4 - PP Presion de Los Padres
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La Presión
Cuando un niño nace con habilidades naturales para practicar de- portes, la mirada y la
actitud de los padres serán fundamentales para el desarrollo y las aspiraciones de ese
chico. Lo delicado del tema, la finísima frontera, es que muchas veces los progenitores
confunden apoyo con exigencias y entonces creen que su paternidad les da derecho a
opinar e incluso a decidir. Lo que están consiguiendo, en cambio, es generar una presión
inconsciente sobre los jóvenes jugadores. Es por que eso que cada tanto escuchamos
frases del tipo “Yo sólo quería ser el número 1 porque pensaba que así mi papá me iba
a querer más”.
Los niños transcurren gran parte de su día ocupados en múltiples actividades: la escuela,
la tarea para el hogar, las clases de inglés, computación, más los entrenamientos de
fútbol y las prácticas de tenis, etc. En algunos casos sus actividades son tantas y tan
variadas que parecen adultos en miniatura, y sin embargo está claro (o debería estar
claro) que no los son: los niños necesitan actividades lúdicas y descargas físicas que
posibiliten la canalización y disolución de sus tensiones.
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Escuela de Entrenadores César Luis Menotti
lo emocional, ¿qué ocurre si además le sumamos la presión que ejercen estos padres?
¿Qué sucede si ese apoyo se convierte en exigencia? ¿Qué pasa cuándo lo que debería
ser lúdico se transforma en trabajo? ¿Cuál es la consecuencia de cuando la presión
desmedida de los padres entra en escena y el chico ya no disfruta con lo que hace, sino
que sólo ejecuta el mandato paterno?
Acaso el primer punto decisivo es dejar en claro que no es lo mismo guiar que regir.
Lamentablemente, hay muchos padres que, cuando juegan al tenis con sus hijos de 6 o
7 años y éstos cometen un error, no pueden contenerse de marcarles todas y cada una
de sus equivocaciones. O, ya fuera de la cancha, ese mismo padre se pone a negociar
con un representante de jóvenes promesas y determina –como mínimo, coarta- el futuro
del hijo.
Es un tipo de presión que incluso puede destrozar a una familia, y no sólo nos referimos
a la relación papá-hijo, sino también a la de los hermanos de la “futura estrella”, que
quedan relegados a un segundo plano (en la mesa familiar solo se habla del “pequeño
genio”, de su deporte, de su calendario, de sus torneos y de sus compromisos). Como
los padres son figuras de idealización para sus chicos, los hijos los observan con
atención, incluso cuando parece que no los están mirando, y todos ellos incorporan para
sí mismos esas conductas incorrectas.
Está claro que los padres no nacen con un manual de instrucciones para hijos
deportistas, por lo que también cometen errores quienes quieren ayudar a partir de sus
buenas intenciones. El escenario, en realidad, no es nada sencillo: el medio deportivo
ofrece una gran cantidad de tentaciones como la situación económica, los premios
exagerados, los pases de jugadores y los managers que prometen maravillas. Todo ello
hace que la armonía del niño deportista se vea alterada y que los padres comiencen a
tomar un protagonismo exagerado, en especial cuando sus hijos son menores de edad:
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suelen sentirse con derecho a todo, incluso a opinar del sistema de juego, de los
entrenamientos, de la táctica y de la preparación física, y hasta manejan estadísticas
personales.
El tema es aún más delicado porque, por lo general, estos padres no llegan a percibir lo
peligroso que significa la proyección de sus deseos inconscientes frustrados. Aunque lo
nieguen, está claro que quieren alcanzar “su” éxito a partir de una figura que es la
prolongación de sus propias vidas, su hijo. Pero tarde o temprano se descubre que, en
verdad, esos chicos practican el deporte más para cumplir la ambición de sus padres que
por decisión propia. Esta triste realidad puede observarse cuando los niños asisten a los
consultorios y presentan casos de sobre-adaptación (cansancio físico o fatiga), trastornos
psicosomáticos, lesiones prematuras (por abusar del cuerpo cuando todavía no está listo)
e incluso pierden parte de su identidad como personas: se presentan como tenistas y
futbolistas respondiendo a ese ideal sobrevalorado en lo social, pero a expensas de un
altísimo costo psíquico y corporal.
Existen diversas estrategias para tratar con este tipo de padres “abrumadores”. Algunos
métodos de abordaje consisten en entregarle mucha información que los ayude a
contener su ansiedad (pautas motrices, características psicológicas) y explicarle los
objetivos de cada etapa en el entrenamiento del chico, como hablar de procesos y no de
resultados, y darle la posibilidad de que coopere con el entrenador pero, al mismo
tiempo, ponerle ciertos límites. El camino de la practica deportiva profesional es arduo,
no comparable con otros ámbitos de la vida.
Sería un completo desastre que el chico viviera pendiente de los comentarios, gestos y
actitudes de sus padres, como si ellos personificaran un régimen de premios o castigos.
Sin embargo, increíblemente sí hay niños que son tratados de diferentes maneras de
acuerdo al resultado que consiguen. En general se trata de padres que se convierten en
jueces de sus hijos y que, como solventan los entrenamientos o los llevan a los torneos,
suponen que su inversión les da derecho a participar en todo.
La exigencia que supone el camino hacia una trayectoria deportiva profesional puede
quedar fuera de control para muchos chicos pero también para muchos padres que
exigen resultados concretos en etapas formativas en las que, deberían saberlo, las
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victorias y las derrotas son accidentes normales. Lo esperable es que acompañen las
actividades de sus hijos con tranquilidad y alegría, sin mostrar síntomas de nerviosismo o
enfado ante los lógicos errores. Pero para eso, primero, deberían cultivar un gran control
emocional.
La clave es que los padres eviten convertir al deporte en algo más importante que sus
propios hijos. Ahí es donde vuelve a entrar en escena la tarea del psicólogo deportivo
que, al trabajar con niños, debe tener en cuenta su relación con los padres. Incluso, a
veces, su trabajo es más arduo con los progenitores que con los chicos.