Mijangos - Entre Dios y La Republica
Mijangos - Entre Dios y La Republica
Mijangos - Entre Dios y La Republica
Y LA REPÚBLICA
La separación Iglesia-Estado
en México, siglo XIX
Valencia, 2018
La imposible protección de la fe católica: censura
eclesiástica y libertades constitucionales en el
México republicano
La primera mitad del siglo XIX fue un período de verdadero frenesí cons-
titucional en México. Entre 1812 y 1855, los habitantes y territorios de la
antigua Nueva España y de la nueva nación independiente fueron regidos
por una constitución imperial (1812), otra insurgente (1814), un estatuto
monárquico provisional (1822), un acta constitutiva (1823), una consti-
tución federal (1824, reformada en 1847), dos constituciones centralistas
(1836 y 1843) y unas “Bases para la administración de la república” (1853),
documentos en los que se ensayó una amplia gama de arreglos institucio-
nales para cimentar y distribuir los poderes públicos, así como para definir
los derechos y deberes de quienes formaban parte de la comunidad polí-
tica. No obstante, pese a las múltiples diferencias entre cada una de estas
leyes fundamentales, llama la atención que hasta 1855 la exclusividad con-
fesional fuera considerada unánimemente como un principio constitutivo
de la nación. De acuerdo con el artículo 12 de la Constitución de Cádiz,
repetido con mínimas variaciones en las cartas subsecuentes, la “religión
de la Nación” era y sería “perpetuamente la católica, apostólica, romana,
única verdadera”. Esto significaba que el catolicismo sería protegido por
“leyes sabias y justas”, y, por lo tanto, que quedaría prohibido “el ejercicio
de cualquiera otra”1. Como explica Brian Connaughton, la continuidad
del republicanismo desde 1823 y la insistencia constitucional en el carácter
confesional del Estado permiten sostener que, hasta la década de 1850, “la
república liberal y católica” fue la “propuesta política medular del país”2.
El que primero la monarquía y después la república fueran católicas
significaba, en términos generales, que el poder público debía ejercerse
en armonía con las enseñanzas de la Iglesia. Si bien el orden religioso y el
orden secular atendían a realidades diferentes, el primero a la órbita espi-
ritual y el segundo a la estrictamente “temporal”, entre ambos debía existir
siempre una correspondencia natural, misma que debía traducirse tanto
1
Constitución política de la monarquía española, reproducida en Felipe Tena Ramírez,
Leyes fundamentales de México, 1808-1998, México: Editorial Porrúa, 1998, p. 62.
2
Brian Connaughton, Entre la voz de Dios y el llamado de la patria, México: Fondo de Cul-
tura Económica/UAM, 2010, p. 13.
100 Pablo Mijangos y González
3
Véase Cristina Gómez Álvarez, Navegar con libros. El comercio de libros entre España y Nue-
va España (1750-1820), México: UNAM/Trama editorial, 2011, pp. 129-135; y Gabriel
Torres Puga, Opinión pública y censura en Nueva España. Indicios de un silencio imposible,
1767-1794, México: El Colegio de México, 2010, pp. 537-540.
4
Citada en Anne Staples, “La lectura y los lectores en los primeros años de vida inde-
pendiente”, en Historia de la lectura en México, México: El Colegio de México, 1997, p.
103.
Entre Dios y la República. La separación Iglesia-estado en México, siglo XIX 101
5
Al respecto, véase Staples, “La lectura y los lectores”, pp. 95-105, 117-119; Carlos For-
ment, Democracy in Latin America, 1760-1900, Chicago: The University of Chicago Press,
2003, pp. 192-200; Laura Suárez de la Torre, coord., Empresa y cultura en tinta y papel
(1800-1860), México: Instituto Mora/UNAM, 2001; Laura Suárez de la Torre, coord.,
Constructores de un cambio cultural: impresores-editores y libreros en la ciudad de México, 1830-
1855, México: Instituto Mora, 2003; y Brian Connaughton, “Voces europeas en la tem-
prana labor editorial mexicana, 1820-1860”, Historia Mexicana, vol. LV, no. 3 (2006),
pp. 895-946.
6
François-Xavier Guerra, “El ocaso de la monarquía hispánica: revolución y desinte-
gración”, en Antonio Annino y François-Xavier Guerra, coords., Inventando la nación.
Iberoamérica. Siglo XIX, México: Fondo de Cultura Económica, 2003, pp. 135-139.
7
Memoria del Ministerio de lo Interior de la República Mexicana, leída en las cámaras de su Con-
greso General en el mes de enero de 1838, México: Imprenta del Águila, 1838, p. 12.
102 Pablo Mijangos y González
producido los bienes que eran de esperarse, sino que por el contrario, ha derramado
en todos los corazones la ponzoña de la guerra civil8.
La inquisición liberal
Desde por lo menos el siglo III de nuestra era, una preocupación central
de las autoridades eclesiásticas fue el combate y la erradicación de las he-
rejías, es decir, de las doctrinas “erróneas” que contradecían la fe de la
Iglesia. En nombre de la ortodoxia, papas, obispos y concilios decretaron
innumerables anatemas en contra de personas, movimientos y obras cuyas
enseñanzas podían poner en riesgo la salvación de los fieles y la unidad del
cuerpo eclesial. Al igual que la proverbial manzana podrida, la herejía era
vista como un verdadero cáncer capaz de corromper a la comunidad ente-
ra y por ello había que prevenir su crecimiento a la brevedad posible, aún a
8
Memoria del Ministro de Relaciones Interiores y Exteriores, D. Luis G. Cuevas, leída en la Cáma-
ra de Diputados el 5, y en la de Senadores el 8 de enero de 1849, México: Imprenta de Vicente
García Torres, 1849, p. 25.
Entre Dios y la República. La separación Iglesia-estado en México, siglo XIX 103
9
Martin A. Nesvig, Ideology and Inquisition: The World of the Censors in Early Mexico, New
Haven: Yale University Press, 2009, pp. 19-26; Joseph Pérez, Breve historia de la Inquisi-
ción en España, Barcelona: Crítica, 2003, pp. 9-30.
10
Nesvig, Ideology and Inquisition, pp. 247-250; José Abel Ramos Soriano, Los delincuentes
de papel. Inquisición y libros en la Nueva España (1571-1820), México: Fondo de Cultura
Económica/INAH, 2011, pp. 281-291.
104 Pablo Mijangos y González
11
Ricardo García Cárcel, “La Inquisición en el siglo XVIII”, en José Antonio Escudero
(dir.), La Iglesia en la historia de España, Madrid: Marcial Pons/Fundación Rafael del
Pino, 2015, p. 833.
12
José Antonio Escudero, “La abolición de la Inquisición”, en Escudero (dir.), La Iglesia
en la historia de España, p. 912.
13
García Cárcel, “La Inquisición en el siglo XVIII”, p. 835.
14
Escudero, “La abolición de la Inquisición”, p. 914.
Entre Dios y la República. La separación Iglesia-estado en México, siglo XIX 105
15
Decreto de 22 de Febrero de 1813, reproducido en Disposiciones legales y otros documentos
relativos a la prohibición de impresos por la autoridad eclesiástica, mandados publicar de orden
del Supremo Gobierno, México: Imprenta de Ignacio Cumplido, 1850, p. 86.
16
Idem.
17
Para consultar el texto de cada una de estas normas, véase Disposiciones legales y otros
documentos relativos a la prohibición de impresos por la autoridad eclesiástica, pp. 86-138.
106 Pablo Mijangos y González
18
Artículos 1º, 2º y 3º del título primero del decreto de las cortes españolas de 22 de
Octubre de 1820, sobre libertad de imprenta, en Disposiciones legales y otros documentos
relativos a la prohibición de impresos por la autoridad eclesiástica, p. 89.
Entre Dios y la República. La separación Iglesia-estado en México, siglo XIX 107
ra aprobada por las Cortes —reemplazadas por las cámaras del Congreso
general en el régimen republicano. Elevadas las listas de libros prohibidos
al rango de ley, éstas serían remitidas a las aduanas marítimas y fronteri-
zas, de modo que las autoridades correspondientes, “bajo la más estrecha
responsabilidad”, pudieran impedir legalmente su introducción en el te-
rritorio nacional. Para evitar que este procedimiento tuviera que seguirse
también con algunas obras cuya impiedad era ampliamente reconocida, el
Reglamento del 27 de septiembre de 1822 incluyó una lista de ocho libros
prohibidos de antemano:
Guerra de los Dioses.
Compendio del origen de todos los cultos, por Dupuis.
Meditaciones sobre las ruinas, o lo que comúnmente se llama: Ruinas de Palmira.
El Citador.
La sana razón, o el buen sentido, o sea las ideas naturales opuestas a las sobre-
naturales, así en su edición de Ginebra de 819, como en la de Madrid de 821, y
cualquiera otra.
El Compadre Mateo, o Baturrillo del espíritu humano.
Cartas familiares del ciudadano José Joaquín de Clara Rosa a Madama Leocadia.
Carta de Taillerand Perigot al Papa.
El sistema de la naturaleza, y su compendio19.
Como se puede apreciar con un simple vistazo a los títulos, este listado de
“libros contrarios a la Religión” estaba integrado por obras que formaban
parte de lo que Robert Darnton llama la “artillería pesada de la Ilustración
radical”: libros como el Sistema de la naturaleza (1770), del barón d’Holbach,
El compadre Mateo (1766), de Henri-Joseph du Laurens, y Las ruinas de Pal-
mira (1791), del conde Volney, que defendían el racionalismo, ridiculiza-
ban a los apologistas católicos y cuestionaban las premisas centrales de la
fe cristiana20. Aunque estos libros fueron señalados porque efectivamente
existía una alta demanda de los mismos, el problema de este listado es que
se trataba de una disposición taxativa y no meramente ejemplificativa, es
decir, que cualquier texto no incluido expresamente en esta lista debía ser
sometido a un largo procedimiento antes de que una ley pudiera decla-
rarlo prohibido. De este modo, la Iglesia quedaba inerme no sólo frente a
tratados doctrinales menos radicales pero igualmente heterodoxos (como
las obras de autores regalistas que consideraban al Patronato eclesiástico
19
Reglamento del 27 de septiembre de 1822, en Disposiciones legales y otros documentos
relativos a la prohibición de impresos por la autoridad eclesiástica, pp. 137-138.
20
Robert Darnton, The Forbidden Best-Sellers of Pre-Revolutionary France, Nueva York: W.W.
Norton & Company, 1996, p. 70.
108 Pablo Mijangos y González
21
Como explica Manuel Revuelta para el caso español, “el gran vehículo para la profu-
sión de las nuevas ideas fueron los periódicos y folletos, cuya abundancia sorprendió
a los mismos liberales… El periódico, el folleto, la carta, el discurso, sustituyen en esta
época nerviosa a los tratados doctrinales y filosóficos y a los libros en general. En parte,
porque se trataba de vulgarizar para el pueblo, y de ganarle afectivamente de modo
rápido para las urgentes reformas, o de ponerle en guardia contra las añagazas de los
innovadores”. Manuel Revuelta González, Política religiosa de los liberales en el siglo XIX.
Trienio constitucional, Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1973, p.
54.
22
Berenise Bravo Rubio, La gestión episcopal de Manuel Posada y Garduño. República católica
y Arzobispado de México, 1840-1846, México: Porrúa Print, 2013, pp. 159-161.
23
“Mirari Vos. Sobre los errores modernos. Carta encíclica del papa Gregorio XVI, 15 de
agosto de 1832”, consultada el 19 de enero de 2017. http://es.catholic.net/op/articu-
los/2501/mirari-vos-sobre-los-errores-modernos.html.
Entre Dios y la República. La separación Iglesia-estado en México, siglo XIX 109
24
Clemente de Jesús Munguía, Obras diversas del licenciado Clemente de Jesús Munguía, Obis-
po de Michoacán, primera serie, Morelia: Imprenta de Ignacio Arango, 1852, p. 333.
25
Walther L. Bernecker, Contrabando. Ilegalidad y corrupción en el México del siglo XIX, Mé-
xico: Universidad Iberoamericana, 1994, p. 103.
26
Ibid., p. 95.
110 Pablo Mijangos y González
27
AGN, Justicia/Eclesiástico, t. 13, ff. 19-21.
28
AGN, Justicia/Eclesiástico, t. 13, f. 23.
Entre Dios y la República. La separación Iglesia-estado en México, siglo XIX 111
29
AGN, Justicia/Eclesiástico, t. 62, ff. 55-62.
30
Al respecto, véase José Antonio Ferrer Benimeli, La masonería, Madrid: Alianza Edi-
torial, 2001, pp. 52-61; y María Eugenia Vázquez Semadeni, La formación de una cultu-
ra política republicana. El debate público sobre la masonería en México, 1821-1830, México:
UNAM/El Colegio de Michoacán, 2010.
31
AGN, Justicia/Eclesiástico, t. 60, ff. 295-305.
112 Pablo Mijangos y González
32
AGN, Justicia/Eclesiástico, t. 97, ff. 118-120.
33
AGN, Justicia/Eclesiástico, t. 97, f. 128.
34
AGN, Justicia/Eclesiástico, t. 97, ff. 128-129.
Entre Dios y la República. La separación Iglesia-estado en México, siglo XIX 113
ten profesar estos ritos, sean los que fueren”35. En su contestación a estos
argumentos, el Ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos no solamente
lamentó que en “la Metrópoli de las Iglesias Mexicanas” no existiera una
junta de censura en funciones, sino también recordó al cabildo qué decía
la ley vigente:
Ha resuelto S.E. se diga a V.S.I. que habiendo dueño conocido de dichos libros
como se le manifestó en oficio de esta Secretaría de 15 de Junio último, no se está en
el caso de reembarcarlos, y que de ningún modo se haría aún habiendo dueño sin
que precediese la censura y formal prohibición por las autoridades eclesiásticas, pues
aunque estén prohibidas las juntas y asociaciones masónicas no por eso está faculta-
do el Gobierno y los funcionarios civiles para impedir la introducción de libros que
hablan de ellas, si no están comprendidos expresamente en la lista de los prohibidos,
en cuyo caso no se hallan los de que se trata36.
Como la única lista oficial de libros prohibidos era la del Reglamento del
27 de septiembre de 1822, los contados casos en que el Estado llegó a impe-
dir la distribución de obras impías estuvieron relacionados con los ocho tí-
tulos citados en dicha norma. En enero de 1826, por ejemplo, el Ministerio
de Justicia y Negocios Eclesiásticos ordenó el reembarque de 49 ejemplares
del Sistema de la naturaleza, 13 de las Ruinas de Palmira, 13 de El buen sentido y
12 de El Origen de todos los cultos, dirigidos originalmente al librero Ernesto
Masson37. Cuatro años más tarde, la librería de Hipólito Seguin dio aviso
público, en un periódico de la capital, de los volúmenes que tenía en venta,
entre los cuales se encontraba nuevamente el Sistema de la naturaleza y tam-
bién El compadre Mateo38. Que un librero se hubiera atrevido a publicitar de
esa manera sus mercancías ilegales da cuenta no sólo del buen negocio que
suponía la venta de libros prohibidos, sino también de la inobservancia de
las leyes vigentes, cosa que el ministerio y el gobierno del Distrito Federal
comprendieron de inmediato. A los pocos días del aviso, un juez de letras
se apersonó en la librería de Seguin, ubicada junto a otros establecimien-
tos del ramo en el Portal de Mercaderes, pero sólo encontró un ejemplar
de El compadre Mateo: los demás se habían vendido como pan caliente. Irri-
tado, el ministro de Justicia reprendió tanto a las autoridades de la capital
como a los encargados de las aduanas, insistiéndoles en su deber de proce-
der “bajo la más estrecha responsabilidad, no sólo por denuncia sino por
oficio a la recolección de libros expresa y legalmente prohibidos”. Si algo
35
AGN, Justicia/Eclesiástico, t. 97, f. 129.
36
AGN, Justicia/Eclesiástico, t. 97, f. 130.
37
AGN, Justicia/Eclesiástico, t. 57, ff. 191-193.
38
AGN, Justicia/Eclesiástico, t. 97, ff. 104-105.
114 Pablo Mijangos y González
había demostrado este escándalo, era que los funcionarios facultados para
llevar a cabo esta tarea muy rara vez cumplían con sus deberes39.
El único incidente que parecería sugerir un funcionamiento eficaz del
sistema de prohibición de libros fue el de las publicaciones de la Socie-
dad Bíblica de Londres, cuyo trámite e infeliz resolución se prolongó por
casi cinco años. Digo “parecería” porque en realidad se trata de un caso
excepcional en que el gobierno optó abiertamente por ignorar la legis-
lación vigente y permitir que el clero se hiciera cargo de combatir —por
la mala— a una compañía editorial de origen protestante. Establecida en
1804, la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera tenía por objeto difundir
las Sagradas Escrituras en el mayor número posible de países, mediante
ediciones baratas en lengua vernácula, acordes a la tradición religiosa pre-
dominante en cada localidad (e.g. traducciones aprobadas por la Iglesia
Católica en las naciones de habla hispana), pero sin ninguna clase de notas
al margen40. Dado que dicha labor necesitaba del fomento paralelo a la
alfabetización, esta sociedad hizo mancuerna natural con la Sociedad Lan-
casteriana de Inglaterra, que promovía la enseñanza mutua —esto es, la
formación de alumnos capaces de enseñar a leer a sus pares— y utilizaba la
Biblia como libro de texto41. Ambas empresas tuvieron una buena acogida
en la Hispanoamérica independiente gracias al interés de los nuevos go-
biernos por fomentar la educación pública, pero comenzaron a enfrentar
un creciente acoso de la Iglesia Católica después de que el papa León XII
denunciara los trabajos de la Sociedad Bíblica de Londres como un nuevo
intento protestante de “corromper los Libros Santos” (Ubi primum, 1824)42.
Aunque lenta, la reacción del alto clero mexicano contra esta sociedad fue
particularmente agresiva.
Según admitió James Thomson, el primer agente oficial de la Sociedad
Bíblica en el país, las labores de esta compañía en México comenzaron en
agosto de 1825, cuando se introdujo legalmente en Veracruz un primer
cargamento de biblias en castellano impresas en Londres. Como estas bi-
blias para el gran público utilizaban la traducción del sacerdote español
Felipe Scío de San Miguel, realizada durante la década de 1780 a petición
39
AGN, Justicia/Eclesiástico, t. 97, ff. 103-112.
40
Véase Jean-Pierre Bastian, Protestantismos y modernidad latinoamericana. Historia de unas
minorías religiosas activas en América Latina, México: Fondo de Cultura Económica,
1994, pp. 74-75; y Pedro Gringoire, “El ‘protestantismo’ del Doctor Mora”, Historia
Mexicana, vol. 3, no. 3 (1954), pp. 328-330.
41
Bastian, Protestantismos y modernidad, p. 75.
42
Ibid., p. 76.
Entre Dios y la República. La separación Iglesia-estado en México, siglo XIX 115
del rey Carlos III y con el visto bueno del Santo Oficio, su venta inicial en
las ciudades mexicanas fue bastante exitosa, al punto de generar pedidos
de curas y miembros de las órdenes regulares43. La estupenda recepción
de esta primera remesa llevó a la Sociedad Bíblica a enviar nuevos y cada
vez mayores cargamentos, los cuales se distribuyeron libremente en las li-
brerías de la república hasta que, en junio de 1828, el Cabildo de la Santa
Iglesia Metropolitana de México publicó un edicto prohibiendo a los fieles
católicos la compra, venta o retención de todas las biblias “en idioma vul-
gar, sin notas y explicaciones aprobadas”, y ordenando que quienes poseye-
ran algún ejemplar de esta clase lo entregaran en el plazo de una semana
al provisor de la arquidiócesis o a los párrocos de la localidad. De acuerdo
con este decreto, las biblias londinenses estaban prohibidas porque care-
cían de las “anotaciones sacadas de los santos Padres, o de intérpretes de-
votos y católicos” y porque su verdadero propósito era “propagar el funesto
principio de las sectas protestantes, a saber, que la única regla de la fe es la
Escritura entendida por cada uno según su propio juicio”44.
El implacable edicto eclesiástico de 1828 —replicado poco después por
las mitras de Oaxaca y Guadalajara— dio un golpe mortal a las labores de
la Sociedad Bíblica, pues la venta de sus publicaciones disminuyó drásti-
camente de la noche a la mañana. Primero en septiembre de aquel año
y nuevamente en agosto de 1829, Thomson solicitó al gobierno federal
que anulara el decreto del cabildo metropolitano con toda la rapidez, so-
lemnidad y publicidad posibles, ya que los párrocos habían entendido el
edicto como una autorización para confiscar las biblias que se vendían en
las calles y muchos compradores estaban reclamando ante los jueces civiles
que la Sociedad Bíblica les devolviera su dinero45. El argumento central del
agente inglés, correcto desde el punto de vista jurídico, era que el cabildo
no había respetado los procedimientos previstos en la legislación vigente,
pues nunca se le notificó la existencia de un proceso en curso ante la junta
de censura eclesiástica, ni las biblias se encontraban listadas en el regla-
mento del 27 de septiembre de 1822, único que comprendía los libros “es-
pecífica y legalmente prohibidos por autoridad competente”. El gobierno
mexicano, subrayó Thomson, no debía tolerar “una infracción tan notoria
43
AGN, Justicia/Eclesiástico, t. 87, f. 6; Gringoire, “El ‘protestantismo’ del Doctor Mora”,
pp. 329-333.
44
AGN, Justicia/Eclesiástico, t. 87, ff. 24-25.
45
AGN, Justicia/Eclesiástico, t. 87, ff. 6-9, 17-21, 35-36.
116 Pablo Mijangos y González
46
AGN, Justicia/Eclesiástico, t. 87, ff. 8-9.
47
AGN, Justicia/Eclesiástico, t. 87, ff. 26, 30, 33.
48
AGN, Justicia/Eclesiástico, t. 87, ff. 39-48.
49
AGN, Justicia/Eclesiástico, t. 87, f. 2.
Entre Dios y la República. La separación Iglesia-estado en México, siglo XIX 117
50
AGN, Justicia/Eclesiástico, t. 87, ff. 50-58.
51
AGN, Justicia/Eclesiástico, t. 87, f. 59; Gringoire, “El ‘protestantismo’ del Doctor
Mora”, p. 340-341.
52
AGN, Justicia/Eclesiástico, t. 87, f. 60.
118 Pablo Mijangos y González
53
Gringoire, “El ‘protestantismo’ del Doctor Mora”, pp. 347-348.
54
Sergio Rosas Salas, La Iglesia mexicana en tiempos de la impiedad: Francisco Pablo Vázquez,
1769-1847, Puebla: BUAP/Ediciones E y C/El Colegio de Michoacán, 2015, pp. 249-
253.
55
AGN, Justicia/Eclesiástico, t. 131, ff.178-179.
Entre Dios y la República. La separación Iglesia-estado en México, siglo XIX 119
te56. De igual manera, en 1825, 1828 y 1830 todas las mitras diocesanas
denunciaron el fracaso visible del sistema y solicitaron una reforma de las
leyes vigentes, en términos muy similares a los propuestos por la comisión
especial antes citada57. En 1825, por citar un ejemplo, la mitra de Oaxaca
pidió no solamente que las aduanas informaran a los ordinarios acerca
de “todos los libros y escritos que se hubiesen introducido en ellas”, sino
además que los jueces eclesiásticos tuvieran “la facultad de recoger por sí
mismos los libros prohibidos”58. En particular, la petición enfatizaba la ne-
cesidad de simplificar los juicios de censura:
La dilación de semejantes juicios no menos que la multitud de trámites y for-
malidades que con arreglo al Edicto del Sr. Cardenal Arzobispo de Toledo mandado
observar generalmente deben practicarse, son la causa de que estos juicios sean in-
terminables, que los delitos queden impunes y que la autoridad Eclesiástica sea cada
día más vilipendiada. En cuanto a la censura de libros parece casi imposible observar
los trámites que las leyes prescriben a los Ordinarios Diocesanos por lo menos res-
pecto de los innumerables libros de perversa doctrina que existen y circulan desde
muchos siglos atrás […] ¿Cómo pues podrá observarse con cada uno de dichos libros
el trámite de la censura, el dar traslado de ella al autor o defensor que se nombre y
de dar otras tantas sentencias definitivas absolviendo o condenando? ¿Cómo formar
y seguir más de dos mil juicios? ¿Qué tiempo es bastante para esto? ¿Dónde están
los dependientes de los Tribunales de la Fe para despachar esta inmensa multitud de
causas? ¿Y de dónde sacar fondos para dotar los dependientes y Jueces de dichos
Tribunales con los demás gastos de su atención?59
56
AGN, Justicia/Eclesiástico, t. 44, ff. 167-178.
57
AGN, Justicia/Eclesiástico, t. 61, ff. 1-35; t. 97, ff. 140-150.
58
AGN, Justicia/Eclesiástico, t. 97, ff. 148-149.
59
AGN, Justicia/Eclesiástico, t. 97, ff. 149-150.
60
AGN, Justicia/Eclesiástico, t. 61, f. 33; t. 97, ff. 141-142.
120 Pablo Mijangos y González
61
AGN, Justicia/Eclesiástico, t, 161, ff. 1-3, 7-18.
62
Disposiciones legales y otros documentos relativos a la prohibición de impresos por la autoridad
eclesiástica, pp. 4-7.
63
Ibid., p. 7.
Entre Dios y la República. La separación Iglesia-estado en México, siglo XIX 121
64
Al respecto, véase Othón Nava Martínez, “La empresa editorial de Vicente García To-
rres, 1838-1853”, en Suárez de la Torre, coord., Constructores de un cambio cultural, pp.
253-303.
65
Disposiciones legales y otros documentos relativos a la prohibición de impresos por la autoridad
eclesiástica, pp. 9-12.
66
Ibid., p. 10.
67
Ibid., p. 12.
122 Pablo Mijangos y González
68
Ibid., pp. 13-18.
69
Ibid., p. 18.
70
Dieter G. Berninger, La inmigración en México (1821-1859), México: SepSetentas, 1974,
pp. 125-127. Véase también David K. Burden, “Reform before La Reforma: Liberals,
Conservatives and the Debate over Immigration, 1846-1855”, Mexican Studies/Estudios
Mexicanos, vol. 23, no. 2 (2007), pp. 283-316.
Entre Dios y la República. La separación Iglesia-estado en México, siglo XIX 123
Este proyecto era anatema para el clero y para buena parte de la pobla-
ción porque chocaba directamente con el principio de exclusividad con-
fesional y además lo hacía en un momento de resurgimiento del naciona-
lismo religioso, fenómeno que estaba presente desde los orígenes de la
república pero que cobró nueva vida durante la crisis de la posguerra71. No
hay que olvidar, en este sentido, que la propuesta de introducir la toleran-
cia de cultos se topó con la férrea oposición de numerosas comunidades y
autoridades de todo el país. En enero de 1849, por ejemplo, los principales
del pueblo de Huauchinango, ubicado en la sierra de Puebla, solicitaron
al Presidente de la República que desechara sin miramientos este proyecto
“despótico”, pues implicaba “sacrificar el bienestar de la nación a las miras
particulares de unos cuantos”, desconocer “los derechos de la verdad” y
“subordinar la religión al progreso material, como si éste fuese el [fin]
principal al que debe aspirar el hombre en sociedad”. Los poderes federa-
les, añadían los redactores, no podían aprobar “un decreto que abriría las
puertas a sectas y autorizaría a los apóstoles del error para propagarlo entre
nosotros”, justo “cuando la prudencia está exigiendo imperiosamente que
nos unamos para hacernos respetar de un enemigo que supo aprovecharse
de nuestra desunión”72. Punto por punto, estas mismas consideraciones
eran compartidas por el alto clero y explicarían su decisión de ignorar las
leyes vigentes sobre censura de publicaciones impías.
Si bien la propuesta de introducir la tolerancia religiosa se pospuso para
mejor momento, el gobierno no estaba dispuesto a ceder con la misma
facilidad en lo relativo a la libertad de imprenta y las obligaciones legales
del clero en el marco de la república católica. Para determinar el paso a
seguir después de la respuesta del vicario capitular, en octubre de 1850
el Ministerio de Justicia solicitó al fiscal en turno de la Suprema Corte,
Agustín Flores Alatorre, que elaborase un dictamen sobre este caso y, en
términos generales, sobre la práctica que debía establecerse “a fin de que
tenga su debido cumplimiento la ley de las cortes españolas de 22 de febre-
ro de 1813”73. Para sorpresa del ministerio, el fiscal aplaudió las medidas
del arzobispado, ya que al tratarse de una “obra profundamente inmoral,
obscena [e] inductiva al protestantismo”, no había “necesidad de proceso
71
Sobre el nacionalismo católico en el México independiente, véase Brian Connaugh-
ton, Ideología y sociedad en Guadalajara (1788-1853). La Iglesia Católica y la disputa por
definir la nación mexicana, México: CONACULTA, 2012.
72
AGN, Justicia/Eclesiástico, t. 161, ff. 27-29.
73
Disposiciones legales y otros documentos relativos a la prohibición de impresos por la autoridad
eclesiástica, p. 49.
124 Pablo Mijangos y González
74
Ibid., pp. 35-36, 38.
75
Ibid., pp. 44-45.
76
Ibid., pp. 45-46.
77
Ibid., p. 49.
Entre Dios y la República. La separación Iglesia-estado en México, siglo XIX 125
78
Ibid., pp. 54-55.
79
Ibid., pp. 56, 58.
80
Ibid., p. 72.
81
Idem.
82
Ibid., pp. 82-84.
126 Pablo Mijangos y González
83
Memoria del Ministerio de Justicia y Negocios Eclesiásticos, presentada a las augustas cámaras
del Congreso general de los Estados-Unidos Mexicanos por el secretario del ramo, en el mes de
Enero de 1851, México: Imprenta de Cumplido, 1851, p. 39.
84
Ibid., p. 46.
85
Melchor Ocampo, “Representación sobre reforma del arancel de obvenciones parro-
quiales”, en Obras completas de Melchor Ocampo. Tomo II. La polémica sobre las obvenciones
parroquiales en Michoacán, Morelia: Comité Editorial del Gobierno de Michoacán, 1985,
p. 250.
Entre Dios y la República. La separación Iglesia-estado en México, siglo XIX 127
86
Anónimo, “Impugnación a la representación sobre reforma de obvenciones parro-
quiales”, en Obras completas de Melchor Ocampo. Tomo II, pp. 262-264.
87
Carmen Vázquez Mantecón, Santa Anna y la encrucijada del Estado. La dictadura: 1853-
1855, México: Fondo de Cultura Económica, 1986, pp. 201-203.
88
Ley Lares, en Florence Toussaint Alcaraz, comp., Teodosio Lares, México: Senado de la
República, 1987, pp. 85-92.
128 Pablo Mijangos y González
89
Reglamento provisional de la libertad de imprenta, en Patricia Galeana, comp., José
María Lafragua, México: Senado de la República, 1987, pp. 211-217.
90
Constitución de 1857, en Tena Ramírez, Leyes fundamentales de México, pp. 607-608.
Entre Dios y la República. La separación Iglesia-estado en México, siglo XIX 129
91
Connaughton, Entre la voz de Dios y el llamado de la patria, p. 17.