Sobre Mi Miedo

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Sobre mi miedo:

-Valentina Siauchó Unriza

Pudo haber sido un sueño. Lo que más recuerdo es esa luz que me golpeaba asoleándome el
rostro, pero era de noche. Deben saber que era de noche aunque en Ciudad de México con
tanta luz pareciera siempre de día. Yo estaba en esa habitación donde me había dispuesto a
residir por un tiempo mientras conseguía un apartamento para terminar mi intercambio en
literatura, aunque la estadía ya se había alargado más de la cuenta.

Con el bombillo apagado, yo sólo veía mi sombra en la pared de la habitación y era imposible
dormir. Los ojos me picaban, mi cabeza retumbaba y conciliar el sueño se volvía una opción
menos interesante cada vez. Llevaba así varios días, dormía a deshoras y a penas lo suficiente
para perder la conciencia. Esos síntomas eran los que ya conocía bien y yo no quería repetir
la situación que se veía anunciada. Recuerdo respirar uno, dos, tres... y el aleteo apareció de
nuevo.

Yo lo había escuchado las dos noches anteriores y había salido a ver, porque parecía más el
ruido de un pájaro gigante que el de un insecto, me llené de valor y fuerza y salí en la
penumbra a liberar a la supuesta ave que en un descuido parecía haberse metido en el pasillo.
Apenas salí del cuarto, el aleteo fue hacia mí tan rápido que por nada logré esquivarlo. Era
una polilla negra, grande, peluda, y entonces me sentí demasiado indefensa por lo que cerré la
puerta y volví corriendo y metí todo el cuerpo entre las cobijas no fuera a ser que me
mordiera algún trozo de piel. La segunda vez sucedió igual. Yo le había contado la situación
a la dueña de la casa que me había dicho de algún mito de la región donde había nacido. Que
si veías a una polilla negra tres veces seguidas era presagio de muerte. Yo llevaba dos.

Esa noche era la tercera y para colmo, había dejado la puerta semiabierta así que así no
quisiera ver lo que hubiese afuera, lo que hubiese afuera podía entrar a verme. Yo cerré los
ojos, porque si no la veo no existe, me dije, e intenté a rastras llegar hasta la entrada para
cerrarla. Supe que había llegado cuando sentí el aleteo del insecto ya muy cerca, apreté más
los ojos para que no llegara a mí ninguna gota de la luz y dio un portazo antes de regresar a
mi cama donde volví a refugiarme.

Ese bicho que, yo creía, era mi real temor, me hizo olvidarme del dolor de cabeza y los
demás síntomas que me alejaban de la idea de dormir y preferí internarme en el sueño para
dejar de pensar. No sé cuánto tiempo pasó cuando empecé a sentir la parálisis. El cuerpo se
disoció de mi mente como siempre pasaba, me supe dormida de manera consciente pero no
podía ni despertar ni moverme. ¡Lo sabías, todos los síntomas apuntaban a que te daría y no
hiciste caso! me regañé. Luego sentí que caía por el negro sin llegar a ningún lado, solo
sintiendo el vértigo y la angustia en aumento por no sé cuánto tiempo. La parálisis de sueño,
ese sí había sido mi peor temor hasta entonces.
Les digo, Yo creí en ese momento sentir el verdadero susto, el verdadero miedo. No sé
cuánto duró, eso nunca puede medirse. Recuerdo haber escuchado una voz que me llamaba,
me decía algo, y luego más vacío. Pero lo cierto es que desperté en algún momento de la
mañana por el ruido de los pájaros. Intenté abrir los ojos y mi cuerpo al parecer reaccionó
pero nada ocurría, seguí viendo todo negro. Parecía que dormía aún, así que hice un esfuerzo
por concentrarme, respirar UNO , DOS TRES ... e intentar abrir los ojos pero mi cuerpo decía
que ya los tenía abiertos. ¡No podía abrirlos más! Moví mis manos hacia mis ojos y con
cuidado me toqué la gelatinosa supericie de mi pupila. Era cierto. Tenía los ojos abiertos y
además estaba despierta. Un nuevo y más grande miedo se estaba cumpliendo. Pudo haber
sido un sueño, pero lo cierto es que estaba muy despierta, sin polillas, sin parálisis de sueño,
pero completamente ciega.

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