Capitulo 4 Sangre de Campeon
Capitulo 4 Sangre de Campeon
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-¡Claro!
Antes de que la nana se diera cuenta, cerré la puerta y me subí
a la motocicleta. Lobelo aceleró. Condujo a gran velocidad y tuve
miedo de que chocáramos. Después de un rato llegamos al club
deportivo donde mi hermano estuvo a punto de accidentarse en el
trampolín. Se bajaron de la moto.
-¿Vamos a hacer ejercicio? -pregunté.
- -dijo Lobelo-. Los traje para
enseñarles algo padrísimo. Tú eres miembro de este club. Yo no.
Una vez vine con mi tío. Encontré una cosa increíble allá adentro.
Dile al policía que somos tus invitados.
-Pero... no traigo mi credencial.
-¡No necesitas credencial! Sólo da tu nombre.
-Me van a cobrar una cuota extra.
Lobelo sacó un fajo de billetes y me lo sacudió en la cara.
-El dinero a mí me sobra. Luego te regalo un poco
¡Reacciona! Vamos a entrar al club contigo... ¿Entendiste?
El muchacho gordo me jaló de los cabellos y puso un brazo en
mi cuello para asfixiarme.
-Déjalo -dijo Lobelo-
¿verdad?
Dije que si. Me liberaron. Caminamos hacia la puerta. El policía
anotó en su libreta que mi padre debería pagar una cuota extra por
los dos invitados que yo había llevado.
-¿Y ahora? pregunté -. ¿Quieren jugar fútbol?
Rieron.
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-No somos deportistas -aseguró Lobelo-. Vengan, les voy a
enseñar algo increíble.
Lo seguimos. Entramos a las regaderas de hombres; el
ambiente estaba húmedo y el piso mojado. Varios señores se
bañaban, y una nube de vapor los envolvía. Lobelo caminó por
delante volteando para todos lados como un ladrón. Llegó hasta la
esquina del vestidor, abrió rápidamente una pequeña puerta y se
metió, haciéndonos señales para que lo siguiéramos. Era el cuarto
de máquinas, habla motores y calderas.
-¿Qué hacemos aquí? -pregunté asustado -. Si nos
descubren...
-Cállate cobarde... Vengan. Miren eso.
Señaló con el dedo una mancha en la pared.
-¿Qué es? -pregunté.
-Un hoyo. De seguro lo hizo algún trabajador de mantenimiento.
Lobelo subió a la caldera y se detuvo sobre el muro para
agacharse un poco y mirar por el agujero.
-¡Guau! -exclamó después -. ¡Vean nada más! ¡Qué mujer! Está
gorda y llena de bolas. ¡Y aquella! ¡Qué diferencia! Ésa si es una
flaca.
-A ver. Déjame ver.
El amigo de Lobelo se trepó junto a él. Tuve la sensación de un
hormigueo en el estómago. ¿Estaban viendo mujeres desnudas por
ese agujero?, ¿pero, cómo?
Pasaron mucho tiempo turnándose para mirar. Después de un
rato me dijeron:
-¿Quieres echar un vistazo? ¿O te da miedo?
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El gordo se bajó de la caldera para hacerme un lugar. Subí y
me apoyé en el muro. En efecto, pude observar el baño de las
mujeres. Había varias señoras sin ropa.
- ¡Eh! -gritó Lobelo- -¡Ya
quítate! -dijo el gordo -. Es mi turno. Pero como tardé en obedecer,
quiso subirse junto a mí. Perdí el equilibrio. Empujé los tubos
calientes de la caldera y se vinieron abajo haciendo un escándalo.
El vapor comenzó a rodeamos. Tosimos. Por fortuna no sufrimos
quemaduras. -¡Vámonos! dije -. ¡Esto puede explotar! Casi de
inmediato alguien abrió la puerta. -¿Quién anda ahí? Varios
señores a medio vestir nos miraban asombrados. Luego llegaron
dos policías. Fuimos llevados a las oficinas del club. El
administrador estaba furioso.
-¿Qué hacían allá adentro?
Mis compañeros se quedaron callados. El hombre se dirigió a
mí:
-Si no hablas, voy a tener que llamar a tu padre.
-No supliqué -, por favor. últimamente le he causado muchos
disgustos.
-Entonces dime, ¿qué buscaban en ese cuarto?
No tenía escapatoria. Inhalé y dije:
-Vinimos a ver a las señoras desnudas por un hoyo que hay en
la pared.
El administrador se quedó pasmado. Llamó a los vigilantes para
que inspeccionaran el cuartito de máquinas. Encontraron una vieja
cámara con la que seguramente alguien fotografiaba a las mujeres
por el agujero. Se armó un gran problema.
-¿Quién es el responsable de esto? -vociferaba el jefe del club
-. ¡Traigan a todas las personas de mantenimiento! Quiero
interrogarlas.
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-¿Y nosotros? -preguntó Lobelo-, ¿podemos irnos?
-¡No! -contestó el hombre furioso -. A ustedes dos no los
conozco, pero a ti sí, Felipe, y conozco a tu familia. Tus padres son
decentes. Tú deberías serlo también. Escúchame bien: Nadie tiene
derecho a mirar o a tocar las partes íntimas de otra persona sin
permiso. Cuando estamos desnudos, todos nos parecemos, pero
esa desnudez, es parte de tu intimidad. Quien no respeta la
intimidad ajena es un perverso. Y hay muchos en el mundo: Gente
que falta el respeto a las mujeres y les hace invitaciones
indecentes, gente que toma fotografías de personas desnudas para
luego venderlas o exhibirlas; gente incapaz de comprender que la
sexualidad es algo hermoso para compartir cuando se está casado,
en un ambiente de amor.
Lobelo y su amigo parecían fastidiados. Miraban hacia el techo
distraídos. El administrador levantó aún más la voz:
-Ustedes tres, niños, nacieron gracias a la unión amorosa de
sus padres. Son producto de la bella intimidad de dos personas que
se amaban. Es algo muy grande y bueno ¿comprenden? ¡Nunca se
dejen llevar por quienes tratan al cuerpo humano como algo sucio!
¡Nunca vean pornografía, ni hablen de la desnudez de otra persona
con morbo o malicia ¡No participen en conversaciones obscenas!
¡Sean distintos! Hay muchos niños irrespetuosos, que llegan a
convertirse en jóvenes desvergonzados y en adultos malvados. ¡No
sean ese tipo de niños! Los verdaderos triunfadores respetan su
cuerpo y el de los demás, saben darse su lugar y no permiten que
nadie los obligue a hacer travesuras de tipo sexual, ¿de acuerdo?
Hubo un largo silencio.
-¿Ahora sí nos podemos ir? -preguntó el Lobelo.
-Váyanse -contestó el administrador -, pero tú, Felipe, quédate
aquí. Todavía tenemos cuentas que arreglar. Hubo algunos tubos
rotos. Vamos a determinar los daños y me firmarás un pagaré.
Mis compañeros salieron y yo me quedé adentro.
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