Patologias Del Carpo
Patologias Del Carpo
Patologias Del Carpo
INTRODUCCIÓN
El carpo constituye una de las unidades funcionales más complejas dentro de
la estructura ósea corporal. Su función está íntimamente unida a las
articulaciones radiocubital proximal y distal, y no es posible adquirir una visión
de conjunto sin considerar la patología que pueda estar asociada al radio y al
cúbito. En este capítulo se pretende dar una visión global del carpo, remitiendo
al lector a tratados que profundizan extensamente en cada uno de los
apartados para descripciones más detalladas.
ANATOMÍA
Anatomía ósea
El carpo está formado por 8 huesos en dos hileras, que forman una
pronunciada concavidad palmar denominada arco transverso carpiano. El
ligamento transverso anterior del carpo transforma este arco en el llamado
túnel carpiano, vía de paso de los tendones flexores y del nervio mediano del
antebrazo a la mano.
Hilera proximal:
Está formada por el escafoides, semilunar, piramidal y pisiforme. Estos
huesos gozan de un grado importante de movilidad individual, si
exceptuamos al pisiforme, que articulado exclusivamente con la cara
palmar del piramidal, se comporta como un sesamoideo enfundado en el
tendón del flexor carpis ulnaris (FCU).
Anatómicamente el escafoides (os scaphoideum) es un hueso con forma
de barquilla (os navicular) que se suele dividir en tres partes: (1) el
cuerpo, que se articula proximalmente con el radio y medialmente con el
semilunar y el grande; (2) la zona media o cuello, y (3) la extremidad
distal que se articula con el trapecio y el trapezoide y en la que existe, en
su cara externa, una prominencia conocida como el tubérculo del
escafoides, en la que se insertan potentes ligamentos.
El escafoides recibe aproximadamente un 20% del total de su
vascularización a través del tubérculo y el 80% restante a través de la
región dorsal, con entrada por el cuello. Por tanto, el polo proximal del
escafoides no recibe vascularización directa, a lo que se atribuye la
frecuente observación de necrosis avasculares de dicho polo en
fracturas a nivel del cuello o más proximales.
El semilunar (os lunatum), llamado así por su forma, tiene 4 carillas
articulares que suponen el 80% de su superficie: proximal para el radio,
medial para el piramidal y lateral para el escafoides. La carilla restante,
la distal, configura junto con la correspondiente del escafoides una
concavidad que aloja la cabeza del hueso grande, conformando una
articulación cóndilo-glenoidea muy móvil. La forma del semilunar puede
variar de acuerdo con la morfología del complejo articular radiocubital
distal: en los casos de cúbito corto (minusvariante o variante cubital
negativa) es frecuente una morfología triangular del semilunar, que a su
vez se ha relacionado con una mayor incidencia de osteomalacia del
semilunar (enfermedad de Kienböck).
El piramidal (os triquetrum) tiene forma de pirámide truncada y forma
parte del complejo articular radiocubital distal presentando una superficie
articular proximal destinada al fibrocartílago triangular. En el lado externo
se articula con el semilunar, distalmente con el ganchoso y en su cara
palmar con el pisiforme. La cara dorsal y parte de la cara palmar del
piramidal son rugosas y reciben la inserción de potentes ligamentos,
importantes para la estabilidad del carpo.
El pisiforme (os pisiforme) está incluido en el tendón del FCU y
solamente se articula con la faceta articular palmar del piramidal, y
aunque esta articulación es móvil, el pisiforme se encuentra firmemente
anclado al recibir inserciones de potentes ligamentos entre los que se
encuentra el ligamento anterior transverso del carpo.
Hilera distal:
Trapecio (os trapezium). Es un hueso clave en la fisiología de la mano.
Forma parte de la columna externa del carpo y de la columna ósea del
pulgar. Su articulación distal con el primer metacarpiano es muy móvil,
siendo posibles movimientos en dos ejes perpendiculares entre sí, por lo
que se ha comparado con una silla de montar. Esta configuración de la
articulación trapeciometacarpiana es la que básicamente permite el
movimiento de oposición del pulgar que caracteriza a la especie
humana. También el trapecio se articula mediante carillas internas con el
segundo metacarpiano y con el trapezoide. Proximalmente se articula
con el escafoides, presentando esta última articulación un grado
importante de movilidad. Las superficies no articulares del trapecio son
puntos de inserción muscular o ligamentosa.
Trapezoide (os trapezoideum). Forma parte de la columna externa del
carpo. Representa el soporte del segundo metacarpiano, conformando
una segunda articulación carpometacarpiana muy poco móvil. En su
porción proximal se apoya directamente sobre el polo distal del
escafoides.
Grande (os capitatum). Es el mayor de los huesos del carpo y constituye
junto con el semilunar la columna central del carpo. Su extremidad
proximal, la cabeza, es en realidad un cóndilo encajado en la concavidad
que configuran el escafoides, semilunar y porción más proximal del
ganchoso. Desde el punto de vista funcional es importante reconocer
como una unidad funcional al grande, escafoides y semilunar, ya que la
disociación articular de estos huesos provoca siempre desequilibrios
compensatorios. Así, en la diástasis escafolunar, la cabeza del grande
asciende y se introduce entre ambos huesos, disminuyendo la altura de
la columna central, lo que a su vez desequilibra el arco metacarpiano.
A nivel distal, el hueso grande se articula con el segundo, tercer y cuarto
metacarpianos, conformando articulaciones de escasa movilidad.
También el hueso grande en su porción central y especialmente en la
cara palmar sirve de punto de anclaje de ligamentos intrínsecos y
extrínsecos de la muñeca.
Ganchoso (os hamatum). Tiene forma de pirámide de base distal. Forma
parte de la columna cubital del carpo y parece que en torno a él se
efectúan los movimientos rotatorios de la muñeca. Las carillas
articulares ocupan prácticamente toda la circunferencia del hueso y en
su cara palmar se localiza una apófisis encorvada hacia el lado radial
llamada gancho o apófisis unciforme. Esta estructura caracteriza al
hueso ganchoso y constituye la pared cubital del canal carpiano,
insertándose en ella la mayor parte de las fibras del ligamento
transverso anterior del carpo.
Anatomía de los ligamentos
El carpo representa un macizo osteoarticular maleable con una estructura
funcional compleja de gran movilidad. Los ligamentos que lo estabilizan son
difíciles de sistematizar siendo la nomenclatura confusa: se utilizan diferentes
denominaciones para los mismos ligamentos o nombres similares para
ligamentos diferentes. Testud en un trabajo clásico simplifica el tema al
describir únicamente un ligamento anterior, uno posterior y dos laterales. En
realidad todo el carpo está rodeado por el sistema ligamentoso que dividiremos
a efectos prácticos en: ligamentos extrínsecos (con origen en los huesos del
antebrazo e inserción en los huesos del carpo) e intrínsecos (con origen e
inserción en los huesos carpianos).
Ligamentos extrínsecos:
Los más importantes y potentes son los de la cara anterior, que pueden
a su vez dividirse en radiocarpianos y cubitocarpianos.
Ligamentos radiocarpianos. Tienen su origen en la cara anterior
del radio y reciben el nombre de sus inserciones distales.
Radio-escafo-grande (también denominado deltoideo, o en
“v” o arcuato). Se origina en la estiloides radial y en borde
distal del radio y se inserta en la tuberosidad del
escafoides y en la cabeza del grande. (Fig. 1. (1))
Radio-semilunar-piramidal. Se origina en el reborde distal
del radio y se dirige hacia el semilunar pasando, sin
anclajes, por el polo proximal del semilunar. (Fig. 1. (2))
Entre los ligamentos anteriores, entre semilunar y grande,
queda un área conocida como espacio de Poirier. Este
espacio representa una zona de débil protección
ligamentosa a nivel del semilunar, especialmente en
posición de dorsiflexión forzada.
Radio-escafo-semilunar (también denominado ligamento
de Testud). Se origina en un pequeño tubérculo de radio y
se inserta en el escafoides y en el semilunar. Soporta una
importante red vascular y neural a la que se ha adjudicado
la vascularización anterior del semilunar. (Fig. 1. (3))
Radio-semilunar. Se origina en al área de la fosa semilunar
del reborde distal del radio y se inserta en el semilunar. Se
interdigita con el cubito-semilunar y con el radio-semilunar-
piramidal, y se piensa que es uno de los principales
estabilizadores del semilunar. (Fig. 1. (4))
Ligamentos cubitocarpianos.
Cubito-semilunar (ulnolunate, ulnocarpal). Sus fibras se
interdigitan con las del ligamento radiosemilunar, siendo
difícil distinguirlos salvo por sus orígenes. El
cúbitosemilunar se origina en la cara anterior del
fibrocartílago triangular. (Fig. 1. (5))
Cubito-piramidal (ulnotriquetal, ulnocarpal). Este ligamento
se integra en el complejo de la articulación radiocubital
distal que guarda relación estrecha con el fibrocartílago
triangular. (Fig. 1. (6))
Cubito-grande (ulnocapitate, arcuato o deltoideo). Se
origina en el fibrocartílago triangular y en la apófisis
estiloides del cúbito y se inserta en el hueso grande. (Fig.
1. (7))
Ligamentos laterales. Son cortos y muy potentes.
Externo (ligamento radioescafoideo o ligamento colateral radial).
Es un haz ligamentoso muy desarrollado que une la estiloides
radial con el tubérculo del escafoides. (Fig. 1. (8))
Interno (ligamento colateral cubital). Formado por dos fascículos
que desde la apófisis estiloides del cubito se insertan en el
piramidal y pisiforme. (Fig. 1. (9))
La superficie articular del radio es un plano inclinado hacia el lado
cubital. El escafoides y el semilunar tienen tendencia a desplazarse
hacia dentro (traslación cubital). Por este motivo, la estabilización
ligamentosa del lado radial del carpo es más potente que la cubital. De
la misma manera, la estabilización palmar está mucho más desarrollada
que el sistema ligamentoso dorsal, siendo el ligamento extrínseco dorsal
más identificable el ligamento radiopiramidal (radiocarpal dorsal,
radiolunopiramidal) que se origina radial al tubérculo de Lister y se
inserta en el cuerno posterior del semilunar y en el piramidal. (Fig. 2.)
A efectos prácticos esta disposición ligamentosa tiene como
consecuencia una menor morbilidad de los abordajes quirúrgicos
dorsales, con menor incidencia de inestabilidades posteriores.
Ligamentos intrínsecos:
El más potente tiene forma de “V”, con vértice distal, y une el hueso
grande con el escafoides y el piramidal, conociéndose por su forma con
el nombre de ligamento deltoideo o arcuato. Asimismo, los huesos de
cada hilera del carpo están unidos entre sí por ligamentos interóseos,
siendo los más destacados de la hilera proximal el escafolunar y el
lunopiramidal (Fig. 1). La hilera distal también está firmemente unida
entre sí por estos ligamentos interóseos, constituyendo una unidad
funcional de escasa movilidad.
Figura 1. Representación esquemática de los ligamentos carpianos extrínsecos
anteriores y laterales en negro. Radiocarpianos: (1) radio-escafo-grande; (2)
radio-semilunar-piramidal; (3) radio-escafo-semilunar y (4) radio-semilunar.
Cubitocarpianos: (5) cúbito-semilunar; (6) cúbito-piramidal y (7) cubito-grande.
Laterales: (8) colateral radial y (9) colateral cubital.
En rojo, representación esquemática de los ligamentos volares intrínsecos. (1)
escafolunar; (2) lunopiramidal y (3) ligamento en V.
Figura 2. En negro, representación esquemática del ligamento extrínseco
radiopiramidal dorsal (1). En rojo el ligamento intrínseco dorsal intercarpiano
(1).
Figura 10. a) Radiografía del túnel carpiano. b) Esquema de una proyección del
túnel carpiano.
Proyección de Roberts. Se realiza con la mano en pronación
completa, apoyando el primer y segundo radios, con la primera
comisura a plano. El rayo debe estar centrado sobre el trapecio
(Fig. 11).
Figura 11. Proyección de Roberts. Es una proyección específica
anteroposterior de trapecio y la única verdadera anteroposterior del primer
radio.
Nomenclatura y medidas radiológicas
Colapso carpal. Se produce en muñecas artrósicas (SLAC
“scapho-lunate advance colapse” y SNAC “scaphoid nonunion
advance collapse”), reumatoide y Kienböck, principalmente.
Se define altura del carpo, como la distancia entre la base del
tercer metacarpiano y la superficie del radio, medida en el eje del
tercer metacarpiano (rangos normales entre 27 y 40 mm). El
índice más utilizado de normalidad, índice de Youm, es la
proporción entre la altura del carpo y la longitud del 3º
metacarpiano. Son normales valores de 0,54±0,03 mm (Fig. 3).
Valores menores de este índice indican colapso carpal, siendo
útiles realizar radiografías comparativas de la muñeca
contralateral en caso de patología unilateral.
Translocación ulnar o desplazamiento cubital del carpo . Es una
complicación de la artritis reumatoide y similares. Se han descrito
muchos métodos, sin embargo uno de los más simples es el
descrito por Gilula: existiría translocación ulnar si más del 50% del
semilunar sobresale, por cubital, de la carilla articular del radio.
Otra medida para valorar el desplazamiento del carpo es la
proporción existente entre la distancia carpo-cubital (distancia
entre la línea que prolonga el eje del cúbito y el centro de rotación
del carpo) y la longitud del tercer metacarpiano. El valor de esta
medida es de 0,30±0,03 mm (Fig. 3).
Medidas radiológicas en el radio
Inclinación radial. Describe el ángulo en el plano frontal
formado entre la línea perpendicular al eje longitudinal
del radio y la línea que une el extremo distal de la
apófisis estiloides del radio y el borde cubital del radio
distal (valores normales = 18-29º) (Fig. 12).
Longitud radial. Se define como la distancia entre dos
líneas perpendiculares al eje del radio, una que pasa
por la punta de la apófisis estiloides y la otra que pasa
por la superficie distal del radio en su región más cubital
(valores normales = 13±3 mm) (Fig. 12).
Inclinación palmar. Es el ángulo que forman una línea
perpendicular al eje del radio y la línea que pasa por los
márgenes palmar y dorsal del radio en el plano sagital
(valores normales = 10-13º) (Fig. 13).
Figura 18. a y b. Fractura del polo proximal del escafoides con pseudoartrosis y
signos de necrosis avascular del fragmento proximal.
Consolidación viciosa del escafoides
La unión del escafoides no asegura por sí misma un buen resultado: una
fractura de escafoides puede consolidar con una fuerte angulación palmar
(escafoides “giboso”). En los casos en los que se produce esta consolidación
viciosa, se producen movimientos anómalos interóseos con tensiones
ligamentosas anormales, que progresivamente generan cambios artrósicos. El
paciente puede referir clínica de dolor e impotencia funcional.
Radiológicamente puede observarse: signo del anillo, un escafoides acortado
con respecto a la mano contralateral, deformidad DISI, y un ángulo
intraescafoideo de 45º o mayor.
Como pruebas diagnósticas especiales puede ser muy útil un TAC sagital, que
facilita el diagnóstico, o un TAC helicoidal, que permitirá no sólo ver el
escafoides en tres dimensiones, sino también calcular la forma de un injerto, en
caso de ser necesario, para conseguir una alineación adecuada.
El tratamiento de una consolidación viciosa del escafoides puede variar desde
la observación, si la sintomatología es escasa, hasta la corrección mediante
osteotomía correctora con o sin injerto óseo. Estas correcciones son
procedimientos complejos, no exentos de complicaciones graves
(pseudoartrosis, necrosis avascular, etc.), por lo que la selección de los casos
deberá ser meticulosa.
Pseudoartrosis del escafoides
En la aparición de una pseudoartrosis de escafoides intervienen: 1.-
Insuficiencia de tratamiento inicial: tratamiento ortopédico conservador en
fracturas con diástasis o desplazamiento, diagnóstico tardío, retirada precoz de
la inmovilización. 2.-Desplazamiento del foco de fractura: se define como
cualquier desplazamiento mayor de 1mm entre los segmentos fracturados. La
reducción de este desplazamiento no es óbice para seguir considerándolo
como predisponente. 3.-Inestabilidad: sobre todo en relación con la rotura del
ligamento escafolunar, u otros ligamentos. 4.-Factores vasculares. Sobre todo
relacionados con la especial vascularización del escafoides, y en concreto del
polo proximal. Cuanto más proximal sea la línea de fractura más riesgo existirá.
5.-Factores intrínsecos a la fractura, como la orientación oblicua de la línea de
fractura.
Una pseudoartrosis de escafoides no tratada evolucionará a una artrosis más
extensa de muñeca. Esta artrosis tendrá un patrón típico (muñeca SNAC). Los
signos degenerativos comenzarán en el espacio radioescafoideo, afectarán
posteriormente a la articulación escafocapitate y posteriormente a los demás
segmentos periescafoideos.
Tratamiento:
Dependerá del tipo de lesión y del grado evolutivo. El caso ideal pasa
por ausencia de artrosis degenerativa en la zona de la estiloides radial y
fragmentos bien vascularizados. El tratamiento de estos casos, que se
suelen corresponder con fracturas del cuerpo no desviadas, puede
plantear dudas en la elección del procedimiento.
En estos “casos ideales”, la osteosíntesis con tornillos de compresión es
un procedimiento recomendable. Con esta técnica puede conseguirse la
consolidación de la fractura sin necesidad de periodos prolongados de
inmovilización.
Con la plastia con utilización de injerto corticoesponjoso tipo Matti Russe
se consiguen porcentajes de consolidación de hasta el 95% en retardos
de consolidación o pseudoartrosis tempranas, sin deformidad del
escafoides, con reabsorción de los bordes óseos de los fragmentos
fracturados. La técnica consiste en un abordaje palmar (que suele
resultar suficiente), fresado de una cavidad centrada en el foco de la
fractura, relleno de la misma con esponjosa comprimida, y cierre de la
ventana creada en la cortical con un fragmento óseo corticoesponjoso.
En general no se precisa la inmovilización adicional con aguja de
Kirschner, siendo necesario un periodo de inmovilización de al menos 12
semanas. Transcurrido este tiempo puede prescindirse del yeso aunque
radiográficamente no se evidencie una resolución total del foco de
pseudoartrosis.
El injerto de creta iliaca es el ideal para este tipo de plastia, pese a
presentar la desventaja de requerir anestesia general. Del radio se
puede obtener material, pero son trabéculas poco densas, con
abundante grasa y a veces en cantidad insuficiente.
En los casos en los que ha evolucionado la pseudoartrosis y es
necesario restaurar la longitud y la forma del escafoides, puede utilizarse
un injerto intercalado. En esta intervención, que se denomina técnica de
Fisk, el injerto óseo se talla de la cresta iliaca (tricortical). La forma de
este injerto será trapezoidal y estará determinada por el ángulo
intraescafoideo (que será mayor de 45º) y por la longitud a restaurar,
teniendo como referencia las medidas del escafoides contralateral. La
fijación del injerto óseo se realiza con un tornillo de Herbert o varias
agujas, y la deformidad en DISI del semilunar será corregida mediante
fijación temporal con una aguja de Kirschner.
Pueden plantearse también casos de pseudoartrosis con situación de
polo proximal del escafoides avascular. En esta situación la utilización
de procedimientos de síntesis no tienen indicación ya que el fragmento
avascular no podrá ser suficientemente estabilizado con un tornillo, y en
cualquier caso, terminará reabsorbiéndose. El único procedimiento útil
es la plastia de Matti-Russe, fresando el fragmento proximal hasta dejar
solo una cáscara de cortical y tallando también una cavidad en el
fragmento distal. Se rellena la cavidad obtenida con esponjosa que se
vascularizará a partir del fragmento distal, obteniéndose la consolidación
en muchos casos (Fig. 20).
En los casos en los que coexiste pseudoartrosis de escafoides con artrosis
limitada a la zona de la estiloides radial, puede ser útil la estiloidectomía. En los
casos más graves en los que existe un patrón de colapso (SNAC) de muñeca
es necesario platear otras soluciones que entran en el capítulo de las artrodesis
parciales del carpo.
PATOLOGIA OSEA: SEMILUNAR
Fracturas del semilunar
Representan el 0.5-6% de las fracturas de los huesos del carpo. La mayoría se
producen por cargas axiales que comprimen el semilunar entre el grande y el
radio distal. También pueden observarse tras impactar el semilunar con el
borde dorsal del radio como sucede en caídas con la muñeca en
hiperextensión.
Clínicamente las fracturas del semilunar pueden ser indoloras. Si el paciente
refiere dolor, lo localiza en el dorso de la muñeca, a lo largo de la línea de
prolongación del tercer metacarpiano.
En caso de sospecha de fractura de semilunar, el estudio radiográfico debe
constar de proyecciones PA, lateral y oblicuas. En la radiografía lateral es difícil
visualizar la fractura del semilunar debido a su ubicación central en el carpo, y
la superposición de relieves óseos a este nivel. En casos seleccionados puede
ser útil la realización de una tomografía o un CT.
El tratamiento consiste en inmovilización con yeso durante seis semanas en
fracturas no desplazadas. En fracturas transversas inestables se ha
aconsejado la reducción y fijación interna con tornillo de Herbert, existiendo en
estos casos la posibilidad de que se produzca una necrosis avascular parcial o
completa.
En caso de fracturas antiguas, con fragmentos desplazados, mala
vascularización, etc., se plantea un tratamiento superponible al de la
enfermedad de Kienböck.
Enfermedad de Kienböck
Aunque esta patología ya fue descrita en 1843, por Peste, fue Kienböck el
primero que recogió un número considerable de casos, describió su
sintomatología y relacionó los cambios morfológicos del semilunar con posibles
alteraciones vasculares.
Etiología: Se han propuesto numerosas las teorías sobre el origen de la
enfermedad. Parece probado que la desestructuración y necrosis del
hueso se debe al deterioro de la perfusión sanguínea. Es por tanto, una
necrosis avascular. Sin embargo, la causa del deterioro vascular es
difícil de establecer, por lo que se barajan diferentes hipótesis.
Factores de riesgo o predisponentes: No se descarta que los
traumatismos repetidos, un traumatismo agudo o una fractura no
reconocida sea la causa inicial del deterioro vascular del semilunar.
Como factor predisponente también se ha considerado que la propia
disposición vascular del semilunar puede jugar un papel importante. El
patrón arterial del semilunar no es uniforme, pero parece demostrado
que las arteriolas del plano subcondral proximal son escasas y de
carácter terminal, localizándose en esta zona el inicio del proceso. Sin
embargo, este hecho no explica convincentemente que el deterioro se
extienda posteriormente a todo el hueso.
El factor mecánico con sobrecarga del semilunar como desencadenante
de la alteración vascular sigue siendo una hipótesis avalada por la
evidencia estadística de una mayor incidencia de Kienböck en los casos
de minusvariante cubital. Este tipo de varianza se asocia con una
modalidad morfológica triangular del semilunar, ofreciendo esta
disposición una menor superficie de contacto articular con el radio,
sujeta a una mayor carga.
Clínica: El paciente tipo es un varón joven (entre 20-40 años) que
refiere dolor en la zona central del carpo sin antecedentes traumáticos
relevantes. Progresivamente el dolor va aumentando, pueden aparecer
episodios de tumefacción de la muñeca, con disminución progresiva de
la fuerza y de la movilidad.
Diagnóstico: Requiere siempre un estudio radiográfico, siendo una
enfermedad de fácil diagnóstico en casos avanzados. Sin embargo, en
la fase inicial, antes de que se produzca el deterioro y la
desestructuración ósea, las radiografías simples son normales, siendo la
RNM la que posibilita la realización del diagnóstico de Kienböck. La
utilización de esta última prueba ha propiciado una nueva clasificación
de esta enfermedad (Lichtman y Ros):
Estadio I. Sin cambios radiográficos. Posibilidad diagnóstica sólo
con RNM.
Estadio II. Aumento de la densidad trabecular (Fig. 21)
Estadio IIIA. Colapso y fracturas del semilunar. Ascenso del
hueso grande.
Estadio IIIB. Basculación en flexión del escafoides. Desviación
cubital del ganchoso.
Estadio IV. Fragmentación y artrosis perilunar.
Si se realiza la RNM utilizando un medio de contraste paramagnético
intravenoso (gadolinio), se puede comprobar la perfusión residual del
semilunar: presencia de perfusión en los estadios I y II, inconstante en
IIIA y ausencia de perfusión en estadios IIIB y IV.
Así pues y como resumen, para diagnosticar una enfermedad de
Kienböck el paso inicial es el estudio radiográfico simple y, ante la
ausencia de alteraciones radiográficas en situación de sintomatología
sospechosa, la RNM estará indicada como único procedimiento para el
diagnóstico en la fase inicial. En los casos en los que el estudio
radiográfico simple detecte un estadio II o IIIA, la RNM con gadolinio
puede indicar el grado de perfusión ósea, ayudando en la elección del
tratamiento, siendo también de gran utilidad la TAC. En estadios más
avanzados, ni la RNM ni el TAC aportan ningún elemento decisivo para
orientar el tratamiento. (Fig. 22)
Figura 23.
Fracturas del hueso grande
Son excepcionales, cifrándose su incidencia en el 1,3% del total de las
fracturas del carpo. Este porcentaje se divide en: fracturas aisladas (0,3%),
asociadas a fracturas de escafoides (síndrome escafo-capitate, (0,6%) y
asociadas a fracturas múltiples del carpo (0,4%).
Las fracturas aisladas del hueso grande pasan desapercibidas con facilidad: la
sintomatología puede ser escasa y el diagnóstico radiográfico difícil ya que los
fragmentos pueden inicialmente no desplazarse, ni angularse, ni rotar, por la
gran estabilidad ósea y ligamentosa del capitate.
Es importante realizar el diagnóstico precoz de este tipo de fracturas sin
desplazamiento, ya que correctamente tratadas (inmovilización con yeso
antebraquial durante 6-8 semanas), evolucionan a la consolidación ósea, con
recuperación completa de la movilidad de la muñeca en la mayoría de los
casos. En las fracturas aisladas desplazadas, el tratamiento indicado es la
reducción abierta y la estabilización con tornillos de Herbert o agujas de
Kirschner.
En los casos en los que no se diagnostica precozmente, ni se trata
adecuadamente una fractura aislada del capitate, la rotación que sufre el
fragmento proximal con los movimientos de la muñeca, da lugar a cuadros de
pseudoartrosis o necrosis aséptica por interrupción de la vascularización del
polo proximal.
Signo en V de Taleisnik. En la proyección lateral neutra el
borde volar del escafoides y el borde volar del radio forman
una línea con forma de C abierta. En caso de disociación
escafolunar, este ángulo se cierra al flexionarse
palmarmente el escafoides, adoptando forma de V.
Habitualmente con el estudio radiográfico descrito es posible
establece el diagnóstico de diástasis escafolunar. En algunos
casos, en los que este estudio no aclara el diagnóstico, y en los
que persiste la sospecha diagnóstica puede ser útil la
cinerradiografia que muestra movimientos anómalos entre el
escafoides y el semilunar, especialmente cuando la muñeca se
desvía radial y cubitalmente. La artrografía no es especialmente
útil como ya se ha comentado, pero puede demostrar el paso de
contraste de la articulación radiocarpiana a la mediocarpiana a
través del espacio escafolunar. La RNM puede diagnosticar una
lesión del ligamento escafolunar con las limitaciones ya
comentadas, y por último la artroscopia, que es un excelente
método diagnóstico utilizado por algunos autores para determinar
el estado de los cartílagos, y decidir la opción quirúrgica.
Tratamiento: El ligamento escafolunar degenera muy
rápidamente perdiendo la capacidad de cicatrización, de ahí la
dificultad del tratamiento de las disociaciones escafolunares. Se
han propuesto diferentes tipos de tratamiento en fase aguda:
Reducción cerrada e inmovilización con yeso . En general
no hay ninguna posición que permita mantener la
reducción, por lo que no es un método recomendable.
Reducción cerrada e inmovilización con agujas
percutáneas. Se realiza la reducción con la ayuda de pines
dorsales que permiten manejar el escafoides y semilunar a
modo de mando. Posteriormente se colocan dos o más
agujas transfixiantes de escafoides a semilunar y hueso
grande o bien a radio. Se retiran a las 8-10 semanas,
continuando la inmovilización con yeso 4 semanas más. Se
desaconsejan cargas hasta el 6º mes.
Reducción abierta con fijación interna y reparación de
ligamentos. Se utiliza un abordaje dorsal para reducir los
huesos y se repara el ligamento. Si no hay suficiente
ligamento o bien existe un fragmento se repara mediante
suturas intraóseas. Conviene recordar que estas técnicas
de reparación del ligamento solo están indicadas cuando
existen restos del ligamento, no hay alteraciones
condrales, y siempre que sea posible reducir las rotaciones
óseas que se producen.
Tratamiento en fase subaguda. En los casos de diástasis
escafolunares no diagnosticados en la fase inicial, el ligamento se
desestructura, siendo precisas técnicas de reconstrucción de este
ligamento (ligamentoplastias). Estas intervenciones estarían
indicadas cuando no sea posible reinsertar los restos del
ligamento escafolunar, cuando sea posible conseguir una
reducción de la rotación del escafoides y siempre que no existan
cambios artrósicos que comprometan las articulaciones afectadas
(escafolunar, radioescafoidea, etc.).
Las desventajas de estas técnicas son numerosas, derivadas
fundamentalmente de que la elasticidad y el comportamiento
biomecánicos de estos neoligamentos creados, dista de
parecerse a los normales. Además si se tensa lo necesario para
mantener el escafoides y el semilunar en su posición, se pueden
producir fenómenos artrósicos en las articulaciones afectadas, se
limita la movilidad de la muñeca, se favorece la rotura de la
ligamentoplastia o incluso del hueso a nivel de los orificios
realizados para el paso de los tendones necesarios para la
creación del neoligamento. Por otro lado, si se deja poco tenso,
reaparecerá la deformidad, resultando incompetente el
neoligamento.
Como otro inconveniente de estas ligamentoplastias u otras
técnicas capsololigamentarias hay que destacar su dificultad
técnica por: el tamaño de los huesos que se manejan, la
posibilidad de fracturas de los huesos carpianos que han sido
perforados, la posibilidad de lesión de la vascularización ósea,
etc.
Blatt propone una capsulodesis dorsal que evitaría la
rotación volar del polo distal del escafoides utilizando un
colgajo dorsal capsuloligamentario insertado en el radio
proximalmente. La porción distal de este colgajo la inserta
en la región distal del escafoides, una vez que se ha
reducido la rotación de este hueso y se ha fijado con aguja
de Kirschner al grande.
Otros autores (Dobyns-Linscheid o Taleisnik) utilizan para
la creación del neoligamento tiras tendinosas del ECRL o
del FCR que pasan a través del radio, escafoides y
semilunar.
Mecanismo de lesión
Existen dos tipos de alteraciones del FCT: traumáticas y degenerativas. Las
primeras se suelen producir tras caídas con la muñeca hiperextendida y
pronada, tras la aplicación de una fuerza de distracción o tras torsiones, o en
combinación con fracturas distales del radio en las que se produce
incongruencia de la articulación radiocubital distal. Las lesiones degenerativas
se asocian con la edad y con variante cubital positiva siendo muchas de estas
alteraciones asintomáticas.
Clasificación de las lesiones del FCT
La más utilizada es la de Palmer que las divide en traumáticas y degenerativas.
Tipo I. Lesiones traumáticas.
Tipo IA. Perforación central. Esta lesión se suele situar en las
proximidades de la inserción radial, se orienta habitualmente en
dirección volar-dorsal y tiene las características de un colgajo inestable.
Tipo IB. Desinserción cubital. Esta lesión puede asociarse con fractura
de la estiloides cubital y con subluxación del Extensor Carpi Ulnaris
(ECU).
Tipo IC. Avulsión distal del FCT de los ligamentos cubitocarpales
extrínsecos cubitosemilunar y cubitopiramidal (inserciones periféricas
anteriores del FCT).
Tipo ID. Avulsión del FCT de su unión en la cavidad sigmoidea del radio.
Suele asociarse a fracturas distales del radio.
Tipo II. Lesiones degenerativas. En este tipo de lesiones el estadio viene
determinado por la gravedad de la degeneración y las lesiones
asociadas.
Estadio IIA. Desgaste de la porción central.
Estadio IIB. Desgaste central y condritis semilunar y/o del cúbito.
Estadio IIC. Perforación del FCT y condritis del semilunar y/o del cúbito.
Estadio IID. Perforación del FCT, condritis del semilunar y/o del cúbito, y
perforación del ligamento interóseo pirámidosemilunar.
Estadio IIE. Perforación del FCT, condritis del semilunar y/o del cúbito,
perforación del ligamento interóseo pirámidosemilunar y artritis
cubitocarpal.
Diagnóstico
El diagnóstico de sospecha se basa en la historia clínica y en la exploración.
El paciente suele referir dolor en la muñeca, y frecuentemente chasquidos, tras
caída con la muñeca hiperextendida y pronada, o tras tracción o torsión de la
misma. Esta sintomatología, que no suele ser referida como muy incapacitante,
es habitualmente de carácter mecánico: mejora con reposo y empeora con la
actividad. En algunos casos puede objetivarse inflamación en el lado cubital de
la muñeca y/o tendinitis del ECU.
En la exploración pueden reproducirse los síntomas dolorosos al presionar
sobre el extremo distal del cúbito, al realizar maniobras de compresión axial
sobre la región cubital de la muñeca y con movimientos de rotación o
desviación cubital. Estas últimas maniobras ponen de manifiesto la existencia
de un síndrome de hiperpresión interna que se acompañan en ocasiones de un
chasquido doloroso. En todos los casos deberá realizarse exploración
comparativa de la muñeca contralateral.
Si la lesión del FCT coexiste con una inestabilidad significativa puede
objetivarse una prominencia dorsal del cúbito distal y signo del piano. También
deberá explorarse una posible subluxación del ECU.
El diagnóstico diferencial se establece con las lesiones que causan dolor
cubital de la muñeca tal como artritis pirámido-pisiforme, lesiones condrales del
semilunar, disociación pirámido-semilunar, trombosis de la arteria cubital y
neuropatías cubitales de la muñeca.
El examen radiográfico inicial debe incluir radiografías en rotación neutra
posteroanterior y laterales. En ellas se valorará fundamentalmente la alineación
del carpo, la posible existencia de cambios artrósicos en la articulación
radiocubital distal, la morfología de la estiloides cubital y si existe una variante
cubital positiva o no.
Se han planteado otras pruebas de imagen para diagnosticar lesiones del FCT:
Artrografía. Se cuestiona su utilidad ya que muchos hallazgos
aparentemente patológicos se observan en la muñeca contralateral
asintomática cuando se realiza bilateralmente. Estos hechos se justifican
por la existencia de perforaciones asintomáticas del FCT en muchas
personas. Por otro lado, en caso de lesión del FCT, la artrografía no
aporta información sobre la localización del defecto, la inestabilidad
asociada de la muñeca o sobre si existen cambios condrales, sinovitis,
etc.
RNM. Se utiliza ampliamente para el diagnóstico de las lesiones del
FCT. Sin embargo existen falsos positivos, siendo su sensibilidad baja
para detectar avulsiones del lado cubital y roturas de los ligamentos
cubitocarpales (Tipos IC y ID). Otra de sus desventajas es que es una
prueba estática que no permite dilucidar la repercusión de la lesión en la
dinámica del carpo.
Artroscopia. Es un buen método diagnóstico para localizar la lesión e
identificar sinovitis y lesiones condrales o ligamentosas asociadas. Es
especialmente útil para diagnosticar las lesiones de la porción horizontal
del FCT tanto traumáticas (Tipos IA y ID) como degenerativas. Sin
embargo, tampoco es un método infalible, ya que las avulsiones
cubitales (tipo IB) son especialmente difíciles de diagnosticar por
artroscopia y se cita como signo patognomónico de las mismas la
pérdida de la tensión normal de FCT.
Tratamiento
Tras una posible lesión aguda del FCT, y siempre que el estudio radiográfico
sea negativo, está indicado el tratamiento conservador con vendaje enyesado
que inmovilice la muñeca en posición neutra que bloquee la pronosupinación
(vendaje braquial o antebraquial conformado) durante 4-6 semanas. Si tras
este tratamiento el cuadro doloroso no cede, se procederá a un estudio más
extenso: RNM o artroscopia. En cualquier caso, se recomienda esperar un
mínimo de 3 a 4 meses tras el traumatismo inicial antes de proceder a plantear
tratamiento quirúrgico de una lesión del FCT.
El tratamiento quirúrgico de esta patología está sometido a constantes
modificaciones que varían de acuerdo con nuevos conceptos, nuevas técnicas,
etc. En todo caso, la experiencia recogida con cualquiera de las modalidades
quirúrgicas empleadas no es muy extensa ya que hasta hace pocos años los
resultados eran tan mediocres que no se aconsejaba ninguna de ellas.
Actualmente se indica tratamiento quirúrgico de acuerdo con la intensidad del
cuadro y la edad y la actividad del paciente, siendo posible obtener resultados
satisfactorios en casos correctamente indicados, si bien es mandatorio informar
adecuadamente al paciente de la posibilidad de resultados mediocres en el
tratamiento de estas lesiones.
El tipo de técnica concreta a emplear dependerá del tipo de lesión y de la
variante cubital existente.
La variante influye especialmente si existe un cúbito largo que causa
impactación ulnocarpal. De coexistir esta circunstancia, el extirpar la porción
central del FCT en una lesión en la que solo se evidencie afectación del área
central del FCT (lesión tipo IA), no va a aliviar el dolor.
Por otro lado, la porción lesionada también influencia el tipo de tratamiento. La
zona central del FCT, relativamente fina, avascular y con una disposición
desorganizada del colágeno, presenta escasas opciones de curación tras una
reparación de la misma. Por el contrario, la porción periférica de consistencia
ligamentosa, bien vascularizada y con un colágeno más organizado, presenta
un mayor potencial de curación que justificaría una reposición.
Lesiones traumáticas: En caso de variante cubital negativa o neutra
podrá plantearse una extirpación de la porción central afecta (lesiones
tipo IA y ID) o una reinserción con reconstrucción exacta de los
ligamentos (lesiones tipo IB y IC). Si se trata de una desinserción cubital
(lesión tipo IB) que coexiste con una fractura de la estiloide cubital e
inestabilidad, está indicada reposición del fragmento óseo, o si no es
posible, la escisión del fragmento y la reinserción del FCT al resto del
cúbito.
Tras este tipo de intervención es necesaria una inmovilización de 4
semanas y posterior rehabilitación.
En los casos de lesión traumática que coexista con variante cubital
positiva se debe plantear la corrección de esta incongruencia de la
articulación radiocubital distal asociando a las anteriores técnicas de
acortamiento del cúbito con osteosíntesis con placas de compresión.
También se han propuesto técnicas de alargamiento del radio, sin bien
son procedimientos menos utilizados.
Lesiones degenerativas. En estos casos se plantea el tratamiento
quirúrgico cuando existe sintomatología.
En lesiones degenerativas primarias la incidencia de síndrome de
impactación cubital se asocia frecuentemente a variante positiva o
neutra, siendo mucho menos frecuente la asociación con variante cubital
negativa. Los casos secundarios de impactación ulnocarpal suelen tener
su origen en traumatismos que causan acortamiento del radio tales
como fracturas distales, fracturas fisarias en niños o tras resecciones del
radio.
En las lesiones degenerativas el objetivo del tratamiento es con mucha
frecuencia la descompresión del carpo cubital y de la cabeza del cúbito.
Esta descompresión se puede realizar mediante: 1) Osteotomía de
acortamiento del cúbito, inicialmente descrita por Milch en 1941 con
posteriores mejoras de las técnicas de osteotomía y de osteosíntesis; 2)
Resección parcial de la cabeza del cúbito, procedimiento que consiste
en resecar unos pocos milímetros de la cabeza cubital manteniendo la
articulación radiocubital intacta, y 3) Procedimientos de salvamento de la
articulación radiocubital distal. Entre estos merecen mención la
extirpación de la cabeza del cúbito (Darrach y sus modificaciones (Fig.
31a), la extirpación de una porción del cúbito distal con fusión de la
cabeza cubital al radio (procedimiento de Sauve-Kapandji (Fig. 31b), o
procedimientos de hemiresección del cúbito con artroplastia de
interposición (Bowers (Fig. 31c). Estas últimas técnicas se reservan para
casos de artritis de la articulación radiocubital distal debiendo ser la
indicación muy estricta ya que las secuelas de inestabilidad del cúbito
suelen ser importantes.