No los llames
Por Carlos Ramos
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Estos cuentos intentan que el lector recuerde sus miedos más profundos. Lo que todavía muchos ancianos cuentan, lo que todavía anda de boca en boca en los pueblos y barrios. A todos nos han contado sobre el nahual, la bruja, el diablo y demás seres que están ahí al acecho, esperando la noche para aparecer. Casi a todos se nos ha erizado la piel con una de estas historias y nuevamente las dudas: ¿Será posible? Para algunos solo son historias para pasar el rato, para espantar a los niños o para dar una enseñanza moral; para otros, únicamente se trata de idolatrías, pretensiones de magia y supersticiones. Será usted, querida lectora, apreciado lector, el que decidirá la manera de apropiarse de estas historias que son tomadas del pueblo y que al pueblo regresan, entre lo que se cuenta fuera de nuestras fronteras y nuestros propios mitos y leyendas. Estos cuentos pueden estar entre la razón y la fantasía y usted decidirá. El autor asegura que no se inclina por ninguna de las dos opciones, que solo cuenta lo que ha escuchado.
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No los llames - Carlos Ramos
días
Presentación
No los llames es una recopilación de diez cuentos que hablan sobre el miedo. Provocar miedo es muy complicado, porque el género es muy amplio, además estamos influenciados por monstruos y seres fantásticos de toda clase, pero de los que aquí se habla son de aquellos de los que nos contaban cuando éramos niños, ya fuera para espantarnos o porque de verdad son reales. ¿Quién no recuerda las noches entre amigos o familiares contando estas historias? De igual manera, ¿quién no recuerda el miedo al quedarnos solos después de estos cuentos? Porque esto es algo muy concreto, en algún momento nos quedamos solos con estas palabras.
Estos textos intentan que usted lector recuerde sus miedos más profundos y que después de leer se pregunte: ¿Será cierto? Quiero que dude, que platique estas historias y que con su imaginación encuentre un final alternativo o al menos uno que sea acorde con sus creencias. Que llegue a su propia conclusión y que elija entre lo que hemos llamado la razón y la lógica o que, por el contrario, se quede con seres fantásticos fuera de toda explicación.
El libro tiene como objetivo recordar lo que todavía muchos ancianos cuentan, lo que todavía anda de boca en boca en los pueblos y barrios. A todos nos han contado sobre el nahual, la bruja, el diablo y demás seres que están ahí al acecho, esperando la noche para aparecer. Casi a todos se nos ha erizado la piel con una de estas historias y nuevamente las dudas: ¿Será posible? Para algunos sólo son historias para pasar el rato, para espantar a los niños o para dar una enseñanza moral, para otros, únicamente se trata de idolatría, pretensiones de magia y supersticiones y para unos más, es algo que ocurre pero que no se puede explicar. Será usted, querido lector el que decidirá la manera en que se apropia de estas letras. Que, dicho sea de paso, son tomadas del pueblo y así regresan, tomando partido entre lo que se cuenta fuera de nuestras fronteras y nuestros propios mitos y leyendas. Dejando en claro que cierto o no, esto que se narra aquí lo hacemos nuestro.
Lo invito a leer estos diez cuentos, a que disfrute de ellos y que juzgue sobre su veracidad y posibilidad o que simplemente se entretenga con estas historias. No los llames se suma como otro libro del género de suspenso, que en última instancia, si a usted con alguno de estos cuentos se le eriza la piel, entonces habremos cumplido con el objetivo. Disfrute estas letras que están escritas en un lenguaje muy sencillo y hablan de lo que es México.
De estos cuentos que pueden estar entre la razón y la fantasía, usted decidirá, yo no me inclino por ninguna de las dos opciones, sólo cuento lo que me han dicho.
Carlos Ramos
17/noviembre/2017
Tláhuac, Ciudad de México.
No los llames
Para Adán, Hugo y Ramón,
por ese viaje al Xicuco
¿En qué estaría pensando yo esa vez? Todavía no entendía por qué, cuál había sido la razón que me hizo ir con ellos aquella mañana. Había visto ese cerro infinidad de veces, me habían contado del diablo y su cueva, pero finalmente todos los cerros tienen una cueva y un diablo que habita en ella.
Caminamos mucho, no estábamos cansados y nos faltaba poco para llegar hasta la cima desde donde podríamos ver la ciudad. Justo ahí comenzaríamos a buscar la cueva, porque ninguno de nosotros sabía en dónde se encontraba, hasta suponíamos que era una invención de la gente del lugar. Todavía no sé exactamente cómo fue, si por instinto, curiosidad o tal vez porque nos convenía, pero encontramos el camino.
Lo primero que me impresionó fue la forma que tiene la entrada, es como la intimidad del cerro, lo segundo, la cantidad tan abundante de objetos de brujería que estaban tirados por todas partes. No los llames por favor, escuché en ese momento, pero nadie más lo oyó.
Avanzamos intentando no pisar o mover algo, sin leer los mensajes escritos en las paredes. Noté un olor raro, no pude decir con exactitud qué era. También sentimos la presión de algo que nos hacía respirar más hondo y agitado, volví a escuchar, no los llames.
Adentro y tal vez por pura sugestión, alguien dijo que se sentía mareado, otro que le dolía la cabeza, el tercero dijo que sintió un dolor que le subió por la pierna en el preciso momento en que se dio cuenta que estaba pisando lo que había sido una fogata y lo que parecían dulces derretidos. Yo no me sentía mal, ahora sí me sentía cansado, tal vez con sueño, trataba de no pensar en lo que había en la cueva, porque recordaba a mi abuelo que decía que a veces se nos pegan las cosas malas que hay en nuestro camino, debemos alejarlas, no pensarlas, ni nombrarlas.
Para ser sincero sólo entramos a la primera cámara de la cueva, no quisimos seguir porque había que trepar y estaba muy oscuro. Nuestro viaje había sido tan imprevisto que apenas llevábamos agua y algo de comer. A nadie se le ocurrió llevar una lámpara. Con el flash de la cámara intentamos alumbrar la siguiente sala, pero no logramos ver mucho.
Además, la gente con la que nos habíamos cruzado en el camino nos aconsejó que tuviéramos cuidado, que varios se habían perdido porque no les convenía, pero que a otros sí y hasta dinero habían encontrado, preferimos bajar con todo y las dolencias que teníamos.
Nos detuvimos a cortar algunas ramas de pirul para pasárnoslas por el cuerpo, como se acostumbra hacer para ahuyentar a los malos espíritus. Ellos se comenzaron a limpiar
pero yo no lo hice porque escuché que pasaba un camión muy cerca, así que preferí irme corriendo tras el ruido. Era un camión de redilas que transportaba a una familia completa, les expliqué de dónde veníamos y les pedí que nos llevaran a donde ellos iban, porque si no, tendríamos que caminar mucho.
Cuando regresamos a casa ya era tarde, estaba agotado, así que me bañé y en poco tiempo el cansancio me derrumbó. Antes de quedarme dormido escuché en mi oído una voz cavernosa que me hablaba en otro idioma, pero que comprendí: fúndete en mí. La piel se me erizó porque al mismo tiempo escuché ruido bajo la cama.
A la mañana siguiente mi perro me desconoció, me fue muy complicado sacarlo a pasear, porque huía de mí. Tenía una sensación de extrañeza con el mundo. Sentía cansancio y nostalgia por el cerro. A veces sólo quería dormir, como cuando tienes depresión, sin embargo, yo nunca he sufrido por ello. La segunda noche después de entrar en la cueva, desperté gritando. Mis padres estuvieron mucho rato conmigo porque yo estaba privado, no me podía mover y otra vez la voz, ya estás aquí. Me sentía mal. Los perros me ladraban asustados, el gato del vecino se erizaba al verme y yo veía varias sombras que andaban rondándome.
Las voces y los ruidos bajo la cama seguían, yo estaba tan desesperado que me ponía a llorar porque me dolía la cabeza y seguía con esa sensación de no pertenecer a este mundo, de ser llevado poco a poco hacia algún lugar que no conocía. No comía, decían que estaba pálido, dejé de ver a los compañeros con los que fui al cerro, no era yo o al menos dejaba de serlo.
Nunca fui supersticioso, pero en la condición en la que me encontraba comencé a creer que algo se me había pegado
, pero ¿qué? Era contradictorio, porque al contestarme tendría que suponer que hay seres, espíritus o cualquier cosa que anda por ahí haciendo el mal, que hay vida después de la muerte, que existe todo un mundo oculto que puede dañar a las personas. Eso me causaba confusión, pero yo seguía mal, cada vez escuchaba más las voces que me susurraban frases completas. En lugares con luz sentía miedo, tenía horror de mirar bajo la cama porque había ruido y lo más escalofriante, sentía que, desde aquella cueva, a varios kilómetros de mí, alguien decidía sobre mi vida.
Conforme los días pasaban las pesadillas continuaban. Veía sombras, nunca vi sus caras, me hablaban para que fuera con ellos. Luego los comencé a verlas estando despierto. Mi perro mordió mi mano porque se espantó de verme. No podía dormir bien, siempre estaba inquieto, las manos me sudaban y mi cuerpo temblaba.
Me llevaron al hospital porque cada día empeoraba, las pastillas no funcionaban. Era insoportable seguir así, varias veces intenté matarme o matar lo que estaba dentro de mí, que sería lo mismo, pero no tuve éxito. ¿Por qué? todos me preguntaban: cuando el mundo sea inhabitable ya entenderán porqué pienso en suicidarme. Me hacen sentir un loco cuando lo son ellos, por eso me llevaron al psicólogo, pero se aburrió de mí, las voces en otro idioma no lo convencieron, mi desesperación, mis ganas de parar este sufrimiento hicieron que se alejara, dio por terminada las sesiones y yo seguí entre las sombras, la angustia y las voces.
Como no mejoraba me llevaron con un señor que decían era curandero. Entrando a su casa, me sorprendió la cantidad de frascos, el olor, su ropa, su rostro. Hizo un