Titus Falminius
Titus Falminius
Titus Falminius
Los augurios para los romanos debían de tener una gran importancia, como
se muestra en el pasaje en el que a Titus Flaminius un cuervo le grazna tres
veces a su derecha y para él, está convencido de que algo malo va a ocurrir,
como posteriormente así pasa.
Los romanos daban una importancia decisiva a los presagios y augurios. No
iniciaban ninguna asamblea, ninguna elección, ninguna guerra sin haber
consultado la voluntad de los dioses. Sacerdotes especiales, los augures,
debían observar el vuelo de las aves, el relámpago, los intestinos de los
animales y otros signos. Las gallinas sagradas desempeñaban un papel
importante en la guerra y los cónsules hacían depender sus decisiones de si
las gallinas comían o no.
LA PUERTA DE PALACIO
Los estoicos pensaban que había unas cosas que dependían de nosotros y
otras que no. De nosotros dependían el juicio, la voluntad y el deseo y no
dependía de nosotros lo que generalmente consideramos el bien y el mal, y
eso realmente no importaba. La vida, la muerte, (la nuestra y las de los que nos
rodean), la salud, la enfermedad, la pobreza y la riqueza. Si nos aferramos a
estas cosas era perder el tiempo.
"Enfermo y sin embargo feliz, en peligro y sin embargo feliz, morir y sin
embargo feliz, en el exilio y feliz, en desgracia y feliz”
EL DÍA DE MÁSCARAS
La villa era una auténtica maravilla, situada en el Bosque de las Musas, parecía
colgar del monte Celio, una de las sietes colinas que rodean Roma.
La casa era una construcción de una planta, recubierta de mármol.
La primera estancia era el “atrio” recinto a cielo abierto, adornado y que se
usaba para recepciones y ceremonias. A la casa se accedía a través del
“tablinium”, que era una pequeña sala que se usaba como biblioteca. A
derecha e izquierda de la sala había 2 comedores y por el fondo se iba hacia
los dormitorios. Por un lado del tablinium se entraba al “bosque de las musas”
con Arbustos y flores.
6.- La muerte según la filosofía estoica
Era un grupo de mujeres cuya misión era vigilar y preservar el fuego sagrado
del santuario de Vesta, bajo la autoridad de la Gran Virgen Vestal.
Las vestales eran dieciocho seis sacerdotisas en ejercicio, seis novicias y seis
mayores. Se iniciaban en el sacerdocio entre los seis y los diez años. Eran
seleccionadas entre las familias patricias y el sorteo corría a cargo del gran
pontífice. Los primeros diez años recibían instrucciones de las mayores, los
siguientes diez años ejercían su ministerio y los últimos diez años se ocupaban
de las novicias.
Eran veneradas por todos los romanos. Hacían votos de virginidad y pureza
absolutas. Si una de ellas era declarada culpable, era condenada la “cámara
subterránea” donde era enterrada viva con agua provisiones y una lámpara de
de aceite. Una vez transcurridos los treinta años, eran libres de hacer lo que
gustasen incluido casarse.
9.- ¿Cómo se realizaban las representaciones teatrales?
Las familias patricias, cuando enterraban a uno de sus muertos, sacaban las
máscaras mortuorias de sus antepasados, moldeadas en cera después de su
muerte y hacía que las luciesen unos actores.
El “archimimo” (Primer actor) llevaba la máscara de la persona difunta,
haciéndola revivir. Hablaba y se movía de un lado a otro, mientras que el resto
de actores permanecía en silencio.
En las compañías de cómicos todos los papeles, femeninos o masculinos,
estaban representados por hombres.
Una vez hecha la representación teatral, llevada acabo por actores, que
revivían a los difuntos con unas máscaras de cera, tenía lugar el elogio
fúnebre, en el que se hablaba del difunto, destacando sus virtudes y las buenas
obras y que había hecho a lo largo de su vida. En el caso que nos ocupa fue
fácil debido a la propia personalidad de Flaminia, recordando que su principal
virtud era la generosidad. Posteriormente se prendía fuego a la pira en la que
estaba colocado el cuerpo del difunto, mientras que los difuntos pronunciaban
al unísono tres palabras: ¡Salve, ave, vale!. como despedida.
Lo último sería, una vez se hayan ido los acompañantes, y bajo las oraciones
de las vestales, recoger la cenizas y meterlas en una urna.
LA ENTRADA AL LABERINTO
La religión romana era bastante compleja; es una religión con un gran sentido
utilitario al servicio de los individuos y del estado. Era una religión politeísta.
Carente de moral, la religión romana realizaba de manera general sus ritos y
sacrificios con el objetivo de obtener un beneficio de los dioses.
El politeísmo de los romanos era en cierto modo exagerado; divinidades
protectoras para cada una de sus actividades e incluso para sus objetos más
importantes; Los romanos debían atraerse las voluntades divinas –voluntates o
numina- en alguna circunstancia concreta de su vida; por ello, celebraban
ceremonias complejas y minuciosas, que con frecuencia no implicaban a sus
divinidades, ni explicaban su origen ni historia ni su culto, sino que más bien
eran meras ceremonias, sacrificios y ritos, de los que, al mismo tiempo, su
calendario estaba lleno.
Los romanos siempre fueron muy supersticiosos y, entre otras razones, ello
hizo que fueran muy receptivos a nuevas religiones y cultos, por lo que fue una
religión en constante evolución y crecimiento.
14.- Leyenda sobre la fuente Egeria
Era el momento cuando las vestales, bajaban a por agua a la fuente Egeria. Iba
un grupo numeroso. Estaban las seis sacerdotisas en ejercicio algunas
vestales de más edad y todas ellas acompañadas cada una por un lictor, que el
guardia que acompañaba a los personajes importantes. Su mera presencia
indicaba que cualquiera que osara molestar a las vestales se exponía algún
castigo e incluso a la muerte. También iba un grupo importante de esclavos,
que a su vez les servían de más protección.
Una vez había llenado sus ánforas con agua, volvían a su templo.
CAMINO DE SUBURRA
22.- Los barrios Populares: Las calles, las fondas, las viviendas…
Los principales barrios populares eran Argileto y Suburra. Las calles estaban
construidas sin orden ni concierto, no existían grandes arterias y un plan
conjunto de edificación. Era un caos. Se tenían que construir las casas en el
plazo de un año y por esta razón esta todo hecho sin orden ni concierto. Cada
barrio estaba atravesado por una arteria principal que solía llevar el mismo
nombre que el barrio. Era una arteria no muy ancha en la que había
comerciantes. Podíamos encontrar desde chozas, hasta edificios de siete
plantas. Era un mosaico en que era muy difícil orientarse, a la par que servía
del escenario perfecto para ser atracado o incluso asesinado.
El barrio de Argileto, su principal característica era su olor a cuero. Pues era el
enclave de los oficios relacionado con este material. Cuando dejabas Argileto,
entrabas en el barrio de Suburra, donde la calle principal se llamaba
Submemmium, en la que se encontraban pequeñas chozas cerradas por una
cortina en las que en su interior se encontraban adolescentes, de ambos sexos,
que se prostituían. La fonda que se describe en el libro era de madera y ladrillo
y de un solo piso en la que los clientes bebían a morro y de pie en la barra. Los
edificios eran oscuros, grises y tristes, con habitaciones minúsculas y con
frágiles muros que hacían que en ocasiones se derrumbaban.
En Roma había varios puntos en los que las familias, podían abandonar a
aquellos hijos que no deseaban. Era una costumbre admitida por ley. Esos
recién nacidos no se exponían a la muerte, sino a la esclavitud. Estos altares
eran visitados con regularidad por los mercaderes de esclavos que
encontraban allí, lo que iban buscando. En el altar de los monstruos eran
abandonados los niños deformes.
ALGUNOS PERSONAJES IMPORTANTES…
Las vajillas eran de un lujo inimaginable, con platos de oro adornados con
piedras preciosas, jarros de ágata y copas de cristal con pedrería. La mesa
tenía las patas de marfil. El menú acorde a la vajilla era abundante, aunque
fuera para una sola persona. Se servía congrio, escorpina, bonito, hígado de
anguila, esperma de morena, ostras y erizos. Todo fresco. También había
pastel de flamenco, huevos de esturión, cochinillo con miel de Arabia, cierva de
la India, talones de Camello, frutas que no se conocían por entonces, que eran
las Cerezas. Todo regado con el mejor vino de Falerno. Realmente era algo
desproporcionado para una sola persona, pero a los nobles de Roma les
gustaba vivir en el lujo y la opulencia.
EL SACERDOTE DE VULTURNO
Era una fiesta en honor al Dios Vulturno, un Dios que había caído en el olvido y
que para los hombres había dejado de existir, pero aún así se celebrara su
fiesta todos los años. “ las Vulturnales”. Era el quinto día antes de las calendas
de septiembre. Ese día el Senado interrumpe sus sesiones, los tribunales no
juzgan, la gente no trabaja. Salen todos de sus casas como en otras fiestas y
esperan a que pase algo, pero no pasa nada.
LA CÁMARA SUBTERRANEA
MEDIODIA EN EL FORO
31.- ¿Qué relación había entre las vestales y los condenados a muerte?
La diosa Cibeles era muy querida en Roma, pertenecía a las llamadas Diosas
Madre. El culto de Cibeles en Roma se caracterizaba por los rituales
estruendosos y las procesiones protagonizadas por sus sacerdotes que
recorrían la ciudad con la única finalidad de recoger dinero. Las excentricidades
que hacían, les valían para ganarse el favor del público. Las mujeres, con la
cara endurecida por una pasta, agitaban los sistros. Los hombres vestidos de
forma estrafalaria, se hacían cortes en los brazos y en los hombros con
espadas, muchachas vestidas con velos transparentes, se arrastraban por el
suelo aullando. Mientras un viejo vestido de lino que portaba una rama de
laurel y una linterna, se desgañitaba. Cuando es espectáculo se interrumpía,
los sacerdotes iniciaban su colecta, recogiendo numerosas ofrendas en dinero
y especies, retirándose más tarde al templo.
De esta manera, tan especial, honraban a la Diosa Cibeles.
El fuego del templo de Vesta, debía estar siempre encendido, pero había una
ocasión en la que el fuego se extinguía y era en las calendas de Marzo, solo
para ser encendido otra vez de inmediato. Esta ceremonia tenía lugar en
presencia de todos los dignatarios del estado y de una considerable multitud.
Las dieciocho vestales permanecían en el interior de templo. Llevaban sobre su
ropa el habitual suffibulum, un gran velo blanco de ceremonias que las cubría
por completo y se sujetaba al cuello mediante el broche. Llegado el momento
las vestales apagaban el fuego con cestos llenos de tierra. Una vez barridas las
cenizas, las sacerdotisas entregan a la gran vestal los dos instrumentos
previstos por el antiguo ritual: una especie de barrena de madera dura y una
tabla hecha de una rama de un árbol frutal que hubiese dado frutos. Haciendo
girar sobre sus manos la barrena encima de la tabla, hasta que se produce
humo, momento en el que las sacerdotisas añaden el musgo, posteriormente
ramitas y así hasta que se genera una llama que se convierte en una hoguera
que hace que el humo salga nuevamente a través del tejado del templo, lo que
lleva a la multitud congregada rompa en una ovación.
En el templo de Vesta, en algún lugar solo conocido por las Vestales y el Gran
Pontífice, se guardaban los objetos más sagrados que había en Roma: Los
talismanes del Imperio. Nadie los había visto pero todo el mundo sabían que
eran carne salada de la cerda que Eneas había inmolado al llegar a Italia, el
icono puntiagudo de Cibeles, las cenizas de Orestes, las cuadrigas de arcilla
arrebatadas a los veyanos y sobre todo, el misterioso Paladio, una estatua de
Minerva que Eneas había salvado de las ruinas de Troya, que según el oráculo
mientras la conservase dominaría el mundo y si la perdiese sería su pérdida.
Se repetía este gesto hasta nueve veces, pronunciando las mismas palabras.
A través de los sueños, el alma se pone en contacto con los espíritus y en este
trance es posible encontrar algunas respuestas. Hay posibilidad de hablar con
los muertos de una forma más real que la propia realidad. Esto fue un poco lo
que le pasó a Flaminius, que tuvo la oportunidad de hablar con Minucia.
Gracias a la conversación, le quedó claro que la antigua Vestal era inocente,
que debía perseverar en la búsqueda de la verdad, siendo tan valiente como
había sido, hasta el punto de bajar a la cámara subterránea y profanar su
tumba. Que si ni los Dioses le habían castigado, debía seguir por ese camino y
al final recibiría su recompensa: morir sin culpa.
EN CASA DE LAS VESTALES
Cada familia tenía su propio culto doméstico del que era oficiante el pater
familias. En un rincón del atrio se abría un larario o una simple hornacina
practicada en la pared, con un altar donde eran venerados, junto a la diosa
Vesta, que era la diosa protectora del hogar, los dioses y espíritus también
protectores del hogar, representados por medio de estatuillas y pinturas
murales.
Los cultos domésticos romanos permanecerán idénticos a lo largo de los siglos,
siéndoles siempre ofrecida en la calma del hogar familiar la ofrenda de fuego al
Lar, la del vino puro al genio y la del perfume a los Penates.
Los Lares eran los dioses custodios del hogar. Eran espíritus inconcretos que
cuidaban de la salud y prosperidad de la familia.
Los Penates eran dioses protectores de las provisiones de boca (penus). Su
nombre era colectivo. En todas las casas al ir a comer se hacía una ofrenda a
los Penates para que les fueran propicios.
El genius familiar representaba el alma del pater familias. Cada varón romano
tenía su propio genius que le acompañaba toda la vida.
Los manes eran los espíritus de los antepasados muertos, a los que invocaban
para captar su benevolencia. Se conseguía su favor ofreciéndoles miel, vino,
flores y otros manjares. Si no se realizaban estas ofrendas se convertían en
fantasmas y atormentaban a los vivos.
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