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Arqueología I | Carla Trincado Rodríguez

5. EL MEDIEVO Y EL
RENACIMIENTO
1. El paradigma medieval del historiador
En la Europa Medieval, los túmulos y los monumentos megalíticos eran objeto de interés local, y en
ocasiones los clérigos hacían recopilaciones de los cuentos populares que a ellos se referían. Pocos de
estos monumentos escaparon al saqueo realizado por señores o siervos con el convencimiento de que
había tesoros (en Inglaterra), en España es el el XVII (D. Pedro Vázquez
de Orxás obtuvo el derecho de excavar las mámoas para obtener sus
riquezas).

Las edificaciones antiguas también se violaban con el objetivo de obtener


material de construcción, reliquias sagradas y tesoros. Se creía que las
únicas noticias sobre tiempos pasados estaban contenidas
exclusivamente en la Biblia, en los libros de la antigüedad grecorromana
que habían sobrevivido, y en los registros históricos que incorporaban
tradiciones de épocas más oscuras. Esta visión cristiana sobre el pasado
que existía en la Edad Media ha influido en la interpretación de los datos
arqueológicos hasta el presente.

Este enfoque se puede resumir en 6 puntos:

1. Se creía que el mundo tenía origen sobrenatural y relativamente reciente y


probablemente no durase más que unos pocos miles de años más. En el siglo
XVII el arzobispo James Ussher (1581-1656) calculó en el 4004 a.C. (obra: Los
anales del mundo), Clemente VIII en el 5199 a.C.

2. El mundo físico se hallaba en un avanzado estado de degeneración y los cambios


naturales eran dignos de la decadencia de la creación divina original.

3. La humanidad fue creada por Dios, se pensaba, en el Jardín del Edén, situado en el Próximo
Oriente. Expulsados de allí se extendieron por el mundo y sufrieron el diluvio de Noé. En la
segunda diáspora se habría producido la diferenciación de lenguas impuesta por Dios tras su
presunción de haber construido la Torre de Babel. Siempre se intentó buscar un vínculo entre
Europa y el Próximo Oriente.

4. Se considera como algo natural que el modelo establecido de conducta humana degenerase.

5. La historia del mundo se interpreta como una sucesión de eventos únicos. Entre las intervenciones
periódicas de Dios, los asuntos humanos continúan su curso de forma estática o cíclica.

6. Los eruditos medievales eran menos conscientes de los cambios históricos


en la cultura material que los griegos o los romanos. Unos
cuantos papas o emperadores, como Carlomagno (742-814) y
Federico I Barbarroja (1122-1190), coleccionaron monedas y
gemas antiguas, reutilizaron elementos de la arquitectura
romana o imitaron su escultura. Pero en general no se era
consciente de una manera explícita de que en los tiempos
bíblicos o clásicos se llevaban ropas o se construían casas
significativamente diferentes a las medievales. Cuando se
descubrían estatuas de deidades paganas, eran
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frecuentemente destruidas o mutiladas ya que se consideraban indecentes u objetos de adoración


del demonio. Casi universalmente se veían los tiempos bíblicos como algo cultural, social e
intelectualmente idéntico a los de la Europa medieval.

En la Edad Media se abrió la veda a la caza de tesoros en los reinos


europeos y en el Imperio bizantino, aunque sin intencionalidad académica.
Destaca la actitud de rapiña organizada por pontífices como por ejemplo
Silvestre II (999-1003), de quien la leyenda negra aseguraba que había
cavado un hoyo en persona en el sitio donde apuntaba el índice de una
estatua clásica.

Pero el detonante de un sinnúmero de 'labores arqueológicas' fue la fe. Se


relacionan con el traslado de reliquias de mártires y santos a basílicas, a
partir del s. VII, primero por el riesgo que corría de ser profanadas y
segundo, porque el acceso a las necrópolis y a las inestables catacumbas
resultaba cada vez más complicado de tal modo que su derrumbe las
sepultaría para siempre.

Los estudiosos medievales eran capaces de identificar los vestigios del


pasado clásico y de dirigir interrogantes históricos para solucionar
incógnitas, pero eran incapaces de averiguar qué había tras los materiales que desenterraban o su
cronología. Por ejemplo, a comienzos del s. XII el abad Guibert de Noguent (Monasterio de Nogent-Sous-
Coucy, en la región de Picardía) descubrió unos sarcófagos alrededor de la iglesia local que no fue capaz
de atribuir a los merovingios (ss. V-VIII), los hallazgos lo llevaron a pensar que eran tumbas paganas o de
un cristianismo primitivo.

Durante la Edad Media, el interés por los restos materiales del pasado fue mucho más restringido
que durante época clásica, estando limitado a la colección y conservación de reliquias sagradas.
Esto no estimuló en absoluto el desarrollo de un estudio sistemático de los restos materiales del
pasado, pero la visión que de este se tenía constituyó el punto de partida conceptual a partir del
cual se desarrollaría en Europa el estudio de la arqueología, cuando las condiciones sociales
cambiasen.

2. El desarrollo de la arqueología histórica


En el s. XIV, los rápidos cambios sociales y económicos que marcaron el fin del feudalismo en el N de
Italia, llevaron a los investigadores a intentar justificar las innovaciones políticas aduciendo que tales
hechos tenían sus precedentes en tiempos anteriores. Los intelectuales del Renacimiento empezaron a
tener en cuenta la literatura clásica que había sobrevivido con el objetivo de proveer de un pasado glorioso
a las emergentes ciudades-estado italianas y para justificar la creciente secularización de la cultura italiana.

Los enfoques de estos intelectuales reflejaban generalmente los intereses de una nueva nobleza y una
naciente burguesía, de cuyo mecenazgo dependían. Aunque la utilización de
precedentes históricos que justificasen las innovaciones hunde sus raíces en el
pensamiento de la Edad Media, es en estos momentos cuando la búsqueda de
precedentes se hace más intensa, cosa que permite la constatación de que la
vida social y cultural de aquel tiempo no se parecía en nada a la de la antigüedad
clásica.

Es en el Renacimiento cuando se inicia la búsqueda del pasado como una


'utopía', este interés conducirá al afán de la colección de objetos del pasado.
Por lo tanto, entramos en un periodo con gran desarrollo de la investigación sobre
la Antigüedad Clásica en especial con una gran admiración hacia el pasado
romano. Este interés se ve plasmado en la obra de Cola di Rienzo (1313-1354)
que en 1354 interpreta y explica las inscripciones y monumentos de Roma.
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Como consecuencia de este proceso, los textos históricos y literarios referidos a la antigüedad,
desconocidos o poco estudiados en la Europa occidental desde la caída del Imperio romano, se van
haciendo más familiares, y los investigadores van cayendo en la cuenta de que el pasado es algo muy
diferente del presente, de que cada época ha de ser estudiada según sus propias premisas, y de que el
pasado no puede ser juzgado a partir de los modelos del presente.

Los logros culturales de Grecia y Roma se interpretaban como una evidencia que apoyaba la degeneración
cultural producida desde aquel tiempo, visión que a su vez reforzaba el concepto cristiano tradicional sobre
la historia humana. El objetivo de los estudiosos renacentistas era comprender e intentar emular lo
mejor posible los gloriosos logros de la antigüedad. En un principio no se creía que, en su estado de
degeneración, los seres humanos pudieran abrigar alguna esperanza sobre la consecución de logros
semejantes. Sólo había una esfera en la que el hombre, sin lugar a dudas, había superado a la antigüedad,
y era en la posesión de una religión basada en revelaciones divinas, y eso era lo único que importaba.

Artistas como Brunelleschi (1377-1446) o Donatello (1386-1466) miden y dibujan Bramante


monumentos romanos. Pero esta admiración no impide que se destruyan monumentos
al utilizarlos como cantera. Por ejemplo, el templo de Minerva, el Coliseo sirvieron para
construir la basílica de San Pedro o el Palacio Farnese entre otros, y el responsable de
estas destrucciones es un artista tan conocido como Bramante.

Es este período se realizan grandes descubrimientos como la placa de bronce escrita


en umbro encontrada en el teatro romano de Publio, que fue expuesta al público. Se
descubrenBtúmulos en Tarquinia
r
a
con ricos ajuares
m de oro. En 1493 se descubre la Domus Aurea de Nerón que inspiró a múltiples pintores
a
de la época, como por ejemplo RafaelLas excavaciones iniciadas en Roma por Pío II (1458-1461) y
n
t
Alejandro VI
e (1492-1503) son una verdadera recolección de obras 'bellas' a partir de las cuales se nutrían
las colecciones arqueológicas que serán el núcleo de los grandes museos actuales de Europa.
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La influencia de las obras antiguas reunidas en estas colecciones ejerce en los artistas de la época una
gran influencia y en los talleres de Mantegna o de Rafael los modelos clásicos serán los modelos de las
recreaciones Renacentistas.

Los mejores artistas del Renacimiento marcharon a Roma para estudiar y medir los monumentos de
arquitectura antigua, para descubrir en las ‘grutas', es decir, en los restos de los edificios sepultados, las
pinturas que luego serán imitadas en los 'grutescos'.

La Arqueología en su más primitiva forma es una Arqueología fundamentalmente 'esteticista'. Se interesa


por la búsqueda de la belleza o de las obras bellas.
GRUTESCO: Es un motivo decorativo derivado de la
decoración de las "cuevas" descubiertas en la Roma
del siglo XV y que posteriormente se han identificado
como habitaciones y pasillos de la Domus Aurea
(palacio que Nerón hizo construir tras el gran incendio
del año 64).

Fueron muy utilizados en el arte del Renacimiento y se


divulgaron por toda Europa. Consiste en la
combinación de elementos vegetales ("follajes",
guirnaldas), vasijas, cornucopias, panoplias, figuras
humanas y teriomórficas ("bichas", centauros, sátiros,
putti), animales fantásticos y seres mitológicos
("sabandijas", "quimeras"), mascarones, bucráneos,
etc., que se relacionan de manera caprichosa y rellenan
de forma profusa el espacio (horror vacui) en
composiciones simétricas. Es un estilo extravagante.
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3. Anticuarismo en la Europa Septentrional


Destaca John Aubrey (1626-1697), es el más famoso de los anticuarios del siglo
XVII, trabajó principalmente en Wiltshire. Confeccionó descripciones de
Stonehenge y Avebury, y aportó la idea de que estos grandes monumentos
prehistóricos podían ser templos druídicos.
Avebury y Stonehenge
Destacando la obra Monumenta Britannica (1675).

Las investigaciones sistemáticas protagonizadas por anticuarios en Escandinavia se desarrollaron a


partir de 1523, fecha de separación de Dinamarca y Suecia, consecuencia de la rivalidad política y militar
que surge a partir de ese hecho destacando Johan Bure (1568- 1652), funcionario sueco, y Ole Worm
(1588-1654) médico danés, quienes documentaron un gran número de ruinas. Worm creó un museo
particular, que fue el primer museo del país y que se acabó convirtiendo en la Colección Real en 1680.
Olof Rudbeck (1630-1702) hizo trincheras y dibujó secciones verticales de gran número de túmulos de la
época vikinga en la vieja Uppsala, determinando de
esta manera la edad relativa de los enterramientos
individuales en túmulo.

En Francia en el s. XVI los reyes coleccionaban


estatuas romanas y bronces locales o importados.
A los restos prehistóricos se les concedía menos
valor que a las inscripciones romanas.

Johan Bure Ole Worm Olof Rudbeck

En Alemania fue clave el redescubrimiento en 1451 de la obra de Cornelio Tácito (56-120 d.C.) Germania,
que contenía una detallada descripción de las costumbres de los antiguos germanos, pues llevó a los
investigadores a utilizar fuentes clásicas y no leyendas medievales para sus estudios de historia antigua.
En 1616 se publica el primer estudio, basado también en la investigación de restos materiales de Philip
Klüver (1580-1622), Germaniae Antiquae.

En toda Europa estaba pasando un fenómeno similar, se incorporaban hallazgos arqueológicos a


colecciones de curiosidades, así había hallazgos locales junto a estatuas y vasijas pintadas importadas
de Grecia y Roma, y ocasionalmente se realizaba alguna excavación para conseguir objetos o se
promulgaban leyes para proteger las antigüedades y para asegurar los hallazgos a las colecciones
nacionales.

A principios del XVI se encuentra el Laoconte de Agesandro (50 dC), restaurado


por Miguel Angel, y avanzado el siglo se descubre la Estatua del Nilo, el Toro
Farnesio, La Quimera de Arezzo (en 1553) etrusca, distintas catacumbas y la
Villa Adriano que será fuente de inspiración de muchos
artistas.
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4. El coleccionismo renacentista y barroco: los gabinetes de


curiosidades
El fenómeno coleccionista en Europa no fue homogéneo, se vio sometido a las modas y manías del gusto
las cuales prescribieron qué piezas hechizaban al hombre en un momento u otro, o qué sujetos de la
sociedad se arrogaban el derecho de recopilarlas.

Surge en este período el coleccionismo tanto


eclesiástico como nacional o privado. Por ejemplo,
colecciones como la de Sixto IV en el Capidoglio, Julio II en
el Belvedere o las colecciones de las grandes familias como
la de Medici o Farnese.

En este periodo sobre todo en el s. XV se publican obras de


autores clásicos que tenían relación con el arte antiguo. A
partir del siglo XVI abundan las publicaciones sobre
monumentos y estatuaria del Imperio Romano. Sin embargo,
se trata siempre de una búsqueda del objeto hermoso más
que de una actividad científica tal y como se puede entender
hoy en día. Gabinete de antigüedades

Entre finales del XVI y principios del XVII aumentan las grandes colecciones:

• Los Medici reunen antigüedades en su villa.

• Los Ludovici una gran colección que actualmente puede verse en el Museo de las Termas.

• Los Colonna, los Albani, etc.

En el XVII se considera que nace la Arqueología Cristiana con Bogio que publica su Roma sotterranea.

El pensamiento humanístico del s. XVI abogó por un coleccionismo a la medida del individuo, que
abarcara la mayor parte de materiales chocantes, valiosos y anómalos en el espacio reducido del gabinete
de curiosidades o maravillas. Se concibieron a modo de sedes de experimentación y divulgación del
saber, como si fueran manifestaciones microscópicas del mundo conocido, nada que ver con la
manera de los museos posteriores instituidos para saborear tesoros y obras de arte.

El belga Samuel von Quicchelberg (1529-1567) teorizó sobre los


contenidos que debería poseer el gabinete ideal, que habría de
contener:

• artificialia (elementos de fabricación humana, tales como


estatuas monedas, cuadros, artesanías)

• naturalia (especímenes de los tres reinos de la


naturaleza, animal, vegetal, mineral)

• instrumenta (maquinaria e instrumentos musicales,


artilugios médicos, utensilios agrícolas, …).

Cualquiera de ellos podría ser exótica (extraeuropeos). Se


esperaba que el visitante pudiera acceder a un conjunto de
parcelas del entendimiento universal y que se extasiara ante esa
enciclopedia visual.

No es de extrañar que uno de los hitos que marcaron el principio de la Edad Moderna fuese el encuentro
de Occidente y el continente americano en 1492. Estos gabinetes de las maravillas se fraguaban en una
Europa que averiguaba que otras culturas, otras vidas, otros valores, remotos en el espacio y en el tiempo,
cohabitaban en un mundo paulatinamente menos estrecho.

Las investigaciones etnográficas durante el Renacimiento estuvieron al orden del día, y ciertamente
allanaron el camino al desarrollo de métodos arqueológicos, los objetos exóticos del Nuevo Mundo se
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coleccionaban en los gabinetes para explicar esa civilización. ¿Eran descendientes de Adán, delos
fenicios, egipcios, romanos o judíos? Así los gabinetes ofrecían la cultura material, que cotejada con la de
los pueblos conocidos, desvelaba la clave de los orígenes de las civilizaciones aborígenes, su historia, su
religión, su sociedad…. Cualquier elemento que se diferenciara de las antigüedades clásicas se
amontonaba junto a las muestras de Egipto, ya que los estudiosos buscaban un punto de conexión entre
los jeroglíficos del Nilo y la escritura azteca.

Las cámaras de las maravillas, típicas de la edad Barroca, se eclipsaron con la Ilustración. En
Europa se desató una pasión por coleccionar piezas originales de Roma, y ante la falta de la riqueza de
tallas originales de la que disfrutaban los italianos se contentaron con importar copias, vaciados en yeso y
en bronce, que irradiaban la esplendidez de la teatralidad antigua en sus Cortes.

Pero contrastando por el interés por estas antigüedades al mismo tiempo se llevan a cabo grandes
destrucciones de monumentos: el Coliseo fue utilizado como cantera para la construcción de edificaciones
de Pío II, se saquearon los Foros, las Termas de Diocleciano, se destruyó el templo de Minerva en el Foro,
la cubierta de bronce original del Panteón es mandada arrancar por el papa Urbano VIII, …

EL RETORNO A GRECIA Y AL MEDITERRANEO ORIENTAL: VIAJES, DOCUMENTACIÓN Y


COLECCIONISMO
La fuente de inspiración del arte y de las letras renacentistas fue casi en exclusiva la antigua Roma, germen
primigenio del cual brotaban las raíces de la identidad cultural de la península italiana, puesto que Grecia
siempre jugó un papel relativamente secundario en este proceso.

A pesar de ello, en Florencia, Cosimo de Medici atrajo a maestros de griego y coleccionó manuscritos en
el Palazzo Medici, incluso patrocinando una academia a semejanza platónica en el cual se debatía de
literatura, historia y pensamiento helenos.

Había algunos aventureros y anticuarios italianos interesados en el legado del mundo clásico griego, hubo
intentos de elaborar una cartografía histórica del Egeo, Cristóforo Buondelmonti (1386- 1430), que viajó
por todas las islas griegas. Era importante conocer la geografía marítima del Mediterráneo, sobre todo de
interés político y comercial.

Ciriaco de Ancona visitó una gran cantidad de


ciudades con reminiscencias clásicas:
Bizancio, Rodas, Damasco, Alejandría,
Beirut, Delfos, Tebas, Esparta, … Pero
Atenas colmó las expectativas de su
apasionada contemplación de antigüedades.
Le deslumbraron el mármol de sus murallas,
los templos, las casas, las estatuas paganas,
reducidas en ocasiones a escombros.

En esta fase de emergente filohelenismo, en


el s. XVII llevó a aristócratas y reyes como
Luis XIV a hacerse con bajorrelieves,
monedas, inscripciones, mármoles, etc.
Bombardeo del partenón en 1687. Grabado aparecido en el libro Attene
Atica, de Francesco Fanelli, Venecia, 1707
Se recupera la obra de Pausanias como guía
para la exploración del país.

EL PERIPLO A ORIENTE DE PIETRO DELLA VALLE


Si en el s. XVII se buscaban los pilares de la cultura europea en la antigua Grecia, todavía quedaba lejos
el despertar de una fascinación similar por los parajes de la cuna de la civilización. El Próximo Oriente
resultaba un lugar recóndito, conocido desde época medieval por mercaderes como Marco Polo, al servicio
de Kublai Khan a finales del s. XIV o diplomáticos como Ruy González de Clavijo, enviado por Enrique III
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de Trastámara a la corte de los mogoles Tamerlán en 1403. Las noticias transmitidas en sus relatos eran
poco fidedignas, así que hasta el s. XIX, con el auge del fenómeno orientalista, zonas de Asia Menor serán
profundamente desconocidas, en su geografía e historia y arqueología.

La figura que merece atención es el noble romano Pietro della Valle (1586-
1652), que hizo un viaje de 10 años comenzando hacia 1614, desde
Constantinopla a Egipto, Israel, Arabia, Persia y la India. En Egipto llegó a
excavar un hipogeo en Saqqara donde extrajo un sarcófago con una pareja
de esposos. Introdujo por primera vez en Europa en su retorno a Roma, un
conjunto de tablillas cuneiformes conseguidas en Ur y
Babilonia. Pero sólo García de Silva y Figueroa,
embajador de Felipe III en la Corte de Shah Abbas el
Grande en Persépolis asimiló el cuneiforme a una forma
de escritura desestimando que los signos fueran sólo un
adorno palaciego.

Pietro examinado momias de Dashur (1874)

5. La identificación de utensilios de piedra


Los siglos XVI y XVII marcaron el inicio de la exploración y la colonización de todo el mundo por parte de
los países de la Europa occidental. Los marinos empezaron a familiarizarse con los cazadores-
recolectores y las tribus de agricultores de las Américas, África y el Pacífico. Empezaron a circular por
Europa descripciones sobre estas gentes y sus costumbres y, a modo de curiosidad, se mostraban sus
instrumentos y sus ropas, traídos por los viajes.

En un principio el descubrimiento de grupos humanos que no sabían trabajar los metales y practicaban
costumbres totalmente contrarias a las enseñanzas cristianas pareció confirmar la tradicional visión
medieval de que aquellos grupos que se habían alejado más del Próximo Oriente, la cuna de la humanidad,
eran los que más lejos se hallaban de la revelación divina y, por tanto, los más degenerados moral y
tecnológicamente.

Pero gradualmente se empezó a tomar conciencia de estas gentes y de su tecnología, naciendo una visión
alternativa, que, entre otras cosas, sirvió para esbozar paralelos entre esos pueblos primitivos 'modernos'
y los pueblos prehistóricos que habían habitado Europa. Pero aún tenía que pasar mucho tiempo para que
se aceptara esta comparación de forma general y aún más para que se desarrollaran todas sus
implicaciones.

El primer paso en este proceso se dio cuando los investigadores empezaron a considerar la idea de que
los instrumentos de piedra hallados en Europa se debían a la manufactura humana y no a causas naturales
o sobrenaturales. Hasta el s. XVII, los cristales, los fósiles animales, los instrumentos de piedra y otros
objetos de piedra tallada se habían considerado como fósiles en general.

En 1669, el danés Nicolaus Steno (1638-1686), considerado padre de la Geología,


comparó algunos fósiles con conchas de moluscos actuales, dándose cuenta que se
parecían casi tanto como los cristales inorgánicos. En consecuencia, concluyó que las
conchas fosilizadas eran los restos de animales que una vez estuvieron vivos.

Las comparaciones etnográficas desempeñaron un papel similar en el establecimiento


del origen humano de los utensilios de piedra. La posibilidad de que en un pasado
hubiesen vivido en Europa grupos humanos que no conocían el uso del metal fue
sugerida por primera vez a principios del siglo XVI por Pedro Mártir de Anglería (1457-
1526), cronista de Indias, cuando relacionó los nativos de las Indias Occidentales con
las tradiciones clásicas de una Edad del Oro primigenia.
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El geólogo italiano Georgius Agricola (Georg Pawer: 1494-1555) expresó la opinión de que los
instrumentos de piedra tuviesen muy probablemente un origen humano, mientras que Michel Mercati
(1541-1593), superintendente de los Jardines Botánicos del Vaticano y físico del Papa Clemente VII,
sugirió en su Metallotecha que, antes de la utilización del hierro,
seguramente los utensilios de piedra habían sido ‘extraídos del más
duro pedernal para ser usados en la locura de la guerra' … En 1655,
el francés Isaac La Peyrère (1596-1676), uno de los primeros
escritores que se atrevió a poner en tela de juicio los relatos bíblicos
sobre la creación de la humanidad, adscribió las 'piedras del trueno' a
la raza 'preadamita', la cual según él había existido antes de la
creación del primer hebreo descrito en el libro del Génesis.
Georgius Agricola Michel Mercati

En Gran Bretaña, el conocimiento creciente de los pueblos nativos que poblaban el Nuevo Mundo
desembocó en una convicción cada vez mayor de que los instrumentos de piedra eran producto de seres
humanos. El anticuario Willian Dugdale (1605-1686) o el conservador del Ashmolean Museum Robert
Plot (1640-1696) atribuyeron la manufactura de tales objetos a los antiguos bretones, que emplearían
utensilios de piedra antes de aprender a trabajar los metales. Se realizaron comparaciones de
instrumentos de piedra europeos con los de los indios, habitantes de islas del Pacífico.

En Francia en 1719, Bernard de Montfaucon (1655-1741) adscribió las tumbas megalíticas con hachas
de piedra a una nación que no conocía la utilización del hierro, siguiendo las investigaciones británicas y
escandinavas de la época. Antoine de Jussieu (1686-1758) efectuó cinco años después detalladas
comparaciones entre los utensilios de piedra europeos y las piezas de interés etnográfico traídas de Nueva
Francia y del Caribe. Constató que “la gente de Francia, Alemania, y otros países del norte, si no hubieran
descubierto el hierro, se asemejarían a los salvajes de hoy día, ya que hasta entonces compartieron los
mismos instrumentos y las mismas necesidades que ellos, es decir, aserrar madera, extraer corteza, cortar
ramas, matar animales salvajes, cazar para comer y defenderse de los enemigos”.

William Dugdale Robert Plot Bernard de Montfaucon Antoine de Jussieu

En 1738 Kilian Stobeus (1690-1742), profesor de Historia Natural en Lund, afirmó que los implementos
de pedernal eran anteriores a los de metal, al menos en
Escandinavia y los comparó con los especímenes etnográficos de
Louisiana. En una fecha tan tardía como 1655, el anticuario Ole
Worm continuaba pensando que las hachas de piedra pulimentada
poseían un origen celestial y no se trataba de herramientas de hierro
o de piedra fosilizadas, a pesar de que poseía en su colección
ejemplos etnográficos de instrumentos de piedra procedentes del
Nuevo Mundo. Sin embargo, en el siglo XVII eran ampliamente
aceptados en Europa el origen humano de los utensilios de piedra y su considerable antigüedad.

Pero hasta el s. XIX no existió una evidencia factual que permitiese un enfoque evolucionista más plausible
que las visiones degeneracionistas. Las fuertes sanciones religiosas impuestas por los degeneracionistas
hicieron que muchos anticuarios evitasen desafiarlo.
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6. Hacia el paradigma ilustrado


El desarrollo de la visión evolucionista del pasado no fue fruto sólo de la acumulación de evidencia
arqueológica sino, sobre todo, de la transformación gradual que sufrió desde el siglo XVII el pensamiento
de la Europa Septentrional, región que se configuraría rápidamente como el centro económico de la
economía de un nuevo mundo.

Este enfoque estaba basado en la rápida y creciente confianza adquirida con


respecto a las habilidades de los seres humanos por mejorar y desarrollarse tanto
económica como culturalmente. A inicios de siglo, el filósofo y político Francis
Bacon (1561-1626), que fue considerado uno de los padres del empirismo, sus
obras y pensamientos ejercieron una influencia decisiva en el desarrollo del
método científico, protestó contra la idea de que la cultura de la antigüedad clásica
había sido superior a la de los tiempos modernos. En Francia a finales del s. XVII
se estableció una discusión similar, se propugnaba que el talento humano no
estaba en absoluto en decadencia y que, por tanto, los europeos actuales estaban
en condiciones de producir obras que igualasen o sobrepasasen a las de los
antiguos griegos o romanos.

A pesar de que los escritores isabelinos seguían creyendo, a la manera medieval,


que el mundo se acercaba a su fin, en la segunda mitad del XVII en muchos países
de la Europa occidental se tenía esperanza en el futuro. Las razones para este
optimismo creciente abarcaban las revoluciones científicas de los ss. XVI y XVII que
protagonizaban Galileo y Newton (reinados de Isabel I y Luis XIV). Entre las clases
medias creció una fe en el progreso y la creencia de que los seres humanos eran
los dueños en gran medida de sus propios destinos. Esto también hizo caer en la
cuenta a los habitantes de Europa occidental sobre los modos de vida de los
pueblos tecnológicamente menos avanzados que habían sido descubiertos en otros
lugares del mundo y que empezaron a ser tomados como supervivientes de una
condición humana primitiva, más que como productos de una degeneración.

El filósofo italiano Giambattista Vico (1668-1744) creía que la historia poseía


unas características cíclicas y afirmaba que todas las sociedades humanas
evolucionan cumpliendo unos estadios similares de desarrollo y decadencia que
reflejan las acciones uniformes de la providencia. La única excepción era la de
los hebreos, cuyo progreso estaba guiado por mediación divina. A pesar de que
no fuese un evolucionista, su enfoque ayudó al nacimiento de la creencia de que
la historia puede ser entendida en términos de regularidades, análogos a los que
se proponían para las ciencias naturales.

Giambattista Vico se propuso formular los principios del método histórico,


basándolos en tres premisas:

- Determinados periodos históricos tienen características semejantes entre sí, aunque varíen los
detalles.

- Establece un orden en los ciclos históricos: Fuerza bruta, fuerza heroica, justicia, originalidad
deslumbrante, reflexión destructiva, opulencia, abandono y despilfarro.

- La historia no se repite, no son ciclos cerrados, más bien una espiral creciente que crea nuevos
elementos.

Su tesis sobre la distinta evolución de los periodos históricos influyó más adelante en las obras de
Montesquieu, Auguste Comte y Karl Marx.

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