Análisis Biográfico de Marilyn Monroe

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Marilyn Monroe, de verdadero nombre Norma Jean Baker (o Norma Jean


Mortenson, apellido de su padrastro), nació el 1 de junio de 1926 en Los Ángeles,
en el estado norteamericano de California. Hija de Gladys Baker, quien nunca le
comunicó la identidad de su padre, su primera infancia fue muy dura. Su madre la
dejó en manos de un matrimonio amigo hasta que cumplió siete años; entonces se
la llevó a vivir consigo.

Pero un año más tarde Gladys fue internada en un sanatorio psiquiátrico en el que
se le diagnosticó una esquizofrenia paranoide, enfermedad que luego Marilyn
creería haber heredado, especialmente cuando era internada por sus frecuentes
depresiones. Su infancia y adolescencia transcurrieron entre un orfanato (en el que
ingresó a la edad de nueve años y trabajó como ayudante de cocina), la casa de sus
abuelos y las de varias familias que la adoptaron. En una de estas casas de acogida
sufrió al parecer abusos sexuales por parte del cabeza de familia cuando contaba
ocho años.

Nada hacía pensar que Norma Jean tuviera una futura carrera como actriz, ni tan
siquiera el hecho de que su madre, una mujer extraordinariamente atractiva, hubiera
trabajado durante un tiempo como montadora de negativo en Consolidated Film
Industries. Marcada por la inestabilidad emocional y la pobreza, a los dieciséis años,
tras abandonar sus estudios, se empleó en una planta de construcción de aviones.
En la misma fábrica conoció a un mecánico de 21 años, James Dougherty, con
quien contrajo matrimonio el 19 de junio de 1942 y de quien se divorciaría cuatro
años después.

Ese mismo año de 1946 un fotógrafo de modas la descubrió y la convenció de que


se hiciera modelo. Así, la aún llamada Norma Jean comenzó su carrera como
modelo bajo la tutela de la agente Emmeline Snively, que le sugirió cambiar el color
de su cabello, que era castaño de nacimiento, por el característico rubio platino.
Durante esta época, Norma Jean realizó un sinfín de campañas publicitarias, siendo
muy recordadas las que hizo para anunciar trajes de baño. Paralelamente, su
carácter inquieto y deseoso siempre de adquirir nuevos conocimientos la llevó a
tomar clases de arte dramático en el Actor's Lab de Hollywood y a asistir a cursos
de literatura en la Universidad de Los Ángeles (UCLA).

El rostro de la modelo comenzaba a ser muy conocido. Sus innumerables trabajos


publicitarios hicieron que en 1947 el magnate Howard Hughes, propietario de la
compañía cinematográfica R.K.O., le ofreciera hacer unas pruebas de pantalla con
el objeto de saber si podía dar juego ante una cámara cinematográfica; pero Norma
Jean prefirió aceptar una oferta de la 20th Century Fox para trabajar unos meses
como actriz de reparto. Intervino en tres películas olvidables en los que no fue
debidamente acreditada, y ya entonces se verificó el cambio de nombre: Norma
Jean pasó a llamarse Marilyn Monroe. Uno de sus primeros papeles era de figurante
entre una multitud; se trataba de la película de Frederick Hugh Herbert, ¡Scudda
Hoo! Scudda Hay!, con June Harver. En un momento del film, Marilyn se separaba
del grupo para saludar a la actriz principal. Esta escena, sin embargo, se cortó luego
en el montaje, y Marilyn recordaba algunos años después: "Una parte de mi espalda
es visible en un plano, pero nadie lo supo aparte de mí y algunos amigos íntimos."

Un año después la Fox rehusó renovarle el contrato, por lo que aceptó uno nuevo
de parecidas características en Columbia. Para esta compañía actuó en la comedia
musical Ladies of the chorus (1948), de Phil Karlson. Marilyn era una modesta
bailarina de striptease llamada Peggy Martin y cantaba dos canciones. Para
preparar este papel recibió lecciones del director musical de la Columbia, Fred
Karger, con quien se cree que mantuvo relaciones íntimas. Al año siguiente participó
en el que sería el penúltimo filme de los hermanos Marx más o menos al completo
(Groucho, Harpo y Chico), Amor en conserva (Love Happy), de David Miller. En la
película, Marilyn contoneó sus caderas con tanta donosura que Groucho Marx, que
interpretaba al detective Sam Grunion, manifestó por ella con su proverbial
histrionismo un bullicioso deseo.

A continuación, consiguió, ya para la productora Metro Goldwyn Mayer, un papel


breve, pero de suma importancia para su futuro como actriz: en el excelente thriller
de John Huston La jungla de asfalto (The Asphalt Jungle, 1950), interpretaba con
bastante soltura a Ángela, la amante de un gángster al que acaba por traicionar. El
siempre atento Joseph L. Mankiewicz, que había iniciado su carrera como realizador
cuatro años antes, reparó en la joven Marilyn y le ofreció otro pequeño pero
suculento papel en su melodrama Eva al desnudo (All About Eve, 1950). En esta
película interpretaba a una superficial aspirante a actriz en lo que podríamos calificar
como uno de los primeros papeles que respondían al estereotipo que más tarde se
crearía de ella.

Poco antes, en 1949, Marilyn, que durante un tiempo compaginó las profesiones de
actriz y modelo, dio su primer golpe en aras de la celebridad al posar para una
sesión fotográfica cuyo resultado es aún hoy una de las más genuinas imágenes de
una pin-up girl. Se trata de las imágenes que muestran en tomas cenitales a Marilyn
desnuda sobre un cubrecama de color rojo. Algunas de las fotos aparecerían ese
mismo año en un calendario, y algo después, en 1953, una de ellas sería la portada
del primer número de la famosa revista erótica Playboy. Esto, sin duda, fue un
verdadero acontecimiento mediático, quizá de los primeros que pueden ser
comparados a los que se dan hoy día.

Mientras tanto, la actriz no abandonaba su carrera en el cine. Tras realizar algunos


papeles secundarios no demasiado destacables, en 1952 apareció en algunos
títulos de cierta importancia, bien por sus directores, bien por el trabajo que
desempeñó en ellos: Encuentros en la noche (Clash by night), de Fritz Lang; No
estamos casados (We're not married), de Edmund Goulding; el episodio que Henry
Koster realizó para el film colectivo Cuatro páginas de una vida (O´Henry's Full
House); y la película de intriga Niebla en el alma (Don´t bother to knock), de Roy
Ward Baker, en el que encarnó de manera muy convincente al personaje de Nell
Forbes.

Marilyn estuvo verdaderamente espléndida en su papel de Nell, una niñera


perturbada que había intentado suicidarse en el pasado y que, desesperada y medio
loca tras haber perdido a su gran amor, se disfraza ahora con las joyas de su señora
para seducir a un atractivo piloto. La niña a la que debe cuidar aquella noche,
Benny, frustra sus planes, por lo que la alucinada muchacha la amenaza primero
con destriparla con tanta facilidad como a una muñeca, y luego la amordaza y la ata
a la cama. En esta sádica y desquiciada relación con la pequeña, Marilyn dio
muestras de una convincente crueldad que, al tiempo que desvelaba sus excelentes
dotes dramáticas, tal vez le trajo a la memoria los horrores sufridos durante su
propia infancia. Fue sin duda uno de los mejores papeles de su carrera.

Pero el filme realmente importante de ese año fue la comedia de enredo Me siento
rejuvenecer (Monkey Business), de Howard Hawks, el director que junto a John
Huston y Billy Wilder tal vez supo extraer lo mejor de Marilyn Monroe. En esta
comedia, verdadero clásico del género escrita por Ben Hecht, Charles Lederer y
I.A.L. Diamond, hacía el papel de una secretaria rubia y tonta junto a dos
verdaderos monstruos del género, Cary Grant y Ginger Rogers. La maestría de la
puesta en escena y la espléndida carpintería dramático-cómica de la película era lo
que estaba necesitando la carrera de Marilyn, que por fin podía demostrar su valía
más allá de lo estúpido que pudiera ser el personaje que interpretara. Además, y
como se vería más adelante, fue en la comedia más o menos pura donde la actriz
dio lo mejor de sí misma.

En 1953 se rodaron las tres primeras películas en que su contribución era


importante. En primer lugar, Niágara, un filme de suspense a lo Hitchcock que dirigió
el siempre eficiente Henry Hathaway, pero que no era el tipo de producción idónea
para la actriz. Mucho más relevante, ya que tal vez es el título que marca el inicio de
Marilyn Monroe como estrella y como mito sexual, es Los caballeros las prefieren
rubias (Gentlemen prefer blondes), una nueva comedia, esta vez musical, de
Howard Hawks.

Los caballeros las prefieren rubias, basada en una ingeniosa novela de Anita Loos,
contaba la historia del enfrentamiento de dos coristas, una morena, la turgente Jane
Russell, y otra rubia, Marilyn, que tratan de cazar a uno de los solterones más
deseados y ricos de América. En esta película, plagada de excelentes gags y de
provocativos números musicales, Marilyn demostró que era, además de una buena
actriz de comedia, una notable cantante y bailarina, con un estilo personal y muy
sugestivo. De hecho, el buscado personaje masculino, que interpretó Charles
Coburn, optaba finalmente por quedarse con Lorelei Lee, la rubia.
El tercer trabajo que hizo ese año fue un filme argumentalmente bastante parecido,
Cómo casarse con un millonario (How to marry a millionaire), de Jean Negulesco, en
el que Marilyn y otras dos actrices, esta vez Betty Grable y Lauren Bacall, se
proponían conquistar a un millonario a toda costa. No tan exuberante ni rotunda
como la anterior, era una película que explotaba en clave de comedia la disparidad
de físicos y caracteres de las tres intérpretes femeninas y, por tanto, resultaba un
trabajo muy a la medida de las aptitudes de Marilyn Monroe. Como consecuencia de
estos sensacionales trabajos, en 1954 le sería otorgado el prestigioso Globo de Oro
a la mejor actriz.

Convertida en menos de un año en una de las estrellas más rutilantes del


firmamento cinematográfico hollywoodiense, el 14 de enero de 1954 contrajo
matrimonio con el mítico jugador de béisbol Joe DiMaggio, uno de los primeros
deportistas estadounidenses cuya popularidad era comparable a la de una estrella
del cine. La boda fue uno de los acontecimientos sociales más sonados de ese año,
pero sólo unos meses después, el 27 de octubre, DiMaggio y Marilyn se divorciaron.
A pesar de ello, y según el testimonio de amigos de la actriz, Joe DiMaggio fue, de
los tres maridos que tuvo, el único al que quiso realmente.

Cinematográficamente hablando, 1954 no fue un gran año si se compara con el


precedente o con los siguientes. Participó en dos títulos; el primero fue un peculiar
cruce entre el melodrama y el western que dirigió Otto Preminger, Río sin retorno
(River of no return), un buen filme coprotagonizado con Robert Mitchum en el que
Marilyn no brilló especialmente. El segundo, la comedia musical Luces de candilejas
(There's no business like show business), realizada por Walter Lang, resultó de un
nivel muy inferior a las que había protagonizado el año anterior.

Pese a los éxitos profesionales que había obtenido en poco tiempo, su vida personal
no era nada satisfactoria. Además del reciente fracaso sentimental con DiMaggio,
no cesaba de luchar para demostrar que era algo más que una cara y una figura
bonitas. Cuanto más se convertía en una sex-symbol, más intentaba no sucumbir a
la conformista imagen que proyectaba. El acoso al que era sometida por parte de
los directivos de las productoras era constante. Si en sus filmes ella atraía al hombre
con su cuerpo y su inocente encanto, en la vida se jactaba de no haber aceptado
nunca acostarse con los productores y jefes de los estudios, algo que a buen seguro
le habría facilitado las cosas para conseguir mejores papeles, sobre todo en los
inicios de su carrera.

Por otra parte, su arraigado complejo de nulidad intelectual, seguramente causado


por haber abandonado pronto los estudios, la llevó a nuevas actividades. En 1955,
por ejemplo, acudió al prestigioso Actors Studio neoyorquino para tomar clases con
Lee Strasberg. Inducida por Strasberg, estudió el psicoanálisis con la finalidad de
conocerse más a sí misma y hacer aflorar su potencial interpretativo. Strasberg, un
hombre generoso, la trató como un padre y le ofreció intervenir en sesiones
teatrales del centro, protagonizando obras como Un tranvía llamado deseo, de
Tennessee Williams, y Anna Christie, de Eugene O'Neill. Estos detalles fueron
objeto de burlas por parte de ciertos ambientes de Hollywood que se obstinaban en
verla como una actriz cuyo único atributo valioso era el de despertar una irrefrenable
atracción en los hombres.

Las dos películas en las que intervino a continuación, aunque excelentes,


presentaban al personaje que debía interpretar como alguien con más de un
paralelismo con esa otra Marilyn de la vida real. Tanto en La tentación vive arriba
(The seven year itch, 1955), de Billy Wilder, como en Bus Stop (1956), de Joshua
Logan, Marilyn ofreció dos actuaciones intachables. Pero el gran público, en lugar
de cambiar la idea que tenía de la actriz fijándose en su capacidad interpretativa,
todavía la encasillaba más, debido a que eran papeles similares a la imagen que
desde los estudios se había dado de ella.

La presión habitual a la que se sometía a una gran estrella, el menosprecio que


sentía que le profesaban algunos profesionales de la industria y el descontento
consigo misma no tardaron en hacer mella en Marilyn. Su comportamiento en los
rodajes era cada día más problemático, con frecuentes impuntualidades, excusas
para intempestivas ausencias y malas relaciones con actores y técnicos. Por esta
época comenzó a tomarse períodos de descanso en clínicas debido a las
depresiones en que cada vez con mayor frecuencia se veía sumida.

Con todo, seguía estando en el ojo del huracán, siendo el objeto preferido de la
prensa; pero también ello resultaba frustrante. Aceptaba conceder una entrevista a
la espera de que algún periodista se interesara por sus inquietudes intelectuales,
por lo que leía o por el tipo de películas que le gustaría interpretar, pero lo único que
encontraba sistemáticamente eran burdas cuestiones de tocador. Algunas de sus
respuestas de entonces se convirtieron en célebres, como cuando aseguró que no
usaba ropa interior o que para dormir sólo se ponía Chanel nº 5. Así es que,
inconscientemente o no, la propia Marilyn terminaba contribuyendo a consolidar la
percepción que de ella tenía la gente.

1956 fue un año crucial en su vida, ya que el 29 de junio se casó con el dramaturgo
Arthur Miller, para lo que debió convertirse previamente al judaísmo. Este enlace fue
más sorprendente si cabe para el público y la prensa que el de DiMaggio. Miller,
escritor y dramaturgo serio, proveniente de la élite intelectual judía, de posiciones
ideológicas abiertamente izquierdistas, se casaba con una mujer que
supuestamente era la antítesis: superficial, frívola, sin ideas propias y que aparecía
habitualmente en las portadas de la prensa amarilla. Y quienes le auguraron lo peor,
acertaron, ya que este tercer y último matrimonio fue un nuevo fracaso personal. La
desenfadada e ingenua Marilyn Monroe no congenió con el exclusivo círculo de
intelectuales neoyorquinos en que se desenvolvía Miller, y a pesar de que no se
divorciaron hasta enero de 1961, pronto se distanciaron de forma irremediable.

Entretanto, Marilyn había puesto en marcha un nuevo proyecto que causaba el


recelo de los jefes de los estudios: su propia productora. Cansada del maltrato y el
desprecio, en 1957 viajó a Gran Bretaña para protagonizar y producir El príncipe y la
corista (The Prince and the Showgirl), nueva variación algo más dramática del tema
de Los caballeros las prefieren rubias y Cómo casarse con un millonario. Como
director y partenaire suyo Marilyn eligió al shakesperiano y muy británico Laurence
Olivier. El rodaje fue, como venía siendo habitual, algo turbulento, con
enfrentamientos con Olivier, retrasos, pastillas y alcohol. Curiosamente la crítica
especializada, que ya había destacado su buen hacer como actriz dramática en Bus
Stop, fue unánime al señalar que la espontaneidad y el encanto de Marilyn habían
eclipsado a Olivier, aunque fue inmisericorde con la película.

De regreso a Estados Unidos, volvieron a surgir los problemas, las inseguridades y


los temores de Marilyn: un matrimonio que ya no funcionaba; unos estudios cada
vez más refractarios a contratarla, por extraño que esto pudiera parecer dada su
inmensa popularidad; nuevas depresiones; nuevas estancias en sanatorios o
clínicas de descanso, y dos nuevos factores, o cuando menos más acentuados: el
consumo de alcohol y de píldoras, en especial barbitúricos.

En su siguiente película, Con faldas y a lo loco (Some like it hot, 1959), genial y
mordaz comedia sobre el amor y el transexualismo en que volvió a dirigirla Billy
Wilder, el rodaje se convirtió en un verdadero suplicio. En sus memorias, Wilder lo
recordaría como la experiencia más traumática de su carrera debido al imprevisible
comportamiento de la actriz, que nunca llegaba a la hora o que, simplemente, tenía
que repetir hasta 65 veces un plano en el que tan sólo tenía una frase. No obstante,
y gracias en cierto modo a la buena química que había con los otros dos actores
principales, Tony Curtis y Jack Lemmon, el resultado final fue satisfactorio; el trabajo
de Marilyn sería premiado en 1960 con un nuevo Globo de Oro, esta vez en la
categoría de mejor actriz de comedia o musical.

En 1960 coprotagonizó junto al actor francés Yves Montand el film de George Cukor
El multimillonario (Let´s make love). Aunque con un planteamiento habitual en la
filmografía de Monroe (chica humilde, pero con ansias de superación que encuentra
el amor en un hombre rico), Cukor imprimió al argumento un mayor acento
dramático. Era una producción suntuosa, correctamente realizada, y con un buen
trabajo de la pareja protagonista, pero aun así había algo en el conjunto que no
terminó de funcionar. Durante el rodaje, Monroe y Montand tuvieron un romance que
no pasó a mayores. Marilyn se enamoró del actor, pero para Montand no era más
que una aventura. Una vez más, la mujer más deseada del mundo no encontraba o
tenía dificultades para conservar un amor.

Su última aparición cinematográfica, si descontamos la incompleta y no estrenada


película de Cukor Something´s got to give, fue para muchos críticos y aficionados el
mejor trabajo de cuantos realizó Marilyn Monroe. Dirigido por John Huston y con
guión del aún marido de Marilyn, Arthur Miller, Vidas rebeldes (The Misfits, 1961)
era un filme elegíaco, tocado con la rara cualidad de lo irrepetible, que unía en la
pantalla a tres grandes actores, Clark Gable, Montgomery Clift y Marilyn Monroe,
tres estrellas que además estaban atravesando por distintos motivos unos
momentos personales especialmente delicados. Una historia de perdedores, tan del
gusto de Huston, que en un último crepúsculo encontrarán al menos un lugar donde
poder descansar y compartir sus experiencias con alguien. Intensa y emotiva, quizá
este papel fue el mejor regalo que pudo hacer a Marilyn Arthur Miller, de quien se
divorciaría poco después, el día 21 de enero de 1961, justo una semana antes del
estreno de Vidas rebeldes. Su sentida interpretación de la divorciada Roslyn Taber,
que encuentra un nuevo amor en el personaje que encarna Gable, volvió a ser
destacada en 1962 con un nuevo Globo de Oro.

Los últimos meses de la vida de Marilyn presentan una serie de zonas oscuras que
probablemente nunca lleguen a esclarecerse, como su relación con el entonces
presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, que parece probado que fue de
naturaleza íntima, o más tarde con el hermano de éste, el senador Robert Kennedy,
en la que algunos indicios pueden hacer pensar que fue tan sólo de amistad. De
cualquier modo, los nombres de ambos aparecieron entonces y siguen apareciendo
hoy en el asunto de la muerte por suicidio de la actriz, que falleció el 5 de agosto de
1962 a causa de una sobredosis de barbitúricos en su casa de Brentwood,
California.

A las tres de la madrugada la señora Murray, su ama de llaves, la encontró en la


cama en una postura extraña, con el teléfono fuertemente aferrado en una de sus
manos y las luces encendidas. Un frasco vacío de Nembutal encima de la mesilla
atestiguaba la ingestión masiva de pastillas por parte de la estrella. El médico
forense certificó su muerte y expresó su convencimiento de que se trataba de un
suicidio. En años posteriores, una auténtica industria del escándalo, de la que
formarían parte la prensa amarilla, la de la extrema derecha y un Norman Mailer
arruinado y angustiosamente necesitado de dinero, especularon incansablemente
sobre la relación entre su muerte y los hermanos Kennedy.

No era la primera vez que había ingerido una sobredosis de barbitúricos combinada
con alcohol: exactamente lo mismo había ocurrido en la primavera del año anterior,
poco después de la separación de Miller y del estreno de Vidas rebeldes. La policía,
extrañamente, no reveló el nombre de la sustancia que había tomado Marilyn, e
incautó y rehusó hacer públicas las cintas magnetofónicas de la compañía de
teléfonos en que estaban grabadas las llamadas que efectuó la noche de su muerte.
Esto no hizo más que confirmar las sospechas de que Marilyn llamó a alguien en
busca de ayuda, alguien cuya alta posición pública no le permitía afrontar el
escándalo que hubiera supuesto verse envuelto en semejante asunto.

Pese a la infinidad de biografías y libros que sobre ella se han escrito (incluyendo su
autobiografía, aparecida póstumamente en 1974), en los que se ha podido percibir
esa otra Marilyn que no se ajusta al tópico, aún hoy sigue apareciendo en primer
lugar, o en un lugar muy destacado, en toda clase de rankings más o menos
frívolos: en 1995 fue votada por los lectores de la revista inglesa Empire como la
actriz cinematográfica más sexy de todos los tiempos; la misma revista, en 1997, la
situaba como la octava estrella del cine (masculina y femenina) más grande de
todos los tiempos; y en 1999, la americana People Magazine la consideraba la
mujer más sexy del siglo.

En definitiva, a pesar de los denodados intentos que Marilyn Monroe llevó a cabo en
vida para ser considerada de manera distinta a como se la veía, difícilmente
desaparecerá nunca de la imaginación colectiva como uno de los íconos eróticos del
siglo XX. La imagen de La tentación vive arriba, con blusa y falda plisada blancas
que se le levantan y agitan cuando pasa sobre un respiradero del metro de Nueva
York, ha quedado indisociablemente unida a su nombre. Su desaparición en plena
juventud, y en la cumbre de su fama como actriz y como mito erótico vivo, no hizo
más que acrecentar la leyenda.

[CITATION Bio \l 2058 ]


Análisis_______________________________________________________

Para este análisis me basare en la teoría de Rogers, pues, considero que su teoría
da más sustento al análisis de la personalidad de Marilyn Monroe, desde el enfoque
humanista sobre el que estamos trabajando.

Luego de leer la biografía de Marilyn, fue relativamente sencillo identificar ciertos


puntos que dan a resaltar su personalidad y pueden llegar a explicar (o dar un
acercamiento) la razón de su suicidio.

Marilyn Monroe, o Norma, desde pequeña nunca tuvo una imagen paternal y
maternal realmente firme, pues debido a que su madre biológica fue internada por
esquizofrenia ella paso la mayoría de su vida en un orfanato, yendo de allá para acá
constantemente. Se dice que era acosada sexualmente y que también fue violada
apenas cumplió los 8 años, por su padre adoptivo, lo cual provoco que la madre
adoptiva sintiera repulsión hacia la pequeña Norma.

Con esta poca información captada podemos determinar una aproximación al


desarrollo de su YO real.

Siendo una niña que fue maltratada sexualmente, nunca logro diferenciar lo que
estaba bien, de lo que estaba mal, esto la llevo a un desarrollo pobre de su YO en
su infancia.

Pero a lo largo de su vida, modificó su visión del YO como una mujer inteligente y
culta, pues por lo entendido, ella era una gran y constante lectora

Pero tanto su tendencia formativa como su tendencia realizadora, se verían


fuertemente desarrolladas, ya que, ella vino desde ser una cocinera en un orfanato,
pasando por ama de casa, hasta convertirse en una estrella de cine, reconocida en
todo estados unidos y partes externas a este.

Esto la motivo mucho a lo largo de su vida, pues ella misma decía que la única
familia que tenía, era su público, por lo que podemos concluir que la motivación para
que ella siguiera ahí era por sentir el amor, que las personas le daban al admirarla,
que no pudo recibir de una madre o un padre.

Relacionado a esto último, su Yo ideal se formó alrededor de la idea de ser una


actriz querida por todo el mundo, ya que la fama la llevo precisamente a eso,
podríamos decir que en cierto punto se quedó estancada en esta idea, lo cual pudo
ser una de las causas de su depresión.

En cuanto a la consciencia de Marilyn, es incierto decir que estaba bien


fundamentada, pues entre las malas experiencias que tuvo a lo largo de su vida y el
su concepto del YO había muchos conflictos, llegando a tener grandes
incongruencias, pues sus experiencias fueron más selectivas a medida que ella iba
subiendo en su estrellato.
Esta incongruencia parte de la valoración positiva condicionada a la cual estuvo
sometida, por parte de sus productores y público, la mayoría de su vida, pues, a
pesar de que ella fuera una gran e inteligente mujer, las personas la consideraban
(basándose en sus películas y publicaciones de revistas) como el estereotipo de una
mujer rubia, sensual y estúpida, lo cual nunca fue cierto.

Esta valoración condicionada, se dio, debido a que ella nunca tuvo una valoración
positiva fuerte, pues nunca se negó nada, incluso si esto la llegase a perjudicar,
todo esto, por la búsqueda de la aceptación y el “cariño” que su público (en su
mayoría hombres) le otorgaba.

A parte de esto, ella enfrentaba un proceso de amenaza para el que nunca tuvo
defensa, estas eran los abusos sexuales que paso durante toda su vida.

Partimos desde la idea que a los 8 años (Siendo muy pequeña para comprender
realmente la sexualidad), ella ya había tenido su primer contacto sexual,
obviamente, contra su voluntad, esto la marcaria a partir de ahí.

Considero esto como una amenaza pues también fue víctima de abusos de parte de
sus productores, público y alguna que otra persona que fuera ajena al círculo social
de Marilyn, pues ella al ser considerada como un “Sex Symbol”, era deseada por
todos, en ese entonces.

Ella nunca se pudo defender, porque precisamente eso, era lo que le daba para
vivir, no sabía hacer nada más y una vez llegado al punto en donde estaba, no
podía retroceder, esto provoco que estas amenazas se volvieran algo que la
perturbaba constantemente, lo cual, pudo ser la mayor razón por la cual cometió
suicidio.

Por último, las constantes incongruencias que existían entre su Yo y sus


experiencias, terminaron por crearle una desorganización severa, baso esto,
comenzando con el previo conocimiento de su amor a la lectura, a pesar de esto, la
propia sociedad la hizo creer que ella no debía de amarla y que debía enfocarse en
ser simplemente un sex symbol, esto la llevo a tal punto de incluso salir en la
aclamada revista para adultos “Playboy” en donde tendría una sesión de fotos, un
poco más provocadora que lo que se mostraba en sus películas, estas
incongruencias en su conducta provocaron una razón más de su deseo suicida.
Conclusion________________________________________________________
Me gustaría concluir esto diciendo que, en mi perspectiva, Marilyn Monroe si era
una de las mujeres más hermosas de la época, pero lamentablemente, no se
merecía ese trato, si ella hubiera considerado más sus elecciones, podría haber sido
un símbolo de grandeza y fortaleza para la mujer, dando a entender a la sociedad,
de ese entonces, que las mujeres tienen la misma capacidad de sobresalir que los
hombres.

Ella, que a pesar de sus humildes orígenes, pudo salir adelante y ser considerada
como una de las mujeres más bellas de todo el mundo.

Bibliografía
Biografias y vidas, La enciclopedia biográfica en linea. (s.f.). Obtenido de Biografias y vidas, La
enciclopedia biográfica en linea :
https://www.biografiasyvidas.com/monografia/marilyn_monroe/

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