03 II Domingo de Cuaresma - Ciclo B - Odres Nuevos

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II Domingo de Cuaresma – Ciclo B – Odres Nuevos – 28 de Febrero de 2021

“Este es mi Hijo amado; ESCUCHADLO“

Lectura del santo evangelio según san Marcos


(9,2-10):
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a
Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se
transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de
un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún
batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés,
conversando con Jesús.
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:
«Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres
tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Estaban asustados, y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la
nube: «Este es mi Hijo amado; escuchadlo.»
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a
Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta
que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los
muertos».
Palabra del Señor

Evangelio Comentado por: José Antonio Pagola – Mc (9,2-10)


NUEVA IDENTIDAD CRISTIANA
Para ser cristiano, lo más decisivo no es qué cosas cree una persona, sino qué relación vive con
Jesús. Las creencias, por lo general, no cambian nuestra vida. Uno puede creer que existe Dios,
que Jesús ha resucitado y muchas cosas más, pero no ser un buen cristiano. Es la adhesión a
Jesús y el contacto con él lo que nos puede transformar.
En los evangelios se puede leer una escena que, tradicionalmente, se ha venido en llamar la
«transfiguración» de Jesús. Ya no es posible reconstruir la experiencia histórica que dio origen al
relato. Solo sabemos que era un texto muy querido entre los primeros cristianos, pues, entre otras
cosas, los animaba a creer solo en Jesús.
La escena se sitúa en una «montaña alta». Jesús está acompañado de dos personajes legendarios
en la historia judía: Moisés, representante de la Ley, y Elías, el profeta más querido en Galilea.
Solo Jesús aparece con el rostro transfigurado. Desde el interior de una nube se escucha una voz:
«Este es mi hijo querido. Escuchadlo a él».
Lo importante no es creer en Moisés ni en Elías, sino escuchar a Jesús y oír su voz, la del Hijo
amado. Lo más decisivo no es creer en la tradición ni en las instituciones, sino centrar nuestra
vida en Jesús. Vivir una relación consciente y cada vez más comprometida con Jesucristo. Solo
entonces se puede escuchar su voz en medio de la vida, en la tradición cristiana y en la Iglesia.
Solo esta comunión creciente con Jesús va transformando nuestra identidad y nuestros criterios,
va curando nuestra manera de ver la vida, nos va liberando de esclavitudes, va haciendo crecer
nuestra responsabilidad evangélica.
Desde Jesús podemos vivir de manera diferente. Ya las personas no son simplemente atractivas o
desagradables, interesantes o sin interés. Los problemas no son asunto de cada cual. El mundo no
es un campo de batalla donde cada uno se defiende como puede. Nos empieza a doler el
sufrimiento de los más indefensos. Nos atrevemos a trabajar por un mundo un poco más humano.
Nos podemos parecer más a Jesús.

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