El Giro Ontológico
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Recibido:
10/03/2016
Aceptado:
20/04/2016
constituyendo para mí como mi lugar de trabajo campo, al que año tras año
regreso con gusto, con el que aún sueño y en donde la cercanía de los víncu- 27
los me ubican en el lugar de una ‘tía’, una ‘hermana’ o una ‘nieta’.
Además de las características materiales y sociales de mi estadía en Nam-
qom, lentamente fui entrando en el universo más íntimo de varias de las PÁG I N A
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personas que allí viven. Las mujeres me expresaban con asombro la incom-
prensión de los médicos ante las explicaciones que ellas daban de procesos
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corporales centrales en sus vidas (gestación, lactancia, parto, enfermedad),
las parejas me exponían sus conflictos, las madres me contaban sus angus-
tias ante la maternidad acelerada de sus hijas, los ancianos no paraban de
referirse con nostalgia a la vida de los antiguos y a la tristeza que repre-
sentaba vivir en los bordes de la ciudad y todos me trasmitían el temor a
la brujería y la frustración ante el trato despectivo y discriminatorio de los
blancos. Fue en este escenario de mucho involucramiento existencial en
el que comencé, luego de algunos meses en los que simplemente estaba
y era parte de ese hogar, a adentrarme en las temáticas que constituirían
mis mayores inquietudes antropológicas y mis problemáticas hasta el día
de hoy. La indisociabilidad entre cuerpo y persona, los fluidos corpora-
les como vehículos de las emociones, los vínculos variados con los seres
no-humanos, el carácter social y moral de las relaciones con el entorno, la
intencionalidad detrás de toda muerte, la permeabilidad de los cuerpos,
el hacerse y el deshacerse de los lazos de parentesco se fueron perfilando
como algunos de los temas de las conversaciones cotidianas con una gran
cantidad de personas del barrio.
Al mismo tiempo que leía a ciertos antropólogos que me abrían el univer-
so de posibilidades a indagar en el campo, iba delineando el sujeto de mi
investigación para la tesis doctoral. Mientras los tobas se expandían en
mi mundo de vigilia y en el onírico fue que vislumbré la necesidad de un
cambio. Habiendo terminado la licenciatura en Antropología social en la
Universidad de Buenos Aires, viajé a Francia a hacer el doctorado en la
École des hautes etudes en sciences sociales bajo la dirección, allá, de Phi-
lippe Descola y, acá, de Pablo Wright. En ese momento, no solo descono-
cía la obra reciente de Descola, sino también las abundantes etnografías
dedicadas a indígenas americanos que, desde hacía ya algunas décadas,
académicos de varias latitudes venían produciendo en un intento por en-
contrar otras maneras de describir las realidades sociales americanas que
no fueran las del materialismo cultural (cf. Seeger, da Matta y Viveiros de
Castro 1979). Entre estos debates se destacaban la revisión de la oposición
naturaleza/cultura, las ontologías y sus modos de organizar la continuidad
y discontinuidad entre humanos y no-humanos y la importancia de las teo-
rías del cuerpo y la persona en los estudios de parentesco. En Argentina
la problemática indígena estaba atravesada por otras tradiciones teóricas.
apuntes En general más interesadas por las vinculaciones entre pueblos indígenas
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y Estado, por las condiciones históricas, políticas y económicas de las co-
munidades indígenas. Algunas otras, por las dimensiones mitológicas y re-
27 ligiosas y, otras, por aspectos de la organización social en sentido clásico.
Por lo general, todas estas tradiciones no dialogaban entre sí y, en el caso
de la etnografía chaqueña, existía un cierto repliegue hacia las produccio-
PÁG I N A
nes locales.
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En este breve texto me propongo reflexionar sobre la pertinencia del deno-
minado “giro ontológico” en la antropología dedicada a pueblos indígenas
y sobre aspectos centrales de la ontología animista entre los qom (tobas)
del Chaco argentino2. Específicamente, indagaré sobre la operatividad del
abordaje ontológico en la comprensión del cuerpo, la persona y el mundo
de los qom. Hacia el final del texto intentaré mostrar por qué el enfoque
ontológico no solo no excluye la dimensión política, sino que constituye
una herramienta metodológica y un posicionamiento ético que intenta sub-
vertir la “monarquía ontológica en la cual se impone la unidad referencial
de la naturaleza” (Viveiros de Castro 2003: 18).
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4. El concepto ontología fue redefinido por Descola quien no entiende a la
ontología en el sentido griego, sino como “la expresión concreta de cómo está
compuesto un mundo particular, del tipo de equipamiento del que está hecho en
función de la organización general especificada por un modo de identificación
(animismo, totemismo, etcétera.)” (2014: 437).
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epistemológicos y metodológicos no solo en la antropología de pueblos in-
dígenas.
Desde hace ya algunas décadas presenciamos en antropología y disciplinas
afines una reacción al giro lingüístico –conocido en Argentina como “an-
tropología postmoderna”– de los años ochenta. Si bien el ontological turn
no constituye un movimiento unificado dado que existen diversas defini-
ciones de ontología, es un proyecto de reflexión teórica que se centra en las
maneras en que los antropólogos llevan adelante sus descripciones etno-
gráficas (Pedersen 2012) y que manifiesta un interés por los principios bá-
sicos que subyacen a las maneras de concebir un mundo y los existentes, las
relaciones entre ellos y la forma en que los humanos componen el mundo5.
La perspectiva ontológica en antropología conlleva un cambio metodoló-
gico ya que es un cuestionamiento de las categorías y oposiciones binarias
forjadas en y para las realidades sociales europeas y pretende partir de las
etnografías para lograr la conceptualización. El objetivo no sería aplicar a
los datos etnográficos conceptos analíticos provenientes de otras ontolo-
gías, sino intentar que los datos actúen en la transformación del repertorio
conceptual del investigador (Holbraad 2010)6. Esta inversión entre datos
y teoría, el objetivo puesto en la conceptualización y el cuestionamiento
de los binarismos europeos presuponen un posicionamiento ético-político
que implica desprenderse de los presupuestos y repertorios conceptuales
del proyecto neocolonial europeo.
Más que sostener que la antropología se dedica al estudio de las culturas en
tanto representación de la realidad y que a través de dichas construcciones
culturales los antropólogos accedemos a la comprensión de la diferencia, la
antropología ontológica redefine las nociones de mundo, representación,
creencia e, incluso, diferencia. Si la antropología culturalista se cimenta
en el multiculturalismo, el giro ontológico se ancla en el multinaturalismo
(Viveiros de Castro 1996). Más que sostener la idea de que existe un único
mundo y diferentes representaciones de él (cosmovisiones), la antropolo-
gía ontológica se funda en la idea de que existen múltiples mundos y que la
alteridad es una función de la existencia de estos mundos.
Se podría objetar que ‘ontología’ no es más que un término diferente para
referirse a ‘cultura’ (Venkatesan 2010) y que el estudio de las ontologías
apuntes se centra en las mismas preocupaciones que el de la cultura: la alteridad
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y los modos de representar el mundo. Sin embargo, además de replantear
el sentido de diferencia, alteridad y representación, otro de los aportes del
27 enfoque ontológico es que los diferentes mundos deben ser tomados en
serio. Considerarlos seriamente significa dejar de tomar los enunciados y
prácticas del otro como proyecciones simbólicas, metáforas o enunciados
5. Sobre algunos exponentes y debates del giro ontológico véase: Henare,
PÁG I N A Holbraad y Wastell (2007), Holbraad, Pedersen y Viveiros de Castro (2013),
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Descola (2014), Horton (s/f), Dossier Hau (2014), Venkatesan (2010), entre otros.
6. Este punto coincide con la propuesta de Viveiros de Castro (2010) de una
“alter-antropología indígena” o una “contra-antropología multinaturalista” que
consiste también en la idea de leer a los filósofos occidentales a la luz de los
pensamientos indígenas y no a la inversa.
equívocos de lo que realmente sabemos que existe (nuestro único mundo).
Invertida la relación entre conceptos analíticos y datos etnográficos, la la-
bor del antropólogo ya no sería la de explicar, interpretar o contextualizar
los datos, sino la de, al identificar las limitaciones de sus conceptos, in-
tentar conceptualizar a partir de datos que ya no son vistos como un mero
receptáculo al que aplicar herramientas o modelos externos.
Como vemos, la cuestión naturaleza/cultura se insertó, por un lado, en el
replanteo general de las categorías europeas a la hora de abordar realida-
des sociales no europeas. Por otro lado, esta dicotomía y los rasgos asocia-
dos a ella fueron reformulados y dieron paso a la elaboración de ontologías
en las que lo dado (la naturaleza) y lo construido (la cultura) remiten a rea-
lidades diferentes y en las que se produce incluso una inversión total de los
postulados de la ontología naturalista: “la cultura es el referentes alrededor
del cual se despliegan una pluralidad de naturalezas” (Viveiros de Castro F. C. Tola
2009, citado en Keck, Regehr y Walentowits 2015: 5). Oficios y
prácticas
Así como la oposición naturaleza/cultura constituyó uno de los ejes del giro
ontológico, algunas de las críticas se centraron en las nociones de natura-
leza y cultura. Por un lado, se cuestionó la importancia del mundo material
para el giro ontológico dado que, por más que el mundo sea aprehendido
a partir de la capacidad humana de conocimiento (o de una ontología), el
mundo físico existe y la idea de que habitamos múltiples mundos parecie-
ra incurrir en la afirmación de la inexistencia de la materialidad (Harris
y Robb 2012; Keck, Regehr y Walentokits 2015). Por otro lado, se criticó
el relativismo cultural en el que el giro ontológico incurre: si habitamos
múltiples mundos ¿cómo es posible la inteligibilidad y comunicación entre
personas criadas en ontologías diferentes?
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morales y prescriben acciones que, de no ser respetadas, producen desajus-
tes en la vida social humana. Gran parte de los animales posee un dueño
no-humano al que los humanos les imploran su compasión y el deseo de
recibir presas. Si los humanos cazan más de la cuenta y no guardan una
actitud humilde hacia los animales, los dueños los atacan. Valores sociales
como la reciprocidad, el don, la compasión y el autocontrol están presentes
en las prácticas que involucran no solo a humanos, sino también a huma-
nos y no-humanos.
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de poder entre los existentes serían también parte constitutiva de cualquier
ontología. En las sociedades indígenas chaqueñas, lo social humano no es el
único dominio al que le corresponde lo político: la naturaleza y todo lo que la
conforma no se encuentra fuera de la humanidad ni del poder.
Cuando abordamos las ontologías es preciso ampliar entonces la noción
de lo político de modo tal a no excluir las prácticas y a los agentes que
definen la conformación de un mundo. La Constitución moderna (Latour
2012[1991]) basada en la separación naturaleza/humanidad conlleva una
noción restringida de política, definida como “la organización y la regula-
ción de los humanos en el seno de los Estados…” (de la Cadena y Legoas
2012: 6-7). El dominio político necesitó de la separación entre la Huma-
nidad y la Naturaleza, dejar afuera a los no-modernos, sus modos de rela-
cionar la naturaleza y la sociedad, y también a los no-humanos; fruto de la
irracionalidad no-moderna. Las sociedades indígenas ofrecen alternativas
a la oposición naturaleza/política al proponer otras “maneras de colectar
las asociaciones de humanos y no-humanos que utilizan un solo colecti-
vo, claramente definido como político” (Latour 2004: 64). Es decir que las
relaciones con los seres del cosmos son relaciones políticas (de ahí que se F. C. Tola
hable de cosmopolítica) si ampliamos la noción de lo político y lo tomamos
Oficios y
como las condiciones que permiten las interacciones así éstas sean “de in- prácticas
tercambio, de predación, de compartir” (Descola 2014: 350), entre entida-
des autónomas (humanas y no-humanas).
¿Las luchas de los pueblos indígenas pueden ser leídas desde una perspec-
tiva ontológica o la preocupación por la ontología excluye estas dimensio-
nes de la vida indígena? La ‘antropología comprometida’ con las reivindica-
ciones indígenas podría objetar que el estudio de las ontologías nos limita
al nivel simbólico y nos distrae de las verdaderas preocupaciones indígenas
como son las actuales por la recuperación de sus territorios. Sin embargo,
quien hace etnografía sabe que la reivindicación no es la única inquietud
de los indígenas –ni de todos ellos– y también sabe que la lucha por la au-
todeterminación no está al margen de las ontologías, es más, hasta podría
pensarse que es en sí una lucha por la autodeterminación ontológica. Tal
como dice Viveiros de Castro, “la antropología es la ciencia de la autodeter-
minación ontológica del mundo de las personas y que por lo tanto es una
ciencia política en el sentido más completo” (2003: 18).
Si nos detenemos en los reclamos territoriales indígenas, vemos que la
política no está al margen de la ontología sino que la incluye. Hoy en día
presenciamos reclamos que tienen a los no-humanos como fundamento
(cf. dossier especial de la Recherches Amerindiennes au Quebec 2012). Si
las ontologías son esquemas globales que otorgan un sesgo particular a las
apuntes
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las cosas en el mundo que no excluyen la dimensión política.
La antropología es en sí un proyecto político, “de transformación de las
condiciones en las cuales encaramos la vida común” (Descola 2013: 500).
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El giro ontológico y los aportes de Descola (2005) muestran que la moder-
nidad es una formación ontológica entre otras que “distribuyen lo que exis-
te y conciben sus relaciones constitutivas de un modo diferente” al modo
en que lo hace la modernidad euro-occidental (Blaser 2009: 886). Reco-
nocer la existencia de otras maneras de actualizar las propiedades sensi-
bles, reconocer que los filtros ontológicos (Descola 2010) influyen en qué
tipo de mundo se compone son maneras de reconocer al otro sin volverlo
semejante (más bien aceptando como dicen los antropólogos ontológicos
su ‘diferencia radical’), al mismo tiempo que permiten no negarle su ra-
cionalidad (o como expresa el giro ontológico ‘tomarlo en serio’). En este
emprendimiento político no se intenta la aplicación universal de categorías
europeas a las realidades no-europeas, ni tampoco se sostiene la existencia
universal de los mismos esquemas universales. Que los procesos cognitivos
sean “patrimonio común de la humanidad” (Descola 2010: 335) no implica
que las ontologías lo sean.
La búsqueda de dimensiones que anteceden el worlding conlleva un tipo
de proyecto político no necesariamente reconocido como tal que aspira a
reponer en la escena a aquellos existentes que para los indígenas hacen
al mundo, la historia y la vida, y que mientras permanezcan en la sombra
(porque quienes trabajamos con indígenas no siempre reconocemos la im-
portancia que tienen en sus vidas) se contribuye con la generación de los
conflictos ontológicos entre indígenas y no-indígenas y se contribuye con
una posición que perpetúa las diferencias jerárquicas entre ontologías.
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