Anfiteatro - Espacios de Culto
Anfiteatro - Espacios de Culto
Anfiteatro - Espacios de Culto
ANÁLISIS
ARQUEOLÓGICO DE LOS ESPACIOS Y CULTOS DOCUMENTADOS EN EL
EDIFICIO EN ÉPOCA ROMANA IMPERIAL
Este espacio del Anfiteatro italicense fue excavado en los años 20 del siglo XX
por el malagueño Andrés Parladé, conde de Aguiar, pero conocíamos sólo los pocos
datos contenidos en los escuetos informes publicados en aquellos años en la serie
Informe y Memorias de la Junta superior de Excavaciones y Antigüedades, pero
hemos podido recuperar ahora importantes documentos inéditos para llevar a cabo un
estudio más completo de los cultos, con la hipótesis de la existencia de cultos a otras
divinidades, como Baco, Esculapio, divinidades egipcias y, quizás, Mitra. Unido al
exhaustivo análisis arqueológico del contexto arquitectónico, que faltaba en todas las
referenc ias actuales sobre el llamado Nemeseion de Italica. Así, en los recientes
estudios conjuntos sobre el culto de Némesis en Roma (especialmente los libros de
H. B. Hornum [1993] y de F. Fortea [1993]) las referencias a esos cultos de en el
Anfiteatro de Italica son bastante incompletas, lo que justifica la importancia de los
nuevos datos aportados en esta monografía.
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en realidad debe destacarse que, junto a aquellos exvotos claramente dedicados a
Nemesis, existen otros más dudosos, en los que la divinidad sólo se denomina
mediante epítetos, y, al menos, uno se dedica de forma específica y única a la Dea
Caelestis. E incluso cabe la posibilidad que otros materiales votivos relacionados con
el edificio del Anfiteatro italicense amplíen la nómina de divinidades que fueron
adoradas en aquellos espacios.
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entre dios y devoto –por lo que en ocasiones tampoco se recoge el nombre de éste-,
pero que ocasiona diversas interpretaciones de algunas de tales placas. Incluso se ha
planteado en algún caso la duda de que todas se dediquen a Nemesis y/o Caelestis y
que deban proceder todas, por tanto, del Anfiteatro y ser todas dedicaciones a
Nemesis. Por el contrario, la originalidad del conjunto epigráfico italicense ha
llevado a casi todos los autores ha considerar que proceden todas del Anfiteatro y se
vinculan –de una u otra forma- al culto nemesiaco. Sin embargo, ahora existe
constancia de que en otros lugares de culto de Italica asimismo estaban presentes
exvotos realizados a base de placas con uestigia, como ocurre en concreto en el
Isaeum del pórtico posterior del teatro y dedicadas consecuentemente a esa divinidad
de origen egipcio (1991). Sin embargo, aunque es algo que no podría rechazarse
taxativamente, no nos parece tampoco pertinente relacionar alguna de las placas
conocidas desde antiguo con ese santuario de culto isíaco. La zona posterior del
teatro sufrió importantes inundaciones y permaneció ya desde el siglo IV d.C.
sepultada bajo depósitos de barro producidos por las avenidas del Guadalquivir,
según fecha ahora O. Rodríguez (2004). En ese sector se situaron enterramientos
tardoantiguos o altomedievales, aunque no en la zona conc reta del santuario isíaco.
Además, no se han realizado tareas de excavación en ese sector hasta fechas
recientes, por lo que es difícil que placas procedentes de este lugar hubieran salido a
la luz con anterioridad, como demuestra el hecho de que las aparecidas recientemente
lo hacían in situ. Aunque hay referencias sobre el teatro (pero en concreto a la parte
de la cauea) en obras de los siglos XVII y XVIII, con posterioridad la expansión
urbana del Santiponce del siglo XIX sepultó sus restos bajo construcciones
modernas. De hecho, la excavación arqueológica del teatro ha sido un proceso del
siglo XX y así, desde la identificación de nuevo por parte de F. Collantes de Terán
del graderío en los años 30, los trabajos sistemáticos no comenzaron hasta 1970, por
lo que nos parece improbable que las placas con vestigia aparecidas con anterioridad
puedan proceder de aquí y no del Anfiteatro. Por otro lado, en las placas con vestigia
epigráficas del Isaeum del teatro sí se identifica siempre la divinidad a la que se
dedican, en tres ocasiones a Isis y en una ocasión a Bubastis.
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informes de varias páginas y algunas fotografías que vieron la luz en la serie –por
otro lado muy meritoria, para el momento y circunstancias en que se produce tras la
creación de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades en 1912- de Informes
y Memorias, pero a todas luces insuficientes para ofrecer una difusión científica
adecuada, ni para poder interpretar la complejidad arqueológica de ese espacio.
Incluso en las páginas de los correspondientes informes no se citan todas las placas
con uestigia que se descubrieron entonces, con las graves consecuencias de
interpretación que ya expondremos más adelante. Aunque en la bibliografía española
más antigua se hace referencia a ambos espacios (pasillo oriental y recinto anexo)
como ámbitos de desarrollo de culto por la presencia en ambos de algunos exvotos in
situ, ese hecho en general no ha tenido una adecuada repercusión en obras más
recientes, más preocupadas por aspectos parciales o específicos de culto, que se
concentran en la singularidad de las placas con uestigia y en sus epígrafes. Además,
en general, se obvian aspectos de interés –que sí quedaban apuntados en las breves
memorias citadas de Parladé-, como, por ejemplo, la circunstancia de que la placa
dedicada a Caelestis localizada in situ dentro del recinto de culto estaba situada a los
pies del probable pedestal de una estatua de culto de la divinidad o, sobre todo, las
propias características arquitectónicas de este recinto, que por sus dimensiones se
configura como uno de los templos más importantes en el ámbito de los Anfiteatros
romanos conocidos hasta ahora arqueológicamente y ni simplemente supuestos.
En el centro del espacio situado más al oeste del templum y rodeado por el
pavimento de mármoles, existía un zócalo cuadrado de un metro de lado, que
correspondería al pedestal de una estatua de culto, más que a un altar. De esta pieza -
en el momento de la excavación en 1924- se conservaba el zócalo y la molduración
inferior, elaborada en calcarenita, aunque actualmente está desaparecida. Estaba
empotrada en el suelo la placa con vestigia dedicada por C(aius) Se[n]tius Africanus,
cum suis liberis, a(nimo) l(ibens) u(otum) s(oluit) para la divinidad Caelestis Pia
Aug(usta), colocada a los pies del pedestal de la estatua de culto, que debió alzarse –
como era la iconografía tradicional- seguramente montada sobre un león. La
disposición de la placa parece apuntar a que la estatua estaría dispuesta de frente
hacia el este, hacia la amplia estancia que se disponía frente a ella, a la vez que la
entrada desde el pasillo central permitiría su visión lateral desde el mismo acceso.
Los mármoles parecen corresponder a una reutilización de materiales pétreos de
diversa procedencia, algunos de los cuales presentan restos de anteriores molduras y
podemos situar su procedencia en otras partes del Anfiteatro, como del recubrimiento
marmóreo del podio, o incluso de otros edificios de la ciudad, como de las termas
públicas de la “Nova Urbs”, las denominadas “Termas Mayores”. No
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corresponderían a su pavimento original, sino a una restauración de la estancia, lo
que se corrobora por la existencia de un pavimento elaborado con ladrillos, que se
conserva en algunas zonas –sobre todo en los lugares perimetrales de la estancia, por
encima de los sillares de cimentación en algún caso, lo que demuestra su
anterioridad-. Es por ello que hemos llevado a cabo un análisis de las diversas fases
constructivas del pavimento de la estancia según las características propias y de
relación entre los diversos elementos, a la espera de una futura excavación que pueda
incorporar nuevos elementos de juicio. En conclusión, podemos diferenciar diversas
fases del pavimento, aunque no pueda establecerse de forma exacta la cronología de
cada una de ellas de forma absoluta:
1. La fase más antigua corresponde a ladrillos que se conservan en algunos
lugares y que debió corresponder a la de la fase de construcción de esta zona del
Anfiteatro, ya que se sitúan sobre todo por encima de los sillares de cimentación. No
sabemos si todo el espacio se ocupaba originalmente con este tipo de suelo de
ladrillos.
2. Un segundo momento corresponde a la pavimentación mediante losas
cuadrangulares de mármol, de diferentes variedades, pero que responde a una especie
de opus sectile mediante placas cuadrangulares. Actualmente se identifican, sobre
todo, en el centro de la estancia, en relación con la erección del pedestal a cuyos pies
se colocó la placa de Caelestis. Es por ello que podemos suponer que fuera la
conmemoración que lleva a cabo C. Sentius Africanus la que motivaría la
marmolización de la parte central del recinto de culto, en relación con la erección de
la estatua de la divinidad norteafricana.
3. En tercer lugar, existe una reconstrucción del pavimento, en que se reutilizan
piezas marmóreas de otras partes del Anfiteatro y de otros edificios de la ciudad,
como las “termas mayores”, que corresponde, pues, a una reforma del pavimento
bien en uso el edificio anfiteatral, bien cuando, abandonado éste, se utilizan sus
estancias como lugar de hábitat en fechas posteriores, al igual que se han
documentado en otras estancias de la construcción. El abandono de las “termas
mayores” se sitúa hacia mediados del siglo III d.C., lo que establece una fecha post
quem para esta fase, aunque quizás sería mejor pensar en un momento posterior al
siglo IV d.C, teniendo en cuenta las reutilizaciones de los propios materiales del
edificio.
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consideración de que todas ellas se ubicarían originalmente en ese edificio y lugar
del Anfiteatro italicense.
Sin contar las cuatro placas isíacas del santuario del Teatro, las placas con
vestigia aparecidas en Italica corresponden en total a dieciséis piezas, de las que sólo
once presentaban epígrafes –o al menos se conservan hoy día-, que nos sirven para
poder caracterizar en parte las divinidades a las que se dedican y algunas
características de éstas. El problema deriva del hecho de que sólo en algunos casos se
expresó de forma inequívoca el nombre de la divinidad, mientras que en otras sólo se
expresa con algunos epítetos, abreviaturas o, incluso, no se expresa ninguna
referencia a la divinidad a la que se dedica. El propio contexto en que se colocaban
los exvotos justificaba esa falta de referencia explícita a la divinidad en cuestión,
amén de la especial relación establecida entre el devoto y el dios en diversos cultos,
lo que llega a ejemplos extremos en las placas anepigráficas, donde no hay incluso
ninguna referencia al dedicante. Además, en el caso italicense el problema se agrava
porque desconocemos el contexto de procedencia de la mayoría de ellas, con la
excepción de las cuatro a las que nos hemos referido, las dedicadas a Caelestis Pia
Aug(usta), a Augusta Nemesis (en griego) y a Nemesis Praesens. Es posible, como se
dijo, que asimismo estuviera dedicada a Nemesis la colocada junto a la anterior, en la
que sólo se recoge el nombre del dedicante y la referencia a los donum et vestigia.
Entre las restantes es asimismo posible que en otra de ellas –de controvertida lectura
y de la que ha llegado a dudarse de su autenticidad- se deba leer Domina C(aelestis)
Vrania, frente a otras interpretaciones. Quizás a la misma Caelestis se dedique la
placa de un sacerdos c(oloniae) A(eliae) A(ugustae) Ital(icensium) que dedica
Domina Regi(n)a por su asociación con Iuno, si bien esos epítetos también podrían
ser aplicables a la propia Nemesis. En otro caso el nombre del dios se esconde bajo
las siglas D.I.S., que se han interpretado normalmente como una dedicación a Mitra o
a Mitra-Sol: D(eo). I(nuicto). S(oli) ó D(eo). I(nuicto). s(acrum). Otra posibilidad
sería el desarrollo de las abreviaturas en referencia a una de las dos diosas
documentadas, Caelestis o Nemesis, interpretando las siglas como D(ea) -ó
D(omina)- I(nuicta) S(ancta) –o, quizás, s(acrum) -. A Caelestis se le denomina,
pues, con los epítetos de Pia Augusta y Domina Vrania. A Nemesis con los de
Augusta y Praesens, ambos posiblemente en dos ocasiones. Mientras que Domina
Regi(n)a y D(omina) I(nuicta) ¿S(ancta)? serían aplicables a ambas. Sin embargo, en
el fondo, el sincretismo entre ambas justificaría asimismo esas referencias no
explícitas.
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que comparten la idea de perpetuar la presencia de la divinidad o del dedicante en un
lugar concreto de la dedicación. En general se ha propuesto que los que hacen
referencia a la epifanía del dios se disponen como un par de huellas de pies
orientadas hacia la entrada del santuario en cuestión –como si salieran de éste-,
mientras que la colocación contraria representaría el devoto que entra en el templo.
De esa forma la posición contrapuesta de dos huellas de pies sería la representación
de divinidad y dedicante. En los ejemplos italicenses del Anfiteatro podría pensarse
en general una interpretación adecuada a esa regla, con una mayoría de placas en las
que aparece –o pudo aparecer en aquellas fragmentadas- un par de huellas
contrapuestas, pero otras marcan excepciones. Así, por ejemplo, en una placa se
coloca un solo par de huellas femeninas calzadas con sandalias o soleae (igual que
ocurre con una de las huellas de la placa de Caelestis, que debería corresponder a los
uestigia de la diosa, en dirección contrapuesta al epígrafe), pero en otras están
colocadas en el mismo sentido que el epígrafe y, en la placa citada que dedica
Aurelius Polyticus a Nemesis, se contrapone a un par de huellas colocadas en el
centro (que deberían corresponder al dedicante, en el mismo sentido del epígrafe) dos
pares de huellas desnudas y en sentido contrario a la inscripción. En ese sentido
siempre debe tenerse en cuenta la posibilidad de que no siempre el exvoto
corresponda al sentido original que debió tener, por desconocimiento o descuido del
dedicante o del artesano que lo realiza. Por otro lado, por la distribución que el
epígrafe tiene en algunas de las placas –como ocurre precisamente con la dedicación
de Aurelius Polyticus- puede deducirse que en ciertas ocasiones el exvoto se
encontraba ya realizado en el taller. Ello podría dar como consecuencia el error a la
hora de colocar la inscripción, con lo que la huellas podían tener una orientación
inadecuada, aunque tampoco supone una excusa, ya que cabe pensar por otro lado
que se siguiera mínimamente el ritual en el contexto del santuario. También se ha
dicho que la representación de los pies desnudos podría significar una referencia al
rito de descalzarse por parte del adepto antes de penetrar en el santuario. En aquellos
casos en los que aparecen dos pares de pies, en dirección contrapuesta, han sido
interpretados asimismo como recordatorios de la visita al santuario y de la esperanza
de retornar, aunque otros autores consideran que la mayoría de los exvotos con
vestigia en general no correspondería a peregrinos sino a los propios sacerdotes del
culto o gente del templo, perpetuando su presencia en el santuario, y que –en el caso
concreto de la representación de dos parejas de pies- tendría también un valor
mágico, de raigambre popular, en el que una acción contraria anula el efecto
maléfico o mágico que pudiera existir. La representación de huellas de pies tiene,
pues, una compleja y difícil caracterización, que no puede reducirse la mayoría de las
veces a una interpretación unívoca. Lo mismo ocurre con las divinidades a las que se
coloca como exvoto, aunque desde ese punto de vista la mayoría de las veces aparece
asociado a dioses egipcios, especialmente Isis y Sarapis, debiendo recordarse en este
caso la importancia del culto del pie serapeo. Sobresale en ese contexto la referencia
que nos proporciona Apuleyo (Metamorfosis XI, 23) cuando el protagonista Lucio
cuenta que antes de la iniciación en los misterios egipcios pasó al templo para recibir
las instrucciones del sacerdote y se colocó “...ante ipsa Deae vestigia”. No obstante,
no hay constancia de que Isis hubiera estado presente en este templum del Anfiteatro
italicense, a pesar de la presencia de la estatuilla de una divinidad masculina egipcia
(ya comentada) y de que existe un santuario de Isis en el Teatro de Italica del que
asimismo proceden exvotos con uestigia.
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otro de la Victoria de Auzia, en otro dedicado a Iupiter Dolichenus en Lambaesis y,
finalmente, en un santuario de Bellona en Rusicade (Philippeville). La abundancia de
estos ejemplos norteafricanos de exvotos con vestigia y la diversidad de divinidades
ha hecho pensar que la dedicación a todos ellos respondería a factores de rituales
comunes o a tradiciones locales, que quizás llegaron a territorios hispanos y de forma
diversa a los lugares de origen se vincularon a otras divinidades como Caelestis y
Nemesis en el marco del anfiteatro.
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asimismo la hierogamia con Sol Invictus en época de Heliogábalo, y donde todavía
San Agustín (Ciuitas Dei II, 4 y 26) refiere que el culto se mantenía vivo en su
tiempo, o era descrito por el obispo Quodvultdeus, siendo destruido definitivamente
a mediados del siglo V d.C. por los vándalos. El templo italicense del Anfiteatro se
constituye, así, como el más importante conocido fuera de Roma y del ámbito
norteafricano.
BIBLIOGRAFIA RECOMENDADA
9
-J. BELTRÁN FORTES, “Los devotos de Némesis en el ámbito del anfiteatro
hispanorromano. Algunas notas”, Arys, vol. V, 2003 (= Actas del Congreso
“Divinas Dependencias. Individuos, Santuarios y Comunidades”, XXV
Congreso Internacional de GIREA / VII de ARYS (Huelva, 1998)).
-A. CANTO DE GREGORIO, “Les plaques votives avec vestigia d’Italica: un essai
d’interpretation”, Zeischrift für Papyrologie und Epigraphik, vol. 54, 1984,
págs. 183-194.
-G. H. Halsberghe, “Der Kult der Dea Caelestis”, Aufstieg uud Niedergang der
Römischen Welt, vol. II, 17, 4, 1984, págs. 2203-2223.
-M. B. HORNUM, Nemesis, the Roman State and the Games, Leiden, 1993.
-J. M. LUZÓN NOGUÉ, Sevilla la Vieja. Un paseo histórico por las ruinas de
Itálica, Sevilla, 1999.
10
Madrid, 1921; 1921-22 (Informes y Memorias 51), Madrid, 1923; 1922-24
(Informes y Memorias 70), Madrid, 1925; 1924-25 (Informes y Memorias 81),
Madrid, 1926; y 1925-32 (Informes y Memorias 127), Madrid, 1934.
-A. SCHULTEN, “Los Tirsenos en España”, Ampurias, vol. 2, 1940, págs. 5-53 (=
versión alemana: Klio, vol. 33, págs. 73-102).
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