Fundamentos Acervo 4 1
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LAS DEMENCIAS
Según su etiología, las demencias pueden ser tratables o intratables. Se calcula que de 50 a
60% de éstas son irreversibles, mientras que otras pueden someterse a tratamiento; de ser
así, en 30 o 40% de los casos se puede alterar el curso del deterioro neurológico
(Cummings, 1985). Sólo, algunas demencias podrán considerarse parcialmente tratables.
De hecho, investigaciones recientes concluyen que la reversibilidad de la demencia es muy
baja: no más de 4% son reversibles (Burke et al, 2000). Las demencias tratables requieren
un manejo oportuno; de no ser así, sólo habría una reversión parcial de los síntomas
neurológicos. Entre las etiologías tratables de las demencias figuran el hematoma subdural
crónico, la hidrocefalia de presta n normal y la neurosífilis (Houston y Bondi, 2006).
La dicotomía corticalsubcortical comenzó a utilizarse en 1974, cuando Albert, Feldman y
Willis detectaron la demencia subcortical en pacientes con lesiones subcorrticales que
comprometían el sistema extrapiramidal. Las características de esta demencia incluyen
lentificación y apatía, dificultades para evocar huellas de memoria y subutilización de la
capacidad intelectual. Además, el diagnóstico incluye la ausencia de afasia, agnosia y
apraxia. El término demencia cortical se reservó para cuadros demenciales que se
caracterizan por cambios agnósicos, apráxicos, amnésicos y afásicos; un ejemplo típico de
ello es el mal de Alzheimer.
En años recientes, los conceptos de demencia cortical y demencia subcortical han sido
objeto de polémica por dos razones principales: a) el compromiso cerebral del cuadro
demencial puede ser, en principio, cortical o subcortical, pero conforme avanza la
enfermedad la demencia subcortical presenta un factor cortical y la demencia cortical
involucra estructuras subcorticales; y b) se ha demostrado que Ias estructuras corticales
frontales participan en la mayoría de las demencias subcorticales, como en la enfermedad
de Parkinson y en la enfermedad de Huntington Freedman y Albert (1985) prefirieron el
término "demencia frontosubcortical" pan referirse a las demencias subcorticales. A pesar
de la polémica, los conceptos cortical y subcortical pueden tener alguna validez clínica en
las fases iniciales de la demencia Los cambios cognoscitivos propios de la demencia
subcortical ocurren en la enfermedades de Huntington, Parkinson, y Wilson, al igual que en
la parálisis supranuclear progresiva, la hidrocefalia de presión normal y el sida. En la
mayoría pacientes con estos males se advierten déficit motores como temblor, hipercinesia
o hipocinesia, rigidez o disartria.
El neurólogo alemán Alois Alzheimer describió esta enfermedad en 1907, y desde entonces
se le reconoce como la causa más frecuente de demencia. Suele iniciarse después de los 50
años y representa aproximadamente 60% de todas las demencias (Breitner et al, 1999). A
menudo, aparece en combinación con la demencia vascular (Fratigluioni et al, 1999). Se
cree que la enfermedad es hereditaria; en 20% de los casos se manifiesta en forma
autosómica dominante y en el 80% restante hay una mayor probabilidad de que miembros
de la familia tengan antecedentes de la enfermedad (Cook: al, 1979). Su transmisión se ha
relacionado con el cromosoma 14 (Kennedy et al, 1995).
En la primera parte de esta primera etapa es difícil distinguir la DTA del trastorno
cognoscitivo leve sin demencia e incluso del envejecimiento normal. Algunos estudios
longitudinales demostraron que el mejor detector de la DTA son los puntajes bajos en
pruebas de abstracción y de memoria diferida (Elias et al, 2000). Más aún, se aplican
pruebas de memoria que permiten detectar un deterioro mínimo en las etapas preclínicas de
la enfermedad (Bondi et al, 1999).
Por último, en la etapa demencial los pacientes presentan un grave deterioro intelectual y
comportamental. El lenguaje expresivo se reduce hasta constituir un cuadro de
semimutismo o mutismo, con tendencia a la ecolalia. La comprensión se mita a órdenes
muy sencillas. Puede haber descontrol de esfínteres y con frecuencia el paciente permanece
acostado, en posición rígida o flexionada. Los reflejos patológicos, como la succión, la
prensión, la búsqueda y el signo de Babinski, se hacen evidentes. La lentificación cortical
se refleja en el EEG (Cummings y Benson, .992), y la atrofia cortical difusa, así como la
dilatación ventricular, se manifiestan en Ia escanografía cerebral (Soininen, Reinikainen,
Puranen, Helkala, et al, 1993). La muerte llega, en general por neumonía o por infección
urinaria. El tiempo de vida, una vez iniciada la DTA, va de cinco a 10 años (Cummings,
1985). Hay diferencias individuales en la velocidad del deterioro cognoscitivo; en algunos
pacientes es lento, mientras que en otros es acelerado (Goldblum et al, 1994). La progresión
rápira (Stern et al, 1993), al igual que la gravedad de la demencia (Richards, Folstein et al.,
1993), se relacionan con rigidez, mioclonias y alucinaciones.
Diagnóstico
El diagnóstico de DTA se puede realizar con bastante precisión si el clínico está car licitado
y si se guía por los criterios diagnósticos reconocidos. Las alteraciones de la memoria y de
otras funciones cognoscitivas suelen ser inconfundibles; debiera adquirirse durante la
adultez y no ser secundarias a un problema de desarrollo en infancia, y tienen que
manifestarse en cambios en el comportamiento habitual. Antes de hacer un diagnóstico de
DTA deben descartarse otras alteraciones médicas y psiquiátricas.
El diagnóstico de la DTA exige también el uso de otros procedimientos, como las técnicas
de neuroimagen estructural, —la resonancia magnética nuclear o la tomografía axial
computarizada—, para descartar lesiones de tipo tumoral o vascular. Últimamente se
recurre además a la resonancia magnética funcional (RMNÍ) y a la tomografía por emisión
de positrones (TEP), entre otras técnicas radiológicas, para diagnosticar la demencia.
Subtipos
Se reconocen diferentes subtipos clínicos de DTA. Mayeux, (1985) y Mesulam (1982
hablan de cinco formas diferentes: 1) el tipo clásico de DTA, que se caracteriza por
deterioro de las funciones intelectuales sin otros defectos funcionales asociados: 2) la DTA
benigna, en la cual el deterioro cognoscitivo es mínimo, comparado con el tipo anterior,
pero mayor que el deterioro típico del envejecimiento normal; 3) la DTA con severo
deterioro cognoscitivo, vinculada a signos piramidales, cambios comportamentales de tipo
psicótico y, usualmente, antecedentes familiares; 4) la DTA con mioclonías tempranas y un
deterioro cognoscitivo acelerado, en la cual el mutismo es una característica temprana; y 5)
la DTA con deterioro progresivo del lenguaje y una relativa conservación de las otras
funciones cognoscitivas; el paciente presenta un cuadro afásico de carácter progresivo
(Craenhals et al, 1990).
Características neuropsicológicas
Lenguaje. En principio, las alteraciones del lenguaje en pacientes con DTA consisten en
dificultades para encontrar palabras. Se observan latencias largas para producir la palabra, y
se reduce el vocabulario expresivo. Más tarde, se olvidan las palabras de poco uso y
finalmente el defecto lexical se hace evidente en palabras de uso común. Se pueden advertir
parafasias literales y verbales (Ardua y Rosselli, 1986). Cummings y colaboradores (1985)
estudiaron las alteraciones específicas del lenguaje en pacientes con DTA y encontraron
que los aspectos que más se alteran son el contenido del lenguaje, la comprensión de
órdenes complejas, la denominación de objetos, la generación de palabras y la escritura
espontánea y al dictado.
Una de las alteraciones del lenguaje más tempranas en el proceso demencial es la anomia,
secundaria a un defecto en el proceso semántico y no a una anormalidad perceptual (Ross et
al, 1990), a pesar de que pueden hallarse errores tanto lingüísticos como perceptuales. La
anomia va progresando al mismo tiempo que el deterioro demencial.
Memoria. Una de las funciones más afectadas en la DTA es la memoria. Desde que se
inicia la enfermedad el paciente se olvida de hechos recientes, poco a poco trastorno se va
agravando. En principio, las alteraciones de la memoria se refieren a hechos almacenados
con un código temporal y espacial (memoria episódica), pero luego se va comprometiendo
la memoria semántica. Al empezar, estos trastornos tienen altibajos: el paciente alterna días
de absoluta lucidez con otros en los que la confusión comienza a ser evidente. A medida
que la enfermedad avanza, esta carencia de memoria para nombres, caras, intenciones y
objetos se convierte en una franca amnesia anterógrada con desorientación
temporoespacial. El gradiente temporal de la amnesia retrógrada se va haciendo cada vez
mayor y el paciente sólo recuerda los eventos sucedidos 20 o 30 años atrás. Debido a la
amnesia retrógrada el paciente vive en el pasado, confunde a las personas (por ejemplo,
creer que su esposo es en realidad su padre) y permanece en un estado de desconcierto.
El test del dibujo del reloj (TDR) es una prueba de detección (screening) sencilla, rápida y
de fácil aplicación empleada tanto en la práctica clínica como en investigación para valorar
el estado cognitivo del sujeto; asimismo, permite evaluar diferentes mecanismos implicados
en la ejecución de la tarea, fundamentalmente funciones visoperceptivas, visomotoras y
visoconstructivas, además de planificación y ejecución motoras.
Dicho test es una prueba diseñada originariamente por Battersby, Bender, Pollack y Kahn
en 1956 para detectar la negligencia contralateral en pacientes con lesión en el lóbulo
parietal. Actualmente, su aplicación se ha extendido, al ser el TDR una prueba que
proporciona valiosa información acerca de diversas áreas cognitivas activadas en la
ejecución de esta breve prueba que corresponden a funciones cognitivas semejantes a las
que valora el MiniMental State Examination de Folstein, entre ellas lenguaje, memoria a
corto plazo, funciones ejecutivas, práxicas y visoespaciales.
Con base en los resultados obtenidos en las investigaciones realizadas, diversos autores
proponen la utilización del TDR como una herramienta eficaz en la detección del deterioro
cognitivo en pacientes con demencia tipo Alzheimer. Esta prueba es altamente sensible y
específica, discriminando perfectamente entre sujetos con diagnóstico de demencia tipo
Alzheimer (DTA) probable y sujetos sin tal patología.
Cuando solicitamos a un paciente que dibuje un reloj, podrá llevarlo a cabo si conserva
determinadas capacidades. Por ejemplo, un paciente que deba escribir todos los números y
simultáneamente ordenarlos de forma correcta en el espacio necesitará realizar una
planificación adecuada para coordinar esta tarea; también habrá de poseer organización
visual y motora, así como capacidad para procesar simultáneamente la tarea que ejecuta. Si
dicha tarea incluye entre sus instrucciones que el reloj marque determinada pauta horaria,
tendrá que almacenar en la memoria y luego recuperar esa información, para ubicar
correctamente las manecillas. Todos estos procesos de lenguaje, memoria y coordinación
visoespacial implican la participación de zonas cerebrales corticales y subcorticales,
anteriores y posteriores, así como del hemisferio cerebral derecho e izquierdo.
En la última década ha habido cierto auge en la aplicación del TDR para el estudio y
valoración de las enfermedades neurodegenerativas, especialmente para la demencia y la
enfermedad de Alzheimer. Al mismo tiempo, han sido diseñados diversos métodos para
aplicar y puntuar el TDR; sin embargo, aún no se han establecido criterios estandarizados
para su aplicación y puntuación.
Criterios de puntuación
J. Cacho y sus colaboradores (1998) han propuesto diversas escalas de puntuación basadas
en los criterios de la escala previamente utilizada por Rouleau y sus colaboradores (1992),
aunque con diversas modificaciones, que esencialmente han consistido en incluir los
parámetros cualitativos de rotación inversa, alineación numérica y perseveración en la
escala de puntuación. Según estos criterios, ha sido establecida una puntuación máxima de
2 puntos por el dibujo de la esfera, de 4 por los números y de 4 por las manecillas.
Criterios de aplicación
El TDR debe ser aplicado en dos fases sucesivas, según el orden establecido: test del reloj a
la orden y test del reloj a la copia.
1. Test del reloj a la orden (TRO). En esta fase presentamos al sujeto una hoja de papel
completamente en blanco, un lápiz y una goma de borrar y le proporcionamos las siguientes
instrucciones: "Me gustaría que dibujara un reloj redondo y grande en esta hoja, colocando
en él todos sus números y cuyas manecillas marquen las once y diez. En caso de que
cometa algún error, aquí tiene una goma de borrar para que pueda rectificarlo. Esta prueba
no tiene tiempo límite, por lo cual le pedimos que la haga con tranquilidad, prestándole
toda la atención que le sea posible". Luego le repetimos las instrucciones tantas veces como
sea necesario. Si el sujeto, después de dibujar la esfera, omite algún número, le
preguntamos si los ha puesto todos, permitiéndole rectificar el dibujo si toma conciencia de
sus errores. Por el contrario, si no percibe el error, ya sea porque sobra o falta algún
número, le recordaremos la instrucción de la pauta horaria.
Una vez dibujados los números, le recordamos que debe ubicar las manecillas marcando las
once y diez. Si transcurrido un tiempo, el sujeto no ha dibujado las manecillas o falta
alguna de ellas, le preguntamos si ha finalizado su reloj. En caso afirmativo, le informamos
que, seguidamente, va a desarrollar una prueba más fácil y empezará con la realización de
la fase del TR "a la copia". En caso contrario, le concedemos un plazo de tiempo adicional
para completar la tarea.
2. Test del reloj a la copia (TRC). En esta segunda condición, le presentamos al sujeto
un folio en posición vertical, con un reloj impreso en el tercio superior de la hoja.
Enseguida le pedimos que preste la máxima atención al dibujo y que copie de la forma más
exacta posible el dibujo del reloj que aparece en la parte superior de la hoja. Como en esta
fase tampoco establecemos un tiempo límite, le sugerimos que la realice con tranquilidad y
que emplee la goma para borrar en caso de que cometa algún error.
En la condición de TRO, el punto de corte que muestra mayor eficacia es el 6. Por tanto, se
considera positivo el test si el valor de la suma de las tres puntuaciones (esfera, números y
manecillas) "a la orden" es menor o igual a 6, y como negativo si la suma de las
puntuaciones es mayor que 6.
Las puntuaciones altas sirven para descartar la enfermedad, especialmente las puntuaciones
próximas al 8 y al 9. En la condición de TRC, el punto de mayor eficacia es de 8; por tanto,
consideramos positivo el test si el valor de la suma de las tres puntuaciones (esfera,
números y manecillas) "a la copia" es menor o igual a 8, y negativo si la suma de las
puntuaciones es superior a 8. El punto de corte de mayor eficacia del TRO + TRC es 15-
Así, consideramos positivo el test si el valor de la suma de las tres puntuaciones (esfera,
números y manecillas) en las dos condiciones del test (orden y copia) es menor o igual a 15,
y negativo si la suma de las puntuaciones es superior a 15. La aparición de rotación inversa
o alineación numérica, así como de perseveración de errores en cualquiera de las dos
condiciones experimentales (TRO y TRC) puede indicar un probable deterioro cognitivo.
Bibliografía:
Ardila, A. y Roselli, M. (2007) Neuropsicología Clínica. México: Editorial El
Manual Moderno.