Arte y Discurso
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FACULTAD DE BELLES ARTS
DEPARTAMENT DE DIBUIX
DOCTORAT ARTS I EDUCACIÓ
DIRECTOR
DR. FERNANDO HERRAIZ GARCÍA
TUTOR:
DR, FERNANDO HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ
BARCELONA
2017
Esta Investigación ha sido financiada por la
Comisión Nacional de Ciencia y Tecnología (CONICYT)
http://www.conicyt.l/
Gobierno de Chile
Beca Nº 72140888
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Alejandra Castillo
Julieta Kirkwood. Políticas del nombre propio (2007, p.23).
ARTE, GÉNERO Y DISCURSO: REPRESENTACIONES SOCIALES EN EL CHILE RECIENTE
Según Ian Parker (1987) el término de «Representaciones Sociales» surgió, originariamente con la Teoría
de Representaciones Sociales del psicólogo francés nacido en Rumania Serge Moscovici en 196152 ,
para saldar la deuda con el trabajo del sociólogo francés Emile Durkheim, que señalaba la posibilidad
de distinguir entre «representaciones colectivas»53 (apropiadas para la sociología) y «representaciones
individuales» (apropiadas para la psicología).
La Teoría de las Representaciones Sociales (TRS) es ante todo una teoría que intenta describir el origen
y desarrollo de las Representaciones Sociales (Rateau y Lo Monaco, 2013) desde la Psicología, y más
precisamente desde la Psicología Social. Esta rama de la psicología aborda las representaciones sociales
bajo la relación individuo/sociedad, fuera del paradigma clásico, reflexiona sobre cómo los individuos,
los grupos y los sujetos sociales, construyen su conocimiento a partir de su inserción social, cultural, etc.”
(Arruda, 2010, p. 318). Por tanto no es una teoría ni discursiva ni sociológica sino psicológica, pero que
no omite la relevancia del lenguaje ni de los contextos sociales, y puede ser considerada desde diversos
ángulos dada la característica multifacética del concepto de representación (Wagner, 1995).
Las Representaciones Sociales son piezas de lego en la elaboración de la representación política, pero
no le sirven en exclusivo e incluso pueden jugar en contra. Funcionan sí, y a cabalidad, en la función
identificadora del otro y del yo, en la contextualización de lo representado y la absorción cultural; como
una “modalidad particular de conocimiento, cuya función es la elaboración de los comportamientos y la
comunicación entre los individuos” (Moscovici, 1979, p.17). Son en sí un instrumento mucho más amplio
que la representación política y el acto reivindicatorio, porque no se desarrollan por elección sino como una
resultante de los procesos sociales, dentro de los cuales caben todas las nociones enunciadas previamente.
Denise Jodelet (2000) considera que esta apuesta teórica, tal como pretendía su fundador, ofrece aportes
de una psicología social verdaderamente social "que escapa de los errores y modelos individualistas
dominantes " (p.8) de otros períodos. Algo que se mantiene en discusión por parte de las y los teóricos de
la representación, sin embargo, podemos reconocer que el espíritu de la teoría se ha instalado fuertemente
dentro de la investigación en esta materia.
52 Serge Moscovici (1925-2014) retoma la idea de «representaciones colectivas» de Émile Durkheim, fallecido en el primer
tercio del siglo XX, y que es hoy considerado un ancestro de la moderna tradición francesa de la investigación psicológica
(Deuchster 1984, en Farr, 1994). La noción de «representaciones colectivas» no ha sido sólo considerada por Moscovici, pero ha
sido éste en el marco de la Psicología Social quien le ha dado un carácter más establecido (Jodelet, 1986).
53 Para conocer una dicusión contemporánea sobre el trabajo de Durkheim y cómo puede vincularse a las Representaciones
Sociales recomiendo revisar el artículo “Durkheim y las representaciones colectivas” de Jorge Ramírez Plascencia, en T.
Rodriguez Salazar, M. de L. García Curiel (Coords.). Representaciones sociales. Teoría e investigación. Guadalajara: Universidad
de Guadalajara. Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades.
La investigadora y académica Denise Jodelet (1986) explica que las Representaciones Sociales son un tipo
de comunicación que permite adecuar los comportamientos y la comunicación en sociedad, a través de
la representación de algo o de alguien. Ello no implica ni la idealización ni el duplicado, “ni lo subjetivo
ni lo objetivo del sujeto” (Jodelet, 1986, p.475), es la sustitución de una cosa por otra o algo que está en
lugar de eso en nuestra mente; una representación mental. Pero no es un proceso de reproducción sino de
reconstrucción porque “el sujeto selecciona la percepción, le otorga un significado y construye activamente
la representación (Ayestarán, de Rosa y Páez, 1987, pp. 16-17). Las Representaciones Sociales (RS) se
articulan a través de la información obtenida del medio y los diferentes niveles de contexto desde el momento
en que nacemos, como elementos que se adhieren a una superficie conceptual que alcanza su existencia a
través de la enunciación, pero que se va construyendo a medida de que se obtienen nuevos datos.
Las representaciones sociales son la forma presistematizada o vulgarizada, en el discurso de sentido
común, de las ideologías. Desde esta perspectiva, las representaciones sociales deben situarse como
un componente básico y difuso de las ideologías. En otros términos, se trata del discurso ideológico no
institucionalizado. Por el contrario, la ideología es el discurso social de legitimación de la hegemonía
basada en la división del trabajo y en el lenguaje (Páez, 1987, p.297).
Ser mujeres y hombres es pertenecer a ese campo representacional primeramente, a nivel de existencia, ese
campo donde se dice qué somos y lo creemos ser; esa construcción que parece siempre vigente, generación
tras generación y de la cual resulta complejo escapar. Por ello las RS no se emparentan con la representación
política aunque le componen, y por ello su revisión consciente y aguda es fundamental para proyectar
nuevas líneas sobre el trabajo feminista.
Toda representación es la visión global de la realidad, pero también de un sujeto, y dentro de su proceso de
generación reestructura la realidad para integrar “las características del objeto, de las experiencias anteriores
del sujeto, y de su sistema de normas y actitudes” (Abric, 2001, p.12). Es por tanto un proceso que involucra
diferentes niveles no jerarquizados de cognición, implicación social y reconocimiento del medio, para
facilitar la incorporación de un individuo dentro una sociedad determinada.
En tanto que fenómenos, las representaciones sociales se presentan de formas variadas, más o menos
complejas. Imágenes que condensan un conjunto de significados; sistemas de referencia que nos
permiten interpretar lo que nos sucede, e incluso, dar un sentido a lo inesperado; categorías que sirven
para clasificar las circunstancias, los fenómenos y a los individuos con los que tenemos algo que ver;
teorías que permiten establecer hechos sobre ellos (Jodelet, 1986, p.42).
La practicidad, espontaneidad e ingenuidad que Denise Jodelet (1986) ve en las RS es lo que podemos entender
como sentido común o pensamiento natural, y que se constituye a partir de experiencias e información que
recibimos y transmitimos a través de la tradición, la educación y la comunicación social. Se da a entender
que no podemos discernir sobre la veracidad de ello y que existe una especie de acuerdo social implícito
que nos lleva finalmente a asumir que la interpretación de algo es la correcta. Desde ese parámetro podemos
decir que las RS son conocimientos aprehendidos de manera «natural» en donde se establecen rangos de
normalidad que permiten la aceptación de las conductas dentro de colectivos específicos54 . Como explica
Jodelet(1986), es un proceso de aproximación a algo nuevo acercándolo a algo ya conocido, poniéndole un
nombre, comparándolo, asimilándolo y clasificándolo, de manera tal que “en la base de toda categorización,
un sustrato representativo sirve de presuposición” ( p.492).
Podemos entonces considerar que las RS tienen algo de «natural» en esa necesidad por identificar y
relacionar, el signo de la presunción está atado a ciertos elementos básicos de reconocimiento; los cuales
pueden funcionar de manera activa y evidente o pasiva y oculta. Así la representación social de la mujer,
como concepto y categoría de individuo, está compuesta por una imagen mental que incluye la palabra
«mujer», el cuerpo de mujer o partes de él, aromas, colores, texturas, etc. La representación, como actividad
simbólica sustituye lo ausente, fusiona lo percibido y lo contextualiza produciendo un efecto de realidad
inmediata. Como un modelo interno que activa el conocimiento previo, que aun conceptual es también
figurativo y se reproduce mediante imágenes analógicas (Ayestarán, de Rosa y Páez, 1987).
El aspecto figurativo de «copia» imaginaria o de reproducción simbólica es inseparable de su aspecto
significativo. La imagen simbólica se desdobla en un significado y es simultáneamente imagen icónica
y símbolo significante (Moscovici, 1984, p. 17).
Existen dos procesos que inciden en la conformación de las Representaciones Sociales, por un
lado “los procesos cognitivos o mentales, de carácter individual y por el otro, los procesos de interacción
y contextuales de carácter social” (Banchs, 2000b, p.3.3), por tanto es una actividad individual y colectiva
al mismo tiempo. Para el psicólogo social Jean Claude Abric (2001) las RS cumplen cuatro funciones: las
Funciones del saber, que permiten entender y explicar la realidad; las Funciones identitarias, que definen
la identidad y salvaguardan la especificidad de los grupos; las Funciones de orientación, que conducen
los comportamientos y las prácticas; y las Funciones justificadoras, que permiten justificar a posteriori los
comportamientos y las prácticas (pp.15-16). El conocimiento construido socialmente no es un conocimiento
intrascendente sino una información que nos permite construir nuestras certezas sobre el mundo, y apoyar
esa veracidad supuesta en el acuerdo colectivo. La construcción de lo real emerge en lo ordinario, en lo
cotidiano, en lo simbólico, y es aquello que puede atestiguar con su existencia que ha sido aprobada por un
determinado colectivo.
Para Wolfgan Warner (1993) esta justificación a posteriori de los comportamientos de los sujetos sociales
54 Este aspecto es particularmente interesante para el análisis de las RS de mujeres y hombres, porque desvela el constante juego entre aquello que se
supone «natural», porque es aceptado o sencillamente reiterado en inherencia, y aquello que no queremos ver porque desestructura nuestras ideas más básicas
de lo que siempre (sin ubicación en el tiempo) ha sido real.
(Abric, 2001) presenta algunas contradicciones, porque la relación epistemológica entre Representaciones
Sociales(RS) y comportamiento no podría ser considerada dentro de un sistema racional que lo explique
fuera de la situación y el acuerdo de un grupo dado o una anuencia generalizada, y por ello las especifica como
conocimientos «epi-racionales». Digamos que siendo un conocimiento situado no podría ser considerado
como justificación a acciones realizadas previamente a su aparición.
A conception of rationality, if it is supposed to refer to believing, thinking, and acting of social
individuals, must take into account the collectively shared system of knowledge within a group.
This is the evident basis of the individuals’ understanding of the world and hence the source of good
reasons to think, believe, and act as they do in normal contexts (Wagner, 1993, p.243).
Las RS definen la identidad de un grupo y cumplen un rol considerable en el control social que la
colectividad ejerce sobre sus miembros (Abric, 2001). Sintetizan las explicaciones que circulan en los
diferentes procesos comunicativos y es posible reconocer en ellas los estereotipos, creencias y normas
sociales, por lo tanto son útiles para regular la vida de todos los individuos “marcando los códigos de
nuevos intercambios e interacciones” (Valencia Abundiz, 2007). Ciertamente, las RS siempre pueden ser
ofrecidas como justificación (no racional) a conductas «normalizadas» por parte de los sujetos sociales
de un grupo determinado, aunque esto no necesariamente implique su aceptación en otros grupos, en la
sociedad en general o en las instituciones que regulan la acción de los ciudadanos.
Según Silvia Gutiérrez Vidrio (2003a) las RS no emergen de manera automática sino “después de un
tiempo prolongado de tener contacto con la nueva noción” (p.43) y no es un resultado inmediato de algunos
acontecimientos aislados. Además debemos considerar que los procesos de naturalización de las RS se
benefician de su circulación, pero éstas no circulan solas sino a través de los discursos, las palabras, las
imágenes o los gestos, siendo “cristalizadas en las conductas de los individuos, los grupos y las comunidades”
(Gutiérrez Vidrio, 2003a, p.403). Y como veremos en los siguientes apartados su conformación estable y
flexible permite su adaptabilidad y persistencia, porque no son constructos rígidos sino modelados a los
contextos.
Según la Real Academia de la Lengua Española define «prejuicio» como la “Acción y efecto de
prejuzgar “ o como una “Opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce
mal”. Partimos de la base que aquello sobre lo cual tenemos un prejuicio es algo casi desconocido, pero
no absolutamente ajeno, algo hemos escuchado o visto y nos permite formular este juicio anticipado, que
erróneo o no, nos ayuda definir a ese algo y clasificarlo. ¿Por qué construimos un ideario, y generalmente
negativo, sobre aquello que no conocemos? Según Hannah Arendt (1997), esto es así porque no podemos
vivir sin prejuicios porque sin estos viviríamos bajo una alerta sobrehumana. Hasta cierto punto hay mucho
de razón en ello, como especie sabemos que la desconfianza nos protege, nos protege de lo que sabemos que
somos en conjunto pero que preferimos ver sólo en el otro o la otra.
La conformación de los estereotipos sigue ese camino del prejuicio, de lo no comprobado pero apegado a
un componente afectivo o sentimental (Páez y Ayestarán, 1987), por lo que ese sentir se hace eco de otras
valoraciones emocionales y se asienta, se constituye como un conocimiento generalizado y compartido.
Es verdad que muchos de los estereotipos se entienden como voluntades para marginalizar y estigmatizar
a través de “imágenes que contribuyen a reproducir y esencializar características que son socialmente
atribuidas” (Aldana, 2010, p.224), pero su finalidad primaria es el principio básico de la identificación que
Los prejuicios y los estereotipos forman parte de nuestra vida, las representaciones sociales beben de ese
conocimiento práctico que está inserto en las opiniones y las actitudes (Moscovici, 1989), sin que exista un
mecanismo que nos permita evitarlo porque no necesariamente somos conscientes de ello. Denisse Jodelet
(1989) comparte el sistema de categorización propuesto por Tajfel en donde éste da a conocer cómo los
prejuicios y estereotipos, y la comparación y la discriminación, forman parte de la necesidad cognitiva
de la organización del medio social. Es por tanto una categorización individual y adaptativa, que busca la
sobreviviencia del cuerpo, y que atiende a la naturaleza humana, por lo que esta discriminación se entiende
como un proceso normal.
Un punto necesario de destacar, sobre todo en consideración de las sutilezas del lenguaje, es que
desde este planteamiento teórico la diferencia entre sujeto y objeto no es relevante. Digamos que a nivel
cognitivo la producción de la representación mental de algo, en base a los conocimientos adquiridos a través
de las representaciones sociales, se produce de igual manera (Abric, 2001). Aunque esta indiferenciación
se aplica al proceso de representación y no alude a quien enuncia o construye, y esa «igualdad» en la
construcción no considera el empleo de los mismos recursos. Así también se entiende que los procesos
cognitivos se efectúan individualmente pero que en ello influyen el contexto, la pertenencia a un grupo y
los esquemas culturales.
La propuesta de Serge Moscovici(1979) contempla dos procesos de estructuración mayor para la elaboración
de las Representaciones Sociales: objetivación y anclaje. Los que mantienen una relación dialéctica y se
combinan para hacer inteligible la realidad, como un conocimiento práctico y funcional que nos ayuda a
desenvolvernos en el mundo cotidiano (Wagner y Elejabarrieta, 1998). Estos dos procesos “se refieren a la
elaboración y al funcionamiento de una representación social, pues muestran la interdependencia entre la
actividad psicológica y sus condiciones sociales de ejercicio” (Jodelet, 1986, p. 480). Por lo tanto funcionan
como dos macro procesos combinados para la elaboración de las representaciones, las cuales se comprenden
como una construcción desarrollada en el seno de la sociedad pero procesada y devuelta múltiples veces
hasta ser cimentada.
Un primer criterio para identificar una representación es que está estructurada; un segundo criterio
será que el conjunto de opinión comparte elementos emocionales hacia el elemento en cuestión,
un tercer criterio es que este conjunto de opiniones esté unido a comportamientos específicos (Di
Giacomo, 1987, p.284).
El primero de estos procesos, denominado objetivación, da a conocer la forma en que un objeto forma parte
de las RS, digamos cómo los elementos abstractos se vuelven algo concreto y familiar. La objetivación es
“un procedimiento por medio del cual las nociones abstractas se convierten en imágenes y de este modo
la palabra se corresponde con el objeto” (Gutiérrez Vidrio, 2004, p. 623), como una operación que forma
imágenes y estructura (Jodelet, 1986) para la materialización del pensamiento; lo que Moscovici consideraba
como una de las facultades más oscuras de nuestro proceso de pensamiento (Moñivas, 1994). En este
proceso la imagen del objeto (fenómeno o concepto) se redefine en el grupo de acogida, “se reconstruye el
Según Denise Jodelet (1986), la objetivación se divide en tres fases que simplifican, traducen y esquematizan:
1. Construcción selectiva: Selecciona y descontextualiza elementos significativos para la apropiación
de los conocimientos sobre el objeto. Aquí priman los valores del grupo, quienes se apropian de la
información del objeto al separarlo de su campo y llevándolo a su propio terreno en el cual pueden
manejar mejor la información. Aunque no todos los grupos tienen igual acceso a la información del
objeto (Rateau y Lo Monaco, 2013).
El segundo proceso, el anclaje, refiere a cómo los esquemas previamente elaborados inciden en la producción
de representaciones por medio de la incorporación de conocimientos. El anclaje articula tres funciones
básicas de las representaciones: “función cognitiva de integración del objeto, función de interpretación de
la realidad y función de la orientación de las conductas y las relaciones sociales” (Gutiérrez Vidrio, 2006,
p.239). Que un objeto (como nueva representación de un conocimiento) se integre como conocimiento a un
determinado grupo social depende de cómo le beneficie.
En efecto, los intereses y los valores propios de los diversos grupos actúan con fuerza sobre los
mecanismos de selección de la información, abriendo más o menos los esquemas establecidos para
que la innovación pueda ser integrada. Si el nuevo objeto que ha aparecido en el campo social es
susceptible de favorecer los intereses del grupo, este se mostrará mucho más receptivo (Araya Umaña,
2007, p.36).
Como forma de conocimiento las Representaciones Sociales (RS) aluden a un proceso; que es cómo se
adquiere y comunica el conocimiento; y a un contenido, que es un conocimiento en particular constituido
en un universo de creencias (Araya Umaña, 2007), y pueden ser analizadas con finalidades didácticas o
empíricas (Mora, 2002) en las tres dimensiones propuestas por Sergi Moscovici (1979): actitud, información
y campo de representación.
Por su parte, la dimensión de información “se relaciona con la organización de los conocimientos que
posee un grupo con respecto a un objeto social” (Moscovici, 1979, p.44), en lo cual influyen factores como
la pertenencia y la inserción social. Para Sandra Araya Umaña (2007) la información es la organización de
conocimientos que se tiene sobre una situación determinada, y que es posible distinguir en ello cantidad
y calidad de la información y en especial los estereotipos o prejuicios que se manifiestan en la actitud.
considera que el origen de la información surge del contacto directo con el objeto y de las prácticas derivadas
de la interacción con él, por lo tanto difiere de la información obtenida a través de la comunicación social.
Para Jean Claude Abric (2001), el «núcleo figurativo» o «modelo figurativo» sería el resultado de la
selección y clasificación de elementos de un objeto. Los cuales además son descontextualizados de su
fuente de origen y reciben una mayor autonomía de uso para el individuo. Este núcleo pasaría a conformar
parte del sistema de valores del individuo y de la cultura del entorno, convirtiéndose en la evidencia de la
realidad alrededor de la cual se construirá la representación.
Si bien hasta aquí el proceso y la estructura de las RS no deja de parecer algo complejo, podemos resumir
su composición como un conocimiento colectivo, situado culturalmente, que permite el acceso a los grupos
sobre la base de una construcción de interpretación de la realidad y del comportamiento. De sus dos procesos
mayores, objetivación nos permite identificar el objeto de representación y sus atributos, y el anclaje lo
naturaliza y lo vuelve algo de sentido común.
La Teoría del Núcleo Central fue propuesta por Jean Claude Abric entre los años 1976 y
1987(Abric, 2001), y se rige por la certeza de que existen dos sistemas complementarios que conforman las
Representaciones Sociales (RS); un sistema central y un sistema periférico que funcionan como estructuras
internas de la representación (Abric, 1996). Abric (2001) considera que toda representación está organizada
alrededor de un núcleo, un elemento primordial en la significación y organización de la representación, que
es a la vez el elemento más estable de la representación y ejerce una función organizadora (Araya Umaña,
2007). Según Fátima Flores Palacios (2000) el sistema central se conforma de “prescripciones absolutas
(absoluta en oposición condicional) que gestionan el sentido de la representación” (p.122), y el sistema
periférico lo haría por medio de prescripciones condicionales “que permiten al grupo una mayor posibilidad
de elección y flexibilidad en la interacción social” (p.122).
La interacción entre los sistemas periférico y central explica la evolución, la actualización y la
transformación de las representaciones, así como la forma en que se relacionan con el contexto en el
que se dan, lo cual constituye los procesos de funcionamiento de las RS (Pardo, 2007, p. 75).
El núcleo central es el subconjunto de la representación considerado como más estable y el que menos
modificaciones sufre, pero cualquier cambio social que impacte sobre ese núcleo transformará la
representación (Perera Pérez, 2003). La existencia de elementos centrales facilitan la organización de
los conocimientos para la construcción e interpretación de las representaciones sociales, al igual que
el reconocimiento de que la constante negociación de los elementos periféricos no ocasiona cambios
significativos en la representación (Pardo, 2007).
Este núcleo central tiene dos funciones: la generadora, por medio de la cual los elementos toman sentido,
porque crea y transforma los elementos que constituyen la representación; y la organizadora, que determina el
tipo de relación entre los elementos de la representación, porque genera nexos y estabiliza la representación.
Abric, (2001) explica cómo es posible Distinguir los elementos centrales de los elementos periféricos,
concentrado tres características del núcleo central:
La relevancia de este núcleo central no está determinada por la cantidad de veces que un elemento aparece
dentro de la representación, sino por su capacidad de inducir (crear lazos) con otros elementos constitutivos
de la representación (Guimelli et Rouquette, 1992). El núcleo central puede estar compuesto por uno o dos
elementos, y su posición privilegiada está dada tanto por la naturaleza del objeto representado como por
la relación que el sujeto o el grupo mantienen con ese objeto (Abric, 2001). Identificar el núcleo central
es encontrar la llave para decodificar un contenido, porque a través de ello podemos distinguir sobre qué
se habla, y es ese mismo proceso que nos permite dilucidar qué está siendo representado. Sin embargo
ello no implica que los elementos periféricos sean menos importantes y que no tengan posibilidades de
invariabilidad (Flament, 1994), porque éstos “constituyen la interface entre el núcleo central y la situación
concreta en la que se elabora o funciona la representación” (Abric, 2001, p.23). Estos elementos, según
1) La función concreción: Que depende del contexto y resultan del anclaje de la representación.
Colaboran a su comprensión y transmisión inmediata.
3) Función defensa: Impide que el núcleo central se modifique, de esa manera colabora a la
mantención de la representación.
Cristian Guimelli (1993, p.85) nos indica que la noción de «núcleo central» (Abric y Flament) ha sido
denominada de diferentes maneras; para Willem Doise (1990) lleva el nombre de «principio de posición
generadora» (position-generating principles); para Gabriel Mugni y Felipe Carugati (1985) sería el «núcleo
duro» (hard core); para Grize, Verges y Silem (1987) es el «núcleo organizador» (organizing nucleus);
en Molinari & Emiliani (1993) el término empleado es «núcleo común» (common core); y finalmente,
Denisse Jodelet (1989) le llama «nodo representativo» (representative nodal). Junto a ello existen también
diferencias en torno a la real predominancia del núcleo central sobre los elementos periféricos, sin embargo,
la existencia de un centro (un nodo, un núcleo) no se pone en duda. Por lo tanto, las representaciones sociales
y sus componentes funcionan como un doble sistema “que permite entender una de las características
esenciales de la representación social que podría aparecer como contradictoria: son a la vez estables y
móviles, rígidas y flexibles” (Abric, 2001, p.27).
Sergi Moscovici (1979) no recomendó ningún método de análisis en particular, aunque para sus
investigaciones utilizó cuestionarios estructurados y semiestructurados, y minuciosos análisis de contenido
(Mora, 2002). Por ejemplo Guimelli y Rouquette (1992) proponen analizar las estructuras de representación
bajo modelos cognitivos que seleccionan algunos elementos centrales en torno al léxico, la proximidad,
la composición, la praxis y las atribuciones. Procedimientos empíricos que definen relaciones operativas
verbales por medio de cuestionarios que organizan las respuestas de los consultados en base a esquemas en
función de la situación.
Según varios estudiosos de las Representaciones Sociales y de los modelos culturales, el método por
excelencia para la recolección de evidencia son las entrevistas semiestructuradas (Pardo, 2007), aunque han
sido los etnometodólogos de la lingüística y la sociología quienes han depositado su interés en el Análisis
de la Conversación (AC) como forma específica del discurso (van Dijk, 2007), y esto ha generado también
un cambio en la predilección de métodos de recogida de datos. Otros investigadores e investigadoras han
cruzado la frontera de los métodos estipulados por los primeros estudios de Representaciones Sociales
(RS) y emplean recursos distintos a las entrevistas o los cuestionarios. Como María Elena Figueroa Díaz
(2012), que estudia la representación social del futuro en el arte; Neyla Pardo (2007), que analiza sobre
la representación social de la impunidad en documentos de prensa; o como María Victoria Alzate, Miguel
Ángel Gómez y Fernando Romero Loaiza (1999), que indagan en textos escolares para identificar las
representaciones sociales de la familia.
Evidentemente la predilección por lo verbal prima en las investigaciones sobre RS porque se le atribuye
desde los estudios de las ciencias humanas y sociales ventajas que suponemos presentes en menor medida
en otras formas de comunicación (música, gestualidad, etc.); como la facilidad de reproducción o la estética
(López Noguero, 2002). Pero las fronteras entre imagen y texto se diluyen cada vez más, así como también
la interacción (presente desde siempre) entre lo verbal y lo visual ha ganado terreno, y el estudio de las
Representaciones Sociales ha alcanzado el mundo de las imágenes (Álvaro Estramiana y Fernández Ruiz,
2006; Araya Seguel, 2013; Gutiérrez Vidrio y Piña, 2008). Por tanto ese límite sólo podrá establecerse de
acuerdo a los objetivos de la investigación y en el cómo deseamos abordar los datos para su análisis, aunque
resulta siempre necesario determinar la naturaleza de éstos antes de efectuar los procesos posteriores.
Ana María Banchs (2000b) ha distinguido dos enfoques sobre su abordaje: el enfoque procesual y el
enfoque estructural. El primero de ellos (procesual) privilegiaría la búsqueda de conocimiento a través
de la recolección y análisis cualitativo de datos, por un lado, y la triangulación por medio de diferentes
técnicas y teorías que pretenden otorgar confiabilidad a las interpretaciones, por otro. Dentro de este afluente
encontramos a investigadores e investigadoras como Moscovici y Jodelet, que se ubican dentro de la
Escuela clásica. Metodológicamente emplean técnicas cualitativas y en especial entrevistas en profundidad
y análisis de contenido (Araya Umaña, 2007, p.47). El enfoque estructural, en cambio, “se caracteriza por
buscar en el estudio de las representaciones sociales metodologías para identificar su estructura o su núcleo
y por desarrollar explicaciones acerca de las funciones de esa estructura” (Banchs, 2000b, p.3.7). Dentro de
este enfoque encontramos principalmente los aportes de Jean Claude Abric y su Escuela de Aix-en-Provence
desarrollada desde 1976, que se centra en los procesos cognitivos y recurre a técnicas experimentales
(Araya Umaña, 2007, p.48). La propuesta de Abric, tenido múltiples seguidores tanto Europa como en
América Latina (Banchs, 2000b), el enfoque que privilegiaré mayormente, sobre todo en consideración a
los aportes de la Teoría del núcleo central de Jean Claude- Abric.
VI.6. COMPENDIO
Desde una mirada deconstructiva las representaciones de género se observan desde otro ángulo a
través de la Teoría de las Representaciones Sociales (RS), en donde el sentido de representación se diver-
sifica y vuelve trascendente para el conocimiento y la comunicación humana. Las Representaciones So-
ciales (Rateau y Lo Monaco, 2013; Valencia Abunduz, 2007; Pardo, 2007; Araya Umaña, 2007; Gutiérrez
Vidrio, 2006, 2004, 2003a, Perera Pérez, 2003; Mora, 2002; Abric, 2001; Jodelet y Guerro, 2000); 1996;
Banchs, 2000b; Flores Palacios, 2000; Alzate, Gómez y Loaiza, 1999; Wagner y Elejabarrieta, 1998; Wag-
ner, 1995,1993; Moñivas, 1994; Flament, 1994; Farr, 1994; Guimelli, 1993; Wagner, 1993; Molinari &
Emiliani, 1993; Guimelli et Rouquette, 1992; Ayestarán, de Rosa y Páez, 1987; Di Giacomo, 1987; Páez,
1987; Parker, 1987; Páez y Ayestarán, 1987; Jodelet, 1986; Tajfel, 1984; Moscovici, 1979) se establecen,
como un componente privilegiado para la observación de las representaciones de género.
Por otro lado, las nociones de prejuicio y estereotipo son observadas desde un ángulo un tanto diferente
que las disciplinas sociales, al considerar que existen como información que es empleada para colaborar
con la necesidad humana de organización , por ello son uno de los componentes fundamentales de las RS
(Moscovici, 1989; Jodelet, 1989; Páez y Ayestarán, 1987; Tajfel, 1984). Lo cual no implica la valoración
positiva que lo que a este conocimiento pueda llevar en la práctica social, pero es un conocimiento que nos
permite relacionarnos (Arendt, 1997).
Diamela Eltit
Cuerpo y fulgor. (2000, p.185).
ARTE, GÉNERO Y DISCURSO: REPRESENTACIONES SOCIALES EN EL CHILE RECIENTE
L a separación que realiza Émile Benveniste55 (1997) entre la Lingüística del discurso y la
Lingüística de la lengua da pie a los pasos que los estudios del discurso darían en los siguientes años,
es así como la lengua se encargaría del signo y el discurso de la oración. Esta separación más que aislar
los campos de estudio propone, básicamente, que el discurso no está contenido en una sola palabra (sí
podemos estudiar la lengua en una palabra) sino que requiere de un conjunto de elementos que entreguen
la información suficiente como para comprender un enunciado. Por ello pasar de las unidades de la lengua
a la nueva unidad de la oración es pasar de la estructura a la función (Ricoeur, 2003).
Por su parte, la distinción de la lengua y el habla realizada por Saussure en 187256 , y del esquema, la norma
y el uso por Hjelmslev en 195957 son fundamentales para la teoría del discurso (Ricoeur, 2001), pues
entre la posición de uno y otro comienza a manifestarse una preocupación por conocer los mecanismos de
comunicación que otorga el lenguaje verbal. Gracias a esto la sociolingüística se enfocó en el “uso real del
lenguaje” (van Dijk, 2004, p.5) y en sus condiciones de variabilidad.
El discurso es un acontecimiento, “algo sucede cuando alguien habla”, y es esto lo que propone el paso de
una «lingüística de la lengua» a una «lingüística del discurso o del mensaje» (Ricoeur, 2001, p.97). Las
asignaciones que hacen los usuarios de una lengua a determinados tipos de discursos, o las construcciones
discursivas pre-juiciosas o estereotipadas, no están únicamente mediadas por la lengua sino además por
factores culturales. Por ello Teun van Dijk (1997) dice que el discurso no tiene significados sino que los
usuarios de las lenguas le asignan uno, y las pertenencias culturales son decisivas en las elecciones de
determinados grupos de hablantes, por ejemplo “ser viejo o joven, casada o soltera, será crucial para el uso
apropiado de formas discursivas o gramaticales específicas, mientras que en otras culturas puede no suceder
así” (van Dijk, 1997, p.70).
En este sentido, los numerosos factores derivados de las instancias de acogida o enunciación del discurso
afectan a los actores sociales (género, etnicidad, poder, profesión, etc.), y pueden condicionar el texto y el
habla, desde la pronunciación y la lexicalización hasta los significados (van Dijk, 1997, p.70). Para Norman
Fairclough (2010) el discurso es la práctica social, todos hacemos uso de los discursos, comunicamos a
través de ellos y nos hacemos parte de lo que expresan, digamos que constituyen una práctica individual
dentro de un contexto social. Pero existe además otra forma de comprenderlos, y es cuando refieren a cómo
expresamos nuestra experiencia de una manera en particular. Ambos espacios, lo público y lo privado,
están compuestos en esencia de códigos, significantes y significados que se articulan en torno a la finalidad
del discurso. Son elementos constitutivos del contexto y por tanto del espacio privado, la elección de sus
formas de organización es lo que conforma la distancia entre unos y otros.
55 Émile Benveniste publica en 1966 su Problèmes de Linguistique Générale (Paris: Gallimard), aunque yo he revisado
Problemas de Linguística General (Tomo I ) que es su versión en castellano del año 1997 (XIX edición).
56 Ferdinand de Saussure(1872), separó el signo lingüístico de su referente constituyendo la dualidad significante y significado.
57 Para Hjelmslev (1959), el esquema representa el sistema de fonemas presentes en cada lengua. La norma es la lengua
materializada, sistematizada en el habla y el texto. Y el uso es el conjunto de hábitos que se generan en culturalmente y que
expresan en el habla y el texto.
Puede sostenerse que el giro lingüístico, por una parte, y la teoría de los actos del habla, por otra, nos
ha dado la posibilidad de pensar que el lenguaje no es la ventana para saber lo que pasa en la cabeza, sino
una acción por derecho propio (Íñiguez Rueda,2003, p.49). Ciertamente podemos analizar la lengua dentro
de un discurso pero si queremos comprender los acontecimientos que acaecen, nuestras interrogantes se
conducirán de manera diferente. Como dice Michael Foucault (2001a) si nuestro interés es la lengua, nos
remitiremos a buscar las reglas que construyen los enunciados y a descubrir cómo pueden construirse otros
semejantes. Sin embargo la descripción de acontecimientos propone otra interrogante “¿cómo es que ha
aparecido tal enunciado y ningún otro en su lugar?” (Foucault, 2001a, p.44).
Silvestre Hernández (2011) dice que la palabra del lenguaje es «semiajena» “y que sólo se hace propia
cuando el hablante la puebla con su intención” (p.21), por ende el discurso está cargado de “intenciones
ajenas”. Esto no implica que esta apropiación de discursos ajenos sea una falta de reconocimiento de los
propios deseos, ni siquiera que sea un acto consciente, sino que es más bien una respuesta a nuestra humana
condición de seres sociales.
El uso del discurso por hablantes individuales se basa en reglas semánticas y sintácticas que
comprometen al que toma la palabra. Hablar es estar comprometido (S.Cavell) a significar lo que se
dice, es decir, a hacer uso de palabras y oraciones según la codificación asignada por la comunidad
lingüística (Ricoeur, 2001, p. 225).
La teoría de los actos del habla de John Austin (1971) permite explicar la producción de sentido por medio
del reconocimiento de tres actos verbales que podemos efectuar al emitir un enunciado, lo que se denomina
doctrina de fuerzas ilocucionarias. Estos son los actos locutivos, que es aquello que se produce nada más
decir algo que posee significado (incorpora actos fonéticos, fácticos y réticos); y los actos perlocutivos, que
son los efectos producidos en la audiencia, las consecuencias. Lo propuesto por Austin y profundizado por
John Rogers Searle a la muerte de éste (Brody, 2008), permite analizar con mayor alcance una interacción
verbal, ya sea una conversación cotidiana o una entrevista, porque nos obliga a buscar el sentido oculto
dentro de los enunciados y al mismo tiempo comprender la fuerza ilocutiva.
Luisa Martín Rojo, María Laura Pardo y Raquel Whittaker (1998), dicen que el lenguaje es performático
y produce consecuencias sociales, porque es en tanto constructor como construcción, en una relación
simbiótica de compleja explicación pero que se demarca dentro de las cualidades de la construcción
discursiva y su reconocimiento con el medio social.
Para van Dijk (1997, p.68) los discursos no pueden estar “relacionados empírica o teóricamente, sin
actividades, procesos o representaciones mentales”, y propone elaborar una perspectiva interdisciplinar
que comprenda la triada cognición, discurso y sociedad. Esta propuesta, no exenta de discrepancias con la
lingüística más purista, nos entrega un marco amplio para acceder al discurso reconociendo que existen otros
factores además del estudio del lenguaje. Ningún elemento de esta triada funciona de manera independiente
y existe una directa relación entre cada uno de ellos, y la constitución de este campo interdisciplinar
propone que el papel mediador de la cognición permite dar sentido, a través de tipos específicos de modelos
mentales, a la realidad social.
Los discursos tienen interpretaciones variables en los cuales muchos factores intervienen, no
solamente su ubicación dentro de una lengua determinada ni sus condiciones gramaticales, así como
tampoco la sola pertenencia a un origen. Los discursos representan un amplio campo de posibilidades, que
requiere necesariamente de la atención a factores socio culturales y cognitivos considerados de manera
contextualizada. Todos los frentes de análisis tienen la misma relevancia y no podemos pretender que el
estudio de un fenómeno discursivo pueda ofrecernos un patrón invariable para analizar otros, ni mucho
menos para traspolar resultados.
Por tanto, el estudio de la lengua o el lenguaje sólo pueden ser eficaces para el estudio del discurso si
reconocen la importancia del contexto porque es necesario para “comprender en forma apropiada el
suceso, la acción o el discurso” (van Dijk, 2000b, p. 32). Lo importante no es saber las particularidades
del vocabulario, la gramática o la pronunciación sino “qué tipos de factor de situación determinan cuáles
tipos de selección del sistema lingüístico” (Halliday, 1982:47). Digamos que podemos considerar todos los
elementos de la lengua o el lenguaje, siempre y cuando delaten en sus usos aquello que buscamos dentro
del discurso. Y a la inversa, el contexto sólo es relevante para el texto y el habla si está “mentalmente
representado en los usuarios de las lenguas”(van Dijk, 1997, p.70).
Debería entenderse “discurso” como una forma de uso lingüístico y, de una forma más general, como
un tipo de interacción social, condicionada por la cognición y socialmente contextualizada por los
participantes, tomados como miembros sociales (van Dijk, 1997, p. 68).
Para los estudios del discurso como acción e interacción y no como materia inamovible, el contexto es
fundamental (van Dijk, 2008). Algo que destaca Teun van Dijk (2001) al proponer su Teoría de Contexto
y la idea de modelos mentales. Dentro de estos modelos mentales encontramos Categorías Globales; que
incluyen sectores globales de la sociedad, como el deporte, la política o la educación y funcionan como
restricciones para las Categorías Locales; que “caracterizan la representación mental de las estructuras
relevantes de la situación inmediata de interacción” (van Dijk, 2001). Es importante destacar que si bien las
categorías pueden ser constituyentes del contexto (micro o macro), éstas no son propiamente el contexto
sino su relación con los participantes.
Los modelos mentales propician modelos de contexto “que controlan la producción (variación) de las
estructuras discursivas que pueden variar con la variación del contexto” (van Dijk, 2001, p. 73). Es decir,
tenemos contextos generales que ofrecen un marco, pero son estos modelos mentales los que nos permiten
comprenderlos.
Entender los contextos como representaciones mentales explica muchos aspectos del discurso y la co-
municación, como la percepción personal y variable de la situación por cada uno de los participantes
sobre la interpretación de la situación, la noción fundamental de la relevancia, y los procesos mentales
de la producción y de la comprensión del discurso (van Dijk, 2001, p. 79).
Las representaciones mentales son necesarias para la construcción discursiva porque en estas se concen-
tran los objetivos y el conocimiento relevante, aquello que forma parte de nuestro universo interpretativo.
Entonces, no sólo tenemos un contexto global y un contexto local sino el cómo interpretamos aquello por
medio de unas experiencias previas y unos conocimientos construidos a través de esos contextos.
Van Dijk (2007) entiende el contexto social “como una abstracción de la situación social real en la que la
gente habla” (p.108). Por otro lado un marco social, desde la sociología cognoscitiva, es también un marco
cognoscitivo porque forma parte de los conocimientos sociales y organiza estructuradamente las acciones
sociales (van Dijk, 2007). Estos marcos cognoscitivo-sociales, nos dicen también quienes participan y qué
papeles desempeñan, papeles que van Dijk (2007, p.108) denomina categorías.”
Según Bronislaw Malinowski (1979), quien ha sido fuente de inspiración para las teorías de contexto y
las ciencias sociales contemporáneas en general, el contexto se entiende como una situación comunicativa
donde las expresiones de la vida cotidiana se producen dentro de un momento y una situación específicos,
aunque la situación comunicativa no constituye el acto del habla pero sí determina las condiciones de so-
ciabilidad e interacción entre los grupos.
Nuestras construcciones discursivas incluyen formas o modos de comunicar que articulada o inde-
pendientemente definen el carácter de lo enunciado, lo cual es definido como modos del discurso o modos
de organización del discurso y se relacionan con funciones textuales como narrar, describir, argumentar...”
(Calsamiglia y Tusón, 1999, p. 269). La clasificación que organiza estos modos fue desarrollada por el
lingüista suizo Jean-Michel Adam (1992), y definió cinco tipos de textos prototípicos, que son: narrativo,
descriptivo, argumentativo, explicativo y dialógico.
Raymond Blain (1995) extrae del Diccionnarie del Petit Robert la definición de prototipo e intenta explicar
la denominación de Adam de la siguiente manera: Según el Petit Robert, un prototipo es modelo ejemplar,
un modelo principal, y agrega:
On comprendra que les modèles proposés par Adam ne peuvent rendre compte de toutes les façons
dont les auteurs écrivent, structurent leur texte. Mais il faut commencer quelque part (Blain, 1995,
p.22).
Digamos que podemos suponer otras formas de construir un discurso, pero al menos la clasificación de
Adam permite identificar las más frecuentes y más accesibles. Los modos del discurso a menudo aparecen
combinados, superpuestos o con incrustaciones (Calsamiglia y Tusón, 1999), es decir, en tanto argumen-
tamos podemos describir y narrar, y viceversa. Las distinciones se efectúan porque en sí son operaciones
diferentes y de acuerdo a las combinatorias posibles actúan como variantes del discurso; su temporalidad,
su objetivo, etc.
Según lo propuesto por Adam (1992) los tiempos verbales empleados en una locución colaboran para
identificar los modos del discurso, y crean pautas de interpretación para ubicar tanto temporalmente como
enunciativamente aquello que se dice. Por ejemplo, dentro de una narración canónica (o básica o clásica)
el tiempo verbal es el pasado y para la acción se emplea el pretérito indefinido combinado con el pretérito
anterior y el pluscuamperfecto. En tanto para las narraciones históricas o las conversaciones espontáneas
frecuentemente se emplea el presente “cuando se quiere dar visos de realidad a aquello que se cuenta”
(Calsamiglia y Tusón, 1999, p.272), aunque debemos considerar que sólo puede ser entendido como una
narración de algo que ha sucedido dentro del contexto situacional por lo que el intercambio verbal con tiem-
po pasado siempre emerge en algún momento para referenciar. Además, a diferencia de los relatos(como el
relato de una carrera de caballos) las narraciones pueden ser ficticias(como la narración de un cuento para
niños/as).
El modo de organización del discurso descripción, en tanto, emerge por medio del pretérito imperfecto en
verbos de presentación o de percepción (es, está, parece, etc.). De igual manera los deícticos58 funcionan
como orientadores espaciales y la adjetivación como función cualificadora, en tanto que el uso de analogías
permite asociar sensaciones olfativas, táctiles o sonoras.
La descripción se aplica tanto a estados como procesos y se realiza según la perspectiva o punto de
vista determinados, en un amplio abanico que se presenta desde el ángulo más objetivo hasta el más
subjetivo (Calsamiglia y Tusón, 1999, p.279).
Adam (1992) considera tres procedimientos para llevar a cabo la descripción. El anclaje descriptivo, la
relación entre el objeto y el tema; la aspectualización, cualidades y/o propiedades; y puesta en relación con
el mundo exterior (comparación, metonimia, metáfora). Existen, por supuesto, ciertas consideraciones para
descripciones específicas como podrían ser las de las ciencias experimentales, en donde la estructura infor-
mativa responde a características propias de una disciplina en particular. Pero fuera de ámbitos específicos
nos basamos en lo que percibimos, lo cual está conectado con factores racionales y emocionales “condi-
cionados por los valores culturales vigentes en cada comunidad y por la propia interpretación subjetiva”.
(Calsamiglia y Tusón, 1999 p.287). Gracias a la identificación de esta función dentro de un enunciado se
puede conocer cómo una persona ha construido su noción de realidad con respecto a una situación, un he-
cho o una condición determinada.
Una frase, es sabido, puede ser descripta lingüísticamente a diversos niveles (fonético, fonológico,
gramatical, contextual); estos niveles están en una relación jerárquica, pues si bien cada uno tiene sus
propias unidades y sus propias correlaciones que obligan a una descripción independiente para cada
uno de ellos, ningún nivel puede por sí sólo producir sentido(Barthes, 1982, p.14)
Es necesario considerar la implicación e imbricación que tienen los diferentes modos el discurso para apre-
ciar en plenitud una enunciación o una interacción verbal, porque ello condiciona el cómo interpretamos
analíticamente aquello que hemos escuchado, transcrito o leído. Una conversación, por ejemplo, en que se
relatan hechos vividos por una persona en una situación de su pasado remoto probablemente tendrá muchos
espacios vacíos, fragmentos que completará con la descripción de detalles del escenario o con la argumen-
tación de por qué los hechos se desarrollaron de la forma en que lo recuerda. No somos literales, por así
decirlo, nuestra memoria no es normalmente tan precisa y nos valemos de todos los datos que podemos re-
cordar. De igual manera, si dentro de una conversación la comunicación no está funcionando, la descripción
de algo neutro (como el tiempo o el paisaje) aparece para intentar mantener el contacto y así subvertir la
inviabilidad. Los modos del discurso son estrategias comunicativas que funcionan como códigos generales
para ubicarnos en el tiempo, en el espacio y en las intenciones de nuestros interlocutores.
58 Los deícticos (proviene de deixis) son palabras que permiten referenciar aquello de lo que se está hablado, ubicarle dentro
del espacio tiempo y sólo pueden comprendidos en relación a su contexto de emergencia.
Si hay un modo del discurso al que debemos prestar atención es el de la conversación, porque es
la forma primaria de interacción verbal y una de las actividades más típicamente humanas en que se es
consciente del lenguaje (Corredor y Romero Farfán, 2010). Al igual que el resto de los modos del discurso,
frecuentemente aparece combinada con otros, y su estudio se ha convertido en las últimas décadas en una
fuente de conocimiento para comprender cómo se establecen las relaciones sociales entre los diversos
grupos de individuos. Para los estudios feministas la conversación entre mujeres y hombres ha propiciado
una serie de teorías sobre las estrategias discursivas en la dominación conversacional, las cuales contrarían
investigaciones fundacionales del Análisis de la Conversación.
Según las investigadoras Anita Pomerantz y B. J. Ferh (2000) la tradición del Análisis de la Conversación
(AC) tiene su origen en la sociología -y como precisa Lupicinio Iñiguez Rueda (2003), de la sociología
de la situación y la etnometodología- a mediados de 1960, gracias a los aportes de los sociólogos Harvey
Sacks, Emanuel Schegloff y David Sudnow, entre otros. Según John Heritage (2009) el Análisis de la
Conversación se habría extinguido como campo de análisis sociológico a la muerte de Sacks en un accidente
automovilístico en 1975, pero habría resurgido en los años ochenta.
Ante la negativa de las revistas sociológicas para publicar resultados de la investigación en AC, se produjo
una oleada de publicaciones en las décadas posteriores, hasta convertirse finalmente en uno métodos de
análisis más empleados en sociología. El AC nace con la intención de estudiar la organización social de la
conducta cotidiana, el modo en que los individuos realizan sus actividades y le dan sentido al mundo que les
rodea. Y principalmente porque una de las diferencias entre la especie humana y las otras es su capacidad
de conversación, “es decir, porque se relaciona con otros miembros de su especie mediante interacciones
verbales orales (Tusón, 1997, p.12).
Conversation analysis (CA) studies the methods participants orient to when they organize social
action through talk. It investigates rules and practices from an interactional perspective and studies
them by examining recordings of real-life interactions (Mazeland, 2006, p. 153).
El enfoque del AC trata de proporcionar una descripción de las actividades de la conversación, pero es
también una explicación de esas actividades un sentido limitado y particular a la naturaleza de la organización
y el orden social (Weatherall, 1998). La conversación puede adaptarse a muchos tipos de situaciones
y de interacción entre personas en que está operando la variedad identitaria, es sensible a las diversas
combinaciones y puede hacer frente a cambios dentro de una situación dada (Sacks, Schegloff & Jefferson,
1974). Una de las actividades más estudiadas es la «conversación espontánea», definida por Sack, Schegloff
& Jefferson (1974) como un tipo de interacción oral caracterizada por el intercambio recurrente (o al menos
se produce) entre hablantes; en donde no existe un orden fijo en los turnos de la palabra; la duración de esa
conversación no está previamente pactada y los solapamientos son comunes pero breves.
In other words, conversation is not like flesh shaped by a preformed skeleton, but a shape which
is renegotiated in interaction, created anew by participants in accordance with shared expectations
based on previous conversational experience, or what Becker (1988) calls “prior text.” (Tannen, 1990,
p.167).
conversación espontánea que tiene una finalidad informativa implícita, no puede analizarse de igual manera
que una con características similares pero desarrollada dentro de un contexto situacional diferente.
Según Amparo Tusón (1997) no se dispone de una «tipología» de la comunicación interpersonal, pero destaca
que Catherine Kebrat-Orecchioni en 1990 menciona otros tipos de interacciones que pueden distinguirse de
la «conversación espontánea»; y son la discusión, el debate y la entrevista59 . Definir el tipo de interacción
verbal con el que contamos depende de varios factores que no siempre se cumplen a cabalidad, dado que las
pautas de identificación generalmente están sujetas a denominaciones previas que no abarcan la totalidad de
las características presentes. Amparo Tusón (1997, p. 71) considera que las características de una entrevista
son las siguientes:
2). Los papeles de los participantes son claramente asimétricos (entre quien efectúa la entrevista y
quien es entrevistado/a).
El Análisis de la Conversación (AC) y sus métodos son fundamentales para organizar un corpus que cuenta
con interacciones comunicacionales (como en este caso) pero también para atender a ciertas nociones muy
estudiadas por las lingüistas feministas (Wodak, 2015; Weatherall, 2002; Tannen, 1995, 1990) sobre los
turnos de la palabra y ciertas consideraciones atribuidas sexualmente al intercambio verbal entre mujeres
y hombres. Por ejemplo Deborah Tannen(1990) observó la interacción conversacional entre personas de
diferentes géneros y de edades similares, y consideró que independientemente a que se estuviera diciendo
lo mismo, la posición corporal, la mirada y los movimientos indicaban una implicación diferente.
Tannen (1990) finalmente concluye que a pesar de que los niños y los hombres presentan diferencias con
respecto a las niñas y las mujeres, esto no indica un menor grado de compromiso conversacional por
parte de ellos. Por lo tanto a pesar de que existe la evidencia de disposiciones distintas, esto no podría
ser considerado como una norma que determine que mujeres y hombres responden con mayor o menor
interés al acto conversacional. El Trabajo realizado por Deborah Tannen (2008,1990) y otras investigadoras
contribuye a destituir los mitos con respecto a los intereses de cada sexo, aunque también deja entrever
que ciertos aspectos conductuales pueden ser adquiridos a través del aprendizaje social y visibilizados en
la interacción comunicacional.
Fenómenos como la realización frecuente de interrupciones justificadas o la producción recurrente
de apoyos, que se dan mayoritariamente en las conversaciones entre mujeres, constituyen actos
de involucración. Se trata de estrategias estructurales básicas de cooperación en conversación
características de las mujeres, como lo son también el equilibrio en la distribución de turnos y en el
tiempo de posesión de la palabra, tratado al comienzo de este trabajo . Por lo tanto, lo más conveniente
es considerar que, en conversación, hombres y mujeres presentan pautas de comportamiento diferentes,
asociadas, sin duda, a concepciones distintas de la actividad interactiva misma (Cestero Mancera,
2007, p.15).
Una de las diferencias que podemos destacar del AC con respecto a otras formas de análisis es que no
se sostiene en definiciones teórico-conceptuales emanadas de quien investiga, sino que se rige por los
59 Considerando que me concentraré en la conversación, y no en otras formas de interacción oral, no me extenderé mayormente
salvo para otorgar las diferencias más marcadas, pero referencias a esto es posible encontrar en C. Kebrat-Orecchioni (1990-
1994). Les interactions verbales, tomos I,II y III. París: Armand Colin.
elementos interactivos que emergen del propio proceso comunicativo. Como explica Lupicinio Íñiguez
(2003)”el AC examina el lenguaje en uso y no las preconcepciones o esquemas previos definidos por los/
as analistas” (p.92). Así, cuando analicemos las relaciones de poder dentro de una conversación no nos
estaremos refiriendo a definiciones filosóficas o sociológicas sino a las tensiones propias de cada interacción
comunicativa, las cuales pueden ser puestas en relación dentro de una investigación pero no así dentro del
análisis puro y duro.
Retomando el trabajo de Deborah Tannen (2008), muchas de las consideraciones sobre la interacción
conversacional entre hombres y mujeres (y en muchos otros aspectos de la investigación social) se construyen
sobre nociones prejuiciosas. En su artículo La relatividad de las estrategias lingüísticas: repensando el
poder y la solidaridad en el género y en la dominación60 , esclarece que ciertas premisas instauradas no
sólo desconocen la polisemia de los conceptos de «poder» y «dominación» sino que también ignoran los
contextos de enunciación. Por lo tanto, no podemos efectuar un análisis conversacional sobre cómo se
manifiesta la estrategia de dominación sólo considerando unas cuantas cuestiones, se requiere al menos de
contar con suficiente información sobre los participantes, el contexto general y la situación de enunciación.
La situación de enunciación es fundamental para restringir los campos de análisis y el tipo de elementos
analíticos que podremos considerar. Digamos que una conversación a través de la pantalla del ordenador
no permite más que parcialmente analizar las características cinésicas o proxémicas (como lo realizado por
Tannen, 1990), como sí podría suceder en una presencia simultánea. O una conversación entre personas
de diferentes culturas en la cual el uso idiomático puede ser un factor de interferencia, o en los roles
diferenciados entre una jefa y sus empleados. Aunque ninguno de estos rasgos funciona independientemente
del otro y siempre, para conocer la finalidad de la conversación, es preciso recurrir a factores contextuales.
En una situación de enunciación oral prototípica, que podría considerarse hasta cierto punto el ideal, los
interlocutores se encuentran en situación de participación simultánea, es decir participan de la misma
interacción al mismo tiempo o alternadamente. Tienen una presencia simultánea en la interacción y su
interlocución es cara a cara, y además construyen la interacción por medio de una relación interpersonal
basada en características psicosociales: de status, de roles o de imagen (Calsamiglia y Tusón, 1999). Sin
embargo, como exponen Helena Calsamiglia y Amparo Tusón (1999), las nuevas tecnologías han impactado
sobre los canales61 del habla haciendo que se desdibujen las fronteras de lo presencial, lo espacial y lo
temporal. Porque si nos referimos a los actuales sistemas de comunicación vía internet puede que no
estemos aquí (ambas personas) pero estamos allí juntas (en el espacio virtual).
La conversación y sus formas pueden variar de una cultura a otra aunque también “(...)tienen (súper)
estructuras esquemáticas globales, y generalmente comienzan con saludos, seguidos de la introducción y el
desarrollo de un tema” (van Dijk, 2007, p.107). Aunque pueden existir muchas razones por las cuales este
esquema no se desarrolle de manera tan precisa, debemos presumir que siempre se mantiene una relativa
coherencia, al menos, dentro del desarrollo del tema.
60 Los conceptos de poder y solidaridad son propuestos por Robert Brown y Albert Gilman (1960) basándose en la
variación del uso de pronombres personales en el tratamiento entre interlocutores. Con ello pretendieron demostrar que el
ejercicio de solidaridad semántica estaba sostenido en personas de igual «poder».
61 Para ahondar más en los canales de comunicación, consultar Calsamiglia y Tusón (1999, Cap. 2).
Como explica Amparo Tusón (1997), la conversación, al igual que cualquier otra actividad compartida, exige
el compromiso de las partes para llevar a cabo la interacción y a menudo esa intención se ve manifestada
con la acción de saludar62 , que puede ser el primer paso para iniciar una conversación; preguntar63 , que
puede acompañar al saludo y que invita a conversar; exclamaciones64 , que tienen por intención llamar la
atención e incitar a la conversación. En independencia de si hay o no un acuerdo previo para efectuar la
interacción siempre existe la necesidad de iniciar la acción, y ello dependerá de la circunstancia, del tipo de
interlocutores(as) y la relación que les une.
Basándonos en el Principio Cooperativo (PC) propuesto por Herbert Paul Grice (1991), podemos reconocer
el tipo de conversación sostenida y la calidad de la información recibida. El PC no es algo inherente a una
relación pactada con antelación sino que depende en gran medida de cómo se conjugan las voluntades durante
el proceso. El PC es un ideal comunicativo que se incumple comúnmente y no implica necesariamente una
ruptura, pero sí puede desencadenar una situación conflictiva.
El PC65 se organiza en cuatro categorías; la Categoría de Cantidad, que está relacionada con el volumen
adecuado de información entregada con respecto a lo solicitado; la Categoría de Cualidad, que tiene que
ver con la veracidad de la información entregada; la Categoría de Relación, que es la precisión en la entrega
de información; y por último la Categoría de Modo, que es el evitar la ambigüedad de la información
entregada (Grice, 1991).
Los esfuerzos por continuar una conversación, por cesarla, por desviarla o re-direccionarla no están
condicionados al empleo de determinadas palabras sino más bien a la disposición por respetar los turnos
del habla. Para conversar es necesario que el compromiso conversacional se mantenga durante toda la
interacción para hacer posible su extensión; por medio de las reformulaciones, la velocidad de respuesta,
el contexto de situación, etc. Robert Nosfinger en 1991 (en Tusón, 2002, pp.140-141) define seis aspectos
que deben ser considerados:
3) Continuadores: Expresiones tipo “mm” o “ajá” que animan a continuar haciendo uso del turno.
6) Reparaciones: Que pueden ser autoreparaciones, quien comete el error hace la reparación; o
heteroreparaciones, y otra persona dentro de la interacción la realiza.
Tal como dice Amparo Tusón (1997), ser demasiado explícitos en una conversación nos llevaría a una
literalidad poco apropiada para mantenerla. Simples enunciados podrían parecer órdenes y no solicitudes,
ofensas y no comentarios, etc. los cuales, sin dejar de producir el efecto deseado en nuestro(a) interlocutor(a)
son frecuentemente emitidos resguardando la máxima de cortesía que posibilita una interacción adecuada.
Uno de los principales aspectos a observar dentro del análisis de la conversación refiere a los turnos
de la palabra, que son según van Dijk (2007, p.107) “unidades de segmentación que se definen por un
cambio del hablante” y que manifiestan la naturaleza interaccional de la comunicación. Estos cambios
entre los interlocutores se da coordinadamente a través de los mecanismos de heteroselección66 , que es
cuando quien habla selecciona al siguiente hablante; o de autoselección, que es cuando uno de los presentes
toma la palabra en ausencia de esa designación. Como manifiesta Amparo Tusón (2002), generalmente
estos mecanismos funcionan muy bien porque los interlocutores entregan e interpretan adecuadamente las
señales para ello (un gesto, una mirada, etc.), produciendo lo que ella denomina lugares apropiados para la
transición (LAT) (p.138).
Los turnos de la palabra entregan datos importantes para conocer “los papeles comunicativos que adopta
cada participante y sobre las relaciones de poder, dominación o solidaridad, o sobre la distancia social que
se establece entre quienes participan en la conversación” (Calsamiglia y Tusón, 1999, p.35). Si la relación
dialógica no se sostiene en el par adyacente, que son turnos consecutivos en que el primero espera que se
produzca el segundo, funciona el mecanismo de autoselección. El primer problema que los participantes de
una interacción comunicacional deben sortear es el cómo reconocer cuándo su interlocultor(a) a finalizado
su turno y poder hablar. Quien podríamos considerar como «el destinatario» no sólo averigua el ritmo de
los turnos y qué dice el orador sino que también está alerta para poder convertirse en quien tome la palabra.
Turns are produced linearly in real time, but in the course of a turn’s production, a recipient can make
an informed guess about the structure of the whole unit by inspecting – in its environment of use – the
part that is already there (Mazeland, 2006, p.154).
Ana María Cestero Mancera (2007), ante la necesidad de cambiar los tópicos asociados a cómo las mujeres
se expresan comunicativamente a diferencia de los hombres, destaca cómo a través de los años ha sido
imposible comprobar ciertas afirmaciones negativas que se han supuesto como verdades. Por ejemplo, la
diferencia en el uso de turnos del habla demuestra “que es el hombre el que tiende a producir una mayor
cantidad de turnos y a mantener durante más tiempo la palabra, al menos en determinadas circunstancias”
(Cestero Mancera, 2007, p.2). Ella concluye que los antecedentes obtenidos no permiten considerar la
existencia de diferencias sustanciales condicionadas al sexo de los interlocutores/as, destacando que las
mayores variaciones están marcadas por la edad.
Como explica Silvia Gutiérrez Vidrio (2004), siguiendo a Grize (1993) el análisis de la argumentación
puede ser un gran aporte para el estudio de las Representaciones Sociales (RS), ya que está presente en
muchos de los discursos (en una alocución política, en el discurso de educadores/as o en una conversación
cotidiana) y presenta estrategias tan comunes como la seducción, el convencimiento o la persuasión. Y
66 Como mecanismo de heteroselección más evidente tenemos la pregunta dirigida o la designación directa del hablante
(Tusón, 2002).
pueden ser más o menos racionales (exhibe razones) o más o menos emocionales (exhibe o apela a afectos)
(Calsamiglia y Tusón, 1999, p.294).
El Análisis de la Argumentación tiene inicios muy remotos, ya Aristóteles consideraba que la argumentación
era “un medio para exponer el error en los pensamientos y modelar el discurso según un ideal racional” (van
Eemeren, Grootendorst, Jackson y Jacobs, 2000, p.308), por lo que sus orígenes han estado ligados a un
interés por mejorar los discursos y por tanto los efectos de éstos sobre la sociedad. Si bien pudiera parecer
que la argumentación es una forma discursiva empleada sólo y exclusivamente para fines políticos, la
verdad es que argumentamos constantemente y sobre todo tipo de cosas. Digamos que somos lo que somos
y la realidad es lo que es gracias a que nos hemos convencido o nos han convencido ello. Si las instituciones
y el Estado ofrecen proyectos sociales modélicos es porque pueden de alguna manera convencer de que lo
que están proponiendo está bien.
El análisis de la estructura argumentativa del discurso va más allá de la frase, involucran formas de
razonamiento que pueden ser reconstruidas para “ayudar a esclarecer las características ideológicas del
discurso, sacando a la luz no sólo sus procedimientos de legitimación, sino también sus estrategias de
simulación” (Gutiérrez Vidrio, 2000, 124).
Desde lo propuesto por el intelectual de la lógica y la epistemología, Jean Blaise Grize (1993, 1995,
1996), que retoma el concepto de lógica natural de Jean Michel Adam para elaborar (junto a Georges
Vignaux y Marie Jeanne Borel) una Teoría de la lógica natural del lenguaje, he considerado el Análisis de la
argumentación como una posibilidad de adentrarme en el cómo se justifican las nociones de arte y cultura,
y qué papel juegan en ello los roles de género.
La notion d’argumentation est étroitement associée à celle de justification d’une affirmation ou d’une
thèse. Mais dans la justification d’une affirmation, il importe de bien séparer deux opérations : la
production de raisons ou d’arguments, et l’examen d’acceptabilité des arguments produits (Duval,
1992, p.38).
Para Gilberto Giménez (1981) la argumentación puede definirse como un proceso de representación de la
realidad, cuyo estudio involucra la “lógica natural’, de naturaleza ideológica y social, cuyas leyes y modos
de funcionamiento se trata de detectar y formular” (p.140). La función argumentativa es un modo del
discurso autónomo útil para convencer de la veracidad de algo o para hacer que la cosas sucedan (Adam,
1992), siendo relevante para hacer de una opinión personal algo sustentado e influir en los juicios colectivos
empleando la presión simbólica de quien enuncia hacia su audiencia (Gutiérrez Vidrio, 2010).
La argumentación es una práctica discursiva que responde a una función comunicativa: la que orienta
hacia el receptor para lograr su adhesión. Entre los discursos que incluyen esta función podemos
mencionar el discurso de las personas que se dedican a la enseñanza, la política a escribir ensayos, a la
publicidad, a la predicación, o el discurso de cualquier persona que quiere influir y seducir (Gutiérrez
Vidrio, 2007, p.277).
67 Silvia Gutiérrez Vidrio (1991) nos dice que Jean Blaise Grize desde sus primeros escritos muestra un interés por construir
una teoría centrada en la distinción entre lógica (lógica matemática) y la argumentación diferenciada de la demostración.
La relación entre análisis de la argumentación, esquematización y lógica natural está dada porque la
capacidad de crear esquemas discursivos verosímiles se entiende como un tipo de lógica, que aplicada
al lenguaje permite articular las partes de un discurso a través de operaciones del pensamiento (Gutiérrez
Vidrio, 1991). Según Silvia Gutiérrez Vidrio (2010) la lógica natural no es una lógica de todos los mundos
sino una lógica de la verosimilitud, restringida y local porque incluye la situación en la que está inmersa.
Grize (1993) considera que la esquematización es el concepto clave para entender la argumentación
(Gutiérrez Vidrio, 1991) pero también para identificar las Representaciones Sociales en los Preconstruidos
Culturales (PCC), que son los presupuestos, como sensación de evidencia sobre algo y que se relacionan
con el contexto. La función de argumentación permite encontrar los Preconstruidos Culturales (PCC) que
constituyen la representación y que Grize (1993) considera el aspecto de las representaciones sociales
en donde los conocimientos funcionan como depósitos de «realidades performadas» en donde “son los
sujetos situados en un espacio y un tiempo, los sujetos en el sentido de una cultura, los que construyen
representaciones sociales” (Gutiérrez Vidrio, 2004, p.622).
Los PCC pueden ser vehiculizados por medio de la lengua, la cultura de los interlocutores y por la situación
concreta de enunciación (Gutiérrez Vidrio, 1991), y se conectan con el contexto en el objeto del discurso,
que son segmentos verbales que remiten a aquello de lo que se habla; y en los comportamientos discursivos,
que es la forma en que quien enuncia presenta el objeto y cómo se compromete con el discurso enunciado
(Gutiérrez Vidrio, 2010).
Cabe destacar, como dice Yazmín Cuevas Cajiga (2011), que las Representaciones Sociales son significaciones
sociales resultantes de la esquematización y que éstas no son producto del individuo sino de un proceso
de significaciones y orientaciones dentro de una sociedad. Así como tampoco la esquematización tiene
una validez universal y se establece en una situación dada, a la que quien emite y quien recibe pertenecen
(Gutiérrez Vidrio, 1991).
La matriz metodológica formulada en 1982 por Grize considera el análisis de cinco operaciones lógico-
discursivas y que expongo aquí de manera resumida y no textual:
1. Operaciones constitutivas del objeto: Aluden a la clase- objeto (o tópico) que se ancla a un
preconstruido cultural y que la determina progresivamente a través de enunciados.
68 Lengua natural se refiere a su naturaleza dialógica (Gutiérrez Vidrio, 1991), esto es la existencia de un emisor y un receptor.
Dentro de este planteamiento, discurso es dialógico en tanto está dirigido a alguien, y aunque su mayor y menos condicionado
escenario puede ser una conversación espontánea, todo intercambio discursivo que contemple un receptor tiene una naturaleza
dialógica (como puede ser el discurso político o educativo). Para Yazmín Cuevas Cajiga (2011), en cambio, lengua natural es
aquella diferenciada lingüística y gramaticalmente (español, inglés, francés, etc.).
3. Operaciones de composición: Relación de las partes del texto entre sí y que aseguran la coherencia
de la esquematización. Se considera además la recurrencia del objeto en el discurso y los nexos que
permiten la cohesión del texto.
4. Operaciones de localización temporal y espacial: Uso de deixis discursiva para la definición del
tiempo, espacio, actores y acontecimientos en que es formulada en la esquematización.
Este esquema se completa considerando las operaciones de argumentación contenidas en las formas de
comportamiento discursivo en grado de compromiso y modo discursivo. Y dentro de este último figuran
el modo proyectivo, que sería la anticipación del porvenir que realiza el sujeto; y el modo axiológico,
que corresponde a los juicios sobre hechos o acontecimientos (Gutiérrez Vidrio, 2003a), entre otros
(metadiscursivo, prescriptivo y constatativo).
En el marco de la Lingüística Sistémico Funcional, La Teoría de Género y Registro “es una teoría de
la variación funcional” (Eggins y Martin, 2000, p. 343) que explica cómo los textos son diferentes y lo que
contextualmente apoya esas diferencias, para dilucidar el papel de ese texto en la cultura. Siendo útil para
detectar de manera funcional por qué algunas dimensiones del contexto inciden y otras no. Según Suzanne
Eggins (2002) el género y el registro están situados en distintos niveles de abstracción; en donde el género
está ubicado en nivel superior y más general de la cultura.
Suzanne Eggins (2002) comprende el género (a partir de los postulados de Martin, 1984 y 1985) como el
propósito con el que los participantes intervienen de la interacción comunicativa dentro de una cultura, y
con las formas de hacer y el uso del lenguaje para hacerlas. Esto se relaciona directamente con el tipo de
actividad social y se pueden identificar como géneros literarios, géneros populares o géneros educativos.
Pero también se pueden ubicar dentro de un gran número de géneros cotidianos, como la entrevista, la
conversación entre amigos o entre desconocidos. Como expone Camila Cárdenas Neira (2014), el análisis
de género busca explicar ciertas elecciones lingüísticas y “de qué manera tales opciones son capaces de
informar acerca del marco sociocultural en que dicha práctica comunicativa está siendo realizada” (p.224).
Por su parte, el análisis de registro describe “la influencia del contexto inmediato de la comunicación sobre el
lenguaje en uso” (Cárdenas Neira, 2014, p.224), e intenta mostrar la variación de la lengua escrita o hablada
en determinadas situaciones. M.A.K. Halliday (1982) aclara que el asunto no es caer en tecnicismos útiles
para definir que usos hacen unos y otros sino preguntarnos “qué factores de situación determinan cuáles tipos
de selección del sistema lingüístico” (p.47). El interés, entonces, no es la construcción del lenguaje por sí
sola sino su relación con el contexto de situación en el cual se produce. La noción de registro constituye así
una forma de predicción: dado que conocemos la situación, el contexto social de utilización del lenguaje,
podemos predecir mucho respecto del lenguaje que se producirá, con probabilidades razonables de estar en
lo cierto (Halliday, 1982, p.47).
La función general del texto es algo que puede ser identificable o no según el conocimiento cultural que se
tiene sobre lo enunciado, esto se aplica al contexto general de la cultura más allá de lo que el contexto de
situación inmediato puede aportar, aunque para entender qué está sucediendo necesitamos conocer ambos
contextos. El contexto de la cultura alude al género del discurso y puede comprenderse como el “marco
general en el que se justifica el propósito de ciertos tipos de interacciones concretas” (Eggins, 2002, p. 80).
En tanto el contexto de situación se inscribe dentro del registro del discurso y se relaciona con la instancia
que contiene una interacción comunicativa, como puede ser una conversación telefónica sobre una situación
doméstica entre padre e hijo.
La definición del género del discurso permite discernir sobre el tipo de información que es posible
rescatar de un material comunicativo, y este proceso se lleva a cabo tomando en consideración las variantes
registrales. Generalmente al enfrentarnos al análisis ya tenemos al menos alguna idea de qué tipo de discurso
es el que se está ofreciendo, y en base a ello podemos seleccionar los métodos más adecuados a nuestra
finalidad. Helena Calsamiglia y Amparo Tusón (1999) comprenden el fenómeno de la distinción de los
géneros discursivos como la necesidad humana de organizar todo en base a tipologías, lo cual permitiría
que nos acerquemos a la realidad circundante y que podamos descifrar la información.
Un discurso científico-biológico muy técnico (por ejemplo) puede ser difícil de comprender para quienes no
tenemos la formación adecuada, sin embargo la mayoría de las personas podríamos, al menos, identificarlo
como tal. De igual manera, no necesariamente entenderemos las medidas que un(a)personero(a)de Gobierno
expone para hacer frente a la violencia sexista, pero sí entenderemos que se trata de un discurso emitido por
alguien, para alguien, y con un objetivo más o menos claro.
En el momento de hablar, las personas seleccionamos los enunciados –entendidos como las unidades
de la comunicación discursiva– en función del género que consideramos apropiado y de acuerdo,
también, con los destinatarios a quienes vamos a dirigirnos, ya se correspondan con receptores
concretos físicamente presentes o con un destinatario genérico, más o menos indefinido como, por
ejemplo, los lectores de una novela o un ensayo científico (...). (Calsamiglia y Tusón, 1999, p.258).
Un género discursivo puede ser en algunos casos fácilmente reconocible, pero a menudo presenta
incrustaciones de otros géneros, lo que Fairclough (2010) ha llamado interdiscursividad, y que se relaciona
con la idea que Kristeva acuña en 1967, intertextualidad, y que es “la existencia en un texto de discursos
anteriores como precondición para el acto de significación” (Marinkovich, 1998, p. 731)69. Suzanne Eggins
(2002) considera que el género se compone por partes de un todo, que permiten establecer relaciones entre
fases diferenciadas por medio de un etiquetado funcional, así los criterios formales dividen el texto en fase/
partes de acuerdo a la similitud de componentes. Los criterios funcionales, entre tanto, dividen según la
función y así destacan la diferencia.
Indagar un poco en el reconocimiento del discurso político tiene por finalidad verificar este
género discursivo y distanciarlo de otras manifestaciones semejantes, tomando en consideración que el
término política es recurrente dentro de los espacios sociales. Según Según Gilberto Giménez (1981)el
discurso político es aquel que difiere de otros campos por tener una determinada pertenencia institucional.
Su delimitación textual está ligada a aparatos políticos y existe una excesiva argumentación, en donde
se desarrollan explícitamente los juegos de poder. Por ello considera que los discursos de la política (y
no los referidos a lo político) son principalmente discursos estratégicos que manifiestan “propiedades
performativas” (Giménez, 1981, p.129), porque no sólo informan sino producen actos, asumen compromisos
y toman posiciones. En base a esta definición.
A mi parecer el análisis del discurso, pero sobre todo del discurso político, surge de los aportes esenciales
de dos áreas o campos específicos de investigación. Por un lado, el estudio del lenguaje, que incluye
las investigaciones que provienen de la lingüística, la filosofía del lenguaje, la semiótica, la retórica y
la semiología. Por el otro, el estudio de los fenómenos políticos y sociales desde la filosofía, la ciencia
política y la sociología; es decir aquellas investigaciones dirigidas al estudio de la ideología y el poder, más
concretamente, los trabajos postalthusserianos sobre el
concepto de ideología y sobre el interés de reubicar la dimensión crítica en la investigación social.
(Gutiérrez Vidrio, 2000, p.111)
Giménez (1981) considera además que el discurso político tiene una base polémica, en donde parece
inseparable la construcción del adversario, en donde los argumentos y pruebas intentan demostrar el
deber ser político. Por tanto es un discurso estratégico al definir intenciones y contrincantes. Como dice
Silvia Gutiérrez Vidrio (2000) su finalidad no es tanto convencer al adversario sino “reconocer,distinguir
y confirmar a los partidarios, y atraer a los indecisos”(p.121). La dificultad para identificarlos sería que lo
político y lo ideológico pueden encontrarse en todo tipo de discursos, sin considerar que la propia noción
de lo político va modificándose.
69 Genette (1989) considera cinco tipos de relaciones transtextuales: intertextualidad, copresencia de un texto en otro
(citación, plagio o alusión); paratexto, conjunto de enunciados que acompañan el texto principal (título, subtítulo, resumen,
epígrafe); metatextualidad, comentario de un texto sobre otro (sin ser necesariamente una cita); hipertextualidad, relación con un
texto anterior; y architextualidad, que es emparentar textos según las características que comparten. Dentro de estos cinco tipos,
los de intertextualidad y paratexto serán considerados para analizar la argumentación y para orientar los análisis multimodales.
Las variables registrales, que se configuran por medio de la interrelación situacional y cognitiva con
el contexto de situación (Ciapuscio, 2005), se denominan campo, tenor y modo. Campo es la naturaleza de
lo que está ocurriendo y de lo que se trata al hacer el uso del lenguaje, Tenor es la estructura de roles de los
participantes y la relación entre los interlocutores, y Modo refiere la organización simbólica del texto y su
función en el contexto (Eggins, S. y Martin, 2000; Eggins, S., 2002).
Las mayores precisiones sobre tenor y modo están dadas por la aparición de los continuos, el tenor se
clarificaría con los continuos de poder: igualdad o desigualdad, frecuencia de contacto: frecuente u ocasional,
y grado de compromiso afectivo: alto o bajo (Poynton, 1985); y el modo se definiría con los continuos
de distancia espacial: realimentación entre actuantes y discurso; y distancia experiencial: distancia entre
hecho y lenguaje (Martin, 1992).
Es Halliday (1982) quien establece que las elecciones se organizan por medio de tres componentes que
llamaría posteriormente metafunciones. Estas metafunciones son; Función ideativa, cuyo papel es
interpretar lo que nos rodea; Función interpersonal, que organiza la realidad de quienes nos rodean y con
quienes interactuamos; y Función textual, que vincula lo primero y lo segundo a los textos, y construyen
el campo, el tenor y el modo por medio de significados.
Así el Significado ideativo (Eggins y Martin, 2000) ofrece los recursos para construir el contenido y por
tanto el campo; el Significado interpersonal permite negociar las estructuras de roles de los participantes
que se identifican en el tenor; y el Significado textual organiza los textos contenidos en el modo. Esta
relación entre los componentes del lenguaje (metafunciones) y las variables del contexto (campo, tenor y
modo) se denomina “realización”70 (Eggins y Martin, 2000, p. 350).
70 Como dice Suzanne Eggins (2003), el concepto de «realización» se ha expresado en lingüística con términos tales como
«exponente», «implementación» o «manifestación». Realización, en lingüística, “expresa en general una relación simbólica
La transitividad es tradicionalmente entendida como una propiedad global de una cláusula, en donde
una actividad se prorroga o transfiere de un agente a un paciente (Hopper y Thompson, 1980), o como les
define Chistian Butler (2003), “Actor (the one performing the action) and Goal (the entity towards which
the action is directed)”(p.173) 72. Digamos que el Sistema de Transitividad refleja un proceso de interacción
entre participantes, en donde una acción está siendo (ha sido o será) desarrollada, y en donde los roles
pueden ser identificados.
The system of TRANSITIVITY provides the lexicogrammatical resources for construing a quantum
of change in the flow of events as a figure – as a configuration of elements centred on a process.
Processes are construed into a manageable set of PROCESS TYPES. Each process type constitutes
a distinct model or schema for construing a particular domain of experience (...) (Halliday, 2014,
p.213).
Los procesos básicos del sistema de transitividad, propuestos por Halliday (2014), serían los procesos
materiales, procesos mentales, y procesos relacionales. Podemos identificar los procesos a través de los
verbos empleados y su conjugación dentro de la cláusula. Los procesos materiales pueden emplear verbos
como comer, bailar o trabajar; los mentales como pensar, saber u odiar; los existenciales como ser y estar,
etc73 . Además de los tres mencionados debemos sumar otros tipos de procesos, los cuales se presentan
sintetizados y tomando como modelo (en adecuación) lo expuesto por Suzanne Eggins (2002, p.336):
entre el contenido y la expresión; en la teoría sistémica puede entenderse como codificación” (p.32).
71 Para un análisis discursivo la unidad de análisis más pequeña es la cláusula. La cláusula tiene la particularidad de contener
sujeto, verbo y acción. Puede estar presente más de una vez un una frase. Ej. “Ella está escribiendo”.
72 Las negritas son mías. Como veremos más adelante, hay denominaciones más precisas sobre los participantes, pero este
primer de interacción es, en efecto, el más atendible.
73 Para ejemplos ampliados revisar Eggins (2002, Cap. 8).
74 rango: Es una jerarquía formada por unidades tales como: cláusula, grupo, palabra, morfema. Las funciones de las
unidades de un determinado rango inferior a ellas. Por ejemplo, las funciones de la cláusula la realizan los grupos, y la de los
grupos, las palabras (Eggins, 2002, p.32).
75 La muestra representa lo que se define y “es siempre el sujeto en una cláusula activa” (Eggins, 2002, p.382); y el valor es
lo que define, y “ es siempre el sujeto en una cláusula pasiva” (Eggins, 2002, p.382).
76 Dado que Eggins (2002) no otorga una definición específica para «soporte», lo entenderemos aquí como «portador».
Helena Calsamiglia y Helena Tusón (1999) destacan la importancia de identificar los deícticos77
:, porque estos dibujan líneas de dirección entre los participantes, entre éstos y las acciones y definen las
circunstancias. Este paso es imprescindible para conducir el análisis de transitividad, y una de las claves
para identificar los elementos del discurso. Los participantes del discurso pueden ser definidos bajo la
denominación de activos o pasivos y considera las siguientes relaciones:
1) Participantes activos: En los procesos mentales78 el actor debe ser humano, consciente, y se le
denomina perceptor. En los procesos verbales es el orador, o quien hace la locución. En los materiales
es llamado actor, y es quien realiza la acción y puede presentarse más de uno dentro un proceso material.
Para el caso de los procesos conductuales generalmente existe sólo un participante, es consciente y se
le denomina conductualizador. En los procesos relacionales atributivos los participantes activos son
llamados agente (o atribuidor).
Las circunstancias pueden ser de extensión que involucra una duración temporal o de distancia espacial;
de causa, motivos que producen la circunstancia; de posición de tiempo y espacio (¿cuándo y dónde?);
de materia, ¿Sobre qué se habla?; de manera, el medio, la cualidad, la comparación (¿cómo y a través de
qué medios?¿de qué forma?); de papel/función; rol que cumple se cumple dentro de la circunstancia; y de
compañía, razón, propósito, representación (¿Con quién?) (Eggins, 2002).
Los participantes del discurso no son (como podría ser en una conversación) quienes están físicamente
presentes en una interacción sino quienes son enunciantes, convocados o mencionados en una enunciación,
y su estudio es fundamental para identificar quienes son representados o representadas en un discurso. Esto
no siempre es tan explícito, porque el lenguaje (como lo hemos visto) no lo es en todos los casos, y requiere
de determinadas «técnicas» para determinar «qué» se habla y sobre «quién» o sobre «quiénes».
77 Deíctico de persona: pronombres personales, demostrativos y posesivos (tú, dame eso, mío, etc.); Deíctico de espacio o
lugar: adverbios de lugar (allí, más cerca, lejos, etc.); Deíctico de tiempo: adverbios de tiempo (ahora, mañana, el lunes, etc.),
Deíctico social: demarcan la ubicación social de los participantes, no es una destinación de atributos sino su colocación en escalar
de apreciación social (Sr. Presidente, Señorita Montoya, Profesor Flores, etc.).
78 Halliday divide los verbos que expresan procesos mentales en tres tipos: de cognición (pensar, conocer, aprender, etc.); de
afecto (odio, amor, disgusto, etc.); y de percepción (oír, ver, saborear, etc.) (En Eggins, 2002, p. 355).
VII.6. COMPENDIO
Aunque la sociolingüística es el campo a partir del cual la estructura y la función del lenguaje
(Ricoeur, 2003, 2001; Benveniste, 1997)han adquirido una importancia mayor, es a partir de los estudios
del discurso que se comprende como el uso real que se hace de éste en las sociedades (Hernández, 2011;
Fairclough, 2010; van Dijk, 2004, 2000b, 1997; Ricoeur, 2001; Foucault, 2001a; Martín Rojo, Pardo y
Whittaker, 1998).
El ya mencionado giro lingüístico y las aportaciones de Austin (1971) en la Teoría de los actos del habla
( Brody, 2008; Iñiguez Rueda, 2003) juegan un importante rol en la nueva concepcion del lenguaje y en
donde el discurso se observa como una nueva fuente de conocimientos. Información que es construida
socialmente y que siempre debe ser puesta en relación con el contexto del cual emerge (van Dijk, 2008,
2007, 2001; Malinowski, 1979)
Los discursos son construcciones situadas y contextualizadas, dependientes de propósitos y que emplean
recursos diferenciados y combinados, que hemos conocido como modos del discurso(Calsamiglia y
Tusón, 1999; Blain, 1995; Adam, 1992). Sabemos que existen al menos cinco modos del discurso, pero
en este capítulo hemos revisado los modos conversacional o dialógico (Corredor y Romero Farfán, 2010;
Heritage, 2009; Cestero Mancera, 2007; Mazeland, 2006; Tusón, 2002, 1997; Pomerantz y Ferh, 2000;
Grice, 1991; Sacks, Schegloff y Jefferson, 1974), por la relevancia que la conversación ha adquirido en
las últimas décadas para la investigación feminista del discurso (Tannen, 2008, 1990; Weatherall, 2002,
1998); y la argumentación (Gutiérrez Vidrio, 2010, 2007, 2004, 2003a, 2003b, 2000,1991; van Eemeren,
Grootendorst, Jackson y Jacobs, 2000; Grize, 1993, 1995, 1996; Duval, 1992; Giménez, 1981) por su
aplicabilidad al estudio de la Representaciones Sociales (Cuevas Cajiga, 2011).
Dentro de las múltiples posibilidades que existen para analizar el discurso he recogido la Teoría de Género
y Registro (Halliday, 2014, 1982; Cárdenas Neira, 2014; Martin & Rose, 2007; Ghio y Fernández,2005;
Ciapuscio, 2005; Butler, C., 2003; Eggins, 2002; Eggins y Martin, 2000; Marinkovich, 1998; Fairclough,
1995; Martin, 1992; Poynton, 1985; Hoper & Thompson, 1980), porque me permite rescatar elementos
contextuales, participantes (Calsamiglia y Tusón, 1999) y acciones.
Sonia Montecino
Palabra dicha. Escritos sobe género, identidades y mestizaje(1997, p.48)
ARTE, GÉNERO Y DISCURSO: REPRESENTACIONES SOCIALES EN EL CHILE RECIENTE
John Dewey (2008) consideraba que la materia era el soporte de la expresión y el arte, aún cuando el
desvanecimiento del “aura de la obra del arte” anunciada por Walter Benjamin (2013, p.16) auguraba una
transformación profunda. La llegada de los multisoportes (Brea, 2002) ha inspirado a la semiótica del siglo
XX, y ha desplazado la monomodalidad con la intención de construir una terminología común para todas
las formas semióticas (Kress & van Leuween, 2001). El arte no es ajeno a la masificación, a la pérdida de
sentido primario y la adopción instantánea de identidades, lo que Nelly Richard (1999) comprende como el
sacrificio del “aura” del arte tradicional y el desfetichizar la obra de arte.
Esto puede llevar a diferentes resultados, algunos más beneficiosos que otros, pero siempre es interesante
que las fronteras se abran, y se construya un conocimiento mayor y menos selectivo. A pesar de lo que
muchos puedan considerar, el arte visual, el arte de espectáculos, el que podemos ver; es imagen. No es
única y exclusivamente imagen, por supuesto, y puede (no necesariamente) tener diferencias con otro tipo
de construcciones comunicativas u otras finalidades más corrientes (como las comerciales o las políticas).
Sin embargo nuestra posibilidad de percibir lo qué es arte de lo que no, no está en nuestros sentidos sino en
cómo una cosa u otra se entiende como arte dentro de un contexto social determinado.
Arte o no arte, las construcciones comunicativas y expresivas se relacionan con nosotros a través de
los sentidos y mediados por nuestros conocimientos previos, no nos enfrentamos todo el tiempo a este
mundo lleno señales como si fuésemos recién nacidas (os). Las relaciones entre sonidos, colores, aromas y
palabras configuran nuestra forma de comprender el mundo. Por ello cada vez más hablamos de un «mundo
multimodal».
Tal como ocurre en el lenguaje verbal las imágenes actúan como formas de representación que nos desafían
a indagar en la «multimodalidad discursiva», porque junto a la palabra escrita existen otras formas de
semiosis. La «multimodalidad discursiva» es la coexistencia de sistemas sígnicos de imágenes (imagéticos)
y recursos lingüísticos gráficos que se integran dentro un mismo espacio (García da Silva e Ramalho,
2012), junto a la hibridación de géneros, formatos, técnicas y herramientas, que constituyen nuestra manera
cotidiana de representar la realidad (Pardo, 2012a) en donde los modos semióticos implicados en un evento
o producto semiótico pueden reforzarse y cumplir roles complementarios (Kress y van Leeuwen, 2001).
Michael Halliday (1982) y Christian Matthiesen (1993) entre otros, creían que los modos de
comunicación influían en la significación del lenguaje y apostaron por concretar una pauta funcional de
análisis aplicable a todo texto, la cual ha sido recogida por parte de quienes veían en esta posibilidad el
ansiado acercamiento hacia el mundo de las imágenes. Para Rick Iedema (2003), la aparición de los estudios
multimodales demuestran nuestra humana inclinación hacia la creación del sentido semiótico múltiple.
Muchos expertos en industrias tecnológicas han reconocido la multimodalidad como un eje comunicacional
tanto a nivel cotidiano como profesional, sin embargo, la investigación multimodal es aún considerada
débil y carente de evidencia empírica para muchos investigadores/as y lingüistas (Kaltenbacher, 2007).
Los estudios de multimodalidad abarcan un amplio espectro de disciplinas y temas; como el análisis de
informes médicos multimodales (Bührig, 200479 ), los estudios sobre interacción tecnológica en SmartKom
(Reithinger & Herzog, 200680 ); los estudios sobre la comprensión del arte desde la Blending Theory81
(Turner, 200682 ); el análisis de las entradas (comentarios) de niños en blogs (Abas, 201183 ); el discurso
publicitario audiovisual (Araya Seguel, 2013); la exploración de la pobreza y el racismo en videos
documentales de circulación masiva (Pardo, 2012a), etc. Un campo en permanente construcción y que se
sabe imprescindible en los tiempos actuales, en donde la multimodalidad o multisemiosis, el multimedia y
el fenómeno transmedia exigen el trabajo transdisciplinar y la mirada investigadora múltiple.
Como explican Gunther Kress y Theo van Leuween (2006), ese intento por establecer puntos de relación
entre los diferentes modos semióticos ha dado pie a la conformación de un considerable número de
propuestas analíticas, entre las que se encuentra como primer referente la semiótica social de Halliday de
1978, la semiótica de las imágenes de Michael O’Toole en 1994, o su propia apuesta de semiótica visual
generada en 1996. Estas nuevas corrientes interesadas en los sistemas semióticos y la compleja de red de
recursos empleados para crear significado (imágenes, gestos, palabras, música, espacios y trimensionalidad,
etc.) contrarían la tradición monomodal de la cultura occidental (Kress y van Leeuwen, 2001), y tal como
dice Gunther Kress (2005), podríamos entender esto como la ruptura con la dominación occidental de la
escritura entendida hasta ahí como la forma más valorada de representación.
The term multimodality was introduced to highlight the importance of taking into account semiotics
other than language-in-use, such as image, music, gesture, and so on. The increased ubiquity of sound,
image, film, through TV, the computer and the internet is undoubtedly behind this new emphasis on
and interest in the multi-semiotic complexity of the representations we produce and see around us
(Iedema, 2003, p.33).
79 Bührig, K. (2004). On the multimodality of interpreting un medical briefings for informed consent using diagrams to impart
knoledge. In E. Ventola, C. Charles & M. Kaltenbacher, Perspectives on multimodality (pp.227-241). Amsterdam/Philadelphia:
John Benjamins Publising.
80 Reithinger, & Herzog,(2006) An Exemplary Interaction with SmartKom. In W.Wahlster (Ed.), SmartKom: Fundations of
Multimodal Dialogue Sistems (pp.41-52). Berlin: Springer.
81 La Blending Theory (o Conceptual Blending) es una teoría con enfoque fuertemente cognitivo desarrollada alrededor de
1990 por Mark Turner y Gilles Fauconnier. No se ocupa de los modos semióticos de igual manera que van Leuween o Kress, sino
en cómo éstos se implican dentro de los procesos cognitivos en la construcción de significado. Digamos que es la multimodalidad
desde la psicología, a diferencia de la propuesta de Van Leuween y Kress que es desde la lingüística.
82 Turner, M. (2006). The Art of Compression. In M. Turner, The artful mind. Cognitive Science and the Riddle of Human
Creativity (pp.93-113). United State of America: Oxford University.
83 Abas, S. (2011). Blogging A Multimodal perspective. Recuperado de: http://www.ascilite.org/conferences/hobart11/
downloads/Abas-concise.pdf
Según Kay O’Halloran (2012) el estudio de los recursos multimodales surgen entre los años ochenta y
noventa con Gunter Kress y Theo van Leeuwen por un lado, y con Michael O’Toole por el otro. “Cuando
Kress y van Leeuwen (2006) exploraron las imágenes y el diseño visual y O’Toole (2010) aplicó el modelo
sistémico funcional de Halliday al análisis semiótico de muestras de arte, pintura, escultura y arquitectura”
(O’Halloran, 2012. p.78). Es decir, Kress y van Leeuwen en sus textos Reading Images (1990) y Reading
Images: The Grammar of Visual Design (2006) contextualizan (de arriba hacia abajo) particularmente
lo referido a la ideología y desde la semiótica, y Michael O’Toole con The Languaje of displayed art
(2011)”desarrolla un enfoque ‘gramatical’ (de abajo hacia arriba) trabajando estrechamente con ‘textos’
específicos (por ejemplo, pinturas, diseños arquitectónicos y esculturas) para derivar en marcos teóricos
que pueden ser aplicados a otros trabajos” (O’Halloran, 2012, p.78), siendo este último el que “adaptó la
visión sistémico-funcional del lenguaje a la semiótica del arte en exposición” (Acevedo Caradeaux, 2014,
p.90).
Michael O’Toole (2011)84 considera que las tres metafunciones del discurso (Función experiencial,
Función Interpersonal y Función textual) propuestas por Halliday son fundamentales para el análisis de la
obra de arte, porque “son inseparables, y sólo las separamos en nuestra descripción por la conveniencia
de concentrarnos en cada uno de los sistemas particulares que operan en cada función” (O’Toole, 1994,
en Kaltenbacher, 2007). Aunque O’Toole ha considerado necesaria una redenominación, tomando en
consideración que las metafunciones definidas por Halliday se corresponden más bien con el lenguaje verbal,
y por ello les ha redenominado Función Representacional, Función Modal, y Función Composicional.
Además propone una escala jerárquica de unidades para las formas artísticas y todas las formas de
comunicación, denominadas Ranks (Rangos), las cuales hacen de niveles de análisis que pueden ser
diferenciadamente observados a través de las funciones. Work (Obra), es en el nivel más alto en la escala
de Rangos, está separada como entidad (cuadro, escultura, fotografía, etc.) y se compone de Episodes
(Episodios, equivalentes a las cláusulas gramaticales) que hacen de partes de un todo articulado. Los
episodios constan de Figures (Figuras, seres humanos; animales; objetos; máquinas, etc.), las que a su vez
están compuestas de Members (Miembros), que es la unidad más pequeña de la escala de Rango y puede
estar compuesta de elementos tan pequeños como uñas o arrugas (O’Toole, 2011)85.
La Función Representacional (como función ideativa/experiencial) presenta lo que es la obra, trasmite
información básica sobre personas, objetos, acciones, hechos y escenas (Kaltenbacher, 2007). Esta función
permite observar toda la imagen e ir analizando gradualmente la obra en sus detalles (O’Toole, 2011),
observar individualmente las figuras a través del rango de Episodio y discutir sobre el tema de la Obra.
Diferenciando los Miembros que componen la imagen (los cuerpos y objetos son descritos en razón de sus
partes) y otorgando datos básicos sobre su status social, las acciones y la posición de cada individuo.
84 La propuesta de análisis de O’Toole es muy detallada y amplia, y sólo he considerado aquellas funciones y elementos
que me han parecido más óptimos dentro de esta investigación. La multimodalidad, como implicación con el texto, no es tan
explícita como sí lo es en Gunther Kress y Theo van Leeuwen, aunque sus aportes son fundamentales para la conformación del
gran espectro de la teoría multimodal porque ha sido él quien primeramente decide migrar con una teoría semiótica funcional
lingüística desde el texto a la imagen. Testimonio de ello es su implicación en el destacado proyecto Multimodal Analisys Lab
de la University of Singapore, y que es dirigido por kay O’Halloran. Este proyecto tiene colaboradores de la talla de Theo van
Leeuwen, Eija Ventola, Jim Martin y Paul Thibault.
85 El trabajo de Michael O’Toole está escrito originalmente en inglés y existen escasísimas traducciones (parciales) de su
obra al castellano, por lo que al menos en lo que refiere a conceptos más específicos de su propuesta mantendré los términos en
su idioma original, intentando una traducción al castellano lo más adecuada posible cuando sea necesario.
En tanto, como dice Michael O’Toole (2011) en el Rango de Figuras es pertinente distinguir entre Character
(Carácter); reflejado principalmente en la cara en el caso de representaciones humanas, y Act (Acto); que es
lo que realiza quien es representado, “and their Stance are their Gestures” (p.22). En tanto, cuando la imagen
contiene objetos y no personas, dice O’Toole, es preciso analizar esto en términos de sus Componentes.
Por otro lado, el Rango de Episodio indica que las Acciones son lo que las personas están haciendo (cuando
éstas no involucran la acción humana se denominan Events), los cuales definen los roles de los participantes
en la acción como Agents (Agentes),Patient (Pacientes) y Goals (Metas).
O’ Toole (2011) agrega además dentro de la Función representacional la relación dada entre los diferentes
Episodios puede ser comprendida como Narratives themes (Temas narrativos), y digamos que en
consideración a aquellas imágenes que cuentan una historia efectúa una nueva versión de su mapa. Las
Scenes (Escenas) son aquellas imágenes que se llevan a cabo sin involucrar mucha acción, como un paisaje
o un bodegón. Los Portrayals (Retratos), representan personas o grupos de personas. Cuando Escenas
y Retratos parecen implicarse por medio de episodios narrativos podríamos estar ante una combinación
géneros.
Michel O’Toole (1990) dice que en esta función es imprescindible el reconocimiento de estos rangos; en el
que conocemos agente, acciones, metas, escenas y ajustes en términos de toda la imagen, pero es posible,
simultáneamente aislar los componentes.
La Función Modal (como función interpersonal) refiere a cómo la atención, los pensamientos y las emociones
de quien observan se relacionan con la obra (O’Toole, 2011). Y se identifican por medio del Rhythm
(Ritmo), Gaze (Mirada), Frame (Marco), Light (Luz), Perspective (Perspectiva) y Modality (Modalidad); la
cual incluye Colour (Color), Volume (Volumen), Paths (Trayectorias) e Intermediaries (Intermediarios). O’
Toole (2011) explica que los considera dentro la Función modal, y no dentro de la Función composicional
como podría ser lo evidente, porque contribuyen al diseño general y la argumentación (como función
experiencial del lenguaje)86 , aunque también es posible considerarlos como elementos composicionales.
En lo relativo al Rango, la Función modal distingue cómo opera la Obra como un todo, y establece la Escala
de cada Episodio y su centralidad. En este nivel los Miembros podrían ser muy abstractos.
La tercera función, Función Composicional (como Función textual), representa la disposición de las
formas dentro del espacio, en relación a líneas y relaciones de Ritmo y Color, que dinamizan la entrega del
tema representado a quien observa.
86 O’Toole (2011) continúa además su justificación destacando que existe una relación con la conceptualización lingüística
del sistema de modo (mood), la cual no he mencionado en esta tesis pero que se encuentra en la función interpersonal del
lenguaje. Para mayores detalles revisar Eggins (2002, cap. 6).
El camino tomado por Gunther Kress y Theo van Leeuwen (2006)87 no ha sido el mismo que de
Michael O’Toole88 , su propuesta ha sido bastante más ambiciosa, y tal como Halliday y Matthienssen han
querido crear una pauta general para todo tipo de imágenes y para las imágenes y su encuentro con los
textos. Estos autores también se basan en las tres metafunciones de Halliday y a partir de ellas construyen
su propuesta de análisis multimodal de la imagen, partiendo de las denominaciones de Significado
Representacional, Significado Interactivo y Significado Composicional.
Según Martín Kaltenbacher (2007), Kress y van Leeuwen (1994) han propuesto consideraciones para el
análisis semiótico de las imágenes que refieren a los Patrones de representación, cómo visualizamos la
experiencia en el mundo (Significado ideativo); los Patrones de interacción, lo qué sucede entre quien crea
la imagen y quien observa (Significado interpersonal); y los Principios de composición, que es cómo está
organizada la imagen en su valor informativo, preponderancia contextual y marco de referencia.
El Significado Representacional considera dos tipos de construcciones para establecer la relación entre
87 Martín Kaltenbacher(2007) precisa que si bien el trabajo de Kress y van Leeuwen (1990 y 1996) es innovador, mucho antes
ya existían investigaciones sobre el potencial semiótico de los modos y medios: como Über dieNachahmung der griechischen
Werke in der Malerei und Bildhauerkunst (Pensamientos acerca de la imitación de obras griegas en la pintura y la escultura) de
Johann Joachim Winckelmann (1755) y Laokoon: oder über die Granzer der Malerei und Poesie (Laoconte: un ensayo sobre los
límites de la pintura y la poesía) de Gotthold Lessing (1766). E incluso podríamos considerar que la labor realizada por W.J.T
Mitchell en los ochenta y que se adecuaba al abordaje de la época bajo la iconología, sirve de precursora para multiplicidad de
enfoques multimodales que surgirían en las siguientes décadas (Woodrow, 2010).
88 A diferencia de la obra de O’Toole, los escritos de Kress y van Leeuwen, siendo también originales en inglés han tenido
un mayor eco dentro de Europa y en investigadores/as de países hispanohablantes, por ello me ha parecido innecesario mantener
todos los términos en la lengua original. Sin embargo, algunos de ellos serán expuestos en inglés porque su traducción puede
resultar más compleja.
El Significado Interactivo es la interacción entre quien produce la imagen y quien la observa. Kress y van
Leeuwen (2006) rescatan del trabajo de Hall de 1964, las distancias otorgadas por la proxemia, considerando
que puede existir oferta o demanda cuando quien observa es a la vez observado (o no) por algo en la
imagen, dentro del Contacto simbólico. Por otro lado, existe una Distancia social presumible entre quienes
son representados y quien observa, producido por el tamaño del marco; es decir, lo que refiere a la elección
entre primer plano, plano medio, y plano largo, y así sucesivamente.
En la interacción cotidiana, las relaciones sociales determinan la distancia (literal y figuradamente) que
mantenemos con las personas (Kress y van Leeuwen, 2006, p.124). Así se entenderá que cuando hay
una distancia personal corta es porque existe una relación íntima, y cuando ello no se cumple puede ser
fácilmente entendido como una agresión. En la distancia personal larga, esa condición de intimad no existe
pero sí intereses comunes y posibilidad de discutirlos. La distancia social corta, se entendería como el
espacio en que la relación se vuelve personal; y la distancia social larga es la que podemos encontrar entre
dos desconocidos. Kress y van Leeuwen (2006) aclaran que esta interpretación de las distancias no puede
entenderse como una generalidad, tomando en consideración la diferencia que existe entre las culturas.
Por último la Modalidad, que es la fiabilidad del mensaje en base a las creencias o conocimientos de un
determinado grupo social89 . “Es la forma en que el emisor se involucra, en diferentes grados de compromiso,
con la verdad de lo que enuncia” (Acevedo Caradeaux, 2014), está incluida dentro de la función interpersonal
como Significado interactivo.
In other words, the dominant criterion for what is real and what is not is based on the appearance
of things, on how much correspondence there is between what we can ‘normally’ see of an object,
in a concrete and specific setting, and concrete and detailed; conventionalized and coded where the
photograph presents itself as a naturalistic, unmediated, uncoded representation of reality (Krees y
van Leeuwen, 2006, p.158).
89 Kress y van Leeuwen rescatan el concepto de modalidad de la lingüística, entendida como un acto de enunciación
relacionado “con la actitud y las opiniones del emisor sobre lo que dice, que pueden expresarse con diferentes matices, tales
como: certeza, probabilidad, duda, creencia, obligación, seguridad, predicción, deseo, etc.” (Acevedo Caradeaux, 2014, p.87).
Como dice Dinka Acevedo Caradeaux (2014) esto nos permite situar a los “actores sociales” e identificar con qué actitudes están
más relacionadas, además de reconocer las competencias modales de cada actor social y estimar la situación de poder en que se
encuentra. Kress y van Leeuwen (2006), en relación al concepto de modalidad, consideran que una semiótica social de la verdad
no pretende establecer lo verdadero o lo falso de las representaciones, sino una determinada proposición que se presenta como
una construcción semiótica cierta o no para un determinado grupo social de acuerdo a sus creencias y valores.
El Significado Composicional, que organiza los componentes, se estipula bajo el Valor de la información
que otorga su ubicación en la izquierda o derecha (lo conocido o lo nuevo), arriba o abajo (lo ideal o lo real)
y central o marginal (sobresaliente o periférico); la Prominencia ubica los elementos en primer o segundo
plano; y el Encuadre (marco), que traza relaciones de pertenencia entre los diferentes componentes de la
imagen.
Estos autores consideran además dos estratos que distinguen el contenido de la expresión, siendo el primero
de ellos subdividido en Discurso y Diseño. Los discursos son conocimientos sobre la realidad que se
construyen socialmente en contextos específicos. El diseño, por su parte, es el objetivo principal del estudio
multimodal porque es capaz de generar discursos en el contexto de una situación determinada, por medio
de la configuración entre éstos y los modos.
El diseño está separado de la etapa de producción material del producto semiótico, y utiliza modos
semióticos, que son abstractos, como recursos y que pueden ser realizados en diferentes materialidades
(partitura musical, planos o guiones)(Acevedo Caradeaux, 2014, p. 95).
Además del diseño y el discurso, se consideran otros factores; como la producción, que es la materialización
de los productos semióticos y que se relacionan con los medios de ejecución (vídeo, acrílico, escritura, etc.);
y la distribución, que refiere a la circulación de los productos semióticos, a lo que Kress y van Leeuwen
(2001) otorgan un valor adicional como aporte para la significación en los tiempos actuales de desarrollo
tecnológico.
Esta relación más estrecha entre multimodalidad y Semiótica Sistémico Funcional que proponen
Kress y van Leeuwen es una de las razones que diferencian su propuesta con la de Michael O’Toole. Esto
está fundamentando en que se plantea una asociación con la Función Ideativa que origina el Sistema de
Transitividad a través del reconocimiento de acciones, procesos y participantes.
Las Acciones estarían condicionadas a la existencia de un vector, generalmente representado por una línea
de mirada, una flecha o una dirección en disposición vertical. Esta vertical indicaría la relación existente
entre dos componentes y definiría el tipo de acción representada.
1)Acción transaccional unidireccional: Un vector o una flecha conecta dos participantes, un actor y
una meta.
4)Reacción transaccional: Una línea de mirada o vector que conecta a dos participantes, un reactor y
un fenómeno.
5)Reacción no transaccional: Una línea de mirada (vector) emana de un participante, el reactor, pero
no hace punto con otro participante. Kress y van Leeuwen (2006) indican que hasta cierto punto la
Los Procesos pueden ser identificados como tensiones o fuerzas dinámicas reconocidas como vectores (a
menudo diagonales), por su parte las acciones son aquello que se está realizando y en la cual participan
representados e interactores, y las reacciones pueden implicar (o no) la modificación de una acción que se
está realizando.
1)Proceso mental: Un vector formado por una “burbuja de pensamiento” o un dispositivo convencional
similar que conecta dos participantes, el que percibe o siente y el fenómeno.
2)Proceso verbal: Un vector formado por una protuberancia en forma de flecha de una “bola de
diálogo” o representación similar que conecta dos participantes, el que dice (sayer) y el que pronuncia
(utterance).
3)Proceso material: Involucra necesariamente dos participantes, al menos uno de ellos debe ser actor/
agente, y puede ser representado por medio de un vector dirigido hacia otro participante meta.
Según Gunther Kress y Theo van Leuween (2010) existen dos tipos tipos de participantes dentro de una
imagen; los participantes representados y los participantes interactivos. Para mayor precisión, en las
construcciones conceptuales los procesos de acción no son lo destacable (a diferencia de las construcciones
narrativas), y la existencia de participantes suprarordenados y subordinados se identifican por medio de
las taxonomías visuales (en distancia y eje) que demarcan los procesos clasificacionales en la espacialidad
de la imagen (Kress y van Leeuwen, 2006).
Gunther Kress y Theo van Leeuwen (2006) proponen que es posible hacerlo como si fuesen diagramas, o
desde la teoría artística formal asociada a la psicología de la percepción, en donde los volúmenes o masas
son los participantes y se diferencian por color, tamaño o forma. Cada uno con su peso gravitacional o
fuerza determinada y considerados como entidades distintas.
1) Participantes representados
Refieren a personas, cosas y lugares que aparecen en las imágenes y que son objeto de representación.
Todos tienen la característica de no reconocerse por medio de la acción, salvo cuando son receptores de
una atribución (portador) o una acción (meta), o cuando sí mismos representan la acción (circunstancia
de medios).
a)Acompañamiento: Participante en una estructura narrativa que no tiene una relación vectorial
con otros participantes y sin ser interpretado como un atributo simbólico.
e) Circunstancias: Como dicen Kress y van Leuween (2006), las imágenes narrativas pueden
contener participantes secundarios que no se asocian a los participantes principales a través de
un vector. Estos participantes podrían ser suprimidos y no modificar en mayor medida el patrón
narrativo, aunque siempre consideraría la pérdida de información.
-Circunstancia de medios: “The tools used in action processes are often represented as
Circumstances of Means” (Circunstancia de medios) (Kress y van Leuween, 2010, p. 72),
muchas veces no existe un vector claramente definido entre éstas y su usuario, o es en sí
misma un vector.
-Circunstancia de acompañamiento: Refiere a la instancia que denota la existencia de un
participante claramente reconocible y uno (unos) que le “acompañan”, y que no forman
parte de la acción por medio de una conexión vectorial.
2)Participantes interactivos
Los participantes interactivos son aquellos que se comunican entre sí y a través de las imágenes con
quien observa, y por tanto hablan, escuchan, leen, hacen imágenes, etc. Son personas reales porque
esta relación se establece entre quien produce la imagen y quien la observa (Kress y van Leuween,
2010).
a)Actor o agente (Actor/agent): Participante activo en el proceso de acción, es el participante
del que emana el vector o que es fusionado con el vector.
b)Quien siente (senser): El participante del que emana el vector “burbuja de pensamiento” en
los procesos mentales.
c)Quien dice (sayer): El participante del que emana la “bola de diálogo” en un proceso verbal.
d)Quien pronuncia (utterance): El participante verbal encerrado en una “bola de diálogo”.
e)Reactor: El participante activo en un proceso de reacción, es quien crea líneas de mirada.
f)Interactores: Los participantes en un proceso transaccional donde el vector emana de y hace
dirección a ambos participantes.
Los discursos son portadores de diferentes modos y recursos, que evocan sentidos y representaciones
diferentes en base a los condicionamientos que se derivan de cada sistema sígnico, de las maneras específicas
como se amalgaman y, de forma particular, de los condicionamientos socio-históricos. Por lo tanto, la
utilización, combinación y condensación de significados a través de las diferentes modalidades sígnicas
otorgan especificidad a los discursos (Pardo, 2012a). Esta maleabilidad del discurso le permite interactuar
con diferentes modos semióticos y esto permite, a su vez, alcanzar la noción de «multimodalidad discursiva».
Carey Jewitt (2004) define la «multimodalidad» como «tecnologías de la representación», por la implícita
relación que hoy se da con los medios de difusión y los modos de representación. Para Kay O’Halloran (2012)
«modo» es un recurso semiótico, y define «recursos» como “las opciones efectivamente seleccionadas en
cada uno de los modos semióticos que aparecen simultánea y sucesivamente en el discurso” (p.66). Cada
modo semiótico es capaz de expresar mucho de muchos tipos de cosas pero también puede ofrecer un sentido
de representación exclusiva. Es decir, entre estos “se dan potencialidades de representación inherentes
diferentes y sin relación, pero también los aspectos análogos o traducibles de las tareas de representación
que llevan a cabo” (Cope y Kalantzis, 2010, p.95). Con el tiempo algunos modos pueden cambiar ciertas
funciones e incluso desaparecer, de manera que el potencial de significación alojado en ese modo puede
también sufrir cambios (Kaltenbacher, 2007).
El término «modo» (mode) también define un punto de vista cultural, en tanto condiciona la selección de
recursos producidos socialmente para la representación (Kress, 2005), y como explica Jewitt (2005) cada
modo semiótico debe ser entendido dentro de la complejidad de los conjuntos multimodales que le alojan y
su significado se devela a partir de esa relación, aún cuando cada modo puede (independientemente) asistir
a significados completamente distintos. El significado se realiza mediante la relación que las personas
establecen con el medio de difusión y con los affordances90 de la representación (ya sean sociales o
materiales) de acuerdo al modo que se utiliza.
Los estudios de la multimodalidad no sólo están abocados a entender los múltiples sistemas y recursos
semióticos sino también a los medios que modelan los significados dentro de las sociedades. Mientras más
combinaciones de modos sean posibles en el espacio multimedial más se amplía el universo de posibilidades
de significación, porque ese sentido de multiplicación se duplica con cada modalidad semiótica en uso
generando una «multiplicación cruzada» que contribuye al sentido global de la representación.
Según Anne O’Keeffe (2011), podemos entender un «media discourse» (discurso mediático) como aquel
que interactúa en plataformas de difusión orientadas a un lector-auditor-observador no presencial, y se
contempla como un «bien público» fabricado para la interacción. Lo que para algunos lingüistas puede ser
fuente de preocupación puesto que se le presume la manipulación del lenguaje y la distorsión de la realidad,
aunque esto probablemente pueda estar más bien asentado en la inestabilidad de las fuentes de información
y su posible transformación.
In summary, it is an exciting time in the study of media discourse because all of the parameters are
changing; all of the modes of communication are opening up to the vox populi. It is the challenge of
discourse analysts to come up with new paradigms and appropriate methodologies to encapsulate and
describe all of these new frontiers of communication (O’ Keeffe, 2011, p.452).
Dentro de las comunidades transmedia los participantes se organizan para ayudar a interpretar la compleja
producción de las comunidades; las redes sociales y la producción e interpretación conjunta hacen de
estos medios importantes recursos de estudio social y comunicacional, aunque como dice Jay Lemke
(2009), sus dimensiones son tales que difícilmente podrían ser abarcadas sin la interacción conjunta entre
investigadores/as y comunidades.
90 Affordances es un término que define las cualidades de un objeto o ambiente que permiten a un individuo realizar una
acción, y que se emplea en variados campos del conocimiento, como la psicología perceptual o el diseño industrial. Simplificando,
sería la actitud (acción) que adoptamos frente a un objeto o dentro de una situación, y que tiene que ver con los residuos de
aprendizajes anteriores. Originariamente este término se atribuye a James J. Gibson (1977), pero ha sido trabajado por otros
autores también, como Donald Norman (1988).
It is not just in terms of production or legal control that transmedia today expand beyond the domain
of the official franchise. It is also in matters of interpretation and reception, where individual fans turn
to the online communities for guidance (Lemke, 2009, p.588)
Los medios interactivos ofrecen “una nueva experiencia de la subjetividad” (García Serventi, 2012, p.36)
en la que el sujeto no pude decidir y está a merced de la automatización, en donde el diseño no comprende
sólo la visualidad sino además la elaboración de productos tecnológico-digitales para provocar reacciones
e interacciones entre lo que está detrás de la pantalla y quien observa. Para Agustín García Serventi
(2012) esto marca una diferencia considerable con el reconocimiento como sujetos, puesto que antes
esa identificación era con un «sujeto otro» distinto y alejado de nuestros cuerpos, ahora, como usuarios
digitales, interactuamos y seguimos la trayectoria mental de quien diseña los nuevos medios. Aparece un
nuevo receptor que produce continuamente contenidos, que puede interactuar y transformar la información.
Felipe Lizarralde (2009a, p.100) recoge de la investigación doctoral de Isidro Moreno (2003) tres puntos
que pueden clasificar los grados de interactividad:
1. La participación selectiva; que es la selección dentro de las posibilidades que ofrece el programa.
Concluyendo, no sólo se ha transformado la imagen artística, en cuanto obra de arte, sino también se ha
transformado quien antes recibía el nombre de «espectador», pasando de ser un participante pasivo a uno
interactivo.
El estudio de la metáfora forma parte tanto de los estudios lingüísticos como de los visuales, sin
embargo la imbricación semiótica frente a la construcción metafórica tiene menor data. Charles Forceville
es quien más ha dedicado esfuerzos a la metáfora visual llegando a la diferenciación por modos semióticos
y al reconocimiento de la metáfora multimodal (Ortiz, 2010).
Con presencia de las tecnologías de la información y la comunicación este principio permite reconocer,
además, que la metáfora no solo se expresa en el uso de la legua, sino a través de los más diversos
modos semióticos, con frecuencia en coexistencia (Pardo, 2012b, p.42).
Como explica Neyla Pardo (2012b) las metáforas multimodales están construidas por dos o más modos
y tienen una representación sígnica que permite la producción de significado, de esa manera se pueden
representar en dominios distintos y relacionarse multimodalmente. Así podemos entender que la metáfora
multimodal sólo puede ser dimensionada en su significado al establecer estas relaciones conjuntas dentro
de las cuales coexisten.
Como dice Charles Forceville (2006) existe la tendencia a creer que la metáfora tiene una base lingüística, e
incluso exclusivamente lingüística, y en consideración a ello no sólo es preciso demostrar que estas ocurren
como proceso multimodal sino también cómo pueden ocurrir de manera sólo verbal. Para ello el primer
paso es identificar los modos que componen la metáfora, y así distinguir una metáfora monomodal de una
metáfora multimodal. Forceville (2006) pensó en distinguir cinco modos en relación a los cinco sentidos:
1) Modo pictórico o visual; 2) Modo fonético o sonoro; 3) Modo olfativo; 4) Modo táctil, sin embargo
esa posibilidad le pareció demasiado rígida, y finalmente consideró imposible generar una lista de modos
semióticos.
Charles Forceville (2006) considera también necesario prestar atención a los géneros discursivos y a la
posible relación entre éstos y los modos, en la consecución de objetivos. Siendo esto relevante, en primera
instancia, para la diferencia que él propone entre la metáfora artística y la metáfora comercial, porque
presume que la primera tiene una mayor libertad interpretativa y que la segunda tiene predispuesta una
finalidad, un proceso conducido. Aunque esto, desde mi consideración, por sobre los modos semióticos
escogidos e incluso sobre la finalidad primaria, está el medio y su apropiación de las cualidades del objeto
multimodal.
No es ninguna sorpresa que el estudio del discurso multimodal y de las tecnologías de la comunicación
sea en la actualidad un nicho importante para el estudio de las desigualdades de género. Las posibilidades
de acceder a una variedad increíble de plataformas, de estilos de comunicación y de tipos de discurso ha
abierto una senda para que por fin podamos establecer nexos concretos entre la representación, la imagen
y la verbalización. Y siendo el mundo virtual un espacio de diseminación de la información que permite
trascender más allá de lo calculable, es no sólo una posibilidad para comprender cómo funcionan los
mecanismos de representación sino también para imaginar las transformaciones.
Carey Jewitt entre 1997 y 1999 realizó un estudio sobre la representación visual del sexo masculino
heterosexual - concretamente a través del sistema de análisis del discurso multimodal de Gunther Kress y
Theo van Leeuwen- el cual reveló que las imágenes pueden reforzar formas estereotipadas de masculinidad
(Van Leeuwen y Jewitt, 2009). Algo que también concluyen las investigadoras Fahimeh Marefat y Sheida
Marzban (2014), quienes también trabajaron a partir de las propuestas Kress y van Leeuwen para indagar
en libros de texto y establecer cómo se compenetran lo visual y lo verbal para reforzar las representaciones
de género. Aunque también concluyeron que existen otras interacciones complementarias que apoyan
a estas construcciones, como ideologías subyacentes o puntos de vista críticos. Esto es que no sólo las
imágenes y las palabras construyen sino también el espacio de enunciación, como sitial de diseminación de
la información y portador de cargas ideológicas.
Los discursos multimodales que circulan en las sociedades mediáticas y contemporáneas permiten, de
un lado, explicar y comprender las dinámicas entre los actores sociales, sus posiciones, los sistemas
de valores, creencias e ideologías que estructuran sus discursos, y de otro lado, verificar los límites y
las posibilidades de sus acciones. (Pardo, 2012b, p.57).
Las producciones de televisión, de cine y de los diversos medios digitales son también construcciones
multimodales que portan tipos de representación que pueden ser estudiadas dentro de sus propios medios de
circulación (tecnologías de diseminación) y en relación a ellos91 , o de manera independiente sin considerar
el medio. La tesis doctoral de Dinka Acevedo Caradeaux (2014), quien analiza cortometrajes premiados
en España, muestra los múltiples factores que inciden en la reiteración de patrones representacionales, los
91 Por ejemplo, si analizamos una película determinada que es exhibida por un canal de televisión podemos prestar atención
a dónde se efectúan los cortes en la secuencia de la historia, qué publicidad aparece inserta mientras ésta se proyecta o cuando se
efectúa el entre tiempo publicitario, etc.
cuales están integrados a un sistema general en que los personajes son diferenciados por género en relación
a las características propias atribuibles a cada sexo pero además al tratamiento que cada sexo tiene dentro
de la sociedad. Así los personajes masculinos tienen mayor protagonismo que los femeninos, sus acciones
son más reconocidas e incluso sus labores siempre son identificadas como remuneradas, a diferencia de
ellas. De igual manera el análisis visual arroja que las locaciones en que aparecen mujeres son generalmente
interiores y las de hombres exteriores, y en los diálogos el uso de vocativos hacia éstas tiene una frecuente
connotación ofensiva.
La facilidad de acceso a los medios de difusión on line es también la oportunidad de llegar a un público
más amplio, y con ello llegan las valoraciones críticas y las adhesiones o rechazos. El popular dicho “la
intención es la que cuenta” parece ser cada vez más cuestionado a medida que los conocimientos sobre cómo
se configuran nuestros sistemas de representación se amplían. La profesionalización de las diversas áreas
que tratan los problemas sociales más profundos, como la desigualdad de género, es una de las evidencias
más consistentes para establecer que la multimodalidad del discurso se construye con hilos muy finos, y
que deben siempre ser objeto de mirada crítica para evitar el refuerzo de representaciones que sostienen las
dinámicas del desequilibrio. El trabajo de Sonia Nuñez, Rainer Ruvira y Diana Fernández (2013), sobre las
representaciones de sujetos de violencia en las campañas de youtube, es precisamente un ejemplo de ello.
No es desconocido que las campañas sobre violencia contra las mujeres caen muchas veces en la victimización
de éstas y la criminalización de los hombres, sin mediar un diálogo sobre cómo se produce o cómo atacarlo
a nivel social. Según Nuñez, Ruvira y Fernández (2013) la reiteración de una organización visual íntima,
que coloca a las mujeres en planos de inferioridad con el espectador, asociada a un discurso expositivo o
informativo pero no imperativo, deja fuera a quien observa (y lee o escucha) y entrega una representación
de las mujeres como personas incapaces de escapar del problema.
De igual manera los medios periodísticos estampan huellas sobre quienes representan,
sean mujeres, inmigrantes, personas empobrecidas, etc. y permiten construir un conocimiento en base a
«hechos» que pueden ser entendidos como pruebas irrefutables de identidad y conducta.
Además de las numerosas informaciones centradas en el cuerpo de la mujer, en otras ocasiones las
noticias se centran en las mujeres que sufren violencia de género, hecho que hace que éstas sean
representadas como víctimas que demandan un tratamiento protector y asistencial, y que en ningún
caso potencian la necesidad de empoderamiento de las mujeres (Martínez Lirola, 2010, p.167).
Si bien es cierto que mucho de lo que vemos en los medios de comunicación es una muestra de repertorios
que en mayor o menor medida pueden contribuir al mantenimiento de las desigualdades de género, también
existen discursos contenedores de elementos y combinatorias positivas, disidentes y deconstructivas.
Podemos suponer que mientras la estructura binomial de los géneros siga siendo rentable no dejaremos de
ver estas representaciones en los comerciales de televisión, por ello el mundo free de internet tiene, hasta
cierto punto, la ventaja de la menor regulación y control del mercado.
Y por último, y claramente para insistir en la relevancia de la producción artística y de los conocimientos
de sus creadores, me acojo a las palabras de Theo van Leeuwen y Carey Jewitt:
In the case of the representation of gender and masculinities, contemporary artists and performers,
those practical semioticians, are well ahead of the theorists in this respect” (van Leeuwen y Jewitt,
2009, p.8).
VIII.6. COMPENDIO
Nuestra idea sobre el arte ha cambiado y eso es algo que forma parte ya de la historia del arte y la
sociedad (Benjamin,2013;Dewey, 2008; Richard, 1999). Hoy comprendemos que todo lo que nos rodea
está configurado a partir de diferentes modos de comunicar (Matthiessen, 1993; Halliday, 1982).
La aparición de los estudios del discurso multimodal (Cárdenas Neira, 2014; Araya Seguel, 2013; García
da Silva e Ramalho, 2012; Pardo, 2012a; O’Halloran, 2012; O’ Keeffe, 2011; O’Toole, 2011,1990; Kress y
van Leeuwen, 2010, 2006, 2001; Cope y Kalantzis, 2010; van Leeuwen, 2008; Kaltenbacher, 2007; Iedema,
2003; Kress, 2005; Jewitt, 2004), ha abierto la puerta del mundo virtual, las comunidades transmedia y
los espacios ocupados por la tecnología digital (García Serventi, 2012; Lizarralde, 2009a; Lemke, 2009).
La construcción de la metáfora multimodal (Pardo, 2012b; Ortiz, 2010; Forceville, 2006) forma parte
también de este nuevo escenario de la realidad virtual, y aunque siempre hayamos convivido en mundo
multimodal es ahora cuando la atención en deposita en la enorme producción que emerge desde los mass
media, los transmedia y los medios de comunicación.
De igual manera la apertura de este campo representacional trae consigo la posibilidad de indagar en cómo
son expresadas las diferencias sexuales y cómo se construye el discurso multimodal de la desigualdad de
género (Nuñez, Ruvira y Fernández, 2013; Marefat y Marzban, 2014; Acevedo Caradeaux, 2014; Martínez
Lirola, 2010; van Leeuwen y Jewitt, 2009).