El Rococo

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La denominación del estilo, en su tiempo era la de m  m , o m  m



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, porque un elemento muy importante del Rococó es la moda; el término
es del Neclásico, peyorativo;  m es la expresión que designa las
incrustaciones de rocas y conchas que hay en las costas. Denostado a fines del
XVIII fue recuperado con los románticos, sobretodo por la pintura de Watteau,
encontrando allí una fuente de inspiración común: melancolía, cansancio de la
realidad y búsqueda de la utopía, nostalgia propia de la decadencia, tristeza,
soledad y voluptuosidad; también es el estilo de la tolerancia y la libertad; se
cultiva el gusto por lo íntimo; así, se plantean varias contradicciones, entre
tradición y libertad, formalismo y espontaneidad, ornamentalismo y expresión. Por
otra parte el ilusionismo es un rasgo también importante en el Rococó: el barroco
atraía, el rococó distrae. Hay un deseo de huir de la realidad por lo que lo exótico
cobra interés (por ejemplo, con la chinería).

Lo femenino se hace muy importante, no sólo la mujer como compradora de arte,


o productora, sino fuente de inspiración, ya como asunto y como gama de
sentimientos que interesa plasmar (afecto, ternura, delicadeza, impropias, en la
época, del varón); así, aparece como ideal estético.

El asunto religioso sigue cultivándose pero sale del gran arte, perdiendo valor sus
obras; a partir de ahora, los artistas se conocerán por lo que harán en otros
géneros: lo civil ha vencido lo religioso.

Modernamente, el Rococó se ha visto como un apéndice del Barroco, de carácter


manierista y exagerado.

El Rococó se expande entre dos estilos rígidos y clásicos, el    del XVII
y el Neoclasicismo, de fin de siglo.

Es el arte de la aristocracia y la alta burguesía.

El Rococó surge en Francia irradiando a toda Europa, con adaptaciones a las


diferentes realidades; el siglo anterior había sido el del
 
, ahora se
impone la gracia: confort, elegancia y refinamiento son la esencia del nuevo estilo.
Los entornos rococó son el marco ideal para la vida despreocupada de los grupos
sociales privilegiados en el siglo XVIII. Se sitúa lejos del espíritu racional y clásico
pero comparte algunos de los adjetivos del siglo de las luces: libertino,
independiente, irreverente, alegre«

La mujer mejora su consideración social, de alguna manera: las hay artistas, otras
mantienen salones, Madame de Pompadour, la amante de Luís XV protege e
impulsa las artes.
Las fiestas determinan muchos aspectos del arte: decoraciones, efímeras o no,
escenografías (que luego influirán en la pintura), desarrollo del teatro y de la
música y, especialmente, de la ópera y del ballet. Las fiestas manifiestan la
voluntade de vivir el presente, sin deseo de proyectarse, en un inacabable
presente.

Así el arte quiere hacerse total, englobándolo todo.

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Es muy importante, para entrar en el Rococó, tener en cuenta el concepto de


intimidad; de lo que se trata es de crear un espacio, y éste íntimo, pensado de
afuera hacia adentro. Se procura que todos los elementos, desde la escala
urbanística hasta el mobiliario de la última habitación estén en relación, con un
sentido decorativo.

Se busca el origen de las formas en la curva y en las lineas fluidas, libres y vivas
de la naturaleza; y se dejan de lado las normas académicas; este interés ayudará
al descubrimiento del Gótico y a la valoración del arte del Extremo Oriente.

Las casas se proyectan para personas normales, no reyes o héroes y han de ser
cómodas: quieren gustar y no imponer respeto; se construyen muchas casas
urbanas, para familias acomodadas, con una distribución que sea cómoda,
dejando de lado los esquemas anteriores; y también se hacen casas en el campo:
las fm m
mm m
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Lo ideal es disponer de un pabellón central alrededor del que se despliega el


edificio, de ser posible con un parque alrededor. Se abandona la cubierta
abovedada, en general, y aparecen nuevas dependencias: antecámara, comedor,
salón, guardarropa,, gabinete,  , apartamento de verano o de invierno«

La afición por la curva hará que la forma ideal de la habitación sea la oval; se
cubrirán de madera los muros ( mm ). La diferencia entre exterior e interior
será reforzada, como rasgo del estilo y, para el interior, se usará del color:
blancos, cremas, colores transparentes, de la gama acuática; a menudo los
materiales se fingen con estucos.

Se usarán los espejos, para crear efectos de espacio y de luz, y que permiten
efectos sensoriales, muy buscados en la época. Las ventanas serán grandes para
alegrar grandemente los interiores.

En Alemania, dividida en pequeños estados, cada Soberano deseará tener su


palacio rococó, son los  mm (señores de la casa): se proyectan palacios con
una gran escalera partida (imperial, m
m o mm , que simboliza la
autoridad real), con hermosas balaustradas y un cielo raso sobre el que se
extienden maravillosos ciclos pictóricos (como el de Tiepolo en Wurzburg); crea un
gran espacio, si, pero también infinitos rincones.La Residencia de Würzburg, para
el Obispo de Bamberg, de Balthasar Neumann es el mejor ejemplo; todas con
jardines, abundante decoración rocaille, espejos, pinturas y multitud de detalles.

La Arquitectura religiosa, de monsterios e inglesias de peregrinaje, también


permitirá la eclosión del rococó alemán, siendo muy famoso el templo de
Vierzehnleiligen (de los catorce santos), de Neumann. Son espacios coherentes,
de gran cohesión entre estructura y decoración, conjugándose todas las artes en
un efecto total de continuum (gesamkunstwerke). De otra parte son espacios más
concebidos como el lugar de la experiencia religiosa pública (función teatral) que
para la oración íntima.

Ejemplos de rococó hay en toda Europa: el palacio de Caserta, en Nápoles, las


escaleras de la Plaza de España, en Roma, en España la obra de los Churriguera,
los nuevos palacios de los Borbones«; en Inglaterra el rococó fue palladiano, en
la obra de Jones, dándose una gran importancia a los jardines, conciliando arte y
naturaleza y yendo a jardines irregulares; también comienza la modernización de
muchas ciudades, como Londres, París, San Petersburgo y Nancy; a menudo se
sigue el modelo de Versalles, ciudad ideal.

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Renuncia a los grandes temas y se interesa por asuntos considerados menores


antes; no está al servicio del Estado ni la Iglesia, aun cuando hay encargos
oficiales y religiosos. Son especialmente importantes para los pintores los
encargos de grandes frescos para templos y palacios, en general resuletos con
frialdad.

El siglo empieza con el debate entre antiguos y modernos, seguidores de Poussin


o de Rubens, los que dan más importancia al dibujo o al color, a la sensación o a
la razón.

Aparecen los pequeños clientes y los coleccionistas en determento de los grandes


encargos (en muchos casos caros de producir): el marchand, intermediario entre
el artista y el cliente, tiene que vender a los poulains (potros, clientes). Los
cuadros se hacen más pequeños, de buena factura, buscando el efecto decorativo
y huyendo de la grandiosidad; la fiesta galante es uno de los nuevos temas,
presentando la relación entre damas y pastores; también se hace el paisaje, la
naturaleza muerta, las vistas y la escena galante; asimismo se desarrolla la pintura
animalística, manifestando el acercamiento a la naturaleza. El retrato será muy
importante, a menudo sólo de cabeza, presentando, con gran naturalidad, al
modelo. Son gente que no posan para el pintor sino que están delante de él, con
él.
Se busca la naturalidad, la intimidad, el toque personal, liberando la pintura de la
artificiosidad anterior; se procura dar el parecido físico de la persona y, también,
su carácter.

Los temas hacen asomar a la pintura la poesía, el lado pintoresco de la realidad, el


ensueño, evitando el drama y la pasión.

El desnudo femenino se cultiva mucho, con malicia, presentando una imagen


sensual y realista de la época.

El color es delicado, de tonos rosados, marfiles, verde agua, azul cielo; el pastel,
la aguada, se generalizan.

El dibujo deja de ser un medio auxiliar para adquirir gran importancia: los dibujos
se comercian y se enmarcan como obras importantes en sí mismas. Lo bello ha de
ser tangible, por tanto frágil y no perenne, y lo que importa es la sensación y no lo
racional.

En España trabajan Tiepolo, Melendez y Paret y Alcázar. En Italia Bellotto,


especialista en vistas, que trabajó en el Norte, y Canaletto, gan maestro de las
vedutte. También están los Longhi, paredre e hijo. Guardi también pinta Venecia
pero una Venecia encantada, interesándole más la luz, el día y la hora que las
cosas que pinta.

Hogarth hace una pintura descriptiva de fondo moral, que, casi siempre, pasa a
grabado, para poder vender, rentabilizando sus esfuerzos, a muchos y a buen
precio, sus asuntos. Reynolds y Gainsborough siguen a Watteau, retratistas
ambos, Reynodls da gran importancia al paisaje, con un sentimiento íntimo; dan
importancia a los niños y usan una técnica muy suelta que anuncia el
Impresionismo.

En Francia, después de Rigaud, aparte de Watteau, están Chardin, Quentin de la


Tour, Boucher y Fragonard, entre otros.

Fragonard es un maestro en las medias tintas, en los grandes trazos; narra la


erótica: los mimos, el beso, la sensualidad; se libera del pudor e introduce al varón
en la pintura, situada ya en plena naturaleza, ya en la habitación, con la cama, que
se convierte en el tercer protagonista del cuadro.

Quentin de la Tour es pastelista.

El grabado será una fuente importante de difusión artística por la gran demanda
que habrá de ellos.

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Evoluciona lentamente hasta adaptarse a la producción de pequeñas piezas para
la decoración de interiores; como en todo en el Rococó, busca el encanto, la
gracia y la ambilidad; las figuras toman un enrroscamiento en forma de C o S; el
tema predilecto es la mujer. El busto será muy importante, captando con gran
fidelidad los rasgos y carácter del modelo; las obras se acaban con una textura
muy brillante y cálida; el género religioso y funerario siguen dando mucho trabajo a
los escultores; en las grandes decoraciones se usará, especialmente en Alemania,
de esculturas en estuco, pintadas y combinadas con la pintura. A menudo, la
escultura puede devenir micro-arquitectura (como el Altar de la Gracia en
Vierzhenheiligen) o micro-escultura (como los centros de mesa).

En España Salzillo. En Francia, Pigalle, con su retrato desnudo de Voltaire.


También Falconet y la estatua ecuestre de Pedro el Grande.

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La importancia que se da a la vida privada y el incremento del número de clientes


hace que todo aquello que forma parte de la casa, como el ajuar y el mobiliario,
sea importante y se incremente su producción. La porcelana consigue fabricarse
en Sajonia desde 1710; abren grandes fábricas de porcelana, organizadas cn el
sistema del factory system, con obreros especializados muy competentes,
produciendo jarrones, vajillas, juegos de servicio diversos, que se venderán por
toda Europa: además de Sajonia, Sevres, La Granja, Worcester y, mas adelante,
Wedgwod, son los grandes centros porcelaneros; también se harán estatuillas de
porcelana.

Al tiempo los espejos se difundirán y el cristal, veneciano, español, de Bohemia...


También será importante la orfebrería, rejería, tapicería, y el mueble.

Aparecen todo tipo de muebles nuevos: las chaises courantes, que podían
moverse fácilmente y se adaptan a las necesidades del propietario; aparecen los
armarios de dos cuerpos, o uno (el bonnetier, para sombreros y pelucas); el buffet
(para exponer la vajilla), las cómodas, la rinconera, todo tipo de sillas y sillones
(bergère, chaise longue, la otomana, el sofá...); las mesas son especialmente
variadas, de comedor, para jugar, de costura, boudoir...; son importantes los
burós, de cilindro a menudo, con cajones secretos.

En el XVIII, Francia es el gran país de los muebles pero también es interesante el


inglés (Chippendale) y el alemán (Biedermayer, ya a principios del XIX), cada uno
con su estilo.

Los muebles pueden ser tallados, en madera maciza (hechos por los menuissiers)
o chapados (obrados por los ébenistes); se hacen con todo tipo de maderas: roble,
cerezo, caoba, ébano...; llevan incrustaciones de bronce, porcelana, esmalte...
Al hablar del arte francés, ya se hizo notar el papel esencial que juegan los
repertorios ornamentales en la difusión de la nueva decoración. La publicación del
libro de Meissonnier fue responsable de la internacionalización del estilo casi en
mayor medida que la presencia de artistas franceses en el extranjero.A comienzos
del siglo XVIII Augsburgo se convierte en un activo centro de edición y sede
fundamental para la circulación internacional de modelos de ornamentos
grabados. Editores como Jeremias Wolf, muerto en 1724, se especializan en
falsificar estampas extranjeras que exportan a toda Europa y América. En algunos
países los ornamentistas franceses e incluso algunos tratados de arquitectura
italianos son conocidos más que por las ediciones originales por las falsificaciones
o traducciones alemanas.Igual que los primeros ornamentos del rococó francés
fueron publicados por Huquier y Aveline, los sucesores de Wolf, como Merz,
Engelbrecht, etc., continúan copiando estas estampas en sus talleres. Un arte
originariamente intelectual y refinado se populariza en manos de los ornamentistas
de Augsburgo en repertorios destinados a talleres de estuquistas y escultores en
madera. De esta manera el ciclo iniciado por la creación intelectual y refinada de
los decoradores parisinos desemboca en la imaginación popular, sirviendo a las
exigencias económicas e ideológicas de un mecenazgo religioso que asegura una
rápida difusión.Estas estampas invadieron Europa y tras una repercusión en la
Península Ibérica se exportaron a América. De esta forma se hicieron bastante
populares los grabados de los hermanos Joseph (1710-1768) y Jean Baptista
Klauber (hacia 1712-1787), grabadores oficiales del obispo de Augsburgo.

EXPOSICION EN LONDRES

Desde cándidas representaciones del dios del amor hasta grabados considerados
indecentes en la época, una exposición explora en Londres la sensualidad y el
erotismo que inundó el arte rococó francés en pleno siglo de las luces.

'El triunfo de Eros' reúne trabajos de algunos de los u u  u 
de ese estilo artístico, que se extendió durante el reinado de Luis XV y su regente
(1715-1774), cuando Francia se alejaba de las aspiraciones imperiales de Luis XIV
para centrarse en intereses más íntimos y placenteros.
Todas las obras proceden de los fondos del     
  
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 y, por ello, no había mejor sede para la exposición, que puede
visitarse hasta el próximo 8 de abril, que las llamadas 'salas del Hermitage' del
majestuoso palacete Somerset House, situado junto al Támesis.
El núcleo de la muestra son unos

   franceses recientemente
descubiertos, que probablemente fueron coleccionados en secreto por el zar
Nicolás I y que nunca antes se habían mostrado fuera de San Petersburgo.
La exposición arranca con una sala donde se analiza la presencia de u en el
arte francés de la época, "donde era tratado desde una doble vertiente, como un
niño ingenuo y como un dios todopoderoso", ha explicado uno de los dos
comisarios, Dmitri Ozerkov.
Entre las obras expuestas destaca la escultura en mármol 'El Cupido
amenazador', la representación más célebre del dios del amor en aquellos años y
de la que el artista francés Etienne-Maurice Falconet hizo cinco versiones entre
1757 y 1774, la primera de ellas para la marquesa de Pompadour, favorita del rey
Luis XV.
La segunda sala reúne las llamadas    que ilustraron
grabados, objetos decorativos y novelas eróticas, populares entre las damas de la
época y fuertemente contestadas por moralistas como Jean-Jacques Rousseau,
que advirtió contra "esos peligrosos libros... que pueden leerse sólo con una
mano".
Las      , cuya escritura era tan común entre los cortesanos, son el
tema central de la tercera sala, donde destaca el grabado "Valmont y Emilie"
(1788), que ilustra la escena del libro 'Las amistades peligrosas' en que Valmont
escribe una misiva utilizando el cuerpo de una de sus amantes como escritorio.
Pero los artistas del Rococó cruzaron la línea entre erotismo y pornografía y la
exposición reúne también obras de       u , como dos
lienzos del pintor Pierre Subleyras (1699-1749), más conocido por sus obras
religiosas, que se exponen por primera vez en público.
Y otras en las que sus autores recurrieron a diversos símbolos para respetar las
normas de decoro que imperaban entonces, como 'El columpio' (hacia 1730), de
Nicolas Lancret, donde ese divertimento es una metáfora de las relaciones
sexuales.
La exposición concluye con una sala dedicada al "inevitable" triunfo del amor,
según explica el otro comisario, Satish Padiyar, con obras como 'La caprichosa'
(hacia 1718), de Antoine Watteau, o 'Escena pastoral' (hacia 1740), de Francois
Boucher.

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