Biografia Julio Llamazares
Biografia Julio Llamazares
Biografia Julio Llamazares
KONSTANTINOS PALEOLOGOS1
Universidad Aristóteles de Grecia
Resumen
Julio Llamazares «habló» en su obra del ocaso de toda una civilización, la de los pueblos montañosos
del norte de España que se vieron abandonados por sus pobladores a causa de la emigración masiva de
los años ’50 y ’60, y nos enseñó que la Literatura puede ser, más que la Historia, la única manera posible
de dar voz a seres que son los últimos de su estirpe.
Palabras clave: Julio Llamazares, memoria colectiva, recreación literaria
Abstract
Julio Llamazares, in his work, “speaks” of the sunset of a whole civilization, that of the mountain villa-
ges of northern Spain which were abandoned by their inhabitants because of the mass immigration in
the 1950s and 1960s, and showed us that Literature can be, even more than History, the only possible
way to give voice to people who are the last of their generation.
Key words: Julio Llamazares, collective memory, literary recreation
1
Universidad Aristóteles de Grecia. Correo-e: [email protected]. Recibido: 23-06-2017. Aceptado: 13-11-2017.
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El régimen se veía cada vez más impotente a la hora de asumir los cambios y
hacer frente a las preocupaciones de los ciudadanos3 y la situación se agravó a causa
de la recesión de los años ’70 debidο, en parte, a la denominada “crisis del petróleo”,
3
Como señala Torres del Moral, «la legislación de desarrollo de la Ley Orgánica del Estado de 1967
puso de manifiesto la inutilidad del esfuerzo de los sectores aperturistas del régimen franquista. Una
dictadura con ciertos tintes feudales como aquella no podía intentar edificar las bases de una moderna
sociedad de consumo sin agrietarse», (1988: 2).
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acaecida a finales de 1973. A mediados de los ’70, pues, España, “había dejado de ser,
desde hacía quizás más de una generación, el país eminentemente agrícola que había alimentado el
caciquismo y el clericalismo de finales de siglo, y que había definido, en fin, el secular atraso español”,
(Subirats,1995: 11); pero aun así, el panorama poco antes de la muerte del caudillo es
desolador:
en un clima de final de reinado, las huelgas se convierten en moneda corriente, alimentadas
por una inflación que llega al 20% y un paro que ya afecta al 5% de la población activa. La
crisis interrumpe la emigración y reduce las remesas. El turismo preocupa; incluso se aprecia
una disminución de la inversión extranjera. Mientras la factura energética va aumentando, la
balanza de pagos se derrumba y la peseta se debilita, (Témime, Broder & Chastagnaret,1982:
363).
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signo de este nuevo fenómeno. En 1981 la aparición de su primera novela, Bélver Yin,
convocó un revuelo de público y crítica”, (Bértolo, 1989: 51).
Entre los miembros de este grupo, que se tildaron, injustamente en muchos de
los casos, de cultivadores de una narrativa light que se evadía de la realidad circundante
y que, por lo tanto, apostaba por el olvido, es decir, una narrativa escrita precisamente
para captar el interés de unos ciudadanos que preferían pasar de página y dejarse atrás
el largo invierno del franquismo, se incluía un poeta/narrador (“nacido en un lugar
que está bajo el agua”, como él mismo ha declarado en numerosas entrevistas) que
desde La lentitud de los bueyes (su primer poemario, editado en 1979) hasta Distintas
formas de mirar el agua (su novela más reciente, publicada en 2015), pasando por hitos
de la narrativa española de los ’80 como La lluvia amarilla, apostó por la recuperación
de la memoria colectiva de las gentes de los pueblos montañosos del norte de España
que se vieron obligadas, como hemos visto al inicio de este ensayo, a abandonar sus
hogares por razones de sustento o por motivos más prosaicos pero igual de crueles,
como puede ser la construcción de una presa en la España franquista de mediados del
siglo pasado.
Julio Llamazares, este es el escritor del que estamos hablando, nació en 1955 en
Vegamián, un pueblo ganadero de la provincia de León donde su padre trabajaba de
maestro. Su familia, dos años después, al igual que el resto de los habitantes del pueblo,
se vio obligada a mudarse a causa de la inminente construcción de un pantano, el
del Porma, hoy, oficialmente, Embalse Juan Benet, en la zona (Vegamián, desde 1968,
descansa sumergido en las aguas de dicho embalse). La familia, se trasladó, en 1957,
a Olleros de Sabero, un pueblo minero de León, que por aquella época empezaba su
despegue económico coincidiendo con el auge de las minas de carbón. Precisamente
Olleros fue el escenario de la tercera novela de Llamazares, Escenas de cine mudo,
editada en 1994.
Llamazares, vivió en Olleros hasta 1967, año en el que, a los 12 años, se fue a
seguir sus estudios a Madrid, a un colegio de Franciscanos Capuchinos. Esta etapa
dura cuatro años y, en 1971, a los 16 años, se instala en León para estudiar el curso
anterior al ingreso a la Universidad. Al final, accede a la carrera de Derecho, y cursa
los primeros años en León y, luego, los dos últimos, en Oviedo y Gijón donde pasó tres
años de su vida.
A mediados de la década de los ’70 inició su colaboración con la Radio Popular
de León. En aquel ámbito surgió, en 1975, el grupo literario «Barro» (Mercedes Castro,
Manuel Arias, José Carlón, Miguel Escanciano y otros) que en 1976 edita Barro. Poesía,
un volumen en el cual se incluyen poemas de Llamazares. En ese mismo año, 1976,
Llamazares obtuvo, también, el premio Nacional de Poesía Universitaria. Del grupo
“Barro”, de algunos de sus componentes al menos, surgieron al año siguiente los
Cuadernos Leoneses de Poesía (Llamazares, Carlón, Escanciano y otros) que según Víctor
García de la Concha (1986: 30), y a pesar de la corta vida de la revista (siete números
publicados entre noviembre-diciembre de 1977 y septiembre-octubre de 1979),
“sirvieron de palestra a las voces más auténticas de la joven poesía leonesa”. Fruto
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Fragmentos de este poema, fruto de una visita del autor a las ruinas de su pueblo que habían emergido
gracias a un momentáneo vaciado del pantano y que terminó convertido en guión cinematográfico,
aparecieron en la revista albaceteña Barcarola, y más concretamente en los números 15 (marzo de 1984)
y 19 (diciembre de 1985).
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En mitad de ninguna parte, un libro recopilatorio de los cuentos del escritor leonés que
como él mismo confiesa en el prólogo del libro, casi todos habían sido escritos por
encargo, (pág. 13).
En 1998, Llamazares publica dos libros, la colección de relatos Tres historias
verdaderas y Trás-os-montes, el relato de un viaje por la homónima región montañesa
de Portugal. Al año siguiente, 1999, el escritor leonés colabora como guionista con la
directora Iciar Bollain en la realización de la película Flores de otro mundo (el guión se
edita por la editorial madrileña Páginas de Espuma en 2000). De 1999 es también otro
relato de viaje del autor, titulado Cuaderno del Duero.
Tras un prolongado «silencio» de casi seis años, Llamazares se estrena en el
siglo xxi con su novela El cielo de Madrid (la primera suya que no está ambientada en
un paisaje rural). La siguen dos recopilaciones de artículos de prensa, esto es, Modernos
y elegantes, en 2006, y Entre perro y lobo, en 2008. Ese mismo año, ve la luz el primer
tomo de su proyecto más ambicioso: Las rosas de piedra, un viaje en el tiempo y en la
geografía por todas las catedrales de España5.
En 2009, veintisiete años más tarde de la aparición de su anterior poemario,
Llamazares edita un libro de poesía, es decir, Versos y ortigas. En él, se reúnen sus tres
títulos fundamentales, La lentitud de los bueyes, Memoria de la nieve y Retrato de bañista,
y se añaden dos nuevos grupos de poemas: uno anterior, “Los inicios”, que recoge los
escritos entre 1973 y 1978, y οtro posterior, “Las ortigas” (1984-2008).
Υa en la presente década, Llamazares ha publicado cinco libros más: una
recopilación de relatos, Tanta pasión para nada (2011); dos relatos de viajes, Atlas de la
España imaginaria (2015), un atlas nada imaginario en el que se siguen las huellas de la
toponimia de algunos de los refranes más famosos de la lengua española, y El viaje de
Don Quijote (2016), una serie de artículos que el autor publicó en El País y en los que
se reproduce la ruta del famoso hidalgo por la Mancha que realizó Azorín en 1905; y
dos novelas, Las lágrimas de San Lorenzo, en 2013, y Distintas formas de mirar el agua (su
“reencuentro” con las montañas leonesas) en 2015, finalistas ambas del Premio de la
Crítica de Castilla y León.
En su dilatada carrera como escritor, no en vano están a punto de cumplirse 40
años desde la publicación de su primer libro, Llamazares, un autor de ritmo pausado en
la edición de sus libros, “habló” en muchas ocasiones del ocaso de toda una civilización,
la de los pueblos montañosos del norte de España que se vieron abandonados por sus
pobladores, pese al arraigo vital de estos últimos con su paisaje, a causa de la forzada
emigración masiva hacia las grandes ciudades y las zonas industriales en la España de
los años ’50 y ’60, y nos enseñó, o por lo menos esta es la lectura que queremos hacer
de ella en la presente ocasión, que la Literatura puede ser, más que la Historia, la única
manera posible de dar voz a seres sacrificados en el nombre del progreso. Para verificar
esta tesis, recurriremos a las reseñas de los críticos literarios y lo dicho por el propio
autor acerca de cuatro libros suyos (que, nos atreveríamos a sostener, constituyen una
5
Actualmente el autor está ultimando la edición del segundo, y último, tomo.
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atípica trilogía, puesto que los dos primeros, desde muy pronto, empezaron a circular
en el mercado en edición conjunta), esto es, sus poemarios La lentitud de los bueyes
y Memoria de la nieve, La lluvia amarilla, su novela emblemática de los años ’80, y su
última, hasta la fecha, novela, Distintas formas de mirar el agua.
Pero antes, un brevísimo inciso para matizar la relación de Julio Llamazares
con el marbete de la “Nueva narrativa española de los ’80”, al que nos hemos referido
hace algunos párrafos y en cuya nómina había sido incluido el autor en aquel período:
es curioso, pero los mismos críticos que lo insertaban en dicho grupo no dudaban, al
mismo tiempo, en señalar que en su obra en general, y particularmente en sus novelas,
Llamazares no cumplía con bastantes de los tópicos que solían acompañar la joven
novelística española de la época, y principalmente con la tendencia a la evasión de
la realidad circundante, la ambientación urbana y la temática light6. Por su parte, el
escritor leonés bastante pronto, esto es, desde finales de los ’80, empezó, él también,
a tomar distancias de aquel supuesto grupo: “Ya sabemos que la prensa tiende a
etiquetar, lo cual favorece su trabajo”, señalaba en una entrevista concedida a Carlos
Iriart en 1988.
I. Poemarios
Memoria de la nieve
6
«Llamazares […] quizá por su procedencia de una de las zonas más deprimidas y olvidadas de España
(la comarca montañesa de León) ha desarrollado una obra narrativa poco comparable, hasta ahora, a la
de sus compañeros de generación», (Izquierdo, 1995: 56).
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construye con recuerdos, sueños y naturaleza. Creo que la naturaleza en su obra cobra una dimensión
extrañamente mítica, una personalidad. Con sobriedad, en versículos, con un vocabulario selecto de
voces campesinas, arma un escenario por el que cruzan en soledad vivos y muertos”.
Otro autor, Izquierdo, (1995: 57), no duda en afirmar que en el primer poemario
del escritor, “se pueden rastrear los discursos existencialistas y neorrománticos
que recorrerán toda su obra. [...] Para el Llamazares de La lentitud de los bueyes el
tiempo quedará definido como lo auténtico frente a la inautenticidad que supone el
comportamiento del ser que olvida, que se despreocupa”.
Cabo Aseguinolaza & Candelas Colodrón, (1986: 277), por su parte, y en una
reseña sobre el segundo poemario de Llamazares, subrayaban que «como tema de
Memoria de la nieve se perfila con definición la memoria. Se trata del intento, doloroso
a veces, de recuperar un mundo que aparece inalcanzable»; Santos Ayuso, (1983),
abundaba en lo mismo al señalar que
Julio Llamazares es un poeta de los paisajes fríos, legendarios, míticos, que hace suyo el tiempo
y la historia, el recuerdo y la memoria de un pasado y un lenguaje, pero al mismo tiempo de
interiores cálidos y consonantes con la tierra y escenario de sus vivencias. [...] Memoria de la
nieve, de Julio Llamazares, es un canto épico a la tierra a través del tiempo y la memoria.
García (1983: 92-93), por su parte, califica Memoria de la nieve de «un viaje hacia
el origen», e Izquierdo de una lucha “contra la alienación del ser ante una realidad que
ni comprende ni controla. Una realidad construida por el ser, pero que ha escapado
por completo de su dominio”, (1995: 61).
Concluiremos esta pequeña incursión por los comentarios de los críticos que
subrayan la vertiente testimonial de la obra poética del autor leonés con un comentario
significativo de Dionisio Cañas (1989: 53) acerca del compromiso político de dicha
obra:
lo que importa hoy al poeta joven es fascinar. Por lo tanto, mezcla lo falso y lo verdadero, abusa
del artificio, busca la sorpresa y huye del didactismo. Aunque hay algunos poetas, como Luis
García Montero y Julio Llamazares, que buscan a través del compromiso, social el primero y
ecologista el segundo, una manera de escapar del cinismo social y político de nuestra poesía
última.
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Si los dos poemarios son el intento personal del poeta de llevar a cabo “la
recreación romántica de la historia [de sus antepasados]”, (Ayuso, 1983: 91), La lluvia
amarilla es una larga y desordenada analepsis de un antihéroe (de un personaje-
narrador que pertenece a la misma cultura milenaria que se evoca en los poemarios)
que estando al borde de la nada y a caballo entre la realidad y la locura, reconstruye,
a través de los recuerdos que pueblan su memoria, su pasado y, de paso, el pasado de
todo un pueblo.
Andrés de Casa Sosas, el protagonista, es el representante de un modo de
vida en vías de extinción, si no ya extinguido, y él es plenamente consciente de ello:
“en realidad, y pese a mis esfuerzos por mantener vivas sus piedras, Ainielle está ya
muerto desde hace mucho tiempo”, (pág. 75). Y es, al mismo tiempo, el personaje que
se identifica con su pueblo hasta tales extremos que su inminente defunción significará,
sin duda, también la desaparición total e irreversible de este último: “pero, dentro de
poco, yo ya no estaré vivo. Dentro de unos minutos, de unas horas quizá –antes de
que amanezca, en cualquier caso–, yo estaré ya sentado con los muertos en torno de la
lumbre y Ainielle habrá quedado totalmente vacío, totalmente indefenso, a merced de
esos ojos que, ahora, le vigilan”, (pág. 128).
Este proceso de aniquilamiento, personal y colectivo, narrado por una conciencia
delirante que ni siquiera sabemos si, en el momento de la narraciσn, pertenece a un
ser vivo o a un fantasma (a una sombra), estará reconstruido mediante la memoria,
memoria que junto a la muerte constituyen el eje principal de la novela, alrededor del
cual se hilvana todo el relato. Ponte Far (1988), subrayaba en su reseña que
la novela se articula en torno a una trama argumental muy sencilla pero engañosa [...] engañosa
porque parece que vamos a encontrarnos con una novela que pondrá énfasis en el aspecto
sentimental y bucólico de un hecho literariamente muy explotable, y nos sorprendemos
viéndonos situados ante un discurso novelístico profundo y duro, que va mucho más allá de
cantar las excelencias de una vida o la tragedia de la desaparición de un pueblo de los Pirineos.
Nicolás Miñambres, (1988: 20), busca las conexiones entre los dos poemarios
del escritor leonés y la novela en cuestión: “la novela encarna, con una forma lírica
sobrecogedora, todas las obsesiones rurales que el autor ha apuntado en sus libros
de poesía pero lejos de caer en el provincianismo literario. [...] El dramatismo lírico y
simbólico preside el tratamiento de los pueblos abandonados”.
De la raíz poética de La lluvia amarilla nos habla también Alonso (1992: 26),
señalando que no es solo una novela realista ya que
en última instancia sus cimientos realistas (la historia, la cronología, los personajes, el espacio)
se han convertido en ruinas, que la memoria palpa con color y nostalgia. Porque La lluvia
amarilla es una proustiana búsqueda del tiempo y del espacio perdidos. De unos tiempos y de
unos espacios que trascienden el dato objetivo para formar parte de un continuum de materia
poética.
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Tras el éxito, de ventas y críticas, que cosechó La lluvia amarilla vino, como suele
ocurrir en estos casos, un alud de entrevistas. Y en ellas, entre otras cosas, Llamazares
dejó bien claro el tema de su novela: “La lluvia amarilla es una reflexión sobre la soledad
y la memoria”, (en Sanz, 1988).
Con respecto al empleo del monólogo, Llamazares, (en Lussón, 1988), lo justifica
en los siguientes términos:
yo considero que cada tema novelesco determina un lenguaje y un punto de vista, o como
dicen los escultores, que la obra está ya dentro del árbol y hay que desbrozar lo que sobra. El
monólogo surge porque la sensación que me interesa transmitir sólo podía referirla a través de
un sólo personaje. Lo que he hecho ha sido manipular ese monólogo con un personaje que está a
caballo entre la realidad y la locura, que no sabe si está vivo o muerto, y que duda de su propia
memoria, porque ya ha perdido la noción del paso del tiempo. Más que un monólogo se trataría
de una transcripción de su memoria final.
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por su parte Val (2015) hace hincapié en el valor testimonial de la novela cuando
apunta que “Llamazares, una vez más, nos recuerda la importancia y la fuerza de lo primario, la
solidez de los sentimientos desnudos, la altura que alcanza la literatura cuando habla de cosas que son
verdad”.
Apuntábamos al inicio de este ensayo que “la Literatura puede ser, más que la Historia,
la única manera posible de dar voz a seres sacrificados en el nombre del progreso”, Llamazares
escribe justamente desde esta convicción (en Pintor7, 2015: 45):
Julio Llamazares habla de la pérdida de la identidad en el ámbito rural pero, en general, en
nuestra sociedad. [...] Llamazares se traslada al pasado y duda de la realidad en la que vivimos.
El autor constata en su nuevo libro que la verdad no existe y le comenta al público que la
memoria histórica de un país se encuentra en su literatura.
Para añadir algunas décadas más tarde (en Rodríguez Marcos, 2015):
La memoria histórica de un país es su literatura, y su arte. Se ha reducido a la Guerra Civil, pero
memoria histórica también son los pantanos, la expulsión de los judios... Estar en contra de la
memoria es como estar en contra de pensar o de soñar. Te pueden obligar a todo menos a no
recordar, o a recordar. La vida se resume en una lucha entre memoria y olvido, y el trabajo de
los escritores es recuperar todo lo que puedan del peso del olvido.
7
Pintor transcribe en estilo indirecto fragmentos de las charlas que mantuvo Llamazares con sus lectores
en los actos de presentación de su novela en Galicia.
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