Libro 243 El Nacimiento Del Fascismo

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Angelo Tasca

EL NACIMIENTO
DEL FASCISMO

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EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Libro 243

3
Angelo Tasca

Colección
SOCIALISMO y LIBERTAD
Libro 1 LA REVOLUCIÓN ALEMANA
Víctor Serge - Karl Liebknecht - Rosa Luxemburgo
Libro 2 DIALÉCTICA DE LO CONCRETO
Karel Kosik
Libro 3 LAS IZQUIERDAS EN EL PROCESO POLÍTICO ARGENTINO
Silvio Frondizi
Libro 4 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA PRAXIS
Antonio Gramsci
Libro 5 MAO Tse-tung
José Aricó
Libro 6 VENCEREMOS
Ernesto Guevara
Libro 7 DE LO ABSTRACTO A LO CONCRETO - DIALÉCTICA DE LO IDEAL
Edwald Ilienkov
Libro 8 LA DIALÉCTICA COMO ARMA, MÉTODO, CONCEPCIÓN y ARTE
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 9 GUEVARISMO: UN MARXISMO BOLIVARIANO
Néstor Kohan
Libro 10 AMÉRICA NUESTRA. AMÉRICA MADRE
Julio Antonio Mella
Libro 11 FLN. Dos meses con los patriotas de Vietnam del sur
Madeleine Riffaud
Libro 12 MARX y ENGELS. Nueve Conferencias en la Academia Socialista
David Riazánov
Libro 13 ANARQUISMO y COMUNISMO
Evgeni Preobrazhenski
Libro 14 REFORMA o REVOLUCIÓN - LA CRISIS DE LA SOCIALDEMOCRACIA
Rosa Luxemburgo
Libro 15 ÉTICA y REVOLUCIÓN
Herbert Marcuse
Libro 16 EDUCACIÓN y LUCHA DE CLASES
Aníbal Ponce
Libro 17 LA MONTAÑA ES ALGO MÁS QUE UNA INMENSA ESTEPA VERDE
Omar Cabezas
Libro 18 LA REVOLUCIÓN EN FRANCIA. Breve historia del movimiento obrero en Francia
1789-1848. Selección de textos de Alberto J. Plá
Libro 19 MARX y ENGELS
Karl Marx y Friedrich Engels. Selección de textos
Libro 20 CLASES y PUEBLOS. Sobre el sujeto revolucionario
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 21 LA FILOSOFÍA BURGUESA POSTCLÁSICA
Rubén Zardoya
Libro 22 DIALÉCTICA Y CONCIENCIA DE CLASE
György Lukács
Libro 23 EL MATERIALISMO HISTÓRICO ALEMÁN
Franz Mehring
Libro 24 DIALÉCTICA PARA LA INDEPENDENCIA
Ruy Mauro Marini

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EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Libro 25 MUJERES EN REVOLUCIÓN


Clara Zetkin
Libro 26 EL SOCIALISMO COMO EJERCICIO DE LA LIBERTAD
Agustín Cueva - Daniel Bensaïd. Selección de textos
Libro 27 LA DIALÉCTICA COMO FORMA DE PENSAMIENTO - DE ÍDOLOS E IDEALES
Edwald Ilienkov. Selección de textos
Libro 28 FETICHISMO y ALIENACIÓN - ENSAYOS SOBRE LA TEORÍA MARXISTA EL VALOR
Isaak Illich Rubin
Libro 29 DEMOCRACIA Y REVOLUCIÓN. El hombre y la Democracia
György Lukács
Libro 30 PEDAGOGÍA DEL OPRIMIDO
Paulo Freire
Libro 31 HISTORIA, TRADICIÓN Y CONSCIENCIA DE CLASE
Edward P. Thompson. Selección de textos
Libro 32 LENIN, LA REVOLUCIÓN Y AMÉRICA LATINA
Rodney Arismendi
Libro 33 MEMORIAS DE UN BOLCHEVIQUE
Osip Piatninsky
Libro 34 VLADIMIR ILICH Y LA EDUCACIÓN
Nadeshda Krupskaya
Libro 35 LA SOLIDARIDAD DE LOS OPRIMIDOS
Julius Fucik - Bertolt Brecht - Walter Benjamin. Selección de textos
Libro 36 UN GRANO DE MAÍZ
Tomás Borge y Fidel Castro
Libro 37 FILOSOFÍA DE LA PRAXIS
Adolfo Sánchez Vázquez
Libro 38 ECONOMÍA DE LA SOCIEDAD COLONIAL
Sergio Bagú
Libro 39 CAPITALISMO Y SUBDESARROLLO EN AMÉRICA LATINA
André Gunder Frank
Libro 40 MÉXICO INSURGENTE
John Reed
Libro 41 DIEZ DÍAS QUE CONMOVIERON AL MUNDO
John Reed
Libro 42 EL MATERIALISMO HISTÓRICO
Georgi Plekhanov
Libro 43 MI GUERRA DE ESPAÑA
Mika Etchebéherè
Libro 44 NACIONES Y NACIONALISMOS
Eric Hobsbawm
Libro 45 MARX DESCONOCIDO
Nicolás González Varela - Karl Korsch
Libro 46 MARX Y LA MODERNIDAD
Enrique Dussel
Libro 47 LÓGICA DIALÉCTICA
Edwald Ilienkov
Libro 48 LOS INTELECTUALES Y LA ORGANIZACIÓN DE LA CULTURA
Antonio Gramsci
Libro 49 KARL MARX. LEÓN TROTSKY, Y EL GUEVARISMO ARGENTINO
Trotsky - Mariátegui - Masetti - Santucho y otros. Selección de Textos
Libro 50 LA REALIDAD ARGENTINA - El Sistema Capitalista
Silvio Frondizi

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Angelo Tasca

Libro 51 LA REALIDAD ARGENTINA - La Revolución Socialista


Silvio Frondizi
Libro 52 POPULISMO Y DEPENDENCIA - De Yrigoyen a Perón
Milcíades Peña
Libro 53 MARXISMO Y POLÍTICA
Carlos Nélson Coutinho
Libro 54 VISIÓN DE LOS VENCIDOS
Miguel León-Portilla
Libro 55 LOS ORÍGENES DE LA RELIGIÓN
Lucien Henry
Libro 56 MARX Y LA POLÍTICA
Jorge Veraza Urtuzuástegui
Libro 57 LA UNIÓN OBRERA
Flora Tristán
Libro 58 CAPITALISMO, MONOPOLIOS Y DEPENDENCIA
Ismael Viñas
Libro 59 LOS ORÍGENES DEL MOVIMIENTO OBRERO
Julio Godio
Libro 60 HISTORIA SOCIAL DE NUESTRA AMÉRICA
Luis Vitale
Libro 61 LA INTERNACIONAL. Breve Historia de la Organización Obrera en Argentina.
Selección de Textos
Libro 62 IMPERIALISMO Y LUCHA ARMADA
Marighella, Marulanda y la Escuela de las Américas
Libro 63 LA VIDA DE MIGUEL ENRÍQUEZ
Pedro Naranjo Sandoval
Libro 64 CLASISMO Y POPULISMO
Michael Löwy - Agustín Tosco y otros. Selección de textos
Libro 65 DIALÉCTICA DE LA LIBERTAD
Herbert Marcuse
Libro 66 EPISTEMOLOGÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Theodor W. Adorno
Libro 67 EL AÑO 1 DE LA REVOLUCIÓN RUSA
Víctor Serge
Libro 68 SOCIALISMO PARA ARMAR
Löwy -Thompson - Anderson - Meiksins Wood y otros. Selección de Textos
Libro 69 ¿QUÉ ES LA CONCIENCIA DE CLASE?
Wilhelm Reich
Libro 70 HISTORIA DEL SIGLO XX - Primera Parte
Eric Hobsbawm
Libro 71 HISTORIA DEL SIGLO XX - Segunda Parte
Eric Hobsbawm
Libro 72 HISTORIA DEL SIGLO XX - Tercera Parte
Eric Hobsbawm
Libro 73 SOCIOLOGÍA DE LA VIDA COTIDIANA
Ágnes Heller
Libro 74 LA SOCIEDAD FEUDAL - Tomo I
Marc Bloch
Libro 75 LA SOCIEDAD FEUDAL - Tomo 2
Marc Bloch
Libro 76 KARL MARX. ENSAYO DE BIOGRAFÍA INTELECTUAL
Maximilien Rubel

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EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Libro 77 EL DERECHO A LA PEREZA


Paul Lafargue
Libro 78 ¿PARA QUÉ SIRVE EL CAPITAL?
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 79 DIALÉCTICA DE LA RESISTENCIA
Pablo González Casanova
Libro 80 HO CHI MINH
Selección de textos
Libro 81 RAZÓN Y REVOLUCIÓN
Herbert Marcuse
Libro 82 CULTURA Y POLÍTICA - Ensayos para una cultura de la resistencia
Santana - Pérez Lara - Acanda - Hard Dávalos - Alvarez Somoza y otros
Libro 83 LÓGICA Y DIALÉCTICA
Henri Lefebvre
Libro 84 LAS VENAS ABIERTAS DE AMÉRICA LATINA
Eduardo Galeano
Libro 85 HUGO CHÁVEZ
José Vicente Rangél
Libro 86 LAS GUERRAS CIVILES ARGENTINAS
Juan Álvarez
Libro 87 PEDAGOGÍA DIALÉCTICA
Betty Ciro - César Julio Hernández - León Vallejo Osorio
Libro 88 COLONIALISMO Y LIBERACIÓN
Truong Chinh - Patrice Lumumba
Libro 89 LOS CONDENADOS DE LA TIERRA
Frantz Fanon
Libro 90 HOMENAJE A CATALUÑA
George Orwell
Libro 91 DISCURSOS Y PROCLAMAS
Simón Bolívar
Libro 92 VIOLENCIA Y PODER - Selección de textos
Vargas Lozano - Echeverría - Burawoy - Monsiváis - Védrine - Kaplan y otros
Libro 93 CRÍTICA DE LA RAZÓN DIALÉCTICA
Jean Paul Sartre
Libro 94 LA IDEA ANARQUISTA
Bakunin - Kropotkin - Barret - Malatesta - Fabbri - Gilimón - Goldman
Libro 95 VERDAD Y LIBERTAD
Martínez Heredia - Sánchez Vázquez - Luporini - Hobsbawn - Rozitchner - Del Barco
Libro 96 INTRODUCCIÓN GENERAL A LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA POLÍTICA
Karl Marx y Friedrich Engels
Libro 97 EL AMIGO DEL PUEBLO
Los amigos de Durruti
Libro 98 MARXISMO Y FILOSOFÍA
Karl Korsch
Libro 99 LA RELIGIÓN
Leszek Kolakowski
Libro 100 AUTOGESTIÓN, ESTADO Y REVOLUCIÓN
Noir et Rouge
Libro 101 COOPERATIVISMO, CONSEJISMO Y AUTOGESTIÓN
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 102 ROSA LUXEMBURGO Y EL ESPONTANEÍSMO REVOLUCIONARIO
Selección de textos

7
Angelo Tasca

Libro 103 LA INSURRECCIÓN ARMADA


A. Neuberg
Libro 104 ANTES DE MAYO
Milcíades Peña
Libro 105 MARX LIBERTARIO
Maximilien Rubel
Libro 106 DE LA POESÍA A LA REVOLUCIÓN
Manuel Rojas
Libro 107 ESTRUCTURA SOCIAL DE LA COLONIA
Sergio Bagú
Libro 108 COMPENDIO DE HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA
Albert Soboul
Libro 109 DANTON, MARAT Y ROBESPIERRE. Historia de la Revolución Francesa
Albert Soboul
Libro 110 LOS JACOBINOS NEGROS. Toussaint L’Ouverture y la revolución de Haití
Cyril Lionel Robert James
Libro 111 MARCUSE Y EL 68
Selección de textos
Libro 112 DIALÉCTICA DE LA CONCIENCIA - Realidad y Enajenación
José Revueltas
Libro 113 ¿QUÉ ES LA LIBERTAD? - Selección de textos
Gajo Petrović – Milán Kangrga
Libro 114 GUERRA DEL PUEBLO - EJÉRCITO DEL PUEBLO
Vo Nguyen Giap
Libro115 TIEMPO, REALIDAD SOCIAL Y CONOCIMIENTO
Sergio Bagú
Libro 116 MUJER, ECONOMÍA Y SOCIEDAD
Alexandra Kollontay
Libro 117 LOS JERARCAS SINDICALES
Jorge Correa
Libro 118 TOUSSAINT LOUVERTURE. La Revolución Francesa y el Problema Colonial
Aimé Césaire
Libro 119 LA SITUACIÓN DE LA CLASE OBRERA EN INGLATERRA
Federico Engels
Libro 120 POR LA SEGUNDA Y DEFINITIVA INDEPENDENCIA
Estrella Roja - Ejército Revolucionario del Pueblo
Libro 121 LA LUCHA DE CLASES EN LA ANTIGUA ROMA
Espartaquistas
Libro 122 LA GUERRA EN ESPAÑA
Manuel Azaña
Libro 123 LA IMAGINACIÓN SOCIOLÓGICA
Charles Wright Mills
Libro 124 LA GRAN TRANSFORMACIÓN. Critica del Liberalismo Económico
Karl Polanyi
Libro 125 KAFKA. El Método Poético
Ernst Fischer
Libro 126 PERIODISMO Y LUCHA DE CLASES
Camilo Taufic
Libro 127 MUJERES, RAZA Y CLASE
Angela Davis
Libro 128 CONTRA LOS TECNÓCRATAS
Henri Lefebvre

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EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Libro 129 ROUSSEAU Y MARX


Galvano della Volpe
Libro 130 LAS GUERRAS CAMPESINAS - REVOLUCIÓN Y CONTRARREVOLUCIÓN EN
ALEMANIA
Federico Engels
Libro 131 EL COLONIALISMO EUROPEO
Carlos Marx - Federico Engels
Libro 132 ESPAÑA. Las Revoluciones del Siglo XIX
Carlos Marx - Federico Engels
Libro 133 LAS IDEAS REVOLUCIONARIOS DE KARL MARX
Alex Callinicos
Libro 134 KARL MARX
Karl Korsch
Libro 135 LA CLASE OBRERA EN LA ERA DE LAS MULTINACIONALES
Peters Mertens
Libro 136 EL ÚLTIMO COMBATE DE LENIN
Moshe Lewin
Libro 137 TEORÍAS DE LA AUTOGESTIÓN
Roberto Massari
Libro 138 ROSA LUXEMBURG
Tony Cliff
Libro 139 LOS ROJOS DE ULTRAMAR
Jordi Soler
Libro 140 INTRODUCCIÓN A LA ECONOMÍA POLÍTICA
Rosa Luxemburg
Libro 141 HISTORIA Y DIALÉCTICA
Leo Kofler
Libro 142 BLANQUI Y LOS CONSEJISTAS
Blanqui - Luxemburg - Gorter - Pannekoek - Pfemfert - Rühle - Wolffheim y Otros
Libro 143 EL MARXISMO - El MATERIALISMO DIALÉCTICO
Henri Lefebvre
Libro 144 EL MARXISMO
Ernest Mandel
Libro 145 LA COMMUNE DE PARÍS Y LA REVOLUCIÓN ESPAÑOLA
Federica Montseny
Libro 146 LENIN, SOBRE SUS PROPIOS PIES
Rudi Dutschke
Libro 147 BOLCHEVIQUE
Larissa Reisner
Libro 148 TIEMPOS SALVAJES
Pier Paolo Pasolini
Libro 149 DIOS TE SALVE BURGUESÍA
Paul Lafargue - Herman Gorter - Franz Mehring
Libro 150 EL FIN DE LA ESPERANZA
Juan Hermanos
Libro 151 MARXISMO Y ANTROPOLOGÍA
György Markus
Libro 152 MARXISMO Y FEMINISMO
Herbert Marcuse
Libro 153 LA TRAGEDIA DEL PROLETARIADO ALEMÁN
Juan Rústico

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Angelo Tasca

Libro 154 LA PESTE PARDA


Daniel Guerin
Libro 155 CIENCIA, POLÍTICA Y CIENTIFICISMO - LA IDEOLOGÍA DE LA NEUTRALIDAD
IDEOLÓGICA
Oscar Varsavsky - Adolfo Sánchez Vázquez
Libro156 PRAXIS. Estrategia de supervivencia
Ilienkola- Kosik - Adorno - Horkheimer - Sartre - Sacristán y Otros
Libro 157 KARL MARX. Historia de su vida
Franz Mehring
Libro 158 ¡NO PASARÁN!
Upton Sinclair
Libro 159 LO QUE TODO REVOLUCIONARIO DEBE SABER SOBRE LA REPRESIÓN
Víctor Serge
Libro 160 ¿SEXO CONTRA SEXO O CLASE CONTRA CLASE?
Evelyn Reed
Libro 161 EL CAMARADA
Takiji Kobayashi
Libro 162 LA GUERRA POPULAR PROLONGADA
Máo Zé dōng
Libro 163 LA REVOLUCIÓN RUSA
Christopher Hill
Libro 164 LA DIALÉCTICA DEL PROCESO HISTÓRICO
George Novack
Libro 165 EJÉRCITO POPULAR – GUERRA DE TODO EL PUEBLO
Vo Nguyen Giap
Libro 166 EL MATERIALISMO DIALÉCTICO
August Thalheimer
Libro 167 ¿QUÉ ES EL MARXISMO?
Emile Burns
Libro 168 ESTADO AUTORITARIO
Max Horkheimer
Libro 169 SOBRE EL COLONIALISMO
Aimé Césaire
Libro 170 CRÍTICA DE LA DEMOCRACIA CAPITALISTA
Stanley Moore
Libro 171 SINDICALISMO CAMPESINO EN BOLIVIA
Qhana - CSUTCB - COB
Libro 172 LOS ORÍGENES DE LA CIVILIZACIÓN
Vere Gordon Childe
Libro 173 CRISIS Y TEORÍA DE LA CRISIS
Paul Mattick
Libro 174 TOMAS MÜNZER. Teólogo de la Revolución
Ernst Bloch
Libro 175 MANIFIESTO DE LOS PLEBEYOS
Gracco Babeuf
Libro 176 EL PUEBLO
Anselmo Lorenzo
Libro 177 LA DOCTRINA SOCIALISTA Y LOS CONSEJOS OBREROS
Enrique Del Valle Iberlucea
Libro 178 VIEJA Y NUEVA DEMOCRACIA
Moses I. Finley

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EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Libro 179 LA REVOLUCIÓN FRANCESA


George Rudé
Libro 180 ACTIVIDAD, CONCIENCIA Y PERSONALIDAD
Aleksei Leontiev
Libro 181 ENSAYOS FILOSÓFICOS
Alejandro Lipschütz
Libro 182 LA IZQUIERDA COMUNISTA ITALIANA (1917-1927)
Selección de textos
Libro 183 EL ORIGEN DE LAS IDEAS ABSTRACTAS
Paul Lafargue
Libro 184 DIALÉCTICA DE LA PRAXIS. El Humanismo Marxista
Mihailo Marković
Libro 185 LAS MASAS Y EL PODER
Pietro Ingrao
Libro 186 REIVINDICACIÓN DE LOS DERECHOS DE LA MUJER
Mary Wollstonecraft
Libro 187 CUBA 1991
Fidel Castro
Libro 188 LAS VANGUARDIAS ARTÍSTICAS DEL SIGLO XX
Mario De Micheli
Libro 189 CHE. Una Biografía
Héctor Oesterheld - Alberto Breccia - Enrique Breccia
Libro 190 CRÍTICA DEL PROGRAMA DE GOTHA
Karl Marx
Libro 191 FENOMENOLOGÍA Y MATERIALISMO DIALÉCTICO
Trần Đức Thảo
Libro 192 EN TORNO AL DESARROLLO INTELECTUAL DEL JOVEN MARX (1840-1844)
Georg Lukács
Libro 193 LA FUNCIÓN DE LAS IDEOLOGÍAS – CRÍTICA DE LA RAZÓN INSTRUMENTAL
Max Horkheimer
Libro 194 UTOPÍA
Tomás Moro
Libro 195 ASÍ SE TEMPLÓ EL ACERO
Nikolai Ostrovski
Libro 196 DIALÉCTICA Y PRAXIS REVOLUCIONARIA
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 197 JUSTICIEROS Y COMUNISTAS (1843-1852)
Karl Marx, Friedrich Engels y Otros
Libro 198 FILOSOFÍA DE LA LIBERTAD
Rubén Zardoya Loureda - Marcello Musto - Seongjin Jeong - Andrzej Walicki
Bolívar Echeverría - Daniel Bensaïd -Jorge Veraza Urtuzuástegui
Libro 199 EL MOVIMIENTO ANARQUISTA EN ARGENTINA. Desde sus comienzos hasta 1910
Diego Abad de Santillán
Libro 200 BUJALANCE. LA REVOLUCIÓN CAMPESINA
Juan del Pueblo
Libro 201 MATERIALISMO DIALÉCTICO Y PSICOANÁLISIS
Wilhelm Reich
Libro 202 OLIVER CROMWELL Y LA REVOLUCIÓN INGLESA
Christopher Hill
Libro 203 AUTOBIOGRAFÍA DE UNA MUJER EMANCIPADA
Alexandra Kollontay

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Angelo Tasca

Libro 204 TRAS LAS HUELLAS DEL MATERIALISMO HISTÓRICO


Perry Anderson
Libro 205 CONTRA EL POSTMODERNISMO – UN MANIFIESTO ANTICAPITALISTA
Alex Callinicos
Libro 206 EL MATERIALISMO DIALÉCTICO SEGÚN HENRI LEFEBVRE
Eugenio Werden
Libro 207 LOS COMUNISTAS Y LA PAZ
Jean-Paul Sartre
Libro 208 CÓMO NOS VENDEN LA MOTO
Noan Chomsky - Ignacio Ramonet
Libro 209 EL COMITÉ REGIONAL CLANDESTINO EN ACCIÓN
Alexei Fiodorov
Libro 210 LA MUJER Y EL SOCIALISMO
August Bebel
Libro 211 DEJAR DE PENSAR
Carlos Fernández Liria y Santiago Alba Rico
Libro 212 LA EXPRESIÓN TEÓRICA DEL MOVIMIENTO PRÁCTICO
Walter Benjamin – Rudi Dutschke – Jean-Paul Sartre – Bolívar Echeverría
Libro 213 ANTE EL DOLOR DE LOS DEMÁS
Susan Sontag
Libro 214 LIBRO DE LECTURA PARA USO DE LAS ESCUELAS NOCTURNAS PARA
TRABAJADORES – 1er Grado
Comisión Editora Popular
Libro 215 EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX
Bolívar Echeverría
Libro 216 APUNTES SOBRE MARXISMO
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 217 PARA UN MARXISMO LIBERTARIO
Daniel Guerin
Libro 218 LA IDEOLOGÍA ALEMANA
Karl Marx y Friedrich Engels
Libro 219 BABEUF
Ilya Ehrenburg
Libro 220 MIGUEL MÁRMOL – LOS SUCESOS DE 1932 EN EL SALVADOR
Roque Dalton
Libro 221 SIMÓN BOLÍVAR CONDUCTOR POLÍTICO Y MILITAR DE LA GUERRA ANTI
COLONIAL
Alberto Pinzón Sánchez
Libro 222 MARXISMO Y LITERATURA
Raymond Williams
Libro 223 SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES
Gregorio Selser
Libro 224 CRÍTICA DIALÉCTICA. Ensayos, Notas y Conferencias (1958-1968)
Karel Kosik
Libro 225 LA POLÍTICA REVOLUCIONARIA. Ensayos, Notas y Conferencias
Ruy Mauro Marini
Libro 226 LOS QUE LUCHAN Y LOS QUE LLORAN. El Fidel Castro que yo ví
Jorge Ricardo Masetti
Libro 227 DE CADENAS Y DE HOMBRES
Robert Linhart

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EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Libro 228 ESPAÑA, APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ


César Vallejo
Libro 229 LECCIONES DE HISTORIA. Documentos del MIR - 1965-1974
Miguel y Edgardo Enríquez - Bautista Van Schowen - Ruy Mauro Marini y Otros
Libro 230 DIALÉCTICA Y CONOCIMIENTO
Jindřich Zelený
Libro 231 LA IZQUIERDA BOLCHEVIQUE - (1922-1924)
Izquierda Bolchevique
Libro 232 LA RELIGIÓN DEL CAPITAL
Paul Lafargue
Libro 233 LA NUEVA ECONOMÍA
Evgeni Preobrazhenski
Libro 234 EL OTRO SADE. DEMOCRACIA DIRECTA Y CRÍTICA INTEGRAL DE LA
MODERNIDAD (Los escritos políticos de D. A. F. de Sade. Un comentario)
Jorge Veraza Urtuzuástegui
Libro 235 EL IMPERIALISMO ES UNA JAULA
Ulrike Meinhof
Libro 236 EL PENSAMIENTO POLÍTICO DE LA DERECHA
Simone de Beauvoir
Libro 237 EUROPA ANTE EL ESPEJO
Josep Fontana
Libro 238 LA GUERRA DE LOS CIEN AÑOS
Edouard Perroy
Libro 239 TRESCIENTOS MILLONES DE ESCLAVOS Y SIERVOS TRABAJAN BAJO
EL NUEVO ORDEN ECONÓMICO FASCISTA
Jürgen Kuczynski
Libro 240 HISTORIA Y COMUNICACIÓN SOCIAL
Manuel Vázquez Montalbán
Libro 241 TEORÍA GENERAL DEL DERECHO y Otros Escritos
Pēteris Ivánovich Stučka
Libro 242 TEORÍA GENERAL DEL DERECHO Y MARXISMO
Evgeni Bronislavovic Pashukanis
Libro 243 EL NACIMIENTO DEL FASCISMO
Angelo Tasca

13
Angelo Tasca

https://elsudamericano.wordpress.com

La red mundial de los hijos de la revolución social

14
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

EL NACIMIENTO DEL FASCISMO


ITALIA, DEL ARMISTICIO A LA MARCHA SOBRE ROMA
Angelo Tasca

ÍNDICE

I. La intervención de Italia en la guerra y la crisis del Estado


II. La revolución democrática de 1919
III. Mussolini y el fascismo de «primera hora»
IV. La revolución atraviesa el Adriático
V. Nitti, Giolitti, don Sturzo
VI. Grandeza y decadencia del maximalismo
VII. La contrarrevolución «póstuma y preventiva»
VIII. El fascismo en la encrucijada
IX. Hacia el Caporetto socialista
X. La marcha sobre Roma

Traducción castellana: Antonio Aponte e Ignacio Romero de Solís

Título original: Naissance du fascisme. L’Italie de l’armistice a la marche sur Rome.


Gallimard, París. 1967

15
Angelo Tasca

A la memoria de mi padre, obrero metalúrgico,


cuyos últimos años se vieron ensombrecidos
por la victoria del fascismo en Italia.

16
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Capítulo I
LA INTERVENCIÓN DE ITALIA EN LA GUERRA
Y LA CRISIS DEL ESTADO
El ultimátum de Austria a Serbia sorprende a Italia en plena crisis política y
social. Algunos meses antes, en marzo, se había discutido en la Cámara el
balance financiero, por fin establecido, de la expedición a Libia, hecho que
había proporcionado a los socialistas la ocasión de desquitarse, en cierto
modo, haciendo el «proceso a la guerra». Esta guerra había exacerbado la
lucha de los partidos y de las clases y había comprometido la política de;
equilibrio seguida, desde 1900, por Giovanni Giolitti. Con el fin de evitar las
dificultades presupuestarias y la amenaza de una huelga de ferroviarios, el
presidente del Consejo, que, sin embargo, dispone en la Cámara de una
amplia mayoría, con el pretexto de un orden del día hostil, votado por el
grupo radical; presenta su dimisión, evitando así el debate parlamentario. Al
adelantarse de esta forma a los acontecimientos, Giolitti estaba seguro de su
vuelta al poder después de un corto interregno, una vez calmada la
tempestad. Este cálculo no le había fallado nunca hasta entonces, pero, sin
embargo, en esta ocasión iba a ser desbaratado por los acontecimientos. En
el seno del partido socialista, la corriente de izquierda se imponía cada vez
más en los congresos; entre el de Reggio Emilia, en 1912; y el de Ancona, en
1914, se expulsa a un grupo de reformistas y a los francmasones. En vísperas
de la guerra, hace dos años que Mussolini es miembro de la dirección del
partido y año y medio director de su diario, el «Avanti».

Los viejos socialistas desconfían de él, pero los jóvenes le adoran. El viraje a la
izquierda favorece su proyectó, que consiste en hacer del partido su propio
instrumento y en marginar a la vieja guardia, «podrida» de escrúpulos y
paralizada por la rutina. La «semana roja» de Ancona, en junio de 1914,
aumenta aún más la distancia entre él y el cenáculo que, en Milán, se agrupa
alrededor de Turati y de Treves. Mussolini exalta la revuelta anarquista: «Cien
muertos en Ancona y arde Italia entera», piensa, sin que por ello llegue nunca
a abandonar la dirección del periódico «La revuelta», abandonada a sí misma
y desautorizada por la Confederación General del Trabajo,1 se va extinguiendo.
Algunas pavesas escapadas del incendio provocan, aquí y allá, huelgas de
protesta.

1
En italiano, Confederazione Generale del Lavoro, designado de aquí en adelante por sus siglas
C.G.L.
17
Angelo Tasca

Mussolini, desde Milán, contempla el espectáculo con viva satisfacción:

«Tomamos nota de los acontecimientos –escribe, con algo de esa


legítima alegría que debe sentir el artista cuando contempla su obra–.
Si el proletariado de Italia está adquiriendo tina nueva psicología, más
libre y más violenta, se debe a nuestro periódico. Comprendemos los
temores del reformismo y de la democracia ante semejante situación,
que no puede sino empeorar con el tiempo».

Esto sucedía el 12 de junio, unas semanas antes de Sarajevo. Cuando la


guerra mundial es ya inevitable, Italia entera se pronuncia por la neutralidad;
es decir, contra la intervención en favor de las Potencias Centrales, puesto
que en ello reside, por el momento, el único peligro; Italia entera, con
excepción del, grupo nacionalista, que teme que se escape la ocasión de una
«buena guerra», y de Sonnino, persuadido –sin razón– de que el Tratado de la
Tríplice debe entrar en juego automáticamente.

Durante meses, la diplomacia italiana lleva simultáneamente las negociaciones


por ambos lados, y Salandra exalta, en octubre, el «egoísmo sagrado». A
principios de 1915, Sonnino, que desde noviembre es miembro de la
Consulta, se muestra todavía favorable a un acuerdo con Austria; si los
Habsburgo se hubieran decidido a ceder inmediatamente «el Trentino y
alguna otra cosa», el gobierno Salandra se habría adelantado y habría llevado
a cabo la política del parecchio –política preconizada en enero de 1915 por
Giolitti, quien consideraba que Italia hubiera podido obtener mucho
(parecchio) sin entrar en guerra. Las vacilaciones de Austria hacen que el
gobierno italiano se incline hacia la Entente; la intervención en favor de los
Aliados es virtualmente decidida, en marzo, por tres personas: el rey,
Salandra y Sonnino. Únicamente ellos conocen el Tratado de Londres, firmado
el 26 de abril; los restantes ministros lo ignoran y el texto no será comunicado
al Parlamento italiano hasta marzo de 1920.

En el país, el partido socialista se limita a seguir la corriente creada a raíz de


su oposición a la guerra de. Libia. Mussolini alude algunas veces, vagamente,
a las «hordas teutónicas», pero en cuanto se da cuenta de que la tesis de la
neutralidad obtiene el apoyo casi unánime del partido, da marcha atrás, libra
una violenta batalla contra lo que él llama, a finales de agosto de 1914, el
delirium tremens nacionalista, y hace que su actitud sea sometida a votación
en las secciones.

18
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

«Se nos invita –dice a principios de septiembre– a llorar sobre la


Bélgica mártir. Estamos en presencia de una farsa sentimental
montada por Francia y por Bélgica. Estas dos comadres quisieran
explotar la credulidad universal, pero para nosotros Bélgica no es más
que una potencia en guerra, como cualquier otra.»

Pero como en sus conversaciones privadas se había expresado, en varias


ocasiones, de forma muy diferente, uno de sus oyentes, irritado por su
duplicidad; lo denuncia en «Il Resto del Carlino» como el «uomo della coda di
plagia».2 Mussolini, al principio, lo desmiente, pero después, temiendo ver
comprometido su prestigio, intenta escapar por otro camino, como lo hará
siempre, evitando la cuestión planteada. Si permanece en el partido
socialista, se siente humillado; si lo abandona, pierde el periódico, él, que
tanto necesita «hablar todos los días a las masas». Va, entonces, en busca de
Filippo Naldi, director del periódico cuyos ataques le han «quemado» y llega a
un acuerdo con él para fundar un nuevo periódico. «II Popolo d’Italia» sale a
la calle el 15 de noviembre de 1914 en Milán, como «diario socialista».
Mussolini debuta en él con una virulenta y rencorosa diatriba contra el
partido que acaba de dejar.

Este brusco viraje es considerado como una traición por los militantes y los
trabajadores que le habían seguido con ingenua confianza. Es un país que se
considera a sí mismo el país de Maquiavelo, la actitud de Mussolini, abre
entre él y la clase obrera un foso infranqueable. Y no sólo entre la clase
obrera y Mussolini, sino también entre la clase obrera y la política de
intervención.

Los obreros de las ciudades y los campesinos –socialistas y católicos– siguen


siendo hostiles a la guerra. El pueblo italiano tiene la sensación de que la
guerra se prepara sin él, contra él. El propio gobierno no ha encendido otra
antorcha que la del «egoísmo sagrado». El territorio nacional no es invadido y
«es una lástima», dirá Clemenceau. Hay, sin duda, Un grupo de antiguos
socialistas y anarco-sindicalistas que exigen la guerra en nombre de la
«revolución», pero la clase obrera no puede seguirles por este camino, y
Mussolini, que la había empujado a la vía muerta de la «neutralidad
absoluta», es el menos indicado para sacarla de ella. Él no es de los que hacen
el papel de apóstol que proclama su error y adquiere, por su confesión, el
derecho a predicar una nueva verdad. Se separa del partido socialista con el

2
«Avere la coda di paglia» (tener la cola de paja) es una expresión italiana que significa estar
expuesto a fácil censura, tener vulnerabilidad moral. [N. T.]
19
Angelo Tasca

corazón lleno de odio y de deseos de venganza: «¡Me la pagaréis!», grita la


noche de su expulsión. De esta forma, verá levantarse contra él, no sólo el
espíritu extremista sobre el que ha estado especulando hasta la víspera, sino
también una especie de rebelión moral provocada por su propia actitud.
Desde este punto de vista, Mussolini ha contribuido más que nadie a levantar,
en 1914-1915, una barrera entre el pueblo italiano y la guerra, que nada
podrá derribar.

Por otra parte, el grupo de los partidarios de la guerra «revolucionaria»,


«democrática», es pronto ahogado por la adhesión de elementos de lo más
reaccionario, que ven en la guerra –sea cual sea– el mejor medio para poder
anidar el veredicto rojo de las elecciones de 1913. La vieja burguesía,
amenazada en los municipios y en el Parlamento, neutralista por espíritu
conservador, se hizo belicista para acabar con una política reformista que
socava sus privilegios y que provoca la irrupción de nuevas capas sociales en
la vida política del país.

La vida política sufre una debilidad orgánica debida, tanto a la ausencia de


una verdadera clase dirigente, como al divorcio entre las masas populares y el
nuevo Estado. La burguesía italiana, como se ha observado frecuentemente,
ha logrado organizar su Estado, gracias menos a sus propias fuerzas que a las
condiciones internacionales que han favorecido su victoria sobre las clases
feudales y semifeudales: política de Napoleón III en 1852-1860, guerra austro-
prusiana de 1866 y derrota de Francia en Sedán, con el consiguiente
desarrollo del Imperio germánico. El Risorgimento se ha llevado a cabo bajo la
forma de «conquista real» de la península por el pequeño Piamonte, sin
participación activa del pueblo y en ocasiones contra él.

La cuestión romana mantiene fuera del nuevo Estado a los católicos, y el


problema social levanta contra él a las masas populares. La política de las
clases dirigentes sigue dominada por la preocupación de controlar a estas
masas evitando, al mismo tiempo, una transformación profunda del Estado
en el sentido democrático, del «transformismo» de Depretis a las leyes
excepcionales de Pelloux; del «colaboracionismo» de Giolitti a la dictadura de
las derechas en 1914-1918.

Lo que le falta fundamentalmente a la sociedad italiana es la larga evolución,


la acumulación de experiencias, la fijación de reflejos y costumbres, que son
lo que ha hecho posible la expansión democrática en Inglaterra y en Francia.

20
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

El pueblo apenas acaba de salir de siglos de servidumbre y de una larga


miseria, ligada a una economía atrasada, basada en los bajos salarios en la
industria y en la explotación feudal en la agricultura. La revolución democrática
está por hacer, y el movimiento socialista es el responsable de llevarla a cabo.
La historia de la nación italiana sólo empieza verdaderamente con la acción
socialista que arrastra a las masas, aún pasivas, a la órbita de la vida nacional.

Giolitti, que desde hace tiempo se plantea el problema de la inserción de las


masas en el Estado, lo ha comprendido muy bien, y, por ello, en 1913,
concede el sufragio casi universal. En las elecciones que se celebran el mismo
año, bajo el nuevo sistema, consigue la participación de los católicos
mediante un pacto con el Vaticano (Patto Gentitoni). Pero esta operación,
aunque no carente de audacia, tiene su contrapartida, que la hace estéril, al
estar inspirada por una segunda intención reaccionaria. Giolitti, más que
organizar un Estado moderno, lo que desea es asegurarse una mayoría
parlamentaria. Esta mayoría está compuesta por el bloque, de diputados del
Sur, los ascari, elegidos gracias a la corrupción y a la violencia, y por los
industriales del Norte, ganados mediante una protección aduanera muy
elevada. Esta mayoría cuenta con la neutralidad condescendiente de los
socialistas, contentados por algunas reformas o con la concesión de obras
públicas y, por si acaso, se tiene en reserva contra ellos, para él día de las
elecciones, a los católicos, que en orden cerrado acudirán a las urnas
conducidos por los curas. La consecuencia de todo ello es una castración de la
vida política, una disipación de los programas y una corrupción de los
partidos, que paralizan y falsean el saludable juego del sufragio universal.

Pero la polarización de la vida pública en los extremos, provocada por la


guerra de Libia y acentuada por la crisis económica de 1914, destruye las
bases del compromiso tradicional y de la táctica que sigue Giolitti desde que
detenta el poder. La situación en Italia es cada vez más tensa. La interrupción
de la emigración, la crisis de los transportes, la febril preparación de
armamento, provocan una crisis de trabajo, de materias primas y de la
hacienda pública. El precio del pan aumenta, en un país en el que todas las
revueltas empiezan delante de las panaderías. Las manifestaciones y los
conflictos se multiplican y acrecientan la aversión que las masas, sobre todo
los campesinos, sienten por la guerra.

21
Angelo Tasca

Los «fascios de acción revolucionaria», cuyo primer Congreso tuvo lugar los
días 24 y 25 de julio de 1915, en Milán, se muestran favorables a la intervención;
llevan a cabo una violenta campaña y refutan a la organización obrera y
socialista; pretenden la intervención de Italia, «sin demora». ¿Que los
socialistas se irritan? Se les meterá en cintura. El gobierno, cegado ante la
perspectiva de una guerra de corta duración, firma el Tratado de Londres sin
haber previsto nada; se ha comprometido a entrar en acción al cabo de un
mes y no tiene tiempo para prepararse ni militar ni políticamente. Sin
embargo, toma medidas contra el derecho de reunión y la libertad de prensa,
preludio del régimen de plenos poderes, que tiene como consecuencia hacer
más profunda la escisión entre las masas y el Estado.

«La crisis del Estado italiano –escribe Ivanoe Bonomi, ministro durante
la guerra y presidente del Consejo en 1921– empieza cuando la
intervención de Italia en la guerra, en 1915, hace que el proletariado
socialista se aparte decididamente del Estado y se sitúe en la oposición
más irreductible. Esta crisis llega a ser extremadamente peligrosa
cuando las condiciones de la entrada en guerra separan a Giolitti y sus
amigos del gobierno».

Sí, incluso Giolitti, el gran equilibrista, queda eliminado. El 9 de mayo de 1915,


trescientos diputados de la Cámara italiana –la mayoría– depositan su tarjeta
de visita en casa de Giolitti que, ignorante de que su suerte estaba echada,
había ido a Roma para defender su tesis del parecchio, la misma que Sonnino
había adoptado unos meses antes. El gobierno, que se ha comprometido a
intervenir en lo sucesivo al lado de los aliados (pacto de Londres del 26 de
abril) y que continúa sus relaciones con Viena y Berlín con el único objeto de
mantener mejor el secreto de su decisión, favorece las demostraciones de los
«intervencionistas», sobre todo en Roma, Milán y Bolonia. D’Annunzio
pronuncia, en Quarto, un importante discurso en favor de la guerra. En Roma,
los nacionalistas y los fascistas, movilizados con carácter permanente, se
manifiestan en contra del Parlamento. Salandra presenta su dimisión, pero el
rey le confirma su confianza y el gobierno sólo convoca las Cámaras para
colocarlas ante el hecho consumado; la guerra ha llegado. Giolitti tendrá que
esperar cinco años para volver al poder.

22
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

De esta manera, la Cámara, elegida por sufragio universal en las elecciones de


1913, en las que el desplazamiento hacia la izquierda había sido considerable,
y a pesar de su mayoría neutralista, será la que llevará al país a la intervención
y a una dictadura de derechas. ¿Cómo no ver la analogía de esta situación con
la posguerra, en la que la Cámara de 1921, compuesta por. una mayoría
democrática y antifascista, culminará en el gobierno Mussolini? En muchos
aspectos, las «jornadas radiantes» de mayo de 1915 son el ensayo general de
la marcha sobre Roma. La sustitución de la voluntad del Parlamento por las
del rey y de algunos hombres, la impresión de que el gobierno se ha dejado
forzar la mano por las manifestaciones de una minoría, a la que ha
abandonado la calle, crean en el pueblo la sensación de haber sido engañado
y violentado, circunstancia, ésta, que contribuirá directamente a la formación
del estado de espíritu antiparlamentario y «maximalista» de la posguerra.

«El torbellino de la guerra, lo hace olvidar en el momento mismo


–escribe Benedetto Croce en su Historia de Italia– pero lo que sucedió
entonces será irrevocable.»

La ligereza, la casi inconsciencia con que una parte de la clase dirigente lanza
a Italia a la guerra, preparan las decepciones de la paz que tanto han
contribuido al nacimiento del fascismo. Durante la lucha por la intervención
empieza también a fijarse, en los «fascios» de 1914-1915; el complejo de
demagogia, de nacionalismo exasperado, de antisocialismo y de reacción que
volverá a encontrarse en los «fascios» de 1919-1922. Desencadenada con
métodos facciosos, la guerra nacional –según constata el senador Vincenzo
Morello– «se hará en una atmósfera de guerra civil». Entre mayo de 1915 y
octubre de 1922, la filiación es, pues, directa e ininterrumpida.

23
Angelo Tasca

Capítulo II
LA REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA DE 1919
La guerra produce en Italia, cuya unidad no ha cumplido aún el medio siglo,
una terrible conmoción. Tras ella han quedado 680.000 muertos, según las
estadísticas fascistas, 460.000 según Pierre Renouvin (La Crise européenne et
la Grande Guerre), medio millón de mutilados e inválidos y más de un millón
de heridos. Sin grandes reservas acumuladas, Italia se ha visto obligada a
importar de todo: carbón, petróleo, caucho, cuero, las materias primas textiles
y una parte de los minerales y de los. productos alimenticios necesarios.

Por otra parte, no ha habido ningún gran ideal nacional que sostuviera este
esfuerzo ni transfigurase estos sacrificios. El «egoísmo sagrado» del gobierno
no ha sido, en el fondo, ni egoísta ni sagrado. Impuesta y planteada como una
guerra civil, la guerra deja tras de sí una herencia de vehementes pasiones y
de odios inextinguidos. Se apretaron los dientes el día de la movilización y el
día de la victoria no ha conseguido despegarlos. La victoria del Piave, en el
último momento, apenas compensa las derrotas de 1916 y de 1917.

En ningún otro país la desmovilización plantea problemas tan graves. Los


tradicionales derivativos de la emigración, mediante los cuales en 1913
salieron alrededor de 900.000 trabajadores y sobre todo campesinos sin
tierra, se van cerrando, cada vez más. ¿Dónde colocar a los que vuelven del
frente y durante cuánto tiempo podrán las fábricas de guerra mantener el
millón de obreros que trabajan en ellas?. ¿Cómo transformar la industria de
guerra en industria de paz? ¿Cómo, en medio del desorden general, de las
persistentes convulsiones y de las renacientes ambiciones, abrirse un camino
hacia el mercado mundial, desquiciado, empobrecido y acechado por
implacables competidores, mejor preparados y mejor equipados?

Sin embargo, todos miran hacia el futuro con el corazón lleno de esperanza.
La guerra ha trastornado hasta tal punto las condiciones de vida, ha
provocado tantos altibajos, que se espera que al final de esta época geológica
el sol ilumine un mundo nuevo. ¿No lo anunció así Lloyd George?

«El mundo de la posguerra debe ser un mundo nuevo... Después de la


guerra, los trabajadores deben ser atrevidos en sus reivindicaciones.»

El propio gobierno atribuye a la guerra el sentido místico de una revolución


que empieza.

24
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

«Esta guerra –proclama el 20 de noviembre de 1918 el presidente del


Consejo, Orlando– es también la mayor revolución político-social que
haya podido registrar la historia; supera incluso a la Revolución
francesa.»

«Sí –pondera el mismo día Salandra–, la guerra es una gran revolución.


Es la hora de la juventud. Que nadie crea qué después de esta
tempestad va a ser posible un pacífico retorno al pasado.»

Durante la guerra se hacen circular, con una total carencia de escrúpulos, las
fórmulas más incendiarias. A alguien que se preocupa por las consecuencias
de semejante propaganda, uno de los más fanáticos partidarios de la
intervención le da la siguiente respuesta:

«Si los soldados proletarios, para darles fuerte a los austríacos,


necesitan tratar a la burguesía de podrida y de traidora, no hay ningún
mal en ello, con tal que peleen.»

Este mismo propagandista reconocerá, más tarde, que «estas fantasías no


eran del todo inofensivas».

Mussolini, por su parte, ha mantenido durante toda la guerra, como titular en


la primera página de su periódico, la frase de Blanqui: «Quien tiene hierro,
tiene pan»; y esta otra de Napoleón: «La revolución es una idea que ha
encontrado bayonetas». Después del armisticio despliega sus velas al viento
que sopla:

«La guerra ha situado a las masas proletarias en el primer plano; ha


roto sus cadenas, les ha dado una gran importancia. Una guerra de
masas se acaba con el triunfo de las masas... Si la Revolución de 1789 –
que fue al mismo tiempo revolución y guerra– abrió las puertas y los
caminos del mundo a la burguesía, que había hecho un largo y secular
aprendizaje, parece que la revolución actual, que también es una
guerra, debería abrir las puertas del futuro a las masas, que han hecho
en las trincheras su duro aprendizaje de sangre y de muerte.»

Y sigue:

«El mes de mayo de 1915 ha sido el primer episodio de la revolución,


su comienzo. Durante cuarenta, meses la revolución se ha proseguido
bajo el nombre de guerra, pero no está acabada. Puede o no seguir ese
curso dramático que tanto impresiona a la imaginación; puede tener

25
Angelo Tasca

un ritmo más o menos acelerado, pero continúa... En cuanto a los


medios, no tenemos ningún prejuicio; aceptaremos los que sean
necesarios, los medios legales y los que llaman ilegales. Se abre una
etapa de la historia que podría ser definida como la etapa de la política
de las masas o de la hipertrofia democrática. No podemos entorpecer
el desarrollo de este movimiento. Debemos canalizarlo hacia la
democracia política y hacia la democracia económica».

Ésta es la atmósfera de exaltación con que se encuentran los combatientes,


los desmovilizados, al volver a sus casas, después de cuatro años de guerra,
con sus sufrimientos, sus rencores y sus ilusiones como único bagaje. Los
campesinos, sobre todo los del Mezzogiorno, vuelven para reivindicar su
derecho a la tierra. Los obreros tienen la vista puesta en Rusia, donde, desde
hace dos años, los bolcheviques tienen entablada una lucha de gigantes.

Europa presenta, cada vez más, un trágico y grandioso decorado.

«La caída de los Hohenzollern en Alemania –escribe un ex combatiente,


Pietro Nenni–, la descomposición del Imperio de los Habsburgo y la
huida del último emperador, el movimiento espartaquista en Berlín, la
revolución soviética en Hungría, en Baviera; en suma, todos los
acontecimientos extraordinarios y clamorosos de fines de 1918 y de
principios de 1919 impresionan la imaginación de todos y alientan la
esperanza de asistir al derrumbamiento del viejo mundo y de ver
entrar a la humanidad en una nueva era y en un nuevo orden social.»

Los ex combatientes son, en su gran mayoría, wilsonianos y demócratas, con


una imprecisa, aunque sincera necesidad de renovación, unida a una cierta
desconfianza hacia las antiguas castas políticas. Por todas partes se constituyen
asociaciones de excombatientes, que pronto se agrupan en la Asociación
nacional de Combatientes. Esta pretende desempeñar un papel autónomo, al
margen de los partidos tradicionales:

«Ningún partido, ninguna clase –proclama la Asociación–, ningún


interés, ningún periódico goza de nuestra confianza... Organizados e
independientes, haremos nuestra propia política».

En enero de 1919, el Comité central de la Asociación hace un llamamiento


para formar un partido de combatientes. En el primer congreso, reunido en el
mes de junio en Roma, se manifiesta un estado de ánimo muy hostil a los
fascistas y se adopta un programa netamente democrático: convocación de

26
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

una Constituyente, abolición del Senado y sustitución de éste por Consejos


elegidos por todas las categorías de trabajadores y de productores, reducción
del servicio militar a tres meses y prefiguración de una patria «distinta al
egoísmo nacional e integrada en la humanidad». Este programa, dice uno
de ellos, Emilio Lussu, «parece hecho expresamente para permitir una
colaboración con el partido socialista».

«Los combatientes –añade– eran, en sustancia, socialistas en formación,


filosocialistas, no porque conocieran a los clásicos del socialismo, sino
por un profundo sentido internacional, adquirido en la realidad de la
guerra y por la aspiración a la tierra de la mayoría de ellos, que eran
campesinos.»

¿Cómo aprovechará el partido socialista una situación semejante, en la que


todo parece favorecerle, en la que nada parece resistírsele, en la que todos,
hombres de gobierno, fascistas, excombatientes, utilizan su mismo lenguaje y
esperan ver cuál será su comportamiento? Su oposición a la guerra lo
determina casi oficialmente como el heredero del poder.

En marzo de 1917, unos meses antes de Caporetto, la dirección del partido


socialista, el grupo parlamentario y la C.G.L. habían publicado un documento
en el que exponían sus reivindicaciones inmediatas para la paz y para la
posguerra.

Este programa estaba concebido en previsión de las novedades sociales y


políticas «que están en el aire». En política exterior, el partido que había
participado en Zimmerwald exigía una paz sin anexiones forzosas y «respetuosa
de todas las autonomías», el desarme inmediato y simultáneo de los Estados,
la abolición de las barreras aduaneras, el establecimiento de «relaciones
jurídicas confederales entre todos los Estados civilizados». Semejante política
sólo podía triunfar si el proletariado pasaba al primer plano de la vida
nacional, gracias a una serie de «reformas institucionales, políticas y
económicas», que comportaban fundamentalmente «la forma republicana de
gobierno basada en la soberanía popular», la supresión del Senado, el
sufragio universal igual y directo, la total libertad de organización, de reunión,
de huelga y de propaganda, la elección de los funcionarios más importantes y
de los jueces, un sistema completo de seguridad social, los contratos
colectivos de trabajo y el salario mínimo, un importante programa de obras
públicas, la expropiación de las tierras mal cultivadas, etcétera. Este programa
es el que mantiene el partido socialista hasta mediados de 1918, pero el

27
Angelo Tasca

partido y las masas se han radicalizado a consecuencia de los sufrimientos


que la guerra había, impuesto, y sobre todo por reacción contra la forma
estúpida con que los emboscados del Fronte interno aprovecharon la disciplina
de guerra para proseguir la lucha contra la clase obrera y contra el partido
socialista. En este partido predomina cada vez más la tendencia de izquierda y
en el Congreso nacional de Roma, en septiembre de 1918, ésta obtiene una
aplastante mayoría. Esta nueva mayoría encuentra el programa de 1917
demasiado insulso, demasiado «reformista», pero no advierte que, ante todo,
hay que resolver otro problema, el del carácter, el contenido histórico de la
revolución italiana.

Ahora bien, en la Italia de 1918-1919 era necesaria una revolución


democrático-burguesa, tal como lo era en Rusia en marzo de 1917 y como
intentaron llevarla a cabo los bolcheviques después de su victoria de octubre.

En su artículo consagrado al cuarto aniversario de la revolución de Octubre,


Lenin señalaba:

«La tarea más imperiosa de la revolución en Rusia tuvo un carácter


burgués y democrático. Hubo que destruir, en el país, las super-
vivencias de la Edad Media, hubo que eliminar sin descanso el oprobio,
la barbarie, las trabas a cualquier tipo de cultura y de progreso...
Hemos llevado la revolución democrática y burguesa hasta el final.
Inflexibles y conscientes, nos encaminamos hacia la revolución social,
sabiendo muy bien que ninguna muralla infranqueable la separa de la
revolución democrático-burguesa. La amplitud de nuestro progreso
depende de nuestros esfuerzos; la lucha determinará el día de mañana
la amplitud de nuestras conquistas, que quedarán aseguradas para
siempre».

También en Italia habría que romper la dominación de las viejas castas


sociales, que con la guerra se ha hecho sentir más intensamente, y lograr que
las masas participaran en la vida política, en la construcción del Estado
popular. De esta forma, Italia podría, por fin, acabar su revolución nacional,
escamoteada por el Risorgimento. Se imponen una serie de reformas
profundas y nadie se atreve a oponerse abiertamente a ellas. Incluso el
problema del régimen no es ya un obstáculo importante; casi todo el mundo
es partidario de la eliminación de la monarquía o bien se resigna a su
desaparición. La guerra ha movilizado a las masas, cuyo entusiasmo puede
derrocar fácilmente los viejos sistemas.

28
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

República, democracia política y económica, reparto de tierras, constituyen lo


esencial de esta primera etapa de la revolución.

Casi todos los grupos y partidos aceptan una Constituyente y una serie de
audaces reformas sociales. A principios de enero de 1919, la Unión Italiana
del Trabajo, de tendencia nacional-sindicalista, y que más adelante propor-
cionará sus cuadros al sindicalismo fascista, invoca la «Constituyente nacional
concebida como sección italiana de la Constituyente de los pueblos». En
marzo, Mussolini hace un llamamiento en favor de la «Constituyente de la IV
Italia», e insiste en la idea de que los diputados elegidos en las próximas
elecciones «constituirán la Asamblea Nacional llamada a decidir sobre la
forma de gobierno». En abril, el partido republicano y los socialistas indepen-
dientes (tendencia Bissolati) conminan a la clase dirigente para que «ceda
pacíficamente el poder a las clases populares», exigen la convocación de «una
Asamblea Nacional constituyente con plenos poderes para establecer las
nuevas formas de representación del país y para que nombre rápidamente un
gobierno provisional para dirigir el nuevo Estado, hasta la aplicación del
nuevo estatuto nacional del pueblo italiano», y se pronuncian por la
instauración de una «república social». El partido radical hace un llamamiento
para «la renovación completa, profunda, total del Estado» y para «una
participación más amplia e inmediata de las clases obreras en el poder».
Incluso el Congreso de las Asociaciones «liberales» (es decir, de los
conservadores) reconoce la necesidad «de acelerar el ritmo de la evolución
de los tiempos». La corriente es tan fuerte que los grupos más dispares son
arrastrados por ella y pasan a engrosarla. El primer Congreso de la Asociación
nacional de Combatientes se adhiere a la idea de una Constituyente, y el de la
francmasonería, que se celebra en Roma, durante los mismos días (junio de
1919), se propone «realizar en lo político y social todas las transformaciones
que puedan dar un carácter, una orientación y una estructura democráticas,
al Estado». En octubre, todavía el Congreso nacional de los fascios, en
Florencia, reclama casi por unanimidad y «por todos los medios, la
Constituyente para una transformación fundamental del Estatuto que
permita conseguir una plataforma política, social y económica totalmente
nueva». La idea de la Constituyente se propaga sobre todo entre los cuadros
políticamente más activos de los soldados que están a punto de abandonar la
zona de guerra para volver a sus casas. Pietro Nenni, en un libro que es
ciertamente el mejor que se ha escrito sobre la crisis política de la posguerra
en Italia (Historia de Cuatro Años), nos informa a este respecto:

29
Angelo Tasca

«El que ha vivido estos meses de fiebre en que la alegría de la paz se


mezclaba con un profundo descontento ante las condiciones sociales y
políticas del país, donde los sentimientos más opuestos se encontraban
en una exaltación casi mística de los derechos del combatiente; el que
aún guarda el recuerdo de los primeros movimientos de las tropas de
línea hacia sus bases territoriales, sabe que no hubo concentración o
mitin, discusión o desfile de antorchas, en los que no se hablase de la
Constituyente. Y esta palabra se transmitía de un sector a otro,
quedando grabada en el cerebro de los desmovilizados. Cada uno le
daba el sentido y el valor que quería. Lo era todo y no era nada, o,
mejor dicho, podía serlo todo y no fue nada».

Y es que una «mística» de la Constituyente –de la que existían ya tantos


elementos difusos– no podía crearse por entero ni ser operante sin la acción
del partido que tenía entre sus manos a las masas populares. Pero,
justamente, éste acababa de eliminar la Constituyente de su programa. En el
debate que tuvo lugar en diciembre de 1918, la mayoría del grupo
parlamentario y la C.G.L. habían adoptado nuevamente las reivindicaciones
de 1917 y se habían pronunciado a favor de la Constituyente. Pero la
dirección del partido, elegida en el Congreso de Roma, declara que a partir de
entonces el objetivo debía ser «la institución de la República socialista y la
dictadura del proletariado». El conflicto se reproduce en el mes de enero
siguiente y se complica con un equívoco qué dejará igualmente impotentes a
los «reformistas» y a los «revolucionarios». 3

3
En la reunión del 18 al 22 de marzo de 1919, la dirección del partido había decidido por mayoría
(10 contra 3) la ruptura con el Buró internacional socialista y la adhesión a la III Internacional;
había también lamentado la indisciplina del grupo parlamentario, confirmado su programa de
diciembre y adoptado la huelga general como principal medio de acción en la política italiana. Sin
embargo, como empezaba a soplar un viento electoralista, la dirección rechazó las fórmulas más
radicales propuestas por Gennari en el curso de la discusión y se pronunció en favor de la tesis
centrista de Lazzari, confiando, por una parte, a la propaganda electoral la misión de «apoyar,
frente al sistema legislativo de la burguesía, el sistema de representación proletaria mediante los
consejos obreros», y apelando, por otra, al programa socialdemocráta del Congreso de Génova,
que propugnaba la conquista legal de los poderes públicos. En la atmósfera candente de este
período, pareció agravarse el conflicto de tendencias en el seno del partido, y esta elevada
tensión reinante acabó por crear una corriente apasionada en favor de la unidad. Los
acontecimientos reflejan una serie de sobresaltos apocalípticos. En marzo, nace en Moscú la III
Internacional, mientras que el nuevo régimen soviético, hacia el cual las masas vuelven sus
miradas con profunda simpatía, se ve seriamente amenazado por la evolución de la guerra civil.
En marzo, en Berlín, es aplastada la segunda revuelta espartaquista, pero el 21 estalla, en
Hungría, la revolución comunista, y el 7 de abril, en Munich, se proclama la República de los
Consejos. El Viejo Mundo es sacudido por una crisis que no parece tener ninguna salida y cuyas
manifestaciones, al prolongarse, se hacen insoportables para millones de hombres. Sobre todo, el
fracaso de la Conferencia de París y el abandono de los principios wilsonianos destruyen las
esperanzas que los pueblos habían puesto, por un momento, en la nueva paz, y les hace volverse
30
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Para que el partido socialista pudiera superar victoriosamente la crisis política


y social de la posguerra habría tenido que llegar al poder lo más pronto
posible. Pero los «reformistas» del partido y de la C.G.L. resucitan el programa
de 1917 como un derivativo de las fórmulas sin contenido de la «izquierda», y
sobre todo para evitar el espinoso asunto de la lucha por el poder. El orden
del día Turati-Prampolini, votado por la derecha en esta reunión de enero,
determinó que no había que tomar el poder, con objeto de no «eximir a las
clases y a las castas que han querido la guerra de las terribles responsabilidades
de sus consecuencias». En realidad, este argumento es tan válido contra el
programa de 1917 como contra toda acción por el poder, y se identifica con el
de los maximalistas, según los cuales no hay que intentar nada «en el marco
del capitalismo», puesto que la burguesía está condenada y más vale dejar
que se derrumbe bajo el peso de sus faltas y de su impotencia. Todo ello sin
contar con que ciertos reformistas, aunque se sirven de la «Constituyente»
para oponerla a la «dictadura del proletariado», no están en absoluto
dispuestos a luchar por ella, porque piensan en una próxima colaboración con
Giolitti, mucho más fácil en el marco de la monarquía constitucional.

Los «revolucionarios» no quieren Constituyente, precisamente porque los


demás la aceptan. El hecho de que todo el mundo hable de ella, les inquieta.
Una consigna que va de boca en boca... Si hubieran tenido el más mínimo
ápice de espíritu revolucionario, la hubieran adoptado precisamente por esta
razón. De esta forma, se hubiera reproducido, a escala nacional, la situación
de París en 1871, cuando «el alma confusa de la multitud atribuía a la
Comuna una especie de misteriosa virtud», cuando las ideas –C. Thalěs lo ha
señalado después de otros– quedaban un tanto eclipsadas por una palabra de
tan extraordinario prestigio, por una palabra salvadora».

hacia Moscú. Ni siquiera los socialistas de derecha, cuyos mejores elementos (en particular,
Turati, Treves y Modigliani) tienen una viva conciencia de la necesidad de un nuevo estatuto de
solidaridad europea, escapan a las repercusiones de este hecho. Habían puesto su esperanza en
París, y seguían la evolución de la Conferencia con una atención ferviente; en este sentido, sus
sentimientos, sus juicios no diferían de los de las masas populares y de la izquierda socialista.
Incluso llegaron a expresarlos con una mayor coherencia y lucidez. Sin tener en cuenta este
estado de ánimo no se pueden comprender algunas de sus manifestaciones, como, por ejemplo,
el artículo de Turati que llama a la acción y a la unidad del proletariado en contra de los
gérmenes de guerra que se siembran en París (Avanti, 31 de marzo de 1919); o como el
manifiesto del grupo socialista, adoptado el 4 de abril. En él no faltan las alusiones a la política
interior, e incluso se esboza un esquema de reformas constitucionales. Pero el acento está
esencialmente puesto en la lucha por una paz verdadera. Acaba con un llamamiento dirigido a los
obreros, a los socialistas y a los desmovilizados: «¡Vuestra hora ha llegado! Obligad a todos los
partidos socialistas a que se pongan de acuerdo, prescindiendo de las diferencias que les
separan; decid a esos señores de la Conferencia de París que se den prisa en acabar su tarea,
pues ha empezado una nueva era, para la cual ellos ya no cuentan. Proletarios, ¡en pie!» Esta
toma de posición reconcilia el grupo parlamentario con la dirección del partido.
31
Angelo Tasca

Pero, sobre todo, lo que estos revolucionarios quieren, según ellos, es «hacer
como en Rusia», y esto se reduce a repetir, como alucinados, las fórmulas que
el éxito de los bolcheviques ha puesto en circulación. En lugar de partir de los
problemas de la revolución italiana para buscar, «inventar» sus propias
formas de lucha, parten de fórmulas estereotipadas y mal asimiladas para
llegar a la revolución, y de esta manera no llegarán a ninguna parte. Cuando,
en Rusia, los bolcheviques hablan de los soviets, los soviets existen, incluso se
han creado al margen suyo y se remontan a la tradición, no olvidada, de 1905,
reflejando las tendencias profundas de una democracia a nivel de pueblo y de
fábrica, cuyas raíces se adentran profundamente en el pasado. El Comité
Ejecutivo de los Soviets se forma en Petrogrado el 27 de febrero de 1917, al
mismo tiempo que el Comité provisional de la Duma de Estado. Hasta el mes
de juño, los bolcheviques especulan sobre un «desarrollo pacífico –el más
deseable– de la revolución», pasan por la fase del «doble poder», compartido
y disputado entre soviets y gobierno provisional, luchan contra los
mencheviques y los socialistas revolucionarios para conseguir la mayoría en el
seno de los soviets, «que empiezan a transformarse, en un verdadero
gobierno popular». Incluso cuando lanzan la consigna: «¡Todo el poder para
los soviets!», no dejan de reclamar la convocatoria de la Constituyente, la
misma que ellos disolverán algunos meses después de la victoria de Octubre.
Cada uno de estos momentos cruciales –con las fórmulas que les
corresponden– nace del drama real de la Revolución y encuentra en ella su
pleno sentido.

En la Italia de 1919, la clase obrera sigue sin programa y sin dirigentes. Al


programa de 1917, adoptado por los socialistas, le ha faltado el espíritu
revolucionario, mientras que este espíritu se dispersaba y se desvanecía en
fórmulas extrañas para ellos; por un lado, el alma no ha encontrado su
cuerpo; por el otro» el cuerpo se ha quedado sin alma. Mientras tanto, las
masas siguen soñando; «durante algunas semanas –observa Mario Missiroli–,
el pueblo vuelve a su infancia y se eleva a las fuentes inmaculadas de la fe».
Estas masas sólo piden ser conducidas a alguna parte, con tal de que sea
hacia adelante, hacia ese inundo nuevo cuya febril espera es alentada por las
heridas abiertas por la guerra, pero su fe no encuentra intérpretes. A la
mística de la Constituyente se intenta oponer la mística de los soviets, sin que
ni, la una ni la otra lleguen a tomar cuerpo. No se oponen como una realidad
viva a otra realidad, sino como unas sombras a otras, que ocupan todo el
horizonte político y cierran, a derecha e izquierda, todas las salidas hacia el
poder.

32
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Entretanto, la situación económica de Italia empeora de mes en mes. Entre el


7 de marzo y el 22 de noviembre de 1919, son desmovilizadas once quintas
–de 1896 a 1906–. El malestar es general; las huelgas se multiplican.

«Varios son los factores que concurren en suscitar y alimentar el


descontento: la dificultad de reemprender un trabajo regular y
ordenado después de tantos años pasados en peligros y sufrimientos, y
también, en parte, en la ociosidad; la pereza producida por el agota-
miento de una voluntad demasiado tensa y demasiado explotada; la
reacción contra una disciplina rígida, soportada durante demasiado
tiempo; la irritación provocada por el incumplimiento de las promesas
de reformas económicas radicales, dadas con profusión a los
combatientes para estimularlos al supremo sacrificio; la rebelión, en
fin, ante el despilfarro de riquezas mal adquiridas. Pero el factor más
importante de desorden es, sin duda alguna, el continuo aumento del
coste de la vida. Los efectos de la inflación monetaria, que: tiempo
atrás habían sido frenados artificialmente, y la escasez de los
productos que se ofrecían a la población, impaciente por compensar la
abstinencia del período de guerra, aceleran el alza de los precios. El
encarecimiento de la vida provoca un aumento del malestar de las
clases laborales, las empuja a continuas demandas de aumento de
salario y las mantiene en un estado de irritación permanente y de
incertidumbre ante el futuro que se traduce, frecuentemente, en
violentas manifestaciones».4

Así, las huelgas que se intensifican hacia mediados de 1919 (200.000


metalúrgicos en el Norte, 200.000 obreros agrícolas en las provincias de
Novara y Pavía, los tipógrafos en Roma y Parma, los obreros de la industria
textil en Como, los marinos de Trieste, etcétera) lo único que logran es elevar
los salarios al mismo nivel que el coste incrementado de la vida.

Pero la lucha reivindicativa no basta ya para calmar las impaciencias. A partir


del mes de junio, y durante algunas semanas, la multitud, exasperada,
penetra en los almacenes, impone rebajas y, en algunas ocasiones, roba las
mercancías. Mussolini y los fascios –que se acaban de formar– proclaman su
solidaridad «ilimitada con el pueblo de las provincias italianas que se ha
sublevado contra los acaparadores», exaltan «las gestas concretas y decididas
de santa venganza popular». «Il Popolo d’Italia» manifiesta la esperanza de
que «en el ejercicio de su derecho sagrado, la multitud no se limite a atacar a
4
Giorgio Mortara, Perspectivas económicas
33
Angelo Tasca

los criminales en sus bienes, sino que empiece a hacerlo también en sus
personas»; pues, «algunos acaparadores colgados de los faroles y algunos
encubridores aplastados bajo las patatas o el tocino que pretenden esconder,
servirían de ejemplo». Mussolini denuncia la confusión del partido socialista y
de la C.G.L., desorientados y desbordados, y se burla del manifiesto en el que
éstos se preocupan de «no crear ilusiones fáciles».

Italia entera está en la calle. El gobierno no puede hacer nada porque no


dispone de las fuerzas necesarias para intervenir en todas partes al mismo
tiempo.

«Para reunir la fuerza pública suficiente para contener los disturbios


–escribirá Tittoni, ministro en el gobierno Nitti–, habría sido necesario
desguarnecer de policías y de gendarmes las otras regiones de Italia.
Varias veces me he preguntado qué hubiera podido hacer el gobierno
si un movimiento de rebelión hubiera estallado al mismo tiempo en
toda la península».

La agitación contra la carestía de la vida toma rápidamente un carácter


nacional, pero no hay nadie capaz de coordinarla, de dirigirla, de darle un
objetivo y, de esta forma, transformar en realidades la fuerza que ella
representa; La dirección maximalista del partido socialista no quiere «crear
ilusiones» y lo remite siempre todo (no hará otra cosa hasta la marcha sobre
Roma) a la «revolución próxima», la verdadera, la que tendrá el marchamo de
«autenticidad» de Moscú.5 Entretanto, los comerciantes, en Bolonia por
5
El 4 de julio, el secretario del partido, Lazzari, invita a los socialistas «a estar atentos y vigilantes,
puesto que los acontecimientos se precipitan hacia su desenlace fatal». Entretanto, por todas
partes surgen «soviets de aprovisionamiento», «comités populares de requisición», mientras
que, por otro lado, las «comisiones de precios» municipales, o en su defecto los prefectos,
ordenan requisiciones y tasaciones, imponiendo unas tasas que a veces llegan hasta el 50 %. Se
hace preciso elegir: o bien se utilizan los organismos administrativos legales para imponer una
tasación, o bien se pasa a la acción directa extralegal. El caso de Turín es característico. La Bolsa
del Trabajo había delegado sus «comisarios obreros» en las «comisiones administrativas de
vigilancia y de reglamentación del abastecimiento», creadas por las autoridades. La comisión
ejecutiva de la sección, socialista no aprueba estas delegaciones, que constituyen, un «acto de
colaboración», y amenaza con sancionar a los eventuales «indisciplinados» (Avanti, 7 de julio). La
Bolsa del Trabajo hace entonces marcha atrás y mediante un nuevo manifiesto anuncia la
dimisión en bloque de los comisarios ya designados. A partir de entonces —estando ya a salvo la
nueva ortodoxia— no se hizo ya nada concreto para luchar contra la carestía de la vida
La dirección del partido socialista se reunió el 10 de julio, cuando el movimiento estaba ya en su
declive, y votó un orden del día presentado por Gennari en el que «exhorta a los camaradas y a
los trabajadores... a rechazar toda forma de colaboración con los comités de aprovisionamiento,
comités mixtos, etc.», y a crear, por el contrario, «allí donde todavía no existan, consejos obreros,
formados solamente por los representantes directos del partido, de las organizaciones proletarias
y de las asociaciones proletarias de mutilados. En estos consejos, su tarea será, por el momento,
orientar y ampliar la agitación actual contra la carestía de la vida. Su acción se desarrollará
34
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

ejemplo, llevan las llaves de sus almacenes a las Bolsas del Trabajo, mientras
que la administración socialista impone un baremo de precios. En los
municipios, en las Bolsas de Trabajo es donde está el «segundo poder» que se
alza contra el Estado, y en ausencia del Estado son ellos los «soviets»
italianos, tal como han sido formados por las antiguas tradiciones de la vida
municipal y la historia reciente del movimiento obrero. Pero estos «soviets»
no están hechos «como en Rusia», y los supuestos dirigentes se obstinan en
crear unos que sean copia exacta del modelo ruso. Como la revolución tiene
un carácter italiano y popular, los «revolucionarios», que quieren crear los
«soviets por todas partes», pasan por su lado sin reconocerla.

En cambio, se organiza, para los días 20-21 de julio, una huelga general –que
tendría que haber sido internacional– de solidaridad: con las Repúblicas
Soviéticas de Rusia y Hungría. Esta huelga ha sido decidida en la Conferencia
de Southport, pero en el último momento, a última hora, la C.G.T. francesa
hace marcha atrás y los socialistas italianos son los únicos en hacer honor al
compromiso.6 Todo el mundo espera que suceda algo grave, la atmósfera está
cargada y llena de inquietud, pero no sucede nada. La huelga «política»

exclusivamente en el terreno de la lucha de clases y se ajustará al principio según el cual una


acción decisiva del proletariado debe desembocar en ta conquista del poder político y
económico, y que este poder, basado en la dictadura del proletariado, debe ser confiado por
entero a las organizaciones de la clase obrera» (Avanti, 11 de julio).
Todo quedó sobre el papel y el movimiento se apaciguó, dejando tras de sí una situación
agravada.
6
Durante las conversaciones habidas en. Roma y en Milán a finales de mayo de 1919, entre
algunos socialistas extranjeros (Jean Longuet, Ramsay McDonald, Buxton) y los dirigentes
socialistas y sindicalistas italianos, la dirección del P.S.I. había hecho «la propuesta concreta, de
una huelga general que fuese una manifestación de fuerza, que se haría simultáneamente en
Francia, Inglaterra e Italia, como gesto de solidaridad con el gobierno de los soviets y como una
amenaza, que no sería inútil; contra la política de Versalles», y había invitado a los camaradas «a
estar dispuestos a seguir el llamamiento del P.S.I. para dar a la manifestación una amplitud y una
resonancia como nunca había tenido lugar en Italia» (Avanti, 9 de junio de 1919). La C.G.L. hizo
un llamamiento análogo. Hubo una primera entrevista con los sindicalistas, en París, el 14 de
junio; posteriormente se celebraron otras, en las que participaron D’Aragona, Lazzari, Serrati. Los
dirigentes de la C.G.T. francesa se comprometieron a dar la orden de huelga, aún cuando los
ingleses no mantuviesen el acuerdo. En el Congreso tradeunionista de Southport, donde
D’Aragona hizo unas declaraciones extremistas, se decidió, en la sesión del 27 de 'junio, llevar a
cabo la manifestación común los días 20 y 21 de julio, pero «en la forma más adecuada a las
circunstancias y según los métodos usuales en cada país». Esta fórmula significaba prácticamente
que en Inglaterra no habría huelga. A pesar de ello, las organizaciones italianas (C.G.L., P.S.I.) y el
sindicato de ferroviarios anunciaron la huelga para el día previsto e hicieron público un
manifiesto en este sentido, el 12 de julio. En el último momento (18 de julio), la C.G.T. decidió
aplazar la huelga, y algunos dirigentes del sindicato de ferroviarios italianos siguieron su ejemplo.
Estos fueron desautorizados y la huelga tuvo lugar, a pesar de todo, aunque en medio de la
confusión creada por estos últimos incidentes. Hay que hacer constar que, al principio, la
Confederación blanca había convenido «un paro para el 21» con la finalidad precisa de «protestar
contra la falsa Paz de Versalles». Pero volvió en seguida sobre sus pasos, presionada, en
particular, por la dirección del P.P.I.
35
Angelo Tasca

queda reducida a un desfile que se lleva a cabo sin ardor, sin que se
manifiesten las pasiones y los intereses que han provocado las revueltas
contra la carestía de la vida. La pesadilla de las clases dirigentes se disipa;
recobran confianza y se preparan para la lucha.7

Mientras las ciudades sufren las conmociones de las huelgas, de las


agitaciones contra la carestía de la vida y de los conflictos industriales, en el
campo se inicia una revolución que escapa también al control de los
dirigentes socialistas y sindicalistas. Masas de campesinos ex combatientes
ocupan las tierras sin cultivar, los latifundios, y se instalan en ellos.

«Durante la guerra siempre se había hablado de la tierra para los


campesinos. Y hay promesas que no se hacen impunemente. Cuando
los campesinos invadieron algunas tierras del agro romano, se vio a los
soldados de un regimiento glorioso por su heroísmo aplaudir a los
campesinos invasores que llevaban sobre el pecho sus condecoraciones
de guerra» (Nitti).

Durante el mes de agosto, el movimiento se extiende por el campo romano y


alcanza el Mezzogiorno. El partido socialista, que continúa con la vista puesta
en Rusia, donde, sin embargo, el. «hambre de tierra» del campesino ha sido el
factor esencial de la victoria revolucionaria, permanece ajeno a esta presión
de las masas rurales, que no poseen el carnet de ningún partido ni sindicato y
que, a veces, se movilizan tras una bandera tricolor.

7
Para comprender las repercusiones negativas, en el campo obrero, de este estéril alarde de
fuerzas, hay que recordar que la dirección del P.S.I. había anunciado el 20 de marzo de 1919 la
preparación de una huelga general revolucionaria. Pero en seguida había tomado
la precaución de explicar que la huelga del 20 y 21 de julio no podía tener este carácter. El 4 de
julio, Nicola Bombacci declara en Avanti que la huelga tendrá «un carácter de simple demostración
de fuerza y no revolucionaria», añadiendo, sin embargo, que no se renunciaba «ni siquiera a una
coma del programa ni a la preparación de la huelga de expropiación». Pero esta utilización de
instrumentos «revolucionarios» para fines de simple demostración, no tiene en cuenta las
repercusiones que éstos tienen tanto sobre la psicología de las masas puestas en movimiento,
como sobre la burguesía, que atravesó una verdadera crisis de pánico. La dirección del partido no
abandona; sin embargo, las posiciones de marzo de 1919. En vísperas del Congreso de Bolonia,
con ocasión de las reuniones de los días 7 al 10 de septiembre, «al tiempo que reafirma que la
huelga general para la virtual toma del poder por el proletariado debe estar precedida por una
preparación práctica y técnica seria, además de la preparación espiritual, decide intensificar este
tipo de trabajo y pasa al orden del día». Estos nobles propósitos tampoco llegaron a realizarse.
Haciendo el balance de los acontecimientos, la C.G.L. escribe en su informe al Congreso de
Livorno: «La acción revolucionaria fallida trajo consigo, no diremos el desaliento, pero sí una
brutal disminución de las esperanzas de los obreros, y reforzó, al mismo tiempo, la voluntad,
hasta entonces débil, de los industriales , de lanzarse a una lucha que quebrantó el poder del
movimiento obrero» (Cf. A. Lanzillo, La C.G.L. nel sessennio 1914-1920, Milán, 1921; P. Nenni,
Storia di quattro anni, Milán, , 1927; reed. Turín, Einaudi, 1946).
36
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

En noviembre, las elecciones políticas muestran la nueva cara de Italia.


Gracias a Nitti, son las primeras elecciones verdaderamente libres desde la
unidad del reino. El sistema de representación proporcional que acaba de ser
adoptado, favorece el desarrollo de los grandes partidos, el socialista y el
«popular» (católico). Este último apenas tiene un año de vida y ya está en el
primer plano de la política italiana. El Vaticano ha levantado oficialmente el
non expedit, a pesar de la «cuestión romana». Los católicos han podido votar
y pasan a ocupar su lugar en la vida nacional, en el marco del Estado unitario.
Es una revolución dentro de la revolución, puesto que el año 1919 es
ciertamente el año de la revolución italiana, de la revolución democrática. Las
masas han empezado su lucha por el pan, por la tierra y por la libertad. Los
puentes con el pasado parecen definitivamente cortados; de esta revolución
saldrá oficialmente una verdadera nación, un Estado popular. Es el presagio
seguro de la Cuarta Italia.

37
Angelo Tasca

Capítulo III
MUSSOLINI Y EL FASCISMO DE «PRIMERA HORA»
Con el armisticio, Mussolini siente que ha llegado para todo el mundo la hora
del redde rationem, incluso para él. La dictadura del Fronte interno que lo
protegió durante la guerra se ha acabado. Para salvarse de la marea creciente
de las masas exasperadas ya sólo puede contar consigo mismo. Con la
desmovilización empieza para él una aventura personal, una lucha hasta la
muerte que apenas le deja posibilidad de elección. Ningún bagaje ideológico
o sentimental le estorba; no tiene, como es sabido, «ni los escrúpulos ni la
fidelidad propios de la convicción». Los autores no le proporcionan principios,
sino las fórmulas de lucha que necesita. Siente frente al pensamiento una
especie de desconfianza y de incomodidad que le hace acogerse a todo
aquello que legitima la irracionalidad y la incoherencia. A menudo, a través de
lecturas de tercera mano, aunque con instinto seguro, plagia la «voluntad de
poder» de Nietzsche, lo «único» de Stirner, la intuición bergsoniana, los
«mitos» de Sorel, el pragmatismo y, como último descubrimiento, el
relativismo de Einstein. Sólo utiliza las ideas para desembarazarse de las
ideas. Se le reprocha el haber traicionado los «principios» y, sin embargo, él,
en sus incursiones, recoge todo aquello que quita o parece quitar a los
principios su realidad, su poder de compromiso; si «no es necesario ser
consecuentes» con los principios, ¿dónde está la traición? El hecho, la acción,
es lo único que cuenta y a nivel de la acción no se traiciona; se gana o se
pierde. Pero Mussolini sabe muy bien que, incluso en la lucha de cada día, no
puede prescindir de ideas generales, y por eso, en cada ocasión, coge las que
necesita sin importarle su procedencia. Se dedica entonces a hacer «filosofía»
de pacotilla, y a hurgar en el fondo del cajón de los tópicos, lanzándolos luego
con un aire de suficiencia y de desafío en el que se refleja la doble faz de M.
Jourdain y de Eróstrato. Ironiza sobre los principios eternos y estereotipados y
afirma que «el imperialismo es la ley eterna e inmutable de la vida».
Reprocha al marxismo haber simplificado demasiado la historia, y al mismo
tiempo proclama que «es la sangre lo que mueve las ruedas sangrientas de la
historia». De esta forma, huye de los esquemas para caer en los lugares
comunes, pero cuando éstos son gráficos tienen un enorme poder de difusión
en esta gran provincia que es Italia. Además, se les puede reemplazar
fácilmente por otros lugares comunes y por otras imágenes, sin preocuparse
del pasado y sin comprometer el futuro.

38
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Eso es lo que necesita Mussolini, él, que el 29 de enero de 1919 se declara


«un cínico insensible a todo lo que no sea aventura, loca aventura». ¿Hay que
tomarle la palabra y juzgarlo según su propia definición? Aventurero lo es,
pues en su vida no persigue otro objetivo que su propio éxito y a sus ojos
todo queda convertido en una oportunidad y en un instrumento; cínico
también lo es, puesto que, según uno de sus amigos que, sin embargo, le
seguirá siendo fiel, «amistad y sentimiento no ocupan ningún lugar en su
corazón». Pero en él no hay nada del Titán que escala el cielo, nada del héroe
romántico arrastrado por la furia de sus pasiones; más bien se parece a «un
clásico, porque sabe interpretar todas las grandes pasiones sin sentirlas»,
pasiones individuales y colectivas que toca como si fueran teclas de un
teclado. Angélica Balabanov, que lo conoció bastante bien en otro tiempo, ha
recordado episodios en que Mussolini aparecía como un pobre diablo,
temeroso del pinchazo de una inyección; otros nos lo han descrito avanzando
con gran arrojo por entre una muchedumbre hostil. Pero la psicología
corriente, que habla de su cobardía o de su valor, no llega a ver su verdadera
personalidad. Mussolini es, ciertamente, demasiado calculador para ser
auténticamente valeroso, pero calcula lo suficiente como para no ser esclavo
de sus nervios; tiene una gran visión de lo que conviene para su triunfo y
siempre acaba haciendo lo que este triunfo exige. No hay en él ninguna
afición al riesgo por el riesgo, pero después de haberlo intentado todo por
evitarlo o por reducirlo, acepta, si es necesario, lo que le imponga, la
situación, para así poder afirmarse o para no ser eliminado. Cuando estalla la
guerra mundial se guarda muy bien de seguir a los «garibaldinos» a Argona o
de alistarse, después de mayo de 1915, como hace su amigo Corridoni.
Únicamente va al frente cuando le toca ir con su quinta, y cuándo es herido,
en un incidente sin importancia, durante unos ejercicios de lanzamiento de
granadas, vuelve a Milán, donde permanece hasta el fin de la guerra. No ha
tomado parte en ningún ataque, pues su vida es demasiado preciosa para
exponerla al azar de «una bala estúpida», pero con sus treinta y ocho días de
trinchera paga el tributo estrictamente necesario para poder volver a su
periódico sin ser demasiado molestado, y luchar en él por su propio futuro. Si
no hubiera ido al frente todo se habría perdido para él; pero en ningún
momento ha pensado en inmolarse, como hicieron Corridoni o Battisti, por
los fines supremos de la guerra. Para Mussolini el fin supremo sigue siendo el
propio Mussolini; no reconocerá jamás ningún otro.

39
Angelo Tasca

Sin embargo, la simple ausencia de principios o de escrúpulos, aunque sirve a


su juego personal, no puede llevarle muy lejos. A pesar de su orgullo
hipertrofiado («aún no he encontrado a nadie que pueda igualarse a mí»,
confió antes de la guerra a un amigo suyo), Mussolini sabe que si se queda
solo está perdido. El 10 de noviembre de 1918, día del «desfile de la victoria»,
sube a un camión de arditi. Después de dar una vuelta por las calles de Milán,
van a parar a un gran café del centro; allí Mussolini arenga a sus hombres

«¡Arditi! ¡Camaradas! Yo os he defendido cuando los cobardes filisteos


os difamaban... El centelleo de vuestros puñales y el estallido de
vuestras bombas harán justicia a todos los miserables que quieran
impedir el desarrollo de la gran Italia. ¡Italia es vuestra...! ¡Vuestra!»

Los arditi alzan sus puñales, los hunden alrededor de la bandera que han
extendido sobre la mesa y gritan a coro: «¡Viva Italia!»

Así es como se constituye una guardia de corps para hacer frente a lo más
urgente.

Pero Mussolini es un hombre político y sabe que necesita aliados, una


organización sobre la que apoyarse. El partido socialista y los sindicatos de la
C.G.L. le son hostiles. Sin embargo; quizá se produzca una fisura: en ese
bloque; la dirección del partido y el Comité directivo de la C.G.L. están en
desacuerdo. La C.G.L. acaba de confirmar en su Congreso de Bolonia, a finales
de enero de 1919, el programa de 1917, el programa de la «Constituyente».
Mussolini vibra de esperanza y le da su adhesión. Es posible que la C.G.L.
rompa el pacto de alianza qué acaba de establecer con el partido socialista y
recobre su autonomía. Posiblemente se ya a la creación de ese Partido del
trabajo –a imagen del Labour Party inglés– que recibiría el apoyo de un buen
número de dirigentes de la C.G.L. Mussolini podría colaborar en él con su
periódico, que, durante este tiempo, de «diario socialista» se ha convertido
en diario de los «productores»; entretanto sostiene, en Il Popolo d’Italia, una
campaña en favor de la unidad sindical y, en particular, la «Unión Italiana del
Trabajo», cuyos dirigentes son amigos suyos y preconizan, igual que él, una
especie de «socialismo nacional». La «Unión Italiana del Trabajo» se había
pronunciado en favor de la intervención de Italia en la guerra, pero si entra en
el seno de la C.G.L. la cuestión de principio será superada. En la nueva C.G.L.,
en el nuevo «Partido del Trabajo», también serán admitidos los que han
apoyado la guerra y Mussolini podrá, de una vez, volver a establecer el
contacto con las masas, que había perdido durante los años de guerra.

40
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Sin embargo, Mussolini no se compromete a fondo en este sentido, a causa


de las dificultades que encuentra, que resultan mucho mayores de lo que él
había previsto –la C.G.L. rechaza, poco después, la unión con la U.I.T.,
precisamente por la actitud que esta mantuvo durante la guerra–, y porque
no le gusta: apostar nunca a una sola carta. Si planea un acercamiento al
movimiento socialista, es con los socialistas de derecha y, sobre todo, con los
dirigentes de la C.G.L. Pero, al mismo tiempo, no quiere compartir con los
socialistas «derechistas» el riesgo de ser desbordado por las masas, que se
han vuelto impacientes y exigentes. Así, pues, Mussolini hace simultáneamente
«socialismo nacional» y demagogia, convirtiéndose, de esta forma, sin
sospecharlo aún, en el precursor de todos los «fascismos». Desde enero,
toma postura en favor de la huelga de Correos y Telecomunicaciones y en
favor de los ferroviarios.

«Sus reivindicaciones –escribe– deben ser aceptadas inmediatamente.


¿Qué hace falta? ¿Dos, tres, cinco mil millones? Pues qué se
encuentren. En el país, mediante el censo de la riqueza nacional, y en
el extranjero pidiendo préstamos.»

Los ferroviarios deben conseguir su unidad sindical; una sola organización los
agrupará a todos, «desde el inspector hasta el peón». Y cuando en marzo los
ferroviarios presentan el pliego de sus reivindicaciones, él las apoya todas
«sin reservas», incluida la del derecho de huelga, aunque en Italia el
ferrocarril sea un servicio público. Durante el mismo mes, otro acontecimiento
le permite establecer un nuevo puente con el movimiento obrero. Los
obreros de la empresa Franchi y Gregorini de Dalmina (Bérgamo), organizados
en la Unión Italiana del Trabajo, presentan un «memorándum» en el que
reclaman, sobre todo, la semana inglesa. Al ver rechazada su petición, se
encierran en la fábrica, izan una bandera tricolor en la chimenea y continúan
la producción, declarando que no saldrán si no se les da plena satisfacción. Es
la primera ocupación de fábricas de la posguerra; en Italia. Mussolini la saluda
en su periódico:

«La negación de los metalúrgicos a abandonar las fábricas es la


traducción en hechos de las nuevas orientaciones del movimiento
obrero internacional, cuyos fenómenos reveladores han sido ya
recogidos y analizados por nuestro periódico. Esto significa el
abandono de la huelga tradicional, funesta para la clase y para la
nación. La formación del «Consejo de los obreros», que durante tres
días ha dirigido la empresa, que ha asegurado su funcionamiento en

41
Angelo Tasca

todas las secciones, representa el intento honrado, el esfuerzo


laborioso, la ambición digna de suceder a la clase que se llama a sí
misma burguesa, en la gestión de la producción».

Después de la victoria, Mussolini es llamado a Dalmina, donde exalta la


proeza de los obreros que han «inaugurado, la huelga creadora que no
interrumpe la producción», y les anima a perseverar:

«El tiempo y las condiciones que os han fijado los industriales no os


han permitido demostrar lo que sois capaces de hacer, pero vosotros
habéis demostrado vuestra voluntad, y yo os digo que estáis en el
buen camino».

Tras él toma la palabra Michele Bianchi, futuro secretario general del Partido
fascista y futuro «Cuadrunviro» de la marcha sobre Roma. Así, la primera
ocupación de fábricas se hace bajo los auspicios del fascismo naciente.

Durante la revuelta de junio-julio contra la carestía de la vida, Mussolini y los


fascios se entregan a una demagogia desenfrenada frente a los socialistas y la
C.G.L. La cantilena de Mussolini es la de todos los demagogos, cuya
demagogia encubre, y sirve un oportunismo congénito: «¡Hacer pagar a los
ricos!» Pero él sabe muy bien que para salvar las finanzas italianas, para hacer
bajar el coste de la vida, satisfacer las antiguas y las nuevas necesidades de las
masas y remontar la crisis, hace falta algo más que «diezmar la riqueza» o
colgar de un farol a algunos «acaparadores». Pero bien hay que tirar algunos
puñados de tierra en las bramose canne del Cancerbero popular.

«Las cajas están vacías –escribe el 10 de junio–, ¿quién tiene que


llenarlas? Evidentemente no somos nosotros, que no poseemos ni
casas, ni automóviles, ni fábricas, ni tierras, ni empresas, ni cheques;
los que pueden hacerlo son los que deben pagar. He aquí lo que
proponemos: o bien los poseedores se expropian a sí mismos, o bien
invitamos a la masa de ex combatientes a ir contra estos obstáculos y
derribarlos.»

Estos discursos contribuyen, sin duda, a mantener la situación en un estado


de paroxismo, pero no significan, en absoluto, que el «socialista» renazca en
Mussolini, que, por otra parte, no había sido más que un socialista descarriado
y reaccionario a pesar suyo. Entre Mussolini y su propio pasado hay una
barrera de odio, de desprecio y de sangre. No se le perdona, menos aún que
la traición en sí, el modo de llevarla a cabo, el denario de Judas que le había

42
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

servido para fundar su periódico. «Il modo ancor m’offende». Aunque cubriese
su cabeza con cenizas o aunque recitase el mea culpa, cosa, por otra parte, a
la que su orgullo no se plegaría jamás. Pero aún hay más; Mussolini no ha sido
nunca socialista, no ha sido nunca otra cosa que mussoliniano. Dentro del
partido socialista, escogió la izquierda, sobre todo porqué los viejos diligentes
estaban a la derecha y había que eliminarlos de su camino. Apenas llegado al
«Avanti» eliminó a Claudio Treves, rechazando sus artículos, porque quería
ser el único en dirigir el periódico, su periódico. Esto dio lugar a un duelo.
Después de ser expulsado del partido no piensa más que en «hacerle pagar»
la humillación sufrida, y la lucha encarnizada que sostiene contra él está
marcada por el ansia de desafío y guiada por la obsesión del desquite. Pero
Mussolini no sólo ha cambiado de campo, como un capitano di ventura del
Renacimiento, sino que, al mismo tiempo, ha roto los lazos con su vida de
bohemio y de desclasado. Se inicia por primera vez en la buena vida, tiene
amantes. Su «voluntad de poder» se une al gusto por la vida, por la belle vie,
lejos de la mugre y de la miseria. El dinero no le basta y no determina, por sí
solo, su conducta; pero no puede prescindir ya de él, porque desde ahora
sabe que «el dinero hace la guerra» y que, en 1914, sin el dinero de Naldi y
Barrère él habría sido reducido a la impotencia. Quien lo conoció en 1912-
1913, con su aspecto lastimoso, sus mejillas descarnadas y sus ojos febriles y
lo ve ahora en la Galleria de Milán, vestido de negro, el cuello poderoso
asentado sobre un torso redondeado, la cara achatada y abotargada, duda de
que sea el mismo, hasta tal punto se ha transformado. 8 Si Mussolini adula las
pasiones populares no es porque las comparta; lo que quiere es ganar tiempo,
no ser destrozado inmediatamente. Él sigue la corriente, adelantándose a
veces a ella aunque sin entregarse nunca, e incluso la incita, pero con el único
fin de hacerla fracasar mejor, pues todos sus gustos y sus necesidades le
empujan al otro lado de la barricada.

Por esta razón, Mussolini no duda ahora, en absoluto, en romper con los
«intervencionistas» demócratas que, junto con Bissolati, siguen fieles a sus
concepciones, incluso después del armisticio, y continúan oponiéndose a la
política miope de Sonnino. Bissolati, también él antiguo director de Avanti,
fue uno de los cuatro diputados socialistas excluidos del partido en 1912, a
propuesta de Mussolini, por su actitud demasiado «nacional» durante la
guerra de Libia. Después de haber participado en la campaña en favor de la
intervención de Italia, se enroló en mayo de 1915, a los cincuenta años,
recobrando su grado de sargento y haciéndose enviar, rápidamente, a

8
Recuerdo personal.
43
Angelo Tasca

primera línea. Herido por dos veces, en julio, en el ataque del Monte Nero, se
niega a quedarse en Roma y, aunque debilitado por las sucesivas operaciones
quirúrgicas que ha tenido que sufrir, vuelve al frente en pleno invierno,
siempre como sargento. Por su gran valor obtiene una segunda medalla con
ocasión de la gran ofensiva austríaca de la primavera de 1916. La grave crisis
de junio le fuerza a participar en «el gobierno de «unión nacional» que acaba
de constituirse. Una vez ministro, no cesa de combatir ni un solo momento
contra el «egoísmo sagrado», declara que la guerra tiene un objetivo superior
al de la culminación de la unidad nacional y proclama la necesidad de una
estrecha colaboración con los pueblos de la monarquía austro-húngara, en la
lucha por la conquista de las autonomías nacionales. Como consecuencia del
conflicto siempre latente con Sonnino, que se agravó la víspera de la
Conferencia de París, Bissolati dimite, siendo muy pronto seguido por Nitti.
Abandonando el ministerio, quiere poder conducir, con entera libertad, su
campaña, en favor de una paz auténticamente democrática, y pide que Italia
no quede prisionera del tratado de Londres.

«El barón Sonnino –declara Bissolati en una entrevista–, proclama la


intangibilidad del pacto de Londres que asigna Fiume, ciudad muy
italiana, a los yugoslavos, e insiste en la posesión de Dalmacia (donde
los italianos son una ínfima minoría). Yo sostengo lo contrario; Fiume
debe formar parte integrante del reino de Italia y Dalmacia debe ser
atribuida a los yugoslavos.»

El respeto por el principio de las nacionalidades y los intereses de Italia


coincidían; permaneciendo fiel a los compromisos del «Pacto de Roma»,
firmado en abril de 1918 con los representantes de los futuros Estados
sucesores de la monarquía austro-húngara, 9 Italia podía ser la «primera de las
naciones pequeñas» y vivificar, con su aportación, una Europa verdadera-
mente pacificada y renovada en sus fundamentos. Pero cuando llega el
momento del reparto, Sonnino y los nacionalistas italianos se obstinan en
querer materializar las Ventajas del Tratado secreto de Londres –la anexión

9
En la Conferencia de Roma, celebrada con la autorización del gobierno italiano, los delegados
italianos, polacos, rumanos, checos y yugoslavos habían proclamado la necesidad de la lucha común
contra la monarquía, de los Habsburgo a fin del que «cada pueblo realizara su liberación total y su
unidad nacional completa en un estado libre».. Italianos y yugoslavos, en un acuerdo. particular,
reconocían que «la unidad y la independencia de la nación yugoslava eran de un interés vital para
Italia, al igual que la culminación de la unidad nacional italiana era de un interés vital para la nación
yugoslava». Unos y otros se comprometían a desarrollar «su acción para que durante la guerra y en
la paz, se alcanzaran totalmente los objetivos de las dos naciones». Se pronunciaban, al mismo
tiempo; por la defensa común del Adriático contra toda hegemonía. Entre los miembros de la
delegación italiana que habla concluido este acuerdo estaba también Benito Mussolini.
44
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

de Dalmacia– pidiendo al mismo tiempo la anexión de Fiume en nombre de


ese principio de las nacionalidades que el Tratado de Londres, consule
Sonnino, había sacrificado, puesto que atribuía Fiume a Yugoslavia. 10
Mussolini se pone de su parte e inicia una campaña extremadamente violenta
contra toda «renuncia». Bissolati, invitado por la «Familia italiana en favor de
la Sociedad de Naciones», va a Milán el 11 de enero para dar la primera
conferencia de una serie destinada a exponer y difundir las ideas wilsonianas
en favor de una paz fundada en el derecho y en la justicia». Mussolini moviliza
entonces a sus amigos, denuncia la «cobardía» de Bissolati, y provoca un
escándalo en la Scala que le impide pronunciar su discurso. La ruptura con
toda posibilidad democrática en la acción fascista es, a partir de entonces,
fatal; se producirá, como siempre, en la línea de menor resistencia, lo del
nacionalismo exasperado.

Pero, a causa de esto, el gobierno italiano se ve metido en un callejón sin


salida. Se ha hecho enviar desde Dalmacia centenares de telegramas en los
cuales los funcionarios italianos reclamaban la anexión «en nombre de la
población», ha favorecido las manifestaciones en las ciudades italianas al
grito de ¡Fiume o la muerte!, ha hecho decir en la prensa que los «derechos»
de Italia serán defendidos hasta el final. En París, Orlando y Sonnino se
encuentran no sólo ante la imposibilidad de conseguir que sea aceptada la
cuadratura del círculo que es el Tratado de Londres junto con el problema de
Fiume, sino que incluso ven amenazadas las posiciones del Tratado de
Londres, que Wilson y los serbios se niegan a reconocer porque éste no les ha
sido comunicado. La delegación italiana se encuentra paralizada, totalmente
absorbida –es Tardieu quien lo señala– por la cuestión de Fiume, y la
Conferencia se reduce a «un diálogo a tres», con Wilson, Clemenceau y Lloyd
George. Así, cuando Orlando y Sonnino deciden, el 23 de abril, abandonar
París en señal de protesta, su gesto cae en el vacío, pues no cambia en nada la
situación. Pero el sentimiento nacional italiano se moviliza alrededor de este
gesto. En las estaciones se organizan manifestaciones para saludar a Orlando,
que pronuncia ardientes discursos. El Parlamento italiano aprueba la actitud
del gobierno e Italia conoce de nuevo la atmósfera del maggio radioso; para
que nada falte D’Annunzio va a Roma a exigir la anexión, en un discurso
pronunciado en el Augusteo:

10
El artículo 5 del tratado del 26 de abril de 1915 decía exactamente: «Los territorios que se
enumeran a continuación serán atribuidos por las cuatro potencias a Croacia, Serbia y
Montenegro. En el Alto Adriático, toda la costa desde la bahía de Volosca, en los confines de
Istria, hasta la frontera septentrional de Dalmacia, comprendiendo el territorio actualmente
húngaro, y toda la costa de Croacia con el puerto de Fiume, etc.»
45
Angelo Tasca

«Nuestro Mayo épico vuelve a empezar, –dice–. ¿No oís, allá abajo,
sobre las carreteras de Istria, sobre las de Dalmacia, todas ellas
romanas, el paso acompasado de un ejército en marcha? Con las
águilas y la bandera tricolor, superando todo retraso, resucitando su
mes de Mayo, Italia, una vez más, se pone en movimiento desde lo
alto del Capitolio».

D’Annunzio, Mussolini y los nacionalistas piden al gobierno que se anexione,


inmediatamente, Fiume, Dalmacia y el Tirol, y que ponga a la Conferencia de
París ante el hecho consumado.

«Es necesario, escribe Mussolini el 29 de abril, poner, a los Tres ante el


hecho consumado... El hecho consumado es un decreto de anexión,
ante el cual los yugoslavos, aunque sea rechinando los dientes,
tendrán que inclinarse. Ellos no pueden hacer la guerra contra Italia,
no tienen cañones ni ametralladoras, ni aeroplanos, ni municiones. Se
limitarán a una protesta diplomática más o menos vibrante. La ocasión
para Italia es única; será una desgracia si el gobierno la deja escapar. O
bien se resuelve el problema hoy, conforme a los datos elementales de
la necesidad, o bien no se resolverá nunca».

Se llega incluso a formular la amenaza de una alianza de Italia «con todas las
víctimas de la Entente: húngaros, búlgaros y turcos». El gobierno ha dejado
creer que su gesto era decisivo; los periódicos insisten sobre el «vacío creado
en la Conferencia por la ausencia de Italia», sobre el «marasmo», el «completo
desorden» provocado por la retirada de la delegación italiana, retirada que ha
liquidado «la dictadura de Wilson». Pero, poco a poco, se va viendo que no
sólo la Conferencia continúa sus trabajos, sino que soluciona numerosas
cuestiones importantes: las del estatuto de la S.D.N., de Schleswig, de
Luxemburgo y la del Anschluss reclamado por los austríacos. Orlando y
Sonnino, sin ser invitados, abandonan Roma precipitadamente porque
Barrère les ha hecho saber que se va a decidir, sin ellos, la delimitación de las
fronteras de Austria y del Brennero. Orlando, ese «tigre vegetariano», como
lo llama Clemenceau, ya no encuentra, a su regreso, las masas dispuestas a
aclamarlo. Es una decepción y una humillación que muestran a los ojos de
muchos italianos la imagen de una Italia vencida a pesar de su victoria,
porque su victoria le ha sido «robada» por los Aliados. Este sentimiento de
injusticia y de mutilación será el gran filón que Mussolini explotará fríamente,
hasta el delirio, y que constituirá una de las premisas psicológicas –quizá la
más importante– del éxito fascista.

46
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Mussolini y los nacionalistas tienen, en efecto, la ganancia asegurada,


haciendo de Italia una nación «vencida». Pero esto es falso, pues posiblemente
ningún país obtenga o pueda obtener de la guerra tantas ventajas como Italia.
Ésta, no sólo corona, con su unidad nacional, la obra del Risorgimento, sino
que ve cómo se derrumba su enemigo hereditario, su antagonista directo, la
monarquía de los Habsburgo. Alemania, a pesar de las duras condiciones que
se le imponen, sigue en pie, destinada a encontrar de nuevo, un día u otro, su
lugar en Europa. Inglaterra y Francia, ahora victoriosas, tendrán que contar
nuevamente con ella. El Imperio austro-húngaro desaparece, hecho trizas,
eliminado de la historia. Si las clases dirigentes italianas hubieran tenido la
amplitud de miras necesarias, si no hubiesen cedido al chantaje de Mussolini
y de los nacionalistas, si se hubieran puesto a la cabeza del movimiento de los
pueblos del antiguo imperio, Italia habría reemplazado al mismo tiempo a
Alemania, a los Habsburgo y a Francia en la dirección de la política danubiana
y balcánica. La Pequeña Entente se había construido alrededor suyo. Por el
contrario» mientras los Aliados se reparten las colonias alemanas en África
y el antiguo imperio turco en el Oriente Próximo, liberales, fascistas y
nacionalistas se obsesionan por algunos islotes del Adriático. Sin embargo, si
en este mar, de nuevo «amargo», han surgido dificultades, los principales
responsables ¿no son acaso los que han firmado el Tratado de Londres, dando
Fiume a Yugoslavia y que, cuando ha llegado el armisticio, no han encontrado
otra cosa mejor que recomendar la política del «egoísmo sagrado»? Pero la
historia no es un tribunal que separa, en sus juicios, a los culpables y a las
víctimas. Golpea en el vacío, como el Jehová de la Biblia. Sucede incluso, a
menudo, que los responsables del mal se aprovechan de las reacciones ciegas
que ese mal provoca. Éste es el caso de Italia, donde la «derrota diplomática»
que Bissolati había previsto en vano, es utilizada por los que la han hecho
inevitable. Las clases dirigentes, los fascistas y los nacionalistas que han
«mutilado» la victoria italiana, encuentran en el sentimiento nacional herido
el medio más eficaz para aferrarse al poder y dirigir la lucha contra la
revolución democrática.

Mussolini, por su parte, no tiene otro recurso. Al mismo tiempo que pide del
gobierno una política exterior ultranacionalista, dirige su campaña contra el
Estado. Con ella adula al anarquismo latente del pueblo italiano y sobre todo
de la burguesía media: oficiales desmovilizados y descontentos, estudiantes
incómodos en los bancos de la universidad, tenderos en lucha contra los
impuestos, desclasados de todo tipo que quieren «algo nuevo», asegurando al
fascismo naciente una aureola indispensable de anticonformismo y de herejía.

47
Angelo Tasca

Al mismo tiempo, y por encima de todo, esta campaña responde a las


reivindicaciones de los industriales, de los comerciantes, de la burguesía
capitalista en general. «Il Popolo d’Italia» proclama la incapacidad del Estado
para administrar los servicios públicos y propone que éstos sean confiados a
la industria privada y que el Estado se despoje de toda función económica.
Esto se convierte en el leitmotiv común de la agitación fascista y de las
asambleas de las «congregaciones» económicas, como la que se celebra en
Génova, a principios de abril de 1919, en la que los industriales y agrarios de
Italia concluyen un pacto de alianza para luchar, al mismo tiempo, contra los
monopolios del Estado, contra las supervivencias de la economía de guerra y
contra el «bolchevismo». Esta reunión es, por otra parte, el primer paso hacia
una reorganización de las fuerzas capitalistas con objeto de hacer frente a las
amenazas de la situación existente. Mussolini acoge con satisfacción este
acontecimiento y ofrece su cooperación. Necesita dinero, mucho dinero, y
únicamente puede conseguirlo por este lado. De esta forma, encuentra el
medio de satisfacer, al mismo tiempo, las imprecisas pasiones de las masas y
los intereses concretos de los capitalistas, según esa ambivalencia de las
fórmulas que es uno de sus grandes recursos.

Esta ambivalencia es una de las características esenciales de la ideología y de


la propaganda, del fascismo; de todos los fascismos, y es natural que se la
encuentre en las discusiones y proclamaciones de la Conferencia del 23 de
marzo de 1919, en Milán, en la que se han reunido los delegados y los
partidarios de los «fascios» para constituir una organización nacional. La
reunión se celebra en la Piazza San Sepolcro, en una sala cedida por el Círculo
de Intereses Industriales y Comerciales. Al llamamiento que hace II Popolo
d’Italia no responden más allá de un centenar de «fascistas» de todo tipo;
anarco-sindicalistas, arditi, francmasones y futuristas se codean con los
conservadores ultra. No obstante, la gran mayoría está formada por los
supervivientes de los «Fascios de acción revolucionaria» de 1914-1915, y por
los antiguos «intervencionistas» de izquierda. El programa que se elabora en
esta reunión y que la nueva organización, los Fascios italianos de combate,
hará público en junio, está marcado por el peso de esta mayoría y refleja
perfectamente el ambiente y la tendencia reinantes. He aquí lo que exigen los
fascios de combate:

48
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

1.° En el aspecto político:


Sufragio universal con representación proporcional y voto de las mujeres.
Supresión del Senado.
Convocación de una Asamblea Nacional, cuya primera tarea será definir la
forma y la constitución del Estado.11
Creación de Consejos técnicos nacionales que ampliarán y perfeccionarán la
democracia política, según las concepciones en que se ha inspirado Kurt
Eisner en Baviera.12

2.° En el aspecto social:


Jornada legal de ocho horas.
Salario mínimo.
Participación de los representantes de los trabajadores en la gestión técnica
de la industria.
Retiró para los trabajadores a los cincuenta y cinco años.

3° En el aspecto militar:
Sustitución del ejército permanente por una milicia nacional, con cortos
períodos de instrucción y con un fin meramente defensivo.
Nacionalización de todas las fábricas de armas y municiones.
Política exterior nacional tendente a realzar el valor de la Nación italiana en el
mundo, en una emulación pacífica de los pueblos civilizados.
11
En su discurso del 23 de marzo, en el Congreso de Milán, Mussolini declara: «Queremos una
Asamblea nacional que se pronuncie por la monarquía o por la república. Nosotros, desde ahora,
nos pronunciamos por la república». Este tipo de afirmaciones categóricas desaparecen en los
documentos posteriores, que insisten, por el contrario, en el carácter «agnóstico» del fascismo en
materia de régimen. El opúsculo de los fascios editado en 1920, Orientamenti teorici-Postulati
pratici, declara que los fascios «no tienen prejuicios en favor o en contra de las instituciones
actuales».
12
Mussolini, al principio, daba una gran importancia a estos «Consejos nacionales», que
consideraba como la «novedad» de su programa, porque estaban a medio camino entre un
Parlamento y los soviets, gracias a un sistema de «representación directa de todos los intereses».
Mussolini, en este punto, se considera seguidor de las. ideas de Kurt Eisner, del que toma, como
siempre, lo que puede serle útil. En aquel momento, acababa de publicarse una colección de
escritos y discursos de Kurt Eisner (I Nuovi Tempi, Milán, Sonzogno, 1919). El presidente de la
efímera república bávara concebía un período de transición con dos e incluso tres poderes, ya que
entre la Asamblea nacional provisional (Constituyente) y los consejos obreros se situaba un
«Parlamento suplente» que ofrecía «a todas las clases y categorías la posibilidad de defender sus
intereses». De una manera bastante prudente, la moción sobre las reivindicaciones obreras, votada
por el comité directivo de la C.G.L., el 30 de noviembre de 1918, reclama la «transferencia, del
Parlamento a los órganos sindicales, transformados a este propósito, del poder de discusión del
aspecto técnico de las leyes sociales y de los reglamentos que a ellas se refieran».
49
Angelo Tasca

4° En el aspecto financiero:
Impuesto extraordinario, elevado y progresivo, sobre el capital, con carácter
de una auténtica expropiación parcial de todas las riquezas.
Confiscación de todos los bienes de las congregaciones religiosas y abolición
de todas las rentas episcopales. Revisión de todos los contratos de guerra con
deducción de un 85% sobre él beneficio.

Este programa, hecho público por el Comité central de los fascios, con vistas a
las elecciones políticas, está evidentemente mucho más «a la izquierda» de lo
que le hubiera gustado a Mussolini, pero necesita una organización en la que
poder apoyarse, y no quiere correr el riesgo de enajenarse, inmediatamente,
a los que han acudido a él gracias a los recuerdos comunes del interven-
cionismo «revolucionario». Sin embargo, toma un cierto número de
precauciones para que el programa adoptado no comprometa demasiado el
futuro. Aunque acepta las fórmulas de sus amigos, las «explica» y las limita de
tal forma que pierden su sentido e incluso acaban llevando a conclusiones
contrarias. En la reunión del 23 de marzo, Mussolini redacta la declaración
siguiente:

La Asamblea del 23 de marzo declara su oposición al imperialismo de los


demás pueblos en perjuicio de Italia, y al eventual imperialismo de Italia
en perjuicio de otros pueblos y acepta el postulado supremo de la
Sociedad de Naciones que supone la realización integral de cada una de
ellas. En lo que concierne a Italia, este principio debe manifestarse
respecto a los Alpes y al Adriático por la reivindicación de Fiume y de
Dalmacia.

Esta declaración establece ya una excepción al principio de la S.D.N.,


reclamando Dalmacia, donde los italianos no son más que una ínfima minoría,
mientras que, en el Tirol y en la Venecia Julia, las fronteras que se han
garantizado a Italia comprenden centenares de miles de alemanes, de
eslovenos y de croatas. Pero el comentario que Mussolini añade, por los
argumentos que utiliza y por el espíritu que lo inspira, quita a la declaración
todo contenido «societario». Mussolini, aunque tenga que acogerse
provisionalmente bajo la bandera de la S.D.N., introduce en la casa el
explosivo que lo hará saltar:

50
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

«Nosotros tenemos 40 millones de habitantes en una superficie de


287.000 km2, atravesados por los Apeninos; que reducen todavía más
la tierra cultivable de que disponemos. Dentro de diez o veinte años,
seremos 60 millones y sólo tenemos un millón y medio de kilómetros
cuadrados de colonias, que son en gran parte arena y que jamás
podrán absorber el excedente de nuestra población. Pero si miramos a
nuestro alrededor, podemos ver a Inglaterra que con 47 millones de
habitantes, tiene un imperio colonial de 55 millones de kilómetros
cuadrados, y a Francia, que, con una población de 38 millones de
habitantes, tiene un imperio colonial de 15 millones de kilómetros
cuadrados. Podría demostraros, cifras en mano, que todas las naciones
del mundo tienen un imperio colonial que no están dispuestas a
abandonar por amor de las ideologías que puedan venir de ultramar.
Lloyd George habla abiertamente de imperio inglés. El imperialismo
fundamenta la vida de todo pueblo que tiende a la expansión
económica y espiritual... Nosotros decimos: o todos idealistas, o nadie.
Busquemos nuestro propio interés. Queremos ocupar el lugar que nos
corresponde en el mundo porque tenemos derecho a ello... Seamos
francos, la S.D.N., no debe ser una trampa tendida por las naciones
ricas a las naciones proletarias para fijar y eternizar las actuales
condiciones del equilibrio mundial».

¿Qué es lo que queda, después de semejante «explicación», de las siete u


ocho líneas de la declaración?

Sin embargo, como los principios adoptados, aunque sea en forma tan
singular, podrían, a pesar de todo, llegar a ser molestos, Mussolini se encarga,
de antemano, de reducir la significación y el alcance de todo el programa,
repudiando o esquivando etiquetas y definiciones. Los fascistas no son ni
republicanos ni monárquicos, ni católicos ni anticatólicos, ni socialistas ni
antisocialistas; son «problemistas» y realizadores. Por turno, según el caso,
harán «colaboración de clases, lucha de clases, expropiación de clases». Y
puesto que la idea de partido implica la de una doctrina y un programa, ellos
serán el «antipartido». Esta actitud descalifica a los viejos partidos, responde
a las necesidades de los que buscan «la novedad» y al mismo tiempo permite
evitar el peligroso terreno de los principios y las mortales trampas de la
coherencia. El interés se desplaza de la idea a la «acción», cosa que seduce
mucho a los jóvenes que se encaminan «hacia la vida», que se impacientan
ante los obstáculos y que quieren disfrutar y entregarse al mismo tiempo, y,
sobre todo, afirmarse. El fascismo los empuja hacia la vía del mínimo
51
Angelo Tasca

esfuerzo. Todo se simplifica, pues las ideas aún no han tenido tiempo de
formarse, de encontrarse ó de enfrentarse entre ellas, y ya se descargan en la
acción, en el gesto que arrastra y exalta. La vida interior se reduce a los
reflejos más simples, se desplaza de los centros nerviosos hacia la periferia.
No se tienen dudas ni inquietudes. El joven fascista, en medio de un mundo
lleno de contradicciones, observa con alegría: no tengo necesidad de pensar,
luego existo.

Ésta es la razón por la cual el primer congreso verdadero de los fascios, que se
celebra en Florencia en octubre, puede acentuar tranquilamente la nota
republicana; proponer, con Marinetti, la expulsión del Papado y la «desvatica-
nización» de Italia; todo queda anillado por esta sola fórmula del discurso que
Mussolini pronuncia en él: «Nosotros, los fascistas, no tenemos una doctrina
preestablecida; nuestra doctrina es el hecho».

Pero los «hechos», en la Italia de 1919, están muy lejos de ser alentadores
para el movimiento fascista y para Mussolini, que conserva siempre un
sentido muy claro de la realidad y que no tiene nada de un «iluminado» o de
un don Quijote. En la «Constituyente de los fascios», en marzo, Mussolini
había profetizado: «Dentro de dos meses habrán surgido un millar de fascios
en toda Italia». A principios de julio ya es mucho más modesto:

«El fascismo es pragmático; no tiene a prioris ni objetivos a largo plazo;


no presume de que vaya a existir siempre, o ni siquiera durante un
largo período».

Cuando haya acabado su tarea, ligada a la crisis actual del país, «no se
obstinará en seguir viviendo; sabrá desaparecer sin hacer aspavientos».

«El fascismo –añade– será siempre un movimiento de minorías; no


puede propagarse más allá de las ciudades. Pero, dentro de poco, cada
una de las 300 ciudades principales de Italia tendrá su fascio de
combate».

Sin embargo, ni siquiera esta perspectiva limitada se logra realizar. En el


Congreso de Florencia sólo están representados, según se anuncia, 137
fascios y 62 en vías de constitución, con un total de 40.000 afiliados. Estas
cifras son manifiestamente falsas. El informe del III Congreso nacional que se
celebra en Roma en noviembre de 1921, en un momento en que el fascismo
puede permitirse el lujo de decir la verdad sobre este punto, por lo menos la
verdad retrospectiva, declara oficialmente que en el Congreso de Florencia,

52
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

sólo estaban representados «56 fascios, con 17.000 afiliados». En todo caso,
estamos lejos de los 1.000 fascios previstos en marzo de 1919 y de los 300
esperados en julio. El movimiento parece estancarse en lugar de progresar;
Mussolini teme el aislamiento más que nunca, sobre todo ante las próximas
elecciones, en las que será necesario tomar posición y saber con qué fuerzas
se cuenta.

A principios de julio, Mussolini inicia, en Milán, una campaña para la creación


de un «Comité de alianza y de acción». En la primera reunión, convocada por
iniciativa del fascio, intervienen los representantes de la Unión sindical
(tendencia Corridoni), de los Fascios de combate, de la Unión socialista
(reformista), de la Asociación de los Arditi, de la Unión de desmovilizados, de
la Asociación nacional de combatientes, del Círculo revolucionario F. Corridoni,
del Círculo de la juventud republicana, de la Asociación nacional de
voluntarios de guerra, de la Federación de los Garibaldinos, del Fascio de
educación social y de la Unión italiana del Trabajo. Esta olla podrida ofrece,
sin embargo, una fiel imagen del medio en el cual el fascismo efectúa su
primer reclutamiento: los intervencionistas de «izquierda», reformistas y
anarco-sindicalistas y los ex combatientes, demócratas y wilsonianos, forman
la gran mayoría, pero se codean con nacionalistas, reaccionarios e incluso
simples rompehuelgas. Mussolini propone la creación de un comité
permanente para resistir al monopolio de los socialistas.

«Que se sepa –declara– que esos señores, no podrán hacer la


revolución contra nosotros. Podrían hacerla sin nosotros, si tuvieran
los cuadros y la voluntad necesarios, pero no tienen nada de todo esto.
Si quisieran imprimir a los futuros movimientos, provocados por la
ruina económica, un carácter de represalia contra nosotros, les
daríamos, insistimos en ello, mucho trabajo, hasta tal punto que se
iban a arrepentir amargamente».

Es fácil ver en este violento lenguaje de Mussolini un cierto enloquecimiento


y una cierta obsesión. Los reflejos de defensa dominan y dictan su actitud. Las
revueltas contra la carestía de la vida no han cesado; la situación está al rojo
vivo. Mussolini y los demás delegados deciden que «si esta crisis alimenticia
se transformara en un movimiento de carácter políticos, habría que
esforzarse «en canalizarla en la dirección revolucionaria y renovadora» de las
asociaciones presentes en la reunión.

53
Angelo Tasca

Mussolini desearía incluso la formación de un bloque de todos los antiguos


intervencionistas y conservadores para expulsar a los socialistas de la
municipalidad de Milán en las próximas elecciones. La reforma electoral está
decidida. La representación proporcional traducirá fielmente el auge de los
socialistas y de los populares. Los pequeños partidos intermedios corren el
riesgo de ser aplastados. Por eso propone una «concentración de las
izquierdas» que debería aliarse a los intervencionistas de «derecha»
(nacionalistas, liberales y demócratas). Pero el estado del movimiento fascista
es aún tan caótico y la situación tan poco favorable, que los fascios, en vistas
a las elecciones, adoptan las tácticas más diversas, en función de las
posibilidades y las resistencias locales. En Roma, presentan un candidato en la
lista de la Alianza nacional, compuesta por nacionalistas y conservadores,
mientras que los republicanos, los reformistas y la Asociación nacional de
combatientes forman un bloque de izquierdas. Los fascistas proclaman la
abstención en Verona y en Padua; en Ferrara y en Rovigo entran en las listas
del «bloque nacional» y en Treviso se unen a los excombatientes. Casi en
todas partes, los excombatientes presentan lista aparte y excluyen a los
fascistas.

En Milán, tras largas negociaciones, el bloque de partidos y grupos de izquierda


(Partido republicano, Unión socialista, Asociación de ex combatientes) ha roto
con el fascio. Éste se niega a presentar una lista común con ellos, a causa de
un pretendido desacuerdo sobre el programa electoral, del que rechaza el
postulado del «reconocimiento jurídico de las organizaciones obreras» porque
éste provocaría su «estrangulamiento». ¿Por qué Mussolini se ha vuelto tan
puntilloso respecto al programa, después de haber declarado cien veces que
los programas no tienen Ninguna importancia y de haber propuesto, pocas
semanas antes, la alianza con los conservadores para derrotar a los
socialistas? En realidad, los grupos de izquierda han declarado que sí quieren
formar lista común con los fascistas, pero con la condición de que Mussolini
no se presentase como candidato. Mussolini es odiado y despreciado por
todos los trabajadores. Los ex combatientes lo consideran un emboscado, un
vendido y su nombre haría que la lista fuera demasiado vulnerable. Los
grupos que han formado el Comité de alianza no quieren entrar en la lucha
con un handicap semejante. Mussolini rompe entonces las negociaciones y
presenta una lista propia,13 que obtiene, en las elecciones de noviembre, unos

13
Con él programa siguiente: «1. Oposición decidida y abierta a Nitti y su gobierno. 2. Anexión, sin
condiciones, de Fiume con los territorios adyacentes, y atribución a Italia de las ciudades italianas
de Dalmacia. 3. La Cámara se reunirá en Asamblea constituyente para examinar y resolver el
problema de las instituciones del Estado. 4. Reforma radical del Estado, que comprende: a) diezmo
54
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

5.000 votos sobre unos 270,000 votantes aproximadamente en Milán. Esta


derrota afecta duramente a Mussolini, porque ha sido efectivamente un
fracaso personal. Había esperado poder abrir una brecha en el muro de
hostilidad que se levantaba contra él y, por el contrario, se ve rechazado por
la corriente hacia un aislamiento peligroso. Durante las primeras semanas se
deja llevar por reflejos de ánima! acorralado. El, que poco tiempo atrás había
hecho enviar, en unos paquetes, dos bombas al prefecto y al arzobispo de
Milán, encarga a un grupo de arditi que arrojen, el 17 de noviembre, día
siguiente a las elecciones, una bomba contra el desfile que celebra la victoria
social. Hay nueve heridos. Mussolini es arrestado; queda probado que ha sido
él mismo quien ha organizado el atentado, pero sólo permanecerán prisión
un día y una noche. El sumario no irá muy lejos. 14 Al mismo tiempo, Mussolini
es víctima de una especie de exasperación «ideológica». Teoriza sobre su
propia soledad con una mezcla de amargura, desespero y orgullo. Se confiesa
en voz alta, libre por unos instantes de toda preocupación inmediata, pues
hay que empezarlo todo otra vez y el nuevo camino se presenta largo y
escabroso.

«Nosotros –escribe en su periódico el 12 de diciembre–, que


detestamos profundamente todos los cristianismos, tanto el de Jesús
como el de Marx, sentimos una extraordinaria simpatía por el nuevo
incremento que toma, en la vida moderna, el culto pagano de la fuerza
y del valor... ¡Basta ya, teólogos rojos y negros de todas las iglesias, de

de la riqueza; b) confiscación de los superbeneficios de guerra; c) fuertes impuestos sobre la


herencia, para solucionar, de una vez por todas, la situación de los mutilados, los inválidos, los
combatientes y sus familias; d) confiscación. de los bienes eclesiásticos para confiarlos a
instituciones de asistencia local administradas por los ciudadanos. 5. Transformación de los
reglamentos militares para poner efectiva y rápidamente en pie de guerra a la nación». (Chiurco,
Storia delta Rivoluzione fascista, Florencia, Vallecchi, 1929, 5 vol.)
14
Mussolini fue detenido el 18 de noviembre, pero «la prisión celular dura apenas un día y una
noche» (Chiurco, t. I). Durante el gobierno Nitti, la Procuraduría general de Milán abrió un sumario
contra Mussolini y los dirigentes del grupo local de los arditi, en particular «por haber, constituido
un cuerpo armado, durante el verano y el otoño de 1919, con el fin de cometer atentados contra
personas», por posesión de armas no declaradas y «por haber hecho estallar una bomba el 17 de
noviembre, por la noche, en Milán, en la calle San Damiano, a fin de sembrar el pánico y de
provocar tumultos y desorden público, en el momento en que una muchedumbre desfilaba,
poniendo de esta manera su vida en peligro y causándoles heridas, etc.» Pero hasta principios de
enero de 1922 no llegó a la Cámara la demanda de autorización para abrir un proceso contra
Mussolini y otras veintisiete personas implicadas en el asunto (Chiurco, t. IV), y el procesó se quedó
ahí. Respecto al arresto de Mussolini, éste debió ser debido a la. iniciativa de las autoridades
locales, ya que el presidente Nitti enviaba, el 19 de noviembre, un telegrama al general Badoglio,
que decía: «Ayer, en Milán, a consecuencia de haber sido lanzadas unas bombas, ha sido registrado
el local de los arditi, asi como algunas asociaciones fascistas. Se ha detenido a Marinetti, Vecchi y
Mussolini, en posesión de armas o bombas. Lamento la detención de Mussolini, porque puede
excitar los ánimos. Pero me ha tomado por sorpresa y las autoridades judiciales ya lo habían
decidido» (P. Badoglio, Rivelazioni su Fiume, Roma, 1946).
55
Angelo Tasca

astutas y falsas, promesas de un paraíso que no llegará jamás! ¡Basta,


ya, ridículos salvadores de un género humano que se ríe de vuestras
infalibles recetas para alcanzar la felicidad! Dejad el camino libre a las
fuerzas elementales del individuo, pues no existe otra realidad
humana que el individuo».

Al mismo tiempo, envía su «cordial saludo» al anarquista Malatesta, que ha


vuelto a Italia clandestinamente, hacia finales de diciembre. Y el 1.° de enero
de 1920 inicia el nuevo año entonando el mismo credo:

«Navigare necesse est... contra los demás, contra nosotros mismos...


Nosotros hemos destrozado todas las verdades reveladas, hemos
escupido sobre todos los dogmas, hemos rechazado todos los paraísos,
hemos ridiculizado a todos los charlatanes –blancos, negros y rojos–
que ponen en venta las drogas milagrosas para proporcionar la
«felicidad» al género humano. No creemos en los programas, en los
esquemas, en los santos, en los apóstoles; sobre todo, no creemos en
la felicidad, en la salvación, en la tierra prometida... Volvamos al
individuo. Nosotros apoyamos todo lo que exalta y engrandece al
individuo, todo lo que le da mayor bienestar, libertad y una mayor
independencia; combatimos todo lo que deprime y mortifica al
individuo. En la actualidad hay dos religiones que se disputan el
dominio sobre el individuo y sobre el mundo: la negra y la roja; las
encíclicas provienen, hoy, de dos Vaticanos, el de Roma y el de Moscú.
Nosotros somos los herejes de estas dos religiones».

La derrota electoral ha desorientado y desmoralizado a los fascios. Pero


Mussolini, por su parte, no se siente aún perdido. En primer lugar, no está
totalmente solo y hay un terreno sobre el que de momento mantiene su
superioridad. Contra las masas inmensas, aunque informes, que engrosan las
manifestaciones socialistas y que votan «rojo», Mussolini dispone de grupos
armados, cabezas locas decididas a todo, que no dudan ante cualquier tipo de
acción. Se trata de los arditi, que se reúnen en cada ciudad en la sede de su
asociación, convertida en casi todas partes en un centro de organización
armada, estrechamente ligada a los fascios. Los arditi confían en Mussolini,
que los adula y los excita. Desde la zona de guerra, mientras esperan la
desmovilización, le envían telegramas como el siguiente, firmado por los
suboficiales del 27 batallón de asalto:

56
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

«¡Bravo Mussolini! Adelante, continúa pegando duro, pues todavía son


muchas las antiguallas que nos cortan el paso. Estamos junto a ti en
espíritu, pero pronto iremos para ayudarte».

Las relaciones entre arditi y fascistas son particularmente estrechas en Milán.


Es así como en abril de 1919 los arditi salen de su covo (guarida) para atacar
por sorpresa la sede de «Avanti», el periódico socialista, saqueándolo e
incendiándolo. Este acto grave, fríamente ejecutado, y en el que se reconoce
la longa manus de Mussolini, no provoca ninguna respuesta directa. Se
produce una huelga general en la que participa toda la población obrera
indignada, una huelga que no lleva a ningún lado, y una suscripción, que
reporta más de un millón, para la reconstrucción de los locales; pero en
ningún momento se cumple la ley del talión. Un año más tarde, el día del
aniversario de este acontecimiento, Mussolini puede escribir:

«El 15 de abril de 1919, los maximalistas de Milán han mostrado


abiertamente su alma ignorante y pusilánime. Ni siquiera fue esbozado
o intentado un gesto de venganza... Ni el dinero recogido ni los votos;
bastan para borrar el significado de esta jornada, en la que el fantoche
maximalista, desmontado y roto, fue arrojado en las cenagosas aguas
del Naviglio».

Entretanto los arditi se han ido ligando cada vez más a él y su guardia de
corps se ha incrementado con nuevos, elementos que Mussolini ha hecho
venir de Milán hacia fines de 1919, y a los que paga con el dinero de la
suscripción para Fiume. Un tribunal de honor se encargará, en febrero de
1920, de las acusaciones lanzadas contra él por los antiguos redactores de «Il
Popolo d’Italia»; en particular, se le reprocha la creación de bandas compuestas
«de elementos mercenarios venidos de Fiume y de algunas otras ciudades de
Italia, pagados a treinta liras diarias; sin contar el reembolso de gastos
considerables, y organizados con una finalidad de intimidación y violencia».
Mussolini lo reconoce, puesto que no puede hacer otra cosa, y declara al
tribunal: «Había en total algunos centenares de hombres, divididos en
escuadras mandadas por oficiales, y, evidentemente, todos me obedecían. Yo
era una especie de jefe de este pequeño ejército». Este jefe, por otra parte,
no abandona nunca el despacho de su periódico. Cuando los fondos de la
suscripción para Fiume se agotan, o no pueden utilizarse como consecuencia
del escándalo originado por los dos redactores despedidos, es el dinero de los
industriales el que permite a Mussolini seguir manteniendo su «pequeño
ejército».

57
Angelo Tasca

Hacia finales de año, los industriales le entregan sumas elevadas y Mussolini


inicia una gran campaña en favor de los armamentos navales y aéreos y del
desarrollo de la marina mercante. El 23 de diciembre, anuncia que luchará
también por una política exterior de expansión, y hace saber al mismo tiempo
que «Il Popolo d’Italia» tendrá, con el nuevo año, los medios tipográficos
indispensables para un periódico de gran tirada». En este terreno está, por
consiguiente, seguro: el dinero no le faltará. Pero, además, la empresa de
D’Annunzio y de sus «legionarios» en Fiume le proporciona un apoyo
inesperado. Mussolini se aprovechará, sirviéndola primero y traicionándola
después.

58
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Capítulo IV
LA REVOLUCIÓN ATRAVIESA EL ADRIÁTICO
El 12 de septiembre de 1919, en el mismo momento en que está hablando
ante la Cámara, Nitti, presidente del Consejo, que no sospechaba nada, se
entera por un telegrama que D’Annunzio ha ocupado Fiume. La suerte de esta
ciudad sigue bloqueando toda la política exterior de Italia. Después de la
teatral marcha de Orlando y de Sonnino, el Consejo nacional de Fiume había
proclamado, el 26 de abril, la anexión de la ciudad a Italia y había cedido sus
poderes al representante del rey, el general Grazioli. El 6 de mayo –el día
anterior Orlando y Sonnino habían vuelto apresuradamente a París–
D’Annunzio, que se ha trasladado a Roma para alentar y dirigir en esta ciudad
la agitación en favor de la anexión, pronuncia un encendido discurso en lo
alto del Capitolio; hace un llamamiento al heroísmo de los italianos, despliega
la bandera que ha envuelto los restos del aviador Randaccio, muerto sobre el
Timavo, y declara que hará donación de ella a la ciudad de Trieste, después de
haberla consagrado en la Fiume italiana. El gobierno Orlando, atrapado entre
Roma y París, dimite a la primera ocasión, mientras continúan las polémicas
de prensa y fracasan una tras otra, en la Conferencia de la Paz, las proposi-
ciones de compromiso respecto al Adriático.

El gobierno Nitti se constituye el 22 de junio; el furor nacionalista llega al


paroxismo porque debe abandonarse toda esperanza de forzar la mano del
gobierno en la cuestión de Fiume. De esta forma, la agitación se dirige al
mismo tiempo, contra el nuevo gobierno y contra, el Parlamento, al que
D’Annunzio quisiera sustituir por una «forma de representación que realzara
a los verdaderos productores de la riqueza nacional y a los verdaderos
creadores del poder nacional». Se establece así un lazo entre la política de
expansión, el nacionalismo y el antiparlamentarismo, gracias, sobre todo, al
poeta que anuncia contra el nuevo gobierno «un castigo directo e inmediato
como el chorro de un lanzallamas».

En esta atmósfera tan caldeada se producen graves incidentes en Fiume, a


finales de junio y principios de julio: unos soldados franceses, del cuerpo de
ocupación son malheridos o asesinados. La prensa nacional invoca las
«vísperas fiumeanas» y Mussolini amenaza «con una alianza con las repúblicas
proletarias de Oriente y con un acercamiento a Alemania». La Comisión
interaliada de investigación decide, en sus conclusiones unánimes, reducir los
contingentes italianos y aumentar los de los otros aliados; ordena una serie

59
Angelo Tasca

de medidas contra los oficiales italianos responsables y la disolución del


«Batallón de voluntarios fiumeses». Los Granaderos de Cerdeña deben ser
también alejados de la ciudad; el 24 de agosto, el mayor Rejna, su
comandante, recibe la orden de salir por la noche con sus tropas. Un grupo de
oficiales decide resistir y ofrece armas al Consejo nacional de Fiume. Pero
éste duda y las tropas marchan hacia Ronchi, donde serán acuarteladas y de
donde volverán algunas semanas más tarde con D’Annunzio. Un grupo de
ocho oficiales de los Granaderos se reúne el 31 de agosto en la nueva
residencia y hace este juramento: ¡Fiume o la muerte! Inician una activa
propaganda en la prensa, entre personalidades políticas y en el ejército, para
preparar la expedición y escriben a D’Annunzio enviándole un pliego con el
juramento y las ocho firmas. Uno de los oficiales se entrevista con él en
Venecia y deciden que D’Annunzio tomará el mando de las operaciones. Se
requisan medios de transporte, y una columna, compuesta por un millar de
hombres –otros oficiales se habían sumado a ella durante la marcha– entra
cantando en Fiume, el 12 de septiembre. D’Annunzio anuncia desde el palacio
del gobierno la anexión de la ciudad a Italia. Grupos de voluntarios de todas
las armas llegan cada día con baterías de artillería, escuadrillas de aeroplanos
y «mas» (lanchas torpederas). El 14 de septiembre, el «Comandante» hace un
llamamiento a los oficiales y a los marinos de los buques italianos que están
fondeados en el puerto, invitándoles a formar «la primera escuadra del
Quarnaro liberado». El 19, en Trieste, un grupo de oficiales y de arditi sube al
barco «Pannonia», cargado de pertrechos, se apodera de él y lo lleva a Fiume.
Así es como se inaugura el método que servirá, a menudo, para proporcionar
a la ciudad provisiones, dinero y armas. D’Annunzio tendrá corsarios y sus
aliados que le abastecerán con sus botines: el «Persia» le llevará armas, el
«Taranto» dos millones de liras destinadas a Albania y, más tarde, el «Cogne»
le llevará un importante cargamento de mercancías diversas que serán
subastadas en las plazas de Fiume.

En toda Italia se llevan a cabo manifestaciones en favor de Fiume y en ellas


participan, junto con los nacionalistas y los fascistas, numerosos oficiales en
uniforme. Nitti envía circulares, hace que se impongan arrestos, destituye al
comandante del cuerpo de ejército de Turín, pero no logra frenar la corriente.
La disciplina dentro del ejército está profundamente quebrantada, e
incluso aquellos oficiales que la respetan se sienten identificados con los
conquistadores.

60
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

D’Annunzio había tomado el mando de la expedición de Fiume en el último


momento, pero, cual dios creador, la transforma «a su imagen y semejanza».
Con él, Fiume se convierte en el teatro de una maravillosa aventura que él
vive hasta el final con una especie de delirio, en la que el héroe, el literato y el
comediante entran, uno tras otro, en escena, aunque a menudo lo hacen
todos a la vez. En 1900, durante la época de las leyes liberticidas de Pelloux,
D’Annunzio, que había sido elegido por los conservadores en los Abruzos,
tomó parte en una reunión de diputados de izquierda, declarando que iba
«hacia la vida». Pero su «conversión» carece de futuro, pues, para él, «ir hacia
la vida» significa emigrar hacia nuevas fuentes de emoción, con una voluntad
idéntica, insatisfecha y sin historia. En este mismo año 1900 es cuando escribe
su «Laudo» por la muerte de un destructor, en el que canta al «Bárbaro
gigantesco», que se ha elevado por encima del Bien y del Mal, que ha dejado
en tierra «a la plebe esclava y a la multitud muerta» para subir hasta la
cumbre más alta desde donde se vislumbra la tierra futura.

Que el hombre sea su propia estrella,


su propia ley, y el vengador
de su ley.

D’Annunzio será su propia, estrella, jamás tendrá otra. Incluso cuando se


ofrece a Roma, lo hace únicamente para encontrar en ella un marco y un
testigo dignos de su grandeza: «Para ti, cada día estará, marcado por una
acción poderosa en la que tú reconocerás como en un sello, la calidad de mi
alma». Veinte años más tarde, en Fiume, sigue buscando la consagración de la
gloria, pues él obedece al imperativo de la gloria y no al del deber.

Una vez en Fiume, D’Annunzio está totalmente decidido a representar un


papel personal. El 20 de noviembre publica un decreto como «Comandante
de la ciudad de Fiume», por el que mantiene en su cargo al Consejo nacional
elegido por el plebiscito del 30 de octubre de 1918, aunque limitando sus
poderes:

«Todos los actos y deliberaciones del Consejo nacional que, en la forma


que sea, afecten el orden público y puedan tener una consecuencia
política, deben ser sometidos a la aprobación de la Comandancia, y sólo
podrán ser ejecutados al día siguiente de su aprobación».

Fiume se convierte en el refugio de una extraña mezcla de idealistas, de


desocupados y de bribones, embriagados unos por su pasión patriótica y
empujados los otros, por el afán de la aventura o por la necesidad del goce.
61
Angelo Tasca

En Roma, el presidente del Consejo, Nitti, afirma en su primer discurso a la


Cámara (13 de septiembre) que los soldados que se hubieran pasado a
D’Annunzio y que no se incorporasen a sus cuerpos en los cinco días
siguientes, serían considerados como desertores. Al mismo tiempo, se dirige
«a los trabajadores de Italia, a los obreros y a los campesinos, para pedirles su
cooperación», «a las masas anónimas para que la potente voz del pueblo sea
como una advertencia para todos». Pero en un segundo discurso, tres días
después, el tono es completamente distinto, casi de retractación, y la llamada
al proletariado es sustituida por un llamamiento a los combatientes. El 25 de
septiembre tiene lugar en Roma un Consejo de la Corona; Giolitti aconseja
que se ocupe Fiume con las tropas regulares y que se convoque inmediata-
mente al país a unas elecciones generales. Nitti sólo acepta la mitad de estas
propuestas; el 29 disuelve la Cámara y convoca a los electores para el 16 de
noviembre. Respecto a Fiume, se contenta con proclamar el bloqueo «por
tierra y por mar», bloqueo, por lo demás, que está muy lejos de ser
implacable.

En Fiume, D’Annunzio se enfrenta muy pronto con la hostilidad de una parte


de la población, y, sobre todo, de los partidarios más o menos declarados de
la autonomía de la ciudad, cuyo líder es el diputado Zanella. El «Comandante»,
con el fin de lograr la adhesión de los fiumeses a su programa, decide
proceder a una renovación del Consejo nacional y, mientras tanto, para
prevenirse contra una eventual oposición, declara el estado de sitio de la
ciudad. Diez días antes de las elecciones, D’Annunzio publica un edicto por el
cual la ciudad de Fiume es declarada «plaza fuerte en tiempo de guerra», y el
código militar entra en vigor contra «todo aquel que profese sentimientos
hostiles a la causa de Fiume»; la pena de muerte será inmediatamente
aplicada a los culpables. Entretanto, el gobierno entabla negociaciones con
D’Annunzio, a pesar de que éste había declarado que no reconocía el
gobierno Nitti. El almirante Cagni, el general Badoglio, que están al mando de
las fuerzas, encargadas del bloqueo, el duque de Aosta, siempre dispuesto a
prestar ayuda, y algunas de las personas que rodean a D’Annunzio, como su
jefe de gabinete, Giuriati y el comandante Rizzo, hacen de mediadores o van y
vienen entre Roma y Fiume. Lo que sucede es que Nitti no tiene ninguna
intención de intervenir brutalmente y hace abastecer la ciudad a través de la
Cruz Roja. En el fondo, no está descontento de poder disponer, gracias a
D’Annunzio, de una moneda de cambio en las negociaciones en curso con los
Aliados, sobre el asunto de Fiume y, por otra parte, teme la impopularidad
que le acarrearía el empleo de la «mano dura». D’Annunzio, por su parte, se

62
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

mantiene intransigente; se hace llevar a Zara por un barco de guerra italiano y


obtiene del almirante Millo, gobernador de Dalmacia, la promesa de no
evacuar esta región a ningún precio. Y puesto que el Consejo nacional de
Fiume se pronuncia, con una unanimidad «sin reservas», en favor del acuerdo
con el gobierno de Roma, D’Annunzio intenta hacer un plebiscito. Pero la
noche de la votación, el 18 de diciembre, se da cuenta de que ha sido
derrotado y prohíbe el recuento de los votos. Tres días después rompe las
negociaciones. Algunos de los elementos más allegados a él, como su jefe de
gabinete, el comandante Rizzo, y el jefe de su oficina de prensa, Pedrazzi, le
abandonan. Este último expone en un periódico italiano, el 24 de diciembre,
inmediatamente después de haber abandonado Fiume, un cuadro de la
situación que merece recordarse:

«Al lado de D’Annunzio no hay más que jóvenes oficiales valientes,


condecorados o mutilados, con un gran corazón y una fe ardiente,
pero que carecen del sentido de la responsabilidad...; para ellos la vida
guerrera se ha convertido en una necesidad y los golpes de mano en
un hábito moral. Poner fin a la expedición era acabar con esta
fascinante vida de rebeldes, un poco de broma, si se quiere, pero
rebeldes al fin y al cabo; esta vida de cantos, de desfiles, de comicios y
de fiestas militares, goliardescas y guerreras, al mismo tiempo.»

«Esta vida de juventud generosa y atolondrada había, sin duda alguna,


turbado el espíritu de D’Annunzio y le había seducido. Todo el mundo
le aclama cómo vencedor, pero él se considera vencido. Fiume es
victoriosa, pero no él. Su sueño era más amplio, demasiado amplio.
Llegado a Fiume para salvar la ciudad, se ha ido aficionando poco a
poco al ejercicio de la dictadura, no por ambición personal, sino a
causa del bien que espera realizar. Su mirada va siempre más allá,
rebasando las fronteras del Adriático; sueña con nobles cruzadas en
todos aquellos lugares del mundo donde haya rebeldes».

Esta situación seguirá siendo la misma hasta la caída del gobierno Nitti, en
mayo de 1920.

Entretanto, ¿cuál es la actitud de los partidos políticos italianos? Los


nacionalistas alientan el fuego porque la aventura de Fiume puede provocar,
de un momento a otro, un conflicto con Yugoslavia y esperan que así se
realizaran las reivindicaciones territoriales de Italia en el Adriático. Las
asociaciones de francmasones hacen lo mismo, en parte por espíritu patriótico

63
Angelo Tasca

y típico de la revolución del 48, y; en parte porque ellos son el reflejo de la


confusión mental de la burguesía media italiana. La asociación del Palazzo
Giustiniani interviene ante el gobierno para que el aprovisionamiento de
Fiume sea confiado a la Cruz Roja. La influencia masónica es muy fuerte en
esta organización, cuyo presidente, el diputado Ciraolo, es francmasón. La de
la Piazza del Gesu concede a D’Annunzio, en Fiume, el cordón del grado 33 de
su rito.15

Mussolini sostiene la campaña en favor de Fiume, no sólo porque alimenta así


un nacionalismo desmedido, muy propicio para sus planes, sino también
porque ha comprendido que Fiume es el anti-Estado y el posible punto de
partida de una reconquista de la península. De momento, D’Annunzio es
quien está en primer plano, quien recoge el prestigio de la hazaña realizada,
dispone de fuerzas armadas y es él mismo un guerrero. Es necesario, por lo
tanto, tratarlo con cuidado, adularlo. Mussolini lanza, en septiembre, la
suscripción en favor de Fiume, de la cual, por otra parte, sustrae los fondos,
dos meses después, para financiar su «pequeño ejército». Pero no se resigna
a jugar un papel en segunda fila. Si D’Annunzio marcha sobre Roma será para
instaurar en ella, como ha hecho en Fiume, su dictadura personal. Por ello
Mussolini hace cuánto puede para desbaratar cualquier proyecto de esta
naturaleza. En «Il Popolo d’Italia» del 15 de septiembre, escribe: «La revolución
está ahí. Ha empezado en Fiume y puede acabarse en Roma». Pero, en
privado, se esfuerza en apartar a D’Annunzio de semejante propósito. A
principios de 1920, declara ante el tribunal de honor de la Asociación de
Prensa de Milán: «Había una especie de club en Fiume que me declaraba
traidor a Italia, porque se había enterado de que yo desaconsejaba una
marcha, cualquiera que fuese».

Más o menos todo el mundo ha pensado en una marcha semejante. En


primer lugar los legionarios, que cantan coplas anunciando que irán a Roma
para fare la festa (ajustarle las cuentas) a Nitti, y uno de cuyos dirigentes,
Giurati, escribe el 19 de septiembre al fascio de Trieste diciéndole que «la
hazaña realizada en Fiume debe terminar en Roma». También han pensado
en ella ciertos industriales que envían a Borletti a Fiume para tantear el
terreno; determinados círculos militares y dinásticos, y el mismo almirante

15
Desde 1908; había en Italia dos francmasonerías, que correspondían al Gran Oriente y a la Gran
Logia de Francia. Más tarde, ambas fueron disueltas por el gobierno fascista. El gran maestre de
la francmasonería del Palazzo Giustiniani, Domizio Torrigiani, fue deportado. El comendador de la
francmasonería de «rito escocés antiguo y aceptado», Raúl Palermi, que era el tipo perfecto de
aventurero sin escrúpulos, y cuyo nombre salió a relucir en Francia en la época del affaire
Caillaux, se convirtió en un colaborador de Mussolini.
64
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Millo, gobernador de Dalmacia, estrechamente ligado al círculo del duque de


Aosta. Hasta tal punto, que Nitti confía al general Caviglia el mando de toda la
zona litoral del Adriático, para impedir un eventual desembarco de los
legionarios.

Todo el mundo ha pensado, en ello, menos los socialistas. A principios de


1920, hubo efectivamente una «conspiración», que fue rápidamente abortada.
D’Annunzio acababa de elegir como jefe de gabinete, en sustitución del
nacionalista Giuriati, al sindicalista Alceste de Ambris, líder de la Unión
italiana del Trabajo, aquella que, en su momento, se había mostrado
favorable a la guerra, motivo por el cual la C.G.L. había rechazado su
adhesión. En enero, en el momento en que se declara la huelga general de
ferroviarios, ciertos elementos de extrema izquierda conciben el proyecto de
utilizar, en un sentido revolucionario, la situación creada por D’Annunzio con
la ocupación de Fiume; entre ellos se encuentran Malatesta y Giulietti. El
anarquista Malatesta, que tiene alrededor de los sesenta y siete años y que
hace pocos días que ha vuelto del exilio, es el único auténtico revolucionario
que ha existido en Italia en el periodo 1919-1920. 16 La palabra «revolución»
tiene para él un significado preciso e implica un itinerario cuyo objetivo es
Roma. Poco importa el punto de partida; será Fiume, porque en Fiume está
D’Annunzio, que puede ser captado, y hay armas de las que es posible
apoderarse. Malatesta considera que hay que hacer la revolución cuanto
antes, porque, dice, «si dejamos pasar el momento favorable, después
tendremos que pagar con lágrimas de sangre el miedo qué provocamos ahora
en la burguesía». Superviviente de la Alianza de Bakunin, había tomado parte
en el intento insurreccional de la «banda de Benevento», en abril de 1877 y
había sido el animador de la «semana roja» de 1914. Ahora Italia entera está
hirviendo, hay que actuar rápidamente y no dudar en servirse de todo aquello

16
Errico Malatesta había nacido en Santa Maria Capua Vetere (Nápoles), el 4 de diciembre de
1853, y murió en Roma el 22 de julio de 1932. Es una de las figuras más nobles que pueden
encontrarse en la historia de las luchas sociales de todos los tiempos. Ante las delirantes
manifestaciones que saludaron su regreso a Italia, escribía: «Exaltar a un hombre es una cosa
políticamente peligrosa y moralmente nociva para el que es exaltado y para los que le exaltan»
(«Volontà», publicación semanal anarquista, Ancona, 16 de enero de 1920). Sin perder nunca de
vista la acción concreta que debe ayudar a destruir el presente sistema, siempre sintió
intensamente, la necesidad de dar a esta acción un contrapeso, «gracias a los revolucionarios que
actúan por un ideal, que están inspirados por el amor a la humanidad entera»; si no es así, «la
revolución se devorará a sí misma» y conducirá «a una nueva tiranía». Pasa los últimos años de
su vida en Roma, acosado por la policía fascista y trabajando como electricista. En una carta
dirigida a Clara Mesnil, el 5 de mayo de 1928, escribe: «¡Qué vida, amiga mía! Vigilado día y
noche por una pandilla de policías que me siguen a todas partes, que detienen, molestan,
encarcelan y después someten a residencia vigilada a todo aquel que venga a verme o
simplemente me salude en la calle. ¡No poder hacer nada en mi propio país ni poder salir de él!»
65
Angelo Tasca

que pueda asegurar la victoria. Malatesta entra, pues, en relación con


D’Annunzio. Sirve de intermediario el capitán Giulietti, que ha sido quién ha
asegurado la vuelta clandestina de Malatesta a Italia y le ha proporcionado
fondos para el diario anarquista «L’Umanità Nuova» (este periódico empieza
a publicarse en Milán en febrero de 1920), y es, al mismo tiempo, un precioso
auxiliar de D’Annunzio; en octubre de 1919, su Federación secuestró el
«Persia», barco cargado de armas destinadas a los ejércitos blancos en guerra
contra los soviets, y lo condujo a Fiume.

Malatesta tiene en favor suyo y, al mismo tiempo, en contra, el hecho de


estar fuera de los marcos oficiales del movimiento obrero. Está libre de toda
rutina y sostenido por una voluntad de acero. Pero los socialistas, que aún
controlan a las masas, desconfían tanto de él como de D’Annunzio. Algunos
de los «conspiradores» en las reuniones secretas de Roma, ponen como
condición el concurso o, por lo menos, la aprobación del partido socialista y
de la C.G.L. Pero, éstos, puestos sobre aviso, rechazan todo acuerdo en este
sentido y el proyecto queda estancado. Tanto más cuanto que Mussolini, que
se ha enterado de ello y que no quiere que pueda llevarse a cabo una marcha
sobre Roma prescindiendo de él, se apresura a contar la historia en las
columnas de Il Popolo d’Italia.17
17
En Il Popolo d’Italia del 17 de febrero, bajo el título «La opereta en la epopeya. Cómo debía
estallar la revolución», Mussolini relata lo siguiente: «Se habla de un congreso celebrado en
Roma durante la huelga de los ferroviarios, organizado por socialistas y anarquistas. Entre ellos,
Giuseppe Giulietti. Había que poner al corriente del asunto a D’Aragona y a G. Bianchi. Uno de los
participantes informó de todo ello a la C.G.L. y al partido, justificándose de esta manera: “Dado
que entre los organizadores presentes en esta concentración de ‘constructores de barricadas’
había uno de convicciones esencialmente ‘fiumesas’ (G. Giuletti), el delator tuvo la sospecha de
que una revolución que estallara en las circunstancias actuales habría podido ser provechosa...
para D’Annunzio, favoreciendo los proyectos y los sueños de conquistar la península que
alimentaba el poeta-soldado”.» Totalmente distinta fue la reacción de Dino Grandi, quien, dos
años después, constatando que la tentativa de Fiume no había «sobrepasado las dimensiones de
un episodio», añadió: «Si el socialismo italiano hubiera tenido otro carácter, otra mentalidad, es
posible que las cosas no hubieran ocurrido de la misma manera. Pero, de hecho, han ocurrido
así» (Il Popolo d’Italia, 3 de abril de 1922). Hay que tener en cuenta que en el seno del partido
socialista se unían en una profunda aversión por todo tipo de «espíritu de Fiume», un maxi-
malista como Serrati y un reformista como Mazzoni, quien, en el Congreso «concentracionista»
de Reggio Emilia, en octubre de 1920, denunció el complot, así como «el hilo masón que parte de
Fiume y pasa por Giulietti y Malatesta —el cual no había negado ser un francmasón de la
categoría de los durmientes—». Entre los dirigentes de Fiume, los elementos de «derechas» no
acogieron favorablemente estos proyectos. El mayor Rejna, que mandaba los granaderos de
Ronchi, explica a D'Annunzio, en una carta del 27 de julio de 1920, las razones por las que no
tiene la intención de volver a Fiume: «Yo he sido siempre contrario a toda idea de una revolución
militar... porque estaba convencido de que si llevábamos adelante la acción anticonstitucional, no
seríamos nosotros, sino los Malatesta quienes la habrían terminado... Eras tú el que se mostraba
favorable al proyecto de un golpe de estado anarco-militar en Roma y por ello protegías a los
diversos instigadores de proyectos semejantes (me acuerdo de todos los que salieron del
secretariado particular). Eras tú quien pretendía imponer la marcha sobre Roma, Trieste, Split.
66
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

De esta forma queda cortada toda posible unión entre la empresa de Fiume y
una revolución popular en Italia. La «marcha sobre Roma» se hará por la
derecha. La ocupación de Fiume, al prolongarse, proporcionará al fascismo el
modelo de sus milicias y de sus uniformes, el nombre de sus escuadras, sus
gritos de guerra y su liturgia. Mussolini copiará de D’Annunzio todo su
escenario, comprendidos los diálogos con la multitud. Él sabe que D’Annunzio
es, sobre todo, un poeta que no podrá ir muy lejos, y espera pacientemente
su sucesión. D’Annunzio será víctima del mayor plagio que jamás se haya
visto,

«pues la conquista fascista de Italia –señala con su habitual finura el


conde Sforza–, ha sido la copia más literal, y la menos original, del
tumultuoso poema que fue, para D’Annunzio, la aventura de Fiume».

Eras tú quien quería un golpe de Estado para llevar al poder al duque de Aosta». Esta carta fue
publicada en Avanti el 28 de agosto de 1920. Esto suscitó la creación de una comisión
investigadora, cuyo informe fue publicado en el Boletín oficial del Gobierno de Fiume de Italia, del
3 de septiembre de 1920 (Cf. E. Caviglia, Il Conflitto di Fiume, Milán, Garzanti, 1948). Atacado por
la derecha y por la izquierda, D’Annunzio continúa acariciando este proyecto durante algún
tiempo. Luigi Gasparotto evoca, en el Diario di un deputato (Milán, Dall’Oglio, 1945), la fecha del
9 de mayo de 1920: «Brambilla, de Florencia, me habla de parte de D’Annunzio. Éste tiene el
proyecto de hacer, desde Fiume, una marcha sobre Roma, para derrocar el gobierno e instaurar
un orden nuevo. Me pide si yo estoy de acuerdo y yo le respondo negativamente».
67
Angelo Tasca

Capítulo V
NITTI, GIOLITTI, DON STURZO

En las elecciones de noviembre de 1919 las masas han manifestado su


hostilidad contra la guerra y su necesidad de justicia social votando por los
socialistas y por los «populares». Estos dos partidos juntos tienen la mayoría
en la nueva Cámara: 256 escaños sobre 508. Desde el punto de vista
parlamentario, únicamente es posible constituir una mayoría mediante una
de las tres combinaciones siguientes: socialistas y populares; socialistas,
demócratas y liberales; populares, demócratas y liberales. Los socialistas han
conseguido 1.840.600 votos y 156 elegidos, es decir, el 32 % en el país y en el
Parlamento; están, por lo tanto, muy lejos de la mayoría absoluta. La
representación proporcional ha salvado a los partidos conservadores de una
derrota más dura, y el Mezzogiorno, a pesar de la guerra, ha sido como
siempre su gran cantera. De los 156 socialistas, 131 han sido elegidos en la
Italia del Norte, en el valle del Po y en Toscana. El Mezzogiorno continental
sólo ha proporcionado diez diputados, cinco de ellos en Apulia, pero las islas
no han dado ningún diputado: socialista. Sin embargo, los socialistas están
más cerca del poder de lo que pueden indicar las cifras, en la medida en que
ellos pueden interpretar las aspiraciones de todo el pueblo italiano y apoyar
su profundo descontento. Tres alternativas parecen abrirse ante ellos:
abandonar el Parlamento y preparar la «acción directa»; seguir en él, pero
creando, al mismo tiempo, en el país, el «segundo poder» que deberá
reemplazarlo un día; establecer en el Parlamento y en el país las alianzas
indispensables para culminar la revolución democrática. El partido socialista,
incapaz tanto de una acción directa como de una maniobra política de gran
envergadura, no hará ningún progreso durante tres años, hasta que el
fascismo corte, sin él y aun contra él, el nudo del poder.

Mussolini, que se mantiene al margen, resentido por la derrota electoral, ha


comprendido perfectamente lo que puede reservarle semejante situación.
Comentando un artículo de «Avanti», según el cual el partido socialista debe
«dejar a la burguesía la tarea de liquidar ella; sola el pasivo de la guerra»,
Mussolini escribe una semana después de las elecciones:
«No, señores míos, los socialistas con carnet del partido pueden
comprender –aunque no todos– las razones de esta política dilatoria,
pero el cuerpo electoral no las comprenderá. La masa que ha votado
por vosotros lo ha hecho creyendo –ya veremos si era o no una ilusión–

68
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

que sois los únicos capaces de deshacer el enredo y de conducir al


pueblo italiano por el camino de un mayor bienestar y de una mayor
libertad. Honradamente, no podéis eludir este compromiso. Y para
responder a estas obligaciones sólo tenéis dos opciones: o la conquista
total del poder político mediante la insurrección en la calle, puesto que
no tenéis la mayoría en el Parlamento, o bien una colaboración
–inteligente, hábil y condicionada– con los demás partidos sobre la
base de un programa común. La primera hipótesis significa la guerra
civil y él aplastamiento inevitable del partido y de la clase obrera, con la
aparición inevitable de una espada dictatorial; la segunda opción, por el
contrario, desarrolla y consolida las condiciones necesarias y suficientes
para realizar los objetivos más extremos. Nosotros no queremos
formular una tercera hipótesis, a saber, la confusión en el Parlamento y
el caos en el país».
Tres meses más tarde, Mussolini está ya convencido de que esta tercera
hipótesis es la que se va a verificar:
«La gran victoria electoral es una revelación patente de insuficiencia y
de impotencia. Nihilismo reformista y nihilismo revolucionario. Ni acción
parlamentaria ni acción en la calle. El espectáculo de un partido que, al
día siguiente de una gran victoria, se agota en la infructuosa búsqueda
del punto de apoyo de sus fuerzas, y que no aborda la reforma ni
intenta la revolución, nos divierte mucho. Ésta es nuestra venganza,
que ha llegado antes de lo que esperábamos».

En efecto, el partido socialista se encuentra en un punto muerto del que no


sabe cómo salir, que le condena, a oscilar de una táctica a otra totalmente
opuesta, y a dar continuamente «un paso adelante y dos para atrás». El
manifiesto publicado en el mes de agosto por la fracción maximalista, que es
la que domina dentro del partido, se pronuncia por una revolución sin
transiciones y sin demoras:

«La instauración de la sociedad socialista –dice este manifiesto– no


puede llevarse a cabo por decreto o por decisión de un Parlamento o
de una Constituyente. Las formas híbridas de colaboración entre
Parlamento y Consejos Obreros deberán igualmente ser condenadas y
rechazadas. Por el contrario, hay que empujar al proletariado a la
conquista violenta del poder político y económico, que deberá ser
total y exclusivamente confiado a los Consejos Obreros y Campesinos,
con funciones al mismo tiempo legislativas y ejecutivas».
69
Angelo Tasca

En el Congreso nacional del partido socialista que se celebra en Bolonia, a


principios de octubre de 1919, esta fracción liquida el viejo programa del
partido, sobre todo porque éste admitía la lucha «para conquistar los poderes
públicos (Estado, Municipios, etc.), y transformarlos de instrumentos de
agresión y de explotación en instrumentos para la expropiación económica y
política de la clase dominante». El nuevo programa afirma, por el contrario,
que estos organismos «no pueden en manera alguna transformarse en
organismos de liberación del proletariado». ¿Qué hacer entonces en el
Parlamento y en las municipalidades conquistadas? El manifiesto que acabamos
de citar dice lo siguiente: el partido debe luchar «en el terreno electoral y en
las instituciones del Estado burgués con objeto de realizar la propaganda más
intensa posible de los principios comunistas, y para facilitar el derrocamiento
de estos órganos de la dominación burguesa».

Así, pues, los 156 diputados y, dentro de algunos meses, los municipios
socialistas no deben ocuparse más que de hacer propaganda revolucionaria y
de sabotear el Estado. En la práctica, los diputados y alcaldes socialistas
consagran lo mejor de su actividad, como ya hacían antes de la guerra, en
recomendar y exigir la realización de obras públicas, en crear sindicatos y
cooperativas y en dedicarse a la administración habitual; que, a veces, resulta
una excelente administración. Todo transcurre como si no existiera
contradicción ni relación alguna entre este reformismo práctico y casi
vergonzoso y las proclamaciones maximalistas. Cada cual tira por su lado, en
virtud de una especie de división del trabajo de la que nadie se siente
molesto. En Moscú, el resultado del Congreso de Bolonia, que ha ratificado
por unanimidad la adhesión a la III ra Internacional, es acogido como un gran
éxito. Sin embargo, hacia finales de octubre Lenin escribe a Serrati con objeto
de poner en guardia al proletariado italiano contra «una insurrección
prematura», añadiendo algunos elogios y un consejo:

«El extraordinario trabajo de los comunistas italianos nos garantiza


que lograrán ganar para la causa del comunismo a todo el proletariado
industrial y agrícola, así como a los pequeños propietarios, lo cual es la
propia condición de su victoria».

Pero los elogios son inmerecidos y el consejo no será seguido. El trabajo del
partido no es «extraordinario» –¡ni mucho menos!– y en lugar de esforzarse
en ganarse «a todo el proletariado industrial y agrícola, así como a los
pequeños propietarios», el partido continúa embriagándose de palabras y
elaborando, sobre el papel proyectos de soviets, abandonando a sí mismos a

70
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

los consejos de fábrica del Norte y a los hambrientos campesinos del


Mezzogiorno.

Una gran parte de los pequeños propietarios agrícolas queda, o pasa, bajo el
control del «Partido popular italiano», recién constituido. Este partido ha
obtenido en las elecciones de noviembre más de un millón de votos y cuenta
con un centenar de diputados. El Vaticano permitió su creación a finales de
1918, con objeto de levantar una barrera contra la creciente marea socialista.
Igualmente «un gran número de liberales –asegura Tittoni–, esperaba
encontrar en él un aliado contra el socialismo».

El partido popular nace, pues, con dos almas: la una, democrática y ávida de
grandes reformas, y la otra fundamentalmente reaccionaria. Más adelante la
oposición entre las dos corrientes se hará cada vez más potente. Los
elementos conservadores –señala don Sturzo– «en cuanto tomé cuerpo el
fenómeno agrario-fascista se sentirán atraídos por la nueva tendencia y se
apartarán del partido». Pero, independientemente de este equívoco inicial, el
P.P.I. está llamado, durante los años 1919-1920, a tener, en su conjunto, un
papel fundamentalmente conservador, por las posiciones que adopta y
gracias al caos socialista. Mussolini se da perfecta cuenta de ello algunos días
después del nacimiento del partido, en enero de 1919.

«El acontecimiento del día en la política nacional –escribe– es la


fundación del P.P.I... Su programa es democrático, casi nos
atreveríamos a decir que demasiado democrático. Tiene muchos
puntos de contacto con el de otros partidos. Pero el P.P.I. no podrá
salirse, en sus medios de lucha, de la más estricta legalidad. Por lo
tanto puede jugar un papel muy importante en la vida nacional,
únicamente él puede esperar disputar las masas rurales a los
socialistas, en las próximas elecciones».

Y así es, en efecto, como sucede. Durante dos años el movimiento socialista
no encuentra frente a él –aparte de su propia incapacidad– otro adversario
que el nuevo partido. Sólo el P.P.I. se opone a la Constituyente, e impide el
monopolio socialista en el terreno sindical, sobre todo en las zonas rurales,
hecho, éste, importante, puesto que Italia, a pesar de la guerra, sigue siendo
un país esencialmente rural. En la medida en que ha existido en Italia un
«peligro bolchevique», ha sido el partido popular quien lo ha atajado.

71
Angelo Tasca

La duplicidad de posturas del partido popular hace difícil la colaboración con


los socialistas que, por su parte, no están en modo alguno, preparados para
ello. De aquí provienen las sucesivas crisis ministeriales que desgastan a los
dos únicos dirigentes de que dispone, por aquel entonces, la burguesía
italiana: Nitti y Giolitti.

Nitti, durante su paso por el poder, ha realizado una obra importante.


Hombre sinceramente liberal, posee una profunda cultura histórica y
económica y, excepción rara entre los hombres de Estado italianos, conoce a
fondo los grandes Estados modernos, sobre todo Inglaterra, Alemania y los
Estados Unidos. Ninguna de las tendencias, ninguno de los engranajes de las
finanzas internacionales, le es desconocido. Al mismo tiempo –y esta curiosa
amalgama explica en gran parte su superioridad y sus fallos– ha sido, por
origen y por temperamento, el hombre del Mezzogiorno italiano, que se
había formado en un medio social muy atrasado, donde no existían en
absoluto los partidos organizados y las fuerzas obreras de vanguardia. De esta
forma ha negado rápidamente al primer plano de la vida política, como tantos
otros de la élite meridional, que no han tenido necesidad de ganar sus
galones en las luchas locales. Los lazos que les unen a su patria chica son lazos
personales, de simpatía, de prestigio o de categoría social, y entre su gran
cultura, a menudo cosmopolita, y la vida local, no existe relación alguna.
Todos ellos se han formado a sí mismos, y cuando vuelven a sus casas,
procedentes de Nápoles; Roma o Londres, encuentran como una atmósfera
familiar, una clientela adicta de la que tienen necesidad y con la que
comparten la «filosofía», hecha de buen sentido, de astucia y de adaptación.
Es por sus estudios, por un esfuerzo intelectual, por lo que han saltado de la
estrecha vida provinciana a la gran capital; no ha habido encadenamiento ni
progresión de experiencias humanas. No hay que extrañarse de que Nitti, por
ejemplo, sea escéptico y sagaz como un big man de la City, y fatalista pomo
un campesino de Basilicata. El gran retraso del Mezzogiorno respecto a la
Italia del Norte obliga a los hombres de Estado a realizar una política de lentas
aproximaciones; por otra parte, éstos, gracias a su vida inteligente y a su
cultura, poseen el gusto por la alta política. Sólo pueden conciliar las dos
tendencias condenándose a actuar con mucha paciencia y moderación en el
interior del país y reservando sus audacias para la política exterior. En el
fondo, lo que Nitti ha querido siempre realizar es una política paternalista de
gran envergadura. Él, que bajo Luis XIV o José II hubiera sido un alto
«funcionario», no estaba preparado para el juego y el enfrentamiento entre
partidos y entre clases que en la posguerra ya no permiten «hacer el bien»

72
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

del pueblo sin estar en estrecho contacto con él y sin darle la sensación de
que juega un papel directo y de que ha empezado realmente una nueva era;
Nitti, al igual que Giolitti y Turati, es un hombre de la preguerra. Su programa
económico y social es todavía el de sus «Discursos a los jóvenes» que había
reunido en su Italia a principios del siglo XX, el documento más destacado de
liberalismo clarividente de los años 1900. Nitti no cree en la posibilidad de
una revolución en Italia, y le gusta constatar que «Italia es posiblemente el
único país de Europa que no ha tenido, en dos mil años, una verdadera
revolución ni una guerra de religión». Desconfía de todo cambio político, en
parte por espíritu conservador, pero, sobre todo, por escepticismo de
historiador y de economista. Es contrario a la idea de la Constituyente, con la
que todo el mundo ha coqueteado, y su liberalismo clásico, en el que la
guerra no ha hecho mella, le predispone contra toda idea de socialismo de
Estado, de control sobre la industria y sobre la banca.

La grave situación económica de Italia, que plantea al gobierno problemas


urgentes y le acosa sin descanso, es otro de los elementos que concurren
para retenerlo todavía más en la vía de un reformismo prudente y un tanto al
día.

La crisis económica, retrasada y disimulada en cierto modo por fenómenos


transitorios, se manifiesta claramente en Italia a principios de 1920, y se
agudiza rápidamente. Aparecen dificultades de abastecimiento y el problema
del carbón es «cada vez más angustioso». Inglaterra no entrega más que
300.000 toneladas por mes, en lugar de las 800.000 acordadas, haciéndoselas
pagar además al elevado precio impuesto a los importadores. Como
consecuencia tiene que reducirse el número de trenes y cerrar parcialmente
las fábricas. Otras importaciones, tales como el trigo, azúcar y carne
congelada, tienen que ser limitadas. Los abastecimientos se hacen difíciles a
causa de la elevación sufrida por los cambios, cuyo control tiene que ser
establecido hacia mediados de abril de 1920. Por otra parte, la economía
italiana aún no ha sabido «realizar» el cambio de coyuntura ni adaptarse a él.
La fiebre especulativa continúa; se crean nuevas empresas, pues se espera
que, con la paz, se iniciará una era de expansión y de prosperidad. Aumenta la
demanda de créditos y, con ella, la circulación fiduciaria. La caída de los
precios al por mayor que se produce en el extranjero, anuncia que no es
posible evitar una nueva, base imponible.

73
Angelo Tasca

Nitti se esfuerza en hacer frente a esta situación, cuya gravedad no ignora en


absoluto, sobre todo en lo concerniente a la hacienda pública. En una carta
dirigida a sus electores, en octubre de 1919, da la voz de alarma:
«Los gastos efectivos del Estado son tres veces más elevados que los
ingresos efectivos; todas las empresas industriales del Estado están en
déficit y se pierden varios miles de millones al año a causa del precio
político del pan; la deuda del Estado aumenta mil millones por mes; los
gastos militares, un año después de finalizada la guerra, representan
aún, cada mes, una suma superior al gasto anual del año que precedió
a la guerra».
Nitti multiplica las medidas y las intervenciones, despliega una gran actividad
y lanza, en noviembre de 1919, un empréstito que tiene un éxito considerable,
pues en pocos meses alcanza los veintiún mil millones de liras. Posterior-
mente, después de su eliminación del poder, recordará, o hará recordar, la
larga lista de decretos que ha dictado; dirá que ha sido él el primero que ha
maniobrado el timón, para salir de la tempestad, haciendo las maniobras más
difíciles y las más ingratas. Todo esto es cierto, pero no podía evitar y no ha
evitado su caída. En la atmósfera de 1919-1920, su fórmula «producir más y
consumir menos» no abría a Italia y a su pueblo ninguna perspectiva. En un
mundo cada vez más empobrecido, con las nuevas necesidades creadas por la
guerra y liberadas por la paz, esta; fórmula estaba fuera de toda realidad, de
la realidad psicológica inmediata, y muy pronto incluso de la realidad
económica.
Por otra parte, Nitti no ha podido encontrar el apoyo político indispensable
para gobernar. Él bien hubiera querido, igual que Giolitti, conseguir que los
socialistas colaborasen en el poder; la lucha feroz que los dos hombres de
Estado van a librar es, también en parte, una lucha para ver quién será el
primero en conseguir domar al monstruo. Los socialistas, algunos de los
cuales siguen fieles a los antiguos idilios con Giolitti, son hostiles a Nitti a
causa de su política interior. Nitti ha reorganizado las fuerzas de policía,
apenas inexistentes a principios de 1919, y ha creado la «guardia real», que
juega un papel muy activo en la represión de las manifestaciones populares,
incluso de las más pacíficas. Entre octubre de 1919 y mayo de 1920, varios
centenares de obreros y de campesinos han sido muertos y heridos en todas
las regiones de Italia. Socialistas y fascistas lo tildan, a gritos, de «policía».
Principalmente, los socialistas se sustraen de las responsabilidades del poder
y no se podría prescindir de su apoyo más que realizando, aunque fuera sin
ellos, su programa de 1917, y buscando otros aliados.
74
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Pero Nitti no es el hombre capaz de llevar a cabo esta tarea. Es fácil darse
cuenta de ello examinando su política agraria. En diciembre de 1917, cuando
era ministro del Tesoro, había creado la Obra Nacional de Combatientes
(O.N.C.), y en la actualidad le asigna una importante subvención para el
rescate de las tierras destinadas a los ex combatientes cultivadores. Esta
iniciativa, que no carece de envergadura en el momento de ser concebida, es
completamente insuficiente para aplacar el «hambre de tierra» de los
campesinos, de todos los campesinos. Bajo la presión de las ocupaciones de
tierras, que se multiplican, Nitti promulga sucesivamente dos decretos
(decreto Visocchi del 2 de septiembre de 1919, y decreto Falcioni del 22 de
abril de 1920) que tienden mucho más a cortar las ocupaciones que a realizar
una reforma agraria. El primero de los decretos otorga a los prefectos el
poder «de consentir, en determinadas condiciones, la ocupación de tierras no
cultivadas, allí donde sea necesario estimular la producción agrícola y poner
fin a la ocupación violenta y arbitraria de las tierras por la población»; el
segundo, publicado en un momento en que la situación se había agravado, es
todavía más (restrictivo, puesto que especifica que «las tierras susceptibles de
ser ocupadas temporalmente son únicamente las tierras no cultivadas o
insuficientemente cultivadas», no pudiendo, por lo demás, ser consentida la
ocupación «más que a asociaciones o cuerpos legalmente constituidos, que
anteriormente hubieran ya cultivado otras tierras y que además poseyeran
tierras». Con semejantes preocupaciones y con tales limitaciones.
Nitti no puede en absoluto sustituir el «nihilismo» maximalista por una obra
social atrevida.18
En cuanto a otros aliados, los únicos posibles eran los populares, Pero Nitti,
por su formación, comprende mal a este nuevo partido, nacido cómo un
champiñón en los invernaderos cálidos de la posguerra. Su juego es demasiado
personal como para plegarse a las exigencias políticas del partido popular, del
que el secretario, don Sturzo, quiere hacer un gran partido a la inglesa,
definido por su programa y subordinando a él su táctica en el país y en el
Parlamento. Además, los populares, que han sido casi todos neutralistas, y que
deben sobre todo a esta actitud su éxito electoral, consideran a Nitti cómo un

18
Esta «reforma agraria» fue criticada a derecha e izquierda, siendo juzgada por los primeros
demasiado demagógica y por los segundos demasiado conservadora. En el Congreso de la
Federación de la Tierra (C.G.L.), que tuvo lugar en Bolonia en junio de 1919, «el diputado Mazzoni
ataca esta institución (O.N.C.) que conduce a ligar la tierra a una parte de los trabajadores a
expensas de la comunidad y a prolongar las ilusiones antieconómicas de la pequeña propiedad».
Mazzoni se pronuncia en contra del trato de favor qué el decreto concede a los excombatientes y
concluye su crítica «demostrando –entre aplausos– que lo que hace falta es la socialización de la
tierra para todos, en interés de la colectividad entera» (Battaglie sindacali, 21 de junio de 1919).
75
Angelo Tasca

hombre demasiado comprometido a causa de su participación en los


gobiernos de guerra. Le reprochan también sus «debilidades» para con sus
competidores, los socialistas. Durante la huelga de ferroviarios, en enero de
1920, los sindicatos «blancos» habían dado la orden de continuar el trabajo, y
la huelga no sólo se había acabado por un acuerdo firmado únicamente con la
organización «roja» que la había provocado, sino que el ministro de Trabajo
había entregado a las represalias del Sindicato de Ferroviarios a los miembros
de la organización católica que no habían seguido sus órdenes.19 Los populares,
aprovechan así la primera crisis ministerial –en marzo de 1920– para exigir la
dimisión en bloque del gobierno y para formular su programa mínimo. 20 Nitti,
seguro del apoyo del Vaticano, con el que mantiene negociaciones sobre la
cuestión romana, proyecta prescindir durante algún tiempo del apoyo de los
populares, y forma sin ellos su nuevo gobierno, que sólo dura algunas
semanas;21 a la tercera crisis, los populares vuelven al redil, pero demasiado
19
Este ministro era Chimienti. L. Sturzo (Popolarismo e fascismo, Turín, Gobetti, 1924) habla de su
«cobardía». Nitti había estado ausente de Roma todo el mes de enero, para asistir a la conferencia
interaliada que examinaba las discrepancias italo-yugoslavas.
20
Estaba compuesto por nueve puntos, de los que exponemos los más importantes: 1. Política
extranjera de pacificación con todos los pueblos y reconocimiento de las autonomías nacionales;
política interior de respeto de la libertad individual y colectiva y firme resistencia a los elementos de
disgregación anárquica del orden social. 2. Representación proporcional en las próximas elecciones
administrativas, municipales y provinciales; voto político y administrativo para las mujeres. 3.
Reconocimiento de todas las organizaciones de clase y representación proporcional de estas
organizaciones en todos los consejos y comisiones centrales o locales. 5. Creación de un examen de
Estado para los títulos de enseñanza media, abolición de las disposiciones reglamentarias que
tendían a impedir el desarrollo de la enseñanza privada. 6. Creación de Cámaras regionales de
agricultura y reforma de los organismos de arbitraje de los conflictos colectivos; ley agraria para la
parcelación de la gran propiedad, colonización interior y compra de las tierras por los campesinos,
en vistas a la formación de la pequeña propiedad. 7. Reforma fiscal que resuelva el problema
financiero, aumentando la progresividad y aplicando fuertes impuestos sobre las fortunas amasadas
durante la guerra... (Texto en Il primo anno di vita del P.P.I., G. de Rossi, Roma, Ferrari, 1920). Estos
puntos figuran en el llamamiento lanzado por la dirección del P.P.I. en la noche del 11 de marzo de
1920. En él se exigía la dimisión colectiva del gobierno, tomando así posición contra la
reorganización parcial deseada por Nitti, a la que Filippo Meda era favorable.
21
La experiencia de un gobierno sin «populares» duró del 13 de marzo al 12 de mayo. Sobre la
actitud del Vaticano, favorable a Nitti, Cf. L. Sturzo, Popolarismo e fascismo. Entre los hombres
políticos italianos, Giovanni Amendola es el que ha tenido, durante esta crisis, la visión más lúcida y
coherente del problema fundamental que se le planteaba a la Italia de la posguerra, sobre la base
de los resultados de las elecciones del 16 de noviembre. Prueba de ello es su primer discurso a la
Cámara (26 de marzo de 1920), durante el debate sobre el segundo gobierno Nitti, en el que los
populares se habían negado a participar. En este discurso, Amendola, elevándose por encima de las
querellas parlamentarias y procediendo a un análisis de la «crisis orgánica», se esfuerza, en medio
de las groseras interrupciones tanto de los diputados socialistas como de los populares, en situarlos
en el centro del problema: «Debemos darnos cuenta de que existe una interrupción fatal en la vida
política de nuestro país, y esta interrupción se. debe a que ni el país ni la Cámara han resuelto
todavía el problema político fundamental, es decir, el de la instauración de una mayoría». La
política exterior, los problemas del Mezzogiorno y particularmente su crisis agraria, la liquidación de
las industrias de guerra y la crisis financiera exigen un programa y un gobierno estable que lo lleve a
cabo. Pero éste sólo puede ser un gobierno de coalición: «La actual Cámara no permite a ninguno
de los partidos representados en ella realizar su propio programa de gobierno, a menos que
76
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

tarde para salvar al gobierno, que ya está condenado. 22 Para aliviar al


presupuesto de la pesada carga del precio político del pan, Nitti promulga un
decreto-ley aumentando el precio de éste en cincuenta céntimos el kilo. La
oposición de izquierda y la de derecha se rebelan contra esta medida.
Mussolini toma postura en su periódico:

«Aquel que posee más, debe pagar más –escribe–; el actual precio
político debe ser mantenido para los no ricos, para los trabajadores y
los empleados».
establezcan acuerdos y alianzas con otros partidos o grupos que hoy están en ella. Por consiguiente,
él problema político ante el que nos encontramos, consiste en determinar si hay posibilidades de
acuerdos o de alianzas entre diversos grupos capaces de colaborar en la formación de una mayoría
gubernamental». Amendola considera que existe un denominador común entre los socialistas
colaboracionistas y los populares. A los primeros, les pregunta: «Si la colaboración (haciendo, si es
preciso, todas las reservas de principios y poniendo todas las condiciones que queráis poner) os
parece útil para los fines de vuestra política y conforme con los intereses del país, ¿no creéis que es
ahora, y no más adelante, cuando hay que colaborar?» A los socialistas maximalistas les hace la
siguiente advertencia: «Si tenéis los medios o el poder para imponernos un orden nuevo, el vuestro,
hacedlo... Pero no os contentéis con ser un puro y simple obstáculo en el curso de vuestro país».
Dirigiéndose a los populares, se lamenta de que éstos combinen, a menudo, discursos demagógicos
dirigidos al país con un programa sensato presentado al Parlamento y sobre el cual podría llegarse a
una alianza. Observa que «en este caso no es éste quien mantiene el orden sino quien se mantiene
gracias al desorden» y les exhorta enérgicamente a que no adopten en la vexata quaestio de la
libertad de la enseñanza una postura intransigente, incompatible tanto con los deberes del Estado
como con una política de coalición. (Texto del discurso en G. Amendola, Una battaglia liberale,
Turín, Gobetti, 1924). La cuestión de la «libertad de la enseñanza» será planteada por los populares
al año siguiente, en marzo de 1922, para justificar su oposición a los intentos de Turati en favor de
una colaboración social-popular. El discurso de Amendola entusiasmó a Turati, quien, en una carta
dirigida a Anna Kulischev, la noche misma del día en que fue pronunciado, lo comentó en la forma
siguiente: «Discurso equilibrado, denso, serio... Había que escucharlo, tanto por deferencia como
para frenar un poco (en esta ocasión incluso Modigliani me ha ayudado) las estúpidas interrupciones
y el brutal alboroto de nuestro grupo. En sustancia, tu amigo, con seriedad y tacto, lanzó una
acusación rigurosa contra los clamores impotentes y contradictorios de los socialistas y contra el
egoísmo y las contradicciones de los populares... Se dirigió particularmente a Treves y a mí,
preguntándonos si no creíamos llegado el momento de colaborar para salvar a Italia. Pregunta
temible a la cual no era posible dar la verdadera respuesta, es decir, que nosotros sabíamos muy
bien que para nosotros no sería una colaboración, sino un suicidio». Debemos a la amable cortesía
de Alessandro Schiavi el haber podido leer una parte de la correspondencia Turati-Kulischev, cuya
publicación le ha sido confiada por el editor Einaudi. El primer volumen e de mayo 1898-junio 1899,
fue publicado en 1949).
22
Sturzo era contrario a la entrada de los populares en el gobierno Nitti, aunque éste hubiera
aceptado su programa. Mayor aún era su hostilidad respecto a Giolitti; se inclinaba en favor de un
gobierno Bonomi, a quien, por otra parte, el «centralismo» de los diputados populares reprochaba
su actitud durante la guerra. El tercer gobierno Nitti fue constituido el 22 de mayo de 1920; con
participación de los ministros de Rodino y Micheli, y de cuatro subsecretarios populares. Durante la
crisis, Turati, en una entrevista en «Il Resto del Carlino» (18 de mayo), afirmó la necesidad de un
gobierno basado en el binomio Giolitti-Nitti, considerando que los dos hombres debían
complementarse en lugar de paralizarse recíprocamente. Pero Giolitti. expuso en «La Tribuna» (28
de mayo) su punto de vista personal, en una entrevista que fue considerada por la prensa como un
«torpedo» lanzado contra el tercer gobierno Nitti. Turati no quiso votar contra el gobierno Nitti y
fue el único socialista que abandonó la sala. He aquí lo que aquel mismo día escribió a Anna
Kulischev: «Cuando se empezó a pasar lista, me fui a dar una vuelta. Volví cuando se procedía a
pasar lista por segunda vez, y no entré en la sala. Sostengo que este voto es una abominación.
77
Angelo Tasca

Ante la tormenta, Nitti retira el decreto para transformarlo en proyecto de


ley, pero las decisiones hostiles de casi todos los grupos de la Cámara le
obligan a dimitir.

La caída de Nitti no causa ninguna sorpresa, puesto que ha habido tantas


fuerzas y tantas circunstancias que han contribuido a ello. Mussolini, que con
el advenimiento de Nitti había declarado, según la fórmula habitual, que
esperaría a ver su actuación, y que, por otra parte, había aprobado sus
medidas fiscales –como aprobará las de Giolitti– quiere ahora desquitarse,
porque Nitti lo ha hecho arrestar durante algunas horas en noviembre de
1919, y ha ordenado que se efectuaran pesquisas en la sede de los fascios,
con objeto de requisar las armas que allí había. El ejército ya no le es adicto,
porque ha licenciado a centenares de generales y a miles de oficiales que
sobraban, y porque no ha querido enviar la expedición a Georgia contra los
soviets, expedición que había preparado el gobierno precedente (Orlando).
Los nacionalistas están furiosos contra él a causa de su actitud en la cuestión
de Fiume y de su voluntad de reconciliación con Yugoslavia, y continuamente
organizan manifestaciones. El 24 de mayo –día del aniversario de la entrada
en guerra de Italia, que no se celebra oficialmente– llega a Roma una
delegación de dálmatas y de fiumeses. La consecuencia de ello es una
violenta manifestación, una severa represión y numerosas víctimas de una y
otra parte, ocho muertos y treinta heridos, hecho que debilita considerable-
mente al gobierno.

La oposición de derechas ye que ha llegado el momento de concentrar sus


esfuerzos para derribar a Nitti y, con él, su política exterior. Durante los
primeros meses de 1920, mientras que las huelgas se multiplican por todo el
país y D’Annunzio reina en Fiume, Nitti lucha en Londres, París, San Remo
para que triunfe una política inteligente de reconstrucción europea de la que
Italia saldría indudablemente beneficiada. De acuerdo con Lloyd George, Nitti
se pronuncia en favor del retorno a la normalidad, de la reanudación de las
relaciones comerciales con los soviets y de la imposición a Alemania de una
Sostengo que mis camaradas son unos criminales. Yo me había dirigido a Treves, a Prampolini y a
algunos otros para saber lo que opinaban: todos estaban de acuerdo en que este voto era estúpido,
pero a ninguno se le ocurrió que, en consecuencia, había de desolidarizarse de él... Me fui decidido
a rebelarme completamente solo... En sustancia se votaba con y por la derecha de Salandra, los
populares, los piratas que toman al abordaje el barco gubernamental, y contra nuestra política
extranjera, en un momento en que Italia está resolviendo en Pallanza la cuestión adriática según
nuestros deseos (y ahora Pasic y Trumbic se volverán a Belgrado porque no encuentran un gobierno
en Italia), en un momento en que Italia debería, sin embargo, recoger en Spa los frutos de la política
internacional honesta e inteligente que hemos estado defendiendo. Se votaba por la ruina del
Estado y de toda disciplina moral. Se votaba por lo confuso, por lo equívoco e –indudablemente– en
favor de la reacción. Todo esto es una locura criminal y, sin embargo, nadie, nadie se opone a ella».
78
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

cantidad global y razonable, a título de reparación. El gobierno francés se


obstina en la política que tendrá como resultado el sabotaje de la Conferencia
de Cannes por parte de Millerand: se es hostil a cualquier concesión a
Alemania, «que pagará de todos modos, y a toda aproximación con Rusia,
alrededor de la cual se quiere mantener el «cordón sanitario». Gracias a esta
política, los nacionalistas y fascistas italianos encuentran, en su oposición a
Nitti, todo el apoyo necesario en el embajador de Francia en Roma, Barrère,
que sigue a este respecto las instrucciones de Clemenceau. Éste había
declarado, después de las elecciones de noviembre de 1919, «que haría
cualquier cosa y autorizaría todo tipo de medios» para impedir que Italia
cediera a la marea revolucionaria. En la Cámara y en la prensa se denuncia
que la embajada de Francia en Roma se ha convertido en «el cuartel general
de la campaña contra los socialistas», que siguen siendo «peligrosamente»
wilsonianos. La conferencia de Spa es convocada para el 25 de mayo, Barrère
había declarado: «El señor Nitti no irá a ella», y Nitti es derrocado el 11 de
mayo, el mismo día en que los delegados italianos y yugoslavos han tomado,
por fin, contacto en Pallanza.

La sucesión está abierta; después de algunas semanas de crisis, Nitti es


definitivamente eliminado, a principios de junio, sobre todo porque el sucesor
está ya preparado: Giovanni Giolitti. Giolitti, como Mussolini, tiene desquité
personal que tomarse. Él no quiso la intervención de Italia en la guerra en la
primavera de 1915, no la quiso sobre todo en aquel momento y en las
condiciones en que iba a llevarse a cabo. Apartado del gobierno por una
conjuración de palacio, ha sido colmado de injurias y de amenazas: Salandra
ha amotinado contra él a los fascios y a los nacionalistas, dejándoles la calle a
su disposición. Giolitti quiere volver al poder, formar un bloque con los
socialistas, efectuar un cierto número de reformas políticas, económicas y
fiscales y restablecer, finalmente, el orden en el país. Tolera a Nitti,
prestándole incluso sus hombres, pero lo considera como un lugarteniente
que debe cederle el puesto en el momento que él decida. Nitti, por su parte,
no comparte en absoluto este punto de vista. El 12 de octubre de 1919, antes
de las elecciones generales, Giolitti presenta su candidatura al poder en el
célebre discurso de Dronero. Este discurso es, ante todo, una terrible
acusación contra la clase dirigente italiana, «contra las minorías audaces y
contra los gobiernos sin inteligencia y sin conciencia que han arrastrado a un
pueblo a la guerra, a pesar suyo», contra aquellos que «han precipitado a
Italia en la guerra sin prever nada, sin acuerdos precisos sobre cuestiones
políticas y coloniales, sin ni siquiera suponer la existencia de necesidades

79
Angelo Tasca

económicas, financieras, comerciales e industriales». Después de hacer un


balance de lo que Italia ha perdido en vidas humanas y en riquezas, Giolitti
expone su programa de gobierno. En las relaciones internacionales, hacer
todo lo necesario para evitar una nueva guerra; hacer un llamamiento a
todas las naciones para que entren a formar parte de la S.D.N., apoyarse en
las fuerzas del internacionalismo obrero. Abolir la diplomacia secreta, reservar
exclusivamente a los Parlamentos el derecho de declarar la guerra y de firmar
la paz. Para la liquidación del pasado piensa realizar investigaciones
«inmediatas y solemnes» sobre las responsabilidades incurridas, sobré la
forma en que se han ejercido los plenos poderes, sobre la estipulación y
ejecución de los grandes contratos de abastecimientos, «para dar a conocer
al país cómo se han derrochado decenas de miles de millones». Contra la
crisis financiera, propone la abolición de los gastos militares, el impuesto
progresivo sobre el conjunto de las rentas y sobre las sucesiones y una
deducción extraordinaria sobre la riqueza, sobre todo sobré los beneficios de
guerra. Lanza un virulento ataque contra las fuerzas reaccionarias, que, dice,
ya no prevalecerán más, puesto que las clases privilegiadas de la sociedad,
que condujeron a la humanidad al desastre, no pueden ya dirigir ellas solas el
mundo, cuyos destinos deben a partir de ahora pasar a manos de los pueblos.

En el momento en que fue pronunciado, este discurso fue acogido con


alaridos por toda la prensa nacionalista y conservadora. Nitti se había
apresurado a tomar posición contra semejante programa, y sobre todo contra
la investigación sobre la guerra, que había «encendido de nuevo las
pasiones», contestándole a través de su carta a los electores, el 31 de
octubre. A partir de este momento señalan los periódicos, «la ruptura entre
los señores Nitti y Giolitti puede considerarse como definitiva». Aquí empieza,
en efecto, una lucha de una extrema dureza entre los dos hombres de Estado,
Su rivalidad, qué se complica con un conflicto de intereses entre los dos
bancos italianos más importantes, el Commerciale (B.C.I.) y el Sconto (B.I.S.),
adquiere formas inauditas: Giolitti llega a utilizar a un chantajista para que
haga una interpelación a la Cámara en contra de Nitti, a propósito de las
pretendidas relaciones con el B.I.S., a hacer imprimir panfletos clandestinos,
mientras que Nitti, por su parte, hace que sean controladas las compras que
Giolitti efectúa en la Bolsa. Ambos buscan la eliminación mutua; a cada crisis
ministerial, hasta la marcha sobre Roma, el uno opone su veto a la
candidatura del otro, circunstancia que falsea todas las soluciones, aumenta
el descrédito del Parlamento, paralizándolo, y facilita las maniobras de los
fascistas y de los conservadores.

80
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

En la lucha, Giolitti es el más fuerte. Conoce a fondo la administración, en la


que ha hecho una gran parte de su carrera, y tiene una gran experiencia de
los hombres, de los que sabe aprovechar mucho mejor las debilidades que las
cualidades. Como hombre de la burocracia, no siente la misma repulsión que
Nitti hacia la intervención del Estado en la economía; como partidario de la
neutralidad, está más próximo que él de los socialistas y populares. En
vísperas de su vuelta al poder, pide a los socialistas que participen en su
gobierno, pues está dispuesto a hacer «grandes cosas». Turati le responde:

«Nosotros no somos ambiciosos. Tendríamos que aceptar a título


personal: los nuestros no nos seguirían».

Giolitti replica:

«Tengo la plena convicción de que en este momento soy útil al país y


por lo tanto formaré el gobierno. Escogeré la mayoría allí donde la
encuentre».

Hace también un llamamiento a los populares, pero don Sturzo no es


favorable a la colaboración con Giolitti. Siente una gran aversión por el gran
corruptor de la vida política italiana. Giolitti le corresponde con creces: este
piamontés celoso del laicismo del Estado no querrá nunca entrevistarse con
un dirigente de partido con sotana. Don Sturzo teme los métodos de Giolitti,
que quiere, efectivamente, utilizar a los católicos –como lo hizo en 1913–, 23
pero para dividir y reducir a los partidos, y no, como, hubiera querido don
Sturzo, para iniciar una política de acuerdos o de concurrencia de los grandes
partidos sobre la base de unos programas bien determinados. El Vaticano,
que ha intentado en vano salvar a Nitti, es hostil a Giolitti porque teme su
programa financiero y su concepción de las «dos paralelas» –el Estado y la
Iglesia– que no tienen necesidad de encontrarse. Entre las medidas anunciadas
por Giolitti, la que apunta a la transformación de todos los títulos en títulos
nominativos preocupa especialmente a la Iglesia, qué tiene en los títulos al
portador, un medio de burlar la ley sobre los bienes eclesiásticos y de ser
propietaria a través de una tercera persona que hace de intermediario.

23
En 1916, con vistas a las elecciones políticas de octubre, los dirigentes católicos decidieron
apoyar a los candidatos gubernamentales, con tal de que éstos aceptasen comprometerse por
escrito sobre algunas cuestiones (escuelas, organizaciones profesionales, congregaciones
religiosas) en un sentido favorable o no contrario a los intereses católicos. El «pacto» concluido,
que tomó el nombre de su instigador, el conde Gentiloni, se hizo con el apoyo del gobierno;
Giolitti quería asegurarse, de esta forma, una amplia mayoría en la Cámara y al mismo tiempo
contener el desplazamiento hacia la izquierda que podía resultar del sufragio ampliado,
introducido por él mismo, el año anterior.
81
Angelo Tasca

Sin embargo, nada puede impedir el advenimiento de Giolitti. Casi todos lo


esperan como a un salvador, todos confían en él. La burguesía italiana, que en
1915 se ha adherido a la guerra para desembarazarse del movimiento
obrero» que se estaba convirtiendo en un movimiento demasiado poderoso,
se arroja ahora; por las mismas razones, en brazos del hombre de la
neutralidad, del «traidor» Giolitti. Sus más fieros adversarios de entonces,
como Sonnino, le suplican que acepte el poder. No se olvida que Giolitti,
antes de la guerra –en aquel tiempo «en que se era feliz»–, ha probado su
habilidad en el encantamiento de la serpiente socialista.

«Aquellos que en 1915 –escribe Guglielmo Ferrero– le arrancaron la


varita mágica, rompiéndola, se dirigen ahora al viejo mago a fin de que
renueve los antiguos prodigios». Los nacionalistas, sus más violentos
adversarios durante la guerra, lo aceptan porque esperan que Giolitti,
apasionado sobre todo por la política interior, abandonará el camino
demasiado europeísta que había seguido Nitti. Mussolini está
dispuesto a marchar junto a él si de esta forma puede acercarse al
poder. Proclama que la declaración ministerial de Giolitti «coincide casi
literalmente con los postulados fascistas».

En cuanto a los populares, su grupo parlamentario ya ha decidido participar


en el nuevo gobierno, a pesar de la opinión contraria de don Sturzo.

Con la subida al poder de Giolitti, se supera la grave escisión de 1914-1915,


que había dividido en dos a la burguesía. Ya no se volverá a hablar más de
«neutralistas» y de «intervencionistas». Con Giolitti, el hombre de la anti-
guerra, el hombre del discurso de Dronero y partidario de las medidas
financieras «demagógicas», se reconstituye por algún tiempo la «unión
nacional».

82
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Capítulo VI
GRANDEZA Y DECADENCIA DEL MAXIMALISMO

Después del armisticio, y sobre todo después de las elecciones de noviembre


de 1919, tiene lugar una gran afluencia de gente de todas las categorías,
incluidos los empleados privados, los técnicos y los funcionarios públicos,
hacia la Confederación del Trabajo «roja». En diversas localidades, las
asociaciones de pequeños comerciantes se adhieren a la Bolsa del Trabajo.
Los 321.000 sindicados con que contaba la C.G.L., en vísperas de la guerra,
ascienden a fines de 1920 a 2.200.000. El mismo fenómeno se produce, por
otra parte, en todos los países: en Francia, la C.G.T. pasa de un millón de
afiliados en 1914 a 2.400.000 a principios de 1920; en Alemania, los dos
millones y medio de 1913 pasan a ser 8 millones en 1920; incluso en
Inglaterra, las cuidadosas estadísticas de las Trade Unions señalan para él
mismo período un aumento de 1.572.391 a 4.317.537 en el número de sus
afiliados. Tanto en Italia como en los demás países se desencadenó una
oleada de huelgas que alcanzó su punto máximo en 1920, pero que en todas
partes acabará calmándose bajo la ducha fría de la crisis económica.

Estos hechos se pueden comprobar con la estadística de las huelgas de los


años 1919-1922.

1919 1920 1921 1922


Inglaterra a) 1.352 1.607 763 576
b) 2.400 1.779 1.770 512
Alemania a) 3.719 3.807 4.455 4.785
b) 1.938 1.429 1.489 2.046
Francia a) 2.026 1.832 475 665
b) 1.161 1.317 402 290
Italia a) 1.871 2.070 1.134 575
b) 1.554 2.314 724 448
Estados Unidos a) 3.630 3.411 2.385 112
b) – – – –
Annuaire de la Statistique générale de la France (París, Impr. Nat., 1931)

a ) Número de conflictos (huelgas y lock-outs).


b ) Número de obreros afectados por las huelgas y los lock-outs (en miles).

Alemania es la excepción que confirma la regla, pues el. número de huelgas sólo empieza a
descender a partir de 1925, cuando la crisis económica se presenta libre de las incidencias de la
inflación.

83
Angelo Tasca

En enero de 1920, los empleados de correos y los ferroviarios se declaran en


huelga; desde finales de febrero a finales de mayo se multiplican las huelgas
de los trabajadores agrícolas en las provincias de Ferrara, Mantua, Novara,
Pavía, Padua, Verona, Arezzo y Parma. La ola alcanza también las organizaciones
«blancas» (católicas) de Soresina (Cremona), Todas estas huelgas tienen un
carácter netamente económico, y tienden a elevar los salarios al nivel del
coste de la vida en alza continua. No responden a ningún plan preconcebido:
los ferroviarios inician la lucha el 20 de enero y el 21 los empleados de
correos y telégrafos vuelven al trabajo; en el Norte, se suceden las huelgas
agrícolas sin ninguna relación entre sí, ni con la ocupación de tierras que tiene
lugar en el Mezzogiorno.24 Hay una enorme dispersión de energías, una gran
cantidad de movimientos que en algunas zonas rurales llegan a paralizar la
producción durante largas semanas y meses, pero cuyo valor político es nulo.
En esta facilidad con que se recurre a la huelga, en esta obstinación en la
lucha, hay un signo de los tiempos, un reflejo de las inquietudes y las
esperanzas de las masas. El hecho más insignificante puede producir la
interrupción del trabajo. Algunas veces, las huelgas tienen su origen en un
descontentó más general, como sucede en el mes de mayo en Carnia, región
que los austríacos habían ocupado durante la guerra y en la que habían
quedado demasiados problemas sin resolver.

24
Iniciadas en agosto de 1919 en el campo romano, estas ocupaciones de tierras continúan
durante todo el año 1920, particularmente en Sicilia. El episodio más célebre es el de la revuelta
de Ribera (Palermo) a principios de febrero de 1920. El duque de Bivona grande de España, fue
encerrado en su castillo, que luego fue saqueado, hasta que hubo suscrito todas las exigencias de
los campesinos. En septiembre-octubre, también en Sicilia, hubo un fuerte recrudecimiento de
las revueltas. En algunas provincias, casi todas las grandes propiedades (latifondi) fueron
ocupadas por multitudes impacientes ante los retrasos administrativos en el trabajo de las
Comisiones agrarias provinciales y en la aplicación de los decretos de ocupación y atribución de
las tierras no cultivadas. La iniciativa provenía a menudo de ex combatientes o de «populares».
Una correspondencia de Palermo, publicada en Avanti el 5 de octubre, muestra con gran relieve
el espíritu y las características de estas acciones, de masa. Bajo el gobierno Giolitti, el ministro
«popular» de Agricultura, Micheli, tomó nuevas medidas legislativas, pero el movimiento acabó
por amortiguarse. El partido socialista se ocupó de él muy tarde y generalmente con recelo y de
mala gana. En la reunión de la dirección en Florencia (19-20 de octubre), Gennari evocó los
sucesos de Sicilia, donde, dijo, «por parte de los campesinos se procede a la ocupación de. tierras
de una forma más bien caótica, sin plan preciso ni visión exacta del problema». Se lamentó de
que «ningún diputado socialista hubiese ido en apoyo de los 150.000 campesinos en huelga, en la
provincia de Trapani», dónde las ocupaciones se habían llevado a cabo en gran escala. El
problema de la propiedad siciliana fue examinado en. el Congreso socialista siciliano de Palermo
(13-15 noviembre), pero la cosa no fue más allá. La dirección maximalista del partido mostraba el
fondo de su pensamiento en el siguiente comentario de Serrati: «Es notorio que el movimiento
de ocupación de tierras que, sobre todo en Sicilia, ha sido realizado por ex combatientes y
populares, fue un movimiento demagógico, pequeño burgués, destinado a engañar a las masas
agrícolas» (Comunismo, 15 de febrero de 1921). Sobre los movimientos agrarios de Sicilia y sobre
la actitud del P.P.I. en la cuestión de la gran propiedad, Cf. M. Pernot, L’expérience italienne,
Paris, Grasset, 1924.
84
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

En algunos casos, las reivindicaciones «políticas» pasan a primer plano, como


es el caso de la huelga general del mes de abril en Turín, en la que se ventila
el reconocimiento de los consejos de fábrica por parte de los industriales y
que se acaba con una grave derrota de los trabajadores. 25

Esta huelga es provocada por un incidente que muestra claramente el estado


de ánimo existente en esta época, en algunos centros industriales. El
gobierno ha decidido adoptar la «hora legal», la hora de verano, y la dirección
de la Fiat hace adelantar en una hora las agujas del gran reloj de la fábrica. La
25
Nacido en la Fiat a propósito de la hora legal, el 22 de marzo de 1920, el conflicto se desarrolla en
un sentido muy diferente. El lunes 29 los industriales declaran el lock-out y hacen ocupar las
fábricas por el ejército. El 9 de abril, por un referéndum entre ellos, los obreros deciden aceptar las
proposiciones de conciliación del prefecto; el resultado de esta votación es ratificado, aunque no
sin vivas oposiciones, por los delegados de taller. Pero cuando, el 11 de abril, los representantes de
los obreros se encuentran con los industriales para discutir la vuelta al trabajo, éstos últimos exigen
«precisiones» sobre el reglamento de taller y sobre el funcionamiento de las comisiones internas.
De esta forma, a partir del 13 de abril, se decide una huelga general de solidaridad con los
metalúrgicos por un acuerdo entre la F.I.O.M., la Bolsa del Trabajo y la sección socialista (de
tendencia comunista). En el orden del día que anuncia la huelga, se denuncia «la intención que
tiene la Liga industrial de perjudicar a las comisiones internas, impidiendo en el futuro el desarrollo
de estos organismos que se han mostrado... capaces de convertirse en el instrumento de nuevas
conquistas». El «Avanti» piamontés del 14 de abril, se publicó con un dibujo de Scalarini, en el que
aparecía una mano empuñando un revólver y, al fondo, un taller. A partir del 15 de abril, esta
edición del «Avanti» se convierte en el Boletín diario de la huelga general. El número siguiente (16
de abril) tiene por título: «La insurrección de la clase obrera y campesina para conseguir la libertad
de los órganos de su poder». El 19 se proclama la extensión de la huelga a todo el Piamonte, reflejo
casi automático destinado a enmascarar el fracasa; ya inevitable: los primeros signos de ello
aparecen el 21, y tres días después se anuncia la reanudación del trabajo: «La batalla ha acabado, la
guerra continúa».
El carácter político e incluso institucional de la huelga era, pues, evidente para la voluntad y la
conciencia de los dirigentes turineses, animadores del movimiento de los consejos de empresa, del
que Antonio Gramsci era el teórico. Sus posiciones ideológicas y tácticas habían sido formuladas en
los editoriales de «Il Ordine nuovo» semanal, debidos casi todos ellos a Gramsci.
Pero también los industriales, y a nivel nacional, tuvieron muy pronto conciencia de este carácter
político. La Confederación de la Industria, creada el 9 de marzo de 1920, había, en efecto, aprobado
un informe de su secretario, el diputado Olivetti, en el que se afirmaba que «no pueden coexistir
dos poderes en la fábrica». Había decidido librar la batalla sobre este terreno, invitando a sus
miembros y a las asociaciones afiliadas a que comunicaran inmediatamente «a la presidencia de la
Liga los hechos que pudieran constituir, aunque fuera indirectamente, manifestaciones de la
institución de los consejos de empresa y de los delegados de taller, con prohibición absoluta para
los miembros y para las organizaciones de llevar a cabo, el menor gesto que pudiese comprometer
la cuestión». Pero antes de la huelga de marzo-abril, la Liga industrial de Turín invitaba a las
empresas afiliadas «a negarse a reconocer a los organismos representativos obreros al margen de
las formas sindicales habituales».
Esta contraofensiva victoriosa de los industriales turineses colmó de entusiasmo a Mussolini, que
cantó victoria en «Il Popolo d’Italia»: «Aun a riesgo de seguir escandalizando a una docena de
momias o de monos aulladores, afirmamos aquí, alta y claramente, que la poderosa Asociación
industrial de Turín —la A.M.M.A.–, atajando con su firme resistencia la inmunda especulación de la
chusma turinesa, se ha hecho digna de la nación y de la propia clase obrera italiana».
La huelga de abril también agravó, el conflicto entre el grupo turinés de «Il Ordine nuovo» y la
F.I.O.M. e incluso con el P.S.I. La idea de Antonio Gramsci era que el desarrollo de los consejos de
empresa, tal como él los había concebido, debía transformar radicalmente el espíritu, las
estructuras y las tareas tanto del partido como de las organizaciones sindicales. Según esta
85
Angelo Tasca

Comisión obrera las vuelve a colocar en la hora antigua. La dirección manda


llamar a la Comisión y le hace una proposición: «Seguid, si queréis, la hora de
invierno, pero dejad que el reloj vaya igual que los otros relojes de la ciudad».
Pero no hay acuerdo posible; la dirección despide a los miembros de la
Comisión de fábrica y estalla la huelga. La «hora legal» es una herencia de la
guerra, una intervención del Estado en la vida cotidiana de los obreros, y
éstos no quieren consentirlo. En Turín, esta resistencia es espontánea; en
otros centros, como en Bolonia y Cremona, la Bolsa del Trabajo se niega
oficialmente a aplicar la hora legal. Mussolini, después de haber llamado a
este movimiento «la primera gran revolución del pueblo italiano contra los
que lo gobiernan» se adhiere totalmente a él:

«Yo también estoy contra la hora legal, escribe el 6 de abril de 1920 en


su periódico, porque representa una de las formas de intervención y
de coerción del Estado. No hago de esto una cuestión política, nacional
o utilitaria; yo estoy a favor del individuo y en contra del Estado...
Abajo el Estado en todas sus formas y sea cual sea su encarnación; el
Estado de ayer, de hoy y de mañana, el Estado burgués y el Estado
socialista. A nosotros, últimos sobrevivientes del individualismo, sólo
nos queda, para atravesar la noche presente y la de mañana, la religión
absurda, pero siempre consoladora de la Anarquía».

Y el artículo acaba con esta palabra, «Anarquía», impresa en letra negrilla.

concepción, él movimiento de los consejos y el nacimiento de un verdadero partido comunista


estaban estrechamente ligados, según se deduce del informe redactado por Gramsci y enviado, el
verano de 1920, al Comité ejecutivo de la Internacional comunista, sobre II movimento comunista
torinese (publicado de nuevo por Stato operario, París, 1927). Este «plan», cualesquiera que fuesen
sus posibilidades concretas, chocó con el espíritu conservador y burocrático de los dirigentes
maximalistas del partido, que reprochaban al grupo de Turín el haber creado el movimiento de los
consejos, «no como un movimiento general surgido de las deliberaciones del partido y al servicio de
los organismos centrales, sino como una iniciativa local», y el haber dirigido el movimiento de abril
«al margen de la dirección del partido, ignorándola a menudo, suplantándola a veces y ocultándole
siempre el alcance y los fines últimos del movimiento».
El conflicto entre los comunistas de Turín y la F.I.O.M. sobre la cuestión de los consejos de empresa
databa de bastante tiempo atrás. Los dirigentes de los metalúrgicos habían visto muy pronto las
posibles consecuencias de este movimiento sobre las relaciones entre los comités de taller, las
masas y la organización sindical. Ya en el Congreso extraordinario de la F.I.O.M (Florencia, 9-11 de
noviembre de 1919), la gran mayoría había reivindicado para la organización sindical «la
responsabilidad del movimiento y de la acción de clase en el interior y en el exterior de la fábrica».
El conflicto de abril planteó en forma aguda el problema de las relaciones entre los consejos y los
sindicatos, problema que fue de nuevo discutido en el Congreso extraordinario de la F.I.O.M. en
Génova (20-24 de marzo de 1920), un mes después de la liquidación de la huelga de Turín. En él se
aprobó un orden del día que, confirmando las decisiones del Congreso de Florencia, reservaba «al
Congreso de la C.G.L. toda decisión definitiva sobre la institución de consejos de empresa y la
delimitación de las funciones que éstos deben asumir en la fábrica en tanto que subsista el régimen
industrial».
86
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Los conflictos entre los manifestantes y la fuerza pública se multiplican y es


siempre ésta quien tiene la última palabra, ya que se encuentra siempre
frente a masas tan desarmadas como excitadas. Cuando hay muertos en la
calle –y esto sucede casi siempre– los obreros reaccionan declarando la
huelga general. Algunas veces, los ferroviarios paran el tren en que viaja la
guardia real o los vagones cargados de municiones destinadas a la guerra
contra los soviets. En el primer semestre de 1920, se producen las primeras
ocupaciones de fábricas,26 después de la de Dalmina, en marzo de 1919. La
tensión alcanza su grado máximo en junio, con la revuelta de Ancona, donde
los soldados, apoyados por la población obrera de la ciudad, se niegan a
marchar hacia Albania. A pesar de la resistencia que se organiza en algunos
barrios, la revuelta es rápidamente dominada.

Todos estos movimientos, estos sobresaltos, desbordan la organización


obrera y socialista. Esta hipersensibilidad de las masas es tratada mediante
una especie de ducha escocesa, recomendándoles la calma y prometiéndoles
la revolución. El manifiesto redactado el 25 de junio de 1920, inmediata-
mente después de los acontecimientos de Ancona, por la dirección del
partido socialista, el grupo parlamentario socialista y la C.G.L. se pronuncia en
contra de las acciones locales:

«La situación actual, dice, indica que la crisis burguesa se acelera y que
está próximo el choque formidable entre la burguesía y el proletariado.
Dada la necesidad de afrontar las nuevas batallas con todas nuestras
fuerzas, las organizaciones dirigentes del movimiento obrero en Italia
ponen en guardia a los trabajadores contra los movimientos que
puedan perjudicar el movimiento general...

¡Trabajadores! La revolución proletaria no puede ser la obra de un


grupo de hombres, ni puede hacerse en una hora. La revolución es. el
resultado de una preparación formidable, realizada con unos esfuerzos
extraordinarios y con una disciplina de hierro».

Choque formidable... Preparación formidable. Detrás de esta palabrería no


había absolutamente nada. El barco iba a la deriva con todas las esperanzas
con que iba cargado.
26
Entre febrero y junio de 1920, tuvieron lugar ocupaciones de fábricas, con tentativas más o
menos efímeras de gestión obrera, en Sestri Ponente (18 de febrero), en Viareggio (19 de
febrero), en Ponto Canavese y Torre Pellice (Manufacturas de algodón Mazzonis, 28 de febrero),
en Asti (Empresa de transformación de la madera, 2 de marzo), en Nápoles (Talleres de mecánica
de Miani y Silvestri, 24 de marzo), en Sesto San Giovanni (Empresa Spadaccini, 4 de junio), en
Piombino (Ilva, 10 de junio).
87
Angelo Tasca

Y mientras los dirigentes sindicales y socialistas permanecen estancados y


dudan, la burguesía empieza a recobrarse. Algunos síntomas le animan a
hacerlo: los arditi han podido incendiar tranquilamente el «Avanti», en abril
de 1919, y tirar en noviembre algunas bombas al desfile socialista en Milán,
sin que se produzca la más mínima reacción seria. El primero de diciembre,
mientras se celebraba la sesión real en la Cámara, los diputados socialistas
abandonan la sala gritando ¡Viva la República! La misma noche, grupos de
estudiantes y de oficiales les persiguen por las calles de Roma, y hieren
algunos de ellos; la cosa acaba, por un lado, con aclamaciones al rey en la
plaza del Quirinal y, por otra, con una huelga general de protesta. La clase
obrera protesta por todo el país: cada ciudad hace su huelga general, tiene
sus muertos y la ira popular estalla, a veces, en revuelta, como en Mantua,
donde después de las agresiones de Roma, la multitud invade la estación y
arranca los raíles, ataca a todos los oficiales que encuentra a su paso, asalta la
prisión, libera a los detenidos en ella, e incendia el edificio. En Roma, al
declararse en huelga los barrenderos el 12 de mayo de 1920, son reemplazados
por equipos de estudiantes y otros voluntarios. En julio, los tranviarios,
después de una huelga victoriosa, sacan tranvías a la calle adornados con
banderas rojas. Mucha gente, exasperada a causa de está huelga por las
largas caminatas que ha tenido que hacer a pie bajo un calor tórrido, sube a
los tranvías, arranca las banderas: y golpea a los conductores. Por la tarde,
estudiantes, nacionalistas y arditi saquean la imprenta del «Avanti» y rompen
las máquinas. Entonces se produce la reacción habitual: la Bolsa del Trabajo
declara la huelga general, pero sólo gracias a la policía puede impedirse la
destrucción de la imprenta de «Epoca», que había tirado la edición romana de
Avanti. Por la noche, algunos diputados socialistas, entre ellos Modigliani, son
gravemente heridos. En el mismo mes, fascistas, arditi y legionarios incendian
en Trieste el local de las organizaciones eslovenas, el Balkan.
Todo esto no son más que signos precursores, primeras escaramuzas dejadas
a la iniciativa y a la reacción locales, y en las que actúan, sobre todo, los
«francotiradores» de los grupos fascistas y nacionalistas. Paralelamente a
estos episodios, tiene lugar un esfuerzo metódico de organización por parte
de las clases poseedoras. El 7 de marzo de 1920, en el momento en que las
luchas obreras alcanzan su máximo grado de intensidad, se reúne en Milán la
primera Conferencia nacional de los industriales italianos; en ella se crea la
Confederación General de la Industria que abarca toda la gran industria y tres
cuartas partes de la media, y pequeña industria y que, ligada estrechamente a
la Asociación de las Sociedades por Acciones, ejercerá un papel preponderante

88
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

en la vida nacional. En el curso de esta reunión, se elabora un plan completo y


preciso de acción común, en el que todo está previsto, desde la organización
centralizada de todos los fabricantes hasta las formas de lucha contra los
sindicatos obreros y la rehabilitación política de Giovanni Giolitti. Al principio,
la nueva Confederación obtiene su primer éxito con el aplastamiento de la
huelga general de Turín, la huelga de las «agujas». Poco después, el 18 de
agosto, se constituye la Confederación General de la Agricultura, que se
consolida rápidamente y que agrupa todos los tipos de la grande y mediana
propiedad rural y de la industria agrícola. Los industriales y los agrarios no
irán ya al combate separadamente. A las huelgas intermitentes y locales,
fruto de la acción obrera, podrán oponer una fuerza defensiva y de ataque,
organizada sobre una base nacional y fuertemente centralizada.

El cambio de coyuntura se manifiesta, sobre todo, por la vuelta de Giolitti al


poder. Mientras, en el pueblo, la cuestión de la guerra continúa separando al
proletariado organizado de una parte de los excombatientes y de determinadas
categorías de las clases medias (estudiantes, oficiales, profesiones liberales),
por encima, los antiguos belicistas y neutralistas trabajan conjuntamente para
hacerse por entero con el control de la situación.

Los socialistas no forman parte del nuevo gobierno, pero Giolitti no ha


renunciado a su apoyo. En sus declaraciones a la Cámara, va lo más lejos
posible, con el fin de ganarse su confianza. Espera poder utilizar de nuevo los
métodos que le dieron resultado antes de la guerra: eliminar el conflicto de
intereses entre industriales y agrarios, gracias a una oportuna dosificación de
la protección aduanera; hacer participar en los beneficios de esta protección a
ciertas categorías del proletariado industrial de Italia del Norte y a los
asalariados agrícolas del valle del Po, que son la base de la potencia política y
sindical del movimiento socialista. Pero 1920 no es lo mismo que 1910; el
partido socialista y la C.G.L. no son ya las organizaciones de una «aristocracia»
obrera; masas nuevas se han puesto en movimiento y, para guiarlas, se
necesita algo más que los recursos extremos y las fórmulas de antaño. La
crisis económica, que se agrava de día en día, hace difícil el antiguo
compromiso, al no dejar un margen suficiente para neutralizar todas las
ambiciones. Además, el partido socialista, que ha prometido la revolución sin
levantar ni un solo dedo para prepararla, que ha pasado bruscamente del
programa de 1917 al de los «soviets», espera que la crisis «insoluble» le lleve
al poder. Cuando Giolitti propone a los socialistas entrar en su gobierno,
Turati, portavoz de la «derecha», se niega a ello, pues sabe que el partido no
le seguirá.
89
Angelo Tasca

Turati ha asimilado sobre todo, del marxismo, la noción de la estrecha


relación existente entre la evolución económica y las transformaciones
políticas, y la convicción de que la emancipación de los trabajadores debe ser
obra «de los propios trabajadores». Los socialistas deben educar, preparar a
la clase obrera para que sea capaz de ser independiente. La dureza con que
Turati luchó por la ley de las ocho horas en Italia, no es simple «reformismo»;
esta reducción del horario de trabajo, de la que ya Marx, en 1864, había
proclamado, en el Discurso inaugural, «los inmensos beneficios físicos, morales
e intelectuales» para la clase obrera, puede permitir a ésta aumentar sus
conocimientos y prepararse mejor para la lucha. Turati concibe los progresos
del socialismo como una corriente en la que confluyen todos los impulsos
dirigidos hacia el futuro que existen en las cosas y en los espíritus. Ve estos
progresos como un desarrollo armónico, sin demasiadas dificultades, hecho
de adoptaciones sucesivas y guiado por una voluntad lúcida. Unas masas con
una conciencia cada vez mayor; una burguesía cada vez más inteligente; las
masas que saben esperar y una burguesía que sabe resignarse a lo inevitable.
Colaboración entre albaceas testamentarios de un mundo del que hay que
aceptar y querer su fin. Por todo ello, no puede ocurrírsele a Turati ir al
gobierno sin las masas, y menos aún contra ellas. No es, en absoluto, por
cobardía; él no ha hecho, como el papa del Dante, per viltade il gran rifiuto.
Cuando, en 1911, Bissolati responde a la llamada del rey, Turati plantea la
cuestión en estos términos: «¿Participar en el poder? Tal vez habría que
hacerlo, pero es totalmente imposible». Hay un obstáculo insuperable: la
escasa preparación de las masas.
«¿Qué es el socialismo actualmente en Italia? –se pregunta–. El
socialismo apenas ha rozado la piel de las masas, y allí donde ha
penetrado un poco más hondo, en los oasis mejor organizados, está al
servicio de intereses desde luego respetables, pero que resultan
mezquinos y limitados.»
Con semejante instrumento ¿cómo se puede participar? Lo que Turati quiere
es una política y no una aventura: personal. Por esta razón ha sido contrario,
en 1911-12, a la guerra de Trípoli, porque ésta apartaba al pueblo italiano de
la formación lenta y penosa de su conciencia cívica. Igualmente, a pesar de su
simpatía por Bélgica y por la Entente, no ha estado de acuerdo con la guerra
de 1914, porque temía sus consecuencias en el ánimo de las masas. La
presión de las masas de los años 1919-1920 la ve tan sólo como la
consecuencia de una «psicosis de guerra». El cuadro clásico y armónico del
advenimiento del socialismo, tal como él lo había concebido, queda destruido

90
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

a partir de este momento, y Turati advierte, más que nunca, que carece del
«instrumento» para poder hacer la política que él hubiera deseado. Cuando el
28 de junio interviene en la Cámara para responder a la declaración
ministerial de Giolitti, debe hacerlo a título personal; su admirable discurso,
en el que proclama la necesidad de «rehacer Italia» mediante un conjunto de
medidas «orgánicas», coordinadas e inmediatas, capaces de movilizar todas
las energías latentes, y de renovar con audacia el Estado y la Nación», cae en
la indiferencia general. Y puesto que la montaña no ha ido a él, Turati no irá a
la montaña. El socialismo italiano tiene un destino realmente trágico, pues la
elevada conciencia de algunos de sus dirigentes es tan fatal para él como la
inconsciencia de los otros.
Otro dirigente socialista, Claudio Treves, que colaboraba desde hacía
bastantes años en la revista de Turati, Critica Sociale, en un discurso
pronunciado en la Cámara el 30 de marzo, cuando tuyo lugar la primera crisis
Nitti, describía de la siguiente forma la situación italiana:
«La crisis de esta hora trágica es concretamente ésta: ustedes ya no
pueden imponernos su orden por más tiempo y nosotros no podemos
todavía imponerles el nuestro».
En realidad, el antiguo orden social existía y se consolidaba, mientras que el
orden nuevo estaba rodeado de una nube impenetrable. Para despejarla, un
grupo de jóvenes intelectuales, cuyo dirigente era Antonio Gramsci, había
llevado a cabo en Turín un considerable esfuerzo de elaboración doctrinal y
de organización práctica, partiendo del movimiento de los Consejos de fábrica
que, en esta ciudad, había alcanzado un cierto grado de madurez y de fuerza.
Pero el esfuerzo de estos elementos chocaba con la incomprensión del
partido socialista y, sobre todo, con la propia inexperiencia y su aislamiento.
La dirección maxímalista del partido socialista, imperturbable, continuaba
emborronando cuartillas con proyectos de soviets. El Consejo Nacional de
Florencia, de enero de 1920, había encomendado a la dirección que procediera,
«en un plazo máximo de dos meses», a la constitución «definitiva» de los
Consejos de Trabajadores. En el Consejo Nacional, que se reúne en Milán en
abril –los dos meses han transcurrido de sobra–, se afirma de nuevo «la
necesidad de los soviets» y se invita una vez más a la dirección del partido a
«crear estos organismos proletarios». Para que la dirección no desfallezca en
su tarea, se le proporciona un estatuto de los soviets, donde, en algunas
decenas de artículos se prevé todo lo necesario para su funcionamiento. Sólo
faltaban los soviets... Y ¿por qué la dirección del partido debe implantar los
soviets desde arriba, por generación burocrática? ¿Para tomar el poder?
91
Angelo Tasca

¿Para cortar la naciente contrarrevolución? No; se trata, sobre todo, de


«crear obstáculos al experimento socialdemócrata y de paralizarlo», de
impedir «la consolidación del Parlamento burgués» y de destruir las ilusiones
democráticas, que son «las más peligrosas». Es necesario, a este propósito,
«intensificar y completar el trabajo de preparación, para derrocar por la
violencia el Estado burgués y para instaurar la dictadura proletaria».
Completar la preparación no era fácil, porque ¿cómo completar lo que nunca
ha existido? La preparación, por otra parte, no podía consistir más que en una
acción política encaminada a reunir alrededor de un programa de gobierno a
todos aquellos a quienes, sus sufrimientos, sus ilusiones o su necesidad de
justicia impulsaban hacia un orden nuevo. La dirección del partido no puede
ni siquiera plantearse un problema semejante. La palabrería, las fanfarronadas
que permiten mantener la popularidad entre las masas, acaban por ofuscar
los cerebros, de por sí poco resistentes, de los que se sirven de ellos. Los
vapores del alcohol adulterado se suben a la cabeza de los que lo beben, sin
darles, a cambio, más valor ni más decisión. Por el contrario, las fórmulas
sobre la «crisis inevitable y próxima» del régimen, sobre la imposibilidad de la
burguesía de salir bien parada, haga lo que haga, actúan como narcóticos.
Sustituyen el contacto con la realidad por una especie de monomanía
delirante e inofensiva, a la que la burguesía, a la primera ocasión, se apresura
a poner la camisa de fuerza. Estas fórmulas «extremistas» son el producto de
una pasividad congénita que ellas mantienen y agravan. Se crea una
psicología parasitaria, la del heredero a la cabecera del moribundo –la
burguesía–, del que ni siquiera vale la pena acortar la agonía. En espera de la
herencia ya asegurada, la vida política italiana se transforma en un mitin
permanente en el que el capital de la revolución «próxima» es derrochado en
orgías de palabras.
Pero, en cambio, las masas se toman el juego más en serio, mientras siguen
«esperando» la revolución. La C.G.L., cuyos dirigentes reformistas firman, en
verano de; 1920, en Moscú, un pactó para «el triunfo de la revolución social y
de la república universal de los soviets», invita, al mismo tiempo, a los
obreros italianos, a aceptar la nueva ley de seguridad social, basada en la
triple contribución del Estado, los patronos y los asegurados. Los obreros, que
no aceptaron la hora legal, se niegan a pagar su parte. ¿Para qué la seguridad
social si se está en vísperas de la revolución? ¿Por qué pagar, si muy pronto se
tendrá «todo el poder»?

92
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

La distancia entre el sistema de seguridad social y la «república universal de


los soviets» es demasiado grande y las masas no comprenden nada. Además,
mientras que la C.G.L. promueve una campaña en favor de la ley, las Bolsas de
Trabajo de Bolonia y de Turín deciden que los obreros no deben pagar su
parte, e incluso se llega a hacer una huelga de protesta en las fábricas Bianchi
de Milán. Se produce, pues, «una crisis de autoridad» del movimiento obrero,
paralela a la crisis de autoridad del Estado; pero esta última se resolverá antes
que la primera.

Desde los primeros días de su acceso al poder, Giolitti reprime la revuelta de


Ancona y toma la decisión de retirar las tropas italianas de Albania. De esta
manera, inicia su papel de liquidador de la crisis burguesa, que en septiembre
le sitúa ante un difícil acontecimiento: la ocupación de las fábricas por los
obreros en todo el país. La Federación de los obreros metalúrgicos (F.I.O.M.)
había empezado, en mayo, la discusión de un contrato colectivo de trabajo
con los industriales que, por su parte, estaban decididos a no hacer ninguna
concesión. «Hasta el presente hemos cedido siempre; ahora –declaran– la
cosa va a cambiar; y vamos a empezar por vosotros.» Esta actitud indica que,
por lo menos, algo ha cambiado en la situación. En cuanto a la F.I.O.M., que
ya ha tenido que sostener largas huelgas para llegar a concluir algunos
contratos regionales, no quiere exponerse, otra vez, a una huelga que correría
el peligro de durar varios meses. Los obreros se cansarían y tampoco era muy
seguro que pudiera lograrse una victoria. Había que encontrar un arma que
no fuera la huelga, pues ésta ha sido tan utilizada, que es ya un instrumento
muy poco eficaz. Por otra parte, los síntomas de la crisis industrial son cada
vez más evidentes y la posibilidad de maniobra es cada vez menor. Es
entonces cuando los estrategas de la F.I.O.M., que pertenecen todos a la
derecha del partido socialista, deciden, ante la intransigencia obstinada y
poco hábil de los industriales, utilizar la huelga intermitente. Pero, los
industriales están dispuestos a responder al «obstruccionismo» con el lock-
out, con lo cual los obreros se ven forzados a la huelga que, en esta ocasión,
querían evitar. Cuando en Milán, el 30 de agosto, la dirección de la Alfa
Romeo hace evacuar su fábrica y cierra las puertas para acabar con la «huelga
de brazos caídos», la F.I.O.M. ordena a los obreros que ocupen las fábricas,
para adelantarse e impedir, el lock-out, para arrancar de las manos de los
empresarios esta arma temible. Esta ocupación de las fábricas, que, ha sido
presentada a menudo como una especie de punto culminante de una fiebre
revolucionaria es, en su origen, un simple y mal sucedáneo de la huelga, que
se había hecho demasiado difícil, un medio más económico para imponer el

93
Angelo Tasca

nuevo contrato colectivo de trabajo. Los dirigentes de la F.I.O.M. han


escogido la vía del mínimo esfuerzo: creían que la ocupación de las fábricas
provocaría la intervención del gobierno, y algunos de ellos incluso acariciaban
–sin atreverse a confesarlo– la esperanza de que la ocupación tendría un
desenlace político con la participación de los socialistas en el poder.

El 31 de agosto, los obreros invaden 280 empresas metalúrgicas de Milán y,


en los días siguientes, el movimiento se extiende a toda Italia, adelantándose,
en ocasiones, a las órdenes de los dirigentes. Se empieza por las fábricas
metalúrgicas, pero como estas fábricas necesitan materias primas y accesorios
que les son proporcionados por otras industrias, la ocupación se extiende a
éstas para hacer posible la continuación del trabajo en las primeras. La
dirección de las empresas pasa a las comisiones interiores de fábrica, que se
esfuerzan en continuar la producción. En esta tarea, las comisiones obreras
únicamente pueden contar consigo mismas, ya que todos los ingenieros y casi
todos los técnicos y empleados han abandonado las fábricas por orden de la
organización patronal. Los trabajos en curso se continúan bastante bien, pero
pronto se deja sentir la dificultad en el suministro de materias primas y la
falta de dinero para pagar los servicios; apenas se ha encontrado nada en las
cajas abiertas después de la ocupación. Pasado el entusiasmo inicial, una
parte de los obreros se cansa de permanecer todo el tiempo en la fábrica;
hacia el final del movimiento ya no se les deja salir, por temor a que no
vuelvan más. Así, los «guardias rojos» que están en las puertas para defender
la fábrica contra un eventual ataque, sirven, al propio tiempo, para impedir la
deserción de una parte considerable del personal. Las «comisiones obreras»
despliegan una actividad admirable, con un profundo sentido de su responsa-
bilidad, una preocupación por la «dignidad proletaria» en lo referente a la
disciplina en el trabajo y en el respeto de la propiedad que ahora es «común»
y hacen un llamamiento incesante, que cada vez es menos escuchado, a la
conciencia de los obreros. Las semanas que dura la ocupación exigen de los
obreros –esos «apéndices de las máquinas»– una gran cantidad de energía
moral, un esfuerzo dirigido a formas superiores de actividad, que el
historiador imparcial debe tener como una de las manifestaciones más
hermosas del idealismo proletario, del idealismo a secas. Pero este cuadro
tiene sus toques sombríos y éstos se van acumulando a medida que se
debilita el entusiasmo inicial.

94
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Por otra parte, los episodios de violencia –ingenieros detenidos por la fuerza
en las fábricas– son mínimos y rápidamente atajados; apenas hay derrama-
miento de sangre: los muertos pueden contarse con los dedos de una sola
mano y todos ellos se deben a la iniciativa aislada de algunos excitados. Poca
cosa, en definitiva, si se compara con la amplitud y la gravedad de la
conmoción que se ha producido y con los miles de fábricas y los millones de
obreros que han sido afectados por la ocupación.

Los industriales de la metalurgia, muy impresionados; destituyen a su


delegación, que, por su insolencia y su obstinación, ha provocado el
movimiento, y la reemplazan por una nueva comisión, más conciliadora y
decidida a llegar a un acuerdo. Por todas partes se multiplican las gestiones
con los dirigentes socialistas y sindicalistas para que éstos accedan a un
compromiso. El directos de «Il Corriere della Sera», el senador Albertini, va a
casa de Turati y le dice que ha llegado el momento de que los socialistas
suban al poder. Los dirigentes de la Banca Commerciale garantizan a la
F.I.O.M. su condescendiente neutralidad y ofrecen y piden, al mismo tiempo,
garantías para la eventualidad de un desenlace revolucionario del movimiento.
El prefecto de Milán, en nombre del gobierno, se esfuerza en conseguir un
acercamiento entre los dos adversarios. Mussolini toma también sus
precauciones proclamando en su periódico que los fascistas no tienen
ninguna intención de atacar las fábricas ocupadas, y él, que es tan orgulloso,
va al hotel donde se hospeda Buozzi, Secretario general de la F.I.O.M., para
decirle que seguirá apoyando el movimiento.

¿Hay que reemprender las negociaciones con los industriales, decididos desde
ahora a ceder en todos los terrenos? Responder que no, es dar la orden de
insurrección general, pues es imposible mantener por más tiempo a los
obreros en las fábricas sin darles nuevos objetivos. Sólo es posible salir de
esta situación dejando el problema sin resolver. La insurrección armada es
imposible porque no hay nada preparado. Las masas se sienten seguras tras
los muros de las fábricas, no tanto a causa de su armamento, a menudo
primitivo e insuficiente, cuanto porque consideran a las fábricas como una
especie de rehenes que el gobierno no se atreverá a destruir a cañonazos
para desalojar a sus ocupantes.

95
Angelo Tasca

Entre esta actitud «defensiva» y la lucha abierta en la calle media una gran
separación, y los obreros se dan cuenta, de ello más o menos confusamente.
Incluso en Turín, donde, sin embargo, hay una vanguardia audaz y mejor
armada que en otros lugares, los dirigentes comunistas se abstienen de tomar
cualquier iniciativa en este sentido y frenan a los grupos de la Fiat, que tienen
camiones preparados para efectuar una salida.

La cuestión de la táctica a seguir se plantea en el Consejo nacional de la


C.G.L., convocado en Milán el 10 de septiembre, de acuerdo con la dirección
del: partido socialista. Unos días antes, los dos organismo? habían convenido
que «si a causa de la intransigencia patronal no se llega a una solución rápida
del conflicto», la lucha obrera tomará como objetivo «el control de las
empresas para llegar a la gestión colectiva y a la socialización de toda la
producción». La reivindicación inmediata es la del control; en cuanto a la
«socialización» es dejada para un futuro lejano. Proponer el control como
objetivo es declarar, al mismo tiempo, qué no se tiene la intención de
sobrepasarlo; es declarar que, una vez conseguido, las fábricas serán
desalojadas. La dirección del partido socialista no es en absoluto
«maximalista» y no quiere asumir la responsabilidad de la inevitable
desilusión de las masas. Un «pacto de alianza» entre la C.G.L. y el P.S.I.
firmado a fines de 1918, deja en manos de éste la dirección de las huelgas
políticas. La discusión se centra, pues, en saber si la huelga es política o
sindical. Tras este bizantinismo se esconde el miedo común ante las responsa-
bilidades; la C.G.L. ofrece la dirección del movimiento a los maximalistas y a
los comunistas que están en cabeza del partido, sabiendo muy bien que no
tienen ningún deseo de hacerlo. Después de que el Consejo nacional de Milán
se ha pronunciado, por mayoría, en favor de la tesis «sindical», el secretario
del partido, Gennari, se limita a declarar:

«El pacto de alianza establece que, en todas las cuestiones, la dirección


del partido puede asumir la responsabilidad del movimiento y la C.G.L.
se compromete a no ponerle ningún obstáculo en ello. En este
momento, la dirección del partido, no piensa en absoluto valerse de
esta facultad, pero podría suceder que dentro de un tiempo, si las
circunstancias hubieran cambiado, la dirección juzgara oportuno
invocar el pacto; estoy seguro de que, en ese caso, todos harán honor a
lo pactado».

96
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Esta vaga alusión al futuro no compromete a nada. La realidad es totalmente


distinta. La dirección del partido ha perdido meses predicando la revolución,
pero sin prever ni preparar nada; cuando la votación de Milán da la mayoría a
la tesis confederal, los dirigentes del partido suspiran con alivio; libres ya de
toda responsabilidad, pueden proclamar a voz en grito «la traición» de la
C.G.L.; de esta forma tienen algo que ofrecer a las masas, a las que
abandonaron en el momento decisivo, contentos de que esta salida les
permita «salvar las apariencias».

Pero la clase obrera italiana no salva nada. Se ha visto a las puertas del poder,
ha salido de los caminos seculares y ahora ve cómo el antiguo horizonte,
apenas entreabierto, se cierra de nuevo frente a ella. Todos proclaman su
victoria, incluso Mussolini:

«Lo que acaba de consumarse –escribe–, es una revolución o, para ser


más exactos, una fase de la revolución empezada por nosotros en
mayo de 1915. No se ha dado el conjunto de rasgos más o menos
propios del movimiento de 1848 que deberían acompañar, según un
cierto romanticismo trasnochado, a las revoluciones... pero, sin
embargo, se ha llevado a cabo una revolución e incluso podría añadirse
una gran revolución. Se ha roto una relación jurídica que duraba desde
hacía siglos...»

Pero la clase obrera, por su parte, se considera más bien engañada y


derrotada, y ciertamente no se equivoca.

La ocupación de las fábricas señala el declive del movimiento obrero, el fin sin
gloria del «maximalismo», cuyo cadáver seguirá obstruyendo el campo de
batalla hasta que sea enterrado por el fascismo. Un notable cambio de
dirección se produce muy pronto en la psicología obrera, «el principio de la
sensatez», según Mussolini. Los adversarios no han sido desarmados, sino
que, por el contrario, se han vuelto más agresivos, más decididos a tomar
represalias. Los fascios, debilitados y casi inexistentes antes de septiembre de
1920, se multiplican en los tres meses últimos del año. No es el fascismo el
que ha vencido a la revolución; es la inconsistencia de la revolución la que
provoca la expansión del fascismo.

Con la ocupación de las fábricas la burguesía ha recibido una conmoción


psicológica que explica su violencia y que determina sus sucesivas actitudes.
Los industriales se han sentido heridos en su derecho a la propiedad y al
mando; se han visto eliminados de las fábricas en las que, bien o mal, el
97
Angelo Tasca

trabajo se proseguía en su ausencia. Han sentido el estremecimiento del que


ha sido rozado por la muerte y que, vuelto a la vida, se siente un «hombre
nuevo». Después de algunos días de amargura y de incertidumbre, en los que
sienten, sobre todo, un sordo rencor contra Giolitti, 27 que «no los ha
defendido», que les ha impuesto por decreto el control de las industrias, su
actitud desemboca en una lucha a muerte contra la clase obrera y contra el
«Estado liberal». Los vencedores de ayer están, por otra parte, desmora-
lizados: han realizado un esfuerzo sobrehumano, han bebido en las fuentes
exaltantes de la producción libre, para encontrarse al final en la atmósfera de
la víspera y, lo que es más grave, sin perspectivas de futuro. Las armas
introducidas en las fábricas o fabricadas en ellas durante la ocupación, van
siendo poco a poco descubiertas e incautadas por la policía. Aparentemente
nada ha cambiado; se ha reemprendido el trabajo, la F.I.O.M. ha firmado «su
mejor acuerdo», las comisiones obreras de fábrica son las mismas que han
dirigido la producción. Pero las distancias entre obreros e industriales han
sido suprimidas: es imposible tanto de un lado como de otro, volver a
empezar como antes. Los industriales han sentido la ocupación como una
deshonra hecha a sus blasones. Las fábricas son todavía frecuentadas por los
malos espíritus y es necesario exorcizarlas.

27
Los industriales de Turín habían enviado el 10 de septiembre, desde Bardonecchia, una
protesta a Giolitti contra «el total absentismo del gobierno, que raya en la complicidad con
aquellos que violan el derecho y las leyes estatutarias». Exigían una rápida intervención para
defender la libertad y la propiedad individual, añadiendo que «la actitud del gobierno no deja a
los defensores de las instituciones actuales ninguna ilusión acerca de la capacidad del gobierno
para defender las libertades estatutarias». Foco, afectado por ésta conminación, Giolitti convoca
el 15 de septiembre, en Turín, en el Hotel Bolonia, a los representantes de las partes en
presencia. Al final de la discusión, considerando que «la C.G.L. ha formulado la petición de que se
modifiquen las relaciones existentes hasta ahora entre patronos y obreros, de forma que estos
últimos, a través de sus sindicatos, adquieran la posibilidad de un control sobre las industrias»,
que la C.G.L. se propone; gracias a este control, lograr una mejora en las relaciones disciplinarias
entre patronos y obreros y un aumento de la producción, a la que está subordinada la plena
recuperación de la vida económica del país», Giolitti decide, por decreto, la creación de una
comisión paritaria de estudio encargada de elaborar «las proposiciones que puedan servir al
gobierno para presentar un proyecto de ley con vistas a organizar las industrias sobre la base de
la intervención de los obreros en el control técnico y financiero y en la administración de las
empresas». Sobre esta reunión, Cf. A. Lanzillo, «La C.G.L. nel sessennio...), Il Corriere della Sera,
16 de septiembre de 1920, artículo de L. Einaudi, favorable a la experiencia del control obrero,
aunque escéptico acerca de sus resultados. En cuanto al estado de ánimo de los industriales,
Ottavio Pastore lo describe como sigue en un editorial del Avanti piamontés (22 de septiembre):
«No hay un solo industrial que no esté en un estado de excitación y de furor tales que le hagan
concebir las ideas más extravagantes, desde la oposición declarada a aceptar los acuerdos hasta
el sabotaje de los resultados en su aplicación práctica, hasta el derrocamiento, en la Cámara o en
la calle, del odioso gobierno... La presidencia de la Liga Industrial de Turín ha presentado su
dimisión. Se anuncian otras dimisiones y toda la casta capitalista madura proyectos de venganza
y de desquite».
98
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

En Turín, el senador Agnelli, presidente de la Fiat, piensa conseguirlo


confiando las fábricas a los obreros en gestión cooperativa. 28 Otras
proposiciones análogas, propuestas más o menos por todas partes, quedan
sin resultado. Los dirigentes de la F.I.O.M. quisieron consolidar la victoria
obtenida, consiguiendo participar en el gobierno. Creen que una participación
nacida de estas circunstancias, cómo consecuencia y como garantía de la
victoria, daría a las masas la sensación tangible del éxito y evitaría su
desmoralización. Por otra parte, sienten que el acuerdo que han arrancado es
el último que su organización podrá lograr que se firme, y que las posiciones
obtenidas no podrán mantenerse frente a la contraofensiva inevitable de una
burguesía exasperada. Pero la ocupación de las fábricas ha «radicalizado»,
por el momento, a las masas, y, en lugar de imponer la participación, la ha
hecho psicológicamente imposible.

El exorcismo se llevará a cabo mediante la acción directa y violenta: la hora


del fascismo ha llegado.

28
Desde el 29 de septiembre, el Comité de la F.I.O.M. tomaba posición en contra de estas
propuestas, «ofertas insidiosas, contrarias a los principios de la auténtica cooperación de clase»,
mediante las cuales «los industriales intentan separar de las masas a los grupos de obreros
especializados». El Comité invita a las secciones a «impedir que se lleven a cabo maniobras a
expensas de la Organización y de los obreros» Avanti, 30 de septiembre.
99
Angelo Tasca

Capítulo VII
LA CONTRARREVOLUCIÓN
«PÓSTUMA Y PREVENTIVA»

El fin de la ocupación de las fábricas deja, tanto en los obreros como en los
industriales, la sensación de haber sufrido una derrota. Los obreros han
obtenido, además: del contrato colectivo, el «control sindical sobre la
industria».29 Pero ¿qué puede significar a sus ojos esta ambigua Comisión;
instituida por decreto de 15 de septiembre, en comparación con la ilusión
vislumbrada durante algunas semanas en las fábricas ocupadas? Los
industriales han sido forzados a la capitulación sin que un solo policía o un
soldado hayan movido un dedo para desalojar a los obreros de las fábricas;
han tenido que firmar, con los ojos cerrados, un acuerdo que incluso se
habían negado a discutir, y soportar, por orden de Giolitti el control sobre la
industria. Unos y otros están desconcertados y «sin perspectivas», pero los
industriales y los agrarios abrigan una sorda violencia y ahora están
dispuestos a todo, a vender su alma al diablo para tomarse el desquite, sea
como sea. Los incendios que pronto abrasarán, por centenas, los locales de
las organizaciones obreras y socialistas y las casas de los trabajadores «rojos»,
e incluso las de los «blancos», y la sangre derramada, serán para ellos como el
ritual de una ceremonia expiatoria, necesaria para purificar el templo violado
de la propiedad.

Giolitti no se preocupa, en absoluto, de las imprecaciones lanzadas contra él y


se dispone a utilizar a fondo la situación que, según su parecer, se ha vuelto
favorable para sus proyectos. El bloque de la burguesía se forma gracias al
cimiento patriótico; el 4 de noviembre de 1920, por primera vez después del
armisticio, se celebra solemnemente la victoria en Roma y en todas las
grandes ciudades, sin que se produzca el menor incidente. En las elecciones
administrativas que se celebran poco después, los partidos burgueses luchan,

29
De hecho, el control zozobrará, por efecto de los acontecimientos, junto con las demás
conquistas obreras y socialistas. Un proyecto de decreto presentado a la Cámara en la primera
semana de marzo; quedó definitivamente estancado. Giolitti dice en sus Memorias que «ni
siquiera el partido socialista insistió en que fuera discutido». La C.G.L., para explicar esta
renuncia, alega la obstrucción parlamentaria contra el aumento del precio del pan. Como los
socialistas han renunciado a luchar contra Giolitti, a propósito del precio del pan, tan
violentamente como lo hicieron contra Nitti, esta explicación carece de todo fundamento. En
realidad, la lucha por el control correspondía a una fase ofensiva ya superada, mientras, que en la
dirección del partido, maximalistas y comunistas, que. la condenaban por demasiado
«reformista», se unían para liquidarla.
100
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

casi en todas partes, sobre la base del «bloque nacional». Por el contrario, el
partido popular ha decidido hacer lista aparte, pero el Vaticano desaprueba
su intransigencia y la condena públicamente. En algunas grandes ciudades,
como Turín y Milán, los populares entran en el bloque, como consecuencia de
las presiones provenientes de Roma. El cardenal Gasparri escribe una carta
dirigida a Turín proclamando que «allí donde la alianza sea necesaria para
impedir la expansión socialista, la alianza es un deber»; en Milán, el cardenal
Ferrari interviene en el mismo sentido. Los fascistas, que son todavía un
número poco considerable, apoyan, en todas partes, las listas del bloque
nacional. En Milán, Mussolini, que desde la experiencia de noviembre de
1919 se ha vuelto más prudente, se opone a sus amigos, que quisieran
presentar una lista fascista:

«Nuestra participación en la lucha –escribe el 17 de octubre– aumenta


infinitamente la posibilidad de victoria de los adversarios, pues bastará
con presentar una lista en la que haya algunos fascistas, para que todos
se precipiten a las urnas para derrotaría. Esto es evidente y vosotros lo
sabéis muy bien. Ni tan siquiera podríamos lograr que saliera una lista
de minoría».

Esto prueba que en el momento en que la oleada «maximalista» empieza a


declinar, las fuerzas del fascismo –ese fascismo que habría «salvado a Italia de
la revolución»– son inconsistentes.

Las elecciones municipales se desarrollan en un momento de espera y de


transición. Los socialistas obtienen la mayoría en 2.162 municipios sobre
8.059 y en 25 provincias sobre 69. Obtienen el mayor número de municipios
en Emilia y Toscana, donde, algunas semanas después de las elecciones, se
desencadenará la ofensiva fascista. El éxito socialista, sin embargo, no deja de
presentar algunos aspectos oscuros; ha sido demasiado grande para que el
partido socialista pueda seguir pataleando; y no lo suficientemente importante
como para impulsarlo a tomar con decisión sus responsabilidades. Por otra
parte, la coalición burguesa, que ha luchado con ardor, ha conseguido
arrebatar a la marea roja algunos centros importantes: Roma, Venecia, La
Spezia, Brescia, Génova, Pisa, Nápoles, Bari y Palermo; ha obtenido también
victorias significativas en Florencia y sobre todo en Turín, la ciudad
«comunista». La corriente de 1919-1920 refleja ya algunos movimientos de
reflujo.

101
Angelo Tasca

Una vez conseguido este resultado, Giolitti quiere ir más lejos; y para ello
necesita liquidar la cuestión de Fiume, que ha sido una causa permanente de
desorden e indisciplina en el ejército y que es como un cáncer que corroe al
Estado. Giolitti intenta, con éxito, un golpe maestro: comprar a Mussolini y
apartarlo de D’Annunzio. Su éxito es tal, que incluso cree que podrá dominar
a Mussolini, pero en eso se equivoca totalmente. Las negociaciones tienen
lugar en Milán, por mediación del prefecto Lusignoli, que, hasta la marcha
sobre Roma, será el puente de unión entre Giolitti y Mussolini. El 12 de
noviembre de 1920 se firma el Tratado de Rapallo con Yugoslavia; por él,
Dalmacia, a excepción de Zara, sigue en posesión de Yugoslavia, a quien le es
cedida también una parte del puerto de Fiume: Susak. Mussolini, del que aún
se recuerdan los ataques de enero de 1919 contra Bissolati, escribe en este
mismo día:

«Estamos satisfechos por lo que se refiere a la frontera oriental y


creemos que esta satisfacción será compartida por la mayoría de la
opinión pública italiana. Respecto a Fiume, la solución de Rapallo no es
el ideal –que sería la anexión–, pero es la mejor de las que se han
presentado hasta el momento actual».

Al día siguiente, hace la siguiente consideración:

«Italia tiene necesidad de paz para recobrarse, para rehacerse, para


iniciar el camino de su inevitable grandeza. Sólo un loco o un criminal
puede pensar en desencadenar nuevas guerras, a no ser que vengan
impuestas por una agresión inesperada. Por esta razón, juzgamos
excelentes los acuerdos respecto a la frontera oriental y Fiume».

En el mismo artículo, Mussolini toma posición contra los nacionalistas, a los


que acusa de imperialismo y les reprocha que «se hipnoticen con, algunos
islotes o costas del Adriático». Este articulo llena de estupor a los legionarios
de Fiume, que tachan a Mussolini de «parásito» y «traidor» y proclaman que:

«el gran hombre de la calle Cannobio (calle donde está instalado «Il
Popolo d’Italia», en Milán) se ha acobardado. En el Comité central de
los fascios, en Milán, sopla un aire de rebelión. Mussolini, para hundir
a la oposición, presenta él mismo un orden del día de compromiso, en
el que declara que el Tratado de Rapallo es «suficiente y aceptable
para la frontera oriental, insuficiente para Fiume, e inaceptable para
Dalmacia».

102
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Un miembro del Comité central, Cesare Rossi, vota en contra, «porque


comparte totalmente el espíritu y los criterios qué el propio Mussolini ha
expuesto días antes en «Il Popolo d’Italia».

Con esta maniobra, Mussolini evita la ruptura con los fascios y, a pesar de
todo, cumple el acuerdo con Giolitti, ya que a partir de este momento la
opinión pública italiana duda y se aleja de toda oposición. Sin embargo, no es
el dinero el que ha jugado el papel principal en el trato. Para Mussolini, la
nueva actitud presenta algunas ventajas personales: se ha desembarazado del
compromiso que había contraído en verano con D’Annunzio, con vistas a una
acción, aún no muy bien definida, que habría sido dirigida por este último. Por
otra parte, cree que Giolitti puede llegar, a constituir un gobierno de
concentración del que formarían parte los liberales, los populares, los
fascistas y, posiblemente, la derecha socialista; en este caso, él formaría parte
del gabinete. Y finalmente, Giolitti y su ministro de guerra, Bonomi, están
animados de las mejores intenciones hacia los fascistas, a los que esperan
utilizar contra los socialistas. Por consiguiente, Mussolini rechaza, en este
momento, toda idea de «marcha sobre Roma». 30 A Roma, llegará de todas
30
En el informe Pasella al Tercer Congreso fascista de Roma, celebrado en diciembre, se lee:
«Nosotros hemos estado siempre a la disposición del Comandante. El verano de 1920 se envió a
D'Annunzio, por mediación de un emisario especial del Comité central, un importante
documento elaborado por Mussolini y aprobado por unanimidad por el Comité ejecutivo». Se
trataba de un proyecto de marcha sobre Roma, desde Fiume. No puede haber ninguna duda
acerca de la existencia de este plan, sobre todo después del testimonio de Cesare Rossi
(Mussolini qual’era, Roma, 1947). ¿Cuándo fue enviado este documento? El verano de 1920, dice
el informe Pasella. Ahora bien, durante ese verano, Mussolini había ido a Fiume, donde se había
entrevistado con D’Annunzio. A su regreso, había expresado al fascio de Trieste su desacuerdo
con la empresa, destinada a malograrse, aun en el caso de un éxito inicial: Mussolini no creía en
absoluto en la posibilidad de una marcha sobre Roma, tal como lo afirmarla algunos meses
después en su discurso en Trieste. Por otra parte, él «documento» fue efectivamente enviado.
Sería muy útil conocer el texto, pero incluso sin él existe una explicación plausible. D’Annunzio
echa pestes contra las negociaciones italo-yugoslavas y presiona a Mussolini, quien, sin embargo,
está en relaciones con Lusignoli, es decir, con Giolitti. Para salir de esta trampa a la que le han
arrastrado, al mismo tiempo, la complejidad de la situación y sus nuevas ambiciones
gubernamentales, Mussolini redacta un plan y lo envía a D’Annunzio. Pero, por otra parte, él
mismo, en repetidas ocasiones ha aconsejado al fascio de Trieste, sobre el que tiene una gran
influencia, que no se comprometa en la aventura, la cual precisamente sólo era posible con su
apoyo. De manera que el gesto de Mussolini estaba destinado a caer en el vacío, cosa que ocurrió
en efecto. Las informaciones precisas dadas por C. Rossi convergen hacia esta explicación. El
documento de Mussolini fue enviado no durante el verano de 1920, sino en «pleno otoño» y
«con todos los detalles de circunstancia». En la marcha debía «enarbolarse la bandera
republicana» y los miembros de la Casa de Sabaya debían ser tratados con miramientos, pero
«desterrados a una isla»; Esto solo es ya suficiente para subrayar el carácter puramente táctico y
casi provocador del documento, que dejaba a D’Annunzío la entera responsabilidad de la
empresa después de haber agravado sus condiciones, haciéndola más irrealizable que nunca. Es
cierto que D’Annunzio, hubiera o no recibido el documento, invitó a Mussolini a que se trasladase
a Fiume en octubre de 1920. Después de haber aceptado la entrevista, Mussolini «eludió en el
último momento la promesa hecha, y, en lugar de ir a Fiume, se trasladó a Roma». (A. de Ambris,
103
Angelo Tasca

maneras, a través de una coalición parlamentaria que sólo Giolitti puede


realizar. Cubierto por la izquierda por los socialistas, hostiles a D’Annunzio, y
por Mussolini, por la derecha, Giolitti puede intentar la gran jugada.

El mismo día en que, en la península, los obreros ocupan las fábricas,


D’Annumzio publica en Fiume la «Constitución» de la «Regencia italiana del
Quarnaro». Es una mezcla de corporativismo medieval y de sindicalismo
moderno, de gobierno personal y de un vago sovietismo, cosa que le alienará
las simpatías de los nacionalistas, más reaccionarios que patriotas. Particular-
mente, el artículo 9 de esta Constitución dice:

«El Estado no reconoce la propiedad en tanto que dominio absoluto de


la persona sobre la cosa, pero la considera como la más útil de las
funciones sociales. Ninguna propiedad puede ser concedida a la
persona como si formara parte de ella misma; es inadmisible que un
propietario perezoso deje su propiedad improductiva o que haga mal
uso de ella, excluyendo el acceso de otros a esta propiedad. El trabajo
es el único título legítimo de poder sobre cualquier medio de
producción o de cambio. Sólo el trabajo es la causa de que los bienes
hayan dado su máximo fruto y sean más provechosos para la
economía nacional».

Realmente es bastante confuso; el propio Mussolini ha escrito prosa mucho


más incendiaria. Pero D’Annunzio es un poeta y, a veces, los poetas son
prisioneros de sus sueños. Una «Constitución» como ésta corre el riesgo de
dar valor a algunas reivindicaciones sociales, uniéndolas a las reivindicaciones
nacionales, en el mismo momento en que la burguesía deja a un lado sus
reivindicaciones nacionales para liquidar, de una vez para siempre, las
reivindicaciones sociales de las masas populares. Esta burguesía, e incluso los
nacionalistas, se apartan de D’Annunzio; en el momento crítico, el almirante
Millo eludirá sus compromisos. El 9 de septiembre de 1920, D’Annunzio
proclama, al mismo tiempo, la independencia del Estado de Quarnaro y su
nueva constitución, provocando así una ruptura con el Consejo nacional de
Fiume. La situación económica de la ciudad se hace difícil; el agua, el gas, la
electricidad y el carbón escasean. Las conversaciones entre D’Annunzio y un

Mussolini, la legenda e l’uomo, Marsella, E.S.I.L., 1931). A principios de octubre, D’Annunzio


había abrigado, seguramente, esperanzas de ser apoyado por los fascios, puesto que el día 5
rellenó un boletín de adhesión al fascio de combate de Fiume. Más tarde, en diciembre, cuando
el bloqueo se estrechaba alrededor de la ciudad, Mussolini se negó a hacer el acto de solidaridad
que se esperaba de él, el gesto enérgico que D’Annunzio le había pedido que hiciera, a través de
un emisario.
104
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

consorcio de financieros, para conseguir la obtención de un préstamo,


fracasan. Hacia finales de octubre, los legionarios asaltan, con el apoyo de la
Federación de Marinos, el Cogne, barco italiano cargado de mercancías
suizas, que son subastadas en Fiume. Cuando se entera de la conclusión del
Tratado de Rapallo, D’Annunzio hace ocupar las islas de Orbe y de Cherso,
cedidas, por este tratado, a Yugoslavia. Pero Giolitti está decidido ahora a
poner fin a este caos, lo más rápidamente posible. El general Caviglia inicia el
bloqueo del litoral de Fiume, para impedir nuevas incursiones de los
legionarios. Una delegación de parlamentarios italianos se entrevista con
D’Annunzio, para proponerle un compromiso, pero éste rechaza cualquier
entente y exige el previo reconocimiento de la Regencia del Quarnaro por el
gobierno de Roma. Dos cazatorpederos y un torpedero de la flota italiana
desertan y llegan a Fiume para ponerse a la disposición del «Comandante».
Empieza el bloqueo efectivo de la ciudad, al que D’Annunzio responde
proclamando el estado de guerra entre la Regencia de Quarnaro e Italia. En la
víspera de Navidad, las tropas italianas avanzan; algunos tiros disparados
contra el palacio del gobernador, y la hostilidad del Consejo nacional y de. la
población provocan la capitulación de D’Annunzio. Él había jurado, sin duda,
derramar hasta su última gota de sangre por la tierra sagrada, pero se
convence, con bastante facilidad, de que «no vale la pena dedicar su esfuerzo
a un pueblo que, mientras se está luchando en Fiume, no está dispuesto a
abandonar, ni un solo momento, ni su glotonería ni las comilonas de
Navidad». D’Annunzio es un actor que no puede actuar con un teatro vacío; él
superhombre que existe en él no puede prescindir del público.

El 31 de diciembre se firma un acuerdo, definitivo y se constituye un gobierno


provisional en Fiume. D’Annunzio abandona la ciudad y vuelve a Italia, donde
ya no conseguirá ningún papel de primer orden, a pesar de sus esfuerzos y los
de sus amigos. Los fascios arman un gran escándalo a propósito de los
acontecimientos de Fiume; Mussolini, en «Il Popolo d’Italia», hace aparecer
grandes titulares y multiplica las injurias, pero ni siquiera intenta el menor
gesto de solidaridad.31
31
En el fondo, Mussolini fue ajeno a los diversos proyectos de marcha sobre Roma que se
esbozaron a finales de 1920, inmediatamente antes o después del Tratado de Rapallo. Uno de
estos proyectos es denunciado en un manifiesto lanzado por las organizaciones políticas y
sindicales de izquierda, que habla del «complot militar de D'Annunzio, Giardino y De Giorgis»
para impedir el acuerdo con Yugoslavia (Avanti, 22 de octubre). Otros nombres, como los de
Badoglio y Millo, salen a relucir durante estos días, en la prensa. Giardino y Caviglia desmienten
los hechos, este último en forma particularmente enérgica y, el día 26, Millo celebra una
entrevista con Giolitti. En Fiume, la oficina de prensa del Comandante declara en un comunicado,
que D'Annunzio no sentía ninguna inclinación por la opereta y que, por otra parte, «ninguna
alarma lanzada en Trieste podrá impedir que el Comandante haga lo que la historia le dicte». De
105
Angelo Tasca

Durante los sucesos de Fiume y mientras sueña en dirigir una cruzada


nacional y social a la cabeza de todos los oprimidos, D’Annunzio, en realidad,
ha perdido el contacto con el país.

«El horizonte del espíritu de Fiume –había dicho–, es vasto como la


tierra. Donde hay un oprimido que aprieta los dientes bajo la opresión,
donde hay un rebelde que vigila armado de una estaca o de una piedra
contra las ametralladoras, y los cañones, allí está la luz de Fiume... Y la
fuerza se opondrá a la fuerza... Y la nueva cruzada de todos los
hombres pobres y libres contra los saqueadores y contra la casta de los
usureros que ayer explotaban la guerra y que hoy explotan la paz,
nuestra cruzada nobilissima, restablecerá la verdadera justicia».

Estas declaraciones recuerdan ese «nacionalismo revolucionario» que, en


Moscú, algunos auténticos dirigentes están dispuestos a explotar: en
septiembre de 1920 tiene lugar en Bakú el Congreso de los pueblos de
Oriente.32

toda esta serie de noticias y de «revelaciones» es difícil separar lo real de lo imaginario; los
hechos concretos, de las simples veleidades. Sin ninguna duda, fueron los nacionalistas los que
montaron el complot, tal como lo ha revelado más tarde Alfredo Rocco. Sus planes fracasaron.
Durante las jornadas de diciembre, un grupo de arditi, reunido en Milán alrededor de Mario Carli
y de su periódico «Testa di Ferro», preparó, con el apoyo de algunos anarquistas (entre los cuales
estaba el estudiante Antonio Pietropaolo, implicado más tarde en el atentado del Teatro Diana)
una serie de atentados terroristas que fueron des articulados por la policía, al detener ésta a todo
el grupo el día 27. Esta operación se llevó a cabo con extrema facilidad puesto que, gracias a sus
informadores, la policía controlaba los hilos del complot.
32
Este aspecto del movimiento fiumés fue recordado por Dino Grandi en un artículo de Il Popolo
d’Italia (3 de abril de 1920): «El espíritu de Fiume ha representado durante mucho tiempo el
centro ideal de revuelta contra la santa alianza de Versalles, la trágica y orgullosa protesta de
todas las naciones proletarias de Oriente y de Occidente —Italia a la cabeza— contra el
capitalismo anglo-francés, que salía de la guerra convertido en dueño absoluto del mundo. Los
contactos, los acuerdos, jamás desmentidos, de D’Annunzio con los movimientos revolucionarios
de las naciones oprimidas de Oriente y con los maximalistas rusos, muestran hasta qué punto
D'Annunzio había comprendido desde el principio que el problema de Fiume era algo más que
una reivindicación territorial del irredentismo adriático». Esta tendencia se reforzó a principios de
1920 con el nombramiento de A. De Ambris como jefe de gabinete y con la creación en Fiume, el
12 de enero, de una «oficina de relaciones exteriores» cuya dirección fue confiada al «pro-
comunista belga», de origen polaco, León Kochnitzki. Los documentos sobre esta actividad
internacional fueron recogidos en un Libro Morado: Comandancia de Fiume, Actas y
Comunicados de la Oficina de Relaciones Exteriores, del 28 de noviembre de 1919 al primero de
mayo de 1920, Fiume, 1920. Contiene principalmente el resumen de un discurso pronunciado por
De Ambris el 16 de enero en el Teatro Fenice, en el que está claramente definida la nueva
política; una carta a Henrí Barbusse y al grupo Clarté, invitados a ir a Fiume y darse cuenta de que
Fiume «es la verdad de los nuevos tiempos»; el anuncio, hecho a principios de febrero, de que la
Comandancia de Fiume afirma «estar dispuesta a entrar en relaciones directas con el gobierno de
Moscú» y de que «dentro de poco estas relaciones se establecerán normalmente y que ya se verá
qué consecuencias traerán consigo»; una carta a Zaghlul Pachá en favor de la independencia de
Egipto; una carta al representante de Turquía en Berna, contra la ocupación de los Estrechos
(Dardanelos y Bósforo) por los ingleses y en favor de la restitución de Constantinopla a los turcos;
106
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Pero los obreros que han ocupado las fábricas y los campesinos que siguen
ocupando las tierras desconocen a D’Annunzio, y los socialistas no ven en el
episodio de Fiume más que una aventura grotesca. Serrati, el director de
«Avanti», está sorprendido e indignado porque Lenin le había hablado de
D’Annunzio como de un revolucionario; un «maximalista» italiano no puede
reconocer un aliado, ni siquiera temporal, en este D’Annunzio que «nunca ha
temido captar a las fuerzas más peligrosas para ponerlas al servicio de una
bella causa». Cuanto más vuelve su mirada hacia el mundo desquiciado, más
se aleja D’Annunzio de la política italiana. Una vez más, la relación entre
Fiume y Roma se ha cortado; pero Mussolini la reanudará en Milán.

Una vez la C.G.L. metida en el punto muerto de la «Comisión paritaria» y


extirpado el absceso de Fiume, Giolitti sólo espera ya la escisión socialista
para dar por terminado su plan. Los socialistas disponen todavía, a finales de
1920, de una fuerza considerable: 156 diputados en el Parlamento, casi un
tercio de los municipios, más de un tercio de los consejos provinciales, ocho
mil cooperativas y dos millones de afiliados a la C.G.L. ¿Cómo utilizar esta
fuerza y hacer que pese activamente en la política y en el futuro del país? La
gran experiencia de la ocupación de las fábricas, ¿llevará, finalmente, al
partido socialista hacia algún objetivo, sea el que sea?

El momento de la conquista «directa y violenta» del poder ha pasado


definitivamente. En el transcurso de los últimos acontecimientos, nadie ha
pensado en ello; ni el propio Lenin lo ha creído posible: «No queremos una
segunda Hungría», declara; pero espera que la situación volverá a ser
favorable y pide al partido socialista que expulse a Turati y a sus amigos:
«Expulsad a los reformistas del partido y apoyad después un gobierno Turati»,
aconseja a Serrati; pero los maximalistas italianos únicamente podrán
ejecutar la primera parte del plan, y sólo dos años más tarde.

un mensaje a la mártir Irlanda; y, finalmente, el manifiesto del 27 de abril en favor de la


constitución de la «Liga de Fiume», que debe agrupar a los países balcánicos, alemanes,
húngaros, egipcios, etc., reuniendo alrededor de la bandera de Fiume a todos los oprimidos del
mundo entero. El otoño de 1919, D’Annunzio había creado, en París, una especie de delegación
diplomática que confió a Tom Antongini, con la misión de mantener relaciones con los
representantes de los países susceptibles de ayudar política y materialmente a la empresa de
Fiume; en enero de 1920 envió a ella, en misión, a Giovanni Giurati. Los temas de la política
nacional-revolucionaria de D’Annunzio han sido reproducidos o elaborados por él en su libro Per
l’italia degli Italiani (Milán, Bottega di Poesía, 1923). En ocasiones, nacionalismo e «inter-
nacionalismo» se unen en esta actividad de D’Annunzio, como sucede cuando busca aliados
balcánicos para provocar una insurrección en Yugoslavia.
107
Angelo Tasca

La campaña contra los «reformistas», que desemboca en la primera escisión


–la de Livorno–, hace inaplicable la segunda parte del plan. ¿Cómo es posible
que los que expulsaron a Turati en nombre de la lucha «contra todo
compromiso», puedan después pensar y querer concertar un compromiso
con él? Así pues, la escisión se lleva a cabo, añadiendo un nuevo equívoco a
los que ya pesan sobre el molimiento socialista, el equívoco comunista. El
partido socialista cuenta, a fines de 1920, con 4.367 secciones y 216.327
afiliados; en el Congreso de Livorno, que se celebra en enero de 1921, los
«maximalistas» (centristas) obtienen la mayoría con 98.028 votos, seguidos
por los comunistas con 58.183; la derecha no obtiene más que 14.625 votos.
Esta escisión no elimina ni define las tendencias, restituyéndolas a su función
propia. Los comunistas, que en septiembre estaban a la cabeza del partido,
han resultado tan incapaces como los otros; como partido nuevo, se situarán
a la izquierda por «infantilismo» y por necesidad de diferenciarse. Los
maximalistas, acosados por su izquierda por los comunistas, no se atreven a
enfrentarse con la situación y se inmovilizan entre las dos tendencias
extremas, repitiendo siempre el viejo refrán:

«En la situación actual, declara Serrati, el único resultado de la toma


del poder sería que las responsabilidades que pesan actualmente
sobre la burguesía pasarían al partido socialista».

La derecha, en su Conferencia de Reggio Emilia, tampoco se atreve a llegar


hasta el final en sus conclusiones, es decir, llegar, en definitiva, a alguna
conclusión. Incluso llega a votar, sin convicción, por simple maniobra política,
la adhesión a la IIIra Internacional, limitándose a reclamar «la autonomía en la
interpretación de los 21 puntos y su aplicación según exijan las condiciones de
cada país». La derecha está preocupada en salvaguardar la unidad del partido
y, sobre todo, la de los sindicatos (ligados al partido por el Pacto de Alianza) y
busca un refugio en la maraña del procedimiento. Todos son esclavos de las
fórmulas qué han estado utilizando hasta ahora, mientras que las circunstancias
están cambiando profundamente. El mismo miedo a las responsabilidades, la
misma falta de sinceridad que no permitieron antes elevar los hechos al nivel
de las fórmulas, impiden ahora situar las fórmulas al nivel de los hechos. La
escisión es, pues, tan inútil como inevitable.

La situación económica sigue haciendo mella seriamente en la fuerza de los


sindicatos, y al mismo tiempo se dirige, en su conjunto, hacia un cierto
equilibrio.

108
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

«Cuando la descomposición de la economía italiana parecía inevitable


–escribe el profesor G. Mortara en sus Perspectivas económicas–, un
cúmulo simultáneo de circunstancias invierte él curso de los aconteci-
mientos. La atenuación de los factores económicos perturbadores
contribuye, sobre todo, a la vuelta a la normalidad. La caída de los
precios en el mercado mundial, el freno impuesto a las emisiones de
papel moneda, la tendencia hacia el equilibrio de los intercambios con
el extranjero frenan el alza del coste de la vida y reducen gradual-
mente la amplitud de sus oscilaciones. Por otra parte, la falta de
recursos de algunas industrias, que provoca un paro considerable,
agravado por el estancamiento de la corriente emigratoria, disuade a
los obreros que tienen todavía trabajo, de exponerse al riesgo de
perderlo».

Durante el primer trimestre de 1921, el número de huelguistas desciende,


respecto, al mismo período del año anterior, de 493.914 a 148.796, y el de las
jornadas de trabajo perdidas pasa de 6.268.900 a 1.644.250; es decir, una
disminución aproximadamente del 77 y el 80 %. En su artículo de fines del
año 1920, Mussolini observa que «después de tres meses la psicología de las
masas obreras italianas ha cambiado profundamente». Giolitti consigue, en
febrero de 1921, suprimir el precio político del pan; los diputados socialistas,
que habían derrotado a Nitti en esta cuestión, se limitan a presentar una
oposición de fachada, pretextando «la apatía de las masas respecto a esta
batalla, librada en su nombre».

El fascismo se afirma en Italia a finales de 1920 y sobre todo durante el primer


semestre de 1921, en una época en que la fiebre de la posguerra ha
prácticamente desaparecido, y en que el «orden» se está restableciendo con
el doble concurso de los factores económicos y de la descomposición del
partido socialista. La gran ola fascista se inicia en el valle del Po y en Toscana,
donde los agrarios se enfrentan respectivamente, con los asalariados y con
los aparceros. De esta época data un fenómeno decisivo para el futuro
desarrollo de los acontecimientos: la irrupción de los agrarios en las filas
fascistas. En 1919, Mussolini creía que los fascios solamente podían surgir en
las ciudades, pero hacia finales de 1920, los agrarios «descubren» : el
fascismo, lo adoptan y le imprimen su carácter, transmitiéndole todos sus
rencores y su violencia.

109
Angelo Tasca

«En el alma del agrario y del campesino enriquecido –se ha dicho– se


despierta el odio, ese sentimiento ancestral de desconfianza hacia
cualquiera que aspire a una nueva repartición de la tierra. Hoy día, el
enemigo es el asalariado organizado, como ayer lo era el descamisado;
todo lo que vaya en contra suya, es legítimo».

En algunas zonas, los agrarios habían formado anteriormente grupos de


combate cuyas tradiciones y ejemplo no dejan de ejercer su influencia sobre
los fascios nacientes. El conflicto alcanza pronto una extrema dureza; es como
una ordalía bárbara, que acaba con veinte años de luchas; después de
semejante «juicio de Dios», el vencedor se anexiona al vencido, en cuerpo y
bienes.

La llanura del Po, donde se produjo el choque, es una región de cultivo


intensivo y de un rendimiento muy elevado. Desde hace siglos, las tierras son
arrancadas a los pantanos, a los cañizales y a la malaria. Este esfuerzo
admirable se intensifica, hacia finales del siglo XIX, gracias a nuevos
procedimientos técnicos, a los capitales acumulados por los particulares, al
crédito del Estado y a las nuevas condiciones del mercado interior. Se drenan
las aguas, emergen tierras limosas y fértiles y aparecen carreteras, casas y
plantaciones. La producción por hectárea es muy elevada: 17 quintales de
trigo contra 10, que es la media del reino, y en las tierras «artificiales» se llega
hasta 25 y 30 y a veces más. También adquieren, una gran extensión otros
cultivos: el cáñamo y, sobre todo, la remolacha, que asegura elevados
beneficios gracias a la protección aduanera del azúcar.

La economía rural y la actividad industrial ligada a ella gozan, pues, de una


renta considerable, de la que propietarios y trabajadores se esfuerzan en
acaparar la mayor parte posible. Pero mientras para los primeros no es más
que un problema de beneficio, para los trabajadores es una cuestión de vida o
muerte. La población es excesivamente numerosa y no quiere emigrar;
después de la guerra tampoco podría hacerlo. Es necesario, pues, encontrar
trabajo en la zona, y puesto qué nadie llega a trabajar, como promedio, más
que ciento veinte o ciento treinta días al año, es necesario que los salarios
sean lo suficientemente altos como para no morir de hambre el resto del año.
A través de luchas memorables, que se repiten frecuentemente en vísperas
de las cosechas y que, a veces, se prolongan durante meses, las organizaciones
obreras han conseguido que la contratación de la mano de obra se haga a
través de la oficina sindical de colocación. Otras cláusulas sobre el número de
obreros agrícolas a emplear por hectárea, la gestión de las trilladoras, el

110
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

intercambio directo de servicios entre granjeros, responden al mismo tipo de


preocupaciones. El acuerdo se consigue, a menudo, a expensas del Estado,
cuya política aduanera mantiene los elevados precios de los productos
agrícolas y que, además, realiza Obras públicas para absorber una parte de la
mano de obra. En la posguerra, esta solución es menos válida, a causa de la
caída de los precios agrícolas y la crisis económica general. La lucha por el
reparto de la renta se centra ahora sobre el capital; los propietarios agrícolas,
que ya en el pasado se han resistido siempre con obstinación, están cada vez
menos dispuestos a ceder.

Por lo que respecta a los obreros, el sistema sólo se mantiene gracias a una
gran disciplina, es decir, al monopolio de la mano de obra. Esta aplicación
de reglas muy estrictas, minuciosamente establecidas y controladas que
recuerdan las de las antiguas corporaciones, a un tipo de explotación total-
mente moderna; no es la menos importante de las peculiaridades de esta
extensa región. El obrero que no pasa por la «Liga» campesina, que acepta un
salario más bajo y trabaja todo el año, reduce la porción vital de los demás, y
éstos le acosan sin piedad. El «amarillo» es boicoteado; el panadero debe
negarle el pan y él, su mujer y sus hijos, son tratados como si fueran leprosos;
se le hace el vacío y debe someterse o marcharse del país. A los propietarios
que le han empleado y que han violado el contrato de trabajo, 33 se les
imponen multas y «tallas».

Y es que el sistema, para poder funcionar, debe ser «totalitario», ya que


cualquier brecha abierta en él puede llevar al hambre a los demás
trabajadores.34 Al mismo tiempo, se desconfía de la pequeña propiedad, y se
hace lo posible para impedir su desarrollo. 35 No se trata, en absoluto, de un
33
No faltaron las críticas de los socialistas a los métodos de lucha agraria adoptados en la llanura
del Po. Para Ferrara, Cf. artículo de Mario Cavallari, Critica sociale, 1921, n.° 9: «La propaganda
maximalista encuentra aquí el terreno abonado por la propaganda sindicalista hecha
anteriormente. Las Ligas se creyeron omnipotentes... Un contrato agrícola poco meditado,
creyendo arrancar una conquista formidable, lo que hace es suprimir en los campos la institución
de la vinculación a la tierra, tradición secular. Aleja por la violencia al campesino de esta tierra a
la que estaba ligado por tradiciones y lazos indestructibles, y crea, por el contrario, una oficina de
colocación clasista que, a causa de la poca preparación de los elementos y del organismo, son el
origen del descontento latente. Se inicia la serie de multas, impuestas por la Liga a quien no
cumple el contrato o a quien causa un perjuicio a la Liga, directa o indirectamente».
34
Los anarquistas se opusieron a estos métodos: «Fue un error, y de los más graves, obligar a los
trabajadores contrarios a la organización, a entrar en las Ligas. Ellos fueron los primeros en la
desbandada y, pasándose al bando contrario, se convirtieron en los primeros escuadristas». Los
hechos han dado la razón a los anarquistas, que, en su congreso de julio, en Bolonia, protestaron
contra el sistema de la organización obligatoria.
35
Esta desconfianza hacia las ocupaciones de tierras de 1919-1920, que ha prevalecido en el
partido y cuyo reflejo puede encontrarse en el proyecto Cicotti y Ernesto Piemonte sobre la
«socialización de la tierra»; estaba implícita en el estado de ánimo «maximalista». Polemizando
111
Angelo Tasca

prejuicio teórico; la pequeña propiedad se sustrae, en parte, a la imponibile


della mano d’opera (el número de obreros a emplear por hectárea), ya que el
pequeño campesino o el granjero y sus familias no respetaban la jornada legal
y apenas dejan lugar a los turnos de trabajo para los asalariados. Por otra
parte, el gran desarrollo de la economía y de la técnica rurales en esta llanura
se presta más a la gran empresa, en la que el contrato de trabajo se respeta
totalmente y puede ser mejor controlado. Después de la guerra, los
campesinos, a los que se ha hablado de «derecho a la tierra», y, sobre todo,
los hijos de los pequeños propietarios y de los granjeros –muchos de los
cuales se han ganado un ascenso en el ejército– se sienten empujados por
una necesidad de autonomía, de «hacer su vida», de «correr su suerte», que
tropieza con la barrera de los reglamentos corporativos. La Federación de
Trabajadores de la Tierra declara una serie de largas huelgas y fuerza a los
granjeros y a los aparceros a participar en ellas; estos últimos tienen derecho
a recolectar la mitad de la cosecha, la que les corresponde, pero deben dejar
en los campos la otra mitad, la parte del propietario. Sean cuales fueren la
necesidad y la justicia de una táctica semejante, el espectáculo del abandono
de riquezas considerables y a veces perdidas, hiere el amor por la tierra que
siente el campesino en el fondo de su alma, e incluso, a veces, hace vacilar al
simple asalariado. La opinión pública acepta mal estas formas de lucha, de las
que no llega a conocer el significado y que incluso los propios interesados
siguen con disciplina, pero no sin una cierta «mala conciencia». A causa de
todo esto, se provocan fisuras en el bloque de fuerzas que dirige y controla la
Federación de la Tierra, y !es por allí por donde se introduce y pasa la ofensiva
fascista. La organización «roja» es todopoderosa, gracias al monopolio; pero

con Moscú, Serrati había afirmado «que era imposible, en cada caso y antes de la revolución,
mantener una actitud favorable a la pequeña y mediana propiedad rural» (Comunismo, 15 de
octubre de 1920). En su discurso del 7 de octubre de 1920 en el Congreso los Independientes
alemanes en Halle, Zinoviev había criticado la postura de Serrati que, en el II Congreso de la
Internacional, se había abstenido en el voto de las tesis sobre la cuestión agraria. Para poder
enjuiciar con exactitud, hay que subrayar que en las objeciones de Serrati habla también una
cierta repugnancia a considerar el problema de la pequeña propiedad rural únicamente desde el
punto de vista de la estrategia de la conquista del poder. Los comunistas tenían la intención de
utilizar el «hambre de tierra» de los campesinos antes de la revolución, para obtener su apoyo,
sin perjuicio de despojarles de la tierra una vez tomado y consolidado el poder, tal como había,
sucedido en Rusia. La hostilidad socialista hacia la pequeña propiedad, dictada por razones en
parte ideológicas y en parte (esencialmente en la llanura paduana) prácticas, resistió incluso a la
ofensiva fascista. En la sesión del 11 de febrero de 1921, el Consejo nacional de la Federación de
la Tierra vota un orden del día contra los proyectos del P.P.I. favorables a la pequeña propiedad y
decide plantear en el Congreso confederal de Livorno la cuestión de la «socialización de la
tierra». En el Consejo general de las ligas agrícolas de la provincia de Bolonia (23-25 de febrero de
1921), se afirma la necesidad de «dirigir a los proletarios hacia el cultivo colectivo de la tierra
mediante métodos colectivos y no individuales» y de «enterrar para siempre el sistema
antiproletario y egoísta de posesión de la tierra en cooperación y de pequeño arriendo».
112
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

desde el momento en que, en una localidad, un grupo de asalariados cede a


la perspectiva de poder trabajar todo el año o de poseer un trozo de tierra,
los agravios han ganado la partida, ya que el «sistema» no puede mantenerse
más, y no se puede detener la desbandada, una vez que ésta ha empezado.
¿A qué podrían apelar las «Ligas» obreras para impedirlo? ¿Cómo restablecer
la unidad de los trabajadores agrícolas en la resistencia y en la lucha? Para
impedir el peligro con que la ofensiva agraria amenaza el «sistema», la vieja
táctica ya no basta, puesto que no ofrece otra perspectiva que la de hacer
cada año uno, dos o tres meses de huelga para obligar, a cada uno, a realizar
su porción correspondiente de jornadas de trabajo. El sistema sólo puede
salvarse si se le lleva más allá, si se reemplaza la disputa sobre el reparto de
rentas, en adelante insuficientes para todos, por la conquista de «la tierra
para los campesinos». Algunos dirigentes de la Federación de la Tierra se dan
cuenta de ello, y en el Congreso de la C.G.L., en febrero de 1921, se adopta un
proyecto para la puesta en marcha de la «socialización de la tierra»,
preparado por el diputado socialista Piemonte. En cada provincia debe
crearse una «Comunidad agrícola», a la que irá pasando gradualmente la
tierra, exceptuando la que pertenece a los pequeños propietarios. Los
órganos que administrarán esta «Comunidad» están formados exclusivamente
por los representantes directos de los trabajadores agrícolas y de sus
asociaciones. Los poderes de estos órganos son muy amplios; pueden
ordenar, por simple orden judicial, la expropiación de las propiedades rurales
y su traspaso a las cooperativas agrícolas. Los antiguos propietarios son
indemnizados con títulos que rinden un interés del 3 %, amortizables en un
período que no puede ir más allá de los cincuenta años. El Estado es quien
debe proporcionar los centenares de millones necesarios cada año para la
indemnización de las tierras y para su explotación. Todo está previsto, igual
que en los proyectos de soviets de Gennari y de Bombacci.

Es el sueño de Lassalle, traducido en un proyecto de ley, ya que se trata


realmente de un proyecto de ley que el grupo socialista debe presentar y
defender en la Cámara. La revolución agraria depende» pues, del gobierno y
de su mayoría. Pero los socialistas no forman parte de esta mayoría y no
pueden o no quieren llegar al gobierno. Además, el ponente, para defenderse
de las críticas de la «izquierda», que reprocha al proyecto el «adormecer el
espíritu revolucionario» y el prever una indemnización de expropiación, tiene
buen cuidado de explicar que los títulos que se conceden a los antiguos
propietarios «pueden ser fácilmente controlados en los traspasos de propiedad
y fácilmente incautados el día que el comunismo triunfante juzgue oportuno

113
Angelo Tasca

imponerles nuevas cargas o anularlos». Como la Cámara no puede votar un


proyecto semejante, sería necesario, por lo menos, hacer de los principios
que la inspiran un incentivo para una acción de las masas rurales decididas a
instaurar un nuevo régimen agrario. Pero el proyecto ha sido elaborado
precisamente para sustituir la presión directa de las masas por una conquista
gradual y legal y no hay nada previsto para imponerlo o, si llegara el caso,
para conseguir el mismo objetivo por otros caminos. Sin considerar que, por
otra parte, el proyecto deja totalmente al margen, al menos durante cierto
tiempo, a los campesinos del Mezzogiorno, y que no tiene en cuenta, en
absoluto, a la pequeña propiedad, puesto que el pequeño propietario no
podrá aumentar su propiedad aunque ésta sea insuficiente; los colonos y los
aparceros deben renunciar a toda esperanza de poseer tierras, ya que la
expropiación les afecta al propio tiempo que a los propietarios. Como
máximo, si el decreto entra en vigor durante la temporada agrícola, se les
dejará seguir en su tierra hasta finales de temporada, y luego se les expulsará
«sin que les corresponda ninguna indemnización». Su única perspectiva es la
de convertirse en proletarios miembros de esa cooperativa agrícola que otros
habrán constituido y que asumirá la gestión de la tierra, lo cual significa para
ellos, en un futuro próximo, la pérdida de toda independencia y la prescripción
de todos sus derechos. De esta manera, el proyecto realiza la «proeza» de ser
demasiado revolucionario para que pueda nunca ser aprobado por el
Parlamento y de dejar al margen de la revolución, e incluso de movilizar
contra ella, a millones de familias campesinas, la gran mayoría de la población
rural de Italia.

Sobre los 280 municipios de Emilia, 223 están en manos de los socialistas. Los
agrarios que viven en la ciudad o en el campo, sus hijos, sus amigos, sus
proveedores. y sus clientes aprietan los puños ante la omnipotencia de los
sindicatos obreros. La carrera de honores de la vida pública está cerrada, casi
por completo, a toda la burguesía rural e incluso a la pequeña burguesía, en la
medida en que no está encuadrada en las organizaciones socialistas. El
propietario agrícola había sido durante largos años el dueño absoluto de la
provincia, el jefe del municipio, el dirigente de todas las instituciones públicas
locales y provinciales. Ahora es excluido de todas partes. En el campo, debe
contar con la existencia de la lega y de la oficina de colocación; en el
mercado, con la cooperativa socialista, que es quien fija los precios; en el
municipio, con la lista roja, que consigue mayorías aplastantes. Ya no hay
beneficios, ni honores, ni poder para él ni para sus hijos. Un odio sordo se vá
acumulando y espera el momento de poder desbordarse. Algunas Bolsas de

114
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Trabajo, como las de Bolonia, Reggio, Emilia y Rávena controlan toda la vida
económica de su provincia; han organizado a los asalariados, los pequeños
cultivadores y los colonos; deciden el precio de los productos que distribuyen
por gran parte de los municipios, a través de la red de cooperativas.
Propietarios, comerciantes, administradores e intermediarios de toda clase
ven disminuir su importancia día a día a causa de la expansión de las
cooperativas y del socialismo municipal. Por todo esto, su odio va dirigido,
sobre todo, contra las admirables «realizaciones» que la organización obrera
lleva a cabo y hace progresar en todos los terrenos.

«Quien nos da miedo –decía; un gran propietario de la provincia de


Ravena–, no es el comunista. Bombacci, sino Mullo Baldini, que con su
Federación de Cooperativas está a punto de suplantarnos en todas
partes».

También debido a ello, la violencia fascista se ejerció, sobre todo, contra las
instituciones creadas por el socialismo reformista. Estas instituciones,
extendiéndose y coordinándose, engloban poco, a poco en su red toda la vida
política y económica de la región. Las viejas castas, frente al desbordamiento
y a los progresos de la nueva estructura social, se sienten amenazadas de
asfixia. El socialismo, por el éxito mismo de sus empresas, les está gritando
constantemente: vita mea, mors tua y, ante esta situación, las castas
condenadas se aferran a la vida y siguen hasta el final la misma lógica: mors
tua, vita mea.

El movimiento socialista, que tiene ya contra él a los grandes propietarios


agrícolas, que pierde el control de la pequeña burguesía rural, cuyos hijos, a
su vuelta de la guerra, quieren seguir siendo «dueños de su propia casa», se
gana también la aversión de la pequeña burguesía de las ciudades. Esta ha
esperado durante un cierto tiempo a que los socialistas «hagan algo», pero
como no acontece nada nuevo, empieza a. dudar; el viejo odio del «proletario
de cuello duro» contra el proletario de mono no puede ser contenido ya por
una corriente de anhelos comunes, y destila de nuevo sus sórdidos fermentos.
Además, la actitud del partido socialista respecto a los ex combatientes está
únicamente inspirada en motivos sectarios. La Liga proletaria de ex
combatientes, creada por el partido en 1919; no es más que una sucursal
suya y de la fracción «maximalista» que domina en él. La Liga se propone
impedir que los ex combatientes «sean llevados, gracias a las concesiones
gubernamentales, al terreno de la colaboración y de los compromisos». Su
finalidad política es la misma que la del partido: la preparación de la

115
Angelo Tasca

revolución social, los soviets, la dictadura del proletariado. La C.G.L., tiene en


su programa una serie de reivindicaciones en favor de los ex combatientes,
muy completa y satisfactoria, pero el partido relega todo esto a un segundo
plano. ¿Cómo podrían los excombatientes confiar sus intereses a ese mismo
partido que recomienda públicamente a las secciones «la mayor severidad
para la admisión de miembros antiguos y nuevos», porque «considera
incompatible con el socialismo la presencia en el partido de todos aquellos
que han manifestado una explícita adhesión, de hecho, a la guerra?» De esta
forma, señala un ex combatiente, «el grito: ¡Abajo la guerra! llega a significar,
en la práctica: ¡Abajo los combatientes!»

Sin embargo, en Italia hay centenares de miles de ex combatientes, sin


convicciones políticas precisas, a quienes la guerra alcanzó siempre muy
jóvenes, y que regresaron con el único capital de los duros sufrimientos y de
las proezas realizadas. ¿Cómo pueden prescindir, ellos, de este viático, puesto
que los socialistas no les ofrecen nada a cambio? ¿Qué crimen han cometido
para que se erijan por todos lados barreras hostiles contra ellos?

«Si bien es una mentira o una exageración polémica –escribe otro


excombatiente– que los desmovilizados hayan sido atacados en todo
momento y cubiertos de salivazos, es indiscutible, sin embargo, que
hemos sido marginados, vigilados, acusados, considerados como
apestados».

Mussolini comprende perfectamente que la ceguera de sus enemigos le


brindaba una excelente ocasión.

«Los socialistas se equivocan –dice– si creen que los que han hecho, de
verdad, la guerra, es decir, dos o tres millones de italianos, van a
ponerse a maldecir, una vez llegada la paz, contra la guerra en la que
han combatido».

Por el contrario, con el tiempo, el recuerdo de los sufrimientos se borra, se


idealiza el pasado y puesto que no se les ofrecen perspectivas para el futuro,
los ex combatientes se repliegan sobre su pasado, que defienden, defendiendo
«la Victoria». Éste es, sobre todo, el estado de ánimo de los oficiales, es decir,
de casi todos los elementos de la pequeña burguesía que han tornado parte
en la guerra.

116
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Si se examinan con atención los periódicos de la época, se puede ver que los
casos de agresión contra los oficiales han sido relativamente poco numerosos.
Los más graves se produjeron como represalia, después de las agresiones de
oficiales nacionalistas o fascistas contra los diputados socialistas, en las calles
de Roma. Sin embargo, sería erróneo atenerse a un simple criterio estadístico.
Cuando un oficial es abucheado y atacado, todos los demás se sienten
humillados y atacados en sí mismos, en su espíritu y en su carne. La afrenta
sufrida se amplía con todas las reacciones propias de una sensibilidad
exasperada. La prensa burguesa se encarga de multiplicar y prolongar el eco,
de generalizar y falsear el suceso con invenciones odiosas, aptas para implantar
el odio y hacerlo inexpiable, como lo hizo en Francia, representando al «rojo»
que escupe, sobre la tumba del Soldado desconocido. 36 Además, a partir del
otoño de 1920, el Estado interviene directamente para utilizar este estado de
ánimo Con una finalidad reaccionaria. Tiempo atrás, un coronel, enviado por
el ministerio de la Guerra, había recorrido toda Italia, creando núcleos de
oficiales, estableciendo contactos entre ellos y difundiendo consignas a los
comandantes de división. Su informe, publicado un año más tarde, contiene
ya un plan preciso de ofensiva antisocialista y un análisis bastante exacto de
las fuerzas y, sobre todo, de las debilidades del movimiento que se quiere
dominar. Según el coronel A. R., para evitar las influencias subversivas en el
ejército, es necesario reducir la duración del servicio y crear «un sólido
cuadro de oficiales y de suboficiales voluntarios, alistados por largo tiempo,
bien pagados y seleccionados con cuidado». Como este ejército profesional
no sería suficiente, dice el informe, «a los soldados que sirven
obligatoriamente, y a los 250.000 mercenarios de que pronto dispondremos,
hay que añadir –para sostener y resolver mejor la acción– una milicia de
idealistas, formada por los más expertos, los más valientes, los más fuertes y
los más agresivos de nosotros. Es preciso que esta milicia sea capaz de llevar a
cabo una acción de resistencia y, al mismo tiempo, una acción política; que
pueda, en este duro período, dar de nuevo sangre, vida y homogeneidad a las
fuerzas nacionales para llevarlas a la victoria». Después de insistir en la
necesidad de un mando único, a la vez político y militar, el informe da algunos
consejos estratégicos:
36
Sobre esta base, se produjo una afluencia espontánea de oficiales y de ex combatientes hacia
los fascios. G. Zibordi ha podido insistir con razón sobre el hecho de que el fascismo ha sido
también una «revolución militar» (Crítica socialista del fascismo, Bolonia, Cappelli, 1922). Ya
hemos visto las relaciones existentes entre los fascios y los arditi. Los testimonios sobre la
participación de oficiales y de ex combatientes en la creación de los fascios son innumerables. C.
A. Avenati narra «cómo nació el fascio de Turín» el 28 de marzo de 1919: «La asamblea estaba
compuesta esencialmente por oficiales de reserva, algunos vestidos aún con el uniforme, y por
otros ya desmovilizados» (La Stampa, 25 de marzo de 1931).
117
Angelo Tasca

«Crear escuadras, compañías, batallones, o por lo menos sus cuadros,


a los que sean obligados a pertenecer los elementos más capaces de
nuestra clase».

De esta manera, los menos experimentados podrán completar su entrena-


miento, pasando sucesivamente de las tareas más simples a las más difíciles.

«Las acciones parciales, destinadas a dominar la insolencia de los


centros más subversivos, serán una excelente escuela para nuestras
milicias y servirán, al mismo tiempo, para desmoralizar y abrir una
brecha en el enemigo. En este caso, sin embargo, hay que tener
siempre la precaución de disponer de una o varias bases de operación,
como puntos de partida de la acción y para reunir en ellas los medios
necesarios. Estas bases deben estar a una distancia suficiente del lugar
adonde se quiere llevar a cabo el ataque, para poder regresar a ellas
sin levantar sospechas y reorganizarse si, eventualmente, se ha sufrido
una derrota momentánea. Éste es el método a emplear en el caso de
que se inicien las acciones de castigo locales.»

He aquí, además, una apreciación de las fuerzas adversas, en un momento en


que el declive del movimiento socialista, aunque ya iniciado, no era, sin
embargo, tan evidente:

«Los espíritus inquietos y revolucionarios no poseen cualidades de


organización. Se trata en general de muchedumbres heterogéneas,
que actúan de una manera impulsiva, bajo el dominio de una emoción
momentánea. Las armas que poseen son poco numerosas y están mal
repartidas, y no existen grupos orgánicos capaces de servirse de ellas.
Sus municiones tienen que ser forzosamente insignificantes, sobre
todo para una larga resistencia. Los grupos políticos que concurren en
mantener la exaltación de las masas disponen de hombres valientes y
hábiles, pero que están mezclados con charlatanes estúpidos y ambos
están dotados de un espíritu de observación muy limitado en lo que
concierne a la táctica, las armas, las fuerzas del orden, el contacto y
la coordinación necesarios e incluso la misma acción. Dadas las
condiciones y las costumbres de su vida, los elementos turbulentos
disponen de medios muy reducidos; cualquier intento de coordinación
y de preparación se queda a un nivel local, o se extiende, como
máximo, a la región...

118
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Les es imposible llevar a cabo una preparación larga y reflexiva. Los


exaltados se reúnen para exaltarse mutuamente y para encontrar
dirigentes y directrices. Pero la mayoría dudan, están pasivos, sin
iniciativa. Se sugestionan a sí mismos por su propio ruido y por las
fuerzas de que disponen y se engañan mutuamente acerca de sus
posibilidades y de los acontecimientos. La primera derrota que sufran,
será seguida inmediatamente por la desilusión y el caos».

Esta instantánea de la situación fue tomada antes de que el movimiento


obrero sufriera el derrumbamiento que siguió a la ocupación de las fábricas.
En ésta época, el peligro de una insurrección de las masas populares –que el
informe había ya excluido– ha desaparecido totalmente. Por tanto, ya no es
necesario aplicar integralmente el programa del coronel A. R., «experto
militar en guerra civil». Sin embargo, el gobierno no está inactivo. El 20 de
octubre, el ministro de la Guerra del gobierno Giolitti, el ex socialista Bonomi,
el mismo que Mussolini hizo expulsar en 1912 del partido socialista, envía
unan circular (más tarde Bonomi se defenderá de haber tomado esta
iniciativa y se lamentará de haber sido «traicionado» por el alto mando del
ejército) en la que se dice que los oficiales a punto de ser desmovilizados (hay
unos 60.000) serán enviados a los centros más importantes, con la obligación
de adherirse a los «fascios de combate», que deben dirigir y encuadrar; por
ello, les serán mantenidas las cuatro quintas partes de su sueldo. De esta
manera, los fascios podrán realizar, ellos mismos, la parte del programa del
coronel A. R. sobre las «acciones de castigo locales» y, más tarde, incluso
sobrepasarla, ya que están totalmente respaldados por el eficaz e indispensable
apoyo del Estado.

La partida se resuelve pronto desigual para los socialistas, cómo lo prueban


los acontecimientos de Bolonia del 21 de noviembre de 1920. En Bolonia, en
las elecciones municipales, la lista socialista, compuesta casi por entero de
elementos de extrema izquierda, ha obtenido 18.170 votos contra 7.985 del
bloque nacional y 4.694 de los populares; así pues, el sufragio universal se ha
pronunciado y la victoria, aun teniendo en cuenta el gran número de
abstenciones, ha sido muy clara.37 Los fascistas locales, furiosos por la derrota
37
Estos resultados traducen, sin embargo, una situación que ha llegado a su punto culminante y
en cuyo interior se preparan profundas reacciones. G. Zibordi la analiza de la siguiente forma:
«Las masas, que habían vuelto de la guerra exasperadas y arrogantes al mismo tiempo, hicieron
alarde de su fuerza y de su carácter amenazador por medio de manifestaciones, huelgas y
desfiles. La población urbana se sintió afectada por estas acciones; unos en sus intereses, otros
en su ideal, en su tranquilidad o en su sentido estético. Por eso pudo verse cómo, se unían en
Bolonia, en la revuelta contra el socialismo, los propietarios agrícolas que defendían su egoísmo
de clase y la población escandalizada por unas formas de lucha que hacían que se perdieran las
119
Angelo Tasca

sufrida, declaran en todos los tonos que impedirán el funcionamiento de la


municipalidad socialista. En la víspera de la toma de posesión del Consejo,
publican una hoja mecanografiada en la que anuncian la batalla para el día
siguiente e invitan a las mujeres y a los niños a permanecer lejos del centro de
la ciudad, donde está situado el palacio del Ayuntamiento, el Palazzo
d’Accursio. ¿Qué pueden hacer los vencedores, investidos de un mandato
indiscutible por la inmensa mayoría de la población? Pueden dirigirse al
prefecto, al Estado, y pedirles que hagan respetar este mandato, que
aseguren su ejercicio. Pero si alguien hubiera osado proponer esto, habría
sido abucheado como «traidor» por la banda de alborotadores, que,
justamente, serán los que perderán la cabeza a los primeros disparos de los
fascistas. Dado que el Estado no es más que «el Comité ejecutivo de la
burguesía» no puede pedírsele nada. En realidad, los diputados y alcaldes
socialistas, secretarios de sindicatos y de las Bolsas del Trabajo pasan buena
parte de su tiempo en los ministerios y en las prefecturas, para solicitar todo
tipo de cosas: concesión de trabajos públicos, créditos para las cooperativas,
nombramiento o traslado de un funcionario, incluso una cruz de «caballero».
Todo esto, según parece, no contradice los principios o bien es pecado venial.
Pero ¿cómo pedir al Estado su intervención para defender un municipio, para
hacer respetar las instituciones democráticas, en esa misma Bolonia donde el
Congreso del partido socialista hace poco más de un año ha declarado que
estas instituciones debían ser destruidas y donde la sección local tiene una
mayoría comunista? Desde luego, hubo negociaciones entre la Bolsa del
Trabajo y las autoridades, que desembocaron en un vago acuerdo; parece ser
que se llegó al compromiso de no enarbolar la bandera roja. Pero, en la
sección se decidió que: «Contra los fascistas, nos defenderemos nosotros
mismos». Se llevan algunas cajas de bombas al Palazzo d’Accursio y se
distribuyen revólveres; este trabajo se confía a elementos inexpertos y, como
suele pasar a menudo, a agentes provocadores. Después de que el Consejo,
en la toma de posesión nombrara al alcalde, el comunista Gnudi, éste sale al
balcón para saludar a la muchedumbre reunida en la plaza, mientras otros le
rodean con las banderas de las secciones. Se sueltan palomas con banderas
rojas atadas a la cola; ésta es la proeza más brillante del maximalismo
boloñés. En cuanto aparece el nuevo alcalde, la multitud le aclama, pero los

cosechas; los comerciantes que defendían sus ganancias contra la sana gestión de la
municipalidad roja y los ciudadanos. irritados y asustados por los disturbios demasiado
frecuentes, por esta especie de torpe seguridad de las masas; los intelectuales, cansados de ser
gobernados por la plebe, y los mutilados y ex combatientes, lastimados en sus sentimientos más
naturales por un odio a la guerra que parecía dirigido contra ellos» (Crítica socialista del
fascismo).
120
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

fascistas, que estaban al acecho en apretadas filas y armados en las esquinas


de la plaza, empiezan a disparar. Todo el mundo pierde la cabeza, y los
encargados de la «defensa» dejan caer algunas bombas desde el balcón del
ayuntamiento. Los revólveres fascistas y las bombas municipales ocasionan
nueve muertos y un centenar de heridos, todos socialistas o simpatizantes.
Dentro del ayuntamiento; las detonaciones y las explosiones siembran el
pánico y la ira. Desde la tribuna donde está el público, se hacen unos disparos
contra los bancos de la minoría y hieren mortalmente al abogado Giordani,
excombatiente, nacionalista y francmasón, uno de los elementos más
conciliadores entre los adversarios de la nueva administración. Los sucesos
del Palazzo d’Accursio dan lugar a una precipitación de los odios acumulados
y a una furiosa oleada de violencia en Bolonia, en Emilia, en Italia entera. La
muerte del excombatiente Giordani es explotada hasta el delirio; se olvida la
provocación fascista, la ilegalidad armada contra una administración elegida
con regularidad y los nueve muertos socialistas. Sólo se ve al excombatiente,
que se había comportado heroicamente en la guerra, asesinado «en una
emboscada» por los «antinacionales». Se crea una atmósfera de violencia que
enfrenta a los dos campos; los indecisos se hacen a un lado o se pasan a los
fascistas. Los socialistas, que no han sabido utilizar la legalidad ni organizar la
ilegalidad, ven levantarse contra ellos las escuadras fascistas y la fuerza
pública. La era de las violencias, de las represalias y de las «expediciones de
castigo» ha empezado.

Un conflicto que se produce en Ferrara, en diciembre, cerca del Castello


Estense, y en condiciones más o menos parecidas, provoca una reacción
similar. Pero en la provincia de Ferrara hay, además, otro factor que concurre
en el éxito del fascismo, ya que es en esta provincia donde se produjo, a
principios de 1921, el primer gran desmoronamiento que trae consigo la
rápida caída de toda la red de instituciones obreras. La provincia de Ferrara
ha sido una zona elegida por el sindicalismo revolucionario y antisocialista.
Entre 1907 y 1913 se sucedieron una serie de huelgas agrícolas de una
extremada violencia, bajo la dirección de Umberto Pasella, futuro secretario
general de los fascios, de Michele Bianchi, futuro cuadrunviro de la marcha
sobre Roma y de otros dirigentes que se pasaron, casi todos, al sindicalismo
fascista. Cuando la resistencia patronal se prolongaba, ellos no carecían de
recursos, ya que «un solo fósforo» –decían–, bastaba para destruir la cosecha
del agricultor obstinado. Las masas rurales de esta provincia han sido siempre
presa fácil de los demagogos, de los amigos y colaboradores de Mussolini; la
propaganda socialista sólo ha hecho mella en ellos de una manera superficial;

121
Angelo Tasca

ello explica, en parte, el hecho de que la zona de Ferrara haya sido la primera
en ceder a la presión fascista. Adaptándose al ambiente local, los fascistas
han lanzado en esta zona la consigna de la tierra para el que la trabaja, sin
esperar la futura «socialización». La Asociación agraria se deja persuadir» y
cede algunos miles de hectáreas, en arriendo directo, a los cultivadores
individuales que, de esta manera, escapan al trabajo de cupo fijo. En general,
se trata de las peores tierras y de una iniciativa que no sobrepasaría unas
proporciones muy modestas. El conjunto de los asalariados de la provincia
pagará con un aumento de la miseria estos pocos «pueblos de Potemkin»,
pero los fascistas podrán proclamar:

«Los socialistas os lo prometían todo y no os daban nada; os impedían


incluso que pudierais llegar a ser cultivadores directos, granjeros. Los
fascistas han instalado centenares de familias que podrán trabajar
durante todo el año su propia tierra».

Al igual que un grito de pánico puede poner en fuga a todo un ejército, este
grito de esperanza –por engañoso que fuera– arrastra a las masas rurales,
sobre todo porque se multiplican las expediciones de castigo y porque el
terror acaba lo que ha iniciado la esperanza. 38 Las «Ligas» campesinas, que ya
no están protegidas por el «sistema» tradicional, se pasan en bloque a los
sindicatos fascistas para luchar contra la «tiranía socialista». En la provincia
de Ferrara es donde, el 25 de febrero de 1921, en el municipio de San
Bartolommeo in Bosco, surge el primer sindicato fascista, en la sede de la
antigua Lega socialista. Las cooperativas siguen pronto a los sindicatos, y las

38
Sobre la actitud de los fascios y de la Asociación agraria de Ferrara, Cf. Il Popolo d’Italia, 29 de
marzo de 1921: «A partir de ahora, los propietarios ponen 3.000 hectáreas de tierra a
disposición. del fascio, para darlas a quienes las trabajen». En su discurso de Ferrara (4 de abril),
Mussolini aplaudió «esta revolución agraria que debe dar a los campesinos, sin convulsiones
epilépticas, la propiedad de la tierra». El jefe de la Asociación agraria de Ferrara, Vico Mantovani,
afirma que su programa no se diferencia del de los fascios. En un «Mensaje a los campesinos», el
experto fascista en materia de política rural Gaetano Polverelli declara: «A partir de ahora los
fascios tratarán con los propietarios para obtener la cesión de las tierras que serán puestas a
vuestra disposición mediante la forma justa de un pacto». Y promete «la total supresión de la
contratación, sobre el terreno y del régimen asalariado» (Il Popolo d’Italia, 1 de abril). Se trata,
evidentemente, de una «inocentada», puesto que el fascismo va reduciendo su programa
agrario, y sobre todo su acción, a medida que la ofensiva escuadrista elimina las resistencias de
los «rojos» o de los «blancos». La alusión al problema agrario en el manifiesto de los fascios en
vísperas de las elecciones de 1921 es muy vaga. Se presenta la solución «en la progresiva
creación de una democracia rural y no en las absurdas socializaciones». Durante todo el año 1921
se sigue manteniendo una actitud muy prudente. En el Congreso de Roma de noviembre, el
orden del día de Polverelli se limita a declarar que el fascismo «mediante la participación en los
beneficios y la aparcería, debe elevar al cultivador a la dignidad y a la responsabilidad de la
propiedad rural». Toda alusión a distribución de tierras, ha desaparecido. De esta manera, se
desvanece el «mito» de Ferrara.
122
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

expediciones de los camiones de los camisas negras imponen la dimisión de


las administraciones socialistas. En noviembre de 1920, los socialistas habían
ganado los 21 municipios de la provincia, y a finales de abril de 1921 sólo
conservan 4, que tampoco tardarán mucho en ser disueltos o en dimitir.

La «expedición de castigo» se convierte, a finales de 1920, en el método


habitual de expansión del fascismo. Fue aplicado en gran escala en la Venecia
Julia, donde los grupos fascistas disfrutaban del apoyo abierto de las
autoridades locales y donde la lucha contra el «bolchevismo» –es decir,
contra las cooperativas obreras, las cajas de seguros de enfermedad y los
círculos de culturar, heredados del socialismo austríaco– va acompañada de
una violenta presión sobre la población eslovena y croata. El local de las
organizaciones eslovenas en Trieste es incendiado en julio de 1920; en
octubre, tiene lugar el ataque contra él diario socialista «Il Lavoratore» y la
destrucción de la Bolsa del Trabajó de Fiume. Desde principios de 1921, esta
forma de acción aunque sigue manteniéndose y aun intensificándose en la
Venecia Julia, donde se apoya, sobre todo, en las reivindicaciones nacionalistas,
se extiende por el valle del Po con el carácter y el método que acabarán
prevaleciendo en el fascismo y que le acompañarán hasta la marcha sobre
Roma. En el valle del Po, las ciudades son, en general, menos «rojas» que el
campo, porque en ellas están los propietarios agrícolas, los oficiales de las
guarniciones, los estudiantes de las universidades, los funcionarios, los
rentistas, los miembros de las profesiones liberales, los comerciantes. Y es
entre estas categorías donde se reclutan los fascistas y son también ellos los
que proporcionan los cuadros de las primeras escuadras armadas. La
expedición de castigo parte, pues, casi siempre, de un centro urbano y se
difunde por el campo circundante. Montados en camiones y armados por la
Asociación agraria o por los almacenes de los regimientos, los «camisas
negras» se dirigen hacia el lugar fijado como meta de su expedición. Una vez
llegados, empiezan golpeando con bastones a todos los que encuentran por
las calles y que no se descubran al paso de los banderines, o que llevan una
corbata, un pañuelo o una blusa color rojo. Si alguien protesta, si se hace un
gesto de defensa, o si un fascista es herido o tan sólo empujado, el «castigo»
adquiere mayores proporciones. Se dirigen, luego, a la Bolsa del Trabajo, al
Sindicato, a la Cooperativa o a la Casa del Pueblo; hunden las puertas, arrojan
a la calle mobiliario, libros, mercancías, y lo rocían todo con gasolina; minutos
después, todo está ardiendo. A todos aquellos que encuentran en el local, les
golpean salvajemente o les asesinan. Las banderas son quemadas o guardadas
como trofeo. Lo más corriente es que la expedición salga con un objetivo

123
Angelo Tasca

preciso, el de «limpiar» la localidad. Los camiones se paran entonces frente a


los locales de las organizaciones «rojas», y se procede a su destrucción.
Algunos grupos fascistas van en busca de los «jefes», el alcalde y los
consejeros del municipio, el secretario de la «liga» o bien el presidente de la
cooperativa; se les obliga a dimitir, o se les «destierra» del país para siempre,
bajo la amenaza de muerte o de destrucción de sus hogares. Si logran
escapar, se vengan en sus familias.

«Todos los días –explica Chiurco, en su Historia de la revolución


fascista– salen expediciones de castigo. El camión fascista llega a un
lugar determinado y se presenta (sic) al jefe de la Liga. Al principio, se
intenta llegar a un acuerdo; entonces, o bien el jefe cede, o la violencia
sustituye a la persuasión. En la mayoría de los casos éste cede, sino las
pistolas toman la palabra».

Cuando el dirigente local resiste, a pesar de todas las amenazas, se le


suprime. Van por la noche a su casa y le llaman, dando una excusa cualquiera,
para evitar su recelo; en cuanto abre la puerta, descargan sus armas sobre él,
matándole allí mismo, A menudo, la víctima deja que se lo lleven, para evitar
que las represalias alcancen a su familia o para evitarle el trágico espectáculo.
Los fascistas se lo llevan a un campo, donde es encontrado muerto al día
siguiente. A veces se divierten llevándoselo. en el camión y dejándole
desnudo, atado a un árbol, a centenares de kilómetros de distancia, después
de haberle hecho sufrir los peores tratos. 39 El terror se mantiene con
amenazas e intimidaciones, que los fascios envían y publican, sin que nunca
tenga lugar la menor sanción por parte de la magistratura o del gobierno. Así
es como el marqués Dino Perrone Compagni puede enviar, impunemente, en
abril de 1921, la siguiente carta a Rocca Strada, alcalde de un pueblo de
Toscana:

39
«En plena noche, cuando la gente honrada está en su casa, durmiendo, los camiones de los
fascistas llegan a las pequeñas aldeas situadas en medio del campo, o a los caseríos de algunos
centenares de habitantes. Llegan en compañía de los dirigentes de la Agraria local, naturalmente,
siempre conducidos por ellos, pues de lo contrario sería imposible, en plena oscuridad, reconocer la
casa del jefe de la Liga o la pequeña oficina de colocación. Llegan hasta una de las casas y se oye la
orden: Rodead la casa. Son de veinte a cien hombres, armados con fusiles y revólveres. Llaman al
jefe de la Liga y le ordenan que baje. Si éste no obedece, se le dice: Si no bajas, quemaremos la
casa, con tu mujer y tus hijos. Entonces el jefe de la Liga baja. Se abre la puerta, lo secuestran, lo
atan, lo suben al camión, donde le someten a las torturas más inverosímiles, simulando que lo van a
ahogar o a matar, y después le abandonan en pleno campo, atado a un árbol, desnudo. Si, por el
contrario, éste es un hombre con agallas, que no abre la puerta y utiliza algún arma para
defenderse, entonces él resultado es el asesinato inmediato del ciento por uno.» Discurso de G.
Matteotti en la Cámara, sesión del 10 de marzo de 1921 (Critica saciale, 1921, n° 7).
124
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

«Muy señor mío: Dado que Italia debe pertenecer a los italianos y que
no puede, por consiguiente, aceptar ser administrada por individuos
de su especie, haciéndome intérprete de sus administrados y con-
ciudadanos le aconsejo que dimita de sus funciones de alcalde antes
del domingo 17 de abril. En caso de que no lo haga así, recaerá sobre
usted la responsabilidad de lo que suceda. Si se permite usted poner
en conocimiento de las autoridades este Consejo generoso, benévolo y
humano que acabo de darle, el plazo que le doy para que dimita,
expirará antes del miércoles 13, número de buen augurio. Firmado:
Dino Perrone Compagni, 1, plaza Ottaviani, Florencia».

El autor de esta amenaza firma con su propio nombre, en papel con el


encabezamiento de los fascios e incluyendo su dirección; está seguro de que
ni él ni sus amigos serán molestados y de que no se hará nada por impedir
que se lleve a cabo la expedición anunciada.40

A partir de las primeras semanas de 1921, la ofensiva fascista alcanza un


máximo de violencia y de brutalidad. Es imposible comprender los aconteci-
mientos italianos, si no se llega a medir, con una cierta aproximación, la
amplitud del fenómeno y si no se le sigue en su origen y en su expansión
territorial.

En la Venecia Julia, la ofensiva fascista se complica y es favorecida por una


lucha contra los «alógenos» que constituyen la casi totalidad de la población
del campo y de la meseta del Carso. Los fascios juegan, en este lugar, un
papel casi oficial; representan la «italianidad» que se quiere imponer a la
región, y las autoridades, las fuerzas de policía y el ejército colaboran
abiertamente con ellos. Son también ayudados por las subvenciones y el
apoyo de las sociedades mineras del Carso y de los armadores, que quieren
contener a los obreros de los numerosos astilleros existentes, entre Trieste y
Pola, y de los agrarios, que atacan en el Sur, en la zona más fértil de Istria. En
toda esta región, cuyas fronteras, discutidas durante largo tiempo, apenas
acaban de ser establecidas, y donde de hecho sigue planteado el problema de
Fiume, Italia no se ha desmovilizado.

40
Este Dino Perrone Compagni era el terror de Toscana. Tenía a su disposición algunas escuadras
en las que, al lado de algunos patriotas, exasperados, se encontraban gamberros y profesionales
del crimen. «Un siglo atrás, escribe Pietro Nenni en sus Seis años de guerra civil en Italia, este
noble marqués habría sido un bandolero de leyenda; en la posguerra, jugó el papel de defensor
del orden, al servicio de los terratenientes. Ahora, el gobierno fascista lo ha convertido en
prefecto» (París, Valois, 1930).
125
Angelo Tasca

Entre la población eslava y los «regnícolas» no hay ningún contacto; los


italianos, salvo en algunas ciudades, se consideran como en territorio
ocupado; por eso, los fascios están formados, en gran parte, por los oficiales
de las guarniciones, por los funcionarios y por otros elementos importados de
la península, que prosiguen, de alguna manera, la guerra de «liberación»
contra los eslavos y los «comunistas». Las instituciones obreras, los
sacerdotes que predican en esloveno y los pueblos donde los policías son los
únicos italianos, son los objetivos de esta guerra.

En Trieste, el diario socialista y la sede central de las organizaciones eslovenas


han sufrido ya los ataques fascistas durante el año 1920, que se renuevan y se
multiplican a principios de 1921. «Il Lavoratore», órgano del partido socialista,
que los comunistas, habían ocupado mediante un ataque por sorpresa el 29
de enero, después de la escisión del Congreso de Livorno, es incendiado por
segunda vez por los fascistas, el 9 de enero. Los obreros responden, como
siempre, con una huelga general. Pero es, sobre todo, en la zona rural de
Istria, que se extiende a lo largo de la costa de Pirano hasta Pola, donde
empieza «la obra de destrucción sistemática de todo lo que es bolchevique»,41
siempre con el apoyo directo de la fuerza pública. Así, «la noche del 20 de
enero de 1921, de acuerdo con las tropas de la guarnición, se lleva a cabo el
asalto de la Bolsa del Trabajo» de Dignano. El 28 de febrero la Cámara Sindical
de Trieste es atacada por tercera vez, quedando totalmente destruida. Como
represalia por el incendio de la Bolsa del Trabajo, los obreros de Muggia,
cerca de Trieste, incendian los astilleros de San Marco, que, a su vez, también
son destruidos.

«Se hace intervenir entonces a la tropa de la brigada Sassari, que


entabla combate con los rebeldes... Desde la escuela de aviación de
Portorose, un avión fascista sobrevuela el lugar de la revuelta. Durante
la noche del 1 al 2 de marzo, los fascistas se concentran en Pirano; allí
se apoderan de un barco y se dirigen a Muggia. El barco llega con las
luces apagadas, y los fascistas desembarcan e incendian la Bolsa del
Trabajo, destruyéndola totalmente».

A principios de abril, se producen algunos accidentes graves en los campos de


Carnizza, al sur de Istria.

41
En esta parte dedicada a la difusión territorial de la ofensiva fascista, los pasajes entre comillas.
–cuando no hay indicación en contrario– han sido tomados de la Historia de la revolución fascista
de Chiurco, tomo III (Historia «oficial» publicada en 1929, con un prefacio de Mussolini).
126
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Una escuadra de acción fascista de Dignano llega a esta zona y arresta,


llevándoselo a continuación, a un eslavo encargado de una posada. Este acto
arbitrario, provoca la revuelta. Se da la alarma por los pueblos de alrededor y
los campesinos eslavos acuden, obligando a la banda fascista a retinarse con
su prisionero a Carnizza, donde será sitiada por los campesinos. La tropa, los
gendarmes y los fascistas se movilizan y se entabla una lucha encarnizada;
cómo durante la guerra, se emplea el alambre espinoso y; las ametralladoras.
La guerrilla dura varios días, y finalmente, las fuerzas del «orden» acaban
dominando la situación;

«las poblaciones rebeldes son obligadas a abandonar sus pueblos, que


son incendiados; las localidades de Segotti, Vareschi, Zuechi y
Mormorano quedan parcialmente destruidas a causa de la batalla, o
bien por el fuego».

La acción se prolonga en las minas de Arsa (Albona), donde los obreros están
en huelga y además armados; la autoridad militar decide ocupar la zona, que
es atacada por tierra desde el mar. Después de algunas escaramuzas, se
acaba con la resistencia de los mineros. A partir de este momento, las escuadras
fascistas, que durante estos enfrentamientos han podido completar su
organización y su armamento, proceden, en toda la región, a la «destrucción
metódica» de las organizaciones políticas, sindicales, cooperativas y culturales
de la clase obrera. Todos los «círculos de cultura» de los barrios y de las
proximidades de Trieste son destruidos. Algunas semanas después, una
publicación socialista hace el balance de esta ofensiva, en los términos
siguientes:

«De las decenas y decenas de Bolsas del Trabajo y de Casas del Pueblo
que existían en la región, sólo funcionan actualmente tres o cuatro, dos
de las cuales, las de Trieste y Pola, lo hacen en locales provisionales o
incluso entre los escombros de los edificios destruidos. De los cien
Círculos de Cultura de la región, no ha podido ser salvado ni uno solo».

En el valle del Po, es, sobre todo, el fascismo agrario el que actúa,
apoyándose en las escuadras de combate, surgidas previamente en los
centros urbanos de la región. Después de los sucesos del Palazzo d’Accursio,
en Bolonia, y los de Castello Estense, en Ferrara, la tensión, que ha alcanzado
un grado máximo, se descargará mediante una secuela de «expediciones de
castigo». El 24 de enero, en Módena, se hacen algunos disparos contra un
desfile fascista; dos escuadristas resultan muertos, uno de los cuales pertenecía

127
Angelo Tasca

a las escuadras venidas de Bolonia para esta ocasión. En respuesta a esto son
rápidamente incendiadas las Bolsas del Trabajo de Módena y de Bolonia. El
ministro del Interior, Giolitti, ordena la revocación de las licencias para llevar
armas en las tres provincias de Bolonia, Módena y Ferrara. Mussolini, en «Il
Popolo d’Italia», protesta violentamente contra esta medida. En Bolonia y
Ferrara, los fascios, las asociaciones «liberales» y las organizaciones patronales
deciden oponerse a la entrega de armas. En Módena:

«los representantes de las asociaciones locales de militares licenciados,


de los ex combatientes, de los Fascios de combate, de los pensionados
del Estado, de la Asociación «Orden y Libertad», del partido popular
italiano, del grupo democrático-liberal, del partido liberal, de la
Sociedad de Cazadores, de la Federación agraria provincial y de la
Asociación de comerciantes e industriales se adhieren a los órdenes del
día votados por las asociaciones de Bolonia y Ferrara; declaran no
reconocer la constitucionalidad del decreto, ministerial ni la legalidad
de la disposición de la prefectura; piden al gobierno la supresión
inmediata del decreto y se disponen, en caso contrario, a resistir como
sea; mientras tanto, invitan a los ciudadanos a no entregar las armas».

En Ferrara, el Fascio ordena y consigue el cierre de los almacenes y las


fábricas en señal de protesta, y se planea un lock-out general en las tres
provincias. Los decretos no son retirados, pero una semana más tarde, en
Bolonia, el «Comité de acción contra el desarme» observa con gran
satisfacción el escaso número de los que han entregado las armas. Los más
obstinados en impedir toda pacificación son los agrarios, principales
animadores y beneficiarios de la ofensiva fascista.

En la provincia de Bolonia, las expediciones y los actos de terrorismo se hacen


más frecuentes, sobre todo a partir de la reunión del Congreso provincial
fascista (3 de abril), que es consagrado y celebrado con la destrucción de
numerosos «Círculos» obreros y socialistas de la capital. En la provincia de
Ferrara, la brillante acción empieza antes, a principios de marzo, mes en que
las expediciones son «innumerables», basta tal punto, señala el historiador
fascista, «que es imposible enumerarlas: ligas, organizaciones, todo se viene
abajo». El 26 de mayo, Italo Balbo, que ha ordenado y dirigido todas, las
expediciones sin haber sido nunca molestado por las autoridades públicas, es
detenido en Ferrara, por encontrársele un revólver encima.

128
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

«En cuanto se da la noticia de su arresto, se produce una gran


agitación en la ciudad. Varias columnas de fascistas despiertan a la
población cantando himnos patrióticos, mientras que las campanas de
las iglesias principales dan la alarma. A la una de la madrugada, una
movilización fascista, que ha alcanzado hasta las escuadras del campo,
sitia el Castello Estense y amenaza con ocuparlo. Se impone a las
autoridades la liberación de Balbo, que arenga a la multitud, y se le
ofrece, por suscripción pública, una nueva arma para sustituir la que le
había sido incautada».

Dos meses antes, el dirigente de las escuadras de acción de Bolonia, Arpinati,


autor de varias muertes y otras violencias, había sido puesto en libertad tres
días después de su arresto, como consecuencia de manifestaciones parecidas.

En la provincia de Mantua, donde después de las trágicas jornadas de


diciembre de 1919 la calma no ha vuelto a ser perturbada, los agrarios
aprovechan la oleada para denunciar el pacto agrícola. 42 En la misma Mantua,
el 20 de abril, son destruidas la Bolsa del Trabajo confederal y la Universidad
popular; al día siguiente, con la ayuda de los fascistas llegados del campo en
camiones, la Bolsa del Trabajo sindical, el Círculo de ferroviarios y la vivienda
del diputado socialista Dugoni corren la misma suerte. La Asociación agraria
declara que, en adelante, sólo habrá trabajo para aquellos que estén inscritos
en los fascios. Las expediciones de castigo hacen una hecatombe de ligas, de
cooperativas y de instituciones obreras en las que la persona y la vivienda de
los capi-lega (dirigentes de las ligas) constituyen el principal objetivo. En San
Giovanni del Dosso, después de la destrucción de la Liga, se rebajan los
salarios y las horas de trabajo pasan de ocho a diez diarias. Y únicamente se
puede entrar en la localidad si se posee un salvoconducto del fascio. En
Buscoldo, un camión llega delante de la cooperativa local, bello edificio del
que los trabajadores están muy orgullosos. Ya es de noche. Los fascistas se
precipitan dentro, gritando: ¡Abajo el rey!, ¡Viva D’Annunzio!

42
Mario Missiroli da una relación de las nuevas condiciones impuestas a las Ligas de campesinos:
«a) reunión de la Liga en presencia de cuatro delegados del fascio para controlar la discusión y las
deliberaciones; b) obligación de inscribirse en el fascio, sin derecho a discutir su programa, y de
renunciar al carnet de la C.G.L.; c) no se dará empleo a quien no esté en posesión de un carnet
del fascio; d) la Oficina de colocación funcionará con empleados pertenecientes al fascio; e) diez
horas de trabajo, ocho pagadas y dos en beneficio del fascio; f) obligación para los gerentes no
fascistas de alguna propiedad y sobre todo para los pequeños y medios colonos, propietarios y
apar ceros, de utilizar para la trilla del trigo y del maíz, etc. máquinas pertenecientes a los
miembros del fascio y mecánicos afiliados a él. A los que no se sometieran y. utilizaran otras
máquinas, se les amenazó con quemárselas. Se les dijo que se les negarían los bueyes para la
labranza». (Il fascismo e la crisi italiana, Bolonia, Capelli, 1921).
129
Angelo Tasca

Una parte de ellos se queda vigilando la puerta central y el resto entra en el


café. Con los ojos desorbitados y el rostro alterado, gritan: ¡Manos arriba! Los
trabajadores presentes, que estaban jugando a cartas o leyendo los
periódicos, cumplen la orden. Se les registra, pero ni siquiera llevan encima
una simple navaja. Los fascistas, revólver en mano, les obligan a salir a todos,
uno a uno. En la puerta les espera otro grupo, armado con puñales y bastones
con aderezos de hierro. Todos son obligados a atravesar el corredor trágico.
Mientras el bastón golpea la cabeza y los hombros del que pasa, el puñal, se
le clava en la espalda. Resultaron treinta y ocho heridos con arma blanca,
entre los cuales había ancianos, tres mutilados de guerra y un muchacho de
catorce años. Acabada la operación, los escuadristas saquean los locales,
rompen los muebles y destruyen los registros. Al oído de un silbido, saltan
todos al camión, después de haber vaciado el cajón del gerente, y desaparecen
en la oscuridad.

El odio del comerciante contra la cooperativa se une al de los agrarios contra


la «Liga». En Ostiglia, importante centro de la provincia, hay una floreciente
cooperativa de consumo, instalada en una de las casas más bonitas de la
pequeña ciudad, con un café que es el más frecuentado de todos. La dirección
del fascio interviene y toma la decisión siguiente: «La administración de la
cooperativa es invitada a liquidar sus fondos y a vender sus inmuebles antes
de final de mayo, pues los comerciantes tienen derecho a ejercer su oficio sin
ser perjudicados por la cooperativa». La administración de la cooperativa
consigue, no sin esfuerzo, un plazo de un mes, pero a finales de junio debe
cumplir el mandato del fascio.

Una larga tradición de propaganda del socialismo «evangélico» de Gamillo


Prampolini y sus admirables realizaciones, no salva, en absoluto, a Reggio
Emilia y su provincia de la tormenta fascista. En Reggio, la municipalidad
socialista ha organizado, con un éxito indiscutible y en beneficio de la
población, los servicios farmacéuticos, la distribución de la leche y de la carne
y la producción del pan; además dirige o controla numerosos almacenes de
alimentación, restaurantes y un almacén de harina. En la provincia, las
cooperativas agrícolas cultivan 2.227 hectáreas de tierra, y las 86 cooperativas
de consumo agrupan, en 1920, a 16.800 miembros y su cifra de negocio
sobrepasa los 53 millones de liras. Es un nuevo sistema social de producción y
de distribución que se enfrenta a la coalición de todos los intereses privados
que resultan afectados. A mediados de marzo, precisa el mismo Chiurco,
«empiezan a surgir los fascios y a caer, invadidas y saqueadas, las
organizaciones rojas».
130
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

La Bolsa del Trabajo de Reggio es invadida el 8 de abril y, a mediados de


mayo, un gran número de ligas y oficinas sindicales de colocación han sufrido
ya la misma suerte; dieciséis municipalidades socialistas, entre ellas la de la
capital, han tenido que dimitir; centenares de trabajadores han sido brutal-
mente golpeados y decenas de organizadores y administradores socialistas
han sido expulsados de la provincia por los fascios. En el mismo mes de abril,
son incendiadas, en la provincia de Parma, entre otras, las Casas del Pueblo
de Salsomaggiore y del Borgo San Donninio. En la misma Parma, donde la
resistencia al fascismo es muy fuerte, la Casa del Pueblo de la Unión sindical
es destruida. El 19 de. abril se intercambian algunos disparos; al día siguiente
se declara la huelga general y la policía se las arregla para detener un gran
número de «subversivos» y quitarles las armas de que disponen para la
defensa de sus organizaciones. De ésta manera, los fascistas creen tener la vía
libre y pasan al ataque. Pero los trabajadores se defienden y «entablan una
verdadera batalla en el barrio de Naviglio, arrojando desde las azoteas una
lluvia de tejas sobre los asaltantes; intervienen los coches blindados, estallan
algunas bombas y se producen varios heridos». Al día siguiente, hay una
nueva batida de la policía para detener y desarmar a los que han intentado
oponerse al ataque fascista. El 23 de abril, con ocasión de inaugurarse un
fascio, una escuadra de ex legionarios fiumeses –precedidos por gendarmes
revólver en mano– atacan y saquean, en Piacenza, la cooperativa vinícola. De
esta forma, en algunas semanas, todas las ciudades situadas en la antigua Vía
Emilia, de Bolonia a Piacenza, sufren la invasión fascista y son sometidas a un
régimen de terror.

Sólidamente instalado en el triángulo Bolonia-Ferrara-Piacenza, el escuadrismo


fascista llega, al mismo tiempo, por el noreste, hasta la provincia de Rovigo, y
por el noroeste hasta la de Pavía. En la provincia de Rovigo –el Polesino– no
hay ningún tipo de «bolchevismo» que suprimir. Los conflictos sociales se han
desarrollado siempre pacíficamente. El líder socialista de esta zona es
Giacomo Matteotti, reformista –en el mejor sentido de la palabra– por
convicción y por gusto. El 28 de febrero de 1921 vence el antiguo convenio
agrícola y las organizaciones obreras proponen empezar las negociaciones
para el nuevo convenio. Los agrarios, que han percibido el viento que sopla
en el valle del Po y sobre todo en Ferrara, se niegan a ello y quieren
aprovechar la situación para deshacerse de las «ligas», de las oficinas de
colocación y, en definitiva, de la organización obrera en sí misma.

131
Angelo Tasca

Periódicos Casa del Bolsas de


Regiones Cooperativas
e Imprentas Pueblo trabajo
Piamonte 1 4 9 3
Lombardía
3 – 1 2
(excepto Pavía, Cremona y Mantua)
Liguria – – 1 2
Venecia (menos Rovigo) – 1 9 8
Venecia Julia 4 2 21 3
Valle del Po
Bolonia 1 6 7 9
Cremona – – – –
Ferrara – – 9 1
Mantua – 3 4 37
Módena – – 2 --
Parma – 5 1 6
Pavía -- 21 7 9
Piacenza 1 2 –’ 7
Reggio Emilia 1 1 2 1
Rovigo – 2 4 3
Total Valle del Pó 3 40 36 73
Romana – – i –
Toscana 3 11 15 11
Las Marcas – – – –
Umbría 1 – 5 3
Lacio – – – –
Mezzogiorno (excepto Apulia) 2 – 2 –
Apulia – 1 13 4
Sicilia – – 3 –
Cerdeña – – 1 –
17 59 119 107

Secciones Círculos
Sociedades Bibliotecas
Ligas y Círculos Círculos Universidades Sindicatos obreros y
Regiones de Socorros populares y Total
campesinas socialistas y de cultura populares obreros Sociedades
Mutuos teatros
comunistas de Amigos
Piamonte 2 1 9 – 2 – 10 8 49
Lombardía
(excepto Pavía, – – 6 – – – – 1 13
Cremona y Mantua)
Liguria – – – – – – – – 3
Venecia 1 – 7 – 1 – – 1 28
(menos Rovigo)
Venecia Julia – – 5 100 – – 28 2 137
Valle del Po
Bolonia 5 – 5 – – – – 2 35
Cremona – – – – – – – – –
Ferrara 19 – 5 – 2 – 1 – 37
Mantua 15 – 2 – – 1 – 1 63
Módena – – – – – – – – 2
Parma – – 2 – – – – – 15
Pavía 25 5 8 – 4 – – 2 80
Piacenza – – 3 – – – – – 13
Reggio Emilia 8 – 2 – 1 – – – 16
Rovigo 3 – 2 – – – – 1 15
Valle del Pó 75 4 29 – 7 1 1 7 276
Romana – – 1 – – – – 1 3
Toscana – 2 70 – – – 1 24 137
Las Marcas – – – – – – – – –
Umbría – 1 6 – – – – 1 17
Lacio – – – – – – – – –
Mezzogiorno – – 3 – – – – – 7
(excepto Apulia)
Apulia 2 – 1 – – – 7 1 29
Sicilia 3 – 4 – – – 9 5 24
Cerdeña – – – – – – – 2 3
83 8 141 100 10 1 28 53 726

132
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

N . B . – El cuadro de la página anterior sólo tiene un valor muy aproximativo. Los datos con los
que ha sido establecido están tomados de la Historia de la revolución fascista, de Chiurco,
historiador oficial del partido, y son muy poco homogéneos. En esta publicación se habla, a
menudo, de destrucción de «todas las organizaciones rojas» de una localidad o de una zona, sin
más precisiones. La destrucción de un solo edificio –Casa del Pueblo, Bolsa del Trabajo–
comportaba la de todas las organizaciones que tenían su sede en él, pero nunca hemos podido
tenerlo en cuenta, excepto para el caso de Turín. Si se hubiera podido integrar estos datos
estadísticos para todas las localidades y. regiones, la penúltima columna, la de los sindicatos
obreros, se hubiera incrementado en varias decenas de unidades. El total de organizaciones de
todo tipo destruidas durante el primer semestre de 1921, es, sin duda alguna, superior en
algunos centenales de unidades al que nosotros hemos podido establecer. Incluso la investigación
publicada a principios de 1922 por el partido socialista, investigación que por otra parte ha sido
copiada a Chiurco, es muy incompleta, pues a veces renuncia a enumerar las violencias y las
destrucciones fascistas, sobre todo en lo que respecta a Venecia Julia, las provincias de Ferrara,
Rovigo, etc. «Los informes que hemos utilizado –dice el prefacio de esta Investigación– sólo
llegan hasta el mes de mayo o junio de 1921; y aún, en esta época, faltan las Romañas, la
provincia de Módena, una gran parte de la Toscana, de la Umbría, del Lacio, de las provincias de
Mantua, Piacenza y Parma». Este cuadro no incluye las simples «expediciones de castigo», que en
este período se cuentan por millares, ni las violencias sobre individuos, ni los simples cierres de
locales, ni las dimisiones forzadas de las municipalidades, ni las destrucciones de casas o
almacenes privados, ni los destierros, ni las restantes formas de terrorismo.

***

Las «expediciones», que no tienen nada que «castigar», como no sea la


propia existencia de una masa de trabajadores salida de la ignorancia y de la
servidumbre, se multiplican desde finales de febrero y alcanzan inmediata-
mente un grado de violencia inaudito. Matteotti y las Bolsas del Trabajo dan a
los trabajadores esta consigna: Permaneced en vuestras casas; no respondáis
a las provocaciones. Incluso el silencio y la cobardía son, a veces, heroicas.
Esta actitud no desarma, en absoluto, a las escuadras fascistas, que atraviesan
la zona en camiones proporcionados por los agrarios, o prestados por la
comisión de requisa de cereales, cuyos servicios son cubiertos por la
autoridad militar.

Las «ligas» son cerradas o destruidas y las municipalidades socialistas tienen


que dimitir; éste es el caso, por ejemplo, de la de Occhiobello –una de las
primeras localidades afectadas por la propaganda socialista– que, en marzo,
debe renunciar a su mandato; sin embargo, había sido elegida, en noviembre
de 1920, por 1.100 votos contra los 160 que consiguieron las otras listas. Esta
renuncia no preserva, sin embargo, a este municipio de nuevas expediciones;
el 1.°de mayo, la Bolsa del Trabajo y la Cooperativa son incendiados por los
fascistas llegados de todas partes en camiones. «Todos los días –señala
Chiurco–, caen nuevas Bolsas del Trabajo y nuevas organizaciones».

133
Angelo Tasca

Las escuadras fascistas pueden estar orgullosas de su obra: ya no existe o no


funciona ni una sola organización sindical o cooperativa; hay decenas de
muertos; más de mil casas particulares han sido incendiadas y más de
trescientas saqueadas e incendiadas. Los agrarios han ganado la partida.
Giacomo Matteotti lo expone en un nuevo discurso en la Cámara:

«Toda contextura de vida civil ha sido destruida; todo municipio está


aislado de los demás y lo mismo sucede con los trabajadores; la lucha
agraria también está perdida. Los campesinos, uno tras otro, piden
trabajo a los patronos y la Bolsa del Trabajo de Rovigo, que había sido
ya anteriormente invadida y materialmente destruida, se ha disuelto a
principios de abril».

Desde Ferrara y el Polesino, la ola sube hasta Venecia. Entre febrero y mayo
son destruidas las Bolsas del Trabajo de Vicenza, de Padua, de Belluno, de
Udine, capitales de provincia, así como las de otros centros de menor
importancia. Las expediciones toman cada vez más –aquí y en todas partes–
el carácter de verdaderas operaciones militares. El 10 de abril, por ejemplo,
tiene lugar una brillante «expedición de castigo» en Mossano (Vicenza).

«Alrededor de cuatrocientos fascistas se concentran en esta localidad,


venidos especialmente de Vicenza, Montegaldello, Poiana y Noventa.
Invaden la localidad por distintos lados simultáneamente, arrasándolo
todo a sangre y fuego. Siete casas son asaltadas y todo lo que hay
dentro es destrozado y quemar do; algunas de ellas son incendiadas.
Se dan numerosas bastonature (palizas).»

El 24 de abril tiene lugar otra «brillante expedición» a Poiana, también en la


provincia de Vicenza.

«Los fascistas, subidos en seis camiones, invaden el lugar, ocupan la


Cooperativa roja y el teatro e infligen un severo castigo a los asesores y
consejeros municipales socialistas, en sus propias casas. Los gendarmes
obligan a los fascistas a alejarse».

Pero vuelven cinco días más tarde.

«El 29 llega a Poiana un camión lleno de fascistas que, después de


haber cortado los hilos telefónicos, pueden llevar a cabo su acción sin
ser molestados. El alcalde es molido a palos y su casa es incendiada».

134
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

El 10 de mayo, los fascistas de Udine efectúan una expedición en camión


contra Pordenone, donde son recibidos a tiros de revólver y con bombas. Uno
de ellos, un estudiante de dieciocho años, ex legionario de Fiume, resulta
muerto y otros son heridos.

«Los fascistas, reforzados con importantes grupos de las zonas vecinas,


obligan a los subversivos a retirarse cerca de allí, al pueblo de Torre,
que es rápidamente sitiado; en ésta ocasión se utilizan ametralladoras
e incluso un cañón. Se entabla una refriega en la que intervienen las
tropas de la guarnición de Udine para secundar la acción de los
fascistas y, de esta manera, es tomada la fortaleza bolchevique.»

La acción se extiende, gracias a la participación de escuadras llegadas de


Vittorio Véneto, Friul, Venecia y Trieste.

«En los días siguientes continúa –dirigida por Giunta (jefe del fascio de
Trieste)– la obra de reducción de la provincia, con la devastación de
locales rojos (socialistas) y negros (católicos populares), registros y
detenciones.»

A través de estas provincias, el territorio ocupado por los fascistas se


extiende, por el este, hasta la Venecia Julia, ya conquistada anteriormente y,
por el oeste, hasta la región de Trento y el Tirol, qué, al revés que la anterior,
resistirá hasta la víspera de la marcha sobre Roma.

La provincia de Pavía, situada entre la Emilia y el Piamonte, es una provincia


totalmente agrícola; el distrito de Mortara Lomellina pertenece a esta región
de arrozales que abarca todas las llanuras de la provincia de Novara. Aquí es
aún más estrecha, si cabe, que en las otras provincias del valle del Po, la
relación entre el desarrollo del fascismo y la lucha de los agrarios contra los
sindicatos «rojos» y sus oficinas de colocación. En este distrito, en las
elecciones de noviembre, los socialistas han vencido en 45 de los 50
municipios y han conseguido los catorce escaños del consejo provincial. En
Mortara, ya antes de las elecciones, los industriales, entre los que hay dos
multimillonarios, grandes beneficiados de la guerra, habían organizado
escuadras de golfos armados, a los que pagaban 40 francos al día, que se
dedicaban a aterrorizar la ciudad. En febrero de 1921, surgió el fascio, sobre
todo por iniciativa de elementos de fuera, de un coronel desmovilizado, un
estudiante de Pavía, Lanfranconi, que será uno de los primeros diputados
fascistas, y de otros desclasados de toda laña. Todos ellos son recibidos con
los brazos abiertos por agrarios e industriales, que les proporcionan unos
135
Angelo Tasca

considerables medios financieros. Como en el Polesino, en esta época finaliza


el contrato de trabajo de los asalariados agrícolas. Los obreros están bien
organizados; se apoyan en una sólida red de municipalidades, ligas,
cooperativas y no hay ninguna posibilidad de vencerles en el terreno legal. Las
escuadras fascistas se constituyen rápidamente y entran en acción. Las
autoridades les protegen porque, como revela Chiurco, «el sub prefecto de
Mortara simpatizaba con ellos», y en el distrito vecino, Voghera, «el sub
prefecto, también simpatizante del fascismo, era él padre de un fascista
ferviente». Todos los agricultores de la zona pagan un impuesto; los grandes,
4 francos, y el resto, 2 francos por pertica (medida agraria local equivalente a
796 m2). Todos pagan religiosamente, porque saben de sobra que la victoria
sobre las organizaciones obreras hará que este dinero sea recuperado con un
amplio beneficio. Algunos meses más tarde, todo el «sistema» de instituciones
obreras está destruido por completo.

Sin embargo, no hay nada posiblemente que haya superado en violencia y


crueldad a la acción del fascismo en la gentil Toscana. En esta región el
proletariado agrícola es menos numeroso que en Emilia (12,80 % de la
población total en vez de 23,20 %); la forma dominante de explotación rural
es la aparcería, que emplea a un poco más de la mitad de la población
agrícola. Socialistas y populares se disputan la influencia sobre los aparceros,
y la ofensiva fascista, que tiende a reforzar el derecho de los propietarios,
ataca tanto a las ligas «blancas» como a las «rojas». Una de las primeras
«expediciones de castigo» en Toscana tuvo lugar, incluso, contra colonos
«blancos» del Mugello; el 14 de diciembre de 1920 es asesinado un
campesino en San Piero a Sieve. Cuatro jefes fascistas, denunciados por haber
participado en el asesinato, son interrogados y dejados luego en libertad; dos
de ellos, el ex capitán Chiostri y el ex teniente Capanni, serán aceptados como
candidatos de los fascistas en la lista del bloque nacional y elegidos
diputados, algunos meses más tarde, en las elecciones de mayo de 1921. La
acción fascista tiene su epicentro en Florencia, donde estalla, sobre todo a
partir de finales de febrero; el 27 es arrojada una bomba contra un desfile de
fascistas, y éstos matan, por la noche, a un dirigente comunista, Lavagnini; al
día siguiente se declara la huelga general y se producen disturbios en el barrio
popular de San Frediano, donde se levantan barricadas. Un joven fascista,
Berta, hijo de un industrial, tropieza con un grupo de manifestantes, que le
apuñalan y le arrojan al Arno. En las afueras de la ciudad, los obreros levantan
barricadas para defender los locales de sus organizaciones.

136
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

En Scandicci, los gendarmes y los fascistas son recibidos con disparos de fusil
y bombas, y tienen que retroceder y abandonar su camión, que es
incendiado; Pero vuelven al ataque.

«Sobre el puente que conduce al pueblo, encuentran las primeras


barricadas. El capitán de los gendarmes toma la iniciativa de ordenar el
fuego. La artillería y los coches blindados entran en acción y echan
abajo las barricadas, resultando deteriorado el puente. La fuerza
pública y los fascistas consiguen, de esta forma, penetrar en el pueblo;
emplazan los cañones ante la Casa del Pueblo y disparan contra ella,
destruyéndola en parte.»

Entonces, los fascistas, que encuentran el camino libre, asaltan el ayuntamiento


y se llevan triunfalmente a Florencia las armas y las banderas rojas». En Bagno
a Ripoli, los bersaglieri utilizan ametralladoras; en Pontedera se utilizan
cañones; en todos los barrios populares se producen choques violentos. Los
soldados y los gendarmes, al volver de sus incursiones, son aclamados por la
multitud. En todas las localidades se crea entre los trabajadores un estado de
ánimo mezcla de exasperación y de terror, razones por las cuales los fusiles
salen a relucir con gran facilidad. Una psicosis defensiva, casi de animal
acorralado, provoca en distintos lugares enfrentamientos de una violencia
inusitada. Así ocurre, por ejemplo, en Empoli, cerca de Florencia, donde se
anuncia la llegada de los fascistas. Todo el pueblo está aterrado, y en cuanto
dos camiones se acercan a las primeras casas, son alcanzados por una ráfaga
de disparos; se tira contra ellos desde todas partes; algunos, desde los
tejados, les arrojan tejas; otros, desde las ventanas, lanzan recipientes y todo
tipo de proyectiles. Los invasores no eran más que mecánicos de la marina,
bien vestidos, que se dirigían a Florencia para reemplazar a los ferroviarios en
huelga. Uno de los camiones es incendiado y el otro se salva a duras penas;
esta carnicería, de la que resultan ocho muertos y una docena de heridos, da
lugar a escenas salvajes. Poco después, se lleva a cabo una concentración de
escuadras fascistas y de tropas, que invaden la localidad e incendian la Casa
del Pueblo. Dos días más tarde, el 4 de marzo, en Siena, los fascistas atacan la
Casa del Pueblo, donde se han atrincherado algunos obreros. Los fascistas y
los gendarmes, junto con 200 soldados, rodean la casa. Después de varias
horas de lucha, «se emplazan las ametralladoras y se hacen dos disparos con
cañones del 63, contra el edificio; sus defensores, después de un último
asalto, se rinden, izando bandera blanca».

137
Angelo Tasca

Los fascistas pueden entonces acabar su obra: la Casa del Pueblo es


incendiada «gracias a la gasolina proporcionada gratuitamente por varias
personas, una de las cuales es el caballero Morelli, del consorcio agrario». La
ola destructora del fascismo se extiende rápidamente por toda la región,
gracias sobre todo a la colaboración activa de los fascios de Florencia, Pisa y
Siena. Las Bolsas del Trabajo de los centros más importantes son incendiadas:
en Lucca, el 31 de marzo; en Arezzo, el 12 de abril; en Prato, el 17 de abril; en
Pisa, el 2 de mayo, y en Grosseto, el 28 de junio. 43 Las escuadras fascistas
organizan también la conquista de Umbría: entre el 22 de marzo, en que son
incendiadas la Bolsa del Trabajo y todas las instituciones obreras en Perugia, y
el 26 de abril, en que ocurre lo mismo en Terni, esta región pasa, por entero,
bajo el control de los fascios.

43
Sobre la acción escuadrista en Toscana (provincias de Florencia, Grosseto, Arezzo, Siena, Pisa),
Cf. Fascismo. Inchiesta socialista sulle gesta dei fascisti in Italia, Milán, Soc. Ed. Avanti, 1922. El
conflicto de Foiano della Chiana (17 de abril de 1921) tuvo una gran resonancia. Según Chiurco (t.
III) unos autocares fascistas salidos de Florencia al alba del 17 «para efectuar uña gira de
propaganda por la región» fueron atacados, cuando regresaban, a un kilómetro de Foiano: tres
fascistas resultaron muertos y varios heridos. Los hechos, en realidad, se desarrollaron de muy
distinta manera. La «gira de propaganda» del 17 había sido precedida por otra expedición el 12
de abril. Uno de los participantes cuenta que aquel día «una. cincuentena de escuadristas, junto
con algunos fascistas de Arezzo, fueron con los camiones desde Arezzo hasta Foiano della Chiana,
donde ocuparon la cooperativa roja y distribuyeron gratuitamente entre la población las
mercancías que había en ella» (Bruno Fralloni, Squadrismo fascista, Florencia, Vallecchi, 1933).
Nueva expedición el 17. Durante esta «gira de propaganda», la sección comunista del Pozzo fue
destruida. «Semejante destrucción exasperó los ánimos. La noticia llegó hasta Foiano, que está
situado a algunos kilómetros de Pozzo. Previendo que iban a ser objeto de nuevas violencias,
muchos de los trabajadores se alejaron de la aldea» (Fascismo, Inchiesta socialista). Los
escuadritas llegaron a Foiano hacia las 8. Según el relató de Frollini, «no se encontró a ningún
elemento subversivo, pues todos ellos, prudentemente, se habían marchado». Los fascistas
fijaron algunos manifiestos en las paredes y después se fueron a Marciano. Allí, «se
administraron algunos golpes» y cogieron la bandera roja del municipio. El secretario de la
sección comunista local, antiguo ardito, fue subido al camión y después «se le hizo bajar, y con un
buen par de bofetadas, se le tiró al suelo». Una tormenta de granizo obligó a los fascistas a volver
a Foiano, desde donde algunos volvieron a bajar en camión. Fue entonces cuando un grupo de
campesinos, armados de fusiles y hocinos, les atacó. Los malos tratos infligidos a los cuerpos, de
los que habló toda la prensa fascista, fue de cabo a rabo un rumor montado por ellos. El episodio
se redujo a una batalla entre campesinos exasperados y escuadristas que recorrían la región,
armados, para llevar a cabo una de sus habituales «expediciones de castigo». Las «represalias»
fueron terribles. Según el propio Chiurco, una veintena de escuadristas de Siena, después de
haber recibido «armas y municiones del distrito militar», salen hacia Florencia y llegan a Foiano
durante la noche del 17 al 18, al mismo tiempo que una escuadra venida de Perugia. Otras
escuadras llegan durante la tarde del 18: una más de. Siena y otras de Florencia, San Giovanni,
Valdarno y Montevarchi. Sobre el propio terreno, en la aldea semidesierta, «se constituye un
tribunal fascista y se ejecuta a algunos jefes responsables. (?)... Las casas de los campesinos
cómplices de la trágica emboscada, son incendiadas» (Cf. G. Salvemini, The Fascist Dictatorship,
Londres, J. Cape, 1925).
138
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

En el campo romano y el Mezzogiorno, la ofensiva fascista se desarrolla muy


lentamente, salvo en Apulia, donde las organizaciones obreras son muy
poderosas y el conflicto de clases muy agudo. En el Mezzogiorno, Apulia es
una excepción: la agricultura hace unos progresos mucho más sensibles que
en el resto; existen grandes empresas agrícolas industrializadas (trigo, vino,
aceite) y, al mismo tiempo, un proletariado rural muy numeroso. Al igual que
en Emilia, las cuestiones de los salarios, del mínimo de mano de obra
empleada por hectárea y de las oficinas de colocación, son «vitales» para los
trabajadores, y provocan frecuentes conflictos. No es, pues, una casualidad
que Apulia sea la única región del Mezzogiorno que; conozca en seguida un
movimiento fascista, análogo el que se ha producido en el valle del Po. Este
movimiento tiene el mismo origen; la ofensiva de los agrarios persigue
también el mismo objetivo, el restablecimiento de la omnipotencia patronal,
y utiliza el mismo método, la destrucción de las organizaciones obreras. Ya
antes de la guerra, los propietarios tenían a sueldo escuadras de «valientes»,
de mazzieri (de mazza, porra), encargados de hacer entrar en razón a los
obreros recalcitrantes y de obligarles, el día de las elecciones, a votar por el
candidato patronal. Estas escuadras estaban formadas, en gran parte, por
gentes que habían tenido o que tenían problemas con la justicia, y a los que
sus nuevas funciones aseguraban la impunidad, gracias a la colusión entre las
autoridades y los agrarios, grandes electores y proveedores de las mayorías
gubernamentales. La escuadra les protegía como el derecho de asilo en la
Edad Media. En la posguerra, el desarrollo de las organizaciones obreras no
permite la utilización de semejante método más que si es aplicado a una
escala mucho mayor y con una organización y un armamento mejores. Los
fascios surgen en Apulia para poner en práctica la nueva fórmula; muchos
delincuentes son encuadrados en los fascios, dirigidos por estudiantes,
oficiales desmovilizados, casi todos ellos hijos de propietarios o pertenecientes
a esta pequeña burguesía del Mezzogiorno, muy pobre y hambrienta, pero
tan ávida de prestigio y de honores. La acción fascista se dirige contra los
centros urbanos, ya que en Apulia los campesinos viven concentrados en
ciudades, de donde salen cada mañana para ir a trabajar en las grandes
propiedades, a menudo a varios kilómetros de distancia, y adonde regresan
cada noche. Cada mañana, el capataz del propietario va a la plaza de la villa a
contratar a los obreros; antes, era él quien imponía el jornal, pero ahora tiene
que soportar el control, al menos en parte, de la Bolsa del Trabajo local.
Destruir la Bolsa del Trabajo es asestar un golpe mortal en la cabeza de la
resistencia campesina. Por esto precisamente, cuando el 22 de febrero, en
Minervino Murge, treinta fascistas penetran, por sorpresa, en la Bolsa del

139
Angelo Tasca

Trabajo y la incendian, y cuando, al día siguiente, las escuadras fascistas se


concentran en Bari para asaltar los centros obreros, la reacción es inmediata y
violenta. Aquel día se celebraba, en Bari, el Congreso provincial de la
Federación de Trabajadores de la Tierra, que proclama la huelga general. Los
trabajadores ven que la negra miseria y la servidumbre de la que apenas
acaban de salir, les acechan de nuevo; fascistas, mazzieri y agrarios no son
más que una sola cosa y, en estos grandes pueblos donde todo el mundo se
conoce, esto resulta evidente. La furia de los campesinos se dirige, por
instinto, contra las fincas (masserie) de los propietarios fascistas; grupos
armados recorren el campo para incendiarlas. Como en las épocas más
lejanas, escuadras de mazzieri les persiguen a caballo y se entablan unas
luchas feroces, que prosiguen durante la noche. Los trabajadores,
exasperados, matan el ganado, arrancan los árboles, mientras que los
fascistas asestan sus golpes, principalmente, sobre las organizaciones «rojas».
Un artículo, aparecido en «Il Popolo d’Italia» el 25 de febrero, describe así la
situación:
«Después de los sucesos de ayer por la noche, la excitación de la masa
de campesinos es muy fuerte. Numerosos campesinos se han quedado
en el pueblo –en vez de ir, como cada día, a su trabajo en las
masseries– sin que ni siquiera los dirigentes de la Bolsa del Trabajo,
destruida por las llamas, hayan proclamado la huelga general.
Numerosos grupos de fascistas y de campesinos recorren las calles,
aparentemente en calma, pero dispuestos a saltar unos encima de
otros al primer incidente. Se vive en una atmósfera de angustia y se
teme que, de un momento a otro, ocurra algo grave. Grupos armados
recorren los campos para dar caza a los fascistas. La fuerza pública
enviada aquí expresamente es ya insuficiente para mantener el orden
en la ciudad. Es, pues, imposible que pueda patrullar por el campo,
donde los campesinos se entregan a numerosos actos de represalia.
Escuadras fascistas armadas se dedican a verificar el estado de las
fincas atacadas por los socialistas y a vengar a sus padres y amigos.»
Y al día siguiente:
«Prosigue la agitación en Minervino Murge. La lucha en los campos es
dura. En Terlizzi, esta noche pasada, ha sido incendiada la Bolsa del
Trabajo. De Conversano llegan noticias de una extrema gravedad,
diciendo que se está luchando en las calles, con bombas de mano. En
Ceriñola, los leghisti (miembros de las ligas) han incendiado la
masseria de los hermanos Caradonna, jefes del fascio».
140
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Pero la policía y la tropa intervienen en favor de los fascistas, para facilitar sus
empresas y para defenderse de las represalias de los campesinos; la lucha se
transforma rápidamente en una lucha desigual: entre los meses de marzo y
mayo, de las Bolsas del Trabajo de Tarento, Barí, Corato, Andria y Barletta no
quedan más que las paredes calcinadas. Los fascios constituyen los primeros
sindicatos «económicos», se rompen los contratos de trabajo y los agrarios
piensan imponer de nuevo su voluntad en el empleo de la mano de obra
agrícola. Desde ahora, tienen en sus manos un arma terrible para concluir la
destrucción de los sindicatos libres, pues los que se obstinan en permanecer
en ellos no encuentran ni una sola hora de trabajo y están condenados –en un
momento en que la emigración es prácticamente imposible– a morir de
hambre, junto con su familia.

Así pues, a mediados de 1921, la «ocupación» fascista se extiende a toda la


Venecia Julia, una parte de Venecia, todo el valle del Po, menos Cremona y
Romaña, una gran parte de Toscana, Umbría y Apulia. En el Piamonte, el
contagio ha alcanzado la provincia de Alejandría, sobre todo los distritos de
Casale y de Novi Ligure y la zona de arrozales de la provincia de Novara. Las
provincias de Como y Turín permanecen casi intactas, pero en esta última
ciudad, el 25 de abril, los fascistas han conseguido ocupar e incendiar la gran
Casa del Pueblo de Corso Siccardi, sede de la Bolsa del Trabajo y de todas las
instituciones obreras, sin que haya habido ninguna reacción directa. Los
comunistas, que, después de la escisión, controlan casi todas las organizaciones
locales, y que a menudo habían desafiado a los fascistas a que atacaran la
Casa del Pueblo, amenazándoles, a ellos y a los industriales qué los
subvencionaban, con la ley del talión, no han podido hacer otra cosa que
declarar una huelga general de protesta, como se hacía en todas partes en
tales circunstancias. Después de veinticuatro horas, los fascistas pueden
retirarse con todos los honores y con el prestigio de una rotunda victoria,
conseguida a bajo precio. Lombardía, salvo las provincias de Pavía y Mantua,
se mantiene casi indemne. En su capital, Milán, el atentado del 23 de marzo
en el Teatro Diana, en el que un artefacto, montado por los anarquistas, que
querían protestar por el encarcelamiento de Malatesta, mata a 18 personas y
produce un centenar de heridos, da lugar a represalias. Los fascistas atacan
no sólo el periódico anarquista «L’Umanitá Nuova», sino que además
aprovechan para destruir e incendiar el nuevo local de «Avanti», el diario de
los socialistas, que no tenían nada que ver con el asunto. Así, el nuevo local
sufre, con dos años de diferencia, la misma suerte que el antiguo, que había
sido incendiado por los arditi de Mussolini en abril de 1919. En las Marcas y el

141
Angelo Tasca

resto de Italia central y meridional, el movimiento fascista acaba de empezar.


Como se deduce del cuadro, aún incompleto, que acabamos de describir,
durante el primer semestre de 1921, los fascistas han destruido en Italia 17
periódicos e imprentas, 59 Casas del Pueblo, 119 Bolsas del Trabajo, 83 Ligas
campesinas, 151 Círculos socialistas y 151 Círculos de cultura. Casi todas estas
destrucciones se producen entre marzo y mayo, y sobre todo en las zonas
rurales donde los agrarios, gracias a los fascios, se vengan de las organizaciones
obreras. Un periódico filofascista, «II Giornale d’Italia» define, en esta época,
el carácter esencial de la acción fascista, llamándola «jacquerie burguesa».44

En todas las regiones «invadidas» existen múltiples, y constantes complicidades


que ligan la fuerza pública a los fascios. En Trieste, el 9 de febrero de 1921, los
fascistas atacan diario «II Lavoratore» y la policía interviene para detener a
los comunistas que han intentado defender su diario y su imprenta. Los
fascistas de Siena, que salen para una expedición a Foiano della Chiana
reciben previamente armas y municiones en el Distrito militar. En general, no
se preocupan por actuar abiertamente. Si las autoridades militares no se
prestan, son los propios oficiales fascistas los que se encargan de subvenir a
sus necesidades. Chiurco explica que en Tarento, por ejemplo, «bajo la
responsabilidad del fascista Nicola Schiavone, subteniente del 9.° de
Infantería, consiguen llevarse del polvorín del cuartel Rossarol una caja de
granadas y 24 mosquetones modelo 21 de los almacenes militares de San
Pablo, donde este oficial estaba arrestado. La fuerza pública no sólo facilita
las armas, sino que a menudo participa en las «expediciones de castigo». He
aquí lo que cuenta, a este propósito, un voluntario de guerra, Mario Cavallari,
sobre lo que sucedió en la provincia de Ferrara a finales de marzo de 1921:
«Los fascistas son acompañados en sus expediciones por camiones de
gendarmes que cantan también los himnos fascistas. En Porto-
maggiore, una expedición de más de un millar de fascistas siembra el
terror, durante la noche: agresiones, incendios, bombas, allanamiento
de casas, una matanza ante los ojos de la fuerza pública. Pero hay más
todavía; a medida que los camiones cargados de fascistas van
llegando, los gendarmes, que bloquean todos los accesos, les
preguntan si están armados y, en caso contrario, les proporcionan
armas y municiones. Los registros de las casas y las detenciones los
llevan a cabo los fascistas. En la estación de Pontelagoscuro, durante
dos días, un piquete mixto de gendarmes y fascistas registran a todos
los que bajan del tren, que solo deja pasar a los fascistas».
44
Jacquerie: nombre dado a las revueltas de campesinos franceses. [N. del T.]
142
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Los testimonios en este sentido son innumerables y es imposible utilizarlos,


incluso en una proporción muy modesta. He aquí, a modo de ejemplo, los que
nos proporcionan dos escuadristas. El primero está tomado de las Memorias
de un fascista, escritas en 1922 por Umberto Banchelli, uno de los jefes de las
escuadras de acción del fascio de Florencia:
«El fascismo, hay que confesarlo, podía extenderse y tener las manos
prácticamente libres porque en los funcionarios y en los oficiales latía
un corazón de italiano y veían complacidos cómo salíamos en misión
de socorro. Los suboficiales y los milicianos de un mismo cuerpo
rivalizaban entre sí para ayudar al Fascio».

Veamos ahora una especie de confesión pública de un estudiante fascista,


miembro de las escuadras de acción, que él mismo envía a un periódico
comunista. Esta carta, escrita un poco más tarde, caracteriza bastante bien la
situación desde el comienzo de la ofensiva fascista. Muestra los prejuicios, los
odios, los intereses, en una palabra, los móviles esenciales que arman el brazo
del jefe fascista, cuando éste no es simplemente un mercenario o un bandido:

«Tenemos con nosotros a los oficiales del ejército, que nos proporcionan
las armas y las municiones. Somos potentes y estamos organizados de
una forma inteligente. De esta manera, podemos organizar mejor
nuestra acción, sin correr demasiados riesgos… Os hacemos desarmar
por la policía antes de avanzar contra vosotros, no porque os tengamos
miedo, puesto que os despreciamos, sino porque nuestra sangre es
preciosa y no debe ser malgastada, contra la plebe vil y abyecta

». El autor de la carta expone, a continuación su concepción sobre el


porvenir de Italia: «Italia no puede ser bolchevique. Italia no es un país
industrial y es necesario que los obreros se conviertan en campesinos.
Nosotros les haremos trabajar en la explotación de la fuerza hidráulica
y les enviaremos a los campos, a cultivar las tierras donde reina la
malaria; así, al mismo tiempo que se proporcionan riquezas al país,
los obreros encontrarán en ello una ducha fría para sus ardores
revolucionarios. Ya es hora de que acabe ese lujo de los campesinos,
cuyas hijas se visten de seda, mejor aún que las damiselas más
distinguidas de la burguesía.»

Después de señalar la falta de verdaderos jefes en las filas socialistas, añade:

143
Angelo Tasca

«Si vosotros tuvierais un hombre verdaderamente fiel y capaz, no


tardaríamos en encarcelarlo y –¿por qué no?– en suprimirlo, porque el
fin justifica los medios.»

Este estudiante, hijo de agrarios, es el dirigente-tipo de una escuadra de


acción fascista.

Es ya hora de preguntarse qué hace el gobierno, el Estado, frente a esta


situación. Los funcionarios locales simpatizan, a menudo, con los fascios o con
sus poderosos aliados. Y en Roma, Giolitti no piensa emprender ninguna
acción en serio, ya que se propone disolver el Parlamento e incorporar a los
fascistas al bloque nacional. En la Cámara, los socialistas empiezan a
presentar órdenes del día para pedir al gobierno que haga respetar la ley. El
31 de enero de 1921, Matteotti presenta una moción en este sentido, la
primera de una serie que se escalonará hasta el momento de la marcha sobre
Roma.45 Giolitti lo juzga todo desde el punto de vista de intercambio, del
compromiso, del mano a mano. ¿Qué pueden ofrecerle los socialistas como
contrapartida? La participación del gobierno, la única que podría interesarles,
la que reclama desde hace mucho tiempo, es ahora más imposible que nunca.
Los socialistas reformistas se reducen a una minoría dentro del partido
socialista, incluso después de la salida de los comunistas. Los maximalistas
siguen dominando en él y están preocupados, sobre todo en cubrirse, por su
izquierda, contra los ataques de los comunistas, que les persiguen con una
controversia rencorosa, cargada de una demagogia inmediata: la suerte del
pueblo italiano no pesa suficientemente en la balanza.

La relación de fuerzas se vuelve totalmente desfavorable para el movimiento


obrero y socialista que, paralizado por la crisis interna, agravada por la
escisión de Livorno, tiene que luchar, al mismo tiempo, contra el ejército
fascista, contra la burguesía industrial y sobre todo agraria, decidida a
tomarse el desquite, y contra el Estado, cuyos órganos colaboran en el éxito
de la acción fascista, ya sea por su pasividad frente a los crímenes, ya sea,
como sucede a menudo, con un apoyo activo. Si se observa la situación, en
sus factores reales, la inferioridad en la que acaba por encontrarse la clase
obrera en Italia, frente a la ofensiva fascista, no tiene nada de inexplicable, de
misterioso y ni siquiera de inesperado. Por lo demás, si en este momento, en
el campo socialista, no se está de acuerdo sobre las razones de esta debilidad,
45
Durante esta discusión en la Cámara, los comunistas presentan la moción siguiente: «La
Cámara, considerando que el gobierno, en tanto que representante de una clase, no puede
defender al proletariado. sino que, por el contrario, se ve obligado a utilizar la violencia paira
impedir sus ulteriores conquistas, pasa al orden del día».
144
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

el sentimiento de su existencia va penetrando, aunque de una forma no


confesada, en un cierto número de dirigentes y de una parte de las masas. Sin
embargó, la rapidez y la amplitud del derrumbamiento del «sistema»
socialista, en las regiones en que este sistema tenía unas tradicionales y
sólidas bases, no se explican totalmente por las causas descritas hasta el
momento. Hay que añadir, además, el carácter militar de la ofensiva fascista,
que por este motivo se asegura, desde el principio, una superioridad
indiscutible, puesto que sitúa la lucha a un nivel en el que su adversario, más
potente y superior en tantos otros aspectos, no tiene una preparación seria.
La ofensiva fascista adquiere rápidamente y con un crescendo impresionante,
el carácter de una guerra de movimiento. Al principio, la expedición contra
una localidad no era casi nunca llevada a cabo por los fascistas de ésta, a
menudo una pequeña minoría aislada y expuesta a represalias. Los camiones
llegan del centro más próximo, cargados con gentes totalmente desconocidas
en la localidad. Si los «rojos» son poderosos y si se teme que queden en el
lugar demasiadas armas, incluso después de las razzias de la complaciente
policía, se reúne una fuerza armada suficiente para aplastar al adversario que
intentara defenderse. Se destruyen los locales de las organizaciones, se
expulsa a los miembros del ayuntamiento y se mata o se destierra a los
dirigentes; después de esto, el fascio local, hasta entonces casi inexistente, se
engrosa con la adhesión de reaccionarios de toda calaña y de los que antes
tenían miedo de los socialistas y ahora lo tienen de los fascistas. Para la
conquista de los grandes centros, se movilizan las fuerzas de la provincia y, si
es necesario, las de las provincias vecinas. Más tarde, la ofensiva toma la
forma de acciones de gran envergadura; las expediciones se convierten en
interprovinciales e interregionales y el ejército fascista, que con cada
«ocupación» va ampliando sus filas, se concentra, se desplaza y, con una gran
movilidad, conquista, una tras otra, las «fortalezas» enemigas.

De esta manera se crea una activa solidaridad entre las localidades, entre
provincias y entre grupos de provincias; entre ellas se lleva a cabo un
intercambio, permanente de ayudas, colaboración casi automática a la
primera llamada, si una de ellas es amenazada o si hay que partir a, la
conquista de un centro importante. Cada vez, más se ven en las expediciones
binomios y trinomios de fascios, que adquieren la costumbre de operar
conjuntamente: Trieste y Fiume; Bolonia y Módena; Bolonia, Módena y
Ferrara; Brescia y Verona; Verona y Mantua; Florencia, Pisa y Siena; Casale,
Alejandría y Mortara. Si hay que conquistar Grosseto, donde el fascio es débil,
se empieza enviando de Florencia cuatro fascistas bien entrenados, para

145
Angelo Tasca

animar y adiestrar a los fascistas locales. Después, se prepara la expedición; el


secretario del fascio de Siena (se trata del propio Chiurco, autor de la Historia
de la revolución fascista) «ordena que dos coches lleven la orden de
movilización a los fascios situados en la línea Siena-Chiusi, para llevar a cabo
una concentración en Grosseto». Pero los trabajadores de esta ciudad se
apostan en los campos próximos para esperar allí a los fascistas. Cuando éstos
llegan, su primer coche es detenido, se entabla un combate y los fascistas
deben dar media vuelta, dejando un muerto sobre el terreno. Mientras tanto,
llegan otras escuadras que acampan alrededor de la ciudad, todavía
inaccesible. Llegan refuerzos de todas partes, incluso de Florencia y de
Perugia, que están por lo menos a cien kilómetros de distancia; por la noche,
se fuerzan las puertas de la ciudad, y Grosseto, donde no había apenas
fascistas, es ocupada y pasa también bajo su control. Cuando los fascistas de
Milán quieren hacer una expedición a Greco Milanese, centro comunista en
las afueras, de esta ciudad, piden ayuda a los fascios de Emilia y Toscana, que
les envían numerosas escuadras. Estas múltiples ayudas actúan como bola de
nieve y, al tiempo que extienden su campo de acción, les permiten alcanzar
objetivos bastante alejados y cubrir regiones enteras. ¿Cómo consigue la
ocupación fascista extenderse, entre marzo y abril de 1921, a toda Umbría?
Las oleadas provenientes de Florencia, Arezzo y Siena invaden Perugia;
engrosadas con el aporte de Perugia, se lanzan sobre Foligno, Todi,
Umbertide; desde Perugia, Foligno, Todi, Umbertide, Asís y Spoleto, llegan a
Terni, último centro de la resistencia comunista; todo esto en algunas
semanas. Los fascios tienen, al mismo tiempo, grandes posibilidades de
concentración y de difusión. Cuando se inaugura un fascio; sobre todo en una
localidad que todavía no ha sido conquistada, asisten a la ceremonia
representantes de numerosos fascios, a veces muy alejados, lo cual, por sí
mismo, provoca a menudo incidentes y «expediciones». En la inauguración
del fascio de Casale Monferrato, por ejemplo, están presentes las delegaciones
de los fascios de Turín, Biella, Vercelli, Milán y Génova. En cuanto a la
irradiación de la acción, el fascio de Pisa organiza expediciones de castigo que
afectan a un centenar de localidades de Toscana, algunas de ellas muy
alejadas. El fascio de Parma envía sus hombres a Reggio Emilia, Ferrara,
Módena, Milán, La Spezia, a varios centros de Toscana e incluso a Trieste y
Fiume. Incluso los fascios de los centros pequeños tienen mucha movilidad e
iniciativa. Para tomar un ejemplo, entre centenares de ellos, el fascio de
Poggio Rúsco (Mantua), además de la acción que despliega en el territorio de
su provincia, participa en las expediciones de Crevalcore (Bolonia),
Pozzolengo, Desenzano y Rivoltella (Brescia), Peschiera y Nogara (Verona) y

146
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

también en las de Bolonia y Verona en mayo de 1921; más tarde, llegará


hasta Parma, Bolzano y Trento. Según Chiurco, un fascio muy pequeño de la
provincia de Mantua «participa en innumerables expediciones y su actividad
está probada por la suma de más de 300.000 francos gastada en gasolina para
los transportes».

Por el contrario, no hay apenas ningún ejemplo de ataque socialista contra los
fascios, o de antifascistas que se hayan trasladado de una localidad a otra,
amenazada por los escuadristas. La acción socialista de la preguerra y el éxito
socialista de la posguerra habían creado en Italia –en la época del teléfono y
del ferrocarril– varios centenares de pequeñas «repúblicas», de «oasis»
socialistas, sin comunicación entre ellos, como en la Edad Media, pero sin las
murallas que entonces defendían a las ciudades. El socialismo era el resultado
de la suma de varios millares de «socialismos» locales. La falta de una
conciencia nacional elaborada, la total separación de los municipios en
compartimentos estancos, han sido una desventaja muy grave para el
socialismo italiano. El fascismo también se adapta a las condiciones locales, y
por una especie de mimetismo, pero tiene sobre el movimiento obrero una
gran superioridad: su posibilidad, de desplazamiento y de concentración,
basada en una táctica militar. Los sesenta y tres municipios de la provincia de
Rovigo, la provincia de Matteotti, todos en manos de los socialistas, son
ocupados uno tras otro, sin que nunca se les ocurra la idea de unirse para
poder disponer de unas fuerzas superiores en los lugares amenazados. Las
campanas nunca han tocado, como en la época de la gran Revolución, para
dar la alarma a los campesinos; en el valle del Po, el «miedo intenso» no ha
hecho sino agravar el aislamiento. Los treinta o cincuenta fascistas armados
que llegan a cada localidad son siempre más fuertes que los trabajadores del
lugar. Los fascistas son casi todos arditi y ex combatientes, dirigidos por
oficiales. Se trata, a menudo, de desarraigados, y como sucede en el frente,
pueden vivir donde sea. Los trabajadores, por el contrario, se agrupan
alrededor de su Casa del Pueblo, como antaño las casas de la ciudad lo hacían
alrededor del castillo; pero el castillo defendía el pueblo, aunque al mismo
tiempo le estuviera robando; en cambio, la Casa del Pueblo necesita ser
defendida. Los trabajadores están ligados a su tierra, donde en el curso de
largas luchas han realizado conquistas admirables. Esta situación deja en
manos del enemigo todas las ventajas: la de la ofensiva sobre la defensiva, la
de la guerra de movimiento sobre la guerra de posiciones. En la lucha entre el
camión y la Casa del Pueblo, es el primero el que tiene que vencer y el que
vencerá.

147
Angelo Tasca

Por parte de los trabajadores hay además otras inferioridades de tipo


psicológico, que les impiden incluso organizar la defensa o la «guerra de
posiciones». El pueblo italiano no tiene tradiciones revolucionarias ni siente
amor por las armas. Los que adquirieron esta afición en el frente, han sido
rechazados hacia las filas fascistas. El militante obrero, por el solo hecho de
sacar un revólver del bolsillo, se pone y se siente fuera de la ley. Hay que
recordar cómo el sentimiento de estar fuera de la ley paralizó incluso a los
artilleros de Hanriot que el 9 Termidor se encontraban ante la puerta de la
Convención. El fascismo se siente protegido, está seguro de su impunidad,
incluso cuando mata e incendia. Además, para los trabajadores, la Casa del
Pueblo, la Bolsa del Trabajo, son el frutó de los sacrificios de dos o tres
generaciones, todo su «capital», la prueba concreta del camino recorrido por
su clase y el símbolo ideal del ansiado futuro. Los trabajadores están ligados a
estas instituciones y dudan, sin quererlo, en utilizarlas como simple material
de guerra:

No se transforma fácilmente una casa en fortaleza si uno siente mucho apego


por ella. Por consiguiente, en los trabajadores italianos es imposible encontrar
aquella voluntad demoníaca de los últimos, defensores de la Comuna,
levantando una barrera de fuego entre ellos y los versalleses. Para los
fascistas, la Casa del Pueblo no es más que un objetivo. Cuando las llamaradas
se elevan por encima de estos bellos edificios, a los obreros se les destroza el
corazón, invadido por una sombría desesperación, como paralizado por el
horror, mientras que los asaltantes lanzan salvajes gritos de alegría. De estos
«oasis» del socialismo que cubrían casi toda la llanura del Po, no queda, al
final de la guerra civil, más que un sombrío desierto.

Si la resistencia obrera hubiera estado organizada, ¿habría podido cortar el


camino al fascismo? Sin duda alguna, esta resistencia hubiera podido
dificultar la expansión del fascismo; si en el balance de las expediciones
fascistas se hubieran registrado, cada vez, fuertes pérdidas, los fascistas
habrían renunciado a hacer del asesinato un deporte, según la fórmula
utilizada por el propio Mussolini en abril de 1921, para definir algunas
acciones de los escuadristas. Pero los factores militares del éxito fascista se
convierten en decisivos en la medida en que la clase obrera y el movimiento
socialista han perdido la partida en el terreno político. Los Sucesos que tienen
lugar entre mediados de 1921 y octubre de 1922 demuestran mejor todavía
que la inferioridad militar de la clase obrera italiana ha sido una consecuencia
de una inferioridad política, debida a la atmósfera «maximalista» en la que
estaba sumida. La acción fascista ha sido, mucho antes que las grandes
148
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

adunate, y que las grandes concentraciones, una acción de escuadras, de


pequeños grupos, acciones en las que los ARDITI se habían entrenado mientras
patrullaban en el frente. Sin embargo, el maximalismo italiano era un
maximalismo de masas inarticuladas, caóticas, sin cohesión de espíritu, ni de
perspectivas. Todo el mundo se sentía seguro en el seno de las grandes
masas, atravesadas como por movimientos peristálticos y sumidas en una
especie de euforia alegre, insolente y fácil. Era el hormiguero a merced de la
legión. Por otra parte, incluso organizada, la lucha sólo podía decidirse en
Roma y en vistas al poder. La impotencia en traducirse en el terreno político
condenaba de antemano la acción armada de la clase obrera, aun cuando
hubiera podido organizarse y aun cuando esta misma impotencia no les
hubiera impedido, a su vez, organizarse.

Animado y arrastrado por la relativa facilidad de su obra, y pudiendo poner en


juego el doble resorte de la legalidad y de la ilegalidad que los socialistas les
permiten utilizar al mismo tiempo, el movimiento fascista adquiere, durante
el primer trimestre de 1921, una expansión prodigiosa que ya no se detendrá.
En el mes de julio de 1920, los fascios existentes son, según se declara, 108,
«constituidos o en vía de constitución». Hacia mediados de octubre, algunas
semanas después de la ocupación de las fábricas, son 190; a finales de año,
sobrepasan los 800; alcanzan el millar en febrero de 1921; en abril se
constituyen 277 nuevos fascios, y 197 en mayo; en noviembre, en el Congreso
del partido, se cuentan 2.30Ú. En la clase obrera, paralizada por la escisión
política y por la crisis económica, el retroceso es evidente. En Turín, los
industriales pasan a la ofensiva y aplastan una huelga en la Fiat y en las
fábricas Michelin;46 los obreros tienen que rendirse sin condiciones, y en estas
46
A finales de enero de 1921, la dirección de la Fiat anuncia que tendrá que despedir por lo menos
al 10 % de los obreros, es decir, a 1.300 sobre 13.000. Se vio una posible solución en la reducción
del horario semanal a cuarenta y cuatro horas y el despido de aquellos que podían ganarse la vida
por otros medios. De esta forma, son despedidos alrededor de 500 obreros. Para salvar a los demás,
las comisiones internas hacen que se acepte un horario semanal reducido a cuarenta horas. G.
Agnelli y el ingeniero Fornaca señalan que existen pedidos de material de guerra que si fueran'
aceptados resolverían la crisis. Las comisiones internas se niegan a fabricar más armas de guerra.
Hacia mediados de febrero, la dirección de la Fiat propone que la semana de trabajo sea reducida a
veinticuatro horas: únicamente bajo esta condición podrán evitarse los despidos. La comisión
ejecutiva de la Bolsa del Trabajo de la sección metalúrgica y los representantes de la sección
comunista rechazan, el día 15, toda reducción de horario por debajo de treinta y seis horas
semanales y piden la intervención de los órganos centrales del sindicato. El mismo día se envía una
carta a la dirección de la Fiat, en la que se le invita a diferir toda aplicación, incluso parcial, de las
reducciones de horarios proyectadas. La dirección replica en seguida: «La gravedad de la crisis
actual, de la que la Federación (de la metalurgia) no parece haberse dado exacta cuenta, no permite
en absoluto seguir utilizando procedimientos dilatorios... De todos modos, antes de mañana a
mediodía daremos instrucciones precisas en vistas a la reducción del personal y del horario de
trabajo. El 16 por la mañana, los representantes obreros tienen una entrevista con Agnelli para
pedirle que suspenda las medidas anunciadas en espera de la intervención de los órganos centrales.
149
Angelo Tasca

fábricas, en las que unos meses antes había ondeado la bandera roja y donde
todo el movimiento de la mano de obra pasaba por la comisión obrera, los
patronos eliminan, ahora, a los «indeseables». Giolitti se frota las manos.
Imagina que una vez liquidada la ocupación de las fábricas, firmado el Tratado
de Rapallo, solucionado el asunto de Fiume y suprimido el precio político del
pan, puede permitirse dar una buena lección a los socialistas y liberarse, al
mismo tiempo, de la excesiva presión de los populares. Disuelve la Cámara,
con la esperanza de que las nuevas elecciones reducirán los efectivos
parlamentarios de estos dos partidos. «Sigo siendo el amo –piensa– y después
incluyo a los socialistas en el gobierno, conmigo.» Para que esta operación
tenga éxito, es necesario que los socialistas y los populares estén debilitados
en todo el país y que el terror del fascismo les empuje a aceptar sus
condiciones. Deja, pues, que reine el fascismo, que sea apoyado por la fuerza
pública, que el ministerio de Guerra le proporcione cuadros y qué las
autoridades militares le faciliten armas. Su ministro de Justicia, Fera, un
francmasón, envía una circular a la magistratura, invitándola a olvidarse de
los expedientes contra los actos criminales de los fascistas.

Buozzi llega, procedente de Milán, y se muestra partidario de oponerse a los despidos y a la


fabricación de material de guerra y sugiere que se plantee la cuestión en un terreno puramente
técnico. Aquella misma tarde, en la reunión de las comisiones internas, una minoría de los
delegados de taller y los grupos comunistas de la fábrica piden que Buozzi sea excluido de las
negociaciones. La asamblea vota un orden del día en el que se afirma que la crisis ha sido provocada
artificialmente por los industriales, a los que se desafía «a despedir a quienquiera que sea». Se
rechaza «la reducción del horario a menos de treinta y seis horas semanales» y «toda proposición
de trabajar en la elaboración de material de guerra». Las discusiones con la Fiat culminan en un
acuerdo sobre la base de las treinta y seis horas semanales, que evita los despidos. El día 17, la
asamblea de los delegados de taller acepta este acuerdo, así como una experiencia de contrato
colectivo a destajo. Pero algunas semanas más tarde, el conflicto renace. La dirección de la Fiat
vuelve a la carga a propósito de los despidos, y anuncia, el 3 de abril, el cierre de sus
establecimientos «ante la oposición sistemática de las organizaciones obreras y de las comisiones
internas a los despidos impuestos por las circunstancias y ante el mantenimiento abusivo en las
fábricas de numerosos obreros despedidos». El día 5, los establecimientos Fiat son ocupados por el
ejército. Sin embargo, la dirección declara abiertamente su intención de modificar el régimen
interno de la fábrica. «Juzga que es indispensable regular mejor la organización interna del trabajo
y, en consecuencia, tiene la intención de ejercer la disciplina y la autoridad en el interior de la
fábrica, únicamente por los órganos que le son propios, sin que nadie se interponga
arbitrariamente.» Exige la abolición del reglamento provisional concluido en octubre de 1920,
después de la ocupación. El lock-out empieza. El 23 de abril, la Fiat propone un acuerdo que los
obreros no aceptan. La empresa abre entonces las inscripciones, y con tal éxito, que, el 6 de mayo,
la organización tiene que invitar a los obreros a reemprender el trabajo, cosa que, por su parte,
había ya hecho la mayoría de ellos. En la empresa Michelin, el conflicto se originó por las mismas
razones: los obreros se oponían a los despidos y llevaban a cabo la huelga intermitente. En las
prensas se interrumpió el trabajo cuando éstas estaban aún cargadas. La empresa hizo ocupar el
establecimiento por el ejército. También en este caso el lock-out provocó la derrota total de la
organización obrera, hacia finales de mes.
150
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Las municipalidades socialistas, atacadas por los fascistas, son disueltas por
decreto ministerial «por razones de orden público»; esto ocurre con la de
Bolonia el 2 de abril y con las de Módena, Ferrara, Perugia y centenares más,
poco después. Los fascistas entran en el bloque nacional, figuran en sus listas.
Al mismo tiempo, su acción terrorista es «legalizada»; el Estado «liberal»
realiza, así, su primer e irreparable gesto de suicidio. Desde este punto de
vista, Giolitti ha sido, en mayor medida que, Mussolini, el Juan Bautista del
fascismo.

Socialistas, comunistas y populares permanecen fuera del bloque nacional y,


contrariamente a las previsiones de Giolitti, la nueva Cámara es todavía más
«ingobernable» que la primera. Las elecciones de mayo de 1921 no
determinan grandes cambios. El total de votos socialistas y comunistas –con
los resultados obtenidos en las nuevas provincias– sobrepasa incluso en unos
veinte mil el número de votos conseguidos por los socialistas en 1919, el año
«rojo». El número de votantes ha aumentado, respecto a 1919, en 700.000
(de los cuales hay 265.000 en las provincias redente –liberadas– que votan
por vez primera) y la proporción ha pasado del 52 al 56 % del total de
inscritos. Los dos partidos obreros conservan, entre ambos, aproximadamente
las mismas proporciones que antes y únicamente sufren pérdidas en el valle
del Po, donde las elecciones se han desarrollado en una atmósfera de terror.
Incluso a escala reducida, la «campaña» electoral de los partidos obreros
exige una cantidad de heroísmo extraordinaria. En las regiones «ocupadas»
por los fascistas, los socialistas y comunistas apenas pueden celebrar
reuniones, sobre todo en el campo; sus periódicos y sus boletines son
requisados en todas partes, incluso en las oficinas de correos, y quemados.
Los militantes conocidos tienen que alejarse de la localidad el día de las
elecciones, o bien permanecer encerrados en sus casas.
Los antiguos cuadros de los partidos obreros no resultan afectados, salvo allí
donde los fascistas impiden materialmente que se lleve a cabo la votación.
Pero los partidos pequeños, como ocurre siempre en una situación política
tensa, son arrastrados a la derecha y desaparecen. Sobre los 700.000 nuevos
votantes, un poco más de una quinta parte son ganados por los populares y el
resto por el bloque nacional. El desplazamiento se reduce, pues, a un poco
más de medio millón de votos sobre seis millones y medio de votantes. Para
los partidos obreros, esto significa la pérdida de una veintena de escaños: 139
en 1921 (123 socialistas y 16 comunistas) contra 156 en 1919, y puesto que,
en la Cámara, el número de diputados ha pasado de 508 a 535, socialistas y
comunistas no representan más que el 26 % del total de escaños, contra el 30
151
Angelo Tasca

% en 1919. Sin embargo, el problema de la mayoría parlamentaria no se ha


modificado sensiblemente: los socialistas y populares –estos últimos han
ganado votos y una decena de escaños– siguen siendo los dos grupos más
fuertes. La gran operación concebida e intentada por Giolitti ha fracasado
completamente. Los fascistas resultan los verdaderos beneficiados de todo
ello. Mussolini ha sido elegido en cabeza de la lista, en Milán y en Bolonia y la
nueva Cámara cuenta con un grupo fascista de 35 miembros. 47

Sin embargo, la lucha no ha hecho más que empezar, y el fallo está aún
lejano. Se ha producido un primer viraje a la derecha; los partidos obreros,
¿sabrán aprovechar la lección? Por el momento, no hay nada que haga
preverlo. Los socialistas se felicitan por su «victoria», exaltada por Avanti con
un gran titular: Los proletarios de Italia han enterrado a la reacción fascista
bajo un alud de votos rojos. Los comunistas, más ciegos todavía, han dirigido
su campaña mucho más contra los socialistas que contra los fascistas, dando
la consigna siguiente: Las elecciones de mayo de 1921 tienen que significar el
proceso del Partido socialista. Mussolini, con la insolente alegría de su triunfo,
siente que se aproxima su hora, la que espera desde 1914, la hora de la
venganza y del poder.

47
Mussolini pensó en un principio en llevar a cabo una táctica que variase, según las condiciones y
las relaciones de fuerza locales, «desde el simple apoyo a los partidos nacionales más próximos,
hasta la formación de un bloque cuyo eje principal debía estar constituido por los fascistas, y la
lucha a base de listas exclusivamente fascistas en las zonas definitivamente conquistadas» ( Il
Popolo d'Italia, 2 de abril de 1921). Casi inmediatamente se inclinó en favor de «la constitución de
bloques nacionales». En un primer orden del día votado en Milán el 7 de abril por el Comité central
de los fascios, Mussolini pone como condición que «los partidos, grupos y asociaciones que
participen en los bloques acepten sinceramente el espíritu del movimiento y los puntos esenciales
del programa fascista». Después de partir de esta posición relativamente intransigente, que le es
más cómoda para pactar, presenta, el 15 de abril, un programa muy conciliador con las
«agrupaciones económicas», exigiendo «el fin del colectivismo de Estado» y la protección aduanera
de la industria; con los católicos, declarándose «bastante favorable a la limitación, si no a la
abolición, del monopolio escolar del Estado»; con los ex combatientes, pidiendo «la solución
definitiva de sú situación»; y, finalmente, con las derechas nacionalistas, refiriéndose al discurso de
política extranjera pronunciado en Trieste en febrero y tomando partido en favor de una política
«de expansión pacífica en el Mediterráneo y al otro lado del Atlántico» (Chiurco).
152
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Capítulo VIII
EL FASCISMO EN LA ENCRUCIJADA
En el informe que precedía al decreto de disolución de la Cámara, Giolitti
había escrito:

«Una solución seria de los problemas sociales más graves será más
fácil el día en que las clases trabajadoras hayan superado este período
de vagas aspiraciones revolucionarias, que han sido y siguen siendo un
grave obstáculo para el progreso. Sería lógico que los trabajadores
invitasen a sus representantes a tomar parte activa en la vida política,
en lugar de limitarse a una función puramente crítica».

Pero el resultado de las elecciones hechas contra los socialistas y contra los
populares hace imposible la colaboración de estos dos partidos con Giolitti.
Los socialistas le reprochan, además, su complicidad con los fascistas y la
sangre que éstos últimos han podido verter impunemente; los populares
están en contra suya por no haber llamado a los representantes de los
sindicatos católicos, para participar en la Comisión de encuesta sobre la
industria y por haber abandonado el proyecto de su propio ministro de
Instrucción, Benedetto Croce, sobre las oposiciones de magisterio, proyecto
en el que el Vaticano y los populares estaban muy interesados. Estos nuevos
reproches, unidos a los ya existentes, levantan una barrera de rencor contra
Giolitti, que debe renunciar así a la operación para la cual había celebrado las
elecciones.

Giolitti no recibe ni siquiera el agradecimiento de los fascistas, que tanto le


deben. La víspera de las elecciones generales, Mussolini escribió en su
periódico que los bloques electorales «son, al mismo tiempo, una plataforma
para el gobierno de mañana» y deben «proporcionar los hombres aptos para
llevar el timón de Italia». Escribiendo esto piensa, sin ninguna duda, en un
gobierno de coalición del que él formaría parte. Pero coalición ¿con quién? En
mayo de 1920, en la Conferencia nacional de los fascios, que tuvo lugar en
Milán, Mussolini hace los primeros tanteos del terreno en esta dirección. Se
une a las «congregaciones económicas», pronunciándose contra toda
experiencia de «socialismo de Estado», y proclamando que hay que «arrancar
al Estado todas sus funciones económicas» y volver a situarlo «en el marco de
la concepción manchesteriana»; tranquiliza a la monarquía, al ejército y a los
conservadores dejando a un lado la «cuestión previa» en favor de un régimen
republicano.
153
Angelo Tasca

«El problema de la república no es un problema esencial, pues hoy en


día no nos quedaríamos en una república democrática; si el pueblo
tomara la iniciativa, iría mucho más lejos.»

No excluye la colaboración con los socialistas de derecha, si éstos «rectifican


el tiro», e intenta ganarse a los populares haciendo votar, a pesar de un
discurso anticlerical de Marinetti, una moción en favor de la enseñanza libre,
que es una de las principales reivindicaciones de la Iglesia. En estos reajustes
y estos cambios de programa, hay una nota dominante: un nacionalismo cada
vez más exagerado. Por el momento, se atiene todavía a fórmulas que
recuerdan aquella de D’Annunzio en las Odas navales:

«El pueblo italiano debe ser necesariamente expansionista; debe seguir


una política audazmente marítima. El futuro de Italia tiene que estar en
el mar».

Unas semanas más tarde, a principios de julio, precisa su programa de política


exterior. En este terreno, el trabajo de revisión del programa fascista «del
primer momento» está ya acabado. En marzo de 1919, en la reunión de la
Piazza San Sepolcro, Mussolini había aceptado los principios de la Sociedad de
Naciones, explicándolos de tal manera que no quedaba nada de su contenido
original. Y ahora declara que «el fascismo no cree ni en la vitalidad de la
llamada Sociedad de Naciones, ni en sus principios»; pide la revisión del
Tratado de Versalles, quiere que Italia «se separe gradualmente del grupo de
naciones plutocráticas occidentales» y se acerque a las «naciones enemigas»
–Austria, Alemania, Bulgaria–, y que «reivindique», en el terreno colonial,
«los derechos y las necesidades de la nación».

En febrero de 1921, en Trieste –ciudad en la que radican poderosas


compañías de armadores que le han proporcionado importantes cantidades
de dinero–, después de haber recordado el programa de julio de 1920, acaba
su discurso con una frase grandilocuente:

«El destino quiere que el Mediterráneo vuelva a ser nuestro. El destino


quiere que Roma sea de nuevo la ciudad que dirija la civilización en
todo el Occidente europeo. Icemos la bandera del Imperio, de nuestro
imperialismo».

154
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Muchas razones empujan a Mussolini hacia el poder, pero en modo alguno el


deseo de encontrar en él un ministerio cualquiera. Él entrará en la plaza por la
puerta pequeña, si es necesario, pero es la política exterior lo que le apasiona,
y es solamente en este terreno donde podrá satisfacerse su «voluntad de
poder». Ese «imperialismo» que proclama es su propia política, que no puede
ser realizada más que por él mismo. Pero ¿cómo llegar a él con la Cámara
salida de las elecciones del 15 de mayo? Los socialistas y populares, que
ocupan en esta Cámara aproximadamente la mitad de los escaños, están en
contra de Giolitti; por lo tanto, sólo es posible pactar con ellos apartándose de
él. Mussolini tiene, además, otras razones. En un gobierno de concentración,
Giolitti jugaría el papel más importante y, dada su solidez y su astucia,
desbarataría las ambiciones de Mussolini, que estaría comprometido a los
ojos de los escuadristas sin haber alcanzado su objetivo. Una traición por
nada es algo que no entra dentro de su estilo. Por ello, precisamente, durante
la campaña electoral, ha tenido la precaución de separarse todo lo posible de
Giolitti, y, una vez elegido, adopta una postura de clara oposición hacia él.

Mussolini, durante algún tiempo, proyecta derrocar a Giolitti para ser él quien
forme un gobierno de coalición. La operación depende de los populares que,
a su manera, siguen siendo demócratas y cuyos sindicatos exigen grandes
reformas sociales. Mussolini prepara el terreno separándose ostentosamente
de las derechas y sobre todo de los nacionalistas. Por ello hace que en el
Consejo nacional fascista de Milán (2-3 de junio de 1921), éste vuelva a
adoptar la fórmula republicana que había abandonado; al mismo tiempo,
hace votar la autonomía del grupo parlamentario fascista respecto de los
demás grupos y la abstención de los diputados fascistas en la sesión que
abrirá la nueva legislatura, en la que el rey estará presente y leerá el discurso
habitual. Guando por primera vez toma la palabra en la Cámara, el 21 de junio
de 1921, Mussolini inicia la preparación de la gran maniobra política. Este
primer discurso es furiosamente nacionalista; en él saca a relucir los
problemas de Tessino, del Alto Adigio, de Fiume, de Montenegro, y rechaza,
por entero, la política del conde Sforza, ministro de Asuntos Exteriores en el
gobierno Giolitti. Al mismo tiempo, intenta más de una vez captarse a los
populares: el fascismo «no predica ni practica el anticlericalismo», no tiene
nada que ver con la francmasonería; acepta, en gran parte, las tesis de los
populares sobre el divorcio, la libertad de enseñanza, la propiedad rural y la
descentralización administrativa. Por encima de los populares, Mussolini se
dirige al Vaticano; si el Papado, renuncia a sus sueños de poder temporal, el
Estado debe proporcionarle «su ayuda y facilidades materiales para las

155
Angelo Tasca

escuelas, iglesias, hospitales y todo aquello de que dispone una potencia


profana». Al margen del problema de las relaciones entre los fascistas y el
partido popular, está el de las relaciones entre Italia y el Vaticano; es
necesario un acercamiento, una colaboración mutuas, «pues la tradición
latina e imperial de Roma está representada por el catolicismo».

Otra parte del discurso de Mussolini está Consagrada a las relaciones entre
fascistas y socialistas. Desde las primeras palabras, declara que su discurso
será «netamente antidemocrático y antisocialista», y se entrega a una crítica
contra ellos que incluso pretende ser doctrinal. Ya en un artículo del 14 de
enero, había proclamado que «el capitalismo está apenas en el principio de su
historia» y renueva su acto de fe ante la Cámara: «La verdadera historia del
capitalismo empieza ahora».

Y puesto que el capitalismo está a la altura de su tarea, el Estado debe


renunciar a todas sus funciones económicas: «Hay que abolir el Estado
colectivista, tal como la guerra nos lo ha transmitido por la necesidad de las
circunstancias, y volver al Estado manchesteriano». Mussolini no renuncia
tampoco a resaltar su propio éxito personal: los socialistas, «después de siete
años de turbulentas vicisitudes, ven frente a ellos, con la actitud orgullosa del
hereje, al hombre que expulsaron de su iglesia ortodoxa». Tendrán que
reconocer que se han equivocado de camino; que en el terreno de la violencia
que ellos habían elegido, han sido y serán derrotados. No puede ser de otra
manera, ya que las masas obreras «son, por naturaleza, me atrevo a decir,
santamente pacifistas hasta el final (pacifondaie), porque ellas representan
siempre las reservas estáticas de las sociedades humanas, mientras que el
riesgo, el peligro, el gusto por la aventura han sido siempre la tarea, el
privilegio de las pequeñas aristocracias». Existen los extremistas del socialismo,
los comunistas.

«Les conozco muy bien, porque una parte de ellos son mis criaturas;
reconozco, con una sinceridad que puede parecer cínica, que yo he
sido el primero en infectar a esa gente, cuando introduje en la
circulación del socialismo italiano un poco de Bergson mezclado con
mucho de Blanqui.»

Pero esa gente, añade, ha digerido mal esta comida. Los fascistas hacen una
distinción entre el partido socialista y la C.G.L.

156
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

«Nuestra actitud respecto a éste, que nunca ha sido una actitud de


oposición, podrá modificarse inmediatamente si la Confederación,
como tal –sus dirigentes piensan en ello desde hace mucho tiempo–,
se separa del partido socialista. En estas condiciones, sería posible el
desarme recíproco y Mussolini declara que lo desea, pues «si
continuamos como hasta el presente, la nación corre un peligro real de
precipitarse en el abismo».

Haciendo estas proposiciones, por lo demás tan prudentes y sometidas a


tantas condiciones, Mussolini ¿es realmente «sincero»? Si estuviéramos
condenados a responder a esta pregunta con un sí o un no, nuestra respuesta
sería: Si. No porque Mussolini vuelva, ni por un solo instante, a sus antiguos
amores, ya que está persuadido de que la era del capitalismo apenas acaba
de iniciarse y de que, como escribirá un mes después de su discurso; «la
nueva realidad de mañana, repitámoslo por enésima vez, será capitalista».
Las noticias que llegan de Rusia, donde reina el hambre, y donde la N.E.P.
sustituye al «comunismo de guerra», le convencen de que, en todas partes, se
está en plena restauración. Puesto que el futuro pertenece al capitalismo, el
socialismo no tiene ninguna posibilidad de imponerse; se trata de elegir entre
un pasado, casi muerto, y unas posibilidades ilimitadas de futuro; Mussolini
ya ha elegido de antemano. Por otra parte, ¿qué arriesga con estos sondeos?
Absolutamente nada. Si Giolitti obtuviera la colaboración de los socialistas,
éstos entrarían en el gobierno con las banderas desplegadas e impondrían sus
condiciones. Es precisamente por esta razón por lo que Mussolini, en su
discurso, se declara «antigiolittiano, porque los amores entre Giolitti y el
grupo parlamentario socialista no han sido, nunca tan asiduos como ahora».
Pero si la combinación se hace bajo la iniciativa y el control de Mussolini, en la
nueva casa los fascistas no serán los parientes pobres y los socialistas verán
refrenadas sus exigencias. Además, Mussolini conoce bien la situación del
partido socialista y sabe que éste no podrá obtener ningún beneficio de la
operación. El partido socialista, en su gran mayoría, es contrario a la
participación; y los comunistas, por su parte, le hacen una guerra sin cuartel.
Si la derecha del partido, los dirigentes de la C.G.L., entran en el gobierno,
perderán una parte de su influencia sobre las masas; y, en todo caso, tanto el
partido como los sindicatos quedarán debilitados por una violenta lucha
intestina. Debilitados en el país, ante las masas, los socialistas y sindicalistas
reformistas estarán, al mismo tiempo, debilitados en el Parlamento. Por lo
tanto, aunque él nuevo gobierno se forme sin ellos o con una parte de ellos,
el proceso de disgregación del movimiento socialista no dejará de proseguir y

157
Angelo Tasca

de agravarse. Mussolini ve, finalmente, que le es imposible orientar la política


exterior de Italia en la dirección que él desea, mientras el país está
desgarrado por la guerra civil. Si la guerra civil acaba, y los socialistas son
empujados, vencidos y cada vez más divididos, a participar en el gobierno,
entonces la ofensiva fascista habrá alcanzado, por lo menos, una gran parte
de sus objetivos. Mussolini puede, pues, esperar tranquilamente la evolución
socialista y desear «sinceramente» que ésta se haga en el sentido que él ha
previsto y solicitado.

Giolitti, por su parte, prepara una solución análoga. Acaba de sofocar una
huelga de los funcionarios de las Administraciones centrales, de Correos y
Telecomunicaciones y de Hacienda, que sufren una derrota total y tienen que
reemprender el trabajo sin condiciones y bajo la amenaza de severas
sanciones. Pero, al mismo tiempo, ablanda a los dirigentes de la C.G.L.
cediendo al «Consorcio obrero metalúrgico», sociedad cooperativa de
producción que es una emanación de la F.I.O.M., cinco grandes empresas del
Estado: los arsenales de Nápoles y Venecia y las fábricas de armas de Terni,
Génova y Gardone, con el fin de asegurar una gestión menos deficitaria de
estos establecimientos, aligerando, de esta forma, el presupuesto del Estado.
El «bolchevismo» italiano era realmente poco peligroso, puesto que, a finales
de mayo de 1921, podían confiarse arsenales y fábricas de armas a la misma
Federación metalúrgica que, ocho meses antes, había decidido la ocupación
de las fábricas. Pero, como pieza maestra de la gran maniobra, Giolitti hace
elaborar y aprobar por las comisiones parlamentarias nuevas tarifas
aduaneras (proyecto Alessio) que marcan un momento crucial en la economía
italiana. Unas barreras aduaneras elevadas van a «defender», de nuevo, la
industria y la agricultura nacionales. Los dirigentes de la C.G.L. y los dirigentes
industriales están de acuerdo en éste aspecto, pues la medida «creará
trabajo» y permitirá, nuevamente, un cierto reparto de los superbeneficios
entre capitalistas y obreros sindicados del Norte. Giolitti ha sentado, de esta
manera, los fundamentos de la política económica que había seguido antes
de la guerra y espera que esta «colaboración» económica conducirá a la
participación de los dirigentes socialistas o, por lo menos, de los dirigentes
sindicalistas en el gobierno. Pero no podrá recoger los frutos de su obra.
Cinco días después del primer discurso de Mussolini, el gobierno Giolitti es
derrotado en la Cámara ante un orden del día presentado por los socialistas, y
al que se han asociado los fascistas.48
48
En la sesión del 26 de junio, después de un debate sobre la política extranjera del gobierno
(defendida la víspera en la Cámara por el ministro Sforza), socialistas, comunistas, republicanos,
Nitti y sus partidarios, liberales de derecha, fascistas y nacionalistas unieron sus votos contra esta
158
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Sin embargo, una vez eliminado Giolitti, Mussolini está lejos aún de: tener el
campo libre. En el interior mismo del movimiento fascista surgen obstáculos
que se acumulan delante suyo en el camino hacia el poder. Un cierto malestar
reina entre los cuadros a causa de su actitud respecto al Tratado de Rapallo y
a la acción de D’Annunzio en Fiume. Por ello debe consagrar una parte del
discurso que pronuncia en Trieste, el 6 de febrero de 1921, a su propia
defensa.

«En noviembre de 1920, no podía pensarse en una revolución para


anular un tratado de paz –el de Rapallo– que, bueno o malo, era
aceptado por el 99% de los italianos... Tampoco era posible encerrarse
en una oposición armada contra el Tratado, quedándose en un punto
periférico de la nación, en Fiume.»

Y a los que le reprochan el no haber desencadenado un movimiento


revolucionario para salvar a Fiume, Mussolini les responde con un resumen
de sus concepciones tácticas en las que se pone de manifiesto su enorme
superioridad, en éste aspecto, sobre los que le rodean, y también, sobre los
socialistas que se llaman a sí mismos revolucionarios:

«Los fascios de combate –dice– nunca han prometido hacer la


revolución en Italia, en el caso de un ataque contra Fiume, sobre todo
después de la deserción de Millo. Yo, personalmente, nunca he escrito
o hecho saber a D’Annunzio que la revolución, en Italia, dependía de
mi capricho. La revolución no es una “caja de sorpresas” que se pueda
abrir cuando se quiera… La historia, colección de hechos lejanos,
enseña poco a los hombres; pero la crónica, esta historia que se
desarrolla ante nuestros ojos, debería ser más provechosa. Pues bien,
política. El gobierno obtuvo una mayoría de 234 votos contra 200, pero esta mayoría se veía
debilitada por las reservas hechas por el grupo de la democracia social, aunque éste hubiera
votado en favor del gobierno. Al día siguiente, Giolitti hacía que el consejo de ministros
presentara la dimisión, y rechazaba, a continuación, la oferta que le hacía el rey de encargarse de
formar un nuevo gabinete. Bonomi, designado después de la negativa de De Nicola, presentó al
rey, el 4 de julio, la lista de su gobierno, y obtuvo en la Cámara, después de una discusión que
duró desde el 18 hasta el 23 de julio, la importante mayoría de 302 votos contra 136.
La dirección del P.S.I., en un principio, ante la petición del grupo socialista, había aceptado que
«éste adoptara tinas actitudes tácticas tales que, descartando toda apariencia de colaboración,
los diputados no pusieran obstáculos a priori a los esfuerzos que llevasen a cabo otros partidos
en favor de una política sincera y duradera que acabase con el empleó de la violencia contra el
proletariado». Pero inmediatamente, después de la presentación de Bonomi a la Cámara, la
dirección del partido, asustada por haber tenido tanto valor —el valor de haber aceptado una
eventual abstención del grupo con objeto de no hacer el juego de los fascistas—, ordenó votar en
contra del gobierno Bonomi. Los diputados de la fracción Turati-Modigliani-Giulio Casalini, etc.
protestaron: obedecerían «por disciplina de partido», pero dejando «a la dirección la entera
responsabilidad de su actitud».
159
Angelo Tasca

la crónica nos dice que las revoluciones se hacen con el ejército, y no


contra él; con armas, y no sin ellas; con grupos organizados, y no con
masas amorfas reunidas en mítines. Las revoluciones triunfan cuando
la mayoría las rodea con un halo de simpatía, sin el cual se hielan y
fracasan. En la tragedia de Fiume, el ejército y la marina no han
desertado. Había un cierto revolucionarismo fiumeano de última hora
que no llegaba a definirse del todo; abarcaba desde ciertos anarquistas
hasta ciertos nacionalistas. Según algunos “emisarios”, se podría poner
juntos el diablo y el agua bendita, la nación y la antinación, Misiano y
Delcroix. Yo, que rechazo todos los bolchevismos, si tuviera que elegir
uno, elegiría el de Moscú y el de Lenin, aunque sólo fuera porque sus
proporciones son gigantescas, bárbaras, universales... No se podía,
pues, liquidar un episodio de guerra civil –el de Fiume– desencadenando
una guerra más amplia, en un momento como éste, y nadie es capaz
de prolongar o de crear artificialmente situaciones históricas caducas y
superadas».

A pesar de esta defensa, veremos cómo la cuestión de D’Annunzio y de Fiume


será uno de los puntos de acuerdo de la oposición que se dibuja en las filas
fascistas contra Mussolini. Pero la gran dificultad estriba, sin embargo, en la
situación interior del país. ¿Cómo podría llegar Mussolini al poder por la vía
legal, la única abierta por el momento, dada la atmósfera de guerra civil en
que se encuentra Italia? Él ha contribuido más que nadie a crearla. Él es quien
ha escrito en su periódico, el 28 de febrero:

«Está claro que los fascistas deben apretar filas, perfeccionar su


organización en todos los sentidos, y, en cuanto se presente la ocasión,
pegar a bulto, sin perderse en distinciones superfluas».

Y el 5 de febrero, después de la discusión en la Cámara sobre las violencias


fascistas: «Sólo hay un remedio: ¡pegar fuerte! Esperamos que poco a poco,
machacando los cráneos, se acabará desembriagando los cerebros».

Y el 13 de abril, dirigiéndose a los socialistas: «Estamos decididos a acortar


vuestra triste agonía con un hierro, frío o caliente». 49 Y también el 4 de mayo,
en el discurso pronunciado en Milán, en vísperas de las elecciones:

«Continuaremos golpeando, más o menos delicadamente, en los


cráneos de nuestros adversarios, mientras sea necesario, hasta que la
verdad encuentre el camino de sus cerebros».
49
«Con una hoja fría o caliente» es una fórmula de D’Annunzio a propósito del puñal de los arditi.
160
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

En este momento, esta acción ha dado ya sus resultados más importantes: la


organización obrera ha sido sensiblemente disminuida, el «enemigo» está en
unos lugares reducido a la defensiva y en otros a la impotencia. La violencia
fascista, prolongándose, corre el riesgo de comprometer el plan de Mussolini,
de quitarle toda posibilidad de maniobra política. El 28 de abril, escribe un
artículo en el que llama a los fascistas a la moderación:

«Es necesario que los fascistas no pierdan también el sentido de la


medida, pues una pérdida semejante podría echar a perder una gran
victoria. Cuando se ha vencido, es peligroso querer ir demasiado lejos
en la victoria. El fascismo no debe contribuir a una renovación del pus50
(Partito socialista unificato), de la misma forma que las innumerables
estupideces de éste han contribuido al desarrollo del fascismo...
Puesto que el pus ya no es nocivo, no hay por qué intimidar a la
nación; por el contrario, hay que ayudarla a reemprender su penoso
camino hacia la paz interior y exterior. El aviso, la orden del momento
actual es la siguiente: si el fascismo pierde “el sentido de la medida”,
perderá su victoria».

Estas preocupaciones determinan las sucesivas actitudes de Mussolini y


explican por qué, en el momento en que se lanza, en ciertos medios
parlamentarios y liberales, la idea de un «pacto de pacificación», Mussolini se
adhiere a ella, ya que, de esta manera, puede alcanzar un doble objetivo:
entrar en el gobierno y controlar, de nuevo, el movimiento fascista, que
empieza a escapársele de las manos. La lucha en favor del pacto de pacificación
es, a sus ojos; una lucha por el poder en el seno del movimiento fascista y, al
mismo tiempo, una lucha por el poder en el seno del Estado.

Lo que sucede es que el movimiento fascista, que ha crecido enormemente,


ya no es tan fácil de manejar. Sobre todo porque este rápido crecimiento se
debe a su participación electoral en el bloque nacional, de tendencia
netamente reaccionaria, y, especialmente, a la irrupción masiva de los
elementos agrarios del valle del Po y de Toscana. Mussolini encuentra una
primera resistencia a propósito de la presencia de diputados fascistas en la
sesión inaugural de la nueva legislatura. Los elementos de derecha y los
nacionalistas quieren participar en ella, para rendir homenaje al rey; y
Mussolini quiere que el grupo de diputados fascistas se reserve y conserve
una total libertad de acción. Estos mismos elementos son, al mismo tiempo,

50
Pus: juego de palabras despectivo forjado por los fascistas a partir de la sigla P.S.U., partido
socialista unificado. [N. del T.]
161
Angelo Tasca

contrarios a toda reconciliación con los socialistas y proyectan la formación


de un gobierno de concentración basado en la derecha. Mussolini intenta
movilizar contra ellos, reavivando la «tendencia republicana», al fascismo de
los primeros tiempos, los «viejos» fascistas contra los nuevos.

«Lo que le sucedió al pus en noviembre de 1919, escribe el 25 de


mayo, nos ocurre también a nosotros, y esto es falta. En el fascismo se
esconden las “ilustres cobardías” de gentes que tenían miedo de los
otros y de nosotros; en el fascismo se han insinuado egoísmos rapaces
y refractarios a todo espíritu de conciliación nacional, y no faltan los
que han utilizado el prestigio de la violencia fascista para sus
miserables intereses personales, o los que transforman la violencia,
concebida como medio, en violencia que se convierte en finalidad en sí
misma».

Y acaba su artículo con un llamamiento: ¡Fascistas de ayer, fascistas de la


Acción, defended el fascismo! Dos días después, «Il Popolo d’Italia» aparece
con un gran titular: ¡Fascistas de toda Italia, adelante, contra todas las
desviaciones, por el viejo camino! El 29, Mussolini, amenaza con señalar a sus
adeptos un nuevo blanco:

«¿Por qué el fascismo, después de haber golpeado a su izquierda, no


iba a golpear un poco a sus enemigos de la derecha?»

Al mismo tiempo, insiste en que los fascios no se desarmen, en que


«perfeccionen» la organización de sus escuadras de acción. Cuando el grupo
parlamentario socialista anuncia su intención de pedir a la nueva Cámara una
investigación sobre las violencias fascistas, Mussolini amenaza con una
marcha sobre Roma... preventiva:

«A partir de este momento, los fascios del Lacio, de Umbría, de los


Abruzzos, de Toscana y de Campania están moralmente obligados a
concentrarse en Roma al primer llamamiento que hagan los órganos
dirigentes de nuestro movimiento».

Una movilización armada contra una investigación parlamentaria: tal es la


situación italiana a mediados de 1921.

Para llegar al poder, Mussolini quiere disponer de los recursos de la acción


legal y de la ilegal. Por un lado, tiene que mantener el contacto con la masa
fascista, con los escuadristas. Es necesario que éstos no sospechen demasiado
pronto que el fascismo se está «parlamentarizando». Por ello, el 13 de junio,
162
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

los diputados fascistas, revólver en mano, expulsan al diputado comunista,


Misiáno, de la Cámara, sin que ello provoque, por lo demás, ninguna reacción.
En el país tiene lugar nuevamente, en junio y julio, un movimiento contra la
carestía de la vida, y esta vez son los fascios los que toman la iniciativa. En
Trieste, las escuadras fascistas suben a los barcos que llegan de Istria
cargados de legumbres y frutas, y ordenan a los campesinos que los cedan a
precios muy bajos. En Nápoles, imponen a los cafés y restaurantes una
reducción de los precios del 50 %. En Florencia, las escuadras recorren las
calles con letreros que dicen: ¡Productores y comerciantes! ¡Tenéis dos días
para bajar los precios! Los episodios de violencia se multiplican y, a menudo,
los fascistas actúan por su propia cuenta, obligando a los comerciantes a
pagar una cuota si quieren que no se les moleste. Mussolini lo aprueba,
aunque hace al mismo tiempo algunas reservas para impedir que se
impongan baremos, a fin de no alarmar demasiado a los prestamistas de
fondos:

«No olvidemos, en este momento, uno de los postulados esenciales


del fascismo: la supresión de todo pertrecho de guerra, de toda
intervención del Estado en la economía, el restablecimiento de la
libertad económica, condición necesaria y suficiente para la vuelta a la
normalidad».

Ésta es la tesis de las grandes confederaciones de la industria y del comercio.


Pero puesto que se está gestando un nuevo gobierno, Mussolini se esfuerza
en preparar los ánimos para una participación fascista en él. Con Salandra,
con Meda e incluso con Giolitti, si es necesario.

«La actitud del grupo parlamentario fascista, declara el 8 de junio,


podrá sufrir alguna modificación frente al gobierno Giolitti, según las
circunstancias».

Y hasta el 27 de junio, el día mismo del voto de la Cámara que derriba a


Giolitti, él se reserva una puerta abierta por este lado. Se siente cerca del
objetivo, y no querría que los nuevos elegidos o los viejos reaccionarios
echaran a perder su victoria.

«Estoy siempre alerta –declara–, entiéndanlo bien amigos y enemigos,


incluso, y sobre todo, cuando el viento cambiante hincha las velas de
mi fortuna.»

163
Angelo Tasca

Sin embargo, en la reunión del 3 de junio del grupo parlamentario fascista, si


bien consigue imponerse en la cuestión de la «tendencia republicana», no
llega a imponer la disciplina de la abstención con motivo de la sesión «real»:
por 18 votos contra 15, el grupo decide que los diputados serán personal-
mente libres de participar o no. El Consejo nacional, que se celebra al mismo
tiempo, aprueba por el contrario la tesis de Mussolini. A principios de julio,
empiezan las negociaciones a propósito del pacto de pacificación y es este
punto el que Mussolini escoge para presentar la batalla en el Consejo
nacional de los fascios (12-13 de julio). Consigue, no sin grandes esfuerzos,
que sea aceptada una resolución en la que se hace una distinción, en la
violencia fascista, entre las organizaciones políticas y los sindicatos, y en la
que se autoriza a los fascios a concluir localmente «acuerdos allí donde la
situación lo permita, con los representantes de las organizaciones obreras».
La oposición al pacto de pacificación viene, sobre todo, de los fascios de
combate de las regiones «ocupadas», que temen perder las ventajas
adquiridas mediante la táctica terrorista, de la que ellos son los «inventores».
Sus preocupaciones son manifestadas por Farinacci, de Cremona:
«Si permitimos que los rojos reemprendan su propaganda– dice en la
reunión del Consejo nacional–, toda nuestra obra corre el riesgo de
venirse abajo».

Los representantes de Venecia Julia, de Emilia y de Toscana, donde reina el


escuadrismo, utilizan a su vez el mismo argumento: «En rigor, dice el
representante de Toscana, pueden asestarse los golpes con un poco más de
juicio, pero lo que no hay que hacer es detenerse (mollare)». Mussolini sólo a
duras penas obtiene el voto de la resolución. Protesta argumentando que la
situación ha cambiado y que el pacto de pacificación puede servir para dividir
a los adversarios:

«Hablar de una clase obrera italiana orientada hacia el bolchevismo es,


hoy en día un absurdo. Cada uno de vosotros puede comprobar que el
estado de ánimo de las masas obreras es esencialmente distinto del
que existía hace dos años. El hecho de que los socialistas vengan a
tratar de paz con nosotros, ¿no hará que se abra una fosa entre ellos y
los comunistas y anarquistas? Nuestra táctica debe dividir a los
enemigos para derrotarles mejor... Nuestro orden del día deja la
puerta abierta a todas las eventualidades...

164
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Habría que intentar separar a la C.G.L. del conjunto de partidos


subversivos. Cuando mañana, los sindicatos, las cooperativas, las
federaciones sean autónomas, nosotros tendremos una posición
inmejorable en la vida nacional».

Mussolini utiliza aquí todos los argumentos que pueden convencer a los
refractarios; piensa todo lo que dice, pero no dice todo lo que piensa, ya que
su objetivo es llegar a firmar el pacto de pacificación lo antes posible, no
importa cómo, a fin de preparar la salida política que él entrevé y sobre la
cual especulará durante varias semanas. Su plan se va precisando: separar a la
C.G.L. del Partido socialista y constituir después una especie de «Partido
laborista», con la coalición de la C.G.L. y los sindicatos «nacionales», que
empiezan a surgir por todas partes. La autonomía, que apartaría a la C.G.L.,
escribió el 2 de julio, «de todos los partidos socialistas y no socialistas»,
significaría

«un paso al frente hacia la realización de la unidad del proletariado y la


creación de un partido del trabajo, que reduciría al mínimo la
importancia de los partidos políticos socialistas».

Mussolini toma de nuevo, en las nuevas circunstancias determinadas por el


éxito inicial del fascismo, su plan de los primeros meses de 1919. Para que
esta maniobra tenga éxito, es necesario que el movimiento fascista no se
transforme en partido político, porque entonces no habría lugar para el
«partido del trabajo» y el objetivo que persigue Mussolini se vería, entonces,
comprometido. Es mucho más fácil arrastrar a los dirigentes de la C.G.L. y una
parte de los dirigentes fascistas a una coalición gubernamental, utilizando la
plataforma común de un «partido del trabajo», que crear un partido fascista
que tenga que estructurar por completo una nueva organización sindical,
destinada a eliminar y reemplazar a la C.G.L. Por ello, precisamente, declara
Mussolini, respecto a la transformación del movimiento fascista en partido
político, que «no quiere ni oír hablar de ello».

Una vez encaminado en esta dirección, ya no puede detenerse, porque está


impaciente por llegar al poder. El 19 de julio, el grupo parlamentario fascista
que está, como sucede siempre, más «a la derecha» que los fascistas de la
base, vota un orden del día favorable a la pacificación. Después de éste voto,
que él mismo ha provocado, Mussolini declara que se considera comprometido
personalmente y que, del desarrollo futuro de los acontecimientos,
«dependerá su línea de conducta respecto al fascismo italiano». Que los

165
Angelo Tasca

fascistas no teman quedar reducidos a la inacción después del final de la


guerra civil, porque el fascismo «debe examinar y resolver los enormes
problemas de la expansión de Italia en el mundo».

Varios síntomas, que no escapan a la atención siempre alerta de Mussolini, le


muestran que hay que actuar rápido. En las filas obreras se deja ya sentir la
presión hacia el frente único; algunas formaciones «rojas» de combate, los
Arditi del Popolo, han desfilado por primera vez, a principios de julio, por las
calles de Roma; los legionarios de D’Annunzio, y con ellos una parte de los
arditi ex combatientes se han separado de los fascios. Además, lo que es
mucho más grave es que el gobierno Bonomi, que ha sucedido al de Giolitti,
parece decidido a poner algunos obstáculos a las acciones fascistas y a la
complicidad de que gozan entre las autoridades locales. El episodio de
Sarzana llega en el momento oportuno para hacer reflexionar a los dirigentes
fascistas –por lo menos a los que son capaces de hacerlo– sobre la fuerza real
de las escuadras de combate, cuando éstas se enfrentan con el poder del
Estado. El choque se produce en Sarzana, el 21 de julio; por primera vez
después de siete meses de violencias toleradas o favorecidas, una
«expedición» fascista ve surgir ante ella a los representantes del Estado,
decididos a no dejarla pasar. Quinientos fascistas de Florencia, Pisa, Lucca y
Viareggio se han concentrado en Sarzana, ocupando la estación. Allí está el
capitán de los gendarmes, Jurgens, con ocho milicianos y tres soldados. El jefe
del pequeño ejército fascista, este Amerigo Dumini que tres años más tarde
asesinará a Matteoti, se dirige al capitán y le explica la finalidad de la
expedición. Los fascistas se proponen sitiar la ciudad, para obtener
«pacíficamente o por la fuerza» la liberación de diez fascistas de Carrara,
detenidos después de las violencias de todo tipo llevadas a cabo en la
Lunigiana. Al mismo tiempo, exigen que se les entregue un oficial del ejército,
el teniente Niccodemi, que abofeteó al jefe de los fascistas detenidos, un tal
Renato Ricci, al que Mussolini confiará más tarde la tarea de organizar y
formar los Bolilla. Esta acusación no tiene ningún fundamento, como lo
declarará más tarde el propio Renato Ricci, pero el ultimátum fascista no es
por ello menos perentorio. Mientras Dumini parlamenta con el, capitán de los
gendarmes, los fascistas, impacientes por la espera, Se agolpan alrededor del
pequeño grupo: ¡Basta de charla!, gritan: los milicianos se ponen en crociat-
et51 y, al hacerse un disparo contra ellos desde las filas fascistas, descargan
sus fusiles a quemarropa sobre esta masa que se había vuelto amenazadora y

51
Término militar italiano, para ordenar a los soldados que pongan la culata del fusil bajo el
brazo, preparándose para disparar.
166
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

agresiva. Algunos fascistas caen muertos o heridos. Los escuadristas,


acostumbrados a luchar casi siempre contra gentes desarmadas y a contar
con la ayuda de la fuerza pública, pierden la cabeza ante una decena de
fusiles que, esta vez, disparan, y huyen en desbandada. En el informe escrito
después de los acontecimientos de Sarzana, el escuadrista Umberto Banchelli,
quien lo firma en calidad de «jefe de estado mayor de la expedición», explica
las razones de lo sucedido.

«La expedición de Sarzana –afirma– no es más que un episodio


normal; era inevitable desde el momento en que el fascismo
encontrara ante sí a gentes dispuestas a resistir... Estas escuadras,
demasiado acostumbradas a vencer a un enemigo que casi siempre
huía o reaccionaba débilmente, no han podido ni sabido hacer frente».

Banchelli explica también en sus Memorias, ya citadas, que el fascismo sólo


pudo desarrollarse gracias al apoyo de los oficiales, de los carabineros y del
ejército; y los diez fusiles han hecho huir a quinientos fascistas, no sólo
porque han disparado, sino porque al disparar, han puesto, por una vez FUERA
DE LA LEY a los escuadristas, aterrados al encontrarse, bruscamente, del otro

lado de la barrera. Por otra parte, la presencia y la acción de los


representantes del Estado disipan, como por arte de magia, el terror que
precede y acompaña a la «expedición de castigo». La población de Sarzana
había sido prevenida por los empleados de. un tren contra el que habían
disparado con fusiles las columnas fascistas, cuando se acercaban a la ciudad;
estaba preparada para la defensa. Cuando se conoce lo ocurrido en la plaza
de la Estación, grupos armados, ayudados por los exasperados campesinos
salen a los campos circundantes y persiguen a los fascistas, que dejan una
decena de muertos, colgados de los árboles o ahogados en las marismas, y
varias decenas de heridos. La fuerza pública interviene una vez más, pero esta
vez para salvar del furor popular a los fascistas en retirada.

Después de estos sucesos, los fascistas se movilizan y se manifiestan en varias


localidades; en Bolonia, en la ciudad y en la provincia, los fascistas proclaman,
de acuerdo con los industriales, el lock-out en las fábricas y el cierre de los
almacenes en señal de protesta; en Padua, los fascistas ocupan la torre de la
Universidad, tocan la alarma e imponen el cierre de los cafés y los almacenes,
pegando al mismo tiempo carteles reclamando el «luto nacional»; cerca de
Carrara, «los fascistas –explica Chiurco–, exasperados por la matanza de
Sarzana, matan a dos comunistas». Pero los dirigentes de los fascios lanzan un
manifiesto a la nación, cuyo lenguaje es bastante prudente y en el que hacen

167
Angelo Tasca

un llamamiento a la tregua. Mussolini se da cuenta de que, si la situación


profundamente perturbada, creada por el terrorismo fascista, se prolonga, la
reacción del país y la intervención del Estado serán inevitables y se corre el
riesgo de echarlo todo a perder. Por ello, en el discurso que pronuncia en la
Cámara, al día siguiente de los sucesos de Sarzana, ofrece «el ramo de olivo»
y, el 23 de julio, expone abiertamente, ante los desconcertados socialistas, la
fórmula de la política futura:

«Yo creo que, tarde o temprano, será necesario llegar a una nueva
gran coalición, de las tres fuerzas verdaderamente “eficientes” en la
vida del país. Está, en primer lugar, la fuerza del socialismo, que
empieza ya a reformarse, como lo prueba el voto de la C.G.L. contra los
comunistas y su nuevo punto de vista en lo que se refiere a la huelga
de los servicios públicos; en segundo lugar, la fuerza de los populares,
que es poderosa y se apoya –no se con qué beneficio para la religión–
sobre la inmensa fuerza del catolicismo, y, finalmente, no puede
negarse la existencia de un movimiento complejo, formidable,
esencialmente idealista, que agrupa a lo más selecto de la juventud
italiana. A estas tres fuerzas, reunidas alrededor de un programa que
debe constituir su común denominador, les corresponderá, el día de
mañana, la tarea de conducir a la Patria a mejores destinos».

Pronunciando este discurso, Mussolini no hace en absoluto un gesto gratuito.


Durante varias semanas, está obsesionado por estas preocupaciones: el país
va a apartarse del fascismo y éste va, al mismo tiempo, a sustraerse de su
control personal. Corre, pues, el riesgo de eclipsarse al mismo tiempo que el
fascismo, pero él quiere salvarse, aunque sea a costa de éste, si es necesario.

«Si llego al poder –confía entonces a los dirigentes liberales, cuyo


apoyo quiere conseguir–, volveré las ametralladoras contra los fascios,
si éstos no se vuelven juiciosos».

De todas formas, quiere impedir la formación de un gobierno «antifascista»,


con la participación o el apoyo de los socialistas. Así, pues, puede ganarlo
todo con la tregua: lo que ella hace posible y lo que puede impedir. De aquí su
voluntad en lograr que se realice.

Por ello, después del discurso del 23 de julio, intensifica, en su periódico, la


campaña en favor de sus tesis. Quiere, ante todo, tranquilizar a esta parte de
la burguesía, alarmada por la perspectiva de una participación socialista en el
poder. No hay ningún peligro que temer –dice–; si, entre los hombres de la
168
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

C.G.L., tenemos mañana algunos ministros, éstos «tendrán a su izquierda


enemigos temibles: la fracción intransigente del partido socialista, los
comunistas, los sindicalistas y los anarquistas», de manera que serán «lo
bastante inteligentes como para tener en cuenta, como es debido, la fuerza
libre y no dogmática del fascismo». El fuego graneado que les acosará por la
izquierda les forzará a pactar con el fascismo, del cual serán prisioneros. Por
otra parte,

«en el terreno real, los Baldini, los Turati, los Baldesi, no podrán hacer
más que los otros; solamente darán testimonio, porque son nuevos, de
una mayor voluntad y acabarán por sacar a flote a la clase política
dominante, tan deficiente y afectada en algunos aspectos, de
marasmo senil. Una vez roto el cinturón de castidad socialista, el
futuro próximo verá ampliarse considerablemente las posibilidades de
los gobiernos».

El 27 de julio, Mussolini coge al toro fascista por los cuernos en un editorial


titulado Retorno al origen, el documento más penetrante de la postura que
ha adoptado y que quisiera que fuera respaldado por el movimiento fascista:

«Para el fascismo, el problema es un problema de disciplina. El Consejo


nacional ha fijado normas precisas (a propósito de la violencia); hay
que aplicarlas o irse. Hay que aplicarlas, si se quiere salvar a la nación y
al fascismo. La nación ha venido a nosotros cuando nuestro
movimiento se presentaba como el final de una tiranía; la nación nos
repudiaría si nuestro movimiento tomara la forma de una nueva
tiranía. El fascismo de estos últimos tiempos, en algunas zonas, no se
parece ya en absoluto al primitivo; no se inspira, en absoluto, en los
criterios que determinaron la creación del fascismo, que era un
movimiento de defensa de la nación y no una organización pura y
simplemente represiva para proteger determinados intereses
particulares. El fascismo de 1919 y 1920 era una minoría casi
insignificante desde el punto de vista numérico, pero era muy
poderoso y al mismo tiempo prudente».

Después de haber puesto como ejemplo el fascismo de Milán y haber


recordado un conocido pasaje de Maquiavelo, Mussolini concluye:

«Así pues, es urgente y necesario volver al fascismo a sus orígenes.


Mañana podría ser demasiado tarde».

169
Angelo Tasca

El pacto de pacificación lo firman en Roma, el 2 de agosto, los representantes


del Consejo nacional de los fascios, del partido socialista, de los grupos
parlamentarios fascista y socialista, de la C.G.L. y De Nicola, presidente de la
Cámara, que ha prestado un apoyo muy activo a las negociaciones. Las cinco
delegaciones, dice el artículo 2 del pacto,

«se comprometen a actuar inmediatamente para que cesen las


amenazas, los hechos consumados, las represalias, los castigos, las
venganzas, las presiones o las violencias personales de todo tipo».

Los dos partidos «se comprometen recíprocamente a respetar las


organizaciones económicas» (art. 4). Las infracciones a las reglas del pacto
serán sometidas a un juicio arbitral y, a este efecto, deberán constituirse
Comisiones en cada provincia. La primera firma estampada en el documento
es la de Benito Mussolini.

Éste pasa, entonces, a la ofensiva, para vencer las resistencias que se


vislumbran en el campo fascista. El pacto dice, es un hecho consumado.

«Yo declaro aquí, asumiendo todas las responsabilidades morales y


materiales de mi declaración, que he puesto en él toda mi buena
voluntad, y que cuando he visto que era aceptado lo esencial, no me
he preocupado de ciertos detalles accesorios. Quiero añadir que
defenderé con todas mis fuerzas este tratado de paz que, a mi
entender, tiene la importancia de un acontecimiento histórico, y que
pondré en práctica el viejo refrán: “Quien no utiliza el palo no ama a
su hijo”. Por lo tanto, si el fascismo es mi hijo –como se ha reconocido
hasta el presente– yo lo corregiré o le haré la vida imposible.
Podríamos cantar victoria, pero yo soy un hombre que está, siempre
inquieto por el futuro. No puedo pararme. La victoria es un hecho; y
ahora, me preocupo por la forma en que ésta puede ser utilizada...
Desde mi punto de vista personal, la situación es muy simple: si el
fascismo no me sigue, nadie podrá obligarme a seguir al fascismo».

El mismo día (3 de agosto), en una entrevista en «II Resto del Carlino»,


precisa:

«Ciertamente, la paz habría podido imponerse con condiciones más


duras hace un mes, antes de que la estrella del fascismo, que había
brillado durante mucho tiempo en el horizonte, hubiese palidecido
después de los sucesos de Viterbo, Treviso, Roccastrada... El tratado de

170
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

pacificación resuelve, al mismo tiempo, la crisis interior del fascismo,


en el sentido de que el elemento político tendrá, desde ahora, una
supremacía muy clara sobre el elemento militar».

¿Cuáles eran estos sucesos que, según Mussolini, habían sublevado a la


opinión pública? Viterbo había sido ocupada el 9 de julio por una escuadra
llegada de Roma y dirigida por Giuseppe Bottai, futuro ministro de
Corporaciones y futuro gobernador de Roma; en Treviso, el 13 de julio, unas
columnas de fascistas, llegadas de Padua y Bolonia, habían destruido los
locales de dos periódicos, uno republicano y otro popular, y habían cometido
todo tipo de violencias; en Roccastrada, en la Maremma toscana, el 25 de
julio, una «expedición de castigo» ocasionó trece muertos y una veintena de
heridos entre la población; las casas del alcalde y de los consejeros de la
localidad, que no habían querido dimitir, habían sido incendiadas. Estos
hechos no son muy diferentes de los centenares y millares de episodios de
violencia que vienen repitiéndose desde hace seis meses en varias regiones
de Italia y gracias a los cuales los fascios han instaurado su dictadura. Sería
inútil buscar, en «Il Popolo d’ltalia», en el momento en que estos sucesos se
produjeron, una sola palabra de lamentación; sólo se encontraban
justificaciones y estímulos para continuar. Algunas semanas, algunos días más
tarde, Mussolini los cita para explicar la necesidad de un cambio de
orientación y para exigirlo de los fascistas. Lo que sucede es que, para llegar a
donde él se propone, considera que es indispensable separarse de este tipo
de acciones; la «vuelta a la normalidad» coincide con sus intereses y sus
ambiciones.

En las filas fascistas, ruge la revuelta contra el pacto de pacificación. El centro


de la disidencia se encuentra en Bolonia; Dino Grandi, que será embajador de
Italia en Londres de 1932 a 1939, es la nueva y joven estrella que sale en el
horizonte del fascismo. Abogado, excombatiente, director del periódico
fascista «L’Assalto», es el teórico de la oposición, el anti-Mussolini. Éste le
ataca directamente. Empieza la lucha entre el «viejo» fascismo milanés y el
neofascismo de Bolonia. Mussolini reprocha a Grandi el haber llegado al
fascismo pocos meses antes y que éste hubiera llamado a Bolonia «la cuna
del fascismo». Y continúa:

«¿Acaso los fascistas de Emilia quieren abandonar el fascismo italiano?


Desde mi punto de vista personal, la cosa me deja indiferente, o casi.
Para mí, el fascismo no es un fin en sí mismo; era un medio para
restablecer un equilibrio nacional, para reanimar determinados valores

171
Angelo Tasca

olvidados... Estos objetivos han sido en gran parte alcanzados. El


fascismo puede, ahora, dividirse, descomponerse, disgregarse, declinar,
desaparecer. Si es necesario dar golpes fuertes para acelerar su ruina,
me adaptaré a esta ingrata necesidad. El fascismo que no es ya
liberación, sino tiranía; que no es ya salvaguarda de la nación, sino
defensa de intereses privados y de las castas más cerradas, sórdidas y
miserables que existen en Italia; el fascismo que toma esta fisonomía
será todavía fascismo, pero no el fascismo tal como yo lo concebí, en
uno de los momentos más tristes de la historia de nuestro país. Somos
ya demasiado numerosos y, cuando la familia aumenta y la secesión es
casi inevitable. ¡Que venga, si tiene que venir, y que los socialistas se
alegren de ello! Su victoria no está en. el pacto de pacificación, sino en
ésta crisis de indisciplina, en esta espantosa ceguera, que está a punto
de perder a una parte del fascismo italiano.

»¿Acaso nadie había advertido este círculo de odios que amenazaba


con sofocar, al mismo tiempo, al bueno y al mal fascismo? ¿Acaso
nadie había visto que él fascismo –incluso en las poblaciones no
socialistas– se había convertido en sinónimo de terror? YO he roto este
círculo; he abierto una brecha en el alambre espinoso de este odio, de
esta exasperación desenfrenada de amplias masas populares, que nos
habrían derribado; yo he devuelto al fascismo todas las posibilidades,
le he señalado el camino de la grandeza, él precio de una tregua civil
que exigían las fuerzas superiores de la nación y de la Humanidad. Y he
aquí que se dispara contra mí –como en las querellas de los viejos
partidos– la artillería pesada de la polémica y de la difamación, que se
habla de renuncia, de capitulación, de traición y de otras parecidas y
tristes bufonadas. Ya es hora de que el fascismo italiano escupa todo lo
que piensa, todo lo que quiere. El tratado de pacificación es el reactivo
que debe precipitar la selección... ¿Puede el fascismo prescindir de mí?
Sin duda; pero también yo puedo prescindir del fascismo. Yo puedo
permitirme el lujo de hablar claro, porque habiendo dado mucho, no
pido nada en absoluto, sino empezar de nuevo».52

52
En el mismo artículo («Il Popolo d'Italia», 7 de agosto de 1921), Mussolini niega que quiera ser
«una especie de amo» del fascismo italiano: «Soy un duce, si se quiere. He dejado que se
propagara esta palabra porque, aunque a mí no me guste, por lo menos gusta a los demás».
Anteriormente (el 24 de mayo) había declarado: «Si por ventura mis ideas no obtienen la
aprobación del fascismo, no me preocupo en absoluto. Soy un jefe (capo) que va delante y no un
jefe que sigue. También –e incluso sobre todo– voy a contracorriente, nunca me abandono y
siempre estoy vigilante...»
172
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Este lenguaje no consigue persuadir ni intimidar a la oposición. Por el


contrario, Grandi y sus amigos organizan una reunión de los fascios de Emilia
y de Romaña, que se celebra en Bolonia, el 17 de agosto. La ciudad está llena
de carteles ultrajantes para el «Duce»: El que ha traicionado, traicionará; se
cantan coplas antimussolinianas. Esta adunata regional se convierte en
conferencia de la oposición, ya que intervienen en ella numerosos
representantes de otras provincias. Los fascios de Bolonia, Ferrara, Cremona,
Módena, Piacenza, Rovigo, Forli y Venecia, se declaran «completamente
ajenos al tratado de pacificación». Es todo el valle del Po, es el fascismo
agrario el que proclama su disidencia. Mussolini es tratado de traidor; se
denuncia, sin miramientos, su juego, que llega hasta sacrificar el fascismo, a
pactar con los «marxistas» para satisfacer su ambición. En la discusión
intervienen, entre otros, Italo Balbo, de Ferrara; los diputados Oviglio,
Farinacci, Vicini, Piccinato y Marsich. Este último observa:

«Estamos en un momento crucial del fascismo. Mussolini lo ha visto,


pero me da la impresión de que se ha perdido en él. Hay, en efecto,
dos soluciones: una, nacional, y la otra, parlamentaria. Nosotros somos
partidarios de la nacional, mientras que él lo es de la parlamentaria».

Dino Grandi se pronuncia en favor de la terminación de la revolución fascista,


contra el compromiso parlamentario, por el abandono de los principios,
ya superados, del fascismo de 1919, por un fascismo «de las nuevas
generaciones». Este fascismo tiene su punto de partida en Fiume.

«Yo no he sido legionario, dice, pero he visto en la noche de Ronchi el


primer bautismo del fascismo italiano. Es ahí, en la Constitución de
Quarnaro y, en su sindicalismo nacional donde tenemos que encontrar
los puntos de referencia y las bases de ese Estado que debemos
construir.»

Inmediatamente después de la reunión de Bolonia, Mussolini dimite de la


Comisión ejecutiva de los fascios. Está furioso y deprimido: «La partida ya está
acabada –dice–. Quien haya sido derrotado, tiene que irse. Y yo me voy,
abandono la primera fila. Me quedo y espero seguir como simple militante
del fascio de Milán». Algunos días después, Cesare Rossi, vicesecretario
general de los fascios, sigue su ejemplo. En su carta de dimisión, dice que la
mayoría de las organizaciones fascistas «ha demostrado en sus conferencias
regionales y, lo que es más grave, en su actividad cotidiana, su firme y
absoluta hostilidad respecto a la aplicación del tratado de pacificación». No

173
Angelo Tasca

hacía falta mucho espíritu crítico para prever que la irrupción de los que
llegaron, en último lugar, «llegados, sobre todo, cuando el enemigo se batía
en retirada» y el celo sospechoso de las «viejas camarillas clericales y
agrarias» iban a borrar las características originarias del fascismo. En efecto,
el fascismo,

«por la acción de sus masas locales y por una infinidad de episodios


que constituyen la historia y la crónica del movimiento fascista en
estos últimos tiempos, no domina más que aparentemente, ya que se
ha convertido en un auténtico y exclusivo movimiento de conservación
y de reacción».

No sólo Mussolini ha sido vencido, sino que la oposición no se contenta con


su primer éxito. En septiembre, organiza dos nuevas conferencias, una en
Ferrara y otra en Todi (Umbría). A partir de este momento; varías
federaciones provinciales denuncian él pacto de pacificación, que de hecho
nunca habían aceptado. Los disidentes organizan, incluso, una «marcha
fascista» sobre Rávena, con ocasión de las fiestas del 600 aniversario de la
muerte de Dante. Las columnas llegan de Ferrara, Bolonia, Módena; salidos el
10 de septiembre, al menos unos 3.000, organizados como un ejército,
completamente equipados, después de una marcha de tres días por las
carreteras de Emilia, los fascistas entran cantando sus himnos de muerte en la
«Ciudad del silencio». Durante el camino, para ir entrenándose, han destruido
varios círculos socialistas. En Rávena, se abalanzan sobre todos aquellos que
no se descubren a tiempo al paso de los banderines fascistas. Obreros y
sacerdotes son heridos gravemente, y entre ellos, algunos extranjeros
venidos para las fiestas, como Johann Joergensen, el historiador de san
Francisco. Hay protestas e incidentes. La misma mañana del 12, los fascistas
destruyen y saquean cinco clubs socialistas de la ciudad y de los alrededores,
la Bolsa de Trabajo y la Federación de Cooperativas. A la vuelta, las columnas
destruyen todo lo que no han tenido tiempo de destruir a la ida. Si Dante
hubiera podido levantarse de su tumba, habría repetido el apóstrofe de
Sordello:
Ahi serva Italia, di dolore ostello,
nave saraza nocchiere. in gran tempesta.
e ora in te non stanno sanza guerra
li vivi tuoi, e l’uri l’altro si rode
di quei ch’un muro ed una fossa serra.
(Purg. VI, 76-77; 82-85).

174
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Las mismas costumbres, el valor salvaje y una cierta grandeza disminuida. Lo


que caracteriza esta gran «expedición» es que se trata de una manifestación
de fuerza de la oposición. Sus dirigentes están todos presentes: Grandi de
Bolonia, Balbo de Ferrara, Misuri de Perugia, Caradonna de Apulia. Han
querido demostrar que están totalmente decididos a continuar sus hazañas y
a emplear sus métodos. Mussolini se siente cada vez más aislado; mientras va
alimentando su tristeza, que deja adivinar de vez en cuando, empieza a
preguntarse si no estará sacrificando inútilmente su prestigio y si, después de
haber perdido la primera batalla que había entablado, no perderá también la
otra, en el terreno gubernamental. Ante los sucesos de Rávena, cuyo
significado no se le escapa en absoluto, no dice ni una sola palabra para
lamentarlos. Por el contrario, injuria en «Il Popolo d’Italia» a Nullo Baldini, el
diputado socialista de Rávena que, débil recurso, ha presentado una
interpelación a la Cámara. Es el primer paso de una nueva maniobra mediante
la cual Mussolini, al mismo tiempo que intenta «salvar las apariencias», se
propone ganar de nuevo al grueso del ejército fascista, que se ha rebelado
contra él, pues comprende ahora que el plan político concebido por él y
hecho público en el discurso del 23 de julio no es realizable. Este plan ha
levantado contra él a la mayoría de los fascistas y no ha aportado el apoyo de
ninguna otra fuerza.

Los conservadores están furiosos porque la nueva actitud de Mussolini


conduce a una participación socialista en el poder, que pondría al Estado
como pantalla entre las bandas fascistas y las organizaciones socialistas y
obreras. Ellos que, escribe Mussolini, «hace poco tiempo imploraban la
limosna humillante de un poco de colaboración socialista», ahora que el
peligro ha pasado, encuentran que Mussolini «carece de estilo». En efecto, en
«Il Giornale d’Italia» del 18 de agosto–el día siguiente a la Conferencia de
Bolonia y a la dimisión de Mussolini– el senador Bergamini 53 escribe:

«Tras esta inconstancia de Mussolini, hay posiblemente una ausencia


de convicciones sólidas... En todo caso, esta liquidación precipitada del
fascismo carece de estilo... El Duce se va demasiado pronto,
ruidosamente, con ostentación, mientras que sus tropas victoriosas
continúan aquí y allá una guerrilla implacable contra los restos de un
ejército enemigo, desconcertado».

53
Después de la marcha sobre Roma, Bergamini experimentará personalmente el «estilo»
fascista, puesto que él tampoco escapará a las porras de los camisas negras y tendrá que
abandonar su periódico.
175
Angelo Tasca

Mussolini resiste ante la ironía fácil de estos aprovechados del fascismo y


responde que no tiene que recibir lecciones de nadie, que su estilo es el del
«que no tiene la pretensión de seguir siendo general cuando su ejército le ha
negado la obediencia y la disciplina»...

«Yo he querido firmemente –precisa– un tratado de. pacificación; pero


hay centenares de fascios que no quieren saber nada de ello y lo
declaran explícitamente. No soy yo quién se va, son los demás los que
me obligan a irme, porque es a mí, a mí personalmente, a quien su
voto afecta y descalifica.»

«Il Giornale d’Italia» expone en su respuesta, sus preocupaciones, es decir, las


de los agrarios que lo financian.

«No esperamos con impaciencia el desarrollo de la crisis del fascismo;


sino que hemos reprochado a Mussolini el querer acelerarlo. Para
nosotros, ya lo hemos dicho en varias ocasiones, el fascismo no tiene
más que una función transitoria, pero, precisamente por esto, el
fascismo sólo debe ser liquidado gradualmente, y a medida que se
vaya haciendo innecesario. Hemos hablado de falta de estilo no sólo a
propósito de la dimisión de Mussolini, sino también de la prisa
excesiva que ha demostrado en los últimos tiempos, a partir del inicio
de las negociaciones de paz. Nosotros, que en estos momentos
estamos enzarzados en una polémica con Mussolini, reconocemos que
tiene razón cuando dice que hay que romper el frente único
antifascista, que no hay que enfrentar al fascismo con los órganos del
Estado, y que es urgente reconciliar a la opinión pública con el
fascismo. Pero la crisis de tendencias no debe conducir a la liquidación
del fascismo en el momento en que, en varias localidades, se forman
núcleos de Arditi del Popolo y donde los socialistas a lo Turati hacen
esfuerzos inauditos para llevar a su partido al gobierno, o, en todo
caso, para hacerse con el gobierno. Es posible que en el próximo
Congreso socialista sea derrotada la tendencia colaboracionista, lo cual
será un bien para Italia, porque incluso una punterella (pizca) socialista
en el gobierno provocaría, en este momento, el debilitamiento del
Estado. Existe también el peligro de un bloque de los socialistas con los
reformistas, con los demócratas sociales y, tal vez, con los demócratas
liberales, lo que haría posible la constitución de un gobierno liberal-
radical-socialista. El trabajo efectuado en este sentido será probable-
mente destruido en el Congreso socialista, que confirmará su intransi-

176
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

gencia. Pero no hay que olvidar este síntoma de la actividad de ciertas


fracciones de izquierda para crear una alianza entre la democracia y el
socialismo, lo cual desplazaría el eje del gobierno hacia la extrema
izquierda. La crisis prematura del fascismo es muy nociva, y su
disgregación inmediata lo sería todavía más, porque debilitaría las
fuerzas políticas nacionales y conservadoras, dejando a las fuerzas
ultrademocráticas como árbitros de los destinos del país. Sería, pues,
un error por parte de los fascistas liquidar ahora su fuerza, para dejar
el campo, libre a una situación inevitablemente democrática, en la que
los socialistas serían los verdaderos dominadores».

Por su lado, los nacionalistas, señala «Il Popolo d’Italia», «han caído en una
emboscada política» y su periódico, «Idea Nazionale», que es al mismo tiempo
el órgano de la industria pesada y de los proveedores de material de guerra,
descubre que el fascismo no ha nacido en Milán, en marzo de 1919, sino «en
Bolonia, en diciembre de 1920». Mussolini tiene, pues, contra él a su propio
movimiento, a la gran burguesía industrial y agraria y a los nacionalistas y se
da cuenta de que nunca podrá desarmar a los socialistas, ni siquiera a los de
derecha. Sin embargo, está totalmente decidido a no trabajar para el rey de
Prusia, es decir, a no apostar sobre una política de la cual no sería personal-
mente el árbitro y el beneficiado.

Los socialistas no han visto en la crisis fascista más que el apuro en que se
encuentra Mussolini, y en lugar de aprovecharse de ello políticamente,
contemplan el espectáculo con los ojos cegados por sus resentimientos,
alegrándose de este desquite inesperado y que consideran definitivo. Ya en su
discurso a la Cámara sobre los sucesos de Sarzana (22 de julio), Mussolini se
había lamentado de que los socialistas no hubieran respondido a sus
proposiciones de otra forma que llamándole Maddaleno pentito, una
Magdalena pecadora y arrepentida. Con motivo de su dimisión, «Avanti» le
dedica una maliciosa sonrisa de alegría, que no olvidará fácilmente.

El partido socialista se encuentra más que nunca en un punto muerto, que el


pacto de pacificación no ha hecho más que agravar su impotencia. El 10 de
agosto, la dirección del partido aprueba el pacto de pacificación, y el 12, la
misma dirección vota un orden del día contra toda participación en el
gobierno. Así, con dos días de diferencia, el partido toma dos decisiones que
se anulan recíprocamente, y, lo que es más grave, sin darse cuenta de su
contradicción. ¿Qué significado tiene el pacto, puesto que ha sido firmado y
aprobado? ¿Se trata de dos ejércitos en lucha, estableciendo una especie de

177
Angelo Tasca

tregua provisional? En todo caso, desde el punto de vista militar, no hay más
que un ejército sobre el terreno, el de las escuadras fascistas. El movimiento
de los Arditi del Popolo apenas empieza a organizarse, y, por otra parte, según
el artículo 5 del pacto, el partido socialista ha declarado «ser ajeno» a esta
organización.

Es evidente que el acuerdo sólo puede ser mantenido en nombre de alguna


cosa que esté por encima de las posiciones iniciales de ambos adversarios:
una cierta noción del interés general del país, comprometido por la guerra
civil; el reconocimiento de un cierto valor positivo y autónomo de las libertades
democráticas, que la clase obrera tiene gran interés en salvaguardar. Los
fascistas de la base se rebelan por todas partes y fritan junto con sus
inspiradores de la gran burguesía agraria e industrial: la legalidad nos mata.
La defensa de los resultados obtenidos por el movimiento obrero sólo es
posible, en la situación concreta en que se encuentra Italia, si el Estado
mantiene su neutralidad y si, en algunas regiones, interviene para restablecer
las funciones esenciales de la vida pública que la ofensiva fascista ha
suprimido. Pero el Estado carece de todo poder si el país no está detrás suyo;
hacer entrar en razón a las bandas fascistas sólo es posible si también los
trabajadores aceptan el imperativo de este «interés general» al que el Estado
debería someter, por todos los medios, las hordas desencadenadas de
escuadristas.

Pero el partido socialista discute con Moscú, con la III Internacional, a la que
todavía está adherido, según la decisión tomada en su último congreso. 54 En

54
En el Congreso de Livorno del P.S.I. (enero de 1921), a pesar de la condena explícita
pronunciada contra los socialistas por el representante de Moscú (un búlgaro, Kabachev), se
había votado por unanimidad una moción de Bentivoglio que reafirmaba «plenamente» la
adhesión a la Tercera Internacional, dejaba eh manos del próximo Congreso de ésta el decidir
sobre la controversia y se comprometía «desde ahora a aceptar sus conclusiones». Turati no
aprobaba esta moción, pero Modigliani, por razones de oportunidad, le disuadió de que
manifestara su desacuerdo. Esta unanimidad había sido posible gracias a una moción ambigua
votada por los «concentracionistas» en Reggio Emilia. Después del Tercer Congreso de la
Internacional (Moscú, junio-julio de 1921), que había exigido «la expulsión de aquellos que han
participado en la Conferencia de Reggio Emilia y de los que los defienden», la dirección del
partido confirmó (12 de agosto), de una forma general, su adhesión a la Internacional, haciendo,
sin embargo, la concesión de declarar «incompatible la presencia de aquellos que formulan
principios de colaboración o de participación». Pero poco a poco la polémica se fue haciendo más
enconada. La ruptura se consagró en el Congreso de Milán, en el que los delegados de Moscú
declararon que «el P.S.I. se había situado —deliberada y definitivamente— fuera de la
Internacional comunista». Sin embargo, la dirección maximalista del partido no se resignó nunca
oficialmente a este «hecho consumado». La evolución de la C.G.L. fue más rápida y más clara. La
escisión que tuvo lugar algunos días antes en el P.S.I. permitía a los dirigentes de la
Confederación iniciar en el Congreso de Livorno, tras la tapadera del pacto de alianza con el
partido, un movimiento de separación. De hecho, la decisión de renovar «la adhesión
178
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Moscú, sólo se tiene una idea muy aproximada de lo que ocurre en Italia, y
además, después del fracaso de la marcha sobre Varsovia y el alejamiento de
toda perspectiva próxima de revolución a escala mundial, Italia no es, a los
ojos de los rusos, más que un peón de mediocre importancia en el tablero
europeo. En el partido socialista se quiere mantener la investidura oficial de
Moscú, porque ésta permite defenderse en la encarnizada competencia de
los comunistas. Pero, de esta manera, el partido se convierte en el prisionero
de las posturas comunistas; se lucha con los comunistas a golpe de fórmulas,
pero estas fórmulas, empleadas en la lucha de tendencias, vuelven a
encontrarse y pesan en el terreno de la política general, donde lo que está en
juego es la suerte de la clase obrera y del pueblo italiano. De vez en cuando,
el manganello (garrote) fascista hace caer la venda de los ojos, pero ésta
vuelve a ser colocada en su sitio en seguida, precipitadamente, cuando hay
que pasar de la vista de los hechos a las conclusiones políticas y tácticas. Se
oscila así entre la jactancia y la apatía, entre la intransigencia «simbólica» y la
resignación ante lo «inevitable». Hay momentos en que podría creerse que la
sangre derramada y las llamas de los incendios van a modelar una nueva
conciencia política, pero cada vez se retrocede ante el consentimiento
necesario, ante la decisión a tomar, se tiene más miedo de no parecer
«revolucionario» que de dejar al fascismo que vaya ocupando poco a poco
Italia entera.

Los comunistas, que no han firmado el pacto, gritan: «No hay reconciliación
posible; entre nosotros y el fascismo hay entablada una lucha a muerte:
fascismo o comunismo». En la práctica, luchan contra los fascistas ni más ni
menos que los demás, pero su postura constituye una ayuda considerable
para el fascismo. Para ellos, todo es fascismo: el Estado, la burguesía, la
democracia y los socialistas. Por lo tanto hay que luchar en todos los frentes:
contra los socialistas, contra la democracia, contra la burguesía, contra el
Estado, contra los fascistas. Meterlo todo en el mismo saco, eso
«simplificaría» la lucha. No será necesario medir ni dirigir los golpes. En
realidad, los comunistas no sostienen una lucha en serio y a fondo más que
contra los socialistas; es en ella donde recogen sus laureles, en un juego

incondicional (sic) al intento hecho por los sindicatos rojos de crear la Internacional», pero
subordinándola a la misión de «conservar a cualquier precio, los lazos entre la C.G.L. y el P.S.I.»,
implicaba una ruptura en el terreno sindical, de la misma forma que el partido había roto en el
terreno político. El Consejo nacional de Verona, que se celebró a principios de noviembre de
1921, después de haber manifestado una adhesión totalmente platónica a los «principios de la
Internacional roja», decidió que la C.G.L. permaneciera en el seno de la organización sindical
internacional de Amsterdam, de tendencia social-demócrata. (Cf. Alberto Malatesta, La crisi
socialista, Milán, Sonzogno, 1923).
179
Angelo Tasca

prudente de competencia y afán de emulación. El partido comunista se opone


incluso a la participación de sus miembros en los Arditi del Popolo, a los que
denuncia como una «maniobra de la burguesía». En un comunicado del 7 de
agosto, el ejecutivo de este partido declara:

«Los Arditi del Popolo se proponen, según parece, expresar la reacción


proletaria contra los excesos del fascismo, para restablecer “el orden y
la normalidad de la vida social”. La finalidad de los comunistas es muy
distinta; ellos quieren conducir la lucha proletaria hasta la victoria
revolucionaria; se sitúan en el punto de vista de la antítesis implacable
entre la dictadura de la reacción burguesa y la dictadura de la
revolución proletaria».

Es el partido comunista quien debe organizar él solo, sin los socialistas y


contra ellos, las formaciones armadas que deben combatir a todo el mundo y
además hacer la revolución. En realidad, todo esto no es más que demagogia
sectaria e impotente; algunos comunistas lucharán en algunos lugares,
dispararán algunos tiros en algunas localidades, participarán, a pesar del veto
del partido, en grupos de Arditi del Popolo, pero el Partido Comunista, como
tal, quedará prácticamente ausente de la lucha y, con su táctica, facilitará
sensiblemente la victoria del fascismo.

Podría encontrarse una salida: comprometer, en la lucha contra el fascismo,


al Estado con sus enormes recursos, pero ésta salida está cerrada, porque el
partido socialista no permite al grupo parlamentario ni el apoyo, ni la
participación. Este partido que había rechazado la Constituyente, porque
quería «los Soviets en todas partes», no puede exigir nada en el terreno
político de este Estado al que se propone «destruir» pura y simplemente. Los
socialistas no pueden pedir a este Estado que les libere de sus más peligrosos
adversarios, a fin de que después puedan llevar a cabo, a su manera, la
«marcha sobre Roma». De esta forma, el pacto de pacificación queda a
merced de los mil incidentes que siguen enfrentando en todas las regiones de
Italia a los trabajadores con los fascistas decididos a no ceder las posiciones
conquistadas y a no renunciar a los métodos que les han permitido estas
conquistas. No hay un «brazo secular» para hacer respetar los principios que
el pacto ha establecido. No hay nada que intervenga para agrandar la brecha
que se ha abierto en el fascismo, para hacer irreparable la oposición entre las
dos tendencias, para «comprometer» a Mussolini y a sus amigos en la nueva
vía, de forma que no puedan ya salirse de ella. En consecuencia, la crisis
fascista, abandonada a sí misma, puede reabsorberse sin grandes dificultades.

180
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

El problema para Mussolini es el siguiente: Cómo poder controlar de nuevo el


movimiento fascista y hacer de él un instrumento más manejable para su
política personal, aquella que le dictarán las circunstancias y la preocupación
por sus intereses. En febrero, en el momento del discurso de Trieste, se
declara hostil a la transformación del fascismo en partido político, y sigue
siéndolo todavía a finales de mayo. La rebelión de las escuadras de combate,
el papel dominante que éstas han jugado en la oposición a sus directrices, le
persuaden, sin embargo, de que es necesario transformar el movimiento
fascista en partido, para poder imponerle una disciplina. Él, que tiene horror,
a los programas, esos «dogmas y prejuicios ya superados o que pueden serlo
por la corriente ininterrumpida de los hechos», se une, ahora, a la idea de un
programa, puesto que el partido lo necesita. El 23 de agosto, seis días
después del pronunciamiento55 de Bolonia, un colaborador de «Il Popolo
d’Italia» publica un artículo para sostener que «el fascismo debe decidirse a
convertirse en un partido o a morir». Mussolini aprovecha la situación para
anunciar su conversión:

«En otra parte del periódico, un escritor fascista aborda un problema


fundamental, que se resume en esta pregunta: ¿debe convertirse el
fascismo en partido? Después de largas reflexiones y de un atento
examen de la situación política, he llegado a una respuesta afirmativa.
Los orígenes y la evolución de la crisis fascista imponen esta elección: o
bien se constituye un partido, o bien se crea un ejército. En mi opinión,
la solución es la siguiente es necesario constituir un partido, tan
sólidamente encuadrado y disciplinado, que pueda, si fuera necesario,
transformarse en un ejército capaz de actuar en el terreno de la
violencia, ya sea para atacar, ya para defenderse. Hay que darle alma
al partido, es decir, un programa. Los postulados teóricos y prácticos
deben ser revisados y ampliados, y algunos de ellos abolidos. Hay que
consagrar las semanas que quedan hasta la concentración nacional de
Roma a la elaboración de las líneas programáticas del partido fascista
italiano».

Obsérvese la prudencia de su lenguaje. Mussolini no propone, en absoluto,


suprimir las escuadras de combate; lo único que desea es que el escuadrismo
no pueda impedir al partido jugar su papel político. La experiencia de la crisis
ministerial de junio y del pacto de pacificación le ha demostrado que el
fascismo corre el riesgo de no poder utilizar por más tiempo los recursos de la

55
En castellano en el original.
181
Angelo Tasca

acción legal y política y de versé reducido a las hazañas de una guerra civil, en
la que acabaría por movilizar en contra suya a la mayoría del país y
enfrentarse a la acción represiva del Estado. Mussolini quiere poder jugar con
dos barajas, evitar que la intolerancia y la impaciencia de los escuadristas le
arranquen las armas legales, de las cuales cree que el fascismo aún tiene
necesidad. A principios de septiembre, piensa en un partido fascista DEL TRABAJO.
Es la transición entre el proyecto ya caduco de un «partido laborista» y la
nueva fórmula. «La palabra trabajo es indispensable», afirma, en el nombre
del nuevo partido. Dos semanas después, propone simplemente: Partido
fascista. El nuevo partido no estará basado en una coalición de sindicatos,
como proyectaba a principios de julio, sino en una integración de los fascios y
de sus escuadras de combate, por fin sometidas a una disciplina política. En
lugar de realizar «la unidad del proletariado», él creará sus propios sindicatos;
es la tesis de los disidentes de Bolonia la que triunfa, y Mussolini la acepta
tácitamente. Sin duda, él es dimisionario desde su carta del 17 de agosto,
pero no ha renunciado en absoluto a la lucha. Si bien ha abandonado el plan
político del 23 de julio, queda aún la lucha por la hegemonía dentro del
movimiento fascista. Después de haberse desembarazado de su «laborismo»,
que ha arrojado, como si fuera lastre, por la borda, puede maniobrar ahora
más libremente a la vista del próximo congreso nacional. Empieza por solicitar
–sin obtenerlo, por otra parte– que esté congreso se celebre en Milán, donde
el ambiente le es favorable, y no en Roma. Al mismo tiempo, se preocupa por
la actitud del gobierno Bonomi, que parece decidido, a oponerse a la
«ilegalidad» fascista. En Módena, la guardia real ha disparado contra los
manifestantes fascistas, que han dejado varios muertos sobre el terreno.
Emoción y escándalo. Se han impuesto restricciones a portar armas y a la
circulación de camiones, cosa que puede llegar a estorbar las incursiones de
los «camisas negras». Las autoridades locales no aplican apenas las órdenes
ministeriales, o bien las utilizan sobre todo para perseguir a los débiles
núcleos de Arditi del Popolo. Sin embargo, aquí y allá, las escuadras fascistas
se enfrentan con algunas dificultades. Los fascios exigen que el grupo
parlamentario fascista pase a la oposición abierta contra el gobierno Bonomi,
pero Mussolini se opone «a una violenta acción antigubernamental»; antes
que nada, afirma el 7 de septiembre, hay que resolver la crisis fascista,
constituir el partido. Una ofensiva correría el riesgo de precipitar la situación
con la constitución de un bloque y, en consecuencia, de un gobierno
antifascista, y tal vez restablecería a Nitti en el poder; Bonomi es todavía el
mal menor.

182
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Los fascios, que se han desarrollado gracias a las facilidades de todo tipo
encontradas en las autoridades públicas, no pueden soportar esta nueva
atmósfera de control y de restricciones. El directorio del fascio de Florencia
publica, el 30 de septiembre, el siguiente cartel:

«Muy pocos ciudadanos han sentido el deber de poner la bandera a


media asta después de los trágicos acontecimientos de Módena y
ningún comerciante ha cerrado su almacén, ni siquiera durante media
hora. Ante la hostilidad evidente o encubierta de la población y, sobre
todo, de la burguesía rica y egoísta, que aplaudió la acción fascista
mientras esta acción coincidía con sus intereses materiales, los
fascistas declaran formalmente que a partir de hoy se retiran de la
lucha. Permaneceremos en guardia.»

En cuanto la población se da cuenta de que los fascistas ya no están


respaldados por el Estado, hace el vacío a su alrededor y no obedece ya a sus
intimidaciones. También el fascio de Venecia «se desinteresa de la lucha» y
dejará de ahora en adelante «que la burguesía se ocupe de su propia
defensa». Mussolini reacciona contra esta ola de pánico.

«Esta curiosa y paradójica epidemia –escribe el 8 de octubre–, reina


entre los fascios que, en el mes de agosto, se han levantado para
rechazar el pacto de Roma. Después del fascio de Florencia, he aquí a
los de Ferrara, Padua, Venecia, todos ellos fascios exterminadores, que
se retiran “a la vida privada”. La extrema gravedad de una decisión
semejante proviene de la impresión que tienen de haber defendido
hasta este momento a la burguesía que menos lo merecía».
Y puesto que el orden del día proclama «su oposición irreductible» al
gobierno Bonomi, Mussolini responde a este respecto:
«¿Qué significa esto? Si mañana la cuestión se planteara en los
términos de Bonomi o Nitti, ¿se puede saber de qué lado la intransi-
gencia del directorio de Venecia haría inclinar la balanza?»
El Congreso del partido se acerca y Mussolini presenta en «Il Popolo d’Italia»
las nuevas «líneas programáticas» del partido. Con ellas queda definitivamente
liquidado el programa de 1919, al ceder el «socialismo» de los primeros
tiempos definitivamente el lugar a un nacionalismo «integral». En la base de
todo, está la «Sociedad nacional», ya que «la ley de la vida en el mundo no es
la unificación de las distintas sociedades, sino su competencia fecunda y, si es
posible, pacífica». El Estado debe renunciar a todo monopolio en el orden
183
Angelo Tasca

económico; su tarea específica es «consagrar la suma de sus actividades al


refuerzo, al desarrollo y a la expansión de la nación italiana que, de esta
forma, podrá alcanzar sus grandes objetivos históricos y sociales». Se hace un
llamamiento a la energía y a la iniciativa individuales, que constituyen
«el factor más poderoso de la producción» y renuncia absoluta «a las
estatalizaciones, a las nacionalizaciones, a las municipalizaciones». Se propone
la abolición de todas las medidas fiscales «demagógicas» y exoneración de
todo impuesto sobre «la parte de los beneficios que ha sido transformada en
capital técnico o instrumental». En política interior, «restauración de la
autoridad del Estado nacional», agnosticismo en cuanto a régimen, creación,
al lado del Parlamento, de Consejos nacionales técnicos, dotados de poderes
legislativos. Prohibición de las huelgas en los servicios públicos. En materia
sindical, el fascismo favorecerá las minorías proletarias que están situándose
en el terreno nacional. En materia religiosa: «Plena libertad a la Iglesia
católica en el ejercicio de su ministerio espiritual; solución del conflicto con la
Santa Sede». Los apartados consagrados a la política exterior empiezan con la
afirmación, ya repetida en muchas ocasiones, de que «el fascismo no cree en
la vitalidad y en los principios que inspiran la llamada Sociedad de Naciones»
y reasumen todos los puntos recordados o expuestos en el discurso de
febrero, en Trieste. Respecto al ejército, el programa de 1919 había hecho
concesiones al espíritu pacífico y democrático de los ex combatientes,
exigiendo la «sustitución del ejército permanente por una milicia nacional con
cortos períodos de ejercicio y de carácter puramente defensivo». El nuevo
programa exige, por el contrario, «una organización militar que se ajuste a las
necesidades actuales y eventuales de una nación en desarrollo continuo como
Italia». La distancia entre estas dos fórmulas y su clara oposición muestran el
camino recorrido por la ideología fascista desde 1919. A aquellos que
reprochan al programa una falta de originalidad, Mussolini les responde,
algunos días después, el 14 de octubre, resumiéndolo en algunas fórmulas
rotundas:
«Estamos irreparablemente separados de todas las sectas socialistas,
porque rechazamos todo internacionalismo, sea el que sea; toda
intervención del Estado en la vida económica, sea la que sea... Estamos
separados de las diferentes escuelas de la democracia y del liberalismo
por nuestra convicción sobre la necesidad de un Estado fortísimo
(fortissimo) y, en consecuencia, reducido a sus funciones primitivas
político-morales y por nuestra exigencia de una política exterior
expansionista, valiente, italiana».

184
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Mussolini propone, al mismo tiempo, un esquema de estatuto que fija el


papel y las relaciones de los órganos dirigentes del partido (Congreso
nacional, Comité central, Comisión ejecutiva, Consejo nacional, Secretariado
político), de las federaciones y de las secciones. Este estatuto, publicado en
vísperas del Congreso de Roma, somete las «escuadras de acción» al control
de los dirigentes políticos de los fascios; estas escuadras «dependen
políticamente y disciplinariamente del directorio de cada sección».

Toda tendencia a la autonomía debe ser reprimida. El elemento «político»


debe dominar sobre el elemento «militar».

En el momento del Congreso de Roma (7-10 de noviembre), los fascistas que,


en 1920, no tenían más que un centenar de fascios con 30.000 afiliados,
cuentan ahora con 2.200 fascios y 320.000 afiliados. Éstos pertenecen, sobre
todo, a la burguesía agraria y a las clases medias.

Un censo hecho entonces por el secretariado del partido, que afecta a


151.644 afiliados, saca a la luz la composición social del movimiento: 18.084
propietarios agrícolas, 13.878 comerciantes, 4.269 industriales, 9.981
miembros de profesiones liberales, 7.209 empleados del Estado, 14.988
empleados privados, 1.680 maestros, 19.782 estudiantes. Estos 90.000
miembros constituyen la parte militante de los fascios, los proveedores de
fondos, los jefes y los cuadros activos de las expediciones de castigo. Con
ellos, hay 36.847 trabajadores agrícolas, en su mayoría miembros de las
«ligas» socialistas pasados a los fascios bajo la presión de la ofensiva
escuadrista y 23.418 trabajadores industriales reclutados, sobre todo, en las
administraciones públicas, entre los parados de los puertos y en las regiones
que los fascios han ocupado militarmente. Después de esta ocupación, los
fascios han heredado también 138 cooperativas y 614 sindicatos obreros, con
640.000 afiliados, de los cuales dos tercios son de Emilia, Toscana y la región
de Venecia.

La masa obrera, tanto en las ciudades como en el campo, está paralizada, y en


ciertas regiones dominada, pero permanece fiel a las organizaciones
socialistas o católicas. La verdadera, la única fuerza real del movimiento
fascista es, por el momento, la que proviene de sus escuadras de acción.
Incluso el Congreso de Roma triunfa sólo porque toma el carácter de una
parada militar, de una adunata. Mussolini lo ve muy claramente. En la víspera
del Congreso, se entrevista en Roma con los dirigentes de la oposición y
concluye con ellos un compromiso. La oposición, que se sabe mayoritaria,

185
Angelo Tasca

renuncia a acusar a Mussolini y al Comité central del partido, a condición de


que no se bable más del pacto de pacificación. Mussolini acepta, porque
quiere evitar, a cualquier precio, que se proceda a una votación, en la que
él sería seguramente derrotado. La perspectiva de ser desautorizado
públicamente, en pleno Congreso, le exaspera y le predispone a todas las
concesiones. Grandi explica delante del Congreso la actitud de la oposición.
Queremos evitar la escisión, declara, a condición «de que no se hable nunca
más del pacto de pacificación, ni aquí ni en ninguna parte». Mussolini, que ha
visto comprometida su popularidad, sube a la tribuna y declara, a su vez, que
«sin duda, el tratado pertenece al pasado, no es más que un episodio
retrospectivo». Grandi y Mussolini se abrazan, y el Congreso, en el que hasta
este momento, partidarios y adversarios del pacto se habían puesto en
evidencia, reservando sus aplausos a uno u otro de los dos jefes, les saluda
con una única ovación y rompe a cantar, a gritar Giovinezza.

La discusión sobre el informe moral había enfrentado, el primer día, a las dos
corrientes. Un representante de Turín había subido a la tribuna para deplorar
«que el fascismo marche codo a codo con los agrarios y con los esbirros de los
trabajadores»; mientras que un escuadrista había declarado: «No tendríamos
que firmar ninguna tregua, porque somos soldados». La «reconciliación»
entre los dos líderes, el segundo día, corta esta polémica. Pronuncian, uno
después de otro, un discurso sobre la cuestión del programa. Mussolini
expone de nuevo los puntos que ha publicado ya en «Il Popolo d’Italia»,
insistiendo una vez más en la oposición a todo estatalismo o colectivismo en
la economía: «En materia económica, somos liberales en el sentido clásico de
la palabra», y después de haber criticado la Constitución dannunziana del
Quarnaro, añade: «Nosotros, liberales en economía, no lo seremos en
absoluto en política». Afirma, también, la necesidad de un viraje a la derecha,
ligado a una política imperialista. Hace un elogio de Crispí, quien:
«en un momento en que Italia parecía dominada por la política
interior, tuvo la valentía de llevar a Italia al Mediterráneo, a África,
porque comprendía que no podía haber grandeza nacional si la nación,
en sí misma, no estaba dirigida por una idea de imperio».
Es necesario que un pueblo sienta este aguijón, sin el cual está condenado a
la decadencia y a la muerte.
Grandi pronuncia un discurso mucho más rico en ideas y en puntos de vista,
que es una crítica despiadada de las recientes actitudes de Mussolini, al que,
sin embargo, evita nombrar. Hay una oposición, dice, entre el fascismo
parlamentario y el fascismo nacional.
186
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

«Después de las elecciones, el fascismo, que era un movimiento


romántico, se ha convertido en un movimiento político y se ha
encerrado en el marco parlamentario antes de tener una fisonomía
suficientemente precisa. Debido a ello, hasta el momento, ha
procedido a tientas y no ha sabido encontrar su camino».
Hay que renovar a fondo las instituciones y empezar por renovar la ideología
del fascismo. En la herencia de Fiume, en la Constitución del Quarnaro se
encuentran todos los gérmenes de esta doble renovación, cuyo significado
«puede resumirse con las tres palabras siguientes: libertad, nación,
sindicalismo. En vez de ir a remolque de los conservadores, del
Vaticano, o del reformismo socialista, el fascismo debe convertirse en
el animador de una nueva democracia nacional, de una democracia
sindical, que permitirá que las masas se adhieran al Estado nacional.»

«El Estado debe disolverse en una poderosa y gran asociación de


sindicatos, porque nosotros concebimos la democracia, no como un
medio, sino como un fin en sí misma.»

Grandi replica en este punto a Mussolini que, en su discurso, había dicho que
«la democracia puede ser un medio, pero nunca un fin». El fascismo
–concluye Grandi– está elaborando en sí mismo, lentamente, los gérmenes
del Estado futuro. «Nuestro Congreso no es más que el prefacio de un gran
libro que será escrito por la nueva generación.»

La masa de participantes en el Congreso asiste a los debates como un


espectáculo, sin captar el sentido profundó, saludando con ovaciones
interminables los dos discursos. De esta manera, es fácil para los dirigentes
concluir en seguida la discusión y hacer votar el orden del día, confiando al
Consejo nacional la tarea de dar una forma definitiva al programa del partido,
integrando el programa de Mussolini y el de Grandi. 56
56
Este orden del día, presentado por Michele Bianchi y votado en la sesión del 9 por una gran
mayoría, aceptaba «como postulados fundamentales del fascismo aquellos que Mussolini había
desarrollado en su discurso y que habían sido completados en los discursos de los ponentes». Pedía
«al Consejo nacional que se reuniera antes de finales de año para dar su forma definitiva al
programa y al estatuto del Partido nacional fascista». La reseña de «Il Corriere della Sera» (10 de
noviembre), precisa que el orden del día presentado por Bianchi «es aprobado a “mano alzada” por
una mayoría de tres cuartas partes de los presentes. Son sobre todo los fascistas de Emilia, de
Romaña y de Venecia los que no alzan la mano». Buena parte de la oposición era hostil a la
transformación de los fascios en partido, puesto que veía en ello una amenaza para las iniciativas
locales y para el propio escuadrismo. El voto del Congreso representaba, pues, sobre este punto,
una victoria de Mussolini. Las consecuencias de esta victoria ejercerán una gran influencia sobre el
desarrollo de la situación política en 1922. La importancia de este hecho escapa por completo a los
Comunistas. Estos prevén «la transformación del fascismo en un partido parlamentario cualquiera»;
187
Angelo Tasca

Esta tarea podría parecer realmente ardua, dada la oposición formal de los
dos programas. Pero la solución adoptada permitía ganar tiempo y
salvaguardar la unidad del partido. Por otra parte, las masas fascistas no se
interesaban en absoluto por las cuestiones ideológicas: querían, sobre todo,
seguir atacando a los socialistas, y les era suficiente saber que Mussolini y
Grandi se habían puesto de acuerdo, para olvidar el pacto de pacificación.
Además, el conflicto programático estaba falseado por una especie de
inestabilidad continua que impedía conducirle a posiciones precisas y
coherentes. Mussolini, que es «conservador», ha pensado durante algunas
semanas en la colaboración con los socialistas; a quienes los conservadores
esperaban ver liquidados de una vez para siempre, gracias al manganello
fascista. Grandi, que habla del nuevo Risorgimento, que querría otorgar su
confianza a las masas y transponer, a escala italiana, la República del
Quarnaro, se apoya en los fascistas del valle del Po, inspirados y dirigidos por
los agrarios, la casta más sórdida y más hostil a los trabajadores. Mussolini no
disimula su desconfianza respecto a los sindicatos fascistas, sobre todo si se
pretende construir sobre ellos un «Estado sindical»; pero Grandi, que quiere
ser revolucionario y sindicalista, es el líder del fascismo de las «expediciones
de castigo», que están extirpando el sindicalismo hasta las raíces en un tercio
de Italia. Mussolini, que quiere la colaboración con la C.G.L., se enfrenta a
D’Annunzio, que pretende una «reconciliación nacional» en la que la C.G.L.
jugaría un gran papel; Grandi, que se proclama discípulo de D’Annunzio,
quiere destruir la C.G.L. hasta sus fundamentos. Mussolini, que quiere vina
dictadura personal, ha hablado, hasta la víspera del Congreso, de pacificación
y de colaboración; Grandi, que habla de democracia y de sindicalismo, quiere
que la ofensiva de los camisas negras sea llevada hasta el aniquilamiento del
adversario. Tanto en un lado como en otro, no hay ninguna correspondencia
entre las fórmulas y los hechos, entre los «principios» y las fuerzas que
deberían realizarlos, y este enmarañamiento de equívocos acaba facilitando
la fusión de las dos tendencias. La ideología reaccionaria de Mussolini tiene
fatalmente que unirse con las tropas reaccionarias de Grandi y, a partir de
este momento, la unidad queda constituida. Sobre todo porque Mussolini
está decidido a todo para lograr que los escuadristas vuelvan a él; ha dejado
correr el pacto de pacificación, firma el primero un telegrama de homenaje
enviado por el Congreso a D’Annunzio, hace demagogia nacionalista. Él, que
algunos meses antes defendía él Tratado de Rapallo, interrumpe el discurso
las organizaciones de combate no podrán impedirlo y, tascando el freno, «no tendrán más que
esperar, para salirse del ocio de la perezosa política parlamentaria, la señal, que no se hará esperar,
del asalto del pueblo contra el edificio ruinoso de la democracia burguesa» («Rassegna comunista»,
n.° 12, 15 de octubre de 1921).
188
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

de un delegado que se lamentaba de que Italia no hubiera dispuesto más que


de fuerzas armadas muy débiles en la frontera yugoslava, gritando: «Nosotros
estamos aquí. Se efectuará una expedición de castigo contra Liubliana».
Calurosos aplausos, registra en este momento el acta del Congreso.

Otro episodio, que tuvo una gran importancia en la posterior evolución del
fascismo, precipita el acercamiento de las dos corrientes. Las bandas de
Toscana y Emilia han llegado a Roma, equipadas como para una «expedición
de castigo». En las calles de la capital, los escuadristas se abalanzan sobre
todos los que llevan una corbata roja, o que no se descubren a su paso, como
si estuvieran en «su» Florencia o en «su» Bolonia. En la estación, matan a un
ferroviario. Hay una huelga general de protesta. El gobierno está preocupado.
Que los fascistas impongan su voluntad en las demás ciudades, no es muy
grave; pero, en Roma, están las embajadas, el Vaticano, las peregrinaciones...
Los incidentes se multiplican, los fascistas se sienten rodeados de una
atmósfera de odio y desprecio, y se vengan de ello dejando en el interior del
Augusteo, la gran sala donde se ha celebrado el Congreso, montones de
escombros y basuras.57 Mussolini habla, en plena Cámara, de una «incom-
prensión entre el pueblo de Roma y los fascistas»; Grandi, de olvido y de
«ingratitud». Sin embargo, la lección ha servido tanto para el uno como para
el otro. Mussolini ha «descubierto» que el único fascismo que cuenta es el de
las escuadras de combate, cuya confianza le es necesario recobrar, si quiere
disponer de una fuerza real en su juego. Grandi ha comprendido que el valle
del Po no es toda Italia y que, incluso allí donde parecía haber triunfado, el
fascismo no puede mantenerse si ei Estado no se presta a ello. Poco después,
escribe a este propósito:
«La toma de posesión violenta y dictatorial de los poderes del Estado
nos parecía, en determinados momentos, que era una necesidad
urgente e imperiosa. Necesidad tanto más evidente cuanto que una
revolución semejante parecía posible y fácil… Las jornadas de Roma
han destruido esta ilusión. En Roma, en noviembre, tuvimos todos la
sensación precisa de que un intento de violencia, con barricadas en la
calle, no habría conducido a ninguna parte, porque la conciencia del
57
En una circular del 17 de noviembre. Dino Perrone Compagni habla así de los incidentes de
Roma: «La iniciativa que en Roma han tomado algunas escuadras, de obligar a la gente a quitarse
el sombrero sin tener en cuenta la estación, ni la duración del desfile, ha creado serios obstáculos
al Partido nacional fascista, a causa de la categoría de las personas afectadas y de la reacción muy
legítima de la población, que no tiene la intención de descubrirse ante unos banderines que
llevan la inscripción Me ne fregó (“Me importa un comino”). Yo mismo he podido advertir cómo
ciertos escuadristas no obedecen ninguna orden y quieren hacer del fascismo un simple
instrumento de violencia».
189
Angelo Tasca

Estado nuevo no estaba ni está todavía madura en el corazón de las


masas».
La «expedición de castigo» no es suficiente, es necesaria la acción política,
«un trabajo lento, cotidiano y asiduo». ¿Quién, entre los dirigentes de la
oposición, podría encargarse de ello? Todos son hombres jóvenes, sin
experiencia, que se encuentran situados bruscamente frente a una realidad
que no han visto hasta ahora. Mussolini es el único hombre que domina la
situación, el que desde hace varios meses viene denunciando el peligro de
una ruptura entre el país y el fascismo, ruptura que en Roma se ha revelado
inesperadamente a los «exterminadores» de la oposición. Se reconoce que su
«oportunismo» estaba dictado por la situación, que sólo él puede dirigir la
acción política del fascismo, que sin él fracasaría rotundamente. De esta
manera, poco tiempo después de haber sido puesto en minoría en el
Congreso, aparece como el único jefe posible del fascismo, el único, el
«Duce». El movimiento de rebelión que se había iniciado contra él, y frente al
cual había abandonado sus posiciones iniciales, que se habían vuelto
insostenibles, se calma, y el fascismo vuelve de Mussolini a Mussolini. Este
regreso se hace a pesar de ciertos incidentes que se produjeron el último día
del Congreso. Los delegados de la oposición proponen Roma, en lugar de
Milán, como sede central del partido, para reducir la influencia personal de
Mussolini. Se efectúa una votación y la proposición es adoptada por una gran
mayoría. Los que estaban en la oposición acogen el resultado con aplausos,
que hieren a Mussolini. Se lee la lista de la Comisión ejecutiva de los fascios;
el primer nombre es el de Mussolini, el segundo el de Grandi. En este
momento, Mussolini se levanta y dice que él no acepta. A la Asamblea, que le
aclama para forzarle a hacerlo, le responde: «Es inútil insistir. Esto significa
que vosotros no me conocéis. No acepto». Pero sus amigos, por el contrario,
le conocen bien, porque Mussolini, sin hacer una declaración formal de
aceptación, participa en la primera reunión del nuevo Comité ejecutivo. Por
otra parte, se da perfecta cuenta de que la situación se vuelve favorable a él y
si todavía hace un poco de comedia, es simplemente porque es necesario un
cierto tiempo para digerir la afrenta sufrida en Roma. Si pudiera, le gustaría
llevar a cabo una pequeña represalia contra los fascistas: dejar que se las
arreglaran solos, esperar en Milán, en «Il Popolo d’Italia», a que vinieran un
día a suplicarle que tomara de nuevo la dirección del movimiento. «Hay que
hacer –llega a escribir en un momento dado– la experiencia de un fascismo
despersonalizado».58
58
Tal era, por lo menos, la intención que él había manifestado en vísperas del Congreso: «Tendrá
lugar una “despersonalización” del fascismo, de la que me alegraré particularmente. Algunos la
190
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Pero la situación política no le permite esta satisfacción. Los grupos


parlamentarios «democráticos», que van desde Giolitti a Nitti, han empezado
las negociaciones para llegar a una fusión entre ellos y para formar un grupo
parlamentario único.59 Esta fusión se realiza a finales de noviembre, y de 150
a 160 diputados se adhieren a la nueva formación. Los fascistas, después de
haberse desembarazado del pacto de pacificación, que no les ha estorbado
demasiado, reemprenden sus hazañas: asesinato del diputado socialista Di
Vagno, en Apulia; asesinato del presidente de la diputación provincial de
Cremona, el socialista Boldoni, muerto a palos en la carretera. Los fascistas
hacen de él este elogio fúnebre: «No es culpa nuestra que su cráneo fuera tan
poco resistente». Tiene también lugar un nuevo asalto contra «II Lavoratore»
de Trieste y la muerte de un tipógrafo, que provoca una huelga general de
protesta, decretada por la Federación de Trabajadores del libro, en toda Italia.

El gobierno envía nuevas circulares sobre el «desarme de los ciudadanos» y


ordena que se lleven a cabo pesquisas para buscar y requisar las armas. Estas
disposiciones resultan ineficaces, porque el gobierno se queda a medio
camino, dejando a las autoridades locales la iniciativa de la disolución de las
ligas armadas. Esta disolución «debe consistir –dice la circular– en la
inmediata ocupación de locales, el secuestro de armas, la prohibición de
portar armas a todos los miembros de los cuerpos armados y, eventualmente,
su denuncia a la autoridad judicial, si se trata de casos extremos previstos en
los artículos 253 y 254 del Código penal», para aquellos que «organicen
cuerpos armados y tomen parte en ellos». Pero ¿cuántos prefectos y
subprefectos se decidirán a llegar hasta la disolución, que sigue dependiendo
de ellos, es decir, a la única medida realmente decisiva en sí misma y por las
consecuencias que ella comporta?

deseaban y es necesario que así sea. Es una experiencia necesaria». En sus Memorias, volviendo
sobre este episodio, escribe: «En aquella ocasión, yo deseaba vivamente quitar al partido el
carácter personal que había adquirido bajo la influencia de mi voluntad. Pero, ante la evidencia
de los hechos, estaba convencido de que el partido no podía vivir y prosperar sin mi mando, mi
dirección, mi protección y mi impulso» («Mi vida», Candide, 9 de agosto de 1928).
59
En Montecitorio se había celebrado una primera reunión a la que habían asistido unos sesenta
diputados favorables a la fusión de las fuerzas democráticas constitucionales en el país y en el
Parlamento. El 26 de noviembre se decidió la fusión de los dos grupos: el grupo demócrata-liberal
(80 miembros) y el grupo social-demócrata (63 miembros). De esta forma, pasaban a constituir el
grupo más importante de la Cámara. Pero esta iniciativa, frágil en sí misma, puesto que las
relaciones así establecidas dejan de lado a los dos jefes, Giolitti y Nitti, está sobre todo dirigida
contra los populares. La pérdida sufrida en el aspecto de la estabilidad ministerial será, de esta
forma, muy superior al beneficio obtenido por la fusión. Mussolini lo comprendió perfectamente:
«¿Tendrá este acontecimiento repercusiones inmediatas de orden ministerial? Es poco
probable... Un gobierno sin populares es imposible en tanto que los socialistas se atrincheren en
el Aventino» («Il Popolo d’Italia», 27 de noviembre de 1921). Las consecuencias se pagaron con
ocasión de la crisis de febrero.
191
Angelo Tasca

La circular deja la puerta abierta a todas las evasiones, a todas las tolerancias.
Las autoridades locales efectúan algunos registros, pero sobre todo en las
Casas del Pueblo y en los locales de los sindicatos socialistas, para requisar las
pocas armas que podían quedar, y dejar, así, la vía libre al ataque fascista.
Varios grupos de Arditi del Popolo son detenidos y, cada vez, la magistratura
les condena despiadadamente. Para hacer respetar la ley, las autoridades
deberían ocupar cada local fascista, de donde salen las «expediciones de
castigo», y detener a todos los miembros de las escuadras de combate. 60 Se
limitan a hacer algunos registros; pero las armas que deberían buscar han
sido a menudo proporcionadas por las autoridades militares. Cuando se
decide un registro, los dirigentes de los fascios son prevenidos y tienen el
tiempo suficiente de transportarlas a un lugar seguro; poco falta para que las
escondan en el sótano de la comisaría de policía o de la prefectura. De esta
manera, no se encuentra nunca nada y, al día siguiente, las escuadras salen
de nuevo, armadas, en sus camiones, pasando tranquilamente bajo las
ventanas de la policía, donde se está redactando un informe precisando que
el registro, aunque ha sido largo, no ha descubierto nada que legitime
cualquier medida por parte de la prefectura. El gobierno se da cuenta de que
las medidas que ha tomado son inoperantes y considera la posibilidad de
disolver, por decreto, las escuadras de combate. Cuando los dirigentes del
partido fascista tienen noticia de esta intención, toman la delantera, y el 15
de diciembre de 1921 dan la orden siguiente:
¡A todas las Secciones del Partido! ¡A todas las Escuadras de combate!
Corre el rumor en la prensa de una próxima ofensiva del gobierno contra
el fascismo... Las Secciones del Partido y las Escuadras de combate forman
un todo indivisible. A partir del 15 de diciembre de 1921, todos los inscritos
en las Secciones formarán parte de las Escuadras de combate... De esta
manera, será imposible la disolución de las Escuadras de combate, si el
gobierno no ha declarado antes fuera de la ley al Partido nacional fascista
en bloque.

60
La organización de estas escuadras, estrechamente ligada a la del partido, era el objeto de la
atención especial de sus dirigentes. En la reunión del Comité Central (Roma, 20 de noviembre), se
decide constituir una Inspección general de las Escuadras de combate que, de acuerdo con el
secretariado político, se ocupe de: a) coordinar la organización de las escuadras, que deberán
adoptar normas de disciplina y criterios de instrucción análogos, así como un uniforme único; b)
tomar las disposiciones necesarias para aumentar la eficacia de las escuadras; c) mantener, entre
las escuadras, la coordinación, necesaria, etc.
192
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

El desafío está lanzado. «¿Queréis disolver las escuadras de combate? Pues


todo el partido pasa a las escuadras de combate. Disolved, pues, el partido, si
es que os atrevéis a hacerlo». Y el gobierno, evidentemente, no se atreverá.
Su jefe, Bonomi, ha sido elegido en mayo, en Mantua, en una lista de bloque
nacional, con los fascistas. Multiplica las circulares, que nadie aplica, como
aquellos gride (edictos) de los gobernadores; españoles de Milán sobre el
hambre y la peste, de los que habla Manzoni en su novela. Los fascistas han
actuado con audacia y el Estado da marcha atrás. Al mismo tiempo, la crisis
interna del fascismo da un nuevo paso hacia su solución: el peligro común
une a las «secciones» y a las «escuadras», confundiendo sus filas. En lugar de
la secesión fascista que debía permitir a Mussolini y sus amigos su inserción
en el Estado, se llega, hacia finales de otoño, a la unificación del fascismo en
la lucha contra el Estado.

193
Angelo Tasca

Capítulo IX
HACIA EL CAPORETTO SOCIALISTA

A finales de 1921, Mussolini tiene que hacer frente a un serio peligro: una
coalición de izquierda podría formar un gobierno decidido a liquidar la
violencia fascista. En la cámara hay 535 escaños, de los cuales 145 son
socialistas, comunistas y republicanos; 110 populares y 150 «demócratas».
Con la clara intención de provocar una crisis ministerial, los socialistas, el 26
de noviembre, presentaron una moción denunciando la inercia, del gobierno
frente a las bandas armadas. Si los fascistas pasasen también al ataque,
Bonomi sería derrocado como seis meses antes lo fue Giolitti. Pero Mussolini
no desea en modo alguno una crisis en ese momento, y en su discurso trata
con miramientos al gobierno. Los hombres que ocupan el poder, afirma,
podrían intentar aplastar a las dos fracciones extremas: fascistas y comunistas
al tiempo:

«Declaro inmediatamente que en lo que concierne a los fascistas será


más difícil; y, no sin ningún peligro; porque mañana, fascistas y
comunistas, sometidos diariamente a la persecución policíaca, podría
suceder que llegasen a un acuerdo aunque luego luchasen enérgica-
mente por el reparto del botín. Reconozco que entre los comunistas y
nosotros no existen afinidades políticas, pero sí en cambio afinidades
intelectuales. Nosotros, como ellos, creemos en la necesidad de un
Estado centralizador y unitario, que someta a todos y cada uno a una
disciplina de hierro; con la diferencia de que ellos llegan a esta idea a
través de la noción de clase y nosotros a través de la de nación».

El gobierno Bonomi podría haberse apoyado sobre una de estas fracciones


para destruir a la otra; pero no lo ha hecho. Se ha contentado con vivir al día.
En el momento presente no existen más que tres soluciones. Una dictadura
militar, en la que Mussolini afirma «no he creído nunca, aun cuando la
sugestión me viniera de generales desocupados y persuadidos de poseer la
fórmula infalible para salvar al mundo»; además, «la carta de la dictadura es
una carta importante que implica riesgos terribles y que únicamente se puede
jugar una sola vez». Queda llamar al país a nuevas elecciones generales, y,
finalmente, un gobierno de coalición. ¿Quién podría constituirlo? No es a Nitti
a quien los fascistas se oponen resueltamente.

194
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

«¿Giolitti? Hacia este hombre de estado convergen siempre grandes


simpatías. Además, la historia es una sucesión de posiciones lógicas y
sentimentales; nadie se mantiene siempre en el amor eterno o en el
eterno rencor. Los amigos de ayer se convierten en los enemigos de
mañana y viceversa; así es la vida».

En cuanto a la situación general, si es preciso optar entre la guerra civil y la


pacificación, los fascistas se sienten fuertes hasta tal punto, que pueden
aceptar la pacificación.

«Es preciso que la guerra cese en el interior, para que la atención del
pueblo italiano se vuelque allende las fronteras y se concentre sobre
los acontecimientos que maduran y que están destinados a transformar
una vez más el mapa de Europa. Porque hay que optar entre una
revisión de los tratados o nueva guerra. Por consiguiente, es preciso
que Italia se presente unida, compacta, en el torneo de las naciones;
liberada de las preocupaciones de orden interior; dispuesta a mostrar
al mundo –puesto que de ahora en adelante nuestra vida no será
nacional, ni siquiera europea, sino mundial– que Italia va a entrar en el
cuarto y más luminoso período de su historia».

Cuando se relee hoy este discurso, resulta sorprendente su incoherencia.


Nada hubiera sido tan fácil como contestarle denunciando sus numerosas
contradicciones. Nadie lo hizo porque, para forzar a Mussolini y al fascismo a
tomar partido, habría sido necesario definirse claramente y aceptar
responsabilidades precisas; no sólo en relación con el fascismo, sino también
frente al país y a toda la política italiana. Mussolini puede permitirse ser
incoherente porque los otros, desde los socialistas hasta los liberales, no
están dispuestos a pagar el precio de una política coherente. Mussolini
conoce las debilidades de sus adversarios y saca partido de ello: Su gran
libertad de maniobra se paga al elevado precio de la inmovilidad de los
demás. Lo que Mussolini quiere impedir es que de la nebulosa democrática,
anunciada en el ciclo parlamentario, nazca una nueva constelación
gubernamental con exclusión de los fascistas. Contra la amenaza de una
acción antifascista del Estado, Mussolini responde con el chantaje amenazando
con una alianza con los comunistas. Contra un gobierno «centrista» que
eliminaría ambos extremos, predica un gobierno de coalición dirigido por
Giolitti «el enemigo de ayer, el amigo de mañana».

195
Angelo Tasca

Mussolini «acepta» la pacificación, pero como premisa de una política


exterior imperialista. En resumen, se dedica, sobre todo, a evitar una crisis
ministerial que los fascistas todavía no podrían solucionar, y lo logra. El
gobierno Bonomi consigue algunas semanas de supervivencia.

La crisis estalla dos meses después. La nueva entrada del Parlamento se fija
para el 2 de febrero. El día antes, las derechas, los fascistas y los socialistas
deciden votar contra el ministerio, y, lo que resulta decisivo, el grupo
«demócrata» pide a sus miembros del gabinete que dimitan. Únicamente los
populares se pronuncian por el status quo. Se reprocha al gobierno su actitud
difusa durante la Conferencia de Cannes, y a la vez la ineficacia de las medidas
de pacificación y de desarme interiores; su debilidad con los fascistas y
algunas complacencias con los socialistas; la excesiva influencia de los
populares en el seno del gabinete y, al tiempo, el nacimiento de un cierto
anticlericalismo. También se le reprocha no haber llegado hasta el final en las
medidas para salvar la Banca Nazionale di Sconto, que se vio obligada a cerrar
sus ventanillas y pedir la moratoria. Entre los responsables de la caída de este
gran banco, hay varios suministradores de fondos del fascismo y del
nacionalismo que desearían salvarse a expensas del Estado. La campaña
encuentra eco en algunos diarios de la «democracia», como en el Paese.

Barrère, embajador de Francia en Roma, se encuentra una vez más en el


juego, y como siempre por las mismas razones. Bonomi, en Cannes, se ha
mostrado favorable a las propuestas de Lloyd George para una «normalización»
de la situación europea y por una política más inteligente hacia Alemania y
Rusia. Inglaterra está dispuesta a dar a Francia, para tranquilizarla, esa
garantía directa que en lo sucesivo nunca querrá comprometerse a dar.
Briand se ha mostrado sensible a esas insinuaciones. Millerand y Poincaré
organizan, en París, un pequeño golpe de Estado para eliminarlo. Barrère
maniobra en Roma en el mismo sentido. La Conferencia de Génova va a
abrirse: Bonomi no irá a Génova, como tampoco fue Nitti a Spa.

Una vez abierta la crisis, Giolitti y Nitti se afanan en resolverla, pero ambos
desean ser el deus ex machina de la nueva combinación, y sus esfuerzos, una
vez más, se neutralizan mutuamente. Por su lado, el secretario del partido
popular, don Sturzo, renueva su veto contra Giolitti. El gabinete Bonomi
dimite; y en el transcurso de las conversaciones para resolver la crisis, Giolitti,
de Nicola y Orlando son sucesivamente eliminados. Ante estas dificultades el
rey rechaza la dimisión del gobierno e invita a Bonómi a presentarse ante la
Cámara para obtener de ella un voto político que proporcione una indicación

196
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

precisa para la formación del nuevo gobierno. El 16 de febrero, Bonomi


acepta una moción de confianza que, en su primera parte, afirma:

«la necesidad de devolver al país las condiciones indispensables para


una coexistencia pacífica entre todas las clases en el respeto de la
libertad de organización y en la obediencia a la ley».

Este texto fue redactado por el diputado reformista Celli, con el fin de
desconcertar a los fascistas y obligarles a oponerse, lo que permitiría la
formación de una mayoría de la que serían excluidos, proporcionando esa
indicación política precisa que se busca en vano desde hace meses. En
nombre de los socialistas, Modigliani declara que votará la primera parte de la
moción, pero que no votará la confianza al gobierno. Mussolini, que se ha
percatado del objetivo de la moción de Celli, pasa a la ofensiva subrayando la
contradicción entre las directrices «maximalistas» del último congreso
socialista y esta aceptación de la «coexistencia pacífica entre las clases» y «la
obediencia a la ley». Hablando en nombre de todas las derechas» acepta
también la primera parte de la moción, que es aprobada por 388 votos a favor
y 11 en contra. De este modo impide una vez más que el voto de la Cámara
sirva de indicación para la formación de un nuevo gobierno, tras lo cual los
fascistas pueden, sin ningún peligro, unir sus votos a los de los socialistas
rechazando la confianza al gabinete Bonomi. La crisis se prolonga; será la más
larga que ha conocido Italia desde 1860.

Giolitti intenta inútilmente desviar el veto de los populares y para ello envía al
Vaticano a su gran negociador: el prefecto Lusignoli. La apertura de la
Conferencia de Génova es inminente. Los populares, que habían descartado a
Giolitti, aceptan entrar en un gabinete formado por uno de sus lugar-
tenientes, Facta. Este gobierno se forma sobre una base muy diferente a la
prevista por la moción de Celli, ya que entran a formar parte de él algunos
elementos caracterizadamente de derecha: De Capitani y Riccio, que será el
hombre de confianza de los fascistas en la nueva combinación. De este modo,
una crisis abierta para provocar la formación de un gobierno «más a la
izquierda» concluye en un resultado contrario. Mussolini ha conseguido un
golpe maestro: ha impedido la coalición democrática, el apoyo socialista y, en
suma, un gobierno más fuerte, contra el que los fascistas se hubieran
estrellado, y, como muy bien sabe, destrozado. Esta larga crisis, el equívoco
socialista, la ostentación de poder de los populares y su apoyo a la solución
Facta no hacen sino agravar un poco más el descrédito del Parlamento. El país
asiste estupefacto a los diferentes cubileteos de los partidos y de sus líderes

197
Angelo Tasca

sin conseguir comprenderlo. Los nacionalistas aprovechan la ocasión para


manifestarse en Roma, en Bolonia y en Florencia ante las Comandancia de los
cuerpos de ejército al grito de: ¡Viva la dictadura! ¡Abajo el Parlamento!

Apenas disimulada por la especie de tregua –aunque muy relativa– que se


establece durante la Conferencia de Génova, la crisis parlamentaria repercute
cada vez en el país. En el mundo obrero surge la «Alianza del Trabajo», que,
por iniciativa del Sindicato nacional de ferroviarios, agrupa a todas las
organizaciones sindicales, empezando por la C.G.L. La formación de este
«frente único» reanima la confianza de los obreros y puede convertirse en un
elemento decisivo de la situación. Era indispensable, pero no suficiente. Este
frente único es sindical, exclusivamente sindical, y todo lo que puede,
permaneciendo en este plano, es proclamar a escala nacional una de esas
huelgas genérales de protesta que estallan por todas partes como réplica a
las proezas homicidas de las bandas fascistas. Pero este frente único no
organiza ni la lucha armada en la calle ni la conquista legal del poder: por
consiguiente, es tan impotente como los partidos políticos de la clase obrera.
El desacuerdo entre estos partidos se ve aún más agravado que disminuido
por la Alianza del Trabajo, detrás de la cual continúan entregados a una
furiosa batalla. Por otra parte, se camina hacia la ruptura abierta entre
maximalistas y socialistas de derecha. En cuanto a los comunistas, ¿qué
contribución pueden aportar al frente único cuando definen del siguiente
modo sus perspectivas: «Si realmente la burguesía va hasta el final y si la
reacción blanca estrangula a la social-democracia, aquélla prepara las
mejores condiciones para su propia derrota y la victoria de la revolución...»

Los populares comienzan a experimentar una fuerte presión a su derecha,


aun por parte del Vaticano. A comienzos de febrero, el Cónclave, reunido tras
la muerte de Benedicto XV, elige para la sede pontificia al cardenal Ratti, Pío
XI. El nuevo papa pertenece a una de esas familias de conservadores
lombardos que desde tiempo inmemorial han mostrado un espíritu muy
limitado sobre las cuestiones sociales, y que instintivamente se inclinan hacia
todo lo reaccionario. Los jesuitas, siempre atentos a las novedades, ya sean
peligrosas o provechosas, facilitan por todos los medios a su alcance una
aproximación entre el Vaticano y el fascismo. A comienzos de 1922, en su
iglesia del Gesù en Roma, el lugar preferido por la «nobleza negra», predican
las galas del nuevo movimiento, en el que adivinan un poderoso liberticida.
Uno de ellos, en su entusiasmo, llega a gritar, desde lo alto del púlpito: ¡Viva
el fascismo!

198
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Para eliminar del juego a los socialistas, Mussolini necesita el apoyo de los
populares, indispensable para la formación de un gobierno de coalición
orientado a la derecha. Piensa conseguirlo a través del Vaticano. Con motivo
de la muerte de Benedicto XV, Mussolini descubre la religión, y saluda una vez
más la misión universal del catolicismo e incluso el renacimiento. del
sentimiento religioso, y proclama su poder de evasión para las masas
atormentadas y miserables. Al mismo tiempo, reanuda con los populares la
maniobra de la que ya se ha servido en relación con los socialistas, oponiendo
la derecha y la izquierda del partido, deseando e incitando a una escisión. A
decir verdad, esta derecha no cuenta casi con seguidores en el interior del
partido popular, pero puede contar cada vez más con el apoyo del Vaticano.
En la base, en las organizaciones sindicales católicas, la presión en favor de
una colaboración con los socialistas, y sobre todo con la C.G.L., es muy fuerte.
Las masas campesinas y obreras que están bajo la influencia de los populares
sufren también la ofensiva fascista contra las sedes de sus organizaciones y
contra sus contratos de trabajo. En Cremona, bajo la presión fascista, los
populares firman un acuerdo local con los socialistas «para la defensa de su
libertad sindical y para la salvaguardia de sus municipios». Pero esta defensa
no puede ir muy lejos, porque las libertades sindicales y el funcionamiento
normal de las administraciones públicas no pueden ser salvaguardados, en la
situación concreta de Italia, más que si el Estado, interviene enérgicamente
para hacer respetar la ley. Por otra parte, el secretariado político del partido
popular y don Sturzo no quieren comprometerse a fondo con los socialistas,
dentro del cual los maximalistas continúan arrastrando las fórmulas de 1912-
20 como si fueran cadenas de forzados, convirtiendo en imposible cualquier
colaboración con los populares a nivel gubernamental. Además, la dirección
maximalista del partido llega, aunque como siempre amparándose en una
cuestión de procedimiento, a deplorar los acuerdos de Cremona, que de este
modo quedan sin futuro. Los medios que, hacía algunos meses, se habían
pronunciado por la «concentración democrática» y por la solución política
que debía ésta implicar, comienzan a vacilar y a no ver otra salida que un
acuerdo con los fascistas en. un «gran gobierno nacional»: este acuerdo es el
que Nitti querría hacer posible mediante la benevolencia que manifiesta hacia
el movimiento fascista, en su discurso-programa de Melfí el 12 de marzo.

Mussolini puede así, con toda tranquilidad, terminar la liquidación de la crisis


interior del partido, que había alcanzado su máximo la víspera del Congreso
de Roma y que, ahora, no se revela más que por algunos sobresaltos
desperdigados. Ya no es difícil reabsorber los últimos síntomas de la crisis

199
Angelo Tasca

puesto que Grandi y los partidarios de la «revolución nacional» han


comprendido la necesidad de contemporizar y reconocen a Mussolini como el
único jefe capaz de dirigir el barco fascista entre los peligrosos arrecifes de la
política. Además, Mussolini ejerce, incluso sobre los jóvenes extremistas, un
ascendiente indiscutible; además tiene la precaución de mantener con ellos
un contacto directo, es a la vez brusco y previsor, ausente y afectuoso; teje
para cada uno de ellos la red que mejor puede retenerle, hablándoles
frecuentemente a medias palabras, lo que le permite no comprometerse
demasiado y dejar brotar en sus espíritus las esperanzas más descabelladas. A
comienzos de 1922, algunos meses después del Congreso, uno de los jefes de
la oposición Italo Balbo, escribe en su Diario:

«Todos los meses, y frecuentemente cada quince días, Voy a ver a


Mussolini a Milán. Encuentros inolvidables. El jefe ilumina y simplifica
los problemas más complicados: gran virtud para el que dirige.
Además, es siempre muy afectuoso. No me deja nunca marchar sin
antes abrazarme. Su confianza es mi viático. No se puede combatir sin
tener la certeza absoluta. Me dice que soy uno de los mejores. Me
siento orgulloso por tal elogio. Ambiciono sorprenderle, haciendo más
de lo que espera. Estoy seguro que tenía razón cuando, frente a las
vacilaciones de muchos, y también contra las mías, transformó al
fascismo en un partido».

La reconciliación con los extremistas llega muy lejos. En el Consejo nacional


de Florencia (20-21 de diciembre de 1921) la cuestión del programa pasa a un
segundo término. La atención de todos se concentra sobre la organización de
las escuadras de combate. Aunque sometiéndolas al control de los directorios
políticos de los fascios, se preocupan de convertirlas en un ejército más
homogéneo y capaz de proponerse objetivos más importantes que el
asesinato de los líderes socialistas o el incendio de las Bolsas de Trabajo y de
las cooperativas. Mussolini explica a los elementos «militares» del fascismo
que es preciso superar en la acción al marco local o regional y tener como
proyecto la conquista del poder. Por consiguiente es preciso ganar tiempo, y
maniobrar hasta que se esté preparado. Sin embargo, no está en modo
alguno dispuesto a «marchar» sobre Roma: prefiere, personalmente, llegar
por otros procedimientos y con menores riesgos, pero le resulta necesario
calmar las impaciencias de los oponentes apenas convencidos, y guardar en
su juego la carta de una conquista militar, si ésta resulta ser el único camino.
Desde el comienzo de 1922, se trabaja en la reorganización de las escuadras
con un plan único y nacional. Italo Balbo se reúne en Oniglia con el jefe de los
200
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

fascistas toscanos, el marqués Perrone Compagni. Allí ambos se reúnen con el


general Gandolfo, que acaba de afiliarse a los fascios. En su casa entablan
conversaciones para «sentar las bases de la transformación de las escuadras
en Milicia-fascista».

Mussolini había insistido en agosto sobre la necesidad de un programa. Ahora


que ha podido forjar su instrumento, el partido, vigila que el programa no se
convierta a su vez en un obstáculo que haga a este instrumento una cosa
poco manejable. En modo alguno se ha convertido a la ideología; sólo ha
pretendido vencer la disidencia de los escuadristas. Necesita sólo la
indispensable doctrina para poder aglutinar al partido sin hacerlo rígido. Pero
no quiere atarse a nada, de ninguna manera desea abandonar el reino de la
aventura, en donde se siente muy fuerte; por el de los principios, lleno de
trampas y de callejones sin salida. Desea poder continuar empleando cada
mañana la idea que necesita, en función de las combinaciones de fuerza de
las que debe defenderse, y en las que debe apoyarse. Las ideas no son más
que velas destinadas a captar el viento; sólo valen en la medida que facilitan
la navegación. Por lo demás, Mussolini abunda en precauciones a ese
respecto: la discusión sobre el programa no está aún cerrada y él lo apuesta
todo en una profesión de «relativismo» a ultranza.

«El fenómeno fascista –escribe después del Congreso de Roma–, se


presenta cómo la más alta e interesante manifestación de la filosofía
relativista. Y puesto que, como afirma Vaihinger, el relativismo se
relaciona con Nietzsche y con su Wille zur Macht, el fascismo italiano
ha sido y sigue siendo la más formidable creación de una voluntad de
poder, individual y nacional».61

En esta voluntad de poder, todo el mundo fascista se reconoce y se


encuentra: desde Mussolini, para quien la vida no es más que una «loca
aventura» y que sólo reconoce la sanción del éxito, hasta los agrarios y los
industriales que, tras haber temblado durante dos años, se sienten de nuevo
amos, los amos absolutos en el campo y en las fábricas, siendo de este modo
«restauradas las relaciones de dominación del hombre sobre el hombre».
61
Adriano Tilgher había dedicado un estudio, recogido en el breve volumen titulado Relativisti
contemporanei, al libro del filósofo alemán Hans Vaihinger, Die Philosophie des als ob (1921). Esta
filosofía agradaba a Mussolini, quien reconocía «en la Vida, en la Acción, una superioridad
absoluta sobre la inteligencia». «De la equivalencia de todas las ideologías en cuanto que todas
son ficciones» podía deducir que «cada cual tiene derecho a crear la suya propia e imponerla con
toda la energía de que sea capaz». Hay aquí un típico ejemplo de la forma en que Mussolini
aprovecha de sus lecturas de segunda o tercera mano, utilizándolas sin miramientos, todo
aquello que puede proporcionar una justificación «teórica» a su «activismo».
201
Angelo Tasca

Desde el pequeño burgués que, aún ayer, se sentía «puchero de barro entre
las ollas de hierro» del capitalismo y del proletariado, y que ahora tiene la
ilusión de ser el árbitro de esas fuerzas opuestas, hasta el ex oficial
desmovilizado que ha vuelto a encontrar en las filas de la milicia fascista la
posibilidad de continuar mandando, y de disponer de ésa ración cotidiana de
poder de la que ya no puede prescindir.

Bajo un cierto aspecto, la imprecisión del programa, en vez de ser un


obstáculo al desarrollo del fascismo, facilita su reclutamiento y su adaptación
a las situaciones locales:

«Los pretextos adoptados por los fascistas para justificar su ofensiva


no tienen importancia, porque varían según los sitios. En Bolonia y
Reggio Emilia, se os ha dicho que es necesario echar a los socialistas
porque, cobardes, no han querido hacer la revolución. En cambio, en
Carrara o en Valdarno, se afirma que ha llegado el momento de acabar
con los anarquistas, porque amenazan con nuevas convulsiones e
impiden las conquistas graduales y progresivas. En Turín y en Florencia,
se grita contra el mito del comunismo ruso; en Roma y Milán contra el
reformismo nittiano, y así sucesivamente.» 62

Al mismo tiempo se fomentan las ilusiones de estos aliados de¡ hoy que se
rechazarán, y barrerán mañana. Todos esperan servirse del movimiento
fascista para sus propios fines:

«Giolitti, para forzar a los populares a que se reconcilien con él.


Salandra y sus fieles, para cortar la exclusión del poder con que los
socialistas les han estigmatizado, y los partidos constitucionales para
salvarse del diluvio del sufragio universal»63

Todo esto sólo es posible gracias a esta extrema movilidad del fascismo que
cada cual espera poder precipitar y fijar un día en su propio marco.

Esta es la razón por la que las crisis locales de los fascios –que, sin embargo,
se producen frecuentemente por doquier, mientras que paralizaban el
movimiento en 1919-1921, en la nueva situación que se ha creado después
del Congreso de Roma– pasan rápidamente casi sin dejar apenas trazas. A
comienzos de 1922, todos los fascios están en crisis, y, sin embargo, el alud
fascista continúa. Los «directorios» se suceden, las cuestiones personales

62
L. Fabbri, La Contrarrevolución preventiva
63
Guglielmo Ferrero, De Fiume a Roma
202
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

hacen estragos, y el reclutamiento apenas se interrumpe para reemprenderse


seguidamente. Una crisis es profunda cuando se remonta a un conflicto de
principios, y esto no sucede con los fascistas, ya sean jefes o simples
militantes. Nadie, o casi nadie, está dispuesto a sacrificar los privilegios que le
augura su afiliación al partido y a la milicia. ¿Quién quiere renunciar al
uniforme, al armamento, a las expediciones, a las subvenciones, al pillaje, a
las adulaciones y a todas las ventajas que la situación confiere a los fascistas?
Igual que sucederá años más tarde con las Secciones de Asalto alemanas, los
«oponentes» fascistas no pueden vivir fuera de esta atmósfera a la que lo
deben todo: si rompen con el partido, les aguarda la decadencia y la asfixia.
Por eso todo fascio en crisis se disuelve y se recompone rápidamente y de
nuevo se ve arrastrado por la corriente general, más fuerte que todo lo
demás.

Tampoco se puede subestimar el papel unificador de la violencia y del crimen


perpetrado en común. Umberto Banchelli, fascista disidente, nos explica que
la existencia de dos fascios en Florencia –como consecuencias de una
escisión– no ha impedido el buen trabajo:

«Los golpes contra los social-comunistas continuaban implacables:


incluso se hace una expedición común de ambos fascios a Pisa. El
Consejo provincial fue eliminado, los guardias rojos dispersados.
Recuerdo qué pegamos como locos, y, tan bien, que ambos fascios se
felicitaron mutuamente».

Por lo demás, hombres que han asesinado juntos, quemado una casa,
martirizado a todo un país no pueden ya ni detenerse ni separarse. La
velocidad adquirida en el crimen se convierte en una ley: cada crimen sólo
puede ser absuelto por el crimen siguiente. La sangre de las víctimas ata
mucho más que la que han vertido –rara vez– los agresores. El odio viene a
ser inexpiable, se siente, y da un empujón aún más fuerte a la rueda, porque
si la rueda se para, si se deja respirar al adversario, todo está perdido.

Apoyado por tantos intereses, tantas esperanzas y tantas complicidades,


Mussolini puede, pues, liquidar cómodamente el último sobresalto de la
crisis, del partido, que se produce entre febrero y abril de 1922. El órgano de
los legionarios de Fiume publica a primeros de febrero, una carta de Piero
Marsich, jefe del fascio de Venecia y oponente «desde el primer momento»,
dirigida al secretario del partido. En esta carta, Marsich retorna al leitmotiv de
la operación entre la mentalidad parlamentaria y la mentalidad «nacional», y

203
Angelo Tasca

denuncia a Mussolini que, en una entrevista, se ha pronunciado en favor de


un gobierno de coalición presidido por Giolitti. «Con el pretexto de sustraerse
al peligro de una colaboración nittiano-socialista, ¿debería la Italia de Carso y
de Fiume entregarse al saboteador de la guerra y al traidor de Rapallo?» Al
mismo tiempo, Marsich proclama que D’Annunzio es el «Único Gran Italiano»,
y se levanta contra «la nefasta hegemonía de un hombre» que impone al
partido sus métodos de politicastro. Esta carta se publica en «Il Popolo
d’Italia» del 7 de marzo. Mussolini, que entonces se encontraba en Alemania,
interrumpe bruscamente su viaje y regresa a Milán para liquidar «la miserable
tentativa de secesión». El Consejo nacional del partido se reúne a comienzos
de abril, y vota, por unanimidad, la desautorización de Marsich, abandonado
incluso por sus amigos.

Mussolini puede detener, al mismo tiempo, la oposición alimentada por los


partidarios de D’Annunzio. Éste, irritado por la adhesión de Mussolini al
Tratado de Rapallo, por el aislamiento en que ha sido abandonado en
diciembre de 1920, y por la entrada de los; fascios en los bloques electorales
de mayo de 1921, ha dado la orden a sus legionarios de abandonar los fascios.
El Congreso de los legionarios, que tiene lugar en septiembre, se pronuncia
resueltamente contra el fascismo, a quien acusa de estar al servicio de los
intereses agrarios y plutocráticos. 64 Todo el mundo repite la definición que
64
Mussolini había visitado a D'Annunzio el 5 de abril y todo parecía haber vuelto a sus cauces, ya
que el comunicado de Gardone. rezaba: «La entrevista ha permitido echar las bases de acuerdos
para la próxima lucha nacional». D'Annunzio debía incluso inaugurar él banderín del fascio de
Brescia tomando la palabra en una tribuna histórica, la Loggia delle Gride. El discurso no llegó a
pronunciarse. El 11 de abril, D'Annunzio rechaza cualquier candidatura. El día 17 escribe a uno de
sus fieles: «La nación ha vuelto a caer en una amplia mixtificación... La renovación nacional es
mera ilusión. La presente campaña es sólo la feria de las más repugnantes vanidades, y los más
sórdidos intereses... Repito que los legionarios deben abstenerse de cualquier compromiso y de
toda alianza equívoca». Una sola excepción: la candidatura «exclusivamente legionaria» y aislada
de De Ambris en Parma.
Una reacción tal ante la actitud de Mussolini se debía a que D'Annunzio estaba también
convencido de su misión propia; misión que no pudo llevar a término en Fiume, pero a la que no
estaba dispuesto a renunciar. La Federación de los legionarios de Fiume se funda en Milán en
1921. D'Annunzio le concede toda su confianza. Exhorta a sus fieles a que sean «los partisanos de
sí mismos, limpios de toda mezcla y de todo contagio». Los que se pasan de la Federación a los
fascios son «tránsfugas», los que tienen una doble afiliación deben elegir bajo pena de ser
excluidos. Para mantener alta la moral de los legionarios, D'Annunzio les deja entrever una acción
muy próxima: «En Italia, más que en parte alguna –escribe–, la suerte está cambiando. Nuestra
posibilidad llegará y tenemos que estar preparados. Por eso es necesario que tengamos un
partido propio sin mezcla ni contaminación». No siempre hay incompatibilidad entre la
pertenencia a la Asociación de los arditi, que ha aceptado el espíritu de la Carta de Quarnaro, y la
autoridad del Comandante. Por otra parte, ésta se distingue también del fascismo. Así pues, uno
no puede menos de sorprenderse ante el relato de G. Salvemini (The Fascist Dictatorship in Italy):
«El golpe de Estado de 1922 había sido previsto primero para noviembre de 1921. Un gran
número de fascistas debían reunirse en Roma con el pretexto de celebrar el aniversario de la
victoria italiana (4 de noviembre). D'Annunzio debía pronunciar un discurso conmemorativo.
204
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

D’Annunzio ha dado del fascismo: esclavismo agrario. En el Congreso fascista


de Roma, D’Annunzio y la constitución del Quarnaro han sido la bandera de la
oposición. Pero incluso en Fiume, tras la partida de D’Annunzio, la iniciativa
ha pasado a los fascios locales: a comienzos de marzo de 1922, un diputado
fascista, Giunta, se apoderó con sus escuadras de un cazatorpedero y se
dirigió a Fiume, abriendo fuego contra el palacio del gobierno, ocupado por el
«autonomista» Zanella, que se vio obligado a huir. Se formó un gobierno
provisional que fue confiado a Giuriati, diputado fascista. De este modo, y
cada vez más, fascistas y legionarios se confunden allí, no sin que esto deje de
repercutir en la península. Una parte de los legionarios, pese a la orden de
D’Annunzio, permanece en los fascios; prefieren seguir la corriente más
fuerte: ellos no pueden retirarse al Vittoriale. La distinción entre fascistas y
legionarios no es, pues, neta; sólo afecta a aquellos que están más
directamente relacionados con el «Comandante». Además, el fascismo ofrece
a los legionarios, cuyo gusto por la aventura les ha empujado a Fiume, la
posibilidad de vivir. Cuanto más potente se hace la organización fascista, más
difícil resulta para el antiguo legionario desligarse de ella para seguir un
camino independiente, sin contar con que varios de sus jefes se encuentran,
atrapados o satisfechos, en las primeras filas del movimiento fascista.

Lo que sobre todo rehace la unidad del partido fascista, a pesar de


D’Annunzio e incluso contra él, es la actitud que éste adopta con respecto a la
C.G.L. D’Annunzio sueña con desempeñar un papel de poeta-profeta-
dictador en una revolución nacional que se inspirase en la Carta del Quarnaro
y se apoyase en todas las fuerzas de renovación y sobre todo en el mundo del
trabajo. El trabajo recuperaría en Italia su dignidad, amenazada por el
fascismo. Y una vez concluida la pacificación sobre esta base, Italia
reemprendería su misión en el mundo. Mussolini, que ya tantas veces ha
plagiado a D’Annunzio, le usurpa también esta idea, pero volviéndola, como

Durante la ceremonia, D'Annunzio se pondría a la cabeza de los fascistas para derrocar el


gobierno y hacerse proclamar dictador. Pero en el último momento, el poeta no se manifestó.
Bonomi, entonces presidente del Consejo, hubiera podido explicar las razones de está defección,
pero no lo hizo jamás. En consecuencia, Mussolini habría tomado la plaza de condottiero
abandonada por D'Annunzio. Este último acariciaba el proyecto, por su cuenta y riesgo, de una
gran reunión en Roma de antiguos combatientes y no de camisas negras (verano de 1920). El 4 de
noviembre esta manifestación hubiera debido conducir a la constitución de un nuevo poder
situado bajo su égida. En febrero de 1949, Salvemini, al que planteamos nuestras dudas, nos
explicaba: «Aquella gente (D'Annunzio y Mussolini) se enfadaba y se ponía de acuerdo con la
mayor facilidad (con la intención de “pegársela” al otro a la primera ocasión)... Por mi parte,
recuerdo que tenía noticias de que era D'Annunzio quien debía dar el golpe de Estado de
noviembre de 1921, de acuerdo con Mussolini. D'Annunzio solo no podía hacer nada. Necesitaba
a los fascistas para cubrir la acción de las autoridades militares, que nunca habían querido
descubrir su juego».
205
Angelo Tasca

siempre, en su provecho. La pacificación interior, sí, pero para: que él pueda;


ocupar el poder y dirigir, un día, la política exterior de Italia. Mussolini habla
también de una «Cuarta Italia», de una «misión» de Italia en el mundo, pero
descarta toda idea de cruzada por la liberación «nacional o social» de los
oprimidos: los sueños apocalípticos de D’Annunzio se ven reducidos a un
nacionalismo feroz, prolongación de la «voluntad de poder» más allá de las
fronteras.

Fascistas de «derecha» y de «izquierda» se inquietan por las iniciativas de


D’Annunzio y por sus contactos «sospechosos». A comienzos de abril de 1922,
D’Annunzio recibe, en su villa de Gardone, a Baldesi, uno de los secretarios de
la C.G.L. En «II Mondo», un legionario, amigo de D’Annunzio 65 pone de relieve
todos los posibles puntos de acuerdo entre D’Annunzio y el movimiento
socialista:

«D’Annunzio –escribe el 5 de abril– se preocupa de la realidad presente,


de la realidad nacional y de la realidad europea. Está lleno de respeto e
interés por la cuestión social... Sin necesidad de remontarse a un
pasado remoto, hasta recordar que en Fiume escogió como jefe de
gabinete a Alceste de Ambris, un sindicalista; que resolvió una huelga
general en Fiume dando la razón a los obreros y que, desde Gardone,
siempre ha, censurado a los legionarios convertidos en. «amarillos»,
«guardias blancos» o «esclavistas agrarios»... Muchos legionarios son,
por otra parte, gentes del pueblo y, por reacción al fascismo, de ideas
muy avanzadas... En el Libro morado de Fiume hay un llamamiento por
la libertad de los pueblos dirigido al grupo Claridad... y el gobierno
d’annunziano en Fiume había decidido reanudar las relaciones no sólo
comerciales, sino también políticas con la Rusia de los Soviets».

En la prensa se habla de una posible designación de D’Annunzio por la


presidencia de la Federación de los Trabajadores del Mar, en el sitio y al lado
del capitán Giulietti. La visita de Baldesi no ha sido más que un ensayo y un
sondeo recíprocos. El 26 de mayo, es el propio D’Aragona, secretario general
de la C.G.L. quien visita al «Comandante». 66 A la mañana siguiente D’Annunzio
65
Se trata de Nino Daniele. Estaba en relación con la redacción de «Ordine Nuovo», que había
adoptado Una actitud benevolente ante el grupo de legionarios de Turín de los que Daniele era
jefe. La cólera de los fascistas locales se había desencadenado contra este grupo. Irrumpieron en
una de sus reuniones, el 17 de febrero de 1922, y la disolvieron. Fue una verdadera «expedición
de castigo» en el curso de la cual N. Daniele resultó golpeado y herido.
66
Mussolini apenas creyó en la eficacia de este acercamiento: «Si la obra de D'Annunzio, aun
confiada a los hombres de la C.G.L. (que, por otra parte, el fascismo ha distinguido siempre del
partido socialista propiamente dicho), condujera verdaderamente a una “rápida pacificación
206
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

recibe en su villa a Chicherin, jefe de la delegación soviética en la Conferencia


de Génova, y mantiene con él una larga entrevista. D’Annunzio regala a la
C.G.L. un retrato del Dante y ésta le contesta dándole las gracias en una carta,
escrita en estilo «d’annunziano».67 Dante, afirma dicha carta, es el símbolo
del exiliado: «A la luz de la lámpara sagrada» se lee en su rostro:

«la angustia contenida del hijo proscrito de ciudad en ciudad, mientras


que desea una Patria grande y renovada en el Imperio más grande de
las Patrias reunidas, y maldice las rencillas municipales» que actual-
mente se despiertan en Italia «con la mayor ferocidad y seguramente
con la menor gloria».

La C.G.L. tendrá también «su lámpara sagrada, alimentada por las lágrimas
asiduas de los humildes y por la sangre vertida por los trabajadores». Ha sido
Turati, escritor clásico y sobrio, el que ha ensayado con pésimo resultado esta
prosa en el estilo del «Comandante». Los fascistas se lanzan sobre este
pastiche con los fáciles sarcasmos a que se presta: la sacra lampa es el tema
de todas sus burlas. Pero, en el fondo, están profundamente irritados e
incluso bastante inquietos, de esta aproximación entre D’Annunzio y la C.G.L.,
que puede aún estorbarles en su obra de destrucción. Mussolini aún trata con
consideración a D’Annunzio reconoce sus buenas intenciones, pero advierte
que «de ahora en adelante la situación es tal que sobrepasa las posibilidades

nacional” (según los términos de D’Aragona) seriamos los primeros en saludar el acontecimiento
con un profundo entusiasmo. Pero nos tememos que los medios no sean apropiados a los
fines...» El Congreso, de las Corporaciones, próximo a celebrarse, mostrará que «la mayor parte
del pueblo trabajador ha pasado bajo las banderas del fascio» («Il Popolo d’Italia», 28 mayo de
1922). Aun sin molestar demasiado a D’Annunzio ni romper definitivamente con él, Mussolini no
quiere ya permanecer por más tiempo en segundó plano. No desea una pacificación que se haría
sin él, o incluso contra él, y pone de manifiesto que el eje de la situación pasa ahora por el
fascismo y no por la C.G.L.
67
El comunicado publicado el mismo día en Cardona dice: «Nadie ha asistido a las largas
entrevistas entre Chicherin y D'Annunzio, pero se sabe que han versado sobre las condiciones
políticas, económicas y culturales de la Rusia actual, sobre los trabajos de la Conferencia de
Génova y sobre las futuras relaciones entre Italia y Rusia». Los fascistas se impacientan y utilizan
estas entrevistas para desacreditar la acción política de D’Annunzio. Por su parte, éste, sin
renegar de la simpatía que acaba de testimoniar a Rusia, explica su gestión alegando «su gratitud
hacia el pueblo ruso», que «ha liberado para siempre al mundo de una ilusión pueril y de un mito
estéril»; el pueblo ruso ha mostrado que «un gobierno de clase era impotente para crear
condiciones de vida soportables» («Il Corriere della Sera», 15 de junio). Hay que recordar que en
esta época se cernía sobre Rusia una de las hambres más espantosas de la historia. D'Annunzio
había enviado su óbolo a los comités de socorro creados por entonces en Italia. Un eco de las
tenaces ilusiones que había en ciertos medios de izquierda con respecto a las gestiones de
D'Annunzio se encuentra en un artículo de E. Malatesta: «Italia atraviesa actualmente una crisis
de régimen político y económico. D'Annunzio es o podría ser un factor decisivo en el desarrollo
de los próximos acontecimientos». Por otra parte, se le invita a «hablar claramente» («L’Umanitá
Nuova», 17 de junio de 1922).
207
Angelo Tasca

humanas, incluso aunque sean excepcionales, como es el caso de D’Annunzio»


y hace votar él 30 de mayo, por el fascio de Milán, una moción en la que se
denuncia al régimen soviético «responsable de la paz de Brest-Litovsk», y a
los socialistas «saboteadores de la victoria»; también se subraya que:
«todas las fuerzas de la plutocracia y de la demagogia antinacional han
escogido tácitamente a Gabriele D’Annunzio como el futuro verdugo
del fascismo».
En dicha proclama se insiste en:
«no recordar otra cosa de D’Annunzio que no sea su ardor por la
intervención de Italia en el conflicto europeo, su heroísmo guerrero y
su fidelidad a la victoria; y no preocuparse en modo alguno de su
actitud personal, que nunca llegará a manchar al partido nacional
fascista, desde ahora victorioso pese a todo, único intérprete y
animador de la conciencia renovada del país».
De este modo se consuma la separación, sin que el movimiento fascista se
crea por ello directamente afectado.
Y mientras la C.G.L., enciende la sacra lampa, los fascios prosiguen e
intensifican la lucha contra ella en su propio terreno: en el de la organización
sindical. La ofensiva fascista se ve facilitada en este caso por la crisis
económica. El número de parados, que, a finales de 1920, no era más que de
102.156, sube rápidamente a 388.744 en julio de 1921, para alcanzar los
512260 en diciembre y 606.819 en enero de 1922. Los industriales y los
agrarios tienen ahora la sartén por el mango y no vacilan en beneficiarse de
ello. La C.G.L., paralizada en varias provincias rurales por la «ocupación
fascista», se repliega a la defensiva por todas partes. El 9 de octubre de 1921,
un año después de aquella ocupación de fábricas que debía instaurar el
control obrero e iniciar «una nueva historia», el Consejo director de la C.G.L.
propone la suspensión de todas las agitaciones provocadas por las tentativas
patronales de reducir los salarios, y formar una Comisión de investigación
compuesta por representantes del Estado, patronos y obreros para estudiar la
situación de las diferentes industrias, las causas del encarecimiento de la vida
y la eventualidad de un reajuste de salarios. El gobierno acepta la proposición
de la C.G.L., mientras que la Confederación de la Industria se declara hostil.
Entretanto se logra, en Lombardía, por medio de negociaciones, y en Liguria
como consecuencia de una huelga general, obtener el aplazamiento de las
revisiones salariales hasta la primavera de 1922. Sin embargo, el cambio de la
situación salta a los ojos. Aquel «control sobre la industria», que debía
208
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

proporcionar a la clase obrera una nueva situación en la producción, y que


algunos habían saludado como el principio de las expropiaciones y de la
socialización, se reduce a ser un método de defensa contra una excesiva
reducción de los salarios, ya lograda en varios sitios bajo la presión
combinada de la crisis económica y de la ofensiva fascista. Los pocos pasos
dados en el sentido de la transformación del «asalariado» en «productor» se
han perdido: los obreros vuelven a ser asalariados en el sentido más
restringido del término, el salario agota de nuevo todas sus relaciones con el
mundo de la producción.
La organización sindical libre ya no es la Iglesia triunfante, cuyas iniciativas
siempre se ven coronadas por el éxito; ya no es más que una Iglesia militante,
en la que el servicio es muy duro y sobre posiciones que difícilmente se
defienden. Los fascistas pueden, en algunos puntos, introducirse en la clase
obrera, y sobre todo tienen a su disposición un método radical de
reclutamiento: la violencia y el terror. Una organización sindical fascista
importante no surge más que en las zonas ya conquistadas a mano armada
por las escuadras de combate, y como consecuencia de esta conquista. El
sindicalismo fascista «es ciertamente como la mala hierba parásita que crece
y prospera entre los escombros de las casas destruidas y calcinadas». A la
concentración de las escuadras en una localidad, siempre sigue la destrucción
de la Bolsa del Trabajo y otros círculos sindicales, el asesinato o el alejamiento
forzado de los jefes sindicales locales. Esta razzia constituye el acto previo y
necesario para la fundación de una «corporación» fascista, en la que son
inscritos los adheridos de la organización destruida. Por otra parte, allí donde
la ofensiva fascista ha hecho desaparecer materialmente a la antigua
organización, los fascistas encuentran así las masas obreras en sus manos. Si
no quieren perderlo todo otra vez, están obligados a convertirse en los
herederos de la organización «roja», y abordar los mismos problemas que
aquélla habría resuelto. «Sistema bastante delicado para esta organización,
–subraya Italo Balbo en su Diario–; la mano de obra es sobreabundante, y
sólo la disciplina sindical puede asegurar a todos el trabajo y el pan». Esta
«disciplina» se asemeja mucho al «monopolio», contra el que los fascistas,
sólo hace unos meses, clamaban. Frecuentemente, como no tienen personas
capaces para dirigir la «Liga» sindical, fuerzan al antiguo secretario a
continuar prestando sus servicios dándole de vez en cuando, como hacía el
amo ateniense con el esclavo habilidoso que mantiene en su tienda, una
buena paliza destinada a inculcarle el sentido de la jerarquía y el miedo
saludable a los nuevos amos.

209
Angelo Tasca

Mussolini, que durante mucho tiempo ha desconfiado del sindicalismo


fascista, como igualmente desconfía de todas las cristalizaciones y formaciones
que pueden obstaculizar su libertad de maniobra, y que ha visto a la
oposición enarbolar la bandera del «sindicalismo nacional», acepta ahora la
acción sindical autónoma de los fascios, aunque vigilándola para que no
comprometa en su perjuicio el equilibrio de las fuerzas y de las influencias en
el seno del movimiento fascista. Mussolini comprende que esta acción
sindical abre un abismo entre él y los socialistas, y que puede servirle en
cualquier caso como medio de chantaje para precipitar la crisis interior del
movimiento socialista y hacer prisioneros a los jefes de la C.G.L.

«Cuando – dirá más tarde Mussolini– nos reunimos algunas decenas


de nosotros el 23 de marzo de 1919, en la plaza San Sepolcro, no
pensábamos exactamente en fundar organizaciones sindicales... El
fascismo ha hecho sindicalismo por una necesidad fisiológica de
desarrollo».

En enero de 1922, el partido fascista organiza en Bolonia una conferencia,


que funda la Confederación general de sindicatos nacionales. Queda por
resolver el problema de las relaciones entre el partido y la nueva
organización. ¿Debe ser una organización directa del partido, o permanecer
independiente para poder ampliar su reclutamiento? Este problema queda
planteado ante el Consejo nacional del partido a comienzos de abril, y
también es Mussolini quien proporciona la fórmula, una fórmula por lo demás
específicamente mussoliniana... «Se constituirán –afirma– organizaciones
netamente fascistas o autónomas según las exigencias del momento y del
lugar». Los sindicatos de servicios públicos, por ejemplo, serán exclusiva-
mente fascistas, porque deben servir de punto de apoyo para una eventual
acción fascista contra el Estado. A pesar de la idea de una democracia sindical
y de un Estado sindical que acarician –cada vez más débilmente– Grandi y sus
amigos, la organización sindical fascista sólo es aceptada como un medio de la
lucha política por el poder.

Esto es lo que aparece netamente en el primer Congreso nacional de las


Corporaciones sindicales, en Milán, a comienzos de junio. Mussolini resume
en su discurso todo el sentido de esta manifestación: «¡Señores! Es preciso,
cuando se quiere vencer, sabotear y destruir al enemigo en todos sus
reductos, en todas sus trincheras». La nueva organización anuncia que cuenta
en éste momento con 458.000 miembros, de los cuales, 227.000 son
campesinos y trabajadores agrícolas (60%), 72.000 trabajadores industriales

210
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

(15,7%); el resto queda repartido entre los servicios públicos, los transportes,
las administraciones locales, los intelectuales y los técnicos. «El grueso de las
corporaciones –dice Mussolini– lo proporcionan los rurales», y especialmente
los rurales de las zonas en donde la violencia agraria fascista ha desmantelado
las organizaciones «rojas».

De este modo, el fascismo intenta cubrir ahora un nuevo objetivo: reclutar


para «su» organización sindical; y su ofensiva es en este aspecto aún más
metódica e implacable. Las discusiones en la Cámara, a finales de noviembre
de 1921 y a lo largo de la crisis de febrero de 1922, no se resuelven en nada.
El grupo Socialista vuelve al asalto, en marzo, pero su propuesta no obtiene
más que 82 votos contra 79; alrededor de los dos tercios de la Cámara se ha
abstenido. Con el gobierno Facta, las autoridades locales, totalmente
aseguradas, se prestan cada vez más al servicio de los fascios. Italo Balbo lo
escribe con satisfacción en su Diario:

«Somos los dueños de la situación –escribe hablando de Ferrara–; no


solamente hemos roto la resistencia de los adversarios, sino también
los organismos públicos han caído bajo nuestro control. El prefecto
debe resignarse a la voluntad que le impongo en nombre de los
fascistas».

La «justicia» funciona en sentido cívico. En los primeros meses de 1922, en


Roma, en Venecia, en Vercelli, en Ceriñola (Apulia), en Reggio Emilia, en
Bolonia, en Florencia, en Alejandría, todos los fascistas acusados de
asesinatos, de «violencias privadas», son exculpados y llevados en triunfo por
sus amigos. Si alguien está demasiado comprometido, se le hace ir al
extranjero, a Fiume, o simplemente a otra ciudad. La Historia de la revolución
fascista, de Chiurco, permite reconstruir, durante algunos meses, la
vicisitudes y las peregrinaciones de uno de los jefes escuadristas, un tal
Giovanni Passerone, teniente desmovilizado. Desde hace tiempo se ha
distinguido a la cabeza de las escuadras de acción de Monteferráto
(Piamonte): asaltó, por ejemplo, la Bolsa del Trabajo de Casale (6 de marzo de
1921); participó con su escuadra en las expediciones punitivas de los fascistas
de la Lomellina (marzo); incendió la Bolsa del Trabajo de Balzola (Casale);
acudió a Valénce (Alejandría) para terminar la obra de destrucción iniciada
por los fascistas locales (9 de junio). A partir de mayo de 1922, su curriculum
se hace mucho más movido. El 19 de marzo, acude a Casale Popolo y, «a
título de represalias contra la banda de música de la Bolsa del Trabajo local
que no había querido participar en una fiesta fascista», entra en la sala en

211
Angelo Tasca

donde toca la banda, hace salir a las mujeres y a los niños, golpea a los
músicos obligándoles a que les entreguen los instrumentos «que son llevados
triunfalmente al fascio de Casale». Resultado de la expedición: una treintena
de heridos. A la mañana siguiente, se ordena su arresto por robo y violencias,
pero los fascistas se movilizan y «la autoridad se ve forzada a ponerlo en
libertad algunas horas más tarde». El 12 de junio, Passarone acude a Asti con
once escuadristas de Casale:

«Escapando de los guardias reales, de la tropa y de los carabineros, los


escuadristas llevan a cabo brillantemente su trabajo. Balance de la
jornada: cincuenta y siete minutos de presencia en Asti; 10 edificios
devastados: la Bolsa del Trabajo, clubs, cooperativas, casas privadas;
20 cabezas heridas. Y se empieza a utilizar como arma Ofensiva y
defensiva, el látigo de los carreteros».

En julio, Passerone redobla su actividad: el 18, marcha con su batallón de


Casale sobre Novara, donde toma parte del ataque a la Bolsa del Trabajo y a
los círculos socialistas y comunistas; desde Novara llega hasta Arona y Meina
a orillas del lago Maggiore y regresa inmediatamente a Trecate: allí, los
fascistas instalan a uno de los suyos en la alcaldía y destruyen la Bolsa del
Trabajo «ajando camiones a las columnas qué sostienen las arcadas y
haciendo saltar el resto con minas». Desde Trecate, el mismo Passerone, con
150 fascistas de Casale, transportados en camiones, se dirige a Magenta, en la
carretera de Milán. Para no permanecer inactivos, saquean y destruyen en
esta localidad, la noche del 25 de julio, la cooperativa, el círculo de recreo, la
sede del club de los ferroviarios y la Casa del Pueblo. Como consecuencia de
su acción en Novara, en Trecate y en Magarta, se lanza contra el «cónsul»
Giovanni Passerone y su amigo Natale Cerutti una orden de arresto.

«Se ven obligados a alejarse de Casale para no ser detenidos. Sin


embargo, continúan participando en diferentes expediciones, Turín,
Ivrea, Biella, Santhià, manteniendo siempre contacto con los camisas
negras de Monteferrato. Natale Cerutti marcha a Sampierdaera
(Génova), para organizar allí la acción fascista, y, en el momento de la
huelga general de agosto, llama a las escuadras de Casale a Liguria
dirigiendo allí las operaciones».

212
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Muy diferente es la situación de los socialistas y de sus organizadores,


desterrados de sus comarcas. En general comienzan por refugiarse en la
capital de su provincia, porque la ciudad ofrece, pese a todo, más
posibilidades para esconderse y la persecución resulta menos fácil. Pero si
esta ciudad también se ve «ocupada»; poco tiempo después, por los fascistas,
será preciso marcharse más lejos. El círculo de refugiados posibles, los «oasis»
de tranquilidad relativa se reducen cada vez más. Se puede vivir todavía en
Roma, en Milán, en Turín y en Génova. ¿Vivir? La mayor parte de estos
proscritos no tienen ningún medio de existencia; los llegados en primer lugar
han encontrado a veces, al principio, un poco de trabajo en las cooperativas
obreras; algunos son auxiliados por sus familias o por camaradas de su región,
que cotizan en secreto para enviarles algún dinero. Un poco por todas partes
se hacen colectas; los trabajadores dan con una generosidad inagotable,
porque el sentimiento de solidaridad entre ellos es muy profundo. Pero las
oleadas sucesivas que no paran de llegar hacen que las sumas acogidas sean
cada vez más insuficientes, y estos hombres arrancados de sus ocupaciones y
de sus familias arrastran, como miserables, una existencia desprovista de
recursos y, lo que es peor, carente de sentido. El fascista que cambia de
ciudad encuentra un terreno nuevo y más libre para sus proezas, el socialista
se convierte en un desarraigado, está perdido para su movimiento aunque en
su interior no se haya roto. La diáspora fascista ayuda a la difusión de la
acción, la diáspora socialista la restringe y debilita.

Los fascistas pueden permitírselo todo, incluso perseguir y condenar al


ostracismo, a los funcionarios que no se prestan a su servicio o qué resisten a
sus órdenes. El capitán Jurgens, que, con una decena de hombres, ha resistido
a 500 fascistas en la plaza de la estación de Sarzana, se ve acosado de ciudad
en ciudad como un «bolchevique» cualquiera. En La Spezia es reconocido y
perseguido en la calle: debe abandonar la ciudad a toda prisa para escapar de
sus agresores. El 17 de febrero de 1922, se celebra en Prato (Toscana) una
demostración fascista: La fuerza pública cierra el paso de la calle e impide al
cortejo seguir avanzando. «A la mañana siguiente –cuenta Chiurco– el fascio
ordena que se cierren todas las fábricas y todos los establecimientos hasta
que el comisario de policía antifascista68 sea alejado». Una comisión se
entrevista con el prefecto, éste concede cuanto se le pide: el alejamiento del
comisario, el permiso para organizar un gran mitin, el castigo de los guardias
reales «culpables». «Una vez que el lock-out de los establecimientos
industriales ha alcanzado su objetivo, el fascio ordena su terminación».

68
El subrayado es mio. [A. T.]
213
Angelo Tasca

En abril, Balbo organiza la ocupación de Ferrara para obtener la concesión de


las obras públicas. Una masa de 45.000 parados, llegados de provincias,
acampan en la ciudad durante dos días. Balbo solamente ordena la
desmovilización cuando el prefecto le promete no sólo la concesión de las
obras públicas, sino también la liberación de su amigo Baroncini, uno de los
jefes de las escuadras de Bolonia, detenido algunas semanas antes a
consecuencia de innumerables violencias. Y el prefecto se decide a hacerlo.
Hacia finales de mayo, el prefecto de Bolonia, Mori, ha prohibido por decreto
la circulación de la mano de obra en un cierto número de distritos de la
provincia, para evitar los incesantes conflictos entre los trabajadores locales y
los «amarillos» que los fascistas reclutan y acompañan en cada lugar. El 27 en
signo de protesta, el directorio del fascismo de Bolonia presenta su dimisión y
pasa sus poderes a un comité de acción: demostraciones fascistas ante la
prefectura para exigir el alejamiento del prefecto, devastación del Ente
Autonomo dei Consumi, la gran central de almacenes municipales de
alimentación, así como también algunos locales de la Federación provincial de
los Trabajadores agrícolas. El secretario general del partido fascista publica, el
29, la orden siguiente:

“Movilización general de todos los fascistas boloñeses.”


La lucha en la provincia de Bolonia se agrava. La autoridad política local,
cómplice de los partidos antinacionales, intenta romper la organización
política y económica del fascismo. Desde este momento, los poderes y las
funciones de los Directorios de todos los fascios de la provincia de
Bolonia pasan a los comités de acción. Todos los fascios boloñeses quedan
movilizados.
El abajo firmante, en su calidad de secretario general del P.N.F. (Partido
Nacional Fascista) transfiere su residencia a Bolonia hasta el fin de la
lucha.
Firmado: Michele Bianchi.

¿Por qué los decretos del prefecto Mori han provocado semejante alerta?
Pues porque, si los fascistas no pudiesen seguir circulando libremente de una
comarca a otra y servirse de los obreros parados de otros lugares, e incluso de
otras provincias, para aplastar toda resistencia local de los trabajadores, la
red de las organizaciones sindicales libres continuaría en pie y funcionando.
Hay que poder maniobrar con el ejército de parados como se maniobra con
las escuadras de combate, para aplastar a la organización «roja» y obligar a

214
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

los trabajadores que le sigan siendo fieles o rendirse por el hambre. Porque
en el momento que un grupo de parados «fascistas» acompañados por una
escuadra llega a una comarca, los agrarios locales ignoran la oficina sindical
de colocaciones, rompen el contrato y pierden todo temor a las huelgas
porque los parados inmigrados, escoltados por los fascistas armados, están
allí para sustituir la mano de obra local. Ni fascistas ni agrarios están
dispuestos a privarse de esta arma terrible, éste es el motivo por el que
decenas de millares de fascistas de todas las provincias de Emilia se
concentran en Bolonia ocupándola durante cinco días. No quieren abandonar
la ciudad mientras el prefecto Morí no sea revocado. El gobierno no cede, y
Mussolini ordena desde Roma la desmovilización porque terne que se
produzca un incidente que fuerce al gobierno a intervenir, y también teme la
reacción hostil de la opinión pública. Pero poco después, el profesor Mori es
alejado de Bolonia y enviado a Bari, en Apulia donde los fascistas están
preparados para manifestarse una vez más contra Mori, declarando que no
desean «semejante regalo».

Las concentraciones de Ferrara y de Bolonia, las primeras en que participan


varias decenas de miles de fascistas, también son importantes desde otro
punto de vista. Ante todo permiten mantener el espíritu combativo de los
fascistas que, localmente, ya no tiene objetivos en los que entrenarse:

«Los fascistas tienen necesidad de ser exaltados –explica I. Balbo–. El


espíritu de batalla debe mantenerse a presión. El jefe tiene esta
responsabilidad. Desgraciados si se les deja abandonados a sí
mismos».

Además, estos ejercicios constituyen un precioso entrenamiento para


operaciones de mayor envergadura:

«En relación con los objetivos inmediatos –escribe Balbo, que ha


dirigido toda la operación–, las jornadas de Bolonia no han tenido gran
importancia. Pero esta experiencia ha demostrado la movilidad de las
escuadras. La escuadra ha abandonado su comarca: y ha combatido
por objetivos políticos que sobrepasan su mentalidad rural. Ha
obedecido a jefes desconocidos. Tropa volante que ha sabido
mantenerse durante varios días sin quejarse, que ha dormido sobre la
paja y comido carne en conserva. Esto quiere decir que el episodio de
Bolonia, que considero como una especie de gran maniobra de las
fuerzas fascistas de Emilia, puede repetirse en proporciones más

215
Angelo Tasca

amplias en el curso de un movimiento de revuelta contra los poderes


constituidos. Ensayo general de la revolución. Si la maniobra exige el
transporte rápido de batallones del Norte hacia el Centro (Roma)
estamos seguros que las escuadras marcharán no importa cómo,
disciplinadas y ardientes. Será preciso comenzar de nuevo y reclutar
más unidades. Durante los cinco días de la acción de Bolonia, fueron
movilizados 60.000 fascistas».

Hay artículos del Código penal italiano que prohíben las concentraciones
armadas y que castigan la formación de cuerpos armados. El gabinete Facta
no los aplica en mayor grado que el gabinete Bonomi que le precedió. Los
decretos de disolución son muy escasos y se adoptan solamente cuando la
hez, que se ha acumulado abundantemente en los fascios y sobre todo en sus
escuadras de combate, desborda y pone en peligro de comprometer
demasiado al fascismo y a sus aliados. He aquí, por ejemplo, las
consideraciones de un decreto de disolución adoptado por el prefecto de
Venecia contra la escuadra de los «Caballeros de la Muerte» en junio de
1922:

«...La asociación de los Caballeros de la Muerte, en la ciudad y en la


provincia de Venecia, está constituida sobre todo por elementos que
teniendo en cuenta sus antecedentes desde el punto de vista penal y
político, deben considerarse como peligrosos para el orden público...
La llamada asociación, aunque proclamando fines patrióticos y
humanitarios, ejerce de hecho su actividad para fines personales de
lucro ilegítimo, ya que lleva a cabo represalias injustificadas o ilegales,
impone a los comerciantes, negociantes y ciudadanos en general,
contribuciones cuya suma es fijada por los propios dirigentes de la
asociación; arbitra conflictos de intereses privados empleando medios
ilegítimos y utilizando la intimidación por el comportamiento arrogante
de sus miembros en público; ocupa casias contra la voluntad y el
interés de quien legítimamente puede disponer de ellas; favorece la
fuga de personas en situación de detención; obliga a ciudadanos a
sufrir la violación de las libertades de reunión y de circulación; exige
quitar insignias y emblemas; a sacar o a entrar las banderas...».

Estas acusaciones –y otras muchas más graves– podrían presentarse contra la


totalidad, de los fascios, que prosiguen su actividad, no solamente ilegal, sino
criminal, abiertamente, sin ser molestados y sin exponerse a ninguna sanción.

216
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Sin embargo, a pesar de esta violación incesante y multiforme, y en parte por


causa de ella, la opinión pública italiana, más bien se ha alejado del fascismo.
Mussolini lo observa incluso en el Consejo Nacional de abril de 1922
aprovechándose de ello para imponer «su» táctica:

«Nuestra situación no es brillante. Aquel halo de simpatía que nos ha


acompañado durante 1921 ha menguado. Populistas, republicanos,
comunistas, socialistas y demócratas son hostiles a nosotros. Es
necesario conservar la organización armada aunque evitando que los
elementos escuadristas puedan, en un momento dado, imponer su
voluntad a los elementos políticos dirigentes del fascismo. Tampoco
hay que excluir la eventualidad de una participación fascista en el
poder del Estado. Es preciso afirmar que si mañana fuese necesario
para los fines superiores de la Nación, los fascistas no dudarán en dar
sus hombres al gobierno».

En su intervención, Mussolini no excluye el golpe de Estado y la marcha sobre


Roma, pero afirma sus preferencias por la coalición gubernamental. Para él,
como para todo auténtico táctico, se plantea un problema de tiempo. El
medio, subraya, no es muy favorable. Proseguir indefinidamente la lucha
contra los «rojos» permaneciendo al margen del Estado puede convertirse en
peligroso. Lo qué teme Mussolini, es que un cambio brusco de la situación le
imponga la elección entre la colaboración o la insurrección, en un momento
en que no fuera libre para elegir. Está obsesionado por la preocupación del
«demasiado pronto» o del «demasiado tarde». Por eso sigue al día la
situación, con acrecida atención, siempre alerta y siempre al acecho para
descubrir un adversario que combatir o un posible aliado por ganar.

Sin embargo, Mussolini no goza, hacia mediados de 1922, de esta libertad de


maniobra total que siempre había deseado poseer. En la evolución de la
situación del fascismo desde 1919, hay algo irrevocable: Mussolini, que a un
tiempo ha dirigido y seguido el movimiento, se encuentra situado netamente
a la derecha, y al mismo tiempo, en el seno del movimiento fascista, las
fuerzas y los intereses reaccionarios ocupan una posición netamente
ventajosa. Desde hace tiempo el peligro «bolchevique» ha sido alejado: las
masas están a la defensiva; sus jefes, desorientados, incapaces o impotentes.
El fascismo se afirma precisamente en una época en que ya no tiene ninguna
razón de ser, al menos ninguna de las razones que hacían de él una reacción a
los «excesos» del movimiento obrero y socialista. Ha dejado de ser aquella
reacción para convertirse simplemente en la reacción.

217
Angelo Tasca

Esto se ve con toda evidencia en el valle del Po. El socialismo tenía en esta
región, pocos meses antes, sus más fuertes posiciones. Su actividad incluso
había transformado el aspecto físico de la región y de sus habitantes y, gracias
a ella, los trabajadores habían recorrido en algunas decenas de años la
enorme distancia que separaba al miembro actual de una «liga» o de una
cooperativa del campesino de antaño, pelagrosos y sometidos a un trabajo
semiservil. Pero este mérito histórico no le había salvado; al contrario,
constituía el motivo principal de la despiadada «guerra de desquite» a que le
sometían los agrarios. En este mismo territorio, el fascismo reúne ahora el
grueso de sus fuerzas militares, políticas y sindicales.

«A partir de 1921 –escribe Balbo– el gran cuadrilátero Ferrara,


Mantua, Bolonia, y Módena es la plataforma de nuestra acción
colectiva de gran estilo... La Emilia constituye la más vasta reserva en
hombres del fascismo italiano».

Los caracteres de la acción fascista en esta región determinan la orientación


general de todo el fascismo. Se intensifican la ofensiva agraria contra los
contratos de trabajo y la ofensiva fascista contra las organizaciones
socialistas. Tal es el sentido de los conflictos sindicales que se producen en la
primera mitad de 1922, en el curso de esos pocos meses, es cuando se
acelera la evolución general de la política fascista en un sentido abiertamente
reaccionario. En marzo, las «corporaciones» fascistas de las provincias de
Piacenza y de Milán, y en abril las de Parma, concluyen directamente con la
Asociación agraria un nuevo contrato de trabajo. El contenido de estos
contratos es en todas partes el mismo: mantienen, a veces, sobre el papel, los
antiguos salarios, o no los reducen sensiblemente; pero destruyen todas las
garantías con que los socialistas habían rodeado los contratos para asegurar
su estricta aplicación. Prácticamente el asalariado agrícola y el colono están
de nuevo individualmente a merced de su patrón o de su propietario. He aquí,
por ejemplo, el contrato para la provincia de Milán. Las tarifas son revisables
cada tres meses, lo que, en ausencia de una organización decidida y
preparada para defender los intereses de los trabajadores, deja a estos
últimos frente a frente con sus patronos quienes les impondrán fácilmente
sus condiciones. Todo carácter «colectivo» del contrato de trabajo queda
suprimido por el artículo 26, que deja la facultad, «a las partes, de añadir al
contrato cláusulas especiales o particulares que serán inscritas a mano en la
copia del contrato firmado por las organizaciones», estipulando claramente
que «estas cláusulas no estarán sometidas a la competencia de las
organizaciones responsables, ni tampoco a la de las Comisiones arbitrales
218
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

previstas por el pacto agrícola general». Con esto el propio contrato colectivo
queda anulado por la cláusula del libre empleo de la mano de obra, que
elimina a la antigua oficina sindical de colocaciones y que, en la situación de
paro crónico del valle del Po, da a los propietarios derecho de vida y de
muerte sobre los trabajadores. En la provincia de Brescia, la Asociación
agraria había renovado el contrato de trabajo con las organizaciones «rojas»;
pero, desde el momento en que la ofensiva fascista alcanza también esta
provincia, y que comienza la destrucción de los sindicatos obreros y las
dimisiones forzadas de las municipalidades socialistas, los elementos agrarios
más enérgicos quieren desembarazarse del contrato que acaban de firmar.
Para lograrlo, abandonan su antigua Asociación y constituyen un sindicato
fascista de propietarios, que se recluta en las zonas limítrofes de las
provincias ya «ocupadas» por el fascismo. El nuevo sindicato patronal firma
un acuerdo con la Federación provincial del partido fascista, que plantea sus
condiciones: los fascistas intervendrán para romper el antiguo contrato de
trabajo, pero los agrarios deben comprometerse a tratar exclusivamente con
la organización fascista, a dejar de reconocer a las oficinas de colocaciones de
los sindicatos «rojos» y a aplicar el nuevo contrato únicamente a los
trabajadores que forman o formarán parte del sindicato fascista. Contra la
violación del contrato en vigor, las organizaciones «rojas» proclaman la
huelga general. Pero, como relata «Il Popolo d’Italia» del día 23 de junio, una
vez concluido el acuerdo entre los fascistas y los agrarios,

«se inicia la lucha y los adversarios ven afluir, con terror, en el sur de la
provincia, a centenares de trabajadores generosamente suministrados
por Lomelline, por Venecia y por las provincias de Cremona y de
Mantua, mientras que los valerosos camisas negras de estas provincias,
unidos a los de Brescia, rompen las veleidades de resistencia de los
bolcheviques».

Porque defender un contrato de trabajo firmado sólo unas semanas antes y


defender la dignidad del trabajo, es, en la Italia de 1922, «bolchevismo». «Las
masas están exasperadas» contra los esquiroles, pero ¿cómo luchar al mismo
tiempo contra las escuadras armadas hasta los dientes, contra esta invasión
de los parados de otras provincias –que como la langosta, devastan cuanto
queda de tejido vivo de las antiguas organizaciones–, y contra la fuerza
pública, que está presente para proteger la «libertad de trabajo»? Después de
algunos días de lucha, «las ligas» se resignan y enarbolan sobre sus casas, las
que quedan aún en pie, la bandera fascista.

219
Angelo Tasca

Un hecho análogo ocurre en la provincia de Pavía, en la zona de los arrozales.


En la época de la monda (escarda de las malas hierbas en los campos de
arroz), la mano de obra local resulta insuficiente durante algunas semanas y
es preciso hacer venir a las mondine, ya que este trabajo lo realizan mujeres
de otras provincias. Como estas provincias dependen ahora de los fascios, los
fascistas y los agrarios de la Lomellina pueden organizar la campaña de la
MONDA de manera que sirva para aplastar a las organizaciones «rojas» locales,

cuyos miembros no son contratados sino sustituidos por las mondine que
escoltan las escuadras fascistas. Hay algunos esporádicos episodios de
resistencia, pero las escuadras fascistas locales, reforzadas por otras llegadas
de fuera, ocupan la zona y destruyen cuanto queda de las «ligas» y de las
cooperativas; de este modo, la dictadura de la Agraria se impone definitiva-
mente. A veces, los fascistas no tienen siquiera necesidad de «romper» la
huelga, ya que logran impedirla preventivamente. Por ejemplo, a finales de
junio, mientras las organizaciones sindicales de la provincia de Vicenza están
discutiendo con la Asociación agraria la renovación del contrato de trabajo, el
fascio de Vicenza declara que «sin ocuparse del fondo de la cuestión», se
opondrá «con todos los medios a la huelga». De este modo los trabajadores
ven de antemano rota la única arma de que disponen, habida cuenta la
intransigencia de los agrarios. Con ello su suerte queda echada.
Situación típica como la de Cremona, en donde los colonos están organizados
dentro de los sindicatos católicos, y orientados bastante a la izquierda. Es en
esta provincia donde, en abril de 1922, se ha realizado el acuerdo entre
populistas y socialistas en defensa de las libertades sindicales y municipales.
En junio de 1921, tras una áspera lucha, que se lleva hasta la ocupación de las
CASCINE (granjas) por los trabajadores, los agrarios se han visto obligados a

aceptar someter a una Comisión arbitral la redacción de un concordato, que


implica «la introducción del contrato de participación y el control contable de
la empresa rural» por los trabajadores interesados. Durante el mes de agosto,
la Comisión ha fallado su sentencia llamada laudo Bianchi, debido al nombre
de su presidente, profesor y director de una «Cátedra ambulante de
agricultura», y técnico de primer orden. Estas conclusiones tendían «a crear
una organización de la gestión agrícola basada en la participación de LOS
trabajadores en los resultados de la empresa, participación colectiva y cuya
Contabilidad debía ajustarse todos los años al final del arrendamiento». En el
momento de publicarse, «este esquema de organización fue reconocido
técnicamente como ingenioso y fue alabado por especialistas competentes» 69

69
R. Bachi, L’Italia economica nel 1921
220
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Los principios eran en el fondo los mismos que los de la política agraria del
partido popular: participación de los trabajadores en los beneficios, transfor-
mación de los asalariados en pequeños propietarios, 70 política que los
fascistas habían adoptado en su programa de 1919 y que se proponía como
objetivo «la abolición de los asalariados». Nada por tanto de «bolchevique»,
puesto que estos principios se oponían a la «proletarización» y a la
«socialización» de los programas socialistas. Pero los propietarios de la
provincia de Cremona comienzan con incoar un recurso legal para eludir el
juicio arbitral ya hecho público y, cuando este recurso fracasa, se niegan
simplemente, en enero de 1922, a aplicar sus conclusiones. Entonces es
cuando el 90% de ellos se reagrupan en un sindicato fascista, preludio de la
abierta ofensiva que preparan contra el laudo Bianchi.

«Los agricultores –relata Chiurco–, agrupados en torno al diputado


Farinacci y del fascismo, rechazan el arbitraje. Los fascistas de la
provincia son movilizados de forma permanente; el gobierno cede y,
en mayo, el prefecto encarga a una nueva comisión la elaboración de
un nuevo contrato. Cuando se habían dejado fracasar las conclusiones
de los primeros árbitros y los fallos de la magistratura, se impone
ahora legalmente la aplicación de este contrato: la firma estampada
vincula a los agrarios, en el momento en que el texto firmado les
ofrece total satisfacción. El laudo Bianchi queda, de este modo,
enterrado».

La compenetración del fascismo y del «esclavismo agrario» sobrepasa el


simple aspecto sindical. En esta misma provincia de Cremona, los agrarios
presentaron en la lista del bloque nacional, en marzo de 1921, a uno de sus
delegados, Giannino Ferrari, que, una vez elegido, se adhirió al grupo agrario
de la Cámara. Pero la Federación provincial de los sindicatos patronales, que
se constituyó a principios de 1922 bajo signo fascista, no está satisfecha de él,
porque «aun siendo un representante directo de los agrarios, siempre ha
mantenido, en una situación tan grave como la presente, una actividad
pasiva». En este mismo orden del día, la Federación:

70
La Federación fascista de la provincia de Módena vota a finales de junio una resolución hostil al
proyecto de ley sobre los contratos agrícolas presentado por el diputado popular Bertini. El
citado proyecto pretendía establecer un plazo de tres años para los contratos de aparcería,
introducir la noción de «motivo justo» en la rescisión de contratos y crear una jurisdicción
especial de arbitraje para los conflictos colectivos de trabajo. No son los «sindicatos», fascistas
sino el organismo político de los fascios quien toma posición en este caso contra toda
intervención legal en favor de la reforma de los contratos agrícolas.
221
Angelo Tasca

«recuerda a todas las Asociaciones agrarias de Italia que el nombre de


Cremona debe convertirse en el signo de una gran acción nacional,
destinado a impedir que los gobiernos liberales continúen, con su
gestión nefasta y vana, suministrando oxígeno a las organizaciones y a
las administraciones subversivas que están en trance de morir».

Lo que los agrarios quieren es que el Estado no se interponga entre ellos y la


organización obrera y que la «legalidad» no obstaculice bajo ningún aspecto
la ofensiva que están a punto de concluir. Así pues, la variedad de elementos
que se descubren en el fascismo de los años 1919-1920 se reabsorbe cada vez
más y, sin desaparecer totalmente, va cediendo terreno a una fuerza más
homogénea, hasta tal punto que puede definirse el fascismo de 1921 y en
particular del segundo semestre de 1922, esencialmente como una ofensiva
de la burguesía contra el socialismo reformista de las alcaldías, de los
contratos colectivos de trabajo, de las oficinas de colocaciones y de las
cooperativas, y en particular contra él reformismo agrario; ofensiva dirigida
por los propietarios de tierras del valle del Po, de Toscana y de la Apulia.

Por esto, precisamente, Mussolini, aun no queriendo cerrarse ninguna puerta


y advirtiendo que el fascismo ha perdido algunas simpatías, apuesta cada vez
más por una coalición gubernamental que prescindiese del apoyo socialista.
Por otra parte estos últimos, están absolutamente paralizados debido a su
situación interior. En febrero de 1922, en el momento de la crisis Bonomi, la
dirección del partido tiene un momento de lucidez cuando autoriza al grupo
parlamentario a «seguir la situación», pero inmediatamente se arrepiente de
haber tenido tanto valor, y en marzo da marcha atrás. Por un lado, el ala
derecha del partido y la C.G.L., –bajo la presión de los representantes de las
regiones «ocupadas» por los fascistas– piden una política menos miope y
menos fatalista y, por otro lado, a la izquierda, se forma un grupo de «tercer-
internacionalistas», que adoptan en gran parte el punto de vista de los
comunistas. Cogida entre ambos fuegos, la dirección del partido se inmoviliza
y se vuelve tanto más tajante y contundente en sus fórmulas cuanto éstas le
permiten no abandonar la pasividad en la que se ha instalado desde hace
tiempo. El conflicto entre la dirección del partido y el grupo parlamentario
estalla bruscamente. El 1.° de junio, los diputados socialistas votan una
propuesta de Zirardini, diputado de Ferrara, que se pronuncia por el apoyo a
un «Gobierno que asegure el restablecimiento de la paz y de la libertad». La
dirección del partido, reunida el mismo día, desaprueba este voto y convoca
al Consejo nacional para reducir la sedición. Éste Consejo se reúne en Roma,
del 10 al 14 de junio de 1922, en presencia de los dirigentes de la C.G.L. La
222
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

discusión que allí estalla no puede ser más confusa; sucesivamente se


presentan cuatro o cinco propuestas, sin que ninguna de ellas logre agrupar a
la mayoría. Finalmente, se aprueba una propuesta de Serrati, el director de
«Avanti», condenando «la colaboración directa o indirecta», es decir, no sólo
la participación y el apoyo, sino incluso también la simple abstención en el
voto, no importa cuál fuese el gobierno; deplorando la actitud del grupo
parlamentario, y recordando a la C.G.L. el respeto del pacto de alianza con el
partido. Este pacto, firmado el 27 de septiembre de 1918, delegaba la
responsabilidad de la acción política a la dirección del partido, y esta última
que, con ocasión de la ocupación de fábricas en septiembre de 1920, no había
sentido deseos de apelar a esta disposición del pacto para controlar el
movimiento y «hacer la revolución», la acuerda ahora para impedir que los
diputados socialistas y la C.G.L. dispongan de la menor libertad de maniobra
en la crisis parlamentaria.

Serrati, a decir verdad, había dudado: la noche precedente a la reunión del


Consejo nacional, había dejado entrever sus preocupaciones a un amigo, pero
había acabado por replegarse –para salvarse de la duda– a las posiciones de la
intransigencia absoluta. Unirse a la tesis de la mayoría del grupo parla-
mentario y de la C.G.L. equivalía a reconocer que se había equivocado, y
gravemente equivocado hasta entonces, y a exponerse al mismo tiempo a los
sarcasmos de los comunistas, que se disponían a bailar la danza del «scalp»
en torno a los «traidores». Los comunistas no deseaban otra cosa sino ver a
los socialistas pasar el Rubicón, ya que de ello habrían sacado argumentos
para desacreditarlos ante las masas beneficiándose al mismo tiempo de su
participación en el poder. Pero el voto del Consejo nacional destruye toda
posibilidad de una acción parlamentaria eficaz en favor de las libertades
públicas. El grupo parlamentario se rebela y nombra un nuevo directorio. Se
consuma la escisión en el seno del partido entre socialistas y maximalistas.
Pero, al tiempo, queda reducida al mínimo la importancia de un eventual
aporte de los votos socialistas a un nuevo gobierno: los «colaboracionistas»
no disponen más que de unos sesenta votos de los ciento cuarenta y cinco
socialistas y comunistas. En el momento en que el arma parlamentaria ha sido
sacada de su funda, se ha roto debido a la nueva escisión del partido, desde
ahora inevitable. Y, por otra parte, cuanto más tiempo transcurre, en mayor
grado las escuadras fascistas extienden su ocupación del país y más se
deprecia la colaboración socialista, como una moneda pronto en fuera de
curso.

223
Angelo Tasca

Un año antes, la simple abstención de voto en determinadas circunstancias


habría invertido la situación y aislado políticamente al movimiento fascista,
que no habría podido resolver la grave crisis del segundo trimestre de 1921.
En febrero de 1922, la abstención ya no era suficiente, y habría hecho falta la
promesa de un apoyo socialista para que de la crisis de Bonomi hubiera salido
un gobierno decidido a enmarcar a los fascistas dentro de la legalidad. Hacia
mediados de 1922, ni la abstención ni el apoyo bastan ya; haría falta la
participación. Pero también ésta ha perdido una gran parte de su valor.
Mussolini lo dice al comentar la reunión del Consejo nacional socialista de
junio:

«De esperar, mucha agua va a pasar bajo los puentes del Tíber, y es
bastante probable que en poco tiempo los colaboracionistas presenten
una colaboración tan devaluada que no encontrarán ni a un perro
dispuesto a colaborar con ellos».

El 16 de junio la dirección del partido y el grupo parlamentario fascista toman


abiertamente posición contra toda participación socialista en el poder,
denunciando esta eventual participación como un «obstáculo para la
reconstrucción económica del país», estimando que «los restantes partidos
que se prestasen de alguna forma a esta experiencia se harían responsables
de la traición en relación con los intereses del país», y «reservándose el
derecho de actuar en consecuencia». De este modo los fascistas amenazan
con extender la ofensiva a los partidos que aceptaran la colaboración
socialista, esta colaboración que poco más o menos todo el mundo deseaba
en 1919-1920 y que el propio Mussolini había solicitado un año antes.

Si Mussolini habla de «colaboración devaluada», se debe a que aun, haciendo


abstracción de la situación general, que convierte a la colaboración socialista
en algo cada vez más problemático, algunos partidos y agrupaciones dejan
entrever su débil entusiasmo por semejante solución. Los populares, cuyo
secretario, don Sturzo, ha sido siempre fundamentalmente hostil a un
acuerdo con los socialistas, han obtenido de Facta la promesa de que los tres
temas que más les interesan: las oposiciones a cargos en la enseñanza, los
contratos agrícolas (proyectó Bertini) y los latifundios, serán presentados en
la Cámara antes de las vacaciones, y por consiguiente desean evitar toda crisis
ministerial. El grupo parlamentario de la democracia, que se ha constituido en
otoño de 1921, provocando la caída del gabinete Bonomi, y que hubiera
debido formar uno de los pilares de una coalición de «izquierda», se ha
dislocado de nuevo, en mayo.

224
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

La rivalidad irreductible entre Nitti y Giolitti y las simpatías fascistas de un


determinado número de sus adheridos actúan como una fuerza centrífuga.
Nitti y Giolitti recuperan por completo la libertad de maniobra, para realizar
esta vez –cada uno espera llegar solo y primero–, una gran coalición
«nacional» con participación fascista, como anteriormente ambos deseaban
ganar la partida llevando a los socialistas al gobierno. Giolitti piensa ahora que
ya no puede contar con los socialistas: en una conversación con ellos les ha
manifestado que no se contentaría con un «apoyo en eclipse» y que les
exigiría compartir todas las responsabilidades gubernamentales. Los
socialistas, habida cuenta de la situación de su partido, están menos
capacitados que nunca para suscribir un compromiso de tal índole. Por
consiguiente, la colaboración socialista parece muy remota, fuera de toda
perspectiva política. Pero los acontecimientos que se producen hacia
mediados de julio de 1922 vuelven a plantear la cuestión.

Los fascistas del valle del Po han emprendido la conquista de ciudades y


comarcas que todavía se les resisten.

«El fascismo –explicará algunos meses más tarde, después de la


marcha sobre Roma, el comunista Bordiga, en un informe a Moscú– ha
reagrupado a todos los elementos desmovilizados que no han podido
encontrar un lugar en la sociedad de la posguerra, y ha sabido
aprovecharse de la experiencia militar que poseen.... De este modo el
fascismo ha emprendido una marcha hacia la conquista de una
posición dominante en la vida política italiana de una manera, por así
decirlo, territorial, y que se puede seguir perfectamente sobre un
mapa geográfico. Habiendo partido de Bolonia, ha proseguido su
marcha en dos grandes direcciones; por un lado, hacia el triángulo
industrial del noroeste: Milán, Turín, Génova; y por otra parte hacia
Toscana y el centro de Italia, para llegar a cercar y amenazar la
capital».

«Il Popolo d’Italia» del 15 de julio aparece con un enorme título que ocupa
todo lo alto de su primera página: «Inminente hundimiento de las últimas
fortalezas del Pus. –Honor a los fascistas de Cremona, de Rímini, de Andria, de
Viterbo, de Sestri Ponente–. La movilización fascista de Novara.» ¿Qué
sucede? El propio Mussolini nos lo explica en el editorial:

225
Angelo Tasca

«Actualmente el fascismo italiano se halla comprometido en algunas


batallas decisivas de depuración local. Según las últimas noticias, en
Rímini los fascistas han logrado penetrar en la ciudad e imponerse. La
situación se ha invertido. Con Rímini hemos conseguido la articulación
de la tenaza, que nos faltaba, para machacar la Emilia y la Romana. Al
mismo tiempo, Rímini fascista es el paso que conduce a las vecinas
Marcas. Las activas vanguardias del fascismo en Resaro, en Fermo, en
Pérgola, en Jesi nos garantizan que las Marcas tampoco, resistirán por
mucho tiempo a nuestra fatal progresión. En Andria, nuestras milicias
han logrado la victoria y el cambio de la situación en esa ciudad es
extremadamente importante para nuestra acción en Apulia. Ahora es
preciso que el fascio de Bari se decida finalmente a organizarse, para
estar a la altura de la situación. En el Lacio, las crónicas de los últimos
días han registrado los episodios de Viterbo y la concentración fascista
que ha seguido. Ha llegado el momento de decir a todos los amigos de
Italia que las fuerzas fascistas del Lacio son muy numerosas: en cada
pueblecito de esta vasta región hay un fascio, y el movimiento general
gana mucha fuerza en la nueva vitalidad que parece animar al fascio de
Roma. Remontándonos al Norte, nos encontramos con las fuerzas del
fascismo empeñadas en Liguria. Estamos absolutamente tranquilos.
Sestri Ponente (cuya administración socialista ha dimitido) no será
recobrado por los rojos. La innoble coalición socialista-masónica-
popular no logrará tampoco recobrar Cremona. En Novara la batalla se
termina también triunfalmente para nosotros. Basta leer los diarios de
los adversarios para advertir que reina la mayor confusión en el campo
enemigo. Uno invoca la ayuda del gobierno, el otro amenaza con la
huelga general, otro incita al crimen individual, por último hay otros
que recomiendan esperar, y tener paciencia... Ninguna consigna,
ningún plan... Nos llaman ahora y siempre bandidos, canallas, bárbaros,
esclavistas, bribones, vendidos. Nos trae sin cuidado. Señores:
imprimen injurias inútiles. Nosotros respondemos golpeando política y
sindicalmente vuestros huesos. Con una cirugía inexorable».

Aun teniendo en cuenta el elemento de chantaje qué encierra, esta prosa


ofrece una instantánea feroz, pero verídica, de la situación. Sin embargo, los
sucesos de Cremona conmueven algo a los populares y, con ellos, al
Parlamento. El 12 de julio, el comisario prefectoral y el «cuestor» de la ciudad
son destituidos porque se han mostrado impúdicamente cómplices de los
fascistas. Éstos reaccionan inmediatamente: el directorio fascista pasa, como

226
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

es ya regla, sus poderes a un comité secreto de acción que organiza un gran


mitin de protesta para la misma tarde. Se decide el cierre de todas las
oficinas, comercios y bancos, hasta que el gobierno retire las medidas
adoptadas. Gran demostración ante la Comandancia del cuerpo de ejército.
Las escuadras fascistas de los alrededores comienzan a llegar y la ciudad
queda ocupada. Por la tarde del día siguiente, la Bolsa de Trabajo, los locales
del periódico socialista, una imprenta comunista, varias cooperativas y el
domicilio de un diputado popular son saqueados e incendiados. Más tarde,
los fascistas desbordan a la fuerza pública que defiende la prefectura y la
invaden. Cuando estas noticias llegan a la Cámara el gobierno es objeto de las
más vehementes acusaciones. Mussolini que teme la reacción de la Cámara
contra las proezas de sus amigos, ordena inmediatamente a los camisas
negras la evacuación de Cremona. Sin embargo, la alerta ha sido ya dada y va
a iniciarse una nueva crisis ministerial. Los populares declaran estar
dispuestos a «hacerse cargo de sus responsabilidades», para la formación de
un gobierno más enérgico. Pero, esta vez, los amigos de Giolitti no cooperan,
ya que éste prefiere que Facta –su lugarteniente, al que cree fiel– conserve el
sitio hasta otoño: espera, inmediatamente después de las vacaciones, volver
al poder. Mientras tanto se abre la crisis y Mussolini interviene para que no
implique el hundimiento de todos sus plañes. Las derechas han decidido votar
a favor del gabinete Facta y los fascistas se preparan para seguir su ejemplo,
cuando Mussolini se precipita para impedirlo. El peligro de una colaboración
socialista, que creía desaparecido, está de nuevo ahí: sería una solución hasta
tal punto lógica, que Mussolini, a pesar de su gran conocimiento de la
situación interior del partido socialista, teme que la colaboración acabe por
imponerse. Lo que le pone furioso es, sobre todo, la posición adoptada por
algunos grupos «democráticos» (los partidarios de Nitti, por ejemplo), que
declaran que un gabinete de izquierda no sería necesariamente un gabinete
de «reacción legal» contra los fascistas. Esta fórmula puede reagrupar en la
nueva coalición a los populares y a todos aquellos que no gustan de enarbolar
demasiado abiertamente la bandera de la lucha a fondo contra el fascismo.
Mussolini no se equivoca: el nuevo gabinete estaría, a pesar de todo, más «a
la izquierda» que el actual gabinete de Facta y sería mucho más peligroso si
adoptase el programa de pacificación que él, Mussolini, ha repudiado.
Además, pese a su voluntad de no hacer «antifascismo», el nuevo gobierno
podría verse forzado a actuar en este sentido a causa de la acción ofensiva de
las escuadras fascistas, más desencadenadas que nunca, y, en cualquier caso,
no les garantizaría esa complicidad del Estado, sin la cual –Mussolini lo sabe
perfectamente–, su victoria sería imposible.

227
Angelo Tasca

Para evitar los escollos de la situación, Mussolini se aparta bruscamente de


las derechas. En esta decisión no se atiene a razones generales, ya que se
siente a la derecha y quiere permanecer en ella ahora más que nunca.

El mismo día de los acontecimientos de Cremona, escribe en «Il Popolo


d’Italia»:

«Cuatro meses después de la Conferencia de Génova, se aprecia


claramente la fuerte orientación a la derecha de la sociedad europea,
en el sentido del antisocialismo y del antidemocratismo. Hemos
advertido a tiempo este proceso de reacción, y por ello hemos podido
revisar de arriba a abajo las posiciones históricas y teóricas del
fascismo, que de este modo ha podido despojarse gradualmente de
sus primeros atavíos, que podían hacerlo pasar como un movimiento
de izquierda o casi. Volver a los orígenes como algunos pretendían, es
decir, volver al programa de 1919, cuya parcial realización ha dado ya
frutos envenenados, es caer en el infantilismo o en la senilidad. El
fascismo es y debe ser la expresión organizada de esta tendencia del
espíritu contemporáneo, de esta vuelta clásica de la vida contra todas
las teorías y las razas disolventes. Pues bien, cuando Europa y el
mundo caminan a la derecha, hay en Italia tristes monigotes que, en el
teatro de Montecitorio, sueñan, los imbéciles, con soluciones de
izquierda. Ha llegado el momento de que Italia vaya también a la
derecha. Hay que acabar con la política de izquierda».

¿Por qué entonces se separa Mussolini de las derechas parlamentarias para


votar conjuntamente con las izquierdas y contra el gabinete Facta? Es la
táctica que empleó con ocasión de la crisis Giolitti, en junio de 1921, y de la
crisis Bonomi, en febrero de 1922. Si los fascistas votan en favor del gabinete
Facta, el gobierno quedará, de todos modos, en minoría ante la Cámara, y los
fascistas sufrirán el contragolpe de su caída. Además, Facta sería derrocado
por una coalición de «izquierda», agrupando a populares, demócratas y
socialistas, lo que pondría en peligro de proporcionar una indicación precisa
sobre la formación del nuevo gobierno. Mussolini logra conducir a los
fascistas a unir sus votos a los de sus oponentes. Sin embargo, su maniobra
no basta, por sí sola, para alejar el peligro que pudo evitar en febrero de
1922, con ocasión de la propuesta Celli. Esta vez, los populares están
decididos, en contra de la oposición de don Sturzo, a colaborar con los
socialistas; los elementos sindicales, cuyas organizaciones también sufren los
ataques de las escuadras fascistas, han obtenido del grupo parlamentario una

228
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

resolución en este sentido. Los diputados populares llegan; incluso a pedir un


gabinete más homogéneo, que excluya esa punterella de derecha que incluye
el gabinete Facta.

En la sesión del 19 de julio en la Cámara, su líder, el sindicalista católico


Longinotti, presenta en nombre de los populares la moción siguiente:

«Constatando la Cámara que la obra del gobierno no ha realizado la


pacificación interior indispensable, siquiera para la restauración de la
economía y de las finanzas del país, pasa a votar el orden del día».

Turati interviene para explicar que los socialistas están contra un gobierno
«que, en cinco meses, no ha castigado un solo crimen previsto por el Código
penal» y que se asocian a la moción de los populares. Pero los diputados
maximalistas declaran no desear «tornar ninguna responsabilidad en la
solución de la crisis». De este modo se consuma la escisión del grupo
parlamentario socialista. En un momento que puede ser sumamente decisivo,
Mussolini anuncia que los fascistas también votan contra el gobierno, y se
alza contra el «equívoco» de la colaboración socialista.

«Se trata de ver –afirma– si este famoso colaboracionismo es una


vejiga llena de viento o un aporte concreto al gobierno de mañana.
Según la estadística, se puede afirmar que la colaboración socialista no
es más que una «boda de higos secos». Sólo hay cincuenta diputados
socialistas dispuestos a votar en favor de un gobierno, aunque nazca
con un programa antifascista. Este gobierno se encontraría pues frente
a él no solamente a los fascistas, sino también a este tercer partido
socialista, que inevitablemente surgirá del Congreso de Roma –(la
dirección del partido socialista ha convocado un Congreso nacional
extraordinario que debe celebrarse en Roma, del 6 al 8 de agosto)–
cuando los colaboracionistas lo pongan frente al hecho consumado.
Brutalmente, os digo que podemos tener interés, en que este
socialismo se divida cada vez más en tres o en treinta fracciones, en
lucha unas contra otras. Tenemos interés en favorecer las divisiones
que nos permitirán exterminarlo con mayor facilidad.»

Mussolini no excluye la presencia socialista en el nuevo gobierno, pero acepta


e intenta hacer aceptar a sus amigos esta posibilidad, considerándola
únicamente como una ocasión para liquidar al movimiento socialista. Lo que
desea, una vez más, es impedir la coalición socialista-popular-democrática de
la que los fascistas serían excluidos.
229
Angelo Tasca

Y termina su discurso poniendo a la Cámara frente a una alternativa: o


participación fascista en la vida del Estado a través de «una conquista, y una
saturación legal», o insurrección contra toda «reacción antifascista».

La inmensa variedad de los hechos y de las pasiones, los múltiples factores


qué se entrecruzan en la realidad italiana, y que incluso a pesar del paso del
tiempo no es fácil descubrir, experimentan, en la mente de Mussolini, una
extraordinaria simplificación. Sus adversarios, en cambio, apenas logran ver el
camino. Ellos no llevan hasta el final ni la lógica de la ambición ni la de las
pasiones ideales, tropiezan a cada paso o se agarran a viejas fórmulas y a
viejas combinaciones que la marcha de los acontecimientos ya Han
condenado. Mussolini también los supera porque, siguiendo con una atención
vigilante y circunspecta los menores hechos que pueden modificar las
correlaciones de fuerzas en la vida pública del país, apunta más lejos que
ellos. Quiere conquistar el poder rápidamente y por todos los medios, porque
desea llegar a dirigir la política exterior de Italia; solamente ahí puede
encontrar un marco suficientemente amplio para su ambición y culminar la
aventura iniciada en octubre de 1914 con su ruptura con el partido socialista.
Pocos días antes de la apertura de la crisis ministerial lanza, el 8 de julio, en II
Popolo d’Italia, un violento ataque contra Schanzer, ministro de Asuntos
Exteriores del gabinete Facta, que ha vuelto de Londres donde ha negociado
con el gobierno inglés sobre las compensaciones que el pacto de abril de 1915
garantizaba a Italia. Una vez más, Mussolini expone en dicho artículo su
programa de política exterior, el mismo que inspirará su acción guberna-
mental tras la marcha sobre Roma.

«¿A qué se reduce –escribe en su editorial– el activo del viaje y de la


estancia de Schanzer en Londres? ¿Hay entre Italia e Inglaterra una
coincidencia real de intereses si hacemos abstracción de las bromas
declamatorias sobre el “reconstruccionismo” europeo? ¿Hay identidad
de intereses respecto, por ejemplo, a Alemania y Rusia? En apariencia
sí, en realidad no. Esta rutinaria política anglofila, nos perjudica en
todo el Oriente mediterráneo. Nos enajena las simpatías del Islam.
Que Inglaterra intente mantener el status quo, es lógico, Londres lo ha
impuesto. Vive de sus rentas. Rechaza cuanto dificulta sus laboriosas
digestiones. Es una nación burguesas Nosotros somos una nación
proletaria... Desconfiamos de la política de Schanzer. Desconfiamos de
su mentalidad reconstruccionista. Está todavía infectado de wilsonismo.
Es demasiado europeo para recordar que un ministro de Asuntos
Exteriores italiano tiene la obligación de ser italiano».
230
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Mussolini está impaciente por llegar, porque se propone llevar a Italia a que
desempeñe su propio papel, es decir, a desempeñar él mismo el papel de
Italia en el concierto europeo: las viejas cariátides de allende las fronteras, las
naciones hartas y soñolientas, pronto conocerán la misma suerte que en el
interior de Italia los viejos políticos y los viejos partidos, hechizados por sus
escrúpulos y sus sueños humanitarios, paralizados por su incapacidad de
deducir una regla de acción. También por esto Mussolini no quiere socialistas
en el gobierno, sino derrotados y prisioneros. La «pacificación» interior sólo
es, para él, la condición de una política exterior audaz, «expansionista» y
agresiva. Si continuara habiendo un movimiento socialista potente frenaría
esta política. La lucha contra el socialismo debe, pues, continuar implacable y
hasta su «exterminio».

Por lo demás el movimiento socialista está facilitando al máximo esta tarea. El


nuevo directorio del grupo parlamentario, del que forman parte Turati,
Treves, Matteotti, Modigliani, D’Aragona y Baldesi, vota, el 17 de julio, una
moción que es un llamamiento directo a los trabajadores italianos en favor de
la acción del grupo qué lucha por «la libertad de las organizaciones sindicales,
la solución de la crisis económica con el menor perjuicio posible para el
proletariado y la pacificación de Europa». Contra este grupo se levantan el
«Comité parlamentario» maximalista, «opuesto a todo programa de
colaboración y de ministerialismo», y la dirección del partido, que exige de
todos los diputados una declaración de disciplina, dándoles cuatro días para
responder a su ultimátum. Los comunistas están encantados porque, afirman,
«la ruina del partido socialista está a punto de colocar al partido comunista a
la cabeza de la clase obrera italiana y de su lucha revolucionaria». A decir
verdad, hay alguna inquietud en sus filas. Tras la ocupación fascista de
Novara, que amenaza directamente al triángulo Milán-Génova-Turín, los
comunistas de Turín se sienten cercados, y estrangulados. Para romper el
cerco y salvar lo que todavía puede salvarse, entran en contacto con la
izquierda del partido popular e incluso con el medio liberal que se agrupa
alrededor de «La Stampa», dirigido por el senador Frassati, gran amigo de
Giolitti. Una vez establecidos estos primeros contactos, una delegación
compuesta por un representante comunista y otro de la Bolsa de Trabajo,
marcha a Roma para exponer la situación tal y como se ve en Turín, y para
pedir que el partido comunista tome la iniciativa, o al menos autorice la
organización de un frente común con los socialistas y con los grupos políticos
dispuestos a cerrar el paso al fascismo. En Roma, los delegados son acogidos
con frialdad por el secretariado del partido, en donde reciben una andanada

231
Angelo Tasca

de insultos: éste es el viático con que emprenden –sin haber obtenido nada–
el camino de regreso. ¿Y la Internacional comunista? : Desde hace algún
tiempo ha lanzado su campaña del «frente único» explicándolo del siguiente
modo: hemos creído poder ganarnos a las masas y arrancarlas de la influencia
socialista con la propaganda directa de nuestros principios y enfrentando una
organización a otra. Hay que reconocer que el movimiento socialista es duro
en morir y que nuestro método ha resultado ser ineficaz. Hay que cambiar.
Los socialistas siguen siendo nuestros peores adversarios, pero hay que
conseguir alzar las masas contra ellos, contra sus jefes, bombardeándolos con
proposiciones de «frente único en la acción». En Italia, la dirección del partido
comunista rechaza incluso aplicar esta «nueva» táctica. Desde el momento en
que el objetivo sigue siendo la destrucción del aparato y de la organización
socialistas, los comunistas italianos escogen el ataque directo, hasta el
«exterminio» del adversario. Moscú prefiere la «infiltración» y los movimientos
envolventes. En esta disputa, el destino de la clase obrera italiana y la del
pueblo italiano no desempeñan ningún papel. Para Rusia, los obreros
italianos, él partido socialista e incluso el partido comunista, no son más que
«instrumentos», «medios» para utilizar conforme a una estrategia de la que
ella es depositaría por derecho histórico desde la victoria de octubre de 1917.
En Moscú, la ideología tiene una gran importancia, pero sea cual fuere la
distancia entre los principios comunistas y la «falta de principios» del
fascismo, y sea cual fuere también la oposición de las fuerzas sociales de las
que son expresión, la posición de la clase obrera italiana sigue siendo en
ambos casos muy parecida: la de materia prima de planes que pretenden
llevarla al poder o alejarla de él para siempre, pero que se elaboran lejos de
ella, y que están subordinados a otros planes cuyo control e incluso su
conocimiento se le escapan totalmente. Sin contar con que, desde un punto
de vista humano y personal, resulta tan imposible que Zinoviev deje de
obedecer a sus intereses inmediatos y a su gusto de poder como lo es para
Mussolini hurtarse al fuego devorador de su ambición personal.

Con la caída del gabinete Facta, derrocado por 288 votos contra 103, se abre
la crisis ministerial: ésta se manifiesta muy grave y de difícil solución.
Mussolini ha hecho varias apuestas para quedar, en cualquier caso Como
ganador o bien colocado. Desde hace algún tiempo ha sondeado a Nitti, con
vistas a la formación de un gran gabinete de unión nacional: pide una cartera
de ministro para él, y dos subsecretarías para sus amigos, «por razones
internas del partido y para no dar la impresión que ha concluido una
operación personal». El intermediario entré Mussolini y Nitti es el general

232
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Copello, gran dignatario de la francmasonería del Palazzo Giustiniani, a. quien


el Congreso fascista de Roma nombró presidente de honor. El mismo que más
tarde será condenado a treinta años de reclusión por un Tribunal especial,
con motivo de su pretendida complicidad en el atentado fallido del coronel
Zaniboni contra el «Duce», en noviembre de 1925. Sin hablar de las
proposiciones de Mussolini, Nitti aborda a populares y socialistas, pero no.
logra que acepten su proyecto. El otro potro de Mussolini es Orlando, a quien
ha sugerido la fórmula de un gabinete de concentración, con la inclusión de
fascistas y de representantes de la C.G.L. Sucesivamente, Orlando, Bonomi, de
Nava, otra vez Orlando y de Nicola intentan formar gobierno y no lo logran.
Los populares mantienen su doble veto contra Giolitti y contra la derecha. Los
socialistas llegan hasta el apoyo, pero no desean la participación. Y, justo en
medio de la crisis, el 25, los periódicos publican una carta de Giolitti que se
pronuncia contra el acuerdo entre populares y socialistas y que, sobre todo,
desearía que sin grandes cambios se llegue hasta noviembre, porque entonces
se propone volver al poder. En esta carta, denuncia las «impaciencias
injustificadas» de los que han provocado la crisis, y les ataca directamente.
«¿Qué bien para el país puede venir de una combinación don Sturzo-Treves-
Turati?», pregunta Giolitti poniendo en ello todo el rencor que había
guardado del fracaso de mayo de 1921. Ante estas dificultades y
complicaciones, que amenazan con prolongar la crisis indefinidamente, el
grupo socialista se decide, el 28 por la mañana, a dar un paso adelante,
declarando que no retrocede ante «una acción capaz de hacer respetar, por
quienes tienen el deber, la voluntad claramente expresada por la Asamblea
Nacional en favor de las libertades y el derecho de organización», o sea, que
no retroceden ni siquiera ante una participación en el poder. Pero los
populares que estaban contra la inclusión de la derecha en el nuevo gobierno,
horrorizados por la agravación de la situación y la prolongación de la crisis,
aceptan ahora la punterella. Una vez más, los socialistas llegan tarde; una
semana antes su decisión hubiera permitido probablemente la formación de
un gabinete de «izquierda», pero se habían limitado al apoyo; ahora que
llegan a la participación, los populares les abandonan y se aproximan a las
derechas.71
71
Sobre el desarrollo de la crisis (julio de 1922), Cf. B.P.I., n.° 187. La crisis no tiene salida, en
especial por dos razones: la dirección del P.P.I. ha excluido de su orden del día la colaboración con
los socialistas; los socialistas «colaboracionistas»,. a pesar de su revuelta contra la dirección del
partido, rehúsan ir más allá del apoyo simple y se limitan a la posición definida en la entrevista con
Giolitti en 1921. Entre bastidores, el Vaticano es igualmente hostil a una participación socialista
contra la cual se pronunció el príncipe Boncompagni Ludovisi en plena Cámara en la sesión del 18..
La solución «centrista», recurso puramente estratégico de la dirección del P.P.I., ofrecería al nuevo
gobierno una mayoría muy débil. Por tanto, todas las salidas están cerradas. Es imposible formar un
233
Angelo Tasca

Al día siguiente, Turati –llamado al Quirinal por el rey– aboga en favor de la


formación de un gobierno «centrista» con la exclusión de. las derechas y de
los socialistas, al que sin embargo la garantizarían su apoyo.

Turati tiene la impresión de que el rey «ño sabe lo que quiere o no lo quiere
decir»; por ello insiste en pintar un cuadro de la situación del país profunda-
mente anormal. El rey sólo rompe el silencio para insinuar: «Un rey
constitucional no puede hacer gran cosa...»

gobierno capaz de afrontar seriamente una situación llena de peligros. Las peripecias de la crisis se
desarrollan como sigue.
1.° Primera tentativa de Orlando. —Después de una primera llamada a De Nicola, todos parecen
considerar a Orlando como el hombre más capacitado para resolver la crisis. En este punto hay un
primer equívoco. Socialistas y populares, que querían o parecían querer un gobierno de centro-
izquierda, aceptan que sea formado y presidido por Orlando, que, a tenor del viento político de la
época, es un hombre de derechas. Además, es evidente desde el principio que Orlando quiere un
gabinete de amplia concentración que comprenda también a las derechas e incluso a los fascistas.
Entre el 18 y el 21, Orlando tuvo conversaciones con Salandra. En la primera de ellas. Orlando
expresó «su intención de formar, en el caso de que tuviera confirmación del encargó, un gobierno
que tenga en cuenta todas las posibilidades constitucionales, desde los fascistas hasta la derecha
(sic)». Consulta también a los socialistas. El 21, el grupo parlamentario socialista declara que desea
«asegurar al país un gobierno que no dependa ya de la derecha liberal ni del fascismo agrario y
nacional», que defienda las libertades políticas y sindicales y lleve a cabo una política exterior
pacífica. El mismo día, Modigliani va a ver a Orlando, y, después de prometerle el voto de los
socialistas en estas condiciones, precisa: «En mi opinión, el nuevo gabinete debe estar formado por
elementos escogidos en el centro y la izquierda con exclusión de las derechas y de la extrema
izquierda». En la reunión del día 22 por la mañana, el grupo socialista confirma su oposición a la
entrada en el gobierno «de representantes de todos los partidos de derecha». Por su parte, la
dirección del partido invita al grupo parlamentario a conservar una actitud de absoluta
intransigencia; afirma que «la crisis es de naturaleza revolucionaria y debe encontrar necesaria-
mente su salida en un cambio radical de régimen que, mediante la transformación de las
instituciones monárquicas y el sistema democrático parlamentario, debe convertirse en la
resultante de las voluntades y los intereses de la clase obrera».
Por su parte, los diputados populares, de acuerdo con la decisión tomada dos días antes por la
dirección del partido, se pronuncian el 21 por la exclusión de las dos alas extremas. Esta posición no
molesta a los socialistas, que rehúsan la participación, pero impide cualquier solución, ya que
ninguno de los jefes políticos (a excepción de Bonomi) está dispuesto a presidir un gobierno que,
amputado por la derecha, parecería antifascista. El comité ejecutivo de la Confederación blanca del
trabajo llega, con un espíritu diferente, a las mismas conclusiones prácticas; en una resolución del
22 de julio declara que «es necesario preservar al gobierno de cualquier influencia de los
representantes de la reacción político-económica como son los grupos de derechas y Jos agrarios».
Y eso en el mismo momento en que don Sturzo, que ya antes deseaba evitar toda colaboración
socialista, comienza a pensar en la. necesidad de una punterella de derecha.
Orlando recibe también a Mussolini. El 19 de. julio, en un discurso en la Cámara, Mussolini había
puesto de relieve las dos hipótesis de un gobierno de reconciliación nacional que permitiera al
fascismo acceder al poder «por saturación», y de un gobierno de «reacción antifascista» contra el
cual habría que desencadenar una. lucha violenta. En su discurso, Mussolini afirmaba que prefería
la primera hipótesis. Al votar contra Facta quiso impedir que el voto tomara una significación de
«izquierda» y lanzar al mismo tiempo una hipótesis sobre el futuro gobierno. Mussolini se quedó en
Roma para seguir la crisis de cerca. El día 21 es recibido por el rey, y el 22 celebra varias entrevistas
con Orlando. A pesar de las reservas y las rectificaciones fascistas, es cierto que Mussolini, al
comienzo de la crisis y para impedir una solución de izquierda, aceptó la formación de un gobierno
de coalición del que formarían parte fascistas y socialistas. Tal es el significado de las entrevistas
234
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

El órgano comunista deja entrever su alegría y adivinar su futura actitud en el


caso de que los socialistas entren en el gobierno: «Turati ha visitado al rey
–escribe–. El movimiento socialista se descompone. Es un cadáver menos que
llevar en el futuro».

Los acontecimientos se precipitan en el país y liquidan las resistencias y las


esperanzas que había suscitado en los medios parlamentarios la crisis abierta
tras la ocupación fascista de Cremona. Las expediciones y las violencias
fascistas en Novara, Magenta, Macerata y Ancona son seguidas por huelgas

Mussolini-Orlando, confirmado por el diario comunista de Roma, que, al considerarse al margen de


la crisis, la sigue con una cierta objetividad y en sus menores detalles. Mussolini había dicho en sus
conversaciones privadas: «Si entro en el gobierno haré todo lo posible por devolver la paz a Italia
antes del 15 de noviembre» y sin efusión de sangre.
El día 23, Orlando topa con el obstáculo que representa el veto de los populares a las derechas y
con la actitud maltusiana de los socialistas. Durante un breve tiempo aún espera obtener el apoyo
de las derechas excluyéndolas al mismo tiempo del gobierno, pero éstas rehusan categóricamente.
El 24 por la mañana renuncia a su gestión. D'Annunzio, que ha segundo la tentativa de Orlando con
simpatía, escribe a uno de sus amigos: «La vileza de la situación en que nos encontramos me hace
dudar de que sea oportuno hacer oír mi voz. Dejemos a los monos que se muerdan el rabo. In
cauda venerum» («Il Popolo d’Italia», 28 de julio).
2.° La gestión de Bonomi. —El mismo día, el rey designa a Ivanoe Bonomi: Es el único que acepta
formar un gabinete de centro-izquierda. Contra él hacen reservas no solamente los partidarios de
Giolitti que no habían deseado la crisis, sino el grupo democrático que la había provocado, el de los
social-demócratas. De esta manera, los mismos que habían contribuido a derrocar a Facta para
reemplazarle por un gobierno de izquierda; se detienen en los resentimientos muy poco
desinteresados contra los populares y rehúsan sostener al único hombre que, de manera coherente
y valiente, había aceptado las consecuencias de la votación del 19 de julio. En cambio, los socialistas
son favorables a Bonomi. Turati está persuadido de que triunfará. Mientras Bonomi fue a ver al rey,
Turati se quedó en el despacho de su amigo para hacer él cálculo de la mayoría con que se podrá
contar: los 60 votos de la derecha serían reemplazados por los 60 votos socialistas. «Pero hay que
obrar rápido». De hecho, este apoyo de los socialistas y el papel de Turati en las negociaciones
alarmaron a las derechas, y hasta al Vaticano. La ayuda de los socialistas agrava las dificultades con
las que tropieza Bonomi sin aportarle en compensación un concurso incondicional, ya que incluso
los socialistas de «derecha» no quieren ir más allá del apoyo simple. El secretariado del P.N.F.
denuncia el 25 de julio, en un comunicado a la prensa, la tentativa de «gabinete antifascista» y
amenaza con realizar una campaña en el país. «L’Osservatore Romano», la noche del 25 de julio
pública una nota en que «se afirma una vez más que la actitud política del P.P.I no puede estar
inspirada por la Santa Sede y sigue una línea que no tiene nada de común con ella». Pero lo que
constituye el último golpe a la tentativa de Bonomi es la publicación de una carta de Giolitti al
«querido Malagodi» («Tribuna», 25 de julio). El 20 de julio, desde el anuncio de la dimisión de Facta,
Giolitti ha escrito que quiere marcharse lejos de Roma y permanecer ajeno a la crisis. En realidad
interviene con una consigna precisa: rechazar la colaboración socialista que él deseaba un año antes
en el decreto de disolución de la Cámara y rechazar toda lucha seria contra el fascismo (Mario
Missiroli, Una batagglia perduta, Milán 1924: «Una lettera satanica»). En opinión de don Sturzo,
Giolitti se había opuesto a la crisis del gobierno Facta porque, «queriendo volver al poder, no creía
oportuno hacerlo en julio ni mediante una crisis interna»; estaba seguro de volver al poder en
noviembre. Su maniobra no puede ya triunfar en la nueva situación, algunos de cuyos aspectos se le
escapan por anormales. Ya en 1914, cuando creía abandonar el gobierno por algunos meses,
quedaba condenado a seis años de retiro. En junio de 1921, esquivando el voto de la Cámara, abre
un paréntesis que, prolongado en julio de 1922, ya no se cerrará. El gobierno de izquierda se hunde
bajo el fuego cruzado de tantos adversarios. El 26, Bonomi renuncia, ante el rey, al encargo para el
que éste le había nombrado.
235
Angelo Tasca

generales en el Piamonte, en Lombardía, y en las Marcas. Las organizaciones


locales piden que la Alianza del Trabajo proclame la huelga general de
protesta en toda Italia. La Alianza del Trabajo vacila, deja que se agoten las
huelgas regionales y se compromete a desencadenar la lucha en la primera
ocasión. Los acontecimientos de Rávena provocan esa ocasión. Italo Balbo,
que ya organizó la expedición en esta ciudad en septiembre de 1921, vuelve
de nuevo, pero esta vez con la intención de «exterminar» al enemigo. Se
producen incidentes el 26 y el 27: huelga general por un lado y movilización

3.° La renuncia de Meda. —Los populares habían sido los principales artífices de la caída de Facta;
por tanto, era justo que se les pidiera resolver la crisis. El rey llamó a Meda, que, después de la
retirada de Bonomi, se había marchado de Roma a Milán («Il Popolo d’Italia», del día 27 habla de
huida). Convocatoria puramente formal, pues se sabía que Meda no quería ni oír hablar del asunto.
Pero la convocatoria sitúa a los populares ante sus responsabilidades: si no aceptan el encargo
deberán renunciar a su intransigencia. Meda no había aprobado el desencadenamiento de la crisis.
Su nombre había sido pronunciado desde los primeros días. En aquel entonces los fascistas le
hubieran asegurado su participación en el gobierno «con la condición de que se concediera a
Mussolini un ministerio importante». Pero hoy la crisis se debate en torno a la constitución de un
gobierno de izquierda. Meda considera que es «la única solución de acuerdo con la lógica
parlamentaria». En aquel momento escribe un artículo, en el que insiste sobre la incompatibilidad
moral entre fascistas y católicos, y de ahí saca la conclusión siguiente: «La actitud de los católicos
italianos frente al fascismo debe excluir toda solidaridad; muy al contrario, debe señalarse por un
desacuerdo profundo». Sin embargo, Meda no cree que pueda ser él quien proporcione una
solución coherente. Giolitti, de quien siempre ha sido partidario, se opone; también se opone el
Vaticano e, incluso, en el fondo, don Sturzo. Meda renuncia al encargo el mismo día 17.
4.° La actitud de Mussolini. –Mussolini ofreció a Orlando la participación de los fascistas. En esta
actitud es difícil distinguir lo que responde a sus ambiciones inmediatas de lo que no es más que
una simple maniobra parlamentaria destinada a ganar tiempo y evitar lo peor. Por otra parte, es
cierto que en el laberinto de la crisis Mussolini sigue el hilo de su «aventura» personal. Sopesa con
cuidado los riesgos y las posibilidades de cada una de las combinaciones. Después del primer
fracaso de Orlando y la retirada de Bonomi no se excluye aún la hipótesis de un gobierno de
izquierda. Los socialistas siguen siendo favorables y los populares aún no han renunciado. Acerbo,
secretario de la Cámara y diputado fascista por los Abruzzos, declara el día 26 por la mañana que
«los fascistas se opondrán con todas sus fuerzas a un gobierno dirigido contra ellos. La paz sólo
llegará rápidamente con la participación del grupo en el nuevo gabinete. Mussolini está dispuesto a
formar parte del gobierno, incluso con Nitti, incluso con los socialistas y populares, con la condición
de que se le concedan las carteras del Interior, Asuntos Exteriores y Trabajo». La casi unánime
cruzada contra Bonomi permite a Mussolini, antes más modesto, aumentar sus pretensiones. El 28
todavía insiste en favor de la solución tripartita. En el «Il Popolo d’Italia» del 29 de julio, Gaetano
Polverelli, intérprete fiel y ridículo del pensamiento de Mussolini, avanza la hipótesis del
«simultáneo acceso al poder de socialistas y fascistas reunidos bajo la égida de un hombre de
Estado que se propone, por encima de la lucha de los partidos, un objetivo nacional: la
pacificación». Hasta el último momento, Mussolini sigue empujando hacia adelante su proyecto. De
esta manera se explica la violencia de su reacción ante las declaraciones de Turati de las que resalta
que los socialistas se oponen a toda coalición gubernamental de la que formen parte los fascistas.
5.° La tentativa de De Nava y la media vuelta de los populares. —Tras el fracaso», de Meda, el rey
llama a De Nava, líder de los demócratas populares. El mismo día (el 27) ocurre un hecho nuevo,
consecuencia inevitable y quizá prevista de la renuncia precedente. El comité directivo del grupo
popular declara que «nunca ha soñado» con oponer «vetos no constitucionales». Esto significa que
renuncia a la fórmula que hasta ahora ha inspirado su actitud. El acontecimiento era tan importante
que hizo vacilar a De Nava. Don Sturzo cuenta que «De Nava llevó a los populares al consentimiento
de que participara en el gobierno un liberal de derecha, y los populares dieron un paso adelante
para no ser acusados de mantenerse rígidamente en posiciones de principio. Sin embargo. De Nava
236
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

por el otro. Balbo llega con sus escuadras, fuerza las puertas de la ciudad y
comienza la obra de destrucción. Algunos extractos de su Diario nos informan
sobre los métodos empleados y los objetivos alcanzados.

Rávena, 28 de julio.

Las escuadras han procedido durante esta noche a la destrucción de los amplios
locales de la Confederación provincial de las Cooperativas socialistas... Como
siempre, la acción fascista ha surgido inesperadamente. El antiguo palacio,

sintió. miedo y corrió a buscar a Orlando a Fiuggi para que volviera a ocuparse de formar gobierno»,
ya que la situación, al parecer, había' mejorado.
6.° La actitud de los socialistas: Turati en el Quirinal. —Hasta el día 27 el grupo parlamentario
socialista mantenía las posiciones tomadas al comienzo de la crisis: apoyo a un gobierno que dejará
al margen a las derechas, rechazar la participación directa, incluso con Bonomi. El 28 por la mañana,
cuando Orlando vuelve a entrar en escena, el grupo celebra una reunión en la que participan
también los diputados maximalistas. Con algunas oposiciones se vota una resolución en la que el
grupo, «reconoce que tiene el deber de no retroceder ante ninguna acción que haga respetar, a
todos los que tienen la obligación de hacerlo, la voluntad de defender la libertad y el derecho de
organización, claramente expresada por la Asamblea nacional». Para los que pudieran encontrar
oscuras estas palabras, Buozzi, Baldesi y Dugoni explican en una declaración a la prensa que los
diputados socialistas no reclaman la participación en el gobierno, pero que se resignarían a ello con
ciertas condiciones: «Hemos querido prevenir a los otro grupos de la Cámara que si les es necesaria
la garantía de nuestra participación para seguir siendo fieles al grupo de la Cámara y abrir la
posibilidad de un gobierno de izquierda, estamos dispuestos a dar el paso» (Il Corriere della Sera, 29
de julio). Este gesto no podía tener ninguna consecuencia práctica ya que planteaba como
condición a la participación –no deseada, sino, en rigor, sufrida– la formación de un gobierno de
izquierda que a lo largo de las peripecias de esta larga crisis, y principalmente después del fracaso
de Bonomi, se había hecho imposible. Además, este gestó llegaba demasiado tarde, ya que desde la
víspera el grupo popular había renunciado a su veto contra las derechas. Finalmente, la intención
expresada en la resolución de no «retroceder ante ninguna acción» contenía una amenaza que
debilitaba la maniobra parlamentaria en lugar de reforzarla. Esto se convirtió en una coartada a
presentar en el próximo congreso del P.S.I. como si la mayoría del grupo hubiera considerado
realmente la alternativa de la colaboración en el gobierno o la acción directa que preparaba la
Alianza del Trabajo. De esta manera se produjo un equívoco que, sin provocar la huelga general,
impediría la oposición a ella y agravaría las consecuencias.
Al día siguiente, el 29, Turati va al Quirinal como representante del grupo. Pero también esto es un
gesto inútil, ya que Turati parece haber retrocedido con respecto a la posición de la víspera. No sólo
renueva la exclusiva contra la punterella de derecha, sino que revela el fondo de su pensamiento al
declarar que «es necesario formar el gobierno sin las dos alas, es decir, sin las derechas y sin los
socialistas», un gobierno formado por los cuatro grupos demócratas y los populares. La declaración
le cuesta un violento ataqué por parte de Il Popolo d'Italia (30 de julio).
Todo lo dicho muestra hasta qué punto el grupo, y especialmente su líder, estaban «desfasados»
con respecto al desarrollo de la situación. Turati creía en el éxito del intento de Bonomi al que había
proporcionado listas de ministros y cálculos de votos. Continúa soñando en una combinación
política sin bases reales, ya que de los «cuatro grupos demócratas» al menos uno, el de Giolitti, no
quiere ni oír hablar de ello; el de Nitti es reticente y mira con su jefe hacia los fascistas; el de los
demócratas sociales mantiene su veto contra Bonomi. En cuanto a los populares, han cambiado de
idea desde hace dos días. Pero «mezclarse con los fascistas en el gobierno es meterse sin armas en
medio de una horda armada», declara Turati («Il Giornali d'Italia», 29 de julio). Indudablemente, el
problema era el de la guerra civil que paralizaba y destruía las organizaciones obreras y socialistas
suprimiendo sus conquistas. La «horda armada» de los fascistas sólo tenía enfrente en el país
fuerzas «sin armas». ¿Dónde encontrarlas? El Estado era el único que las tenía. ¿Cómo utilizarlas?
Formando un gobierno decidido a restablecer el orden y defender la libertad. Esto implicaba una
237
Angelo Tasca

anteriormente sede del Hotel Byron, ha quedado completamente destruido. 72 Los


fascistas proceden a este género de operaciones por una absoluta necesidad
política. Desgraciadamente, la lucha civil no conoce las medias tintas. El fin
supremo es la salvación de nuestro país. Memos realizado esta hazaña con él
mismo espíritu con que destruíamos durante la guerra los depósitos del enemigo.
El incendio del enorme edificio proyectaba sus siniestros resplandores en ta noche.
Toda la ciudad aparecía iluminada. Debemos inspirar además un sentimiento de
terror en los adversarios.

concepción sobre el Estado y las relaciones entre el movimiento obrero, el Estado y la nación a la
que el maximalismo socialista seguía siendo impermeable. Los socialistas de «derecha» llegaron a
darse cuenta de ello, pero con vacilaciones, rodeos e inquietudes no demasiado nobles, absurdas
en cualquier caso, y siempre con retraso sobre la rápida marcha de los acontecimientos. Es cierto
que la «mejor» fórmula de gobierno, el gabinete de izquierda, era válida, pero a condición de que
con esta carta apostaran la totalidad o lo esencial de las fuerzas socialistas y proletarias y no
presentarla a la opinión como un retorno a los errores de 1919-1920. En febrero de 1922 esta
fórmula parecía condicionar la crisis y la búsqueda de una solución. Pero aún dejando aparte los
móviles un tanto mezquinos que habían lanzado a algunos grupos demócratas a la ofensiva contra
Bonomi, la ofensiva misma apuntaba a través de Bonomi a los populares, es decir, a la fuerza
política sin la cual ningún gobierno podía existir y menos aún comprometerse en una lucha contra la
ilegalidad fascista. Hay una fisiología de los Estados, de los gobiernos, de las naciones que ño se
puede negar sin provocar parálisis y sacudidas fatales para las soluciones más evidentes y más
inteligentes. Al destruir el equilibrio que podía representar el gobierno Bonomi, en lugar de
afianzarlo se había destruido el único paralelógramo de fuerzas políticas cuya resultante pudo ser el
restablecimiento y la defensa de la legalidad. En julio ya no, era posible el retorno puro y simple a
las ideas de febrero. Del «sistema Bonomi» no quedaban más que las ruinas entre las que se
hubiera escarbado en vano para encontrar cimientos sólidos y materiales aptos para una nueva
construcción. La batalla de la calle se había perdido porque las fuerzas que intentaban darla estaban
desarmadas. La lucha decisiva era la que tenía lugar en torno al grande y único arsenal: los poderes
públicos. Precisamente porque los fascistas estaban armados y los socialistas desarmados, éstos
sólo podían luchar ya con las armas del Estado. Y como Mussolini con una parte de los fascistas
estaba dispuesto a entrar en el gobierno, la única solución política de la crisis era la que él había
propuesto el 23 de julio. Solución que llevaba implícita azares y graves peligros, pero no más graves
que la impotencia total a la que se habían condenado los socialistas. En cualquier caso, ofrecía el
último, el único terreno en el que los socialistas podían batirse. La táctica socialista de finales de
julio, aunque estuviera conducida por estrategas expertos o qué se creían tales, no tenía ninguna
relación con la realidad y sobre todo con la realidad superior que, cuando están en juego la libertad
e incluso la existencia de una nación, exige el coraje lúcido y concentrado de las grandes decisiones.
El grupo socialista no quiso ni puedo ir más lejos, cosa que hubiera sido necesaria para no
retroceder hasta una derrota total y pasiva. El mismo día de la entrevista de Turati, el grupo
socialista envió una delegación a Orlando para confirmarle que rechazaba toda colaboración con los
fascistas. Y, sin embargo, una parte del grupo y la mayoría del partido consideraban estos tímidos
pasos como una atracción.
7.° La última tentativa de Orlando. – Inmediatamente después de renunciar a su mandato. De Nava
se había reunido con Orlando y De Nicola. Antes de haber recibido formalmente el encargo.
Orlando reanuda sus negociaciones. Sigue teniendo la intención de incluir en su ministerio
socialistas y fascistas. Se intentan diversas fórmulas, como la de nombrar a Mussolini y Turati
ministros de Estado. Orlando hace un nuevo intento con los socialistas, pero éstos rehúsan. El día
29 ve a Mussolini, quien, menos categóricamente, hace sin embargo algunas objeciones. Al día
siguiente, Orlando parece decidirse por una combinación bástante abierta que, sin embargo,
hubiera excluido a socialistas y fascistas. Pero surge un hecho nuevo: la amenaza de huelga general
prematuramente anunciada por «Il Lavoro» de Génova y que será proclamada el 31 por la tarde. El
hecho, basta para impedir cualquier solución. Según Modigliani, Orlando se enteró por los
238
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Rávena, 30 de julio.

Voy a casa del cuestor, mientras Dino Grandi contiene a los fascistas que se han
reunido por millares alrededor de la barriada de San Roque. Le anuncio que
quemaré y destruiré todas las casas socialistas de Rávena si, en media hora, no
pone a mi disposición los medios necesarios para llevar a los fascistas a otra
parte. Es un momento dramático. Exijo una columna entera de camiones. Los
funcionarios de la Cuestura pierden la cabeza, pero media hora después me
indican dónde puedo encontrar camiones y gasolina. Algunos de éstos incluso
pertenecen a la Cuestura. Los había pedido con el pretexto de alejar de la ciudad a
los fascistas exasperados. Realmente, organizaba la «columna del fuego» (como
los adversarios la han definido) para extender las represalias a la provincia. Yo
mismo ocupo una plaza, con Baroncini, Caretti, de Ferrara y él joven Rambelli, de
Rávena, en un automóvil que abre la marcha de la larga columna de camiones, y
partimos. Ésta marcha, iniciada ayer por la mañana, día 29, a las 11, ha
terminado esta mañana, día 30. Aproximadamente 24 horas de viaje, durante las
cuales nadie ha descansado un solo instante ni ha comido nada. Hemos pasado
por Rímini, Sant’Arcongelo, Saviñano, Cesena y Bertinoro, por todos los centros y
pueblos entre la provincia de Forlì y la de Rávena, y hemos destruido e incendiado
todos los domicilios rojos, todas las sedes de las organizaciones socialistas y
comunistas. La noche ha sido terrible. Nuestro paso quedaba marcado por altas
columnas de fuego y humo.

Tras estos acontecimientos, los consejos generales de las dos Bolsas de


Trabajo de Roma (la socialista y la anarquista) se reúnen la misma tarde del
28 de julio e invitan el Comité Central de la Alianza del Trabajo a ordenar «sin
ninguna vacilación, la huelga general, nacional, advirtiendo al Comité Central
que si tergiversa, o si rehuye un deber imposible de eludir, o no decide en un
plazo corto el movimiento general, «los órganos de defensa proletaria que
residen en Roma decidirán su destitución». La huelga general se proclama la
tarde del 31 de julio –a partir de la medianoche del mismo día– por el
«Comité secreto de acción» de la Alianza del Trabajo, que lanza el siguiente
llamamiento:

periódicos de que su mandato había terminado. Sea lo que fuere, el rey propone de nuevo a Facta,
quien, el día 31, forma su segundo gobierno.
72
La Federación provincial de las cooperativas que había comprado este histórico palacio estaba
dirigida por Nullo Baldini y constituida por noventa y dos cooperativas; poseía 6.000 ha de tierra
y aproximadamente la misma extensión en arriendo.
239
Angelo Tasca

«Por la proclamación de la huelga general, el Comité se propone


defender las libertades políticas y sindicales amenazadas por las
facciones reaccionarias... Es un deber por parte de todos los espíritus
libres, romper, mediante el bloque de la resistencia común, el asalto
reaccionario, defendiendo de este modo las conquistas de la
democracia y salvando a la nación del abismo adonde la precipitaría la
locura dictatorial... De la huelga general –unánime y severa– debe salir
una solemne advertencia para el gobierno del país, a fin de terminar
para siempre con toda violación de las libertades cívicas, que deben
encontrar su protección y garantía en la aplicación de la ley. En el
transcurso de la huelga general, los trabajadores deben abstenerse
absolutamente de cometer actos de violencia, que perjudicarían a la
solemnidad de las manifestaciones, y que se prestarían a la segura
explotación de los adversarios, salvo en el caso de legítima defensa de
personas e instituciones, si por desgracia la violencia enemiga se
desencadenase contra ellos. Ninguna orden debe ejecutarse si no
emana de las organizaciones responsables. ¡Trabajadores, en pie por la
defensa de lo más sagrado para todo hombre civilizado: la Libertad!»
El corresponsal de «Il Popolo d’Italia» en Roma escribe el mismo día que:
«los elementos extremistas del partido... han intentado realizar una
hábil diversión, imponiendo casi por la fuerza a sus camaradas más
tibios la proclamación de la huelga general, que por consiguiente hay
que considerar como una maniobra táctica contra los reformistas, para
galvanizar las masas en el momento en que se intenta alejarlas de la
lucha de clases».
En cambio la dirección del partido fascista declara que:
«la huelga general que debe comenzar a medianoche es cobarde y
miserable, porque no pretende liberar a la masa obrera del fascismo,
sino derrocar el pretendido gabinete de izquierda».
¿Dónde reside la verdad en estas dos versiones dadas a conocer en el mismo
momento por los medios fascistas?

Realmente, la proclamación de la huelga general no ha obedecido a ninguna


de ambas razones, porque ha sido la consecuencia directa e inevitable de la
situación que se había creado en Italia después de los acontecimientos de
Rávena. Tras la ocupación fascista de Novara (16 de julio) –que se suma a las
proezas fascistas de Cremona, Rímini, Andria, Viterbo, Sestri Ponente–, la

240
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

huelga general estalla en todo el Piamonte, gana la Lombardía, y se hubiera


extendido a la Liguria, si los jefes socialistas «autónomos» de Génova no lo
hubieran impedido, traicionando los compromisos que con anterioridad
habían suscrito con las organizaciones obreras de Milán y Turín. La huelga
general prosigue en las Marcas, donde un pequeño ejército fascista, llegado
de la vecina Umbría, ha ocupado Macerata, Fabriano y Ancona, la ciudad
«roja» de junio de 1914 y de junio de 1920. Las organizaciones obreras locales
piden por todas partes que estas protestas se unifiquen inmediatamente en
una huelga general que exprese la voluntad de los trabajadores de terminar
con el terrorismo fascista. Los jefes confederales vacilan rehuyendo una
decisión, porque se ha abierto la crisis ministerial y temen comprometer su
solución. Sin embargo, la presión de los militantes es tal que el Comité central
de la Alianza del Trabajo, aunque ordena interrumpir las huelgas en curso, se
compromete a preparar –como hemos visto– «un movimiento conjunto» que
será desencadenado a la primera ocasión. Por consiguiente, aunque es exacto
que la huelga ha sido proclamada el 31 de julio, bajo presión de los elementos
anarquistas del Sindicato nacional de Ferroviarios –que había sido el iniciador
de la Alianza del Trabajo–, e incluso de que algunos de ellos habían llegado
hasta amenazar con el revólver a Azimonti representante de la C.G.L. en el
«Comité secreto», esto sólo ha sido posible porque todos los obreros
esperaban la decisión de la huelga general. Los elementos reformistas
tampoco, podían resistir, ya que habían «coqueteado» los últimos días con la
idea de la huelga general, aunque fuera únicamente para servirse de ella
como de una moneda de cambio en el transcurso de las transacciones para la
solución de la crisis. Siendo inevitable la proclamación de la huelga, la
mayoría del «Comité secreto» tiene la precaución de lanzar el movimiento
como una manifestación perfectamente legal, por la defensa de la legalidad:
Turati la llamará «huelga legalitaria». Su llamamiento se dirige «a los hombres
libres» en nombre de la «defensa de las libertades políticas y sindicales» y de
las «conquistas de la democracia», y no desea sino restablecer el imperio de
la ley. Ahora bien, a pesar de esta prudencia de inspiración y de lenguaje, la
huelga absorbe en su torbellino a casi todo lo que todavía quedaba de esas
«libertades políticas y sindicales» que se proponía salvaguardar.

Éste es el punto culminante del drama en que se hunde el movimiento obrero


y socialista italiano. Esta huelga cuya amenaza o proclamación había debido
imponer, según algunos, un gobierno de izquierda, y según otros, garantizar
el desquite de la clase obrera en el marco de la «lucha de clases», frustra los
cálculos opuestos y arrastra en un fracaso común ambas tácticas.

241
Angelo Tasca

Sin duda, la huelga era «legalitaria», puesto que no se proponía otros


objetivos que el restablecimiento de las libertades civiles y el imperio de la
ley. Pero un movimiento no adquiere su sentido exclusivamente en función
de sus propias reivindicaciones; las reacciones que provoca también forman
parte de su «naturaleza» y acaban por marcarlo, incluso pese a él, en el
momento decisivo. Ya con anterioridad los jefes socialistas habían esperado,
en septiembre de 1920, servirse de la ocupación de fábricas para llevar al
partido socialista y a las masas obreras a la participación gubernamental. El
medio utilizado había actuado en sentido opuesto al esperado, había alejado
a las masas, mientras que la burguesía se había resignado o incluso era en
parte favorable. La huelga de finales de julio de 1922 no solamente se
proclamó con diez días de retraso, sino que llegó tras una campaña en la cual
maximalistas, comunistas y anarquistas la habían presentado como el medio,
«suficiente y necesario» para invertir la situación, para comenzar la liquidación
del fascismo sin necesidad de recurrir al Estado o a «compromisos» con
fuerzas políticas no «proletarias». Los redactores del llamamiento a la huelga
general tomaron toda clase de precauciones de estilo paira establecer una
relación entre el movimiento que desencadenaban y la acción del Estado, al
que le piden defender las libertades violadas. Pero si las masas obreras y el
Estado deben matizar una acción para un fin común, es necesario que exista
entre esas masas y el Estado un vínculo cualquiera, es preciso que exista una
«colaboración». Ahora bien, al proclamar la huelga general del 31 de julio, las
masas obreras se aíslan y se separan materialmente del Estado. Aun cuando,
por una hipótesis que entonces nada justificaba, el Estado estuviera dispuesto
a emprender la lucha contra las bandas fascistas, la huelga de los servicios
públicos y de los ferrocarriles paralizaría su acción, mientras que los fascistas,
entrenados desde hace varios meses en concentraciones locales y regionales,
podrían desplazarse mediante columnas de camiones en un radio bastante
amplio. «Solemne advertencia para el gobierno del país» afirma el
llamamiento del Comité secreto. Pero la huelga no la sienten ni quienes la
realizan, ni quienes la sufren, en el sentido de simple «advertencia»; no existe
prácticamente gobierno, debido a la crisis ministerial, que dura ya dos
semanas. Además, entre esa «advertencia» y ese «gobierno», se han roto
todos los contactos; la huelga hunde todos los puentes entre los obreros y el
Estado. Ha sido concebida como una acción demostrativa y falla en todos sus
efectos. En Roma, los populares, preocupados por la gravedad, y la duración
de la crisis, han decidido aceptar la presencia de elementos de la derecha en
el nuevo gobierno. En el país, los sindicatos católicos, incluso aquellos que
habían hecho prevalecer en el seno del grupo popular la idea de una

242
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

colaboración con la derecha socialista, rechazan participar en la huelga


general, y así se pierden, en el momento crítico, aliados cuyo concurso era
indispensable para garantizar la «defensa de la libertad». El rey, que piensa
siempre en Giolitti, suspende sus consultas, y el 1.° de agosto –la huelga se ha
iniciado a medianoche– llama a Facta y le confía de nuevo la formación del
gobierno. A las cinco de la tarde, éste se ha constituido a imagen del gabinete
precedente, y será el último gobierno del régimen parlamentario.
En cuanto a la lucha en el país, ésta se emprende en las condiciones más
desfavorables. En el Piamonte, en Lombardía y en otros sitios, los obreros
acaban de hacer pocas semanas antes, pocos días antes, una huelga de
protesta: están casi sin aliento; por ello hay vacilaciones y fallos. En el norte
de Italia, en Génova y Turín, la orden de huelga ha llegado cuarenta y ocho
horas antes, como consecuencia de un equívoco, o de una maniobra, lo que
se añade a la confusión y a la depresión. El Comité secreto es hasta tal punto
«secreto», que las organizaciones obreras no saben a quién pedir instrucciones.
Además esta huelga general queda limitada a ser puramente defensiva: el
llamamiento anteriormente citado sólo admite la lucha «en caso de legítima
defensa de personas e instalaciones» y, sobre el terreno de esta lucha, la
inferioridad de las fuerzas obreras –sin preparación y abandonadas a sus
propias fuerzas– es evidente. En su conjunto, y al margen de cualquier
consideración estratégica, el movimiento, que a pesar de todo arrastra, a la
gran mayoría de los trabajadores, demuestra hasta qué punto éstos valen
más que sus jefes, que todos sus jefes. En la situación de finales de julio de
1922, el éxito casi general de la huelga es un acto de fe sin futuro, pero
admirable y emocionante. Este pueblo que no quiere resignarse a la
esclavitud, estos ferroviarios que hay que arrancar a la fuerza de sus casas,
bajo la amenaza del revólver, para obligarlos a emprender el trabajo,
mientras se incendian sus casas, estos obreros que han hecho después de la
guerra tantas «huelgas generales» por motivos de principio y de solidaridad, y
que comienzan de nuevo una vez más porque les han dicho que de este modo
se va a contrarrestar la ofensiva fascista, estas masas a las que se deja agotar
en esfuerzos que no encuentran ningún punto de aplicación, hubieran
merecido otros guías y otro destino.
Desde hace algún tiempo los fascistas esperaban la huelga general, y se
preparaban para contrarrestarla, sobre todo tras él plazo que les concedían,
después de los acontecimientos de Novara, las vacilaciones y cálculos de los
jefes socialistas y sindicalistas.

243
Angelo Tasca

En efecto, el 21 de julio, inmediatamente después de Novara, el secretario del


P.N.F. envía una circular a las federaciones en la que se dice:
«Según las últimas noticias, el intento de una huelga general nacional
por parte de social-comunistas ha sido abandonado de momento. Sin
embargo, es oportuno, para no dejarnos sorprender de improviso en el
caso de que el intento se reproduzca con la participación de los
ferroviarios «rojos», que los fascistas se aseguren desde el presente los
medios necesarios de transporte rápido: autocares, automóviles,
motocicletas...»
El 31 de julio, el mismo secretariado, bien informado, envía otra circular cuyo
texto es el siguiente:
Partido Nacional Fascista - Roma
Roma, 31 de julio 1922
Oficina de Prensa
Circular reservada
(Para leer y destruir)

A las Federaciones provinciales fascistas (con el ruego de transmitir


inmediatamente a los fascios dependientes)

Parece ser que la Alianza del Trabajo piensa proclamar, hoy mismo, y a
partir de medianoche, la huelga general nacional, comprendidos incluso los
servicios públicos. Si esta crisis se confirma por los hechos, en los diarios de
la mañana se publicará a este respecto un llamamiento de la Dirección del
Partido fascista. Las Federaciones y los Fascios deben ajustarse a lo que se
dice en el llamamiento de la Dirección. Y, de un modo más preciso, es
necesario:

1.° Proceder a la movilización inmediata de todas las fuerzas fascistas;

2.° Si, en las cuarenta y ocho horas siguientes a la proclamación de la


huelga, el gobierno no ha logrado hacerla cesar, los Fascistas se encargarán
de hacerlo directamente;

3.° Los fascistas deben, una vez transcurrido este periodo de cuarenta y
ocho horas, y si la huelga general continúa, dirigirse a las capitales de
provincia respectivas y ocuparlas;

244
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

4.° Los fascistas de la zona de Carrara, de la Lomellina y de la provincia de


Alejandría deben mantener una parte de sus fuerzas a la disposición de los
Fascistas genoveses. Los Fascistas de las provincias de Bolonia y de Ferrara
deben mantener una parte de sus fuerzas a disposición de los Fascios de la
Romana y de la zona de Ancona;

5.° Vigilar los nudos de carreteras;

6.° Los Fascistas deben obedecer sólo y exclusivamente a los hombres y las
organizaciones responsables: Dirección del partido y Directorios provinciales,
que se servirán, para la ejecución perentoria de sus órdenes, de inspectores
generales y de Cónsules

7.° Quedan absolutamente prohibidas las acciones no dirigidas por los


responsables;

8.° En el caso de que se impongan represalias, éstas deben ser fulminantes.

El secretario general: Michele Bianchi.

***

De este modo, antes de que estalle la huelga –esta huelga sin perspectivas y
de objetivos contradictorios–, los dirigentes fascistas han establecido un plan:
para ellos se trata de transformar la «acción demostrativa» de los socialistas
contra el fascismo, en ordenada batalla de los fascistas contra el socialismo.
Los objetivos «militares» de esta batalla están fijados. Aún no se quiere
ocupar Roma, pero sí aprovecharse de la huelga para ganar dos posiciones
esenciales en las fronteras de la región ya ocupada por los fascistas: la zona
de Génova y Liguria por un lado, y Ancona por otro. En el transcurso de su
acción, los fascistas logran incluso alcanzar dos objetivos importantes aún no
previstos: la capital de Lombardía, Milán, y el último centro de la resistencia
obrera en Toscana, Livorno.

La dirección del partido fascista lanza un ultimátum, dirigido al mismo tiempo


a los huelguistas y al Estado:

«Damos cuarenta ¡y ocho horas al Estado para que pruebe su


autoridad sobre todos quienes dependen de él y sobre aquellos que
atentan contra la existencia de la nación. Agotado este plazo, el
fascismo reivindicará su plena libertad de acción y sustituirá al Estado,
que una vez más habrá demostrado su impotencia».

245
Angelo Tasca

De este modo, la huelga, que debiera llevar al Estado a hacer respetar la ley,
contrariamente logra realizar la soldadura entre la reacción legal –la del
Estado– y la reacción ilegal –la de los fascios–. El fascista que desde hace
meses mata, incendia, y saquea impunemente, deja de ser el fuera de la ley y
se convierte en el ferroviario y en general el trabajador que quisiera recordar
al Estado su deber. Los fascistas, que durante el mes de julio, desde Rímini a
Novara y a Rávena, no han dejado tras sí, por todas partes por donde han
pasado, sino ruinas humeantes, cuerpos torturados y almas violadas, reciben
como magnífico regalo esta ocasión de presentarse como «tutores» del orden
y en depositarios de la autoridad del Estado.

Por segunda vez entran en el «bloque nacional», no ya gracias a las


elecciones, como en mayo de 1921, sino gracias a la huelga-suicidio en que se
han empeñado las organizaciones obreras.

La huelga cristaliza toda la situación en un sentido reaccionario, y la crisis


gubernamental, abierta tras las violencias de Cremona, finaliza con la
consagración casi oficial del terrorismo fascista, a escala nacional. La prensa
conservadora y «liberal», que había seguido sin entusiasmo los intentos de
pacificación y que culpaba a los fascistas de favorecer por sus excesos la
participación socialista, así como las fuerzas de la burguesía que, con Giolitti,
no esperaban «nada bueno» de la crisis abierta por el voto del 19 de julio en
la Cámara, vuelven ahora a preocuparse por la «autoridad del Estado» frente
a los trabajadores en huelga, y aplauden a los fascistas cuando éstos
continúan y desarrollan, en nombre del Estado, la obra de destrucción a la
que se han dedicado en las últimas semanas con un furor acrecentado.

La Alianza del Trabajo decide el fin de la huelga para el 3 de agosto a


mediodía, prolongándola doce horas, para no dar la impresión de ceder al
ultimátum fascista, que expira el 2 de agosto a medianoche. Pero los fascistas
de ningún modo renuncian a cobrarse las ventajas previstas de la situación. El
secretario del partido, Michele Bianchi, envía a todas las federaciones
provinciales el siguiente telegrama circular:

Aunque el intento de huelga en general haya fracasado y aunque la


Alianza del Trabajo se vea obligada a declararla oficialmente como
terminada, no debe quedar impune. En la escala de responsabilidades, los
socialistas colaboracionistas ocupan el primer lugar. Los fascistas, al
volver a sus comarcas y al desmovilizarse –allí donde la situación lo
permita– deben tenerlo en cuenta.

246
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

La ofensiva fascista se propone, pues, un doble objetivo político: extender


aún la ocupación fascista a otras zonas y dirigir un golpe particularmente duro
contra los socialistas colaboracionistas. La maniobra que Mussolini ha iniciado
contra ellos, tras el comienzo de la crisis en el terreno parlamentario, finaliza
con una ofensiva directa y armada en todo el país. El gobierno deja hacer, y
allí donde cede sus poderes a las autoridades militares, éstas colaboran casi
en todas partes con los fascios. La acción fascista, se desarrolla sobre todo a
partir del tres de agosto, es decir después del final de la huelga. Mussolini está
exultante y escribe el 5 de agosto en su diario: «Aunque los tres secretarios
de la Alianza del Trabajo fuesen tres fascistas empedernidos, no hubieran
podido hacer mejor servicio a la causa del fascismo». Para probarlo publica la
lista de las «victorias» que el fascismo ha obtenido. Esta lista, que a
continuación reproducimos textualmente, no toma en cuenta más qué las
informaciones llegadas a «Il Popolo d’Italia» hasta la noche del 4 de agosto.
(Cuando no hay ninguna indicación, se trata de sedes de organizaciones
destruidas, casi siempre por incendio.)

Antignano (Livorno), Círculo socialista.


Ardenza (Livorno), Círculo comunista.
Alejandría, Ocupación de la Alcaldía y del Teatro del Pueblo.
Ancona, Bolsa del Trabajo, Círculo anarquista, Círculo de los ferroviarios, Circulo de
«Soviets», Círculo Melloni.
Chiappa (La Spezia), Círculos socialista y comunista.
Campo Canneto (Parma), Cooperativa y círculo socialista.
Falconara (Ancona), Círculo socialista.
Fornovo (Parma), Cooperativa y círculo socialista.
Florencia, Bar de los ferroviarios, Bolsa del Trabajo, Diario socialista «La Difesa» (ya
destruido por primera vez el 27 de enero de 1921).
Figline Valdarno, Dimisión del ayuntamiento socialista.
Gravina (Bari), Bolsa del Trabajo.
Génova, Círculo de ferroviarios.
Intra (Novara), Bolsa del Trabajo y cooperativa.
Livorno, Bolsa del Trabajo, Federación provincial socialista, Círculo comunista, Sección
socialista, Círculo «El Cisne», ocupación de la Alcaldía y dimisión forzada del
ayuntamiento socialista y de la Diputación provincial socialista.
Milán, Círculo socialista de la calle Cetlini, Casa de los tranviarios, Círculo de los
ferroviarios de la calle Canónica, dos círculos comunistas, Cooperativa de ferroviarios
de Porta Volta, ocupación del Palazzo Marino, sede del ayuntamiento socialista.
Novara, Dimisión del ayuntamiento socialista.

247
Angelo Tasca

Novi Liguri, Bolsa del Trabajo, dimisión del ayuntamiento socialista.


Noceto (Parma), Cooperativa y Círculo socialista,
Nápolés, Locales de la Federación de los Puertos.
Oderzo (Treviso), Círculo comunista.
Pavía, Bolsa del Trabajo.
Piacenza, Bolsa del Trabajo.
Pistoia, Ocupación de la Alcaldía.
Peicastagno (Génova), Círculos socialista y comunista.
Padua, Bolsa del Trabajo.
Ponte de Signa (Florencia), Liga proletaria de excombatientes..
Pisa, Diario socialista «Era Nostra».
Rímini, Cooperativa de los Trabajadores del Mar, Cooperativa de ferroviarios.
Ronco (Parma), Cooperativa y Círculo socialista.
Rebosco (Génova), Bolsa del Trabajo confederal, Bolsa del Trabajo sindicalista,
Federación de los Trabajadores del Mar, Sindicato metalúrgico.
Schio, Bolsa del Trabajo.
San Secondo (Parma), Cooperativa y Circulo socialista.
Sampierdarena (Génova), Bolsa del Trabajo, Cooperativa de ferroviarios. Savona
(Génova), Cooperativa socialista.
San Jacopo (Livorno), Círculo socialista.
Saliano (Parma), Cooperativa y Círculo socialista.
Torre (Padua), Bolsa del Trabajo.
Turín, Varios círculos comunistas.
Trieste, Coche del diario «II Lavoratore».
Vigevano, Bolsa del Trabajo. Vicenza, Bolsa del Trabajo.
Voghera, Círculo de ferroviarios.

***
La cosecha es tan abundante que en «Il Popolo d’Italia» no estaban aún en
condiciones de establecer un palmarés completo del triunfo. Para completar
parcialmente esta laguna, sigue a continuación otra lista de los resultados
alcanzados por la ofensiva fascista, siempre referidos al 4 de agosto.
Ancona, Domicilio del diputado comunista Corneli e imprenta socialista.
Binasco (Milán), Bolsa del Trabajo.
Legnano (Milán), Ocupación del Ayuntamiento.
Legnaia (Florencia), Sociedad de socorros mutuos.
Livorno (Toscana), Círculo de ferroviarios.
Ovada (Alejandría), Bolsa del Trabajo, diario «L’Emancipazione», dimisión del
ayuntamiento socialista.
248
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Quiliano (Génová), Ocupación del Ayuntamiento.


Padua, Círculo de ferroviarios.
Parma, Círculo de los ferroviarios de Ponte Bottego y de la calle Affi, imprenta del
diario «II Piccolo» dos veces incendiada y saqueada; ocupación de las Alcaldías de
Salsomaggiore, Borgo San Donnino, Sissa, San Lazzaro, Lusignano, Palma y otras
comunas socialistas de la provincia.
Pavía, Dimisión de doce ayuntamientos socialistas en la provincia.
Pisa, Bolsa del Trabajo, ocupación del Círculo de ferroviarios.
Riva Trigosco (Génova), Bolsa del Trabajo.
Sala. Braganza (Parma), «la comarca ha sido pasto de las llamas».
Savona, Círculo de Ferroviarios; ocupación de la Alcaldía, de la Bolsa del Trabajo, del
Consorcio de las Cooperativas del Puerto.
Siena, Bolsa del Trabajo (por tercera vez), quiosco de revistas y periódicos
pertenecientes a antifascistas, Sociedad de S. M. «II Risorgimento», Círculos
anarquistas «Germinal» y «Pietro Gori».
Tavernuzze (Florencia), Círculo comunista.
Várese, Ocupación de la Alcaldía.
Vigevano, Círculo comunista, Imprenta del diario «L’Independente», expediciones
fascistas en los alrededores, en Siziano, Sairano, Piccolini di Vigevano, Mezzanino Po,
Casorate, Carbonara, Mezzana Corte.
Voghera, Dimisión de la Alcaldía socialista.

***

Éstos no son más que los episodios más notables entre miles de actos de
violencia individual y colectiva, que sería imposible enumerar. La ofensiva
fascista se prolonga los días siguientes; el secretario del P.N.F. no ordena la
desmovilización hasta el 8 de agosto, cinco días después del fin de la huelga
general y, aun desmovilizando los fascios, éstos deben «tener en cuenta la
situación local». Una circular del 7 ya ha explicado el sentido de esta fórmula:

«Si nada ocurre hasta el fin de la jornada, os daremos ésta tarde la


orden de desmovilización. En las localidades en que la situación no
fuese tranquilizadora para nosotros, debemos dejar Una guarnición.
Parece ser que una vez pasada la tormenta las autoridades quieren
proceder a una requisa de armas. Dad las órdenes adecuadas a este
respecto y sin retraso, para que armas y municiones sean puestas en
lugar seguro».

249
Angelo Tasca

Al favor de la huelga general, los fascios se habían propuesto alcanzar algunos


objetivos estratégicos importantes; en particular, como lo atestigua la circular
reservada del secretariado del P.N.F. enviada el 31 de julio, la región de
Génova y de la ciudad de Ancona.
En Génova, el movimiento obrero está en manos de los socialistas «autó-
nomos», es decir, fuera del partido oficial, socialistas de extrema derecha que
estuvieron a favor de la intervención de Italia en la guerra mundial. Sus
dirigentes han desempeñado un papel bastante importante y algo dudoso en
el Comité Central de la Alianza del Trabajo. Lo que lo sostiene es una potente
red de cooperativas, que han monopolizado todo el trabajo del puerto
–carga, descarga, calafateado, reparaciones de todas clases– realizado por
algunos millares de obreros miembros de cooperativas, cada una de las cuales
realiza una operación determinada, según reglas muy estrictas que recuerdan
a las de las antiguas corporaciones. Estas cooperativas son «cerradas», y sus
miembros son empleados antes que los otros. Cada mañana se prepara una
lista según las variables necesidades de las llegadas y salidas de los barcos, y si
hay plazas disponibles se contratan a obreros «de fuera». Durante la guerra, e
inmediatamente después, ha habido trabajo para todos, y el sistema ha
servido para salvaguardar los altos salarios, de los que también se benefician
los no cooperativistas. Pero cuando la crisis económica empieza a hacer
estragos y la actividad del puerto se reduce, el «sistema» se ve amenazado
por dos lados: los armadores y comerciantes quieren reducir las tarifas, y la
masa creciente de los parados, cada vez menos admitida en los «turnos» de la
contratación, se exaspera contra las barreras cooperativas y sindicales que la
separan del puerto, esa tierra prometida, dado que basta trabajar algunos
días a la semana para poder vivir durante el resto. Los salarios son tan
elevados que los miembros de las cooperativas ceden a veces su turno a los
otros haciéndose pagar un diezmo. En el período de la prosperidad real o
artificial, las ganancias han sido tales que las ha habido para todo el mundo:
empresario, obrero cooperativista y para el lumpen proletarier. Ahora, que el
margen de beneficio es más reducido, comienza la lucha por el reparto; en
esta lucha, el empresario tiene un aliado natural: el obrero parado. Contra el
doble ataque del empresario y del parado, el «sistema» no puede mantenerse
y se hunde en pocos días. Este ataque, es el fascismo quien se encarga de
llevarlo a cabo. Los armadores han puesto a su disposición un millón y medio
de liras para una «expedición punitiva» de gran estilo contra Génova. Los
fascios comienzan por desencadenar una violenta campaña contra las
cooperativas «cerradas», para que sean abiertas «a todo el mundo». El

250
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

trabajo en el puerto no es ilimitado y, por esta razón, y aún por otras, es


indispensable una cierta reglamentación. En efecto, una vez obtenida la
victoria, las cooperativas fascistas serán de nuevo «cerradas», incluso más
cerradas que antes; los dirigentes fascistas habrán sustituido a los dirigentes
socialistas, o los mismos dirigentes habrán cambiado de etiqueta. Pero
entretanto se han alcanzado dos grandes objetivos: el socialismo ultra-
reformista de Génova queda herido de muerte, en las fuentes mismas
–políticas y económicas– de su poder, y los salarios portuarios bajan
sensiblemente.
No deja de tener interés considerar la forma cómo ha sido obtenida esta
victoria. La orden de la circular del 31 de julio fue cumplida: a la llamada del
fascio de Génova, las escuadras de Carrara, dirigidas por Renato Ricci, llegan
rápidamente a la ciudad «tras haber destruido en el transcurso del camino la
Bolsa del Trabajo de La Spezia». También llegan otras escuadras de Alejandría,
mandadas por el diputado fascista Torre. El partido fascista atribuye a la
conquista de Génova una importancia excepcional: en el «Comité de acción»
creado en esta ciudad, participan, además de Renato Ricci y el diputado
Torre, Massimo Rocca, miembro de la dirección del partido, Edmondo Rossoni,
secretario de la Confederación de los sindicatos fascistas y el diputado De
Stefani, que será ministro de Hacienda en el primer gabinete de Mussolini. Un
pequeño estado mayor que se instala in situ para dirigir las operaciones.
Durante la huelga, se originan conflictos un poco por todas partes; la
resistencia de los obreros prosigue hasta el día 4. La fuerza pública interviene
al lado de los fascistas; autos blindados y ametralladoras entran en acción, las
últimas barricadas son abandonadas. El personal de los trenes debe ceder y, la
mañana del día 5, la mayor parte de ellos reemprenden el servicio. Pero los
dirigentes fascistas desean alcanzar todos los objetivos que han previsto para
la «marcha sobre Génova» para los cuales la han organizado. Hay que
eliminar a las cooperativas y a los sindicatos socialistas del puerto. La gestión
de todas las actividades económicas están confiadas a un organismo de
derecho público. El Consorcio autónomo del puerto, donde están
representados los diferentes intereses y presidido por el senador Ronco. Este
Consorcio es el que regula y distribuye los trabajos, y sin él cualquier control
fascista sobre el «sistema» será imposible. El 5 de agosto, la huelga ha
terminado, pero:
«por la mañana, el Comité de Acción, que está reunido permanentemente
en el Hotel Bristol, decide destruir un determinado número de
organizaciones y dirigir un ataque al puerto».

251
Angelo Tasca

El senador Ronco es invitado a ir al Hotel Bristol, en donde un miembro del


Comité interrumpe toda discusión leyéndole el ultimátum siguiente:
1.° La Comisión ejecutiva del Consorcio del Puerto de Génova, a partir de este
momento rescinde todo contrato con las cooperativas actualmente existentes, les
quita toda autorización para trabajar y restablece la libertad de trabajo en el
propio puerto.

2.° Las cooperativas actuales no podrán obtener ninguna concesión.

3.° La misma Comisión ejecutiva declara reconocer implícitamente el principio de la


pluralidad de cooperativas para cada rama de trabajo.

4.° En tres meses, a partir de hoy, deberá terminarse la revisión de las listas del
Consorcio, en las que deberán inscribirse los miembros de las cooperativas
constituidas durante este tiempo.

5.° La Comisión ejecutiva dispondrá inmediatamente de la fianza de las


cooperativas depositada en el Consorcio, con el fin de indemnizar, al menos en
parte, al comercio del perjuicio que ha sufrido.

El Comité de Acción da al senador Ronco media hora para aceptar estas


condiciones. Ronco, viejo liberal, responde que ha recibido su mandato del
rey y abandona el Hotel Bristol. Pero, poco después, las escuadras fascistas
penetran en el Palazzo San Giorgio, sede del Consorcio y fuerzan al senador
Ronco a firmar la orden siguiente:
El Comité ejecutivo del Consorcio autónomo del puerto decide revocar la
autorización dada a las cooperativas de trabajar en el puerto, de volver al libre
llamamiento de los trabajadores inscritos en la lista del Consorcio, esperando que
se puedan autorizar, según el reglamento, las cooperativas que se constituirán de
nuevo, sin limitación de número para cada categoría de trabajos, y de revisar, en el
plazo de tres meses, las listas del Consorcio con la facultad de nuevas inscripciones.

Al mismo tiempo, el Comité de Acción publica un llamamiento contra el


senador Ronco, que, sin embargo, ha cedido bajo las amenazas de los
revólveres fascistas:

¡Ciudadanos!. El Palazzo San Giorgio, antiguamente sede de austeros y sabios


magistrados del mar, debe volver a la dignidad y a la imparcialidad de la ley.

El pequeño tirano del Palazzo San Giorgio, falso protector de los obreros y hábil
especulador, debe dejar de dominar.

252
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

El presidente títere, tembloroso e incapaz de cualquier energía, debe saber


mantenerse en su sitio o resignarse a la jubilación.
En nuestro puerto, según el espíritu y la letra de la ley, debe ser consagrado el
principio de la libertad; y ningún monopolio de organización debe subordinar a un
partido la dignidad del trabajo humano.
¡Genoveses! En cuanto, en vez de una única cooperativa con derecho de
exclusividad, tengamos varias, las huelgas ya no serán necesarias ni tan
frecuentes, y dejarán de desacreditar y arruinar a nuestro puerto.
¡Vivan las cooperativas libres y múltiples!
¡Viva la libertad!

El «presidente títere» se ha doblegado a todas las exigencias de los fascistas,


que abandonan el Palazzo San Giorgio cantando Giovinezza. Su victoria es
total.

Pero antes que los 5.000 fascistas concentrados en Génova vuelvan a sus
casas, todavía se procede a pequeñas operaciones: Dos cooperativas, la sede
del diario reformista «Il Lavoro», una imprenta socialista y otros círculos
obreros son saqueados e incendiados. Un gran número de jefes sindicalistas
debe abandonar la ciudad «en 24 horas». Los fascistas ocupan también la
Bolsa del Trabajo y la ponen en manos de las autoridades militares, ya que,
durante los días de la ocupación fascista de Génova, el gobierno ha delegado
sus poderes en las autoridades militares de la ciudad.

Segundo objetivo: Ancona, que los fascistas de Umbría ocuparon ya por


primera vez a mediados de julio. Esta vez la concentración fascista es más
general: las escuadras llegan de Bolonia; de Perugia, de Foligno, de la
Romaña, de Ferrara, de toda Umbría: más de 3.000 hombres. Las sedes de las
organizaciones obreras son pasto de las llamas, una vez la fuerza pública ha
desalojado a los defensores. La batalla se prosigue con rabia en las barriadas,
y sobre todo en San Lazzaro, en donde los huelguistas atacan y cercan el
cuartel de los carabineros e intentan incluso ocupar el fuerte de Monte Acuto.
A pesar del heroísmo de los obreros, la lucha es demasiado desigual y Ancona
pasa también bajo control de los fascios.

La velocidad adquirida en la acción y las condiciones militares y políticas


favorables permiten al fascismo dirigir un ataque a otras dos posiciones
importantes: Milán y Parma. En Milán, la movilización fascista es dirigida por
el capital Cesare Forni; jefe de las escuadras de Lomellina. El 3 de agosto,
queda ocupado el Palazzo Marino, sede de la alcaldía. Desde su balcón,
253
Angelo Tasca

D’Annunzio pronuncia un largo discurso sobre la pacificación de los espíritus y


sobre la grandeza de Italia, sin hacer la menor alusión al fascismo. Prosigue de
este modo su acción de «salvador». 73 Pero su presencia entre los jefes de las
bandas fascistas es un acto de adhesión, puesto que consagra la violencia
perpetrada contra el ayuntamiento socialista. Sus palabras se pierden en el
aire, sólo su gesto cuenta y se añade al éxito fascista. El secretario del partido,
Michele Bianchi, lo felicita con un telegrama desdé Roma! «...El P.N.F. os
contesta el grito de “Viva el fascismo”».

73
Sin duda D’Annunzio creyó que su discurso se inscribía en la «ofensiva de paz» en que soñaba
desde hacía tanto tiempo y en cuya previsión había preservado la autonomía del movimiento
legionario y recibido a los dirigentes de la C.G.L. en Cargnacco. En efecto, en su discurso dijo:
«Parece que yo pronuncié aquí palabras de batalla y sin embargo sólo estoy diciendo palabras de
fraternidad...» Invoca «el gran incendio de la bondad, no de la bondad inerte, de la indulgencia,
de la debilidad, sino de la bondad viril, la que rompe las barreras de la verdadera frontera, la que
se atreve a mirar cara a cara el destino más duro, la que triunfa ante todos los males». Los
legionarios de Fiume ven en éste discurso el comienzo de la cruzada que D’Annunzio les ha
prometido. Así es cómo el mismo D’Annunzio quiere que se interprete su gesto y sus palabras:
«Italia se salvará gracias a mí porque a mi alrededor se reúnen todas las fuerzas que, divididas y
dispersas, juegan hoy con la muerte y la ruina. Salvaré a Italia como premio a la obediencia de
mis órdenes y de la fe en mi fe, de todos los italianos que hoy se odian y se matan entre sí. A mis
campesinos, a mis obreros, a mis marinos, a mis ferroviarios, a todos los que se fatigan en el
trabajo, les digo que lo que yo ordene será justicia... Me pongo como garantía de la justicia y de
la protección al pueblo que trabaja, y digo: desgraciado quien te toque».
Sin duda, D’Annunzio improvisó su discurso; había venido a Milán para ver a sus editores. Se
encontró metido en la aventura por algunos jefes fascistas que le sorprendieron en su hotel por
la noche. Cesare Rossi reivindica para sí la iniciativa política de «captar la autoridad de
D’Annunzio» y afirma que convenció a Mussolini, quien, en principio, se había irritado ante el
retorno de la simpatía de los fascistas hacia él poeta-soldado. Los fascistas y especialmente los
escuadristas no quedaron satisfechos y reprocharon al Comandante el que no hubiera hablado
más que de Italia y no del fascismo, y que pretendiera colocarse por encima de los partidos. Pero
los jefes fascistas se dieron perfecta cuenta de que la sola presencia de D’Annunzio en el balcón
del Palazzo Marino, en jomadas de ofensiva contra el socialismo y el proletariado, tenía por sí
misma una significación que ninguna interpretación puede discutir. La opinión pública ratificaba
la quiebra de las veleidades dannunzianas. El auténtico comentario al discurso de D’Annunzio lo
habían escrito los escuadristas al hacer fuego por tercera vez mientras cercaban el «Avanti».
Quizás inquieto ante las repercusiones imprevistas de su discurso, D’Annunzio envió el 8 de
agosto (víspera del 4.° aniversario del vuelo sobre Viena) un telegrama en el que se llama a la
prudencia al diputado fascista Finzi, su compañero en aquella empresa. «Il Corriere della Sera»
añadía al publicar el texto: «En estos últimos días se ha hecho correr el rumor de que los fascistas
tenían la intención de instaurar la dictadura, explotando la impresión producida tanto por los
desagradables acontecimientos parlamentarios como por las aberraciones demagógicas de los
promotores de huelgas generales. Se ha dicho incluso que el proyecto fascista contaba con el
acuerdo tácito de D’Annunzio». Pero refiriéndose al llamamiento pacificador del Palazzo Marino,
el periódico concluía: «Todos los que en estos días han tenido ocasión de hablar con D’Annunzio,
y los fascistas los primeros, saben que su advertencia no puede interpretarse de otra manera» (9
de agosto). Gracias a Alberto Albertini se conocen hoy las circunstancias en que el telegrama fue
enviado y el comentario publicado por «Il Corriere»: «En agosto de 1922, Aldo Finzi, lugarteniente
de Mussolini, vino a advertirme de la proximidad de un golpe de Estado a través del cual, revólver
en mano, se hubiera impuesto la disolución de la Cámara, el retraso por uno o dos años de las
elecciones y la toma del poder por un directorio que presidiría D’Annunzio y que comprendía a
Mussolini, hombres políticos y hombres de negocios. Como posibles ministros se me indicaron
254
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Sin embargo, D’Annunzio en modo alguno ha gritado eso y está furioso por
esa mentira y esa atribución. Responde en un telegrama: «Sólo hay un grito
que hoy deban contestarse los italianos. ¡Vita Italia! Este es mi grito. No he
tenido y no podré tener otro». Pero «Il Popolo d’Italia», que ha publicado el
telegrama de M. Bianchi a D’Annunzio, se guarda mucho de publicar la
respuesta del poeta. De esta forma el escamoteo es perfecto: D’Annunzio
sólo puede contestarse a sí mismo. A la mañana siguiente, 6 de agosto, las
escuadras fascistas deciden destruir una vez más –es la tercera desde abril de
1919– la sede del diario socialista «Avanti». Después de haber pensado
bombardear el edificio desde un avión,

«los fascistas se deciden a atacarlo por tres lados, con columnas


formadas con importantes núcleos de escuadristas de Milán, Pavía y
Cremona, bajo las órdenes de Farinacci, y con una columna de 40
camiones. Mientras se hacen algunos disparos al aire para atraer la
atención de la fuerza pública, las escuadras escalan las rejas y logran
penetrar en los locales; se inicia una batalla con el personal utilizando
granadas y fusiles... Los defensores del diario hacen pasar corriente
eléctrica por los alambres de espino preparados con anterioridad; de
este modo, Emilio Tonoli cae carbonizado y Cesare Melloni destrozado
por una bomba. Finalmente, las llamas se elevan destruyendo por
completo el depósito de papel y convirtieron en ruinas el edificio». Hay
ocho heridos fascistas.

«En la calle Canónica –continúa contando Chiurco– otro fascista es


herido por los subversivos y se inicia una batalla; el círculo comunista
es saqueado. La fuerza pública entra en acción; la resistencia opuesta
por este barrio subversivo es extraordinaria. Hay que recurrir a los
autos blindados: lanzamiento de bombas, dos muertos y varios heridos
graves».

Giovanni Agnelli, Alberto Pirelli e incluso –casi increíble– F. S. Nitti. Aldo Finzi estaba seguro de
convencerme. Yo le decepcioné completamente; pero inmediatamente corrí a prevenir a mi
hermano... En seguida salió para Milán y a la mañana siguiente Finzi le repetía lo que ya me había
dicho a mí. Hablamos con el prefecto Lusignoli, quien igualmente estaba al tanto de la amenaza y
parecía inquieto. En Gardone nos pusimos en relación con D'Annunzio, quien negó cualquier
participación en un complot y cualquier simpatía por una dictadura. Incluso envió un telegrama a
Finzi para disuadir a los fascistas de toda acción precipitada y nos autorizó a publicar que seguía
siendo fiel a la legalidad» (A. Albertini, Vita de Luigi Albertini, Milán, Mondadori, 1945). Los
Albertini han puesto demasiado empeño en explicar la legalidad de las intenciones de
D’Annunzio. Este hablará claramente de dictadura, aunque provisional, en la conversación que
tuvo en agosto con la comisión de antiguos combatientes que vino a visitarle a Gardone.
255
Angelo Tasca

Durante la ocupación fascista, la policía ha realizado 600 detenciones,


únicamente entre obreros y «subversivos». Mussolini, que se encuentra en
Roma desde el 2 de agosto, ha pronunciado una conferencia sobre «la
función imperial del fascismo». No disimula su satisfacción. Como algunos
diarios han dicho que había desaprobado las violencias y los crímenes de los
fascistas de Milán, dirige a estos últimos un mensaje oficial de solidaridad:
«las acciones de represalia que habéis desencadenado tienen mi más
incondicional aprobación. Los diarios de Roma que han hablado de una
pretendida desobediencia a mis órdenes deben saber que, si me hubiera
encontrado en Milán, habría trabajado en la preparación de represalias a una
escala mucho mayor».

Vencedores en Milán, los fascistas no llegan a ganar Parma, que será, hasta la
víspera de la marcha sobre Roma, como una espina molesta clavada en el
cuerpo hipertrofiado del fascismo del valle del Po. Una vez más, Italo Balbo es
quien toma la decisión de aprovechar las circunstancias para liquidar definitiva-
mente este islote de resistencia antifascista. En Parma, el movimiento obrero
se encuentra en una situación bastante particular. Antes de la guerra, Parma
había sido la meca del «sindicalismo revolucionario». Su Bolsa de Trabajo
había tenido como dirigentes a Michele Bianchi, Rossoni, Amilcare de Ambris
y Filippo Corridoni, este último murió cómo voluntario durante la guerra, los
otros tres se pasaron más tarde al fascismo. Los «sindicalistas», desgarrados
entre tendencias opuestas, habían sido abandonados por los obreros, cuya
mayoría se había afiliado a la Bolsa del Trabajo confederal, dirigida por
socialistas. La instauración de la influencia socialista de la ciudad de Parma
era muy reciente y los obreros conservaban un cierto espíritu de independencia,
incluso de desconfianza frente a los partidos políticos. Por eso Parma fue la
única ciudad en que hubo, pese a los vetos socialistas y comunistas, una
organización de los Arditi del Popolo bastante seria y entrenada.

Al segundo día de la huelga general –a la que los dirigentes socialistas locales


han decidido poner término–, las escuadras fascistas comienzan a llegar
procedentes de la provincia y de Cremona.

«Una centuria de fascistas de Cremona –relata Chiurco–, con Farinacci,


es acogida el tercer día de huelga con disparos de mosquetón y
granadas en la barrera Garibaldi. Interviene la fuerza pública; los autos
blindados entran en acción. La batalla dura varias horas. Millares de
fascistas, llegados de todos lados, ocupan militarmente las estaciones.
Las escaramuzas surgen por doquier, se lanzan bombas, las escuadras

256
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

subversivas hacen incursiones hasta el centro de la ciudad y emprenden


el asedio del fascio». La misma tarde llega Balbo y con él nuevas
escuadras que destruyen dos círculos de ferroviarios y la imprenta del
diario Il Piccolo. Pero los jefes de los Arditi del Popolo han decidido
resistir hasta el fin.

«Al alba –cuenta uno de ellos, Guido Picelli, 74 antiguo combatiente que
no ha olvidado lo que la guerra le ha enseñado–, la población obrera
baja a la calle con picos, palas y otros útiles para ayudar a los Arditi del
Popolo a desempedrar las calles, las aceras, a levantar los raíles del
tranvía, a cavar trincheras y a levantar barricadas con carros, bancos,
postes y todo cuanto cae en sus manos. Hombres, mujeres, viejos,
jóvenes de todos los partidos y sin partido están allí unidos por una
sola voluntad de acero: combatir y resistir. En unas cuantas horas, los
barrios populares de la ciudad adquieren el aspecto de un campo
fortificado. La zona ocupada por los defensores es dividida en cuatro
sectores... Cada escuadra estaba compuesta de ocho o diez hombres y
armados con fusiles modelo 1891, mosquetones, revólveres de
reglamento y bombas SIPE. Sólo la mitad de los hombres pudieron ser
armados con fusiles o mosquetones. La entrada de las plazas, de las
calles, de los callejones fue cerrada por construcciones defensivas. En
algunos puntos, las defensas fueron reforzadas con varias líneas de
alambre de espino. Los campanarios fueron transformados en
observatorios. En toda la zona fortificada, los poderes pasaron a la
comandancia de los Arditi del Popolo. Los comerciantes simpatizaban
con los insurrectos y pusieron a su disposición material y víveres».

No se trata de seguir con detalle las vicisitudes de la lucha. Los jefes fascistas
exigen del prefecto que el ejército sea utilizado para desmantelar las
posiciones de los «subversivos». Las tropas ocupan el barrio de la Trinità, en
donde son acogidas por los defensores de las barricadas al grito de «¡Vivan
nuestros hermanos los soldados»!, mientras que en los barrios de Oltretorrente
los Arditi se niegan a ser desarmados. Los fascistas están furiosos con el
resultado de su iniciativa, y deciden la reanudación de las hostilidades
lanzando las proclamas siguientes:

Guido Pizelli murió a comienzos de enero de 1937 defendiendo heroicamente el frente de


74

Madrid.
257
Angelo Tasca

«Las autoridades han sido burladas por los bolcheviques huelguistas.


Se ha intentado dar al cese de la huelga el carácter de una alianza
entre los soldados y los manifestantes, negadores de la Patria. Si los
que están encomendados de la tutela del patriotismo, el ideal más
sagrado que todavía poseemos, no saben defenderlo, nos levantamos
por la defensa de la dignidad de la nación y del ejército ultrajado.
¡Fascistas, a las armas! Volvemos a la lucha en nombre de la Italia
inmortal»

El ejército había sido ultrajado, según los fascistas, porque los obreros que
defendían sus libertades, en vez de tirar contra él, habían festejado a los
soldados y confraternizado con ellos. La nueva ofensiva emprendida por los
fascistas, que esta vez tiene como objetivo los barrios de la «vieja Parma», los
de Oltretorrente, fracasa ante la resistencia encarnizada y bien organizada de
los Arditi del Popolo y de toda la población. Mussolini, que permanece
durante todo el tiempo en Roma, y a quien Balbo consulta por teléfono,
aconseja la «desmovilización», para «salvar las apariencias», los jefes fascistas
obtienen que los poderes sean transmitidos a la autoridad militar, que
procederá a la ocupación y a la limpieza de escombros de los barrios obreros.

Los trabajadores y el pueblo de Parma han podido resistir al ataque fascista, a


pesar de la concentración de varios millares de escuadristas, porque la
defensa de los barrios obreros de Parma ha sido organizada con métodos
militares, utilizando la experiencia de la guerra; dirigida por un mando único
donde estaban antiguos combatientes y preparada al margen de los partidos
políticos. Todo el pueblo participó en ella con impulso torrencial, siguiendo las
indicaciones de los Arditi del Popolo, con una voluntad tensa hasta el extremo
y con la decisión de luchar. Aunque los fascistas hubieran logrado romper las
primeras líneas, se habría luchado calle por calle, casa por casa «hasta el
incendio y la destrucción total de las posiciones». Finalmente, no se puede
olvidar otro elemento decisivo; en Parma, el ejército no se vio comprometido
en el ataque contra los defensores-insurrectos quienes, espontáneamente,
adoptaron hacia él una actitud hábil que exasperó a los jefes fascistas.

Si la resistencia obrera hizo fracasar la tentativa fascista (como también hizo


fracasar el ataque contra los viejos barrios de Bari), en conjunto, los objetivos
que los dirigentes de los fascios se proponían en previsión de la huelga
general son alcanzados y ampliamente superados. En el «triángulo» Milán-
Génova-Turín, del que tanto se ha hablado, Milán y Génova han caído. La
huelga general ha dejado al movimiento socialista y a la clase obrera en

258
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

estado de coma. ¿Se podrá todavía reanimarlos y salvarlos? Los socialistas


reformistas redactan, en su diario «La Giustizia», del 12 de agosto, un boletín
de derrota:

«Es preciso tener el valor de confesarlo: la huelga general proclamada


y ordenada por la Alianza del Trabajo ha sido nuestro Caporetto.
Salimos de esta prueba ampliamente derrotados. Hemos jugado
nuestra última carta y, en el juego, hemos perdido Milán y Génova,
que parecían los puntos invulnerables de nuestra resistencia. En la
capital lombarda, las llamas han devorado una vez más el diario del
partido; la administración de la ciudad ha sido arrancada a sus
representantes legítimos y amenazan con desterrar a nuestros mejores
militantes; en Génova –la fortaleza de los Marinos y de los
Trabajadores del Puerto– las sedes de las organizaciones han sido
ocupadas por los fascistas; del diario socialista no quedan más que las
cenizas. En todos los centros importantes, la ráfaga fascista se
desencadena con idéntica fuerza destructora. Y también en otros
sitios. Hay que tener el valor de reconocerlo: Los fascistas son
actualmente los dueños del campo de batalla. Si quisieran podrían
continuar asestando golpes formidables, seguros de obtener nuevas
victorias».

Tras insistir sobre la ausencia de armamento proletario y la falta de toda


organización y de toda relación en el transcurso de la huelga, continúa el
artículo:

«Si nos encontramos en las dolorosas y desastrosas condiciones


actuales es porque la aplicación de las diferentes soluciones qué se
habían considerado desde hace tiempo se intentaron demasiado
tarde. Demasiado tarde la solución colaboracionista que, para ser
eficaz, debía haberse adoptado después de las elecciones políticas de
1921; demasiado tarde la solución de la huelga general de protesta,
porque se intentó cuando el enemigo había ya desmantelado una
parte de nuestras fortalezas y había tenido tiempo de formar un
ejército formidable»

Tras Caporetto, el ejército italiano se reorganiza fijándose sobre el Piave.


¿Encontrará el movimiento obrero y socialista, tras su Caporetto, su línea del
Piave, para detener al enemigo y cerrarle el camino de la capital?

259
Angelo Tasca

Capítulo X
LA MARCHA SOBRE ROMA
Tras la huelga «legalitaria», los partidos y los políticos piensan darse algunos
meses de prórroga para adaptarse a la nueva situación y preparar sus juegos
para la entrada parlamentaria del otoño, en donde finalmente todo va a
decidirse. Si Giolitti ha intervenido, a final de julio, para salvar a Facta, es
porque piensa tomar el poder después de las vacaciones y organizar, en la
primavera siguiente, nuevas elecciones generales tras suprimir la proporcio-
nalidad, con vistas a reducir fuertemente a socialistas y populares. De este
modo será posible constituir un gobierno de coalición y los socialistas, o al
menos algunos jefes de la C.G.L., no piden otra cosa que su participación en
él. Este plan pretende, en suma, recomenzar la operación anteriormente
intentada en mayo de 1921, y que está vez puede tener éxito gracias a los
progresos de la ofensiva fascista, a la nueva escisión socialista –desde ahora
consumada– y a la vuelta al escrutinio mayoritario.
Por eso, cuando el segundo gabinete Facta se presenta ante la Cámara, el 9
de agosto, obtiene fácilmente una mayoría. Este gobierno, a pesar de haber
marginado a fascistas y socialistas, es un verdadero traje de Arlequín:
comprende amigos de Giolitti y de Nitti, populares y socialistas «nacionales»,
demócratas sinceros como Améndola y elementos de la extrema derecha
como Riccio. Refleja el caos que debería dominar: no hay en él nada de un
gobierno fuerte, porque las debilidades que se toleran y se superponen no
forman una fuerza.
Los fascistas intervienen en la discusión sobré la declaración ministerial, pero,
esta vez, Mussolini ha encargado a un diputado de tercera fila la exposición
de su punto de vista. Dario Lupi plantea, en el discurso que le han preparado,
la alternativa siguiente: «El Estado absorberá al fascismo, o el fascismo
absorberá al Estado». ¿Quiere decir que el fascismo está dispuesto a
insertarse en el Estado, a someterse a la legalidad tomando su parte de las
responsabilidades del poder? Ésta era aún la tesis de Mussolini en abril, pero
ahora las mismas fórmulas no tienen ya el mismo sentido. Lupi se encarga de
explicarlo: el fascismo no desea en modo alguno igualdad de derechos en el
marco de un Estado que, por su arbitraje, aseguraría esta igualdad a todos los
partidos y a todos los ciudadanos. El fascismo rechaza la concepción de un
Estado «encerrado en las absurdas fronteras de la neutralidad»: el partido se
insertará en el Estado si el Estado se convierte en un Estado de partido. El
Estado debe hacer una política fascista:
260
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

«Para resolver la crisis actual –declara Lupi–, hay que acabar de


derrotar a los enemigos de la nación. Si el gabinete actual no sabe
alcanzar este objetivo, el fascismo proseguirá con ardor y con fe la
realización de la tarea nacional que le ha sido confiada por Dios y por
el Destino».

Es fácil reconocer en esta conclusión el propio estilo de Mussolini. Mientras


que hace dos años escupía sobre «todos los cristianos», ahora invoca a Dios
–lo hace invocar por medio de un portavoz– en el preciso momento en que
anuncia su intención de no detener la ofensiva antisocialista y antiobrera.
Esta invocación a Dios –que acompaña la invocación al destino, porque
naturalmente es preciso un «dios» para aquellos que no creen en Dios– es
lanzada para desarmar al Vaticano, y pronto va a dar sus frutos.

Dios días después se abre en Milán el Consejo nacional del partido fascista,
reunido para examinar la situación. El secretario general del partido, Michele
Bianchi, declara que los últimos acontecimientos han mostrado en el fascismo
«una fuerza superior a la que se imaginaba».

«Nuestra victoria –ironiza Grandi–, por la que nunca sabríamos expresar


una gratitud suficientemente grande a nuestros enemigos, ha sido
deslumbrante, absoluta, superior a todas las previsiones».

Todo el mundo está de acuerdo con Bianchi y Mussolini sobre este punto: el
fascismo se debe convertir en el Estado, bien por las vías legales, bien, si es
preciso, por la acción directa. La toma del poder es de ahora en adelante una
necesidad. La impaciencia de Mussolini coincide ahora con las exigencias del
movimiento fascista. Y es que la destrucción de las organizaciones socialistas
ha colocado bajo el brazo del fascismo a nuevas decenas de millares de
trabajadores, con las que no sabe bien qué hacer. En la medida misma de su
triunfo, el fascismo ha heredado todos los problemas prácticos que eran la
materia de la actividad de los sindicatos libres. Puede, gracias al terror,
rechazar y aplazar una parte de estos problemas, pero existen otros que no
puede eludir.

La ofensiva política ha empujado al fascismo hacia el sindicalismo, y a su vez


el sindicalismo empuja al fascismo a la conquista del Estado. La preocupación
de disponer de los recursos del Estado domina la discusión del Consejo
nacional. Farinacci insiste sobre el peligro que correrán el invierno próximo
los sindicatos fascistas debido al paro. Grandi plantea, en una entrevista en
«Il Giomale d’Italia», el mismo problema en términos precisos:
261
Angelo Tasca

«Al lado del fascismo se está constituyendo una fuerza pasiva, pero
numéricamente impresionante. Entiendo por esto la masa organizada
en nuestros sindicatos, que actualmente supera los 700.000 miembros.
El próximo invierno puede reservarnos a todos, incluidos nosotros
mismos, sorpresas cuyo alcance nadie puede calcular. Hoy nos
encontramos ante una insurrección de las clases medias, ante una
revolución política en acto. Sin embargo, hay que recordar que existe
una crisis social en potencia que se está injertando sobre la primera.
¿Qué ocurrirá si la unión de los dos fenómenos se realiza de golpe,
antes que hayamos logrado compartir las responsabilidades del
Estado?»

Esta mezcla de preocupaciones reales, de amenazas y de chantaje obtiene su


pleno efecto. El fascismo se presenta a la burguesía italiana como la única
fuerza capaz de «absorber las fuerzas antiestatales en la órbita de las
instituciones liberales», sin que sea necesario recurrir a la colaboración
socialista y de pagarle cualquier rescate.

«Nuestra colaboración –asegura Grandi– tiene todas las ventajas y


ninguno de los peligros de la colaboración socialista. Es preciso que el
fascismo se convierta urgentemente en una fuerza de gobierno: para
esto, hay que realizar elecciones generales en noviembre».

La alternativa entre legalidad o insurrección, que Mussolini y el fascismo


plantean, no concierne más que a los medios, porque el objetivo es unívoco:
llegar al poder. Mussolini ha logrado persuadir a Grandi y sus amigos –sobre
todo a los diputados– que vale más aprovechar la vía «legal», y qué,
siguiéndola, se tienen todas las posibilidades de llegar. Casi todos los partidos
–desde los populares a los nacionalistas– desean la participación de los
fascistas en el gobierno o se resignan a ella, aunque proponiéndose reducirla
a la proporción conveniente. Pero Mussolini no aceptará ya en adelante –y
sobre todo ahora que las escuadras fascistas no están lejos de Roma– un
papel de simple segundo. Sobre todo hay un ministerio que desea y que
considera como suyo, el de Asuntos Exteriores. Quiere consagrarse más allá
de las fronteras. Siente pesar sobre Europa la hipoteca del Tratado de
Versalles, las «utopías» de la Sociedad de Naciones. Inglaterra es el guardián
más temible de este «sistema»: Italia debe ponerse contra ella y contra las
potencias «conservadoras». Esta idea domina el pensamiento de Mussolini,
convirtiéndose en una monomanía, en una obsesión. Se declara cada vez más
revisionista y antibritánico.

262
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

En junio de 1922 hizo votar al grupo parlamentario fascista una moción hostil
a la ratificación de los mandatos sobre Siria, el Líbano y Palestina. Trata de
levantar a Egipto contra Inglaterra. A mediados de julio, muestra con orgullo
en «Il Popolo d’Italia» una moción del Comité Nacional árabe que se felicita
de la actitud adoptada en Italia por la prensa fascista y nacionalista en los
problemas del Próximo Oriente.
«Como se demuestra –escribe a este respecto–, poseemos excelentes
cartas para jugar en el Oriente mediterráneo», y sobre todo la del
«nacionalismo árabe en pleno resurgimiento».
Algunos diplomáticos se obstinan todavía en una política anglofila, «por
cuenta no se sabe de quién», pero «todo esto acabará pronto». En agosto, el
Consejo nacional del partido fascista vota una moción en la que se propone
«impedir por todos los medios la ratificación y la ejecución de las Convenciones
italo-yugoslavas de Santa Margherita y de Roma». El 28 del mismo mes,
Mussolini denuncia una vez más al ministro Schanzer, que ha «sacrificado a la
Sociedad de Naciones la autonomía de la política extranjera de Italia». El seis
de septiembre, reclama, en relación con los acontecimientos de Asia Menor,
que la política exterior italiana «actúe sobre el terreno concreto de la
realidad, abandonando definitivamente las ideologías huecas y se
desembarace de una vez para siempre de su sujeción en relación con
Inglaterra». Más tarde, el primero de octubre, cuatro semanas antes de la
marcha sobre Roma, precisa el sentido de su hostilidad contra Inglaterra y
contra la S.D.N.

«Desde el armisticio –escribe–, durante cuatro años, Inglaterra ha


logrado imponer la mayor mixtificación política que pueda imaginarse
sobre la espalda de Europa y del mundo. Desde Londres ha sido desde
donde se ha proclamado la reconstrucción como el dogma de la
posguerra... Nunca nos ha inspirado la menor confianza esta austera
sociedad de tramposos que tiene todavía su sede en Ginebra, sin tener
incluso una vaga noción del ridículo que la rodea. Por eso nunca
hemos creído en el pacifismo inglés, en el reconstruccionismo inglés ni
en todas esas famosas ideologías societarias que nos llegaban del
mundo anglosajón...75 Hay que prepararse para la eventualidad de una
75
En la Rusia de los zares el populismo nacionalista de S. Prugavin profetizaba el fatal choque
entre la Inglaterra burguesa y parlamentaria y el Santo Imperio ruso, encarnación de una
autocracia sostenida por la voluntad de las masas de mujiks. «El historiador –añade a este
respecto J. Tchernov en su libro de recuerdos De Nivni Novgorod a París– no puede por menos
que constatar que en el curso de los períodos de reacción, las dictaduras, sea cual sea su origen,
son fundamentalmente hostiles al régimen parlamentario inglés».
263
Angelo Tasca

política prácticamente anti-inglesa. El interés de Italia no estriba en


contribuir al mantenimiento del Imperio inglés: él interés de Italia está
en colaborar para demolerlo».

Entre esta política exterior y la lucha de Mussolini por el poder hay una
profunda relación de causa a efecto, a un tiempo ideológica y práctica. El odio
contra el «wilsonismo», contra la reconstrucción europea, y el odio contra el
socialismo y la democracia en el interior del país se implican mutuamente:
uno está en función del otro, uno es la transposición del otro a escala
diferente. El paso de uno a otro es evidente y fácil de advertir.

«El siglo de la democracia ha terminado –escribe Mussolini el 19 de


agosto–. Las ideologías democráticas están liquidadas, comenzando
por la ideología del «progreso». Un siglo «aristocrático», el núestro,
sucede al siglo último, democrático. El Estado de todos acabará por
volver a ser el Estado de unos cuantos. Las nuevas generaciones
impiden a la democracia que con su masa cadavérica les cierre las vías
del futuro».

Poco después, el 17 de septiembre, Mussolini precisa una vez más:

«Lo que nos separa de la democracia no es el programa –puesto que


todos los programas se asemejan– sino nuestra concepción del
desarrollo futuro de la historia, del que se deriva nuestro pensamiento
y nuestro método. Porque cada vez estamos más convencidos de que
el mundo se desplaza hacia la derecha, incluso a través de la reacción
más inverosímil... la democracia tiene una concepción de la vida
esencialmente política, el fascismo tiene una visión esencialmente
guerrera»76

76
Si pudiera hablarse de una doctrina mussoliniana estaría reducida a un capítulo único: la
exaltación de la guerra. En el artículo sobre la doctrina fascista que el mismo Mussolini redactó
para la Enciclopedia Italiana da la siguiente definición: «Ante todo, el fascismo, en lo que se
refiere de una manera general al futuro y al desarrollo de la humanidad, no cree ni en la
posibilidad ni en la utilidad de la paz perpetua. Rechaza el pacifismo, que esconde una huida ante
la lucha y una debilidad ante el sacrificio. Sólo la guerra lleva a un máximo de tensión todas las
energías humanas e imprime un carácter de nobleza a los pueblos que tienen la valentía de
afrontarla... En consecuencia, una doctrina fundada en el postulado de la paz ya no tiene nada
que ver con el fascismo, de la misma manera que no está de acuerdo con el espíritu del fascismo
ninguna de las construcciones internacionales». Y en el discurso de 26 de mayo de 1934 en la
Cámara, discurso que debe ser considerado como el punto de partida del fascismo italiano en
África y el Mediterráneo, Mussolini proclama: «La guerra es al hombre lo que la maternidad es a
la mujer. Yo no creo en la paz perpetua. Por el contrario, creo que deprime y niega las virtudes
esenciales del hombre que sólo aparece con toda su potencia en el esfuerzo sangriento»
264
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

«...La masa no es más que rebaño, es la presa de un dinamismo


abúlico, fragmentario e incoherente. No es más que materia. No tiene
futuro. Hay pues que derribar los altares elevados por Demos a su
Santidad la Masa. Ello no quiere decir que se deba menospreciar su
bienestar. Al contrario, se puede recordar la afirmación de Nietzsche,
que quería que se le diera a la masa todo el bienestar material posible
para que ésta no turbe, con sus lamentaciones o sus tumultos, las más
elevadas manifestaciones del espíritu».

En la democracia, el pueblo, al menos en principio, es el sujeto. En la


concepción fascista, el pueblo es la masa, el objeto, la materia prima que hay
que modelar, pero que debe seguir siendo materia. Y desde el momento en
que el pueblo pierde toda existencia autónoma, toda autodeterminación, se
convierte en alimento e instrumento de la «voluntad de poder». El fascismo
es el campamento de la horda contra la ciudad, pero un campamento de
nuevo género, donde reinará una disciplina de hierro, donde los trenes
llegarán a la hora, donde nadie escapará a la movilización de los cuerpos y de
los espíritus. Una horda que será un ejército, un ejército moderno y ante el
cual la ciudad libre aparecerá como horda y confusión. La guerra moderna es
una guerra de masas que moviliza todas las energías del país. La dictadura se
convierte en una necesidad, ya que es preciso hacer marchar a las masas por
la violencia, o aislando y exasperando instintos y reflejos que la vida social, la
democracia y la ciudad habían atenuado, arrinconado y contenido. Por ello, la
lucha por arrastrar a un pueblo a no experimentar más y a no conocer otra ley
que la de la guerra exige la destrucción material de las instituciones, puntos
de apoyo de una evolución lenta, difícil y que se consolida con ellas. Privar al
pueblo de sus municipios, de sus sindicatos, de sus cooperativas, en una
palabra, de sus libertades reales, significa hacer que se deslicen por una
pendiente hacia atrás en la que se ha arrancado todo lo que podía detener su
caída. Para conservar la mayor libertad de movimiento, el fascismo debe
suprimir todas las libertades, sustituir los cuadros creadores de costumbres
por cuadros que garanticen una pasividad total. Mussolini ha comprendido
perfectamente que para imponer a Italia una «mentalidad guerrera», es
necesario destruir la democracia y, ante todo, su único y más serio apoyo: el
movimiento obrero y socialista. Socialistas y populares, los dos grandes
partidos de masas y que reflejan las aspiraciones de esas masas, son
sinceramente pacíficos. En ninguna parte recibió Wilson durante su viaje por
Europa un homenaje más espontáneo y desinteresado que en Italia.

265
Angelo Tasca

Para hacer de este pueblo un pueblo «guerrero» hacía falta «exterminar» la


democracia y el socialismo. Le era preciso, al fascismo, no sólo el poder, sino
todo el poder.

El movimiento fascista adquiere cada vez más, en el transcurso de su


formación impetuosa, un carácter militar, que es como la prefiguración de las
formas de organización y de vida que sus jefes impondrán seguidamente a la
nación italiana. Para que la nación sea un cuartel, es preciso que el fascismo
comience por ser un cuartel. A los que esperan un debilitamiento, una crisis
del fascismo debido a su reclusamiento masivo, Mussolini responde el 26 de
agosto:

«El río del fascismo continúa elevando el nivel de sus aguas, que han
desbordado ya varias presas y que pronto desbordarán por doquier.
Nuestros enemigos fingen alegrarse de este crecimiento imponente y
rápido de nuestras fuerzas, que esperan ver dispersarse y perecer con
la misma rapidez».

Pero, el partido fascista no es un partido como los demás. No se discute, no se


pueden formar «tendencias», las escisiones no son de temer.

«El fascismo es algo completamente distinto. Sus adeptos son, ante


todo, soldados. El carnet del partido equivale a una cartilla militar. Las
jerarquías político-militares están ahora firmemente constituidas. La
disciplina militar implica la disciplina política. Se trata de gente que
quiere luchar y no discutir. Teniendo en cuenta este tipo de organización,
los peligros del proselitismo quedan fuertemente atenuados».

Un año antes Mussolini abordaba la crisis interior del fascismo apostando por
el elemento «político» contra los elementos «militares»: ahora se alegra de
que la organización fascista sea «militar» en sus cuadros, en su funcionamiento
y en su espíritu, como conviene a un ejército de ocupación. Tanto más cuanto
que esta fuerza tiene a su favor no sólo la carencia, la miopía y las ilusiones de
sus adversarios, sino también el apoyo concreto y positivo de una coalición de
intereses: en el centro, el feudalismo agrario, y, con lazos más o menos
directos, las castas más reaccionarias del país: alta banca –y sobre todo los
banqueros usureros–, la gran industria –y sobre todo la industria de guerra–,
determinados cuadros del ejército y el Vaticano.

266
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Entre agosto y el comienzo de octubre el movimiento fascista se dedica por


completo a explotar las consecuencias directas de la victoria conseguida con
ocasión de la huelga general. En Génova, el senador Ronco, presidente del
Consorcio del puerto, acaba por dimitir, y el gobierno aprueba la obra del
«Comité de acción» fascista. El 15 de agosto es disuelto el ayuntamiento de
Cremona; un mes antes, el primer gabinete de Facta había sido derrocado por
no haber preservado a la ciudad de las violencias fascistas; ahora, el segundo
gabinete Facta bendice esas violencias mediante el decreto de disolución. Dos
semanas más tarde es el ayuntamiento de Milán a quien le toca la vez;
también en este caso el Estado no hace más que «legalizar» la ocupación del
Palazzo Marino. A finales de agosto le toca la vez a la ciudad de Treviso, que
los fascistas ya habían atacado en 1921. A principios de septiembre, los
fascistas se apoderan de dos posiciones estratégicas que deben servirles para
la marcha sobre Roma: Terni, en Umbría, y Civitavecchia, a sólo algunas
decenas de kilómetros de la capital. Desde julio las grandes Acerías de Terni
están cerradas porque faltan los pedidos del Estado. Los sindicatos «rojos»
han obtenido la garantía de que las fábricas se abrirán de nuevo el 1.° de
septiembre. Pero los dirigentes de las Acerías de Terni están de acuerdo con
los fascistas. El 1.° de septiembre, pese al compromiso establecido, las sirenas
permanecen silenciosas. Los fascistas, llegados de todas las ciudades de
Umbría y de Las Marcas, ocupan y aterrorizan la ciudad. El Comité fascista de
acción manda fijar el anuncio siguiente:

«Mentirosos como de costumbre, los socialistas os habían prometido


para hoy la reapertura de las Acerías. No ha habido reapertura.
Incapaces de confesar su cobardía, los socialistas no os habían
prometido lo que por el contrario ha ocurrido: su fuga».

El diputado socialista Nobili, que permaneció en la ciudad, fue «castigado» a


golpes de manganello: Las dos Bolsas de Trabajo, la confederal y la sindicalista,
fueron incendiadas. Igualmente fueron destruidos los «círculos» socialistas y
comunistas de los alrededores. Una vez terminada de este modo la operación,
la dirección de las Acerías decide la vuelta al trabajo; de aquí en adelante sólo
tratará con los «sindicatos» fascistas. 77 En Civitavecchia –cuyo ayuntamiento
77
Un episodio análogo en ciertos aspectos se produjo un mes después en Livorno. Los astilleros
Orlando habían recibido una demanda del Estado de ocho contratorpederos, pero exigían con
diferentes pretextos un precio sensiblemente superior al que había sido establecido. Ante la
negativa por parte del gobierno de aceptar este nuevo precio que ascendía a varias decenas de
millones y después de una tentativa de compromiso que fracasó por la intransigencia de los
armadores, estos últimos cerraron los astilleros. En aquel momento intervinieron los fascios: el
marqués Dino Perrone Compagni hizo público un ultimátum en el que se invitaba «a la firma
Orlando y al gobierno a abrir de nuevo, antes del 12 de octubre, los astilleros, o de lo contrario
267
Angelo Tasca

los socialistas habían copado en las elecciones de 1920– el movimiento


fascista local es insignificante. En 1921, los fascistas de Roma intentaron en
diversas ocasiones penetrar en la ciudad sin conseguirlo. El 4 de agosto de
1922, todavía durante la huelga general, los fascistas de la Maremma, «tras
acuerdo previo con los fascistas de la ciudad, han entrado en Civitavecchia.
Pero la acción, aunque bien concebida y dirigida, fracasó». Chiurco no da otra
clase de detalles y acusa al subprefecto de la ciudad de haber ocasionado el
fracaso por su «hostilidad» contra los fascistas: lo que equivale a decir que
este funcionario no había ayudado con todos los medios, como ocurría de
costumbre a los escuadristas. Estos, alrededor de unos 400, ocuparon la
estación al llegar tras haber organizado un tiroteo antes de bajar del tren,
para intimidar y alejar a los ferroviarios. La fuerza pública, que debía proteger
la ciudad, permaneció pasiva, ya que el coronel jefe de la Escuela militar local
se colocó a la cabeza de los fascistas forzando con ellos los cordones de la
policía. Difundida la alarma, los trabajadores del puerto y de los barrios
populares acudieron al centro de. la ciudad dispuestos al choque con los
fascistas. Algunos carabineros intentaron desarmarlos, pero debieron
renunciar a ello ante la decidida actitud de las masas. Se trabó batalla. Los
invasores, que por una vez no se sentían respaldados por la fuerza pública, se
replegaron desconcertados por el ataque, y comenzaron a escabullirse por las
calles adyacentes, a pesar de las exhortaciones de sus jefes, quienes los
insultaban al tiempo que trataban de empujarlos hacia adelante a culatazos.
Finalmente, las escuadras se retiraron bajo la protección de la tropa y
abandonaron la ciudad dejando un muerto y seis heridos. Se imponía el
desquite: a comienzos de septiembre, la concentración es más importante y
los fascistas, acuden de la Maremma toscana, de Roma e incluso de Pisa.
Otras escuadras llegan de la campiña romana, de Orvieto y de toda Umbría. A
pesar de la resistencia obrera, el día 4 los fascistas entran en la ciudad: el
ayuntamiento socialista dimite y las organizaciones del puerto aceptan las
condiciones propuestas por los vencedores.

Los fascistas continúan sumergiendo los escasos islotes que quedan de


resistencia obrera imponiéndoles su voluntad. Por ejemplo, el 7 de septiembre,
tras la detención de ocho fascistas en Massa,

los fascistas los ocuparían». El gobierno cede, y el mismo día ordena la reapertura de los
astilleros. Los Orlando, que habían inspirado el ultimátum fascista, ejecutan la orden con júbilo.
Al ordenarles reemprender el trabajo el gobierno acepta por sí mismo sus exigencias. Y los
fascistas que han beneficiado con esta lluvia de oro a sus amigos armadores aparecen como
salvadores a los ojos de los obreros de Livorno. El «sindicalismo» fascista se apunta un buen
tanto en esta ciudad.
268
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

«los fascistas de la zona –cuenta Chiurco– se concentran en la ciudad.


La acción la dirigen Renato Ricci y Edmondo Rossoni, de la dirección
del partido. Más de 6.000 camisas negras desfilan por las calles de la
ciudad perfectamente militarizados. El ultimátum planteado a las
autoridades en relación con la liberación de los fascistas expira por la
tarde. La movilización fascista se extiende por toda la Lunigiana, y la
mañana del 8 se celebra una demostración: una columna interminable,
encabezada por la caballería, desfila en la ciudad. Mientras tanto, los
magistrados se apresuran a interrogar a otros testigos, de manera que
a las tres de la tarde los fascistas detenidos son puestos en libertad».

Aún en septiembre los fascistas la emprenden con Molinella, importante


centro rural próximo a Bolonia y cuya población obrera, bajo la dirección del
alcalde Giuseppe Massarenti, es completamente socialista. Aquí, la autoridad
pública ha adoptado medidas importantes para impedir que los fascistas de
fuera puedan acercarse a la comarca. El fascio local y los agrarios están
furiosos y exigen que este «escándalo» cese. Mussolini los apoya protestando
en «Il Popolo d’Italia» contra esta «estúpida comedia».

«La situación –explica Chiurco– continúa siendo la misma durante


algunos días. El directorio del fascio protesta contra las excesivas
medidas policíacas que indudablemente restringen la libertad de los
ciudadanos honrados. Los agrarios proclaman el «lock-out» contra la
mano de obra socialista; los industriales y los comerciantes se les
asocian. Los fascistas ocupan la comarca».

Un mes más tarde, ocupan la alcaldía. Éstos no son más que unos cuantos
episodios entre miles semejantes que se renuevan diariamente –sobre todo
el domingo– por todo el país. ¿Cuáles son, mientras tanto, las reacciones y las
vicisitudes de los diferentes partidos?

En el movimiento obrero ha comenzado la desbandada. Antes de que finalice


el mes de agosto, el Sindicato nacional de Ferroviarios y la Unión sindical
italiana –anarco-sindicalista– se separan de la Alianza del Trabajo: los
«extremistas», que habían forzado la mano del Comité de acción en la
proclamación de la huelga, son los primeros en abandonar el barco en peligro.
La Federación del Libro, que está muy «a la derecha», declara pocos días
después que «cada vez se reservará decidir su participación en las huelgas
políticas»; es decir, que ya no reconoce el pacto de alianza entre la C.G.L. –a
la que está adherida– y el partido socialista. El 6 de octubre, la propia C.G.L.

269
Angelo Tasca

rompe este pacto y proclama su autonomía. El pacto había subordinado la


acción sindical a la fatuidad e incapacidad del partido político, y había sido
una de las causas de la derrota obrera, pero, en ese momento, la decisión de
la C.G.L. no podía significar otra cosa que una retirada precipitada ante el
enemigo cuyas intimidaciones se acatan con la ilusión de que gritando:
Sálvese quien pueda se podrán limitar las derrotas y evitar la ruina total. 78
La lucha de tendencias en el seno del partido socialista se prosiguió entre
agosto y octubre. El 28 de agosto, la fracción de derechas, llamada «concen-
tracionista» –último homenaje al fantasma de la unidad del partido–, redacta
un llamamiento en el cual toma neta posición por la legalidad y la
colaboración gubernamental. La ruptura, virtual desdé hace varios meses,
finaliza en una nueva escisión en el Congreso socialista nacional que tiene
lugar en Roma a principios de octubre. Desde finales de 1920, el partido
socialista ha perdido a lo largo del camino una buena parte de sus efectivos,
reducidos a 73.000 miembros, de los cuales 61.000 están representados en el
Congreso. Su dirección maximalista propone la expulsión de los «concentra-
ciónistas», basándose en varios cargos de acusación, siendo el primero y más
importante el siguiente: Maniobras tendentes a participar en la solución de la
crisis ministerial, prometiendo un apoyo eventual a la política gubernamental.
En la votación, los maximalistas ganan por una débil mayoría: 32.106 votos
contra 29.119; ambas tendencias están equilibradas, como en Livorno. Lo
78
La resolución aprobada por el comité directivo de la C.G.L. declara que «teniendo en cuenta la
escisión del antiguo partido socialista, el pacto de alianza que se concluyó con el debe considerarse
como caducado». Decide «que en adelante la C.G.L. conserve su libertad con respecto a cualquier
partido político». La decisión de la C.G.L. había estado precedida el 11 de septiembre por una
iniciativa de los socialistas «autónomos» de Génova que acababan de ser admitidos de nuevo en el
partido por una decisión del consejo nacional tomada en junio de 1922. A través del sindicato de las
organizaciones portuarias que controlaban, proponen no sólo denunciar el pacto con el P.S.I. sino
convocar «inmediatamente después» una «Constituyente del Trabajo» en que todas las organiza-
ciones obreras italianas, «sin distinciones de color» debían fundirse en un organismo sindical
unitario, «gracias a la proclamación de un nuevo estatuto, la renovación y correspondiente
ampliación de los órganos directivos». La dirección (maximalista) del partido había protestado
inmediatamente el 15 de septiembre; confirmaba «su decisión de constituir un frente único del
proletariado revolucionario». El 4 de octubre decidía la constitución de un «comité de enlace» con
el partido comunista que había sido efectivamente creado diez días antes. De esta forma se agravó
el desacuerdo entre los dirigentes maximalistas y los dirigentes de la C.G.L. Algunos de estos
dirigentes, como Gino Baldesi, pensaban que la ruptura del pacto de alianza con el partido socialista
había de conducir a la formación de un «Partido del Trabajo» al que Turati, Treves y Matteotti se
oponían decididamente. La segunda quincena de agosto Mussolini siguió muy atentamente las
vicisitudes de la Alianza del Trabajo y su disolución. La secesión del sindicato de los ferroviarios
actúa en él como un revulsivo para sus viejos proyectos de colaboración con la C.G.L. En «Il Popolo
d’Italia» del 20 de agosto escribe: «Existe una situación nueva... el fascismo debe modificar, y lo
hará inmediatamente, su actitud frente a un organismo confederal que claramente y sin ningún
posible retroceso ha cortado los puentes con los diversos partidos socialistas... Esperamos este
acontecimiento desde hace tres años. Si la C.G.L. hubiera sido inteligente, el curso de su historia y
quizás el de la nuestra hubieran podido ser diferentes».
270
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

dramático de esta escisión es que aparece, más claro que nunca, como «una
escisión para nada». La nueva mayoría del partido no será ahora, por el hecho
de haberse separado de los «reformistas», menos endeble e incapaz. El
discurso que su líder, Serrati, pronuncia en el Congreso, revela una incom-
prensión increíble de la situación:

«Proclamáis –arguye contra los reformistas– que hay un medio de


intervenir en la solución de la crisis burguesa, ganando pequeñas
ventajas, como hicimos en 1912. Buscáis la alianza con la democracia,
afirmáis que el socialismo también es democrático. Pero él socialismo
es la democracia proletaria, es decir, la democracia verdadera, mientras
que la otra es la democracia burguesa, es decir, la falsificación de la
verdadera democracia... Todos los que deseen trabajar por la
revolución, que vengan con nosotros; todos los que quieran impedir la
revolución, que se vayan con la burguesía».

En realidad, Serrati continúa su polémica de antes de la guerra con los


reformistas, y todos los acontecimientos de 1919-1922 han pasado por su
mente sin cambiarlo en nada. El problema que los socialistas de derecha
habían planteado –su mérito indiscutible es el haberlo planteado, su falta el
no haberlo planteado antes y con más valor– no era el de «buscar pequeñas
ventajas», sino de salvar con la democracia «burguesa», con la democracia sin
más, las propias condiciones de existencia y de desarrollo del movimiento
obrero y socialista. A principios de octubre de 1922 –e incluso mucho antes–
no se trataba ya de impedir o no impedir «la revolución», sino de impedir o
de no impedir la victoria del fascismo y su acceso al poder. Las cabezas huecas
del maximalismo italiano aún no se habían dado cuenta de esto cuatro
semanas antes de la marcha sobre Roma.

Del lado de los «reformistas», que ahora han recobrado su libertad, la


situación no es menos dramática. ¿Qué hacer con esta libertad que ahora
poseen? La ruptura de enero de 1921 con los comunistas y la de octubre de
1922 con los maximalistas constituyen, a un tiempo, la ruptura con una parte
demasiado importante de las masas, de suerte que la nueva política, aun en él
caso de que fuera todavía posible, no tendría ya a su disposición, tanto en el
Parlamento como en el país, sino fuerzas reducidas. El artículo de «La
Giustizia», órgano reformista, citado al final del capítulo precedente, tras
haber subrayado que la solución colaboracionista y la de la huelga general
habían sido adoptadas tanto una como otra «demasiado tarde», llega a la
conclusión siguiente:

271
Angelo Tasca

«La causa de éste retraso reside en el conflicto profundo de método


que todavía aflige al partido socialista. El Congreso de Roma debe
rasgar el programa de Bolonia de 1919 para volver al programa de
Génova de 1892».

¿Realmente, esta «vuelta al principio» hubiera permitido hacer frente a la


situación, tal como se planteaba en octubre de 1922? ¿No peligraría también
de ser insuficiente y de llegar «demasiado tarde»? No es que, incluso después
de agosto de 1922, la victoria del fascismo fuese absolutamente inevitable.
Sin duda, la huelga general tuvo consecuencias casi irreparables. Sin embargo,
el fascismo sigue siendo todavía, y a pesar de todo, un ejército de ocupación.
Las adhesiones llueven, forman un alud, pero no constituyen una masa
compacta, no son –están muy lejos de serlo– la nación. Lo que no es posible,
de aquí en adelante, es una lucha victoriosa conducida bajo la bandera del
antifascismo. Hubiera hecho falta oponer al fascismo no el simple anti-
fascismo, sino la propia nación. Los reformistas, también trabados por la
rutina, paralizados por el deseo de no alejarse demasiado de las masas y de
salvaguardar al menos la unidad sindical, no pueden ir hasta allí. Vagamente,
tienen conciencia de que haría falta buscar una solución en esa dirección,
pero tienen casi vergüenza de ello; balbucean las nuevas fórmulas que suenan
falsas hasta a sus propios oídos, y tratan de hacerlas llegar mediante un rodeo
literario, a la luz humeante e indecisa de la sacra lampa. Para ellos la
«nación» es también un «medio», un medio afortunado, surgido y asido en el
último momento, para escaparse de un adversario que les persigue
pisándoles los talones. Entre esta «nación» y la «clase» obrera, el hiato no ha
sido cubierto, porque la clase obrera no logra comprender, tras tantos años
de propaganda realizada bajo la consigna de «rojo contra tricolor», cuál
puede ser su sitio en esta «nación», y por qué debería adoptarse nuevas
posiciones. Por otra parte, los fascistas no quieren dejarse arrancar el
monopolio del «patriotismo». A la derecha gritan ¡Trampa!, a la izquierda,
¡Traición! Para romper este círculo, hubiera sido preciso que la clase obrera,
unida, se hubiera planteado el problema de crear un gobierno, no solamente
para liquidar al fascismo, sino también para construir una Italia nueva. Por lo
demás, la liquidación del fascismo tenía este precio. La clase obrera no podía
defender sus derechos si no era cumpliendo hasta el final sus deberes en
relación consigo misma y en relación con la colectividad de la que debería
convertirse en conciencia iluminada, en la realizadora.

272
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Deber, responsabilidad, iniciativa: tal era el precio de la libertad. El fascismo


no podía ser barrido, durante el segundo semestre de 1922, más que con esa
condición.

Entre agosto y el principio de octubre, el movimiento fascista acelera su ritmo


con una serie de congresos políticos y sindicales, de movilización y de
adunate [asambleas]. Congresos provinciales o regionales de los fascios
tienen lugar en Pescara (para los Abruzos), en Rímini (para las Romañas), en
Pola (para Istria), en Porto Maurizio, en Tolentino (para la provincia de
Macerata), en Avelino, en Ferrara, en Módena, en Iglesias (para Cerdeña), en
Foggia, Messina, Como, Parma, Vicenza, Siena, Pesaro (para las Marcas)...
También se celebran congresos de los sindicatos fascistas en Padua, Arezzo,
Turín, Génova (para las organizaciones de los marinos), en Livorno, en
Rávena, en Andria (para Apulia).

El partido organiza, además, grandes adunate regionales, en donde se


concentran decenas de millares de camisas negras: el 20 de septiembre en
Udine, en Novara, en Piacenza, el 24 en Cremona, y el 29 en Ancona.

Todas estas demostraciones sirven para entrenar a las milicias y para


presionar al gobierno. Al mismo tiempo, los fascistas se proponen objetivos
más precisos sobre el doble plano territorial y político. Aún hay dos regiones
libres del control fascista: el Sur –excepto Apulia– y la zona que los italianos
llaman Alto Adigio y los austríacos Sud-Tirol. La cuestión de la penetración
fascista en el Sur se plantea en el Consejo nacional de Milán (14 de agosto),
que decide convocar una reunión especial para fijar «todo un plan de acción
político-económico-militar» destinada a esta parte de Italia. Mussolini concede
una entrevista al Mattino de Nápoles en la que hace un elogio de los
trabajadores del Sur, «menos afectados por el virus subversivo» y del propio
Sur «que es la gran reserva demográfica de la nación, reserva de brazos,
reserva inagotable de soldados», y anuncia que el próximo Congreso nacional
del P.N.F. se celebrará el 24 de octubre en Nápoles. La Conferencia de los
delegados del Sur prevista por el Consejo nacional se celebra en Roma, los
días 6 y 7 de septiembre. Se trata, para el fascismo, de neutralizar en esta
parte de Italia a fuerzas políticas bastante importantes, que suministran un
elevado número de elegidos a los grupos de la «democracia», desde Nitti a
Amendola.

273
Angelo Tasca

Estas fuerzas están profundamente arraigadas gracias a las clientelas locales,


y en ciertas regiones, como en Cerdeña, manifiestan tendencias a la autonomía
arrastrando. al movimiento de los ex combatientes y a determinados
elementos de la pequeña burguesía hacia nuevos partidos («partido sardo de
acción»), lejos del fascismo.

En las tierras redente del valle del Adigio, los «alógenos» alemanes
constituyen la gran mayoría de la población: el «Alto Adigio» ha enviado a la
Cámara en las elecciones de marzo de 1921 a cuatro diputados, todos
alemanes; y allí en donde el elemento italiano prevalece, como en Trento,
todas las administraciones están en manos de los «populares». No se puede
llegar a Roma manteniendo en la frontera esta zona de disidencia. Ya el 1.° de
septiembre, el secretario general del P.N.F., Michele Bianchi, transmitió al
presidente del Consejo, Facta, un informe exigiendo una política enérgica de
«italianización» de la región. A principios de octubre, las escuadras de
Venecia y de otras provincias de Italia del Norte, dirigidas por los diputados
De Stefani, Giunta y Farinacci, ocupan Trento y Bolzano, forzando a los
comisarios gubernamentales, Credaro y Salata, a dimitir y alejarse: todas las
reivindicaciones fascistas son inmediatamente aceptadas en Roma. Los jefes
fascistas ordenan la desmovilización y devuelven el palacio de la diputación
provincial de Trento –que habían ocupado– a la autoridad militar, «obteniendo
que la transmisión de poderes entre las escuadras fascistas y las fuerzas del
ejército regular se acompañe de un ceremonial propio de relevo de la guardia
y de honores a los banderines».

Desde el punto de vista más estrictamente político, Mussolini apunta a otros


objetivos. Necesita, sea cual fuere la táctica que las circunstancias le
impongan, neutralizar lo más posible –o ganar– a la monarquía y al ejército.
Las relaciones establecidas entre la monarquía y el fascismo dependen, en
gran medida, de las relaciones del fascismo con el ejército, puesto que éste
continúa siendo fundamentalmente leal a la Casa de Saboya. 79
79
Aunque Mussolini había tratado de tranquilizar a la monarquía después del consejo nacional de
los fascios, celebrado en mayo de 1920, la tendencia republicana correspondía mejor a sus planes
ya que su naturaleza anticonservadora parecía prestarse más fácilmente a la aventura del poder.
Recordándolo de vez en cuando, Mussolini lo utiliza como una advertencia para la monarquía e
incluso como un medio de chantaje cuya eficacia se reveló en octubre de 1922. No quiere dejarse
desalojar de esta equívoca y en consecuencia cómoda posición, que le permite también impedir
que los nacionalistas destaquen en los fascios. En el momento en que, de acuerdo con Giolitti, deja
fracasar a D'Annunzio y la empresa de Fiume, declara que «el equívoco entre nacionalismo y
fascismo que se ve aparecer en ciertos centros debe cesar», porque los nacionalistas son, «por
principio, defensores de la monarquía e incluso de la dinastía, mientras que nosotros colocamos a la
nación por encima de la monarquía y de la dinastía» («Il Popolo d’Italia», 13 de noviembre de 1920).
En el congreso regional fascista celebrado en Venecia en febrero de 1921, Mussolini pronuncia un
274
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Mussolini desprecia bastante al rey como para adoptar frente a él un único


método: el chantaje.

«Il Giornale d’Italia» había publicado la carta de un grupo de oficiales que


manifestaban su simpatía por el fascismo, pero que al mismo tiempo se
preocupaban por su «tendencia republicana», y afirmaban su voluntad de
defender la Corona «con fuego graneado», incluso contra los fascistas.
Mussolini responde en «Il Popolo d’Italia» el 23 de agosto:

«Actualmente nadie implica a la Corona en nuestras polémicas, a pesar


de que no faltarían razones de peso para hacerlo. Hemos dejado de
insistir sobre la famosa “tendencia” republicana, y por otra parte el
fascismo, en muchas ciudades como Lucca, Reggio Emilia y Trieste, ha
rendido oficialmente homenaje al soberano. También hemos olvidado
la triple amnistía para los desertores. Después de lo cual, tenemos el
honor de declarar que el fascismo practica la sabia ley del “do ut des”.
La Corona no está en juego, con tal de que la Corona no quiera entrar
en el juego. ¿Está claro?»

Aproximadamente un mes más tarde, en su discurso de Udine, Mussolini va


mucho más lejos sin renunciar al chantaje, sino para resaltarlo más:

«Pienso que en Italia se puede renovar profundamente el régimen


dejando de lado la institución de la monarquía. Por su parte, la
monarquía, en el fondo, no tiene ningún interés en oponerse a lo que
de aquí en adelante podemos llamar la Revolución fascista. No es de su
incumbencia, porque si lo hiciera, se convertiría inmediatamente en
una diana, y no podríamos apartarla ya que sería para nosotros una
cuestión de vida o muerte. Quien puede simpatizar con nosotros no
debe permanecer en la sombra: es necesario que el rey tenga el valor
de ser monárquico. ¿Por qué somos republicanos? En cierto sentido,
porque vemos un rey que no es suficientemente monárquico. La
monarquía podría en cambio representar la continuidad de la nación:
tarea bien hermosa y de una gran importancia histórica».

discurso que es casi de agrupación: «Monarquía y república sólo son palabras... En Italia no se
plantea en absoluto la cuestión del régimen. En Italia las instituciones no han impedido nunca el
desarrollo de las libertades públicas ni el ascenso del proletariado». Después de las elecciones de
mayo de 1921, Mussolini combate para que los fascistas no asistan a la sesión real, ya que quiere
neutralizar la corriente nacionalista y favorecer un eventual acuerdo con los socialistas en el plano
gubernamental. Análogas razones políticas le condujeron a proponer al fascio de Milán la votación
de una resolución «agnóstica» con ocasión de la visita del rey a esta ciudad (« Il Popolo d’Italia», 11
y 16 de abril de 1922).
275
Angelo Tasca

La acción de los escuadristas y de los sindicatos fascistas ha logrado la


adhesión de la totalidad de los agrarios, hasta tal punto y en tales
condiciones, que sería más exacto decir que es la totalidad del fascismo la que
se ha adherido a los agrarios. Queda por acabar de ganar la gran burguesía,
de la que sólo algunos grupos, aunque es cierto que muy importantes, han
entrado directamente en el conflicto. Para lograrlo, Mussolini amplifica la
acción que anteriormente ya había dirigido por la «desmovilización» del
Estado, y compromete al partido en una campaña metódica para el
«saneamiento de las finanzas nacionales». Se comprende hasta qué punto
eran seductoras para los capitalistas italianos perspectivas como las que les
habría Mussolini en su discurso del 20 de septiembre en Udine:
«Queremos despojar al Estado de todos sus atributos económicos.
Basta de Estado ferroviario, basta de Estado cartero, de; Estado
asegurador. Basta de Estado trabajando a expensas de todos los
contribuyentes y agotando las finanzas de Italia. Le queda la policía, la
educación de las nuevas generaciones, el ejército que debe, garantizar
la inviolabilidad de la Patria, y le queda la política exterior. Que no se
diga que el Estado se empequeñece recortado de esta forma. No, sigue
siendo muy grande, ya que le queda todo el vasto campo del espíritu,
mientras renuncia a todo el campo de la materia».
A través de la imprecisión y la escasa coherencia de sus fórmulas, Mussolini
distribuye a cada cual la esperanza que mejor le conviene: los capitalistas ven
todos los servicios públicos devueltos a la industria privada, el tendero se
siente descargado de impuestos y liberado de la tutela y de los enredos del
Estado, y el pequeño burgués «idealista» se alegra de entregarles «el campo
de la materia», puesto que piensa que él será alguien –ujier o ministro– en
«el campo de la inteligencia»: Por lo demás, el P.N.F. no se limita a estos
grandes principios; también ha preparado un largo informe, redactado por
Corgini y Massimo Rocca, para la serie de mítines sobre «el saneamiento
financiero» que se desarrollan en las principales ciudades de Italia a partir del
primero de septiembre hasta la víspera de la marcha sobre Roma. En este
informe y en estos mítines se reclama: la reforma de la burocracia, la cesión a
la industria privada de las empresas industriales del Estado; la abolición de los
órganos estatales inútiles; la supresión de los subsidios y de los favores a los
funcionarios, a las cooperativas y a los almacenes municipales, «privilegiados
en relación con el comercio privado»; la simplificación del sistema de
impuestos, la reducción de las tasas sobre las sucesiones, sobre los negocios,
y en algunos casos sobre el lujo, porque llegan «a destruir la familia y la

276
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

propiedad»; la eliminación del déficit presupuestario, no aumentando los


impuestos sino ampliando el marco de los contribuyentes; el aumento de los
impuestos sobre el consumo antes que los impuestos directos sobre la
riqueza.
La situación financiera y económica de Italia presentaba, a lo largo de 1922,
signos indudables de mejora, como consecuencia de las medidas adoptadas
por los diferentes gobiernos, sobre todo a partir de 1921. El déficit de la
balanza comercial se venía reduciendo, los depósitos de las Cajas de Ahorro
continuaban aumentando, la circulación de billetes volvía gradualmente a
proporciones normales. A este respecto se exponen a continuación las cifras
del 31 de diciembre de cada año, en millares de liras:
Déficit de la Depósitos de las Cajas Circulación
balanza comercial de Ahorro y postales monetaria
1919 12.694 10.643 18.551
1920 10.557 13.213 22.000
1921 15.048 15.576 21.475
1922 8.647 17.250 20.275

Si se quiere uno atener al presupuesto del Estado, resulta que entre 1919 y
1922 Italia había realizado un esfuerzo de recuperación en el que el fascismo
no participó en modo alguno. El Estado italiano había incluido en su
presupuesto ordinario las deudas de guerra, en lugar de incluirlas en un
presupuesto especial y, por consiguiente, hacía frente a ellas con sus propios
recursos. Los déficits de los años 1919-1922 no se referían a la gestión normal
del Estado, sino a la liquidación masiva de los gastos de guerra, que habían
absorbido las plusvalías presupuestarias y que naturalmente se hizo sentir
sobre todo en este período.
Sobre la base de los datos elaborados por el profesor F. A. Repaci, en su
magistral estudio sobre los presupuestos italianos de 1913 a 1932, a
continuación exponemos una reconstitución de la evolución real de las
finanzas italianas en los primeros años de la posguerra (en millares de liras):
Ejercicio Gastos de Porcentaje
Aumento anual
presupuestario Ingresos Gastos Déficit total guerra de los gastos
de ingresos
(*) liquidados de guerra

1918-19 7.512 – 30.857 23.345 25.683 83,23


1919-20 10.210 2.698 21.704 11.494 12.424 57,24
1920-21 13.184 2.974 34.139 20,955 22.339 65,43
1921-22 15.444 2.260 32.612 17.168 18.264 56,–
1922-23 15.912 468 19.172 3.260 4.867 25,–

(*) El año presupuestario comienza el 1.° de julio

277
Angelo Tasca

Estas cifras exigen algunas conclusiones: entre el 1.° de julio de 1918 y el 30


de junio de 1922 –cuatro meses antes de la marcha sobre Roma–, el Estado
ha recibido sumas que se elevan a un total de 64.350 millones de liras: ha
gastado durante el mismo período, en dispendios de guerra, 78.710 millones,
es decir, una suma más elevada que su déficit total, que fue de 72.962
millones de liras. A partir del ejercicio 1922-1923, cuyos cuatro primeros
meses son anteriores a la marcha sobre Roma, el déficit presupuestario se
reduce en 13.908 millones de liras en relación con el ejercicio anterior. Con
ello queda claro que los gobiernos que se sucedieron en Italia después del
armisticio habían ya realizado una mejora considerable de la situación
financiera,; sin recurrir a préstamos extranjeros y liquidando en cuatro años
alrededor de 79.000 millones de gastos de guerra.

La campaña que Mussolini y el partido emprenden en septiembre apunta,


pues, a otros objetivos y, más precisamente, su finalidad es tranquilizar y
ganarse a los medios económicos italianos, al mostrarles que el fascismo ha
abandonado completamente su programa «demagógico» de 1919-1920, y
que está decidido a prolongar en el campo financiero esta misma ofensiva
contra los trabajadores que ya había desarrollado en el campo político, y
sindical. «Il Corriere della Sera», el gran órgano «liberal» de Milán, se congratula
del programa fascista de Corgini-Rocca, al que considera como un triunfo,
como un desquite de la más pura concepción manchesteriana... Por ello, el 6
de septiembre:

«Este diario se muestra feliz del hecho de que un partido, no importa


cuál sea su nombre, vuelva a las antiguas tradiciones liberales al beber
en las fuentes inmaculadas de la vida de un Estado moderno, y desea
que este partido no degenere y que trabaje en realizar seriamente el
programa liberal, sin contaminarlo con contactos impuros».

El director del diario, el senador Albertini, ha aplaudido la ocupación del


Palazzo Marino por los fascistas y se ha pronunciado un mes antes, con
ocasión de la presentación del nuevo gobierno Facta ante el Senado, contra la
colaboración socialista, «habida cuenta del peligro que representaría en la
situación financiera presente del Estado». Cada vez que «Il Corriere della
Sera» habla de las expediciones punitivas, da la versión fascista, como si los
camiones de los camisas negras salieran para inocentes paseos, y perturbados
por la inevitable «emboscada comunista». 80

80
La debilidad y la complicidad de la prensa ante el terrorismo fascista aclaran suficientemente el
fondo antiobrero y antisocialista del «liberalismo» italiano. Uno de los principales colaboradores
278
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

El secuestro de los parlamentarios por los fascistas, frecuente en los primeros


tiempos –Miglioli en Cremona, Fradeletto en Venecia, Benedetti en Pescia–,
es comentada en sus columnas sin una palabra de reproche. El deslizamiento
a la derecha del; partido que aún se denomina «liberal» aparece claramente
en el Congreso que se celebra en Bolonia del 8 al 10 de octubre. En este
congreso participan sobre todo rabiosos conservadores (Sarrochi, Belotti), el
senador Albertini y algunos nacionalistas. Una proposición de denominar el
partido «liberal-demócrata» es rechazada por 45.426 votos contra 21.091. El
Congreso se muestra netamente hostil a la colaboración con los socialistas e
«Il Giornale d’Italia» comenta de este modo esos resultados:

«El Congreso liberal de Bolonia se enorgullece de las puras tradiciones


del partido y ha decidido orientarse netamente hacia la derecha... Al
suprimir el adjetivo democrático, ha querido evidentemente significar
que la superposición de la tendencia democrática en el liberalismo
debe por fin cesar».

Uno de los jefes fascistas, Dino Grandi, que sin embargo reprocha al Congreso
no haber aclarado suficientemente la cuestión de las relaciones del liberalismo
y del fascismo, observa:

«El verdadero presidente del Congreso liberal ha sido una vez más
Mussolini. La derecha del Congreso ha vencido en la cuestión del
nombre que hay que dar al partido: la palabra “democracia”, al ser
como es actualmente la bestia negra del fascismo, se ha pensado que
ésta sustracción nominal agradaría a los fascistas».

de «Il Corriere della Sera», el economista Luigi Einaudi, opone a las «proletarias» en cuyas casas,
dice, la natalidad disminuye, «las mujeres burguesas que paren niños fuertes y que manejan con
destreza el bastón» (alusión al manganello fascista). Para juzgar más equitativamente este
artículo es preciso señalar que no se trata en absoluto de una exaltación de la violencia fascista.
Einaudi reacciona contra las resoluciones presentadas en el congreso socialista de Roma en el
que reina todavía el mito del «proletariado». Este mito corresponde a «una imagen puramente
ficticia de un hombre desnudo, pobre de propiedad y rico en hijos que lucha contra otra clase
compuesta de hombres ricos en capital y cuyos hijos son viciosos y débiles. Qué crédito, qué
confianza, qué audiencia merecen los que no ven que Italia es un país muy diferente de lo que se
lee en la doctrina marxista y que entre los «proletarios se cuenten por millones los que poseen
libretas de la Caja de Ahorros, terrenos, casas, animales, y que entre ellos las prácticas
maltusianas y la débil natalidad hacen progresos deplorables, mientras que las mujeres de la
burguesía... etc.». El senador Albertini sufrirá más tarde la misma suerte que el senador
Bergamini: el régimen fascista le quitará la propiedad y la dirección de su periódico. La revista del
profesor Einaudi, «La Riforma sociale» será también suprimida.
279
Angelo Tasca

¿Cómo entrañarse en estas condiciones de que la tentativa de reconstituir un


gran partido democrático, esbozada de nuevo desde el mes de agosto, se vea
abocada al fracaso? Ya anteriormente la «coalición democrática», creada en
otoño de 1921, se disolvió a principios de junio de 1922. Se empieza de
nuevo, pero no ha desaparecido ninguna de las dificultades que la hicieron
fracasar: más bien se han agravado. La rivalidad entre Nitti y Giolitti sigue
siendo la misma, y el miedo al fascismo o el deseo de pactar con él ha ganado
a la mayor parte de los políticos «centristas». Los representantes de los
grupos «democráticos» han proyectado una gran campaña de mítines para
presentar al país la nueva formación política, destinada a desempeñar un
papel de mediación y de equilibrio entre los extremos de izquierda y de
derecha. Cocco-Ortu, Bonomi, De Nicola, Orlando y también Giolitti y Nitti
deben tomar en ellos la palabra. Pero el proyecto de unificación fracasa de
nuevo, incluso bajo la forma de una federación entre los diferentes grupos.
Cocco-Ortu, que debía pronunciar el primer discurso de la serie en Nápoles,
en donde al mismo tiempo debería reunirse una conferencia de los delegados
del Sur, renuncia porque «muy pocos diputados demócratas han aceptado
adherirse a la iniciativa». Poco más tarde, en septiembre, Giolitti declara a
través de su prensa su hostilidad a la coalición prevista, que de este modo se
ve definitivamente enterrada. Los principales jefes de los partidos «centristas»
están todos de vacaciones o prefieren callarse para no comprometerse y para
reservarse el futuro. El senador Albertini lo revela sin miramientos en su
discurso:

«El valor no es la cualidad dominante de nuestros hombres de


gobierno. Observad: no hablan casi nunca y se comprometen lo menos
posible. El miércoles último, 9 de agosto, se preveía una gran sesión en
la Cámara. Pues bien, no acudieron ni Giolitti, ni Nitti, ni Salandra, ni
Orlando, ni Bonomi. Fascistas y socialistas –he asistido desde lo alto de
nuestra tribuna a ese triste espectáculo– luchaban entre sí solos en
medio de la indiferencia de la mayoría».

Mussolini y sus amigos, a partir de agosto someten a la opinión pública


italiana y al gobierno a un régimen de ducha escocesa de amenazas y mentís
tranquilizadores. A comienzos de agosto, en el mismo transcurso de la
movilización fascista, «Avanti» explica el «plan» fascista de la marcha sobre
Roma:

280
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

«El plan militar fascista –escribe el periódico socialista–, concebido con


habilidad por los generales y oficiales que dirigen las escuadras de
acción, se desarrolla con precisión y método... En este momento se
está produciendo una interrupción. Pero se trata sólo de un respiro de
algunos días, tal vez de algunas horas. El ejército fascista se prepara
para su última tarea: conquistar la capital, y ciertamente no por el
simple deseo de quemar las Casas del Pueblo y algunas sedes de
organizaciones socialistas. Finalizadas las operaciones en Emilia y en la
Italia del Norte, las fuerzas fascistas, tal vez mejor armadas que las
tropas regulares, pertrechadas con mosquetones suministrados por la
administración militar, bien equipadas y dirigidas por oficiales
profesionales, se están concentrando en Ancona, en el sur de Umbría y
en los alrededores de Civitavecchia. Y los jefes fascistas repiten a cada
momento y por todas partes que ahora le ha llegado el turno a Roma».

«Il Popolo d’Italia» declara que se trata de un plan «rocambolesco» y atribuye


su publicación al «canguelo» de los socialistas. La oficina, de prensa del P.N.F.
comienza una serie de mentís, que durará hasta la marcha sobre Roma: «Los
rumores que circulan en relación con que los fascistas apuntan a Roma para
intentar un golpe de Estado carecen de todo fundamento». Algunos días más
tarde, el 11 de agosto, en una entrevista al diario «Il Mattino» de Nápoles,
Mussolini declara:

«La marcha sobre Roma está en acto. No se trata, entendámonos, de


la marcha de trescientos mil camisas negras formidablemente
encuadrados en el fascismo. Esta marcha es estratégicamente posible
a través de tres vías de invasión: el camino del litoral adriático, el del
litoral tirreno y el valle del Tíber, que desde ahora están totalmente en
nuestro poder. Pero no es todavía políticamente inevitable y fatal:
Recordad la alternativa que planteé en mi discurso en la Cámara. Sigue
en pie, y los meses próximos le darán una respuesta. Es totalmente
cierto que el fascismo desea convertirse en “Estado”, pero no es del
mismo modo cierto que, para alcanzar ese objetivo, sea indispensable
un golpe de Estado. No obstante, hay que considerar esta opción como
una de las eventualidades de mañana. Por otra parte, os lo repito, la
marcha sobre Roma es una realidad, tanto desde un punto de vista
histórico como desde un punto de vista insurreccional; puesto que se
está formando en el momento actual una nueva clase política a quien
se confiará próximamente la difícil tarea de gobernar –repito
gobernar– la nación».
281
Angelo Tasca

Los «rumores» de una marcha fascista sobre Roma circulan con insistencia
creciente. Todo el mundo habla de ello; únicamente los medios guberna-
mentales siguen siendo escépticos. El barón Beyens, embajador de Bélgica
cerca del Vaticano, cuenta en sus memorias:
«Viajaba en septiembre con un industrial italiano, el barón Blanc,
ferviente partidario del fascismo, a quien ofrecí un lugar en mi
compartimento reservado... Me anunció un acontecimiento próximo,
un golpe de Estado, que Mussolini daría algunas semanas más tarde.
Se movilizarían a las bandas de camisas negras, provistos de fusiles y
ametralladoras. Se reunirían en congreso en Nápoles, de dónde
marcharían sobre Roma».
Hacia finales del mismo septiembre, Mussolini pronuncia en Cremona un
discurso al que no se puede reprochar de ambiguo, pero sin que su claridad
amenazadora llegue a sacudir la inercia del Estado:
«Lo que hemos hecho hasta ahora no es nada en relación con lo que
queda por hacer. Hay una Italia sana y fuerte que se prepara para dar
un escobazo significativo a toda la espuma infecta de la sociedad
italiana. Que nuestros adversarios no se hagan ilusiones. Queremos
hacer a nuestra organización cada vez más disciplinada, militarizada,
equipada para todas las eventualidades para que si se hiciera
necesario un golpe definitivo, todos, hasta el último –¡Y cuidado con
los desertores y los traidores!–, todos, y hasta el último, cumplan con
su deber. En resumen, queremos que Italia se haga fascista, porque
estamos hartos de verla en su interior gobernada por hombres que
oscilan continuamente entre la negligencia y la cobardía, y, sobre todo,
estamos hartos de verla considerada en el extranjero como una
cantidad despreciable»
«...Nuestros emblemas han partido de Vittorio Veneto. Desde las
orillas del Po hemos comenzado una marcha que no podrá detenerse
sin antes haber alcanzado el objetivo supremo: Roma. Y no existen
obstáculos ni hombres ni cosas que puedan detenernos.»
Mussolini siente que los instantes decisivos se aproximan, por lo que redobla
su atención y actividad. La disgregación de los partidos políticos, la complicidad
de los odios y de los intereses reaccionarios son tales que puede permitirse
anunciar los proyectos más extremosos sin provocar reacciones apreciables.
La tarde del 4 de octubre, habla en Milán ante los escuadristas del grupo
«Sciesa» y precisa de este modo sus intenciones:
282
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

«Quien nos haga bien, tendrá bien; quien nos haga mal tendrá mal.
Nuestros enemigos no podrán quejarse si, en tanto que enemigos, son
tratados duramente... En este momento hay dos gobiernos, lo que
quiere decir que uno de ellos sobra. El gobierno liberal y el gobierno
fascista. El Estado de ayer y el Estado de mañana... El Estado fascista es
infinitamente mejor que el Estado liberal, y, por consiguiente, el
Estado fascista es digno de recibir la herencia del Estado liberal... Los
ciudadanos se preguntan: ¿cuál de los dos Estados acabará por dictar
su ley a los italianos? No tenemos ninguna duda al contestar: “El
Estado fascista”. ¿Cuáles son los medios para lograr dar un gobierno a
la nación? Helos aquí: si en Roma no se han vuelto todos unos
reblandecidos, deben convocar la Cámara a principios de noviembre,
votar una nueva ley electoral, y convocar elecciones dentro de
diciembre».

Toda nueva crisis parlamentaria será inútil. Si el gobierno no acepta el camino


que Mussolini ha indicado, el fascismo se verá obligado a emprender el otro
camino:

«Podéis ver que nuestro juego está bien claro. Por otra parte, cuando
se trata de dar el asalto al Estado, no puede uno detenerse en la
pequeña conjura, más o menos secreta hasta el último momento.
Tenemos que dar órdenes a centenares de miles de personas y sería
una presunción y una esperanza de las más absurdas pretender
guardar el secreto. Jugamos con las cartas descubiertas en tanto que
haya que tenerlas descubiertas».

Seguidamente Mussolini pasa a resumir la política interior y la política


exterior:

«No daremos libertad aunque nos la pidan envolviéndola en el Viejo


papel desteñido de los principios inmortales. Lo que nos separa de la
democracia no son las frivolidades electorales. ¿Qué quiere votar la
gente? ¡Votemos todos hasta el aburrimiento, hasta la imbecilidad!
Nadie quiere suprimir el sufragio universal. Pero haremos una política
de severidad y de reacción. Dividimos a los italianos en tres categorías:
los indiferentes, que permanecen en su casa a la espera; los
simpatizantes, que podrán circular, y, finalmente, los enemigos, que no
circularán».

283
Angelo Tasca

En cuanto a política exterior, Mussolini resume una vez más su programa,


siempre invariable:

«Lanzando a los italianos como una fuerza única hacia las tareas
mundiales; haciendo del Mediterráneo un lago italiano, aliándonos con
aquellos que viven en el Mediterráneo y alejando a aquellos que son
sus parásitos; realizando esta obra difícil, paciente, de líneas ciclópeas,
inauguraremos verdaderamente un período grandioso de la historia
italiana».

Algunos días más tarde, el 6 y el 7 de octubre, él consejo de ministros se


reúne para examinar la situación. Corre el rumor de que va a llamar a filas a
dos quintas y de que se dispone a iniciar una enérgica acción represiva; Facta
y el ministro del Interior, Taddei, han mantenido largas entrevistas con el
general Díaz, llamado por telegrama a Roma, con él general Badoglio y con el
ministro de la Guerra, Soleri. El general Badoglio se muestra seguro de que los
fascistas no podrán llegar a Roma: «Tras cinco minutos de fuego, todo el
fascismo se hundirá». Mussolini se inquieta y escribe a este respecto en «Il
Popolo d’Italia»:

«No creemos que las cobardes intenciones del general Badoglio


puedan realizarse. El ejército nacional no atacará al ejército de camisas
negras, por la simple razón de que los fascistas nunca atacarán al
ejército nacional, por el cual sienten el mayor respeto y una admiración
infinita... A pesar de todo, pensamos que el general Badoglio rechazará
la inútil tentativa de convertirse en el verdugo del fascismo italiano».

Los jefes fascistas temen además una inmediata crisis política, de la que con
insistencia habla la prensa; el secretario del partido, Michele Bianchi, y Dino
Grandi se entrevistan con Facta, que los tranquiliza. «Il Corriere della Sera»
explica que los fascistas no desean la dimisión actual de Facta, porque «no
pueden esperar un ministerio más cómodo que el que él preside». El gabinete
Facta permanece en el poder y las Cámaras serán convocadas a principios de
noviembre. Entonces podrá desatarse la crisis. De este modo los fascistas
ganan tres semanas que les permitirán burlar todas las maniobras de sus
adversarios.

284
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

El gabinete Facta es más optimista que nunca. Para contrarrestar la marcha


fascista, Facta y sus amigos tienen un último recurso: tres días antes de la
reapertura de la Cámara, el 4 de noviembre, Gabriele D’Annunzio pronunciará
en Roma un gran discurso en el que lanzará, desde lo alto del Capitolio, un
llamamiento para la pacificación del país. Estará rodeado de millares de
mutilados que se reunirán en la capital para celebrar el gran acontecimiento.
Orlando ha ido a ver al poeta a Gardone y, a su regreso a Roma el 31 de
octubre, declara:

«El amor de D’Annunzio por nuestra Italia alcanza un grado de


exaltación y al mismo tiempo de perfección tal, que cuando se
escuchan sus palabras es como si uno se remontase a las mismas
fuentes de nuestra vida nacional». Por consiguiente, los fascistas
corren el riesgo de encontrar sobre su propio camino, en la propia
Roma, a D’Annunzio y, con él, a «los héroes y a los mártires de la
guerra».

En resumen, D’Annunzio realizaría, de esta forma, una especie de «marcha


sobre Roma» preventiva, destinada a hacer imposible la de Mussolini. 81
81
Facta se las ingenia para convertir a D’Annunzio en el pivote de su sistema defensivo. Obra de
acuerdo con los jefes de la Asociación de mutilados de guerra, todos opuestos al fascismo.
Rossini, subsecretario para las pensiones militares, sirve de intermediario. El plan de Facta
Consistía en movilizar a todos los mutilados de Italia y conducirlos. a Roma. El 4 de noviembre
Mussolini se hubiera encontrado frente a él a los héroes y mártires de la guerra en nombre de los
cuales se atrevía a hablar. En medio de ellos, como los dioses lares, D’Annunzio, Facta y sus
colegas de gobierno. D’Annunzio aceptó. Todos aceptaron. El poeta preparó incluso su discurso y
se lo leyó a sus amigos íntimos. (E. Lessu, Marcia su Roma e d’intorni, París, 1931.) La aceptación
de D’Annunzio es un hecho cierto testificado por sus fieles. Otras pruebas del mismo hecho
existen en la carta de Facta al poeta, del 21 de octubre y en la contestación de D’Annunzio por
telegrama. Los dos textos fueron publicados por «Il Popolo d'Italia» el 28 de octubre de 1938.
Según la pintoresca recensión de Roberto Marvasi el paso al lado de D'Annimzio fue decidido el 3
de agosto, cuando la huelga de la Alianza del Trabajo estaba moribunda, en el curso de una
reunión en Milán entre un cierto número de republicanos, sindicalistas, combatientes y antiguos
legionarios de Fiume, entre los que se encontraban A. De Ambris, L. Campolonghi, M. Gibelli. La
comisión que se nombró a éste respecto marchó el 6 de agosto a Gardone y fue recibida por
D’Annunzio. Le encontraron indignado contra el telegrama que Bianchi le había enviado después
del discurso del Palazzo Marino. De Ambris expuso la situación de Italia e invitó a D’Annunzio a
ponerse a la cabeza de un movimiento popular que debía cortar el camino al fascismo y que,
mediante la sustitución del parlamentarismo impotente, hubiera salvado al país. D'Annunzio se
declaró dispuesto, pero al margen de todo partido. «También he sido solicitado por los
conservadores y he rehusado. No quiero comprometerme con otros movimientos. Los
combatientes solos pueden resolver la situación. Me propongo convocarlos en una gran
asamblea en la que les hablaré y les invitaré a seguirme. Entonces, con mis antiguos soldados, me
haré cargo del poder. Tres meses después, mediante un plebiscito amplio y libre, haré un
llamamiento al país y le pediré que elija un Parlamento, expresión directa de la voluntad del
pueblo por encima del grupo fascista y de los partidos.» Uno de los delegados planteó la cuestión
del rey y la monarquía. D’Annunzio respondió textualmente: «La persona del rey no me interesa.
Es inútil reemplazarle por el duque de Aosta. Tanto uno como otro son imbéciles». ¿Y la
285
Angelo Tasca

En el transcurso del primer semestre de 1922, D’Annunzio era considerado


por muchos como el posible antagonista de Mussolini y el posible «justiciero»
del fascismo. Ni siquiera su presencia en Milán entre los ocupantes del
Palazzo Marino ha desilusionado a aquellos que ponían en él sus últimas
esperanzas. Una comisión de ex combatientes, «legionarios» de Fiume, con
Alceste Ambris, Luigi Campolonghi, y antiguos compañeros de guerra del
«Comandante», acuden a Gardone tras la huelga general, el 6 de agosto, y le
piden que intervenga para salvar al país de una dictadura fascista. D’Annunzio
responde que tiene intención de convocar en Roma, una gran adunata de ex
combatientes de todos los partidos, para restablecer el orden y mantener el
régimen parlamentario, puesto que se organizarían elecciones regulares y
libres después de tres meses de dictadura. En su fuero interno, el dictador es
evidentemente él mismo. Exhorta a sus visitantes a ponerse inmediatamente
a trabajar para concentrar en Roma el mayor número posible de ex
combatientes, y les da la divisa: «Sine strage vici, strepitu sine ullo» («He
vencido sin derramar sangre y sin ruido»). La Comisión se reúne inmediata-
mente después en Milán; el coronel Amleto Pavone, que más tarde será
general y fascista, propone dividir a Italia en diez zonas y enviar emisarios a
cada una de ellas con la misión de reclutar a aquellos que estén dispuestos a
«marchar» y eventualmente a batirse por el triunfo del «plan» del
«Comandante». Por otra parte, éste se esfuerza en establecer estrechas
relaciones con algunas organizaciones obreras. Poco después de la reunión
del Comité central del Sindicato nacional de Ferroviarios (19 de agosto), en
donde se decidió la retirada de ia adhesión dada a la Alianza del Trabajo y el
envío de un telegrama a D’Annunzio deseando su restablecimiento, uno de
los dirigentes del mismo Sindicato declara:

monarquía? «¿No ha estado usted nunca en Mesina? Allí hay fachadas intactas que dan la
impresión de que todo el edificio está en pie, pero una vez que se ha traspasado el umbral uno se
da cuenta de que la casa no existe. Lo mismo ocurre con la monarquía en Italia. ¿Vale la pena
abatir una simple fachada? Es mejor dejar al pueblo italiano la plena iniciativa.» Los visitantes
aceptaron este proyecto y decidieron participar en gran número en la asamblea proyectada por
D'Annunzio para darle un carácter democrático. Adoptaron por divisa la frase sugerida por el
poeta en el momento de la despedida: Sine strage vici, strepitu sine ullo (R. Marvasi, Quartetto,
Sallon, 1938). Marvasi ha conseguido estos detalles a través del mismo De Ambrjs, cuyo relato
coincide con el que me ha hecho Luigi Campolonghi.
En opinión de E. Lussu, la noticia del «complot» debió llegar a Mussolini durante la reunión de
Nápoles y precipitó su decisión de forzar los acontecimientos. La cosa es posible. Pero Mussolini
ya había sido informado del plan D’Annunzio-Facta aunque no fuese más que porque no se
preparaban con ningún misterio. Sea lo que fuere, es cierto que la «marcha» fascista también
tenía por objetivo adelantarse a la de D’Annunzio. Pero al lado del «peligro D’Annunzio» había el
«peligro Giolitti», que contribuyó tanto o quizá más a impacientar a Mussolini.
286
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

«Unos representantes de los ferroviarios han tenido con D’Annunzio,


pocos días antes de su accidente, una larga conversación. Estamos
convencidos de que la mayoría de los ferroviarios nos respaldan.
Pronto tendremos con D’Annunzio un bloque formidable de organiza-
ciones obreras. Por el momento, sólo están los hombres del mar y los
ferroviarios. Pero otras importantes y potentes federaciones están
dispuestas a seguir nuestro ejemplo».
Un diario de Roma anuncia que «entre los carteros, se manifiesta desde hace
algún tiempo una tendencia dannunziana, y no es imposible que la federación
de Correos adopte una decisión semejante a la de los ferroviarios». La
Federación de los legionarios de Fiume también despliega una cierta actividad
para la preparación de una «constituyente sindical» que debería reconstituir,
en torno a D’Annunzio y su programa, la unidad obrera.
Al mismo tiempo, D’Annunzio trata de asegurarse el concurso de algunos
hombres políticos, entre ellos Nitti, que, en ocasión de Fiume, había sido su
bestia negra. De todos modos prefiere Nitti a Giolitti, porque no puede
perdonar a este último haberlo expulsado de Fiume. Además, Nitti representa,
para el poeta, al «experto» en materia económica y financiera, un experto
que, a pesar de su gran cultura, no está falto de imaginación. Un emisario de
D’Annunzio acude a Agnano, en donde Nitti se encuentra realizando una cura
de aguas, y le expone el proyecto del soldado-poeta en favor de «la gran
reconciliación de todos los ex combatientes». Nitti acepta un encuentro con
D’Annunzio, pero pone algunas condiciones. Él no irá a Gardone, porque en el
pasado D’Annunzio le ha insultado muy gravemente; por otra parte, sabe que
D’Annunzio no se humillará jamás a ir a verle a su casa. El encuentro se
realizará por consiguiente en una localidad a mitad de camino entre Roma y
Gardone. También subraya Nitti que toda pacificación es imposible si
Mussolini no participa en la reunión. Y, finalmente, exige garantías para su
seguridad personal, porque para llegar al lugar de la cita, en Toscana, hay que
atravesar regiones en las que hacen estragos las escuadras fascistas para las
que Nitti continúa siendo «presa apta».
Se toman todas las disposiciones en este sentido: Mussolini acepta encontrarse
con D’Annunzio y Nitti. Este último realizará el viaje en dos automóviles en los
que también irán el diputado fascista Aldo Finzi, su amigo Schiff-Giorgini, y un
tal denominado Brambilla, propietario de la villa en donde los tres líderes
deben reunirse. Todo está preparado cuando una llamada de teléfono
anuncia: «D’Annunzio está agonizando». Efectivamente, el «Comandante» se
ha caído por la ventana de su villa «museo-convento-gargonnière» como
287
Angelo Tasca

consecuencia de una querella entre dos de sus amigas, de sus «hermanas»,


como le agrada llamarlas. Esta grave caída lo inmoviliza durante algunas
semanas y lo deja debilitado, aunque no renuncie a sus proyectos. El 12 de
septiembre, día del aniversario de la marcha sobre Ronchi, lanza un
llamamiento en el qué lamenta no tener a todos los legionarios en torno a él y
desea que en su espíritu «luz y libertad no formen sino un todo», y, a la frase
ya conocida: «Sine strage vici», añade una fórmula de esperanza: Insperata
florent.

«Il Popolo d’Italia» publica este mensaje en la cuarta página, sin ningún
comentario. Mussolini desea más que nunca conseguir el poder; la idea de
una «marcha sobre Roma» está en el aire. Está marcha es el fin natural de las
«ofensivas» fascistas que, cada Vez más amplias, parten de territorios ya
conquistados para anexionarse otros nuevos. Todo el valle del Po, toda la
Italia central –Toscana, Umbría y la Campiña romana– están «ocupados» por
los camisas negras. En octubre, sólo quedan algunas ciudades «libres»: Turín,
Parma, y, además, el Sur, más o menos neutro. La velocidad adquirida por las
expediciones y las adunate fascistas sólo pueden conducir a Roma, según la
lógica objetiva del movimiento más que por la voluntad decidida de Mussolini
o de otros líderes fascistas. En el transcurso de la huelga de agosto, Facta ha
obtenido de los fascistas que no ocupen Roma, dejándoles a cambio Milán,
Génova y Livorno. Por consiguiente, Roma se convierte, de forma un poco
automática, por el juego de los progresos fascistas y de las debilidades
gubernamentales, en la última posición que va a decidir la suerte del régimen,
y que los. fascistas deben conquistar si no quieren que todas sus victorias
precedentes sean anuladas.

El problema de la toma del poder se hace urgente por otras razones. Ya en el


Comité central de los fascios que se celebró a mediados de agosto en Milán,
varios delegados manifestaron su preocupación por el número cada Vez más
elevado de trabajadores que el fascismo debe de alguna forma acoger y
proteger tras haber arrasado sus organizaciones. Sólo si dispone integralmente
de los recursos del Estado podrá el fascismo soportar la presión de las masas,
frenándolas y satisfaciendo en parte sus necesidades más elementales.
Algunos acontecimientos vienen a subrayar el peligro para la política fascista
que puede surgir del propio seno de ese sindicalismo improvisado e hiper-
trofiado. En la provincia de Siena, los fascios han ocupado en Poggibonsi, en
San Gemignano, en Casale y en Serra di Rapolano, algunas propiedades
agrícolas (tenute), no sin provocar las protestas de la federación provincial de
la Asociación agraria. Su diario, «Il Solco», escribe a principios de septiembre:
288
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

«Los fascistas de Siena quieren que los propietarios agrarios den


trabajo a un número cada vez más elevado de obreros, muchos de los
cuales se encuentran en paro. Los fascistas de Siena han amenazado
con invadir e incluso han invadido algunas fincas, porque sus
propietarios se negaban a contratar a otros obreros. Estamos
dispuestos a admitir que estos propietarios no son santos. Pero no por
ello se justifica la invasión o la amenaza de invasión. De lo contrario,
habría que dar la razón a los socialistas, puesto que emplean los
mismos argumentos para justificar sus violencias».

Mussolini exige, con un telegrama que vibra de irritación, que la Federación


fascista de Siena de explicaciones sobre su conducta. También en la provincia
de Ferrara la situación es mala, y por razones análogas. Los agrarios han
aprovechado la victoria total del escuadrismo para prolongar la jornada de
trabajo y reducir los salarios. Los empresarios de las fábricas de azúcar,
numerosos en la provincia, en donde existe un importante sector remolachero,
han reducido los salarios de los obreros entre 6 y 8 liras por día. Todo esto
provoca el descontento e incluso una escisión en el fascio de Ferrara. La
dirección del partido ordena una encuesta, el fascio es disuelto y estallan
conflictos entre los fascistas «oficiales» y los fascistas «autónomos».

El problema de la «milicia» fascista también comienza a ser preocupante. No


se puede dejar que esas decenas de miles de hombres aterroricen y
esquilmen sin freno a la población. Una vez arrasado, incendiado y ocupado
todo cuanto había por arrasar, incendiar y ocupar, hay que buscarles otras
formas de actividad, es necesario que el Estado se haga cargo de ellos. Su
mantenimiento exige sumas considerables; las subvenciones de los agrarios,
de los empresarios industriales y de los banqueros son abundantes, pero hay
que solicitarlas y no pueden continuar hasta el infinito. Mientras más
engrosan las filas de las milicias, más se agrava el problema financiero. Hay
que encontrar recursos regulares que únicamente el presupuesto del Estado
puede garantizar. En un artículo con fecha del 24 de octubre, «Il Popolo d’Italia»
prevé su carácter y sus funciones:

«A la pregunta de ¿qué haremos con las squadre de acción cuando


estemos en el poder? ¿Serán disueltas?, una voz, mucho más instintiva
que razonable, se eleva de lo más profundo demuestra alma y dice:
No. El squadrismo no puede, no debe morir. Sería por nuestra parte un
verdadero suicidio; porque si la fuerza es útil para conquistar el poder,
lo es aún más para conservarlo. La milicia fascista será transformada.

289
Angelo Tasca

Las squadre dejarán de ser órganos de un partido para convertirse en


órganos del Estado; transformadas en cursos de instrucción premilitar,
realizarán el ideal de la nación armada. Una vez militarizado el
squadrismo, desaparecerá el peligro de una competencia entre él y los
otros cuerpos armados de la nación ya que su tarea será diferente. El
ejército voluntario, encuadrado en la organización del nuevo Estado,
será la garantía más firme para el futuro».

Hay también una cierta amenaza por el lado nacionalista, amenaza de


competidores «siempre emboscados». También los nacionalistas forman sus
escuadras de acción; tiene sus «camisas azules» como los fascistas tienen sus
«camisas negras». Una de estas escuadras el 9 de septiembre ocupa en
Génova un barco de la Sociedad de Navegación general, el Vulcania, porque
un nacionalista de la tripulación ha sido despedido. La bandera nacionalista es
izada en el palo mayor. En otros, sitios, se producen también algunos
incidentes entre nacionalistas y fascistas, uno de ellos muy grave, en Tarento,
con motivo de la inauguración de la bandera de la sección nacionalista local.
Los fascistas atacan a los nacionalistas en la calle: se lucha a puñetazos, a
palos y a tiros, y también lanzando «granadas que aterrorizan a la ciudad». El
tesorero del grupo nacionalista resulta asesinado y también hay numerosos
heridos. Los fascistas estaban exasperados porque las filas nacionalistas se
habían engrosado con varios disidentes del fascio local. Las directivas de
ambos partidos, fascista y nacionalista, intervienen deplorando esos incidentes
que «sólo pueden beneficiar a adversarios comunes». En un discurso
pronunciado en Milán, la mañana del 15 de octubre, el diputado nacionalista
Federzoni cubre de flores al fascismo y a Mussolini, pero por la tarde y en la
misma ciudad se celebra una adunata de los «camisas azules» llegados de
Bolonia, de Vicenza y de Génova, y esto no deja de inquietar a Mussolini,
siempre desconfiado, y que no quisiera ver a los nacionalistas escamotearle,
en la primera ocasión, el fruto de su trabajo.

Sin embargo, el peligro más grave sigue siendo la posibilidad de que se forme
un gobierno Giolitti: el 7 de octubre, el Consejo de ministros decidió no
dimitir, pero la crisis puede iniciarse de un momento a otro. Mussolini se
plantea de una forma cada vez más concreta el problema de la conquista
directa del poder. En el último Comité central del P.N.F. (el 13 de agosto),
Italo Balbo y Michele Bianchi propusieron la siguiente moción, aprobada por
unanimidad:

290
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

«El C.C. del P.N.F., tras haber examinado la situación militar del
fascismo, confía a un mando supremo compuesto por tres personas la
tarea de ejecutar cualquier acción militar exigida por las circunstancias
y por los programas fascistas».
La dirección del partido nombra para este triunvirato a Italo Balbo, a De
Vecchi y al general De Bono. Estos dos últimos se reúnen el 15 de septiembre
para redactar el nuevo reglamento de la Milicia fascista, que se publica por
primera vez el 4 de octubre en «Il Popolo d’Italia». El 6 de octubre, Mussolini
interroga a Balbo, que ha ido a visitarle, sobre las «posibilidades de éxito de
una acción revolucionaria contra Roma, pidiendo, no garantías generales, sino
informaciones precisas y detalles ciertos». Balbo tiene la impresión de que
Mussolini está dispuesto a intentar el golpe de mano insurreccional. La
marcha sobre Roma se decide en principio para el 16 de octubre, en una
reunión del mando general, que se celebró en Milán en presencia de
Mussolini, del secretario del partido Bianchi, y en la que también inter-
vinieron los generales Fara y Ceccherini. 82 He aquí el resumen de esta
reunión, tal como se expone en el diario de Italo Balbo con fecha del 16 de
octubre.
Mussolini aborda el fondo de la cuestión. En el transcurso de una
exposición sintética de una gran claridad, declara que los acontecimientos
se precipitan y que el fascismo puede verse obligado de un momento a
otro a emprender un movimiento insurreccional. Concibe que este
movimiento debe desembocar en una marcha sobre Roma y en la
ocupación de esta ciudad, para forzar al gobierno a renunciar al poder y
para presionar a la Corona a formar un gabinete fascista. Añade que no
se puede esperar una solución parlamentaria, que estaría en contra del
espíritu y de los intereses del fascismo. Las maniobras de estos últimos
días sirven para desviar la atención de la opinión pública y del propio
gobierno. Sólo la conquista directa del poder es una solución digna de
nuestro movimiento, que siempre ha actuado fuera y por encima de las
leyes de un régimen decrépito.

82
El 22 de octubre de 1924, el general De Bono, comprometido en el asesinato del diputado
socialista Matteotti, presentó su dimisión como comandante general de la milicia fascista. Mussolini
le dio las gracias en esta ocasión por los servicios prestados «desde el 16 de octubre de 1922, día en
que fue convocado en el número 46 de la calle San Marco de Milán para decidir la marcha sobre
Roma». En la calle San Marco estaba la sede de «Il Popolo d’Italia». El general Fara se había inscrito
varios meses antes en el fascio de Nervi. El general Sante Ceccherini también había entrado en el
P.N.F. Había estado en Fiume al lado de D’Annunzio en 1920 con las funciones de «inspector de
tropas».
291
Angelo Tasca

No nos rebajamos a compromisos: haremos valer nuestra fuerza.


Mussolini pide a los que están presentes que manifiesten con una
franqueza absoluta si las fuerzas militares del fascismo están dispuestas,
moral y materialmente, para la tarea revolucionaria.

De Bono y De Vecchi, que, como yo, han visitado personalmente estas


últimas semanas todos los centros de sus zonas 83 inspeccionado las
legiones y tomado contacto directo con los hombres, estiman que las
fuerzas militares del fascismo no están todavía preparadas y qué aún es
necesario esperar algún tiempo.

Confieso que me siento preocupado por el giro que han tomado estos
últimos días los acontecimientos políticos. Pienso que cualquier aplaza-
miento es muy peligroso. Las maniobras de los viejos partidos políticos se
hacen cada vez más agobiantes. A pesar suyo, el fascismo corre el riesgo
de caer prisionero de la intriga que se urde contra él y de la trampa de las
elecciones.

Pienso que si no intentamos inmediatamente el golpe de Estado, en


primavera será demasiado tarde: en la tibia atmósfera de Roma, liberales
y subversivos llegarán a un acuerdo; no le será difícil al nuevo gobierno
tomar medidas políticas más enérgicas y emplear al ejército en contra
nuestra. Hoy contamos con la ventaja del factor sorpresa. Nadie cree
seriamente en nuestras intenciones insurreccionales. En resumen, dentro
de seis meses, las dificultades se multiplicarán. Más vale intentar hoy la
acción definitiva, aun cuando nuestra preparación no sea completa, que
mañana, dejando a nuestros adversarios el tiempo de que completen
ellos también su preparación.

...Michele Bianchi apoya mi tesis, añadiendo acuciantes argumentos de


orden político. Mussolini se declara de acuerdo con nosotros y su opinión
arrastra sin resistencia a las de De Bono y De Vecchi.

El Duce concluye este examen rápido afirmando que no se puede decidir


que la insurrección sea inmediata, pero que es necesario intentarla a la
primera ocasión. Propone fijar el día insurreccional para después de la
revista de las fuerzas fascistas que debe tener lugar en Nápoles, el 24 de
octubre.

83
Se trata de zonas militares delimitadas en la reunión de Oneglia en enero de 1922 y
modificadas en octubre.
292
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

...Tras eso se examinan las cuestiones de la disciplina y la responsabilidad


de la acción. Mussolini explica que el partido deberá ceder sus poderes a
un cuadrunvirato compuesto por los tres Comandantes generales –De
Bono, De Vecchi y Balbo– y por el secretario del partido Michele Bianchi.
En él momento de desencadenar la acción militar, todas las jerarquías
políticas, ya sean locales o nacionales desaparecerán. El mando militar
con plenos poderes las sustituirá.

Así pues, a mediados de octubre, Mussolini piensa que «el acto insurreccional»
es inevitable, pero, como en todas las circunstancias de su vida, procura
reducir al mínimo los peligros de la empresa. Lo ideal, para él, es que todo
ocurra como si la marcha sobre Roma hubiera ocurrido, sin realizarla hasta el
final. Durante los primeros días del mes ha preparado el llamamiento que el
cuadrunvirato deberá lanzar a los fascistas y al país en el momento de la
acción, pero se reserva modificarlo en el último minuto en función de las
circunstancias. No se trata de anexionarse Roma como cualquiera de las
ciudades o de las provincias que han ocupado las escuadras fascistas; la
conquista de Roma plantea graves problemas políticos, puesto que crea lo
irreparable. Por ello precisamente es necesario intensificar la acción política,
dedicada a burlar la desconfianza y hostilidad de los adversarios; ganar
aliados, neutralizar una parte de las fuerzas del Estado. En el transcurso de las
tres últimas semanas, y sobre todo los últimos quince días antes de la marcha
sobre Roma, Mussolini desarrolla una actividad casi frenética en cualquier
dirección política donde haya un resultado político que alcanzar. Nada es
despreciado, desde D’Annunzio a Giolitti, de Salandra a Nitti, de la monarquía
a los republicanos, de la francmasonería al Vaticano.

La primera operación que dirige personalmente tiene por objeto eliminar a


D’Annunzio del juego. Para lograrlo es preciso hacerle algunas concesiones,
dejarle en la ilusión de que puede continuar desempeñando su papel de
salvador de Italia «sin derramar sangre y sin hacer ruido». D’Annunzio tiene
relaciones muy estrechas con la Federación de Trabajadores del Mar, dirigida
por un tal capitán Giulietti, que garantizó la vuelta de Malatesta a Italia y que
facilitó por todos los medios el avituallamiento de Fiume. Esta federación se
puso bajo la protección del «Comandante», a quien a título gracioso le
suministra importantes sumas de las que el retiro «franciscano» de Gardone
no puede prescindir. Pero tras la «conquista» fascista de Génova, la
Federación de Marinos está muy amenazada: los armadores y los jefes
fascistas locales exigen su liquidación. A comienzos de septiembre, se celebra
en Génova un congreso de la «Corporación nacional del Mar», organización
293
Angelo Tasca

fascista que se propone reemplazar a la de Giulietti. Asisten Michele Bianchi,


secretario del partido, y Edmundo Rossoni, secretario de los sindicatos
fascistas, y el propio Mussolini envía un mensaje. El Congreso declara que es
preciso levantar la bandera de la rebelión contra la Federación de Giulietti. Al
mismo tiempo pide que el gobierno renuncie a todas sus exigencias en lo
concerniente a los superbeneficios de guerra y a todos los créditos no
reembolsados por los acreedores con el fin «de facilitar la reanudación de la
actividad marítima», en interés, entiéndase bien, de los obreros parados. Éste
es el momento en que la lucha se hace abierta, encarnizada y que sólo puede
finalizar con el triunfo del nuevo monopolio, el monopolio fascista. Pero
Giulietti, sin escrúpulos y muy astuto, multiplica sus insinuaciones hacia
Mussolini y se aferra a D’Annunzio. El «Comandante», por el momento, está
en muy malas relaciones con los fascistas. El 13 de octubre, ha anunciado la
movilización de sus legionarios en Fiume. El 18, la oficina de prensa del P.N.F.
publica un comunicado ordenando a los fascistas no acudir a Fiume. Pero el
19 el capitán Coselschi, secretario de D’Annunzio, hace las siguientes
declaraciones en el diario de Roma «La Tribuna»:

«Como usted sabe, el Comandante ha decidido organizar sobre nuevas


bases la Federación de sus legionarios para convertirla en un
organismo puro y potente de propaganda nacional, destinado a la
pacificación del país y a la elevación espiritual del pueblo italiano, por
encima y al margen de todos los partidos... La sede central de la
Federación se trasladará de Milán a Florencia. La organización de los
legionarios no será la expresión de un partido, sino una agrupación de
discípulos para defender la fe de Gabriele D’Annunzio. En cuanto al
acuerdo entre Mussolini y D’Annunzio –continúa Coselschi– «no puedo
dar detalles porque nos hemos comprometido a mantener el secreto.
Sin embargo, puedo confirmar que este acuerdo, que en primer lugar
se refiere a las fuerzas sindicales, existe realmente, y constituye un
acontecimiento muy importante para la pacificación nacional y cuyas
consecuencias serán no sólo sindicales sino también políticas».

Lo que Mussolini, D’Annunzio y Giulietti acaban de concluir es un pacto sobre


la Federación de Marinos. El texto de este pacto, firmado en Milán el 16 de
octubre, no se publica sino el día 22 en «II Popolo d’ltalia». He aquí los puntos
esenciales:

294
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

En Milán, entre la Federación italiana de Trabajadores del Mar, que cuenta


con la protección de Gabriele D’Annunzio, y la dirección del P.N.F.,
representada por Benito Mussolini, tras declaraciones de estima recíproca,
se ha establecido el concordato siguiente para salvaguardar la unidad de la
marina mercante italiana y asegurar la pacificación nacional:

1.° La Federación Italiana de Trabajadores del Mar, que piensa exigir, a los
armadores un trato justo para las tripulaciones, someterá voluntariamente
cualquier petición en este sentido al examen del representante del
Fascismo, antes de comenzar las gestiones parlamentarias y las gestiones
directas con los armadores, con vistas a suministrarle la prueba de la
legitimidad de dicha petición y de la oportunidad de una acción conjunta a
este respecto.

2.° El representante del Fascismo examinará estas peticiones con los


representantes de la Federación de Marinos con el fin de llegar a un
acuerdo en el plazo más corto posible, y en cualquier caso como más tarde,
en los tres días siguientes.

3.° Desde el momento en que exista un acuerdo sobre las peticiones así
formuladas, los representantes de la Federación de Marinos las comunicarán
a los armadores y comenzarán las conversaciones con ellos.

4.° Si estas conversaciones fueran interrumpidas, el Fascismo, personificado


en Mussolini, emprenderá la lucha con él grueso de sus fuerzas, en unión
de las fuerzas de la Federación de Marinos, para obtener justicia por medio
de la acción directa.

5.° En él plazo máximo de treinta días a partir de la firma de este


concordato, él Partido fascista se compromete solemnemente a disolver las
Corporaciones de Marinos y a ordenar él ingreso inmediato de los
miembros de estas corporaciones en las filas de la Federación de los
Trabajadores del Mar, que continuará funcionando y siendo dirigida de la
misma forma que en el momento presente.

Este concordato que lleva las firmas de Gabriele D’Annunzio, de Benito


Mussolini y de Giuseppe Giulietti, colma de estupor a los fascistas de las
ciudades marítimas, quienes, desde el mes de agosto, luchan contra la
Federación de Giulietti para sustituirla por la «Corporación del Mar» fascista.
Los fascistas no comprenden por qué las decisiones del Congreso de Génova
han podido ser anuladas por la voluntad de tres personas que no tomaron

295
Angelo Tasca

parte en él. La prensa «liberal» y conservadora dedica un lugar preferente a


sus protestas. «Il Corriere della Sera» expresa el temor de que Giulietti,
gracias a Mussolini y a D’Annunzio, conserve todo su poder y que lo
aproveche «para, continuar su política poco nacional y demagógica». Tres
días después, en el Congreso de Nápoles, un representante fascista de
Génova declara que la dirección del partido ha cometido, al garantizar el
concordato, «una metedura de pata colosal que nos ha cortado las piernas
tanto en el campo sindical como en el político». La reacción es tal que el 24 de
octubre, «Il Popolo d’Italia» declara «que se trata de un acuerdo de principio
concluido con una intención pacificadora» y que durante los treinta días
siguientes se añadirán acuerdos posteriores para «convertir el tratado en
efectivo y realmente pacificador». «Remitimos, añade el diario, los comentarios
y las impresiones para dentro de treinta días.»

No hay nada en el texto del concordato que justifique tal interpretación: el


artículo 5 es formal; el compromiso que la dirección del P.N.F. ha asumido de
disolver las «corporaciones» fascistas no está sometido a ninguna restricción.
Pero Mussolini se ve obligado a navigare. Hay que dejar gritar a los fascistas,
a la «masa», a los que no comprenden nada y que no pueden, como él,
referirlo todo al plan cuya realización prepara febrilmente. Mussolini no tiene
ninguna duda sobre la oportunidad y la utilidad de la operación que acaba de
realizar, y su confianza está sólidamente justificada. Las ventajas del «tratado»
son múltiples e importantes. En vísperas de acontecimientos decisivos, este
tratado llena el hiato que se había creado entre el fascismo y D’Annunzio. 84
Mussolini se presenta como un elemento conciliador y personalmente
favorable a los objetivos políticos que persigue D’Annunzio. Y evitando, por el
momento, el asalto fascista a la Federación de Trabajadores del Mar, deja
creer a D’Annunzio que la conquista fascista del poder no entrañará el
abandono de ese sindicalismo nacional, de ese «laborismo», en el que pensó
él mismo en 1919 y en el primer semestre de 1921, y que D’Annunzio
continúa predicando.85

84
El mismo día en que se firmó en Milán el pacto marítimo tiene lugar la reunión preparatoria de
la marcha sobre Roma, en la que Mussolini puede declarar, quizá forzando un poco la verdad:
«D'Annunzio está favorable». Cf. el atestado de Balbo en «Il Popolo d’Italia» del 28 de octubre de
1938.
85
A principios de agosto, D'Annunzio pensaba en la marcha sobre Roma. Las instrucciones que
había dado a su hombre de confianza para que explicara a los legionarios el verdadero sentido de
su discurso del 3 de agosto son publicadas dos. días después en forma de editorial en La Riscossa:
«A Roma –se lee–, ¡legionarios de Bolonia! Gabriele D’Annunzio me ha dado la orden de
comprender estas cosas y decirlas a mis hermanos. Obedezco, estoy seguro de vuestra
obediencia y digo: ¡adelante, compañeros!... Nuestro Jefe ha dicho que hoy haremos historia:
seamos dignos y hagamos que este día señale, con el triunfo de la patria en paz y resucitada, el
296
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

D’Annunzio se siente halagado de poder mostrar que su protección es eficaz,


y por otra parte se siente personalmente obligado con Mussolini, cuya
intervención personal ha sido decisiva en esta circunstancia. Por ello, el 20 de
octubre, ordena la «desmovilización» de los legionarios que había convocado
en Fiume la semana anterior. Aunque es cierto que la prensa del 21 de
octubre anuncia que hablará en Roma el 4 de noviembre, según el plan
concebido por los ex combatientes y de acuerdo con Facta, Orlando y
Amendola, el 25, su secretario, Coselschi, declara en Florencia que el poeta
«se encuentra agotado después del enorme trabajo de estos últimos días»,
que los médicos le han recomendado reposo y que, «en estas condiciones,
realmente no se puede garantizar que pueda acudir a Roma el 4 de
noviembre, como él desearía».

acontecimiento de un nuevo evangelio de amor, poder, obligaciones y derechos como sólo podrá
serlo la República de los Sindicatos. ¡Comandante! El camino hacia Roma está abierto y las
legiones están contigo. Soldados: idolatremos a Italia. ¡Viva la República italiana!» De acuerdo
con este mensaje, la marcha de D’Annunzio sobre Roma tiene, por tanto, el mismo carácter
general que ya se le daba en los proyectos del período de Fiume. Queda por ver cómo puede
concillarse este mensaje con el plan de Facta para la manifestación del 4 de noviembre. Sólo
nuevos documentos permitirán establecer si este plan estaba relacionado con la «solución
extraparlamentaria» en la cual pensaba en esté momento tanta gente y si representaba la
combinación que debía oponerse y sustituir a la de Mussolini.
En la sesión del 16 de octubre,. Mussolini afirma que tiene el consentimiento de D'Annunzio. No
puede excluirse de plano la hipótesis de qué lo haya afirmado arbitrariamente para forzar la
resistencia a la empresa por parte de los jefes militares (principalmente De Bono. y. Fara), pero es
poco verosímil. Entre los dos «planes», el de D’Annunzio y el de Mussolini hay una zona común,
un terreno vago en que reina el gusto que comparten por la aventura violenta y el odio contra la
«vieja Italia». Así se explica que si en ningún momento hay entre ellos comunión perfecta
tampoco haya nunca ruptura total. El lenguaje que emplean tanto uno como otro, incluso en sus
intervenciones directas, es siempre lo suficientemente equívoco y ambiguo como para que
puedan estar de acuerdo y mentir al mismo tiempo. Además, hay otro equívoco entre ellos.
D'Annunzio, que habla de paz y cree desearla sinceramente, va mucho más lejos que Mussolini
en rechazar el régimen que quiere transformar profundamente. Mussolini, que prepara una
acción violenta de partisanos, se contentaría con una amplia parte del botín incluso en el régimen
actual, sin tocar las instituciones. De esta forma ha bastado que Mussolini haga comprender a
D'Annunzio que la manifestación del 4 de noviembre sólo serviría, a fin de cuentas, para salvar el
gobierno o permitir un replanteamiento ministerial, para que D’Annunzio renuncie al proyecto de
manifestación romana y deje el camino libre a la marcha fascista que correspondía mejor, en el
fondo, a sus preferencias estéticas y al guión imaginado hace tanto tiempo.
Mussolini tiene una gran superioridad práctica sobre D'Annunzio: ve en la situación las relaciones
concretas entre las fuerzas, y obra para desplazarlas con una actividad múltiple e incesante. En
cambio, D’Annunzio se hace ilusiones sobre sus posibilidades personales; está seguro de poder
decir la última palabra. Todo el mundo parece llamarle y ponerse a su disposición: al lado de la
milicia legionaria, los obreros con la C.G.L., La Unión del Trabajo, el Sindicato de Ferroviarios, la
Federación de la Mar; los ex combatientes y la Federación de Mutilados; los jefes políticos con
Nitti, Orlando y Mussolini, y finalmente el gobierno de Facta. Es el árbitro de todas estas fuerzas y
puede movilizarlas en cualquier ocasión y tejer una trama de acuerdo con sus propios planes.
¿Quis contra nos? Sin embargo, calcula mal la fuerza del movimiento fascista y, en consecuencia,
la influencia que tiene sobre los acontecimientos.
297
Angelo Tasca

Al firmar este tratado, Mussolini alimenta además algunas esperanzas en


relación con la C.G.L. y otras organizaciones obreras que se han inclinado
hacia D’Annunzio. La Federación de Trabajadores del Mar, cuyo papel es tan
importante desde el punto de vista técnico ya que controla prácticamente
todos los transportes marítimos, dejará de estorbar en adelante la acción
fascista. Incluso el capitán Giulietti, anuncia el «Avanti», ha puesto a
disposición de Mussolini los barcos de la Federación para el transporte y el
aprovisionamiento del ejército fascista en el caso de una acción en Dalmacia.
Si las ventajas previstas se mostrasen decepcionantes, si surgiesen demasiadas,
dificultades en la aplicación del concordato, Mussolini, como siempre, ha
tomado sus precauciones. El concordato no será totalmente efectivo sino
transcurridos treinta días. Mientras tanto, tendrá lugar la marcha sobre Roma
o la ascensión de los fascistas al poder por otro camino. Mussolini no tendrá
entonces sino una mediocre necesidad de D’Annunzio y de Giulietti, y podrá
mantener, transformar o destruir el tratado, en función de las exigencias de la
nueva situación.86

Con Giolitti la lucha es más difícil. Se trata de un hombre sin imaginación y sin
grandes proyectos. Evidentemente desea nuevas elecciones, pero no
inmediatamente: en primavera, tras algunos meses de gobierno. Mussolini
mantiene conversaciones con él, a través del prefecto de Milán, Lusignoli, que
ya sirvió de intermediario entre ellos en la época de la acción contra Fiume.
Giolitti desea que los fascistas entren en su ministerio, e insiste para que sea
el propio Mussolini quien los represente. 87 Pero las exigencias de los fascistas,

86
En efecto, el nuevo régimen no tardará en poner la mano encima del F.I.L.M. El 14 de.
noviembre de 1922, Umberto Poggi, uno de los dirigentes de esta organización, firma en Roma
con Edmondo Rossini un pacto de adhesión a las Corporaciones sindicales, bajo los auspicios de
Gabriele D'Annunzio. El 3 de marzo de 1923 se publica el pacto que han concluido la Federación
de los armadores y el P.N.F. con la garantía de Mussolini, análogo al que había firmado con
Giulietti el 16 de octubre.
87
Sin duda es. el «problema Giolitti» el que más influye en la táctica adoptada por Mussolini. En
el momento de la reunión del 16 de octubre en Milán, el peligro Giolitti parece el más
amenazador, como se pone de manifiesto en la denuncia de Balbo: «Giolitti cree poder ofrecer
dos carteras: pero nos hacen falta seis, o ninguna. Y en éste caso hay que poner las masas en
movimiento para provocar la crisis extraparlamentaria y llegar al gobierno. Hay que impedir que
Giolitti llegue al poder. Giolitti ordenaría disparar sobre los fascistas, como ha hecho disparar
contra D’Annunzio».
El peligro es tanto más gravé cuanto que desde hace algunas semanas Giolitti se prepara para
volver al poder. Según rumores recogidos por «Il Corriere della Sera». (6 de octubre) se ha
producido un cierto cambio en su favor en los medios parlamentarios, ya que los partidarios de
Nitti y los populares estarían dispuestos a colaborar con él mientras que las derechas, «que quizá
favorecen otras. candidaturas», se muestran reticentes. Es cierto que, a partir de estos rumores,
Bianchi y Grandi van a encontrarse con Facta porque temen su dimisión. Algunos días más tarde
se establecen contactos entre Fácta y Giolitti (gestión de Soreli hacia Giolitti y gestión de
Corradini-Fázzari hacia Facta). Giolitti no quiere dar la impresión de qué toma la iniciativa de
298
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

que se sienten o se creen los dueños del país, son mucho más ambiciosas que
hace algunos meses, por lo que las transacciones, se han hecho difíciles.

«Los fascistas han exigido a Giolitti, precisa «Il Corriere della Sera» del
19 de octubre, una representación en el nuevo gabinete proporcional
a su fuerza real en el país, y no sólo al número de escaños logrados en
las últimas elecciones. Por ello exigen tres carteras importantes y
quisieran que la elección del titular del ministerio de Asuntos Exteriores
respondiera a sus deseos. Por la otra parte, Giolitti desearía la
participación de Mussolini en el gobierno e incluso le habría ofrecido
Un puesto de ministro sin cartera. En cuanto a la reforma electoral, no
sería muy difícil llegar a un acuerdo, puesto que tanto Giolitti como
Mussolini son favorables a una revisión de la ley actual en un sentido
mayoritario, aplicando la proporcional a las minorías».

El mismo día, «Il Popolo d’Italia» desmiente la existencia de un acuerdo


político Mussolini-Giolitti; desmiente incluso que se hayan celebrado
conversaciones, mientras que el secretario del P.N.F., M. Bianchi, explica eh
Montecitorio que las conversaciones han fracasado, porque no se ha querido
conceder a los fascistas una representación adecuada. Los contactos entre
Mussolini y Giolitti no se han roto, pero Giolitti declara ahora que está
dispuesto a formar gobierno a cualquier precio, incluso sin los fascistas, si
continúan planteando condiciones exorbitadas.

El 23 de octubre, inaugurando la sesión del Consejo provincial de Coni, Giolitti


precisa su posición en relación con los fascistas:

«En medio de las luchas, rudas en determinadas partes de Italia,


pacíficas en otras, ha surgido un nuevo partido en la vida política
italiana. Debe ocupar un lugar al que el número de sus afiliados le da
derecho, pero por las vías legales, las únicas que pueden darle a un
partido, en la órbita de la constitución, una autoridad real y duradera,
las únicas que pueden permitirle realizar la parte fundamental de su
programa que consiste en devolver al Estado su autoridad para la
salud, la grandeza y la prosperidad de la patria».

volver al gobierno ni indicar el procedimiento a seguir para hacer posible su retorno, pero las
fórmulas que emplea no dejan ninguna duda sobre sus intenciones. Sin embargo, Facta
aprovecha la prudencia de estas fórmulas para aferrarse a su puesto, seguro por otra parte del
apoyo de D’Annunzio, que sería desfavorable a Giolitti, y de los populares, especialmente don
Sturzo, opuestos a una crisis extraparlamentaria. De esta forma se pierde un tiempo preciosa en
un momento en que las horas cuentan, y Mussolini consigue esquivar su maniobra.
299
Angelo Tasca

Hasta el último momento, Mussolini deja creer a Giolitti que está de acuerdo
sobre el fondo, que la diferencia sólo estriba en la distribución de las carteras
ministeriales. Por su lado, Giolitti intenta forzar el acuerdo haciendo repetir a
través de sus amigos que eventualmente prescindirá del concurso de los
fascistas.

Todavía el 23 de octubre se reúnen, en Turín, Corradini, su ex subsecretario


de Estado en el ministerio del Interior, con él prefecto Lusignoli, los ministros
Bertone (popular) y Teofilo Rossi, con Zanetti, director de «La Sera» de Milán,
y con Giovanni Borelli que, en el último Congreso liberal de Bolonia, se
pronunció por la alianza con los fascistas. Estas conversaciones y transacciones
tienen por objeto la formación de un nuevo gobierno: toda decisión se aplaza
para después del discurso que Mussolini va a pronunciar en Nápoles. 88 El
mismo día, Lupi, que ha sido durante agosto el portavoz, de Mussolini en la
Cámara, declara que los fascistas aceptan que las elecciones se celebren
durante el mes de marzo, lo que sería una concesión a Giolitti y una base
posible para un compromiso con él.

Salandra cae de lleno en la trampa: cultiva la. secreta esperanza de volver a


ser, gracias al apoyo fascista, presidente del Consejo. Con ocasión del
Congreso de los fascios de la Capitanata, que se celebró el 25 de septiembre
en Troia, su ciudad natal, una delegación de congresistas le visita y le rinde
homenaje. Salandra, muy halagado, responde «que se considera como un
fascista honorario, y que se inscribiría entre los militantes fascistas si no
tuviera setenta años». Que no le hablen de dictadura en Italia: «No existe
ningún peligro en este sentido. El hombre, el dictador, falta». Italia podrá
tener un nuevo gabinete Salandra, en el que, naturalmente, se concederá un
amplio lugar a los fascistas.

En cuanto a Nitti, Mussolini sabe que desconfía, y que es necesario preparar


un cebo susceptible de tentarlo. El accidente que inmovilizó a D’Annunzio a
mediados de agosto interrumpió al mismo tiempo las transacciones entre
Nitti y Mussolini.

88
Tres deseos han contribuido a estas dilaciones: el deseo que tenía Mussolini de no compro-
meterse prematuramente para obtener el mejor resultado posible, él apego de Facta al poder y el
particular cambio de opinión de Giolitti así como el método que de ahí resulta. Giolitti no tiene
prisa, porque no se da cuenta de la situación real. Tiene la intención de tomar el poder en el
momento apropiado, como una fruta madura, y no le desagrada que las «tejas» caigan sobre las
cabezas de los que le han echado en 1921 y rechazado su concurso en 1922. Pero las «tejas»,
siguiendo la caída libre, destruyen también las fuerzas sobre las que deseaba apoyarse y el Estado
que quería salvaguardar. Además, hay que señalar que Giolitti, que aceptaría, con gusto formar un
gobierno sin los fascistas, no quiere comprometerse a una política hostil al fascismo.
300
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Pero Mussolini las reemprende completamente solo hacia finales de


septiembre. Envía a Acquafredda a Schiff-Giorgini, que mantiene con Nitti la
conversación siguiente:

«Vengo de parte de Mussolini. Italia se precipita en la ruina. Facta es un


imbécil. Mussolini ha recibido proposiciones de Giolitti, también existe
un acuerdo con Salandra, pero está persuadido que sólo usted podrá
lograrlo. Es preciso provocar una crisis extraparlamentaria. Es necesario
que usted pronuncie un discurso que prepare la convocatoria de la
Cámara, la dimisión de Facta y la formación de un gobierno de
concentración».

Niti responde que no puede tratar con Schiff-Giorgini, que no tiene ninguna
autoridad para hacerlo. Quiere garantías serias, para evitar comprometerse
inútilmente. Que Mussolini le mande un personaje de talla para tal misión.
Decidido Mussolini, encarga al embajador Romano Avezzana continuar las
conversaciones: éste en persona acude a Acquafredda, confirma el primer
mensaje de Mussolini e insiste para que Nitti haga cuanto antes la declaración
que Mussolini le pide. Nitti plantea entonces una serie de preguntas
concretas:

1.a ¿Cuáles son ahora las exigencias de Mussolini? ¿Se contentará con un
ministerio y dos subsecretarías? 2.a ¿Por qué Mussolini también ha tratado
con Giolitti y con Salandra? 3.a ¿Qué hará con los fascios? 4.a ¿Está dispuesto a
suprimirlos incluso con medidas militares represivas?

Mussolini responde: 1.a Ahora es imposible que nos contentemos con un


ministerio y dos subsecretarías. Los fascios se han desarrollado y han
liquidado la huelga. La situación ha cambiado: queremos dos ministerios y
tres subsecretarías de Estado, aunque renunciando a las carteras militares y
políticas. 2.a Me extraña que Nitti sea tan formalista sobre mis contactos. Si
trato con Giolitti es porque su amigo, el prefecto Lusignoli, me deja las manos
libres en Milán y debo tratarlo con miramiento. En cuanto a Salandra, no
cuenta para nada. 3.a y 4.a Los fascios serán inmediatamente disueltos.

El barón Romano Avezzana hace una vez más el viaje entre Milán y Acqua-
fredda y, finalmente, se establece el procedimiento siguiente: Nitti precisará
en un discurso su pensamiento sobre la gravedad de la situación y afirmará la
necesidad de convocar nuevas elecciones; «Il Popolo d’Italia» reproducirá ese
discurso sin comentarios.

301
Angelo Tasca

Mussolini, que no quiere saber nada de una marcha sobre Roma, hablará en
el Congreso de Nápoles atacando a todo el mundo, salvo a Nitti; se abrirá la
crisis extraparlamentaria y se formará un gran gobierno con Nitti y Mussolini
para salvar Italia.

De acuerdo con el plan convenido, Nitti pronuncia, el 20 de octubre, en el


pequeño teatro de Lauria, en Basilicata, un discurso dedicado principalmente
a las cuestiones financieras, cuyos puntos principales tal y como los enumera
«Il Popolo d’Italia» son:

1.° Italia necesita sobre todo reconstituir la unidad económica de Europa


continental.

2.° Habida cuenta de la inseguridad de Europa, Italia debe tener su ejército


dispuesto a intervenir, desarrollando sobre todo los cuadros de oficiales y
reforzando la aviación.

3.° Para tener los medios necesarios para la defensa del país, hay que
restaurar el crédito, sanear las finanzas y devolver la confianza al capital.
Finalizada la encuesta sobre los contratos de guerra que ha hecho tan
precaria la vida de tantas industrias, hay que volver a examinar la cuestión de
los superbeneficios de guerra, reanimar el mercado bursátil y abandonar
cualquier proyecto de conversión de los títulos al portador en títulos
nominativos.

4.° El presupuesto del Estado debe volver al equilibrio.

5.° El Estado debe renunciar a todos los servicios no necesarios a su función,


restablecer la seguridad de los servicios públicos y declarar que la huelga en
sus servicios es un crimen.

6.° Hay que renunciar a todas las reformas que de una u, otra forma puedan
perturbar la producción o desanimar las inversiones de capital.

Después de este discurso se celebra un banquete en donde Nitti se expresa


exactamente como Mussolini le ha pedido que lo haga.

«El gobierno actual –afirma– no está en condiciones de abordar ni uno


solo de los problemas esenciales del país, y las fuerzas vivas de todos los
campos, están fuera del gobierno. Tras los acontecimientos de los
últimos días, hay que preguntarse si tal vez no es necesario resolver las
dificultades actuales fuera de los métodos de la administración ordinaria

302
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

y si es oportuno consultar rápidamente al país. Un antagonismo muy


claro ha aparecido entre la situación parlamentaria y la situación en el
país... La democracia existe, el socialismo existe, pero el fascismo
también existe en tanto que fenómeno ético-social, y ha adquirido tal
extensión que ningún hombre de gobierno puede desconocerlo...
Debemos utilizar todas las fuerzas vivas y acoger la parte ideal del
fascismo que ha sido la causa de sus progresos y utilizar al mismo
tiempo las fuerzas más sanas y más laboriosas de las masas populares,
para canalizarlas a unas y otras en las formas legales de nuestras
instituciones. Hay que tener un gobierno fuerte, y la única forma de
tenerlo es consultando cuanto antes al país».

De este modo Nitti asume una gran parte de las reivindicaciones del P.N.F.
para el «saneamiento financiero» del Estado, las mismas que le habían
ganado al fascismo las simpatías y las ayudas de los medios económicos
italianos; adopta con respecto al problema militar una posición muy alejada
de la que había mantenido en 1919-1920, y finalmente se adhiere a las tesis
fascistas sobre la necesidad de unas elecciones inmediatas, situándose sobre
este punto una vez más en conflicto con Giolitti, que no desearía consultar al
país antes de seis meses. «Il Popolo d’Italia» publica las declaraciones de Nitti
sin comentarios, como se había acordado, pero con un titular un poco
desconsiderado: Un discurso desenvuelto de Nitti. Italo Balbo anota en su
Diario:

«También Nitti rectifica el tiro en su último discurso; pero el viejo


filibustero no tiene nada que esperar del fascismo excepto un pelotón
de ejecución».

¿Qué hubiera, dicho Balbo, si hubiera sabido que el discurso de Lauria había
sido preparado con la colaboración de Mussolini y a petición suya?

La francmasonería italiana había tenido hasta entonces una actitud bastante


favorable al fascismo: los elementos pequeño-burgueses, por espíritu
patriótico y racionalista, o porque se sentían atraídos por la «tendencia
republicana» mostrada por Mussolini; los industriales y capitalistas, por
instinto de conservación y de defensa contra el empuje socialista; y la
«Orden» misma porque ponía sus esperanzas en las fórmulas violentamente
anticlericales del programa fascista de 1919, y en la creciente hostilidad del
fascismo hacia el partido popular.

303
Angelo Tasca

En Milán, un grupo de industriales francmasones está estrechamente ligado a


Mussolini; entre ellos está Cesare Goldmann, que ha sido candidato en
noviembre de 1919 por la lista presentada por Mussolini, y Ceresola, que
aportará una fuerte subvención de la francmasonería a De Bono para la
marcha sobre Roma. El general Capello es al mismo tiempo fascista y grado
33 del Gran Oriente. Un gran número de fascistas pertenecen a la Gran Logia
de la Piazza del Gesù: Cesare Rossi, Italo Balbo, el marqués Perrone
Compagni, los diputados Eduardo Torre, Acerbo, Terzaghi, Lanfranconi,
Oviglio, Capanni Entre 1919 y 1922, un determinado número de fascios se
fundan bajo iniciativa masónica y Domizio Torrigiani, gran maestre de la
francmasonería de Palazzo Giustianiani, presume –para arrepentirse, más
tarde y demasiado tarde– de haber «puesto a flote» en varias ocasiones el
fascio de Milán. En Florencia, las disidencias interiores del fascio repercuten
en el plano masónico. Sin embargo, en ciertos medios fascistas se perfila una
tendencia bastante neta contra la francmasonería a medida que el fascismo
se afirma, cada vez más como un movimiento antidemocrático. A finales de
septiembre de 1922, el diputado De Stefani hace aprobar en una reunión de
los secretarios de los fascios de la provincia de Vicenza una moción en la que
se declara que la adhesión al P.N.F. es «incompatible con un papel militante
en la francmasonería». Algunos días más tarde, De Stefani interpela a este
respecto a Mussolini, que le responde:

«En cuanto a la francmasonería –por la que siempre he sentido la


misma aversión– la discusión que usted ha suscitado no me parece
oportuna. Podremos reanudarla en tiempos menos tormentosos: no
metamos demasiado pan en el horno».

De este modo, Mussolini detiene el celo de De Stefani, que pone en peligro


ayudas preciosas.

El 9 de octubre, el gran maestre Domizio Torrigiani envía a todas las logias de


su rito una circular en la que subraya la importancia del aporte masónico al
fascismo del primer período:

«Cuando comenzó la terrible crisis de la posguerra, decidimos que


nuestra orden debía dedicarse por todos los medios a la defensa del
Estado, y no nos resulta desagradable afirmar hoy que algunos núcleos
de nuestros hermanos que gozaban de una gran autoridad contri-
buyeron al nacimiento y al desarrollo del movimiento fascista.

304
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Nuestros hermanos encuadrados en los fascios han sido cada vez más
numerosos. Intentaron reforzar, en el conflicto de tendencias que
acompañaba la evolución del fenómeno fascista, a los elementos más
conformes con el espíritu masónico. Como para todos los demás
hermanos que militan en los diferentes partidos, jamás hemos
pretendido reducir su libertad de movimientos, limitada solamente por
los postulados esenciales. Los jefes del fascismo conocen y reconocen,
estoy de ello seguro, la lealtad de los fascistas francmasones».

La francmasonería colaboró en la obra de pacificación nacional, advirtiendo el


papel benefactor del fascismo.

«Y cuando observamos –añade la circular– que la juventud se dirigía


con fervor y entusiasmo hacia el movimiento fascista, hemos sido de
los primeros en señalar que ese giran fenómeno político debía
corresponder más o menos oscuramente a una necesidad profunda de
la nación. Creemos que sería superficial juzgarlo exclusivamente por
las declaraciones teóricas de sus jefes. Hay que observarlo en su
contenido y en su realidad. Desde un punto de vista político se puede
observar un instinto imperioso de renovación. Desde un punto de vista
económico, el fascismo arrastra a centenares de miles de obreros
organizados. Ahora bien, desde el ángulo de los principios masónicos,
esta realidad contradice la teoría fascista dirigida contra toda doctrina
democrática. Un conjunto imponente de obreros, organizados para las
conquistas económicas, no puede llegar a negar la libertad, ni la
fraternidad, ni la igualdad. La burguesía media idealista que inspira los
fascios y que predomina en ellos, no puede tender a fundar nuevas
oligarquías, ni a disminuir la libertad. Se pueden criticar las democracias
parlamentarias y los partidos agotados, pero no se puede negar la
realidad incoerciblemente democrática que actualmente hay en los
movimientos de masas».

El optimismo de semejante análisis, que demuestra en el gran maestre y sus


amigos lo que podríamos denominar una «inteligente ceguera», no logra
suprimir ciertas inquietudes, por lo demás rápidamente rechazadas:

«Si se suprimiera la libertad, si se atacasen las libertades particulares,


todos los francmasones saben cuál sería su deber; saben que se trata
de cosas sagradas por las que nuestra gloriosa tradición nos enseña
que podemos vivir y podemos morir.

305
Angelo Tasca

Pero no creemos en esas amenazas. Una nueva fuerza comienza a


participar en la vida de la nación. La francmasonería desea que sea por
el bien de Italia, el cual es para ella una religión».

Por todo ello contribuirá, para el financiamiento de la marcha sobre Roma,


con una suma de tres millones y medio de liras. 89

89
Eugenio Chiesa, un francmasón antiguo diputado al Parlamento italiano, reveló en 1926 que
«un grupo de altos dignatarios de la Orden había aportado tres millones y medio para sufragar
los gastos de la marcha sobre Roma». En efecto, Raúl Palermi y su «Gran Logia» aportaron su
apoyo directo a Mussolini. Cesare Rossi cuenta que «ocho días antes del 28 de octubre Una
delegación de la plaza del Jesù acababa de reunirse con Mussolini en Milán». Para la próxima
acción, Palermi le aseguraba «la ayuda de los oficiales que mandan la Guardia Real, de algunos
jefes de destacamento de la guarnición de Roma, del general Cittadini, ayudante de campo del
rey, todos ellos francmasones». Sin que pueda determinarse el grado de veracidad o de «bluff»
de las afirmaciones de Palermi, «es un hecho que el 28 y él 29 hizo de lanzadera entre el Viminal
y el Quirinal» (Mussolini com'era). Inmediatamente después de la formación del nuevo gobierno,
Raúl Palermi aseguraba a los fancmasones de América (el mismo rito al que pertenecía) que Italia
entraba en una era de orden y paz. El telegrama que expidió a este efecto fue transmitido por el
mismo gobierno como despacho oficial dirigido al embajador italiano en Washington y al cónsul
de Boston, que lo hicieron llegar a sus destinatarios. La importancia de esta iniciativa viene dada
por el hecho de que el presidente de los Estados Unidos, Harding, era grado 32 del rito escocés.
El 12 de noviembre de 1922, Raúl Palermi sometió a Mussolini, que la aprobó y firmó, una nueva
«declaración de principios» que fue sancionada el 17 de diciembre por el Consejo supremo de la
Orden: daba al nuevo régimen todas las garantías posibles. Igualmente en enero de 1933
Mussolini fue elevado de golpe al grado supremo (33) de la Gran Logia. Palermi lo aprovechó
para abrir una campaña contra la francmasonería que le hacía la competencia, en la intención de
destruirla con la ayuda del gobierno fascista.
Ante la formación del nuevo gobierno, Domizio Torrigliani envió a Mussolini, a instancias del
general Capello, un telegrama de felicitación. En una entrevista concedida el 30 de diciembre de
1922 a «Il Giornale d’Italia», el jefe del Gran Oriente declaraba que «había puesto en conocimiento
de las logias su obligación de obedecer para cooperar al éxito del gobierno de Mussolini, tal como
lo exigía el interés nacional». Las relaciones entre el fascismo en el poder y la francmasonería del
Palazzo Giustiniani se envenenaron rápidamente a consecuencia de una reunión de esta orden
hacia finales de enero de 1922, en Roma. Torrigliani la había convocado para someter un
proyecto de fusión de las logias italianas en un rito único. Parece que su propuesta, que sin duda
intentaba neutralizar la acusación de «internacionalismo» lanzada contra la francmasonería y
particularmente contra la Gran Oriente, había sido aprobada. En el seno de esta logia, un grupo
fascista intentó que se adoptara una actitud de adhesión incondicional al gobierno, como había
hecho la Gran Logia. Pero chocó con la resistencia de una gran mayoría, que en una resolución
declaró que «la francmasonería debe estar por encima de los partidos» y pidió a «los hermanos
fascistas» que defendieran «tanto en los fascios como en el gobierno los principios de libertad y
democracia» y la idea de que «Italia debe volver lo más pronto posible a un régimen
constitucional y parlamentario». De esta forma, la iniciativa de Torrigliani para defender su orden
se vio comprometida por la toma de posición política de la asamblea. La reacción fascista no se
hizo esperar. En el Gran Consejo de 13 de febrero de 1923, Mussolini consiguió que se aprobara
una resolución en la que se incitaba a los fascistas francmasones «a elegir entre la militancia en el
P.N.F. o en la francmasonería». Inmediatamente después la logia de la plaza del Jesù intentó
escapar a las consecuencias de la decisión del Gran Consejo. Raúl Palermi publicó un comunicado,
aparecido el 15 de febrero en los periódicos, en el que aprobaba esta decisión, pero consideraba
306
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Mussolini se opone a que se plantee entonces la cuestión de la franc-


masonería, porque no quiere perder su apoyo, pero tampoco quiere tomar
una actitud favorable que podría costarle las simpatías del Vaticano y frenar
el deslizamiento del partido popular hacia la derecha. Ya el 19 de septiembre,
un grupo de ocho senadores populares dirigió a don Sturzo una carta para
subrayar la imposibilidad de cualquier colaboración con los socialistas:

«No es inútil afirmar de nuevo con fe la convicción de que determinadas


alianzas repugnan a los principios más sagrados y más necesarios de la
vida social, por lo que no pueden ser aceptadas y menos aún
solicitadas».

Un mes más tarde, el 21 de octubre, el Consejo nacional del P.P.I. lanza un


llamamiento al país, que aun conteniendo afirmaciones rigurosas e incluso
valientes en favor de la libertad y de la democracia, no deja por ello de ser en
su conjunto el «golpe de timón» a la derecha que por lo demás todas las
fuerzas políticas del país han dado desde finales de agosto. El llamamiento se
pronuncia a favor de nuevas elecciones, pero «en la atmósfera de libertad
necesaria para que la soberanía popular pueda expresarse», y sobre la base
de la proporcional que tanto Mussolini como Giolitti y Nitti desearían abolir.
Las elecciones deben realizarse «sobre la política de restauración financiera y
económica y sobre el agrupamiento en torno a la constitución de nuevas
fuerzas nacionales decididas a renunciar a sus veleidades de insurrección o de
organización armada». Este llamamiento «centrista» del partido popular pasa
casi inadvertido, debido a que la autoridad del partido ha sido puesta en

que no concernía a su logia, cuyos miembros, como lo probaba la reciente declaración de


principios, «obedecían piadosamente a la jerarquía fascista, que está por encima de todas las
contingencias y, por tanto, pueden continuar sirviendo a la patria y a la organización fascista,
fieles y obedientes al duce supremo, Benito Mussolini, y su gobierno». Pero para oponerse a esta
impunidad existía, junto al alza totalitaria a la que el nuevo régimen no podía escapar, la
vigilancia hostil e intransigente de los nacionalistas y populares. Los primeros, después de haber
comprobado que la decisión tomada por el Gran Consejo allanaba los últimos obstáculos a su
fusión con los fascistas, insistieron por boca de Paolucci en el hecho de que la decisión era
aplicable a toda la masonería. Los segundos, cuya hostilidad a la francmasonería databa de lejos,
no resistieron la tentación de tomar parte en la limpieza contra el antiguo enemigo hoy
derrotado. Mussolini continuó utilizando a la menor ocasión al aventurero Palermi. Pero en las
destrucciones de logias, particularmente frecuentes en 1924, los fascistas no hicieron apenas
diferencias entre las dos órdenes, y la ley de noviembre de 1925 sobre la publicidad de los
estatutos y fines de las asociaciones afectó tanto a la una como a la otra.
Poco después, Domizio Torrigliani fue colocado en situación de residencia vigilada. Sólo fue
liberado, ya gravemente enfermo, unos meses antes de su muerte. Soportó la persecución con
una gran entereza. Al llegar a Lípari contestó a un amigo que trataba, acogiéndole, de consolarle
de las desgracias: «Para la fe, la desgracia no existe» («Libertà», París, 6 de julio de 1933).
Sobre el conjunto de esta cuestión, Cf. Maria Rygier, La Franc-Masonerie italienne devant la
guerre et devant le fascisme, París, 1929.
307
Angelo Tasca

entredicho por múltiples declaraciones hechas por el Vaticano. La prensa


italiana publica casi al mismo tiempo una circular dirigida por el cardenal
Gasparri, secretario de Estado, a las autoridades eclesiásticas, que en las
circunstancias presentes suena como una desaprobación del partido popular:

«Vuestra Ilustrísima y Reverendísima Señoría no ignora que, durante


estos últimos tiempos, la Santa Sede ha sido el blanco de acusaciones y
de ataques de la prensa a causa de su pretendido acuerdo con el
partido popular, como si éste fuera una emanación de la Santa Sede o
el representante de los católicos en el país o en el Parlamento. Contra
éstas insinuaciones absolutamente falsas y calumniosas, la Santa Sede
no ha dejado nunca de protestar enérgicamente, declarando en diversas
ocasiones que, fiel a su principio de no dejarse arrastrar en el juego de
las concurrencias políticas, ha permanecido y piensa permanecer en el
futuro completamente ajena al partido popular como a cualquier otro
partido político, aunque reservándose el derecho de adoptar frente a
él como frente a cualquier otro partido político una actitud de
reprobación y de condena, si se pusiera en oposición con los principios
de la religión y de la moral cristiana».

La derecha del partido popular se asegura en Milán un éxito considerable


cuando se trata de establecer una lista de candidatos para las elecciones
administrativas de la ciudad, tras la disolución «legal» de la municipalidad
socialista. En una primera asamblea, había prevalecido la idea de hacer una
lista aparte, pero el 23 de octubre, en el transcurso de un referéndum, para el
que el arzobispo de Milán ha movilizado toda su influencia, la tesis de la
adhesión pura y simple a la lista del bloque nacional obtiene una fuerte
mayoría.

El partido republicano no cuenta por entonces sino con fuerzas bastante


reducidas, con algunos núcleos importantes en la Romaña, y en Génova, la
ciudad de Mazzini. En la Romaña, el odio de los socialistas ha arrojado a una
parte de los republicanos en los brazos del fascismo, que de cuando en
cuando pregonaba su «tendencia republicana». En agosto, después de la
huelga general, el partido republicano retiró la «adhesión moral» que había
dado a la Alianza del Trabajo.

308
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

En la segunda mitad de 1922, las numerosas declaraciones en las que


Mussolini y otros jefes fascistas se muestran partidarios del régimen
establecido atenuaron un poco el entusiasmo de los republicanos y su
esperanza de instalar la «República», no importa cuál, gracias al fascismo. Sin
embargo, Mussolini se preocupa de crear, en el seno del pequeño partido
republicano, un movimiento de escisión. Hacia el final de agosto comenzaron
a surgir «fascios republicanos»; el primero de ellos, el de Génova, afirma:

«la perfecta identidad de sus medios de lucha con los del partido
nacional fascista, para combatir tanto en el terreno político como en el
económico a los partidos antinacionales de todas las tendencias».

El 6 de octubre se constituyó en Roma la «Unión mazziniana nacional», bajo la


iniciativa de un aventurero de la peor especie, Cario Brazzi, también franc-
masón, y uno de los dirigentes de ese «Sindicato nacional de Cooperativas»,
cuyos fondos servirán para subvencionar la marcha sobre Roma.

Sin embargo, Mussolini dedica sus mejores atenciones al Quirinal, de donde,


en última instancia, depende la fortuna del movimiento fascista. Desde su
polémica con «Il Giornale d’Italia» hasta su discurso de Udine no ha dejado de
dirigir consejos y amenazas públicamente a la Corona, para que sepan en
Roma a qué atenerse. No vacila en aplicar a la monarquía la misma táctica de
división y de «infiltraciones» que ya aplicó en relación con socialistas,
populares, liberales y republicanos. Mientras tanto, el rey ha seguido siendo
demasiado fiel a Giolitti, a quien espera ver de nuevo y pronto en el poder y
arrastrando tras un carro triunfal a las fuerzas amordazadas del fascismo y a
las desde ahora completamente inofensivas del socialismo. A mediados de
octubre, en Bruselas, durante la boda del príncipe heredero, Humberto, con
la princesa María José, y en una conversación con el rey Alberto de Bélgica le
confía su optimismo sobre la situación italiana: Giolitti tiene ya el encargo de
formar gobierno en el bolsillo y lo hará después de la reapertura de la
Cámara, fijada para el 7 de noviembre. Ahora bien, Mussolini cuenta con
importantes bazas en la propia casa del soberano. El primo del rey, el duque
de Aosta, casado con una Orléans intrigante y muy ambiciosa, está dispuesto
a favorecer los planes de Mussolini, que lo tiene encandilado con la esperanza
de una regencia. El duque de Aosta es un rematado reaccionario que desde
1920 proponía al rey instaurar en Italia un régimen análogo al de Horthy en
Hungría, es decir, una despiadada dictadura antisocialista y antiobrera. En
1919-1920 favoreció la empresa de Fiume y cubrió, con su actitud y gestiones
en la zona de guerra, la rendición de una parte del ejército. Ahora piensa

309
Angelo Tasca

llegar al final, ya que D’Annunzio, la francmasonería de la Piazza del Gesù y


algunos fascistas –entre ellos Mussolini– han pensado respectivamente en él
como posible candidato al trono en el caso de que el rey Víctor Manuel no se
adaptase a la nueva situación. En cualquier caso, Mussolini permite que sobre
esta cuestión circulen los rumores más inquietantes: para él, el duque de
Aosta no es más que un instrumento, un peón de su juego, extremamente
precioso, porque Víctor Manuel sabe ahora que se le ha encontrado un
sucesor dispuesto a traicionarle y que incluso le traiciona ya.

Otra influencia opera también en la corte en favor del fascismo: la de la reina


madre, Margarita de Saboya, la viuda de Humberto I, que fue quien inspiró la
política liberticida que debía desembocar en el atentado regio de Bresci en
1900. Cuando los tres «comandantes generales» de las fuerzas militares
fascistas: De Bono, De Vecchi e Italo Balbo, se reúnen en Bordighera para
ultimar los preparativos de la marcha sobre Roma, la reina Margarita los
invita a cenar en su palacio. De Bono y De Vecchi aceptan la invitación
percatándose de que la reina conoce las razones de su presencia en
Bordighera. Al despedirse de ellos formula –según cuenta Balbo en su Diario–
«los más vivos deseos para el éxito de los proyectos fascistas, que inspiran la
salud y grandeza de la Patria».

El «mando general» fascista establece en Bordighera su «plan» para la


marcha sobre Roma; el general De Bono ha escogido como puntos de
concentración para el reagrupamiento de las tropas fascistas Santa Marinella,
cerca de Civitavecchia, Monterotondo y Tívoli. Se prescinde de las fuerzas del
Sur. Se proyecta instalar en Perugia la sede del cuadrunvirato y concentrar en
Foligno, siempre en Umbría, las tropas que lleguen con retraso, que de este
modo constituirían una reserva.
Todavía el día 20, los tres «comandantes generales» se reúnen en Florencia
con Michele Bianchi y el diputado Giuriati; toman las últimas disposiciones
para la adunata de Nápoles y nombran a los «inspectores generales» de las
doce zonas en que han dividido Italia: la primera y la segunda zonas (Liguria,
Piamonte, provincia de Pavía y Lombardía) corresponden al capitán Gesare
Forni; la tercera (Alto Adigio y una parte de Venecia) corresponde a Italo
Bresciani; la cuarta (una parte de Venecia y toda la Venecia Julia) al diputado
mayor Giovarini Giuriati; la quinta (Emilia y la Romaña) al mayor Attilio.
Teruzzi; la sexta zona (Roma y Perugia) al teniente Ulisse Igliori; la séptima
(Toscana) al marqués Diño Perrone Compagni; la octava (Las Marcas y los
Abruzos) al capitán Giuseppe Bottai; la novena (Campania y Basilicata) al

310
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

capitán Aurelio Padovani; la décima (Apulia y Calabria) al diputado capitán


Giuseppe Caradonna; la undécima (Sicilia) al capitán Achille Starace; para la
duodécima (Cerdeña) se aplaza el nombramiento. Las columnas fascistas de
Santa Marinella serán dirigidas por el marqués Dino Perrone Compagni con la
colaboración del general Ceccherini; las de Monterotondo estarán bajo las
órdenes de Ulisse Igliori y del general Fara; las de Tívoli, bajo las órdenes de
Bottai. El general Zamboni será designado más tarde para dirigir las reservas
de Foligno.
El 24 de octubre se celebra en Nápoles la revista de las fuerzas fascistas.
Comienzan con un discurso de Mussolini, por la mañana, en el teatro San
Carlo. Tras haber evocado la guerra de 1918, mutilada «porque la absurda y
falsa concepción de la guerra democrática pudo impedir que nuestros
batallones victoriosos desfilasen por el Ring de Viena y; por las calles de
Budapest», Mussolini afirma que el momento presente es «el de la flecha
cuando parte del arco, debido a que la cuerda excesivamente tensada está a
punto de saltar». Seguidamente precisa la posición y las reivindicaciones
fascistas con respecto a la situación política italiana:
«Recordáis, afirma, que en la Cámara mi amigo Lupi y yo hemos
planteado los términos de una alternativa que no es solamente fascista
sino Italiana: «¿Legalidad o ilegalidad? ¿Conquistas parlamentarias o
insurreccionales? ¿Por qué caminos el fascismo se convertirá en el
Estado? Porque queremos convertirnos en el Estado. Pues bien, el 4 de
octubre, en mi discurso de Milán, ya he resuelto el problema. Hubiera
bastado correr hacia mí para que no tuviera que elegir. Pero el
gobierno deficiente que tiene su sede en Roma (en donde al lado de la
honestidad bonachona e inútil de Facta se encuentran tres almas
negras de la reacción antifascista: Taddei, Amendola y Alessio), ese
gobierno coloca el problema en el terreno policíaco y del orden
público... A la pregunta: ¿Fascistas, qué queréis?, ya hemos contestado
muy claramente que queremos la disolución de esta Cámara, la
reforma electoral y las elecciones inmediatas. Hemos pedido que el
Estado salga de la neutralidad grotesca en que se mantiene entre las
fuerzas nacionales y las fuerzas antinacionales. Hemos pedido severas
medidas financieras, el aplazamiento de la evacuación de la tercera
zona dálmata y cinco carteras además del Comisariado de la
emigración. Hemos pedido de una forma precisa los ministerios de
Asuntos Exteriores, de Guerra, de Marina, del Trabajo y de Obras
Públicas. Estoy convencido de que ninguno de vosotros juzgará

311
Angelo Tasca

excesivas estas peticiones; añadiré que en esta solución legal, mi


participación personal en el gobierno estaba excluida, y os quiero decir
el motivo: para mantener al fascismo bajo mi poder, debo conservar
una gran elasticidad de movimientos, incluso en el campo del
periodismo y de la polémica. ¿Qué se nos ha respondido? Nada. Peor
aún, nos han hecho proposiciones ridículas. Nos han hablado de un
ministerio sin cartera, de subsecretarías; todo esto es ridículo. No
tenemos intención de entrar en el gobierno por la puerta de servicio,
no tenemos intención de vender nuestro admirable derecho de
progenitura a cambio de un miserable plato de lentejas ministerial... El
problema, que no ha sido comprendido en sus términos históricos, se
presenta pues y se impone como un problema de fuerza».
Mussolini finaliza su discurso haciendo un elogio de la monarquía y del
ejército y elevando un himno a Nápoles, «futura reina de nuestro
Mediterráneo».
En la tarde del día 24, Mussolini asiste al desfile de 40.000 fascistas
concentrados en Nápoles y después a una reunión en la plaza del Plebiscito,
donde se despide de los camisas negras en los siguientes términos:
«Os digo con toda la solemnidad que exige el momento: desde ahora
se trata de una cuestión de días o tal vez de horas en que o bien se nos
da el gobierno, o lo tomaremos arrojándonos (calando) sobre Roma».
«Il Corriere della Sera», en su Editorial del día siguiente, subraya que:
«la marcha sobre Roma, desmentida diariamente en los artículos y en
las entrevistas, reaparece claramente en las palabras de despedida
pronunciadas por Mussolini: incluso se ha dicho, en vez de “marchar
sobre Roma”, “arrojarse” sobre Roma, como si fuera una presa».
Voluntariamente sordo y ciego, el gran órgano «liberal» añade: «Queremos
pensar que el discurso de Nápoles es más un signo de impaciencia que la
fórmula de una revolución». Desde luego, ésta no era la opinión de los
camisas negras que en la plaza del Plebiscito gritaban a voz en cuello: ¡A
Roma! ¡A Roma!
En esta atmósfera caldeada, tras esta ceremonia delirante, se celebra en el
Hotel Vesubio, en la propia habitación de Mussolini y a las 22 horas, la última
reunión que debe tomar las decisiones definitivas. Con Mussolini y con los
«cuadrunviros» De Bono, De Vecchi, Balbo y M. Bianchi están presentes
Teruzzi, Starace y Bastianini.

312
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Mussolini propone que las jerarquías políticas del partido cedan sus poderes
al «cuadrunvirato» el 26 de octubre a medianoche.

«El objetivo del movimiento debe ser la conquista del poder con un
ministerio que cuente, al menos, con seis ministros fascistas en los
puestos más importantes».90

Se decide la movilización inmediata para el 27: Inmediatamente después, el


día 28, acción acerca de objetivos limitados: prefecturas y cuestaturas,
estaciones, correos y telégrafos, estaciones de radio, periódicos y círculos
antifascistas, bolsas de trabajo. Una vez conquistadas las ciudades,
concentración inmediata, de las escuadras en las columnas designadas para
la marcha sobre Roma, en Santa Marinella, en Monterotondo, en Tívoli. Allí
en donde, la conquista de las ciudades es fácil y segura, puesto que toda la
población es fascista, como en él valle del Po y en Toscana, sólo se dejará a un
número restringido de fascistas para guardar las posiciones: todos los demás
serán enviados a los lugares de concentración. En cambio allí donde la
conquista, de la ciudad sea imposible o dudosa, no hay ni siquiera que
intentar el asalto contra los edificios públicos sino enviar a todos los fascistas
a las concentraciones de columnas. El plan debe desarrollarse según él orden
establecido en Milán y en Bordighera. Por la mañana del día 28, marcha
simultánea de las tres columnas, hacia la capital. La misma mañana del día
28, sábado, será lanzada en Perugia la proclamación del cuadrunvirato. En
cuanto a las armas, los cuadrunviratos ya han inspeccionado dos o tres
depósitos sobre los que se podrá intentar un golpe de mano. En cualquier
caso, los fascistas podrán desarmar a los pequeños destacamentos de
carabineros en el campo. Para Milán, Turín y Parma están previstas acciones
especiales.

A partir del día siguiente (el 25), y hasta altas horas de la noche, se celebran
las reuniones del mando donde se fijan «instrucciones detalladas» para los
comandantes de la zona, quienes se reintegran a sus respectivas residencias
para preparar la «movilización secreta» del 27. Para hacer frente a cualquier
eventualidad se precisa el plan militar. Debe desarrollarse en cinco etapas:
«1.° Movilización y ocupación de edificios públicos en las principales ciudades
del reino; 2.° Concentración de camisas negras en Santa Marinella, Perugia,
Tívoli, Monterotondo y Volturno; 3.° Ultimátum al gobierno Facta para
conminarlo a que ceda todos los poderes del Estado; 4.° Entrada en Roma y

90
Italo Balbo es quien da detalles sobre esta reunión de la que, además, estaba encargado de
hacer la reseña.
313
Angelo Tasca

ocupación de los ministerios a cualquier precio. En caso de derrota, las


milicias fascistas deberán replegarse hacia Italia central, protegidas por las
reservas concentradas en Umbría; 5.° La formación de un gobierno fascista en
una ciudad de Italia central. Concentración rápida de camisas negras en el
valle del Po y continuación de la acción sobre Roma hasta la victoria y la toma
del poder». Como se verá un poco después, sólo se cubrió la primera etapa, y
aún parcialmente. La segunda se realizó en medio de la mayor confusión, y la
marcha sobre Roma hubiera fracasado si por otro lado no hubiera
evolucionado la situación política; Esta evolución hizo inútiles las restantes
etapas.

En la tarde del 24 comienza la dislocación de las squadre: trenes especiales


devuelven a sus ciudades a los fascistas llegados a Nápoles, desde todos los
puntos de Italia. Al día siguiente, a primera hora de la tarde Mussolini
abandona la ciudad y lo mismo hacen los restantes jefes, con objeto de dar en
sus regiones la orden de movilización. Por consiguiente, la «marcha sobre
Roma» se realizará... ¿Realmente Mussolini la ha deseado?

La historiografía oficial del fascismo no lo duda; otros, en cambio, lo niegan,


basándose en el testimonio de algunos colaboradores del «Duce», que nos los
describen vacilante, deseoso de llegar a un compromiso, hasta el punto de
afirmar que hubo «que empujarle a Roma a patadas»; otros, finalmente, lo
pintan apostando en todos los tableros, negociando con todo el mundo,
traicionando a todos, para decidirse en el último minuto en función de las
circunstancias y de su propia conveniencia. Cada una de estas «instantáneas»
–y sobre todo la última– capta una actitud real del «Duce» en un momento
determinado, pero no proporciona una respuesta a la cuestión planteada.
Entre 1921 y la huelga general de agosto de 1922 Mussolini se autorre-
presenta su propia ascensión al poder bajo la forma de una participación en
un gobierno de coalición: gobierno de los tres «partidos de masas» en julio de
1921, gobierno de unión nacional orientada a la derecha en 1922, eventual-
mente con una punterella socialista. Tras la huelga de agosto y durante
algunas semanas más aún considera la posibilidad de un ministerio de
coalición que no seria presidido por él: Mussolini piensa en Giolitti, en
Salandra, en Nitti! ¿O tal vez ha intentado engañarlos para mejor disimular los
preparativos de la «marcha»? Se podría admitir esta hipótesis en el caso de
que Mussolini fuese absolutamente libre para elegir su camino y poder hacer
abstracción del factor «tiempo». Pero después de las grandes «ofensivas»
fascistas, Mussolini sintió que había que ir al poder lo más rápidamente
posible, y ahora esta exigencia se ha convertido en un imperativo. Ahora bien,
314
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Mussolini no está en modo alguno seguró de que el fascismo pueda llegar por
medio de la acción directa y de la violencia. Comprende perfectamente qué el
Estado, por muy débil que sea, puede, incluso con medidas elementales,
impedir un golpe de mano. A veces la idea de consagrar «su» victoria con una
entrada teatral en Roma encabezando a las legiones fascistas le hace sonreír
de satisfacción, pero su instinto más profundo le hace desconfiar de cualquier
«romanticismo» y le empuja a considerar soluciones menos brillantes y
menos arriesgadas. Si la «marcha sobre Roma» se presenta demasiado
aleatoria, hay que encontrar a cualquier precio otros medios: ésto explica las
conversaciones con los viejos políticos.

Cuando Mussolini plantea la alternativa: conquista legal o acción violenta, es


«sincero» porque sigue la lógica de la situación y de sus intereses y porque
realmente la elección se impone, a él y a todo el movimiento fascista. Por un
lado capta hasta qué punto la situación se ha modificado a su favor, y qué
fuerzas han puesto en sus manos las ofensivas fascistas, la carencia del Estado
y los errores de sus adversarios. Mussolini quiere utilizar esas fuerzas hasta el
final, traducidas en el plano del poder político. Por otro lado, comprende que
la situación ha alcanzado tal punto de tensión que la decisión no puede
aplazarse por mucho tiempo. Ya a comienzos de octubre temió verse obligado
a elegir entre un gobierno Giolitti y la insurrección, e hizo cuanto pudo para
no dejarse encerrar en ese callejón sin salida. Entre todas las razones que le
empujan a tomar una decisión a mediados de octubre, hay dos sobre todo
que cuentan: la voluntad de Giolitti de formar un gobierno incluso sin los
fascistas, y la presentación dramática en Roma de D’Annunzio y los ex
combatientes ante el Altar de la Patria que el gobierno Facta proyecta para el
día 4 de noviembre. En este momento, el P.N.F. pide la convocatoria
inmediata de la Cámara y nuevas elecciones. Según Italo Balbo, sólo se trata
de una maniobra.

«Jugamos al escondite –dice en su Diario–: El espectro de las elecciones


es más que suficiente para cegar a los viejos parlamentarios, que ya se
han puesto en marcha para obtener nuestra alianza. Con este cebo
haremos con ellos lo que nos de la gana. Nacimos ayer, pero somos
más inteligentes que ellos».

Es probable que esta explicación venga del propio Mussolini. Pero su


maniobra es más complicada de lo que aparece ante los ojos de sus ardientes
colaboradores. Tanto más puede hablar Mussolini de elecciones cuanto que
en este aspecto está seguro de obtener un importante éxito. El 16 y el 23 de

315
Angelo Tasca

octubre, en las elecciones administrativas de las provincias de Rovigo. y de


Reggio Emilia las listas fascistas consiguieron amplias mayorías; los socialistas,
victoriosos en todas partes en noviembre de 1920, han debido renunciar a la
lucha. En Milán, los populares y los demócratas entraron con los fascistas en
la lista del bloque nacional para arrebatar el municipio a los socialistas. Las
conversaciones con Giolitti han fracasado, pero Mussolini continúa proyec-
tando la «marcha sobre Roma» o más bien la movilización de las fuerzas
militares del fascismo como un medio de imponer la solución que Giolitti no
ha querido: el movimiento –precisó en la reunión del Hotel Vesubio– debe
imponer «la formación de un gabinete que cuente al menos a seis fascistas en
los ministerios más importantes». Aún después del 16 de octubre, Mussolini
no se deja ganar por la mística de la «marcha». Ésta sigue siendo para él un
medio, un medio como cualquier otro, más peligroso que los demás, y en su
fuero interno espera hasta el último momento para no tenerlo que emplear. 91

Los comandantes de la milicia y los jefes escuadristas, en cambio, no conciben


otra solución. Son ellos los que, en la reunión de Nápoles, piden «la
movilización inmediata para llegar hasta el final». Mussolini trata de
mantener una gran libertad de movimientos y continúa las conversaciones,
sin comunicar a los otros jefes fascistas el contenido preciso, o incluso sin
decir una palabra, como en el caso de los contactos con Nitti. Seguramente
durante este período es cuando, según Massimo Rocca, irritado por la
impaciencia de los partidos de la acción directa, exclamó:

«Por segunda vez me he creado en el fascismo una fuerza personal; si


el fascismo no quiere servirme, lo aplastaré».

El secretario de la Confederación general de Industria, el diputado Gino


Olivetti, que estuvo mezclado en las conversaciones políticas con Mussolini en
la víspera de la marcha sobre Roma; dirá más tarde a un diputado socialista:

«Mussolini ha maniobrado con una habilidad diabólica. Hasta el último


momento ha tratado con todo el mundo, y cuando obtuvo la certeza
de estar bien situado en cualquier gabinete, desencadenó, o dejó que
se desencadenase, la marcha sobre Roma».

91
En las instrucciones establecidas en Nápoles para la marcha sobre Roma se dice: «En el caso de
que se encontrara una resistencia armada por parte del gobierno, evítese en todo lo posible
enfrentarse a las tropas, hacia las que hay que manifestar sentimientos de simpatía y respeto. En
el caso de que se ofreciera, no aceptar la ayuda de los regimientos a las escuadras de acción. Esta
eventualidad será examinada por el Cuadrunvirato solamente en caso de conflicto.»
316
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

No solamente quiso Mussolini distraer la atención de sus adversarios y


engañarlos, sino también reservarse soluciones de recambio. En su fuero
interno, la «marcha sobre Roma» fue en el contexto de las transacciones un
medio de presión para concluirlas satisfactoriamente. Finalmente, al confiar
Mussolini todos los poderes al cuadrunvirato fascista se desembarazó de toda
responsabilidad directa en la aventura, al tiempo que se procuraba la
posibilidad de actuar al margen del marco de la «marcha sobre Roma». En el
fondo, tiene más confianza en su habilidad maniobrera que en los recursos
militares del «mando general». Con razón Gaetano Salvemini, en un penetrante
estudio dedicado al Advenimiento de Mussolini, señala que Mussolini salió de
Nápoles el día 25, atravesó Roma sin detenerse, se abstuvo de reunirse con el
cuadrunvirato en Perugia y se dirigió a Milán. Si hubiera tenido fe en la
solución victoriosa del movimiento, «se hubiera parado ciertamente en
Perugia para atribuirse toda la gloria del “combate” y de la victoria». Ahora
bien, prefirió permanecer en Milán, a 800 kilómetros de Roma, pero sólo a
dos horas de la frontera suiza, procurándose no sólo posiciones políticas de
repliegue, sino también la posibilidad de una huida para el caso de que la
situación evolucionase hacia lo peor.

Tras la jornada del 24, el Congreso fascista de Nápoles, que se abre al día
siguiente, ha perdido todo interés. Sin embargo se celebra.

«El Congreso –señala Italo Balbo– está casi desierto. Pero quedan los
obstinados, los que han preparado sus discursos y no quieren
renunciar. Es preciso que la comedia del Congreso continúe aún, al
menos hasta mañana por la tarde. Solamente de este modo podremos
engañar al gobierno y a la opinión pública».

Aunque es cierto que este Congreso no puede engañar sino a aquellos que lo
desean, ya que las alusiones a la acción inminente se repiten continuamente:
Michele Bianchi en su breve alocución afirma:

«Actualmente en la balanza de la política y en la nación italiana,


nosotros constituimos el mayor peso. La situación presente tiene cosas
para enorgullecemos. Hasta hace pocos días estábamos todos un poco
vacilantes, pero seguramente sentís, como yo mismo siento, que en el
transcurso de las últimas veinticuatro horas todas las vacilaciones han
cedido ante una voluntad obstinada y precisa que quiere y debe
vencer. ¿Cómo obtendremos la victoria?

317
Angelo Tasca

No tiene sentido, me parece, discutir esto en pleno Congreso, tampoco


tiene mayor sentido convocar al comité secreto que cuenta con más
de setenta miembros. Nos basta con mirarnos para comprendernos, y
creo que ya nos hemos comprendido plenamente».

Como los debates se prolongan, el propio Bianchi interrumpe la discusión


proclamando: «Fascistas, en Nápoles está lloviendo ¿qué estáis haciendo aquí
todavía?» Sin embargo, el día 26 de octubre siguiente prosiguen los debates.
Se expresan opiniones sobre diferentes cuestiones, pero no se decide nada
sobre ninguna, porque pronto se van a abordar desde el punto de vista de las
responsabilidades gubernamentales y de los recursos del poder. Por ejemplo,
sobre el problema electoral, Grandi señala:

«Las jerarquías políticas ya no cuentan; han transmitido sus poderes al


Estado Mayor general. Actualmente ya no hay nada que discutir, sólo
queda obedecer».

El informe de Dulan sobre la política exterior provoca un corto debate en el


transcurso del cual un congresista reclama la solución del problema de los
italianos en Túnez, congratulándose de que «el actual caos internacional nos
sea favorable, ya que de este modo podemos confiar en una revisión de los
tratados y una mejora de nuestra situación»; pero aconseja la prudencia
porque «un partido que está en vísperas de ocupar la Consulta hace bien en
no prometer nada».

En Roma, los medios gubernamentales han seguido las fórmulas de Nápoles


con sentimientos variados. Los que temían ver a las escuadras fascistas
marchar directamente desde Nápoles hacia la capital, se sienten tranquilizados;
los que esperaban, provocados por los incidentes, una acción represiva
vigorosa del gobierno, se sienten defraudados. Pero los discursos de
Mussolini, sus amenazas y sus alusiones colocan al gabinete Facta en una
situación insostenible, hay que tomar posición, ya no es posible esperar al 7
de noviembre y la convocatoria de la Cámara. Las derechas están alertas y
deciden precipitar la crisis para impedir cualquier combinación Giolitti. A
ruegos de los diputados fascistas De Vecchi y Grandi, Salandra invita a Facta a
dimitir. Pero como éste vacila, el hombre de confianza de las derechas y de
los fascistas en el gobierno, Riccio, amenaza con dimitir él solo y de este
modo se llega en la tarde del día 26 a un compromiso: después de un consejo
que duró desde las 6 a las 7 de la tarde, los ministros no dimiten, sino que
deciden poner sus carteras «a disposición del presidente del consejo, para

318
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

dejarle la facultad de examinar con la mayor libertad la situación». En la


noche del 26 al 27, a la una de la madrugada, Michele Bianchi telefonea a
Mussolini para informarle sobre la situación y recibe por respuesta: «No hay
nada que cambiar en las decisiones adoptadas».

Al día siguiente, viernes 27, se reúne de nuevo el consejo de ministros, y tras


una discusión de tres horas, que acaba a las siete y media de la tarde,
presenta la dimisión. Al mismo tiempo al conocerse que la movilización
fascista ha comenzado se decide la adopción de una serie de medidas y se
transmiten los poderes a las autoridades militares a partir de la medianoche.
La dimisión el gabinete agrava la crisis y debilita aún más al gobierno, que
renuncia a su autoridad en el preciso momento en que tendría que afirmarla
con la mayor energía. Las derechas quieren prevenir la marcha sobre Roma
mediante una combinación ministerial presidida por Salandra, aunque
utilizando, como en 1914, la presión fascista para imponerla. Todos los
periódicos conservadores y liberales, desde «Il Corriere della Sera» a «Il
Giornale d’Italia», piden un «gobierno fuerte» del que formen parte los
fascistas. «L’Idea nazionale», órgano nacionalista, exige abiertamente una
solución extraparlamentaria de la crisis:

«Facta –escribe este periódico– ha demostrado que conocía las


necesidades del momento al presentar la dimisión del gabinete sin
esperar el voto del Parlamento. Pero la dimisión del gabinete no
basta... La solución de la crisis presente no puede encontrarse en el
terreno parlamentario. La crisis no ha sido determinada por un
desplazamiento de las fuerzas parlamentarias, sino por un profundo
cambio en la conciencia del país y por la maduración de nuevas
energías dispuestas a explotar de un momento a otro».

Mientras tanto, las conversaciones y las maniobras continúan. Orlando y el


prefecto Lusignoli acuden a Cavour para visitar a Giolitti, que celebra su
ochenta aniversario. D’Annunzio, que, después del concordato con Mussolini,
ya no está tan decidido a estar en Roma el 4 de noviembre, cede cada vez
más. Los jefes de la Asociación de mutilados de guerra, Ruggerio Romano y
Cario Delcroix, han acudido a Gardone para persuadir al «Comandante» de
que no renuncie a su proyecto. Esta iniciativa fracasa, puesto que el 27 se
anuncia que la ceremonia del 4 de noviembre no se celebrará, «con el fin de
evitar que la noble iniciativa de los mutilados y el nombre y la persona de
D’Annunzio puedan servir para oscuras maniobras políticas».

319
Angelo Tasca

Facta se pone en contacto con el rey y con Mussolini y pide a ambos que
acudan a Roma. El rey, que está veraneando en San Rossore, regresa a las 8
de la tarde a la capital. Mussolini se niega a hacerlo. La misma tarde, Facta
acude a visitar al rey presentándole la dimisión del gobierno. Parece ser que
el rey está bastante irritado ante los acontecimientos, pero Facta le tranquiliza
y trata de demostrarle que la situación no es demasiado grave y que las
medidas adoptadas darán tiempo para encontrar una solución. 92 Porque
también Facta tiene su solución. En el discurso de Nápoles, Mussolini rindió
homenaje a su «honestidad» y denunció el «antifascismo» de los ministros
Taddei, Améndola y Alessio. ¿No se podría, por tanto, formar un tercer
gabinete Facta sustituyéndolos por tres ministros fascistas? 93 Sin embargo, las
declaraciones que el secretario del P.N.F., M. Bianchi, hace a la prensa
durante la noche del 27 al 28 no dejan ninguna esperanza para una solución
de este tipo:

92
Facta tuvo una primera entrevista con el rey en la salita de espera real de la estación y una
segunda sobre las 9 de la noche. Salvemini mantiene –no conocemos la fuente en que se basa–
que el rey se mostró indignado ante lo que pasaba: «Antes que ceder –dijo en piamontés– me
marcharía con mi mujer y mi hijo». («El advenimiento de Mussolini», en Res Publica, Bruselas,
octubre de 1932). Sobre las conversaciones entre Facta y el rey celebradas la tarde del 27 de
octubre, hoy se tienen numerosos testimonios que confirman lo que había contado Salvemini
sobre el estado de ánimo del soberano. También es cierto. que Facta propuso al rey decretar el
estado de sitio desde la breve entrevista que tuvieron en la Stacione Termini de acuerdo con lo
que Facta cuenta más tarde a Bergamini. ¿Dio el rey su acuerdo formal a esta medida? El rey no
era hombre para comprometerse hasta ese punto en una decisión gubernamental; Facta no era
hombre para tomar una medida tan grave sin contar con el consentimiento del rey. La segunda
conversación con el rey en la Villa Savoia sobre las 11 de la noche, en un momento en que las
noticias procedentes de todas partes revelaban que la situación se agravaba rápidamente, dio
con toda seguridad a Facta la impresión de que el estado de sitio era inevitable y que el rey lo
reconocía así. El secretario particular de Facta, Amadeo Paoletti, que le había acompañado a Villa
Savoia, cuenta que el presidente, al salir de la segunda audiencia real, se fue al Viminal «porque
había que preparar el decreto de estado de sitio que el rey debía firmar al día siguiente». Por si
pudiera quedar alguna duda a este respecto, el testimonio, hoy hecho público, del diputado
Giuseppe Paratore, pone finalmente las cosas en claro: «En la noche (del 27 al 28), el Consejo de
ministros fue convocado de improviso; se discutió y se tomó una decisión sobre el estado de sitio.
El primer ayudante de campo del rey estaba presente en el Viminal y afirmó, ante la perplejidad
de algunos ministros, que si no se decretaba el estado de sitio, el jefe del Estado abandonaría
Italia» («Política parlamentare», julio de 1949).
93
El conde Sforza ha dado a la publicidad en sus Constructores de la Europa moderna las
confidencias que después de octubre de 1922 le hicieron Giolitti y el Senador Taddei: «Cuando
mostré a Giolitti mi sorpresa de que no hubiera considerado su deber, en otoño de 1922, venir a
Roma y hacerse cargo del poder, la respuesta que recibí fue que probablemente él se había
equivocado, pero que las objeciones de toda clase que Facta le hacía para que no se moviera de
su casa de campo en Cavour eran infinitas e inagotables. Incluso le telegrafió cuando ya había
decidido salir de Cavour para Roma diciéndole que las inundaciones hacían peligroso el viaje. La
explicación de Giolitti era que Facta se había dejado engañar por ciertas confidencias de los
fascistas, que habían puesto ante sus ojos, como un espejismo, la esperanza de que seguiría
siendo primer ministro en un nuevo gobierno formado por Mussolini y otros fascistas».
320
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

«La crisis es extraparlamentaria –afirma Bianchi–; la Cámara ha


quedado aparte. No ha dado ninguna indicación. La sucesión debe
recaer en aquellos que, al margen del Parlamento, han provocado la
crisis, es decir, en los fascistas... A la luz del buen sentido, se debería
constituir un gabinete Mussolini... Un gabinete Salandra, o Giolitti, u
Orlando, o Giolitti-Orlando, es un contrasentido, y en cualquier caso
recordad que cualquier combinación que comprenda a los fascistas
debe reservarles el ministerio del Interior». 94

M. Bianchi termina finalmente sus declaraciones dando un nuevo mentís a los


rumores de una marcha sobre Roma, de una movilización general y de un
golpe de Estado. «La conquista de Roma ha empezado y no necesitamos ni
movilización ni golpe de Estado». 95 Al mismo tiempo, llegan a Roma las
noticias que ya no pueden ignorarse sobre la movilización fascista y la
ocupación de cuarteles y edificios públicos en determinadas ciudades de
Toscana. Al día siguiente «Il Popolo d’Italia» aparece, por la mañana, con los
siguientes titulares: La historia de Italia está en un momento crucial. –La
movilización de los fascistas en Toscana–. Todos los cuarteles de Siena están
ocupados por los fascistas. Los soldados verdigrises confraternizan con los
camisas negras. Por consiguiente, Facta se ve obligado a convocar durante la
noche el Consejo de ministros, que decide la proclamación del estado de sitio
a partir del sábado 28, al mediodía.

Durante la mañana del día 28 es cuando se decide la suerte de Italia. La


dimisión del gobierno ha dejado este albur en las manos del rey, que
bruscamente se ha convertido en el árbitro de la situación. En torno al
Quirinal y en torno del Viminal se juega una partida muy disputada cuyas
fases se pueden seguir hora por hora y en la que todos los personajes tienen
un papel de tragicomedia que complica aún más el entramado. A las nueve,
Facta visita al rey para presentarle a la firma el decreto del estado de sitio,
anunciado al país en una proclama del gobierno.96
94
En cambio, el ministerio del Interior era el único de los ministerios importantes que Mussolini
no reclamó en su discurso de Nápoles
95
Algunas horas más tarde, Bianchi, que había marchado a Perugia donde éstaba establecida la
sede del cuadrunvirato, entró en el palacio de la Prefectura y llamó al ministro del Interior. «Por
azar –cuenta Balbo–, el mismo Facta se precipitó al aparato: creía que era su prefecto. Michelino
Bianchi le comunicó entonces el cambio forzado de la guardia en la prefectura de Perugia y la
ocupación de la ciudad por los fascistas». En realidad, no fue Facta quien respondió, sino su jefe
de gabinete, quien reconoció la voz de Bianchi a pesar de sus esfuerzos por deformarla.
96
El texto es el siguiente: «Se han producido, manifestaciones sediciosas en algunas provincias de
Italia, coordinadas para obstaculizar el funcionamiento normal de los poderes del Estado y
susceptibles de hacer caer al país en el más gravé caos. El gobierno, en la medida de sus
posibilidades, ha intentado todos los caminos para la conciliación, con la esperanza de que los
321
Angelo Tasca

Pero antes de esta entrevista, ya otras iniciativas han tratado de impedir la


ejecución de la decisión ministerial. Desde primeras horas de la mañana se
han estado ejerciendo presiones sobre el rey.

«A las siete y media –cuenta Chiurco–, el doctor Ernesto Civelli (que


había sido encargado de proveer conjuntamente con el ingeniero
Postjglione «a todos los servicios para la milicia fascista movilizada») –
solo, primero que todos los demás– explica al soberano la situación,
anunciándole la concentración de 70.000 fascistas que cercan a Roma.
Asegura que los fascistas están con el rey, siempre y cuando el rey esté
con ellos».

Por otra parte, a las seis de la mañana, el diputado nacionalista Federzoni y


Roberto Forges Davanzati, redactor de «L’Idea Nazionale», visitan a Facta y le
preguntan si aún tiene contactos con los dirigentes del movimiento fascista.
Ante la respuesta negativa de Facta, se ofrecen para restablecer esos
contactos, y desde el mismo gabinete del presidente del consejo telefonean a
De Vecchi a Perugia, sede del cuadrunvirato fascista, y a Mussolini en Milán,
invitándoles a acudir a Roma. De Vecchi acepta; Mussolini, una vez más,
rechaza.

Una vez regresado al Viminal Facta informa al Consejo de ministros sobre las
vacilaciones del rey. El Consejo le encarga que visite de nuevo al soberano y le
insista para que sancione el estado de sitio ya proclamado. Probablemente,
entre la primera y segunda visita de Facta, que tiene lugar alrededor de las
diez de la mañana, hubo otras intervenciones para presionar al rey: la de
Federzoni, que anuncia la movilización nacionalista; la del almirante Thaon di
Revel, que pide al rey que evite cualquier conflicto entre los fascistas y el
ejército. También le hacen llegar la noticia de que su primo, el duque de
Aosta, se encuentra en Bevagna, no lejos de Perugia, en contacto con el
cuadrunvirato y dispuesto a dejarse instalar en el trono si el rey es depuesto
por los fascistas o renuncia a la corona. 97 Por ello, Facta recibe un segundo y

espíritus recobren la concordia y para asegurar la solución pacífica de la crisis. Ante las tentativas
de insurrección, el gobierno dimisionario tiene el deber de mantener por todos los medios y a
toda costa el orden público. Este deber lo cumplirá íntegramente para salvaguardar a los
ciudadanos y las libres instituciones constitucionales. Que los ciudadanos conserven la calma y
tengan confianza en las medidas de seguridad que han sido adoptadas. ¡Viva Italia! ¡Viva el Rey!»
Este llamamiento sólo se hizo público en Roma: en varias ciudades fueron los mismos fascistas,
que habían ocupado los servicios telefónicos, quienes lo recibieron.
97
Siempre según el testimonio, digno de toda confianza, del conde Sforza, el senador Taddei,
ministro del Interior del gabinete dimisionario, «después de reunir un montón de indicios a los
que en un primer momento apenas había dado importancia, llegó a la convicción de que Facta,
contrariamente al mandato formal que por dos meses le había confiado el gabinete, había
322
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

definitivo rechazo del rey, por lo que el Consejo de ministros no tiene más
remedio que retirar el decreto. A las once y media de la mañana, la agencia
Stefani es «autorizada a anunciar que la medida concerniente a la proclamación
del estado de sitio deja de tener efecto».

La decisión del rey desautorizando a su gobierno le quita a éste la escasa


autoridad que podía quedarle, al tiempo que modifica totalmente la situación.
Ésta situación es la que crea lo irreparable desde cualquier punto de vista.

«Al revocar el estado de sitio –escribe el historiador Salvemini– el rey


nó solamente desarma al gabinete dimisionario, sino que también
renuncia a la facultad de designar libremente al nuevo presidente del
Consejo. Hasta las doce y cuarto del 28 de octubre –hora en que el
comunicado de Stefani fue transmitido a los periódicos–, Salandra y el
rey habrían podido negociar con los fascistas para hacerles entrar en el
gobierno en calidad de subordinados. A partir de las doce y cuarto del
28 de octubre, Mussolini se convierte en el amo».

En la tarde de 28, el rey continúa sus consultas. De Vecchi llega a Roma a la


una y visita al rey, que también recibe al presidente de la Cámara, De Nicola, y
a los diputados Cocco-Ortu, Orlando, De Nava y Salandra. Giolitti y Mussolini,
que también han sido llamados, no han acudido. A las cinco de la tarde el rey
recibe por tercera vez a Facta y por segunda vez a De Vecchi, que:

desaconsejado al rey sobre la firma del decreto de ley marcial, alegando la falta de autoridad de
un gabinete dimitido y que él mismo mantenía dimisionario». Los testimonios de que ahora se
dispone sobre la conducta de Facta en octubre de 1922 permiten dar una interpretación al
menos más probable. Sus reticencias no eran debidas a razones bajas. Se puede ver en ellas el
reflejo de una ambición que superaba la medida de sus fuerzas. Estimaba que estaba más
calificado que Giolitti para conseguir un gobierno de unión con los fascistas cuyos emisarios
tenían mucho interés en anclarle en este convencimiento. Facta tenía así en reserva la carta
D’Annunzio de quien Giolitti no podía disponer. No es exacto decir que en el Consejo de ministros
de 26 de octubre Facta quisiera solamente ganar tiempo. La mañana del 28, según las Memorias
de Soleri, aún conservaba en el fondo de su corazón, y resignándose a la «manera fuerte»
impuesta por la precipitación de los acontecimientos, la vaga esperanza de una solución de
compromiso, es decir, de «una reorganización de su gobierno incluyendo a los fascistas».
Nos parece que debe excluirse la hipótesis de Taddei (citada por Sforza) según la cual, Facta, al ir
a ver al rey el 18 de octubre, le había aconsejado encarecidamente que no firmara el decreto. Sin
duda, la hipótesis que ha formulado Salvemini se acerca más a la realidad: «Facta no muestra
firmeza al pedirle al rey que firme» («Il Ponte», noviembre de 1948). Después de haber
anunciado al rey la unánime decisión del Consejo de ministros sobre el estado de sitio, Facta
debió encontrarse desarmado ante las objeciones del rey en el sentido de que no estaba en
disposición de presionar eficazmente. Cuando Facta fue a ver al rey, éste ya no necesitaba
consejos en uno u en otro sentido. El consejo ya había llegado por la noche: el rey había
establecido con los fascistas un compromiso que esperaba realizar bajo la égida protectora de
una solución Salandra. En seguida el rey reivindicó abiertamente la responsabilidad y la iniciativa
de su decisión al afirmar a De Vecchi: «Deseo que los italianos sepan que he sido yo quien se ha
negado a firmar el decreto del estado de sitio».
323
Angelo Tasca

«ha expuesto al rey los fines altamente patrióticos del movimiento».

Expresándose de este modo, relatan los periódicos, el cuadrunviro De Vecchi


estaba muy emocionado y el rey también, que lo abrazó manifestándole que
se había negado, él solo, a estampar su firma en el decreto de estado de sitio,
y que él daría a Italia

«el gobierno que respondiera mejor a las necesidades nacionales


aunque observando escrupulosamente las garantías constitucionales».

Para formar este nuevo gobierno, el rey llama a las seis de la tarde a Salandra,
que inmediatamente se pone en contacto con los jefes fascistas, De Vécchi,
Ciano y Grandi y les expone sus intenciones. «Il Giornale d’Italia» publica,
entre las 9 y 10 de la noche, su sexta edición (que aparece con fecha 29, día
siguiente) con la noticia de la constitución del gabinete Salandra-Mussolini en
el cual cuatro carteras quedan reservadas para los fascistas.

¿Maniobra para preparar a la opinión pública y para comprometer a los


fascistas? Probablemente, pero esta maniobra está basada sobre un elemento
positivo: la aceptación de principio de los jefes fascistas, que únicamente se
han reservado obtener el consentimiento de Mussolini, del que no dudan.
Que la mayoría de los jefes fascistas estuvieron de acuerdo en aceptar las
proposiciones de Salandra, lo prueba taxativamente un artículo de Giovanni
Marinelli, secretario administrativo del P.N.F., y tesorero de la «marcha sobre
Roma». Más tarde ha relatado cómo fueron rotas las conversaciones: «A las
once de la noche (del día 28) –después de las últimas conversaciones en el
Quirinal en las que participaron Salandra, De Vecchi y otros–, De Vecchi,
Ciano, Giovanni Marinelli, Grandi, Postiglione y Polverelli se reunieron en la
redacción romana del diario «Il Resto del Cartino», en la plaza Colorína. Se
hizo una exposición serena y objetiva de los acontecimientos, de los tratos
realizados y de las nuevas tentativas iniciadas. Con una longanimidad sin
igual, se consideró la posibilidad de una combinación Salandra-Mussolini. El
autor de estas líneas y Postiglioni recibieron la penosa misión de telefonear al
Duce para informarle de. todo este laborioso asunto. Lo hicimos, aunque con
la sospecha de que la. solución sería muy diferente. A la una de la madrugada
entramos en el Viminal, que estaba casi desierto. Subimos al despacho del
ministro del Interior. Era imposible localizar a Taddei y solamente pudimos
encontrar al subsecretario del Interior, Fumarola, y a su jefe de gabinete. Nos
recibieron entre asombrados y aterrorizados poniendo inmediatamente a
nuestra disposición comunicación telefónica con Milán, que era el objetivo de

324
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

nuestra visita. Postiglione, puesto en comunicación con el Duce, le leyó la


proposición de la combinación conocida; Mussolini le escuchó sin inter-
rumpirlo. Una vez acabada la lectura, y tras haber preguntado si no había
nada más que comunicarle, Mussolini respondió con las palabras siguientes:

«No merecía la pena movilizar el ejército fascista, hacer una


revolución, y tener una serie de muertos, pará una solución Salandra-
Mussolini y por cuatro carteras ministeriales. No acepto». Y a
continuación se oyó el golpe seco del auricular contra el aparato. Muy
emocionados, comunicamos a De Vécchi, que nos esperaba en el Hotel
Moderno, la respuesta definitiva del Duce».98
98
Todavía en la noche del 26 al 27 Mussolini vaciló en el momento en que Bianchi le telefoneaba
y esperaba la respuesta de Giolitti. Después telefoneó a Salandra, durante el retorno de Lusignoli
a Milán, para tantear el terreno. Alberto Albertini cuenta que algunas horas después de
telefonear a Salandra, en su conversación con el prefecto parecía que rebajaba «algunas de sus
pretensiones (proclamadas en el discurso de Nápoles): se contentaba con cuatro carteras».
Su conversación telefónica del día 27 por la tarde con Farinacci pone de manifiesto otra
vacilación. Farinacci, que se encuentra en Cremona, le dice que ha recibido de Perugia orden de
suspender la acción durante veinticuatro horas; al parecer, Facta había presentado la dimisión e
invitaba a Mussolini a entrar en el nuevo gobierno; así que «hay que esperar la solución de las
negociaciones». Farinacci llama la atención de Mussolini sobre las dificultades en que le sitúa la
orden de espera. Mussolini le pregunta si ya hay muertos, etc.; ante la respuesta afirmativa de
Farinacci, Mussolini concluye: «Ante este hecho no hay más remedio que continuar». Pero su
actitud se precisa y se endurece desde las primeras horas del 28.
Se ha escrito que en este momento Mussolini había vacilado ante la propuesta de sus amigos
de... Roma, y que el diputado Aldo Finzi, que se encontraba a su lado en Milán, le había quitado
el aparató de. las manos y había respondido en su lugar: «No hay gobierno Salandra que valga;
nos hace falta un gobierno Mussolini». ¿En qué momento intervino Finzi? Seguramente no en la
conversación del 27 a primera hora con Bianchi, ni en la de la mañana del 28 con Federzoni, cuyo
texto interceptado se ha conservado a través de E. Ferraris. Hay indicios, pero es difícil saber
hasta qué punto fiables, de que se hizo un último intento para persuadir a Mussolini de que
entrara en la nueva combinación gubernamental. el parecer hubo un telefonazo de De Vecchi a
Acerbo el día 29 a las siete de la mañana (B.P.I. n.° 192). El «misterio» del episodio Finzi se aclara
con las indicaciones más precisas aportadas por G. Salvemini («Il Ponte», noviembre de 1948). La
intervención de Finzi tuvo lugar el día 28 a última hora de la tarde. A este respecto hay el
testimonio explícito en una carta del 10 de junio de 1927 escrita por Giorgio Schiff-Giorgini y
publicada por Salvemini en la revista americana Current History (febrero de 1933): «El 28 de
octubre de 1922 sobre las siete de la tarde, el rey, que por la mañana se había negado a firmar el
decreto sobre el estado de sitio, creyó que podría resolver la crisis llamando a. Salandra para que
formara un nuevo gobierno. De Vecchi telefoneó desde Roma a Milán y ofreció a Mussolini y sus
amigos cuatro carteras con la condición de que no fueran ni la presidencia del Consejo, ni Interior
ni Asuntos Exteriores. Mussolini se encontraba en la oficina de la dirección de «Il Popolo d’Italia»,
en una cabina telefónica. En una salita vecina estaban Finzi y Schiff-Giorgini. Mussolini empezó a
discutir por teléfono con De Vecchi sobre el número y la naturaleza de las carteras que se le
ofrecían y era evidente que en principio estaba dispuesto a participar en un gobierno Salandra.
Entonces. Finzi se precipitó sobre Mussolini, le quitó el teléfono de las manos y gritó: «Los
Camisas negras, marchan hacia Roma, la sangre ya ha corrido. No hay ningún acuerdo posible;
sólo queda una solución: el gobierno Mussolini». Una vez que colgó el teléfono, Mussolini
reflexionó un instante, y dirigiéndose a Finzi le dijo: «Tienes razón». Persuadido ya y envalen-
tonado, Mussolini rechazará enérgicamente las últimas propuestas que se le hacen durante la
noche.
325
Angelo Tasca

En el momento en que Mussolini recibía la llamada de teléfono de Postiglione


(entre la una y la una y inedia de la madrugada del día 29), acababa de
redactar el editorial de «Il Popolo d’Italia» que aparecería en la mañana del
día 29:

«La situación es la siguiente: una gran parte de Italia septentrional está


en manos de los fascistas. Toda Italia central, Toscana, Umbría, las
Marcas y el Alto Lacio están ocupados por los camisas negras. Allí
donde no han sido tomadas al asalto las cuesturas y las prefecturas, los
fascistas han ocupado las estaciones y correos, telégrafos y teléfonos,
es decir, los centros nerviosos de la nación... La victoria está ya muy
extendida. No debe ser mutilada por combinaciones de última hora.
Para llegar a una transacción Salandra no merecía la pena movilizarnos.
El gobierno debe ser netamente fascista... Debe rechazarse cualquier
otra solución. Que las gentes de Roma comprendan que hay que
terminar con los formalismos caducos, que ya en ocasiones mucho
menos graves han sido mil veces pisoteados. Que comprendan que la
solución de la crisis puede obtenerse permaneciendo dentro del campo
de la ortodoxia constitucional, mientras que mañana tal vez será
demasiado tarde. ¡Que se decidan! ¡El fascismo quiere el poder y lo
obtendrá!»

Hacia la tarde del día 28, Mussolini comprende que la primera parte del plan
fascista ha triunfado casi sin encontrar dificultades, y que la supresión del
estado de sitio le entrega Roma y el poder. En Roma, aún prevalece la idea de
una combinación Salandra-Mussolini, ya que determinados jefes fascistas,
como De Vecchi y Ciano, el rey, los jefes del ejército y los nacionalistas son
favorables a ella. Pero Mussolini, que probablemente habría aceptado esta
solución algunos días antes, y que se hubiera adherido a ella en caso de haber
fracasado la movilización fascista, no ve ahora por qué debe renunciar a
utilizar hasta el límite y para sí mismo la victoria que acaba de conseguir.

Al comienzo del movimiento, Mussolini ha escrito a D’Annunzio proponiéndole


la instauración de una dictadura de tres: Mussolini, D’Annunzio y el duque de
Aosta. D’Annunzio rechazó. Pero la misma noche del 28, hacia las diez,
Mussolini puede ya enviar a Gardone este nuevo mensaje:

326
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

«Mi querido comandante: las últimas noticias confirman nuestro


triunfo. La Italia de mañana tendrá un gobierno. Seremos suficiente-
mente inteligentes y razonables para no abusar de la victoria. Estoy
seguro de que usted la saludará como la mejor consagración de un
renacimiento de la juventud italiana. ¡A usted! ¡Por usted!»

Los emisarios que han llevado este mensaje a D’Annunzio le explican que el
rey se ha negado a firmar el decreto del estado de sitio y «que es seguro que
confiará a Mussolini la tarea de formar el nuevo gobierno». 99

Lo que da esta certidumbre a Mussolini no es sólo la evolución de la situación


general, sino también la ayuda decisiva que siente a su alrededor. Mientras
en Roma se persigue el espejismo de una solución Salandra, en Milán se
trabaja enérgicamente por una solución Mussolini. El prefecto Lusignoli, los
jefes de la Confederación general de la Industria, los diputados A. Stefano
Benni y Gino Olivetti mantienen contactos muy activos con Mussolini. Los
99
Los emisarios son el general Giampiero, el general Douhet y el capitán Coselschi. Su conversación
con D'Annunzio y el texto de la respuesta amañado, fueron copiados por «Il Popolo d’Italia» de «Il
Giornale d’Italia». En el texto citado por «Il Popolo d’Italia» figura este pasaje: «Me parece
imposible que toda la juventud de hoy no os reconozca y siga con el corazón purificado». De esta
forma parecía que D’Annunzio consagraba la empresa de Mussolini ante los ojos de la juventud
italiana y le invitaba a asociarse a ella. En cambio, el mensaje original hablaba del libro (sin duda Per
l’italia degli italiani) que D’Annunzio enviaba como regalo a Mussolini a través del mismo
mensajero: «En este libro, tantas veces interrumpido, están recogidas las verdades que el monóculo
descubre en la soledad y en la meditación. Me parece imposible que toda la juventud italiana de
hoy no las reconozca y las siga con el corazón purificado». Con ese amaño, una frase, con la que
D’Annunzio afirmaba una vez más la misión personal de la juventud, se ha convertido para Il Popolo
d'Italia en un llamamiento a la juventud para que siga a Mussolini.
En una carta del día 29 a un amigo milanes, D’Annunzio guarda con respecto al movimiento una
actitud bastante desafiante de maestro espiritual que espera su hora y que en esta eventualidad
indica a sus fieles la conducta a seguir: «Hay que fundamentar, secundar y dominar con el
pensamiento puro un gobierno experimental que retrasa las elecciones al comienzo de la
primavera, de forma que la nación sea iluminada por nuestro fervor y ayudada por nuestra firmeza
a expresarse con valentía y profunda sinceridad. El rey, que no desconoce ninguno de sus deberes,
debe continuar haciendo frente a los enemigos del exterior que se agarran a cualquier pretexto
para irritarse». Los jóvenes deben evitar «todas las formas de la violencia vulgar y de la vanidad
presuntuosa». «En el curso de los cinco meses futuros debemos poner las bases de la
reconstrucción nacional, firmiter et sublimius. La patria es una obra en continua creación: el trabajo,
el trabajo diverso y unánime, debe ser también el armonioso creador de la más grande de las
Patrias y el modesto legislador de sí mismo... Deseo que todos los italianos entiendan mi lenguaje.»
Nada más llegar a Roma, Mussolini envía a D’Annunzio un telegrama en respuesta al mensaje del
día 29: «Al asumir la difícil tarea de dar a la nación una disciplina y la paz interna, le dirijo,
Comandante, mi saludo afectuoso que augura el bien de la patria para usted y su destino. La
vigorosa juventud fascista que vuelve a dar un alma a la nación no pondrá a la Victoria una venda en
los ojos» (periódicos del primero de noviembre). Juventud italiana, había escrito D’Annunzio;
juventud fascista, responde el nuevo jefe de gobierno. D’Annunzio se siente superado y sobre todo
frustrado; poco después de la «marcha» escribe a un amigo: «La Italia que se llama nueva imita con
énfasis mis gestos y mi lenguaje, pero tiene horror a mi espíritu. Dentro de. poco me desterrará a
menos que me exilie antes» (Nino Daniele, Fiume bifronte, «I Cuaderni della liberta», 25 de enero
de 1933, Sao Paulo).
327
Angelo Tasca

dirigentes de la Asociación bancaria, que habían hecho una entrega de veinte


millones para financiar la «marcha sobre Roma», y los dirigentes de la
Confederación de la Industria y de la Agricultura telegrafían a Roma para
comunicar a Salandra la opinión de que la situación no tiene otra salida más
que un gabinete Mussolini. El senador Ettore Conti, gran magnate de la
electricidad, y el senador Albertini, director de «II Corriere della Sera», al que
los fascistas impedirán al día siguiente su aparición, 100 telegrafían por su parte
a Facta para que pida al rey que confíe a Mussolini la formación del nuevo

100
Alberto Albertini había recibido en la noche del 27 al 28 la visita de Finzi y de Cesare Rossi, que le
recomendaron «la mayor comprensión con respecto a los fines perseguidos por el fascismo», según
dice Cesare Rossi; más exactamente amenazaron al periódico con «las más violentas sanciones» si
adoptaba una actitud hostil. Pero el «Corriere de la Sera» apareció con una enérgica nota de Ettore
Janni: «En Toscana, el primer signo de un movimiento sedicioso encontrará, así lo esperamos, a la
autoridad gubernamental dispuesta a una resistencia inquebrantable». Al día siguiente (día 29) tuvo
que cambiar de opinión. Un paso análogo se dio con respecto a «Il Secolo» que se plegó a las
amenazas, y «Avanti». Según el relato de Cesare Rossi: «En «Avanti» cuando invitamos al periódico
a que guardara una posición neutral, Nenni respondió que lo que el fascismo estaba preparando
tenía que ver exclusivamente con el Estado liberal y no con el proletariado y el partido socialista.
Nos despedimos con la misma cordialidad con que habíamos llegado. El «Avanti» y «Il Secolo»
aparecieron con informaciones objetivas de acuerdo con lo prometido». La versión de Pietro Nenni
es la siguiente: «Me informé (de la movilización fascista) por los mismos fascistas, que hacia media
noche enviaron una delegación al Avanti. Estaba formada por Cesare Rossi... Manlio Morgagni y
Dumini, el futuro asesino de Matteotti. La conversación fue breve y dramática. La delegación venía a
exigir la suspensión de Avanti. Como me negué a recibir órdenes de cualquiera que estuviera al
margen de mi partido, se fueron profiriendo amenazas (Seis años de guerra civil en Italia).
En la mañana del 28, «Avanti» apareció con el siguiente titular en primera página: «La crisis del
régimen –Pródromos del conflicto entre el Estado y el fascismo–. El estado de sitio proclamado en
toda Italia». El editorial «Las incógnitas de la situación» se debía a la pluma de Pietro Nenni. En lo
esencial decía: «Si las noticias que llegan de Toscana son exactas, si no están exageradas por la
exaltación de la imaginación popular, si son el. anuncio y el prólogo de una acción más amplia, eso
significa que de los dos términos de la alternativa, legalidad o insurrección, el fascismo elige el
segundo e intenta apretar el cuello a la clase dirigente que tan grandes servicios le ha prestado con
su apoyo y sus gritos de ánimo. Los grupos que habían esperado limitar el fascismo al antisocialismo
estricto... están hoy inmersos, en la lucha y corren el riesgo de perecer con todo su patrimonio de
ideologías y tradiciones. ¿Qué posibilidades hay de que la crisis se traslade del terreno extra
parlamentario al antiparlamentario? Es cierto –y en este punto estamos de acuerdo con los
fascistas– que la clase dirigente ha perdido toda su autoridad y todo su crédito... Muchas simpatías
que hoy se vuelcan sobre el fascismo como hace dos años se dirigían hacia el socialismo, están
fundadas en el deseo instintivo de ver a una nueva clase política barrer las cuadras de Augias de la
capital... Las noticias según las cuales el soberano ha sido acogido en Roma con demostraciones
fascistas y nacionalistas acreditan la idea de que la crisis de octubre de 1922 se desarrolla en la
misma atmósfera, con los mismos métodos y con idénticos resultados que la crisis de mayo de
1915. La Corona está muy equivocada si se hace ilusiones de salvar así las prerrogativas de su poder
y convertirse en algo que no sea un juguete en manos de los reaccionarios. Los grupos demócratas y
populares están muy equivocados si, decididos a inclinarse ante la solución anticonstitucional y
antidemocrática de la crisis, creen detener así la desarticulación de su organismo. Este precoz otoño
está viendo la desaparición sin gloria del Estado italiano nacido, entre 1848 y 1870 de un
compromiso entre la Revolución y la dinastía de los Saboya. Lo que no desaparece ni puede
desaparecer es la voluntad de existir que tiene el proletariado italiano, su voluntad de. ascender y
prevalecer incluso en esta crisis mortal, para afirmar que no hay gobierno duradero contra la clase
obrera, que no hay autoridad en la dictadura de una fracción que se ha impuesto en el país, no por
el prestigio de un programa, sino por la violencia de las armas». El editorial del día siguiente,
328
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

gobierno. El papa publica el mismo día un llamamiento a la paz que


prácticamente es un llamamiento al desarme y a la tolerancia hacia la
sedición fascista. Chiurco revela que el Vaticano tomó oportunamente sus
precauciones:

«En ese momento –relata Chiurco–, la Santa Sede hace saber, a través
de un alto emisario, que se mostraría satisfecha de que Mussolini
quisiera informarle sobre las intenciones políticas del fascismo con
respecto a la Iglesia».

Del lado fascista se responde «dando las más leales garantías». Mussolini es,
por tanto, el candidato de la plutocracia y de las «congregaciones económicas»,
de los «liberales», que lo prefieren a los viejos políticos como Salandra, y del
Vaticano. Dentro de pocas horas también será el candidato de la monarquía.

Salandra, que había reservado su respuesta al rey hasta la mañana siguiente


(domingo 29), acude al Quirinal para declinar la misión de formar nuevo
gabinete para designar a Mussolini como el único capaz de lograrlo. Entonces
el rey ruega a De. Vecchi que pida a Mussolini por teléfono que acuda a
Roma. Mussolini responde que. no abandonará Milán hasta después de haber
recibido un telegrama del rey encargándole explícitamente de formar
gobierno. El general Cittadini, ayudante de campo del rey, envía inmediata-
mente el telegrama redactado de este modo: «S. M. el rey, deseoso de
encargaros formar gobierno, os ruega acudir lo antes posible a Roma».
Mussolini decide marchar a Roma en un tren especial hacia las tres de la
tarde; luego cambia de opinión y no abandona Milán sino por la noche en el
tren de las ocho.

titulado «Nuestra posición», después de una breve historia de los acontecimientos, dice: «No nos
preocupamos de la miseria moral de los partidos democráticos y liberales que no han pronunciado
una palabra de dignidad ni de orgullo ante la destrucción de la Constitución y las instituciones
parlamentarias. La clase política que se derrumba no merece simpatía, ni pena, ni compasión...
Cúmplase su destino. En Italia habrá un equívoco menos. No sabemos si hay que creer en un
definitivo fracaso del intento de Salandra. No sabemos si el rey llamará a Mussolini o si antes de
renegar de la Constitución qué ha jurado preferirá abdicar. Ninguna de esas cosas nos concierne, ya
que la iniciativa de la acción se nos escapa por razones que sería superfluo recordar. Que el
fascismo conozca el honor y la carga del poder. En la última etapa de su ascensión verá a mucha
gente doblar el espinazo. El ejército de los que se inclinan ante el vencedor es innumerable.
Nosotros no seremos de ésos. Sea cual fuere la solución, compromiso o dictadura, continuaremos
nuestra propaganda».
329
Angelo Tasca

Durante estas vicisitudes de la crisis política abierta por la dimisión del


gabinete Facta, entre la tarde del día 27 y la mañana del 29, las jerarquías
fascistas realizaron la primera parte del plan cuyos últimos detalles habían
fijado la noche del 24 en Nápoles. Se había decidido que la transmisión de
todos los poderes al cuadrunvirato se realizaría durante la noche del 26 al 27
de octubre, y que la movilización de las escuadras fascistas se realizaría
clandestinamente durante la noche del 27 al 28. En la mañana del 28, los
objetivos locales del movimiento deberían quedar cubiertos, y al mismo
tiempo iniciarán la marcha las tres columnas destinadas a la acción sobre la
capital. Dos delegados fascistas que parten de Nápoles entre el 24 y el 26 de
octubre llevan a todas partes la orden de movilización y las instrucciones para
las acciones locales. Según el plan primitivo, casi todas las fuerzas fascistas
deberían dirigirse a los puntos de concentración, de donde partirían las
columnas para la «marcha sobre Roma». La movilización y las acciones
locales no eran más que la etapa inicial de esta marcha, a la que todo debería
subordinarse. Pero entre la mañana del 25 de octubre y el 26 o el 27, este
plan experimenta una profunda modificación: sólo determinadas «legiones»
de Toscana, algunas «centurias» del Valle del Po101 y las escuadras de los
Abruzos y de la provincia de Roma son destinadas a «marchar» sobre la
capital. Lo que era secundario, las acciones locales, se convierte en
primordial, y esta modificación del plan militar traduce ciertamente una
modificación del plan político. Mussolini y sus colaboradores inmediatos
juzgan que la movilización y las acciones locales ejercerán una presión
suficiente para que la crisis se resuelva conforme a las exigencias fascistas. La
gran preocupación de los jefes políticos del fascismo será mantener a las
columnas de camisas negras lo más apartadas posible de Roma, en la medida
compatible con la puesta en escena de la «marcha». Esta debe constituir una
amenaza, sin que estorbe el desarrollo «normal» de la crisis política, tal como
conviene después de la renuncia de Salandra a formar gobierno. En la noche
del 27 al 28 los prefectos transmitieron sus poderes a las autoridades
militares, pero estas no intervienen en ningún sitio para impedir las ocupaciones
fascistas o para desalojarlos de los edificios ocupados. Todo el alto personal
civil y militar, casi sin excepción, mantiene ante la movilización, y la estrategia
fascista una neutralidad benevolente, que a veces se transforma en abierta
complicidad. Los escasos episodios de resistencia se deben a la iniciativa
particular de tal funcionario o de tal oficial, y, por lo demás, ocurren durante
101
Siguiendo las «Directrices» para la organización de las escuadras fascistas establecidas a
principios de 1922, las escuadras se componen de 20 a 50 hombres, las centurias agrupan cuatro
escuadras, las cohortes cuatro centurias (400 a 800 hombres), las legiones de 3 a 9 cohortes
(1.200 a 3.000 hombres).
330
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

la mañana del 28 en régimen de estado de sitio; cuando la agencia Stefani


anuncia que el estado de sitio ha sido levantado, las autoridades se sienten
más alentadas que nunca en su actitud de cómplice, y todo se transforma en
aluvión ruidoso y teatral hacia el nuevo gobierno desde que se sabe que el rey
ha llamado a Mussolini para formar gobierno.

El cuadrunvirato ha decidido dirigir la conquista de la capital desde Perugia,


instalándose abiertamente en el Hotel Brufani, que se encuentra enfrente
de la prefectura. Un pelotón de soldados podría haber detenido a la
«Comandancia suprema» de la revolución fascista en el caso de que cualquier
suboficial hubiera tomado la iniciativa. Mas se produce todo lo contrario. Tres
delegados fascistas acuden por la noche del 27, hacia medianoche, a visitar al
prefecto y le piden que ceda sus poderes al mando fascista. El palacio de la
prefectura está defendido por la guardia real, pero el representante del
gobierno, a las doce y media, acepta el requerimiento. Las escuadras de
camisas negras sustituyen a la guardia real y también ocupan el palacio de
Comunicaciones, la administración provincial y la cuestura. Todo sin ningún
disparo de fusil.

«Los buenos ciudadanos, casi ninguno de los cuales había advertido los
acontecimientos de la noche, se enteran de ello por un bando que las
nuevas autoridades fascistas han pegado en los muros».102

Sin embargo, durante la mañana del 28, la traición del prefecto corre el riesgo
de resultar inútil, puesto que las autoridades militares han recibido la orden
de tomarlos poderes cedidos a los fascistas. Pero entre esas autoridades y la
«Comandancia suprema fascista» las relaciones continúan siendo excelentes,
a pesar de algunos desacuerdos. A las doce menos cuarto de la mañana, un
general de brigada acude al Hotel Brufani para parlamentar con el general De
Bono, siendo recibido con honores militares.

«A las doce y media, la Comandancia suprema fascista intercepta un


telegrama proveniente de Roma que reanima y alegra a legionarios y
ciudadanos: el estado de sitio ha sido levantado. El diputado fascista
Pighetti, radiando felicidad, corre inmediatamente a la jefatura de la
división para comunicar la buena nueva. Desde ahora, todos tienen
confianza en la victoria total».

102
Salvo indicación en contrario, las frases entrecomilladas han sido citadas de Historia de la
revolución fascista de Chiurco.
331
Angelo Tasca

Con variantes apenas sensibles, los acontecimientos de Perugia se reproducen


en un gran número de ciudades que los fascistas ocupan sin encontrar
resistencia. En el Piamonte, en Alejandría, el general jefe de la división manda
llamar a las tres de la tarde del día 28 a los jefes fascistas, que ya han ocupado
la prefectura, la cuestura, la estación, los teléfonos y un cuartel, para
comunicarles «que espera órdenes precisas del gobierno». En Casale, «la
ocupación de la prefectura se hace muy rápidamente, puesto que el
subprefecto cede inmediatamente sus poderes a los fascistas». En Lombardía,
en Bérgamo, «la autoridad militar, tras varias conversaciones, reconoce las
ocupaciones fascistas»; en Brescia «se ocupan los centros principales,
quedando la situación completamente dominada por los fascistas». En Como,
un mayor del ejército fascista «obtiene de la tropa que no obstaculice la
ocupación de los edificios públicos». En Sondrio, los fascistas ocupan la
jefatura de la guarnición, un cuartel de soldados y otro de aduaneros, sin
disparar un solo tiro. En Pavía, en el curso de la tentativa de ocupación del
palacio de la prefectura por los fascistas, «la guardia real ya había apuntado
los mosquetones contra los camisas negras, cuando la intervención oportuna
y enérgica de los oficiales fascistas y del cuestor evita el choque trágico». En
Venecia, las escuadras fascistas tienen como objetivo principal aislar Venecia
y ocupar los grandes nudos ferroviarios de Mestre y de Verona, que dominan
todas las comunicaciones de la región. En Venecia, «la tarde del 27, el
cónsul103 Magrini se reúne con el almirante Mortola, jefe del departamento
militar marítimo y de la plaza fuerte de Venecia. La conversación, en
determinados momentos dramática, revela el gran corazón de italiano del
almirante, que, sin faltar a su deber sagrado de soldado, demuestra que
comprende la gran prueba liberadora a la que está llamado el país». La
comprende tan bien que, seguros de su «neutralidad», los fascistas pueden
«aislar a Venecia de toda comunicación gubernamental», dejando en ella tan
sólo una cohorte de 400 a 500 hombres... El resto de las fuerzas fascistas
puede ser dirigido hacia Mestre, ocupar la estación y tomar parte en otras
operaciones en la región. Belluno, Udine, Treviso, Padua y Vicenza también
son ocupadas. En la Venecia Julia, donde las relaciones entre autoridades
militares y fascistas han sido desde 1919 muy estrechas, la colaboración
continúa en las nuevas circunstancias. El diputado fascista Giunta cuenta él
mismo lo que ocurrió en Trieste:

En la jerarquía militar fascista el grado de cónsul correspondía al de general; el cónsul


103

mandaba una legión.


332
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

«La tarde del 27 de octubre se celebró un banquete por la noche en


honor del gobernador Mosconi. Mosconi estaba bien considerado en la
ciudad y nosotros mismos estábamos ligados a él por una cordial
amistad, porque –hay que reconocerlo– había comprendido perfecta-
mente la preciosa función que el fascismo ejercía en Venecia Julia y lo
favorecía. No había, pues, nada raro en ver esa noche instalados en una
gran sala a los dirigentes fascistas mientras yo continuaba dirigiendo las
operaciones de la movilización bebiendo spumante a la salud del
representante del gobierno que me preparaba a derrocar... El 28, con
3.000 camisas negras, entra en la prefectura... El prefecto Crispo
Moneada nos esperaba en su despacho. Cuando le notifiqué que
tomaba posesión de la prefectura en nombre de la revolución que en
ese preciso momento llamaba a las puertas de Roma, el prefecto,
pálido de emoción, contestó que aceptaba nuestras condiciones y nos
exhortó, con lágrimas en los ojos, a pensar sobre todo en Italia.
Conociendo su corazón italiano y su lealtad de caballero, le rogué que
permaneciera en su puesto para expedir los asuntos rutinarios.
Quedaba una incógnita: el ejército, ¿cómo reaccionaría? ¿Qué órdenes
tenía? Había que actuar con enorme, prudencia, ya que los yugoslavos
tenían considerables fuerzas en la frontera. Seguido de mi pequeño
estado mayor me dirigí hacia el mando del cuerpo de ejército. En el
camino me crucé con el automóvil del comandante, el general Sanna.
En cuanto me vio, se apeó y vino a mi encuentro. «Ahora os fusilo a
todos» me dijo con un aire que quería ser grave. «Hacedlo, Excelencia,
pero os bastará con un solo pelotón de ejecución.» El diálogo continuó
en este tono y, finalmente, «los sentimientos se sobrepusieron y el
general nos acompañó a la prefectura, en donde convinimos que el
ejército permaneciera neutral, salvo en el caso de órdenes contrarias
venidas de Roma». Mientras tanto, los fascistas ocupan el palacio de
Correos y Telégrafos y cortan todas las comunicaciones con la
península. Toda Istria pasa bajo su control, y, en Gorizia, «las relaciones
entre las autoridades civiles y militares y los jefes de la rebelión están
teñidas de la más simpática cordialidad».

En la jornada del 28, en casi todas las ciudades del valle del Po, el poder pasa
a los fascistas sin resistencia: en Piacenza, donde el prefecto, con «una
ferviente complacencia, da órdenes para que los fascistas tomen posesión de
las oficinas gubernamentales»; en Parma, en Ferrara, donde «en consideración
a la correcta actitud del prefecto, que había dado pruebas de tacto y de

333
Angelo Tasca

comprensión, la prefectura y la cuestatura no son ocupadas», en Módena, en


Reggio Emilia, en Rovigo.

En cambio, en Toscana el movimiento comenzó demasiado pronto –el día


27–, lo que implicó el riesgo de precipitar los acontecimientos. Por ejemplo,
en Pisa, la dirección del fascio mandó fijar un bando anunciando la marcha
sobre Roma, y en Siena «núcleos fascistas entraron pacíficamente en los
cuarteles sin encontrar la menor resistencia. Tras haberse apoderado de las
armas y municiones que encontraron, en columnas, y cantando sus himnos,
recorrieron las calles desde el centro hasta la sede del fascio». En Florencia, el
palacio de Correos y Telégrafos queda ocupado a partir de la medianoche del
día 27. Se tenían noticias desde la tarde de la movilización fascista en
Toscana, de la que, como subraya el corresponsal de «La Stampa», «todo el
mundo hablaba desde hacia algunos días». Se había celebrado una demos-
tración fascista en honor del general Diaz, el jefe del ejército, que se.
encontraba en la ciudad y que no había escondido sus simpatías por el
movimiento. Durante la mañana del 28, los jefes militares y políticos de los
fascios de Florencia, el cónsul Tamburini y el abogado Marziale visitan al
general De Marchi.

«La entrevista –cuenta también el corresponsal de «La Stampa»– tuvo


por objeto examinar la situación tras la proclamación del estado de
sitio. El general De Marchi expuso que su deber preciso de soldado le
obligaba a desalojar a los fascistas de los edificios públicos que habían
ocupado. Marziale y Tamburini replicaron que existen razones de
sentimiento más fuertes que cualquier juramento, cuando éste está en
contradicción con la conciencia, con la lógica y la justicia. Pero
–contestó el general– después de cuarenta años de vida militar no
puedo desobedecer a mi rey. –El rey está con nosotros, garantizaron
ambos emisarios, y nosotros estamos con el ejército».

El general De Marchi les aconsejó entonces telefonear a los dirigentes


fascistas, mientras él mismo telefonearía a Roma para tener confirmación de
las noticias tranquilizadoras que el cónsul Tamburini le había comunicado. Por
otra parte, para calmar las aprensiones de las autoridades militares, los
fascistas habían publicado una edición especial de un diario anunciando que
el rey había confiado a Mussolini la tarea de formar gobierno. En ése
momento la noticia era prematura, pero logró paralizar toda iniciativa de las
autoridades militares a las que las órdenes contradictorias sobré el estado de
sitio habían ya preparado para una complaciente prudencia.

334
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

De este modo, por todas partes, las complicidades que desde hacía dos años
existían entre los fascistas y las autoridades militares, habían creado una
situación imposible de invertir en unas cuantas horas, sobre todo cuando el
gobierno de Roma había dimitido y estaba en conflicto con el rey sobre las
medidas a adoptar. Sin embargo, en un determinado número de localidades
en donde las autoridades cumplen aún parcialmente con su deber, la acción
de los fascistas se ve rota o limitada. En Turín tienen que contentarse, la
noche del 28, con un mitin ante la cuestura, y cuando al día siguiente ocupan
la estación, el simple requerimiento de un funcionario de policía basta para
hacerla evacuar. En Milán, los fascistas se ven reducidos a la defensiva;
construyen barricadas en torno a la Casa del Fascio: el diputado Finzi y el jefe
de la Confederación de la Industria, Stefano Benni, pactan con el prefecto
Lusignoli para evitar cualquier incidente. Un ataque contra la sede del diario
«Avanti» es rechazado por la guardia real, y los fascistas que han penetrado
en el cuartel Manara se ven forzados a salir precipitadamente ante la enérgica
actitud de un coronel de alpinos que ni siquiera la intervención personal de
Mussolini logró doblegar. En Bolonia, la prefectura sólo pudo ser ocupada el
día 30, y en Cremona se rechaza un ataque durante la tarde del día 27; los
fascistas dejan cuatro muertos y tres heridos y renuncian por el momento a
cualquier acción. En Génova, la movilización fascista se enfrenta desde el
comienzo con las medidas adoptadas por las autoridades militares, aunque
éstas, en lugar de detener a los jefes fascistas de la sedición, hayan entrado
en tratos con ellos:

«Los triunviros genoveses son llamados por el general Squillace, jefe de


la División, quien les anuncia él estado de sitio y les declara que las
órdenes de Roma serán rigurosamente cumplidas», pero ello no obsta
para que los fascios ocupen el día 29 la prefectura sin encontrar la
menor resistencia. En Roma, durante la noche del 27 al 28, la autoridad
militar manda ocupar por la tropa todos los puntos estratégicos, donde
se colocan barreras de alambre de espino, caballos de frisa y autos
blindados. Las dos líneas principales de ferrocarril que comunican Roma
con el Norte se cortan levantando los raíles unas decenas de metros. La
guardia real ocupó la sede del fascio tras conversar con los fascistas,
que aceptaron salir. «El directorio fascista, relata el corresponsal de «Il
Corriere delta Sera», abandonó la sede llevándose los documentos, y se
instaló seguidamente en un restaurante de la plaza Barberini, tras lo
cual las pesquisas realizadas en la sede del fascio no dan ningún
resultado.»

335
Angelo Tasca

No obstante, durante la mañana del día 28, los fascistas se dejan ver muy
poco, y no es sino al principio de la tarde, al conocerse la noticia de que el rey
no ha firmado el decreto del estado de sitio, cuando fascistas y nacionalistas
desfilan por las calles, limitándose, por lo demás, a una manifestación en
honor del rey.

En el sur de Italia, la movilización fascista se realiza con retraso; las escuadras


fascistas no abandonan Nápoles, después del Congreso, hasta el 29 de
octubre; se concentran en Foggia, donde ocupan la prefectura y un cuartel.
En las ciudades de Apulia los fascistas se apoderan de los edificios públicos,
sin encontrar ninguna resistencia.

La transmisión de poderes y la proclamación del estado de sitio debieran de


haber enfrentado a las autoridades con las fuerzas fascistas movilizadas que
atacaban los edificios públicos, las estaciones y los cuarteles. Al plan fascista
de movilización y ocupación debería haber respondido un plan para mantener
o restablecer el orden gravemente amenazado o violado. Esto no ocurre en
ningún sitio excepto en Roma, en Turín y parcialmente en Milán. Las
autoridades militares esperan instrucciones, como si la transmisión de
poderes no comportase automáticamente para ellas la obligación de tomar
las medidas necesarias contra la presente sedición. 104 Casi en todas partes se
llega a un compromiso, gracias al cual los fascistas no ocupan la sede del
mando militar y no atacan, salvo excepción, los cuarteles. Y todos «esperan»
lo que va a suceder en Roma, como si esta pasividad y esta espera no
influyeran en los acontecimientos... Hasta el mediodía del 28, el gobierno de
Roma podía aún enderezar la situación, ya que las fuerzas militares regulares
permanecen intactas y los fascistas no se hubieran podido mantener contra
una acción seria del ejército. El desarrolló rápido de la crisis y el llamamiento
del rey a Mussolini en la mañana del 29, conocido casi en todas partes la
tarde del mismo día, orean una atmósfera de euforia que hace imposible
cualquier choque serio entre las autoridades militares y los fascistas. 105
104
Este automatismo parece que sólo ha jugado una vez. «En Casale, los jefes fascistas se dirigen
el día 28 por la mañana hacia el coronel que manda el primer regimiento de infantería, para
ponerle al corriente de la situación e invitarle a que por lo menos guarde neutralidad en la lucha.
El coronel, sin responder nada, saca su revólver y dispara contra el grupo de fascistas, por suerte
sin que hiera a nadie. A continuación corre por la calle para ganar el cuartel, encerrarse en él y
preparar la defensa» (Chiurco).
105
Aparte del conflicto de Cremona, la única resistencia seria fue la que intentaron los
carabineros de tres localidades pequeñas que se defendieron contra los. fascistas que atacaban
su cuartel. Tres fascistas resultaron muertos en San Giovanni in Croce (Cremona), dos muertos y
dos heridos en San Rufillo (Bolonia), 1 muerto y 8 heridos en Fiorenzuola d’Arda (Piacenza). El
total de pérdidas fascistas en los encuentros con la fuerza pública entre el 27 y el 29 de octubre
fue de 13 muertos (seis de ellos en el ataque a los tres pequeños cuarteles de carabineros) y 47
336
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Hay que decir también que, gracias sobre todo a la insistencia de Mussolini,
los jefes fascistas siguieron al pie de la letra las instrucciones que habían
recibido sobre sus relaciones con las autoridades militares y el ejército. Las
proclamas fascistas tienen el mayor cuidado en no herir la lealtad monárquica
del ejército. Todas terminan con los gritos ¡Viva Italia! ¡Viva el Rey! y además
utilizan las fórmulas más tranquilizadoras. Basta recorrer algunas a título de
ejemplo. Los regentes fascistas de Umbría declaran, al instalarse en Perugia,
en el palacio de la provincia:

«Nuestra toma de posesión no cambia nada, más que el gobierno y el


alma del gobierno... ¡Por Italia, por el rey, por el fascismo!»

El llamamiento dirigido desde Foggia «a los italianos de Apulia, Calabria y


Basilicata» garantiza:

«No queremos derrocar al régimen, ni trastocar de ninguna forma el


orden establecido. Sólo queremos dar a la nación un gobierno digno
de su magnífico impulso».

El Comité fascista de acción de Reggio Emilia precisa:

«La acción fascista no está dirigida contra la actual constitución del


Estado, ni contra el rey. Su Majestad Víctor Manuel III de Saboya.
Queremos que sea realmente rey de Italia y que gobierne expulsando
a la banda reblandecida de sus ministros actuales».

Los fascistas de Verona se dirigen directamente al ejército:

«Oficiales y soldados, ¡hermanos! Estamos sinceramente con vosotros.


Tenemos una pasión común: Italia. La hemos defendido en la guerra y
en la paz, y la queremos salvar hoy de aquellos que, sin nosotros,
habrían dejado sin defensa a la monarquía y sacrificado al rey.
Escuchad la voz de vuestro corazón, que es la misma voz de la Patria.
Ella os dice que nos abráis los brazos. ¡Henos aquí, hermanos! ¡Viva
Italia!»

heridos de los cuales cuatro murieron como consecuencia de sus heridas; los otros, en su mayor
parte, sólo sufrieron heridas leves o simples contusiones.
337
Angelo Tasca

Las proclamas del mando supremo fascista utilizan un lenguaje análogo. Y la


del cuadrunvirato fascista, redactada por Mussolini en persona a mediados de
octubre, se publica en Perugia el día 27. Tras haber anunciado el paso de
poderes al cuadrunvirato secreto de acción «con mando dictatorial», la
proclama, en su texto primitivo, decía:

«El cuadrunvirato secreto de acción declara derrocado el gobierno


actual, disuelta la Cámara y suspendido el Senado. El ejército queda
confinado en los cuarteles. No participa en la lucha. Que los agentes de
la fuerza pública sepan que el fascismo no va contra ellos, sino contra
una clase política de cobardes e incapaces que desde hace cuatro años
no han sabido dar un gobierno a la nación. Los trabajadores del campo,
de las fábricas, de los transportes y de la administración no tienen nada
que temer del poder fascista. Sus justos derechos serán lealmente
protegidos. Seremos generosos con los adversarios desarmados, inexo-
rables con los otros. El fascismo desenvaina la espada para cortar los
numerosos nudos gordianos que obstaculizan y degradan la vida
italiana. Tomamos por testigo a Dios y al espíritu de nuestros
quinientos mil muertos: un único impulso nos lanza, una única voluntad
nos congrega, una única pasión nos inflama: contribuir a la salud y a la
grandeza de la patria».

En el último momento, este texto experimenta modificaciones importantes. El


pasaje sobre la caducidad del gobierno, la disolución de la Cámara y la
suspensión del Senado queda suprimido. También se modifica el párrafo
sobre el ejército, para mejor asegurarse su neutralidad. El cuadrunvirato
fascista ya no ordena que permanezca confinado en los cuarteles. Se dirige a
él en los siguientes términos:

«El ejército, reserva y salvaguarda suprema de la nación, no debe


participar en la lucha. El fascismo renueva la garantía de su altísima
admiración por el ejército de Vittorio, Veneto».

Además, el pasaje dedicado a tranquilizar a los trabajadores viene precedido


de un texto mucho más elocuente, dedicado a tranquilizar a la burguesía:

«Las clases que componen la burguesía productora deben saber que el


fascismo quiere imponer una única disciplina a la nación y ayudar a
todas las fuerzas susceptibles de alimentar la expansión económica y el
bienestar».

338
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

En las mismas puertas de Roma, el 29 de octubre, el mando de la


concentración de Tívoli declara, en un llamamiento, que la marcha única-
mente se propone «dar a la nación un gobierno fuerte y prudente».

La marcha sobre Roma debía estar organizada y dirigida por el cuadrunvirato


fascista, instalado en Perugia. «Los poderes militares, políticos y administrativos
de la dirección del partido» debían pasar a este cuadrunvirato, pero en
realidad no ejerció ninguno de estos poderes. La movilización que se lleva a
cabo en las diferentes regiones de Italia, conforme a los acuerdos de Nápoles,
se desarrolla sin que el cuadrunvirato pueda seguirla en sus vicisitudes y en su
extensión. En la Italia del Norte, los jefes fascistas mantienen el contacto con
Milán, y a veces, personalmente con Mussolini. Por ejemplo, el diputado
fascista Torre lleva, el 27 por la noche, de Milán a Alejandría, las instrucciones
que ha recibido de Mussolini, y permanece durante los días siguientes en
contacto con él. El cuadrunvirato no interviene más que una sola vez durante
la movilización: Balbo acude a Florencia, en la tarde del día 27, porque, en
Pisa, los fascistas se han adelantado al movimiento y porque también en
Florencia las squadre han entrado demasiado pronto en acción, lo que «ha
alertado a las autoridades militares». En la noche del 27 al 28, Balbo regresa a
Perugia y, a partir de este momento, el cuadrunvirato deja de tener contacto
directo alguno con la movilización fascista, y por tanto no puede intervenir en
los movimientos de las columnas concentradas para esa marcha sobre Roma
que se supone debe dirigir. Este cuadrunvirato ya tuvo bastante dificultad
para reunirse. La misma mañana del 27, Bianchi, que se encontraba en Roma,
buscó durante mucho tiempo a De Vecchi, y no pudiendo encontrarlo, deja en
su hotel, a las 9 de la mañana, una carta en la que le dice:

«Me marcho dentro de pocas horas hacia Perugia. Desde ahora, ya no


podemos dar marcha atrás. Los últimos acontecimientos –Bianchi
alude a la decisión tomada la víspera por los ministros de poner sus
carteras a disposición del presidente del Consejo– favorecen nuestro
plan. No podemos dejar escapar la ocasión. Es preciso actuar y llegar
hasta el final. Mañana por la mañana debes hacer todo lo posible por
encontrarte en Perugia. Una enorme responsabilidad pesa sobre el
cuadrunvirato y exige que estemos plenamente de acuerdo para evitar
órdenes y contraórdenes, que podrían ser fatales».

339
Angelo Tasca

Esta carta demuestra que pocas horas antes de la mañana del 28 de octubre,
en la que, conforme al programa de Nápoles, las tres columnas habrían de
partir simultáneamente hacia Roma, dos de los cuadrunviros no habían
logrado mantener un contacto personal entre ellos. También prueba que los
cuadrunviros aún no habían llegado a un acuerdo político. De Vecchi buscaba
y buscará hasta la mañana del 29 de octubre una solución de compromiso con
Salandra, mientras que Bianchi, Balbo y De Bono querían un gobierno
presidido por Mussolini. Al cuadrunvirato, en el último momento, se había
añadido, como jefe del Estado Mayor, a Grandi, que era favorable a un
compromiso. Ocurría que los cuatro jefes del cuadrunvirato representaban las
corrientes que más habían contribuido a formar el fascismo. Estaban los
«intervencionistas» sindicalistas de la preguerra, los residuos de los Fasci
d’azione rívoluzionaria, por lo demás terriblemente moderados, con
Michelíno Bianchi, secretario del partido y el más próximo políticamente a
Mussolini; también estaban representadas las antiguas clases conservadoras y
monárquicas con De Vecchi, gran terrateniente; estaban los nuevos elementos,
ex combatientes y productos espontáneos de la guerra, con el escuadrista
Italo Balbo; finalmente, también estaba el ejército regular, el Estado si se
prefiere, con sus tolerancias y complicidades, representadas por el general
Emilio De Bono. Pero Mussolini no estaba allí para asegurar la amalgama de
las diferentes tendencias, y esta diversidad obstaculiza la cohesión del
cuadrunvirato y reduce aún más la importancia de su papel.

Por fin, De Vecchi llega a Perugia la mañana del 28, pero debe regresar casi
inmediatamente. Italo Balbo nos informa de la manera cómo los cuadrunviros
ejercieron los poderes de que estaban provistos durante la jornada del 28; De
Vecchi nos describe el cuadro de la situación en la capital.

«Todavía es muy imprecisa y caótica. Unos. anuncian la proclamación


del estado de sitio mientras que otros la desmienten. Las informaciones
que ha podido recoger antes de partir para Perugia lo dan como;
seguro... De Vecchi ha vuelto inmediatamente a Roma. Desde este
momento, en Perugia, caemos en la oscuridad más absoluta sobre las
intenciones gubernamentales. Las noticias que llegan de cuando en
cuando son más bien malas. Nos harían falta informaciones precisas.
De un momento a otro podemos perder los contactos. De la actitud del
gobierno y de las medidas que adopte depende también nuestro plan
de acción... En el cuartel general hay un enorme nerviosismo. Sabemos
que, todavía ayer, los jefes fascistas no estaban todos decididos a la
acción. Algunos la juzgaban prematura, otros preferían una solución
340
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

parlamentaria. Los rumores que continúan llegando a Perugia y que se


hacen más precisos por la tarde dan por segura una formación
ministerial en la que Mussolini no figura como presidente del Consejo y
en la que los fascistas son asociados a elementos políticos hetero-
géneos, en curiosas combinaciones». Muy inquieto, Balbo parte para
Roma, pero después de firmar, como ya lo habían hecho los
cuadrunviros De Bono y Bianchi (De Vecchi no se encontraba de
momento en Perugia), un curioso documento redactado del modo
siguiente: «Los miembros abajo firmantes del cuadrunvirato supremo
fascista, investidos de plenos poderes políticos y militares, deciden que
tras la movilización de las fuerzas fascistas la única solución política
aceptable es un gobierno presidido por Mussolini».

Este documento, ¿era una especie de garantía que adoptaban los tres
miembros del cuadrunvirato contra las sorpresas de una combinación en el
último momento? ¿Contra quién estaba dirigido? ¿Contra el cuarto cuadrun-
viro, De Vecchi?106 ¿Contra Grandi y Ciano? ¿Contra el propio Mussolini? De
todos modos, el documento no tiene sino un valor de curiosidad, porque en
ningún momento el cuadrunvirato tuvo la posibilidad de intervenir en la
solución de la crisis o En las negociaciones sólo intervinieron el rey, la derecha
(Salandra y los nacionalistas), Mussolini, que permanece en Milán, y un grupo
de jefes fascistas que se encuentran en Roma (De Vecchi, Ciano y Grandi). A
partir del momento en que el ayudante de campo del rey telegrafía a
Mussolini, en la mañana del 29, invitándole a acudir a Roma para formar
gobierno, Mussolini prepara su lista de ministros, la lleva a Roma y la modifica
en el último momento, sin que nunca el cuadrunvirato –que formalmente
tiene aún «plenos poderes»– sea de ninguna forma consultado.

Felizmente para él, la situación en Roma toma el giro más favorable para los
objetivos fascistas en cuanto es revocado el decreto del estado de sitio. 107 He
aquí el testimonio de otro cuadrunviro, el general De Bono, que publicó en
una revista fascista (la revista Ottobre, número del 28 de octubre de 1930), sü
diario de campaña durante la marcha sobre Roma.
106
Durante las horas que permaneció en Perugia antes de regresar a Roma para seguir las
conversaciones parece ser que De Vecchi tuvo un altercado bastante violento con Bianchi sobre
el tema de la monarquía.
107
Balbo, que salió para Roma el día 28 por la tarde, no llegó a entender exactamente lo que
pasaba. «¿Hay o no hay estado de sitio? –se pregunta en su Diario–. Se ha anunciado e
inmediatamente desmentido. Pero los preparativos militares que continúan en la comandancia
de la división de Roma prueban que prácticamente el estado de sitio existe.» Lo cierto es que
inmediatamente después de que se renunciara al estado de sitio, los poderes quedaron en
manos de las autoridades militares.
341
Angelo Tasca

En la fecha del 28 de octubre de 1922 puede leerse:

« El cuadrunvirato está casi aislado de las acciones que se desarrollan en las


provincias.

» Con las columnas que marchan sobre Roma estamos bastante en contacto.108

» Zamboni [el general que manda las «reservas» concentradas en Foligno] me


informa,desde Foligno que ha reunido alrededor de 3.000 hombres, de los
cuales pocos más de 300 están armados. Es preciso ir en busca de fusiles.

» Bianchi intenta inútilmente telefonear a Milán y a Roma.

» Desde la oficina de telégrafos nos comunican todos los telegramas, y hacia


las diez de la mañana llega uno muy poco alentador: ha sido proclamado el
estado de sitio y dada la orden de detener a los jefes del movimiento, donde
se encuentren y no importa quiénes sean.

»12 h. 45 m.: Un telegrama cifrado ordena no tomar en consideración él


telegrama en él que se proclamaba él estado de sitio.

»Michelino (Bianchi) y yo nos abrazamos.109

»21 h. 30 m.: Ir y venir de gente en el Hotel Brufani: muchos curiosos. Llegan


las máquinas fotográficas. El drama toma ya el aire de una obra con
desenlace feliz. (Commedia a lieto fine)».
Los cuadrunviros renuncian al día siguiente por la mañana a apoderarse de la
fábrica de armas de Terni y a aproximarse a Roma trasladando la comandancia
más al sur, a Narni, como durante un momento proyectaron. De este modo el
«mando supremo» de los cuadrunviros acaba sin que nunca haya mandado
nada.
En cuanto a la marcha sobre Roma, contrariamente al plan primitivo, se le
asignan fuerzas bastante reducidas. Las columnas fascistas debían concentrarse
en tres lugares de acuerdo con la distribución del esquema siguiente:

108
Veremos que este contacto sólo existe, y mal, al principio, durante las primeras horas del día
28, e inmediatamente luego deja de existir.
109
La noticia de la abolición del estado de sitio produce entre, los jefes fascistas, en todas partes,
la misma gozosa emoción. En Perugia, el diputado Pighetti está «radiante de felicidad», y, en
Roma, cuenta Chiurco, «Ciano, De Vecchi y Grandi comunican, llorando de emoción, que el rey se
ha negado a proclamar el estado de sitio». Se diría que todos ellos se sienten liberados de un
gran peso y por último tranquilizados.
342
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

o PERUGIA
I
o Foligno
Orte V
S. Marinella o Terni o Spoleto
o o
CIVITA-VECCHIA
II MENTANA
Monterotondo
o III
o o
ROMA TIVOLI
Valmontone
IV
I. Sede del mando supremo.
II. Columna Perrone, con el general Coccherini.
III Columna Igliori, con el general Faa.
IV Columna Bottai.
V. Reservas, con d general Zamboni.

El programa de Nápoles decía: «El 28 por la mañana, partida simultanea de


las tres columnas hacia la capital». Siguiendo las vicisitudes de cada una de
estas columnas, se advierte que esta parte del programa no fue en modo
alguno realizada.

El comandante de la columna II, el marqués Dino Perrone Compagni, llega a


Civitavecchia un poco antes de mediodía del 28 de octubre, y encuentra ya en
Santa Marinella a las escuadras fascistas de las provincias de Pisa, Lucca,
Livorno y de la Maremma toscana. En esta pequeña localidad no hay nada
preparado para alojarlos y llueve a cántaros. Las escuadras de Carrara se han
visto obligadas a retrasar su marcha a consecuencia de las dificultades
encontradas en la ocupación, sobre todo del pueblo de Massa. Hay que
esperarlas y no llegan sino al día siguiente, 29. Por otra parte, los trenes no
pueden continuar hacia Roma, ya que debido a una orden venida de la
capital, las tropas regulares han levantado los raíles a lo largo de algunas
decenas de metros.

A la concentración de Monterotondo-Mentana (III) llegaron durante la noche


del 27 al 28 alrededor de 2.000 hombres del Alto Lacio, gracias a los más
diversos medios: camiones, automóviles antediluvianos, bicicletas, vehículos
de todas clases, y muchos a pie».

343
Angelo Tasca

Pero las columnas que bajan del norte se ven detenidas en Orte, sobre la
línea de ferrocarril Florencia-Roma, donde las tropas regulares han levantado
los raíles. Un tren que transportaba 3.000 hombres logra, retrocediendo y
utilizando otra vía, llegar al sur, a Monterotondo. Durante la jornada llegan
también 500 hombres de Orvieto, 300 de la Sabina, y la primera legión
florentina con 2.000 hombres. El teniente Igliori «viendo crecer a su pequeño
ejército comienza a preocuparse por el alojamiento y los víveres». Hacia la
tarde del 28 llega de Roma Italo Balbo, que había ido a informarse sobre los
acontecimientos y que regresa a Perugia. Igliori le informa que todavía no ha
tenido ninguna noticia del marido general y que la continua llegada de nuevas
fuerzas hace insostenible su posición. Por tanto, es preciso esperar que sea
reparada la línea de ferrocarril para que los contingentes provenientes de
Toscana y Bolonia puedan partir de Orte y alcanzar Monterotondo.

La concentración de Tívoli y de Valmontone (IV), que agrupa las milicias de los


Abruzos y de la Sabina, bajo las órdenes de Giuseppe Bottai alcanza su
máximo durante la mañana del 28: alrededor de 8.000 hombres. Pero se le
plantea el mismo problema: «faltan los víveres», porque el tren: «con las
provisiones recogidas por el intendente general para avituallar al ejército
fascista no ha podido pasar debido a la interrupción de la línea de ferrocarril».

De este modo resulta posible responder con cierta exactitud a la pregunta


planteada por el historiador Salvemini, en el estudio anteriormente citado,
respecto al número de fascistas que habrían debido enfrentarse con las
fuerzas del ejército regular durante la mañana del 28 de octubre. Había
entonces alrededor de 4.000 hombres en Civitavecchia-Santa Marinella
(columna Perrone), a 60 kilómetros aproximadamente de Roma y con la
imposibilidad de utilizar el ferrocarril, 2.000 hombres en Monterotondo
(columna Igliori) –ya que los legionarios de Siena no llegaron hasta el
mediodía–a 30 kilómetros al norte de Roma–, y alrededor de 8.000 hombres
en Tívoli (columna Bottai), a 25 kilómetros al este de Roma. En total, 14.000
hombres armados de fusiles, de mosquetones, pistolas, puñales, y a veces con
garrotes,110 casi sin ametralladoras y sin un solo cañón, a los que el gobierno
podría haber opuesto los 12.000 hombres de la guarnición de Roma que
disponían de todos los recursos de la técnica defensiva y ofensiva moderna.

110
El periodista español Rafael Sánchez Mazas, corresponsal del «ABC» de Madrid, que se
encontraba en Roma, describe el armamento de estas tropas de la forma siguiente: «El
armamento y los uniformes eran de una variedad infinita... Llevaban en la mano fusiles,
mosquetones, bastones, látigos, garrotes, escopetas de caza, carabinas... A la cintura llevaban
puñales, pistolas, hoces y otros instrumentos agrícolas». Los más diversos testigos concuerdan en
este punto.
344
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

Algunos tanques y aviones habrían fácilmente dispersado esas formaciones,


que no disponían de armamento serio, ni de víveres, ni de agua, a pesar de la
torrencial lluvia que continuaba empapándolos. Esto sin contar con que las
columnas no tenían prácticamente ningún contacto entre ellas, ni con el
mando de Perugia, que habría debido dirigir su acción.

Las reservas de Foligno estaban muy alejadas, y, según De Bono, de los 3.000
hombres que las formaban 111 solamente 300 estaban armados. Un golpe de
mano sobre Spoleto permite al general Zamboni, que los dirige, distribuir
fusiles, pero la columna no regresa a Foligno tras su expedición hasta las siete
de la mañana del día 29.

El domingo 29, la situación de la columna Perrone no cambia; es cierto que ha


llegado la legión de Carrara, pero con el único resultado de agravar las
dificultades de la concentración. A las 9 de la noche, el comandante Perrone
envía a un escuadrista en motocicleta al mando supremo de Perugia con el
informe siguiente:

«Hasta el momento se han presentado en Santa Marinella 6.143 camisas


negras, de ellos 2.443 en Santa Marinella y 3.730 en Civitavecchia (estación).
Nuestras fuerzas están divididas porque es imposible albergar a más personas
en Santa Marinella, debido a este horrible tiempo.
Debilidades. – Carecemos de agua, de víveres y de dinero.112
Contacto. – El contacto con el mando supremo es imposible. De Perugia hasta
aquí, con un automóvil Fiat 510, a toda velocidad, hemos tardado 9 horas.
Pido inmediatamente un contacto a través de Roma, que asegure mejor
nuestras comunicaciones con el mando. Ya que, en el momento presente, no
importa qué orden, incluso la más urgente, no podría llegar sino 9 o 11 horas
después de su envío.»
111
En su Diario, con fecha del día 28, Balbo habla de 5.000 hombres. Los Cuadrunviros no están
de acuerdo sobre los efectivos de las tropas que se encuentran cerca de Perugia, con las cuales
no han podido mantener el contacto. Balbo se da cuenta de que la fuerza de la reserva es
insuficiente tanto más cuanto que estos hombres «pueden representar la carta decisiva de la
“revolución”».
112
Igliori, comandante de la III columna, también se queja: Ni la sombra de un céntimo –declara–
para alquilar vehículos y enviar órdenes para el agrupamiento. Sin embargo, sólo con las
aportaciones de la francmasonería y de la Asociación bancaria, la suma destinada a la marcha
sobre Roma, ascendía aproximadamente a. 24 millones. Otras subvenciones importantes; habían
sido aportadas por la Confederación de agricultores, el Sindicato nacional de las cooperativas y
otras asociaciones y particulares. Los jefes fascistas disponen, por tanto, de varias decenas de
millones, una pequeña parte de los cuales fue empleada en la marcha sobre Roma. Los
«intendentes» de la marcha, Civelli y Postiglioni sólo han jugado un papel secundario. El
verdadero tesorero era Giovanni Marinelli, secretario administrativo del P.N.F., quien de acuerdo
con Mussolini prefirió guardar la mayor parte del. dinero en reserva para el caso de un fracaso.
345
Angelo Tasca

Durante toda la jornada del 29 continúan llegando a Monterotondo (III)


nuevas tropas, ya que la línea de ferrocarril interrumpida cerca de Orte ha
sido reparada: 2.000 hombres llegan de Arezzo y Valdarno, 3.000 de la
segunda legión florentina, 500 de Bolonia, lo que hace un total de fuerzas
disponibles de 13.000 hombres. Por la tarde llegan también el general Fara, 113
que debe dirigir una parte de las milicias, y De Vecchi, que regresa a Perugia.
De Vecchi promete a Igliori enviar órdenes, pero como a las 8 de la tarde
nadie ha llegado, Igliori decide organizar la partida para Roma al día siguiente
por la mañana. La lluvia y la falta de víveres exasperan a los legionarios y a sus
jefes, que se ven obligados a aproximarse a la capital. Igliori envía una carta a
Bottai a Tívoli, para explicarle que «habida cuenta de la imposibilidad de
permanecer aún en Monterotondo», partirá para Roma, pidiéndole que haga
lo mismo.
La misma noche del 29, hacia las diez y media, Bottai, que dirige la
concentración de Tívoli (IV) responde con la carta siguiente a la invitación de
Igliori: «Llamo tu atención sobre el hecho de que tu decisión puede
comprometer gravemente la solución de las negociaciones políticas en ctirso,
que se encaminan hacia la victoria más completa. Hoy han venido aquí
nuestros diputados Grandi y Ciano, que han insistido sobre ese peligro y sobre
la necesidad de atenerse a las órdenes. Mussolini estará en Roma esta
noche,114 y es él quien debe indicarnos el momento preciso para entrar.
Mantengo contacto continuo con Roma.» Tras decir que tiene intención de
aproximarse también a Roma llegando hasta Puente Mammolo, Bottai
continúa: «Te aconsejo hacer lo mismo y nos acercaremos a Roma esperando
la orden, que seguramente nos será dada por Mussolini en tanto que jefe del
gobierno.» Así pues, la noche del 29, la columna Perrone no pensaba en
modo alguno partir, la columna Igliori sólo quería partir porque se encontraba
en Monterotondo en una situación lamentable, y la columna Bottai esperaba
a que Mussolini le abriese las puertas de Roma como jefe del gobierno.
El lunes 30, Mussolini pasa en tren por Civitavecchia camino de Roma.
En el cruce de Santa Marinella desea hablar a los jefes de las columnas
fascistas. Ni Perrone, ni el general Ceccherini, que había llegado por la
noche, se encuentran allí. No obstante, encuentra a Renato Ricci, el
jefe de los «camisas negras» de Carrara, y le pide noticias de los
hombres que vivaquean en Santa Marinella:
113
Seis genérales del ejército participaron en la «marcha sobre Roma»: De Bono, Fara, Ceccherini,
Zamboni, Norelli y Tilby.
114
En efecto, Mussolini había decidido abandonar Milán el día 29 a primera hora de la tarde;
después retrasó su partida durante algunas horas.
346
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

«Cuando se entera –cuenta un periodista de «La Stampa» que le


acompaña en el viaje– que estos hombres, en número aproximado a
los 3.000, no tienen ni tiendas ni alojamiento, da órdenes de
transferirlos a Civitavecchia, para que puedan comer y abrigarse».
Mientras tanto, el marqués Perrone estaba pasando revista a las
milicias, en honor del general Ceccherini, «uno de esos valerosos
generales –anota en su Diario– amados en el ejército y que Mussolini
ha querido que acompañen en uniforme a las columnas fascistas para
evitar en la medida de lo posible cualquier conflicto con las tropas».

Precaución superflua: Mussolini llega a Roma antes que las columnas fascistas
y éstas no iniciarán su «marcha» hasta que no hayan recibido su orden,
convertido entre tanto en jefe de gobierno. Para la columna Perrone (II) esta
orden llega la noche del 30 y la marcha queda fijada para el día siguiente por
la mañana, con la indicación de las escuelas de Roma en las que los
legionarios encontrarán sus alojamientos. El día 30 por la mañana, dos trenes
transportan la columna Igliori (III) desde Monterotondo hasta el puente de la
Vía Salaria. Caía una lluvia torrencial; Igliori hubiera debido esperar allí las
órdenes, «pero –es él mismo quien lo cuenta– no había en los alrededores ni
una sola casa, en donde poder albergar a los hombres, calados hasta los
huesos y que no habían comido nada desde la víspera». Estaba «muy
preocupado de mantener una columna en tan tristes condiciones en la misma
entrada de Roma», y por esto, precisamente, partió para poder encontrar un
refugio en las primeras casas. La columna llegó cerca de la ciudad hacia el
mediodía y se acantonó en la ciudad-jardín de los ferroviarios cerca de Villa
Savoia. Chiurco, que mandaba dentro de la columna a la legión de Siena, ha
guardado el texto del telegrama que envió a sus amigos en cuanto pudo
sustraerse del diluvio que los había empujado a todos hacia la capital:
«Mando fascista, Siena –Llegados victoriosamente entre los primeros,
ametralladoras en cabeza. Todos muy bien». El otro comandante de la
columna, el general Fara, le había precedido montado en automóvil hasta un
centenar de metros de la ciudad-jardín. «El general avanzaba hacia el puente
cuando un coronel de caballería se le presentó informándole que se había
dado la orden de alejar todas las tropas que defendían los puentes. En
nombre del mando del cuerpo de ejército, el coronel se puso a la total
disposición del general Fara y le anunció que S. E. Mussolini había sido
llamado por el rey». La columna Bottai (IV) parte de Tívoli. «bajo una lluvia
torrencial»; la mañana del 31 de octubre, un tren especial la transporta hasta
Tor Sapienza, desde donde prosigue a pie el camino hasta los acantonamientos

347
Angelo Tasca

preparados, para ella en la ciudad. En cuanto a las «reservas» de Foligno (V),


éstas emprendieron la marcha la mañana del día 30: «diez trenes sucesivos
las transportan a Roma para la gran adunata» que se celebra por la tarde del
día 31.

¿Por qué Mussolini, que ha hecho todo lo posible para que las columnas
fascistas no marchen hacia Roma, quiere ahora que entren a pie por las
puertas de la ciudad? Porque una vez constituido su gobierno, es absoluta-
mente preciso que haga algo que se asemeje a una «marcha sobre Roma»; es
vital: para él que se establezca en torno a su ascensión al poder una aureola
de heroísmo y de violencia, que le permita desembarazarse de las eventuales
trabas de los viejos procedimientos y de las viejas combinaciones. Peligrosa e
impotente como medio directo para la conquista del poder, la «marcha sobre
Roma» se transforma en un medio precioso para consagrar el poder
conquistado. Se da una satisfacción a unas cuantas decenas de miles de
escuadristas115 que desde hace tres días se pudren bajo la lluvia, se les deja
con la impresión de una gran victoria confirmada por el desfile en las calles de
Roma, y al mismo tiempo se recuerda a los viejos partidos políticos que
Mussolini puede ahora disponer de las fuerzas conjugadas del Estado y del
partido fascista. Impotente contra el Estado, si éste hubiera resistido aunque
sólo fuese un poco, el fascismo se convierte en una fuerza dominante como
«partido de Estado» y crea este «Estado de partido» deseado por Mussolini y
los otros jefes del movimiento.

Cuando Mussolini, en Milán, recibió la invitación del rey, en vez de precipitar


su marcha prefirió dejar transcurrir algunas horas, hacer que en Roma le
esperaran y desearan un poco más, mientras él iba preparando mejor su
gobierno. Mantiene una larga conversación telefónica con el diputado
Acerbo, a quien encomienda una serie de gestiones en Roma, y al que confía
su proyecto de constituir un gobierno de amplia concentración, incluyendo,
incluso, a determinados representantes de la C.G.L. En la estación de Milán,
por la noche, pronuncia algunas palabras ante quienes le aclamaban: «Si me
hago cargo del poder, desde ahora puedo declararos que el Estado italiano
existirá, con plenitud absoluta de sus medios». Una vez en el tren afirma que
se presentará al rey «como camisa negra, como fascista» y que no dará la

115
El conjunto de las columnas que se dirigían a Roma estaban formadas por un número
aproximado de 37.000 hombres, de los cuales, 6.000 eran de Civitavecchia y Santa Marinella (II);
13.300 de Monterotondo-Mentana (III); 8.000 de Tívoli y 4.000 de Valmontone (IV); y 5.000 de
Foligno (V). Pero en la tarde del 31 de octubre los camisas negras que desfilaron por las calles de
Roma eran mucho más numerosos. La noticia del éxito llevaba hacia Roma nuevos contingentes,
próximos y lejanos, que aumentaban cada hora.
348
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

orden de desmovilización antes de que sea formado el gobierno. En la lista ya


preparada figuran el economista Einaudi y el diputado Baldesi, uno de los
dirigentes de la C.G.L., al que Acerbo, en nombre de Mussolini, había
solicitado su colaboración y la había obtenido. Pero ni Einaudi, ni Baldesi, ni
ningún dirigente de la C.G.L. figurarán en el gobierno de Mussolini, porque las
derechas, defraudadas por el fracaso de su maniobra, han puesto su veto. 116
Desde el principio, Mussolini se reserva la presidencia del Consejo, el Interior
y –por fin lo ha conseguido– Asuntos Exteriores. El gabinete incluye a
representantes de todos los partidos, excepto socialistas y comunistas: los
fascistas tienen cinco ministerios, los populares dos, los demócratas-liberales
de diferentes matices tres, los conservadores uno y los nacionalistas otro. Los
fascistas tienen además nueve subsecretariados, cuatro los populares, dos los
demócratas-liberales, uno los conservadores y dos los nacionalistas.

En la nueva combinación, las derechas apenas sobreviven, pero tienen con


qué consolarse: el movimiento socialista y las organizaciones obreras han sido
puestos fuera de juego, el Parlamento está dominado, la encuesta sobre los
gastos de guerra suspendida; y se han suprimido las medidas fiscales sobre
los superbeneficios y sobre el carácter nominativo de los títulos; Perú, sobre
todo, nada se opone ya a la política exterior que los nacionalistas reclaman
desde siempre. Algunas semanas después de la marcha, Alfredo Rocco, el
líder nacionalista, subsecretario de Estado, recuerda: «Aguardamos con
confianza la Italia imperial que llegará.»

116
Mussolini había empezado desde el día 27 a preparar su lista. El 29, a primera hora de la tarde, o
algo después, cuando aún estaba en Milán pero ya había recibido el encargo de formar gobierno,
ordenó a Acerbo que viese a Baldesi y le pidiera que entrara en el nuevo gabinete. D’Annunzio
había insistido para que incluyera a un representante de la C.G.L. Baldesi declaró a Acerbo «que era
su obligación aceptar el eventual desempeño de una cartera». Lo confirmará algunos días más tarde
en una carta al grupo parlamentario socialista, precisando que no comprometía más que a sí
mismo: «Ante la insistente invitación para que dijera lo que pensaba sobre la hipótesis de una
oferta, expresé la opinión de que, aunque me costaba personalmente, no creía obligación mía
negarme a lo que se me había pedido para restablecer, según se me aseguraba, la paz en el país, e
impedir el exceso de una reacción contra el proletariado». Matteotti se opuso a esta participación
(Filippo Turati attraverso le lettere di correspondenti, Bari, Laterza, 1947).
Albertini y los conservadores lombardos se mostraron poco favorables a la inclusión de Baldesi.
Inclusión que fue combatida violentamente tanto por Michele Bianchi como por los nacionalistas y
las derechas. Mussolini cedió pronto ante esta ofensiva. El nombre de Baldesi no se encuentra ya en
la lista cuando se la lee a Luigi Ambrosini en el tren que les conduce a Roma. Así es que, por algunos
días, o algunas horas, Mussolini, quizá por iniciativa propia, quizá bajo la presión de D’Annunzio,
volvía a pensar en su «plan del 23 de julio». Pero su proyecto se esfumó a las puertas de la capital.
La lista fue propuesta al rey «después de haber sufrido en el tren ligeras modificaciones sobre tres o
cuatro nombres». Estas «ligeras modificaciones» cambiaron profundamente el carácter del nuevo
gobierno. El «duce que dirige» no pudo resistir a las presiones que se hicieron sobre él y sus
secuaces.
349
Angelo Tasca

En estos días decisivos, la población ha presenciado pasiva e indiferente, en


todas partes, los acontecimientos. Aquí y allí ha habido algunos incidentes,
semejantes a los que se producían cada domingo en las ciudades y pueblos de
Italia. En Parma se levantaron algunas barricadas, hubo en Roma algunos
disparos de fusil en el barrio San Lorenzo, cuando lo atravesaban los «camisas
negras» de la columna Bottai al dirigirse al centro de la ciudad. Esto es casi
todo. Por lo demás, en casi todas las localidades, las escuadras fascistas se
aprovecharon de su movilización para ocupar los diarios, incendiar las Bolsas
del Trabajo, saquear apartamentos y expulsar a las últimas administraciones
socialistas que habían resistido a las operaciones precedentes.

En cuanto a los sedicentes jefes de la clase obrera, no pierden la ocasión para


demostrar in limine mortis su incapacidad. Los comunistas, aunque persuadidos
de que «no es posible ninguna defensa contra fuerzas tan potentes y
desbordantes,117 proponen la inmediata reconstrucción de las Alianzas del
Trabajo y la proclamación de la huelga general. Saben perfectamente que en
ello no tienen ninguna posibilidad de éxito, pero los trágicos acontecimientos
en el transcurso de los cuales se decide la suerte del pueblo italiano no les
sugieren más que esa pequeña maniobra, que les permitirá no abandonar su
pasividad y gritar fuertemente contra la «traición» de la C.G.L. Los jefes de
esta última denuncian, con razón, la «provocación» comunista, pero en un
comunicado que incluye el siguiente pasaje bochornoso:

«La C.G.L. siente el deber concreto –en el momento en que se enardece


la pasión política, y en el que fuerzas extrañas a los sindicatos obreros
se disputan el poder del Estado– de poner en guardia a los trabajadores
contra las especulaciones y las incitaciones de los partidos y de las
agrupaciones políticas que desearían implicar al proletariado en un
conflicto, del cual debe permanecer absolutamente apartado».

La mayor parte de los antifascistas no calibran la gravedad de los aconte-


cimientos.118 Los nervios del país han permanecido tensos durante demasiado
tiempo y la primera impresión es de relajamiento y aceptación.

117
«Rassegna comunista», 31 de octubre de 1922, p. 1.454
118
La opinión de los comunistas fue la siguiente: «Negamos que el acontecimiento tenga carácter
revolucionario o cualquier apariencia, incluso lejana, de golpe de Estado... Un golpe de Estado
abate a una clase dirigente y cambia las leyes fundamentales del Estado. Hasta hoy la victoria
fascista ha cambiado un gabinete, consecuencia, si no nos engañamos, de toda crisis ministerial
normal... Los nuevos jefes del gobierno declaran su firme intención de aplicar la ley y defender la
Constitución. Las primeras decisiones del Consejo de ministros no dejan prever cambios
profundos en la política interior o exterior» («Rassegna comunista», 31 de octubre de 1922).
350
EL NACIMIENTO DEL FASCISMO

«En el fondo –piensan casi todos– más vale así. Éstos no durarán más de dos
meses.» En Montecitorio, un grupo de diputados hace previsiones. Amendola
es optimista: «No hay por qué espantarse. Mussolini también se verá cogido
por el engranaje constitucional y por fin tendremos un gobierno». Un
diputado socialista, Bruno Buozzi, replica: «Os hacéis ilusiones. Ahora es
cuando comienza el baile y os llega el turno de quedar eliminados». 119

En cuanto a Mussolini, no sabe todavía muy bien lo que va a hacer, pero


siente tras de sí la irresistible y embriagador impulso del hecho consumado; ha
llegado al poder y quiere permanecer en él.

En la exposición del arte moderno italiano celebrada en París durante el


verano de 1935, figuraba un cuadro de grandes proporciones en el que se
podía ver un Mussolini ecuestre a la cabeza de las legiones que marchaban
sobre Roma, un Mussolini arrogante, en un combate furioso y sangriento,
como Bonaparte en el puente de Arcole. Para olvidar este ultraje al arte y a la
verdad, había felizmente, a sólo unos centenares de metros, la exposición de
arte clásico, «De Cimabue a Tiépolo».

¿Pero qué encontrará el pueblo italiano a su lado, para olvidar y para


recomenzar una nueva vida, el día en que sienta lo que ha perdido y ha hecho
perder a la humanidad; cuando permitió a Mussolini llegar al poder en
cochecama el 30 de octubre de 1922, precediendo esta marcha sobre Roma
que «nunca ocurrió»?

119
Algunos antifascistas se hicieron ilusiones sobre la evolución del nuevo régimen: cf. la
entrevista a Amendola el 6 de diciembre de 1922 (S. Trentin, L’aventure italienne, París, P.U.F.,
1928), el barullo provocado por la «Carta de Giovanni Chiesa a Mussolini» (M. Rygier, La franc-
Maçonnerie italienne...). En sus Memorias, Giulio Alessio recuerda que a incluso Giolitti estuvo
convencido durante algún tiempo de que Mussolini no podría mantenerse en el poder ni operar,
y su actitud desgraciadamente estuvo en función de esta opinión». «Todavía no soy pesimista»,
escribe Giolitti a Luigi. Ambrosini en una carta de primero de enero de 1923 en la que expresa
sobre el fascismo un juicio gravemente erróneo y que explica toda su conducta entre 1921 y
1922: «¿Triunfará el nuevo orden? Así lo espero. Al menos es cierto que ha sacado al país de la
fosa en la que estaba a punto de pudrirse» (carta publicada en «Il Messaggero» del 26 de
noviembre de 1948).
351

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