Literatura Latina 2
Literatura Latina 2
Literatura Latina 2
En Roma existía una antigua tradición teatral de tipo popular. Las ceremonias religiosas iban acompañadas de
mímica ritual y las fiestas populares daban pie a creaciones espontáneas. Ya en las danzas escénicas de los
etruscos se combinaban las chanzas «fesceninas» (intercambios de burlas más o menos insultantes) y las «saturae»
(o variedades) con los «mimos» y cantos de ritmos variados.
La conquista de la Italia Meridional puso a los romanos en contacto con las costumbres de las ciudades de
la Magna Grecia, en las que proliferaban las representaciones teatrales griegas más diversas. Por otra parte, en
Roma se habían hecho cada vez más frecuentes los juegos públicos y privados, organizados unas veces para
obtener el favor de los dioses y, otras, para testimoniarles su gratitud por haberlo alcanzado. Todo ello contribuía a
despertar la curiosidad del público por tales espectáculos.
La comedia latina fue instituida por decreto, casi en la misma época que lo fue la tragedia. En efecto, los
ediles organizadores de los juegos encargaban a muestra una constante escritores de fama (Livio Andrónico,
Nevio, Ennio..) la adaptación de obras griegas, para representarlas en los mismos. Estos adaptadores aclimataron
el género, crearon compañías de actores y educaron al público.
En el siglo III a. de C. surgieron los primeros teatros, consistentes al principio en simples tablados
provisionales, instalados en un rincón de una plaza, cerca de algún templo. Su escenario (pulpitum) era sobrio, sin
telón ni decorados. Ante él se apiñaba un público heterogéneo y bullicioso, al que un heraldo había de conminar a
menudo a guardar silencio.
El «director de la Compañía» solía comprar al adaptador la obra y la sometía a la aceptación de los
promotores de los juegos. Los actores eran todos masculinos y algunos tenían que representar varios papeles en la
misma obra. No usaban aún máscara y el atavío y las pelucas (blancas las de los ancianos, pelirrojas las de los
esclavos) caracterizaban a los distintos personajes, que llevaban atuendos griegos (fabulae palliatae, de pallium,
«manto griego», en parte para no atentar con sus burlas contra la dignidad de la aristocracia romana y, en parte,
por la afición a lo exótico, demostrada por el público romano. Sólo a partir de Nevio aparecen tímidamente
algunas tragedias de tema romano (Praetextae. de praetexta, "toga usada por ciertos magistrados")
En los escasos años que mediaron entre estas primeras adaptaciones de obras de esta obra en autores
griegas y las primeras obras de Plauto (hacia 215 a. de C.) se fueron gestando las tradiciones escénicas romanas.
El coro, abolido por los últimos comediógrafos griegos, no fue restablecido, pero se amplió el papel del
canto y de la música. Los personajes cantan muy a menudo, acompañados por la flauta. En la época de Plauto
están ya aclimatados a la escena romana los diversos ritmos de la poesía griega. Para compensar la ausencia de la
máscara, se recurre a variados juegos escénicos y a la acumulación de peripecias en el desarrollo de la acción,
refundiendo normalmente dos obras griegas en una sola (contaminatio)
Ante un público que, poseído de su superioridad romana, no hubiera admitido la posibilidad de ver en
escena a un ciudadano romano engañado o ridiculizado por un esclavo, no cabía otro recurso por ofrecerle cuadros
de costumbres griegas, en las que todo estaba permitido: mercaderes de esclavos, viejos verdes, jóvenes sin
escrúpulos, esclavos avispados, esclavas incitantes, que acaban casándose con el protagonista, familias
desunidas...
La escena, pues, se sitúa generalmente en Atenas, los nombres de los personajes son extraños y, a veces,
larguísimos. Y, sin embargo, las obras están salpicadas de alusiones a la realidad circundante, se habla de
magistrados romanos o de barrios de Roma. Esta ficción contentaba a todos y no engañaba a nadie. En cambio, la
comedia «togata», de tema y ambiente puramente romanos, jamás encontró eco en el gran público.
La comedia romana, siguiendo el ejemplo de la tragedia griega, suele comenzar con un largo monólogo,
en el que un dios o un gran personaje narra los hechos pasados, expone la situación presente e insinúa el futuro.
Este monólogo suele cerrarse con una llamada a la corrección del público que nos permite suponer, y a veces nos
explica expresamente, su conducta ordinaria.
La comedia romana es una adaptación de la comedia ática del siglo IV a. de C., llamada «media» o
«nueva», pero, como hemos visto, introduce el elemento musical, tan grato a la sensibilidad italiana de todas las
épocas. Gracias a su parentesco con la comedia griega, la latina nos transmitió el modelo de obras griegas hoy
perdidas.
PLAUTO
Hombre salido del pueblo, conocedor de sus gustos, capaz de hablarle en un lenguaje popular y asequible
y dotado de la erudición necesaria para adaptar el repertorio cómico griego y su técnica teatral a las necesidades
romanas. Su vida está rodeada de leyendas. Parece que nació hacia el año 254 a. de e. en la Italia septentrional. Se
dice de él que ejerció diversas profesiones y conoció alternativamente la pobreza y la opulencia. Conocía el griego
y posiblemente patrocinó algunas empresas teatrales. Empezó a componer sus obras hacia el año 215 Y proveyó
abundantemente de ellas al teatro romano hasta su muerte, que tuvo lugar el año 184. De esta abundante
producción nos quedan solamente veinte títulos. Todos sus argumentos están tomados de la Comedia Media
(Aristófanes) o Nueva (Filemón, Dífilo, Menandro). Los temas suelen ser muy similares: un joven de familia rica
se enamora de una esclava de origen desconocido; un esclavo astuto e intrigante le ayuda en sus amoríos; el azar
muestra de modo imprevisto que la joven es de nacimiento libre y..todos contentos.
He aquí algunos títulos: Mostellaria ( «La comedia del Fantasma» ), Pseudolus (nombre del esclavo
intrigante y embustero), Aulularia ( «La comedia de la olla», en la que se inspiró Moliere para su obra El avaro),
Trinummus ( «Las tres monedas)) ), Menaechmi (andanzas de un hermano en busca de su hermano gemelo) ;
Amphitruo (imitado por Moliere), Captivi «Los cautivos” en la que un esclavo, hecho prisionero con su dueño, se
hace pasar por éste, para conseguirle la libertad; Miles gloriosus ( «El soldado fanfarr6m) ), etc.
La monotonía del tema convencional queda compensada por una gran capacidad de invención. La acción
se ciñe al tema general, pero está cargada de vivacidad; Plauto alarga las escenas interesantes; añade otras que le
parecen divertidas; presenta bruscamente los desenlaces; cada escena, cada episodio, forma un todo casi
independiente del resto y es un prodigio de vida y perfección. Los prólogos plautinos son recitados por un dios
(Mercurio en el Amphitruo, el Lar de la casa en la Aulularia) o un personaje alegórico («Libertinaje» y «Pobreza»
en Trinummus). En ocasiones se retrasa hasta llegar a una escena cumbre (como en el Miles Gloriosus) o a un
cuadro intimo (en Cistellaria).
Los personajes son convencionales: joven irreflexivo, derrochador y apasionado, viejo conservador, avaro,
a veces; otras veces, antiguo calavera con propensión a volver a las andadas, pero intransigente con su hijo;
matronas serias y virtuosas, pero un tanto toscas; jovencitas que sólo piensan en el amor y el matrimonio; esclavo
avispado y trapacero, que ayuda a su joven amo en sus devaneos amorosos, mientras se complace en torturarlo
constantemente; traficante de esclavos brutal, avaro, astuto y cínico, a quien engaña el esclavo, para jolgorio y
complacencia del espectador; parásito rastrero; soldado fanfarrón; cocinero de alquiler, ladrón y jactancioso;
cortesana diestra en las artes de su oficio...Todo un desfile de tipos de la vida real en unas escenas palpitantes de
vida. De entre todos ellos destaca el tipo del esclavo, personaje complejo, mezcla de desinterés y de heroísmo, que
afronta incluso golpes y torturas, con tal de cumplir su misión, que considera importante y de cuyo éxito está
completamente convencido, por ser consciente de su capacidad para urdir engaños. La infinita libertad de que
gozaba en escena el esclavo entraba dentro del campo de la pura fantasía. Se comprende por qué la acción no
puede localizarse en Roma.
La experiencia de la vida, unida a su sentido escénico aseguro un éxito de siglos a Plauto, el hombre que
supo unir a la savia joven de Roma el aliento cultural de la vieja Grecia, logrando, con ello familiarizar el espíritu
latino con los aspectos más luminosos y poéticos de la cultura helenística.
De PLAUTO A TERENCIO
En el siglo II a. de c., la expansión militar de Roma multiplicó las ocasiones de celebrar sus victorias; aumentaron
los juegos oficiales y con ellos las representaciones teatrales. Algunos personajes particulares, enriquecidos de
pronto y ansiosos de popularidad, aprovechaban cualquier ocasión, para captarse el favor del pueblo patrocinando
tales espectáculos. Los censores mandaron construir teatros, aunque todavía eran provisionales. El primero que se
levantó de piedra (año 154) la mandó derruir el Senado. Poco después (año 144), el cónsul Mumio, conquistador y
destructor de la ciudad de Corinto, mandó edificar un teatro, aún de madera, pero con graderíos, al estilo de los
griegos.
A pesar de todo, se produjo una lenta pero inexorable decadencia de la comedia (palliata). El público
exigía una renovación del repertorio, pero éste no era inagotable. La actitud de Terencio, al refundir en una sola
dos obras originales griegas, les pareció a los demás adaptadores un despilfarro del acervo común de sus modelos.
Por otra parte, los adaptadores van refinando y helenizando el estilo, eliminan las frases y escenas que consideran
de mal gusto, pero que, en Plauto, habían hecho las delicias de la mayoría de los espectadores, restringen el papel
de la música y atienden a la unidad global de la obra, que gana en arte, pero pierde en espontaneidad y atractivo
popular. La fábula palliata agonizaba, pues, por exceso de helenismo y falta de inventiva, ya que desviaba al
público hacia espectáculos menos «intelectuales»: las pantomimas o los desfiles de animales amaestrados. El
principal testigo y la principal víctima de esta evolución de la comedia latina fue Terencio.
TERENCIO (¿190-188?-159 a. de C)
P. Terencio Afer, joven esclavo africano, recogido, liberado y educado con solicitud por su dueño Terencio
Lucano en un ambiente cultivado, se inició muy joven en la literatura griega y, al contrario que Plauto, apenas
mantuvo contacto con el pueblo. Su primera comedia, representada en 166, fue Andria. Tras su sexta obra, Los
Adelfos partió para Grecia, con objeto de recoger comedias aún no representadas en Roma. Murió en Grecia el
ano 159 a.de C.
Trató de imitar el equilibrio escénico y la agudeza psicológica de Menandro. Dejó seis obras, todas ellas
con títulos griegos: Andria , Hecyra ( «La Suegra” ), El Eunuco, Heautontimeroumenos ( «El verdugo de sí
mismo), Formi6n (nombre del parásito que en esta obra aparece), Los Adelfos (Los hermanos).
En la Hecyra nos presenta a un joven matrimonio mal avenido. El padre del marido sospecha que su mujer
intriga contra su nuera. Al final todo se arregla, ya que la suegra sólo trataba de reconciliar al matrimonio. El
heautontimoroumenos (El verdugo de si mismo) plantea el problema de la educación de los hijos. Un padre se
tortura, porque su hijo, harto de soportar el duro trato de que era objeto, ha huido de la casa paterna. El cambio de
actitud del padre y el retorno del hijo restablece las buenas relaciones familiares y soluciona el problema amoroso
que había provocado el enfrentamiento entre ambos.
El problema educativo vuelve a plantearse en Los Adelfos: un campesino tiene dos hijos. que se educan de
modo diferente. El uno, en la casa paterna, con la más rigurosa disciplina; el otro en casa de un tía de carácter más
liberal. Aunque este segundo sistema tampoco da un resultado muy halagüeño, ya que el joven, a espaldas de su
tía, se ha unido ilegalmente a una muchacha, con la que acaba casándose, el método rígido ofrece un resultado aún
mas deplorable, ya que el muchacho, liberado de la tutela paterna, se une a una citarista.
Los tipos son parecidos a los del teatro de Plauto: un joven irreflexivo enamorado perdidamente de una
muchacha pobre, pero digna de la pasión que inspira; el azar devuelve a la joven su familia y sus bienes; el padre
del joven se enternece y accede a las pretensiones matrimoniales de los dos jóvenes. Todo ello con el
acompañamiento del criado ingenioso y sazonado con las mil peripecias que conlleva un amor clandestino.
Lo interesante de su teatro radica en las novedades que imaginó o introdujo en Roma. El monólogo, en
Terencio, no sirve para que un personaje explique las estratagemas más o menos originales usadas para salvarse de
un apuro, sino para reflejar la vida interior de este personaje, sus vacilaciones, sus escrúpulos, sus conflictos
morales e incluso su evolución psicológica.
Las relaciones humanas están presididas por la ternura, que incluso aparece en el trato entre amos y
esclavos. Siente especial predilección por la pintura de las relaciones profesionales, sociales y familiares entre
personajes de diversas edades y de condición social diferente y expone las preocupaciones que dimanan del
quehacer cotidiano. Sostiene la tesis de que el hombre no es tan malo como parece; cree, además, que todo lo que
les ocurre a nuestros semejantes debe despertar en nosotros un sentimiento de solidaridad.
La acción no avanza a saltos como en Plauto, sino progresivamente, a veces con lentitud, pero el interés se
mantiene hasta el final. No caricaturiza a los personajes, ni diversifica mucho el medio psicológico en que se
desenvuelven, ya que la urbanidad y un rígido convencionalismo social preside todas sus actuaciones. Lo muestra
como seres más humanizados, lo cual da contenido moral a su teatro. Nos permite seguir paso a paso la evolución
de los diversos sentimientos en el ser humano, que deja de ser completamente bueno o malo, para convenirse en
un hombre normal con sus virtudes y sus defectos y que, ni sentir interés por los problemas de los demás, se hace
comprensivo con las debilidades ajenas y siente el impulso del amor al prójimo.
El teatro de Terencio no alcanza la comicidad del de Plauto. No persigue la risa, sino la sonrisa
comprensiva del espectador capaz de tomar en el juego sutil de los sentimientos humanos. Al disminuir la parte
musical y suprimir los juegos de palabras, las groserías, la caricatura exagerada de la realidad y el reírse del que no
tiene conciencia de sus ridículo, la vis cómica quedó visiblemente reducida, lo que motivó que el gran público
huyera del teatro hacia otro tipo de espectáculos.
La comedia de Terencio quedó, pues, relegada como espectáculo de masas y se refugió en los ambientes
cultivados, para ser leída por los doctos por la pureza de su estilo, por su perfección en la construcción de la obra,
por su delicadeza y buen gusto. Todas estas cualidades permitieron clasificar la comedia latina entre los grandes
géneros literarios de Roma) en todas las literaturas modernas de inspiración clásica.
SÉNECA
Han llegado hasta nosotros diez tragedias atribuidas a Séneca. La titulada Octavia, única tragedia de tema romano
(praetexta) que se conserva integra, no es obra suya. Es posible que tampoco sea suya el Hércules en el monte
Eeta. Las restantes fueron escritas entre el 49 y el 62 d.C. no para ser representadas en la escena, sino para ser
recitadas en lecturas públicas.
El teatro de Séneca se inspira en los grandes trágicos. Su Agamenón recuerda a Esquilo; Edipo y Las
Fenicias, a Sófocles; Hércules furioso, Las Troyanas, Medea y Fedra a Eurípides.
Se desconocen, en cambio, las fuentes de Tiestes. Séneca imita a sus modelos, pero imprime a sus obras el
sello de su personalidad apasionada. Las diferencias con el original son numerosas. En vez de la acción
progresiva, va mostrando cuadros sucesivos. La pasión del protagonista aparece ya en su paroxismo en las
primeras escenas y se va manifestando después, bajo diversas facetas, antes de la catástrofe final. Analiza con
precisión y minuciosidad las pasiones de sus héroes, que son demasiado rígidos en sus convicciones y reacciones.
Gusta de las situaciones patéticas, de los efectismos, de las truculencias y de la pintura de espíritus atormentados y
monstruosos.
Sustituye la puesta en escena por una gran brillantez descriptiva, que llega en ocasiones a resultar
recargada. Tal sucede en la pintura de escenas sangrientas, sacrificios mágicos o evocaciones de los muertos. En
sus coros alternan las más realistas y luminosas visiones de la naturaleza con las reflexiones morales. Las tragedias
de Séneca suscitaron en los siglos XVI y XVII el nacimiento del teatro clásico europeo.
Tras la muerte de Nerón se produjo en Roma una reacción clasicista, que perjudicó la fama de Séneca, que
encuentra pocas simpatías en Tácito y Quintiliano. En cambio, los primeros representantes literarios del
cristianismo (Tertuliano, San Jerónimo, San Agustín) vieron en él a un precursor. Aunque sus obras no invitan a la
devoción ni a la caridad, es indudable que Séneca presenta el pensamiento pagano en su forma moral más noble y
elevada y muestra la vida antigua en sus facetas más refinadas, por lo que su lectura ha constituido en la posteridad
una valiosa guía de conducta para muchos espíritus ansiosos de perfección moral. Aunque Séneca cultivó diversos
géneros, donde realmente destacó fue en su labor como filósofo.
TEMA II: LA HISTORIOGRAFÍA (CÉSAR, SALUSTIO, TITO LIVIO, TÁCITO).
Desde los últimos años del siglo III a.C. hasta el final de la República, Roma contó con numerosos historiadores:
Los primero de esta larga serie reciben el nombre de Analistas. El más antiguo es Fabio Píctor, a quien siguen L.
Cincio Alimento, Valerio Antias, Catón y algunos más.
Todos ellos, por no ser contemporáneos al periodo primitivo de la historia de Roma, basaron sus relatos en
obras de autores precedentes no romanos y en documentos. Los autores griegos, que florecieron algunos siglos
antes que los romanos, sintieron vivo interés por Italia, cuyas relaciones con Grecia fueron paulatinamente en
aumento. Sin embargo, las obras de esta prolífica historiografía griega han desaparecido casi por completo y de la
historiografía etrusca no queda reliquia alguna. No obstante, los Analistas romanos pudieron basarse en ambas, a
pesar de que, por su carácter extranjero, tratarían los asuntos romanos de pasada y a veces emitirían sobre ellos
juicios poco halagüeños. Todo ello no podía satisfacer el orgullo nacional romano.
En cuanto a los documentos, podían ser públicos o privados. Los públicos, a su vez, eran religiosos o
políticos. Cada colegio tenía su archivo, en el que guardaba sus estatutos, documentos y fórmulas rituales. Los
documentos políticos eran muy numerosos. No había publicaciones oficiales, pero quedaban archivados textos de
tratados, de leyes, de senadoconsultos, etcétera. Algunos de estos textos estaban grabados en tablas de bronce o
sobre columnas y se conservaban en los templos y otros lugares públicos de Roma. Los textos legales más
famosos eran los de la Ley de las XII Tablas. Los diversos magistrados guardaban también documentos de interés
general; recopilación de fórmulas y decisiones, tablas del censo, listas de empadronamiento y catastro, etc. Los
Libri Lintei, escritos sobre bandas de tela de lino, contenían las listas de los magistrados, especialmente de los
cónsules.
Por otra parte, los Analistas disponían de documentos privados. Las familias nobles tenían sus archivos
particulares y, además, las genealogías y los elogios grabados o pintados bajo las imágenes de sus antepasados,
con la relación de sus proezas y de los cargos ostentados. Las oraciones fúnebres resumían la historia de cada
familia. Toda esta documentación era poco fiable. En realidad, antes del siglo V a.C. apenas existieron
documentos oficiales escritos. En cuanto a los privados, Cicerón y Tito Livio atestiguan su escaso valor histórico,
dada la tendencia de las familias nobles a inventarse su propia historia.
Según Tito Livio, la historia de Roma, en su época más antigua, se basó más en relatos legendarios que en
documentos auténticos de los hechos acaecidos. Livio Andronico y Ennio, dos poetas, contribuyeron en grado
sumo a la creación de la leyenda sobre los orígenes de Roma.
En el año 509 a.C., tras expulsar de Roma a los reyes e instaurar la República, los romanos erigen en el
Capitolio la famosa loba de bronce, símbolo orgulloso de su nación, aunque, al parecer, no conocían aún la
leyenda de Rómulo y Remo, que luego se convirtió para ellos en dogma de fe. La historia de los siete reyes se fue
gestando a finales del s. IV a.C. En cuanto al origen troyano de Roma, aparece en Aristóteles y, a principios del s.
III a.C., en Calias de Siracusa, figuran Rómulo y Remo. Poco después, el año 296 a.C., los hermanos Ogulnii
erigen de nuevo en el Capitolio una loba de bronce, acompañada ya de dos gemelos lactantes, grupo que, a partir
de entonces, se hizo muy popular.
El poeta Nevio lleva a Eneas hasta Cartago; Ennio, uno de los precursores de Virgilio, hace a Rómulo
descendiente directo de Eneas. Así, Rómulo, descendiente de la diosa Venus (madre de .Eneas) y del dios Marte,
fue el primer rey de Roma.
Los analistas crearon a su arbitrio la historia de Roma. Para hacerla más gloriosa, falsificaron toda clase de
documentos, elaboraron otros apócrifos, interpretaron caprichosamente restos arqueológicos e instituciones,
inventaron etimologías, se apropiaron de leyendas y cultos de otras ciudades del Lacio y tomaron de la historia y
de las instituciones griegas los elementos que precisaban para elaborar una historia nacional. Donde no inventan,
deforman, para satisfacer el orgullo patriótico. Otras veces, exageran el papel de Roma en empresas en las que
ésta, o no intervino o desempeñó un papel poco relevante.
El progresivo engrandecimiento de Roma iba exigiendo paralelamente relatos más jugosos y brillantes que
las secas narraciones de los analistas. Cn. Gelio, en su monumental obra de 97 libros, refiere ya en latín el
pintoresco rapto de las Sabinas. Valerio Antias compuso los Annales, que constaban de una serie de autores
carentes, en general, de una brillante personalidad: Cornelio Nepote (100-25 a.C.), Veleyo Patérculo, Valerio
Máximo, Quinto Curcio, Suetonio. Tras el último, los autores se limitan a elaborar resúmenes de los historiadores
o a imitarlos: Floro, Justino, Amiano Marcelino, a finales del siglo IV d.C., autor de una Historia trata de imitar a
Tácito.
C. Salustio Crispo (86·35 a.C.), plebeyo, de familia rica, nace en Amiterno (Sabina); fue partidario de
César y protegido por éste (por lo que en el año 44 a.C. se retira de toda actividad política)
Su carrera política puede recogerse en las siguientes fechas: en el 52 a.C. es elegido tribuno de la plebe; en
el 50 a.C. es excluido del cuerpo de senadores por Apio Claudia, so pretexto de inmoralidad; en el 49 a.C.
reingresa en el Senado por acción de César; en el 47 a.C. acompaña a César a África y en el 46 a. C .es nombrado
procónsul en Numidia donde amasa una inmensa fortuna.
Salustio escribió tres obras de contenido histórico:
- Historiae, en cinco libros; era una historia contemporánea con los sucesos posteriores a la muerte de Sila
(Guerra de Sertorio, de los esclavos y parte de la de Mitrídates), enlazando con la historia de Sisenna; sólo quedan
algunos fragmentos, fundamentalmente cuatro discursos y dos cartas.
- De Catilina Coniuratione, que narra el complot de Catilina contra el Senado y la aristocracia el 63 a.C.
bajo el consulado de Cicerón.
- De bello Iugurthino: Yugurta, hijo adoptivo de Micipsa, rey de Numidia, se había formado militarmente
con los romanos, acompañando a Escipión en la torna de Numancia. A la muerte de Micipsa se apodera del reino
por la fuerza, eliminando a los dos hijos legítimos del rey, lo que hace que los romanos le declaren la guerra.
Después de muchas alternativas con victorias y derrotas por ambas partes, Mario, nombrado cónsul y general en
jefe, logra, con la ayuda decisiva de su cuestor Sila, terminar la guerra haciendo prisionero a Yugurta.
Tito Livio (59? a.C.-17 p.c.) nació en Patavium (Padua); hombre austero, aristocrático, recibió formación retórica
y filosófica; marchó a Roma alrededor del año 30 donde comenzó la redacción de la Historia de Roma desde sus
orígenes hasta la muerte de Druso (9 a.C.) ; a la muerte de Augusto (14 p.C.) retornó a Padua, donde murió.
Se le atribuyen unos diálogos filosófico-históricos y un tratado de retórica en forma epistolar. Pero la obra
que nos interesa es la que se tituló Ab urbe condita (Desde la fundación de la Ciudad). Frente a los autores de la
generación anterior, como César y Salustio, que habían escrito monografías históricas sobre cortos periodos o
sobre hechos concretos relevantes, Tila Livio vuelve a la concepción de los antiguos analistas y acomete la
empresa de escribir una Historia de Roma desde su fundación hasta la propia época del autor. Probablemente
pensó cerrar su obra con la muerte de Augusto, pero murió cuando había llegado al 19 a.C.
La obra consta de 142 libros (aunque el plan general podría prever 150) que fueron editados en décadas.
Se han conservado la primera década (desde los orígenes hasta las vísperas de la guerra con Pirro -293 a.C.-, la
tercera (Segunda Guerra Púnica), la cuarta y los cinco primeros libros de la quinta (junto con algunos fragmentos
sueltos).
No es de extrañar que se perdiera la mayor parte de esta obra, precisamente por su enorme extensión, que
hacía imposible su circulación normal entre los estudiosos y los estudiantes. Para éstos se compuso pronto breves
resúmenes de cada libro (periochae), que se han conservado (salvo los referentes a los libros 136 y 137). Y
mediante ellos conocemos en extracto el contenido completo de una obra que muy pocos lograron poseer en su
integridad.
Tito Livio no estudió fuentes originarias ni visitó los lugares de los acontecimientos. Utilizó a los analistas
Valerio Antias y Claudio Cuadrigario para la primera década ya Fabio Pictor, Celio Antípatro y al historiador
griego Polibio para el resto; en la cuarta década hay influencias de Catón de Utica. Tito Livio utiliza fuentes de
segunda mano, llenas de anacronismos e imprecisiones, aunque, a veces, encontramos contraste de fuentes; sigue
como los analistas, una exposición cronológica de los hechos. No se le oculta a Tito Livio que poetas e
historiadores de épocas precedentes han falseado la historia, para halagar el orgullo de las familias encumbradas y
el de los nuevos ricos de la época; sin embargo, acepta la tradición, sin ponerla en tela de juicio demasiado
riguroso; su labor consiste en hacerla verosímil, haciéndola pasar por el tamiz de la razón, suprimiendo las
contradicciones más flagrantes, eligiendo y armonizando los datos aportados por las diversas fuentes y procurando
establecer entre ellos las relaciones lógicas necesarias.
Por su pretensión de glorificar el pasado de Roma, al estar identificado con el programa patriótico de
Augusto, a menudo le falta espíritu crítico llevado de esta misma pasión hacia el pueblo romano, a quien pietas y
uirtus habían llevado a la prosperidad.
Para Tito Livio la obra de historia era artística, como para Isócrates y Cicerón: utiliza densos y simétricos
periodos, que dan a veces cierta monotonía a la redacción; las expresiones poéticas, las metáforas vivas y atrevidas
son frecuentes; de todas formas la primera década es más poética (pues los hechos están rodeados de leyenda} ;
ahí se utilizan con profusión arcaísmos en fórmulas o plegarias para dar impresión de antigüedad.
Lo mismo que Salustio, gusta de poner discursos en boca de sus personajes. Estos discursos no son una
transcripción de las palabras reales de los personajes, sino que están elaborados por el historiador, conservando
sólo las ideas matrices del original (¿?) y revistiéndolas de todos los recursos retóricos apropiados al momento y a
las circunstancias. Consigue romper con ello periodos descriptivos o narrativos, al par que dotar a la narración de
importantes rasgos psicológicos de sus personajes (que, en el fondo, explicarían su historia) .En cualquier caso,
muchos de los discursos suenan artificiosos y falsos, ya que el historiador no había sido magistrado ni soldado, por
lo que suple su desconocimiento con la retórica del abogado.
El estilo de Livio es una mezcla del ciceroniano y del virgiliano; su relato es fluido, abundante, sosegado e
incluso poético, como el que exigía Cicerón para las exposiciones históricas. Hay en él una cierta abundancia en
su lengua (lactea ubertas) , aunque se le acusa de provincianismo (patauinitas).
Publio Cornelio Tácito (53 ó 56 -120 p.C.) parece ser originario del Sur de la Galia; se casó con la hija de Julio
Agrícola, famoso general y gobernador de Bretaña: fue instruido en retórica en Roma; su carrera política se puede
resumir en los siguientes eventos: senador en el 78, pretor en el 88, cónsul en el 97 y procónsul en Asia en el 112.
Plinio celebra en Tácito como orador la solemnidad grandiosa; fue famoso el discurso necrológico que
pronunció siendo cónsul en honor de Virginio Rufo, el vencedor del usurpador Vindex. Su Diálogo sobre los
Oradores nos revela al hombre de experiencia oratoria que además conoce profundamente las condiciones de
dicha profesión.
Todavía se hallaba Tácito en la plenitud de su fama como orador cuando dirigió su actividad al campo de
la historia. El año 98 publicó la biografía de su suegro (De vita et moribus Iulií Agricolae) y poco después su
Germania.
De vita et moribus Iulií Agricolae es una biografia encomiástica de su suegro, aunque algunos la
consideran una especie de elogio fúnebre (que Tácito no pudo pronunciar en su día por hallarse ausente de Roma)
o incluso un manifiesto político contra la tiranía de Domiciano. Agrícola, el protagonista, se nos presenta como
"un funcionario integérrimo y un caudillo glorioso". Se hace hincapié, sobre todo, en su conquista y gobierno de
Bretaña; hay digresiones, como la descripción geográfica de Bretaña, y datos interesantes para la historia de la
colonización romana. Su valor rebasa lo meramente biográfico para reinsertarse en el ensayo histórico.
Germania (De Origine ac situ Germanorum) ha sido calificada de monografia etnográfica o tratado
histórico-geográfico. Es una obra breve de extensión, pero de gran alcance histórico y literario. Se compone de dos
partes: la primera comprende una descripción y unas consideraciones generales sobre el territorio y la raza de los
germanos, seguidas de una exposición de su vida pública y privada, con referencia a sus instituciones y
costumbres; en la segunda parte se describen las instituciones y costumbres de cada población particular.
Historiae es la primera de sus dos obras mayores. Constaba de 14 libros y comprendía el periodo, vivido
por el autor, desde la muerte de Nerón hasta la muerte de Domiciano (69-96 p.C.), es decir, el correspondiente a
seis emperadores: Galba, Otón, Vitelio (un solo año entre los tres), Vespasiano, Tito y Domiciano; de los 14 libros
sólo se nos han conservado los cuatro primeros y parte del quinto).
Los Annales aunque escritos con posterioridad a las Historiae contienen un periodo anterior al de éstas;
abarca desde la muerte de Augusto hasta la muerte de Nerón (14-68 p.C.), empalmando así con su obra anterior, es
decir, los reinados de Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón; comprendía 16 libros, de los que se conservan los seis
primeros (reinado de Tiberio) -en realidad, del I al IV completos; comienzo del V y parte final del VI-y los seis
últimos (parte del reinado de Claudio y el de Nerón; falta el reinado de Calígula, el comienzo del de Claudio y los
dos últimos años del de Nerón) .
Tácito se documentó bien. Sus fuentes son múltiples historiadores (Aufidio Baso, Plinio el Viejo, Fabio
Rústico), memorias (Coríbulo, Suetonio, Paulino, Mesala, Agripina) y archivos (Acta Diurna populi Romani, Acta
Senatus). Escribe sus grandes obras en el reinado de Trajano y ataca duramente la tiranía de Domiciano; aunque
declara que va a escribir sine ira et studio, carga las tintas contra la ignominia y las crueldades anteriores -con lo
que exalta a Trajano y Nerva, contra los vicios de la corte imperial. con un juicio negativo sobre el imperio -en
contraposiciones e insinuaciones-o piensa que el objeto principal de la historia es "preservar del olvido a la virtud
y refrenar los vicios, por miedo a los juicios vengadores de la posteridad".
Consideraba la historia como género literario; su lenguaje y concepción literaria se asemejan a los de
Salustio; concibe la historia como un drama de almas y a los hechos históricos como la sucesión de estados
anímicos de personajes; de ahí la importancia de sus retratos.
Su lengua se distingue por la brevitas (con frecuentes elipsis y braquilogías) y la inconcinnitas.
TEMA III. LA ÉPICA (VIRGILIO y LUCANO)
Por poesía épica entendemos una narración heroica en verso, que normalmente constituye una de las primeras
manifestaciones literarias de una civilización. En ella se narran hazañas de un héroe individual o colectivo, que
tienen como base materiales reales o legendarios, en muchos casos, legado de tradiciones orales de un pueblo.
Su misión era la de recordar acontecimientos exponiendo una acción como base; normalmente no está la
creación épica lejos del sentimiento nacionalista de un determinado pueblo, con frecuentes elementos
fundacionales. Pretende ser, pues, una narración de carácter objetivo que Bowra define como "persecución del
honor a través del riesgo". No obstante, debemos distinguir dos tipos de creación épica: la narración épica
primitiva o heroica, compuesta oralmente, dirigida a una audiencia popular y frecuentemente recitada como
salmodia, que canta acciones desarrolladas en un pasado muy remoto (Ilíada, Odisea o Mahabharata) y la épica
culta, que es una obra bien meditada por un autor concreto, que inventa o reinventa un tema y que dirige su obra a
un público refinado (Eneida, Farsalia).
Los primeros poetas épicos latinos son casi contemporáneos de las Argonáuticas (siglo III a.C.) .Sin
embargo, los primitivos poemas épicos romanos presentan una génesis literaria un tanto complicada, ya que son
fruto de tendencias diferentes.
Roma estaba sometida literariamente a las tradiciones épicas alejandrinas importada por los esclavos o
libertos griegos. A ellos se debió, en buena parte, la identificación de los dioses romanos con los griegos y la
creación de los primeros poemas épicos en lengua latina. Destaca especialmente una traducción de la Odisea,-y la
introducción del hexámetro, que sustituye al primitivo verso saturnio.
Pero, frente a esta tendencia helenizante, persistía la tradición guerrera y patriótica de Roma; los romanos
habían emprendido una ingente guerra de conquista contra todos los pueblos bañados por el mar Mediterráneo.
Los nuevos conquistadores del mundo conocido habían creado ya una vieja Historia Nacional, que no, por ser
ficticia, les inspiraba menos orgullo. Esta historia se remontaba a la propia fundación de Roma, en la que no veían
vanas leyendas, sino auténticas realidades históricas. Por ello, ante los poetas se alzaba, tentador, el deseo de
narrar, en forma de epopeya, el remoto pasado de Roma e incluso sus gloriosos hechos recientes.
La tradición literaria griega y el patriotismo romano influyeron, pues, en los poetas durante más de dos
siglos hasta que logra encontrar una fusión armónica en La Eneida de Virgilio
Sus predecesores latinos más importantes fueron Livio Andrónico, Nevio y Ennio.
Livio Andrónico, capturado en la toma de Tarento por los romanos, enseñó en Roma la lengua griega. Con
objeto de contar con un texto bilingüe, que le ayudase en sus enseñanzas, tradujo al latín la Odisea (Odussia) en
versos saturnios.
Gneo Nevio muere hacia el 201 a.C. Tomó parte en la Primera Guerra Púnica. Con su poema Bellum
Poenicum creó no sólo la epopeya nacional romana, sino también el primer poema épico histórico, con tema
tomado de la actualidad inmediata. Su autor fue testigo de una parte de los hechos narrados e incluso intervino
personalmente en ellos.
El poema se remontaba a la leyenda de Eneas y sus trágicas relaciones amorosas con la reina Didó y sus
repercusiones en el futuro de sus respectivos pueblos, Cartagineses y Romanos, que se enfrentarían en las Guerras
púnicas. Describía después el desembarco de Eneas en Italia y los sucesos posteriores de la historia de Roma hasta
sus guerras con Cartago, como preludio al tema propiamente dicho, constituido por éstas. La obra está compuesta
en versos saturnios -de los que conservamos unos sesenta-y está impregnada de un ferviente orgullo nacional.
Aunque los escasos versos que han quedado nos hacen pensar en una especie de crónica versificada, el
Bellum Poenicum influyó en las generaciones siguientes y fue imitado por Ennio y Virgilio y alabado por Cicerón.
Ennio, nacido en Calabria el año 239 a.C., escribió un extenso poema épico en 18 libros, los Annales..Para
describir el periodo legendario de Roma se basa en Nevio. Imita a Homero, de quien toma comparaciones y toda
clase de procedimientos expresivos y artísticos. Su mérito excepcional fue el de haber introducido en la poesía
latina el verso hexámetro y haberle dado unas leyes, que fueron las básicas de este ritmo poético en épocas
posteriores.
El caso de Lucrecio es bien distinto al de los poetas anteriores; figura en este tema no por ser un poeta
épico al uso sino por usar el verso característico de este género, el hexámetro dactílico.
Lucrecio, nacido en el año 96 ó 95 según San Jerónimo, se suicidó a los 44 años; en su obra primordial,
De rerum natura de carácter didáctico, expone la física, la psicología y la teoría cultural de Epicuro; los libros I y
11 contienen las teorías sobre los átomos; el III y el IV, la doctrina sobre el principio vital ( anima) y el espíritu
(animus) ; el V y VI, la doctrina sobre el mundo y sus fenómenos, tanto celestes como terrestres, incluso el origen
y desarrollo de la cultura humana.
Marco Anneo Lucano (39 al 65 p.C.), sobrino de Séneca, nació en Córdoba pero se crió en Roma, en el ambiente
de la corte imperial. A los veintiséis años era poeta famoso y amigo de Nerón; a esa edad se suicidó, descubierta la
conjuración en la que participaba para eliminar al emperador.
Dejó una epopeya, probablemente inacabada, en diez cantos: la Farsalia, en la que describe la guerra civil
entre César y Pompeyo. En los seis primeros libros refleja la Roma de su tiempo. y pasa revista a las fuerzas de
ambos bandos, presenta a sus principales jefes y relata las operaciones militares que precedieron a la batalla de
Farsalia, que describe en el libro VII. En los tres cantos finales expone las consecuencias de la victoria de César:
asesinato de Pompeyo, éxitos tardíos de Catón y triunfo de César.
En esta obra se trasluce la pugna literaria, en torno a la epopeya, entre los poetas partidarios de la tradición
griega y de sus maravillas mitológicas y los que, formados en la doctrina estoica, preferían un estilo conciso y los
temas nacionales. Lucano, en efecto, representa un retorno de la epopeya romana primitiva, de tema puramente
patriótico, ya que sustituye el tema mítico y lejano por otro histórico, casi contemporáneo.
En el desarrollo de la acción no intervienen los dioses; los presagios, los prodigios y la adivinación por los
astros han perdido su carácter sobrenatural. Por el contrario, Lucano echa mano de los atractivos políticos,
glorificando la libertad y la austeridad republicana y desmitificando a César, a quien presenta como un déspota;
en cambio, Pompeyo y Catón, sus rivales, aparecen como mártires de la libertad perdida.
TEMA IV. LA LÍRICA (CATULO, HORACIO, OVIDIO)
“Si bien es verdad que desde distintos puntos de observación el concepto de 'lírico' ha variado sustancialmente
entre la consideración de los antiguos y nosotros, no es menos cierto que la sima que separa ambas
interpretaciones empieza a cerrarse dentro del panorama literario latino. Supone la lírica y, desde luego, la elegía,
la lenta conquista por parte del sujeto que escribe, del tema literario que deja de ser algo estrictamente objetivo,
que queda fuera del autor, para convertirse, las más de las veces, en una confesión dolorida de desencanto o,
cuando menos, la participación, aunque sea fingida, en los avatares de la vida que son, porque el sujeto que los
describe, quiere protagonizarlos, el único motivo y fin de esta literatura. Dicho de otra manera, lentamente por esta
vía de interiorización, la literatura se subjetiviza y se crea una esfera íntima, ambigua, a veces indecisa entre la
vida propia y la concepción intrapersonal del mundo, cuyos vectores no siempre coinciden con los presupuestos
del "género” Pocas veces el lenguaje se hace más equívoco que en la propia lírica, por cuanto comporta una
especie de cosmovisión en la que se desea se subsuma el propio yo. En este sentido, la palabra poética se da la
mano con la litúrgica y el canto coral de la tragedia; el salmo y la manifestación de los poetas de penuria son las
concreciones en las que se encama, poéticamente hablando, la necesidad de consuelo y el dolor del mundo, la
esperanza y la vida que sigue por encima de los desencantos de cada hora. A ello, despacio, se ha ido encaminando
en sus figuras más preeminentes la lírica latina”. (E. Otón Sobrino).
La poesía lírica nace en Roma bastante tarde; a partir de la segunda mitad del s. II a.C. y sobre todo en el s
I a.C. se deja sentir el influjo helenístico con mayor fuerza; las guerras de conquista habían hecho llegar a Roma
obras de arte, libros, poetas, filósofos y escritores de Grecia.
Las circunstancias políticas e históricas determinaron un enriquecimiento extraordinario de una minoría;
entre las clases superiores se nota un afán de lujo y de bienestar que favorece el desarrollo de las artes. Los
jóvenes ricos ya no se contentan con leer o proteger a los escritores; quieren tomar parte en la vida intelectual y
cultivar la literatura personalmente y para ello viajan a Atenas, Rodas, Pérgamo o Alejandría y se inspiran en la
poesía alejandrina (Círculo de Lutacio Cátulo). En este ambiente Catulo escribe su obra, adaptando los metros que
posteriormente utilizaría Horacio en sus Odas.
Aparecen en Roma géneros poéticos nuevos de carácter predominantemente subjetivo: la elegía amorosa y
el epigrama. A su lado, las viejas formas épicas se transforman, los poemas narrativos se hacen más cortos y dan
entrada al lirismo y a la introspección. La poesía se convierte en un manjar minoritario, sólo accesible a quien
conociera la lírica individual griega -Arquíloco, Safo, y el resto de la producción helenística.
En una evolución propia, en tiempos de Augusto surge la elegía romana que tiene por objeto la esfera
privada del otium. Empalma con la poesía griega del mismo nombre, que conocemos desde el s. VII a.C. -los
griegos llamaban elegía a aquella poesía que se componía con estrofas elegíacas, hexámetro más pentámetro
dactílico: dístico elegíaco.
Los romanos tomaron de los elegíacos griegos no pocos temas: el contraste entre la muerte y el amor,
entre el goce y el sufrimiento de la vida, así como narraciones eróticas tomadas de la mitología, como figuras en
que se refleja la experiencia amorosa personal. Pero no se sigue, de aquí que la elegía romana lo deba todo a la
griega; por su motivo central es una elegía amorosa subjetiva de la que no hallamos nada semejante en la literatura
griega conservada. En cambio, la vivencia erótica desempeña un papel importante en el epigrama helenístico. Esto
nos permite conjeturar (Bieler) que la elegía romana arrancó del epigrama erótico, pero recogiendo para
desarrollarse otros elementos afines a ella tomados de la bucólica, del epilio, de la elegía objetiva. Galo, Propercio
y Tibulo son los poetas elegíacos por antonomasia.
CATULO
Si nos atenemos a los pocos datos que poseemos sobre la .vida de Catulo, nació en Verona en el año 87, según la
Crónica de San Jerónimo; pasó gran parte de su vida en Roma, donde trabó buenas amistades y conoció a los
grandes personajes de la época (Pompeyo, Cicerón, Catón, César y otros); su familia era acomodada, tenía
posesiones en Verona y cerca del Tíber; se convirtió en amante de una mujer casada, Clodia, la Lesbia de sus
poesías. Acompañó al propretor G. Memio a Bitinia durante los años 57-56. Publicó una colección de poesías no
antes del año 54; y murió en Roma, según San Jerónimo, a los treinta años, es decir, en el 57. No obstante no fue
muy exacto pues es seguro que vivía en el 55 por sus referencias a las campañas de César en la Galia. De ahí que
se fije el año de su muerte el año 54 y el de su nacimiento, por tanto, el año 84.
II. Obras.
Una primera lectura de las 113 poesías de Catulo nos lleva a dividir su colección en tres partes diferentes:
3. Epigramas (69-116)
En cada parte desarrollaría el autor tres formas poéticas de expresar su experiencia: la ligera y simpática de las
poesías breves, en las que el amor de Lesbia es el más tratado; la elevada y culta de las piezas largas, y la breve e
hiriente de los epigramas.
Pero como poesía dactílica, sólo se pueden considerar aquellos poemas escritos en versos dactílicos, ya
sean hexámetros o dísticos elegíacos. A este tipo pertenecerían algunos de los llamados poemas largos: el 62,
64,65,66,67 y 68.
·Poema 62: Es un epitalamio o canción de boda, en la que se ofrecen dos puntos de vista diferentes sobre el
matrimonio, el del hombre y la mujer, que se unen mediante un contrato hecho por los hombres, al que debe
plegarse la mujer. Aparecen los motivos propios del género: invocación al Himeneo, la deductio (separación o
rapto de la novia), el banquete de bodas e incluso el enfrentamiento hombre-mujer. Está escrito en hexámetros
dactílicos.
·Poema 64: Escrito en hexámetro dactílico, es un "epilio", y un poema épico en miniatura en el que Catulo
desarrolla dos temas principales: las bodas de Tetis y Peleo o narrativa externa y la historia de Teseo y Ariadna o
narración interna.
La técnica narrativa y la forma siguen a sus modelos alejandrinos, así escoge las versiones menos conocidas de los
mitos, y se vale de repeticiones, alusiones eruditas, evocaciones románticas.
Q. HORACIO FLACO
I. Datos biográficos:
Nacido en Venusia, al sur de Italia, el 8 de diciembre del año 65 a. C, hijo de un liberto acomodado, pasó su
infancia en una granja de la campiña, rodeada de olivos, circunstancia que modeló su afición a la vida campestre.
Más tarde su padre lo envió a Roma donde recibió la educación de un caballero, partió a Atenas a estudiar filosofía
(convirtiéndose en un seguidor del epicureismo). Se alistó en el ejército de Bruto, y participó en la batalla de
Filipos. La derrota sufrida le cerró el camino militar, por lo que tuvo que buscar trabajo, al haber perdido todas sus
posesiones. Consiguió un puesto de escriba y sus versos llegaron, más adelante, a oídos de Virgilio, quien lo
introdujo en el círculo de Mecenas, no sin un periodo de espera. La amistad con éste duró toda la vida de ambos, y
le proporcionó a Horacio todo lo que necesitó para desarrollar su labor como escritor: una finca en las montañas
sabinas y la independencia económica. Incluso llegó a rechazar una oferta de trabajo del propio emperador
Augusto, al que llegó a apreciar enormemente. Murió el 27 de noviembre del año 8 a.C.
II. Obras
Epodos y Sátiras: Representan el primer periodo de sus obras, por lo que presentan huellas de inmadurez. Los
Epodos, .a imitación de Lucilio, Catulo son violentos y desgarrados ataques contra figuras de la vida pública o
contra enemigos privados. En ellos refleja un mundo agitado, lleno de instintos brutales y de odios, aunque el
alguno de ellos, como el Beatus ille, trace uno de los cuadros más famosos de las delicias de la vida campestre,
acompañándolo de una fina gracia e ironía. Por su parte, las Sátiras carecen de la crudeza de Lucilio, si bien les
imprime un agudo espíritu de observación y de autocrítica que le atrae las simpatías de los lectores, aplacando las
iras de los ridiculizados. Se refugia en la vida rural, y en torno al fuego del hogar, cuenta los proverbios y fábulas
con los que expone los problemas de la conducta moral. Horacio está preocupado por la vida honrada, tal y como
le inculcaron sus padres.
Odas: Los llamados Carmina, tres libros publicados el 23 a.C, a los que se les añadió un cuarto y el Carmen
Saeculare. representan el culmen de la madurez artística del poeta. Roma vivía su Pax Romana bajo el imperio de
Augusto y estos poemas reflejaban el sentimiento de fuerza y seguridad del romano dominador del mundo y su
confiado abandono al goce del ideal logrado.
Adaptó la métrica griega a la latina, y consiguió la claridad y precisión en la expresión artística y en la
elección de los epítetos. En cuanto a los contenidos, nos transmite sus hábitos de pensamiento, su melancolía, su
sencillo disfrute de los placeres de la vida, suyas son las expresiones aurea mediocritas, carpe diem, o la idea de
que la muerte nos iguala a todos. Cantan algunas de estas Odas la alegría de los banquetes, la placidez de la vida
campestre, vagos y pasajeros amoríos en un tono ligero, nunca apasionado. Sólo el pensamiento de su patria y de
los héroes que la hicieron grande suscitan en él los ecos más vibrantes que resuenan en las odas nacionales
dedicadas a celebrar a Augusto, a Roma y al Imperio. Especialmente famoso es el Carmen Saeculare en el que el
poeta canta la grandeza de Roma y la gloria de la nueva época desde el punto de vista moral en la concordia de las
familias, en la purificación de las costumbres y en la fertilidad de los matrimonios.
Epístolas: El año 20 a. C publica su primer libro de Epístolas, el más rico y variado, formado por veinte cartas
dirigidas a diversos amigos. El libro 11 con sólo tres epístolas es obra de sus últimos años, y en ellas muestra su
melancolía. En las dos primeras dicta normas de moderación, mientras que la tercera conocida como Arte poética
dirigida a los Pisones constituye un verdadero tratado sobre el estilo, elementos, géneros y cometidos de la poesía.
Representó el poeta una nueva conquista del espíritu latino y anticipó el desarrollo del espíritu y de la Poesía
Moderna. Su fama fue equiparable a la de Virgilio en la antigüedad, permaneció silenciado en el primer tercio de
la Edad Media, resurgiendo en la Época Carolingia (S. VIII). Su poesía se transmitió gracias a las escuelas de
Francia. En el Renacimiento aumentó su fama y la iglesia adaptó algunos de sus himnos. En España ha habido
innumerables traductores e imitadores.
l. Datos biográficos:
Hijo de una antigua y acaudalada familia de orden ecuestre, nació en Sulmona el 20 de marzo del 43 a.C. Se
trasladó a Roma a los trece años, donde recibió una amplia y sólida formación retórica. A los 18 años viajó a
Grecia, Oriente y Sicilia. Volvió a Roma el año 22 y recorrió los primeros escalones del cursus honorum, pero no
se dedicó a la abogacía. Su iniciación poética se forma en el Círculo literario de Mesala. Cantó la muerte
prematura del poeta Tibulo e imitó a Propercio. Caminó, pues, por la senda de la poesía amatoria en una sociedad
de gustos refinados en la que destacó como poeta favorito de la juventud, alcanzando una fama y renombre
difícilmente superada por otro poeta. Pero esta felicidad se vio truncada al ser desterrado a Tomi, a orillas del mar
Negro por el emperador Augusto, no se sabe si a causa de su conducta o de sus versos. Allí después de pedir en
vano clemencia murió a los sesenta años.
II. Obras:
l) POEMAS ERÓTICOS
Amores: Entre los años 23 y I5a. C. compuso los tres libros de elegías, que comprenden medio centenar de
poemas. En ellos pinta un retrato de la sociedad mundana de época de Augusto. Corina, el personaje femenino que
preside la obra le sirve de pretexto para poner bajo su nombre y reducir a sistema un gran número de situaciones,
generalmente de origen literario, que ya fueron recogidas por Tibulo y Propercio: el velar delante de la puerta de la
amada (exclusus amator), el mensaje rechazado, la toilette de la dama, la enfermedad, las noches demasiado
cortas, los celos, la infidelidad, la milicia del enamorado (militia amoris)...En estos poemas no existe un auténtico
sentimiento amoroso, sólo .hay galantería, gusto por la aventura, por la conquista donjuanesca de cualquier mujer.
Son elegías frías artificiosas, y carentes de pasión y sentimiento.
Heroidas: Hacia el año 15 a. C. inicia una serie de elegías amorosas, "Heroínas" concebidas en forma de cartas
enviadas por algunas mujeres famosas de la leyenda, e incluso de la historia, a sus maridos o amantes lejanos:
Penélope a Ulises, Briseida a Aquiles, Fedra a Hipólito, Dido a Eneas, Medea a Jasón... Esta forma de
correspondencia entre amantes apareció ya en Tibulo.
Sus heroínas sienten, sufren y escriben como las mujeres que conocía Ovidio, pertenecen a su medio
social, tienen su refinamiento y carecen de la sencillez antigua. Todas las elegías están impregnadas de retórica, en
algunas se pintan con vivacidad situaciones novelescas, o las contradicciones y astucias femeninas.
Medicamina faciei feminae: Ovidio pasa en estas obras al amor en sentido general, teórico y abstracto. En la
primera de estas obras, un tratado sobre los cuidados del rostro femenino, del que nos ha llegado sólo la quinta
parte, unos cien versos, expone los afeites, curas de belleza y restantes recursos de las damas elegantes para atraer
y deslumbrar a los varones refinados de su época.
Ars amatoria: publicada en tres libros pretende enseñar cómo se conquista y retiene el amor. Naturalmente, el
amor sensual, sus enseñanzas iban dirigidas a las semiprofesionales del arte de la seducción, no a las virtuosas
matronas romanas a las que invita a mantenerse al margen de estas indicaciones. Quizá previendo las posibles
acusaciones de querer atacar la integridad de la familia, y desafiar las leyes.
Remedia amoris: donde da consejos para desarraigar del alma la pasión amorosa, pretendió inútilmente desvanecer
el ambiente de impudor e inmoralidad provocado por el Ars Amatoria.
3) TRISTES Y PÓNTICAS.
En el otoño del año 8 d.C. un edicto de Augusto condenó al poeta a la relegatio (pena más suave que el exilium),
en Tomi cerca de la desembocadura del Danubio en el Mar Negro. Las causas del castigo no han sido aclaradas
todavía, se habla de la inmoralidad de sus escritos en una época en la que Augusto programaba la restauración de
la moralidad dentro de la familia, y de su participación en los escándalos de la hija de Augusto como posibles
causas.
Estas dos obras, elegías del destierro, apenas difieren entre sí más que en la falta de destinatario de las
primeras. Los mismos procedimientos retóricos, idénticas amplificaciones, variaciones, metáforas y alusiones
mitológicas. La nostalgia de la tierra natal en un medio inhóspito tiñe de monotonía quejumbrosa estas dos obras.
La esperanza de recuperar su antigua vida merced a un perdón imperial lo invade todo. No encontramos en estas
postreras elegías grandeza de alma, ni hondura de pensamiento, pero sí una hiriente y luminosa vivacidad en el
relato, amenidad, fantasía, gusto delicado, riqueza inagotable de invención, y gran virtuosismo.
Nadie ha logrado superar a Ovidio en la habilidad de los recursos pictóricos, para potenciar el contenido de un
vocablo y en la entonación de la elocución, en la variedad de efectos rítmicos, en el uso de licencias métricas.
Gozó de gran prestigio en su época. En la Edad Media su fama sólo cede ante Virgilio. En el
Renacimiento aumenta su influencia, llegando a la cima en el teatro del siglo XVII, que bebe de sus Metamorfosis
obra que ha inspirado a artistas de todos los tiempos.
TEMA V. LA FÁBULA. LA SÁTIRA. EL EPIGRAMA
Hemos visto cómo los grandes poetas romanos pertenecían generalmente a determinados círculos literarios y se
movían en las altas esferas de una sociedad privilegiada. La fábula y su mundo poético se desenvuelve, en cambio,
en las capas más humildes de la sociedad. Fedro, el primero y el más importante cultivador de este género literario
entre los romanos, pasó tan desapercibido por la literatura oficial de su tiempo, que nada se dice sobre su persona.
Ya en Grecia la Fábula (en su característico aspecto de apólogo en que intervienen los animales) surgió como
reacción ante la poesía de tono elevado y solemne. Los rapsodas repetían su repertorio épico de ciudad en ciudad,
de corte en corte. Frente a ellos, se había difundido otro género de literatura narrativa, surgida del pueblo más
modesto y destinada a aquellos sectores del pueblo carentes de grandes pretensiones literarias.
Así pues, frente a la Epopeya, que representaba el lado noble, aristocrático y heroico de la vida y cuyos
personajes eran los héroes y los dioses, la Fábula reflejaba el reverso de esa misma vida, el transcurrir mediocre y
vulgar de todos los días. Sus personajes no son los dioses ni los héroes, semejantes a ellos, sino los hombres
vulgares, insignificantes, contemplados desde el punto de vista que los relaciona con los animales o, mejor dicho,
los animales en lo que tienen en común con el hombre. La Fábula, mediante esa audaz ficción escénica,
transportaba a los oyentes o a sus lectores a una época mítica, fantástica y seductora, en la que aún hablaban los
seres inanimados, los animales y las plantas.
Fábulas, apólogos, proverbios y otras creaciones literarias más o menos anónimas de raíz popular suelen
difundirse de un país a otro sin adoptar forma definitiva, generalmente por vía oral y con variadas vestiduras.
Muchas de las fábulas griegas, que se convirtieron en latinas por obra y gracia de Fedro, nacieron en la misma
Grecia; otras, en cambio, procedían de diversos países de Oriente: Egipto, India, Frigia...
Fueron sus transmisores los mercaderes y los esclavos. Esclavo fue Esopo, cuyo nombre está íntimamente
vinculado a la Fábula griega. En su conjunto, las fábulas esópicas constituyen una especie de reivindicación
satírica del pueblo más humilde frente a los privilegiados, que suelen aparecer en ellas vistos desde el ángulo más
grotesco. Este espíritu reivindicativo aparece con perfiles aún más definidos en los cinco libros de las Fabulae
Aesopiae de Fedro.
Probablemente fue este espíritu el que atrajo a este poeta hacia este tipo de literatura, que surge en los
umbrales del Imperio, cuando ya no se podía expresar con entera libertad lo que se pensaba. Por eso, hará hablar a
los animales, portadores de la opinión callada de una gran mayoría silenciosa, privada de su antigua consistencia
política, ausente de toda participación real, e incluso ilusoria, en la administración del Estado y cada vez más
segregada de la alta sociedad de la época imperial. Fedro, plebeyo y poeta de la plebe, aparece por ello sin
conexión alguna con el resto de los poetas de su tiempo.
LA SÁTIRA y EL EPIGRAMA
El espíritu crítíco base de la sátira, es innato en el hombre y su expresión literaria aparece ya en épocas muy
remotas de la literatura. En Grecia destacaron este género Arquíloco y Aristófanes.
Ahora bien, los romanos, que estaban dotados de un espíritu mordaz y polémico extraordinario,
desarrollaron en grado sumo este género literario y le imprimieron el sello de su carácter combativo y cáustico. El
objetivo primordial de la sátira, nombre que significa «revoltijo», «ensalada» o «miscelánea» y se aplicaba a las
mezclas de todo tipo, no es hacer reír, aunque frecuentemente lo consiga, sino dar lecciones morales, dirigir la
vida de los hombres; busca la ética práctica, basándose en la censura de los vicios sociales. Esta censura está
envuelta en ironía, acritud e indignación y se expresa en un alo desenfadado, orlado de ribetes moralizadores. «La
sátira nos pertenece por completo», exclama con orgullo Quintiliano. Nace este género en Roma en el último
tercio del siglo II a. de C. Su creador fue Lucilio (l80-105 a. de C.) perteneció al círculo literario de Escipión
Emiliano, quien acompañó en el asedio y destrucción de Numancia (133 a. de C.). Compuso treinta libros de
sátiras, en hexámetros dactílicos, de los que sólo quedan unos mil cuatrocientos versos. Murió en Nápoles y fue
honrado con funerales públicos.
Fue él quien desarrolló este género literario, en el que logró combinar la burla riente con la lección moral.
Cada una de sus sátiras se centra en una idea general: precepto político o literario, doctrina moral o cuadro
pintoresco. En ellas censura indistintamente a los magistrados venales, a los poetastros demasiado helenizantes, a
los nobles ineptos, el lujo exagerado y ridículo, todo lo que rebasa la justa medida.
Protegido por amigos poderosos, pudo atacar impunemente, con la mayor sinceridad, «al pueblo y a los
grandes», como asegura Horacio, contando anécdotas reales y dando el nombre de sus protagonistas. Su moral es
la que le dicta el sentido común y está impregnada de esa sabiduría "popular" plasmada en fábulas y proverbios.
Su pesimismo aflora en su vigoroso realismo literario, en su crudeza implacable y violenta. Su estilo mordaz se
manifiesta en pinceladas breves y coloristas.
Tras Lucilio, la sátira no da señales de vida durante más de un siglo. Renace gracias a Horacio y, otro
siglo más tarde, es continuada por Persio (34-62 d. de C.), poeta que rompe con el tono amable e indulgente de
Horacio y se lanza a un ataque virulento contra los vicios insensatos de sus contemporáneos. Caen bajo su
violencia musitada todas las clases sociales: los literatos anticuados, que sólo juran por los viejos poetas pasados
de moda; los hombres que con sus súplicas quieren implicar a los dioses en sus proyectos indecentes; los
adolescentes haraganes, incapaces del menor esfuerzo intelectual; los nobles vacíos y pretenciosos, indignos de
sus gloriosos antepasados; los que viven encadenados a sus pasiones.
Persio, incapaz de admitir las razones que explican el comportamiento humano, los defectos y las diversas
situaciones de los individuos censurados, pretende transformarlo todo. El resultado de su ciega incomprensión fue
una sátira desabrida, despiadada, expresada con realismo brutal, exento de adornos y de matices, oscura,
conceptista y de escaso atractivo artístico.
TEMA VI: LA ORATORIA y LA RETÓRICA (CICERÓN Y QUINTILIANO)
Entre los romanos, la enseñanza superior, a la que sólo accedían los jóvenes pertenecientes a familias acomodadas
y con pretensiones políticas, se impartía en las escuelas de retórica, en ellas el rhetor enseñaba a sus discípulos la
técnica oratoria, es decir, el complicado sistema de reglas y procedimientos tradicionales, que ya habían puesto en
práctica los antiguos sofistas griegos. Los alumnos componían, memorizaban y recitaban discursos sobre temas
ficticios. El maestro corregía la pronunciación, el tono de voz, los gestos y cuantos defectos observase. Estos
ejercicios escolares recibían el nombre de suasoriae y controversiae. Las suasoriae, ejercicios para principiantes,
eran consultas imaginarias hechas a personajes famosos, históricos o legendarios, que deben explicar las razones
que les inducen a tomar una decisión en un momento determinado. Las controversiae, en cambio, eran prácticas
oratorias destinadas a alumnos de nivel más avanzado y tenían generalmente un contenido jurídico. Estos
ejercicios contribuían a desarrollar la agilidad mental, la facilidad de palabra y la capacidad dialéctica del alumno
y le daban la disciplina necesaria para exponer los argumentos del modo más adecuado. Eran el entrenamiento del
futuro abogado o político; su formación se completaba en el foro, donde tenía la ocasión de escuchar discursos de
oradores famosos. Con la instauración del régimen imperial cesaron las rivalidades electorales, con la consiguiente
disminución de la actividad oratoria. La retórica se refugia en las escuelas, en las que se va convirtiendo en puro
artificio, carente de vida.
El tema de la elocuencia adquiere coherencia desde un punto de vista distinto que las demás partes de la
Literatura; la oratoria afecta en el discurso ante los tribunales a lo jurídico, en el discurso político a lo político, en
el discurso exhortatorio y en la predicación a la moral y a la religión, en la oración fúnebre y en el panegírico a la
biografía y a la historia; no obstante, posee sus límites naturales, ya que en los demás géneros literarios se fija la
exposición escrita antes de dar las obras a la publicidad; por el contrario, la oratoria sólo puede alcanzar por
completo su finalidad artística y educativa concretando su forma con la improvisación delante de un público: la
obra puesta por escrito pierde su eficacia oratoria al recitarla como discurso; por el contrario, el discurso
improvisado es merecedor de fijación literaria cuando posteriormente adquiere categoría de creación literaria (así
sucedió con muchos discursos de Cicerón).
Cicerón representa, sin duda, la cima más alta de la oratio romana; no obstante bebía de una larga
tradición que posiblemente partía de las laudationes funebres (en recuerdo de los fallecidos) y las inscripciones
honoríficas (en honor de personajes vivos). A comienzos del s. I a.C. se habían creado en Roma las condiciones
favorables para una oratoria floreciente. Roma, desde los Gracos ve removerse su interior con problemas sociales
y políticos que culminarán con la desaparición del sistema republicano tras la Guerra Civil.
Consciente de haber colaborado en grado sumo al desarrollo práctico de la teoría de la elocuencia,
Cicerón, postergado ya políticamente el año 55 a. de C., dedica especialmente su actividad a la creación literaria.
Publica los tres libros del diálogo De oratore, en el que expone sus opiniones acerca de la formación del orador.
Más tarde (año 46) publica su tratado Brutus, en donde traza una historia de la elocuencia romana y esboza un
intento de crítica literaria. Ese mismo año en el diálogo Orator, siguiendo el principio de las «ideas» platónicas,
traza el retrato del orador «ideal», que, naturalmente, es un autorretrato. En De optimo genere oratorum opone a
Demóstenes, modelo del estilo oratorio rico, a Lisias, orador de excesiva simplicidad. A estas cuatro obras pueden
añadirse otros dos tratados técnicos: Partitiones oratoriae (año 45) y Topica (44).
La experiencia oratoria de Cicerón era excepcional. Poseedor de una formación literaria, jurídica y
científica integral ya en su juventud, desde el año 79 al 77 viaja por Atenas, Rodas y el Asia Menor. Aprende,
luego, a actuar como un actor de teatro; sus maestros serán Molón, el actor trágico Aesopus y el cómico Roscius.
Tras estos estudios y ejercitaciones, aparece un Cicerón con un estilo asiático, florido, ampuloso y redundante. La
reflexión y la edad le darán el sedimento necesario. Una vez formado definitivamente, se nos muestra como un
orador excepcional.
En cuanto a la forma, sus discursos ofrecen una variedad, brillantez, abundancia, ritmo, cadencia y
armonía realmente inimitables. En lo que se refiere al fondo, Cicerón considera que un discurso debe instruir,
agradar y conmover al mismo tiempo. ¿Cómo lo consigue? Lo primero, mediante un estudio concienzudo, capaz
de aportar hechos, argumentos y testimonios contundentes. Para agradar, sabe despertar la atención con un tono
carente de monotonía, vivaz, agresivo a veces, tranquilo a ratos; emplea digresiones, lugares comunes, ejemplos,
anécdotas, reflexiones filosóficas o literarias; todo ello condimentado con la salsa picante de chistes, juegos de
palabras, alusiones, parodias, e incluso caricaturas. Y, por último, logra conmover a su auditorio impresionando
sus imaginaciones meridionales con los recursos inagotables de su fina sensibilidad y de su imaginación
desbocada; lo patético interviene a menudo, unas veces sentido, otras, artificioso; como actor consumado, sabe que
nunca podrá conmover al público, si él mismo no está conmovido de antemano. Por eso, se siente sinceramente
arrastrado por los mismos sentimientos que intenta despertar.
La influencia de su técnica oratoria, que procuró plasmar en sus tratados retóricos, fue inmensa en la
posteridad. Quintiliano, autoridad oficial en materia de retórica a comienzos del siglo II d. de C., pretendió
restablecer, en toda su pureza los principios oratorios ciceronianos y en el Renacimiento se consideraba el estilo y
la técnica literaria de Cicerón como el único canon oratorio digno de ser tenido en cuenta.
Las distintas escuelas oratorias experimentan un notable desarrollo; así, la escuela asianista -con dos
ramificaciones siempre tendentes a la ampulosidad de forma o contenido-con Hortensio; la ática -que defiende la
desnudez de artificios y la expresión directa-con Julio César; entre ambas, según el propio Cicerón, la escuela
rodia -como conciliación de las dos anteriores: un invento, según Paratore, de Cicerón para magnificar a su
maestro Apolonio de Rodas-a la que pertenecería el autor de las Verrinas.
A partir de Augusto desaparecen las condiciones que habían producido una eclosión de altos vuelos y
desaparecen con ellas los grandes oradores. La causa profunda de la muerte de la oratoria en Roma en la época
imperial no es otra que la "desaparición de la libertad política": los emperadores asumen el poder total y en
consecuencia. se acaban las rivalidades electorales, las campañas y las reuniones públicas.
Entonces la eloquentia se convierte en declamatio, retirándose del foro al interior de las escuelas: y estas
enseñanzas escolares se hacen cada vez más artificiales. Esta retórica de escuela influyó enormemente en la poesía
y en la prosa imperial en autores como Ovidio (Heroidas), Lucano (Farsalia) y Séneca el filósofo.
En las postrimerías del s. I de nuestra era surge una reacción contra el estilo conceptuoso y afectado de la
elocuencia retoricista y un intento de retomar al clasicismo ciceroniano. M. Fabio Quintiliano es el inspirador de
esta tendencia.
Nació en Calagurris (Calahorra), en la Hispania Tarraconense; llegó en Roma a ser un abogado famoso y abrió allí
una escuela de retórica, que alcanzó pronto tan gran prestigio, que Vespasiano le nombró maestro oficial de este
arte, con una asignación anual a cargo del Estado. El emperador Domiciano le confió la educación de sus sobrinos
y Trajano le honró con su amistad.
Luchó por implantar de nuevo los preceptos oratorios ciceronianos, por lo que tuvo que atacar a Séneca.
Se caracterizó siempre por su honradez profesional, manifestada en el fiel cumplimiento de sus deberes y en una
entrega entusiasta a la formación de la juventud.
Su obra De institutione oratoria, tratado en doce libros acerca de la formación del orador, fue escrita al
final de toda una vida consagrada plenamente a la práctica judicial y al profesorado. Constituye un prodigio de
claridad y solidez, como reflejo que es de su gran experiencia personal. Es una exaltación del clasicismo, en su
forma más pura.
En este tratado aborda un programa completo y detallado de la formación del orador, desde que nace hasta
que llega al cenit de su carrera. Une la moral a la elocuencia, ya que, según Quintiliano un orador es un «vir bonus
dicendi peritus» y la decadencia de la oratoria es una simple consecuencia de la corrupción de costumbres. Su
entusiasmo de profesor de retórica le impidió ver que la decadencia de la oratoria obedecía a causas sociales y
políticas, contra las que era inútil luchar.
Como Cicerón, exige al orador una vasta cultura. Aboga por la gradual dificultad de los ejercicios
escolares, con temas inspirados en la realidad. Su lema es el buen sentido y sus enseñanzas pretenden proveer a
sus discípulos de un acervo de conocimientos y experiencias útiles para la vida profesional. Desdeña las sutilezas
de la teoría, pero, de hecho, cree demasiado en la retórica.
Quintiliano aconseja a los preceptores una atención delicada en el estudio de la psicología del niño y el
más exquisito tacto en la dirección de su inteligencia. Insiste en que la educación debe comenzar desde la cuna.
Aboga por la formación intelectual y profesional en una escuela pública. bajo un maestro experto. Es partidario del
esfuerzo continuado, regular y progresivo, sin altibajos, acomodado ala capacidad y al temperamento de cada
discípulo. Y, ante todo, muestra su preocupación constante por su salud moral.
Este realismo y equilibrio moral le acercan a los clásicos. Recomienda la elocuencia natural, sin falsas
afectaciones y adornos innecesarios. A pesar de su admiración por Cicerón, no copia servilmente su estilo, sino
que escribe en la lengua complicada de su época, llena de metáforas, de rasgos ingeniosos y de imágenes
brillantes, en un intento de hacer más expresivo su pensamiento. Hereda. pues, la influencia de los autores
postclásicos y, sobre todo, de Séneca en la prosa latina.
TEMA VII: LA NOVELA (PETRONIO Y APULEYO)
La novela es un género literario tardío en cualquier cultura porque necesita de una fijación lingüística mayor que
otros géneros literarios. Podríamos definir la novela como una obra literaria en prosa que narra hechos imaginarios
pero verosímiles, enlazados en una acción principal, que se desarrolla desde el principio hasta el fin de la obra.
Sus orígenes son un tanto oscuros, e incluso no hallamos en griego y en latín un término específico para
denominarla. Parece haber nacido en Grecia, ya en los siglos IV-III a.C. circulaban los "cuentos milesios" bajo la
forma escrita u oral, de los que sólo se sabe que tenían un carácter burdo e inmoral. En época alejandrina
proliferan los episodios novelescos y las intrigas amorosas en numerosas obras en verso. Pero las primeras novelas
importantes en griego no llegarán hasta el s.III d.C con Teágenes y Cariclea de Heliodoro de Emesa, o Dafnis y
Cloe de Longo, obras en las que las intrigas amorosas de dos jóvenes se desarrollan en un ambiente de piratas en
el caso de la primera, y en un ambiente pastoril en la segunda. Pero lo más importante es que por primera vez en la
historia de la novela la intriga se desarrolla en el plano psicológico y los sucesos y circunstancias exteriores son
empleados en el relato en la medida en que contribuyen a acelerar los sentimientos de los protagonistas. La novela
tiene un final feliz. En la novelística latina sólo destacan dos autores:
PETRONIO
Poseemos muy pocos datos fidedignos de este novelista. La hipótesis más verosímil lo identifica con el personaje
consular, contemporáneo y amigo íntimo de Nerón, que cayó en desgracia víctima de la envidia de Tigelino, que le
obligó a suicidarse. Personaje descrito por Tácito en sus Annales. Parece que El Satiricón. fue compuesta antes de
la conjuración de Pisón (año 65 p.C).Esta novela picaresca y de aventuras en veinte libros, que se conserva
fragmentariamente, refiere las andanzas de un joven disoluto, llamado Encolpo, y de tres compañeros más de la
misma calaña, en la que se entremezclan pasajes colaterales como los de Eumolpo, la viuda de Éfeso y el más
conocido de la cena de Trimalción. Obra de tono muy libre y de gran originalidad. Con fina ironía y sensibilidad
nos pinta el desenfreno de la alta sociedad en tiempos de Nerón. Hay una perfecta adecuación entre la conducta de
los personajes y sus palabras, que corresponden exactamente a su extracción social y a su nivel intelectual. Pone
de relieve la vana retórica con que se educa a la juventud, la estúpida conducta de los nuevos ricos, la miseria
moral y material del pueblo, el preciosismo ridículo de la corte imperial. Sin embargo el autor asiste al espectáculo
como un espectador imparcial y sonriente, mientras en escena se mueve una multitud de personajes llenos de vida
y realismo.
Imita el lenguaje hablado por las gentes de la época, de ahí que esta obra sea una fuente de conocimientos
del Latín Vulgar.
APULEYO
Nació hacia el año 125 d.C en Madaura, colonia romana de África. Para realizar sus estudios de gramática y
retórica partió a Cartago, donde debió practicar la elocuencia. Deseoso de ampliar sus conocimientos marchó a
Atenas a estudiar filosofía. Allí permaneció varios años en los que alternó su actividad de estudiante con visitas a
Oriente, donde se puso en contacto con teólogos. Magos y astrólogos, que lo iniciaron en las religiones mistéricas.
Actividad que culminó en Roma en donde participó en los misterios de Isis. Volvió a Africa, y tras casarse y verse
envuelto en un proceso de magia suscitado por los parientes de su esposa, que ven en él a un desaprensivo cazador
de dotes. Volvió a establecerse en Cartago, ciudad en la que desarrollaría sus sueños de gloria literaria, en la que le
fueron erigidas estatuas en su honor. A partir del año 170 se pierden sus huellas. Termina sus días, probablemente,
durante el reinado de Marco Aurelio entre los años 170.180 d.C. A mitad del s. II d.C. aparecieron la
Metamorfosis (más conocidas como El Asno de Oro), obra maestra de la literatura universal. Se trata de una obra
de aventuras de tipo milesio, sensual, y mística al mismo tiempo. El eje de la narración lo forman las aventuras de
Lucio, mercader de Corinto en viaje por Tesalia, que al pretender transformarse en ave, se convierte durante
algunos meses en asno, por haberse equivocado de ungüento mágico. Con esta apariencia, pero conservando
íntegras sus facultades humanas, salvo la palabra, entra al servicio de distintas personas: bandidos, mercaderes,
soldados, sacerdotes etc. situación que le permite observar de cerca y describir fielmente la mentalidad, el carácter,
las reacciones y el modo de actuar de los componentes de los distintos estratos de la sociedad de su tiempo, referir
las extrañas aventuras de que es testigo presencial y reproducir los cuentos que se relatan a lo largo de su incesante
peregrinar en poder de amos tan heterogéneos. Una de estas historias es la de Psique y Cupido, objeto de
numerosas traducciones y paráfrasis en múltiples idiomas.
Está generalmente admitido que la fuente de esta obra es del autor Lucius de Patras. Pero Apuleyo
amplifica notablemente el modelo con muchos episodios, descripciones y diálogos, y culmina la obra con un libro
enteramente original en donde intenta dar un sentido místico y simbólico a la fábula. El autor también compuso
obras oratorias y filosóficas.
Su influencia ha sido enorme, ya que gracias a él se ha transmitido a las lenguas modernas la terminología
filosófica griega, ya que el desconocimiento del griego a partir del S.IV d.C, impedía la lectura directa. Su fama
perduró durante toda la Edad Media, y en el S. XVIII el Padre Feijoó hubo de defenderlo de las acusaciones de
hechicero y nigromante por los conocimientos de los misterios orientales que muestra en sus Metamorfosis. La
literatura española ha recibido una gran influencia desde el S.XVI en que fue traducido al castellano. El tema de
Psique y Cupido fue tomado por autores como Lope de Vega y Calderón además de muchos otros.
TEMA 8. FACTORES DE ROMANIZACIÓN EN EL ACTUAL TERRITORIO DE ANDALUCÍA.
INTRODUCCIÓN
Los antiguos pobladores de la península componían una variada gama étnica y cultural, resultado de un proceso de
formación milenario. -Los pueblos mediterráneos más antiguos se asientan en el sur y en la costa levantina.
Desarrollan una cultura de tipo urbano debido a la influencia de colonos establecidos en la zona. Su economía se
basa en la agricultura (trigo, vino, aceite), ganadería y pesca (industria de salazón en el sur); pero, sobre todo,
adquieren especial relevancia la metalurgia y la orfebrería y, a partir de ahí, el comercio. -Los pueblos
indoeuropeos de la rama celta, llegan por los pasos del Pirineo al norte peninsular, extendiéndose posteriormente
hacia la Meseta y el oeste. Estos pueblos, más aislados geográficamente, se caracterizan por su primitivismo.
Organizados en tribus, se dedican a la agricultura y al pastoreo y viven en poblados fortificados. Los primeros
colonizadores se asentaron en el sur (fenicios), en el nordeste (griegos) y en la costa levantina (cartagineses),
hecho que tuvo importantes consecuencias sociales y económicas para la población indígena: surgen las primeras
ciudades propiamente dichas, se implantan nuevas técnicas de cultivo e industriales, se adopta el uso de la
escritura y de un sistema monetario de pesos y medidas y, en definitiva, se intensifica el comercio en la zona.
La presencia romana en Hispania se debe, en un principio, a la necesidad de contrarrestar las fuerzas del ejército
cartaginés cuyo dominio del Levante y sur peninsulares constituía una clara amenaza para Roma. Sin embargo,
una vez eliminado el peligro tras la victoria en la Segunda Guerra Púnica, los romanos no quisieron renunciar a las
ventajas que les podía reportar el sometimiento de la península ibérica, fuente casi inagotable de recursos
económicos y militares
La conquista y la penetración posterior de la cultura y de las formas de vida romanas estuvieron en gran
parte condicionadas por la diversidad de la geografía y la población.
-La conquista y romanización de las tierras orientales y meridionales fue la más fácil, debido al superior desarrollo
cultural de sus gentes y a una mayor permeabilidad hacia influencias y contactos exteriores. -Los pueblos
guerreros del centro y del oeste, con una economía casi exclusivamente agrícola y ganadera, recibieron con
hostilidad la presencia de las fuerzas romanas de ocupación y sólo tras largas guerras terminaron por someterse a
Roma.
-Los pueblos del norte, los más pobres y alejados de influencias exteriores, sólo fueron un objetivo para Roma a
principios de la época imperial, cuando empezaron a constituir una molestia para la seguridad de las fronteras del
imperio.
Como consecuencia de la Primera Guerra Púnica, Cartago pierde sus dominios de Sicilia, Córcega y Cerdeña. Con
Amílcar Barca y su yerno Asdrúbal al frente del ejército, encuentra en Hispania nuevos rumbos que le permitan
salir de la crisis política y económica. Pero la extensión creciente del ámbito de influencia cartaginesa en la
península comienza a suscitar recelo en roma. Por ello, en el 226 a.C., el gobierno romano marca un límite
territorial a las aspiraciones púnicas mediante el Tratado del Ebro: Cartago no podrá extender sus conquistas al
norte del río.
Sin embargo, la situación empieza a complicarse cuando Aníbal, proclamado jefe del ejército cartaginés,
pone cerco a la ciudad ibérica de Sagunto (219 a. C.), que había entrado en relaciones con Roma. Tras ocho meses
de asedio, la ciudad fue destruida sin que llegara la segunda ayuda solicitada a Roma. Demasiado tarde ya para
Sagunto, el Senado romano declara la guerra a Cartago e intenta atraerse a su bando a los pueblos íberos. Pero
éstos, temerosos del poder militar de Aníbal y recelosos hacia Roma por el desamparo en que había dejado a
Sagunto, deciden apoyar al ejército cartaginés. Seguro de su poder en territorio hispano, Aníbal cruza los Pirineos.
Alarmado, el Senado envía a Publio Comelio Escipión y a su hermano Cneo a Hispania para neutralizar al ejército
cartaginés de reserva. En el218 a.C. las legiones romanas desembarcan en Ampurias.
La pobreza de sus tierras obligaba a los lusitanos a realizar actos de bandidaje por el rico valle del Baetis. Si bien
en un principio Roma no concedió demasiada importancia a estos pillajes, acabó considerándolos como ataques a
sus aliados y, por tanto, motivo de guerra. En el 147 a.C., los lusitanos invaden la Turdetania con Viriato a la
cabeza. Tras varias expediciones victoriosas, el desgaste producido por las continuas campañas bélicas comienza a
hacer mella en su ejército. Consciente de su inferioridad ante las legiones romanas, Viriato emprende
negociaciones con el entonces gobernador de la Ulterior, Q. Servilio Cepión, quien consigue sobornar a tres
miembros del consejo del caudillo lusitano. Víctima de la conspiración, Viriato es asesinado y los lusitanos se
declaran, finalmente, súbditos de Roma. Una vez en posesión de la Lusitania, las armas romanas penetraron en el
noroeste alcanzando el valle del Miño.
En el 143 a. C. se sublevan las tribus celtíberas. La ciudad de Numancia, bastión de la resistencia, llevaba ya
cuatro imbatida. El Senado romano decidió poner fin a tan prolongada situación y envió a Publio Comelio
Escipión Emiliano, que se había hecho famoso como autor de la destrucción de Cartago. Durante el invierno,
Escipión entrenó duramente al ejército acampado cerca de Tarraco. Al llegar el verano, se trasladó a la Celtiberia,
saqueando las mieses recién cosechadas y privando así a los numantinos de sus recursos de aprovisionamiento.
Escipión se dispuso a sitiar la ciudad y rendirla por hambre: la rodeó de un foso y una valla de unos 9 km. De
perímetro y organizó una severa vigilancia día y noche. Numancia resistió quince largos meses al cabo de los
cuales tuvo que aceptar la rendición. Las fronteras romanas quedaron fijadas en la línea del Duero.
En el siglo 1 a. C. se abre un periodo de grave crisis política marcado por las guerras civiles. Hispania es uno de
los escenarios en los que se desarrollan estas guerras. En el año 83, Q. Sertorio, miembro del "partido popular", es
nombrado gobernador de la Hispania Citerior. Poco después, al aristócrata Sita, tras vencer a su enemigo Mario,
establece la dictadura en Roma mediante un golpe de Estado. Sertorio decide atrincherarse en Hispania para luchar
contra el dictador y crear un estado independiente de Roma; con este fin organiza un ejército y constituye un
Senado con exiliados romanos. El Senado romano se alerta ante tal situación; el plan de Sertorio no puede, bajo
ningún concepto prosperar. Por ello dos ejércitos, el de Cneo Pompeyo desde la Hispania Citerior y el de Q.
Cecilio Metelo desde la Ulterior, emprenden una acción conjunta que permite ganar terreno en la Celtiberia y en
Lusitania. Ante las dificultades y la fortuna adversa, Sertorio se vuelve cruel y es asesinado víctima de una
conjura. Desde entonces, la resistencia indígena va a ser escasa. Pero Hispania sufrirá de nuevo las consecuencias
de las luchas políticas romanas, esta vez entre Pompeyo y César. El 61 a.C. Julio César es nombrado pretor de la
Hispania Ulterior. Tras una serie de brillantes campañas contra los lusitanos, consigue adentrarse en territorio
galaico y alcanzar Brigantium (La Coruña). Elegido cónsul en el 60 a. C. pacta un compromiso político con Craso,
uno de los hombres más ricos de Roma, y con Pompeyo. Marcha después a la Galia como gobernador; a Pompeyo
le corresponde el gobierno de Hispania. Pero la alianza entre César y Pompeyo se rompe, iniciándose así una
nueva guerra civil (49-45 a.C.). César emprende la marcha desde las Galias para enfrentarse a las legiones
pompeyanas en Hispania: en Ilerda (Lérida), cerca al ejército enemigo obligándolo a capitular. Esta victoria le dio
el dominio de la Citerior. El último foco de resistencia en la Ulterior fue aniquilado en la batalla de Munda
(Montilla).
Los graves problemas políticos vividos en Roma a lo largo del s. I a. C. impedían mantener un ejército de
ocupación en la zona. Sin embargo, con el nuevo régimen imperial, su fundador Octavio Augusto pretendía
instaurar la paz mediante un sólido sistema de defensa. Para ello era preciso someter los territorios hostiles o
simplemente independientes, y la comisa cantábrica era uno de estos territorios. El general Agripa consiguió
vencer la resistencia de cántabros y astures y asegurar la paz (19 a.C.). El ejército de ocupación quedó instalado y
se dío comienzo a la organización del territorio y a la explotación de sus riquezas. Y así, después de dos siglos (del
218 al 19 a.C.) de continuos enfrentamientos, toda Hispania quedó sometida al poder de Roma y, como provincia
ya pacificada, se integró en el mundo romano participando de su destino hasta el fin de la Antigüedad.
FACTORES DE ROMANIZACIÓN
La segunda guerra Púnica decidió los destinos de España, dudosa entre las influencias oriental, helénica, celta y
africana. En el 218 a. C., con el desembarco de los Escipiones en Ampurias, empieza la romanización de Hispania.
Como consecuencia de esto hubo en Hispania una transformación en la vida técnica, agrícola e industrial, las
costumbres, el vestido y la organización. La religión romana, con sus dioses patrios y extranjeros que iba
cobijando, convivió en la Península con las divinidades indígenas. Se impuso la lengua latina, importada por
legionarios, colonos y administrativos. Roma no era, en efecto, un pueblo de soldados en busca de botín. Si bien
en un principio imponía su dominio por la fuerza de las armas, su papel no terminaba con la mera conquista, sino
que iba mucho más allá. Los romanos. se mostraron siempre muy hábiles a la hora de persuadir a los pueblos
sometidos para que hicieran suyas las costumbres típicamente romanas. Los principales factores que determinaron
la asimilación, por parte de la población indígena, de los modos de vida romanos fueron: el ejército. la
organización político-administrativa, la red de comunicaciones y el proceso de urbanización.
I. EI ejército
Obviamente, el primer contacto de la población indígena con el mundo romano tenía lugar a través de los ejércitos
de ocupación. Una vez sometido un territorio, quedaba establecida en él una guarnición con el objeto de vigilar y
supervisar el espacio recién conquistado. Pero, cuando dicho territorio se encontraba ya organizado política y
administrativamente, estos ejércitos permanentes perdían su primordial función militar; entonces podían dar lugar
a núcleos de población integrados por los soldados licenciados (que recibían casa y tierras para establecerse como
colonos con sus familias) y, por supuesto, también por toda clase de personas necesarias para el desarrollo de la
infraestructura urbana. Pero este ejército no estaba constituido solamente por los legionarios romanos. Sus
cuarteles atraían a sectores marginados de la población indígena, las parejas mixtas eran abundantes y se
instalaban alrededor formando ciudades. Cuando un territorio era conquistado, su población quedaba obligada al
alistamiento en las tropas auxiliares, de modo que acababa formando parte de un ejército al cual antes había
combatido. También fueron un importante factor de romanización las colonias de veteranos de ejército romano,
que, al licenciarse recibían casa y tierras donde establecerse .Éste fue el caso de las dos grandes ciudades de
Hispania: Itálica, para lo veteranos (socii italianos) de la segunda guerra Púnica, y. Mérida para los de las guerras
Cántabras. El ejército contribuyó más a la asimilación de las zonas más pobres y menos civilizadas con el
reclutamiento de hispanos como mercenarios. Una vez conseguida la pacificación relativa de la Península, pero
sobre todo a partir de las guerras civiles y el comienzo del Imperio. los contingentes aumentaron, ya que los
romanos lo necesitaban para sus guerras de conquista y para mantener las fronteras del Imperio y para los hispanos
era una manera de ganarse la vida y obtener la ciudadanía romana. Una vez romanizados, estos soldados ya
veteranos volvían a su tierra y se convertían en focos de romanización.
Era preciso dotar a los territorios recién conquistados de una infraestructura que posibilitase un gobierno eficaz y
una óptima explotación de los recursos al tiempo que facilitase la romanización de sus pobladores. El método
utilizado fue la división en provincias, división que fue modificándose conforme avanzaba la conquista o bien por
necesidades burocráticas. Cada provincia era gobernada por un pretor que disponía de una legión y un número
variable de tropas auxiliares. El quaestor se encargaba de la administración económica y los oficiales (legati y
tribuni militares), de la dirección del ejército. Acompañaban al gobernador un grupo de subalternos y un consejo
de civiles (cohors amicorum). El gobernador tenía poder absoluto, pues no estaba mediatizado por un colega del
mismo rango ni por un tribuno de la plebe que interpusiera su veto. Los provinciales poco podían hacer ante los
frecuentes abusos de los gobernadores, salvo apelar al tribunal permanente creado en Roma para frenar estos
abusos de autoridad.
3. El proceso de urbanización
La ciudad era. para los romanos, el principal vehículo de transmisión de sus formas de vida, sistema de
administración, lengua , creencias religiosas, etc.. En efecto, la fundación de ciudades nuevas y la reorganización
de las ya existentes tuvieron especial incidencia en el proceso de transformación que experimentó la Hispania
romana. En el sur y este de la península, con una larga tradición urbana, las ciudades ya existentes fueron
reorganizadas al estilo romano. En el interior y en el norte, donde los habitantes se hallaban dispersos en tribus, se
tendió a trasladar a estas gentes a centros urbanos creados para ejercer un mejor y más eficaz control sobre la
población. Junto a las ciudades indígenas pronto se fundaron ciudades romanas o colonias (poblaciones de nueva
creación habitadas por ciudadanos romanos o itálicos cuya constitución política imitaba la de Roma). La
colonización se estableció preferentemente en las zonas ya pacificadas y más ricas: el valle del Guadalquivir y el
valle del Ebro. Algunas ciudades indígenas, las más romanizadas, adoptaron el régimen político-administrativo
romano, convirtiéndose en municipios. Estaban sujetas al pago de un tributo (munus) y obligadas a prestar ayuda
militar. La municipalización implicaba la concesión del derecho de ciudadanía romana sólo a aquellos que
hubieran ejercido una magistratura municipal (de esta forma se conseguía atraer a las aristocracias locales al
sistema romano); en algunos casos, se concedía a todos los habitantes por los servicios prestados al Estado
romano. Las ciudades provinciales con derecho privilegiado (colonias y municipios) funcionaban como entes
administrativos autónomos, con sus propias leyes e instituciones políticas: el equivalente al Senado era una
asamblea de cien miembros, ordo decurionum, en la que quedaban integrados los magistrados anuales(los
duumviri, que representaban la máxima autoridad, dos ediles y dos cuestores). Aunque todos los ciudadanos eran
elegibles, sólo una minoría selecta y acomodada podía aceptar estos puestos dirigentes.
4. La red de comunicaciones
Todo este esfuerzo por organizar los territorios conquistados tomando como unidad administrativa la civitas
hubiera resultado inútil si los romanos no se hubieran preocupado de construir una red viaria que permitiera la
comunicación entre las ciudades. Si bien en un principio la construcción de las calzadas respondía exclusivamente
a fines bélicos (penetrar en territorio enemigo y controlar el ya conquistado), pronto se hizo necesario ampliar la
red viaria para facilitar la administración del territorio y asegurar el transporte de las materias primas procedentes
de los grandes centros mineros y agrícolas hasta la costa. Asimismo era preciso mantener la comunicación con
Italia y, por ello, se emprendió la adecuación de los puertos marítimos y la construcción de faros en los lugares
más peligrosos para la navegación. Gracias a esta red de comunicaciones pudo desarrollarse una intensa actividad
comercial. Siguiendo el trazado de las calzadas romanas, los más variados productos (aceite de la Bética, lana y
caballos de Celtiberia, oro de las minas del Bierzo, plata de Castulo, salazones de Gades...) llegaban a la costa y,
una vez embarcados en las pesadas naves de carga, ponían rumbo a Italia. De regreso a Hispania, esas mismas
naves transportaban mercancías más refinadas (obras de arte, cerámica, joyas, vinos, perfumes..) que, sin duda,
hacían las delicias no sólo de los colonos sino también de los hispanos deseosos de vivir al más puro estilo
romano.