Educar Es Frustrar
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Hace 10 años Aldo Naouri se jubiló como pediatra, pero sigue siendo consultado
permanentemente. No exactamente sobre resfríos, sino sobre crianza, su especialidad
junto con las relaciones familiares. Ha publicado una quincena de libros sobre este
tema. Los más conocidos: Educar a nuestros hijos, una tarea urgente; Padres permisivos,
niños tiranos y Madres e hijas. Recientemente publicó en Francia uno más: Prendre la
vie à pleines mains (Tomar la vida a manos llenas), de entrevistas conducidas por
Émilie Lanez. En todas estas publicaciones, Naouri hace un llamado urgente contra lo
que define el abandono de la educación y enfatiza que la base de ella es la frustración.
Hijo de una madre analfabeta y viuda, que fue expulsada junto a su prole desde su Libia
natal hacia Argelia durante la II Guerra Mundial, Naouri estudió Medicina en París y
ejerció como pediatra por más de 40 años en el distrito 13, uno de los más populares de
la capital francesa.
"Debo de haber seguido unas veinte mil familias durante mi carrera, y ejercí durante
bastante tiempo para comprobar los resultados, ya que al final cerca de 70% de mi
clientela estaba compuesta por mis antiguos bebés", señala en su departamento, el
mismo donde tenía su consulta antes de jubilar. Pese a las actividades promocionales
por su nuevo libro, se da tiempo de explicar los conceptos básicos de su pensamiento,
entre los que se cuenta la distinción clara de los roles parentales, porque Naouri se
opone a la supresión de las diferencias entre la madre y el padre. "Soy partidario de la
lucha contra las desigualdades, pero me rehúso a que se supriman las diferencias.
Porque hay una diferencia fundamental que interviene en toda la aventura humana:
todos, hombres y mujeres, fuimos llevados en el vientre de una madre, y no de un
padre", señala.
Para este orgulloso padre de tres hijos poco importa que el papá se ocupe de todo o no
haga nada, su rol esencial es el de establecer "la primera de todas las frustraciones, la
que facilita todo el trabajo por venir: debe insistir en hacer de la madre su mujer. Es
decir, devolver a la madre a su femineidad, para decirle 'no te dejaré ahogarte en el
abismo de la maternidad. Eres también una mujer'. Una mujer que se convierte en
madre encuentra un placer tal en la maternidad, que puede desconectarse totalmente y
nunca más necesitar a un hombre, porque le gustaría prolongar artificialmente la dicha
que sentía durante el embarazo. Cuando un padre le quita su mujer al niño para llevarla
de vuelta a su femineidad, lo frustra de la total disponibilidad de la madre. Si se
satisface esta primera condición, todo el resto vendrá fácilmente."
"La primera de todas las frustraciones que experimenta el niño y la que facilita todo el
trabajo por venir, es la del padre, que hace de la madre su mujer. Cuando un padre le
quita su mujer al niño para llevarla de vuelta a su femineidad, lo frustra de la total
disponibilidad de la madre. Si se satisface esta primera condición, todo el resto vendrá
fácilmente".
Totalmente cierto. Entonces intervienen cantidades de hechos que van a aportar un poco
de "padre" en la vida de la madre, no en el plano sexual, sino en el de una realidad en la
que va a enfrentarse a obligaciones que la sacan de la preocupación total del niño.
Quizás debe retomar el trabajo, u ocuparse de su madre enferma... ya no puede
dedicarse ciento por ciento a la maternidad. El ideal es la relación que pasa por el sexo
con un hombre, pero de todos modos va a enfrentarse a límites en un momento u otro.
Es muy simple. Para ilustrarlo, uso una hoja doblada en tres. Si la tomo y la coloco
sobre los extremos, se crea un puente suspendido sobre el vacío. Cada persona tiene que
atravesarlo con los ojos vendados. El bebé, al comenzar su vida, va a partir en cualquier
dirección. Tarde o temprano va a enfrentarse al vacío, y al cabo de dos o tres veces, va a
quedarse al medio, inmovilizado por la angustia. Si doy vuelta la hoja, tenemos el
mismo puente pero con parapetos. Si ponemos límites, va a chocar contra los parapetos,
va a estar a salvo del vacío, y va a saber que puede avanzar con total confianza. De vez
en cuando va a verificar si los parapetos son sólidos, empujándolos, con rabietas,
gritando, lo que sea. Cuando uno reacciona, entonces, se dice "los parapetos aguantan",
y enfrentará la vida con serenidad. De lo que se trata, por lo demás, es del lazo social,
pues un individuo bien frustrado es un individuo capaz de hacer sitio para el otro. En
cambio, un individuo que no es frustrado es egoísta, egocéntrico y, para él, el otro no
existe.
Usted califica a ese niño de tirano. ¿Qué pasa con ese niño cuando se hace adulto?
Entre los desafíos cruciales que, mal enfrentados, pueden crear un niño tirano,
usted destaca la etapa de la "omnipotencia infantil". ¿En qué consiste y cómo
manejarla?
Es una noción que se adquiere hacia el final del primer año, y que dura hasta el fin del
cuarto. La experiencia de vida del niño de un año lo hace creer que su madre es
omnipotente, y eso la transforma en alguien aterrador, porque puede darle todo pero
también puede no darle nada. Puede hacerlo vivir y también matarlo. La angustia de la
muerte que ello provoca lo hace querer defenderse, oponiendo su propia omnipotencia a
la de su madre. Eso puede expresarse de la manera más variada, y en particular por lo
que se conoce como caprichos. Es muy importante que los padres no satisfagan los
caprichos, y que reaccionen con firmeza, pues de otro modo le estarían dando la razón a
la situación imaginaria que el niño se construye, y este va a mantener ese
comportamiento de omnipotencia por el resto de sus días. Se transformará en un
individuo angustiado y que siempre querrá estar en primer plano.
Hay que castigar cuando el capricho persiste y hay una sola manera de hacerlo:
privando al niño de lo que más le gusta, que es la comunicación. Esta se corta
encerrándolo en su pieza, y se pone fin a la pena cuando consideramos que ya basta. En
ese momento se restablece la comunicación, pero bajo dos condiciones: la primera, es
no hacer ningún comentario sobre lo que pasó y, la segunda, es no pedirle que se
disculpe, porque ya pagó. Entonces el niño es capaz de hacer su propio trabajo interno y
corregirse a sí mismo.
¿Cómo pueden los padres saber si están haciendo bien o mal las cosas?
Con las fallas de la educación, el niño va a producir síntomas, que pueden ser también
físicos, y que van a preocupar a los padres. Ahí es cuando el médico tiene que buscar la
causa de los síntomas. Si no hay síntomas, no hay problema.
Como pediatra, cuando me traen a un niño con problemas, lo que me interesa son las
disposiciones de los padres. Para ayudar a los padres a tener actitudes correctas voy
hasta sus historias como niños. Es decir, el pediatra que soy no cura al niño, sino al niño
que fue su padre o madre. Pero a partir de la preadolescencia se necesita que también el
niño siga un tratamiento, porque hay que implantar una estructura que no existe.
¿Y en la adolescencia?
La educación solo puede ser entregada por los padres, porque solo con ellos funciona el
comercio del amor a cambio de aceptación de la frustración. Si no lo educan, al
momento de llegar a la escuela el niño rechazará la frustración, porque le da lo mismo
ganarse el amor de la profesora o de otra persona. Si eso se establece antes de la entrada
a la escuela, esta puede entregar su saber sin ningún problema, pues el niño lo acogerá y
será permeable. Pero sin esa educación precoz, el niño se resistirá al mensaje de
instrucción porque se le intentará imponer normas que no son las de los padres. ¿Por
qué tienen tanto éxito las escuelas privadas? Porque seleccionan a los niños que ya han
sido correctamente educados.
"La educación solo puede ser entregada por los padres, porque solo con ellos funciona
el comercio del amor a cambio de aceptación de la frustración. Si no lo educan, al
momento de llegar a la escuela el niño rechazará la frustración, porque le da lo mismo
ganarse el amor de la profesora o de otra persona".
Pero, ¿es un fin en sí mismo o un medio para un fin? ¿Cuál es el fin último?