La Filosofía Del Taoísmo PDF

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Hasta ahora en nuestro examen de las filosofías de Oriente, nos hemos

centrado en la India antigua y en las filosofías que nacieron ahí: el hinduismo y el


budismo. Ahora vamos a pasar a China a considerar una de sus más conocidas
tradiciones filosóficas y religiosas: el taoísmo.
Vamos a explorar sus ideas a través de dos obras clásicas: el Tao Te Ching de
Lao-Tzu y los escritos de Chuang-tzu. Antes de seguir, obviamente no soy chino y no
hablo el chino y no dudo que estoy pronunciando mal estos nombres. Con eso
dicho, pasemos al tema.
Como siempre, para comprender una novedosa forma de pensamiento,
conviene entender el contexto en el que nace y las ideas que transforma. En el caso
del taoísmo, este contexto es el confucianismo. Confucio vivió entre 551-479 AEC.
La filosofía social y antropológica que desarrolló ha ejercido una enorme influencia
en la cultura y el pensamiento chino durante más de dos milenios. Es difícil para
nosotros en Occidente apreciar los logros de otra cultura (bueno, no sé si Occidente
y Oriente puedan llamarse culturas) pero el punto es que la gente, sea china o
mexicana, oriental o occidental, opera con un sesgo cognitivo que valora los logros
de su cultura sobre los de otra. Sin embargo, creo que los chinos tienen de qué
jactarse. Hace unos años vi una foto que me dejó estupefacto. Compara el tamaño
del galeón que usaba Cristóbal Colón con un enorme galeón chino de la misma
época. Y si comparamos Confucio con su equivalente, tanto histórico como
intelectual, sería con Platón, pero, como Colón, queda en desventaja. Obviamente,
Platón ha influido muchísimo en la historia de la filosofía occidental y en el
pensamiento en general. No obstante, su gran obra, La república, nunca logró su
meta de realizar una sociedad ideal donde los filósofos sean reyes. Confucio, en
cambio, logró su meta con creces. El confucianismo sigue siendo una parte medular
de la sociedad china hasta hoy en día. Cualquier chino sabe quien es Confucio. La
mayoría de los mexicanos y los gringos no tienen ni idea de Platón.
Bueno, entonces ¿de qué se trata el confucianismo? Confucio vivió en un
momento de mucho trastorno político y social. La sociedad feudal anterior gozaba
de cierto orden y estabilidad, pero en esta época estaba desmoronándose y había
diversos caudillos apoderándose de diferentes territorios de forma violenta. Hubo
diversas propuestas para remediar el problema, para reestablecer la cohesión social,
pero la que a fin de cuentas tuvo éxito fue la de Confucio.
El confucianismo es una abarcadora filosofía de vida que, a través de
convenciones y ritos sociales, legales y éticas, moldea a los individuos desde
temprana edad para que formen parte íntegra de la sociedad y para que funcionen
de forma armoniosa con los demás. El producto de este acondicionamiento es lo
que Confucio llamaba un hombre superior o noble, un hombre que guarda
compasión y un sentido de responsabilidad para su prójimo, una virtud que está
codificada e inculcada en la educación y en las costumbres y protocolos sociales.
Me pregunto si Kant y Rousseau leyeron a Confucio, pues el sometimiento a la
obligación moral y el privilegio dado al colectivo (parecido a la voluntad general en
Rousseau) es muy marcado. Piense lo que se piense del confucianismo, logró en
buena medida el orden y la estabilidad social y ¡ha durado más de dos milenios!
Entonces, ¿qué problema tiene el taoísta con el confuciano? ¿Es que al taoísta
le fastidia tener que fijarse en reglas y costumbres éticas para alcanzar un bien
común? ¿Prefiere el hedonismo y el placer individual? No. De hecho, en esto los
dos están de acuerdo. Una vida en búsqueda del poder, la riqueza y el placer
desenfrenado es la vida de un esclavo, ya que esas cosas dependen de condiciones
externas a las que uno está siempre tratando de acoplarse. Uno vive estresado,
pensando constantemente en un futuro que no puede controlar del todo, en vez de
vivir tranquilamente en el presente.
Sin embargo, aun cuando el confuciano actúe para promover el bien común y
la armonía, lo hace de la misma manera que el hedonista busca el placer, a saber,
concibe el bien o la felicidad como un objeto ausente que a través de un esfuerzo
consciente puede actualizar o realizar. ¿Cuál es el problema con esto? Lo veremos
con más detalle al discutir las ideas de Lao-Tzu y Chuang-tzu, pero básicamente el
problema estriba en que el fin que se busca, al ser externo y para ser alcanzado, tiene
que ser analizado y estudiado. ¿Cuál es su naturaleza? ¿Qué tengo que hacer para
tenerlo? Ese fin, digamos el bien común, se vuelve así abstracto, como un objeto que
estudia un físico, y al volverse abstracto se vuelve menos real, por lo que se percibe
incluso más lejos. En el proceso, uno se centra más en los medios que se consideran
necesarios para alcanzarlo, los cuales se vuelven cada vez más complicados, hasta
llegar al punto donde la vida y la energía de uno se han vuelto totalmente
consumidas por los pasos a seguir en vez del fin al que uno se dirigía, un fin que, por
cierto, ya se ha olvidado. Henry David Thoreau, un buen taoísta en mi opinión, dice:
“Al llegar el momento de morir, ojalá no descubramos que nunca hemos vivido”.
Para el taoísta, todo tipo de moralismo convierte el bien que busca en un mal
porque la propia búsqueda desesperada de ese bien distrae a uno del bien que ya
posee. A fin de cuentas, el problema se reduce a la cuestión del control. El
confucianismo percibe el mundo como de alguna manera defectuoso, algo que tiene
que ser manejado, intervenido, analizado, desarrollado, en una palabra: controlado.
Controlado para producir el efecto deseado. El taoísta considera ese deseo como la
misma fuente de nuestra frustración porque pone una brecha entre el hombre y el
mundo natural, una brecha infranqueable que sólo nos frustra y nos debilita. En un
libro sobre el taoísmo, leí esta bonita comparación. Si la meta del taoísta es ser como
un trozo de madera, bruto y natural, la del confuciano es ser como una escultura
finamente tallada. El taoísta acepta el trozo de madera tal como está, mientras que el
confuciano quiere moldearlo, pulirlo y decorarlo.
Bueno, ya contextualizado nuestro tema, podemos pasar a verlo de frente. El
texto clásico de la tradición taoísta es el Tao Te Ching, atribuido a Lao-Tzu. Digo
atribuido porque hay un debate entre los historiadores acerca de si Lao-Tzu era el
único autor del libro. Lo más probable es que es el producto de diversos sabios y
maestros chinos cuyas enseñanzas y prácticas a lo largo del tiempo se destilaron en
el libro que tenemos hoy en día. Francamente, eso es lo de menos. Lo importante es
entender las enseñanzas que contiene.
Por cierto, mi interpretación del taoísmo está muy endeudada con la obra de
Alan Watts, especialmente El camino del Tao. Wow! Cómo me abrió los ojos ese
libro. Si lo puedes conseguir, te lo recomiendo ampliamente.
Bien. La palabra Ching en el título significa “clásico” o “canónico”. Tao significa
“camino”. Al llamarse esta tradición el taoísmo, obviamente se trata de un término
muy importante. Vamos a hablar mucho de él. Y te significa “virtud”. Así que, Tao Te
Ching quiere decir algo así como el “libro clásico del camino de la virtud”. Consta de
81 capítulos muy breves el primero de los cuales se inicia con la siguiente célebre
afirmación: “El Tao que puede ser expresado con palabras no es el Tao eterno”. Vaya,
pues, ¿qué hacemos? es que yo no tengo más que palabras para expresar lo que es
el taoísmo. Pero bueno, Lao-Tzu escribió esa oración y todo el Tao Te Ching con
palabras y a pesar de ello logró comunicar algo muy importante. Creo que el punto
es que las palabras que componen su libro y las que estoy diciendo ahora mismo
señalan algo pero no es equivalente con ese algo. Un mapa, por ejemplo, expresa un
territorio, pero no debería confundirse con ese territorio. El lenguaje humano con
sus conceptos y gramática es una herramienta muy útil, pero hay que estar
consciente de sus límites para que no te engañe.
Bueno, ya hemos dicho que Tao significa camino. Los caminos se caminan
pues, se siguen. En el cristianismo, Cristo es el camino que se sigue. En el taoísmo,
el camino es la naturaleza, la realidad misma. Hoy en día con el cambio climático y la
destrucción ecológica nos damos cuenta de que hay que vivir en armonía con el
mundo, no en conflicto con él. Sin embargo, unos milenios atrás los griegos y los
semitas no vieron las cosas así. El constante cambio del mundo de la experiencia
tenía que ser o bien regido y domado, o bien redimido. La tradición judeo-cristiana
se inicia en un extremo con el paraíso, luego está la caída, la expulsión del hombre a
un mundo doloroso y defectuoso, que a través de una larga historia de sufrimiento y
fe es redimido al otro extremo en un mundo superior, el cielo. En la versión griega,
más filosófica, tenemos la distinción entre el mundo inteligible y el mundo sensible,
el motor inmóvil de Aristóteles, la distinción entre sujeto y objeto en la modernidad y
la dominación y transformación de la Tierra con la ciencia y la potente tecnología que
posibilita. En la historia tanto religiosa como filosófico-científica, el mundo es algo
negativo o defectuoso que tiene que ser perfeccionado. La relación que el hombre
guarda con el mundo se describe con metáforas bélicas: conflicto y oposición, lucha
y dominación. Siempre hay algo bueno y algo malo, positivo y negativo. Hay que
procurar el primero y eliminar el segundo. Así progresamos, mejorando el mundo
hasta llegar, supuestamente, a la tierra prometida, a un mundo en el que hay placer
sin dolor, salud sin enfermedad, y riqueza sin pobreza.
El taoísmo ve la realidad de forma muy diferente. Binarios como la luz y la
oscuridad, la vida y la muerte, y el bien y el mal, no son opuestos, sino
complementos; el uno va con el otro en un proceso cíclico. La dinámica de este
proceso está arraigada en un principio muy antiguo en la cultura china, el de la
polaridad. Un campo magnético y una corriente eléctrica, por ejemplo, funcionan
entre dos polos distintos, uno negativo y el otro positivo. Si uno de esos polos se
elimina, ya no hay corriente eléctrica o campo magnético. Fenómenos desde la
constitución de un átomo hasta la marea del mar, el ritmo de las estaciones del año y
el latido del corazón manifiestan polaridad.
A diferencia de ver el mundo como separado del hombre y hostil, el taoísta ve
a sí mismo como parte íntegra de sus ritmos. Para vivir bien en el mundo, no hay que
hacerle guerra, sino saber navegarlo. El actuar del hombre no debe luchar contra los
cambios de la vida, sino saber usarlos. La polaridad del Tao se ilustra en otro texto
clásico de la cultura china, a saber, el I Ching. Es un texto que se ha utilizado para la
adivinación, como el tarot, pero filosóficamente es interesante porque los elementos
que usa no son imágenes en cartas, sino dos tipos de líneas, uno entero y el otro roto,
simbolizando lo positivo y lo negativo. Estas líneas se juntan en grupos de seis que
se llaman hexagramas, 64 en total, los cuales ilustran los diferentes posibles
combinaciones de las fuerzas de lo positivo y lo negativo. La alteración de estas
fuerzas a lo largo de los hexagramas es la dinámica o el proceso del Tao.
Todo esto está representado de forma condensada en la bandera de Corea
del Sur. Aquí vemos cuatro trigramas que representan fuerzas muy básicas y en
medio un símbolo que has de reconocer, la famosa imagen del yin y el yang. La
polaridad del Tao consta de un elemento pasivo y negativo que los antiguos chinos
asociaban con lo femenino. Este es el yin, la parte negra de la imagen. Y un
elemento activo y positivo, lo masculino, que es la parte blanca. Llamar uno positivo
y el otro negativo no significa que uno sea mejor o superior al otro; es simplemente
una manera de indicar que el camino de la realidad es rítmica; oscila entre dos
extremos. Inhalación y exhalación, el sístole y el diástole del corazón, las crestas y los
senos de la marea, noche y día, vida y muerte – todos estos fenómenos manifiestan
esta polaridad. Si la inhalación es la parte blanca de la imagen, vemos que va en
ascenso hasta llegar a su estado pleno, pero luego tiene que ceder a su opuesto, la
exhalación. Si no lo hiciera, no habría respiración.
El Tao Te Ching habla de esta polaridad no sólo con ejemplos de la
experiencia común, como la respiración, sino también en términos filosóficos muy
abstractos, como el ser y el no-ser. En un famoso pasaje dice:
Treinta radios convergen en el buje de una rueda,

y es ese espacio vacío lo que permite al carro cumplir su función.

Modelando el barro se hacen los recipientes,

y es su espacio vacío lo que los hace útiles.

Puertas y ventanas se abren en las paredes de una casa, y es el espacio vacío lo que
permite que la casa pueda ser habitada.

Lo que existe sirve para ser poseído.

Lo que no existe sirve para cumplir una función.

En Occidente, el ser hace batalla con el no-ser, pero en el taoísmo, estos dos
polos no están en conflicto entre sí sino que se complementan, cosa que se simboliza
en la imagen del yin y el yang con el punto de negro dentro de la parte blanca y el
punto blanco dentro del negro. De esta manera, la imagen expresa la idea de que el
camino de la realidad es orgánico y relacional, a diferencia de un mecanismo o un
artefacto compuesto de partes. En este último, hay que dirigir y controlar las partes
para que cierta configuración o perspectiva sobresalga o gane, mientras que en la
concepción orgánica del Tao, la idea es ponerse en balance y armonía con los ritmos
que nos rodean, de los cuales obviamente formamos parte.
Me gustaría hablar más de este carácter orgánico del Tao. Los chinos tienen
una palabra (li) que lo describe muy bien, pero mejor lo vemos en el próximo vídeo,
junto con lo que dice sobre la virtud o Te. La virtud que el hombre necesita para
ponerse en armonía con el Tao se llama wu-wei, un tema muy interesante que
veremos con mucho detalle.

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