Serrano Espinosa - Origenes Tauromaquia
Serrano Espinosa - Origenes Tauromaquia
Serrano Espinosa - Origenes Tauromaquia
cretense
Manuel SERRANO ESPINOSA
Universidad de Alicante
Dos elementos de ~atal HúyUk nos pueden dar cierta luz sobre las
postenores manifestaciones cretenses. En primer lugar, la constatación
desde el principio que en las habitaciones de culto ya aparecían altares
cuernos de bóvidos llevó al propio Mellaart a compararlós con los cono-
cidos «cuernos de consagración cretenses» Posteriormente fueron
‘.
hallados más ejemplos de los miembros más representativos del toro: las
cabezas y cuernos. En ocasiones los cuernos del toro se hallaban fijos en
una columna (los llamados Bulí Pillar) siempre en relación con un culto
de tipo funerario con la aparición de numerosas estatuillas de cerámica.
En otras ocasiones los «bucrania» aparecen junto a la figura rechoncha de
una divinidad en el momento del parto, la conocida Gran Diosa de ~atal
Húyúk, representando el elemento masculino.
Todos estos datos nos proporcionaba la posibilidad de reconstruir el
«panteón» de esta cultura anatolia: La Diosa-Madre presidiendo el
culto, acompañada por un elemento masculino simbolizado por las
cabezas de toros. Es decir, un culto ligado a la fertilidad y a las divini-
dades subterráneas.
El segundo elemento de importancia de esta cultura son sus pinturas
murales 5. En ellas aparecen frecuentemente escenas de caza de toros sal-
vajes de grandes proporciones, el Bos primigenius antecedente de la
variedad bovina que constataremos en Creta 6~ Estas escenas están acom-
pañadas por danzas de tipo ritual. Parece que la caza del toro no era un
mero ejercicio de supervivencia física sino un rito de veneración de la
fuerza animal, de la naturaleza en estado salvaje a la cual la comunidad
debía rendir tributo. Además muchas de las pinturas murales con toros
estaban orientadas hacia el norte, frente a los llamados montes lauros. La
orientación es una característica que también presidirá algunas de las
manifestaciones de culto de la época minoica. Recordemos que la orien-
39-75, son contestadas de manera contundente en el mismo número de la revista por T.M.
Wbitelaw, «Lost in the Labyrinth? Comments on Hroodbank», Pp. 225-238. De todos
modos todos ellos son deudores en parte de las teorías del sabio austriaco E Schacher-
meyr publicadas en Die minoische Kultur des alten Kreta. Stuttgart 1964 y sobre todo
Agais und Orient Wien 1967.
“J. Mellaart-S. Lloyd, «Excavations at 4atal HúyUk. First Preliminary Report» AnaL
Stud., 1962, 57-ss.
5 Un estudio sobre la simbologia de las pinturas murales» P. de Jesus, «Notes on the
Symbolism in the 9atal l-IUyUk Wall-Paintings». De L’Indus aux Balkans. Hommage a 1
Deshayes. Paris 1985, 127-145.
6 J~ Mellaart, Anal. Stud. 1962, Pp. 62-67, pís. XIV-XV; idem, Anal. Stud. 1965, 184-
191, f¡g. 10, pls. LII-Lxm.
Acerca de los origenes de la tauromaquia cretense 41
valle del río Meandro, que desarrolla una floreciente civilización entre el
3200-1000 a.C. Estos objetos aparecieron, por otra parte, en otras zonas
del continente europeo como en el yacimiento de Kórós el sudeste de la
actual Hungría Objetos similares han sido hallados en distintas zonas
~.
de Anatolia, desde Tarsus hasta el curso medio del río Eufrates en Pulur.
La difusión de este objeto entre zonas tan alejadas entre si y su pertenen-
cia al ámbito religioso hace que sea un hecho relevante.
El culto a la divinidad femenina llamada Diosa-Madre de la que el
culto al toro es elemento representativo de la fuerza masculina parece que
se confirma en Anatolia a lo largo de la Edad del Bronce. El parecido de
estas estructuras halladas en Beycesultan en estratos correspondientes al
2500-2400 a.C. a los llamados cuernos de consagración cretenses es un
hecho que confirma todavía más la línea pretendida de la continuidad
entre las diversas civilizaciones del mundo anatolio y la cultura minoica
del 20 milenio a.C. ~.
‘ S.Lloyd-J. Mellaart, «An Early Shrine at Beycesultan» AnaL Sn¿d. 1956, 27-36,
figs. 2-3, pl. 1.
8 N. Kalicz-P. Raczky, «The Precursors to the ‘Horns of Consecration in the Southe-
O The Minoan-Mycenaean Religion and izs Survival in Oreek Religion. Lund 19502,
165- 192.
M. Serrano, Lugares de culto en la Creta Minoica: Cavernas y Santuarios en las
Cimas. Memoria de Licenciatura. Universidad Complutense. Madrid. Octubre 1986, 57-
58.
‘2 K. Davaras, «Zóv8era lepá Kapara &r¿ ir¿ ‘¡cg Kopv<tn7~ ro’9 flcraorp&»
Hnrpay¿5va rov A Kpqvo2oyucoó Zvve8píov. Hpddao 1976, 1, 88-93. Se trata de
un ejemplar único pues una estructura de yeso envuelve un doble cuerno en cuya base se
asienta, a su vez, otro doble cuerno. La pieza es datable entre el MMIII-MRI y se puede
contemplar en el museo cretense de Ayios Nikolaos.
‘~ S. Alexiou, «Nt5a Flapciuraag Áarpe¿ag hri puvwucoiY dray2~ov dyycíov»
Kpij nicó Xpovucó. 1959, 346-352.
Acerca de los orígenes de la tauromaquia cretense 43
en los que mostraba sellos cilíndricos, algunos de ellos comprados en los bazares de
Alepo -y por tanto sin datación cronológica exacta- en los que se observan escenas de sal-
tos del toro: H. Seyrig, «Antiquités Syriennes» Syria 1955, pp. 34-37, pl. IV; idem,
«Cylindre représentant une Tauromachie» Syria 1956, pag. 173, fig. 7
Ultimamente a raíz de otros descubrimientos en yacimientos sirios D. Collon ha
vuelto a la teoría del origen sirio: O. Collon, «Bull-Leaping in Syria» Agypten und Levan-
te (4) 1994, 79-85. Un resumen de la cuestión en: M. Serrano, Taurokathapsia y Juegos
del toro desde sus orígenes hasta la época imperial romana. Tesis Doctoral (inédita). Uni-
versidad Complutense. Madrid. Junio 1996.
‘~ P. Warren, Myrtos. An early Bronze Age Settlement in Crete. BSA Supp. vol. Vii.
London 1972, 84-87.
~~P. Wanen, «The Beginings of Minoan Religion» Antichitá Cretesi. Studi in onore
di D. Levi. Universitá di Catania 1973, 137-147, pís. XVIII-XXII.
‘7 El mejor estudio de conjunto: K. Branigan, The tombs of Mesara. London 1970,
104-120. Apoya también las anteriores tesis N. Marmnatos, Minoan Religion. University
of South California Press 1993, 13-27.
Contra el carácter del culto funerario: O.P.T.K. Dickinson, The Aegean Bronze Age.
Cambrigde University Press 1994, 260-264.
46 Manuel Serrano Espinosa
Es muy importante observar toda esta secuencia del papel jugado por
el toro en relación con el ámbito religioso desde las culturas del Neolíti-
co hasta los comienzos del 20 milenio a.C. en Creta. Hasta este momen-
to, sin embargo, no conocemos ninguna manifestación artística que nos
revele la existencia de los juegos del toro pero el análisis pormenorizado
de los ambientes religiosos donde aparece el toro nos ayudará a entender
algunos de los interrogantes acerca de la tauromaquia cretense.
Hasta el momento la más antigua representación de juegos entre el
toro y el hombre en la civilización minoica procede de una de las tumbas
circulares de la Mesará citadas anteriormente a propósito del carácter
funerario del culto en la época prepalacial. Se trata de un «rhyton» de
terracota que representa un toro cretense 19~ En la base de ambos cuernos
aparecen dos diminutas figuras humanas que se encuentran asidas a las
astas, mientras que una tercera figura está representada cubriendo la cara
del animal. Procede de Koumasa y su descubridor la dató entreel MA III-
MM 120.
El segundo objeto de estas características es otro «rhyton» de terra-
cota hallado en la tumba circular de Portí, en la misma región de la Mesa-
rá. El toro presenta, en este caso, un orificio en el dorso y probablemen-
te representaba la misma escena del anterior «rhyton» de Koumasa pues
no se nos conserva el cuerno derecho del animal. La única diferencia
estriba en que en el de Portí no aparece la tercera persona en el morro del
animal.
En cuanto a la datación del objeto, basándose en el hallazgo de otro
objeto en forma de toro en un pithos de la misma tumba circular, Xant-
houdides propuso el período Minoico Medio sin especificar fase alguna21.
Las escenas representadas en ambas terracotas se corresponden a un
intento por capturar al toro, es decir, por domeñar su fuerza salvaje. En
este sentido la presencia de la tercera figura del «rhyton» de Koumasa
podría significar el éxito de la operación o cuando menos que la fuerza
animal va cayendo poco a poco ante el empuje humano. También es nota-
tivos toros que se observan en las pinturas murales anatolias de época neolítica. M. Biz-
zeti-G. Graziadio, «II Toro Minoico» Annali della Facoltá di Medicina Veterinaria di
Pisa 1990, 107-120.
205• Xanthoudides, The Vaulted Tombs of Mesará. Liverpool 1922, pís II y XXVIII
(n0 4126), pag. 40.
215 Xanthoudides, op. cit., pp. 40-41, pl. XXVIII (nOS 41 15-4117). Sin embargo. K.
Branigan. Pie tombs of Mesara. London 1970, pag. 168, propone una cronología más
antigua y cercana a la pieza de Koumasa.
Acerca de los orígenes de la tauromaquia cretense 47
Así pues los juegos del toro surgen en esta época como una manifes-
tación añadida del ceremonial religioso dedicado a una divinidad protec-
tora de la naturaleza y asociada a los ciclos de la vegetación, que en Creta
corresponde a una divinidad femenina y que adopta diversas formas
como las conocidas Diosa de las Serpientes, Señora de las Fieras o tam-
bién una divinidad doméstica.
Las semejanzas con el mundo descrito en las culturas anatolias es evi-
dente. El mismo tipo de sociedad agraria que pone especial énfasis en
cuidar los ciclos vegetativos, base de existencia diaria. El toro, símbolo
de la fuerza, asociado a ritos funerarios, creencias en al más allá y algu-
nos aspectos que entran en el mundo de la magia y la superstición tam-
bién parece reforzar la idea de la asimilación por parte de las gentes cre-
tenses de ritos cultuales que se remontaban a muchos milenios atrás y
quién sabe si traídos por los pueblos de Anatolia.
Sin embargo, la aparición de estos juegos del toro se puede conside-
rar un fenómeno genuino de la civilización minoica sin parangón con cul-
tura anterior alguna. Esta innovación de la que tantos ejemplos nos va a
proporcionar la iconografía creto-micénica constituye uno de los ele-
mentos más característicos que distinguen a la civilización cretense de las
culturas de alrededor, pero, al mismo tiempo, este aspecto distintivo se
encuadra dentro de un contexto social y religioso común que antenor-
mente a la gran civilización minoica ya habían desarrollado otras cultu-
ras que, a través de los milenios, nutrieron a la cretense.