Cortazar y Su Mundo
Cortazar y Su Mundo
Cortazar y Su Mundo
de cronopios y famas
vez
Julio Cortázar atrae al crítico a la
L que porensuprosa
A obra del argentino
importancia intrinseca y por la resonancia que ha alcan-
zado en estos últimos años, por las dificultades -las oscuridades, ambi.
giedades, aparentes incoherencias- de sus textos. No cabe dudar de que
nos hallamos frente a un autor influyente, en boga tanto en los países de
lengua española como fuera de ellos.' Y que -distinto en este punto,
como en tantos otros, de Jorge Luis Borges, al que parece aproximarlo
cierto parecido superficial de temas y a veces incluso de estilo-- ha sabi-
do mantenerse cercano a las nuevas promociones literarias de su país. Y
ello sin abandonar su actitud reservada, más allá de grupos y cenáculos lite-
rarios: <'me dolía un poco -escribe acerca de uno de sus personajes en
un fragmento que parece tener ribetes autobiográficos- no estar del
todo en el juego, mirar a esa gente desde fuera, a lo
entomólogo. Qué
le iba a hacer, es una cosa que me ocurre siempre en la vida, y casi he
llegado a aprovechar esta actitud para no comprometerme en nada". 2
Quizá sus largos años de residencia en Europa -Roma, París- al
5 En efecto, según la entrevista hecha por José Durand (art. cit.) Cortázar
señala que Melvil1e,es uno de sus autores preferidos. Otros autores admirados por
Cortázar: Alejo Carpentier, Juan Rulfo, Miguel Angel Asturias, Juan José Arreo-
la, Carlos Fuentes, Borges, Virginia Woolf, James Joyce. (Este último puede ha-
berle inspirado no solamente su interés por el monólogo interior, sino su amor
a la creación de palabras.) De Borges admira sobre todo su perfección estilistica.
(Véase "Borges et la nouvelle genération", por Abelardo Castillo, p. 204 del nú-
mero especial de L'Herne dedicado a Borges, Paris, 1964).
36 R EVISTA IBEROAMERICANA
tono explicativo normal", que da por supuesto que el lector sabe ya de qué
trata el texto. Lo más misterioso y sorprendente, pues, no resulta la intro-
ducción de los extraños cronopios, de los famas y de Ias esperanzas, sino
el que estos seres sean considerados por el autor como de sobras conoci-
dos por todos, lo cual hace innecesaria toda definición previa. En efecto:
no sólo están ausentes de este texto, y de los siguientes, las definiciones
de los héroes y heroínas de los relatos, sino que cuando por casualidad,
como de paso, llegamos a una descripción de alguno de ellos, por ejem-
pío el cronopio, la definición resulta irritante por insuficiente y sumaria.
Así, por ejemplo: "Los cronopios vinieron furtivamente, esos objetos
verdes y húmedos". En el siguiente relato, El baile de los famas, reapa-
rece, ligeramente modificada, la definición: ". . . los cronopios (esos ver-
des, erizados, húmedos objetos) ... " Tenemos que aguardar hasta otro
relato, Alegría del cronopio, para hallar una descripción de las esperanzas.
Sabemos ya, desde el primer relato, que las esperanzas se irritan cuando
ven que los famas bailan tregua o catala. Sabemos también, por el mismo
texto, que las esperanzas van siempre acompaiadas por otros seres no
menos extraños: "Una de las esperanzas dejó en el suelo su pez de flauta
-pues las esperanzas, como el Rey del Mar, están siempre asistidas de
peces de flauta-..." Por fin llega la descripción: también incidental,
como por casualidad:: "El fama. . . nunca hablará hasta no saber que
sus palabras son las que convienen, temeroso de que Ias esperanzas siem-
pre alertas no se deslicen por el aire, esos microbios relucientes, y por
una palabra equivocada invadan el corazón bondadoso del cronopio".
Sin prisa, mediante toques sucesivos, mediante acumulación de pe.
queños detalles, de pequeños incidentes dramáticos, Cortázar nos va hacien-
do penetrar en el extraio mundo de cronopios, famas y esperanzas. Los
personajes reaparecen una y otra vez, siempre en acción, en una serie de
viñetas dramáticas: poco a poco empezamos a comprender que nos halla-
mos ante un mundo estable, bien definido, con relaciones sociales, con
sus fórmulas para el saludo, sus alegrías y sus peligros. Quizá el mayor
interés que estilísticamente presentan estos relatos reside en la utiliza.
ción por parte del autor de dos estilos, diferentes -incluso opuestos-
pero íntimamente enlazados y complementarios. El primero es un estilo
que pudiéramos definir como "normal", "lógico-cientifico", destinado a
establecer la coherencia del ambiente descrito, a ganar la confianza del
lector ante lo que está leyendo. El segundo es un conjunto de fórmulas
fantásticas, irracionales, imposibles de reducción a términos de experien.
cia cotidiana.
Así, por ejemplo, en el primer relato abundan los elementos lógicos
ESTUDIOS 37
A los famas hay que saludarlos según otra fórmula precisa: en Alegría
del cronopio asistimos al principio ritualizado de una conversación entre
un fama y un cronopio:
nopio gozaba en oir hablar a sus contertulios, porque todos creían estar
refiriéndose a las mismas cosas y no era así". ("El almuerzo").
Un procedimiento de abolengo dadaista y superrealista que Cortázar
utiliza repetidas veces es presentarnos un objeto, en apariencia de uso
corriente, que ha sido radicalmente transformado y no cumple ya con
sus funciones normales o si lo hace utiliza para ello materiales o técni-
cas diferentes a las normales. El autor nos proporciona un mínimo de
explicaciones en algunos de estos casos. (Picabia, Duchamp y Dalí nos
habían ofrecido numerosos objetos cuya finalidad inicial y lógica había
sido hábilmente transformada o pervertida: recordemos las tazas y cucha-
ras recubiertas de pieles, o el leléfono.langosta de Dalí). Cortázar nos
ofrece el pez de flauta, el cronopio-cabrestante, el termámetro de vidas
("El almuerzo") y el reloj-alcachofa ("Relojes"). Este último relato,
centrado por completo en la descripción de un objeto mágico-práctico,
nos ofrece un ejemplo muy claro de lo que podríamos llamar "técnica
de vaivén": nos desplazamos de 1o cotidiano a lo absurdo y sobrenatural,
y después, en un verdadero salto mortal, regresamos al mundo práctico.
El texto empieza con una descripción normal, no problemática: un fama
possee un reloj de pared y todas las semanas le da cuerda con gran cui-
dado. Pero pasa un cronopio (sabemos por el relato "Louis enormísimo
cronopio", publicado en Buenos Aires Literaria, e inspirado por Louis
Armstrong, que los cronopios representan encarnaciones de fuerzas natu-
rales, que son imaginativos, que sus actos son inesperados, absurdos, locos)
y el cronopio inventa el reloj-alcachofa o alcaucil, "que de una y otra
manera puede y debe decirse", señala Cortázar, parodiando el estilo de
los viejos manuales, de los antiguos libros de gramática. El artefacto
es sumamente sencillo: "un alcaucil de la gran especie, sujeto por el
tallo a un agujero de la pared". Sus numerosas horas marcan la hora pre.
sente y además todas las horas, "de modo que el cronopio no hace más
que sacarle una hoja y ya sabe una hora". (Falsa lógica: el reloj-alcachofa
no es, en rigor, un verdadero reloj, pero tal cosa no parece importarle
mucho al cronopio; incluso en el absurdo se mantiene un mínimo de
orden, de rigor: "Como las va sacando de izquierda a derecha siempre
la hoja da la hora justa... .") El final es una brusca transición, de efectos
desconcertantes y humorísticos: pasamos de una sensación seudo- o cuasi-
metafísica ("Al llegar al corazón el tiempo no puede ya medirse, y en
la infinita rosa violeta del centro el cronopio encuentra un gran conten-
to") al prosaísmo más descarnado: el reloj-alcachófa sigue siendo una
alcachofa, su corazón, que ha sido descrito liricamente como una infinita
rosa violeta, sigue siendo un corazón de alcachofa, y el cronopio obra
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breves de este autor, 6 y nos aparta también dela corriente del humorismo
"negro" surrealista o de sus posibles antecedentes en Apollinaire (Le
poete assassiné). Estamos mucho mrnis cerca del "humor blanco" surrea.
lista que del "negro". Más cerca, también de las producciones teatrales
inspiradas por este "humor blanco": más cerca del Ionesco de La legor'
o de La cantatrice chauve que del Ionesco de Les chaises. En suma: parece
más plausible buscar los orígenes literarios de estos cuentos de Cortázar
en la tradición francesa -mejor dicho, en la literatura francesa del siglo
XX, ---
que tan bien conoce Cortázar que en sus antepasados o contem-
poráneos argentinos.
Cortázar, en efecto, que descubri6 su afición por la literatura des.
pués de leer la versión española de un libro de Cocteau, Opium, Journal
d'una Désintoxication, que impartió en Mendoza cursos de literatura
francesa, conoce a fondo la literatura francesa de hoy. Su interés por
la corriente superrealista lo revela, entre otros detalles, la dedicatoria
de uno de sus cuentos en Final del juego: "A la memoria de René Crevel,
que murió por cosas as". 8 (Hasta tal punto llega el bilingúismno de Cor-
tázar que pronuncia el español con la.r francesa, por haber nacido en
Bruselas y haber pasado buena parte de su infancia en Bélgica).9
De todos los posibles antecedentes de estos cuentos en la literatura
Yale University
MANUEL DURÁN