Enrique Correa
Enrique Correa
Enrique Correa
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ENRIQUE Correa Ríos, entonces joven
revolucionario del Mapu, junto a Fernando
Flores, Jaime Gazmuri, Vicente Sota y
otros dirigentes de ese partido.
Nunca le fue muy bien en las elecciones internas. Muchas veces pudo percibir una
creciente animosidad en su contra entre los militantes del llamado socialismo
histórico, aquellos que aún levantan el puño en los eventos más importantes de la
militancia.
Correa se transformó en los últimos años en el lobbysta más importante del país,
con una red de contactos e influencias que despierta la envidia y desconfianza de
mucha gente. Experto en manejo de crisis y conocedor profundo de los resortes que
mueven a los medios de comunicación, suma, además, una proverbial habilidad
para leer los escenarios de conflicto y pulsar las cuerdas que puedan inclinarlos en
uno u otro sentido.
La lista de sus clientes indica también la relevancia que ha adquirido en las esferas
empresariales y en instituciones de todo tipo, sumiendo a sus detractores en
múltiples sospechas y lucubraciones. Asesor privilegiado de Soledad Alvear, muchos
han querido ver su renuncia al PS como la obtención de una patente de corsario que
le permita trabajar para que la actual canciller se transforme en la candidata
presidencial de la Concertación, en las elecciones de diciembre del 2005.
La familia quería que estudiara derecho, pero el joven sintió el llamado de Dios. Viajó
a Santiago para ingresar al Seminario Diocesano, dirigido en ese tiempo por el
sacerdote Carlos González Cruchaga, quien se transformaría en uno de sus maestros
y que, en los años 80, cumpliría relevante papel en la Conferencia Episcopal. En el
Seminario fue compañero de Jaime Estévez, Luis Eugenio Silva, Cristián Precht y
Miguel Ortega.
Rodrigo Ambrosio, formado por los jesuitas en Talca, había entrado en 1958, junto a
Tomás Moulian y Manuel Antonio Garretón, a la primera promoción de la escuela de
sociología de la UC, fundada por el legendario jesuita Roger Vekemans. Había
partido a los 22 años a Europa, acompañado por Cristina Hurtado, Raimundo Beca,
Tomás Moulian, Gabriela Tesmer y Marta Harnecker. En el viejo continente se
reunieron con Claudio Orrego, Carmen Frei y Eugenio Ortega. Especializado en
sociología agraria, Rodrigo Ambrosio se incorporó al Instituto de Desarrollo
Agropecuario, donde junto a Jacques Chochol, Jaime Gazmuri y Juan Enrique Vega
forman un núcleo ideológico que busca acelerar los cambios sociales y aglutinar a
los “rebeldes” de la Juventud Demócrata Cristiana. Estos rebeldes eran liderados por
Enrique Correa y Juan Enrique Vega. Juntos deciden postular a Rodrigo Ambrosio a
la presidencia de la JDC en 1966, pero son derrotados. Al año siguiente, el 11 de
agosto de 1967, esos jóvenes ocupan la Casa Central de la UC y sellan las puertas y
accesos. El líder del movimiento reformista es Miguel Angel Solar; el jefe de la toma,
es Carlos Montes.
Al año siguiente, en julio, se reúne otra vez la Junta Nacional de la JDC, con
participación de 120 delegados. Ambrosio formula duras críticas al gobierno de Frei
e identifica tres sectores dentro del PDC: el oficialista, al que califica de “divorciado
permanentemente del partido y de su programa”; los que provenían de la antigua
Falange, a los que trata de “indefinidos”; y los de avanzada, “que están por la vía no
capitalista”.
PAMPA IRIGOIN
En marzo de 1969, poco después de las elecciones parlamentarias en que el PDC
reduce sus diputados de 82 a 55 (pero aumentó sus senadores de 12 a 20), se realiza
una toma de terrenos en las cercanías de Puerto Montt, en Pampa Irigoin, que
concluye con un violento desalojo por Carabineros: ocho pobladores mueren y más
de 50 resultan heridos.
Los jóvenes rebeldes de la JDC se suman a la Izquierda y piden la salida del ministro
del Interior, Edmundo Pérez Zújovic. Enrique Correa es pasado al tribunal de
disciplina y removido de la presidencia de la JDC.
Ambrosio se marcha a Concepción. Está convencido de que los obreros del acero de
Huachipato serán la nueva vanguardia de la revolución. El máximo dirigente del
Mapu se consideraba un hombre de acción, con poco tiempo para la teoría. Para
suplir esa falencia, sus compañeros Moulian y José Joaquín Brunner le hacían
resúmenes sobre las ideas de los principales teóricos de Izquierda.
EN EL GOBIERNO DE ALLENDE
El Mapu en el período de la Unidad Popular consigue colocar numerosos militantes
en cargos de gobierno: Jacques Chonchol, ministro de Agricultura; Juan Carlos
Concha, ministro de Salud; José Antonio Viera-Gallo, subsecretario de Justicia;
Oscar Guillermo Garretón, subsecretario de Economía; Carmen Gloria Aguayo,
secretaria de Desarrollo Regional; Fernando Flores, ministro de Hacienda, además de
los citados Vega, Correa e Insulza.
Deciden dar un nuevo paso: declaran al Mapu un partido marxista. Esto hace que se
retiren Chonchol, Rafael Agustín Gumucio, Alberto Jerez y Julio Silva Solar, que
darán vida a la Izquierda Cristiana.
En 1972, acompañado por Carlos Portales, Rodrigo Ambrosio parte en gira a China,
Vietnam y Corea del Norte. Luego a Europa y finalmente a Cuba, donde se entrevista
con Fidel Castro y le pide armas para defender la revolución chilena. A su regreso al
país, muere en un accidente automovilístico, el 19 de mayo de 1972.
La conducción del Mapu es asumida por Jaime Gazmuri. Enrique Correa renuncia
durante dos meses, por considerar que el Mapu debía integrarse al Partido
Comunista. Por esos días, algunos sectores de Izquierda identificaban al movimiento
como el “Partido Comunista Bandera Verde”.
En 1975 se decide su primer ingreso a Chile como jefe del aparato militar de su
partido. Es sometido a una estricta dieta que lo hace bajar de 120 a 75 kilos. Le
eliminan parte del pelo y le hacen entradas en la frente. Reemplazan sus lentes
ópticos y le afeitan la barba. Ingresa al país clandestinamente y vive en Providencia,
bajo la falsa identidad de un sociólogo que trabajaba en un estudio de arquitectos.
Entra y sale de Chile con bigotes y pelo teñido, bajo chapas tan diversas como la del
“agrónomo Ismael Carmona” o los nombres políticos de “Carlos”, “Walter” o “José”.
Vuelve para quedarse en 1981 y permanece clandestino hasta 1983, cuando se
autoriza formalmente su regreso. Se dedica a trabajar con comunidades cristianas
de base y sindicatos, retomando los vínculos creados en los años 60 y estableciendo
nuevas redes de contactos, que serán relevantes al irrumpir las protestas sociales
que, inicialmente, encabezan los trabajadores del cobre dirigidos por Rodolfo Seguel.
NEGOCIADOR INCANSABLE
Electo presidente, Aylwin nombra a Correa como ministro Secretario General de
Gobierno. A su lado está Eugenio Tironi, a cargo de la Secretaría de Comunicación y
Cultura. Desde el segundo piso de La Moneda, otra vez gordo, con barba y lentes, el
otrora tímido ovallino aprenderá a enfrentarse a las cámaras de televisión y
descifrará las innumerables claves y secretos del poder. Junto con Edgardo
Boeninger, ministro Secretario General de la Presidencia, optan por meter al
refrigerador las demandas sociales, desactivan los comandos juveniles, las
organizaciones poblacionales y los sindicatos. Consiguen en corto tiempo devolver a
sus casas a decenas de miles de chilenos que, desde mediados de los 90, habían
“Imaginar que porque los empresarios son gente de derecha, y muy de derecha,
podrían conspirar para que al gobierno le vaya mal, sería un grave error. Eso no lo
van a hacer nunca, porque saben que a ellos les va a ir bien si al gobierno de Lagos
le va bien. Lo que estoy diciendo es que no son todavía suficientemente plurales.
Todavía no son como son los empresariados del mundo, donde hay un poco de todo”,
sostiene Correa
MANUEL SALAZAR
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Más allá de sus méritos, esta labor en la sombra -el lobby- no sólo le ha
traído beneficios a Correa, sino también críticas provenientes de variados flancos:
desde el interior de su propio partido (PS), por su forma de operar, o de algunos
clientes insatisfechos con los frutos de su gestión, por mencionar algunas. Para los
primeros, ha puesto sus convicciones políticas a la venta y para los segundos, no ha
cumplido con las expectativas.
Sin embargo, quienes han trabajado con él, lo que más destacan es su
capacidad para lograr acuerdos, el mismo "don" que lo hizo famoso mientras fue
ministro secretario general de Gobierno (1990-1994) y que acercó -no sin
dificultades- el mundo militar al civil. "Pueden cuestionarse algunas asesorías de
Correa, pero su capacidad se observa en que no sólo ha trabajado en conflictos
empresa-Estado, en donde se supone tiene contactos, sino que en litigios entre
empresas", recuerda una fuente. Así fue con la demanda de Télex Chile en contra de
CTC en 1995, donde la pericia de Correa permitió que el problema se solucionara
antes de llegar a tribunales. Lo mismo ocurrió en mayo de 1998, con la disputa que
protagonizaron las empresas socias de Gas Atacama -CMS Energy y Endesa- con
resultados igualmente positivos. Su capacidad de acercar posiciones en apariencia
irreconciliables también ha sido valorada por organismos internacionales. Por
ejemplo, durante un año trabajó en la coordinación de programas de modernización
del Estado para Latinoamérica, patrocinados por el Banco Interamericano de
Desarrollo, el Banco Mundial y la ONU.
Sin embargo, sectores ambientalistas no ven con buenos ojos que haya
hecho lobby para que el gobierno permitiera el ingreso del barco factoría American
Monarch en 1996. En dicha oportunidad, la compañía noruega RGI contrató al
estudio de abogados Carey y Cía. y éstos, llegado el momento, solicitaron a Correa
intervenir y exponer la posición de la compañía en la Subsecretaría de Pesca,
principal blanco de los argumentos del lobbista. A estas críticas se suma que Correa
haya representado los intereses de la empresa Negocios Forestales, que pretendía
usar las galerías del abandonado mineral de Schwager, como contenedor natural de
desechos industriales.
El factor MAPU
Si hay un hecho que ha despertado asombro desde principios de los noventa en el
mundo empresarial chileno ha sido la aparición en escena de un nutrido grupo de ex
miembros del MAPU (originalmente Movimiento de Acción Popular Unitaria), que
logró ganarse un espacio entre los hombres de la industria y las finanzas,
promoviendo ideas privatizadoras y libre mercadistas. Precisamente a este grupo,
que terminó rompiendo el mito de un empresariado necesariamente cercano a la
derecha y vinculado al pinochetismo, pertenece Enrique Correa, quien después de
dejar la Secretaría General de Gobierno volcó sus energías al mundo de los negocios.
Contrato cuestionado
No se trata del vilipendiado tráfico de influencias, sino de negociación. Esa es
la práctica a la que se dedica Enrique Correa desde 1996 en el ámbito privado
con su empresa Correa y Correa Consultores.
Por ser los servicios de asesoría tan amplios como los honorarios que se cobran por
ellos, esta actividad no siempre se desarrolla bajo el velo de absoluta transparencia
que todos quisieran y genera más de alguna suspicacia. Sobre todo, si la compañía
que contrató los servicios es estatal y si el asesor es el ex secretario general de
Gobierno, Enrique Correa. Es el caso de la Empresa Nacional de Minería (Enami),
entidad que entre marzo y agosto de 1999 recibió mensual y religiosamente seis
facturas de la empresa de asesorías económicas EMG Consultores S. A. , donde
participa el ex ministro. Valor total de los servicios contratados: 1. 680 UF, unos $
25. 088. 000. La cifra llamó la atención de los diputados RN, Mario Bertolino y Baldo
ProkuriÁa, principalmente porque se trataba de una empresa con una deuda por
US$ 400 millones -la más grande de su historia- y con serias dificultades
económicas para cumplir con su objetivo de desarrollar a la pequeña y mediana
minería.
Una fuente cercana a la empresa explicó a Qué Pasa que la misión de Correa
se centró en "detectar la receptividad" para aprobar el proyecto de reestructuración
que la empresa viene impulsando hace algún tiempo. "Correa buscó crear un
ambiente político positivo para enviar el proyecto de ley", comentó la fuente.
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Cuando asumió como ministro estrella del gobierno de Aylwin, tenía sólo una
casa en Santiago, otra en El Quisco y un Renault de 1989. Aunque no declaró
cuánto tenía al salir de La Moneda, dice que garantiza que era lo mismo que al
entrar. Aquí responde de sus cambios físicos, afectivos, económicos y, en estos
tiempos en que el tema de las platas es un fantasma para los ex ministros, de
cómo manejó la astronómica suma de gastos reservados de su cartera.
No tenía dos dedos de frente. Se los hizo. Depilándose con pinzas y cera hasta
construirse las anchas entradas de pelo que le dan a su rostro ese aire mefistofélico.
En los años ochenta, para vivir clandestino en Chile, Enrique Correa Ríos, 57 años,
necesitó cambiar su apariencia, convirtiéndose en un ex guatón y también en un ex
chascón, porque en esa época tenía una cabellera tan frondosa e indomable como la
de su primo hermano Germán Correa. Los amigos y camaradas cuando lo
encontraban convertido en un flaco frentón, no podían reconocerlo hasta que
hablaba, porque su discurso y sus gestos lo delatan hasta ahora. La constante de su
vida ha sido el cambio. En lo personal, ha cambiado tantas veces de pareja casi
como el número de hijos que tiene: seis propios y uno adoptado. En lo político, ha
sido democratacristiano, mapu y socialista. También cambió de discurso ideológico:
pasó de marxista leninista al liberal privatizado que es en la actualidad. Correa sabe
cambiar. Cambia en forma inteligente. Mejora, progresa, se supera, se enriquece. El
piso 24 del imponente edificio donde funciona su empresa Correa & Correa
Consultores, está en un plan de expansión para abrir filiales en Sao Paulo y Buenos
Aires. No es poco decir para quien tuvo que aprender a ganarse el respeto de una
derecha que lo despreciaba en 1990, porque veraneaba en El Quisco y pronunciaba
la "ch" como Gladys Marín. Muchos de quienes miraban en menos sus modestos
orígenes ovallinos, confían hoy plenamente en su inteligencia sobresaliente, en sus
habilidades negociadoras y lobbistas, y pagan sin regatear por lo bajo entre 150 y
250 unidades de fomento mensuales por sus servicios. Se ha escrito que desde que
ocupó el cargo de secretario general de Gobierno en el periodo de Aylwin, entre 1990
y 1994, nunca nadie ha brillado tanto en ese puesto. El secretario Correa fue el que
ostentó en forma simultánea más prestigio, más poder y más recursos. En su época,
el 80 por ciento del presupuesto del ministerio eran gastos reservados: alrededor de
3.500 millones de pesos, de un total aproximado de 5 mil millones, fue una cifra que
se conoció. El propio ex presidente Patricio Aylwin dijo a "El Sábado" que siempre
hizo fe en que sus ministros, y particularmente Correa, los gastaron bien. Pero del
detalle de cómo y en qué se gastaron, es algo que ni Aylwin ni Correa están
dispuestos a revelar.
Romance de novela
En las peripecias de esa vida inestable por su situación política, fueron naciendo sus
hijos de distintas parejas. Correa no quiere precisar cuántas veces se ha casado. "No
distingo entre matrimonios y parejas estables. He tenido cuatro parejas estables en
mi vida que no son parte de la noticia", dice. Su hijo mayor es Nelson Correa
Arriagada, de 36 años, gerente de administración y finanzas de la consultora Correa
& Correa. Luego tuvo a Carlos Enrique Correa Bau, ingeniero, de 32 años. También
menciona como hijo a Giuliano Squadrito, 27 años, hijo del primer matrimonio de su
ex mujer Verónica Bau. "Vive conmigo desde los cinco años y me dio un nieto,
ACIERTOS Y DESACIERTOS
El reencuentro con Patricio Aylwin se produjo en la Concertación de Partidos por el
No. Correa ingresó al Partido Socialista en 1989, vinculándose al sector de Núñez.
Gracias a su finísimo olfato político, que le ha valido el apodo de "gran visir", tomó en
ese momento las decisiones correctas que le permitieron forjarse el próspero futuro
que ha tenido en democracia. Recuerda Aylwin: "Enrique estaba muy ligado a
Clodomiro Almeyda, quien en esa época estaba preso en Capuchinos. Su primo
Germán Correa era el segundo de Cloro. Los dos me ayudaron mucho a reactivar mi
vieja amistad con Clodomiro. Enrique me echaba carbón y predisponía a Cloro para
que fuéramos acercando posiciones hasta que terminó incorporándose a la
Concertación". También atinó certeramente en adherir a la candidatura de Aylwin.
"Una vez proclamado yo, Enrique asumió un papel muy importante en la campaña.
Sobre todo, en lo relativo a lograr adhesiones de diversos sectores. Cuando formé el
gabinete, no me cupo duda de que era la persona más indicada para el cargo de
secretario general de Gobierno. Ese puesto tiene la función de ser vocero, gran
posibilidad de contacto con los medios de comunicación, y de orientar la publicidad
y la representación externa de la acción del gobierno. Enrique ha demostrado que
tiene grandes condiciones para eso. Tanto que después se dedicó a esto que ahora
llaman el lobby y que forma parte de lo mismo que hacía antes: lobby para el
gobierno". Sus logros como ministro son ampliamente conocidos: facilitar la
gobernabilidad del país; ser un eje central en el traspaso del poder militar al civil,
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“Su militancia debería haber sido un orgullo para el PS. Desgraciadamente hubo gente que no lo
entendió así, que se dedicó a juzgarlo apresuradamente sin siquiera conversar con él. Su
renuncia es la consecuencia de eso”, dijo el ministro Insulza.
En la tarde el presidente del PS, Gonzalo Martner, aunque sin informar sobre los
motivos de Correa, dio a conocer su resolución a través de un escueto comunicado,
donde indicó que “en el día de ayer (lunes), 12 de julio de 2004, hemos recibido una
comunicación de Enrique Correa haciéndonos saber su decisión de poner fin a su
pertenencia formal al PS de Chile”.
Al parecer, éste al referirse a Eduardo Loyola habría ido más lejos de lo pactado, al
amenazar con la marginación del partido. El timonel dijo que “quienes trabajen para
las empresas defendiendo los intereses espurios de las empresas transnacionales y
que sean militantes socialistas, simplemente se ponen automáticamente fuera de las
filas de nuestro partido”.
REACCIONES
Correa llegó al PS en 1989, luego de la fusión de las dos grandes corrientes del PS,
proceso al cual se agregó el MAPU-Garretón, a donde el ex ministro arribó en 1983
luego que la mayoría del MAPU-OC optara por sumarse al entonces PS Briones.
El renunciado jefe de bancada del PS, Carlos Montes, afirmó que habría preferido un
debate previo y declaró su preocupación porque este tipo de re “reacción
reglamentaria” se pueda hacer extensiva a otra gente.
A juicio del senador Carlos Ominami, que ayer luego de ser criticado por diputados
del PS por no estar abierto a expulsar a los que disientan en el royalty, aclaró que le
parece incompatible ser socialista y no apoyar el impuesto, pero indicó que “ojalá no
lleguemos a la expulsión”.
Quien apoyo enfáticamente la salida de todos los anti-royalty fue el vocero de los
sectores más de izquierda del PS, el diputado Sergio Aguiló, un hombre que no viene
del PS histórico, sino de la Izquierda Cristiana.
OSCAR GARRETÓN
Uno de los más críticos a la conducta de la directiva fue Oscar Guillermo Garretón,
que es un reconocido socialista-empresario. Junto con lamentar la decisión de
Correa, no le pareció que el tema royalty sea de principios y menos que amerite
sanciones por no estar de acuerdo.
“No comparto la línea autoritaria que se ha trazado, pero me gustaría saber si esto es
más grave que algún socialista llame a un paro de la salud, cuando están muriendo
niños en los hospitales”, contraatacó.
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La noche del 11 de septiembre de 1973, el dirigente del Mapu OC Enrique Correa debió
refugiarse en una población del paradero 20 de Santa Rosa. Correa era el encargado de la
organización de su colectividad, uno de los cargos más importantes.
Tras cuatro meses de clandestinidad, su vida corría peligro, por lo que la directiva
mapucista resolvió sacarlo del país, a pesar de que él se oponía. Según cuenta el actual
senador socialista Jaime Gazmuri en sus memorias, las razones no eran meramente
políticas. Correa debía partir “sobre todo porque era muy difícil de esconder: con 120 kilos
no había dónde” (1).
Asilado en la embajada de Perú, Correa aterrizó muy luego en Moscú, donde se convirtió en
el primer representante del Mapu OC en la Unión Soviética. Si bien en la capital moscovita
su pequeña colectividad no tenía asignada oficinas -como el PS y el PC-, el Kremlin le
financiaba un delegado. Desde ahí el dirigente se trasladaba a menudo a otras capitales
europeas del exilio.
Convertido casi en un itinerante, Correa en esa época establecería fuertes lazos con figuras
clave de los gobiernos de la órbita socialista, ganándose el prestigio de astuto negociador. Su
habilidad e inteligencia serían reconocidas también por los cubanos, quienes tenían en alta
estima su hábito de entrar y salir clandestinamente de Chile.
Su estada en la Unión Soviética duró poco, volviendo a los pocos meses a Chile. Sin
embargo, para su retorno el Mapu le puso como condición que bajara 40 kilos. Internado en
una clínica moscovita, Correa cumplió disciplinadamente con la orden del partido. “Con 40
kilos menos ni sus amigos lo reconocían. Tenía que hablar, reírse, y entonces ya no había
dónde perderse”, escribió Gazmuri.
No obstante, como las tareas en el extranjero resultaban prioritarias, los viajes continuaron,
pese a que alrededor de 1975 reemplazó a Jaime Gazmuri en la dirección interna del Mapu.
A mediados de ese año estuvo en Berlín Oriental y se reunió con una veintena de militantes.
“Traía noticias frescas de Chile y fue la novedad del encuentro”, acota un ex exiliado. Otro ex
Mapu residente en Cuba relata que durante sus viajes a la isla, Correa evitaba conversar
temas delicados en las oficinas que mantenía el exilio en el barrio del Vedado de La Habana.
Perspicaz, desconfiaba del control estatal.
A mediados de 1977 el dirigente se instaló en Berlín Oriental. Era uno de los pocos Mapu
OC con influencias ante los alemanes. Tanto así, que la RDA decidió pagarle sueldo, lo que
no estaba contemplado para esa colectividad. Su departamento de 80 metros cuadrados,
ubicado en el tercer piso de un edificio en la calle Pieskowerstraza, en el barrio de
Prenslauerberg y a pocas cuadras de la Plaza Alexander, es recordada como una “pensión” a
la que llegaban todos los mapucistas que hacían escala en Berlín.
Para las salidas e ingresos de Chile los alemanes orientales eran de gran ayuda. Ellos, los
más diestros del mundo socialista en la adulteración de pasaportes, lo abastecían tanto de
documentos como de otros recursos más sofisticados. Sus enmascaramientos incluyeron
desde disfraces, depilaciones que le ampliaban la frente, hasta pequeñas cirugías en las
cejas para cambiar la expresión de su rostro.
Pese a que esta ayuda de los “camaradas” alemanes fue vital para continuar sus viajes
clandestinos, Correa no confundió su agradecimiento con incondicionalidad política. Hasta
hoy es recordado como uno de los líderes que más se preocuparon por la militancia de base
en la RDA, aquella sometida a una “proletarización” forzada en fábricas y siderurgias. “Era el
que siempre discutía para que hubiese más libertad para los chilenos”, recalca un ex
mapucista. Esto, pese a que la nomenclatura alemana miraba con profundo recelo los
contactos que el personero comenzó a establecer con los partidos políticos de Europa
Occidental, a fin de no perder su generoso financiamiento.
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