Librocompleto

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 393

Barroco vivo,

Barroco continuo
Fernando Quiles García
María del Pilar López
editores
UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA UNIVERSIDAD PABLO DE OLAVIDE

Rectora Rector
Dolly Montoya Vicente C. Guzmán Fluja

Director Editorial Universidad Nacional de Colombia Director Publicaciones Enredars


Alfonso Espinosa Fernando Quiles

Vicerrector de Sede Bogotá Secretario General


Jaime Franky José Mª. Seco Martínez

Decano Facultad de Artes Vicerrectora de Internacionalización


Carlos Naranjo Isabel Victoria Lucena Cid

Directora Instituto de Investigaciones Estéticas Decana Facultad de Humanidades


María del Pilar López Rosario Moreno Soldevila

Director Centro de Divulgación y Medios Responsable Área de Historia del Arte


Alberto Amaya Ana Aranda Bernal

Coordinador Editorial Centro de Divulgación y Medios Coordinador Editorial Publicaciones Enredars


Juan Francisco Poveda Juan Ramón Rodríguez-Mateo
Barroco vivo,
Barroco continuo
© 2019 Comité Asesor
Universo Barroco Iberoamericano Dora Arizaga Guzmán, arquitecta. Quito, Ecuador
Alicia Cámara. Universidad Nacional de Educación a
5º volumen
Distancia (UNED). Madrid, España
Elena Díez Jorge. Universidad de Granada, España
Marcello Fagiolo. Centro Studi Cultura e Immagine di Roma,
Italia
Editores Martha Fernández. Universidad Nacional Autónoma de
Fernando Quiles México. México DF, México
María del Pilar López Jaime García Bernal. Universidad de Sevilla, España
María Pilar García Cuetos. Universidad de Oviedo, España
Lena Saladina Iglesias Rouco. Universidad de Burgos,
España
Ilona Katzew. Curator and Department Head of Latin
American Art. Los Angeles County Museum of Art (LACMA).
Director de la colección Los Ángeles, Estados Unidos
Fernando Quiles García Mercedes Elizabeth Kuon Arce. Antropóloga. Cusco, Perú
Luciano Migliaccio. Universidade de São Paulo, Brasil
Víctor Mínguez Cornelles. Universitat Jaume I. Castellón,
Coordinador editorial España
Juan Ramón Rodríguez-Mateo Macarena Moralejo. Universidad de Granada, España
Ramón Mújica Pinilla. Lima, Perú
Francisco Javier Pizarro. Universidad de Extremadura.
Cáceres, España
Diseño editorial Ana Cielo Quiñones Aguilar. Pontificia Universidad
Javeriana. Bogotá. Colombia
Marcelo Martín
Delfín Rodríguez. Universidad Complutense de Madrid,
Maquetación España
Belén Calderón / José David Ruiz Barba Janeth Rodriguez Nóbrega. Universidad Central de
Venezuela. Caracas, Venezuela
Olaya Sanfuentes. Pontificia Universidad Católica de Chile.
Imagen de portada Santiago, Chile
Santa María la Blanca, Sevilla. Pedro Flor. Univ. Aberta / Instituto de História da Arte -
Fotografías y dibujos NOVA/FCSH, Portugal
De los autores, excepto que se especifique el autor de la
imagen

© de los textos e imágenes: los autores


© de la edición: Universidad Nacional de
Colombia, Colombia | E.R.A. Arte, Creación
y Patrimonio Iberoamericanos en Redes,
España

ISBN: 978-958-783-862-6
2019 Bogotá, Colombia
Sevilla, España
Índice
El Barroco Vivo. Descúbrelo en Ti. Dora Eulalia Arízaga Guzmán 008

El cuarto de pesebre en los espacios domésticos.Un caso en la ciudad de 024


Santafé de Bogotá a mediados del siglo XVIII. María del Pilar López Pérez

Legados de Ultramar. Las donaciones de José de Montalvo y Palma al 040


Convento de Nuestra Señora de Gracia de Granada.
Guadalupe Romero Sánchez

El Diablo de Tópaga: La espiritualidad jesuita y las imágenes en el siglo 052


XVII. Carlos Rojas Cocoma

El retrato en Santafé, Nuevo Reino de Granada. 074


María Constanza Villalobos Acosta

El comercio artístico entre Cádiz y América en la segunda mitad del siglo 090
XVII: en torno al pintor Bernabé de Ayala y su círculo.
Eduardo Lamas-Delgado

La sacristía de la catedral de Valladolid de Michoacán. 110


Hugo Armando Félix Rocha

Subordinadas sustantivas: la mujer a través de la pintura barroca gallega. 128


Begoña Álvarez Seijo

O Tenente-coronel e Engenheiro Manuel do Couto. Contributo para a sua 146


biografia. Miguel Portela

Imágenes en movimiento. El caso de los Divinos Caminantes de las 162


clausuras femeninas de la Real Audiencia de Quito. Ángel Peña Martín

Santos Pacheco de Lima (1684-1768) e José Coelho de Noronha (1705- 180


1765): duas faces da talha barroca luso-brasileira. Sílvia Maria Cabrita
Nogueira Amaral da Silva Ferreira y Aziz José de Oliveira Pedrosa

Clarificando los orígenes del pintor Nicolás Javier de Goríbar: Nuevos 200
datos sobre su familia paterna. Ángel Justo-Estebaranz
A presença de artistas espanhóis na diocese de Miranda-Bragança entre 216
os séculos XVI e XVIII: da Galiza a Castela e Léon. Ana Celeste Glória

Intorno al Panteón de los Reyes dell’Escorial: il Mausoleo-Retablo-Teca- 240


Reliquiario fra tenebra e luce. Marcello Fagiolo

La donación de un fragmento del ayate original de Nuestra Señora de 266


Guadalupe para la Catedral de México en 1673. Gabriela Sánchez Reyes

¿“Ut Sculptura Poesis”?: La Virgen de los Remedios y su imagen en las 280


fuentes literarias en los siglos XVII y XVIII. Luis Javier Cuesta Hernández

Culto, Devoción y Escenografía de las Reliquias: “Delineación” del 296


Relicario del Ochavo de la Catedral Primada de Toledo en 1790.
Ignacio José García Zapata

Pintura mural en los conventos de la Provincia Franciscana de la Santa Fe 312


de Colombia. José Manuel Almansa Moreno

Duque Cornejo, pintor. Manuel García Luque 330

La percepción literaria y artística del Nuevo Mundo en los Antiguos 348


Estados de Italia (s. XVI-XVII). Macarena Moralejo Ortega

Técnicas jesuíticas de predicación misional, del Viejo al Nuevo Mundo 368


(c. 1550-1650). Juan Luis González García

Y al fin: Barroco vivo, barroco continuo. Lecturas de un arte que se resiste 386
a ser -solo- historia. Fernando Quiles García
Universo Barroco Iberoamericano

El Barroco Vivo. Descúbrelo en Ti

Dora Eulalia Arízaga Guzmán


Ex directora ejecutiva del Instituto Metropolitano de Patrimonio. Municipio
del Distrito Metropolitano de Quito - [email protected]

Resumen Quito dedicó un mes completo en el año 2014 a recordar y vivir el barroco,
no solo evocando el pasado heredado, sino desde una perspectiva actual,
planteando que la esencia misma de este movimiento aun sigue viva,
manifestada en las expresiones de la cotidianidad de la vida contemporánea.
Las reflexiones del filósofo ecuatoriano Bolívar Echeverría sobre el tema,
fueron orientadoras a la hora de los abordajes de los diversos aspectos
tratados; pues en sus escritos concluye que el barroco es un “modo de vida”,
que funciona como “un refugio”, que representa un modo de ser, una segunda
naturaleza necesaria para “poder vivir” en la modernidad. Las actividades
ejecutadas tuvieron la intencionalidad de provocar y retar a los diferentes
grupos sociales y culturales de la ciudad, y en especial a los del centro
histórico de Quito, a que se reencuentren con la memoria y redescubran que
el barroco aun sigue vivo.
Palabras clave: Barroco vivo, modo de vida, Centro Histórico de Quito-
Ecuador, patrimonio cultural, ethos barroco, Latinoamérica.

Abstract Quito dedicated a full month in 2014 to remember and live the baroque, not
only evoking the inherited past, but from a current perspective, stating that
the very essence of this movement is still alive, manifested in the expressions
of everyday life actual life. The reflections of the Ecuadorian philosopher
Bolivar Echeverría on the subject, were guiding in the approach of the different
aspects treated; because in his writings he concludes that baroque is a "way
of life", which functions as a "refuge", which represents a mode of being, a
second nature necessary to "live" in modernity. The activities carried out had
the intention of provoking and challenging the different social and cultural
groups of the city, and especially those of the historical center of Quito, to
re-encounter with the memory and rediscover that the baroque is still alive.
Key Words: Baroque living, way of life, historic center of Quito-Ecuador,
cultural heritage, baroque ethos, Latin America.

8
El Barroco Vivo. Descúbrelo en Ti - Dora Eulalia Arízaga Guzmán

En noviembre del 2014, Quito dedicó un mes completo a recordar a través


de diferentes expresiones artísticas y culturales la vivencia del barroco, no
solamente desde una perspectiva del pasado heredado; sino de una reflexión Fig. 1. Título: catálogo de
actual que propone que la esencia de este movimiento sigue vivo y que se actividades “Barroco vivo.
lo puede encontrar en la cotidianidad de la vida, premisa que se encuentra Descúbrelo en ti”. Quito
interpelada en el título “El Barroco Vivo. Descúbrelo en Ti” (Fig. 1) y que cobijó Ecuador. Autor: Lápiz y papel.
Comunicación integral
una agenda completa con variadísimas actividades, que incluyeron desde
Fecha: noviembre 2014
nuevos recorridos en el centro histórico de Quito, abriendo sitios y arquitec- Localización. http://www.upo.
turas diferentes a las de las visitas consagradas, hasta la inclusión de oferta es/ceiba/barroco-vivo-en-
gastronómica inspirada en la tradición y mestizaje de olores, sabores y pre- quito-ecuador/.
sentaciones ofrecidas en restau-
rantes y cafeterías, sin olvidar las
expresiones de la música, la pin-
tura, la escultura, la arquitectura,
que mostraran las características
del barroco quiteño, en especial
aquellas en que el manejo de la
imagen y la teatralidad son evi-
dentes y que se encuentran impreg-
nados en muchos de los espacios
mestizos en los que la heterogene-
idad de la convivencia cultural del
Ecuador se mantiene, cuyas voces
e imágenes diversas no son ajenas
para quienes se detienen a encon-
trarlas y descubrirlas.

Una de las intenciones propuestas para los eventos programados, fue la de


provocar y retar a los diferentes grupos sociales y culturales de la ciudad,
y en especial a los usuarios, visitantes y habitantes del centro histórico de
Quito, a que se reencuentren con la memoria, descubran imágenes, vivan
sensaciones, perciban colores, sonidos, palabras, etc., y que evoquen lo que
manifiesta Echeverría en sus análisis sobre el “ethos barroco”1 presente en
9
Universo Barroco Iberoamericano

la sociedad latinoamericana, indicando que “…se caracteriza por su fidelidad


a la dimensión cualitativa de la vida y su mundo2” y que su permanencia “ es
aquella en la que incluso nosotros nos encontramos todavía. Una puesta en es-
cena absoluta, barroca: la performance sin fin del mestizaje” y al referirse a la
globalización advierte que “…esa actitud barroca puede ser una buena puerta
de salida, fuera del reino de la sumisión3”.

La propuesta surgió también como una oportunidad para que la ciudad de


Quito al sumarse a “la red del Universo Barroco Iberoamericano”, -iniciativa
de escala supranacional que la Universidad Pablo de Olavide la mantiene-,
tuviera la oportunidad de hermanarse con otras ciudades de América y de
España que comparten similares orígenes barrocos, y que como se dice en
los preámbulos de la red, se estrechen lazos para que las riquezas locales
sean promocionadas y gestionadas con fines de mutuos fortalecimientos, y en
especial para facilitar los estudios sobre el barroco en todas sus expresiones
y dimensiones con el objetivo de reconocer rasgos semejantes que afianzan
las diversas identidades.

Identidades que en el caso de Ecuador, sin duda, se encuentran fusionadas y


expresadas en la mayor riqueza que tienen los ecuatorianos y quiteños que es
su diversidad cultural con criollos, zambos, mestizos, negros e indígenas que
representan el “ethos barroco”, el que para muchos investigadores es la base
fundamental de su historia cultural e inclusive política que han configurado
al ser latinoamericano, y que en Quito, el Barroco aun se respira como parte
de una América mestiza marcada por la impronta recurrente del barroco.

En las reflexiones desarrolladas en el transcurso del mes de noviembre


de 2014, sin duda se corroboró que Quito y su centro histórico es el lugar,
en donde es posible aun admirar, vivir y aspirar aire barroco que por mo-
mentos nos traslada a siglos pasados a través de su arte, pero también nos
permite vivir su cotidianidad, llena de fusiones, de mezclas, de imágenes, se
podría decir que se compone de un sentido profundo de identidades, como
lo dicho por Rodriguez Castelo en su alocución que versó sobre el barroco
literario quiteño en la que se pregunta: “¿Quién podía dudar de que Quito era
una estación importante del barroco americano?. Estaban allí como pruebas con-
tundentes, espléndidas, la arquitectura y decoración de la iglesia de la Compañía
de Jesús, la escultura de ritmos helicoidales de Bernardo de Legarda y los
cuadros de la vida de san Agustín, del claustro de ese convento, en que Miguel
de Santiago convirtió en soberbias realizaciones de barroco lineales grabados
renacentistas. Pero, ¿eran solo los arquitectos, los imagineros y los pintores los
grandes barrocos de esta extraña y deslumbrante ciudad?4.

Entre las múltiples respuestas que se dieron, está una especial que aborda
el tema de la participación social en la vida cotidiana, no solo en la etapa
colonial; sino que su tradición y proyección se mantiene en la actualidad,
aunque con las lógicas transformaciones e influencias acumuladas a lo largo
de la historia, y ésta es “la procesión”.
10
El Barroco Vivo. Descúbrelo en Ti - Dora Eulalia Arízaga Guzmán

Analizada por el historiador Jorge Moreno Egas, quien al tratar de explicarlas La procesión como
dentro del fenómeno del barroco, manifiesta que “Lo sagrado necesitaba de expresión social de la
estas manifestaciones comunitarias para dar cuerpo y coherencia a la urgencia participación en la vida
de expresar sentimientos e inquietudes de cara a lo sagrado y a lo inexplicable”5, cotidiana (Fig. 2)
y que la iglesia católica las usó “…por la potencialidad pedagógica que con-
tenían para explicar y afirmar todo aquello que el creyente debe creer, observar
y defender6” a la vez, las relaciona con el manejo de la imagen y la teatrali-
dad, dos aspectos básicos del barroco, al expresar que la procesión lleva la
intencionalidad de despertar sentimientos y enervación de los sentidos: la
vista, el oído, el tacto y el olfato, todos confluyen a la vez para hacer que la
gente “…reaccionan ante el paso fugaz de una imagen, que va acompañada de
música, del murmullo de plegarias, de incienso y pétalos de flores”. “La emoción
es el elemento clave de este ritual y lo hace indefinible”. “Si la emoción no se
manifiesta o no existe, la procesión se convierte en un ritual hueco, vacío, carente
de vida y de contenido7”, es decir que se convierte en una fiesta ostentosa,
sin importar su costo, correspondía lograr reconocimiento y admiración que
mostrara el poder social de quien organizaba y participaba, “…se pensaba en
los efectos a lograr en lo corto y temporal del recorrido8”.

Fig. 2. Título: Procesión de


Jesús del Gran Poder
Autor: portal digital de
noticias Ecuador. Portal de
Noticias de Ecuador y el
mundo. Fecha: 22 Marzo
2016. Localización: http://
ecuatorianoenvivo.com/
quito-se-prepara-para-el-
turismo-en-semana-santa/.
El calendario de fiestas religiosas regido por la vida eclesiástica marcó la
existencia de la vida social de la colonia y allí estuvo el barroco para ofre-
cerse como medio para que se cumplan los ritos eclesiales superpuestos en
su gran mayoría al calendario de las poblaciones locales celebradas en los
solsticios y en los equinoccios, cuyas fechas son coincidentes con los festejos
católicos de los San Pedros, de los San Juanes, o el nacimiento y muerte
del Redentor, junto con fechas de los onomásticos de santos y vírgenes,
etc., que hacían que la vida gire en torno a estas celebraciones y que se viva
en una permanente fiesta colectiva, cuya población local aprovechaba para
incorporar sus expresiones propias con personajes fusionados entre lo local
y lo importado, con disfrazados, mascaras, espejos, plantas, flores, hojas,
usados en la decoración de sus vestidos, danzas, música, comida, fuegos
11
Universo Barroco Iberoamericano

artificiales, consiguiendo un espectáculo que responde “a la pulsión telúrica


a los que estamos todavía sometidos9” como lo diría Carpentier en el libro “Los
pasos recobrados: ensayos de teoría y crítica literaria” al referirse a la natu-
raleza, a la vegetación y la policromía que nos rodea. Manifestaciones que
aun en Quito, en su centro histórico y en el mundo rural aun se vislumbran,
demostrándonos que el barroco aun sigue vivo.

No es muy diferente la procesión de Semana Santa o Mayor, traída des-


de España, considerada como un “espectáculo del sufrimiento” y del dolor,
que en América al recibir aportes de las sociedades locales urbanas y ru-
rales, blanco-mestizos, indígenas y afro descendientes, cobran formas y
representaciones similares a las de una fiesta “…en la que lo importante es
destacar el poder y la riqueza10”, siguiendo siempre la intencionalidad de que
“Los sentidos actuaban en el espectador y lo llevaban a un estado emocional
distinto del habitual que no encuentra formas verbales para ser expresado de
inmediato11”.

Esta procesión, hoy en día también se lleva a cabo, llamada del “Jesús del Gran
Poder”, se realiza el viernes santo, la mantiene la orden de los franciscanos, y
es una tradición viva que conserva personajes de la colonia y los relacionados
con los de la religión católica, alrededor de la cual participan los fieles con
sus ritos y creencias religiosas, en ésta se replica la música, se exponen
imágenes y vestimentas, se comparte comida especial “la fanesca, el molo,
el arroz con leche”, en suma, es un escenario para “… la evocación emocional
cuya participación significa vivir una emoción, una vivencia emotiva y no tanto
racional. Vemos o acompañamos la procesión como actores contemplativos12”.

La artesanía como Otra de las respuestas dadas se configuró en la muestra denominada “El
tradición barroca Tejido Quiteño: Una tradición Barroca”, realizada en el convento de clausura
de las monjas carmelitas, “el Carmen Bajo”, este sitio permanece vedado en
su acceso para el público debido a su condición de clausura, se consiguió que
uno de sus claustros pudieran abrirse a la visita de la comunidad y acceder a
contemplar el mayor de los belenes que se conservan en Quito, considerado
como la gran expresión del barroquismo festivo, que tiene que ver con una de
las tradiciones religiosas mas afincadas en la comunidad, el nacimiento de
Jesús y es una de las manifestaciones más ricas del mestizaje y del sincre-
tismo del barroco quiteño, entendido como un proceso de transculturación
entre lo aborigen y lo europeo.

Este Belén de grandes dimensiones, ocupa una habitación completa, muestra


el estilo propio de la obra quiteña, sus elementos mitológicos, religiosos y
alegóricos responden a un diseño y concepción local, los paisajes y los per-
sonajes reproducen la naturaleza y la geografía local mimetizada con otras
geografías imaginadas de sitios remotos, así se encuentra que el pesebre, se
acompaña de gente pobre y rica, de niños y ancianos, de mujeres y hombres,
de efebos y cotudos, de blancos, indios y negros, de ovejas y lobos, de llamas,
12
El Barroco Vivo. Descúbrelo en Ti - Dora Eulalia Arízaga Guzmán

camellos y caballos, de múltiples animales: monos, zarigüeyas, tapires,


felinos, junto a los clásicos borregos de los pastores.

La vegetación replica plantas vernáculas en lugar de las de la iconografía


tradicional europea, el paisaje local es copiado en aguas con cascadas, ria-
chuelos, lagos, los colores imaginan el día y la noche, etc… Los personajes
cobran vida con técnicas locales: el encarnado brillante para la piel, el uso de
cabello natural, los ojos de vidrio, las articulaciones para simular movimiento,
vestidas con tejidos, brocados y encajes de bolillos, bordadas con hilos de
plata, realizadas por manos de mujeres (monjas) que optaron en su vida por
huir de esta, o porque las obligaron a vivir en el silencio y en la oración de la
clausura, tal vez lejos de sus amores prohibidos…

En sus salas y corredores se expuso una colección privada de prendas tejidas,


que según su dueño y curador de la muestra representó “…treinta años de
búsqueda y recopilación de tejidos de algodón, de origen puramente criollo…13”,
organizada en cuatro salas que muestran: lo sagrado, los objetos de la vida
cotidiana, la mecánica con que se elaboraban estos bordados y la sala del
Belén, la muestra se la concibió no solo para analizar las técnicas del tejido
como visibilización de ese tipo de expresión artesanal, sino para “abrir un
espacio donde está el mundo de la mujer en muchos aspectos”, “sacar a la luz
el trabajo y el arte de quienes, desde lo oculto y en el silencio, han sostenido
sociedades enteras: las mujeres14” y adentrarse en la construcción de una
identidad femenina quiteña, muchas veces ignorada, por lo que la muestra
representó un homenaje a la mujer acallada, que con su silencio, paciencia,
ternura, sabiduría, a hilado y trasformado la materia prima, -el algodón-, en
bellos objetos de vestir, no solo para los sitios sagrados, sino también para los
ajuares de la vida doméstica y muchas veces de las vestimentas que lucirían
grandes personajes de la época.

El curador de la muestra al describir su contenido, expresa: “Con finos hilos


de algodón las monjitas y las abuelas que heredaron este arte han tejido cara-
coles, vuelcos y conchas bordadas finamente en manteles, velos, cubremesas,
albas y cortinajes, que complementaron la suntuosa vestimenta de oficiantes y
feligreses y esta es la inclusión del sentido Barroco que permeaba en todas las
actividades de la sociedad quiteña15”.

Destaca la descripción que hace Ivan Cruz sobre uno de los retratos profanos
que se expusieron y que proviene del barroco, dice “…vemos la prolijidad
en el vestuario, la preocupación de la época de engalanarse y brillar con los
accesorios: grandes candongas de perlas, collares de piedras preciosas, finos
damascos rematados por exuberantes encajes, que resaltan la noble postura y el
piadoso gesto de sus manos. Igualmente, los hombres añadían a sus guerreras
los sobresalientes puños y pecheras de delicadísimo encaje. El virtuoso hilado
de algodón sustituyó así a la exótica seda de la lejana China16”.

13
Universo Barroco Iberoamericano

En el mismo espíritu que acompañó a la muestra del tejido, se abrió otra


exposición “El vestido barroco: reflejo de una época” en el antiguo Hospital San
Juan de Dios, edificio colonial que data de 1565 y que funcionó como tal hasta
1974, hoy luego de su restauración se convirtió en el Museo de la Ciudad, el
mensaje de la muestra consistió en expresar como el barroco a través de la
vestimenta y de su juego icónico en sus formas, sus imágenes, sus colores,
indicaban propósitos específicos y simbólicos de la época, los indígenas no
podían vestirse como criollos o españoles, ni viceversa; sin embargo hubo
apropiaciones y fusiones de elementos que produjeron nuevas construcciones
sociales en la vestimenta de cada grupo.

Los objetos expuestos en la muestra permitieron “Entender la razón de una


época, el sentido barroco que permeaba en todas las actividades de la sociedad17”,
en especial aquellas que estaban destinadas a ser cumplidas exclusivamente
por el género femenino, y también como una “…iniciativa que respalda la
investigación sobre el pasado de la ciudad y propone un enfoque renovado del
exuberante legado del barroco quiteño18” concluyendo que la producción de
estas manualidades realizadas entre el siglo XVI hasta mediados del XX,
produjeron un extraordinario arte barroco en el tejido quiteño que sigue vivo,
suscitado por el interés expresado por los visitantes acerca del rescate de
los saberes de estos oficios que sin duda son un legado invalorable que debe
ser recuperado en la práctica cotidiana de la quiteñidad.

La música como En el mes del barroco la música ocupó un lugar estelar en las actividades
expresión estelar del desarrolladas, para todos es bien sabido que el barroco es un movimien-
mundo barroco (Fig. 3) to eminentemente teatral, que buscaba el efecto y lo dramático en el es-
pectador, condiciones que fueron utilizadas en la música, sobre todo para
integrar al mundo indígena a la vida social y económica del período colonial,
convirtiéndose en pieza clave para la evangelización, -en una sociedad en la
que la religión marcaba los ritmos de la vida-, la música fue la protagonista
de todas las ceremonias y los ritos católicos, los religiosos y los seculares
desde los conventos o en las capillas de música, producían e interpretaban
instrumentos musicales y en especial el canto por su gran poder polifónico
que motiva los sentimientos, en especial el melodrama “capaz de involucrar al
pueblo y promover un vínculo empático entre los evangelizados y el mensaje de
evangelización”. “Las fiestas religiosas Corpus, Semana Santa, Navidad, Reyes,
advocaciones de María, etc., preservan espacio a lo indígena y al sincretismo.
¿Quién no ha escuchado el “Salve, salve gran Señora”, melodía autóctona y
palabras cristianas…19”.

Bruno Sáenz A. en su conferencia sobre el barroco musical en Quito comenta


que aunque es muy escaso el conocimiento de la música escrita y ejecutada
entre el siglo XVI y XVIII en Ecuador, hay referencias sobre los instrumen-
tos que se interpretaban durante el barroco en Europa, muchos de ellos
traídos a la América, cita entre los más comunes a las: “…cuerdas: violas
d’amore, de hombro, de brazo, da gamba -celo-, violines, laudes, mandolinas,
14
El Barroco Vivo. Descúbrelo en Ti - Dora Eulalia Arízaga Guzmán

guitarras, vihuelas, el clave. Los vien-


tos anuncian la moderna plantilla:
oboes, flauta, flageolet (flauta dulce),
fagotes, trompetas, sacabuches -an-
tecesores del trombón. No faltaban
los timbales…20”, Instrumentos que
luego se fabricaron en América,
incluso aquellos de gran formato
como los órganos.

Comenta así mismo del importante


intercambio musical que existía en-
tre Bogotá, Quito, Lima y La Plata.
Quito, Cuzco y Potosí, y describe,
-tomando de la nómina de sueldos
del colegio San Andres de los franciscanos-, la participación de los indíge- Fig. 3. Título: orquesta de
nas como maestros en el arte de tañer instrumentos como: la tecla, flauta, instrumentos andinos
órgano, chirimías, sacabuches, arpa y violín; canto llano, copia de libros de Autor: Foto archivo
FTNS 2015. Fecha: 21
música y la organización de coros con criollos e indios para cantar gregoriano
de septiembre de 2015.
y música polifónica, anotando que en el intercambio musical que se daba, Localización: http://ccmc-
los alumnos más talentosos viajaban a Quito a perfeccionarse y que en las ftns.blogspot.com/2015/09/
misiones, sobre todo jesuíticas, iban los maestros de la ciudad. orquesta-de-instrumentos-
andinos.html
Esta herencia musical fue recordada y recreada en el mes de noviembre de
2014, con música coral, cuerdas e instrumentos propios de la región, todos
ellos unidos en un recorrido patrimonial en los espacios más representati-
vos de la arquitectura quiteña considerados como la síntesis del barroco; si
bien, Quito no tenía teatros en la colonia, tenía muchos templos, enormes
y fastuosos como: la Compañía de Jesús, San Francisco, San Agustín, la
capilla de la Virgen del Rosario en la iglesia de Santo Domingo, las iglesias
de los conventos del Carmen Alto y Carmen Bajo.., todos ellos con formas
y decoraciones en sus fachadas e inmensa riqueza en retablos, imágenes y
elementos en su interior, construidas con técnicas europeas y con aportes
de la mano de obra andina que muestran la idiosincrasia local, superando
la mera reproducción o copia de las formas y cánones del barroco estricta-
mente europeos.

En la Compañía de Jesús y en San Francisco, con la orquesta de Instrumentos


Andinos y con adaptaciones para estos instrumentos, sonó música de Bach,
Falconieri, Vivaldi y Ortiz; junto con composiciones de origen andino, como el
villancico “Por celebrar al Infante” y el concierto para flauta “Pastoreta Ychepe
Flauta”, ambas composiciones de origen boliviano. Sobre este repertorio
e interpretación en el catálogo del evento se acotó que: “A pesar de que la
música andina no es considerada como barroca, la cosmovisión cíclica de los
pueblos prehispánicos empata con la composición propia de la música barroca,
pues la repetición y la nota sobre nota son sus características particulares21”.

15
Universo Barroco Iberoamericano

En las Iglesias de San Agustín y en la capilla el Rosario de Sto. Domingo, el


ensamble de guitarras de Quito, llevó al público a un viaje de cuatro siglos,
iniciando en 1 500 con John Dowland; seguido por la música de Purcell, Bach,
Telemann y Vivaldi del siglo XVII para continuar con música nacional de los
siglos XVIII y XIX con compositores ecuatorianos: Juan Agustín Guerrero,
Carlos Ortiz y Javier Santín; al respecto de esta presentación uno de los
promotores culturales del centro cultural Mama Cuchara manifiesta que
“Precisamente una de esas formas de sentir y redescubrir un barroco que vive
aún en cada quiteño, en cada forastero que encuentra en las estrechas calles y
amplias avenidas capitalinas, maneras de expresar y ser, es la música, un arte
que lleva a quienes la escuchan a un viaje a través del tiempo; son voces, cuerdas
e instrumentos que reviven el delicado y, a la vez, fuerte talento de decenas de
artistas quiteños que plasmaron su impresión de la realidad en piedra y lienzo22”.

En las iglesias de los conventos de la orden carmelita, el Carmen Bajo y el


Carmen Alto, recibieron a las voces representadas por dos coros: el mixto
Ciudad de Quito y la Escuela Lírica, sus integrantes combinaron sus voces
para presentar un repertorio profundamente barroco, con obras del barroco
temprano con composiciones de Bach, Monteverdi, Vivaldi y Hendel, obras
que transportaron al público a la época del claroscuro, del miedo al vacío que
al igual que las expresiones de otras manifestaciones artísticas, a través del
repertorio escogido, tenían la intencionalidad de que el público comprenda
el concepto de este tipo de música y perciba cómo suena.

El mes del Barroco concluyó con una gran fiesta, por un lado recuperando
el uso tradicional del espacio público, “la plaza”, la que siempre funcionó
como el gran escenario de las grandes celebraciones, a la que convergían
y convergen los diversos colectivos sociales para expresar sus identidades,
su estatus, sus devociones, sus relaciones de poder, sus tensiones, sus
contradicciones, confrontaciones y diferencias que existían y existen dentro
de la sociedad quiteña, y que para muchos, es la esencia misma de lo que
significa y representa el espacio público.

Y por otro lado, bajo el espíritu de abordar al barroco en una época como
la actual, en el acto de cierre del mes del Barroco, fue necesario insistir en
el entendimiento de la vivencia de la ciudad de Quito, como una ciudad de
grandes contrastes que mezcla las sensaciones de un pasado colonial con
la dinámica propia de una ciudad que se abre a los nuevos saberes y cons-
tructos de una cultura como la de hoy, en esa mirada, la resemantización es
obligatoria y como muestra de ello, la fiesta de clausura se dio con música
y ritmos ejecutados por electro bandas23, en uno de los espacios públicos
más populares del centro histórico, la avenida 24 de Mayo, espacio público
que ofreció una verdadera fiesta popular con las nuevas expresiones mu-
sicales y las tradicionales de quema de castillos, correteo de vacas locas,
lanzamiento de fuegos pirotécnicos, que integraron a públicos diversos y de
varias generaciones.

16
El Barroco Vivo. Descúbrelo en Ti - Dora Eulalia Arízaga Guzmán

No se puede hablar del barroco en Quito sin citar a los jesuitas y la influencia La presencia jesuítica
que ejercieron en la producción del mundo barroco iberoamericano, desde su (Fig.4)
llegada a la Audiencia de Quito en 1586, varios son los ámbitos de su injer-
encia, la arquitectura, la producción artística, el desarrollo de las ciencias y
la educación, esta última de carácter misional, difundida a través de “la doc-
trina”, “el catecismo” y de un fuerte “contenido político” con el que ejercieron
poder sobre la sociedad, fruto de ello, y como ejemplos de su fuerte presencia,
está el templo de la Compañía de Jesús, considerado como el ejemplo más
emblemático de la arquitectura barroca, y la herencia dejada en las misiones
jesuíticas. Un recuento por la historia de la importante presencia de la orden
jesuítica en Ecuador se la expuso en una muestra llamada “In Nómine Iesu:
los jesuitas en el Ecuador”, que explicó la importancia de la orden en el país,
y como en la actualidad, su influencia continua vigente en la sociedad.

Fig. 4. Título: Iglesia de La


Compañía, Quito, Ecuador
Autor Diego Delso
Fecha: 22 Julio 2015
Localización: https://
commons.wikimedia.org/
wiki/File:Iglesia_de_La_
Compa%C3%B1%C3%ADa,_
Quito,_Ecuador,_20150722,_
DD_128130_HDR.JPG#/
media/File:Iglesia_de_La_
Compa%C3%B1%C3%ADa,_
Quito,_Ecuador,_2015-07-22,_
DD_128-130_HDR.JPG
Licencia: CC-BY-SA

En la misma óptica y para profundizar el análisis de la incidencia social y


política que ejercieron los jesuitas en la población quiteña, la historiadora
Susan Rocha Ramírez en una interesante exposición sobre uno de los ex-
ponentes de la pintura quiteña: Hernando de la Cruz, examina dos lienzos
ubicados en las naves laterales de la iglesia de la Compañía de Jesus, telas
de gran formato denominadas “el Infierno” y “la Gloria de los predestinados”
que datan de 1629, sitúa el rol evangelizador de la iglesia tratando de “los
imaginarios sociales sobre el infierno en la pintura24”. Los aborda como “…uno
de los problemas centrales del pensamiento, dice, pues era allí donde acontecía
la lucha eterna entre el bien y el mal25”; Por ello, manifiesta que “…la imagen
barroca se enfocaba en persuadir a los seres humanos en el uso adecuado de su
libertad. Las relaciones entre el templo y la población se basaban precisamente
en la capacidad de la iglesia de conmover los sentimientos, el entendimiento y la
voluntad de su audiencia durante el siglo XVII. Finalmente, el Barroco americano
se desarrolló dentro de una situación colonial, por ello, era de especial impor-
tancia regular los comportamientos sociales en para sostener esa situación...26”.

17
Universo Barroco Iberoamericano

El símbolo Franciscano Reiteradamente se ha insistido en el rol que jugó la iglesia católica como la
principal promotora del nuevo discurso cultural en América, advertida en
todos los ámbitos del arte y la creatividad, usada como puente para incorporar
a las poblaciones locales, indígenas, negros, criollos a su feligresía. De las
órdenes religiosas que más influencia ejercieron en la población local de la
Audiencia de Quito, fue la orden de los Franciscanos, la historia da cuenta
de la creación de la escuela de artes y oficios San Andres, desde la que se
fabricó y produjo la gran cantidad de imaginería, de escultura, de producción
musical, etc., conocida como la “escuela quiteña”, y que hoy es valorada como
el patrimonio artístico de la ciudad, producción que tiene mucho que ver con
los procesos de evangelización de la urbe.

En el mes del barroco, la orden franciscana planteó una exposición de


carácter iconográfico con el tema principal del simbolismo Franciscano en
la Orden de Frailes Menores, mostrando obras de pintura, de escultura y
ornamentos, con símbolos y representaciones del serafín, los estigmas, los
atributos,… que permitieron al público, entender el significado de su uso en
las obras de arte conservadas por siglos en el convento franciscano de Quito.

La platería quiteña En la búsqueda por sacar a la luz el trabajo de quienes construyeron Quito
con su habilidad y amor por los oficios a los que se dedicaron, el artista
platero Sebastián Vinueza, que realizaba obras bajo pedido en el siglo XVII,
dejó como herencia del barroco quiteño, una serie de custodias adornadas
con falsa pedrería, con formas y estética que muestran los gustos y valores
propios de este movimiento y de la lógica barroca de la evangelización en
la que figuras y escenas religiosas producían los efectos visuales buscados,
como diría José Antonio Maravall “…la cultura barroca manejó con habilidad
los elementos visuales, el preponderante papel de la función óptica es parte de
ella. Los ojos son medios directos y eficaces en materia de efectos ligados al
sentimiento”27, por eso, decoraciones como el “sol radiante” de la iconografía
católica, cobró gran fuerza dentro de la fusión dada con la cosmovisión andina,
en la que “el sol”, símbolo sagrado de la cultura andina, se viera reproduci-
do. La muestra se la llamó el “Arte para glorificar” que reunió y mostró los
mencionados objetos.

La representación Es conocido que el predominio de la producción pictórica y escultórica de


del mundo indígena la ciudad se basaba en su origen evangelizador con adopción de símbolos y
en la pintura (Fig. 5) santos europeos, los pocos retratos de personajes provienen de importantes
miembros de la iglesia, personas adineradas o de funcionarios públicos, es
muy raro encontrar representaciones pictóricas que muestren indígenas y
negros o manifestaciones de su mundo.

En el mes del barroco salió a la luz algunas manifestaciones pictóricas con


obras producidas en la Real Audiencia de Quito que muestran a la población
indígena como exponentes de la producción artística de la época colonial, sus
18
El Barroco Vivo. Descúbrelo en Ti - Dora Eulalia Arízaga Guzmán

sistemas de contratación e influencia en la construcción de la ciudad y las


artes. En dos exposiciones denominadas “Vivir para morir: una mirada a través
del arte”, y “los primeros pintores de las primeras décadas de la Audiencia de
Quito”, se mostró la obra de Sánchez Gallque, primer pintor indio registrado
en la historia del arte ecuatoriano, iniciado en la Escuela de Bellas Artes y
Oficios de San Juan Bautista, fundada en Quito por el religioso franciscano
Jodoco Ricke. Su etapa más fructífera se sitúa en torno al año 1600 y uno de
los oleos “Los negros de Esmeraldas” (1599) presenta a tres afro ecuatorianos
ataviados con prendas españolas y joyería prehispánica, mostrando así, lo
que reiteradamente se ha expresado respecto a la inserción y apropiación
de cánones estéticos y culturales europeos, adoptándolos y moldeándolos
a sus propias realidades.

Fig. 5. Título: “Los Negros


de Esmeraldas”. Obra del
pintor Andrés Sánchez de
Gallque, pintor de la Escuela
Quiteña del siglo XVI. Fecha:
18 July 2012. Localización:
https://www.museodelprado.
es/imagen/alta_resolucion/
P04778.jpg
Hidden categories: CC-PD-
Mark PD Old.

La comida no podía estar ausente como exponente de la cultura de un pueblo La comida (Fig.6)
y como herencia de una cultura mestiza, resultado de técnicas, productos
traídos, y saberes fusionados con los saberes de las cocineras indígenas y
criollas, especialmente del mundo andino. En términos actuales sobre el
entendimiento de interculturalidad, se podría decir que la gastronomía es
una de las expresiones más potentes de afirmación cultural, esta permitió
que se incluya todo, que no se excluya nada, produciéndose una comida con
sello propio y con identidad barroca.

Los platos son recargados en su decoración, sus detalles, colores y sabores


son fusiones de especias foráneas y de productos autóctonos: la papa, el
camote, el maíz, la yuca, el aguacate, el ají, la naranjilla, la guanábana, el
babaco, el cacao, el chocho, entre muchos otros. Varios de los platos tradi-
cionales provienen de la fuerte herencia e influencia religiosa, adaptados al
calendario de prácticas religiosas y a la producción agrícola de temporada.
Así: la navidad, el carnaval, la semana santa, el corpus Cristi, onomásticos
de santos, etc., definieron preparaciones culinarias específicas, en algunos
casos con la prohibición de uso y consumo de algún tipo de alimento consi-
derado como profano, al que para su estricto cumplimiento, se acompañaba
de mitos y de leyendas pensados como castigo para quienes se atrevían a
trasgredir dichas normas eclesiales.
19
Universo Barroco Iberoamericano

La cocina que se podría considerar


barroca, sigue vigente en la actualidad,
las costumbres para su elaboración, el
uso de ingredientes, los utensilios y los
secretos para su preparación siguen vivos,
y muchos de los platillos incorporados a la
cultura gastronómica ecuatoriana fueron
ofertados en el mes del barroco por los
restaurantes más tradicionales del centro
histórico, quienes brindaron platos de la
cocina local, y pocos, siguiendo la tendencia
Fig. 6. Título: colada morada culinaria mundial, se dejaron influenciar por propuestas fusionadas de la
y guaguas de pan cultura global.
Autor: Archivo/EL COMERCIO
Fechas: 14 de noviembre
Bebidas como el “Rosero quiteño”, preparadas con variedad de frutas propias
de 2014. Localización:
http://www.elcomercio. del país y maíz cocido, finamente picado, cocidos en agua de azahar, sopas
com/tendencias/ como el “Yahuarlocro” que integra carne de cerdo, papas, maní, ajo, cebolla
pablozambrano-legado- y sangre de res, adornada con aguacate, tomate, cebolla y maíz tostado, o el
gastronomiaecuatoriana- “Puchero de cerdo”, sopa elaborada con manitas de cerdo y fréjol, aromatizado
platostipicos-hiltoncolon.
con hierba buena, y el típico “Locro quiteño” obtenido con la cocción de tres ti-
html.
pos de papas, acompañada de queso tierno y aguacate. Platos fuertes como el
“Seco de chivo” fusión de sabores combinados entre carne de borrego o chivo,
con tomate, chicha de maíz, acompañado de arroz amarillo, ensalada, papa
cocida y aguacate, complementadas con entradas como el “Tamal” preparado
con harina de maíz, relleno de pollo o cerdo y legumbres, servido con salsa
de ají de pepa de zambo, o las “empanada de viento”, fabricadas con harina
de trigo, huevos, rellena de queso y frita en paila de bronce, y los postres
tradicionales, la espumilla de guayaba, el arroz de leche, los higos con queso...
todos ellos muestran como las tradiciones gastronómicas europeas, fueron
rápidamente insertadas y apropiadas por la población local, produciendo
una gastronomía como se dijo, con sello propio, enriquecida con tradiciones
y expresiones locales, con trabajo e ingenio y con mucha creatividad.

Este breve recorrido por la historia y por la vida actual del Quito céntrico,
permitió encontrarse con modelos artísticos, cánones estéticos y culturales
traídos por los españoles a la América, mostrando como la población local,
criollos, zambos, mestizos, negros e indígenas los asumió y los generó en-
riqueciéndolos con conceptos fundamentales de sus culturas locales como
la comunidad, la reciprocidad, las tradiciones orales que se vislumbraban
permanentemente en sus expresiones culturales, que han sobrevivido hasta
nuestros días, encontrándolas en la identidad de su gente, en su manera de
ser, de hablar, de pensar y de reinventarse día a día como sociedad, por eso
la manifestación del Barroco no está solamente en lo que tradicionalmente
se conoce y se valora del arte religioso producido en la Colonia, sino en el
barroco que está vivo y en su gente.

20
El Barroco Vivo. Descúbrelo en Ti - Dora Eulalia Arízaga Guzmán

Vivencia que el pensador Bolívar Echeverría al referirse al ethos barroco


del que se comentó, lo resalta como la insuperable contradicción, entre el
valor de uso y la lógica inhumana de la valorización, por lo que el barroco
deviene en un modo de vivir la modernidad, una modernidad alternativa o,
paradójicamente, el carácter cardinal de la posmodernidad.

El mes de Noviembre de 2014, se convirtió en el Mes del Barroco, un mes


completo que permitió adentrarse en las profundidades de un pasado que
permanece vigente, su centro histórico fue el escenario para todos aquellos
que quisieron reconocerse como hijos y como dueños de un patrimonio cultu-
ral invalorable. Muchas de las actividades realizadas permitieron que salgan
a la luz, el trabajo constante de quienes hicieron en el pasado la ciudad y
quienes en la actualidad continúan construyéndola, sus habilidades, su amor
por sus oficios, no solo dejaron la herencia, acaso la más importante de la
ciudad: el barroco quiteño, sino que más allá de las meras imágenes, colores
y formas, representa la médula constitutiva de quienes son los quiteños en
la actualidad.

Sin duda, Quito es el sitio que permite admirar el Barroco en toda su ex-
presión y no se ha detenido en su evolución, sigue respirando aire Barroco
con mezclas de imágenes, de fusiones y de un sentido de identidad, donde se
aglutina la diversidad; diversidad que fuera reconocida y valorada, aunque no
con el sentido antropológico y sociológico que hoy se tiene, al ser reconocida
la ciudad de Quito como primer patrimonio Cultural de la Humanidad.

21
Universo Barroco Iberoamericano

Notas 1.  Echeverría, Bolívar. “La clave barroca de la América latina” www.bolivare.
unam.mx/.../La%20clave%20barroca%20en%20America%20Latina.pd.. (Consul-
tado el 10 de octubre de 2017].

2.  Echeverría, Bolívar. “La clave barroca… op.cit. pág. 10.

3.  Echeverría, Bolívar. “La clave barroca… op.cit. pág. 11.

4.  Rodríguez Castelo, Hernán. “El barroco literario quiteño”. Conferencia en la


semana del barroco, Inédito. IMP, Municipio de Quito. 20 de noviembre de 2014.
Pág. 1.

5.  Moreno Egas, Jorge “Procesiones de la Semana Santa”. Conferencia en la se-


mana del barroco, Inédito, IMP, Municipio de Quito, 10 de noviembre de 2014.
Pág. 2.

6.  Moreno Egas, Jorge “Procesiones de…, op.cit. pág. 4.

7.  Moreno Egas, Jorge “Procesiones de…, op.cit. pág. 9.

8.  Moreno Egas, Jorge “Procesiones de…, op.cit. pág. 14.

9.  Carpentier, Alejo, “Los pasos recobrados: ensayos de teoría y crítica literaria”.
Caracas, Venezuela Fundación Biblioteca Ayacucho, 2003. Pág. 84.

10.  Moreno Egas, Jorge “Procesiones de…, op.cit. pág. 14.

11.  Moreno Egas, Jorge “Procesiones de…, op.cit. pág. 9.

12.  Íbidem pág. 9.

13.  Cruz, Ivan. “El tejido quiteño: una tradición barroca”. Catalogo de la mues-
tra. Noviembre 2014. Pág. 11.

14.  Cruz, Ivan. “El tejido quiteño: una tradición barroca”. Conferencia en la se-
mana del barroco, Inédito, IMP, Municipio de Quito, 21 de noviembre de 2014.

15.  Cruz, Ivan. Palabras de inauguración muestra “El tejido quiteño: una tradición
barroca”. Prensa Quito. Instituto Metropolitano de Patrimonio Cultural de Qui-
to. 7 de noviembre de 2014.

16.  Cruz, Ivan. “El tejido quiteño …op.cit. pág. 81.

17.  Cruz, Ivan. “El tejido quiteño:…op.cit. pág. 11.

18.  Arízaga, Dora. Intervención en inauguración de la exposición “El tejido


quiteño: una tradición barroca”. Carmen Bajo, Noviembre 2014.

19.  Sáenz, Bruno. “El barroco musical en Quito”. Conferencia en la semana del
barroco, Inédito, IMP, Municipio de Quito, 24 de noviembre de 2014. Pág. 3.

20.  Sáenz, Bruno. “El barroco musical… op.cit. pág. 5, 6, 9.

21.  IMP. “Barroco vivo”. Catalogo, Municipio del Distrito Metropolitano de Qui-
to. Noviembre 2014, pág. 86.

22
El Barroco Vivo. Descúbrelo en Ti - Dora Eulalia Arízaga Guzmán

22.  Herrera, Jefferson. Centro cultural Mama cuchara presente en el mes del
Barroco quiteño. https://www.facebook.com/pg/CentroCulturalMamaCuchara-
Quito/about/?ref=page_internal (Consultado el 10 de octubre de 2017].

23.  Electrobandas: propuesta de música electrónica ejecutada con instrumentos


tradicionales de una banda popular y tradicional. Participó la Banda de Zámbiza
con covers de música electrónica, como una propuesta de nuevas generaciones
que plantean la fusión como alternativa para llegar a nuevos públicos, con la
intención de interactuar con los intérpretes, similar al que performa un músico
electrónico con su consola. Este método da la opción de improvisar variaciones
en vivo (remixes) infinitos e irrepetibles.

24.  Rocha Ramírez, Susan. “Los imaginarios sociales sobre el infierno en la pin-
tura de Hernando de la Cruz”. Conferencia en la semana del barroco, Inédito, IMP,
Municipio de Quito, 26 de noviembre de 2014. Pág. 1.

25.  Rocha Ramírez, Susan. “Los imaginarios sociales...” op.cit. Pág. 1.

26.  Rocha Ramírez, Susan. “Los imaginarios sociales...” op.cit. Pág.3.

27.  Maravall, José Antonio. “La cultura del Barroco”, Ariel, Barcelona 2000.
Citada por Moreno Egas, Jorge en “Procesiones de…” op.cit. Pág. 6.

23
Universo Barroco Iberoamericano

El cuarto de pesebre en los espacios domésticos.


Un caso en la ciudad de Santafé de Bogotá a mediados del
siglo XVIII.

María del Pilar López Pérez


Universidad Nacional de Colombia

Resumen El pesebre constituye una de las manifestaciones más representativas del


ámbito cultural de la Nueva Granada. Su presencia en las casas de vecinos
se materializó de muy diversas maneras, desde el característico cajón con las
imágenes que conforman un pesebre, hasta la dotación de un cuarto completo
dedicado al nacimiento del hijo de Dios, como es el caso que se presenta en
este trabajo. El estudio evidencia lo significativo que pudo llegar a ser este
espacio en Santafé de Bogotá durante el siglo XVIII, además de reconocer
algunas prácticas religiosas y actos festivos con los que se consolidó el
pesebre al interior de las casas.
Palabras clave: pesebre, nacimiento, siglos XVII y XVIII, vida cotidiana, es-
pacio doméstico.

Resumen Nativity scenes is one of the most representative manifestation of the cultural
environment of Nueva Granada. The presence of the nativity scenes materia-
lized in the houses in many different ways, from the characteristic box with
the nativity scenes images, to the endowment of a entire room dedicated to
the birth of the son of God, as it showed in this text. This study shows how
significant this space could have been in Santafé de Bogotá during the 18th
century, as well as recognizes some religious practices and festive events
with which the nativity scenes was consolidated inside the houses.
Key words: Nativity scenes, 17th century, 18th century, daily life, domestic
space.

La habitación o el recinto completo dedicado al pesebre no fue común en el


ámbito doméstico del Nuevo Reino de Granada. Sin embargo en el siglo XVII y
primera mitad del siglo XVIII en la ciudad de Santafé de Bogotá, estos espacios
tuvieron presencia en algunas de las casas de personas particulares1. En este
escrito indago sobre la finalidad y el sentido de este cuarto en el ámbito pri-
vado y sobre la imagen del pesebre y las prácticas cotidianas. Tomando como
24
El cuarto de pesebre en los espacios domésticos.Un caso en la cuidad de Santafé de Bogotá... - María del Pilar López Pérez

caso de estudio el “cuarto de pesebre” de una casa ubicada en la plaza de San


Francisco, un espacio atrayente que suscita muchos interrogantes, pues por
un lado se percibe el arraigo a una tradición en las prácticas religiosas, pero
por otro, esa tradición en su correcta devoción se vive con alegría en medio
de la música y la bebida, siendo propio de la tradición barroca.

Para conocer la naturaleza del “cuarto de pesebre” es necesario estudiar la


casa, interpretar su organización y valores simbólicos, lo que requiere abordar
muchos aspectos de análisis, partiendo de sus habitantes y el estudio de la
familia que la gobierna.

Por lo general la casa de una familia honorable, donde el esposo ocupa un


cargo público en el gobierno de la ciudad, se ubicaba en un lugar destacado,
o bien en las plazas y calles principales o sobre la Calle Mayor. Don Manuel y
doña Beatriz, cuyo compromiso matrimonial se establece en 1724, residieron
en la Plaza de San Francisco, en el costado norte según se puede deducir de
las fuentes documentales2. Era una casa de dos pisos con solar, construida
con buenos materiales y cubierta de teja, de cuya fachada no se tiene ma-
yor información aunque es curioso que en ninguna parte del expediente de
herencia se nombre un balcón o las características tiendas para el comercio
que se situaban en el primer piso. Posiblemente esta casa carecía de estos
elementos.

Con el tiempo, los esposos fueron comprando otras propiedades con fines de
renta y según la costumbre, para asegurar una mejor herencia para sus hijos.
Fueron cuatro casas, cuya ubicación es muy cercana a la casa principal: la
casa contigua a la que vivían en la Plaza de San Francisco, otra en el Barrio
de Las Nieves que había sido de don Antonio de Gamboa, la otra ubicada en el
Barrio de las Nieves Occidental y hacía esquina con el Noviciado y por último
compraron otra en la zona baja de la calle de Los Carneros en los límites
entre Las Nieves Occidental y el Barrio de San Victorino. En esa época era
una manera de mantener próxima a la familia, de facilitar las actividades
cotidianas y tener control sobre sus propiedades. Fig. 1.
25
Universo Barroco Iberoamericano

Fig. 1. Ubicación de las casas


de propiedad de don Manuel
de Porras y de doña Beatriz
de León sobre un plano de la
ciudad de Santafé de Bogotá
de ¿1818?. La casa principal
corresponde al círculo de
mayor tamaño. El plano es
tomado del libro atlas histó-
rico de Bogotá, cartografía
1791 – 2007. Pág. 25.
Fue doña Beatriz quien asumió el rol de la casa, y como todas las mujeres
de su época, veló por el bienestar de su familia y por la preservación de su
patrimonio, pues era un derecho que le otorgaba su condición de esposa y
madre, como autoridad ante los suyos y los vecinos.

La Familia El tesorero y contador de la administración de gobierno en Santafé de Bogotá,


don Manuel de Porras nació en las montañas de Burgos, fue hijo de don
Antonio de Porras y de doña Ángela Gómez quienes nacieron en la Villa de
Serbera, en España. Seguramente trajo algo de sus propias costumbres y las
instaló en su nueva casa, sitio que sirvió para afianzar las amistades, esta-
blecer relaciones, crear alianzas con la sociedad, una vez que el compromiso
matrimonial con doña Beatriz de León y Cervantes se llevó a cabo3. De este
matrimonio figuran seis hijos que se criaron como legítimos: el mayor don
Manuel de Porras que fue religioso presbítero; el militar fue don Juan Vicente
de Porras quien contrajo matrimonio con Úrsula Millán; la hija mayor doña
María Gerónima de Porras; la siguiente, doña María Josefa de Porras casada
con Gerónimo de Alegría y por último las monjas María Ana de la Trinidad y
Margarita de la Asunción4.

Doña Beatriz de León y Cervantes fue una mujer devota que se mantuvo en
el modelo de madre y esposa requerido por la sociedad de su época. Fue
nombrada albacea testamentaria y fideicomisaria de su marido. Tutora de sus
hijos y tenedora y administradora de los bienes de la familia, fue una mujer
decidida, con carácter recto y justa en las decisiones. A este respecto llama
la atención en aras de repartir equitativamente con sus hijos la herencia que
les dejó el padre, se enfrentó en juicio con su hijo mayor el presbítero don
Manuel de Porras, por desorden e irresponsabilidad con el manejo de los
bienes de la familia, pues hasta los últimos días de su vida mantuvo la idea
26
El cuarto de pesebre en los espacios domésticos.Un caso en la cuidad de Santafé de Bogotá... - María del Pilar López Pérez

de un reparto equitativo para todos, siguiendo la voluntad de su esposo. Tuvo


una gran cercanía con su hija mayor doña María Gerónima, quien al parecer
habitaba en la misma casa con sus padres y fue ella quien heredó la voluntad
de su madre y tomó las riendas administrativas y de gobierno de la familia. A
ella se le encomendó cuidar de sus hermanas monjas especialmente de María
Ana de la Trinidad muy delicada de salud. Pero también se le encomendó
a una sobrina, María Simona solicitando “que no le faltare el chocolate de
cada mes”. Su otra hija María Josefa se casó con Gerónimo de Alegría de
cuyo matrimonio nació María Rosalía posiblemente la primera nieta de doña
Beatriz quien le manifiesta un gran cariño por medio de regalos, entre ellos
dos esclavas negras, Vicenta y Simona, quienes quedarían a su servicio. Don
Gerónimo de Alegría se ganó la confianza y el aprecio de doña Beatriz pues
fue nombrado uno de los tres albaceas para hacer cumplir las mandas del
testamento con derecho a un reconocimiento económico. Su otro hijo don
Juan Vicente, se desempeñó en el campo militar, contrajo matrimonio con
Úrsula Millán y tuvieron dos niños José Agustín y José Gerónimo. Al parecer
don Juan Vicente no era hombre propositivo y no le gustaba entrar en pleitos
es por eso que su mujer “lo tenía por falto de carácter”.

Cinco esclavas y tres niños estaban al servicio de doña Beatriz, entre ellos
una niña negrita de ocho años llamada Simona, una mulatica de nombre
Eugenia de diez años y el menor de los niños Cornelio de siete años. Las
otras esclavas son reconocidas como la negra y anciana Bernarda, María
Francisca, Vicenta y la mulata Viviana. Hay que considerar que los esclavos
van a formar parte de esa estructura social que es la familia, pues conviven Fig. 2. Antigua Plaza de San
toda la vida con ella y muchas veces están identificados de manera particular Francisco, costado oriental,
con cada uno de sus miembros. 1938. Imagen tomada del
libro Las Nieves la ciu-
dad al otro lado. Autores:
Es desde este marco familiar, donde surgen las complejas relaciones de Rubén Hernández Molina y
convivencia, afecto y reciprocidad5. Fig. 2. Fernando Carrasco Zaldúa.
Pág. 50.

27
Universo Barroco Iberoamericano

La casa En la casa, los dos niveles los altos y los bajos, se diferenciaban ya que en
el primer piso, independientemente del solar posterior, se encontraban los
cuartos de depósito, espacios donde se guardaban los elementos para el
mantenimiento del edificio, el almacén, el cuarto con las sillas de mano y las
sillas de montar dotado de cómodos sillones para el descanso y la espera;
y por último un cuarto contiguo a la escalera que servía de oficina a don
Manuel con sus mesas de trabajo y un estante de libros. En el segundo piso
se ubicaban las habitaciones que tenían un carácter más privado y las que
constituían en sí los espacios de residencia. En los dos momentos en que se
realizó el inventario de la casa cuarto por cuarto con toda su dotación (años de
1756 y 1762), se comenzó siempre por la “sala principal de estrado”, siendo la
alcoba más importante, en la cual se encontraba el estrado de doña Beatriz,
separada del “cuarto de estudio” de don Manuel por un cuarto denominado
la “otra sala” en cuyo interior se hallaron escaños, sillas, dos escritorios y
varios cuadros de temas religiosos, destacándose un Apostolado completo
de gran formato de dos varas de alto. Podría ser que el cuarto donde se
ubicó el Apostolado sirviera para relacionar otros espacios, pues se vincula
con dos cuartos principales de la casa, posiblemente los dos más importan-
tes, como son la “sala principal de estrado” y el “cuarto de estudio” siendo
respectivamente las alcobas de doña Beatriz y de don Manuel pues en su
importante estudio tenía una cama con parales torneados de granadillo, cielo
y colgaduras de Quito. De acuerdo a la información que brinda el inventario,
el mobiliario es refinado y elaborado con materiales costosos, los cuadros
son de gran formato y los que son pequeños se destacan por sus buenos
marcos tallados y dorados. Figs. 3 y 3A.

En el recinto denominado la “otra sala” es importante el mobiliario de asiento


con sus tres escaños y trece sillas de vaqueta de moscovia, además de dos
escritorios de buena calidad, al parecer iguales, elaborados en ébano y carey
con aplicaciones en bronce, con los que se completa la dotación. Este cuarto
parece un lugar de espera, de reflexión en el que se permite la contemplación
de un Apostolado completo y dos cuadros más de gran formato, el de Cristo
y el de La Magdalena, este último con marco negro6. Fig. 4.

A lo largo del siglo XVIII fue común encontrar en las casas de particulares
de Santa Fe de Bogotá, pinturas que conformaban series temáticas como
son el Apostolado y los temas del Antiguo Testamento, la serie de la vida de
la Virgen María y los elaborados pesebres. La serie de los doce apóstoles de
gran formato y sin marco, formó parte de la dote de doña Beatriz, así como
las sillas.7 Por el tamaño imponente de cada apóstol, no sólo se percibían
sus atributos y la relevancia que tuvieron en la historia de la iglesia, sino
también se recordaría el martirio en defensa de la fe. Fue muy propio del
siglo XVII el apogeo de grandes ciclos de cuadros sobre un tema y según lo
expresa Ángel Justo Estebaranz, “las series de pinturas solían ubicarse en
las iglesias, en los claustros, en los refectorios, bibliotecas y otras estancias
conventuales, pues dichos lugares constituían los marcos adecuados para
su exposición y lectura histórica, retórica y mística”8. Llama la atención que
28
El cuarto de pesebre en los espacios domésticos.Un caso en la cuidad de Santafé de Bogotá... - María del Pilar López Pérez

estas configuraciones de obras pictóricas, cuyo orden responde a un relato, Fig. 3. Sala principal de
en el que se entreteje un elaborado contenido, se encuentren en las casas de estrado. Recreación a partir
familia, lo que nos da entender la existencia de unas particulares costumbres de las fuentes documenta-
les. Autora: María del Pilar
en el marco de la devoción.
López..

El otro conjunto de cuartos que seguidamente se inventariaron corresponden Fig. 3A.Cuarto de estudio.
Recreación a partir de las
a dos grandes alcobas, una de ellas con estrado y entre las dos una habitación
fuentes documentales.
registrada con el nombre de “cuarto de pesebre”, un espacio dedicado única Autora: María del Pilar
y exclusivamente al nacimiento de Jesús, centro de interés de este escrito. López.
Finalmente en el inventario se registra el imponente “oratorio”, la “pieza de
cocina”, el “cuarto de criados” y la “recámara”9. Figs.5 y 5A.

La estructura del espacio para habitar que se reconoce en esta casa, también
se encuentra en otras ubicadas en la misma ciudad, donde se relacionan dos
grandes salas por medio de un espacio más pequeño, que en el caso de doña
Beatriz y don Manuel sirven, al parecer, para la contemplación y la oración
desarrollándose prácticas devocionales que aún no son muy claras, pero que
en general en ellos es potente la imagen religiosa.

De estos cuartos me interesa mirar el que llaman “cuarto de pesebre” con-


cebido para mostrar la naturaleza divina y humana de Cristo a través del
Nacimiento, y que se manifiesta al mundo en la epifanía como la luz de la
29
Universo Barroco Iberoamericano

salvación. Éste, como muchos pesebres, ha desaparecido, pues su naturaleza


cambiante y móvil, sumado a que fueron construidos con materiales frágiles y
perecederos, y las permanentes intervenciones que sobre el conjunto realiza-
ban los propietarios, fue motivo para que nunca fueran incluidos como obras
del “gran arte”. De igual manera desaparecieron los testimonios materiales
que constituían estos espacios, como la pintura mural y otros objetos con
los que se dotaron estos recintos10.

Fig. 4. Otra sala, con un


apostolado completo.
Recreación a partir de las
fuentes documentales.
Autora: María del Pilar
López.

Descripción del espacio Para la dotación del espacio los esposos don Manuel y doña Beatriz, durante
“de pesebre” su matrimonio, adquirieron el pesebre, la vihuela y una de las arpas, la otra
la llevó doña Beatriz con otros bienes de su dote11.

Considerando los objetos que se registraron en los dos inventarios, tanto en


el de don Manuel y como en el de doña Beatriz, se puede deducir que es un
espacio donde tuvieron una notoria presencia las mujeres, pues la alfombra,
los cojines de terciopelo y tripe, conforman el tradicional estrado femenino
y las cuatro sillas completan el espacio. De otra parte los tres instrumentos
musicales, las dos arpas y la vihuela, servían para estimular la devoción y
el regocijo de la familia. Por último no faltaron las dieciséis limetas verdes,
algunas de ellas forradas de caña con boca de plata12 y otros dieciséis vidrios,
30
El cuarto de pesebre en los espacios domésticos.Un caso en la cuidad de Santafé de Bogotá... - María del Pilar López Pérez

seguramente para servir algún licor o refresco con lo que se completaría lo


esencial para el festejo. Todo en ese lugar estaba dispuesto para acompañar
el objeto importante del cuarto, el pesebre. Fig. 6.

El cuarto no tenía ningún cuadro o imagen, posiblemente para no distraer de Fig. 5. Cuarto contiguo al
la escena central, el “nacimiento de Jesús”, y de esta manera concentrarse estudio. Recreación a partir
de las fuentes
en esa serie de figuras y pasajes que lo conformaban. De este pesebre varios
documentales. Autora: María
aspectos llaman la atención, por ejemplo su alto costo, pues a mediados del Pilar López.
del siglo XVIII fue avaluado en dos mil pesos, casi el mismo valor de la casa
accesoria que la familia tenía junto a la principal donde vivían. No existe Fig. 5A. Sala contigua a la del
pesebre. Recreación a partir
descripción del mismo, luego no se conoce su composición, si estaba en
de las fuentes
un expositorio, en un cajón, en una vitrina, o simplemente conformado por documentales. Autora: María
piezas sueltas. Tampoco se conoce su tamaño y la cantidad de figuras que lo del Pilar López.
constituía. Aunque no se puede deducir el acabado de las mismas, a partir
de la somera y precisa alusión que se realiza en el inventario, con frases
como: “el misterio del nacimiento del Señor Jesucristo” y “la Virgen con
varios espejuelos, alhajas de plata y demás adornos”, en ellas se revela la
importancia y la calidad del pesebre que seguramente tenía un buen tamaño
pues las figuras se recubrían con joyas y accesorios complementarios.

31
Universo Barroco Iberoamericano

Fig. 6. Cuarto de pesebre.


Recreación a partir de las
fuentes
documentales. Autora: María
del Pilar López.

El cuarto de Pesebre, El mismo título con que el escribano Joaquín Sánchez registra este espacio
usos y valores como “cuarto de pesebre” no puede ser más directo y concreto en cuanto al
sentido y las actividades que se realizaban en él: un estrado para el uso de
las mujeres, cuatro sillas para los hombres o invitados, varios instrumentos
musicales, muchas limetas y vidrios, y el pesebre con su escenografía como
el centro de interés del espacio.

Si revisamos nuevamente los documentos observamos que el inventario


realizado a la muerte de don Manuel de Porras, se hizo en el mes de agosto
de 1756, y como vemos no es un mes que esté asociado a la fiesta de Navidad.
Aún es menos factible conectar el mes de julio con dicha fiesta, época en la
cual se realizó el inventario de los bienes de doña Beatriz de León en 1762,
en el cual se detallaron los mismos elementos. Esto indica que a lo largo del
año el cuarto permanecía en uso, y en él se encontraba montado el pesebre.
Posiblemente gran parte de la vitalidad del espacio en época no navideña la
establecían las mujeres, pues al igual que sucedía en los conventos de mon-
jas, en este lugar se hacía labor de costura y se hilaba, acompañadas por la
lectura y la música, donde se podría cantar temas religiosos y populares, pero
también, y lo más importante, donde se practicaba la oración ante el misterio
32
El cuarto de pesebre en los espacios domésticos.Un caso en la cuidad de Santafé de Bogotá... - María del Pilar López Pérez

de la encarnación del Verbo Divino a través del nacimiento del hijo de Dios.
Vale la pena anotar que en la tradición de la ciudad de León, en España, de
donde proviene la familia de don Manuel de Porras, se acostumbraba a tener
montado el pesebre durante todo el año, y no sería extraño que esa costumbre
la mantuviera una vez se estableció en Santafé de Bogotá13.

La historiadora Olaya Sanfuentes en sus investigaciones sobre este tema


comenta como en Santiago de Chile a raíz de las reformas religiosas del siglo
XVIII, fueron prohibidos los cuartos para albergar sólo el pesebre en casas
particulares, ya que en ellos se generaban desórdenes producto de la bebida
y del mal comportamiento de los hombres y las mujeres14. Esto podría indicar
que el cuarto completo para el pesebre fue más común de lo que se cree.

Sin embargo lo que se deduce a través de las fuentes documentales es que


el cuarto de pesebre de la casa de doña Beatriz y don Manuel se encontraba
ubicado entre espacios principales y seguramente la dignidad y el respeto en
los rituales de uso, así como en las prácticas cotidianas, hace difícil pensar
en el desorden y en el escándalo.

La rectitud y religiosidad de doña Beatriz, imprimió en los cuartos un cierto


orden, austeridad15 y decencia, preservando las tradiciones con una vocación
conservadora, y así mantuvo intactos los cuartos, aún habiendo fallecido su
esposo, hecho acaecido seis años antes. En este sentido el “cuarto de pese-
bre” cumplía con ser un recinto de reunión familiar ante el relato evangélico,
que sin duda ocupó un importante lugar en la vida afectiva de la familia, un
cuarto de reflexión y oración, pero también de fiesta religiosa y celebración.

No hay que olvidar que el pesebre en su conjunto posee características de


“serie iconográfica” muy apropiada para convocar a miembros de la familia
e inclusive a vecinos. Este define un espacio apropiado para reflexionar pero
también para compartir, para afianzar lazos personales y fortalecer valores.
Allí se imponía un orden religioso el cual no quitaba la alegría que propiciaba
la música y los cantos. Llegó a ser un espacio importante en lo rutinario del
día a día, donde la fuerza de la tradición fortaleció la memoria familiar del
hecho histórico, transmitida de generación en generación.

El acontecimiento del Nacimiento de Cristo fue incorporado al programa Algunas referencias


iconográfico del año litúrgico a través del pesebre, adquiriendo para la cris- sobre los pesebres
tiandad ese valor de universalidad. Este hecho significó la salvación para la
humanidad y el triunfo de la luz sobre las tinieblas16.

Como todas las imágenes religiosas que surgieron y se potenciaron por la


iglesia en el barroco, el pesebre también tiene en sí mismo esa finalidad
de enseñar, de comunicar un hecho religioso convirtiéndose en un medio
sensible que propiciaba la reflexión, la oración acompañándose de la música
que estimulara y permitiera exteriorizar la alegría de los fieles17.
33
Universo Barroco Iberoamericano

Esta representación escenográfica estuvo íntimamente relacionada con quien


o quienes la montaban, sujeta a la tradición, al conocimiento que tenían de
la historia sagrada, inclusive a las posibilidades económicas. Es así que cada
familia o comunidad al participar con sus iniciativas, solían destacar para
cada caso distintos hechos, lo que conlleva a que el análisis de cada obra o
representación, desde cualquier perspectiva, no sea un ejercicio complejo
sino imposible, ya que los pesebres tienen un carácter cambiante y efímero.

Así, cumpliendo con su finalidad, el pesebre involucra a una serie de figuras


que independiente de la escena principal: el nacimiento de Jesús, completa
con hechos anteriores y posteriores al suceso, muchos de los contenidos en
el libro de la Biblia18.

Las figuras esenciales que conforman un pesebre y que la tradición fue trans-
mitiendo de época en época, tienen sus propios atributos y formas de repre-
sentación, éstas son: el niño Jesús, la Virgen María, José, la imagen de Dios
Padre y el Espíritu Santo. También fueron importantes la estrella, los ángeles,
los animales como el buey y la mula, los pastores, los tres Reyes y algunos
animales. En cada momento de la historia las figuras fueron adquiriendo
significados diferentes, e inclusive se fueron incorporando muchas otras.

De esta manera, aparecieron otras escenas relacionadas con la historia


sagrada como la anunciación, la matanza de los inocentes, la adoración
de los reyes, la huida a Egipto, la presentación en el templo, el bautismo
de Jesús, completando algo similar a una serie iconográfica. Sin embargo
estas escenografías no quedaron exentas de lo que la familia va incorporan-
do, construyendo su propio relato, llegando a ser, en muchos aspectos una
representación de la propia vida19.

Así se entiende el valor y la utilidad de estas obras y su uso devocional, donde


la gente desarrollaba sentimientos de afecto ya que las personas se involu-
craban con el pesebre, en la creación de la escenografía y en la disposición
de las figuras en el espacio. De esta forma se comprende que por lo cerca-
nas a la cotidianidad y a la vida común “respondían mejor a las exigencias
espirituales y didácticas de la Iglesia, en ese transitar hacia la salvación”20.

Entre el ayuno y la fiesta Como ya se ha visto, tanto en España como en la América Hispana, el espacio
donde se establece el pesebre tiene una conexión directa con la mujer. Y algo
que debía formar parte inherente de las mujeres es el enclaustramiento
doméstico, que en esencia debía ser similar al del convento. Este enclaus-
tramiento permitió a la mujer gobernar su casa y con ello administrar y
disponer de casi todos los espacios. Aunque las tareas fueron muchas, una
de las responsabilidades de mayor peso fue portar el honor de su familia.

La amplia literatura de religiosos y moralistas de los siglos XVI y XVII como


Fray Luis de León, Juan de la Cerda, Juan de Espinosa y entre otros Juan
34
El cuarto de pesebre en los espacios domésticos.Un caso en la cuidad de Santafé de Bogotá... - María del Pilar López Pérez

de Soto realizan muchas recomendaciones dirigidas a la mujer y su papel


en la sociedad y en la familia, considerando para aquellas que optan por el
matrimonio, su deber de reclusión al ámbito doméstico.

Al respecto lo que sabemos de la vida en Santafé de Bogotá, ese modelo


ideal de discreción, obediencia, trabajo y demás responsabilidades que debía
asumir la mujer, entre ellas el encierro, en parte se cumplía pues muchas
tuvieron que afrontar situaciones inesperadas que las llevó a trabajar y otras
ejercieron una actividad dinámica, por ejemplo con relación al gobierno de su
casa en la convivencia cotidiana. Doña Beatriz de León y Cervantes a pesar
de sus valores tradicionales, se desempeñó como albacea de los bienes de
su esposo y fue tutora de sus hijos y para administrar bien su hogar, llevaba
un libro de cuentas sobre los beneficios y pérdidas de sus dos haciendas y
demás propiedades en la capital. Ella, disponía de los esclavos y organizaba
los cuartos, entre ellos “el oratorio” y “el pesebre”.

Tratar de entender lo que pasaba en este cuarto donde se representó el na-


cimiento de Jesús, es complejo y delicado. Aunque falta mucho estudio sobre
el tema, algunos documentos nos dan indicios para una primera y posible
interpretación. En una publicación de 1993, realizada por el Instituto Caro y
Cuervo en Bogotá, se revela el contenido de un intercambio de cartas entre
doña Ángela Isidra del Campo y don Felipe de Vergara, en las que se trata el
tema de costumbres tradicionales en torno a la celebración de la Navidad en
el año de 1799. En este caso doña Ángela Isidra del Campo tiene dudas sobre
si en Nochebuena “es licito cenar” y si se “podía cenar buñuelos y pescado”.
Doña Ángela se encontraba organizando su residencia en Santafé de Bogotá
y no conocía las tradiciones de la ciudad. Manifiesta en su carta lo que signi-
ficaba esta fecha para ella y los preparativos que ya había adelantado, encar-
gando a Quito un “pesebre completo”, de buena calidad y una vez estuviera
organizado quería mostrarlo en la cena de Navidad a los familiares, amigos
y conocidos. No obstante en conversaciones con los vecinos sintió que en el
medio santafereño, persistían costumbres como el ayuno en la Nochebuena.
Una abstinencia para tomar alimentos y bebidas, de manera completa o par-
cial, la cual tenía como finalidad realizar un sacrificio para expiar las culpas
y que por lo general antecedía a algunas de las celebraciones y festividades
religiosas21. Una tradición que algunos religiosos, a través de la predicación
en el púlpito, buscaban que no se perdiera.

La costumbre de montar el pesebre, de vestir las figuras e inclusive de ha-


cerlas si fuese necesario, es muy antigua, tanto en Europa como en América.
Seguramente las mujeres con sus sirvientas y acompañadas de sus hijos,
realizaban los trabajos y preparativos para instalar o embellecer el lugar
del pesebre, pues fue una tradicional costumbre religiosa en las casas de
familia neogranadinas. A finales del siglo XVIII, recordando con nostalgia esta
costumbre se solía decir:

35
Universo Barroco Iberoamericano

Apenas había casa donde faltara uno, y en muchas dos, o tres, ¿qué ay en
esto que no sea dignísimo de alabanza?. Uno o dos meses antes de Navidad
las gentes, especialmente los niños estaban empapados en esta ocupación
piadosísima, honestísima, inocentísima y utilísima22.

Por último podríamos nombrar un caso que reafirma la importancia que


tuvieron los pesebres en el medio santafereño. En el año de 1728, el señor
Francisco Ventura Maguregui nombra en su testamento un pesebre de varias
figuras, avaluado en mil pesos, el cual es legado a Tomasa de Prado hija de
Juana de Prado y Francisco Cely, por haberlo cuidado, acompañado y servido
con abnegación y respeto. Además aclara que la mayor parte de las figuras
y alhajas las había realizado Tomasa23. Siete años después Tomasa Cely or-
dena en su testamento la creación de una capilla en la Iglesia del Sagrario
dedicada al culto del Niño Jesús “cuyo costo a su advitrio sacaran del cuerpo
de mis bienes, y desde luego instituyo, un patronato de legar libre y exento
de la jurisdicción eclesiástica y por fondo de el señalo el valor de un pesebre
cuantioso como valor se impondrá a satisfacción del Señor Capellán director
de dicha santa capilla”24. Es evidente el grado de apropiación que tenía la
mujer con relación a esta obra y más llama la atención su alto valor económico
a pesar de estar elaborado por manos “no profesionales”, siendo utilizado,
según las prácticas sociales, como soporte para la creación de un patronato.

Esas referencias a costumbres tradicionales, son suficiente evidencia para


reconocer que persistieron unas formas religiosas propias de la cultura
barroca y que aún se mantenían vigentes en el siglo XVIII, las cuales fueron
cambiando muy poco a poco. El cuarto de pesebre de Doña Beatriz y don
Manuel podría ser uno de esos cuartos marcados por el rito religioso, tes-
timonio de la vida cotidiana de la familia, donde las personas se reunían al
amparo de la imagen, la cual les ayudaba a llevar una vida espiritual.

Música y canto en Los tres instrumentos musicales que formaban parte del espacio estarían
Navidad relacionados con la forma musical del villancico, canciones cuya letra hace
referencia a la Navidad y se cantaban tradicionalmente en los meses de
diciembre y enero25.

En el siglo XVII los villancicos se cantaron en varias de las festividades religio-


sas como la Asunción y el Corpus Christi entre otras, también en las iglesias
donde el coro o los coros formaban una compleja polifonía y se acompañaban
de instrumentos como el arpa, el violín y el órgano. Ya en el siglo XVIII el
villancico cantado en la iglesia sufre una transformación y va perdiendo su
esencia original, prohibiéndose en el recinto sagrado a partir de 1765.

En América el villancico tuvo un desarrollo similar a España como recurso


para la evangelización. Por ejemplo en los cantos se incorporaron muchas
formas de expresión locales lo que fue un medio que acercó a los indígenas y
a los afroamericanos a la religión católica, fortaleciendo la fe de la población.
36
El cuarto de pesebre en los espacios domésticos.Un caso en la cuidad de Santafé de Bogotá... - María del Pilar López Pérez

Así poco a poco el villancico fue saliendo de las celebraciones en la iglesia


y quedó como un género de canción específica de la Navidad cantado en
espacios domésticos, un canto de alegría, un canto de amor entre familiares
y vecinos, acompañado de instrumentos musicales como se reconoce en el
“cuarto de pesebre” de la casa de doña Beatriz y don Manuel26.

Por último las limetas de vidrio, características del siglo XVII y utilizadas
hasta la época de independencia, ya fuera que contuvieran vino u otro líquido
como el refresco, en el contexto en el que se encuentran testimonian un tipo
de celebración o una festividad.

A partir de la primera mitad del siglo XVIII, con la presencia de la nueva Casa Entre la tradición
Real de los borbones, se van introduciendo en América en todos los ámbitos y el cambio
de la sociedad reformas y cambios y se empieza a fomentar un ideal de
bienestar y comodidad, valorando y dando más preponderancia a la cultura
laica. Se complejizan las actividades en la ciudad y la noción de descanso,
recreación, festejo y visitas empezaban a ser necesarias y comunes. Estos
cambios fueron propiciados por los virreyes quienes representaban el lujo y
la etiqueta como sinónimo de buen gobierno y fortaleza del Estado, un modelo
a seguir para el pueblo. Así en los rituales sociales se tenía muy en cuenta
los modales, los hábitos, la moda y el culto por el ornato de buen gusto, con
que se reconocía a un hombre de espíritu ilustrado.

Pero estas prácticas no siempre representaban a todas las familias y no es


posible hacer generalizaciones, siendo este caso de estudio un ejemplo de
cómo están presentes antiguas tradiciones. Sobre todo durante esa primera
mitad del siglo la mayoría de las familias en Santafé de Bogotá, continuaban
aferradas a sus obligaciones religiosas, manteniendo formas de conductas
muy tradicionales en las prácticas cotidianas. Es el caso plenamente esta-
blecido de realizar oración en las casas ante imágenes de devoción, siendo
las novenas uno de los rezos más comunes que se hacían individualmente, en
familia o entre vecinos, y estaban estrechamente ligadas al culto del pesebre.

Aún queda mucho por esclarecer en torno al uso de los espacios en las casas
particulares y más aún cuando en América se observa la costumbre de utilizar
un cuarto completo para disponer el pesebre. Más allá de lo complejo que es
estudiar como funcionaba este cuarto, es importante destacar el hecho de
que existía a mediados del siglo XVIII en Santafé de Bogotá, un cuarto com-
pleto dedicado al pesebre y que este se encontraba en una casa de familia.
Este cuarto de pesebre, desde mi perspectiva tiene un carácter de devoción
y culto, enmarcado en la tradición religiosa tanto del ámbito privado familiar
como en lo social y lo público.

37
Universo Barroco Iberoamericano

Notas 1. Esta reflexión gira en torno a tres documentos: el primero es la dote y arras da-
dos en 1724 que aseguran el enlace matrimonial de don Manuel de Porras y doña
Beatriz de León y Cervantes; el segundo el testamento de don Manuel como el
hombre principal de la familia quien fallece en 1756 y por último un expediente
de herencia con testamento y avalúo de bienes como última voluntad de doña
Beatriz realizado en 1762, seis años después de la muerte de su esposo. Poste-
riormente todo un expediente para el reparto de la herencia. En ellos se encuen-
tra con gran detalle los bienes materiales que fueron adquiriendo en vida y con
los cuales se dotó la casa que habitaron, permitiendo reconocer estos bienes en
uno y otro documento a pesar que fueron registrados en diferentes momentos,
1724, 1756 y 1762 y por diferentes escribanos, pues el testamento y demás pape-
les de la mortuoria de don Manuel fueron registrados por Joaquín Sánchez y los
de doña Beatriz por Francisco Xavier Carballo.

2. AGN. Testamentarias de Cundinamarca. Tomo V. Año 1762.


AGN. Notaría 2. Volumen 118. Año 1757.

3. No hay mayores datos sobre la familia de doña Beatriz, aunque sabemos que
fue hija de don Tomás de León y de doña Beatriz Pérez de Silia.

4. Monjas, religiosas profesas de velo negro en el Convento de Santa Clara.

5. Ver Salcedo Salcedo, Jaime. La mujer, los vecindarios y los barrios de Popayán
en el siglo XVII. En Revista Ensayos número 23. Instituto de Investigaciones Es-
téticas, Facultad de Artes, Universidad Nacional de Colombia. 2012. Págs. 7 – 35.

6. AGN. Testamentarias de Cundinamarca. Tomo V. Año 1762. Folio 34r.

7. AGN. Notaría 2. Año 1757. Volumen 118. Carta de dote. Folio 346v.

8. Estebaranz, Ángel Justo. Miguel de Santiago en San Agustín de Quito. Ecuador.


Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural de Quito. 2008. Pág. 56. Citando
a los autores: Sebastián López, S., Mesa Figueroa, J. de y Gisbert de Mesa, T..

9. AGN. Testamentarias de Cundinamarca. Tomo V. Año 1762. Folio 43r.

10. Sobre la valoración de estas obras ver el estudio realizado por Letizia Ar-
beteta Mira como comisaria de la exposición Oro, Incienso y Mirra, los belenes
en España, realizada en Madrid en el 2000, con el patrocinio de Telefónica y la
Fundación Germán Sánchez Ruipérez.

11. Recordemos que la dote se registra en 1726, año en que se realizó la unión
matrimonial. AGN. Notaría 2. Volumen 118. Año 1757. Folios 346r. – 352v.

12. Las limetas fueron botellas por lo general de vidrio en las cuales se deposi-
taba el vino u otros licores. Tenían el cuerpo inferior abultado y un cuello largo
y angosto.

13. Sobre este tema conversamos con el profesor Lázaro Gila Medina a raíz de la
exposición “Aquende et allende” obras singulares de la Navidad en la Granada
moderna, siglos XV – XVIII, de la cual fue comisario, presentada en la sala de
exposiciones del Palacio de los Condes de Gabia. Diciembre de 2013 – febrero
de 2014.

14. En el Sínodo Diocesano celebrado en 1763 y publicado un año después por


el Obispo de Santiago de Chile, Don Manuel de Alday y Aspee, se decretó la pro-
38 hibición de los cuartos únicos para el pesebre. Cuartos, que en la distribución
El cuarto de pesebre en los espacios domésticos.Un caso en la cuidad de Santafé de Bogotá... - María del Pilar López Pérez

de los espacios de la casa, solían estar retirados o en zonas al margen de los


principales.

15. Lo austero en el sentido de lo adecuado y lo correcto.

16. Ver: Arbeteta Mira, Letizia. Oro, Incienso y Mirra, los belenes en España. Ma-
drid. Telefónica y Fundación Germán Sánchez Ruipérez. 2000. También: Roman-
día de Cantú, Graciela. Nacimientos, belenes y presepios. En: El arte tradicional
del Nacimiento. Artes de México, número 81. México. 2006. Y Valiñas López,
Francisco Manuel. La estrella del camino – apuntes para el estudio del belén barro-
co quiteño. Quito. Instituto Metropolitano de Patrimonio. 2011.

17. De hecho existieron tempranamente algunos pesebres, los conocidos de ca-


jón, en cuyo interior se desarrollaron complejas escenografías, los cuales fueron
utilizados por las comunidades religiosas y sirvieron para evangelizar. Obras em-
pleadas por la iglesia como un recurso didáctico para enseñar la historia sagrada.

18. Como parte de la biblioteca de don Manuel figuraban inventariados dos libros
de la Biblia.

19. Arbeteta Mira, Letizia. Oro, Incienso y Mirra, los belenes en España. Madrid.
Telefónica y Fundación Germán Sánchez Ruipérez. 2000.

20. Passarelli, Gaetano. Iconos, festividades bizantinas. Madrid. Libsa. 1999. Págs.
86-88.

21. Schwaiger, Georg. La vida religiosa de la A a la Z: desde los orígenes hasta


nuestros días. Madrid. Ed. San Pablo. 1998.

22. Aguilar Perdomo, María del Rosario. Consulta de Doña Ángela Isidra del Cam-
po a Don Felipe de Vergara y su respuesta sobre si en Santafé de Bogotá será o no lí-
cito cenar la Nochebuena y cenar buñuelos y pescado, presentación y transcripción
del manuscrito de 1799. Bogotá. Instituto Caro y Cuervo. 1993.

23. AGN. Colonia, Notaría 3ª. Volumen 162. Año 1728. Folio 153v.

24. AGN. Colonia, Notaría 1ª. Año 1735. Folio 353r. Agradezco estos dos últimos
datos a María Constanza Villalobos Acosta.

25. El arpa fue un instrumento utilizado tanto en los espacios religiosos como en
los domésticos. Y la vihuela, fue un instrumento popular típicamente español,
utilizado en las casas de familia. Ver: Bermúdez, Egberto. La música en el arte
colonial de Colombia. Bogotá. Fundación de Mvsica. 1994. Págs. 111-117.

26. Ver: Bermúdez, Egberto. La música en el arte colonial de Colombia. Bogotá.


Fundación de Mvsica. 1994. Págs. 119-125.

39
Universo Barroco Iberoamericano

Legados de Ultramar. Las donaciones de José de Montalvo y


Palma al Convento de Nuestra Señora de Gracia de Granada

Guadalupe Romero Sánchez


Universidad de Granada - [email protected]

Resumen Durante los siglos XVI, XVII y XVIII muchos de los andaluces que partían hacia
América y alcanzaban en mayor o menor medida fortuna retornaron parte
de sus posesiones y riquezas a sus localidades de origen. Esta actuación
era bastante común en la época y pretendía por un lado alcanzar un mayor
reconocimiento social y por otro descargar sus conciencias en un ambiente
marcado por un sentimiento profundamente religioso. La donación de objetos
de valor y la compra de capillas funerarias se incluyen dentro del proceder
de estos indianos, favoreciendo el adorno y apariencia de algunos templos de
los que eran especialmente devotos. Este será el caso de José de Montalvo y
Palma, quien hará lo propio en el Convento de Nuestra Señora de Gracia de
la Orden de Trinitarios Descalzos de la ciudad de Granada y que analizamos
en detalle.

Palabras clave:1 Convento de Nuestra Señora de Gracia; Granada; Indiano;


José de Montalvo y Palma; Legados de Ultramar; Siglo XVII.
Church of Our Lady of Grace; Granada; Indian; José de Montalvo y Palma;
Donations; 17th Century.

Un sinfín de legados Con esta expresión Fernando Quiles hacía referencia a la multitud de donacio-
nes, cesiones o herencias que diferentes personajes enriquecidos en Indias
realizaron a este lado del Atlántico, no tanto para saldar deudas materiales
como de conciencia2. Efectivamente la cantidad de legados personales ras-
treables desde la puesta en marcha en 1503 de la Casa de Contratación de
Sevilla, posteriormente trasladada a Cádiz, más numerosos aún a lo largo del
siglo XVII y XVIII, son una pequeña muestra de los que, sin duda, se realizaron
y que nos revela un proceder común en los indianos que se verá ejemplificado
también en el caso de José de Montalvo y Palma3.

El nexo común entre estos personajes lo encontramos precisamente, en el


retorno de dinero, de obras de arte y de otros objetos de valor que contribu-
yeron al ennoblecimiento de sus linajes, si no eran ya familias de reconocido
40
Legados de Ultramar. Las donaciones de José de Montalvo y Palma... - Guadalupe Romero Sánchez

prestigio al momento de partir, y al descargo de sus conciencias dentro de una


sociedad marcada por el sentimiento piadoso y la práctica de una profunda fe4.

El objetivo no era otro que fortalecer su imagen de cara a sus conciuda-


danos, mejorar sus influencias políticas, sociales y religiosas adquiriendo
una nueva forma de respeto que se pretendía transcendiera su vida, ya que
como advierte Herreros Moya “el ansia de memoria” será uno de los aspec-
tos más destacados de su proceder5, memoria terrenal y espiritual. Esto
se realizaba a través de la compra de títulos y cargos, de la adquisición de
tierras e inmuebles, de la fundación de mayorazgos, de la compra de capi-
llas de enterramiento en edificios religiosos, de la donación de objetos y de
la fundación de obras pías y capellanías, entre otras acciones, rastreables
todas ellas fundamentalmente a través de la documentación notarial. En este
sentido, los testamentos, las mandas testamentarias, las cartas de dote y los
inventarios de bienes se convierten en las herramientas más eficaces para
el rastreo de este tipo de datos, unidos como no a los expedientes emitidos
por la Casa de Contratación6.

Pero, volviendo al tema que nos ocupa, bien es cierto que si comparamos
la zona oriental de Andalucía con la occidental nos daremos cuenta de que
las inversiones realizadas por los que regresaban de América o sus envíos
económicos son más limitados, a lo que se suma también el menor número
de investigaciones realizadas al respecto. No obstante, esto no quiere decir
que no hubiera partidas de dinero o remisiones de bienes y prueba de ello,
a modo de punta de iceberg, son algunos objetos que hablarían de este
comercio y de la devoción de sus habitantes establecidos al otro lado del
Atlántico e incluso en Asia7.

Recordemos, centrándonos ya en Granada, la serie de cuadros referidos a


la iconografía de la Virgen de Guadalupe de México8, uno de ellos, el situado
en un lateral del presbiterio de la iglesia de la Magdalena, realizado según
parece bajo el mecenazgo de don Lucas de Aguilar9. La magnífica custodia
que donó a principios del siglo XVIII el canónigo de la catedral de Quito Luis
41
Universo Barroco Iberoamericano

Pérez Navarro a la Basílica de Nuestra Señora de las Angustias, original-


mente destinada a Terque (Almería), su pueblo natal10. Las donaciones de
platería efectuadas por fray Andrés de las Navas a la Iglesia de Santiago de
Baza11, en la provincia granadina, o las piezas que remitiera desde México
y Guatemala fray José López Falcón a la iglesia de la Merced de la misma
localidad bastetana12. Otro de los muchos ejemplos que podemos aportar,
relativo también al convento de Nuestra Señora de Gracia de Granada es el
del capitán Luis Cortés de Puebla, quien en 1656 envió una extraordinaria
presea de 300 pesos y 4 tomines de plata, se trataba de una lámpara que
procedía de Nueva España13.

En lo que respecta a la recepción monetaria destacamos en la capital gra-


nadina el memorial que se recibió en 1728 de José Morales desde Manila
ofreciendo mil pesos para la obra del camarín de la Virgen de las Angustias14.
El legado de Damián Ruiz de Salazar, quien destinó en 1598, 25 marcos de
plata para que con ella se hiciera una lámpara y se dotara de aceite a la
capilla de Nuestra Señora de Gracia del Convento de San Agustín, y 50 du-
cados, ampliables a 150, al convento de Carmelitas Descalzas de San José.
Otro caso reseñable es el de Pedro Galera, que donó en 1620 la cantidad de
22.000 pesos más 334 pesos y 4 tomines en plata al convento carmelita de
los Santos Mártires15.

Trayectoria y bienes José de Montalvo y Palma era hijo de Tomás de Montalvo y Zúñiga y de
raíces de José de Baltasara Fernández de Palma, todos vecinos y naturales de la ciudad de
Montalvo y Palma Granada, donde, al parecer, era una familia socialmente destacada pues
contaban con buena cantidad de posesiones y propiedades. Pasa por primera
vez a América de la mano del bachiller jurista Pedro de Miranda y Santillán16,
quien fue nombrado fiscal de la Real Audiencia de Guatemala el 20 de mayo
de 166417. El viaje lo realiza junto a Francisco de Belmonte López de Haro
y Ávila, ambos como sus criados. A estas alturas estaba soltero y contaba
con 25 años de edad, según certifica la fe de bautismo que presenta como
parte de las pesquisas realizadas para demostrar la limpieza de su linaje18.

Del comienzo de su trayectoria poco sabemos, no obstante, debió ser testigo


presencial de los acontecimientos fatídicos que llevaron a la muerte al fiscal
Miranda pocos años después de ocupar su cargo. El presidente de la Audiencia
de Guatemala, Sebastián Álvarez Alfonso Rosica de Caldas, supo que Pedro
de Miranda enviaba correspondencia al Rey para informar de sus procedi-
mientos, que presuponemos sospechosos, ante esto el presidente tomó la
resolución de acusarle de tener tratos con los enemigos del Monarca y lo llevó
a presidio a la provincia de San Antonio Suchitepéquez, confinándolo en el
Castillo de San Felipe, llamado “del Golfo” y embargándole todos sus bienes.

Al verse en esa situación Pedro de Miranda redactó su testamento el 8 de


octubre de 1669 donando tres cadenas de oro a su sobrina Ana María de
Alarcón y Santillán y dejando como único heredero a su hijo natural Juan Félix
42
Legados de Ultramar. Las donaciones de José de Montalvo y Palma... - Guadalupe Romero Sánchez

de Miranda, residente en Granada. Poco tiempo después, el 9 de diciembre


de ese mismo año, fallecería debido principalmente a la climatología de la
región19. A pesar de los esfuerzos del gobierno por limpiar de responsabilida-
des al presidente desde la Corte, vistos los informes, se otorgó una cédula el
6 de noviembre de 1670 donde se “improbaba el confinamiento y prisión del
fiscal Miranda, y se nombraba presidente de la Audiencia, visitador y juez de
residencia al obispo de la Diócesis, don Juan de Santo Mathía” 20.

José de Montalvo y Palma, como su albacea testamentario, luchó durante


muchos años para conseguir la defensa del crédito y honor del fiscal hasta
que finalmente consiguió carta ejecutoria del Consejo de Indias a su favor,
levantándose el embargo de sus bienes. Así, comienza un período que se
alargará durante varias décadas en las que Montalvo, en sus idas y venidas
transatlánticas, irá realizando gestiones para poder retornar el dinero y
bienes materiales del fiscal a su legítimo heredero, quien impaciente por los
numerosos retrasos y por la supuesta dejadez del albacea entrará en pleito
con él21. De la totalidad de pesos remitidos en este cometido desde América
por José de Montalvo solo hemos podido constatar un envío de plata labrada
y banelones de oro que despachó con el comisario de la plata Manuel de
Obregón; una carta de finiquito enviada desde Oaxaca el 3 de marzo de 1688
en la que constaba haberse cobrado 10.874 pesos de los bienes de Miranda,
y un “quadro de Nuestra Señora de Guadalupe” que enviaría a partir de 1695
en las naos de registro22.

Ahora bien, de la carrera personal que emprendió José de Montalvo poste-


riormente a la muerte del fiscal apenas hemos localizado datos, no obstante,
intuimos que ésta debió de ser fructífera puesto que a su regreso a Granada,
ignoramos la fecha, llegó a tener una hacienda considerable, invirtiendo una
cantidad importante de dinero en fincas, inmuebles y títulos. Así, entre los
años 1689 y 1697 adquiere una gran cantidad de tierras, huertas y cortijos
concentradas en dos áreas de la provincia granadina: Montefrío y La Zubia,
estas últimas en el rico Pago de Darabenaz. La inmensa mayoría de fincas
estaban dotadas de agua y contaban con acequias y balates, los cuales es-
taban incluidos en los precios de adquisición. A las primeras escrituras de
compra se fueron agregando otras, aumentando paulatinamente los límites
de sus tierras, procurando que fueran limítrofes a sus terrenos.

Quizás de todas ellas la más importante, y la que marca la línea de las adqui-
siciones posteriores, sea la compra que efectúa el 12 de septiembre de 1689
de una casapuerta en la zona denominada Mudarra en el pago mencionado
de Darabenaz y que tenían en propiedad toda una suerte de herederos de
Alonso Fernández de Rivas y de Lucía de Gaona, su mujer. Completaban la
compra noventa y cuatro marjales de tierra con sus diferentes linderos pero
bien comunicados que subieron el precio hasta los 51.764 reales y medio23.

43
Universo Barroco Iberoamericano

Fig. 1. El Pago de Darabenaz Pero además de en tierras también invertiría en propiedades inmuebles, así
en el siglo XVI. Imagen el 19 de diciembre de 1689 adquirió por 20.000 reales de vellón la casa en la
cedida por Álvaro Fernández que posteriormente fijaría su domicilio habitual y que contaba con bodegas de
Bustos*.
tinajas24. Ésta estaba situada en la calle de la Piedad en la parroquial de San
Justo y Pastor y lindaba por la parte alta con la vivienda de María Barrero y
por la de abajo con el convento de religiosas de Santiago. Dicha casa principal,
que compra al mercader de paños Diego Antonio Palomares25, formaba parte
de una finca mayor que en su origen estaba integraba además por unas casas
secundarias limítrofes que terminará por adquirir unos días más tarde26,
como se extrae de la escritura de venta fechada el 25 de enero de 169027.

Pero como ocurre en esta época y se constata documentalmente en muchos


casos similares, los andaluces retornados de América con una fortuna más
o menos elevada invertirán también su dinero en adquirir poder político
y social en sus ciudades y José Montalvo y Palma no fue una excepción.
Probablemente tuvo que esperar unos años a que se diera la oportunidad
de adquirir uno de los oficios de Veinticuatro, oportunidad que se dio el 14
de diciembre de 1694 cuando por petición de Pedro Beluti Ponce de León
se saca en pregón el título de su padre Carlos Beluti de Haro, quien había
fallecido tiempo atrás y quien lo había adquirido de Diego Fernández de la
Paz. Montalvo se postula con la cantidad de 30.000 reales, aceptándose poco
después su remate y otorgándose escritura de venta oficial el 27 de julio del
44
Legados de Ultramar. Las donaciones de José de Montalvo y Palma... - Guadalupe Romero Sánchez

año siguiente. Con estas actuaciones las estrategias de poder y de ascenso


social quedaban consolidadas.

A pesar de que José de Montalvo fija su residencia en otro lugar de la ciudad El convento de Nuestra
mantendrá una relación muy estrecha con el Convento de Gracia, ubicado Señora de Gracia de la
en el barrio de la Magdalena, en un sector más alejado. Este convento se ciudad de Granada
comenzó a construir en los años veinte del siglo XVII siguiendo el diseño
y la supervisión de fray Sebastián de San José, hermano de la orden, y se
concluyó en 1635 con la traslación de la imagen de la Virgen y la colocación
en su altar28. Previamente en sus inmediaciones se había levantado otra
estructura provisional hacia 1612, momento en que se obtuvo la aprobación
definitiva, aunque ya en 1610 se contaba con licencia gracias a la intervención
del arzobispo Pedro González de Mendoza.

La zona elegida por los frailes, tal y como sugiere Gómez-Moreno Martínez y
como se aprecia en las plataformas de Ambrosio de Vico y de Dalmau, no fue Fig. 2. Convento de Nuestra
casual29. Ésta era una zona en expansión, con frondosos huertos y vecinos Señora de Gracia de
Granada, detalle de su
pudientes que podían favorecer su sustento, serán éstos los que costearán
emplazamiento. Plano de
el levantamiento de una cruz de piedra en 1640, cruz que aún puede verse Dalmau, grabado por Ribera,
frente a la portada principal de la iglesia. 1796.

45
Universo Barroco Iberoamericano

El templo actual es un edificio modesto. A pesar de las


transformaciones que ha sufrido a lo largo del tiempo,
incluyendo la etapa de la Desamortización en que se instaló
en sus dependencias el Seminario Mayor, la estructura
sigue siendo muy interesante. En un principio constaba de
una única nave con 6 capillas laterales lo que se transformó
en una nave en los primeros tramos de los pies que se
ampliaron a tres, de pequeña profundidad, en el espacio
más cercano al crucero, con capilla mayor rectangular,
reservada como lugar de enterramiento de los miembros
del acuerdo de la Chancillería pasándose a denominar Real
Convento, con dos capillas a ambos lados que sirvieron en
su día de espacio de servicio para la liturgia.

Fig. 3. Convento de Nuestra


Señora de Gracia de
Granada. Exterior.

Donaciones y relaciones José de Montalvo se convirtió en uno de sus grandes benefactores de este Real
de José Montalvo y Convento de Nuestra Señora de Gracia de la orden de Trinitarios Descalzos.
Palma con el convento de Las primeras donaciones que tenemos constatadas se efectuaron en 1685 en
Trinitarios Descalzos que dio cuatro candelabros de plata de cuatro varas de alto cada uno de ellos
“de extraordinaria hechura, que tuvo cada uno de costes cien escudos de a
diez reales de plata”30. Poco tiempo después encargaría otros dos candelabros
de mayores proporciones y un viso con una cruz, ambos de plata, para el
Sagrario del Altar Mayor y que serían utilizados en la celebración de la fiesta
de Nuestra Señora de Gracia, además de una serie de alhajas para la Virgen:

“Una cadena de ocho mazos de perlas de rostrillo entero (…) muy iguales
y escogidas, que pesan todas veynte y tres onzas y media y dos ochavos, y
entraron en cada onza cuatroçientas perlas (…), dispuestas dichos mazos
con siete eslabones o lazos de oro calados y esmaltados de porcelana,
dos clavetes de plata y diez y seis botones de hilo de oro con sus borlas
de seda carmesí, la qual cadena está apreciada en más de tres mil du-
cados, y la estrenó Nuestra Señora el día de su gloriosa Asunción del
dicho año de 1690”31.

Quizás estas referencias sean una mínima parte de las donaciones realizadas
por José de Montalvo y Palma al mencionado convento granadino puesto que
el 23 de enero de 1691 fray Pedro de San Miguel, ministro general de la orden,
firmó una diligencia, refrendada por su secretario fray Juan de Jesús María,
por la que se le hacía gracia y donación de una capilla y entierro en el convento
de Nuestra Señora de Gracia de Granada. Dicha capilla, la segunda del lado
46
Legados de Ultramar. Las donaciones de José de Montalvo y Palma... - Guadalupe Romero Sánchez

de la Epístola de la iglesia, le fue entregada formalmente, por parte del padre


ministro de la orden trinitaria y con presencia de todos los religiosos, el 1
de febrero de ese mismo año “con el retablo e ymájenes que tenía”32. Entre
ellas se contaba un San José de mediana altura, una Santa Ana y San Blas
Obispo y Mártir pequeñas, y “dentro de una urna dorada con sus vidrieras la
talla de la Cabeza de San Juan Bautista, la cual fue realizada en Roma”33.

Montalvo y Palma no tuvo que pagar ninguna suma de dinero por ella y po-
dían hacer uso de su espacio tanto él como sus herederos y descendientes,
aunque se comprometería a devolverla a la orden en el momento en que no
contara con sucesores. Las obligaciones a las que se comprometió ante el
escribano Bernabé Daza Villalobos fueron las de su mantenimiento y adorno,
así como a asumir los costes de los enterramientos, el solado de la bóveda
cada vez que se abriera y a colocar sus armas en el interior para que quedara
constancia de su titularidad.

El 6 de febrero, ante el mismo escribano, el alcalde mayor de Granada, el


licenciado Diego Murillo, le ordenó tomar posesión de la capilla, lo cual se Fig. 4. ARChGr. Catálogo
ejecutó formalmente 5 días más tarde en presencia del alguacil Baltasar del de Pleitos. 1080-012. “Libro
Castillo, quedando así registrada notarialmente su propiedad. Sin duda, para de la hacienda que yo don
Joseph de Montalvo y Palma,
José de Montalvo y Palma debió ser una de sus posesiones más preciadas,
veçino desta çiudad, y della e
prueba de ello es que a pesar de que cronológicamente la donación se produ- conprado para honra y gloria
ce mucho tiempo después de la compra de algunas de sus propiedades más de Dios Nuestro Señor en esta
importantes, en el libro de su hacienda será el primer elemento reseñado, ciudad”. Folio 1r
lo cual no deja de ser significativo.

Rápidamente, José de Montalvo y Palma se mo-


vilizó para adecentar el aspecto de la capilla y
habilitarla para su uso, y para ello encargó la
construcción de su bóveda al maestro de alba-
ñilería Juan de la Torre. Las obras tuvieron un
coste de 2.242 reales, concluyeron el 14 de mayo
de 169234. Dos meses antes, el 24 de marzo, dotó
y fundó tres fiestas solemnes perpetuas en el
convento:

“… la una al quinto día de la octava de la


Natividad de Nuestra Señora, la otra al
glorioso patriarca señor San Joseph en su
propio día, y la otra a la festividad del señor
San Juan Bautista que celebra la yglesia a
beynte y nuebe de agosto de cada un año,
que esta no cayendo en domingo o se a de
celebrar el domingo o infraoctavo (sic) a
dicha celebridad”35.

47
Universo Barroco Iberoamericano

Para la celebración de las tres fiestas, así como para abastecer de aceite a
la lámpara de plata de ciento once onzas que colocó en su capilla36, dotó al
convento con la posesión y titularidad de setenta y siete marjales y veinte y
ocho estadales de tierra calma de riego que poseía en la Vega de Granada,
en términos de la localidad de Churriana de la Vega, los cuales tenían un
cargo de 117 reales y un cuartillo de censo al Rey37.

Poco tiempo después pintó y estofó con flores de oro la capilla y en 1710 le
realizaría un frontal de plata de seiscientas onzas, valorado cada marco en
“treynta y ocho reales de vellón”. Finalmente en su testamento pidió que se
ejecutara “unas varandillas de hierro que corriesen por encima de la última
grada, desde la una a la otra pared del crucero, con todo el primor que discu-
rriese el padre ministro”, la que se realizó con un coste de 14.000 ducados38.

Su capilla, denominada de San José era, como mencionamos anteriormente


la segunda del lado de la Epístola, y se situaba entre la dedicada a San Nicolás
de Bari y al Santísimo Cristo de la Redención, ésta quedó definitivamente
transformada al convertirse en parroquia en los años 70, momento en que se
horadan sus muros y se hace un espacio unitario, quedando más estrechas y
cerradas por vidrieras, modificándose totalmente su aspecto. Por desgracia
hoy no se conservan elementos que podamos relacionar con las importantes
actuaciones emprendidas por José de Montalvo.

Notas 1.  Esta investigación se enmarca en el Proyecto I+D+i “Excelencia” titulado


“MUTIS. Patrimonio artístico y relaciones culturales entre Andalucía y América
del Sur. HAR2014-57354-P”, Ministerio de Economía y Competitividad, dirigido
por el catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Granada Rafael López
Guzmán.

2.  Quiles García, Fernando. Sevilla y América en el Barroco. Comercio, ciudad y


arte. Sevilla, Bosque de Palabras, pág. 86.

3.  En el campo historiográfico son muy conocidas las acciones en la promoción


artística llevadas a cabo por personajes que ocuparon las más altas esferas polí-
ticas, administrativas o religiosas en suelo americano. Hablamos principalmente
de virreyes o de arzobispos y que se circunscriben en su mayoría al territorio en
el que actuaron, aunque también la nobleza realizaría acciones similares, pa-
sando desapercibidos generalmente las actuaciones más modestas de personas
menos influyentes y conocidas. No obstante, para el tema que nos ocupa nos
interesan precisamente aquellos personajes menores. Andaluces que, emigrados
a Indias, consiguieron enriquecerse ejerciendo las labores más diversas y cuyos
caudales, en su totalidad o en parte, revirtieron a sus localidades de origen.

4.  Espinosa Spínola, Gloria y Romero Sánchez, Guadalupe. “Riquezas de Indias


en Andalucía: poder, dinero y promoción artística. Aproximación a un estado
de la cuestión”. En: Alonso Ruiz, Begoña, Polo Sánchez, Julio y Sazatornil Ruiz,
Luis (Coods). La formación artística: creadores – historiadores – espectadores. XXI
Congreso Nacional de Historia del Arte. Santander. En prensa.
48
Legados de Ultramar. Las donaciones de José de Montalvo y Palma... - Guadalupe Romero Sánchez

5.  Herreros Moya, Gonzalo J. “Así en la tierra como en el cielo. Aproximación al


estudio de las capellanías en la Edad Moderna: entre la trascendencia y la polí-
tica familiar. El caso de Córdoba”. Historia y genealogía, 2, 2012, págs. 111-141.

6.  Aunque no son las únicas fuentes pues metodológicamente deben comple-
tarse con los legajos de otros archivos nacionales e internacionales, en función
de los intereses de la investigación.

7.  López Guzmán, Rafael y Romero Sánchez, Guadalupe, “El Convento de San
Antón y el Mecenazgo Indiano”, Entre Ríos. Revista de Arte y Letras, número
temático: Ora et Labora. Conventos Granadinos 21-22, 2014, pág. 103-106.

8.  Barea Azcón, Patricia, «Iconografía de la Virgen de Guadalupe de México en


Granada», Cuadernos de Arte de la Universidad de Granada, 38, 2007, págs. 317-
332.

9.  Martínez Medina, Francisco Javier; León Coloma, Miguel Ángel; y Pérez Ve-
lázquez, Rodolfo. Granada Tolle, Lege. Provincia de Santo Tomas de Villanueva
Agustinos Recoletos, 2009, pág. 342.

10.  Romero Sánchez, Guadalupe y Espinosa Spínola, Gloria, “El mecenazgo in-
diano en Andalucía oriental: el caso de don Luis Pérez Navarro”, en Rodríguez
Moya, Inmaculada; Fernández Valle, María de los Ángeles y López Calderón,
Carmen. Arte y patrimonio en Iberoamérica. Tráficos transoceánicos, Castellón,
Servicio de Publicaciones de la Universitat Jaume I, 2016, págs. 233-253.

11.  García Sáiz, Concepción. Itinerario Virreinal. Madrid, Museo de América,


pág. 176.

12.  Luján Muñoz, Jorge. “Ejemplos de comercio de obras de arte entre España
y el Reino de Guatemala en la Colonia”. Archivo Español de Arte, tomo 51, 202,
1978, pág. 155-164.

13.  Fernando Quiles García. Sevilla y América en el Barroco.., op. cit., pág. 93.

14.  López-Guadalupe Muñoz, Juan Jesús. Imágenes elocuentes. Estudios sobre


patrimonio escultórico. Granada, Atrio, 2008, págs. 403.

15.  Romero Sánchez, Guadalupe. “Llegó de América. Análisis de las donaciones


de indianos andaluces a conventos y monasterios carmelitas de Granada y Se-
villa. Congresso Internacional Os Carmelitas no mundo luso-hispânico. Portugal,
2017. En prensa.

16.  Bachiller jurista en 1650-1651, fallece en 1669. Madroñal, Abraham. “De


Grado y de Gracias”. Vejámenes universitarios de los Siglos de Oro. Madrid, Con-
sejo Superior de Investigaciones Científicas e Instituto de la Lengua Española,
2005, pág. 451.

17.  Archivo General de Indias [en adelante AGI], CONTRATACIÓN, 5789, L.2,
F. 361-363.

18.  “El liçençiado don Diego Garçia López, cura de la iglesia parrochial de Santa
María Magdalena de esta ciudad de Granada certifico que (…) ay una partida a
foja ducientas zinquenta y seis en la primera plana (…), en siete de octubre de
mil y seiscientos y treinta y nueve años el licenciado Francisco de Daza con mi-
litancia baptizó debajo de condición a Joseph hijo de Thomás de Montalvo y de
49
Universo Barroco Iberoamericano

doña Balthasara de Palma, fue su compadre Agustín de Olivares…” AGI, CON-


TRATACIÓN, 5434, N.2, F. 29v-30r.

19.  Polo Sifontes, Francis. “Título de Alotenango. Introducción”. En: AA.VV.


Crónicas Iberoamericanas. Tomo II. Guatemala, Publicaciones Mesoamericanas,
2009, pág. 125.

20.  Dolores Gámez, José. Compendio de Historia de Centro América. Escrita para
la Enseñanza Superior de Nicaragua. Tomo IV. Nicaragua, Compañía Tipográfica
Internacional-Managua, 1907, pág. 80.

21.  Archivo de la Real Chancillería de Granada [en adelante ARChGr]. Catálogo


de Pleitos. 2960-20. Montalvo y Palma.

22.  ARChGr. Catálogo de Pleitos. 2960-20. Montalvo y Palma. 174r-176r.

23.  ARChGr. Catálogo de Pleitos. 1080-012. Libro de la hacienda que yo don Jo-
seph de Montalvo y Palma, veçino desta çiudad, y della e conprado para honra y
gloria de Dios Nuestro Señor en esta ciudad”. Folios 5r-5v.

24.  Ibídem, folios 69r-74v.

25.  Puede que se trate de Diego Antonio Barrero y no Palomares (ver nota si-
guiente).

26.  La casa principal, la bodega y las dos viviendas secundarias pertenecían a


Francisco Pérez Caro y a su esposa Isabel Garcés, tras el fallecimiento de éste las
dejará en herencia junto al resto de posesiones a sus tres hijos por partes iguales,
según la escritura de testamento fechada el 21 de octubre de 1605. A los dos más
pequeños Juan Luis y Francisco Caro, que por entonces eran menores de edad,
se les adjudicaría el lote donde se incluían estas propiedades. Al ingresar ambos
en la Compañía de Jesús, Juan Luis en el Colegio de Sevilla y su hermano en el de
Jerez, éstas pasarían a ser propiedad de la Obra, por cesión según escrituras del
19-7-1612 y del 20-12-1614, respectivamente, entendemos que formalizadas al
entrar en la edad adulta.
La compañía poseería estas propiedades hasta que deciden venderlas el 6 de sep-
tiembre de 1668 en que firman la escritura a favor de Francisco Barrero y Llanes,
mercader de paños. Éste al fallecer, deja por testamento fechado el 3 de agosto
de 1679 la casa principal y bodega al vendedor Diego Antonio Barrero y las dos
casas secundarias a su hermana María Barrero, dividiéndose las propiedades.
Como hemos podido comprobar José de Montalvo y Palma adquiere en primer
lugar la casa principal y la bodega de tinajas que, según la escritura, compra a
Diego Antonio Palomares, pudiendo ser una errata del texto y haber errado en la
transcripción del apellido pues no consta que Diego Antonio Barrero vendiera la
casa después de heredarla, y un mes más tarde compra las dos secundarias a la
propietaria María Barrero y Llanes, volviéndose a unir los inmuebles. ARChGr.
Catálogo de Pleitos. 1080-012. Libro de la hacienda…, op. cit., folios 69r-76v.

27.  ARChGr. Catálogo de Pleitos. 1080-012. Libro de la hacienda…, op. cit., fo-
lios 75r-76v.

28.  Gómez-Moreno Calera, José Manuel. La arquitectura religiosa granadina en la crisis


del Renacimiento (1560-1650). Monografía Arte y Arqueología, 4. Granada, Universidad
y Diputación Provincial, 1989, págs. 220-221.

50 29.  Ibídem, pág. 221.


Legados de Ultramar. Las donaciones de José de Montalvo y Palma... - Guadalupe Romero Sánchez

30.  Córdoba Salmerón, Miguel. Real Convento de Nuestra Señora de Gracia (Trinitarios
Descalzos) de Granada. Estudio histórico-artístico. Memoria de Licenciatura, Universidad
de Granada, año 2001, pág. 69.

31.  Archivo Histórico Nacional [en adelante AHN]. Fondo Clero Secular-Regular, L.
3862, folio 200r.

32.  ARChGr. Catálogo de Pleitos. 1080-012. Libro de la hacienda…. Op. cit., folios 1r-2v.

33.  Córdoba Salmerón, Miguel. Las órdenes religiosas y el arte barroco. El patrimonio
de los Trinitarios Descalzos de Granada. Colección Arte y Arqueología, 58. Granada,
Editorial de la Universidad, 2003, págs. 121-122.

34.  ARChGr. Catálogo de Pleitos. 1080-012. Libro de la hacienda…. op. cit., folio 2v.

35.  Ibídem, folios 3r-3v.

36.  Córdoba Salmerón, Miguel. Las órdenes religiosas y el arte barroco…, op. cit.,
pág. 122.

37.  ARChGr. Catálogo de Pleitos. 1080-012. Libro de la hacienda…. op. cit., folio 3v.

38.  Córdoba Salmerón, Miguel. Real Convento de Nuestra Señora de Gracia (Trinitarios
Descalzos) de Granada…, op. cit., pág. 69.

* Quiero agradecer a Álvaro su generosidad y amabilidad por la cesión de esta lámina


publicada en: Fernández Bustos, Álvaro. “Darabenaz, una almunia nazarí del conde
de Tendilla en la Vega de Granada. Nuevos datos sobre su historia”. En: Congreso
Internacional el conde de Tendilla y su tiempo. Actas del congreso. Granada: Editorial
de la Universidad, Patronato de la Alhambra y el Generalife y Centro de Estudios
Históricos de Granada y su Reino, 2017, págs. 341-359.

51
Universo Barroco Iberoamericano

El Diablo de Tópaga:
La espiritualidad jesuita y las imágenes en el siglo XVII

Carlos Rojas Cocoma


Universidad EAN - carojas @ean.edu.co, rojascocoma @yahoo.com

Resumen En 1640 la iglesia del pueblo de indios de Tópaga, en Boyacá, pasó del con-
trol del clero secular a manos de los jesuitas, quienes la dispusieron como
el punto de partida para la empresa misionera de reducciones a los Llanos
orientales, en el Nuevo Reino de Granada. En la ejecución, se implementó
todo un conjunto de prácticas de acuerdo a la espiritualidad de San Ignacio
de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús, que se manifestaron no sólo
en los hábitos, sino también en la arquitectura y en el programa iconográfico
del templo religioso. Así, la aparición de un diablo en el techo del Arco Toral
reivindicó el discurso que los Ejercicios Espirituales definían sobre el mal,
de acuerdo a la espiritualidad ignaciana del siglo XVII.
Palabras clave: imagen, demonio, jesuitas, ejercicios espirituales, Boyacá,
historia.

Abstract In the New Kingdom of Granada during 1640, the ecclesiastical administration
of the Indian chapel of Tópaga changed from the secular clergy to the Jesuit
order, transforming the small town into the start point for the missionary
activity in the ‘’Llanos orientales”. The architecture of the church and the
iconographic program that Jesuits developed were implemented under the
spirituality of Societate Iesu. The singular image of the face of a devil in the
upper side of the toral arc, was a free interpretation of the discourse around
good and evil that local priests translated into visual speech, inspired by the
Spiritual Exercises, main guide of the religious life of Jesuits and written by
the founder of the order Saint Ignatius of Loyola.
Key words: Image, Devil, Jesuits, Spiritual Excercises, Boyacá, 17th century.

52
El Diablo de Tópaga: La espiritualidad jesuita y las imágenes en el siglo XVII - Carlos Rojas Cocoma

Hemos venido cargados con muchos libros


cuando hubieran bastado las imágenes1
Misionero Jesuita, 1685

En el año de 1625 el arzobispo de Santa Fe Fernando Arias de Ugarte le des- 1.


tinaba a la Compañía de Jesús el objetivo de ampliar la frontera hacia lo que
era denominado vagamente como los Llanos2, pues se empezaba a conocer,
también por parte de misioneros de la Compañía que un gran número de
indígenas poblaban una tierra que aunque hostil, garantizaba la posibilidad
de adaptar la población al pago del tributo. El proyecto jesuítico, ajustado en
las pautas de la iglesia postridentina implicaba desplazarse gradualmente
desde los territorios en donde se había asentado, hacia la frontera conocida.
De la que fue la primera doctrina jesuita - Cajicá - la doctrina se permutó
primero por Duitama, y posteriormente Tópaga3.

Puede suponerse que la decisión de cambiar la doctrina de Duitama por la de


Tópaga radicó esencialmente en la autonomía de su administración, pues la
primera era dependiente de la administración clerical, mientras que las mi-
siones, y las fundaciones a partir de nuevos grupos indígenas evangelizados,
eran totalmente controladas por la Compañía de Jesús. Ello explicaría por
qué se retiraron de una población que tenía cerca de dos mil indios pagando
el tributo, hacia una pequeña aldea que apenas si superaba los ciento trein-
ta habitantes, muchos de ellos dispersos en el campo4. Geográficamente,
Tópaga pertenece al altiplano cundiboyacense, una meseta que se extiende
y que culmina en las alturas del páramo de Ocetá. Atravesando el Páramo,
se llega a las selvas cálidas y húmedas de los actuales Llanos Orientales.
Por lo tanto, la autonomía de Tópaga permitía dar total administración al
proyecto de evangelización de los Llanos, pues simbólicamente representaba
una puerta de entrada a lo que sería su gran proyecto misionero en el Nuevo
Reino de Granada.

53
Universo Barroco Iberoamericano

En 1640 la reconstrucción de la iglesia doctrinera de Tópaga fue encargada


al cura Francisco Ellauri, oriundo de Villa de Leyva. El cura tenía la respon-
sabilidad de transformar la doctrina a capilla jesuita. Su restauración fue
radical, tanto la forma y dimensión del templo, así como las capillas posas
de los ángulos de la plaza y las imágenes del templo, fueron dispuestas de
acuerdo a su propia consideración. Como único recuerdo de la capilla anterior,
Ellauri sólo conservó un altar constituido por 33 espejos que, inclinados hacia
el suelo, permitían reflejarse a quien se dispusiera enfrente.

Como Pueblo de Indios, Tópaga fue constituido como un espacio destinado a


la convivencia esencialmente indígena y salvo el encomendero, el visitador
y el sacerdote, no podía haber habitantes españoles o criollos en él5. La
impronta de Ellauri fue bastante notoria. Por ejemplo, las capillas posas
sirvieron para la procesión del Corpus Christi tal como se hacía en todas
las doctrinas, pero la celebración que la acompañaba, llena de variados
instrumentos musicales, le dieron a Tópaga algo de fama: “Acudía mucha
gente de las estancias y pueblos vecinos, y por no oir y venir a sus casas se
estaban más de ocho días con todas sus familias en Tópaga gozando de la
palabra divina y de los sacramentos con el sosiego y devoción necesaria”.6
En lo relacionado con la enseñanza de la doctrina, escribía el Padre Ellauri
en un memorial a la Audiencia:

"Todos los días se toca la campana a escuela a que todos acuden, unos
a leer, otros a cantar, cantando todos los días, mañana y tarde, antes
de empezar los ejercicios ordinarios de la escuela, algunos himnos
devotos a Nuestra Señora, y rezan antes de irse a sus casas todas las
oraciones y catecismo, y por último rezan todos los días el rosario de
Nuestra Señora a coros y su letanía. Todos los jueves dicen en la iglesia
la letanía del Santísimo Sacramento a canto de Órgano, y los sábados
la de Nuestra Señora, y a todos los viernes se dice el misere y toman
disciplina, habiéndoseles hecho antes una breve plática"7.

La manera cómo se interpretó la evangelización por parte de los jesuitas


fue bastante particular en la región, en el sentido en que se intensificó el uso
retórico de la figura del demonio como ejemplificador de vicios y comporta-
mientos indígenas. Si bien el uso alegórico del diablo perteneció en general a
un discurso propio del periodo barroco, lo cierto es que bajo el control jesuita
se entendía su presencia como un factor activo en la comunidad indígena. Por
mencionar un ejemplo, Pedro de Mercado, jesuita nacido en Riobamba (actual
Ecuador) en 1620, al narrar la "Historia de la provincia del nuevo Reyno de
Granada y Quito" daba a conocer algunas maneras como el demonio convivía
entre infieles de las tierras aledañas a Tópaga:

Adoraban en su gentilidad estos indios duitamas a dos demonios que


visiblemente los gobernaban y capitaneaban en sus batallas y aún des-
pués que los conquistaron los españoles no cesaron de reverenciarlos
en estampa ya que les había faltado su corporal vista8.
54
El Diablo de Tópaga: La espiritualidad jesuita y las imágenes en el siglo XVII - Carlos Rojas Cocoma

Pedro de Mercado presentaba la actividad misionera esencialmente como


una estrategia para descubrir o revelar los trucos que se ocultaban detrás
de los engaños. De hecho, la idea de engaño resultaba poderosa para la
actividad misionera, lo que explica por qué en el siglo XVIII el jesuita Pedro
Rivero escribiría el “Teatro del desengaño”. A través de numerosas anécdotas
Pedro de Mercado expuso las diversas artimañas con las que el demonio
operaba entre los indígenas:

Aquí en Duitama se apareció el demonio a una india con la figura y más-


cara de su madre, la cual había años que por instigación de Satanás se
había ahorcado. Empezola a reñir diciéndola que porqué no se iba adonde
ella estaba ahorrada de trabajos, libre de españoles y llena de gustos9.

La idea de “arma” que los jesuitas usaron para la evangelización era tanto
retórica como literal. Es conveniente recordar que desde la fundación de la
compañía Ignacio de Loyola, él mismo con un recorrido importante en la orden
militar, transmitió a la orden religiosa muchas analogías de la institución
castrista. De hecho, la relación del culto angélico entre los jesuitas tenía
que ver con la idea de “ejército de dios en el cielo”, en oposición al ejército
en la tierra, que serían los propios jesuitas. El jesuita, siguiendo las pautas
filosóficas de la dialéctica, encontraba en la palabra el medio a través del cual
se podía atacar y vencer las artimañas del demonio en la población indígena.
En la crónica del padre Mercado se puede ver el poder de la oralidad para la
conversión; no obstante, la evangelización incluyó armas dóciles y agudas
como la música, o amenazantes y violentas como las armas de fuego10.

El imaginario acerca de la presencia constante de lo “diabólico” dentro de


las redes indígenas tuvo dos consecuencias considerables. Por una parte, La
relación consolidó una idea de indígena maleable, dócil y débil de carácter.
Por otra la vulnerabilidad de su carácter justificaba cada vez más la presencia
de la Compañía de Jesús, pues se trataba de controlar lo que podía ser una
amenaza. Gaspar Poeck, misionero jesuita europeo, describía en el año de
1684 en una carta al Reverendo Padre Provincial cómo el demonio convivía
con los indígenas, pero a diferencia de la zona aledaña a Tópaga, que ya era
cristiana, en las zonas "salvajes" no se cubría de ningún velo; era el poseedor
de las almas y a la vez a quien le rendían tributo:

Todos estos mencionados pueblos y muchos otros más, diversos entre


sí por la lengua y por las costumbres, sólo están de acuerdo en esto:
en que ignoran a Dios porque viven sin Rey, sin ley y sin Dios, aunque
algunos de ellos digan que Dios es el Sol, otros que la Luna, otros que
Purunaminari, pero no presentan culto alguno exterior. Dicen los indios
que su origen propio es el agua, y que en agua se han de convertir. Son
adictísimos al arte de la magia (si eso es arte y no una irrisión vulgar);
pero sea lo que sea, con frecuencia por medio de tales encantamientos
perjudican a sus enemigos con lentas enfermedades, y los matan con
muerte segura11.
55
Universo Barroco Iberoamericano

Tópaga se convirtió en un punto de bisagra entre los pueblos de indios con-


versos del altiplano, con las futuras misiones de los Llanos. Por lo tanto,
representaba para los misioneros la intersección entre la conversión y el
barbarismo. Aunque inicialmente el cacique de Tópaga tenía poder, indepen-
dencia y cierto estatus en relación a los otros indígenas, poco a poco, y eso
se va haciendo notable a partir del siglo XVII, esta figura empezó a perder
su poder social y a agruparse dentro de una misma definición de indígena.
Para la primera iglesia doctrinera, el ya mencionado Altar de los Espejos
fue dispuesto por el cacique cofundador de la población: el cacique Tópaga.
Sin embargo, para la época de la iglesia construida por Ellauri la figura del
cacique así como de otras personalidades importantes de la doctrina fueron
ignoradas ante la presencia de la figura del párroco, así como del discurso
misionero jesuita.

La relación de la iglesia con la plaza y las capillas posas permitieron es-


tablecer en Tópaga un control desde la arquitectura, que representaba un
dominio tanto político como religioso12. Esta consolidación, que se dio de
manera homogénea en todos los pueblos de Indios de la Provincia de Tunja13,
si bien no fue de exclusividad jesuita fue un escenario bastante aprovechado
por sus integrantes.

2. El texto de los “Ejercicios Espirituales” es la obra fundamental de la Compañía


de Jesús. La primera impresión del texto se dio en 1548, y constituye junto
con las Constituciones uno de los textos básicos en los que fue definida la
espiritualidad jesuita. El documento fue escrito por el fundador como una
herramienta que sirviera para que en la oración y en el retiro se pudiera
desarrollar en la consciencia un discernimiento adecuado sobre el bien y el
mal. En los Ejercicios Espirituales el practicante, a través del entrenamiento
de la imaginación y los sentidos, podía tener un reconocimiento del mundo,
del cielo, del infierno, así como una capacidad individual para discernir y re-
conocer el bien y el mal, tanto en el espíritu como en lo externo. Realizarlos
implicaba una disposición física y mental particular: se requería de un recinto
sencillo con apenas los elementos mínimos para habitarlo, disponiendo de
una moderación total en lo que refería al comer, al dormir y al hablar, “como
adiciones para mejor hacer los ejercicios y para mejor hallar lo que desea”14.
Para su ejecución siempre era necesaria la guía de un tutor, quien repasaba
y servía de consejero a cada practicante de acuerdo a lo que su experiencia
reflexiva e imaginativa podía invocar.

La importancia a la que aludía San Ignacio de Loyola de concebir al religioso


como "militante" de la Iglesia fue evidente en una espiritualidad que pretendía
producir habilidades y destrezas para vencer el mal por parte del individuo.
Por ejemplo, el pecado no se concebía como algo negativo, sino que se debía
interpretar en su propia singularidad. Inmerso en la racionalidad gestante
del siglo XVI, la intención de los ejercicios iba dirigida a configurar un pen-
samiento crítico de los actos.
56
El Diablo de Tópaga: La espiritualidad jesuita y las imágenes en el siglo XVII - Carlos Rojas Cocoma

segundo(preámbulo): ponderar los pecados, mirando la fealdad y la


malicia que cada pecado mortal cometido tiene en sí, dado que no fuese
vedado15.

Más que un texto escrito para ser “leído”, los Ejercicios Espirituales eran la
definición de una práctica, que tal como lo decía San Ignacio, debía asumirse
como una experiencia total: "Con toto el core, con tota el anima, con tota la
volontad". Como lo describe con precisión la historiadora Perla Chinchilla:
“se trata de ejercicios, no de ideas que, al modo de un guión escenográfico de
teatro, proporcionaban las condiciones para que se estableciera un coloquio
entre el ejercitante y su guía espiritual, y del primero con Dios”16.

Un aspecto importante del texto de San Ignacio y de la espiritualidad jesuita


en general lo constituyó la “compositio loci” o “composición de lugar”, que
consistía en la experiencia a través de la cual a través de los sentidos se
pudiera imaginar de la manera más viva posible el cielo y el infierno, para
que se pudiera establecer una racionalidad desde la cual fuera posible com-
prenderlos. Este ejercicio, propio de un interés barroco por el conocimiento
y exaltación de los sentidos, propendía a crear un método de reconocimiento
del bien y el mal desde la espiritualidad. Escritos a partir de opuestos esque-
máticos entre el cielo y el infierno, los Ejercicios Espirituales buscaban, como
si se tratara de un acto detectivesco, de aprender a reconocer las formas en
las que el demonio influía en las decisiones de la conciencia, pues se trataba
no sólo de descubrir el mal, sino las apariencias del mal detrás de los actos
aparentemente buenos.

La relación entre la Composición de Lugar y la manera cómo fue transmitida


la espiritualidad jesuita en el arte y la arquitectura en América y Europa ha
dado lugar a una bibliografía extensa. Si bien en ocasiones resulta difícil
establecer un lazo directo entre la composición de lugar y los programas
iconográficos, la directa relación entre la espiritualidad jesuita, el fundador
y constructor de la iglesia y ejecutor del programa visual del templo, y el
resultado final de columnas, arco toral y púlpitos tienen una línea directa
que nos permite atrevernos a lanzar una interpretación al respecto. Por
ello, el jesuita doctrinero de Tópaga Francisco Ellauri constituye un puente
para comprender la forma como eran pensados y ejercitados en la Colonia
Neogranadina del siglo XVII.

Como todas las crónicas de las vidas de jesuitas, la de Francisco Ellauri


fue descrita a partir de las anécdotas y situaciones redactadas en crónicas,
Historias y cartas annuas registradas en la época que daban fe de su labor
exitosa en la Compañía, así como del rigor que tenía con su cuerpo. Algunas
de esas anécdotas podrían no ser verídicas, e incluso su carácter descrito en
una forma casi beatificante da lugar a que se pueda tergiversar, en pos del
carácter beatificante de la retórica jesuítica, lo que de él hay registrado. Sin
embargo, de todas estas historias, siempre hay elementos afines, aspectos
57
Universo Barroco Iberoamericano

que si bien no pueden definir como era su "verdadera" personalidad, sí nos


pueden dar cuenta de ciertas prácticas que lo acompañaron.

La labor académica de Francisco Ellauri determinó su desempeño como cura


doctrinero, y de acuerdo a las biografías la excelencia académica permitió a
manera de trofeo su encargo de Tópaga. Cuando había escasez de miembros
en la Compañía, era usual que los estudiantes más notables desempeñaran
labores pedagógicas. Desde Tunja, Ellauri estaría encargado de las cáte-
dras de escolástica y de gramática, los cuales serían de la misma manera
su fortaleza disciplinar, y creemos que influirían en su manera de pensar
el templo visualmente17. Los casi veinte años que duró como doctrinero en
Tópaga, entre 1642 y 1661, sirvieron para ser el posterior rector del Colegio
de la Compañía en Tunja, cargo que dejaría para iniciar el trabajo de misiones
en los Llanos, mientras la doctrina de Tópaga fue entregada al clero para
trasladarse a Pauto, en el actual Casanare18. Moriría en la actividad misio-
nera, a los 63 años de edad, tras vivir cerca de 7 años en la selva. Acorde a
Cassani, su muerte imitaba en grandeza a la del otro gran modelo Jesuita,
Francisco Javier19.

Pero lo que hizo célebre a Ellauri en su tiempo y en años posteriores fue,


aparte de su exitosa labor doctrinera y misionera, un culto dedicado al so-
metimiento del cuerpo y la aceptación cristiana del sufrimiento. Todas las
menciones al padre concluyen en el mismo punto. El Padre Julián de Vergara,
compañero de batalla al final de la vida de Ellauri, al hacer pública la noticia
de la muerte del padre, decía:

El trato con Dios, por medio de la oración, era continuo; su humildad pro-
funda; el aprecio de la más mínima regla de nuestro padre San Ignacio,
fue admirable en el P. Ellauri, de lo cual tengo mucho que confundirme20.

Este "aprecio de la más mínima regla” fue un elemento crucial que obliga-
damente invocaba a los Ejercicios Espirituales, pues la aceptación de éstos
como condicionantes llevaron a una obediencia determinada y extrema. Se
trataba de un hombre obediente hasta el extremo de hacer de la obediencia su
propia agresión. En la necrología escrita por el P. Gaspar Vivas, y que Florez
de Ocariz expone íntegra en sus genealogías, se mencionaba de su “notable
defcuido en el comer, que fe le paffauan dias enteros fin defayunarfe”21.

Del mismo modo que la alimentación, el sueño era otro elemento clave, un
sacrificio en línea directa con su penitencia. Decía Cassani:

en meditaciòn, se puede decir, que gaftaba toda la noche; porque fi a


deshora llamaban a la porteria para afisftencia, o confesion de algun
enfermo, ya fabian los Porteros, que habian de bufcar al Padre Rector en
las tribunas: por efto en fu vida, defde que volviò de topaga, ufò fabanas:
tenia la efcufa que eftaba tan acoftumbrado en los diez y ocho años de
fu Curato, que no dormia ni fe acoftaba22.
58
El Diablo de Tópaga: La espiritualidad jesuita y las imágenes en el siglo XVII - Carlos Rojas Cocoma

Estos elementos de su vida, que por lo demás era considerado como un sujeto
grato no sólo por la gente de la Compañía sino también de la Doctrina, plan-
tean bastantes interrogantes alrededor de la vida de un hombre que no sólo
hizo de Tópaga una doctrina jesuita célebre, sino también de su cuerpo una
extraña personalidad. Ellauri se mantuvo huyendo del individuo; abandonar
su cuerpo no era sólo una metáfora espiritual, implicaba dejarlo a un lado,
arrastrarlo, someterlo a la norma para impedir su rebelión. La mortifica-
ción sobre el cuerpo del doctrinero de Tópaga era exagerada, dispuesta al
dolor, pero aunque el cuerpo era atacado, violentado, nunca estaba siendo
pervertido. Por el contrario, los afectos sobre el cuerpo del padre seguían el
modelo del castigo, el sueño y el ayuno:

fiendo fuavisimo fu trato con otros, era tan rigido configo, que la conti-
nuacion de fus diciplinas en las efpaldas, fue origen de un mal de pecho,
que le mortificò el ultimo tercio de fu vida; y le hubiera acabado antes, fi
la obediencia no hubiera contenido en afecto, para impedir con el freno
de la obediencia, la caufa que defenfrenaba los humores23.

Era en la modelación de los límites de su propio cuerpo donde se indicaba el


camino de su propia santidad. Por ello Ellauri era obediente hasta la agresión,
hasta la muerte: “Para los jesuitas y sus seguidores la imagen de la muerte
es más eficaz antídoto contra la vanidad del mundo; estas meditaciones no se
reducen a meras elucubraciones, sino que van acompañadas de la exposición
de casos históricos, es decir, ejemplos”24.

Hasta el momento que se conozca en la región, los indios nunca accedieron a


los Ejercicios Espirituales; pero esto no excluye que el programa iconográfico
planteado para la iglesia doctrinera careciera de un discurso al respecto,
pues el padre Francisco Ellauri conformó en Tópaga " Congregacion para los
Españoles, donde acudian á sus exercicios espirituales, como en Europa"25.
Por otra parte, si bien a la hora de hablar de iglesia de indios y de programas
iconográficos siempre el carácter aleccionador y pedagógico de la imagen
suele considerarse el punto de partida, ésta no era un libro abierto, y particu-
larmente en la visualidad jesuita a veces la complejidad de la imagen estriba
en sus intrincados y barrocos orígenes y lecturas, más enfocadas en la inte-
lectualidad de la misma comunidad que en la satisfacción y comprensión de
los feligreses. Esta distinción es claramente determinada en la religiosidad
impartida por el jesuita en toda América; como dice Ramón Gutierrez: “es la
evidencia de una política que atendía a dos formas diversas de participación.
Una de ellas homogénea en los pueblos de indios, que muchas veces ha sido
nominada como teocrática, y otra que asegurara la creciente participación
de los estratos populares en la vida urbana.”26.

La empresa cultural que fue desempeñada en el proceso de evangelización 3.


por parte de los jesuitas fue diversa, constante y muy productiva. Siguiendo
las premisas de la "verdad revelada" y de las "virtudes cristianas",27 el legado
59
Universo Barroco Iberoamericano

cultural que dejó la compañía en el Nuevo Reyno de Granada en manus-


critos y obras impresas, edificaciones de escuelas, seminarios e iglesias,
programas iconográficos y musicales, así como registros de sus labores en
misiones y doctrinas evidentes en Cartas Annuas, crónicas e “historias”,
fue notable.

Al igual que la comunidad y el cuerpo, el templo tenía también un modelo, una


manera singular de constituirse y diseñarse, cercana igualmente a la práctica
de los Ejercicios Espirituales28. Desde la iglesia que los jesuitas erigieron en
Roma construida en el siglo XVI por Giacomo Barozzi di Vignola, la relación
entre arte, arquitectura y espiritualidad jesuita, siguió estrictos lineamientos
de edificación y composición. En un comienzo la Iglesia construida en Roma
fue el modelo a seguir por los jesuitas para erigir sus recintos sagrados; es
por ello que las iglesias de Bogotá, Cartagena y Popayán fueron construidas
a semejanza de la italiana29.

El jesuita así como era “celoso” de sus haciendas, también lo era de sus
iglesias y de las imágenes con las que se decoraban. Si bien para la época la
producción de imágenes era un oficio antes que arte, el carácter pedagógico
y evangelizador implicaba un control y cuidado del manejo visual; por eso la
presencia de la espiritualidad ignaciana debía ser explícita en la ornamen-
tación del templo jesuita. Desafortunadamente el estudio del patrimonio
artístico en iglesias doctrineras en Colombia ha sido escaso salvo algunas
excepciones, y se ha hecho más énfasis en las iglesias “urbanas”. Por otra
parte, el énfasis hacia la labor evangelizadora ha simplificado la lectura de la
imagen alrededor de un uso pedagógico y de una enseñanza al indígena. Por
último, la relación entre arte y pensamiento jesuita en iglesias doctrineras,
aspecto tan crucial y especializado en diferentes investigaciones sobre el
mundo americano, está aún inexplorado en el país.

Los recursos económicos para construir los templos de las doctrinas de la


Compañía fueron notablemente inferiores a los utilizados en las ciudades,
y así mismo las dimensiones y decoración eran modestas en comparación
a templos como el de San Ignacio en Santa Fe; sin embargo, los templos
doctrineros y de las misiones siempre gozaron de notable riqueza e inten-
ción artística, pues aunque se trataba de obras menores, un proyecto como
la ampliación de la frontera en el Casanare era una bandera que lideraban
orgullosos los jesuitas, y que se resaltaba en las huellas que iban dejando a su
paso; por ello estas iglesias, en su escala, no dejaban de seguir los propósitos
del Concilio de Trento: imitar en el templo al reino de los cielos30. En esto, el
templo de Tópaga sería un ejemplo claro de cómo la espiritualidad jesuita es
integrada activamente en la imagen. Tal como lo planteó Ramón Gutiérrez:

“A diferencia de las primeras órdenes que evangelizaron en el siglo


XVI, que buscaron modos de comunicación simples que tendieran a
consolidar el mensaje cristiano, los jesuitas introdujeron, siguiendo las

60
El Diablo de Tópaga: La espiritualidad jesuita y las imágenes en el siglo XVII - Carlos Rojas Cocoma

pautas de ritual icónico de los nativos, la devoción por las imágenes y


el imaginario”31.

La iglesia de Tópaga se construyó desde ceros, destruyendo la anterior que 4.


pertenecía al clero y que, según Mercado, era “una casita de paja y toda ella
para dar en tierra”. El templo era austero en su exterior, y se componía de
una sola nave y una torre o campanario pequeño a su costado izquierdo.
Aunque el atrio en la actualidad está modificado, su escalón elevado per-
mite comprender la parte activa que cumplía, junto con las capillas posas,
la celebración eucarística al aire libre, generalmente para la celebración
del Corpus Christi. Si bien se trataba de la iglesia de indios, los españoles
y criollos de la zona, así como los que harían “congregación” para realizar
Ejercicios Espirituales, asistían con mucha frecuencia a la Iglesia jesuita. La
autonomía de Ellauri en la realización de la iglesia de Tópaga puede garantizar
que más allá de las modificaciones que tuvo el templo posterior a 1660, los
aspectos ornamentales asociados a la estructura, concretamente el arco
toral y los púlpitos, han conservado el programa diseñado por él para él. De
su rica ornamentación se pronunciaba en el siglo XVIII Cassani:

El Padre era Maeftro de Obras y propiamente Maeftro, porque los enfe-


ñaba: abrió las zanjas, facó los cimientos, levantó las paredes, todo de
cal y canto, y al fin cubrió la Iglefia con Armadura, y cubierto de texa. La
obra falió bien executada, y en aquellos fitios podemos decir magnifica;
pues ciertamente tiene pocas mejores la Provincia: y despues el Padre
la adornó con retablos, fervicio de plata, ricos ornamentos, y todo lo
neceffario; pero lo principal de la idea confiftió en la fabrica efpiritual,
a que ayudó la material32.

El interés y cuidado de Ellauri en el programa iconográfico de las imáge-


nes se corrobora porque tras su trabajo en Tópaga estuvo encargado de la
ornamentación del altar central de la iglesia de los jesuitas en la ciudad de
Tunja. Uno de los elementos que convierte a Tópaga en un caso excepcional
para la interpretación del arte jesuita en la región, lo constituye su reincor-
poración al clero secular en el siglo XVII, pues los templos de exclusividad
de la Compañía en zonas de fronteras fueron abandonados a partir de la
expulsión de la compañía del territorio español en 1767, como lo serían los
de Pauto y Tame, en el Casanare. Por lo tanto, podemos asegurar que la
relación entre Ellauri y la decoración de las estructuras internas del templo
es la que podemos ver en la actualidad.

El retablo encaja en la sugestiva definición de barroco que sugiere Mabel


Moraña: “El barroco no es una esencia - mucho menos un simple “estilo”
o cultura “de época” - sino una “función operativa que consiste en pliegues
infinitos cuya penetración requeriría un “criptógrafo” especialista - quizá a
la manera de Borges - en enigmas, espejos y laberintos”33.

61
Universo Barroco Iberoamericano

El “Altar de los Espejos”, (Fig.1) ubicado al costado


izquierdo de la iglesia, tiene como rasgo parti-
cular 33 espejos de aproximadamente 50 por 40
centímetros inclinados hacia abajo cerca de 30
grados, que reflejan a todo espectador que mire
hacia el altar. Asimismo, intercalados entre los
espejos se encuentran varias imágenes de santos,
la mayoría de ellos jesuitas - San Francisco Javier,
San Estanislao de Kotska canonizados en 1633
y 1726 respectivamente – que fueron colocados
posteriormente al altar, pues éste fue construi-
do en 1633 como una donación de los caciques
Francisco Tópaga y Antonio Pangutá, y el comen-
dador Sancho Ramírez.34

Sin embargo, a pesar de lo singular de dichos or-


namentos, es en la iconografía del arco toral don-
de hay una representación fiel de la espiritualidad
ignaciana. El arco toral aparece en las iglesias de
la Edad Media como un soporte estructural, pero
también como la división que separaba el pres-
biterio –el lugar del altar principal-, del espacio
dedicado a la presencia de los fieles. En lo que res-
Fig. 1. Altar de los Espejos. pecta a los templos doctrineros neogranadinos, al igual que muchas iglesias
Iglesia de Tópaga, Boyacá. importantes, se sostuvo el uso del arco toral aunque más como elemento
Fotografía: Carlos Rojas ornamental que de soporte arquitectónico. Su importante característica como
Cocoma.
la ruptura entre lo que simbólicamente sería la tierra y el cielo, la barrera
entre los religiosos y el cuerpo máximo de la iglesia, sirvió como telón de
uno de los referentes religiosos más importantes y que también se anuncia
en los Ejercicios Espirituales: la caída de los ángeles.

La narración en su totalidad es bastante compleja, ya que no hay un orden


preestablecido de lectura, a diferencia de los lienzos que en su mayoría pue-
den ser “leídos” de izquierda a derecha y de arriba a abajo. El arco inunda el
espacio de diversos elementos, pues sin saturarlo lo enriquece de pequeñas
y sencillas narraciones que a pesar de no estar compuestas de elementos
atípicos, en su conjunto hacen que la narración sea confusa y difícil de definir;
además, no se sabe el límite de la narración, resulta complicado establecer
qué parte del templo es un elemento que acompaña el tema del arco toral
y cuál es sólo una de las muchas decoraciones con las que se acompaña la
iglesia postridentina, aislada de un hilo conductor, de la retórica a la cual
está invocando la imagen principal.

El arco está enchapado en su totalidad en madera, y recubierto con colores y


lámina de oro. Siendo un elemento que se ve tanto de frente al ingresar a la
iglesia como debajo de éste, la cara frontal y la cara interior tienen respec-
tivamente representaciones diversas y, así como el resto de la iglesia, en lo
62
El Diablo de Tópaga: La espiritualidad jesuita y las imágenes en el siglo XVII - Carlos Rojas Cocoma

que concierne a la ubicación de las imágenes el


retablo es isométrico a derecha e izquierda.

A izquierda y derecha del arco, la imagen de San


Miguel, realizada en altorrelieve, es idéntica.
Arriba de San Miguel se encuentra, también a
lado y lado, una extraña flor con ciertos frutos,
que decora y separa el “relato” del Arcángel con
la imagen “narrada” en la parte superior del frente
del arco. En la escena narrada en la parte de arri-
ba, lo que sería la clave del arco, se encuentran
los dos santos de la Compañía, San Ignacio de
Loyola a lado izquierdo, y San Francisco Javier
al derecho, sosteniendo cada uno con la mano
un rayo de luz de lo que parece ser los destellos
radiantes de Jesús, envuelto en un corazón, con
las inscripciones que distinguen a los jesuitas:
I.H.S (Fig. 2). Jesús es un niño, el cual a su vez
tiene una circunferencia azul, el universo, en sus
manos; lo curioso es la manera cómo lo tiene,
pues como si se tratara de un balón, su cuerpo
rodea el círculo y apoya su codo izquierdo sobre
la rodilla, para recostar su cabeza en su mano y
exponer un rostro sereno y con los ojos cerrados. Fig. 2. Clave del arco Toral,
San Ignacio de Loyola, niño
En la parte de abajo, paralelo a los dragones que vence San Miguel, a lado Dios y San Francisco Javier.
y lado se encuentran dos ángeles bastante singulares, (Fig. 3) sosteniendo Iglesia de Tópaga, Boyacá,
Ca.1660. Fotografía: Carlos
cuernos de la abundancia del tamaño de sus cuerpos y llenos de todos los
Rojas Cocoma.
frutos posibles, mientras dirigen su rostro hacia la puerta y hacen con la
mano que tienen cerca al público la señal de silencio. Sobre ellos aparece la
imagen de lo que parece ser una extraña mezcla de llamas con frutos, que
desembocan en la imagen central superior: el rostro de un demonio con la
boca abierta y emanando fuego, con colmillos y cachos que sobresalen de
la superficie. (Fig.4)

La referencia angélica35 no se concentra en la fijación o características sin-


gulares de determinado ángel, pues el jesuita no lo ve como un emblema
simbólico, o como una figura devocional, sino como el elemento que da el
sentido “estructural” a la Compañía de Jesús. La ornamentación del templo
de Tópaga está remitiendo a un coro de ángeles, pero de ellos sólo San Miguel
tiene un nombre y los elementos que pertenecen a su simbología; el resto
permanecen anónimos, no se conoce su nombre ni sus propiedades pero es
claro que el objetivo no es decir “quién es”, sino “qué hace”. Tampoco son
referencias devocionales, pues ellos no están en posturas arquetípicas o con
elementos a los cuales haya una referencia directa a un símbolo, salvo, como
se ha dicho, San Miguel y los ángeles de las trompetas.

63
Universo Barroco Iberoamericano

Sin embargo ellos están enunciando algo a través


de su código: la simbología de las manos. Como
gesto litúrgico, “las manos son los elementos más
usados”36. Se trataba de un recurso sencillo, tanto,
que ha llegado a darse a malos entendidos por
los pocos que han estudiado la imagen de este
templo37. Los ángeles indican con las manos,
señalan el curso de la narración a la vez que la
delimitan, haciendo señales, de silencio y de indi-
cación, de que algo está sucediendo y para leerlas
con atención, es necesario seguirlas hasta donde
desemboquen.

Los ángeles de los púlpitos señalan hacia arriba,


y son los que se encuentran más adelante de toda
la militatia; ellos están conduciendo la narración
hacia donde se está enunciando algo: los ángeles
sobre ellos, con las trompetas, anuncian con sus
estruendos que algo está sucediendo. Si bien se
trata de los ángeles cuyas más claras referencias
se dan en el Apocalipsis38, no están anunciando
el fin de los tiempos, sino el principio del pecado;
por ello la escena lejos de hablar del final está
Fig. 3. Columna del celebrando el comienzo de una nueva época: los santos San Ignacio de Loyola
arco Toral, Angel de la y San Francisco Javier, canonizados a menos de cuarenta años de emplazada
abundancia. Iglesia de la iglesia.
Tópaga, Boyacá, Ca. 1660.
Fotografía, Carlos Rojas
Cocoma. La figura de Dios está representada en el centro. Centro de todo, del co-
razón, de la inscripción IHS, del sol, de la santidad jesuita y del arco toral.
Aunque la figura del altar principal es la virgen alada inmaculada, ella no
es la que discurre en la narración, pues si bien es la vencedora - al igual
que San Miguel - del demonio, el objetivo del arco es legitimar el poder del
jesuita casi al nivel que tiene el ángel para retar el mal. Cristo tiene una
figura bastante singular, pues se trata de un niño, y las únicas ocasiones en
que se retrata a Dios como niño, en la colonia, es cuando está involucrado
de alguna manera con la inocencia de un santo en su contacto, en relación
con la virgen o cuando se retratan momentos de su infancia. Cristo es niño
en las imágenes de los desposorios místicos, las de algunos Santos como
San Antonio, y en las diversas representaciones de su encuentro con María,
como por ejemplo la imagen de la Sagrada Familia. Este joven Jesús tiene las
cualidades usuales de la representación de Dios reinando en el cielo, como
es el tener en su poder la esfera que significa el universo. Sin embargo él no
la tiene a sus pies, ni tampoco en sus manos; la rodea con su cuerpo, como
si se tratara de un balón, como si jugara con ella, y más curioso aún, en una
posición relajada sus ojos están cerrados.

64
El Diablo de Tópaga: La espiritualidad jesuita y las imágenes en el siglo XVII - Carlos Rojas Cocoma

Fig. 4. Diablo en el techo


interno del arco toral.
Tópaga, Boyacá. Cca. 1660.
Fotografía, Carlos Rojas
Cocoma.

Desde el siglo XII y XIII, parte de la escolástica adoptó la visión aristotélica


del universo, en la cual el mundo y su entorno se veían como varias esferas
estratificadas que, como una muñeca rusa, se cubrían unas con otras gene-
rando ese gran espacio esférico. Así, esta estratificación se compone en su
primera esfera del infierno, la cual estaría recubierta por la tierra, luego la
atmósfera y el cielo de los astros, y posteriormente la esfera de los ángeles.
Sin embargo Dios no estaría en este universo esférico, existiría sobre todo
ello, ya que Él no sería tiempo ni lugar, pero si su ente creador; existiría afuera
de la esfera a la vez que podría mirarla y tomarla completa. “Este Cielo se
identificaba con la deidad misma”39.

Es importante entonces, comprendiendo el papel de la esfera como el uni-


verso celestial, ver la relación que tiene con la imagen de Jesús con los ojos
cerrados. Más aún cuando el diablo, que está representado en el momento
que desciende, a su vez mira hacia el lugar que van a ocupar los fieles en
el templo. (Fig.5)

Ante la ausencia de estudios iconográficos en Tópaga, nunca se ha analizado


sus imágenes más allá de una relación con las fuentes textuales. El hecho
de que no haya ningún estudio sobre la imagen de la iglesia, la cual incluso
se desconoce muchas veces su origen como capilla jesuita, ha dificultado
encontrar sus pliegues, sus secretos detrás de la primera capa, y siendo el
jesuita tanto gestor del barroco como parte integral de dicha corriente, es
mucho lo que se ha quedado en el olvido acerca de la imagen de este diablo.
A la vez que Dios niño está abrazando el universo con su cuerpo y con los
ojos cerrados, del techo del arco sobresale la talla en madera del rostro de
un diablo que con los ojos abiertos dirige su mirada a los fieles de la iglesia.
Este diablo, realizado en alto relieve y con grandes cualidades técnicas como
escultura colonial, concatena gran parte de la narración del retablo del arco 65
Universo Barroco Iberoamericano

toral. Hasta la fecha, la representación que hemos encontrado más seme-


jante y que posiblemente haya sido la referencia utilizada es el grabado de la
página 75 libro de Bovium: “Ignatius : insignium, epigrammatum et elogiorum
centuriis expressus40” (Fig.6). En dicho grabado, el diabro tiene igualmente la
boca y nariz como de un animal carnívoro, las orejas amplias y puntiagudas,
y los cachos acompañado de un posible pelaje a cada costado.
Fig. 5. Diablo en el techo
interno del arco toral.
Tópaga, Boyacá. Cca. 1660.
Fotografía, Carlos Rojas
Cocoma.

La oposición entre Dios y el diablo es el eje central desde el cual fueron


compuestos los Ejercicios Espirituales, y que fue conocido bajo el nombre de
“diametrum”. La estructura binaria de conocimiento del cielo y el infierno,
Fig. 6. Grabado del diablo en
texto: Bovio, Carlo. Ignatius :
estructuradas esquemáticamente, invitaban no obstante a medios de cono-
Insignium, Epigrammatum cimientos diferentes. La lectura del texto de San Ignacio de Loyola a la caída
Et Elogiorum Centuriis del diablo y la lucha con San Miguel, es lo que creemos se convierte el punto
Expressus. Roma, Typis de inspiración para el arco toral.
Ignatij de Lazeris, 1665.
En los Ejercicios Espirituales, el pecado desde el
cual se debe comenzar a abrir la meditación sobre
los pecados propios es la soberbia del demonio ante
Dios.41El diablo jesuítico no opera desde la gran crea-
ción ni desde la acción visible: opera de manera indi-
vidual en la conciencia de cada individuo. Por ello, la
caída del diablo es considerada una derrota parcial,
pues todavía queda el escenario de la conciencia como
lugar en el cual permanece libre y tiene una oportu-
nidad para manifestarse. La representación dinámica
y activa del demonio fue lo que para teóricos como
Bolívar Echevarría constituyó la singularidad de la
espiritualidad jesuita:

66
El Diablo de Tópaga: La espiritualidad jesuita y las imágenes en el siglo XVII - Carlos Rojas Cocoma

“Incursionando en la herejía - cayendo en ella, según sus enemigos,


los dominicos -, la teología jesuita reaviva y moderniza la antigua vena
maniquea que late en el cristianismo. En primer lugar, mira en la crea-
ción del Creador una obra en proceso, un hecho en el acto de hacerse;
proceso o acto que consiste en una lucha inconclusa, que está siempre
en trance de decidirse, entre la luz y las tinieblas, el bien y el mal, Dios
y el diablo.(…) En segundo lugar, en la creación como acto en proceso
de actuarse, distingue un lugar necesario, funcionalmente específico
para el ser humano”42.

Es posible, entendiendo los riesgos de la interpretación iconográfica, reco-


nocer la singularidad del demonio jesuita de los Ejercicios Espirituales en la
dualidad de las imágenes del arco de la iglesia de Tópaga: el universo está a
salvo en las manos de Dios, pero de la conciencia es deber de cada persona
mantenerla libre de la tentación constante, sigilosa y astuta del demonio.
En la teología del jesuita Molina escrita en 1611 y difundida con amplitud
en Hispanoamérica, se planteaba una omnisciencia de Dios que permitía en
el campo de la condición humana un grado de libertad individual43. Para los
jesuitas del siglo XVII el demonio coexistía en la tierra y actuaba sobre la vida,
pues era en ella donde Dios no tenía supremacía: el mal no era una cuestión
geográfica ni cosmológica, sino un problema de conciencia.

La Composición de Lugar además de dar cuenta de un cielo y un infierno,


procuraba hacer un modelo de forma "física" de la figura del miedo. En la
imagen del diablo en el arco toral, los ojos abiertos de su rostro sólo pueden
ser vistos desde ángulos específicos, pues las sombras y la altura del relieve
exigen un esfuerzo para verlo a simple vista. Es una imagen teatral pero muy
sagaz en la que, a la vez que se está haciendo un teatro visual de la lucha de
los ángeles y la supremacía de Dios vencedor, el Diablo es visible, se oculta,
pero no impide ser visto e incluso actuar como observador. En el arco toral se
reproduce de la boca del diablo hacia los costados del retablo los "placeres
aparentes, haciendo imaginar delectaciones y placeres sensuales"44, que
referían los Ejercicios Espirituales, pues el fuego de su boca se difumina en
los frutos que van descendiendo, mezclado entre las granadas, las piñas y
las uvas.

La imagen del diablo en el techo del arco toral, imagen única en América, sólo
puede interpretarse dentro del marco espiritual jesuítico, pues es allí donde
una idea de un demonio activo e individual, opuesto a un diablo escatológico
como el de las órdenes franciscanas o dominicas, tiene lugar. La relación del
demonio con los Ejercicios Espirituales no aguarda a un final de los tiempos,
sino que exige una acción sigilosa en tiempo presente. Es esta amenaza a la
que el retablo ideado por Ellauri encontraba el mayor de los peligros, pues
es esta la forma en que el demonio se resiste a caer. Si bien de acuerdo a los
Ejercicios Espirituales era a través de los sentidos del cuerpo como resul-
taba más fácil reconocer al demonio, el mal espíritu "usa contrario modo,
punzándoles y remordiéndoles las conciencias por el sindérese de la razón."
67
Universo Barroco Iberoamericano

Ese diablo es la experiencia personal del jesuita que se ejercita, y esa mirada
es el ejemplo de su visión sobre el mal en el deseo humano.

Es evidente en la imagen del templo la actividad del individuo en una teo-


logía que exige de él más allá de su fidelidad, pues procura su acción. Sin
embargo, la singularidad de esta imagen es un manejo del miedo, el miedo
que comprende Ellauri y que expone en la imagen, pues antes que centrar
este estudio en los lectores de la misma, personas de quienes no es posible
conocer casi nada, está el productor, su disciplina, su discurso, está su
imagen, representada de la misma manera que podía estarlo su cuerpo.

Conclusión La Compañía de Jesús hizo de la espiritualidad ignaciana el punto de partida


para la construcción de sus iglesias, así como la elaboración de imágenes. En
la iglesia de Tópaga es evidente en la medida en que el símbolo está precedido
de una narración compleja, que da cuenta de una escolástica, así como de un
discurso inmerso en lo que puede ser denominado barroco. Erigida en 1642,
la Imagen del arco Toral da cuenta de un discurso en el que está inmersa la
Compañía de Jesús, así como la manera de modelar los afectos.

Por último, la Compañía de Jesús, haciendo de la espiritualidad ignaciana


el punto de partida para la construcción de sus iglesias y la elaboración de
imágenes, dejó como evidencia en la iglesia de Tópaga su extraña ornamen-
tación. La narración, que alude al tema de la caída de los ángeles, expone
la manera en que la espiritualidad ignaciana invoca el papel de éstos como
modelo de imitación para la Compañía. Asimismo, el juego de miradas entre
el Diablo del techo del arco y los ojos cerrados del niño Dios, dan cuenta
de la propuesta ignaciana sobre el papel activo del individuo en la iglesia,
en la cual la participación del demonio pasa del espacio ultraterrenal para
acomodarse en la vida, pues el diablo se posa sobre la conciencia de cada
individuo. Este diablo no era una idealización del miedo, sino su realización
desde una espiritualidad que creía en la actividad del individuo y el dinamismo
terrenal del demonio.

A. Fuentes primarias Visita de Juan Valcarcel a Tópaga, A.G.N.(Bogotá) Visitas Boyacá, 11, f. 1-341.

Visita del oidor Luis Enrique de Cucunuba a la iglesia de Tópaga. AGN. (Bogotá)
Visitas Cundinamarca, 5, f. 770-983.

Bovio, Carlo. Ignatius : Insignium, Epigrammatum Et Elogiorum Centuriis Expres-


sus. Roma: Typis Ignatij de Lazeris, 1665.

Cassani, Joseph. Historia De La Provincia De La Compañía De Jesús Del Nuevo


Reyno De Granada En La América, Descripción y Relación Exacta De Sus Gloriosas
Missiones En El Reyno, Llanos, Meta y Río Orinoco, Almas y Terreno, Que Han Con-
quistado Sus Missioneros Para Dios, Au. Madrid: Imprenta y librería de Manuel
Fernández, frente de la Cruz de Puerta Cerrada, 1741.
68
El Diablo de Tópaga: La espiritualidad jesuita y las imágenes en el siglo XVII - Carlos Rojas Cocoma

Loyola, Ignacio de. Ejercicios Espirituales. Bilbao: Ed. Mensajero, 1996.

Mercado, Pedro de. Historia De La Provincia Del Nuevo Reino y Quito, Tomo 1.
Bogotá: Empresa Nacional de Publicaciones, [1680]1957.

Borja,Jaime Humberto. “Composición De Lugar, Pintura y Vidas Ejemplaes: El B. Fuentes secundarias


Impacto De Una Tradición Jesuita En El Reino De La Nueva Granada.” Repen-
sando El Pasado, Recuperando El Futuro: Nuevos Aportes Interdisciplinarios Para
El Estudio De La América Colonial. Ed. Veronica Salles-Reese. Bogotá: Pontificia
Universidad Javeriana, CEJA, 2005. 374.

Chinchilla Fawling, Perla. De La Compositio Loci a La República De Las Letras


Predicación Jesuita En El Siglo XVII Novohispano. México: Universidad Iberoame-
ricana/El Mundo sobre el papel, 2004.

De Certeau, Michel. La Fábula Mística. México: Universidad Iberoamericana,


1985.

Echeverría, Bolívar. La modernidad de lo barroco. México, Era, 2002.

Fajardo, José Del Rey. Documentos Jesuiticos Relativos a La Historia De La Compa-


ñía De Jesús En Venezuela, Tomo II. Caracas: Academia Nacional de la Historia,
1974.

---. Documentos Jesuiticos Relativos a La Historia De La Compañía De Jesús En


Venezuela, Tomo III. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1974. Impreso.

Gamboa Hinestrosa, Pablo. La Pintura Apócrifa En El Arte Colonial, Los Doce Ar-
cángeles De Sopó. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1996.

Gil Tovar, Francisco. “El Barroco En Nueva Granada.” Historia Del Arte Colombia-
no. Bogotá: Salvat, 1984.

Gutiérrez, Ramón. “El Arte y La Arquitectura De Iberoamérica.” San Ignacio y El


Arte De Los Jesuitas. Ed. Giovanni Sale. Bilbao: Ed. Mensajero, 2004.

Herrera Ángel, Marta. Ordenar Para Controlar: Ordenamiento Espacial y Político


En Las Llanuras Del Caribe y En Los Andes Centrales Neogranadinos, Siglo XVIII.
Bogotá: Academia Colombiana de Historia, 2002.

Jerez, Hipólito. Los Jesuitas En Casanare. Bogotá: Ministerio de Educación Na-


cional, 1952.

Lang, Bernhard. Historia Del Cielo. Madrid: Taurus, 2001.

Londoño, Santiago. “El Templo Doctrinero De Tópaga.” Boletín Cultural y Biblio-


gráfico 27 (1991).

Loyola, Ignacio de. Ejercicios Espirituales. Bilbao: Ed. Mensajero, 1996.

Mercado, Pedro de. Historia De La Provincia Del Nuevo Reino y Quito, Tomo 1.
Bogotá: Empresa Nacional de Publicaciones, 1957.

Mujica Pinilla, Ramón. Ángeles Apócrifos En El Perú Virreinal. Lima: Fondo de


Cultura Económica, 1992. 69
Universo Barroco Iberoamericano

Pacheco, Juan Manuel. Los Jesuitas En Colombia Tomo 2. Bogotá: San Juan Eudes,
1959.

Perdomo Escobar, José Ignacio. “Cultivo De La Música y Las Artesanías En Las


Misiones y Reducciones De Los Jesuitas En La Colonia.” Revista javeriana 419.84
(1975): 384.

Rentería, Patricia. Arquitectura En La Iglesia De San Ignacio De Bogotá: Modelos,


Influjos, Artífices. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, CEJA, 2001.

Sebastián, Santiago. Mensaje Simbólico Del Arte Medieval: Arquitectura, Liturgia e


Iconografia. Madrid: Mensajero, 1994.

Varios. Barrocos y Modernos. Ed. Petra Schumm. Frankfurt: Ed. Veruert, 1998.

Notas 1.  Chinchilla Fawling, Perla. De La Compositio Loci a La República De Las Letras
Predicación Jesuita En El Siglo XVII Novohispano. México, Universidad Ibe-
roamericana/El Mundo sobre el papel, 2004. p. 132

2.  Londoño, Santiago. 1991. “El Templo Doctrinero de Tópaga.” Boletín Cultural
Y Bibliográfico, 27, 1991.

3.  Pacheco, Juan Manuel. Los Jesuitas En Colombia. Tomo 2. Bogotá, San Juan
Eudes, 1959. pp. 344 – 345

4.  Sobre el número de la población, si bien el dato es incierto, el más acertado


sería la visita de JuanValcarcel: “Tasa de Topaga: en el pueblo de topaga a treze
de abril de mmill seiscientos y treinta y seis años el señor li (cencia)do don juan
de valcarcel (…)aviendo visto la visita decripcion de los yndios del repartimento
de topaga y parcialidades de chipata gotamo y satoba de la encomienda de don
pedro bravo becerra donde agora sean hallado ciento treinta y siete indios utiles
tributarios” A.G.N.(Bogotá) Visitas Boyacá, 11, f. 1-341.

5.  usualmente se denominó pueblo a los pueblos de indios, cuyo poblado o


asentamiento nucleado (construido alrededor de la iglesia) y su resguardo sólo
debía ser ocupado por las comunidades indígenas y, en consecuencia, los esti-
pendios del cura, así como la construcción de la iglesia y los gastos de su man-
tenimiento, debían ser asumidas por el encomendero o por la corona. Herrera
Ángel, Marta. Ordenar Para Controlar: Ordenamiento Espacial y Político En Las
Llanuras Del Caribe y En Los Andes Centrales Neogranadinos, Siglo XVIII. Bogotá,
Academia Colombiana de Historia, 2002. pp. 85- 86

6.  Mercado, Pedro de. Historia De La Provincia Del Nuevo Reino y Quito, Tomo 1.
Bogotá, Empresa Nacional de Publicaciones, 1957. p. 414 El texto no tiene fecha
precisa de publicación, pero se asume que debió estar impreso cerca a la fecha
de 1685.

70
El Diablo de Tópaga: La espiritualidad jesuita y las imágenes en el siglo XVII - Carlos Rojas Cocoma

7.  Perdomo Escobar, José Ignacio. “Cultivo De La Música y Las Artesanías En


Las Misiones y Reducciones De Los Jesuitas En La Colonia.” Revista javeriana
419.84 (1975) 384

8.  Mercado, Pedro de. Historia de la provincia…, op.cit., p.404.

9.  Mercado, Pedro de. Historia de la provincia… p. 407.

10.  La manera como son pensados los lugares es siempre en términos mani-
queos. Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, práctica espiritual
pilar de la Compañía de Jesús, están compuestos a manera de opuestos, y así es
como es visto el entorno social por parte de cada jesuita: en términos de bien y
mal, de vicio y de virtud. “ Para mejor conocer las faltas de los pecados mortales,
mírense sus contrarios; y así, para mejor evitarlos, proponga y procure la per-
sona con santos ejercicios adquirir y tener las siete virtudes a ellos contrarias”.
Loyola, Ignacio de. Ejercicios Espirituales. Bilbao, Ed. Mensajero, 1996. p. 102.

11.  Fajardo, José Del Rey. Documentos Jesuiticos Relativos a La Historia De La


Compañía De Jesús En Venezuela, Tomo II. Caracas, Academia Nacional de la His-
toria, 1974. p.169
12.  Marta Herrera Ángel. Ordenar para controlar… op.cit., p. 187.

13.  Fajardo, José Del Rey. Documentos Jesuiticos… op.cit., p. 340.

14.  Loyola, Ignacio de. Ejercicios Espirituales… op.cit., p. 43.

15.  Loyola, Ignacio de. Ejercicios Espirituales… op.cit., p. 38.

16.  Chinchilla Fawling, Perla. De La Compositio Loci…op.cit.,p. 133.

17.  Pachecho, Juan Manuel. Los jesuitas en Colombia.Tomo 2. Bogotá, Ed., San
Juan Eudes, p. 162.

18.  En documento se refiere a que “permutaron por la doctrina de Pauto, que es


moderada, la de Topaga que era de las mejores que tenian” Santa fe, 28 de mar-
zo de 1661, AGI, Santafé, 114, en Fajardo, José del Rey, Documentos jesuíticos…
op.cit., tomo 2, p. 159.

19.  Cassani, Joseph. Historia de La Provincia de La Compañía de Jesús Del Nuevo


Reyno de Granada En La América, Descripción Y Relación Exacta de Sus Gloriosas
Missiones En El Reyno, Llanos, Meta Y Río Orinoco, Almas Y Terreno, Que Han
Conquistado Sus Missioneros Para Dios. Madrid Imprenta y librería de Manuel
Fernández, frente de la Cruz de Puerta Cerrada. 1741, p. 531.

20.  En Pacheco, Juan Manuel. Los jesuitas en Colombia, op.cit., T.II, p. 385.

71
Universo Barroco Iberoamericano

21.  Flores de Ocariz, Juan [1674]. Genealogías en el Nuevo Reyno de Granada.


Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1990. p. 224-225.

22.  Cassani, Joseph. Historia de la Provincia… op.cit., p. 528.

23.  Cassani, Joseph. Historia de la Provincia… op.cit., p. 528.

24.  Chinchilla, De la compositio… op.cit., p. 94.

25.  Cassani, Joseph. Historia de la Provincia… op.cit., p. 526.

26.  Gutiérrez, Ramón. “El Arte y La Arquitectura De Iberoamérica.” San Ignacio


y El Arte De Los Jesuitas. Bilbao, Ed. Giovanni Sale, Ed. Mensajero, 2004. pp. 242.

27.  “Es importante destacar que, bajo estos presupuestos, la virtud y la sabi-
duría del emisor fueron la condición de posibilidad de la comunicación retórica
propia de esta época.” Chinchilla Fawling, Perla. De La Compositio Loci…, op.cit.,
p. 22.

28.  “Aunque (la composición de lugar) inicialmente se trataba de un ejercicio de


meditación, pronto encontró un espacio de aplicación mucho más complejo den-
tro de la nueva política de la imagen visual y narrativa postridentina, al punto
que se convirtió en una "técnica de representación" esencial para la comprensión
del mismo barroco.”en Borja, Jaime Humberto. “Composición De Lugar, Pintura
y Vidas Ejemplares: El Impacto De Una Tradición Jesuita En El Reino De La Nue-
va Granada.” En Repensando El Pasado, Recuperando El Futuro: Nuevos Aportes
Interdisciplinarios Para El Estudio De La América Colonial. Bogotá, Pontificia Uni-
versidad Javeriana, CEJA, 2005. p. 374.

29.  Gil Tovar, Francisco. “El Barroco En Nueva Granada”. En Historia Del Arte
Colombiano. Bogotá, Salvat, 1984., tomo 4. p. 958. Sin embargo, ante la tesis del
autor, Patricia Rentería Salazar propuso como modelo de inspiración la Basílica
de San Lorenzo de El Escorial, más que la iglesia de Vignola en Roma. Ver: Ren-
tería, Patricia. Arquitectura en la Iglesia de San Ignacio de Bogotá: modelos, influ-
jos, artífices. Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana- CEJA, 2001, pp. 110-115.

30.  Lang, Bernhard. Historia Del Cielo. Madrid: Taurus, 2001, p. 305.

31.  Gutiérrez, Ramón. “El Arte y La Arquitectura De Iberoamérica…”, op.cit.,


p. 264.

32.  Cassani, Joseph. Historia de la Provincia… op.cit., p. 525.

33.  Mabel Moraña “Mímica, carnaval, travestismo: Máscaras del sujeto en la


obra de Sor Juana.” En Schumm, Petra, ed. Barrocos y Modernos. Frankfurt, Ed.
Vervuert, 1998, p. 91.

72
El Diablo de Tópaga: La espiritualidad jesuita y las imágenes en el siglo XVII - Carlos Rojas Cocoma

34.  En las actas de la visita del oidor Luis Enrique de Cucunuba y los contratos
que celebra para edificación de la iglesia de Tópaga, describen con detalle las
normas para la edificación del templo. Ver AGN. (Bogotá) Visitas Cundinamarca,
5, f. 770-983.

35.  La relación entre jesuitas y el culto angélico fue bastante estrecha en la His-
toria de la Compañía en América. Mujica Pinilla, Ramón. Ángeles apócrifos en el
Perú Virreinal. Lima: Fondo de Cultura Económica, 1992, p.174.

36.  Sebastián, Santiago. Mensaje simbólico del arte medieval: arquitectura, litur-
gia e iconografía. Madrid: Mensajero, 1994, p. 89.

37.  "Pero Ellauri, además de sentir el arte bello, poseía esa ciencia educativa
adaptada a la psicología de los niños. a ambos lados del presbiterio se ven dos
ángeles de bulto que, con el dedo en los labios, indican la ley del silencio en la
Casa de Dios. Sobre el arco central, un diablo-dragón, ricamente dorado, y arriba
un San Miguel con su espada flamígera, enseñaban a los muchachos topagen-
ses los distintos caminos del pecado y la virtud, del cielo o del infierno." Jerez,
Hipólito. Los Jesuitas En Casanare. Bogotá, Ministerio de Educación Nacional,
1952, p. 84.

38.  Gamboa Hinestrosa, Pablo. La pintura apócrifa en el arte colonial, los doce
arcángeles De Sopó. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1996, p.33.

39.  Lang, Bernhard. Historia Del Cielo…, op.cit., p. 194.

40.  Bovio, Carlo. Ignatius : Insignium, Epigrammatum Et Elogiorum Centuriis Ex-


pressus. Roma, Typis Ignatij de Lazeris, 1665, p. 190.

41.  Loyola, Ignacio de. Ejercicios Espirituales…, op.cit., p. 31-32.

42.  Echeverría, Bolívar. La modernidad de lo barroco. México, Era,2002, p. 54.

43.  Echeverría, Bolívar. La modernidad…, op.cit., p. 63.

44.  Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales…, op.cit., p.181.

73
Universo Barroco Iberoamericano

El retrato en Santafé, Nuevo Reino de Granada*

María Constanza Villalobos Acosta


Universidad de los Andes - [email protected]

Resumen El artículo presenta una breve exposición acerca de varios tipos de retratos
realizados en Santafé. Enmarcados dentro de las categorías de memoria, la
teoría renacentista y la pictórica española escrita por Francisco Pacheco,
tomando como fuentes pinturas y documentos de archivo como testamentos
se identifican retratos relacionados con la memoria afectiva y la histórica.
De otro lado, también se abordan aquellos retratos encargados para fundar
memorias personales y de grupo en donde se retrataron tanto criollos como
indígenas en aras de la salvación del alma dentro del fuerte contexto religioso
en el que se vivía en Santafé durante los siglos coloniales.
Palabras clave: retrato, pintura, memoria, muerte, indígenas, Nueva Granada.

Abstract The article presents a brief exposition about several types of portraits made
in Santafé. They are classified within the categories of memory, renaissance
theory and Spanish pictorial theory written by Francisco Pacheco, using as a
sources pictures and documents as testaments. The portraits were identify-
ing having a connection with a affective and historical memory. On the other
hand, portraits commissioned to found personal and group memories are
also introduced, in which, both, creoles and indigenous people were portrayed
with the view of saving souls inside the strong religious context of Santafé
people during colonial times.
Keywords: Portraits, picture, memory, death, indigenous, Nueva Granada.

Memoria y retrato La capacidad que tiene el retrato de evocar la presencia de una persona “es
lo que constituye su fascinación principal y la que “lo sitúa en una relación
originaria e imprescindible con la memoria”1. Como tal, esta a su vez tiene
un carácter social ya que el recuerdo “existe en relación con un conjunto de
nociones que nos dominan más que otras, con personas, grupos, lugares,
fechas, palabras y formas de lenguaje, incluso con razonamientos e ideas,
es decir, con la vida material y moral de las sociedades de las que hemos
formado parte"2.

74
El retrato en Santafé, Nuevo Reino de Granada - María Constanza Villalobos Acosta

En el Nuevo Reino de Granada encontramos que tanto españoles como indí-


genas se mandaron retratar en las pinturas. Acompañados de inscripciones
en cartelas que equivalía a un sepan todos o anuncio al público, en las que
se especificaba concretamente a nombre de quién se hacía la devoción, una
especie de pregón visual que apoyado por la mirada del devoto retratado di-
rigida a quien observara la pintura, no dejaría que se olvidaran las oraciones
por su alma porque estas pinturas hacían parte de un contrato establecido
entre el retratado y la Iglesia a través de la fundación de capellanías, donde
la pintura era un bien que se entregaba a cambio de convertir su valor en
limosnas que se traducirían en oraciones por su alma y las del purgatorio.

En la teoría renacentista del arte, L.B. Alberti afirmaba que la pintura hacía
presente los ausentes y que por medio de la pintura pervivían los rostros de
los difuntos:

Este arte tiene en sí una fuerza tan divina que no sólo hace lo que la
amistad, la cual nos representa al vivo las personas que están distan-
tes, sino que nos pone delante de los ojos aun aquellos que ha mucho
tiempo que murieron, causando su vista tanta complacencia al pintor,
como maravilla a quien lo mira3.

Mientras que Alberti desde la perspectiva de la pintura renacentista aludió a la


representación al vivo las personas, desde la española del siglo XVII, Francisco
Pacheco considerando el retrato como “ingeniosa invención” planteó que la
primera obligación del retrato era que fuera “muy parecido al original; y este
es el fin principal para el que se hace, y con que queda satisfecho el dueño; la
segunda […] es que esté bien dibujado con buena manera de colorido, fuerza
y relievo”4. Así, aunque no se pudieran cumplir las dos obligaciones, el fin del
retrato era que –anotaba- “se cumpla con lo parecido”, y lo definía afirmando
“que es una materia, en quien se pasó la figura del original” 5 frase después
de la que pasó a describir la técnica para realizar un retrato.

75
Universo Barroco Iberoamericano

Antes de entrar a definir el retrato F. Pacheco comentaba que la realización de


retratos generaba debate porque se calificaba como imitación del natural en
contraste con la consideración de la pintura como “invención, caudal y gran-
deza de sus historias”. La reflexión que hacía Pacheco reflejaba la tradición
retratista flamenca que en la segunda mitad del siglo XVI reinaba en España,
donde el retrato tenía como características la “aguda y precisa observación de
los detalles, y su énfasis en la objetividad”6 por lo que quienes se dedicaban
al retrato o hicieran algunos, eran considerados copistas e imitadores del
aspecto externo. En la tradición italiana7 el retrato se colocaba por encima
de la copia a través de su realización como una visión ideal del modelo, teoría
trabajada por Francisco de Holanda (1548)8; en la flamenca, era una conme-
moración de la persona que rendía tributo a su devoción personal, subrayaba
su importancia y proporcionaba “un recuerdo de su aspecto físico”9.

En Santafé también el retrato independiente estaba presente en la cultura vi-


sual relacionado con la memoria en diferentes tipologías. Unos representaban
al grado cero del retrato, aquel que servía para “representar la apariencia del
retratado” cuya primera e inmediata función está ligada a la esfera privada
del sentimiento y de las relaciones personales y servía al mantenimiento de
la memoria afectiva y familiar que como vimos se encontraban en las casas
en Santafé: “seis retratos de padres y abuelos”10 en la casa de Juan Flórez
de Ocáriz, español, que había llegado a Santafé en 1628.

Fig. 1. Domingo de
Vasconcelos. Indio Armiño.
Como memoria afectiva también se representó en retratos como el del amigo
Ó/t s.d. Iglesia de San de Juan Cotrina, el padre Bartolomé Pérez, que dejó especificado en su testa-
Ignacio. Archivo Arca Jaime mento cuál sería la función de este, estimarlo como retrato de un apostólico:
Borja. “Quiero que se le dé al pe Fernando Arias de la compañía de JHS un retrato del
pe Be Pérez mi querido amigo [f. 135v] que yo hice sacar del
original para que lo estime como retrato de un apostólico y
lo tenga en su celda”11. Además, Cotrina tenía un retratillo
de María Arias de Ugarte12, que gracias a la donación en
dinero que había realizado, Cotrina había podido construir
la iglesia de Nuestra Señora de las Aguas, pintura que
luego legó a la abadesa de las clarisas: “Quiero que a la
Sa abadesa de Sta Clara, M de San Jerónimo, se le dé un
retrato de Sa doña M Arias que tengo en mi oratorio”13.

Como memoria histórica encontramos la serie de retratos


de reyes, a la que también pertenecerían los retratos de
fundadores de órdenes religiosas y personajes de la reli-
gión cristiana, series que estaban presentes en las iglesias
como por ejemplo las de retratos de los arzobispos de
la Nueva Granada que se encuentran en la sacristía de
la Catedral de Bogotá o la de los retratos de presbíteros
de la Iglesia de las Nieves. El retrato independiente tam-
bién sirvió de exempla como en el caso del indígena que
la Compañía de Jesús mandó retratar como ejemplo de
76
El retrato en Santafé, Nuevo Reino de Granada - María Constanza Villalobos Acosta

castidad (Fig.1) y de conmemoración de acontecimientos especiales como


la entrada a un convento en la ciudad, el caso de Antonia Pastrana (Fig. 2).

Fig. 2. Anónimo. Retrato de


Antonia Pastrana y Cabrera.
Ó/t 108 x 82 cm. Museo Santa
Clara.

El tema a tratar aquí es la forma en que entre pintores y seglares solucionaron In Memoria mea… vida
la representación de un individuo en el contexto de la creencia en el purga- y muerte en una imagen
torio. Una creencia que había traído la modificación “espacio-temporal de lo
imaginario cristiano, y por tanto la articulación entre el tiempo terreno, histó-
rico, y el escatológico, entre el tiempo de la existencia y el de la espera…”14.

Se trata en primer caso del retrato como representación del individuo que
los pintores incluyeron en la parte inferior del lienzo, retratos de busto en
posición frontal en su mayoría, que dirigen la mirada hacia el espectador, a
las que tradicionalmente se les ha clasificado dentro de la categoría general
de pintura con donantes que en la actualidad se les conoce bajo los títulos de
la escena religiosa o santo que representan. Estas pinturas se han asociado
con la posición social, poder y dinero en el sentido en que el encargo de una
pintura representaba una cantidad que no todo el mundo podía pagar.

La primera solución pictórica la encontramos en la fabricación del retrato


que se relaciona con la muerte, la institución de una memoria, para la que
la persona había posado frente al pintor pensando en la pervivencia de su
imagen después de su muerte entre su grupo social, como “medio del cuerpo
que aparece en lugar del cuerpo, extendiendo su presencia temporal y espa-
cialmente”15. Representaciones con las que se constituía la memoria tanto
de un grupo como la individual. Aquí en virtud del análisis, la figura bajo el
término de donante se utiliza sólo para ubicarlo desde lo que la historia del
77
Universo Barroco Iberoamericano

arte lo ha denominado, interesa en virtud del análisis, las razones por las
cuales se hacía un retrato16 que era lo que representaba. Se ha afirmado
que no interesaba tanto el parecido con el que “donaba” la pintura, en rea-
lidad desde el análisis que realizamos, la figura de quien pagaba la imagen
debería ser su retrato, aquel que recordase el compromiso contractual -no
un regalo- para que se celebraran misas por su alma por lo que debería ser
reconocida su figura.

Hans Belting, a partir de la pregunta por la importancia de la experiencia de


la muerte en el resurgimiento de las imágenes, ha señalado que la creación
de estas en respuesta al enigma de la muerte se constituyó en una “transfor-
mación ontológica” . La imagen tenía el poder de presentación en el nombre
y lugar del difunto. Función que en algunas pinturas era aún más evidente
cuando el retrato se incluía en imágenes en las que se representaban pre-
cisamente el más allá, donde se ubicaba el retrato entre los purgantes; o
también a los pies de un santo para que intercediese por el alma del retratado.

Allí podemos ubicar la celebración del recuerdo en la imagen conmemo-


rativa que es el retrato del devoto en las pinturas de tema religioso que
tratamos aquí, donde a través del intercambio del cuerpo perdido por una
imagen, el retrato del difunto, se continuaba permaneciendo entre los vivos17.
Representación de un cuerpo a través de la cual pedían la intercesión por
su alma; solicitud y solución pictórica que ha quedado oculta por el acto
contemporáneo que impone una mirada “museal” desde la historia del arte
a este tipo de pinturas, que las explica desde su clasificación dentro del
género de pinturas con donantes. Como señala H. Belting, lo sucedido es un
desplazamiento del sentido original de los retratos18.

En las pinturas en las que aparece el devoto que instituía su memoria, su


retrato respecto de la narración de la imagen se relacionaba de dos formas.
Una de manera independiente, fuera del tiempo narrativo de esta, en las que
se observa al retratado de medio cuerpo en la parte inferior de la pintura
solo o acompañado, realizando el gesto corporal del ruego, las dos manos
unidas al frente, en una escala de tamaño menor que la de la escena de la
pintura, gesto que denotaba la salvación del alma.

Estos retratos que representan a alguien que vivió como se le ve en la pintura


eran imágenes para el recuerdo. Allí los devotos posaron con los mejores
vestidos y en el caso de las mujeres con las mejores joyas, objetos de distin-
ción, que también podían ser los hábitos de las órdenes militares a las que
pertenecían quienes se retrataron, porque también eran representaciones
de su estatus social. La otra forma de representarse era haciendo parte de
la escena, lo que implicaba el cambio en la escala del retrato porque se hacía
del mismo tamaño de los personajes.

El rostro frontal del devoto, especie de máscara por copia en pintura que
miraba afuera del cuadro era un medio que exigía participación del espec-
78
El retrato en Santafé, Nuevo Reino de Granada - María Constanza Villalobos Acosta

tador19. La mirada dirigida del retrato del devoto hacia la del espectador,
suplantación, que no refutaba la representación de un cuerpo que dejaría
de ser, se constituía en una “duplicación fisonómica en imagen”20 a la que
se le cedía el poder de presentarse en el nombre y lugar del devoto en vida y
cuando muriera. El intercambio de miradas sellaba el poder de presentación
del retrato, que a través de la comunicación establecida con la mirada, el
espectador de la imagen recibía el mensaje de hacer oraciones por quien
aparecía retratado en la pintura.

Las iglesias construidas durante los siglos XVII y XVIII en el Nuevo Reino de
Granada desde el contexto de las prácticas que analizamos, se constituyeron
en un lugar de memoria21 “lugar en donde se cristaliza y refugia la memoria
colectiva”22. Concretamente de la memoria personal, un lugar en donde se
estableció un nexo entre los sujetos y la memoria23. La expresión de lugar
de memoria también tiene su referente al arte de la memoria que define los
locus en donde so colocan las imágenes que se quieren recordar. La iglesia
se comprende como una unidad significativa de orden tanto material, como
idea, de la cual los habitantes de Santafé hicieron un elemento simbólico,
allí actuaba su memoria. Entendida la memoria como “el grupo visto desde
dentro, durante un período que no sobrepasa la vida media de un ser hu-
mano24, en donde se recordaba a quienes pertenecían a su familia y amigos
cercanos a quienes vería retratados y serían reconocidos, tal vez por esta
razón en algunas pinturas no se colocaba el nombre de quien estaba retra-
tado porque eran personas que hacían parte de la vida de quienes veían su
retrato. Allí instituía el devoto su memoria particular y la de su familia, para Fig. 3. Juan Pérez Mexía.
lo que encargaba al pintor su retrato de las representaciones de sus santos San Francisco Javier. 1706.
intercesores y abogados de la corte celestial. Ó/t 135 m x 90 cm. Museo
Colonial.

En el contexto de la época en el que la Nueva Granada era un


reino español, lo que se plantea aquí es que estas pinturas se
constituyen en una de las formas en que se fundaba la memo-
ria de quien se mandaba retratar junto a la imagen por la que
sentía especial devoción y a quien se había encomendado para
que fuese su abogado e intercesor para el momento de su juicio.
La pintura había sido encargada con la inclusión del retrato de
quien la entregaba a la iglesia como una especie de documento
que certificaba el pago de misas que se deberían realizar por el
alma del retratado. El valor de la pintura residía en la cantidad de
dinero que significaba pagar estos sufragios por su alma (Fig. 3).

El fin primero era fundar su memoria en función de la salvación


de su alma, concomitante a esta, era una manera de recordar
el pago que quien estaba retratado había hecho por misas para
agilizar su paso por el purgatorio y cuyos restos se encontra-
ban próximos al lugar de la pintura, que en ocasiones estaba
asociada a un altar; hecho que se comunicaba en ocasiones a
través de la cartela en la que se colocaba el nombre de quien
79
Universo Barroco Iberoamericano

había mandado a hacer la pintura. El lugar en la iglesia que había escogido


y pagado el difunto para ser sepultado estaba estipulado en las cláusulas de
su testamento. Una memoria por la que se pagaba con la pintura y que por
este hecho en ocasiones se hacía visible como recordatorio a través de la
inscripción de la cartela. Un recordatorio para el párroco que estaba obligado
a decir las misas por quien aparecía en la pintura y de oraciones de conocidos
que asistían a la iglesia.

La inscripción de la cartela especificaba que había sido realizada “a devo-


ción de...”, aquí es necesario puntualizar el significado o sentido que tenía
en la época la palabra devoto porque este define en gran medida el tipo
de representación. Derivada del latin Devotus, consagrado, dedicado, una
de las acepciones de la palabra según el Diccionario de Autoridades era:
“Vale también inclinado, aficionado, y como dedicado a procurar y solicitar
el bien de alguno”25. Lo que puntualmente dentro del contexto de la época
era que quien encargaba la pintura de la advocación de la Virgen o santos y
santas con su retrato o nombre en una inscripción dentro de la pintura, lo
hacía para procurar y solicitar la intercesión por su
alma por medio de oraciones. Un ejemplo de esta
práctica se encuentra en la pintura “El Juicio final”
pintada por Juan Pérez Mexia en 1684, donde apa-
recen los retratos de quienes pagaron la pintura,
el fraile y el indígena y debajo de ellos la cartela
anunciando que el cuadro se había hecho a devo-
ción de ellos (Fig. 4). Allí aparecen representados
el fraile Agustín Suárez y el indígena D. Pascual,
mayordomo26 de una cofradía de las ánimas. Se les
ve en la esquina inferior del cuadro con las manos
unidas al frente, los retratos de medio cuerpo del
religioso con tonsura clerical y el torso desnudo,
y el indígena en la misma presentación con una
cartela debajo que anuncia cómo “ysose este cuadro
el año de 1684 siendo cura El R.P.Fr. Agustín Suares y
Mayordomo D. Pascual y Pintólo Ioan Pérez Mexía”.
Según lo anterior, no sólo se pintaba el retrato del
devoto, también la inscripción de su nombre, medio
mnemotécnico fundamental que establecía la con-
cordancia entre el individuo y su marco colectivo
dentro de la iglesia, marco social espacial27 que
permitía articular y ordenar la rememoración.

Fig. 4. Juan Pérez Mexía. El Este tipo de pinturas presentan tres modalidades de acuerdo con la institución
Juicio Final. 1684 Ó/t 1.73 x de la memoria de quien las donaba. Las pinturas hacían referencia entonces
128 m. Museo Banco de la
República.
a devociones particulares a santos o advocaciones de la Virgen escogidas par-
ticularmente como abogados e intercesores entre la gran cantidad de santos
a los que se les tenía devoción en Santafé -como se ve en otro capítulo- y que
además servirían de adorno para la iglesia. No siempre se retrataba quien
80
El retrato en Santafé, Nuevo Reino de Granada - María Constanza Villalobos Acosta

mandaba a fabricar una pintura para fundar su memoria cuando hiciera su


paso al más allá; como se mencionó, esta fundación de memoria se hacía
también a través de la institución de capellanías y patronatos en las disposi-
ciones testamentarias entregando por ejemplo bienes inmuebles como casas
los cuales serían traducidos en dinero que pagarían las misas por el difunto.

Presentamos el caso de Ana Coro indígena yanacona quien hizo un codicilo


para ampliar, añadir y reformar algunas de las cláusulas de su testamento
en 163328, dictado 3 años antes, el 29 de abril de 163029. Allí había declarado
que era india ladina criolla de Santafé, que pertenecía al feligresado de la
parroquia de Santa Bárbara, y que allí quería ser enterrada “junto a la peña
del altar de Nuestra Señora del Socorro”.

En estos codicilos queda expuesta de manera más clara el deseo y voluntad


de quien ya tenía realizado su testamento y que se veía obligado a modificar
una o varias cláusulas de su testamento por diferentes circunstancias. En el
codicilo de Ana Coro se entiende claramente, casi se escucha de viva voz su
sentir respecto a la modificación de una cláusula tan importante como la de
fijar el sitio de su sepultura en la iglesia de Santa Bárbara, lo que muestra
su adhesión a la religión católica, y su deseo de fundar memoria para la
intercesión de su alma.

En la primera cláusula del codicilo que añade Ana Coro, cuenta detallada-
mente el autor, los costos y el lugar donde se encontraba una pintura en la
iglesia de Santa Bárbara. Se trataba del lienzo de Nuestra Señora del Socorro
mandado a hacer por su devoción al pintor Gaspar de Figueroa30, colocada en
un altar que el cura de la iglesia había mandado hacer para fomentar su de-
voción. Aún no había estipulado su equivalencia en limosna, lo que se debería
hacer cuando ella muriera y mandaba que debería ser pagada de sus bienes:

Iten que la susodicha hizo por su devoción un lienzo de Nuestra Señora


del Socorro, a su costa, que sola la pintura le costó cuarenta patacones,
que los pagó a Gaspar de Figueroa y la guarnición trece patacones, y de
oro y dorarla otros trece, que son sesenta y seis patacones, y el lienzo
está en el altar de la iglesia de Señora Santa bárbara, pegado al arco toral
al lado de la epístola y el doctor Bernardino del Castillo, arcediano cura
de la dicha iglesia, dio el altar para que pusiese en él la dicha imagen,
sin llevarle cosa alguna por él, sino solo por fomentar su devoción y que
la imagen estuviese en parte decente.

Ana Coro especificaba también que quería que se supiera que la sepultura era
suya y que se dijeran los responsos por su alma exactamente en este sitio:

Y ha tratado con el dicho cura le dé sepultura junto al dicho altar y aun-


que no se ha hecho precio de la limosna de ella, quiere que muriendo
la dicha Ana Coro se sepulte su cuerpo allí y se concierte la limosna de
ella y se pague de sus bienes, para que quede por suya conocidamente
81
Universo Barroco Iberoamericano

y se digan los responsos sobre ella y cuando se hubiere de decir misa


por su intención y se encendieren candelas sea allí.

Ella tenía en ese entonces dos sepulturas que había


pagado, no quería que fuera enterrada en la prime-
ra destinada para sus hijos y marido. Se había dis-
gustado con su familia y mandaba específicamente
que fuese enterrada en la otra sepultura escogida
y pagada por ella y sólo para ella con el fruto de su
trabajo31. Así había dicho que quería ser enterrada
en la sepultura que compró ubicada sobre la de su
familia con la condición de que fuera conocido que
estaba a su nombre y allí se dieran responsos y misa,
y se encendiesen candelas por ella:

Y no en otra sepultura que tiene en la dicha iglesia


más debajo de aquella, que es de su marido e hijos
y tiene pagada la limosna de ellas y no se le ha dado
título; manda se cobre y el de la sepultura que aho-
ra elige y que la imagen se conserven en la dicha
iglesia y altar perpetuamente, porque para eso la
tiene dada, y ha dicho las misas de su devoción en
el dicho altar, y que lo que ha gastado en el lienzo ha
Fig. 5. Baltazar de Vargas sido ganado con su misma industria y trabajo, sin que su marido, hijos,
Figueroa (Atribuida). La Misa ni yernos le hayan dado cosa alguna para ello.
de San Gregorio. Siglo XVII
Ó/t, 3.80 x 2.25 m. Museo
Santa Clara. No se sabe si Ana Coro se mandó retratar por Gaspar de Figueroa, pero sí se
entiende que su memoria la pretendía instituir perpetuamente en la sepultura
por la que había pagado y sobre la que había mandado colocar la pintura de
la advocación de Nuestra Señora del Socorro.

Memoria de grupo La perspectiva de una estancia pasando penas en el purgatorio, para aquel
que vivía en un reino de la monarquía española durante los siglos XVII y
XVII como la Nueva Granada32, determinó la fabricación de imágenes para
instituir memoria de grupo. Una forma fue la representación en una pintura
de las indulgencias ofrecidas por la realización de sufragios como la misa
uniéndose con el dogma de la transubstanciación, utilizando una imagen que
representaba el milagro de la aparición de Cristo a San Gregorio mientras
oficiaba misa. De esta forma aparece en el primer plano de la pintura atribuida
a Baltazar de Vargas Figueroa, ante el altar a San Gregorio en que se aparece
Cristo mostrando sus estigmas rodeado de los símbolos de la pasión, imagen
que quedó fijada en la estampa de A. Durero (1511)33.

Esta escena corresponde al milagro sucedido a San Gregorio cuando durante


la celebración de la misa uno de los asistentes dudó de la presencia de Cristo
en la hostia consagrada -es decir de la transubstanciación- apareciéndose
82
El retrato en Santafé, Nuevo Reino de Granada - María Constanza Villalobos Acosta

Cristo frente a Gregorio en el altar exhibiendo sus estigmas, brotando sangre


de su costado que caía en el cáliz colocado en el altar con los símbolos de
la pasión a su alrededor por la cual se ha llamado a la imagen La misa de
San Gregorio. Luego del Concilio de Trento, la presentación de San Gregorio
(c. 540-604) como defensor del milagro de la transubstanciación cambió al
tema de la defensa de la existencia del Purgatorio en calidad de intercesor
de las ánimas del Purgatorio34. A esta imagen se le otorgaron indulgencias
no por San Gregorio sino por Clemente IV (1195-1268). La representación
del milagro es diferente al concepto de la institución de indulgencias para
sacar almas del purgatorio derivado de la absolución que San Gregorio le
concedió a un monje fallecido acusado y excomulgado por una falta al voto
de pobreza a través de la lectura de una cédula frente a su tumba, luego de
lo cual el monje se le apareció al santo anunciando que “si bien hasta ese
momento su alma había estado detenida en un lugar de situación y espera,
a manera de prevención, ahora ya se encontraba absuelta de la culpa y de la
pena en que había incurrido”35.

En la pintura de Santa Clara se presentan tres formas propuestas por la


Iglesia para liberar a las almas del Purgatorio. Una, la asociada con las misas
gregorianas a través de las que se concedía perdón. La otra, a través del poder
de la comunión, el cuerpo y la sangre de Cristo resucitado, representada en
el varón de los dolores36, milagro de la transubstanciación37, dogma central
de la Iglesia; y la otra el poder de purificación de los pecados por la sangre
de Cristo, propiedad que era además reconocida y declarada en una de las
cláusulas establecidas dentro del testamento: Encomiendo a Dios mi alma
que la creó y redimió con la sangre preciosa38.

El tema de la comunión se reforzó en la pintura al colocar el retrato de San


Gelasio Papa, en el extremo derecho de la pintura, de rodillas vestido con
el alba y muceta, llevando el solideo en la mano izquierda, posición que
conforma una diagonal que parte en el otro extremo superior del cuadro, el
cuerpo de Cristo, pasa por San Gregorio hasta llegar al Papa que dirigiendo
su mirada a Cristo, con su mano derecha sobre el pecho señala y recuerda al
espectador que él durante su papado (492-496) había decretado la comunión
con las dos especies (pan y vino)39.

La entrega de la pintura atribuida a Baltazar de Figueroa40 a la iglesia de Santa


Clara y la determinación del sitio donde se colocaría y donde sería vista por los
devotos fácilmente cerca de su entrada, ofrecía a las clarisas la difusión entre
los fieles de la realización de misas por las almas del purgatorio, además
de ornamentar la iglesia con la pintura, y al que había entregado la imagen
la institución de su memoria a la que le celebrarían misas y oraciones por
su alma, tema que fue tratado para instituir memoria de un grupo indígena
como se verá más adelante.

Esta pintura no tiene una inscripción que permita saber quién la mando a
hacer, pero sí se encuentra el retrato de un personaje en la esquina inferior
83
Universo Barroco Iberoamericano

derecha de la pintura del cual se observa solamente la cabeza y que mira


–poder de presentación- al espectador. Respecto al papel de este personaje,
en primer lugar, corresponde al tipo ya mencionado del que se incluye entre
los personajes de forma contemporánea a la narración, en este caso, como
asistente a la misa oficiada por San Gregorio (Fig. 5). Aquí concretamente,
quien aparece retratado parece corresponder al religioso -viste con hábito y
alba- que encargó la pintura para la iglesia de las clarisas.

Varias pinturas con el tema del Purgatorio poblado de almas se encuen-


tran asociadas a las cofradías de indígenas en los pueblos doctrineros y en
Santafé en las parroquias donde vivían la mayoría de los indígenas como
Santa Bárbara, San Victorino y las Nieves; además se constituyen en unas
de las pocas pinturas en las que se encuentran representaciones de indíge-
nas41. También están asociadas a parroquias como la de la Catedral en donde
se concentraban la mayor parte de españoles en la ciudad. Estas pinturas
son unas de las pocas en donde se incluyen indígenas. Las pinturas con el
tema del Purgatorio que han llegado hasta hoy tienen representaciones que
incluyen diferentes advocaciones que corresponden a los santos que por su
intercesión sacaban almas del purgatorio y les permitían su paso al Paraíso.
Quienes realizaban los encargos escogían la representación que estuviera
acorde con su cercanía a las devociones de las diferentes órdenes religiosas
y la orden religiosa que presidía la iglesia a la que pertenecía la cofradía de
las ánimas.

En el marco de lo que se ha planteado hasta ahora, este tipo de pinturas se


pueden catalogar como la representación de las memorias de grupo en las
que se incluye el retrato del miembro de la cofradía que aportó mayor cantidad
de dinero para encargar la imagen al pintor. Con la pertenencia a una cofradía
en la Nueva Granada se aseguraban lo servicios funerales en las parroquias,
así como las oraciones por el alma de un compañero cofrade después de la
muerte, a la vez que se participaba activamente en el desarrollo de la vida
social en festividades religiosas42.

La institución de una memoria de grupo es la representada en el lienzo ubica-


do en la iglesia de Santa Mónica de Cómbita, Boyacá (1656). El pintor Gaspar
de Figueroa utilizó la composición de la estampa de la misa de San Gregorio,
poniendo entre los asistentes a dicha misa a San Nicolás de Tolentino que
lleva sobre una bandeja entre una copa una perdiz, su atributo que se repite
presentando una perdiz viva sobre un plato a la izquierda de San Gregorio
sobre la mesa del altar .

La representación bien la explica el párroco de la iglesia de Cómbita fray


Luis Cortés de Mesa que por ser de la orden agustina conocía bien el milagro
efectuado por un santo de su orden, patrón de las cofradías de las ánimas
narrado en 1612 por otro agustino: “Un lienzo de ánimas de San Nicolás de
Tolentino en el milagro de cuando habiendo muerto su amigo fray Peregrino,
se envió al purgatorio por su procurador para que rogase a San Nicolás
84
El retrato en Santafé, Nuevo Reino de Granada - María Constanza Villalobos Acosta

dijese aquella semana misa por las ánimas”43, “el cual lienzo costó
de manos de Gaspar de Figueroa ochenta pesos44”. La pintura fue
encargada a este pintor45 en 1656 y pagada por las limosnas de los
miembros de las cofradías46 de las ánimas del pueblo indígena de
Santa Mónica (Cómbita). Uno de los cofrades, el indígena Don Pedro
Tabaco pagó ochenta pesos para la elaboración del lienzo que le
había permitido tener el privilegio de fundar su memoria y la de su
familia al aparecer retratados en el lienzo, él, Esteban Tabaco su
hijo y otros indígenas47. En la pintura, los indígenas hacen parte de
los asistentes a la misa, se integran a la narración, al centro el hijo
de Pedro Tabaco dirigiendo la mirada al espectador anunciaba al
párroco que por él y por los que estaban retratados en el lienzo se
había establecido una capellanía para que rogaran por sus almas.

De la misma manera en que lo había hecho Pedro Tabaco en 1656,


lo hizo Cristóbal […] Cacique de Bogotá, mayordomo de fábrica y
tesorero de diezmos, en 1670 cuando encargó a Gregorio Vásquez
de Arce y Ceballos (1638-1711) el cuadro conocido como “El Purgatorio”. En
la pintura, se incluyeron santos de la orden dominica, Santa Rosa de Lima y Fig. 6. Gregorio Vásquez
de Arce y Ceballos. El
Santo Domingo de Guzmán, que aparecen arrodillados sobre nubes sacando Purgatorio. 1670 Ó/t Iglesia
a las almas del fuego del Purgatorio (Fig. 6)48. Funza. Tomada de José
Manuel Groot. Gregorio
La pintura corresponde al tipo que incluye el retrato y la cartela en que se Vásquez de Arce y Ceballos;
anuncia quien la encargó, y en las que el devoto se encuentra haciendo parte su vida, su obra, su vigencia.
(Bogotá: Menorah, 1963),
de la narración de la imagen. Entre el fuego del purgatorio se observa el re- 56-57.
trato del Cacique de Bogotá, Cristóbal, mirando de frente hacia el espectador,
al igual que el pequeño Esteban Tabaco de la pintura de Cómbita. A su lado
la cartela que anuncia: “Se hiço este cuadro en tiempo del M.R.P.M. Fr. Joseph
gonsalez gale an (ilegible) por mano del Patrón D. Christobal (ilegible) bogotá y
gobernador, año de 1670. Greg.º, bazqz arce Ceballoz ma”49.

85
Universo Barroco Iberoamericano

Notas *. Este artículo hace parte de la tesis doctoral en Historia por su autora presen-
tada a la Universidad de los Andes titulada El lugar de la imagen en Santafé, siglos
XVII y XVIII.

1.  Pinna, Giovanna .“El retrato como huella de la memoria”, Oncina, Faustino,
Cantarino Suñer, M. Elena, eds. Estética de la memoria.Valencia: Universitat de
Valencia, 2011, pág. 31.

2.  Hallbwachs, Maurice. Los marcos sociales de la memoria. Madrid, Antrophos,


2004, pág. 38.

3.  Rejón de Silva, Diego Antonio. El Tratado de la pintura por Leonardo de Vin-
ci y los tres libros que sobre el mismo arte escribió León Battista Alberti. Madrid,
Imprenta Real 1784, traducido e ilustrado con algunas notas por Don…Libro Se-
gundo, pág. 220.

4.  Pacheco, Francisco. El Arte de la Pintura. Su antigüedad y su grandeza. En Se-


villa por Simón Faxardo. 1649, pág. 434.

5.  Pacheco, Francisco, El arte de la pintura, pág. 435.

6.  Holanda, Francisco de. Del sacar por el natural [1548], según la traducción
de Manuel Deni, (1563). John Bury (Ed.). Madrid: Akal, Museo del Prado, 2008,
pág. 14.

7.  Respecto a los escritos producidos acerca del retrato ver la introducción en
Francisco de Holanda, Del sacar por el natural [1548], págs. 24-30.

8.  El retrato de donantes en la pintura italiana particularmente ha sido estudia-


do por Pope - Hennessy, John. El retrato en el Renacimiento. Parte 3, Madrid: Akal
Editores, 1985, “Donación y participación en el cuadro”, 289-236. Respecto a las
posiciones contradictorias plasmadas en los tratados acerca de la realización de
retratos en Francisco de Holanda, Del sacar por el natural, págs. 14-18.

9.  Pope - Hennessy, John .El retrato en el Renacimiento, 293. Acerca de las tipo-
logías flamenca e italiana del retrato ver Francisco de Holanda, Del sacar por el
natural [1548], págs.14-18.

10.  Inventario de los bienes de Juan Flórez de Ocáriz, Archivo General de la Na-
ción, Colombia (A.G.N.) Colonia, Notaría 1ª., f. 178v.

11.  Testamento de Juan Cotrina Valero, A.G.N. Colonia, Notaría 1ª.,f. 135r-135v.

12.  Inventario de Juan Cotrina, Santafé 1680 en A.G.N. Colonia, Notaría 1ª,
f.167r.

13.  Testamento de Juan Cotrina Valero, f. 135v.

14.  Le Goff, Jacques. El nacimiento del Purgatorio. Madrid: Taurus Ediciones,


1981, pág.10.

15.  Belting, Hans. Antropología de la imagen, Madrid: Katz Editores, 2007, pág.
144.

16.  Se ha afirmado que no interesaba tanto el parecido con el que “donaba” la


pintura, en realidad desde el análisis que realizamos, la figura de quien pagaba
86 la imagen debería ser su retrato, aquel que recordase el compromiso contractual
El retrato en Santafé, Nuevo Reino de Granada - María Constanza Villalobos Acosta

-no un regalo- para que se celebraran misas por su alma por lo que debería ser
reconocida su figura. Al respecto ver Carl Henrik Langebaek R. Los herederos del
pasado. Indígenas y pensamiento criollo en Colombia y Venezuela. Tomo 1, Bogotá:
Universidad de los Andes, CESO, 2009, pág. 77.

17.  Belting, Hans. Antropología de la imagen, 38. El deseo de conservar la iden-


tidad de la sepultura y la memoria de quien había muerto llevó a la construcción
de monumentos funerarios desde la Roma antigua hasta comienzos de la época
cristiana. Asociados con la escultura, las sepulturas contenían inscripciones del
nombre de la persona desaparecida, al lado de las que posteriormente apare-
cieron sus retratos. Las inscripciones desaparecieron durante novecientos años,
hasta el siglo XII cuando se ubicaron sobre las tumbas de los santos, lo que se
hizo frecuente durante el siglo XIII reapareciendo la efigie del difunto que no
era un retrato, hasta el siglo XIV cuando aparecen las mascarillas tomadas di-
rectamente del difunto, produciéndose así el paso de la inscripción funeraria al
retrato realista. Philippe, Ariés. Morir en Occidente, 48-52. Hasta hoy han llegado
este tipo de placas en diferentes iglesias construidas a finales y comienzos de
los siglos XVI y XVII en la Nueva Granada: en la Catedral e iglesias de Santo
Domingo y San Francisco en Tunja, en la última, se conserva hasta hoy una placa
de piedra en el muro lateral exterior de la iglesia.

18.  Belting, Hans. Antropología de la imagen, pág.144. La función del retrato es


guardar la imagen en ausencia de una persona, tanto si se trata de un alejamien-
to o de la muerte. Jean Luc Nancy, La mirada del retrato. Madrid: Amorrortu,
2007, pág.14.

19.  Belting, Hans. Antropología de la imagen, pág.156.

20.  Belting, Hans. Antropología de la imagen, pág.181.

21.  Noción acuñada por Pierre Nora.

22.  Nora, Pierre(Ed.). “Entre memoire et histoire”. Les lieux de mémoire, t.1 La
Republique, 2ª ed.,París, Gallimard, 2001, 23-z43. Citado por Eugenia Allier Mon-
taño, “Los Lieux de mémoire: una propuesta historiográfica para el análisis de la
memoria” Historia y Grafía, 31: 2008, pág.166.

23.  Allier Montaño, Eugenia “Los Lieux de mémoire…”, pág.189.

24.  Allier Montaño, Eugenia “Los Lieux de mémoire…”, pág.189.

25.  “Diccionario de Autoridades”, tomo III, 1732. <web.frl.es_DA.html> [Con-


sulta realizada en diciembre de 2014].

26.  El mayordomo en la estructura administrativa era “la cabeza representativa


de las confraternidades, con un papel determinante en el juego de poderes y en
las relaciones entre la sociedad colonial hegemónica y las nuevas entidades que
se estaban conformando en los pueblos de indios”. Sotomayor, María Lucia. Co-
fradías, caciques y mayordomos, pág.109.

27.  Esto dentro de lo que Maurice Halbwachs propuso como los marcos sociales
de la memoria: el espacio, el tiempo y el lenguaje.

28.  Testamento de Ana Coro. India de Santafé. Santafé 19 de mayo de 1633 en


A.G.N. Colonia, Notaría 3a, vol., 26, f. 73r-74r. Transcrito en: Rodríguez Jimé-
nez, Pablo. Testamentos de indígenas de Santafé de Bogotá, siglos XVI y XVII. Bo-
gotá: Alcaldía Mayor, 2002, págs. 235-238. 87
Universo Barroco Iberoamericano

29.  Testamento de Ana Coro. India de Santafé. Santafé 20 de abril de 1630, en


A.G.N. Colonia, Notaría 3a, vol., 26, f. 73r-74r. Transcrito en: Rodríguez Jiménez,
Pablo. Testamentos indígenas, págs. 179-181.

30.  Pintor neogranadino (Mariquita c.1595 – Santafé, 1658). Vivía en la misma


parroquia de Ana Coro pues según declaró en su testamento tengo por mis bienes
las casas bajas de tapia y teja de Santa Bárbara… Testamento de Gaspar de Figue-
roa A.G.N. Colonia, Notaría 1ª, 1658, vol., 58, f. 796r.

31.  Su marido indio de Cota, tributario, era pobre, Ana Coro afirmaba que nin-
guno del resto de su familia le había dado nada para el pago de su sepultura.
Cuenta enseguida que con su industria y trabajo personalmente, hacía viajes para
tratar y contratar para obtener su sustento y que había comprado medio solar,
haciendo ella lo que el marido debía hacer para sustentarla a ella y a sus hijos, como
tenía obligación. Testamento de Ana Coro, f. 236.

32.  Para el contexto de la doctrina del purgatorio y sus representaciones en la


Nueva Granada se encuentra el artículo de Jaime H. Borja Gómez. “Purgatorio y
juicios finales: las devociones y la mística del corazón en la Nueva Granada”. En:
Historia crítica. Edición especial, Bogotá, noviembre 2009, págs. 80-100.

33.  Posteriormente otros grabadores como Hieronimus Wierix, Marco Antonio


Raimondi y Jacques Weert entre otros realizaron el mismo tema. La estampa del
último se puede ver en Laura Vargas M., Durero: grabados 1496-1522. Museo de
Arte del Banco de la República, del 31 de julio al 3 de noviembre de 2014, Bogotá:
Museo del Banco de la República, 2014.

34.  Carmona Muela, Juan. Iconografía de los santos. Madrid: Ediciones Istmo,
2003, págs. 182-186.

35.  Santiago de la Vorágine, La leyenda dorada, 1. Madrid: Alianza Editorial,


1982, págs. 194-195.

36.  La trayectoria de este tema ha sido tratada por Male, Emile. L’Art Religieux
de la fin du Moyen Age en France. Étude sur l’Iconographie du moyen Age et sur
ses sources d’inspiration, Paris: 1922, 98-123. Trens, Manuel. La Eucaristía en el
arte. Barcelona: Ayma, 1952,144. Sebastián, Santiago. Contrarreforma y Barroco.
Lecturas iconográficas e iconológicas. Madrid: Alianza 1981, 167-169. Respecto al
origen de este tema Gentile Lafaille, Margarita E. “Iconología de la Misa de San
Gregorio”. El mundo de los difuntos: culto, cofradías y tradiciones. San Lorenzo del
Escorial, Publicaciones del R.C.U. Escorial - María Cristina, 2014, págs. 583-610.

37.  Durante el Concilio de Trento se definió “que por la consagración del pan y
del vino, se convierte toda la substancia del pan en la substancia del cuerpo del
señor Jesucristo, y toda la substancia del vino en la substancia de su sangre, cuya
conversión ha llamado oportuna y propiamente Transubstanciación la santa igle-
sia católica”. López Ayala, Ignacio . El Sacrosanto y Ecuménico Concilio de Trento
traducido al idioma castellano por… Agrégase el texto latino corregido según
la edición auténtica de Roma publicada en 1564, 3ª Edición. Madrid: Imprenta
Real, [1787], 1798, pág. 129.

38.  Testamento de Juan Cotrina Valero, f. 118r.

39.  Debate entre católicos y protestantes, los primeros afirman la necesidad


de recibir el pan y vino para sentir los efectos de la Eucaristía, mientras que los
segundos consideraban que solo debía recibirse bajo la especie del pan. Bergier,
88
El retrato en Santafé, Nuevo Reino de Granada - María Constanza Villalobos Acosta

Nicolás-Silvestre. Diccionario de Teología, tomo I. París: Librería de Garmier Her-


manos, 1854, pág. 692.

40.  Figueroa, Baltasar de. Los Figueroa aproximación a su época y a su pintura.


Bogotá: Museo de Arte Moderno de Bogotá. Villegas Editores, 1986, pág. 166.

41.  Una relación de pinturas en donde aparecen indígenas en pinturas de pur-


gatorio y juicios finales se encuentra en: Langebaek R. Carl Henrik. Los herederos
del pasado, págs. 77-78.

42.  Rodríguez González, Ana Luz. Cofradías, Capellanías, epidemias y funerales.


Una mirada al tejido social de la Independencia. Bogotá: Áncora Editores, Banco
de la República, 1999, pág. 118.

43.  Según la narración del milagro, después de las misas “volvió a parecer el
ánima de fray peregrino, muy alegre y resplandeciente, con otra gran multitud de
almas, que por sus oraciones habían salido del Purgatorio…De este milagro to-
maron ocasión las cofradías de las ánimas del Purgatorio, de tomar a San Nicolás
por su Patrón”. González de Critana, Juan. Vida y milagros del glorioso confesor S.
Nicolás de Tolentino, de la Orden de San Agustín, llamado el milagroso por el Papa
Eugenio IV. Madrid, Por Alonso Martín ,1612, págs. 11 y 12.

44.  Segundo Libro parroquial de Cómbita, transcrito en: López, Mercedes. “La
memoria de las imágenes. Donantes indígenas en el lienzo de ánimas de San
Nicolás de Tolentino”, Historia e imágenes, los agustinos en Colombia 400 años.
Bogotá: Museo Nacional de Colombia, 2002, pág. 31.

45.  Estos lienzos fueron encargados a pintores que vivían en Santafé, así suce-
dió con el encargo de otra pintura con el tema de las ánimas del purgatorio. En su
testamento de Baltazar de Figueroa declara que los indígenas del Pueblo de Une
le habían mandado a hacer una pintura de las ánimas: “Asimismo había concer-
tado el dicho difunto con los indios del Pueblo de Une un cuadro de las ánimas
que les había de hacer y para en cuenta de sesenta patacones de el concierto ha-
bía recibido el dicho difunto veinte patacones”. Poder para testar y testamento de
Baltasar Vargas de Figueroa. A.G.N. Colonia, Notaría 3ª, tomo 82, vol., 58, f. 714v.

46.  Un estudio de varias cofradías en la Provincia de Tunja se encuentra en:


Sotomayor, María Lucía. Cofradías, caciques y mayordomos: reconstrucción social
y reorganización política en los pueblos indios, siglo XVIII. Bogotá: Instituto Co-
lombiano de Antropología e Historia, ICANH, 2004.

47.  López, Mercedes .“La memoria de las imágenes…”, págs. 29-39.

48.  La pintura robada de la iglesia en 1967 se conoce a través de una fotografía


en blanco y negro publicada en: José Manuel Groot. Gregorio Vásquez de Arce y
Ceballos; su vida, su obra, su vigencia. Bogotá: Menorah, 1963), págs. 56-57.

49.  Transcripción tomada de Roberto Pizano, Gregorio Vásquez. Bogotá: Ville-


gas Editores, 1985.

89
Universo Barroco Iberoamericano

El comercio artístico entre Cádiz y América en la segunda


mitad del siglo XVII: en torno al pintor Bernabé de Ayala
y su círculo

Eduardo Lamas-Delgado
Royal Institute for Cultural Heritage (KIK-IRPA), Bruselas
[email protected]

Resumen En este trabajo se estudia la transferencia a Cádiz de una parte de la actividad


artística de Sevilla durante la segunda mitad del siglo XVII a raíz del desarrollo
económico, comercial y social de aquélla y de la decadencia del puerto de
ésta, así como de la crisis de su mercado artístico hacia 1680. Así, se reco-
gen, analizan y relacionan diversos datos sobre varios pintores y escultores
sevillanos que se trasladaron a Cádiz en este período. En conclusión, se
propone la hipótesis de enlazar la atracción ejercida por la ciudad y su puerto
con la implicación de estos artistas en el mercado americano, así como en
el comercio en general a través del que lograron diversificar sus actividades
económicas. El autor advierte al lector que esta contribución es en parte una
adaptación, puesta al día y traducida del francés al castellano, de un trabajo
precedente sobre el pintor Bernabé de Ayala (Jerez, c. 1625/post. 1689).
Palabras clave: Cádiz, mercado artístico, comercio artístico americano,
Bernabé de Ayala, Diego Trujillo, Antonio Hidalgo, Jacinto Pimentel.

Abstract This paper deals on the transfer of a part of the artistic production in Seville
to Cadiz during the second half of the seventeenth century, due to the eco-
nomical, commercial and social development of the former and due to the
art market crisis in Seville around 1680 and to the decadence of its harbour.
On this purpose, the paper gathers and analyses different data about the
painters and sculptors from Seville who settled down in Cádiz during this
period. As conclusion, it proposes to link the appeal exercised by the city and
its port with the activities of these artists as dealers on the American market,
as well as on general market. We point out to the reader that this paper is an
updated adaptation translated from French to Spanish of a precedent one on
the painter Bernabé de Ayala (Jerez, c. 1625/post. 1689).
Key words: Cádiz, art market, American art dealership, Bernabé de Ayala,
Diego Trujillo, Antonio Hidalgo, Jacinto Pimentel.

90
El comercio artístico entre Cádiz y América en la segunda mitad del siglo XVII... - Eduardo Lamas-Delgado

Gracias a su puerto, Sevilla había sido hasta mediados del siglo XVII una de las
ciudades más prósperas de la Península Ibérica1. Sin embargo, sobre todo a
partir de esa fecha, el puerto se fue enarenando, dificultando el acceso a las
embarcaciones de mayor tonelaje, y además, en 1649 la ciudad fue víctima de
una epidemia de peste sin precedentes que redujo su población a la mitad2.
Desde entonces ya nada fue igual. Su puerto fue poco a poco cediendo en
importancia ante el desarrollo de las actividades portuarias y comerciales
de la ciudad de Cádiz, situada directamente en el océano atlántico, cerca de
la desembocadura del Guadalquivir y a la entrada de una amplia bahía, con
una situación privilegiada entre Europa, África y América3. Esta ubicación
hizo posible que la ciudad de Cádiz experimentase un notable desarrollo
económico, social y demográfico desde 1650, proceso que se aceleró aún más
cuando en 1680 se fijó en Cádiz la cabecera de las flotas4, y sobre todo hacia
principios del siglo XVIII, cuando a partir de 1717 la Casa de Contratación,
la institución encargada de gestionar el comercio americano, abandonó de-
finitivamente Sevilla por Cádiz5. François Bertaut, secretario del embajador
francés extraordinario en Madrid en 1660, recoge en el relato de su viaje
a España, que « les galions s’en sont allez à Cadiz […], et ainsi Cadiz s’est
enrichie, et s’enrichit tous les jours »; en Sevilla, en cambio, « il n’y a plus
présentement des vaisseaux, à cause que tout va à Cadiz»6.

Desde el punto de vista artístico, esta situación permitió emprender en Cádiz


numerosos proyectos de construcción de iglesias, conventos, capillas y pala-
cios, lo que atrajo numerosos artistas, tanto españoles como extranjeros7.
Así, el traslado a Cádiz del pintor flamenco Pablo Legot (1590-1671) hay que
situarlo en este contexto8. Legot dejó Sevilla en 1635 junto a su esposa y su
hijo el también pintor Miguel Legot (c. 1627-1695), y se vio principalmente
atraído por la actividad comercial de la ciudad, donde combinó su producción
artística con sus labores como agente por cuenta de la rama gaditana de la
Casa de Contratación de Sevilla, concretamente en el cargo de alguacil fiscal
del Real Almirantazgo9. De Sevilla a Cádiz se trasladó también el ensamblador
Miguel Cano II (1587-después de 1635)10, hermano del pintor Alonso Cano y
amigo de Legot. En 1638, consta la presencia en Cádiz del pintor sevillano
91
Universo Barroco Iberoamericano

Sebastián López de Arteaga (1610-1656), antes de pasar a la Nueva España,


donde desarrolló después una carrera brillante11. En junio de 1638, Arteaga
toma carta de aprendiz en Cádiz, y en 1642 ya está instalado en México.
Entre otros motivos, también debemos relacionar con este mismo contexto
de decadencia del puerto de Sevilla el traslado a Madrid del pintor Francisco
Herrera I (c. 1590-c. 1654) hacia 164712, y de Francisco de Zurbarán en 165813.

Más tarde, en 1686, la escultora Luisa Roldán (1652-1706) se trasladó desde


Sevilla a Cádiz con su esposo, el también escultor Luis Antonio de los Arcos,
para responder a diversos encargos del ayuntamiento y de la catedral14, como
ya había hecho su padre Pedro Roldán unos años antes15.

Aunque no se instaló en Cádiz, el escultor flamenco activo en Sevilla José de


Arce realizó varios trabajos para los conventos de San Agustín y de la Merced
de esta ciudad hacia 165016. Tampoco llegó a instalarse el pintor sevillano de
origen flamenco Cornelis Schut II (c. 1629-1685), que trabajó principalmente
para la catedral17. Más tarde, el propio Murillo realizó un conjunto de pinturas
para el convento de los Capuchinos de Cádiz18.

Investigaciones recientes han desvelado la actividad comercial con América


de algunos de estos artistas, así como la presencia en Cádiz, hacia finales del
siglo, del pintor Bernabé de Ayala (Jerez, c. 1620/25- después de 1689), artista
conocido como uno de los principales discípulos y asistentes de Francisco de
Zurbarán, e igualmente activo en el comercio americano19. Las circunstan-
cias de la presencia de Ayala en Cádiz nos van a servir como hilo conductor
para tratar del traslado de una parte de la actividad artística sevillana a la
ciudad atlántica durante el último tercio del siglo XVII. Con este fin, además
de la documentación conservada en Cádiz, también nos haremos eco de las
investigaciones realizadas por Duncan T. Kinkead en los archivos sevillanos,
que han permitido sacar a la luz numerosos datos sobre la vida de Ayala y
de otros artistas sevillanos, y que, lamentablemente, no han sido tenidos en
cuenta por los abundantes estudios y exposiciones recientes sobre la pintura
de Zurbarán y sus colaboradores20.

Los círculos de los La última noticia de la presencia de Bernabé de Ayala en Sevilla es de 167821.
pintores sevillanos Nada sabemos a partir de entonces hasta que un documento confirma la
en Cádiz a finales presencia del pintor y su familia en Cádiz en diciembre de 1689, ocupando
del siglo XVII una serie de habitaciones y un taller de pintura en casas del pintor Miguel
Legot22. Éste vivía en casas de su propiedad, que había heredado de su padre
el pintor flamenco Pablo Legot, no muy alejadas de la iglesia de San Francisco,
donde se hallaba instalada la colonia flamenca de Cádiz23.

Miguel Legot se había trasladado a Cádiz desde Sevilla en 1635, pero él y


su padre permanecieron en contacto con los círculos artísticos sevillano. De
estos contactos son prueba los lazos de amistad con Bernabé de Ayala, que
figura en su testamento de 1689 como su heredero y como su albacea24. Es
92
El comercio artístico entre Cádiz y América en la segunda mitad del siglo XVII... - Eduardo Lamas-Delgado

posible que Bernabé de Ayala entrase en contacto con Miguel Legot a través
del arquitecto Bernardo Simón de Pineda, activo en Sevilla, pero que había
recibido su formación en Cádiz25. Una vez de vuelta en Sevilla, Pineda debió
de guardar lazos con la ciudad y su ambiente artístico. Por su parte, Ayala
había coincidido con el arquitecto en la Academia de Sevilla y sabemos que
mantuvieron relaciones, así como con Pedro Roldán, otro académico sevillano
ligado a la ciudad de Cádiz26.

En este círculo de relaciones entre Sevilla y Cádiz figura también el pintor


Antonio Hidalgo, quien fue albacea de Miguel Legot junto a Ayala, y quizá quien
puso en contacto a ambos pintores27. Documentado en Sevilla la mayor parte
de su carrera, Hidalgo mantuvo relaciones estrechas con Ayala en Sevilla,
donde ambos frecuentaron la Academia entre 1668 y 167428. Además, Hidalgo
figura como testigo en el testamento de Ayala de 166429. En 1674, aparece
como notario de la Academia de Sevilla30. Debió de disponer de una cierta
fortuna, porque contribuyó al desembolso necesario para solventar los gastos
de la institución, así como los del funeral que ésta quiso organizar para su
protector el conde de Arenales31. Es posible que esta posición desahogada se
debiese a que alternó la actividad de pintor con la de comerciante, razón que
podría explicar su traslado a Cádiz, pero lo cierto es
que nada se puede afirmar al respecto por ahora.

Antonio Hidalgo llegó a Cádiz entre 1674 y 1680. El


27 de marzo de 1680, se encuentra entre los dieci-
nueve pintores de la ciudad que intentan un pleito
para liberar de las tasas municipales el ejercicio de
la pintura32. Su presencia en Cádiz junto a Bernabé
de Ayala sugiere la existencia de una probable red
de artistas sevillanos gravitando en torno a Miguel
Legot, el amigo común de ambos. ¿Se trasladaron
Hidalgo y Ayala a Cádiz juntos, o bien Hidalgo lo
adelantó y Ayala se reunió con él posteriormente?

Sobre la obra de Hidalgo como pintor aún sabemos


bien poco. Hasta ahora sólo se conocía la referencia
a dos floreros firmados señalados por Viñaza33, pero
recientemente se ha localizado una obra firmada
en 1688 en la iglesia de Santa Catalina de Conil de
la Frontera, en la diócesis de Cádiz, que permite
establecer una primera piedra para la constitución
de un corpus34 (fig. 1).

Otro artista que formó parte de este círculo es el pintor Diego Trujillo, quien Fig. 1. Antonio Hidalgo, Las
también transfirió su actividad de Sevilla a Cádiz durante aquellos años. Nos almas del Purgatorio, 1688,
consta su relación con Antonio Hidalgo durante su estancia en Cádiz35. Por óleo sobre lienzo, Conil de la
Frontera, iglesia parroquial
otra parte, sabemos que Trujillo estuvo también en contacto con Bernabé
de Santa Catalina.
de Ayala, porque los tres pintores coincidieron en la Academia de Sevilla, al
93
Universo Barroco Iberoamericano

menos entre 1666 y 167336. Además, no es imposible que existiesen lazos


familiares entre Ayala y Trujillo, cuyo segundo apellido era Rendón, el mis-
mo que el del orfebre Francisco Rendón, hermano de Bernabé de Ayala37.
Además, Trujillo era hijo del maestro entallador Pedro de Trujillo y de Da Juana
de Vargas, posible pariente de la esposa de Ayala38. Consta, en cualquier caso,
la presencia de Diego Trujillo en Cádiz en 1667, y de nuevo en 168039, aunque
parece que nunca dejó Sevilla de manera definitiva40.

Al igual que Antonio Hidalgo, Trujillo estuvo particularmente implicado en


el seno del gremio de pintores de Cádiz. En 1667, participó junto con otros
pintores en un pleito contra uno de sus colegas, Francisco Núñez, que había
sido discípulo y protegido en Cádiz de Pablo Legot41. En 1680, la Ciudad de
Cádiz le concedió la naturalización, y, en marzo del mismo año, el gremio de
pintores le acordó el derecho de ejercer el oficio de pintor42. En el espacio de
un año, este mismo gremio lo nombró inspector de la producción artística
de sus colegas, mandato que exigía que visitase los talleres y las tiendas de
pintores, doradores y policromadores de la ciudad, y que se ocupase además
de examinar a los artistas que no estaban en situación de probar la maestría.
En ese mismo año de 1680, encontramos a Trujillo embarcado en diversos
pleitos por la defensa de los intereses fiscales de los pintores de Cádiz, junto
a su compañero Antonio Hidalgo43.

Con todos ellos debió de relacionarse también el escultor sevillano Jacinto


Pimentel (c. 1599-1676)44, que había llegado a Cádiz en 1637. Vecino de los
Legot45, con quien tenía relaciones económicas46, Ayala debió de entrar sin
duda en contacto con él. Pimentel actuó en Cádiz como mercader, escultor
y arquitecto. En 1638, al llegar a Cádiz se casa allí en segundas nupcias con
la viuda del mercader Juan García Julián (?-1638)47, de quien heredaría el
negocio48. La alianza se reforzó con un doble enlace entre las dos familias, al
casar al mismo tiempo al primogénito de la viuda, el también llamado Juan
García Julián (?-1639), con su hija Damasia, mientras que a su hija Ana la casa
con Andrés Gres, que en 1673 se encontraba de partida en Nueva España,
y a Mariana con el capitán Francisco Antúnez Muñoz, y más tarde, con el
capitán Francisco de Almeida, quien también tenía negocios en América49.
En 1656, Pimentel se halla casado de nuevo, una vez más con la viuda de
Octavio Siculi, mercader italiano en Cádiz50. Gracias a estas alianzas y a sus
negocios, Pimentel logró hacer fortuna en Cádiz51.

Los artistas activos en Para varios de los artistas que se instalaron en Cádiz después de un período
Cádiz y el comercio de actividad en Sevilla se ha podido documentar que orientaron una parte
artístico con América de su producción artística al comercio trasatlántico. Este tipo de actividades
comerciales está, no obstante, mucho mejor documentada para numerosos
pintores sevillanos52.

Así, sabemos que Bernabé de Ayala trabajó para el Nuevo Mundo, tanto como
asistente del taller de Zurbarán, como en tanto que artista independiente53. El
94
El comercio artístico entre Cádiz y América en la segunda mitad del siglo XVII... - Eduardo Lamas-Delgado

envío de obras de Ayala al Perú se documenta a través del


cuadro que representa el altar de la imagen de devoción
de la Virgen de los Reyes54 (fig. 2), cuadro que procede del
convento de Agustinas recoletas de Nuestra Señora del
Prado en Lima55. La presencia en Lima de esta pintura,
firmada y fechada por Ayala en 1662, está documentada
a partir de 1666, cuando un inventario encargado por la
Real Audiencia de Lima la señala ya en el convento56. Es
posible que fuese adquirida por la priora Antonia de la
Cruz, durante cuyo gobierno se reconstruyó y redecoró el
convento con pinturas y esculturas compradas entre 1661
y 1662, y procedentes tanto de Lima como de Sevilla57. No
obstante, el cuadro también podría haber sido adquirido
por el arzobispo de Lima D. Pedro Villagómez (1589-
1671), protector del convento, quien también compró
obras procedentes de Sevilla, principalmente para la
catedral58.

Parte de la obra atribuida Bernabé de Ayala sugiere la


importancia que el comercio con América pudo llegar
a alcanzar en el seno de su producción. Al menos tres
ciclos de cuadros que siguen los modelos de producción
aprendidos en el taller de Zurbarán pueden relacionarse
con la producción de Bernabé de Ayala como maestro independiente. Se trata Fig. 2. Bernabé de Ayala,
de tres ciclos pictóricos conservados en Lima59: en primer lugar, el ciclo del La imagen de devoción de la
Virgen de los Reyes en su altar
convento de la Buena Muerte que presenta padres fundadores de órdenes
de la catedral de Sevilla, óleo
monásticas. A continuación, el apostolado que se conserva en la sacristía del sobre lienzo, 240 x 176 cm,
convento de San Francisco de Lima. Y finalmente, un ciclo de siete arcángeles firmado y fechado en 1662,
en el monasterio de la Concepción de Lima60. Lima, Tribunal Constitucional
del Perú.
La piedra angular del corpus de Ayala es el cuadro de la Virgen de los Reyes
en Lima, la única obra documentada del pintor61. Le sigue el conjunto de
pinturas que Ponz le atribuye en la iglesia del Hospital de San Juan de Dios
en Sevilla62: un cuadro de altar con la Asunción de la Virgen (fig. 3), localizado
hoy en San Roque63, cerca de Algeciras, y un ciclo de cuatro cuadros que aún
se conserva en la iglesia sevillana, y que representan a santa Lucía, a santa
Ágata, a san Roque, a san Jerónimo y a san Antonio abad. En 2006, el Museo
de Bellas Artes de Sevilla adquirió las réplicas de dos de estos cuadros de
calidad técnica superior: la Santa Lucía y el San Roque64.

Conviene tener presente que la atribución de este conjunto de cuadros a Ayala


procede de una fuente secundaria tardía, y que por tanto conviene asumirla,
en principio, con prudencia; ninguna otra noticia relaciona estas obras con
el pintor. No obstante, el análisis formal de estos cuadros permite en efecto
asociarlos con la pintura de Lima, particularmente el de la Asunción, donde
la manera de concebir los rostros de las figuras es similar.

95
Universo Barroco Iberoamericano

Sobre la base de este mismo tipo de análisis de analogías


con los rostros del cuadro de la Virgen de los Reyes, se pue-
de atribuir a Bernabé de Ayala otro cuadro en una colección
privada belga (fig. 4). Se trata de un pequeño lienzo que debe
identificarse como un boceto para un retrato femenino65, cuya
indumentaria corresponde a los años 1670, y no sería impo-
sible, por tanto, que estuviese relacionado con la producción
de nuestro pintor66. Los bocetos para retratos que han llegado
hasta hoy son particularmente escasos; su rareza, convierten
esta obra en una pieza que tiene un gran interés.

Las mismas analogías formales con el cuadro de Lima y con


el cuadro de San Roque nos llevan a atribuir aquí a Bernabé
de Ayala otro cuadro de pequeñas dimensiones que representa
a san Juan Evangelista67 (fig. 5), vendido recientemente en
Barcelona como obra de un seguidor de Zurbarán68. La eje-
cución de las manos presenta, en efecto, importantes simili-
tudes con las de la figura del mismo santo en la Asunción de
San Roque, mientras que los rasgos del rostro, bien carac-
terísticos, recuerdan los del apóstol con manto blanco situado
a la derecha de la composición de este mismo cuadro. La ti-
pología de la composición corresponde al tipo de producciones
Fig. 3. Bernabé de Ayala, seriadas destinadas al mercado americano; muy probablemente, el cuadrito
Asunción, óleo sobre lienzo, de Barcelona formó parte de un apostolado similar al conservado en el con-
330 x 170 cm, San Roque, vento de San Francisco de Lima69. También proponemos relacionar con la
iglesia parroquial de Santa
María la Coronada.
producción de Bernabé de Ayala un cuadro conservado en una colección
particular de Madrid, obra atribuida con dudas a Zurbarán70. Se trata de otra
representación de san Juan Evangelista, esta vez escribiendo en Patmos
(fig. 6). El cuadro procede de la colección Domínguez Cobo de Sevilla71, donde
había sido atribuida a Zurbarán por Ramón Torres Martín72, y que como tal
ha figurado recientemente en el mercado de arte.
Bernabé de Ayala hizo frente a esta producción, en Sevilla y en Cádiz, a través
de la constitución de un taller cuyos miembros son parcialmente conocidos
gracias a la documentación de archivo. En 1657, ya instalado por su cuenta en
Sevilla, Ayala contaba con un aprendiz que había contratado por un período
de cuatro años y medio73. Era un huérfano de quince años que acababa de
llegar de Caracas a Sevilla, llamado Miguel Franco74.

En 1666, Bernabé de Ayala recibió como aprendiz al pintor Juan Asensio de


Tejada75. Poco conocido, este artista nació hacia 1650 y era hijo de Domingo
Tejada del Amor. Una hermana de su padre estaba casada con el pintor
Ignacio Fernández Rodríguez (fl. 1670-fl. 1690)76. Seguramente, Tejada entró
en contacto con su maestro a través de este tío suyo, que fue compañero
de Ayala en la Academia de Sevilla. Ceán recoge la presencia de un tercer
aprendiz en casa de Ayala77: el pintor José de Mera (1672-c. 1734), quien tenía
alrededor de diecisiete años en el momento de la presencia de Ayala y su

96
El comercio artístico entre Cádiz y América en la segunda mitad del siglo XVII... - Eduardo Lamas-Delgado

familia en Cádiz en 168978. Ignoramos si en el taller


de Cádiz Nicolás de Ayala colaboró con su padre.

La producción de Bernabé de Ayala para el mercado


americano se habría iniciado tempranamente en el
seno del taller de Zurbarán. Brown sitúa precisa-
mente entre 1640 y 1650, los años en que Bernabé
de Ayala habría colaborado en su taller, el momento
en que Zurbarán multiplicó sus envíos de ciclos pic-
tóricos a América79.

No existe certeza de que Bernabé de Ayala se for-


mase con Zurbarán, pero sí es más que probable
que colaborase en su taller80. En cualquier caso,
esta colaboración tuvo lugar antes de 1658, cuando
Zurbarán dejó Sevilla para instalarse en Madrid. Si en
efecto Ayala se formó con él, es posible fechar la en-
trada de Ayala en el taller del maestro antes de 1650.
En tal caso, su boda en Sanlúcar de Barrameda ese
mismo año habría tenido lugar una vez obtenida la
maestría de pintor81. El hecho de que en 1652 alquile
una casa con tienda en Sevilla vendría a conformar
esta hipótesis. En tal caso, Ayala habría trabajado
en el taller de Zurbarán durante los años 1640 como Fig. 4. Anónimo, Retrato de
aprendiz, y quizá aún en adelante como asistente82. dama, óleo sobre lienzo,
252 x 171 mm, Bruselas,
colección privada © KIK-
Por ello, es muy posible que Ayala trabajase en un conjunto de treinta y cuatro
IRPA, Brussels.
pinturas encargadas al maestro en 1647 para el convento de la Encarnación
de Lima, convento que, por cierto, era la Casa madre del de Nuestra Señora
del Prado, donde ya estaba el cuadro de la Virgen de los Reyes en 166683.

En efecto, los asistentes de Zurbarán colaboraron en la realización de las


obras enviadas a América durante el período en que el pintor orientó su
producción hacia el comercio americano, esto es, hacia el final de su etapa
sevillana84. Para este fin, el taller de Zurbarán produjo principalmente ciclos
de cuadros que representaban las sibilas, padres fundadores de órdenes
monásticas, vírgenes mártires, apóstoles, emperadores romanos, etc.85, cuyas
composiciones derivaban de grabados flamencos, franceses o italianos86. En
Lima y en Puebla, en México, se conservan sendos ciclos que representan los
patriarcas de las doce tribus de Israel87. Pintado antes de 1647, se menciona
en los archivos notariales de Sevilla otro ciclo de los Doce Césares destinado
a Lima88. También se documentan otros envíos realizados anteriormente. Así,
Zurbarán presenta una querella en 1640 contra un capitán de Sevilla que se
había comprometido a vender en América varios ciclos de pinturas en su
nombre. Durante la travesía hasta América en que transportaba las pinturas,
el capitán las empleó para decorar el barco con ocasión de una fiesta cele-
brada a bordo. Como consecuencia, las pinturas se estropearon impidiendo
97
Universo Barroco Iberoamericano

su venta en el lugar de destino. Para terminar, en 1649,


se documenta también otro envío que hizo Zurbarán,
esta vez con destino a Buenos Aires, de cuadros y de
materiales para pintar89. En adelante, sus epígonos y
sus imitadores continuaron esta producción destinada
al mercado americano90.

Para el pintor Diego Trujillo, activo tanto en Sevilla


como en Cádiz, como hemos visto, en los mismos círcu-
los que Bernabé Ayala, también se documentan varios
envíos de pinturas destinados a la venta en el mercado
colonial91. En 1673, Trujillo envió a Santo Domingo y a
La Habana una caja que contenía un conjunto de cua-
renta lienzos, caja que, por cierto, nunca llegó a buen
puerto92. En 1687, el pintor entregó un poder a tres
capitanes de barco para que en América recibiesen en
su nombre diversas cantidades de dinero, sin duda el
fruto de la venta de otros lotes de pinturas expedidos
desde Sevilla o desde Cádiz93. Por otra parte, sabemos
que Trujillo entretuvo lazos de amistad con el marino
Fig. 5. Bernabé de Ayala Matías de Tejada, su probable socio en algunos de sus negocios. En 1680,
(atribuido), San Juan año en que Trujillo se traslada a Cádiz, Tejada lo nombró administrador de
Evangelista, óleo sobre sus bienes y tutor de sus hijos antes de partir a “los Reinos de las Indias”94.
lienzo, 50,7 x 37,7 cm,
colección privada.
Muy posiblemente las obras enviadas por Trujillo fueron también ciclos de
cuadros, cuya popularidad en América se demuestra abundantemente a
partir de las referencias de envíos de cuadros en los archivos de Sevilla. La
producción de series y ciclos de cuadros, iniciada en el siglo XVI, no se reduce,
en efecto, al taller de Zurbarán y a sus seguidores95, sino que muchos otros
artistas se especializaron también en esta línea para aprovechar las oportu-
nidades que ofrecía el mercado americano96. Kinkead ha estudiado en detalle
el caso del pintor Juan de Luzón (1608-1662), quien destinó la totalidad de
su producción al mercado americano. Sin embargo, el estudioso ha reunido
asimismo datos sobre otros artistas que también se consagraron en buena
medida este tipo de actividades. Entre ellos, encontramos, significativamente,
cuatro compañeros de Bernabé de Ayala y de Diego Trujillo en la Academia de
Sevilla97. Se trata de los pintores Luis Carlos Muñoz98 (antes de 1658-después
de 1665), Juan Fajardo99 (c. 1605-c. 1693), Juan López Carrasco100 (1622-
1692?) y Juan Gómez de Arroyo101 (1635-1693). Los documentos conservados
reflejan estos artistas como maestros independientes que trabajaban a la
cabeza de un taller donde se producían pinturas de manera seriada, similar
a la que hemos visto recogida para el taller de Zurbarán102. En los cuadros
destinados al mercado americano producidos por estos talleres sevillanos
se sobreponía la rapidez de ejecución a la originalidad, y por ello se repetían
fórmulas que aseguraban un éxito comercial. En general, estos cuadros
representaban una sola figura, lo que simplificaba el trabajo de ejecución y
permitía reducir los precios de las unidades103.
98
El comercio artístico entre Cádiz y América en la segunda mitad del siglo XVII... - Eduardo Lamas-Delgado

Los 108 cuadros que el pintor Luis Carlos Muñoz


se comprometió a pintar en 1665 en un plazo de
tan sólo cuatro meses constituyen un ejemplo si-
gnificativo de este tipo de producción seriada104. En
1665, el pintor Juan López Carrasco destinaba al
mercado americano un lote similar de 132 cuadros
sobre lienzo sin bastidores. Contados por docenas,
no queda duda en cuanto a su condición de simple
mercancía105.

Estos pintores llevaban a cabo sus envíos a América


asumiendo todos los riesgos, siguiendo un sistema
de venta habitual para otros tipos de mercancías.
Ya hemos visto que en ocasiones sus envíos no lle-
gaban a buen puerto; aun así, el balance debió de
resultar beneficioso, puesto que este sistema pre-
sentaba la ventaja de poder vender estos cuadros
a un precio muy superior del que habrían alcan-
zado en Sevilla106. El pintor acordaba un poder a
un agente, generalmente un capitán de barco o un
armador, a quien encargaba de vender sus cuadros
al mejor precio a cambio de una comisión107. A su
vuelta, el agente intermediario pagaba al pintor el
resultado de la venta108. Fig. 6. Bernabé de Ayala
(atribuido), San Juan
En tanto que puerta de acceso a las Indias occidentales y sede del monopolio evangelista en Patmos, óleo
comercial entre España y sus territorios americanos, Sevilla había ofrecido sobre lienzo, 150 x 110 cm,
Madrid, colección privada.
durante muchos años un máximo de posibilidades a los artistas interesados
en explotar su acceso al mercado internacional109. Bernabé de Ayala y su
colega Diego Trujillo aprovecharon estas ventajas; Antonio Hidalgo quizá
también. Sin embargo, parece que la crisis del puerto de Sevilla durante la
segunda mitad del siglo XVII, señalada al inicio de esta contribución, afectó de
manera directa sus negocios americanos. En este sentido, Kinkead ha hablado
de un auténtico hundimiento del comercio sevillano de pinturas con América
hacia la mitad de los años 1680, circunstancia que debió de iniciarse ya en los
años anteriores110. En 1679 quedaba restablecido en Cádiz la Tabla y Juzgado
de Indias, así como el Tercio de toneladas111, y el 4 de julio de 1680 quedaba
autorizada la entrada y salida de galeones y de las flotas desde su puerto.

Resulta, por tanto, muy significativo que esta crisis se produjera justo en el
período en que hemos podido documentar el traslado a Cádiz de pintores
sevillanos activos en el comercio de pinturas con América; recuérdese que es
precisamente en 1680 cuando Diego Trujillo obtiene en Cádiz la ciudadanía y
la maestría de pintor. ¿Fueron estos lazos comerciales con América los que
le condujeron a él y a Ayala, y a otros artistas sevillanos, a desplegar todas
o una parte de sus actividades en Cádiz, en el momento mismo en que el
mercado de Sevilla decaía?
99
Universo Barroco Iberoamericano

La hipótesis es aún más plausible cuando se considera que fue justamente


durante aquellos mismos años cuando las casas de exportación de cuadros
de Amberes tomaron también la decisión de instalarse en Cádiz para de-
sarrollar desde allí sus exportaciones destinadas a la península Ibérica y a
América. En efecto, entre 1650 y 1668, Matthijs Musson y su esposa Maria
Fourmenois emplearon en Cádiz toda una serie de agentes112. El 7 de febrero
de 1671, el mercader Justo Forchondt (1647-1709) se estableció directamente
en Cádiz para crear una sucursal de la célebre casa amberina de su padre
el pintor Guilliam Forchondt I (1608-1678), firma que ha sido estudiada en
detalle recientemente por Van Ginhoven113. Poco después, o a hacia esa fecha,
su hermano el orfebre Andreas Forchondt (1650-1675) llegó a Sevilla para
colaborar desde allí en el negocio familiar, pero falleció poco después114. En
1677, se instalaba en Cádiz otro hermano del clan para remplazarlo, el pintor
y comerciante Guilliam Forchondt II (1645-1707)115, quien se integró muy bien
en la comunidad flamenca y comerciante de la ciudad, y la Casa amberina
logró aumentar desde allí, significativamente, su acceso a los mercados
español y americano116.

En efecto, en el último tercio del siglo XVII el mercado de objetos artísticos


hacia América se estaba orientando hacia Cádiz y su puerto, alcanzando una
gran expansión en los años 1660-1670, y dejando poco a poco la ciudad de
Sevilla. Con ello, simplemente se seguía la tendencia observada en las expor-
taciones y el comercio de otros tipos de productos117. Este fenómeno habría
atraído a Cádiz a toda una serie de pintores y escultores cuya producción
estaba en buena medida destinada al mercado americano, y entre ellos se
encontraron Bernabé de Ayala, Diego Trujillo y Jacinto Pimentel, así como,
probablemente, Antonio Hidalgo. La concentración de los investigadores de
la pintura española sobre los archivos sevillanos, junto al anonimato en que
han quedado sumergidos la mayoría de los pintores implicados en este tipo
de producción, podrían explicar que el fenómeno haya pasado desapercibido
hasta ahora, y que en consecuencia se haya descuidado el papel desempeña-
do por la ciudad de Cádiz en la producción artística destinada al mercado
americano durante el siglo XVII.

100
El comercio artístico entre Cádiz y América en la segunda mitad del siglo XVII... - Eduardo Lamas-Delgado

1.  La literatura sobre el tema es amplia; aquí nos centraremos únicamente en Notas
los trabajos siguientes: Chaunu, Pierre, Séville et l’Atlantique (1504-1650). Paris,
1955-1960; Chaunu, Pierre, Séville et l’Amérique : XVIe-XVIIe siècles. Paris, 1977;
Crailsheim, Eberhard, The Spanish connection: French and Flemish merchants net-
works in Seville (1570-1650). Köln, 2016; Castillo Martos, Manuel, Sevilla barroca
y el siglo XVII. Sevilla, 2017.

2.  Domínguez Ortiz, Antonio, “Murillo’s Seville”. Bartolomé Esteban Murillo.


London, 1982, pág. 30.

3.  Girard, Antoine, La rivalité commercial et maritime entre Séville et Cadix jusqu’à
la fin du XVIIIe siècle. Paris-Bordeaux, 1932; Everaert, John, De internationale en
koloniale handel der Vlaamse firma’s te Cadiz: 1650-1700. Brugge, 1973; Carras-
co González, María Guadalupe, Comerciantes y casas de negocios en Cádiz (1650-
1700). Cádiz, 1997; Bustos Rodríguez, Manuel, Cádiz en el sistema atlántico: la
ciudad, sus comerciantes y la actividad mercantil (1650-1830). Madrid, Sílex, 2005.

4.  Bustos Rodríguez, Manuel, “Los siglos decisivos”. Historia de Cádiz. Madrid,
Sílex, 2005, pág. 314, 415.

5.  Butel, Pierre, Européens et espaces maritimes : vers 1690-vers 1790, Bordeaux,
1997, pág. 102-115.

6.  Bertaut, François, Journal du voyage en Espagne. Paris, 1682, pág. 126, 140.

7.  Ver principalmente: Sancho Sopranis, Hipólito, “Artistas sevillanos en Cá-


diz”. Archivo Hispalense, 15, 1951, pp. 91-123; Antón Solé, Pablo, “El gremio ga-
ditano de pintores en la segunda mitad del XVII: notas históricas sobre un grupo
social gaditano”, Archivo Hispalense, 57, 1974, pp. 171-180; Romero Torres, José
Luis, “Bernardo Simón de Pineda y su aprendizaje en Cádiz con el arquitecto
de retablos Alejandro de Saavedra”. Laboratorio de arte, 19, 2006, pág. 182-184;
Sánchez Peña, José Miguel, Escultura genovesa: artífices del Setecientos en Cádiz.
Cádiz, 2006; Hormigo Sánchez, Enrique et al., Documentos para la historia del
arte en Cádiz. Tomo I. Cádiz, 2007; Romero Torres, José Luis, “La escultura bar-
roca sevillana y su relación con otros focos artísticos”, Teatro de grandezas, Se-
villa, 2007, pág. 63-83; Van Ginhoven, Sandra, Connecting art markets: Guilliam
Forchondt’s dealership in Antwerp (c. 1632-1678) and the overseas paintings trade.
Leiden, Brill, 2017, pág. 238-239.

8.  Sobre los Legot en Cádiz, ver: Lamas-Delgado, Eduardo, “El pintor Miguel
Legot (Sevilla, c. 1627-Cádiz, 1695)”. El Rincón malillo, 5, 2015, pág. 47-52, y la
bibliografía allí recogida.

9.  Sabemos que en Cádiz Legot adquirió un buque y que alcanzó una posición
social notable si tenemos en cuenta las propiedades que llegó a reunir en la ciu-
dad, en la calle que llevaba su nombre y que hacia el final de su vida pasó a lla-
marse de la Amargura y hoy lleva el nombre de Santa Inés. Ver: Lamas-Delgado,
Eduardo, “Le peintre Bernabé de Ayala et autres petits maîtres entre Séville et
Cadix”. Annales d’Histoire de l’Art et d’Archéologie de l’Université Libre de Brux-
elles, 36, 2014, pág. 72.

10.  Méndez Rodríguez, Luis, “El taller de los Cano: Miguel Cano el Mozo”. Sym-
posium Alonso Cano y su época. Granada, 2002, pág. 665-668.

11.  Alcalá, Luisa Elena et al., Pintura en Hispanoamérica: 1550-1820. Madrid, El


Viso, 2014, pág. 118-119, 128-130
101
Universo Barroco Iberoamericano

12.  Cornejo, Francisco J., “Noticias de Francisco de Herrera el Viejo en Madrid y


del retablo mayor del Colegio de San Basilio, de Sevilla”. Archivo Español de Arte,
316, 2006, pág. 356.

13.  Serrera, Juan Miguel, “Ultime étape de Zurbarán à Madrid : contributions et


réflexions”. Gazette des Beaux-Arts, 140, 1998, pág. 177-184.

14.  Gardonio-Foat, Casey, “Luisa Roldán’s terracottas: result of failure or strat-


egy for success?”. Athanor, 23, 2005, pág. 60.

15.  Pemán Medina, María, “El escultor Pedro Roldán en el convento de San
Francisco de Cádiz”. Homenaje al Profesor Hernández Díaz. Tomo I. Sevilla, 1982,
pág. 531-538.

16.  De los Ríos, Elena, José de Arce, escultor flamenco (Flandes, 1607-Sevilla,
1666). Sevilla, Diputación Provincial, 2007, pág. 19-20.

17.  Alonso de la Sierra, Lorenzo et al., “Nuevas obras de Cornelio Schut el jo-
ven”. Norba-arte, 18-19, 1998-1999, pág. 90-96.

18.  Fue precisamente a consecuencia de una caída desde el andamio que em-
pleaba para pintar el gran cuadro de altar de la iglesia que el pintor falleció en
Sevilla en 1682, y no en Cádiz, como a veces se ha dicho: Valdivieso, Enrique,
Murillo: catálogo razonado de pinturas. Madrid, El Viso, 2010, pág. 21-23.

19.  Sobre Ayala: Lamas-Delgado, Eduardo, “Le peintre Bernabé de Ayala”,


op.cit., pág. 73-88.

20.  Kinkead, Duncan T., Pintores y doradores en Sevilla: 1650-1699: documentos.


Bloomington, 2009. Otro tanto ocurre con este interesante trabajo: Kata, Lori,
“With the most diligence possible’: Francisco de Zurbarán and the overseas art
trade in the seventeenth century”. Hispanic Research Journal, 12, 5, 2011, pág.
387-396.

21.  Kinkead, Duncan, Pintores y doradores, op. cit., pág. 56.

22.  Cádiz, Archivo Histórico Provincial, Testamentos CA 2114, Testamento de


Miguel Legot de 11 de diciembre de 1689, ff. 305-310. Citado en Lamas-Delgado,
Eduardo, “Le peintre Bernabé de Ayala”, op. cit., pág. 84.

23.  Sancho Sopranis, Hipólito, “Las naciones extranjeras en Cádiz durante el


siglo XVII”. Estudios de historia social de España, 4-2, 1960, pág. 643-877.

24.  Lamas-Delgado, Eduardo, “Le peintre Bernabé de Ayala”, op. cit., pág. 85.

25.  Romero Torres, José Luis, “Bernardo Simón de Pineda”, op. cit.

26.  Kinkead, Duncan, Pintores y doradores, op. cit., pág. 55-56.

27.  Sobre este pintor, ver: Valdivieso, Enrique, Pintura barroca sevillana. Sevilla,
2003, pág. 469.

28.  Ceán Bermúdez, Juan Agustín, Carta de D. Juan Agustín Ceán Bermúdez a un
amigo suyo, sobre el estilo y gusto en la pintura de la escuela sevillana. Cádiz, 1806,
pág. 154-160; De la Banda y Vargas, Antonio, El manuscrito, op. cit., pág. 21,
34-35, 38-39, 43; Kinkead, Duncan, Pintores y doradores, op. cit., pág. 245-246.
102
El comercio artístico entre Cádiz y América en la segunda mitad del siglo XVII... - Eduardo Lamas-Delgado

29.  Ibídem, pág. 54.

30.  Ibíd., pág. 246.

31.  Viñaza, Conde de, Adiciones al diccionario histórico de Ceán Bermúdez: A-L.
Tomo II. Madrid, 1889, pág. 283; Angulo, Diego, Pintura del siglo XVII. Madrid,
1954, pág. 385; Valdivieso, Enrique, Pintura barroca, op. cit., pág. 469.

32.  Respeto Martín, Enrique “Artífices gaditanos”, op. cit., pág. 91-93. Sobre la
cuestión en el contexto hispánico, ver Cruz Valdovinos, José Manuel, “El fuero y
el huevo: la liberalidad de la pintura: textos y pleitos”. La teoría de la pintura en
el Siglo de Oro (1560-1724). Madrid, Abad editores, 2012, pág. 173-202.

33.  Viñaza, Conde de, Adiciones, op. cit., pág. 283.

34.  Antonio Romero Dorado, “Iniciando el catálogo del pintor Antonio Hidalgo:
las Ánimas del Purgatorio (1688)”. Philostrato, 2, 2017, pp. 65-69.

35.  Respeto Martín, Enrique “Artífices gaditanos”, op. cit., pág. 91.

36.  Ceán Bermúdez, Juan Agustín, Carta, op. cit., pág. 151 y 160.

37.  En su testamento de 1664, Ayala dice ser hermano de este orfebre poco
conocido, de quien sabemos que obtuvo la maestría en Sevilla en 1662 y que en
1696 estaba instalado en México: ver Sanz Serrano, María Jesús, La orfebrería en
la América española. Sevilla, 1981, pág. 298; Lamas-Delgado, Eduardo, “Le pein-
tre Bernabé de Ayala”, op.cit., pág. 76.. Otro Francisco Rendón ejerce de notario
en Cádiz entre 1652 y 1667: Van Ginhoven, Sandra, Connecting art markets, op.
cit., pág 261.

38.  Kinkead, Duncan, Pintores y doradores, op. cit., pág. 539.

39.  Antón Solé, Pablo, “El gremio gaditano de pintores”, op. cit., pág. 177; Re-
speto Martín, Enrique “Artífices gaditanos del siglo XVII”. Documentos para la
Historia del Arte en Andalucía. Tomo X. Sevilla, 1946, pág. 92-93.

40.  Los archivos notariales de Sevilla lo mencionan de nuevo entre 1681 y 1689,
y se sabe que hizo testamento allí el 18 de mayo de 1700: Muro Orejón, Antonio,
“Pintores y doradores”. Documentos para la Historia del Arte en Andalucía. Tomo
VIII. Sevilla, 1935, pág. 104.

41.  Cádiz, Archivo Diocesano, Autos de Cádiz, año 1667, Autos por Diego Trujillo
y Juan Lorenzo Cantero, pintores de esta ciudad contra Francisco Núñez, tanvien
pintor desta ciudad. Documento citado en Antón Solé, Pablo, “El gremio gadita-
no de pintores”, op. cit., pág. 172-173. Sobre la relación de Núñez con los Legot,
ver Lamas-Delgado, Eduardo, “Le peintre Bernabé de Ayala”, op.cit., pág. 84-85

42.  Respeto Martín, Enrique “Artífices gaditanos”, op. cit., pág. 93.

43.  Ibídem.

44.  En 1638, declara en Cádiz tener 38 años; en 1645, dice tener 40; en 1648, 49;
en 1651, 48; en 1653, 50; 1655, 50. Ver Hormigo Sánchez, Enrique, Documentos,
op. cit., pág. 391, 395. Sobre Pimentel, ver también: Espinosa de los Monteros
Sánchez, Francisco, “Breves apuntes biográficos sobre el escultor y arquitec-
to Jacinto Pimentel”, <http://www.cadizcofrade.net/historia/humildadsxvii.
htm.>[Consultado el 27 de noviembre de 2013]. 103
Universo Barroco Iberoamericano

45.  Hormigo Sánchez, Enrique, Documentos, op. cit., pág. 402, 404.

46.  En 1669, Pablo Legot debía a Pimentel 100 ducados de vellón de préstamo
que éste le había hecho: Cádiz, Archivo Histórico Provincial, Testamentos, CA
4924, f. 129r.

47.  Espinosa de los Monteros Sánchez, Francisco, “Breves apuntes biográficos


sobre el escultor y arquitecto Jacinto Pimentel”, op. cit. Con esta esposa, Ana
Núñez, Pimentel tenía una tienda de mercería en la calle de los Guanteros: Hor-
migo Sánchez, Enrique, Documentos, op. cit., pág. 393.

48.  En 1640 y en 1641, el escultor compra varios lotes de productos textiles


manufacturados, adquiridos probablemente para su venta en la tienda. Pero
también lo sabemos activo en el negocio con América. En varias ocasiones, figu-
ra en los archivos notariales como deudor ante varios prestamistas que le habían
avanzado fondos para sus negocios americanos. Con varios de ellos, Pimentel y
su esposa se comprometen a honorar sus deudas con la llegada de los galeones
de la plata a Sanlúcar o la del tornaviaje a Cádiz: Hormigo Sánchez, Enrique,
Documentos, op. cit., pág. 392-405.

49.  Ibídem., pág. 404.

50.  Ibíd., pág. 398. Siculi es citado en Sancho Sopranis, Hipólito, “Las naciones
extranjeras en Cádiz”, op. cit., pág. 668.

51.  Encontramos a Pimentel en posesión de esclavos, de una cantera, de sus


casas y de un terreno, y en magníficas relaciones con mercaderes y escribanos
de la ciudad, con quienes establece en algunos casos relaciones de parentesco:
Hormigo Sánchez, Enrique, Documentos, op. cit.

52.  Kinkead, Duncan T., “Artistic trade between Sevilla and the New World in
the mid-seventeenth century”. Boletín del Instituto de Investigaciones Estéticas,
25, 1983, pág. 73-10; Kinkead, Duncan T., “El mercado de la pintura en Sevil-
la: 1650-1699. Congreso Internacional Andalucía Barroca: I. Arte, arquitectura y
urbanismo. Sevilla, 2009, pág. 89-98; Ruiz Gomar, Rogelio, “Nueva España: en
búsqueda de una identidad pictórica”. Pintura de los Reinos. Mexico, 2009, pág.
596-598.

53.  Sobre la producción del taller de Zurbarán destinada a América, ver: Kata,
Lori, “With the most diligence possible”, op. cit., pág. 387-396. Ver también: Na-
varrete Benito, “L’atelier de Zurbarán comme fabrique de sainteté : prototypes,
séries et commercialisation”. Cano, Ignacio, Francisco de Zurbarán (1598-1664).
Bruxelles, 2014, pág. 54-65

54.  Bernabé de Ayala, La imagen de la Virgen de los Reyes en su altar de la cate-


dral de Sevilla, óleo sobre lienzo, 240 x 176 cm, firmado y fechado en 1662. Lima,
Tribunal Constitucional.

55.  Bernales Ballesteros, Jorge, “Una pintura original de Bernabé de Ayala”. Ar-
chivo Hispalense, 50, 153, 1969, pág. 176.

56.  Sevilla, Archivo General de Indias, Audiencia de Lima, leg. 67: Inventario de
rentas y bienes del Monasterio del Prado. Lima, 29 de septiembre de 1666; Bernales
Ballesteros, Jorge, “Una pintura original de Bernabé de Ayala”, op. cit., pág. 177.

57.  En los libros de cuentas del convento figura la adquisición del cuadro con
104 nombre y fecha. . Santibáñez Salcedo, A., El monasterio de Nuestra Señora del
El comercio artístico entre Cádiz y América en la segunda mitad del siglo XVII... - Eduardo Lamas-Delgado

Prado. Lima, 1943, pág. 26; Bernales Ballesteros, Jorge, “Una pintura original de
Bernabé de Ayala”, op. cit., pág. 176-177 y 179.

58.  Mariazza Foy, Jaime, “Francisco de Zurbarán y su taller en la pintura colo-


nial peruana”. Francisco de Zurbarán y su obrador: obras en España y en el Virre-
inato del Perú. Madrid, 2001, pág. 58.

59.  De Mesa, José et al., Historia de la pintura cuzqueña. Lima, 1982, pág. 116;
Bernales Ballesteros, Jorge, El siglo de oro en la pintura sevillana. Lima, 1985;
Cruz de Amenábar, Isabel, Arte y sociedad en Chile: 1560-1650. Santiago, 1982,
pág. 42; Camón Aznar, José, Pintura española del siglo XVII, Madrid, 1983, pág.
314; Valdivieso, Enrique, “Ángeles sevillanos en Lima”. Buenavista de Indias, 6,
1992, pág. 35-45; Francisco de Zurbarán: 1598-1664. Granada, Caja de Ahorros,
1998, pág. 138; Mariazza Foy, Jaime, “Francisco de Zurbarán”, op. cit., pág. 55-
56. Delenda sólo le atribuye los dos primeros: Delenda, Odile, Francisco de Zur-
barán, op. cit., cat. de BA-12 a BA-26.

60.  Esta última atribución es rechazada en Navarrete, Benito et al., Zurbarán y


su obrador, op. cit., pág. 63. Además de estos tres ciclos, en el Perú se ha señalado
también la presencia de otro cuadro atribuible a Bernabé de Ayala, que no conoc-
emos. Se trata de una pintura que representa la imagen de devoción de la Virgen
de Soto, pintura conservada en el convento de Nuestra Señora de los Ángeles
en Lima: Tord, Luis Eduardo, “Francisco de Zurbarán en el Perú”. Francisco de
Zurbarán y su obrador: obras en España y en el Virreinato del Perú. Madrid, 2001,
pág. 61-63. Por error, se ha señalado igualmente la existencia en México de una
segunda versión del cuadro de la Virgen de los Reyes de Lima, que el historiador
Soria habría localizado allí. En realidad, tan sólo hizo referencia a la de Lima:
Soria, Martin, The paintings of Zurbarán: complete edition. London, 1953, pág. 25.

61.  Para un catálogo de la obra de Bernabé de Ayala, ver Delenda, Odile, Fran-
cisco de Zurbarán, op. cit., cat. BA.

62.  Ponz, Antonio, Viage a España. Tomo X. Madrid, 1781, pág. XXXVIII. Ver
también Ceán Bermúdez, Juan Agustín, Diccionario, op. cit., pág. 85.

63.  Bernabé de Ayala, Asunción de la Virgen, óleo sobre lienzo, 330 x 170 cm. San
Roque, iglesia parroquial de Santa María la Coronada.

64.  Hernández Díaz, José, “Más pinturas sevillanas de influjos zurbaranescos”.


Boletín de Bellas Artes, 6, 1978, pág. 165-166. Para estos cuadros, ver también:
Muñoz Rubio, María del Valme, “Restauración de las obras de Bernabé de Ayala:
San Roque y Santa Lucía”. Mus-A, 13, 2012, pág. 162-169; Delenda, Odile et al.,
Zurbarán: una nueva mirada. Madrid, Museo Thyssen-Bornemisza, 2015, pág.
160-163.

65.  Bernabé de Ayala (?), Retrato de dama, óleo sobre lienzo, 252 x 171 mm,
Bruselas, colección privada (objet KIK-IRPA n° 11003280).

66.  El vestido de la dama retratada, aunque más sobrio, se asemeja al del mod-
elo del Retrato de María de Vera y Gasca de Juan Carreño de hacia 1670, en la
colección BBVA (n° inv. 446).

67.  Bernabé de Ayala (atribuido), San Juan Evangelista, óleo sobre lienzo, 50,7 x
37,7 cm, colección privada.

68.  Pintura y escultura, hasta 1800 [Balclis, Barcelona 31/05/2017]. Barcelona,


2017, lote 1389. 105
Universo Barroco Iberoamericano

69.  El cuadro reinterpreta la composición de Zurbarán para el san Juan de Zur-


barán de los apostolados del Museu de Arte antiga de Lisboa, del museo de Cór-
doba, y de Santo Domingo en Guatemala: Delenda, Odile, Francisco de Zurbarán,
op. cit., vol. 1, pág. 241.

70.  Bernabé de Ayala (atribuido), San Juan evangelista en Patmos, óleo sobre
lienzo, 150 x 110 cm, Madrid, colección privada.

71.  Expotur: obras maestras de la pintura española: colección de D. Alberto Domín-


guez Cobo. Madrid, 1965. En 1968 el cuadro pasó a una colección privada en Ma-
drid, y en 1979, se expuso en la Feria de antigüedades, numismática y filatelia de
Sevilla. Delenda lo retira del corpus del maestro y tampoco lo cree de un segui-
dor: Delenda, Odile, Francisco de Zurbarán, op. cit., vol. 2, n° NI-65.

72.  Certificado con fecha en Madrid en 15 de enero de 1968. Sobre este espe-
cialista: Torres Martín, Ramón, “Algo sobre los discípulos y seguidores de Zur-
barán”. Revista de Estudios Extremeños, 20, 1964, pág. 85-92.

73.  Kinkead, Duncan, Pintores y doradores, op. cit., pág. 52.

74.  Se trata quizá del padre del arquitecto de retablos homónimo, activo en el
territorio del reino de Sevilla durante el primer tercio del siglo XVIII, y de quien
se conoce principalmente su intervención en el retablo de la iglesia de Trigueros:
Carrasco Terriza, Manuel Jesús, “El retablo mayor de Trigueros, obra de Miguel
Franco, Duque Cornejo y Pedro Roldán”. Boletín oficial del Obispado de Huelva,
254, 1985, pág. 117-124; 255, 1985, pág. 179-185. Nacido hacia 1657 (en 1726
haber alcanzado la edad de 70 años), este segundo Miguel Franco sería quizá
hermano del dorador Gregorio Franco: comunicación escrita de Manuel García
Luque, a quien agradecemos esta información.

75.  Hernández Díaz, José, “Obras artísticas hispalenses de los siglos de oro”.
Estudios de arte sevillano, 1973, pág. 63-64; Lamas-Delgado, Eduardo, “Le peintre
Bernabé de Ayala”, op.cit., pág. 83.

76.  Sobre el pintor Ignacio Fernández Rodríguez, ver: De la Banda y Vargas, An-
tonio, El manuscrito de la Academia de Murillo. Sevilla, 1982, pág. 43-45; Quiles,
Fernando, Noticias de pintura (1700-1720). Sevilla, 1990, pág. 83; Quiles, Fernan-
do, “Los pintores sevillanos y sus privilegios a la luz de un nuevo dato de fines del
siglo XVII”. Archivo Hispalense, 64, 226, 1991, pág. 211-214; Kinkead, Duncan,
Pintores y doradores, op. cit., pág. 167-170.

77.  Ceán Bermúdez, Juan Agustín, Diccionario histórico de los más ilustres profe-
sores de las Bellas Artes en España. Tomo I. Madrid, 1800, pág. 133; Ceán Bermú-
dez, Juan Agustín, Historia del arte de la pintura en España. Madrid, KRK, 2016,
pág. 737; O’Neil, A., A dictionary of Spanish painters comprehending simply that
part of their biography immediately connected with the arts; from the fourteenth
century to the eighteenth. Tomo I. London, 1833, pág. 19.

78.  Sobre Juan de Mera, ver: Terrón Reynolds, María Teresa, “El pintor José de
Mera: 1672-1734?”. I Congreso internacional de pintura española del siglo XVIII.
Marbella, 1998, pág. 89-102.

79.  Brown, Jonathan, “La problemática zurbaranesca”. Symposium Internacional


Murillo y su época. Sevilla, 1982. Ver también: Guinard, Paul, Zurbarán, op. cit.,
pág. 55; Francisco de Zurbarán y su obrador: obras en España y en el Virreinato
del Perú. Madrid, Caja Segovia, 2001. Tan sólo existe certeza documental de los
106 asistentes del taller de Zurbarán para el año 1636, y Bernabé de Ayala no figura
El comercio artístico entre Cádiz y América en la segunda mitad del siglo XVII... - Eduardo Lamas-Delgado

entre ellos. Entonces lo eran José Durán, Alonso de Flores, Diego Muñoz Naran-
jo (1616-?) e Ignacio de Ries (1616-después de 1675): Palomero Páramo, Jesús,
“Notas sobre el taller de Zurbarán: un envío de lienzos a Portobelo y a Lima en el
año de 1636”. Zurbarán: IV centenario del nacimiento. Madrid, 1998, pág. 17-31.

80.  Sobre la formación de los aprendices en Sevilla, ver: Cherry, Peter, “La
formación de los pintores en los talleres sevillanos”. Pérez Sánchez, Alfonso
Emilio, Zurbarán ante su centenario (1598-1998). Valladolid, 1999, pág. 49-70.
Sobre el taller de Zurbarán, ver: Navarrete, Benito, “Die Werkstatt Zurbaráns
und ihr Schaffensprozess: Originale, Repliken und Kopien”. Beat Wismer et al.,
Zurbarán. Düsseldorf, Hirmer, 2015, pág. 35-43 y la bibliografía anterior allí rec-
ogida.

81.  Lamas-Delgado, Eduardo, “Le peintre Bernabé de Ayala”, op. cit., pág. 83.

82.  Así se sugiere en Delenda, Odile, “Bernabé de Ayala”, op. cit., pág. 28.

83.  Lohmann Villena, Guillermo, “Las pinturas de Zurbarán para el convento de


la Encarnación de Lima”. Revista del Archivo General de la Nación, 19, 1999, pág.
171-182; Kata, Lori, “With the most diligence posible”, op. cit., pág. 394.

84.  Kinkead, Ducan T., “The last Sevillian period of Francisco de Zurbarán”. The
Art Bulletin, 65, 2, 1983, pág. 307.

85.  Ibídem, pág. 306; Navarrete, Benito et al., Zurbarán y su obrador: pinturas
para el Nuevo Mundo. Valencia, 1998; Navarrete, Benito, Santas de Zurbarán: de-
voción y persuasión. Sevilla, Ayuntamiento, 2013.

86.  Navarrete, Benito, “La mecánica de trabajo en el obrador de Zurbarán”.


Pérez Sánchez, Alfonso, Zurbarán ante su centenario (1598-1998). Valladolid,
1999, pág. 141-143; Justo Estebaranz, Ángel, “Algunas fuentes grabadas descon-
ocidas de pinturas de Zurbarán y su obrador”. Congreso Internacional Andalucía
Barroca: I. Arte, arquitectura y urbanismo. Sevilla, 2009, pág. 331-338.

87.  Finaldi, Gabriele et al., Zurbarán y las doce tribus de Israel: Jacob y sus hi-
jos. Madrid, 1995. Una tercera versión, de una calidad superior a la de los ciclos
anteriores, se conserva en Auckland Castle, en Inglaterra, al menos desde los
años 1720. Se ha especulado que este ciclo, probablemente también destinado
a América en un principio, habría sido quizá objeto de una captura por parte de
piratas ingleses: Pemán, César, “La serie de los hijos de Jacob y otras pinturas
zurbaranescas”. Archivo Español de Arte, 21, 1948, pág. 164; Finaldi, Gabriele,
“Zurbarán’s Jacob and his twelve sons: a family reunion at the National Gallery”.
Apollo, 392, 1994, pág. 1-16.

88.  . Kata, Lori, “With the most diligence posible”, op. cit., pág. 389.

89.  Caturla, María Luisa, “Zurbarán exporta a Buenos Aires”. Anales del Instituto
de Arte Americano e Investigaciones Estéticas, 4, 1951, pág. 27-30.

90.  Navarrete, Benito, “La mecánica de trabajo en el obrador de Zurbarán”, op.


cit., pág. 117.

91.  Lamas-Delgado, Eduardo, “Le peintre Bernabé de Ayala”, op.cit., pág. 88.

92.  Kinkead, Duncan, Pintores y doradores, op. cit., pág. 541.

93.  Ibídem, pág. 542. 107


Universo Barroco Iberoamericano

94.  Ibíd, pág. 539.

95.  Sobre esta cuestión, ver Serrera, Juan Miguel, “Zurbarán y América”. Zur-
barán. Madrid, 1988, pág. 62-83.

96.  Kinkead, Duncan T., “Juan de Luzón and the Sevillian painting trade with
the New World in the second half of seventeenth century”. The Art Bulletin, 66,
1984, pág. 303-310; Serrera, Juan Miguel, “Zurbarán y América”, op. cit., pág.
70-71; Junquera Mato, Juan José, “Zurbarán y América”. Pérez Sánchez, Alfonso,
Zurbarán ante su centenario (1598-1998). Valladolid, 1999, pág. 153; Van Gin-
hoven, Sandra, Connecting art markets, op. cit., pág. 240.

97.  Ceán Bermúdez, Juanmadrid, Agustín, Carta, op. cit., pág. 145, 154-155 y
161; De la Banda y Vargas, Antonio, El manuscrito, op. cit., pág. 21, 23-25, 29-32,
36, 40, 42, 44, 46 et 47; Kinkead, Duncan, Pintores y doradores, op. cit., pág. 146.

98.  Kinkead, Duncan, “Juan de Luzón”, op. cit., pág. 305; Kinkead, Duncan, Pin-
tores y doradores, op. cit., pág. 374-375.

99.  Kinkead, Duncan, “Juan de Luzón”, op. cit., pág. 304; Kinkead, Duncan, Pin-
tores y doradores, op. cit., pág. 142-147.

100.  Kinkead, Duncan T., “Juan López Carrasco, discípulo de Murillo: documen-
tos nuevos”. Archivo hispalense, 220, 1989, pág. 323-328; Kinkead, Duncan, Pin-
tores y doradores, op. cit., pág. 285-295.

101.  Kinkead, Duncan, “Juan de Luzón”, op. cit., pág. 304-305; Kinkead, Dun-
can, Pintores y doradores, op. cit., pág. 212-216.

102.  Kinkead, Duncan, “Juan de Luzón”, op. cit., pág. 306.

103.  Moreno Mendoza, Arsenio, “La pintura en Sevilla en la primera mitad del
siglo XVII: gremio, precios y mercado”. Archivo hispalense, 258, 2002, pág. 153-
175.

104.  El lote incluía veinticuatro cuadros de ángeles, un ciclo de doce “Hombres


de la Fama”, dos “juegos de Apóstoles”, dos “juegos de Vírgenes”, seis cuadros
de la imagen de devoción de la Virgen de la Soledad, seis otros de la imagen de la
Virgen del Rosario, y seis más de la imagen de la Virgen del Pópulo, entre otros
muchos: Kinkead, Duncan, Pintores y doradores, op. cit., pág. 375.

105.  “2 docenas de hechuras de Vírgenes; 2 docenas de Patriarcas; 3 docenas de


Fruteros de a 2 varas; 2 docenas de imágenes de Nuestra Señora las 6 del Pópulo
y 6 del Rosario y 6 de la Concepción y 6 de la Soledad; 12 San Franciscos, 6 Sola-
nos y 6 Javieres; 2 docenas de Ángeles; 2 juegos de Apóstoles”: Ibídem, pág. 289.

106.  Kinkead, Duncan, “El mercado de la pintura en Sevilla”, op. cit., pág. 93;
Kata, Lori, “With the most diligence posible”, op. cit., pág. 388

107.  Kinkead, Duncan, “Juan de Luzón”, op. cit., pág. 306; Kata, Lori, “With the
most diligence posible”, op. cit., pág. 392-393.

108.  En ocasiones, los pintores también entregaban lotes de cuadros que habían
adquirido de terceros. Así, Zurbarán envió en 1649 a Buenos Aires un lote de
nueve paisajes flamencos para ser vendido junto con una serie de cuadros proce-
dente de su taller: Caturla, María Luisa, “Zurbarán exporta a Buenos Aires”, op.
108 cit.; Serrera, Juan Miguel, “Zurbarán y América”, op. cit., pág. 71.
El comercio artístico entre Cádiz y América en la segunda mitad del siglo XVII... - Eduardo Lamas-Delgado

109.  Brown, Jonathan, “Painting in Seville and Mexico City, 1560-1660: influ-
ences and differences”. Gutiérrez Haces, Juana, Paintings of the Kingdoms: shared
identities: territories of the Spanish Monarchy, 16th-18th centuries. México, 2009,
pág. 924-962.

110.  Kinkead, Duncan, “El mercado de la pintura en Sevilla”, op. cit., pág. 94.

111.  Bustos Rodríguez, Manuel, “Los siglos decisivos”, op. cit., pág. 415.

112.  De Marchi, Neil et al., “Exploring markets for Netherlandish paintings in


Spain and Nueva España”. Nederlands Kunsthistorisch Jaarboek, 50, 1999, pág.
81-111.

113.  En 1671, Justo recibió un cargamento de 319 cuadros procedente de Am-


beres, cuya una parte vendió desde Cádiz a clientes y marchantes locales, y otra
a agentes para que los vendieran a su vez en América: Van Ginhoven, Sandra,
“Exports of Flemish imagery to the New World: Guilliam Forchondt and his com-
mercial network in the Iberian Peninsula and New Spain, 1644-1678”. Jaarboek
Koninklijk Museum voor Schone Kunsten Antwerpen, 2011, pág. 119-144. Sobre
estos agentes, ver Van Ginhoven, Sandra, Connecting art markets, op. cit., pág.
167-168.

114.  Andreas Forchondt había llegado a Sevilla con 176 pinturas y otros produc-
tos de lujo enviados por su padre. Ver Ibídem, pág. 109.

115.  Ibíd., pág. 106, 109. Hasta entonces, Guilliam Forchondt II había estado
trabajando en la agencia que la firma tenía en Viena, ciudad en la que había
dejado de lado la práctica de la pintura, desarrollando en cambio, con su herma-
no Alexander Forchondt (1643-1683), una actividad de comerciante de pinturas,
espejos y joyas, entre otros productos de prestigio, llegando a convertirse ambos
hermanos en joyeros oficiales del emperador Leopoldo I: Denucé, Jan, Expor-
tation d’œuvres d’art au XVIIe siècle à Anvers : la firme Forchoudt. Anvers, 1930,
pág. 15-17; Van Ginhoven, Sandra, Connecting art markets, op. cit., pág. 106, 109.

116.  Ibídem, pág. 107, 171-182. Su hermano Justo regresó enriquecido a Am-
beres hacia el final de su vida, donde alquiló la casa de Rubens y murió en 1709:
Ibíd., pág. 167.

117.  Bustos Rodríguez, Manuel, Cádiz en el sistema atlántico, op. cit.

109
Universo Barroco Iberoamericano

La sacristía de la catedral de Valladolid de Michoacán

Hugo Armando Félix Rocha


El Colegio de Michoacán - [email protected]

Resumen Las sacristías de las catedrales no sólo operaron como dependencias au-
xiliares destinadas al depósito de objetos para el culto, sino también como
sitios idóneos y convenientes donde confluyeron discursos visuales afines
a los usuarios que ahí tomaban asiento. La condición funcional apuntada
contribuyó al perfil cambiante o inalterable de dichos espacios según los
diversos intereses, propósitos y gustos del clero catedral. A diferencia de
las sacristías de las catedrales de México y Puebla, en la estancia análoga
de la iglesia mayor de Valladolid de Michoacán (actual Morelia) no se fijó un
programa definitivo, sino que de forma sostenida se hicieron modificaciones
que respondían a necesidades de diversa índole: devocionales, estéticas y
tecnológicas. En este estudio de caso se abordan las decisiones que tomaron
los capitulares desde la habilitación de la sacristía a finales del siglo XVII
hasta las reformas acometidas en la última década de la siguiente centuria.
Palabras clave: clero catedral, sacristía, altares, imágenes religiosas.

Abstract The sacristies of the cathedrals not only functioned as auxiliary rooms intend-
ed for the deposit of objects for worship, but also as convenient places where
visual discourses were displayed. The condition pointed out contributed to the
changing or unalterable profile of these spaces according to various interests,
purposes and tastes of the clergy. Unlike the sacristies of the cathedrals
of Mexico and Puebla, in the analogous stay of the church of Valladolid de
Michoacán (Morelia) a definite program was not fixed, instead many modifi-
cations were made according to needs of diverse nature: devotional, aesthetic
and technological. This case study addresses the decisions made by the clergy
about the habilitation of the sacristy at the end of the seventeenth century
until the reforms undertaken in the last decade of the next century.
Key words: Cathedral clergy, sacristy, altarpieces, religious images.

110
La sacristía de la catedral de Valladolid de Michoacán - Hugo Armando Félix Rocha

La sacristía consiste en una estancia que suele estar ubicada en una zona
próxima al altar mayor de la iglesia, donde se revisten los ministros para las
distintas celebraciones y oficios. En tanto depositaria de la mayor parte del
ajuar litúrgico, se considera una pieza reservada, protegida e inaccesible
para los extraños1. Dicha definición no es más que el punto de llegada de un
largo proceso en el que intervinieron distintos factores, tanto institucionales
como arquitectónicos, utilitarios y concernientes al culto2. En ese trayecto
la sacristía se constituyó como un espacio privilegiado en propiedad de los
ministros de lo sagrado, de ahí que fuera susceptible de ornamentarse con
imágenes complejas, que iban más allá de las preferencias devocionales
de sus usuarios, pues en algunos casos llegaron a conformar profundas
reflexiones sobre los misterios de la religión católica, el valor del sacerdo-
cio, el sentido colegiado y apostólico del cuerpo capitular, los orígenes de
la diócesis y sus legados fundantes, así como la posición de la Iglesia en
contextos específicos3.

No es casual que, a finales del siglo XIII, cuando comenzaba a hacerse notoria
la importancia de la sacristía, Guillaume Durand (c. 1237-1296) publicara el
Manual de los Divinos Oficios (1284), en el que se resumieron asuntos de orden
litúrgico generados en la Iglesia durante los siglos medievales. En dicho texto
se concedió a la sacristía un breve, pero revelador apartado, que la fijaba
como un sitio primordial junto con una interpretación simbólica que hundía
sus raíces en la tradición cristiana. El obispo de Mende planteó que, además
de ser el lugar donde se depositaban los vasos y los ornamentos sagrados,
la sacristía era análoga al propio seno de la Virgen María, donde Cristo se
revistió con la prenda sagrada de su carne, así como el sacerdote lo hacía
con los ornamentos litúrgicos cada vez que se preparaba para las celebracio-
nes4. La exégesis de Durand sugiere que en la estancia se conmemoraba el
misterio de la encarnación cada vez que los ministros actualizaban el ritual
de preparación de la misa. Dicho pensamiento influyó en la colocación de las
imágenes sagradas en las sacristías, pues fueron frecuentes la presencia
de íconos de Cristo y la Virgen María –principales actores del misterio de
la encarnación–, así como de sus prefiguras en el Antiguo Testamento, tal
111
Universo Barroco Iberoamericano

como tuvieron en algún momento las sacristías de las catedrales de México


y Valladolid de Michoacán. Al despliegue de imágenes religiosas y altares en
esta última sede episcopal están dedicadas las siguientes líneas.

La ornamentación de la Conforme al plan constructivo trazado por el arquitecto romano Vicencio


sacristía y su renovación Barocio de la Escayola (m. 1692), se emprendió en el último tercio del siglo
XVII la edificación de la sacristía de la catedral de Valladolid de Michoacán.
Se trataba de un área rectangular adosada al cuerpo de la iglesia por el cos-
tado este, junto a la cabecera que estaba reservada para el altar de reyes5.
De acuerdo con el reconocimiento de la construcción realizado en 1683, se
describió a la sacristía como un ámbito cubierto por tres bóvedas de arista,
dos de ellas para el recubrimiento del cuerpo principal, mientras la res-
tante para la tras-sacristía, destinada al resguardo de la plata y las alhajas
del culto6. Más tarde, durante la inspección o “vista de ojos” que realizó en
1715 Gerónimo de Soria Velázquez, marqués de Villahermosa de Alfaro,
miembro del Consejo de Su Majestad y oidor de la Real Audiencia de México,
se advirtieron novedades en cuanto al incremento de piezas adjuntas, pues
la sacristía se rodeó de áreas de menores dimensiones, con bóvedas bajas,
dispuestas para la sala del tesoro, vestidor y oficinas de la clavería7. Una vez
concluido el proceso constructivo, se acondicionó paulatinamente según las
contribuciones del cabildo catedral y de los obispos que transitaron como
gobernantes de la diócesis, de tal forma que se configuró un espacio propio
y distintivo.

En las inspecciones mencionadas, además de advertir sobre el avance de la


construcción, se reparó en un elemento clave de la primera ornamentación
de la sacristía: la presencia de un retablo dedicado a una talla del Niño
Jesús, el cual estaba dispuesto en el muro sur de la estancia, en la zona
que más tarde se reservaría para el revestimiento de los capellanes. Dicho
colateral, que al parecer se mantuvo en pie hasta finales del siglo XVIII, tenía
una característica que lo inscribía dentro de la producción de los obradores
locales, en particular, de aquel que dirigía Antonio Cardoso, pues se trataba
de una estructura cuyo recubrimiento combinaba el dorado con el color
azul, acaso una modalidad regional que también se extendió hacia la villa de
Zamora, en el Bajío michoacano, apenas concluido el colateral catedralicio8.
El retablo del Niño Jesús comenzó a construirse en 1683 a expensas del
canónigo Bernabé de Herrera, superintendente de la fábrica de la iglesia
antes de su dedicación en 1705. Dicho capitular se mantuvo muy cerca de los
prebendados que venían de la diócesis de Puebla, entre ellos, Sebastián de
Pedraza y Zúñiga, Diego Velázquez de Valencia, Nicolás Duque de Estrada,
Antonio Tamariz de Carmona y Felipe de Zabalza y Amézquita, este último
familiar del obispo Juan de Palafox y muy activo en asuntos concernientes al
culto de la catedral9. El colateral incluía al centro de su traza una venera en
la que estaba alojada la escultura principal, cuya dimensión alcanzaba una
vara de altura; los inventarios se refieren a su vestimenta azul o verde, muy
en sintonía con la tonalidad general del retablo. La talla había pertenecido
112
al mercedario castellano fray Francisco de Rivera (obispo de Michoacán de
La sacristía de la catedral de Valladolid de Michoacán - Hugo Armando Félix Rocha

1629 a 1637), por lo que se infiere que era una pieza con cierto prestigio y
antigüedad al momento de erigirse el altar. Es posible que la pieza haya
estado relacionada formalmente con las tallas sobre el tema hechas por el
escultor Juan Martínez Montañés (1568-1649), veneradas en las catedrales
de Sevilla y México desde el siglo XVII, cuyo modelo se extendió ampliamente
en el mundo hispánico10.

Había también en el altar dedicado a la infancia de Cristo algunos lienzos


pintados, al parecer de contenido narrativo. Algunos fueron donados por el
mismo Bernabé de Herrera, procedentes de su propia colección, además de
otros realizados por el mismo pintor, con los temas de la conversión de santa
María Magdalena y la vocación de san Mateo –que habían sido colocados en
el altar mayor de la catedral primitiva a devoción del mencionado canónigo
Zabalza y Amézquita– los que se retiraron de allí con autorización del cabil-
do11. Con dicha inclusión, los capitulares pretendían otorgarle unidad al altar
desde el punto de vista formal hasta completar el número de nueve pinturas,
según los reportes de los inventarios del siglo XVIII. Aunque no se conoce
cómo se articulaba el programa iconográfico del altar, pues reunía escenas
Fig. 1. Baltasar de Echave
tanto del ciclo de la infancia como de la vida adulta de Cristo, por lo menos Rioja (atribución). La
se puede inferir que trataba un tema por demás conveniente para el sitio circuncisión. Siglo XVII. Óleo
considerado análogo al vientre mariano, según la interpretación simbólica sobre tela. 179 x 120 cm.
expuesta por el obispo Guillaume Durand a finales de la Edad Media12. Catedral de Morelia, México.
Foto: Hugo Armando Félix.
Es posible que un par de lienzos que todavía se
conservan en la catedral, pintados en el último
tercio del siglo XVII y atribuidos anteriormente a
Pedro Ramírez (1638-1679), hayan pertenecido
al primer retablo de la sacristía13. Los asuntos
que tratan son La circuncisión (Fig. 1) y Jesús
entre los doctores (Fig. 2), relatos que se consi-
deran pasajes dolorosos en la vida de la Virgen
María. El tratamiento pictórico de ambas obras
permite asociarlas con la producción conocida
de Baltasar de Echave Rioja (1632-1682), que
podría considerarse el eslabón entre el trabajo
pictórico de José Juárez (1617-1661/62) y el de
Cristóbal de Villalpando (c. 1649-1714). Echave
Rioja, apenas fallecido en la Ciudad de México
cuando se proyectó el colateral de Valladolid,
trabajó en importantes encargos para la sacris-
tía de la catedral de Puebla y para las capillas
de Nuestra Señora de la Soledad y San Pedro
de la iglesia metropolitana de México, conjuntos
fechados en la década de 1670, los cuales se-
guramente conocieron los capitulares Zabalza
y Herrera antes de establecer su residencia en
el obispado de Michoacán.
113
Universo Barroco Iberoamericano

En el lienzo de La circuncisión se ve al Niño


Jesús sostenido por el sumo sacerdote mien-
tras el médico ejecuta el corte del prepucio,
momento en que el recién nacido extiende una
de sus manos hacia sus padres en señal de
auxilio. María y José, pese a su cercanía, se
mantienen impasibles, aunque un poco afec-
tados por el sufrimiento de su hijo. Dos testi-
gos, un hombre con turbante rojo y otro con un
cirial, guían con sus miradas hacia el centro
de la acción. Sin duda, parte importante de la
composición recae en la figura del sofisticado
ángel que porta un ánfora de bronce, quien
al afrontar la vista hacia afuera invita a con-
templar el relato pintado. Por su parte, en el
segundo lienzo se muestra al Niño Jesús a una
edad más avanzada, sentado tranquilamente
en lo alto de la gradería del templo, sobre una
cátedra abocinada con una venera. Mientras
uno de los doctores consulta un libro, el otro
parece haber detenido su explicación ante la
expectativa de escuchar la sabia réplica del
infante. Junto al doctor ataviado con un capote
de armiño se asoma el rostro de un anciano
destocado, ciertamente extrañado al ver a los
Fig. 2. Baltasar de Echave letrados cuestionados por un menor. En el fondo, María y José expresan con
Rioja (atribución). Jesús entre sus gestos y manos el alivio paterno de haber encontrado a Jesús después de
los doctores. Siglo XVII. Óleo
tres días de extravío. Es pertinente reparar en que ambas escenas están situa-
sobre tela. 192 x 138 cm.
Catedral de Morelia, México. das en espacios que insinúan una arquitectura clasicista y que contribuyen a
Foto: Hugo Armando Félix. definir la estructura geométrica de los cuadros. Evidentemente el tratamiento
de las figuras, la construcción de las manos y el sentido del color indican la
factura del pintor que cerró la dinastía de los Echave. Cabría señalar, por
último, que la conservación de las obras, así como su fallida intervención,
luego de haberse desmontado el retablo al que pertenecían, apunta hacia la
estima del clero catedral por ejemplares pictóricos del siglo XVII.

Antes de 1738 se encontraba en la estancia una talla de Cristo crucificado


que se conoció precisamente con el título de Señor de la Sacristía, el cual
estaba puesto bajo un baldaquín de damasco encarnado con sus cenefas
de terciopelo y flecos de oro, según el inventario de 172114. Al acordarse en
sesión capitular la manufactura de un altar dedicado a dicha imagen –cuya
fábrica gestionó el arcediano Diego de Aguilar Solórzano con el ensamblador
Anastasio Guedea– pasó de ser una imagen privada a ser una imagen de
culto público15. Pronto se sintió la ausencia en la sacristía del crucifijo ante
el cual los oficiantes se preparaban para la misa. En consecuencia, el deán
Mateo de Híjar y Espinosa propuso a sus colegas que se hiciese una hechura
grande de Cristo crucificado a costa de la fábrica de la iglesia para ponerlo
114
La sacristía de la catedral de Valladolid de Michoacán - Hugo Armando Félix Rocha

en el lugar en que estaba el otro. Sin embargo, el cabildo prefirió trasladar


un Cristo de marfil que estaba en el aposento de los predicadores y retirar el
que de forma provisional se había colocado bajo el baldaquino, “por no estar
bien hecho”16. El dosel de tela se sustituyó a la postre por un retablo, pues en
los inventarios subsecuentes se registra la pieza de eboraria asociada a una
estructura de madera que incluía siete lienzos. Evidentemente la existencia
de objetos tallados en materiales como el marfil colocaba al clero catedral
como consumidor de bienes procedentes de las cargas que transportaban
los navíos transoceánicos con fines comerciales, aunque cabe la posibilidad
de que hayan formado parte de los legados de obispos y capitulares. Habría
que mencionar que en otras catedrales americanas también hubo crucifijos
de marfil ubicados en las sacristías, por lo que quizás se trataba de un gusto
compartido, o bien, de un valor simbólico atribuido al material y a su color
blanco, más allá del exotismo que propiciaba su adquisición17.

El tercer retablo erigido en la sacristía se dedicó a san Cristóbal (el portador


de Cristo), conformado por pinturas y nichos que guardaban reliquias18. Se
trataba de un retablo-relicario cuya función residía en preservar los sagrados
vestigios de los santos para su veneración. Algunos ejemplos hispánicos tu-
vieron forma de armario con sus respectivas puertas, mientras otros estaban
compuestos por estantes destinados a la colocación de los contenedores.
En los ejemplos producidos en Nueva España, Gabriela Sánchez Reyes ha
detectado altares que dedican una sección destacada para la exposición de
las reliquias y otros que incluyen medallones con dichos vestigios en alguna
parte de la estructura19. El retablo de la catedral de Valladolid consistió en un
artefacto configurado de inicio con el propósito de resguardar los relicarios,
los cuales rodeaban la imagen escultórica del santo cristóforo. El hecho de
que el colateral se haya localizado en la sacristía apunta hacia su venera-
ción privada, lo que acentúa aún más la sacralidad del recinto, toda vez que
también apoyaba el discurso centrado en la figura del Niño Jesús, como es
visible en las representaciones del santo mártir de Licia20. En 1808, tras el
ingreso de importantes vestigios a la catedral, como los cuerpos-relicarios
de san Cristóbal y san Pío, se discutió en sesión capitular sobre las reliquias
conservadas en el retablo de la sacristía, donde se había advertido que no
recibían la luz adecuada conforme a su valor cultual, contra lo prevenido en
un decreto de la Sagrada Congregación de 1701, por lo que, para reparar la
falta, se decidió trasladarlas al altar de reyes. Antes de tomar la decisión se
consultó con el maestro de ceremonias Carlos de Tagle, quien en su parecer
expuso que “aunque la sacristía es lugar decente, y decoroso para colocar-
se las sagradas reliquias, lo es más la misma Iglesia”21. De esta forma, se
despojó al retablo-relicario de su valioso contenido para dar lugar a su más
amplia veneración en un sitio también privilegiado dentro del conjunto central
de altares, donde no se restringiría su culto y visibilidad únicamente a los
ministros de lo sagrado.

La iniciativa de levantar un colateral-relicario en la sacristía se debió al


obispo de origen canario Francisco Pablo Matos Coronado (cuyo gobierno
115
Universo Barroco Iberoamericano

diocesano duró de 1741 a 1744). El cabildo, en atención al interés del prela-


do, comisionó al tesorero interino José de Villegas Xara para que contratara
con el artífice que construiría la obra y se hiciera cargo de la compra de
los materiales para su manufactura, pues el importe debía librarse de los
bienes de fábrica espiritual22. En la memoria de los gastos que Villegas Xara
entregó al cabildo en 1745 se apuntan 12 pesos pagados por el diseño del
retablo al maestro José de Medina –el arquitecto poblano que acababa de
concluir la dirección de torres y portadas–, así como 100 pesos por el costo
de las pinturas, 10 pesos por el flete desde la Ciudad de México y seis más
al pintor local que limpió y colocó el envío en la nueva estructura23. Dichos
registros, además de situar a Medina como tracista de retablos en Valladolid,
sugiere el interés del clero catedral por aprovisionarse de obras importadas
desde los principales centros artísticos del virreinato con el fin de engalanar
sus espacios privados. Si bien no se anota el contenido de las pinturas ni el
nombre de su autor, es muy probable que se trate de los lienzos que aún
penden de uno de los muros de la sacristía: la Oración del Huerto (Fig. 3) y el
Cristo de los Dolores (Fig. 4), debidos al pincel de
José de Ibarra (1685-1756), aunque hay que aclarar
que sólo el primero está firmado. El pintor nacido
en Guadalajara, pero residente desde principios de
siglo en la Ciudad de México, no tardó en ser re-
conocido por diferentes clientelas, sobre todo por
su cercanía con los pintores Nicolás (1667-1734) y
Juan Rodríguez Juárez (1675-1728), quienes reo-
rientaron el quehacer pictórico del centro de Nueva
España. En la década de 1740 Ibarra gozaba de
cierta fama por haber trabajado para el clero de
las catedrales de Puebla y México en diferentes
requerimientos, de modo que los responsables
de la decoración del Real Palacio no dudaron en
encargarle los retratos de los virreyes Pedro de
Castro Figueroa y Salazar, duque de la Conquista
(1678-1741) y Pedro Cebrián y Agustín, conde de
Fuenclara (1687-1752) por considerarlo uno de los
pintores más dotados de la corte de México24. Para
la sede de Valladolid, en la misma década, retrató
al obispo Matos como devoto de santa Rosa de
Lima en un cuadro destinado al colegio de niñas
que el prelado fundó en el abandonado convento
de Santa Catalina, aunque no es posible determi-
nar si se hizo antes o después del encargo de los
Fig. 3. José de Ibarra. Oración lienzos para la sacristía25. Debido al deterioro del retrato del mismo obispo
en el huerto. c. 1744. Óleo perteneciente a la galería episcopal de la sala capitular, no es posible afirmar
sobre tela. 208 x 140 cm. si el cabildo lo encargó a Ibarra, como en efecto lo hizo en 1745 con la efigie
Catedral de Morelia, México. del navarro Martín de Elizacoechea (obispo entre 1745 y 1756).
Foto: Hugo Armando Félix.

116
La sacristía de la catedral de Valladolid de Michoacán - Hugo Armando Félix Rocha

En la Oración en el huerto se acude a un tema tra-


tado en los evangelios, en cuya representación
Cristo, vestido de gris y azul, aparece de rodillas,
con los brazos abiertos y con la mirada puesta en
lo alto, gestualidad que revela la inevitable fra-
gilidad de su naturaleza humana. En efecto, su
rostro expresa cierto agobio luego de haber re-
clamado la compasión de Dios Padre, rumbo a la
aceptación de la soledad y la muerte. Mientras un
ángel sostiene al orante, otro ha descendido sobre
una nube para mostrar el cáliz de la amargura. El
cuidadoso tratamiento anatómico de los seres ce-
lestiales ciertamente contrasta con las reducidas
figuras de los apóstoles Pedro, Santiago y Juan que
yacen en un profundo sueño. Este pasaje, además
de recordar las palabras imploradas por el Hijo:
“Padre, si quieres, aparta de mí esta copa”26, pro-
nunciado en un instante de angustia y desconsuelo,
apoya la reflexión de los ministros en un entorno
donde se revisten con las prendas sagradas. En
cambio, el Cristo de los Dolores remite al espectro
devocional madrileño del siglo XVII, surgido en
un clima de exaltación de las representaciones
de Cristo doliente tras la conmoción que propició
la profanación de un crucifijo a manos de unos
criptojudíos27. La pintura muestra a Jesús con las marcas de la crucifixión y Fig. 4. José de Ibarra
la corona de espinas en el momento en que presiona su pecho en un gesto (atribución). Cristo de los
Dolores. c. 1744. Óleo sobre
de profundo abatimiento. Al tiempo que afronta la mirada del observador,
tela. 210 x 140 cm. Catedral
sujeta el madero de la cruz y pisa un cráneo y una serpiente que se acerca de Morelia, México. Foto:
a la manzana del pecado. El fondo es especialmente atractivo pues dibuja Hugo Armando Félix.
un paisaje nocturno en el que por un lado abunda vegetación y por el otro la
vista de una ciudad amurallada28. El origen del tema se sitúa en la década
de 1630, cuando la extremeña Francisca de Oviedo arribó a Madrid con el fin
de reunir limosnas para la fundación de un hospital en la villa de Serradilla
(Cáceres). Por aquellos días se celebraba una función en desagravio del
Cristo de la Paciencia, en cuya procesión la beata pudo ver la imagen de un
Cristo inspirada en la visión de un dominico del convento de Atocha “en la
que se le apareció Jesucristo de pie, con la cruz en las manos, la muerte
y la serpiente a los pies, enteramente llagado y escarnecido, derramando
sangre por todas las heridas”. Francisca de Oviedo, impresionada por tal
representación, acudió con el escultor Domingo de la Rioja (m. 1656) para que
tallara una imagen según la visión del fraile29. En la corte de Madrid creció
fuertemente la devoción al Cristo de los Dolores en razón de la promoción
que hizo Felipe IV, quien atraído por la pieza dispuso que se trasladara a
la capilla del Alcázar, donde se mantuvo hasta 1641, cuando se devolvió a
su propietaria. Pronto, la Venerable Orden Tercera de San Francisco, de la
que era hermano el rey, pidió al mismo escultor otra obra idéntica para su
117
Universo Barroco Iberoamericano

capilla30. Allí posiblemente la conoció el capitán Tomás Pereyra de Castro y


Ayala, recaudador de las rentas reales en la isla de Tenerife, quien en 1661
encargó una réplica de la imagen para llevarla al archipiélago, localizada
ahora en la capilla mayor de la iglesia de San Sebastián de Tacoronte31. Es
muy probable que el obispo Matos, en atención a sus propias devociones
ancladas a la religiosidad ibérica, haya sugerido incluir en el retablo de la
sacristía una versión pintada de la imagen de un Cristo que le era familiar y
que quería hacer extensiva al cabildo catedral.

Los tres retablos referidos, cuyas imágenes estaban distribuidas según un


orden narrativo y devocional, en cierta forma articulaban y enlazaban el
espacio de la sacristía con un discurso centrado en la figura de Cristo (su
infancia, pasión, muerte y resurrección). Si bien no hay una sola referencia a
una imagen de la Transfiguración (que es el motivo de la portada principal de
la iglesia), es posible que el Niño Jesús bendiciente o el Cristo de los Dolores
hayan sido relacionadas con la figura triunfante del Salvador, misterio titular
de la catedral. Por otra parte, había en los muebles y espacios vacíos de
los muros, pinturas de tamaños, formatos y soportes distintos, la mayoría
enmarcadas en materiales como el oro, la plata y el ébano. La lectura de los
inventarios sugiere que el espacio de la sacristía estaba invadido de imágenes
pintadas, aunque habría que reparar en que habitualmente se registraron en
un apartado común los objetos presentes en las estancias adjuntas, como
la sala de la plata (el área más reservada del complejo debido al tesoro cus-
todiado) y el aposento de los predicadores (sitio que pudo haber tenido las
funciones de antesacristía, adonde quizás llegaban los padres y frailes que
eran invitados a pronunciar sermones en la catedral). Como bien ha señalado
Elena Estrada de Gerlero, en la sacristía parecía que se concentraban pinturas
y esculturas provenientes de antiguos retablos que se sustituían por otros o
que formaban parte de los espolios de los obispos32.

Entre las imágenes que progresivamente se ubicaron en las paredes de la


estancia sobresalieron las dedicadas a distintas advocaciones marianas,
las cuales se mantuvieron por lo menos hasta finales del siglo XVIII, cuya
presencia no podía pasar inadvertida a los oficiantes debido al tamaño que
algunas tenían, así como al poder de atracción que una imagen no narrativa
podía suscitar en quien la contemplara. Las obras que representan a la
Virgen María registradas en los inventarios revelan un espectro devocional
que incluía imágenes importadas, fundacionales y asociadas con las órdenes
religiosas, adscritas al “proceso de hispanización de los territorios america-
nos” al que no era ajeno el devenir del cabildo catedral de Valladolid33. En la
selección se vislumbra la preferencia de los capitulares por imágenes cuyo
culto se potenció en la época virreinal y que adquirieron un valor identitario,
cristalizado igualmente en fundaciones piadosas (como los aniversarios de
misas), impulsadas por el vínculo de un individuo con alguna imagen a la que
le atribuía carisma y gracia y en la que depositaba su más intensa devoción.
La figura individualizada de Nuestra Señora se expresó en la sacristía en
títulos como el Rosario, Concepción, Guadalupe, Remedios y Pasavensis,
118
La sacristía de la catedral de Valladolid de Michoacán - Hugo Armando Félix Rocha

plasmadas en formatos bidimensionales a diferencia


de la heterogeneidad de las imágenes marianas de
los altares ubicados en las naves de la iglesia, donde
predominaron las réplicas de los originales venerados
en las localidades de donde procedían los donantes o
promotores de su culto. Cabe destacar que en la sa-
cristía estuvo una pintura que todavía se conserva en
el actual acervo de la catedral: la Virgen de Pasavensis
(Fig. 5), cuyas cualidades la sitúan como una pieza de
finales del siglo XVII o principios del siguiente, pues
siguió muy de cerca las propuestas de Cristóbal de
Villalpando y de otros pintores del momento que do-
taron de un perfil local a la imagen pintada por Lucas
Cranach (1472-1553) para la catedral de Innsbruck. En
el ejemplo catedralicio, los límites del marco se amplia-
ron para dar lugar a una escena desvelada por ángeles
desnudos en la que María en posición sedente acoge
entre sus brazos al Niño Jesús. Nótese que las piernas
de los seres celestiales que sostienen el pesado dosel
guardan una relación muy estrecha con los pintados
por Villalpando en el lienzo de la Virgen del Rosario de
La Profesa (Ciudad de México)34. Quizás la pintura de la
sacristía se trate de una obra que realizó algún artífice
que estaba al tanto de los modelos del centro de Nueva
España, acaso formado con uno de los maestros que
promovieron la renovación de las ordenanzas del gremio de pintores en la Fig. 5. Autor desconocido.
década de 1680. En Valladolid, en ese momento, los pintores Antonio Hidalgo Virgen de Pasavensis. Finales
y Diego de Cuentas se comprometían ante escribano público a formar apren- del Siglo XVII. Óleo sobre
tela. 195 x 125 cm. Catedral
dices hasta que fueran oficiales, práctica que siguió vigente durante el siglo
de Morelia, México. Foto:
XVIII aunque no hubiera un gremio establecido35. Hugo Armando Félix.

En los inventarios se reporta, asimismo, un lienzo de tres varas con la repre-


sentación de Santa Ana, la Virgen María y el Niño Jesús, asunto cuyo origen
se remonta al siglo XIV y que encajaba de forma congruente con los retablos
de la estancia centrados en la figura de Cristo36. Pero sin duda, el tema que
más importancia tuvo por su reiterada presencia fue el referente a la Purísima
Concepción, que llegó a ser la imagen de un relicario. Según Francisca del
Baño, dicha advocación tuvo un lugar más privado en las catedrales, pues
en múltiples sedes presidía ámbitos restringidos, como podían serlo las
sacristías37. En el caso de la catedral de Valladolid, su sacristía contaba con
varias imágenes que se adecuaban al misterio concepcionista, pero en la
forma del ícono del Tepeyac, lo que otorgaba a la estancia un cariz mucho más
local al destacar un culto originado en el centro de Nueva España, pero bien
aceptado por el cuerpo eclesiástico michoacano38. Acaso uno de los lienzos
de la Virgen de Guadalupe que subsistió hasta el reacondicionamiento de
la estancia a finales del siglo XVIII, haya sido el que el racionero Tomás de
Alcocer donó hacia 1687 como parte de su legado testamentario, para que
119
Universo Barroco Iberoamericano

se colocara exprofeso en la sacristía de la nueva fábrica39. Igualmente, se


situaba aquella obra alegórica conocida con el título de Epifanía guadalupana,
elaborada por el pintor local Victoriano Fernández Pitacua a mediados del
siglo XVIII e intervenida en el siglo XIX por Jesús Pérez de la Busta, alterando
el color y el trazo original. La composición resulta un tanto desconcertante,
pues reúne en la parte inferior a los tres reyes magos (asociados con los tres
continentes) ofreciendo sus presentes no al Niño Jesús sino a santa María
de Guadalupe, cuya figura domina la mitad del lienzo. Se trata de la tercera
aparición de la Virgen, pues las que anteceden se encuentran representadas
en los óvalos de los ángulos superiores, de cuyos marcos penden ramilletes
de rosas y azucenas en alusión al misterio inmaculista40.

Hasta ahora se ha visto cómo en la estancia estaban presentes imágenes de


Cristo y la Virgen María, que sin duda eran las que predominaban sobre las
demás. Sin embargo, también formó parte del recinto un conjunto seriado
que plasmaba ciertos episodios de la vida del rey David, aquel patriarca cuya
autoridad reconocieron las tribus de Israel. El ciclo pictórico estaba dividido en
cuatro partes, que coincide con el número de estampas que algunos ejemplos
flamencos dedicaron a determinadas narraciones del Antiguo Testamento,
como las reunidas en el Thesaurus Sacrarum Historiarum veteris testamenti
(1585), obra editada por Gerard de Jode (1509-1591)41. Sin duda, la historia
de David es significativa para el cristianismo, en tanto que Cristo descendía
de su estirpe; no obstante, cabría preguntarse cuál relato de su vida se eligió
para ornamentar la sacristía de la catedral de Valladolid, pues las imágenes
de batallas, la lucha contra Goliat o el baño de Betsabé no podrían ser tan
convenientes para un recinto capitular dedicado a las oraciones y revesti-
miento de los oficiantes. Es posible que la serie más adecuada haya sido la
historia de Abigail, aquella dama, esposa de Nabal, que entregó vino y comida
al ejército de David –desterrado de Israel durante el reinado de Saúl–, tras
conocer la negativa de su esposo de dar provisiones a las milicias y advertir
el enojo del guerrero. Abigail, según el predicador germano Francisco Xavier
Dornn, “fue adornada de una singular prudencia” que mostró al humillarse
ante David como su esclava, de ahí que se considere prefigura de la Virgen
María y consecuentemente de la Iglesia42. Desde esta perspectiva, dicho relato
se acopla perfectamente al discurso visual de la sacristía, centrado en las
figuras más relevantes de la historia sagrada.

Los cuadros con temas hagiográficos, aunque en menor grado, también


tuvieron cabida en la sacristía y en las habitaciones adjuntas. Posiblemente
la mayoría consistía en imágenes de reducidas dimensiones, pintadas sobre
lámina, que se acumularon y fijaron en las partes disponibles de los muros,
o bien, sobre el mobiliario para acrecentar su cercanía. Las más grandes,
al parecer, no rebasaban una vara de altura, por lo que su presencia podría
considerarse secundaria en relación con los retablos y las pinturas referidas
anteriormente. La selección se vinculaba con los modelos de santidad vigen-
tes desde los primeros siglos del cristianismo (santa Catalina, santa Úrsula);
con los padres de la Iglesia latina (san Jerónimo, san Agustín); con el minis-
120
La sacristía de la catedral de Valladolid de Michoacán - Hugo Armando Félix Rocha

terio sacerdotal y la predicación (santo Domingo, san Ignacio, san Francisco


Xavier, san Felipe Neri) y con los patronazgos jurados sobre la ciudad (san
José y santa Teresa)43. Estaba además de prestado, un lienzo dividido en tres
partes que había funcionado como remate del antiguo altar de reyes, en el
que san Bernardo y san Antonio flanqueaban la imagen central dedicada a
los desposorios de María y José, clara representación de la defensa de la
castidad y la pureza de la Virgen. Dicho conjunto de imágenes se activaba con
las constantes oraciones y meditaciones, por lo que contribuía igualmente
a tener presentes ciertos valores que los mismos capitulares quisieron pre-
servar. Si bien estaban expuestas algunas efigies de santos procedentes de
órdenes religiosas –fundadores y reformadores–, acaso su inclusión estaba
determinada por razones que ambas esferas del clero compartían, aun cuan-
do en su distribución hayan predominado las devociones impulsadas por el
clero secular. Esto es a todas luces evidente en las imágenes procesionales
alhajadas con ricas piezas de joyería (san Pedro, san José, san Miguel, san
Cristóbal y Nuestra Señora de la Purificación), resguardadas en sus respec-
tivos nichos en el aposento de los predicadores44.

En la última década del siglo XVIII se alteró el ordenamiento inicial, pero


también se hicieron visibles los elementos que permanecieron según los
usos vigentes de la corporación. En este proceso intervino desde luego el
carácter, la posición y la religiosidad del clero catedral, lo mismo que sus
cambiantes inclinaciones estéticas. Debido al progresivo deterioro que mos-
traba la materialidad de los retablos de la sacristía, así como los lienzos y
láminas que acusaban el mismo desgaste, se volvió precisa la supresión
de varios elementos por medio de su venta o donación. Dicha depuración
alteró la organización del espacio y dio lugar a una nueva distribución, lejos
de aquella acumulación desigual, verificada desde el acondicionamiento
inicial de la estancia. El reacomodo de la sacristía se encomendó al canónigo
Mariano Escandón (1745-1814) durante el lapso en que acometió el blanqueo
general del templo45. El reordenamiento de la sacristía incluyó la fijación de
una colgadura de raso carmesí, sobre la que se colocaron diversos espejos,
ambientación que permite vislumbrar una voluntad de acondicionar la sala
según un modelo palaciego y que se usaba en algunos oratorios privados
de Nueva España, como el de la familia Fagoaga y Arozqueta. En muchas
ocasiones y lugares, las catedrales siguieron pautas que provenían de las
decoraciones de palacios, práctica que se acentuó entre los siglos XVI y XVIII.
Manuel Pérez Sánchez ha señalado cómo el despliegue y la suntuosidad del
ornato que llegaron a tener algunas catedrales produjo ambientaciones no
muy distintas a las de una sala de la corte. La decoración del espacio cate-
dralicio se vio influida y orientada por los gustos y modas que se impusieron
en el adorno de los salones palaciegos, pues muros y pilares se revestían de
lujosas colgaduras y cortinajes, de manera que en algunos casos, el elemento
arquitectónico llegó a desaparecer de la vista46.

Según el inventario de 1805, en el que quedaron evidenciados los cambios


efectuados por el conde de Sierra Gorda en 1790, permanecían en la sacristía
121
Universo Barroco Iberoamericano

los retablos del Cristo crucificado de marfil y el dedicado a las reliquias, el


cual al parecer sustituyó su imagen principal (san Cristóbal) por un relicario
con la imagen de la Purísima. El viejo altar del Niño Jesús ya no aparece
registrado, lo mismo que el conjunto de obras pictóricas que conformaban el
devocionario capitular. En cambio, se reportan varias cajoneras y estanterías
de varios frentes para el resguardo de ornamentos y vasos sagrados47. Tanto
el desarmado del colateral del Niño Jesús como el traslado de las reliquias
al altar de reyes apresuraron la progresiva pérdida de los atributos con los
que se configuró la sacristía. Es probable que tras esos movimientos se
haya integrado a la estancia una obra de especial importancia, tanto por su
calidad como por su procedencia. Se trata de la pintura colocada actualmente
sobre una cajonera cuyo tema aborda la Santísima Trinidad con santo Tomás,
san Agustín y san Buenaventura (Fig. 6) y que se encontraba originalmente
en el colegio jesuita de San Francisco Xavier de la ciudad. La pintura está
atribuida al pincel de Juan Patricio Morlete Ruiz (1713-1772) a partir de la
correspondencia generada pocos años antes de la expulsión entre el rector
Juan José de Villavicencio e Ildefonso Tello, su procurador en la Ciudad de
México48. En los inventarios hechos en 1773 con motivo de la entrega del co-
legio de Valladolid a la junta de temporalidades se reporta que el cuadro se
encontraba en uno de los muros testeros del salón general. Como el edificio
tras la expulsión de la orden pasó a manos del clero secular y se convirtió
en casa correccional de clérigos, así como la iglesia en una más al amparo
del cabildo catedral, podría suponerse que con la aprobación de la junta y de
las autoridades virreinales pasaron algunos objetos y piezas artísticas a la
catedral49. Quizás el traslado del lienzo de Morlete se debió a la iniciativa del
racionero José Jacinto Llanos y Valdés (m. 1815), quien impulsó la apertura
del templo de la Compañía para reactivar el culto divino y donde se instaló
como cura rector. Tal vez el mismo Llanos, con el beneplácito del cabildo y
de su presidente, el arcediano Escandón, promovió la circulación de algunos
bienes hacia otros recintos sagrados de la ciudad, como la iglesia del cole-
gio de niñas de Santa Rosa, del que fue vicario hasta su muerte50. Dada la
presencia del clero catedral en el antiguo colegio jesuita resulta natural el
traslado de algunas obras a la iglesia mayor de la ciudad. La integración de
valiosos cuadros, como el de la Santísima Trinidad que está inspirado en una
composición del flamenco Anton van Dyck (1599-1641), no sólo contribuyó a
la renovación de los espacios catedralicios, sino que se convirtió en un tema
inédito para la sacristía: la revelación del dogma de la Santísima Trinidad (un
solo Dios y una sola sustancia) a tres de los más importantes doctores de la
Iglesia católica, idea compleja plasmada en una imagen plena de símbolos
sobre la divinidad, el poder, la omnipotencia, la sabiduría y la eternidad (sol,
triángulo, cetro, espada, uróboros, anillo zodiacal). Acaso por la calidad de
la obra, el clero catedral prefirió ubicarla en un recinto privado antes que en
una capilla abierta.

Conclusión A diferencia de las sacristías de las catedrales de México y Puebla, donde


continúan prácticamente intactos sus ciclos pictóricos, en la estancia de la
iglesia de Valladolid difícilmente se configuró un programa iconográfico ce-
122
La sacristía de la catedral de Valladolid de Michoacán - Hugo Armando Félix Rocha

rrado, cíclico e invariable, sino todo lo contrario, abierto, reiterativo y suscep-


tible de transformarse según los rumbos que orientaron las decisiones que
tomaba la corporación eclesiástica. La movilidad de los objetos y el carácter
sumatorio de los bienes integrados hicieron de la sacristía un espacio conver-
gente, condición que permitió con naturalidad la puesta en marcha de nuevos
ordenamientos. Desde luego los discursos visuales fijados en sus muros no
dejaron de atender a la manera en que se proyectaba a sí mismo el clero Fig. 6. Juan Patricio Morlete
catedral, bajo su misión de potenciar la magnificencia del culto. Igualmente, Ruiz (atribución). Santísima
la sacristía operó como un ámbito en que se hacían visibles las relaciones Trinidad con santo Tomás, san
de una red de individuos en atención a la vida litúrgica y corporativa. De este Agustín y san Buenaventura. c.
1762. Óleo sobre tela. 290 x
modo, los cambios efectuados obedecieron a la dinámica interna del cabildo
640 cm. Catedral de Morelia,
y a la fijación de sus devociones particulares al margen de las necesidades México. Foto: Hugo Armando
de resguardo de las piezas más valiosas y frágiles. Félix.

1.  Del Baño Martínez, Francisca. La sacristía catedralicia en la Edad Moderna, Notas
Teoría y análisis. Murcia, Universidad de Murcia, 2009, págs. 21 y 74-75.

2.  Sigaut, Nelly. “El arte en la sacristía de la catedral y la sala capitular”, La


catedral de México. México, Fundación BBVA Bancomer, 2014, pág. 223.

3.  Aunque constituye una excepción, véase la complejidad iconográfica


desplegada en la sacristía de la catedral de México con las pinturas de Cristó-
bal de Villalpando y Juan Correa. Sigaut, Nelly. “El concepto de tradición en el
análisis de la pintura novohispana. La sacristía de la catedral de México y los
conceptos sin ruido”, Tradición, estilo o escuela en la pintura iberoamericana, si-
glos XVI-XVIII. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de
123
Universo Barroco Iberoamericano

Investigaciones Estéticas, Fomento Cultural Banamex, Organización de Estados


Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Banco de Crédito del
Perú, 2004, págs. 207-253.

4.  Durand de Mende, Guillaume. Manuel pour comprendre la signification sym-


bolique des cathédrales et des églises. París, Éditions La Maison de Vie, 1996, pág.
44. Cfr. Estrada de Gerlero, Elena Isabel. “Sacristía”, Catedral de México. Patri-
monio artístico y cultural. México, Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología,
Fomento Cultural Banamex, 1986, pág. 378.

5.  En 1678 el superintendente de la fábrica certificó que el maestro mayor de


las obras estaba por ausentarse y dejar la obra en peligro, sobre todo la segunda
bóveda de la sala capitular, que estaba comenzada. Esto indica que la sacristía se
había finalizado antes de ese año. Sigaut, Nelly. “Arquitecto y cliente en la cons-
trucción de la catedral de Valladolid”, Las fuentes eclesiásticas para la historia
social de México. El Colegio de México, El Colegio de Michoacán, Instituto Mora,
Universidad Autónoma Metropolitana, 1996, pág. 239.

6.  Archivo General de Indias (en adelante AGI), México, 1052, fs. 1-7. Con-
sultado en: Ramírez Montes, Mina. La escuadra y el cincel. México, Universidad
Nacional Autónoma de México, 1987, págs. 92-96.

7.  AGI, México, 1052, s. f. Consultado en: Ramírez Montes, Mina. La escuadra
y el cincel, op. cit., págs. 134-138. Mazín apunta que dichas áreas se mandaron
construir en 1710 para oficinas, sala del tesoro, caja, trascaja, contaduría y vi-
vienda para el sacristán mayor. Mazín, Óscar. “La catedral de Valladolid y su
cabildo eclesiástico”, La catedral de Morelia. Zamora, El Colegio de Michoacán,
Gobierno del Estado de Michoacán, 1991, pág. 46.

8.  En 1690, Bernardo de Río Frío, maestrescuela de la catedral, contrató un co-


lateral con el ensamblador Antonio Cardoso y el dorador Ignacio Carranza, a
nombre del mayordomo de la cofradía de San José, para colocarse en la parroquia
de la villa de Zamora. Sigaut, Nelly. “Contrato para la construcción de un retablo
en el siglo XVII”, Relaciones. Estudios de Historia y Sociedad, no 67-68, vol. XVII,
1996, págs. 233-239.

9.  Herrera, aunque era originario de México, procedía del arcedianato del cabil-
do catedral de Nicaragua. Llegó a Valladolid hacia 1665, donde además de servir
su prebenda fungió como mayordomo de las cofradías del Santísimo Sacramen-
to, la Limpia Concepción, Santo Entierro de Cristo y Nuestra Señora de la So-
ledad. Mazín, Óscar. El cabildo catedral de Valladolid de Michoacán. Zamora, El
Colegio de Michoacán, 1996, págs. 206-209.

10.  Durante la primera mitad del 1600 fueron importadas a Nueva España di-
versas copias en plomo de dicha iconografía sevillana. Véase: Palomero Páramo,
Jesús. “El mercado escultórico entre Sevilla y Nueva España durante el primer
cuarto del siglo XVII. Marchantes de la carrera de Indias, obras de plomo ex-
portadas y ensambladores de retablos que pasan a México”, Escultura. Museo
Nacional del Virreinato. México, Asociación de Amigos del Museo Nacional del
Virreinato, 2007, págs. 107-111.

11.  Mazín, El cabildo catedral de Valladolid de Michoacán, págs. 209-210, nota


25.

12.  Estrada de Gerlero, Elena Isabel. “El tesoro perdido de la catedral michoa-
cana”, La catedral de Morelia. Zamora, El Colegio de Michoacán, Gobierno del
124 Estado de Michoacán, 1991, pág. 140.
La sacristía de la catedral de Valladolid de Michoacán - Hugo Armando Félix Rocha

13.  Dicha sugerencia ha sido emitida por Pulido Echeveste, Mónica. “El proceso
de ornamentación de los espacios de culto de la catedral de Valladolid de Mi-
choacán. 1705-1745”, Tesis de licenciatura en Historia, Universidad Michoacana
de San Nicolás de Hidalgo, Facultad de Historia, 2007, pág. 101.

14.  Sigaut, Nelly. “Apéndice de documentos”, La catedral de Morelia, op. cit.,


pág. 200.

15.  Archivo del Cabildo Catedral de Morelia (en adelante ACCM), Actas capitu-
lares, Vol. 19, Cabildo 16 de agosto de 1738, f. 228. Cfr. Mazín, Óscar. “Del Cristo
de las Monjas al Señor de la Sacristía. Imágenes y relaciones sociales en Vallado-
lid de Michoacán, siglo XVIII”, Historias, no 46, 2001, págs. 45-53.

16.  ACCM, Actas capitulares, Vol. 19, Cabildo 30 de enero de1739, f. 245.

17.  Ferreiro Reyes Retana, Natalia y Kraselsky, Rebeca. “La colección de marfi-
les del Museo Nacional del Virreinato”, Escultura. Museo Nacional del Virreinato,
op. cit., págs. 171-184.

18.  Estrada de Gerlero, Elena Isbel. “El tesoro perdido de la catedral michoaca-
na”, op. cit., pág. 154. AACM, 5-5.5-56, Inventario de 1787, fs. 84-114.

19.  Sánchez Reyes, Gabriela. “Retablos relicario en la Nueva España”, Barroco


iberoamericano: territorio, arte, espacio y sociedad. Vol. 1, Sevilla, Universidad Pa-
blo de Olavide, Ediciones Giralda, 2001, págs. 616-618.

20.  Este santo fue excluido del santoral en 1969 junto con san Jorge de Capa-
docia por el papa Paulo VI (1963-1978). Schenone, Héctor. Iconografía del arte
colonial. Los santos. Vol. I, Buenos Aires, Fundación Tarea, 1992, págs. 242-243.

21.  ACCM, 3-3.5-147, fs. 14-15.

22.  ACCM, Actas capitulares, Vol. 19, Cabildo 3 de agosto de 1743, f. 470v.

23.  Archivo de Administración Diocesana Valladolid-Morelia (en adelante


AADVM), 310.01.90, fs. 1034-1039v.

24.  Mues Orts, Paula. José de Ibarra, profesor de la nobilísima arte de la pintura.
México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2001, págs. 7-13.

25.  Servín Guzmán, Teresa. “El obispo Francisco Pablo Matos Coronado en ora-
ción”, Pintura virreinal en Michoacán. Vol. I, Zamora, El Colegio de Michoacán,
Secretaría de Cultura del Estado de Michoacán, 2011, págs. 329-335.

26.  Schenone, Héctor. Jesucristo. Iconografía del arte colonial. Buenos Aires,
Fundación Tarea, 1998, pág. 186.

27.  Aterido, Ángel. “Las relaciones entre escultura y pintura en el Madrid del
siglo XVII. El caso de las capillas dedicadas a la Pasión”, La imagen religiosa en la
Monarquía hispánica. Usos y espacios. Madrid, Casa de Velázquez, 2008, pág. 158.

28.  El origen de la iconografía de Cristo resucitado abrazando la cruz y aplas-


tando la calavera y la serpiente con la manzana en sus fauces parece encontrarse
en el Schmerzensmann o Varón de Dolores que abunda en los grabados alemanes,
como el dibujado por Alberto Durero; en la pieza que esculpió Miguel Ángel para
la iglesia de Santa María Sopra Minerva (Roma), donde Cristo desnudo aparte
de abrazar la cruz, sostiene los instrumentos de su martirio; así como en los 125
Universo Barroco Iberoamericano

ejemplos hispánicos de finales del siglo XVI, como los que el escultor vascon-
gado Juan de Anchieta talló para la iglesia de Santa María de Tafalla y el relieve
central de la antigua sillería del convento dominico de Santa Cruz de Granada.
Hernández Perera, Jesús. “Iconografía española: el Cristo de los Dolores”, Archi-
vo Español de Arte, tomo XXVII, 1954, págs. 47-62.

29.  Hernández Perera, Jesús. “Domingo de la Rioja. El Cristo de Felipe IV en


Serradilla”, Archivo Español de Arte, tomo XXV, 1952, págs. 267-286.

30.  Aterido, Ángel. “Las relaciones entre escultura y pintura en el Madrid del
siglo XVII”, op. cit., págs. 159-161.

31.  Pérez García, Nicolás. El Señor de Tacoronte: crónica de una historia. Taco-
ronte, Asociación para la Conservación y Promoción de la Antigua Alhóndiga de
Tacoronte, 2000, págs. 21-39.

32.  Estrada de Gerlero, Elena Isabel. “El tesoro perdido de la catedral michoa-
cana”, op. cit., pág. 154.

33.  Sigaut, Nelly. “Los cultos marianos locales en Hispanoamérica”, Las repre-
sentaciones del poder en las sociedades hispánicas. México, El Colegio de México,
2012, págs. 437-439. Cfr. Schenone, Héctor. “María en Hispanoamérica: un mapa
devocional”, Historia, nación y región. vol. I, Zamora, El Colegio de Michoacán,
2007, págs. 229-239.

34.  Gutiérrez Haces, Juana et al. Cristóbal de Villalpando, ca. 1649-1714. México,
Fomento Cultural Banamex, 1997, págs. 314-316.

35.  ANM, Protocolos, Vol. 39, 1686-1687, fs. 297v.-298v.y Vol. 45, 1698, fs. 87-
88v.

36.  Schenone, Héctor. Santa María: iconografía del arte colonial. Buenos Aires,
Editorial de la Universidad Católica Argentina, 2008, pág. 21.

37.  Del Baño Martínez, Francisca. “Las sacristías catedralicias como ámbitos
inmaculistas del barroco”, La Inmaculada en España: religiosidad, historia y arte.
Vol. II, San Lorenzo de El Escorial, Ediciones Escurialenses, 2005, págs. 1130-
1131.

38.  Sobre la asimilación de la Virgen de Guadalupe como imagen concepcionis-


ta véase: Cuadriello, Jaime. “El obrador trinitario o María de Guadalupe creada
en idea, imagen y materia”, El divino pintor: la creación de María de Guadalupe en
el taller celestial. México, Museo de la Basílica de Guadalupe, 2001, págs. 61-109.

39.  Mazín, Óscar. El cabildo catedral de Valladolid de Michoacán, op. cit., pág.
211.

40.  Sobre la imagen véase: González Galván, Manuel. “Epifanía guadalupana”,


Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas. Ho-
menaje a Erwin Walter Palm. Köln-Wien, Böhlau Verlag, 1983, págs. 663-670.
Pulido Echeveste, Mónica. “Reconfigurar los espacios, imaginar los destinos. Pa-
trocinio y corporación, identidad y tradición en Valladolid de Michoacán. Siglo
XVIII”, Tesis de maestría en Historia del Arte, Universidad Nacional Autónoma
de México, Facultad de Filosofía y Letras, 2008, págs. 66-70.

41.  Dekoninck, Ralph. “Imagines Peregrinantes. The International Genesis and


126 Fate of two Biblical Picture Books (Hiel and Nadal) Conceived in Antwerp at the
La sacristía de la catedral de Valladolid de Michoacán - Hugo Armando Félix Rocha

End of the Sixteenth Century”, The Low Countries as a Crossroads of Religious


Beliefs. Leiden, Brill, 2004, págs. 51-52.

42.  Dornn, Francisco Xavier. Letanía Lauretana de la Virgen Santísima, expresada


en cincuenta y ocho estampas, e ilustrada con devotas meditaciones, y oraciones.
Valencia, Por la Viuda de Joseph de Orga, 1768, pág. 47.

43.  En 1618, los religiosos carmelitas descalzos y el Ayuntamiento de Valladolid


solicitaron al cabildo catedral aceptar por patrona de la ciudad a santa Teresa
(quien fue canonizada hasta 1622), sin perjuicio del patronazgo que ya se tenía
del patriarca san José. Mazín, Óscar. “Culto y devociones en la catedral de Va-
lladolid de Michoacán, 1586-1780”, Tradición e identidad en la cultura mexicana.
Zamora, El Colegio de Michoacán, 1995, pág. 320.

44.  Sigaut, Nelly. “Apéndice de documentos”, La catedral de Morelia, op. cit.,


pág. 243.

45.  Nacido en Querétaro, era hijo del militar de origen montañés José de Es-
candón, conde de Sierra Gorda. Se incorporó al cabildo catedral de Valladolid
en 1774 como medio racionero. Aunque pertenecía a la esfera eclesiástica, en
1790 fue condecorado con la cruz de la Real y Distinguida Orden de Carlos III. A
la muerte de su hermano mayor buscó la sucesión del título de conde de Sierra
Gorda, el cual obtuvo tras las gestiones de sus apoderados en la corte de Madrid.
Al finalizar el siglo comenzó a escalar en las dignidades de la corporación: pri-
mero como maestrescuela (1799), luego como chantre (1801) y finalmente como
arcediano (1811). Mendoza Muñoz, Jesús. El Conde de Sierra Gorda don José de
Escandón y la Helguera: militar, noble y caballero. Cadereyta, Fomento Histórico y
Cultural de Cadereyta, 2005, págs. 201-207.

46.  Pérez Sánchez, Manuel. La magnificencia del culto. Estudio histórico-artístico


del ornamento litúrgico en la diócesis de Cartagena. Murcia, Real Academia Alfon-
so X el Sabio, Obispado de Cartagena, Delegación Diocesana para el Patrimonio
Cultural, 1997, pág. 68.

47.  ACCM, 5-5.2-24, Inventario de 1805, fs. 144-158v.

48.  El análisis del cuadro y de los documentos se encuentra en el trabajo de Silva


Mandujano, Gabriel y Velarde Cruz, Sofía Irene. “Santísima Trinidad con santo
Tomás, san Agustín y san Buenaventura”, Pintura virreinal en Michoacán. Vol.
II (en prensa). Agradezco a los autores haberme permitido leer y citar su obra.

49.  El culto en el templo de la Compañía bajo la responsabilidad del clero se-


cular se acrecentó de tal modo que en 1775 el prebendado Mariano Escandón
gestionó la colocación y encendido de la lámpara del altar de la Virgen de la Luz.
ANM, Protocolos, Vol. 148, 1775, 223-225.

50.  Debido a su reconocimiento como un sacerdote virtuoso y cabal, el común


de fieles “atraído del olor de su ejemplaridad” se agolpó durante sus funerales
para cortar fragmentos de su sotana y cabellos, vistos como futuras reliquias.
ACCM, Actas capitulares, Vol. 45, Cabildo 23 de junio de 1815, fs. 135-136v. y
Pelícano 15 de septiembre de 1815, f. 162. Jaramillo, Juvenal. Una elite eclesiás-
tica en tiempos de crisis. Los capitulares y el cabildo catedral de Valladolid-Morelia
(1790-1833). Zamora, El Colegio de Michoacán, Instituto Nacional de Antropo-
logía e Historia, 2014, pág. 371.

127
Universo Barroco Iberoamericano

Subordinadas sustantivas:
la mujer a través de la pintura barroca gallega

Begoña Álvarez Seijo


Universidad de Santiago de Compostela - [email protected]

Resumen El presente trabajo pretende arrojar luz, mediante el análisis de diferentes


ejemplos de la pintura barroca gallega, sobre cómo se gestó, durante los
siglos XVI, XVII y XVIII en los territorios hispanos, un modelo de lo femenino
y la feminidad que sembró el origen para las construcciones de género que
fundamentaron el devenir de las sociedades patriarcales; al mismo tiempo
que se pretende destacar el papel que en este proceso jugaron las repre-
sentaciones pictóricas a través de la propagación de modelos iconográficos
femeninos que encarnaban los destinos elegidos por los hombres para las
mujeres.
Palabras clave: género, pintura barroca gallega, modelos iconográficos,
subordinación, feminidad.

Abstract The present work tries to shed light, through the analysis of different exam-
ples of Baroque Galician painting, on how models of the feminine and the
femininity, that were created in the XVI, XVII and XVIII centuries in the Hispanic
territories, sowed the origin for the gender constructions that founded the
future of patriarchal societies; at the same time as it is intended to highlight
the role played by pictorial representations in this process through the prop-
agation of female iconographic models that embodied the destinies chosen
by men for women.
Key words: Gender, Galician Baroque Painting, Iconographical Models,
Subservience, Femininity.

128
Subordinadas sustantivas: la mujer a través de la pintura barroca gallega - Begoña Álvarez Seijo

Al tratarse los orígenes del patriarcado, como sistema de regulación y es-


tructuración social, en pocas ocasiones se rastrean sus inicios hasta los
albores de la sociedad moderna. La lejanía que se presupone con este pe-
riodo histórico parece hacer impensable que seamos herederos directos
de un sistema social impuesto a partir de la segunda mitad del siglo XVI.
Sin embargo, el siglo XVI supuso para la monarquía hispana, en todos sus
territorios, el nacimiento de una necesidad de control social tan acuciante
que desembocó en una organización social regida y orquestada, a partir
del Concilio de Trento, por unas instituciones que debían aglutinar un vasto
territorio y hacerlo sentir partícipe de una causa común. En esa época, el
imperio hispánico tenía como principal arma para la consecución de sus
objetivos la religión católica y su lucha contra el protestantismo, en base a
la cual estableció una rígida y severa estructuración de todos los estratos
sociales, los cuales, a su vez, debían someterse a un determinado rol social
para así asegurar el buen funcionamiento del Estado y, con ello, la salvación
de la fe cristiana. En relación a la mujer, esta exigencia de control social hizo
que surgiesen tres aspectos fundamentales para la historia del desarrollo
del género femenino en España: el importante papel de la figura femenina
en la transmisión y exaltación de la fe cristiana; la necesidad de implantar
una regulación estricta sobre el sacramento del matrimonio, y el nacimiento
de la familia cristiana nuclear como base sobre la que se regula el funcio-
namiento del Estado.

Además, el mantenimiento de una sociedad jerarquizada, patriarcal y cerrada,


requería del buen funcionamiento de una cultura dirigida, que se valiese de
elementos de atracción, persuasión y compromiso con el sistema1. Por este
motivo, toda la producción cultural en el barroco hispánico estuvo supeditada
a las normas que se imponían desde las instituciones y organismos de poder
para la regulación de los modos de vida, ya que se entendía que las manifes-
taciones culturales eran poderosas armas de propaganda de las ideas que
podían asegurar el devenir satisfactorio de los intereses de la monarquía. De
este modo, mediante el arte y la literatura se trataron de implantar modelos
que reflejasen las jerarquías sociales, es decir, en los que se mostrasen el
129
Universo Barroco Iberoamericano

orden y los límites que debían ser cumplidos por cada individuo según la con-
dición que les había otorgado Dios en el mismo momento de su nacimiento.

Por lo tanto, un estudio de los rasgos diferenciales que se otorgan en esta


época al género femenino, que pretenda desentrañar los motivos de su cons-
trucción y desarrollo, así como a la respuesta femenina ante dicha subor-
dinación obligada, debe pasar por un análisis de los paradigmas morales y
simbólicos que le sirven como referencia2. Por este motivo, el análisis de los
modos de representación es un elemento de indiscutible importancia a la hora
de comprender cómo se fueron construyendo los roles del género femenino,
según qué premisas y con qué fines fueron edificados, y cuáles fueron los
modelos de virtud escogidos por la cultura barroca para que la mujer tuviese
un espejo en el que mirarse y reflexionar, así, sobre cuál debía ser su papel
y función en el seno de la sociedad en la que vivía. Como explica Maravall,
“es propio de las sociedades en las que se desarrolla una cultura masiva de
carácter dirigido, apelar a la eficacia de la imagen visual”3, es decir, dentro
de estos modos de representación, la pintura, la imagen visual, constituye
una de las armas de persuasión más poderosas ya que, en el seno de una
sociedad mayoritariamente iletrada, tiene la capacidad de tornar compresi-
ble la información para el espectador de un modo directo e inmediato4; por
lo que, la pintura, con sus representaciones de la feminidad, se establece
como una herramienta discursiva esencial para la transmisión de la razón
patriarcal en la sociedades modernas, con capacidad de difundir los valores
y actitudes impuestos como propios del género femenino.

De este modo, el presente trabajo pretende centrarse en el estudio de un caso


concreto: las representaciones femeninas de la pintura barroca gallega de los
siglos XVII y XVIII; atendiendo a los elementos que actúan como generadores
de una determinada concepción de la mujer y que nos permiten desentrañar
qué papel se pretendía otorgar al género femenino en el seno de la cultura
gallega del Barroco.

1. La educación de las Mientras la Reforma protestante escindía la cristiandad, dando origen a las
mujeres: la creación de grandes nacionalidades europeas, en la Monarquía hispánica se inicia una
los estados femeninos contraofensiva sin precedentes, con el fin de contener los logros de la here-
jía protestante que se extiende por todo el norte europeo. En el Concilio de
Trento, la Iglesia católica elaborará un rígido corpus dogmático que definirá
las estrategias para el control y re-cristianización de las masas, entre las
cuales destaca la formación de nuevos modelos educativos. Una nueva edu-
cación que surgirá de la mano de los reformadores y humanistas cristianos,
y que se centrará en una tendencia a la especificidad y en la confección de
modelos para la transmisión de la cultura tridentina, en proceso de legiti-
mización5. Por lo tanto, la educación será una de las principales vías para la
consecución de la estabilidad social, tratando de conferir una identidad propia
y concreta a cada uno de los estamentos, grupos y subgrupos sociales, y así

130
Subordinadas sustantivas: la mujer a través de la pintura barroca gallega - Begoña Álvarez Seijo

lograr el mantenimiento de la ansiada sociedad cristiana, jerárquica, patriar-


cal y cerrada, que aseguraría el orden y la paz en los territorios de la corona.
De este modo, desde la segunda mitad del siglo XVI, en España, comenzaron
a proliferar obras de carácter didáctico en castellano orientadas a conducir
los modos de vida de las mujeres. Se trató de un género mixto, que aunaba
elementos cristianos y seculares, con el fin de ofrecer pautas de comporta-
miento y modelos de referencia a través de una pedagogía específicamente
femenina. La influencia de Erasmo y del humanismo ortodoxo cristiano6,
junto con los precedentes de finales de la Edad Media7, fueron el motor que
impulsó la aparición de abundantes obras sobre cómo debían ser educadas
las mujeres, qué modelos de feminidad debían serle impuestos, y qué virtu-
des debían encarnar como hijas, esposas y madres. De este modo, desde la
célebre Instrucción de la mujer cristiana de Luis y Vives8, a la insigne La perfecta
casada de Fray Luis de León9, pasando por la Saludable instrucción para el
estado del matrimonio de Vicente Mexía10; desde los Coloquios matrimoniales
de Pedro Luxán11, hasta el Libro de la guía de la virtud, y de imitación de nuestra
señora, de Alonso de Andrade12, pasando por el Libro intitulado vida política
de todos los estados de las mujeres, de Juan de la Cerda13, se elaboró todo
un corpus teórico en el que los moralistas se dedicaron a la formulación de
modelos de perfectas doncellas, perfectas casadas, perfectas viudas e incluso
perfectas religiosas, con el fin de subordinar a las mujeres, mediante una
educación controlada, a las normas de acción y virtud que se imponían como
propias de cada uno de los estados femeninos en los que el poder masculino
pretendía encuadrarlas para el buen funcionamiento del orden social de la
nueva República cristiana14.

Todo este corpus teórico, surgido al amparo de la reforma católica, conllevó


que las mujeres, desde niñas, recibiesen una educación de corte doméstico
y religioso, orientado a reducir sus aspiraciones sociales a los estados de
perfección, de casada o de monja, y fomentar en ellas las virtudes que se im-
pusieron como propias del género femenino: la castidad, la obediencia, la dili-
gencia, la mesura, la humildad o el silencio15. Esta necesidad de construcción
y constreñimiento del género femenino se debió a que, desde la Antigüedad,
las mujeres fueron contempladas, desde el punto de vista masculino, como
seres extraños, esencialmente diferentes, que seducían y cautivaban pero,
al mismo tiempo, perturbaban y embaucaban a los hombres; es decir, las
mujeres eran vistas como un mal necesario16: por un lado, eran madres,
esposas y amantes, necesarias para la perpetuación de la especie y, en el
contexto de la reforma católica, las encargadas de perpetuar la pureza de
sangre; pero, por otro lado, se detectaba en ellas un principio de peligrosidad,
ya que eran seres débiles e inferiores, de naturaleza tendente al pecado, hijas
de Eva que podían ejercer cierto poder sobre el género masculino; por lo cual
las mujeres deben ser dominadas, si no se quiere ser dominado por ellas,
mediante su erotismo y sus recursos sexuales17. Como puntualizaron Anne
J. Cruz y Mary Elisabeth Perry, independientemente de ser cristianas viejas,
moriscas o conversas, las mujeres, en su totalidad, formaron una subcultura
separada del resto de grupos minoritarios; además de ser diferenciadas por
131
Universo Barroco Iberoamericano

etnia, religión o clase, las mujeres eran catalogadas según la consecución de


las expectativas y roles sociales marcados para su género18. Por este motivo,
debido a esa creencia en doble naturaleza de la mujer, se elaboró un auténtico
corpus doctrinal sobre los estados y modos de comportamiento aceptables
para el género femenino, el cual debía estar siempre sometido a una figura
masculina de autoridad que lo condujera por el sendero correcto: el de la
obediencia y subordinación.

Por lo tanto, a partir de la segunda mitad del siglo XVI, los moralistas y
humanistas cristianos fomentarán la educación femenina, sobre todo de
aquellas mujeres pertenecientes a las jerarquías sociales más elevadas,
buscando que esa educación las encauce hacia el papel que el género mas-
culino les quiere otorgar en el mapa social de la reforma católica. De este
modo, se cartografiará el devenir de la existencia femenina desde su más
tierna infancia, a través de una educación llevada a cabo por sus madres,
quienes tendrán la misión de dirigirlas hacia el mantenimiento y salvaguarda
de la fe, siempre en un ámbito privado y doméstico donde, asimismo, se les
enseñará a cumplir con los quehaceres propios de su género, es decir, la
realización de las tareas del hogar, para, así, convertirse en las esposas y
madres perfectas que deben llegar a ser en su madurez19.

La justificación de este programa educativo se asentaba sobre la creencia


de que Dios había creado a la mujer para ser un complemento del hombre,
facilitarle la existencia y perpetuar juntos la especie. La mujer, biológica-
mente, no era considerada más que un varón estropeado, cuyos órganos
sexuales se habían quedado replegados hacia el interior por ser inferior
naturalmente y débil de espíritu20. De esta manera, la mujer se identificaba
con Eva; se caracterizaba por su propensión al pecado y debilidad de juicio,
lo que la convertía en un ser tendente a resarcir los placeres del cuerpo por
su carencia natural de razón y entendimiento, lo cual hacía necesario su
total sometimiento y subordinación a una figura masculina, ya fuese padre,
hermano, esposo, confesor o el mismo Dios21. Vives, en su Instrucción a la
mujer cristiana, explica que todos los actos de la mujer deben estar vigilados;
debe prohibírsele el contacto con otros niños varones; no deben jugar con
muñecas, pero sí con el ajuar doméstico; podrá enseñársele a leer para que
acceda a lecturas piadosas, pero se le impedirá el acceso a aquellos libros que
puedan afectar a su educación y condición de mujer casta y cristiana; tanto
su cuerpo como su espíritu tendrán que ser objeto de cuidados especiales,
que la conviertan en un ser casto, virtuoso, sobrio y virgen; y, desde luego,
deberá estar siempre tutelada por una figura masculina22.

Toda esta atención y cuidados respecto a la educación femenina se debe,


además de a los motivos anteriormente esgrimidos, al nacimiento, en la
sociedad española moderna, de la familia nuclear cristiana, cimiento sobre
el que se edificará el nuevo Estado moderno. En la sacralización, en la sesión
número veinticuatro, del once de noviembre de 1563, del Concilio de Trento,
se declaró el derecho divino del sacramento del matrimonio, estableciéndose
132
Subordinadas sustantivas: la mujer a través de la pintura barroca gallega - Begoña Álvarez Seijo

una rígida normativa alrededor del sacramento e invalidándose todos los


matrimonios clandestinos23. Así, el matrimonio se legisló para que actuase
como remedio contra la concupiscencia, por su capacidad de preservar el
linaje y, por tanto, asegurar la limpieza de sangre. De este modo, el de casada
era el estado más perfecto después de la virginidad, condenándose cualquier
relación sexual que se produjese fuera de las fronteras matrimoniales. Por
lo tanto, el nuevo sacramento debe entenderse como un arma para el control
social, que permitiría conseguir un mayor sometimiento de la mujer y la pre-
vención de los peligros que conllevaba su libertad, ya que todos los clérigos
y moralistas, ya fuesen tradicionalistas o humanistas, sostenían que el buen
funcionamiento del matrimonio debía pasar por la total sumisión de la mujer
al hombre, a quien, por voluntad divina, debía la más absoluta obediencia24.

Sin embargo, como hemos visto, hay un estado de la mujer que aun se con-
sidera superior al de casada: la virginidad. Por lo tanto, existe una opción
de vida para las mujeres del mundo hispánico durante el Barroco que se
consideraba incluso superior a la del matrimonio y que supone una vía de
escape al mismo: el de religiosa. Los conventos durante los siglos moder-
nos, eran lugares en los que habitaban todo tipo de mujeres que llegaban a
internarse en ellos por diversos motivos. Algunas mujeres ingresaban en las
dependencias conventuales por convencimiento, profesaban en religión de
manera totalmente voluntaria; otras, eran internadas por sus familias, al no
conseguir un buen matrimonio para ellas, por el prestigio que suponía para
la familia el tener una hija, hermana o nieta religiosa, o por los contactos que
muchas veces se establecían en el interior de los muros de las instituciones
conventuales importantes; y, muchas mujeres lo veían como una opción para
escapar del sino impuesto por sus familias para ellas, es decir, para escapar
de una alianza matrimonial concertada que no deseaban25. Las monjas eran,
en esencia, las santas modernas, pues en realidad el celibato y la dedicación
de la vida a Dios, se consideraba el estado más perfecto, siendo el matrimonio
un estado alternativo inferior pero que constituía la única opción aceptable
para la canalización de las pulsiones sexuales, evitando así perversiones
mayores26.

La mayor parte de las imágenes femeninas que pueblan la pintura española 2. Sobre los modelos de
de los siglos barrocos nacen con unos fines muy específicos, en el seno de una comportamiento y sus
cultura dirigida orientada a preservar los intereses de la sociedad patriarcal. representaciones visuales
Los modelos iconográficos que dominaron el panorama visual en España, tras
el Concilio de Trento, se crearon para materializar los símbolos abstractos
de referencia que moralistas y confesores querían imponer como ejemplos
de conducta que el género femenino debía emular. Esto se debió a que la
inmediatez y eficacia de la visión otorgaba a las representaciones plásticas
un poder propagandístico y de persuasión muy superior al de la literatura,
teniendo en cuenta que la sociedad barroca era mayoritariamente analfabeta
en sus estratos inferiores, los más numerosos.

133
Universo Barroco Iberoamericano

Por lo tanto, en una sociedad compleja, regida por el patriarcado, como la del
barroco hispánico, la personificación de lo abstracto en modelos reconocibles
se convirtió en una exigencia para los artistas, impulsada y promocionada
tras el concilio ecuménico. De este modo, todas las cualidades, virtudes,
vicios y pecados obtuvieron unos modos determinados de representación,
simbolizados en unas personificaciones obtenidas, en su mayoría, a partir
de los textos sagrados, que encarnaban aquello que debía ser tanto exaltado
como denostado, consiguiendo, así, adoctrinar a la población y encauzarla
para la defensa de los intereses de los organismos de poder, es decir, hacia
la protección de la fe y la condena del pecado y la herejía27. Asimismo, la
larga vigencia temporal de las formas iconográficas junto con la facilidad de
comprensión de su alocución para los espectadores, apelando a sus senti-
mientos, conseguía que esas imágenes, esas representaciones, se instalasen
en el imaginario colectivo de la sociedad, integrando sus mensajes en el
sentir social.

Por este motivo, en relación al estudio del cuerpo social que conforma el
género femenino, el análisis de los prototipos iconográficos que se dieron
en una sociedad y tiempo concretos, como puede ser la sociedad gallega de
los siglos XVII y XVIII, cobra una especial relevancia a la hora de tratar de
vislumbrar cómo se construía, desde los organismos de poder masculinos,
el discurso de lo femenino y la feminidad que condicionó la forma en la que
el propio género se entendía sí mismo. No podemos olvidar que la pintura
en esta época no solo era un arma de propaganda que buscaba informar y
convencer; la pintura trataba de establecer un sistema comunicativo que
inducía en el espectador una necesidad de participación, a través de la imi-
tación del ejemplo que la representación plástica le proporcionaba. De este
modo, a la hora de suministrar estos dechados, los teólogos y moralistas, los
tratadistas y los pintores, prefirieron emplear arquetipos, personificaciones,
de un solo trazo, es decir, cuya virtud o pecado, cuya historia, era cómoda-
mente identificable, sin dobles sentidos, por lo que resultaban eficientes en
el ejercicio de su misión de instrucción social28.

2.1. Los arquetipos Si existe un modelo por excelencia en la pintura barroca gallega es el de la
religiosos: Virgen María. Prototipo de esposa fiel y madre abnegada, inunda las repre-
abnegadas madres y sentaciones pictóricas en todas sus formas y advocaciones. Sin embargo,
pecadoras arrepentidas existían arquetipos en las Sagradas Escrituras cuya efectividad, a la hora de
actuar como espejo en el que mirarse para las mujeres que resultaban inclu-
so más efectivos que la propia Virgen, ya que la madre de Dios se presenta
para el género femenino como un paradigma ambiguo: por un lado su figura
es a lo que deben aspirar pero sabiendo, al mismo tiempo, que encarna un
grado de perfección divino que nunca podrán llegar a alcanzar. Siguiendo a
Palma Martínez Burgos, los pintores españoles debían simbolizar al género
femenino en mujeres que se presentasen como mediadoras entre Dios y los
hombres, con una apariencia fue equidistante entre diosas y santas29. Por ese
motivo, la Virgen estuvo acompañada por María Magdalena y otras santas y
134
Subordinadas sustantivas: la mujer a través de la pintura barroca gallega - Begoña Álvarez Seijo

mártires; no solo por la profunda religiosidad del período, sino porque todas
ellas encarnaban los atributos y valores morales adecuados para actuar
como arquetipo de la diatriba de feminidad que se quería propalar: la mujer
por su inferioridad respecto al hombre solo podía ser esposa fiel, madre
abnegada, protectora de la fe o penitente arrepentida de sus pecados. Así, la
Iglesia otorgó a estas representaciones pictóricas una posición preeminente,
por esa capacidad divulgar sus particulares enseñanzas sobre las mujeres,
las cuales, mediante ese discurso visual, eran instruidas en la triple misión
para la que Dios las había creado junto al hombre: la moral, como madres y
esposas fértiles; la social, como guardianas de la familia, y la divina, como
mujeres expiatorias30. De este modo, entre Eva, imagen del pecado, y la
Virgen María, modelo por excelencia cuya perfección era imposible alcanzar,
la pintura barroca hispana representó mujeres que fuesen modelos de com-
portamiento para el género femenino por sus virtudes y valores: obedientes,
castas, humildes, laboriosas y silenciosas31, tanto en arquetipos religiosos
como seculares.

Sin embargo, como bien explica Juan Manuel Monterroso, esa doble natu-
raleza de la mujer, como imagen de suma santidad y como imagen de los
vicios y pecados del cuerpo, hace que su representación en el contexto de
la pintura gallega de los siglos XVII y XVIII sea bastante reducida, ya que son
representaciones mayoritariamente de carácter religioso, y se encuentre
circunscrita a una serie de modelos muy marcados y delimitados, por las
imposiciones dogmáticas impuestas tras el Concilio de Trento y por la nor-
mativa del decoro implantada a través de la tratadística, que condicionó los
modos de representación permitidos a artistas y clientes32.

Sin duda, en este contexto, una de las imágenes más controvertidas, a la


hora de delimitar su modo de representación fue María Magdalena. Como
pecadora arrepentida que supo ganarse el perdón de Cristo y acompañarle
en acontecimientos capitales de su vida, la santa tuvo un protagonismo inne-
gable dentro de la iconografía barroca; su vida ofrecía un doble atractivo, ya
que permitía narrar el lujo, la lujuria y la malicia de la pecadora y al mismo
tiempo, el momento de purificación y perdón a través de la penitencia. De este
modo, simbolizaba, para el público femenino, una trasposición de contrarios,
que podía tanto prevenir el pecado como ofrecer un ejemplo de reconversión
a quienes ya habían caído en mal33. Asimismo su representación iconográfica,
ofrecía a los artistas la posibilidad de representar la sensualidad femenina,
en relación a los vicios y faltas de la santa, aunque debían ajustarse, a la vez,
a la normativa impuesta por los tratadistas del decoro, quienes se dedicaban
a la defensa de la dignidad de lo representado34.

De todas las formas iconográficas que puede adoptar el personaje de


Magdalena, la más recurrente y en la que ella se convierte en la absoluta
protagonista, es la de pecadora arrepentida, es decir, aquella que representa
el momento en el que tras la Resurrección predica la palabra de Dios y hace
penitencia en el desierto, ataviada tan solo con un ligero paño, semidesnuda,
135
Universo Barroco Iberoamericano

tapada por sus cabellos, en una imagen de devoción pero con cierta carga
de erotismo35.

En Galicia se conservan ejemplos de


interés de la misma, en los que se
puede intuir la lucha de contrarios
que esta imagen llevaba asociada:
por un lado, la voluntad de repre-
sentar la sensualidad inherente a lo
representado y, por otro, la necesidad
del artista de representar el momen-
to de la penitencia que permite a la
santa obtener el perdón y la gracia
divinos. Un ejemplo relevante a este
respecto es la tabla conservada en el
Museo de Arte Sacro del Monasterio
de San Paio Antealtares de Santiago
de Compostela (Fig.1), realizada en el
siglo XVIII, en la que la santa se cubre
tan solo con una ligera túnica yacien-
do sobre una estera, con un crucifijo
en su mano derecha y una calavera
bajo su brazo izquierdo, con el cual
sostiene su cabeza en actitud reflexi-
va; una mujer de gran belleza, con sus
cabellos cayendo sobre los hombros y
cubriendo sus senos. Se trata de una
imagen del retiro de la pecadora pero
Fig. 1. María Magdalena, siglo en la que los símbolos de la penitencia resultan muy atenuados: su rostro
XVIII, Museo de San Paio es lozano y bello y la inhóspita gruta es cambiada por un entorno agradable,
Antealtares, Santiago de
porque la santa ya ha alcanzado el estado de gracia, paso inmediatamente
Compostela.
posterior al de la penitencia, al haber obtenido el perdón de Dios por sus
pecados36. Este mismo momento es recogido en el lienzo de 1722 conservado
en el Monasterio de Vilanova de Lourenzá, Lugo, en el que la santa parece
ser partícipe de una visión mística, transformando en cierto modo sus rasgos
de penitente y contraviniendo, por el modo de representación de su cuerpo,
algunos de los aspectos marcados por el decoro, ya que el pronunciado es-
cote de su túnica permite al espectador atisbar el arranque de sus pechos;
hecho que otorga a esta imagen una elevada carga de sensualidad, pues sin
ser explícita, es tremendamente sugerente37.

Sin embargo, pese a que ciertos elementos de estas representaciones pare-


cen subvertir algunas de las reglas marcadas por los tratadistas del decoro
respecto al cuerpo femenino y al desnudo femenino, estas representaciones
responden a modelos icnográficos codificados, recurrentes en las represen-
taciones pictóricas de la santa en los siglos XVII y XVIII en toda España; se
trata de ejemplos ortodoxos de la santa como penitente y mujer arrepentida
136
Subordinadas sustantivas: la mujer a través de la pintura barroca gallega - Begoña Álvarez Seijo

con un contrapunto de sensualidad y sexualidad, que seguían siendo con-


sideradas decorosas y útiles, como modelos de pecadora arrepentida para
las mujeres. Pero no todas las representaciones de la santa se ajustaban al
tratamiento del cuerpo femenino impuesto por los tratadistas; de autoría
gallega, aunque realizado en la Corte madrileña, se conserva el ejemplo de
Antonio de Puga, realizado en 1636, en el que María Magdalena aparece con
sus pechos totalmente descubiertos, tan solo cubierta por un pequeño paño
la mitad inferior de su cuerpo. Se trata de una representación irreverente de
la santa pecadora, ya que el desnudo se encuentra virtualmente desaparecido
en la pintura española de los Austrias hasta Goya38, por lo que habría que
vincular esta obra a un ámbito cortesano y privado, no accesible su contem-
plación para el ojo público. Si se compara esta tabla con la de San Paio de
Antealtares se observa que la posición de ambas mujeres es muy similar,
apoyando su cabeza sobre su mano, con la mirada distraída adoptando una
actitud reflexiva y melancólica, en la soledad de la penitencia, con la cala-
vera y el libro junto a ellas, y el crucifijo, que en la representación de Puga
se alza frontal en segundo término, de espaldas a la muchacha, en lugar de
ser sostenido por la santa; por lo que en realidad, a pesar de la sorprendente
exuberancia del cuerpo desnudo de la obra de Puga, todas las obras recogen
el mismo momento de la vida de María Magdalena, relatada por Ribadeneira,
si bien cada una de ellas escoge reforzar unas características determinadas
de la penitente:

“Y la Magdalena después de aver predicado por sí misma, y convertido


muchas almas, se retirò à vn Desierto à llorar de nuevo sus pecados
(como sí nunca los hubiera llorado) y ocuparse de día, y de noche en
la contemplación del Señor, y gozar de sus gustos suavísimos, y rega-
los. Treinta años estuvo en aquella soledad comiendo yervas, y raízes
de árboleo; y como se le gastasen sus vestidos, Dios la visitò con sus
cabellos. Hazia vida más de Ángel, que de muger; y assi los Ángeles la
levantaban siete vezes cada día á oir Cánticos Celestiales…”39.

Como se decía anteriormente, además de María Magdalena, las santas y


mártires también ocuparon un papel preeminente dentro de la tradición
iconográfica femenina del Barroco. La popularidad de unas santas respecto
a otras variaba según el territorio, pues a la hora de representarlas, debido
a sus fines devocionales, se otorgaba preferencia a las santas locales, a
las devociones particulares de un lugar concreto con las que la sociedad
autóctona sentía familiaridad y cercanía. De este modo, en Galicia podemos
encontrar representaciones como el retrato de Ilduara del monasterio de
San Salvador de Celanova, obra de Gregorio Ferro Requeixo40. Ilduara no
era una santa propiamente dicha, sino que su representación forma parte
de la galería de retratos de la familia de San Rosendo, fundador de dicho
monasterio benedictino, que se encargó al pintor de Boqueixón. Como madre
del santo fundador, Ilduara aparece representada mediante una iconografía
que destaca su conexión y comunicación con la divinidad, en el momento en
el que el ángel le anuncia el designio divino que ella asume con actitud su-
137
Universo Barroco Iberoamericano

misa, como la propia María. Sin embargo, este tipo de representaciones son
típicas de las santas y santos, no de sus madres, pero, en el caso de Ilduara,
aunque no fue nunca canonizada, localmente tenía fama de santa. Por eso
Ferro elige esa iconografía y destaca, al mismo tiempo, su personalidad como
ferviente devota y la futura santidad de su primogénito. De este modo, se
presenta tanto como madre entregada y como religiosa fiel, cuya dedicación
se ve recompensada con el nacimiento de un futuro santo fundador, lo cual
la acerca a ella misma a la santidad, a través de los logros del hijo que ella
concibió y crió. Un claro ejemplo de la feminidad impuesta al género cuya
lectura era fácilmente compresible a través de una devoción construida por
la propia comunidad local41.

2.2. Los modelos Dentro del ámbito secular, y en relación al ejemplo de Doña Ilduara, una
seculares: magnífica muestra que ilustra cómo eran educadas las mujeres de la época
la casada, la viuda y cómo esa educación era transmitida a través de las artes plásticas, como
y la monja medio de propaganda, es el retrato de Doña Hermisenda, hija de San Rosendo,
y también obra de Gregorio Ferro Requeixo. Un retrato de la misma serie que
el de Ilduara, pero con un sentido claramente laico. Su tipología, de fuerte
sentido icónico, es la de retrato de jardín, muy influida por la pintura inglesa,
por lo que era utilizada tanto por la novedad que aportaba como porque se
relacionaba con la nobleza, y se popularizó en los primeros años del siglo
XVIII42. Ferro representa a la hija de San Rosendo no solo como una dama
noble, sino también como mujer virtuosa, ya que aun en el siglo XVIII saber
bordar e hilar eran tareas propias del sexo femenino, por lo que su represen-
tación la define como mujer, pero al mismo tiempo como una mujer vigilante,
prudente y piadosa, llena de virtud, ya que se está destacando a las tareas que
se consideran adecuadas a su género. Además la imagen que Hermisenda
está bordando es la de San José con el niño, quien además de simbolizar
la iglesia universal, era, para los regulares, personificación de la castidad,
la obediencia y la pobreza y, para los laicos, símbolo del padre custodio y
provisor; por lo que su imagen podría estar representando la importancia
de la familia para la mujer, quien mientras el padre cuida, protege y se gana
el sustento de la familia, tiene que dedicarse a cuidar y educar a sus hijos
así como dedicarse a las tareas domésticas, simbolizadas en el canasto, y a
todas aquellas construidas como propias del género femenino43.

La obra representa a Hermisenda como una mujer virtuosa, modesta y ha-


cendosa, y la labor de costura y el bordado que realiza se convierten en
atributos de esas virtudes de la mujer que los moralistas, como Fray Luis de
León, destacaban como inherentes a las buenas esposas, y que resultarían
fácilmente identificables para los espectadores de las obras, a la hora de
comprender el mensaje que se les quería transmitir. Son tareas y objetos
cuya cotidianeidad los hacía portadores de un alto valor simbólico, complejo y
rico, a la hora de propagar cuáles eran las conductas, actividades y aptitudes
que debían inculcarse a las mujeres.

138
Subordinadas sustantivas: la mujer a través de la pintura barroca gallega - Begoña Álvarez Seijo

El de casada, el matrimonio, era el principal oficio de la mujer, y como des-


tacaba San Pablo en su Epístola a los Efesios44, era un trabajo que la mujer
debía desempeñar siempre subordinada, sometida, a la figura del varón.
Sin embargo, los moralistas españoles, entre ellos Fray Luis de León en
La perfecta casada45, establecerán, a un tiempo, las obligaciones que las
mujeres tenían con sus maridos pero también las de estos en el seno del
matrimonio; la mujer debe obediencia al marido y, como correspondencia,
este tiene la responsabilidad mantener a la familia, proporcionarle cuidado
y sustento. Cabría, de este modo, la posibilidad de interrogarse sobre si el
arte gallego ha dejado algún ejemplo en los que la casada comparta escena
con su marido, ejemplificando esa relación de correspondencia que suponía
el contrato matrimonial. Lo cierto es que sí se encuentran algunos ejemplos
pictóricos en Galicia, en los que se destaca el sacramento del matrimonio
a través de la representación de ambos cónyuges; una de las primeras ma-
nifestaciones se encuentra en la Capilla de la Concepción de la Catedral
de Mondoñedo, una pintura mural en el fondo de un arcosolio sepulcral en
donde se encuentra el sepulcro de D. Álvaro Pérez Osorio. Además de sus
peculiaridades compositivas, explicadas en otros estudios46, es interesante
destacar la singular presencia de su mujer, Dña. María de Miranda; los espo- Fig. 2. Retrato de Don Antonio
Sánchez Taibo y Vilouzás y
sos aparecen en la misma posición, uno frente a otro, vestidos a la moda de
Doña Estefanía de Valencia
los Austrias menores, ejemplificando esa correspondencia que debía existir y Guzmán, 1703, Museo
en el seno del matrimonio a la que se refería el moralista conquense: la en- municipal de Betanzos, A
trega de la mujer al hombre a cambio de protección y manutención. Pero, sin Coruña.
duda, lo más interesante de esta obra es que
es la propia María de Miranda la que realiza
el encargo a Ibáñez Pacheco en 1635, tras la
muerte de su esposo; además de velar por la
salvación, el recuerdo y la memoria del alma
de su marido, deja testimonio de su hacienda
con el encargo del sepulcro, flanqueado por
las armas del linaje de ambos, y reivindica
su papel como esposa al representarse del
mismo modo que su marido en un lugar tan
significativo como es la capilla principal de la
girola de la catedral mindoniense.

De una manera similar debe interpretarse la


representación de los fundadores del hospital
de San Antonio de Padua de Betanzos; en las
puertas de un armario se encuentran las efi-
gies de D. Antonio Sánchez Taibo y su mujer,
Dña. Estefanía de Valencia (Fig. 2), quienes
fundaron el hospital en 1674. Lo más relevan-
te de esta obra, en relación a la representa-
ción de Dña. Estefanía, reside en que ambos
personajes se reconocen como fundadores en
las cartelas que se encuentran bajo las efigies
139
Universo Barroco Iberoamericano

de ambos, pero, a diferencia de lo que ocurría en la obra anterior, encarga-


da por Dña. María de Miranda, las armas y el escudo que aparecen en esta
representación son únicamente las del Señor Fundador, D. Antonio, al igual
que el fuste de columna, símbolo de fuerza y poder, el cual no aparece junto
a la mujer. Sin embargo, la inscripción, del salmo 41:2, que destaca la labor
asistencial y caritativa de la fundación, hace referencia a ambos por igual.
Es posible, al igual que en el caso de la representación mindoniense, que la
obra fuese encargada por Dña. Estefanía en 1703, ambas con intención de
acrecentar y poner en valor la hacienda y el patrimonio de sus maridos, en su
condición viudas, lo cual aumentaba su libertad y su poder para representarse
a ellas mismas junto con sus esposos.

Los moralistas, en una época en la que índice de mortalidad era sumamente


elevado, prestaron gran atención al estado de viudedad de las mujeres. En
general, para el género femenino, la viudedad era un problema grave, ya que
dependían económicamente de sus maridos y no recibían ni la educación ni la
Fig. 3. Retrato de Doña formación adecuadas para integrarse dentro del ámbito productivo externos
Catalina de la Cerda y
al hogar. En el caso de heredasen algún patrimonio, cosa que solo ocurría
Sandoval, VII Condesa de
Lemos, siglo XVII, Convento con las mujeres de alta alcurnia, podían sobrevivir y entonces la viudedad
de Santa Clara, Monforte de suponía un estado de mayor libertad, pero, en la mayoría de los casos, se
Lemos, Lugo. veían obligadas a buscar algún oficio o recurrir a la beneficencia eclesiástica.
De todos modos, los moralistas y la sociedad masculina
eran muy estrictos con ellas, puesto que se trataba de mu-
jeres que vivían sin estar sometidas al poder de una figura
masculina, lo que provocaba que se las juzgase con recelo,
puesto que podían ejercer como ejemplos distorsionantes
para las demás mujeres47. Por ello, moralistas como Vives,
aconsejan que las mujeres que se queden viudas deben ser
encerradas y “si alguna vez tienen que salir de casa que
salgan muy cubiertas, tarde, acompañadas de dueña”48. Esto
hizo que muchas mujeres, tras enviudar, se recluyesen en
conventos, como forma de mantener su intacta su reputa-
ción, incluso en aquellos casos de mujeres con patrimonio
suficiente para mantenerse.

En Galicia un caso significativo es el de Dña. Catalina de


la Cerda y Sandoval, VII Condesa de Lemos, hija del Duque
de Lerma, a la que a su condición de viuda se le suma su
papel como monja y fundadora del convento de clarisas
de Monforte de Lemos. De ella se conserva un magnífico
retrato en el convento de franciscanas monfortino (Fig.3), en
la que se la representa con el hábito de clarisa junto con un
bufete donde reposa un libro, una bola en la esquina inferior
izquierda y con un espeso cortinaje de fondo. La finalidad
última de la obra es retratar a una monja pero también
destacar su papel como mujer noble y fundadora.

140
Subordinadas sustantivas: la mujer a través de la pintura barroca gallega - Begoña Álvarez Seijo

Esta obra, por tanto, retrata a un mismo tiempo a una


viuda y a una religiosa, lo cual nos pone en contacto con
el estado o destino que, como se ha explicado anterior-
mente, era considerado como más perfecto para el gé-
nero femenino en el seno de la sociedad moderna: el de
monja. La mujer era un ser que debía estar siempre tute-
lado, en todo momento sometido al control de una figura
masculina, ya fuese padre, hermano o esposo. Tomar lo
hábitos podía suponer una vía de escape, una manera
de cambiar el orden de las cosas, ya que implicaba la
posibilidad de huir de ese sometimiento al varón, como
estado que otorgaba a la mujer una dignidad equiparable
a la del hombre. Sin embargo, hay que tener en cuenta
que en los conventos femeninos se encontraban grupos
muy heterogéneos de mujeres, que terminaban allí por
motivos diversos. Había quienes profesaban la religión
voluntariamente, por tener inquietudes espirituales y
desear realmente ser monjas; otras, ingresaban por-
que sus padres tenían diferentes planes para ellas y el
tomar los hábitos suponía la única manera viable para
esquivar dichos designios sin perder la honra y el honor
Fig. 4. Retrato de Sor Catalina
de su familia49.
de la Concepción, siglo XVII,
Convento de Santa Clara,
A este estado femenino responden los ejemplos de Monforte de Lemos, Lugo.
Sor Catalina de la Concepción (Fig.4) y Sor Clara María
(Fig.5), cuyos retratos se conservan, junto al de su funda-
dora, anteriormente analizado, en el convento de Santa
Clara de Monforte de Lemos. Ambas ingresaron de niñas
en el convento de clarisas junto con la fundadora, pero
sus retratos muestran formas diferentes de entender
la clausura. En el retrato de Sor Catalina, de la primera
mitad del siglo XVII, vemos a la monja en el interior de su
celda, acompañada de un pequeño escabel y una mesa
con libros y un crucifijo; se representa a la monja como
una mujer piadosa y devota, dedicada al estudio y a la
oración. Las únicas referencias al exterior de la vida en
la celda las encontramos en la ventana entreabierta y en
la puerta de la celda; se presenta a la monja en el inte-
rior de su clausura, evidenciando las tareas que en ella
desempeña y la dignifican como mujer de Dios. Por su
parte, el retrato de Sor Clara María, aunque con la misma
intencionalidad y finalidad, representa a la religiosa de un
modo distinto; Sor Clara María aparece representada en
una de las arcadas del claustro del convento monfortino,
no en el interior de su celda, alejando con su pie la bola
Fig. 5. Retrato de Sor Clara
del mundo, con un breviario en la mano derecha y un María, siglo XVII, Convento
rosario de azabache, terminado con una calavera, en la de Santa Clara, Monforte de
Lemos, Lugo. 141
Universo Barroco Iberoamericano

mano izquierda. Por la bocamanga de su hábito, asoma un flagelo, símbolo


de las penitencias a las que la monja sometía su propio cuerpo. Se muestra
también como una mujer devota, que ha renunciado al mundo, por la disci-
plina y la oración que la llevarían junto a Dios y a la vida eterna.

Conclusión En una sociedad profundamente impregnada por los valores religiosos, como
es la sociedad española de los siglos modernos, es indudable que los modos
de vida, en todo el territorio, fueron delimitados en gran medida por el cristia-
nismo. La Iglesia, con permiso del Estado, tuteló el devenir de las existencias
individuales y el funcionamiento de la vida colectiva, a través de sus modelos,
ritos, ceremonias y predicaciones, y esto se vio incrementado en relación a
la construcción del género femenino. Mediante el transcurrir por algunos
ejemplos de mujeres en la pintura barroca gallega, se puede observar cómo
los prototipos, los personajes, las fuentes e incluso la significación, que
pueden variar según el público concreto al que se dirige la obra de arte, es
unánime a la hora de imponer paradigmas para modos de comportamiento
femeninos, a través la comunión entre las instituciones religiosas y secu-
lares. Por lo tanto, en los siglos modernos, en los territorios hispánicos, se
construyó por unanimidad masculina los límites de un género inferior, con
sus deberes y obligaciones, sus actitudes y aptitudes, que marcará el futuro
de muchas generaciones de mujeres, y de cuyo constreñimiento aun debería-
mos sentirnos herederas. Tuteladas por un hombre, siempre subordinadas
a una figura masculina, se les adjudicaron unos modos de comportamiento
mediante una educación creada ex profeso para la consecución de la sumisión
de la mitad de la población, originando la edificación de un género inferior a
través de todos los medios discursivos a su alcance. Valiéndose de los medios
de comunicación y propaganda como la pintura, se impusieron unos modelos
de lo femenino y la feminidad que calaron hondo en el sentir social de un
colectivo que pasó a ser minoritario, no en número, sino en consideración.
Así, desde las vírgenes a la magdalenas, desde las perfectas esposas y viudas
hasta las devotas religiosas, se puede leer qué implicaba ser mujer en seno
de la Galicia moderna, y cómo se creó un género que todavía hoy, a través
de imágenes y modelos distintos pero con un mensaje similar, seguimos
luchando por derribar.

142
Subordinadas sustantivas: la mujer a través de la pintura barroca gallega - Begoña Álvarez Seijo

1.  Maravall, Jose Antonio. La cultura del Barroco. Barcelona, Ariel, 1980, pág. 29. Notas

2. López-Cordón, María Victoria. “La conceptualización de las mujeres en el


Antiguo Régimen: los arquetipos sexistas”. Manuscrits, 12, 1994, págs. 79-107
(pág. 80).

3.  Maravall, Antonio. La cultura del…, op.cit, pág. 497.

4. Ibídem, pág. 498.

5.  Varela, Julia. Modos de educación en la España de la Contrarreforma. Madrid,


Ediciones La Piqueta, 1983, págs. 25-26.

6.  Pena González, Miguel Anxo. La escuela de Salamanca. De la Monarquía his-


pánica al Orbe Católico. Madrid, Biblioteca de autores cristianos, 2009, pág. 9.

7.  A finales de la Edad Media la pedagogía femenina alcanzó un gran desarrollo


gracias a obras como las de Don Juan Manuel, Don Álvaro de Luna, Diego Valera,
Francesc Eiximenis, con su Libro des dones, Enrique de Villena, con Los doce tra-
bajos de Hércules, o Fray Martín de Córdoba, con El jardín de las nobles doncellas.
López-Cordón, María Victoria. “La conceptualización de…, op.cit., pág. 87.

8.  Vives, Juan Luis. Libro llamado de la instrucción de la mujer cristiana, el cual
contiene cómo se ha de criar una virgen hasta casarla y después de casada cómo ha
de regir su casa y vivir prósperamente con su marido, y si fuere viuda lo que es tenida
a hacer. Traducido ahora nuevamente de latín en romance. Juan Justiniano, criado
del excelentísimo señor duque de Calabria, dirigido a la serenísima reina Germana,
mi señora. Valencia, 1523.

9.  De León, Fray Luis. La perfecta casada (1583). Madrid, Espasa-Calpe, 1980.

10. Mexía, Vicente. Saludable instrucción del estado del matrimonio. Córdoba,


Juan Bautista Escudero, 1566.

11.  Luxán, Pedro. Coloquios matrimoniales (1550). Madrid, Editorial Atlas, 1943.

12.  De Andrade, Alonso. Libro de la guía de la virtud, y de la imitación de nuestra


señora. Primera parte: para todos los estados. Madrid, Francisco Maroto, 1642.

13.  De la Cerda, Juan. Libro intitulado vida política de todos los estados de las mu-
jeres. Alcalá de Henares, Juan Gracián, 1599.

14.  Vigil, Mariló. La vida de las mujeres en los siglos XVI y XVII. Madrid, Siglo XXI
Editores, 1994, págs. 17-20.

15.  Vives, Juan Luis. Libro llamado de la instrucción…, op.cit, fol. 24 ss.

16.  Perry, Mary Elisabeth. Gender and Disroder in Early Modern Seville. Minneso-
ta, Minnesota University Press, 1992.

17.  Vigil, Mariló. La vida de las…, op.cit., págs. 43-44.

18.  Cruz, Anne et al. Culture and Control in Counter Reformation Spain. Minneso-
ta, University of Minnesota Press, 1992, pág. xviii.

19.  Varela, Julia. Modos de educación…, op.cit., págs. 30-35.


143
Universo Barroco Iberoamericano

20.  Los filósofos naturales de esta época, como Juan Huarte de San Juan y Álva-
rez de Miraval, justifican esta explicación mediante la teoría humoral, heredada
del pensamiento hipocrático-galénico, por la cual en la mujer predominan los
humores fríos y húmedos que hacen que su pene y testículos queden replegados
hacia el interior, convirtiéndolas en seres inferiores intelectual y físicamente, y
cuya única función relevante es la de salvaguardar la prosapia de sus maridos.
Huarte de San Juan, Juan. Examen de ingenios para las ciencias. Baeza, Juan Bau-
tista Montoya, 1575; Álvarez de Miraval, Blas. Libro intitulado la conservación de
la salud del cuerpo y del alma. Medina del Campo, Del Canto, 1597.

21.  Varela, Julia. Modos de educación…, op.cit, págs. 32-33.

22.  Vives, Luis. Libro llamado de la instrucción…, op.cit, pág. 1001.

23.  Varela, Julia. Modos de educación…, op.cit, pág. 175.

24.  Vigil, Mariló. La vida de las mujeres…, op.cit., pág. 92. Varela, Julia. Modos de
educación…, op.cit., págs. 175-192.

25.  Vigil, Mariló. La vida de las mujeres…, op.cit., pág. 208.

26.  De la Flor, Fernando R. Eros Barroco. “Placer, matrimonio y censura en el


ordenamiento contrarreformista”, en Rosario Camacho y Aurora Miró (eds.), Ico-
nografía y creación artística. Estudios sobre la identidad femenina desde las relacio-
nes de poder. Málaga, CEDMA, 2001, págs. 107-161 (pág. 137).

27.  López-Codón, María Victoria. “La conceptualización de las…”, op.cit., pág.


82.

28.  Ibídem., pág. 83.

29.  Martínez Burgos, Palma. “Bajo el signo de Venus: la iconografía de la mujer


en la pintura de los siglos XVI y XVII”, Alain Saint Säens (ed.). Historia silenciada
de la mujer. La mujer española desde la época medieval a la contemporánea. Ma-
drid, Editorial Complutense, 1996, pág. 104.

30.  De León, Fray Luis. La perfecta casada. Centro general de Administración,


1895, págs. 28-38; Martínez Burgos, Palma. “Bajo el signo de Venus…”, op.cit,
pág. 104.

31.  Martínez Burgos, Palma. “Bajo el signo de Venus…”, op.cit, pág. 123.

32.  Monterroso Montero, Juan Manuel. “Cuando un ¡ay! es un argumento y una


lágrima una demostración…Cuatro siglos de callada presencia a través del arte
gallego”, en García-Fernández, Cernadas Martínez, Ballesteros Fernández (eds.),
As mulleres na Historia de Galicia. Actas do I Econtro Interdisciplinar de Historia de
Xénero. Santiago de Compostela, Andavira, 2012.

33.  Sánchez Ortega, Mº Helena. Pecadoras de verano, arrepentidas en invierno: el


camino de la conversión femenina. Madrid, Alianza, 1995.

34.  Esta defensa es entendida como adecuación a los presupuestos morales im-
perantes en la época, la cual, en lo que se refiere a la pintura religiosa, significaba
respetar las jerarquías y la función didáctica de las pinturas, para así cumplir la
máxima impuesta a la pintura barroca del mundo católico por Trento: deleitar,
instruir y despertar los sentimientos de los espectadores. Por lo tanto, se incor-
144 poran al plano conceptual del arte unas fuertes categorizaciones morales que de-
Subordinadas sustantivas: la mujer a través de la pintura barroca gallega - Begoña Álvarez Seijo

terminarán si una obra de arte es o no adecuada, como la decencia, la dignidad,


la honestidad o, incluso, la castidad. Esto conllevó que el desnudo femenino, por
su capacidad de desatar las más bajas pasiones fuese condenado por los tratadis-
tas del decoro, siendo únicamente aceptable la representación de las manos, el
cuello y el rostro de la mujer. Velandio Onofre, Darío. “Pacheco y Carducho: el
concepto de decoro en los tratados de pintura y su relación con la teoría de la res-
puesta”, Hacia una teología de la imagen. Mística, pintura y oratoria en la España
del siglo de Oro. Barcelona, Universitat de Barcelona, 2014, pág. 330; Val Cubero,
Alejandra. La percepción social del desnudo femenino en el arte (siglos XVI y XIX).
Pintura mujer y sociedad. Madrid, Minerva ediciones, 2003, pág. 107.

35.  Morán Turina, José Miguel et al. El arte de mirar: la pintura y su público en la
España de Velázquez. Madrid, ISTMO, 1997, pág. 242.

36.  Malon de Chaide, Pedro. Libro de la conversión de la Magdalena en que se


ponen los tres estados que tuvo de pecadora, y de penitente y de gracia. Fundado
sobre el Evangelio que pone la Yglesia en su fiesta. Alcalá de Henares, Juan Gracián,
1593, pág. 19.

37.  Monterroso Montero, Juan. “Cuando un ¡ay!...”, op.cit, pág. 148.

38.  En el caso gallego el desnudo femenino no está arraigado en la pintura hasta


el siglo XIX, con la introducción de las academias, como se aprecia en las obras
de Parada Justel o Fenollera.

39.  Ribadeneira, Pedro. Flos sanctorum. Historia general de la vida y los hechos de
Jesu-Christo. Dios y Nuestro Señor. Barcelona, imprenta de Juan Aguasivas, 1794,
pág. 104.

40.  Monterroso Montero, Juan. “Cuando un ¡ay!...”, op.cit, pág. 154.

41.  Férnandez Castiñeiras, Enrique et al. Gregorio Ferro, pintor de Boqueixón. Bo-
queixón, Concello de Boqueixón, 2002, p. 54.

42.  Monterroso Montero, Juan. “Cuando un ¡ay!...”, op.cit, pág. 154.

43.  Férnandez Castiñeiras, Enrique et al. Gregorio Ferro, pintor..., op.cit., págs.
63-72.

44.  Estad sometidos unos a otros en el temor de Cristo. Las mujeres estén suje-
tas a sus maridos como al Señor; pues el marido es la cabeza de la mujer, como
Cristo es la cabeza de la Iglesia y salvador de su cuerpo. Y como la Iglesia está
sujeta a Cristo, así las mujeres deben estarlo a sus maridos. Ef. 5. 21-24.

45.  De León, Fray Luis. La perfecta…, op.cit., págs. 100-101.

46.  Fernández Castiñeiras, Enrique et al. A pintura mural nas catedrais galegas.
Séculos XVI-XVIII. Santiago de Compostela, Tórculo, 2006.

47.  Vigil, Mariló. La vida de las mujeres…, op.cit., pág. 195.

48.  Vives, Luis. Instrucción de la mujer…, op. cit., fols. 90 y ss.

49.  Monterroso Montero, Juan. “Cuando un ¡ay!...”, op.cit, pág. 160; Vigil, Mari-
ló. La vida de las mujeres…, op.cit., pág. 208.

145
Universo Barroco Iberoamericano

O Tenente-coronel e Engenheiro Manuel do Couto.


Contributo para a sua biografia

Miguel Portela
Investigador - [email protected]

Resumo Temos vindo a (re)descobrir através de investigações respeitantes à História


da Arte em Portugal diversos indivíduos que fizeram o seu percurso de vida e
artístico no nosso país, muito em particular aqueles que na região estremenha
de Portugal desenvolveram a sua arte.
São inúmeros os nomes de artistas dos mais diversos ofícios que foram
surgindo nestas nossas investigações, os quais, reconhecemos que, apesar
dos seus nomes serem conhecidos dos investigadores e historiadores, per-
manecem ainda desconhecidos alguns dados relativos à genealogia desses
mesmos artistas.
Nesse sentido, e tendo em conta a relevância dessa documentação inves-
tigada por nós, iremos apresentar alguns dados de importância manifesta
relativos a Manuel do Couto, Tenente-coronel e Engenheiro, assim como do-
cumentação que permite compreender o papel deste no contexto da História
da Arte no Portugal seiscentista e setecentista.
Palavras-chave: Portugal. História da Arte. Tenente-Coronel. Engenheiro.
Manuel do Couto.

Breves notas Temos vindo a revelar elementos de importância manifesta referentes às


de contextualização figuras de Mateus do Couto, O Velho, Mateus do Couto, O Moço, e a Manuel
do Couto, no contexto da História da Arte em Portugal, muito em particular
no exercício de funções enquanto arquitetos e mestres de obras dos Paços
de Salvaterra, Almeirim e do Real Convento da Batalha1.

Mateus do Couto, O Velho, havia sido nomeado, em 1 de junho de 1631, arqui-


teto e mestre de obras dos Paços de Almeirim e Salvaterra de Magos, assim
como do Real Convento de Santa Maria da Vitória da Batalha e da Província do
Alentejo2. Em 1634, sendo já arquitecto das inquisições do reino foi incumbido
de realizar o “Livro das Plantas e Monteas de todas as Fábricas da Inquisição
deste Reino e India, ordenado por mandado do Ilustríssimo e Reverendíssimo
Senhor Dom Francisco de Castro Bispo Inquisidor Geral e do Conselho de Estado
de Sua Majestade”3.
146
O Tenente-coronel e Engenheiro Manuel do Couto. Contributo para a sua biografia - Miguel Portela

De acordo com o processo que permitiria a Mateus do Couto, O Velho, tornar-


se familiar do Santo Ofício, lavrado em 27 e 28 de julho de 1634, constatamos
que este era cristão-velho, filho de Custódio do Couto, natural de Salir de
Matos, e de Domingas Vaz ou Braz, de Caldas da Rainha, afirmando-se que
sua mulher, Ana Pinheira da Silva, era filha de Jerónimo Gomes e de Maria
dos Santos, da Apelação. Mateus do Couto, O Moço, sobrinho de Mateus
do Couto, O Velho, filho de Luís Francisco e de Domingas do Couto, ambos
naturais de Caldas da Rainha e moradores nessa localidade, contraiu ma-
trimónio em Oeiras, em 30 de setembro de 1648, com Luísa Gomes, filha de
Jerónimo Gomes e de Maria dos Santos, naturais da Apelação, concelho de
Loures. Sabemos que Luísa Gomes foi batizada em 6 de junho de 1610 na
igreja da Apelação, figurando como Luísa Pinheira no registo de seu óbito, o
qual ocorreu em Oeiras em 14 de dezembro de 1673, tendo seu corpo sido
sepultado na igreja dessa localidade4.

Quer isto dizer que os dois Mateus do Couto, O Velho e O Moço, casaram com
duas irmãs - Ana Pinheira e Luísa Gomes5. Mateus do Couto, O Velho, veio
a falecer em 5 de outubro de 16646, já viúvo de Ana Pinheira da Silva, resi-
dindo na Travessa das Salgadeiras em Lisboa, sem descendência, conforme
se pode testemunhar no registo inscrito na ata da vereação da Câmara de
Lisboa, lavrado em 2 de janeiro de 16657. Ana Pinheira havia falecido em
Oeiras, em 12 de agosto de 1663, tendo o seu corpo sido sepultado na igreja
dessa localidade8.

Reconhecemos por um alvará outorgado por D. João IV em 16 de fevereiro de


1647, que foi feita mercê a Mateus do Couto, O Moço, de 20 000 réis cada ano,
para que continuasse o estudo de arquitetura com o dito seu tio9.

Após o decesso de Mateus do Couto, O Velho, por um alvará lavrado em 5 de


abril de 1669, foi feita mercê a Mateus do Couto, O Moço, da propriedade do
ofício de arquiteto das obras das Ordens Militares, com um ordenado anual
de 80 000 réis, semelhante ao de seu tio, último titular desse cargo10. Cumpre
referir que Mateus do Couto, O Moço, havia sido promovido, conforme um
147
Universo Barroco Iberoamericano

alvará lavrado em Lisboa, em 15 de março de 1678, para exercer o “officio


de Arquitetto e mestre das obras dos paços de Salvaterra e Almeirim e real
mosteiro da Batalha”11.

Mateus do Couto, O Moço, faleceu em 4 de novembro de 1695 em Oeiras, tendo


seu corpo sido sepultado no interior da igreja dessa localidade12. Apesar de
o registo do seu óbito referir o facto de não ter sido feito testamento - o que
deve ser entendido como não tendo elaborado, momentos antes de morrer,
quaisquer disposições testamentárias -, havia lavrado em Caldas da Rainha,
em 1 de abril de 1693, um documento com esse propósito13. Nesse testamento
são aludidos vários membros da sua família a quem atribuía certas dádivas,
declarando serem seus herdeiros universais Manuel do Couto, que “criou em
sua casa com amor de filho”, e Camilia, filha de seu irmão Custódio do Couto.

Quadro 1. Esquema genealógico dos Mateus do Couto, O Velho e O Moço.

Manuel do Couto filho Conforme nos assegura Ayres de Carvalho, os dados hoje conhecidos e rela-
de Mateus do Couto tivos aos verdadeiros pais de Manuel do Couto foram dados a conhecer por
Sousa Viterbo. Foi ele, “quem descobriu toda a documentação respeitante a
Manuel do Couto, (n. em 26 de Agosto de 1657) em virtude das dúvidas suscitadas
pela afirmação de ser filho de Mateus do Couto”. Verificou Ayres de Carvalho que
“As dúvidas de Sousa Viterbo, pouco justificadas pelos documentos que publicou,
(Provanças para Mateus do Couto ser familiar do Santo Ofício, em 1681, em que
se demonstra que Manuel do Couto tinha sido criado «desde menino» por sua
mulher, sendo filho de «Simão Luiz, soldado do terço novo e de Maria da Costa», e
baptizado na freguezia de S. Vicente)14 deram-nos a direcção para encontrarmos
finalmente a chave do problema. Quando encontramos o testamento de Mateus
148
O Tenente-coronel e Engenheiro Manuel do Couto. Contributo para a sua biografia - Miguel Portela

do Couto passamos a saber que Manuel do Couto, seu discípulo e sucessor num
dos cargos reais, foi educado por ele desde pequeno e por sua determinação viria
a casar com uma sobrinha, herdando também assim os bens”15.

Mateus do Couto, O Moço, registou no seu testamento a este respeito: “Tenho


ajustado de cazar minha sobrinha Camilla filha do dito meu irmão Costodio do
Couto, com Manoel do Couto que criei em minha caza com o amor de filho, os
quais ambos instituo por meus erdeiros universais para que ambos logrem jun-
tamente a minha fazenda que pessuo do dito lugar de Oeiras termo da cidade de
Lixboa (…) E por morte dos meus universais erdeiros Manoel do Couto, e Camilia
do Sacramento [Spirito Santo]; e Couto os filhos de entre ambos, e sucedendo que
os não tenhão sempre e o que vivo ficar lograra emquanto viver a dita fazenda…
minha sobrinha Camilia será rellegioza ficando veuva e sem filho (…)”16.

Por um decreto do Conselho de Guerra, datado de 8 de outubro de 1686, Manuel do Couto


comprovamos que Manuel do Couto foi nomeado ajudante engenheiro para ajudante de engenheiro,
assistir à fortificação de Peniche, com 6 000 réis de soldo por mês, por Mateus arquiteto e mestre
do Couto, O Moço, estar ocupado com as “muitas occupações que tem de meu de obras
serviço, não poder assitir á fortificação de Peniche”17.

De igual modo, Christovam Sepúlveda, salienta que “Por alvará de 31 de


agosto de 1691 foi-lhe augmentado o vencimento de 6$000 a 8$000 reis, visto
haver cinco annos que servia de architecto e ajudante de engenheiro na praça
de Peniche, e «assistir tambem na côrte a seu pae (que portanto vivia em 1691)
fazendo todos os papeis que se offereciam ao seu real serviço nas medições,
plantas, orçamentos, etc”18.

No ano seguinte da morte de Mateus do Couto, O Moço, em 1696, Manuel do


Couto foi nomeado para o cargo de assistente nas obras das fortalezas da
Barra e do castelo de S. Jorge, asseverando-se no alvará da sua nomeação
e a seu respeito que “pella experiencia e continuação que teve na assistencia
das obras com o sargento mor Matheus do Couto, por cujo falecimento ficou
vago o cargo de asistente das obras das fortalezas desta cidade, o que tudo me
foi presente em consulta do Conselho, de que houve vista o procurador della;
hey por bem fazerlhe merce do cargo de asistente das obras das fortalesas da
barra desta cidade e castello de Sam Jorge desta cidade, que vagou pello dito
Matheus do Couto, com o qual havera dusentos reis por dia, que he o mesmo
que tinha o dito seu antecessor, que lhe sera pago da maneira que se pagavão
ao dito Matheus do Couto”19.

No ano de 1697, foi promovido a capitão engenheiro das obras da praça


de Cascais até Peniche, conforme documento publicado por Christovam
Sepúlveda, afirmando este, que nesse alvará, “vem enumerados os seus muitos
serviços nas fortificações da barra do Tejo e da costa da Extremadura, nas do
Algarve, tendo em Faro delineado o forte de Santo António realizado outras obras

149
Universo Barroco Iberoamericano

importantes. Em junho de 1718 foi promovido


a tenente coronel de infantaria com exercicio
de engenheiro”20.

Constatamos também que a Casa de


Cadaval foi possuidora de um álbum de
plantas da cidade de Lisboa, assentadas
por diversos engenheiros, destacando-
se entre elas uma planta de Manuel do
Couto21.

Fig. 1. Postal ilustrado da fortificação de Peniche no século XX.

Manuel do Couto e o Real Em 18 de outubro de 1689, Manuel do Couto foi nomeado arquiteto e mestre
Convento da Batalha dos Paços de Almeirim e Salvaterra de Magos, assim como do Real Convento
de Santa Maria da Vitória da Batalha e da Província do Alentejo, cargos que
Mateus do Couto, O Moço, havia exercido por mais de vinte anos, até essa altu-
ra. Pela sua importância, transcrevemos um
excerto desse documento, que entrou em
vigor em 15 de dezembro de 1689, “havendo
outro sy respeito á ciencia e tallento que seu
filho Manoel do Couto tem para bem poder
servir o dito officio e a ter propriedade há 7
annos huma das tres praças de aprender a
Arquetetura civel: Hey por bem de fazer merce
ao dito Manoel do Couto de o promover da pro-
priedade da praça de aprender a Arquetetura
civel ha propriedade do officio de Arquitteto
e mestre dos paços das villas de Almeirim,
Salvaterra de Magos e do real mosteiro de
Nossa Senhora da Vitoria da villa da Batalha
e da provincia do Alentejo, de que o dito seu
pay Matheus do Couto fes deixação, com o
qual officio havera tres myos de trigo e des
mil reis em dinheiro cada anno de ordenado
e os mais proes e percalços que direitamente
pertencerem ao dito officio, que he o mesmo
que com elle tinha o dito seu pay”22.

Fig. 2. Convento da Batalha,


in O Panorama, n.º 141, Tomo
IV, 11 de janeiro de 1840,
150 pág. 9.
O Tenente-coronel e Engenheiro Manuel do Couto. Contributo para a sua biografia - Miguel Portela

Horácio Manuel Pereira Bonifácio, no Dicionário da Arte Barroca em Portugal, A intervenção


afirma, sobre Manuel do Couto, que “Para além do desempenho profissional de Manuel do Couto
que estes cargos oficiais obrigavam, Manuel do Couto trabalhou em Coimbra, na arquitetura religiosa
na Obra dos Gerais da Universidade, no final do século XVII, ao mesmo tempo
que participa também na feitura do Convento de Santa Clara, da mesma cidade,
onde a sua colaboração deve ser sido bastante significativa”23.

Relativamente às obras do novo Mosteiro de Santa Clara de Coimbra, Luísa


Silva, na sua dissertação de mestrado, expôs um extenso conjunto docu-
mental, onde transcreve o “Registo do Recenceamento da reformação da obra
do refeitorio que depois de medido o Cabido tornou a refazer obrigado Senhor
Manoel Dias Veloso o qual recenseamento a conta fez o Archetecto Manoel do
Couto em 18 de julho de 1696”. Ficamos a saber mais algumas das interven-
ções de Manuel do Couto nessas obras, surgindo referenciado, e de acordo
com a citada autora, na “Medição feita pelo Sargento Mor Engenheiro Manuel
do Couto das obras de pedraria na Ermida de São Gonçalo nas cisternas do
Claustro do Empreiteiro João Carvalho Ferreira, no Novo Mosteiro de Santa
Clara de Coimbra”24.

Horácio Manuel Pereira Bonifácio refere também a participação de Manuel


do Couto em obras na cidade de Lisboa, asseverando que “A partir de 1707
aparece medidor da nova igreja de Santa Engrácia, ficando, em 1713, após a
morte de João Antunes, como uma espécie de arquitecto adstrito à obra, dan-
do-lhe assistência sempre que necessário, acabando por ter eventualmente
alguma intervenção na construção do edifício, atendendo a não haver arquitecto
nomeado desde aquela data.

Arquitecto cuja actividade se desenvolveu no último quartel do século XVII, pri-


meiro do século XVIII, numa época em que a estética do barroco ia chegando
às realizações arquitectónicas, Manuel do Couto, formado ainda naturalmente
dentro do espírito da arquitectura de inspiração maneirista, teve contacto e
intervenção em obras em que a nova estética dava já passos significativos”25.

Manuel do Couto faleceu em 9 de dezembro de 1727 na cidade de Lisboa, Disposições


tendo sido seu corpo sepultado na Igreja de S. José. Segundo o registo de testamentárias
seu óbito deixou por testamenteiros Domingos Cordeiro, José de Melo, João de Manuel do Couto: um
Rodrigues Pereira26, e ainda Manuel das Neves27. repositório
de informação
O seu testamento é notável face à riqueza da informação que contém, muito
em particular quanto aos elementos genealógicos, assim como às duras
críticas que Manuel do Couto tece ao poder Judicial28.

Pela sua importância apresentamos alguns dados constante no seu testa-


mento, apesar de considerámos imprescindível a leitura total desse mesmo
documento para uma maior abrangência das suas últimas vontades. Manuel
do Couto afirma no seu testamento que o seu corpo deverá ser amortalhado
151
Universo Barroco Iberoamericano

com o hábito de S. Francisco para o que pede que seja dada de esmola, para
tal, 2 000 réis. Ao pároco da freguesia onde falecer, pelo acompanhamento à
sua sepultura, pede aos seus testamenteiros que lhe entregue uma esmola
20 000 réis, assim como 12 vinténs a cada clérigo que o acompanharem.
Pede também que seja entregue ao coveiro que o enterrar dois cruzados
pelo seu trabalho. Como irmão da Irmandade do Santíssimo da paróquia de
S. José, e no caso de esta o acompanhar à sepultura afirma que “se lhe dará
por esmolla huma moeda de ouro de coatro mil outocentos reis”.

Entre outras coisas, solicita que se venda a maior parte de seus bens e que o
dinheiro arrecadado se aplique em missas pela sua alma, pedindo aos seus
testamenteiros que “por nenhum cazo darão missa a clerigo algum mas todas
serão nas sanchristias dos Conventos de Santo Antonio, Mizericordia, Amparo, e
Saude para assim serem mais breves, e não dilatar tempo”. Todavia, em alguns
casos deixa à consideração de sua esposa a posse de algumas coisas, como
no caso das casas onde vive, em que se sua esposa quisesse viver nelas
ficaria na sua posse, mas caso não as quisesse as mesmas seriam vendidas
e o dinheiro aplicado em missas pela sua alma.

À data do seu falecimento Manuel do Couto estava casado com Camilia do


Espírito Santo do Couto “natural da villa das Caldas da Rainha filha de Costodio
do Couto, e sua may Maria Vieira de quem não tive filhos que mais herdeiros
possão ser legitimos, nem ainda naturais, nem ao prezente tenho pay, ou may”.
Não devemos confundir Camilia do Espírito Santo do Couto com uma sua
homónima, que sendo filha de Rosendo do Couto, foi casada com Filipe
Francisco de Proença e Silva29.

Quadro 2. Esquema genealógico de Manuel do Couto.

152
O Tenente-coronel e Engenheiro Manuel do Couto. Contributo para a sua biografia - Miguel Portela

Foi Custódio Vieira quem sucedeu a Manuel do Couto nos cargos de medidor Custódio Vieira:
das obras e fortalezas da barra e do castelo de S. Jorge, conforme se pode o sucessor nos cargos
observar em um alvará lavrado em 20 de maio de 173330. Custódio Vieira foi de Manuel do Couto
nomeado para os cargos de “Arquitecto real, Arquitecto dos Paços da Ribeira e
de Arquitecto dos Paços de Sintra, Almeirim, Salvaterra de Magos, do Mosteiro
da Batalha e da provincia do Alemtejo, vagos pelo falecimento, respectivamen-
te, de João Antunes, padre Francisco Tinoco da Silva e Manoel do Couto”, por
uma carta régia lavrada em 2 de agosto de 173431. De igual modo, e por um
despacho de 23 de julho de 1737 e respetiva carta régia de 29 de julho desse
ano, foi feita mercê ao sargento-mor Custódio Vieira, da propriedade vitalícia
da ocupação de arquiteto das cidades, o qual “se achava já em cerviço destas
sidades na direcção e medisõens da obra do aqueduto das aguas livres em que
se tinha empregado com zello”32.

A notoriedade dos Mateus do Couto, O Velho e O Moço, assim como de Manuel Em síntese
do Couto, é sobejamente compreendida pelos historiadores. Todavia, existe
um longo caminho a percorrer no campo da investigação histórica de modo
a lograrmos compreender, estudar e divulgar a vida e obra destes notáveis
Homens do Portugal seiscentista e setecentista.

Os novos elementos que aqui apresentámos vêm reconhecer a importância do


Tenente-coronel Manuel do Couto, no último quartel do século XVII e primeiro
do século XVIII, no contexto da História da Arte em Portugal.

Documento 1 Apêndice documental


1695, novembro, 4, Oeiras - Registo de óbito de Mateus do Couto, O Moço.
I.A.N./T.T. [A.D.L.], Livro de Óbitos de Oeiras, Livro O1, caixa n.º 26, assento
n.º 5, fl. 77.
Publ.: Portela, Miguel. “Os Mateus do Couto…”, op. cit., pág. 23.

< Matheus do Couto >


Em os quatro dias do mes de novembro de seiscentos e noventa e sinco foy
sepultado dentro na Igreja o corpo de Matheus do Couto viuvo deste lugar.
Faleceo com todos os sacramentos, não fes testamento. Dia ut supra. (a)
Theotonio Luis.

Documento 2
1727, novembro, 8, Lisboa [S. José] – Testamento do Tenente-coronel e
Engenheiro Manuel do Couto, com a abertura do testamento em 8 de de-
zembro do dito ano.
I.A.N./T.T. [A.D.L.], Registo Geral de Testamentos, Livro 187, fls. 182v-185.

Testamento de Manoel do Coutto Thenente Coronel Emgenheiro morador


que foy na rua do Tilhal freguezia de S. Jozeph. Testamenteiros Domingos
153
Universo Barroco Iberoamericano

Cordeiro que faz negocios morador defronte de S. Jozeph e Jozeph de Mello


mestre carpinteiro morador em Valverde, e João Rodriguez Pereira e Manoel
das Neves mestre pedreiro ambos moradores na dita freguezia etecetra.
8 – dezembro – 1727

Em nome da Santissima Trindade Padre Filho Spirito Santo tres pessoas e


hum só Deos verdadeiro em que eu Manoel do Couto bem verdadeiramente
creyo, e em Sua feé espéro salvarme, primeiramente emcomendo minha
alma a Deos Nosso Senhor que a criou, e remio com Seu persiozo sangue
na Arvore da Vera Cruz, e tomo por advogada a Virgem Santissima Nossa
Senhora para que com todos os Santos de que sou devotto, e todos os da
Corte do Ceo me alcancem de Deos Nosso Senhor pellos seus mercimentos
o Reino do Ceo para que goze da gloria para que oraey, e como não sei a hora
em que Deos seja servido levarme para Sy sendo tão serto pello que cada
dia se offerece temendo a morte, que a todos os viventes he infalivel e certa
// Peço ao Anjo de minha guarda me livre dos inimigos da alma, para que
livres delles comserve sempre no meu coração a viva feé de Jezus Christo
meu Recentor, e Salvador para que acabe nella como fiel Catholico Romano
que sou, e desde agora para todo sempre, portesto viver e morrer na feé de
Jezus Christo; e por cazo que suceda obrigado da emfermidade, diga o con-
trario o abomino, e revogo pois he contra o que profeço porque só a Ley de
Christo he a verdadeira, e sem ella não há Salvação; Ao bem aventurado
Santo Antonio e a Virgem da Comceipção de quem piamente (?) fui sempre
devoto, peço sejão meus advogados, e as almas Santas a quem sempre tive
devoção fação de Sua parte para me alcançarem de Deos Nosso Senhor o
perdão das nossas, e minhas culpas, e a Salvação para a minha alma // Sendo
Deo servido levarme para Sy meu corpo será amortalhado no habito de S.
Francisco a que se dará de esmolla por elle dous mil reis // Ao Parocho da
freguezia em que falecer se lhe dará de acompanhamento, e offerta vinte mil
reis, e aos clérigos que me acompanharem se dará a cada hum doze vinteis
de esmolla que serão quinze a // [fl. 183] Honrrados quinze Misterios da
Virgem Nossa Senhora, como tãobem me acompanharão onze pobres a
honrra das onze mil Virgens, ou sejão molheres, ou homens, quais se offe-
receram, e tudo isto por huma ves somente. E ao coveiro que me emterrar
se lhe darão douz coovados digo cruzados por este trabalho // A Irmandade
do Santissimo da mesma freguezia donde sou irmão no cazo que me acom-
panhe se lhe dará por esmolla huma moeda de ouro de coatro mil outocentos
reis // Declaro que sou cazado com D. Camilia do Spirito Santo do Coutto
natural da villa das Caldas da Rainha filha de Costodio do Couto, e sua may
Maria Vieira de quem não tive filhos que mais herdeiros possão ser legitimos,
nem ainda naturais, nem ao prezente tenho pay, ou may, e asim poso despor
do que tenho como me parecer, e peço muito per mercê a meus testamen-
teiros dem pontual satisfação ao que asima digo, como ao mais que abaixo
exporei, e asim lho pesso pello Amor de Deos que lhe mereço, porque na
mesma sorte o faria se me emcarregacem em simelhante ocupação // Tanto
que meu corpo for amortalhado, ou nos dias seguinte me mandarão dizer
duas mil missas de corpo prezente de esmolla de cento, e vinte reis cada
154
O Tenente-coronel e Engenheiro Manuel do Couto. Contributo para a sua biografia - Miguel Portela

huma, e tudo o mais que importar, o que me tocar a minha parte se mandarão
diser mil missas pela minha alma // Peço aos meus testamenteiros; que os
moveis que me tocão no cazo que a dita minha molher nelles intente, e os
quizer lhos poderão largar, e se delles não fizer cazo, o seu prosedido se me
mandará dizer em missas pella minha alma, e não só isto, mas tudo o mais
que meus testamenteiros venderem que será com beneplacito de todos, na
qual venda não emtrarão authoridade judicial pois a tenho por nociva que
sempre vão á sua comveniencia, e muito mais detesto, e abomino, e da parte
de Deos como mayor emcargo das suas almas peço ao mesmo Deos tome
por sua conta o castigo sendo Juizo ecleziastico e muito particular onde o
escrivão he fulano, digo hé Fulano Queirós, não só pella má fama que corre
do seu procedimento como do que tinha experimentado nelle que he fino
pirata e não necessita andar pellas estradas com risco de vida, quando em
sua caza o faz sem perigo, e digo o que muitos publicão, e tem experimen-
tado, e comfio dos meus testamenteiros o farão como lhes comveneria que
ao delles que são danados, e torno a dizer não comsinto mem aprovo, e
menos quero que se emterponha nesta parte auto de alguma de justiça pois
esta he danada à falta de justiça, e Deos Nosso Senhor lhe tome particular
Juizo quando intentera emcontrar esta minha vontade, pois nella não são
mais intereçados, e quando o intentão he só a roubar, tendo o pobre testador
menos missas por elles lhe deciparem ao que he seu, e com o zello de
Ministros gravão a consciencia, furtando o alheyo de que não fazem escur-
pullo por se regem habituado naquelas industrias com que havia ser a mais
ajustada as leys de Deos he a mais perverça não tendo temor de Deos, mas
vivendo como ataistas, e liberdade de comciencias33 // Instituo por meus
testamenteiros ao meu Procurador Domingos Cordeiro, e a Jozeph de Mello,
como ao meu criado João Rodriguez Pereira pella verdade que nelles tenho
experimentado, e a cada hum pello trabalho, e travicentas [sic] que hãode
ter lhe deixo outo moedas de ouro, e a meu criado alem diço todos os meus
vestidos, exseato [sic] o vestido abotoado de ouro, sua cazaqua, e o que lhe
pertençe, pois este o venderão com o mais pello que se ajustarem; e tãobem
lhe deixo a ropa de meu uso e os dous cauçois, e capote vermelho que tem
uso // Declaro que aos pobres asima que são onze se lhe dará a cada hum
// [fl. 183v] hum tostão com sua vella por esmolla // Digo não ter baixellas
de prata mais que huma salva que me empenharão e não tirarão nem falarão
nella há muitos tempos // Exponho que athe ao prezente senão hade achar
escrito de divida, nem em parte alguma porque nisto sempre andei acaute-
llado fugindo do que se diria, e alguma couza que se me deve he couza de
pouco vallor e consta por escrito a quem pertensem, e cobrados que sejão
tãobem sera para missas pella minha alma na forma do mais // A Eria cazada
com hum ferreiro Manoel João deixo se lhe de por esmolla em rezão de ser
pobre huma moeda de ouro de coatro mil, e outocentos reis, e ao dito meu
criado lhe pertence o ropilho vermelho, e os adereços das espadas que forem
muitas, e todos os meus testamenteiros no que despuserem serão comformes
sem que hum desponha contra a vontade de outro, e precederão avaliações
dos officios para asim saberem o vallor das couzas, e por ellas se governarem
com mais aserto // Não tenho baixellas de prata mais que huma salva, hum
155
Universo Barroco Iberoamericano

puvarinho pequeno, e duas bandeginhas, nem as achey no Cazal, e menos


se me derão em dotte para que me obrigace a comciencia e por outras, tenho
tãobem tres pares de brincos de ouros, as cazas em que vivo que as comprei,
e humas memorias de ouro, e tudo será avaliado pellos contrastes para nessa
forma as poderem vender com alguma mayoria // Tenho mais hum christo
de ouro que no cazo que minha molher o queira se lhe darão, pois se fica
bem ficando com as partes // No cazo que minha molher intente viver nesta
cidade, e queira as cazas para viver se não venderão as cazas, e nellas poderá
viver parecendolhe, e sendo pello contrario se venderão, e do seu valor se
mandará dizer em missas pella minha alma // Na partilha do Sargento Mor
Matheus do Coutto se me manda dar em arras a minha cunhada Margarida
do Couto novecentos, e tantos mil reis, e como os herdeiros as apelaram por
industria de Bras da Fonseca; e seu cunhado o que se mostra por parte não
sendo eu homem que bebeu vinho me lançarão na mesma carta seis ou sette
frasqueiros e muitos serão frascos, esta minha cunhada ha trinta e douos
annos vive nam a companhia, e me deve duzentos mil reis por huma obriga-
ção, e cento e cincoenta mil mais que por ella paguei aos herdeiros de João
Vieira Matozo de que tenho em penhor a vinha da Patornilha Ferreira em tres
mil reis por anno aos Relligiozos da Trindade, e se deve haver algum respeito
ao sustento de tantos annos verter com mais menos pode haver nas tornas,
pois todos elles os herdeiros pagavão seis mil reis dada mes a Maria da Crus,
e muita parte que tocava a dita minha cunhada lhe paguei por ella, e tudo he
despeza que satesfiz, e era obrigado, e se deve compensar nas tornas a
quando as provire // Em hum baul [sic] vermelho que la esta em sima estão
duas pessas de pano que se darão a minha molher querendoas, com huma
pessa de panno Rey que nelle esta // No outro baul [sic] há varia roupa branca
que meus testamenteiros venderão uniformemente, como tudo o mais que
se achar como a livraria, e seu vallor será em missas pella minha alma, e
por nenhum cazo darão missa a clerigo algum mas todas serão nas san-
christias dos Conventos de Santo Antonio, Mizericordia, Amparo, e Saude
para assim serem mais breves, e não dilatar tempo, o que tudo farão sem
intervir Juizo algum como tenho dito, por que os hey por mais justificados
no procedimento que os tais Juizos, e muito mais que o Juizo Eclesiastico
em que o escri // [fl. 184] vão he o tal nomeado, nem serão constrangidos a
dar contas de todo senão em dois anos, e só no que respeita as missas lhe
darão a mayor brevidade // Na conta do testamento Ignacio do Coutto lhe não
devo couza alguma, mas antes lhe sou a credor como o fico da conta que
nelle se acha na gaveta do bofete do escriptorio, e peço mais por merce do
Mestre Manoel das Neves queira ser adjunto aos mais testamenteiros lo-
grando o mesmo legado, e tudo o que ajustarem emtrevirá o testamenteiro
meu criado João Rodriguez Pereira pella muita verdade, e amor que sempre
nelle exprementei, nem dará, ou será obrigado a dar contas algumas do meu
tempo pois o tenho por verdadeiro; e fiel, e muito amor, e se teve algum
descuido que não comcidero, o dou por desobrigado, o que elle se lhe pedia
a dita conta e absolutamente tudo o que me tocar ser meu tudo se empregará
em missas para a minha alma // A minha cunhada Margarida Baptista do
Coutto o quanto eu lhe não tenha satisfeito se lhe entregarão cincoenta e
156
O Tenente-coronel e Engenheiro Manuel do Couto. Contributo para a sua biografia - Miguel Portela

dous mil settecentos setenta e sette reis pello valor da vinha que por industria
de Bras da Fonseca lhe foy lançada na sua folha de partilha estando já remara
em praça tudo maliciosamente obrado, e cavilosamente urdido com o escrivão
della Mathias Correa do Avellar, facilitando se tirava logo por divida fantastica,
mas que no cazo que se não tirasse para o cazo comtraria cada herdeiro com
o que lhe tocace a sua parte para inteirar o seu vallor a dita Margarida Baptista
o que já fes seu irmão Ignacio do Couto com outra tanta quantia o que tãobem
deva guardar, e satisfazer a parte que toca a molher do dito Bras da Fonseca
que inda excitalhe mayor porção pois foy mais o acressentada nas partilha
e della se pode ver; e asim hey por acabado este meu testamento que quero
se cumpra, e guarde como nelle se declara, e no cazo que nelle falte alguma
clauzulla, ou condição para sua valimento o deva por expreço, e declarado
para que tenha força e vigor a fim de se comprir o que nelle mando, e des-
ponho, advertindo não quero authoridade Judicial, e menos Ecleziastica como
tenho dito, pois aos tres testamenteiros os hey nesta parte demais serão
comciencia que os tais Juizos, o que já expus, e emtendo, Lixboa Ocidental,
aos outo de novembro de 1727 annos //Manoel do Coutto//.

Declaração

Declaro meu Comp.o (?) Antonio Gomes Machado em hum requerimento


de hum conhecimento para que seja pago dos meus soldos pellos coatro
emolmentos (?) da freguezia dos Anjos do anno de 1721 athe o prezente cuja
quantia he 479 mil reis, e os superintendentes tem obrado tais industrias que
athe agora não teve effeito e de prezente se acha este papel na Junta dos Tres
Estados, peçolhe faça muito pello comseguir athe sua cobrança e satisfeito
do que tiver despendido, o resto partira igualmente com minha molher para
ajuda do seu sustento de que por esta lhe dou poder para cobrar tudo, e poder
asinar onde necessario for // Folhas correntes de meus soldos vencidos que
ElRey me não terá satisfeito que importão 616 mil reis, estas deixo as cobre
a Irmandade do Santissimo da mesma freguezia que rendo, e parte a metade
do que cobrar abatendo alguma despeza que na dita cobrança fizer com a dita
minha molher, e a dita a metade empregarão a dita Irmandade em alguma
peça que lhe parecer per divida e serviso do dito Senhor // Os meus servisios
deixo a dita minha molher para com elles requerer a Sua Magestade a mercê
que lhe parecer e fimdo seu sustento, pois não são de pouca comsideração //
[fl. 184v] e quando os despreze e não queira ter este trabalho, nem os mais
nomeados tratar do que lhe emcarrego, neste cazo os meus testamenteiros
tomem tudo a sua conta, e será para missas na forma do mais, Lixboa no
dito dia, mes e anno asima, e mando que dos tres pares de brincos, que digo,
os mais pequenos se dem a minha criada Frosizella por esmolla, e trabalho
que terá na minha doença no cazo que esteja em caza quando eu falecer, no
dito dia, mes, e anno // Manoel do Couto //.

157
Universo Barroco Iberoamericano

Aprovação

Saybão quantos este intromento de aprovação virem que no anno do


Nacimento de Nosso Senhor Jezus Chrispto de 1727 em os 20 dias do mes
de novembro na cidade de Lixboa Ocidental na rua do Tilhal freguezia de S.
Jozeph, e cazas em que vive Manoel do Coutto Thenente Coronel Emgenheiro
onde eu tabaliam fui, e em huma dellas o achey sentado em huma cadeira de
saude e em seu perfeito Juizo, e logo da sua mão e de mim tabaliam perante
as testemunhas ao diante nomeadas me foy dado este seu testamento, e as
perguntas que lhe fis que abaixo se declarão me respondeo a todas que sim a
saber que era seu, e que elle mesmo o escrevera por sua propria mão, e que
depois de feito o lera muitas vezes, e que por estar a sua vontade e o asinara,
e portanto o aprova, e ratifica por seu bom e verdadeiro testamento, ou como
se ditta codecillo cauzas pias, ou como em direito mais firme seja, e que
por esta revoga e anulla todos os mais testamentos que antes deste haja se
comthem por ser asim a sua ultima, e derradeira vontade, sendo testemunhas
prezentes chamadas, e rogadas por parte delle testador Francisco da Costa
que vive de sua argencia [sic] e morador na mesma rua do Tilhal, e Antonio
Henriques mestre do officio de pedreiro, e morador defronte da Portaria de
Santa Anna, e Antonio de Basto mestre sapateiro morador na mesma rua
do Tilhal e Manoel de Souza mestre alfayate, e morador na mesma rua do
Tilhal, e Antonio Gomes mestre carpinteiro e morador na rua direita de Santa
Martha que todos conhecemos. Fes elle testador o proprio que asinou este
auto de aprovação, e eu João Vieira Henriques cavalleiro profeço da Ordem
de Christo, tabaliam de nottas destas cidades de Lixboa e seus termos por
Sua Magestade que Deos guarde fis este autto de aprovação que asiney em
publico, e razo, com o dito testador, e testemunhas etecetra // Lugar do sinal
publico // Em testemunho de verdade // João Vieira Henriques // Manoel
do Coutto // Francisco da Costa // Antonio de Basto // Manoel de Sousa //
Antonio Gomes //.

Abertura

Paullo Calheiros do Amaral Coadjutor na Parochial de S. Jozeph de Lixboa


Ocidental, certefico que eu abri o testamento com que falleceo Manoel do
Coutto, cazado com D. Camillia do Spirito Santo do Coutto, o qual estava
escrito pella mão do testador em duas laudas de papel, e aprovado pelo
tabaliam João Viera Henriques, cozido com fio branco, e la // [fl. 185] crado
com sinco pingos de lacre sem ter couza que duvida faça mais que o escom-
dullo que o dito testador deu com o seu testamento; do qual quer dar conta
no Tribunal Divino Lixboa Ocidental S. Jozeph S. Jozeph 8 de dezembro de
1727 // O Coadjutor Joze Calheiros do Amaral // - // E não se continha mais
no dito testamento e declaração, aprovação, e abertura a que me reporto que
comsertei com o escrivão abaixo asinado, e com o proprio que me foy pre-
sentado por João Rodriguez Pereira de como o tornou a receber asinou aqui
comigo em Lixboa Ocidental 12 de dezembro de 1727, e eu Antonio Jozeph de
158
O Tenente-coronel e Engenheiro Manuel do Couto. Contributo para a sua biografia - Miguel Portela

Andrade escrivão do Registo dos Testamentos destas cidades, e seus termos


por portaria do Corregedor das Justisas o escrevi e asiney.
E comigo escrivão Jeronimo de Almeida de Carvalho
Comsertado por mim escrivão Antonio Jozeph de Andrade
João Rodriguez + Pereira

Documento 3
1727, dezembro, 9, Lisboa [S. José] – Registo de óbito do Tenente-coronel e
Engenheiro Manuel do Couto.
I.A.N./T.T. [A.D.L.], Livro de Óbitos da Paróquia de S. José [1711-1732], Livro
O2, Caixa n.º 22, assento n.º 2, fl. 164.

< Manoel do Couto >


Aos nove dias do mes de dezembro de mil e setecentos, e vinte e sete annos
faleseo nesta freguesia na rua do Telhal com todos os sacramentos o Tenente
Coronel Ingenheiro Manoel do Couto cazado com D. Camilia do Couto. Fes
testamento, veio a sepultar a esta Igreja. Deixou por testamenteiros Domingos
Cordeiro, e Jozeph de Mello, e João Rodriguez Pereira.
O Vigario Antonio Rodriguez de S. João
Declaro se chama a sobredita D. Camilia do Esperito Santo do Couto, era,
e dia ut supra.
O Vigario Antonio Rodriguez de S. João

1.  Portela, Miguel. “Os Mateus do Couto: Mestres-de-obras do Real Mosteiro da Notas
Batalha. Contributo documental inédito”. Jornal da Golpilheira, Diretor: Miguel
Ferraz, Luís. Ano XIX, Edição 222, dezembro - 2015, pág. 23.

2.  Instituto dos Arquivos Nacionais /Torre do Tombo [I.A.N/T.T.], Chancelaria


de D. Filipe III, Doações liv. 29, fl. 65v, publicado por Sousa Viterbo, Francis-
co Marques de. Diccionario Historico e Documental dos Architectos, Engenheiros
e Constructores Portuguezes ou a Serviço de Portugal. Lisboa, Imprensa Nacional,
1899, vol. I, págs. 546-547.

3.  I.A.N/T.T., Tribunal do Santo Ofício, Conselho Geral, Livro 470.

4.  Documentos publicados por Portela, Miguel. “Os Mateus do Couto…”, op.
cit., pág. 23.

5.  I.A.N/T.T., Tribunal do Santo Ofício, Conselho Geral, Habilitações, Mateus


do Couto, mç. 1.

6.  Registo de óbito publicado por Portela, Miguel, “Os Mateus do Couto…”, op.
cit., pág. 23.

7.  Freire Oliveira, Eduardo. Elementos para a Historia do Município de Lisboa.


Lisboa, Typographia Universal, 1893, vol. VI, pág. 529.

8.  Registo de óbito publicado por Portela, Miguel, “Os Mateus do Couto…”, op.
cit., pág. 23.
159
Universo Barroco Iberoamericano

9.  I.A.N./T.T., Chancelaria de D. João IV, liv. 19, fl. 285, publicado por Sousa Vi-
terbo, Francisco Marques de. Diccionario Historico e Documental…, op. cit., págs.
257-258.

10.  I.A.N./T.T., Ordem de S. Tiago, Mercês, liv. 18, fl. 14v, publicado por Sou-
sa Viterbo, Francisco Marques de. Diccionario Historico e Documental…, op. cit.,
págs. 257-258.

11.  Alvará publicado por Carvalho, Ayres de. D. João V e a Arte do Seu Tempo.
s.l., Edição do Autor, 1962, vol. II, pág. 110.

12.  Apêndice documental – documento 1.

13.  Encontra-se publicado em Carvalho, Ayres de. D. João V e a Arte…, op. cit.,
págs. 135-137.

14.  Importante registar o assento de bastismo de Mateus do Couto, datado de


26 de agosto de 1657, I.A.N./T.T. [A.D.L.], Livro de Registos Mistos da Paróquia
de S. Vicente de Fora [1643-1669], Livro M5, Caixa n.º 1, assento n.º 1, fl. 31v.

15.  Carvalho, Ayres de. D. João V e a Arte…, op. cit., pág. 135. Relembramos
também, que Cristovam Sepúlveda, em 1913, traça uma pequena resenha bio-
gráfica de Manuel do Couto com diversa documentação assente precisamente em
Sousa Viterbo, in Ayres de Magalhães Sepúlveda, Christovam. Historia orgânica
e politica do Exercito Portuguez. Provas. Volume VII. Historia da Engenharia Militar
Portuguesa (Subsídios). III Engenheiros Portugueses. Coimbra, Imprensa da Uni-
versidade, 1913, págs. 232-237.

16.  Excerto do testamento de Mateus do Couto. Arq. Nac. Da Torre do Tombo –


L.ª 83 – N.º 6 citado e publicado em Carvalho, Ayres de. D. João V e a Arte…, op.
cit., pág. 136.

17.  Decretos remettidos ao Conselho de Guerra, maço 45, n.º 21, publicado em
Sousa Viterbo, Francisco Marques de. Diccionario Historico e Documental…, op.
cit., pág. 250. Veja-se também o Registo da Secretaria de Guerra, Livro 42, fl.
241, com data de 20 de outubro de 1686, publicado por Ayres de Magalhães Se-
púlveda, Christovam. Historia orgânica e politica do Exercito Portuguez…, op. cit.,
pág. 234.

18.  Ayres de Magalhães Sepúlveda, Christovam. Historia orgânica e politica do


Exercito Portuguez…, op. cit., págs. 232; 234-235.

19.  Torre do Tombo – Chancellaria de D. Pedro II, Livro 41, fl. 61, citado e publi-
cado em Sousa Viterbo, Francisco Marques de. Diccionario Historico e Documen-
tal…, op. cit., pág. 251.

20.  Ayres de Magalhães Sepúlveda, Christovam. Historia orgânica e politica do


Exercito Portuguez…, op. cit., pág. 233.

21.  I.A.N/T.T., Casa de Cadaval, n.º 27, “Plantas da cidade de Lisboa no tocante
à sua fortificação e emendas nela propostas e assentadas pelos Engenheiros Fran-
cisco Pimentel, Manuel Mexia da Silva, Manuel de Azevedo Fortes, António Velho
de Azevedo, Manuel do Couto e Manuel Pinto de Vila Lobos que por ordem de Sua
Magestade que Deus guarda se fez no ano de 1700”.

160
O Tenente-coronel e Engenheiro Manuel do Couto. Contributo para a sua biografia - Miguel Portela

22.  I.A.N/T.T., Chancelaria de D. Pedro II, liv. 58, fl. 80, publicado em Sousa Vi-
terbo, Francisco Marques de. Diccionario Historico e Documental…, op. cit., págs.
249-251.

23.  Dicionário da Arte Barroca em Portugal, Direção Fernandes Pereira, José.


Coordenação Pereira, Paulo. Lisboa, Editorial Presença, 1989, pág. 143.

24.  Moura Rodrigues da Silva, Luísa Maria de. A Construção do Novo Mosteiro de
Santa Clara de Coimbra: 1647-1769. Da decisão à conclusão: obras e arquitectos.
Dissertação de Mestrado apresentada à Faculdade de Letras da Universidade do
Porto, Porto, 2000, Volume I, pág. 92; Volume 2, Doc. XXVIII e Doc. XXXII.

25.  Dicionário da Arte Barroca em Portugal, op. cit., pág. 143.

26.  Apêndice documental – documento 3.

27.  Apêndice documental – documento 2.

28.  Veja-se no seu testamento as partes assinaladas por nós a negrito.

29.  Pastor de Macedo, Luís. “Ascendentes de Camilo”. Olisipo. Boletim do Gru-


po “Amigos de Lisboa”, Lisboa, Editorial Império, Limitada, Ano X, n.º 38, abril
1947, págs. 3-32.

30.  Torre do Tombo – Chancelaria de D. João V, Livro 82 de Ofícios e Mercês,


fl. 280v, publicado em Ayres de Magalhães Sepúlveda, Christovam. Historia or-
gânica e politica do Exercito Portuguez - Provas. História da Engenharia Militar
Portuguesa VII. Engenheiros Franceses ao serviço de Portugal (Continuação).
Coimbra, Imprensa da Universidade, 1929, Volume XVI, págs. 338-339.

31.  Torre do Tombo – Chancelaria de D. João V, Livro 86 de Ofícios e Mercês, fl.


317v, publicado em Ibidem, págs. 339-340.

32.  Carta publicada em Arménio Tojal, Alexandre. “O Arquitecto da Cidade: de


Teodósio de Frias a Malaquias Ferreira Leal. Contornos de um cargo municipal”.
Cadernos do Arquivo Municipal de Lisboa, Lisboa, 1.ª Série, N.º 6, 2002, págs.
44-63.

33.  Negrito nosso.

161
Universo Barroco Iberoamericano

Imágenes en movimiento.
El caso de los Divinos Caminantes de las clausuras
femeninas de la Real Audiencia de Quito

Ángel Peña Martín


Universidad Autónoma de Madrid - [email protected]

Resumen Durante el Adviento las monjas desarrollaron una serie de prácticas piadosas
en las que participaban imágenes que eran activadas mediante la palabra. De
este modo, imagen y oración constituían una unidad. Entre estas imágenes,
encontramos a los Divinos Caminantes que protagonizaban las Jornadas,
Posadas y Retiros.
Palabras clave: Real Audiencia de Quito, monasterios, ciclo litúrgico de
Navidad, Jornadas, Posadas y Divinos Caminantes.

Abstract During Advent the nuns developed pious practices with images that were
activated by the word. In this way, image and prayer constituted a unity.
Among these images, we find the Divine Walkers who starred the Journeys,
Inns and Retreats.
Keywords: Real Audience of Quito, monasteries, Christmas liturgical cycle,
Journeys, Inns and Divine Walkers.

El ciclo litúrgico de Navidad en las clausuras se caracterizó por el alto grado


de participación e interacción de imágenes en las diferentes prácticas devo-
cionales. Durante el Adviento, un tiempo, a modo de camino, de preparación
para el nacimiento del Hijo de Dios, se realizaban diferentes ejercicios y
prácticas piadosas1. En la escasa historiografía acerca de estas tradiciones
conventuales navideñas, tanto a nivel artístico como antropológico, existe
cierta confusión entre dos de las prácticas devocionales de este tiempo, las
Jornadas y las Posadas, usándose como sinónimas. Esta confusión, quizá,
pueda venir motivada por el hecho de que ambas celebraciones comparten
protagonistas, los Santos Esposos, es decir, la Virgen María y San José,
vestidos como peregrinos o caminantes, indumentaria que hacía que fueran
conocidos como Sagrados Peregrinos o Divinos Caminantes2. Sin embargo,
su celebración tiene lugar en diferente momento y, lo que es aún más im-
portante, responde a una acción bien diferenciada. Por lo tanto, para inter-
pretar correctamente estos objetos devocionales hay que vincularlos con
162
Imágenes en movimiento. El caso de los Divinos Caminantes de las clausuras... - Ángel Peña Martín

las prácticas de las que formaron parte y no analizarlos solo como objetos
artísticos aislados.

El rezo de las Jornadas o Jornaditas, basadas en las visiones de sor María de Jornadas, caminando
Jesús de Ágreda3, comenzaba el dieciséis de diciembre y finalizaba el vein- desde Nazaret a Belén
ticuatro de diciembre, antes de la Misa del Gallo, haciendo referencia a los
nueve tramos de viaje, o jornadas, que realizaron la Virgen María y San José
en su viaje de Nazaret a Belén con motivo del empadronamiento (Lc 2, 1-5).
La primera jornada de este viaje, que tenía lugar el dieciséis de diciembre,
es el monte Tabor, donde Jesús obraría el misterio de la Transfiguración,
manifestando su gloria a los tres discípulos. La segunda, el diecisiete, es la
ciudad de Naín, donde Jesús resucitaría al hijo de la viuda. La tercera jornada,
a realizar el dieciocho de diciembre, es desde la ciudad de Naín hasta los
campos de Samaría, donde al encuentro de Jesús saldrían diez leprosos. La
cuarta, el diecinueve de diciembre, es el pozo de Siquen, mientras que la quin-
ta, el veinte, es desde el pozo de Siquen hasta el lugar llamado Necmas. La
sexta jornada, el veintiuno, es el camino hasta llegar a Jerusalén. La séptima
jornada, el veintidós, es la ciudad santa de Jerusalén. La octava, el veintitrés
de diciembre, es el trayecto de Jerusalén a Belén. La novena y última jorna-
da, el veinticuatro de diciembre, es la llegada de los Sagrados Esposos a la
humilde cueva y pesebre de Belén, que les serviría de humilde y desaliñado
asilo. Aunque, en realidad, este camino recorrido en nueve jornadas no se
corresponde con las cinco que estableció sor María de Jesús de Ágreda:

“duróles cinco días la jornada; que por el preñado de la Madre Virgen,


ordenó su Esposo llevarla muy despacio. Y nunca la soberana Reina
conoció noche en este viaje; porque, algunos días que caminaban parte
de ella, despedían los ángeles tan grande resplandor como todas las
iluminarias del cielo juntas cuando al mediodía tienen su mayor fuerza
en la más clara serenidad. Y de este beneficio y de la vista de los ángeles
gozaba san José en aquellas horas de las noches; y entonces se formaba
un coro celestial de todos juntos, en que la gran Señora y su esposo
163
Universo Barroco Iberoamericano

alternaban con los soberanos espíritus admirables cánticos e himnos


de alabanza, con que los campos se convertían en nuevos cielos. Y de la
vista y resplandor de sus ministros y vasallos gozó la Reina en todo el
viaje, y de dulcísimos coloquios interiores que tenía con ellos”4.

Durante estos nueve días, correspondientes a los nueve tramos de viaje y


en relación con los nueve meses de la gestación, las monjas acompañaban
espiritualmente a los Santos Esposos en su viaje, con meditaciones colectivas
centradas en los sufrimientos que ambos pasaron: “En el áspero camino /
de Nazareth a Belén / A mi reina Soberana / gozosa acompañaré”5. Estos
padecimientos se acompañaban de un texto explicativo, que servía para
introducir al devoto en la mística propia de esta práctica. Para el rezo de las
Jornadas, las monjas contaron con diversos textos, como las Jornadas que
hizo la Santísima Virgen María desde Nazaret a Belén dispuestas por Nicolás
de Espínola en el siglo XVIII. Algunas comunidades, además, contaban con
letrillas propias6. Estos textos entroncan con los manuales de oración y el
método imaginativo que cumplieron una función dinamizadora de la oración
y la consideración. Estas Jornadas, a modo de Ejercicios, ofrecían a las
monjas materia de meditación, con un texto conducente a asegurar una in-
terpretación rigurosa. La descripción de detalles ambientales y psicológicos
de los personajes, los Santos Esposos, les permitían hacer una composición
viendo el lugar. La composición visiva del lugar, elaborada en la imaginación,
era la fuente para la meditación en los Ejercicios Espirituales (1541) de San
Ignacio de Loyola7. En las Jornadas, al igual que en los ejercicios ignacianos,
la reflexión se valía de los recuerdos de imágenes reales y del conocimiento
almacenado de ellas.

De esta práctica se ha dicho que estaba extendida a todas las clausuras


españolas8, aunque esta afirmación debería matizarse en tanto en cuanto
la historiografía ha confundido Jornadas y Posadas. Pese a ello, las noticias
documentales conservadas específicas de las Jornadas apuntan a que pudo
ser así. Las Jornadas más antiguas que hemos localizado en la Real Audiencia
de Quito, aunque es muy probable que existieran con anterioridad, son las
escritas por la Venerable Madre sor Catalina de Jesús María (1717-1795), reli-
giosa de coro del Monasterio de Santa Catalina de Quito (Ecuador), contenidas
en su autobiografía (1758-1760). La Virgen María le mandó escribir las Nueve
Jornadas, de las que anduvo el Hijo de Dios desde el seno de su Eterno Padre
hasta que se perdió en el Templo, que debían seguirse durante los nueve días
de Aguinaldos que se entraba en ejercicios9, a imitación de los Peregrinos
Divinos: “llevadme en vuestro seguimiento, como a una humilde ovejuela que
imite vuestras pisadas llenas de caridad, paciencia y mansedumbre”10. Estas
Jornadas no responden a los nueve tramos de viaje desde Nazaret a Belén,
sino a los Misterios desde la Encarnación11. Así, la primera jornada fue la que
hizo el Hijo de Dios desde el seno de su Eterno Padre al vientre virginal de su
Santísima Madre12. La segunda jornada corresponde a la que hizo el Hijo de
Dios a santificar al Bautista en el vientre de su Santísima Madre, es decir, la
Visitación de la Virgen María a santa Isabel13. La tercera jornada es el regreso
164
Imágenes en movimiento. El caso de los Divinos Caminantes de las clausuras... - Ángel Peña Martín

de la Santísima Virgen, con el Niño Jesús en su vientre, a Nazaret14. La cuarta


jornada corresponde al camino que anduvo el Niño Dios en el vientre de su
purísima Madre, hasta nacer en Belén:

“Considera y contempla, alma tierna, a María purísima salir de su casa


de Nazared para Belén, ya cercana a su purísimo y santísimo parto, en
compañía de su santísimo Esposo Joseph que iba a cumplir con el edicto
del Emperador.
Mira a tu Reina que va por todo el camino acompañada de diez mil
Angeles que la guardan, cantando muchos himnos de alabanzas a la
Beatísima Trinidad y al Niño Dios humanado que va en el virgíneo vientre
de la más bella criatura.
Y por otra parte, contempla a la purísima Virgen, que no por la armonía
de los Angeles se excusaba de los rigores y destemples del camino en
cinco días que le anduvo. Ejemplo tienes, alma, que por muchas dulzuras
que goces en el espíritu, no te han de faltar trabajos.
Mira cómo se hospeda la Reina de todo lo criado en los más desechados
rincones que le daban las criaturas racionales, queriendo éstas más el
Fausto de los que allí hospedaban que la santa humildad y pobreza de
estos santos caminantes.
Mírala, alma, llegar a Belén, donde buscando posada no la pudieron
hallar en más de cincuenta casas que con humildad llegaron a pedirla,
siendo de todos desechados con vilipendio, hasta que a más de las nue-
ve de la noche hallaron acogida en aquel humilde portalejo o cueva de
bestias, donde a media noche nació el Autor de la vida”15.

En esta cuarta jornada sor Catalina de Jesús María afirma que la Virgen María
y San José hicieron el camino de Nazaret a Belén en cinco días, siguiendo,
para ello, los escritos de sor María de Jesús de Ágreda, quién estableció que
la jornada “duróles cinco días”16. La quinta jornada es la que anduvo el Hijo
de Dios en los brazos de su purísima Madre al Templo17. La sexta jornada es
la que anduvo el Hijo de Dios con su Santísima Madre y San José huyendo a
Egipto por la persecución de Herodes. En esta jornada sor Catalina de Jesús
María llega incluso a indicar las fuentes consultadas para escribir estas
Jornadas, la Venerable María de Jesús:

“Considera cómo parten los tres Peregrinos a toda prisa. Todos despre-
venidos, sin más que la Providencia divina y la compañía de los Angeles
que les hacían entre la obscura noche claro día para que caminasen.
Pero en medio de tánto desamparo humano no se olvidaban de hacer
bien a cuantos encontraban necesitados, y la Madre en atender en todo al
cuidado de su Niño, dándole tres veces la virginal Leche en sus pechos.
Y le preguntaba tiernamente (como lo dice la Venerable María de Jesús),
diciéndole primero: Hijo mío, dadme licencia para que os pregunte y
manifieste mi deseo. Aunque Vos, Señor mío, lo conocéis, pero para
consuelo de oír vuestras palabras en responderme, decidme, Vida mía
de mi alma y Lumbre de mis ojos, si os fatiga el trabajo del camino y os
165
Universo Barroco Iberoamericano

afligen las inclemencias del tiempo. Y qué puedo yo hacer en servicio y


alivio de vuestras penas.
Respondíale el Niño Dios: Los trabajos, Madre mía; el fatigarme por el
amor de mi Padre y de los hombres, a quienes vengo a enseñar y redimir;
todos se me hacen fáciles y muy dulces, y más en vuestra compañía.
Algunas veces lloraba con serenidad grave y se afligía la Madre, y mi-
rándole el interior miraba que pedía por los pecadores y por el inicuo
Herodes a su Eterno Padre. Que él por su perversidad malogró esta
petición que por él hizo el Hijo de Dios”18.

La séptima jornada es el camino que hicieron los Divinos Peregrinos de Gaza


para Heliópolis de Egipto19. La octava jornada es el camino recorrido por la
Sagrada Familia desde Egipto a Nazaret. En esta jornada, se ponen de relieve
las penalidades y hambres que padeció la Sagrada Familia, como ejemplo a
seguir por las religiosas durante el Adviento y en toda su vida20. La novena y
última jornada es la que hicieron Jesús, María y José al Templo de Jerusalén.
En ella, sor Catalina de Jesús María resalta la idea de que el Niño Jesús,
como verdadero hombre, es el modelo a seguir por las religiosas, puesto que,
a pesar del cansancio y la fatiga, lleva a cabo su camino21.

En estas Jornadas, sor Catalina de Jesús María invita a que las monjas de
su comunidad realicen una composición visiva del lugar por el que transita
la Sagrada Familia mediante verbos como mirar y contemplar. Pese a su
elaboración, desconocemos si llegaron a rezarse comunitariamente en el
monasterio22.

Para el rezo de las Jornadas, conventos, como el de Santa Rosalía de Sevilla


(España), tuvieron, en la clausura, un altar propio. Lo más habitual fue que
las comunidades contaran con imágenes de los Divinos Caminantes, que
ayudaban a hacer visible aquello sobre lo que se estaba meditando. Por ello,
habitualmente, la Virgen María se disponía sobre un burro, del que tiraba
San José, como sucede en el grupo de las Jornaditas de Belén (S. XVIII) del
Convento de San José de Antequera (España), expuesto actualmente en
el Museo Conventual23. Algunos de estos grupos, una vez nacido el Niño
Jesús, podían servir, además, para escenificar la huida a Egipto de la Sagrada
Familia, como sucedía en el Monasterio de Santa Clara de Montilla (España).
En otros monasterios, cumplían esta misión las imágenes de la Virgen María
y San José del Nacimiento conventual, pero cubiertas, como peregrinos, con
sombreros, como sucedía, hasta los años noventa del siglo XX, en el Convento
del Corpus Christi de Zamora (España). Las imágenes de los Santos Esposos,
día a día, variaban su posición según su caminar hacia Belén24. De esta ma-
nera, mientras que en algunos monasterios españoles permanecían en el
coro, como sucedía en el extinto Convento de Nuestra Señora de los Ángeles
de Ruzafa (España)25 o en el Convento del Corpus Christi de Zamora (España),
en otros pasaban cada noche en un lugar de trabajo de las monjas, como la
sala de labor, la ropería, la portería, el noviciado, etc., caso del Monasterio
de Santa Paula de Sevilla (España)26.
166
Imágenes en movimiento. El caso de los Divinos Caminantes de las clausuras... - Ángel Peña Martín

En el Monasterio de la Inmaculada
Concepción de Quito (Ecuador), en la ac-
tualidad, para el rezo de las Jornadas se
sigue el texto impreso por Roca en Manresa
(España) en 1879, contenido en El mes de
Diciembre consagrado al Niño Jesus, ó espi-
ritual preparacion al Parto de la Virgen María,
Jornadas que hizo la Sacratísima Vírgen con
su esposo desde Nazareth á Belen, y no-
vena Al Nacimiento del Niño Dios, lo cual
demuestra la tendencia en la clausura a
mantener las tradiciones y sus formatos a
largo plazo. Su rezo comienza después de
Nona, a las tres y cuarto de la tarde, para lo
que la comunidad sale del coro y va por los
claustros en procesión, entonando cánticos,
acompañados de instrumentos musicales,
en espera del Niño Jesús, hasta llegar a la
sala del belén, donde la comunidad reza las
Jornadas. Las monjas cuentan para ello con
unas imágenes de los Sagrados Esposos,
vestidos de caminantes, que representan a
la Virgen María a lomos de una mula, mien-
tras que San José, en pie, conduce al animal
(Fig. 1). Las imágenes se colocan para el rezo de las Jornadas en el belén y Fig. 1. Anónimo. Grupo de las
se van aproximando, día a día, hacia el portal. Jornadas. S. XVIII. Madera
tallada y policromada y
A falta de documentación al respecto, cabe la posibilidad de que las hermanas textiles. Quito (Ecuador),
Monasterio de la Inmaculada
del Monasterio de la Inmaculada Concepción de Cuenca (Ecuador) también Concepción. Sala del Belén.
rezasen las Jornadas y que para ello se sirvieran de uno de los grupos expues-
tos en el Museo de las Conceptas como huída a Egipto (Fig. 2). Con la apertura
del Museo de las Conceptas en 1986, gran parte del patrimonio artístico y
devocional del monasterio pasó a exhibirse en el museo, lo que provocó que se
perdieran las prácticas piadosas en torno a las imágenes expuestas, al primar
la conservación del patrimonio material frente al inmaterial. Las prácticas
devocionales no se documentaron y, por lo tanto, aunque solo hayan pasado
treinta años, este hecho hoy hace que se desconozcan los usos y funciones
cultuales de muchas de estas imágenes. Pese a lo antedicho, tomando las
imágenes como documento, su aspecto formal así como su monumentalidad,
frente al resto de figuras del Belén, nos lleva a pensar que, lejos de formar
parte del Nacimiento como huída a Egipto, nos encontramos ante un grupo
que fue creado para el rezo de las Jornadas, al que se incorporó una imagen
del Niño Jesús para su exposición, al ser reinterpretado.

Aunque muchas de las prácticas devocionales del ciclo litúrgico navideño


han sido consideradas, por parte de la historiografía, como simples juegos
femeninos, en realidad, gran parte de ellas también eran realizadas por las
167
Universo Barroco Iberoamericano

comunidades masculinas. Ejemplo de ello es el Convento de San Lorenzo de


Valencia (España), donde los franciscanos celebraban las Jornadas con un
grupo escultórico, del siglo XIX, que variaba de postura y una serie de telones
pintados con los que se escenificaba cada tramo de viaje27.

Fig. 2. Anónimo. Grupo de las


Jornadas. S. XVIII. Madera
tallada y policromada y
textiles. Cuenca (Ecuador),
Museo de las Conceptas.

Posadas, caminando de El veinticuatro de diciembre tenía lugar la celebración de las Posadas, en


puerta en puerta por referencia a la búsqueda de posada en Belén por parte de los Santos Esposos.
Belén Como ya se ha indicado, a menudo las Posadas se han confundido con las
Jornadas y es importante aclarar que su celebración hace referencia, úni-
camente, a la búsqueda por parte de la Virgen María y San José de posada
en Belén (Lc 2, 6 y 7). La confusión en la historiografía actual puede venir
derivada de la asociación de esta práctica devocional con la Antigua Novena
para Posadas mexicana, también conocida como Posaditas28. Esta Novena para
Posadas es, como su nombre indica, una novena, que, en realidad, vendría
a ser una especie de Jornadas, ya que en ella aparecen los nueve tramos
de camino, con su acto de contrición y oración diaria, a las que se añade la
petición de posada, las Posadas, y, por lo tanto, resultado de la unificación
de ambas tradiciones, lo que sólo sucede en México29.

Durante la Edad Moderna esta fiesta era especialmente cuidada por los
Carmelos Teresianos, siguiendo el ejemplo de santa Teresa de Jesús, quien
preparaba la búsqueda de posada de Los Peregrinos realizando una procesión
por las celdas30. La santa abulense pidió a sus comunidades que siguieran con
esta devoción, aunque ella ya no se encontrara presente31, dando posada en
168
Imágenes en movimiento. El caso de los Divinos Caminantes de las clausuras... - Ángel Peña Martín

sus corazones a los Santos Esposos y “con esta devoción y alegría iba a todas
pidiendo posada para el Niño y para la Madre y para el esposo san José”32. Su
ideario sería compartido por su secretaría, sor Ana de San Bartolomé, quien
lo plasmaría en sus composiciones poéticas y villancicos33.

Tampoco era ésta una práctica devocional exclusiva de las comunidades


femeninas, sino que San Juan de la Cruz también celebró la petición de
posada de Los Peregrinos durante su priorato (1582-1585) en el Convento de
los Mártires de Granada (España). En la procesión de Nochebuena, por los
claustros, se alternaban los villancicos cantados por los hermanos, con las
pláticas del santo sobre la ingratitud de los betlemitas34, que, como recoge
fray Alonso de la Madre de Dios, no quisieron dar posada a “aquella señora
cercana al parto y para su esposo, que venían de camino”35. En esta procesión,
los carmelitas llevaban una imagen en unas andas. Para esta escenifica-
ción, San Juan de la Cruz compuso una letrilla (Del Verbo Divino /la Virgen
preñada / viene de camino / ¿y si le dais posada?) y glosas, de las que sólo
conocemos la primera, lo que ha llevado a Ruano de la Iglesia a plantear la
posibilidad de que, en realidad, fuera el estribillo de villancicos hoy perdidos36.
En las fiestas navideñas celebradas en el Convento de la Asunción de Baeza
(España) en 1579, dos frailes sin mudar de hábitos, en un teatro elemen-
tal y claustral, representaron a la Virgen María y San José, recorriendo el
convento en búsqueda de posada37. Del diálogo que se establecía entre los
que pedían posada y los que la negaban, San Juan de la Cruz iba sacando
pensamientos que les decía a los frailes38. Algunas descripciones añaden
en esta representación un tercer personaje, el propio San Juan de la Cruz,
“vestido de criado o mozo de camino, pidiendo a los dueños de las posadas
que les quisiesen recibir, diciendo mil alabanzas de los sagrados caminantes,
suplicándoles con la sumisión que el caso pedía, con que pudiera enternecer
a las piedras, creciendo más y más sus expresiones a vista de las razones
con que se excusaban para recibirlos”39.

Para las Posadas, siguiendo el relato de sor María de Jesús de Ágreda40, se


recorrían las celdas de las hermanas con las imágenes de la Virgen María y
San José, ataviadas con sombreros de peregrinos o caminantes. Aunque se
ha afirmado que esta tradición está perdida en las clausuras españolas41, aún
es una práctica habitual en numerosos claustros femeninos, tanto españoles
como americanos, donde a diferencia de lo acontecido en Baeza (España), dos
monjas, mudando de hábito, pueden vestir las ropas de los Santos Esposos
para la escenificación42. Por lo tanto, nos encontramos con tres formas de
celebrar las Posadas, las monjas representando a la Virgen María y San José
y actuando, procesionando las imágenes de los Santos Esposos o combinando
ambas cosas. Además, en esta escenificación, los Santos Esposos podían ir
acompañados de los arcángeles San Miguel y San Gabriel43, siguiendo, de
nuevo, el relato de sor María de Jesús de Ágreda, quien hace alusión a los
cinco días que invirtieron San José y la Virgen María en el viaje de Nazaret a
Belén, así como a los diez mil ángeles que les acompañaron y de modo espe-
cial “el príncipe san Miguel, que siempre asistió al lado diestro de su Reina,
169
Universo Barroco Iberoamericano

sin desampararla un punto en este viaje, y repetidas veces la servía, llevándola


del brazo cuando se hallaba algo cansada. Y cuando era voluntad del Señor
la defendía de los temporales inclementes y hacía otros muchos oficios en
obsequio de la divina Señora y del bendito fruto de su vientre, Jesús”44.

La documentación que tenemos sobre las Posadas en la Real Audiencia de


Quito es mucho menor que la que se tiene en la metrópoli45. Pese a ello, pode-
mos considerar a las propias imágenes barrocas de los Santos Esposos exis-
tentes en los monasterios como testimonio de la celebración de esta práctica
devocional ya en época virreinal. Es probable que, siguiendo las tradiciones
del Carmelo Teresiano, en el Monasterio de la Santísima Trinidad, Carmen
Moderno o Bajo de Quito (Ecuador), las carmelitas descalzas celebrasen
desde antiguo las Posadas, aunque desconocemos su antigüedad y desarrollo,
con las imágenes de los Santos Esposos (S. XVIII) que aún se conservan. Se
trata de dos tallas barrocas vestideras, de
pequeño formato, que muestran a la Virgen
María y San José en pie. Esta práctica to-
davía sigue viva en el monasterio, de esta
manera, el veinticuatro de diciembre, las
carmelitas descalzas celebran una proce-
sión por las celdas entonando el Canto de
Las Posadas46, portando, en las manos, las
imágenes de los Santos Esposos. Además,
pueden abrir la procesión dos monjas vesti-
das de Virgen María y San José. Algo seme-
jante sucede en el Monasterio de San José y
Santa Mariana de Jesús, Carmen Antiguo o
Alto de Quito (Ecuador), donde para el rezo y
escenificación de las Posadas, las hermanas
más jóvenes se visten de Virgen María y San
José, y el resto de la comunidad besa sus
manos y pies. La petición de posada tiene
lugar en las cuatro esquinas del claustro,
mientras se cantan villancicos del tiempo
de Adviento.

A diferencia del resto de monasterios,


en el Monasterio de Santa Clara de Quito
(Ecuador) la procesión claustral que esce-
nifica la petición de posada se celebra el
Fig. 3. Anónimo. Santos veintitrés de diciembre, con las imágenes de los Sagrados Peregrinos (S.
Peregrinos. S. XVIII. Madera XVIII), cada uno de ellos en sus propias andas (Fig. 3). Se trata de dos tallas
tallada y policromada y barrocas, de vestir, que representan a los Santos Esposos de pie, de mediano
textiles. Quito (Ecuador),
formato, lo que obliga a que sean trasportadas en andas. Como caminantes,
Monasterio de Santa Clara.
las imágenes aparecen tocadas.

170
Imágenes en movimiento. El caso de los Divinos Caminantes de las clausuras... - Ángel Peña Martín

El retiro es un ejercicio piadoso que consiste en practicar, en la soledad de la Retiros, caminando


celda, ciertas devociones y meditaciones, aislándose, por uno o más días, en de celda a celda
todo o en parte, de las ocupaciones ordinarias47. Para los Retiros del tiempo
de Adviento, algunas comunidades contaron también con imágenes de los
Divinos Caminantes.

Como preparación para la Navidad, en los Carmelos teresianos, durante el


Adviento, todas las hermanas practicaban, por turno, un día de retiro. Para
ello, después de la recreación, se sacaba en procesión, cantando villancicos,
una imagen del Niño Jesús. La priora era la encargada de llevarlo en brazos
y la religiosa que iba a hacer el retiro, lo recibía de rodillas en la puerta de
su celda, quien al día siguiente, con la imagen del Niño Jesús, se uniría a la
procesión para ir a la siguiente celda. Los retiros finalizaban el veintitrés de
diciembre, comenzando tantos días antes como hermanas hubiese en el mo-
nasterio. Antaño, y aún es así en muchos monasterios, el orden de los retiros
se regía por la antigüedad de las hermanas, finalizando los mismos la priora.

En algunos monasterios, el protagonista de los retiros no era el Niño Jesús,


puesto que siguiendo el orden del ciclo litúrgico de Navidad éste aún no había
nacido, sino los Sagrados Peregrinos. Su empleo podría responder a la me-
táfora de la peregrinación y a la idea de camino aplicada a la vida claustral.
Así, en el Monasterio del Carmen de la Asunción, San José y el Santo Ángel
de Cuenca (Ecuador) las monjas, durante los retiros, veneran a los Divinos
caminantes48 (SS. XVIII-XIX), un grupo escultórico que muestra a San José,
de pie, sosteniendo las riendas de la mula que lleva sobre su lomo, en una
hermosa silla de plata, a la Virgen María (Fig. 4). Sabemos que estas imáge-
nes, al menos durante el siglo XX, aunque por su antigüedad esta práctica
podría ser anterior, durante el mes de diciembre visitaban diariamente las
celdas de cada una de las hermanas. Para ello, la comunidad las portaba
en unas andas que cuentan con un fondo pintado que representa un paisaje
con abundante vegetación y cazadores de aves, que contrasta con el motivo
central del conjunto.

Esta tradición no era exclusiva de este monasterio, puesto que la encon-


tramos en otros claustros, como el Monasterio de Santa María del Valle de
Zafra (España), donde las clarisas realizaban los ejercicios de Adviento, al
menos durante el siglo XX, con el grupo de las Jornaditas (SS. XVIII-XIX). Cada
atardecer, la comunidad, en procesión claustral, escenificaba la búsqueda
de posada de los Santos Esposos portando las imágenes de la Virgen encinta
montada a la grupa de un asno, de cuyo ronzal tira san José. Cantando villan-
cicos, las hermanas se acercaban a la celda de la hermana posadera, a cuya
puerta llamaban rogando alojamiento para los dos pobres peregrinos. Una
vez dentro, colocaban las imágenes en un altar, entonaban cantos y rezaban
cuarenta Ave Marías49. Tras ello, la hermana “posadera” obsequiaba a las
novicias con castañas y caramelos que previamente había colocado en las
alforjas del santo. Todo venía a ser antesala de las Jornadas, que se iniciaban
el día dieciséis con la instalación del grupo escultórico en medio del coro50.
171
Universo Barroco Iberoamericano

Fig. 4. Anónimo. Divinos caminantes. SS. XVIII-XIX. Madera tallada y policromada y textiles. Cuenca (Ecuador),
Monasterio del Carmen de la Asunción, San José y Santo Ángel.

Conclusiones Para todas estas prácticas piadosas, las monjas contaron con imágenes
de los Divinos Caminantes que se activaban mediante la palabra. De este
modo, imagen y oración constituían una unidad, aunque este hecho se haya
perdido de vista en la historiografía artística, que ha analizado las imágenes
por sí mismas y no en relación a sus usos y funciones cultuales. Las monjas
interactuaban con las imágenes moviéndolas, como sucedía en las Jornadas,
en las que se iban aproximando, a lo largo de los nueve días, hacia el portal
de Belén o visitaban una estancia de la clausura, recorriendo el monasterio.
Este movimiento lo encontramos, de igual manera, en las Posadas, puesto
que con las imágenes de los Santos Esposos se escenificaba la petición de
posada por los claustros y las celdas de las monjas. En los retiros, los Divinos
Caminantes permanecían durante un día en la celda de cada una de las her-
manas. No estamos ante juegos pueriles, como muchas veces se han visto
estas prácticas, sino ante una profunda espiritualidad que dota de sentido a
cada devoción y en la que las imágenes hacen visible lo invisible. Por lo tanto,
frente a la pérdida de conocimientos específicos sobre el ciclo litúrgico de
Navidad, para interpretar correctamente sus objetos devocionales hay que
vincularlos con las prácticas de las que formaron parte y no analizarlos solo
como objetos artísticos, dentro de una historia de la escultura ecuatoriana,
puesto que se puede caer en el error de simplificarlos y presentarlos, por
su iconografía, como meras figuras de Belén51.
172
Imágenes en movimiento. El caso de los Divinos Caminantes de las clausuras... - Ángel Peña Martín

1.  Ejemplo de ello es el Ejercicio segundo de Adviento, también llamado de san- Notas
ta Cecilia por comenzar el veintidós de noviembre, festividad de esta santa, que
se practicaba desde el siglo XVII en el Monasterio de las Descalzas Reales de
Madrid (España), según se contiene en los Exercicios de devoción y oración para
todo el discurso del año del Real Monasterio de las Descalzas en Madrid impre-
sos en Amberes (Bélgica) en 1622. Este ejercicio devocional era concebido como
una peregrinación que duraba treinta y tres días y cuyo propósito era llegar a
Belén en el momento del nacimiento de Cristo. La práctica consistía en adorar
diferentes aspectos del cuerpo del Niño Jesús, a la vez que se reparaba en sus
virtudes y sentimientos [García Sanz, Ana. El Niño Jesús en el Monasterio de las
Descalzas Reales de Madrid. Madrid, Prosegur y Patrimonio Nacional, 2010, págs.
136 y 137].

2.  Arbeta Mira plantea, sin ningún tipo de base documental, que algunas imáge-
nes de la huída a Egipto podrían haber sido empleadas en las Jornadas [Arbeteta
Mira, Letizia. El Belén tradicional en Valencia. Valencia, Universitat Politècnica
de Valéncia y Excma. Diputación Provincial de Valencia, 2007, pág. 46].

3.  “Partieron de Nazaret para Belén María purísima y el glorioso san José, a
los ojos del mundo tan solos como pobres y humildes peregrinos, sin que nadie
de los mortales los reputase ni estimase más de lo que con él tienen granjeado
la humildad y pobreza” [Sor María de Jesús de Ágreda (Introducción, notas y
edición por Celestino Solaguren, OFM. Con la colaboración de Ángel Martínez
Moñux, OFM y Luis Villasante, OFM). Mística Ciudad de Dios. Vida de la Vir-
gen María. Texto conforme al autógrafo original. Madrid, MM. Concepcionistas de
Ágreda, 1992, segunda parte, libro IV, cap. 9, págs. 546 y 547]. Véanse Arbeteta
Mira, Letizia. Vida y Arte en las clausuras madrileñas. El ciclo de la Navidad. Ma-
drid, Ayuntamiento de Madrid. Museos Municipales, 1996, pág. 35 y García Sanz,
Ana. El Niño Jesús…, op. cit., pág. 137.

4.  Sor María de Jesús de Ágreda. Mística…, op., cit., segunda parte, libro IV, cap.
9, págs. 547 y 548.

5.  Arbeteta Mira, Letizia. “El mensaje oculto de los belenes antiguos: El Belén
monumental del Monasterio de la Purísima Concepción de Palma de Mallorca”,
Belén. Publicación de la Asociación de Belenistas de Madrid, nº 29, 2010, págs.
20-29.

6.  Es el caso del Convento de San José de Pamplona (España), donde las carme-
litas descalzas entonan composiciones como las Jornadas a Belén, la Pastorela
del antecoro al Cafarnaum y primer tránsito y en el Noviciado y la Pastorela para
el tránsito de las celdas [Fernández Gracia, Ricardo. ¡A Belén pastores! Belenes
históricos en Navarra. Pamplona, Gobierno de Navarra. Departamento de Cultu-
ra y Turismo-Institución Príncipe de Viana, 2006, págs. 45-47].

7.  González García, Juan Luis. Imágenes sagradas y predicación visual en el Siglo
de Oro. Madrid, Akal, 2015, pág. 431.

8.  Arbeteta Mira, Letizia. “Metodología y cuestiones previas para el estudio de


los Nacimientos españoles”, Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, nº
48, tomo 2, 1993, págs. 169-211.
173
Universo Barroco Iberoamericano

9.  Sor Catalina de Jesús María Herrera. Secretos entre el alma y Dios o Autobio-
grafía de la Vble. Madre Sor Catalina de Jesús M.ª Herrera. Religiosa de Coro del
Monasterio de Sta. Catalina de Sena de Quito, descifrada y sacada directamente de
su original autógrafo por el Padre Fray Alfonso A. Jerves, O.P., en virtud de comisión
escrita a él dada por el Rmo. Padre Visitador General Fray Francisco Vázquez Fer-
nández, O.P. Quito, Editorial Santo Domingo, 1954, págs. 212 y 213.

10.  Sor Catalina de Jesús María Herrera. Secretos…, op. cit., pág. 209.

11.  Íbidem, págs. 202- 204.

12.  Ibíd, pág. 204.

13.  “Mírala cómo camina, con qué amor! Mírala cómo llega. Con qué caridad se
abrazan!, y remedia con su vista, en compañía de su Hijo, la primera vez, a un
pecador con su venida al mundo, valiéndole la Sangre que había de derramar por
él y todos, y derramando lágrimas de amor”. Sor Catalina de Jesús María Herrera.
Secretos…, op. cit., págs. 204 y 205.

14.  “Contémplala salir de la casa puntualmente, a cumplir la voluntad del Ama-


do que le ordenaba volverse a su casa. Siendo ésta la Tercera Jornada que anduvo
el Hijo de Dios en el vientre de su purísima Madre, que iba en compañía de su
Esposo Joseph, Custodio de ambas Joyas preciosísimas […] Contémpla también
que aunque era Señora de las criaturas, no por eso les quita la licencia de que la
molesten los temporales, como el cansancio y calores del camino”. Sor Catalina
de Jesús María Herrera. Secretos…, op. cit., pág. 205.

15.  Sor Catalina de Jesús María Herrera. Secretos…, op. cit., pág. 206.

16.  Sor María de Jesús de Ágreda. Mística…, op. cit., segunda parte, libro IV, cap.
9, págs. 547 y 548.

17.  “Mira pues, y considera a tu amorosísima Reina con el Niño Dios tierno en
sus brazos, que sale en compañía de su santísimo Esposo Joseph de la ciudad
de Belén para Jerusalén, que es la Quinta Jornada que anduvo en su Niñez, para
presentarse al Templo, viva Hostia en sacrificio a su Eterno Padre […] Míralos por
todo este camino en tan destemplado tiempo a pie”. Sor Catalina de Jesús María
Herrera. Secretos…, op. cit., págs. 207 y 208.

18.  Sor Catalina de Jesús María Herrera. Secretos…, op. cit., págs. 208 y 209.

19.  “Contempla, alma, salir de la ciudad de Gaza para Heliópolis de Egipto a los
tres santos Peregrinos Jesús, María y Joseph.
Síguelos, alma devota, sin perderlos de vista y remirando con atención tierna
cómo caminan, en qué desamparos, qué de desiertos. Cómo se vuelven los vien-
tos y los demás elementos contra los inocentes que no tuvieron ni pudieron te-
ner pecado, sólo porque quieren padecer por los nuestros”. Sor Catalina de Jesús
María Herrera. Secretos…, op. cit., págs. 209 y 210.

20.  “Sale la Divina Princesa en un asnillo con el Santísimo Niño en su falda y


su santísimo Esposo a pie, junto a Hijo y Madre, acompañados de los mismos
174 Angeles que en las Jornadas pasadas. Padecen las mesmas penalidades de los
Imágenes en movimiento. El caso de los Divinos Caminantes de las clausuras... - Ángel Peña Martín

temporales, las mesmas hambres, porque gustaba el Eterno Padre de ver padecer
a sus amantes Peregrinos”. Sor Catalina de Jesús María Herrera. Secretos…, op.
cit., pág. 211.

21.  Sor Catalina de Jesús María Herrera. Secretos…, op. cit., págs. 211 y 212.

22.  En la actualidad, al menos, su comunidad no lo hace y tampoco guarda el


recuerdo de haberlo hecho en fechas pretéritas. Pese a ello, en la Navidad del
año 2010, el Museo Monacal del Monasterio de Santa Catalina de Siena editó
un extracto de las mismas, bajo el título de Jornadas por la llegada del Niño Dios,
con el objeto de que las rezasen todos aquellos devotos que durante el Adviento
acuden a la Banca milagrosa de sor Catalina de Jesús María. Esta banca, en la
que descansaba esta Venerable Virgen, según testimonian las dominicas, obra
milagros a aquellos que, con fe, acuden a sentarse en ella, cura a los enfermos y
vuelve fértiles a las mujeres que no pueden tener hijos.

23.  Romero Benítez, Jesús. El Museo Conventual de las Descalzas de Antequera.


Antequera, Excmo. Ayuntamiento de Antequera. Centro Municipal de Patrimo-
nio Histórico, 2008, pág. 77.

24.  Ramírez, Carmen. “Las Jornaditas en Andalucía e Hispanoamérica”, Des-


cubre el Belén. XIV Congreso Internacional de Belenistas. XXX Congreso Nacional.
Madrid, 5-9 Noviembre de 1992. Madrid, Asociación de Belenistas de Madrid,
1992, págs. 17-23.

25.  Arbeteta Mira, Letizia. El Belén tradicional…, op. cit., págs. 154 y 156.

26.  Ramírez, Carmen. “Las Jornaditas…, op. cit., págs. 17-23.

27.  Véase Arbeteta Mira, Letizia. El Belén tradicional…, op. cit., págs. 166-174.

28.  Arbeteta Mira afirma que las Posadas se celebraban en España en algún lugar
puntual y, además, por influencia mejicana, lo que, como veremos, no se ajusta a
la realidad [Arbeteta Mira, Letizia. Magos y pastores. Vida y arte en la América Vi-
rreinal. Madrid, Ministerio de Cultura. Secretaría General Técnica. Subdirección
General de Publicaciones, Información y Documentación, 2006, pág. 58].

29.  A esta confusión historiográfica ha contribuido la presencia de monjas


mexicanas en algunos monasterios españoles, quienes implantaron la cele-
bración de la Antigua Novena para Posadas. Consta que fue introducida en el
Segundo Monasterio de la Visitación o Salesas Nuevas de Madrid (España) por
religiosas mexicanas en tiempos de la Revolución Mexicana. Sin seguir la nove-
na, los dos o tres últimos domingos de Adviento, durante el recreo de la noche,
se realizaba una procesión claustral con las imágenes de San José y la Virgen
María sobre una caballería, con parada en tres lugares o capillas. La comunidad
comenzaba la celebración con el canto de la letanía de la Virgen, a lo que seguía
un poema dramatizado para dar y pedir posada, que les era concedida en el coro,
donde de rodillas, se rezaban nueve Ave Marías, en referencia de los nueve meses
que la Virgen María trajo al Divino Verbo en sus entrañas, cantando después de
cada Ave María: “¡Oh, Peregrina agraciada / Oh Bellísima María! / Yo te ofrezco
el alma mía / para que tengas posada” [Arbeteta Mira, Letizia. Vida y Arte..., op.
cit., págs. 36 y 37 y 60-62]. Tenemos noticias de que en el Convento de Nuestra 175
Universo Barroco Iberoamericano

Señora de las Maravillas de A Coruña (España) las capuchinas también celebran,


desde el año 2008, estas Posadas, implantadas por las religiosas mejicanas exis-
tentes en el convento. Siguiendo la estructura de novena, desde el dieciséis al
veinticuatro de diciembre, escenifican, dentro del coro, la petición de posada,
con los cantos de dar y pedir posada, para lo que las monjas que se hallan dentro
del mismo hacen el papel de mesoneros, mientras que otras, desde fuera, llevan
las imágenes de la Virgen María y San José [López Picher, Mercedes. “Aspectos
literarios de la celebración navideña en el Convento de Ntra. Sra. de las Ma-
ravillas de religiosas capuchinas de A Coruña (s. XIX-XX)”, La Natividad: arte,
religiosidad y tradiciones populares. San Lorenzo del Escorial, Estudios Superio-
res del Escorial. Instituto Escurialense de Investigaciones Históricas y Artísticas,
2009, págs. 159-174].

30.  Dobado Fernández, Juan, OCD. La Navidad en Clausura. Imágenes del Niño
Jesús en el Carmelo. Córdoba, Comisión de la Coronación del Carmen de San Ca-
yetano, 2010, pág. 16.

31.  Prueba de ello son las diversas Coplas para la noche de la Calenda contenidas
en el Libro de Romances i Coplas desta Casa de la Conçeción del Carmelo, obra
comunitaria conventual escrita entre c. 1590-1609 en el Convento de la Concep-
ción de Valladolid (España), en el que se recogen los cantos de la comunidad de
carmelitas descalzas y sus poesías, entre ellas las relacionadas con las Posadas.
Véase García de la Concha, Víctor y Álvarez Pellitero, Ana María. Libro de roman-
ces y coplas del Carmelo de Valladolid (c. 1590-1609). León, Consejo General de
Castilla y León. Servicio de Publicaciones, 1982, págs. XXXIV-XXXVIII y 43-47.

32.  Biblioteca Mística Carmelitana. Tomo 19. Burgos, 1935, pág. 534. Recogi-
do en Burrieza Sánchez, Javier. “Navidades en clausura”, ¡Aleluya! Revista de la
Asociación Belenistas de Valladolid, 2007, págs. 12-17.

33.  “Despertad de vuestro sueño, / mirad que ya viene el día; / y dad posada a
María / que no la conoce el suelo. / Sola viene y sin amparo / de ninguna criatura,
/ solo un hombre cansado / de ver la gente tan dura. / Hoy tenéis buena ventura,
/ recibidla en el Carmelo; / mirad que ya viene el día, / despertad de vuestro
sueño”. Recogido en Burrieza Sánchez, Javier. “Navidades en clausura”…, op.
cit., págs. 12-17.

34.  “Replicábales el Santo con tan tiernas palabras, así de explicar quién fuesen
los huéspedes que la pedían, de la cercanía del parto de la doncella, del tiempo
que hacía y hora que era, que el ardor de sus palabras y altezas que descubría en-
ternecía los pechos de quienes le oían y contemplaba en sus almas este misterio
y un amor grande a Dios”. Recogido en Egido, Teófanes. “La Navidad del místico
San Juan de la Cruz”, ¡Aleluya! Revista de la Asociación Belenistas de Valladolid,
2010, págs. 8-10.

35.  Crisógono de Jesús Sacramentado. Vida de San Juan de la Cruz. Madrid, Bi-
blioteca de Autores Cristianos, 1997, pág. 265.

36.  San Juan de la Cruz. Obras completas. Edición crítica, notas y apéndices por
Lucino Ruano de la Iglesia Carmelita Descalzo. Madrid, Biblioteca de Autores Cris-
tianos, 1982, pág. 41, nota 1.
176
Imágenes en movimiento. El caso de los Divinos Caminantes de las clausuras... - Ángel Peña Martín

37.  Según el testimonio de un hermano lego: “estando por rector del colegio de
esta ciudad el dicho santo padre fray Juan, hizo que dos religiosos de él, sin mu-
dar de hábitos, representasen uno a Nuestra Señora y otro a Señor San José, y que
anduviesen por un claustro pequeño que había en el dicho convento buscando
posada; y sobre lo que les respondían y les decían los dos que representaban a
María y José sacaba el dicho santo Padre pensamientos divinos que les decía de
grande consuelo a los religiosos”. Recogido en Egido, Teófanes. “La Navidad del
místico…, op. cit. págs. 8-10.

38.  Véanse Dobado Fernández, Juan, OCD. La Navidad en Clausura…, op. cit.,
pág. 16 y Sánchez Hernández, María Leticia. “La Navidad pensada y vivida por
algunos sabios”, Navidad en Palacio. El Verbo se hizo Hombre. Madrid, Patrimonio
Nacional, 2001, págs. 21-29.

39.  Egido, Teófanes. “La Navidad del místico…, op. cit. págs. 8-10.

40.  Sor María de Jesús de Ágreda. Mística…, op. cit., segunda parte, libro IV,
cap. 9, pág. 550.

41.  Arbeteta Mira, Letizia. Vida y Arte…, op. cit., págs. 36 y 37.

42.  García Sanz, Ana y Sánchez Hernández, M.ª Leticia. “La Navidad en los
Conventos Reales madrileños”, Navidad en Palacio. Reales Sitios, Monasterios y
Salzillo. Madrid, Patrimonio Nacional, 1998, págs. 20-26.

43.  Así sucedía, al menos en el siglo XX, en el extinto Convento de capuchinas


de Tudela (España), donde se celebraban las Posadas con las imágenes de la Vir-
gen María en la mula y San José, acompañados de San Gabriel y San Miguel. Estos
personajes cobraban vida el veintiuno de diciembre, cuando a primera hora de la
mañana ya se encontraban convenientemente adornados en un altar del claustro
alto, donde permanecían hasta el veinticuatro por la noche, siendo motivo de
muchas devociones y requiebros por parte de las monjas. La noche de Navidad,
a eso de las once se organizaba una procesión, en la que la abadesa tomaba a la
Virgen sentada en la borriquilla, la vicaria hacía lo propio con la imagen de san
José y las más ancianas portaban los arcángeles y en el orden que estaban en el
altar, San Gabriel, Virgen María, San José y San Miguel, se dirigían al coro bajo al
son de villancicos. Allí se depositaban en una mesa preparada al efecto. Tras el
rezo de Maitines y el canto de la Kalenda, en plena misa de Gallo, antes del prefa-
cio, la abadesa bajaba a la Virgen de la mula y la ponía de rodillas, colocándole el
Niño Jesús en sus brazos. Para ello el grupo se completaba con un pequeño Niño
Jesús, para el momento de Nacimiento y la Navidad, y un silloncito frailero, para
asiento de la Virgen María [Fernández Gracia, Ricardo. ¡A Belén pastores!..., op.
cit., págs. 67-68 y 118-119].

44.  Sor María de Jesús de Ágreda. Mística…, op. cit., segunda parte, libro IV,
cap. 9, pág. 550.

45.  Acerca del desarrollo de esta celebración en el Convento de la Concepción


de Valladolid (España), véase García de la Concha, Víctor y Álvarez Pellitero, Ana
María. Libro de romances y coplas…, op. cit., XXXIV y XXXV.

177
Universo Barroco Iberoamericano

46.  “Uno: Les pido posada / por amor de Dios / mi esposa está encinta; / somos
ella y yo. Todos: No los conocemos / y es tarde, señor… / ¡Siga su camino, / bus-
que otro mesón! Uno: Yo soy carpintero / y me llamo José / Mi esposa es María, /
y vamos a Belén. Todos: La casa es pequeña / no hay habitación. / Y en la media
noche, / ya no hay atención. Uno: Mi esposa no puede / dar un paso más. / Está
cansada / que quiere llorar. Todos: ¿Quién es la señora / que pide el favor? / ¡No
tenemos sitio; / no insista por Dios! Uno: Ella es una reina / de un reino de amor.
/ Es Madre del Verbo, / el Hijo de Dios. Todos: Si ella fuera reina / en carruaje
vendría. / ¿Cómo es que va en burro / y en noche tan fría? Uno: Ábranos la puerta,
/ denos un rincón. / ¿No sabe que lleva / mi esposa al Señor? Todos: ¿Por qué no
lo dijo / cuando nos llamó? / ¡Pasen caminantes / que aquí sobra amor!”. Texto
del Canto de las Posadas, del que se desconoce su autoría y datación, facilitado
por las carmelitas descalzas del Monasterio de la Santísima Trinidad, Carmen
Moderno o Bajo de Quito (Ecuador).

47.  El Padre Espinosa en su Manual del alma religiosa abordó de la necesidad,


modo y frutos de los retiros [De Espinosa, Manuel. La religiosa mortificada. Ex-
plicacion del quadro que la presenta con sus inscripciones tomadas de la sagrada
escritura: á que se añade el manual del alma religiosa, que es un compendio de sus
mas principales obligaciones, para aliento y estímulo de las almas que se consa-
graron á Dios, y desean hacer felizmente su carrera. Madrid, Imprenta Real, 1799,
págs. 264-269].

48.  Cordero Íñiguez, Juan. “Artes plásticas. Pintura y Escultura”, El Monasterio


del Carmen de la Asunción. Quito, Banco Central del Ecuador, 1986, págs. 65-140.

49.  Durante el Adviento, en recuerdo del tiempo que la Virgen María dedicó a la
preparación del parto, tenía lugar el rezo comunitario de las Cuarenta Ave Ma-
rías. Esta devoción fue ideada en 1445 por Santa Catalina de Bolonia: “la noche
del Nacimiento de Nueftro Señor […] la celebraba Santa Catalina extraordinaria-
mente. Defeó la de aquel año paffarla en la oracion, y contemplacion, fegun fu
coftûbre, y con licencia de la Madre Abadefa para no afsiftir al dormitorio, fe fuè
al Coro à meditar los amorofos mifterios de aquella dulce folemnidad. Començò
vna devocion acoftumbrada de mil Ave Marias, à honor del Parto de la Reyna de
los Angeles, meditando el jubilo de la Virgen Sagrada, y encomendandofe à ella”
[Grafetti, Jacome. Historia de la admirable vida, y milagros de Sta. Catalina Virgen,
natural de la ciudad de Bolonia, Religiosa del Orden de N. P. S. Francifco, y Regla
de Santa Clara, y primera Abadefa del Monafterio de Corpus Chrifti de la mifma
Ciudad. Madrid, Oficina de Francisco del Hierro, 1716, libro I, cap. XVI, págs.
81 y 82]. Su rezo comenzaba el treinta de noviembre, festividad de san Andrés,
y concluía el veinticuatro de diciembre, periodo en el que se llegaban a rezar en
total mil Ave Marías, con las correspondientes bendiciones. La estructura era
muy sencilla, se dividían las cuarenta Ave Marías en decenas diciendo al final de
cada grupo una jaculatoria y, al término de todas, una oración por los infieles, los
herejes, la Iglesia y la salud del Rey. A partir del día de la Expectación se añadía
un salmo y una oración especial. Al comienzo de la vigilia de Navidad, después
de tocada el Ave María o cuando se comenzara a tocar a misa, se ofrecían las
mil Ave Marías implorando bendiciones para la vida y la muerte, rezando antes
la primera parte del Rosario, con los Misterios Gozosos [Arbeteta Mira, Letizia.
Navidad Oculta II. Los Niños Jesús de las Clausuras Toledanas. Toledo, Antonio
Pareja Editor, 2002, pág. 21; Arbeteta Mira, Letizia. El Belén tradicional…, op.
178
Imágenes en movimiento. El caso de los Divinos Caminantes de las clausuras... - Ángel Peña Martín

cit., pág. 154; García Sanz, Ana. El Niño Jesús…, op. cit., pág. 138 y García Sanz,
Ana y Sánchez Hernández, M.ª Leticia. “La Navidad…, op. cit., págs. 20-26].

50.  Rubio Masa, Juan Carlos. Grupo escultórico de las «Jornaditas». Pieza del
mes de diciembre 2007, http://museosantaclara.blogspot.com.es (consulta
26/07/2012).

51.  Así sucede con unas imágenes de la Virgen María y San José (S. XVIII) per-
tenecientes al Monasterio de HH. Clarisas de Santa Verónica de Algézares (Mur-
cia), atribuidas al círculo del escultor Francisco Salzillo [Belda Navarro, Cristóbal
(dir.). Salzillo, testigo de un siglo. Murcia, Comunidad Autónoma de la Región
de Murcia, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, Ayuntamiento
de Murcia y Fundación Cajamurcia, 2007, pág. 383]. Estas imágenes han sido
interpretadas como figuras de Nacimiento, pese a estar de pie “y no en posi-
ción adoratriz como nos tiene acostumbrados los Nacimientos murcianos del
s. XVIII, quizás porque en origen fueron concebidas una y otra escultura para
un fin diferente al que luego se les dio” [Melgares Guerrero, José Antonio (dir.).
Fuentes de nuestra cultura. El misterio de la Navidad en el arte. Murcia, Obispado
de Cartagena, 1991, pág. 31]. En esta lectura, sin embargo, los sombreros de ca-
minantes que visten han pasado totalmente inadvertidos, cuando constituyen
un elemento iconográfico determinante de los Santos Esposos como caminantes
y que de portarlo en el portal de Belén, lo hacen a sus espaldas, como sucede en
numerosos nacimientos barrocos portugueses, y no en su cabeza.
Algunas imágenes de los Santos Esposos, que pudieron ser empleadas para el
rezo de las Jornadas o Posadas, han recibido otras lecturas, como las conservadas
en el Museu Marés de Barcelona (MFM S-950 y MFM S-952) presentadas como
San Isidro Labrador y Santa María de la Cabeza (segunda mitad del S. XVIII),
pero su ajuar textil con capas con esclavinas y sombreros de peregrino nos lleva
a pensar que, en realidad, estamos ante unos Divinos Caminantes.

179
Universo Barroco Iberoamericano

Santos Pacheco de Lima (1684-1768)


e José Coelho de Noronha (1705-1765):
duas faces da talha barroca luso-brasileira

Sílvia Maria Cabrita Nogueira Amaral da Silva Ferreira1


IHA/FCSH/Universidade NOVA de Lisboa - [email protected]
Aziz José de Oliveira Pedrosa2
Universidade do Estado de Minas Gerais - [email protected]

Resumo No panorama artístico da arte da talha de Lisboa e de Minas Gerais, durante o


período barroco, destacaram-se dois mestres entalhadores, cujos percursos
pessoais e profissionais confluíram de múltiplos modos. Santos Pacheco
afirmou-se como um dos mais destacados e influentes artistas, cuja carreira,
de longa duração, o elevou a “medidor das obras régias”, avaliando obras
de talha, arquitectura, pedraria, carpintaria, entre outras. Por sua vez, José
Coelho de Noronha, formado na escola de talha de Lisboa, fará carreira de
relevo no âmbito do entalhe, da escultura e da arquitectura, em Minas Gerais,
local onde disseminou as coordenadas estéticas que as obras de Santos
Pacheco consolidaram na capital. Partindo da análise dos entornos familiares
e das obras destes dois artistas, o presente texto pretende delinear hipóteses
de trabalho, que permitam uma melhor compreensão sobre as dinâmicas
de influência e disseminação dos modelos de Lisboa, em terras do Brasil
durante o período barroco.
Palavras-chave: Santos Pacheco, José Coelho de Noronha, Barroco, Talha,
Lisboa, Minas Gerais.

Abstract During the Baroque period in Lisbon and Minas Gerais two woodcarvers
stood out, as their personal and professional paths converged in multiple
ways. Santos Pacheco affirmed himself as one of the most outstanding and
influential artists, whose career, of long duration, elevated him to the stand
of “medidor das obras régias”, evaluating works of woodcarving, architecture,
masonry, carpentry, among others. José Coelho de Noronha, who learned
his profession in Lisbon, made a major career as a woodcarver, sculptor and
architect in Minas Gerais, where he disseminated the aesthetic coordinates
that the works of Santos Pacheco consolidated in the Portuguese capital.
Based on the analysis of the familiar environments and the works of these
two artists, the present text intends to bring up working hypotheses that allow
a better understanding on the dynamics of influence and dissemination of
the baroque woodcarving Lisbon models, in the lands of Brazil, during the
baroque period.
Key-words: Santos Pacheco, José Coelho de Noronha, Baroque, Woodcarving,
Lisboa, Minas Gerais
180
Santos Pacheco de Lima (1684-1768) e José Coelho de Noronha (1705-1765)... - Sílvia Maria Cabrita y Aziz José de Oliveira

A arte da talha que se desenvolveu e atingiu o seu apogeu em Portugal e nos 1. Introdução
países de expressão portuguesa, com destaque para o Brasil, constitui-se
como manifestação privilegiada de uma série de factores sociais, culturais,
económicos e religiosos que se concatenaram para dar origem a uma ex-
pressão artística individualizada e reconhecível como original lusófona.

Essa originalidade e utilização intensiva no interior das igrejas, especialmente


durante o século XVII e primeira metade do XVIII, chamaram a atenção de
viajantes europeus coevos3 e de historiadores de arte estrangeiros que, em
meados do século passado, trouxeram à ribalta da historiografia de arte o
modo português de trabalhar a madeira, transformando-a em expressivas
máquinas retabulares e em um sem número de realizações complementa-
res que contribuiram para conferir o carácter unitário artístico reconhecido
nos espaços sacros portugueses e de influência reinol. A Germain Bazin4 e
a Robert Smith5 ficamos a dever o olhar apaixonado e conhecedor de his-
toriadores de arte, o qual detectou na talha portuguesa uma manifestação
incomparável, nas suas opções compositivas e plásticas, com outras reali-
zações artísticas europeias no domínio da técnica do entalhe.

Esta arte, que de Portugal migrou para as antigas possessões ultramarinas,


conheceu no Brasil um florescimento e uma aceitação que permitiu à talha
de origem brasileira, inpirada nos modelos reinóis, adquirir contornos esti-
lísticos próprios, essencialmente no que concerne aos modelos decorativos.
Com a entrada das ordens religiosas nos recém-conquistados territórios de
Vera Cruz, jesuítas, carmelitas, franciscanos e beneditinos, entre outros,
constituíram-se como os grandes encomendadores de obra de arte sacra,
necessária para o culto ao divino, sem esquecer também as encomendas para
igrejas que se precisavam de erguer nas recentes povoações. É necessário
salvaguardar que, especialmente, jesuítas e beneditinos contaram com os
artistas das próprias ordens, pois tanto os milicianos da Companhia de Jesus
como os frades beneditinos albergavam no seu seio religiosos que, ou a partir
de Lisboa, Coimbra, Évora ou Porto - no caso dos jesuítas -, ou mesmo no
Brasil, praticavam a sua arte, destinada ao enriquecimento dos interiores das
181
Universo Barroco Iberoamericano

igrejas dos seus conventos6. Inicialmente, quase todas as encomendas eram


dirigidas aos artistas do reino, que produziam em larga escala imaginária
e talha para o recheio das igrejas conventuais e paroquiais dos territórios
em franca expansão demográfica. É evidente, que o prestígio das obras que
vinham do reino continuou até muito tarde a fazer-se sentir na escolha das
encomendas das grandes obras retabulares, no entanto, a criação de oficinas
de escultura e talha, por parte de algumas ordens religiosas, investindo na
mão de obra local, formou imaginários e entalhadores que supriram muitas
das necessidades crescentes de auto-suficiência nesta matéria.

Entalhadores houve que emigraram para o Brasil, como é o caso paradig-


mático de Manuel de Brito, o qual depois de uma bem-sucedida carreira
em Lisboa, onde, nomeadamente, executa o retábulo-mor da igreja do con-
vento dos frades domínicos da mesma cidade7 e o altar-mor da igreja de S.
Miguel de Alfama,8 parte para o Brasil, Rio de Janeiro, onde em parceria com
Francisco Xavier de Brito deixará um precioso testemunho da sua arte na
capela da Ordem Terceira de S. Francisco da Penitência dessa cidade9. Manuel
de Brito e Francisco Xavier de Brito deslocar-se-ão posteriormente para
Minas Gerais, local onde continuarão a exercer o seu mester como escultores
e entalhadores. Acaso seriam parentes, não sabemos, embora seja hipótese
razoável pelo apelido homónimo. O fenómeno da deslocação de artistas do
reino para trabalharem no Brasil é bem conhecido, assim como é o caso do
envio de obras de talha para o mesmo território. Sintomático é o exemplo
de José Rodrigues Ramalho, o qual executou para o Brasil várias peças de
entalhe10, ou o de José da Costa, mestre entalhador, o qual foi contratado
em Lisboa, em 1709 pelos religiosos capuchos do Rio de Janeiro, a fim de
lhes executar um retábulo para a capela da enfermaria do seu convento11.

O fenómeno de emigração de entalhadores oriundos de Lisboa, que se esta-


beleceram no Brasil e aí deixaram as marcas da arte da talha da escola da
capital, tem na figura de José Coelho de Noronha um dos seus mais expres-
sivos exemplos. Nascido em Lisboa, na freguesia de Santa Catarina, habitou
sempre em ruas de confluência com as freguesias ribeirinhas de Santos e de
S. Paulo. A sua obra, realizada para a região de Minas encontra eco estético
naquelas produzidas entre as décadas de 20 e 30 de 1700 na região de Lisboa,
com afinidades concretas com as concebidas e executadas pela oficina de
Santos Pacheco de Lima. A proximidade de morada entre as duas famílias,
a de Coelho de Noronha e a de Santos Pacheco, a confluência de datas, entre
o tempo em que Noronha terá aprendido a sua arte e o apogeu da oficina de
Santos Pacheco, e não menos relevante, a aproximação estilística das obras
de Noronha às de Santos Pacheco, fundamentam e justificam a presente
investigação sobre as duas figuras, colocando em paralelo as suas origens,
os trajectos pessoais e profissionais, nos quais as relações com pessoas
influentes da corte ditaram, certamente, a fortuna dos seus percursos.

Portugal e Brasil irmanados e umbilicalmente ligados pela história, pela


língua e pela cultura em geral, conhecem nesta expressão artística mais
182
Santos Pacheco de Lima (1684-1768) e José Coelho de Noronha (1705-1765)... - Sílvia Maria Cabrita y Aziz José de Oliveira

uma das razões para que a história da arte dos dois países se produza em
consonância, em cruzamento de informação e, não menos relevante, em
leituras atentas das obras que ainda hoje conseguiram a fortuna de subsistir
à voragem do tempo, à fúria da natureza e à incúria dos homens.

O entalhador Santos Pacheco de Lima nasceu em Lisboa e foi baptizado na 2. Santos Pacheco
freguesia de Nossa Senhora da Encarnação no dia 21 de Novembro de 168412. de Lima: de mestre
Do seu consórcio com Maria da Piedade13 nasceram filhos registados entre entalhador a medidor
os anos de 1715-2514. Santos Pacheco faleceu a 23 de Outubro do ano de das obras régias
1768,15 com a idade de 84 anos. À data da sua morte, o artista morava na rua
do Acipreste, freguesia de Santos-o-Velho, sendo que não deixou disposições
testamentárias e foi a sepultar na igreja da sua freguesia de morada.

A sua actividade profissional, documentalmente comprovada, inicia-se em


1712, data em que é contratado para desenhar dois altares colaterais para o
cruzeiro da igreja do Convento de São Francisco da Cidade16. Através deste
contrato de obra sabemos que, Santos Pacheco, ao tempo com a idade de
28 anos, é já intitulado “arquitecto”, sendo-lhe confiadas as tarefas, não só
do desenho, mas também das medidas dos retábulos, que João Vicente, o
mestre executante, seguiria.

À incursão de Santos Pacheco nos domínios da arquitectura e do desenho


de retábulos não terá sido alheio o facto de o seu pai, Pascoal Roiz Pacheco,
oriundo dos Açores, Ilha Terceira, cidade de Angra, ter exercido a mesma
profissão. Segundo o investigador Ayres de Carvalho, Pascoal Roiz terá as-
sinado o desenho de um dos projectos para a fachada da igreja de Nossa
Senhora da Divina Providência, que se encontra na Secção de Iconografia da
Biblioteca Nacional de Portugal17. Santos Pacheco, nascido e criado no seio
de uma família ligada às artes da arquitectura e, possivelmente, da escultura
e da pedraria18, terá enveredado pela mesma profissão, aproveitando o facto
de o seu pai ser já um profissional com contactos estabelecidos no mester.

A actividade profissional do mestre desenvolveu-se com constância depois


desta data. Noticias de intervenções suas em desenho de obra de talha, em
execução de estruturas retabulares e obra de talha complementar, percorrem
as quatro primeiras décadas de Setecentos19. Recentemente, em virtude do
decurso da nossa investigação sobre o mestre e de contributos de colegas
historiadores e historiadores de arte, estamos em posição de avançar com
novos dados, localizados em documentação de variada proveniência. Um
dos mais recentes coloca Santos Pacheco a trabalhar para as religiosas
carmelitas do Convento de S. Alberto de Lisboa, no ano de 1723, embora sem
referência à obra concreta20. Esta indicação é assaz relevante para o estudo
da talha daquela igreja, que permanecia indocumentada. Apesar de não ser
ainda possível rastrear a obra concreta em que teria laborado, o registo da sua

183
Universo Barroco Iberoamericano

intervenção permite uma reavaliação do conjunto e uma leitura baseada na


aproximação estilística a outras obras suas, já documentalmente certificadas.

Pesquisa recente permitiu igualmente constatar a sua intervenção na obra


do arco triunfal da nação holandesa, destinado a pontuar nas festividades
dedicadas à entrada da rainha D. Mariana Vitória, mulher de D. José I. Entre
uma panóplia de artistas colaboradores na empreitada, destaca-se Santos
Pacheco como autor do desenho do referido arco21.

No contexto do surgimento de novéis obras apuradas


no decorrer desta investigação, merece especial des-
taque aquela do entalhe da capela da Irmandade do
Espírito Santo e de Santa Catarina, cita na igreja de
São Paulo, de Lisboa22. A primeira indicação fornecida
pela documentação dos Livros do Distribuidor, à guar-
da do Arquivo Nacional da Torre do Tombo, menciona
a contratação do mestre, a fim de executar o retábulo
da capela da irmandade, sem, contudo, fornecer mais
pormenores. No entanto, investigação levada a cabo
no arquivo paroquial da referida igreja revelou de-
talhes do decorrer da obra, elencados num dos três
únicos livros do acervo da igreja que sobreviveram
ao megassismo de 1755, concretamente, o Livro que
serue de Despesa da referida irmandade, para os anos
de 1726-1752. Os gastos com a obra do retábulo pas-
saram, entre outros, pelo pagamento do risco, pela
compra da madeira “da Olanda”, pelos fretes do navio
que a trouxe, fretes vários, pagamentos ao Paço da
Madeira e seus funcionários e ainda as remunerações
ao entalhador Santos Pacheco, pela obra contratada,
no valor de 780 mil réis23. Até ao mês de Julho de
1737 registam-se pagamentos diversos ao mestre,
que certamente excederam a quantia inicialmente
acordada24. A obra do retábulo terá ficado completa no ano contabilístico de
Fig. 1. Retábulo-mor da
igreja de Santa Catarina de 1745/46, com a intervenção do mestre dourador, José Gonçalves de Sousa,
Monte Sinai. Fotografia Sílvia que auferiu 483.600 réis pela obra de douramento da estrutura entalhada
Ferreira. 2002. por Santos Pacheco25.
Lisboa. Portugal.
No seguimento do seu percurso profissional, e sempre envolvido com obras
de sua lavra, a primeira notícia que indicia uma promoção evidente na sua
carreira, que o levou a ser contratado como avaliador de obras de outrem,
revela-se no documento que o indica como medidor da obra de construção
da igreja de N.ª S.ª da Conceição do Seixal, decorria o ano de 173426.

A partir de 1745 começamos a ter notícias documentais de um novo cargo de


Santos Pacheco: o de avaliador de obras de arquitectura, pedraria e carpinta-
ria nas “Reais Obras de Mafra”. O envolvimento directo do mestre com obras
184
Santos Pacheco de Lima (1684-1768) e José Coelho de Noronha (1705-1765)... - Sílvia Maria Cabrita y Aziz José de Oliveira

de arquitectura encontra-se comprovado, como já tivemos oportunidade de


escrever, pela existência de uma planta destinada à reconstrução e ampliação
do piso térreo do Palácio Sousa Alte e Espargosa ou do Marquês de Sá da
Bandeira, de 174727, sendo que mais recentemente foi recenseado a traba-
lhar para D. Fernão Teles da Cunha, no palácio que este nobre reedificava na
Calçada do Combro e que pertencia à família de sua mulher, D. Maria Josefa
de Melo, filha de D. Francisco José de Melo e de D. Catarina de Noronha, esta
última madrinha de Fernando, filho de Santos Pacheco, nascido em 172528.
Uma nova informação de avaliação de obra, que surge inesperada, mas sin-
tomática da polivalência e reconhecimento do prestígio do mestre, é aquela
que, por ordem do arquitecto Carlos Mardel, fez à obra de estuque do tecto do
coro alto da igreja do convento dos Mártires e Nossa Senhora da Conceição
de Sacavém, no ano de 175529.

Entre os anos de 1757 e 1759 observam-se várias


intervenções suas em obras na esfera da corte, como
avaliador de obra, tanto no Palácio- Convento de
Mafra, como nas obras do Palácio das Necessidades,
nas barracas construídas no Palácio de Queluz ou
ainda nas obras da Segunda Patriarcal30.

A última referência ao mestre, a um mês do seu fa-


lecimento, que ocorreu em Outubro de 1768, surge
na forma de uma procuração passada a seu filho,
Fernando José Pacheco de Lima, para que este possa
“cobrar as parcelas que Sua Magestade mandar dar por
causas pertencentes ao Real Serviço”31.

O percurso profissional de Santos Pacheco, apesar da


escassez de informações constantes, parece apontar
no sentido de uma evolução artística acompanhada do
correlativo reconhecimento da qualidade e prestígio
do seu trabalho dentro dos meios onde se movia. As
várias solicitações registadas, referentes a obras de
talha de grande envergadura dimensional e simbó-
lica, como são os casos dos altares mores da igreja
dos Paulistas, actual paroquial de Santa Catarina de
Monte Sinai, e das Sés do Porto e de Viseu, para citar
apenas os mais relevantes, demonstram inequivoca-
mente o seu lugar cimeiro na arte de delinear plantas e construir retábulos, Fig. 2. Figura alada em
na década de vinte da centúria de Setecentos. Decorrente deste prestígio, meio-corpo. Retábulo-mor
da igreja de Santa Catarina
ganho no decorrer das suas realizações artísticas, surgem-nos como inevi-
de Monte Sinai. Fotografia
táveis os processos de apreciação das obras de outros mestres, de que a Sílvia Ferreira. 2002. Lisboa.
avaliação da talha da igreja de Nossa Senhora da Encarnação, em Mafra, é Portugal.
exemplo. Muitos outros, certamente, tiveram lugar, apesar de não existirem
registos ou serem, simplesmente, ainda desconhecidos.

185
Universo Barroco Iberoamericano

O que podemos constatar é, efectivamente, uma tendência que se vai acen-


tuando com o decorrer dos anos, e que se traduz na diversificação da área
de trabalho e até num gradual abandono dos grandes empreendimentos de
talha dourada. Constata-se que a polivalência artística era habitual no núcleo
de artistas relacionados com obra de talha, muitas vezes extrapolando os
limites estreitos do seu ofício ou de ofícios afins e estendendo-se a domínios
mais diferenciados, como a projecção de plantas de arquitectura, a respon-
sabilidade perante a execução desses projectos e a vestoria de obras nesse
mesmo âmbito32.

O caso singular do mestre arquitecto/entalhador Santos Pacheco denota a


disposição da sua época, no acolhimento e favorecimento da mobilidade artís-
tica. Só esta possibilidade permitiu ao mestre a expressão das suas aptidões
nos vários campos de realização artística que elegeu. Concluímos, assim, que
diversos factores - que temos vindo a apontar -, e entre os quais se desta-
cam: a mobilidade inter-ofícios, a excelência das suas aptidões nas áreas de
trabalho de sua preferência e as múltiplas realizações artísticas dentro e fora
da sua cidade Natal, concorreram para moldar a sua carreira e conferir-lhe
a feição que hoje lhe reconhecemos, em face dos dados disponíveis.

Fig. 3. Atlantes do altar-mor


da igreja de Santa Catarina
de Monte Sinai. Fotografia
Sílvia Ferreira. 2002.
Lisboa. Portugal.

186
Santos Pacheco de Lima (1684-1768) e José Coelho de Noronha (1705-1765)... - Sílvia Maria Cabrita y Aziz José de Oliveira

São exíguos os estudos a respeito dos artífices portugueses que se dedicaram 3. José Coelho
a ornar as edificações religiosas em Minas Gerais na centúria de setecentos. de Noronha e a
Nesse rol, citamos o entalhador José Coelho de Noronha, que logrará desta- disseminação do barroco
que neste artigo, juntamente com seu conterrâneo Santos Pacheco, diante do joanino em Minas Gerais
singular papel que desempenhou no contexto artístico colonial luso-mineiro.

A destacada actuação de Coelho de Noronha foi apontada por Joaquim José


da Silva em 1790,33 que destinou ao entalhador e a outros artífices activos no
período, a responsabilidade pela configuração estética da talha dourada em
Minas. Contudo, parte da trajectória do artista foi-nos revelada apenas no
século XX, nos ensaios redigidos por Germain Bazin.34 Após esses estudos,
Judith Martins35 relacionou algumas obras efetuadas por Noronha, cuja
pesquisa foi reavaliada e ampliada por Aziz Pedrosa36 que, por intermédio
de documentação inédita, identificou factos acerca de sua vida e obra. No
entanto, estava por ser cumprida investigação que contemplasse os passos
do artista em Portugal, trabalho esse recentemente realizado por Sílvia
Ferreira, oportunamente sintetizado nas linhas subsequentes deste texto.

Os registros históricos relatam que José Coelho de Noronha, mestre enta-


lhador e arquitecto, foi baptizado por Paulo Brandão em 01/08/1705,37 na
Paróquia de Santa Catarina (Lisboa). Seu pai, Teodósio Coelho, era natural
da freguesia de São Salvador de Roças (Arcebispado de Braga), filho de
Luís Coelho e de Isabel de Araújo. Sua mãe, Isabel Farinha, filha de Manuel
Rodrigues e Ana Farinha, foi baptizada na freguesia de Santiago da Vila de
Sesimbra. O casamento de seus pais ocorreu a 6/04/1692, na igreja lisboeta
da Misericórdia.38 Mapeamos suas irmãs, Francisca, baptizada a 22/11/1693,39
e Eugenia Maria, baptizada a 8/09/1699,40 que se casou a 5/12/171641 com
Antônio Fernandes Maia, pais de Teodósio Coelho de Noronha, baptiza-
do a 5/07/1719.42 Localizamos duas tias maternas, Maria Gomes, mãe de
Domingos Marques,43 e Vicência Maria Carvalha, que se casou com José
Rodrigues a 16/06/1703.44 Foi possível, também, identificar as primas Helena
Carvalha45 e Teresa de Jesus, filhas de Vicência, sendo Teresa casada com
António Rodrigues.

O pai de Noronha foi mercador na freguesia de Santos, vindo a óbito entre


1706-1707. Sua avó, Ana Farinha, é tida como “entrevada” em 1714 e faleceu
no ano de 1716. Por sua vez, sua mãe morreu por volta de 1734, quando seu
nome não é mais arrolado na documentação. É interessante observar como
foram intensas as alterações de endereço de sua família, quase sempre em
locais junto ao Rio Tejo, identificados como “bandas do mar.” Assim, entre
1693-1699 seus pais, a avó materna e suas tias Vicência e Maria Gomes resi-
diam à Rua do Almada (banda das Chagas). A primeira mudança de residência
ocorreu entre 1699-1707, quando vão para a Bica Grande, Santa Catarina.
Em 1708 encontramos todos vivendo na Rua do Cabral (banda do mar), onde
permaneceram até 1709, quando voltaram para a Bica Grande (banda das
Chagas). A partir de 1710 é expressiva a troca de endereços, passando-se em
1711 pela Rua do Cabral (banda do mar), Bica Grande (banda das Chagas),
187
Universo Barroco Iberoamericano

retornando à Rua do Cabral (banda do mar) em 1712 e mudando-se para o


Beco do Cipreste no mesmo ano. Em 1714 retornaram à Rua do Cabral onde
permaneceram até 1717, quando se dirigem às Escadinhas (banda do mar),
regressando, no ano seguinte, à Rua do Cabral (banda do Mar) e por lá ficando
até 1720, deslocando-se nessa data para o Beco do Cipreste. As idas e vindas
para essas localidades são pontuadas até 1724, quando escolheram viver no
Vale das Chagas (banda de Santa Catarina) onde permaneceram até 1745.46
A partir do ano de 1735 não identificamos a presença do Noronha em meio à
documentação, pairando a dúvida se nesse momento ele estava a caminho
do Brasil, ou ainda se encontrava em Portugal.

Em meio aos vazios que permeiam a história do entalhador, cabe-nos des-


tacar dois aspectos curiosos sobre sua trajetória. O primeiro diz respeito
ao apelido “Noronha”, reiterado na documentação constante nos arquivos
mineiros, com parcas excepções em que ele assinou apenas José Coelho.
Surpreendentemente, os Róis de Confessados da Freguesia de Santa Catarina
identificam-no como José Coelho. Situação análoga ocorreu com seu pai,
nomeado em seu inventário como Teodósio Coelho de Noronha, mas que
nos citados arquivos lusos é referenciado como Teodósio Coelho. Não nos é
evidente, até ao momento, precisar conclusões que possam justificar a origem
do sobrenome Noronha. Porém, percebemos que seu sobrinho Teodósio foi
apresentado, em única citação, como Teodósio Coelho de Noronha.47 Apesar
de incipientes os debates que poderíamos arquitectar sobre o caso, ausentes
vestígios que conduzam a encerramentos mais certeiros, consideramos que
o facto de um parente próximo receber nome homónimo ao do avô, com a
inclusão do apelido Noronha, permite compreender que foi usado o referido
sobrenome no seio dos seus familiares, sem ser possível determinar as
circunstâncias que levaram à omissão de tais pormenores em Portugal e
seu avivamento em Minas.

Para além dessas circunstâncias, é valoroso salientarmos que os documen-


tos não esclarecem se os familiares de Noronha mantiveram relações com
a arte da talha ou da arquitectura, que permitam identificar tradições que
poderiam ter condicionado a formação do entalhador. Seu pai foi mercador e
um de seus tios, José Rodrigues, era tanoeiro,48 profissional que se dedicava
a fazer ou consertar tonéis e recipientes utilizados, costumeiramente, para
transporte de cargas perecíveis em navios. As relações com os negócios do
mar aparecem, por vezes, circundado a família de Noronha, pois apuramos
que as moradas onde viviam seus familiares estavam, em grande parte,
localizadas próximas ao Rio Tejo. Soma-se aos sinais detectados a destina-
ção feita pelo entalhador, em seu testamento, de valores que deveriam ser
enviados à irmandade de Nossa Senhora das Chagas (Lisboa).49 Sabemos que
era comum entre os homens que no Brasil viviam, especificar quantias para
igrejas e irmandades portuguesas, como parte do elo que ainda mantinham
com o local de origem. Contudo, pensamos ser curiosa a menção à igreja das
Chagas, por ela estar vinculada à irmandade de Nossa Senhora das Chagas,

188
Santos Pacheco de Lima (1684-1768) e José Coelho de Noronha (1705-1765)... - Sílvia Maria Cabrita y Aziz José de Oliveira

composta, exclusivamente, por homens envolvidos com as profissões que se


dedicavam aos trabalhos no mar, como salientou Carlos Testa50.

Assim, identificamos a família de Noronha envolvida com ocupações distin-


tas daquelas que nortearam a sua carreira. Essa inferência instaura alguns
entraves às tentativas de se compreender as origens de sua formação. Como
hipótese, sujeita a averiguações, suspeitamos que seu envolvimento no ofício
das artes foi motivado por razões económicas, pois ficou órfão jovem, evento
esse que pode ter sido decisivo para que fosse encaminhado ao aprendizado,
uma vez que o mestre se tornava responsável por suprir as necessidades
elementares de seus discípulos. Além disso, as efetivas relações de Noronha
com o fazer artístico também podem ser ratificadas por intermédio da sua
actividade como irmão na Ordem Terceira do Carmo, considerando-se para
essa assertiva as pesquisas de Sílvia Ferreira51 que delimitaram que foi usual,
entre oficiais mecânicos portugueses, a vinculação a essa Ordem.

Em Minas, identificamos os primeiros registos de Coelho de Noronha cerca


de 1744-1745, quando fixou residência em Santa Bárbara, motivado pela
produção do retábulo-mor da igreja Matriz de
Santo António.52 Em seguida, a partir de 1747, o
artista mudou-se para Mariana para se dedicar à
fábrica de alguns retábulos da Sé. No ano de 1749
encontrava-se em Ouro Preto53 e lá alugou nova
morada a 2/04/175154. Estabelecido em Ouro Preto,
a 21/06/1752, Noronha foi aceite como membro
da Ordem Terceira de Nossa Senhora do Carmo55.
Essa informação elucida sua distinção social, visto
ser esse um pré-requisito para a admissão na refe-
rida irmandade, como delimitado por Caio Boschi56.

A permanência de José Coelho em Ouro Preto


é assegurada até Novembro de 1754, data em
que finalizou os serviços na Matriz do Pilar57.
Desconhecíamos o seu destino a partir desse
ano, mas pesquisas recentes esclareceram que
em Dezembro de 1754, Noronha encontrava-se
em São João del-Rei, associando-se à Irmandade
do Santíssimo, em 175558. Certamente, entre 1755-
1758, o entalhador dedicou-se a produzir a talha da
capela-mor da Matriz do Pilar (São João del-Rei),
pois no seu inventário foram registadas quantias
em dinheiro a receber por essa obra59.

Aos 24 dias do mês de maio de 175860 Coelho de Noronha deslocou-se a Vila Fig. 4. Retábulo-mor da
igreja matriz de Nossa
Nova da Rainha (Caeté), onde obteve direitos para executar o retábulo-mor da Senhora Bom Sucesso.
Matriz de Nossa Senhora do Bom Sucesso. Assistindo em Caeté, a 4/12/1763, Fotografia de Aziz José
Noronha registou em cartório o seu testamento61. Essa informação é indício de Oliveira Pedrosa. 2017.
Caeté. Brasil. 189
Universo Barroco Iberoamericano

de que, possivelmente, as obras do retábulo-mor se alastraram por tempo


superior ao planeado ou, até mesmo, que durante esse momento dedicava-se
a outros trabalhos na região. Posteriormente, encontramos reclamações por
pagamentos, não efectuados, referentes à obra do retábulo-mor do templo
de Caeté, que foram ajustados em Junho de 176562.

Na Fazenda da Boa Vista, aos 12 dias do mês de setembro de 1765, faleceu de


morte violenta José Coelho de Noronha, que foi sepultado na Matriz de Santo
António (Tiradentes), envolto no hábito religioso dos carmelitas.63 Deixou
uma esposa de nome Josefa Maria Ana Joaquina, com quem não teve filhos,
que se recolheu no Convento de Nossa Senhora da Conceição (Macaúbas).
Cabe-nos destacar que é fragmentada a narrativa social e artística do enta-
lhador em Minas, porque sua geografia de actuação foi determinada pelas
oportunidades de trabalho que despontavam, em regiões distintas do extenso
território. Acrescentamos a essas ocorrências a massiva eliminação de ar-
quivos do período, que silenciaram registos essenciais sobre as temáticas
que analisamos.

Descritos os momentos basilares que ilustram


a vida de Coelho de Noronha, seguimos com
breve panorama de sua prática laboral, que
engloba a elaboração de traças, execução de
retábulos e projectos de arquitectura64. A sua
primeira obra conhecida, em Minas, foi a fatura
do retábulo-mor da Matriz de Santa Bárbara,
no ano de 1745,65 que, em data incerta, foi subs-
tituído por outro modelo. Os fragmentos rema-
nescentes dessa peça encontram-se, actual-
mente, depositados no Museu da Inconfidência
(Ouro Preto).

Finalizado esse trabalho, no ano de 1747, o en-


talhador envolveu-se na fábrica de retábulos
para a Sé de Mariana, nomeadamente, o de N.
S. da Conceição,66 de N. S. do Rosário (1750),67
de Santo António (c.1748 – 1749), São Miguel e
Almas (1749)68 e São José (atribuído). No ano
de 1749 executou um oratório para a capela do
Palácio do Bispado (Mariana)69. Em 1750 fez
conserto no retábulo da Senhora do Terço, da
Matriz de António Dias (Ouro Preto)70.

No ano de 1752 Noronha foi pago por “acrés-


Fig. 5. Retábulo-mor da cimo do resplendor e figura do trono da capela-mor”71 da Matriz de Nossa
igreja matriz de Nossa
Senhora do Pilar (Ouro Preto), local onde realizou outros trabalhos em 1753,72
Senhora do Pilar. Fotografia
de Aziz José de Oliveira quando integrou a equipe que procedeu à avaliação do retábulo-mor, cuja
Pedrosa. 2016. São João d´el obra inicial ficou a cargo do entalhador Francisco Xavier de Brito. No mesmo
190 Rei. Brasil.
Santos Pacheco de Lima (1684-1768) e José Coelho de Noronha (1705-1765)... - Sílvia Maria Cabrita y Aziz José de Oliveira

templo, no ano de 1754, Noronha arrematou diversas obras de reparo do


retábulo-mor73.

Entre 1755-1758 Coelho de Noronha empreendeu a execução da talha da


capela-mor da igreja Matriz de Nossa Senhora do Pilar (São João del-Rei)74.
Acreditamos que foi ele o entalhador que, em 1757, recebeu pagamentos
por serviços de entalhe na Matriz de Tiradentes, cujos registos o identificam
como José Coelho, suprimindo o apelido Noronha75. Em seguida, foi por ele
arrematada a execução do retábulo-mor da Matriz de Caeté76.

Desconhecemos outras intervenções por Noronha realizadas após 1763, salvo Fig. 6. Figura alada em meio-
corpo. Capela-mor da igreja
um risco de arquitectura para o novo prédio da Matriz de São João Batista
matriz de Nossa Senhora do
(Barão de Cocais), cujo pagamento foi acertado em 176277. Esse apontamento Pilar. Fotografia de Aziz José
demonstra a versatilidade do artífice, que manteve o trânsito entre os ofícios de Oliveira Pedrosa. 2017.
de entalhador e arquitecto, cuja obra explicita sua erudição e preparo técnico, São João d´el Rei. Brasil.
acentuados pelo domínio da acção intelectual
do projecto. Lamentavelmente, não é possível
precisar, na actual estrutura da edificação da
Matriz de Barão de Cocais, características e
traços do Noronha arquitecto, devido, principal-
mente, ao facto desse projecto ter sido alterado
posteriormente por António Francisco Lisboa,
o Aleijadinho78.

Para todos os serviços José Coelho contou com


uma oficina,79 que o auxiliou desde as suas in-
tervenções na Matriz de Santa Bárbara até à
sua obra final no templo de Caeté. Eram oficiais
do referido núcleo de trabalho, os entalhadores
Amaro dos Santos e Manoel João Pereira80.

Por fim, inferimos que, provavelmente, diver-


sos outros objectos de talha, ou até mesmo de
arquitectura, possam ter sido elaborados por
José Coelho de Noronha. Entretanto, perma-
necem encobertos pela ausência de vestígios
documentais ou, até mesmo, de identificação
da intervenção do entalhador na produção des-
sas peças.

A contribuição que por ora apresentamos é o quociente de esforços que Conclusão


vislumbraram minimizar os vazios que perduram na historiografia da arte
luso-brasileira. Assim, as linhas redigidas ilustraram análises subsidiadas
em pesquisas arquivísticas, que possibilitaram o emergir de dados inéditos
acerca dos lisboetas Santos Pacheco de Lima (1684-1768) e José Coelho
de Noronha (1705-1765), que exerceram fulcral papel para a configuração
191
Universo Barroco Iberoamericano

estética da arte da talha em Portugal e em Minas Gerais, respectivamente.


Nesse sentido, a história de Santos Pacheco foi revista, a partir do exame
de documentos já publicados e outros inéditos, que permitiram reconstruir
fragmentos do seu ambiente social e artístico. Por sua vez, carecia à biografia
de Noronha os traços do seu passado em Lisboa, elementos esses depurados
no presente texto. Sublinhamos a oportunidade de se reunir, neste ensaio, a
síntese da vida e obra de Santos Pacheco e de Coelho de Noronha, visto que
trabalhamos com a hipótese da permanência de um ainda mal conhecido
universo artístico e cultural, no qual se moviam esses artistas, susceptível de
revelar possíveis relações mantidas entre eles, em que o primeiro pode ter
influenciado o fazer artístico do segundo. Reconhecemos pela análise efectua-
da à obra dos dois artistas que, na talha executada por Noronha, repercutiam
aspectos que definiam a obra de Santos Pacheco de Lima, tomando como
exemplo clarificador o retábulo-mor da igreja de Santa Catarina (1727-1730).

Sabemos que ambos os artistas tiveram como morada, em Lisboa, uma


localização geográfica próxima. A vivência de Noronha nessa região, cer-
tamente que lhe possibilitou conhecer o retábulo-mor da igreja de Santa
Catarina, cujas referências foram por ele aclimatadas nos templos de Minas,
perpetuando expressões que caracterizaram a dita obra lisboeta, como, por
exemplo, a predominância do caráter arquitectónico, o uso de pares de co-
lunas de tipologia salomónica, tão vivamente presentes nos retábulo-mores
das Matrizes de São João del-Rei e de Caeté. Do mesmo modo, observamos
na talha produzida por Noronha a repercussão do gosto pelo uso de anjos
em específicas regiões da peça retabular, tal como fez Santos Pacheco.
Além das conformidades pontuadas nas dimensões dessas figuras e da
harmonia que mantêm com os demais ornamentos do retábulo, verifica-se
ainda análogo tratamento escultórico da face, do grafismo dos cabelos en-
cerrados em cachos e topetes, dos movimentos gestuais e do desenho dos
seus corpos e asas.

Dentro dessas perspectivas, destacamos as figuras de cariátides que ladeiam


a tribuna do retábulo-mor da igreja de Santa Catarina que, curiosamente,
também pontuam no retábulo-mor da Sé de Viseu, igualmente projectado
por Santos Pacheco. Esses dois exemplares elucidam a possível fonte que
serviu como inspiração para Noronha confeccionar esculturas semelhantes,
que ocupam as ilhargas da capela-mor da Matriz de São João del-Rei, 81 uma
vez que essas figuras repetem correlata configuração das cariátides das
igrejas indicadas: a gestualidade; o desenho do panejamento que finaliza
o meio-corpo, integrando-o com a pilastra; e a mesma arrematação em
bouquet de flores.

Além disso, demonstrou-se que, presumivelmente, semelhantes esculturas a


meio-corpo ornaram as ilhargas da capela-mor da Matriz de Santa Bárbara,
onde Noronha esteve activo em 174582. Tal hipótese surgiu diante da exis-
tência de esculturas de cariátides no retábulo de Nossa Senhora do Carmo,
da supracitada igreja. Provavelmente, essas peças são oriundas da antiga
192
Santos Pacheco de Lima (1684-1768) e José Coelho de Noronha (1705-1765)... - Sílvia Maria Cabrita y Aziz José de Oliveira

capela-mor, reaproveitadas em função da substituição do projecto inicial


por outra obra, em data desconhecida. Justifica-se tal asserção perante a
semelhança formal e escultórica das cariátides de Santa Bárbara com os
mesmos seres míticos alocados na capela-mor da Matriz de São João del-Rei,
cuja fatura é devida ao Noronha.

Tais episódios instigam-nos a colocar a hipótese de o Noronha ter trabalhado


na oficina que se incumbiu da produção do retábulo-mor da igreja de Santa
Catarina, debaixo das instruções de Santos Pacheco. Hipótese que, a ser
comprovada, explicará a repercussão dos feitios da talha de Santos Pacheco,
propagados por Noronha, em Minas. Todavia, no momento, desconhecemos
notícias sobre prováveis laços de convivência entre esses dois artistas, salvo
as fartas conexões que podemos estabelecer entre a obra de ambos, justifica-
das, entre outros factores, pela ascendência de uma similar escola de talha
que lançava mão de preceitos estéticos e formais equivalentes. Além disso,
não afastamos a ideia de que mesmo que Noronha não tenha trabalhado com
Santos Pacheco, deverá ter conhecido a sua obra do retábulo-mor da igreja de
Santa Catarina, uma vez que ele residiu na região onde se encontra o templo.

Enfim, salientamos que a referência à incorporação na talha mineira de


coordenadas estilísticas semelhantes às que observamos na obra de Santos
Pacheco tem como propósito sinalizar admissíveis respostas para as in-
fluências que permearam o fazer de Noronha, alicerçadas na instrução que
recebeu em Portugal e transplantou para as igrejas de Minas. Principalmente,
porque hoje sabemos que Noronha foi um dos agentes que permitiram ao
Brasil conhecer as formas e a estética que delimitaram o labor de Santos
Pacheco de Lima que, não obstante, encontrava-se imerso em um espaço
temporal paralelo ao de Coelho de Noronha. Por último, é nosso dever registar
que, a investigação apresentada no presente texto, se configura como um
módico contributo para colmatar alguns dos aspectos da vida e obra destes
mestres, remanescendo ainda uma vasta panóplia de interacções a serem
desvendadas sobre estes e outros nomes relacionados com a produção da
arte luso-brasileira.

193
Universo Barroco Iberoamericano

Notas 1.  Bolseira de investigação da Fundação para a Ciência e a Tecnologia com


projecto de pós-doutoramento intitulado: Presença, Memória e Diáspora: Des-
tinos da arte da talha em Portugal entre o Liberalismo e a actualidade (SFRH/
BPD/101835/2014), apoiado pela Fundação para a Ciência e a Tecnologia com fi-
nanciamento comparticipado pelo Fundo Social Europeu e por fundos nacionais
do Ministério da Educação e da Ciência.

2.  Doutor em Arquitetura, com projecto de pesquisa sobre a talha no Brasil Co-
lonial. Professor do Curso de Especialização em Arte Sacra da Faculdade Arqui-
diocesana de Mariana.

3.  Ferreira, Sílvia. “Entre o Assombro e a Perplexidade: a arte da talha da Lisboa


barroca vista pelos estrangeiros”. Lisboa e os Estrangeiros, Lisboa dos Estrangeiros
até ao terramoto de 1755. Textos de História, História da Arte e Literatura, Lisboa,
Grupo Amigos de Lisboa e Fundação das Casas de Fronteira e Alorna, págs. 97-
108.

4.  Germain Bazin, historiador de arte de origem francesa, dedicou-se larga-


mente ao estudo da arte luso-brasileira, publicando vários títulos sobre a mes-
ma, de entre os quais destacamos: L´Architecture Religieuse Baroque au Brésil.
Paris. Librairie Plon, 1956 e “Morphologie du Retable Portugais”. Belas Artes, 2ª
série, nº 5, 1953.

5.  Robert Smith, historiador de arte norte-americano, debruçou-se preferen-


cialmente sobre a arte da talha portuguesa e brasileira, vindo a publicar numero-
sos estudos sobre o tema. Sobre a vida e obra de Robert Smith, cf. AA.VV. Robert
C. Smith. A Investigação na História da Arte. Lisboa, Fundação Calouste Gulben-
kian, 2000.

6.  Cf. Dias, Pedro. História da Arte Portuguesa no Mundo (1415-1822). O Espaço
do Atlântico, Lisboa, Círculo de Leitores e Autor, 1999, págs. 456-460.

7.  Cf. Carvalho, Ayres de. “Novas Revelações para a História do Barroco em
Portugal”. Separata de Belas-Artes, n.º 20, Lisboa, 1964, pág. 59.

8.  Cf. Ibidem, págs. 62-63.

9.  Sobre a capela da ordem terceira de S. Francisco veja-se a obra de Barata,


Mário. Igreja da Ordem 3.ª da Penitência do Rio de Janeiro. Rio de Janeiro, Livraria
Agir Editora, 1975. Germain Bazin debruçou-se igualmente sobre a obra de talha
de Manuel e Francisco Xavier de Brito em: L´Architecture Religieuse Baroque au
Brésil, Tomo I, Paris, Librairie Plon, 1956, págs. 296-304, bem como Marcos Hill.
“Francisco Xavier de Brito: um artista desconhecido no Brasil e em Portugal”.
Revista do Instituto de Filosofia, Artes e Cultura, III, 1997, págs. 46-51, Idem. “A
Igreja da Ordem Terceira da Penitência do Rio de Janeiro”. Dia da Portas Abertas
- Barroco e Rococó - Igrejas do Centro Histórico do Rio de Janeiro, Rio de Janeiro,
IPHAN, 1997.

10.  Cf. Carvalho, Ayres de. “Novas Revelações para a História do Barroco...”,
op. cit., pág. 17.

11.  Cf. Idem, “Documentário Artístico do Primeiro Quartel de Setecentos


Exarado nas Notas dos Tabeliães de Lisboa”. Separata de Bracara Augusta, Vol.
XXVII, Braga, 1974, pág. 37.
194
Santos Pacheco de Lima (1684-1768) e José Coelho de Noronha (1705-1765)... - Sílvia Maria Cabrita y Aziz José de Oliveira

12.  Documento publicado por Carvalho, Ayres de. “Novas Revelações para a
História do Barroco (...)”, op. cit., pág. 59. Sobre a vida e obra de Santos Pacheco
veja-se os contributos mais recentes de: Ferreira, Sílvia. A Igreja de Santa Catari-
na de Lisboa. A Talha da Capela-mor. Lisboa, Livros Horizonte, 2008, págs. 53-62,
Idem, A Talha Barroca de Lisboa (1670-1720). Os artistas e as obras, tese de dou-
toramento em História (especialidade Arte, Património e Restauro), Faculdade
de Letras da Universidade de Lisboa, 2009, vol. II, págs. 557-562.

13.  1715. Carvalho, Ayres de. “Novas Revelações para a História do Barroco
(...)”, op. cit., págs. 59-60.

14.  Santos Pacheco teve seis filhos, dos quais recenseámos registos de
baptismo. Documentos publicados por Carvalho, Ayres de. “Novas Revelações
para a História do Barroco (...)”, op. cit., pág. 60. Recentemente localizámos
mais dois assentos de baptismo de filhos seus: António, nascido em 1722, e que
teve por padrinho frei António da Conceição, religioso da ordem de S. Paulo,
1.º Eremita e Fernando, nascido em 1725, tendo por padrinhos “Cosme Damião
Pereira, morador na Quinta das Conchas, e por procuração a Monteira mor
D. Catharina de Noronha”. Cf. Arquivo Nacional da Torre do Tombo (ANTT).
Registos Paroquiais da Freguesia de Santa Catarina, Baptizados,1721-31, fls. 51 e
117, respectivamente.

15.  ANTT. Registos Paroquiais da Freguesia de Santos-o-Velho, Óbitos, 1762-


1769, fl. 247v.

16.  ANTT. Cartório Notarial de Lisboa, n.º 3 (antigo n.º 11), Caixa 99, L.º 416,
fls. 71-71vº. Documento parcialmente publicado por Carvalho, Ayres de. “Novas
Revelações para a História do Barroco” (...), op. cit., págs. 64-65. Esta encomen-
da inseriu-se, possivelmente, na campanha de obras de reconstituição da igre-
ja, que um violento incêndio atingiu em 1707. Cf. Gonçalves, António Manuel.
“Convento de S. Francisco da Cidade”. Monumentos e Edifícios Notáveis do Distri-
to de Lisboa, vol. V, tomo II, Lisboa, Junta Distrital de Lisboa, págs. 29-31.

17.  Cf. Carvalho, Ayres de. “Novas Revelações para a História do Barroco (...)”,
op. cit., pág. 61, Idem. Catálogo da Colecção de Desenhos. Lisboa, Biblioteca Na-
cional de Lisboa, 1997, pág. 87. Recentemente, Pascoal Rodrigues foi identifi-
cado a testemunhar no assento notarial de contrato de obra de pedraria para o
convento beneditino da Estrelinha, quiçá indiciando participação sua nesse pro-
jecto. Cf. Ferreira, Sílvia. “A Igreja do Colégio Beneditino de Nossa Senhora da
Estrela de Lisboa: génese, destruição e recuperação/reinvenção de um patrimó-
nio”, consultável online em: “Conservar Património”, http://revista.arp.org.pt/
pt/revistas/prelo.html, [Consultado a 10 de Julho de 2017].

18.  Pascoal Rodrigues é mencionado na obra Santuário Mariano como autor de


uma estátua de pedra de Nossa Senhora do Loreto, destinada à fachada da igreja
homónima, da comunidade italiana de Lisboa. Nesse mesmo trecho do texto da
introdução ao vol. IX da obra, refere-se ainda que exercia as profissões de arqui-
tecto e escultor. Cf. Santa Maria, Fr Agostinho de. Santuario Mariano, t. IX, s./
np. 1722.

19.  Sobre as obras já recenseadas de Santos Pacheco, consulte-se: Ferreira, Síl-


via. A Talha Barroca de Lisboa (1670-1720)…, op. cit., págs. 557-562.

195
Universo Barroco Iberoamericano

20. ANTT. Livros do Distribuidor de Lisboa, Cx. 22, Liv. 87, de José de Valentim
Duarte, Junho de 1723, fl. 24. Informação gentilmente cedida por Rui Mesquita
Mendes, a quem agradecemos.

21.  Contrato e obrigação de João Francisco Vvayer com Santos Pacheco “ar-
chitecto”. ANTT, Livros do Distribuidor de Lisboa, Cx. 25, liv. 93, ano de 1729, de
António da Silva Canto, Janeiro de 1729, fl. 24. Informação gentilmente cedida
por Rui Mesquita Mendes.

22.  ANTT. Livros do Distribuidor de Lisboa, Cx. 28, Liv. 98, de Roberto Soares da
Silva, Novembro de 1734, fl. 50.

23.  Cf. Arquivo Paroquial da Igreja de S. Paulo, de Lisboa. Livro que serue de
Despeza da Comgregaçam do Devino Espericto Santo e Virgem Martere e Doctora
Sancta Catherina cita nesta Parochial Igreja de S. Paullo anno de 1726, fls. 34-35,
44-44v.

24.  Nomeadamente a 30 de Julho de 1737, data em que recebe mais 124.000 réis,
Ibidem, op. cit., fl. 49, e em outra ocasião em que aufere a quantia de 232.060
réis, Ibidem, op. cit., fl. 60v.

25.  Ibidem, fl. 71.

26.  Cf. Silva, Ana Cristina Rama, et. al. Memórias do Seixal, Seixal, Paróquia do
Seixal, 2013, pág. 19.

27.  Cf. Ferreira, Sílvia. A Talha Barroca de Lisboa (1670-1720)…, op. cit., vol. II,
págs. 557-562.

28.  Cf. Coutinho, Maria João Pereira. “O palácio do Monteiro-Mor e a visão da


arquitectura civil lisboeta na primeira metade de Setecentos por João Gomes da
Silva (1671-1738), 4.º conde de Tarouca”. IV Congresso de História da Arte Por-
tuguesa de Homenagem a José-Augusto França, Lisboa, APHA, 2012, págs. 78-80.
A prática de convidar para padrinhos dos seus filhos, pessoas influentes da corte
e encomendadores de obras suas, por parte dos artistas na época barroca, em
Lisboa, era recorrente e está comprovada em vários assentos de baptismo, no-
meadamente de filhos de arquitectos, pintores e entalhadores.

29.  ANTT. Conselho da Fazenda, Consultas Originais, 1669-1756, Mç. 1, Cx. 51.
Informação gentilmente cedida por Susana Varela Flor, a quem agradecemos.

30.  Cf. Ferreira, Sílvia. A Talha Barroca de Lisboa…op. cit, vol. II, págs. 557-562.

31.  ANTT. Livros do Distribuidor de Lisboa, Cx. 43, liv. 129, Tít.º de Roberto
Soares da Silva, Setembro de 1768, fl. 35. Informação gentilmente cedida por Rui
Mendes, a quem agradecemos.

32.  Ferreira-Alves, Natália. “De Arquitecto a Entalhador. Itinerário de um artis-


ta nos séculos XVII e XVIII”, I Congresso Internacional do Barroco-Actas. Porto,
Governo Civil do Porto e Reitoria da Universidade do Porto, 1991.

33.  Publicações da Diretoria do Patrimônio Histórico e Artístico Nacional. An-


tônio Francisco Lisboa: O Aleijadinho. Rio de Janeiro, nº. 15, 1951, págs. 29-31.

196
Santos Pacheco de Lima (1684-1768) e José Coelho de Noronha (1705-1765)... - Sílvia Maria Cabrita y Aziz José de Oliveira

34.  Bazin, Germain. A Arquitetura Religiosa Barroca no Brasil. Rio de Janeiro,


Editora Record, 2v, 1983.

35.  Martins, Judith. Dicionário de artistas e artífices dos séculos XVIII e XIX em
Minas Gerais. Rio de Janeiro, Publicações da Diretoria do Patrimônio Histórico e
Artístico Nacional, nº 27, 1974.

36.  Pedrosa, Aziz José de. José Coelho de Noronha: artes e ofícios nas Minas Ge-
rais do Século XVIII. Mestrado em Arquitetura e Urbanismo, Escola de Arquite-
tura, Universidade Federal de Minas Gerais, Belo Horizonte, 2012.

37. ANTT. Registos Paroquiais da Freguesia de Santa Catarina, Baptiza-


dos,1701-1721, fl. 56.

38. ANTT. Registos Paroquiais da Freguesia de Santa Catarina, Casamen-


tos,1684-1695, fl. 201v.

39. ANTT. Registos Paroquiais da Freguesia de Santa Catarina, Baptizados, 1686-


1701, fl. 91.

40.  Ibidem, fl. 81.

41. ANTT. Registos Paroquiais da Freguesia de Santa Catarina, Casamen-


tos,1707-1718, fl.274v.

42. ANTT. Registos Paroquiais da Freguesia de Santa Catarina, Baptizados, 1701-


1721, fl.256.

43.  Arquivo Histórico do Patriarcado de Lisboa (AHPL). Róis de Confessados da


Freguesia de Santa Catarina de Monte Sinai. Lisboa, 1692-1745. 1708, ui, 2456,
fl. 5v.

44. ANTT. Registos Paroquiais da Freguesia de Santa Catarina, Casamentos, 1695-


1707, fl. 217v.

45.  AHPL. Róis de Confessados..., op. cit., 1692-1745. 1697, ui 2444, fl. 22.

46.  AHPL. Róis de Confessados da Freguesia de Santa Catarina de Monte Sinai,


Lisboa 1692-1745: 1707, ui 2455, fl. 11; 1714, ui, 2462, fl. 5; 1716, ui 2464, s/nfl;
1733/34 ui 2493. 1733, fl. 25; 1699, ui 2447, fl. 23 v.; 1699, ui 2447, fl. 11v.; 1707,
ui 2455, fl. 11.; 1699, ui 2447, fl. 11v.; 1708, ui 2456, fl. 5v.; 1709, ui 245 fl. 6.;
1709, ui 245, fl. 10; 1711, ui 2459, fl. 6; 1711, ui 2459, fl. 10; 1712, ui 2460,fl. 5v.º;
1712, ui 2460,fl. 11v.; 1713, ui 2461,fl. 7; 1717, ui 2465, fl. 37; 1717, ui 2465, fl.
64; 1718, ui 2466 fl. 6; 1720, ui 2468,fl. 14; 1724, ui 2487 fl. 20v.; 1745, fl. 24v.

47.  AHPL. Róis de Confessados... op.cit., 1741, ui 2499, fl. 25v.

48.  Ibidem, 1730 ui 2491, fl. 21.

49.  Pedrosa, Aziz José de Oliveira. José Coelho de Noronha..., op. cit., pág. 253.

50.  Testa, Carlos. A Igreja das Chagas (Recordações). Lisboa, Typographia Uni-
versal de Thomaz Quintino Antunes, 1883.

197
Universo Barroco Iberoamericano

51.  Ferreira, Sílvia. A Talha Barroca de Lisboa (1670-1720)… op. cit. v. 1, págs.
262-263.

52.  Arquivo Eclesiástico do Arcebispado de Mariana. Livro de receitas e despesas


da Irmandade Santíssimo Sacramento, Matriz de Santo Antônio de Santa Bárbara,
1741-1805, fl. 22.

53.  Arquivo da Casa Setecentista de Mariana. Ações cíveis, Códice 251, Auto
6217, Cartório do 2º ofício, fl. 32.

54.  Arquivo da Matriz de Nossa Senhora do Pilar de Ouro Preto. Códice 3, Irman-
dade de Nossa Senhora do Pilar, fl. 20.

55.  Centro de Estudos do Ciclo do Ouro. Assentos e Profissões de Irmãos da Ven-


erável Ordem Terceira do Carmo de Vila Rica, Microfilme 193, vol. 2354, fl. 169v.

56.  Boschi, Caios Cesar. Os leigos e o poder: irmandades leigas e política coloniza-
dora em Minas Gerais. São Paulo, Ática, 1986, pág. 162.

57.  Arquivo da Matriz de Nossa Senhora do Pilar de Ouro Preto. Livro de Termos
da Irmandade do Santíssimo Sacramento. 1729-1777, vol. 224, fl. 89v.

58.  Pedrosa, Aziz José de Oliveira. José Coelho de Noronha..., op. cit., pág. 73.

59.  Arquivo do Escritório Técnico II do IPHAN, São João del-Rei. Inventário,


1765, Noronha José Coelho de, Inventariante: Leitão, Sebastião Ferreira, Caixa:
345, fl. 31v.

60.  Arquivo Público Mineiro. Seção Colonial, Delegacia Fiscal. Códice1075,


fl.104.

61.  Arquivo do Escritório Técnico II do IPHAN. São João del-Rei. Inventário,


1765, Noronha..., op. cit., fl. 10v.

62.  Ibidem, pág. 73.

63.  Arquivo do Escritório Técnico II do IPHAN, São João del-Rei, Inventário,


1765, Noronha, José Coelho de... op. cit, fl. 5.

64.  Pedrosa, Aziz José de Oliveira. José Coelho de Noronha ..., op. cit., pág. 75.

65.  Arquivo Eclesiástico do Arcebispado de Mariana. Livro da Irmandade do San-


tíssimo Sacramento. Santa Bárbara, 1741 – 1805, fl. 22.

66.  Arquivo Eclesiástico do Arcebispado de Mariana. Livro de receitas e despesas


da Irmandade de Nossa Senhora da Conceição, 1747-1810, fl. 5v.

67.  Martins, Judith. Dicionário de artistas e artífices dos séculos... op. cit., v. 1,
p. 185.

68.  Arquivo da Casa Setecentista de Mariana. Ações cíveis. Códice 251..., op. cit,
fl. 26.

198
Santos Pacheco de Lima (1684-1768) e José Coelho de Noronha (1705-1765)... - Sílvia Maria Cabrita y Aziz José de Oliveira

69.  Trindade, Cônego Raimundo Otávio da. Um pleito tristemente célebre nas
Minas do Século XVIII: contribuição para a história eclesiástica de Minas. São Pau-
lo, Empresa Gráfica da “Revista dos Tribunais” Ltda, 1957, pág. 10.
70.  Bazin, Germain. A Arquitetura Religiosa Barroca..., op. cit., v.2, pág. 76.

71.  Arquivo da Paróquia de Nossa Senhora do Pilar. Livro de receitas e despesas


da Irmandade do Santíssimo Sacramento. 1749-1810, vol. 218, fl. 23v.

72.  Arquivo da Paróquia de Nossa Senhora do Pilar. Livro de Termos da Irman-


dade do Santíssimo Sacramento. 1729-1777, vol. 224, fls. 81-81v.

73.  Ibidem, págs. 85-85v.

74.  Pedrosa, Aziz José de Oliveira. José Coelho de Noronha..., op. cit., pág. 92.

75.  Martins, Judith. Dicionário de artistas e artífices dos séculos XVIII e XIX ...,op.
cit., vol. 1, pág. 185.

76.  Arquivo Público Mineiro. Seção Colonial, Delegacia Fiscal. Códice 1075,
fl.104.

77.  Arquivo Eclesiástico do Arcebispado de Mariana. Livro de Termos da Irman-


dade do Santíssimo Sacramento da Matriz de São João Batista do Morro Grande.
1735 – 1815, fl. 103.

78.  Publicações da Diretoria do Patrimônio Histórico e Artístico Nacional. An-


tônio Francisco..., op. cit., pág. 30.

79.  Pedrosa, Aziz José de Oliveira. José Coelho de Noronha..., op. cit., pág. 161.

80.  Pedrosa, Aziz José de Oliveira. José Coelho de Noronha..., op. cit., pág. 161.

81.  Pedrosa, Aziz José de Oliveira. José Coelho de Noronha..., op. cit., pág. 127.

82.  Pedrosa, Aziz José de Oliveira. A produção da talha joanina na capitania de


Minas Gerais: retábulos, entalhadores e oficinas. Tese de Doutoramento, Escola de
Arquitetura, Universidade Federal de Minas Gerais, 2016.

199
Universo Barroco Iberoamericano

Clarificando los orígenes del pintor Nicolás Javier


de Goríbar: Nuevos datos sobre su familia paterna

Ángel Justo-Estebaranz
Universidad de Sevilla - [email protected]

Resumen Las noticias sobre la familia paterna del pintor barroco quiteño Nicolás Javier
de Goríbar son escasas hasta el momento. Los datos conocidos de sus pro-
genitores y de sus hermanos procedían fundamentalmente del testamento
de José Valentín de Goríbar, padre del artista. En este trabajo organizamos
el árbol genealógico, aportando y analizando documentación inédita que
permite conocer mejor a su familia paterna, sobre todo a su padre. De él
hemos descubierto su profesión, sus posesiones, sus hermanas y cuñados,
y también los problemas a que se enfrentó la familia en los años correspon-
dientes a la infancia del futuro pintor.
Palabras clave: Nicolás Javier de Goríbar, familia, Quito, siglo XVII, José
Valentín de Goríbar, Mariana Ruiz.

Abstract The information about the paternal family of the baroque Quiteno painter
Nicolás Javier de Goríbar is scarce until the moment. The known facts from his
parents and brothers came mainly from the will of José Valentín de Goríbar,
father of the artist. In this work we organize the family tree, contributing
and analyzing unpublished documentation that allows to know better his
paternal family, especially his father. We have discovered the profession of
his father, and also his possessions, his sisters and brothers-in-law, and also
the problems faced by the family in the years corresponding to the childhood
of the future painter.
Keywords: Nicolás Javier de Goríbar, relatives, Quito, XVII century, José
Valentín de Goríbar, Mariana Ruiz.

200
Clarificando los orígenes del pintor Nicolás Javier de Goríbar: Nuevos datos sobre su familia paterna - Ángel Justo-Estebaranz

Nicolás Javier de Goríbar es considerado uno de los pintores más impor- Introducción
tantes del Quito barroco. Tras Miguel de Santiago, los estudiosos sobre arte
quiteño lo nombran de manera recurrente como el pintor de mayor valía
dentro de la Real Audiencia. Asimismo, es identificado como autor de dos
series pictóricas emblemáticas: los Profetas de la Compañía de Jesús, y los
Reyes de Judá de Santo Domingo de Quito, conjuntos que no están documen-
tados. En cambio, son otras dos obras las que sí se pueden relacionar sin
género de duda con su autoría por estar firmadas: el retablo pictórico de la
Virgen del Pilar en Guápulo, y un grabado de la Provincia Jesuítica Quitensis.
Junto a ellas, conocemos otras de Goríbar que quedaron en su obrador a su
muerte1. Si poco se conoce sobre su obra, los datos sobre su vida tampoco
eran muy conocidos: se ha escrito mucho sobre su posible relación de dis-
cipulado con Miguel de Santiago, pero sin sustentarse en documentación
alguna. Incluso se apuntaba a una relación de parentesco con el maestro2.
Asimismo, se conocían algunos documentos, como el testamento de su pa-
dre, José Valentín de Goríbar, y alguna petición firmada por el propio pintor
al final de su vida. Costales Samaniego aportó también información sobre
el artista en base a un documento relativo a su hijo Francisco3. En nuestra
monografía El pintor quiteño Miguel de Santiago (1633-1706). Su vida, su obra y
su taller nos acercamos a la figura de Goríbar, analizando su obra firmada y
las atribuciones, y también aportamos documentación de archivo4. Además,
pudimos relacionar documentalmente a Goríbar con el obrador del maestro,
merced a una mención que hace en su testamento Isabel de Santiago, hija
de Miguel5. En este trabajo nos centramos en la familia paterna de Nicolás
Javier de Goríbar, a través de documentación inédita fechada entre 1621 y
1685. Junto al testamento de su padre, conocido pero no analizado totalmente,
otros documentos inéditos conservados en el Archivo Nacional del Ecuador
nos aportan una rica información sobre su familia paterna, que contribuye a
conocer mejor las condiciones en las que se crio y desarrolló su actividad el
artista. Gracias al análisis de esta documentación, aportamos información
relevante sobre la composición de la familia (Fig. 1), las relaciones familiares,
el lugar de residencia de la familia Goríbar Ruiz, los bienes de que disponían
y las disputas a que estos dieron lugar.
201
Universo Barroco Iberoamericano

Fig. 1. Árbol genealógico de la familia paterna del pintor Nicolás Javier de Goríbar. Fuente: elaboración propia.

Sobre la familia paterna El pintor, nacido en Quito, tenía sangre quiteña y castellana. Su abuelo pa-
del pintor Nicolás Javier terno, Miguel de Goríbar, era burgalés de nacimiento, mientras que Mariana
de Goríbar Ruiz, su abuela paterna, era quiteña, como indicaba Vargas6. De Miguel de
Goríbar localizamos un poder que otorgaba en febrero de 1621 a Pedro de
Salazar, procurador de causas de la Real Audiencia, para todos sus pleitos,
causas y negocios7. En este momento ya aparece mencionado como vecino
de Quito, aunque no se indica su procedencia. Su hijo José Valentín, padre
202
Clarificando los orígenes del pintor Nicolás Javier de Goríbar: Nuevos datos sobre su familia paterna - Ángel Justo-Estebaranz

del artista, nacería hacia 1626, como señalamos más adelante. Asimismo,
y gracias al testamento de este, que abordamos al final del texto, sabemos
que Miguel era natural de Burgos, y que no se había casado con Mariana
Ruiz, madre de sus hijos8. Moreno Egas y Morán Proaño localizaron a este
personaje como cobrador del Hospital Real en 16479.

Pero de otros dos familiares del pintor encontramos información más rele-
vante: de su abuela paterna, Mariana Ruiz, y de su padre, José Valentín de
Goríbar, hijo de esta. Al progenitor hemos podido situarlo en Quito en los años
de infancia de Nicolás Javier gracias a varios documentos inéditos que tienen
relación con su situación familiar. Al igual que sus padres, José Valentín de
Goríbar era vecino del barrio quiteño de San Roque. De su lugar de residencia
tenemos noticia merced a varios documentos donde su casa se menciona en-
tre los linderos de los propietarios. Por ejemplo, en un censo que establecen
Gerónimo de Castro y doña Margarita Ruiz de Alvarado a favor del Hospital
Real de la Caridad de 500 pesos de principal, se mencionan sus casas como
linderas con las de Joseph Valentín Goríbar10. Gerónimo de Castro nombraría
a José Valentín albacea, como indica este en su testamento. Asimismo, en
1681 aparece mencionado en un documento de donación de un pedazo de
tierra en San Roque, lindera con la suya11. La donación la hacía al bachiller
Francisco Morillo, presbítero. Concretamente, se indica que los linderos eran,
“por otra parte” con las de Ventura indio cantor y tierras de José Valentín de
Goríbar. En el barrio de San Roque, donde viviría el pintor desde su infancia,
también residieron otros artistas durante la segunda mitad del siglo XVII,
algunos de procedencia indígena. Además del cantor antes mencionado, po-
demos citar a Francisco Tipán, a quien estudió Webster. Este artista, maestro
escultor, entallador, ensamblador, carpintero y arquitecto, especializado en
el diseño y construcción de retablos, vivió y trabajó durante toda su vida en
la collación de San Roque12. A lo largo de los años iría comprando casas y
terrenos, anexándolos al que ya poseía13. Emparentado con Tipán por parte
de su mujer estaba don Ventura Chuquicóndor, maestro guitarrero y cacique
principal de San Roque14. Asimismo, en un trabajo anterior aportamos los
nombres de otros pintores que residían en la misma collación: Bartolomé
Limpias, maestro pintor indio, y Pedro, indio pintor (ambos vecinos del barrio
de San Diego, perteneciente a la collación de San Roque), Juan Pillajo, indio
escultor y pintor, y Cristóbal de Jaramillo, oficial pintor. En el barrio del
Cebollar, también perteneciente a San Roque, había establecido su morada
Juan Francisco de Arteaga, oficial pintor negro (color pardo)15.

Junto con los documentos que mencionan los linderos, hay otros más intere-
santes por aportarnos información sobre su edad y sus relaciones. Así, José
Valentín de Goríbar daba su testimonio el 24 de enero de 1668 en favor de
Beatriz Sánchez de la Cerna, vecina del barrio de San Roque a quien conocía
desde hacía más de 25 años16. Esta mujer se había casado quince años atrás
con Pablo García, negro horro que residía en Riobamba17. En este testimonio
se indica la edad de José Valentín de Goríbar, quien al momento de dar su
testimonio tenía 42 años poco más o menos. Ello nos lleva a situar su naci-
203
Universo Barroco Iberoamericano

miento hacia 1626, en años cercanos al nacimiento de Miguel de Santiago,


futuro maestro de su hijo Nicolás Javier18.

También hemos localizado alguna venta de terrenos por parte de José Valentín
de Goríbar. Junto con su madre, nombrada como María Ruiz, vendía en di-
ciembre de 1654 unas tierras a Andrés Garzón19. Concretamente, eran doce
cuadras y media de tierras que compraron en julio de 1651 a Joan de Aguilar,
que era albacea y tenedor de bienes de Hernando de Marcial, en términos del
pueblo de Yaruquí, en el llano que llaman Culquipamba. Las tierras se vendían
en 167 pesos20. Este Juan de Aguilar debe de ser Juan Chacón de Aguilar,
yerno de Mariana, a quien encontramos junto con su suegra en agosto de 1663
otorgando en Quito una fianza en favor de José Puerta sobre los diezmos que
se le remataron21. José de Puerta era también yerno de Mariana –aunque en
el documento no se indica con qué hija se había casado-, y consiguió que se le
rematasen los diezmos de españoles del partido de Cotocolla[o] y los de las
seis parroquias de Quito de españoles e indios, correspondientes a los años
de 1663 y 1664, por la importante cantidad de 2.600 pesos de a ocho reales.
Pero como no los había pagado, estaba “preso y ejecutado”. Juan Chacón
de Aguilar y Mariana Ruiz fiaban a José de Puerta, y se obligaban a que este
pagase la cantidad adeudada. Chacón empeñó para ello una estancia de dos
caballerías y media de tierra que tenía en el pueblo de Pinta[g], y unas casas
que tenían él y su suegra Mariana en el barrio de San Roque (“las partes que
de ellas tienen”). José Valentín de Goríbar aparece en este documento ya que,
conociendo la decisión tomada sobre unas casas que en parte le pertenecían
por una donación de su madre (de la que trataremos en el siguiente apartado,
y que había recibido a comienzos de los años 50´), consintió en la hipoteca.
Este dato, que podría parecer de escasa importancia, resulta de interés para
los hechos que ocurrirían en la siguiente década. En este momento tenemos
relacionados ya a tres protagonistas de un suceso muy desagradable que le
tocaría vivir a José Valentín.

Un grave problema Aunque José Valentín había consentido en empeñar las casas de San Roque,
familiar entre José tuvo que sufrir los desmanes de la familia merced a las manipulaciones de
Valentín de Goríbar, su cuñado Juan Chacón de Aguilar, quien trataba de alejarlo de la herencia
su madre y su cuñado de las casas de Mariana. De entre toda la documentación que hemos podi-
do localizar sobre la familia Goríbar, a mediados de los años 70´ del siglo
XVII hay varios documentos que hacen referencia a este problema familiar
surgido por motivos de índole económica. En esa época, el padre de Nicolás
Javier de Goríbar rondaba los 50 años. Aunque el relato comienza el 7 de
junio de 1676, cuando la abuela del pintor, Mariana Ruiz, hacía partición de
una casa, los hechos se retrotraen a varios años antes22. Nombrada como
mujer soltera residente en el barrio de San Roque, señalaba que tenía una
casa de cuartos bajos en el barrio, hacía más de cincuenta años, “quieta y
pasificamente sin contradicción alguna”, por haberlas comprado de “fulano
Tamayo”. La casa se componía de cuatro aposentos y uno que edificó Juan
de Aguilar, su yerno. De las dos tercias partes de la casa tenía ya dispuesto
204
Clarificando los orígenes del pintor Nicolás Javier de Goríbar: Nuevos datos sobre su familia paterna - Ángel Justo-Estebaranz

que se las dio al Bachiller Miguel de Goríbar, su nieto, clérigo subdiácono


e hijo de José Valentín de Goríbar. La donación la había realizado para que
este se ordenase, ya que en ese momento era clérigo subdiácono23. Ahora
aprobaba de nuevo esa data y señalamiento, para que fuese firme y valede-
ra. En el momento de la firma del documento, Mariana quería disponer de
la otra tercia parte, dándosela a Nicolás Chacón, su nieto, hijo legítimo de
Casilda de Goríbar, su hija natural ya difunta, y de Juan de Aguilar Chacón.
Esta parte se encontraba donde tenía edificado Juan de Aguilar Chacón su
aposento. Asimismo, incidía en la necesidad de que su yerno no pretendiese
más derecho a la casa, ni ocasionase ni causase pleitos al Bachiller Miguel
de Goríbar24. Como indica en el documento, anteriormente le había donado
por escritura la mitad de esas casas a Juan de Aguilar Chacón, y ya que no
había podido revocarla hasta el momento, lo hacía ahora.

Parece que Mariana Ruiz tenía muy presente la manera de proceder de


su yerno Juan de Aguilar Chacón, y temiendo que en un futuro volviese a
tratar de manipularla a ella o a otros familiares en detrimento de Miguel de
Goríbar (hijo de José Valentín, a quien tanto había perjudicado, como se verá
después), ahora dejaba firme esta escritura. Para ello, declaraba que sus
hijos naturales eran José Valentín, Juana, María y Casilda, señalando que las
tres hijas ya habían fallecido, y que solo había quedado un hijo de Casilda:
Nicolás Chacón25. Como Juana y María habían muerto sin testar, Mariana
quedó como heredera, pudiendo hacer con sus bienes “lo que le pareciere”,
sin que Nicolás Chacón ni su padre pudieran pretender derecho. Asimismo,
indicaba que José Valentín se encargó de los entierros y funerales de sus
hermanas Juana y María, que costaron 100 pesos, “a que tiene derecho en
su cobranza”, pues los había abonado de su propio dinero26. Ahora, Mariana
daba poder a Juan Chacón de Aguilar para que poseyera la tercera parte
con su hijo y sus descendientes, “y continue sus fabricas”. José Valentín de
Goríbar, presente, aceptaba esta escritura, en su nombre y en el de su hijo
legítimo Miguel.

Una vez realizada esta partición de tierras, Mariana Ruiz procedió a formular
una petición de perdón a su hijo José Valentín, en la que se aclara por qué
obraba con tanto cuidado en relación a la partición de la casa antes mencio-
nada27. Para ello, la señora comparecía en su casa del barrio de San Roque
de Quito el 28 de junio de 1676. El testimonio que ofrecía ante el escribano
resulta llamativo, por reconocer Mariana una bajeza moral que afectó al honor
de su hijo, quien, según los diferentes testimonios documentales que hemos
podido recabar, solía actuar de forma generosa y justa. La madre reconocía
que tenía como hijo natural al licenciado José Valentín de Goríbar, “que se
[h]a criado en los estudios y Hospital Real de la Charidad de esta Ciudad
ocupado en los exercicios de Medicina”, aprendiendo esta facultad y proce-
diendo con muy buen crédito. Asimismo, señalaba que se había portado con
ella como hijo obediente y temeroso de Dios, “supliéndole sus necesidades,
y a sus hermanas hijas de la otorgante con toda charidad desde que tubo
uso de razón hasta ahora”. Parece que en días pasados, con ocasión de un
205
Universo Barroco Iberoamericano

desencuentro entre ambos28, ella, “llevada de su condición y rigor temera-


rio”, lo negó diciendo que no era hijo suyo ni de Miguel de Goríbar “y otras
raçones descompuestas”, que supusieron un descrédito para José Valentín
“siendo de tan buenos procedimientos”29. El motivo de la declaración de
Mariana en este momento era el pesar que tenía por haber agraviado a su
hijo sin causa justa. Por eso, antes de su fallecimiento, quería descargar su
conciencia y cumplir, de tal manera que quería que esta declaración sirviera
“por declaración judicial y competente y como si fuera fecha en contradictorio
juicio”. Gracias a este dato sabemos que José Valentín de Goríbar era hijo
natural de Mariana y de Miguel de Goríbar, natural de España ya difunto, y
que este lo conoció, crio y alimentó como tal hijo. Asimismo, que “lo puso”
en la escuela, estudios y Hospital, cuidando de él siempre, desde que nació
hasta que murió “que abra V[ein]te dos años”30. La madre reconocía que
había injuriado a su hijo por fragilidad humana, y con el apoyo de su yer-
no, Juan Chacón. Con mala voluntad, este insistió a Mariana en negar que
Miguel de Goríbar fuese el padre de José Valentín, fundamentalmente por
motivos económicos, pues de su exclusión saldría él beneficiado. De hecho,
al enojo materno y a las palabras de Chacón se unía una escritura que este
le insistió en hacer ante el escribano público Juan de Arce. Ahora aprove-
chaba Mariana para revocar dicha escritura31. Chacón quiso sacar partido
de este desencuentro, queriéndose llevar “por medios cautelosos lo que no
le toca”: peroles grandes, pequeños, una alfombra y otras alhajas por valor
de más de 200 pesos de a ocho reales. En cambio, su hijo José Valentín no
había recibido nada de valor. Por esta razón, ahora Mariana, por obra pía,
había donado al Bachiller Miguel de Goríbar, su nieto, clérigo diácono, las
dos terceras partes del solar y casas de la parroquia de San Roque por dos
escrituras ante el escribano real Antonio de Verçosa. Quería la otorgante que
a título de ellas se ordenase sacerdote.

Según el documento, el padre de Nicolás Javier de Goríbar debía de ser un


hombre diligente, solícito y, en definitiva, bueno. Las palabras de la abuela
paterna ayudan a entender mejor el ambiente familiar de que disfrutó el fu-
turo pintor en su casa quiteña, así como las tensiones que ciertos parientes
habían provocado.

Un mes después de solucionado el problema con José Valentín, Mariana


Ruiz pudo hacer testamento el 26 de julio de 1676, y ese mismo día se “sacó
un tanto de este testamento en pliego de a 6 reales”, entregándose a José
Valentín de Goríbar32. Mariana reconocía ser hija natural de Juan Ruiz y de
doña Catalina Sunba, ya difuntos. Al momento de testar se encontraba sana
y en entero juicio. Mandaba que su cuerpo fuese sepultado delante del altar
del Santo Cristo de la Misericordia de la parroquia de San Roque, donde
estaban enterrados sus padres e hijos. Asimismo, ordenaba que el cura de
la parroquia acompañase su cuerpo con cruz alta y doble de campanas. La
limosna la pagaría su hijo José Valentín, quien le haría el entierro de limosna,
por estar pobre y sin bienes algunos33.

206
Clarificando los orígenes del pintor Nicolás Javier de Goríbar: Nuevos datos sobre su familia paterna - Ángel Justo-Estebaranz

Tras las mandas forzosas, declaraba ser soltera y no haber estado casada.
Asimismo, indicaba los hijos que había tenido con Miguel de Goríbar, soltero
“y con palabra de casamiento”: Juana, José Valentín de Goríbar, Casilda y
Ana de Goríbar, habiendo fallecido ya las tres hijas. Casilda se había casado
con Juan Chacón, vecino de Cuenca y que en ese momento residía en Quito,
con el que había tenido a Nicolás Chacón, que ahora tenía 21 años34. Junto a
estos hijos tuvo otra hija, también natural: María Uribe, que murió seis meses
antes de que su madre testara, sin dejar herederos y pobre. A esta también
la enterró de limosna a su costa José Valentín de Goríbar35.

Mariana vuelve a tratar ahora el tema de las casas que había comprado
con su hija Juana (“con nuestro dinero adquirido del trabajo personal que
tuvimos”), cubiertas de teja y paja y en el barrio de San Roque. Aunque no
recordaba cuánto le costaron, señala que valdrían 600 pesos, y que tenía una
paja de agua. Los recados de estas casas estaban en poder de Juan Chacón,
“por avermelos sacado con engaños”. Ahora mandaba que sus herederos lo
cobrasen del susodicho. Asimismo, declaraba que ella y su hija Juana impu-
sieron una capellanía perpetua de misas rezadas en favor de José Valentín
de Goríbar para que se ordenase sacerdote y dijese las misas por su alma y
la de su hija y deudos más cercanos36. Este punto resulta de notable interés
para nosotros, pues debido a ciertas peripecias José Valentín no se ordenó
y tuvo a Nicolás Javier, futuro pintor. El relato de los acontecimientos es el
siguiente: José Valentín marchó a la ciudad de Trujillo con la intención de
ordenarse, ya que entonces no había obispo en Quito (la sede estaba vacante).
Al llegar a Guayaquil se enteró del fallecimiento del obispo de Trujillo, “por
cuya causa se volvió”, y estando en esta ciudad contrajo matrimonio con
Agustina Martínez Díaz37. Por eso, ahora mandaba Mariana que la capellanía
la sirviese el Bachiller Miguel de Goríbar, hijo del anterior, que también se
ordenó de Epístola (es decir, de subdiácono38) a título de esta capellanía.

En su testamento, Mariana aprovechaba para terminar de arreglar asuntos


pendientes tocantes a las casas objeto de disputa por las manipulaciones
de Juan Chacón, que afectaron a José Valentín por cuanto le correspondía
una parte. Así, la testadora declaraba que el 3 de septiembre de 1652 había
donado las casas referidas a José Valentín y Casilda de Goríbar. Aunque en
ese momento indicó que las casas habían quedado por fin y muerte de Miguel
de Goríbar, padre de ambos, realmente las casas las habían comprado ella
misma y su hija Juana, “sin que para ello pusiese un r[ea]l tan solo el d[ic]
ho Miguel de Goribar”39. En este momento revocaba la donación de la mitad
de las casas que había hecho a Casilda de Goríbar, difunta, manifestando su
deseo de que ella o su heredero (Nicolás Chacón, su hijo) heredasen solo la
parte que le tocaba a Mariana en esas casas juntamente con José Valentín de
Goríbar. La parte de Juana la impusieron en vida de ella a favor de la capella-
nía y de su nieto Miguel. Ahora, sacando la parte de Juana, solo se debía partir
la porción que tocaba a Mariana entre el heredero de Casilda y José Valentín40.
Esta decisión la tomaba porque su hija Casilda no le sirvió ni la ayudó en sus
enfermedades ni en ninguna otra cosa. Asimismo, indicaba un dato de interés
207
Universo Barroco Iberoamericano

no mencionado en la documentación notarial hasta entonces: Casilda se había


casado con Juan Chacón de Aguilar en contra de la voluntad materna. Aun
así, Mariana entregó a su hija diversos bienes para su vestimenta, adorno y
ajuar doméstico, que detallaba: dos peroles de cobre con un valor de 50 pe-
sos, vestidos, una alfombra, camisas, dos mantos, mantellinas, gargantillas
y zarcillos de oro, y otras muchas cosas41. En cambio, a su hijo José Valentín
no le había dado nada, siendo él quien la había estado sustentando y seguía
haciéndolo “como buen hijo”. A su nieto Nicolás Chacón lo había tenido a su
cargo, pues su padre no lo había cuidado, habiéndose dedicado en cambio a
vender y disipar los bienes muebles que dejó Casilda, sin tener en cuenta a
su hijo, el heredero de los mismos42. Finalmente, la testadora nombraba por
sus herederos universales a José Valentín y a Nicolás Chacón, y por albacea
al mismo José Valentín.

La familia Goríbar Como reconocía Mariana en su testamento, tras frustrarse la ordenación


Martínez: los padres y sacerdotal de José Valentín de Goríbar, este fundaría una familia en Quito.
hermanos del pintor Contrajo matrimonio con Agustina Martínez Díaz, con la que tendría cuatro
hijos: un clérigo, un pintor, y otros dos cuyo oficio desconocemos.

En cuanto a la formación y profesión de José Valentín de Goríbar, por testi-


monio materno ante notario sabemos que recibió formación como médico
en el Hospital Real de la Caridad, lo que le habilitó para ejercer la medicina
en la ciudad, constituyendo hasta ahora el primer caso documentado en el
Quito barroco de progenitor médico de un pintor. Quizás, su vía de ingreso en
el Hospital se pudiera realizar gracias al trabajo de su padre. Sabemos que
Miguel de Goríbar tuvo relación directa con esta institución, pues aparece
mencionado como Cobrador del Hospital Real en 164743. En esos momentos,
José Valentín debería de tener unos 21 años. Si este ejerció la medicina como
médico de la ciudad o en el Hospital Real no lo podemos afirmar, pues en
los listados que ofrecen Moreno Egas y Morán Proaño no aparece, pero el
primero es incompleto, ya que faltan casi dos décadas en los años en que pudo
ejercer44. Lo que sabemos por el testimonio materno es que José Valentín
estaba “ocupado en los exercicios de Medicina”, y que tenía muy buen crédi-
to. En relación a los médicos del Hospital Real, entre 1646 y 1683, años que
corresponderían con la vida laboral de José Valentín, ejerció como médico y
cirujano el Doctor Juan Martín de la Peña45. La primera facultad de medicina
de la Real Audiencia de Quito se fundó en 1693 en la Universidad de Santo
Tomás de Aquino, por lo que hasta ese momento, los médicos que atendieron
en la capital se habían formado en universidades de otras ciudades46. Pero se
ha constatado que, dentro del Hospital, por la práctica cotidiana, había una
formación en el oficio de médicos a la que tuvieron acceso los indígenas, ya
que el médico del Hospital era el indígena Gabriel Toapanta, “medio cirujano”
en 1666 y cirujano en 1667. Quizás no solo los indígenas se formaran como
médicos en el Hospital, como parece indicar el caso de José Valentín. En
cuanto al hospital, se había fundado el 9 de marzo de 1565, y para la admi-
nistración y servicio de los enfermos la Audiencia determinó que se crease
208 la cofradía y hermandad de la Caridad y Misericordia47. Resulta extraño que,
Clarificando los orígenes del pintor Nicolás Javier de Goríbar: Nuevos datos sobre su familia paterna - Ángel Justo-Estebaranz

debido a su formación en esta institución, y disfrutando de una cierta posición


y sin problemas económicos, José Valentín de Goríbar no hiciese donación
alguna al Hospital Real ni a la Hermandad de la Caridad y Misericordia, pues
las gracias espirituales concedidas al hospital supusieron en esta época un
verdadero atractivo para que se hicieran donaciones de limosnas a la insti-
tución48. De cualquier manera, tampoco dio limosnas a otras instituciones
religiosas quiteñas, como se verá cuando abordemos su testamento.

Miguel, hermano mayor del pintor, recibió el apoyo de su abuela para ordenar-
se sacerdote. Nicolás Javier, a quien no se nombra, aún era menor. Si nació
en 1665, tendría entonces once años. Miguel vería cumplido el deseo de su
abuela, y se convertiría en coadjutor del cura párroco de Guápulo, don José
de Herrera y Cevallos, entre 1688 y 169949. Según Jaramillo Alvarado, el 23 de
marzo de 1695 consta Miguel de Goríbar como coadjutor de Guápulo, siendo
probable que el presbítero estuviese ya en 1688 en el santuario franciscano,
cuando Nicolás Javier bautiza a su hijo Francisco de Borja50. Miguel sería el
padrino del niño. Vargas Ugarte creía que Nicolás Javier, por la temprana
muerte de su padre, se educó con su hermano mayor51. Pero al morir José
Valentín, como pronto en 1685 (año en el que testa), Nicolás Javier estaba
próximo a cumplir la mayoría de edad. En cuanto a Francisco de Borja, debe
de ser el Francisco aludido por Costales Samaniego como uno de los dos hijos
del pintor junto con Juan Xavier52. Este autor indicaba que Francisco también
practicaba la pintura, y que pudo acabar algunos cuadros de su padre. El
historiador quiteño José Gabriel Navarro vinculaba la elección del nombre
de Francisco de Borja con una supuesta relación de Goríbar con la Compañía
de Jesús. Para ello tomaba como referente una leyenda que presentaba a
Goríbar siendo expulsado del taller de Miguel de Santiago tras retocar una
pintura del maestro, y que sería salvado de la miseria por los jesuitas, para
quienes trabajaría como mayordomo en una de las haciendas de estos en el
valle de Chillo, y luego realizando las pinturas de los Profetas de la iglesia
de la Compañía en Quito53. Pero ya señalamos en otro trabajo cómo esta
anécdota de la expulsión del taller es una leyenda tomada de otra relativa
a Rubens y Van Dyck54. Además, la situación económica de la que gozaba el
padre de Goríbar en su infancia y adolescencia hace recelar de esta versión.

Tras el fallecimiento de su madre, José Valentín de Goríbar hacía aprobación


de capellanía y agregación a ella en favor de su hijo, el Bachiller Miguel de
Goríbar, subdiácono55. El documento se firmaba el 26 de febrero de 1677, y
el padre aparece nombrado como licenciado y médico. En el documento se
recoge la fundación y las características de la capellanía fundada por Mariana
Ruiz el 16 de mayo de 1676. Era una capellanía perpetua de misas con el
título y nombre de Patronazgo de legos de 500 pesos de a ocho reales de
capital, que impuso sobre su casa en el barrio de San Roque, y que en ese
momento poseía José Valentín, con los cuartos bajos cubiertos de teja y paja
y acción de una paja de agua que entraba en ella. Lindaban con esta casa
unos solares de Juan Chacón de Aguilar, yerno de Mariana, ya citado. Ahora,
José Valentín nombraba por primer capellán y patrón de esta capellanía a su
hijo Miguel, con cargo de doce misas rezadas, dotadas a 12 reales con cargo 209
Universo Barroco Iberoamericano

de vino, cera y ornamentos que había de percibir de los réditos del principal
(que son 25 pesos de a 8 reales). Como esa fundación se hizo a favor de las
almas de Mariana Ruiz, ya difunta, de los padres de esta, del otorgante (José
Valentín) y de Miguel de Goríbar su padre “y demas almas de sus parientes y
bienhechores”, José Valentín de Goríbar aprobaba y ratificaba esta escritura
de fundación de capellanía y nombramiento de patrón y capellanes. Lo hacía
para que su hijo Miguel continuase los órdenes que había empezado hasta
que consiguiera el del sacro presbiterato. Además, agregaba a esta capellanía
90 pesos de a 8 reales que le debían los bienes de Mariana Ruiz, procedentes
del entierro y expensas funerales que hizo a su madre y a María de Uribe, su
hermana (en realidad, su hermanastra). Aunque ambos entierros costaron
180 pesos, la mitad le tocaba abonarlos a Juan Chacón de Aguilar como
marido que fue de Casilda de Goríbar56. Estos 90 pesos los imponía sobre la
parte que tenía Juan Chacón en las casas de San Roque. Con la agregación
realizada por José Valentín, el número de misas previstas crecería. Asimismo,
José Valentín de Goríbar hacía traspaso de la parte y porción que le había
dejado su madre, que era sobre la que estaba impuesta la capellanía. Gracias
a este documento sabemos que Mariana Ruiz falleció en algún momento
entre el 26 de julio de 1676 (momento en que se encontraba sana) y finales
de febrero de 1677, felizmente cuando la situación con su hijo José Valentín
estaba resuelta de modo favorable para él.

El 20 de septiembre de 1685, ocho años después del fin de los desagradables


acontecimientos en que se vio envuelto el progenitor del pintor quiteño, José
Valentín de Goríbar testaba en Quito57. El documento aporta valiosos datos, y
aunque ha sido mencionado por otros autores, estos no se detuvieron en todo
su contenido, sino que señalaron solo algunos datos58. Nosotros hicimos un
primer acercamiento al testamento en nuestra Tesis Doctoral y en nuestra
monografía El pintor quiteño Miguel de Santiago (1633-1706). Su vida, su obra y
su taller, y publicamos datos importantes sobre su descendencia59.

En este documento José Valentín indicaba que su padre era natural de Burgos,
mientras que su madre era quiteña. Al momento de testar se encontraba en-
fermo, pero en su entero juicio. Tal como hiciese su madre una década antes,
mandaba que su cuerpo fuese sepultado delante del altar del Santo Cristo de
la Misericordia de la parroquia de San Roque, donde estaban enterrados sus
deudos. Asimismo, indicaba que el cura de la parroquia acompañase su cuerpo
con cruz alta y doble de campanas, y que se le dijese misa cantada. Tras las
mandas forzosas, declaraba estar casado con Agustina Martínez Díaz, también
quiteña, siendo sus hijos el Bachiller Miguel de Goríbar, presbítero, Nicolás
Javier de Goríbar, Ángela Javier de Goríbar y Andrés Javier de Goríbar60.

Al momento de casar, le dieron en dote media cuadra de casa que formaba


parte del cúmulo de toda la casa que poseía en ese momento, con unas casas
viejas. Según declaraba, todo el edificio se había caído hacía “pocos días, por
ser biejo”. Probablemente se refiera exclusivamente a la parte de la casa
que había heredado, y no a toda su residencia. De hecho, indicaba que a esa
210 parcela había ido agregando otras, construyendo el edificio que poseía en la
Clarificando los orígenes del pintor Nicolás Javier de Goríbar: Nuevos datos sobre su familia paterna - Ángel Justo-Estebaranz

actualidad, “que compré todo de las personas que constan por la escriptura”.
En uno y otro había hecho los edificios y mejoras “que están de manifiesto”
(lo que indica que esta parte del edificio debía de estar en buen estado de
conservación al momento de testar). Además, estos edificios se encontraban
libres de censo, empeño e hipoteca61.

En su testamento demuestra cómo tenía relación con sus vecinos, pues señala
que Gerónimo de Castro, quien poseía tierras junto a su vivienda, lo nombró
albacea “de unos cortos bienes”, entre ellos de un pedazo de solar (el que
lindaba con su casa) que dejó a su hijo Gerónimo Castro, quien parece que
pretendía ingresar al mismo de modo injusto, según reconoce José Valentín62.

A Miguel de Goríbar, cuando se ordenó de sacerdote, le situó su patrimonio


en esta casa por una cantidad de 1.000 pesos. Al resto de sus hijos no les dio
nada por ser todos menores63. Por lo tanto, Nicolás Javier probablemente
tendría en 1685 menos de 21 años.

Aunque el testador no fue muy específico a la hora de detallar todas sus


posesiones, sí sabemos que entre ellas se contaban pinturas y grabados,
que Nicolás Javier tendría a la vista en su infancia. Concretamente, decla-
raba por sus bienes “los quadros y laminas que tengo dentro de mi casa”64.
Señalaba asimismo que repartiría estas obras entre sus hijos, añadiendo
“que en essa conformidad se lleven lo que les é señalado que son Cortos”.
Quizás se refiriera con ello a que los hijos eran de corta edad. Finalmente,
nombraba albacea testamentario a su hijo Miguel, y herederos a todos los
demás, dejando por tutora de los hijos menores a su mujer.

Según Grunauer Andrade, José Valentín murió en 1687, aunque no aporta


documentación alguna que sostenga esta afirmación65. Lo que sabemos por
el propio testamento es que, en septiembre de 1685, se encontraba enfermo,
pero no si falleció a causa de esa enfermedad y si lo hizo poco después o si,
por el contrario, sobrevivió varios años.

Los documentos inéditos que hemos analizado nos permiten trazar un pa- Conclusión
norama más completo del ámbito familiar de Nicolás Javier de Goríbar en
décadas en las que se tenía casi nulo conocimiento de las tensiones familiares
que hubo de presenciar siendo un niño, y hemos podido conocer mejor a su
padre, del que se tenía poca información tanto laboral como humana. Ahora
sabemos que José Valentín de Goríbar fue médico, y en lo personal, era un
hombre preocupado por mantener y ayudar a su familia. Tras un giro inespe-
rado de los acontecimientos que habían de llevarlo al sacerdocio, fundó una
familia en la que crecieron un sacerdote y un pintor que haría carrera entre
los últimos lustros del siglo XVII y el primer tercio del XVIII, y que trabajaría
con el mejor artista quiteño del barroco, Miguel de Santiago.

211
Universo Barroco Iberoamericano

Notas 1.  Dos cuadros pertenecientes a la iglesia de Guápulo, cuatro lienzos que tenía
que entregar al doctor don Gregorio Matheo, que solo estaban imprimados, y
otros lienzos sin acabar para el padre Pedro Álvarez de la Compañía de Jesús.
Diego Dávalos, mayordomo de la Cofradía de Nuestra Señora de Guadalupe, de-
mandaba la entrega de dos lienzos de dos varas de alto, uno de San Francisco
Xavier y otro de San Carlos Borromeo, que al morir don Carlos de Saboya los
donó para adorno de la iglesia. El padre Fernando María Consuiti, Procurador
del Colegio Máximo de la Compañía de Jesús, retiró tres cuadros: uno de San
Francisco Solano, otro de Santa Rosa de Lima y otro de Santa Rosa de Viterbo el
9 de enero de 1740. El documento está reproducido en Costales Samaniego, Al-
fredo. “El arte en la Real Audiencia de Quito. Artistas y artesanos desconocidos
de la “Escuela quiteña””. Arte colonial quiteño. Renovado enfoque y nuevos actores.
Quito, FONSAL, 2007, pág. 230.

2.  En el Diccionario Temático Abreviado Hispanoamericano aparece nombrado


como sobrino segundo de Miguel de Santiago. Véase Diccionario Temático Abre-
viado Hispanoamericano. Sevilla, Editorial J. R. Castillejo, S. A., 1989, pág. 328.
Gaya Nuño y Bernales Ballesteros, por su parte, lo consideran sobrino de Miguel
de Santiago. Véase Gaya Nuño, Juan Antonio. Historia del Arte Universal. León,
Editorial Everest, 1974, pág. 409, y Bernales Ballesteros, Jorge. “Arte Hispanoa-
mericano del Siglo XVII”. Historia General de España y América. Tomo IX-1. Ma-
drid, Ediciones Rialp, S. A., 1985, pág. 485. Bravomalo de Espinosa lo considera-
ba pariente de Miguel de Santiago por el apellido Ruiz, y además, discípulo de su
taller. Véase Bravomalo de Espinosa, Aurelia. Arte Colonial Ecuatoriano. Museo
de Bellas Artes. Guía Didáctica. Caracas, Museo de Bellas Artes, Departamento de
Educación y Extensión, 1987, pág. 3.

3.  Costales Samaniego, Alfredo. “El arte en la Real Audiencia de Quito...”, op.
cit., pág. 229.

4.  Justo Estebaranz, Ángel. El pintor quiteño Miguel de Santiago (1633-1706). Su


vida, su obra y su taller. Sevilla, Secretariado de Publicaciones de la Universidad
de Sevilla, 2013, págs. 321-334.

5.  Concretamente, señalaba la pintora en su testamento que tenía en poder de


Salvador Pabón “un lienzo de tres ninfas solamente por dos lienzos de a vara que
le ha de entregar que está a cargo de Nicolás Goríbar que aunque tengo entrega-
dos otros dos se restan los referidos entregándole dicho resto se recaudarán por
mis bienes dichas ninfas”. Véase ANE, sección Protocolos notariales, 4ª notaría,
vol. 65, fol. 129 r, y Justo Estebaranz, Ángel. El pintor quiteño Miguel de Santia-
go…, op. cit., pág. 307.

6.  Vargas, José María. Miguel de Santiago. Su vida, su obra. Quito, Editorial Santo
Domingo, 1970, pág. 45.

7.  Archivo Nacional del Ecuador (en adelante, ANE), sección Protocolos nota-
riales, 1ª notaría, vol. 97, fol. 409 v-410 r.

8.  ANE, sección Protocolos notariales, 4ª notaría, vol. 43, fol. 181 r. En una peti-
ción de perdón de Mariana Ruiz a su hijo, que estudiamos más abajo, se mencio-
na a Miguel de Goríbar como “hombre Español de los Reinos de España”. Véase
ANE, sección Protocolos notariales, 1ª notaría, vol. 244, fol. 246 v. Aunque no se
hubiese producido el enlace matrimonial entre Miguel y Mariana, según el tes-
tamento de ella había recibido su “palabra de casamiento”. Véase ANE, sección
Protocolos notariales, 1ª notaría, vol. 241, fol. 130 v.

9.  Moreno Egas, Jorge y Morán Proaño, Nancy. Historia del Antiguo Hospital San
Juan de Dios. Tomo I. Época colonial: El Hospital de la Misericordia de Nuestro Se-
ñor Jesucristo (1565-1830). Quito, Instituto Metropolitano de Patrimonio, Museo
de la Ciudad, 2012, pág. 61.
212
Clarificando los orígenes del pintor Nicolás Javier de Goríbar: Nuevos datos sobre su familia paterna - Ángel Justo-Estebaranz

10.  ANE, sección Protocolos notariales, 5ª notaría, vol. 54, fol. 69 r-72 r.

11.  ANE, sección Protocolos notariales, 1ª notaría, vol. 254, fol. 29 v-30 v.

12.  Webster, Susan V. Quito, ciudad de maestros. Arquitectos, edificios y urbanis-


mo en el largo siglo XVII. Quito, Abya-Yala, 2012, págs. 227-228.

13.  Idem, págs. 229-230. En 1683 compraba unas casas y terreno a los herederos
y viuda de Bartolomé Bilchón, maestro escultor. Webster cree que Tipán debió
adquirir todo el espacio del taller de Bilchón.

14.  Webster, Susan V. Quito, ciudad de maestros…, op. cit., pág. 229.

15.  Justo Estebaranz, Ángel. Pintura y sociedad en Quito en el siglo XVII. Quito,
Pontificia Universidad Católica del Ecuador, 2011, pág. 125.

16.  ANE, sección Protocolos notariales, 1ª notaría, vol. 221, fol. 293 r-v. En el
auto que figura a continuación del testimonio de José Valentín de Goríbar se
indica que Beatriz Sánchez de la Cerna era mestiza. Asimismo, se le concedía
licencia para que otorgase por sí sola escritura de venta del pedazo de tierra y
casa, por estar ausente su marido.

17.  Según el testimonio de Miguel Serrano Montenegro, su nombre era Pascual


García. Véase ANE, sección Protocolos notariales, 1ª notaría, vol. 221, fol. 293
r. Este se fue a Riobamba a los pocos días de casado, volviendo dos o tres veces
por pocos días a Quito.
En cualquier caso, y volviendo al testimonio de José Valentín de Goríbar, García
había vivido muy poco tiempo con su mujer. Para sustentarse, durante los últi-
mos dos años había tenido que vender muchos trastes y alhajas. Ella había com-
prado en 1646, siendo soltera, un pedazo de tierra a Francisca Chuitilla, india,
en la calle que va del convento de San Francisco a la cantera, construyendo una
casita de teja cubierta a media agua. Enferma y con necesidades, tenía que ven-
der el pedazo de tierra y casita, que estaba a riesgo de caerse y perder su valor.

18.  En algún otro documento aparece la firma de José Valentín en calidad de


testigo desde los años 50´. Por ejemplo, en un testamento de 1656. Véase ANE,
sección Protocolos notariales, 4ª notaría, vol. 14, fol. 125 v.

19.  ANE, sección Protocolos notariales, 4ª notaría, vol. 12, fol. 375 r-377 r.

20.  En un documento que resulta poco claro parece que, al haber pagado ya An-
drés Garzón 100 pesos, ahora se comprometía a pagar a los herederos del ante-
rior lo restante: a Bárbara Usuña 20 pesos, a Juan Marcial 20 pesos, y los 27 pesos
restantes a Maria(na) Ruiz y a Joseph Valentín de Goríbar. Véase ANE, sección
Protocolos notariales, 4ª notaría, vol. 12, fol. 376 v.

21.  ANE, sección Protocolos notariales, 5ª notaría, vol. 52, fol. 198 r-v.
Este personaje aparece mencionado en la documentación como Juan de Aguilar,
Juan Chacón de Aguilar o Juan de Aguilar Chacón.

22.  ANE, sección Protocolos notariales, 1ª notaría, vol. 244, fol. 242 r-243 r
(tachados 182 r-183 r).

23.  ANE, sección Protocolos notariales, 1ª notaría, vol. 244, fol. 242 r.

24.  ANE, sección Protocolos notariales, 1ª notaría, vol. 244, fol. 242 v.

25.  De estos hijos, declaraba que eran hijos naturales habidos con Miguel de
Goríbar los siguientes: José Valentín, Juana y Casilda. Véase ANE, sección Proto-
colos notariales, 1ª notaría, vol. 244, fol. 242 v.

26.  ANE, sección Protocolos notariales, 1ª notaría, vol. 244, fol. 242 v.
213
Universo Barroco Iberoamericano

27.  ANE, sección Protocolos notariales, 1ª notaría, vol. 244, fol. 246 r- 247 r
(tachados 186 r-187 r).

28.  “…con muy pequeña ocasión que le dio el d[ic]ho su hijo a la otorgante”.
Véase ANE, sección Protocolos notariales, 1ª notaría, vol. 244, fol. 246 v.

29.  ANE, sección Protocolos notariales, 1ª notaría, vol. 244, fol. 246 v.

30.  Ello situaría la muerte de Miguel de Goríbar en 1654, fecha que se contradice
con el testamento de Mariana, donde según los datos que aporta, Miguel debería
de haber muerto, como muy tarde, en 1652. Esta última fecha resulta más creíble
por efectuarse la donación de las casas que cita en el testamento en septiembre
de ese año, cuando habían quedado “por fin y muerte” de Miguel de Goríbar.

31.  ANE, sección Protocolos notariales, 1ª notaría, vol. 244, fol. 247 r.

32.  ANE, sección Protocolos notariales, 1ª notaría, vol. 241, fol. 130 r-131 v.

33.  ANE, sección Protocolos notariales, 1ª notaría, vol. 241, fol. 130 r.

34.  ANE, sección Protocolos notariales, 1ª notaría, vol. 241, fol. 130 v.

35.  ANE, sección Protocolos notariales, 1ª notaría, vol. 241, fol. 130 v. No co-
nocemos el nombre del padre de esta hija, pues nada se indica en el testamento.

36.  ANE, sección Protocolos notariales, 1ª notaría, vol. 241, fol. 130 v-131 r.

37.  ANE, sección Protocolos notariales, 1ª notaría, vol. 241, fol. 131 r.

38.  Según el Diccionario de Autoridades, el principal ministerio del subdiácono


era cantar la Epístola de la misa. Véase Diccionario de la lengua castellana. Tomo
III. Madrid, Viuda de Francisco del Hierro, 1732, pág. 537.

39.  ANE, sección Protocolos notariales, 1ª notaría, vol. 241, fol. 131 r.

40.  ANE, sección Protocolos notariales, 1ª notaría, vol. 241, fol. 131 r-v.

41.  Estos objetos, de cuya entrega no se otorgó carta de dote, corresponden con
los mencionados por Mariana en su petición de perdón a José Valentín, aunque
en este momento es más precisa.

42.  ANE, sección Protocolos notariales, 1ª notaría, vol. 241, fol. 131 v.

43.  Moreno Egas, Jorge y Morán Proaño, Nancy. Historia del Antiguo Hospital
San Juan de Dios. Tomo I..., op. cit., pág. 61.

44.  Ibíd, págs. 64-65.

45.  Ibíd, pág. 65.

46.  Ibíd, pág. 63.

47.  Ibíd, págs. 40-41.

48.  Ibíd, pág. 41.

49.  Navarro, José Gabriel. Contribuciones a la Historia del Arte en el Ecuador.


Volumen IV. Quito, La Prensa Católica, 1952, págs. 56-57.

50.  Jaramillo Alvarado, Pío. Los Profetas de Goríbar. Quito, Editorial Casa de
la Cultura Ecuatoriana, 1950, pág. 11. Jijón y Caamaño indicaba que en 1688
bautizaba a uno de los hijos de su matrimonio siendo padrino su hermano Mi-
guel, ya sacerdote. Véase Jijón y Caamaño, Jacinto. “Arte quiteño”. Conferencia
214
Clarificando los orígenes del pintor Nicolás Javier de Goríbar: Nuevos datos sobre su familia paterna - Ángel Justo-Estebaranz

pronunciada en la sala capitular de San Agustín, en junio 1949, con motivo del
II Congreso Eucarístico Nacional. Jacinto Jijón y Caamaño. Colección de textos
recopilados por J. Tobar Donoso. Quito, Biblioteca Ecuatoriana Mínima, 1960,
pág. 463.
Navarro reproducía el acta bautismal. El sacerdote que bautizó a Francisco de
Borja el 19 de octubre de 1688 fue el Maestro Francisco Martínez. Véase Navarro,
José Gabriel. Contribuciones a la Historia del Arte…, op. cit., pág. 56.

51.  Vargas Ugarte, Rubén. Ensayo de un Diccionario de Artífices Coloniales de la


América Meridional. Buenos Aires, Talleres Gráficos A. Baiocco y Cía., 1947, pág.
179.

52.  Costales Samaniego, Alfredo. “El arte en la Real Audiencia de Quito...”, op.
cit., pág. 229.
Aunque la relación con los jesuitas no se ha aclarado documentalmente aún, lo
cierto es que en la familia hay varios miembros con nombres de santos jesuitas.
Así, José Valentín puso a tres de sus hijos como segundo nombre Javier. Y el
pintor llamó a sus hijos Francisco de Borja y Juan Javier.

53.  Navarro, José Gabriel. Contribuciones a la Historia del Arte…, op. cit., págs.
57-59.

54.  Justo Estebaranz, Ángel. “Leyendas de un artista. A propósito del pintor


quiteño Miguel de Santiago”. Anales del Museo de América, 17, 2009, pág. 15.

55.  ANE, sección Protocolos notariales, 1ª notaría, vol. 241, fol. 199 r-v.

56.  ANE, sección Protocolos notariales, 1ª notaría, vol. 241, fol. 199 v.

57.  ANE, sección Protocolos notariales, 4ª notaría, vol. 43, fol. 181 r-182 v (ta-
chados 177 r-178 r).

58.  Costales Samaniego, Alfredo. “El arte en la Real Audiencia de Quito…”, op.
cit., pág. 229.

59.  Véase Justo Estebaranz, Ángel. Miguel de Santiago y la pintura quiteña


de su época (1630-1720). Tesis Doctoral leída en la Universidad de Sevilla el
16/07/2008, pág. 620, y Justo Estebaranz, Ángel. El pintor quiteño Miguel de San-
tiago…, op. cit., págs. 322-323.

60.  ANE, sección Protocolos notariales, 4ª notaría, vol. 43, fol. 181 v.

61.  Los linderos eran los siguientes: por el frente, calle real en medio, casas de
Dª Ana de Pazmiño; por abajo, casas de Joseph Vallejos; por arriba, casas de los
herederos de un fulano Ramón; y por atrás, tierras de Gerónimo Castro y huertas
del sargento Robles y demás linderos.

62.  ANE, sección Protocolos notariales, 4ª notaría, vol. 43, fol. 181 v-182 r.

63.  ANE, sección Protocolos notariales, 4ª notaría, vol. 43, fol. 182 r.

64.  ANE, sección Protocolos notariales, 4ª notaría, vol. 43, fol. 182 r.

65.  Grunauer Andrade, Carla. “Nicolás Javier de Goríbar, “el pintor barroco de
la Escuela Quiteña”. Actas del III Congreso Internacional del Barroco Americano.
Territorio, Arte, Espacio y Sociedad. Tomo I. Sevilla, Universidad Pablo de Olavide
y Ediciones Giralda, S.L., 2001, pág. 319.

215
Universo Barroco Iberoamericano

A presença de artistas espanhóis na diocese


de Miranda-Bragança entre os séculos XVI e XVIII:
da Galiza a Castela e Léon

Ana Celeste Glória


Instituto de História da Arte, Universidade NOVA de Lisboa1
[email protected]

Resumo Em Portugal, entre os séculos XVI e XVIII, face às inúmeras encomendas


artísticas que se realizavam um pouco por todo o país, por parte da Corte,
Igreja, nobreza e particulares, verificou-se uma intensa circulação de mestres
de obras, não só naturais de Portugal, como estrangeiros. No século XVII, a
inexistência de fronteiras propiciava os contactos entre Portugal e Espanha,
e por conseguinte, do próprio movimento migratório de artistas, viajantes e
comerciantes, que persistirá ainda após a restauração da monarquia por-
tuguesa (1640) até ao reinado de D. João V. Pela proximidade geográfica da
fronteira, destaca-se a raia transmontana, que assistia a este movimento á
muito tempo, e com particular incidência, a partir de 1545, com a fundação da
diocese de Miranda do Douro. As inúmeras campanhas de obras promovidas
por esta diocese, possibilitaram a contratação de inúmeros artistas, grande
parte deles oriundos de Espanha. Neste sentido, o objectivo deste artigo é
analisar o processo de circulação dos artistas naturais da Galiza e Castela/
Léon, que estiveram activos na diocese de Miranda-Bragança, durante os
séculos XVI e XVIII, atendendo à sua naturalidade, actividade profissional,
residência e obra edificada.
Palavras-chave: Artistas, Espanha, Miranda-Bragança (Diocese), Portugal,
Século XVI-XVIII.

Nota introdutória No âmbito da nossa investigação em torno da Casa Nobre na Região Demarcada
do Douro dos séculos XVII e XVIII, fomos levados pelo próprio percurso de
trabalho a estudar os mestres-de-obras responsáveis pela edificação das
casas nobres e solares. Esta fase de trabalho realizada em contexto ar-
quivístico revelou, a par dos dados que se pretendiam, outras informações
que alargaram o nosso conhecimento sobre o panorama artístico da região
nortenha, e em particular sobre os seus intervenientes. Com base nestes
dados, temos vindo a dedicar-nos à investigação dos artistas e artífices do
distrito de Bragança, estudo que revelou um corpus de artistas constituído por
mestres naturais e/ou residentes daquele(s) concelho(s) onde trabalhavam,
216
A presença de artistas espanhóis na diocese de Miranda-Bragança - Ana Celeste Glória

ou provenientes de outras localidades, sobretudo dos concelhos próximos


àqueles em que estavam activos. Por outro lado, a análise da naturalidade
e/ou origem confirmou que alguns deles eram emigrantes de outras regiões,
como a Província do Minho, ou ainda do país vizinho, Espanha. A sua presença
na região norte de Portugal2, justifica-se pela procura de trabalho em tempos
difíceis, levando-os a arrematarem obras noutros locais. Noutros casos, eram
chamados e contratados pelos próprios encomendadores, aspecto interes-
sante e revelador da importância que alguns destes artistas detinham já
em determinados meios. O que se sabe dos mestres de obras do distrito de
Bragança, território abrangido pela diocese de Bragança-Miranda3, deve-se
ao contributo de António Mourinho (Júnior) e Luís Alexandre Rodrigues4,
que ao estudarem o património daquela região, revelaram grande parte
da documentação notarial e paroquial5, como escrituras de arrematação,
quitação, fiança, entre outras, ou ainda, recibos de pagamentos, e registos
de óbito, baptizado e outros, trazendo à luz os nomes dos artistas e artífices
que ali trabalharam.

Especificamente, as únicas publicações sobre o tema, são as de António Júlio


Andrade, “Dicionário histórico dos arquitectos, mestres de obras e outros
construtores da vila de Torre de Moncorvo” (1991)6, centrado nos artistas de
Torre de Moncorvo, concelho pertencente a Bragança; de Ana Maria Leitão
Bandeira, “Contributo para um dicionário de artistas que trabalharam no
distrito de Bragança” (2000)7, que não é mais do que um pequeníssimo e
incompleto contributo; de Luís Alexandre Rodrigues, “Mestres de obras de
arquitectura e sociedades. A construção de pontes na Beira Alta e em Trás-
os-Montes no século XVII” (2007)8 sobre os mestres de obras de pontes; e
os recentes artigos da nossa autoria, “Novos contributos para o estudo dos
artistas e artifícies setecentistas do concelho de Carrazeda de Ansiães”
(2016) e “A emigração de artistas minhotos para o distrito de Bragança du-
rante o século XVIII” (2017), o primeiro abrangente a um dos concelhos de
Bragança, e o segundo centrado nos artistas minhotos que se encontravam
naquela região9, abrangente a um dos concelhos de Bragança. Todas estas
publicações possibilitaram a divulgação dos nomes dos artistas activos nos
217
Universo Barroco Iberoamericano

diversos concelhos do distrito de Bragança, e por conseguinte, da respectiva


documentação na qual se encontram indicados, revelando também aspectos
até então desconhecidos, como o nome dos autores de determinadas obras,
bem como a sua naturalidade, residência e profissão.

A estes artigos juntam-se outros que privilegiaram o estudo dos artistas já


noutra esfera, a da emigração e circulação, abarcando os artistas estrangei-
ros emigrados em Trás-os-Montes. Neste âmbito salientamos as publicações
focadas nas relações artísticas entre Portugal e Espanha, e por conseguinte,
nos artistas espanhóis que trabalharam no território português. De facto,
sendo as zonas fronteiriças aquelas onde naturalmente os contactos entre as
duas sociedades são mais notórios, não é de admirar que estas aproximações
se observem também no campo da arte. É neste contexto de proximidade
geográfica, mas também ocasionada pelas trocas comerciais, culturais e
artísticas que poderemos interpretar a circulação de artistas e artífices es-
trangeiros no nosso país. Como destacou Vítor Serrão, “a arte transmontana
dos séculos XVI e XVII muito dependeu da mão-de-obra oriunda de centros como
Zamora, Benavente, Toro ou, mais longe, Valladolid, aqui chamada a agir num
intercâmbio artístico que se impõe estudar a sério (…)”10. Destaque para os
artigos de Nelson Correia Borges, “Artistas e artífices espanhóis em Portugal
durante o Barroco e o Rococó: ponto dos conhecimentos” (1986); António
Mourinho (Júnior), “Notícia de alguns viajantes portugueses e de espanhóis
na antiga Diocese de Miranda do Douro nos séculos XVI, XVII e XVIII” (1995);
e Luís Alexandre Rodrigues, “Contributos artísticos de estrangeiros na região
ocidental de Trás-os-Montes e oficinas locais. Séculos XVI-XVIII” (2008)11,
que não só evidenciaram a existência dessa relação artística, como ainda
aferiram sobre os artistas mais de destacaram - desde os Bustamante, aos
Guraya, entre outros. Do lado da fronteira espanhola, realçam-se os contri-
butos de Manuel Perez Hernandez, “Relaciones entre la plateria salmantina
y portuguesa” (1996) e de José Navarro Talegón, “Artistas zamoranos en la
diócesis de Bragança-Miranda” (1997)12, que deram particular destaque à
ourivesaria, a que se juntou a recente revisão do historiador de arte português
Nuno Cruz Grancho (2015)13.

Embora todas estas publicações em muito tenham contribuído para a inves-


tigação das relações artísticas de Portugal e Espanha no período moderno,
revelando o nome de alguns dos artistas espanhóis que executaram obras na
raia transmontana, constatou-se que alguns mestres ficaram de fora destes
estudos pela ausência de produção artística. Assim, sentiu-se a necessidade
de se rever e analisar toda a bibliografia concernente ao tema, a fim de se
constatar em concreto que artistas espanhóis estariam entre nós, de forma
a obtermos uma nova leitura e interpretação não só das relações artísticas
entre Portugal e Espanha, mas também da esfera dos mestres estrangeiros
em Trás-os-Montes. Por este motivo, o objectivo deste artigo é identificar que
artistas e artifícies, naturais de Espanha, com e sem obra edificada, estariam
no território abrangido pela diocese de Bragança-Miranda, no período do
século XVI ao XVIII. Por conseguinte, pretendeu-se atender especificamente
218
A presença de artistas espanhóis na diocese de Miranda-Bragança - Ana Celeste Glória

à sua naturalidade, profissão, especialidade artística, obras contratualizadas


e em que localidades, e por fim aos próprios encomendantes. Estes aspec-
tos foram ainda avaliados a nível numérico, informação que se incorporou
no decurso do texto e nas tabelas que o acompanham. A fim de facilitar a
exposição, procurou-se organizar o texto de forma clara impondo por isso
alguns critérios, de ordem cronológica, do século XVI ao século XVIII, fazen-
do-se ainda menção do maior ao menor grupo de artistas representados,
consoante a especialidade artística. Esta organização reflecte-se ainda nas
tabelas elaboradas, e colocadas junto de cada capítulo, para que de uma
forma clara e expressa, o leitor depreenda que artistas espanhóis estiveram
no território transmontano.

Os artistas e artífices espanhóis identificados no espaço geográfico da dioce- 1. Contexto e


se de Bragança-Miranda, e respectivas obras, revestem-se de um conjunto condicionalismos: da
de condicionantes, que exigem uma contextualização que nos permitam criação da diocese de
compreender os critérios justificativos dessas mesmas existências. Entre Bragança-Miranda aos
os séculos XVI e XVIII, as relações artísticas entre Portugal e Espanha foram intervenientes (séculos
marcadas por determinados acontecimentos que caracterizaram a vida quo- XVI-XVIII)
tidiana da raia transmontana. Desde logo, a 22 de Maio de 1545, a fundação
da diocese de Miranda do Douro criou toda uma nova dinâmica artística,
sentida por todo o território abrangido pela diocese, e com maior relevo para
a construção da nova Sé Catedral, e respectiva decoração. As restantes obras
que se construíram entre o ano de 1545 e o final do século XVIII, e mesmo
posteriormente, tiveram a promovê-las outros factores, embora todas elas
enraizadas na profunda religiosidade emanada pela diocese. Assim sendo,
os principais promotores das obras de arte e arquitectura, foram os próprios
bispos, o cabido da Sé, os seus elementos, nobres e gente rica, todos eles
mandavam construir capelas e igrejas, quer por devoção para aumento da fé
e religião, ou para possuírem um local de sepultamento. Este desejo cons-
trutivo contribuiu para atrair um número significativo de artistas à diocese,
na procura de oportunidade de trabalho, que a Igreja enquanto principal
encomendadora poderia eventualmente satisfazer. Por outro lado, a circu-
lação de artistas devia-se também face ao fraco desenvolvimento urbano,
e por consequência da inexistência de oficinas locais que respondessem às
encomendas, levando os próprios encomendadores à procura de grandes
centros de produção nos territórios próximos. Nos limites geográficos da
diocese de Miranda e Bragança destacavam-se Santiago de Compostela,
Valladolid e Zamora, locais donde partiam os artistas, mas também local de
chegada de comerciantes portugueses que iam comprar alguns produtos e
materiais de construção para as obras que ocorriam em Portugal14.
A vinda destes artistas para Portugal era ainda proporcionada pelo facto de
muitas destas obras serem divulgadas e promovidas em Espanha, através
do afixamento dos seus editais nas principais cidades15.

No que toca aos condicionalismos, devemos ainda ter presente alguns factos,
nomeadamente que o intercâmbio artístico hispano-luso foi mais acentuado
219
Universo Barroco Iberoamericano

durante o período de união das duas coroas, entre 1580 e 1640. Após esta data
e até ao tratado de paz entre Portugal e Espanha, 1668, nada se sabe, embora
tenhamos registos concretos da presença de artistas. No princípio do século
XVIII houve um período difícil, mais concretamente nos anos de 1709-1710,
data da invasão e saque da região de Miranda do Douro e Bragança pelas
tropas de Castela. Contudo, estes condicionalismos não impediram de todo a
circulação de artistas e artífices naturais e/ou oriundos de Espanha, embora
tenha influenciado o número de mestres activos. O levantamento bibliográfico
realizado a partir da bibliografia e documentação mencionada anteriormente,
revelou um número interessante de artistas presentes em Miranda do Douro
e Bragança, levando mesmo à identificação de dois grupos distintos. Um pri-
meiro, constituído por artistas que vieram para Trás-os-Montes, e que aqui
residiram e morreram, não tendo realizado qualquer obra, ou pelo menos
que se possa comprovar documentalmente. O segundo grupo, corresponde
ao de artistas identificados na documentação, ou na própria peça, através da
sua assinatura ou gravação de iniciais, no caso da ourivesaria, ou ainda pela
semelhança artística a outras obras de autoria comprovada.

2. Artistas espanhóis: da 2.1. Artistas sem produção artística


presença à identificação No universo de mestres de obras naturais e/ou oriundos de Espanha e sem
de obras na diocese produção artística atribuida identificámos 11 artistas, 1 do século XVI e 10
de Miranda-Bragança do século XVIII. O primeiro destes, é Juan Artiagua, de profissão desconhe-
(sèculos XVI-XVIII) cida, que em 1587, surge como testemunha, numa procuração do entalha-
dor António André de Robles, também ele de naturalidade espanhola, que
mencionaremos adiante. Segundo António Mourinho (Júnior), Artiagua “(…)
devia trabalhar em parceria com Robles. Os dois são dados como moradores
em Miranda do Douro (…)”16.

Do século XVIII registámos 10 artistas, número curioso que se distribui por


6 pedreiros e/ou canteiros, 3 prateiros, e 1 pintor. Dos pedreiros, assinale-se
André Cortiços, da Galiza, que morre em Bragança, em 173717; João António
da Silva, de São Miguel das Fragas (Galiza), também falecido em Bragança
à data de 1743, e sepultado na Igreja de São João18; e Pedro Tato, de Santa
Maria de Trovões (Galiza) mencionado numa procuração de 174919. Da se-
gunda metade do século, Rafael Cordeiro, de Traetas (Galiza), é dado como
residente na Rua dos Quartéis, em Bragança, até à data da sua morte, em
177320; Miguel Garcia de São Zidro de Montes (Galiza), casado com Manuela
Bouças, reside também em Bragança, na Rua de São João de Deus, até 1791,
ano em que morre, sendo sepultado na Igreja da Sé21. E por último, Manuel
Vasques, de Sarnanede de Milharada (Galiza), que é referido num registo de
óbito de 16 de Julho de 179922. Deste período, assinalamos ainda a presença
de 3 prateiros, Alonso Sandoval de Valladolid, mencionado no registo de óbito
de Tomás António, seu filho com Catarina Rodrigues, a 18 de Setembro de
174723; Tomás Sandoval, também de Valladolid, seria certamente familiar
do anterior, dado possuir o mesmo apelido e naturalidade. Tomás Sandoval
residia em Bragança, e foi casado com Maria da Veiga de Escobar, de quem
220
A presença de artistas espanhóis na diocese de Miranda-Bragança - Ana Celeste Glória

teve um filho, Alonso da Paz. Após a sua morte, a 10 de Março de 1731, foi
sepultado na Igreja de São Francisco de Bragança24. E Lourenço Gonçalves
da Galiza, também residente em Bragança, é citado num registo de baptismo,
em 175025. Identificámos ainda um pintor, Bernardo Navarro, da Galiza, que
morre em Bragança em 179826.

PERÍODO NOME PROFISSÃO NATURALIDADE


SÉC. XVI ARTIAGUA, Juan Desconhecida Desconhecida
CORDEIRO, Rafael Pedreiro Traetas (Galiza)
CORTIÇOS, André Pedreiro Galiza
GARCIA, Miguel Pedreiro São Zidro de Montes (Galiza)
SILVA, João António da Pedreiro São Miguel das Fragas (Galiza)
TATO, Pedro Pedreiro Santa Maria de Trovões (Galiza)
Século XVIII
VASQUES, Manuel Pedreiro Sarnanede de Milharada (Galiza)
NAVARRO, Bernando Pintor Galiza
GONÇALVES, Lourenço Prateiro Galiza
SANDOVAL, Alonso Prateiro Valladolid
SANDOVAL, Tomás de Prateiro Valladolid

Tabela I – Artistas sem produção artística na diocese de Miranda-Bragança (séculos XVI a XVIII).

Neste grupo é notória a ausência de algumas especialidades artísticas, como


carpinteiros, escultores, entalhadores ou até mesmo ourives, e que encon-
traremos em grande medida nas três tabelas de artistas espanhóis com
obra identificada.

2.2 Artistas com produção artística

2.2.1 Século XVI


Como se referiu anteriormente, em 1545, a vila de Miranda do Douro, torna-
va-se sede de diocese, ao mesmo tempo que era elevada a cidade pelo Rei
D. João III. Uma das primeiras medidas do bispo da diocese, Dom Turibio
Lopes, foi a de mandar edificar a nova catedral e provi-la de alfaias27. As
obras iniciaram-se pouco depois, sendo a primeira missa celebrada na Sé,
logo em 1565, embora grande parte das mesmas estivessem por concluir,
facto que se comprova pela presença de um numeroso grupo de artistas es-
panhóis ali activos28. Além deste estaleiro, na segunda metade do século XVI,
construíam-se também a Misericórdia e a Igreja de Santa Cruz, na mesma
cidade29. Assim, neste âmbito identificaram-se 12 artistas, número que se
distribui por 6 ourives, 3 pedreiros, 1 entalhador, 1 carpinteiro e 1 bordador.
Deste grupo ressalta-se o número de ourives, em detrimento dos pedreiros,
pois seria de esperar que estes aqui estivessem em maior número, atendendo
às obras que decorriam na Sé, fazendo dela o maior estaleiro do território
diocesano. Por outro lado, o número de ourives também se explica devido
às inúmeras encomendas que a diocese fazia, não só para a Sé, mas tam- 221
Universo Barroco Iberoamericano

bém para as Igrejas paroquiais, levando mesmo a alguns destes artistas a


estabelecerem-se em Miranda do Douro, abrindo oficinas para o seu labor,
e constituindo família. Deste modo, observámos que dos 6 ourives, alguns
deles possuem obra no século seguinte, e que se enquadra neste regime de
fixação. Um dos primeiros nomes de que temos registo é um tal de Bal ou
Bas, ourives de Salamanca, que foi contratado para fazer um cálice para a
Igreja Matriz de Teixeira, de Bragança30. Outro é Francisco de Ledesma, de
Zamora, que executou durante esta centúria o turíbulo para a Igreja Matriz
de Palaçoulo, de Miranda do Douro31. Também de Zamora, é Juan Pérez, que
fez para a Igreja Matriz de Santa Maria Madalena, no lugar de Paradela, uma
cruz processional (peça inexistente)32.

NATURALI-
PROFISSÃO NOME OBRAS
DADE
BAL/BAS Salamanca Cálice para a Igreja Matriz de Teixeira, Bra-
gança (s.d)
LEDESMA, Francisco de Zamora Turíbulo para a Igreja Matriz de Palaçoulo,
Miranda do Douro (s.d.)
PÉREZ, Juan Zamora Cruz processional para a Igreja Matriz de
Santa Maria Madalena de Paradela, Miranda
do Douro (s.d)
ALONSO, Francisco Salamanca Cruz Processional para Igreja Matriz de
OURIVES / PRA- Ventozelo, Mogadouro (c. 1587)
TEIRO
GIL, Andrés Zamora Cálice para a Igreja Matriz de Vale de Águia,
Miranda do Douro (s.d)
Cruz processional para a Igreja Matriz de
Genizio, Miranda do Douro (s.d)
GURAYA, Martin Ruiz de Zamora Cálice para a Igreja Matriz de Aldeia Nova,
Bragança (s.d.)
Pixide de prata para a Igreja Matriz da Pó-
voa, Miranda do Douro (s.d)
TORRALVA, Gonçalo de Espanha (?) Apontamentos para a Sé de Miranda do
Douro (1547)
VELAZQUEZ, Francisco de Espanha (?) Mestre e empreiteiro da obra da Sé de Mi-
PEDREIRO / CAN- randa de Miranda do Douro (s.d.)
TEIRO FAYA, Pero de La Espanha Mestre e empreiteiro da obra da Sé de Mi-
randa do Douro (s.d.)
Colégio do Santo Nome de Jesus de Bragan-
ça (1545)
CENVELLÓN, Juan Zamora Casula carmesim para a Igreja de Matriz de
BORDADOR
Malhadas, Miranda do Douro (1559)
ROBLES, António André Zamora Retábulo da Capela-mor, coro, sacrário e
ENTALHADOR custódia para a procissão do Corpus Christi
da Sé de Miranda (c.1565-1579)
NAVAJO, Francisco Espanha (?) Obras de carpintaria na Sé de Miranda do
CARPINTEIRO
Douro (1588)

Tabela II – Artistas com produção artística na diocese de Miranda-Bragança (séculos XVI).


222
A presença de artistas espanhóis na diocese de Miranda-Bragança - Ana Celeste Glória

Do final do século, surge-nos Francisco Alonso, de Salamanca, que em


c.1587 realizou uma cruz processional para a Igreja Matriz de Ventozelo,
em Mogadouro (peça inexistente)33; e ainda dois ourives Andrés Gil e Martin
Ruiz de Guraya, ambos de Zamora, que encontraremos no século seguinte.
O primeiro, é autor de duas peças para Miranda do Douro, um cálice para
a Igreja Matriz de Vale de Águia, datada da segunda metade do século XVI,
e ainda de uma cruz processional de prata dourada para a Igreja Matriz de
Genizio, peça do final do século XVI e início do XVII34. Sobre este ourives pouco
se sabe, ao contrário do que acontece com Martin Ruiz de Guraya, prateiro
espanhol, natural de Zamora. Sobre a sua vinda para Portugal, José Navarro
Talegón avança com a possibilidade de ter sido Bartolomé García, ourives
de Zamora, a introduzir aquele Guraya em Trás-os-Montes, e com quem
mantinha uma estreita relação profissional, tendo inclusive trabalhado com
ele, como faremos menção adiante35. Da obra quinhentista, é-lhe atribuído
por António Mourinho (Júnior) um cálice de prata dourada feito para a Igreja
Matriz de Aldeia Nova, de Bragança, e uma píxide de prata para a Igreja Matriz
da Póvoa, de Miranda do Douro36.

Quanto aos pedreiros, e ligados concretamente à construção da Sé de Miranda


do Douro surgem-nos Gonçalo de Torralva37, Francisco Velazquez38 e Pero de
La Faya. Sobre o primeiro, não se conhece a sua proveniência, apontando-se
como hipótese tanto Piemonte (Itália), como Espanha, não havendo muitos
mais dados sobre ele. Torralva foi escultor e arquitecto, estando-lhe atribuída
a traça da Sé de Miranda do Douro, conforme atestam duas cartas do Bispo
de Miranda, uma de 15 de Dezembro de 1547 e outra de 4 de Fevereiro de
1549, ambas transcritas pelo Abade de Baçal39. Foram mestres de obras de
Torralva, Francisco Velasquez, Pero de la Faya, e Gaspar da Fonseca, tendo
trabalhado na Sé nas décadas de 50 a 7040. Sobre Velazquez, desconhece-se
a localidade de onde seria natural, no entanto, pelo seu nome deveria ser es-
panhol. De Pero de La Faya, também de naturalidade desconhecida, sabe-se
que foi responsável pela construção do Colégio do Santo Nome de Jesus de
Bragança (1545) juntamente com Fernão Pires41.

Relativamente a outras especialidades artísticas, registamos 1 entalhador,


António André Robles, de Zamora, a residir em Miranda do Douro. Segundo
Luís Alexandre Rodrigues, Robles esteve em Miranda entre 1565-1579, a pe-
dido do Conde de Alva e Aliste e de outros titulares, onde executou o primeiro
retábulo da capela-mor da Sé de Miranda (obra substituída posteriormente),
além do coro, do sacrário e de uma custódia de madeira para a procissão do
Corpus Christi42. Ainda de acordo com o mesmo autor, quando o retábulo já
estava parcialmente ensamblado levantaram-se algumas questões relacio-
nadas com a menor qualidade das madeiras utilizadas. Por isso, o mestre
solicitou uma revisão do contrato aos capitulares, seguindo-se a recusa
destes e uma demanda no tribunal eclesiástico de Braga que não favorecerem
as pretensões de André de Robles. Tal facto, levou-o a afastar-se da obra, e
por conseguinte, a não obter prestígio no seio artístico.

223
Universo Barroco Iberoamericano

Atente-se ainda para a presença de Francisco Navajo, carpinteiro espanhol,


de naturalidade e origem desconhecida. Segundo António Mourinho (Júnior),
o seu nome encontra-se nos documentos da obra da Sé de Miranda em 1588,
como estando ali a trabalhar diariamente43. Mestre de carpintaria de final do
século, encontramo-lo associado a outras obras do século seguinte.

Na área dos têxteis, que segundo António Mourinho (Júnior) teve grande
procura na medida em que a Diocese realizava significativas aquisições em
Zamora e Valladolid44, encontrou-se somente a referência a um bordador,
Juan Cenvellon, de Zamora, que em 1559, executou “ (…) una casulla de
terciopelo carmesí de Granada con su cenefa de tela de oro rica y franjas de
carmesí y oro, más estola y manípulo del mismo género y un alba de lienzo
fino con faldones y guardiciones de terciopelo (...)” para a Igreja Matriz de
Malhadas, em Miranda do Douro , e da qual se desconhece a existência45.

2.2.3 Século XVII


Se o século XVI é o período de construções na diocese, o século XVII é o
período da decoração dos templos, quer na cidade, quer nas povoações e
vilas. A catedral estava concluída por volta de 1589, faltando uma ou outra
obra. Todavia, agora era necessário cobrir os espaços vazios da catedral e
das igrejas com retábulos, esculturas e pinturas46. É neste contexto, que
encontramos 11 mestres espanhóis: 4 ourives, 2 escultores, 3 entalhadores,
1 carpinteiro, e 1 pedreiro, destacando-se a especialidade de ourivesaria,
cujos artistas provinham todos de Zamora. Refira-se Pedro Bello, cuja marca
configura no cálice-custódia de prata dourada, da Igreja Matriz de Malhadas,
de Miranda do Douro47; e ainda, Bartolomé García, que em 1607, executou
uma lâmpada para a Sé de Miranda (peça inexistente), em parceria com o já
referido Martin Ruiz de Guraya. Este zamorano realizou ainda neste período
um cálice e um incensário para a Igreja Matriz de Póvoa, em 1618, ambas
inexistentes; uma custódia para a Igreja Matriz de Santulhão, de Vimioso
(s.d.); e um cálice-custódia para a Sé de Miranda (s.d.)48.
Além de Martin Ruiz de Guraya, temos ainda registo da presença dos seus
filhos, Luiz Roiz Ruiz de Guraya (1609-1660) e Diego Ruiz de Guraya y Alvear.
O primeiro executou algumas obras para as igrejas paroquiais, entre elas,
uma custódia de prata para Igreja Matriz do Palaçoulo, (s.d.)49; uma cruz
processional de prata para a Igreja Matriz da Póvoa (s.d.)50; uma custódia
para a Igreja Matriz de Póvoa (c.1640)51; e um cálice-custódia para a Igreja
Matriz de Palaçoulo (s.d.)52. Já sobre Diego Ruiz de Guraya y Alvear, também
ele ourives, sabe-se que fixou residência em Miranda, onde casou com uma
filha do pintor Alonso de Remessal, quando este também estava em Miranda,
a dourar e policromar o retábulo-mor da Sé. Este matrimónio vantajoso e a
familiaridade com uma cidade, sede episcopal, para a qual o seu pai tinha
vindo trabalhar, proporcionou-lhe a abertura de uma oficina. Daqui, segun-
do José Navarro Talegón terão saído em 1639, algumas peças para a Sé de
Miranda, desconhecendo-se ao certo a tipologia e dimensão53. Após esta data,
e por consequência da Guerra da Independência de Portugal, regressou a
Zamora, ignorando-se se o seu pai e irmão o terão acompanhado.
224
A presença de artistas espanhóis na diocese de Miranda-Bragança - Ana Celeste Glória

PROFISSÂO NOME NATURALIDADE OBRA

Bello, Pedro Zamora Cálice-custódia para a Igreja Matriz de Malha-


das, Miranda do Douro (s.d.)
GARCÍA, Bartolomé Zamora Lampada para a Sé de Miranda do Douro (1607)

GURAYA, Martin Ruiz de Zamora Lampada para a Sé de Miranda do Douro (1607)


Cálice e um incensário, Igreja Matriz de Póvoa,
Miranda do Douro (1618)
Custódia para a Igreja de Santulhão, Vimioso
(s.d.)
OURIVES Cálice-custódia para a Sé de Miranda do Douro
(s.d.)
GURAYA Y ALVEAR, Luiz Roiz Zamora Custódia para a Igreja Matriz do Palaçoulo,
Miranda do Douro (c.1630)
Cruz processional de prata, Igreja Matriz da
Póvoa, Miranda do Douro (c.1630)
Custódia para a Igreja Matriz de Póvoa, Miranda
do Douro (s.d)
Cálice-custódia para a Igreja Matriz de Pala-
çoulo, Miranda do Douro (s.d)
NAVAJO, Francisco Espanha (?) Obras de carpintaria da nave e capela-mor
(1605), e madeiramento da sacristia da Igreja
de Santa Cruz de Miranda do Douro (1616)
CARPINTEIRO
Obras dos tectos e soalhos dos compartimen-
tos da Santa Casa da Misericórdia de Miranda
do Douro (1610)
MUNIATEGUI, Juan de Espanhol Retábulo do altar-mor da Sé de Miranda do
Douro (1610)
ENTALHADOR VELAZQUEZ, Cristóvão Valladolid Retábulo da Sé de Miranda do Douro (1612)

VELAZQUEZ, Francisco Valladolid Retábulo da Sé de Miranda do Douro (1612)

CALABRIA, Jerónimo de Valladolid Policromia do retábulo do altar-mor da Sé de


Miranda do Douro (s.d)
TALAYA, Cristóbal Ruiz de la Toro (Zamora) Pintura e douramento do retábulo da Sé de
PINTORES Miranda do Douro (1621)
REMESAL, Alonso de Zamora Pintura do retábulo do altar-mor da Sé de
Miranda (1637)
FERNANDEZ, Gregório Valladolid Retábulo do altar-mor da Sé de Miranda do
Douro (c.1633-7)
ESCULTORES
GARCIA, Jerónimo Zamora Quatro esculturas para o retábulo do altar-mor
da Sé de Miranda do Douro (1637)
VELEZ BARZENA, Mateo Valladolid Traçado e obra das fontes e canos de Miranda
do Douro (1612)
PEDREIROS
ORTIZ DE VILLALBE, Juan Toro (Zamora) Obra das fontes e ponte de Mirandela (1612)

PRIETO, Alonso Zamora Manga de cruz carmesim aveludada para a


BORDADOR Igreja de São Frutuoso de Argoselo, Vimioso
(1632)
VAZ, Fernão Zamora Frontal de damasco branco para a Igreja Matriz
VESTIMENTEIRO de Pinhovelo, Macedo de Cavaleiros (1640)
ORTEGA, Andres Espanha (?) Concerto dos orgãos da Sé de Miranda do
ORGANEIRO Douro (1637)

Tabela III – Artistas com produção artística na diocese de Miranda-Bragança (séculos XVII).

225
Universo Barroco Iberoamericano

Na área da escultura e talha, vamos encontrar uma série de artistas ligados


à fábrica do retábulo da capela-mor da Sé de Miranda. Entre eles refira-se,
Francisco Navajo, carpinteiro espanhol já mencionado anteriormente, que
executou um conjunto de obras de carpintaria – nave, capela-mor e sacristia,
para a Igreja de Santa Cruz de Miranda do Douro, respectivamente em 1605
e 1616, além das que fez para a Santa Casa da Misericórdia de Miranda do
Douro, em 1610, referente aos tectos e soalhos dos compartimentos54.

Em torno da Sé de Miranda, e em particular associados à obra do retábu-


lo-mor55 vamos encontrar inúmeros mestres espanhóis. O primeiro de que
temos referência é Juan de Muniategui (?-1612), entalhador, cuja naturalida-
de se desconhece ao certo, embora se pense tratar de um artista de origem
espanhola. Em 1610, foi contratado para fazer o retábulo do altar-mor da
Sé de Miranda do Douro, obra interrompida a 28 de Maio de 1612, devido ao
seu falecimento56. A obra foi prosseguida pelos irmãos Velasquez, Francisco
e Cristóvão, conhecidos ensambladores de Valladolid57, que trabalhariam
sob direcção do escultor e entalhador Gregório Fernandez58 (1576-1636),
natural de Sarria, provincia de Lugo. Escultor barroco, máximo expoente da
escola castelhana de escultura, era herdeiro da expressividade de Alonso
Berruguete e de Juan de Juni. A sua presença em Miranda do Douro, se-
gundo Luís Alexandre Rodrigues devia-se ao facto de Fernandez ter tra-
balhado em muitos dos retábulos construídos por Muniategui, sendo estes
complementados pela sua escultura. Por outro lado, a estreita relação que
ambos detinham parece ter sido determinante inclusive para Muniategui ter
nomeado Gregório Fernandez como seu testamenteiro. Ou seja, estamos
perante laços de amizade e confiança pessoal que não podemos desprezar
porque ao interferirem no relacionamento profissional ajudam a explicar
a participação do escultor na obra de Miranda do Douro59. Possivelmente,
trabalharam tabém com Fernandez outros mestres espanhois oriundos da
sua oficina, como Miguel de Elizalde e Juan Alvarez60.

Ainda no âmbito da feitura do referido retábulo-mor, identificámos um outro


escultor, Jerónimo Garcia, de Zamora, que em 1637, foi contratado para
executar quatro esculturas dos Evangelistas61. Após esta data, estando o
retábulo assente, assim permaneceu, somente ensamblado, durante 23 anos,
sem dourar, nem pintar, até 1637. Nesta data, e por intermédio de Gregório
Fernandez, veio para Miranda do Douro, o pintor Jerónimo de Calábria, de
Valladolid, para pintar o retábulo. Membro de uma família de pintores, policro-
mador de algumas obras de Fernandez, era por isso um artista de confiança.
No entanto, entre a data da escritura da obra, em 1633, e 1637, a obra não
teve efeito, desconhecendo-se ao certo o que se teria passado, se por um
lado Calábria teria falecido ou se estaria ausente62. Este facto levou à escolha
de novo pintor, recaindo a escolha em Alonso de Remessal, de Zamora, a
obrigação de realizar finalmente o douramento e pintura do retábulo-mor.

Além destes artistas, muitos outros parecem ter-se associado à obra do
retábulo, como o pintor Cristóbal Ruiz de la Talaya, de Toro (Zamora) 63.
226
A presença de artistas espanhóis na diocese de Miranda-Bragança - Ana Celeste Glória

Além da Sé diocesana, vamos ainda encontrar referência a artistas a colabo-


rarem noutras obras, sobretudo nas das igrejas paroquiais, nomeadamente
Fernão Vaz, vestimenteiro/casuleiro, de Zamora, que fez para a Igreja Matriz
da Senhora da Assunção de Pinhovelo, em Macedo de Cavaleiros, um frontal
de damasco branco64; e ainda Alonso Prieto (?-1632), bordador de grande
reconhecimento em Zamora, que em 1631, concluía uma manga de cruz car-
mesim aveludada para a Igreja de São Frutuoso de Argoselo, em Vimioso65.

Quanto às obras de pedraria e cantaria, temos registo de Matteo Velez


Barzana, pedreiro, natural de Valadolid, que em 1612 arrematou a obra
que iria garantir o regular abastecimento de água à cidade de Miranda do
Douro. Barzana comprometia-se a delinear a traça da obra, remetendo a
construção das fontes e canos, para o mestre pedreiro Mateus Velezm, de
acordo com as condições apresentadas no contrato assinado em Zamora.
Posteriormente, a obra foi trespassada ao mestre canteiro Juan Ortiz de
Villallbe, de Toro (Zamora)66.
Por fim, e ainda associado à Sé encontramos Andres Ortega, organeiro,
certamente espanhol, que em 1637, foi pago pelo concerto dos orgãos67.

2.2.4 Século XVIII


Devido à Guerra da Independência, as relações artísticas, comerciais e sociais
foram interrompidas até à segunda década do século XVIII, período, em que o
cabido da catedral de Miranda retomou as relações com Zamora e Valladolid.
As relações seriam novamente interrompidas 1762, ano em que o exército
castelhano invadiu Miranda do Douro, destruindo a cidade e praça, e levando
à transferência da sede da diocese para Bragança68. Ainda assim, neste
período conturbado, identificámos 17 artistas, 15 pedreiros e/ou canteiros, e
somente 2 pintores. A ausência de artistas de outras especialidades poderá
justificar-se pela preferência de mestres de outras localidades, embora seja
de ponderar a presença de mestres espanhóis neste território, embora não
tenhamos encontrado qualquer referência documental.
Neste grupo destaca-se o número de pedreiros associados à construção da
Igreja-Santuário votiva ao Santo Cristo do Outeiro, em Outeiro (Bragança),
estaleiro onde se encontravam ao todo 7 mestres, todos oriundos da Galiza.
Segundo António Mourinho (Júnior): “São eles: António Garcia que trabalhava
ainda na construção dos arcos exteriores no ano de 1726. Francisco Garcia e
Manuel Guedes que trabalhavam na obra do lageado ainda nos anos de 1726
e 1728. Neste tempo também trabalhava na construção do templo o mestre
pedreiro de nome ou apelido Ribeiro, também de nação galega. Os mestres
canteiros António Rodrigues e Francisco Rodrigues trabalhavam também
nos arcos exteriores no ano de 1726 e também o mestre canteiro Domingos
da Silva, todos de nação galega”69.

Além destes, os restantes pedreiros distribuem-se pelas obras das igrejas
paroquiais. Em 1742, Gregório Rodrigues, da Galiza, casado com Maria Dias, e
residente em Erverdosa (Vinhais), assinou uma escritura de obrigação e fiança
para a construção da residência paroquial de Penas Juntas, em Miranda do
227
Universo Barroco Iberoamericano

Douro70. E ainda, Francisco Gomes, de Santa Maria das Fragas (Galiza), que
em 1749, arrematou a obra do «lagiado da capela da vila de Rebordaos com
os degraos do altar a romana» da Igreja Matriz de Mós de Rebordães, em
Bragança71. Na mesma data, este pedreiro trabalhava na Igreja de S. Pedro,
na povoação de Mós, também em Bragança72.

PROFISSÃO NOME NATURALI- DADE OBRA

GARCIA, António Galiza Igreja de Santo Cristo de Outeiro, Bragança (1726)

GARCIA, Francisco Galiza Igreja de Santo Cristo de Outeiro, Bragança (1726-


28)
GUEDES, Manuel Galiza Igreja de Santo Cristo de Outeiro, Brgança (1726-28)

RIBEIRO Galiza Igreja de Santo Cristo de Outeiro, Bragança (1726-


28)
RODRIGUES, António Galiza Igreja de Santo Cristo de Outeiro, Bragança(1726)

RODRIGUES, Francisco Galiza Igreja de Santo Cristo de Outeiro, Bragança (1726)

SILVA, Dominguos da Galiza Igreja de Santo Cristo de Outeiro, Bragança (1726)

RODRIGUES, Gregório Galiza Residência paroquial de Penas Juntas, Miranda do


Douro (1742)
GOMES, Francisco Santa Marinha Obra de pedraria na Igreja de São Pedro de Mós,
das Fragas (Ga- Bragança (c.1745)
liza)
Lageado da capela-mor da Igreja Matriz de Mós de
Rebordães, Bragança (1749)
PEDREIROS / CAN-
TEIROS PICACHO, António Alcañices (Za- Reconstrução da capela-mor e seu acrescento no
mora) arco triunfal, e sacristia da Igreja Paroquial de São
Julião, Bragança (1756)
PIRES, Domingos Salvaterra (Ga- Obra de pedraria na Igreja matriz de Carocedo,
liza) Bragança (1767)
IGREJAS, André Caldas dos Reis Reforma da capela mor da igreja Matriz de Quinta-
(Galizas) nilha, Bragança (1768)
Avaliação da obra do arco da Capela-mor da Igreja
Matriz de Quintanilha, Bragança (1768)
LOPES, Fulgencio Castela Reconstrução da capela-mor da Igreja Matriz de Tó,
Mogadouro (1784)
GARCIA, Miguel / SIARA, Santiago de Mo- Obra de pedraria da capela-mor da Igreja de San-
Miguel Garcia rillo (Santiago de ta Maria Madalena de Grijó de Parada, Bragança
Compostela) (1785)

MARTINS, Agostinho Galiza Obra da sacristia da Igreja Matriz de Eixes e uma


fresta na Igreja Matriz de Marmelos (Mirandela)
(1796)

228
A presença de artistas espanhóis na diocese de Miranda-Bragança - Ana Celeste Glória

BUSTAMANTE, Damião Valladolid Pintura de um painel a óleo sobre tela figurando o


Rodrigues padroeiro São Sebastião para o altar da Igreja Ma-
triz de de Azibeiro, Macedo de Cavaleiros (1758)
Douramento e pintura do retábulo do altar da Igreja
Paroquial de Soutelo da Pena de Mourisca, Bragan-
ça (1758-65)
Pintura do tecto da Igreja do Convento de Nossa
Senhora de Balsemão de Chacim, Macedo de Cava-
leiros (c.1762-1763)
Pintura de um painel alusivo à Invenção da Santa
Cruz no retábulo de capela da Igreja de Santa Cruz
de Miranda do Douro (1767)
Douramento do retábulo-mor da Igreja Matriz de
Argozelo, Vimioso (1768)
Pintura dos caixotoes do tecto e das paredes da
sacristia do lado do Evangelho da Igreja de Santo
Cristo em Outeiro, Bragança (1768)
Pintura dos quatro confessionários da Igreja Matriz
de Vinhas, Macedo de Cavaleiros (c.1768-1769)
Pintura do tecto e um painel do retábulo alusivo às
Almas dos Purgatório da Igreja Paroquial de Puden-
ce, Macedo de Cavaleiros (c.1769-1770)
Pinturas dos paineis do tecto da capela seiscentista
PINTORES do Santo Nome na Igreja Matriz de Quintela de
Lampaças, Bragança (1769)
Pintura do arco triunfal com caixotões de talha dou-
rada e pintura na Igreja Paroquial de Vale Benfeito,
Macedo de Cavaleiros (c.1770)
Pintura da capela-mor e nave da Igreja Matriz de
Avantos, Mirandela (1773)
Pintura dos painéis do tecto da capela-mor da Igreja
Matriz de São Bento de Vila Franca, Bragança (s.d)

Pintura da Igreja Paroquial de Santulhão (sonser-


vam-se somente 8 caixotões na capela-mor) (s.d.)
Pinturas da capela-mor da Igreja Matriz de Vale da
Porca, Macedo de Cavaleiros (s.d.)

Pinturas do tecto da Igreja Matriz de Santa Clara e


de Santa Maria de Bragança (s.d.)

Imagem de Santo António na capela de Nossa Se-


nhora do Rosário, em São Pedro da Silva (Miranda
do Douro; s.d.)
BUSTAMANTE, João Valladolid Pintura do retábulo da Igreja Matriz de Castelãos de
Rodrigues (filho de Macedo de Cavaleiros (c.1791)
Damião)
Pintura do tecto da nave com doze caixotões da
Igreja Matriz de Vidoedo, Bragança (s.d)

Tabela IV – Artistas com produção artística na diocese de Miranda-Bragança (séculos XVIII).

229
Universo Barroco Iberoamericano

Da segunda metade do século, sem grandes referências à vida pessoal e até


mesmo profissional, refira-se os seguintes pedreiros: António Picacho, da
vila de Alcanices (Zamora), que em 1756, arrematou a obra de reconstrução
da capela-mor, arco triunfal e ainda a sacristia da Igreja Matriz de São Julião,
no termo de Bragança 73. Domingos Pires, de Salvaterra (Galiza), que em 1767
arrematou a obra de pedraria da Igreja Matriz de Carocedo, em Bragança74.
André Igrejas, de Caldas dos Reis (Galizas), reformou a capela-mor da Igreja
Matriz de Quintanilha; e avaliou a obra do arco da capela-mor da mesma
Igreja à data de 176875. Fulgencio Lopes(z) de Castela, juntamente com o
pedreiro José Gonçalves da Província do Minho, reconstruiram a capela-mor
da Igreja Matriz de Tó, em Mogadouro76. Em 1785, Miguel Garcia ou Miguel
Garcia Siara, de Santiago de Morillo (Santiago de Compostela), executou a
obra de pedraria da capela-mor da Igreja de Santa Maria Madalena de Grijó
de Parada, Bragança; tendo trabalhado nos anos de 1797 e 1798, nas obras
de reconstrução do corpo da Igreja Matriz de Castro de Avelãs77. E por último,
Agostinho Martins, também galego, residiu no final do século em Mirandela,
tendo arrematado em 1796, a obra da sacristia da Igreja Matriz de Eixes e
uma fresta na Igreja Matriz de Marmelos (Mirandela), ambas pertencentes
à jurisdição do Colégio de S. Jerónimo de Coimbra78.

Em menor número encontramos dois pintores, aspecto que contradiz a ob-


servação de Nelson Correia Borges ao afirmar que a pintura era uma das
disciplinas artísticas preferenciais de artistas vindos de Espanha79. Todavia,
somente identificámos, Damião Rodrigues Bustamante (1711-?)80 e João
Rodrigues Bustamante, pai e filho. Dos dois, é sem dúvida, o pai que se des-
taca neste quadro, face à vasta obra realizada na região durante a segunda
metade do século XVIII. Damião Bustamante era natural de Valladolid, e foi
casado com Manuela Rodrigues Garcia, também castelhana81. Desconhece-se
a sua formação e quais as circunstâncias que o trouxeram a Portugal, sendo
a sua presença notória somente a partir de 13 de Novembro de 1747, ano
em residia em Morais, e tendo posteriormente mudado para Vale de Prados,
ambas localidades de Macedo de Cavaleiros82. Parte da obra de Damião
Bustamante é facilmente identificada, uma vez que se encontra assinada,
fazendo parte deste conjunto as obras de: pintura do painel votivo a São
Sebastião para a Igreja Matriz de Azibeiro (1758); douramento e pintura do
retábulo do altar da Igreja Paroquial de Soutelo da Pena de Mourisca (1758-
65); douramento do retábulo principal da paroquial de Argozelo (pagamento
em 1768); pintura dos caixotões do tecto e das paredes da sacristia do lado do
Evangelho da Igreja de Santo Cristo em Outeiro, Bragança (1768); pintura do
painel da Invenção da Santa Cruz, no altar-mor da mesma Capela da Igreja
de Santa Cruz, em Miranda do Douro (1767); pinturas dos painéis do tecto da
capela seiscentista do Santo nome (capela lateral sul, junto do arco triunfal)
com a vida de Cristo Infante na Igreja Matriz de Quintela de Lampaças (1769);
pintura de um painel alusivo às Almas dos Purgatório da Igreja Paroquial de
Podence, Macedo de Cavaleiros (c.1769-1770); pintura da caixa das Esmolas
da Santa Casa da Misericórdia (1778), de acordo com um recibo de pagamento
efectuado pela Confraria ao pintor; e de pintura da capela-mor e nave da
230
A presença de artistas espanhóis na diocese de Miranda-Bragança - Ana Celeste Glória

Igreja Matriz de Avantos, Mirandela (1773). Foram-lhe ainda atribuídas por


Luís Alexandre Rodrigues e António Mourinho (Júnior), uma série de outras
obras, cuja atribuição se justifica pela proximidade e semelhança a artística
às obras assinadas. São elas: o conjunto de pinturas da capela-mor da Igreja
Matriz de Vale da Porca, de Macedo de Cavaleiros83; a pintura da Igreja Matriz
de Santulhão, da qual se conservam somente oito caixotões na capela-mor84;
as pinturas do tecto da Igreja de Santa Clara e de Santa Maria de Bragança85;
imagem de Santo António na capela de Nossa Senhora do Rosário, em São
Pedro da Silva (Miranda do Douro)86; pintura do arco triunfal com caixotões
de talha dourada com pinturas de oito imagens de santos e santas da Igreja
Paroquial de Vale Benfeito de Macedo de Cavaleiros87; as pinturas da Igreja
paroquial de Gimonde, Bragança; a pintura do baptistério da Igreja paro-
quial de Lamalonga, Macedo de Cavaleiros; a pintura do tecto da Capela de
São Sebastião na Bemposta, Mogadouro; o quadro de São João da Mata na
Sacristia da Sé Catedral de Miranda do Douro; a pintura dos painéis do tecto
da capela-mor da Matriz de São Bento, em Vila Franca (Bragança)88; os qua-
tros confessionários da Igreja Matriz de Vinhas, em Macedo de Cavaleiros; e a
pintura do tecto da capela-mor do Convento de Nossa Senhora de Balsamão,
em Chacim (Macedo de Cavaleiros).

Estando activo intensamente entre as décadas de 60 e 70 do século XVIII,


após a data de 1778 não se tem qualquer notícia sobre o pintor vallisoletano,
presumindo-se que terá falecido entre o final da década de 70 e início da 80.
A extensa obra deste pintor em terras transmontanas sugere-nos a hipótese
que o seu trabalho era conhecido pela diocese e paróquias, uma vez que
o preferiam a ele, ao invés de outros artistas, para executar os inúmeros
trabalhos pictóricos.

Quanto ao filho de Damião Bustamante, João Rodrigues Bustamante, também


pintor, parece ter vivido na sombra do pai, uma vez que não possui grandes
obras de relevo entre nós. Facto este que se deve à dificuldade de atribuição
de obras da sua autoria, conjugado ainda por ter trabalhado em algumas
obras do pai. Inclusive, João Rodrigues Bustamante surge em alguns do-
cumentos como representante do seu pai, recebendo pagamentos das suas
obras89. Ainda assim, sabemos com algum certeza que é da sua autoria, a
pintura do retábulo da Igreja Paroquial de Castelãos de Macedo de Cavaleiros
(c.1791)90, e a do tecto da nave de madeira apresentando doze caixotões da
Igreja Paroquial de Vidoedo, de Bragança (s.d)91.

A relação artística de Portugal e Espanha no período moderno demons- Conclusão


tra-se entre outros factores pela presença de artistas em território luso,
sobretudo junto das zonas de fronteira. Tomando como ponto de partida o
levantamento de artistas espanhóis no território abrangido pela diocese de
Miranda-Bragança foi possível chegar a algumas conclusões que nos per-
mitem obter uma nova leitura do panorama artístico da raia transmontana
e da sua relação com o país vizinho. Do levantamento, que abrangia o largo
231
Universo Barroco Iberoamericano

período do século XVI ao XVIII, foi possível averiguar a presença de 58 artis-


tas, número que se distribuiu da seguinte forma: 11 sem qualquer produção
artística associada; e 47 com obra identificada (12 do século XVI; 18 do século
XVII e 17 do século XVIII), comprovando-se que a circulação e emigração de
artistas de Espanha era uma realidade. Estes números ainda que se revelem
diminutos para um largo espaço de tempo revelam já por si, dados muito
curiosos, e que se prendem com a naturalidade, especialidade artística, e
encomenda de obras. Ao observarmos as quatro tabelas, constatamos que
grande parte destes artistas vinha da Galiza, Zamora e Valladolid, facto que
depreendemos por se tratarem de grandes centros de produção artística
por excelência, e onde de muitos artistas se formavam e possuíam as suas
oficinas. Especificamente, contabilizámos do primeiro grupo de artistas sem
produção artística: 8 artistas da Galiza, nomeadamente, de Traetas, de São
Zidro de Montes, Santa Maria de Trovões, e de Sarnanede de Milharada; 2
de Valladolid; e 1 de naturalidade e profissão desconhecida. Relativamente,
ao segundo grupo com obra da sua autoria, identificámos no século XVI 8 de
Castela e Leão (um de Salamaca e os restantes de Zamora), e 4 de naturali-
dade e localidade desconhecida; no século XVII, 15 de Castela e Leão (vindos
de Toro, Zamora e Valladolid), e 3 de naturalidade e localidade desconhecida;
por último, no século XVIII, 13 da Galiza (alguns deles de Santa Marinha das
Fragas, Salvaterra, Caldas dos Reis e Santiago de Morillo); 4 de Castela e
Leão (1 de Zamora e outros de Valladolid). Em suma, 21 artistas provinham
da Galiza, e 29 de Castela e Leão, evidenciando-se neste quadro sem dúvida
os mestres oriundos de Valladolid e Zamora.
Relativamente à especialidade artística que mais se destacou, no primeiro
grupo de artistas sem obra associada e restrito ao século XVIII, identificámos
6 pedreiros, 3 prateiros, e 1 pintor. No segundo grupo, com obra edificada,
encontrámos no século XVI, 6 ourives, 3 pedreiros, 1 entalhador, 1 carpin-
teiro, e 1 bordador; no século XVII, 4 ourives, 2 entalhadores, 2 escultores,
2 pedreiros, 1 bordador, 1 vestementeiro, e 3 pintores; e no século XVIII, 15
pedreiros/canteiros e 2 pintores. No total identificámos 26 pedreiros, 13
ourives ou prateiros, 6 pintores, 3 entalhadores, 1 carpinteiro, 2 escultores,
2 bordadores, 2 vestamenteiro.

A presença destes artistas na raia transmontana devia-se à encomenda de


obras por parte da clientela religiosa, isto é do cabido da Sé de Miranda,
ausentando-se os contratos com a clientela civil. A escolha destes artistas
justificava-se pela ausência de oficinas em determinadas especialidades
artísticas, destacando-se a ourivesaria, mas por outro lado, pela preferência
da própria clientela por tais mestres, em detrimento dos nacionais. Assim,
também se poderá explicar a fixação de residência e a constituição de família
por estes artistas em terras lusas.

No estudo dos artistas não podemos deixar de aferir à presença de obras pro-
venientes de Espanha, cuja aquisição se deveu também ao cabido de Miranda,
sejam peças de escultura, ourivesaria, têxtil, entre outras. Embora se des-
conheça o seu autor, e havendo documentação que suporte a proveniência
232
A presença de artistas espanhóis na diocese de Miranda-Bragança - Ana Celeste Glória

da obra, não é totalmente descabido apontar suposições autorais quanto à


naturalidade dos seus artistas, ficando por averiguar se eventualmente os
autores entregaram pessoalmente as suas peças.

Por último, acreditamos estar ainda em falta um estudo focado na influência


artística que estes mestres terão imprimido nos exemplares arquitetónicos,
escultóricos, pictóricos, entre outros, o que já por si levanta uma série de
outras questões. Que traço se diferencia nestas obras de autoria espanhola?
Que paralelismo é possível estabelecer entre as obras, os respectivos contra-
tos, e a traça pessoal do seu artista? Sem dúvida, que parte destas questões
aguardam resposta que dependerá da realização de um estudo maturado,
que possibilite comparações rigorosas e cruzamento de fontes capazes de
divulgar a actividade artística destes e de outros mestres, mas também do
património transmontano, e da sua relação com a fronteira espanhola.

1.  Doutoranda em História da Arte – esp. História da Arte Moderna, na Facul- Notas
dade de Ciências Sociais e Humanas, Universidade de NOVA de Lisboa. Investi-
gadora do Instituto de História da Arte, na mesma Universidade. E-mail: anace-
[email protected].

2.  O estudo dos artistas e artífices do norte de Portugal foi tema de um projecto
de investigação coordenado por Natália Ferreira-Alves, ao qual resultou o Dicio-
nário de artistas e artifícies do norte de Portugal (2008), que “(…) teve o objetivo de
fazer o levantamento exaustivo dos artistas que exerceram a sua atividade no Norte
de Portugal entre os séculos XII e XX, contribuindo para uma maior sistematização
da atividade artística do Norte de Portugal”, e divulgação de obras e respectivos
autores. Consulte-se Ferreira-Alves, Natália Marinho (coord.). Dicionário dos Ar-
tistas e artifícies do norte de Portugal, Porto, CEPESE, 2008. Disponível on-line
<http://www.cepesepublicacoes.pt/portal/pt/obras/dicionario-de-artistas-e-ar-
tifices-do-norte-de-portugal > [Consultado em 3 de Junho de 2017].

3.  O território corresponderá ao actual distrito de Bragança, constituído pelos


concelhos de Alfandega da Fé, Bragança, Carrazeda de Ansiães, Freixo de Espada
à Cinta, Macedo de Cavaleiros, Miranda do Douro, Mirandela, Mogadouro, Torre
de Moncorvo, Vila Flor, Vimioso e Vinhais.

4.  Nas seguintes obras: Mourinho (Júnior), António. A talha nos concelhos de Mi-
randa do Douro, Mogadouro e Vimioso nos séculos XVII e XVIII. Miranda do Douro,
Assoc. de Munícipios do Planalto Mirandês, 1984; Idem. Arquitectura religiosa da
diocese de Miranda do Douro – Bragança, Sendim, Câmara Municipal de Miranda
do Douro, 1995; Alexandre Rodrigues, Luís. Bragança no século XVIII: Urbanismo,
Arquitectura. Dissertação de Mestrado em História da Arte, Faculdade de Letras
da Universidade do Porto, 2 vols., 1995; Idem. De Miranda a Bragança: arquitec-
tura religiosa de função paroquial na época moderna. Dissertação de Doutoramen-
to em História da Arte apresentada à Faculdade de Letras da Universidade do
Porto, 2001, 3 vols.

233
Universo Barroco Iberoamericano

5.  A documentação notarial da região continua ainda por estudar na sua totali-
dade, embora os historiadores citados em muito tenham contribuído para parte
da sua divulgação. Todavia, outros fundos ficaram por revelar, como os fundos
dos arquivos municipais e particulares, em virtude de apresentam algumas difi-
culdades por parte do seu acesso, nem sempre garantido.

6.  Júlio Andrade, António. “Dicionário Histórico dos Arquitectos, Mestres de


Obras e Outros Construtores da Vila de Torre de Moncorvo”. Brigantia, n.ºs 3-4,
Vol. 11, 1991, págs. 21-48.

7.  Leitão Bandeira, Ana Maria, “Contributo para um dicionário de artistas que
trabalharam no distrito de Bragança”. Brigantia, n.ºs 3-4, Vol. XX, 2000, págs.
161-167.

8.  Alexandre Rodrigues, Luís. “Mestres de obras de ar-


quitectura e sociedades. A construção de pontes na
Beira Alta e em Trás-os-Montes no século XVII”. Artistas e artífices e a sua mobi-
lidade no mundo de expressão portuguesa – Actas do VII Colóquio Luso-Brasileiro,
Porto, Faculdade de Letras da Universidade do Porto, 2007, págs. 273-286.

9.  Celeste Glória, Ana. “Novos contributos para o estudo dos artistas e artífices
setecentistas do concelho de Carrazeda de Ansiães”. Revista CEPHIS - Torre de
Moncorvo, Coord. Adília Fernandes, Edições Humus, n.º6, 2016, págs. 307-335.
E, Celeste Glória, Ana,”A emigração de artistas minhotos para o distrito de Bra-
gança durante o século XVIII”. Revista CEPHIS, Coord. Adília Fernandes, Edições
Humus, n.º7, 2017, págs. 43-76.

10.  Cf. Serrão, Vítor. “A Pintura Maneirista no Nordeste Transmontano, entre


periferismos e modernidade: algumas contribuições”. Cadernos Terras Quentes,
Revista da Associação de Defesa do Património Arqueológico do Concelho de Mace-
do de Cavaleiros, Macedo de Cavaleiros, nº 1, pág. 6. Disponível in < http://www.
terrasquentes.com.pt/Content/Publicacoes/Caderno1/a_pintura_maneirista_no_
nordeste_transmontano,_entre_periferismos_e_modernidade.pdf> [Consultado
em 14 de Agosto de 2017]

11.  Por ordem de citação: Correia Borges, Nelson. “Artistas e artífices espanhóis
em Portugal durante o Barroco e o Rococó: ponto dos conhecimentos”. Relacio-
nes artisticas entre Portugal y España. Valladolid, Junta de Castilla y Leon, 1986,
págs. 71-89; Mourinho (Júnior), António. “Notícia de alguns viajantes portugue-
ses e de espanhóis na antiga Diocese de Miranda do Douro nos séculos XVI, XVII
e XVIII”. Actas del VII Simposio Hispano-Portugués de Historia del Arte, Las
relaciones artísticas entre España y Portugal: Artistas, Mecenas y Viajeros, Cá-
ceres – Olivenza, Universidad de Extremadura, 1995, págs.107-122; e, Alexandre
Rodrigues, Luís. “Contributos artísticos de estrangeiros na região ocidental de
Trás-os-Montes e oficinas locais. Séculos XVI-XVIII”. Artistas e Artífices no Mun-
do de Expressão Portuguesa, Porto, CEPESE, 2008, págs. 93-111.

12.  Perez Hernandez, Manuel. “Relaciones entre la plateria salmantina y portu-


guesa”. Brigantia, n.ºs 1-2, Vol.XVI, 1996, págs. 55-64; e, Navarro Talegón, José.
“Artistas zamoranos en la diócesis de Bragança-Miranda”. Páginas da história da
Diocese de Bragança-Miranda: 1545-1995: actas / Congresso Histórico, Bragança,
234 C.A.S.B.-M., 1997, págs. 589-617.
A presença de artistas espanhóis na diocese de Miranda-Bragança - Ana Celeste Glória

13.  Cruz Grancho, Nuno. “As relações artísticas transfronteiriças no século


XVI e XVII: a ourivesaria religiosa espanhola na diocese de Bragança-Miranda”.
Coord. Jacinto, Rui; Cabero Diéguez. Diálogos (Trans)fronteiriços: Patrimónios,
Territórios, Culturas, Lisboa/Guarda, Âncora Editora/Centro de Estudos Ibéricos,
2015, págs. 91-104.

14.  Veja-se Alexandre Rodrigues, Luís. “Contributos artísticos de estrangei-


ros…”, op.cit., pág. 93-95; Mourinho (Júnior”), António. “Notícia de alguns via-
jantes portugueses…”, op.cit.

15.  A título de exemplo, a obra do Paço Episcopal de Miranda do Douro, edifício


que compreendia também o espaço e cómodos do Seminário Novo, viu o con-
curso de arrematação da obra divulgado pelo afixamento de editais em Zamora e
Salamanca. Cf. Ibidem, pág. 98.

16.  Mourinho (Júnior”), António. “Notícia de alguns viajantes portugueses…”,


op.cit., pág. 108.

17.  Alexandre Rodrigues, Luís. Bragança no século XVIII…, op.cit., Vol.2, pág. 9.

18.  Ibidem, Vol.2, pág. 32.

19.  Ao tratar de Francisco Gomes, mestre galego, Luís Alexandre Rodrigues


menciona Tato.” Na procuração bastante de 1749, «Delegou poderes em Pedro
Tato, também mestre canteiro da Galiza, para se deslocar a Miranda do Douro,
onde receberia autoridades eclesiásticas a quantia de 50.000 réis pela obra que
tinha arrematado e já concluída do «lagiado da capela da vila de Rebordaos com
os degraos do altar a romana». Na ocasião trabalhava na Igreja de S. Pedro, na
povoação de Mós que tinha arrematado”. Resta-nos colocar a hipótese de que
Pedro Tato terá vindo efectivamente para Miranda do Douro, conforme lhe soli-
citou Francisco Gomes.” Cf. Alexandre Rodrigues, Luís. Bragança no século XVI-
II…, op.cit., Vol.2, Nota 179; pág. 63.

20.  Ibidem, Vol.2, pág. 9.

21.  Ibidem, Vol.2, pág. 15

22.  Ibidem, Vol.2, pág. 35.

23.  Ibidem, Vol.2, pág. 31.

24.  Ibidem, Vol.2, pág. 31; Alexandre Rodrigues, Luís. De Miranda a Bragança:
arquitectura religiosa…, op.cit., Vol.2, pág. 59.

25.  Alexandre Rodrigues, Luís. De Miranda a Bragança: arquitectura religiosa …,


op.cit., Vol.2, p. 35.

26.  Serrão, Vítor; Cardoso, Manuel. “Dez núcleos de pintura da Idade Moderna
na região das Terras Quentes (Concelho de Macedo de Cavaleiros). Séculos XVI,
XVII e XVIII”. Cadernos Terras Quentes, Revista da Associação de Defesa do Patri-
mónio Arqueológico do Concelho de Macedo de Cavaleiros, Macedo de Cavaleiros,
nº2, 2005, p. 7. Disponível in < http://www.terrasquentes.com.pt/Content/Pu- 235
Universo Barroco Iberoamericano

blicacoes/Caderno2/Artigo_Dez_N%C3%BAcleos_de_Pintura.pdf> [Consultado
em 14 de Agosto de 2017]. O mesmo autor menciona um outro Navarro: " João
António Pereira Navarro, de Bragança, referido em 1777”, cuja naturalidade des-
conhecemos, podendo ser ou não familiar deste Bernardo Navarro.

27.  Mourinho (Júnior), António. “Notícia de alguns viajantes portugueses ….”,


op.cit., pág. 107.

28.  Ibidem, pág. 108.

29.  Ibidem.

30.  Cruz Grancho, Nuno. “As relações artísticas transfronteiriças …”, op.cit.,
pág. 103.

31.  Ibidem.

32.  Ibidem.

33.  Ibidem, pág. 101.

34.  Ribeiro Gomes, José Manuel Pereira (coord.). Ourivesaria sacra. (Comemo-
rações Jubilares dos 450 Anos da Diocese de  Bragança-Miranda; 1). Bragança,
Departamento de Liturgia e Património Cultural da Diocese Bragança-Miranda,
pág. 42; Cruz Grancho, Nuno. “As relações artísticas transfronteiriças …”, op.
cit., pág. 103.

35.  Navarro Talegón, José. “Artistas zamoranos …”, op.cit, pág. 612.

36.  Ribeiro Gomes, José Manuel Pereira (coord.). Ourivesaria sacra, op.cit., pág.
15, 17.

37.  Veja-se Viterbo, Sousa. Diccionario historico e documental dos architectos,


engenheiros e constructores portuguezes ou a serviço de Portugal. Lisboa, Imprensa
Nacional, 1922, Vol.III, págs. 134-141

38.  Consulte-se Ibidem, págs. 170-171.

39.  Francisco, Manuel Alves. Bragança Memórias arqueológicas-históricas do


Distrito de Bragança (...), Bragança, Câmara Municipal de Bragança/Instituto
Português de Museus/Museu do Abade de Baçal, 2000, tomo VII, 2000, págs.
558-561.

40.  Mourinho (Júnior), António. Arquitectura religiosa da diocese de Miranda …,


op.cit., pág. 59, 75.

41.  Ibidem, págs. 59; 497.

42.  Sobre este entalhador consulte-se o artigo de Alexandre Rodrigues, Luís.


“O entalhador António André de Robles: notícia de algumas obras executadas
no século XVI para a capela-mor da Sé de Miranda”. Brigantia, n.º 3-4, Vol.XX,
236 2000, págs. 29-39.
A presença de artistas espanhóis na diocese de Miranda-Bragança - Ana Celeste Glória

43.  Mourinho (Júnior), António. Arquitectura religiosa da diocese de Miranda…,


op.cit., pág. 9.

44.  Veja-se Mourinho Júnior, António. “Notícia de alguns viajantes portugue-


ses…”, op.cit.

45.  Navarro Talegón, José. “Artistas zamoranos…”, op.cit., pág. 591.

46.  Mourinho (Júnior), António. “Notícia de alguns viajantes portugueses…”,


op.cit., pág. 108.

47.  Ribeiro Gomes, José Manuel Pereira (coord.). Ourivesaria sacra, op.cit., pág.
26; Cruz Grancho, Nuno. “As relações artísticas transfronteiriças…”, op.cit., pág.
103.

48.  Navarro Talegón, José. “Artistas zamoranos…”, op.cit., págs. 610, 613; Cruz
Grancho, Nuno. “As relações artísticas transfronteiriças …”, op.cit., págs. 101,
103.

49.  Ibidem, pág 614; Ibidem, pág. 103; Ribeiro Gomes, José Manuel Pereira
(coord.). Ourivesaria sacra, op.cit., pág. 23.

50.  Ibidem, pág. 614; Ribeiro Gomes, José Manuel Pereira (coord.). Ourivesaria
sacra, op.cit., pág. 38.

51.  Cruz Grancho, Nuno. “As relações artísticas transfronteiriças …”, op.cit.,
pág. 103.

52.  Ibidem.

53.  Navarro Talegón, José. “Artistas zamoranos…”, op.cit., pág. 611-612.

54.  Mourinho (Júnior), António. Arquitectura religiosa da diocese de Miranda …,


págs. 92, 101, 103.

55.  Veja-se Mourinho (Júnior), António. “O retábulo do altar mor da Catedral


de Miranda do Douro”. Brigantia, n.ºs 1, 2, 3, 4, Vol.XXVI, 2006, págs. 245-266

56.  Alexandre Rodrigues, Luís. De Miranda a Bragança…op.cit., Vol.2, pág. 46;


Alexandre Rodrigues, Luís. “Contributos artísticos de estrangeiros…”, op.cit.,
pág. 96.

57.  Alexandre Rodrigues, Luís. “Contributos artísticos de estrangeiros…”, op.


cit., págs. 96-97.

58.  Sobre este consulte-se: Martín González, Juan José.  Escultura barroca en
España, 1600-1770, Madrid, Cátedra, 1983; Idem. El escultor Gregorio Fernández,
Madrid, Ministerio de Cultura, 1980; Idem. Escultura barroca castellana, Madrid,
Fundación Lázaro Galdiano, 1971.

59.  Alexandre Rodrigues, Luís. “Contributos artísticos de estrangeiros…”, op.


cit., págs. 96-97. 237
Universo Barroco Iberoamericano

60.  Ibidem.

61.  Alexandre Rodrigues, Luís. De Miranda a Bragança…, op.cit., Vol.2, pág. 30.

62.  Mourinho (Júnior), António. “O retábulo do altar mor da Catedral de Miran-


da…”, op.cit., pág. 250.

63.  Alexandre Rodrigues, Luís. “Contributos artísticos de estrangeiros…”,


pág.98; Navarro Talegón, José. “Artistas zamoranos …”, pág. 603.

64.  Alexandre Rodrigues, Luís. De Miranda a Bragança…, op.cit., Vol.2, pág. 64;
e p. 142, nota 459 e 460.

65.  Navarro Talegón, José. “Artistas zamoranos…”, págs. 615-616.

66.  Cf. Rodrigues, Luís Alexandre, De Miranda a Bragança…, op.cit., Vol.2, pág.
63; pág. 141, nota 457.

67.  Ibidem, Vol.2, pág. 122, nota 321.

68.  Mourinho (Júnior), António. “Notícia de alguns viajantes...”, op.cit. pág.


110.

69.  Cf. Ibidem, pág. 115.

70.  “Escretura de obrigassam e fiança que fizeram Grigeroio Rodrigues e sua


molher Maria Dias e seu fiadores (…)”, 26 de Maio de 1742, Arquivo Distrital
de Bragança, Cartório Notarial de Mirandela, Mç.8, Lv.28, fls.55v-56v. Este do-
cumento encontra-se transcrito por Alexandre Rodrigues, Luís. “Subsídios para
o estudo da arquitectura civil transmontana no período moderno: residências
paroquiais”. Brigantia, n.ºs 1-2, vol.XXII, 2002, págs. 127-128.

71.  Alexandre Rodrigues, Luís. De Miranda a Bragança…, op.cit., Vol.2, pág. 30.

72.  Ibidem.

73.  Mourinho (Júnior), António. Arquitectura religiosa da diocese de Miranda …,


op.cit., pág. 60, 449; Mourinho (Júnior), António. “Notícias de alguns viajan-
tes…”, op.cit. pág. 115.

74.  Alexandre Rodrigues, Luís. De Miranda a Bragança…, op.cit., pág. 51; 127,
nota 349.

75.  Ibidem, pág. 36; 106, notas 225 e 226.

76.  Mourinho (Júnior), António. Arquitectura religiosa da diocese de Miranda…,


op.cit., pág. 60, 302.

77.  Segundo António Mourinho (Júnior): “No ano de 1798 concluiu-se a obra do
adro e pagou-se a Miguel pedreiro que no meu entender era Miguel Garcia da Pro-
vincia da Galiza que fez a capela mor de Grijó de Parada.” (In Ibidem, pág. 434). A
238 documentação relativa a esta obra, segundo Mourinho, encontra-se no Arquivo
A presença de artistas espanhóis na diocese de Miranda-Bragança - Ana Celeste Glória

do Museu da Terra de Miranda, Maço Obras da Provedoria, Grijó de Parada, Igre-


ja Paroquial, processo completo. (in Ibidem, pág. 117, nota 25).

78.  Alexandre Rodrigues, Luís. De Miranda a Bragança…, op.cit., pág. 41, nota
264.

79.  Correia Borges, Nelson. ““Artistas e artífices espanhóis …”, op.cit., pág. 79.

80.  Veja-se Mourinho (Júnior), António. “Damião Bustamante no intercâmbio


artístico Hispano-luso, no nordeste transmontano (no século XVIII)”. Relacio-
nes artisticas entre Portugal y España, Valladolid, Junta de Castilla y Leon, 1986,
págs. 219-233; e Alexandre Rodrigues, Luís, “Contributos artísticos de estran-
geiros…”, op.cit., págs. 102-104.

81.  Ibidem, pág. 102.

82.  Ibidem.

83.  “(…) segundo o abade de Baçal, Damião Bustamante ter-se-ia fixado aqui, em
Vale da Porca e daqui teria irradiado a sua acção de artista pelo Nordeste.”. Teria
sido em Vale da Porca que nasceu o filho de Damião Bustamante, João Rodrigues,
entalhador e dourador (…)”. Mourinho (Júnior), António Mourinho Rodrigues,
“Damião Bustamante…”, op.cit., pág. 224.

84.  Mourinho (Júnior), António. “Damião Bustamante…”, op.cit., pág. 226.

85.  “Também não sabemos se o nosso pintor terá executado as pinturas do tecto da
igreja de Santa Clara e de Santa Maria de Bragança”. Cf. Ibidem, pág. 233.

86.  Ibidem, pág. 226.

87.  Mourinho (Júnior), António. Arquitectura religiosa da diocese de Miranda…,


op.cit., pág. 643.

88.  “Temos dúvidas se as pinturas da Igreja de S. Bento da cidade de Bragança


datadas de 1763, serão de Bustamante. De qualquer modo, parece-nos ter havido
colaboração do nosso pintor em alguns conjuntos do tecto.”.Cf. Alexandre Rodri-
gues, Luís. “Contributos artísticos de estrangeiros…”, op.cit., pág. 104.

89.  Cf. Ibidem, pág. 103.


Este documento – “Recibo de pagamento efectuado a João Bustamante pelo dou-
ramento do retábulo da igreja de Argoselo e pintura da igreja de Soutelo de Pena
Mourisca, obras executadas por Damião Rodrigues Bustamante”, 2 de Março
de 1768; foi transcrito por Luís Alexandre Rodrigues, A arte da talha dourada
e policromada no Distrito de Bragança, Mirandela, João Azevedo Editor, 2005,
pág. 189.

90.  Cf. Mourinho (Júnior), António. Arquitectura religiosa da diocese de Miran-


da…, op.cit, pág. 593.

91.  Cf. Ibidem, pág. 553.


239
Universo Barroco Iberoamericano

Intorno al Panteón de los Reyes dell’Escorial:


il Mausoleo-Retablo-Teca-Reliquiario fra tenebra e luce

Marcello Fagiolo
Centro Studi Cultura e Immagine di Roma - [email protected]

Resumen Fin dall’inizio (1564 c.) il piano di Juan Bautista de Toledo prevedeva un “ci-
miterio de los antiguos”: la cripta dell’Escorial riceverà il nome di Panteón
a somiglianza del tempio di Roma e, secondo il padre Santos, se il Pantheon
era stato dedicato a tutti gli Dei “por la misma razon se podra llamar tam-
bien a este sepulcro Panteón, porque está dedicado para todos los Reyes de
España, que fuera de ser dioses en la tierra… se podran llamar Dioses del
cielo… tanta a sido su religion i piedad”.
L’edificio ideato da G.B. Crescenzi si ispirava per di più alle catacombe e
alle confessiones realizzate a Roma nel tardo ‘500, da S. Maria Maggiore
a S. Pietro (siti in cui Crescenzi aveva lavorato come soprintendente). Gli
elementi decorativi bronzei, ispirati ai mosaici medievali romani e alle tom-
be fiorentine dei Medici, vengono letti in riferimento a Cristo arbor Vitae
(da cui discendevano i Re spagnoli, milites christiani); l’epigrafe sull’altare
“RESURRECTIO NOSTRA” identifica la resurrezione di Cristo con quella dei
re spagnoli. Il Panteón è insieme mausoleo imperiale, “cappella palatina”,
rotonda dell’Anastasis e Retablo-Teca-Reliquiario.

Le sepolture dei monarchi spagnoli, come sappiamo, vennero stabilite per


volontà di Felipe II nella reggia-monastero concepita come mausoleo impe-
riale per Carlos V e per i suoi successori1. La chiesa dell’Escorial si presenta
all'esterno - sul retro, che comprende il Patio de los Mascarons - come
un nudo colossale sarcofago di granito. Sotto al presbiterio, dominato dai
cenotafi di Carlos V e di Felipe II, venne impostata fin dall’inizio una cripta
circolare, sistemata poi con impianto ottagonale a partire dal 1617 come
Panteón de los Reyes (Fig.1), il mausoleo dinastico che avrebbe ospitato
nelle sue schiere di sarcofagi la quasi totalità dei sovrani spagnoli e delle
regine-madri, significativamente definito “Capilla Real de los vicedióses”
(Ximenes, 1764). L’ideazione e il modello iniziale (nonché la direzione delle
opere di bronzo e la soprintendenza generale) si devono a Giovanni Battista
Crescenzi e la progettazione esecutiva al Maestro mayor Juan Gómez de Mora,
240
Intorno al Panteón de los Reyes dell’Escorial: il Mausoleo-Retablo-Teca-Reliquiario fra tenebra e luce - Marcello Fagiolo

il quale seguì le opere murarie con l’assistenza dell’Aparejador mayor Pedro


de Lizargárate (a cui subentrò nel 1627 Alonso Carbonel, che diverrà a sua
volta Maestro mayor nel 1646)2. Dopo una serie di gravi contrasti con Gómez
de Mora, Crescenzi - grazie all’appoggio di Felipe IV e del Conde-Duque
Olivares – arriverà al sommo della carriera nel 1630 con la nomina nella
Real Junta de Obras y Bosques e la carica di Soprintendente dei Siti Reali3.

Va detto che fin dall’inizio (1564 circa) il piano di Juan Bautista de Toledo
prevedeva un “cimiterio de los antiguos”4, un Pantheon alla romana con urne
di marmo o di pietra (la cupola – del diametro di 10 metri, un quarto di quella
del Pantheon – fu completata nel 1570).

Insieme tempio dedicato a "tutti gli dei" (7 Pianeti, ovvero 12 Dei maggiori) L’archetipo del Pantheon
e mausoleo dinastico (al pari di quelli dei sovrani ellenistici assimilati al
Sole), il Pantheon di Roma è legato sia ad Augusto che ad Adriano (edificato
da Agrippa, genero di Augusto nel 27-25 a. C., fu ricostruito integralmente
da Adriano).
Il Pantheon o "Rotonda" si qualifica per la straordinaria cupola di 43,5 metri
di diametro, la più grande mai costruita con tecniche tradizionali (avvicina-
ta solamente da S. Maria del Fiore e da S. Pietro in Vaticano); la cupola si
conchiude nell'oculo centrale, di 9 metri di diametro. Lo spazio complessivo
è il risultato di un gioco di volumi puri, di proporzioni, di numeri e calcoli
matematici. La cella è determinata dalla sovrapposizione di un cilindro (col
raggio corrispondente all'altezza) e di una semisfera; nell’aula è perfetta-
mente iscrivibile una sfera completa, simbolo insieme della Terra e del Cielo.

La matematica simbolica del Pantheon adrianeo è tutta giocata sul doppio


simbolismo del 4 (numero degli elementi e delle stagioni) e del 7 (numero
planetario). Otto (4x2) ambienti principali - corrispondenti alle 8 direzioni dello
spazio e dei Venti - scavano e suddividono il grande cilindro nelle 7 "cappelle"
(escludendo lo spazio d'ingresso); negli spazi intermedi si aggiungono le 8
edicole che attualmente ospitano quadri e statue della Madonna e di Santi.
241
Universo Barroco Iberoamericano

La cupola è ripartita in 5 gironi concentrici (il 5 è a sua volta connesso con la


"sezione aurea" e la "tetraktys" pitagorica), ciascuno con 28 lacunari (7x4).
Anche le colonne e le paraste che sorreggono il tamburo della cupola sono
in numero di 28.

Se l'oculo centrale corrisponde al Sole "occhio di Zeus" e se i cassettoni


alludono alla Luna (28 come i giorni del mese lunare), i 5 gironi concentrici
potrebbero corrispondere alle orbite degli altri pianeti (Mercurio, Venere,
Marte, Giove, Saturno). Il Pantheon va considerato un santuario aniconico,
privo di immagini come il Panteón (nel quale la dedica alla Santa Cruz con-
sente di presentare esclusivamente il Crocefisso sull’altare); nello spazio
domina in modo assoluto il raggio del Sole che penetra la cupola "planeta-
ria" a guisa di immateriale Obelisco o Colonna di Luce. Lo spettacolo di luce
diviene fantasmagorica allegoria cosmica. "La cupola evoca la volta celeste,
l'oculo è il disco luminoso del sole... Il cerchio è simbolo di perfezione e di
totalità; la sfera si riferisce alla meccanica dell'universo attraverso l''armonia
delle sfere’”5.

La cripta dell’Escorial avrebbe avuto esplicitamente il nome di Panteón “a


semejança del Templo, que está en Roma dedicado a la Diosa Zibeles, i a
todos los Dioses, que agora está consagrado a la Virgen Maria, i todos los
Santos, i por la forma del Templo se llama la Rotunda”6. E ancora, secondo il
padre Santos, se il Pantheon era stato dedicato a tutti gli Dei “por la misma
razon se podra llamar tambien a este sepulcro Panteón, porque está dedi-
cado para todos los Reyes de España, que fuera de ser dioses en la tierra…
se podran verdaderamente todos llamar Dioses del cielo… tanta a sido su
religion i piedad”7.

La sacralità Non a caso Crescenzi ripristinò l’invaso con rapporto 1:1 tra base e altezza
della “confessio” come nel Pantheon e scelse capitelli corinzi che sono repliche esatte di
al modo romano quelli adrianei (mentre Gómez de Mora aveva proposto l’ordine dorico8), ma
bisogna dire che, in un certo senso, il Pantheon di Roma si pone agli antipodi
rispetto a quello dell’Escorial: il significato solare del monumento adrianeo
contrasta infatti con la plumbea oscurità del Panteón concepito come cripta
senza luce, quasi un regno degli Inferi. La penombra veniva perfino giustificata
con l’accostamento all’ascetismo delle antiche sepolture ipogee, illuminate
soltanto dalle lucerne9.

Già Filippo II pensava a una assimilazione della cripta alle confessiones presso
le tombe dei martiri cristiani. La sua idea era di costruire “un como cemente-
rio de los antiguos, donde estuviesen los cuerpos reales sepultados y donde
se le hiciesen los oficios y misas y vigilias, como en la primitiva Iglesia se
solían hacer con los mártires, donde celebraban sus memorias”10. Il tema,
codificato nelle Instructiones di Carlo Borromeo (1577), nei decenni successivi
veniva rilanciato a Roma nel segno della ripresa della religiosità della chiesa
delle origini, soprattutto per opera dell’oratoriano Cesare Baronio (sistema-
242
Intorno al Panteón de los Reyes dell’Escorial: il Mausoleo-Retablo-Teca-Reliquiario fra tenebra e luce - Marcello Fagiolo

zioni dei SS. Nereo e Achilleo, 1596-97, e S. Cesareo, 1597-1603), con cripta
visibile attraverso una fenestella confessionis nell’altar maggiore con modalità
“all’antica” ripresa dalla confessio della basilica vaticana. Accanto alla confes-
sio “all’antica”, un nuovo tipo “alla moderna” veniva inaugurato nella Cappella
Sistina in S. Maria Maggiore11. Questa tipologia - che consentiva l’accesso
diretto con scalinate per i fedeli – verrà fissata sotto Clemente VIII nelle nuove
confessiones delle basiliche di S. Giovanni in Laterano, S. Paolo fuori le Mura e
soprattutto S. Pietro in Vaticano. Avviata nel 1592 da Giacomo della Porta per
Clemente VIII in corrispondenza della tomba di Pietro, la confessio vaticana
veniva realizzata con grande ricchezza di marmi e bronzi su progetto di Carlo
Maderno negli ultimi anni della permanenza di Crescenzi a Roma (1615-17).
Parallelamente la confessio veniva collegata alle “Sacre Grotte vaticane”, lo
spazio ipogeo ricavato sotto il pavimento della nuova basilica per raccogliere
tutti i resti delle sepolture papali provenienti dalla distruzione della vecchia
basilica (la sistemazione “museografica”, avvenuta soprattutto nel biennio
1609-10, fu inaugurata nel 1617) (Figg.5e-f).

Per tornare al Pantéon, appare significativo il fatto che soltanto 75 anni dopo la
sua primitiva ideazione (e un trentennio dopo il progetto iniziale di Crescenzi)
si riuscirà a ottenere una presa di luce, per volontà di Felipe IV12, scavando
dall’esterno della chiesa, sotto l’altar maggiore: soltanto allora, alle prime
luci del mattino, il sole da oriente avrebbe potuto raggiungere le tombe dei
Re (Fig.1b). Soltanto allora, come scrive il padre Santos, il Panteón “se vió
libre de las tinieblas en que estaba cerrada su hermosura”, e si affermava
il valore sacrale della “luz del Sol, que corre á su Ocaso, para lograr nuebo
resplandor en otro dia; y tiene su nacer de su morir: saliendo como nueba-
mente luzido de la noche en que se avia sepultado, exemplar admirable de
la Resurrección...”13.

Nel 1626 viene descritta da Cassiano del Pozzo una visita guidata da Crescenzi
a lume di candela. Viene da pensare che lo spazio così luministicamente tragi-
co fosse in sintonia con l’ambiente pittorico romano dominato da Caravaggio.
La presenza dell’unica debole fonte di luce - proveniente da destra per chi
scende nella rotonda - fa pensare a opere come la Vocazione di Matteo di
Caravaggio (Roma, S. Luigi dei Francesi), mentre la suggestione delle visite
a lume di candela può evocare un altro capolavoro caravaggesco, le Opere di
Misericordia (Napoli, Pio Monte della Misericordia) con la torcia sorretta dal
sacerdote nella scena del trasporto alla sepoltura (Fig.2b)14. E si può pensare
a tante opere di pittori caravaggeschi e in particolare di Gherardo delle Notti
che, arrivato a Roma nel 1610, sarebbe diventato a sua volta un caposcuola.
Le scene cristologiche illuminate da torce e candele (Fig.2c), spesso in coin-
cidenza col tema del seppellimento di Cristo, appaiono in sintonia col rito
liturgico controriformato dell’“Ufficio delle Tenebre” nella Settimana Santa,
con lo spegnimento progressivo delle candele fino a quando la chiesa restava
nell’oscurità e l’ultimo salmo veniva cantato in tenebris.

243
Universo Barroco Iberoamericano

1a. Escorial, Panteón de los Reyes (iniziato nel 1617 da G.B. Crescenzi ; terminato nel 1654; foto Wiki Commons).
1b. Escorial, Panteón de los Reyes (pianta da J.R. de la Cuadra Blanco, 1996). Con la freccia abbiamo visualizzato
l’unica fonte di luce, proveniente dal Patio de los Mascarones, aperta nel 1647-48; in alto è l’invaso della scala,
costruita negli stessi anni.
1c. Escorial, Panteón de los Reyes (sezione; incis. di Pedro de Villafranca, 1657).

Si pensi anche al Seppellimento di S. Lucia di Caravaggio (Siracusa, S. Lucia


alla Badia), ambientato nelle catacombe siracusane, con la consueta illumi-
nazione da destra e con l’arcata sullo sfondo che rimanda agli arcosolii delle
catacombe. Va notato peraltro che – se riflettiamo sulla innovativa tipologia del
Panteón-colombario dell’Escorial - proprio a Siracusa si trovano catacombe
con spazi in forma di Pantheon sotterraneo, come le cripte circolari destinate
244
Intorno al Panteón de los Reyes dell’Escorial: il Mausoleo-Retablo-Teca-Reliquiario fra tenebra e luce - Marcello Fagiolo

alle famiglie più importanti nelle catacombe di S. Giovanni (in particolare la


“rotonda di Antiochia”, scandita da grandi arcosolii e con accesso tramite
una scalinata monumentale)15. D’altra parte va ricordato che Crescenzi aveva
sicuramente condiviso la riscoperta delle catacombe e il culto della chiesa
delle origini praticati da san Filippo Neri e dagli Oratoriani16.

Derivante dagli spazi cimiteriali – e nella stessa temperie del Panteón - è


l’eccezionale mausoleo Trivulzio in S. Nazaro a Milano, la cappella-narte-
ce ottagonale (ideata dal Bramantino nel 1512 e completata da Cristoforo
Lombardo) con cupola ottagonale e con otto arche sepolcrali dentro il secondo
ordine di arcosolii (Fig.5d)17. Ispirato al sacello paleocristiano di Sant’Aquilino
presso S. Lorenzo a Milano, il mausoleo è caratterizzato da un austero rigore,
nel segno del silenzio dell’architettura, in sintonia con l’iscrizione sulla tomba
di Gian Giacomo Trivulzio: “qui nunquam quievit, quiescit. tace”

Crescenzi fu invitato invece a impostare la decorazione del Panteón su un ricco


apparato di marmi levigati a specchio (provenienti da luoghi significativi per la
monarchia spagnola come Toledo e forse Granada) e soprattutto sul bronzo,
riservando a se stesso la direzione di tutte le opere bronzee (modanature
architettoniche, fogliami e angeli). Crescenzi in tal modo faceva valere la sua
esperienza romana come soprintendente all’altar maggiore della Cappella
Paolina in S. Maria Maggiore, di cui realizzò un modello ligneo (1606-1607),
affiancando l’architetto Pompeo Targone in un’opera multimaterica con bronzi
e marmi policromi (Fig.2e)18; le fonti riportano che nel 1612 il papa Paolo V “si
compiacque grandemente della sua cappella, perch’essendovi già collocati al
suo luogo tutti gl’angeli di metallo dorato... riesce l’altare più bello, più ricco
et ben inteso et per artificio et architettura rarissimo e singolare”19. Gli stessi
materiali qualificavano anche la confessio maderniana di S. Pietro, illuminata
giorno e notte da dodici lampadari bronzei, ai quali corrispondono il grande
lampadario e gli angeli reggicandelieri dell’Escorial; va ricordato inoltre il
ciborio della Cappella Sistina in S. Maria Maggiore (realizzato su progetto di
Domenico Fontana nel 1588-90)20 con gli Angeli bronzei, opera di Sebastiano
Torrigiani, che reggono sulla spalla e con una mano il ciborio eucaristico e
con l’altra mano candelieri che vanno forse spiegati in modo simbolico, data
l’elevata condizione di illuminazione della Cappella: il candeliere potrebbe
essere un simbolo di illuminazione, da mettere a confronto coi rilievi bronzei
del ciborio con Angeli che con gesto analogo reggono l’ostensorio.

Nel Panteón gli elementi bronzei dovevare rispondere con riflessi dorati alla
luce delle fiaccole, evocando forse la ricchezza delle decorazioni auree del
Tempio di Salomone, che sarebbe stato ispirato dal Grande Architetto dell’U-
niverso e realizzato dallo scultore-architetto fenicio Hiram21.

La decorazione della cupola fu un compito che Crescenzi volle curare per-


sonalmente, subendo anche la rivolta dei plateros che volevano realizzare
a modo loro i racemi di acanto, i quali erano stati previsti inizialmente in
bronzo e poi furono realizzati in rame per ottenere una maggiore finezza di
245
Universo Barroco Iberoamericano

dettaglio22. L’acanto è per di più un leit-motiv del Panteón: la sua presenza


nel fregio della trabeazione alla base della cupola e nei grandi girali che
costituiscono l’unica decorazione dei sarcofagi (insieme ai cartigli bronzei coi
nomi dei re e delle regine) fa pensare a un significato simbolico che trascende
l’elemento decorativo.

2a. Escorial, Panteón de los Reyes (sezione; incis. di Pedro de Villafranca; particolare).
2b. Caravaggio, Sette opere di Misericordia (Napoli, Pio Monte della Misericordia, particolare; foto Wiki Commons).
2c. Gherardo delle Notti, Derisione di Cristo (Los Angeles County Museum, particolare; foto Wiki Commons).
2d. Roma, Ciborio della Cappella Sistina in S. Maria Maggiore (archit. Domenico Fontana, sculture di Sebastiano
Torrigiani; foto M. Fagiolo).
2e. Pompeo Targone (su modello di G.B. Crescenzi), Altare della Cappella Paolina in S. Maria Maggiore: la gloria di
angeli intorno all’icona mariana (foto C. Marconi).
246 2f. Gian Lorenzo Bernini, Tomba nella Cappella Raymondi (Roma, S. Pietro in Montorio, particolare; foto C. Marconi).
Intorno al Panteón de los Reyes dell’Escorial: il Mausoleo-Retablo-Teca-Reliquiario fra tenebra e luce - Marcello Fagiolo

In primo luogo ritengo che il motivo dei girali d’acanto costituisca un riferi-
mento alla natura politico-monarchica del Panteón, con un riferimento alla
romanitas augustea: appare immediato il riferimento ai rilievi dell’Ara Pacis
(scoperti negli scavi del 1565 presso S. Lorenzo in Lucina; Fig.3c) con l’acanto
che è stato collegato al doppio simbolismo apollineo-dionisiaco (nei rilievi
sono presenti anche tralci di vite)23. Il motivo antico era noto anche per gli
elementi reimpiegati nel medioevo e in età moderna: Crescenzi doveva cono-
scere sicuramente i fregi provenienti dalle terme di Caracalla, ricomposti da
Martino Longhi il vecchio nei portali laterali di S. Maria in Trastevere (1580-
95)24. Per passare a un’altra tipologia artistica, a Crescenzi era ben noto lo
splendido fregio musivo a girali nella trabeazione tardo-antica dell’aula di
S. Maria Maggiore. Nel primo rinascimento il motivo viene ripreso spesso
nella scultura (vedi la Porta bronzea di Filarete in S. Pietro o i bassorilievi
marmorei di Andrea Bregno) e nelle arti decorative legate alle “grottesche”
(si pensi alle pitture e agli stucchi di Raffaello e della sua scuola).

In secondo luogo mi sembra evidente che Crescenzi si sia ispirato ai mosaici


absidali delle chiese romane, dalla cappella dei SS. Cipriano e Giustina nel
Battistero lateranense (V secolo) a S. Maria Maggiore (su disegno di Jacopo
Torriti, 1295; Fig.3e). Di estrema importanza appare l’abside di S. Clemente
(1100 circa, in stile paleocristiano; Fig.3d): intorno all’albero della Croce, i
girali di acanto vengono letti per traslato nell’iscrizione sottostante come
tralci di vite, metafora della Chiesa come vigna di Cristo. Va posto l’accento,
in particolare, sul tema della Croce come Albero della Vita, che attraverso il
trattato di san Bonaventura sul Lignum Vitae (1260) aveva ispirato grandi figu-
razioni come la tavola di Pacino di Buonaguida nella Galleria dell’Accademia
di Firenze (1305-10; Fig.3f) o l’affresco di Taddeo Gaddi nel Refettorio di S.
Croce a Firenze (1355 c.; Fig.3g) che vedono diramarsi entro i racemi d’alloro
le scene della Passione o le immagini di Profeti ed Evangelisti. In questa
ottica si può pensare che il Panteón, col suo altare dedicato al Crocefisso (e
con il Seppellimento di Cristo bronzeo nel paliotto), possa esprimere anche il
significato di un Albero di Jesse, un arbor vitae dedicato non tanto agli antenati
di Cristo quanto ai Re spagnoli come milites christiani; si aggiunga che, quasi
in segno del destino, Felipe II venne sepolto all’indomani della morte, nel
giorno festivo di quella Santa Cruz (14 settembre 1598) alla quale il Panteón
verrà definitivamente dedicato nel 1654.

Bisogna riflettere poi sul racconto vitruviano della nascita dell’ordine corinzio
(l’ordine che caratterizza, come si è detto, sia il Pantheon che il Panteón)
che sarebbe stato ideato da Callimaco dopo aver visto il cesto votivo che una
giovinetta avrebbe lasciato su una tomba. L’acanto cresciuto in quel cesto
sarebbe dunque trasfigurato in primis nei grandi racemi che nel Panteón de-
corano i sarcofagi sopra ai sostegni a zampa di leone (ideogramma di regalità
eroica dei “Catholicos Leones de Espana”25) in sintonia col simbolismo di
resurrezione che l’acanto avrebbe acquisito a partire dall’età paleocristiana26.

247
Universo Barroco Iberoamericano

3a. Escorial, Altare del Panteón de los Reyes (incis. di Pedro de Villafranca, particolare). Da notare il Crocefisso
originario di Pietro Tacca e i tre fregi con girali d’acanto.
3b. Escorial, cupola del Panteón de los Reyes (foto Wiki Commons).
3c. Rilievo augusteo con girali di acanto (lastra dell’Ara Pacis, I sec. d.C.; foto Wiki Commons).
3d. Roma, mosaico absidale di San Clemente (1100 circa; foto Wiki Commons). Particolare coi girali di acanto intorno
all’albero della Croce.
3e. Roma, mosaico absidale di S. Maria Maggiore (1295; foto M. Fagiolo). Particolare coi girali di acanto.
3f. Pacino di Buonaguida, Cristo come Albero della Vita (Firenze, Galleria dell’Accademia, 1305-10; foto Wiki
Commons).
3g. Taddeo Gaddi, Cristo come Albero della Vita (affresco nel Refettorio di Santa Croce a Firenze,1355 c.; foto Wiki
248 Commons).
Intorno al Panteón de los Reyes dell’Escorial: il Mausoleo-Retablo-Teca-Reliquiario fra tenebra e luce - Marcello Fagiolo

I 26 sarcofagi di diaspro e bronzo dorato, ideati da Crescenzi e terminati dopo


la sua morte (Figg.4a, 4b)27, trovano significative referenze nella cultura del
Rinascimento romano, e in particolare nella scultura funeraria di Bregno e
della sua scuola: si vedano la Tomba del cardinale Bernardino Lonati in S.
Maria del Popolo (scuola di Bregno, 1500 c.) e la tomba dei fratelli Bonsi in
S. Gregorio al Celio (Luigi Capponi, 1500; Fig.4c) entrambe con sarcofagi
all’antica decorati con girali d’acanto e zampe di leone28. Meglio ancora,
però, il modello va ricercato nella cultura funeraria medicea, che era stata
sicuramente una fonte di ispirazione per l’intero Panteón, giustamente più
volte collegato allo splendore marmoreo della Cappella dei Principi in S.
Lorenzo a Firenze: mi riferisco soprattutto alla Tomba di Piero e Giovanni dei
Medici nella Sagrestia Vecchia di S. Lorenzo (su disegno di Andrea Verrocchio,
1469-72; Fig.4d-e) col sarcofago di porfido con zampe leonine e girali bronzei
di acanto. A questo punto mi sembra evidente che vada attribuito al disegno
di Crescenzi il motivo basamentale - a guisa di sarcofago con girali d’acanto
– negli affreschi di ambito di Cristoforo Roncalli con Virtù nella Sala dell’Ac-
cademia in palazzo Crescenzi a Roma (per i quali è stata già ipotizzata la
collaborazione di Crescenzi; Fig.4f)29.

Nella cupola del Panteón (Fig.3b) gli otto costoloni doppi rimandano ai sedici
costoloni della cupola vaticana (si ricordi la soprintendenza di Crescenzi
alla esecuzione dei mosaici). Gli Angeli con i candelieri, realizzati nel 1628
su modelli di Crescenzi (Fig.2a), rievocano a mio avviso gli angeli chiamati
alla ricognizione delle tombe nel giorno del Giudizio Universale, quando altri
Angeli con le trombe spingeranno i defunti a uscire dalle tombe. Lo scenario
ideato da Crescenzi non è dissimile dalle tombe della Cappella Raymondi
di Bernini in S. Pietro in Montorio (1642-46; Fig.2f), con le torce dei putti
angelici che illuminano i cadaveri dei Raymondi (vedi il putto nella tomba
destra, mentre nella tomba sinistra un altro putto spegne con un soffio la
sua torcia) prefigurando il giorno del Giudizio, che viene appunto visualizzato
in uno dei due sarcofagi.

Le fonti sulla morte di Felipe II e di Felipe III30 e le poche iscrizioni del Panteón
confermano il clima di attesa della fine del mondo e della “Resurrectión ge-
neral”. L’epigrafe sull’altare “resurrectio nostra” identifica esplicitamente la
resurrezione di Cristo con quella dei re spagnoli. Il tema della morte-resur-
rezione viene espresso nelle due figure allegoriche che sormontano l’epigrafe
dedicatoria del 1654 nel portale d’accesso alla scala del Panteón: la Natura
e la Spes (commissionate nel 1652 a scultori di Roma; Fig.4g)31. La Natura
mortale dell’uomo (la corona e lo scettro della figura dormiente alludono ai
sovrani) esprime l’idea della caduta e della la morte (“natura occidit”), mentre
la Speranza con gli occhi rivolti al cielo esprime l’idea dell’innalzamento,
dell’esaltazione, della rinascita (“exaltat spes”); le due statue inoltre desi-
gnano, collocate in quel sito, la discesa verso il Panteón e l’ideale ascesa al
cielo dei monarchi. Commissionate a Roma nel 1652 dalla corte spagnola, le
due statue possono essere attribuite allo scultore carrarese Domenico Guidi,
allora ventisettenne, che aveva lavorato con lo zio Giuliano Finelli (assisten-
249
Universo Barroco Iberoamericano

dolo nella realizzazione di statue di bronzo a Napoli) e poi con Alessandro


Algardi32: le statue risentono appunto del classicismo algardiano che avrebbe
caratterizzato gran parte della operatività di Guidi33. E’ probabile che il lavoro
venisse commissionato ad Algardi, il quale lo avrebbe dirottato su Guidi e
che pertanto – data la scarsa rinomanza del carrarese – le sculture vengano
definite genericamente dal re “figuras che se hacen en Roma” (lettera del
1652) e poi “figuras che han venido de Italia” (lettera del 1653)34. Una vicenda
analoga mi sembra quella dei quattro alari di bronzo con le figure di Giove,
Giunone, Nettuno, Cibele (allegorie dei quattro Elementi: Fuoco, Aria, Acqua,
Terra), commissionati ad Algardi forse da Velázquez nel 1651: le prime due
opere erano terminate alla morte di Algardi (10 giugno 1654), mentre le altre
due venivano compiute entro il 1657 da Ercole Ferrata e Domenico Guidi (il
quale curò la fusione in bronzo di tutte le opere). Oggi restano solamente due
delle quattro sculture, collocate a ornamento di una fontana di Aranjuez: il
Nettuno di Algardi e due copie della Cibele (eseguita da Guidi su modello di
Algardi)35. Pochi anni dopo Guidi, forse anche in conseguenza dell’apprez-
zamento ricevuto per la Natura e la Spes, avrebbe ricevuto dal re – tramite il
duca di Terranova (ambasciatore a Roma fino al 1657) - la commissione del
definitivo Crocefisso del Panteón (alto m. 1,25 e collocato nel 1659), in sosti-
tuzione dei precedenti Crocefissi di Pietro Tacca (1648, alto m. 1,90, giudicato
troppo grande per l’altare e poi spostato in Sagrestia) e di Gianlorenzo Bernini
(alto m. 1,40, eseguito a Roma nel 1654-55 e collocato entro il 1657)36.

Il Pantheon Nei quasi due millenni della sua storia il Pantheon, consacrato successiva-
da chiesa a mausoleo mente a tutti gli Dei, alla Madonna e a tutti i Martiri e poi alle glorie dell'arte
(intorno a Raffaello), all’Accademia dei “Virtuosi al Pantheon” e infine ai
sovrani della nazione italiana (in sintonia coi "pantheon" dinastici sorti in ogni
parte del mondo), è divenuto immagine simbolica dell'eternità ideale della
civiltà romana nella sua permanenza e nelle sue trasmutazioni.

Particolare risalto in questa storia assume il progetto di Bernini per rise-


mantizzare la cupola decorandola con Monti, Stelle e rami di Quercia, gli
elementi araldici di Alessandro VII Chigi (1655-67). Un disegno della scuola
berniniana (Fig.6.a) presenta con alcune varianti gli elementi chigiani inse-
riti nei cassettoni e nel telaio dei meridiani e paralleli della cupola; intorno
all'oculo appaiono il nome del pontefice ovvero un fitto tessuto di stelle, tra
una ghirlanda di quercia e una ghirlanda di stelle37. La struttura geome-
trico-cosmologica della cupola sembra saldarsi da un lato con l'esplicito
riferimento araldico al cielo chigiano e dall'altro con l'idea del firmamento
cristiano e con l'armonia delle sfere angeliche. Appaiono eloquenti i versetti
dei Salmi che lo stesso papa scelse per la grande iscrizione nel fregio, poi
rimossa: "laudate dominum in sanctis eius" (il Salmo 150 prosegue così: "laudate
eum in firmamento virtutis eius") e "laus eius in ecclesia sanctorum" (Salmo 149).
Se è vero che il papa poteva considerare il Pantheon come suo personale
mausoleo, vi si potrebbe leggere l’idea segreta di rinnovare gli antichi rituali
della consecratio o apotheosis, e cioè della assunzione in cielo degli imperatori
250
Intorno al Panteón de los Reyes dell’Escorial: il Mausoleo-Retablo-Teca-Reliquiario fra tenebra e luce - Marcello Fagiolo

divinizzati (a partire dalla identificazione di Cesare con la stella che da lui


prese il nome di Sidus Iulium).

4a-b. Escorial, Panteón de los Reyes: i sarcofagi di Carlos V, Alfonso XII, Alfonso XIII (foto Wiki Commons).
4c. Luigi Capponi, Tomba dei fratelli Bonsi (1500; Roma, S. Gregorio al Celio, particolare del sarcofago; foto M.
Fagiolo).
4d-e. Andrea Verrocchio, Sarcofago di Giovanni e Piero de’Medici (14d9-72, Firenze, Sagrestia Vecchia di S. Lorenzo;
foto Sailko, Wikipedia).
4f. Ambito di Cristoforo Roncalli (con partecipazione di G.B. Crescenzi), Abbondanza (affresco nella Sala
dell’Accademia in Palazzo Crescenzi a Roma; particolare del basamento; foto ICCD).
4g. Domenico Guidi (attrib.), la Natura e la Speranza nel portale di accesso al Panteon de los Reyes (foto Wiki
Commons). 251
Universo Barroco Iberoamericano

L’assimilazione al Pantheon caratterizza il Panteón come mausoleo imperiale


all’antica, data anche la presenza della sepoltura di Carlos V: non a caso
nella epigrafe di dedicazione del 1654 sopra lo stemma monarchico appare
la corona imperiale (Fig.4g)38.

Un ulteriore archetipo tipologico è forse la “cappella palatina”, e cioè l’inven-


zione tardo-antica di uno spazio che “celebra sotto lo stesso tetto, e di sovente
sotto la stessa cupola, l’idea del sacro e l’idea dell’autorità monarchica a
sua volta consacrata”39. In effetti, fin dall’inizio, la “Capilla Real” comunicava
direttamente col Palazzo ed era prevista una tribuna riservata alla famiglia
reale (come negli exempla monumentali di S. Sofia a Costantinopoli o di S.
Vitale a Ravenna)

Dal Santo Sepolcro ai Insieme al Pantheon (e alla “cappella palatina”), il S. Sepolcro di Gerusalemme
nuovi "panthea" dinastici (Fig.5a) può essere considerato l'archetipo fondamentale per la formazione
e la significazione di un cospicuo filone di cappelle sepolcrali di santi ovvero
di sovrani o uomini illustri o grandi dinastie che si richiamano da un lato
alla tomba di Cristo (luogo di morte e di resurrezione, di tenebra e di luce) e
dall'altro all'edificio-simbolo di Roma antica, che viene ormai a designare il
tema del mausoleo regale. Non si dimentichi che il Panteón corona esem-
plarmente l’Escorial, improntato da Felipe II e dai suoi architetti al modello
gerosolimitano del Tempio di Salomone.
Il complesso religioso realizzato da Costantino nel luogo del calvario e del-
la sepoltura (326-35)40 comprendeva una spettacolare sequenza di spazi
simbolici, alternamente aperti o coperti: un quadriportico, una basilica o
martyrium, un secondo cortile porticato con la roccia del Calvario coronata
da una croce scintillante, e infine la rotonda dell'Anastasis (Resurrezione).
L'idea di resurrezione veniva suggerita anche dalla apertura ad oculo che
(forse già in età costantiniana) concludeva la cupola (o copertura conica;
Fig.5b). L'Anastasis è insieme Pantheon e Mausoleo: il fondatore del nuovo
evo cristiano appariva infatti attorniato dalle colonne-Apostoli, così come nei
panthea ellenistico-romani i sovrani assimilati al sole si accompagnavano ai
dodici Dei maggiori.

L’oculo dell’Anastasis verrà replicato nella rotonda dell'Ascensione a


Gerusalemme e nell'ottagono eretto sulla grotta di Betlem, dove si ripete
la tipologia della Rotonda-martyrium al termine della basilica a cinque na-
vate. L'oculo, desunto evidentemente dal Pantheon, poteva visualizzare il
dialogo tra i raggi dell'astro solare e la memoria del "Sol Iustitiae", nonché
la dinamica degli eventi evangelici: lungo l'asse cosmico zenitale si poteva
immaginare un processo di via in su (nelle Rotonde della Resurrezione e
dell'Ascensione) ovvero di via in giù (ideale discesa della divinità nella grotta
di Betlem). Se nell’Escorial prevale il senso della discesa nell’abisso della
sepoltura (ma l’iscrizione sull’altare “resurrectio nostra” va riferita alla fede
dei monarchi nella resurrezione)41, e se l’impianto ottagonale coincide col
simbolismo resurrezionale del numero “8”, nel Pantheon di Roma si fon-
252
Intorno al Panteón de los Reyes dell’Escorial: il Mausoleo-Retablo-Teca-Reliquiario fra tenebra e luce - Marcello Fagiolo

dono i due temi della salita verso la luce e della discesa della Luce divina
a illuminare la rotonda cosmica, e analogamente nel S. Sepolcro convivono
esplicitamente il senso della discesa nel sepolcro e della salita di resurrezione
attraverso l’oculo della volta.

L'Anastasis fu significativamente replicata al tempo di Costantino in due mau-


solei imperiali, quello della figlia Costanza a Roma (col giro di dodici colonne
binate) e quello personale annesso alla chiesa degli Apostoli di Costantinopoli,
in cui il sarcofago dell'imperatore - che si autodefiniva “tredicesimo apostolo”
- era attorniato da dodici cenotafi coi nomi degli Apostoli.

5a-b. Gerusalemme, basilica del S. Sepolcro (pianta e sezione della “Anastasis”; da B. Amico, 1620).
5c. Granada, sezione della Capilla Mayor della Cattedrale (archit. Diego de Siloé, 1528; elaborazione di M. Fagiolo,
sulla base del disegno di F. Heylán).
5d. Milano, Cappella Trivulzio in S. Nazario (iniziata da Bramantino nel 1512; foto Wiki Commons).
5e-f. “Confessione” sotto l’altar maggiore di S. Pietro in Vaticano (archit. C. Maderno, 1616-17; pianta e sezioni, da C.
Fontana 1694). 253
Universo Barroco Iberoamericano

La rotonda dell'Anastasis fu capostipite di una serie cospicua di copie in


tutto l'occidente. Qui importa sottolineare la fortuna in età rinascimentale e
barocca, con la volontà di costituire mausolei regali o principeschi nel luogo
idealmente riferito all'Anastasis e inteso antropomorficamente come caput
del Cristo.

In molti di questi complessi troviamo allineati lungo lo stesso asse l'altar mag-
giore centro del culto religioso e ombelico sacro della chiesa (nel S. Sepolcro
dei Crociati una cupola sovrasta il presunto omphalos, centro del mondo) e,
al di là del presbiterio, il mausoleo centro del culto della personalità.

Possiamo ricordare alcuni exempla, a partire dall'innesto di mausolei regali


su chiese gotiche o tardo-gotiche. Si pensi anzitutto al pantheon ottagonale
dei re del Portogallo nella chiesa monastica di Batalha (iniziato sull’asse
chiesa-portico nel 1437 da Edoardo I su disegno dell’architetto Huguet, pro-
seguito in età manuelina e rimasto incompiuto); o alla ottagonale Capilla del
Condestable aldilà del deambulatorio della cattedrale di Burgos (su disegno
di Simon de Colonia, 1482-94), con la sua volta a stella traforata, quasi tra-
duzione tardogotica dell'oculo del Pantheon.

Di enorme importanza, ovviamente, è il grandioso santuario della Cattedrale


di Granada (su disegno di Diego de Siloé, 1528-57, alto come il Pantheon e
con una cupola di metà diametro; Fig.5c), vera e propria ripresa trionfale
del S. Sepolcro nell'ultima città "reconquistada" dopo sette secoli di guerre,
dove vennero sepolti i Re cattolici e dove si progettava un mausoleo imperiale
per Carlo V. La parte superiore del santuario può essere ricondotta all’idea
del Pantheon con lo spazio in cui può essere iscritta una sfera, mentre la
planimetria decagonale riconduce alla geometria della “tetraktys” pitagorica.

Al mausoleo di Granada va collegata la circolare Capilla del Salvador di Ubeda


(ideata nel 1536 da Diego de Siloé e iniziata da Andrés de Vandelvira nel 1540),
vera e propria sintesi di Pantheon paganeggiante (Dei mitologici in facciata)
e Mausoleo cristiano, sempre col ricorso alla numerologia pitagorica (cupola
suddivisa in 20 lati, 10x2, e navata di piedi 80x40x100).

Indirettamente connesso a queste sperimentazioni è il progetto, scoperto re-


centemente da Delfín Rodríguez, per una “Cupola da farsi sopra il S. Sepulcro
di Nostro Signore” (documentato da un disegno della Biblioteca Nacional de
Madrid; Fig.6b)42. Va ricordato che Felipe II (e, prima ancora, Carlos V ) aveva
offerto grandi somme per restaurare il Tempietto e la Cupola del S. Sepolcro.
Il disegno, che propone di innalzare una cupola uguale a quella michelangio-
lesca di S. Pietro sulla Rotonda dell’Anastasis, viene datato al tempo di Felipe
III intorno al 1616-17 (e in particolare al patronato di Pedro de Osuna, viceré
di Napoli) e attribuito a un allievo di Domenico Fontana, il quale oltre ad avere
completato la cupola di S. Pietro aveva costruito a Napoli il nuovo Palazzo
dei Viceré (poi Palazzo Reale). Si conosce la grande devozione del re per il S.
Sepolcro (Felipe III aveva tra i suoi titoli anche quello di Re di Gerusalemme,
254
Intorno al Panteón de los Reyes dell’Escorial: il Mausoleo-Retablo-Teca-Reliquiario fra tenebra e luce - Marcello Fagiolo

come erede dei sovrani aragonesi); esisteva poi una sorta di gemellaggio fra
il S. Sepolcro e la chiesa dell’Escorial43. Il progetto sincretistico di fusione
tra S. Sepolcro e S. Pietro costituiva altresì il punto d’arrivo di una vicenda
millenaria che, a partire dall’appropriazione gerosolimitana da parte di Roma
(nuovo centro del cristianesimo, dopo la conquista islamica della Terrasanta),
poteva approdare infine a una ideale appropriazione della cupola vaticana
nella basilica del S. Sepolcro sotto il patronato della monarchia ispanica44.

6a. Gian Lorenzo Bernini, progetto per la decorazione della cupola del Pantheon con elementi araldici di Alessandro
VII Chigi (1655-67; disegno, BAV, cod. chig. P.VII.9).
6b. “Cupola da farsi sopra il S. Sepulcro di Nostro Signore” (disegno del 1617 c.; Biblioteca Nacional de Madrid; da D.
Rodriguez Ruiz 2014).
6c. Altare-reliquiario nella basilica dell’Escorial (archit. Herrera; foto Wiki Commons).
6d. Scaffalatura lignea nella Biblioteca dell’Escorial (archit. J. Herrera; foto Wiki Commons).
6e. Milano, Cappella di San Bernardino alle Ossa (seconda metà sec. XVII; foto Wiki Commons).
6f. Farmacia-libreria circolare (1700c., attrib. all’ebanista Agostino Fucito, autore delle scaffalature della Farmacia
degli Incurabili di Napoli; antiquariato Gogna).
6g. Caserta, Teatro di Corte del Palazzo Reale (archit. L. Vanvitelli, 1756-69; foto Wiki Commons). 255
Universo Barroco Iberoamericano

Ordinare e classificare: il Il Panteón esprime uno spirito tassonomico di Ordinamento, Classificazione,


Panteón come Mausoleo- Esposizione, mentre l’esibizione delle spoglie dei monarchi avviene nello
Retablo-Teca-Reliquiario spirito del cerimoniale di corte spagnolo che assume i re come “vicedióses”.
La rigorosa partizione architettonica poteva evocare anzitutto un impianto
di Retablo di tipo classicista, in evidente sintonia col Retablo mayor della
basilica dell’Escorial, ed è probabile che lo stesso Felipe III proponesse di
accordarsi con questo modello di ordine e di preziosità materiale di bronzi e
marmi policromi (Fig.7c): basti osservare come nello spazio soprastante al
Panteón Juan de Herrera dispose su tre lati in assoluta continuità - segnata
dall’ordine dorico (l’ordine che verrà scelto nel primo progetto di Gómez de
Mora per il Panteón45) - i colonnati entro cui si dispongono i cenotafi di Carlos
V e Felipe V e, in prosecuzione della stessa trabeazione, il piano inferiore del
Retablo con le statue dei Dottori della Chiesa, le pitture di Pellegrino Tibaldi e
il Tabernacolo di Jacopo da Trezzo (a sua volta da collegare all’invaso cilindrico
del Panteón impostato da Herrera).

In questa ottica il Panteón va proprio considerato come un Retablo de los


Reyes che esalta non soltanto i re passati e presenti ma anche quelli futuri
in una sacralizzazione dell’idea stessa della monarchia degli Austria: non a
caso i re spagnoli, “dioses en la tierra”, venivano esplicitamente assimilati ai
“Dioses del cielo”46. L’ordine “gigante” che inquadra i sarcofagi va accostato
per di più all’ordine inferiore dorico (caratterizzato da due file di nicchie a
cui si sovrappongono le finestre della Biblioteca) della parte centrale della
facciata herreriana dell’Escorial (Fig.7b).

Un altro importante termine di paragone può essere dato dagli altari-reli-


quiari dell’Escorial (Fig.6c), il quale - tramite la grandissima collezione di
reliquie raccolte da Felipe II – veniva anche definito “Monastero reliquia-
rio” o “Reliquiario di reliquiari”47, incrementando la sua multifunzionalità di
Reggia-Convento-Monumento-Mausoleo-Biblioteca. Il re passava giornate
intere a ordinare, catalogare e contemplare la sua collezione, che raggiunse
un totale di 7420 reliquie appartenenti a 678 santi (elencati in ordine alfa-
betico nell’epigrafe collocata nell’antecoro della basilica). Le reliquie sono
conservate soprattutto, in prossimità del presbiterio, in due altari-teche, con
sportelli dipinti da Federico Zuccaro: l’altare dell’Annunciazione con reliquie
di sante (in corrispondenza dell’appartamento della regina), e l’altare di San
Girolamo con reliquie di santi (verso l’appartamento del re, il quale poteva
raggiungerle direttamente dalle sue stanze, arrivando sul retro della teca).
Di eccezionale interesse sono i disegni progettuali di Herrera e in particolare
un “apunte para el Altar de las Reliquias” (Madrid, Biblioteca del Palacio
Real; Fig.7e) che sembra anticipare in modo straordinario la composizione
del Panteón: in una scaffalatura a doppio ordine e con cinque assi, l’ordine
inferiore comprende al centro un reliquiario sormontato dalla croce e ai lati
in ogni interasse quattro urne sovrapposte, esattamente come nel Panteón! In
un disegno analogo Herrera elabora una struttura ad arco trionfale (Fig.7d)48,
che sembra prefigurare l’ultimo ingresso trionfale di un gran numero di
reliquie, ricevute in chiesa nel 1597 con altissimo onore “como si fueran
256
Intorno al Panteón de los Reyes dell’Escorial: il Mausoleo-Retablo-Teca-Reliquiario fra tenebra e luce - Marcello Fagiolo

7a. Escorial, Panteón de los Reyes. Veduta dimostrativa dell’impianto di cinque delle otto campate (fotomosaico di C.
Marconi).
7b. Escorial, particolare della facciata (archit. Herrera; foto Jebulon, Wiki Commons). Da notare le due file di nicchie in
basso e, sopra, le finestre della Biblioteca.
7c. Escorial, raccordo fra il Retablo mayor e il cenotafio di Carlo V (archit. Juan de Herrera; montaggio fotografico di C.
Marconi). Da notare la continuità della trabeazione delle due ordinanze dotiche.
7d-e. Juan de Herrera, due progetti per l’Altare delle Reliquie della basilica dell’Escorial (disegni a penna, Biblioteca
del Palacio Real de Madrid; fotomontaggi ricompositivi di M. Fagiolo). Soprattutto il secondo disegno appare analogo
alla impostazione del Panteón per le serie di quattro urne in ciascun interasse.

257
Universo Barroco Iberoamericano

los propios santos los que hicieran su entrada”49. A questo punto ci si può
chiedere se Felipe III potesse aver mostrato questi disegni a Crescenzi come
indicazione programmatica per la strutturazione del Panteón, tanto più che
il primo progetto a 5 interassi si presenta proprio come una “scaffalatura” di
sarcofagi, dal sarcofago centrale davanti a cui è un “giacente” ad altre urne
dove appaiono in trasparenza sagome umane (si ricordi che nell’Escorial
erano stati raccolti, in particolare, cinque santi corpi interi). Si tratta ovvia-
mente di progetti ben diversi rispetto ai due altari dell’Annunciazione e di
San Girolamo e sicuramente concepiti per un sito diverso (da confrontare ad
esempio con l’altare della sagrestia)50. Va notato inoltre che la costruzione
di reliquiari per l’arrivo di nuove reliquie era continuata con Felipe III: tra il
1605 e il 1611: si ricordano 48 teste collocate entro urne (le norme tridentine
avevano imposto l’abbandono dei busti-reliquiari).

Nel Sei-Settecento si svilupperà l’inquietante tipologia delle capellae sanctae


per le reliquie, su cui è opportuno aprire una breve parentesi. Un precoce,
mirabile esempio è la Goldene Kammer, la camera aurea allestita nel 1644
nella chiesa di S. Orsola a Colonia per ospitare le presunte reliquie della
santa e delle sue 11.000 compagne, le cui ossa vengono allineate in una serie
di registri a formare iscrizioni e motivi decorativi sacri. Nella cappella di S.
Bernardino alle Ossa a Milano, realizzata qualche decennio dopo (Fig.6e), il
telaio architettonico a lesene contiene i grandi parati di teschi che si innal-
zano fino alla trabeazione come arazzi o mosaici ossuari, nella vertigine del
memento mori che si conclude nell’affresco paradisiaco della volta col Trionfo
delle anime in un volo di angeli (Sebastiano Ricci, 1695). Il tema ossuario viene
di regola associato ai simboli della passione di Cristo e alla Crocefissione
(spesso le ossa vengono assemblate in forma di croce); il tema teologico è
il fine salvifico della morte-resurrezione di Cristo che indica la strada della
vittoria sulla Morte. L’ottagonale Cappella dei Martiri nella Cattedrale di
Otranto (allestita nel 1711 come Pantheon-reliquiario degli Ottocento mar-
tiri di Otranto, trucidati nel 1480, beatificati nel 1771 e santificati soltanto
nel 2013) comprende nelle sette grandi teche murali una serie di teschi
che sembrano galleggiare in un mare caotico di ossa, a evidenziare il senso
di una sorta di fossa comune che celebra l’eroismo di massa piuttosto che
un’impossibile ricerca di individualità; il Sasso della decapitazione, custodito
all’interno dell’altare, poteva emulare la montagnola del Golgota, ai cui piedi
la leggenda collocava il teschio del primo uomo (sarebbe stato Cristo, il nuovo
Adamo, a cancellare la macchia del peccato originale).

Per ritornare all’Escorial, il Panteón doveva commisurarsi - oltre che con la


sacralità del Retablo e dei Reliquiarii - con un altro spazio a suo modo asce-
tico, la grande Biblioteca situata al piano nobile del cortile dei Re, in asse alla
basilica. L’aula grandiosa venne sistemata sempre da Herrera con modalità
innovative, introducendo alle pareti scaffali di ordine dorico (costruiti con
pregiati legni policromi; Fig.6d) che per la prima volta al mondo classificavano
ed esponevano l’inestimabile patrimonio di codici e libri coi dorsi dorati in
vista per integrare la policromia dell’insieme (la scaffalatura appare dunque
258
Intorno al Panteón de los Reyes dell’Escorial: il Mausoleo-Retablo-Teca-Reliquiario fra tenebra e luce - Marcello Fagiolo

coerente con l’intensa cromia del ciclo di affreschi enciclopedico-sapienziali


di Pellegrino Tibaldi)51.

Se alcuni detrattori paragonavano il Panteón alla freddezza di una farma-


cia, va detto per contro che esistono effettive analogie con le farmacie del
Sei-Settecento che applicano un metodo classificatorio analogo, derivante
a sua volta dalle sistemazioni museografiche di collezioni particolari e di
Wunderkammern (Fig.6f). Basti ricordare gli ambienti della Farmacia de-
gli Incurabili a Napoli o della Farmacia conservata nel Museo Nazionale di
Ravenna.

Mi sia consentito infine un raffronto tra l’impianto del Panteón e il Teatro


di Corte della Reggia di Caserta (costruito da Vanvitelli tra il 1756 e il 1769;
Fig.6g), nel quale l’ordine gigante composito consente di inquadrare or-
dinatamente le tre file di palchetti (col palco reale al centro, in posizione
confrontabile con l’altare del Panteón)52.

In definitiva, queste premesse sull’ordine classificatorio ci consentono di


convalidare l’interpretazione del Panteón come cerniera di trapasso dal clas-
sicismo herreriano all’aurora della nuova sensibilità barocca. Come ha scritto
Martin González, “de una forma deliberada se emplearon mármoles de tonos
claros (rosados) y oscuros (negros), es decir colores que acercan y alejan...
También las urnas responden a formas muy movidas, barrocas. Pero esto
armoniza con los bronces que tienen una mayor carga barroca... Véanse las
urnas y el riquísimo friso... Este barroquismo halla una solución sublime en
la cúpula, ejemplo de ligereza, claridad y alegría...”53.

259
Universo Barroco Iberoamericano

Notas 1.  Una versione più ampia di questo studio è stata presentata nel 2015 nella
relazione Il Teatro della Gloria fra tenebra e luce: dal Panteón de los Reyes alla
Panthéonisation, nel II Congreso Nacional de Jóvenes Historiadores del Arte
“Utraque Unum: El arte en Europa y América en los territorios de los Borbones”
(Murcia, febr. 2015). Data la molteplicità dei temi trattati, vengono ridotti al
minimo i riferimenti bibliografici.
Per il Panteón si vedano soprattutto: Martin González, Juan José, “El Panteón de
El Escorial y la arquitectura barroca”, Boletín del Seminario de Estudios de Arte y
Arqueología, 47, 1981, pp. 265-284; Bustamante García, Agustín, “El Panteón del
Escorial. Papeletas para su historia”, Anuario del Departamento de Historia y Teo-
ría del Arte, 1992, IV, pp. 161-215. Si vedano inoltre: Martin González, Juan José,
“El Panteón de San Lorenzo de El Escorial”, Archivo español de Arte, 32, 1959,
n. 127, pp. 199-214; Taylor, René, “Juan Bautista Crescencio y la arquitectura
cortesana española (1617-1635)” Academia, 48, 1979, pp. 61-126; Tovar Martin,
Virginia, “Significación de Juan Bautista Crescencio en la arquitectura madrileña
del siglo XVII”, Archivo Español de Arte, 56, 1981, n. 215, pp. 297-317; Camara
Muñoz, Alicia, “El Escorial de Felipe III. Historia y arquitectura”, Fragmentos.
Revista de Arte, 1985, 4-5; Tovar Martin, Virginia, Juan Gomez de Mora (1586-
1648), Ayuntamiento de Madrid – Concejalía de Cultura,1986, pp. 78-82, 98-99;
de la Cuadra Blanco, Juan Rafael, “El Escorial y el Templo de Salomón”, Anales
de Arquitectura, Universidad de Valladolid, 7, 1996, pp. 5-14; De la Cuadra Blan-
co, Juan Rafael, “La idea original de los enterramientos reales en el Escorial”,
Academia, 85, 1997, pp. 375-413; Vega Loeches, José Luis, “Los infiernos de El
Escorial. Reflexiones acerca de las opiniones del P. Santos sobre el Panteón del
Monasterio”, Anales de Historia del Arte, nº 17, 2007, pp. 155-178; Vega Loeches,
José Luis, “Una fuente más sobre el Panteón Real de El Escorial: Fray Martín de
la Vera y su Instrucción de eclesiásticos (1630)”, Imafronte, nº 23, 2014, pp. 67-
101; Del Val Moreno, Gloria, “Il Pantheon del Escorial attraverso i viaggiatori e
i biografi italiani del Seicento”, en Cazzato, Vincenzo et al., (dir.), La Festa delle
Arti. Scritti in onore di Marcello Fagiolo, Roma, Gangemi, 2014, pp. 64-67. Va ag-
giunta infine la poderosa tesi dottorale di Merino Thomas, Andrés, Los panteones
reales del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Muerte, sistemas sepulcrales y
construcción de imagen dinastica (1563-1833), Madrid, UCM, 2016.
Ringrazio per varie segnalazioni Gloria del Val Moreno, che ha ultimato recen-
temente la sua tesis doctoral Giovanni Battista Crescenzi (Roma, 1577–Madrid,
1635) y la renovación de las artes durante el reinado de Felipe IV (tesis diretta da
Beatriz Blasco Esquivias, Madrid, UCM, 2016).

2.  Si vedano: Taylor, René, “Juan Bautista Crescencio...”, op.cit.; Martin Gonzá-
lez, Juan José, "El Panteón de el Escorial...”, op.cit.; Bustamante García, Agustín,
“El Panteón...”, op.cit., pp. 173-174. Altri studiosi - e in particolare George Ku-
bler e Virginia Tovar Martín – hanno ipotizzato invece un ruolo preponderante
di Gómez de Mora nella progettazione del Panteón, minimizzando l’apporto di
Crescenzi.

3.  Si veda da ultimo Blasco Esquivias, Beatriz, Arquitectos y tracistas. El triunfo


del Barroco en la corte de los Austrias, Madrid, Centro de Estudios Europa Hispa-
nica, 2013, pp. 157-173

4.  De Sigüenza, José, Tercera parte de la Historia de la Orden de San Jerónimo,


Madrid, 1605 (cit. da Bustamante García, Agustín, “El Panteón...”, op.cit., p.
163).

5.  Stierlin, Henri, Hadrien et l'architecture romaine, Fribourg, Office du Livre,


1984, p. 204.
260
Intorno al Panteón de los Reyes dell’Escorial: il Mausoleo-Retablo-Teca-Reliquiario fra tenebra e luce - Marcello Fagiolo

6.  De la Vera, Martin, Instrucción de eclesiásticos, Madrid 1630 (cit. da Vega Loe-
ches, José Luis, "Una fuente más...”, op.cit., p. 94).

7.  De los Santos, Francisco, Descripción breve, Madrid 1657.

8.  Vedi Bustamante García, Agustín, “El Panteón...”, op.cit., p. 172.

9.  Testimonianza di De los Santos, Francisco, Descripción breve..., op.cit. (cit. da


Bustamante García, Agustín, “El Panteón...”, op.cit., p. 198).

10.  De Sigüenza, José, Tercera parte, op.cit., p. 172.

11.  Si veda da ultimo Ostrow, Steven F., “The ‘Confessio in post-tridentine


Rome”, in Tosini, Patrizia (dir.), Arte e committenza nel Lazio nell’età di Cesare
Baronio, Atti del Convegno (Frosinone-Sora 2007), Roma, Gangemi, 2009, pp.
19-32.

12.  L’apertura fu effettuata nel 1646-47 da fray Nicolás di Madrid con la colla-
borazione di altri due frati esperti di architettura: Eugenio de la Cruz e Juan de
la Concepción (cfr. Martin González, Juan José, "El Panteón de el Escorial...”,
op.cit., p. 280; Bustamante García, Agustín, “El Panteón...”, op.cit., p. 198).

13.  Cfr. nota 9.

14.  Va notato che la stessa chiesa del Pio Monte della Misericordia a Napoli
(F.A. Picchiatti, 1658-72) presenta a sua volta tangenze col Panteón dell’Escorial
attraverso l’impianto ottagonale analogo per il disegno della volta e del pavi-
mento e anche per la strutturazione delle pareti coi palchi sorretti da mensole.

15.  Vedi Sgarlata, Mariarita, San Giovanni a Siracusa, Città del Vaticano, Pontif.
Commiss. di Archeologia Sacra, 2003. Va ricordata anche la rotonda della necro-
poli di Vigna Cassia (cfr. Marchese, A.M., Sulle orme di Paolo Orsi. La necropoli di
Vigna Cassia a Siracusa, Acireale-Roma, Bonanno, 2013).

16.  Si veda da ultimo Von Bernstorff, Marieke, Agent und Maler als Akteure im
Kunstbetrieb des frühen 17. Jahrhunderts. G.B. Crescenzi und Bartolomeo Cavarozzi,
München, Römische Studien der Bibliotheca Hertziana, 28, 2010.

17.  Vedi Adorni, Bruno, “La cappella Trivulzio”, en L. Patetta (dir.), Bramante e
la sua cerchia a Milano e in Lombardia, Milano, Skira, 2001, pp. 167-1711.

18.  Il modello viene pagato a partire dal settembre 1606 e saldato il 19 aprile
1607; dopo di che verrà elaborato dallo scultore Camillo Mariani, che già ave-
vacollaborato con Crescenzi, un nuovo modello per il gruppo degli angeli in-
torno all’icona mariana, dopo di che venne stipulato un contratto che definiva i
materiali preziosi dell’opera (diaspri, lapislazuli, ametiste, bronzo, oro argento).
Vedi Ostrow, Steven F., Art and Spirituality in Counter-reformation Rome: the Sis-
tine and Puline Chapels in S. Maria Maggiore, Cambridge University Press, 1996,
pp. 144-148; un riepilogo sulla partecipazione di Crescenzi è in Del Val Moreno,
Gloria, “La verdad del documento: problemática de las fuentes documentales en
la investigación artística de G.B. Crescenzi”, Anales de Historia del Arte, 2011,
volum. extraord., pp. 95-98. 261
Universo Barroco Iberoamericano

19.  Vedi il saggio di Barroero in Pietrangeli, Carlo, Santa Maria Maggiore a


Roma, Firenze, Nardini, 1988, p. 231.

20.  Vedi la scheda di Pietro Cannata in Madonna, Maria Luisa (dir.), Roma di
Sisto V. Le arti e la cultura, Roma, De Luca, 1993, pp. 394-399.

21.  Rimando alle mie analisi in Fagiolo, Marcello, Architettura e massoneria.


L’esoterismo della costruzione, Roma, Gangemi 2006.

22.  Nel 1626 Felipe IV decide di realizzare i fogliami in bronzo a qualunque cos-
to (27 ottobre) ma un mese dopo si decide invece per realizzarli in lastre di rame
(28 novembre; documenti cit. da Martin González, Juan José, "El Panteón...”,
op.cit., pp. 278-279). Dopo una lunga interruzione dei lavori, la decorazione de-
lla cupola sarà realizzata dopo il 1649 con un nuovo disegno di Carbonel che
prevede girali più sottili ed eleganti rispetto a quelli realizzati in precedenza da
Crescenzi (per esempio nel fregio della trabeazione), al fine di mettere in risalto
il fondo di marmo grigio (Martin González, pp. 281-82).

23.  Vedi da ultimo Sauron, Gilles, Augusto e Virgilio. La rivoluzione artistica de-
ll’Occidente e l’Ara Pacis, Milano, Jaca Book, 2013.

24.  Vedi Baldi, Massimo, “Il reimpiego di fregi-architrave di epoca romana nei
portali di S. Maria in Trastevere”, pubblicato on-line in altervista.org.

25.  De los Santos, Francisco, Descripción breve..., op.cit., quarta parte, p. 173
(cit. da Bustamante García, Agustín, “El Panteón...”, op.cit., p. 183). I “Leones”
di Spagna vengono qui assimilati a Cristo, “Leone della tribù di Giuda”.

26.  Vedi Cattabiani, Alfredo, Florario, Milano, Mondadori, 1996, p. 59.

27.  Nel 1626-28 viene pagato Pietro Gatti per i modelli degli ornati bronzei dei
sarcofagi e Francisco Ginore per i cartigli di bronzo (vedi Martin González, Juan
José, "El Panteón de San Lorenzo...”, op.cit., pp. 206-209).

28.  Va ricordato che Crescenzi fu soprintendente dei lavori di ristrutturazione


diretti da Flaminio Ponzio in S. Gregorio al Celio (vedi da ultimo Del Val More-
no, Gloria, “La verdad...”, p. 102). Nello stesso quadriportico in cui è sistemata
la Tomba Bonsi si trova anche il Monumento funebre di Virgilio, padre di G.B.
Crescenzi (Onorio Longhi, 1592-1602).

29.  Vedi Von Bernstorff, Marieke, Agent und Maler..., op.cit.

30.  Vedi Merino Thomas, Andrés, Los panteones..., op.cit., pp. 424, 431, 447.

31.  Vedi Bustamante García, Agustín, “El Panteón...”, op.cit., pp. 201-204. Le
due statue, risultate troppo grandi vennero adattate con qualche modifica agli
spazi fra i semitimpani e l’arco; la corona della Natura (arrivata da Roma in un
secondo tempo) venne inserita di tre quarti per guadagnare spazio e i cartigli
originali coi nomi delle due figure vennero sostituiti da cartigli più piccoli.
Un riferimento al tema della Resurrezione nel Panteón è in Tovar Martin, Virgi-
nia, Juan Gomez..., op.cit., p. 79.

262
Intorno al Panteón de los Reyes dell’Escorial: il Mausoleo-Retablo-Teca-Reliquiario fra tenebra e luce - Marcello Fagiolo

32.  L’unico riferimento attributivo è nella breve scheda di Dombrowski, Da-


mian, Giuliano Finelli Bildhauer zwischen Neapel und Rom, Frankfurt am Main,
Peter Lang, 1997, p. 415: si ipotizza una collaborazione di Finelli con Guidi. Ri-
tengo invece che le opere vadano attribuite a Guidi nel momento di collabora-
zione con Algardi, escludendo invece un coinvolgimento di Finelli, di cui non si
ravvisano assolutamente gli accenti virtuosistici e barocchi.

33.  Si può confrontare ad esempio il volto della Spes con la coeva Santa Claudia
(cripta della chiesa dei SS. Apostoli a Roma) e con la tarda Sant’Apollonia (1690-
91, S. Maria degli Abbandonati a Torano, paese natale di Guidi). Vedi Giometti,
Cristiano, Domenico Guidi. Uno scultore barocco di fama europea, Roma, L’Erma di
Bretschneider, 2010, pp. xxx e 271-72.

34.  Lettere riportate da Bustamante García, Agustín, “El Panteón...”, op.cit.,


pp. 202, 204.

35.  Si veda da ultimo Giometti, Cristiano, Domenico Guidi..., op.cit., pp. 143-
144.

36.  Per la vicenda dei Crocefissi del Panteón si vedano soprattutto: Tormo y
Monzo, Elías, “Los quatro grandes Crucifijos de bronce dorado del Escorial”, Ar-
chivo español de arte y arqueología, 1925, 2, pp. 117-145; Gómez Moreno, Manuel
E., “La escultura religiosa y funeraria en El Escorial”, in El Escorial 1563-1963, II,
pp. 491-520; Montanari, Tomaso, “Bernini per Bernini: il secondo ‘Crocefisso’
monumentale. Con una digressione su Domenico Guidi”, Prospettiva, 136, 2009,
pp. 2-25.
Molto suggestiva appare la ricostruzione critica elaborata da Montanari sul cla-
moroso e apparentemente inspiegabile insuccesso di Bernini, attribuibile forse
alla predilezione dell’Aposentador Real Velazquez che prediligeva il classicismo
algardiano e che forse avrebbe orientato la scelta sull’algardiano Guidi per il
nuovo Crocefisso. Dopo il 1659 Bernini cominciò a lavorare a un secondo Croce-
fisso (già individuato e acutamente interpretato da Maurizio Fagiolo in quello in
collezione privata a Londra, poi acquisito dalla National Gallery di Toronto: vedi
Fagiolo dell’Arco, Maurizio, Berniniana. Novità sul regista del Barocco, Milano,
Skira, 2002) quasi identico nel volto e con varianti nel corpo al fine di rappre-
sentarlo nell’attimo prima della morte, senza ferita nel costato e con la tensio-
ne spasmodica di mani e piedi (una condizione di trapasso dinamico ideata già
nell’Apollo e Dafne e poi più volte replicata fino alla Ludovica Albertoni).
Montanari ritiene che il secondo Crocefisso fosse realizzato da Bernini per se
stesso, con finalità auto-apologetiche (analoghe a quelle della Verità scoperta
dal Tempo).

37.  Il disegno (cod. Chigi P VII 9, ff. 111-112) è pubblicato e studiato per la pri-
ma volta da Fagiolo dell’Arco, Maurizio e Marcello, Bernini. Una introduzione al
Gran Teatro del Barocco, Roma, Bulzoni, 1966, e Bordini, Silvia, “Bernini e il Pan-
theon”, Quaderni dell’Istituto di Storia dell’Architettura, 79-84, 1967, pp. 53-84.

38.  Vedi Merino Thomas, Andrés, Los panteones..., op.cit., pp. 439-441.

39.  Fagiolo, Marcello, Chiese e Cattedrali, Milano, Touring Club Italiano, 1978,
p. 50. Per la “palatinità” del Panteón, vedi de la Cuadra Blanco, Juan Rafael, “La
idea original...”, op.cit., pp. 383-384. 263
Universo Barroco Iberoamericano

40.  Per il S. Sepolcro e i complessi costantiniani di Gerusalemme si vedano so-


prattutto: Krautheimer, Richard, Early Christian and Byzantine Architecture, Har-
mondsworth-Baltimore, Penguin Books, 1965, ediz. ital., Torino, Einaudi, 1986;
Krautheimer, Richard, The Costantinian Basilica, Dumbarton Oaks Papers, 1967,
pp. 117-40; Couasnon, Charles, The Church of the Holy Sepulchre in Jerusalem,
London, British Academy, 1974; Corbo, Virgilio, Il Santo Sepolcro di Gerusalem-
me, 2 voll., Gerusalemme, Studium Biblicum Franciscanum, 1981-82.

41.  De los Santos, Francisco, Descripción..., op.cit. (cit. da Bustamante García,


Agustín, “El Panteón...”, op.cit., p. 212).

42.  Rodríguez Ruiz, Delfín, “Un proyecto para el Santo Sepulchro de Jerusalén
(1616-1619)”, en Cazzato, Vincenzo et al., La Festa delle Arti...., op.cit., pp. 52-
57.

43.  Rodríguez Ruiz, Delfín, “Un proyecto...”. op.cit., p. 54. Viene ricordato che
il viceré de Osuna aveva effettivamente progettato di restaurare la copertura del
S. Sepolcro.

44.  Il carattere idealizzato del disegno fa pensare che si tratti non tanto di un
progetto esecutivo quanto di un disegno dimostrativo della sovrapposizione dei
due archetipi del S. Sepolcro e del S. Pietro. In tal senso l'autore sceglie la cupola
michelangiolesca (a tutto sesto) anziché la cupola a sesto rialzato (eseguita da
Domenico Fontana e Giacomo Della Porta) che sarebbe stata molto più idonea
per evitare il possibile "spanciamento" di una cupola a tutto sesto. Il sesto rial-
zato avrebbe permesso infatti di scaricare verticalmente verso il basso il peso
della cupola, come avviene effettivamente nella cupola vaticana (vedi le lesioni
verticali presenti nel tamburo).

45.  Cfr. nota 8.

46.  Cfr. nota 7.

47.  La collezione avallava una disposizione del Concilio di Trento (XXV ses-
sione, 1563) sul culto delle reliquie dei santi, condannato dal protestantesimo.
Felipe II credeva anche nel potere spirituale delle reliquie per la remissione dei
peccati e perfino per le virtù taumaturgico-curative.

48.  Entrambi disegni presentano emivarianti: qui presento con fontomontaggi


lo sviluppo delle emivarianti destre con l’impilamento rispettivo di quattro e di
tre urne (le varianti sinistre sono più articolate e complesse). Si vedano le schede
in IV Centenario del Monasterio de El Escorial. Las Casas Reales. El Palacio, cat. de
della Mostra, Madrid, Patrimonio Nacional, 1986, p. 107.

49.  Von der Osten Sacken, Cornelia, El Escorial. Estudio iconológico, Bilbao, Xa-
rait, 1984, p.41. La cronaca dell’ingresso trionfale delle reliquie provenienti da
Francia, Paesi Bassi e Germania è in De Sigüenza, José, Tercera parte..., op.cit.,
pp. 501-505.

50.  Si noti che nel disegno ad arco trionfale appaiono in basso due finestrine
che forse consentivano di osservare – a modo di fenestellae confessionis - uno
264 spazio sottostante destinato alle altre reliquie. Un terzo disegno della stes-
Intorno al Panteón de los Reyes dell’Escorial: il Mausoleo-Retablo-Teca-Reliquiario fra tenebra e luce - Marcello Fagiolo

sa serie (“Alzado del Altar de las Reliquias según la solución adoptada”, in IV


Centenario..., op.cit., p. 108), attribuito a Francisco de Mora, appare ancora più
dilatato in larghezza, con porte alle due estremità: da notare che i cinque inte-
rassi sono differenziati in tre diverse larghezze, evidentemente per contenere tre
diversi tipi di urne.

51.  l’interpretazione fondante di Taylor, René, Architecture and Magic. Conside-


rations on the Idea of Escorial, in Essays in the History of Architecture presented to
Rudolf Wittkower, London, Phaidon 1967, pp. 81-109.

52.  Ho proposto questo confronto nella mia monografia su Funzioni, simboli,


valori della Reggia di Caserta, Roma, Dell’Arco, 1963.

53.  Martin González, Juan José, "El Panteón de El Escorial...”, op.cit., p. 284.

Foto o elaborazioni di Marcello Fagiolo: 1b, 2d, 3e, 4c, 5c, 7d, 7e Referenze
Foto o elaborazioni di Carolina Marconi: 2e, 2f, 7a, 7c delle fotografie
Archivio Centro Studi sulla Cultura e l’Immagine di Roma: 1c, 2a, 3a, 4f, 5a, 5b,
5e, 5f, 6a, 6b
Wikipedia e Wiki Commons: 1a, 2b, 2c, 3b, 3c, 3f, 3g, 4a, 4b, 4d, 4e, 4g, 5d, 6c,
6d, 6e, 6f, 6g, 7b

265
Universo Barroco Iberoamericano

La donación de un fragmento del ayate original de Nuestra


Señora de Guadalupe para la Catedral de México en 1673

Gabriela Sánchez Reyes


Coordinación Nacional de Monumentos Históricos-INAH
[email protected]

Resumen Durante la segunda mitad del siglo XVII surgieron una serie de prácticas
piadosas entorno a la imagen de la Virgen de Guadalupe, cuyo santuario se
encontraba al norte de la ciudad de México; con la intención de acercar ciertos
objetos a los fieles y que funcionaban como reliquias. De alguna forma eran
un tipo de recuerdos del peregrinaje al santuario, como los cabos de velas o
incluso tierra que eran muy apreciados por ser una especie de prenda sagrada
que aliviaría las enfermedades. Una reliquia que seguramente representó
un privilegio al portador, fue un fragmento del sagrado original de la imagen
guadalupana, es decir, fracciones del ayate. Uno de estos fue donado por el
bachiller Antonio de Salvatierra en 1673 a la Catedral. Dada su relevancia,
se integró a la colección de relicarios y en particular estuvo en el retablo de
la Capilla de las Reliquias que se contrató en 1698, este episodio no había
estudiado antes y refleja la importancia de las reliquias de contacto en el
culto guadalupano.
Palabras clave: Virgen de Guadalupe, ayate, reliquia, brandea, capilla de las
reliquias, reliquia por contacto.

Abstract During the second half of 17 th Century some pious practices emerged on
the image of the Our Lady of Guadalupe in Mexico City, with the intention of
bringing certain objects closer to the faithful that work as relics. Somehow,
those objects were a kind of memento of the pilgrimage made to the sanctuary,
something sacred that would relieved illnesses or help over the adversity;
such as candles or even earth. The Tilma relic surely represented a privilege.
The bachelor Antonio de Salvatierra donated one of these fragments in 1673,
to the Cathedral. For his relevance, it was part of the collection of reliquaries
and in particular was located on the altarpiece of The Chapel of the Relics,
contracted in 1698, and had not studied before.
Keywords: Our Lady of Guadalupe, tilma, relic, brandea, The Chapel of the
Relics, contact relics.

266
La donación de un fragmento del ayate original de Nuestra Señora de Guadalupe... - Gabriela Sánchez Reyes

La primera mitad del siglo XVII en la Nueva España representa el nacimiento Reliquias guadalupanas
de la conciencia criolla que se puede seguir a través de diferentes corpora- para el alivio de las
ciones. En este periodo también aparece el proceso de formación del culto tribulaciones en el siglo
guadalupano guiado por una necesidad de justificar el gran descuido de XVII
no haber sacado a la luz pública, la historia de la aparición de la imagen
prodigiosa. Es interesante ver la participación activa de los virreyes como el
marqués de Guadalcázar (1612-1621) quien el 27 de octubre de 1612 dispuso,
que la toma de posesión de los virreyes con la entrega del bastión de mando,
se verificara en el santuario de Guadalupe1. Al arzobispo Juan Pérez de la
Serna (1613-1626) le correspondió consagrar en 1622 la segunda ermita. En
1629, Francisco Manso y Zúñiga trasladó a la Catedral Metropolitana la santa
imagen de la Virgen para que por su intercesión, cesara la gran inundación
que asoló a la ciudad. El virrey conde de Salvatierra (1642-1648) donó a ma-
nera de exvoto, por haber salvado a la ciudad de la gran inundación, un taber-
náculo de plata con un peso de trescientos y cuarenta marcos y una puerta
con espejos. En tiempo del arzobispo don Juan de Mañozca (1645-1650), se
pintaron los retablos del presbiterio y la capilla mayor con temas de mujeres
de las escrituras. A estos tres últimos personajes, Francisco de Florencia los
identificó incluso como “insignes bienhechores” que adelantaron el adorno
de la iglesia y los altares. De igual forma, el arzobispo y virrey Diego Osorio
de Escobar y Llamas (1663-1664), junto con el Cabildo Catedralicio pidió a
Roma la concesión del 12 de diciembre como fiesta para todo el reino, en el
cuarto de la octava de la Purísima Concepción.

En este sentido William B. Taylor, ha identificado que durante 1634 y 1648 se


caracterizó por ser “activo y exitoso para la promoción del culto, y un tiempo
del aumento de la devoción popular en la ciudad de México”2 después de la
inundación de la ciudad de México en 1629. Esta misión fue asumida por
destacados miembros del cabildo catedralicio o del clero regular que en-
cabezaron alguna tarea para hacer presente la imagen entre la población a
través de la activación de diferentes objetos de devoción, que como bien los
define Bernard Berthod, son objetos de mediación cuya función es relacionar
la tierra con el cielo, introduciendo lo sagrado al espacio doméstico y que
267
Universo Barroco Iberoamericano

sematerializan en la representación de una escultura de la Virgen, imágenes


del Niño Dios, un rosario, una medalla devocional o un relicario3.

Uno de los objetos de devoción más populares es la producción de la medalla


devocional, para el caso de la Virgen de Guadalupe, se realizó gracias a la
intervención del jesuita Diego Monroy que durante su estancia en Roma,
procuró encargar el troquel para reproducir la imagen en este formato4. De
igual forma, se promovió la reproducción e impresión de las medidas o cintas
que tenían la altura de alguna efigie. Para el caso guadalupano se sabe que
hacia 1637, se inició la tradición devocional de este tipo de listones que con un
grabado indicaban la altura, el rostro o manos de la imagen mariana, desde
luego, previa licencia del cabildo catedralicio, una producción que redituó
beneficios económicos para el santuario5. El jesuita Francisco de Florencia
describió que tan grande era ya la devoción a esta imagen mariana que,
“Apenas hay persona en todos los estados, edades y sexos, que no traiga
consigo, o medallas, o nóminas de ella, como escudos, o antídotos contra
todos los riesgos o tóxicos que les pueden ocurrir”6.

Los fieles, de todas las clases sociales, sin excepción procuraban la adqui-
sición de objetos que estuvieran en contacto con la imagen de la Virgen de
Guadalupe que se pensaba aliviaban todas las penas, por lo que piadosa-
mente buscaban casi cualquier objeto que hubiera estado en contacto ya no
sólo con el ayate, sino de la geografía sagrada del recinto. Por ejemplo, se
tenía como milagroso el aceite de la lámpara que siempre estaba encendida,
o el agua del pozo donde se apareció la Virgen a Juan Diego cuando le dio
las flores7, al igual que los pabilos de las velas que eran encendidas en su
presencia a manera de “reliquias en sus necesidades y aprietos”8. Miguel
Sánchez menciona que el agua del Pocito era bebida o usada para bañarse
o también se hicieron panecitos de tierra con la imagen sellada. Incluso se
repartieron fragmentos del marco que rodeaba el ayate, lo que da cuenta de
lo común que fueron este tipo de reliquias por contacto en el desarrollo de
la devoción guadalupana. (Fig. 1).

Fig. 1. Reliquia de contacto Si la obtención de una copia de la sagrada imagen de Guadalupe era con-
“Del marco de N.S de sierado un privilegio, más aún lo fue lograr un fragmento del ayate. Para
Guadalupe”. Col. Particular.
ello es necesario comprender el concepto de reliquia, definido por la Iglesia
Foto Gabriela Sánchez Reyes.
Católica, como los “restos de los santos” y que puede ser de cualquier parte
corporal como huesos o alguna extremidad así como algún objeto con el que
estuvo en contacto en vida. Con la intención de evitar la división de los cuerpos
surgieron las reliquias por contacto o brandea que eran pequeños pedazos
268
La donación de un fragmento del ayate original de Nuestra Señora de Guadalupe... - Gabriela Sánchez Reyes

de tela puestas en contacto con el cuerpo del santo, tramsmitiendo así sus
cualidades taumatúrgicas. Tambien se aceptaron los pignoria, es decir, otra
variedad de objetos cercanos a la reliquia principal9. Esta modalidad fue acep-
tada para las imágenes apotropaicas cuyo origen es divino, como es el caso
del ayate de la Virgen de Guadalupe. Esto era posible, dado que la relación
con la imagen era física, aspecto necesario para que se transmitiera el poder
milagroso del original, de esta forma, los fieles podían tener mayor acceso
a lo sagrado. En el caso de la Virgen de Guadalupe, este vínculo tan cercano
se debía, a que el ayate estuvo expuesto hasta 1647 sin vidriera, aunque aún
teniendo una, fue difícil erradicar ciertas prácticas como cuando los fieles
tocaban y rozaban estampas, lienzos, láminas, medallas y rosarios, además
de darle piadosos besos.

En este sentido, es comprensible que se recortaran pequeños fragmentos


del ayate, como un privilegio, aunque aparententemente no existe registro
de cuántas donaciones de este tipo se realizaron. Un breve testimonio quedó
registrado por el carmelita fray Isidro de la Asunción, visitador de la Orden
entre 1673 y 1678, quien narró que se llevaba tres imágenes “y un pedacito
de lienzo de la misma tilma y son muchos prodigios y milagros que ha hecho
y hace cada día”10. Por su parte, el jesuita Francisco de Florencia, hacia 1688,
escribió la Estrella del Norte, obra dedicada a la Virgen y donde al relatar las
alhajas de la Virgen, menciona que tenían “Una Imagen de Ntra. Señora de
Guadalupe, con su peana de plata, que se da a besar, en la peana tiene una
partícula del Ayate de la manta de la Santa Imagen con dos sartas de perlas por
gargantilla, y pulseras, pesará tres marcos”11. En 1794, los canónigos de la
Catedral, José Patricio Uribe12 y Manuel de Omaña y Sotomayor13, realizaron
un dictamen sobre el sermón guadalupano de fray Servando Teresa de Mier
de 1794, donde asentaron:

[…] que en algunas de las inmumerables ocasiones que la imagen se


expone, sin el resguardo de la vidiera, han tenido varias personas la
osadía de cortar y llevarse algunos hilos de la manta; dícese no sabemos
con que verdad, que también alguna vez, se ha cortado y dado un pedazo
del lienzo a persona de alto respeto; pero lo acaecido últimamente en el
próximo diciembre de 94 es un hecho que no deja duda. Vio un capitular
de la colegiata, en una de las noches que son tanta franqueza se expuso
la imagen, que llegándose a ella un devoto atrevido cortó con las tijeras
un pedazo del lienzo y lo llevó consigo14.

Como se ve, esta práctica de recortar el ayate, estuvo más arraigada de lo que
se imagina, a pesar de que no se cuentan con tantos registros que permitan
entender en qué casos o situaciones se otorgaban.

269
Universo Barroco Iberoamericano

La capilla Una vez consolidado el proceso de Conquista en 1521, por instrucción de


de las Reliquias Hernán Cortés se inició la traza de la capital de la Nueva España que estuvo a
de la Catedral de México cargo del geómetra Alonso García Bravo. Uno de los espacios fundamentales
era el de la sede catedralicia que se comenzó a edificar en el lado suroeste
del atrio de la actual Catedral y se dedicó a la Asunción de María. Por ser
insuficiente a las necesidades de la nueva capital, la llamada primitiva ca-
tedral fue derribada y en 1573 el arzobispo Pedro Moya de Contreras puso
la primera piedra de la actual que fue consagrada en 1657, con cinco naves
y cuatro fachadas.

En la nave nororiente se encuentra la Capilla de las


Reliquias cuyas bóvedas se cerraron entre 1610-1615.
(Fig. 2). La colección de reliquias de la Catedral se fue
conformando paulatinamente, y su adquisición se puede
analizar a partir de sus inventarios. Si bien el primer listado
es de 1574, es hasta el segundo de 1588 que se registraron
trece reliquias como un par de canillas sin identificar, una
piedra muy chiquita del sepulcro de Nuestro Señor, una
canilla de san Zenón de largo de un dedo o un hueso de
san Plurimo Mártir, que estaban en poder de Cristóbal de
Escobar sacristán mayor y de Bernal Dino de Mendoza
y que fueron recibidas de mano del doctor Melchor de
la Cadena15. De acuerdo con el documento todas estas
reliquias estaban “en la cabeza de la Virgen de plata en
el Sagrario”, es decir, probablemente se trataba de una
variante de busto-relicario o bien una escultura completa
caracterizado por tener un hueco cóncavo con tapa y no la
abertura en la zona del pecho, diseño bastante frecuente
desde la Edad Media16. A partir de 1654 finalmente aparece
la mención de un relicario de plata grande dorado con pie
blanco con cuatro vidrieras y con huesos de santos, el cual
pesaba 39 marcos y 6 onzas; una Cruz de oro con un Lignum
Fig. 2. Vista de la capilla de Crucis con peana de plata con sobre puestos de oro con los cuatro Doctores
las reliquias y su respectivo de oro esmaltados y los Evangelistas con 123 esmeraldas engastadas con
retablo-relicario de 1698. valor de 230 castellanos, un cofrecito de plata con vidrieras que se ponía en
Foto Javier Otaola.
el primer cuerpo de la custodia de plata con varios huesos y dos cráneos-re-
licario de Innumerables santos17.

Es importante comprender que para obtener una reliquia era necesario que
ésta fuera donada de lo contrario se cometía simonía, que era la venta tanto
de cargos eclesiásticos como de sacramentales o reliquias. En esta compleja
tarea, estuvieron involucrados miembros del alto clero, que debido a sus
relaciones lograban la obtención de alguna. Por ejemplo, en 1668 el bachiller
José Antonio de Báez dio dos relicarios a la Capilla del Santo Cristo, o bien
por arzobispos, como Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos (1816-1891)
que donó la osamenta de san Pío Mártir18.

270
La donación de un fragmento del ayate original de Nuestra Señora de Guadalupe... - Gabriela Sánchez Reyes

El caso de la donación del ayate a la Catedral, se inscribe durante el perio- La donación del ayate
do del agustino fray Payo Enríquez de Rivera, quien ejerció el doble cargo original de Nuestra
como arzobispo y virrey entre 1668 y 1680, que se caracterizó por ser una Señora de Guadalupe
etapa de consolidación de la Iglesia, en la que tuvo un papel muy importante en 1673
la iglesia diocesana criolla19. Si bien existieron grupos en el cabildo de la
catedral en función de sus años de servicio, quedaron atrás los conflictos
internos. Durante este periodo, el cabildo de la Catedral se caracterizó por
estar conformado por criollos, principalmente nacidos en la ciudad de México;
y sobre todo, un cabildo controlado por dignidades ligadas a la Universidad
que ahí se habían formado o impartían cátedra. Este fortalecimiento del
cabildo catedralicio, permitió a fray Payo uniformar y conducir proyectos de
una conciencia criolla expresados en la religiosidad de la imagen de la Virgen
de Guadalupe. Entre el clero criollo, esta historia mariana funcionó como
elemento unificador, incluso algunos de los vicarios del Santuario fueron
dignidades de la Catedral20. Si bien el icono mariano es la principal clave del
criollismo, existen otros elementos que permiten identificar que fray Payo
favoreció las condiciones del criollismo.

En el Cabildo Catedralicio fue muy importante la participación de los canó-


nigos para promover algunas devociones, a través de la dotación de misas
que eran celebradas con música o aniversarios. Tal es el caso de García
de Legaspi y Velasco que en 1696, fundó los maitines de la Natividad de
la Virgen, o Diego de Malpartida Zenteno que entre 1679 y 1680 dotó tres
festividades dedicadas a san José como la de los Dolores y Gozos, la del
Patrocinio y los Desposorios21. Entorno a la Virgen de Guadalupe correspon-
dió al doctor Bernardo Quezada Sanabria, “cura de noche del Sagrario de
la Catedral, albacea testamentario y fideicomisario del capitán Pedro López
de Covarrubias” quien falleció el 12 de diciembre de 1668, instituir en su
nombre con siete mil pesos

[…] en reales para la principal dotación de la fiesta de la Aparición de


Nuestra Señora de Guadalupe en que se han de celebrar Maitines so-
lemnes cantados, procesión y misa con sermón para el alma del dicho
difunto. Y la misa de cada un año de los dichos 7 mil pesos que son 350 la
distribuyó en la forma siguiente: los 200 para los señores deán y cabildo
= 50 para la cera del altar y coro = 40 para la música de la capilla y 40
para los demás ministros = 10 para el predicador = 10 para el sacristán
mayor que ha de cuidar del altar y su ornato en dicha festividad = y […]
que tenga efecto esta obra en este diciembre de este año de 1669 y si
acaso fuese servido Dios Nuestro de que la santidad de nuestro muy
santo padre Clemente IX conceda el oficio y rito que se le tiene suplicado
por esta santa Iglesia de su Reino para la celebración de esta Aparición
y fiesta, me obligo de costear el libro de contaduría que a de servir en
dichos maitines”22.

Por ello no es de extrañar, que apenas cinco años después, se realizara una
donación de la reliquia guadalupana a la Catedral Metropolitana. Esta ini-
271
Universo Barroco Iberoamericano

ciativa estuvo a cargo del bachiller Antonio de Salvatierra clérigo presbítero


domiciliario del Arzobispado y vecino de la ciudad de México. De acuerdo con
el documento, fechado en 1673, en el nicho y sagrario donde se encontraba
un trasunto o pintura de la imagen de

“Nuestra Señora de Guadalupe está Un Viril de plata sobredorado con


pie en firma de custodia y en él una reliquia de un pedazo de lienzo del
original de dicha milagrosa imagen según lo contiene el rótulo que con
letras de oro están escritas en el círculo de dicho viril sobre campo azul
[…] y porque semejante reliquia es del aprecio y estimación que se deja
entender, para el sumo consuelo, de los fieles cristianos”23.

Para ello se le ordenó que para que constara su origen, se presentara ante
un notario del arzobispado y entregara una copia al bachiller José del Castillo
Barrientos, aunque se ignora si se cumplió con esta indicación24.

El ayate y el retablo Para el 11 de junio de 1698, el Cabildo Catedralicio al haber conformado una
de las reliquias colección de reliquias y relicarios que ya tenía para ese momento, se empeñó
en la Catedral de México en contratar un retablo. Los artistas elegidos fueron el maestro de ensambla-
dor Manuel de Nava25, el pintor Juan de Hererra –quien ejecutó las pinturas
sobre tabla- y el dorador Nicolás Vegara26. El diseño tenía que estar pensado
en función de los relicarios que habría de resguardar, así que se hizo una
predela, un solo cuerpo y un remate; y en la calle central, un nicho cruciforme
con la escultura de un Santo Cristo. Las calles laterales tienen nichos donde
se alojan las esculturas de la Virgen Dolorosa, san Juan Evangelista, san
Pedro, santa María Magdalena y santa Verónica. De acuerdo con el documento
Fig. 3. Detalle de uno de los notarial que se conserva, se estipuló que se habría de “fabricar un colateral
cajones del retablo-relicario. relicario en todo los que ocupa el frente de dicha capilla del Santo Cristo,
Catedral de México. desde lo que pidiere el altar hasta cerrar en el medio punto que hace para
Foto Melitón Tapia. las bóvedas”27. El costo del retablo requirió una inversión de 2000 pesos. La
madera que se usaría debía
ser cedro viejo para las par-
tes interiores y ayacahuite
para las exteriores y se
entregaría en ocho meses.
Específicamente se pidie-
ron “diecinueve cajoncitos
laboreados por la parte de
adentro, cada uno con su
puerta y chapa, para la se-
guridad de las reliquias que
se han de colocar dentro y
cada uno ha de ser con dos
llaves, para que si la una se
quebrare quede la otra”28.
(Fig. 3).
272
La donación de un fragmento del ayate original de Nuestra Señora de Guadalupe... - Gabriela Sánchez Reyes

En cuanto a las puertas, es importante su doble función ya que no sólo pro-


tegen el contenido, sino que el Cabildo las quiso aprovechar y especificaron
que “todas las porteñuelas de las reliquias por la parte de afuera han de ir
pintadas en las historias y conforme lo que a cada perteneciere, y las vidrieras
que se les han de poner a todas ellas las ha de dar el señor Deán”29. Incluso,
algunas de las puertas aún conservan sus respectivas llaves. Las escenas
representadas corresponden a martirio de san Felipe de Jesús, san Primitivo;
san Gelasio Papa; san Anastasio; san Vito; santa Hilaria y santa Cándida; santa
Úrsula y una compañera, san Epigmenio; san Pedro Mártir y san Teodoro.

La única escena que no hace referencia a un martirio


es la rotulada con el texto “ALLATE ORIGINAL DE NRA.
SRA. DE GUADALUPE”30, que representa el momento de
la aparición de la imagen o estampación en la tilma. Un
modelo establecido a partir de las estampas incluidas
en el libro Imagen de la Virgen de Miguel Sánchez, publi-
cado en 1648. Por ello, está representado Juan Diego en
el palacio episcopal para ver a fray Juan de Zumárraga,
justo en el momento en que despliega su manta quedan-
do expuesta la imagen pintada de la Virgen. Es curioso
notar el gran detalle en la imagen mariana, ya que se
trata de la copia del original, seguramente Herrera ya
seguía los lineamientos que prohibían pintarla despro-
porcionadamente, mientras que las rosas en realidad
parecen un pequeño ramo que cae al piso. (Fig. 4).

Si bien existe el documento que da cuenta de la reliquia


y que consta su presencia en el retablo, para conocer
algún detalle del relicario hay que buscarlo en los in-
ventarios. Para 1703 es descrito como un “relicario de
plata el pie dorado con un óvalo cercado de rayos, y
dentro una reliquia del Ayate original en que está la
santa, y milagrosa Imagen de nuestra Señora de Guadalupe extramuros de Fig. 4. Detalle de la puerta
esta Ciudad, y pesa cuatro marcos, y cuatro onzas”31. En 1771 se menciona dedicada al Ayate de la
que está en el segundo nicho arriba del lado de la Epístola, donde hay tres Virgen de Guadalupe.
Catedral de México. Foto
relicarios: “de plata sobredorada con las Reliquias de san Felipe de Jesús =
Javier Otahola.
de las Once mil Vírgenes = y del Ayate de N.S de Guadalupe”32. Sin embargo,
en la actualidad, no se conserva ninguna reliquia del ayate que de acuerdo
con el documento de donación, era un “pedazo de lienzo del original de dicha
milagrosa imagen según lo contiene el rótulo que con letras de oro están
escritas en el círculo de dicho viril sobre campo azul”.

En 1819 vuelve a ser mencionada en otro inventario, en un nicho “cuya puerta


tiene una pintura de la Virgen de Guadalupe está un relicario de plata so-
bredorada con pie que contiene unos hilos del Ayate original de la Virgen de
Guadalupe”33. Sin embargo, en la actualidad, no se conserva esta reliquia del
ayate. Quizá debido a la importancia como reliquia de contacto que tenía, fue
273
Universo Barroco Iberoamericano

regalada a alguna persona distin-


guida, aunque no se tiene registro
o detalles de ello. Una muestra
de que estas reliquias del ayate
fueron más comunes de lo que se
cree, es otro ejemplar localizado
actualmente en la sacristía de la
Catedral, donde se conserva un
tablero-relicario con diversidad
de reliquias. Entre ellas hay una
flor bordada y en el pétalo inferior
derecho, una cédula indica que se
conserva un fragmento del man-
to, sin embargo, no se cuenta con
información de la procedencia de
esta pieza. (Fig. 5).

Fig. 5. Detalle la flor bordada


con la reliquia de la tilma
de la Virgen de Guadalupe.
Sacristía de la Catedral de
México. Foto Javier Otaola.

El ayate de la Como se ve, la fragmentación del ayate fue muy popular y aún se pueden en-
Congregación de contrar algunos ejemplares, como el que vincula a la catedral metropolitana
Guadalupe de Querétaro con la Congregación de Clérigos Seculares de Santa María de Guadalupe34,
y el cabildo de la fundada en la ciudad de Querétaro en 1669 por el bachiller Lucas Guerrero
Catedral de México y Rodea (1624-1685). Para el 12 de mayo de 1680 estrenaron templo donde
se mostraba una copia muy perfecta del maestro Baltasar de Echave Rioja
(1632-1682) que además había sido tocado al original. Con el tiempo, cam-
biaron la imagen por otra, de la autoría de Miguel Cabrera que había sido de
su propiedad, la cual regaló al arzobispo Manuel de Rubio y Salinas, quien
al morir, pasó a manos de Bernardo Pardo quien la trasladó a Querétaro.
Pardo la conservó en su casa hasta el año de 1778, cuando el bachiller Antonio
Lamas, entonces el prefecto de la Congregación, la donó al altar. Otra imagen
guadalupana que cobró fama era una que según una tradición, había per-
tenecido a Juan Diego y sus herederos, que pasó al jesuita Juan de Monroy,
quien la cedió al bachiller Juan de Caballero y Ocio, que finalmente donó a
la Congregación. De acuerdo con las crónicas, el Cabildo de la Catedral de
México mostró interés en la pintura de Cabrera para colocarla en el sagrario.
A manera de recompensa, les donó un pedazo del ayate que fue colocado
en un fino relicario que era expuesto anualmente a la veneración pública.
Ahora bien, no es posible saber si este fragmento se tomó de la tilma donada
en 1673, o bien dada la cercanía del Cabildo Catedralicio con el santuario,
sencillamente se cortó otra fracción para concretar la negociación.

274
La donación de un fragmento del ayate original de Nuestra Señora de Guadalupe... - Gabriela Sánchez Reyes

La importancia que logró la Congregación significó que le fueran concedidas


indulgencias y gracias para sus miembros35. Como parte de sus tesoros, con-
taban con algunas “estimables reliquias” que habían sido enviadas de Roma
y donadas por algunos sujetos, aunque no se especifican sus nombres. Una
de ellas era una partícula del cráneo de san Pedro cuya “autentica” estaba
fechada el 18 de diciembre de 1728. Un hueso de san Joaquín de y otro de
santa Ana dados con autentica el 24 y el 22 de enero de 1730 respectivamente.
Tenían además un “hueso de cerca de un jeme” de san Florián Mártir que donó
el arzobispo Francisco Aguiar y Seixas. De manera especial, contaban con

[…] un pedazo del Ayate de nuestra Señora de Guadalupe, que se guarda


como preciosa y muy estimable Reliquia en una pequeña custodia de
plata sobredorada, la que se expone a la pública adoración de los Fieles
los Sábados de Cuaresma, y se lleva continuamente a los enfermos36.

Hacia 1857 cuando el general José María


Arteaga Magallanes (1827-1865) fue gober-
nador de Querétaro, quiso regarle a su ma-
dre que residía en Aguascalientes y dio la
orden para que se extrajera37. Para el 13 de
noviembre de 1860, estando presentes en el
Hotel Diligencias, el coronel Tomás Ohoran
como comisionado del General Antonio
Carvajal, devolvieron los vasos sagrados de
la Congregación que habían sido recogidos
un mes antes con el afán de evitar su pro-
fanación. Las alhajas las recibió el bachiller
Manuel Soria y Gerónimo Gutiérrez estando
presentes los vecinos, y entre ellas estaba
una custodia “pequeñita con su pie con la
reliquia del allate [sic] y el Santo Li[g]no”38.
En la actualidad en la Congregación se con-
serva un ostensorio-relicario en cuyo astil
está la efigie de san Juan Diego, y en el viril
resguarda una cruz con cinco ceras de Agnus
Dei, y en una de ellas se encuentra un frag-
mento del ayate. (Fig. 6). Fig. 6. Detalle del medallón
con la cera de Agnus Dei y
El desarrollo del culto guadalupano hacia la segunda mitad del siglo XVII, debe dos fragmentos de tela del
entenderse a partir de la circulación y producción de los objetos de devoción ayate guadalupano. Relicario
de la Congregación de
como las medallas, estampas o incluso los cabos de velas; misión en la que Guadalupe, Querétaro, Qro.
fue clara la participación de miembros del cabildo catedralicio. A ello habría Foto Gabriela Sánchez Reyes.
que agregar las copias de la imagen tocadas al original lo cual fue aclarado
así al pie de las reproducciones, para añadirles un valor sagrado; de las que
aún, por cierto, no se cuenta con un inventario.

275
Universo Barroco Iberoamericano

A pesar de la relevancia de los fragmentos del ayate por formar parte de la


verdadera imagen estampada milagrosamente, poco se había tomado en
cuenta su presencia como reliquias de contacto. Lo que significaba descubrir
el ayate que se encontraba cubierto por un velo. No obstante, las escazas
referencias y fragmentos que se han conservado físicamente, sin duda deja
ver cómo esta práctica muestra esta necesidad de estar en contacto con lo
sagrado y probar su poder taumatúrgico, la efectividad y autenticidad del
origen divino exponiendo su capacidad para obrar milagros.

276
La donación de un fragmento del ayate original de Nuestra Señora de Guadalupe... - Gabriela Sánchez Reyes

1.  Fue hasta 1789 que esto se legalizó lo que antes era una costumbre. Lopez Sa- Notas
rralangue, Delfina, Una villa mexicana en el siglo XVII, México, Imprenta Univer-
sitaria, 1957, pág. 170. Agradezco a Mayela Flores y a Guillermo Arce la lectura
del borrador y sus atinadas observaciones.

2.  William Taylor, Magistrates of the Sacred: Priests and Parishioners in Eigh-
teenth-Century. Stanford, Stanford University Press, 1996, pág. 107.

3.  Berthod Bernard, Élisabeth Hardouin-Fugier. Dictionnaire des objets de dé-


votion: dans l'Europe catholique. Paris, Les Éditions de l'Amateur, 2006, pág. 7.

4.  Sánchez Reyes, Gabriela, “Las medallas religiosas: una forma de promoción
de las devociones” en Plata Forjando México, coordinado por Alma Montero, Go-
bierno del Estado de México, 2011, págs. 284-322.

5.  En este sentido William Taylor, fue casi visionario en detectar e identificar
la relevancia de estas medidas a partir de los documentos históricos. William
B. Taylor, “The Virgin of Guadalupe in New Spain: An Inquiry into the Social
History of Marian Devotion”, en American Ethnologist, vol. 14, No. 1, Frontiers of
Christian Evangelism (Feb., 1987), págs. 9-33, ver nota 10. Taylor, William, Mag-
istrates of the Sacred: op.cit., pág. 680. Sánchez Reyes, Gabriela, “Para el aumento
del culto y la devoción: noticias sobre la venta de medidas de algunas imágenes
virreinales de México” en Boletín de Monumentos Históricos, México, Instituto
Nacional de Antropología e Historia, Tercera época, Núm. 29, septiembre-di-
ciembre 2013, págs. 72-93.

6.  Florencia Francisco de, Estrella del norte de México. Historia de la milagrosa
imagen de María Santísima de Guadalupe. México, Antonio Velázuqez, 1741, pág.
147.

7.  Ibid. págs. 140-141.

8.  Ibid., pág. 168.

9.  Gabriela Sánchez Reyes, Relicarios novohispanos a través de una muestra de los
siglos XVI al XVIII. México, tesis para obtener el grado Maestría en Historia del
Arte, UNAM-FFy L, 2004.

10.  Asunción, Isidro de la. Itinerario a Indias (1673-1678). México, Centro de


Estudios de Historia de México Condumex, Orden del Carmen en México, 1992,
págs. 104-105. Las cursivas son mías.

11.  Florencia Francisco de, La Estrella del Norte de México […]. México, Antonio
Velázquez, 1741, pág. 208. Las cursivas son mías.

12.  Escamilla González, Francisco Iván. José Patricio Fernández de Uribe


(1742-1796): el cabildo eclesiástico de México ante el estado borbónico. México,
CONACULTA, 1999.

13.  Manuel de Omaña y Sotomayor fue cura del Sagrario de la Catedral, rector
del Colegio Tridentino y catedrático de Teología. Vila Vilar, Enriqueta, María
Justina Sarabia Viejo, Cartas de cabildos hispanoamericanos: Siglos XVIII y XIX,
Sevilla, CSIC, 1990, p. 163.

14.  Hernández y Dávalos, Juan E. Colección de Documentos para la Historia de


la Guerra de Independencia de México de 1808 a 1821. Virginia Guedea, dirección
y presentación, Alfredo Ávila, dirección y presentación, México, UNAM, 2008, 277
Universo Barroco Iberoamericano

tomo III, pág. 194. Agradezco al Dr. Iván Escamilla González, que me compar-
tiera esta referencia.

15.  Melchor de la Cadena es hijo de la Antonio de la Cadena, perteneciente a


destacada familia novohispana, se ordenó sacerdote en 1563 y fie de los primeros
graduados de bachiller en la Real Universidad de México, e incluso llegó a ser
rector en 1573, y también fue deán del cabildo de la catedral de Puebla en 1595.
Cfr. Manuel Castillo Marto, Bartolomé de Medina y el siglo XVI, Universidad de
Cantabria, 2006, p. 164.

16.  Archivo de la Catedral Metropolitana de México, serie inventarios, libro 2,


1588, f.7, 14, 14v.

17.  Archivo de la Catedral Metropolitana de México, serie inventarios, libro 2,


f. 115 (foliación roja).

18.  Sánchez Reyes Gabriela, Reliquias y relicarios en México: circulación, ostenta-


ción y veneración de cuerpos de los santos, ( en proceso).

19.  Pérez Puente, Leticia. Tiempos de crisis, tiempos de consolidación: la catedral


metropolitana de la ciudad de México, 1653-1680. UNAM-ESU, l Colegio de Mi-
choacán, Plaza y Janés, 2005.

20.  Taylor William, Ministros de lo sagrado: sacerdotes y feligreses en el México del


siglo XVIII. Mpexoco El Colegio de México, 2008, pág. 442, nota 103.

21.  Sánchez Reyes, Gabriela. “El canónigo Diego de Malpartida Zenteno como
promotor del culto a san José en la Catedral de México durante la segunda mi-
tad del siglo XVII” en Cuadernos del Seminario Nacional de Música en la Nueva
España y el México Independiente (MUSICAT), Instituto de Investigaciones Estéti-
cas-UNAM, Nueva Época, mayo 2014, págs. 40-61.

22.  Archivo del Cabildo Catedral Metropolitano de México, Actas de Cabildo,


vol. 17, fs. 116-118. (en adelante ACCMM).

23.  Archivo General de la Nación, Indiferente Virreinal, Caja 3537, exp. 46, f.1.
(en adelante AGN) Las cursivas son mías. Agradezco a Guillermo Arce, que me
notificara la existencia de este documento.

24.  De quien se tiene registro entre 1659-1677. Pérez Puente, Leticia. Tiempos
de crisis, tiempos de consolidación: la catedral metropolitana de la ciudad de Méxi-
co, 1653-1680. UNAM-ESU, l Colegio de Michoacán, Plaza y Janés, 2005, p. 298.

25.  Castro Morales, Efraín. “Manuel de Nava, un escultor y ensamblador mexi-


cano de los siglos XVII y XVIII”, en Nuevo Museo Mexicano, México, vol. 1, núm.
1, 1985, págs. 31-69.

26.  Maza, Francisco de la. “El pintor Juan de Herrera y un cuadro flamenco en la
Catedral de México”, en Anales de Instituto de Investigaciones Estéticas. México,
UNAM-IIE, Núm. 41, 1972, pág. 131.

27.  Castro Morales Efraín, “Manuel de Nava”, op.cit., pág. 34.

28.  Íbidem.

29.  Íbid., pág. 35.


278
La donación de un fragmento del ayate original de Nuestra Señora de Guadalupe... - Gabriela Sánchez Reyes

30.  De acuerdo con Francisco de la Maza, de las doce tablas, sólo la dedicada a
la Virgen de Guadalupe no es de la autoría de Herrera.

31.  Archivo del Cabildo Catedral Metropolitano de México, Inventarios, Libro


10, 1713-1771 f. 25v. (en adelante ACCMM).

32.  ACCMM, Inventarios, Libro 10, 1713-1771 f. 14.

33.  ACCMM, Inventarios, Libro 11, 1819, f. 97.

34.  Agradezco al Mtro. David Sánchez Sánchez, catedrático de la UPAEP, Puebla


y miembro del Centro de Estudios Guadalupanos CEG UPAEP y del Centro de Es-
tudios Novohispanos, UPAEP, la información que amablemente me proporcionó
sobre la reliquia del ayate en Querétaro.

35.  Zelaa é Hidalgo, José María, Carlos de Sigüenza y Góngora. Glorias de Que-
rétaro en la fundación y admirables progresos de la muy ilustre y venerable congre-
gación eclesiástica de presbíteros seculares de María Santísima de Guadalupe de
México […]. Mariano José de Zúñiga y Ontiveros, 1803, págs. 171-178.

36.  Zelaa é Hidalgo. La Glorias de Querétaro, op.cit., pág. 178.

37.  Leyendas y tradiciones queretanas, pp. 419-420.

38.  Se refiere al Lignum Crucis. Manifestación que el General Antonio Carvajal


hace de sus procedimientos en la Ciudad de Querétaro, respecto de la ocupación de
la plata del templo de la Congregación de la misma ciudad, Querétaro. Tipografía
de Mariano Rodríguez Velázquez, 1860, pág. 3.

279
Universo Barroco Iberoamericano

¿“Ut Sculptura Poesis”?: La Virgen de los Remedios y su


imagen en las fuentes literarias en los siglos XVII y XVIII

Luis Javier Cuesta Hernández


Universidad Iberoamericana

Introduccion Las preguntas que animan a este texto podrían resumirse como sigue:
¿Podemos, en el periodo virreinal, examinar el reflejo del estatuto de la
escultura en las fuentes literarias contemporáneas?¿Podemos con esas
fuentes seguir el desarrollo de ese estatuto a lo largo de los siglos XVII y XVIII?

Estas son preguntas que siempre me han interesado, pero que en los últimos
años, y enfrentado a una pieza paradigmática de la escultura del Virreinato
como la de la Virgen de los Remedios, se han convertido casi en obsesivas.

Este texto explorará, y a través de esa exploración,


intentará alcanzar una mejor comprensión de las re-
laciones entre las imágenes sagradas y su estatuto
entre sus contemporáneos, principalmente a través
de relatos contemporáneos como (aunque no sólo) los
del jesuita Francisco Florencia [Fig. 1] (Societatis Iesu)
o la obra de Ignacio Carrillo y Perez [Fig. 2] (impresas
en 1685 y 1808 respectivamente).

Uno de mis principales objetivos será el de intentar


saber si hay diferencias en las ideas sobre como las
imágenes escultóricas durante este periodo fueron
consideradas a la vista de los habitantes de la Ciudad
de México, y si esas diferencias tenían, en su raíz,
implicaciones ideológicas.

Como decía antes, si bien las fuentes principales


que utilizaré son los textos literarios de Francisco
de Florencia e Ignacio Carrillo y Pérez1 sobre la Virgen
de los Remedios, no es menos cierto que bien podría-
mos haber ampliado esta relación con los, también
muy conocidos, textos de Luis de Cisneros [Fig. 3]
Fig. 1. o Cayetano de Cabrera y Quintero (espero que se me permita la licencia,
280
¿“Ut Sculptura Poesis”?: La Virgen de los Remedios y su imagen en las fuentes literarias... - Luis Javier Cuesta Hernández

en cualquier caso, de que considero que a efectos de ejemplo los autores


elegidos plantean bien los problemas sobre la imagen que quiero discutir).

Los siglos XVII y XVIII son decisivos en el asentamiento y la difusión, entre una La idea (¿estatuto?) de
parte importante de la sociedad novohispana, de la amplia gama de funciones escultura en las fuentes
de las artes, a raíz del surgimiento de la identidad criolla. Con la pintura y la literarias en los siglos
arquitectura, además de su poder representativo, se vinculan nuevas funcio- XVII y XVIII en la Nueva
nes, como las de subrayar sentimientos de grandeza local, o de mecenazgo y España
diferenciación social dentro de una cultura mayoritariamente urbana. No sólo
los propios artistas y sus mecenas (virreyes, cabildos catedralicios, nobleza…),
sino también toda esa sociedad empezaban
a desarrollar hábitos relacionados con las
artes albergando diferentes expectativas
frente al imaginario artístico no sólo como
vehículo de expresión, sino también como
imagen literaria. Imagen que aparecerá
de manera recurrente en la creación inte-
lectual de algunos de los más destacados
miembros de la élite cultural novohispana.
Uno de los tópicos fundamentales donde
eso se refleja de mejor manera es el cono-
cidísimo ut pictura poesis, y relacionado con
él, el de la nobleza y liberalidad de las artes,
que como ya se ha revisado para el caso de
la pintura y la arquitectura novohispanas
pueden constatarse incluso desde antes
de esos momentos. Pero, ¿será así igual-
mente en el caso de la escultura religiosa
novohispana?¿existirá una conciencia de
liberalidad y carácter intelectual, ergo de
relato literario/narrativo entre el gremio de Fig. 2.
281
Universo Barroco Iberoamericano

entalladores?¿habrá algo parecido al paragone entre


la escultura y sus pares artísticas en la Nueva España
del setecientos?

Formando parte sin duda de esa élite cultural que


mencionabamos antes encontramos a dos autores,
el muy conocido jesuita Francisco de Florencia2 y
el marcador de la Real Casa de Moneda de México,
Ignacio Carrillo y Pérez (1745-1815)3 cuyas obras
sobre la escultura de la Virgen de los Remedios
estudiaremos, con el fin de dilucidar si la escultu-
ra compartía ese mismo status de liberalidad y de
relación con la narración literaria. En definitiva, de
saber si en la literatura de la Nueva España de entre
1685 y 1808 podríamos hablar de la existencia de un
tópico “ut sculptura poesis”.

Fig. 3.

Imagen sagrada La imagen de la Virgen de los Remedios de la ciudad de México (en su san-
y relato contemporáneo tuario de Totoltepec, hoy Naucalpan en el Estado de México), es una escultura
de enorme devoción en el periodo virreinal, a la cual todavía hoy acuden a
rendir culto miles de personas todos los dias; decenas e incluso cientos de
miles el día de su fiesta, el 1 de septiembre, algunos de ellos peregrinos
llegados de muy lejos.

Como cualquier escultura religiosa hispana de época moderna, la Virgen


de los Remedios posee dos dimensiones que no podemos dejar de tener
en cuenta a la hora de cualquier aproximación. Por un lado su existencia
material como obra artística, como cuerpo escultórico [Fig. 4]; por otro, la
comprensión por parte de sus contemporáneos de estar frente a un cuerpo
“sagrado”, cuya creación milagrosa (su mitopoiesis) la alejaba de las manos
humanas (evidentemente, esta característica es independiente de las técni-
cas artísticas, lo mismo ocurrirá con las imágenes pictóricas de la virgen de
Guadalupe o la de Chiquinquirá en Colombia).

Dicho de otra manera ¿Cómo se expresará la literatura contemporánea de


una escultura que posee un carácter artístico pero que expresa sobre todo
un carácter sacro; que es, evidentemente obra de un artífice/escultor, pero
cuyo origen se pierde no sólo en la noche venerable de los tiempos sino, tal
vez sobre todo, en una serie de milagros que explican todas las circunstancias
de su existencia?.

282
¿“Ut Sculptura Poesis”?: La Virgen de los Remedios y su imagen en las fuentes literarias... - Luis Javier Cuesta Hernández

Pero primero algunos datos y una breve historia: la escul-


tura de la Virgen de los Remedios que se venera hoy en
su santuario al noroeste de la Ciudad de México, es una
talla de madera de 27 cm. de altura, que sostiene en su
mano izquierda una figura del Niño Dios de apenas 6 cm
[Fig. 5]. Todos los historiadores que se han enfrentado
con la imagen4 insisten en su semejanza con la Virgen
Conquistadora de san Francisco en Puebla y en una posible
adscripción flamenca (concretamente de Malinas), aunque
tambien hay unanimidad en que se trata de una talla de
mayor tosquedad que su contraparte poblana (Margarita
Estella, de hecho, apunta a la posibilidad de que sea una
copia española de un ejemplar flamenco5).

Según la tradición, la imagen llegó a América en 1519, de


la mano de Juan Rodríguez de Villafuerte, capitán de las
tropas de Hernán Cortés, para ser dispuesta en los cués
de Moctezuma. Durante la huida de la Noche Triste, en
1520, la talla fue ocultada en el cerro donde hoy se halla
su santuario y, veinte años después, en 1540, como vemos
en el grabado de Francisco de Silverio [Fig. 6], la virgen
se hizo hallar en un maguey por el cacique indígena Juan
Tovar (Juan Cecuauhtzin o Juan del Aguila). Allí mismo se construyó en 1550 Fig. 4.
un primer santuario6 que fue reedificado en 1575, año de fundación de la
Cofradía homónima. Desde 1577 la imagen fue llevada en procesión hasta la
catedral de México con ocasión sobre todo de sequías o, a veces, de epidemias
con mucha frecuencia (eso ocurrió hasta un total de 354 veces hasta 1922)7.

A lo largo de todo el virreinato, Nuestra Señora de los Remedios será, junto


con la virgen de Guadalupe, la virgen de la Piedad y la virgen de la Bala,
una de las cuatro devociones marianas más destacadas de la ciudad de
México, tal y como fueron inmortalizadas en el conocido libro, los Baluartes
de México, de Mariano Fernández y Veytia8, obra a la que nos referiremos
también posteriormente.

Una vez conocidos los hechos fundamentales sobre el culto, regresemos a La escultura y sus
las visiones literarias de la imagen a lo largo del tiempo, sus ekphrasis, los imágenes literarias. La
momentos en los que la imagen es referida en los textos sobre su devoción. Virgen de los Remedios y
Francisco de Florencia e
Cuando el sacerdote jesuita Francisco de Florencia comienza su relato (pu- Ignacio Carrillo y Pérez
blicado por primera vez en 1685) las primeras menciones redundan sobre
dos cuestiones que nos parecen claves para acentuar el carácter milagroso
de la imagen escultórica de los Remedios:

283
Universo Barroco Iberoamericano

Fig. 5.

1. la acumulación de adjetivos que pretenden incidir sobre lo sobrehuma-


no de la belleza virginal: “admirable imagen”, “peregrina y milagrosa
hermosura”, “belleza de la imagen”.
2. la venerabilidad, antigüedad y carácter ancestral “venerable imagen
de los Remedios” es una cita ubicua; así como el pequeño tamaño de
la imagen “Virginis exiguam effigie mirabere! –asombraos ante la exigua
imagen de la Virgen!”; nos parecen ambas características que inciden e
hiperbolizan en el carácter milagroso de la escultura mariana [Fig. 7].

Parecería por tanto que Florencia va a referirse casi con exclusividad al ca-
rácter sacro de la imagen (cosa nada sorprendente por otro lado), dejando
de lado ese aspecto de materialidad al que hacíamos antes referencia, pero
poco después el jesuita nos ofrece una descripción que nos permite “obje-
tualizar” la obra:

La imagen es de talla, no tiene mas que una cuarta de cuerpo: el niño


tiene menos de sesma de ralle, pero ambos en tanta pequeñez tan gran-
de majestad, tan lindos rostros, blancos, tersos, bien proporcionados
y carirredondos, los ojos garzos y graves, tan divinamente apacibles
y humanos que arrebatan los corazones y al mismo paso componen y
causan veneracion y respeto a los que los mira9.

Insisto en este punto porque es evidente que el carácter escultórico, ergo


tridimensional de la imagen, o de su factura no parecería jugar un papel tan
destacado en la definición de su papel milagroso como el de otras imágenes
por todos conocidas. Dicho de otra manera, no tenemos a un san Lucas pin-
tando la imagen o a la propia Virgen generando su trasunto en un ayate, pero
tampoco parece hacer demasiada falta para explicar su materialidad que se
da, por tanto, por supuesta. Pero aún así y como estamos viendo, el padre
Florencia insistirá de igual manera en este punto en algunos momentos de
284 su narración literaria, aunque sea de esa manera tan somera.
¿“Ut Sculptura Poesis”?: La Virgen de los Remedios y su imagen en las fuentes literarias... - Luis Javier Cuesta Hernández

Por su parte, Ignacio Carrillo y Pérez, quien publica


su texto en 1808 (aunque probablemente ya estaba
compuesto a fines de la centuria anterior), inicia ya
desde su título con los milagrosos epítetos de “Santa
Imagen” y “portentosa imagen”, reforzando también su
carácter venerable “Santísima y antiquísima Imagen de
los Remedios”10.

En Carrillo, igualmente, la metáfora de la pequeñez


de la imagen queda reflejada en ese mismo título “lo
Máximo en lo Mínimo”, asi como en algunas de las
primeras palabras del texto, “la pequeña Imagen que
se admira” que se convertirá en eje fundamental, por
repetido, a lo largo de todo el texto (por ejemplo, “en
breve Efigie, Máximo portento” o “lo Máximo en lo por-
tentoso que Dios se ha manifestado por medio de esta
Imagen; y lo Minimo en la pequeñez de su sagrado bul-
to”). Así, la descripción literaria de Carrillo y Pérez
comienza con pocas diferencias frente a Florencia a
pesar del más de un siglo transcurrido entre ambos
textos.

No obstante, algunas otras menciones, al igual que en Florencia, parecerían Fig. 6.


aludir a la condición matérica (¿podríamos inferir entonces que terrenal?)
de la escultura, como en el poema que doña Maria Ana Velázquez de León
incluye en el prólogo al libro al referirse a “su magnífico bulto”, o el propio
autor cuando describe el tamaño de la talla “es su sagrado bulto tan pequeño
que apenas excede de un palmo: que es de talla”. Vanas esperanzas en cual-
quier caso, que quedan disipadas por el propio autor en su “Al que leyere”,
cuando explica como no le interesan semejantes banalidades: “Tampoco me
fatigaría en inspeccionar la materia de que es formada, o la madera en que se
entalló esta Sagrada Imagen, pues nos importa poco sea de esta o de aquella,
y estas menudencias son buenas para los que gustan de abultar sus obras con
puntos nada interesantes”.

Sólo para completar algunas de estas ideas nos gustaria mencionar un texto
más. Mariano Fernández de Echevarria y Veytia publica en 1820 (de forma pós-
tuma, sus textos son de mediados del XVIII) sus Baluartes Marianos , relato de
las cuatro devociones marianas más importantes de la ciudad de México a lo
largo del virreinato, entre las que incluye (en segundo lugar, sólo tras Nuestra
Señora de Guadalupe), a la Virgen de los Remedios. El autor comenzará con
una descripción que en nada se aparta de las de Florencia y Carrillo: “es de
talla, de un palmo de alto, con el Niño Jesús en el brazo izquierdo y un cetro en
la mano derecha”, marcando lo que será un texto que en nada se apartará de
los de sus predecesores y que por tanto no es necesario continuar glosando.

285
Universo Barroco Iberoamericano

Como primeras conclusiones sobre la escultura y sus


textos, nos parece muy interesante el hecho de que
en algunos de los textos que podemos considerar fun-
dantes del culto a los Remedios aparezca la palabra
imagen mencionada en todos los títulos y repetida
una y otra vez: la admirable imagen en Francisco de
Florencia, la portentosa imagen en Carrillo y Pérez, la
milagrosa imagen en Echeverría y Veytia. También pa-
rece destacable el hecho de que tanto la venerabilidad
como el carácter milagroso de la escultura aparezcan
tambien reflejadas de manera repetida.

Pero aún así y frente a todos estos hechos las referen-


cias a la materialidad de la escultura, a su existencia
física, a sus dimensiones, a su apariencia, sean muy
escasas por no decir practicamente inexistentes en
esos textos. Fuera del epigrama latino que acompaña
la xilografía en Florencia: “Virginis exiguam effigiem mi-
rabere!” (¡Admirar esta pequeña imagen de la Virgen!),
que hace referencia al pequeño tamaño de la escul-
tura, topos que se hara recurrente en los tres textos,
no encontramos, estrictamente hablando, ekphrasis11
Fig. 7. de la talla en ellos, ni mención alguna al carácter del arte de la escultura
en su época.

Parece posible pensar que ese ocultamiento de la existencia física de la talla,


y a su vez del arte escultórico como responsable de esa existencia, tienen que
ver con esa alteración hacia los fines últimos de la devoción, esa desviación
hacia la historia milagrosa de la aparición y su relato como bases fundamen-
tales de la misma devoción ante las cuales la venerable esculturita de madera
de 26 centímetros parecía más bien un inconveniente que una ventaja, ¡¡y es
que la Virgen de los Remedios (y por extensión la escultura novohispana), no
contó nunca con su Maravilla Americana o con un equivalente!!

Pensemos en un argumento más a la hora de ponderar tanto el valor de la


escultura en el arte sacro virreinal como la propia existencia de nuestra talla
escultórica a los ojos de sus contemporáneos. Tal y como nos dio a conocer
Elena Estrada de Gerlero, citando un documento de interesantísimo título,
Proposición del señor rector don Joseph Francisco de Cuebas y Aguirre para que
sean retocadas las Imágenes de Nuestra Señora de los Remedios y del Santo
Niño que se halla sumamente maltratada por su antigüedad, evidentemente
no un texto de literatura devota y por tanto mas susceptible de mostrar otro
tipo de consideraciones como estas, entre 1758 y 1764 se entabló una fuerte
polémica en el Cabildo de la Ciudad de México para retocar el rostro de la
imagen12. En este documento se refleja como si bien en un principio se decidió
que el retoque de la imagen se efectuara con la mayor veneración y por un buen
escultor y con testigos presentes, dos capitulares y dos del cabildo eclesiástico13,
286
¿“Ut Sculptura Poesis”?: La Virgen de los Remedios y su imagen en las fuentes literarias... - Luis Javier Cuesta Hernández

eventualmente se tomó la decisión de no tocar la escultura arguyendo razones


relacionadas sobre todo con la percepción de la antigüedad y su importancia
para la veneración de la imagen.

Me queda aún un argumento por desgranar, o si prefieren me gustaría ha- Textos e imágenes.
blar de otros textos, en este caso pintados, o utilizando la locución latina, La imagen como texto
de “res picta”.

Desde el punto de vista metodológico, me reconozco influido en este punto,


entre otros, por los estudios de Ilona Katzew en los que la autora defiende
como en la Nueva España texts and images were often inseparable genres,
and a rich source for understanding how historical memory was constructed14,
o citando al franciscano mexicano Díaz de la Vega cuando postula en 1782
como si las pinturas eran antiguas tenían el poder de la escritura15.

Esta última cita me parece particularmente significativa porque la encontra-


mos repetida de forma casi literal en nuestro primer autor, el padre Francisco
de Florencia, en su relato sobre la virgen de los Remedios: las pinturas –y más
las antiguas- son historias visibles de lo pasado, las de esta iglesia pueden ser
como pruebas de lo que hasta aquí he referido del origen de la Santa Imagen16.

En el largo período que atravesó la Virgen de los Remedios en el proceso


de extensión de su culto desde el siglo XVI, una gran cantidad de esculturas
pintadas se reprodujeron por los territorios americanos y fue este un género
especialmente apreciado para la representación de devociones marianas. Fig. 8.
Efectivamente, las “vírgenes de bulto” o representaciones
pictóricas de las estatuas de María, constituyeron una ico-
nografía muy extendida en todos los reinos hispánicos, en
la que la imagen sagrada se nos muestra de forma muy
teatral potenciando el carácter tridimensional -“real”, en
definitiva- de estas verae imagines, y por ende su carácter
icónico17).

En este caso en particular, como dice Martha Reta, Nuestra


Señora de los Remedios ha gozado a lo largo del tiempo de
variadas representaciones, ya sean pictóricas o gráficas, y
aluden a temas o momentos de la historia o a la tradición
de su accidentado origen18. Quiero poner el acento sobre
las palabras historia o tradición. Efectivamente, lo que se
representa en esas imágenes pictóricas no es la talla ni es
la escultura. Lo que se representa en realidad es un relato
literario, una narración achereopoietica o en el mejor de los
casos la imagen que pudo ver el artista encargado de la
representación o el fiel en el ejercicio diario de su devoción,
pero no definitivamente la realidad histórico-material de la

287
Universo Barroco Iberoamericano

talla en madera, que, al parecer, transitó oculta, invisible, casi inexistente,


en definitiva, durante siglos.

De la mano de la palabra representación, y en consonancia con aquellas


imágenes tendentes a resignificar todo recuerdo de una realidad anterior,
ya fuere como grabados, óleos sobre lienzos, tablas o cobres, se procedió
a fijar la iconografía de la Virgen de los Remedios como res picta, mediante
la didáctica de la imagen y su capacidad de seducir a partir de su incor-
poración del relato de la aparición, consiguiendo así “mover el ánimo” de
sus nuevos devotos.

En este sentido, más allá de los frescos de Alonso de Villasaña (comisiona-


dos en 1595 y hoy perdidos19. No queremos introducirlos en esta discusión
por su propia naturaleza), ya las primeras representaciones que conocemos
parecerían orientarse en esa dirección.

Contamos con dos grabados de la Virgen de los Remedios en el siglo XVII:


uno es el que aparece en la portada del libro La milagrosa invención de un
tesoro escondido del jesuita Francisco de Florencia, publicado en 1685;
el otro ligeramente anterior (de 1678), ya fue publicado por Romero de
Terreros20 [Fig. 8].

Fig. 9. Se trata, en ambos casos, de dos imágenes muy similares en las que el
protagonismo de la volumetría escultórica tanto de la Madre como del Niño,
así como la imponente presencia de la peana que denuncia el
carácter escultórico de la imagen, son innegables.

La pintura novohispana del siglo XVIII no introduciría demasiados


cambios en la forma en la que Nuestra Señora de los Remedios
era codificada. Pero mientras que se siguió presentando la im-
agen escultórica, la importancia conferida al relato de la apa-
rición hizo obligatoria la presencia de dos elementos claves en
esa codificación: la planta de maguey –arraigo de Maria con el
territorio beneficiado por ella- y la figura de don Juan de Tovar
(la presencia del indígena como protagonista en las mariofanías
novohispanas ha sido ya exhaustivamente estudiado, entre otros
por Jaime Cuadriello, y no vamos a detenernos demasiado en
ello21).

Así se nos muestra en el oleo anónimo de la Pinacoteca de la


Profesa22 [Fig. 9] (ca. 1750), o en el grabado de Francisco Silverio
de la Real Academia de Historia de Madrid que hemos visto
antes23, aunque en ocasiones solo uno de esos dos elementos
icónicos aparece como en el oleo sobre cobre, atribuido a Miguel
Cabrera, de la Proclamación pontificia del patronato de la Virgen
de Guadalupe sobre el reino de la Nueva España (ca. 1756).

288 Fig. 10.


¿“Ut Sculptura Poesis”?: La Virgen de los Remedios y su imagen en las fuentes literarias... - Luis Javier Cuesta Hernández

A través de estas obras podemos observar


como la imagen de Nuestra Señora de los
Remedios ya se hallaba plenamente codi-
ficada como un relato devocional, como un
texto narrative y no solo como un objeto
material, fruto del arte de la escultura y
pese al decaimiento del culto en el siglo
XIX, no admitirá demasiadas variaciones.
El grabado de Montes de Oca que ilustra el
libro de Carrillo y Pérez (ca. 1808) [Fig. 10]
solo sustituye el maguey por el baldaquino
del santuario (que quizá no remitía tanto a
la realidad de la tierra como la planta, lo
cual era probablemente muy conveniente
en esos años). El oleo que se guarda en el
colegio de San Ignacio o de las Vizcaínas
[Fig. 11], y que ya vimos, no se aparta de
la iconografía habitual excepto por las im-
plicaciones políticas de la banda del gen-
eralato y el sable que portan tanto María
como el Niño.

Este topos ancestral que separaba a la


escultura de bulto y su materialidad, de
su visualidad como relato se manifestará
claramente a principios del siglo XX cuan-
do observamos estos, dos grabados de
Guadalupe Posadas [Fig. 12]. En ellos el poder icónico de la leyenda de los Fig. 11.
Remedios llega incluso a la elipsis de la imagen, que podría ser fácilmente
confundida con otra imagen mariana pero eso si, manteniendo el maguey
como elemento cuya potencia es suficiente para evocar la tradición de los
Remedios.

En este trabajo me había propuesto rebuscar en los vínculos que frente a Conclusiones
las artes hermanas (la poesía como pintura parlante, la pintura como poesía
muda según la conocidísima comparación de Simónides de Ceos en el siglo
V a.C. recogida por Plutarco. O la comparación del propio Aristóteles en su
Poética entre el uso del color y la forma en la pintura con el de la voz humana
en la poesía24) podrían o no establecerse entre las descripciones literarias y
la escultura como arte intelectual en el virreinato de Nueva España.

Y es que ya fueran dispuestas para ser expuestas en altares o retablos de


capillas, colegios o conventos, o ya estuvieran también en grabados de libros–,
las imágenes de la Virgen de los Remedios se veían completadas en su por-
tentoso simulacro con lo que la palabra escrita sentenciaba en las historias
escritas sobre ella. Y lo que las historias escritas y las imágenes contaban era
289
Universo Barroco Iberoamericano

un relato en el que el origen mitológico, la


inventio, la mitopoiesis de la imagen era no
sólo muy importante, sino que era lo único
en lo que debía basarse y fundamentarse
el culto y la devoción. Como decía Carrillo:
fatigaría inspeccionar la materia de que es
formada, o la madera en que se entalló esta
Sagrada Imagen, pues nos importa poco sea
de esta o de aquella.

El control de las imágenes religiosas y de


sus significados fue siempre un problema
fundamental en el virreinato25. Los fieles se
hallaban profundamente comprometidos
con esas imágenes religiosas cuya visua-
Fig. 12. lidad estaba establecida de forma ancestral. El relato debía ser respetado
escrupulosamente y cualquier intento de alterarlo, hablando por ejemplo de
artífices, materia, o arte, podía ser catastrófico26.

Es evidente para mi que la Virgen de los Remedios no era vista como una
escultura tallada en madera por un escultor (anónimo si se quiere, pero
identificable), sino más bien como la personificación de un origen mila-
groso, venerablemente antiguo, y que la mera mención a su materialidad
probablemente habría hecho incoherente ese origen. Antes al contrario, su
ocultamiento ancestral, habría hecho posible algo que en principio parecía
impensable: cuando parecería que la dimensión matérica de las esculturas
religiosas habría sido fundamental para conferirles un estatuto sacro, cuando
parecería que en las imágenes devotas su asociación a artífices prestigiosos
y al arte de Fidias y Praxíteles pudiera ser parte de su eficacia devocional,
podemos pensar, como hemos visto, que asistimos en los textos literarios
que aluden a la imagen de la Virgen de los Remedios a una dislocación ab-
soluta entre la materialidad de la imagen y su sacralidad, entre su carácter
objetual y su carácter sagrado.

290
¿“Ut Sculptura Poesis”?: La Virgen de los Remedios y su imagen en las fuentes literarias... - Luis Javier Cuesta Hernández

Cisneros, Luis de. Historia del principio, origen, progresos y venidas a México y mi- Fuentes
lagros de la Santa Imagen de nuestra Señora de los Remedios extramuros de México.
Naucalpan, 1999.

Diaz de la Vega, José Mariano. Memorias piadosas de la nación yndiana recogidas


de varios autores por el P.F. Joseph Díaz de la Vega Prediador gral e Hijo de la Prov.a
del Santo Evangelio de Mexico. Manuscrito, 1782. Real Academia de la Historia,
Madrid, Col. Boturini, MS 9/4886.

Carrillo y Pérez, Ignacio. Lo máximo en lo mínimo. La portentosa imagen de Nues-


tra Señora de los Remedios, conquistadora y patrona de la imperial Ciudad de Méxi-
co. México, Imprenta de Mariano de Zúñiga y Ontiveros, 1808.

Florencia, Francisco de S.I. La milagrosa invención de un tesoro escondido... Estu-


dio introductorio de Teresa Matabuena y Marisela Rodríguez. México, Universi-
dad Iberoamericana, 2008.

Mariano Fernández de Echeverria y Veytia Baluartes de México. Descripción histó-


rica de las cuatro milagrosas Imágenes de Nuestra Señora que se veneran en la muy
leal e imperial Ciudad de México. México: imprenta de Andrés Valdés, 1820.

Riva Palacio, Vicente. México a través de los Siglos. Vol. IV, México, 1889. Bibliografía

Estrada de Gerlero, Elena “Nuestra señora de los Remedios. Criterios novohispa-


nos sobre la restauración de las imágenes” en Historia del Arte y restauración. 7º
Coloquio del Seminario de estudio del Patrimonio Artístico. Conservación, res-
tauración y defensa. Bargellini, Clara (ed.) Mexico, UNAM/IIE, 2000, pp. 75-90.

Pereda, Felipe Las imágenes de la discordia: política y poética de la imagen sa-


grada en la España del 400. Madrid, Marcial Pons Historia, 2007.

Solange Alberro, ‘Remedios y Guadalupe: de la unión a la discordia’ en Clara


García Ayluardo y Manuel Ramos Medina (coords.), Manifestaciones religiosas
en el mundo colonial americano, vol. II, Mujeres, instituciones y culto a María,
1994, pp. 151-164; y El águila y la cruz. Orígenes religiosos de la conciencia criolla,
siglos XVI-XVII México, 1999, cap. IV, ‘Remedios y Guadalupe, mujeres águila’.

Connaughton, Brian; William B. Taylor. “Vías culturales hacia la Independencia


en México” pp. 203-213 y Taylor, William B. “La Virgen de Guadalupe, Nuestra
Señora de los Remedios y la cultura política del periodo de Independencia” en
Mayer, Alicia (ed.). México en tres momentos: 1810-1910-2010. Hacia la conme-
moración del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución
Mexicana. Retos y perspectivas. Mexico, UNAM, 2007, pp. 213-241.

Miranda Godínez, Francisco. Dos cultos fundantes: los Remedios y Guadalupe


(1521-1649): historia documental. Michoacán, El Colegio de Michoacán, 2001.

Cuadriello, Jaime (ed.). Zodíaco mariano. 250 años de la declaración pontificia de


María de Guadalupe como patrona de México. México, Museo de la Basílica de
Guadalupe, 2004.

Maquívar, Maria del Consuelo. El imaginero novohispano y su obra. INAH, Colec-


ción Obra Diversa, México, 1995.
291
Universo Barroco Iberoamericano

“La escultura devocional” en México en el mundo


de las colecciones de arte. Nueva España, vol. 1. México, UNAM/CONACULTA,
1994, pp. 301-316.

“Los “Adornadores del Credo Divino”: Imagineros


Barrocos Novohispanos”. México, INAH.

Rodríguez de Ceballos, Alfonso “Usos y funciones de la imagen religiosa en los


virreinatos americanos” en Los siglos de oro en los Virreinatos de América. 1550-
1700. Catálogo de la exposición, Madrid, noviembre 1999-febrero 2000, pp. 89-
105.

Tovar de Teresa, Guillermo. México barroco. SAHOP, México, 1982.


Los escultores mestizos del barroco novohispano.
México, Serfin, 1990.

Trusted, Marjorie. “Exotic Devotion: Sculpture in Viceregal America And Bra-


zil, 1520-1820” en The Arts in Latin America. Catálogo de la exposición en el
Philadelphia Museum of Art, Antiguo Colegio de San Ildefonso de México y el
LA County Museum, septiembre 2006-septiembre 2007, Philadelphia, 2006, pp.
248-257.

VV.AA. Imagineria virreinal. Memorias de un seminario. IIE/UNAM, INAH, SEP.


México, 1990.

VV.AA. Escultura. Museo Nacional del Virreinato. México, 2008.

292
¿“Ut Sculptura Poesis”?: La Virgen de los Remedios y su imagen en las fuentes literarias... - Luis Javier Cuesta Hernández

1.  Lo máximo en lo mínimo. La portentosa imagen de Nuestra Señora de los Reme- Notas
dios, conquistadora y patrona de la imperial ciudad de México (Zúñiga y Ontiveros,
1808).

2.  Florencia, Francisco de, S.I. (1619-1695), entre sus obras principales se en-
cuentran
• La estrella de el norte de México, aparecida al rayar el día de la luz evangélica
en este Nuevo-Mundo, en la cumbre de el cerro de Tepeyacac orilla del mar
Tezcucano, a un natural recién convertido; pintada tres días después milagro-
samente en su tilma,o capa de lienzo, delante del Obispo, y de su familia en su
Casa Obispal ... / compusola el P. Francisco de Florencia, de la Compañia de
Iesus ... ; con las Novenas proprias de la Aparicion de la Santa Imagen. México,
por Doña María de Benavides, viuda de Juan de Ribera, 1688.
• Origen de los dos célebres santuarios de la Nueva Galicia, Obispado de Guada-
lajara en la América Septentrional : Noticia cierta de los milagrosos favores que
hace la Santísima Virgen, a los que en ellos y en sus dos imágenes la invocan,
sacada de los procesos auténticos, que se guardan en los Archivos del Obispa-
do, de orden del Ilmô. y Rmô. Señor D. Juan de Santiago León Garavito / por el
P. Francisco de Florencia de la Compañía de Jesús. en México, en la Imprenta
de D. Phelipe de Zúñiga y Ontiveros, 1706.
• Zodiaco Mariano, en que el sol de justicia Christo, con la salud en las alas vi-
sita como signos, y casas proprias para beneficio de los hombres los templos, y
lugares dedicados à los cultos de su SS. Madre por medio de las mas celebres, y
milagrosas imagenes de la misma Señora, que se veneran en esta America Sep-
tentrional, y reynos de la Nueva España / obra posthuma de el Padre Francisco
de Florencia, de la Compañia de Jesus, reducida à compendio, y en gran parte
añadida por el P. Jvan Antonio de Oviedo de la misma Compañia.

3.  Un autentico especialista en mariologías a juzgar por su Pensil Americano


florido en el rigor del invierno, la imagen de María Santísima de Guadalupe, apa-
recida en la Corte de la Septentrional América México (Zúñiga y Ontiveros, 1797)
recientemente dado a conocer por en la tesina de Rocío Benítez Luna (Ignacio
Carrillo y Pérez y su “Pensil americano florido en el rigor del invierno, imagen de
Maria Santisima de Guadalupe”, UNAM, 2007).

4.  Ussel, Aline. Esculturas de la Virgen María en Nueva España. México, INAH/
SEP/Museo Nacional de Historia, 1975. Moyssen, Xavier. “Una imagen colonial
del siglo XVI”. En Boletín del Instituto Nacional de Antropología e Historia,
num. 21, septiembre de 1965. Obregón, Gonzalo. El aporte flamenco en Méxi-
co. Artes de México, XIX, num. 150, 1972, pp. 67-92. Estella, Margarita. “Sobre
escultura española en América y Filipinas y algunos otros temas” en Relaciones
artísticas entre España y América, CSIC, Madrid, 1990.

5.  Op.cit. p. 81.

6.  Miranda presenta documentación de que la ermita fue fundada tal vez por
Hernán Cortés y los conquistadores poco después de la Conquista. La primera
referencia a la ermita de los Remedios se encontraría en el acta de cabildo de
la Ciudad de México del 31 de julio de 1528, Miranda Godínez, Francisco. Dos
cultos fundantes: los Remedios y Guadalupe (1521-1649): historia documental.
Michoacán, El Colegio de Michoacán, 2001, pp. 41-42. Solange Alberro también
piensa que la ermita de los Remedios se fundó en ese año de 1528 Solange Albe-
rro, op. cit., 1999, pp. 138-139; cita los Anales de Tlatelolco y México, Archivo
Histórico de la Biblioteca del Museo Nacional de Antropología e Historia, Colec-
ción Antigua, vol. 273, núm. 12, p. 97, y núm 13, p. 635.

293
Universo Barroco Iberoamericano

7.  Todos los datos en Matabuena, Teresa y Marisela Rodríguez “Introducción”


en Florencia, Francisco de La milagrosa invención…México, UIA, 2008.

8.  Fernández y Veytia, Mariano. Baluartes de México. Descripción histórica de


las cuatro milagrosas imágenes de Nuestra Señora que se veneran en la muy leal
e imperial ciudad de México. México, imprenta de Andrés Valadés, 1820. Cfr.
Obregón, Gonzalo “Baluartes de México” en Artes de México, num. 113, año 15,
1968, pp. 24-40.

9.  p. 124.

10.  No quiero, por no ser el objetivo de este trabajo, remarcar la curiosa historia
que ya Cayetano Cabrera y Quintero había presentado y que Carrillo retrotrae al
propio Florencia y otros autores (el cura del Sagrario Metropolitano Jose Lezamí
y Fr. Antonio de Santa Maria en España entre otros), sobre la relación entre la
esculturita de la Virgen de los Remedios y la leyenda dedon Pelayo. Historia de-
liciosísima en cualquier caso que habrá que recuperar en otra ocasión.

11.  La ekphrasis es uno de los intercambios más comunes entre la pintura y la


literatura, consistente en la descripción literaria de una obra artística, sobre todo
de la pintura, narrando o describiendola por medio de la palabra. La etimología
griega (ek y phrasis, ‘externo’ y ‘hablar’ respectivamente), remite al uso del ver-
bo ekphrazein, para proclamar o llamar a un objeto inanimado por su nombre

12.  Estrada de Gerlero, Archivo Histórico del Distrito Federal (AHDF) Ramo
Santurario de nuestra Señora de los Remedios, 3900, leg. 6 p. 23.

13.  Ibid.

14.  “textos e imágenes eran frecuentemente géneros inseparables y una rica fuente
para la comprensión de cómo era construida la memoria histórica”. Katzew, Ilona.
“Stars in the Sea of the Church: The Indian in Eighteenth-Century New Spanish
Painting” en Rishel, Joseph; Suzanne Stratton-Pruitt (eds.). The Arts in Latin
America 1492-1820. Philadelphia, Philadelphia Museum of Art, 2006, pp. 335-
348, p. 336.

15.  Ibid. p. 342 citando a Diaz de la Vega, José Mariano. Memorias piadosas de
la nación yndiana recogidas de varios autores por el P.F. Joseph Díaz de la Vega
Predicador gral e Hijo de la Prov.a del Santo Evangelio de Mexico. Manuscrito,
1782. Real Academia de la Historia, Madrid, Col. Boturini, MS 9/4886.

16.  Florencia, p. 162.

17.  Así se puso de manifiesto en la reciente exposición Pintura de los Reinos,


en la que se dedicó una sección completa a estas “vírgenes de bulto” en las que
destacaban los ejemplos novohispanos de Villalpando o Correa. Gutierrez Haces,
Juana (coord.) Pintura de los reinos. Identidades compartidas. Territorios del
mundo hispánico. Siglos XVI-XVIII. México, Fomento Cultural Banamex, 2008.

18.  Reta, Martha. “Nuestra Señora de los Remedios” en Cuadriello, Jaime (ed.).
Zodíaco mariano. 250 años de la declaración pontificia de María de Guadalupe como
patrona de México. México, Museo de la Basílica de Guadalupe, 2004, pp. 151-
155, p. 151.

19.  Gómez de Orozco, Federico. Las pinturas de Alonso de Villasaña en el San-


tuario de los Remedios. Anales IIE 14, 1946.
294
¿“Ut Sculptura Poesis”?: La Virgen de los Remedios y su imagen en las fuentes literarias... - Luis Javier Cuesta Hernández

20.  Romero de Terreros, Manuel. Grabados y grabadores en la Nueva España.


México, ediciones de arte mexicano, 1948, pp. 55 y 407.

21.  Cuadriello, Jaime “Tierra de prodigios. La ventura como destino” en Pin-


celes de la Historia: el origen del reino de la Nueva España, 1680-1750, México,
MUNAL, 1999, pp. 180-227. Cfr. Katzew, op.cit. pp. 342-343.

22.  Anónimo. El descubrimiento de la Virgen de los Remedios, ca 1750. Oleo


sobre lienzo, 141x64 cm. Pinacoteca de la Profesa.

23.  Silverio, Francisco. El descubrimiento de la Virgen de los Remedios, ca.


1760. Grabado. Real Academia de la Historia de Madrid.

24.  Standish, Peter. Línea y color. Desde la pintura a la poesía. Madrid: Iberoame-
ricana, 1999, p. 12.

25.  “Un recurso permanente de disputa religiosa y alta emoción a nivel local que
podía convertirse en un problema político instantáneo para los funcionarios estata-
les era el control de las estatuas y pinturas de Cristo o de los Santos, y sus significa-
dos morales y politicos” en Connaughton, Brian; William B. Taylor. “Vías cultura-
les hacia la Independencia en México” pp. 203-213 en Mayer, Alicia (ed.). México
en tres momentos: 1810-1910-2010. Hacia la conmemoración del Bicentenario de
la Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana. Retos y perspectivas.
Mexico, UNAM, 2007, p. 206

26.  “No fue inusual que los devotos estuvieran profundamente comprometidos con
estas imágenes religiosas que habían estado entre ellos por generaciones y que eran
asociadas con el favor divino. Los curas y gobernantes más circunspectos reconocían
que podían aspirar a agregar algo al significado de cieras imágenes, pero procurar
reprimir, degradar o alterar dichas imágenes era siempre una propuesta destinada
al fracaso” Ibid.

295
Universo Barroco Iberoamericano

Culto, Devoción y Escenografía de las Reliquias:


“Delineación” del Relicario del Ochavo
de la Catedral Primada de Toledo en 1790

Ignacio José García Zapata1


Universidad de Murcia - [email protected]

Resumen El culto a las reliquias, especialmente después de la revitalización tras el


Concilio de Trento, necesitó de un corpus exterior a través del cual manifestar
la importancia de estos tesoros. Todas las artes participaron de la esceno-
grafía ideada tras la Contrarreforma para alcanzar a través de la imagen
el esplendor deseado para con las reliquias. Un papel especial fue el que
desarrollaron los relicarios en plata que conservaban las reliquias. Éstos,
dentro del programa ideológico, eran dispuestos de una manera precisa
respondiendo a un planteamiento determinado dirigido a cumplir con las
expectativas teatrales de la magnificencia del culto. El Ochavo de la Catedral
de Toledo, y la Delineación que del mismo se realizó en 1790, es uno de los
ejemplos más relevantes de España.
Palabras Clave: Culto, Reliquias, Relicarios, Platería, Escenografía, Ochavo,
Toledo.

Abstract The worship of relics, especially after Council of Trent revitalization, needed an
outward representation to manifest the importance of these treasures. All the
arts participated in the scenography devised after the Counter Reformation
to achieve through the image the desired splendor for the relics. A special
role was the one developed by the reliquaries in silver that retained the relics.
These, within the ideological program, were arranged in a precise way re-
sponding to a specific approach aimed at fulfilling the theatrical expectations
of the magnificence of worship. The Ochavo of the Cathedral of Toledo, and
the Delineation of the same was made in 1790, is one of the most relevant
examples of Spain.
Key Words: Worship, Relics, Reliquaries, Silversmith’s, Scenography, Ochavo,
Toledo.

296
Culto, Devoción y Escenografía de las Reliquias: “Delineación” del Relicario del Ochavo... - Ignacio José García Zapata

El culto a las reliquias tiene dentro del catolicismo uno de sus capítulos más
importantes, debido fundamentalmente a la devoción que en torno a estos
preciados objetos se ha ido generando durante siglos2. Así, la veneración
hacía los tesoros sagrados constituye uno de los principales medios de la
Iglesia para promover la religiosidad popular entre los fieles. Sus origines
se remontan a los primeros siglos del cristianismo, vinculado a los mártires
de la antigua Roma, centro desde el que se difundió su culto y las propias
reliquias por toda Europa3. De esta manera, durante la Edad Media se fue-
ron construyendo importantes templos destinados a albergar con la mayor
circunspección las reliquias relacionadas con los santos y mártires, hasta el
punto de que existieron auténticas vías de peregrinación hacía estos espacios
sagrados -caso del camino de Santiago- que diariamente acogían a cientos
de peregrinos4. Este fuerte impulso medieval a las reliquias fue atacado
directamente por los protestantes, quienes cuestionaban el comercio, su
elevado número, el valor y la veracidad de las mismas. Así, Lutero criticó el
uso de las reliquias, mientras que Calvino aludía directamente a la caída en
la idolatría de los católicos, recalcando que lo verdaderamente importante
era acercarse a Dios a través de su palabra y no mediante los objetos de los
santos. Incluso, desde el catolicismo hubo voces contrarias a dicho culto,
caso de Erasmo de Rotterdam -así como su círculo de seguidores-, que
desde el primer momento destacó el engaño que con éstas se realizaba y
el acto de suplantación derivado del mismo artificio5. En la propia España,
hay otros casos que alentaban a moderar el culto, como fray Hernando de
Talavera que manifestaba el uso indebido que de ellas se hacía para lograr
dinero; Bartolomé de Carranza continuaba la misma idea y prestaba atención
al fomento de la superstición alentada por los eclesiásticos; fray Juan de la
Cruz insistía en un culto limpio de toda magia6. En definitiva, se actuó contra
la premisa de que el santo actuaba por mediación de ellas7.

El Concilio de Trento, dando una respuesta a las críticas protestantes, no hizo


sino enfatizar y reafirmar el valor medieval de las reliquias, cuestión, junto a
la eucarística, tratada con mucha atención por los obispos congregados. Así, la
sesión XXV de diciembre de 1563 se pronunció a favor de la veneración de las
297
Universo Barroco Iberoamericano

reliquias y de las imágenes de los santos, amparándolo con jubileos e indul-


gencias, con la consiguiente reactivación de todo lo que englobaba el mundo
de las reliquias en una clara reacción frente a los postulados protestantes.
A ello contribuyeron decididamente los jesuitas, la nueva orden que a través
de sus colegios fortaleció el culto a la Virgen, los santos, los sacramentos
y las reliquias, erigiéndose como los defensores de todo aquello contra lo
que atentaba el luteranismo. Para ello, potenciaron la construcción de ca-
pillas-relicarios, hasta el punto de que Francisco de Borja precisó que éstas
se custodiaran con la mayor magnificencia posible, con oro, plata y piedras
preciosas8. Un pensamiento que con anterioridad había sido cuestionado por
Alfonso de Valdés, quien se mostraba en contra de los relicarios preciosos
pues no se correspondían con aquellos personajes que habían renunciado a
sus bienes terrenales para entregarse a Dios9.

Por tanto, la Contrarreforma supuso un punto de inflexión y una vuelta,


mayor si cabe, al culto a las reliquias que, nuevamente, fueron disponiéndose
en los templos con esplendorosas procesiones y ceremonias que servían
para alimentar la religiosidad popular de los ciudadanos, atraídos por el
espectáculo producido en torno a tales eventos. Numerosos son los ejemplos
que se fueron reproduciendo por toda la geografía peninsular a raíz de los
traslados de las reliquias del lugar de su descubrimiento al templo erigido
para ellas, o como consecuencia de las donaciones recibidas de otros centros
religiosos. A modo de preámbulo, en 1522 fueron trasladados los restos de
los patrones de Segovia desde el Alcázar hasta la Iglesia de Santa Clara.
Para ello, el obispo segoviano dispuso una serie de pautas que se repetirían
posteriormente en todos los traslados: solemnidad y decoro en todo el acto,
adecuación de un espacio pertinente para su veneración y custodia y la pre-
sencia en la procesión de todas las autoridades religiosas y civiles, así como
del resto de la sociedad acompañando a las reliquias10. Otro ejemplo es el
de Burgos, a donde llegó en 1700 un dedo de San Julián, dentro de un busto
relicario de plata, procedente de Cuenca, dada la insistencia que el arzobispo
burgalés y la ciudad hizo al cabildo catedralicio de Cuenca, ciudad donde se
conserva el cuerpo, que tuvo a bien la petición11. Las procesiones realizadas
con motivo de los traslados son sólo el inicio de un desarrollo cultual en torno
a las reliquias que trajo consigo el patrocinio artístico por parte de la Iglesia,
la realeza, la nobleza y el pueblo llano que, dentro de sus posibilidades, fi-
nanciaron grandes obras arquitectónicas, programas pictóricos, esculturas,
relicarios y todo tipo de ornamentos destinados a la manifestación exterior
de la veneración: la escenografía. Nuevamente, entre los muchos casos
que se produjeron en España, puede señalarse el de los Santos Mártires de
Córdoba, cuyas reliquias fueron halladas en pleno apogeo contrarreformista,
en 1575, y colocadas en la capilla de Santa Lucia en el templo de San Pedro,
conforme a las indicaciones dadas directamente por Gregorio XIII12. Misma
situación se iba a repetir con los santos mártires romanos en otras ciudades,
los santos Justa y Rufina en Sevilla, Ciriaco y Paula en Málaga y Servando y
Germán en Cádiz13.

298
Culto, Devoción y Escenografía de las Reliquias: “Delineación” del Relicario del Ochavo... - Ignacio José García Zapata

Las reliquias de los santos y mártires no fueron las únicas que gozaron de un
auge sin igual durante la Edad Moderna, puesto que aquellos objetos vincula-
dos a Cristo y a la Virgen también fomentaron un culto prolongado y particular.
En este sentido, las astillas de la cruz de la cruz de Cristo se difundieron por
toda Europa, venerándose con un carácter especial, como en Santo Toribio de
Liebana y en Caravaca de la Cruz14. En el santuario de la ciudad murciana se
generó un elocuente culto que tiene sus mejores muestras en las continuas
entregas de piezas de platería que ofrecieron numerosos individuos de todos
los estamentos, movidos por los hechos milagrosos acaecidos en torno a la
reliquia, curaciones o ayudas militares, como la encomienda que los Reyes
Católicos hicieron ante la cruz si les ayudaba en la toma de Baza. De esta
manera, en torno a la cruz fue confeccionándose un rico ajuar de oro, plata
y piedras preciosas, con un amplio número de piezas, fundamentalmente
relicarios, pero también lámparas, cruces, cetros o candeleros realizados por
los plateros locales, de Murcia y hasta de Madrid15. Otro enclave de especial
significación fue la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo, donde se guar-
daban gran cantidad de reliquias desde los albores de la Edad Media, y que
como consecuencia del auge postconciliar necesitó de una adecuación capaz
de ofrecer el decoro pertinente16. Fruto de esta exaltación contrarreformista
son algunos casos más, como el del relicario que formaron las Descalzas
Reales en Madrid o el del propio Felipe II en el Escorial, donde reunió reliquias
procedentes de numerosos lugares17.

El proceso iniciado en el Concilio de Trento encontró en el Barroco su mejor


medio de expresión, valiéndose de la pompa, el boato y la magnificencia
de las celebraciones y manifestaciones religiosas de esta época, apelando
directamente a los sentidos mediante el poder de la imagen y su persuasión
en la masa18. Una de las vías principales fue la de los relicarios, llamativas
piezas de orfebrería que destacaban tanto por su valor artístico como por la
luz y el brillo que transmitían. Desde un primer momento, las reliquias eran
conservadas en receptáculos realizados en materiales nobles, imponiéndose
finalmente el empleo de los metales preciosos, oro, plata y bronce19. Los pla-
teros fueron los encargados de llevar a cabo estos relicarios que respondían
a numerosas tipologías, mucho más llamativas durante los siglos XVII y XVIII.
Así pujaron catedrales, parroquias y conventos en la reunión de reliquias y
en la labra de sus oportunos recipientes, aunque también fue importante la
aportación privada, derivada de la piedad y de otros intereses, tales como
el deseo de promoción y reconocimiento social. Entre los diversos casos
que se pueden citar está el del racionero de la Catedral de Murcia Marín y
Lamas, quien en 1748 costeó la nueva arca que conservaría los restos de
San Fulgencio y Santa Florentina -llegados en solemne procesión gracias a
la mediación de Felipe II en 1594- realizada por el maestro Rafael Proens20,
destruida en el incendio que asoló el altar mayor del templo en 185421.

En definitiva, las catedrales y los grandes templos solían tener relicarios


realizados en plata respondiendo a la amplia gama de tipologías, desde la
urna relicario hasta los relicarios con formas corporales, como los bustos
299
Universo Barroco Iberoamericano

relicarios de los que se pueden encontrar varios testimonios en la Catedral


de Tortosa22, o los brazos relicarios con un ejemplo bien representativo en
el de San Torcuato de la Catedral de Guadix23.

Los relicarios no solían presentarse como un objeto aislado sino que eran co-
locados en los espacios principales del templo, véase el caso de las reliquias
de San Fulgencio y Santa Florentina que junto a las del rey Alfonso X fueron
situadas en el altar mayor de la Catedral de Murcia. El arca relicario de los
Santos Niños de Alcalá fue depositada en la cripta de la iglesia magistral,
cuya hechura realizó Damián y Antonio Zurreño24, gracias a la generosidad
de los vecinos de la ciudad25. Por su parte, las de los Santos Mártires del
templo de San Pedro de Córdoba fueron dispuestas en un primer momento
en la capilla de Santa Lucia para pasar a mediados del siglo XVIII a la capilla
de la cofradía del Santísimo, que se había unido a la de los Mártires26. En
muchos casos la acumulación de reliquias conllevó la necesidad de destinar
una capilla para recoger todas ellas. Así sucedió en Santiago de Compostela,
donde a comienzos del siglo XVI se inició la construcción de la capilla de las
Reliquias, enmarcadas en el retablo que se finalizó en 1633, trasladándose
finalmente todas ellas a este nuevo espacio en 164127.

Estas capillas adquirieron una configuración especial, incluso de planta


central, capaz de ofrecer un continente acorde a la dignidad y significación
de las reliquias allí veneradas. En Italia debe destacarse la capilla de las
Reliquias de la Basílica de San Antonio de Padua, erigida justo detrás del
altar mayor a finales del siglo XVII por el arquitecto Filippo Parodi. En 1690
comenzaron los trabajos destinados a configurar un espacio sagrado idóneo
para dar respuesta a las necesidades de los peregrinos al tiempo que garan-
tizaba la conservación y el culto debido a las reliquias. La capilla cuenta con
un espectacular retablo barroco en mármol que se alarga casi la mitad de
la misma, en el cual se ubican tres nichos donde se exponen los relicarios
de la basílica, enriquecido con esculturas del propio Parodi, situadas sobre
la balaustrada delantera y sobre el entablamento del retablo. La elocuente
escenografía, fruto de la conjunción de las artes, estaba destinada a vincular
la iglesia peregrina con la celestial mediante la figura del santo, a través de
la observación de cuyas reliquias se podía alcanzar el cielo. Así, en la par-
te baja se encontraban en penumbra las imágenes de San Francisco, San
Buenaventura y las Virtudes, destinadas a rememorar las enseñanzas del
santo, mientras que la parte superior, está repleta de ángeles que flanquean
la escultura del santo en gloria28.

En lo que respecta a España, el recinto más significativo dentro de las catedra-


les es el Ochavo de la Primada de Toledo. Este espacio se ubica justo detrás de
la Capilla de la Virgen del Sagrario, creando un conjunto único en la catedral,
que en sí resulta dar especial testimonio del impacto de la Contrarreforma
en la misma, pues se reúne además del culto a la Virgen y a las reliquias el
de la Eucaristía, como capilla destinada a su reserva y exposición. Ambos
recintos se comunicaban en origen a través de un arco de medio punto, donde
300
Culto, Devoción y Escenografía de las Reliquias: “Delineación” del Relicario del Ochavo... - Ignacio José García Zapata

se aloja el famoso trono de la Virgen titular, obra del platero italiano Virgilio
Fanelli, que sirve de magnifico enlace visual en este teatro barroco29. En la
actualidad dicho arco está tapiado, por lo que se ha roto esa comunicación
visual que en origen había entre los recintos30. Por este motivo, la Virgen del
Sagrario recibió dicho título por hallarse sobre el ingreso al espacio donde
se encontraban los tesoros sagrados del templo, sus reliquias31.

La construcción del Ochavo se llevó a cabo a mediados del siglo XVII, con-
cluyéndose en 1673, después de un largo periodo durante el cual se realizaron
diversos diseños por los arquitectos más reconocidos del momento, Lorenzo
Fernández de Salazar, Francisco Bautista, Pedro de la Torre o Lázaro de
Goiti, entre otros, que vinieron a sustituir los que con anterioridad habían
hecho Vergara el Mozo, Juan Gómez de Mora y Jorge Manuel Theotocópuli.
Finalmente, el arzobispo Moscoso y Sandoval aprobó el proyecto de de la
Torre y Bautista, rubricado por Goiti, que necesitó de la ayuda del maestro
mayor de la Catedral de Jaén, Juan de Aranda Salazar, para solucionar el
problema acerca de la forma octogonal del segundo cuerpo32. En efecto, la
forma adoptada para la capilla de las reliquias fue la del octógono, dadas sus
connotaciones implícitas, esto es, la elección de plantas octogonales, sobre
todo en baptisterios o lugares de martirio, en alusión al número ocho como
símbolo de la resurrección y la inmortalidad, del misterio cristológico, la
resurrección al octavo día del inicio de la Semana Santa33. De esta manera,
las reliquias de los santos son un ejemplo de la vida eterna, de la resurrección
de aquellos santos y mártires.

Así pues, la importancia histórica y espiritual de las reliquias debía de contar


con la oportuna expresión, no sólo en cuanto al simbolismo del octógono
sino también valiéndose de la proyección artística del recinto. La configura-
ción arquitectónica se basó en dos cuerpos octogonales, el primero elevado
sobre un zócalo con ocho pilastras con basas y capiteles en los ángulos,
entre cuyos espacios se encuentran las siete hornacinas que albergan los
relicarios. Sobre el entablamento de este primer cuerpo se alza un segundo
cuerpo también ochavado con ventanas en cada frente en las que se alterna
un dintel con frontones triangular y curvo. Cierra la composición la cúpula y
la linterna que, junto a las ventanas, permite el paso de la luz a este espacio
superior, evocando la luz celestial de la resurrección. Los materiales emple-
ados también contribuían a aportar la relevancia necesaria al Ochavo, por lo
que todo el recinto fue recubierto con mármoles en su interior y con piedra
berroqueña para el exterior. El zócalo fue cubierto con jaspe, destacando
la gran pieza central de color rojo. El resto de los muros tenía mármoles
dispuestos por Bartolomé Zumbigo, combinando las tonalidades oscuras
y rojizas con el bronce de los capiteles, las basas y otros elementos orna-
mentales que propuso Aranda Salazar y que llevó a cabo Juan Gómez Lobo.
Finalmente, también estaba presente la decoración pictórica, con los frescos
de Francisco Rizzi y Juan Carreño de Miranda acabados en 1670, los cuales
fueron sustituidos en 1778 por otros de Mariano Salvador Maella.

301
Universo Barroco Iberoamericano

Con todo, lo verdaderamente importante eran los relicarios que albergaban


los tesoros del templo. Son numerosas las reliquias que se conservan en
la catedral toledana y, por lo tanto, son muchos los relicarios que a lo largo
de los siglos han ido formando parte de este espacio. Sin embargo, existen
algunas reliquias que por su interés histórico o devocional cuentan con un
receptáculo de mayor nivel artístico, caso de las arcas de las reliquias de
Santa Leocadia y de San Eugenio. También, este elevado número de piezas
permitió un amplio repertorio de tipologías. Los relicarios medievales ofre-
cen una configuración semejante, con una base polilobulada, un pequeño
astil y un templete encima con una abertura en el centro para contemplar
la reliquia. Si bien, ello no quiere decir que no hubiera algunos más sobre-
salientes, como el de San Bonifacio y Alejo34, o el arca de madera forrada en
plata que el rey de Francia Luis VII envió sobre el año 1156 con la reliquia de
San Eugenio, primer prelado de Toledo. Ésta tiene forma de cofre con una
cubierta a dos aguas, decorada en un frente con dos escenas del martirio
del santo, mientras que en la techumbre aparece el santo bendiciendo y el
cordero pascual. Al otro lado, con cinco santos con sus atributos bajo arcos
de medio punto y, en la techumbre, dos ángeles sosteniendo un medallón con
la imagen de Cristo en el centro. Tiempo después se incorporó por mediación
del cardenal Albornoz en el siglo XIV, el relicario de la mano de Santa Lucia,
obra del platero de Siena Andrea Petrucci, su configuración responde a la
idea general medieval, base, astil y macolla arquitectónica, aunque con el
remate de una mano, quizás correspondiente a un añadido posterior pero
cercano en el tiempo35.

Ya en el siglo XV llegaron los bustos relicarios de San Juan Bautista y San


Sebastián, realizados en madera chapada de plata, el primer regalado por
Pedro de Luna, arcipreste de la iglesia de Toledo y, el segundo, por Fernando I
de Aragón36. El relicario con forma de ostensorio también se fue imponiendo,
como el de Santa Catalina. Con el Renacimiento, los relicarios de arquitectura
gótica cambiaron a un templete renacentistas de corte clásico, elevado en
basa y astil, y formado por dos cuerpos decrecientes con columnas, entabla-
mento, cúpula y una cruz de remate, caso del relicario de San Antón.

A pesar de todo, el tiempo de mayor esplendor artístico vinculado al arte de


la platería y a los relicarios se vivió tras la Contrarreforma y el énfasis del
culto a los santos, una veneración que precisó de nuevas piezas en las que
no sólo era importante custodiar los tesoros sino también era indispensable
la capacidad de transmitir la imagen de su significación37. En este contexto,
fue especialmente llamativa la labor de los patrocinadores, ya fuera mediante
la entrega de reliquias, a través de los relicarios o de las dos cosas conjun-
tamente, acción que fue liderada por la mayoría de arzobispos del templo
toledano, así como por los miembros de la realeza38.

Los ejemplos que mejor recogen todas estas cuestiones son los relicarios de
San Eugenio y Santa Leocadia39. Finalmente, en 1565, se consiguió el traslado
íntegro del cuerpo de San Eugenio a Toledo, motivo por el cual se llevaron
302
Culto, Devoción y Escenografía de las Reliquias: “Delineación” del Relicario del Ochavo... - Ignacio José García Zapata

a cabo grandes fastos en la ciudad para recibir con la pompa suficiente tan
ansiado tesoro, evento que contó con la presencia de Felipe II y su familia40.
Inmediatamente después, el propio monarca y el Cabildo tuvieron a bien la
confección de un arca para el digno reposo de los restos, un encargo, realizado
por el canónigo Pedro Manrique, que recayó sobre el afamado platero jie-
nense Francisco Merino, quien labró el diseño ideado por Nicolás de Vergara
el Viejo41. El relicario se conforma como un arca rectangular que se levanta
sobre garras, sobresaliendo la serie de esculturas de corte miguelangelesco
que se reparten por toda la obra, como en las esquinas con las sirenas de
doble cola42, en los cuerpos superiores, a través de unas figurillas en los
ángulos de la tapa y en el segundo cuerpo, en cuyos frentes menores hay
unas figuras sentadas, lo que no deja de evocar algunos de los proyectos
de Miguel Ángel para la tumba de Julio II43. Pese a la importancia de estas
esculturas lo verdaderamente significativo son los relieves que ilustran la
vida del santo. Así se ve en el primer cuerpo recibiendo la bendición de su
maestro San Dionisio antes de venir a predicar a la Península; predicando
ante una multitud; martirizado en las proximidades de París; la recuperación
de su cuerpo del lago y su traslado; el milagro ante la Abadía de París y su
sepulcro rodeado de enfermos. Cierra la decoración de este primer cuerpo
dos escudos reales situados en los lados mayores. El segundo cuerpo está
ornamentado en los frentes principales con dos escenas, la primera aludiendo
a la entrada de la reliquia del brazo en el siglo XII acompañado por el rey
Alfonso VII y la segunda la entrada del cuerpo en 1565 seguido por Felipe
II. Finalmente, culmina la obra una especie de obelisco con las figuras en
relieve de otros santos obispo de Toledo44.

Tras el paso de Merino por Sevilla, Córdoba y Jaén realizando piezas de


primera línea para los templos más importantes del sur de España45, volvió
a Toledo hacia 1590 para realizar el arca de las reliquias de la patrona de la
ciudad, Santa Leocadia, nuevamente restituidas por mediación de Felipe II
desde Flandes en 158746. En esta ocasión siguió las trazas de Nicolás Vergara
el Mozo, demostrando ya una total inmersión en los postulados del clasicismo
purista que se impusieron en la corte a finales de la centuria, a través de
una obra mucho más limpia sin tanta decoración47. Con un planteamiento
similar al del arca de San Eugenio, incluso con semejante evocaciones a
los proyectos de Miguel Ángel para la tumba de Julio II. Se configura en
cuerpos decrecientes, conteniendo el primero diez relieves con diversas
escenas vinculadas a la vida de la mártir toledana. Un segundo cuerpo, a
modo de tapa, incluye las esculturas de dos figuras femeninas y las de San
Ildefonso y Recesvinto. Un jarrón oval con un pináculo remata la obra, en la
cual, dominan las volutas, los gallones, las costillas, los cajeamientos, los
contrafuertes y el picado de lustre.

Muchos más relicarios se realizaron desde finales del siglo XVI, no siendo
todos de ellos en plata, como el de San Magno, patrocinado por el cardenal
Portocarrero en 1671, realizado en bronce, consistente en una urna cuadran-
gular flanqueada por dos esculturas de ángeles. La ingente cantidad de los
303
Universo Barroco Iberoamericano

mismos, su variedad, el amplio repertorio tipológico,


el valor del material y otras tantas características y
particularidades de cada uno, además de su extraor-
dinario valor sagrado, conllevó la necesidad por parte
del templo de elaborar regularmente un inventario
que recogiera la situación y el estado de la reliquia
y su tabernáculo.

Ya se ha demostrado en numerosas ocasiones la im-


portancia de los inventarios para el estudio de la pla-
tería catedralicia, como instrumento para regularizar
y conocer el estado de las piezas de plata en un mo-
mento determinado48. Concretamente, en el caso de
la Catedral de Toledo, fue constante la redacción de
estos inventarios desde el siglo XIII, siempre con una
meticulosa referencia a la reliquia49. Particularmente,
el inventario de las reliquias y alhajas del Sagrario
de la Catedral Primada, llevado a cabo en 1790 bajo
el episcopado del cardenal Lorenzana, destinó gran
parte del mismo a enumerar y describir cada uno
de los relicarios, detallando escrupulosamente su
estado de conservación, así como la cantidad y el tipo
de piedras preciosas que contenían, de modo que se
pudieran detectar faltas o cambios sustanciales que
necesitaran de una intervención o un mayor control
por parte del Cabildo, como sucedió con el relicario
de la Espina de la Corona de Cristo, del cual faltaba
una esmeralda que se ordenó reponer.

Fig. 1. Delineación del Tras el inventario figuran un conjunto de dibujos enunciados como la
retablo u hornacina del Delineación del relicario del Ochavo, es decir, de las hornacinas o retablos
Ochavo número 4 de la que albergan los relicarios. Son siete en concreto, tantos como los lados útiles
Catedral Primada de Toledo.
del Ochavo -ya que el octavo sirve de entrada-, dichos dibujos recogen las
Archivo de la Catedral
Primada de Toledo. Inventario grandes hornacinas de medio punto que tiene cada lado y dentro de ellas los
de las reliquias y alhajas nichos destinados a cobijar las reliquias, que son indicadas con un número y
del Sagrario de la Catedral su correspondencia e identificación en páginas anteriores. Aunque no es una
Primada realizado por el relación exhaustiva, dado que en esas casillas sólo se registra el relicario -en
cardenal Lorenzana en 1790,
algunos casos varios- con la reliquia más importante, obviándose por falta
fol. 353r. Foto: Ignacio José
García Zapata. de lugar o desconocimiento el resto de recipientes y sus tesoros (Fig. 1 y 2)50.

Además, dentro de la Delineación se incluye una descripción del Ochavo en


ese momento, destacándose las pinturas que realizó Maella pocos años antes
de cada una de las virtudes teologales y cardinales, siete en total como tantos
lados útiles tiene el recinto, culminando el conjunto. Asimismo se descri-
be la bóveda pintada por el propio artista representando la Asunción de la
Virgen. Igualmente, se indica la araña de cristal de veinte luces que ilumina
la estancia y el brasero de plata calada que se alza sobre ocho garras, con
304
Culto, Devoción y Escenografía de las Reliquias: “Delineación” del Relicario del Ochavo... - Ignacio José García Zapata

diez asas, con un peso total de trescientos veinte


marcos, treinta y seis pies de diámetro y ciento doce
de circunferencia.

Cada uno de los siete planos ofrece una vista fron-


tal de cada una de las hornacinas con sus nichos
interiores, más la virtud que figura sobre ella. Los
nichos conforman una apretada composición de
huecos de remate curvo o rectangular, reservánd-
ose aquellos para los centros, y la parte superior
del conjunto con un esquema tipo terma. A su vez
puede apreciarse como aquellas reliquias más im-
portantes y con relicarios de mayor entidad ocupan
los espacios centrales mientras que aquellas más
pequeñas eran colocadas en las laterales, deja-
ndo las de tamaño medio para la parte alta. De
este modo, empezando por el primer lado de la
izquierda, en el lugar central estaba el relicario de
San Magno en su urna de bronce, junto al relicario
en forma de torre de Santa Catalina -hoy en otro
sitio- y, encima un arca con dos cabezas, una de las
once mil vírgenes y la otra de San Eugenia, regalo
de Luis V, éstas sustituidas por la urna de San Félix
y la de San Pedro y San Pablo. El siguiente lado
tenía en su hueco inferior la urna con la piedra que
pisó la Virgen y un relicario de cristal con la reliquia
de Santa Isabel de Hungría, aunque su sitio en la
actualidad lo ocupa un retablo de jaspe, ágata, pórf-
ido y lapislázuli con relieves dorados de la Virgen
con el Niño. En el nicho superior estaba el relicario de nácar con forma de Fig. 2. Delineación del
nave de Santa Leocadia dado por Juana la loca, cambiado por la reliquia retablo u hornacina del
con forma de templete que puede corresponder a Santa Aldegundis o a San Ochavo número 5 de la
Catedral Primada de Toledo.
Reinaldo, dado que son idénticos. Seguidamente, la tercera hornacina tiene
Archivo de la Catedral
abajo el arca que Merino hizo para Santa Leocadia y arriba diversos relicarios, Primada de Toledo. Inventario
donde hoy se ubica el busto relicario de San Juan Bautista. El frente principal, de las reliquias y alhajas
dominado por la imagen de la Fe, contiene el arca de Jueves Santo realizada del Sagrario de la Catedral
por los maestros Pedro de Medina y Diego Vázquez según las trazas del pintor Primada realizado por el
cardenal Lorenzana en 1790,
Juan de Borgoña con intervenciones posteriores de Diego Valdivieso y de los
fol. 354r. Foto: Ignacio José
toledanos Andrés y Vicente Salinas51. Sobre ella estaba una cruz de oro con el García Zapata.
Lignum Crucis, cambiada hoy por la urna seiscentistas de San Raimundo de
Fitero. A la derecha, en el siguiente frente, el arca de San Eugenio, también
de Merino, encima varios relicarios, hoy sustituidos por el busto relicario en
plata y bronce dorado de finales del siglo XVII de Santa Rosalía. En el sexto
espacio estaba abajo el retablo de lapislázuli antes mencionado, hoy domina-
do por el receptáculo que contiene la piedra que pisó la Virgen y un relicario
rectangular con numerosos tesoros. El hueco superior antes tenía un navío
de plata con una canilla de San Blas, mientras que ahora es ocupado por el
305
Universo Barroco Iberoamericano

templete para el hueso de San Reinaldo o Santa Algedundis. Finalmente, el


séptimo frente tenía el busto de San Juan Bautista abajo y una cruz de cristal
de roca con Lignum Crucis, hoy sustituidos por la urna de San Magno y por
otro busto relicario de San Juan Bautista.

En conclusión, puede advertirse como los relicarios principales, aquellos


que albergan los restos de San Eugenio y Santa Leocadia, están ubicados
en posiciones preminentes, siendo de los pocos que no han sido cambiados
a lo largo de los siglos, al tiempo que enmarcan la urna del monumento de
Jueves Santo, destinada a la reserva eucarística, que ocupa el eje central
del Ochavo (Fig. 3).

Fig. 3. Ochavo de la Catedral En vista de la expuesto, las piezas de platería, dispuestas estratégicamente
Primada de Toledo. Foto: y de forma jerarquizada, contribuyen junto al rico espacio arquitectónico,
Ignacio José García Zapata.
majestuosamente dominado por la presencia de los mármoles, a la exaltación
del culto a los santos y sus reliquias, formando parte activa de la escenografía
creada en torno a una cultura retórica, que anhelaba de la efectividad de la
imagen para impresionar y captar al individuo mediante la magnificencia del
culto, es decir, a través de la grandilocuencia del artificio. No dejar de ser
importante, el hecho de que la platería sea presentada con una jerarquía y
un orden. Es fundamental reconocer que no hay una simple acumulación
sino que la platería se expone con un plan oportuno, o adecuado, que refleja
su significación y la de las propias reliquias. Esto, indudablemente le da una
dimensión especial a la platería y a la manera de ser mostrada.
306
Culto, Devoción y Escenografía de las Reliquias: “Delineación” del Relicario del Ochavo... - Ignacio José García Zapata

1.  Este estudio se ha llevado a cabo bajo la realización de una beca FPU otorgada
por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Referencia: FPU014/00855.

2.  Pasamar Lázaro, José Enrique. “El culto a las reliquias”. Memorias Ecclesiae,
nº 21, 2002, págs. 97-108.

3.  González Fernández, Rafael. “El culto a los mártires y santos en la cultura
cristiana. Origen, evolución y factores de su configuración”. Kalakorikos: Revista
para el estudio, defensa, protección y divulgación del patrimonio histórico, artístico
y cultural de Calahorra y su entorno, n 5, 2000, págs. 161-186; Grabar, André. Las
vías de la creación en la iconografía cristiana. Madrid, Alianza, 1985.

4.  Pérez González, Carlos. “El culto a las reliquias en la Edad Media: historia de
una tradición pagana con continuidad en la religión cristiana”. Cristianismo y
paganismo: ruptura y continuidad. Burgos, Universidad de Burgos, 2003, págs.
167-194; Carrasco, Juan. “El Camino de Santiago y la peregrinación en la Euro-
pa Medieval”. Cuadernos de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro, nº 5, 2010,
págs. 11-24; Williams, John. “La basílica compostelana y el camino de peregri-
nación”. Compostela y Europa: la historia de Diego Gelmírez. Santiago de Compo-
stela, Xunta de Galicia, 2010, págs. 110-121; Uría Maqua, Juan. “Las peregrina-
ciones a Tierra Santa, Roma, Compostela y San Salvador de Oviedo: el culto y
veneración a las santas reliquias”. Memorias Ecclesiae, nº 35, 2011, págs. 75-96.

5.  Martínez-Burgos García, Palma. Ídolos e Imágenes. La controversia del arte


religioso en el siglo XVI español. Valladolid, Universidad de Valladolid, 1990,
pág. 21; Egido López, Teófanes. “Religiosidad erasmista y crítica a las reliquias”.
XX Siglos, nº 44, 11, 2000, págs. 4-10.

6.  Martínez-Burgos García, Palma. Ídolos e Imágenes…, op. cit., págs. 120-122.

7.  Freedberg, David. El poder de las imágenes. Madrid, Cátedra, 20114, págs. 119-
121.

8.  García Oviedo, Cristina. “La Compañía de Jesús como difusora del culto de
las reliquias en la corte de Felipe II”. Patrimonio inmaterial de la cultura cristiana.
Madrid, Ediciones Escurialenses, 2013, págs. 461-472.

9.  Martínez-Burgos García, Palma. Ídolos e Imágenes…, op. cit., pág. 28.

10.  Sánchez Ferro, Pablo. “La ciudad en procesión: estudio sobre traslación de
reliquias (Centrado en el ejemplo de San Fructos, patrón de Segovia)”. Espacio,
tiempo y forma. Serie IV, Historia moderna, nº 12, 1999, págs. 47-66.

11.  Cofiño Fernández, Isabel. “La devoción a los santos y sus reliquias en la
iglesia postridentina el traslado de la reliquia de San Julián a Burgos”. Studia
historica. Historia moderna, nº 25, 2003, págs. 351-378.

12.  Aranda Doncel, Juan. “Culto y devoción a las reliquias de los santos mártires
de Córdoba durante los siglos XVI y XVII”. San Rafael y el patronazgo de los santos
307
Universo Barroco Iberoamericano

mártires en Andalucía: historia, arte y espiritualidad. Córdoba, Hermandad San


Rafael, 2016, págs. 75-122.

13.  Romero Mensaque, Carlos José. “Culto y devoción a las santas Justa y Rufina
en Sevilla durante los siglos XVI al XVIII”. San Rafael y el patronazgo de los santos
mártires en Andalucía: historia, arte y espiritualidad. Córdoba, Hermandad San
Rafael, 2016, págs. 147-168.

14.  Molina Molina, Ángel Luis. “El culto a las reliquias y las peregrinaciones
al santuario de la Vera Cruz de Caravaca”. Murgetana, nº 133, 2015, págs. 9-34.

15.  García Zapata, Ignacio José. “La imagen de una reliquia: la platería y otras
artes del metal al servicio de la devoción de la Santísima Vera Cruz de Caravaca,
«blasón grande de estos reinos»”. Toletana. Cuestiones de Teología e Historia, nº
32, 2015, págs. 289-307.

16.  Ramallo Asensio, German Antonio. “Reactivación del culto a las reliquias en
el Barroco. La catedral de Oviedo y su Cámara Santa en 1639”. Liño: Revista anual
de historia del arte, nº 11, 2005, págs. 71-91.

17.  Alonso, Carlos. “Envío a Felipe II de reliquias de San Lorenzo desde Floren-
cia y Roma para El Escorial”. Ciudad de Dios: Revista agustiniana, nº 3, 212, 1999,
págs. 685-711.

18.  Bouza Álvarez, José Luis. Religiosidad contrarreformista y cultura simbólica


del Barroco. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1990, pág.
42.

19.  Ibáñez Fernández, Javier y Criado Mainar, Jesús Fermín. “El arte al servicio
del culto de las reliquias. Relicarios renacentistas y barrocos”. Memorias Eccle-
siae, nº 35, 2011, págs. 97-138.

20.  Pérez Sánchez, Manuel. “Arcas de prodigios (A proposito de tres relicarios


de plata de la catedral de Murcia”. Imafronte, nº 14, 1999, pág. 198; Belda Navar-
ro, Cristóbal y Hernández Albadalejo, Elías. Arte en la Región de Murcia: De la Re-
conquista a la Ilustración. Murcia, Monografías Regionales, 2005, pág. 474; Vivo
Pina, María Dolores. “El arca relicario de la catedral de Murcia”. Territorio de la
memoria: Arte y Patrimonio en el sureste español. Madrid, Fundación Universitaria
Española, 2014, págs. 456-473.

21.  García Zapata, Ignacio José. “El Incendio en la Catedral de Murcia, de 1854,
y la posterior restauración del templo: Una visión a través de la prensa periódica
nacional y local”. Territorio de la memoria: Arte y Patrimonio en el sureste español.
Madrid, Fundación Universitaria Española, 2014, págs. 388-408.

22.  Dalmases, Nuria de. “A propósito de un busto-relicario de Santa Lucia”.


Estudios de Platería: San Eloy 2003. Murcia, Universidad de Murcia, 2003, págs.
161-168.

308
Culto, Devoción y Escenografía de las Reliquias: “Delineación” del Relicario del Ochavo... - Ignacio José García Zapata

23.  Rivas Carmona, Jesús. “La platería en la Catedral de Guadix”. La Catedral de


Guadix. Magna Splendore. Granada, Mouliaá Map. SL, 2007, págs. 345-346.

24.  Cruz Valdovinos, José Manuel. “Platería”. Historia de las Artes Aplicadas e
Industriales en España. Madrid, Cátedra, 1994, pág. 117.

25.  Heredia Moreno, María del Carmen. “Arte, Contrarreforma y devoción: el


culto a las reliquias en Alcalá de Henares y sus repercusiones artísticas”. Estudios
de Platería: San Eloy 2001. Murcia, Universidad de Murcia, 2001, págs. 77-96.

26.  Raya Raya, María de los Ángeles. “El programa iconográfico del Arca de los
Santos Mártires de la parroquial de San Pedro de Córdoba”. Estudios de Platería:
San Eloy 2005. Murcia, Universidad de Murcia, 2005, págs. 445-459.

27.  Novo Sánchez, Francisco Xavier. “El retablo de la Capilla de las Reliquias de
la Catedral de Santiago: subasta, proyectos y proceso de contratación”. Compo-
stellanum: revista de la Archidiócesis de Santiago de Compostela, nº 3-4, 44, 1999,
págs. 495-526.

28.  Spiazzi, Anna Maria. “Gli armadi delle reliquie nella cappella del Tesoro”.
Basilica del Santo. Le oreficerie. Padova, Centru Studi Antoniani, 1995, págs. 15-
17.

29.  García Zapata, Ignacio José. “Alhajas, ropas y el trono de la Virgen del Sa-
grario, obra del platero italiano Virgilio Fanelli”. Toletana. Cuestiones de Teología
e Historia, nº 29, 2013, págs. 273-307.

30.  Rivas Carmona, Jesús. “Los artistas plateros y su aportación a los tesoros
catedralicios”. Estudios de Platería: San Eloy 2002. Murcia, Universidad de Mur-
cia, 2002, págs. 389.

31.  Fernández Collado, Ángel. “La capilla de las reliquias de la Catedral de To-
ledo”. Memoria Ecclesiae, nº 35, 2011, pág. 485.

32.  Marías, Fernando. “El Sagrario y el Ochavo”. La Catedral Primada de Toledo:


dieciocho siglos de historia. Toledo, Promecal, 2010, págs. 255-257.

33.  Krautheimer, Richard. Arquitectura paleocristiana y bizantina. Madrid,


Cátedra, 1984, pág. 112. Véase también: Rivas Carmona, Jesús. “Camarines y sa-
grarios del Barroco cordobés”. El Barroco en Andalucía. Córdoba, Universidad de
Córdoba, 1984, págs. 297-304 y Rivas Carmona, Jesús. “Los sagrarios barrocos
andaluces: simbología e iconografía”. El Barroco en Andalucía. Córdoba, Univer-
sidad de Córdoba, 1986, págs. 137-154.

34.  Pérez Grande, Margarita. “El pichel relicario de San Alejo y San Bonifacio
en la Catedral de Toledo”. Anales de la Real Academia Matritense de Heráldica y
Genealogía, nº 4, 1996-1997, págs. 229-250.

35.  Parada López de Corselas, Manuel y Cros Gutiérrez, Almudena. “En torno
al cardenal Don Gil Álvarez de Albornoz y el platero sienés Andrea Petrucci: el 309
Universo Barroco Iberoamericano

relicario de la mano de Santa Lucía y el cáliz de San Segundo”. Anales de Historia


del Arte, nº 24, 2014, págs. 401-419.

36.  Cedillo, Conde de. Catálogo monumental y artístico de la Catedral de Toledo.


Toledo, Diputación Provincial, 1991 (1919), págs. 122-123.

37.  Sánchez-Lafuente Gemar, Rafael. “La platería en las catedrales: del teso-
ro medieval a la acumulación contrarreformista”. Estudios de Platería: San Eloy
2005. Murcia, Universidad de Murcia, 2005, págs. 487-504.

38.  Rivas Carmona, Jesús. “El patrocinio de las platerías catedralicias”. Estudios
de Platería: San Eloy 2004. Murcia, Universidad de Murcia, 2004, págs. 479-498;
Castañeda Tordera, Isidoro y Rodríguez González, Alfredo. “Las donaciones re-
gias de reliquias, un vínculo entre dinastías reales y la Catedral de Toledo”. Me-
moria Ecclesiae, nº 35, 2011, págs. 495-514.

39.  Fernández Collado, Ángel. “El regreso a Toledo de las reliquias de San Euge-
nio y Santa Leocadia”. Memoria Ecclesiae, nº 35, 2011, págs. 469-484.

40.  Civil, Pierre. “Una fiesta religiosa y sus relaciones: el recibimiento de las re-
liquias de San Eugenio de Toledo (1565)”. La fiesta: actas del II Seminario de Rela-
ciones de Sucesos. A Coruña, Sociedad de Cultura Valle Inclán, 1998, págs. 57-66.

41.  Ramírez de Arellano, Rafael. Estudio sobre la historia de la orfebrería toleda-


na. Toledo, Diputación Provincial, 1915 (2002), págs. 310-311.

42.  Heredia Moreno, María del Carmen y López-Yarto Elizalde, Amelia. La Edad
de Oro de la platería complutense. Madrid, CSIC, 2001, págs. 166-167.

43.  Panofsky, Erwin. Estudio sobre iconología. Madrid, Alianza, 19762, pág. 295.

44.  Cedillo, Conde de. Catálogo monumental y artístico…, op. cit., págs. 111-114.

45.  Rivas Carmona, Jesús. “El platero Francisco Merino y su arquitectura”. Estu-
dios de Platería: San Eloy 2016. Murcia, Universidad de Murcia, 2016, págs. 543-
558.

46.  Llamazares Rodríguez, Fernando. “El templo primado: receptáculo de reli-


quias y su significado”. Sacra loca toletana: los espacios sagrados en Toledo. Tole-
do, Universidad de Castilla-La Mancha, 2008, págs. 289-318.

47.  Pérez Grande, Margarita. “La Platería”. La Catedral Primada de Toledo: die-
ciocho siglos de historia. Toledo, Promecal, 2010, págs. 373-374.

48.  Pérez Sánchez, Manuel. “La significación del inventario en el estudio de los
tesoros catedralicios: el ejemplo de la Catedral de Murcia a través del inventario
del Tesoro de 1807”. Estudios de Platería: San Eloy 2004. Murcia, Universidad de
Murcia, 2004, págs. 445-466; Raya Raya, María de los Ángeles. “La importancia
de los inventarios en el estudio de la platería: el inventario de 1507 de la Catedral
310 de Córdoba”. Estudios de Platería: San Eloy 2006. Murcia, Universidad de Murcia,
Culto, Devoción y Escenografía de las Reliquias: “Delineación” del Relicario del Ochavo... - Ignacio José García Zapata

2006, págs. 611-629; García Zapata, Ignacio José. “La importancia de los inven-
tarios en el estudio de la platería catedralicia: Los inventarios del Sagrario, de
1588 y 1619, de la Santa Iglesia Catedral Primada de Toledo. Oro, plata y piedras
preciosas”. El Greco en su IV centenario: Patrimonio Hispánico y diálogo intercultu-
ral. Toledo, Universidad de Castilla-La Mancha, 2016, págs. 1025-1039.

49.  Fernández Collado, Ángel. Guía del Archivo y Biblioteca Capitulares de Tole-
do. Toledo, Instituto Teológico San Ildefonso, 2007, págs. 64-66.

50.  Archivo de la Catedral Primada de Toledo. Inventario de las reliquias y alhajas


del Sagrario de la Catedral Primada realizado por el cardenal Lorenzana en 1790,
ff. 349r a 356r.

51.  López-Yarto Elizalde, Amelia. “El esplendor de la liturgia eucarística: el


monumento y el arca del Jueves Santo de la Catedral de Toledo”. Estudios de
Platería: San Eloy 2006. Murcia, Universidad de Murcia, 2006, págs. 379-400.

311
Universo Barroco Iberoamericano

Pintura mural en los conventos de la Provincia Franciscana


de la Santa Fe de Colombia

José Manuel Almansa Moreno


Universidad de Jaén, España - [email protected]

Resumen Al igual que otras comunidades religiosas, a su llegada al Nuevo Reino de


Granada los franciscanos iniciarían un proceso de adoctrinamiento religioso
entre las tribus indígenas, que se vería complementado con la fundación de
una serie de conventos -tanto masculinos como femeninos- localizados en las
principales ciudades del nuevo territorio. Surgió así la Provincia Franciscana
de la Santa Fe de Colombia, que llegaría a contar con casi una treintena de
fundaciones conventuales.
En este breve artículo analizaremos la historia y la evolución artística de
algunos de los más importantes conventos fundados por los franciscanos
en Colombia entre los siglos XVI-XVIII; concretamente, nos centraremos en
los conventos de San Francisco y Santa Clara la Real en Tunja, así como el
Convento de Santa Clara en Bogotá.
Palabras clave: franciscanos, Colombia, arquitectura, pintura mural, arte
virreinal

Abstract Like other religious communities, when Franciscans arrival at the New
Kingdom of Granada they begin a process of religious indoctrination among
Indian tribes, which will be supplemented by the establishment of a series of
convents, both male and female, located in major cities in the new territory.
However, they founded the Franciscan Province of the Holy Faith of Colombia,
which had almost thirty monastic foundations.
This article analyze the history and artistic evolution of some of the most
important monasteries founded by the Franciscans in Colombia between the
16th-18th centuries. Specifically, we focus on the monasteries of Saint Francis
and Sainte Claire in Tunja, and the convent of Sainte Claire in Bogota.
Keywords: Franciscans, Colombia, architecture, mural painting, colonial art

312
Pintura mural en los conventos de la Provincia Franciscana de la Santa Fe de Colombia - José Manuel Almansa Moreno

Los franciscanos fueron los primeros religiosos en plantear sistemáticamen- Introducción


te la evangelización del Nuevo Mundo, obteniendo para ello dos bulas del
papa León X. El primer asentamiento data de 1510, año en que un grupo de
frailes se establece en Santa María la Antigua del Darién y donde levantan
un pequeño convento; sin embargo, esta fundación desaparecería en 1524,
razón por la cual se produce el traslado a Panamá. Por esa misma época
fray Francisco de los Ángeles, tras organizar el Grupo de los Doce, inicia la
conquista espiritual de Nueva España.

Entre 1527 y 1529 se produce la llegada de los monjes franciscanos a Nueva


Andalucía, liderados por el padre Juan de San Filiberto. Sin embargo, no
tendrían asiento fijo en el Nuevo Reino hasta su instalación en Bogotá y
Tunja en 1550. Sería en este año cuando se organiza la custodia, con el padre
Jerónimo de San Miguel como superior de la misma y bajo la dependencia
de la provincia de los Doce Apóstoles de Lima1. Esta primera entidad recibe
el nombre de Custodia de San Juan Bautista, denominándose desde 1565
como Provincia Franciscana de la Santa Fe.

En De Origine Seraphicae Religionis Franciscanae, memorial de fray Esteban


de Asensio redactado en 1587, se narraban las peripecias de los primeros
franciscanos para adoctrinar a los pueblos chibchas de la Nueva Granada2.
Uno de estos misioneros, fray Juan de Leyva, los encontraba «rebeldes, mal
inclinados, aficionados a la guerra», considerándolos como seres idólatras,
enemigos de los españoles y entregados al vicio de la sodomía. Hacia 1633,
la predicación del fervoroso P. Tomás Morales -quien dominaba el idioma
chibcha-, lograría pacificarlos poco a poco, logrando que acudiesen a misa
y estudiasen el catecismo; sin embargo, los indios pronto volverían a sus
ritos y supersticiones3.

El proceso de evangelización fue constante y a finales del siglo XVII había sido
adoctrinada la región central y occidental de Colombia, fundándose doctrinas
franciscanas en los siguientes pueblos de indios: Beteitivá, Bosa, Busbanco,
Busbanzá, Cajicá, Ciénaga, Cipagua, Fontibón, Facatativá, Machetá, Luruaco,
313
Universo Barroco Iberoamericano

Mongua, Moniquirá, Motabita, Némesa, Nemocón, Oroco, Ocavita, Palauto,


Pacho, Saquesite, Serrezuela, Socotá, Sorocota, Sopó, Suba, Taiguaquira,
Tobasía, Topia, Tota, Toya, Tutasá, Ubalá, Ubaté, Ubatoque, Ubaque, Victoria,
Yinjaza, Zipacón, Zipaquirá, entre muchos más.

Por el informe redactado en 1698 sabemos que la Provincia Franciscana de


Santa Fe contaba con 29 conventos, tres de ellos de recolección. En cuatro
de estos conventos había estudios de gramática, filosofía y teología, exis-
tiendo igualmente residencias provisionales u hospicios en Antioquia, Neiva
y Tamalameque. Finalmente, mencionar el sostenimiento de seis misiones
entre infieles: las de Chocó, Darién, los Paeces, San Juan de los Llanos, Sinú
y Tamalameque4. El número total de religiosos eran 286.

El provincial franciscano fray Diego Barroso enumera veintitrés conventos


de su orden en 1701. Sin embargo, sólo los dos conventos de Bogotá, los
dos de Cartagena, así como los de Tunja y Guaduas contaban con más de
diez religiosos; los demás conventos eran pequeños5. Finalmente en el siglo
XVIII harían su aparición los colegios misioneros de Cali y Popayán, quienes
llevarían la labor más fatigosa en el proceso evangelizador.

1. Convento de Fundado a la llegada de los franciscanos a Tunja hacia 1550, su primer asen-
San Francisco, Tunja tamiento se produciría en el lugar donde posteriormente se construiría el
convento de San Agustín.
Establecidos en su ubicación definitiva, el primitivo convento presentaría
una fábrica muy rudimentaria que sería sustituida muy pronto por la actual
construcción (Fig. 1). Todo parece indicar que las obras se iniciarían hacia
1558; sin embargo el historiador Luis Duque6 retrasa la fecha de inicio de
las obras hasta 1572, mientras que otros autores lo sitúan en torno a 1590.
De cualquier modo, todo parece indicar que las obras ya estarían en marcha
en el último tercio del siglo XVI (si bien se retrasarían constantemente por
problemas económicos)7.

Originariamente el templo presentaba una única nave, con testero plano y


arco toral de medio punto sobre medias columnas corintias. La nave y el
presbiterio se cubren con una armadura de par y nudillo de excelente cali-
dad técnica y bello tratamiento decorativo, contratada en 1592 al carpintero
Melchor Hernández. La fachada del templo, de estética tardorrenacentista,
fue realizada con posterioridad a 1610, presentando similitudes con otros
ejemplos franciscanos como los de Cartagena de Indias y Quito8.

Este templo primigenio sería ampliado con posterioridad, añadiéndosele la


nave del Evangelio coincidiendo con la realización del claustro. Por su par-
te, la nave de la Epístola fue conformada por la adicción de varias capillas
laterales, las cuales finalmente quedarían unidas entre sí.

314
Pintura mural en los conventos de la Provincia Franciscana de la Santa Fe de Colombia - José Manuel Almansa Moreno

El claustro debió iniciarse simultáneamente a la fábrica del templo, posi- Fig. 1. Convento de San
blemente siguiendo trazas del maestro Rodrigo de Albear, concluyéndose Francisco, Tunja.
en torno a 1620. Sin embargo, desgraciadamente fue demolido en 1965 por
orden de la Gobernación de Boyacá para edificar un establecimiento hotelero
en su primitivo solar. Tras erigirse como parroquia en 1970, el templo fue
restaurado entre 1986 y 1992, recuperándose la arcada de su costado sur.

En cuanto a la ornamentación pictórica del templo, es posible que ésta ocu-


para gran parte del mismo, si bien con el tiempo fue sustituida por un modelo 315
Universo Barroco Iberoamericano

decorativo de mayor éxito: el enchapado de madera. Sin embargo, aún se


mantendría la decoración pictórica en algunos lugares, especialmente en
hornacinas y camarines. Prueba de ello es el camarín de la Virgen existente
en la nave de la Epístola, junto al presbiterio.

El camarín está precedido por una pequeña capilla entarimada, probable


obra de finales del siglo XVIII, la cual se cubre con una techumbre encamo-
nada, policromada en rojo y decorada con motivos vegetales dorados y platos
cerámicos, siguiendo el modelo de la Capilla del Rosario de Santo Domingo
que tanto éxito tuvo en la ciudad de Tunja9. El pequeño camarín, de planta
cuadrada, se cubre con una pequeña bóveda sobre pechinas. La decoración
-siguiendo una estética rococó- se realiza a base de fondos blancos y azu-
les, siguiendo el modelo de la techumbre del templo. Sobre éstos destaca
la abundante decoración floral, a base de tonos rojizos, así como el uso de
molduras decorativas en color azul, rojo y dorado.

2. Convento de Santa Fue edificado para la comunidad de las hermanas clarisas, la más antigua
Clara La Real, Tunja de las órdenes religiosas que se conoce en el Nuevo Reino de Granada.
Originalmente el convento era la vivienda de D. Francisco Salguero y su
mujer Dª. Juana Macía de Figueroa, los cuales obtuvieron la aprobación
del rey Felipe II para convertir su vivienda en un convento femenino (para lo
cual donarían los redimientos de la encomienda de Mongua). Sin embargo,
la donación económica no sería suficiente, como así lo demuestra la docu-
mentación existente: “…la poca hacienda que tenían la gastaron en edificar
la yglesia y casas del dho. convento y que aún oy está para acabar por ser la
hacienda y renta corta…”10.
El templo se empezó a construir en 1571, finalizándose tres años más tarde.
En cuanto a la clausura, ésta se hizo realizando unas mínimas transforma-
ciones en la vivienda de los donantes.

En la Información de servicios de Francisco Salguero (1574) se hace cons-


tar que el monasterio era “casa grande y anchurosa y de buen hedifficio y
doblada de dos altos”. No faltaban en él las dependencias necesarias para
una comunidad religiosa, pues tenía “celdas capitulo dormitorio rrefitorio
enfermeria torno locutorio grande y escala y puertas de tablas rrecias y de
buena clauazon y fuertes rezas de hierro y de palo (…) largo y anchuroso
patio, clausura con sus corredores, largura de corral para huerta, y para
aves y agua de la que anda por la ciudad perpetua y todo aquello que a las
dichas monjas les conviene para rrecreación espiritual”. La fábrica era obra
“casi perpetua por ser de muy fuertes cimientos todos puestos en lo fixo y
de grandes piedras y ladrillo cozido adobes y tapieria (…) para que dure el
hedifficio mucho tiempo, y se haze casi perpetuo por la dicha fortaleza de los
dichos materiales y por el buen asiento que tiene esta ciudad”11.

El templo fue trazado por fray Juan Bélmez, con la ayuda técnica de fray
Antonio de Alcántara12. Presenta una sola nave, con testero plano y arco toral
316
Pintura mural en los conventos de la Provincia Franciscana de la Santa Fe de Colombia - José Manuel Almansa Moreno

apuntado de reminiscencia gótica, siguiendo las tendencias constructivas de


la Tunja del siglo XVI (Fig. 2).

Toda la nave está decorada con un friso superior en grisalla, recorriéndola Fig. 2. Interior del templo
completamente, llegando hasta el coro y cubriendo su parte alta. Este friso, conventual de Santa Clara la
Real, Tunja.
conformado con motivos vegetales y medallones, recuerda a la pintura mural
de los conventos mexicanos del siglo XVI, guardando así mismo relación con
los frisos encontrados en la Casa del Fundador en Tunja y en la Hacienda
317
Universo Barroco Iberoamericano

Aposentos de Márquez de Turmequé. En opinión de Rodolfo Vallín, el hallazgo


de esta grisalla permite afirmar que Santa Clara la Real es, sin duda, el monu-
mento religioso con pintura mural más antiguo del Nuevo Reino de Granada13.

La decoración del interior del templo se modifica a comienzos del siglo XVII,
cuando se construye un gran retablo de piedra que rompe la parte superior de
la pintura mural. Este retablo, de diseño academicista, presenta dos parejas
de columnas toscanas sobre podium, sobre el que discurre un entablamento
de triglifos y metopas, rematándose todo con un frontón partido. Entre el
frontón aparece una cartela con la fecha de 1613. Todo el templete se de-
cora con flores rojas y doradas, pintándose sus molduras en oro. Además,
los intercolumnios, las metopas y el frontón presentan decoración a base
de querubines.

Los cambios decorativos incluyeron la instalación de otros dos retablos re-


nacentistas, decorados con bellas esculturas. En este momento se pintarían
las paredes con motivos florales muy suaves y delicados, con imitaciones
textiles en donde priman los tonos azules. Ese mismo color aparece en las
vigas y en los tirantes del artesonado del presbiterio, fomentándose así una
atmósfera de recogimiento. Sin embargo a finales del siglo XVII, posible-
mente influenciada por la Capilla del Rosario del templo de Santo Domingo
de Tunja, se procedería a renovar la decoración del templo, configurando su
imagen actual14.

La nueva decoración consistió en cubrir totalmente las paredes con recua-


dros, festones, pilastras y frisos de madera tallada y dorada que enmarcan
una serie de lienzos con temática religiosa dispuestos en dos cuerpos; tam-
bién aparecen totalmente forrados su arco toral y las enjutas de éste, así
como toda la techumbre. Son adornos de inspiración botánica, compuesto
por racimos y hojas más o menos estilizadas de la flora regional (mazorcas
de maíz y el llantén), fusionados con dibujos procedentes de tratados de
arquitectura y elementos de tradición indígena.

La techumbre del presbiterio de Santa Clara -un artesonado de tradición


mudéjar- es ejemplar en cuanto al mestizaje artístico en la Nueva Granada,
fusionándose con el retablo mayor y con los muros laterales. En palabras de
Téllez, “tal orquestación decorativa califica sensiblemente la lectura de este
espacio, trascendiendo así su papel pasivo o epidérmico para afectar de un
modo ‘arquitectónico’ el volumen interior del templo”15. Todo su harneruelo
está presidido por un gran sol, mientras que las jaldetas se adornan con seis
querubines con alas radiales, las cuales nos recuerdan a las grandes hojas
de maíz tan frecuentes en la decoración boyacense16.

La zona del coro es la que menos cambios artísticos presenta, y en donde se


conserva la decoración mural de las primeras épocas. Este espacio cumplía
una doble función: era el lugar de reunión de las monjas para las celebra-
ciones religiosas y también se empleaba como zona para rezar. En este
318
Pintura mural en los conventos de la Provincia Franciscana de la Santa Fe de Colombia - José Manuel Almansa Moreno

lugar aparecen varios nichos en donde se ubicaban imágenes y esculturas


religiosas.

Su ornamentación se iniciaría en el siglo XVI, período en el que se realiza


una falsa arquería en grisalla con arcos escarzanos sobre columnas, orna-
mentándose sus enjutas con carnosas hojas y discurriendo sobre todo un
entablamento con grutescos vegetales; además se complementaba con un
suelo ajedrezado, en un burdo intento de recrear perspectiva. Esta decora-
ción original se ocultaría en el siglo siguiente, período en que se abre una
hornacina trilobulada coloreada en tonalidades rosadas y doradas, ornándose
todo con flores y estrellas, imitando un tapiz; sería en este momento cuando
también se pinta la artesa y los tirantes de la techumbre, ornamentación
que nunca fue ocultada. Finalmente, en el siglo XVIII se abriría un nuevo
nicho, también triple -prácticamente en el mismo lugar que el anterior-,
decorado con una pintura policromada, imitando mosaicos y acompañada
de querubines.

Respecto al claustro de Santa Clara (Fig. 3), éste difiere en mínimos detalles
al del Convento de Santo Domingo de la ciudad, siguiendo modelos sevillanos.
La restauración efectuada en un antiguo depósito de granos del convento
permitió recuperar dos habitaciones en donde se han encontrado pinturas
murales en color azul. En la parte superior aparece un friso “a la romana”,
muy similar a la grisalla de la nave de la iglesia, con motivos más interesantes
aunque con un dibujo más torpe.

En las habitaciones del segundo piso del claustro se conservan restos de


pinturas murales del siglo XVII, cubiertas por un techo falso y con capas de
cal. En la restauración efectuada en la cubierta se descubrieron un importante
conjunto de pinturas murales de iconografía religiosa variada (Ecce-Homo,
el Calvario…) que, a pesar de su limitada calidad artística, hace suponer que
la totalidad del convento estaría pintada.

Sin duda, se trata de una de las construcciones virreinales más importan- 3. Convento de Santa
tes de Colombia (Fig. 4). Como conjunto, no existe otra iglesia de convento Clara, Santa Fe de Bogotá
femenino que pueda mostrar un estado de conservación comparable, ni una
variedad de obras de arte en la arquitectura, la talla, pintura mural y de
caballete que iguale lo que exhibe este monumento.
Las clarisas se aposentaron en Bogotá en 1629, con la madre Damiana de
San Francisco como su primera superiora. En esta fecha se debió iniciar el
trazado del templo, gracias a las gestiones del arzobispo D. Fernando Arias
de Ugarte (de hecho, su hermana y sus sobrinas fueron las primeras mujeres
que ingresaron en la clausura). El convento de Santa Clara fue el escogido
por la aristocracia de Bogotá para enviar a sus hijas, sobrinas y parientes,
siendo el “convento noble” de Santa Fe; su clausura fue la preferida en una
sociedad barroca que buscaba perpetuar en el claustro el status que le era
familiar en la vida civil.
319
Universo Barroco Iberoamericano

Fig. 3. Claustro del Convento


de Santa Clara la Real, Tunja.

Tras sufrir los daños de la exclaustración y otros acontecimientos milita-


res, su claustro se tuvo que demoler a principios de siglo XX. Sobre este
solar se construyó en 1912 el edificio de la Escuela de Bellas Artes y la
Escuela Nacional (que en la actualidad funciona como Centro Nacional de
Restauración de Colcultura). En 1969 las religiosas de Santa Clara vendieron
su iglesia al gobierno colombiano, siendo ésta restaurada por el Instituto
Colombiano de Cultura y reconvertida en museo.

320
Pintura mural en los conventos de la Provincia Franciscana de la Santa Fe de Colombia - José Manuel Almansa Moreno

La traza del templo se debe al maestro Matías de Santiago. Hasta diez años Fig. 4. Convento de Santa
después de la fundación del convento no se puede asegurar que se finalizara Clara, Bogotá.
el templo, así como su tribuna y la cubierta mudéjar del órgano17. Es un templo
de trazas sencillas: nave única cubierta con armadura de par y nudillo, oculta
por una falsa bóveda de cañón con lunetos, con arco toral para separar el
presbiterio, y coro a los pies.

La arquitectura severa y recia del edificio se oculta casi por completo con la
decoración interior. Presidiendo la capilla mayor encontramos un magnífico 321
Universo Barroco Iberoamericano

retablo, obra anónima de mediados del siglo XVII. Por su parte, toda la nave
aparece totalmente enchapada con maderas lacadas y estofadas, con bellas
tallas, destacando asimismo una importante colección de pintura de caba-
llete; además, en la nave se sitúan cuatro altares que rompen la continuidad
espacial del interior.

Las noticias documentales sobre la ornamentación pictórica de Santa Clara


no son precisas, pero permiten pensar que desde sus inicios el edificio fue
ricamente decorado. Los cronistas e historiadores nos aportan datos de
interés, que hacen referencia a las pinturas murales; así, Ortega y Ricaurte
relata que “la concurrencia admiraba una vez más la hermosura de la nueva
fábrica”18. Sin duda, los datos más interesantes son los que aporta Juan
Flórez de Ocáriz, ya que nos hace pensar que el templo fue ornamentado en
cuanto se finalizó su fábrica: “la madre Damiana de San Francisco acrecentó
la sacristía con sus lavores de que también hizo frontales, y colgaduras, como
quien sabía bien bordar. Empezó el edificio de la iglesia nueva, y aun se dio a
pintar con deseo del aumento de su monasterio”19. Como nos hace entender
el autor, las propias religiosas colaboraban en la decoración de su templo.

Como en muchos otros casos, la moda de forrar los templos con maderas ta-
lladas a finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII supuso el ocultamiento
de la inicial decoración mural. En la restauración efectuada en el templo
hacia 1970-1980 se encontró una abundante decoración pictórica bajo las
planchas de madera, con motivos ornamentales vegetales de traza ingenua.

Por los restos conservados y la diferencia existente entre la decoración de


la nave y la del presbiterio, deducimos que hubo dos decoraciones murales
distintas previas al completo forrado de tallas de madera y retablos. La pri-
mera, posiblemente realizada tras finalizar el templo, consistía en grutescos
vegetales sobe fondo blanco; la segunda, ya realizada en el último cuarto del
siglo XVII, se basaba en la disposición de tablas de madera pintadas en azul y
decoradas con pequeños rombos dorados y flores en blanco. Muy poco tiempo
después se cubriría todo con las planchas de madera tallada y retablos, en
donde predominaría el color rojo y dorado.

Como señala Vallín, “estos recubrimientos taparon por completo las su-
perficies murales que se encontraban a la vista en la nave de la iglesia. Sin
embargo, en los recintos privados, en los coros donde las religiosas llevaban
gran parte de su vida monástica, continuó manteniéndose la decoración
policromada. Esto indica que el gusto predominante entre los feligreses que
acudían a las misas era el que imponía la moda, y que -por el contrario- el
de la comunidad de las clarisas era un gusto diferente, que siguió prefiriendo
los elementos florales y de animales, con los que ornamentaban el interior
de sus lugares de oración”20.

Pasemos ahora a un análisis más exhaustivo de la pintura localizada en


diversas partes del templo.
322
Pintura mural en los conventos de la Provincia Franciscana de la Santa Fe de Colombia - José Manuel Almansa Moreno

En el presbiterio, sobreelevado del resto de la nave y separado de ésta me-


diante un arco toral, encontramos la decoración mural primigenia. Consiste
en un zócalo que imita mármoles de colores, con molduras geométricas irre-
gulares y grandes flores de carnosas hojas, animado con columnas toscanas
de fuste sogueado. Sobre el arco de acceso a la sacristía se encuentra esta
misma greca vegetal, similar a las existentes en otras partes de la ciudad
(como, por ejemplo, en la iglesia de Santa Bárbara, lo que nos hace presu-
poner que la decoración pudo hacerse en época coetánea).

Todo el arco toral se llena con grutescos vegetales alternados con grecas
geométricas, complementado en el intradós con grandes florones penta-
foliados de madera dorada. El juego de elementos del arco toral, con sus
recuadros rehundidos con la policromía, no fue opacado por el recubrimiento
posterior. La cara que abre al presbiterio muestra un gran tondo con el
anagrama de Cristo, rodeado por capullos de rosas y complementado con
racimos de uvas a modo de cenefa.

En la sacristía se conservan restos de murales -muy deslucidos- que ornan


el marco de la puerta. En la parte superior del techo también se pueden
apreciar restos de pintura que se continúa en el sencillo alfarje de madera.
Es una sencilla decoración de grutescos vegetales, en donde se encuentran
grandes cestas con frutos tropicales y grandes florones entre las zapatas
que sustentan la techumbre.

Lo que más resalta del templo es la decoración de su bóveda de cañón,


realizada en madera para ocultar la verdadera techumbre de par y nudillo.
La bóveda se decora con pintura mural y relieves de madera: la primera,
realizada sobre tela, alterna grandes flores azules con otras pequeñas en
color rosa (en la zona de la nave) así como pequeñas flores rosas con hojas
de un color verde-azulado (presbiterio); por su parte, encontramos grandes
florones pentafoliados de madera dorada dispuestos a tresbolillo.

En la iglesia de Santa Clara ocupa un lugar importante el coro, espacio desti-


nado al rezo de las horas canónicas. Es el espacio más íntimo del monasterio,
tras la celosía que sirve de frontera con el espacio público. No está claro
si este convento tuvo sala capitular, un aspecto a tener en cuenta porque
supondría que la elección de la abadesa se llevaría a cabo en el amplio coro.
De aquí la importancia material y mental de este espacio, cerrado al mundo
por la reja, y que establece la frontera entre la clausura y la vida exterior21.

La música era compañera habitual de los rezos de las religiosas y, si bien las
horas canónicas no se acompañaron siempre de instrumentos, no se puede
decir lo mismo de la celebración de otros oficios en donde siempre estaba
presente. Fue corriente que, siguiendo la tradición peninsular, los conventos
de monjas tuvieran su maestro de capilla; su función consistía en enseñar el
canto gregoriano y la salmodia a las religiosas, teniendo asimismo el cargo de
dotar a la iglesia de órgano y de libros corales para mayor esplendor del culto.
323
Universo Barroco Iberoamericano

El nombre del presbítero Martín Palacios, natural de Santa Fe y maestro de


música de las monjas, figura en el libro de Autos y Acuerdos Capitulares de
la Catedral Primada, primero como acólito hacia 1759 y luego como capellán
del coro. Posteriormente fue nombrado sochantre, teniendo a su cuidado el
canto llano en el facistol, tanto para la misa como para los demás oficios
cotidianos; con este cargo es como aparece en Santa Clara. De hecho, en
este monasterio se conserva un retrato suyo, con la siguiente leyenda: “Les
enseñó música y arregló el coro, y sirvió de capellán. Después pasó a Tunja”.

Desconocemos a qué se refiere el arreglo del coro, pudiéndose referir tanto


al espacio material del coro como a la organización de las voces de las reli-
giosas. La fuerte restricción a la que estaba sujeto el claustro para personas
ajenas a la comunidad ha llevado a suponer que el coro fuese pintado por
monjas. Martín Palacios se trataba de un clérigo y no un “maestro de obras”,
motivo por el cual descartamos que pudiera ser él mismo el pintor de las
obras. Sin embargo, sí es posible que, siendo un hombre culto, haya ordenado
y dirigido a algún artista local en la decoración del cielo raso. De otra parte, a
juzgar por el trazo muy elemental, casi infantil de las pinturas, y a su distri-
bución casual en el espacio, se descarta el uso de fuentes impresas. Es más
probable que el pintor se desentendiera de las fuentes grabadas, disfrutando
de mayor libertad para llenar un espacio determinado.

Un aspecto a tener en cuenta es la existencia de algunos motivos similares


en el coro de la iglesia de La Candelaria de Bogotá, realizado por esta misma
fecha. No sería extraño que fuese el mismo Palacios el que dictara los mo-
tivos iconográficos o que, en el caso de que ejerciera la pintura, los hubiera
realizado él mismo (sin embargo, existen ciertas diferencias estilísticas que
nos hace invalidar esta última teoría).

Son dos los coros de Santa Clara, el alto y el bajo. Ambos estuvieron cerrados
originalmente por una reja, actualmente desaparecida, si bien en el coro alto
aún se conservan restos del cerramiento original.

En el coro bajo encontramos una gran hornacina en donde aparecen dos


ángeles en actitud de veneración, con la mano sobre el pecho, disponiéndose
la paloma del Espíritu Santo en la parte central (posiblemente aquí se encon-
traría un crucifijo o alguna escultura de bulto). Las figuras de los ángeles son
de gran belleza, destacando por la dulzura de sus rostros, así como por su
modelado, con túnicas cargadas de movimiento y pliegues. Entre las zapatas
que sustentan el alfarje se pintan grandes ánforas llenas de flores y frutos
tropicales, y aves revoloteando; de hecho, las mismas zapatas aparecen con
sus molduras pintadas y decoradas con flores.

Sin duda, lo más relevante es el coro alto (Fig. 5). Este amplio recinto exhibe
más de 60 representaciones de animales, colocados casi siempre a horcajadas
sobre las pentafolias doradas que salpican todo el espacio del cielo raso. Tras
la expulsión de las monjas, los miembros de la Iglesia de la Congregación
324
Pintura mural en los conventos de la Provincia Franciscana de la Santa Fe de Colombia - José Manuel Almansa Moreno

del Sagrado Corazón hicieron una serie de reformas en los coros, ocultando Fig. 5. Coro alto. Iglesia
las pinturas con una tela clavada sobre la bóveda, que reaparecieron tras conventual de Santa Clara,
su restauración. Bogotá.

325
Universo Barroco Iberoamericano

¿Por qué se representan aquí estos animales? En los conventos y templos


europeos es frecuente la representación de animales como vehículo morali-
zante de vicios y virtudes, siguiendo la tradición de los bestiarios medievales
como el Physiologus. Sin embargo, en este caso concreto las pinturas pueden
representar a una fauna local conocida, en un intento de acercar el mundo
exterior hacia la clausura. El mismo hecho de colocar los animales de una
manera insistente sobre las pentafolias corrobora una intención decorativa.

Ninguno de los animales representados -con excepción quizás del pelícano


o el alcatraz- corresponde a una representación simbólica: el gavilán es un
ave de los Andes; el armadillo, la danta o tapir y el jaguar habitan las zonas
selváticas del Orinoco y los Llanos; la guacamaya y la paloma son animales
tan domésticos como el perro; en cuanto a la representación del venado, era
frecuente su caza en la sabana bogotana durante el siglo XVII; finalmente
mencionar los tres toros representados, cuya presencia era importantísima
en los festejos religiosos y civiles de la ciudad, a los cuales, a pesar de su
encierro, no eran ajenas las religiosas. Otros animales representados son
el conejo, el ciervo, el mono araña, la cabra, el pato cucharo, el colibrí, la
garza, el loro y el ave zancuda.

Esta intención de reproducir su entorno se ve corroborada y reforzada por


el despliegue de frutas tropicales que, en ingenuo bodegón, exhiben las
jambas de uno de los nichos del costado oriental del coro. Aquí podemos
encontrar frutas como las granadas, aguacates, guanábanas, papayas, plá-
tanos y ajíes, claramente reconocibles, encaramados sobre canastas de
esparto y coronados con graciosos mascarones. La única concesión a los
productos mediterráneos es el racimo de uvas que asoma tímido por encima
del esplendor tropical.

En el eje longitudinal, próximo al borde la celosía, el Espíritu Santo vela so-


bre una bella imagen de San Miguel, representado armado y de pie, con la
filacteria “QVIS SICVT DEVS” (“Quien como Dios”), acompañada por un ángel
custodio de rodillas y por una religiosa clarisa (¿quizás Santa Clara?).

El espacio del coro es recorrido por ánforas repletas de flores y, en ocasiones,


flanqueadas por pequeñas aves; éstas aparecen colocadas simétricamente
entre los canes que sostienen el entablado de la cubierta, a manera de cenefa
que enmarcan el conjunto. El resto de la pintura existente por las paredes,
nichos y ventanas del coro tienen unos rasgos que difieren bastante de la
pintura del cielo raso, siendo más elaborados y técnicamente más sofistica-
dos. Si bien se han perdido muchos tramos, todo hace pensar que se trataría
de un programa iconográfico en donde los santos franciscanos serían los
actores principales.

Encontramos tres hornacinas en el coro alto, una a los pies y otras en el


muro del Evangelio; además mencionar la presencia de dos ventanas que
iluminan el coro, igualmente decoradas. Todo parece indicar que esta orna-
326
Pintura mural en los conventos de la Provincia Franciscana de la Santa Fe de Colombia - José Manuel Almansa Moreno

mentación se realizó en los primeros años del convento, es decir, mediados


del siglo XVII. Ello lo afirmamos atendiendo al parecido de estos motivos con
los que se encuentran en la sacristía y en el presbiterio. No es de extrañar
puesto que estas dos zonas, el coro y la sacristía, eran lugares reservadas
a la comunidad y, por lo tanto, alejados de la innovación estilística (cosa que
no sucede en la nave del templo, a donde acudían los fieles de la más alta
sociedad bogotana).

La hornacina a los pies conserva aún restos de una abigarrada decoración flo-
ral, un tapiz en el que se entremezclan flores, frutas, grandes hojas, arabes-
cos, etc., presente en el intradós del arco y en su perfil. En la clave se dispone
un gran sol con rayos rectos y curvos en amarillo y rojo, encontrándonos así
mismo la paloma del Espíritu Santo. El frontal de esta hornacina presenta
una abigarrada decoración, apareciendo por la parte superior una cartela con
la corona real y el anagrama de María, todo envuelto con profusa decoración
floral. En la parte inferior aparecen dos jarrones ubicados a los lados, lo que
nos hace pensar que aquí se ubicaría un crucifijo u otra imagen devocional.

La primera hornacina que se localiza en el muro del Evangelio es muy aus-


tera, con su intradós pintado en verde y salpicado de pequeñas flores de lis
en tono rojizo. La decoración se continúa en el frontal, dejando un espacio
en blanco posiblemente reservado para ubicar aquí un cuadro devocional.

Por su parte, el nicho adintelado que encontramos al lado, se caracteriza por


su abigarrada y bella decoración. Las jambas se dividen en dos secciones,
presentando en la parte superior un bello jarrón renacentista con rosas,
mientras que en la parte inferior aparece una cesta a rebosar de frutos tro-
picales: mangos, papayas, guanábanas, ajíes, plátanos, granadas, uvas, etc.
complementado con aves. Estos dos cuadros se enmarcan con bellas cenefas
decorativas. Sin duda, la parte más bella de esta hornacina la encontramos
en su dintel, que muestra una custodia de tipo sol rodeada de nubes de gloria,
con dos ángeles arrodillados junto a ella y cuatro querubines en los ángulos.

Como decíamos antes, también el hueco de las ventanas presenta decoración


mural. En concreto, en la ventana que se dispone a los pies, junto al acceso
al coro, presenta un jarrón lateral y, en la parte superior, una cartela con el
anagrama de Cristo con profusa decoración floral.

Más interesante es la ventana del muro del Evangelio, puesto que en sus
jambas aparecen Santa Clara y San Francisco. La primera se representa de
cuerpo entero, vestida de abadesa y portando el báculo; por desgracia, su ros-
tro aparece borrado. En cuanto al segundo, también es una figura de cuerpo
entero vestido con el hábito franciscano, y mostrando las llagas de la mano
y del pecho. En el intradós aparece una custodia de tipo sol, acompañada a
ambos lados por el escudo de la Orden de Santo Domingo y San Francisco.
Todo el fondo se ornamenta con pequeñas flores.

327
Universo Barroco Iberoamericano

Para finalizar el análisis de este convento sería necesario prestar atención


al espacio de la clausura. De cómo fue el claustro original no sabemos casi
nada. Una clara referencia en las constituciones de 1699 especifica que la
puerta de acceso al monasterio debía ser un puerta levadiza; también tene-
mos referencia a una fuente que posiblemente existió en su patio principal,
cuya finalidad fue la de suministrar agua más que la propiamente de ornato.
Por lo demás, y de acuerdo a lo usual, alrededor del patio se distribuirían
las distintas dependencias: celdas, portería, refectorio, cocinas… Debido a
su demolición, poco o nada podemos decir sobre su ornamentación mural.

Como anécdota cabría mencionar que, cuando las monjas fueron expulsadas
del convento siguiendo las órdenes del general Mosquera, se refugiaron en
la vivienda del prócer Rivas Posada. En ella se conservan restos de pintura
formando un tapiz de motivos florales, de estética rococó, así como algunos
escudos heráldicos y anagramas religiosos posiblemente perteneciente a esta
época, y que nos hace pensar que las religiosas repetirían algunos esquemas
iconográficos existentes en su primitiva clausura.

Conclusiones A través de los ejemplos analizados hemos podido apreciar la importancia


que tiene la pintura mural dentro de la arquitectura conventual de los fran-
ciscanos, especialmente como consecuencia de su pobreza material.
Se puede afirmar que los programas ornamentales de los hermanos de San
Francisco son, incluso, más austeros que las del resto de órdenes conven-
tuales que llegaron al Nuevo Reino, como serían los dominicos o los agus-
tinos, más dados a la representación figurativa y propagandística y artífices
de complejos programas simbólicos. Así, la pintura mural de los conventos
franciscanos se suele limitar al empleo de motivos ornamentales (de carácter
geométrico, floral, arquitectónico…), puntualmente complementados con
la presencia de alguna imagen devocional. Sin embargo, esta austeridad
decorativa no parece aplicarse a la rama femenina de la orden, en donde se
aprecia una mayor y profusa decoración ornamentación.

Lo que sí coinciden todas las órdenes religiosas es en disponer los programas


murales en sitios estratégicos de la fundación, dando especial importancia
a la ornamentación del templo conventual por ser el lugar más público.
Precisamente por ese carácter más público, es la iglesia la zona donde más
transformaciones se suceden en la pintura mural, hasta finalmente quedar
oculta por nuevas modas decorativas como el enchapado u oculto por bie-
nes muebles que delatan las riquezas de la fundación monástica (retablos,
lienzos, esculturas, etc.). Del mismo modo es en la parte de las clausuras
donde se suelen encontrar los programas pictóricos de mayor antigüedad,
al no verse afectadas por las “modas pasajeras” en la decoración, no inter-
viniéndose en ellas excepto en casos de ruina material de la fábrica.

328
Pintura mural en los conventos de la Provincia Franciscana de la Santa Fe de Colombia - José Manuel Almansa Moreno

1.  Abad Pérez, Antolín. Los franciscanos en América. Madrid, Editorial Mapfre, Notas
1990, pág. 219.

2.  Iraburu, José María. Hechos de los apóstoles de América. Pamplona, Fundación
Gratis Date, 2003, págs. 336-343.

3.  Pacheco, Juan Manuel. “La consolidación de la Iglesia (siglo XVII)”. VV.AA.
Historia Extensa de Colombia. Historia Eclesiástica, vol. XIII, tomo 2. Bogotá, Aca-
demia Colombiana de Historia, 1975, pág. 613.

4.  Íbidem, pág. 457.

5.  Ibid., pág. 378.

6.  Duque Gómez, Luis. Colombia. Monumentos históricos y arqueológicos. Méxi-


co, Arquitectura, 1955.

7.  Archivo General de Indias (A.G.I.), Santa Fe, 233, Informaciones que pide
Fray Francisco Cerón sobre el estado de los conventos franciscanos de Tunja y
Santa Fe en 27 de noviembre de 1574.

8.  Corradine Angulo, Alberto. La arquitectura en Tunja. Bogotá, Imprenta Na-


cional de Colombia, 1990, pág. 71; Marco Dorta, Enrique. La arquitectura del Re-
nacimiento en Tunja. Madrid, Gráficas Yagües, 1942, pág. 26.

9.  Almansa Moreno, José Manuel. “Pintura mural en los conventos dominicos
de Tunja y Villa de Leyva”. Cuadernos de Arte e Iconografía, nº 36, 2009, pág.
331-370.

10.  A.G.I, Santa Fe, 234, fol. 26 del cuadernillo 26 sobre Santa Clara.

11.  A.G.I., Santa Fe, 237. Información de Servicios de Francisco Salguero (1574)
ante el escribano Luis de Vergara (cuaderno de 133 folios).

12.  Buscchiazzo, Mario. “La arquitectura colonial en Colombia”. Lasso. Buenos


Aires, junio 1940.

13.  Vallín, Rodolfo. Imágenes bajo cal y pañete. La pintura mural de la colonia en
Colombia. Bogotá: El Sello Editorial / Museo de Arte Moderno de Bogotá, 1998,
pág. 137

14.  El presbiterio y la nave de la iglesia se engalanaron con una decoración que


siempre se actualizaba con los nuevos modelos artísticos, mientras que el coro se
encontraba decorado con motivos florales, siguiendo los modelos tradicionales
vigentes hasta el siglo XVIII (esto obedece al hecho que esta ultima zona era un
espacio privado, reservado a la comunidad religiosa, mientras que el resto del
templo era el lugar de acceso público a la feligresía).

15.  Téllez, Germán. “Las ordenes religiosas y el arte”. VV.AA. Historia del arte
colombiano. Vol. 3. Bogotá. Salvat Editores Colombiana, S.A., 1977, pág. 761.

16.  Gil Tovar, Francisco. “El mestizaje artístico”. VV.AA. Historia del arte colom-
biano. Vol. 4. Bogotá, Salvat Editores Colombiana, S.A., 1976, págs. 1170-1172.

17.  Arbeláez, Carlos; Sebastián, Santiago. “La arquitectura colonial”. VV.AA.


Historia Extensa de Colombia. Las artes en Colombia. Vol. XX, tomo 4. Bogotá:
Academia Colombiana de Historia, 1967, pág. 172.

18.  Ortega Ricaurte, Daniel. Cosas de Santa Fe de Bogotá. Bogotá, Academia Co-
lombiana de Historia, 1959, pág. 250.

19.  Florez de Ocáriz, Juan. Genealogías del Nuevo Reino de Granada. Madrid:
1676, pág. 232.

20.  Vallín, Rodolfo. Imágenes bajo cal…, pág. 153.

21.  Jaramillo de Zuleta, Pilar. Coro alto de Santa Clara. Bogotá, El Navegante
Editoriales, 1992, pág. 24. 329
Universo Barroco Iberoamericano

Duque Cornejo, pintor

Manuel García Luque


Universidad de Granada - [email protected]

Resumen Además de ser un destacado escultor y arquitecto de retablos, el sevillano


Pedro Duque Cornejo (1678-1757) se dedicó ocasionalmente a la pintura,
policromando sus propias esculturas e incluso pintando al óleo sobre lienzo
y tabla. En este trabajo elaboramos una primera aproximación a esta faceta
olvidada del artista a partir de un detenido análisis de las fuentes escritas y
de la identificación y hallazgo de nuevas pinturas.
Palabras clave: Duque Cornejo; pintura barroca; pintura española; escultura
policromada; Sevilla; Granada.

Abstract In addition to being a prominent sculptor and altarpiece-maker, the Sevillian


artist Pedro Duque Cornejo (1678-1757) occasionally painted his polychome
sculptures and even painted in oil on canvas and wood. In this paper we make
a first approach to this forgotten side of the artist’s production, tracing his role
as painter in the written sources and studying some new identified paintings.
Keywords: Duque Cornejo; Baroque painting; Spanish painting; polychrome
sculpture; Seville; Granada.

Pedro Duque Cornejo (Sevilla, 1678-Córdoba, 1757) no solo se distinguió por


ser una de las figuras más notables de la escultura española de su tiempo1.
También lo hizo por poseer una inquieta y versátil personalidad que le llevó
a indagar en otros campos de la creación plástica como la arquitectura de
retablos, el grabado y la pintura. Desde luego, no hay duda de que el sevi-
llano, como ya hiciera Alonso Cano un siglo antes, aspiró a encarnar el ideal
humanista de artista universal, competente en las tres artes del disegno.
Su lápida sepulcral lo recuerda como «celebre professor de la Arquitectura,
Pintura y Escultura» y de su actividad pictórica también se hicieron eco
algunos eruditos ilustrados como Matute y Ceán, apuntando la existencia
de obras concretas en los monasterios sevillanos de Nuestra Señora de las
Cuevas y San Jerónimo de Buenavista2.
330
Duque Cornejo, pintor - Manuel García Luque

A pesar de estos tempranos testimonios, la destrucción y el expolio del que


fueron objeto estos cenobios durante el siglo XIX, contribuyeron a que esta
faceta de Duque Cornejo cayera en el olvido. Sin falta de referentes seguros, la
historiografía posterior apenas reparó en su producción pictórica, volcándose
en cambio hacia el estudio de sus abundantes esculturas y retablos. De este
modo, José Guerrero Lovillo lo omitió en su pionero trabajo sobre la pintura
sevillana del siglo XVIII3 y ni la tesis doctoral de Howard, ni las monografías
que Taylor y Hernández Díaz escribieron sobre el artista, dedican una sola
línea a valorar su actividad pictórica4. De forma más intuitiva que empírica,
la cuestión trató de resolverse entonces derivándola hacia el estricto ámbito
de las policromías, pero no se abordó el análisis de las pinturas de sus reta-
blos e, inexplicablemente, se pasaron por alto las pinturas realizadas para
la capilla sacramental de la parroquia de Santa Catalina de Sevilla, que ya
habían sido documentadas por Francisco Farfán Ramos en 1923 y a las que
solo con posterioridad se les ha prestado la debida atención en los trabajos
de Valdivieso y Morales5.

En este trabajo nos proponemos volver sobre este capítulo olvidado de la his-
toria de la pintura sevillana, elaborando un primer balance de la producción
pictórica de Duque Cornejo a partir de un detenido análisis de cuanto sabemos
por las fuentes antiguas y de la identificación y hallazgo de nuevas pinturas,
que permiten perfilar por primera vez el carácter y alcance de su obra.

La importancia de la policromía en la escultura española de Edad Moderna Los comienzos...


ha sido subrayada por la mayoría de investigadores que se han ocupado de Pintar la escultura
su estudio, pero la cuestión todavía adolece de un cierto desenfoque historio-
gráfico. Así, si bien es cierto que se ha avanzado mucho en el conocimiento de
las técnicas polícromas, tal vez no se ha insistido lo suficiente en que fueron
los pintores –y no lo escultores– quienes se encargaron de este cometido.
Al igual que en otras ciudades de Castilla, en Sevilla las ordenanzas muni-
cipales regulaban las actividades comerciales y artesanales y el papel de
los gremios, dejando meridianamente claro que el dorado, el estofado y la
331
Universo Barroco Iberoamericano

policromía eran competencia exclusiva del arte de la pintura6. Este sistema


legal, vigente desde el medievo y sancionado por los Reyes Católicos, fomentó
la alianza entre escultores y pintores, el surgimiento de pintores intermedia-
rios y la creación de compañías artísticas dedicadas al mundo del retablo,
con miembros que a menudo no solo compartían intereses laborales sino
también lazos de sangre. Sin embargo, también fue fuente de tensiones y
conflicto, como revela el conocido desencuentro entre Montañés y el gremio
de pintores a propósito del dorado del retablo mayor del convento de Santa
Clara de Sevilla.

Quisieran o no, los escultores estaban obligados a entenderse con los pintores
cuando sus obras requerían el concurso de la policromía. La fase final del
proceso escultórico, correspondiente al acabado de la superficie, quedaba
así fuera de su control, con todas las consecuencias que ello implica. Resulta
comprensible que los escultores más aventajados no estuvieran dispuestos
a dejar sus preciadas obras en manos de cualquier pintor o dorador, pues
como denunciaba Palomino «muchas buenas Esculturas vemos echadas à
perder por mal encarnadas, ò coloridas»7. 

A este complejo panorama puso fin la Real Orden dictada por Carlos III en
1782, por la que autorizaba a los escultores «el preparar, pintar y dorar, si lo
juzgasen presiso ó conveniente, las estatuas y piezas que hagan propias de
su Arte y que los Gremios de Doradores, Carpinteros, y de otros oficios que
hasta ahora los han molestado por esta ú otra razon semejante, no puedan
impedirlo en lo sucesivo bajo la pena de cuatro años de destierro»8. Desde
luego, la orden regia supuso una estocada de muerte para el gremio de do-
radores, pero venía a sancionar una realidad que ya venía dándose de facto.

En efecto, desde mediados del siglo XVII se advierte cómo algunos escultores
españoles trataron de sortear la encorsetada separación de oficios impuesta
por la tradición gremial. Por cauces no del todo claros, algunos adquirieron
nociones básicas del arte de la pintura para poder encarnar, pintar y estofar
sus propias obras. Fue el caso de José de Mora, quien siguiendo el ejemplo de
su maestro Cano comenzó a policromar sus esculturas, sin que haya quedado
constancia de que hubiera llegado a pasar el examen de maestro pintor o
ejerciera esta actividad de espaldas al gremio9. También está el ejemplo del
malagueño Fernando Ortiz, quien en 1752 aparece registrado por duplicado
en el catastro de Ensenada, en su doble condición de escultor y dorador10.

Pedro Roldán fue otro escultor perito con los pinceles que se vio empujado
a declarar su actividad pictórica. En 1658, una probable denuncia del gremio
de pintores le llevó a elevar un memorial al cabildo hispalense, solicitando
licencia para continuar trabajando la pintura «en lo tocante a dorador y
estofador», actividad que según él llevaba muchos años ejerciendo pero de
la que no había podido examinarse «por la estrecheça de los tiempos»11.
Curiosamente, el memorial está redactado en los mismos términos que otro
dirigido al municipio por el pintor Juan de Valdés Leal aquel mismo año12.
332
Duque Cornejo, pintor - Manuel García Luque

Teniendo en cuenta la constada amistad que unía al escultor y al pintor, es


posible que fuera un policromador de primera línea como Valdés quien instru-
yera a Roldán en el arte del dorado y el estofado. En este contexto también hay
que situar el aprendizaje de una de las hijas mayores del maestro, Francisca
Roldán, quien al igual que dos hijas de Valdés (Luisa y María de la Concepción)
fue pintora. En su caso, Francisca se especializó en el encarnado y estofado
de imágenes, aunque es realmente poco lo que de su labor resta: solamente
la policromía de la Virgen de los Dolores de Carmona (1697), tallada por su
marido José Felipe Cornejo13. También sabemos que poco antes de morir,
en 1712, tenía entre manos una obra de encarnado para la hermandad de la
Caridad de Sevilla, lamentablemente no especificada14.

El tercer eslabón de esta cadena lo representa su hijo Pedro Duque Cornejo,


cuya privilegiada formación en el taller de Pedro Roldán le permitiría progre-
sar en el arte de la escultura y la pintura de la mano de sus padres y abuelo.
A pesar de esta certeza, no hay que caer en la tentación de atribuirle, como
con frecuencia se ha hecho, la policromía de todas sus obras. Una lectura
atenta de los documentos arroja una realidad bien distinta. Para empezar,
consta fehacientemente que muchos de sus retablos fueron dorados a pos-
teriori por maestros ajenos a su taller, ocupándose también de la policromía
del apartado figurativo. Esta labor podía ejecutarse años o incluso décadas
después de que el retablo fuera instalado en blanco, aunque en ocasiones
el escultor podía llegar a proponer los artífices o el tipo de policromía que
debía aplicarse15. Al menos así lo sugiere la petición hecha en 1751 por el
obispo de Córdoba, Miguel Vicente Cebrián, a sus albaceas, ordenándoles
que si a muerte no se hubieran dorado los retablos de la capilla del palacio
episcopal, «se doren todos tres en forma como tengo tratado con don Pedro
Cornejo»16. En otros encargos de menor envergadura, de tipo devocional,
las esculturas eran remitidas en blanco y se acababan in situ por pintores
locales, como ocurrió con la atribuida Virgen de los Ángeles de la parroquia
gaditana del Rosario, policromada en Cádiz por el genovés Francesco Maria
Mortola en 174517.

A decir verdad, las fuentes apenas suministran información sobre el papel


desempeñado por Duque Cornejo como pintor y estofador de sus propias
esculturas. Que se sepa, el único contrato que, conjuntamente, contempla-
ba la ejecución de talla y policromía fue el de las esculturas del sagrario y
transparente de la cartuja de El Paular (Rascafría), realizadas entre 1725 y
1727. Según Ceán, lo apartado del emplazamiento obligó a trabajar las obras
in situ, «donde á él y á quatro ó más oficiales se les habia de dar de comer,
camas y demas asistencia, como tambien la madera, clavos, cola y lo que
fuese necesario, y aun colores, pues que Cornejo se obligaba á encarnar y
estofar las doce estatuas de los altares y nichos»18. A pesar de tan explícito
testimonio, su estudio no está exento de dificultades, pues ni fueron doce las
esculturas realizadas (en total superan la treintena) ni todas ellas presentan
el mismo acabado, coexistiendo esculturas completamente doradas con otras
policromadas en tonos puros o ricamente estofadas.
333
Universo Barroco Iberoamericano

Otro conjunto cuya policromía podría atribuirse a Duque es el Apostolado de


la parroquia granadina de las Angustias, ya que sabemos que las escultu-
ras fueron transportadas directamente a la iglesia desde el obrador que el
artista había abierto en Granada junto a su cuñado Diego Ruiz19. A pesar de
haber sido burdamente repintadas, las catas realizadas durante la última
restauración han revelado que originalmente estuvieron policromadas en
tonos puros, con colores semejantes a los actuales.

Pero, en ambos casos, el problema sigue estando en determinar el grado


de intervención de Cornejo en la ejecución de esta labor polícroma, consi-
derando la magnitud de los conjuntos y la cantidad de frentes que el artista
tenía abiertos. Desde luego, no hay que descartar que el sevillano estuviera
asociado o tuviera en plantilla algún pintor al que diera precisas instrucciones
sobre las técnicas, los tonos y los motivos a seguir. Es más, conociendo el
funcionamiento de los talleres, tampoco sería de extrañar que alguna mujer
de la familia se hubiera especializado en la policromía de esculturas20, si-
guiendo los pasos de Francisca Roldán o de otras pintoras como Inés Salzillo,
policromadora de algunas tallas de su hermano, el célebre Francisco Salzillo,
quien asimismo fue pintor21.

El salto al lienzo Frente a las dificultades para identificar las policromías ejecutadas por Duque
Cornejo, no deja de resultar paradójico que sea más fácil rastrear su actividad
pictórica a través de su producción en lienzo. Todo apunta a que, siendo un
adolescente, su madre le enseñaría a moler los colores y le desvelaría los
secretos de la técnica al óleo y al temple, que necesariamente debía conocer
para acometer las encarnaduras y los estofados de las tallas. Sin embargo, se
ignora si Francisca Roldán también era competente en la denominada «pin-
tura de imaginería», el más alto grado en el escalafón del arte de la pintura,
consistente en la representación de temas figurativos sobre tabla o lienzo.
Si no fue ella quien inició al joven Pedro en esta elevada modalidad pictórica,
es posible que recibiera lecciones en algún obrador de pintura vinculado a
la familia, acaso el de los Valdés, el más completo de la Sevilla de finales de
siglo, donde además de pintar al óleo el muchacho podría instruirse en la
técnica mural y aprender a grabar al aguafuerte22. Más que el magisterio de
Juan de Valdés –que fallece cuando Duque apenas contaba doce años– habría
que valorar un posible aprendizaje junto a su hijo Lucas. Así, tal vez no sea
casual que años más tarde Duque Cornejo y él coincidieran junto al arquitecto
Jerónimo Balbás en la realización del retablo mayor del Sagrario hispalense,
configurando una triada artística de primer nivel que recordaba la formada
años atrás por Bernardo Simón de Pineda, Pedro Roldán y Juan de Valdés23.
A pesar de lo sugerente de la hipótesis, tampoco hay que descartar que el
nieto de Roldán progresara en la pintura por sus propios medios, de forma un
tanto autodidacta, combinando los conocimientos técnicos suministrados por
la madre y el ejercicio del dibujo en el que, a buen seguro, le adiestraría su
abuelo. Así, sabemos que entre 1664 y 1672 Pedro Roldán había asistido, con
cierta regularidad, a la academia de la Lonja fundada por Murillo y Herrera el
334
Duque Cornejo, pintor - Manuel García Luque

Mozo, y su interés por el dibujo y la pintura también se detecta en la inusual


frecuencia con la que cultivó del relieve, tendencia que alcanzará su máximo
apogeo en la obra de Duque Cornejo24.

Con independencia de los cauces por los que discurriera su formación, lo


cierto es que a sus veinte años el joven Duque ya pintaba al óleo sobre lienzo.
Así lo acredita la existencia de un Retrato de Pedro Roldán, «su autor Cornexo»,
que en 1784 se registra en el inventario postmórtem del II conde del Águila25.
Resulta razonable pensar que este valioso testimonio fuera realizado en vida
del retratado, a finales de la década de 1690, como un merecido homenaje
a su abuelo y venerado maestro. Aunque se ignora su paradero, resulta
muy sugerente la hipótesis planteada por Roda, quien intuye que el retrato
a sanguina de Pedro Roldán que hoy se conserva en el Museo Británico sea
copia de esta perdida pintura de Cornejo26. Se trata de un dibujo para grabado
realizado por Goya para una edición ilustrada del Diccionario de Ceán que
nunca se llevó a cabo. La propuesta es desde luego plausible considerando
los contactos que el asturiano mantenía con la élite ilustrada de Sevilla, que
pudieron franquearle a Goya el acceso al cuadro, y los rasgos seniles que
muestra el efigiado, representado con una acusada frontalidad emergiendo
de un fondo impenetrable. En apoyo de esta hipótesis también hay que valorar
la historicidad del atuendo de Roldán, vestido con una rica valona de encaje
similar a la que lleva Murillo en su Autorretrato (National Gallery, Londres).

También se desconoce el paradero de una pintura de tipo devocional de la


Virgen de los Dolores que se veneraba en el oratorio de San Felipe Neri de
Sevilla. Se sabe de su existencia gracias a una estampa abierta en 1723 por
el grabador francés, afincado en Ámsterdam, Bernard Picart, en la que figura
la leyenda «Cornej. pinx. Hisp.» (Cornejo pintó en Sevilla). Es posible que
fuera pintada en torno a 1711, cuando el escultor entró en contacto con los
filipenses a raíz del encargo a Jerónimo Balbás del retablo mayor del oratorio,
que iba a contar con esculturas de Duque. Dadas las especificidades de este
género de «verdaderos retratos», cuya principal virtud era la de representar
lo más fidedignamente la imagen en su altar, el artista se limitó a reproducir
la vista que debía ofrecer esta Dolorosa arrodillada en su alto camarín, con
el acierto de mostrarla de sotto in su, emulando el punto de vista del fiel que
la contemplaba desde la nave27.

Mayor suerte han corrido dos grandes cuadros conservados en el tesoro de la


catedral de Granada, un San Felipe y un San Marcos (Figs. 1 y 2) que, a pesar
de haber pasado desapercibidos para la crítica, ya fueron dados como obra
de Duque Cornejo a finales del siglo XIX por Manuel Gómez-Moreno28. En sus
inéditas anotaciones manuscritas precisó además que «hacia el año de 1717
a 20 Pedro Cornejo vecino de Granada pintor hizo dos evangelistas pintados
para la Sala capitular que fueron tasados por José Risueño»29. Lo taxativo
de la afirmación induce a pensar que este investigador halló algún refrendo
documental sobre estos cuadros, seguramente en el archivo catedralicio, aun-
que la desorganización de sus fondos ha impedido dar con la fuente exacta.
335
Universo Barroco Iberoamericano

Fig. 1. Pedro Duque Cornejo. Por el momento, lo único que se puede asegurar es que fueron pintados en
San Felipe, 1714. Óleo sobre el verano de 1714 y no en las fechas propuestas, ya que consta el pago por
lienzo. Granada, catedral
el dorado de sus marcos en agosto de aquel año30. Precisamente entonces
(tesoro).
Cornejo se encontraba en Granada trabajando para la catedral, esculpiendo
Fig. 2. Pedro Duque Cornejo. el apartado figurativo de los nuevos púlpitos31.
San Marcos, 1714. Óleo sobre
lienzo. Granada, catedral
Aunque no están tan claras las circunstancias en que se produjo la comisión
(tesoro).
de estas pinturas, es seguro que fueron realizadas para su actual empla-
zamiento, que acababa de acondicionarse como nueva sala capitular. Como
apóstol y evangelista resultan una pareja extraña, máxime si consideramos
que en dicha estancia acababa de colocarse un Apostolado pictórico, traído
de Roma por el arcipreste José Eugenio de Luque y entregado a la catedral
como dación en pago. ¿Acaso se pintaron para completar este conjunto? ¿Se
encargaron como parte de un nuevo ciclo nunca terminado? No lo sabemos,
pero resulta evidente que la idea de representar a las figuras de cuerpo
completo, inscritas en sencillos paisajes de horizonte bajo, está tomada de
este modesto Apostolado, que a su vez copia estampas de Marco Antonio
Raimondi32.

Los santos pintados por Cornejo se distinguen por la grandilocuencia del


gesto y por el acento dinámico de sus amplios ropajes, que parecen sacu-
didos por un vendaval. No ha de sorprender que ambos tipos dimanen del
contemporáneo Apostolado que estaba tallando para la parroquia de las
Angustias, con sus sinuosas siluetas rotas por los extremos de los mantos.
La propia técnica pictórica, muy dibujística, con tendencia a marcar los per-
336
Duque Cornejo, pintor - Manuel García Luque

files en primer término, también refuerza su vínculo


con el mundo de la escultura. Otro aspecto que llama
la atención es su relativa independencia respecto a los
modelos murillescos y valdesianos, que por entonces
marcaban la pauta de la pintura hispalense. Su tono
triunfal y luminista parece más bien inspirado en la lec-
ción jordanesca y en los modelos de Antonio Palomino,
cuya cúpula recién terminada para el sagrario de la
cartuja de Granada debió de impresionar a Cornejo.

Su estancia en la ciudad también le permitió entrar


en contacto con la pintura de José Risueño, de quien
se advierte un cierto influjo en una inédita Magdalena
penitente (Fig. 3) recientemente aparecida en el mercado
de arte, cuya ejecución hay que situar en este periodo
granadino33. A pesar de su delicado estado de conserva-
ción, se trata de una obra de gran interés, al constituir
una versión pictórica de la célebre Magdalena penitente
tallada por Duque Cornejo para el mencionado sagrario
granadino. El contraposto, la disposición envolvente del
manto o el modo en que la santa empuña el crucifijo
remiten indudablemente al modelo escultórico, pero
también algunos otros detalles accesorios como el tipo de cuello vuelto de Fig. 3. Pedro Duque Cornejo.
la túnica –también visto en los citados Apóstoles–, la calavera o el pomo de Magdalena penitente, ca.
perfume. El ambiente cavernoso, apenas sugerido con un pequeño montí- 1713-1719. Óleo sobre
lienzo. 120 x 93 cm. Granada,
culo a la derecha de la escultura, está aquí conveniente desarrollado, dando
colección particular.
paso a un sencillo paisaje crepuscular sobre el que se han insertado algo
artificiosamente dos ángeles niños. Con todo, el artista no consiguió dotar
a la pintura de la intensidad emotiva que caracteriza la versión escultórica,
evidenciando sus dificultades para expresar con el pincel lo que de forma
magistral lograba con la gubia.

El paso del retablo tardomanierista al barroco implicó tal mutación en el modo La pintura en el retablo
de concebir los repertorios figurativos que a comienzos del XVIII prácticamen-
te ya no se construían retablos para exponer pinturas. Duque trató de corregir
esta situación introduciendo en sus retablos pequeñas pinturas sobre tabla
y lienzo en convivencia con la escultura de bulto y los relieves, planteando
así una particular versión del bel composto berniniano. Esta fórmula ya fue
ensayada en su primer retablo conocido, el de la Virgen de la Antigua de la
catedral de Granada (1716-1718), en el que incluyó una historia de la vida
de la Virgen desarrollada en seis relieves y cuatro pinturas. Según parece
estas historias no estaban previstas en el proyecto original, lo que explica su
inusual disposición en el mueble34. Así, los relieves fueron instalados junto al
baldaquino central, agrupados en extrañas piñas de tres, mientras que las
pinturas, de formato trilobulado, se colocaron alrededor de la peana de la
imagen mariana, en una suerte de camarín. Están realizadas al óleo sobre
337
Universo Barroco Iberoamericano

lienzo y reforzadas al dorso con tablas, siguiendo un procedimiento habitual


en el siglo XVIII que prevenía la rotura de la tela.

A pesar del deficiente estado de conservación de estas


pinturas, su técnica y estilo revelan la mano del propio
Cornejo. Reproducen los episodios de la Visitación, la
Adoración de los Pastores, la Presentación de Jesús en el
templo y la Huida a Egipto, y manifiestan un temprano inte-
rés por los efectos lumínicos del nocturno y por los fondos
escenográficos de arquitectura clásica. Pero hay un aspec-
to todavía más importante, que nos informa del proceso
creativo del artista, y es que estas composiciones fueron
reutilizadas con leves variaciones en obras posteriores,
como los medallones que esculpirá al final de sus días
para la sillería de coro de la catedral de Córdoba (1748-
1747). Este método de trabajo, basado en el esquema de
tema y variación, se manifiesta especialmente en pinturas
como la Huida a Egipto (Fig. 4) o la Visitación, que apenas
se diferencia del relieve cordobés en la inversión de los
elementos arquitectónicos.

El siguiente gran retablo que acometió Duque Cornejo fue


el de la capilla doméstica del antiguo noviciado jesuita
de San Luis de los Franceses, en Sevilla, cuya ejecución
cabe situar hacia 1720-172535. También en él se da la com-
Fig. 4. Pedro Duque Cornejo. binación de esculturas de bulto, relieves y pinturas que, como novedad,
Huida a Egipto, 1716-1718. están realizadas al óleo sobre tabla. Se trata de cuatro tondos, de modesta
Óleo sobre lienzo.
factura, en los que asoman las figuras de busto de San Juan Bautista y San
Granada, catedral (capilla de
Nª Sª de la Antigua). Juan Evangelista (bajo los relieves de las calles laterales) y San José y San
Joaquín (en la exedra del ático). Hasta ahora contaban con atribución al ta-
ller del pintor Domingo Martínez, quien junto a sus asistentes se ocupó de
realizar el importante conjunto mural que adorna la capilla y su sacristía36.
Sin embargo, su cotejo con la producción conocida de Duque Cornejo permite
rescatar estos tondos para su catálogo, no solo por una cuestión estilística
sino también material, ya que su reciente limpieza ha puesto en evidencia
que el artista no prestó especial atención a la preparación del soporte, rasgo
propio de quien no dominaba por completo la técnica pictórica.

La escasa calidad de esta imprimación ha podido influir en su mala con-


servación, pues la pérdida de la película pictórica está haciendo emerger
la preparación negruzca de los fondos de los santos Juanes, que aparecen
envueltos en una espesa penumbra (Fig. 5). Este tratamiento lumínico anticipa
las indagaciones claroscuristas que van a condicionar la obra pictórica de
Cornejo y contrasta con el tipo de entonaciones de los tondos del ático, cuyo
emplazamiento un tanto escondido requeriría el empleo de una técnica más
abocetada y una gama más colorista para apreciar las figuras en la distancia.

338
Duque Cornejo, pintor - Manuel García Luque

Por otra parte, da la impresión de que Duque Cornejo


también llegó a intervenir en la policromía del retablo, al
menos en lo que respecta a los grandes relieves del ático,
que representan la Predicación de San Francisco Javier y
San Francisco de Borja y el Ingreso de San Estanislao de
Kostka en el noviciado de San Andrés. En los tres casos, la
integración entre escultura y pintura es total, de suerte que
los volúmenes que no ha tallado la gubia se han simulado
con el pincel, como se advierte en las figuras pintadas al
fondo de los relieves o en los serafines que adornan la
nube de san Ignacio.

El tercer retablo de Duque Cornejo donde aparecen pintu-


ras de su mano también se encuentra en el noviciado de
San Luis, en este caso en la iglesia pública. Se trata del
original altar mayor, terminado poco antes de la inaugu-
ración del templo, en noviembre de 173137. Seguramente
la premura por estrenar este espacio antes de que Felipe
V e Isabel de Farnesio abandonaran Sevilla condicionó su
peculiar morfología, que más que a un retablo se asemeja
a uno de los muchos altares efímeros que se instalaban
por la ciudad en el marco de la fiesta barroca, exponien-
do al público toda suerte de pinturas y objetos suntuarios procedentes de Fig. 5. Pedro Duque Cornejo.
colecciones privadas, en este caso donadas por un notable benefactor de la San Juan Bautista, ca.
1720-1725. Óleo sobre tabla.
casa, el arcediano Francisco Lelio Levanto38.
Sevilla, capilla doméstica del
antiguo noviciado de San Luis
Toda la estructura aparece cubierta por un inmenso pabellón de tela encolada de los Franceses.
que descorre sorpresivamente una pareja de ángeles mancebos, pintados y
recortados sobre tabla, a los que acompañan otros dos ángeles niños sos-
teniendo ramos florales (Figs. 6 y 7). Evidentemente su presencia subraya
el aspecto efímero del conjunto, hasta tal punto que se ha llegado a barajar
que estos ángeles hubieran sido reaprovechados de una instalación efímera
que en 1727 se montó bajo la dirección de Duque Cornejo en la iglesia de la
Profesa de Sevilla para celebrar la canonización de san Estanislao Kostka y
san Luis Gonzaga39. Sin embargo, según una anónima descripción impresa
aquéllos ángeles eran de tipo ceriferario, aunque no es descartable que
también hubieran sido pintados sobre tabla, al igual que las dos enormes
águilas que, como en el mito de Ganímedes, sostenían entre sus garras las
esculturas de los canonizados40.

A pesar de su singularidad, la idea de incluir figuras siluetadas en un retablo


no resultaba totalmente nueva, pues Jerónimo Balbás ya había previsto una
corte de ángeles y nubes pintados por Lucas Valdés para coronar el citado
retablo del Sagrario hispalense. En el caso de San Luis, no hay duda de que
fue Duque Cornejo quien se ocupó personalmente de pintar estas figuras
angélicas. Tanto sus tipos humanos, con las cabelleras movidas al viento,
como sus composiciones en diagonal o el plegado ampuloso de sus paños se
339
Universo Barroco Iberoamericano

hermanan perfectamente con su producción escultórica,


especialmente con los ángeles lampareros de la colegiata
del Salvador de Sevilla41.

El empleo de una pincelada ágil y de gruesos contornos re-


sultaba lógica en unas obras que debían ser contempladas
en la distancia, pero al mismo tiempo delata un inquietante
conocimiento de la técnica mural. Quizás por ello habría
que darle cierto crédito a dos fuentes secundarias que, ya a
fines del siglo XVIII, le atribuían las pinturas que adornaban
la escalera del monasterio de San Jerónimo de Buenavista
de Sevilla. Matute señalaba que «en dichos frescos acreditó
Cornejo la valentía de su pincel, é inteligencia en la pers-
pectiva», indicando también que las pinturas se repartían
por la bóveda y los muros de la caja de la escalera, y que
consistían en «varios santos y otras figuras alegóricas, en
que se nota su genio é invencion, aunque con poco gusto
en la eleccion»42.

Ceán también insistió en esta atribución, aunque ignora-


mos si simplemente se limitó a parafrasear las informa-
ciones suministradas por su amigo Matute o realmente
Fig. 6. Pedro Duque Cornejo. llegó a conocer la escalera, puesto que aporta algún otro dato que no está
Ángel mancebo, ca. 1731. presente en la citada descripción. De este modo, el asturiano limitó la la-
Óleo sobre tabla. Sevilla, bor de Cornejo a la bóveda, pero precisó que en ésta había figurado «un
iglesia de San Luis
trozo de arquitectura con estatuas y otros adornos con inteligencia en la
de los Franceses.
perspectiva»43. Lamentablemente la ruina del monasterio impide verificar
este extremo, pero de poder confirmarse por vía documental acreditaría la
competencia del artista en el ámbito de la quadratura y la pintura ilusionista
a la italiana, que tan buena acogida había tenido en la Sevilla barroca44.

Fig. 7. Pedro Duque Cornejo.


Ángel niño (detalle), ca. 1731.
Óleo sobre tabla. Sevilla,
iglesia de San Luis
de los Franceses.
340
Duque Cornejo, pintor - Manuel García Luque

Mientras se ejecutaba el retablo mayor de San Luis de los Franceses, Duque El conjunto sacramental
tomó las riendas de la decoración de la capilla sacramental de la parroquia de Santa Catalina
hispalense de Santa Catalina, cuyas obras habían quedado paralizadas tras
la muerte del arquitecto Leonardo de Figueroa en 173045. A pesar de que la
intervención del escultor ha sido en cierto modo minusvalorada, por decla-
ración de su viuda sabemos que Duque se ocupó del “gobierno y manejo”
de la obra, debiendo percibir por ello 15 reales diarios46. Siguiendo el ideal
barroco de integración de las artes, Duque proyectó un originalísimo pro-
grama ornamental para sus bóvedas, que contemplaba la combinación de
yeserías, espejos y pinturas. Además de suministrar los diseños y plantillas a
los maestros yeseros, el maestro se ocuparía de pintar siete óvalos pictóricos
con dinámicos grupos de ángeles niños que, a pesar de algunas incorreccio-
nes de dibujo, destacan por sus acusados escorzos, por su factura un tanto
abocetada y su acentuado colorido. Están pintados al óleo sobre lienzos que
se reforzaron con tablas al dorso, siguiendo la técnica ya vista en el retablo
granadino de la Antigua (Fig. 8).

Las maderas para estos óvalos fueron compradas en


1730, aunque Duque no comenzó a pintar los tres prime-
ros –seguramente los correspondientes al arco fajón del
presbiterio– hasta mayo de 1732, cuando al parecer se le
entregaron los lienzos ya imprimados por el pintor José
García47. A lo largo de este año y el siguiente se le fueron
abonando diversas cantidades a cuenta de estos tres óva-
los y, seguramente, de los otros cuatro que aparecen en
la bóveda vaída de la entrada. Según las investigaciones
de Farfán Ramos, en total se le pagaron 1.100 reales en
la primera anualidad y 500 en la segunda. A juzgar por
los acontecimientos, a finales de 1733 Duque abandonó
la obra, tal vez de mala manera, pues la hermandad se
estaba quedando sin recursos y aún no le había pagado
nada de su salario como director. Entonces quedaban por
concluir algunas yeserías de la bóveda vaída y una pintura
en forma de luneto con el tema de la Inmaculada, que
Duque nunca llegó a entregar, pero por la que ya había
recibido 600 reales a cuenta48.

En cada uno de los óvalos Duque pintó una tríada de ángeles que portan Fig. 8. Pedro Duque Cornejo.
atributos de distinto simbolismo eucarístico y mariano. Así, los ángeles que Ángeles con espigas y lirios,
centran los tres óvalos del presbiterio aparecen portando respectivamente 1732-1733. Óleo sobre
oro, incienso y mirra, en curiosa analogía entre la adoración consumada lienzo. Sevilla, parroquia
de Santa Catalina, capilla
por los magos de Oriente y la adoración eucarística que se practicaba en el sacramental.
manifestador del retablo. A su vez, estas figuras se ven acompañadas por
otros ángeles secundarios que sostienen ramas de olivo, lirio, palma y rosa,
atributos lauretanos que sin duda alguna aluden a la imagen de la Virgen que
iba a presidir el retablo. Esta diferenciación jerárquica entre lo eucarístico
y mariano también se produce en los medallones de la bóveda de ingreso,
341
Universo Barroco Iberoamericano

donde los ángeles en primer término aparecen sosteniendo el Cordero sobre


el libro de los siete sellos, una custodia de mano, un ramillete de espigas y
un racimo de uvas con un cáliz, mientras que los ángeles al fondo de nuevo
aparecen con ramas de palma, lirio y olivo.

Las pinturas A comienzos de la década de 1740 Cornejo comenzó pasar largas temporadas
del monasterio de retiro en el monasterio cartujo de Nuestra Señora de las Cuevas, al otro
de las Cuevas y el ocaso lado del Guadalquivir, al parecer para combatir una crisis anímica a la que las
de su producción fuentes se refieren de forma un tanto vaga49. Esta circunstancia le permitió
estrechar lazos con algunos monjes, como el padre José Martín Rincón o el
prior Pedro de Cepas, quienes además de alivio espiritual le proporcionaron
trabajo en forma de retablos, esculturas y pinturas. Entre éstas, cabe des-
tacar una serie de cinco pinturas al óleo, representando a San Bruno y otros
destacados santos de la orden, que Duque Cornejo terminó en 1741 para
decorar el cuarto alto de la celda prioral50. Su rastro se perdió tras la desa-
mortización y hasta el momento se daban por perdidas, pero hemos podido
localizar al menos dos de ellas en las dependencias del Palacio Arzobispal
Fig. 9. Pedro Duque Cornejo. de Sevilla. Las circunstancias y el momento de su ingreso se ignoran, pero
San Hugo de Lincoln, 1741. no hay duda de que formaron parte de aquel conjunto, como evidencia su
Óleo sobre lienzo. 143 x estilo y su estrecha cercanía con las ilustraciones dibujadas por Cornejo en
106 cm. Sevilla, Palacio el Protocolo de las Cuevas hacia 1744.
arzobispal

Los dos lienzos localizados son de idénticas pro-


porciones y representan a sendos santos obispos,
a juzgar por la cruz pectoral, la muceta morada y
los ángeles niños –de tipos tan cercanos a los de la
capilla de Santa Catalina– que juguetean con la mitra
y el báculo. No hay duda de que uno corresponde a
San Hugo de Lincoln, efigiado junto a su inseparable
cisne mientras contempla la visión del Niño Jesús
aparecido en el cáliz (Fig. 9). Sin embargo, el otro
resulta de más difícil identificación. Tal vez podría
corresponder a San Esteban de Die, en el episodio en
que un ángel se le aparece para llevar sus plegarias
a Dios (Fig. 10). Arrodillados, dirigen su mirada a la
izquierda, tal vez orientándose al lienzo central de
San Bruno que presidiría la sala. En estos cuadros
Cornejo parece tomar algo del severo tenebrismo
de Zurbarán –cuya obra pudo contemplar detenida-
mente en el monasterio– pero lo recondujo de forma
poca satisfactoria hacia su barroquizante estilo, que
aquí aparece un tanto hipertrofiado, con un excesivo
ablandamiento de la forma y una inverosímil hincha-
zón de los plegados.

342
Duque Cornejo, pintor - Manuel García Luque

Esta peculiar involución, que en cierto modo también


afecta a sus esculturas tardías, se vuelve a mani-
festar en una pequeña tabla de colección particular
(Fig. 11), que fue citada por última vez en la colec-
ción de Carlos Serra, descendiente del industrial bri-
tánico Charles Pickman, quien a su vez adquirió el
monasterio cartujo en el siglo XIX para instalar en él
una fábrica de loza. Sancho consideró que la pintura
representaba una visión alegórica de la frustrada
traslación de la Cartuja de las Cuevas, pero parece
más bien un Ofrecimiento de la Cartuja a la Virgen de
las Cuevas51. El tema está inspirado en una estampa
de Juan Méndez abierta en Sevilla en 1629, en la que
puede contemplarse al fundador del monasterio, el
arzobispo Gonzalo de Mena, ofreciendo una maqueta
del monasterio a la Virgen con el Niño y san Juanito.
Partiendo de este modelo, Cornejo sustituyó el án-
gel tenante por un cortejo de siete monjes cartujos
que sostienen la maqueta con columnas. A pesar
del carácter algo estereotipado de los rostros, es
probable que algunos sean retratos de los cartujos
con los que Cornejo convivió el monasterio. Así, el
monje de anteojos que encabeza la comitiva podría identificarse con el prior Fig. 10. Pedro Duque
Cepas, quien a su vez cede la pluma al cronista de la comunidad, el padre Cornejo. San Esteban de Die,
Rincón, que figura arrodillado de espaldas al espectador. También vale la pena 1741. Óleo sobre lienzo. 143
x 106 cm. Sevilla, Palacio
reparar en un enigmático personaje, no religioso, que asoma la cabeza tras arzobispal.
una columna. Su frente despejada y sus cejas plateadas evidencian que se
trata de un hombre en el otoño de su vida, y no sería descartable que fuese
un autorretrato del propio Duque Cornejo, quien con suma modestia quiso
colarse en la escena.

Por último, también cabe recordar una pintura de altar con el tema de las
Santas Justa y Rufina que Duque pintó para una capilla dedicada a la santas
alfareras de Triana en la llamada huerta vieja del monasterio, en sustitución
de un lienzo anterior que por su mal estado «llegó a pisar la raya de inde-
cente». El cuadro se estrenó el 17 de julio de 1746, festividad de las santas,
pero nada más se sabe su morfología ni de su actual paradero52.

Muy posiblemente ésta fue la última pintura que el maestro afrontó en su


carrera, toda vez que la magnitud del coro cordobés prácticamente monopo-
lizó su actividad postrera. En total, si a las obras conservadas sumamos las
desaparecidas y contabilizamos individualmente las pinturas para retablo,
resulta que su producción pictórica superó ampliamente la treintena de
obras, una cifra desde luego sorprendente para quien solo se dedicó espo-
rádicamente a la pintura. Sin embargo, es justo reconocer que a diferencia
del papel preponderante que tuvo en el desarrollo de la escultura y el retablo
andaluz, Duque Cornejo solo alcanzó a ser un correcto pintor, con algunos
343
Universo Barroco Iberoamericano

logros notables que, ciertamente, no desmerecen en el panorama de la pin-


tura hispalense de su tiempo y que, desde luego, resultan de enorme interés
en el contexto de la obra de un escultor, que se afanó por trasladar al plano
lo que su mente concebía en términos de volumen y espacio.

Fig. 11. Pedro Duque


Cornejo. Ofrecimiento de
la cartuja a la Virgen de las
Cuevas, ca. 1740-1747. Óleo
sobre tabla. 49 x 61 cm.
Sevilla, colección particular.

Notas 1.  Este trabajo constituye una revisión actualizada de la ponencia presentada
en Roma el 11 de mayo de 2016 en el marco del Taller “Geografías de la pintura
barroca”, organizado por el Museo del Prado y la Escuela Española de Historia y
Arqueología.

2.  Matute y Gaviria, Justino. “Adiciones y correcciones al tomo IX del Viaje de


España de D. Antonio Ponz, en el que trata de la ciudad de Sevilla”. Archivo His-
palense, tomo IV, 1888, págs. 181 y 189. Ceán Bermúdez, Juan Agustín. Dicciona-
rio Histórico de los Más Ilustres Profesores de las Bellas Artes en España. Tomo II.
Madrid, Imp. de la viuda de Ibarra, 1800, pág. 24.

3.  Guerrero Lovillo, José. “La pintura sevillana en el siglo XVIII”. Archivo Hispa-
lense, nº 69, tomo 22, 1955, págs. 15-52.

4.  Howard, Ryan A. Pedro Duque Cornejo (1678-1757). Tesis doctoral inédita,
Universidad de Michigan, 1975; Taylor, René. El entallador e imaginero sevillano
Pedro Duque Cornejo (1678-1757). Madrid, Instituto de España, 1982; Hernández
Díaz, José. Pedro Duque Cornejo. Sevilla, Diputación, 1983.

5.  Farfán Ramos, Francisco. “La Capilla Sacramental de Santa Catalina”. Diario
La Unión, s/nº (24 de noviembre de 1923), s/p; Valdivieso, Enrique. Historia de
la pintura sevillana: siglos XIII al XX. Sevilla, Guadalquivir, 1986, págs. 307-308;
Morales, Alfredo. “La capilla sacramental de Santa Catalina. Un espacio del ba-
rroco sevillano”. Capilla Sacramental de Santa Catalina. Madrid, Fundación Ar-
gentaria, 1997, págs. 19-35; Valdivieso, Enrique. Pintura barroca sevillana. Sevi-
344 lla, Guadalquivir, 2003, pág. 516.
Duque Cornejo, pintor - Manuel García Luque

6.  Ordenanças de Sevilla... nueuamente impressas... Sevilla: por Andrés Grande,


1632, fol. 162r.

7.  Palomino, Antonio. El Parnaso Español Pintoresco Laureado. Madrid, [s.n.],


1724, pág. 356.

8.  Buchón Cuevas, Ana María. “Pintar la escultura: apuntes sobre doradores de
los siglos XVII y XVIII en Valencia”. Ars Longa, nº 21, 2012, pág. 214.

9.  Tampoco se denomina pintor en ningún documento. Sobre su técnica polí-


croma, véase Sánchez-Mesa Martín, Domingo. Técnica de la escultura policroma-
da granadina. Granada, Universidad, págs. 177-184.

10.  Romero Torres, José Luis. Fernando Ortiz: un escultor malagueño del siglo
XVIII. Osuna, Patronato de Arte, 2017, pág. 112.

11.  Gestoso, José. Ensayo de un diccionario de los artífices que florecieron en Se-
villa desde el siglo XIII al XVIII inclusive. Tomo I. Sevilla, La Andalucía Moderna,
1899, pág. 232. Sobre Roldán véase la reciente monografía de Roda Peña, José.
Pedro Roldán: escultor 1624-1699. Madrid, Arco/Libros, 2012.

12.  Gestoso, José. Ensayo..., op. cit., Tomo II (1900), pág. 109.

13.  Sancho Corbacho, Heliodoro. El escultor sevillano Pedro Roldán y sus discípu-
los. Sevilla, Escuelas Salesianas, 1950, pág. 37.

14.  Salazar, Dolores. “Pedro Roldán: escultor”. Archivo Español de Arte, nº 88, t.
22, 1949, pág. 323, n. 29.

15.  Por ejemplo, Pedro Díaz y José Navarro doraron el retablo de la Virgen de la
Antigua de la catedral de Granada ocho años después de su conclusión. Taylor,
René. El entallador..., op. cit., pág. 39, nota 40.

16.  Archivo Histórico Provincial de Córdoba, Protocolos Notariales Córdoba,


Leg. 16036P, fol. 353v.

17.  García Luque, Manuel. “Duque Cornejo, el último barroco”. Ars Magazine,
nº 28, 2015, págs. 117-118.

18.  Ceán Bermúdez, Juan Agustín. Diccionario Histórico..., op. cit., pág. 22.

19.  García Luque, Manuel. “Un conjunto singular del barroco sevillano en Gra-
nada: el Apostolado de la Basílica de las Angustias, obra de Pedro Duque Corne-
jo”. Cuadernos de Arte de la Universidad de Granada, nº 41, 2010, pág. 174.

20.  Tal vez su hermana Juana Cornejo, casada con el escultor Diego Ruiz Pala-
cios, su propia mujer, Isabel de Arteaga, o su tía materna, Teresa Roldán, esposa
del escultor Pedro Castillejos. Ibídem, pág. 175.

21.  Sobre el papel de la mujer en los obradores, véase Aranda Bernal, Ana. “Ser
mujer y artista en la España de la Edad Moderna”. Roldana. Sevilla, Junta de An-
dalucía, 2007, págs. 34-35.

22.  Algunos ejemplos de Duque como grabador en Salazar Fernández, Rosa Ma-
ría. “Un grabado de Santa María del Subsidio: primera obra firmada de Pedro
Duque Cornejo”. Laboratorio de Arte, nº 9, 1996, págs. 359-364. Y Herrera García,
Francisco Javier. “Un nuevo grabado y últimas obras documentadas en Sevilla de
Pedro Duque Cornejo”. Laboratorio de Arte, nº 12, 1999, págs. 243-254.

23.  Sobre este monumental y desaparecido retablo, véase Romero Torres, José
Luis. “Jerónimo Balbás, Pedro Duque Cornejo y otros artistas en el retablo mayor
de la iglesia del Sagrario de Sevilla”. Diálogos de Arte. Homenaje al profesor Do-
mingo Sánchez-Mesa Martín. Granada, Universidad, págs. 259-276. 345
Universo Barroco Iberoamericano

24.  Ceán Bermúdez, Juan Agustín. Diccionario Histórico..., op. cit., tomo IV, pág.
240. Banda y Vargas, Antonio de la y Romero Tallafigo, Manuel. El Manuscrito de
la Academia de Murillo. Sevilla, Confederación Española de Centros de Estudios
Locales, 1982, págs. 33-45. García Baeza, Antonio. Entre el obrador y la academia:
la enseñanza de las artes en Sevilla durante la segunda mitad del Seiscientos. Sevi-
lla, Ayuntamiento-ICAS, 2014, pág. 268.

25.  Illán Martín, Magdalena. “La colección pictórica del Conde del Águila”. La-
boratorio de Arte, nº 13, 2000, pág. 147.

26.  Roda Peña, José. Pedro Roldán..., op. cit., pág. 134.

27.  García Luque, Manuel. “Pedro Duque Cornejo y la escultura barroca en Se-
villa: nuevas aportaciones”. Cuadernos de Arte de la Universidad de Granada, nº
44, 2013, págs. 69-70.

28.  Gómez-Moreno, Manuel. Guía de Granada. Granada, Imp. de Indalecio Ven-


tura, 1892, pág. 269.

29.  Archivo del Instituto Gómez-Moreno (Granada), Libro 104, fol. 32v.

30.  A finales de mes se pagaba al maestro Pedro Romero «para comprar oro y
dorar las dos molduras de los quadros que se han pintado para la sala capitular
en la forma y por el mismo precio que se ajusto el dorado y talla de las molduras
de los apostoles que estan en dicha sala». Archivo de la Catedral de Granada,
Leg. 145, pieza 1, cuentas de 1714, datas nº 90 y 92. En efecto, los marcos de las
pinturas de Duque son idénticos a los que posee el Apostolado mencionado en
la documentación.

31.  Taylor, René. “Los púlpitos de la catedral de Granada y sus autores”. Boletín
de Bellas Artes, nº 6, 1978, pág. 129. Según las actas, el 22 de septiembre de 1714
el escultor «estaua para hirse a Seuilla».

32.  Navarrete Prieto, Benito. “Pintura y pintores en la catedral de Granada”. El


libro de la Catedral de Granada. Tomo I. Granada, Cabildo Metropolitano de la S.
I. Catedral, 2005, pág. 369.

33.  Salió como anónimo español del siglo XVIII en Durán, subasta de 21-IX-
2017, lote 140. Debo su conocimiento a la gentileza de Roberto Alonso.

34.  Sobre el retablo, véase Taylor, René. El entallador..., op. cit., págs. 35-39.
López-Guadalupe Muñoz, Juan Jesús. “La catedral vestida: la arquitectura de los
retablos”. El libro de la Catedral de Granada. Tomo I. Granada, Cabildo Metropo-
litano de la S. I. Catedral, 2005, págs. 507-514.

35.  Estudiado por Taylor, René. El entallador..., op. cit., págs. 42-44; Herrera
García, Francisco Javier. El retablo sevillano en la primera mitad del siglo XVIII:
evolución y difusión del retablo de estípites. Sevilla, Diputación, 2001, pág. 402; y
más recientemente por Ravé Prieto, Juan Luis. San Luis de los Franceses. Sevilla,
Diputación, 2010, págs. 128, 178-181 y lám. 16, proponiendo una datación de
1716-1719.

36.  La pareja de santos juanes fue atribuida al taller de Domingo Martínez en


Morales Martínez, Alfredo et al. Guía artística de Sevilla y su provincia. Sevilla,
Diputación, 1981, págs. 194-195. Amplía la atribución a los otros dos óvalos,
Pleguezuelo Hernández, Alfonso. “Catálogo general (pintura)”. Domingo Mar-
tínez, en la estela de Murillo. Sevilla, Fundación El Monte, 2004, pág. 284, nº 73.

37.  Sobre este retablo véase Taylor, René. El entallador..., op. cit., págs. 45-46.
Herrera García, Francisco J. El retablo sevillano..., op. cit., págs. 402-407. Ravé
Prieto, Juan Luis. San Luis..., op. cit., págs. 130-137.
346
Duque Cornejo, pintor - Manuel García Luque

38.  Parece que algunas otras se pintaron ex profeso, como los siete retratos
de santos atribuidos a Domingo Martínez por Pleguezuelo Hernández, Alfonso.
“Catálogo general...”, op. cit., págs. 251-252, nº 22.

39.  Herrera García, Francisco Javier. “La arquitectura de retablos sevillana en


torno al Lustro Real: patrocinadores y teatralización del espacio religioso”. Se-
villa y Corte: Las Artes y el Lustro Real (1729-1733). Madrid, Casa de Velázquez,
2010, pág. 103.

40.  Noticia de el Solemnissimo Octavario con que en la Casa Professa de la Com-


pañia de Jesus de la ciudad de Sevilla, se ha celebrado la canonizacion de San Luis
Gonzaga, estudiante theologo, y San Estanislao Kostka, novicio de la misma Com-
pañia... [S.l.: s.n., 1727], págs. 5-6. Una aproximación a este montaje en Plegue-
zuelo Hernández, Alonso. “Nuevos datos sobre la vida y la obra de Pedro Duque
Cornejo”. Archivo Hispalense, nº 205, 1984, págs. 179-185.

41.  Atribuidos a Cornejo en García Luque, Manuel. “Duque Cornejo...”, op. cit.,
págs. 116-117.

42.  Matute y Gaviria, Justino. “Adiciones...”, op. cit., pág. 181.

43.  Ceán Bermúdez, Juan Agustín. Diccionario Histórico..., op. cit., pág. 24.

44.  Quiles, Fernando. “La cuadratura en el barroco sevillano. Pintando arqui-


tecturas a la manera italiana”. L’Architettura dell’Inganno. Quadraturismo e gran-
de decorazione nella pittura di età barocca, Florencia, 2004, págs. 191-204. Val-
divieso, Enrique et al. Pintura mural sevillana del siglo XVIII. Sevilla, Fundación
Sevillana Endesa, 2016.

45.  Sobre esta capilla, véase la bibliografía citada en la nota 5.

46.  Valverde Madrid, José. “El testamento del escultor Duque Cornejo”. Adarve,
nº 749 (5-II-1967), pág. 5.

47.  Morales Martínez, Alfredo. “La capilla...”, op. cit., pág. 27, nota 22.

48.  Valverde Madrid, José. “El testamento...”, op. cit., pág. 5. En su lugar, Vicen-
te Alanís pintaría tres décadas después la Proclamación del Patronato de la Inma-
culada, así como otras pinturas murales para completar los huecos de la bóveda
vaída. Morales Martínez, Alfredo. “La capilla...”, op. cit., pág. 35.

49.  Matute y Gaviria, Justino. “Adiciones...”, op. cit., págs. 184-185. Cuartero y
Huerta, Baltasar. Historia de la Cartuja de Santa María de las Cuevas de Sevilla y
de su filial de Cazalla de la Sierra. Tomo II. Madrid, Real Academia de la Historia,
1954, págs. 171-172.

50.  Los fecha José Martín Rincón en su Protocolo de la cartuja de las Cuevas
(Biblioteca de la Real Academia de la Historia, ms. 9-2098, pág. 719). Señalan la
autoría Matute y Gaviria, Justino. “Adiciones...”, op. cit., pág. 189; y Cuartero y
Huerta, Baltasar. Historia..., op. cit., págs. 145 y 698.

51.  Sancho Corbacho, Antonio. Iconografía de Sevilla. Sevilla, Abengoa, 1975,


pág. 16. Lo catalogó como anónimo de la primera mitad del XVII, juicio que
suscribe Cabra Loredo, Mª Dolores. Iconografía de Sevilla: 1400-1650, Madrid, El
Viso, 1988, págs. 154-155, cat. 65.

52.  Serra y Pickman, Carlos. La Cartuja de Santa María de las Cuevas. Sevilla,
R. Blanco, 1929, pág. 23. Cuartero y Huerta, Baltasar. Historia..., op. cit., págs.
171-172 y 714-715.

347
Universo Barroco Iberoamericano

La percepción literaria y artística del Nuevo Mundo


en los Antiguos Estados de Italia (s. XVI-XVII)

Macarena Moralejo Ortega


Universidad de Granada - [email protected]

Resumen El ensayo describe el proceso de aculturación americana en Italia a través


del análisis de la historia, las fuentes literarias y artísticas, así como las ini-
ciativas de la familia Medici y de otros representantes de la cultura y de las
artes en la península italiana. El texto propone un examen de la bibliografía
publicada hasta la fecha y una serie de propuestas nuevas en el ámbito de
la escritura y las Bellas Artes (s. XVI-XVII).
Palabras clave: Estados Italianos, Médici, academias, alegoría de América,
cartografía, papagayo.

Abstract The essay describes the process of American acculturation in Italy through
the analysis of history, literary and artistic sources, as well as initiatives of
the Medici family and other representatives of culture and arts in the Italian
peninsula. The text proposes a review of the literature published to date and
a series of new proposals in the field of writing and Fine Arts (16th and 17th
centuries).
Key Words: Italian States, Medici, academies, allegory of America, mapping,
parrot.

Gli Dei erano compresi in questo finimondo, a cui dovevano


succedere nuovi Dei, un nuovo mondo e nuovi imperi.
Luigi Bonazzi, 1875

[...] Los historiadores son cada vez más conscientes de las


limitaciones de un análisis basado en las actuales fronteras
nacionales y la conveniencia de restablecer relaciones entre
lugares remotos que fueron vistos en su momento como
integrantes de una unidad [...].
Pedro Cardim – Joan Lluis Palos, 2012

348
La percepción literaria y artística del Nuevo Mundo en los Antiguos Estados de Italia (s. XVI-XVII) - Macarena Moralejo Ortega

A día de hoy, todavía resulta complicado comprender el modo en el que los Introducción
principales protagonistas de la esfera cultural y artística del Renacimiento y
del Manierismo italiano tuvieron sus primeros contactos con el Nuevo Mundo.
Directrices de carácter general han sido descritas en publicaciones –y en
otros idiomas diferentes al castellano y al italiano− de historia, literatura,
arte, sociología, etnografía y otras disciplinas afines1. En tal situación, la
historiografía del arte todavía necesita realizar un ejercicio de reflexión acerca
de qué medios se utilizaron para la difusión de América en Italia, cómo se
produjo la selección argumental y quiénes vehicularon, entre los instancias
políticas y culturales, la llegada de información a la península italiana, incluso
aquella “contaminada” por las influencias foráneas2.

Así mismo, circunstancias que, a priori, podrían describirse, equivocada-


mente, como indelebles, tales como la simbiosis continuada entre elementos
propios, extraños y periféricos a la cultura americana fueron, desde mi punto
de vista, decisivos para la conformación de una primera visión panorámica.
La llegada paulatina a los diferentes estados italianos de objetos procedentes
de culturas precolombinas determinó la incorporación de nuevos criterios de
gusto entre los coleccionistas más avezados, que ejercitaron su mirada y se
deleitaron con “exótica”, es decir, plantas, animales, piezas de oro, semillas,
jades y objetos realizados con plumas, entre otras piezas. Obras que, más allá
de su materialidad y su atractivo estético, debían exhibirse en gabinetes de
curiosidades, y también despertarían el interés entre eruditos y humanistas
de corte, que desearían interpretarlas a la luz, tanto de los escritos de la
Antigüedad clásica y de sus connacionales, como de las primeras publica-
ciones en español e italiano que describían el Nuevo Mundo3.

Un ejemplo muy específico de la disposición de estas colecciones de un modo


anárquico, idealizado y muy “europeo” lo encontramos en una representación
de la “Alegoría de América” pintada en un óleo sobre bronce, hoy conservado
en la pinacoteca del Castillo Sforza de Milán (Fig. 1). La pintura, realizada
por Erasmus II Quellinus y Jan Van I Kessel hacia 1667, fue posiblemente
encargada, junto a otras alegorías del resto de continentes conocidos, por el
349
Universo Barroco Iberoamericano

obispo de Amberes, Mario Ambrosio Capello. La alegoría


femenina de América, ideada como una grisalla y ubicada
estratégicamente en el centro de la composición, desnu-
da y con sus atributos, es decir, la aljaba y las flechas,
permitió disponer a su alrededor un auténtico “thesauri
exoticorum”, a partir de la presencia de elementos de la
producción artística, artesanal y militar de procedencia
supuestamente “americana”4.

Iniciativas olvidadas ligadas, en parte, al concepto de


“tesaurización” estarían también muy cercanas a las
inquietudes de gobernantes, navegantes, cartógrafos,
matemáticos y otros especialistas. A este propósito, éste
debió de ser uno de los objetivos de la denominada como
Expedición Thornton, impulsada por Fernando I de Medici
en el año 1608, que trató de establecer una colonia comer-
cial en los actuales territorios septentrionales de Brasil.
El afianzamiento de esta relación bilateral debería haber
servido también para colmar la insaciable voracidad de
algunos de los miembros de la familia Medici que, desde
Fig. 1. Erasmus II Quellinus- Cosme I, completaron sus abigarradas colecciones con tesoros americanos
Jan Van I Kessel, Alegoría de únicos, para provocar un efecto de sorpresa y distinción ante el resto de las
América, óleo sobre bronce,
cortes europeas, incluso recogiendo este interés por el tema en las arqui-
36x47,5cm, h. 1667, Castillo
Sforza, Milán. tecturas efímeras ideadas para celebrar eventos importantes en la dinastía5.

La drástica interrupción de esta expedición que dirigieron dos ingleses,


Robert Thornton y Sir Robert Dudley, después de un año de exploraciones
en el territorio, se debió al inesperado fallecimiento de su principal promo-
tor, Fernando I de Medici6, en julio de 1609. Su sucesor, Cosme II, rechazó
continuar con este proyecto colonizador, que habría supuesto la fundación
de una colonia tutelada por el Gran Ducado de Toscana en América y un
intercambio comercial y/o cultural dilatado en el tiempo entre ambos terri-
torios. No deberíamos descartar la posibilidad de que el nuevo mandatario
desease, con esta renuncia, evitar situaciones incómodas con los españoles y
los portugueses por el control y tutela de la América conocida hasta la fecha.

Un movimiento de aproximación análogo hacia el Nuevo Mundo fue ideado


por los caballeros de la Orden de Malta, a través del Gran Maestro, Giovanni
Paolo Lascaris di Ventimiglia, con la adquisición de la isla de San Cristóbal y
otros islotes aledaños en el Mar Caribe en 1651. El objetivo, como en el caso
toscano, era colonizar la zona del Caribe imponiendo, incluso, un régimen
jurídico y administrativo propio, mientras que, en una segunda fase, se acti-
varían intercambios de otra índole, también en el marco de la producción
cultural y artística. Sin embargo, esta posibilidad, que tantos beneficios habría
podido deparar entre los miembros de la Orden, especialmente entre los
italianos que apoyaban al Gran Maestro, se frustró a la muerte de Lascari
en 1665, y provocó la venta de estas islas a Francia7.
350
La percepción literaria y artística del Nuevo Mundo en los Antiguos Estados de Italia (s. XVI-XVII) - Macarena Moralejo Ortega

Estudios recientes – todavía muy escasos frente al volumen de investigacio- Comprender América
nes que deberían afrontarse8 – han tratado de poner en evidencia cómo se desde Italia: una
articularon los contactos en los círculos culturales y artísticos, a diferentes aproximación
escalas, a partir del envío a América de grabados, pinturas y esculturas e, bibliográfica
incluso, de la presencia de comunidades artísticas italianas en el territorio
americano, muy desiguales en cuanto a su conformación y número tanto
en los dominios españoles como en los portugueses9. Desde mi punto de
vista, resultaría prioritario que, aquellos que nos ocupamos de arte italiano
y sus relaciones con España y el Imperio de los Habsburgo, revisásemos la
bibliografía reciente que se ha ocupado de estudiar las relaciones bilatera-
les que los diferentes estados italianos establecieron con América entre los
siglos XVI y XVIII10.

A la base de intereses diplomáticos de todo tipo, que buscaban equilibrar ba-


lanzas comerciales, se articularon una serie de contactos, a menudo discon-
tinuos en el tiempo, y aislados por la ausencia de un conocimiento sólido de
ambas realidades sociales y culturales. En un contexto tan vasto, en términos
cronológicos y espaciales, conviene situar las últimas investigaciones que se
han realizado acerca de la política de intercambio de regalos y compras en el
seno de las cortes europeas que, poco a poco, comienzan a cobrar interés en
un ámbito hasta la fecha desconocido: el continente americano11.

La reciente publicación de la monografía Imagining the Americas in Medici


Florence, escrita por Lia Markey, proporciona una lectura muy estimulante
acerca del protagonismo cultural de los Medici y su entourage en Florencia y,
por extensión, en otras cortes europeas12. Las reflexiones acerca de su papel,
no solo como coleccionistas, sino también como conservadores y divulgadores
de la cultura americana en sus dominios, resultan muy sugestivas, toda vez
que la autora ha realizado una inteligente selección de piezas, hoy conser-
vadas en diferentes instituciones, y una minuciosa revisión de documentos
conservados en archivos florentinos: cartas, inventarios y noticias recogidas
en la “guardaroba medicea”. Su estudio parte de investigaciones pioneras,
especialmente las realizadas por Deftlel Heikamp13, Samuel Hough14 y Hugh
Honour15 que, a día de hoy, tienen su continuidad en las publicaciones de otros
estudiosos con una formación académica netamente europea, como Nicoletta
Lepri16 y Davide Domenici,17 entre otros, señal inequívoca de que, a pesar de
su marginalidad, el tema está muy de moda en el marco de los Global Studies.

En este ámbito conviene evidenciar el papel de la Monarquía Hispánica y el


sistema administrativo de tutela de sus territorios a través de los virreinatos,
así como las estrechas relaciones de dependencia hacia la corte de Madrid
que mantuvieron todos los estados pequeños italianos, incluidos algunos
de mayor tamaño y protagonismo internacional, como el Gran Ducado de
Toscana. Nadie, en este sentido, estaba al margen del poder ejercido por
Felipe II en América y temas como el vasallaje de los indios y, de este modo,
tan explícito el pintor Jacopo Ligozzi lo plasmó en una pintura al temple
sobre tela. La obra, en la que el rey español recibe a los embajadores de las
351
Universo Barroco Iberoamericano

Indias, se enmarca dentro de una repetitiva exhibición del poder regio, tal y
como se rememoró también, a través de una representación de la Alegoría
de América, en las exequias del monarca ideadas para la arquitectura efím-
era de la contrafachada de la iglesia de San Lorenzo de Florencia, el 10 de
noviembre de 159818.

A este respecto, las estrategias de difusión de las manufacturas coloniales (y


de otros objetos de procedencia aún más antigua y, por tanto, enraizada con la
tradición etnográfica y artística local), así como la representación del dominio
español en América, han comenzado a adquirir una dimensión científica sólida
en el marco de los estudios realizados en el Gran Ducado de Toscana y, muy
posiblemente, vehicularán futuras publicaciones, como también debería
suceder en el caso de los Estados Pontificios19. Profesionales del ámbito de
la Historia han planteado, también recientemente, cómo se articularon las
relaciones bilaterales entre Sicilia y Nueva España y el Virreinato de Nápoles
y el de Perú durante el siglo XVII, aun cuando todavía queda mucho que decir
en torno a las cuestiones artísticas20.

Investigaciones, todavía muy escasas, también han sido publicadas acerca de


las relaciones con Ultramar de las repúblicas de Venecia21 y Génova22 y de los
territorios de la Lombardía Española23. Como contrapartida, el análisis acerca
de los vínculos que establecieron con América otros estados pequeños, como
los ducados de Urbino, Saboya, Mantua, Parma y Piacenza, constituye una
asignatura pendiente, a pesar del interés que ciertos municipios del norte de
la península desarrollaron por el nuevo continente. Una zona aislada geográ-
ficamente, como el principado episcopal de Trento, alberga una interesante
representación al fresco sobre el descubrimiento de América en la cubierta de
la sala mayor del palacio Lodron, construido a instancias del conde Ludovico
Lodron (1553-1604, o Lodrone), fiel súbdito del monarca español24.

En este sentido, quizá deba reconsiderarse el sistema de contactos que


América y Europa (y a la inversa) mantuvieron en el ámbito artístico, sistema
que, tradicionalmente, se ha articulado a través de tres acciones: a) el viaje
de los artistas europeos a las Indias (fundamentalmente españoles, flamen-
cos e italianos); b) en la importación, desde América, de obras europeas; c)
el envío de libros, estampas y manuscritos ilustrados al nuevo continente.

A este propósito, convendría tener presente que a este planteamiento clásico


no le resultaron ajenos otros factores, como el modo en el que los recursos
y las elecciones artísticas de los territorios de Ultramar se divulgaron en
Europa a partir de la segunda mitad del siglo XVI y, en el caso que nos ocupa,
en la península italiana25. Así mismo, también habría que reflexionar acerca
de la implantación y convivencia de diferentes métodos de comunicación
ideológica en el territorio italiano, cuyo objetivo era la divulgación de una
serie de topoi característicos de la idiosincrasia americana. En este sentido,
la coexistencia de varias vías de llegada de información a Italia posibilitó la
asimilación de coordenadas culturales, estilísticas y de otro tipo, a partir de
352
La percepción literaria y artística del Nuevo Mundo en los Antiguos Estados de Italia (s. XVI-XVII) - Macarena Moralejo Ortega

diferentes canales (oralidad, escritura, lectura, contemplación visual) y en


los que también se logró implicar a los cinco sentidos como mecanismos
fisiológicos de la percepción.

Una generación de eruditos, formada en el centro de la península italia- Descubrir América a


na pero muy permeable a todo tipo de propuestas, si bien no se desplazó través de los ojos de los
hacia América, sí incorporó una serie de premisas estéticas, formales y italianos: humanistas y
de contenidos de origen americano a su producción escrita y artística que, artistas en las academias
además, actuaron como un potente revulsivo para la siguiente generación26. y en los centros de poder
Los protagonistas de este segundo periodo creativo (Manierismo y primer
Barroco) asumieron como propio el bagaje cultural en el que se les había
educado. Este bagaje incluía, por lo tanto, reflexiones tangenciales a lo que,
realmente, sucedía en América, pero también impresiones directas obtenidas
a partir de la contemplación de objetos americanos que habían viajado hasta
la península italiana.

El sistema de aculturación de artistas y humanistas nacidos en Italia pero


formados en un espectro educativo mucho más vasto, atractivo y enriquecedor
de lo que, hasta la fecha, se ha barajado (los talleres) tiene mucho que ver
con la metodología educativa y el modo en el que humanistas y artistas –de
condición social muy diferente− completaron su formación en las corpora-
ciones de pintores (y de otro tipo) y, sobre todo, en las academias.

Estas instituciones, y me refiero en particular a las segundas, gozaron de gran


éxito a partir de la segunda mitad del siglo XVI en toda la península italiana
y concitaron la presencia de religiosos, humanistas (geógrafos, cartógrafos,
historiadores, matemáticos, científicos, pedagogos, entre otros), artistas (un
espectro variado con representantes de las artes más nobles, adoptando la
definición de Giovanni Pietro Capriano dada en 155527, junto a otros especia-
listas de menor rango) y aristócratas.

Hasta fechas muy recientes, las academias han sido descritas como centros
de intercambio ideológico que ofrecían una gran libertad de actuación a sus
miembros y, como consecuencia, se han presentado a través de imágenes
idílicas y utópicas. En realidad, aun cuando la especulación y el debate ide-
ológico eran una parte esencial de las conversaciones entre los académicos
–y de sus publicaciones–, sus miembros estuvieron sometidos a un cierto
control por parte de las autoridades políticas y religiosas28. No obstante,
tal coyuntura no fue un obstáculo para que se abordasen múltiples temas,
incluso reflexiones acerca del continente americano que, todavía, no han
sido objeto de estudio.

La ausencia de publicaciones acerca de cómo se comprendió el Nuevo Mundo,


desde las primeras academias italianas, podría justificarse por las escasas
iniciativas editoriales de estos cenáculos. Convendría tener en cuenta, por
un lado, el elevado número de academias abiertas a lo largo de la península
353
Universo Barroco Iberoamericano

italiana desde mediados del siglo XVI, incluso la presencia de más de una en
centros urbanos de pequeñas dimensiones, como sucedió en Perugia; por
otro lado, fueron muy pocas las que, en realidad, alentaron entre sus socios
la impresión, y por consiguiente, la divulgación de los discursos, lecciones y
otro tipo de expresiones de la oralidad. Por último, la historiografía europea ha
incidido solamente en fechas muy recientes en la trascendencia de estos con-
tactos entre varones a través de sus constantes intercambios de información
y/o lecturas que posibilitaron, en última instancia, la conformación de bases
ideológicas y proyectos educativos con un sustrato pedagógico análogo29.

Todo ello, a pesar de las dificultades que presenta, todavía a día de hoy, la
identificación de los protagonistas de este círculo académico, dado que casi
todos escondían su identidad con un pseudónimo, así como la individualiza-
ción de sus lecciones –y como consecuencia de los temas elegidos− entre el
material manuscrito que se encuentra desperdigado por instituciones de todo
tipo, tanto en el territorio italiano como fuera de este perímetro.

Dos temas ligados a la difusión del conocimiento que se tenía del Nuevo
Mundo, a mi modo de ver, debieron concitar la atención en estos cenáculos
en los que se apostó, preferentemente, por la oralidad y la retórica. Por un
lado, la importación de vocablos procedentes de idiomas vernáculos, y la
manera en que estos nuevos términos se incorporaron a diferentes contextos
políticos y culturales en la península italiana. Por otro lado, las descripciones
geográficas de los nuevos territorios, y el modo en el que debían explicarse,
a través de la cartografía y la producción artística (dibujo, grabado, pintura
en varios soportes), eran esenciales para permitir a los italianos afrontar un
paso decisivo: incorporar a su bagaje una ubicación espacial desconocida, a
todas luces incomprensible, lejana y fuera de una dimensión aprehensible30.

A la base de este sistema de aprendizaje, muy visual en la forma y en el fondo,


estuvieron algunos nombres importantes del mundo académico, científico
y artístico que desempeñaron un papel esencial en las academias del siglo
XVI. Me refiero a Giorgio Vasari (1511-1574), Fra Miniato Pitti (†1569), Egnazio
Danti (1536-1586) y Stefano Bonsignori (†1589), artífices de la ideación, con-
figuración interna y montaje expositivo de la “Sala de las Cartas Geográficas”
en el Palazzo Vecchio de Florencia31 (Fig. 2). La iniciativa de Cosme I sufrió
alteraciones e interrupciones a lo largo del siglo XVI pero, finalmente, los
mapas pintados sobre tablas, ubicados en las paredes de la sala, y realizados
por Danti y Bonsignori, colmaron el deseo del mecenas de representar en una
sola sala el mundo conocido hasta esa fecha. Miembros de la corte, artistas,
humanistas y visitantes extranjeros tuvieron la posibilidad de admirar las
maravillas y peculiaridades que suscitaron, tanto los artefactos diseñados
ubicados en la sala32, como el impactante programa pictórico ideado.

Numerosos grupos de artistas tuvieron su primer contacto con la realidad


americana a través, tanto de un encuentro visual con la invención florentina,
como de otras propuestas análogas, muy cercanas geográficamente. Entre
354
La percepción literaria y artística del Nuevo Mundo en los Antiguos Estados de Italia (s. XVI-XVII) - Macarena Moralejo Ortega

ellas, la sala de mapas del mundo ideada para el palacio-fortaleza de la


familia Farnese en Caprarola (Fig. 3). El proyecto no dejó a nadie indiferente,
dado que un ambicioso programa decorativo cubrió, por completo, una sala
destinada a la recepción de visitantes. Giovanni Antonio Vanosino da Varese,
especialista en esta área, dirigió el proyecto entre 1573-1574, a partir de la
representación de las constelaciones del zodiaco en la cubierta, de escenas
mitológicas en relación a los signos zodiacales en los lunetos y, por último,
de una serie de siete mapas que decoran los muros y que representan los
cuatro continentes, Italia y Palestina. Los mapas se pintaron acompañados
de personificaciones de todos los países y de los retratos de los cinco explo-
radores conocidos más importantes hasta esa fecha33.

Fig. 2. Vista general de la Sala


de las Cartas Geográficas, 2º
mitad del siglo XVI, Palazzo
Vecchio, Florencia.

Ambos programas decorativos, es decir, el del Palazzo Vecchio y el de


Caprarola, fueron, muy posiblemente, descritos y debatidos en la academia
del Diseño de Florencia, en la que Giorgio Vasari desempeñó un papel esen-
cial, y también en las instituciones análogas de Perugia, como la academia
de los insensati y la del disegno, entre otras, a las que pertenecía Egnazio
Danti y en donde tenía familiares –su propio hermano, Vincenzo– y amigos
personales34. Se trataba de un método de aculturación ulterior, que pro-
porcionaría a los socios información de primera mano, no solo acerca de la
metodología de trabajo utilizado, sino también sobre las fuentes que habían
vehiculado la formación de sus artífices.

Las consecuencias de esta política cultural, urdidas en las más altas esferas
de poder, fueron inmediatas, y no pudieron sustraerse a ella, ni siquiera,
artistas de segunda fila como Lodovico Buti (1550/1560-1611), a quien en-
cargaron un programa de frescos sobre la conquista española de México en
la cubierta de varias salas del palacio Uffizi35.

355
Universo Barroco Iberoamericano

La Alegoría de América, en una versión


pictórica muy temprana, también fue pla-
smada junto a un lugar emblemático en
la historia florentina para la comunidad
española: el cappellone degli spagnoli, en
el conjunto eclesiástico de Santa Maria
Novella. La capilla absidial, situada justo
detrás del altar de este lugar, fue modifi-
cada a partir de 1592 con un ciclo de pintu-
ras al fresco dedicado a Santiago Apóstol,
patrón de España. La decoración de la cu-
bierta de este espacio se atribuye al pintor
Fig. 3. Vista general de la Sala florentino Bernardino Poccetti (1548-1612) que pintó varias alegorías en
de Mapas, último cuarto del torno al escudo de España colocado, estratégicamente, en el centro del
siglo XVI, Palacio-Fortaleza cerramiento; entre ellas, la de los cuatro continentes con la representación
de Caprarola
(Estados Pontificios,
del Nuevo Mundo. Estas representaciones aluden a las vastas dimensiones
hoy región de Lazio). del Imperio en las que gobernaba Felipe II; de hecho, en el fondo de cada
una de las alegorías fue pintado un cuarto del globo terrestre con el objetivo
de enfatizar la noción del dominio imperial36.

La literatura cortesana tampoco se mantuvo al margen: Raffaello Gualterotti


(1543-1638), poeta y cronista de los principales eventos de la familia Medici
(bodas, bautizos, eclipses, fiestas, cacerías), que publicó en varias obras
ilustradas con grabados de importantes artistas contemporáneos, escribió
un largo poema encomiástico titulado “L’America”. En estos versos demostró
que había adquirido sus conocimientos sobre el Nuevo Mundo a través de
conversaciones con académicos, humanistas y artistas, y también, a partir
de la contemplación de las manifestaciones artísticas acerca de este tema
que, poco a poco, impregnaron Florencia37.

Tommaso Garzoni di Bagnacavallo (1549-1589), uno de los escritores más


leídos en la península italiana –y fuera de ella, incluso en América, a partir
de la traducción de su obra más famosa por parte de Cristóbal Suárez de
Figueroa− ofreció una descripción muy visual de las características del nuevo
continente en La Piazza Universale di tutte le professioni del mondo (1585)38. A
este respecto, Garzoni describió en esta publicación, al detalle, cada una de
las profesiones “honradas” de su época y dedicó una parte muy importante
del discurso XXXVII a las destrezas de los geógrafos, cosmógrafos, dibuja-
ntes, corógrafos y topógrafos, en donde incluyó la descripción del nuevo
territorio. La revisión de este epígrafe era especialmente importante para
los humanistas y los artistas italianos dado que, como el autor reconoció, I
corografi hanno bisogno del disegno e della pittura39. Algunos artistas leyeron
con fruición esta aportación –así como otras consideraciones del autor a
propósito del ejercicio profesional de las Bellas Artes– e incluso, como en
el caso de Federico Zuccari, se apropiaron de algunas de sus reflexiones en
sus propios textos, que hicieron suyas40.

356
La percepción literaria y artística del Nuevo Mundo en los Antiguos Estados de Italia (s. XVI-XVII) - Macarena Moralejo Ortega

A mi modo de ver, dos publicaciones surgidas a partir de los contactos entre El diálogo entre
académicos fueron también decisivas y ejercieron una importante influen- escritores y artistas:
cia en la visión del Nuevo Mundo en los círculos humanistas y artísticos de América como telón
la península italiana. Por una parte, la reflexión acerca de la “Alegoría de de fondo
América” de Cesare Ripa en su famosa Iconologia, una obra clave en cuya
redacción participaron como asesores destacados miembros, como el au-
tor, de los Intronati (Siena), los Inciati (Roma) y los Insensati (Perugia). Así, y
ante la ausencia de fuentes clásicas de referencia, dado que, como Cesare
Ripa recordó, los antiguos no conocían este continente, hubo de inspirarse,
tanto en los escritos de sus contemporáneos, como en las conversaciones
mantenidas con amigos y/o académicos41.

Una representación femenina de América, con una piel notablemente más


oscura que la europea, subrayaba así sus orígenes y mostraba un rostro
rebelde mientras los cabellos, –largos y ondulados, como si se tratase de
una María Magdalena–, concitaban toda la atención a partir de un tocado con
plumas de colores. Los atributos se disponían entre las manos (arco, flechas
y carcaj) y los pies, en donde se ubicaban cráneos humanos, que pretendían
evidenciar la presunta belicosidad y las tendencias caníbales de los habitantes
del Nuevo Mundo que, además, debían ponerse en relación con caimanes o
lagartos, la fauna, a su juicio, propia del territorio.

La imagen alegórica ideada por el humanista, inspirada en sus lecturas,


sus conversaciones y la contemplación de estampas con la misma temática
ligeramente precedentes y/o contemporáneas (Abraham Ortelio, Philip Galle,
Etienne Delaune, Crispijn van Passe, Maarten de Vos y Giovanni Stradano)
fue adoptada, casi sin variantes, por varias generaciones de artistas italia-
nos, tanto en ciclos pictóricos ideados para espacios religiosos, como en
residencias palaciegas, a partir de las ediciones con grabados del texto de
la Iconología y otros repertorios de imágenes de diversa índole.

Una fuente de inspiración muy próxima se utilizó para la creación, por ejem-
plo, de la “Alegoría de América” en la cubierta de la basílica de San Ignacio
de Roma, ideada por el Hermano Andrea Pozzo entre 1685 y 1694. Más tardía,
pero vinculada con la descripción propuesta por Cesare Ripa, fue la repre-
sentación de la misma alegoría en la pintura mural ideada por Giambattista
Tiepolo en el palacio Clerici de Milán hacia 1740, así como la elección de la
misma temática en un fresco realizado por Domenico Muzzi en el palacio
Sanvitale de Parma, alrededor del año 1790. El modelo de Cesare Ripa tam-
bién sería el prototipo destinado a la imitación, con sutiles variantes, en el
barroco italiano, tal y como reflejan, por ejemplo, las alegorías de América
creadas por algunos artistas de este periodo en dibujos y pinturas, como
Giacinto Gimignani, Luca Giordano, Francesco Trevisani, Francesco Solimena
y Crescenzo de la Gamba42.

La misma generación que revisó y utilizó como motivo de inspiración los


grabados de la Iconologia, leyó con placer la Gerusalemme liberata de Torquato
357
Universo Barroco Iberoamericano

Tasso (1581), y con ello, el canto XV, en el que su autor aludió al descubrimien-
to del Nuevo Mundo inspirándose, tal y como ha señalado la crítica literaria, en
la Relazione del primo viaggio intorno al mondo de Antonio Pigafetta, publicada
en el año 1536, y en la Navigazione e viaggi de Giovanni Battista Ramusio43.
Los artistas no se mantuvieron al margen del gran éxito literario de Tasso,
sobre todo a partir de 1590, fecha en la que se realizó la primera edición
ilustrada de la obra con imágenes creadas por el pintor genovés Bernardo
Castello y grabadas por Agostino Carracci y Girolamo Franco. Este repertorio
figurativo no fue el único, puesto que se realizaron otras ediciones, tanto
en la península italiana como en Europa y América, que proporcionaron un
material adicional para la interpretación de la obra por parte de humanistas
y artistas e inspiraron repertorios figurativos de altísimo nivel en ciudades
como Génova, Venecia y Nápoles44.

Nadie, en los círculos más prestigiosos de


la cultura, se mantuvo al margen del po-
der evocador del Nuevo Mundo: Federico
Zuccari (1539-1609) describió, en una carta
abierta dirigida a un grupo de amigos ve-
necianos desde El Escorial, el impacto que
había despertado en él una visita al can-
tiere de Aranjuez. Allí había contemplado
“un numero infinito di pavoni d’ogni sorte, e
galli, e galline, galloncelli del Mondo Nuovo et
dell’Indie stravagantissimi45. Observaciones
análogas, acerca de la fauna americana,
fueron trasladas a un dibujo con una re-
presentación de la “Alegoría del pecado”
(Fig. 4). Este testimonio gráfico sintetiza
Fig. 4. Federico Zuccari, perfectamente las conquistas paisajísticas de la escuela flamenca, a través
Alegoría del pecado, dibujo del conocimiento del italiano de la producción gráfica de la saga de los Sadeler
sobre papel, 188x266mm, h. y de Giovanni Stradano, junto con su interés por el mundo desordenado y
1585-1589, Pierpont Morgan
bullicioso de los animales “fantásticos” americanos. Federico Zuccari, que
Library, New York (USA).
posiblemente realizó este dibujo durante su estancia en España, recordó
los originales ejemplares que había visto en Aranjuez, la huella del universo
figurativo de “El Bosco”, que conoció a través de la magnífica colección del
artista de Felipe II, y puso en evidencia, como siempre hacía, su potente
imaginación46.

El universo femenino secundó el modo de actuación de los varones y las


nobles y pintoras también prestaron un gran interés a las novedades ameri-
canas: Bianca Cappello (1548-1587), Gran Duquesa de Toscana, tuvo acceso
a objetos de esta procedencia para sus dependencias privadas, tal y como
refleja su epistolario. Uno de los agentes del ducado en Roma se ocupó,
a petición de la aristócrata veneciana, de recabar noticias acerca de las
expediciones a las Indias y las piezas más interesantes que habían llegado

358
La percepción literaria y artística del Nuevo Mundo en los Antiguos Estados de Italia (s. XVI-XVII) - Macarena Moralejo Ortega

a sus manos y que, muy pronto, a través del correo, le haría llegar para que
decorasen su “stanziolino”47.

Lavinia Fontana (1552-1614), una de las artistas más importantes del


Manierismo, sintetizó a la perfección el gusto de las mujeres más poderosas
de su patria por el Nuevo Mundo en un retrato coral de una corte femenina,
posiblemente de procedencia Médici (Fig. 5). En el lienzo, cuatro damas de
corte demuestran sus habilidades en la música, el arte floral y la elección de
las joyas más adecuadas destinadas a la “madama”, quien observa fijamente
a la pintora, mientras un papagayo, pintado con colores muy vivos, se sitúa,
estratégicamente, en uno de los brazos de su silla48.

Fig. 5. Lavinia Fontana,


Retrato de cinco mujeres con
perro y papagayo, óleo sobre
tela, 187x240cm, Colección
privada.

La famosa artista se hacía eco, con esta elección temática, del éxito alcanzado
por la guacamaya en los repertorios figurativos de su patria, tal y como puede
observarse en un pequeño detalle del ciclo de frescos pintado por Francesco
Salviati en el Palazzo Vecchio de Florencia (Historias de Furio Camilo, 1543-
1545). El papagayo de procedencia americana puede identificarse también
en el magnífico retrato de Carlos de Guisa, Cardenal de Lorena (1524-1574),
en el que el ave, pintada con colores muy vivos, se sitúa en el alfeizar de
una ventana y cumple con el requisito de ser un animal raro y costoso, cuya
pertenencia evidenciaba el status social de su propietario, justo como sucede
en el retrato coral de Lavinia Fontana49.

El papagayo tenía –y tiene− la capacidad de imitar la voz humana y, por ello,


el humanista Filippo Picinelli (1604-1678), autor de Mundus Symbolicus, una
obra de gran éxito en la que buceó en el significado de los símbolos en Europa
y América, lo asoció a los embajadores, es decir, a quienes se ocupan de
transmitir las noticias de los poderosos, y repiten aquello que un tercero
359
Universo Barroco Iberoamericano

les ha dictado, negándose, con esta acción, a expresar sus


propias opiniones50.

Este significado –que trasciende más allá de la vistosa poli-


cromía del pájaro de procedencia americana– se justifica ple-
namente a la luz de un lienzo inédito, posiblemente de factura
italiana, en la que un loro de colores muy vivos se muestra,
vigilante y atento, junto a San Juan Bautista (Fig. 6). El santo,
que no desempeña un papel por sí mismo en el anuncio de la
Nueva Fe, actuaría como un embajador/portavoz de la noticia
mientras que el papagayo resplandeciente del Nuevo Mundo,
como refleja la iconografía de la pintura, asumiría el papel de
prefigura de Jesucristo51.

La presencia de elementos de la fauna americana, a prime-


ra vista intrascendentes, explica y justifica la permeabili-
dad de múltiples lenguajes en la patria de Dante durante el
Manierismo y el Barroco que, además, confirman la trascen-
dencia del mensaje del Nuevo Mundo en la práctica artística
de los estados italianos.

Fig. 6. Anónimo italiano,


La predicación de San Juan
Bautista, óleo sobre tela,
121x196cm, Colección
privada.

360
La percepción literaria y artística del Nuevo Mundo en los Antiguos Estados de Italia (s. XVI-XVII) - Macarena Moralejo Ortega

1.  Este trabajo se ha realizado gracias a la financiación del Proyecto I+D Notas
HAR2014-52061-P financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad,
Gobierno de España con el título: La Copia pictórica en la monarquía hispánica
(siglos XVI- XVIII). Reflexiones generales, con un aparato bibliográfico extenso,
en Ordahl Kupperman, Karen. America in European Consciuousness 1493-1750,
North Carolina, University of North Carolina, 1995; Horodowich, Elisabeth et ali.
The New World in Early Modern Italy, 1492-1750, Cambridge, Cambridge Univer-
sity Press, 2017 y en Lepri, Nicoletta. Cultura visiva e Nuovo Mondo: immagini oc-
cidentali e colonie americane tra XVI e XVII secolo, Firenze, Ed. Polistampa, 2015.

2.  Respecto al legado artístico, y especialmente el pictórico, todavía no se ha


realizado una monografía que cuantifique la pintura italiana conservada en
instituciones de Latinoamérica, análoga a la visión de Norteamérica realizada
por Fredericksen, Burton B. Census of pre-nineteenth- century Italian paintings in
North America public collections, Cambridge, Harvard University, 1972. Recientes
investigaciones han continuado el método de trabajo iniciado por Fredericksen,
pero no han subsanado las deficiencias en torno al conocimiento de la pintu-
ra italiana conservada, a día de hoy, en América. Véase Reist, Inge. A market
for merchants princes: collecting Italian Renaissance paintings in America, New
York, The Frick Collection and Penn University, 2015; Bowron, Edgar Peters et
ali. Buying Baroque: Italian Seventeenth- Century paintings come to America, New
York, The Frick Collection and Penn University, 2017.

3.  Disposiciones teóricas y prácticas acerca de este método de actuación pueden


encontrarse en la documentación manuscrita del naturalista y museólogo Ulisse
Aldrovandi (1522-1605). Véase Cermenati Mario, Ulisse. Aldrovandi e l’America
en Annali di Botanica, 4, fasc. 4, 1906, pp. 316-366; Olmi, Giuseppe. “Magnus
Campus: I naturalisti italiani di fronte all’America nel secolo XVI” en Idem, L’in-
ventario del mondo. Catalogazione della natura e luoghi del sapere nella prima età
moderna, Bologna, ed. Il Mulino, 1992, pp. 211 y ss.

4.  El óleo sobre cobre mide 36x47,5cm. Otros datos sobre la colaboración entre
ambos artistas y las cuatro pinturas concebidas como serie en Baadj, Nadia Sera.
Jan van Kessel I (1626-1679): Crafting a Natural History of art in Early Modern,
Antwerp-London, ed. Turnhout, Harvey Miller Publishers, 2016.

5.  Recordemos que Cosme I intervino en la organización de los aparatos efímer-


os ideados para la recepción de Leonor de Toledo en Florencia con motivo de su
matrimonio en 1539. Se creó un arco efímero con las personificaciones de Nueva
España y del Virreinato del Perú. Véase Watt, Mary Alexandra. “"Veni, sponsa":
love and politics at the wedding of Eleonora di Toledo”, en Eisenbichler, Konrad.
The cultural world of Eleonora di Toledo: Duchess of Florence and Siena, Routledge,
2004, pp. 18-39; Kaufmann, Henry W. “Art for the Wedding of Cosimo de’ Medici
and Eleonora of Toledo (1539)”, Paragone. Arte, 1970, 243, pp. 52-67. Para la
celebración del primer matrimonio de Francisco de Medici con Juana de Austria
(1564) también se idearon referencias a América en el aparato decorativo de las
calles florentinas. Cfr., Petrioli Tofani, Annamaria. Gli apparati per le nozze di
Francesco de Medici con Giovanna d’Austria. Florencia, ed. Accademia Arti del
disegno, 2015; Lepri, Nicoletta. “"Ethruria principes disciplinam doceto": sacra-
lizzazione, esercizio del potere e censura nelle feste fiorentine del 1565”, Schifa-
noia, 44/45, 2013 (2014), pp. 183-200.

6.  Véase Gino Guarnieri, Giuseppe. L’ultima impresa coloniale di Ferdinando I dei
Medici: La spedizione R. Thornton al Rio Amazonas, all’orenoco, all’isola Trinidad
361
Universo Barroco Iberoamericano

con documenti in appendice e tre carte fuori testo. Livorno, ed. Giuseppe Meuc-
ci, 1910 y más recientemente Paoli, Lucia. “Da Livorno a nombre de Dios. Una
dettagliata relazione inviata a Firenze e il progetto dei Medici per un possesso
in Brasile”, Percorsi di arte e letteratura tra la Toscana e le Americhe. Firenze,
ed. Aonia, 2016, pp. 91-105. Robert Thornton, oficial de la marina al servicio
del Granducado de Toscana, dirigió la expedición desde Livorno a bordo de un
galeón y una tartana, junto a Sir Robert Dudley. El inglés, hijo ilegítimo del II
conde de Leicester, se instaló en Florencia a raíz de su conversión al catolicismo
(1606) después de haber surcado los mares como navegante y cartógrafo, al ser-
vicio de los Medici. Los instrumentos científicos que ideó y utilizó en sus viajes
se conservan en el Museo Galileo de Florencia. Véase también su atlas marítimo
del mundo ilustrado titulado “Dell’Arcano del mare” (Florencia, 1645-1646, vol.
I- III) que alcanzó un gran éxito en el ambiente cultural italiano y europeo.

7.  Véase Allen, David. “The Social and Religious World of a Knight of Malta in
the Caribbean c.1632-1660”, Malta. A case study in International Cross- Currents.
Malta, Malta University Publications, 1991, pp. 147-157.

8.  Sobre la ausencia de estudios específicos ya se aludió explícitamente en un


congreso celebrado en Valparaíso (Chile) en el año 2012. Véase Guzmán, Fer-
nando et ali. Vínculos artísticos entre Italia y América: Silencio historiográfico, VI
Jornadas de Historia del Arte, 1- 3 de Agosto del 2012, Valparaíso, ed. Catalonia,
2013.

9.  Para este tema véase Carnemolla, Stefania Elena. Fonti italiane dei secoli
XV-XVIII sull’espansione portoghese. Ed. ETS, 2000; Cadeddu, Maria Eugenia.
Il tesoro messicano: libri e saperi tra Europa e Nuovo Mondo. Firenze, ed. Leo
Olschki, 2013 y Trippini, Sergio. L’America vista dall’Italia: carte e atlanti dal XVI
secolo al XIX secolo. Civitella del Lago, Associazione Roberto Alamagia – Asso-
ciazione Italiana Collezionisti di Cartografia Antica, 2013.

10.  Para un argumento tan complejo y tan vasto véase Cantù, Francesca et
ali. Las cortes virreinales de la monarquía española: América e Italia. Actas del
coloquio internacional, Sevilla, 1-4 junio 2005, Roma, ed. Viella, 2008; Carma-
gnani, Marcello. “La organización de los espacios americanos en la Monarquía
española, siglos XVI-XVIII, Las Indias Occidentales: procesos de incorporación
territorial a las Monarquías Ibéricas (siglos XVI a XVIII). Ciudad del México, Co-
legio de México, 2012, pp. 331-356; Arrieta Alberdi, Joan. “Las formas de vincu-
lación a la Monarquía y de relación entre sus reinos y coronas en la España de
los Austrias. Perspectivas de análisis”, Monarquía de las naciones. Patria, nación
y naturaleza en la Monarquía de España. Madrid, Fundación Carlos de Amberes,
2004, pp. 303-326 y, por último, Yun Casalilla, Bartolomé et ali. “Introducción.
Entre el imperio colonial y la monarquía compuesta. Élites y territorios en la
Monarquía Hispánica (ss. XVI y XVII)”, en Las Redes del Imperio. Elites sociales
en la articulación de la monarquía hispánica, 1492-1714. Madrid, Marcial Pons
Historia, 2009, pp. 11-37.

11.  No se han realizado todavía estudios concretos, una visión general en Spit-
ta, Silvia. Misplaced objects. Migrating collections and recollections in Europe and
the Americas. Houston, University of Texas Press, 2009.

12.  Véase Markey, Lia. Imagining the Americas in Medici Florence. Pennsylvania,
Penn State University Press, 2016 y las actas del congreso Lepri, Nicoletta et ali.
Percorsi di arte e letteratura..., op. cit.
362
La percepción literaria y artística del Nuevo Mundo en los Antiguos Estados de Italia (s. XVI-XVII) - Macarena Moralejo Ortega

13.  Un primer análisis de los objetos americanos (piezas artísticas y otro tipo
de legado más relacionado con la etnografía, la botánica y otras disciplinas) que
la familia Medici conservó en sus residencias florentinas y en la embajada del
Gran Ducado en Roma en Heikamp, Detlef et ali. Mexico and the Medici. Firenze,
ed. Editrice, 1972. Véanse también de Detlef Heikamp las siguientes contribu-
ciones: “Mexicanische Altertümer aus süddeustschen Kunstkammern”, Panteon,
28, 1970, pp. 205-220 y México und die Medici- Herzöge en Myten der Neuen Welt.
Berlín, ed. Karl- Heinz Kohl, 1982, pp. 126-146.

14.  Véase una exposición temporal pionera en estos estudios que, por desgracia,
no ha tenido una continuidad en otros formatos expositivos posteriores: Hough,
Samuel J.. The Italians and the creation of America, cat. exp. John Carter Brown,
Brown University, 1980.

15.  Honour, H. The New Golden Land: European images of America from the dis-
coveries to the present time. London, Allen Lane, 1976.

16.  Un análisis de la influencia de la temática americana en la iconografía ma-


nierista y barroca italiana en Lepri, Nicoletta. Cultura visiva e Nuovo Mondo:
immagini occidentali e colonie americane tra XVI e XVII secolo. Firenze, Ed. Po-
listampa, 2015.

17.  Véase Domenici, Davide. “Cose dell’altro mondo: nuovi dati sul collezio-
nismo italiano di oggetti messicani tra XVI e XVII secolo”, en El imperio y las
Hispanias de Trajano a Carlos: clasicismo y poder en el arte español. Bononia Uni-
versity Press, 2014; Domenici, D. et ali. “Domingo de Betanzos’ Gifts to Pope
Clement VII in 1532-1533: Tracking the Early History of Some Mexican Objects
and Codices in Italy”. Estudios de cultura nahuatl, 2014, 47, pp. 169-209.

18.  Para la pintura de Ligozzi véase Museo Uffizi (depósito), inv. 7843., medidas
210 x 170 mm. Datos sobre esta obras y el funeral del rey en Florencia en Bietti,
Monica. La morte e la gloria: apparati funebri medicei per Filippo II di Spagna e
Margherita d’Austria. Firenze, ed. Sillabe, 1999, especialmente p. 99.

19.  Las contribuciones son muy escasas y marginales, véase Averini, Riccardo.
“Roma e l’arte barocca dell’America Latina”. Studi Romani, II, 1963, pp. 435-443;
Barroero, Liliana. Per una storia del mercato dell’arte: da Roma all’Europa e al
Nuovo Mondo tra la seconda metà del secolo XVIII e la fine del XIX, Giornata della
Ricerca, 2011, pp. 62-75. Véanse también las aportaciones de estudiosos italia-
nos y americanos en las actas del Simposio Internazionale sul Barocco Latinoma-
ericano, Roma, ILCA, 1982-1984, 2 vols, que no hemos podido consultar para la
redacción de este texto.

20.  Véase Ciaramitano, Fernando. “El virrey y su gobierno en Nueva España y


Sicilia. Analogías y diferencias entre periferias del imperio hispánico”. Revista
Estudios de Historia Novohispana, 39, 2008, pp. 117-154; de Nardi, Loris. “Los
virreinatos de Sicilia y Perú en el siglo XVII. Apuntes sobre una comparación en
el marco de la historia global de dos realidades solo geográficamente lejanas en
Estudios Políticos”. Medellín, Revista estudios políticos, 45, 2014, pp. 55-75; Idem,
“Appunti per uno studio comparato delle periferie dell'Impero Spagnolo: Indie
e Domini italiani a confronto (XVI e XVII secolo)”. Storia e Politica, n. 2, a. VIII,
2016, pp. 246-281.

363
Universo Barroco Iberoamericano

21.  Las estrategias comerciales de la república de Venecia a lo largo de su hi-


storia están a la base de varios estudios en los que también se ha ahondado en
las relaciones bilaterales entre los Virreinatos americanos y la famosa región
italiana. Para cuestiones artísticas véase Ambrosini, Federica. Rappresentazione
alegoriche dell’America nel Veneto del Cinque e Seicento. Artibus et Historiae,
1- 2, 1980, pp. 63-75; del Negro, Piero. Il mito americano nella Venezia del 700,
Venezia, ed. Liviana, 1986; Caracciolo Aricò, Angela et ali. L’impatto della sco-
perta dell’America nella cultura veneziana. Roma, ed. Bulzoni, 1990.

22.  Véase Rosso del Brenna, Giovanna et ali. “La costruzione di un nuovo mon-
do: territorio, città, architettura tra Europa e America Latina dal XVI al XVIII
secolo”. Atti del convegno internazionale di studi, Genova, 1993, Genova, ed. Sa-
gep, 1994.

23.  Véase Catto, Michela et ali. Milano, l’Ambrosiana e la conoscenza dei nuo-
vi mondi (secoli XVII- XVIII). Roma, ed. Bulzoni, 2015; Domenici, Davide et ali.
“Le collezioni archeologiche messicane delle Raccolte Civiche di Milano. Storia,
caratteristiche e prospettive future”. Milano e il Messico. Dimensioni e figure di
un incontro a distanza dal Rinascimento alla Globalizzazione, Milano, Jaca Book,
2010, pp. 51 – 67.

24.  Cfr., Boschi, Ruggero. “Una rappresentazione allegorica dell’America nel


Palazzo Lodron di Trento Martinelli”. Giornata bresciana di studi colombiani nel
V centenario della scoperta dell'America, atti del convegno, Brescia, ed. Geroldi,
1994, pp. 47-57.

25.  Una investigación pionera en Heikamp, Detlef. “American objects in Ital-


ian Collection of the Renaissance and Baroque: A survey”. First Visual Images of
America. The Impact of the New Word on the Old, vol. I, Berkeley, Berkeley Uni-
versity, 1976, pp. 455-483. Un análisis de conjunto reciente en Russo, Alessandra
et ali. Images take flight: Feather art in Mexico and Europe, 1400-1700, München,
ed. Hirmer, 2015.

26.  Fundamental en este análisis las aportaciones de Romeo, Rosario. Le scoper-


te americane nella coscienza italiana del Cinquecento, Bari, ed. Laterza, 1989 (1ª
ed, Napoli, ed. Scientifiche Italiane, 1953) y Surdich, Francesco. “La percezione
del territorio americano nelle prime testimonianze sul Nuovo Mondo”. La co-
struzione di un nuovo mondo, Genova, ed. Sagep, 1994, pp. 47-65.

27.  El italiano reflexionó por escrito acerca de la clasificación del arte en el siglo
XVI. Véase Capriano, Giovanni Pietro. De vera poetica. Venecia, ed. Bolognino
Zalantieri, 1555.

28.  Últimas reflexiones sobre el tema con bibliografía anterior en Chiummo,


Carla et ali. Intrecci virtuosi: Letterati, artisti e accademie tra Cinque e Seicento.
Roma, De Luca Editori d'Arte, 2017; E. Everson, Jane et ali. The Italian Academies
1525-1700, Networks of Culture, Innovation and Dissent. Oxford, ed. Legenda,
2016; Testa, Simone et ali. Italian Academies and their Networks, 1525-1700, from
Local to Global, New York, ed. Palgrave MacMillan, 2015.

29.  Véanse las propuestas de estudio descritas en la bibliografía de la nota an-


terior.

364
La percepción literaria y artística del Nuevo Mundo en los Antiguos Estados de Italia (s. XVI-XVII) - Macarena Moralejo Ortega

30.  Véase, con bibliografía precedente, el texto de Fiorani, Francesca. The mar-
vel of maps: Art, Cartography and Politics in Renaissance Italy. Yale, Yale Univer-
sity Press, 2005.

31.  Véase con bibliografía anterior Pecchi, Alessandro. La sala delle carte geo-
grafiche in Palazzo Vecchio: “capriccio et invenzione nata dal Duca Cosimo I”. New
York, ed. David Brown Book Company, 2008 y Rosen, Mark. The mapping of power
in Renaissance Italy: Painted cartographic cycles in social and intellectual context.
Cambridge, Cambridge University Press, 2015.

32.  Me refiero, fundamentalmente, al reloj de los planetas de Lorenzo della Vol-


paia, del que se conserva una reconstrucción moderna en el Museo Galileo de
Florencia y un gran globo terrestre ideado por Egnazio Danti, entre otros objetos.

33.  Véase Bellucci, Tiziana. “Pittori specialisti a Caprarola: il Vanosino, un


esperto di cosmografia e di mappe celesti”, Giovani studiosi a confronto: ricerche
di storia dell’arte dal XV al XX secolo, Roma. ed. Associazione culturale Shakes-
perare and Company, 2004, pp. 67-84; Warner, Deborah Jean. “The celestial car-
tography of Giovanni Antonio Vanosino da Varese”, Journal of the Warburg and
Courtauld Institutes, 34. 1971, pp. 336-337.

34.  Giorgio Vasari describió en sus famosas Vidas esta iniciativa como “una
cosa rarissima”. Vease Vasari, Giorgio. Vite. Milano, ed. Milanesi, vol. VIII, 1878-
1885, pp. 58-60. Para la trascendencia que la intervención de Egnazio Danti tuvo
en los ambientes académicos de Perugia, en donde adoptó un papel muy activo,
véase Levi Donati, G. Le tavole geografiche della Guardaroba Medicea di Palazzo
Vecchio in Firenze ad opere di Padre Egnazio Danti e Don Stefano Buonsignori (s.
XVI), Perugia, 1995.

35.  Véase Markey, Lia. “"Istoria della terra chiamata la nuova spagna": The
history and reception of Sahagún codex at the Medici court”, Colors between two
worlds, Milano, ed. Officina Libraria, 2011, pp. 199-218.

36.  Véase, con bibliografía precedente, el artículo de González Talavera, Blanca.


“Presencia castellana en la renovación del "Cappellone degli Spagnoli" del con-
vegno de Santa Maria Novella de Florencia a finales del Quinientos”, Bollettino
della Accademia degli Euteleti della Città di San Miniato, 91.2013, 80, 2013, pp.
205-217.

37.  Véase Gualterotti, R. L’America, Firenze, ed. Cosimo Giunti, 1611.

38.  Cfr., Garzoni di Bagnacavallo, Tommaso. Piazza Universale di tutte le profes-


sioni del mondo, Ravenna, 1585, Discorso XXXVII, pp. 234-263, para las reflexio-
nes sobre América véanse pp. 261-263. Recordamos que Suárez de Figueroa
realizó una traducción aumentada y corregida al castellano del famoso tratado
taxononímico en 1615, que tuvo varias reediciones. Véase la edición crítica de
Jalón, Mauricio. Plaza universal de todas las ciencias y artes, Valladolid, ed. Junta
de Castilla y León, 2006. Para nuestro análisis véase tambien Mannetti Zannini,
G.L. “La percezione del Nuovo Mondo nell’epoca garzoniana”, Tomaso Garzoni,
uno zingaro in convento. Celebrazione garzoniane, IV Centenario (1589-1989),
Ravenna- Bagncavallo, 1989-1990, pp. 200-217.

39.  Cfr., Garzoni di Bagnacavallo, Tomasso. Piazza Universale di tutte..., op.cit,


p. 236.
365
Universo Barroco Iberoamericano

40.  Reflexiones sobre el modo en el que Federico Zuccari copió a Garzoni en su


Lettera a principi e Signori Amatori del disegno en Moralejo Ortega, Macarena, (ed.
crítica en italiano y español), L’idea de’ pittori, scultori ed architetti. Madrid, ed.
Akal (en prensa, 2018).

41.  Para la primera edición –sin ilustraciones− véase Ripa, Cesare, Iconologia
overo Descrittione Dell'imagini Universali cavate dall'Antichità et da altri luoghi,
Roma, ed. Heredi di Giovanni Gigliotti, 1593. Cesare Ripa señaló que había con-
sultado para la redacción de este epígrafe textos de jesuitas, como el del Pa-
dre Girolamo Gigli y el de Ferrante Gonzales y había hablado sobre el tema con
Fausto Raughese de Montepulciano. Estos nombres no se han identificado toda-
vía en el contexto de estudios americanistas e italianos de la Iconologia. Véase
Zugasti, Miguel. La alegoría de América en el barroco hispánico del arte efímero al
teatro, Valencia, ed. Pre-textos, 2005.

42.  Véase el lienzo de Luca Giordano (Hazlitt Gallery, Londres) y el de France-


sco Trevisani (Galleria Nazionale, Palacio Barberini, Roma). En cuanto a Fran-
cesco Solimena, recientemente han salido a la venta los cuatro bocetos con las
alegorías de los cuatro continentes pintados para la cámara privada de Carlos III
de Borbón en el palacio real de Nápoles con motivo de su boda con María Amalia
de Sajonia. Datos sobre la venta, Sotheby’s, Nueva York, 26 de enero del 2017,
óleo sobre lienzo, 76,5x 96,7 cm cada uno. Para Crescenzo de la Gamba véase el
óleo sobre cobre vendido en Sotheby’s, Londres, 30 de octubre de 2008, 30x 22
cm. En cuanto a Giacinto Gimignani, se conserva un dibujo, sin fechar, titulado
“Alegoría de América”, en el departamento de artes gráficas del Museo del Lou-
vre (inv. 1238 recto).

43.  Los expertos en Torquato Tasso han señalado que uno de los proyectos del
escritor fue escribir una obra sobre el Nuevo Mundo que jamás llegó a realizar. La
Biblioteca Ambrosiana de Milán conserva una copia, exclusivamente, del canto
XV, titulada como “Navigazione del Mondo Nuovo” (R 99 Sup) que se creyó, du-
rante mucho tiempo, como una obra independiente del escritor. Un análisis de
este manuscrito en Cachey, Theodore. “Tasso’s Navigazione del Mondo Nuovo
and the origins of the Columbus Encomium”, Italica, 69, 3, 1992, pp. 326-343
y Tylus, Jane. “Reasoning Away Colonialism: Tasso and the production of the
Gerusalemme liberata”, South Central Review, 10, nº 2, 1993, pp. 100-114.

44.  La bibliografía es muy abundante, véanse dos de las contribuciones más


amplias: Lotoro, Valentina. La fortuna della Gerusalemme liberata nella pittura
napoletana tra Seicento e Settecento. Roma, ed. Aracne, 2008; Martini, Elisa. “Il
Tasso istoriato: la "Gerusalemme" tra edizioni e affreschi a Genova tra XVI e
XVII secolo”, Le sorti d’Orlando, Lucca, ed. Pacini Fazzi, 2013, pp. 213-231.

45.  El original de esta carta abierta se conserva en la Biblioteca Apostólica


Vaticana y fue publicado por primera vez, con una traducción al castellano de
su autor, por Domínguez Bordona, José. “Federico Zuccari en España”, Archivo
Español de Arte y Arqueología, 3, 1927, pp. 77-89. Otros datos sobre los destinata-
rios venecianos de esta carta y el formato de la misma en Bruquetas Galán, Rocío
et ali. “Estudio de algunos materiales utilizados por Zuccaro en las obras de San
Lorenzo de El Escorial”, Archivo Español de Arte, 70, 1997, pp. 163-176; Lionello,
Puppi. “Paolo Veronese in Spagna”, Artibus et Historiae, In Memory of William
R. Rearick (1930-2004), part. I, LV, 2007, pp. 67-72 y Moralejo Ortega, Macare-
na. “Nuevas noticias entorno al matrimonio entre Bianca Cappello y Francesco
de Medici (1579). Una carta abierta escrita por Giovanni Mario Verdizzotti y el
366
La percepción literaria y artística del Nuevo Mundo en los Antiguos Estados de Italia (s. XVI-XVII) - Macarena Moralejo Ortega

papel de Felipe II en el asunto”, La dinastía de los Austria, las relaciones entre la


Monarquía Católica y el Imperio, Madrid, Ediciones Polifemo, 2011, vol. III, pp.
1729-1767.

46.  El dibujo ha sido identificado por la crítica como “Alegoría del pecado a par-
tir de una inscripción de mano del autor "PIANTO / PECAT[O] / SPAVENTO y se
conserva en la Pierpont Morgan Library, inv. 1968. 5. (188x266mm). Un análisis
del dibujo y su posible fecha de realización en Mundy, E. James. Renaissance into
Baroque: Italian Master Drawings by the Zuccari: 1550- 1650, cat. exp. Milwaukee,
1989, nº 89.

47.  Véase la carta, de un agente anónimo, fechada el 12 de junio de 1582 y


conservada en ASF, MP 5930, fol. 447. La misiva fue publicada por Heikamp
Detlef et ali. Mexico and…, op.cit., 1972, p. 30.

48.  La obra, titulada “Retrato de cinco mujeres con un perro y un papagayo”


(óleo sobre tela, 187x142cm.) fue vendida el 23 de abril del 2010 en la sede de
Dorotheum de Viena (lote 25). María Teresa Cartaro, experta en la artista, con-
firmó la atribución del lienzo a Lavinia Fontana, pero no identificó al personaje
principal y a sus damas. Muy posiblemente el lienzo, propiedad de los príncipes
Medicis de Ottajano, retrató a alguna de las mujeres de esta familia y sus damas
hacia 1604-1606. La obra se conserva en una colección privada.

49.  La obra ha sido atribuida, sin argumentos de peso, a Domenico Theotokopu-


li “El Greco”. Se trata de un óleo sobre lienzo de 178,5 x 94,5cm. que se conserva
en el Museo Kunsthaus de Zürich y fue donado por la Betty and David Koetser
Foundation en 1986.

50.  Véase Picinelli, Filippo. Mundus Symbolicus, Venezia, 1635, véase Lib. IV,
Aves, cap. LIX, Psittacus, p. 326.

51.  La pintura, que hemos titulado provisionalmente como “La predicación


de San Juan Bautista”, no está firmada y se conserva en una colección privada
española. Agradezco a sus propietarios la posibilidad que me han brindado de
estudiarla en su residencia y, próximamente, dedicaré un artículo a su análisis.
La obra, un óleo sobre tela, mide 121x196cm. y se encuentra en un buen estado
de conservación.

367
Universo Barroco Iberoamericano

Técnicas jesuíticas de predicación misional,


del Viejo al Nuevo Mundo (c. 1550-1650)

Juan Luis González García


Universidad Autónoma de Madrid - [email protected]

Resumen De los tres fines de la retórica clásica (enseñar, deleitar y conmover), el


más buscado por los misioneros jesuitas fue el movere. Por medio de esta
‘retórica emotiva’, el púlpito se transformó en una especie de proscenium
donde el predicador interactuaba con retablos e imágenes con ánimo de
mover a reflexión sobre la Pasión de Cristo, las penas del infierno o la con-
sideración de la muerte. A ambos lados del Atlántico, los jesuitas pronto se
acostumbraron al uso de imágenes reales ante un público familiarizado con
las procesiones y el teatro eucarístico: ya fueran tratadistas de oratoria (Juan
Bautista Escardó, António Vieira) o predicadores experimentados (Jerónimo
López, Diego de Estrada), todos contribuirían a hacer el sermón casi visible
y capaz de persuadir a los espectadores con ayuda de la imaginería visual.
Palabras clave: imaginería, teoría del arte, retórica visual, Contrarreforma,
predicación jesuítica de la Edad Moderna, historia de las emociones.

Abstract Of the three aims of classical rhetoric (to instruct, to please and to move),
movere was the most sought after by Jesuit missionaries. Through this
‘emotive rhetoric’, the pulpit was transformed into a kind of proscenium
where the preacher interacted with altarpieces and images with the aim of
provoking feelings to reflect upon Christ’s Passion, the hardships of hell and
the consideration of death. On both sides of the Atlantic, the Jesuits soon
became accustomed to the use of real images before an audience familiar with
processions and Eucharistic plays: whether rhetorical writers (Juan Bautista
Escardó, António Vieira) or seasoned preachers (Jerónimo López, Diego de
Estrada), all contributed to making the sermon almost visible and capable
of persuading their listeners with the aid of visual imagery.
Keywords: imagery, art theory, visual rhetoric, Counter-Reformation, Early
Modern Jesuit preaching, history of emotions.

I
368
Técnicas jesuíticas de predicación misional, del Viejo al Nuevo Mundo (c. 1550-1650) - Juan Luis González García

El uso de imágenes en el púlpito fue algo acostumbrado entre el clero secular I


y regular de la temprana Edad Moderna, aunque siempre ceñido al ámbito de
la predicación popular y de misión1. En este aspecto, y sobre las demás órde-
nes, destacaron los capuchinos2 y los miembros de la Compañía de Jesús3.
Casi invariables a través del tiempo y de las naciones4, los temas expuestos
por la predicación al vulgo —refuerzo y complemento doctrinal de la labor
parroquial— exponían verdades eternas y fundamentales. Era una oratoria
más ascética y moral que mística, evocaba las penas del infierno con más
gusto que el paraíso, exhortaba acerca del horror del pecado y la necesidad de
la penitencia. Abundaban en ella los exempla ex contrariis, ejemplos patéticos
y de castigos divinos concebidos para provocar un comportamiento contrario
al de los condenados. Los oradores hacían pasar a su público del miedo al
suplicio eterno a la esperanza en la salvación, del pecado a la contrición.

En la retórica griega, este modo vehemente y vigoroso, indicativo tanto de la


habilidad del orador como del temor que producía la intensidad de su dis-
curso, tenía por nombre deinos charakter o deinotes. La deinosis entrañaba
una técnica para representar un hecho como más «terrible» de lo que era
en realidad. A tal fin el rétor trataba de despertar, por sus propios medios,
emociones que el caso por sí solo no podría avivar. La terribilità de la crítica
artística del Renacimiento proviene directamente de la deinosis, popula-
rizada en la época por la edición de fuentes griegas, especialmente por
Hermógenes5. Giorgio Vasari empleó el calificativo para referirse al efecto
imponente, temible y grandioso que presentaban algunas figuras de Miguel
Ángel, aunque también lo aplicó ocasionalmente a las de Masaccio o Rosso
Fiorentino6, y hoy se ha extendido a ciertas pinturas obradas por Tiziano para
Carlos V y Felipe II7. El cardenal Gabriele Paleotti también se inspiró en las
opiniones de Hermógenes y Quintiliano sobre la peroratio para justificar los
efectos empáticos logrados por las imágenes devocionales8, y en esto fue
seguido puntualmente por el teórico y pintor Francisco Pacheco: «Y, dexando
muchas cosas que se pudieran referir a este propósito [conmovedor de las
imágenes], viene bien… lo que cuenta Quintiliano, que solía traerse a juicio
369
Universo Barroco Iberoamericano

en presencia de los magistrados las imágenes de aquellos por cuyas partes


jusgaban (sic); pareciéndoles medio poderoso para mover el ánimo del juez»9.

Fray Luis de Granada fijó para la predicación hispana esta equivalencia lite-
ral entre deinosis y gravitas, una virtud con la que el orador sagrado podría
«con un saludable y necesario temor hacer temblar y mover los ánimos de
los perezosos e ignorantes»10. Este temor de Dios y el odio del pecado mor-
tal se aguzaban predicando la inevitabilidad de la muerte, la severidad del
Juicio Final, y la amargura y eternidad de los castigos infernales. San Vicente
Ferrer —señalaba Granada— redujo a penitencia a multitudes de personas
por esta vía, capaz de «mover eficazmente los corazones de los hombres,
aunque sean de acero»11.

En comparación con la predicación culta, quedan pocos textos de este tipo


de oratoria dedicada a la conmoción más inmediata del vulgo por vía de re-
cursos elocutivos, gestuales y de imágenes. Uno de los pocos impresos que
atestiguan dichas actitudes del Barroco temprano es la Rhetorica christiana
o Idea de los que dessean predicar con espiritu y fruto de las almas, del jesuita
Juan Bautista Escardó (1647), la cual incluye varios capítulos que consti-
tuyen un verdadero tratado sobre cómo combinar las artes visuales con la
predicación12. Algunos párrafos son puras transliteraciones de Quintiliano:

Mueven á compassion algunas vezes, ver con los ojos las señales de las
heridas, y llagas, que algunos recibieron indignamente, y los vestidos
ensangrentados… Y esta es la causa, que los predicadores algunas vezes
para mover mas al auditorio, sacan en el pulpito algunas devotas imagi-
nes en el sermon de la Passion, y en algunos otros de grande mocion13.

Los paganos emplearon esta técnica, como declaraba el procedimiento al


que acudió Marco Antonio para conmover a los romanos por el magnicidio
de César. Reunió al pueblo, contó las buenas obras del dictador y narró su
muerte, pero ante la falta de emotividad por parte del auditorio, sacó las
vestiduras agujereadas y bañadas en sangre. Los romanos se deshicieron
en lágrimas y se volvieron contra los asesinos. Si esto pudo afectar tanto los
ánimos de los gentiles, «quanto mas ha de mover a los oyentes Christianos,
ver la imagen de Christo crucificado, arroyado con la sangre, que le salio de
las llagas, de manos, pies y costado»14. El púlpito se transformaba así en
una especie de proscenium donde el predicador interactuaría con su atrezzo
objetual, a veces con telón incluido, igual que en el teatro, como hiciera el
religioso y dramaturgo salmantino Lucas Fernández en su Auto de la Pasión
(c. 1500-1503, ed. de 1514), donde concurren en sendos momentos culmi-
nantes de la narración un Crucificado y un Ecce Homo, envueltos en coros y
música de órgano15. La idea era provocar sensaciones, incluso olfativas, con
el incienso y la cera, mover a la imaginación a reflexionar sobre los tormen-
tos de Cristo, las penas del infierno o la consideración de la muerte. Los
mejores momentos para sacar imágenes acaecían al final de los sermones
de Pasión, o en el de la conversión de la Magdalena —que se pronunciaba el
370
Técnicas jesuíticas de predicación misional, del Viejo al Nuevo Mundo (c. 1550-1650) - Juan Luis González García

sexto jueves de Cuaresma ante las prostitutas locales16—, o en los peniten-


ciales y escatológicos. Siempre mejor en pueblos y en misiones que en las
ciudades, y nunca en las primeras ocasiones, para no perder reputación si
el truco no resultaba17.

Fray Luis de Rebolledo, predicador real de Felipe III, aludía en sus Cien ora-
ciones fúnebres al auxilio visual que podía tener a su disposición el orador en
toda iglesia, en imágenes, retablos, frescos o vidrieras: «La ciudad del Cielo
no la hemos visto, ni aun pintada. Pintura ay del infierno, pero no de el cielo.
[…] Verdad es que por essas paredes [se refiere a alguna iglesia de Sevilla] ay
infiernos pintados, pero mucho va de lo viuo a lo pintado»18. Si la imagen era
portátil y de pequeñas dimensiones, el predicador tenía la opción de ocultarla
bajo sus ropas para sacarla en el momento oportuno; en caso contrario, la
reservaría tras unos cortinajes para su descubrimiento posterior, como se
hacía con las «apariencias» —lo que hoy son «cuadros plásticos»—, definidas
en el Tesoro de Sebastián de Covarrubias como «ciertas representaciones
mudas que, corrida una cortina, se muestran al pueblo y luego se vuelven
a cubrir»19, lo cual exigía rasgos abultados, como se pintan, e intensidad en
la expresión.

Un orador exagerado no dudaría en agitar además una campana, un martillo


o unas cadenas, o restallar en el aire látigos o cuerdas, golpearse en el pecho
o en la cara, dar palmadas... Todo rayano en el ridículo, algo a evitar a toda
costa20. Comportamientos así de chuscos se registran desde comienzos del
seiscientos. El portugués Tomé Pinheiro da Veiga, residente en Valladolid
mientras la Corte española estuvo allí, observó el quehacer de algunos predi-
cadores durante la cuaresma de 1605, y no perdió detalle al referir algunas de
las farsas en las que, unos años antes, había incurrido cierto fraile que actuó
como un verdadero histrión: «me contaron que estos años atrás, predicando
un franciscano viejo, sacó una cruz y una calavera, y viendo que una pobre
moza se enternecía, y que un rufián estaba torciendo los bigotes y amena-
zándola, comenzó a gritar: “Puto ladrón, quítate delante; dejadme dar con
el infante en el infierno, qui ponit obicem Spiritui Sancto”. Y tomó la calavera,
y se la tiró, con la cruz, a la cabeza; y con este chiste acabó el sermón»21.

La práctica homilética contrarreformista se tradujo en la dramatización de


las escenas religiosas, en la gestualidad y en la expresión; en la pronuntiatio,
en definitiva. Mediante el poder de la palabra y el gesto entraban en juego los
afectos o emociones básicas, distintas y peculiares según la percepción de
cada espectador. El mejor actor-predicador sería aquel capaz de provocar las
más fuertes pasiones para suspender y arrastrar a través de lo irracional a
sus destinatarios22. También dentro de la ratio studiorum de los jesuitas (1586)
se codificaron ciertos ejercicios de la actio (llamados actiones) en los que el
tono de la voz y la gestualidad quedaban casi comprendidos dentro de los lími-
tes prácticos del teatro23. La ratio dio así mismo mucho empuje al desarrollo
de la memoria artificial (un recurso actoral básico) para la predicación, con
la implantación, por parte del P. Jerónimo Nadal, del Ad Herennium, Cicerón
371
Universo Barroco Iberoamericano

y Quintiliano como lecturas en los colegios de la Compañía24. Hay constancia,


por último, de que los jesuitas españoles no dudaron, cuando fue necesario,
en utilizar recursos escenográficos como la linterna mágica para hacer ver al
pueblo los horrores del infierno25. No obstante, la exigencia retórico-doctrinal
de dar un uso modesto, decoroso y no afectado a los gestos dominó todos
los ámbitos de la presentación pública en la temprana Edad Moderna. Este
código de conducta se repetiría en los curricula de las escuelas de latinidad
o las regulaciones de los jesuitas26. En general, como Louis de Cressolles
(1620) y Nicolas Caussin (1626) propugnaban —y éstos son solo dos de los
más conocidos tratadistas jesuitas de retórica interesados por la relevancia
de la pronuntiatio27—, la gesticulación debía reprimirse por ser atributo de
pueblos sin civilizar y de las capas sociales más bajas.

II No obstante lo dicho, hubo una clara influencia actoral sobre los predicadores
de la Sociedad y viceversa, conscientes ambos del paralelismo de su arte y
de su misión comunicativa, que en el caso del teatro escolar, por su inten-
ción de moralizar y conmover, se identificaban28. Los sermones misionales
jesuíticos estaban dirigidos a una audiencia familiarizada con la imaginería,
las procesiones y los dramas litúrgicos y de Pasión. Todas las normas del P.
Escardó, ajustadas a la práctica oratoria de la época —que él ejerció durante
cuarenta años—, se repiten como auténticos topoi en la concionatoria popular
y evocan, a modo de crónica «emocional», ciertas reacciones devenidas con-
vención ante determinadas situaciones narrativas e ideas trascendentales. A
efectos de excitar la empatía y el arrepentimiento del público, el predicador
llevaría consigo un crucifijo para exhibirlo al final de la alocución y dialogar
con él, en días muy señalados de Cuaresma o Semana Santa. Tendría buen
tamaño, ni tan pequeño que no se viese ni tan grande que no pudiera es-
conderse y enarbolarse ante los impresionados espectadores. El auditorio
debía predisponerse con una voz penetrante, abundando en coloquios con
Dios, rogándole que saliera del sagrario y les mostrara su rostro, sus llagas
o espaldas; también hablaría el orador con los oyentes preguntándoles si
querían ver a Cristo para pedirle perdón, o si se lo pedirían si le vieran coro-
nado de espinas, azotado o crucificado.

Estos diálogos icónicos con Cristo también podían hacerse con «la Virgen
cubierta de luto», dependiendo del asunto del sermón. Las acciones a seguir
y las palabras a pronunciar al sacar la imagen estarían previstas por completo
y ordenadas crecientemente, subiendo el tono conmovedor. Así, la imagen
se sacaría cubierta; después se desvelaría y el predicador conversaría con
ella, mostrándola al auditorio o a otras imágenes devotas que hubiera en la
iglesia, reunidas de este modo en fingido coloquio. Si los fieles prorrumpían
en lágrimas, no debía detenerse; para no entibiarles, y mientras la imagen
estuviera a la vista, el religioso soslayaría argumentar mediante autoridades
o símiles, decantándose más bien por apóstrofes y verbos de visualidad. Con
ellos apelaría a las distintas partes de la imagen; si era de un Crucificado,
señalaría las llagas o las manos atravesadas por los clavos; en caso de que
372
Técnicas jesuíticas de predicación misional, del Viejo al Nuevo Mundo (c. 1550-1650) - Juan Luis González García

fuera un Ecce Homo —como hiciera el P. Francisco Mendoza29—, habría de


indicar la caña, la cadena, la soga, o la ropa, que llegado el caso «levantarà
para mostrar las espaldas cubiertas de sangre»30.

El público, en fin, acudía a los templos con una predisposición y deseo de


ser conmovido de forma violenta, lo cual creaba un estado psicológico co-
lectivo y una exteriorización potenciados por el influjo de unos sobre otros.
Todo en forma análoga a como se producía en el teatro, y a ambos lados del
Atlántico. San Francisco Solano († 1610), apóstol del Perú, a veces entraba
en los patios de comedias y predicaba sacando un crucifijo, conminando a
aquel licencioso auditorio a considerar la tragedia del Calvario31. De vuelta
a la Península, fray Pedro de Valderrama († 1611), prior del convento de San
Agustín en Sevilla y provincial de la Orden en Andalucía, aunque también
ejerció de predicador real de Felipe III en la Corte32, gracias a su formación
inicial con los jesuitas gozó de fama de talentoso para mover y sacar lágrimas.
Durante un elaboradísimo sermón sobre la conversión de la Magdalena que
pronunció en Zaragoza, con ayuda de un ingeniero italiano oscureció primero
la iglesia y ocultó la imagen de un Crucificado, el mayor que pudo encontrar
en la ciudad, y dos antorchas a modo de ciriales tras el púlpito. Después dis-
puso, con todo secreto, cuatro coros de cantores y cornetistas en los ángulos
de la iglesia. A mitad de la predicación hizo una pausa y dando una voz con
fuerza extraordinaria dijo: «¡Señor mio Jesu Christo!, parezca aquí vuestra
divina Magestad, y vea este pueblo el estrago que con sus pecados han hecho
en su santa persona, tan digna de respeto y veneración». Apenas acabó de
pronunciar la frase cuando apareció de repente «la santa Imagen de Christo,
puesto en Cruz, y a los lados las antorchas». El efecto sorprendente sobre la
congregación fue en verdad dramático, hasta el punto que la confusión dentro
de la iglesia, según su biógrafo, el P. Francisco de Luque Fajardo «parecía
una pintura o representación de juycio final»33.

Otro jesuita, el P. Jerónimo López —quien sabemos exhibió alguna imagen


mariana en el clímax emocional de un sermón y enseñó tales prácticas a los
novicios34—, sacó durante una misión en Salamanca (1653) el horrible retrato
de un ánima condenada. Para infundir más espanto entre el público, hizo que
dos jóvenes que estaban sobre una mesa bajo el púlpito lo alumbrasen con
sendas hachas encendidas. Al final de aquel sermón del infierno, todos los
espectadores abandonaron la iglesia llenos de temor, pero sintiéndose apro-
vechados solicitaron al predicador que mostrase de nuevo aquella imagen
en otro sermón, cosa que hizo35 y que repitieron en 1657 sus compañeros
PP. Diego de Estrada y Miguel de Villaverde36. Un último caso se halla en el
famoso Sermón de Sexagésima predicado en Lisboa en 1655 por el también
jesuita António Vieira, recién llegado de evangelizar en Brasil37. Tras un relato
detallado del juicio a Cristo, el auditorio no parecía conmovido, pero entonces
ejecutó una «apariencia»: «Córrese en este caso una cortina, aparece la
imagen del Ecce-Homo, y veis aquí a todos postrados por tierra, veis aquí a
todos herirse los pechos, aquí las lágrimas, aquí los gritos, aquí los alaridos,
aquí las bofetadas… Tanto lo que descubrió aquella cortina lo había ya dicho el
373
Universo Barroco Iberoamericano

predicador. Pues si esto entonces no hizo estruendo alguno, ¿cómo hace aho-
ra tanto? Porque antes era Ecce-Homo oído, y ahora es Ecce-Homo visto»38.

III Los sermones fúnebres formalizaban una categoría escenográfica propia.


Durante su pronunciación, podía quemarse un trozo de papel, o apagar una
vela, como símbolos fácilmente inteligibles de la fugacidad de la vida. Así
mismo quedaban a mano los monumentos funerarios y memoriales exis-
tentes en el templo donde se predicaba. En 1611, el canónigo de la catedral
de Granada, doctor Gonzalo Sánchez Lucero39, los empleó de aquella ma-
nera para disertar acerca de lo efímero de la vida y de lo necesario que era
asegurarse la salvación y prevenirla con buenas obras: «Pero si queréys
desengañar, y ver la mudança y sucesión de ojos, quitad de aí los ojos y po-
neldos en la tierra y veréys lo que passa. Llegáos a ese Sagrario y hallaréys
quatro o cinco Arçobispos, ya secos y marchitos. Passad por aquella Capilla
de la Antigua y contaréys centenarios de Prebendados»40. El dominico Alonso
Gómez, en las honras que se hicieron a Felipe III en 1621, simuló un diálogo
con un muerto enterrado en el convento murciano de Santo Domingo el Real
para elucidar el sentido de la muerte:

Apartáos, hazed lugar y sacadme un difunto de esas sepulturas con


su mortaja, y barboquejo, ponedlo en lo alto de esse túmulo, a vista de
todos. Amigo, ¿cómo se vive? ¿No hablas, mudo? ¿No hablas, cuerpo
sin alma? ¿No me oyes, sordo? ¿Cómo se vive? Habla, no nos atemorize
señores ver hablar a un muerto… ¿Fuiste vivo? Sí ¿Cómo se vive? Sic,
assí muerto. ¿Fuiste rico? Sí. ¿Cómo se vive con essas riquezas? Sic, con
esta pobreza, sin más que esta mortaja. ¿Fuiste valiente? Sí. ¿En qué
pararon essas fuerças? Sic, en esta flaqueza. ¿Fuiste hermoso? Si. ¿Qué
se hizo la hermosura? ¿Adónde la bizarría, las galas, rizos y tocados?
Sic, todo vino a parar en esta fealdad. Mas, ¿para qué buscamos agenos
exemplos, teniendo el presente? ¡O Príncipe y Monarca del mundo, o
gran Felipe Tercero!41

No obstante, el paso más extraordinario de los sermones mortuorios era


establecer un diálogo de ultratumba con una calavera, un ejercicio aún más
difícil que mostrar imágenes artísticas. El público tenía que ser aparejado
previamente con alguna llamada de atención y, una vez sacada la calavera,
obrar de modo semejante a con el Cristo y demás imágenes. En este con-
texto, la calavera coronada con una tiara imperial con la que parece dialogar
el retrato de San Francisco de Borja encargado por los jesuitas de Sevilla a
Alonso Cano (1624, Museo de Bellas Artes de Sevilla) no sólo aludiría a su
decisión de abandonar el mundo tras contemplar el cadáver de la Emperatriz
Isabel de Portugal, sino a la figuración de esta clase de prácticas comunes
en la predicación de la Compañía. Una famosa pareja de esculturas de Juan
Martínez Montañés (1610, Iglesia de la Anunciación, Sevilla) evidencia un
ejemplo anterior del mismo procedimiento, en el que cada imagen sostendría
un objeto susceptible de ser enarbolado durante el sermón (la calavera para
374
Técnicas jesuíticas de predicación misional, del Viejo al Nuevo Mundo (c. 1550-1650) - Juan Luis González García

San Francisco de Borja, y el crucifijo para San Ignacio). Los predicadores más
puristas, de todas formas, siempre criticaron estos usos, tan conmovedores
como artificiosos, que a finales del quinientos ya viera el dominico Agustín
Salucio: «Hállanse otros, de más subida ralea, que en los púlpitos, predican-
do, sacan cruces, calaveras de finados y huesos que se echan al cuello, no
más que para mover al vulgo, que con tales invenciones suele provocarse a
lágrimas dignas de risa y mal empleadas, pues no se emplean en lo que deben
ni por causas justas y legítimas. […] ¿Cuándo San Pablo mostró calaveras,
ni sacó cruces, ni supo qué cosa era sino predicar a Cristo crucificado?»42.

Terminaremos esta sección con un aparatoso sermón sobre la muerte y el


retiro del mundo que el P. Juan Bautista Escardó predicó durante la Cuaresma
de 1643 a las meretrices de la ciudad de Valencia, agavilladas en la parroquia
de San Martín. En él se registran las principales técnicas icónicas y dialogales
de la peroración con imágenes y calaveras —acotaciones escénicas inclui-
das—, y por ello lo citaremos por menudo. Cerca del final, el experto orador,
tras preparar largamente al auditorio y advertir el instante adecuado para el
golpe de efecto, le pide a Dios que su lugar predique un difunto, para mover
a lágrimas y a penitencia, uno «de los que estan enterrados en esta Iglesia,
que se aparezca en este pulpito, y acabe este sermon», pues su presencia
será más elocuente que sus palabras. En un momento dado grita:

Mas ay, que ya le veo aquí: Iesus! Iesus! y que espectaculo de tanto ho-
rror! ya esta aqui el muerto, que nos ha de predicar, ya esta aqui: yo le
quiero dar la sobrepelliz, para que predique…: oydle tambien vosotros,
atentamente, assi os de Dios la salvacion: (saca la calavera). Ecce defunc-
tus… Veis aqui el muerto, veislo aqui, solo sin hablar predica, callando
predica: Ecce Ecce. Hombres, mugeres, Ecclesiasticos, seculares, moços,
viejos, veis aqui en que havemos de parar todos: Ecce Ecce defunctus.

Después pasa a dirigirse a los distintos estados presentes entre el público,


con el tópico del Ubi sunt?:

Esta calavera representa un cauallero moço, que estava en esta Ciudad, y


se preciava de galas, y vanidades, que se han hecho aquellas guedexas?
[…] ya se acabó, ya no ay memoria: y lo mismo ha de ser de ti, que oyes
este sermón…

Prosigue:

Ecce, Ecce defunctus. Esta calavera representa una dama natural desta
ciudad, hermosa como un Angel, que se han hecho aquellos cabellos
rubios como hebras de oro?

Por último, llegando a donde quiere siguiendo la dispositio prevista, culmina:

375
Universo Barroco Iberoamericano

Esta calavera representa una muger deshonesta, que estuvo en esta


ciudad de Valencia; que fue muy amada de muchos, y agora sale aqui por
voluntad de Dios à predicar a estas hermanas suyas, que la imitan en el
pecar, y en el perseverar en la mala vida: Ecce, Ecce defunctus. Ea pues
difunta, calavera, habla… [Hace una prosopopeya] Mirad Hermanas mias,
que yo vivia como vosotras vivis, qual os veis, me vi yo en algun tiempo,
y que tambien os vereis presto de la manera que me veis.

Con las mujeres perdidas, según Escardó, no bastaba con sacar una calavera,
sino que había que rematar con la imagen «parlante» del Crucificado para
lograr los efectos deseados:

Veis aqui à Iesu Christo, hijo del Padre Eterno muerto en una cruz, para
salvarnos: Venite adoremus (quitar el velo negro, con que ha de estar cu-
bierto). Almas, almas, mirad à Christo lleno de llagas, y manando sangre
por tantas partes: mirad quan desfigurado está: corona de espinas en
la cabeça, clavos en las manos, y en los pies, el costado traspassado
con una lança…

Escardó se dirige al Crucificado, y habla por Él, mientras sostiene la cruz


por su remate como para facilitar que Cristo pueda contemplar a los fieles,
describiendo a la vez las distintas partes de la imagen mediante la hipotiposis:

Pues Señor, ved si ay alguna alma, que os quiera mas a vos que al pe-
cado; buscadla por el auditorio, ved si os querrá adorar, dezidle que os
pida perdón (tomar el Christo por la parte de la cruz donde esta el titulo,
y baxandole decir:) Mira pecadora lo que me cuestas; mira mi cabeça
inclinada, que te llama para darte paz: mira mis braços abiertos, con que
te quiero abraçar; con esta cabeça coronada con espinas toco a la puerta
de tu coraçon, para que me dexes entrar en el, y no quieres abrirme?

«Ay! ay! no me quieren á mi, sino al pecado», se lamenta Cristo con vehe-
mencia. El predicador escucha su clamor:

Señor, y esso sufris? […] Al demonio buelven la cara, y à vos las espaldas?
bolvedles vos las espaldas à ellas, y hechadles la maldición. (volver el
Christo de cara al predicador) diciendo: […] Ios malditas al fuego eterno,
en compañia de los Diablos…

El predicador apostrofa a las pecadoras: «Esto os dize Iesu Christo», pero


termina pidiendo misericordia para ellas, mientras recorre con exclamaciones
las Arma Christi por tercera vez, como refuerzo evocador y lastimoso para
su auditorio:

Por estas llagas Santissimas, que todos adoramos; por esta corona de
espinas, por estos clavos, por esta sangre, no se condenen las almas,

376
Técnicas jesuíticas de predicación misional, del Viejo al Nuevo Mundo (c. 1550-1650) - Juan Luis González García

que agora os piden perdón, sálvense todas, no se pierda ninguna, tengan


todas buena muerte, en estado de gracia; digan todos Amen.43

Si las imágenes se convirtieron en un instrumento auxiliar de primer orden IV


para la promoción de la piedad en las misiones de interior, en las misiones
exteriores fueron un instrumento de incalculable valor para la evangelización.
El jesuita José de Acosta afirmaba en 1589 que la diversidad de las lenguas
era una de las mayores dificultades que los misioneros apreciaban en el
Nuevo Mundo, y que incluso cuando existía una lingua franca, como sucedía en
los dos grandes virreinatos, su primitivo vocabulario era muy inadecuado para
explicar los mysteria Fidei44. Afortunadamente, la afición natural que los indios
de la América hispana tenían a representaciones pictóricas casi garantizaba
el éxito de la catequización mediante imágenes45. A tal efecto, es célebre la
cita que Giovanni Anello Oliva (1598), general de los jesuitas, traía del P. Diego
de Bracamonte, rector del colegio de la Compañía en Lima y procurador en
la provincia del Perú, quien señalaba «lo mucho que pueden para con los
Indios las cosas exteriores en espeçial las pinturas, de suerte que mediante
ellas cobren estima y haçen conçepto de las espirituales»46. Felipe Guamán
Poma de Ayala, descendiente de una noble familia inca, escribía en 1615 en
alabanza de los jesuitas locales precisamente porque, además de compor-
tarse con amor y caridad con los indios, les atraían a la fe del Evangelio con
el triple acicate del «rrosario, [las] ymágenes y... el sermon»47. De hecho los
jesuitas del Perú llegaron más lejos en sus afanes proselitistas que ninguna
otra Orden, pues transformaron a los indios mudos, que abundaban en Cuzco,
en catequistas auxiliares. Su único medio posible de comunicación era «la
inteligencia del gesto y de la acción», la cual, cultivada con gran habilidad,
les permitió ser maestros de la doctrina48.

Aunque en el Perú los indios solían confesarse mediante quipus —Acosta


cuenta cómo vio a una india que traía en un manojo de esos hilos la confe-
sión de toda su vida, «y por ellos se confesaba, como yo lo hiciera por papel
escrito»49—, también aprovecharon las posibilidades de la imagen gráfica.
El mismo jesuita describe una confesión que un indio llevaba dibujada en
un papel, con cada uno de los diez mandamientos pintado en él, y en ellos
hechas ciertas señales para indicar los pecados, y poco antes recoge el modo
indígena de pintar la confesión general:

para significar aquella palabra “Yo pecador, me confieso”, pintan un indio


hincado de rodillas a los pies de un religioso, como que se confiesa; y
luego para aquella, “a Dios todopoderoso”, pintan tres caras con sus
coronas al modo de la Trinidad; y a la gloriosa Virgen María, pintan un
rostro de Nuestra Señora, y medio cuerpo con un niño; y a San Pedro
y a San Pablo, dos cabezas con coronas, y unas llaves y una espada, y
a este modo va toda la confesión escrita por imágines, y donde faltan
imágines, ponen caracteres, como en qué pequé, etc…50.

377
Universo Barroco Iberoamericano

A partir de su experiencia en Iberoamérica la Compañía de Jesús revelaría la


doble táctica a seguir: de una parte, impulsar la predicación y la catequesis
en lenguas vernáculas; de otra, acudir al apoyo didáctico de las ilustraciones
en los libros impresos de carácter doctrinal. En esto de cristianizar a los ru-
des mediante estampas existían antecedentes en la Península51. Según fray
José de Sigüenza, cronista de la Orden jerónima, fray Hernando de Talavera
—confesor de la reina Isabel la Católica— había predicado a los moriscos de
las Alpujarras ayudándose de estampas, rosarios, agua, candelas y ramos
benditos, todas «cosas de las que el Demonio huía, porque como esta gente
era inclinada a hechicerías e invocaciones de los demonios, con esto les
apartaba de su mala costumbre»:

Cuando iba a visitar esta gente llevaba imágenes de papel, de aquellas


estampas viejas que entonces se tenían por buenas; dábales a unos y a
otros. Enseñábalos en cuánta reverencia las habían de tener, y por ser
punto tan vedado en su Corán tener imágenes, decíales cuán engañados
estaban en aquello y qué consideración habían de tener en esta adora-
ción, mostrándoles cómo no se comete en ella ninguna idolatría, pues
son para levantar el corazón y despertar la memoria de aquello que
representan, y adorar en ellas lo representado, que es Dios, su Madre
y sus santos52.

Estas labores anteceden las campañas de predicación con estampas que


hizo San Juan de Ávila, muy próximo a la Compañía, con quienes siempre
colaboró activamente —mantuvo correspondencia con San Ignacio y se decía
que convirtió a Francisco de Borja durante un sermón en 1539—. Cuando el
Maestro Ávila escribía a cierto prelado de Granada acerca de lo que creía que
se debía hacer en su diócesis para adoctrinar a la gente de los pueblos53,
indicaba cuán útil era que predicadores y misioneros llevaran no sólo rosa-
rios, cartillas y libros devotos como los de fray Luis de Granada, sino también
«algunas imágenes del santo Crucifijo, y nuestra Señora, y S. Juan, para que
los predicadores las diesen», poniendo «algunas imágenes» en las casas. Y
añade: «han menester todas estas salsas para comer su manjar: rosarios,
imágenes han de ser muchos»54. San Francisco de Borja, para avivar y des-
pertar la devoción de los fieles, procuró que en Roma se estampasen gran
cantidad de imágenes, y que se repartiesen por todo el mundo; él mismo se
ocupó de enviarlas a España y a las Indias Orientales y Occidentales, junto
con los moldes e instrumentos necesarios para reproducirlas in situ55. «Tuvo
grandísimo deseo y devoción —notifica su biógrafo, Pedro de Ribadeneira— de
tener un verdadero y perfecto retrato de la imagen de la Madre de Dios, que
el evangelista San Lucas pintó de su mano y está Santa María la Mayor, de
Roma. […] El cual hizo la imagen como la deseaba, y la puso en su capilla y
después hizo sacar otros retratos de ella y los comunicó a muchos príncipes y
señores y casas de la Compañía»56. De éstos destinó cuatro para la provincia
de Nueva España, que fueron allí llevados en 1576 y se colocaron con toda
veneración, acompañados de numerosas reliquias, en los cuatro primeros
colegios que tuvieron los jesuitas en esta provincia57.
378
Técnicas jesuíticas de predicación misional, del Viejo al Nuevo Mundo (c. 1550-1650) - Juan Luis González García

San Pedro Canisio, «apóstol de Alemania», el predicador jesuita que recuperó


para el catolicismo buena parte de Europa Central durante la segunda mitad
del siglo XVI, publicó en 1555 la que sería la obra catequética más represen-
tativa de toda la Contrarreforma: su Summa doctrinae christianae. A partir
de este impreso vio la luz una versión abreviada e ilustrada, el Catechismus,
con infinidad de ediciones58, de las cuales la primera (1575) tenía cincuenta
estampas; las de 1578, 1580 y 1583, veinte de pequeño formato, y la de 1582,
plantiniana, 102 estampas de gran formato. El camino trazado por Canisio fue
seguido de inmediato por sus compañeros de Orden59. En 1579 se publicaron
los Auisi di sacerdoti et confessori de Gaspar Loarte, así mismo autor de un
ejemplario para predicadores (Axiomata Christiana ex Diuinis Scripturis &
Sanctis Patribus, 1550). Loarte, formado en Montilla con San Juan de Ávila60,
había estado destinado en Córcega, todo un laboratorio para la experimen-
tación de los métodos misionales por el estado de ignorancia en el que se
hallaba su población61. El jesuita español proponía en sus Auisi enseñar los
principales artículos de la fe sobre un papel o en un cuaderno pintado con
imágenes didácticas, por ejemplo una donde se mostrara a Dios Padre con
el cielo y la tierra para aludir al primer artículo del Credo, tal y como hicieran
los franciscanos y dominicos en América62. Otro jesuita, el judeoconverso
Giovanni Battista Eliano (o Romano), publicó en 1587, «conforme a lo que
ordena el Sacro Concilio Tridentino en la Sesión XXV», una Dottrina christiana,
nella quale si contengono li principali misteri della nostra fede rappresentati con
figure per instruttione de gl’Idioti, et di quelli che non sanno leggere. Era una
obra mixta con texto y estampas, donde las palabras no pasaban de ser breves
definiciones al servicio de las imágenes; ya la misma dedicatoria especificaba
que las figuras, al deleitar el sentido, instruían el intelecto63. A este catecismo,
el primero ilustrado y escrito en italiano, sucedieron muchos otros similares
impresos en lenguas romances, incluido el castellano64.

***

Técnicas híbridas de predicación y uso de las imágenes quedaron así consoli-


dadas por algunos de los más famosos jesuitas versados en retórica sagrada.
De hecho, si bien el uso de un alfabeto escrito fue una de las diferencias cru-
ciales que afrontaron los europeos en su encuentro con las lenguas indígenas,
la visualidad era algo que tenían en común. Entre el Viejo y el Nuevo Mundo
oratoria e imagen terminaron fundidas de modo inseparable: la primera
se valió de la segunda para avivar y encumbrar la respuesta emotiva de la
feligresía, hasta el punto de romper en lágrimas; la imagen, por su parte,
precisó del comentario y de la guía que proporcionaban la palabra y el gesto
del predicador. No excusaron tan pertinente justificación los tratadistas his-
panos defensores de la nobleza de la pintura: siguiendo un orden cronológico
en las exposiciones sobre el particular, el abogado Juan Alonso de Butrón,
dentro de sus Discursos apologéticos de 1626, basaría parte de su alegato en
la capacidad del arte del pincel para mover a la imitación virtuosa:

379
Universo Barroco Iberoamericano

Para catechizar a la Iglesia los hijos que quieren criarse debaxo de sus
alas, hallò una maravillosa inuencion el Padre Iuan Baptista Romano...
despues del el Padre Pedro Canisio, ambos de la Compañía de Iesus,
que pusieron todos los rudimentos con que se deuen doctrinar los idio-
tas, y enseñar los niños desde el per signum Crucis, hasta la vltima de
las Oraciones que la Iglesia tiene, por estampas, que alientan el efecto
aprehendiendo lo que alli se les muestra, imitando lo que se les pone
pintado65.

Para Vicencio Carducho, el potencial de la pintura para lograr algo tan dramá-
tico como era la conversión religiosa parecía un refrendo mucho más eficaz
que las facultades pedagógicas de las imágenes, por incontrovertibles que
éstas fueran. Así, comentaba que «por medio de la pintura ha pretendido
la santa Madre Iglesia, se convierta la criatura a su Creador, como se ha
experimentado en conversiones hechas por medio de santas Imágenes»66.
Uno de los memorialistas invocados por él al final de sus Diálogos, el predi-
cador Juan Rodríguez de León —apodado «el Indiano» en razón de su paso
a Nueva España, donde llegó a canónigo de la catedral de Puebla de los
Ángeles— demuestra lo extendido de la idea también entre los oradores: «Y
no es la menor hazaña de la Pintura, si ha conuertido como si predicàra, y
ha e[n]mendado como si reprehendiera»67. Y corroborando esa reciprocidad,
a modo de colofón, terminaremos casi como empezamos con el ingenioso
Pacheco, quien no dudaría en echar mano —como tantas veces en su Arte—
de un discurso de su amigo el jesuita Feliciano de Figueroa para afirmar,
sin paliativos, que la pintura había hecho, hacía entonces y aún haría por
muchos años, «mayores efectos en la conversión de algunas almas que la
misma predicación»68.

380
Técnicas jesuíticas de predicación misional, del Viejo al Nuevo Mundo (c. 1550-1650) - Juan Luis González García

1.  Ledda, Giuseppina. La parola e l’immagine. Strategia della persuasione religio-


sa nella Spagna secentesca. Pisa, ETS, 2003, págs. 59-81.

2.  Dompnier, Bernard. “La predicazione di missione dei cappuccini nel XVII
secolo. Terni e metodi”. La predicazione cappuccina nel Seicento, ed. Gabriele In-
gegneri. Roma, Istituto Storico dei Cappuccini, 1997, págs. 242-244.

3.  Majorana, Bernadette, “Schola Affectus. Persona e personaggio nell’oratoria


dei missionari popolari gesuiti”. Il volto e gli affetti. Fisiognimica ed espressione
nelle arti del Rinascimento, ed. Alessandro Pontremoli. Florencia, Leo S. Olschki,
2003, págs. 183-251.

4.  Para España y Portugal en el siglo XVII, véase Palomo, Federico. “Misioneros,
libros y cultura en Portugal y España durante el siglo XVII”. Missions d’évangéli-
sation et circulation des savoirs (xvie–xviiie siècle), eds. Charlotte de Castelnau-
l’Estoile et al. Madrid, Casa de Velázquez, 2011, págs. 131-150; para la provincia
de la Bética: Copete, Marie-Lucie et al. “Missions en Bétique. Pour une typologie
des missions intérieures”. Missions religieuses modernes: ‘Notre lieu est le monde’,
eds. Pierre-Antoine Fabre et al. Roma, École Française de Rome, 2007, págs. 261-
285; y para el reino de Galicia: Fernández Cortijo, Camilo. “Les missions popu-
laires dans le royaume de Galice (1550-1700)”. Ibidem, págs. 315-340.

5.  Summers, David. Michelangelo and the Language of Art. Princeton, Princeton
University Press, 1981, págs. 234-239.

6.  Montijano García, Juan María. Giorgio Vasari y la formulación de un vocabulario


artístico. Málaga, Universidad de Málaga, 2002, págs. 337-338.

7.  Puttfarken, Thomas. “Michelangelo and Titian: Terribilità and Tragic Pa-
thos”. Titian and Tragic Painting. Aristotle’s Poetics and the Rise of the Modern
Artist. New Haven-Londres, Yale University Press, 2005, pp. 97-125.

8.  Paleotti, Gabriele. Discorso intorno alle imagini sacre e profane. Barocchi, Pao-
la, ed. Trattati d’arte del Cinquecento fra Manierismo e Controriforma. Vol. 2. Bari,
Laterza, 1961, pág. 231.

9.  Pacheco, Francisco. Arte de la Pintura, ed. Bonaventura Bassegoda i Hugas.


Madrid, Cátedra, 1990, pág. 257.

10.  Granada, Luis de. Retórica Eclesiástica II (Libros 4-6), ed. Álvaro Huerga. Ma-
drid, Fundación Universitaria Española, 1999, pág. 349.

11.  Ídem. Retórica Eclesiástica I (Libros 1-3), ed. Álvaro Huerga. Madrid, Fun-
dación Universitaria Española, 1999, págs. 379-381.

12.  Garau Amengual, Jaume. “Apuntes para un estudio de la vida y la obra de


Juan Bautista Escardó (Palma de Mallorca, [1581]-1652)”. Criticón, 61, 1994,
págs. 57-68.

13.  Escardó, Juan Bautista. Rhetorica christiana o idea de los qve dessean predicar
con espiritv, y fruto de las almas. Palma de Mallorca, Herederos de Gabriel Guasp,
1647, fol. 343. Escardó sigue casi a la letra a Quintiliano, Inst. Orat. VI, i, 30-31.
Cit. Sobre la formación del orador, ed. Alfonso Ortega Carmona. Vol. 2. Salaman-
ca, Universidad Pontificia, 1999, pág. 315.

14.  Escardó, Juan Bautista. Rhetorica christiana…, op. cit., fol. 354.
381
Universo Barroco Iberoamericano

15.  Fernández, Lucas. Farsas y églogas, ed. María Josefa Canellada. Madrid,
Castalia, 1976, págs. 211-237.

16.  Salucio, Agustín. Avisos para los predicadores del Santo Evangelio, ed. Álvaro
Huerga. Barcelona, J. Flors, 1959, págs. 183-184.

17.  Escardó, Juan Bautista. Rhetorica christiana…, op. cit., fols. 343- 343v.

18.  Rebolledo, Luis de. Primera parte de cien oraciones fvnebres. En qve se con-
sidera la vida y sus miserias, la muerte y sus prouechos. Sevilla, Francisco Pérez,
1600, fols. 343-345.

19.  Covarrubias Orozco, Sebastián de. Tesoro de la Lengua Castellana o Españo-


la, ed. Felipe C. R. Maldonado et al. 2ª ed. Madrid, Castalia, 1995, pág. 102.

20.  Escardó, Juan Bautista. Rhetorica christiana…, op. cit., fol. 343.

21.  Pinheiro da Veiga, Tomé. Fastiginia o Fastos geniales, ed. Narciso Alonso
Cortés. Valladolid, Ayuntamiento de Valladolid, 1973, pág. 48.

22.  Barnes-Karol, Gwendolyn. “Religious Oratory in a Culture of Control”. Cul-


ture and Control in Counter-Reformation Spain, eds. Anne J. Cruz et al. Minnea-
polis, University of Minnesota Press, 1992, págs. 55-58.

23.  Fumaroli, Marc. L’âge de l’éloquence. Rhétorique et “res literaria” de la Re-


naissance au seuil de l’époque classique. Ginebra, Droz, 1980, págs. 315-317.

24.  Matilla, Miguel. “La ratio studiorum de los jesuitas: una versión en el siglo
XVI del ‘Concepto, método y programa de la enseñanza de la Lengua Latina’”.
Durius. Boletín de Estudios Clásicos, 3, 1975, págs. 247-255.

25.  Caro Baroja, Julio. Teatro popular y magia. Madrid, Revista de Occidente,
1974, págs. 26-27.

26.  Vigarello, Georges. “El adiestramiento del cuerpo desde la edad de la ca-
ballería hasta la urbanidad cortesana”, Fragmentos para una historia del cuerpo
humano, eds. Michel Feher et al. Vol. 2. Madrid, Taurus, 1991, págs. 148-152.

27.  Conley, Thomas M. Rhetoric in the European Tradition. Chicago, University


of Chicago Press, 1990, págs. 152-157.

28.  Menéndez Peláez, Jesús. “El teatro jesuítico: sistemas y técnicas escéni-
cas. Las raíces del teatro de Calderón de la Barca”. Calderón, sistema dramático y
técnicas escénicas: actas de las XXIII Jornadas de teatro clásico, Almagro, 11, 12 y
13 de Julio de 2000, eds. Felipe B. Pedraza Jiménez et al. Cuenca, Universidad de
Castilla-La Mancha, 2001, págs. 33-76.

29.  Escardó, Juan Bautista. Rhetorica christiana…, op. cit., fols. 347-348.

30.  Ibídem, fols. 343-345.

31.  Manuel Morán et al. “The Preacher”. Baroque Personae, ed. Rosario Villari.
Chicago, University of Chicago Press, 1995, págs. 148-149.

32.  Soria Ortega, Andrés. “La predicación de Pedro de Valderrama (1550-1611)


(A propósito de algunas publicaciones recientes)”. Revista de literatura, 92, vol.
382 46, 1984, págs. 19-55. Apodado el «Crisóstomo sevillano», Pacheco lo conoció e
Técnicas jesuíticas de predicación misional, del Viejo al Nuevo Mundo (c. 1550-1650) - Juan Luis González García

incluyó en su Libro de retratos, y redactó su biografía. Cacho Casal, Marta P. Fran-


cisco Pacheco y su Libro de retratos. Madrid, Fundación Focus-Abengoa-Marcial
Pons, 2011, pág. 130.

33.  Luque Fajardo, Francisco de. Razonamiento grave y devoto que hizo el padre
M. F. Pedro de Valderrama... muy cercano a la Muerte, con mas un breve Elogio de
su vida y predicacion. Sevilla, Alonso Rodríguez Gamarra, 1612, fols. 8-9. Véase
el detallado comentario que sobre el paso hace Orozco Díaz, Emilio. “Sobre la
teatralización del templo y la función religiosa en el Barroco: el predicador y
el comediante”. Introducción al Barroco, ed. José Lara Garrido. Vol. 1. Granada,
Universidad de Granada, 1988, págs. 289-293.

34.  Portús Pérez, Javier et al. La estampa religiosa en la España del Antiguo Régi-
men. Madrid, Fundación Universitaria Española, 1998, págs. 215-216.

35.  Herrero Salgado, Félix. La oratoria sagrada en los siglos XVI y XVII. Vol. 3 (La
predicación en la Compañía de Jesús). Madrid, Fundación Universitaria Españo-
la, 2001, pág. 399.

36.  Ibídem, pág. 406.

37.  Fernández, Marcio Luis. “The Theory of the Passions in the Sermons of
Antônio Vieira S.J. (1608-1697): A Phenomenological Reading”. Analecta Hus-
serliana, 94, 2007, págs. 69-85.

38.  Orozco Díaz, Emilio. El Teatro y la teatralidad del Barroco (Ensayo de intro-
ducción al tema). Barcelona, Planeta, 1969, pág. 144.

39.  También conocido y retratado por Pacheco. Véase Pacheco, Francisco. Libro
de descripción de verdaderos retratos de ilustres y memorables varones, ed. Pedro
M. Piñero Ramírez et al. Sevilla, Diputación Provincial de Sevilla, 1985, págs.
227-231.

40.  Sánchez Lucero, Gonzalo. Sermon predicado a las onras, que hizo la Santa
Yglesia Metropolitana de Granada, en la muerte de la catolica Reyna de España
Doña Margarita de Austria..., en veynte y seys de otubre de 1611. Sevilla, Alonso
Rodríguez Gamarra, 1611, fol. 16.

41.  Gómez, Alonso. Sermon que predico… en las honras que se hizieron a... Don
Felipe III…, en doze de Mayo, de 1621. Murcia, Luis Berós, 1621, fols. 11-12.

42.  Salucio, Agustín. Avisos…, op. cit., págs. 211-212.

43.  Escardó, Juan Bautista. Rhetorica christiana…, op. cit., fols. 348v-350v.

44.  Acosta, José de. De procuranda indorum salute, ed. Luciano Pereña et al.
Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1984-1987, vol. 1, pág.
161 y vol. 2, pág. 75, respectivamente.

45.  Báez Rubí, Linda. Mnemosine novohispánica. Retórica e imágenes en el siglo


XVI. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2005, págs. 126-133.

46.  Oliva, Giovanni Anello, Historia del reino y provincias del Perú y vidas de los
varones insignes de la Compañía de Jesús, ed. Carlos M. Gálvez Peña. Lima, Ponti-
ficia Universidad Católica del Perú, 1998, pág. 262. Bracamonte argumentó esta
razón ante el Padre General para llevarse consigo al Perú a Bernardo Bitti, jesuita
y pintor. 383
Universo Barroco Iberoamericano

47.  Guamán Poma de Ayala, Felipe. Nueva corónica y buen gobierno, ed. John V.
Murra et al. Vol. 2. Madrid, Historia 16, 1987, pág. 682.

48.  Barón de Henrion. Historia general de las misiones desde el siglo XIII hasta
nuestros días. Vol. 2. Barcelona, Juan Oliveres, 1863, pág. 108.

49.  Acosta, José de. Historia natural y moral de las Indias, ed. José Alcina Franch.
Madrid, Dastin, 2002, pág. 386.

50.  Ibídem, págs. 384-385.

51.  El Alaoui, Youssef. Jésuites, Morisques et Indiens. Étude comparative des


méthodes d’évangélisation de la Compagnie de Jesús d’après les traités de José de
Acosta (1588) et d’Ignacio de las Casas (1605-1607). París, Honoré Champion,
2006, págs. 12-13.

52.  Sigüenza, José de. Historia de la Orden de San Jerónimo, ed. Ángel Weruaga
Prieto. Vol. 2. Salamanca, Junta de Castilla y León, 2000, págs. 331-332.

53.  Sobre la escuela jesuítica destinada a los moriscos granadinos, véase Álva-
rez Rodríguez, Rosaura. “La Casa de la Doctrina del Albaicín. Labor apostólica
de la Compañía de Jesús con los moriscos”. Cuadernos de la Alhambra, 19-20,
1983-1984, págs. 233-246; así mismo Lozano Navarro, Julián José. “La compañía
de Jesús en el Reino de Granada durante el siglo XVI: las misiones populares”.
La historia del reino de Granada a debate: viejos y nuevos temas: perspectivas de
estudio, ed. Manuel Barrios Aguilera et al. Málaga, Actas, 2004, págs. 537-550.

54.  Ochoa, Eugenio de, ed. Epistolario Español. Colección de cartas de españoles
ilustres antiguos y modernos. Madrid, Atlas, 1945, pág. 297. Un comentario a este
pasaje en Pastore, Stefania. Il Vangelo e la Spada. L’Inquisizione di Castiglia e i
suoi critici (1460–1598). Roma, Edizioni di Storia e Letteratura, 2003, pág. 116.

55.  Franco Llopis, Borja. “San Francisco de Borja y las artes”. San Francisco de
Borja, Grande de España. Arte y espiritualidad en la cultura hispánica de los siglos
XVI y XVII, ed. Ximo Company et al. Catarroja, Afers, 2010, págs. 99-113.

56.  Ribadeneira, Pedro de. Historias de la Contrarreforma, ed. Eusebio Rey. Ma-
drid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1945, pág. 827.

57.  Cuadriello, Jaime. “El Obrador Trinitario o María de Guadalupe creada en


idea, imagen y materia”. El Divino Pintor: la creación de María de Guadalupe en el
taller celestial. México, Museo de la Basílica de Guadalupe, 2001, págs. 118-119.

58.  San Pedro Canisio, Autobiografía y otros escritos, ed. Benigno Hernández
Montes. Santander, Mensajero, 2004, págs. 9-26.

59.  Prosperi, Adriano. “‘Otras Indias’: Missionari della Controriforma tra con-
tadini e salvaggi”. Scienze, credenze occulte, livelli di cultura. Convegno Internazio-
nale di Studi (Firenze, 26-30 giugno 1980). Florencia, Leo S. Olschki, 1982, págs.
205-234.

60.  Sáez, Ricardo. “Preludio al sermón”. Criticón, 84-85, 2002, pág. 56.

61.  Véase al respecto Majorana, Bernadette, “Une pastorale spectaculaire. Mis-


sions et missionnaires jésuites en Italie (xvie–xviie siècle)”. Annales. Histoire,
Sciences Sociales, 57, 2002, págs. 297-320.
384
Técnicas jesuíticas de predicación misional, del Viejo al Nuevo Mundo (c. 1550-1650) - Juan Luis González García

62.  Prosperi, Adriano. “Fantasia versus intelletto: strategie missionarie per la


conversione dei popoli”. Docere - Delectare - Movere. Affetti, devozione e retorica
nel linguaggio artistico del primo barocco romano. Atti del convegno organizzato
dall’Istituto Olandese a Roma e dalla Bibliotheca Hertziana (Max-Planck-Insti-
tut) in collaborazione con l’Università Cattolica di Nijmegen (Roma, 19-20 gennaio
1996). Roma, De Luca, 1998, págs. 24-25.

63.  Ídem. “Intorno ad un catechismo figurato del tardo ‘500”. Quaderni di Pa-
lazzo Te, 2, 1985, págs. 45-53.

64.  Dekoninck, Ralph. “Ad Imaginem”: Status, fonctions et usages de l’image dans
la littérature spirituelle jésuite du XVIIe siècle. Ginebra, Droz, 2005, pág. 285.

65.  Butrón, Juan Alonso de. Discvrsos apologeticos en que se defiende la ingenui-
dad del arte de la Pintura. Qve es liberal y noble de todos derechos. Madrid, Luis
Sánchez, 1626, fol. 90v.

66.  Carducho, Vicencio. Diálogos de la Pintura, ed. Francisco Calvo Serraller.


Madrid, Turner, 1979, págs. 135-138.

67.  Rodríguez de León, Juan. El Predicador de las gentes San Pablo. Sciencia, pre-
ceptos, avisos y obligaciones de los predicadores Euangelicos con doctrina del Apos-
tol. Madrid, M. de Quiñones, 1638, fol. 71, ya traído por él mismo en Carducho,
Vicencio. Dialogos de la pintvra, sv defensa, origen, esencia, definición, modos y
diferencias. Madrid, Francisco Martínez, 1633, fol. 225.

68.  Pacheco, Francisco. Arte..., op. cit., pág. 556.

385
Universo Barroco Iberoamericano

Y al fin:
Barroco vivo, barroco continuo.
Lecturas de un arte que se resiste a ser -solo- historia

Conjugo en “barroco continuo”, como si de un verbo de acción se tratara:


aludo de este modo al barroco en presente. No en balde sigue cosechando
éxitos, manteniendo su vitalidad y atractivo para el público general. No hay
año en que no vindiquemos alguna figura del arte y del pensamiento barrocos.
Hoy es Murillo, ayer fue Nicolás Antonio, y aún antes Santa Rosa de Lima,
nacida en un tiempo y bajo un cielo barroco. De ahí que sigamos ensayando
sobre ello. Y así todo el siglo XX ha estado jalonado de pensadores que han
alimentado viva la llama barroca. A principios del mismo Ortega y Gasset
aludió al creciente interés por el barroco (“cada día aumenta el interés por
el barroco”1), lo que cristalizó en algunas brillantes manifestaciones como
el ensayo de D’Ors sobre Lo Barroco2. A ello hay que unir, fuera del ámbito
hispano, un texto tan relevante como el de Weisbach (El Barroco, arte de
la Contrarreforma. Madrid, Espasa-Calpe,
1948), al que podemos añadir, bien que con
otra perspectiva, más amplia, el de Wölflin
(Conceptos fundamentales de la Historia del
Arte. Madrid, Espasa-Calpe, 1961). Sólo
por reconocer dos de los sillares basales
de la ensayística de las primeras décadas
del siglo. Y tras de la prodigalidad de esta
literatura artística, que abundó en la rele-
vancia de este tiempo del arte europeo, se
llegó a lo barroco como manifestación de
una manera de ser latino. Lezama Lima y
Carpentier, con Sarduy, aluden a ello, com-
binando la esencia de América con “lo real
maravilloso”3.
Fig. 1. “Barroco Vivo”.
Publicidad del evento En su rica reflexión sobre el barroco americano, Lezama identifica algunas
organizado por el Instituto figuras y hechos cimeros, como Sor Juana Inés de la Cruz y el arquitecto
de Patrimonio de la quechua Kondori, de quien dice:
Municipalidad de Quito. 2014.

386
Y al fin: Barroco vivo, barroco continuo. Lecturas de un arte que se resiste a ser -solo- historia - Fernando Quiles García

“La gran hazaña del barroco americano, en verdad


que aún ni siquiera igualada en nuestros días, es
la del quechua Kondori, llamado el indio Kondori.
En la voluntariosa masa pétrea de las edificacio-
nes de la Compañía, en el flujo numeroso de las
súmulas barrocas, en la gran tradición que venía a
rematar el barroco, el indio Kondori logra insertar
los símbolos incaicos de sol y luna, de abstractas
elaboraciones, de sirenas incaicas, de grandes
ángeles cuyos rostros de indios reflejan la deso-
lación de la explotación minera. Sus portales de
piedra compiten en la proliferación y en la calidad
con los mejores del barroco europeo”4.

Carpentier, por su parte, se ocupa del binomio “lo ba-


rroco” y “lo real maravilloso”. Establece esta relación
que nace de la extraordinaria realidad americana. El
propio literato lo dijo de un modo que no deja lugar
a dudas:

“Y maravillados por lo visto, se encuentran los


conquistadores con un problema que vamos a
confrontar nosotros, los escritores de América, muchos siglos más tar- Fig. 2. Portada de la
de. Y es la búsqueda del vocabulario para traducir aquello. Yo encuentro primera edición del libro de
Weisbach.
que hay algo hermosamente dramático, casi trágico, en una frase que
Hernán Cortés escribe en sus Cartas de relación dirigidas a Carlos V.

Después de contarle lo que ha visto en México, él reconoce que su lengua


española le resultaba estrecha para designar tantas cosas nuevas y dice a
Carlos V: ‘Por no saber poner los nombres a estas cosas, no lo expreso’; y
dice de la cultura indígena: ‘No hay lengua humana que sepa explicar las
grandezas y particularidades de ella’. Luego para entender, interpretar este
387
Universo Barroco Iberoamericano

nuevo mundo hacía falta un vocabulario nuevo al hombre, pero


además -porque sin el uno no existe lo otro-, una óptica nueva”5.

Un barroco cargado de evocadoras imágenes, las mismas que se


crearon en el siglo de lo “real maravilloso”, nutriendo de ideas a
los autores que tiempo después retornarán a este escenario. Si
Sor Juana Inés de la Cruz alimentó con su prosa el extraordinario
capítulo de la literatura novohispana, siglos después la cubana
Mirta Aguirre volvería a ella para revivificarla su aporte, con tan
sonoras letras como:

“Con tinta roja, como la que sólo estaba permitido usar a los an-
tiguos emperadores, ha de haber escrito ella, suprema señora de
las letras de los Siglos de Oro en el Nuevo Mundo, hasta el día en
que, renunciando a ello, comenzó a hacerlo con su propia sangre.
Púrpura del genio, digan lo que digan los autógrafos que antece-
den a los años de delirio expiatorio; después, púrpura del afán de
santidad. O ni siquiera eso, porque eso no se atrevió a esperarlo
ni a aspirarlo Sor Juana, “la peor de todas”, la convencida de valer
Fig. 3. Iglesia de san Lorenzo.
Potosí, Bolivia. menos que el polvo arrastrado por las sandalias de cualquiera de
sus hermanas jerónimas, la que se creía obligada a verter a diario
el jugo de sus venas para renovar, con la pluma impregnada en
él votos de arrepentimiento, admisión de la enormidad de sus
pecados, autohumillaciones y súplicas de perdón. Viaje terrible del
encausto a la sangre que todavía, a casi tres siglos de distancia,
estremece y al estudioso en interrogaciones.”6

Y así la vida sigue con su carga barroca. Barroco que, por otro lado,
los ensayistas y pensadores iberoamericanos han justificado en
continuidad con el carácter de los creadores y de la sociedad en
la que nacieron y se desarrollaron. Benedetti alude a la constante
del pensamiento barroco en la narrativa latinoamericana como
una tendencia, la que “proviene no sólo de un legítimo disfrute
verbal sino de la necesidad de descubrir un mundo que carece de
referencias”7. Y años después, en un hiperbólico regreso, Francisco
Umbral apostillaría: “Somos barrocos porque somos cimarrones,
cuarterones, cruce de razas, y esto lo ven mejor los extranjeros.
Por eso hay tantos hispanistas”8.

Saramago nos atribuye una cierta precognición, puesto que “so-


mos barrocos, y ya lo éramos antes de que el barroco existiera.” Y
añade, no sin arriesgar en su opinión: “Tengo la impresión de que
Fig. 4. El d_efecto barroco.
la expresión cultural del barroco en el ámbito de la lengua, del arte, se da
Políticas de la imagen
hispana. CCCB. Barcelona, precisamente en el tercer mundo, no en culturas agotadas, casi esterilizadas,
09/11/2010-27/02/2011. como lo son las que nos vienen en este momento de Europa Occidental”9.
Jorge Luís Marzo/Tere Badía,
curs. Esa identificación es plena en tierras americanas, donde el barroco, ade-
388 más de sistema expresivo, adquirió el valor de signo identitario. Se dice que
Y al fin: Barroco vivo, barroco continuo. Lecturas de un arte que se resiste a ser -solo- historia - Fernando Quiles García

México era barroco desde su nacimiento.


Pues “no tuvo que organizarse, que surgir,
ya estaba aquí, simplemente le dijimos:
‘pase usted, está usted en su casa’ [...]. El
barroco proporciona al hombre de estas
tierras las líneas ad hoc, la pauta precisa
para que se sienta liberado de imposiciones
y se exprese como quiera y cuando quiera;
a su vez, el hombre hispanoamericano da
al barroco una tetradimensión que lo hace
ancho, alto, largo y profundo, es decir, lo
abarca todo, sirve para todo, lo hace dúctil,
maleable para poner signos de identidad
en la personalidad de todo un país y un
continente”10.

Alejo Carpentier retornó a esta idea para insistir: “Nuestro arte


siempre fue barroco, desde la espléndida escultura precolombina
y el de los códices, hasta la mejor novelística actual de América [...]
No temamos el barroquismo [...]. El legítimo estilo del novelista
latinoamericano actual es el barroco”11.

Pero este árbol barroco se renueva con injertos de joven savia.


Marín Anglada aludía a esta excrecencia neobarroca, visible a cada
paso y en cada lugar de nuestro tiempo: “Desde que te levantas
te cruzas con muestras de barroco; hay una saturación, está muy
vigente. La campaña publicitaria de Dior o de PlayStation, la serie
televisiva Lost, las cafeterías Starbucks, las zapatillas Munich, o
las series limitadas de aguas, cervezas o helados son sólo algunos
ejemplos. ¿Que cómo notamos que son neobarrocos? Pues porque
reúnen los atributos característicos del barroco: las apropiaciones,
los simulacros, el espectáculo o teatralización, el artificio, la fusión
o impureza, el erotismo y lo efímero”12.

Un barroco que no solo vive, sino que además se renueva. Que tiene una piel Fig. 5-6. Darío Fernández,
que cubre órganos y tejidos. Podríamos concluir este colofón con el retorno escultor-imaginero (Sevilla,
a la tierra donde se gestaron algunos de los patrones barrocos que sirvieron 1973).
para estimular ese nuevo sentido de la creación en tierras americanas. Nos
aproximamos a la producción de algunos de los actuales talleres de imagine-
ría de la ciudad de Sevilla, en los que no podemos menos de sentir un déjà vu,
la familiaridad con un arte que no parece de otro tiempo. Talla y policromía
realizadas siguiendo una tradición técnica de más de tres siglos que hoy se
conjugan para generar imágenes que igualmente quieren llamar a devoción
con este nuevo barroco, que sigue vivo y se conjuga en presente continuo13.

Fernando Quiles (Ubi@rs)

389
Universo Barroco Iberoamericano

1.  Ortega y Gasset, J. “La voluntad del barroco”. La deshumanización del arte y
otros ensayos de estética. Madrid. Óptima, 1998, 7ª ed., pág. 164.

2.  Con una primera edición francesa publicada por Gallimard.

3.  Aullón de Haro, P. “La ideación barroca”. In Aullón de Haro, P., ed. Barroco.
Madrid, Verbum, 2013, 2ª ed., pág. 28.

4.  Tomo la versión de Aullón de Haro (2013), pág. 1093.

5.  Carpentier, A. “Lo barroco y lo real maravilloso”. En Aullón de Haro, P. ed.


Barroco, Madrid, Verbum, 2013, 2ª ed., pág. 1104.

6.  Del encausto a la sangre: Sor Juana Inés de la Cruz. La Habana, Casa de las
Américas, 1975, pág. 9.

7.  Bustillo, C. Barroco y América Latina. Un itinerario inconcluso. Caracas, Monte


Ávila eds., 1996, 2ª ed., pág. 22.

8.  Mora, M. “Umbral alaba el barroquismo en la entrega de los premios nacio-


nales”. El País, 06/10/1998.

9.  Gómez Aguilera, F., ed. y selección. José Saramago en sus palabras. Madrid,
Alfaguara, 2010, s. p.

10.  Ruiz Gaytán, B. “El carácter barroco mexicano o el milagro de la paradoja”.


Istmo, 230 (1997). Tomado de: Marzo, J. L. La memoria administrada. El barroco y
lo hispano. Buenos Aires, Katz Eds., 2010, pág. 179.

11.  Tientos y diferencias. 1966, pág. 33. Tomado de: Alejo Carpentier. Narrativa
Completa. Madrid, Ediciones Akal, 2008, t. III (Los Pasos Perdidos), pág. 52.

12.  Rius, M. “Vuelve el barroco”. La Vanguardia, 26/02/2011. http://www.lavan-


guardia.com/vida/20110226/54119507166/vuelve-el-barroco.html. Consultado
en febrero de 2018.

13.  La producción de los talleres sevillanos mantiene un notable nivel, en vo-


lumen y calidad. A modo de ejemplo quiero recordar a Darío Fernández Parra, a
quien recientemente se le concedió un premio por su trabajo. Cfr.: http://sevilla.
abc.es/pasionensevilla/actualidad/noticias/dario-fernandez-parra-premio-se-
mana-santa-de-sevilla-de-las-artes-89502-1455625554.html (consultado en fe-
brero de 2018). Agradezco la autorización para reproducir dos de las fotografías
del dossier de su web: www.dariofernandez.com (tomadas en febrero de 2018).

390

También podría gustarte