Vision General Del NT 4

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CUARTA PARTE

VISION GENERAL DEL


NUEVO TESTAMENTO
hacen una selecció n, ordenació n y adaptació n de los materiales que juzgan má s
importantes: agrupan, por ejemplo, dichos de Jesú s pronunciados en distintas
ocasiones, pero que se encuadran en una unidad (capítulos 5 a 7 de Mateo), pará bolas
que tratan de un mismo asunto (capítulo 13 de Mateo las siete pará bolas que tratan
sobre el Reino), distintos milagros (Mc 4,35 5, 53), relatos de la pasió n y de las
apariciones.

Por fin llegan los evangelios escritos tal como hoy los conocemos, en los que sus
autores, utilizando por lo menos parte de este material escrito (unos una parte, otros
otra), ademá s de sus recuerdos personales inmediatos (vistos y oídos por ellos
mismos) y mediatos (lo oído de otros "testigos" de la vida de Jesú s), redactan y ponen
por escrito de hecho lo que la predicació n de la Iglesia primitiva transmitía de lo que
Jesú s había dicho y obrado, y de lo que era seguir a Jesú s.

En los Evangelios, pues, tenemos hoy seleccionados, bajo la inspiració n del Espíritu
Santo, los hechos y dichos de Jesú s que las primeras comunidades cristianas, dirigidas
por los apó stoles, después de la Muerte y Resurrecció n de Jesú s consideraron má s
importantes, y el sentido que tenían esos dichos y hechos de Jesú s para aquellas
comunidades concretas.

En los Evangelios (como en la Biblia en general), todo el texto evangélico es "Palabra


de Dios", y está garantizado por la "inspiració n" del Espíritu Santo.

Con el correr de los tiempos, la Comunidad creyente (la Iglesia) reconoció


oficialmente en esos escritos, y no en otros, su propia fe (hubo otros escritos:
"evangelios apó crifos" en los que la Iglesia no reconoció expresada su fe), y los
declaró "Canó nicos" porque en ellos se expresaba adecuadamente su experiencia de la
salvació n en Jesucristo Resucitado.

4. Los cuatro evangelios


Juan es el ú ltimo que escribe, unos 60 añ os, o má s, después de la muerte de Jesú s. Su
escrito es fruto de larga y profunda meditació n sobre lo que Jesú s hizo y dijo. Es el que
má s claramente nos dice que Jesú s es el Hijo de Dios, y el que má s claramente nos
propone optar por la fe radical en Jesú s: hacer del amor la única norma de nuestra
vida, dejarnos llevar del Espíritu, ser testigos de Jesús en dondequiera uno se
encuentre.

5. Juan y los sinópticos


El Evangelio de Juan es distinto de los otros tres, que se llaman sinó pticos por
presentar la misma visió n de conjunto o sinopsis:
De los 29 milagros que recogen los sinó pticos, Juan toma solamente dos y añ ade otros
cinco nuevos.

Ninguno de los discursos que aparecen en los sinó pticos (por ejemplo los cinco
importantes discursos de Mateo: el de la montañ a" caps. 5 al 17; el apostó lico: cap. 10;
el de las pará bolas: cap. 13; el eclesiá stico: cap. 18; el escatoló gico: caps 24 y 25
aparece en Juan. Y los discursos que Juan tiene en los caps. 3 al 17, no aparecen en los
sinó pticos.

El lenguaje de los otros tres es popular, concreto, vivo (sobre todo en Marcos). El de
Juan es má s solemne, a veces abstracto. No tiene ninguna de las pará bolas del Reino.

En los sinó pticos, el tema central de la predicació n de Jesú s es el Reino (48 veces en
Mateo, 34 en Lucas, 13 en Marcos). En Juan el tema central es la Vida (35 veces).

Los sinó pticos se fijan má s en lo que Jesú s hace y enseñ a. Juan centra su atenció n ante
todo en la persona misma de Jesú s, el Cristo, el Hijo de Dios, que exige a todo hombre
una fe incondicional;

Segú n los sinó pticos, los hombres se dividen en justos y pecadores. Juan los divide en
creyentes o incrédulos.

Y así muchas diferencias que nos indican que, aunque sustancialmente coincidan los
cuatro evangelios, cada uno se expresa de modo distinto, porque van destinados a
comunidades diversas, cada una con sus circunstancias y su problemá tica. Ademá s de
que cada evangelista tiene su problemá tica. Ademá s de que cada evangelista tiene su
personalidad propia y sus experiencias, que quedan reflejadas en sus escritos. Y así
cada evangelista resalta una faceta especial o particular del mismo Cristo, porque
nadie puede abarcar al Cristo total, nadie puede tener una visió n total de Cristo.

Pero es indudable que hay un solo Cristo, aunque tengamos imá genes distintas del
mismo Cristo. Hay un solo Evangelio, un solo mensaje de Cristo, aunque se exprese en
cuatro formas distintas en los cuatro libros que llamamos evangelios. Hay un solo
Señ or Jesú s, pero de él tenemos cuatro retratos vivos. Y esto, porque los autores de los
evangelios, al adaptar y actualizar el mensaje de Jesú s a los ambientes de sus
comunidades, no lo deforman, permanecen fieles a él.

Y esto ha ocurrido y ocurre, también hoy, siempre, en la historia de la iglesia: un


mismo mensaje se adapta, presentado de modo diverso, con énfasis y detalles
distintos, a las distintas circunstancias y necesidades de la Iglesia y del mundo. Y por
eso también, sobre el mismo y ú nico Cristo, hemos tenido y tenemos y tendremos
visiones distintas, esencialmente parciales: la de Marcos, la de Juan, la del Apocalipsis,
la de Pablo.

Por eso "nuestro pueblo latinoamericano, profundamente religioso aú n antes de ser


evangelizado, cree en su gran mayoría en Jesucristo verdadero Dios y verdadero
hombre" (Puebla, 171), el Jesucristo de siempre; y hoy se acerca a los evangelios a la
"bú squeda del rostro siempre nuevo de Cristo, respuesta a su legítima aspiració n a
una liberació n integral" (Puebla, 173), afirmando siempre "la fe de la iglesia:
Jesucristo, Verbo a Hijo de Dios, se hace hombre para acercarse al hombre y brindarle
por la fuerza de su ministerio, la salvació n, gran don de Dios" (Juan Pablo Il, Discurso
inaugural Puebla, 179).

Los cuatro autores de los Evangelios (San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan)
han sido relacionados simbó licamente con los cuatro seres vivientes del Apocalipsis
4,7:

"El primer Viviente, como un leó n; el segundo Viviente, como un novillo; el tercer
Viviente tiene un rostro como de hombre; el cuarto viviente es como un á guila en
vuelo." Ap 4,7.

La moderna crítica literaria aplicada por los exégetas de la Iglesia Cató lica ha
permitido profundizar enormemente en las cuestiones sobre los Evangelios. Las
herramientas de las que disponemos son la crítica científica: crítica de las fuentes,
crítica de la forma literaria, crítica redaccional y crítica de las tradiciones. A
continuació n se exponen las conclusiones estudiadas hoy en día en las facultades de
teología.

5.1- Los Evangelios "Sinópticos"


Se conocen como "Evangelios Sinó pticos" los de Marcos, Mateo y Lucas porque tienen
el mismo esquema y parten de una triple tradició n comú n: la famosa "Fuente Q" que
narraba la predicació n de Jesú s pero no incluía la Pasió n, las tradiciones orales de los
testigos y las logias o colecciones de escritos sobre las palabras de Jesú s. Ambas
fuentes se perdieron, desgraciadamente para nosotros.

5.2- Evangelio de Marcos


Marcos, que traducía en Roma la catequesis del apó stol Pedro, del arameo al griego
vulgar, que había sido discípulo del apó stol Pablo, es el primero que redacta el
Evangelio lo má s pronto hacia el añ o 64 65. Escribe, sobre todo, para los cristianos
que no habían sido antes judíos. Anuncian que Jesú s es el Hijo de Dios, el Cristo, pero
no un Hijo de Dios cualquiera, sino el crucificado. (Mc. 15,39).

Autor: Marcos es, probablemente, el secretario de Pedro, y escribió su evangelio


basá ndose en los relatos de los discípulos (principalmente de Pedro), ya que él no fue
testigo presencial de los hechos que narra. Marcos narra en su evangelio que un joven
cubierto con una sá bana siguió a Jesú s tras ser apresado. ¿Es este joven el propio
Marcos? Muchos así lo ven.

Fecha, idioma y lugar: Marcos escribió su evangelio, el primero de los sinó pticos, hacia
el añ o 50-60. El idioma utilizado fue el griego. Desde Clemente de Alejandría es
tradició n situar el lugar de composició n en Roma.
Destinatarios: Marcos escribió para cristianos provenientes del mundo pagano, por lo
que no presta demasiado interés a las cuestiones de la Ley Mosaica, que no interesan a
sus lectores y sí pone cuidado en explicar las costumbres judías, que sus lectores
desconocen y por ello precisan de una explicació n.

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