Krause (2007) 245-258 PDF
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Resumen
Ante este hecho, vale preguntarse, sin embargo: ¿son las comunidades las que están en
extinción, o es nuestro concepto de comunidad el que se está transformando en anacrónico,
ante nuevas formas de comunidad de las que no es capaz de dar cuenta teóricamente?
Es ésta la discusión que desarrollaré en el presente trabajo, buscando la reflexión
crítica del concepto mismo y presentando una propuesta alternativa, más apropiada para
el nuevo milenio.
Pregunta preliminar: La vida en comunidad ¿Es una necesidad humana esencial?
Las Ciencias Sociales sostienen que sí lo es, o al menos lo es el grupo humano, la
relación con otros. Es más, el ser humano sólo puede ser comprendido como ser
social. Como señala Amalio Blanco (1993), citando a Carlo Sganzini, «el individuo
aisladamente considerado es una pura abstracción» (p. 12).
Además de esta noción teórica del ser humano como ser social, se ha apelado a la
evidencia empírica acerca de los efectos negativos que la desintegración social (en el
sentido de la ruptura de agrupaciones sociales tradicionales y la consecuente
individualización) tiene sobre la salud mental, para apoyar la necesidad de vida en
comunidad. Alipio SánchezVidal (1988) destaca, en este sentido, la presencia de trastornos
depresivos y ansiosos, los cuales atribuye a la anomia, soledad y desarraigo. También en
mi propio país, Chile, los estudios epidemiológicos muestran el aumento de la ansiedad
y la depresión a nivel poblacional (Ministerio de Salud, 1999).
Detrás de esta realidad epidemiológica estaría el «hambre de comunidad» (Yankelovich,
1981, citado en Sánchez Vidal, 1996), «de sentir solidaridad y pertenencia, integración,
influencia y conexión emocional». Una respuesta a esta necesidad sería la proliferación de
sectas y agrupaciones de todo tipo (Sánchez Vidal, 1988).También el aumento de los grupos
de autoayuda señala esta dirección. Con relación a estos, existe evidencia empírica que muestra
una relación entre redes sociales y participación en grupos de autoayuda, en el sentido de que
el empobrecimiento de las redes sociales es uno de los elementos motivantes de la
participación personal en este tipo de grupos (Krause Jacob, 1997).
Sin embargo, una cosa es reconocer el vínculo con otros como necesidad humana
básica y otra, muy diferente, es definir las características que debiera tener este vínculo.
Con ello estamos ante el primero de los ejes de discusión que resultan relevantes a la
hora de construir un concepto de comunidad, el cual desarrollaré a continuación.
agregados humanos que no cumplen con dicho estado.Y como con cierta frecuencia trabajamos,
justamente, con comunidades problemáticas, es decir, que están lejos de su estado ideal,
estamos trabajando más con «no-comunidades» que con comunidades.
La inclusión del «estado ideal» en la definición de comunidad tiene raíces históricas
antiguas. De hecho, Tönnies (1979), en su publicación originaria de 1887, hace la
distinción entre comunidad y asociación (Gemeinshchaft und Gessellschfat). Define la
primera en función de características «ideales», tales como trabajo en común, apoyo
social, participación, consenso, cooperación, vida colectiva y sentimiento de fraternidad,
entre otros, incluyendo la posesión y el goce de bienes comunes y el placer mutuo. En
cambio, en la segunda, la asociación, no existiría tal unidad entre las personas, primaría
el goce y la posesión individual, la competencia y el intercambio.
También en Emile Durkheim (1898, 1964), a propósito de la solidaridad, y en Max
Weber (1964), existe esta idea de comunidad como unión de intereses, que conlleva
cooperación y solidaridad.Weber, quien enfatiza la dimensión subjetiva del concepto, mantiene
la dicotomía entre comunidad y asociación, relacionando el sentimiento subjetivo de
pertenencia, el compromiso con el otro, la camaradería y el afecto con la primera y el interés
motivado racionalmente, en relación a una finalidad, con la segunda. En la definición «ideal»
de comunidad están también presentes: «la amistad, la lealtad, el amor, la gratitud, la confianza»
como señala Blanco (1993, p. 13), criticando esta acepción del concepto como «nostálgica».
Muchos psicólogos comunitarios contemporáneos continúan incluyendo este
componente «ideal» en su definición de comunidad, así como también en la del sentido de
comunidad, su expresión subjetiva principal. Así, por ejemplo, McMillan & Chavis (1986)
definen este último como sensación o sentimiento de pertenencia, de seguridad,
interdependencia y confianza mutua, incluyendo el compromiso de satisfacción de las
necesidades entre los miembros de una comunidad.También las definiciones de comunidad
de la vida cotidiana, es decir, las de los propios integrantes de las comunidades, resultan ser
del tipo «ideal».Así, por ejemplo, una de las entrevistadas del estudio de EstherWiesenfeld
(1994) responde a la pregunta «qué es para ti la comunidad» lo siguiente: «Es oír a los
niños correr, es sentir las voces conocidas, es sentirte segura en tu terreno, es sentir que
caminas sin miedo, que conoces a todo el que te mira que va por ahí (...). Segura de que si
yo grito me van a ayudar, segura, plenamente segura» (Wiesenfeld, 1994, p. 89).
El problema con las definiciones que incluyen este componente de valoración de
lo que sería una comunidad ideal es que pierden su utilidad como herramienta teórica
para delimitar nuestro objeto de estudio e intervención, el cual, con frecuencia, dista de
tal estado ideal. Por ejemplo, si trabajamos en una comunidad caracterizada por
desintegración social y temor, este tipo de definición no nos permite sostener que se
trata de una «intervención en comunidad»
El punto es que, como de todos modos trabajamos cotidianamente con este tipo
de comunidades «no ideales», debemos aceptar que: o bien estamos construyendo
comunidades donde no las hay, o bien requerimos de una definición menos exigente, en
la cual tengan cabida también las comunidades que se encuentran en un «estado
imperfecto» (que son sin duda la mayoría).
248 TRAYECTORIA DE LA PSICOLOGÍA COMUNITARIA EN CHILE
McMillan y Chavis (1986), por su parte, distinguen cinco componentes del sentido
de comunidad: membresía (incluyendo seguridad emocional, pertenencia e identificación,
inversión personal en términos de aporte y un sistema de símbolos compartidos); influencia
bidireccional, que implica participación; integración y satisfacción de necesidades, tanto
personales como colectivas; y conexión emocional compartida, que tiene que ver con la
frecuencia y calidad de la interacción y la historia compartida.
Resulta evidente, por una parte, que la noción de sentido de comunidad combina
elementos conceptuales con otros afectivos y valóricos y, por otra, que parece no distinguirse
muy nítidamente del concepto de comunidad. De hecho, existe una superposición entre
las definiciones de comunidad y los componentes del sentido de comunidad.
Propongo, entonces, una distinción similar a la señalada en relación con el concepto
de comunidad, es decir, la distinción entre elementos definitorios e ideales. Muchos de
los elementos subjetivos que aporta el concepto de sentido de comunidad me parecen,
de hecho, necesarios para una definición teórica de comunidad: por ejemplo, la
pertenencia, la interdependencia, los símbolos compartidos; y los retomaré más adelante.
Otros, en tanto, como la satisfacción de necesidades, la seguridad emocional y confianza
y el apoyo mutuo, me parecen más pertinentes para una definición de «meta ideal» que
para un punto de partida teórico.
Tabla 1:
Elementos del concepto de comunidad y sus significados
252 TRAYECTORIA DE LA PSICOLOGÍA COMUNITARIA EN CHILE
Pertenencia
Interrelación
Cultura común
físico cuente con espacios privados, semipúblicos y públicos (Wiesenfeld, 1994). Aquí
se incluye, además, la infraestructura necesaria para una satisfacción apropiada de las
necesidades básicas.
Tomando alguno de los aportes más antiguos al concepto de comunidad, podemos
incluir aquí también la posesión (y el goce) de bienes comunes (Tönnies, 1979).
Por último, también es de relevancia la inserción de una comunidad en el ambiente
externo, que en éste existan los medios para su satisfacción de necesidades y que sean
accesibles. Me refiero, por ejemplo, a que una comunidad de residentes tenga la
posibilidad de hacer uso del sistema de asistencia sanitaria, porque éste está efectivamente
a su disposición (Sánchez Vidal, 1996). Aquí se incluyen, además, los medios económicos
y otro tipo de recursos materiales necesarios para una vida saludable.
En cuanto a la esfera representacional, que incluye aspectos tanto cognitivos como afectivos,
destaca no sólo el sentirse perteneciente a una comunidad (McMillan & Chavis, 1986;
Sánchez Vidal, 1996), sino el ser una persona de valor, significativa (Sarason, 1974) para
ella. En este sentido, la pertenencia es un sentimiento de integración social (Yankelovich,
1981, citado en SánchezVidal, 1996; SánchezVidal, 1996).También se destacan la conexión
y la seguridad emocional (Wiesenfeld, 1994; McMillan, 1976), el consenso y el sentimiento
de fraternidad y el placer mutuos (Tönnies, 1979). En el plano afectivo se mencionan,
asimismo, la amistad, la lealtad, el amor, la gratitud y la confianza (Blanco, 1993).
Por último, se destaca la importancia de tener y mantener una historia común
(Wiesenfeld, 1994).
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258 TRAYECTORIA DE LA PSICOLOGÍA COMUNITARIA EN CHILE
Nota
2. De hecho, Sánchez Vidal (1996) sostiene que “esa destrucción sería un problema
capital de las sociedades industriales contemporáneas y su reconstrucción la clave
del desarrollo de la PC” (p.45).