Las Aventuras de Alejo Capitulo II

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La vida del conejo se desenvolvía con mucha tranquilidad en


el paisaje de la sierra, paisaje lleno de colores en el día y de
profunda serenidad en las noches, y es que las noches en la
sierra son hermosas y mágicas, el brillo radiante de la luna
hace que hasta las piedras cobren vida. 2
Sin embargo, pese a la tranquilidad del paisaje, nuestro amigo
Alejo andaba con mucho cuidado; pues era sabido que Patricio
había prometido, delante de varios animales como testigos, que
le daría una lección al conejo por la travesura que le había hecho.
Y como toda espera tiene su fin, el encuentro tan deseado por el
zorro y tan temido por el conejo ocurrió entre el fin de una tarde 3

y el inicio de una noche.

¡Ahora verás!
¡Por tu culpa
me han
quemado mi
rabo!
El conejo ya atrapado y sin posibilidades de escapar, observó
que la noche llegaba con una luna brillante. Rápido se le
ocurrió una idea.

- No me coma tiito- exclamó- suplicando al zorro, y añadió-


¿para qué me va a comer a mí, que estoy tan flaco, cuando hay
tantas ovejas gordas y deliciosas que están tan cerca? 4

¿Ovejas?
¡Gordas y deliciosas!
Alejo le explicó al zorro que cerca
de ahí, en el mismo potrero de
Doña Lucrecia, pastaban unas
ovejas tan dóciles, que atraparlas
Entonces,
era un juego de niños. ¿vamos a 5

las ovejas?
- ¡Luego a pelarlas y a comer! -
agregó el conejo, fingiendo
entusiasmo.

¡Vamos!
¡LAS

CHICAS
NO, NO
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VALE
LA
PENA
!
Y resultó que no
eran ovejas, sino
piedras, que en la
oscuridad y los
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pocos rayos de la
luna blanqueaban,
dando la impresión
de ser ovejas de
todos los tamaños.
La oscuridad se iba acentuando mucho más y las
figuras de la noche se intensificaban. Era un universo
intenso de magia. El conejo, desde la parte alta, 8

empezó a rodar las piedras y conforme lo hacía


lanzaba un grito muy fuerte:

- ¡Esa no – decía - es muy chicaaaa!

Y el zorro la dejaba pasar.

- ¡Esa noo – volvía a gritar- es muy flacaaaa!

Y el zorro la dejaba pasar.

- ¡Esa sii, está grande y gordaaa!- grito finalmente.

Y el zorro al intentar atraparla sintió que el mundo


entero se le caía encima y escuchó el crujir de sus
pobres huesitos por el impacto de tamaño golpe.
El conejo se perdió
raudamente entre la
oscuridad y el zorro
intentando recuperarse,
volvió a repetirse la
promesa que, esta vez sí,
ya no volvería a caer en
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las tretas de Alejo.

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