El Campo Grupal - Capítulo 7 - El Nudo Grupal
El Campo Grupal - Capítulo 7 - El Nudo Grupal
El Campo Grupal - Capítulo 7 - El Nudo Grupal
Se plantea la necesidad de abrir el pensamiento de lo grupal hacia lógicas
pluralistas que legitiman epistemológicamente atravesamientos disciplinarios. En el
intento de salvar el riesgo del reduccionismo es que se enunciaba líneas arriba que las
producciones grupales se realizan a través de la imbricación caleidoscópica de sus
organizadores; a partir de allí es que se orienta la indagación hacia la necesidad de
abordajes transdisciplinarios para la teorización de lo grupal. Un enfoque
transdisciplinario presupone un desdisciplinar las disciplinas de objeto discreto y
seguramente en el plano del actuar, cierto desdibujamiento de los perfiles de
profesionalización, por lo menos en aquellos más rígidos.
Aquí es pertinente distinguir los criterios epistemológicos transdisciplinarios de la
“epistemología convergente” de Pichón Rivière. Ambas intentan dar respuesta a
problemáticas que resistan ser reducidas a un solo campo disciplinario, pero los caminos
elegidos son diferentes. La “epistemología convergente” aspira a que en tal convergencia
todas las Ciencias del Hombre funcionen como una unidad operacional y aporte elementos
para la construcción de los esquemas referenciales del campo grupal. Una epistemología
que haga posible una “Teoría del Hombre Entero”.
Esta opción epistémica se sustenta en una noción de Hombre característica de los
paradigmas humanísticos vigentes en los años 60, en la ilusión de lo Uno, donde en su
convergencia las diferentes disciplinas pudieran conformar un discurso totalizador. Donde
si bien evitan el reduccionismo de dar cuenta del campo grupal desde una sola disciplina,
poniendo las diferentes ciencias en interrelación, no cuestionan a las ciencias positivas en
la terriorialización de sus saberes.
Los criterios transdisciplinarios se sustentan, justamente, a partir de una elucidación
crítica de este tipo de localizaciones, buscando nuevas formas de articular lo uno y lo
múltiple. Este movimiento propone el atravesamiento de diferentes áreas de saberes, a
partir de “themas” a elucidar, sostiene varias y complejas implicancias. En primer lugar,
cuando cierta región de una disciplina transversaliza con otros saberes, pone en crisis
muchas de sus zonas de máxima evidencia. En segundo lugar, exige la constitución de redes
de epistemología crítica abocadas a la elaboración de aquellos criterios epistémicos que en
su rigurosidad hagan posible evitar cualquier tipo de patch-works teóricos. En tercer lugar
y ya en el plano de las prácticas, vuelve necesaria otra forma de constitución de los equipos
de trabajo; si no hay disciplinas “reinas” tampoco habrá profesiones hegemónicas, este
pluralismo no es sencillo de lograr.
En función de lo aquí esbozado es que se ha propuesto pensar en los grupos, más como
campos de problemáticas que como campos intermediarios entre lo individual y lo social o
como eventuales objetos teóricos; en ese sentido es que se los enuncia como “nudos teóricos”,
aludiendo al des-disciplinamiento disciplinario que se vuelve necesario instrumentar para
su conceptualización. En cada acontecimiento grupal operan todas las inscripciones
transversalmente; obviamente, no todas se vuelven evidentes pero están ahí. La noción de
atravesamiento se ofrece como una herramienta válida en el desdibujamiento de grupos
islas, como también para repensar lo singular y lo colectivo por fuera de la tradicional
antinomia individuo-sociedad. Al pensar los grupos en el atravesamiento de sus múltiples
inscripciones se crean las condiciones de posibilidad e incluirlos en campos de análisis más
abarcativos. Este criterio permite trabajar el desdibujamiento del grupo-isla ya que
necesariamente remite al anclaje institucional de los grupos.
La identificación en su doble dimensión constitutiva es a la vez base libidinal del
lazo colectivo con la fundación del sujeto. Esta profundidad del pensamiento freudiano ha
permitido elucidar las condiciones estructurales por las que el sujeto hace masa: aquello
que no puede dejar de hacer por el hecho de ser sujeto. Esta es la base estructural de los más
diversos lazos sociales; pero los agrupamientos que aquí interesan tienen la particularidad
de producirse entre un número numerable de personas. Esto, sin duda, establece una de las
especificidades de lo grupal; los enlaces identificatorios presentes en todo fenómeno
colectivo, adquieren características propias, cuando, a diferencia de una reunión de
individuos innumerables, tales agrupamientos se constituyen en número numerable de
personas.
El carácter numerable del grupo introduce peculiaridades de los procesos identificatorios,
en tanto los cuerpos de los otros se hacen d iscernibles. A
lgo hace nudo. La distribución
circular del dispositivo opera efectos más allá de lo espacial, haciendo posible una
particular organización de los intercambios entre los integrantes; todos están expuestos a
la visión de los otros y pueden a su vez, ver a todos y a cada otro. Hay juegos de mirada que
desencadenarán resonancias fantasmáticas y harán posibles (o no) procesos
identificatorios y transferenciales.
Cuando un número numerable de personas hace nudo se producen redes de procesos
identificatorios y transferenciales propios y únicos de ese grupo. Dicha red constituye una
primera formación grupal. Pero aquí no se agota la productividad de ese pequeño colectivo.
El grupo, en tanto e spacio táctico, genera efectos singulares e inéditos, despliega la
producción de sus formaciones, la generación de multiplicidades imaginadas e imaginarias,
invenciones simbólicas y fantasmáticas. Un grupo inventa sus formaciones. Estas sostienen
la tensión de inventarse en su singularidad y en su atravesamiento
socio-histórico-institucional. Es en este cruce donde despliega sus acontecimientos, actos,
relatos, intervenciones, etc.
Cada grupo construye sus ilusiones, mitos y utopías. Son aquellas significaciones
imaginarias que un pequeño colectivo produce como sostén de sus prácticas. Si debiera
hablarse de un “algo común” que los grupos producen éste son las formaciones grupales;
cada grupo configura sus diagramas identificatorios, pero también sus mitos, ilusiones y
utopías diversos, estas significaciones imaginarias que los grupos producen, tienen como
condición necesaria la llamada “resonancia fantasmática” y los p rocesos identificatorios.
Los mitos grupales suelen ser elaboraciones noveladas de su origen, el porqué de su
existencia, pero vividos por sus integrantes como su m omento fundacional real; junto con
sus utopías harán posible la novela grupal, propia de ese grupo. Entre las producciones
grupales míticas y utópicas, hay una relación recíproca ya que la novela del origen suele
organizarse en función de los proyectos e ilusiones al mismo tiempo. Las utopías que en un
grupo se produzcan, generalmente se apoyan en su versión de por qué, cómo, o para qué ha
nacido. Los mitos se refieren a la historia, las utopías a los proyectos. Estas producciones
colectivas son componentes siempre presentes en los grupos, orientan muchos de sus
movimientos, son absolutamente singulares de cada grupo.
Podría decirse entonces que los mitos grupales son aquellas significaciones imaginarias que
un grupo construye, al dar cuenta de su origen novelado, imbricados con las utopías del
grupo y apoyados en la historia real de tal conjunto de personas.
Con el término imaginario social se alude al conjunto de significaciones por las cuales un
colectivo, una sociedad, un grupo, se instituye como tal. Las ilusiones, mitos y utopías que
un grupo produce forman una suerte de imaginario grupal en tanto inventan un conjunto
de significaciones, propias y singulares de ese grupo, pero tributarias a su vez de las
significaciones imaginarias institucionales que atraviesan el nudo grupal como también de
las significaciones imaginarias de la sociedad donde se despliegan sus dispositivos.
Se piensa que el llamado contexto es, en rigor, texto del grupo. Es decir que no hay una
realidad externa que produce mayores o menores efectos de influencia sobre los
acontecimientos grupales, sino que tal realidad es parte del propio texto grupal, en sus
diversas modelizaciones, es por ende fundante de cada grupo: más que escenografía, drama
grupal. La palabra con-texto alude a a quello que va con el texto, que lo rodea; ahora bien,
¿qué sería el texto grupal? Se hace referencia a las formas propias que el grupo construye
desmarcando el término texto de su connotación lingüística y rescatando su sentido más
amplio, aquel que lo refiere a su productividad. Al rescatar la dimensión productiva del
texto se quiere resaltar, en lo que en un grupo acontece, las formas propias que un grupo
produce (en ese sentido, sus escrituras). Se intenta desdibujar el adentro y el afuera grupal
en tanto entidades sustancializadas y pensadas en pares opuestos, es refutando este
criterio antinómico que se afirma que el contexto grupal es texto grupal y que el texto a su
vez es generador de múltiples sentidos.
Pensar las relaciones entre el grupo y su contexto como relaciones de influencia
constituiría un abordaje lineal del problema. Si pueden pensarse los grupos en tanto
espacios de enlaces y desenlaces de subjetividades, se insiste en el uso metafórico de una de
sus insistencias etimológicas: nudos, de tal forma los grupos pueden ofrecerse a la
indagación en tanto anudamientos y desanudamientos de subjetividades. Así, al desdibujar
el adentro-afuera, los nudos grupales pueden ser pensados como complejos entramados de
múltiples inscripciones. Nudo. Múltiples hilos de diferentes colores e intensidades lo
constituyen: deseantes, históricos, institucionales, económicos, sociales, ideológicos, etc. Lo
efectivamente registrable no son los hilos que lo constituyen sino el nudo. Complejo
entramado de múltiples inscripciones: todo está ahí latiendo; todas las inscripciones están
presentes en cada uno de los acontecimientos grupales.
Los discursos en grupo ponen en juego la imposibilidad de decidir si hay un secreto de
verdad entre simulacros manifiestos. El acontecimiento ya no como expresión o
representación de una estructura subyacente, deseante, económica, social, institucional,
sino como producción de múltiples sentidos y algunos sinsentidos: anudando y
desanudando inscripciones deseantes, económicas, sociales, institucionales.
Ya no un análisis que marche de los hechos manifiestos hacia su núcleo interior y oculto,
sino más bien la elección de un recorrido que puntúa insistencias-latencias, todo ahí, en esa
superficie de discursos; múltiples flujos constituyen el acontecimiento, múltiples
inscripciones forman el nudo grupal; múltiples sentidos, pero también los juegos del
sinsentido, la rareza y la paradoja.
No se trata de orientar la reflexión hacia un indeterminismo, o hacia el mero azar
contingente del acontecer grupal, sino de poder pensar los juegos de múltiples marcas; no
referir a lo incausado, sino a la coexistencia de cuasi-causas.
Como pudo verse en el capítulo IV, cuando los psicoanalistas incorporan a su trabajo con
grupos reglas técnicas y conceptos teóricos del dispositivo psicoanalítico, además de abrir
el campo de la clínica grupal produjeron un importante descentramiento. Crearon las
condiciones para hacer posible la separación del lugar de la coordinación de los liderazgos
superando gran parte de los efectos de sugestión y del tipo de violencia simbólica que ella
implica. Se acentúa la exigencia hacia el coordinador en la devolución de los liderazgos, de
la no apropiación de las producciones grupales por parte de éste y la elaboración desde el
momento mismo de la formación del grupo, de su pérdida.
Estas sucesivas puntualizaciones redefinieron el lugar de la coordinación con respecto al
coordinador-líder de la microsociología. De todas formas quedó abierto otro problema: al
organizar la lectura de los acontecimientos grupales desde una teoría de la
representación-expresión, crearon las condiciones para reinvestir en figura de poder al
coordinador, desde tal perspectiva éste queda posicionado en un lugar de “saber lo que al
grupo le pasa”, tal coordinador ya no es un líder, pero queda investido en un c oordinador
oráculo, sólo él puede leer el sentido de los efectos de estructura.
Actualmente, otro descentramiento se vuelve posible en tanto la función interpretante se
propone puntuar insistencias, interrogar rarezas, resaltar sinsentidos, enunciar paradojas,
etc. Ellos laten-insisten en los textos grupales; el coordinador desde su implicación (y no
fuera) sólo registra algunos. Por ende, función interpretante realizada desde un lugar de
ignorancia. De tal modo, otro requisito se agregará a los ya enunciados: l a renuncia al saber
de la certeza.
La coordinación hace posible aperturas a nuevas producciones de sentido. Los integrantes
compaginan así distintas formas de textos grupales y producen sus juegos identificatorios
y sus significaciones imaginarias. El coordinador no es el poseedor de una verdad oculta,
sino alguien interrogador de lo obvio, provocador-disparador, y no propietario de las
producciones colectivas, alguien que más que ordenar el caos del eterno retorno busca
aquella posición que facilite la capacidad imaginante singular-colectiva.
Lo social siniestro no sólo comenzó a refutar con insistencia el artificio de los
grupos-islas; también mostró la necesidad de reflexionar (más allá de situaciones
coyunturales) sobre las formas permanentes de relación entre lo grupal y lo social. Una de
ellas es, sin duda, la dimensión institucional.
Desde esta noción de institución puede pensarse a los grupos desplegándose en lo
imaginario institucional donde inscriben sus prácticas; lo imaginario institucional tanto
puede promover como dificultar las actividades de grupo. En ese sentido es que se considera
restrictivo leer todos los procesos que en un grupo acontecen sólo desde los llamados
dinamismos propios de un grupo o desde el producto de las resonancias fantasmáticas de
las singularidades que componen tal colectivo.
La dimensión institucional trasciende los edificios. En tanto red simbólica que articula
componentes funcionales e imaginarios, su presencia en los grupos puede tener diferentes
grados de visibilidad o invisibilidad.
Las instituciones forman parte de las redes del poder social. En circuitos macro o micro, la
institución constituye un factor de integración donde las relaciones de fuerza se articulan
en formas: formas de visibilidad como aparatos institucionales y formas de enunciabilidad,
como sus reglas. En tanto figura intersticial, la institución será un lugar donde el ejercicio
del poder es condición de posibilidad de un saber y donde el ejercicio del saber se convierte
en instrumento de poder; en tal sentido es un lugar de encuentro entre estratos y
estrategias, donde archivos de saber y diagramas de poder se mezclan o interpretan sin
confundirse.
¿Cómo opera efectos la institución en un grupo? Es importante señalar que las
normas de funcionamiento, la coordinación y el contrato son los indicadores del sistema
simbólico-institucional en el que un grupo se inscribe, este sistema: normas de
funcionamiento, formas de coordinación y contrato, opera en un sentido
explícito-funcional, sin embargo, su normatividad también operará eficacia como
dispensador de significaciones imaginarias grupales.
1) Normas de funcionamiento
Las normas de funcionamiento, si bien tienen una operatividad evidente en tanto
permiten a un grupo organizarse, no es éste el nivel de eficacia que desea aquí subrayar,
sino se está haciendo referencia a los efectos implícitos que laten-insisten, produciendo
significaciones imaginarias donde se atraviesan diversas inscripciones (identificatorias,
transferenciales, transgresivas, ideológicas, juegos de poder, etc.) Por ej. En un montaje
psicodramático con fines pedagógico un grupos de alumnos elige dramatizar una primera
reunión de “un grupo de obesos anónimos”. Al cerrar la reunión quien ha tomado el papel de
coordinadora da alguna idea de cómo van a trabajar, explicita normas de funcionamiento:
frecuencia de reunión semanal, duración de la reunión, lugar de la institución donde se
realizarán las reuniones, etc. Solicita puntualidad, se despide hasta el martes que viene y
levanta la reunión. Al explicitar las normas de funcionamiento crea las condiciones
operativas mínimas que disponen la posibilidad de organizar el funcionamiento del futuro
grupo de gordos. Este es sin duda un nivel de eficacia de esta normativa. Junto a estas
normas se disparan otros efectos que habitualmente pueden circular en forma implícita
produciendo significaciones imaginarias donde se atraviesan diversas inscripciones. Se
destaca la coexistencia de posicionamientos singulares de los distintos integrantes.
2) La coordinación
El tema de la coordinación rebasa el nivel explícito funcional, operando desde
múltiples eficacias simbólico-imaginarias. Este punto invita a re-pensar dos problemas: La
relación entre las formas de coordinación y sus posibles lugares de poder; la
caracterización de los movimientos transferenciales en los grupos.
Con respecto al primer punto debe señalarse que los posibles lugares de poder que la
coordinación ocupe varían según la forma de coordinación adoptada.
En el punto E, “lugar del coordinador”, se ha señalado la importancia del descentramiento
producido por el aporte de los dispositivos psicoanalíticos de los grupos. Estos, al permitir la
diferenciación de la coordinación de los juegos de liderazgos crearon las condiciones para
superar gran parte de los efectos de sugestión y el tipo de violencia simbólica que
caracteriza a sus mecanismos de inducción. Se puntualiza posteriormente que la devolución
de los liderazgos al grupo debe ir acompañada de la elaboración por parte del coordinador
de la renuncia al grupo desde el comienzo mismo de la actividad. Estas sucesivas
demarcaciones hicieron posible delimitar un lugar de la coordinación ya definitivamente
diferenciado del perfil de coordinación que había instituido la microsociología.
De aquel coordinador-líder a un coordinador-oráculo: sólo él sabe lo que el grupo dice
cuando sus integrantes hablan. Asimismo se toma en consideración otro descubrimiento
que se opera en la actualidad demarcando otro espacio para el lugar de la coordinación y la
función interpretante. Forma de interpretación que puntúa insistencias, interroga rarezas,
resalta sinsentidos y paradojas. Lugar de coordinación que renuncia a un saber de certezas,
evita el cierre de sentidos que las evidencias de verdad producen de manera tal de situar la
coordinación en aquella posición que facilite la capacidad imaginante singular-colectiva.
Está en juego aquí otra manera de intervenir, otra noción de interpretación. Es desde este
replanteo que se diseña una coordinación jugada desde otro lugar.
Con respecto a la caracterización de los movimientos transferenciales en los grupos es
obvio que la coordinación produce efectos de eficacia induciendo y ofreciéndose para la
producción de amplios y variados movimientos transferenciales. No sólo se mueven aquí
movimientos transferenciales, en el sentido psicoanalítico que se le da al término. En la
figura del coordinador no sólo se transfieren imagos familiares, sino también
transferencias institucionales; así muchas veces éste es vivido como el “representante” de la
institución donde el grupo inscribe su práctica.