se sabe o no se ha descubierto.
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Eso no quiere decir que alguna vez ello se consiga, pero por ahora debe tomarse como una leyenda más de
las varias que existen sobre el tema.
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EL MITO INCA
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Un día muy lejano, el dios sin nombre se hizo la reflexión de que debía crear un
mundo. Tenía la tierra, el agua y el fuego y eso le bastaba para dar forma a cualquier
cosa que deseara formar. Así lo hizo, creando tres planos que componían un único
Universo. En el de arriba puso a los dioses, que tenían el aspecto brillante del Sol y de la
Luna, de las estrellas y de los cometas, y de todo cuanto luce allá en lo alto, sobre
nuestras cabezas. Un poco más abajo, pero todavía sobre el segundo mundo, estaban los
dioses del rayo, del relámpago y el trueno, del arco iris y de todas las cosas que no tienen
más explicación que la que los dioses quieran dar. Ese tercio superior se llamó Janan
Pacha.
vías muy especiales las que daban acceso a unos y otros. Al de arriba podía acceder el
hijo del Sol, el Inca o príncipe, el Intip churín; desde el interior se podía acceder al de
aquí, a través de todos los conductos naturales que se abren desde el interior al exterior,
conductos por los que brotan las aguas de la tierra, cuevas, grietas y volcanes, pacarinas,
que eran las vías primitivas de acceso por las que llegaron los seres que dieron comienzo
a la humanidad; los gérmenes que hicieron nacer los animales, y las semillas que dieron
vida a todas las plantas que crecen sobre el mundo de aquí. El esquema de este universo
inca sería, pues, el siguiente:
JANAN PACHA
Intip churín
CAY PACHA
Pacarina
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UCU PACHA
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El ciclo se cierra con este flujo hacia arriba, que parte del Ucu Pacha, a través de
una Pacarina, para que la penetren los hombres Ayar y, en el mundo de aquí, den
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nacimiento al imperio inca, con sus fundadores Manco Capac y Mama Ocllo a la cabeza
de una humanidad que, con ellos en la cumbre, puede dirigirse al mundo superior, para
comunicarse con los dioses de los que ellos, naturalmente, forman parte.
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Al igual que los chibchas con Bochica, que los aztecas con Huitzilopchtl, que los
quinches con Hun-Apu-Vuch, los quechuas del imperio inca tenían al dios Sol en el
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primer peldaño del escalafón celeste, con el nombre sagrado e impronunciable de Inti,
aunque más tarde fue evolucionando hacia una personalidad más compleja y universal,
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que terminó por absorber a la divinidad sin nombre de la creación, para dar paso a Ira
Cocha, una abreviatura al nombre completo del dios Apu-Kon-Tiki-Uira-Cocha, que es,
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por antonomasia, la defunción total de su poder omnímodo, puesto que este nombre no
es sino la enumeración de sus poderes (supremo ser del agua, la tierra y el fuego) sobre
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los tres elementos en los que se basó la creación del Universo. Este nuevo y mucho más
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poderoso dios del Sol no estaba solo en su reino, le acompañaba su esposa -y hermana,
como corresponde a un Inca- la Luna le acompañaba en igualdad de rango en la corte
celestial, bajo el nombre de Quilla.
En la nueva leyenda de la creación del mundo por Uira Cocha, posterior al mito
primero de la creación del Universo para los incas, y al que sustituye definitivamente, se
da al dios todopoderoso la facultad de dirigir la construcción de todo lo visible e
invisible. Uira Cocha comienza su obra en las orillas del lago Titicaca, en Tiahuanaco,
tallando en la piedra las figuras de los dos primeros seres humanos, de los primeros
hombres y mujeres que van a ser los cimientos de su trabajo. Estas estatuas las va
situando Uira Cocha en las correspondientes picaronas y, a medida que las da nombre, se
animan y toman vida en la oscuridad del mundo primigenio, porque todavía no se ha
ocupado el dios de dar la luz a la tierra, solamente iluminada por el resplandor del Titi,
un animal salvaje y ardiente que vive en la cima del mundo, seguramente el jaguar que
se entremezcla con otros animales en las representaciones totémicas de los incas y de las
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culturas anteriores.
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Este mundo de aquí todavía está en tinieblas porque Uira Cocha posterga toda su
labor de erección de un mundo completo, al nacimiento de los seres humanos que van a
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disfrutar de él. Satisfecho con los humanos, el dios prosiguió su proyecto, ahora
poniendo en su lugar al Sol, a la Luna, a las estrellas infinitas, hasta cubrir toda la
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bóveda celestial con sus luces. Después, Uira Cocha deja atrás Tihuanaco y se dirige al
norte, camino de Cacha, para, desde allí, llamar a su lado a las criaturas que él acaba de
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dotar con vida propia. Al partir de Tihuanaco, Uira Cocha había delegado las tareas
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secundarias de la creación en sus dos ayudantes, Toca pu Uira Cocha e Imaymana Uira
Cocha, quienes emprenden inmediatamente las rutas del Este y del Oeste de los Andes,
para -a su paso por tan largos caminos- dar vida y nombre a todas las plantas y a todos
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los animales que van haciendo aparecer sobre la faz de la tierra, en una hermosa misión
auxiliar y complementaria de la realizada antes por su dios y señor Uira Cocha, misión
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que terminan junto a la orilla del mar, para después perderse regiamente en sus aguas,
una vez cumplida la tarea ordenada por el dios creador principal del Universo de los
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incas.
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Como en casi todos los mitos más elaborados de la creación del hombre, el
desagradecimiento es el único pago a la bondad infinita que recibe el buen dios de sus
criaturas Universo por Uira Cocha no podía ser menos, y a su llamada nadie de los
recién nacidos a la luz acude. El dios se encuentra solo y entristecido en el sitio Cacha,
con la triste realidad de la desobediencia de sus hijos. La evidencia es irrefutable y la
fórmula obligada para dar a entender quién manda sobre el mundo ha de venir en forma
de una devastadora lluvia de fuego, una acción de castigo y de purificación, que sirve
tanto para recordar el poder del Ser Supremo, como para llevar al buen camino a los
soberbios humanos. La lluvia de fuego que sale de las entrañas de la tierra a través de los
volcanes de Cacha hace cundir oportunamente el temor entre los estúpidos humanos,
evitándoles así que se hagan merecedores de más y mayores castigos a su ceguera, pues
los hombres, al ver que su insensata y torpe conducta les ha llevado a la destrucción de
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Los mitos incas
su maravilloso entorno, abundase perdido con ella la recién creada vida vegetal y animal,
incluso poniendo en peligro su propia y reciente existencia, ahora se vuelven totalmente
arrepentidos de sus faltas hacia el benefactor dios Uira Cocha para pedirle clemencia,
implorándole también su perdón sin altivez, con sentida humildad.
El buen dios se contenta con comprobar que se ha logrado aquella deseada vuelta al
buen camino de sus criaturas, y termina de darles su muy especial lección de modestia,
puesto que han podido comprobar cómo lo que recibieron gratuitamente puede perderse
también por la sola voluntad del dios creador. Ya con los humanos agrupados en torno
suyo, se dirige a un lugar que se llamará Cosco (el centro, la posterior Cuzco), en donde
establecer el Inca Uira Cocha su primer reinado, pero dando a un ser humano, a uno de
los arrepentidos hombres, el mando de la primera ciudad y el centro del primer imperio
que existe sobre el planeta, y este primer jefe, el primer Inca directamente designado por
la divinidad es el legendario Allca Huisa, quien será asimismo el generador de la larga y
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Entre los grandes mitos está el de Manco Capac y su hermana/esposa Mama Ocllo,
formando otra gran leyenda sobre los precursores del imperio inca. Manco Capac y
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Mama Odia son -en este mito- la primera pareja de pobladores sagrados de la tierra, los
primeros incas que se establecen en ella. Dice la leyenda que surgieron al mundo de aquí
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por la pacarina privilegiada del lago Titicaca, en cuya isla fueron puestos por la mano de
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Uira Cocha, de acuerdo con lo que le había ordenado su padre, el dios del Sol.
Los dos hermanos se unieron en matrimonio, abriendo de este modo el ritual de los
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matrimonios del Inca con su hermana Coya; Manco Capac se dedicó a fecundar la tierra
con un bastón de oro que Uira Cocha le había dado, y haciendo crecer las nuevas
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plantas, iba creando beneficios para la raza de los pobres mortales, para quienes también
iba dando forma a los ríos y arroyos, hacía brotar árboles y pastos y construía ricas
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habitaciones en las que pudieran vivir con decencia: mientras, Mama Oclla se dedicaba a
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hacer su gran tarea. ya que era ella quien iba enseñando a las mujeres las artes e
industrias que les permitieran sacar todo el provecho posible a las riquezas que su
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hermano producía; así, haciendo prodigios, la real pareja llegó hasta un lugar en el que,
con su mágico bastón de oro, señaló el centro del imperio, la futura ciudad de Cuzco
(Cosco, el centro). Pero hay distintas versiones de la llegada al mundo de Manco Capac:
una de ellas, en la que se mezcla el relato de Manco Capac y Mama Oclla con el de los
hermanos Ayar, hace que Manco Capac aparezca junto a otros tres seres bien distintos;
ya no son ellos, los dos hermanos, quienes van a estar en solitario al frente de la creación
del Imperio del Inca.
APARECE PACHACAMAC
En este nuevo relato sobre el origen del imperio inca, se cuenta que Manco Capac
está con sus tres hermanos, todos ellos hijos del Sol: Pachacamac, una divinidad
ancestral que fue incorporado posteriormente al culto oficial inca, y que era adorado
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Los mitos incas
desde tiempos antiguos por los pueblos de la orilla; Uira Cocha, y otro dios sin nombre.
El primero de esos hermanos es, precisamente, Pachacamac, quien al salir a nuestro
mundo subió a la cumbre más alta, para lanzar las cuatro piedras a los cuatro puntos
cardinales, tomando, pues, posesión de todo lo que abarcaba su vista y alcanzaron sus
piedras. Tras él surgió otro hermano, que también ascendió a la cumbre por orden del
cuarto y menor, del astuto y ambicioso Manco Capac, quien aprovechó su confianza para
lanzarle al vacío y hacerse con el poder, tras haber encerrado a Pachacamac
anteriormente en una cueva y haber visto cómo el tercero, el buen Uira Cocha, prefería
dejarle solo, abandonando a sus terribles hermanos y aborreciendo sus manejos por
hacerse egoístamente con el poder.
Pero hay otros relatos en los que, precisamente, es el antiguo dios Pachacamac
quien oficia de protagonista en el cuidado a los humanos, como aquel que recogió el
padre agustino Calancha a principios del siglo XVII, en el que se narra la siguiente
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leyenda: cuando comenzó el mundo, no había comida para el hombre y la mujer que
Pachacamac había creado; cuando el hombre murió de hambre, la mujer, que se había
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quedado sola, salió un día desesperada a rebuscar las raíces de las hierbas que la
pudieran mantener con vida; lloraba y gemía, quejándose al Sol de que la hubieran hecho
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nacer a la luz del día para luego dejarla morir de pobreza, consumida por el hambre.
"Sola vivo en el mundo, pobre y afligida, sin hijos que me sigan; si Tú, Sol, nos has
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creado, ¿por qué nos consumes? ¿Cómo es posible que si Tú eres quién nos da la luz, te
presentas tan malvado y mezquino que me deniegas el sustento?"
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consoló y preguntó la causa de su pesar, haciendo como si ni siquiera supiera nada sobre
sus buenas razones para lamentarse. Ella le contó entonces cómo había sido su pobre
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vida, su ansiedad y su pena; el Sol, tocado por su dolor, le dijo que arrancase las raíces y,
mientras ella lo hacía. El la traspasó con sus rayos y engendró en su vientre un hijo.
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Nada más hizo el dios Sol, que pareció contentarse con haber mantenido aquella
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conversación con la única superviviente de los humanos, pero no fue así, cuatro días más
tarde, para su gran regocijo, la mujer parió un maravilloso varón, en quien se podía
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averiguar su divino origen; la buena mujer era feliz, completamente segura de que sus
penas habían acabado y que el alimento sería ya abundante.
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Los mitos incas
EL CULTO DIVINO
Si grandiosa fue la aparición del primer Inca y la primera Coya, grandioso fue
también su culto. A ellos se les adoraba en la multitud de templos solares de todos los
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rincones del Imperio, en un lugar del santoral muy cercano al gran dios Sol. De todos los
emplazamientos religiosos dedicados a este gran dios inca, ya se tratara de templos,
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oratorios, pirámides, o lugares sagrados naturales, el que los encabezaba, por rango y por
su grandeza, era el gran santuario de Inti-Huasi de Cuzco, rico templo llamado también
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Coricancha, o sala de oro, puesto que sus paredes estaban recubiertas de láminas de ese
metal, para mayor gloria del Inca y los dioses de los que él venía. La imagen central del
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Coricancha era el gran disco solar, la imagen ortodoxa y ritual del dios del Sol, y a su
alrededor estaban las demás capillas de las divinidades menores del cielo.
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Tras Coricancha, por su esplendor e importancia se sitúa el templo dedicado por los
chinchas a Pachacamac en Lurín, cerca de Lima. Debe señalarse que la cultura Chincha
tenía en Chincha Camac a su Ser Supremo, ya que, aunque adoraban al dios Pachacamac
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(más por temor que por respeto o amor), y a él le dedicaban templos y huacas como una
acción de agradecimiento por su labor creadora y le dedicaban ofrendas hechas por ellas
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o seleccionadas de entre sus frutos, por ser el salvador de sus antepasados a los que libró
del hambre inicial, también estaban seguros de que este poderoso y temible dios, por su
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soluciones a sus cuitas y pesares. En el gran templo de Lurín, santuario para la adoración
del dios sin piel ni huesos, como era descrito Pachacamac por sus fieles, los incas -tras
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asimilar este dios y su culto al del Sol- realizaron obras de embellecimiento, hasta
hacerlo casi tan hermoso como Coricancha, cubriendo también de oro y plata la capilla
central, la del dios Pachacamac, a la manera de lo anteriormente hecho con la totalidad
del gran templo solar de Cuzco.
Para proporcionar el mejor culto posible al dios Sol, además de sus diversas clases
de sacerdotes, los incas habían instituido una importante institución de vírgenes
dedicadas a su servicio, conocida como Intip Chinán, en la que ingresaban las niñas
elegidas en su infancia (a los ocho años) para convertirse en acllas tras un estricto
noviciado que cubría los primeros años de su estancia conventual, bajo la dirección de
una superiora, Mama Cuna, educadora, vigilante y examinadora de las jóvenes
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Los mitos incas
sometidas a su tutela. Dígase que también Mamacunas (las elegidas) era el nombre del
templo de las Aclla.
Pero esta profesión religiosa no era sólo una llamada o una obligación para acudir
forzosamente al servicio de la religión, sino que se trataba más bien de una educación
selectiva y esmerada para las jóvenes de las clases superiores, puesto que, una vez
llegadas a la edad núbil, entre los trece y los quince años de edad, pasaban a ser
"presentadas en sociedad", para ser las potenciales prometidas de señores de la nobleza,
ya que el período de servicio en el Inti Chinán como aclla era también la garantía de la
calidad de su linaje y el aval de la mejor educación y, evidentemente, la mejor prueba
exhibible públicamente de su incontestable virginidad, puesto que no guardar la obligada
castidad y, sobre todo, ser sorprendida con un hombre significaba, para la vestal en
ejercicio, su inapelable condena a muerte, a una muerte cruelmente ejemplar, dejándola
que muriera de inanición, para que no fuera la mano del ser humano la que matara a las
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Este castigo, muy similar al aplicado a las vestales romanas consideradas impuras,
era también tan duro como todos los que se aplicaban a las vírgenes escogidas para el
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servicio de los dioses, en todas las demás latitudes con las vestales infieles, como una
extensión del máximo castigo que siempre se ha aplicado exclusivamente a las mujeres
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infieles en la religión o en la vida matrimonial, sin que se haya hecho nunca que sea
norma una contrapartida similar para los mucho menos castos hombres de religión,
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cualquiera que sea la doctrina considerada. Dígase también que parece ser que, si se
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llegaba a producir un embarazo de una de las aclla, siempre que no hubiera pruebas en
contra de la exigida adhesión a la norma estricta de la virginidad requerida, se
consideraba que tal embarazo había sido realizado por la explícita voluntad y personal
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acción del dios Sol y, automáticamente, el yo que tuviera la vestal, era considerado
privilegiado hijo del dios solar y, como tal, recibía un trato de favor para el resto de sus
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días.
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Las constelaciones de la copa de la coca (Coa Manca) era una constelación que
cuidaba de las hierbas mágicas, como la constelación de la copa de maíz (Sara Manca) lo
hacía con los alimentos vegetales, y la del jaguar (Chinchay) se encargaba de los felinos.
El Huasicamayo era el dios tutelar del hogar, mientras que el Cchajra-Camayoc se
esforzaba por evitar que los ladrones entraran en esa misma casa, y los Auquis asumían
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Los mitos incas
la vigilancia de cada poblado. Había también un dios de las tormentas y otro dios del
granizo; tras Pacha-Mama, la diosa de la Tierra, estaban Apucatequil y Piguero, como
dioses tutelares de los gemelos; la serpiente Urcaguay era la divinidad de lo que estaba
bajo tierra, mientras que el ávido Supai reinaba en el mundo de los muertos y no cesaba
de reclamar más y más víctimas para su causa. También estaba el dios Kon, un hermano
de Pachacamac expulsado por éste y que se llevó con él, al ser forzado a irse, la lluvia y
dejó a la franja costera de Perú seca para siempre; otros hermanos, Temenduare y
Arikuté, dieron origen al diluvio con sus querellas.
construcción desde algún lugar elevado. Pertenece esta gran construcción, mejor dicho,
dibujo monumental, a la cultura de Nazca, que ya los españoles conocieran en parte, a
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pesar de haber sido uno de los muchos pueblos absorbidos por la expansión del imperio
inca. La moderna leyenda ha querido ver en Palpa toda clase de artificios mágicos y
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hasta extraterrestres, pero este valle tenía otra utilidad mucho más precisa e interesante:
la observación astronómica.
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De una plaza central parten 23 rectas, en su mayor parte de unos 182 metros de
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solar. En cuanto a los verdaderos mitos de Nazca, no se sabe tampoco demasiado, aparte
de la existencia del felino moteado, tal vez personificación de Pachacamac, cuando
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aparece rodeado de serpientes, del puma o gato del agua o de los lagos y del gato-
demonio; también aparece la figura del demonio del zigzag, con una serpiente sobre su
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lomo, la del hombre-ciempiés, la araña de ocho patas y las más locales (Nazca era
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pueblo pescador) de la ballena, la terrible divinidad llamada Boto, una especie muy
particular de dios de todos los terrores; pero no hay que olvidarse tampoco del dios del
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Mar, con cuerpo de pez, cara cubierta de ángulos y un cetro o una cabeza cortada en su
mano, y la del Poderoso Señor del Mar, que suele representarse en escenarios de peces y
pescadores, más como la figura de un ser legendario de su historia que como la de un
dios de la mitología nazca.
LA CULTURA MOCHICA
Poco nos queda de los mitos en los que basaran su religión los Mochica o Moche,
poco queda de esa cultura moche que vivió en la zona norteña de la costa del Perú. Pero
sí quedan aún en pie sus monumentales pirámides de adobe de Vicus, aunque el tiempo
ha ido erosionando implacablemente su endeble estructura, tanto como ha ido haciendo
que se perdiera su riqueza colectiva y su legado legendario. Se debió tratar de un pueblo
costero que, como sucesor de muchas y muy diversas culturas, fue agrupando los
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Los mitos incas
La Huaca del Sol, con cinco grandes terrazas, la mayor de ochenta metros de
longitud, sobre unas bases de 228 de largo por 136 de ancho y la plataforma de 18
metros de altura, está coronada por una pirámide de 23 metros de altura, que tiene una
base cuadrangular de 103 metros de lado. La Huaca de la Luna tiene una base de 87
metros y una altura de 21, y en su plataforma superior se levantaban una serie de salas
decoradas con figuras humanas. Las dos huacas están construidas de adobes, sobre la
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arcillosa llanura, calculándose que sólo para la construcción de la Huaca del Sol se
emplearon ciento treinta millones de piezas, siendo, pues, las dos huacas mayores como
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montañas hechas por el hombre para la gloria de sus divinidades y para acercarse más
aún a los secretos del firmamento.
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EL PUEBLO CHIMU
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mediados del siglo XV, poco antes de la llegada de los españoles a América y terminó
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por asimilar sus creencias, al igual que asimiló sus dominios. El Inca extendió su poder a
este señorío situado desde las tierras de los Moche hasta Paramonga en el sur, a lo largo
de la costa del Perú, imperio gobernado desde la gran ciudad de Chan-Chan. Chimú
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tenía al dios Kon como su mediador entre la tierra y el cielo, en donde reinaba el dios
Sol, Chatay, ayudado por la Luna, Quillapa Huillac, a la que muchos consideraban más
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poderosa que el Sol, ya que podía reinar en la noche y en el día era capaz hasta de cubrir
al Sol y hacerlo desaparecer del cielo en los eclipses.
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Alrededor de estos dioses mayores estaban los dioses celestiales, como los del
relámpago y el trueno, la estrella de la mañana (Achachi Ururi) y la estrella de la tarde
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Su práctica religiosa, que comenzó siendo tan pacífica como tranquila, se fue
moviendo en el mismo sentido de sacrificio que las del entorno, para terminar siendo
sanguinaria y cruenta, engarzada en una complicada trama aristocratizante de castas
sacerdotales, militares, comerciantes y campesinos, al estilo de la inca, que se movía en
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Los mitos incas
El jefe Ollantay, el valiente guerrero y Titán de los Andes, era el héroe legendario
de Tauantinsuyo, el jefe militar enamorado de una bella princesa, la inalcanzable
Coyllur, hija del Inca Tupac Yupanqui. La princesa Coyllur (Estrella) también se había
enamorado del valor y de la hermosura de Ollantay, pero sabía que este amor era un
romance prohibido por la estricta ley del Inca, ya que jamás una doncella de sangre real,
una hija del Inca, y un Andi, un hombre del pueblo, podían llegar a celebrar un
matrimonio tan desigual, puesto que tal acto sería considerado sacrilegio por el Uilac-
Huma, el sumo sacerdote y les acarrearía el castigo máximo. Así que Coyllur fue
recluida en el templo de las Aclla, en Mamacunas, mientras que el ofendido general
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Ollantay se levantó en rebeldía contra la crueldad del poder político y religioso y dio
comienzo a una lucha épica y desigual, enfrentándose el héroe al mismo Inca y
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Así Ollantay se mueve con la elasticidad de la serpiente, actúa con la astucia del
zorro, llega hasta donde sólo lo hace el cóndor, es tan valeroso como el jaguar y tan duro
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como las montañas de los Andes. El guerrero y la princesa se ven recompensados con el
nacimiento de un hijo, de Ima Sumac, el muy bello, y ya termina el drama de amores
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para dar comienzo al final feliz del triunfo de los humanos sobre el poder incontestable
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de los incas. Con la lucha del padre Ollantay y la entrega enamorada de la princesa
Coyllur, el pueblo que vive apartado del mundo cerrado del Inca, puede aspirar a ser
parte de la historia de la que sólo ha sido súbdito y comparsa, pero ya no quedaba mucho
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tiempo para que se pudiera transmitir el tesoro de la cultura inca desde el palacio a las
calles.
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