Tesis Final - Barroso

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“El Operativo Independencia como ensayo de la

represión ilegal”

Alumno: Barroso Nicolás – 4to Año

Catedra: Investigación Histórica II

Profesor: Horacio Arreigada

Institución: Instituto Superior de Formación Docente N° 39


INDICE

1. Capítulo 1: Introducción………..……………………………………… Pág. 3


2. Capítulo 2: ¿Por qué Tucumán?………………..……………………. Pág. 5
3. Capítulo 3: La gran razzia de Santa Lucía……………………………Pág. 8
4. Capítulo 4: Comienza el Operativo……………………..…………….. Pág. 10
5. Capítulo 5: Isabel Perón saluda a las tropas……..…………………. Pág. 14
6. Capítulo 6: La navidad de Videla.………………………………….....Pág. 25
7. Capítulo 7: Conclusiones…………....……………………………….. Pág. 28
8. Bibliografía……………………………………….……………………. Pág. 31

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Capítulo 1

Introducción

Comúnmente se señala en distinta bibliografía que a partir del golpe de


Estado del 24 de marzo 1976, se instaló en Argentina un Estado Terrorista, un
modelo que se caracterizó por la militarización del aparato del estado y un alto
contenido represivo que pretendió la aniquilación física de sus opositores así como
la desarticulación de la sociedad civil y política. Se entiende como Terrorismo de
Estado a la violación sistemática de derechos humanos. Sin embargo podemos
inferir que esta práctica de secuestro, tortura y desaparición de personas ya se
había puesto en práctica un año antes durante el gobierno democrático de Isabel
Perón.

En 1974 la Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez se estableció en el


monte tucumano, cerca de la región de Aconquija. Era esto la concreción del plan
del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP): el lanzamiento de un grupo
guerrillero en la zona azucarera de Tucumán. Así, durante varios meses bajaron
de los cerros, reclutaron colaboradores y hasta fusilaron a vecinos que los
combatieron. Esto fue con el fin de dominar la provincia y el resto del Norte
argentino, conseguir reconocimiento internacional como Estado independiente y
lograr una revolución como la que se había dado años atrás en Cuba. Para poder
apoyar a los campamentos guerrilleros, el ERP atacó unidades militares y
policiales para hacerse de armamento para reforzar a la Compañía de Monte.

La respuesta por parte del gobierno peronista fue el envío del Ejército a
Tucumán. El Operativo Independencia, iniciado un año antes del golpe contra
Isabel Perón, fue una persecución de aliados reales o supuestos de la guerrilla,
que incluyó los primeros centros clandestinos de detención y tortura en el país.
Para fines de 1975, cuando los militares finalmente subieron al monte a exterminar
a los guerrilleros, la provincia ya había sido un territorio de ensayos para la
represión ilegal. Es decir que se practicó en la provincia más pequeña de
Argentina lo que luego se desplegaría en toda la Nación.

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La siguiente investigación se centra en el llamado Operativo Independencia,
entre 1975 y 1977. Este operativo no sólo significó el inicio de una política estatal
de desaparición forzada de personas ejecutada de manera directa por las Fuerzas
Armadas, que se institucionalizaría en todo el país a partir del golpe de 1976.
Además, supuso la creación de un “teatro de operaciones” donde fueron enviados
miles soldados de todas partes del país, con el fin explícito de combatir al frente
de guerrilla rural creado un año antes por el Partido Revolucionario de los
Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP).

En esta tesina se estudiará las continuidades y rupturas en la lógica de


funcionamiento del Estado durante la puesta en marcha de esta nueva política
represiva, a partir de febrero de 1975. También se observará la forma en que fue
modificado el servicio militar obligatorio a partir del Operativo Independencia y sus
consecuencias en el futuro cercano.

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Capítulo 2

¿Por qué Tucumán?

A comienzos de 1974, el PRT-ERP estableció un frente militar en el monte


tucumano, la Compañía de Monte. En julio de 1970 había fundado el Ejército
Revolucionario del Pueblo y, casi cuatro años después, fundaba un frente de
guerrilla rural. El ERP consideraba que el triunfo de la Revolución Cubana le había
legado la “teoría del foco” cuyas bases eran: “un ejército popular puede triunfar
sobre un ejército profesional; no hay que esperar a que estén dadas todas las
condiciones puesto que las subjetivas pueden ser creadas; la guerrilla debe ser
rural” (Carnovale, 2011: 32).

Para el ERP, la acumulación de fuerzas políticas y militares permitiría la


progresiva transformación del Ejército del Pueblo en un verdadero Ejército
Popular, incorporando a sus filas población de los territorios que funcionaban
como teatro de operaciones y cuyo apoyo permitiría, según la fórmula de Mao Tse
Tung, “moverse como pez en el agua” (Márquez, 2008: 33). A su vez, se
vinculaba con la concepción de que el inicio de la guerra revolucionaria en un país
se extendería por todo el continente, hasta la derrota total y final del imperialismo
(Mattini, 1990: 265).

La elección de la zona sur de la provincia de Tucumán para establecer un


foco guerrillero no fue casual, próxima a los ingenios azucareros ubicados a lo
largo de la ruta nacional 38, entre la sierra del Aconquija y la llanura, en los
departamentos de Monteros y Famaillá. Por un lado, las consideraciones tenidas
en cuenta habían sido geográficas: se asentó en la zona que va desde la ruta 38
hasta los valles Calchaquíes, en cuyas laderas la vegetación espesa, las lluvias
subtropicales, los desniveles del terreno y los cursos de agua brindaban una
protección “natural” a los guerrilleros (Gutman, 2010: 59). A su vez, la zona
presentaba condiciones aparentemente muy favorables, un monte impenetrable y
abundante agua, al mismo tiempo que alta densidad de población, sumado a que
durante la década del sesenta Tucumán había sido escenario de luchas obreras y
movilizaciones populares (Getselteris, 2015: 43).
5
Para el ERP la elección de Tucumán para establecer se guerrilla rural
también se sustentaba en razones políticas. Desde principio de los años sesenta,
el PRT-ERP tenía un trabajo político en todo el Noroeste argentino, especialmente
en la provincia de Tucumán. De hecho, en 1965 el Partido Revolucionario del
Pueblo había surgido como resultado de la confluencia de Palabra Obrera, una
agrupación trotskista liderada por Nahuel Moreno, y el Frente Revolucionario
Indoamericanista Popular (FRIP), un movimiento fundado en Santiago del Estero a
mediados de 1961 por una treintena de militares santiagueños y tucumanos;
incluso, en la ciudad de San Miguel de Tucumán, Mario Roberto Santucho había
liderado el Movimiento Universitario de Ciencias Económicas (MIECE).
(Carnovale, 2011: 11 y 36).

Como resultado de este trabajo político, hacia fines de los años 60 y


principios de los 70 se habían incorporado al PRT algunos dirigentes del gremio
más importante de la provincia, la Federación Obrera de la Industria Azucarera
(FOTIA). De hecho, este Partido había logrado conducir dos sindicatos de ingenios
afiliados a FOTIA (el de San José y el de Santa Lucía) y contaba en sus filas con
dirigentes muy influyentes. En este marco de este proceso de radicalización
política de la FOTIA, en 1965 se había desarrollado una experiencia tan inédita
como efímera: la presentación de candidatos “obreros” en las elecciones,
dirigentes azucareros elegidos en asamblea de base por ingenio, que se
integraron a las listas del partido neoperonista Acción Provinciana (Márquez, 2008:
21). En esa oportunidad, ocho de esos candidatos fueron elegidos como diputados
para la legislatura provincial (dos de ellos militantes del PRT, Juan Manuel Carrizo,
del ingenio Trinidad y Leandro Fote) y Benito Romano, dirigente del ingenio La
Esperanza y reconocido militante del Movimiento Peronista Revolucionario, se
convirtió en diputado nacional (Getselteris, 2015: 47).

En este contexto de radicalización política, hacia 1965 la caída internacional


del precio del azúcar había encontrado a la industria azucarera con una capacidad
de producción récord, pero sin posibilidad de vender el excedente. Esta situación
sumió a la provincia en una tremenda crisis que se superpuso con el golpe de
estado de la llamada Revolución Argentina, el 28 de junio de 1966 (Gutman, 2010:

6
51). El ministro de economía de Onganía, Jorge Néstor Salimei, anunció la
intervención, desmantelamiento y cierre inmediato de siete ingenios. Ésa fue la
punta de lanza de una serie de medidas conocidas como el “Operativo Tucumán”,
cuyo objetivo declarado era la racionalización y diversificación de la industria
tucumana (Getselteris, 2015: 47). Sin embargo, como consecuencia del cierre de
los ingenios, se disparó la desocupación y se produjo un masivo proceso
migratorio (cerca de 200 mil personas abandonaron la provincia, sobre un total de
750 mil habitantes).

Como resultado de estas políticas, hacia fines de 1966 y principios de 1967,


la conflictividad social recrudeció, a través de una activa movilización y protesta
que resistía al cierre de los ingenios y reclamaba la revisión de las medidas
oficiales. Según el imaginario del PRT-ERP, en ese contexto se había producido
un acontecimiento fundacional para adoptar la lucha armada como estrategia para
la toma del poder. El 12 de enero de 1967, durante la represión a una masiva
movilización convocada por la FOTIA en la localidad de Bella Vista, había sido
asesinada la esposa de un obrero despedido del ingenio Santa Lucía, Hilda
Guerrero de Molina. “Cuenta la memoria militante que, al día siguiente, Mario
Roberto Santucho, que había participado de la movilización junto a dirigentes,
trabajadores y cesanteados del Ingenio San José, recibió reiterados pedidos de
los obreros para que se consiguieran 'ametralladoras para la lucha a muerte
contra la dictadura'” (Carnovale, 2011: 62).

Asimismo, entre noviembre de 1970 y junio de 1972, la ciudad de San


Miguel de Tucumán también se convirtió en escenario de una serie de estallidos
populares, conocidos como los Tucumanazos, en el marco de la retracción de la
Revolución Argentina y expansión de la acción directa de masas y la lucha
armada. De acuerdo al ideario del ERP, el proletariado azucarero y el pueblo
tucumano contaba con un historial de numerosas rebeliones populares
inconclusas que lo volvían particularmente fértil para fundar en ese espacio un
frente de guerrilla rural (Mattini, 1990: 286).

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Capítulo 3
La gran razzia de Santa Lucía
Frente a los rumores de que existía un frente rural, durante 1974 las
autoridades militares y policiales realizaron una serie de operativos represivos
que, en algunos casos, tuvieron cobertura periodística por parte de los medios
nacionales. A principios de junio de 1974 se dio el primer operativo antiguerrillero,
en el cual participaron unos 500 agentes de la Policía Federal. Durante el
operativo se había desplegado el apoyo de helicópteros del Ejército que
transportaban brigadas policiales con el fin de combatir a los guerrilleros.

Para agosto de 1974, se realizó otro operativo en la zona sur de la provincia


de Tucumán, al que también fueron enviados periodistas de distintas partes del
país. Según el relato oficial de la época, en la localidad de Famaillá se había
instalado el “centro de operaciones de las fuerzas de seguridad” en el marco del
“operativo antiextremista” desplegado en las provincias del noroeste argentino.
Dicho operativo implicaría la realización de “rastrillajes” en la zona de Santa Lucía,
Famaillá, Lules y poblaciones vecinas con el fin de dar con el paradero de los
extremistas. Este operativo era realizado por efectivos de la Policía Federal y de la
de la provincia de Tucumán, al mando del titular de la V Brigada de Infantería del
Ejército con asiento en Tucumán, Luciano Benjamín Menéndez.

La Compañía Ramón Rosa Jiménez hizo su presentación como estructura en


Acheral, simbólicamente copando la ciudad. Tomaron la comisaría (en la que solo
había tres policías) y la estación ferroviaria, bloquearon el acceso de la ruta 38. En
un par de horas, realizaron pintadas, arengaron contra la policía en un bar y
robaron dos camionetas. (Gutman, 2010: 110).

En Santa Lucía fue donde los habitantes vivieron la represión de manera más
cercana, histórica población vinculada con los Ingenios azucareros y las luchas
sindicales. El personal policial realizó una gran razzia: entre gritos por
altoparlantes, sirenas y golpes, se despertó a todos los pobladores de Santa
Lucía, los obligaron a presentar los documentos de identidad, y revisaron casa por
casa, buscando armas, explosivos material de organizaciones armadas.

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La gran razzia a Santa Lucía fue realizada en conjunto con la Policía Federal,
la Policía de la Provincia y el Ejército, durante el gobierno de Isabel Perón. Las
razzias son parte de un arsenal de técnicas policiales cuyo despliegue antes que
castigar faltas o delitos, pretende instaurar y extender un sentido determinado de
orden y la moralidad pública. Son decisiones políticas que castigan o someten no
a los individuos sino a los grupos y a las poblaciones al tiempo que impone la
disciplina. También se colocó una bomba en el Sindicato de los trabajadores del
azúcar, luego la versión oficial culparía a la guerrilla de dicho hecho. (Getselteris,
2015: 115).

Esta razzia buscó imponer, gracias a la violencia, los castigos y las


humillaciones, un nuevo orden, moralizando, disciplinando e imponiendo el terror
entre los pobladores de Santa Lucía. A su vez, era la punta de lanza de un para la
implantación de una nueva metodología de represión estatal.

En diciembre de 1974 Humberto Antonio Viola fue asesinado por el Ejército


Revolucionario del Pueblo, junto a su hija María Cristina. Tras el atentado contra
Viola, el PRT, hizo una declaración pública calificando la muerte de su hija María
Cristina y las heridas a María Fernanda como “un exceso injustificable” y
anunciando que daba por terminada la campaña, iniciando su disolución.

Este suceso no hace más que acelerar la presión militar para intervenir de
manera directa en la provincia. Durante el sepelio de Viola, el general Menéndez
pronuncia un discurso duro frente al cual el gobierno no emite comentario. (Fraga,
1988: 133).

El Poder Ejecutivo prepara un proyecto de ley de defensa nacional, que busca


establecer las funciones de las FF.AA. en materia de seguridad interior. Se
realizan nuevos operativos represivos en Tucumán y Salta, los que son
conducidos por el Ejército. Para diciembre de 1974 la opinión militar predominante
se había tornado favorable a la participación de la Fuerza en la lucha contra la
“subversión”.

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Capítulo 4

Comienza el Operativo

¿Por qué no se lanzó antes el Operativo Independencia? ¿Por qué en esa


fecha? ¿Cuál era la situación del ERP y de Tucumán en 1975?. De acuerdo con lo
que señala el coronel Eusebio G. González Bread (Jefe de Inteligencia del
Operativo Independencia) en su libro, el ERP estaba en su mejor momento político
y militar. No debe analizarse a la estructura de dicha organización armada en
función de su accionar en Tucumán sino al hecho de la guerrilla podía estar
atacando una guarnición militar para robar armamento o secuestrando para
obtener rescate en cualquier parte del país, para que los botines fueran para la
Compañía de Monte. Es por eso que el Operativo Independencia se lanza de
manera exclusiva en Tucumán, con el fin de cortar el nexo de la estructura de
apoyo que peleaba fuera de la provincia. (González Bread, 1999: 180). Asimismo,
representó el inicio de una nueva modalidad de represión política ejecutada de
manera directa por las FFAA. Desde su inicio, el operativo representó, por un lado,
la creación de un “teatro de operaciones” en la llamada “lucha contra la
subversión”.

Cabe destacar que simbolizó la participación del Ministerio de Bienestar Social


y la Secretaría de Prensa y Difusión en tareas de “acción cívica” y “psicológica”,
coordinadas con Estado Mayor del Ejército. De hecho, era la primera vez que los
elementos programáticos de la doctrina “antisubversiva” (acción represiva, cívica y
psicológica) aparecían dispuestos en un conjunto sistemático. En palabras de
González Bread: “El objetivo era captar a la población, devolverle la fe en sus
instituciones y convencerle de la necesidad de crear su autodefensa para liberarse
de la subversión”. (González Bread, 1999: 181)

Por otro lado, el operativo tenía una faceta oculta y secreta: representó el
inicio en Tucumán de una política institucional de desaparición forzada de miles de
personas y significó la aparición de la institución ligada con esa modalidad
represiva: los centros clandestinos de detención.

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La Escuelita de Famaillá fue el primer centro clandestino de detención de la
Argentina. Está ubicado en la localidad de Famaillá y funcionó desde 1975 y 1977.
Tenía capacidad para treinta o cuarenta prisioneros. “La Escuelita” era sede del
comando de operaciones conjuntas a cargo de la 5° Brigada de Infantería del
Ejército, lo que la constituyó en el centro del circuito represivo, en coordinación
con los campos de reclusión que se montaron en los ex ingenios Nueva Baviera,
Lules y Santa Lucía, la comisarías de Famaillá y de Monteros, “la chimenea” de
Caspinchango, los “conventillos de Fronterita” (ex Ingenio Fronterita) los
campamentos de Monte Grande y Acheral, y la Jefatura Central de Policía, entre
otros. (Gutman, 2010: 153).

A partir del inicio de este operativo represivo, el monte tucumano (un espacio
relativamente periférico o marginal en la escena nacional) fue construido como
centro de la estrategia represiva del poder militar, como aquel espacio donde se
libraba una “batalla decisiva” contra la llamada “subversión”. Tanto el ERP y las
Fuerzas Armadas coincidían en la idea de que el monte era un escenario de
guerra, expresada en el terreno de las prácticas (las acciones militares) y de los
discursos verbales y escritos (los partes militares).

Si bien el término “teatro de operaciones” forma parte de la terminología militar


clásica (Wikipedia lo define como un área geográfica específica en la cual se
desarrolla un conflicto armado), el uso de una metáfora es funcional en el ejercicio
del poder: su dimensión expresiva y sus puestas en escena. No sólo el Operativo
tenía un carácter represivo sino también propagandístico. La estrategia del poder
militar está descripta en la obra de Gonzalo Getselteris en la cual analiza el rol de
los medios durante el Operativo Independencia. El autor sostiene que junto a su
faceta de represión brutal, coercitiva y disciplinante, el Operativo reveló también
una dimensión expresiva y moralizante. Y gracias a esa doble faceta, las
autoridades militares buscaron producir un nuevo “monte tucumano”. La Gaceta es
al día de hoy el principal diario de la provincia de Tucumán, además de ser el
periódico de mayor circulación del interior y el cuarto de mayor venta del país. Por
aquel entonces contribuyó a construir el escenario de “guerra” desde la visión de

11
las Fuerzas Armadas: “El Ejército ha demostrado una acción de eficacia en
Tucumán. Los reveses sufridos por los subversivos han sido de considerable
magnitud. Y en el contexto general. A esto debe sumarse la impresión de que
estamos ahora ante una definición política del gobierno de instrumentar los
medios destinados a abrir una exitosa etapa en esta materia”.1

Frente a la conflictividad política luego del cierre de los ingenios azucareros y


de militancia secreta y clandestina de la guerrilla rural, el operativo represivo
iniciado en febrero de 1975 operó como una vía para articular un dominio estatal
en un espacio donde había habido un déficit de soberanía estatal y había estado
marcado por una disputa por el control territorial.

El primer objetivo del Operativo Independencia no fueron los guerrilleros sino


los almaceneros. Apenas se instalaron en los pueblos de la ruta 38, los militares
visitaron los lugares donde se vendía comida. A todos ellos se les anunció que a
partir de ese momento el Ejército fijaría horarios de atención al público y llevaría
inventarios, para verificar que solo se le vendiera a la gente de la zona. Lo que
más se controlaría serían los enlatados.

“En mi zona yo tenía asignado un almacén. En el primer día le ordené toda la


mercadería y le avisé al almacenero que todos los días vendría a controlarlo. Le
dije que no estaba autorizado a vender productos imperecederos al amanecer.
Nuestro concepto era que los almaceneros que vendían a los guerrilleros no eran
colaboradores, sino que lo hacían porque no tenían más remedio”.(Testimonio de
un Oficial del Ejército en Gutman, 2010: 167).

Al establecer un “teatro de operaciones” del Operativo Independencia, las


Fuerzas Armadas produjeron al “monte tucumano” como un espacio de muerte,
donde el terror atravesó a toda la población. Quien se atreviera a circular por el
monte se convertía en un sospechoso y, por lo tanto, expuesto a ser asesinado.
La selva tucumana, por donde tradicionalmente circulaban los pobladores de la
zona sur tucumana, un espacio militarizado donde las autoridades militares
buscaban controlar todos los movimientos de la población.
1
La Gaceta, diciembre de 1975

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En la zona sur de Tucumán las autoridades militares buscaban imponer el
dominio y el control estatal, en un territorio disputado por ese frente de guerrilla
rural, pero también de fuerte conflictividad social y radicalización política a partir
del cierre de once de los 27 ingenios azucareros, a partir de 1966. La manera de
imponer su soberanía en ese territorio fue controlar los movimientos de los
pobladores, impedir la libre circulación, observarlos, sometidos al control del poder
estatal. Esto se da porque la ubicación forzosa de las personas se vuelve una de
las principales estrategias del control de las poblaciones, una estrategia soberana
por excelencia.

Se destinaron soldados a tareas de acción cívica: pintura de escuelas,


reparación de techos y aulas, atención sanitaria a la población, construcción de
alcantarillas, mejoras de caminos.

El tema lo explicó el jefe del Ejército, general Leandro Anaya cuando visitó
Tucumán durante la primera semana: “El Operativo tiene varias fases: la de la
razón de la fuerza, que es la imposición del proyectil, que sale por la boca del
cañon; pero también una de paz social, que tiende a solucionar los problemas
socioeconómicos de una zona y es tan ponderable como la otra”.( Gutman, 2010:
168).

En los caseríos que estaban en el medio del campo la acción del Ejército fue
un poco más allá. Decenas de familias que vivían al pie de los cerros fueron
levantadas de sus casas y trasladadas lejos de los lugares donde se presumía que
estaban los campamentos guerrilleros, con el objetivo de dificultar el trabajo de
masas de la Compañía de Monte y obligar a sus miembros a que se expusieran
más si querían continuar con la tarea.

Capítulo 5

13
Isabel Perón saluda a las tropas

Como parte de una serie de puestas en escena del poder estatal para ratificar
el control sobre ese territorio, el 28 de abril de 1975 la presidenta María Estela
Martínez de Perón realizó una sorpresiva visita a la provincia de Tucumán, para
hacer una inspección personal al operativo represivo que realizaba el Ejército
Argentino en Tucumán.

Acompañada por los ministros de Defensa, Adolfo Mario Savino, y de


Bienestar Social, José López Rega y por el Comandante General del Ejército,
Gral. Leandro Anaya, cerca del mediodía la presidenta llegó al aeropuerto
Benjamín Matienzo de la ciudad de San Miguel de Tucumán, donde fue recibida
por el general Acdel Vilas y otros oficiales de V Brigada de Infantería del Ejército.

La presidenta lució las insignias de comandante en jefe del Ejército y su


custodia no dejó que nadie que no fuera militar se le acercara. Fue una muestra
acabada de por dónde pasaba el verdadero poder en la provincia. Si alguien
esperaba que Isabel Perón ensayara una reprimenda al Ejército por los desbordes
en la represión en Tucumán, se equivocaba. Lo que se escuchó fue un discurso
mesiánico y exaltado, que debe haber dejado satisfecho a Vilas: “Si algún día,
como decía Perón, perdiéramos nuestra libertad individual, sería mejor que nos
muriésemos todos. Nadie sabe lo que pierde. Es como la madre a la que
solamente valoramos cuando la perdemos y cuando no la tenemos la lloramos.
Pero no debemos llorar lo que no supimos defender y no podemos ser un pueblo
de cobardes, cuando la anti patria quiere venir a destruirnos”. (Gutman, 2010:
168).

A lo largo de su discurso, según la crónica periodística de La Gaceta, en


varias oportunidades la presidenta fue aplaudida por el público presente y,
“cuando la jefa hacía uso de la palabra, una persona vivó al Ejército, a lo que la
señora de Perón respondió: ‘Yo diría viva la patria, porque es de todos los
argentinos’”. Cuando terminó de hablar, un grupo de militantes cantó la marcha
peronista. Ya en el edificio del Comando de Avanzada, Vilas hizo “un informe
detallado sobre la macha del operativo”, usando mapas de la zona sur de
14
Tucumán. Posteriormente, en el acto donde la declararon “huésped de honor”, el
intendente municipal Julio Saracho le expresó a María Estela Martínez de Perón
su satisfacción por la visita, destacando que era la primera vez que un presidente
de la Nación llegaba a Famaillá y agregó que los vecinos “se volcaron
masivamente para testimoniarle su adhesión y ratificarle que el pueblo y el Ejército
están unidos para conseguir el bienestar de la Nación”.

Con el apoyo del Poder Ejecutivo el general Vilas dio comienzo a un nuevo
plan táctico en 26 de abril de 1975. Conforme iba avanzando en su tarea, Vilas
adquiría por la fuerza más responsabilidades, y con ello mayor peso político dentro
de la provincia. “La tarea de Vilas, que luego completa y amplía Bussi, estaba
inspirada en la experiencia de Indochina: esto de primero el terror, luego crear
poblados, una escuelita, un hospital… Era una especie de `¿dicen que no
hacemos nada? Miren como se lo hacemos´ hubo mucho trabajo político sobre
esas obras, sobre todo en la limpieza que iban haciendo… Pero eso creo que
queda en la sociedad. Queda impregnado ese doble mensaje.” (Testimonio de
Ángel Gutiérrez, ex miembro del PRT en Getselteris, 2015: 299).

En los partes de guerra del ERP no hay mención alguna a enfrentamientos


o caídas en operaciones del Ejército durante junio. Sin embargo Vilas continuó
ofreciendo comunicados en los que señalaba acciones con bajas para la guerrilla.
Desde luego, esa constancia respondía a mostrar un Ejército exitosos en
operaciones contra la guerrilla, para demostrar que podían controlar la amenaza
subversiva.

Sostiene el coronel Eusebio G. González Bread que durante este período


se estableció un control muy satisfactorio sobre la ruta provincial 301 y sobre el
resto de las vías de acceso, al monte, destacándose las operaciones: Zafra Feliz
(control y censo de las personas que concurrían a la zafra) y San Miguel (acción
urbana para desbaratar la infraestructura logística del PRT-ERP). (González
Bread, 1999: 201). Todos ellos se complementarían con la operación “Péndulo”:
emboscadas y represión en las poblaciones aledañas al cerro.

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“En solo uno de los textos consultados aparecen enfrentamientos durante
junio. Es evidente su intencionalidad, pero sin embargo lo agregamos como
exponente de una forma de construir una historia a partir de datos falsos, ni
siquiera reflejados en otros partes o recopilatorios de esta historia. La prensa optó
por reflejar los que pasaba en Buenos Aires y silenciando las operaciones de
inteligencia del Ejército en la provincia”. (Getselteris, 2015: 313). Por su parte el
general Vilas continuó con su plan de Hostigamiento Progresivo. Casi el doble de
efectivos (4800), provenientes de dos regimientos comienzan a adentrarse en el
monte. Entre la población, se desarrollaron tareas vinculadas a la inteligencia,
reprimiendo de manera selectiva y progresiva, aunque con un considerable
incremento de los “daños colaterales”.

Evidentemente, esta visita de la presidenta no sólo consistió en una manera


de conocer el funcionamiento del operativo represivo ordenado al Ejército
Argentino meses atrás por un decreto presidencial. Por un lado, se trataba de una
manera de reafirmar la noción de que las autoridades gubernamentales, y la
presidenta en su carácter de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas,
supervisaban lo actuado por el Ejército y ejercían un dominio sobre ellas. Pero, por
el otro, también era una gran puesta en escena donde reafirmar la ficción de una
existencia de una única legalidad, de un único orden de derecho en el territorio
estatal. Era una de las estrategias para demostrar que el Estado ejercía un
dominio y control sobre ese ese territorio, donde la soberanía estatal había sido
disputada por la Compañía de Monte y donde la conflictividad social había
cuestionado el orden establecido.

Era evidente la simpatía que despertaba en algunos sectores políticos y


eclesiásticos la presencia de las Fuerzas Armadas al frente de, aunque más no
fuera, una provincia, para lo cual brindaban solidariamente todo el apoyo
disponible, tanto de manera pública como privada. En vistas de la realidad de ese
momento resultaba más conveniente apostar a un nuevo golpe. “Isabel Perón no
contaba con demasiados apoyos sinceros. En cuanto pudieron, corrieron a

16
cobijarse bajo las alas de quien parecía un seguro vencedor en términos de
fuerza”. (Getselteris, 2015: 353).

El resto de los mecanismos desplegados responden a condiciones que luego


se expresaron con toda su violencia a partir de 1976. Aún hoy se siguen adosando
todos los males al “Proceso de Reorganización Nacional”, que comenzara ese día,
descuidando lo que sucedía en el interior, y especialmente en Tucumán, bastante
antes de esa fecha.

Una cultura de Terror

“De las publicaciones del ERP brotaba un triunfalismo sin límites, un


optimismo extraviado que parecía prescindir de cualquier realidad que no fuera
agradable”. (Gutman, 2010: 183). Más allá del relato mesiánico y partidario por
parte del PRT-ERP sobre la experiencia de violencia política en el sur tucumano,
estas fuentes se vuelven centrales porque iluminan una parte del ejercicio del
poder represivo. Una de las estrategias del Ejército fue la de divulgar y
espectacularizar los hechos de represión. Buscaba afirmar su mensaje a través
del terror, esa exhibición dramatizada del poder de muerte cumple una función de
ejemplaridad por medio de la cual se refuerza su poder disciplinador. En este
sentido, Gutman considera que su poder está condicionado a una exhibición
pública y dramatizada de su capacidad de dominio físico y moral, cuya posibilidad
siempre latente es el aniquilamiento físico y moral del otro (Gutman, 2010: 212).
En este sentido, este tipo de violencia presenta una dimensión expresiva antes
que instrumental, cuyo fin es expresar el control absoluto de una voluntad sobre
otra, y del control legislador sobre un territorio y sobre el cuerpo del otro como
anexo de ese territorio: “También fueron llevados al monte cincuenta periodistas
de distintos lugares del país, con la misión de instalar que en Tucumán había una
guerra y exaltar la épica del Ejército en su lucha antiguerrillera” (2010: 215).

La revista Gente publicó una nota donde se reconstruía la experiencia en el


frente de batalla en el monte tucumano por parte de dos periodistas que
compartieron cinco días “en la guerra” en el campamento de la Unidad de
Combate Nº 9, “Fuerza de Tarea Ibatín”. Se trataba de un típico artículo de esta

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revista semanal, cuyo estilo se caracterizaba por un rico contenido gráfico y textos
escritos en primera persona, lo que permitía que el cronista reseñara sus
sensaciones personales: “Hasta hace poco en ésta tierra de paz con geografía
dura que desafiaba al hombre con la irreverencia de la naturaleza fuerte. Ahora es
un territorio en guerra, un paraje donde se pelea hombre a hombre. Donde sólo
hay un postulado: se vive o se muere”2.

El eje de la nota estaba centrado en los “detalles que nadie conoce sobre la
vida cotidiana de los soldados argentinos en combate”, “un mundo de sacrificio,
valor y lucha”. El monte tucumano, según este relato, era un territorio de riesgos
permanentes, donde el peligro estaba omnipresente y el enemigo, acechaba. A su
vez, no sólo era construido como un espacio de naturaleza indómita sino que
estaba plagado de “secretos”. En este sentido, los relatos sobre el “monte”
difundidos por los medios de comunicación construían ese espacio como un lugar
plagado de riesgos; los protagonistas, los soldados como representantes de una
lucha que libraba todo el pueblo argentino; el enemigo, un omnipresente, móvil y
peligroso, un “combatiente irregular” odiado y temido; un constante peligro de
muerte que no sólo los aterrorizaba sino que los volvía capaces de cualquier acto.
Pero, sobre todo, construían al monte tucumano como aquel espacio donde se
libraba una “batalla central” para ratificar la soberanía estatal.

La manera más clara posible para comprender la posición del Ejército es


revisando la opinión del general Cattaneo: “En la guerra convencional hay un
límite en donde de un lado está el enemigo y del otro usted con su tropa. En la
guerra de guerrillas, en cambio, está todo entremezclado e incluso mimetizado
con la población civil.(…) En cambio, en la guerra de guerrillas, uno convive con el
enemigo pero no sabe de antemano en dónde está” (Márquez, 2008: 148, Archivo
del autor). Siguiendo esta línea, podemos considerar que si el enemigo se
confunde con los civiles, la idea del enemigo interno, su represión implica un
control sobre el territorio y la población de forma total. La sociedad civil del sur
tucumano se convirtió así en víctima y espectadora del poder represivo y sus
puestas en escena. En especial las víctimas casuales (quienes no tenía militancia
2
Revista Gente, 1975

18
política, sindical, estudiantil o guerrillera) cumplían un papel importante para la
diseminación del terror: eran la prueba irrefutable de la arbitrariedad del sistema y
de su verdadera omnipotencia y volvían a la amenaza incierta y generalizada.
Además del objetivo político del exterminio de una fuerza de oposición, los
militares buscaban la demostración de un poder absoluto, capaz de decidir sobre
la vida y la muerte, de arraigar la certeza de que esta decisión es una función
legítima del poder.

“Más de veinte personas vinculadas al ERP murieron en San Miguel de


Tucumán y sus alrededores en los primeros días de septiembre en
enfrentamientos, según informó el comando del Operativo Independencia. ¿Estos
enfrentamientos existían o eran fraguados? No estamos en condiciones de
saberlo hoy, pero es probable que hubiera un poco de cada cosa”. (Gutman, 2010:
206) La divulgación de este tipo de crímenes pretendía ser un activo medio para la
elaboración cultural del terror, terror que se volvió una poderosa herramienta de
dominación y un medio fundamental para lograr el control masivo de la población.
Entonces, junto a la represión oculta, secreta y negada (que ocurría en los centros
clandestinos de detención), otra parte de esa represión se mostraba, se
espectacularizaba, se escenificaba.

Cambios en la Colimba

Como parte de esta estrategia para hacer una puesta en escena del dominio
militar sobre la conflictiva zona sur de Tucumán, a partir de febrero de 1975 las
FFAA movilizaron miles y miles de soldados conscriptos de todas partes del país
al “teatro de operaciones” del Operativo Independencia. Especialmente de la V
Brigada de Infantería del Ejército, es decir, tropa proveniente de las guarniciones
de Tucumán, Salta y Jujuy.

Desde un inicio del operativo represivo, la figura de los soldados conscriptos


combatientes fue continuamente exaltada por las autoridades militares a cargo del
operativo represivo en arengas y discursos pronunciados durante actos militares y
fechas patrias, así como ante los medios de comunicación y en las revistas
militares. Por ejemplo, en el tercer comunicado publicado en la prensa tucumana

19
desde el inicio del operativo, Acdel Vilas destacaba “la entereza y decisión con
que los soldados argentinos empuñan las armas o las herramientas de trabajo en
cumplimiento de la misión impuesta como consecuencia de las disposiciones del
Poder Ejecutivo Nacional. Entereza y decisión al servicio de la Patria, que honra a
las madres argentinas que entregan sus hijos al servicio de la Nación”. En esta
misma línea, frente a la incorporación de los soldados de la Clase 1954, este
tópico fue retomado por el Comandante General del Ejército, Gral. Leandro
Anaya.

“Los conscriptos fueron las otras víctimas del sistema: los soldados que
presentaban servicio militar en el Ejército. Debemos tener presente que estos
jóvenes, que en su mayoría contaban con dieciocho años, no pudieron ejercer su
derecho a elección y mucho menos opinar o declinar sus conductas”.(Testimonio
de un ex conscripto en Gutman, 2010: 204). Como ya se ha señalado antes,
durante la visita de periodistas nacionales al “teatro de operaciones”, se fue
puliendo el relato oficial sobre el Operativo Independencia y los soldados
conscriptos fueron construidos ante los medios de comunicación como el símbolo
de una lucha que libraba todo el pueblo argentino a través de la “entrega” de sus
hijos varones que cumplían con el servicio militar obligatorio.

Como se puede ver el monte tucumano también fue construido como el


“teatro” donde miles de soldados, oficiales y suboficiales ofrendarían su vida para
“salvaguardar la seguridad de la Nación”. En este sentido, el inicio del Operativo
Independencia había representado una alteración en la lógica de funcionamiento
del servicio militar obligatorio. Desde la creación del servicio militar, a principios
del Siglo XX, los soldados recibían instrucción militar para estar preparados para
“defender a la patria” en caso de un enfrentamiento bélico con otro país. Sin
embargo, el comienzo de este Operativo represivo representó un cambio
sustancial en la experiencia de los soldados conscriptos: a partir de febrero de
1975, podían ser enviados a un “teatro de operaciones” bélico donde la posibilidad
de morir y matar era real y concreta. Como veremos, esto supuso una serie de
continuidades y rupturas en la lógica de funcionamiento del servicio militar

20
obligatorio, es decir, las prácticas, relaciones, sentidos y valores que lo
organizaban.

En dicha línea, las autoridades militares imaginaron un nuevo rol para los
conscriptos y configuraron un modelo de soldado legítimo: aquel que no sólo
combatía activamente en la denominada “lucha contra la subversión” sino que
estaba también dispuesto a “dar su vida”. Con este fin, consideramos fértil pensar
el “sacrificio” como un valor moral que ha ocupado un lugar central para orientar y
condicionar a los soldados conscriptos en la llamada “lucha contra la subversión”.

El 4 de septiembre de 1975 luego de un enfrentamiento con la guerrilla, el


teniente Rodolfo Berdina y el soldado Ismael Maldonado murieron en combate.
Los medios difundieron es esos días la carta que el jefe directo de Berdina le envió
a la familia. “Dios quiera – dice un párrafo – que el país perciba su sacrificio. A
ustedes, padres y hermanos de éste héroe, les digo: su temprana muerte en
combate embellece toda su breve vida y eleva su apellido al nivel de los elegidos
de la Patria. Nosotros, aquí, trataremos de ser dignos del ejemplo que nos marca
Rodolfo Berdina.” (Gutman, 2010: 202). Éste será uno de los tantos ejemplos de
entrega que se esperaba por parte de los soldados como también de la sociedad
civil, la exaltación de los valores de “sacrificio” y “valentía” frente a la “cobardía” de
la subversión.

A mediados de 1976, en sus dos primeras páginas la revista El Soldado


Argentino publicaba dos mensajes dirigidos a los conscriptos: del lado izquierdo,
uno titulado “Carta de una madre”; del derecho, el discurso del Comandante en
Jefe del III Cuerpo de Ejército con motivo de la despedida de los conscriptos de la
clase 1954 y la incorporación de los de la clase 1955. En el primer caso, se trataba
de una carta escrita por la madre de un soldado que estaba cumpliendo con el
servicio militar obligatorio. Sin embargo, podemos ver que, en este contexto de
violencia política, el paso por la conscripción implicaba nuevos riesgos y peligros:

“Querido hijo:

21
A pesar de que no hace mucho tiempo que te fuiste al servicio militar, a mí me
parecen años, por lo mucho que te extraño. Por suerte, por la foto que me enviaste,
veo que están muy bien y todo el aspecto de un aguerrido soldado.

Hijo, aquí sabemos que no te encuentras libre de riesgos y que la trampa que
atenta contra tí, puede sorprenderte en cualquier recodo del camino. Pero aun así,
creemos que sin esa cuota de sacrificio, muy poco será lo que podamos esperar
para el futuro de la Patria. Creemos que lo que tu haces, aunque parezca
insignificante, tiene un inmenso valor y entonces aquí, en tu modesta casa, nos
sentimos orgullosos de ti. Porque gracias a ti, hijo, gracias a ti, soldado, podemos
seguir viviendo en paz, trabajando, respirando aire de libertad y eligiendo nuestro
destino, según nuestras propias creencias.

Eso me llena de alegría y además, como creo en Dios, estoy tranquila pues sé que
El te dará protección, como la dará también, por qué no, a todos los argentinos,
para que en paz y comprensión se construya el país que hoy te toca a ti defender.

Te besa con amor,

Tu madre”.3

Escrita de una forma en que se impone la emotividad y los sentimientos, nos


muestra que la obligatoriedad del valor moral del “sacrificio” no se sostenía
solamente en la razón sino también en elementos emocionales y morales. En este
sentido, con la publicación de esta carta, también las autoridades militares
buscaban no sólo el sacrificio de la propia vida, como el valor moral que debía
guiar la praxis de los soldados conscriptos; sino también dotarlos de fuerza moral
y emocional. Según la carta, debido a que todo el país estaba en peligro, su
salvaguarda requería el sacrificio de los “mejores hijos”.

A su vez, Menéndez les brindaba un saludo de bienvenida a los soldados de la


clase 1955, a quienes se convocaba a ser protagonistas activos en la
normalización de la Nación: “Vuestro Comandante en Jefe está seguro y
convencido de que, con la ayuda de Dios nuestro Señor, la misión será cumplida y
de que habréis de hacer honor a la tradición del soldado argentino, entregando si

3
Revista El Soldado Argentino en Getselteris, 2015: 473.

22
fuera necesario, hasta la última gota de sangre por la felicidad y grandeza de la
Patria”. (Getselteris, 2015: 473).

Los dos textos funcionaban creando un potente juego de oposiciones


complementarias entre sí: la informalidad de una carta escrita a mano por una
madre en contraste con el discurso institucional de un General del Ejército; el
ámbito familiar (una casa en una localidad de la provincia de Mendoza) frente al
espacio público e institucional (un cuartel militar); el tono maternal, afectivo y
comprensivo en oposición con el tono paternal, rígido y severo; la referencia a un
hijo concreto y el saludo/despedida a todos los soldados pertenecientes a una
clase militar. Tomados en conjunto operaban como un mensaje moralizante
destinado a los soldados. Se representaba a los conscriptos como miembros de
una comunidad (la Nación), que trascendía todas las diferencias y suponía la
identificación de sus miembros en una misma lucha. Al mismo tiempo, se
individualizaba a los jóvenes varones como los “mejores hijos”, cuya pertenencia a
la Nación exigía la “lealtad” primera y, sobre todo, disposición al “sacrificio”.

En la combinación de la carta de una madre y el discurso del General se


vislumbraba el modelo de la familia tradicional que caracterizó el discurso de la
última dictadura. Este discurso que describía deberes y obligaciones y se volvía
una muy potente para exigir a los soldados (considerados como “hijos”) la ofrenda
de la propia vida. En este sentido, al concebir las relaciones políticas entre el
Estado y los ciudadanos como vínculos familiares, los derechos y deberes eran
reemplazados por la obediencia filial. De esta manera, se apelaba a una metáfora
apta para exigir solidaridad, generosidad, abnegación y, sobre todo, “sacrificio”.

“Es irónico que, para el ERP, esos mismos conscriptos fueran el “talón de
Aquiles” del Ejército. “Los soldados argentinos constituyen una tropa obrera y
popular, donde puede germinar la semilla de la revolución y el socialismo”.
(Gutman, 2010: 202). Los guerrilleros les pedían a los soldados “que no sean
carne de cañón de la oficialidad asesina” y los invitaban a “que se rindan sin
resistencia, ya que serán tratados como verdaderos compañeros”. Incluso la

23
Compañía del Monte se las arreglaba para hacer llegar a los cuarteles militares en
Tucumán panfletos que convocaban a los soldados a desertar y a unirse a ellos.

“Yo he encontrado – me dijo un oficial de inteligencia del Ejército – los


panfletos del ERP que decían: soldado, rebélense contra la oficialidad asesina”.
Dígame, ¿qué sabe el soldado del norte argentino del capitalismo y el socialismo?
Estaban en pedo con esos panfletos. Veían muy mal la realidad”. (Gutman, 2010:
202).

Como podemos observar, el “teatro de operaciones” del Operativo


Independencia se había vuelto un espacio de activa producción, circulación y
recepción de rumores, mensajes y otras narrativas por parte del personal militar y
de los soldados conscriptos movilizados, de la Compañía de Monte y sus
miembros y de los pobladores de la zona sur tucumana. Frente a este tipo de
relatos publicados en la prensa partidaria del PRT-ERP, las Fuerzas Armadas
parecían librar una batalla por imponer su relato sobre el operativo represivo,
apelando también a la producción y puesta en circulación de rumores, mitos y
otras narrativas sobre la guerrilla rural. De esta manera, buscaban impugnar todo
relato que cuestionara la versión oficial del Ejército Argentino sobre la marcha del
Operativo Independencia.

Aunque, permanentemente aparece el relato oficial con el que las Fuerzas


Armadas los interpelaron durante su paso por la conscripción, apropiándose de
algunos de sus sentidos, mientras impugnan o resisten otros. En este sentido, la
versión oficial sobre la peligrosidad de la guerrilla rural era aceptada por algunos
soldados más receptivos a la narrativa militar y rechazadas por otros más
escépticos, en función de trayectorias previas al ingreso al servicio militar,
mediante su experiencia directa en la “zona de operaciones” del sur tucumano, o
gracias al acceso a fuentes de información alternativas a las del Ejército Argentino.

Capítulo 6

24
La Navidad de Videla

La comandancia general de Jorge R. Videla durante el gobierno de Isabel


Perón se desarrolló a lo largo de casi siete meses, desde los últimos días de
agosto de 1975 hasta el 24 de marzo de 1976, cuando las Fuerzas Armadas se
hicieron cargo del poder a través de un golpe de Estado.

Políticamente fue un período crítico, donde el gobierno peronista, ya sin la


influencia directa de López Rega, fue perdiendo gradualmente su capacidad de
ejercer el poder. Los cambios en el gabinete eran de forma mensual, mientras la
opinión general veía con descreimiento la situación de desórdenes y con
preocupación las dificultades económicas crecientes.

“El proyecto de Videla como comandante general tenía como idea-fuerza la


cohesión militar, considerándola como el prerrequisito indispensable para que el
Ejército cumpliera adecuadamente el rol político que la evolución de la situación
nacional le imponía, signado por una participación creciente en la lucha contra la
subversión”. (Fraga, 1988: 239). En septiembre, a los pocos días de asumir el
Comando General, Videla visita la zona de operaciones de Tucumán. Realiza
declaraciones públicas en las cuales señala la necesidad de librar una “lucha total
contra la subversión”. Sin embargo la visita más significativa de Videla a Tucumán
se dará en diciembre de ese mismo año.

En el marco de esta lucha por imponer una versión oficial sobre la marcha del
Operativo Independencia, el 23 de diciembre, en la víspera de Nochebuena, las
Fuerzas Armadas estrenaron en todos los canales de aire un corto
cinematográfico de cuatro minutos de duración; su difusión coincidió con el ataque
al Arsenal de Monte Chingolo por parte del PRT-ERP.

Para el diario La Opinión, el mensaje era claro y contundente: “la violencia


existe, y la guerra ya no es una referencia exótica, imputable al Sinaí, a Vietnam o
al África”. Según ese diario, se equivocaban quienes pensaban que los militares
eran los únicos encargados de resolver un “problema puramente militar”: “ningún
argentino vive en la zona no afectada, porque la lucha trepida más acá de las

25
trincheras y emboscadas. Así, por primera vez, el compromiso de la guerra se
generaliza difuminando la indiferencia”.

En ese sentido, construían la figura del soldado conscripto (y además “padre


de familia”) que debía pasar la Navidad alejado de su familia, debido a que había
sido destinado al “frente, en la línea de fuego o en la trinchera” en pleno monte
tucumano. Esta figura se volvía paradigmática a la hora de mostrar que todo el
pueblo –y no sólo sus Fuerzas Armadas- libraban la batalla contra la llamada
“subversión”.

El Comandante en Jefe del Ejército decidió pasar Nochebuena junto a los


soldados, suboficiales y oficiales destinados al Operativo Independencia. Desde
ahí, emitió un mensaje a todo el país en el cual enarboló las tareas realizadas en
la lucha contra la guerrilla. La revista Gente publicó un artículo sobre esta visita
donde el periodista destacaba que se trataba de la primera vez durante el siglo XX
que el Ejército Argentino estaba “en guerra”, aunque se trataba de una guerra no
convencional: “Es una guerra donde el enemigo está escondido, agazapado en la
sombra, diseminado por todo el país, esperando atacar por sorpresa objetivos
militares o civiles. Aun en las guerras más encarnizadas del mundo, los bandos en
lucha suelen pactar una tregua para navidad. (…) Por eso, como un símbolo, el
Gral. Videla está junto a su hombres esta noche en el frente de Tucumán”.

En ese contexto, el relato periodístico de la revista Gente mostraba que la


rutina bélica se mezclaba con los ánimos: “Nadie olvida que hoy es Nochebuena.
Pero tampoco nadie olvida que están en un frente de batalla”. Sin embargo, el
autor aclaraba que, pese a que todos extrañaban a sus parientes, cada uno sentía
que cumplía un rol central: defender el “derecho a la paz” no sólo de su propia
familia sino todas las familias argentinas.

“El 25 de diciembre Videla dirige un saludo al Ejército desde Tucumán. Su


tono es admonitorio para el gobierno y se hace inocultable la completa autonomía
castrense respecto al poder político. Hubo quienes percibieron una especie de
“ultimátum” del Ejército al Gobierno”. (Fraga, 1988: 240). Su mensaje en Famaillá
pareció el anuncio de que el Ejército ya estaba listo para asumir el gobierno, una

26
decisión que, por más que se intentara demostrar lo contrario, no tenía anda que
ver con el problema guerrillero, que se encontraba totalmente terminado.

El mensaje que Videla envió al país por radio y televisión estuvo previamente
musicalizado con el tema titulado “Carta a mi pequeña hija” 4. Canción
especialmente creada para el Operativo Independencia con el fin de narrar la vida
del soldado en el monte de una forma emotiva y sensible: “Hoy la Patria me llama,
pequeña, / para hacerte una tierra mejor,/ sin piratas de rojas banderas,/ y
hombres que odian por no tener Dios./ Tengo espada; por vos y por todos,/ voy al
monte de mi Tucumán./ Canto y lucho alegrías muy tiernas, / aunque estalle de
rabia el fusil./ Navidad en la selva, pequeña,/ y un fogón compañero, recuerdan,/
las familias lejanas, muy cerca,/y un aliento de pueblo hasta el fin.”

Capítulo 7
4
(Getselteris, 2015: 374) El tema puede encontrarse en internet, https://www.youtube.com/watch?
v=jdZx2dOm2Rg

27
Conclusiones

Acdel Vilas llevó un diario de las operaciones militares que comandó desde
Tucumán y Bahía Blanca. Con ese material, en 1977 escribió en Bahía Blanca un
libro dedicado principalmente a relatar su accionar en el Operativo Independencia
(enero a diciembre de 1975). Vilas jamás llegó a publicar el libro porque el
Comando en Jefe del Ejército lo prohibió en 1977, debido a que contenía datos y
afirmaciones que significaban una confesión de haber cometido delitos.

Vilas admitía y justificaba “la implementación de los secuestros ya que: ‘Si el


procedimiento de detención se hubiera realizado vistiendo uniforme, entonces no
había más remedio que entregarlo a la justicia para que en pocas horas saliese en
libertad; pero si la operación se realizaba con oficiales vestidos de civil y en
coches ‘operativos’, como lo ordené ni bien me di cuenta de lo que era la justicia y
la partidocracia, la cosa cambiaba’” (En: Getselteris, 2015: 340).

Acdel Vilas contradice la versión oficial de la centralidad que tenía el monte


tucumano en la estrategia represiva de las Fuerzas Armadas. En este “diario de
campaña”, sostenía que el “verdadero meollo del problema” estaba en la ciudad
de San Miguel de Tucumán y no el monte. Cabe preguntarse ¿por qué el monte
tucumano fue construido como el centro de la estrategia represiva si, para el
Comandante de la V Brigada, el “foco de infección marxista” estaba en la ciudad
de San Miguel de Tucumán?.

Como se dijo antes, las Fuerzas Armadas desplegaron una serie de puestas
en escena de una guerra no convencional. Gracias a esa operación, se construía
la legitimidad del Operativo y se inculcaban determinados valores morales
(“sacrificio”, “compañerismo” y “heroísmo”). Ello así debido a que la provincia de
Tucumán adquiría un fuerte contenido simbólico: el Ejército Argentino reconocía
que era un espacio para dramatizar el “sepulcro” de la “subversión”.

No es casual que a seis meses del inicio de la dictadura, cuando se escenificó


la victoria contra la guerrilla rural tucumana, Videla y su comitiva inauguraron el
pueblo “Teniente Rodolfo Berdina”, el primero de los cuatro pueblos construidos

28
que llevarían los nombres del personal militar que había “sacrificado” su vida en el
Operativo Independencia. A su vez, estos cuatro pueblos cumplían con el objetivo
de recordar a los caídos como también narrar sobre lo acontecido durante el
Operativo Independencia

Las autoridades militares buscaban construir una memoria del Operativo


Independencia y multiplicarla gracias a los medios masivos de comunicación.
Según este relato, el monte tucumano se había convertido en aquel escenario
donde el pueblo argentino y sus Fuerzas Armadas habían realizado los máximos
“sacrificios” en aras de salvaguardar una Nación amenazada. Pero, a su vez, esas
víctimas obligaban a sus compañeros de armas a estar dispuestos a ellos también
dar su vida.

Al fundar este “teatro de operaciones” e instaurar un estado de excepción, se


generaron las condiciones para el despliegue de prácticas represivas ilegales y
violatorias de los derechos no sólo del enemigo, sino también de los soldados y de
los pobladores del sur tucumano.

Hasta la fecha no se ha encontrado ningún documento oficial que ponga fin al


Operativo Independencia. Si bien han pasado más de treinta años desde la
finalización de la intervención militar en Tucumán, legalmente no se ha extinguido
el decreto del 5 de febrero de 1975. La trascendencia del Operativo es
inimaginable. No sólo en términos de pérdidas materiales y humanas, sino, aún
más, en la conformación de una forma de entender la realidad.

Centros clandestinos de detención, robos de niños, violaciones, asesinatos,


secuestros, robos, son algunos de los elementos que no encajan con una “guerra”
justa como pretenden los militares. De hecho, quienes participaron de esta
experiencia no enjuician por los caídos en combate, sino por los asesinados y
torturados.

Cuándo comenzó el terrorismo de Estado es una pregunta muy difícil de


responder. A simple vista, uno podría decir “el 24 de marzo de 1976, cuando los
militares dieron el golpe que puso fin al gobierno de Isabel” pero lo cierto es que

29
no es así. El terrorismo de Estado tiene, en Argentina, una continuidad clara entre
gobierno democrático y de facto, y no se puede fijar solo una fecha de manera
concluyente. Incluso la continuidad de sus actores en el inicio de la democracia.

Finalizados los años 80, Bussi fundó un pequeño partido, Fuerza Republicana,
y en 1989 fue elegido diputado nacional. En 1993 resultó reelecto como diputado;
su mayor logro electoral se dio el 2 de julio de 1995, cuando el voto popular lo
consagró gobernador de la provincia. ¿Por qué la población votó repetidas veces a
un ex militar acusado de violaciones a los derechos humanos? Quizá por varios
motivos, tal vez el más importante sea que la construcción del relato militar haya
sido efectiva a la hora de interpelar a la ciudadanía. El ideario que comenzó con el
Operativo Independencia caló hondo en colectivo, las imágenes del Ejército
triunfante, la idea de que Tucumán sea el “sepulcro de la subversión”. Lo cierto es
que aún hoy en día términos como “subversivo” o “extremista” (vocabulario militar
de los sesenta y setenta) se siguen utilizando ya que aquella fundación del “teatro
de operaciones” sigue sustentando la idea en Tucumán, como en otras provincias,
de la Teoría de los dos demonios. Lo que provoca que aún hoy se reivindique la
tortura, los secuestros y las desapariciones por partes de ciertos sectores de la
población.

Para finalizar cabe destacar como se modificó al servicio militar obligatorio, ya


que a partir del Operativo el soldado era un sujeto capaz de matar y morir por su
país. Al contrario de años anteriores, ahora el hecho de hacer la colimba implicaba
el riesgo de enfrentarse a la guerrilla. Hay ciertas similitudes entre lo que sucedió
con los conscriptos del Operativo Independencia con los ex combatientes de
Malvinas: En ambos casos se llevó a población civil sin experiencia a un combate
armado y en ambos casos se exalto la figura del soldado por sobre la del militar de
carrera para justificar lo realizado.

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Bibliografía:

 Carnovale, Vera. Los Combatientes. Historia del PRT-ERP. Buenos Aires,


Siglo XXI Editores, 2011.
 Fraga, Rosendo. Ejército: del escarnio al poder. Buenos Aires, Planeta,
1988.

 Getselteris, Gonzalo. Desde el monte. La compañía del Monte vencerá.


Buenos Aires, Nuestra América, 2015.

 González Bread, Eusebio. La guerrilla en Tucumán. Buenos Aires, Círculo


Militar, 1999.

 Gutman, Daniel. Sangre en el monte. Buenos Aires, Sudamericana, 2010.

 Márquez, Nicolás. El Vietnam argentino. Buenos Aires. Edición de autor,


2008.

 Mattini, Luis. Hombres y mujeres del PRT-ERP: de Tucumán a la Tablada.


Buenos Aires, De la campana, 1990.

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