Eclesiologia Historia 01

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 6

BREVE HISTORIA DE LA ECLESIOLOGÍA

I. LA ECLESIOLOGÍA DE LOS PADRES

La historia de la Iglesia está mezclada con la historia humana. No se puede comprender una
sin la otra.
La Iglesia es un organismo vivo que busca a los hombres en su propio medio, no una
estructura estática que permanece inalterable. Y debe seguir en todo momento la suerte de
la humanidad para salvarla desde dentro.
Podemos decir que la eclesiología se ha ido construyendo un poco a la defensiva.
Al principio, en la época apostólica, la Iglesia era un pequeño núcleo agrupado alrededor de
Jerusalén. Pero al declinar la época apostólica, sobrevino la gran catástrofe que arrancó
definitivamente su independencia al pueblo judío.
Privada de su centro de gravedad, ahora agrupada en pequeñas comunidades, corría el
peligro de perder el carácter de pueblo único de Dios.
Por otra parte, a la muerte de los apóstoles empezaron a surgir problemas internos, sobre
todo de índole dogmático y disciplinar. Estas circunstancias marcan las líneas de fuerza en
las que se mueve la eclesiología de los primeros escritores: UNIDAD y
UNIVERSALIDAD.
El fenómeno Iglesia aparece en los autores de ese tiempo como algo excepcional y único,
que no se compara con ninguna otra institución. La Iglesia es algo que se multiplica en cada
ciudad, en cada aldea, pero que permanece inalterablemente unida en la unidad de la Iglesia
universal.
“Clemente Romano es probablemente judío; Policarpo es de Asia; Ignacio es sirio;
el pseudo Bernabé es quizá egipcio. Pero todos, con diferentes acentos y reflejando
en sus escritos la peculiaridad de sus caracteres, se sienten tan cercanos unos a otros
que se definen a sí mismos como hermanos”.
La Iglesia es el conjunto de los fieles reunidos por Jesús y participantes de su misma
vida. La Iglesia de Dios que peregrina en Roma escribe a la Iglesia de Dios que
peregrina en Corinto.
La Iglesia no está circunscrita a los límites territoriales de una ciudad. Al contrario,
todas las iglesias locales se abrazan en una única comunidad de sentimientos, de
amor y de vida.

1. La unidad de la Iglesia en Ignacio de Antioquía1

1
San Ignacio (+ 110 d.C. aprox.), segundo sucesor de San Pedro en la sede de Antioquía,
martirizado durante el reinado del emperador Trajano. En camino a Roma, escribió siete
cartas que constituyen un valiosísimo testimonio, tanto por su antigüedad como por su
contenido. Es uno de los llamados «Padres Apostólicos». La tradición atestigua que Ignacio
fue oyente de la predicación del apóstol Juan.

1
“Allí donde está Cristo, está la Iglesia Católica”. Ignacio reflexiona sobre el mensaje del
Nuevo Testamento en orden a la unidad. Hace una síntesis entre el pensamiento de Pablo y
el de Juan.
Juan es el evangelista de la unidad. Insiste más en el aspecto invisible y vital que en la
función de la jerarquía. Pablo, en cambio, sobre todo en sus últimas cartas, se muestra más
preocupado por el aspecto de la organización eclesiástica, como garantía de la unidad.
Ignacio explica el uno por el otro.
a. Unidad interior
Para Ignacio, como para Juan, la unidad de la Iglesia es eminentemente interna y
sobrenatural, porque radica en la vida de Cristo. Jesucristo es la norma y la fuente de la
unidad de la Iglesia. La Iglesia es una porque una es la carne de Cristo.
b. Unidad visible
La unidad espiritual e invisible de la Iglesia requiere su manifestación visible y
experimental. No se trata de dos realidades distintas, sino de una misma realidad, que es a
la vez corporal y espiritual. La primera (la corporal) es armadura de la segunda (espiritual).
La unidad interior de la Iglesia se hace visible de muchos modos. Una de ellas es por la
oración común, principalmente en la Eucaristía.
La unidad visible de la celebración eucarística con el obispo era para Ignacio la
manifestación más convincente de la unidad de la Iglesia.
“No os equivoquéis, hermanos míos. Si alguno sigue al que promueve el cisma, no
heredará el seno de Dios. Si alguno camina con arreglo a otra doctrina, no está de
acuerdo con la pasión”.
c. Unidad jerárquica
El presbiterio, con el obispo, es la garantía visible de esa unidad tan querida por el Padre:
“Conviene que vosotros os conforméis con el sentir del obispo, como realmente lo
hacéis. Porque vuestro memorable presbiterio, digno de Dios, está adaptado al
obispo de la misma manera que las cuerdas a la cítara. Por esto es cantado Cristo en
vuestra armonía y unánime caridad”.
Para Ignacio, el que hace algo a espaldas del obispo y del colegio de los presbíteros no
puede llamarse cristiano.

2. La unidad en la eclesiología de Clemente Romano2

2
San Clemente, obispo de Roma en los últimos años del siglo I, es el tercer sucesor de
Pedro. La autoridad y el prestigio de este Obispo de Roma eran tan grandes, que se le
atribuyeron varios escritos, pero su única obra segura es la Carta a los Corintios. La
intervención de san Clemente —estamos todavía en el siglo I— era requerida por los graves
problemas por los que atravesaba la Iglesia de Corinto: en efecto, los presbíteros de la
comunidad habían sido destituidos por algunos jóvenes contestadores.

2
La reflexión eclesiológica de Clemente se debe a un hecho histórico que tuvo lugar en
Corinto: la deposición injusta de unos presbíteros por la asamblea de los fieles.
Esta situación obligó a Clemente a reflexionar sobre la naturaleza de la Iglesia. La
respuesta la encontró en la institución divina de la jerarquía apostólica y en la ley de
sucesión:
“Cristo fue enviado por Dios; los apóstoles, por Cristo… Los apóstoles… dieron la
orden de que cuando ellos murieran se hicieran cargo de su ministerio otros
hombres probados. Por consiguiente, los que ellos instalaron o fueron instalados
después por otros hombres conforme al sentir de la Iglesia, creemos que en justicia
no pueden ser destituidos de su cargo litúrgico. Máxime, habiendo servido al rebaño
de Cristo santamente con humildad, paz y con desprendimiento, y teniendo en su
haber un magnífico testimonio prolongado por largo tiempo”.
Según esto, la Iglesia mantiene su unidad sobre una base jurídica que Cristo determinó.
Puede compararse a la cohesión de las legiones romanas: “Consideremos los soldados que
sirven bajo nuestros jefes. Qué disciplina. Qué docilidad. Cada uno ejecuta en su rango las
órdenes del emperador o de sus jefes. Los grandes no pueden existir sin los pequeños, ni los
pequeños sin los grandes”.
Luego, Clemente usa la comparación del cuerpo humano: “Tomemos nuestro cuerpo: la
cabeza no puede nada sin los pies, y lo mismo los pies sin la cabeza”.
Su preocupación es la unidad. La unidad de la Iglesia viene de Dios y se realiza en el
Cuerpo de Cristo. Cristo es el molde en el que han de configurarse los elegidos de Dios.
Clemente es el primero de los escritores apostólicos que menciona la acción del Espíritu
Santo como principio santificador de la Iglesia.

3. El caso del Pastor de Hermas3


La eclesiología de Hermas podría definirse como de tendencia carismática. Refleja el
ambiente de la iglesia romana de mediados del siglo II.
Es un reformador que predica la penitencia y la purificación de la Iglesia desde su lugar de
cristiano. Carece de formación teológica, pero posee la frescura de su espíritu vivo y de su
amor a la Iglesia.
La Iglesia es, para Hermas, el centro del universo y la razón última de la existencia de la
creación. Es construida sobre las aguas (del bautismo) y cimentada en la Palabra de Dios y
en la virtud invisible del Señor. Edificada sobre la roca y sobre la puerta, símbolos del Hijo

3
El «Pastor de Hermas» es un libro que fue muy apreciado en la primitiva Iglesia, hasta el
punto de que algunos Padres llegaron a considerarlo como canónico. Fue compuesto por un
tal Hermas, en la ciudad de Roma, entre los años 141 a 155. Es el escrito más largo de la
época post-apostólica.
El libro refleja el estado de la cristiandad romana a mediados del siglo II. Junto a cristianos
fervorosos, había muchos tibios; junto a los santos, no faltaban los pecadores, y esto en
todos los niveles de la Iglesia, desde los simples fieles a los ministros sagrados. No es de
extrañar, pues, que el libro gire en torno a la necesidad de la penitencia.

3
de Dios. Pero entre la roca, la puerta y la torre (la Iglesia) hay una unión tan estrecha, que
todo ello forma un solo bloque, porque todos los que han creído en el Señor forman un solo
cuerpo y un solo espíritu.
Para Hermas, la Iglesia es la congregación de los santos y los justos. Y eso es lo que él
quisiera como reformador y predicador de la penitencia. Reforma y penitencia que debe
comenzar por los miembros de la jerarquía.
El Pastor reconoce a la jerarquía, pero da más importancia a los dones que el Espíritu Santo
comunica a los hombres de Dios. Claro que puede haber dones ilusorios y falsos, y dones
auténticos de Dios; lo cual requiere un gran discernimiento para identificarlos.

4. Unidad y Eucaristía
Para los Padres Apostólicos la Iglesia era una realidad intensamente vivida. La Iglesia es,
ante todo y primariamente, la asamblea eucarística local. Allá donde hay un obispo con sus
sacerdotes y diáconos, que alimentan una comunidad de fe, que oran en común, que reciben
el cuerpo de Cristo, ahí se realiza la Iglesia Universal.

5. Unidad dentro de la variedad


La unidad no quiere decir uniformidad. La Iglesia exige una gran renuncia para entrar en su
seno: la muerte al pecado, para vivir la vida de Cristo.
La Iglesia de esa época se organizaba en todas partes conforme a un modelo único, sobre la
base de los ministerios estables que se confieren mediante la imposición de manos.
Obispos, presbíteros y diáconos sirven, como fieles ministros, a la unidad de la Iglesia en la
transmisión de la fe, en la liturgia eucarística y en la vigilancia sobre la marcha de las
comunidades.
a. Los carismas
La existencia de ministerios estables y universalmente uniformes no mata la diversidad
de modalidades que en cada iglesia particular toma la vida cristiana. Porque el Espíritu
de Dios, que sopla donde quiere ha suscitado en la historia de la Iglesia formas nuevas
de vivir las exigencias del Evangelio: monjes, eremitas, vírgenes consagradas a la
oración. Junto al carisma estable del ministerio, siempre ha existido el carisma
espontáneo y libre, que manifiesta la riqueza interior de la Iglesia, en servicio del
Cuerpo entero y de la humanidad.
b. La raíz del carisma
Si hay algo esencial en la Iglesia, es la presencia del Espíritu en ella. Si Clemente
interviene en Corinto no es que pretenda apagar el carisma, sino decir una palabra justa
para reprimir un falso carisma o para ordenar un carisma incontrolado.
c. Tensión entre el carisma y el ministerio
Para los Padres primitivos no hay más que una sola Iglesia de Cristo: la fundada sobre
los apóstoles y sus sucesores, los obispos. Naturalmente hubo, y seguirá habiendo,
tensiones entre el dinamismo del carisma y el dinamismo del ministerio estable. La

4
Iglesia primitiva se inclinó a conferir el ministerio estable a aquellos que estaban
dotados de dones carismáticos.
Es imposible, en principio, la oposición entre la institución y el carisma, porque el alma
de ambos es el Espíritu de unidad.

6. La paz constantiniana
El emperador Constantino4, buscando la unidad del imperio, instituyó a la Iglesia Católica
como la religión oficial. Con el edicto de Milán, en el año 313 dC.
Con la paz constantiniana se creó una situación nueva en la Iglesia. Expulsada del mundo,
perseguida cruelmente, la Iglesia de los comienzos era una comunidad de proscritos que
esperaban la vida futura, mientras se jugaban en cada instante la vida presente.
Esta situación no admitía términos medios, porque el cristianismo no era ningún seguro
social, sino todo lo contrario.
Si la fe no actuaba de una manera firme y eficaz, el cristianismo no ofrecía ninguna ventaja
para el hombre. Si no se era cristiano convencido, simplemente no se podía ser cristiano.
Con la paz constantiniana todo cambia. El cristianismo proscrito pasa a ser un cristianismo
oficial; el cristianismo apartado del mundo pasa a ser un elemento importante dentro del
mundo y de la sociedad. Con ello se pasó de un cristianismo de convencidos y practicantes
a un cristianismo de multitud. Este cristianismo multitudinario se afianzó con la práctica,
que pronto se generalizó, de bautizar a los niños antes de que pudieran tomar una decisión
personal y consciente.
Este cambio tuvo repercusiones al interno de la Iglesia, prolongándose a través de la Edad
Media, en incluso en nuestros días.

San Agustín5

4
Emperador del Imperio Romano desde el año 306 al 337 dC. Hijo de un oficial griego, Constancio
Cloro, que el año 305 fue nombrado Augusto a la vez que Galerio, y de una mujer que llegaría a ser
santa, Helena.
Constantino llevó a cabo numerosas reformas de tipo administrativo, militar y económico, pero
donde más destacó fue en las disposiciones político- religiosas, y en primer lugar las que iban
encaminadas a la cristianización del imperio.
Promovió estructuras adecuadas para conservar la unidad de la Iglesia, como modo de preservar la
unidad del estado y legitimar su configuración monárquica. Para defender la unidad de la Iglesia
luchó contra el cisma causado por los donatistas en el norte de África y convocó el Concilio de
Nicea para resolver la controversia trinitaria originada por Arrio.
El 330 cambió la capital del imperio de Roma a Bizancio, que llamó Constantinopla, lo que supuso
una ruptura con la tradición, a pesar de querer enfatizar el aspecto de capital cristiana.
http://multimedia.opusdei.org/pdf/es/preguntas/51.pdf
5
Nació en Tagaste, en la provincia de Numidia, en el África romana, el 13 de noviembre del año
354. Era hijo de Patricio, un pagano que después fue catecúmeno, y de Mónica, cristiana fervorosa.
http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2008/documents/hf_ben-
xvi_aud_20080109.html

5
San Agustín merece unas líneas aparte por la influencia que ejerció su obra en la
eclesiología posterior a él. De hecho, algunas de sus formulaciones fueron definitivas y de
ellas vivió la eclesiología de la Edad Media. Aquí algunas de las fundamentales:
a) Su teología sobre la catolicidad. En contraste con las sectas o los grupos de Donato,
la verdadera Iglesia es la Católica, a la que concibe como una comunión universal
tan amplia como el mundo entero.
b) Su eclesiología del Cuerpo místico. La Iglesia es el Cristo total, cabeza y miembros.
Entendiendo que los miembros son todos aquellos que viven de la gracia de Cristo,
desde el justo Abel hasta el último de los elegidos.
c) El sacerdocio –o el ministerio– es un servicio de Cristo, y no una potestad propia. A
propósito de que la Iglesia no es solamente la congregación de los justos, en sus
controversias con los donatistas6 defiende que en la Iglesia de este mundo están
mezclados justos y pecadores. Por consiguiente, los sacramentos de la Iglesia son
válidos aun cuando estén administrados por un ministro carente de la gracia: “Pedro
bautiza, es Cristo el que bautiza… Judas bautiza, es Cristo el que bautiza”. Ni Pedro
ni Judas comunican la gracia propia, sino la de Cristo. Aunque en otro momento
también afirma que son propiamente los justos quienes forman el Cuerpo de Cristo;
los pecadores lo forman sólo exterior y corporalmente.
d) La única unidad a la que está prometido el Espíritu está en la comunión con los
legítimos pastores. Agustín da una importancia excepcional a las iglesias
apostólicas, y entre ellas a la sede de Pedro, en la que está como personificada la
Iglesia universal.

Collantes Justo, LA IGLESIA DE LA PALABRA I, BAC, Madrid 1972.

6
Herejía y cisma promovido por el obispo nor-africano, Donato. La herejía donatista tuvo su origen
en la reacción de algunos obispos pertenecientes a la Iglesia del norte de África ante las
persecuciones llevadas a cabo por las autoridades imperiales a principios del s. IV (303-305).
Su doctrina era demasiado simple; sostenían que la Iglesia visible está compuesta solamente de
justos y santos y que los sacramentos son inválidos si se administran por un ministro indigno.

También podría gustarte