Enrique Correa

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Cinco artículos relacionados con Enrique Correa

• Enrique Correa: La ruta de un camaleón. Manuel Salazar


• Mr. Lobby: Enrique Correa. QP
• La metamorfosis de Enrique Correa. Entrevista
• Renuncia de Enrique Correa golpea al PS. Artículo. LN.
• Las peripecias de Enrique Correa. La Tercera.
__________________________
19 páginas

Enrique Correa: La ruta de un camaleón


Manuel Salazar
Punto Final Nro 572. Agosto 2004

……….
ENRIQUE Correa Ríos, entonces joven
revolucionario del Mapu, junto a Fernando
Flores, Jaime Gazmuri, Vicente Sota y
otros dirigentes de ese partido.

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En muchas ocasiones, se manifestó orgulloso de la tolerancia, de la fraternidad y del
respeto a la diversidad existentes en el Partido Socialista. Alineado con la
denominada “megatendencia” y con los grupos más progresistas o liberales de esa
tienda política, celebró incluso el período de Camilo Escalona, y se mostró optimista
frente a la creciente modernización del socialismo chileno. Hubo oportunidades en
que, incluso, declaró su interés por asumir cargos directivos y trabajar más
activamente en los desafíos del futuro.

Nunca le fue muy bien en las elecciones internas. Muchas veces pudo percibir una
creciente animosidad en su contra entre los militantes del llamado socialismo
histórico, aquellos que aún levantan el puño en los eventos más importantes de la
militancia.

Siempre supo navegar en mares tormentosos y manejar hábilmente el timón para


hacer frente a cuanta turbulencia política amenazara a la Concertación. Por eso, la
renuncia de Enrique Correa Ríos a su militancia en el Partido Socialista produjo el
efecto de un terremoto en las huestes gobiernistas, sorprendiendo a moros y
cristianos. La razón esgrimida fue su discrepancia con el royalty minero impulsado
por La Moneda, pero hasta el socialista más despistado sabe que tras la decisión de
Correa se acumulan otras explicaciones.

Correa se transformó en los últimos años en el lobbysta más importante del país,
con una red de contactos e influencias que despierta la envidia y desconfianza de
mucha gente. Experto en manejo de crisis y conocedor profundo de los resortes que
mueven a los medios de comunicación, suma, además, una proverbial habilidad
para leer los escenarios de conflicto y pulsar las cuerdas que puedan inclinarlos en
uno u otro sentido.

La lista de sus clientes indica también la relevancia que ha adquirido en las esferas
empresariales y en instituciones de todo tipo, sumiendo a sus detractores en
múltiples sospechas y lucubraciones. Asesor privilegiado de Soledad Alvear, muchos
han querido ver su renuncia al PS como la obtención de una patente de corsario que
le permita trabajar para que la actual canciller se transforme en la candidata
presidencial de la Concertación, en las elecciones de diciembre del 2005.

DE OVALLE CON FERVOR


Enrique Correa Ríos nació en Ovalle, en 1946, en el seno de una familia ilustrada de
clase media. Su padre, un masón que votaba por los liberales y no por los radicales,
inculcó en el muchacho el gusto por la música y la lectura. Su madre, en tanto, lo
acercó a la Iglesia Católica y a la fe.

Primero estudió en una escuela pública y luego en el liceo de la localidad. Leyó a


Salgari, Dumas, Shakespeare y a los narradores rusos. Trabajó en la parroquia local
y dirigió las Juventudes Estudiantiles Católicas (JEC). Cuando cumplió 12 años,
ingresó a la JDC.

La familia quería que estudiara derecho, pero el joven sintió el llamado de Dios. Viajó
a Santiago para ingresar al Seminario Diocesano, dirigido en ese tiempo por el
sacerdote Carlos González Cruchaga, quien se transformaría en uno de sus maestros
y que, en los años 80, cumpliría relevante papel en la Conferencia Episcopal. En el
Seminario fue compañero de Jaime Estévez, Luis Eugenio Silva, Cristián Precht y
Miguel Ortega.

Problemas familiares obligaron a Correa a retornar a Ovalle, donde se inició en la

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locución radial apoyando la candidatura presidencial de Eduardo Frei Montalva. Se
transformó en lector asiduo de Jacques Maritain y de León Blois, de Graham Greene
y de Morris West, en constante búsqueda de comprensión de los procesos que
afectaban al mundo.

En 1965 viajó nuevamente a Santiago e ingresó a la escuela de filosofía de la


Universidad Católica, estremecida por las reformas del Concilio Vaticano II. Los fines
de semana acude al Seminario para sumergirse en discusiones teológicas y
terrenales: pero empieza a alejarse de Santo Tomás y a interesarse en la lectura de
Marx y otros pensadores socialistas. “El marxismo es parte de la modernidad de ese
tiempo. Marx era un pensador tan legítimo como lo podían ser Freud, Darwin, Stuart
Mills o Adam Smith”, ha dicho Correa en años recientes.

SUS VERTIENTES IDEOLOGICAS


Jaime Castillo Velasco, ideólogo del PDC, y Rodrigo Ambrosio, quien regresaba a
Chile en marzo de 1966 tras haber estudiado dos años en París, se transformaron en
sus más cercanos referentes intelectuales.

Rodrigo Ambrosio, formado por los jesuitas en Talca, había entrado en 1958, junto a
Tomás Moulian y Manuel Antonio Garretón, a la primera promoción de la escuela de
sociología de la UC, fundada por el legendario jesuita Roger Vekemans. Había
partido a los 22 años a Europa, acompañado por Cristina Hurtado, Raimundo Beca,
Tomás Moulian, Gabriela Tesmer y Marta Harnecker. En el viejo continente se
reunieron con Claudio Orrego, Carmen Frei y Eugenio Ortega. Especializado en
sociología agraria, Rodrigo Ambrosio se incorporó al Instituto de Desarrollo
Agropecuario, donde junto a Jacques Chochol, Jaime Gazmuri y Juan Enrique Vega
forman un núcleo ideológico que busca acelerar los cambios sociales y aglutinar a
los “rebeldes” de la Juventud Demócrata Cristiana. Estos rebeldes eran liderados por
Enrique Correa y Juan Enrique Vega. Juntos deciden postular a Rodrigo Ambrosio a
la presidencia de la JDC en 1966, pero son derrotados. Al año siguiente, el 11 de
agosto de 1967, esos jóvenes ocupan la Casa Central de la UC y sellan las puertas y
accesos. El líder del movimiento reformista es Miguel Angel Solar; el jefe de la toma,
es Carlos Montes.

La reforma agraria, en tanto, resulta incontenible. El 73% de la tierra cultivable


estaba en manos del 2,3% de latifundistas. En los últimos tres años del gobierno de
Frei Montalva se expropiarían 1.050 fundos.

En 1967 la línea rebelde se impone en la Junta Nacional de la JDC. Se rechaza la


cuenta de Jorge Leiva, el presidente, y resulta electo Rodrigo Ambrosio, por 148
votos contra 87 de Luis Maira. Se aprueba un voto político que señala: “No estamos
dispuestos a envejecer en la ambigüedad”.

Al año siguiente, en julio, se reúne otra vez la Junta Nacional de la JDC, con
participación de 120 delegados. Ambrosio formula duras críticas al gobierno de Frei
e identifica tres sectores dentro del PDC: el oficialista, al que califica de “divorciado
permanentemente del partido y de su programa”; los que provenían de la antigua
Falange, a los que trata de “indefinidos”; y los de avanzada, “que están por la vía no
capitalista”.

Rodrigo Ambrosio entonces se pronunció por la bipolaridad para las siguientes


elecciones presidenciales, manifestando que “para la campaña presidencial del 70
deben desaparecer del mapa las alternativas centristas o terceristas, que encubren,
distorsionan y amortiguan la vida social real del país”. Ambrosio es ovacionado y el

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sector rebelde se impone por 156 votos contra 74, asumiendo Enrique Correa como
nuevo presidente de la JDC.

Jaime Castillo no demora en responder: “Ambrosio y Correa, tan admiradores de la


disciplina y del celo que existe en el Partido Comunista, donde la ropa sucia se lava
en casa, llamaron a una conferencia de prensa -que la directiva prohibió- para
mostrar nuestras reales o supuestas mugres a todos los redactores políticos. Los
diarios de oposición no necesitan esforzarse para conocer nuestros problemas más
serios y confidenciales. Sus “corresponsales” militan en nuestras propias filas y no
en cargos subalternos”.

PAMPA IRIGOIN
En marzo de 1969, poco después de las elecciones parlamentarias en que el PDC
reduce sus diputados de 82 a 55 (pero aumentó sus senadores de 12 a 20), se realiza
una toma de terrenos en las cercanías de Puerto Montt, en Pampa Irigoin, que
concluye con un violento desalojo por Carabineros: ocho pobladores mueren y más
de 50 resultan heridos.

Los jóvenes rebeldes de la JDC se suman a la Izquierda y piden la salida del ministro
del Interior, Edmundo Pérez Zújovic. Enrique Correa es pasado al tribunal de
disciplina y removido de la presidencia de la JDC.

La fuerza de los rebeldes se sustentaba principalmente en los jóvenes


democratacristianos de la UC. En la Universidad de Chile, en cambio, sus
principales dirigentes, Jorge Navarrete y Jaime Ravinet, se alineaban con el freísmo
y con la directiva del partido. Pero en la Casa de Bello disponían de dos entusiastas
militantes, Gustavo Villalobos, secretario general de la Fech, y José Miguel Insulza,
líder en la escuela de derecho.

El 9 de mayo de 1969, una semana después de la Junta Nacional del PDC en


Talagante, donde se decide que Radomiro Tomic será candidato presidencial del
partido, se reúne en Peñaflor la denominada comisión coordinadora nacional del
Movimiento de Acción Popular Unitaria (Mapu), y se presenta un informe político que
denuncia “el fracaso de la experiencia reformista” de Frei. Se le acusa de renunciar a
un programa de reformas estructurales de la sociedad chilena. En su declaración de
principios, los mapucistas se definen como “fuerza de vida y escuela para el poder” y
reconocen que “nos construimos desde ahora para dirigir la Patria”.

Tres meses después, el Mapu se integra a la Unidad Popular, designando como su


candidato presidencial a Jacques Chonchol. Más tarde, apoyarían a Pablo Neruda, a
Rafael Agustín Gumucio y a Aniceto Rodríguez. Rodrigo Ambrosio, a diferencia de
Enrique Correa, se niega a apoyar a Salvador Allende.

El 30 de octubre de 1970 el Mapu inicia su primer congreso. Ambrosio asume como


secretario general y Enrique Correa como subsecretario. Este, para ganarse la vida,
compartía su labor política con la enseñanza del marxismo en la Universidad
Técnica del Estado.

Ambrosio se marcha a Concepción. Está convencido de que los obreros del acero de
Huachipato serán la nueva vanguardia de la revolución. El máximo dirigente del
Mapu se consideraba un hombre de acción, con poco tiempo para la teoría. Para
suplir esa falencia, sus compañeros Moulian y José Joaquín Brunner le hacían
resúmenes sobre las ideas de los principales teóricos de Izquierda.

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En 1971, Juan Enrique Vega es designado embajador en Cuba y Correa, pasa a
desempeñarse como asesor político de Clodomiro Almeyda, en la Cancillería. En
1972 asume otro cargo en el Mapu y es reemplazado en el Ministerio de Relaciones
Exteriores por José Miguel Insulza.

EN EL GOBIERNO DE ALLENDE
El Mapu en el período de la Unidad Popular consigue colocar numerosos militantes
en cargos de gobierno: Jacques Chonchol, ministro de Agricultura; Juan Carlos
Concha, ministro de Salud; José Antonio Viera-Gallo, subsecretario de Justicia;
Oscar Guillermo Garretón, subsecretario de Economía; Carmen Gloria Aguayo,
secretaria de Desarrollo Regional; Fernando Flores, ministro de Hacienda, además de
los citados Vega, Correa e Insulza.

Deciden dar un nuevo paso: declaran al Mapu un partido marxista. Esto hace que se
retiren Chonchol, Rafael Agustín Gumucio, Alberto Jerez y Julio Silva Solar, que
darán vida a la Izquierda Cristiana.

En 1972, acompañado por Carlos Portales, Rodrigo Ambrosio parte en gira a China,
Vietnam y Corea del Norte. Luego a Europa y finalmente a Cuba, donde se entrevista
con Fidel Castro y le pide armas para defender la revolución chilena. A su regreso al
país, muere en un accidente automovilístico, el 19 de mayo de 1972.

La conducción del Mapu es asumida por Jaime Gazmuri. Enrique Correa renuncia
durante dos meses, por considerar que el Mapu debía integrarse al Partido
Comunista. Por esos días, algunos sectores de Izquierda identificaban al movimiento
como el “Partido Comunista Bandera Verde”.

El 7 de marzo de 1973, debido a crecientes disputas internas, el Mapu se divide en


dos fracciones: una marxista-leninista, encabezada por Oscar Guillermo Garretón y
Eduardo Aquevedo; la otra, por Gazmuri, Correa y Fernando Flores, que critica a
Garretón por su apoyo a la ultraizquierda.

Se suceden las declaraciones, expulsiones recíprocas e incluso enfrentamientos


físicos entre ambos bandos, que pugnan por apropiarse de las sedes partidarias. El
Mapu-Garretón recibe el apoyo del PS, del MIR y de la Izquierda Cristiana; el Mapu-
Gazmuri cuenta con la simpatía del PC. En eso los sorprende el golpe militar del 11
de septiembre.

EL GOLPE Y LOS ASILOS


Al promediar diciembre, Carlos Portales ayuda a Enrique Correa a asilarse en la
embajada de Perú. Poco después, viaja a la Unión Soviética, donde se vincula con
altos personeros del PCUS, colabora con el programa Escucha Chile, de Radio Moscú
y recolecta dinero para su nueva misión en el Mapu Obrero-Campesino, el MOC:
organizar la resistencia armada en la clandestinidad.

En 1975 se decide su primer ingreso a Chile como jefe del aparato militar de su
partido. Es sometido a una estricta dieta que lo hace bajar de 120 a 75 kilos. Le
eliminan parte del pelo y le hacen entradas en la frente. Reemplazan sus lentes
ópticos y le afeitan la barba. Ingresa al país clandestinamente y vive en Providencia,
bajo la falsa identidad de un sociólogo que trabajaba en un estudio de arquitectos.

En 1977 regresa a Europa y se instala en Berlín oriental a solicitud de Clodomiro

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Almeyda. Informa a los exiliados que el régimen militar tiene férreo control del poder
y que no hay modo de removerlo por la fuerza.

Asume como encargado en el exterior del MOC e inicia un período de renovación


ideológica, distanciándose de Almeyda y acercándose a las tesis de Carlos
Altamirano. “Altamirano es el precursor de la renovación en el socialismo. Sin él, es
probable que el PS hubiera seguido aliado al PC y no se hubieran superado las
divisiones entre el centro y la Izquierda”, ha señalado Correa.

Viaja constantemente a Italia, donde se reúne con Insulza, Viera-Gallo, Estévez y


otros miembros de su partido que también se sumergen en la renovación impulsada
por Enrico Berlinguer y el PC italiano, que se conoce como eurocomunismo. Se
instala en Roma entre 1980 y 1981.

La invasión soviética a Afganistán y la rebelión de los sindicatos polacos lo hacen


distanciarse definitivamente de la URSS y los socialismos reales.

Entra y sale de Chile con bigotes y pelo teñido, bajo chapas tan diversas como la del
“agrónomo Ismael Carmona” o los nombres políticos de “Carlos”, “Walter” o “José”.
Vuelve para quedarse en 1981 y permanece clandestino hasta 1983, cuando se
autoriza formalmente su regreso. Se dedica a trabajar con comunidades cristianas
de base y sindicatos, retomando los vínculos creados en los años 60 y estableciendo
nuevas redes de contactos, que serán relevantes al irrumpir las protestas sociales
que, inicialmente, encabezan los trabajadores del cobre dirigidos por Rodolfo Seguel.

Correa se vincula a la Pastoral Obrera del Arzobispado de Santiago, donde trabaja


con el abogado Jorge Donoso. Una de sus preocupaciones constantes es ayudar a la
convergencia de las diversas corrientes socialistas y generar nuevas confianzas entre
la Izquierda y la DC.
Su capacidad de organización lo lleva a transformarse en coordinador general del
Comando por el NO, en 1988, encargado de un vasto equipo que, entre otros,
integran Angel Flisflich, Carlos Huneeus, Hugo Rivas, Carlos Vergara, Alejandro
Foxley, Juan Gabriel Valdés, Eugenio Tironi, Ricardo Solari, Patricio Silva, Manuel
Antonio Garretón, Isidro Solís, Carlos Montes, Carlos Figueroa, Gonzalo Martner y
Germán Quintana.

Logrado el triunfo en el plebiscito, Correa inicia de inmediato una nueva operación


política: lograr que Patricio Aylwin sea abanderado presidencial de la Concertación,
en las elecciones de diciembre de 1989. El primer obstáculo es el secretario general
del Comando por el No, Genaro Arriagada, que apoya a Eduardo Frei Ruiz-Tagle.
Pero Correa, asesorado por Ricardo Solari, consigue que Clodomiro Almeyda
entregue su apoyo a Aylwin. Recurren a Juan Hamilton y Emilio Filippi para
convencer al propio Aylwin.

NEGOCIADOR INCANSABLE
Electo presidente, Aylwin nombra a Correa como ministro Secretario General de
Gobierno. A su lado está Eugenio Tironi, a cargo de la Secretaría de Comunicación y
Cultura. Desde el segundo piso de La Moneda, otra vez gordo, con barba y lentes, el
otrora tímido ovallino aprenderá a enfrentarse a las cámaras de televisión y
descifrará las innumerables claves y secretos del poder. Junto con Edgardo
Boeninger, ministro Secretario General de la Presidencia, optan por meter al
refrigerador las demandas sociales, desactivan los comandos juveniles, las
organizaciones poblacionales y los sindicatos. Consiguen en corto tiempo devolver a
sus casas a decenas de miles de chilenos que, desde mediados de los 90, habían

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salido a las calles a reconquistar la democracia. Había llegado la hora de que los
profesionales de la política retomasen las riendas del país.

Correa se encarga de negociar con Pinochet y el general Ballerino; se ocupa de la


desactivación de los grupos armados, de limar aspereza con El Mercurio, de
convencer a Fidel Castro para que llame al orden al FPMR, de formalizar acuerdos
con Renovación Nacional, en fin, de los mil y un detalles de la transición a la
democracia.

Concluida su labor, abandona La Moneda y se instala en la Facultad


Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) para tomar un respiro y diseñar los
siguientes pasos. Algunas exitosas asesorías en el extranjero y sus relaciones en
todas las esferas lo llevan a incursionar en la recién aparecida “comunicación
corporativa”, antecedente inmediato del lobby en Chile.

En 1997, Correa es asesor del Banco Interamericano de Desarrollo. Asociado con


Fernando Flores convencen a empresarios mexicanos para invertir en América
Central. En el rubro de las comunicaciones trabaja con Eugenio Tironi, asesorando a
diversas empresas. A los cuatro vientos asegura “estar de vuelta de todos los
integrismos que quieren dar explicaciones globales del mundo” y empieza a asumir
públicamente sus errores: “No reconocimos lo que el gobierno de Frei Montalva
representaba: un régimen progresista, moderno, conducido por un estadista
tolerante y que distaba mucho de ser ese gobierno reformista e inclinado a la
derecha que le adjudicamos”.

Primero fue Correa & Correa Consultores, hoy es Imaginaccion, su floreciente


empresa de lobby. Entre sus clientes se cuentan CTC, Colbún, Corpora Tres Montes,
Soprole, el proyecto Trillium, las empresas de telecomunicaciones, Almacenes París,
American Monarch, CMS, Colmena, las pisqueras, las tabacaleras, el grupo Luksic,
el grupo Urenda, Madeco, Consalud, AFP Habitat, Citibank, Banco del Desarrollo,
Banco Santander, CAP, Agunsa, en fin, suma y sigue.

“Imaginar que porque los empresarios son gente de derecha, y muy de derecha,
podrían conspirar para que al gobierno le vaya mal, sería un grave error. Eso no lo
van a hacer nunca, porque saben que a ellos les va a ir bien si al gobierno de Lagos
le va bien. Lo que estoy diciendo es que no son todavía suficientemente plurales.
Todavía no son como son los empresariados del mundo, donde hay un poco de todo”,
sostiene Correa

MANUEL SALAZAR

(En el próximo número: “Los compañeros de ruta de Enrique Correa”)

_________________________________________

Mr. Lobby: Enrique Correa


Los contactos, clientes, métodos, triunfos y derrotas en la arena privada de
quien fuera uno de los más importantes ministros de la Concertación: Enrique
Correa.
Cindy Rivera y Andrés Azócar.
Revista Que Pasa. Nro.: ……..

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La eventualidad de que el gobierno chileno demande a las tabacaleras
estadounidenses por más de US$ 8 millones provocó que dichas compañías tuvieran
que elegir todos los elementos necesarios para evitar que ésta se haga efectiva:
abogados, prensa y visita de ejecutivos. Para llevar adelante la campaña de lobby no
tuvieron dudas respecto de cuál era el mejor nombre: Enrique Correa.

Desde que en 1996 fundara Correa y Correa Consultores, el ministro de


Patricio Aylwin se ha dedicado a mostrar sus habilidades en los negocios, talento
comunicacional, capacidad para lograr acuerdos, contactos y una natural cercanía
al poder. Con estas condiciones no le fue difícil convertirse en el más reconocido
lobbista en Chile, logrando un currículum envidiable, por lo menos en lo que a
clientes se refiere. A su despacho ha llegado la mayoría de la empresas de
telecomunicaciones, Almacenes París, American Monarch, Colbún, CMS, los
pisqueros y últimamente Córpora Tres Montes y las tabacaleras. A esto se suman las
numerosas asesorías internacionales que hace a gobiernos tan diversos, como
Guatemala, Uruguay, Marruecos y Kazajstán, una república de la ex URSS.

Más allá de sus méritos, esta labor en la sombra -el lobby- no sólo le ha
traído beneficios a Correa, sino también críticas provenientes de variados flancos:
desde el interior de su propio partido (PS), por su forma de operar, o de algunos
clientes insatisfechos con los frutos de su gestión, por mencionar algunas. Para los
primeros, ha puesto sus convicciones políticas a la venta y para los segundos, no ha
cumplido con las expectativas.

"Enrique enfrenta el problema de que la actividad del lobby es mal vista en


Chile; se le confunde con tráfico de influencias, a diferencia de países como EE. UU.
, donde siempre se le contempla para una negociación", comenta un cercano a
Correa.
El propio Correa prefiere definir su actividad como "comunicación en
asuntos públicos". Y agrega que sus consultorías no se centran sólo en el lobby. "Mi
empresa afronta crisis, realizamos perfiles corporativos, diseñamos estrategias,
recomendaciones a directorios, trabajo en medio ambiente y todo lo relacionado con
las regulaciones", añade.

Sin embargo, quienes han trabajado con él, lo que más destacan es su
capacidad para lograr acuerdos, el mismo "don" que lo hizo famoso mientras fue
ministro secretario general de Gobierno (1990-1994) y que acercó -no sin
dificultades- el mundo militar al civil. "Pueden cuestionarse algunas asesorías de
Correa, pero su capacidad se observa en que no sólo ha trabajado en conflictos
empresa-Estado, en donde se supone tiene contactos, sino que en litigios entre
empresas", recuerda una fuente. Así fue con la demanda de Télex Chile en contra de
CTC en 1995, donde la pericia de Correa permitió que el problema se solucionara
antes de llegar a tribunales. Lo mismo ocurrió en mayo de 1998, con la disputa que
protagonizaron las empresas socias de Gas Atacama -CMS Energy y Endesa- con
resultados igualmente positivos. Su capacidad de acercar posiciones en apariencia
irreconciliables también ha sido valorada por organismos internacionales. Por
ejemplo, durante un año trabajó en la coordinación de programas de modernización
del Estado para Latinoamérica, patrocinados por el Banco Interamericano de
Desarrollo, el Banco Mundial y la ONU.

La envergadura de sus clientes -que él prefiere no identificar- ha sido el


mejor anzuelo para atraer a nuevos e importantes interesados en contratar sus
servicios. Además, cuenta con las preferencias de importantes estudios de abogados,
quienes recurren permanentemente a la experiencia de Correa para que asesore a

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sus clientes, como lo han hecho Carey y Cía. y los bufetes de Arturo Alessandri y
Juan Agustín Figueroa.

Lógicamente, sus contactos, sus dotes como lobbista y su posición


políticamente moderada han permitido que Correa esté completamente legitimado en
el ámbito empresarial chileno. Además, ha conquistado espacios en tribunas no
afines a su ideología, como columnista de el El Diario y El Mercurio y como
permanente invitado a los seminarios realizados por la UDI o el Instituto Libertad y
Desarrollo.

Aunque en su partido muchos cuestionan las contradicciones de la


"ilimitada" agenda privada de un "ex revolucionario", otros ven en el ejercicio del
lobby una faceta que siempre ha estado presente en Enrique Correa: la cercanía al
poder. Sus primeros pasos estuvieron orientados hacia el sacerdocio, que lo llevaron
a ingresar a los 16 años al Seminario Diocesano. No le costó mucho tiempo para
hacerse de muy buenos amigos -Jaime Estévez, Luis Eugenio Silva, Miguel Ortega y
Cristián Precht- y mantener un estrecho contacto con el director del Seminario, el
obispo Carlos González.

Pero su vocación política fue más fuerte y abandonó la iglesia para


convertirse en estudiante de Filosofía en la Universidad Católica, donde comenzó su
ajetreo político en las filas de la JDC. En 1968, bajo los efectos de la "reforma
universitaria", participa en la división del PDC y participa en la fundación del MAPU.
Leal a Allende, durante el gobierno de la Unidad Popular debe huir del país y busca
asilo tras la Cortina de Hierro.
En su exilio, Enrique Correa nuevamente se convierte en una figura de
primer nivel. Tanto en Alemania Oriental (RDA), como en la Unión Soviética (ex
URSS) y Cuba, Correa se codeó con las cúpulas políticas, los miembros de diferentes
politburós y las principales figuras de los gobiernos de Europa Oriental. En la RDA
tenía acceso directo a la oficina de Honecker y en la URSS al primer ministro
Leonidas Brezhnev. "Muchas veces era recibido con honores y tenía más llegada en
el Kremlin que Luis Corvalán", recuerda un militante del PS.

En Cuba sucedió algo similar. Mientras otros exiliados intentaban ampliar


sus relaciones con el gobierno castrista, Enrique Correa no demoraba en empatizar
con los principales dirigentes de la isla y no era extraño verlo, por ejemplo, con Raúl
Piñeiro, alias "Barbarroja", uno de los hombres más influyentes en Cuba. "Enrique
siempre ha sabido estar en el poder y, a diferencia de muchos, con eficiencia. El
tiene un talento que sabe aprovechar", conviene un dirigente del PS.

Luego de volver del exilio, se convirtió en asesor de la Conferencia Episcopal


y restableció sus contactos. Pero su discurso ya era diferente, bastante lejano al
apetito revolucionario que en algún momento defendió. Para cercanos al PS, el
cambio fue muy fuerte y hoy es posible escuchar de la boca de Correa: "La política y
el Estado pertenecen al reino de la razón y no de la pasión". O quizás una frase más
sugerente: "El mercado no tiene ideología". Pero sí la tienen sus detractores que
apuntan acusatoriamente a Correa y a su "renovación". Para ellos es justificable que
alguien se renueve ideológicamente, pero no que entre en contradicciones con los
principios políticos que siempre ha defendido. Uno de los trabajos más cuestionados
al interior del PS fue el lobby que Correa realizó para algunas sociedades (Agunsa
entre ellas) del senador independiente Beltrán Urenda -pro UDI. El cuestionamiento
arreció cuando luego se convirtió en director de dichas compañías. "Yo hago un
trabajo profesional que no tiene nada que ver con mi ideología o que haya perdido

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mis convicciones... Por supuesto, estoy trabajando para que Lagos sea presidente",
retruca Correa.

La verdadera maduración de la labor de Correa se ha dado en los últimos


cinco años, una vez que salió del gobierno de Aylwin y que sus consejos comenzaron
a tomar otro tipo de valor.

En julio de 1996, finalmente, Correa se instala con la empresa Correa y


Correa Consultores, en sociedad con Nelson Quinteros. Luego de prestar una
pequeña asesoría a VTR, entra de lleno para lograr una solución en el conflicto
Télex-CTC.
Sus clientes comienzan a multiplicarse y también sus visitas a reparticiones
públicas, especialmente a la Subsecretaría de Telecomunicaciones (Subtel) -en ese
entonces, al mando de Gregorio San Martín- y al Ministerio de Economía, para
reunirse con Oscar Landerretche, subsecretario en esa época.

El conflicto del gobierno con Douglas Tompkins le permite conocer al


empresario estadounidense, con el que aún mantiene una estrecha amistad. Luego
de algunas gestiones con el gobierno, se busca la posibilidad de que el acuerdo entre
ambas partes incluya que Enrique Correa forme parte de la fundación Educec, que
administraría el parque Pumalín, de propiedad de Tompkins, acuerdo que finalmente
se frustra. Estos encuentros renuevan el interés de Correa por el tema del medio
ambiente, amplía sus contactos con la Conama y rechaza aconsejar a Trillium.
Además, perfecciona sus asesorías en el área de los Estudios de Impacto Ambiental,
donde ha comenzado a fortalecer su nombre. Esto le permitió que la empresa
Megáridos -que realiza extracción de áridos en la comuna de San Bernardo- lo
contratara para mejorar la penetración de la empresa en la comunidad, así como en
las autoridades municipales y centrales.

Sin embargo, sectores ambientalistas no ven con buenos ojos que haya
hecho lobby para que el gobierno permitiera el ingreso del barco factoría American
Monarch en 1996. En dicha oportunidad, la compañía noruega RGI contrató al
estudio de abogados Carey y Cía. y éstos, llegado el momento, solicitaron a Correa
intervenir y exponer la posición de la compañía en la Subsecretaría de Pesca,
principal blanco de los argumentos del lobbista. A estas críticas se suma que Correa
haya representado los intereses de la empresa Negocios Forestales, que pretendía
usar las galerías del abandonado mineral de Schwager, como contenedor natural de
desechos industriales.

Más allá de estas discrepancias, la experiencia de Correa se difundía y el


precio por sus consultorías -que ahora fluctúa entre los $ 5 millones y los $ 7
millones mensuales- mejoraba. En junio de 1997 fue el turno de Almacenes París.
Cuando la ley del consumidor estaba a punto de promulgarse, el Sernac cuestionó
algunos procedimientos de la multitienda. Entonces, París contrató a Correa, quien
junto con diseñar una estrategia de crisis, intercede ante el director del Sernac, Luis
Sánchez Castellón, muy cercano al ex ministro. El resultado: las partes llegan a un
acuerdo tácito. Actualmente, el mismo Sánchez ha sido, desde su puesto como
Subsecretario de Economía, receptor permanente de las inquietudes del consultor.
Por los pisqueros, frente a la baja del arancel del whisky y la acusación británica en
la OMC; por Colbún y su relación con Siemens y el gobierno, y por la CTC. Esta
última, quizás haya sido el más importante y cuestionado de los lobbys de Correa.

En marzo de 1998, un llamado de CTC a las oficinas de Correa y Correa era


el inicio de uno de los mayores trabajos para el consultor. La telefónica comenzaba a

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sentir los rigores de la competencia y del celo del Fiscal Nacional, Rodrigo Asenjo.
Luego de haber lanzado el Calling Party Pays Plus (CPPP), la CTC se vio enfrentada al
cuestionamiento de la autoridad fiscalizadora y debió suspender el servicio. La
empresa requería de una estrategia de crisis, planificación y contactos al más alto
nivel. Por lo mismo, Fernando Flores -asesor de la CTC- recomendó contratar a
Enrique Correa, moción que fue respaldada por Oscar Guillermo Garretón,
presidente de la Compañía y ex camarada de Correa en el MAPU. Correa cumplía dos
requisitos fundamentales para la compañía: conocía y era socio de Fernando Flores,
con quien compartió asesorías en Centroamérica, algunas de las cuales aún
realizan. Y además, ya había asesorado a VTR y Chilesat, por lo que su conocimiento
en los temas ligados a las telecomunicaciones eran amplios. Luego de ser bien
evaluado, la CTC le solicitó a Correa que los asesorara en el proceso de fijación
tarifaria, que terminó este año con una decisión de la Subtel adversa para las
pretensiones del consultor. Por si eso fuera poco, los tribunales le dieron el traspié
definitivo en relación al CPPP. Algunos expertos de comunicación han comenzado a
criticar el modelo actual de Correa, principalmente porque junto con sus asesorías
internacionales -que incluyen Paraguay, Bolivia, El Salvador-, ha sumado muchos -
demasiados- clientes en su agenda. "Cuando entraba a hablar por la CTC terminaba
hablando por Colbún, lo que no le permitía cumplir con su objetivo", observa una
fuente en el Ministerio de Economía.

Los últimos requerimientos de Correa -que se hace asesorar por un equipo


multidisciplinario- tampoco han sido fáciles. Córpora Tres Montes le solicitó una
asesoría de emergencia para enfrentar el cuestionamiento del Ministerio de Salud a
los jugos en polvo; Chilquinta, que busca mejorar su perfil público en la Quinta
Región, y finalmente, las tabacaleras.

En esta ocasión, Carey y Cía. y el bufete de Juan Agustín Figueroa -ambos


representantes de las 14 compañías de cigarrillos estadounidenses- recomendaron a
Enrique Correa para evitar que el Estado demande en EE. UU. a las tabacaleras.
Según fuentes gubernamentales, la presencia de Correa fue fundamental para que el
gobierno aplazara su decisión y para que el ministro José Miguel Insulza diera
públicamente la primera respuesta dilatoria y desdeñosa del gabinete presidencial.
"Veremos la conveniencia de demandar", dijo.

A pesar de que el mismo Correa ha intentado que el lobby tenga márgenes


legales, esta actividad seguirá siendo un tema tabú en Chile. Los que conocen al ex
ministro, en cambio, creen que con o sin norma, la capacidad de entregar acuerdos
seguirá siendo un cuasi patrimonio del ex ministro.

El factor MAPU
Si hay un hecho que ha despertado asombro desde principios de los noventa en el
mundo empresarial chileno ha sido la aparición en escena de un nutrido grupo de ex
miembros del MAPU (originalmente Movimiento de Acción Popular Unitaria), que
logró ganarse un espacio entre los hombres de la industria y las finanzas,
promoviendo ideas privatizadoras y libre mercadistas. Precisamente a este grupo,
que terminó rompiendo el mito de un empresariado necesariamente cercano a la
derecha y vinculado al pinochetismo, pertenece Enrique Correa, quien después de
dejar la Secretaría General de Gobierno volcó sus energías al mundo de los negocios.

Junto a él destacan también otros nombres con un pasado igualmente


"mapucista", como los de Oscar Guillermo Garretón y Eugenio Tironi. El primero, ex
presidente de las empresas Metro y CTC y actual director de Iansa y del Banco del
Desarrollo, sorprendió con su postura privatizadora a aquellos que lo recordaban

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promoviendo tomas y expropiaciones de varias industrias durante la Unidad
Popular.

Sin embargo, la percepción es que terminó por ganarse la confianza del


sector privado, con el que tiene contactos del mejor nivel y a favor del cual -en más
de una ocasión- ha intervenido como interlocutor ante la Concertación. Cuando
presidió CTC, por ejemplo, llevó adelante la discusión parlamentaria y consiguió un
acuerdo con el gobierno que permitió la aprobación de la Ley II-A. A través de ese
cuerpo legal, CTC logró entrar al mercado de larga distancia, un hito que por un
momento parecía imposible.

Por su parte, Eugenio Tironi es hoy un destacado asesor corporativo, luego


que dejara la Secretaría de Comunicación y Cultura, durante el gobierno de Aylwin,
y formara Tironi y Asociados. Todo un trío de renovados que ha reconocido
abiertamente que, a la hora de tomar decisiones financieras y administrativas a nivel
empresarial, las diferencias políticas no existen.

Contrato cuestionado
No se trata del vilipendiado tráfico de influencias, sino de negociación. Esa es
la práctica a la que se dedica Enrique Correa desde 1996 en el ámbito privado
con su empresa Correa y Correa Consultores.
Por ser los servicios de asesoría tan amplios como los honorarios que se cobran por
ellos, esta actividad no siempre se desarrolla bajo el velo de absoluta transparencia
que todos quisieran y genera más de alguna suspicacia. Sobre todo, si la compañía
que contrató los servicios es estatal y si el asesor es el ex secretario general de
Gobierno, Enrique Correa. Es el caso de la Empresa Nacional de Minería (Enami),
entidad que entre marzo y agosto de 1999 recibió mensual y religiosamente seis
facturas de la empresa de asesorías económicas EMG Consultores S. A. , donde
participa el ex ministro. Valor total de los servicios contratados: 1. 680 UF, unos $
25. 088. 000. La cifra llamó la atención de los diputados RN, Mario Bertolino y Baldo
ProkuriÁa, principalmente porque se trataba de una empresa con una deuda por
US$ 400 millones -la más grande de su historia- y con serias dificultades
económicas para cumplir con su objetivo de desarrollar a la pequeña y mediana
minería.

Fue por ello que los parlamentarios decidieron enviar, el 16 de abril, un


oficio de fiscalización al Ministerio de Minería, pidiendo mayores antecedentes sobre
el origen de la asesoría. La Enami respondió, a través del subsecretario de esa
cartera, César Díaz-Muñoz, negando que hubiera suscrito contrato de ningún tipo
con Correa. Sin embargo, reconoció que este último formó parte del equipo de la
empresa EMG Consultores S. A. , que sí había prestado servicios a esa
Vicepresidencia.

Una fuente cercana a la empresa explicó a Qué Pasa que la misión de Correa
se centró en "detectar la receptividad" para aprobar el proyecto de reestructuración
que la empresa viene impulsando hace algún tiempo. "Correa buscó crear un
ambiente político positivo para enviar el proyecto de ley", comentó la fuente.

Por su parte, el ex ministro dice no entender las dudas en torno al trabajo


desarrollado en Enami. "Nuestra labor fue buscar los caminos para que la empresa
se reestructurara y saliera de sus deudas. Para nosotros, Enami debía enfrentar sus
deudas con una reforma estructural, convertirse en holding, permitir la inversión
privada en las filiales y corregir sus problemas medioambientales", aseguró.

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Sin embargo, ni el peso de sus contactos ni su reconocida eficacia habrían
sido suficientes. Prueba de ello es que, recientemente, el gobierno descartó que dicho
proyecto de ley vaya a ser una realidad en la presente administración.

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LA METAMORFOSIS DE ENRIQUE CORREA


Cherie Zalaquett Aquea
13 diciembree 2002. RD

Cuando asumió como ministro estrella del gobierno de Aylwin, tenía sólo una
casa en Santiago, otra en El Quisco y un Renault de 1989. Aunque no declaró
cuánto tenía al salir de La Moneda, dice que garantiza que era lo mismo que al
entrar. Aquí responde de sus cambios físicos, afectivos, económicos y, en estos
tiempos en que el tema de las platas es un fantasma para los ex ministros, de
cómo manejó la astronómica suma de gastos reservados de su cartera.

No tenía dos dedos de frente. Se los hizo. Depilándose con pinzas y cera hasta
construirse las anchas entradas de pelo que le dan a su rostro ese aire mefistofélico.
En los años ochenta, para vivir clandestino en Chile, Enrique Correa Ríos, 57 años,
necesitó cambiar su apariencia, convirtiéndose en un ex guatón y también en un ex
chascón, porque en esa época tenía una cabellera tan frondosa e indomable como la
de su primo hermano Germán Correa. Los amigos y camaradas cuando lo
encontraban convertido en un flaco frentón, no podían reconocerlo hasta que
hablaba, porque su discurso y sus gestos lo delatan hasta ahora. La constante de su
vida ha sido el cambio. En lo personal, ha cambiado tantas veces de pareja casi
como el número de hijos que tiene: seis propios y uno adoptado. En lo político, ha
sido democratacristiano, mapu y socialista. También cambió de discurso ideológico:
pasó de marxista leninista al liberal privatizado que es en la actualidad. Correa sabe
cambiar. Cambia en forma inteligente. Mejora, progresa, se supera, se enriquece. El
piso 24 del imponente edificio donde funciona su empresa Correa & Correa
Consultores, está en un plan de expansión para abrir filiales en Sao Paulo y Buenos
Aires. No es poco decir para quien tuvo que aprender a ganarse el respeto de una
derecha que lo despreciaba en 1990, porque veraneaba en El Quisco y pronunciaba
la "ch" como Gladys Marín. Muchos de quienes miraban en menos sus modestos
orígenes ovallinos, confían hoy plenamente en su inteligencia sobresaliente, en sus
habilidades negociadoras y lobbistas, y pagan sin regatear por lo bajo entre 150 y
250 unidades de fomento mensuales por sus servicios. Se ha escrito que desde que
ocupó el cargo de secretario general de Gobierno en el periodo de Aylwin, entre 1990
y 1994, nunca nadie ha brillado tanto en ese puesto. El secretario Correa fue el que
ostentó en forma simultánea más prestigio, más poder y más recursos. En su época,
el 80 por ciento del presupuesto del ministerio eran gastos reservados: alrededor de
3.500 millones de pesos, de un total aproximado de 5 mil millones, fue una cifra que
se conoció. El propio ex presidente Patricio Aylwin dijo a "El Sábado" que siempre
hizo fe en que sus ministros, y particularmente Correa, los gastaron bien. Pero del
detalle de cómo y en qué se gastaron, es algo que ni Aylwin ni Correa están
dispuestos a revelar.

Precoz lector de la biblia

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Loreto Ríos de Correa tiene 80 años. Trabajaba en la boletería del cine de Ovalle
cuando se enamoró del papá de "Quico" (así llama al ex ministro) que era ayudante
de un abogado. Tuvieron cuatro hijos: Juan Carlos, Loreto, Ximena y Enrique, quien
pesó cinco kilos al nacer. De niño, se mantuvo gordo. "Se ponía al lado de los flanes
para repetirse", recuerda doña Loreto. Dice que era tan inquieto que saltaba encima
de las camas y los sofás, y ella lo perseguía para darle "tirones de mechas". Cuenta
que se tranquilizó cuando aprendió a leer a los cuatro años, interesándose por la
Biblia. Fue compañero del alcalde de Puerto Montt, Rabindranath Quinteros, en el
Liceo de Hombres de Ovalle. "Era un rechoncho de primera, por eso verlo tan flaco
me causa tanta impresión, aunque le creo cuando me ha dicho que no está enfermo
y que está haciendo gimnasia. Nunca antes había hecho deporte; cuando íbamos al
estadio, era el único que se quedaba sentado en las tribunas". Correa participaba en
la Juventud Católica y se entusiasmó, como otros ovallinos, en ingresar al Seminario
Pontificio. Estuvo desde 1963 a 1964. Tenía 16 años. Sus compañeros de entonces
fueron Luis Eugenio Silva y Jaime Estévez. Y estuvo, aunque no coincidió en los
cursos, en la misma época en que Cristián Precht, Miguel Ortega, el obispo general
castrense Pablo Lizama y Raúl Hasbún. Correa dejó los hábitos, "porque llegué a la
conclusión, probablemente muy juvenil todavía, de que podía servir a los demás
también con mucha fuerza a través de la política que me atrajo siempre". Mientras
estudiaba para cura adquirió esa impronta que conserva hasta ahora de príncipe
florentino del Renacimiento, de diplomático vaticano, maestro en el dominio de los
hilos del poder. Recuerda el ex presidente Patricio Aylwin que en una gira que hizo a
Ovalle, Enrique Correa asistió a su conferencia y "quedó tan entusiasmado que
decidió incorporarse a la Falange, según me contó él mismo". Después trabajaron
juntos, siendo Patricio Aylwin presidente del partido democracristiano y Correa,
presidente de la JDC. "Tuvimos ciertas dificultades, porque él formaba parte de los
rebeldes que se nos fueron al Mapu y naturalmente nos separamos en buena lid
desde el punto de vista personal, pero con gran discrepancia desde el punto de vista
político. Ya en esa época, Enrique demostraba una gran inteligencia, chispa muy
notable y era un argumentador de primer orden", subraya Aylwin. Correa estudiaba
filosofía en la Universidad Católica cuando unido con otros rebeldes de la DC,
formaron el Movimiento de Acción Popular Unitario (Mapu), aglutinados por su líder,
Rodrigo Ambrosio, muerto trágicamente. La mayoría de ellos constituye la
generación más influyente de políticos e intelectuales que ocupan un sitial
privilegiado en el gobierno de Lagos. Los grandes sueños de poder que tenían
entonces se les desmoronaron violentamente en 1973, que los convirtió de golpe en
un grupo de parias dispersos en el exilio. Enrique Correa, encargado de
organizaciones de su partido, se escondió en una población del paradero 20 de Santa
Rosa. Tras cuatro meses en la clandestinidad y con severas dificultades para
esconder sus 120 kilos, se asiló en la Embajada de Perú y luego viajó a la Unión
Soviética. Desde allí se desplazaba permanentemente a otras capitales europeas, en
las que profundizó sus contactos con personeros claves de los países de la "cortina
de hierro", en especial con Erich Honecker, ya que vivió un tiempo en la ex Alemania
Oriental. Durante el régimen militar salió y entró varias veces clandestino a Chile.

Romance de novela
En las peripecias de esa vida inestable por su situación política, fueron naciendo sus
hijos de distintas parejas. Correa no quiere precisar cuántas veces se ha casado. "No
distingo entre matrimonios y parejas estables. He tenido cuatro parejas estables en
mi vida que no son parte de la noticia", dice. Su hijo mayor es Nelson Correa
Arriagada, de 36 años, gerente de administración y finanzas de la consultora Correa
& Correa. Luego tuvo a Carlos Enrique Correa Bau, ingeniero, de 32 años. También
menciona como hijo a Giuliano Squadrito, 27 años, hijo del primer matrimonio de su
ex mujer Verónica Bau. "Vive conmigo desde los cinco años y me dio un nieto,

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Yerko". Después sigue Manuel Correa González, quien nació en Alemania en 1979 y
tiene 23 años. Luego Antonio Correa Gómez, de 21 años, nacido en Italia. Y Tomás
Correa González, de 20 años, nacido en Alemania. Amigos cercanos al ex ministro
recuerdan que en los años en que nacieron sus hijos Correa González y el joven
Correa Gómez, "él estaba muy atormentado por la relación de amor que tenía con
sus madres. Decía quererlas a ambas, las que además habían sido compañeras de la
carrera de servicio social en la Universidad de Chile y muy amigas. Ambas mujeres
tuvieron hijos de él casi al mismo tiempo en países distintos", comenta un ex mapu.
Mucho después nació Sarita Correa Paz, su hija menor, quien acaba de cumplir 14
años. "Hemos construido una familia súper bonita, aunque no somos la familia
nuclear clásica, tradicional. Celebramos las navidades, los cumpleaños; van las
mamás y los niños. No hay ninguna ruptura traumática con nadie. Es un tipo de
familia distinta y con grandes relaciones entre ellos", remarca Correa. La madre de
los hijos Correa González dijo a "El Sábado" que Enrique "ha sido un estupendo
papá y somos muy amigos. Mantenemos una relación de amistad y compartimos la
responsabilidad de padres en forma permanente". A su familia le dedica Correa sus
fines de semana. Dice que no tiene pareja, pero usa una argolla matrimonial de oro y
rehúsa contestar por qué o por quién la usa. "No vivo con mi mujer, Verónica Paz. Y
el modo como yo vivo no es asunto que concierna a la prensa. Hago una separación
muy drástica entre mi vida pública y mi vida privada. Nunca he mezclado a mi
familia con mi vida pública. Son dos mundos completamente separados". También
asegura que no le preocupa lo que diga la gente sobre su vida privada. Ni siquiera se
enojó con Francisco Javier Cuadra cuando declaró a Caras que Correa sintió la
muerte de Andrés Pérez, víctima del sida, mucho más que un amigo. "No sé de dónde
habrá sacado eso Cuadra y simplemente creo que lo inventó. Con Andrés Pérez
fuimos muy amigos". Por otra parte, en Cosas se le preguntó si había tenido una
relación sentimental con el actor, a lo que respondió en los mismos términos: "sólo
fuimos amigos". Como tanto se ha hablado acerca de su supuesta homosexualidad,
le preguntamos directamente. Responde: "En verdad, mi vida íntima no es un asunto
público ni tiene por qué ser una noticia. Es un asunto de mi vida personal, y,
subrayo de nuevo, íntima". Pero su delgadez lleva a muchos a pensar que tiene
sida... "No. Eso sí que lo puedo desmentir categóricamente".

ACIERTOS Y DESACIERTOS
El reencuentro con Patricio Aylwin se produjo en la Concertación de Partidos por el
No. Correa ingresó al Partido Socialista en 1989, vinculándose al sector de Núñez.
Gracias a su finísimo olfato político, que le ha valido el apodo de "gran visir", tomó en
ese momento las decisiones correctas que le permitieron forjarse el próspero futuro
que ha tenido en democracia. Recuerda Aylwin: "Enrique estaba muy ligado a
Clodomiro Almeyda, quien en esa época estaba preso en Capuchinos. Su primo
Germán Correa era el segundo de Cloro. Los dos me ayudaron mucho a reactivar mi
vieja amistad con Clodomiro. Enrique me echaba carbón y predisponía a Cloro para
que fuéramos acercando posiciones hasta que terminó incorporándose a la
Concertación". También atinó certeramente en adherir a la candidatura de Aylwin.
"Una vez proclamado yo, Enrique asumió un papel muy importante en la campaña.
Sobre todo, en lo relativo a lograr adhesiones de diversos sectores. Cuando formé el
gabinete, no me cupo duda de que era la persona más indicada para el cargo de
secretario general de Gobierno. Ese puesto tiene la función de ser vocero, gran
posibilidad de contacto con los medios de comunicación, y de orientar la publicidad
y la representación externa de la acción del gobierno. Enrique ha demostrado que
tiene grandes condiciones para eso. Tanto que después se dedicó a esto que ahora
llaman el lobby y que forma parte de lo mismo que hacía antes: lobby para el
gobierno". Sus logros como ministro son ampliamente conocidos: facilitar la
gobernabilidad del país; ser un eje central en el traspaso del poder militar al civil,

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donde fue clave la fluida relación que creó con el general Jorge Ballerino; fue un
nexo muy importante con el mundo socialista y con la extrema izquierda no
concertacionista. De sus errores, casi no se habla. Según algunos analistas, manejó
muy mal junto con Enrique Krauss, en 1993, el episodio del "boinazo", cuando
Aylwin estaba en Suecia. Krauss era vicepresidente de la República y fue con Correa
a hablar con Ballerino a la casa de él. No correspondía que un presidente en ejercicio
fuera a la casa de un general. Cercanos a Aylwin recuerdan que eso lo indignó,
porque lo dejaron en una posición debilitada. Y después tuvo que convocar a un
grupo de personalidades para componer la situación. Ese equipo estuvo integrado,
entre otros, por el abogado Jorge Correa Sutil. También le atribuyen cierta
responsabilidad a Correa de errores técnicos que incidieron en que la Ley Aylwin
quedara finalmente mal redactada. Otro tema que despertó muchas suspicacias en
su época de ministro, fue la abultada suma de gastos reservados que manejaba en la
Secretaría General de Gobierno. Recientemente, él mismo reveló que, aparte de su
sueldo, recibía una asignación con cargo a fondos reservados que estimó en menos
de un millón de pesos. Además, admitió que se financiaron pensiones de gracia a
dirigentes comunistas. Sobre cómo se gastaban esos fondos reservados, el ex
presidente Aylwin dijo a "El Sábado": "Francamente hice mucha confianza en mis
ministros. Me metía poco en eso, no sabría qué decirle. Hacía confianza en mi equipo
y no intervine mayormente en ese tipo de cosas". Ya en 1992 empezaron a circular
rumores sobre una supuesta participación directa o indirecta de Enrique Correa en
diversos medios de comunicación. La periodista Faride Zerán, entonces editora
política del desaparecido quincenario Los Tiempos, se atrevió a preguntarle sobre su
supuesta propiedad en la revista Página Abierta y el diario La Nación. Él le respondió
muy enojado que esas afirmaciones eran falsas. Faride Zerán volvió a la carga con el
tema hace un par de años, cuenta el propio Enrique Correa. "Le mandé una nota.
Ella me dijo que si no era cierto, la mentira tenía patitas cortas. Nunca he tenido
propiedad en ningún medio. Eso de La Nación fue una leyenda súper fea, porque
habría hecho un negocio, siendo ministro. ¡Imagínese! Fui del directorio del diario La
Época y participé en su operación de salvamento, pero cuando ya no era ministro".
El 22 de marzo de 1990, hizo su declaración de bienes como ministro en la notaría
de Rubén Galicio. Declara que los bienes que posee junto a su esposa (Verónica Paz)
eran: una casa en El Quisco, un automóvil Renault, modelo 12, de 1989, y
participación en la sociedad de profesionales Ciasi. ¿Qué declaró a su salida del
gobierno? "No hice declaración. No me lo pidió nadie. No nos habíamos creado
todavía esa obligación que me parece muy buena. Pero puedo garantizar que tenía
exactamente lo mismo, con la diferencia de que no era un auto Renault, sino un
Peugeot, porque nos gustó más la marca. Y con la excepción de una parcelita que me
compré en Santa Ana de Chena en la década del noventa

¿Cuál era su sueldo como ministro?


"No tengo un recuerdo exacto, pero entiendo que era algo así como un millón. Y
recibía una asignación para el cumplimiento de mis funciones, que eran muchas.
Tenía que pagar hotel en el Miramar cuando me quedaba para el trabajo en el
Parlamento, en fin. Esa asignación se depositaba en mi cuenta corriente. No era
parte de mi sueldo. Supongo que no era tributable. Las asignaciones para el
cumplimiento de misiones en mi opinión no son tributables, porque no son parte de
una renta directa". Respecto a cómo se gastaban los recursos reservados, sobre los
cuales no existe ningún control, dice que habría que preguntarle a su subsecretario,
Edgardo Riveros, que era quien los administraba. Aunque recuerda que las antiguas
secretarías de la Juventud y de la Mujer, entre otras, se financiaron con cargo a esos
fondos hasta que se convirtieron en servicios públicos con presupuesto propio. ¿Le
rendía cuentas usted a Aylwin? "Sí, pero ni yo ni el Presidente éramos contadores. El
Presidente estaba al tanto de que estábamos transformando esas secretarías, lo que

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significó bastantes recursos. Él hacía confianza en nosotros. Y yo tenía confianza en
Edgardo Riveros, hombre de probidad ejemplar". Tuvo que llegar José Joaquín
Brunner a la Secretaría General de Gobierno para convertir en ítemes regulares el
presupuesto del ministerio, dejando como reservados sólo 800 millones de pesos.
¿Por qué no lo hizo usted antes? "Básicamente hicimos un orden interno de ir
separando lo que eran gastos reservados propiamente tales, de lo que eran gastos
regulares. Según me ha dicho el propio Edgardo, ese orden fue la base que permitió
implementarlo después. Nunca tuvimos una sola duda de calidad ni menos todavía
de ética de lo que hacíamos. Creo que todo fue muy en regla. Esos gastos estaban
aprobados en el presupuesto. Fue un gobierno de una limpieza ejemplar. Y así es
reconocido por el país". Acerca de la versión que señala que los gastos médicos de
Eric Honecker en la Clínica Las Condes los pagaba su entonces jefe de gabinete,
Ramiro Pizarro, con cargo a fondos reservados, responde que no replicará a
informaciones sin fuente. Como no existe ninguna prueba de su buen uso, aparte de
la confianza, hoy surgen dudas de que pudieron haberse usado también para el
enriquecimiento de algunas personas o servirles de plataforma para sus futuras
actividades... "Puedo garantizar que esa es una falsedad absoluta. Quien quiera
afirmar eso va a ser responsable de una calumnia muy grande. Creo que hay que
legislar. Estamos en un mundo y en un tiempo en que esas confianzas genéricas no
son suficientes. No me cabe duda de que se hizo buen uso de los fondos reservados.
He visto, soy testigo y conozco, si no a todos, a la mayoría de los ministros de la
Concertación. Han tenido a veces que plantearse con dureza, con cierta angustia de
qué van a vivir, en qué van a trabajar, cómo van a resolver sus ingresos básicos".
¿Usted tuvo esos mismos problemas cuando dejó el gobierno? "No. Porque me
empezaron a plantear la idea de ser el director de Flacso, lo que me pareció un
desafío muy atractivo". Cuenta que desde que se convirtió en ex ministro, su sueldo
no bajó; al contrario. Comenzó a ganar plata en serio en el BID y gracias a un
contrato de trabajo que tuvo con la empresa de Fernando Flores. Luego se abrió paso
en el rubro comunicaciones estratégicas y servicios de negociación, asesoría a
gobiernos y grandes compañías extranjeras. Estuvo asociado primero con su actual
competidor Eugenio Tironi hasta que se independizó. A su empresa le ha ido tan
bien, que, según reconoció en una entrevista el año pasado, tiene más de un millón
de dólares en capital. Y factura por mucho más. El periodista Rafael Otano escribió
que desde el piso 24 de su consultora, es muy difícil no ver el mundo color de rosa.
Desde allí, defiende a ultranza intereses empresariales y al mismo tiempo va y viene
a La Moneda, donde asesora en algunas materias. Para Otano, sus cenas en el
Venezia "ya son recuerdos casi heroicos" y parte de ese look artesa, de esa estética
de la clandestinidad que se esfumaron, igual que su gordura.

Autora: Cherie Zalaquett Aquea


Sección:Revista El Sabado
El Mercurio
Publicado el 13 de diciembre de 2002

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Renuncia de Enrique Correa golpea al PS


EX MINISTRO SE CONVIERTE EN LA PRIMERA VÍCTIMA DEL ROYALTY A LA MINERÍA
Richard Miranda
La Nación.14 de julio de 2004

“Su militancia debería haber sido un orgullo para el PS. Desgraciadamente hubo gente que no lo
entendió así, que se dedicó a juzgarlo apresuradamente sin siquiera conversar con él. Su
renuncia es la consecuencia de eso”, dijo el ministro Insulza.

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Un grave temporal político en el PS causó ayer la renuncia a la militancia del ex
ministro Enrique Correa Ríos, quien dimitió luego de la decisión del comité central
que resolvió el fin de semana pasar al tribunal supremo a los que no estén
dispuestos a respaldar el royalty a la empresas mineras.

En la tarde el presidente del PS, Gonzalo Martner, aunque sin informar sobre los
motivos de Correa, dio a conocer su resolución a través de un escueto comunicado,
donde indicó que “en el día de ayer (lunes), 12 de julio de 2004, hemos recibido una
comunicación de Enrique Correa haciéndonos saber su decisión de poner fin a su
pertenencia formal al PS de Chile”.

El timonel socialista reaccionó afirmando que “valoramos los muchos e importantes


aportes que ha hecho Enrique Correa por muchos años a la tarea de nuestra
organización, a la lucha contra la dictadura, y a la transición a la democracia”. No
obstante, Martner no dejó pasar la oportunidad de aclarar que había discrepancias:
“Aunque en más de una oportunidad hayamos tenido apreciaciones no coincidentes,
respetamos, sin embargo, su decisión”.

En fuentes cercanas al ex ministro portavoz trascendió que su renuncia habría


tenido la finalidad de evitar sanciones por parte del tribunal supremo, aunque
Correa había aclarado de manera formal al PS que su empresa consultora,
Imaginacción, no representa los intereses de lobby del Consejo Minero, entidad que
se opone al royalty y cuyo gerente es otro socialista: el tercerista Eduardo Loyola.

Si bien la medida de sancionar a los anti-royalty fue acordada por unanimidad en el


comité central, fue Martner el encargado de transmitir la información a los medios.

Al parecer, éste al referirse a Eduardo Loyola habría ido más lejos de lo pactado, al
amenazar con la marginación del partido. El timonel dijo que “quienes trabajen para
las empresas defendiendo los intereses espurios de las empresas transnacionales y
que sean militantes socialistas, simplemente se ponen automáticamente fuera de las
filas de nuestro partido”.

REACCIONES

Con todo, la salida de Correa ha causado un remezón importante en el PS y ha


dejado en evidencia los temas pendientes en el socialismo y dejó abierta la
interrogante de si la mesa pudo haber evitado su renuncia, ya que importantes
figuras del ala renovada del socialismo, básicamente provenientes del MAPU, no
dudaron en criticar veladamente la conducción partidaria.

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Uno de ellos fue el ministro del Interior, José Miguel Insulza, que además de
“entristecerse” por la decisión de Correa, subrayó que “su militancia debería haber
sido un orgullo para el PS. Desgraciadamente hubo gente que no lo entendió así, que
se dedicó a juzgarlo apresuradamente sin siquiera conversar con él. Su renuncia es
la consecuencia de eso”.

Según Insulza, “deberían haber conversado con él y haberle preguntado primero si


eran ciertas las cosas que se decían. Un tema es si es válido o no hacer lobby
cuando uno está en el Partido Socialista. Ese es un tema, y acepto que pueda ser
válido, pero nunca le preguntaron si iba a hacer o no iba a hacer lobby. El declaró
que no lo iba a hacer. El problema, entonces, no existía y, sin embargo, siguieron. La
verdad, lo encuentro muy lamentable”. Insulza admitió que en el PS existía
“animadversión” contra Correa.

Correa llegó al PS en 1989, luego de la fusión de las dos grandes corrientes del PS,
proceso al cual se agregó el MAPU-Garretón, a donde el ex ministro arribó en 1983
luego que la mayoría del MAPU-OC optara por sumarse al entonces PS Briones.

El renunciado jefe de bancada del PS, Carlos Montes, afirmó que habría preferido un
debate previo y declaró su preocupación porque este tipo de re “reacción
reglamentaria” se pueda hacer extensiva a otra gente.

A juicio del senador Carlos Ominami, que ayer luego de ser criticado por diputados
del PS por no estar abierto a expulsar a los que disientan en el royalty, aclaró que le
parece incompatible ser socialista y no apoyar el impuesto, pero indicó que “ojalá no
lleguemos a la expulsión”.

Quien apoyo enfáticamente la salida de todos los anti-royalty fue el vocero de los
sectores más de izquierda del PS, el diputado Sergio Aguiló, un hombre que no viene
del PS histórico, sino de la Izquierda Cristiana.

OSCAR GARRETÓN

Uno de los más críticos a la conducta de la directiva fue Oscar Guillermo Garretón,
que es un reconocido socialista-empresario. Junto con lamentar la decisión de
Correa, no le pareció que el tema royalty sea de principios y menos que amerite
sanciones por no estar de acuerdo.

“No comparto la línea autoritaria que se ha trazado, pero me gustaría saber si esto es
más grave que algún socialista llame a un paro de la salud, cuando están muriendo
niños en los hospitales”, contraatacó.

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Las peripecias de Enrique Correa (*)

Radicado inicialmente en Moscú, pero convertido casi en un itinerante, Enrique Correa


estableció fuertes vínculos con los máximos dirigentes de los países socialistas. Además, entró

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y salió varias veces de Chile clandestinamente, para lo que debió someterse a pequeñas
cirugías plásticas y bajar 40 kilos de peso.

La noche del 11 de septiembre de 1973, el dirigente del Mapu OC Enrique Correa debió
refugiarse en una población del paradero 20 de Santa Rosa. Correa era el encargado de la
organización de su colectividad, uno de los cargos más importantes.
Tras cuatro meses de clandestinidad, su vida corría peligro, por lo que la directiva
mapucista resolvió sacarlo del país, a pesar de que él se oponía. Según cuenta el actual
senador socialista Jaime Gazmuri en sus memorias, las razones no eran meramente
políticas. Correa debía partir “sobre todo porque era muy difícil de esconder: con 120 kilos
no había dónde” (1).
Asilado en la embajada de Perú, Correa aterrizó muy luego en Moscú, donde se convirtió en
el primer representante del Mapu OC en la Unión Soviética. Si bien en la capital moscovita
su pequeña colectividad no tenía asignada oficinas -como el PS y el PC-, el Kremlin le
financiaba un delegado. Desde ahí el dirigente se trasladaba a menudo a otras capitales
europeas del exilio.
Convertido casi en un itinerante, Correa en esa época establecería fuertes lazos con figuras
clave de los gobiernos de la órbita socialista, ganándose el prestigio de astuto negociador. Su
habilidad e inteligencia serían reconocidas también por los cubanos, quienes tenían en alta
estima su hábito de entrar y salir clandestinamente de Chile.
Su estada en la Unión Soviética duró poco, volviendo a los pocos meses a Chile. Sin
embargo, para su retorno el Mapu le puso como condición que bajara 40 kilos. Internado en
una clínica moscovita, Correa cumplió disciplinadamente con la orden del partido. “Con 40
kilos menos ni sus amigos lo reconocían. Tenía que hablar, reírse, y entonces ya no había
dónde perderse”, escribió Gazmuri.
No obstante, como las tareas en el extranjero resultaban prioritarias, los viajes continuaron,
pese a que alrededor de 1975 reemplazó a Jaime Gazmuri en la dirección interna del Mapu.
A mediados de ese año estuvo en Berlín Oriental y se reunió con una veintena de militantes.
“Traía noticias frescas de Chile y fue la novedad del encuentro”, acota un ex exiliado. Otro ex
Mapu residente en Cuba relata que durante sus viajes a la isla, Correa evitaba conversar
temas delicados en las oficinas que mantenía el exilio en el barrio del Vedado de La Habana.
Perspicaz, desconfiaba del control estatal.
A mediados de 1977 el dirigente se instaló en Berlín Oriental. Era uno de los pocos Mapu
OC con influencias ante los alemanes. Tanto así, que la RDA decidió pagarle sueldo, lo que
no estaba contemplado para esa colectividad. Su departamento de 80 metros cuadrados,
ubicado en el tercer piso de un edificio en la calle Pieskowerstraza, en el barrio de
Prenslauerberg y a pocas cuadras de la Plaza Alexander, es recordada como una “pensión” a
la que llegaban todos los mapucistas que hacían escala en Berlín.
Para las salidas e ingresos de Chile los alemanes orientales eran de gran ayuda. Ellos, los
más diestros del mundo socialista en la adulteración de pasaportes, lo abastecían tanto de
documentos como de otros recursos más sofisticados. Sus enmascaramientos incluyeron
desde disfraces, depilaciones que le ampliaban la frente, hasta pequeñas cirugías en las
cejas para cambiar la expresión de su rostro.
Pese a que esta ayuda de los “camaradas” alemanes fue vital para continuar sus viajes
clandestinos, Correa no confundió su agradecimiento con incondicionalidad política. Hasta
hoy es recordado como uno de los líderes que más se preocuparon por la militancia de base
en la RDA, aquella sometida a una “proletarización” forzada en fábricas y siderurgias. “Era el
que siempre discutía para que hubiese más libertad para los chilenos”, recalca un ex
mapucista. Esto, pese a que la nomenclatura alemana miraba con profundo recelo los
contactos que el personero comenzó a establecer con los partidos políticos de Europa
Occidental, a fin de no perder su generoso financiamiento.

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Hasta hoy, el ex dirigente del Mapu OC es recordado por sus antiguos camaradas como
uno de los pocos líderes preocupados de los militantes de base, sometidos al proceso
de “proletarización” forzada de los chilenos exiliados en Alemania.

Al interior de su partido, Correa también desplegó sus habilidades de lobby. En abril de


1979, cuando el Partido Socialista chileno se dividió en dos facciones, Correa convenció al
Mapu para que reconociera a ambos sectores, pese a que esto le valdría el apodo de “partido
maricón”, impuesto por los socialistas “duros” Rolando Calderón y Hernán del Canto.
Ese mismo año, cuando la Unión Soviética invadió Afganistán, casi la totalidad de la
izquierda criolla en Berlín Oriental apoyó esta acción militar. Gracias a las gestiones de
Correa, la fuerte pugna desatada al interior del Mapu concluyó con un 60 por ciento del
partido en contra de la invasión. La facción “dura”, que encabezaba el médico Juan Carlos
Concha, debió acatar el resultado.
Pese a su rechazo a la vía armada de la izquierda chilena -“formar paramilitares es darle
argumentos a Pinochet”, solía decir, según relata un ex correligionario-, Correa también era
hombre pragmático. En 1980, se realizó en Weimar, en la RDA, un congreso de la Unión
Internacional de Estudiantes, organismo controlado por el bloque soviético, donde Moscú
propuso votar en contra del gobierno de Irak por la sangrienta represión que Saddam
Hussein había ordenado contra el Partido Comunista iraquí. El delegado del Mapu OC llamó
a Correa a Italia, donde residía en ese entonces, para informarle que apoyaría el veto a
Hussein. El dirigente replicó: “No, por nada del mundo hagas eso”, explicándole que
perderían un importante apoyo económico.
Efectivamente, Irak financiaba a los partidos de la izquierda chilena, incluyendo el Mapu
OC, como una forma de encontrar aliados a largo plazo en su lucha contra Israel. Incluso,
esta ocasión marcó una de las pocas disidencias del PC chileno con Moscú, que se abstuvo
en la votación, también por intereses económicos.
Cuando Erich Honecker llegó a Chile en 1991, Enrique Correa ya era ministro secretario
general de Gobierno de Patricio Aylwin. Desde La Moneda, le correspondió manejar el
conflictivo caso de su antiguo anfitrión. Por orden expresa de Aylwin, tenía que evitar que
Honecker hiciera declaraciones contra el gobierno alemán unificado encabezado por Helmut
Kohl. En aquella ocasión nuevamente quedó en evidencia la sagacidad del dirigente chileno:
le ordenó al intérprete en la recepción del aeropuerto saltarse todas las frases conflictivas de
Honecker.

(*) La Tercera: la Historia de los años verde olivo

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